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EL VELO DE LA LEY O LA GLORIA DE CRISTO (Juan 1:1-7 Parte 2)

de Haroldo Camacho, el viernes, 30 de marzo de 2012 a la(s) 0:29 ·


"La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella." (Juan 1:5 RVC)
Nuevamente aquí vemos un gran contraste con la ley. La ley no resplandece en las tinieblas. Màs bien, la ley produce
màs tinieblas, pues la única función de la ley es de dar nombre a los pecados. La ley es el Gran Còdigo de delitos, un
conjunto de códigos penales, civiles, y morales. De tal modo que donde hay ley, hay muchos pecados, y cuantas màs
leyes se añadan tanto màs se multiplicaràn los delitos y pecados. Igualmente, tanto màs se aumenta la condenación,
pues el desobediente a la ley serà arrojado a "las tinieblas de afuera" (Mateo 22:13). La ley crea hijos para las
tinieblas, a menos que èstos sean atraídos a la Luz, por medio de la cruz de Cristo.
"Y cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. Con esto Jesús daba a entender de qué muerte
iba a morir." (Juan 12:32, 33 RVC)
De tal modo que las tinieblas sì prevalecen contra la ley, pues la ley no tiene poder alguno para desvanecer las
tinieblas. La única potestad de las tinieblas es de incrementar las tinieblas, pues todo lo que no es de fe, es pecado, y
la ley no es de fe (Rom 14:23; Gal 3:12).
Un ejemplo de alguien que quedó en tinieblas a pesar de guardar la Ley en cada punto es el joven rico. Hablando de
su cumplimiento a los mandamientos de la Ley dijo,
"Todo esto lo he guardado desde mi juventud". (Lucas 18:21 RVR95)
No obstante tenìa a la Luz enviada por Dios cara a cara, a la Palabra de Dios que da vida, al mismo Profeta de quien
profetizaba la misma Ley, y de quien el mismo Moisès había dicho, "a èl oíd" (Deu 18:15), y no lo podía ver. Asì tan
grande es la jactancia de la carne en todos los que se consideran guardadores de la Ley, que pueden tener a la misma
Luz como una linterna alumbrando sus ojos, pero no la pueden ver debido a la densa oscuridad en que están
sumidos. El apóstol Pablo llamò a esta densa oscuridad por otro nombre: "el velo".
"No actuamos como Moisés, que se cubría el rostro con un velo para que los hijos de Israel no se fijaran en el fin de
lo perecedero. Pero la mente de ellos se endureció, y hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, llevan puesto
el mismo velo, que solamente por medio de Cristo puede ser quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando leen a
Moisés, el velo les cubre el corazón; pero ese velo les será quitado cuando se conviertan al Señor". (2 Corintios 3:13-
16 RVC).
Ese velo de la Ley causa tinieblas, las grandes tinieblas de la justicia propia, de la justicia de la Ley y sus obras, por las
cuales nadie serà justificado (Gal 2:16).
Pero la conversión al Señor es un arrepentimiento de la justicia propia a una justicia mayor a la justicia de la Ley, una
conversión a la justicia de Dios en Cristo, que es solo por la fe.
Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito:
«El justo por la fe vivirá.» (Romanos 1:17 RVC).
Solo y únicamente por la fe podemos ver la luz de la faz de Cristo. Al mirar a Cristo no vemos el rostro de Moisés. Ese
rostro con esa gloria han desaparecido. Ese fue el testimonio de la transfiguración. Moisés y Elías desaparecieron, y
solo quedó Jesús con su gloria.
"Los llevó a un monte alto, y allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se
hicieron blancos como la luz... Y cuando ellos alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús." (Mateo 18:1,2,8). Y
Juan, el apóstol y escritor de estos pasajes fue testigo de esa gloria en el Monte de la Transfiguración:
"Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).
El velo de Moisès cubría el rostro de un ser mortal perecedero, aunque tenía su gloria. (2 Co 3:13). De la misma
manera al mirar la Ley vemos a una justicia perecedera, que solo envía condenados a las tinieblas eternas, aunque
también tuvo su gloria (2 Co 3:13). Pero al mirar el rostro de Jesùs, vemos al que solo envía salvos a las mansiones
eternas, y cuya gloria jamás perecerá. En la justicia de la Ley todo perece. En la justicia de Cristo no hay nada ni nadie
que perece. Es por esa razón, que en Cristo nada perece sino que hay vida eterna por medio de la fe en su justicia,
que el apóstol Juan insiste que las tinieblas no prevalecieron contra la Luz, la Palabra, pues la Ley tratò de acusar a
Jesùs de pecado, y finalmente exclamò: "No hallo en èl ningún delito" (Juan 18:38). Es decir, no halló en Èl tinieblas.
"La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella." (Juan 1:5 RVC).

EL VELO DE LA LEY O LA GLORIA DE CRISTO (Juan 1:1-7 Parte 2)


de Haroldo Camacho, el viernes, 30 de marzo de 2012 a la(s) 0:29 ·
"La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella." (Juan 1:5 RVC)
Nuevamente aquí vemos un gran contraste con la ley. La ley no resplandece en las tinieblas. Màs bien, la ley produce
màs tinieblas, pues la única función de la ley es de dar nombre a los pecados. La ley es el Gran Còdigo de delitos, un
conjunto de códigos penales, civiles, y morales. De tal modo que donde hay ley, hay muchos pecados, y cuantas màs
leyes se añadan tanto màs se multiplicaràn los delitos y pecados. Igualmente, tanto màs se aumenta la condenación,
pues el desobediente a la ley serà arrojado a "las tinieblas de afuera" (Mateo 22:13). La ley crea hijos para las
tinieblas, a menos que èstos sean atraídos a la Luz, por medio de la cruz de Cristo.
"Y cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. Con esto Jesús daba a entender de qué muerte
iba a morir." (Juan 12:32, 33 RVC)
De tal modo que las tinieblas sì prevalecen contra la ley, pues la ley no tiene poder alguno para desvanecer las
tinieblas. La única potestad de las tinieblas es de incrementar las tinieblas, pues todo lo que no es de fe, es pecado, y
la ley no es de fe (Rom 14:23; Gal 3:12).
Un ejemplo de alguien que quedó en tinieblas a pesar de guardar la Ley en cada punto es el joven rico. Hablando de
su cumplimiento a los mandamientos de la Ley dijo,
"Todo esto lo he guardado desde mi juventud". (Lucas 18:21 RVR95)
No obstante tenìa a la Luz enviada por Dios cara a cara, a la Palabra de Dios que da vida, al mismo Profeta de quien
profetizaba la misma Ley, y de quien el mismo Moisès había dicho, "a èl oíd" (Deu 18:15), y no lo podía ver. Asì tan
grande es la jactancia de la carne en todos los que se consideran guardadores de la Ley, que pueden tener a la misma
Luz como una linterna alumbrando sus ojos, pero no la pueden ver debido a la densa oscuridad en que están
sumidos. El apóstol Pablo llamò a esta densa oscuridad por otro nombre: "el velo".
"No actuamos como Moisés, que se cubría el rostro con un velo para que los hijos de Israel no se fijaran en el fin de
lo perecedero. Pero la mente de ellos se endureció, y hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, llevan puesto
el mismo velo, que solamente por medio de Cristo puede ser quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando leen a
Moisés, el velo les cubre el corazón; pero ese velo les será quitado cuando se conviertan al Señor". (2 Corintios 3:13-
16 RVC).
Ese velo de la Ley causa tinieblas, las grandes tinieblas de la justicia propia, de la justicia de la Ley y sus obras, por las
cuales nadie serà justificado (Gal 2:16).
Pero la conversión al Señor es un arrepentimiento de la justicia propia a una justicia mayor a la justicia de la Ley, una
conversión a la justicia de Dios en Cristo, que es solo por la fe.
Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito:
«El justo por la fe vivirá.» (Romanos 1:17 RVC).
Solo y únicamente por la fe podemos ver la luz de la faz de Cristo. Al mirar a Cristo no vemos el rostro de Moisés. Ese
rostro con esa gloria han desaparecido. Ese fue el testimonio de la transfiguración. Moisés y Elías desaparecieron, y
solo quedó Jesús con su gloria.
"Los llevó a un monte alto, y allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se
hicieron blancos como la luz... Y cuando ellos alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús." (Mateo 18:1,2,8). Y
Juan, el apóstol y escritor de estos pasajes fue testigo de esa gloria en el Monte de la Transfiguración:
"Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).
El velo de Moisès cubría el rostro de un ser mortal perecedero, aunque tenía su gloria. (2 Co 3:13). De la misma
manera al mirar la Ley vemos a una justicia perecedera, que solo envía condenados a las tinieblas eternas, aunque
también tuvo su gloria (2 Co 3:13). Pero al mirar el rostro de Jesùs, vemos al que solo envía salvos a las mansiones
eternas, y cuya gloria jamás perecerá. En la justicia de la Ley todo perece. En la justicia de Cristo no hay nada ni nadie
que perece. Es por esa razón, que en Cristo nada perece sino que hay vida eterna por medio de la fe en su justicia,
que el apóstol Juan insiste que las tinieblas no prevalecieron contra la Luz, la Palabra, pues la Ley tratò de acusar a
Jesùs de pecado, y finalmente exclamò: "No hallo en èl ningún delito" (Juan 18:38). Es decir, no halló en Èl tinieblas.
"La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella." (Juan 1:5 RVC).

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