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MISTERIO DE DIOS
TEMA 12
Pero, por otra parte, asume una serie de datos e interpretaciones presentes en los
escritos del Nuevo Testamento, que permiten una comprensión específica de la
persona humana a partir de lo que consideramos en el cristianismo, ser la revelación
de Dios.
Allí se capta a Dios como constituido por una personalidad tan plena y completa,
que se proyecta como tripersonalidad. Es decir: Dios es triplemente persona.
mismo.
Decimos que Dios es originante y originado por actividad cognitiva. Ahora bien,
pasando a la actividad volitiva de Dios y aplicado también analógicamente el
lenguaje humano a esta realidad, podemos decir que Dios-originante (Padre) y Dios-
originado (Hijo), “aman”, porque amar en términos humanos es, precisamente,
desbordarse, entregarse, auto-comunicarse, transferirse plenamente. Ahora bien, el
término de todo amar es un amor: quien ama posee un amor.
Y como aquello que Dios ama es Dios mismo, (así como lo que conoce Dios es Dios
mismo), de aquí se sigue que en Dios sucede un Amor que es Dios mismo. Este
Dios-Amor viene a ser una identidad propia, intransferible, irrepetible, diferente de
ser originante u originado. Porque no es lo mismo ser originante que ser Amor como
término del amar, ni es lo mismo ser originado que ser Amor como término del amar.
Se trata de una tercera personalidad en Dios, resultante obvio de la relacionalidad.
Así llama el cristianismo Espíritu Santo al Amor o fuerza vital de entrega que
acontece en Dios como Padre y que comunica al Hijo en su totalidad. Es un Amor
que como tal, no es lo mismo que ser Padre generador de comunicación, ni ser Hijo
generado o expresión, Palabra de Dios-Padre. Al entregar Dios-Padre a Dios-Hijo
todo lo que es y posee, le entrega o comunica su potencia amativa, su amar activo.
De ese amar activo común a Dios-Padre y a Dios-Hijo, procede el Amor substantivo
de Dios al que llamamos Dios-Espíritu Santo, Dios-Amor.
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2. La fe trinitaria
Por otra parte, el cristianismo considera que la fe es una experiencia religiosa que
se inicia en la interioridad de cada sujeto por una acción de Dios que invita a la
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La aceptación de esta vinculación con Jesús o fe cristiana, es una acción libre del
sujeto humano que incluye un compromiso de vida consistente en la disponibilidad
total para entregarse en servicio a todos sus semejantes incondicionalmente en
conformidad con lo que su conciencia asistida por el Espíritu Santo le manifiesta
como el bien que debe realizar y el mal que debe evitar. Todo esto en el contexto
histórico circunstancial de cada uno.
Resumiendo:
Así, pues, Dios está constituido por tres identidades o individualidades: una que es
generadora de la propia entrega, otra que es el término de esa generación, y una
tercera que es el Amor común de las dos primeras. Les damos los nombres de
Padre, Hijo y Amor o Espíritu Santo.
En el Dios Trinitario cristiano, la “persona” del Padre y la “persona” del Hijo están
constituidas por la relacionalidad mutua de conocimiento, que determina su
identidad personal irrepetible. La “persona” del Espíritu Santo o Amor Santo está
constituida por la relacionalidad mutua volitiva del Padre y del Hijo.
Así, pues, Dios es Padre, Dios es Hijo, Dios es Amor común del Padre y del Hijo.
Dios es una Trinidad de identidades relacionales o individualidades específicas e
incomunicables, "hypóstaseis" o "personas" como llamaban los griegos de la
primitiva Iglesia a estas realidades constitutivas de Dios. Sin que por ello sufra
menoscabo la unidad y unicidad de Dios por cuanto el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo comparten la misma naturaleza o esencia, la misma divinidad.
2.6. La societariedad
Mantienen su identidad irrepetible, pero poseen igual plenitud y dignidad por cuanto
comparten la misma naturaleza o esencia divina.
La creación, según nuestra fe, es una pluralidad llamada a la unidad sin perder
cada realidad su propia identidad.
El ser humano: San Agustín encontraba la imagen de Dios en nuestro ser unitario
pero constituido por la autoconciencia, el conocimiento y el amor.
Acontecen primariamente en una experiencia vital y en una actitud ética que por su
contexto específicamente religioso consideramos como actitud moral.
Consideramos que la Ética es lo referente al comportamiento humano en
perspectiva filosófica, y Moral, lo referente al comportamiento humano en
perspectiva religiosa y teológica.
3. Espiritualidad Trinitaria
Que seamos hijos de Dios-Padre no quiere decir simplemente que tenemos a Dios
como un bondadoso, amable y tierno “papacito” (Abbá) que nos quiere mucho.
Como en la Trinidad procede el Hijo del Padre, así procedemos del Padre como
hijos adoptivos:
Esto es lo que afirma la Iglesia cuando interpreta el bautismo como el proceso por
medio del cual re-nacemos constituidos en nuevas creaturas, de carácter humano-
divino porque participamos de la divinidad del Padre al ser transformados en hijos
de Dios-Padre, al recibir en nosotros la reproducción de los rasgos de Cristo que es
el hombre Jesús unido indisolublemente a la naturaleza divina como Dios-Hijo, y al
participar consecuentemente del Amor sustantivo del Padre y del Hijo, su Amor
santo, su Espíritu Santo.
Así Dios-Padre tiene con cada uno de nosotros una relación inmensamente
profunda de carácter ontológico porque afecta toda nuestra realidad humana al
hacerla partícipe de su divinidad.
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La generación de Dios-Hijo sucede por vía intelectiva en Dios, por eso el Hijo es
todo lo que Dios conoce sobre Sí mismo, lo que Dios sabe de Sí mismo, es su
Sabiduría, su conocimiento. Nuestra generación de hijos de Dios-Padre sucede
como transferencia a nosotros de todo lo que Dios conoce de Sí mismo, quedamos
constituidos en Sabiduría de Dios encerrada en nuestra humanidad.
Todo esto implica que como hijo de Dios-Padre existe en mí una relación
profundamente íntima con Él que no se fundamenta en la creación entendida en
términos del Génesis, es decir como Dios Creador-creatura humana; sino algo
infinitamente más profundo y entitativo. Es en términos cristianos nuestra relación
con Dios Trinitario, en particular con Dios-Padre de quien procedo analógicamente
como Dios-Hijo procede de Él. Por lo cual Dios-Padre me transfiere su ser divino,
su vida divina trascendente e inexpresable, en razón de un Amor infinitamente
absurdo porque yo soy nada, soy no-Dios a pesar de provenir de Él como Creador
omnipotente.
Esto hace que mi relación con Dios-Padre sea tremendamente intensa, constitutiva,
ontológica, existencial, razón de ser de mi existencia y que me trascendentaliza al
divinizarme. Todo esto está incluido cuando me dirijo a Él como mi Padre: Padre
mío que estás en el cielo. Este es el sentido real y verdadero de lo que ocurre
cuando como comunidad de hijas e hijos suyos nos dirigimos a Él en la oración
recibida de Jesús y decimos “Padre nuestro que estás en el cielo”.
Así el Espíritu Santo como Amor divino sucede en toda acción amativa de parte mía,
debido a que comparto incomprensiblemente y analógicamente el amar del Padre y
del Hijo que me ha sido dado. Y como yo habito en la Trinidad y la Trinidad en mí,
resulta que todo acto de amor mío hacia otro, procede entonces de dos fuentes: de
mi voluntad libre y del Amor infinito, del Espíritu Santo en cuya procedencia
intervengo analógicamente. Ese Amor sustantivo y personal que es el Espíritu Santo
es el Amor con que yo amo. Porque el Amor infinito de Dios-Padre y Dios-Hijo ha
sido derramado en mi corazón.
Por eso sucede en mí una relación Espíritu Santo-yo, tan infinitamente profunda e
íntima, analógicamente a como acontece en la Trinidad. Y me relaciono con este
Espíritu Santo en la profundidad de mi ser porque in-habito en la Trinidad y la
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