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MISTERIO DE DIOS

Alberto Múnera, S.J.


2019-3

TEMA 12

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y NOSOTROS – ESPIRITUALIDAD TRINITARIA

1. La Santísima Trinidad y nosotros

1.1. Nosotros como personas según la Sicología

Como quedó claro en el análisis de la Constitución dogmática “Dei Verbum” (Palabra


de Dios), el objeto mismo de la revelación es Dios mismo y su plan de divinización
del ser humano (DV 2 y 6). Ese “Dios mismo” es el que resulta revelado en la
persona sacratísima del Señor Jesús, misterio no revelado a las generaciones
anteriores, esto es, en el Antiguo Testamento. Ese Dios es para el cristianismo la
Trinidad Santa: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres identidades
relacionales.

La Antropología trata el tema de la persona partiendo de los datos básicos que le


ofrece la Sicología.

Uno de esos datos fundamentales es que la persona humana se define a partir de


la autoconciencia, capacidad del ser humano de reconocerse a sí mismo como
diferente de los demás, lo que determina su identidad como un “yo” distinto de
cualquier “tú”.

De esta base elemental deduce la Sicología dos afirmaciones importantes: primera,


que la autoconciencia, constitutivo esencial de la personalidad, requiere la relación
del sujeto con otros sujetos de su misma especie para poder identificarse como un
“yo” frente a un “tú”. Así, pues, la relacionalidad resulta elemento estructurante y
constitutivo de la personalidad. La segunda afirmación se refiere al origen del ser
humano: el surgimiento de la autoconciencia en el inicio de la humanidad tuvo que
tener las mismas características. Es decir, los primeros seres humanos tuvieron que
surgir en un proceso de autoreconocimiento de la propia identidad, del propio “yo”,
a partir de la relacionalidad con otros. Así, las primeras personas humanas lograron
su autoconciencia y, por tanto, su personalidad, en razón de su relacionalidad.

Hasta aquí los datos primarios de la Sicología.

La Antropología Teológica en el cristianismo inicia su reflexión sobre el ser humano,


teniendo en cuenta estos datos primarios de la Sicología.
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Pero, por otra parte, asume una serie de datos e interpretaciones presentes en los
escritos del Nuevo Testamento, que permiten una comprensión específica de la
persona humana a partir de lo que consideramos en el cristianismo, ser la revelación
de Dios.

1.2. El ser humano es persona

El postulado fundamental es el siguiente: los textos bíblicos en que, para el


cristianismo, se consigna esa revelación, afirman que el ser humano es una réplica
de Dios su autor, su creador. De allí se sigue que, si el ser humano es persona, lo
es porque Dios también es personal. Y los textos nos señalan cómo Dios es
persona.

Y sorpresivamente descubrimos que Dios no es un solitario. Ni estático. Está


constituido por una realidad comunitaria sin perjuicio de su unidad y unicidad
absoluta. Su vida es de un dinamismo infinito y de inagotable actividad.

1.3. Dios está constituido intrínsecamente por la relacionalidad.

Dentro de su ser acontece toda una dinamicidad de comunicación y entrega. En


este permanente y constitutivo desbordamiento intrínseco de su ser, la
comunitariedad en Dios surge de ser total y absoluta autodonación o autoentrega
de Sí mismo.

1.4. Del desbordamiento intrínseco de su ser, surge la comunitariedad en


Dios.

Allí se capta a Dios como constituido por una personalidad tan plena y completa,
que se proyecta como tripersonalidad. Es decir: Dios es triplemente persona.

Si en el ser humano, réplica de Dios, la personalidad se configura en razón de su


relacionalidad con el otro, igual acontece en Dios: la tripersonalidad de Dios se
constituye desde la relacionalidad. Y esto de la siguiente manera:

1.5. La realidad de Dios es autodesbordante

La plenitud del ser en Dios es tal, que su misma realidad es desbordante, es


autoentrega, autocomunicación, autodonación, autoexpresión, salida total de sí
mismo, y se desborda.

1.6. En su actividad cognitiva: Dios se conoce

Esta realidad de desbordamiento en Dios sucede como actividad cognitiva: el


conocer infinito de Dios tiene por objeto a sí mismo, Así, decimos que Dios se
conoce. Tenemos entonces a Dios-que-se-conoce o Dios-cognoscente, y a Dios-
conocido, el conocimiento que Él tiene de sí mismo., es todo lo que Él sabe de sí
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mismo.

1.7. Dios-Hijo es autoexpresión o "Palabra"

La relacionalidad mutua de originante o generador a originado o generado, y


viceversa, determina la identidad tanto del uno como del otro. Llama así el
cristianismo a Dios "Padre", en cuanto fuente y origen de toda comunicación de sí
mismo, y fuente de su amor divino. Es el generador de su expresión o "Palabra",
que dice todo lo que Dios conoce de sí mismo, a la que también llamamos "Hijo" por
ser generado por el Padre como expresión o imagen perfecta de Dios-Padre: Dios-
Padre comunica todo su ser divino al Hijo y por eso este Hijo es imagen idéntica del
Padre en cuanto Dios, manteniéndose la diferencia de ser Padre o generador, e Hijo
o generado. Así Dios es Dios-Padre y Dios-Hijo, un solo Dios pero con la distinción
de Padre y de Hijo pues no es lo mismo generar (Padre) que ser generado (Hijo).

Pero no se agota en esto la personalidad en Dios: en efecto, Dios-originante, Dios-


Padre, es pleno desbordamiento de sí mismo y Dios-originado, Dios-Hijo también lo
es, precisamente por ser réplica, imagen perfecta de Dios-Padre; por tanto, es
también autoentrega, autocomunicación, autodonación, autoexpresión, salida total
de sí mismo, sin perder su característica de generado u originado, de Dios-Hijo.

1.8. El amar en Dios

Decimos que Dios es originante y originado por actividad cognitiva. Ahora bien,
pasando a la actividad volitiva de Dios y aplicado también analógicamente el
lenguaje humano a esta realidad, podemos decir que Dios-originante (Padre) y Dios-
originado (Hijo), “aman”, porque amar en términos humanos es, precisamente,
desbordarse, entregarse, auto-comunicarse, transferirse plenamente. Ahora bien, el
término de todo amar es un amor: quien ama posee un amor.

1.9. En Dios el término de su amar es un Amor

Y como aquello que Dios ama es Dios mismo, (así como lo que conoce Dios es Dios
mismo), de aquí se sigue que en Dios sucede un Amor que es Dios mismo. Este
Dios-Amor viene a ser una identidad propia, intransferible, irrepetible, diferente de
ser originante u originado. Porque no es lo mismo ser originante que ser Amor como
término del amar, ni es lo mismo ser originado que ser Amor como término del amar.
Se trata de una tercera personalidad en Dios, resultante obvio de la relacionalidad.

Así llama el cristianismo Espíritu Santo al Amor o fuerza vital de entrega que
acontece en Dios como Padre y que comunica al Hijo en su totalidad. Es un Amor
que como tal, no es lo mismo que ser Padre generador de comunicación, ni ser Hijo
generado o expresión, Palabra de Dios-Padre. Al entregar Dios-Padre a Dios-Hijo
todo lo que es y posee, le entrega o comunica su potencia amativa, su amar activo.
De ese amar activo común a Dios-Padre y a Dios-Hijo, procede el Amor substantivo
de Dios al que llamamos Dios-Espíritu Santo, Dios-Amor.
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1.10. La Vida en Dios se constituye entonces por la entrega mutua total

Que la designa el Nuevo Testamento como la “koinonía”, la comunidad resultante


de la interrelación interactiva de las personas divinas. En esta koinonía o comunidad
trinitaria, cada persona mantiene su identidad relacional propia irrepetible. Pero las
tres personas comparten la misma esencia o naturaleza divina. Por eso son iguales
en plenitud y dignidad: ninguna de ellas es más que la otra.

1.11. Este es el misterio de Dios revelado por Jesús y en Jesús

De lo comunicado por Él a sus discípulos surge una comprensión cristiana


específica de Dios. Nuestra fe afirma que el Dios único revelado por Jesús el Cristo,
es Padre, es Hijo-Palabra-Imagen, y es Amor infinito o Espíritu Santo.

Retornando a la personalidad humana, proyectada como réplica de la de Dios, su


perfección sucederá entonces en la medida en que acontezca en cada uno de
nosotros la autodonación de sí mismo, sin renunciar a la individualidad o identidad
relacional irrepetible. O, en otras palabras, la plenitud de la personalidad humana
se realiza en el amar, entendido como entrega total de sí mismo a los demás, hasta
lograr la comunidad de personas constituida por entrega mutua. Las personas
humanas mantienen cada una su propia identidad relacional, pero todas son iguales
en cuanto participan de la misma naturaleza humana.

1.12. La persona humana, es réplica de Dios

En interpretación del Nuevo Testamento, la humanidad es creada como réplica


divina, De allí que la identidad relacional humana de cada “yo” surja de la
relacionalidad con el otro, el “tú”, y así se configure la propia personalidad. Que será
tanto más perfecta, más acabada, más plena, en la medida en que más se entregue,
se comunique, se desborde hacia el otro en reciprocidad, esto es, en cuanto más
ame. Lo que, a su vez, determina que no sea posible la humanidad sino en términos
de societariedad y comunidad, en interacción de entrega, en “koinonía”.

2. La fe trinitaria

2.1. El sujeto humano se vincula con la Trinidad santa

La fe cristiana, por lo anterior, es una fe trinitaria en cuanto que el sujeto humano al


vincularse con Jesús-Hijo, queda vinculado inevitablemente con Dios-Padre y a la
vez con el Amor de Dios-Padre y de Dios-Hijo al que llamamos Dios-Espíritu Santo.

2.2. Esta fe es una experiencia religiosa

Por otra parte, el cristianismo considera que la fe es una experiencia religiosa que
se inicia en la interioridad de cada sujeto por una acción de Dios que invita a la
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persona a vincularse con Jesús de Nazaret y adherirse vital y ontológicamente a Él.

2.3. Es una acción libre del sujeto humano

La aceptación de esta vinculación con Jesús o fe cristiana, es una acción libre del
sujeto humano que incluye un compromiso de vida consistente en la disponibilidad
total para entregarse en servicio a todos sus semejantes incondicionalmente en
conformidad con lo que su conciencia asistida por el Espíritu Santo le manifiesta
como el bien que debe realizar y el mal que debe evitar. Todo esto en el contexto
histórico circunstancial de cada uno.

Resumiendo:

2.4. La relacionalidad mutua en la Trinidad

Así, pues, Dios está constituido por tres identidades o individualidades: una que es
generadora de la propia entrega, otra que es el término de esa generación, y una
tercera que es el Amor común de las dos primeras. Les damos los nombres de
Padre, Hijo y Amor o Espíritu Santo.

En el Dios Trinitario cristiano, la “persona” del Padre y la “persona” del Hijo están
constituidas por la relacionalidad mutua de conocimiento, que determina su
identidad personal irrepetible. La “persona” del Espíritu Santo o Amor Santo está
constituida por la relacionalidad mutua volitiva del Padre y del Hijo.

Debido a que estas tres identidades relacionales o individualidades relacionales


conforman al único Dios, hablamos de una comunidad de “personas” en la unicidad
del ser Dios. La comunidad se realiza en la entrega plena de su ser, sin perder la
identidad relacional de la propia individualidad: ser Padre, o Hijo o Amor. Así Dios
está constituido por la relacionalidad mutua que constituye una unidad absoluta.

Así, pues, Dios es Padre, Dios es Hijo, Dios es Amor común del Padre y del Hijo.
Dios es una Trinidad de identidades relacionales o individualidades específicas e
incomunicables, "hypóstaseis" o "personas" como llamaban los griegos de la
primitiva Iglesia a estas realidades constitutivas de Dios. Sin que por ello sufra
menoscabo la unidad y unicidad de Dios por cuanto el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo comparten la misma naturaleza o esencia, la misma divinidad.

2.5. El ser humano, persona por relacionalidad

Como réplica de Dios, cuya tripersonalidad ocurre en pura relacionalidad cognitiva


y amativa, el ser humano también configura su personalidad en la relacionalidad
cognitiva y amativa con las demás personas.

La personalidad humana estructuralmente sucede en el espacio-tiempo por


relacionalidad con el tú y los túes, y se desarrolla y se plenifica en la medida en que
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se autoentrega al tú y los túes como sucede en Dios, donde la “personalidad” de


cada identidad relacional o “persona” sucede por la autoentrega o comunicación
total de sí mismo.

2.6. La societariedad

La relacionalidad constitutiva del ser humano determina que la humanidad sólo


exista en societariedad. Por eso, el ser humano sólo realiza su carácter personal en
la relación societaria. La societariedad dinámicamente tiende a ser comunidad o
koinonía por la autoentrega de las personas en el amor traducido en servicio al
prójimo, como en Dios tripersonal.

Lo importante para nuestro propósito es notar que la personalidad en Dios “surge”


de la interrelación. Sin interrelación no es posible el surgimiento de la identidad, de
la personalidad. Si somos réplica de Dios, tenemos que concluir que la personalidad
humana no puede suceder sino en razón de la relacionalidad. Esta relacionalidad
es constitutiva, intrínseca, estructural de la persona humana, como en Dios nuestro
modelo, del que somos réplica.

2.7. Dios es tripersonalidad en koinonía o comunidad

La vida de Dios es relacionalidad y societariedad comunitaria. Igualmente, el ser


humano es persona por la relacionalidad y la societariedad comunitaria.

Por consiguiente, el ser humano es estructuralmente relacional y societario. La


comunitariedad del ser humano resulta a partir de la estructura tripersonal divina de
la que el ser humano es réplica.

2.8. La plenitud del ser humano

Acontece en la autoentrega a los demás (el amor), como en Dios tripersonal la


plenitud de Vida sucede por la autoentrega de las personas. Dios es Amor.

2.9. En Dios las identidades relacionales o “personas” divinas

Mantienen su identidad irrepetible, pero poseen igual plenitud y dignidad por cuanto
comparten la misma naturaleza o esencia divina.

2.10. Las personas humanas

A imagen de Dios tripersonal, mantienen su identidad propia, pero comparten con


los demás seres humanos la misma naturaleza o esencia. Por eso poseen igual
dignidad.

2.11. La Trinidad Santa es el modelo de todo lo creado, del ser humano, de la


Iglesia y de la sociedad
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La creación, según nuestra fe, es una pluralidad llamada a la unidad sin perder
cada realidad su propia identidad.

El ser humano: San Agustín encontraba la imagen de Dios en nuestro ser unitario
pero constituido por la autoconciencia, el conocimiento y el amor.

La Iglesia: se constituye por poseer un mismo Padre, un mismo Señor Jesús, un


mismo Amor o Espíritu Santo, una misma fe, un mismo bautismo, pero está
compuesta por multitud de personas de idéntica dignidad y con su propia y
autónoma identidad o individualidad.

La sociedad: a compartir y participar todos los bienes de la tierra para ella


destinados, manteniendo siempre la igual dignidad e iguales derechos de la multitud
de personas individuales que la constituyen.

2.12. La fe trinitaria misma y su proclamación

Acontecen primariamente en una experiencia vital y en una actitud ética que por su
contexto específicamente religioso consideramos como actitud moral.
Consideramos que la Ética es lo referente al comportamiento humano en
perspectiva filosófica, y Moral, lo referente al comportamiento humano en
perspectiva religiosa y teológica.

3. Espiritualidad Trinitaria

3.1. El plan de Dios es creación-salvación y glorificación

Dios solamente ha revelado su propia intimidad y su plan sobre la humanidad, que


consiste en la divinización del ser humano.

Plan que comienza con la creación de todo en Cristo, se realiza en la historia


concreta con la Encarnación de Dios-Hijo, y consiste en la salvación del ser humano
que sucede por la incorporación a Cristo por la fe que transforma ontológicamente
al ser humano en otro Cristo por hacerlo hijo adoptivo de Dios-Padre.

Realidad que llega a la plenitud en la resurrección de cada ser humano, glorificación


que sucede después de morir.

La salvación equivale a una incorporación misteriosa del ser humano a la santísima


Trinidad, por la que establece relaciones con las tres divinas personas de manera
analógica a como acontecen las relaciones intratrinitarias.

3.2. ¿Cómo sucede nuestra realidad de hijos de Dios-Padre?

Como supongo sucede la generación del Hijo por el Padre: es un


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autodesbodamiento absoluto de su ser divino, una autoentrega dinámica en que el


Padre sale todo de sí, una autocomunicación sin límite de su propia realidad, una
autosalida de su propia intimidad, una infinita autotransferencia de su divinidad. Este
autodesbordamiento da origen, genera, engendra la realidad del Hijo como término,
como poseedor de la divinidad desbordada, comunicada, salida, transferida, y por
eso es Dios engendrado, generado, transferido; esto es ser Dios-Hijo de Dios-
Padre.

3.3. Nosotros somos hijos en el mismo sentido

Que seamos hijos de Dios-Padre no quiere decir simplemente que tenemos a Dios
como un bondadoso, amable y tierno “papacito” (Abbá) que nos quiere mucho.

Sino que de manera analógica a la manera como procede Dios-Hijo de Dios-Padre,


sucede nuestro ser hijos de Dios-Padre, nuestra filiación adoptiva.

Como en la Trinidad procede el Hijo del Padre, así procedemos del Padre como
hijos adoptivos:

3.4. Dios-Padre se autodesborda y se nos autoentrega

Se autocomunica, se autotransfiere, y cada uno de nosotros es el término de ese


autodesbordamiento, autocomunicación, autotransferencia y autoentrega de Dios-
Padre. Por tanto: como es generado Dios-Hijo, así nosotros somos generados por
Dios-Padre quien nos entrega y transfiere su realidad divina, su vida divina y por
eso, siendo creaturas resultamos divinizados, partícipes de la naturaleza divina por
vía de filiación, es decir, por ser constituidos hijos de Dios-Padre.

3.5. El bautismo en nombre de la Trinidad

Esto es lo que afirma la Iglesia cuando interpreta el bautismo como el proceso por
medio del cual re-nacemos constituidos en nuevas creaturas, de carácter humano-
divino porque participamos de la divinidad del Padre al ser transformados en hijos
de Dios-Padre, al recibir en nosotros la reproducción de los rasgos de Cristo que es
el hombre Jesús unido indisolublemente a la naturaleza divina como Dios-Hijo, y al
participar consecuentemente del Amor sustantivo del Padre y del Hijo, su Amor
santo, su Espíritu Santo.

3.6. Mi relación con Dios-Padre

Así Dios-Padre tiene con cada uno de nosotros una relación inmensamente
profunda de carácter ontológico porque afecta toda nuestra realidad humana al
hacerla partícipe de su divinidad.
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3.7. Dios-Hijo es Dios-Palabra

Pero Dios-Hijo de Dios-Padre es a la vez la Palabra, el Verbo, el Logos en cuanto


es la expresión, la manifestación, la locución de Dios-Padre. Al ser también nosotros
generados por Dios-Padre, en razón de nuestra participación de la naturaleza divina
que recibimos en el bautismo, al ser constituidos en hijos de Dios-Padre, somos
Palabra, Verbo, expresión, manifestación y locución de Dios-Padre. Y como
Jesucristo, que es el Verbo que se hizo carne, que se hizo humano, nosotros que
ya éramos humanos, al recibir la participación de la divinidad, al ser divinizados,
terminamos siendo como el Señor Jesucristo: Palabra divina humanizada, Logos
divino humanizado. Así en nuestra humanidad Dios habla, Dios-Palabra, Dios-
Logos se expresa humanamente en nuestra realidad creatural. Somos locución
humana de Dios.

3.8. La generación de Dios-Hijo sucede por vía del conocer de Dios

La generación de Dios-Hijo sucede por vía intelectiva en Dios, por eso el Hijo es
todo lo que Dios conoce sobre Sí mismo, lo que Dios sabe de Sí mismo, es su
Sabiduría, su conocimiento. Nuestra generación de hijos de Dios-Padre sucede
como transferencia a nosotros de todo lo que Dios conoce de Sí mismo, quedamos
constituidos en Sabiduría de Dios encerrada en nuestra humanidad.

3.9. Como hijos en el Hijo somos imagen e impronta de Dios-Padre

Que reproduce sus rasgos en nosotros; somos impronta de su substancia y


resplandor de su gloria. Al mirarnos a nosotros se debería traslucir Dios-Padre de
quien somos imagen, como sucede en el Señor Jesucristo. Debería percibirse que
somos la impronta suya, debería resplandecer su realidad divina en nuestra
humanidad, como sucede en la persona sacratísima del Señor Jesucristo.

3.10. Relación profundamente íntima como hijo de Dios-Padre

Todo esto implica que como hijo de Dios-Padre existe en mí una relación
profundamente íntima con Él que no se fundamenta en la creación entendida en
términos del Génesis, es decir como Dios Creador-creatura humana; sino algo
infinitamente más profundo y entitativo. Es en términos cristianos nuestra relación
con Dios Trinitario, en particular con Dios-Padre de quien procedo analógicamente
como Dios-Hijo procede de Él. Por lo cual Dios-Padre me transfiere su ser divino,
su vida divina trascendente e inexpresable, en razón de un Amor infinitamente
absurdo porque yo soy nada, soy no-Dios a pesar de provenir de Él como Creador
omnipotente.

3.11. Mi relación con Dios-Padre


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Esto hace que mi relación con Dios-Padre sea tremendamente intensa, constitutiva,
ontológica, existencial, razón de ser de mi existencia y que me trascendentaliza al
divinizarme. Todo esto está incluido cuando me dirijo a Él como mi Padre: Padre
mío que estás en el cielo. Este es el sentido real y verdadero de lo que ocurre
cuando como comunidad de hijas e hijos suyos nos dirigimos a Él en la oración
recibida de Jesús y decimos “Padre nuestro que estás en el cielo”.

3.12. Participación analógica en la espiración del Espíritu Santo

Y en esa realidad de Paternidad de Dios-Padre con respecto a mí que soy su hijo,


en ese desbordamiento que es esa Paternidad, recibo de Él su amar infinito como
lo recibe Dios-Hijo. Amar mío que por ser su amar (de Dios-Padre y de Dios-Hijo),
tiene por término su Amor sustantivo, que es su Espíritu Santo, anhélito (ruáh) que
confiere la vida divina. De manera que este Amor sustantivo, infinito y personal de
Dios-Padre y Dios-Hijo es también término, eclosión del amar que Dios-Padre le ha
transferido a Dios-Hijo que también a mí me ha transferido como a hijo adoptivo
suyo que soy.

De manera misteriosa resulta como término de mi amar participado de Dios-Padre


y de Dios Hijo, su mismo Amor sustantivo, el Amor infinito de Dios-Padre y de Dios-
Hijo. Así, por estar yo incrustado en la vida Trinitaria analógicamente, entro a co-
espirar, “anhelitar” (ruáh), eclosionar ese Amor divino, el Espíritu Santo. De mi amar
recibido de Dios-Padre y que comparto con el amar de Dios-Hijo, resulta
procediendo analógicamente de manera misteriosa el Amor sustantivo divino como
algo propio mío.

3.13. Relación con el Espíritu Santo cuando yo amo

Así el Espíritu Santo como Amor divino sucede en toda acción amativa de parte mía,
debido a que comparto incomprensiblemente y analógicamente el amar del Padre y
del Hijo que me ha sido dado. Y como yo habito en la Trinidad y la Trinidad en mí,
resulta que todo acto de amor mío hacia otro, procede entonces de dos fuentes: de
mi voluntad libre y del Amor infinito, del Espíritu Santo en cuya procedencia
intervengo analógicamente. Ese Amor sustantivo y personal que es el Espíritu Santo
es el Amor con que yo amo. Porque el Amor infinito de Dios-Padre y Dios-Hijo ha
sido derramado en mi corazón.

3.14. Cómo es esta relación mía con el Espíritu Santo

Por eso sucede en mí una relación Espíritu Santo-yo, tan infinitamente profunda e
íntima, analógicamente a como acontece en la Trinidad. Y me relaciono con este
Espíritu Santo en la profundidad de mi ser porque in-habito en la Trinidad y la
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Trinidad in-habita en mí debido a mi relación especial con Dios-Padre por estar


relacionado con Dios-Hijo encarnado, ya que soy hijo adoptivo de Dios-Padre en
Dios-Hijo humanado, y estoy intensamente poseído por el Amor infinito del Padre y
del Hijo que me permite incorporarme en koinonía indisoluble con las tres divinas
personas. Esta es la divina Gracia, la vida divina trinitaria, que me ha sido
gratuitamente conferida por la Encarnación, la Redención, la Resurrección del
Señor Jesús y su envío del Espíritu Santo según el plan eterno de la misma Trinidad,
de hacernos partícipes de la naturaleza divina (Dei Verbum # 2).

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