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Humedad y riego: Se debe efectuar un riego de presiembra de modo que la semilla

encuentre una buena humedad para la germinación y emergencia, y que las plantas alcancen
un crecimiento de 6 a 7 hojas antes de que se requiera un nuevo riego.

El momento para realizar este riego depende del tipo de suelo: si es arcillosos debe llevarse
a cabo antes que en los arenosos, ya que retienen la humedad por más tiempo.

Una manera básica de reconocer la humedad en el suelo es tomar una muestra de tierra en
la mano y aprisionarla con el puño. Si en suelos livianos se logra un molde de cierta
firmeza, pero que se disgrega fácilmente, significa que ese suelo tiene un grado óptimo de
humedad. En suelos pesados es importante que al apretar la tierra no escurra agua ni la
mano quede manchada. En el caso de que haya quedado un molde, es importante que no sea
muy firme, ya que eso es señal de que posee un exceso de humedad y aun no se pueden
ejecutar las labores.

Si se tiene humedad en los primeros 15 cm de suelos arenosos o livianos, que suelen


perderla y necesitar un riego previo a la emergencia, no se debe llevar a cabo ningún tipo de
riego antes de que emerja la planta.

Fertilización: El grueso de esta labor se realiza conjuntamente con la siembra, a excepción


del nitrógeno que se aplica una parte en este momento y la otra cuando la planta está
crecida, con 7 hojas aproximadamente.

Fainguenbaum recalca que la cantidad de nutrientes es muy variable, por lo que prefiere no
recomendar dosis sin un análisis de suelo previo. “El análisis de suelo es algo que deberían
hacer todos los productores, porque estos indican qué tiene el suelo y en qué cantidades.
Cada suelo es un universo distinto y hay que saber con precisión qué es lo que tiene cada
uno”, sentencia el asesor.

De acuerdo a lo anterior, es fundamental realizar análisis de suelo para hacer buenas


recomendaciones de fertilización, ya que un campo de 50 hectáreas, por ejemplo, no debe
ser visto como un todo, debido a que es muy probable que presente condiciones bastante
variables. Por esta razón, las unidades para tomar las muestras de suelo y mandar a hacer
los análisis, no deben ser mayores a 15 o 20 hectáreas, considerando siempre unidades de
suelo homogéneas y que provengan de un mismo cultivo anterior.

Esta fertilización de siembra debe ser aplicada con la misma máquina de siembra, la que
sitúa la semilla a 4-5 cm de profundidad y el fertilizante justo a su lado (1-2 cm en
paralelo), a unos 2-3 cm más abajo.

El nitrógeno (250 a 400 kg/ha en la temporada), por su parte, debe ser dosificado en dos
aplicaciones. Junto con la siembra se añade un 20 a 25% de la dosis total y el 100% del
fósforo y del potasio. El resto del nitrógeno se aplica cuando la planta ya está establecida,
idealmente con plantas al estado de siete hojas.
Momento de siembra: depende de las temperaturas del suelo (idealmente no menos de 12º
C), del tipo de suelo y de la variedad o híbrido que se vaya a sembrar.

Los distintos cultivares tienen ciclos diferentes: precoces, semiprecoces, intermedios y


semitardíos. “En el sur (Región del Bíobío) se recomienda no sembrar maíces semitardíos y
tardíos, porque son de período largo para la zona y llegan con humedades de grano muy
altas a cosecha. Además la cosecha será muy tarde (mediados de otoño), condicionando así
las labores de preparación de suelo, además del manejo e incorporación del rastrojo
inmediatamente después de finalizada la cosecha. Esto puede significar, además, que
existan lluvias muy cerca de la cosecha, por lo que las labores de preparación del suelo se
retrasan hasta que disminuyan las lluvias (septiembre-octubre)”, indica Mauricio Toro.

En la actualidad, las empresas semilleras poseen mucha información sobre las mejores
zonas y fechas para sembrar cada híbrido.

200 q/ha
de rendimiento se pueden esperar si las labores se realizan en condiciones óptimas

Dosis de semilla: El maíz es un cultivo que requiere una alta precisión de siembra. La
distancia entre hileras debe ser de 70 a 75 cm, considerando entre 7,5 y 9 semillas por
metro lineal, para conseguir, en definitiva, una población que, en general, debe ser de 7 a 8
plantas establecidas por metro lineal.

Las poblaciones de plantas deben ser aproximadamente de entre 93.000 y 110.000 plantas
establecidas, dependiendo fundamentalmente de las condiciones de clima y de suelo. Si se
quiere establecer, por ejemplo, una población de 100.000 plantas por hectárea deberían
sembrarse, en promedio, entre 105 y 110 mil semillas/ha, considerando que siempre
ocurrirán algunas pérdidas, ya sea porque nunca el porcentaje de germinación de la semilla
es de 100% o porque siempre hay algunas semillas que no dan lugar a plantas por
problemas de la preparación de la cama de siembra u otros.

Otro factor importantísimo para establecer la dosis de semilla, es la calibración de la


máquina sembradora. “El tema de la calibración es un problema permanente, sobre todo
para los pequeños agricultores, quienes al contratar maquinaria a un prestador de servicios
no tienen mucha capacidad de acción en esta materia”, explica el agrónomo de Fundación
Chile.

El calibre de la semilla es otro factor a tener en cuenta, ya que si se utiliza una semilla de
menor calibre que la pensada para el disco de siembra de la máquina, las semillas pasarán
de a dos o más. Este doble golpe (dos semillas juntas) ocurre debido a una mala calibración,
condición de suelo (sin terrones que hagan saltar la máquina) y velocidad de avance (no
más de 5 a 6 km/hora).

¿Por qué es tan importante calibrar la máquina sembradora? La cantidad de semillas


aplicadas y la posterior distribución de plantas son muy importantes para el correcto
crecimiento y uniformidad del cultivo. Lo ideal es sembrar de manera óptima, para lo cual
hay que estar permanentemente chequeando la siembra y considerando todos los aspectos
señalados.

Profundidad: Lo óptimo es sembrar a 4 o 5 cm.

Profundidades hasta un máximo de 7 cm pueden recomendarse cuando se busca encontrar


mayor humedad de suelo. No obstante, se debe tener en cuenta que las plantas necesitarán
mayor energía para emerger desde esa profundidad, lo que repercutirá en su vigor final.

Rendimiento

Según Faiguenbaum, los rendimientos máximos que pueden obtenerse comercialmente en


maíz a nivel de productores, superan los 200 q/ha, aunque dichos rendimientos deben
considerarse como de excepción. Por otra parte, los rendimientos más bajos obtenidos en
Chile, llegan a ser de 80 q/ha, pero lo más común es que los rendimientos obtenidos varíen
entre 120 y 160 q/ha. En tanto, el rendimiento promedio a nivel nacional en maíces
cultivados para grano es entre 125 y 130 q/ha.

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