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Paz en venta

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar*

Esta semana se celebrará en Mérida la 17 Cumbre Mundial de los Premios Nobel de la Paz.
La Cumbre fue organizada originalmente hace veinte años por el presidente de la
Unión Soviética Mikhail Gorbachev como un espacio de encuentro entre las personas y
organizaciones que han sido reconocidas con el Premio Nobel de la Paz para abordar
problemáticas globales relacionadas con la paz. Las primeras ocho ediciones de la Cumbre
se realizaron en Roma, Italia, y a partir de 2008, la sede ha cambiado. Ese año el evento
tuvo lugar en París y tuvo como motivo la conmemoración del 60 aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Así, cada año, la Cumbre se celebra en una ciudad que es un referente en la
construcción de paz. En 2009 se realizó en Berlín, a propósito de la caída de los muros que
nos separan; en 2010 en Hiroshima, con referencia a un mundo sin armas nucleares, y el
año pasado en Bogotá, como un reconocimiento a la importancia de los Acuerdos de Paz
entre el gobierno colombiano y las FARC, hoy incumplidos y en riesgo de fracasar por
completo.
¿Por qué la 17 edición de la Cumbre se realizará en Mérida? En la página oficial del
evento encontramos una cita del Instituto para la Economía y la Paz que reza “Yucatán es
el estado más seguro del país, con tasas de seguridad que podrían compararse con países
como Noruega o Finlandia”.
Efectivamente, de acuerdo con el “Índice de Paz México 2019” elaborado por dicho
Instituto, “Yucatán fue el estado más pacífico de México, seguido de Campeche, Tlaxcala,
Chiapas e Hidalgo”. Sin embargo, señala el Índice, “el año pasado estos cinco estados
registraron un incremento en sus tasas de homicidios, lo que concuerda con la tendencia
nacional”.
La calificación del Índice de Paz México se basa en los índices de homicidio, delitos
con violencia, delitos cometidos con armas de fuego, crímenes de la delincuencia
organizada, cárcel sin sentencia y en el contraste con la calificación general de 2017-2018.
En esos rubros, Yucatán figura como el estado más seguro del país. De acuerdo con el
Índice, la tasa de delitos con violencia se redujo 45% en 2018 y la tasa de crímenes de la
delincuencia organizada bajó a la mitad, de 31.2 por cada 100,000 habitantes a 14.5. No
obstante, “aunque mejoró en la calificación general, en la calificación de cárcel sin
sentencia Yucatán tuvo un deterioro de 12% mientras que su tasa de homicidios creció
17%, a poco más de 2.5 por cada 100,000 habitantes” (p. 26).
Asimismo, en el documento titulado “Lo que tienes que saber de la 17 Cumbre
Mundial de Premios Nobel de la Paz”, el gobernador del estado, Mauricio Vila, señala
“Hoy Yucatán es la capital de la paz en el mundo, y cada yucateco; (sic) nuestro mejor
embajador. Seamos los orgullosos anfitriones de este evento, que con imaginación y
valentía podría ser el parteaguas de una humanidad que está en búsqueda de paz. Que
nuestro estado -su gastronomía y sus bellezas naturales, su orden y seguridad, la calidez y
la hospitalidad de su gente- arrope a estos líderes mundiales de cambio y los inspire en su
lucha”. Eso es todo (bueno, más adelante se menciona la “calidez y amabilidad” de la
gente del estado).
La respuesta a por qué Mérida es sede de la Cumbre parece entonces ser obvia:
porque Yucatán es el estado más seguro de un país azotado por la violencia; un país que,
según el Índice de Paz México 2019, tuvo un deterioro de paz de 4.9% en 2018 “causado
en gran medida por el aumento de 14% en la tasa de homicidios”.
Si ediciones anteriores de la Cumbre Mundial de los Premios Nobel de la Paz se
han llevado al cabo en ciudades que han sido referentes para la construcción de la paz, ya
sea por el derrumbe de muros, propuestas de desarme nuclear, asilo a refugiados o
acuerdos para acabar con un conflicto armado, ¿qué es lo que se ha hecho en Mérida para
la construcción de paz?, ¿en Yucatán se ha hecho algún aporte significativo para la
construcción de paz o acaso nuestra paz negativa es un recurso para atraer inversiones y
turismo?
Hay que aclarar el concepto de paz negativa. El reconocido investigador noruego
Johan Galtung distinguió entre “paz negativa”, entendida como la ausencia de un
enfrentamiento violento, y “paz positiva”, como “la generación de una relación
armoniosa”, “cuando dos o más entidades en conflicto emprenden proyectos juntos y los
beneficios que genera ese proyecto son repartidos equitativamente”.
En Yucatán es evidente que tenemos paz negativa. Pero no es tan obvio que
disfrutemos una paz positiva. Tampoco es seguro que contemos con una auténtica
“cultura de paz”. De acuerdo con las Naciones Unidas, la cultura de paz “consiste en una
serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen
conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el
diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones”.
Asimismo, las Naciones Unidas identifica ocho ámbitos de acción para una cultura
de paz: 1) promoverla por medio de la educación; 2) promover el desarrollo económico y
social sostenible; 3) promover el respeto de todos los derechos humanos; 4) garantizar la
igualdad entre mujeres y hombres; 5) promover la participación democrática; 6) promover
la comprensión, la tolerancia y la solidaridad; 7) apoyar la comunicación participativa y
libre circulación de información y conocimientos; y 8) promover la paz y la seguridad
internacionales.
Sí, es verdad que tenemos los más bajos índices de homicidios, delitos violentos y
crímenes de delincuencia organizada, pero también es cierto que la violencia contra las
mujeres al interior del hogar en Yucatán está por encima de la media nacional. Es
innegable que Yucatán crece económicamente por arriba del promedio del país, pero las
inversiones atraídas no se han traducido en empleos con salarios dignos y seguridad social
y, muchas de ellas, han implicado problemas de deforestación y contaminación del agua
que ponen en riesgo el bienestar de todos los seres vivos del estado. Los derechos de las
comunidades mayas no son efectivamente respetados y la especulación de tierras ejidales
ha y sigue provocando incontables conflictos en los ejidos yucatecos, tolerados o incluso
promovidos por las propias autoridades. No encuentro promoción de comprensión,
tolerancia y solidaridad en un estado que no reconoce los derechos civiles de la población
LGBT y que sí padece altos índices de homofobia, lesbofobia y transfobia. La lista puede
extenderse.
Desde luego, en París, Berlín, Hiroshima, Barcelona y Bogotá también hay muchos
problemas, conflictos y violencias. Y, seguramente, más de una persona prefiere que
padezcamos los problemas antes mencionados que homicidios y delitos relacionados con
el crimen organizado. Para intentar ajustar el balance, de nuevo, me pregunto, ¿cuáles
son las aportaciones de Mérida y Yucatán a la construcción de paz?
En la página de internet de la 17 Cumbre hay una sección titulada “Acerca de” que
incluye información sobre Mérida y Yucatán. Ingenuamente, pensé que tal vez encontraría
referencias a Manuel Crescencio Rejón, abogado reconocido como el creador del juicio de
amparo, un recurso para proteger a las personas de los actos de autoridad que violan
derechos; o al sacerdote José Canuto Vela, uno de los protagonistas de las negociaciones
de paz en la Guerra de Castas, uno de los conflictos más violentos de América Latina en el
siglo XIX. No, nada de eso.
En la página de internet de la Cumbre encontramos información turística de
Mérida y Yucatán. Al visitarla sabemos más sobre el número de habitaciones de hotel que
hay en la ciudad (5,919), que de personas, organizaciones instituciones o eventos que han
contribuido a la construcción de paz en Yucatán.
Lo anterior me lleva a concluir una obviedad: que la 17 Cumbre es un evento ante
todo de promoción turística. Que la paz negativa de Yucatán es un buen recurso para
atraer inversiones y turismo.
No pretendo ser un aguafiestas. Si la visita de personas y organizaciones que han
sido premiadas con el Nobel de la Paz sirve para reflexionar y actuar para la construcción
de paz positiva y una cultura de paz en Yucatán, excelente. Al menos sé que hay personas
y organizaciones que en esos mismos días estarán llevando al cabo eventos y cursos sobre
el tema.
Lo que espero es que la paz en Yucatán sea un objeto serio de análisis y trabajo y
no una marca o mercancía en venta. Que “Yucatán for Peace” (“Yucatán por la paz”) no
sea una consigna vacía de significado. Lo digo porque esa frase es el nombre del concierto
que ofrecerá Ricky Martin el sábado. El mismo Ricky Martin cantante y activista de
derechos LGBTT en el mismo estado que, una y otra vez, se ha empeñado en no reconocer
esos derechos.

* Investigador del Cephcis-UNAM


rodrigo.llanes.s@gmail.com

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