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ÍNDICE

Introducción .......................................................................................................................2
Objetivos ............................................................................................................................3
Objetivo general .............................................................................................................3
Objetivo específico .........................................................................................................3
Origen mitológico ...............................................................................................................4
Origen cósmico ...................................................................................................................6
Usos del fuego ................................................................................................................9
Simbolismo natural ...........................................................................................................10
El fuego en la Revelación cristiana ....................................................................................11
El fuego en los Padres de la Iglesia ....................................................................................13
Ignacio de Antioquía .....................................................................................................14
Justino Mártir ...............................................................................................................14
Ireneo de Lyon ..............................................................................................................15
Tertuliano .....................................................................................................................15
Gregorio de Nisa ...........................................................................................................16
Juan Crisóstomo............................................................................................................17
El fuego en el catecismo de la Iglesia católica ...................................................................18
Uso litúrgico del fuego ......................................................................................................18
Sugerencias pastorales para el uso del fuego en la liturgia................................................24
Conclusión ........................................................................................................................26

1
Introducción
El fuego es uno de los elementos naturales que ha permitido el desarrollo de la humanidad,
pero a la vez, es un elemento cósmico, que por sus propiedades especiales a representado
un simbolismo divino desde tiempos ancestrales pues, la historia de las religiones y de las
culturas muestra la gran importancia que los hombres han atribuido siempre al fuego, tanto
en un sentido positivo como negativo, como dador o destructor de vida. Se le ve como una
fuerza de la naturaleza que da vida al hombre, pero que es imprevisible y a la que hay que
temer. Pero se le tiene también como un logro humano, encendido y mantenido por el
genio del hombre.

Esta multiplicidad de sentidos y visiones que ha tenido el elemento fuego, es lo que se


pretende exponer de manera muy escueta, ya que el presenta trabajo, ofrece una visión de
dicho elemento desde una perspectiva mitológica, desde el punto de vista cósmico, el
sentido natural del fuego, la visión que la Revelación cristiana tiene a partir de la Sagrada
Escritura, adentrándose en la visión de los Padres de la Iglesia, el catecismo de la Iglesia
Católica, hasta llegar al uso litúrgico y sugerencias pastorales del fuego.

Estas diversas perspectivas pretenden dar a conocer la importancia que este elemento tiene
y ha tenido en la vida del hombre, desde su sentido natural, hasta su sentido divino y el uso
actual en la liturgia cristiana.

2
Objetivos

Objetivo general
Ø Conocer las diferentes perspectivas del elemento fuego en los ambientes humanos
y su significación en el uso litúrgico actual.

Objetivo específico
ü Indagar sobre el significado del elemento fuego en la visión mitológica y cósmica de
la historia.
ü Investigar cual es el significado del fuego desde la perspectiva de la revelación
cristiana y su actual en la liturgia.

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EL FUEGO

Origen mitológico1

El fuego tiene su origen mitológico en la tragedia griega de esquilo, que data del siglo IV o
V aproximadamente.
Prometeo no deseaba vivir entre las nubes del Monte Olimpo. Estaba demasiado ocupado
para hacerlo. Mientras que los dioses pasaban sus vidas en inactividad, bebiendo el néctar
y comiendo ambrosía, él planeaba como hacer el mundo más sabio y mejor de lo que nunca
antes había sido.

Así que, en lugar de vivir en Olimpo, Prometeo salió y se mezcló con los hombres para vivir
con ellos y ayudarles y pronto notó que estos ya no eran felices como lo habían sido durante
los días de gloria cuando Cronos, el titán, era rey. Los encontró viviendo en cuevas y en
agujeros en la tierra, temblando de frío porque no había fuego, muriendo de hambre,
perseguidos por las bestias salvajes y también persiguiéndose entre ellos las más miserables
de todas las creaturas vivientes.

"Si sólo tuvieran fuego", se dijo Prometeo, "al menos podrían calentarse y cocinar su
comida, y después podrían aprender a hacer herramientas y construir sus propias casas. Sin
fuego, son peores que las bestias".

Prometeo fue con valentía a ver a Zeus y le rogó que les diera fuego a los hombres, para
que pudieran tener un poco de comodidad durante los largos y sombríos meses de invierno.

"¡No lo haré!" dijo Zeus, "¡No compartiré ni una chispa con ellos! Porque si los hombres
tuvieran fuego podrían volverse fuertes y sabios como nosotros y después nos sacarían del
reino. Además, el fuego es una herramienta poderosa y ellos son demasiado pobres e

1
Síntesis realizada a partir de la Obra de Esquilo, Prometeo Encadenado

4
ignorantes para confiárselo. Es mejor que nosotros en el Monte Olimpo gobernemos el
mundo sin amenazas para que todos seamos felices".

Prometeo no respondió, pero en su corazón estaba el ayudar a la humanidad y por lo tanto


no se rindió. Cuando caminaba por la orilla del mar encontró un largo tallo de hinojo. Lo
partió y luego vio que su centro hueco estaba lleno de una sustancia seca y suave que
quemaría lentamente y permanecería ardiendo por un largo tiempo. Se llevó el tallo
mientras comenzaba un largo viaje a la cima del Monte Olimpo.

"La humanidad debe tener fuego, sin importar lo que haya decidido Zeus", se dijo a sí
mismo. Y con ese pensamiento se escabulló silenciosamente en el dominio de Zeus y robó
una chispa de su relámpago. Prometeo tocó el extremo del largo tallo con la chispa y la
sustancia seca dentro de él prendió fuego y ardió lentamente. Prometeo se apresuró a su
propia tierra, cargando con él la preciosa chispa escondida en el centro hueco de la planta.

Cuando llegó a casa, llamó a algunos de los hombres temblorosos para que salieran de sus
cuevas e hizo una fogata para ellos, y les mostró como usarlo para calentarse y para cocinar
sus alimentos. Hombres y mujeres se reunieron alrededor del fuego, ya no tenían frío y
estaban felices y agradecidos con Prometeo por el maravilloso regalo que les había traído.

Zeus miró hacia abajo desde el Monte Olimpo y notó fogatas que ardían alegremente en los
hogares de hombres y mujeres en cada villa a lo largo de las tierras. No le tomó mucho
tiempo comprender que Prometeo lo había desobedecido y les había dado el fuego a los
hombres.

Zeus furioso ordenó encadenar a Prometeo a una montaña para que sufriera allí por toda
la eternidad. Y allí quedó Prometeo, pensando en el futuro, feliz sabiendo que había dado
el fuego a los hombres, hasta que un día fue rescatado por Hércules, el hijo mortal de Zeus.

5
En síntesis, la figura de Prometeo está íntimamente ligada a la humanidad. Desafiando al
dios supremo, Zeus. Prometeo intenta favorecer a los hombres entregándoles el fuego que
ha sido robado a los dioses; Este elemento es esencial no sólo en el sentido material, como
punto de partida fundamental para avances ulteriores en el desarrollo de la civilización, sino
también en el orden espiritual, pues el fuego es el símbolo de la vida, de la energía y de la
inteligencia que mueve a los humanos.

Por lo que, el fuego representa la sustancia divina en el hombre, que lo diferencia del resto
de los animales y lo acerca a los dioses. Este don otorgado por Prometeo a la humanidad
tendrá, sin embargo, consecuencias no de del todo felices. Para poder apreciar el significado
de este mito es preciso que nos adentremos en los hechos.

Origen cósmico2

Los restos más antiguos de hogueras encendidas por el hombre se encuentran en los
yacimientos keniatas de Koobi Fora y Chesowanja, y en los etíopes de Bodo y Gaded. No
eran propiamente seres humanos como nosotros, sino nuestros antepasados, los
australopitecos, que tenían aún un cerebro muy pequeño y andaban semierguidos como
algunos simios, quienes descubrieron el fuego, a tenor de los restos de troncos
carbonizados que tienen entre 1.500.000 y 1.400.000 años de antigüedad.

Esta datación ha sido posible gracias a los avances de la antracología, ciencia que estudia lo
restos de madera carbonizada. Cuando los primeros seres humanos abandonan África,
llevan el fuego consigo. Sin embargo, el fuego que usaban los australopitecos fue
conseguido probablemente de algún incendio. Seguramente, al caer un rayo sobre un árbol,
éste se incendiase. El hombre primitivo consiguió mantener este fuego alimentándolo con

2
Información tomada del libro: Fernández Martínez, Víctor M. “Prehistoria: El largo camino de la
humanidad”. Editorial Alianza, 2007.

6
más troncos y ramas de árboles. Pero esto tenía un gran inconveniente, debían estar
siempre pendiente para que no se apagase. Pues no conocían cómo crear el fuego.

Sería un pariente del australopiteco, el Hornos erectus, cuyos primeros fósiles fueron
hallados en Java con una antigüedad similar, quienes se adjudiquen la domesticación del
fuego, que en aquellos tiempos podía conseguirse de dos maneras:
1. Por frotamiento entre dos objetos, haciendo que el calor obtenido produzca la
ignición.
2. Por percusión, golpeando, por ejemplo, dos piedras de pedernal de las que saltan
chispas.

Poco más adelante las técnicas de obtención del fuego se dividen en tres categorías:
ü La fricción circular: el fuego se obtiene por rotación de una varilla de madera dura
introducida en una cavidad hecha en un trozo de madera más blanda. El movimiento
de rota-ción rápido que se le imprime a la varilla directamente con las palmas de las
manos, o indirectamente con la ayuda de una correa, produce un calentamiento
suficiente para encender los materiales combustibles.

ü La fricción oblicua-posada: es una técnica por fricción. Emplea la frotación o la


aserradura continua de un trozo de madera con otro trozo de madera generalmente
más duro. El calor producido de esta manera es transmitido a una materia
fácilmente inflamable. Las formas modernas de esta técnica son las cerillas químicas
o el encendedor

ü La percusión oblicua-posada: emplea la proyección de chispas sobre una materia


fácilmente inflamable (estopa, hojas secas, etc.), con la ayuda de piedras duras
(cuarzo, sílex) que se golpean contra otras piedras duras o contra nódulos metálicos
(piritas de fierro).

7
El desarrollo de las técnicas para producir fuego proporciona al hombre una ventaja decisiva
sobre las demás especies. El dominio del fuego le permite protegerse mejor de los
depredadores, calentarse, alumbrarse, mejorar su alimentación, desarrollar nuevas arte,
entre otras.

El fuego es probablemente una conquista del Homo erectus. Parece seguro que las primeras
hogueras no son anteriores a la glaciación alpina de Mindel, es decir, al período de intenso
enfriamiento que conoció Europa entre 500.000 y 300.000 años antes de Cristo, y que
corresponde a los tiempos acheulenses. Numerosos arqueólogos piensan que el estadio de
no dominio del fuego fue seguido directamente por el estadio de su fabricación. Este se
remontaría al paleolítico inferior. De todas maneras, sigue siendo extremadamente difícil
determinar con precisión qué técnicas fueron utilizadas por el Homo erectus y luego por el
Homo sapiens para obtener el fuego.

Carecemos de pruebas materiales (ausencia de herramientas de percusión o de fricción),


pero cualquiera de los dos grandes procedimientos de obtención del fuego habría podido
ser utilizado, en la medida en que los hombres prehistóricos disponían de los materiales
adecuados y del conocimiento de los movimientos técnicos necesarios.

La misma incertidumbre reina en cuanto al empleo exacto del fuego durante los
cuatrocientos milenios que separan la glaciación de Mindel del neolítico. Así, en lo que
concierne al uso del fuego para calefacción se cree haber encontrado vestigios de hogueras
utilizadas como calefactores y que datan del paleolítico superior. Estas fogatas están
cubiertas de guijarros y de placas de piedra que pudieron servir para mantener el calor,
pero también para otras funciones desconocidas.

Asimismo, el uso del fuego para iluminación no puede ser documentado más que en el
período del magdaleniense tardío, cuando aparecen los primeros vestigios confirmatorios:

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lámparas y arte parietal. En cuanto a las dataciones más antiguas de antorchas, no se
remontan a más allá del 3200 a. C., aunque su uso sea probable durante el paleolítico.

Usos del fuego


Un problema equivalente se plantea en cuanto al uso del fuego como arma. Y, como subraya
la especialista en el tema, Catherine Perlès: “Para un arqueólogo, nada se parece más a un
incendio de origen natural que un incendio provocado por el hombre”.

ü El fuego como arma: Una vez más la falta de rastros limita la investigación
arqueológica. Sin embargo, esto no invalida de ninguna manera el papel
desarrollado por el fuego como arma defensiva.

ü El fuego para fabricar: El fuego pudo también tener aplicación en el proceso de


transformación de la madera y los huesos y en el desbastado de la piedra, pero,
nueva-mente, nos tropezamos con la ausencia de pruebas directas.

ü El fuego para hacer cerámica: La única certeza que se tiente es el empleo del fuego
en el chatelperroniense para calcinar el ocre y en el gravetiense para obtener las
primeras sustancias cerámicas

ü El empleo del fuego para cocinar: La datación de la cocción de los alimentos presenta
el mismo grado de incertidumbre. Además, es muy posible que el hombre
prehistórico no haya cocido su comida, pero, contrariamente, se plantea un
interrogante respecto al impacto del paso de lo crudo a lo cocido en la biología y en
la siquis humanas.

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Simbolismo natural3

El lenguaje del fuego tiene, ya en nuestra sensibilidad humana y social, una interesante serie
de sentidos.

Junto con los otros elementos naturales —clásicamente el aire, el fuego, la tierra y el agua
se consideraban los constitutivos de toda la naturaleza—, el fuego es un ser misterioso,
móvil, inquieto, indomable, "viviente". Y por eso fácilmente se convirtió en uno de los
símbolos más universales de todas las culturas.
El fuego consume, calienta, quema, ilumina, purifica, es fuente de energía. Es origen de
innumerables beneficios para la humanidad. El canto a las criaturas de S. Francisco de Asís
entona también su admiración por el fuego: "alabado seas, mi Dios, por el hermano fuego,
con el que iluminas las tinieblas y es hermoso y alegre y robusto y fuerte"...
Pero también destruye, castiga, asusta y mata. Es un elemento bienhechor, pero a la vez
peligroso. Un rayo o un incendio pueden engendrar calamidades enormes. Sin el fuego no
podemos vivir, pero puede causar también la muerte.
No es extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya creado todo un
simbolismo:
ü para expresar la presencia misma de la divinidad, invisible pero fuerte,
incontrolable, purificadora, castigadora,
ü o para designar los sentimientos humanos, sobre todo los fuertes —las pasiones—
que están escondidos pero que pueden alcanzar una fuerza inaudita, para.bien o
para mal: el amor, el odio, el entusiasmo, el fanatismo: o, en nuestra celebración, la
fe, la oración, la adoración;
ü el fuego es también la imagen del calor familiar; el crepitar de la llama en el hogar
ilumina la vida, ahuyenta el frío en las noches de invier- no, da alegría y sensación
de bienestar;

3
Información tomada del libro: Aldazabal, José. “Gestos y símbolos”

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ü y puede, finalmente, ser el centro expresivo de una fiesta: las clásicas hogueras de
San Juan concentran la atención y de alguna manera hablan de la alegría festiva y
del amor.
Aún en el siglo de la electricidad y del gas, todavía sigue siendo válido el lenguaje del fuego
natural.

El fuego en la Revelación cristiana4

Para saber toda la densidad de significado que puede llegar a tener el fuego —y por tanto,
lo que quiere expresar también en nuestras celebraciones— no hay mejor medio que
repasar, aunque sea rápidamente, lo que de él dicen tanto el A.T. como el N.T.
ü Ante todo, el fuego sirve para expresar, de algún modo, lo que es imposible de
expresar: la presencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana.
Así se entiende el impresionante encuentro que tiene Abraham con Yahvé (Gen 15):
cuando él ofreció unos animales como sacrificio, "surgió en medio de las tinieblas
un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales
partidos".

Del mismo modo nos habla el misterioso episodio de la zarza que arde sin
consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en seguida reconoce como
sagrado, y oye la voz "yo soy el Dios de Abraham...": es el Dios que dialoga, que llama
y envía a su siervo a salvar al pueblo de su esclavitud.

En el camino de ese mismo pueblo por el ardor y por el frío del desierto, "iba Yahvé
al frente de ellos, de día en columna de nube, y de noche en columna de fuego" (Ex
13,21). Y en el Sinaí "la gloria de Yahvé aparecía a la vista de los hijos de Israel como
fuego devorador sobre la cumbre del monte" (Ex 24,17).

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Información tomada del libro: Aldazabal, José. “Gestos y símbolos”

11
Naturalmente que la importancia de ese simbolismo del fuego no es en Israel como
en otros pueblos antiguos: los israelitas no adoran el fuego, no le dan importancia
en sí mismo, sino que de alguna manera reconocen en él el signo de la presencia
salvadora o castigadora de Dios.

ü Esta cercanía de Dios se hace particularmente sentida en el momento de los


sacrificios. El episodio más sensacional es el desafío del profeta Elías contra los
sacerdotes del dios Baal en el monte Carmelo (1 Re 18): "cayó el fuego de Yahvé que
devoró el holocausto y la leña y el agua": es la respuesta de Dios a la oración de Elías.
Aunque en el capítulo siguiente se nos narra la lección que Dios dio a su impetuoso
profeta (a Elías se le describe "como fuego, y su palabra abrasaba como antorcha":
Ecclo 48,1): Dios no se le aparece ni en el huracán ni en el temblor de tierra ni en el
fuego, sino en una brisa suave...

ü También será éste el lenguaje empleado para designar el juicio de Dios, ya ahora,
pero sobre todo en el día último, el día del Señor.
El juicio de Dios, como el fuego, penetra todo ser existente, lo pone en evidencia, lo
purifica o lo castiga profundamente: "un rio de fuego corría y manaba delante de Él:
el juicio abrió sesión y se abrieron los libros" (Dan 7,10). Fue el juicio del fuego sobre
las ciudades pecadoras de Sodoma y Gomorra (Gen 19), porque "con fuego Yahvé
va a juzgar" (Is 66,16).

También en el N.T. Será el fuego la expresión del castigo escatológico: el fuego de la


gehenna, el horno de fuego, el fuego del infierno (Mt 5,22; 13,30.42). Los hijos del
trueno, Juan y Santiago, tan impetuosos como Elías, preguntan al Maestro:
"¿quieres que baje fuego del cielo y los consuma?" (Le 9,54). Y también ellos, como
Elías, reciben un reproche y una lección por su excesiva fogosidad.

12
ü No es extraño que el mismo Jesús, el que dijera "yo soy la Luz" o "yo soy la Vida",
también use el término del fuego para describir la misión mesiánica que acabará en
la entrega total de la Cruz: "he venido a traer fuego sobre la tierra y cuánto desearía
que ya estuviera encendido" (Le 12,49). Es interesante una de las frases que el
evangelio apócrifo de Sto. Tomás atribuye a Jesús: "Jesús ha dicho: el que está cerca
de mí está cerca del fuego, y el que está lejos de mí está lejos del Reino".

ü El auténtico fuego que Jesús ha comunicado a la humanidad es su Espíritu Santo. Ya


el Bautista anuncia: "yo os bautizo con agua, El os bautizará en el Espíritu Santo y en
el fuego" (Lc 3,16). Y en efecto, como ya hemos dicho al principio de esta reflexión,
el día de Pentecostés, el Espíritu desciende sobre la primera comunidad como en
lenguas de fuego y la transforma totalmente. Si el fuego grabó la primera ley en las
tablas de Moisés, ahora es el Espíritu el que ha impreso la Ley de Cristo en el corazón
de los cristianos (cfr. 2 Cor 3,3).

Pocos símbolos como éste para ilustrar de alguna manera el ardor, la sutileza, la
irradiación del amor y la vida de Cristo, o sea, su Espíritu: éste realiza en el orden
sobrenatural lo que el fuego vemos que hace en el físico: ilumina, calienta, purifica,
renueva... En verdad "nuestro Dios es fuego devorador" (Hebr 12,29).

El fuego en los Padres de la Iglesia

En los Padres de la Iglesia, el fuego es visto como signo de castigo y representación del
purgatorio, lugar de purificación para aquellos que se preparan a entrar al cielo y como lugar
de castigo para aquellos que no entraran

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Ignacio de Antioquía

San Ignacio habla de cómo aquellos que mueran en la impureza irán al fuego inextinguible:

“Hermanos míos, no os engañéis, los adúlteros no heredarán el Reino de Dios. Pues si los
que obraron esto según la carne murieron ¡Cuánto más si corrompe en mala doctrina la fe
de Dios por la que Jesucristo fue crucificado!. Éste, por ser impuro, irá al fuego inextinguible,
así como el que lo escucha. Por eso el Señor tomó ungüento sobre su cabeza para inspirar
a la Iglesia incorrupción. No os unjáis con la fétida doctrina del príncipe de este mundo para
que no os lleve cautivos lejos de la vida que ha sido propuesta como recompensa. ¿Por qué
no somos todos prudentes después de haber alcanzado el conocimiento de Dios que es
Jesucristo? ¿ Por qué perecemos neciamente al desconocer la gracia que el Señor
verdaderamente ha enviado? ”5

Justino Mártir

Ve el fuego como signo de castigo: “Porque entre nosotros, el príncipe de los malos
demonios se llama serpiente y Satanás y diablo o calumniador, como os podéis enterar, si
queréis averiguarlo, por nuestras escrituras; y que él y todo su ejército juntamente con los
hombres que le siguen haya de ser enviado al fuego para ser castigado por eternidad sin
término, cosa es que de antemano fue anunciada por Cristo”6

“Y no se nos objete lo que suelen decir los que se tienen por filósofos, que no son más que
ruido y espantajos lo que nosotros afirmamos sobre el castigo que los inicuos han de sufrir
en el fuego eterno’.7

5
Ignacio de Antioquía, Carta a los efesios, 16-17: FuP 1, 119-121
6
Justino Mártir, Apología I, 28; BAC 116, 209-210
7 Justino Mártir, Apología II, 9; BAC 116, 271

14
Ireneo de Lyon

“En el Nuevo Testamento creció la fe de los seres humanos en Dios, al recibir al Hijo de Dios
como un bien añadido a fin de que el hombre participara de Dios. De modo semejante se
incrementó la perfección de la conducta humana, pues se nos manda abstenernos no sólo
de las malas obras, sino también de los malos pensamientos (Mt 15,19), de las palabras
ociosas, de las expresiones vanas (Mt 12,36) y de los discursos licenciosos (Ef 5,4): de esta
manera se amplió también el castigo de aquellos que no creen en la Palabra de Dios, que
desprecian su venida y se vuelven atrás, pues ya no será temporal sino eterno. A tales
personas el Señor dirá: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno» (Mt 25,41), y serán para
siempre condenados. Pero también dirá a otros: «Venid, benditos de mi Padre, recibid en
herencia el reino preparado para vosotros desde siempre» (Mt 25,34), y éstos recibirán el
Reino en el que tendrán un perpetuo progreso. Esto muestra que uno y el mismo es Dios
Padre, y que su Verbo siempre está al lado del género humano, con diversas Economías,
realizando diversas obras, salvando a quienes se han salvado desde el principio -es decir, a
aquellos que aman a Dios y según su capacidad siguen a su Palabra-, y juzgando a quienes
se condenan, o sea a quienes se olvidan de Dios, blasfeman y transgreden su Palabra.” 8

Tertuliano

Cuando escribe De paenitentia (aproximadamente en el año 203 d.C. siendo todavía


católico) utiliza como sinónimo el fuego y la gehena. Habla aquí de una segunda penitencia
que Dios “ha colocado en el vestíbulo para abrir la puerta a los que llamen, pero solamente
una vez, porque ésta es ya la segunda", pero para quienes rechazan esta penitencia describe
la condenación eterna en el infierno, castigo de quienes no quisieron arrepentirse y
confesar sus pecados.

8
San Ireneo, Contra los herejes IV,28,2

15
“Si rehúsas la penitencia pública, medita en tu corazón acerca de la gehena que para ti ha
de ser extinguida mediante la penitencia. Imagínate ante todo la gravedad de la pena, a fin
de que no vaciles en asumir el remedio. ¿Cómo debemos considerar esta caverna del fuego
eterno, cuando a través de algunas de sus chimeneas se producen tales erupciones de
vigorosas llamas, que han hecho desaparecer las ciudades cercanas o están a la espera de
que esto les ocurra cualquier día? Montes altísimos saltan hechos pedazos a causa del fuego
que encierran, y resulta para nosotros un indicio de la perpetuidad de este fuego el hecho
de que, por más que estas erupciones quebranten y destrocen las montañas, nunca cesa
esta actividad. ¿Quién ante estas conmociones de los montes podrá dejar de considerarlas
como un indicio del amenazante juicio? ¿Quién podrá pensar que tales llamaradas no sean
una especie de armas arrojadizas que provienen de un fuego colosal e indescriptible?9

Gregorio de Nisa

También habla repetidas veces del “fuego inextinguible” y de la inmortalidad del “gusano”
de una sanción eterna y amenaza al pecador con sufrimientos eternos y eterno castigo, sin
embargo, al igual que Orígenes cae en el error de pensar que las penas del infierno no eran
eternas.

“Y la vida dolorosa de los pecadores tampoco tiene comparación con las sensaciones de los
que sufren acá. Pero incluso en el caso de que se aplique a algún castigo de allá el nombre
con que se le conoce acá, la diferencia no es pequeña. Efectivamente, al escuchar la palabra
fuego, has aprendido a pensar algo distinto del fuego de acá, porque en él se encuentra una
cualidad que no hay en éste: aquel, efectivamente, no se extingue, mientras que éste de
acá puede ser extinguido por los múltiples medio que enseña la experiencia, y la diferencia
es grande entre un fuego que se extingue y otro que es inextinguible. Por tanto, es otro, y

9
Tertuliano, De la penitencia, 12: PL 1,1247

16
no el mismo que el de acá. Y también cuando uno oye la palabra gusano, que por la
semejanza del nombre no se deje arrastrar a pensar que este animalito terrestre, porque la
añadidura del calificativo «eterno» supone que se ha de pensar en otra naturaleza diferente
de la que conocemos”10

Juan Crisóstomo

San Juan Crisóstomo da una explicación detallada de la diferencia entre la pena de daño y
de sentido, y de cómo la primera es la principal pena del infierno por implicar la separación
definitiva de Dios.

“La doble pena del infierno: El fuego y la privación de Dios. Aparentemente no hay aquí más
que un solo castigo, que es el ser quemado por el fuego; sin embargo, si cuidadosamente
lo examinamos, veremos que son dos, porque el que es quemado es juntamente desterrado
para siempre del reino de Dios. Y este castigo es más grave que el primero. Ya se que
muchos sólo temen al fuego del infierno, pero yo no vacilo en afirmara que la pérdida de la
gloria eterna es más amarga que el fuego mismo. Ahora, que eso no lo podamos expresar
con palabras, nada tiene de extraño, pues tampoco sabemos la naturaleza de los bienes
eternos para podernos dar cabal cuenta de la desgracia que es vernos privados de
ellos….Cierto, insufrible es el infierno y el castigo que allí se padece. Sin embargo, aun
cuando me pongas mil infiernos delante, nada me dirás comparable con la perdida de
aquella gloria bienaventurada, con la desgracia de ser aborrecido de Cristo, de tener que
oír de su boca «no te conozco». De que nos acuse de que le vimos hambriento y no le dimos
de comer. Mas valiera que mil rayos nos abrazaran, que no ver aquel manso rostro que nos
rechaza, y que aquellos ojos serenos no pueden soportar mirarnos” 11.

10
Gregorio de Nisa, La Gran Catequesis, 40, 7-8: bPa 9, 139
11
Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo 23,8 BAC 141, 489-491

17
El fuego en el catecismo de la Iglesia católica 696: Los símbolos del Espíritu Santo

Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu


Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El
profeta Elías que "surgió [...] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48,
1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18,
38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que
precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que
"bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido
a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En
forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana
de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este
simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf.
San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).

Uso litúrgico del fuego12

El fuego es uno de los símbolos litúrgicos más expresivos y más antiguos. Todos los credos
de la antigüedad le otorgaron un lugar destacado a este elemento cuya misteriosa
naturaleza e irresistible poder causó que a menudo fuese adorado como un dios. El sol,
como el principio de calor y luz para la tierra, fue considerado como una masa ígnea y tuvo
su participación en esta adoración. El cristianismo adaptó esta creencia habitual, pero les
negó el título divino al calor y a la luz, y los hizo símbolos de la divinidad, que ilumina y
calienta la humanidad. El simbolismo llevó de manera natural al rito litúrgico por el cual la
Iglesia en la víspera de la Pascua celebra el misterio de la Muerte y Resurrección de
Jesucristo, del cual el fuego extinguido y reavivado proporciona la imagen expresiva. El

12
Información tomada de: Leclercq, Henri. "Uso litúrgico del fuego." Enciclopedia católica. Vol. 6.
12 Mar. 2012

18
comienzo del oficio también refleja creencias antiguas. El fuego nuevo se toma de un
pedernal y se bendice con esta oración:

"Señor Dios, Padre Todopoderoso, luz inextinguible, que has creado todas las luces, bendice
esta luz santificada y bendecida por ti, que has iluminado al mundo entero; ilumínanos por
esa luz e inflámanos con el fuego de tu esplendor; y así como iluminaste a Moisés cuando
salió de Egipto, ilumina así nuestros corazones y sentidos para que podamos alcanzar la vida
y la luz eterna a través de Cristo nuestro Señor. Amén."

Cuando se ha sacado el fuego del pedernal, se enciende el candelabro triple y el diácono


canta el “Exultet”, un poema litúrgico cuyo estilo es tan vívido y encantador como la melodía
que lo acompaña. Se conserva todavía en la liturgia romana. En Oriente la ceremonia del
fuego nuevo ocupa un lugar de considerable importancia en el ritual pascual de la Iglesia
Griega en Jerusalén. Esta es la ocasión para manifestaciones escandalosas de una piedad
que a menudo degenera en orgías dignas de ritos paganos. El Diario del Marqués de Nointel,
en el siglo XVII, narra escenas que no pueden ser transcritas y que tienen lugar de forma
periódica. Esta ceremonia es peculiar a la ciudad santa y no figura en el ritual bizantino
ordinario.

En Occidente vemos a los irlandeses, ya en el siglo VI, que encendían grandes fogatas al caer
la noche en la víspera de la Pascua. La correspondencia de San Bonifacio con el Papa
Zacarías proporciona un detalle curioso sobre este tema. Estos fuegos se encendían, no con
tizones de otros fuegos, sino con lupas; por lo tanto, eran fuegos nuevos. No hay rastro de
esta costumbre en la Galia, donde los libros litúrgicos merovingios guardan silencio sobre
el punto. Es difícil decir lo que sucedió en España, pues aunque el misal mozárabe contiene
una bendición del fuego al comienzo de la vigilia de Pascua, difícilmente se puede admitir
que esta ceremonia era primitiva. Puede haber sido insertada en ese misal en una fecha
posterior como lo fue en el misal romano, en el cuyo caso el fuego se obtenía de un pedernal

19
y acero. Es posible que la costumbre, de origen bretón o el celta, fuese impuesta a los
anglosajones, y los misioneros de esa nación la trajeron al continente en el siglo VIII.

Un rito muy diferente, aunque de significado similar, se seguía en Roma. El Jueves Santo,
en la consagración del santo crisma, se recogía en todas las lámparas de la basílica de Letrán
una cantidad de aceite suficiente para llenar tres vasos grandes depositados en la esquina
de la iglesia. Las mechas ardían en este aceite hasta que la noche del Sábado Santo, cuando
se encendían de estas lámparas las velas y otras luminarias mediante las cuales, durante la
vigilia pascual, se lanzaba luz sobre las ceremonias de la administración del bautismo. Este
rito debe haberse realizado con cierta solemnidad puesto que la carta del Papa Zacarías a
San Bonifacio establece que un sacerdote, tal vez incluso un obispo, debía oficiar en esta
ocasión. Por desgracia, nos vemos reducidos a esta información un tanto vaga, ya que ni los
Ordines Romani ni los sacramentarios nos dicen nada acerca de esta ceremonia. Esta
bendición del cirio pascual y el fuego al comienzo de la vigilia pascual son ajenos a Roma.
Las grandes lámparas preparadas el Jueves Santo suministraban el fuego para el viernes y
el sábado sin que fuese necesaria la producción solemne de un nuevo fuego. La fiesta de la
Purificación o Candelaria (2 de febrero) tiene un famoso rito con oraciones antiguas
relativas a la emisión del fuego litúrgico y la luz. Uno de ellos invoca a Cristo como "la luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo". El cántico de Simeón,
"Nunc Dimittis", se canta con la antífona "Una luz (que han visto mis ojos) para la revelación
de los gentiles y para la gloria de tu pueblo Israel."

En la fiesta de Pentecostés recordamos el misterioso acontecimiento de Jerusalén: el


Espíritu Santo que desciende como una ráfaga de viento impetuoso y unas lenguas de fuego
sobre los discípulos de la primera comunidad cristiana. Es el cumplimiento de otro hecho
profético, cuando, sobre el monte Sinaí, Yahvé ofreció a Israel su Alianza en medio de
truenos, relámpa-gos y fuego: "todo el monte Sinaí humeaba, porque Yahvé había
descendido sobre él en forma de fuego" (Ex 19,18).

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El fuego se ha convertido en el símbolo de la presencia divina, y en particular del Espíritu
Santo. Ciertamente el fuego es la figura que expresa más poderosamente la fuerza
renovadora y santificadora del Espíritu de Jesús.
En la vida humana, además de su inestimable utilidad práctica, el fuego se toma muchas
veces como lenguaje simbólico para expresar el amor, el odio, la vida, la destrucción. ¿En
qué sentido funciona su lenguaje en la liturgia?

En nuestras celebraciones13
ü Ante todo, aparece el fuego continuamente en forma de lámparas y cirios
encendidos durante la celebración o delante del sagrario.
Aparte del simbolismo de la luz, entra aquí también esa misteriosa realidad que se
llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra,
embellece, calienta, dando sentido poético y familiar a la celebración.
ü Pero es en la Noche de Pascua, en la Solemne Vigilia, cuando la celebración queda
(enriquecida de modo más explícito con el simbolismo del fuego.
La hoguera que arde fuera de la iglesia, y de la que se va a encender el Cirio, es un
hermoso centro de atención para este primer momento preparatorio de la
celebración pascual. Todo el triunfo de la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el frío,
de la vida sobre la muerte —misterio que proclamarán solemnemente las lecturas y
las acciones sacramentales de la gran noche— queda ya como iniciado en este
lenguaje plástico del fuego nuevo en torno al cual se reúne la comunidad. De allí
partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y la luz se irá comunicando
progre- sivamente a cada uno de los participantes.

En el Misal Romano, la oración qué acompaña a este fuego es expresiva:


"Oh Dios, que por medio de tu Hijo has dado a tus fieles el fuego de tu luz; santifica
este fuego y enciende en nosotros durante estas fiestas pascuales un deseo tan

13
Información tomada del libro: Aldazabal, José. “Gestos y símbolos”

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grande del cielo, que podamos llegar con corazón limpio a las fiestas de la eterna
luz".

Es mucho más abundante en ideas la bendición del fuego pascual en la liturgia


hispano-mozárabe. Entre otras oraciones hay una que orienta claramente el fuego
hacia su simbolismo del Espíritu:

"Te ofrecemos, Señor, la figura de este brillante cirio, encendido con el fuego divino
por el que Tú mandaste, según tu voluntad, que fuese creada toda la materia; y al
ofrecértelo, lo encendemos con nuestras indignas manos, rogando a tu bondad que,
con el soplo de tu Espíritu Santo, que en otro tiempo apareció sobre tus apóstoles
en forma de fuego refulgente dividido como en lenguas, te dignes bendecirlo y
santificarlo..."
El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la
Noche Pascual. Pero en su raíz está el fuego, que tiene sus direcciones propias y
riquísimas.

ü Otra ocasión, también solemne, aunque menos conocida, es el rito de la Dedicación


de la iglesia.
Uno de sus ritos "explicativos" es particularmente expresivo: el del fuego. Sobre el
altar se coloca un brasero, se enciende fuego, y sobre él se quema incienso. Se
puede hacer también directamente sobre el altar, si es de piedra. De ese fuego y ese
incienso se pasará por primera vez en la celebración a incensar al pueblo, a los
ministros y las paredes del templo dedicado, así como a encender los cirios y
lámparas, que hasta ese momento han estado apagados.

El sentido de ese fuego sobre el altar es claro: en esa mesa se va a realizar el


memorial del Sacrificio de Cristo. Como los sacrificios del A.T. se consumían por el
fuego, aquí se invoca de alguna manera la fuerza santificadora de Dios sobre nuestro

22
sacrificio. Ese fuego, como antes se expresaba claramente con el canto del "Veni
Creator" en este momento, es el Espíritu Santo, que precisamente en cada Eucaristía
será invocado so- bre los dones de pan y vino para que El actúe su misteriosa
conversión en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Ahora no se canta el "Veni Creator" y no
se nombra explícitamente al Espíritu Santo, para que no se centre en es- te
momento excesivamente la atención de la comunidad, sino más bien sobre la
plegaria consecratoria. Pero la intención sigue siendo la misma: ese fuego es un
símbolo del sacrificio de Cristo y del poder santificador de Dios que toma posesión
del altar y de lo que sobre él se celebrará en el futuro.

El disminuir la expresividad de este momento, aunque se haya he- cho con la


intención de conservar el equilibrio general de la celebración, supone también
debilitar la expresividad simbólica del fuego sobre el al- tar. La oración que en el
Sacramentario Veronense acompañaba a este ri- to hablaba claramente del
simbolismo del Espíritu: "non ignis alienus... (no un fuego ajeno) sed Sancti Spiritus
(sino el del Espíritu)..." Y toda- vía en algunas oraciones del Misal se sigue aludiendo
a este tema. En la oración sobre las ofrendas de la fiesta de S. Jorge, mártir, se pide:
"que tu Espíritu Santo, Señor, inflame con su fuego las ofrendas que hemos puesto
sobre tu altar, de modo que al recibirlas nosotros quedemos en- cendidos de aquel
amor con el que los mártires superaron todos los tor- mentos".

ü No son, pues, muchos los momentos en que el fuego aparece en nuestras


celebraciones, aparte de los cirios o del incienso. Pero todavía podríamos nombrar
un rito: la cremación.
La costumbre cristiana, heredada de los judíos, en relación a los difuntos es su
entierro, su inhumación, que tradicionalmente se ha considerado más conforme con
la fe en la resurrección de los cuerpos.
Pero esta sensibilidad va variando, y no es ahora extraño el caso en que también los
cristianos deciden incinerar los restos de las personas queridas, cosa que en el fondo

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no ofrece gran diferencia en cuanto al destino de los restos mortales y la fe en su
futura resurrección.

El nuevo Código, en su canon 1176, aunque recomienda la inhumación, no prohibe


la cremación, "a no ser que se haya elegido por razones contrarias a la doctrina
cristiana".
El fuego, pues, también en este momento de las exequias, podría expresar con
fuerza su carácter de elemento purificador, dando al rito un tono de sacrificio
consumado ante Dios del propio cuerpo, símbolo de ese otro sacrificio continuado
que ha sido la vida cristiana unida en todo a Cristo Jesús.

Sugerencias pastorales para el uso del fuego en la liturgia14

Como vemos, es escaso el uso que se hace del fuego en la liturgia, comparado con el
profundo significado que tanto humanamente como en la Biblia tiene su simbolismo.
Unas pocas sugerencias para potenciar su empleo en los momentos ya establecidos, y
también para ampliarlo con imaginación pastoral:
1. En la Vigilia Pascual se trataría de hacer bien la hoguera inicial, pero sin exagerar su
importancia: lo principal de la celebración vendrá después, en la proclamación de la
Palabra y los sacramentos; si se quiere organizar, en ambientes más juveniles, una
fiesta en torno al fuego, esto debería hacerse no antes de la celebración —seria
adelantar el clímax de alegría que debe brotar del anuncio de las lecturas- sino más
bien después de toda la Vigilia;
2. En la fiesta de la Dedicación se ha relativizado el gesto del fuego sobre el altar; con
todo conviene recordar que el n. 18 del Ritual dice que "las Conferencias Episcopales
pueden adaptar este Ritual a las costumbres de cada país": no sería improcedente
dar al rito del fuego sobre el altar un mayor relieve;

14
Información tomada del libro: Aldazabal, José. “Gestos y símbolos”

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3. En nuestras celebraciones habría que cuidar ese simbolismo, tan sencillo y profundo
a la vez, de las velas, lámparas, cirios (el Cirio Pascual en primer lugar): no
minimizarlo, sino dejar que su lenguaje exprese con transparencia nuestra fe y
nuestra alegría; lo mismo el uso de antorchas encendidas en las procesiones;

4. Hay varias celebraciones que admitirían, con una dosis de imaginación y de sentido
común, un mayor uso del lenguaje simbólico del fuego:
ü por ejemplo, en celebraciones penitenciales, expresando con el fuego la
purificación del pecado,
ü en concreto el miércoles de ceniza, con algún signo de que no só- lo
"imponemos" la ceniza, sino que "hacemos" ceniza, quemando algo que
simbolice el pecado y el hombre viejo,
ü en torno a la Confirmación, en alguna de las celebraciones preparatorias, se
ha utilizado en varias partes el simbolismo del fuego para mentalizar en lo
que va a ser el Sacramento: la donación del Espíritu;
ü en varias adaptaciones de la Misa romana, por ejemplo, al lenguaje cultural
de la India, juega un papel más importante que entre nosotros es- te signo,
con lámparas, ofrenda de fuego, etc.
Dado que es un signo tan universal y tan expresivo, un mayor uso del fuego en las
celebraciones cristianas sería una pista interesante de creatividad pastoral.

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Conclusión

El fuego ha sido uno de los elementos que ha marcado la historia del universo y de la
humanidad, sus diversos sentidos, tanto mitológico como cósmico, ponen de manifiesto
que éste ha jugado un papel decisivo en la historia humana, y lo sigue haciendo, pues no se
ha limitado a la dimensión cósmica, sino que también posee un gran valor religioso pues es
signo de la divinidad.

Desde el punto de vista cristiano, el fuego se ha visto desde diferentes puntos de vista:
como medio de purificación. En el culto, el fuego sacrificial se usaba para quemar ofrendas
en el altar e incienso en el incensario. Como Yahvé estaba presente en medio de su pueblo
como juez que libera y castiga, el fuego que lo acompañaba se hizo expresión de dos
aspectos diferentes de su actividad. En primer lugar, era señal del juicio divino; en segundo
lugar, del favor divino, al mostrar Dios por medio del fuego su aceptación de un sacrificio
Era también señal de la guía de Dios, como aparece en las columnas de fuego y de nube en
el éxodo. También ha sido visto como signo de la manifestación de Dios, de donde habla
con su pueblo.

Son diversos los sentidos que el fuego tiene en la visión cristiana, lo importante es que todo
esto pone de manifiesto que es, ha sido y seguirá siendo un elemento de suma importancia
para la vida terrenal del hombre y sobretodo para su sentido espiritual, porque gracias al
signo del fuego puede acceder a una realidad divina que lo trasciende.

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