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Índice
Sinopsis Capítulo 19

Capítulo 1 Capítulo 20

Capítulo 2 Capítulo 21

Capítulo 3 Capítulo 22

Capítulo 4 Capítulo 23

Capítulo 5 Capítulo 24

Capítulo 6 Capítulo 25

Capítulo 7 Capítulo 26

Capítulo 8 Capítulo 27

Capítulo 9 Capítulo 28

Capítulo 10 Capítulo 29

Capítulo 11 Capítulo 30

Capítulo 12 Capítulo 31

Capítulo 13 Capítulo 32

Capítulo 14 Capítulo 33

Capítulo 15 Capítulo 34

Capítulo 16 Capítulo 35

Capítulo 17 Capítulo 36

Capítulo 18
Sinopsis
Dicen que cuando tomas venganza contra otro pierdes parte de tu
inocencia.

Pero no soy inocente.

No lo he sido durante mucho tiempo.

Mi inocencia me fue robada. Tomada fue la vida que se suponía que


tuviera. Con el alma con la que nací. El corazón de rubí incrustado en
una vida llena de sueños y esperanzas.

Se fue.

Se esfumó.

Nunca tuve siquiera una opción.

Lloré por esa vida. Lloré por los qué-si.

Hasta ahora.

Estoy lista para recuperar lo que siempre estuvo destinado a ser mío.

Pero cada plan tiene un defecto fatal. A veces es el corazón.


1
Presente
—Cariño, ¿ya estás lista? —llama la voz de mi marido desde la otra
habitación.

Miro mi reflejo en el espejo mientras me pongo mis aretes de perlas,


susurrando para mí—: Sí.

Enderezándome y alisando la impecable tela de mi vestido, paso mis


dedos a través de mi largo cabello rojo. Una manta de carmín. Ondas
sueltas cayendo sobre mis hombros desnudos. La frescura de la seda
azul de medianoche se aferra a las ligeras curvas de mi pequeña figura.
La estoica y buena esposa. Mi esposo, el faro de mi admiración, o así
parece.

—Impresionante.

Mis ojos se mueven en el espejo hacia Bennett mientras él se pasea


en mi armario y hacia el tocador donde estoy de pie. Arrastra mi cabello
hacia un lado, exponiendo mi cuello para besarlo.

—Mmmm —tarareo por su toque antes de girar en sus brazos para


ajustar su corbatín negro.

Sus ojos están fijos en mí mientras me centro en su cuello, y cuando


levanto la mirada, él me da una suave sonrisa. Se la devuelvo. Él llama
la atención con su fuerte estructura ósea, mandíbula cuadrada y
cabello castaño con tenues manchas plateadas. Un signo de sus treinta
y cuatro años y estatus influyente. Un magnate. Dueño de la empresa
siderúrgica más grande del mundo. Él es poder. Y yo la destinataria.

—Baldwin tiene el auto listo —dice antes de besar mi frente.

Agarro mi bolso y Bennett me ayuda con mi abrigo antes de llegar al


ascensor. Mientras caminamos por el lobby de The Legacy, mi hogar
durante los últimos tres años, Bennett mantiene su mano en mi
espalda, dirigiéndome hacia la fría noche de invierno.
—Señor Vanderwal. —Baldwin, nuestro conductor y buen amigo de
mi esposo durante años, saluda con una inclinación de cabeza antes de
girar su atención hacia mí—. Señora.

—Buenas tardes —digo mientras deslizo mi mano en la suya, y me


ayuda a entrar en el asiento trasero del Land Rover.

Bennett entra después de mí y pone mi mano en su regazo mientras


Baldwin cierra la puerta y entra al asiento delantero. “Metamorfosis” de
Glass, la favorita de Bennett, traga el silencio y llena el auto.

Levantando mi mano libre, la coloco en la ventana helada, sintiendo


la humedad y el frío mientras se cuela en mi piel.

—Me encanta la nieve —murmuro, más para mí que para mi esposo,


pero él responde de todos modos.

—Dices eso cada invierno.

Girando para mirarlo y luego hacia nuestras manos entrelazadas,


suelto un suave tarareo antes de que él se mueva y diga—: Así que,
Richard dijo que se detuvo en este hotel el otro día y mencionó que sería
un buen lugar para celebrar nuestra fiesta de Víspera de Año Nuevo de
este año.

—¿Cuál es el nombre?

—Lotus.

—Interesante —señalo antes de preguntar—: Este es el nuevo hotel


de McKinnon, ¿cierto?

—De su hijo, en realidad. Todavía tengo que conocerlo.

—Hmmm.

Dándole a mi mano un ligero apretón, pregunta—: ¿Por qué esa


mirada?

—McKinnon puede ser, bueno...

—¿Un imbécil?

Sonrío y estoy de acuerdo. —Sí. Solo que nunca supe que tenía
hijos, eso es todo.
Conduciendo a través del tráfico de la noche del sábado en el
circuito de Chicago, finalmente llegamos hasta la nueva construcción
del hotel-boutique que abastecerá a la élite de la ciudad. Tendemos a
encontrarnos en un número monótono de eventos como este. Con el
estatus de Bennett, no solo en esta ciudad, sino en todo el mundo, su
presencia es de un acuerdo en busca de publicidad y otras razones.
Pero Bennett se ha encontrado en varios negocios con Calum McKinnon
a lo largo de los años, así que el evento de esta noche no era uno que
nos pudiéramos saltar.

Cuando Baldwin abre la puerta y me ayuda a bajar, me pongo


derecha y ajusto mi vestido antes de ser llevada a través de las puertas
de cristal y dentro del lobby de Lotus. Mientras Bennett deja mi lado
para marcar nuestros abrigos, miro el decoro de los huéspedes y
muerdo el interior de mi mejilla. Sé que estoy con el hombre más rico de
aquí, pero mis nervios tienden a manchar mi coraje, preguntándome si
esta gente puede ver a través de mí.

Soy recibida con una copa de champán y los ojos de unas cuantas
mujeres que sirven en algunas de las juntas de caridad en las que me
reúno.

—¿Estás lista, cariño?

Mi esposo envuelve su brazo alrededor de mi cadera y nos guía a la


primera de muchas interacciones que tendremos. Doy brillo a mi
sonrisa, levanto mi barbilla e interpreto el papel. El papel que he
interpretado desde que conocí a Bennett.

Es un esposo amoroso, siempre lo ha sido. Firme en sus negocios,


pero tan suave conmigo, como si yo fuera frágil. Tal vez solía serlo, pero
ya no. Soy tan fuerte como se necesita ser. La debilidad se deriva del
alma. La mayoría tiene una, lo que le da a una mujer como yo la
influencia. Influencia para jugar con la gente a mi gusto, y así lo hago.

—¡Nina! —Escucho que mi nombre es dicho por una de mis amigas.

—Jacqueline, te ves hermosa —digo mientras se inclina para besar


mi mejilla.

—Bueno, ni siquiera puedo competir contigo. Hermosa como


siempre —dice antes de girar su atención a Bennett y ruborizarse
mientras lo saluda. Estoy segura de que también empapó sus bragas.
Es una coqueta desesperada. Su esposo es una pobre excusa de
hombre. Pero ese esposo es un socio de negocios de Bennett, así que
acepto su mierda de misógino y siento lástima por la tonta con quien se
casó. Ha estado tratando de entrar en los pantalones de mi esposo
desde la primera vez que la conocí. Nunca he dicho una palabra porque
la desesperación no es algo a lo que Bennett se sienta atraído.

Mientras Jacqueline coquetea con mi esposo, yo escaneo la


habitación. Todos con sus mejores vestidos, bebiendo y socializando.
Alejo la vista de la gente tonta y me fijo en el elegante y moderno diseño
del hotel. Un estilo minimalista pero claramente bañado en dinero.
Mientras paso mi mirada alrededor de la habitación, aterrizo en un par
de ojos mirándome fijamente. Ojos que captan mi interés. De pie en un
pequeño grupo, sin prestar atención a una sola persona a su alrededor,
un hombre, un hombre sorprendentemente atractivo, me está
observando. Incluso cuando lo miro desde el otro lado de la habitación,
no desvía su mirada de mí; él simplemente da una pequeña sonrisa
antes de tomar un sorbo de su whisky. Cuando una rubia delgada
acaricia su brazo, el contacto se pierde.

Impecablemente vestido con un traje a medida, tiene un aspecto un


poco indiferente a su alrededor. Su cabello está peinado libremente,
como si acabara de pasar sus manos a través de las gruesas hebras y
dijera a la mierda, y su mandíbula definida está cubierta de rastrojo de
un día. Pero ese traje... sí, ese traje está cubriendo claramente un
cuerpo que está bien mantenido. Las líneas y cortes abrazan su forma,
acentuando amplios hombros que van abajo a caderas delgadas.

—¿Cariño?

Apartando mi persistente mirada, me giro hacia la mirada curiosa de


mi esposo y me doy cuenta de que Jacqueline ya no está a su lado.

—¿Qué llamó tu atención? —pregunta.

—Oh. Simplemente estoy viendo todo. Este lugar es asombroso,


¿verdad?

—Te estaba preguntando por la fiesta, pero supongo que estabas


distraída. Entonces, ¿qué te parece?
—Sí, estoy de acuerdo. Este sería un gran lugar y un cambio
agradable de escenario —digo, y cuando lo hago, veo al chico a la
mierda acercándose. Tiene una facilidad en su andar, y las otras
mujeres en la habitación también lo notan.

—Debes ser Bennett —dice en un sedoso acento escocés, áspero que


me recuerda al acento de su padre mientras extiende su mano hacia mi
esposo—. Soy Declan McKinnon. Mi padre habla muy bien de ti.

—Es bueno conocerte finalmente, Declan. No he visto a Cal aquí esta


noche —dice Bennett mientras sacude la mano del chico a la mierda,
que ahora tiene un nombre.

—No está aquí. Tuvo que volar a Miami para ocuparse de algunos
negocios.

—Ese viejo bastardo nunca deja de moverse, ¿verdad? —Bennett ríe


y Declan se une, sacudiendo su cabeza, diciendo—: Sesenta años y
todavía ladrando órdenes a cualquiera que escuche. Demonios, incluso
a los que no escuchan.

Cuando Declan me mira, mi esposo se disculpa y dice—: Declan,


esta es mi esposa, Nina.

Tomando mi mano, se inclina y besa mi mejilla antes de retirarse y


halagarme. —Es un placer. No pude evitar mirarte a través de la
habitación. —Mirando a Bennett, añade—: Eres un hombre afortunado.

—Se lo digo a ella todos los días.

Pongo mi sonrisa como una buena esposa debería. He estado


haciendo esto durante años, entumecida a los elogios ridículos que
estos hombres tienden a tirar en sus pobres intentos de ser
caballerosos. Puedo ver que Declan no lo intenta. Sus hombros están
flojos. Está relajado.

—Este lugar es un gran logro. Felicitaciones —le dice Bennett.

—Gracias. Solo me tomó algunos años de mi vida, pero… —dice


mientras mira a sus alrededores—. Es exactamente como me la
imaginé. —Antes de traer sus ojos de nuevo a mí.
Este tipo está coqueteando completamente, y me sorprende cuando
esto pasa desapercibido para Bennett mientras continúa con la
conversación.

—Le estaba diciendo a Nina que tu hotel proporcionaría un telón de


fondo perfecto para nuestra fiesta de fin de año que hacemos para
nuestros amigos.

Me involucro con una sonrisa, diciendo—: Es un evento anual donde


mi esposo da rienda suelta, permitiéndome crear un evento para
acentuar su poder financiero, simplemente para recordarle a todos
quién está en la cima. Un extensor de pene, por así decirlo, y se debe a
su visita una vez al año —bromeo con una feminidad tierna que tiene a
los chicos riendo con diversión con mis ácidas palabras. Me rio con
ellos mientras le disparo a mi marido un guiño coqueteo.

—Ella tiene una boca dulce —dice Declan.

—No tienes ni idea —responde Bennett mientras mira hacia mí con


su sonrisa—. Pero a pesar de lo que dice, le encanta planificar este
compromiso anual, y me emociona verla gastar todo mi dinero
duramente ganado. Pero estamos en un aprieto porque el lugar que
seleccionamos hace unos meses ahora está en renovación y el espacio
no estará listo a tiempo.

—¿Cuándo se lleva a cabo este evento?

—Es un baile de Víspera de Año Nuevo —responde.

—Suena como que es factible —dice Declan mientras saca una


tarjeta de presentación de su chaqueta de traje, y en vez de entregársela
a Bennett, me la da a mí, diciendo—: Ya que parece que eres la mujer a
la que voy a responder, aquí están mis números de contacto.

Tomando la tarjeta de entre sus dedos, observo cómo se gira y le


dice a mi marido—: Voy a estar seguro de supervisar la planificación
para asegurar que Nina reciba todo lo que pida.

—Parece que voy a escribir un gran cheque este año —bromea mi


esposo—. Bueno, Declan, fue genial finalmente poner un rostro al
nombre, pero si nos disculpas, me gustaría alardear de mi esposa en la
pista de baile.
Cuando Bennett nos lleva a la repleta pista de baile y me envuelve
en sus brazos, aprovecho la oportunidad para mirar por encima de su
hombro para encontrar a Declan mirándome fijamente. Este tipo no
hace ningún reparo sobre su interés, y una punzada de euforia vibra
dentro de mí mientras mi marido lentamente me mueve con facilidad.

Continuamos pasando la noche mezclándonos y visitando a amigos


y socios de negocios antes de retirarnos por la noche y volver a The
Legacy. Saliendo del elevador y entrando al ático que Bennett poseía
cuando lo conocí hace cuatro años, caminamos a través de la oscura
sala de estar. La única luz es de la luna lanzando su resplandor detrás
de las nubes llenas de nieve fuera del piso a las ventanas del techo que
atraviesan las dos paredes. Entro en la suite principal detrás de
Bennett, y mientras me quito los tacones, levanto la mirada para ver
que él ya ha deshecho su pajarita y cuelga alrededor del cuello de su
camisa de esmoquin blanco, que ahora está desabotonando.

Sus ojos están absortos mientras se mueven por mi cuerpo. Me


quedo allí mientras se acerca lentamente y luego desliza sus manos por
mis costados hasta estar de rodillas delante de mí. Corre sus manos por
mis piernas a través de la abertura en mi vestido, y tan pronto como
sus dedos golpean mis bragas, lo apago.

La jaula de acero se envuelve alrededor de mi corazón y antes de que


mi estómago pueda girar, lo apago.

Entumecida.

Vacía.

Él arrastra mis bragas por mis piernas y salgo de ellas antes de


sentir el calor de su lengua cuando la desliza por la unión de mi coño,
pero soy capaz de evitar ser entretenida con el menor impulso de
intimidad. He estado durmiendo con mi esposo durante años, pero me
niego a permitir el placer que le llevo a creer que estoy experimentando.

¿Por qué?

Te diré por qué.

Porque lo odio.
Él cree, en este momento, que estamos haciendo el amor. Su pene
me llena lentamente mientras me acuesto debajo de él.

Brazos entrelazados alrededor de su cuello. Piernas abiertas


ampliamente, invitándolo a ir más profundo mientras él hace una
comida de mis tetas. Él cree todo lo que yo quiero que crea. Siempre lo
ha hecho. Pero esto es solo un juego para mí. Un juego en el que él
tontamente ha caído. Nunca cuestiona mi amor por él, y ahora mi
cuerpo se retuerce debajo del suyo y gime con placer fingido cuando él
se viene duro, sacudiendo sus caderas dentro de mí, diciéndome cuánto
me ama, y le respondo con sus exactas palabras.

—Dios, Bennett, te amo tanto —jadeo.

Su cabeza está en el hueco de mi cuello mientras intenta calmar su


respiración, y cuando la levanta, corro mis dedos a través de su cabello
y cuero cabelludo húmedo mientras me mira a los ojos.

—Eres tan impresionante así.

—¿Así cómo? —cuestiono en voz baja.

—Saciada.

Idiota.
2
Presente
Rodando sobre la cama, me encuentro sola. Nada nuevo. El olor de
la colonia para después de rasurarse de Bennett sigue en el aire, y
cuando me muevo y camino a la sala, lo veo sentado en la barra de la
cocina. Está leyendo un archivo mientras bebe café. Atando el cinturón
de mi bata de seda alrededor de mi cintura, me acerco hacia él por
detrás, envolviendo mis brazos sobre sus hombros, dándole un beso.

—Buenos días —dice él con una sonrisa, feliz de verme.

—Estás despierto temprano —respondo mientras noto su traje de


tres piezas.

Bajando el archivo, se voltea para tirar de mí entre sus piernas. —


Me voy a Dubái. ¿Lo olvidaste?

—Por supuesto que no. Pero no te vas hasta dentro de otras pocas
horas —digo y dejo caer mi cabeza, añadiendo una mueca de tristeza—.
Ojalá pudieras quedarte.

Besando mis labios, él se aleja y acaricia con sus dedos mi largo


cabello, peinándolo hacia atrás.

—Solo son unos pocos días. Además, estarás ocupada.

—¿Ocupada?

—Necesito que comiences a preparar todo para la fiesta. Está a poco


más de un mes y los anuncios necesitan salir pronto. Richard no va a ir
conmigo, así que estará cerca esta semana por si necesitas algo.

Richard es el esposo de Jacqueline y socio de negocios de Bennett.


Siempre me ha rozado de la forma incorrecta, pero finjo que me cae
bien solo por Bennett.

Él usa un ascot1 por Dios santo.

1 Tipo de corbata que va por dentro del cuello.


—Está bien. Bueno, haré algo de trabajo desde aquí hoy y luego
llamaré al hotel para organizar una reunión.

Mientras camino para preparar una taza de té caliente, Bennett


vuelve a su trabajo antes de tener que tomar su vuelo. Después de un
rato, Baldwin baja la maleta de él al auto mientras nos despedimos.

—Voy a extrañarte —murmuro, a lo cual él responde—: Cariño,


siempre dices eso.

Frotándome contra él, cubro su boca con la mía. —Porque siempre


lo hago.

Él sonríe.

Yo sonrío.

—Llámame tan pronto aterrices así sé que estás bien.

—Te amo.

Lo sigo al ascensor y le doy un último beso antes de que se vaya y


luego regreso al estudio para trabajar en la computadora portátil.
Poniéndome cómoda, la abro y tecleo Declan McKinnon en el buscador.
Enlace tras enlace llena la pantalla. Doy clic en uno y leo:

Declan Alexander McKinnon

Nacido en Edimburgo, Escocia.

Edad: 31

Hijo de Calum McKinnon y la fallecida Lillian McKinnon.

Estudios de MBA en la Universidad de St. Andrews en Escocia.

Continúo leyendo sobre su variedad académica, logros y


reconocimientos en los negocios.

Me he encontrado con su padre en varias ocasiones y sé que su


apellido es uno muy respetado, así que puedo imaginar la presión sobre
él para mantenerlo así.

Doy clic en la búsqueda de imágenes, cientos de fotografías de él


llenan la pantalla con una variedad de mujeres acompañándolo del
brazo. Claramente él disfruta su estatus de soltero codiciado, pero
parece que es nuevo en el área de Chicago.

Sin meditar en él demasiado, cierro el internet y abro la libreta de


direcciones de Bennett para comenzar a trabajar. Debido a su
notoriedad, nuestro extravagante evento anual despierta las ansias de
los egos.

Solo por eso, la seguridad y privacidad son una necesidad.

En lugar de mi habitual disgusto por mi marido, debo darle crédito


por ser un hombre hecho por sí mismo. Por la construcción de esta
empresa de miles de millones de dólares desde cero y hacer que el
nombre Vanderwal sea algo para ser admirado. Un nombre que me
adorna cuando mi pasado estaba manchado.

Una vez tengo una lista de invitados, se la envío por correo


electrónico a Bennett para que la vea. Saliendo del estudio, Clara llama
mi atención. Está ocupada guardando víveres en la cocina cuando
digo—: No te escuché entrar.

—Señora Vanderwal, hola —dice dulcemente—. Su esposo insistió


en que viniera hoy porque se iba de viaje de negocios ¿Todavía está
aquí?

—No, ya se fue. —Caminando, paso a la cocina y empiezo a ayudarla


a guardar la comida.

—Deje de preocuparse por esto —regaña ella juguetonamente y


sonrío cuando me saca de la cocina.

Nunca tuve una mamá, y aunque Clara es una empleada, llena


nuestra casa con una calidez que solamente una mujer con un fuerte
sentido maternal puede hacer.

—¿Quiere que le prepare una taza de té?

—No gracias. Ya tomé una.

Tomo asiento en la barra mientras ella pregunta—: ¿Tiene hambre?

Sacudiendo la cabeza, digo—: Creo que hoy voy a quedarme aquí.


Bennett quiere que empiece a trabajar en el baile, así que me imagino
que voy a acostarme y buscar ideas por internet.
—¿Ya es ese momento?

—Mmm hmm.

—Qué rápido pasan los años. Cuando tienes mi edad, es mejor no


parpadear. Nunca —dice ella con una suave sonrisa mientras comienza
a sacar los sartenes para cocinar.

Camino hacia la ventana y observo mientras la nieve cae sobre la


ciudad. Desde aquí arriba en el piso setenta y uno, me siento como una
reina. Me tomo un momento para disfrutar la vista antes de comenzar a
trabajar mientras Clara se ocupa en la cocina, preparando comida para
los próximos días. El tiempo se me escapa y antes de saberlo, el cielo se
está oscureciendo y Clara se está despidiendo.

Cuando me despierto a la mañana siguiente, me tomo mi tiempo


para prepararme. Camino por las ventanas y mientras estoy mirando
hacia el tráfico de esta mañana de lunes, tomo un sorbo de mi té y
escucho el teléfono sonar. Veo que es Bennett y contesto.

—Hola, cariño —digo mientras camino hacia el sofá y me siento.

—Hola. Intenté llamarte cuando aterricé ayer.

—Lo siento. Me dormí temprano.

—Un día agotador, ¿no? —bromea él con una risa ligera.

—Sí, algo así. Debe ser esta nieve constante que estamos teniendo.
Me vuelve floja —le digo—. Entonces, ¿cómo va todo?

—Bien. Acabo de reunirme con nuestro cliente y tuve un almuerzo


tardío. Me estoy dirigiendo de vuelta al hotel ahora para tomar una
ducha antes de tener que agasajar a esos bastardos más tarde en la
cena, pero quería atraparte porque extrañé escuchar tu voz anoche.

—Extrañaste mi voz, ¿eh?

—Extrañé más que tu voz —coquetea.


Dejando escapar una exhalación profunda, le digo—: Echo de menos
tenerte en la cama conmigo. Siempre estoy sola sin ti aquí. Este lugar
es demasiado tranquilo y silencioso.

—¿No pasó Clara ayer? —pregunta.

—Sí. Sabes, no tienes que sobreprotegerme. Soy una chica grande.

—Me gusta… ¿cómo lo llamaste? ¿Sobreprotegerte? —Puedo


escuchar la risa en su voz cuando dice esto, y yo rio nuevamente,
diciendo—: Sí, sobreprotegerme. Para un hombre tan mundano,
deberías ampliar tu vocabulario.

—¿Ah sí? Bueno, tal vez cuando regrese debería mostrarte lo extenso
que es mi vocabulario.

Me río. Si hay una cosa que Bennett no es, es un hablador sucio,


pero le doy un coqueto—: Hmm… tal vez deberías volver a casa antes.

—Eso quisiera. Aunque estoy disfrutando de las temperaturas más


cálidas aquí. Es agradable y soleado.

—Sí estás tratando de hacerme sentir celosa, no funcionará. Sabes


que me encanta el frío y lo gris. Me da una razón para acurrucarme en
tu calor cada noche.

—¿Y qué te mantuvo caliente anoche?

—Me acurruqué profundamente en las mantas después de estar


llena de la pasta ziti que había horneado Clara.

—Bueno, estaré en casa lo bastante pronto como para mantenerte


caliente, cariño —dice él con una voz suave antes de preguntar—: ¿Y
qué hay en tu agenda para hoy?

—Voy a llamar al hotel para ver si puedo organizar una reunión para
revisar el espacio de nuevo.

—Estuvimos allí.

—Sí, pero ahora quiero verlo vacío, sin toda la gente de clase alta de
Chicago flotando en él.

Se ríe de mí y luego dice—: Cariño, no te olvides de que eres tan de


clase alta como ellos.
—Y solo te tengo a ti para agradecer por eso, cariño —bromeo—.
Pero en serio, quiero ver como se ve el espacio vacío y hablar con la
administración para averiguar si tienen nuevas pistas sobre los
proveedores. Me gustaría salir de la norma de lo que hemos hecho en
los últimos dos años.

—Mientras tengas tu mano en ello, quedará increíble. Todo lo que


tocas se convierte en perfección. Solo mírame.

—Perfección, ¿eh? Bueno, no puedo discutir con tu ego. No


cambiaría nada sobre ti.

—Y yo nada de ti —halaga él antes de decir—: El auto acaba de


llegar al hotel, así que tengo que dejarte.

—Bueno. Trata de no trabajar demasiado. Te extraño.

—También te extraño, amor. Que tengas un buen día.

Colgamos y dejo escapar un profundo suspiro. Hablar con él así


solía ser difícil al principio, pero ahora es tan natural como querer
limpiar la mierda del perro de tu zapato.

Entro en mi armario para sacar la cartera de mano que llevé a la


fiesta la otra noche. Al abrirla, saco la tarjeta de negocios que Declan
me dio y regreso a la sala de estar para hacer la llamada.

—Lotus —ronronea una voz de mujer.

—Declan McKinnon, ¿está disponible?

—¿Y quién le digo que le está llamando?

—Nina Vanderwal.

Ella me pone en espera por un momento y cuando la línea vuelve a


ser tomada, me dice—: El señor Mckinnon está terminando una
reunión. ¿Quiere que le dé un mensaje?

—Bueno, no quiero molestar su agenda, pero estaré organizando un


evento y me gustaría ir a ver el espacio principal del salón de baile y
discutir precios.

—Por supuesto. Déjeme dirigirla con nuestro gerente —dice antes de


transferirme.
Después de una breve charla con el encargado del hotel, fijamos una
reunión en una hora a partir de ahora. Colgando el teléfono, llamo a
Baldwin para que el auto esté listo para llevarme al hotel. Cuando él
llega, yo estoy lista mientras me ayuda a ponerme mi abrigo sobre mi
blusa de seda color marfil que está fajada en mis pantalones negros de
lana a medida.

—¿Lista? —pregunta Baldwin mientras tomo mi bolsa.

—Lista.

Bajamos en el ascensor, y mientras caminamos por el vestíbulo, el


auto ya está enfrente.

—Cuidado al caminar —dice Baldwin mientras maniobro alrededor


de las pequeñas zonas de hielo con mis zapatos de tacón.

Cuando llego al Lotus, soy recibida por el gerente que está


esperando por mí. Me lleva al salón de baile, y tomo nota del espacio.
Será fácil acomodar el evento en la zona de asientos principal, y hay un
salón adjunto que contiene varios puros y licores que se muestran
alrededor de la habitación de caoba oscura. El bar es amplio y
masculino, y el trabajo en la madera es bastante impresionante. Es una
lástima que todo esto estuviera escondido bajo el mar de personas que
estaban aquí el día de la inauguración. El entorno es íntimo a pesar del
gran tamaño del lugar. La pista de baile está situada debajo de un
pequeño tramo de escaleras, establecida fuera del comedor, creando un
ambiente menos agitado para el entretenimiento.

Un acento familiar me toma con la guardia baja mientras estoy


caminando y tomando notas en mi libreta.

—¿Cómo se ve? —Su acento se proyecta a través de la habitación, y


cuando me vuelvo para verlo, pregunto—: ¿Disculpa?

Escaneando el espacio, aclara—: El espacio, quiero decir. Luce


diferente vacío, ¿cierto?

Volviendo la cabeza para admirar la decoración, le digo—: Sí. Justo


estaba pensando en cuánto detalle no pude ver la otra noche con todas
las personas aquí.
Camina hacia mí, luciendo elegante en sus pantalones y camisa de
botones sin saco ni corbata, con una leve sonrisa en su rostro, y
extiende su mano y finalmente saluda—: Es bueno verte de nuevo,
Nina.

La forma en que mi nombre es acariciado por su acento es sin duda


sexy como el infierno.

Mientras roza sus labios sobre mis nudillos, el rastrojo a lo largo de


su mandíbula roza la suave piel de mi mano, no respondo, pero cuando
él mantiene su agarre un tiempo demasiado largo, me alejo. Su sonrisa
permanece, como si se divirtiera con mi reacción.

Casualmente se vuelve hacia el hombre que me estaba mostrando el


lugar y lo despide. Volviéndose de nuevo hacia mí, mete las manos en
los bolsillos de sus pantalones y pregunta—: Entonces, ¿qué te parece?

—Creo que mi esposo tenía razón; es el lugar perfecto para dar una
fiesta.

—Genial. ¿Crees que necesitas seguir mirando?

—Creo que tengo suficiente por el momento.

Parece divertido por algo, tal vez por mí, y saca las manos de sus
bolsillos, colocando una en mi espalda mientras me guía fuera de la
habitación.

—Entones vayamos a mi oficina y discutamos los detalles.

Hacemos nuestro camino a su oficina, y me quedo de pie en el


centro de la gran habitación mientras él camina a su escritorio,
moviéndose con relajada confianza, y agarra su portátil. Asiente hacia el
sillón de piel, diciendo—: Por favor, toma asiento.

Me acomodo y abro mi planeador, cambiando las páginas para


encontrar mi calendario, cuando siento sus ojos en mí.

—¿Por qué me estás viendo así? —pregunto, cuando levanto la


mirada hacia él, fingiendo mi molestia.

—¿Dónde uno consigue todavía un planeador en papel? —bromea.

—En un montón de lugares.


—No he visto uno de esos en años. Sabes que ahora hacen estas
cosas llamadas tablets.

Sonriendo por sus bromas, digo—: Sí. De vez en cuando soy capaz
de salir de debajo de mi roca para mantenerme al día con la tecnología
moderna, gracias.

Sacude la cabeza y ríe mientras veo su sonrisa llegar a sus ojos


verdes y arrugarse en las esquinas.

—¿Siquiera tienes una? —pregunta, todavía sonriendo.

—No.

Él no responde, pero su mirada inquebrantable saca mi respuesta a


su “¿Por qué?” no dicho.

—Me gusta la privacidad. La tecnología interrumpe eso. Puedo


quemar el papel y tirar las cenizas como si nunca hubiera existido. Sin
rastro. —Devolviéndole la sonrisa maliciosa agrego—: ¿Pero tú? ¿No
crees que sea tonto que te pongas ahí? ¿Para ser expuesto?

—¿Es esto una adivinanza?

Me río, ignorando su pregunta mientras reviso mi calendario y


confirmo—: ¿Tienes disponible el 31 de diciembre, ¿verdad?

Suspirando, se mueve y mira su portátil, diciendo—: Sí.

—Estupendo. A Bennett le gusta mantener este evento pequeño,


doscientos más o menos. La seguridad es importante para él…

—¿Para ti también? —Me interrumpe y suavizo mi rostro, sonrío y


digo—: Sí. Para mí también. Como estaba diciendo, los invitados
tendrán que quedarse, ¿tu personal proporcionará esa amabilidad?

—Lo que tú quieras.

Pasamos la siguiente hora discutiendo ideas y programando


reuniones con algunos proveedores para el próximo par de semanas
antes de llamar a Baldwin para que me recoja. Los buenos modales de
Declan se balancean hacia el lado salaz con la forma en que me besa
cuando me voy, agarrando la parte superior de mis brazos en sus
manos y arrastrando sus labios a lo largo de mi mejilla antes de
presionar sus labios en la concha de mi oído, susurrando—: Hasta la
próxima.
3
Presente
Declan me llamó hace dos días para confirmar la reunión con la
florista. Él me recomendó la compañía ubicada en Andersonville la cual
su hotel utiliza para decorar el vestíbulo, así que estuve de acuerdo.
Después de discutir el tema del baile de máscaras con Bennett esta
mañana, me dio luz verde, lo cual me puso feliz. Puedo decir que me
extraña por nuestra llamada telefónica, no fue rápido en colgar, pero
regresará de Dubái mañana en la noche. A pesar de su soledad, estaba
feliz de haber adquirido la planta de producción que se propuso
comprar de la empresa casi en bancarrota de allá.

El viaje a Andersonville toma más tiempo que de costumbre con el


clima. Los inviernos en Chicago son brutales, pero una brutalidad que
me gusta. Así que mientras estoy en el asiento trasero, me encuentro a
mí misma viendo la nieve blanca golpear la ventana y derretirse
lentamente como una cascada en el vidrio.

Al llegar a Marguerite Gardens, entro en la rústica tienda. Paredes


de ladrillo, pisos de madera, extravagantes arreglos florales encima de
las mesas, y él. De pie, con pantalones marrones y una camisa de
botones azul claro, se aleja de la mujer con la que habla y sonríe
mientras camino hacia él. Me enojo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Viniste —anuncia Declan en voz baja con lo que parece irritación y


deja un escaso beso en mi mano cuando la toma.

—No sabía que vendrías.

—Le prometí a tu esposo que supervisaría todo para asegurarme de


que tuvieras exactamente lo que quieres. Así que aquí estoy —declara, y
luego baja la voz—, asegurándome de que consigas exactamente lo que
quieres.

—¿Por qué haces eso?


—¿Hacer qué?

—Eso —dije—. Tu estúpido coqueteo.

—¿Te hago sentir incómoda?

—¿Estás tratando de ponerme incómoda?

Ignorando completamente mi pregunta, se da la vuelta. —Betty,


muéstranos lo que tienes.

La señora con la que él estaba hablando cuando entré ahora está


situada detrás de una de las mesas.

Declan saca una silla para mí, y mientras tomo asiento, Betty me
saluda y dice—: Fui informada que estamos planeando una fiesta de fin
de año. ¿Ya tienes alguna idea de qué es lo que quieres?

—Creo que somos firmes con el tema de las máscaras. Me estaba


inclinando por los colores naranja oscuros y blancos.

Betty y yo repasamos un par de libros, tomando nota sobre flores y


estilos de arreglos mientras Declan permanece en silencio en el asiento
a mi lado. Al final de nuestra reunión, nos decidimos por diversos
arreglos de dalias naranjas, rosas de color menta y amarillo, hortensias
antiguas, ranúnculos y aspidistra.

Después de que Betty se excusa y nos deja a Delcan y a mí, saco mi


teléfono para pedir el auto, pero antes de que pueda comenzar a
escribir, me lo quita de las manos y dice—: Estoy hambriento.

—Bueno saberlo —espeto, molesta y me estiro para tomar mi


teléfono al mismo tiempo que él lo quita y lo pone fuera de mi alcance—.
Dame mi teléfono.

—Almuerza conmigo.

—No, gracias —dije, burlándome de mi cortesía.

Tomando mi mano y sacándome de mi asiento mientras se levanta,


dice—: No era una pregunta.

Sus palabras salen entrecortadas, casi enojadas, así que no lo


contradigo cuando recoge mi abrigo y me ayuda a ponerlo. No estoy
segura de qué pensar acerca de este cambio en su comportamiento.
Normalmente, es ligero y coqueto, pero hoy está silencioso y severo.

El viento casi golpea mi piel cuando me lleva fuera y nos acerca a su


Mercedes negro. Por supuesto que él conduciría un auto como este. Se
ajusta a su apariencia misteriosa y sexy. Me deslizo en el frío asiento de
cuero y veo como camina alrededor de la parte delantera del auto antes
de abrir su puerta y entrar.

—¿A dónde vamos? —pregunto.

—No te lo diré —dice sin ningún tipo de lenguaje corporal


interpretable mientras sale del estacionamiento.

—¿Por qué?

—Porque discutes demasiado.

Sintiéndome como un niño regañado por su tono, quiero desafiarlo


solo para enojarlo, pero en su lugar, voy a jugar su juego. Le daré la
cooperación que quiere.

Es hora de empezar a probar las aguas.

El viaje es corto y tranquilo, y me sorprendo cuando entra en el


estacionamiento de Over Easy Café con su auto de lujo. Ni siquiera
puedo esconder la sonrisa en mi rostro ante el contraste de esta imagen
mientras se estaciona frente al modesto comedor.

—¿Hay algo gracioso sobre esto? —pregunta cuando apaga el auto.

Disparando mis ojos entrecerrados hacia él, digo—: Tu estado de


ánimo está empezando realmente a fatigarme. No sé por qué estás tan
cabreado, pero espero que cortes la mierda. —Antes de abrir mi puerta
y caminar hacia el edificio. Cuando miro hacia atrás, él está parado allí
con una sonrisa casi orgullosa en su rostro. ¿Qué demonios? No puedo
entender qué quiere este hombre, descaro u obediencia.

Una vez dentro, el lugar está lleno de camareros limpiando mesas y


gente charlando ruidosamente mientras comen. Nos sirven rápidamente
un café, y cuando tomo el menú, Declan finalmente habla, diciendo:

—Imaginé que no habías comido en un lugar como este en un


tiempo, así que pensé en llevarte a algún lugar discreto. No te
preocupes; te gustará la comida. Pide los panqueques crujientes de
arándanos.

Sus ojos son suaves, así como su voz, cuando dice eso, y le
pregunto—: ¿Por qué de repente estás siendo amable?

—Estoy cortando la mierda. Tómalo mientras dure porque no soy un


hombre al que le guste tomar órdenes.

Y ahora, lo leo con claridad.

Con una sonrisa, le doy una pizca de obediencia cuando digo—: Voy
a tomar los panqueques crujientes de arándanos entonces.

Después de que nuestra camarera se detiene para tomar nuestra


orden y fantasea sobre montar la polla de Declan, ella sonríe mientras
se aleja.

—Obtienes mucho de eso, ¿verdad? —pregunto—. Mujeres


alimentando tu ego mientras las ves sonrojarse en tu presencia.

—¿Siempre analizas todo de esa forma?

—¿Siempre evitas preguntas de esa forma?

Apoyando sus antebrazos sobre la mesa, dice—: No más que tú.

—Te das cuenta de que a menos que estemos hablando de negocios,


estamos hablando con rodeos, ¿verdad?

—Está bien entonces. Sin rodeos. Hazme una pregunta —provoca y


después toma un sorbo de café, esperando con ojos curiosos.
Esmeraldas rodeadas por sus oscuras pestañas. No puedo culpar a
nuestra camarera por su reacción. Me pregunto cuántas mujeres van a
su casa después de conocerlo y se follan con sus dedos o un vibrador
mientras sus despreciables esposos regresan del trabajo.

Limpiando mis pensamientos, hago la pregunta más inocente en la


que puedo pensar, a pesar de saber la respuesta. —¿De dónde eres?

—¿Esa es tu pregunta? —Sonríe, y cuando lo fulmino con la mirada,


traga el café y dice—: Edimburgo.

—¿Escocia?
—¿Sabes de otro?

Sabelotodo.

—Creí que estabas cortando la mierda y siendo amable —digo


mientras me inclino hacia atrás y tomo mi taza de café.

—Un pequeño desliz, mi turno. ¿Cuánto tiempo has estado casada?

—Poco más de tres años.

—¿Cuánto tiempo han estado juntos?

—Cuatro años. Y ésas fueron dos preguntas —digo ligeramente


regañándolo.

—Tampoco soy bueno siguiendo las reglas —dice y luego continúa


antes de darme la oportunidad de hablar—. Suena como un camino
rápido hacia el altar.

—¿Qué puedo decir? Cuando Bennett quiere algo, no pierde tiempo


en reclamarlo.

Cuando nuestra camarera regresa, miro como ella nerviosamente


hace contacto con Declan mientras sirve nuestra comida. Me rio y él se
da cuenta, sacudiendo su cabeza.

—¿Ves lo que quiero decir? —pregunto después de que ella se aleja.

—¿Eso te molesta?

—¿Por qué me molestaría? —pregunto y tomo mi tenedor para cortar


un pedazo de panqueque.

—Entonces, ¿por qué mencionarlo?

—Rodeos, Declan. Lo estamos haciendo de nuevo —le digo y luego


tomo un bocado del panqueque lleno de granola mientras me mira.

—De acuerdo, sin rodeos. ¿Tienes hijos?

—No.

—¿Quieres niños?

—No puedo tener niños, así que realmente no importa lo que quiera.
Él hace una pausa, no esperando esa respuesta, y luego pregunta—:
¿Por qué no puedes tener niños?

—Eso no es asunto tuyo —digo y luego tomo otro sorbo de café.

—¿Lo amas?

Tragando con fuerza, aclaro mi garganta. —¿Mi esposo?

—Sí.

Él toma un mordisco de sus huevos mientras me enderezo y lo miro.


—Tu suposición de que podría haber una posibilidad de más de una
respuesta es ofensiva.

Noto el ligero giro hacia arriba en la comisura de su boca, y sostiene


su mirada por un segundo antes de decir—: Es curioso cómo escogiste
no responder a esa pregunta, sino que la evitas.

—Por supuesto que lo amo.

Mentira.

—¿Entonces es él?

Vacilo, asegurándome que él se dé cuenta, y luego respondo con un


simple—: Sí. —Procurando tener un ligero temblor en mi voz.

Él capta lo que hago y mantiene sus ojos fijos en mí y cambio de


posición, actuando incómoda y estoy segura de que lo compra cuando
cambia de tema. Pasamos el resto de nuestra comida hablando de nada
en particular, y mientras salimos y caminamos a su auto, mis pies
pisan una zona con hielo, y pierdo el equilibrio. Las manos de Declan
están en mí rápido mientras me muevo y pongo mi espalda contra un
lado de su auto. Él está cerca. Pecho con pecho. Vapores de humo
escapan de nosotros con cada respiración. No hablo ni me alejo. Me
pregunto si él va a hacer una escena, porque puedo decir que está
pensando en hacerla. Pero poner pensamientos en acción necesita
bolas, y espero que él las tenga.

En voz baja, él insiste—: Apártame, Nina. —Como si me estuviera


probando.
Pero aquí la que está probándolo soy yo, solo que él no lo sabe. Así
que respondo con un—: ¿Por qué?

—Porque amas a tu esposo.

Empujando mis manos contra él, lo alejo de mí mientras digo,


molesta—: Lo amo.

Como si no hubiera pasado nada, abre la puerta del auto para que
pueda entrar.

Cuando salimos a la calle principal, él pregunta—: ¿Dónde vives?

—¿Por qué?

—Porque te voy a llevar a casa —dice, girando su cabeza para


mirarme.

—The Legacy.

El silencio entre nosotros es notable, y me pregunto en qué está


pensando, pero no me atrevo a preguntar.

No permite que mis pensamientos me alcancen cuando enciende el


estéreo. Puedo decir que está usando la música para distraerse
mientras mantiene sus ojos enfocados en el camino. No se me concede
ningún indulto mientras considero los pensamientos que están
cruzándose por su cabeza en este momento. Pero esta parte está fuera
de mis manos porque no voy a forzarlo. Él tiene que caer por su cuenta.
Simplemente soy el combustible que alimenta el vehículo; él es el que
conduce. Y el destino depende de él.

Cuando se detiene en mi edificio, estaciona y me mira. No ha


hablado en todo el camino, y sigue callado. Tratando de calmar
cualquier mal pensamiento que pueda estar teniendo, me apoyo en el
asiento y suspiro mientras ruedo mi cabeza para verlo.

Nos miramos fijamente, sus manos todavía están en el volante, y


luego digo con voz suave, libre de cualquier trasfondo—: Pasé un buen
rato contigo. —Declan asiente, no muy convencido, así que le doy un
poco más para persuadirlo, agregando—: No tengo muchos amigos.

Cuando digo esto, sus manos caen lentamente sobre su regazo


mientras se gira ligeramente hacia mí. Luego pregunta:
—¿Qué hay de esas doscientas personas en la lista de invitados para
el evento que estás planeando?

—Si no fuera por Bennett, esas personas ni siquiera me darían una


segunda mirada, sin embargo no me importaría si no lo hicieran.

—¿Por qué no?

—Porque ellos no son como yo.

—¿Cómo es eso?

Bajando mi cabeza para concentrarme en mis manos, no respondo


de inmediato.

—Dime, Nina.

Mis ojos se encuentran con los suyos cuando digo, con una ligera
sacudida de mi cabeza—: Supongo que todavía estoy tratando de
averiguarlo.

—¿Y tu esposo? —pregunta.

—No lo sabe. Piensa que disfruto de las citas de almuerzo con las
esposas cuando realmente las detesto.

—Entonces, ¿por qué te tomas la molestia en hacerlas?

Dejando salir una respiración profunda, digo—: Porque quiero hacer


feliz a mi esposo.

Se inclina, más cerca de mí, apoyando su brazo en la consola


central, y pregunta—: ¿Y qué hay sobre ti, Nina? ¿Quién quiere hacerte
feliz?

—Bennett me hace feliz —declaro mientras sus ojos buscan en mi


rostro indicios de mentiras, y me aseguro de dejar que se deslicen unos
cuantos. Alejando el contacto visual por unos segundos con unos
rápidos parpadeos. Asiento como si tratara de convencerme a mí misma
de las palabras. Dándole una pequeña y débil sonrisa.

Sé que lo cree cuando dice con una voz suave—: Mentirosa.

Está confiado en su acusación cuando no lo niego, en vez de eso,


bajo la cabeza y luego volteo para mirar el parabrisas.
—Debería irme —digo mirándolo, él asiente antes de que yo abra la
puerta y salga.

Caminando hacia las puertas del vestíbulo, él grita—: ¡Nina! —


Cuando me doy la vuelta, él está bajando la ventana del pasajero y me
devuelve mis palabras—. También pasé un buen rato contigo.

Lo recompenso con una sonrisa antes de alejarme.

Cuando entro, dejo mi bolso y mi abrigo en la mesa del comedor y


llamo a Baldwin para que sepa que Declan me trajo a casa y que no lo
necesitaré por el resto de la noche. Luego camino para inspeccionar la
cocina y noto que hay fruta fresca en la nevera que no estaba aquí esta
mañana, dejándome saber que Clara ya ha estado aquí y se fue.

Sabiendo que no habrá nadie más que vaya o venga, no pierdo el


tiempo poniéndome mi abrigo de nuevo, y tomando las llaves de uno de
los autos antes de agarrar mi bolso y dirigirme hacia afuera.

Cuando salgo del estacionamiento, me dirijo a la Interestatal 55 y


comienzo a ir hacia el sur, hacia la única persona que siempre ha
estado allí para mí. Han pasado unas pocas semanas desde que vi por
última vez a Pike, y lo extraño. Me permito la emoción de poder verlo
finalmente, mi mejor amigo desde que tenía ocho años.

Salgo de la interestatal y entro al barrio de Justice antes de girar


hacia la 79 para ir al parque de remolques. Cuando llego al remolque,
estaciono el auto y saco la llave que escondo en la caja de lápiz labial en
mi bolso. El bajo del estéreo del auto de alguien retumba en las
ventanas, y cuando abro la puerta y entro, relajo mis hombros, suspiro,
y camino directamente hacia los brazos de Pike. Tomo su calor,
comodidad y todo lo que él puede ofrecer mientras me sostiene.

Con mis brazos envueltos alrededor de él con fuerza, respiro. —Te he


echado de menos.

—Han pasado casi tres semanas —dice mientras retrocede para


mirarme, y cuando lo hace, puedo ver que no está contento—. ¿Dónde
diablos has estado, Elizabeth?
4
Pasado
Elizabeth —grita mi papi desde fuera de la puerta de mi
habitación—. ¿Necesitas ayuda?

Lucho contra la tela brillante de mi vestido de princesa, intentando


encontrar la abertura de la manga para empujar mi brazo a través de
ella. —No, papi —grito con una fuerte respiración mientras giro y
retuerzo mi brazo, finalmente encontrando la apertura.

—¿Estás lista?

Camino hacia mi caja de juguetes y saco los tacones de plástico rosa


que coinciden con mi vestido brillante. Poniéndomelos, camino hacia mi
puerta y la abro. Levanto la mirada hacia mi papá, sosteniendo un
pequeño ramo de margaritas rosas.

Nunca me canso de ver esa hermosa sonrisa —dice antes de tomar


mi mano y besar la parte superior de la misma. Entonces me entrega
las flores—. Para mi princesa.

—Gracias, pa… quiero decir, príncipe.

—¿Puedo entrar a tu castillo? —pregunta, y yo agarro su mano,


tirando de él a mi dormitorio… nuestro castillo de mentira por la tarde.

—¿Quieres un poco de té? pregunto mientras caminamos hacia mi


mesa en la ventana donde está mi juego de té.

Me encantaría. Mi viaje desde el reino fue bastante largo. —Lo


observo sentarse en la pequeña silla y me rio mientras sus rodillas
golpean su pecho.

Papi y yo hacemos esto a menudo, tener nuestras fiestas de té de


cuento de hadas. No tengo una mami o hermanos y hermanas con
quienes jugar, pero está bien porque lo tengo a él todo para mí. Tiene
los ojos azules más bonitos, pero me dice que los míos son más
bonitos.
Bajando las flores, recojo la tetera y finjo que le sirvo una taza
mientras él mira los pasteles de plástico, arremolinando su dedo por
encima de ellos mientras decide cuál quiere.

—Papi, simplemente escoge uno.

Sus cejas se disparan con emoción cuando su mano aterriza en la


magdalena amarilla con chispas.

—Ahh, este se ve delicioso —dice antes de tomar su ficticio mordisco


y luego lamer sus dedos.

Arrugo mi rostro, gritando: Eww. Los príncipes no lamen sus


dedos.

—¿No?

—No. Usan servilletas.

Mira a su alrededor, y dice: Bueno, yo no tengo una servilleta y no


quiero desperdiciar el glaseado de mis dedos.

Exagero pensando, golpeteando mi dedo en mi mejilla, y luego estoy


de acuerdo—: Tienes razón. Bien, puedes lamer tus dedos.

Nos sentamos en la luz del sol de mi habitación y tenemos nuestro


té de cuento de hadas, hablando de los caballos voladores que
cabalgáremos hacia el bosque mágico.

—¿Te he contado acerca de Carnegie, la oruga que conocí? —


pregunta.

—¿Conociste a una oruga?

—La última vez que llevé mi corcel al bosque, lo hice. Él tenía


algunas bayas que compartió conmigo y luego me dijo un secreto —dice
en voz baja mientras baja su taza de té.

—¿Qué? —exclamo con entusiasmo—. ¿Conociste a una


oruga parlante?

—Lo hice. ¿Quieres saber lo que me dijo?

—Mmm hmm —tarareo, asintiendo con mi cabeza enérgicamente.


—Bien entonces, me dijo que había estado viviendo en el bosque
mágico durante años, pero que una vez fue un príncipe.

—¿En serio? ¿Qué pasó?

Él dobla sus brazos sobre la parte superior de sus rodillas y apoya


su pecho contra ellas, diciendo en un susurro secreto—: El hechicero
del reino le lanzó un hechizo, convirtiéndolo en una oruga.

—Oh, no —jadeo—. ¿Por qué?

—Resulta que el rey estaba molesto porque le dijo a Carnegie que


dejara de escaparse de su habitación por la noche y de robarse cajas de
jugo de la nevera, así que hizo que el hechicero usara su magia para
convertirlo en una oruga.

—¡Papi!

Tiene una sonrisa juguetona en su rostro. Sé que me está tomando


el pelo ya que me ha estado hablando de despertar y beber cajas de
jugos por la noche. Anoche me asustó cuando encendió la luz de la
cocina y me descubrió bebiendo un zumo de manzana.

—No me vas a lanzar un hechizo, ¿cierto? No quiero ser una oruga.

—¿Por qué no? Podría presentarte a Carnegie.

—Pero te extrañaría. —Hago un mohín.

Extiende sus brazos hacia mí. —Ven aquí, muñeca —dice mientras
se gira en la pequeña silla y estira sus piernas. Levantándome en su
regazo, envuelve sus grandes brazos alrededor de mí y me hace reír
cuando besa la punta de mi nariz—. Nunca te lanzaría un hechizo y te
enviaría lejos. Eres mi niña pequeña, ¿sabes eso?

—Pensé que era una chica grande ahora que tengo cinco años.

—No importa lo grande que seas, siempre serás mi niña pequeña. Te


amo más que a nada.

—¿Más que a nada? ¿Incluso más que al chocolate?

Lo veo reír, una gran sonrisa, con líneas en las esquinas de sus ojos.
Incluso más que al chocolate.
Pongo mi mano en su mejilla, pinchándome con su rastrojo, y le
digo: También te amo más que al chocolate.

Picotea sus labios en los míos y luego pregunta: ¿Quieres saber


qué es más dulce que el chocolate?

—Uh huh.

Antes de que pueda saltar de su regazo, comienza juguetonamente a


atacar mi cuello, haciéndome cosquillas mientras derrama las
frambuesas y después nos deja en el piso mientras ruedo alrededor,
riendo y chillando. No se detiene hasta que suena el timbre. Mientras
trato de recuperar el aliento de toda la risa, se sienta de rodillas y
ordena: Súbete.

Me alejo del suelo y salto sobre su espalda, tomando un paseo en


caballito todo el camino hasta la puerta principal.

Has escuchado el dicho, "cuidado con lo que hay en el otro lado",


¿verdad? Ninguno de nosotros podría haber imaginado cómo nuestras
vidas serían cambiadas para siempre cuando abriera esa puerta. Solía
desear que alguien me lanzara un hechizo, para siempre convertirme en
una oruga. Podría haber tenido una buena vida, viviendo en el mítico
bosque con Carnegie. Pasando nuestros días buscando bayas y flotando
sin rumbo en las almohadillas de lirios en el estanque. Pero en cambio,
estaba a punto de descubrir la dura verdad de la vida a la edad de cinco
años. La verdad que esconden de ti como un niño pequeño, permitiéndote
creer que los cuentos de hadas son reales... pero no lo son. Y tampoco lo
es la magia.

—Policía del condado de Cook. —Es todo lo que escucho cuando los
hombres vienen cargando dentro de la casa.

Caos. Un fuerte caos.

—¡Papi! —grito, asustada, aterrada, ajustando mis brazos alrededor


de su cuello como un tornillo cuando un hombre me agarra—. ¡PAPI!

—Está bien, nena. —Escucho a mi papá decir mientras otro hombre


está hablando al mismo tiempo.

—Estás arrestado.
No sé lo que significan esas palabras mientras el miedo frío corre a
través de mí, empuñando la camisa de mi papá en mis manos, reacia a
dejarlo ir.

—Está bien, cariño. Va a estar bien —sigue repitiendo, pero su voz


es diferente y creo que él también está asustado.

—Tienes venir conmigo —dice el hombre que me está agarrando.

—¡No! ¡Déjame!

Empiezo a patear mis piernas cuando soy arrancada de la espalda


de mi papá, estirando su camisa porque tengo mis manos sujetadas con
tanta fuerza a la tela mientras estoy siendo alejada.

Veo los ojos de mi papá, ojos azules, cuando se voltea a mirarme. —


Está bien —dice con calma, pero no le creo—. No tengas miedo. Está
bien.

—¡No, papi! —grito mientras caen las lágrimas. Me aferro a su


camisa hasta que soy empujada tan lejos que se sale de mis manos.

Al momento en que ya no toco al hombre que me canta por la noche,


que me peina el cabello en coletas, que baila conmigo mientras estoy
parada encima de sus pies, soy llevada lejos. Veo a mi príncipe caer de
rodillas mientras miro por encima del hombro del hombre que me está
llevando lejos.

—¡PAPI! —grito, mi garganta ardiendo, mientras sujetan las manos


de mi papá juntas en su espalda con algo. Sus ojos se quedan en mí, ni
una vez haciendo una pausa mientras dice, una y otra vez—: Te amo,
bebé. Te amo mucho, nena.

Y por primera vez, veo llorar a mi papá antes de que la puerta se


cierre y se haya ido.

—¡Déjame ir! ¡PAPI! ¡No! —Pateando y balanceándome, no puedo


escaparme del asimiento de este hombre en mí.

—Está bien. Cálmate, chiquilla —dice, pero no lo haré. Quiero a mi


papá.

El hombre se sienta en la cama de mi padre conmigo todavía en sus


brazos, luchando. Me sigue persuadiendo para que me calme, pero mis
gritos y vueltas no vacilan hasta que me canso. Mi cuerpo está flácido
mientras estoy desplomada contra su pecho.

—¿Puedes decirme tu nombre? —pregunta.

No hablo.

Un momento pasa y luego dice: Soy el oficial Harp. Michael Harp.


Soy policía. Sabes lo que es eso, ¿cierto?

Asiento con mi cabeza contra su pecho.

—¿Puedes decirme tu nombre?

Todavía asustada, mi voz se agrieta cuando le digo: Elizabeth.

—Elizabeth. Ese es un bonito nombre —dice—. Tengo una hija cuyo


segundo nombre es Elizabeth. Ella es mucho mayor que tú, sin
embargo.

Él continúa hablando, pero no presto atención a lo que está


diciendo. Estoy tan asustada y todo lo que quiero es a mi papi. Cierro
mis ojos; puedo verlo llorando de rodillas. Estaba asustado como yo.

Después de un tiempo, la puerta se abre y levanto mi cabeza para


ver a una mujer gordita entrando. Creo que la he visto antes pero no
recuerdo dónde. A medida que se acerca, dice: Tu cabello rojo es
hermoso. ¿Alguien te ha dicho eso?

—¿Dónde está mi papá?

—Estoy aquí para hablar contigo sobre eso —me dice—. ¿Te gustaría
unirte a mí en la cocina? Podemos conseguir un aperitivo o algo de
beber.

—Umm... b-bien —murmuro mientras el policía me pone en el suelo.


Cuando los sigo a los dos fuera de la habitación y hacia la cocina, miro
a través de la casa hacia la puerta principal, pero ya nadie está allí.

—¿Por qué no nos sentamos? —dice la mujer, y me voy a la mesa y


me siento—. ¿Quieres algo de beber?

Asiento con mi cabeza y pregunta: ¿Puedes decirme lo que


quieres?
—Caja de jugo.

Mirando hacia el policía, él abre la puerta de la despensa y digo:


Están en la nevera.

Se acerca, mete la pajita dentro, y la pone delante de mí antes de


salir de la habitación.

—Día confuso, ¿eh? —dice ella mientras dobla sus manos juntas en
la parte superior de la mesa.

—¿Cuál es tu nombre?

—Bárbara —responde, pero eso no me ayuda a recordar cómo la


conozco.

—¿Cuándo regresará mi papá?

Ella toma una respiración profunda y luego me dice: Eso es de lo


que me gustaría hablar contigo. Tu padre rompió algunas reglas muy
grandes y al igual que cuando tú rompes una regla, ¿qué pasa
normalmente?

—Me meto en problemas.

Asiente con su cabeza y continúa. —Bueno, tu padre está en


problemas y no podrá volver a casa ahora mismo.

—¿Qué hizo?

—No estoy muy segura todavía. Pero por ahora, vas a venir conmigo.
Yo trabajo para el Departamento de Niños y Servicios Familiares, lo que
significa que voy a encontrarte una casa con gente muy agradable con
la que te quedarás mientras tu padre está en problemas y no puede
estar aquí contigo, ¿de acuerdo?

—P-pero, no quiero irme.

—Desafortunadamente, no puedo dejar que te quedes aquí sola.


Pero puedes traer algunas de tus cosas contigo. ¿Qué tal suena eso? —
dice esto con una sonrisa, pero no ayuda a la agitación de mi
estómago.

Silenciosamente, me bajo de la silla y empiezo a caminar hacia mi


habitación. Voy al estuche de té que está sobre la mesa y recojo las
margaritas rosas. Mis flores de princesa. Me siento en la silla en la que
él estaba sentado y miro por encima de mi hombro para ver a Bárbara
entrar en la habitación.

—¿Tienes una bolsa?

Señalo el armario y observo mientras comienza a pasar por mi


aparador, empacando mi ropa. Ella vaga alrededor, yendo y viniendo
entre mi dormitorio y el baño mientras aprieto las flores en mi pecho.

—¿Estás lista para irte? —pregunta cuando regresa a la habitación,


pero no quiero mirarla porque no quiero ir.

Mirando por la ventana y hacia el cielo azul, pregunto: ¿Cuándo


puedo volver?

—No estoy segura —responde—. Probablemente no por un tiempo.

Por la esquina de mi ojo, la veo moverse por la habitación y


arrodillarse a mi lado. Cuando me giro para mirarla, dice: No te
preocupes. Todo va a estar bien. —Baja la mirada a las margaritas—.
Esas son flores bonitas. ¿Quieres llevarlas contigo?

Saliendo de la casa, caminamos hacia su auto y subo al asiento


trasero. Al mirar por la ventana, veo al policía cerrar la puerta de mi
casa y bloquear una especie de caja negra en la manija de la puerta.

—¿Qué es eso? —le pregunto a Bárbara, que está sentada al frente.

—¿Qué es qué, querida?

—Esa cosa que puso en la puerta.

Ella mira para ver de lo que estoy hablando y responde: Es solo


una cerradura, ya que no tenemos las llaves. —Y luego comienza a
conducir lejos mientras me aferro firmemente a mis flores.
5
Pasado
Han pasado tres años desde que fui alejada de mi casa y me
colocaron en régimen de acogida. Tres años desde que vi a mi papá. Me
dijeron que él estaba traficando armas a Sudamérica. Todavía no
entiendo todo, pero de nuevo, solo soy una niña de ocho años. Una
pupila del estado de Illinois.

Tres años y extraño a mi papá todos los días. Nadie me llevará a


verlo ya que está a más de seis horas de distancia, cumpliendo su
sentencia de nueve años en la prisión de Menard.

Me siento en mi habitación y espero a que mi trabajadora social,


Bárbara, venga a recogerme para llevarme a mi nuevo hogar. Tres años
y estoy dejando mi quinto hogar para ir a mi sexto. El primer lugar al
que fui estaba en la misma ciudad de Northbrook, donde vivía. Pero
después de ser atrapada escabulléndome fuera de la ventana de mi
habitación unas cuantas veces durante la noche, dijeron que no podían
manejarme, así que me fui. Lo mismo ha pasado en cada casa en la que
he vivido.

Al principio estaba asustada. Lloraba mucho. Extrañaba a mi padre


y gritaba por él, pero nunca vino. No lo entendía entonces, pero ahora
sí. No voy a conseguir verlo hasta que salga. Tendré catorce años.
Catorce es mi nuevo número de la suerte. Cuento todo en grupos de
catorce solo para recordarme a mí misma que el tiempo vendrá cuando
pueda volver a verle y podamos volver a nuestra vida juntos en nuestra
bonita casa en nuestro bonito vecindario. Extraño su sonrisa y la forma
en que olía. No puedo explicarlo, pero a veces, cuando estaba en el
preescolar, puedo recordar ligeramente levantar mi camisa para inhalar
su aroma cuando lo extrañaba. El olor de mi papá.

Comodidad.

Hogar.
Cuando escucho el timbre de la puerta, sé que es el momento. He
pasado por varios cambios de casa antes.

Pensarías que estaría asustada, pero ahora estoy acostumbrada. Así


que agarro mis maletas y me voy a la puerta principal.

Bárbara está ahí de pie hablando con Molly, la madre adoptiva que
ya no quiere lidiar conmigo.

Ambas giran cuando me acerco y digo Hola.

—¿Estás lista, Elizabeth? —pregunta Bárbara.

Asintiendo con mi cabeza, camino delante de Molly mientras ella


pone su mano en mi hombro, diciendo—: Espera.

Se arrodilla para darme un abrazo, pero no lo devuelvo. Estoy triste,


pero no lloro; solo quiero irme, así que cuando me deja ir, eso es lo que
hago.

Mientras me siento en el asiento del pasajero, viendo los edificios


pasar mientras Bárbara maneja, apaga la radio y dice: Háblame,
niña.

Odio cuando me llama niña, como que no soy lo suficientemente


especial para que use mi nombre. Solo lo usa cuando hay otras
personas alrededor, pero a solas, soy niña.

—¿Qué quieres decir? —pregunto.

—He encontrado cinco buenos hogares para ti, y has conseguido que
te echen de cada uno de ellos. Me mantienes ocupada, ¿sabes eso?

No estoy segura de si realmente quiere una respuesta, así que me


quedo en silencio antes de que ella añada—: No puedes escabullirte
fuera por la noche. ¿Qué diablos estás haciendo en las calles en el
medio de la noche de todos modos?

—Nada —murmuro solo para decir algo para apaciguarla. La verdad


es que comencé a escaparme para ver si podía encontrar a Carnegie.
Suena estúpido ahora, pero cuando tenía cinco años, pensé que estaría
ahí, esperando a que lo encontrara. Así que me escaparía y pasearía,
con la esperanza de tropezar con ese bosque mágico. Nunca sucedió, y
ahora soy lo suficientemente mayor para saber que los cuentos de
hadas no son reales, pero todavía me escapo y busco el bosque de todos
modos.

—Bueno, escucha, no pude encontrar un hogar para colocarte por


aquí, así que vas a estar en una ciudad diferente. No me vas a ver más
ya que no vivo allí. Todavía voy a manejar tu caso, pero Lucia será tu
contacto. Ella debería hacer una visita contigo esta semana. Pero un
consejo: deja de causar problemas o la próxima parada será un hogar
grupal.

—¿Así que no te volveré a ver?

Me mira, diciendo—: Probablemente no, niña.

Hemos estado en el auto durante casi dos horas cuando finalmente


salimos de la autopista.

—Bienvenida a Posen —dice Bárbara, y no es más que un par de


minutos más tarde cuando se acerca a un vecindario descuidado.

Las vallas de eslabones de cadena corren junto a las aceras


agrietadas. Las casas son viejas y pequeñas, a diferencia de la casa de
ladrillo grande en la que vivía con mi papá. La mayoría de estas casas
tienen autos estacionados en sus céspedes descuidados, pintura
desconchada, y todo lo que estoy viendo trae un pozo de lágrimas. Mi
estómago se anuda, y me giro hacia Bárbara, diciendo: No creo que
quiera vivir aquí, Barb.

—Debiste pensar en eso cuando te dije que dejaras de salir a


hurtadillas por la noche.

—Te lo prometo. No lo volveré a hacer. Le diré que lo lamento a Molly


—le ruego, y cuando se detiene en el camino de una sucia y vieja casa
de dos pisos que parece que apenas está de pie, empiezo a llorar—. Por
favor. No quiero vivir aquí. Quiero irme a casa.

Ella apaga el auto y me mira. Siento que haría cualquier cosa para
convencerla de que gire el auto y me lleve de vuelta a Northbrook.

—Estoy en un aprieto. Tienes ocho años con una historia familiar


inestable. Ahora esta familia ha sido de acogimiento familiar durante
años. Actualmente están acogiendo a un niño unos años mayor que tú
—me dice—. Hablé con ellos el otro día. Tendrás tu propia habitación e
irás a la misma escuela que su otro hijo adoptivo.

Mantengo mi boca cerrada y escucho. No quiero estar aquí. Quiero


correr, abrir la puerta del auto y correr lo más rápido que pueda. Me
pregunto si sería capaz de atraparme.

—¿Estás escuchando? —pregunta y vuelvo a enfocar mi atención en


ella.

Asiento con mi cabeza.

—Vamos. Tengo un largo viaje de vuelta —dice cuando sale del auto
y abre la puerta de atrás para agarrar mis maletas.

Con una mano temblorosa, abro la puerta y la sigo a lo largo de la


calzada de la intemperie hasta los escalones que conducen a la puerta
principal. La puerta mosquitera rechina fuertemente mientras la abre y
golpea un par de veces. Me quedo de pie ahí, hurgando en mis uñas,
orando a Dios que nadie abra la puerta. Que todo esto sea un gran
error y estemos en la casa equivocada.

Pero no es un error, y alguien responde a la puerta. Una mujer,


vestida con una falda casera, larga y vaquera y un suéter de color
púrpura claro, abre la puerta. La miro mientras Bárbara empieza a
hablar. La mujer no parece aterradora, pero todavía me siento retenida.
Me mira y me da una sonrisa suave. Su cola de caballo andrajosa está
tratando de domar su cabello largo, marrón y rizado.

Haciéndose a un lado, nos invita a pasar, y el lugar huele a humo de


cigarrillo rancio. Mientras nos lleva a través de la pequeña sala de estar
y atrás a la cocina, ambas continúan hablando mientras yo veo todo.
Paredes con paneles de madera, alfombra marrón, muebles desiguales y
patos por todas partes. Por todas partes. Patos en almohadas, patos de
madera, patos de cerámica, patos de cristal. Alineados en los estantes
de libros, cubren las mesas, y cuando levanto la mirada, están incluso
en la parte superior de los gabinetes de la cocina.

—Elizabeth.

Me toma un segundo darme cuenta de que Bárbara está diciendo mi


nombre, y cuando la miro, me da una de sus sonrisas falsas y dice:
La señora Garrison dice que tu dormitorio está arriba.
—Espero que te guste el púrpura —me dice la mujer mientras miro
su blusa púrpura y luego vuelvo a su rostro cuando dice: Tú eres la
primera chica que hemos conseguido, así que me he dejado llevar un
poco.

Bárbara me da una mirada molesta, asintiendo con su cabeza para


animarme a hablar.

—Sí —digo finalmente—, el púrpura es bonito.

Sonríe y pone su mano sobre la mía. Quiero quitarla, pero no lo


hago. No hago nada de lo que mi mente está gritando que debería
hacer. Solo me siento.

—Bueno entonces, ¿por qué no te ayudo con tus maletas antes de


irme? —dice Bárbara.

Las tres subimos las escaleras mientras crujen bajo nuestros pies y
entramos a la habitación púrpura. Las paredes coinciden con el suéter
de la señora Garrison, y observo mientras me muestra el armario y
luego el baño Jack y Jill2 que colinda con el otro dormitorio.

—Esta parece una gran habitación, ¿eh? —dice Bárbara cuando


suelta mis maletas en la parte superior de la doble cama púrpura.

—Mmm hmm.

—Bueno, tengo que volver a la carretera me dice, y cuando lo


hace, siento que las lágrimas golpean mis mejillas.

De repente, nunca me he sentido más sola. Vacía.

—No hay necesidad de llorar. Vas a estar bien. Sé que el cambio


puede ser difícil, pero estarás bien. Como dije, Lucia vendrá a conocerte
en unos días, ¿de acuerdo?

—Bien. —Es una respuesta automática porque estoy lejos de estar


bien.

Con una ligera palmadita en mi hombro, Bárbara me deja atrás, de


pie en la habitación púrpura con la señora de los patos.

2
Baño Jack and Jill: es un cuarto de baño con dos puertas, en el que se puede
acceder desde dos diferentes habitaciones o áreas.
—¿Quieres que te ayude a desempacar, querida? —pregunta.

—Yo lo haré.

—¿Tienes hambre? Podría hacerte un sándwich.

La miro a través de las lágrimas que quedan en mis ojos y asiento


con mi cabeza.

—Genial. Normalmente siempre comemos en la mesa de la cocina,


pero te lo subiré si quieres.

—Bien —digo cuando empiezo a abrir la cremallera de mis maletas.

—Elizabeth —llama ella desde el pasillo, justo fuera del dormitorio—


. Espero que te guste aquí. Carl, mi marido, trabajó duro pintando esta
habitación para ti. Está fuera haciendo un par de recados, pero debería
estar en casa en breve.

Cuando no respondo, se excusa y se dirige hacia abajo, dejándome


sola para desempacar. Al lado de la cama hay una pequeña ventana que
da hacia la parte delantera de la casa. Todas las casas son iguales
aparte de los varios colores de la pintura. Todo parece podrido aquí.

Me tomo mi tiempo sacando mi ropa y eventualmente como el


sándwich de mantequilla de maní que Bobbi me trajo. Me dijo que la
llamara así en lugar de señora Garrison.

Aparte de un pequeño aparador, escritorio y tablón de anuncios, la


habitación está bastante vacía. Cuando entro en el baño, el mostrador
del lavabo ya está ocupado con las cosas del otro niño. Me pregunto si
es como yo, qué edad tiene, y si es agradable. Siento que necesito un
amigo más que nunca en este momento. Estoy tan lejos de casa y tan
sola.

Un fuerte estruendo de afuera llama mi atención, y camino para


mirar por la ventana. Una vieja y gris camioneta se detiene en la
entrada. Observo mientras un hombre viejo y gordo sale del asiento del
conductor y comienza a caminar hacia la casa. Entonces el chico sale,
pero no puedo ver cómo luce bajo su gorra de béisbol.

Me quedo en mi habitación y escucho mientras entran, se hablan el


uno al otro, y luego escucho el crujir de las escaleras. Bobbi es la
primera que veo, seguida por su marido.
—Elizabeth, ¿cómo va el desembalaje? —pregunta.

—Bien —digo mientras miro al hombre. Tiene una barriga grande,


manchas en su camisa y cabello largo y desordenado.

—Eso es bueno. Este es Carl, mi marido —presenta ella.

—Elizabeth, ¿verdad? —pregunta él.

Asiento.

—¿Te estás instalando bien?

Asiento.

—No hablas mucho, ¿verdad?

Sintiendo que necesito decir algo, murmuro—: Solo estoy cansada.

—Bueno, te dejaré entonces —dice—. Me alegro de tenerte aquí.

Bobbi sonríe mientras Carl sale y después me pregunta cómo lo


estoy haciendo y si necesito algo, miento y le aseguro que estoy bien.
Cierra la puerta detrás de ella y tan pronto como lo hace, veo la luz de
la otra habitación parpadear a través del baño. Miro, y cuando veo al
chico con la gorra de béisbol, él se voltea a mirarme.

—Hola —dice mientras está en su extremo del baño.

—Hola.

Quitándose la gorra, la tira en su cama y se pasa la mano por su


sudoroso cabello marrón oscuro, casi negro. Luego camina a través del
baño y entra en mi habitación, mirando alrededor.

—Este color es repugnante —dice, dándome mi primera sonrisa real


en mucho tiempo.

—Mentí —le digo—. Le dije que me gusta el púrpura, pero no es


verdad.

—¿Has estado mucho tiempo en el sistema?

—Tres años.

—Nueve para mí. Acabo de llegar hace un par de semanas.


—¿Son agradables? —pregunto.

Toma asiento en la cama al lado de mí, y huele a humo de cigarrillo


y jabón. —Bobbi no ha estado aquí mucho. Acaba de regresar a la
ciudad de un espectáculo de artesanía que hizo.

—¿Espectáculo de artesanía?

—Sí, hace figuritas de patos de madera y basura para vender en


ferias, mercadillos y mierda, así que se ha ido mucho. Carl trabaja en la
tienda de mecánica de automóviles por la carretera. —Se detiene y
añade—: Bebe mucho.

No digo nada, y nos sentamos en silencio un momento antes de que


él pregunte: ¿Cuántos años tienes?

—Ocho. ¿Tú?

—Once. Casi doce. ¿Nombre?

—Elizabeth.

—¿Tienes miedo, Elizabeth?

Mirándolo, empujo mis rodillas hacia mi pecho, envuelvo mis brazos


alrededor de ellas, y asiento, susurrando—: Sí.

—Todo estará bien. Lo prometo.

Miro como una insinuación de una sonrisa cruza su rostro y algo al


respecto me dice que puedo creerle.

—Soy Pike, por cierto.


6
Presente
—¿Dónde demonios has estado Elizabeth?

—Lo siento —digo, mientras Pike afloja su agarre sobre mí—. No he


sido capaz de alejarme, pero estoy aquí ahora.

Pike da un paso hacia atrás, pasando una mano por su grueso,


desordenado y oscuro cabello, liberando una respiración áspera por la
nariz.

—Pike, vamos. No me hagas lamentarme de venir. Solo tengo esta


noche antes de que Bennett regrese.

—Solo estoy harto de vivir en esta mierda mientras tú estás viviendo


tu preciosa vida en ese jodido ático. Han pasado más de tres años —
ladra y luego cae hacia atrás sobre el sofá.

Mirándolo, intento calmar su irritación. —Lo sé. Lo siento, pero


sabías que sería así. Sabías que esto no funcionaría si nos movíamos
rápido.

—¿Estás siquiera trabajando en eso, Elizabeth? Porque desde donde


estoy, parece que te has puesto demasiado cómoda en tu nueva vida.

—No seas un idiota, Pike —le digo, levantándole la voz—. Me


conoces bien. Sabes que odio a ese idiota con todo mi ser.

Se inclina hacia adelante, descansando sus codos sobre sus rodillas


con la cabeza caída. Caminando hacia él, me siento en el sofá y
comienzo a frotar sus endurecidos hombros, los músculos tensos por la
frustración.

—Lo siento —dice en voz baja, y se sienta, tirándome contra él y


sosteniéndome.

Necesito el contacto, necesito su toque. Siempre lo he hecho, así que


me quedo un momento con mi brazo colgando alrededor de su cintura.
Odio estar lejos de él, pero sé que él lo odia más. No lo culpo. Este es el
peor lugar en el que ha vivido, está pagándole al dueño de este
remolque por debajo de la mesa para mantenerse fuera del mapa. Sigue
dándose prisa por seguir adelante, y aquí estoy, descansando en sus
brazos con un maldito abrigo Hermes que probablemente cuesta más
que este maldito agujero de mierda donde vive.

—Está bien —le aseguro—. Siento que estés atascado aquí, pero no
será para siempre.

—Estoy comenzando a preguntarme si lo será.

Muevo mis piernas sobre su regazo así me puede acunar en su


pecho, y cuando me pongo cómoda en esta nueva posición, le digo—:
Conocí a alguien.

—¿Sí?

—Sí. Creo que está interesado.

—Dijiste eso de los demás. ¿Qué te hace pensar que este es


diferente? —pregunta.

—No sé si lo es, pero vale la pena el intento, ¿cierto?

No responde, y cuando inclino mi cabeza hacia atrás para mirarlo,


me mira directamente a los ojos.

—No me voy a dar por vencida —digo—. Necesito que sepas eso.
Haré lo que sea necesario para darnos ese nuevo comienzo.

Me besa, deslizando su mano detrás de mi cabeza para sostenerme


cerca. El sabor familiar de sus cigarros de clavo me consuela como una
manta a un niño. Él es mi consuelo. He dependido de él desde que era
una niña. Me protegía cuando era una niña de ocho años y lo continúa
haciendo, a pesar de que ahora soy una mujer de veintiocho años.

El áspero calor de su lengua se desliza a lo largo de la mía,


lentamente, mientras retrocede, terminando nuestro beso.

—¿Quién es el desafortunado bastardo?

—Se llama Declan McKinnon. Bennett y yo estábamos en un evento


suyo cuando lo conocí.

—¿Qué tipo de evento? —pregunta.


—La apertura de su hotel. Tuvo una fiesta vistosa con todos los
nombres correctos presentes —le digo—. No sé mucho acerca de él, pero
sé que su padre es un promotor inmobiliario y tiene una larga cadena
de hoteles lujosos detrás de su nombre. No estoy segura de cuantos
tenga Declan en sus manos, pero uno es seguro.

—Parece demasiado alto el perfil —dice mientras me quita de su


regazo y se dirige a la cocina—. ¿Cerveza?

—Sí.

Quita las tapas y luego me da una botella cuando se sienta de nuevo


a mi lado.

—Sé que no es la opción ideal, y ni siquiera iba a meterme con él,


pero está trabajando conmigo en un evento y estamos pasando mucho
tiempo juntos. No sé... Bebo un trago de cerveza, y luego agrego:
Solo el tiempo lo dirá, pero ya puedo ver la intriga. Pero solo acabo de
conocerlo, así que todavía estoy intentando entenderlo.

—¿Y qué piensas hasta ahora?

—Creo que es el tipo de hombre que le gusta tener el control. Pero al


mismo tiempo, parece divertirse cuando me pongo perspicaz con él. Ya
he plantado la semilla de que soy una persona que podría necesitar ser
salvada. —Me rio ante el recuerdo de estar en su auto hace solamente
un par de horas atrás—. Estoy bastante segura de que lo creyó. Tonto
estúpido.

—¿Ya te ha tocado? —corta él.

—No Pike. He conocido al tipo durante una semana; sabes que no


trabajo de esa manera. A los hombres les gusta perseguir, así que lo voy
a hacer perseguirme hasta que no se pueda resistir.

—¿Crees que sea posible que se enamore de ti?

—Espero que lo haga —le digo.

—También yo. Estoy harto de vivir así, nena. No tienes idea —dice
mientras toma mi rostro entre sus manos y me mira—. Sabiendo que
ese jodido tiene sus manos sobre ti…

—No lo siento.
—No me mientas.

—No lo hago —digo, pero lo estoy haciendo. Intento tan duro no


sentir las manos de Bennett sobre mí. Trabajo para evitar cualquier
orgasmo con él, y me odio cuando mi cuerpo no es lo suficientemente
fuerte como para combatirlo y me hace venirme. Sucede de vez en
cuando y la bilis que se eleva es un recordatorio ardiente de la debilidad
que todavía vive dentro de mí. Una debilidad que continúo tratando de
matar, pero Pike estaría muy cabreado si lo supiera, así que miento,
permitiéndole creer que solamente él tiene esa parte de mí. La parte que
sus ojos me están diciendo que desea justo ahora.

—Dime cuanto lo odias, Elizabeth —gruñe mientras se arrastra


encima de mí, empujando mi espalda sobre su sofá.

—Lo odio.

Con un gruñido cercano, estrella su boca contra la mía, y la cerveza


se escapa de mi mano, golpeando contra el suelo. Su lengua invade mi
boca, sus manos agarrando mechones de mi cabello, su cuerpo se
presiona fuerte contra el mío. Se apodera de mí, moliendo su polla dura
entre mis piernas mientras comienzo a tocar los botones de sus
vaqueros. Una vez desabrochados, los empujo hacia abajo, más allá de
sus caderas, y él arranca los míos también.

Nos movemos rápida y descuidadamente. Se sienta y jala los


pantalones de una de mis piernas.

—Muéstrame tus tetas —exige, mirándome.

Me quito la parte superior y desengancho mi sostén, tirándolo a un


lado y sus manos ásperas están sobre ellas rápido. Entonces toma su
polla y la jala un par de veces mientras gira uno de mis pezones entre
sus dedos, enviando una onda de choque directamente a mi vientre.

—¿Quieres que me lo lleve?

—Sí —respiro.

—Dilo. Dime que necesitas que me lo lleve.

Continua su ataque tortuoso sobre mi pezón antes de liberarlo y


moverse al otro. Pike sabe que lo necesito para adormecerme. Siempre
me he permitido usarlo así. Para adormecer el dolor. Adormecer el
pasado. Adormecer el presente. Follar a Pike es mi droga personal y
estoy esperado hace mucho tiempo por una probada. Las palabras
están cerca de la agonía, cuando le doy lo que le encanta escuchar. —
Eres el único que puede hacer que se vaya, Pike.

Baja su cabeza, chupando un brote maltratado en su boca.

—Oh, Dios, Pike. Fóllame. Solamente hazlo —le ruego.

Rápidamente arranca su camisa, revelando la tinta extendida sobre


su pecho y brazos, antes de empujar mis bragas a un lado y empujarse
dentro de mí. Una transgresión volátil mientras los sonidos de nuestra
carne golpeando junta llena la habitación. Me agarro de su trasero,
impulsándolo más fuerte y me lo da, golpeando en mí.

Cerrando los ojos, me desplazo hacia donde no existe nada más que
el placer que se forma dentro. Sus carnales gruñidos calientan mi oído
con su aliento mientras entierra su cabeza en mi cuello. Follamos
suciamente, como animales. La mezclilla de sus vaqueros que se
empujan debajo de su culo roza la parte posterior de mis muslos
mientras nos molemos uno contra el otro, mi culo fuera del sofá cuando
encuentro su choque. Codiciosos.

Agarra mis caderas mientras se sienta sobre sus rodillas, trayendo


mi coño hasta él cuando comienza a golpear en mí a un ritmo brutal.

—Joder, Pike —jadeo mientras levanto mis brazos sobre mi cabeza


para agarrar el brazo del sofá.

Su pene hinchándose dentro de mí cuando se acerca causa una


erupción de fuego, encandilando su camino a través de mis venas
mientras me hace venir. Me pongo rígida, tensa para sacar el máximo
provecho del orgasmo, moliendo mi clítoris contra su pelvis. Unos
segundos más tarde él se estrella contra mí y se detiene, soltando un
silbido gutural, mientras dispara su enfermedad tranquilizante dentro
de mí.

Colapsando su sudoroso pecho encima del mío, nuestras


respiraciones laboriosas son pesadas, y estoy con más paz. Mientras
mantenga mis ojos cerrados para no tener que ver al mejor amigo que
acabo de usar, estoy bien.
Pike me da un poder enfermo que anhelo. El poder de tomar el
control, aunque sea por un momento. Usándolo para limpiarme de la
putrefacción que me contamina. Y él consigue alivio al ser el único que
puede hacer eso. Ser la única persona que lo puede alejar, haciendo de
mi cuerpo una tumba. Pero ahora, mientras desliza su polla ablandada
fuera de mí, su semen caliente corriendo entre mis muslos cuando me
siento, estoy bañada en degradación, y él lo sabe. Siempre es lo mismo.

Tira de mí dentro de sus brazos mientras se sienta después de subir


sus vaqueros. Con su mano frotando mi espalda trago con fuerza
mientras intento controlar los sentimientos de vergüenza.

—¿Por qué sigues sintiéndote así? —pregunta, conociéndome


demasiado bien.

Yo no respondo. Él está acostumbrado a mi silencio después de que


tenemos sexo. ¿Qué podría decir que él no sepa ya? La cosa es que sé
que Pike me ama de una manera que no comparto. Es mi hermano y mi
mejor amigo. Pero para él, soy más. Nunca ha venido directamente y me
lo ha dicho, pero lo sé de todas formas. Eso no le impide follar a otras
chicas, pero sé que lo necesita. Pike tiene algo por el sexo, le gusta
mucho. Más de lo que una persona normal podría asumir. Nunca me ha
molestado debido a que no veo el sexo muy diferente de lo que uno
haría con el papel de baño. Usándolo para limpiar la mierda de la vida,
y cuando te sientes limpio, lo tiras y sigues adelante.

—No necesitas sentirte así. No me importa que me uses de esta


manera. Te amo, así que puedes tenerlo. Si te hace sentir mejor,
entonces solo tómalo —dice—. Prefiero que me permitas hacer esto por
ti que dejar que alguien más lo haga.

Sus palabras lo hacen incluso peor, así que me retiro y me muevo


para deslizar mi pierna dentro de mi pantalón. Me observa mientras
agarro el resto de mi ropa y camino hacia el baño.

Después de que me limpio y me vuelvo a poner mi ropa, salgo para


ver a Pike limpiando la cerveza que se derramó en el suelo.

—Lo siento —digo mientras estoy ahí de pie, y cuando me pasa para
tirar el rollo de toallas de papel, responde—: No me importa la cerveza.
—Lo siento por más que solo la cerveza —le digo—. Desearía poder
darte más dinero.

—Sabía a lo que me estaba anotando. Ambos lo hacíamos. Es


demasiado peligroso, así que solamente ignora mi mierda —dice
mientras camina nuevamente hacia el sofá y me hace señas para que
me siente junto a él. Saca un cigarro y lo enciende, tomando una gran
calada y luego agregando: Simplemente te extrañé. —Mientras el
humo sale de su boca, formando nubes de vapor enfrente de su rostro—
. ¿Cuándo serás capaz de volver aquí?

—Más seguido después de Año Nuevo. Bennett tiene un calendario


de viajes muy ocupado, estoy segura de que estará más ocupado ahora.

—¿Por qué?

—Acaba de comprar esta semana otra planta de producción en


Dubái, así que me imagino que va a volver a supervisar el nuevo
equipamiento del lugar y ponerlo en marcha —le explico.

—Eso es bueno para nosotros. —Se ríe y me uno a él.

—Mis pensamientos exactamente —digo a través de una gruesa


sonrisa que dejo caer cuando pregunto—: ¿Cómo has estado?

—Tú sabes cómo es. Nada ha cambiado para mí —me dice. Pike
siempre ha encontrado la manera de arreglárselas, haciendo pequeñas
estafas y cosas así. Pero hace la mayor parte de su dinero vendiendo
drogas. Como yo solía hacer.

Cuando salimos del sistema, vivíamos con uno de los amigos de Pike
para el cual trabajábamos, traficando drogas.

Pike era el intermediario, poniéndose en la calle para vender el


producto e hizo una cantidad decente de dinero haciéndolo.

—¿Necesitas algo?

—Que te pongas enfocada en este.

—Estoy enfocada, Pike. —Odio cuando me habla así. Como si no


supiera qué diablos estoy haciendo cuando soy yo la que está llevando
la mayor estafa aquí, poniendo sus habilidades al borde del precipicio—
. Mi enfoque nunca ha flaqueado. Pero necesito que confíes en mí. Sé lo
que estoy haciendo.

—Solo sé cuidadosa. Las manos limpias, ¿recuerdas?

Asiento y luego agarro el control remoto para encender el televisor.


Pasamos las próximas horas pasando el rato como solíamos hacer, pero
antes de que sea demasiado tarde, sé que tengo que irme y volver a la
ciudad.

—Con las fiestas acercándose, no te enojes si no puedo escaparme,


¿de acuerdo? Lo intentaré, pero será difícil hasta enero.

—Lo entiendo. No hagas nada estúpido tratando de venir a verme —


dice mientras nos levantamos y caminamos hacia la puerta.

Agarro mi abrigo y me lo pongo, luego me doy la vuelta para darle un


largo abrazo. Es difícil dejarlo, sabiendo que está aquí en un agujero de
mierda. Es la única familia que tengo y no tener ningún contacto con él
es aterrador para mí debido a que sé cuán fácilmente la familia puede
ser arrebatada. Así que con mi mejilla presionada contra su pecho,
inhalo su aroma y me aferro a él mientras pasa los dedos de sus dos
manos a través de mi cabello y hasta mi rostro. Ahuecando mi
mandíbula, me inclina el rostro para que lo mire. Sus ojos marrones
son intensos cuando pregunta—: ¿Dura como el acero?

—Sí —respiro.

Él me enseñó a una edad temprana cómo vivir sin emociones. Cómo


envolver esa jaula de acero alrededor de mi corazón, siempre
diciéndome que nadie puede hacerte daño si no puedes sentir. Así que
no lo hago. Fuera de Pike, no hay nadie a quien le daré eso porque las
emociones hacen a las personas débiles. Y yo no puedo permitirme
hacer eso. El corazón es un arma, un arma autoinfligida, que si no está
entrenada apropiadamente, puede destruir a una persona.
7
Presente
Miro mientras Bennett se mueve por el dormitorio, vistiéndose con
su traje de tres piezas para ir a la oficina durante el día. Llegó tarde
hace un par de noches y como presumí, su horario está lleno de viajes
después de la compra que acaba de hacer. Aunque está en casa ahora,
ha estado viviendo en la oficina antes de que vuelva a salir al final de
esta semana.

El frío en el aire me llega, me hundo en la cama y debajo de las


mantas.

—¿Necesitas que ajuste el termostato? —pregunta Bennett mientras


se acerca a mi lado de la cama.

—¿No tienes frío?

Se sienta en el colchón a mi lado, se inclina para besar mi nariz, y


luego sonríe.

—¿Qué? —le pregunto mientras se aleja.

—Tu nariz esta fría. Ven aquí.

Me siento, y me envuelve en sus brazos en un intento de calentarme.


Deslizando mis brazos alrededor de su cintura, bajo la chaqueta de su
traje, me curvo contra él.

—Extrañé esto —respiro—. Tenerte, aquí, conmigo.

—Lo sé. También lo extrañé —dice, retrocediendo para mirarme a los


ojos—. Siempre puedes venir conmigo, ¿sabes? No tienes que estar sola.

—Lo sé, pero Declan ya ha programado las citas con los vendedores
para la fiesta. Estaré ocupada por el siguiente par de semanas.

—¿Cómo fue tu visita con la florista el otro día? —pregunta.

Pasando mi mano por su corbata de seda, le digo—: Fue bien. Creo


que tenemos casi todo lo que elegimos.
—Bien.

Peina sus dedos a través de mi cabello y se inclina para besarme.


Lento y suave, tomándose su tiempo.

Bennett tiende a ser demasiado cariñoso después de regresar de un


viaje, y nunca lo rechazo, así que me muevo a mis rodillas y sostengo su
rostro en mis manos. Cuando agarra mis caderas, agarrando el satín de
mi escurridizo albornoz, tomo su boca, incitándolo. Me empuja sobre su
regazo, y su creciente polla se presiona contra mí mientras muelo mis
caderas contra él.

—Dios, cariño. No puedo conseguir suficiente de ti —murmura


contra mi cuello, entre sus dulces besos.

—¿Me deseas?

—Siempre te deseo —me dice—. Pero vas a hacerme llegar tarde.


Tengo una reunión.

Sonriéndole, le digo—: Seré rápida. —Antes de resbalar de su regazo


y arrodillarme en el suelo al lado de la cama. Rápidamente trabajando
mis manos, deshago sus pantalones y tiro de ellos. Y cuando se sienta
en el borde de la cama, envuelvo mis labios alrededor de su polla y lo
chupo completo mientras gime mi nombre.

Una vez plenamente satisfecho, me besa profundamente cuando lo


llevo a la puerta antes de que se marche.

—Odio tener que marcharme cuando todo lo que quiero es hacerte el


amor todo el día.

El timbre de mi celular nos interrumpe, y espera mientras lo tomo


del mostrador de la cocina y respondo.

—¿Hola?

—Nina, soy Declan.

—Hola.

—Me preguntaba si podrías pasar por el hotel más tarde hoy. Betty,
de Marguerite Gardens, tiene algunos arreglos para que los veas —dice.
—Um… claro. Eso no debería ser un problema en absoluto. ¿A qué
hora sería bueno?

—Deberían ser entregados al mediodía.

—Está bien, pasaré más tarde —le digo antes de colgar.

—¿Quién era? —pregunta Bennett cuando camino de regreso hacia


él.

—Declan. La florista está enviando algunos arreglos de muestra para


que los vea más tarde hoy, así que simplemente tomaré uno de los
autos al hotel si Baldwin va a estar contigo.

—¿Segura?

Levantándome de puntillas, le doy un besito. —Estoy segura.

—Te llamaré cuando salga de la oficina. ¿Qué tal si te llevo a cenar


al Everest esta noche?

—Suena perfecto —le digo con una sonrisa.

Pasa su pulgar por mis labios y luego le da a mi barbilla un pequeño


pellizco, diciendo—: Que tengas un bien día, ¿de acuerdo?

—Tú también.

Tan pronto como se marcha, entro a la cocina para poner la tetera


sobre la estufa, y mientras espero a que hierva, miro hacia la mesa del
comedor. El extravagante jarrón de rosas púrpuras que Bennett me dio
cuando llegó a casa anoche está en el centro de la mesa. La vista causa
una reacción física dentro de mí. Una torcedura en mi estómago
mientras aprieto mis dientes. Odio el púrpura. Sin embargo le dije que
era mi favorito, así que cuando me da flores, su forma de colmarme de
afecto, solo me recuerda todo lo que odio. Paredes púrpuras parpadean
en mi mente, y solo refuerza mi pared de acero. Bennett es todo lo que
un esposo debería ser, por lo que era esencial que yo creara las fisuras
dentro de él. Las flores púrpuras son una de ellas.

El silbido chillante de la tetera me saca del púrpura y al presente.


Preparo mi té y entro al dormitorio para alistarme para el día. Sabiendo
que voy a ver a Declan, quiero lucir bien, así que coloco mi taza en la
isla central de mi armario y comienzo a ordenar mi ropa. Seleccionando
un simple vestido negro, lo emparejo con tacones negros de charol y mi
abrigo blanco de lana hasta la rodilla.

Después de una lenta mañana preparándome y tomando una


llamada telefónica de Jacqueline para programar una cita para
almorzar con las chicas, agarro mi bolso y me dirijo al estacionamiento.
Toma un tiempo llegar al hotel con el ajetreado tráfico de almuerzo en el
circuito, pero cuando llego, el valet toma mi auto y hago mi camino de
regreso a la oficina de Declan.

Cuando me acerco a su puerta, puedo estuchar su voz al otro lado.


Se escucha molesto, ladrando órdenes a quienquiera con el que debe
estar en el teléfono porque solo es la voz de Declan la que escucho.
Espero, y cuando me percato que la conversación ha terminado, le doy
a la puerta un par de ligeros golpes.

—Adelante —llama.

Abriendo la puerta, su atención está en el ordenador portátil y está


tecleando.

—¿Mal momento? —pregunto con vacilación, y cuando escucha mi


voz, mueve los ojos hacia mí y rueda su silla lejos de su ordenador para
enfrentarme—. Puedo volver.

—No —declara simplemente mientras se levanta y camina hacia mí,


tomándome del codo y girándome para caminar con él—. Por aquí.

Su brusca actitud el otro día en la floristería fue irritante, pero por


alguna razón, en este momento, no tiene ese efecto en mí, imaginado
que quien sea con el que estaba hablando es el culpable de su mal
humor, y no yo. Lo sigo fuera de su oficina y hacia un opulento comedor
privado que está libre de personas. Abre las puertas dobles de vidrio
esmerilado y me lleva dentro de la habitación oscura, débilmente
iluminada por los escasos candelabros. Hacia la parte posterior del
comedor, hay una mesa aislada revestida de arreglos de color naranja
quemado y flores blancas con oscura y abundante vegetación. Algunos
acentuados con vid en espiral y otros oscurecidos con musgo
ennegrecido.

Declan todavía sostiene mi brazo cuando caminamos hacia la mesa.


—Estoy impresionada —digo, y es entonces que me libera. Cuando
lo miro, noto que su mandíbula se flexiona mientras rechinan sus
dientes. Su enfoque está en la mesa y no en mí, así que es con una
suave voz que hablo—. ¿Declan? Mirándome, pregunto—: ¿Estás
seguro de que no es mal momento? Puedo irme.

Relaja su rostro y pasa la mano por la parte posterior de su cuello y


a lo largo de su incipiente barba en su mandíbula. Liberando un
suspiro, dice—: Quédate.

Asintiendo, me vuelvo y doy un paso hacia los arreglos y comienzo a


estudiar cada uno. Hay cinco, cada uno adornado y exquisitamente
elaborados. Diseños únicos y exactamente lo que tenía en mente.

Me quedo inmóvil cuando siento los dedos de Declan rozar los


costados de mi cuello, y mientras giro mi cabeza para verlo de pie justo
detrás de mí, mueve sus manos al cuello de mi abrigo, y comienza a
deslizarlo por mis hombros. Ajustándome, le permito que tome mi
abrigo y lo veo mientras lo coloca sobre el respaldo de una silla.

—Gracias —murmuro.

—¿Qué te parece?

Manteniendo mis ojos en él, no respondo de inmediato. Quiero el


contacto para ver cómo responde. No toma mucho tiempo para que una
sexy sonrisa cruce su rostro.

—Son perfectos. No estoy segura de cómo elegir uno sobre el otro.

—Entonces tómalos todos —dice.

—¿Tomarlos todos?

—¿Por qué no? ¿Quién dice que tienes que elegir?

—¿No hay siempre una elección? —pregunto con un tono que indica
que estamos hablando de algo más que flores.

—No cuando eres una Vanderwal.

Con superficial ofensa, digo—: ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué debido


a mi nombre simplemente tomo lo que quiero? —Eleva una ceja sin
decir nada y agrego—: ¿Eso lo que tú haces? Porque corrígeme si estoy
equivocada, pero el nombre McKinnon no es uno que la gente no
conoce.

—¿Estamos hablando personal o negocios? —pregunta.

—El negocio es personal cuando te pertenece a ti, y la última vez que


comprobé, es tu nombre el que lleva este hotel.

Se acerca a una de las otras mesas y se sienta. Inclinándose y


apoyando uno de sus brazos sobre la mesa, dice: Sí, tomo lo que
quiero.

No me muevo, de pie junto a las flores, y pregunto—: ¿En qué caso?

—En todos los casos. Ahora deja de estar allí y siéntate conmigo.

—¿Estás tomando esto?

Con una sonrisa que usa realmente bien, dice—: ¿Estás a la altura?

—No —declaro secamente—. Y estos juegos que tiendes a disfrutar


jugando conmigo están pasando su novedad, y francamente, no me
gusta ser jugada como si estuviera aquí solo para tu entretenimiento.
Así que, de nuevo, corta la mierda, Declan. —Agarro mi abrigo y
comienzo a caminar hacia la puerta, esperando que haga el movimiento
que estoy provocando en él.

Su mano agarra la parte superior de la mía tan pronto como golpea


la manija de la puerta, y me congelo, manteniendo la cabeza baja.

—No te vayas —dice, y permanezco en silencio mientras continúa


hablando—. No eres un juguete Nina, y disculpa si te hice sentir así.

—¿Y qué es esto?

—Este soy yo, simplemente queriendo llegar a conocerte —dice, y


cuando lo miro, añade—: Dijiste que no tienes amigos, ¿verdad?

Alejando mi cabeza de él para evitar contacto visual, dice—: Todo el


mundo merece un amigo, Nina. Incluso tú.

—¿Y crees que vas a llenar ese vacío? —pregunto, mirándolo—.


¿Qué te hace pensar que necesito eso?
—Dime entonces, ¿con quién hablas de las cosas que no puedes
hablar con tu marido?

Saco mi mano de debajo de la suya y me muevo para enfrentarme a


él. —¿Con quién hablas tú?

Silencio.

—¿Esperas que me abra a mí misma cuando no sé nada de ti? ¿Y


qué me das a cambio, huh? —pregunto.

—Lo mismo —responde—. Así que empecemos ahora. Antes que


llamaras a mi puerta hace unos minutos, estaba al teléfono con mi
padre. Él estaba siendo un maldito cabeza de polla como siempre,
ridiculizándome por decisiones que estoy haciendo de las que él no
tiene nada que opinar, y lo vuelve loco no tener el poder en esta
situación. Así que allí tienes, mi padre es un bastardo para mí.

Sus ojos son afilados cuando dice esto, la intensidad predominante,


y me siento como que acabo de hacer un progreso. Pero no quiero que
esté cabreado ahora mismo, así que rompo la tensión, y lo hago sonreír
cuando me burlo. ¿Un maldito cabeza de polla? ¿Es ese algún insulto
escocés que ustedes lanzan? porque nunca he escuchado a alguien
llamarle a otro cabeza de polla antes.

—Sí, cariño, lo es, pero si prefieres algo más auténtico, puedo


llamarlo fannybawbag3, pero entonces el americano al azar,
probablemente me parecería un coño.

Me rio de su declaración, pero la dejo caer de mis labios mientras


miro a mis pies y me tranquilizo.

—¿Qué pasa, Nina? —pregunta, tomando nota de mi cambio de


humor. Cuando no respondo de inmediato, me toma de la mano,
sosteniéndola en la suya mientras me acompaña a una mesa y nos
sentamos—. Dime algo sobre ti.

—No sé lo que quieres.

—Cualquier cosa. Solo dame un pedazo —dice, pero cuando me ve


dudar, ofrece—: Dime por qué no tienes amigos.

3
Fannybawbang: De origen escocés nombre dado a una persona que es molesta, inútil o simplemente
estúpido.
Libero un suspiro, dándole lo que quiere escuchar. —Porque no soy
de este mundo. No soy como esas mujeres, y… —Me detengo, tomando
un momento antes de añadir en voz baja—: me asusta que ellas me
juzgarán, así que prefiero que me teman porque es más fácil de esa
manera. —Cuando digo las palabras, la verdad que está atada a ellas
me sorprende.

—¿Así que te escondes?

—Supongo.

—¿Estás sola?

—¿Me veo sola? —pregunto.

—¿En este momento? Sí.

Evadiendo. Me vuelvo hacia él, preguntando—: ¿Y qué hay de ti?


¿Estás solo?

—Me mude aquí desde Nueva York cuando empezamos a trabajar en


este lugar. He estado muy envuelto consiguiendo que todo quede bien
para la apertura, así que sí, me he vuelto solitario.

—¿Cuándo dejaste Escocia? —pregunto.

—Solía pasar mis veranos aquí en Estados Unidos cuando estaba en


la universidad en casa. Venía aquí y trabajaba para mi padre,
aprendiendo los detalles del negocio, pero oficialmente no empaqué y
me marché hasta después de graduarme con mi maestría —me dice—.
Eso fue hace siete años.

—¿Lo echas de menos?

—¿Escocia?

Asiento, responde categóricamente. Sí. —Antes de preguntar—:


¿De dónde eres?

—Kansas.

—¿Qué te trajo aquí?

Me muevo en mi asiento, marcando mi incomodidad al contestar,


pero antes que pueda hablar, mi celular suena dentro de mi bolso que
está sobre la mesa. Recogiéndolo, veo que es Bennett, y contesto la
llamada.

—Bennett, hola —digo así Declan sabe con quién estoy hablando.

—Solo reportándome. Mi reunión terminó mucho antes de lo que


esperaba, y estaba esperando verte —dice dulcemente.

—Acabas de verme.

—¿Entonces esta es tu forma de decir que estás demasiado


ocupada?

—No, nunca estoy demasiado ocupaba para ti. ¿Aún estás en la


oficina? —pregunto mientras doy un rápido vistazo a Declan y veo la
irritación en sus ojos.

Bueno. Ponte celoso.

—Sí. ¿Tienes hambre? Puedo llevar comida.

—Eso suena genial, cariño —le digo, comportándome cariñosa solo


para arrancar los nervios de Declan, y puedo decir que está
funcionando por los músculos tensos en su cuello y mandíbula—. Estoy
en camino ahora, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Te amo.

—También te amo.

Mirando a Declan, le digo—: Tengo que ir a encontrar a Bennett.

—Sí, escuché —dice, abreviando sus palabras.

Corro mi mano sobre su puño cerrado que descansa sobre la mesa,


y digo—: Gracias.

—¿Por qué?

—Hablar conmigo. —Mirándolo a sus ojos, le digo de nuevo—:


Gracias. Así puede escuchar la sinceridad en mis palabras.

Su mano se relaja debajo de la mía, y la gira así está sosteniendo la


mía, y con una sonrisa dice: Permíteme acompañarte.
Mientras me ayuda con mi abrigo, finalmente, siento que he
encontrado la pareja que he estado buscando. Han sido varios hombres
antes de Declan, pero ninguno jamás me dio la promesa que siento que
él puede darme, así que le permito sostener mi mano por un momento
más de lo que debería mientras me acompaña hacia el valet quien está
esperando con mi auto.

Me deslizo en el asiento del conductor y Declan se inclina,


recordándome: El viernes es tu cita con el proveedor de catering. A las
cuatro en punto.

—Lo tengo en mi calendario.

—¿Te refieres a ese calendario de papel que no te proporciona


notificaciones o recordatorios? —bromea.

Riéndome de su indirecta, digo—: Sí, ese. Pero al parecer eso es todo


lo que necesito debido a que tú tiendes a hacer el recordatorio para mí.

—¿Entonces te veré el viernes?

—Me verás el viernes —afirmo antes de que él cierre mi puerta, y


comienzo a conducir hacia Willis Tower para encontrar a mi marido
para un almuerzo tardío, todo el camino sintiéndome optimista por
primera vez en mucho tiempo.
8
Pasado
Me siento sola en la parte delantera de la escuela, esperando que
Pike se reúna conmigo para que podamos ir a casa.

Está en problemas con uno de sus maestros otra vez y tiene


detención, así que tomo la hora para sacar todas mis lágrimas para que
no me vea llorar. Al parecer he perdido la noción del tiempo cuando
escucho las puertas de metal sonar al abrirse y levanto mi cabeza para
ver a Pike bajando los escalones. Rápidamente, limpio mi rostro, pero
de todos modos ve las lágrimas.

—¿Por qué estás llorando? —pregunta, pero yo no digo nada


mientras me levanto y muevo mi mochila sobre mis hombros—.
¿Elizabeth? ¿Qué pasó?

—Nada. ¿Podemos irnos ahora?

—No. No hasta que me digas por qué estás molesta.

Bajando mi cabeza, pateo un par de piedras en la acera diciéndole:


Los niños de mi clase se burlan de mí.

—¿Qué dijeron? —pregunta con voz dura.

—No importa —le digo. Ya he estado en esta escuela por unos


meses. El tiempo suficiente para golpear un brote de crecimiento y ya
no encajar en la ropa que mi última familia de crianza me compró, así
que ahora estoy atrapada usando ropa que Bobbi obtiene de las tiendas
de segunda mano, y los otros niños se burlan de mí por la forma en que
me veo.

—A mí me importa —afirma, y cuando lo miro, digo: Me insultan.


Diciendo que me veo como si consiguiera mi ropa de una lata de
basura. Puedo sentir las lágrimas caer de nuevo a medida que
continúo—. Me insultan en mi cara y luego susurran y se ríen de mí.

—Esos chicos son imbéciles.


—No tengo amigos, Pike —digo, llorando—. Estoy completamente
sola, y quiero ir a casa. Echo de menos a mi papá y quiero ir a casa.

En un segundo, me tiene en sus brazos, y mojo su camisa con mis


lágrimas. Cada noche rezo a un Dios que ni siquiera estoy segura de
que exista que me despierte de esta pesadilla, pero sigo aquí. Tengo casi
nueve años y no he visto a mi papá, escuchado su voz, sentido sus
abrazos… nada, en casi cuatro años. Tengo una trabajadora social que
solo me ha visto dos veces desde que estoy aquí, y las dos veces lloro y
le ruego que me lleve con mi papá, pero no lo hará. Él está muy lejos.
Empiezo a creer que nunca lo recuperaré porque esperar hasta que
tenga catorce años parece como siempre.

—Lo siento —dice Pike finalmente mientras nos paramos en la acera


abrazándonos—. Pero no estás sola. Me tienes a mí.

Tiene razón. Es el único a quien tengo, pero es un niño de doce


años, y el año que viene estará en la escuela intermedia, dejándome
aquí sola. Sola con niños que no les agrado.

Cuando se retira y me mira, me da vergüenza el tinte verdoso que le


dejó el ojo negro que Carl le dio el otro día. Aprendí rápido que cuando
Bobbi está cerca, Carl es semi agradable, pero en el momento en que
ella se va, él empieza a beber. Trato de esconderme y ser invisible
cuando bebe porque da miedo estar cerca de él. Grita mucho, y si Pike y
yo hacemos mucho ruido, se pone muy furioso y normalmente nos
golpea.

Mi primera bofetada llegó una semana después de que llegué aquí.


Bobbi se fue para el fin de semana y Carl estaba abajo viendo televisión
mientras yo estaba arriba. Encontré una radio en el estante superior del
armario en mi habitación y estaba parada en una silla para bajarlo,
pero me resbalé, causando que la silla se volcara y la radio chocara con
el suelo. Carl irrumpió por mi puerta y vio la radio rota. Antes de que yo
supiera lo que estaba sucediendo, me había tirado del brazo y
abofeteado en la cara. La ardiente picadura se mantuvo en la piel de mi
mejilla mientras después lloraba en mi almohada.

Pike y yo nos tomamos nuestro tiempo caminando a casa, pero


cuando llegamos a nuestra calle, el auto de Bobbi se ha ido, y solo el
camión de Carl está enfrente de la casa. Mi estómago se hunde. Es fin
de semana, así que estoy segura de que solo seremos nosotros tres.
Bobbi nunca nos dice cuándo se va, pero últimamente, parece ser todo
el tiempo. Ya nunca está en casa.

—Solo ve directamente a tu habitación —me dice Pike mientras


caminamos hacia la puerta principal—. Agarraré un bocadillo y te lo
subiré.

—Bien.

Pero eso no pasaría. En cambio, estaba a punto de ser presentada a


un agujero negro que reclamaría otra parte de mi fe en la decencia
humana.

—¿Dónde diablos han estado niños? —nos grita Carl cuando


entramos, y la grava en su voz me hace aferrarme al brazo de Pike con
miedo.

—Tuve detención. Le dije a Elizabeth que me esperara para que no


tuviera que caminar sola a casa —explica Pike.

—¿Crees que tengo todo el maldito tiempo del mundo para


preguntarme dónde coño están? —grita y luego agarra a Pike por su
camisa, arrancándolo de mi agarre en su brazo y apartándolo de mí.
Luego se mete en mi rostro, apestando a cerveza y cigarrillos.

—Y tú... —Escupe mientras empiezo a llorar, lo que no hace más


que molestarlo aún más—. ¡Joder! ¿Por qué siempre estás jodidamente
llorando? No voy a pasar otro fin de semana aquí contigo escuchando
esta mierda. —Cuando levanta su camisa sucia y comienza a
desabrochar su cinturón, los escalofríos de miedo corren
desenfrenados, clavándose a través de mis venas.

Pike se levanta del suelo y va tras Carl, pero solo toma un golpe para
noquear a Pike de nuevo, y Carl tiene su mano cerrada alrededor de mi
muñeca mientras grito y me revuelvo. De repente, me ha levantado del
suelo con un firme agarre alrededor de mi cintura.

—¡Déjame ir! —grito—. ¡Detente! ¡Déjame ir!

Escucho un estruendo, y cuando miro a través de mis lágrimas, veo


que he pateado a un par de patos de Bobbi y los he roto.

—¡Pequeña mierda! —grita él, pero está mezclado con los gritos de
Pike también, y entro en pánico. Pánico puro.
Gritando, llorando, pateando y lo siguiente que sé, es que estoy
siendo empujada en el pequeño armario del pasillo. Carl me tira fuerte
contra el suelo y luego tira de mis muñecas, usando su cinturón para
atarme a la barra inferior de ropa. Todo es un borrón caótico. Todo el
mundo está gritando, y el terror en mi cuerpo me hace difícil respirar a
través de mis llorosos gritos de ayuda. Escucho a Pike, y me aferro a su
voz cuando el puño de Carl choca contra mi cara.

Golpe.

Cerradura.

Oscuridad.

—¡No! ¡Déjame salir! —Lloro—. ¡Pike, ayúdame! ¡Déjenme salir! ¡Por


favor!

Puedo escuchar la paliza que Pike está recibiendo ahora. Gruñidos.


Movimientos. Gritos. Giro y tiro de mis muñecas, tratando de liberarme,
pero el cuero está cortando mi piel, y solo me estoy haciendo daño. El
lado de mi rostro donde me golpeó pulsa con latidos de dolor caliente, y
caigo sobre mi parte inferior con mis brazos levantados sobre mi cabeza
y lloro. Lloro por lo que se siente como años en la oscuridad.

Mi cuerpo se vuelve cansado y débil. Mis brazos fríos y con


hormigueo. Me levanto, metida entre la pared y la barra de ropa, y
puedo sentir el calor fluyendo de nuevo a través de mis brazos a mis
manos. Intento mover mis dedos para agarrar la correa de cuero, pero
está demasiado oscuro para ver algo y mis dedos son demasiado
pequeños. ¿Qué haría de todos modos? ¿Quitarme la correa y salir de
aquí? Carl me mataría, así que, ¿cuál es el punto de intentarlo?

Escucho el tenue sonido de la televisión en la sala mientras mi


cabeza empieza a caer. Tengo tanto sueño, pero mis brazos duelen
demasiado cuando me siento, y no puedo dormir de pie. No estoy
segura de qué hacer, me quedo atascada contra la pared mientras sigo
sacudiéndome fuera del sueño cuando mi cabeza cae. Mi mente es una
neblina. Intento descansar en la esquina, pero no puedo encontrar
ninguna posición cómoda. Muy pronto, escucho los sonidos de la
televisión apagándose y escucho mientras Carl sale de la habitación.

Oh, mi Dios. No me va a dejar salir.


Lágrimas caen, quemando mi piel en el camino por mi rostro, y solo
puedo asumir que Carl rompió mi piel cuando me golpeó, pero nada
puede evitar que caigan por mis mejillas.

Despertando, mis brazos están congelados. Debo haberme caído


porque ahora estoy sentada en el suelo. No tengo ni idea de si es de
noche o de día, y el impulso de ir al baño es abrumador. Cuando me
levanto para aliviar el dolor en mis brazos, presiono mis piernas juntas
para evitar orinarme. Empiezo a llorar, preguntándome qué debo hacer,
pero en ese mismo momento, oigo a Pike al otro lado de la puerta.

—¿Elizabeth? —susurra.

—¿Pike? —lloriqueo.

—Shh. Carl está durmiendo.

Tratando de ahogar mi llanto para permanecer en silencio, fuerzo


mis palabras. —Por favor, Pike. Sácame.

—No puedo —dice—. La cerradura de esta puerta funciona desde


adentro.

—¿Qué?

—Sin la llave, solo puede ser desbloqueada desde el interior —me


dice.

—Él ató mis manos. No puedo moverme, y no puedo ver nada —


digo, empezando a entrar en pánico, y él lo escucha.

—No llores, ¿de acuerdo? Estoy aquí. —Trata de asegurarme.

Mi cuerpo comienza a temblar mientras aprieto mis piernas más


juntas. —¿Pike?

—¿Sí?

—Tengo que orinar —le digo—. Mucho.

—Joder. —Escucho una voz apagada.


Es entonces cuando el dolor y la urgencia toman el control, y siento
que el calor se filtra, extendiéndose a través de la tela de mis pantalones
y goteando por mi pierna. Mortificada. Avergonzada. Me deslizo hasta el
suelo y empiezo a llorar tan silenciosamente como puedo.

—¿Estás bien? —pregunta, pero no respondo, solo sigo llorando.

Pike se quedó conmigo al otro lado de la puerta por horas anoche,


hablándome, tratando de hacerme compañía. Debo haberme quedado
dormida otra vez porque no lo recuerdo yéndose. La tele está encendida
ahora, así que sé que Carl está despierto. Mi estómago ha estado
gruñendo, pero tengo demasiado miedo de llamarlo.

El tiempo pasa despacio, y trato de mantenerme distraída al soñar


despierta, fingiendo que estoy en cualquier lugar menos aquí. Me
imagino que estoy con mi padre, y estamos cabalgando juntos en su
corcel blanco que solía decirme que tenía cuando jugábamos juegos de
fantasía. Cabalgamos por el campo y nos encontramos en ese bosque
mágico. Carnegie está allí, y vamos a cazar bayas. Algunas bayas nos
dan poderes especiales, y algunas simplemente son deliciosas para
comer. Cuando cae la lluvia, cazamos tapas de setas en las que
escondernos debajo hasta que la tormenta pase, y nos encontramos con
hadas mariposas que llenan el aire con purpurina mientras vuelan.

Mis pensamientos se interrumpen a menudo con el dolor que surge


a través de mis manos y brazos. Estoy tan cansada, pero no puedo
encontrar una manera de dormir de verdad, y ahora con mi estómago
anudado por el hambre, me encuentro constantemente cambiando de
sentarme a estar de pie.

—¿Elizabeth?

La voz de Pike me saca de un sueño ligero, y trato de doblar y


flexionar mis muñecas mientras el cuero corta mi piel.

—¿Qué hora es? —pregunto.

—Es sábado por la noche. Casi medianoche —me dice.


—Tengo hambre.

—Espera.

Me muevo a mis pies para aliviar mis brazos. Me siento tan


asquerosa con mis pantalones empapados en mi propio pis. Apesta, y sé
que Carl se va a enojar cuando sea que decida dejarme salir, lo que
espero que sea mañana, ya que tengo escuela el lunes. Además, Bobbi
debería volver pronto a casa. Al menos espero que así sea.

Escucho a Pike deslizar algo debajo de la puerta. Bajo hasta mis


rodillas, pero no pensé en esto detenidamente, porque mis manos están
atadas.

—Pike, no puedo alcanzar lo que sea que deslizaste bajo la puerta.

—Mierda. Lo siento, ni siquiera pensé —susurra—. ¿Hay alguna


manera de que puedas inclinar tu cabeza hacia abajo para agarrarlo
con tu boca?

—No. La barra está demasiado alta.

—Usa tu pie y trata de empujarlo hacia atrás —instruye—. No quiero


que Carl sepa que estaba tratando de pasarte comida.

Arrastro mi pie alrededor, pero no puedo sentir nada, así que


simplemente comienzo a deslizarlo contra el piso y hacia la puerta,
esperando que por casualidad lo consiga sacar. Después de un
segundo, escucho—: Lo tengo.

—¿Qué era?

—Solo una tortilla —dice—. Escuché a Carl hablando con Bobbi.


Ella va a estar en casa mañana por la tarde.

—Me siento mal.

—¿Qué está pasando?

—Estoy tan cansada y hambrienta —le digo—. Mis brazos duelen


mucho. Él tiene su cinturón atado tan apretado alrededor de mis
muñecas.

—Es un jodido enfermo.


—¿Pike?

—¿Sí?

—Por favor, no me dejes. Eres todo lo que tengo. —Las lágrimas


regresan, y las dejo venir sin luchar contra ellas. Me siento tan
desesperada.

—No te voy a dejar. Eres mi hermana. No somos sangre, pero tú eres


mi hermana. —Sus palabras golpean mi corazón, sabiendo que él es
toda la familia que tengo—. ¿Alguna vez te dije acerca de la vez que me
caí del tejado en mi último hogar de acogida?

—No.

Me siento de nuevo y escucho mientras Pike me cuenta historia tras


historia. Incluso me habla de su madre, que era adicta a las drogas y
así fue como terminó en el régimen de acogida cuando tenía solo dos
años de edad. Las horas pasan y nunca deja de hablarme,
manteniéndome acompañada hasta que me voy a la deriva en un
ataque de sueño inquieto.

Cuando oigo a alguien manipulando la manija de la puerta, me


muevo rápidamente a mis pies, apretada contra la pared. La luz penetra
mis ojos, y los cierro inmediatamente.

—¿Qué coño es ese olor? —gruñe Carl mientras intento abrir mis
ojos lentamente contra la luz punzante.

Sus manos empiezan a deshacer el cinturón alrededor de mis


muñecas. Creerías que estaría feliz de salir de este armario, pero estoy
tan cansada que todo lo que siento es entumecimiento.

—¿Te orinaste encima? —pregunta con enojo, y cuando asiento con


mi cabeza, grita—: Es mejor que limpies esta mierda.

El cinturón está finalmente fuera, y mis manos están libres. Agarro


mi muñeca en mi mano y me quedo allí, asustada de moverme, hasta
que me dice que me vaya. Antes de que pueda subir, me hace limpiar el
suelo donde había estado yendo al baño. Finalmente, observo mis
muñecas para ver que están cubiertas con sangre de la piel rota donde
el cuero estaba cortándome.

Cuando subo, Pike está sentado en mi cama, pero estoy muy


avergonzada, así que lo ignoro y voy directo al baño, cerrando la puerta,
y desprendiéndome de mi ropa sucia. Antes de entrar en la ducha, me
miro al espejo para ver el ojo negro que Carl me dio. Entro en el
rociador de agua y me desmorono.

Después de terminar mi ducha, me envuelvo en una toalla y regreso


a mi habitación. Pike todavía está en mi cama, así que agarro algo de
ropa y vuelvo al baño para vestirme. Al salir, finalmente, miro los
moretones en su rostro mientras estira su mano. Camino a la cama,
tomo su mano, y dejo que me tire hacia abajo y me sostenga. Me quedo
en sus brazos, el único consuelo que siento que la vida tiene para
ofrecerme ahora mismo y cierro mis ojos.

Estuve encerrada en ese armario durante dos días sin nada, sin
nada excepto Pike, que se coló cada noche para hablar conmigo a través
de la puerta así no estaría sola. Saber que él haría eso por mí me hace
querer abrazarlo más fuerte, así que lo hago.

—Gracias —murmuro contra su pecho.

—¿Por qué?

—Quedarte conmigo durante la noche.

—Como dije, no importa qué, eres mi hermana —dice, y yo respondo


con: Y tú eres mi hermano.
9
Presente
Bennett se va hoy para volver a Dubái para iniciar una revisión en la
planta de producción, limpiarla y reemplazar todo con el mismo equipo
que se utiliza en la otra planta que tiene aquí en los Estados Unidos.
Cuando le dije que me iba a reunir con el servicio de catering hoy, tuvo
a su asistente llamando y manteniendo su avión para que pudiera ir
conmigo. La idea de tenerlo a él y a Declan en la misma habitación hace
que mis nervios colapsen un poco. Especialmente cuando justo vi a
Declan para tomar café ayer.

Él sigue presionándome sobre Bennett, y estoy confiada con mi


actuación ya que parece estar bajo la suposición de que no soy tan feliz
y que solo estoy manteniendo la fachada por el bien de las apariencias.
Pero no quiero que haya ningún intercambio incómodo hoy cuando nos
encontremos con él en su hotel, así que aquí es donde se vuelve
complicado. Me gustaría mantener a ambos hombres separados el uno
del otro, por lo que el hecho añadido de que Bennett está vinculado con
Cal, el padre de Declan, no es óptimo. Nunca estuvo en mi plan apuntar
a un hombre como Declan, pero hasta ahora, es el que ha tomado el
cebo. Solo necesito ser cuidadosa con el manejo de esta situación. Un
pequeño desliz podría ser desastroso y he invertido demasiado tiempo
como para cometer un error fatal.

—¿Estás lista, cariño? —pregunta Bennett cuando entra en la sala


donde estoy sentada.

Me pongo de pie, enderezando mi falda de lápiz, y camino hacia él.


—Sí. Solo necesito tomar mi abrigo.

—Vamos a conducir para que tengas el auto contigo cuando te


vayas. Baldwin me va a recoger para llevarme al aeropuerto.

—Espero que no fuera demasiado problema retrasar el vuelo —digo


mientras me deslizo en mi abrigo y agarro mi bolso.
—No hay problema en absoluto. Solo odio que tenga que irme de
nuevo estando tan cerca de Navidad.

Dejamos el apartamento y nos dirigimos al ascensor.

—Por cierto —dice—. Hablé con mis padres. Nos quieren en


Nochebuena para una cena que están organizando.

Me encojo con el pensamiento de pasar tiempo con esos cabrones,


pero sonrío de todos modos, diciendo—: Bien. He estado queriendo
llamar a tu madre, solo que he estado un poco dispersa con todo lo
demás. Y ahora te vas otra vez.

Toma mi rostro en sus manos y besa mi mejilla. —Es solo temporal.

—Lo sé.

—Va a estar ocupado por un tiempo, pero una vez que todo esté en
marcha, bajará el ritmo de nuevo.

El ascensor se abre y hacemos nuestro camino hacia el garaje.


Tomamos el Land Rover, y cuando salimos, nos saluda más nieve.

—Se supone que se ponga mal más tarde —dice Bennett.

—Me aseguraré de llegar a casa antes de que pase.

—Puedo contratar a otro conductor si necesitas que lo haga.

Inclinando mi cabeza hacia él, sonrío, diciendo: Sobreviví antes sin


un conductor, Bennett. Voy a estar bien.

Baldwin estará acompañando a Bennett en su viaje esta vez, así que


no estará aquí para llevarme.

Una persona menos de la que tengo que preocuparme.

—Conmigo yéndome tanto tiempo y este invierno brutal que hemos


estado teniendo, me preocupa saber que estás conduciendo por ahí en
este desastre.

Poniendo mi mano sobre su muslo, le aseguro—: Voy a estar bien.


Te preocupas demasiado.
Toma mi mano en la suya, besando mis nudillos, y dice:
Simplemente no quiero que nada te suceda. No puedo evitar
preocuparme cuando voy a estar a un mundo de distancia.

Entrelazo mis dedos con los suyos y disfruto con el hecho de que
esta nueva compra lo tendrá tan lejos por un lapso de tiempo más
largo, permitiéndome trabajar en Declan. No podría ser una situación
mejor. Con Bennett y Baldwin fuera, podré ir y venir como me plazca
sin tener que explicarlo.

Cuando nos detenemos en el Lotus, el valet abre mi puerta y me


ayuda a salir.

—Cuidado cuando camine, señorita.

—Gracias —digo antes de que Bennett camine alrededor para tomar


mi mano y me guíe dentro.

Le muestro el comedor privado en el que Declan tenía las flores a


principios de esta semana, y cuando entramos, Declan está allí
hablando con el chef.

—Nina —dice con una sonrisa, y mis nervios flotan hasta la parte
superior de mi estómago. Toma mi mano, dándome un casto beso en la
mejilla, y luego saluda a mi marido—. Bennett —dice con un apretón de
manos firme—. Es bueno verte de nuevo.

—He escuchado que mi esposa te está manteniendo ocupado.

—Ella sabe lo que le gusta. —Declan se ríe entre dientes y Bennett


se une a él—. Pero no me ha despedido, así que supongo que estoy
haciendo algo bien.

—No estés demasiado seguro de ti mismo todavía —añado con la


insolencia que sé que Bennett ama, pero, a veces, puede irritar el
infierno de Declan. Lo toma bien, nunca perdiendo su sonrisa. Quiero
ponerlo celoso, pero es una línea fina con Bennett aquí, así que me
aseguraré de medir el lenguaje corporal de Declan y no empujarlo
demasiado lejos.

Declan nos presenta a Marco, el chef que estoy considerando para la


fiesta y luego tomamos asiento en una de las mesas.
—Así que, Bennett, Nina me dice que has estado ocupado con el
trabajo últimamente.

—Eso es un gran eufemismo, y que esté sucediendo en esta época


del año es menos que ideal —dice Bennett y luego se estira para
sostener mi mano que descansa sobre la mesa—. Afortunadamente
para mí, tengo una esposa comprensiva.

Justo cuando le doy una sonrisa, nos entregan una ensalada


Caprese esculpida.

—Entonces, ¿cómo te metiste en la producción de acero? —pregunta


Declan y yo me quedo callada mientras hablan.

—En ese momento, yo estaba adquiriendo y renovando edificios


vacíos cuando me encontré con una planta de fabricación que iba a la
quiebra. Pude comprarla en una ganga, evitando que el dueño entrara
en insolvencia. Volteé el lugar, y lo siguiente que supe es que estábamos
en marcha, ganando una sólida base de clientes.

—Desde cero —dice Declan.

—Igual que tu padre —añade Bennett.

Observo la mandíbula de Declan flexionarse mientras rechinan sus


dientes. Él toma un sorbo de su vino y luego dice: Ustedes dos deben
estar orgullosos de sí mismos. —Con un tono condescendiente,
posiblemente tomando la observación de Bennett como una puñalada
contra el hecho de que Declan está, en cierto sentido, cabalgando en los
faldones de su padre al entrar en el negocio de la familia. Pero yo
conozco a Bennett, y tal sugerencia no fue dicha con intención por su
parte.

Bennett observa la insinuación de Declan, y se desvía, volviéndose


hacia mí, preguntando: ¿Vas a ver a Jacqueline mañana? Pensé que
Richard me mencionó algo al respecto.

—Mmm hmm. —Limpio mi boca, y añado—: Las chicas quieren


hacer un día en Neiman’s y necesito encontrar un vestido para la
fiesta.

—Pensé que no podías soportarlas. —Se mete Declan, y de


inmediato me caliento por la ira de que no solo está siendo
groseramente inapropiado explotando algo que él pensó que estaba
revelando en confianza a un amigo, sino que tampoco necesito levantar
cualquier bandera roja con Bennett.

Ensancho mis ojos, dejándole saber que cruzó una línea, cuando
Bennett pregunta, confundido—: ¿No te agradan?

—Um, no. Quiero decir... Declan quería decir que... —Joder—.


Bueno, le manifesté a Declan que a veces pueden ser un poco
dominantes. Eso es todo. —Mirándole a los ojos, tengo que preguntarme
si está molesto porque le revelara algo así a Declan. Algo que no tiene
nada que ver con el negocio que se supone que estamos llevando a cabo
mientras estamos juntos, así que me cubro, añadiendo—: Me había
topado con una de las amigas de Jacqueline en la floristería cuando
Declan y yo estuvimos allí. Estaba siendo un poco insolente, así que
vagamente le hice esa declaración a él. Posiblemente hablé por
frustración. Me gustan las chicas, pero ya sabes cómo puede ser
cuando nos meten a todas en una habitación.

Él lo compra, diciendo: Nunca pretendo entender la mente de una


mujer. —Con una risa ligera, y sonrío con él.

—Yo tampoco —bromeo—. Y soy una de ellas. —Tomando mi


tenedor y apuñalando una hoja de albahaca, murmuro con una
sonrisa—: Perras sarcásticas. —Antes de tomar un bocado.

Bennett se ríe de mi crudeza mientras le doy a Declan una mirada


desaprobadora.

Llegamos a la mitad del segundo plato con la tensión


construyéndose en Declan cuando Bennett recibe una llamada de
Richard que tiene que tomar. Se excusa y sale de la habitación,
caminando por el pasillo, y cuando está fuera de vista, me giro y
chasqueo—: Tus juegos no son divertidos. Yo estaba bajo la suposición
de que las pocas piezas que te di, piezas que tú pediste, permanecerían
privadas y no para que las uses cuando sintieras que alguien estaba
pisando tu polla.

Se inclina hacia un lado, agarra el brazo de mi silla, y bruscamente


la tira hacia él, silenciosamente apretando: Tu boca inteligente es
indecorosa, Nina, así que cuida cómo me hablas. Y nadie pisa mi polla,
especialmente tu marido, el hombre que dices que amas, pero no parece
saber nada de ti.

—¿Crees que eres lindo?

—¿Me veo como un hombre al que le importa ser lindo?

Estrechando mis ojos, le digo: Pareces un hombre celoso, pero ni


siquiera deberías ir allí conmigo.

—¿Por qué es eso?

—Porque soy una mujer casada, y tus acusaciones juveniles son


insultantes. No sabes nada de mi marido y lo que sabe o no de mí.

—Eres una mentirosa —acusa.

—¿Perdón?

Se inclina más cerca, a solo unos centímetros de mi rostro, y dice:


Creo que te gusta ponerme celoso. ¿Tengo razón?

En una voz suave que me aseguro que salga temblorosa, respondo


simplemente—: No.

—No te creo.

—¿Qué quieres de mí?

—¿Mentiras a un lado?

—Mentiras a un lado, Declan. ¿Qué quieres?

Sus ojos están cerca de dagas cuando responde: A ti.

Respuesta perfecta, idiota.

Me levanto, arrojando mi servilleta sobre la mesa y me giro para ir a


buscar a Bennett, aunque no tengo intenciones de salir de esta
habitación, y Declan no falla cuando agarra mi brazo y me da un tirón
alrededor, tirándome al ras contra él. Mira hacia mí y yo aparto la
mirada.

—Mírame —exige, y cuando no lo hago, agarra mi barbilla y la gira


alrededor para hacerle frente—. Dije que me mires, Nina.
—Eres un imbécil.

—Y tú tienes una boca sucia —dice antes de tomar una probada,


sellando sus labios con los míos. No es gentil, y su rastrojo roza
ásperamente contra mí mientras envuelve su mano alrededor de la
parte posterior de mi cuello.

Su agarre sobre mí es firme, y me aseguro de que me siente


responderle por un breve momento cuando muevo mis labios con los
suyos antes de empujarlo enérgicamente lejos.

Su sonrisa es arrogante mientras da un paso atrás, poniendo


distancia entre nosotros.

—¿Qué crees que estás haciendo? —digo con dureza.

—Saboreándote.

—Eres un cretino insolente.

—Entonces, ¿por qué me respondiste el beso? —pregunta—. No me


mientas tampoco porque lo sentí.

—No sentiste nada y yo tampoco. —Volviendo a la mesa, tiro de mi


silla y me siento, diciendo mientras mantengo mis ojos en el frente—:
No vuelvas a hacer eso.

Segundos después, Declan vuelve a su asiento delante de mí, y con


el tiempo perfecto, Bennett vuelve. Esta situación está bordeando lo
peligroso, así que me alivia cuando Bennett dice: Me disculpo por eso,
pero parece que voy a tener que salir antes de lo esperado.

—¿Qué? —pregunto.

—Lo siento, cariño. El vuelo está listo para salir. Hubo una
incomunicación sobre la reprogramación y tenemos que salir.

—¿Ahora?

Me extiende su mano, y yo la tomo mientras me levanto. —Declan —


dice cuando se vuelve para mirar a Declan que ahora está de pie
también—, siento irme así. Fue bueno verte de nuevo.

Declan no habla, sino que en su lugar le da un brusco asentimiento


mientras se estrechan la mano.
—Si nos disculpas por un momento —dice Bennett mientras
envuelve su brazo alrededor de mis hombros y comienza a llevarnos
hacia fuera. Mirando por encima de mi hombro, observo como Declan
permanece de pie, manteniendo sus ojos en nosotros mientras salimos
de la habitación.

Dios, es tan transparente.

Camino con Bennett al vestíbulo, y cuando se detiene delante de las


puertas, interpreto a la esposa triste.

Deslizando mis brazos alrededor de su cintura, pongo mi cabeza


sobre su pecho y me aferro a él.

—No quiero que te vayas.

Sus labios caen en la parte superior de mi cabeza, dando un beso, y


luego responde: Lo sé. Voy a volver aquí tan pronto como pueda.

Levanto la mirada hacia él, y toma mis labios, los labios que Declan
acaba de tener, y me besa. Largo, lento y suave. Mantiene la conexión
por un momento antes de alejarse y mirarme. —Eres tan hermosa.

—No.

—¿No qué? —pregunta.

—Digas cosas dulces que me harán extrañarte aún más.

Sonríe, y cuando miro hacia el frente, veo a Baldwin deteniéndose.


Con un fuerte suspiro, me vuelvo de nuevo a Bennett mientras dice:
Tengo que irme.

—Bien —respondo con vacilación mientras asiento con mi cabeza.

—Te llamaré tan pronto como llegue —me dice y luego bromea—:
Usa este tiempo para comprarme muchos regalos de Navidad.

—Te voy a mimar horriblemente. —Me río.

—Ya me mimas horriblemente.

Con un beso más, nos despedimos, y observo como el auto se aleja,


feliz de que finalmente se haya ido.
10
Presente
Con mi esposo de camino al aeropuerto para pasar las próximas dos
semanas en el otro lado del mundo, pongo mi cara de juego y me dirijo
hacia Declan, que todavía está en el comedor.

—¿Qué fue eso? —pregunta cuando regreso y me siento.

—Solo diciendo adiós.

—¿Estás triste?

Cambiando de lugar en mi asiento, digo: ¿Podemos no hablar de


esto?

Declan no empuja más, permaneciendo callado, aparte de la charla


segura mientras terminamos nuestra comida. Hablamos del catering y
las visitas con Marco por un rato, y después de contratarlo para atender
la fiesta, abrimos una botella de vino mientras pasamos un largo rato
seleccionando las ofertas del menú. Una vez que manejamos todo y
seleccionamos los alimentos, Marco se excusa y yo sigo a Declan al
vestíbulo para que el valet traiga mi auto.

—Oh, no —respiro mientras miro hacia el frente—. ¿Cuánto tiempo


estuvimos hablando con Marco? —Hay nieve cayendo fuerte y
cubriendo todo ya, haciéndome imposible salir.

—Unas horas —responde Declan—. No puedes conducir así, Nina.

—No, lo sé —digo y luego sacudo mi cabeza, agregando: Es que...


le dije a Bennett que me iría antes de que la tormenta llegara.

—Perdimos la noción del tiempo. No es culpa de nadie. Puedes


quedarte aquí.

—No tengo nada conmigo —digo y Declan suelta una silenciosa


risa—. ¿Qué?
—Nina, estás en uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad. Te
traeré lo que necesites.

—¿Cualquier cosa?

Sonriéndome, dice: Vamos. —Mientras me conduce de vuelta a su


oficina. Luego se pone al teléfono diciendo a quien está en el otro
extremo que prepare una suite con todas las comodidades y que le lleve
la llave.

Cuando cuelga, le digo: No tenías que hacer eso. No necesito una


gran suite.

—Estarás a mi lado. De esta manera, no tendrás la tentación de


escabullirte y jugar en los ascensores —bromea como si fuera una
adolescente.

—¿A tu lado? —pregunto.

—Estoy ocupando una de las suites.

—¿Vives aquí?

—No —responde—. Tengo un ático en River North, pero aquí


también tengo una habitación para cuando estoy demasiado cansado
para ir a casa, o en este caso, me quedo atrapado en una tormenta de
nieve.

—¿River North? Habría pensado que vivías aquí en el circuito.

—Demasiado pretencioso para mí. Sin ofender.

—Lo dice el hombre que conduce un auto pretencioso —bromeo con


una sonrisa, y de repente, toda la tensión y la frustración de antes
parecen hacerse a un lado mientras bromeamos.

—Bueno, no puedo discutir lo del auto, pero es bueno dejar el


circuito al final del día y escapar a un lugar un poco más discreto.

Dice eso y pienso en la cena de desayuno a la que me llevó la otra


semana. Declan definitivamente hace su parte y tiene el nombre que
sigue, pero me pregunto cuánto de eso es realmente él. River North está
lleno de riqueza estos días, pero tiene razón, no es pretencioso.
Después de un tiempo, cuando uno de los empleados ofrece mi llave
de la habitación, sigo a Declan mientras me muestra mi habitación.
Solo dos suites ocupan la planta superior, que solo es accesible por los
ocupantes, Declan y yo.

—Para ti —dice mientras me acompaña al lado izquierdo de los


elevadores.

—Gracias.

—Estoy al otro lado —me dice—. Así que si necesitas algo...

—Estaré bien —le aseguro.

—¿Cena más tarde?

—Estoy bastante llena de la comida de Marco —digo—. Creo que me


dormiré temprano.

Cuando me doy la vuelta para abrir la puerta, añade—: Como dije, si


necesitas algo, házmelo saber.

—Buenas noches, Declan —digo y luego entro en la habitación,


dejando que la puerta se cierre detrás de mí.

Mirando alrededor, las paredes son sólidas, ventanas del piso al


techo mostrando las luces parpadeantes de la ciudad que ahora están
cubiertas por una manta de nieve. El espacio es grande, con un
concepto abierto de sala de estar, comedor y cocina. Los cuales están
decorados con tapicería elegante y cuero. Me fijo en la chimenea que se
encuentra en una sala más pequeña que resalta del resto de la
habitación en una sección sumergida unos pasos hacia abajo. Hago mi
camino hacia el dormitorio que tiene las mismas ventanas panorámicas.
Pongo mi abrigo y bolso sobre las lujosas sabanas blancas y entro en el
baño. Me rio ante los extremos a los que el personal de Declan fue
cuando veo todos los artículos de tocador que puedas necesitar, además
de un conjunto de pijamas de dos piezas plegadas dentro de una bolsa
de compras de Roslyn Boutique. Recogiéndolas, miro el diseño. La
magnitud de este hotel es sin duda un simple favor para mí. Lotus es
conocido por su exclusividad y privacidad para sus clientes. No
cualquiera puede entrar y reservar una habitación.
Después de acomodarme, cambiarme al pijama y tomar una taza de
té caliente, me siento en el suelo con mis piernas cruzadas, las rodillas
apretadas contra la ventana fría mientras veo la nieve caer sobre la
ciudad de abajo. Pienso en cómo utilizar esta noche a mi ventaja con
Declan. Sé que debería ir a su habitación y empiezo a crear una
variedad de razones por las que iría a tocar su puerta.

El tiempo pasa mientras me pierdo en mis pensamientos, y cuando


miro el reloj ubicado en una de las mesitas, son las 10:23 pm.
Poniendo mi taza en el suelo a mi lado, mi mente se desplaza a Pike, y
no puedo evitar la culpa que me recorre mientras pienso en él en ese
remolque frío, dilapidado mientras yo estoy en la mejor parte de la
ciudad. El chasquido de una puerta me aleja de Pike, y cuando me
vuelvo a mirar por encima de mi hombro, veo a Declan.

—¿Qué haces en el suelo en la oscuridad? —pregunta mientras


camina a través de la gran sala hacia mí.

—¿Haces que sea un hábito irrumpir en las habitaciones de tus


invitados?

Con una sonrisa, dice: Técnicamente, no irrumpí. —Levanta una


tarjeta antes de dejarla caer sobre la mesita de café cuando pasa por
ahí.

—Podrías haber tocado.

Camina junto a mí mientras me siento en el suelo, y tengo que


inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo. Coloca sus manos en los
bolsillos de sus pantalones mientras mira por la ventana.

—Me encanta la nieve —murmura, y sin pensarlo, estoy de


acuerdo—: A mí también.

Baja la mirada hacia mí, su rostro sombreado por la habitación


oscura. —¿Estás bien? —pregunta, preocupado por alguna razón.

—¿Por qué?

—Porque vengo a checarte y estás en el suelo presionada contra la


ventana sin una sola luz encendida. Parece triste.

Vuelvo mi atención a la ciudad de abajo cuando respondo: Me


gusta ver caer la nieve.
Se sienta a mi lado, su rodilla tocando la mía. Dejo pasar unos
momentos de silencio antes de decir: Gracias.

—¿Por?

—La habitación —le digo—. Es bonita.

—Es solo una habitación, Nina —dice, minimizando la magnitud de


su hotel mientras mantiene su enfoque en la nieve.

—Lotus —digo, reconociendo el nombre del hotel—. Una elección


interesante. ¿Por qué Lotus?

—Hay algo sobre una flor hermosa, casi perfecta, que emerge del
agua.

—Hmm. —Hago una pausa antes de decir—. Auto-reflexión. —


Deduciendo que el significado golpea algo en él.

Inclinando su cabeza para mirarme, su aliento acaricia mi mejilla,


dice: ¿Esto es tú tratando de diseccionarme?

—¿Hay algo escondido debajo que debería estar buscando?

—Todo el mundo está escondiendo algo. —Me mira. Al menos eso es


lo que quiere que crea, pero no soy permeable. Me suavizo de todos
modos, dándole la sensación de que realmente está teniendo un efecto
en mí. Parpadeo unas cuantas veces y me muevo, señalándole que estoy
nerviosa, y luego pregunta: ¿Y qué es? Dime qué crees que has
encontrado.

Tomando una respiración profunda, suelto mi teoría. Tienes un


disgusto por el negocio que posee tu nombre.

No se mueve, y agrego: O tal vez el disgusto es por tu padre.

—Interesante. ¿Por qué traerlo a colación?

Sonrío y digo: Vamos. Ambos conocemos al hombre. Es un


imbécil; tú mismo lo dijiste el otro día.

Declan ríe entre dientes, diciendo: No eres delicada con tus


palabras, ¿cierto?

—¿Te he dado la impresión de que soy delicada?


Con un tarareo suave, me da una mirada inquisitiva, y luego
pregunta: ¿Qué hay de tu padre?

Me agarra un poco desprevenida. Un pinchazo en el punto blando


que nunca he podido endurecer.

¿Quieres saber mi debilidad?

Bueno, ahí está.

Extraño a mi padre.

Cambiando de tema, digo: No estamos hablando de mí,


¿recuerdas?

—Por supuesto.

—¿Te llevas bien con él?

—Al igual que cualquier otra persona —responde.

—Esa es una respuesta muy política.

Con su mano, me roza levemente la mejilla mientras toma un


mechón de mi cabello y lo pone detrás de mi oreja, diciendo: Si estás
o no en la política, todo es político. Todos guardamos las apariencias
para que otros nos vean en la mejor luz. Nada es real hasta que rompes
las paredes y revelas la fealdad.

—Fealdad —repito mientras lo miro.

—La parte más verdadera de una persona es siempre la más fea. Y


con tu evasiva, apuesto a que eres malditamente fea debajo de todo ese
brillo.

Mantiene un rostro serio mientras dice esto, y la verdad detrás de


sus palabras me irrita. Sé que soy fea. Más fea que la mayoría. Estoy
dañada y decrépita, pero que me condenen si alguna vez permito que él
o cualquier otra persona vea el miserable corazón que late dentro de mí.

—Eres un imbécil —digo.

—Nena, me han dicho cosas peores, así que, si estás tratando de


ofenderme, tendrás que hacerlo mejor que eso.
Con una mirada, digo: No te entiendo a ti y ni a tus insultos.
Pensé que querías ser mi amigo.

Se acerca a mí y, con voz baja, murmura—: No quiero ser tu amigo,


Nina.

Tomando un duro trago, finjo nerviosismo, susurrando—: Deberías


irte. —Mientras continúa moviéndose hacia mí, y luego sobre mí,
obligándome a recostarme en el suelo con cada una de sus manos
apoyadas a cada lado de mí—. Declan, esto está mal —respiro.

—¿Por qué?

—Sabes por qué.

—Dime que amas a tu esposo. —Su voz burlona.

—Amo a mi esposo.

—Dime que no me quieres —dice, con los ojos clavados en los míos.

—No te quiero.

Mi respiración aumenta y se hace más pesada cuando se pone sobre


su codo y comienza a correr su mano por el centro de mi esternón,
entre mis pechos, añadiendo en voz baja—: Dime que no me estás
mintiendo.

—No te estoy mintiendo.

Luego, con sus piernas entrelazadas con las mías, desliza su mano
por mis pantalones, debajo de mis bragas, separando los labios de mi
coño y arrastrando su dedo a través de mi calor. Me sonríe cuando
siente lo mojada que estoy y entonces rápidamente quita su mano,
trayéndola a mis labios y empujando su dedo en mi boca, diciéndome—:
Prueba tus mentiras, Nina.

Su aliento me baña con sus palabras, y me rindo, permitiendo que


mi lengua, por un breve y notable momento, se enrolle alrededor de su
dedo, dándole la obediencia que sé que anhela, pero por dentro, estoy
mortificada y disgustada. Odio que mi cuerpo reaccione de esta manera,
volviéndose húmedo para este hombre. Alejándome y sacudiendo mi
cabeza hacia un lado, no lo miro, pero pronto siento su nariz
deslizándose a lo largo de mi cuello expuesto, escuchándolo inhalar mi
olor.

—Declan...

—¿Hmm?

Echo la cabeza hacia atrás y miro directamente hacia él. —Quítate


jodidamente de encima.

Cuando no se mueve de inmediato, empuño mis manos, y golpeo


débilmente su pecho, permitiendo que la culpa cubra mi rostro. —
Quítate ahora, Declan.

Se mueve hacia atrás y se sienta sobre sus talones mientras me


levanto y me alejo de él, murmurando: Por favor, solo vete. Déjame en
paz.

—Nina…

—No puedes hacerme esto. No soy esa persona.

Se acerca a mí, diciendo, con disculpa en su voz: No quiero


molestarte; simplemente me dificultas controlarme cuando estoy cerca
de ti.

—¿Por qué estás haciendo esto?

—Porque me gustas. Porque sé que no eres feliz. Puedo verte


escondiéndote, y no quiero que hagas eso a mi alrededor.

—No me estoy escondiendo —afirmo severamente.

—Está bien entonces —suelta con frustración—. ¿Quieres que


acepte esto cuando ambos sabemos que es una mentira?

—No me estoy escondiendo —repito, y con eso, se levanta, se aleja y


sale por la puerta.

Joder, ¡Cristo!

Una parte de mí quiere gritar en victoria, sabiendo que tengo a este


tipo por las bolas, y la otra parte se siente como que necesita una
bebida porque él está tan malditamente lleno de intensidad. Me he
encontrado con algunos chicos en el último año, pero ninguno ha
mostrado este nivel de interés. Todos fallaron antes de que cualquier
cosa pudiera empezar, así que la euforia que siento con Declan me da el
poder que necesito para seguir adelante.

Ahora me encuentro acostada y dando vueltas en la cama, incapaz


de dormir porque mi mente no parece calmarse. Es pasada la una de la
mañana cuando decido que la noche con Declan no ha terminado
todavía. Quiere creer que le estoy mintiendo sobre mi satisfacción con
Bennett, así que le daré razón suficiente para confirmar su conjetura.
Apartando las sábanas, camino a través de la habitación y salgo.

Esta planta es privada, así que voy y paso más allá del ascensor y
bajo a la habitación de Declan.

De pie frente a su puerta, respiro hondo, y permito que mi mente


vaya a un lugar que me pondrá en el estado en el que necesito estar
cuando abra la puerta y me mire. Necesita creer que estoy abrigando un
profundo dolor en mi interior, así que regreso veintitrés años atrás.
Estoy siendo arrancada de los brazos de mi padre, viéndolo caer de
rodillas mientras es esposado. Puedo ver las lágrimas cayendo por su
rostro, y cuando siento que mis mejillas se calientan con el dolor, las
lágrimas inundando mis ojos. Toco la puerta.

Luces.

Cámara.

Acción.

La puerta se abre y levanto la mirada para ver a Declan de pie en


nada más que un par de pantalones de pijama que cuelgan en sus
caderas y su pecho esculpido desnudo. Mis lágrimas son pesadas, pero
no se derraman. Él da un paso hacia mí y me tira en sus brazos, su
mejilla presionada en la parte superior de mi cabeza, sosteniéndome
fuerte. No dice nada cuando me lleva dentro de su habitación y cierra la
puerta.

Mantengo mis brazos alrededor de su cintura mientras me lleva de


vuelta a su habitación y a su cama. Acariciando mi rostro en sus
manos, levanto la mirada hacia él y sus ojos están visiblemente
preocupados.

—Quédate.

Con un asentimiento de mi cabeza, él tira de las sábanas y me meto


en su cálida cama. Me sigue, tomándome en sus brazos. Su cuerpo
presionado contra el mío, mi cabeza descansando sobre su pecho, tomo
el consuelo que necesito en este momento. Mi mente no está con Declan
o Bennett o en toda esa mierda, está con mi papá. Abrí esa puerta por
un segundo para engañar a Declan y ahora tengo cinco años, asustada
y perdida.

La primera lágrima cae, y odio exponer esta debilidad. Una cosa es


fabricar el dolor por el bien del engaño, pero mi padre es muy real, y
duele. No quiero pensar demasiado, así que mientras Declan me
consuela de lo que cree es Bennett, tomo el consuelo por mi padre.

Ninguno de los dos dice una palabra mientras lucho silenciosamente


para contener el llanto que sale, mientras que el agarre de Declan es
firme y fuerte a mi alrededor. Enredo mis piernas con las de él y
finalmente me permito ir a la deriva para dormir.
11
Presente
De pie frente a las ventanas, miro hacia abajo y observo mientras las
quitanieves se abren camino por la ciudad, despejando las calles. Dejé
la habitación de Declan temprano esta mañana mientras todavía estaba
durmiendo. Quería construir el misterio y la persecución, y despertar en
sus brazos lo haría demasiado fácil para él, y de lo que he aprendido
sobre los hombres, fácil conduce a una inversión superficial. Necesito
que Declan esté completamente inmerso si tengo alguna posibilidad de
hacer esto, así que salí silenciosamente de su habitación.

Me rio cuando escucho el golpe en mi puerta debido a que anoche se


llevo a sí mismo a irrumpir sin advertencia. Pero no es Declan de pie al
otro lado; es el servicio a la habitación

—El señor McKinnon ordenó el desayuno para usted esta mañana —


dice mientras rueda un carro vestido de blanco con una cafetera
francesa y un plato de frutas frescas y crullers.

—¿Cuándo se hizo esta petición? —pregunto.

—Tal vez hace una hora más o menos, señora Vanderwal —dice—.
¿Puedo servirle una taza?

—No, gracias.

—¿Desea algo más?

—Parece que el señor McKinnon ha cubierto todas sus bases esta


mañana. Gracias —le digo antes de que se voltee para irse. El hoyo de
mi estómago se aprieta y este despliegue debería agradarme, pero en su
lugar, irritación se arremolina. Nunca debería haberme conectado con
su consuelo anoche. Fue un movimiento tonto de mi parte y ahora estoy
enfadada conmigo misma.

Dejo la comida y el café y voy a la ducha para limpiarme. No


teniendo ninguna otra ropa aparte de lo que llevaba ayer y el pijama,
me meto de nuevo en mi vestido y presiono un poco de polvo en mi
rostro del compacto en mi bolso y luego seco mi cabello.

Bennett llama a última hora de la mañana, preocupado porque me


quedé atrapada en la tormenta ayer, pero le aseguro que estoy bien y
que debería estar en casa más tarde hoy, ahora que las calles de la
ciudad han sido despejadas. Hablamos un rato, y cuando escucho otro
golpe, es entonces cuando nos despedimos y colgamos.

Cuando abro la puerta, Declan entra, luciendo más sobrio que yo


con su traje a medida, con el botón blanco abierto en el cuello y sin
corbata.

—¿Qué, sin allanamiento de morada hoy? —digo, mis palabras


atadas con la irritación restante de antes.

—Dejé la llave en tu mesa de café anoche —responde mientras


camina hacia el carrito de comida—. No has tocado nada.

—No necesito que me atiendan, suponiendo que conoces lo que me


gusta comer o que es tu derecho incluso hacer suposiciones acerca de
mí respondo mientras camino a la cocina para encender la tetera.

—Entonces, ¿estamos de vuelta con la Nina perra de acero?

Volviéndome a mirarlo, le digo: Voy a tomar una taza de té y luego


quiero que mi auto esté listo para poder irme a casa.

—Todavía está nevando.

—Las quitanieves ya vinieron.

Se acerca a la cocina y se queda de pie en la barra, preguntando:


¿Qué te pasó esta mañana? Me desperté y te habías ido.

—¿Tu ego está magullado? —digo con una sonrisa condescendiente


que lo molesta.

Al doblar la barra, me apoya contra la encimera, y sisea—: Ahora es


el momento para que tú cortes la mierda. —La tetera comienza a chillar,
y antes de que pueda alcanzarla, él se acerca y la golpea hacia la otra
estufa, sorprendiéndome y volteando la perilla. Enjaulándome con sus
brazos, su tono es duro cuando dice—: Tus juegos están empezando a
enojarme, y no me gusta que jueguen conmigo.
—¿Y tus juegos, Declan? ¿Los que has estado jugando desde la
noche en que te conocí?

—¿No te pedí perdón? —pregunta—. No olvides que tú viniste a mí


anoche.

—Momento de debilidad. No volverá a suceder. Así que si esperas...

—Dios, eres jodidamente molesta.

—El sentimiento es mutuo —digo mientras me muevo para


empujarlo hacia atrás, y cuando mantiene su postura y no se mueve,
ladro—: Déjame salir.

—No.

Empujando mis manos contra su endurecido pecho, me enfado. —


Estoy hablando en serio, Declan. ¡Retrocede!

—No.

—¡Déjame ir!

—No hasta que dejes de engañarme. Deja de mentir, y dime por qué
viniste a mí anoche.

Presionando mi pecho contra el suyo, estrecho mis ojos, diciendo:


Ya te lo dije. Momento de debilidad.

Me agarra por debajo de mis codos con fuerza antes de decir: Y te


dije que no mientas.

Empuño mis manos, sacudiendo mi cuerpo lejos de él, y me suelta.


Se queda atrás mientras camino por la habitación, poniendo espacio
entre nosotros, y me voy a las ventanas.

—¿Crees que disfruto conquistar a una mujer casada? —pregunta.

Envolviendo mis brazos alrededor de mí, me mantengo de espaldas a


él.

—¿Crees que soy un idiota? —continúa—. Únete al club. Soy un


jodido idiota, pero no puedo evitar cómo me haces sentir cuando estás
cerca.
Puedo sentir su calor mientras se mueve detrás de mí. Sus manos
encuentran mis hombros, y suavemente me tira para ponerme frente a
él, pero lanzo mis ojos hacia abajo.

—Dime que no estoy solo aquí, o dime que lo estoy, porque en el


momento en que creo que puedo leerte, me das la vuelta. —Cuando lo
miro, sus ojos guardan esperanza en mi respuesta—. Dime por qué
viniste a mí anoche.

—Porque… —comienzo, pero dejo que se demore.

—Dime.

—Porque no quería estar sola.

—¿Por qué?

—Declan... —vacilo.

—¿Por qué, Nina?

Bajando la cabeza, mi voz se quiebra perfectamente cuando digo:


Porque estoy sola. —Él pasa sus manos desde mis hombros, hasta mi
cuello, y hacia mis mejillas, inclinándome hacia él. Mientras lo miro a
los ojos, agrego—: Ya sea que esté aquí o no, estoy sola.

—¿Y cuando estoy aquí? —pregunta.

—No me siento tan sola.

Libera un suspiro y deja caer su frente a la mía mientras aprieto mis


manos alrededor de sus muñecas.

—Lo siento —dice—, fui un idiota contigo ayer.

—Tampoco fui muy amable.

Levanta la cabeza, diciéndome: No te vayas. Quédate. Déjame


compensarte.

—No puedo. Necesito ir a casa.

—¿Por qué?

Con una risa ligera, digo: Bueno, por un lado, necesito ponerme
algo de ropa limpia.
—Así que ve a casa y cámbiate. Yo te recogeré.

—¿Qué vamos a hacer? —le pregunto.

—¿Cuándo fue la última vez que te divertiste? —Me encojo de


hombros y me dice—: Entonces vamos a divertirnos un poco.

Un par de horas más tarde, estoy de vuelta en casa. Declan llamó


hace un rato, diciendo que estaba en camino y para estar seguro de que
estaba vestida con ropa caliente. Así que me he asegurado de obedecer
ya que las temperaturas no son menos que frígidas mientras la nieve
sigue cayendo.

Cuando el portero llama para decirme que Declan está aquí, agarro
mi abrigo de lana, bufanda, guantes y sombrero de punto. Veo a Declan
parado en el vestíbulo mientras las puertas del ascensor se abren, y es
la primera vez que lo veo vestido con un par de vaqueros oscuros y
suéter gris bajo su abrigo de lana negra. Se ve intenso y cuando se
vuelve hacia mí, su sonrisa crece.

—¿Estás lista? —pregunta mientras caminamos uno hacia el otro.

—No estoy segura —respondo con cautela—. No sé lo que estamos


haciendo.

—Vamos.

Lo sigo por las puertas delanteras y veo su auto estacionado por la


calle, pero me conduce en la dirección opuesta.

—¿No vamos a conducir?

—No.

Me deslizo en mi sombrero de punto de marfil y envuelvo mi bufanda


un par de veces más alrededor de mi cuello mientras él me mira con
una sonrisa y luego sostiene su mano para mí. No la tomo por el riesgo
de que alguien me vea, así que cuando empiezo a caminar, coloca su
mano en la parte baja de mi espalda mientras nos conduce al otro lado
de la calle hacia Millennium Park.
—Sabes que está cerrado, ¿verdad? —le pregunto cuando nos
conduce a la pista de hielo—. La nieve está demasiado gruesa.

—Está cerrado para todos en la ciudad, excepto para ti.

—¿Qué?

—Señor McKinnon —saluda un joven a medida que nos acercamos a


la pista.

—Walter, gracias por hacer esto —dice Declan mientras se dan la


mano.

—En cualquier momento, hombre —responde y luego me mira,


preguntando—: ¿Está lista?

—¿Patinaremos?

Declan se ríe, y Walter dice: Ese es el trato que hicimos. ¿Alguna


vez lo has hecho?

Ligeramente avergonzada, le digo: De hecho... no. No lo he hecho.

—¿Nunca? —pregunta Declan, y cuando sacudo mi cabeza, él dice—


: Pero vives aquí en el parque. —Cuando me encojo de hombros,
bromea—: Esto debería ser divertido. —Y yo sonrío ante su sonrisa
traviesa.

Después de agarrar nuestros patines, Walter abre la puerta de la


pista, y me agarro de la barandilla de metal cuando Declan da pasos
hacia el hielo con facilidad.

—Toma mi mano —instruye, viendo mi nerviosismo.

—Esto es vergonzoso —le digo.

—Bien.

—¿Bien?

—Siempre estás tan tensa, Nina —dice—. Vamos, agarra mi mano.

—Voy a caer sobre mi culo.

Se acerca a mí, sosteniendo sus dos manos, y me dice: Deja ir la


barandilla y toma mis manos.
Colocando una mano en la suya, camino hacia el hielo antes de
soltar la barandilla y darle mi otra mano. No toma sino un segundo
antes de que mi equilibrio vacile, y caigo en su pecho. Se aferra a mi
cintura, se ríe y dice: Relájate. Eres demasiado rígida.

—Está helando aquí, y me tienes en el hielo. No puedo relajarme —


me quejo.

—Deja de quejarte. —Luego toma mis manos de nuevo y empieza a


patinar hacia atrás mientras me desliza hacia delante—. Intenta mover
tus pies.

—Uh uh. Me caeré.

Con una sonrisa en su rostro, pregunta: ¿Por qué eres tan terca?

—¿En serio? Podría hacerte la misma pregunta.

—Solo por hoy, ¿por qué no intentas confiar en mí?

Mientras continúa sosteniendo mis manos y tirándome alrededor de


la pista mientras patina hacia atrás con total control, pregunto: ¿Es
eso lo que te gusta? ¿Tener alguien que solo te obedece y nunca expresa
su opinión?

—No, Nina. No se trata de obedecer, sino de confiar; algo que no creo


que hagas con demasiada facilidad.

—La confianza puede ser costosa —argumento.

—O puede ser reconfortante.

Mantiene sus ojos fijos en mí cuando finalmente me doy por vencida,


y con un suspiro, estoy de acuerdo—: Muy bien, bien. Un día.

Su sonrisa es arrogante, y sacudo mi cabeza hacia él,


preguntando: ¿Cómo conseguiste que la pista se abriera para
nosotros?

—Walter trabajó para mí en el hotel durante la construcción. Así que


lo llamé, le di algunos billetes y aquí estamos.

—¿Es todo tan fácil para ti?


—No —dice con una mirada penetrante—. Hay cosas por las que
tengo que trabajar.

Dice esto y yo dejo caer mis ojos para cortar la tensión


construyéndose, y cuando lo hago, pierdo mi equilibrio, tropezando
sobre mis dedos de los pies. Me agarro a su abrigo mientras caigo duro
sobre mi cadera, tirándolo hacia abajo conmigo. Se cierne sobre mí,
riendo, mientras estoy de espaldas.

—Mi trasero se está mojando —digo mientras trato de sentarme,


pero no me lo permite con su cuerpo tendido sobre el mío.

Sus dedos recorren mi cabello y murmura—: Tu cabello rojo es


hermoso con la nieve en él.

Un estremecimiento me atraviesa por el frío del hielo, y él se aleja,


poniéndose firme en sus pies antes de ayudarme a levantarme.

—¿Terminaste?

Le doy un gesto con la cabeza, y me ayuda a retirarme del hielo y a


un banco. Cuando nos sentamos, pone mis pies en su regazo y empieza
a desatar los cordones de mis patines. Deslizándolos fuera de mis pies,
pasa sus pulgares firmemente por el arco de mi pie, amasando a lo
largo del camino antes de repetir lo mismo en mí otro pie. Lo observo
mientras hace esto, y nunca retira su atención de mis ojos. La
adoración que emana es palpable, y es una lástima que sea
desperdiciada en alguien como yo, pero la tomaré y la usaré para mi
beneficio.

Nos ponemos nuestros zapatos y agradecemos a Walter antes de


apresurarnos hacia mi edificio. Caminando hacia su auto, saca sus
llaves y abre la puerta del pasajero.

—Entra.

—¿A dónde vamos?

—Es mí un día para que confíes en mí —dice—. Entra.

Paso junto a él y me deslizo en el asiento de cuero de su Mercedes


antes de que él cierre la puerta. Cuando entra, enciende el auto y sale a
las escasas calles de la ciudad. Me quedo callada durante el camino
mientras nos dirigimos hacia el norte por la avenida Michigan hacia
River North. Mirándolo, gira su cabeza hacia mí, preguntando: ¿Qué?

—¿Me llevarás a tu casa?

Me lanza un guiño, y cuando abro mi boca para hablar, me calla,


recordándome. —Un día, Nina.

Al entrar en el garaje del edificio Superior, nos dirigimos dentro y


hacia el ascensor. Desliza una llave en el tablero antes de golpear la P.

—¿Estás nerviosa por estar aquí? —pregunta mientras subimos al


último piso.

—¿Debería estarlo?

Acercándose a mí, toma mi mano cuando las puertas se abren y


salimos del ascensor hacia un espacio de vida impresionante. Tiene
toda la planta superior para sí mismo, y cuando miro a través de la sala
de estar masiva con múltiples detalles de cubo en el techo abovedado,
observo los detalles arquitectónicos del diseño moderno. Cerca de
sólidas paredes de cristal que dan a la ciudad, y contra la pared del
fondo, una enorme cocina de chef Archlinea.

Notando la escalera de acero inoxidable, pregunto: ¿Qué hay ahí


arriba?

—Una terraza privada en la azotea.

—Este lugar es increíble —le digo cuando entro más en el ático. A


pesar de lo impresionante y espacioso que es, es cálido y cómodo, una
sensación que aprecio porque está tan lejos de cómo se siente mi casa.

—¿Café? —pregunta.

—Por favor. —Quitando mi abrigo y bufanda, deposito mis cosas en


uno de los sillones y me acerco al sofá que está más cerca de la gran
chimenea.

Declan pronto se une a mí, me entrega una taza y luego enciende la


chimenea antes de sentarse a mi lado.

—¿Cuánto tiempo has vivido aquí?

—Desde que me mudé a Chicago, hace unos dos años.


—Es un gran lugar para una sola persona.

—Dice la mujer que vive en el ático de The Legacy —comenta con


una sonrisa y me rio.

—Ese era el lugar de mi marido desde antes de conocerlo —defiendo.

—¿Te gusta allí?

—Me he acostumbrado —respondo—. Solo soy yo allí la mayor parte


del tiempo con Bennett trabajando y viajando tanto.

No responde mientras toma un sorbo de su café y luego lo pone al


final de la mesa. Girándose hacia mí, dice: Quiero saber sobre ti.

—¿Qué quieres saber?

—¿Qué estudiaste en la universidad? ¿Trabajabas antes de casarte?


Quiero saber quién eres aparte de su esposa —dice mientras gira su
cuerpo para hacerme frente.

Acuno la taza en mis manos, deleitándome en el calor, y respondo:


Yo estaba estudiando Historia del Arte en la Universidad de Kansas,
cuando mis padres murieron durante mi tercer año.

—¿Cómo murieron? —pregunta. No responde de la manera en que la


mayoría de la gente hace cuando mencionas la muerte.

Nunca dice que lo siente, disculpándose por algo con lo que no tuvo
nada que ver, y lo aprecio, aunque lo estoy alimentando con mentiras.

—Un tornado llegó y aterrizó en la parte superior de la casa en la


que crecí. Fueron encontrados bajo los escombros unos días después —
le digo. Era hija única, así que cuando descubrí que habían estado
teniendo préstamos y una segunda hipoteca en la casa para pagar mi
colegiatura, no había dinero. Tuve que dejar mi matrícula para el
próximo semestre y nunca volví.

—¿Qué hiciste?

Poniendo mis piernas hacia arriba y doblándolas delante de mí,


respondo: Estaba sola, así que hice lo que tenía que hacer para
sostenerme. Trabajé en varios trabajos para apenas cumplir con mi
renta y pagar mis cuentas.
—Entonces, ¿cómo terminaste aquí en Chicago? pregunta.

—Después de unos años, estaba deprimida y no iba a ninguna


parte. Todos mis amigos se habían graduado y seguían adelante con
sus vidas mientras yo estaba atascada. Necesitaba un cambio, así que
empaqué lo poco que tenía y conduje aquí. Sin ninguna razón
realmente —digo—. Tenía suficiente dinero para hacer un depósito en
un pequeño departamento-estudio y conseguir trabajo en una empresa
de catering. Yo solía trabajar en estas fiestas de lujo, y tan estúpido
como suena, aunque no era más que la ayuda, solía pretender que yo
era parte de ese mundo. La parte que no tiene ninguna preocupación en
el mundo, pudiendo llevar vestidos bonitos y beber costoso champán.
Un mundo del que nunca sería parte hasta que me contrataron para
trabajar en una fiesta para Bennett Vanderwal.

—¿Así es como lo conociste?

—Patético, ¿eh? Me hace ver un poco como una buscadora de oro,


pero no era así en absoluto —le digo—. Por primera vez en mucho
tiempo, no me sentía tan pérdida. Y cuando me miró, no vio a la pobre
muchacha de Kansas que corrió para escapar de su miserable vida.

Le digo a Declan esta mentira y la mirada en su rostro es de dolor,


pero la vida por la que él se siente mal que yo tuviera es una vida que
habría hecho casi cualquier cosa por tener. Dios, si supiera la verdad
sobre cómo crecí, él correría. No es una historia que nadie en su sano
juicio quisiera escuchar. Es el tipo de historia que la gente quiere creer
que realmente no existe porque es demasiado difícil de digerir. Es un
lugar demasiado oscuro para que la gente incluso lo considere siendo
realidad.

—¿Y ahora?

Bajando la mirada a mi taza, veo las bandas de vapor flotar fuera del
café y disolverse en el aire cuando respondo con falsa trepidación. —Y
ahora me doy cuenta de que soy esa pobre muchacha que corrió. La
chica que nunca vio. Es como que me desperté un día y de repente me
di cuenta de que realmente no encajo en todo esto. Que ya no estoy
segura de mi lugar en este mundo.
Declan se mueve para sacar la taza de mis manos y la pone sobre la
mesa mientras cierra el espacio entre nosotros. Tomando mis manos en
las suyas, pregunta: ¿Lo amas?

Con desconfianza, asiento con mi cabeza, murmurando—: Sí.

Cuando inclina su cabeza con duda, agrego—: Él me ama. Se ocupa


de mí.

—Pero te sientes sola —afirma.

—No lo hagas.

—¿Qué cosa?

—Hacerme hablar mal de él —respondo.

—No quiero eso. Lo único que quiero es que me hables


honestamente.

—Eso es lo que estoy haciendo, pero... —Dejando caer mi cabeza,


vacilo, y él insta—: ¿Pero…?

—Se siente incorrecto hablar contigo así.

—¿Se sintió incorrecto cuando estabas en la cama conmigo anoche?


pregunta.

—Sí.

Su voz es baja e intencionada, preguntando: ¿Cuándo se sintió


incorrecto? ¿Cuándo te metiste en la cama o cuando salías de ella?

Me tomo un momento y trago fuerte antes de responder: Cuando


me escapé.

Su mano se mete en mi cabello, metiéndose entre las trenzas, y


luego la guía hacia mi mejilla con su otra mano todavía sosteniendo la
mía. Con una voz débil, dice: Quiero besarte ahora mismo.

Estirando mi mano hasta la que él tiene en mi rostro, me aferro a su


muñeca, cierro mis ojos, y débilmente suplico. —No.

—¿Por qué?

—Porque no quiero que lo hagas.


—¿Por qué?

Abro mis ojos y le digo: Porque está mal.

—Entonces, ¿por qué no se siente así?

—Tal vez no lo haga ahora, pero eventualmente lo hará.

Aleja sus manos de mí y se sienta hacia atrás. Lo mantengo alejado


porque justo ahora él simplemente tiene hambre y lo necesito famélico,
voraz. Necesito que caiga duro por mí. Más duro de lo que creo que es
capaz ahora mismo. Así que lo mantendré a raya un poco más, porque
parece estar funcionando.
12
Presente
Bennett me sigue llamando todos los días para ponerse en contacto
como siempre. Me extraña. Nada nuevo. Dejo que me extrañe. Dejo que
Declan también me extrañe. Ambos hombres, comiendo de la palma de
mi engañosa mano. Títeres mortales. Marionetas tontas.

El viaje en auto hacia Justice es uno largo debido a toda la nieve en


las carreteras. Desde la exhibición escénica de Navidad en la ciudad, al
silencioso suburbio pobre, echo de menos a Pike sin importar dónde
estoy. Tomo mi llave cuando estaciono mi auto y me permito entrar. Los
sonidos de una mujer gimiendo, casi teatralmente, se filtran a través del
remolque desde el dormitorio. El metal chirriante del bastidor compone
el ritmo en el que Pike la folla. El espesor dentro de mi intestino es
repugnante y vuelvo a mi auto para esperar a que la chica se vaya.

Si crees que estoy celosa, estás equivocado. No me importa a quién


folla Pike. No me importa a quién folla nadie. Para mí, el sexo es
asqueroso. Es un medio para un fin. Si no eres miserable, no veo el
punto.

Mi cuerpo solía rechazar el acto, despertándome para vomitar


después. Diablos, a veces vomitaría durante el sexo. He sido capaz de
aislar las náuseas, pero la suciedad del acto permanece.

Con Bennett, me he quedado entumecida y vacía cuando tenemos


sexo. Solía ser vencida con odio cuando encontraba su camino dentro
de mí, pero apagué eso rápidamente, y ahora la ilusión de que lo que
tenemos no es solo sexo, sino hacer el amor, es una que él nunca ha
cuestionado.

Sí, soy una buena actriz.

Miro como la nieve se acumula en el parabrisas, y con el chirrido de


una puerta, me giro hacia el remolque para ver a una mujer de aspecto
patético caminando por los escalones con su andrajoso abrigo de piel
púrpura envuelto alrededor de ella. Probablemente cree que está a la
moda, pero simplemente parece una zorra.

Cuando se mete en su oxidado Buick, me giro a ver a Pike de pie,


sus brazos apoyados en los lados del marco de la puerta, pantalones
desabrochados, sin camisa, y los tatuajes en completa exhibición.
Sonríe mientras me mira, y cuando salgo del auto, me pregunta:
¿Llevas mucho tiempo aquí?

—No mucho tiempo.

Se aparta mientras entro y la puerta se cierra.

—No esperaba verte tan pronto.

—Bennett está fuera de la ciudad. Lo estará por una semana más


explico y pongo mi abrigo y bolso en el borde del sofá.

Enciende un cigarrillo, y cuando toma una calada, avanzo y lo


abrazo. Me estrecha en sus brazos y consigo un olorcillo a perfume. Al
alejarme de él, pregunta: ¿Qué es?

—Puedo oler su perfume barato de farmacia en ti.

Se ríe de mí y sacude su cabeza. —¿Qué te tiene tan cabreada?

Suspirando, me vuelvo para caminar hacia el sofá, y mientras me


siento, libero un fuerte suspiro, diciendo: Solo estoy cansada.

—Supongo —murmura cuando se une a mí en el sofá—. Entonces,


¿cómo va con el tipo?

—¿Declan? Bien. Muy bien.

—¿Dónde estás con él? —pregunta.

—Estoy trabajándolo —digo—. Está celoso de Bennett.

—¿Eso es todo? Vamos, Elizabeth, ponme al tanto.

—Hemos estado pasando tiempo juntos. ¿Qué quieres que diga? Le


gusto; es evidente. Pasamos juntos el día de ayer.

—¿Qué hicieron?
—Me llevó a patinar sobre hielo —digo con un desliz de una sonrisa,
y su rostro se contorsiona antes de que chasquee—: ¿Qué coño?

—¿Qué? —Mi voz está a la defensiva.

—Me estás jodiendo, ¿verdad? Estás patinando como una maldita


niña cuando se supone que estés seduciendo a este imbécil. Y mientras
estás fuera jodiendo, yo estoy viviendo en esta mierda.

Su tono me irrita. Levantándome, me giro para bajar la mirada hacia


él, y avivo mis palabras, diciendo—: Vete a la mierda, Pike. No sabes
una mierda sobre lo que estoy haciendo, así que siéntate bien, folla la
basura que entra aquí y déjame manejarlo por mí misma.

—¿Manejarlo tú misma? —se mofa—. Tic tac, tic tac.

—¿Quieres acelerar esta mierda? ¿Estás cansado de esperar?


Entonces contrata a uno de tus amigos matones de la calle para que se
ocupen de eso y me ahorras mi tiempo —arremeto.

—Estás tomando mucho de ese tiempo.

Caminando por la habitación, aprieto mis manos a mis costados y


respiro hondo antes de volverme hacia él. —Solo recuerda
que ambos acordamos mantener nuestras manos limpias en esto.
Contratamos a alguien, tenemos un enlace directo a nuestro plan. El
trato era que nunca diríamos las palabras, que simplemente
incitaríamos a alguien a hacerlo. ¿Crees que tú podrías hacer un mejor
trabajo?

Aplasta su cigarrillo en la bandeja de la mesa de café y luego se pone


de pie, diciendo: No a menos que prefieras polla sobre coño.

—Dios, Pike. —Hiervo mientras empuño mi cabello, y cuando dejo


caer mis manos a mis costados, le digo—: Estoy tan harta de pelear
contigo. Es todo lo que parecemos hacer últimamente y he terminado
con eso.

—Beneficios de un hermano mayor —dice con una sonrisa pedante.

Murmuro bajo mi aliento. —Supongo. —Pongo mis manos en mis


caderas y lo miro.
Se queda ahí mirándome, y no puedo evitar reírme de su conducta,
llena de ego. —Realmente me enloqueces —le digo.

—Lo sé.

Con una sacudida de mi cabeza, añado—: Y tienes que dejar de


dudar de mí. Me cabrea.

—Lo sé —repite con rendición—. Ven aquí.

Con un gemido infantil, hago mi camino hacia él y tercamente tomo


su abrazo, y luego bromeo. —En serio, su perfume barato está haciendo
que mi nariz arda.

—Eres tan rica y poderosa ahora, ¿eh? No olvides de dónde vienes.

—¿Cómo podría?

Nos paramos allí por un largo tiempo mientras consigo el consuelo


de él que he estado extrañando desde la última vez que lo vi antes de
que finalmente vuelva a hablar. —Tengo un buen presentimiento sobre
él, Pike.

—Hmm.

—Ya está cayendo. No lo oculta bien.

—Me preocupo por ti —dice, e inclino mi cabeza hacia atrás para


mirarlo, cuestionando: ¿Por qué?

—Porque sé lo difícil que es estar con Bennett. Me preocupa cómo te


va a afectar cuando empieces a agregar a este otro tipo.

Sé que Pike es genuino en sus sentimientos por mí. Somos familia, y


entiendo que se preocupe. Siempre lo ha hecho. Pero le recuerdo—:
Duro como el acero, ¿cierto?

Con un asentimiento de su cabeza, mantiene su brazo alrededor de


mis hombros mientras caminamos de regreso a su dormitorio.

Es rutina en este punto, nuestro sexo. Lo hacemos cada vez que


vengo y lo veo, recordándome la única persona en la que puedo confiar
en este mundo, la única persona que siempre se ha ocupado de mí.
Sus pantalones todavía están desabrochados, así que, con un tirón,
los deja caer a sus tobillos y sale de ellos. Me acuesto en la cama, la
cama en la que acaba de follar a otra chica, pero no me podría importar
menos. Mi cuerpo es totalmente inútil, así que se lo doy libremente sin
pensarlo mucho. Deshaciendo mis pantalones, observo como bombea
su pene un par de veces, y cuando se estira para comprobar si estoy
lista, siente lo seca que estoy. Quiero tener sexo con él, pero la mayor
parte del tiempo, lucho para mojarme. No parecía ser un problema
cuando Declan me tocó la otra noche, pero más a menudo de lo que no,
necesito un poco de ayuda.

Pike empuja mis rodillas más abiertas y escupe su saliva sobre mí,
mojándome, y corre sus dedos a través de mis pliegues para esparcirlo.
Cuando le doy un asentimiento, se sostiene a sí mismo y empuja dentro
de mí. Apretando mis ojos cerrados, aprieto mis brazos alrededor de él
mientras me folla, despejando mi cabeza y limpiando las manchas de
Bennett y ahora, de Declan.

Regresando a casa, Clara está en la cocina. Desenvuelvo la bufanda


de alrededor de mi cuello y camino hacia la cocina para saludarla.

—Clara, hola —digo mientras miro sobre la estufa para ver lo que
está preparando.

—Ahí estás. Me siento como si nos estuviéramos perdiendo.

—Huele bien —digo, mirando la sartén de ternera Stroganoff.

Con una cálida sonrisa, responde: Pensé que te vendría bien un


poco de comida de consuelo con el desagradable invierno que hemos
tenido.

Abro la nevera para sacar el refresco de jengibre, diciendo: Es


perfecto. No he comido en todo el día, en realidad.

Volviéndose hacia mí, divisa mi bebida y pregunta: ¿Está tu


estómago con malestar?

—Un poco.
Siempre tiendo a sentir un poco de náuseas después de mis visitas
con Pike. Después de la tristeza sexual seguido de las sobrecogedoras
despedidas. Tiende a tener este efecto sobre mi estómago cuando me
voy, regresando a la máquina de emociones en la que me he visto
obligada a convertirme desde que era una niña pequeña.

—Hay un paquete del señor Vanderwal en la sala de estar. Fue


entregado hoy temprano cuando estabas fuera —dice, y cuando camino,
veo la caja grande y blanca envuelta en una cinta de satén dorado.

Mi estómago se agita y tomo otro trago de mi soda de jengibre.

Recojo la caja ligera y desato la cinta, dejándola caer a los lados.


Dentro yace una máscara de disfraces. Negra de metal cortado con
láser, lo que le da una sensación casi malvada y seductora. Los lazos de
satén negro, de doble cara cuelgan mientras la levanto de la caja. Es
probablemente más perfecta que cualquier cosa que podría haber
encontrado por mi cuenta y eso me molesta, el hecho de que pueda ser
tan bueno en casi todo lo que hace.

Miro en la caja por una nota, pero no hay una, así que me giro y le
pregunto a Clara—: ¿Había una nota o algo con esto?

—No, querida —responde sobre su hombro desde la cocina y luego


mi celular suena.

Aterrorizada cuando veo quién es el que llama, respondo con


encanto: Jacqueline, hola.

—¿Dónde has estado? —Está malhumorada en su pregunta.

—¿Qué quieres decir?

—¿Neiman’s? ¿Compras? ¿Ayer?

Dejé que se me escapara por completo de la mente que se suponía


que me encontrara con las chicas ayer. Estaba tan distraída con pasar
la noche en el hotel y luego salir con Declan que no se me ocurrió que,
en vez de estar con él, debería haber estado en Neiman's.

—Lo siento mucho; debo haberlo olvidado. No estás molesta


conmigo, ¿cierto?
—No lo estoy, pero Catherine estaba abriendo su boca sobre cómo
has estado actuando como una perra con ella.

Y esta es la mierda que odio de estas mujeres. No tengo


absolutamente nada en común con ninguna de ellas. Tienen demasiado
tiempo en sus manos que parecen disfrutar llenando de drama
mezquino.

Todas son mimadas y tituladas, pero me veo obligada a sonreír y


soportarlo, y entonces respondo: Ni siquiera hablo con Catherine
fuera de cuando estamos todas juntas.

—Exactamente. Cree que tú piensas que eres mejor que ella.

Lo soy. Tan enferma como pueda ser, todavía soy mejor que las
profundidades superficiales de ellas.

—Jacqueline, sabes que no disfruto de los chismes, así que, si no


hay nada más, debería irme.

—Esperaba que pudiéramos estar juntas pronto. Ha pasado un


tiempo, desde la reunión en Lotus, creo —dice.

—Por supuesto. Voy a ver mi calendario y te llamo —respondo antes


de decir nuestras despedidas.

Caminando hacia Clara, sonrío mientras se mueve alrededor de la


cocina. Me pregunto por un momento como hubiera sido mi vida si
hubiera tenido una madre. Primero, no habría entrado en régimen de
acogida después del arresto de mi padre. Nunca conocí a mi madre. No
sé nada de lo que le pasó debido a que el único que me lo podría haber
explicado era mi padre, y yo era tan joven cuando fue a prisión.

He visto algunas fotos para saber que tengo mi cabello rojo por ella.
Ella lo usaba en un corto Bob, donde el mío es largo con solo un toque
de olas. Ella era guapa. Solía imaginarla viviendo con mi papá y
conmigo cuando yo estaba atada en ese armario. Ella sonreiría y
besaría a mi padre mientras yo me moría de vergüenza, pero en secreto
me encantaba verlos así. Me abrazaría de noche, meciéndome mientras
mi papá me cantaba. Él siempre me cantaba por la noche. Nunca
olvidaré el sonido de su voz mientras me dormía.
La parte superior de mi nariz hormiguea con el pensamiento de él, y
ni siquiera me doy cuenta de lo apretado que tengo mis dientes cuando
Clara pregunta: ¿Estás bien?

Desbloqueando mis dientes para responder, un dolor se dispara a


través de mis encías por la liberación. —¿Te quedarás para cenar?

Su cálida sonrisa penetra mis pensamientos tristes, y le sonrío


cuando dice: Me encantaría. —Se gira para tirar de un par de platos
hacia abajo mientras pregunta—: Ahora dime, ¿qué te envió ese
adorable esposo tuyo?

—Una máscara muy hermosa para el baile de máscaras.

—¿Ya has conseguido un vestido?

Ella arregla nuestros platos mientras empezamos a hablar de todos


los detalles de la fiesta en la que he estado trabajando. Comemos,
hablamos y nos reímos, y por un momento, finjo que es mi mamá.

Pero solo por un momento.


13
Pasado
Mañana es mi cumpleaños. Uno pensaría que estaría entusiasmada
de cumplir diez años, pero eso es solo otro recordatorio de que la vida
no va a mejorar. Solía ir a la cama por la noche pensando que mañana
sería un nuevo día, un deseo en las estrellas lleno de esperanza. Pero
las estrellas no conceden deseos. He vivido en esta casa con Pike
durante dos años, y ahora sé que mañana no es más que una repetición
del día anterior y las estrellas son solamente rocas ardiendo.

Me pregunto si me dejarán salir de este armario por mi cumpleaños.


Improbable. Aquí es donde he pasado casi todos los fines de semana
desde que Carl me ató por primera vez hace un año y medio. Cuando le
dije a Bobbi lo que sucedió, su respuesta fue—: Bueno, ¿qué hiciste
para provocarlo? —Sí, resulta que ella no da una mierda por mí o Pike.
No somos nada más que su cheque. Un medio para sobrevivir, pagar
sus cuentas y poner comida en la mesa, comida que rara vez consigo
comer ya que siempre estoy encerrada con las manos atadas.

Siento que vivo en la oscuridad más que en la luz. Pike se escabulle


cada noche para hablarme.

No ha habido una sola noche que él no haya estado fuera de esta


puerta para estar conmigo. Rápidamente aprendí a entrenarme a
dormir durante el día para poder estar despierta cuando Pike me
visitara. Nunca quería estar sola y sin él.

A Carl le gusta darme una bofetada antes de atarme a la barra de la


ropa, y ahora hay un candado en el exterior de la puerta. Le diría a mi
trabajadora social, pero estoy aterrorizada de perder a Pike. Y no hay
garantía de que la próxima casa será mejor; al menos aquí tengo a mi
hermano. Así que cuando mi trabajadora social de porquería decide
aparecer, que es una vez cada pocos meses, mantengo la boca cerrada.

Levantándome, permito que la sangre se drene de nuevo en mis


brazos. Hago pis mientras espero a Pike. La suciedad de pasar días
haciéndome pis en mí misma ni siquiera me molesta más. Solía
avergonzarme, pero ahora es una segunda naturaleza.

—Elizabeth. —Escucho susurrar a Pike, y estoy aliviada de que


finalmente lo tengo aquí conmigo, mi distracción.

—Hola.

—¿Estás bien?

—Ni siquiera sé por qué aún me haces esa pregunta —respondo.

—Lo siento —dice—. Feliz cumpleaños. Es después de medianoche,


así que oficialmente es tu cumpleaños.

—Deséame feliz cumpleaños cuando cumpla catorce —le digo.

—Solo cuatro años más.

—Se sienten más como cuatrocientos años —digo en derrota. Estoy


comenzando a sentir como que nunca voy a escapar de este infierno y
ver a mi papá. No creo que la vida pueda ser así de buena.

—Bueno, no son cuatrocientos, son solo cuatro —me dice Pike.

Me sitúo de nuevo sobre el suelo con mis manos atadas por encima
de mi cabeza, y pregunto—: Ya que es mi cumpleaños, ¿puedo elegir el
juego esta noche?

—Ve por ello.

—Umm… Qué tal sobre comida, pero tiene que ser comida chatarra
—le digo. Pike y yo jugamos juegos de alfabeto uno con el otro. Uno de
nosotros escogerá un tema y cualquier letra con la que termine
nuestras palabras debe ser la letra inicial de la palabra que la otra
persona tiene que inventar. Si no puedes pensar en una palabra,
pierdes. Fue la idea de Pike comenzar a jugar estos juegos. Solía solo
sentarme y llorar cuando él venía a mí por la noche, así que esta es su
manera de mantener mi mente ocupada.

—De acuerdo, comida chatarra —comienza—, AirHeads.

—Swedish Fish.

—Happy Meal.
—Eso no es comida, Pike. Es un platillo. —Me rio.

El intenta defender su juego, diciendo—: Sí, ¿y de que esta hecho un


platillo? Comida.

—Pero no es un alimento real porque puedes elegir lo que quieres en


este.

—Sí, pero no importa lo que elijas, sigue siendo chatarra.

Pike argumenta tan en serio, que me hace reír. Nuestra conexión


con el otro es fuerte. Él es todo lo que un hermano debe ser: protector,
cuidadoso, molesto y todo lo que podría imaginar que sería un
hermano.

—Uh uh. No puedes usar eso como un juego —le digo.

Puedo escuchar la irritación en su suspiro antes de decir—: Bien. Ho


Hos.

—Esos son tan buenos.

Con una risita, está de acuerdo. —Lo sé.

Continuamos con el juego, y eventualmente, yo gano, asegurándome


de restregárselo en la cara ya que él me ha ganado las últimas dos
veces que hemos jugado.

Después de un tiempo, Pike tiene que regresar a su habitación y


estoy sola una vez más. Apoyando la cabeza contra la pared, cierro los
ojos y trato de relajarme lo suficiente como para distanciarme un poco,
sin realmente quedarme dormida.

Me sobresalto cuando la luz me golpea. Abriendo los ojos,


rápidamente los aprieto de nuevo para cerrarlos de golpe por el dolor de
estar en la oscuridad durante los últimos tres días. ¿Quién sabía que la
luz podía ser tan dolorosa? Pero lo es. Siempre toma un par de horas
para que mis ojos se ajusten.

Puedo oler a Carl junto con el hedor de mi orina, y estoy sorprendida


cuando empieza a quitar el cinturón de cuero que usa para atarme.
Tiene agujeros a lo largo de él así puede sujetarme firmemente y no
tiene que preocuparse por mí tratando de liberar mis manos. Mis brazos
son como fideos mientras caen a mis costados. El calor fluye
lentamente hacia mis manos, y el hormigueo comienza a correr a lo
largo de mis extremidades sin vida.

—Dios, hueles a mierda, chica —gruñe, y me arrastro hasta mis


rodillas, entrecerrando los ojos para encontrar la botella de cloro que él
guarda en la esquina del armario. Ahora es rutinario, que tan pronto
como estoy desatada, debo limpiar el piso con cloro.

Cuando subo las escaleras, me dirijo a la ducha para lavarme. No


pensé que saldría hasta mañana, así que estoy decidida a permanecer
tranquila e invisible para que Carl no cambie de opinión y me vuelva a
meter en ese agujero negro de nuevo.

Después de asearme, regreso a mi dormitorio para ver a Pike


acostado en mi cama. Siempre está aquí para consolarme cuando salgo
del armario. Caminando hacia él, me arrastro hasta sus brazos y le
permito abrazarme.

—Tengo algo para ti —susurra, y cuando levanto mi cabeza de su


pecho, le pregunto—: ¿Qué es?

—Un regalo de cumpleaños.

Dejo caer mi cabeza de vuelta sobre él y suspiro. —No deberías


haberte molestado.

—Bueno, lo hice, así que se amable y finge estar feliz.

Me siento, cruzo las piernas mientras Pike corre rápidamente a su


habitación y luego regresa con una bolsa de plástico de comestibles. Me
la entrega y se sienta de nuevo en mi cama. Dentro hay una muñeca
con cabello rojo brillante hecha de hilo. Una sonrisa encuentra su
camino a mis labios, y él dice—: Su cabello me recordó a ti.

Sin duda, Pike robó esto de alguna tienda, pero no me importa. Este
será el único regalo que recibo este cumpleaños, y lo amo por dármela
ya que hay muy pocas cosas que puedo llamar mías.

—Te amo, Pike —digo. Mirándolo mientras se sienta allí con una
expresión casi preocupada cuando pregunta—: ¿No crees que es
estúpido?
—No. Es perfecta, y me encanta.

Se estira para abrazarme, y me acuno en su abrazo con la muñeca


presionada entre nosotros mientras dice—: Solo quería que no
estuvieras triste hoy.

—Estoy triste cada día, pero sería peor si no te tuviera.

—¡Pike! —Escuchamos a Carl gritar desde escaleras abajo—. Baja


aquí.

Mi estómago se retuerce cuando veo el rostro de Pike convertirse en


piedra. Odia al hombre tanto como yo.

—Un segundo.

Cuando Pike se levanta, le pregunto—: ¿Hiciste algo? —


Preguntándome por qué Carl suena tan enojado.

—¿Él necesita alguna razón? —Es todo lo que dice cuando sale
enojado de mi habitación, y me siento enferma cuando lo sigo y me
quedo de pie en lo alto de las escaleras mientras él baja.

Carl agarra la parte posterior del cuello de Pike y lo jala cerca,


diciendo—: Sótano, pequeña mierda.

Su cabeza cae, y cuando Carl abre la puerta que conduce al sótano,


Pike desciende las escaleras. Odio que siempre esté allí abajo. Me dijo
que Carl lo lleva allí para golpearlo, y odio no poder hacer nada para
protegerlo. Cada vez que él va al sótano, me siento y espero a que
regrese, y cuando lo hace, ni siquiera me mira. Es como si estuviera
enojado conmigo. Una vez le pregunté si lo estaba, pero me juró que
nunca podría estar molesto conmigo. Es muy diferente con nosotros,
porque cuando me dejan salir del armario, Pike siempre está allí para
consolarme. Pero cuando Pike sale del sótano, no quiere nada conmigo.
Me evita y se esconde en su habitación. Es horrible cuando todo lo que
quiero es abrazarlo para que se sienta mejor como él hace conmigo,
pero no me lo permite.

Me acuesto en mi cama, deslizo mis auriculares y sostengo mi


muñeca nueva mientras escucho música, tratando de ahogar el dolor
que llena mi pecho. Cerrando los ojos, eventualmente me canso y
comienzo a quedarme dormida cuando, de repente, mi muñeca es
arrebata de mis brazos, abriendo mis ojos, veo a Carl cerniéndose sobre
mí.

Cuando me quito los auriculares, él gruñe—: Lleva tu culo al sótano.

Demasiado asustada para siquiera cuestionarlo, me arrastro detrás


de él mientras el miedo enfría mi cuerpo. Cuando abre la puerta del
sótano, mis piernas tiemblan mientras bajo las escaleras. Nunca antes
he estado aquí, y el pánico nunca ha sido tan feroz que cuando veo a
Pike de pie en nada más que un par de bóxers, su ropa arrugada en el
suelo junto a él.

La mirada en el rostro de Pike me asusta. Nunca me ha mirado así,


como si estuviera asustado también. Pero Pike nunca tiene miedo. Me
paro a unos cuantos metros de él y giro la cabeza hacia atrás
nerviosamente y veo un sucio colchón en el piso de cemento.
Volviéndome para mirar a Pike, mis ojos se abren ampliamente, mi
corazón palpitando, mis lágrimas pinchando, escucho a Carl
preguntar—: ¿Qué edad tienes hoy?

Lo encaro mientras se sienta en una silla de metal plegable que se


encuentra en la esquina.

Con una débil voz temblorosa, respondo—: Umm… d-diez.

No responde, solo asiente lentamente y toma un largo momento


antes de añadir—: ¿Tienes miedo?

Doy un vistazo rápido a Pike, cuyos ojos están clavados en el suelo,


y luego de vuelta a Carl y asiento, sí.

Sus siguientes palabras cambiaron mi vida para siempre. Era mi


décimo cumpleaños, y era lo suficientemente mayor como para no creer
en cuentos de hadas. Sabía que el Príncipe Encantado, los corceles
voladores, y las orugas que hablan en realidad no existían, pero lo que
paso después me hizo comprender que los monstruos sí. Y yo estaba
viviendo con uno.

Un

Monstruo

De
La

Vida

Real.

Con una baja y severa voz, su demanda llega. —Quítate la ropa.

Mi corazón golpea en la boca de mi estómago mientras mi cuerpo se


estremece. Me congelo. No puedo responder así que me quedo allí. El
aire se mantiene hasta que Carl repite más fuerte—: Quítate la ropa.
Toda.

Muevo la cabeza hacia Pike, y ahora está mirándome directamente.


Sé que debería estar aterrorizada por las lágrimas en sus mejillas y la
mirada de tristeza en sus ojos. Sin siquiera parpadear, siento mis
propias lágrimas rodar sin esfuerzo. Sacudiendo mi cabeza en
confusión, Pike asiente hacia mí diciéndome que necesito obedecer.

Mis nerviosas manos lentamente van al dobladillo de mi camiseta, y


cuando agarro la tela, un grito de dolor rasga por mi estrecha garganta.
Resuena en las paredes y el suelo de concreto. Apretando mis ojos
cerrados, deslizo mi camiseta por mi cabeza y luego la sostengo sobre
mi pecho, a pesar de que no me han crecido senos todavía.

—Los pantalones —ordena.

No lo miro. Mis ojos permanecen cerrados mientras bajo la


cremallera de mis jeans, los empujo por mis piernas y salgo de ellos,
todavía agarrando la camiseta.

—Déjala caer.

El hielo en su voz me asusta, así que abro mis dedos y la dejo caer
al suelo.

—Buena chica —dice y puedo oír la sonrisa que llevan sus


palabras—. Ahora tu ropa interior.

Dios, si eres real, por favor ayúdame.

Saliendo de mi ropa interior, intento cubrirme con mis brazos y


manos mientras me quedo allí de pie.
Y Carl habla cuando finalmente abro mis ojos. —¿Alguna vez has
visto una polla antes? —pregunta mientras abre su bragueta y baja sus
pantalones. La suya es la primera que he visto y mi garganta arde con
la bilis que se arrastra hacia arriba—. ¿Has tocado una alguna vez?

Mis lágrimas son pesadas, y no puedo contener más los sollozos,


suplicando—: Por favor no me lastimes. Haré lo que sea.

—¿Cualquier cosa?

Mi llanto es fuerte cuando hace su demanda. —Esto es lo que


quiero. Vas a dejar que Pike te folle mientras miro. Haces eso por mí, no
pondré una mano en ti.

Niego con mi cabeza vigorosamente, sin entender lo que quiere decir,


y cuando veo a Pike, él se detiene un momento antes de dar dos pasos
hacia mí, diciendo en voz baja, con voz ahogada—: No quieres que él te
toque.

Mi cabeza no deja de sacudirse y no puedo dejar de llorar mientras


trato de balbucear. —N-no sé qué es lo que q-quiere.

Libera un suspiro derrotado cuando me dice—: Quiere que tengamos


sexo. —Cuando lee mi confusión, pregunta—: ¿Sabes qué es eso?

—Cr-Creo que sí. Quiero decir… n-no lo hago, umm… —No puedo
sacar las palabras a través del terror que me está apuñalando desde
adentro. He oído hablar de sexo. Sé de sexo. Simplemente no entiendo
lo que es exactamente.

—¡Sobre el colchón! —detona la voz de Carl, lo que me hace


sobresaltar.

En voz baja Pike ruega—: Por favor no tengas miedo de mí. —


Mientras toma mi mano y caminamos sobre el manchado colchón en el
piso.

—Acuéstate sobre tu espalda —dice, todas sus palabras en susurros


para que solo yo pueda escucharlas. Se quita la ropa interior antes de
acostarse encima de mí y mis desamparados gritos llenan la habitación.
Baja su boca a mi oído y en voz baja me habla diciendo—: Va a estar
bien. Ni siquiera lo mires. No tienes que mirarme, pero por favor
prométeme que no lo verás.
Asiento contra el lado de su cabeza para que pueda sentir mi
respuesta.

Sus últimas palabras para mí antes de perder cada último pedazo de


esperanza de que de alguna manera la vida va estar bien, son—: Lo
siento mucho, Elizabeth.
14
Pasado
Mi vida continúa siendo una zona deprimida. Es simplemente inútil
seguir intentando ver lo bueno en algo. Ahora tengo doce años. La única
esperanza a la que me he aferrado es que, en dos años, recuperaré a mi
papá. Pero esa esperanza se convirtió en ceniza y polvo cuando mi
trabajadora social se detuvo ayer.

—Solo dos años más —dije, y con una mirada confundida, ella
preguntó—: ¿Qué pasará en dos años?

—Recupero a mi papá —le dije—. Puedo irme a casa.

Ella pareció molesta cuando sacudió su cabeza y suspiró. —No es


así como funciona.

—¿Qué quieres decir?

—El Estado terminó con sus derechos sobre ti. Cuando salga, no
puedes volver a casa. No se le permite tener ningún contacto contigo.

Mi rostro se encendió en pura cólera blanca cuando ella añadió—:


Esta es tu casa, aquí, con Carl y Bobbi.

Me alejé de ella en ese momento. La desesperanza y la derrota eran


demasiado para ocultarlas y no quería que me viera molesta. Ella es un
pedazo de mierda, este mundo es un pedazo de mierda, mi vida es un
pedazo de mierda. Solía rezar a Dios para que me ayudara, pero él
nunca lo hizo, así que él es un pedazo de mierda también, dejándome
en esta pesadilla. Yo, viviendo en la oscuridad, atada con cinturones de
cuero, cicatrices incrustándose en la frágil piel de mis muñecas. Yo,
humillada y degradada, teniendo relaciones sexuales con mi hermano
mientras Carl se masturba como si fuéramos su propio programa de
pornografía personal. Es mi infierno viviente.

Solía llorar todo el tiempo después de haber sido obligada a tener


relaciones sexuales con mi hermano, el horror que comenzó en mi
décimo cumpleaños. Cuando terminó la primera vez, me encerré en mi
habitación, gritando y llorando en mi almohada. Nunca olvidaré ese día;
ha quemado su memoria dentro de mí. Un día en el que realmente sentí
que mi inocencia estaba siendo despojada.

Poniéndome mi ropa otra vez, Carl se ríe de mí y yo subo corriendo las


escaleras hacia mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Me siento
repugnante y cuando caigo en la cama, tomo la muñeca pelirroja que Pike
me dio antes y con toda la fuerza que tengo, la arrojo contra la pared,
soltando un violento sollozo mientras lo hago. No puedo detener las
lágrimas o el dolor que me llena. No soy nada más que lágrimas, moco,
baba fea y las sales de mis ojos finalmente comienzan a hacer que la piel
de mis mejillas pique. Mi cuerpo se desgasta, después de haber sido
atada en el armario durante los últimos tres días, y ahora la profundidad
de mi ruptura. Con mis ojos hinchados, finalmente soy desprendida de
esta miseria mientras me desplazo hacia mis sueños.

Cuando me despierto, Pike está sentado en la cama a mi lado. Lo veo


mientras su espalda descansa contra la cabecera de la cama. Sus ojos
están tristes e inyectados en sangre, y estoy mortificada. Ni siquiera
puedo mirarlo. No quiero que me vea, así que cierro mis ojos y me volteo,
lejos de él.

Su voz es suave y tensa cuando a mis espaldas me dice—: Lo siento


mucho.

Lloro. Solo me toma un segundo para que este pesado dolor


ponderado me reclame, que me pertenezca. Mi cuerpo se mueve en un
ritmo inestable, y él no me toca como lo hace normalmente cuando lloro.

El tiempo pasa mientras mis gritos se debilitan en sombríos gemidos


que me hacen hipar, y luego vuelve a hablar—: Por favor, mírame. Dime
que no me odias.

Sacudo mi cabeza, manteniendo mi cuerpo alejado de él cuando lo


siento bajar y acostarse detrás de mí. Su cabeza se presiona contra mi
espalda, y lo oigo esnifar antes de que empiece a hablarme en voz baja,
haciendo sus confesiones.

—No estás sola. No te he dicho la verdad. Carl no solo me golpea


cuando estoy abajo en el sótano con él. —Él ahoga un gemido, y cuando
lo oigo, la constricción en mi garganta se vuelve dolorosa—. Él me hace
hacerle cosas enfermas. —Su voz se corta; él está llorando, y no puedo
soportarlo. Me doy la vuelta y sus ojos están cerrados, pero sus manos
encuentran mi rostro mientras las apoya en mis mejillas.

Cuando abre sus ojos, dice—: Por favor, no me odies. No dejes que
destruya lo que tenemos. No le des ese poder para separarnos uno del
otro. —Él toma una respiración temblorosa—. Me dices todo el tiempo que
soy todo lo que tienes, pero va en ambos sentidos. No tengo nada más
que tú. Eres mi única familia, Elizabeth. Por favor, no dejes que te aleje
de mí.

Envolviendo mis brazos alrededor de su espalda, entierro mi rostro en


su cuello mientras ambos lloramos juntos. En este mundo, un mundo que
estoy empezando a aprender es un lugar frío y oscuro, temo estar sola.
Necesito a Pike, y sabiendo que él también me necesita, me empuja a
hablar. Nunca pensé que iba a decir estas cosas, pero de repente me
convierto en un libro abierto cuando empiezo a llorar contra la piel
húmeda de su cuello.

—No te odio; te quiero. Pero me lastimaste. Me dolió mucho.

—Lo siento.

—Y ahora estoy triste y asustada y avergonzada y tan sola.

—Yo también lo estoy —admite.

—Tengo miedo de perderte.

—No me iré jamás. Lo juro.

Pike nunca ha dejado mi lado. Aunque no asistimos a la misma


escuela, se ha plantado en mi vida como una amenaza para los demás.
Todavía se burlan, pero no tanto. El verano está llegando a su fin, y voy
a estar en la escuela intermedia este año con Pike en la secundaria.
Ojalá pudiera estar con él.

Las únicas veces que siento incluso una cantidad remota de alivio
del sufrimiento interminable es cuando estoy con él. De alguna manera,
me permite respirar en este mundo clandestino en el que vivimos los
dos.

Si alguien supiera que Pike y yo estábamos teniendo relaciones


sexuales, se volverían locos, pero para nosotros, es otra faceta de
nuestras vidas. Solía asustarme, solía hacerme llorar, pero he
aprendido a adormecerme en ese sótano. Tenemos sexo lo suficiente
para que a Carl se masturbe y luego nos escapamos a nuestras
habitaciones.

Bobbi sabe lo que sucede allí abajo, pero ella elige ignorarlo
mientras hace sus artesanías baratas y colecciona sus estúpidos patos.

Estoy lista para volver a la escuela porque significa que no tengo que
vivir constantemente en ese armario olvidado por Dios. Ahora que
volveré a la escuela, sé que solo tendré que ir a la oscuridad los fines de
semana. Yo soportaría casi cualquier cosa para mantener a Pike, así
que nunca mencioné una palabra de lo que ocurre dentro de esa casa
por miedo a que me alejen de Pike. Si yo no lo tuviera, no tendría a
nadie, ni garantía de que no sería colocada en otro hogar abusivo, solo
para encontrarme sola. Así que me quedo, y mi silencio quita los
pedacitos de bondad que quedan en mí.

He estado en cama todo el día con dolor de estómago. He estado


dando vueltas, tratando de distraerme del dolor escuchando mi música,
pero soy miserable. Me levanto y me siento cuando siento algo caliente
entre mis piernas. Corriendo al baño, me encojo cuando veo sangre en
mi ropa interior. Me siento en el inodoro, orino, y luego me limpio,
agarrando un puñado de papel higiénico y empujándolo en la
entrepierna de la ropa interior limpia que me pongo. Avergonzada, sé
que necesito conseguir algo de dinero para ir a la farmacia, pero solo
hay una persona a la que se lo puedo pedir, y realmente no quiero
hacerlo.

Con la mano en el mango de la puerta del cuarto de baño que


conduce a su dormitorio, cierro los ojos y trago una respiración torpe
mientras giro la perilla y espero el clic.

Mirando dentro, él está acostado en su cama, leyendo una revista


deportiva.

Tímida y silenciosamente lo llamo. —Umm... ¿Pike?

Él me mira mientras baja la revista a su pecho. —¿Qué pasa?


Con mi cabeza baja, tartamudeo—: Yo… eh, necesito unos pocos
dólares.

—Te di dinero el otro día —se queja.

—Lo sé, pero yo... —Lo miro brevemente y luego desvío mi mirada
cuando le hago saber, contra el calor de mi rostro, murmurando—:
Creo... Creo que acabo de comenzar mi período.

—Oh —responde, sorprendido con lo que acabo de decirle—. Umm,


sí. Quiero decir, claro —dice mientras se levanta de la cama y se acerca
a su tocador.

Dios, esto es tan vergonzoso.

—¿Cuánto cuesta?

—Yo no... No lo sé.

Cuando veo sus pies a mi lado, lo miro con vacilación. Me da un


billete de diez dólares y pregunta—: ¿Quieres que te acompañe?

Sacudo mi cabeza y luego regreso al baño.

Cuando vuelvo de la tienda, empujo la bolsa de toallas sanitarias en


mi tocador y luego pongo el cambio de Pike junto a su lavabo.
Realmente no creo que pueda enfrentarlo ahora mismo. Todavía me
duele el estómago, así que decido arrastrarme de vuelta a la cama.
Cierro mis ojos y me tiro a un lado cuando oigo a Pike entrar en el
baño.

—¿Estás bien? —pregunta.

—Mmm hmm.

—¿El dolor de estómago es debido a eso?

Realmente me gustaría que dejara de hacer tantas preguntas. No


tiene ni idea de lo mucho que solo quiero desaparecer en este momento,
pero de todos modos le respondo, diciendo—: No lo sé. —Porque
sinceramente no tengo ni idea.

Bobbi no firmó la hoja de permiso para educación sexual al que los


alumnos de quinto grado fueron el año pasado, y no tengo con quién
hablar, así que su suposición es tan buena como la mía.
La cama se hunde, y cuando miro por encima de mi hombro, él está
acostado, leyendo la misma revista de antes. Giro mi cabeza de nuevo y
sonrío ante el hecho de que, pase lo que pase, siempre está aquí para
mí.

Después de un tiempo, un par de amigos de Pike se detienen. Él


salta en su auto y se va por un tiempo, dejándome en la casa sola. Bajo
y hurgo alrededor de la cocina. Me preparo un bocadillo, y cuando me
siento a comerlo, oigo la puerta mosquitera chirriando al abrirse y luego
cerrarse de golpe.

Apoyada en mi silla, veo a Carl. Es tan asqueroso con su camisa


grasienta que apenas cubre su gordo estómago. Me siento y continúo
comiendo mientras camina y toma una cerveza de la nevera.

—¿Dónde está tu hermano? —pregunta antes de tomar un trago.

—No lo sé. Se fue con un par de amigos.

No queriendo estar en la misma habitación que él, empujo el resto


del bocadillo en mi boca y corro hacia arriba. Es entonces cuando oigo a
Pike regresar, y cuando él sube, voy a su habitación y miro mientras
saca algo de dinero y lo mete en su tocador.

—¿De dónde sacaste ese dinero?

—Shh, no quiero que nadie sepa que tengo esto, ¿de acuerdo?

Bajando la voz, le pregunto de nuevo—: ¿Cómo lo conseguiste?

—He estado trabajando durante unos meses, tratando de ahorrar


dinero para no estar en las calles cuando cumpla dieciocho años.

—¿Trabajando? Te has ido por treinta minutos.

Se acerca a mí y susurra—: Si te digo, no puedes decirle nada a


nadie.

—Pike, no hablo con nadie más que contigo.

—He estado corriendo drogas para un tipo que conozco.

Mis ojos se ensanchan y pregunto—: ¿Qué quieres decir con


corriendo?
—Vendiendo —declara.

—¿Estás loco? ¿Y si te atrapan?

—No voy a ser atrapado. Relájate.

—¿Qué están haciendo ustedes dos ahí arriba? —grita Carl desde
abajo.

—Nada —grita Pike.

—Bien, entonces lleven sus culos al sótano.

—Mieeeeerda —suspira Pike y luego sostiene mi mano.

Por un momento, siento el ahogo en mi corazón, pero esto no es


nada nuevo. Estamos en el sótano por lo menos una vez a la semana, si
no más. Pike realmente me ha ayudado a aprender a adormecerme de lo
que sucede allí abajo, así que tomo en una respiración profunda y la
sostengo por un segundo antes de liberarla lentamente.

—¿Estás bien? —pregunta, y cuando asiento, él le da a mi mano un


apretón suave antes de que hagamos nuestro camino hacia abajo.

Nunca sé lo que Carl quiere que hagamos, así que cuando llego allí,
mi estómago gira al pensar que estoy en mi período. Jalando la mano de
Pike, él se vuelve hacia mí, pero antes de que pueda murmurar nada,
Carl habla.

—Ropa fuera y fóllala en la cama —le ladra a Pike.

Él suelta mi mano y comienza a desnudarse mientras yo


permanezco de pie, no queriendo hacer esto mientras estoy sangrando.

—¡Dije ropa fuera!

—Yo-yo...

Pike me mira, y empiezo a sacudir mi cabeza rápidamente, no


queriendo que esto suceda, y él me da una mirada urgente.

—¿Qué mierda está pasando? —grita Carl mientras está frente a mí.

Estoy asustada como la mierda cuando abro mi boca y


tartamudeo—: P-por favor, yo... Comencé mi período.
La sonrisa hambrienta que crece en su rostro es repugnante. Él da
unos pasos atrás, y luego pregunta—: ¿Estás sangrando?

Le doy una inclinación de cabeza.

—Muy bien entonces —dice mientras se sienta en la silla—. Quítate


la ropa y acuéstate en la cama.

—¿Qué? —exhalo.

—No te preocupes, Pike te va a follar el culo.

—¿Qué? —La voz de Pike es de conmoción, y yo empiezo a entrar en


pánico.

Mis manos se vuelven nerviosas y empiezo a disculparme. —No. Lo


si-siento. Está bien, podemos tener relaciones sexuales.

—Me gusta más mi idea, ahora quítate la maldita ropa y ponte sobre
tus manos y rodillas.

—¿Qué mierda? No puedo hacer eso —dice Pike cuando empiezo a


quitarme la ropa.

Es como si mi sangre se está secando porque todo lo que siento es


hielo frío corriendo a través de mí. Trago con fuerza, y luego el terror me
inunda cuando Carl se levanta de la silla y agarra a Pike por el cuello,
hirviendo.

—La forma en que estás tratando de desafiarme en este momento


me está cabreando hasta la mierda.

Pike gruñe fuerte cuando el puño de Carl golpea su mandíbula, casi


derribándolo.

—¡Haz lo que te digo o ella va a estar encerrada en el armario por el


resto de la semana después de que golpee la mierda fuera de ustedes
dos!

Mis piernas son jalea, apenas capaz de sostenerme en mis rodillas


mientras me apoyo en mis manos.

De repente, me olvido de cómo entumecerme, y mi cuerpo comienza


a temblar mientras me pongo a llorar, asustada por lo que está a punto
de suceder.
Dejo caer mi cabeza mientras siento a Pike detrás de mí. No pasa
nada. Todo lo que puedo oír es su respiración pesada. Me quedo en esta
posición por un tiempo más y eventualmente giro mi cabeza para ver a
Pike acariciando su pene con una mirada casi dolorida en su rostro.
Luego se suelta y sopla un fuerte suspiro, diciendo—: No puedo hacer
esto. Ni siquiera puedo ponerme duro.

Sentada en mis talones, me siento aliviada, pero ese sentimiento es


inmediatamente arrebatado, y el horror me invade cuando Carl gruñe
enojado. Él golpea su silla cuando se levanta, el metal golpeando contra
el concreto, y de repente el flujo de la vida para.

En cámara lenta.

Carl camina directamente hacia mí, sacando su cinturón de las


presillas de sus pantalones. Mi corazón se vuelve frígido, golpeando en
sólidos latidos duros que vibran a través de mi cuerpo entero.
Golpeando tan fuerte que puedo oírlo. Sus ojos están llenos con una
mirada asesina, y los gritos de Pike me penetran mientras carga hacia
Carl y golpea su puño en el lado de su cara.

No puedo respirar, pero de alguna manera estoy gritando cuando


Carl se vuelve y golpea a Pike directamente al suelo con un solo
puñetazo, seguido por patadas implacables a su costado. Pike se
retuerce en agonía mientras dice con esfuerzo—: ¡No la toques! —Una y
otra vez hasta que su voz ya no es audible y sus ojos brillan.

Cuando Carl mira de vuelta a mí, desabrocha sus pantalones y la


adrenalina se pone en marcha. Estoy de pie rápido, corriendo hacia las
escaleras. Después de un par de pasos, me lleva a mis rodillas cuando
un penetrante dolor golpea mi espalda.

¡THWACK!

Un chillido agudo sale de mí, y miro por encima de mi hombro justo


a tiempo para ver el cinturón de cuero que está sosteniendo, volando
hacia mí.

¡THWACK!

Arqueando mi espalda en pura agonía, grito mientras lágrimas salen


de mis ojos. El cinturón de cuero corta mi carne una y otra vez antes de
que me obligue a ponerme en cuatro patas, empuje mi rostro hacia el
frío cemento y me viole por detrás.
15
Pasado
Después del ataque de Carl, Pike no entra a mi cuarto por un
tiempo. Todo lo que quiero hacer es morir, solo sacarme de esta miseria.
Ni siquiera sé cómo entender lo que acaba de pasar allí. Todo llegó tan
rápido, y nunca he experimentado tanto dolor en mi vida. El dolor en mi
espalda pareció desaparecer cuando empezó a violar la parte de mi
cuerpo que nunca esperé.

Y ahora, me acuesto sobre mi estómago con mi rostro enterrado en


mi almohada mientras trato de silenciar mis sollozos. Mi parte superior
está todavía mal debido a la punzada de mi espalda. Tengo demasiado
miedo de mirar para ver qué me ha hecho.

—Oh Dios mío. —Oigo débilmente a través de mis gritos, y cuando


levanto mi cabeza, veo a Pike mirándome. Está horrorizado, pero no
pregunto por qué debido a que estoy tan humillada.

Se arrodilla junto a mi cama con un gemido doloroso y pone su


mano sobre mi brazo, acariciándolo con su tembloroso pulgar. El lado
de su rostro está hinchado y gravemente magullado.

—Dime qué puedo hacer. —Su voz es preocupada y sus ojos no son
más que una muestra de su compasión.

Ni siquiera puedo pensar en hablar mientras mis lágrimas empapan


mi almohada.

Él toma mi mano, entrelaza sus dedos con los míos, y los sostiene
con fuerza, y el toque solo me hace llorar más fuerte.

—Lo siento jodidamente tanto —dice con sus ojos llenos con
lágrimas.

Mi mano está apretada alrededor de la suya y no la dejo ir por un


largo tiempo. Eventualmente, Pike besa mis nudillos y se mueve para
estar de pie.
—Volveré enseguida —dice y luego entra al baño. Cuando regresa,
está sosteniendo una toalla húmeda—. No quiero herirte, pero tu
espalda está cubierta de sangre seca. Solo quédate tranquila, ¿de
acuerdo?

Asiento mientras él suavemente pone la toalla caliente y húmeda en


mi espalda. Mis músculos se ponen rígidos, y gimoteo mientras mi
carne arde. Aprieta su mano sobre la toalla, y grito. —Auch.

—Lo siento.

—¿C-cómo se ve? —pregunto, pero también tengo miedo de saber.

—Tienes un par de feos cortes y un montón de cardenales.

—Duele.

Suspira y sostiene mi mano mientras empieza a limpiar la sangre de


mi espalda.

—Un día, te lo prometo, ese cabrón va a pagar por esto —dice con
coraje y todo lo que puedo hacer es asentir con mi cabeza cuando
empiezo a pensar en cómo se sentiría matarlo.

¿Qué tan enferma estoy? Una niña de doce años fantaseando con
matar a alguien.

¿Qué me está pasando?

Algunas semanas han pasado y la escuela ha empezado de nuevo.


Carl no me ha tocado desde ese día, pero solo fueron tres días más
tarde cuando estuve de vuelta en el sótano, obligada a darle a Pike una
mamada.

Después, estuve atada en el armario y fui dejada allí por otros dos
días.

Pike y yo ahora nos sentamos en la acera frente a la casa. Bobbi está


adentro viendo la tele y Carl sigue en el trabajo. El verano está llegando
a su fin y el olor del otoño está en el aire. Conoces ese olor, el olor de la
muerte. No sé por qué, pero me encanta. Las hojas caen a su tumba en
las calles frías y húmedas, eventualmente para ser cubiertas de hielo y
nieve cuando llega el invierno.

Escucho a Pike mientras divaga sobre una chica que está en


penúltimo año en su escuela que lo sigue por ahí. No me sorprende.
Siempre he pensado que Pike era lindo, y ahora que tiene casi dieciséis
años, es aún más lindo, no es que esté enamorada de él ni nada; es solo
un hecho. Pero nadie sabe lo patéticos que somos nosotros dos. A veces
me da curiosidad cómo alguien reaccionaría si lo supieran. Quiero
decir, podrías imaginarte a esa chica pidiéndole a Pike que le dijera algo
sobre sí mismo, y su respuesta fuera, tengo casi dieciséis años, y, oh sí,
tengo sexo con mi hermana de doce años. Sí, la gente definitivamente
pensaría que estamos enfermos.

—¿No es ese el auto de tu trabajadora social? —pregunta Pike, y


cuando me giro para mirar por la calle, por supuesto, es el auto de
Lucia.

—¿Qué está haciendo aquí? —No soporto a mi trabajadora social.


Ella solo se detiene para ponerse en contacto conmigo un par de veces
al año, así que el hecho de que estuvo aquí hace un mes me pone un
poco ansiosa.

Ella detiene su auto a lo largo de la acera mientras Pike y yo nos


ponemos de pie.

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí afuera? —pregunta.

Y Pike en un tono burlón le dice—: Oh, ya sabes, simplemente


disfrutando de la exuberante escenografía de esta imagen de barrio
perfecto que pensaste que proporcionaría un buen telón de fondo para
una crianza saludable.

Lucia le envía a Pike una mirada antes de decir—: ¿Te importaría


darnos a Elizabeth y a mí un momento para hablar?

—Voy a estar en mi habitación —me dice él mientras se dirige dentro


de la casa, dejándonos a Lucia y a mí de pie en el césped delantero.

—¿Por qué no nos sentamos? —sugiere, y caminamos hacia los


escalones del porche delantero.

—¿Qué estás haciendo aquí?


—Tengo algunas noticias de las que necesitaba venir a hablarte.

—¿Voy a ser trasladada? —pregunto, nerviosa de su respuesta


porque no puedo vivir sin Pike. El solo pensamiento pica mis ojos con
lágrimas.

—No. Se trata de tu papá —dice.

Tirando de esa pequeña pieza de esperanza en mi corazón a la que


he sido capaz de aferrarme, le pregunto—: ¿Va a salir antes? ¿Voy a ser
capaz de verlo?

Ella sacude su cabeza, y cuando veo que su rostro cae, toma esa
esperanza directamente junto con ella, diciendo—: Lo siento. Tu padre
está muerto.

Y ese es el momento en que te das cuenta que las esperanzas y los


sueños están tan jodidos como los cuentos de hadas.

Dejo caer mi cabeza y observo mis lágrimas caer como pesadas


cargas al concreto sucio debajo de mis pies.

Se propagan y se filtran en el suelo poroso donde estoy segura de


que van a encontrar su casa en el infierno. Pero no estarán solas por
mucho tiempo porque mi corazón se siente insoportable también, como
si pudiera caerse de mí en cualquier momento.

Quiero gritar. Quiero patear y golpear algo. Quiero pisotear mis pies
contra el suelo como un niño pequeño y hacer la rabieta más
desgarradora de almas que una muchacha de mi edad podría,
gritándole al mundo y a cualquiera que escuche cómo los odio a todos.
Quiero gritar tan fuerte que la sangre salga. Quiero hacerlo todo, pero
no lo hago. Es una guerra dentro de mí, pero la escondo bien. ¿Cuál es
el punto de exponerla? No es como si fuera a marcar la diferencia. Nadie
va a venir a rescatarme. Así que en su lugar, me siento en estos
escalones y silenciosamente lloro.

Tengo un millón de preguntas pululando, finalmente preguntando—:


¿Cómo?

—Parece que hubo una pelea que estalló con algunos de los presos y
tu padre fue apuñalado. El lugar se quedó en aislamiento y para
cuando los guardias pudieron llegar a él, era demasiado tarde.
—¿Por qué? Quiero decir, yo-yo... —Apenas puedo hablar mientras
los sollozos empiezan a romper mi fachada, causando que mi cuerpo se
sacuda en agitados temblores—. ¿Estás segura de que era él? Quiero
decir, ¿qué pasa si se cometió un error?

—No hay ningún error, Elizabeth —dice suavemente—. Lo siento


mucho.

—Pero no tengo ninguna otra familia. Quiero decir, ¿q-qué sucede a-


ahora?

—Nada cambia.

Mirando hacia ella, digo—: Todo cambia. —Vuelvo a bajar mi cabeza


y empiezo a llorar, cubriendo mis ojos con mis manos. El instinto de
correr es feroz, pero no tengo a dónde ir, y eso me cabrea. No quiero
estar atrapada aquí. No quiero esta vida. Todo lo que quiero es a mi
papá. Así que con eso, me pongo de pie y escupo mis palabras a mi
despreciable trabajadora social—: ¡Jodidamente te odio! ¡Odio todo de ti!
¡No das una mierda por mí o por mi papá! ¡Solo eres una zorra estúpida!
—Voy dentro de la casa, dando un portazo tan fuerte como puedo
detrás de mí y corro arriba. Pero no voy a mi habitación; voy a la de
Pike. Soy ruidosa, llorando como un bebé cuando entro.

Él sale inmediatamente de la cama y está delante de mí en un


segundo, preguntando—: ¿Qué pasa? ¿Qué pasó?

Cayendo en su pecho, él envuelve sus brazos apretadamente a mí


alrededor mientras libero los sollozos más miserables de mi vida.
Empuño su camisa en mis manos tan fuerte que se siente como si
pudiera romper mis propios dedos, pero me gusta el dolor. Necesito el
dolor. Necesito algo… cualquier cosa, para distraerme del dolor más
insoportable de todos.

No puede ser real.

No puede estar realmente muerto.

Simplemente no puede estarlo.

—Elizabeth —dice Pike, y siento que voy a vomitar el vacío que me


llena porque si se ha ido, yo también.
Ni siquiera me doy cuenta de que hemos cruzado la habitación hasta
que abro mis ojos y estamos acostados.

—¿Qué dijo ella? —pregunta.

—La odio, Pike. Odio a todos. —Me ahogo alrededor del dolor.

—Dime.

Mis palabras duelen cuando salen. —M-mi papá. Ella dijo que está
muerto, Pike. Que alguien lo apuñaló, y murió. —Decir las palabras
cortan profundo, y el asimiento que Pike tiene sobre mí de repente se
vuelve mil veces más fuerte.

—Mierda —murmura bajo su aliento antes de que yo llore—. No es


cierto. No puede ser.

Al escucharlo de Lucía, me sentí entumecida, pero ahora, con Pike,


mi seguridad, las emociones me abruman.

Me ahogo y no puedo respirar. Todo lo que puedo hacer es gritar y


llorar, y así lo hago, al igual que un bebé indefenso, nunca dejando ir
mi agarre en la camisa de Pike. Es como si su camisa fuera mi
salvavidas, y si lo dejo ir, caeré libremente a la nada.

Y ahora me acuesto aquí, desmoronándome en un millón de piezas.


Nunca volveré a estar entera. Nunca perdonaré al mundo por esto.

Quiero a mi papá.

Ahora.

Quiero los bigotes ásperos de su rostro arañándome cuando me da


besos, quiero que su suave voz me cante otra vez, quiero su toque, su
asimiento, su amor, su curación, su sonrisa, historias, cosquillas, risas,
ojos, manos, olor… todo. Quiero que me salven.

Quiero a mi príncipe.

Pike me mete bajo su barbilla, besando la parte superior de mi


cabeza de vez en cuando. Eventualmente el ruido en la habitación
comienza a desvanecerse cuando me canso y me callo. Mi cuerpo se
siente tan pesado y mi cabeza retumba, lo que hace que duela abrir mis
ojos. Pike continuamente corre su mano hacia arriba y abajo de mi
espalda en un intento de calmarme, pero nada puede amortiguar esta
agonía.

En la tranquila habitación, susurro—: ¿Alguna vez piensas en


morir?

—A veces —responde suavemente.

—¿Te asusta?

—No. ¿A ti?

—Ya no —le digo, y luego pregunto—: ¿Crees que mi papá estaba


asustado?

—No —dice sin ninguna vacilación.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque, si está muerto, entonces siempre llegará a estar contigo.


Sabiendo que finalmente iba a volver a verte, dudo que estuviera
asustado.

Sus palabras traen un montón de lágrimas silenciosas que empapan


su camisa.

—No es justo, Pike.

—No, no lo es. Te mereces todo lo que es bueno en este mundo, y te


juro que lucharé para darte eso. Un día, cuando estemos fuera de este
desastre, voy a encontrar una manera de hacerte feliz.

—No creo en la felicidad —lloro—. Ya no creo en nada.

Cepilla mi cabello hacia atrás y se mueve hacia abajo para mirarme


a los ojos. —Cree en mí.

Sus ojos oscuros son severos, y me doy cuenta de que en este


momento, él es mi única oportunidad de sobrevivir. Pike siempre ha
hecho todo lo posible para protegerme; siempre se ha preocupado por
mí. Desde el primer día que llegué aquí, ha sido mi hermano. Fue
instantáneo. Y ahora, no tengo otra opción más que creer en todo lo que
dice porque es mi única constante.
Cuando se inclina y besa mi frente, ni siquiera pienso cuando me
acurruco y beso su cuello. Él mantiene sus labios en mi frente y no se
mueve, pero sus manos encuentran mis mejillas mientras me mantiene
cerca.

Antes de que lo sepa, sus labios están en los míos en un beso sin
movimiento. Me agarro de sus muñecas, y en un borrón, en un
momento inadvertido, nuestras bocas se mueven juntas.

Nunca he besado a Pike antes, ni siquiera pensé en ello, pero de


alguna manera, esto se siente bien. Es el primer chico que he besado.
Hemos tenido sexo por dos años, así que no pensarías que besarlo se
sentiría como cualquier cosa, pero lo hace. De la nada, ha quitado mi
cabeza de todo lo malo mientras me concentro solo en él. Es como si
finalmente pudiera respirar.

Rodando encima de mí, él se estira para quitarse la camisa, y yo me


siento para quitar la mía también.

Cuando estamos sin nada, él tira de las sábanas sobre nosotros, y


yo estoy metida en la calidez con él.

Todo esto se siente diferente a los cientos de veces que hemos hecho
esto antes. Siempre es frío y sucio, con Carl observándonos todo el
tiempo.

—No vayas allí —dice Pike, derribándome de mis pensamientos.

—¿Dónde?

—No pienses en él. No tiene nada que ver con esto. No estamos en
ese colchón ahí abajo; estamos en mi cama. Estás a salvo.

—¿Solo nosotros? —pregunto.

—Solo nosotros —dice mientras se empuja dentro de mí, y por


primera vez, encuentro la magia en la que dejé de creer. Resulta que
Pike la tenía todo el tiempo, porque en este momento, no siento más
dolor o daño.

Solo somos nosotros, y estoy a salvo.


16
Pasado
Mis dientes castañean mientras camino a casa desde la escuela.
Terminé en problemas por luchar contra una chica que se burló hoy de
mí, consiguiéndome una suspensión después de la escuela durante las
próximas dos semanas. Pike ha estado trabajando cada vez más, así
que últimamente no hemos ido caminando juntos a casa, y él se niega a
dejar que lo acompañe. Dice que no quiere que me mezcle con sus
amigos, pero siempre se asegura de estar en casa antes de que Carl
llegue, así no estaré a solas con él.

La vida no ha cambiado mucho. Tengo catorce, soy un poco más


alta, más llena, mi cabello ha crecido un poco más y tengo más
cicatrices en mis muñecas. Parece que he estado tratando de cortarlas,
pero seis años de estar en un pequeño armario te hará eso. Sin
embargo, las escondo bien, con mangas largas más allá de mis
muñecas que a menudo tiro hacia abajo.

Desde que me enteré de la muerte de mi padre hace dos años, he


entumecido todo a mi alrededor. Me siento como una respiradora
máquina viviente la mayoría del tiempo. Soy capaz de apagarme y
encenderme fácilmente. En su mayor parte, estoy en modo apagada,
congelada y vacía. Sólo permito que Pike me conecte. Él es mi única
liberación, y al único que le muestro mi verdadero ser. Desde aquella
tarde, la tarde en la que me enteré que nunca volvería a ver a mi padre
de nuevo, Pike y yo hemos continuado durmiendo juntos, en privado, en
su cama.

Me he encontrado volviéndome egoísta con él, usándolo para quitar


todo lo malo. Es tan difícil de explicar, pero cuando estoy con él así,
siento que estoy limpia. Una vez que me di cuenta de lo que estaba
haciendo, fui honesta y le dije. La culpa me abrumaba, y cuando le
expliqué mis sentimientos, pensé que enloquecería, pero no. Me dijo que
tomara todo lo que necesitara de él. Sin embargo, todavía siento culpa.
La vergüenza de usarlo tan egoístamente me come después de terminar
y me tranquilizo, a menudo llorando. Pike me tranquiliza lo mejor que
puede, sosteniéndome, asegurándome de que está bien, que todo está
bien.

Soy un desastre, pero eso es de esperar con la dura introducción


que recibí a esta loca y jodida vida. Tengo catorce, demasiado joven
para estar tan amargada y enojada. Durante un tiempo, cuando veía a
un niño con sus padres, desearía que sus padres murieran. Quería que
todos los niños sintieran el dolor que yo sentía porque no era justo para
mí.

La vida es cruel, y yo soy su perra.

También soy la perra de Carl. Últimamente me ha estado follando,


queriendo que Pike viera. Él me hizo prometer que nunca miraría a
Carl, así que siempre mantengo mis ojos fijos en Pike, sin importar a
quién folle ese día.

Tuve mi primer orgasmo hace un año. Carl se estaba masturbando


en una esquina mientras Pike y yo estábamos teniendo sexo. Nunca
había ocurrido antes, así que cuando lo que siempre fue un acto tan
repugnante se convirtió en placer, me asustó como la mierda. No pude
enfrentar a Pike después; estaba demasiado avergonzada. Cuando
finalmente desbloqueé la puerta de mi cuarto de baño unas horas
después, entró y me habló de ello. Era humillante, que mi hermano me
explicara lo que había sucedido. Me dijo que era una parte natural del
sexo, pero no me gustaba. Me hizo sentir sucia y avergonzada. Y ahora,
sabiendo que podría suceder de nuevo, lucho duro para evitarlo. Pike lo
sabe, así que cuando estamos solos en su cama, él trata de correrse
rápido para que no me haga sentirlo accidentalmente de nuevo. Es raro,
porque me gusta tener sexo con Pike cuando estamos solos, pero al
mismo tiempo, me asusta porque no quiero que se sienta bien, no
debería sentirse bien. Pero quiero estar con él porque es con él que no
siento la miseria y la fealdad.

Él lo aleja todo, e incluso si es por un momento, me siento libre.

Cuando giro en la esquina, veo a Pike sentado en la acera fumando


un cigarrillo.

—¡Pike! —grito desde la acera, y él mira hacia mí y luego se levanta.

—¿Dónde diablos has estado? —pregunta enojado.


—Me metí en una pelea y ahora tengo detención después de la
escuela.

Tomando una calada de su cigarrillo, el humo sale lentamente de su


boca cuando se pone todo hermano mayor protector, diciendo—: Dime
lo que pasó.

—Esta chica de la que te he hablado, ya sabes, ¿la que ha estado


haciendo de mi vida un infierno? Ella seguía abriendo su boca en la
cafetería, insultándome. No podía soportarlo más, así que lo perdí.

—¿Qué hiciste?

—Ella estaba sentada al final de la misma mesa que yo, así que le
tiré mi manzana y la golpeó en la cabeza. Antes de que lo supiera,
estábamos fuera de nuestros asientos y la tenía en el suelo.

—¿Bromeas? —dice con una sonrisa suave y complacida en su


rostro—. Bueno, no veo una marca en ti, ¿entonces ganaste?

—No fue una competencia, Pike —digo, sintiéndome todavía como la


perdedora que los chicos de la escuela dicen que soy.

—¿Qué pasa? Le pateaste el culo; deberías sentirte bien.

—Eres un chico. —Suspiro, bajando la cabeza. Cuando él pone su


brazo alrededor de mi hombro, agrego—: Odio ese lugar. No tengo
amigos.

—-Son perras, Elizabeth. Chicas jóvenes y estúpidas.

—Soy joven y estúpida.

Pike arroja su cigarrillo antes de entrar en la casa. —Joven, sí.


Estúpida, no —dice mientras subimos las escaleras—. Sólo quedan un
par de meses. El año que viene, volverás a estar conmigo.

—Claro —me burlo—. Estarás en último año y seré la loca de primer


año.

Se lanza a la cama, cruzando los brazos detrás de su cabeza, y


responde—: Nada de ti dice loca. Créeme. Esas chicas están celosas
porque eres más bonita que ellas.
Sus palabras calientan mi cuello, pero al mismo tiempo llenan algo
dentro de mí. La última vez que alguien me dijo que era bonita, yo tenía
cinco, y vino de mi papá. Siempre me decía que era hermosa y bonita,
diciendo que tenía el cabello rojo más precioso. Las apariencias son
superficiales, lo sé, pero no me di cuenta de cuánto necesitaba oír eso
hasta ahora.

—¿Qué pasa? —pregunta, notando la tristeza detrás de mis ojos—.


Ven acá.

Me acerco y me siento a su lado.

—¿Qué pasa? —repite.

—Me siento fea por dentro —admito.

—No lo hagas —declara mientras se sienta a mi lado—. No hay nada


en ti que sea feo.

—¿De verdad, Pike? —pregunto con burla.

Molesto con mi tono, se defiende—: Nadie nos conoce. Nadie sabe.


Se trata de ti dejando que lo que otras personas piensen o digan te haga
sentir de esa manera.

—Eso es lo que siento, Pike —argumento con voz aguda.

—Tienes el poder de cambiar eso. Cómo te sientes es cómo te


permites sentirte.

—Entonces, ¿es culpa mía? ¿Es culpa mía sentirme así?

—Siéntete triste. Siéntete enfadada. Odia a quien quieras. Culpa a


quien quieras, pero no, ni por un segundo, pienses que eres menos de
lo que eres. No eres fea ni sucia, ni lo que sea que estés pensando. —Su
tono es duro y severo cuando dice esto, pero en un instante, se
ablanda, diciendo—: No hay nada que no haría por ti. ¿Todavía crees en
mí?

Asiento.

—Bien. Porque no siempre va a ser así.

—¿No?
—No.

—Dime, Pike. ¿Cómo va a ser? Cuéntame un cuento de hadas —digo


con un pequeño toque de burla.

—Voy a hacerte volver a creer en los cuentos de hadas.

Rio suavemente por sus determinadas palabras y él me sonríe.

Pasamos la siguiente hora bromeando y haciendo nuestra tarea.


Carl vino a casa hace un rato, pero no nos ha dicho nada, lo cual es un
alivio, y ahora el olor a comida llena la casa. Bobbi a duras penas
cocina. Bueno, nunca lo hace.

—¿Crees que vamos a tener algo de eso? —pregunta Pike,


refiriéndose a lo que sea que ella esté cocinando.

—Lo dudo —respondo mientras ruedo mis ojos, y ambos sonreímos.

—Pike —llama Bobbi desde abajo cuando suena el timbre.

—Ya regreso —dice él.

Me quedo en su cama, y cuando oigo la puerta delantera cerrarse,


me giro para mirar por la ventana para ver a Pike y a su trabajador
social en el jardín delantero hablando. Sea lo que sea que están
diciendo, Pike está visiblemente enojado, pasando una fuerte mano a
través de su cabello. Sus gritos ahogados están distorsionados y no
puedo distinguir lo que está diciendo.

Cuando vuelve su cabeza y sube la mirada hacia la ventana, mi


estómago cae con fuerza. La expresión en su rostro me dice que debería
estar preocupada, y lo estoy. Salto de la cama cuando regresa a la casa.
Él sube las escaleras y me encuentra en la puerta. Con las manos sobre
mis hombros, me empuja de vuelta a la habitación y cierra la puerta
detrás de él.

—¿Qué está pasando? —pregunto mientras el pánico me llena.

Bajando la mirada, sacude su cabeza, y luego me jala fuertemente


en sus brazos, abrazándome.

Y ahora estoy enloqueciendo.

—Pike, ¿qué está pasando? Me estás asustando.


—Lo siento mucho —dice, y sé que es malo. Él solamente dice eso
cuando algo malo está por suceder. No me suelta mientras estamos allí,
sosteniéndonos el uno al otro.

No pensé que mi vida podría empeorar, pero podría... y lo haría.


Siempre he luchado con la idea de la esperanza. La esperanza siempre
me había fallado, pero por alguna razón, seguí aferrándome a una
pequeña parte de ella. Tenía miedo de saber cómo sería el mundo si no la
tuviera. Pero las siguientes palabras de Pike me apuñalarían desde el
interior, horror blanco llenándome con la sangre de la dura realidad de la
vida. Una realidad que escupiría sus palabras en mi cara, diciéndome—:
La esperanza es para los ignorantes, niña. Ríndete.

Quitando sus brazos de mi alrededor, ahueca mis mejillas, saca el


cuchillo, y me apuñala hasta el núcleo con sus palabras.

—Vas a estar bien, Elizabeth.

Mi cuerpo se estremece, mi voz temblando con confusión. —¿Qué?

Presionando su frente contra la mía, sostengo sus muñecas en un


apretón de muerte mientras él dice—: Me voy.

Él acaba de succionar todo el aire de mis pulmones y me pongo fría,


sacudiendo mi cabeza vigorosamente contra la suya.

—Tengo que irme. Me van colocar en un hogar grupal.

—No.

—Lo siento mucho —respira dolorosamente.

—No. —Mi palabra es una miserable súplica.

Pike presiona un duro beso en mi frente, y grito—: ¡No! —Mientras


su espalda se estremece contra mis manos—. ¡No!

—Está hecho. Aparentemente Carl hizo una llamada. Quiere que me


vaya.

—No te vayas. No puedes irte.

—No tengo elección —dice, y cuando retrocede, veo el miedo en sus


ojos, y sé que es todo por mí. Ambos sabemos lo que pasará sin él aquí.
Estaré sola para que Carl haga lo que quiera.
—No puedes dejarme aquí. No puedes dejarme con él —-ruego
desesperadamente.

Él da un paso hacia atrás, empuñando su cabello. —Mieerdaa. —


Camina mientras yo estoy en shock, llorando. Eventualmente, se vuelve
hacia mí y afirma—: Catorce todavía va a ser tu año. Tu padre no
volverá por ti, pero yo sí lo haré.

—No hagas eso —le digo—. No te atrevas a darme esperanza.

Sus ojos arden en brasas oscuras cuando dice—: Te lo juro. Te daré


ese cuento de hadas. Dame un año. Volveré por ti.

—¿Un año? Pike, ¡no me dejes aquí con él durante un año!

—No podemos huir ahora. Piensa en ello, nosotros dos


desaparecidos, es demasiado arriesgado. Pero solo uno… tú…
podríamos escapar. En menos de un año, serás libre de aquí. Un año
sola y afuera a los catorce; puedes hacerlo —dice mientras lloro por
miedo a lo que va a ser una vida sin él.

—Eres tan jodidamente fuerte —afirma—. Volveré por ti.

Meto mis brazos alrededor de su cuello y le ruego que no me deje.


Estoy aterrorizada de no volver a verlo, mi único amigo, mi única
familia, mi hermano. ¿Quién me va a proteger?

—Tengo que empacar —susurra.

—¿Ahora?

—Mi trabajador social está en la planta baja esperándome.

—Oh, Dios mío —murmuro para mí. No puedo creer que esto esté
sucediendo. Mi corazón se siente como una bola de demolición dentro
de mi pecho, alejando de un golpe mi patética vida. Me paseo por la
cama de Pike y me siento, agarrando el borde del colchón con mis
manos, y observo mientras empieza a meter ropa en su mochila. Las
lágrimas caen de mis ojos sin esfuerzo. Perdí a mi padre con la fe de
que lo volvería a ver, y ahora estoy perdiendo a Pike con el conocimiento
de que la vida no te garantiza nada, no importa cuánto lo quieras.
Una vez que su mochila está cerrada, se arrodilla frente a mí con
sus manos en mis rodillas. Él es una visión borrosa y confusa a través
de las lágrimas que nos separan.

—Eres todo lo que tengo —dice—. Tú. No te perderé, y no me


perderás.

—Por favor. —Es una vaga súplica, en realidad es una súplica por
cualquier cosa.

—Necesito que me escuches, ¿de acuerdo? —Él toma sus pulgares y


limpia las lágrimas de mis ojos—. En serio escúchame.

Asiento.

—Estoy contigo —asegura—. Cuando estés en ese armario, estoy


contigo. Cuando estés en ese sótano, estoy contigo. Siempre estoy
contigo, ¿de acuerdo? Pero necesito que me hagas una promesa.
Necesito que me prometas que te apagarás. Sólo apágalo. No puede
hacerte daño si no sientes. Las personas que salen lastimadas en la
vida son las que se permiten sentir.

Mis lágrimas se vuelven pesadas, llegando a su muerte en una caída


libre, aterrizando en mis rodillas. Mirándolo, sin pensarlo mucho, lo
beso. Nunca nos hemos besado fuera de su cama cuando estamos
teniendo sexo, pero lo beso ahora porque no sé qué más hacer. Me
abraza con fuerza, me besa de vuelta mientras lloro contra sus labios,
negándome a soltarlo.

Cuando nuestras bocas se separan, él me mira a los ojos, y dice—:


Te amo.

—Yo también te amo.

Se levanta, agarra su mochila y promete—: Volveré por ti.

Y solo así, como si alguna vez tuviera opción en el asunto, mi


hermano, mi única línea de vida, se aleja de mí.

Y estoy completamente sola.


17
Pasado
No necesito decirte qué pasó después.

Ya lo sabes.

La vida sin Pike era peor que los pantanos del infierno. Solitaria.
Desolada. Una vida que nadie quiere creer que sea real, pero lo es. Me
volví oscura por dentro. No, eso no es verdad. Me volví incolora. No
podrías haber pintado un retrato de mí porque yo ya no existía. Para
existir, tienes que tener vida y yo apenas era un robot, una máquina,
dime qué quieres y lo haré, paralizada a las emociones y consecuencias.

Jódete, vida.

Te odio.

El momento en que Pike caminó afuera por la puerta, Bobbi vino a


mi habitación. Yo estaba llorando, rogándole que usara el teléfono
cuando la amenaza llegó. Ella me dijo que sabía que Pike y yo teníamos
relaciones sexuales y que si le decía a alguien o si intentaba irme, se lo
diría a Servicios Sociales y yo me sometería a una evaluación mental en
un hospital estatal. También me dijo que Pike sería arrestado y enviado
a la cárcel por violación de una menor ya que diecisiete años es la edad
legal de consentimiento en el estado de Illinois. Así que eso fue todo;
mantuve mi boca cerrada.

No he escuchado de Pike desde que se fue hace un poco más de tres


meses. Él se ha ido, probablemente más feliz, y me dejó para
defenderme por mí misma. No lo culpo. Huye, Pike. Corre lejos de mí y
de esta vida. Había llegado a aceptar que él no regresaría por mí. Había
tenido mi primer enloquecimiento después del primer mes,
extrañándolo, preguntándome si todo fue una mentira y si alguna vez lo
volvería a ver. Ese primer mes fue realmente el único momento que él
pudo ser capaz de verme. Yo todavía estaba en la escuela, pero tan
pronto como el verano llegó, raramente se me permitía salir del armario.
Ya que no tenía a Pike para hablarme por las noches; no tenía a nadie.
La escuela comenzó nuevamente la semana pasada. Estaba ansiosa,
nerviosa de ver a Pike ahora que ambos estábamos en la secundaria.
¿Me agarraría y me abrazaría, o miraría más allá de mí como si ya no
existiera? Pero no tenía que preocuparme mucho porque él no estaba
ahí. Busqué en los pasillos y terminé yendo a la oficina solo para
averiguar que fue transferido a otra escuela. Sin embargo ellos no me
dirán dónde. Saliendo de la oficina ese día, pienso para mí misma: Tal
vez esto es cuando te das por vencida, Elizabeth. A lo mejor es donde te
das cuenta del destino de la vida para ti. Tal vez aquí es donde
finalmente dejas de luchar por algo que nunca estuvo destinado a ser.

Eso fue la semana pasada, y todavía no he tomado una decisión


sobre esos pensamientos. Y eso resume mi vida mecánica. Levantarme,
ir a la escuela, ir a casa, ser follada por mi grasiento y gordo padre
adoptivo, bañarme, tarea, cama. La cama siempre es variable; es o la
cama o las restricciones de cuero y encerrada en el armario.

A pesar del disgusto, soy hiperconsiente de mi apariencia. He tenido


suerte hasta ahora de evitar las espinillas de la pubertad; mi piel es
suave y sin problemas desde el cuello hacia arriba. Debajo de mi ropa
hay una historia diferente... varios colores de moretones nuevos y
sanándose, verdugones y cortes. Mis muñecas parecen haber tenido
algunos intentos fallidos de suicidio. Mi cabello rojo es brillante y lleno
de ondas sueltas que caen sobre mis delgados hombros. Mi rostro
engaña a todo el mundo, porque nadie podría adivinar el horror que
vive debajo. Pero no importa lo fea que me sienta, trato de cuidarme.

Cuando suena la última campana, meto mis libros en mi mochila y


camino por los pasillos. No tengo amigos aquí; tal vez es mi culpa, o de
ellos. Me mantengo a mí misma. Nunca hablo a menos que sea llamada
por un maestro, e incluso con eso, nunca digo más de lo necesario. Mis
calificaciones son buenas, no que tenga alguna aspiración después de
que me gradúe. Estoy segura de que estaré dando vueltas a las
hamburguesas en algún lugar o haciendo clientes, dando mamadas
dependiendo de cuánto dinero quiera hacer.

¿Cínica?

Sí, lo soy.

Me muevo lentamente, dejando que los demás me pasen, chocando


conmigo mientras corren fuera de esta escuela y dentro de su libertad.
Pero esta es mi libertad, aquí en la escuela y lejos de casa. Así que me
tomo mi tiempo, y cuando finalmente camino fuera de las puertas
dobles de metal, aprieto mi abrigo a mi alrededor y comienzo a dirigirme
a casa.

Antes que pueda llegar a los jardines de la escuela, un negro y


antiguo Mustang se dirige a mi lado, y creo que estoy imaginando cosas
cuando escucho su familiar voz.

—Elizabeth, gracias a Dios.

Pike sale del auto y me tiene en sus brazos rápido. La comodidad es


abrumadora, y no toma mucho antes de que esté llorando en su
camiseta.

—Joder, te extrañé. —Respira en mi cabello, y asiento contra su


pecho—. ¿Estás bien?

Me empujo hacia atrás y levanto la mirada hacia él, ignorando su


pregunta, le digo—: ¿Dónde has estado?

—No sabía cómo encontrarte. Intenté colarme a la casa algunas


veces este verano, pero nunca estabas ahí.

—Estaba ahí —le digo—. Me mantuvo encerrada la mayor parte del


verano. Él sabía sobre nosotros… que tú y yo… ya sabes. Eso lo molestó
y dijo que por eso se deshizo de ti.

—Mierda.

Y luego el llanto comienza mientras me desinflo y digo—: Pensé que


te habías rendido conmigo.

—Nunca.

Entonces se voltea hacia el auto, y cuando me asomo alrededor de


él, veo al conductor. Él es mayor, tal vez en sus veintes, con tatuajes
bajando por sus brazos.

—Ven conmigo. Podemos hablar —dice Pike mientras me vuelve a


mirar.

—No puedo tardarme. Carl normalmente llega a casa alrededor de


las cinco.
—No te preocupes. Te devolveremos a tiempo —me dice y abre la
puerta para subirse al asiento trasero antes de sostener su mano hacia
mí—. Él es Matt, por cierto —nos presenta Pike—. Él es un buen amigo.

—Hola —dice Matt, dándome un asentimiento por el espejo


retrovisor antes de llevar el auto de nuevo a la calle.

—Hola. —Mi voz es apenas un susurro cuando Pike tira de mí


dentro de sus brazos.

—Háblame.

Mantengo mis ojos en Matt, no queriendo hablar enfrente de un


extraño.

—No te preocupes por él —me dice Pike—. Es genial.

—Tenía miedo de nunca volverte a ver —admito en voz baja.

—Te dije que creyeras en mí. No te voy a dejar. El lugar en el que me


estoy quedando tiene reglas estrictas. Básicamente escuela y luego
regresar a las ocho en punto al toque de queda.

—¿Cómo es? —pregunto—. Me refiero al hogar grupal.

—Está bien. No estás ahí, así que paso la mayor parte de mi tiempo
preocupado por ti.

—¿Aquí está bien, hombre? —dice Matt cuando entra a la parte


trasera de un centro comercial de mala muerte.

—Sí. Solo danos una hora —le dice Pike mientras él estaciona el
auto y sale.

—¿A dónde va?

—Simplemente nos está dando algo de tiempo a solas. Quiero hablar


contigo. Quiero saber si estás bien.

Sacudo mi cabeza y unas pocas lágrimas se deslizan. —Es horrible,


Pike. Está tan mal.

—Vas a estar bien.

Niego nuevamente.
—Sé que no lo ves, pero eres una chica fuerte. Estarás bien.

—Él me hace cosas horribles. Cosas que nunca antes hizo —le
revelo. Él me acurruca en su pecho y besa la cima de mi cabeza
mientras lo abrazo, agregando—: Y ahora no estás ahí para alejarlo.

Levantando mi cabeza hacia él, me besa, descansando sus labios en


los míos y yo me suavizo en su agarre. Él se mueve y se coloca sobre
mí, colocándome sobre mi espalda contra el frío asiento de cuero.

—¿Qué estás haciendo? —murmuro contra sus besos.

—Alejándolo.

—Pero tu amigo…

Con sus manos en el botón de mis pantalones, dice—: Él no


regresará por un rato. —Desabrocha el botón bajando la mirada hacia
mí, y luego pregunta—: ¿Esto está bien?

Asiento mientras murmuro—: Sí. Solo aléjalo.

Y lo hace, justo ahí en el asiento trasero del auto de su amigo. Pike


me limpia de los pasados tres meses, desvaneciendo toda la inmundicia
que Carl dejó atrás y la cubre con la bondad de sí mismo.

Pike ha continuado recogiéndome después de la escuela durante los


últimos siete meses, pero solo una o dos veces por semana. En su
mayoría está con Matt, pero de vez en cuando, Matt le presta su auto, y
Pike y yo podemos estar solos. Me encantan esas veces. Me enteré que
Pike y Matt trabajan juntos, vendiendo drogas en la calle.

Después de conocerlo, no tomó mucho tiempo para que Matt le


preguntara a Pike acerca de follar a una de catorce años en la parte de
atrás de su auto cada semana. Nunca había visto a Pike tan enojado y a
la defensiva, amenazando a Matt de que le sacaría la mierda a golpes si
alguna vez lo volvía a cuestionar.

Matt es asqueroso y me da escalofríos. Él me observa


constantemente, como si también está esperando su oportunidad para
deslizarse dentro de mis pantalones. No le digo nada a Pike sobre ello,
pero no confío en el tipo.

Cada vez que veo a Pike, él tiene un nuevo tatuaje. Odio que se esté
marcando tanto. Como si con cada tatuaje, se está llevando lejos un
pedazo del Pike que conozco y sustituyéndolo con un nuevo Pike, un
Pike que solamente consigo ver una vez a la semana en el asiento
trasero de ese Mustang mientras tenemos sexo. No tenemos mucho
tiempo para hablar, así que se siente como si yo lo usara mucho para
escapar. Es abrumador ahora, las emociones después. He comenzado a
llorar mucho cuando terminamos. Eso preocupa a Pike. Intenta
hablarme, y yo intento explicarle como comienza a hacerme sentir
culpable, pero me asegura que está bien, Así que después del sexo, lloro
y Pike me sostiene, haciendo lo que puede para que me sienta mejor.

Pero Pike no ha venido en dos semanas. Me dijo que le diera tiempo


para resolver sus planes para cuando cumpla dieciocho, y he tratado de
ser paciente. Su cumpleaños fue la semana pasada, y he estado hecha
un manojo de nervios, ansiosa por alejarme jodidamente de Carl y
Bobbi. Carl se ha estado volviendo más violento conmigo últimamente,
golpeándome durante el sexo y escupiéndome en el rostro. Él me dio un
puñetazo en la cara la otra noche, dejándome un ojo morado antes de
lanzarme sobre mi estómago y tomarme por detrás. No hace eso tan
seguido, solo cuando está realmente molesto por algo. Pero anoche se
puso realmente mal, y perdió el control. Mantuve mi boca cerrada y dejé
que mi mente se fuera a la deriva tan lejos como pudiera, esperando a
que todo acabara. Sigue teniendo el mismo colchón. Ahora manchado
con sangre, vomito, sudor, y orina de Carl.

Esto es el por qué estoy tan ansiosa de que Pike venga por mí.

Así que después de aplicar más pomada a la piel rota de mi ojo


morado, me siento sobre mi cama y miro fijamente fuera de la ventana,
buscando el Mustang negro de Matt. Pronto mi cansancio crece y miro
con atención la oscuridad afuera.

Decepcionada, me enfurruño debajo de mis cobijas y miro fijamente


las paredes moradas por unos pocos minutos antes de apagar la luz e
irme a la deriva del sueño.
Un peso en mi brazo ocasiona que mis ojos se abran. Espantada en
la oscuridad, mi corazón golpeando, escucho un calmante—: Shhh.

—¿Pike? —susurro mientras me siento para alcanzarlo.

Sus manos corren por mis mejillas mientras suavemente respira. —


¿Todavía crees en mí?

—Sí.

Pike quita las sábanas de mí, y la adrenalina me golpea. Como un


millón de abejas pululando en mi pecho, mi corazón late mientras Pike
y yo nos movemos rápido, echando mi ropa y unas pocas pertenencias
en mi mochila.

Todo se desdibuja en una niebla rápida, y casi siento que voy a


enfermarme. Mi estómago esta en nudos con miedo y emoción de estar
a segundos de estar libre del infierno que he estado viviendo durante los
últimos seis años.

Cuando Pike cierra mi mochila y la lanza sobre su hombro, toma mi


mano en la suya. Puedo ver su sonrisa crecer en las sombras de la luz
de la luna, y no puedo evitar inclinarme y besarlo, dándole cada pedazo
de mi corazón por este regalo que me está dando. Mi cuento de hadas,
rescatándome del monstruo malvado que se esconde en el calabozo.

—Te amo mucho, Pike.

—También te amo —murmura en voz baja—. ¿Estás lista?

—Sí.

Con mi mano en la suya, me conduce hasta la ventana por la cual se


coló y se desliza fuera antes de ayudarme a salir. Bajamos por el tejado
hasta el borde donde Pike arroja la mochila hacia Matt que está
esperando en el jardín delantero. Corre rápidamente al auto, lanzando
la mochila dentro mientras Pike salta del techo y cae en la hierba de
abajo. Pensarías que tendría miedo de saltar, pero saltaría diez pisos en
una pila de parásitos si significaba escapar de aquí. Así que cuando
Pike extiende sus brazos hacia mí, yo salto, a lo que la vida me depare
al otro lado.

Una vez en el auto, Matt nos conduce lejos mientras miro hacia
atrás a esa casa blanca de mierda que me mantuvo encerrada desde
que tenía ocho. He pasado casi la mitad de mi vida en ese diminuto
armario y obligada a entrar en ese sótano, El auto finalmente gira, y
cuando la casa se desvanece, caigo contra el pecho de Pike y empiezo a
sollozar como un bebé.

Libre. Aliviada. Salvada.

Pike juró que catorce seguiría siendo mi año. Quería creerle, pero
siempre dudé.

Nada me ha funcionado nunca, nada hasta ahora. Mi llanto es


fuerte, pero nadie habla, y eventualmente después que el tiempo pasa,
me curvo en el regazo de Pike y cierro mis ojos mientras Matt continúa
conduciendo en la noche.
18
Presente
La Navidad ha pasado y Bennett ha estado en casa durante las
últimas dos semanas. Con las vacaciones, el tiempo se ha consumido,
dejando poca interacción con Declan. Nos reunimos para un café antes
de que Bennett regresara de Dubái. El encuentro fue más agradable que
nuestra tensión habitual. Simplemente conversamos y me habló de vivir
en Escocia y de encajar en el negocio de su padre. Casi me siento mal
por manipularlo tanto… casi. Mi propósito es claro, y nadie se
interpondrá en el camino de corregir lo incorrecto.

Para apaciguar a Jacqueline, acepté encontrarme con ella para


almorzar con un par de las otras chicas. Así que cuando Baldwin me
deja en Le Sardine, un bistró francés local en el Circuito Oeste, veo a
las chicas ya sentadas en una de las mesas blancas cubiertas de lino.

—Ahí está —dice Jacqueline cuando me acerco y tomo asiento.

—Siento llegar tarde. Tuve que tomar unas cuantas llamadas.

—¿Estás lista para la víspera de Año Nuevo? —pregunta Marcia


mientras tomo un sorbo del agua que colocaron para mí.

—Eso creo. Simplemente estoy feliz de que Bennett esté aquí. Una
parte de mí estaba preocupada de que tendría que volver a salir de la
ciudad.

—Por favor. Nunca se perdería este evento, o la oportunidad de


alardear de ti —dice Jacqueline—. El hombre está loco por ti. Estoy un
poco celosa.

¿A quién está engañando? Jacqueline está innatamente celosa y


hace un trabajo de mierda en cubrir su atracción por mi marido, pero le
doy una sonrisa encantadora, respondiendo con—: Estoy feliz de que
esté de vuelta en casa.
La atención de Marcia va al frente del restaurante y cuando me giro
a ver lo que ha llamado su atención, me tenso solo por un momento.

—Él es tan follable —dice ella bajo su aliento, causando que


Jacqueline suelte—: ¡Marcia! Dios mío.

—¿Qué? —Se defiende ella—. Míralo y dime que no le dejarías


hacerte cosas.

Veo como Declan habla con la anfitriona mientras Jacqueline


responde—: Estás casada.

—No me importa. Vale la pena el riesgo, ¿verdad?

—Pregúntale a Nina.

Volviendo mi atención, pregunto—: ¿Preguntarme qué?

—Sobre él —dice Jacqueline mientras asiente con su cabeza hacia


Declan.

—¿Qué te hace pensar que sé algo?

—No seas tímida. Es dueño del hotel en el que planeas la fiesta


declara ella.

—No significa que lo conozco personalmente —defiendo—. Pero por


lo que sé, parece un buen hombre. —Mientras digo esto, Declan captura
mi mirada y con una ligera sonrisa, camina hacia la cocina. Saliendo
disparada de mi silla, me disculpo cortésmente, diciendo: Con eso
dicho, volveré enseguida.

—¿Adónde vas? —pregunta Marcia.

—Voy a decir hola —le digo mientras dejo caer la servilleta en la


mesa y camino a la parte trasera del restaurante.

Cuando se gira para verme, sonrío, y me deslizo junto a él a lo largo


de la encimera de granito frío que divide el comedor de la cocina. —¿Me
estás siguiendo? —pregunto con coqueteo.
—¿Quieres que te siga?

Tomando una pausa, enciendo mi juego y respondo—: Tal vez.

Su sonrisa coincide con sus ojos.

—No he escuchado de ti en un tiempo —digo.

—Pensé que estabas ocupada con asuntos familiares. No sabía que


estabas queriendo escuchar de mí —dice, coqueteando en respuesta.

—Disfruté de nuestra cita de café —le digo—. Me gusta hablar


contigo. Solo extrañé eso, eso es todo.

—¿Eso es todo lo que extrañaste?

—Declan —regaño suavemente.

—Sí, lo sé. Estás casada.

Necesitando romperlo, susurro suavemente—: Echo de menos pasar


tiempo contigo.

Sus ojos vacilan por un segundo, y entonces agarra mi codo,


haciéndome instintivamente mirar sobre mi hombro para ver que, por el
momento, las chicas no nos están mirando. Declan rápidamente me tira
hacia atrás a un pasillo privado que lleva a los baños.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto y tiro contra su agarre, pero me


tiene atrapada contra una pared antes de que pueda decir cualquier
otra cosa.

Su rostro está cerca del mío mientras nos miramos fijamente. Mi


corazón palpita por miedo a que alguien nos vea y él lee mi ansiedad,
diciendo—: Nadie puede vernos.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto de nuevo.

—¿Qué estás haciendo tú?

—Nada.
—Estás coqueteando conmigo, Nina. Estás jugando conmigo.

—No lo estoy.

Sus ojos ruedan hasta mi boca, y luego habla en un suave y gutural


tono, diciendo—: No me mientas, joder.

—No sé lo que quieres que diga —susurro.

—¿Qué estás sintiendo? —pregunta, presionando su cuerpo contra


el mío, empujando mi espalda plana contra la pared—. Dime lo que
estás sintiendo...

Presionando.

—… ahora...

Más cerca.

—... mismo.

—Amo a mi marido.

—¿Me lo dices o intentas convencerte a ti misma?

Liberando una respiración fracturada, veo la oscuridad en sus ojos,


y hago mi movimiento, diciendo—: No lo sé.

Su mano viene a encontrarse con mi cuello, casi violentamente,


envolviendo sus dedos y pulgar alrededor de su esbelta forma, fijando
mi cabeza de nuevo en la pared en un posesivo, pero suave, agarre
estrangulador. Tomándose un momento, simplemente mira a mis ojos y
finalmente veo el hambre antes de que me bese, sacando la respiración
directamente de mi vientre. Labios chocando, respiraciones pesadas,
todo el tiempo, manteniéndome en su firme agarre. Su agresividad me
impulsa a agarrarme de su camisa de vestir, apretando la tela recién
planchada en mis manos mientras él toma el control. Hundiendo su
lengua en mi boca, saboreo el hielo de su aliento, o tal vez es mi alma la
que saboreo. Lo atraigo más adelante mientras deslizo mi lengua a lo
largo de la suya, y cuando hago esto, gruñe silenciosamente en mi boca,
causando una ligera vibración entre nosotros.
Bruscamente, se aleja, manteniendo su poderosa mano alrededor de
mi cuello mientras da un paso atrás. Mira fijamente; no habla, solo
mira, examinando mi reacción. Pero mi reacción es calculada, sacada
directamente de mi libro de jugadas.

Temblando, excitadas respiraciones.

Haciendo visible el ascenso y descenso de mi pecho.

Dejando escapar un erótico, pero nervioso murmullo.

Relajando mis músculos y hundiéndome en el agarre que tiene sobre


mí.

—Dilo —exige.

Sacudo mi cabeza, negando su petición, y cuando lo hago, las


puntas de sus dedos aumentan la presión alrededor de mi cuello.

—Dime cómo te sientes —insta.

Acelero mi respiración y soy capaz de empujar el engaño en la forma


de una lágrima. Lentamente derramándose, siento que la humedad
persiste en mi mejilla, pero antes de que gotee de mi mandíbula, la
lengua de Declan la lame. El tierno toque me sorprende, y cuando dejó
caer mi cabeza, finalmente, me suelta y acuna mi rostro, inclinándolo
hacia arriba para mirarlo.

Sus ojos se suavizan, y le doy las palabras que sé que quiere,


diciendo en voz baja—: No sé cuál es la palabra para lo que siento por
ti, pero lo siento.

—¿Lo quieres?

Con una ligera vacilación, es juego encendido cuando respondo—:


Sí.

La comisura de su boca se levanta, y esta vez, es gentil cuando me


mueve para besarlo. Sus labios son suaves mientras se presionan
contra los míos, pero lo mantiene corto, y luego dice—: Ven al hotel
después de que hayas terminado aquí.
—Bien —respondo sin ninguna pregunta, y luego se ha ido,
alejándose de mí. Me tomo un momento para serenarme antes de volver
a la mesa, y cuando vuelvo a entrar al restaurante, doy un rápido
vistazo y me doy cuenta de que Declan ya se ha ido.

—¿Y dónde estabas? —pregunta Marcia con intención de


chismosear.

—Baño.

—¿Con? —presiona ella.

Estrechando mis ojos, le digo—: Tus insinuaciones son muy


inapropiadas y ofensivas. Si estás queriendo chismes sucios, vas a tener
que encontrarlos en otro lugar.

—Lo siento. No estaba tratando de insinuar nada —dice,


retrocediendo.

Recojo el menú, mi mente todavía en Declan, mientras Jacqueline y


Marcia caen en cualquier conversación que estaban teniendo antes de
que yo volviera. Pasamos el resto de nuestro almuerzo en charla ociosa,
y luego Jacqueline continúa sus diatribas habituales sobre nuestros
otros llamados amigos. Me siento, siguiendo la corriente, asintiendo con
mi cabeza para fingir mi interés en lo que se dice.

Después de que la cuenta es pagada, intercambiamos besos en las


mejillas antes de salir. Baldwin está estacionado en el frente,
esperándome, y cuando abre la puerta del auto, pregunta—: ¿Buen
almuerzo?

—Encantador —respondo sarcásticamente, y cuando entra en el


asiento delantero, me mira a través del espejo retrovisor con una
mirada de reflexión que tengo que sonreír y luego admitir: Bien, tal
vez encantador no es la palabra correcta.

Se ríe y se mete al tráfico.

—Necesito pasar por Lotus antes de irnos a casa. Parece que mi


firma es necesaria en unas cuantas facturas y quiero ver que la
habitación esté bien establecida.
—Por supuesto.

Al llegar al hotel, salgo del auto y entro, dirigiéndome directamente a


la oficina de Declan. Se sienta detrás de su escritorio, y cuando entro,
se pone de pie, diciendo—: Cierra la puerta.

Lo hago.

Se acerca a mí, toma mi cara en sus manos, y me besa, nunca


rompiendo sus movimientos fluidos. Deslizando mis brazos alrededor de
él, lo beso de vuelta. Emoción corre a través de mí, o tal vez es la
adrenalina de saber que finalmente esto está sucediendo. El plan que
Pike y yo planeamos lograr hace más de cuatro años. Todo este tiempo,
y finalmente, está sucediendo. Quiero tirarme a Declan, pero tengo que
ser inteligente, recordar el juego, y no perder el foco de lo que necesito
hacer. Así que controlo las endorfinas y me alejo.

—¿Qué es? —pregunta.

—Solo estoy...

—¿Estás qué?

Tomando un momento, respondo—: Asustada.

—¿De mí?

Sacudo mi cabeza con sus manos todavía en mi cara,


sosteniéndome.

—¿De esto?

—Sí. —Dejando caer mi cabeza, pongo mi frente contra su pecho,


añadiendo—: Estoy casada. No sé lo que estoy haciendo.

—Estás casada, sí. ¿Pero eres feliz?

Levantando la mirada a sus ojos, digo—: No estoy segura que lo soy.


Todo lo que sé es que esto se siente bien. Te sientes bien.
La intensidad en sus ojos revela el placer que está tomando con mis
cándidas palabras, y aprovecho cuando deslizo mi mano alrededor de
su nuca y empujo sus labios a los míos, mostrándole que es a él a quien
quiero, porque la verdad sea dicha, él es lo que quiero, lo que necesito.

—Ven a verme —dice cuando rompemos nuestra conexión.

—¿Cuándo?

—Esta noche.

—No puedo. Tengo una cena —le digo.

—Quiero que vengas a verme.

Dando un paso atrás, fuera de su agarre, dudo, diciendo—: No lo


sé.

Su mandíbula se mueve en lo que puedo asumir es frustración o


enojo. —No dudes, Nina.

—Eso es tan fácil de decir, ¿no? —Casi chasqueo—. Porque no eres


el que está a punto de caer en una situación que te convertirá en una
persona que actúa con planes maquiavélicos. Yo sí.

—Yo también. Sé lo que quiero. E incluso si viene con la


manipulación en este momento, todavía lo quiero.

—No sé —digo con un pesado suspiro—. No soy esa clase de


persona, Declan. Soy fiel y buena. Esto, besarte, ya me está haciendo
daño. Pero...

—Dilo —exige.

—Pero ya está llenando algo que no sabía que estaba vacío hasta ti.
Solo... solo necesito un poco de tiempo para pensar en esto.

—No soy un hombre paciente, Nina.

—Lo sé. Pero por favor, solo…


Se acerca a mí, agarrando mis brazos firmemente en sus manos, y
dice—: Ambos sabemos lo que quieres aquí. Te estás mintiendo a ti
misma en este momento si dices que es a Bennett o de lo contrario no
habrías venido aquí.

—Detente.

—No.

Tirando de mis brazos, su apretón se tensa y veo los comienzos de


una sonrisa.

—Declan, detente. Déjame ir.

—No —dice con voz endurecida—. No juego juegos, y esta eres tú,
jugando conmigo.

—No estoy jugando, Declan. Esto no es un juego; esta es mi vida,


una vida que he hecho con mi marido, y ahora mismo, estoy realmente
confundida. Solo déjame pensar —le digo.

Sus manos me dejan ir y camina hacia la puerta, abriéndola. Lo


miro, tratando de leer más allá de su mirada mientras dice—: Entonces
ve a pensar. —Antes de que me despida silenciosamente de la
habitación.

No me preocupo mucho por el hecho de que acabo de cabrearlo.


Todo es justo en el amor y la guerra, ¿verdad? Así que me enderezó y
camino hacia la puerta, deteniéndome para mirarlo con ojos suaves y
luego me voy. Esto nunca funcionará correctamente si voy a él; tiene
que venir a mí. Así que lo pondré celoso. Le haré atacar.
19
Presente
Regresando a casa de hacer recados de última hora antes de la
fiesta esta noche, escucho la molesta risa de Richard, el socio de
negocios de Bennett, viniendo de la oficina. Tiro las bolsas de compras
sobre la mesa del comedor antes de dirigirme a la cocina.

—Cariño, ¿eres tú? —grita Bennett desde el otro lado de la casa.

—Sí, cariño.

Tomo una botella de Chardonnay de la nevera de vinos y comienzo


abriéndola mientras los chicos rodean la esquina. Sonriendo hacia
Bennett mientras se mueve detrás de mí, giro la cabeza para que pueda
darme un beso.

—¿Qué están discutiendo ustedes dos? —pregunto.

—Solo un par de oportunidades de fusión, eso es todo.

Bajando la botella, respondo—: No sabía que estaban interesados en


algo así.

—No lo estamos —exclama Richard—. No estamos recibiendo


ninguna oferta.

Me vuelvo hacia Bennett, y ni siquiera parece reconocer a Richard


mientras sus ojos están centrados en mí con una ligera sonrisa. No es
hasta que me levanto sobre mis pies para darle un beso a mi esposo
que Richard vuelve a hablar, diciendo—: Jacqueline mencionó que las
chicas almorzaron ayer. Dijo que tenías la atención de otro hombre.

Él es tan idiota.

—¿Quién? —pregunta Bennett.

—Declan —le digo y luego me acerco para enfrentar a Richard,


agregando—: Es el dueño del hotel en el que se celebra la fiesta esta
noche, pero estoy segura de que ese pequeño detalle quedó fuera de
cualquier chismorreo que estaba siendo lanzado sobre mí. Estoy segura
de que eres muy consciente de mantener buenos modales con las
personas con las que haces negocios, ¿verdad?

—No hay necesidad de ponerse a la defensiva, cariño —dice Bennett.

—No a la defensiva, solo enferma con sugerencias improvisadas —


me defiendo mientras miro a Richard.

Su guiño me irrita cuando dice—: Bueno, ya sabes cómo pueden ser


las mujeres.

Reuniendo la sonrisa más graciosa que puedo, digo—: Tan


encantadora como esta pequeña interacción ha sido, debes disculparme
mientras me preparo para la fiesta. —Me vuelvo hacia Bennett, le doy
un beso a lo largo de la mandíbula, y susurro sugestivamente—: Únete
a mí en el baño. —Antes de alejarme y decirle a Richard—: Espero verte
a ti y a tu esposa esta noche.

Cualquiera que fueran las intenciones de Jacqueline cuando decidió


decirle a su esposo sobre mi encuentro con Declan, sé que necesito
descartarlo como nada para Bennett y estar en mi mejor
comportamiento esta noche para que no tenga ni la menor idea de lo
que estoy haciendo. Así que cuando entra en el baño unos minutos
después, me vuelvo para mirarlo, y me quito la ropa mientras me mira.
Su creciente erección se nota a través de sus pantalones mientras me
siento en el lavamanos y abro las piernas, invitándolo a tomar lo que
quiere.

Lo observo aflojar su corbata, y cuando comienza a trabajar en los


botones de su camisa, lamo mis dedos y los arrastro por mi clítoris,
frotando suaves círculos. Pienso en cualquier cosa menos en Bennett,
trabajando duro en mi imaginación, tratando de mojarme. Apoyando mi
cabeza contra el espejo, apoyo los pies en la repisa y cierro mis ojos.
Cuando la visión de Declan sobre mí con su mano dentro de mis bragas
en su hotel la otra noche parpadea en mi cabeza, mis ojos se abren.

Mierda. No puedo pensar en él.

En un instante, Bennett se agacha frente a mí, con sus manos


extendiéndome antes de hundir su lengua dentro de mí. Continúo
masajeándome mientras él me da lengüetazos como si soy la única
quien puede saciar su sed. Me enferma, y tan pronto como siento un
remolino de odio manifestándose, apago cada parte de mí y
simplemente hago los movimientos que sé que le gustan. Soy una
maquina bien engrasada en este punto, impecable en mi rendimiento.

No tiene idea de que soy el veneno en sus huesos, haciendo mi


hogar en su alma. Me he arrastrado bajo su piel, y nunca sospechó
nada más de lo que yo quería que hiciera, pero ha hecho de mi vida un
infierno, y la recompensa es una perra traviesa que viene en forma de
mí. Soy el diablo infiltrado en sus grietas. Lo que no sabe es que es por
causa de él que soy, lo que soy, y que ha caído en las telarañas de mis
mentiras como un tonto. Supongo que debería amarlo por eso, porque
cuando menos lo sospeche, me va a dar lo que he estado buscando:
venganza.

—¿Te importaría cerrar mi cremallera? —llamo a Bennett desde mi


armario.

Estoy de pie frente a mi espejo de cuerpo completo enmarcado que


descansa contra una de las paredes. El vestido sin tirantes de satén
negro está adornado con un corpiño de cuentas de cristales dispersos
que se desvanecen en una delgada y sedosa falda negra que cae al
suelo. Cuando Bennett camina por detrás, su sonrisa es amplia cuando
agarra la cremallera y lentamente la arrastra hacia el centro de mi
espalda.

—Eres hermosa —me dice antes de dejar un rastro de besos a lo


largo de mi hombro desnudo.

—Bennett, eso hace cosquillas. —Me rio mientras me alejo. Miro su


reflejo en el espejo mientras se ríe y luego pregunto—: ¿Puedes
ayudarme a atar mi faja?

Mirando hacia la ancha faja de raso color naranja quemado que está
envuelta en mi cintura y por mis caderas, sacude su cabeza,
sosteniendo ambos extremos y dice—: ¿Qué hago con esto?

—Para un chico tan inteligente, pensarías que puedes manejar un


simple lazo —bromeo. Dando un guiño, enderezo mi postura e
instruyo—: Solo un nudo suelto. Me gustaría que colgara un poco por
debajo de mi cintura.

Mientras trabaja la tela, mi mente va de nuevo a Declan. No he


hablado con él desde ayer, pero sé que estará en la fiesta esta noche. Se
está impacientando conmigo, lo cual es bueno, pero al igual que antes
cuando Bennett y Declan estaban juntos, mis nervios están
intensificados. No me importa si Bennett sospecha que podría estar
teniendo un romance, pero tenerlo sospechando desde el principio
podría ser fatal. Necesito asegurarme de que Bennett no sabe y
simplemente asume que a través del tiempo que pasamos juntos
planeando este evento, no nos hemos convertido en nada más que
amigos y que la única intimidad que anhelo es la de mi esposo.

—¿Cómo está eso? —pregunta mientras se aleja.

Me vuelvo y miro por encima de mi hombro hacia la parte de atrás


de mi vestido y sonrío. —Es perfecto. Gracias.

Me envuelve en sus bazos y me acerca a él, está ataviado con su


esmoquin negro y pajarita, clásico Bennett. Mirándolo a los ojos,
suavemente suspiro y me relajo en su abrazo, susurrando—: Te
extraño.

—Me tienes, cariño. Estoy justo aquí.

—Por ahora, pero todavía te echo de menos, como si nunca pudiera


estar lo suficiente cerca de ti para que sea suficiente —le digo, mis
palabras nada más que enfermedades a mi gusto.

—Dios, ¿tienes alguna idea de lo eso me hace?

—Hmm… dime.

—Si te digo, voy a quitarte esa faja y quitarte este vestido.

Mi sonrisa crece, y besa la comisura de mi boca, siempre cuidadoso


de no correrme el labial.

Pasamos unos momentos sosteniéndonos el uno al otro antes de


ponernos nuestros abrigos y dirigirnos al auto.

Cuando llegamos al hotel, Baldwin estaciona enfrente y Bennett


agarra la caja con mi máscara. La abre y saca la máscara de metal
cortada con láser de color negra y dice—: ¿Dónde encontraste esto? Es
realmente única.

Su comentario me atrapa con la guardia baja porque asumí que era


un regalo de él, pero entonces me doy cuenta de que la razón por la que
no había una tarjeta o nota era porque es de Declan.

—Oh —digo, tomando un segundo antes de mentir—, la encontré en


línea y la ordené.

—Ven aquí —dice mientras se inclina. Suavemente colocándola en


mi rostro, mete la cinta detrás de mi cabeza y la asegura en un lazo.

No puedo creer que Declan hizo esto y nunca dijo nada.

—¿Se ve bien? —pregunto.

—Estás perfecta.

Extiendo mi mano por su máscara; una máscara dorada grabada


con gran contraste de naranja quemado y profundos remolinos de
llamas rojas. Cuando la he atado en su lugar, suavemente presiono mis
labios contra los suyos.

—Vamos —dice—. Quiero que todos vean lo hermosa que te ves esta
noche.

Riéndome de sus palabras, remarco—: ¿Armas dulces4?

—Eres mucho más que dulces.

Toma mi mano mientras entramos, elegantemente tarde, en la


habitación ya ocupada. Me detengo un momento para contemplarlo
todo: la oscura habitación está flanqueada por rústicas linternas
encendidas por el fuego recubriendo las paredes, suntuosas flores
naranjas, rojas y verdes llenan las mesas, personas vestidas con sus
mejores vestidos, trajes y máscaras que reflejan el tema: diablos,
arlequines, cuero negro con tachuelas y por supuesto mi propia
máscara de metal negro.

—No pensé que pudieras superarte, pero esto es increíble, cariño —


me dice Bennett.

4
Se refiere a una persona muy atractiva tomada por otra persona a un evento social con el fin de
impresionar a otras personas.
La habitación está llena de amigos, colegas de mi marido, camareros
sirviendo varias bebidas y canapés, la banda tocando y las personas
bailando y mezclándose.

—¿Vamos? —dice Bennett mientras me conduce a la habitación


oscura, iluminada por el fuego.

No pasa mucho tiempo antes de que nos mezclemos con la multitud


y saludemos a nuestros invitados. Rápidamente arrebato una copa
flauta de champán de una bandeja de plata. Tomando un sorbo,
escucho a Jacqueline detrás de mí. —Nina estoy impresionada.

Cuando me vuelvo para mirarla, le respondo—: Lo dices como si


tuvieras dudas. —Mis palabras salen un poco agrias, pero no se ofende.

—Nunca. Siempre haces los mejores eventos —dice—. Te vez


increíble, por cierto. Me encanta el naranja.

—Gracias. Tuve el placer de ver a tu marido hoy. Parece que él y mi


marido no podían tomar un día libre de los negocios.

—Los chicos siempre serán chicos —dice y luego agrega con una
sonrisa—: Especialmente cuando se trata de dinero y tirar su poder.

Ambas nos reímos de la honestidad de su declaración cuando siento


el brazo de Bennett envolverse alrededor de mi hombro.

—¿De qué están riéndose?

—¿De verdad necesitas preguntar? —bromeo.

—¿Crees podrías alejarte de chismes sobre mí para que pueda


llevarte a dar una vuelta a la pista de baile?

—Pero hablar de los dilemas de los hombres en nuestras vidas es


tan divertido —me burlo con una sonrisa.

—Solo puedo imaginarlo —declara él antes de darle a Jacqueline un


gesto de asentimiento y elogiarla—: Estás encantadora esta noche,
Jacqueline.

—Como tú, Bennett —responde en su habitual coqueteo—. Si me


disculpan, probablemente debo ir a buscar a Richard.
Cuando ella se aleja, Bennett nos conduce hacia la concurrida pista
de baile, y finalmente diviso a Declan por el rabillo de mi ojo. Está de
pie en un pequeño grupo, con aspecto afilado en un esmoquin negro,
pero sin corbata y los botones del par superior abiertos. Sus ojos están
cubiertos de una máscara de Arlequín de oro y diamante negro, pero sé
que es él por el rastrojo de un día en su fuerte mandíbula. Cuando
Bennett me mantiene cerca, miro a Declan sobre su hombro mientras
nos movemos por la pista de baile. Sus ojos finalmente encuentran los
míos a la vez que una sensual morena se desliza junto a él y él envuelve
sus brazos alrededor de su cintura. Sus ojos nunca se apartan de los
míos mientras ella susurra algo en su oído y veo la sonrisa crecer en el
rostro de él, satisfecho por lo que ella le está diciendo.

Mi estómago se enrolla, no de los celos, porque no me pongo celosa,


sino por el temor de saber que me podría haber jodido a mí misma por
jugar demasiado duro para conseguirlo con él. Tal vez lo leí mal y el
acto de tira y encoje que he estado jugando con él era más matar el
deseo que encenderlo. O tal vez solo está tratando de ponerme celosa
para que finalmente haga un movimiento con él. No importa cuál de los
dos escenarios pueda ser, solo tengo una opción en esto y eso es jugar
con él en su propio juego.

Así que mientras Declan coquetea con la mujer en su brazo, sus ojos
todavía fijos en los míos, dejo que mis ojos se cierren mientras corro mi
nariz a lo largo de la mandíbula de Bennett hasta que mis labios se
encuentran con los suyos en un tierno beso. Con una mano detrás de
su cuello, entierro mis dedos en su cabello mientras continúo
besándolo.

Retrocediendo ligeramente, Bennett corre sus nudillos por mi mejilla


con ojos suaves antes de que me tire de nuevo en sus brazos. Cuando
miro a Declan, no me está prestando atención; en cambio, está
bebiendo de lo que está en su vaso doble mientras roza sus dedos
lentamente arriba y abajo del brazo desnudo de la mujer.

La densa nube de la derrota comienza a arrastrarse sobre mí y ni


siquiera la mejor actriz del mundo podría evitar el cambio de humor que
chasquea dentro de mi estómago. Es una sensación enfermiza que me
ahoga en un doloroso aprieto de saber que esto puede no suceder
nunca para mí. Que más años de mi vida se gastaron desperdiciados en
una búsqueda que no llegará a nada.
Me paso el próximo par de horas centrándome en Bennett, tratando
de distraerme de mí misma, tragando el humor de mierda, pero todavía
se manifiesta en mis entrañas, un recordatorio interminable. Pero nadie
se percata de mi funcionamiento interior mientras paseamos por la
habitación, visitando, brindando por el Año Nuevo que está sobre
nosotros, riendo, bebiendo, sonriendo, fanfarroneando, felicitando,
fingiendo...

Y luego me convierto en la mayor farsante de todas cuando Bennett


divisa a Declan y lo llama.

—Bennett —arrastra sus palabras en su acento siempre presente—,


me alegra verte de nuevo.

—Lo mismo digo. Esto es sin duda un evento.

—Bueno, tú y yo sabemos que es solo por Nina aquí —dice mientras


me da un asentimiento de aprobación.

Con un atisbo de una sonrisa, enlazo mi brazo a través del de


Bennett mientras devuelvo el cabeceo.

—Catherine —dice a su cita—. Me gustaría que conocieras al señor


Vanderwal y a su esposa, Nina.

No puedo ignorar la aguja que usa para apuñalar a la


palabra esposa, pero me mantengo en jaque mientras extiendo mi mano
hacia ella para una sacudida de manos cortés.

—Es un placer —digo.

—Esta es una fiesta maravillosa.

—Bueno, me alegro que estés disfrutándola —le digo y luego me giro


hacia Bennett. Estirándome para ahuecar cariñosamente su mejilla, me
disculpo, diciendo—: ¿Crees que podría conseguir unos minutos? Estoy
un poco caliente y no me siento muy bien.

—¿Estás bien?

—Estaré bien. Solo necesito un poco de aire. Volveré pronto —le digo
y luego le doy un beso amoroso delante de Declan, tomándome mi
tiempo en una muestra indecente de afecto. Por suerte para mí, conozco
a Bennett, y le encanta hacer un espectáculo de mí, así que lo uso con
la intención de hacerme sentir de alguna manera mejor acerca de este
fracaso colosal que he creado.

El vacío dentro de mí se hincha al salir de la habitación y por el


pasillo hacia la oficina de Declan, donde sé que hay un baño privado.
Solo necesito estar sola para recomponerme de los pensamientos
pululantes que están inundando mi cabeza ahora mismo.

Otro cuchillo en un sueño fallido.

Me paseo hacia la gran otomana de cuero que se encuentra en el


centro de la lujosa sala de baño. El calor se arrastra por mi cuello
mientras los pensamientos de Pike entran, y yo alcanzo detrás de mí
para tirar de la cinta floja de mi máscara. El aire fresco se encuentra
con mi piel mientras dejo caer la máscara al suelo. Me permito este raro
momento de debilidad mientras me siento aquí, pero se interrumpe
cuando oigo la puerta abrirse y miro por encima de mi hombro para ver
a Declan.

No hablo mientras lo veo cerrar la puerta con llave detrás de él. Y


luego me enfrenta. Su mandíbula está apretada mientras se quita la
máscara, dándome una visión clara de sus oscuros ojos, casi negros.

—He terminado con los malditos juegos aquí —ladra mientras


camina hacia mí.

Me quedo callada, un poco confundida sobre esta situación,


mientras continúa. —Tú, haciendo un espectáculo frente a mí con ese
hombre con el que ambos sabemos que no eres feliz. ¿Esta eres tú
tratando de ponerme celoso?

Se para sobre mí, mirando hacia abajo, cuando chasqueo—: Yo


debería estar haciéndote la misma pregunta.

—Cierra la boca, Nina —exige con severidad.

Está cabreado… celoso.

De repente reviví, pero los juegos han terminado. Le daré


exactamente lo que yo sé que quiere, mi sumisión a su petición
exigente. Me sobresalta cuando bruscamente agarra mis brazos y me
jala con fuerza hasta mis pies y me gira en sus brazos para que ambos
estemos frente al espejo. Con una mano apretada alrededor de mi
brazo, su otra agarra mi mandíbula, obligándome a mirar nuestro
reflejo.

—Mírame.

Lo hago.

—¿Me deseas?

Nervios se estrellan dentro de mí, acelerando mi respiración, pero no


respondo.

—¡Respóndeme!

—Sí. —Mi voz se pone ronca en su intento de hablar.

—Dilo —chasquea mientras suelta mi rostro y desliza su mano hasta


mi garganta, agarrando firmemente, forzando mi cabeza hacia atrás—.
¡Dilo!

—Te deseo.

Tan pronto como las palabras están fuera, me empuja hacia abajo
rápidamente, y antes de que lo sepa, tiene mi vestido levantado,
exponiendo mi trasero. Mis manos agarran la orilla del lavamanos para
prepararme mientras tira mis bragas a un lado.

—Mírame —instruye con voz dura, y hago lo que dice, levantando mi


cabeza para encontrarme con sus ojos en el espejo—. No tengo un toque
suave, Nina.

Asiento con mi cabeza y lo veo asintiendo también en nuestra


comprensión mutua de sus palabras mientras desabrocha su cinturón
y comienza a aflojar sus pantalones. Me apago, alejando mi mente de lo
que está a punto de suceder.

—Saca tu culo para mí.

Lo hago, y sin ninguna advertencia, se golpea dentro de mí,


cerrando nuestros cuerpos, causando que un gemido doloroso sangre
de mis labios. Con sus manos en mis caderas, encorva sus hombros
sobre mí, fijándome sobre el lavamanos mientras empuja su polla en mí
una y otra vez en una hazaña machacante de control, y se lo doy
mientras me resisto firmemente.
—Mírame —gruñe en mi oído. Sus ojos están encapuchados con
necesidad primaria mientras lo veo follarme por detrás. Lucho contra el
calor que puedo sentir hirviendo dentro de mí, rechinando mis dientes
mientras intento ignorar la bofetada de sus bolas contra mi clítoris con
cada empuje volátil. Pero a diferencia de Bennett, Declan me obliga a
quedarme en el momento con él cuando dice—: Dime lo mucho que me
quieres.

Rápidamente sacudo mi cabeza, no queriendo hablar.

—Dime, Nina.

—Mmm mmm.

Mi negación es castigada con una agonía erótica que se dispara a


través de mi corazón y mi espina dorsal cuando Declan pellizca
dolorosamente mi clítoris entre sus dedos, haciéndome gritar y sacudir
mi cuerpo lejos de él, pero coloca su brazo alrededor de mi cintura,
encerrándome quieta en su asimiento. No deja de levantarse mientras
sisea en mi oído—: Dime. —Nunca vacilando una vez mientras continúa
bombeando dentro y fuera de mí.

—Por favor —grito mientras las lágrimas pinchan la parte posterior


de mis ojos cuando aprieta más fuerte, tirando de mi parte más
sensible. Mi cabeza cae mientras libero otro grito de dolor antes de
finalmente darle las palabras—. Te deseo.

—¡Más fuerte!

—Te deseo. Por favor. —Mis palabras, más una súplica que
cualquier otra cosa, lo incitan a ir más fuerte, golpeando dentro de mí a
un ritmo violento. Su asalto estalla rápidamente a medida que se viene,
brotando su esperma caliente dentro de mí con un gruñido poderoso.

Me quedo ahí, piernas temblando debajo de mí mientras Declan


tiene su rostro enterrado en mi cuello. Su pene sigue estando duro
dentro de mí cuando finalmente levanta su cabeza, pero yo mantengo la
mía abajo, confundida acerca de lo que acaba de suceder.
Preguntándome si ese era él queriéndome como suya o si eso no era
nada más que un castigo por jugar juegos con él.

Cuando se empuja fuera de mí, deja caer mi vestido, cubriéndome.


Sus respiraciones son trabajosas, como lo son las mías, y cuando me
enderezo, capturo un vistazo de él metiendo su polla dentro de sus
pantalones y luego alejo la mirada.

—No hagas eso —dice, y me doy la vuelta para enfrentarlo—. No


alejes la mirada de mí.

No digo nada porque no tengo ni idea de qué decir en este momento,


pero él rompe el silencio después que su camisa está metida y su
cinturón está abrochado. Tomando un par de pasos hacia mí, agarro el
borde del lavamanos mientras me regaña. —Nunca intentes ponerme
celoso otra vez, ¿me oyes?

—Sí —murmuro.

—Ahora vuelve con tu marido, pero no te olvides de quién es el


semen dentro de ti en este momento —dice antes de tomar mi mentón
entre sus dedos y darme un beso duro, luego gira y sale del baño,
dejándome parada aquí, un jodido desastre.

Me doy la vuelta y me miro en el espejo, trabajando rápidamente


para recomponerme antes de volver a la fiesta. Tomando unas pocas
respiraciones lentas y profundas para calmar mi acelerado corazón, me
aliso el cabello y borro el sudor de mi frente con una toalla. No tengo
tiempo para pensar en lo que acaba de pasar porque he estado aquí por
bastante tiempo, y necesito volver con Bennett. Me doy otra mirada
para asegurarme de que todo está en su lugar antes de recoger mi
máscara del suelo y salir.

Cuando vuelvo a la fiesta, escaneo la habitación por Declan, pero no


está en ningún lado para ser visto.

—¿Te sientes mejor? —pregunta Bennett, causando que salte—.


¿Estás bien?

—Sí, simplemente me asustaste —respiro.

Sus ojos vagan por mi rostro antes de preguntar—: ¿Por qué te


quitaste la máscara?

—Tenía calor —le digo—. ¿La pondrías de nuevo por mí?

Cuando se la entrego, me doy la vuelta, y mientras la vuelve a atar,


diviso a la cita de Declan, pero está sola. Tomando una mirada más
sobre la habitación, sigo sin verlo.
—Allí —dice y luego envuelve su brazo alrededor de mi hombro—.
Vamos a buscar un lugar tranquilo y sentarnos un poco.

—Estoy bien. De verdad —aseguro—. Baila conmigo.

Sonríe y pasamos el resto de la noche bailando y disfrutando de


nuestra noche. Después de la cuenta regresiva de medianoche,
resonamos en el Nuevo Año con brindis de champán y un montón de
besos, pero con Declan en ninguna parte a la vista, parece que debe
haber abandonado la fiesta después de follarme en el baño. No es hasta
que llegamos a casa que me acuesto en la cama y reproduzco todo lo
que pasó con Declan. Poniendo todas las piezas de él juntas, estoy
bastante segura de que lo que pasó fue él consolidando su reclamo,
aunque de una manera primitiva y territorial.

Con Bennett yéndose a Miami en un par de días, planeo pasar


inadvertida y centrar mi atención en él antes de buscar a Declan. Eso
es, si él no me busca primero.
20
Presente
—Cariño.

—¿Sí? digo mientras tomo unas cuantas camisas de vestir del


armario de Bennett y regreso al dormitorio para empacarlas en su
bolso.

—Quería hablarte acerca de Baldwin. Tendré que seguir llevándolo


conmigo para mis viajes a Dubái. Solo quiero asegurarme de que estás
bien con eso.

—Hablamos de esto antes, y te dije que estoy bien. Pero ¿por qué
tienes que llevarlo contigo? —pregunto.

—Las leyes allí son estrictas, y me gusta tenerlo para vigilarlo todo
explica. Es más seguro que no esté solo.

Después de cerrar su bolsa, me acerco a él y le pregunto mientras


envuelvo mis brazos alrededor de su cintura—: ¿Debería estar más
preocupada por ti?

—No. No quiero que te preocupes por ninguna cosa, por eso Baldwin
viajará conmigo.

—Solo diciéndolo ya me preocupa.

—Es que, la última vez que estuve allí, surgió una situación con una
pareja que compartió un taxi que se alojaba en el mismo hotel que yo.
Me hizo darme cuenta de lo mucho que no sabía acerca de las leyes allí
me dice y luego me lleva a una de las sillas que están junto a las
ventanas.

—¿Qué pasó? —pregunto mientras se sienta y me tira hacia abajo


sobre su regazo.

—Eran amigos compartiendo un taxi y fueron arrestados. Según el


conductor, estaban tomados de la mano y se besaron, lo que descubrí
era contra la ley a menos que estén casados. El botones que trajo mis
maletas a la habitación me dijo que lo más probable es que irían a la
cárcel por la indiscreción. Así que, solo quiero las medidas de seguridad
añadidas a mi alrededor mientras estoy en el lugar de trabajo, eso es
todo.

Sacudiendo mi cabeza, señalo—: Eso es una locura.

—Sé que te había mencionado que vinieras conmigo, pero no creo


que sea una buena idea. Me preocuparía demasiado, así que creo que
es mejor que te quedes aquí, donde sé que estás a salvo. —Pasa la
mano por mi cabello, agregando: No sabría qué hacer conmigo si algo
te pasara.

—Bebé, nada me va a pasar. Me quedaré aquí y esperaré por ti le


digo y luego añado con una sonrisa: impacientemente.

Se ríe y me atrae a un beso.

—Entonces, ¿cuáles son tus planes para los próximos días mientras
me voy? pregunta.

—Tengo que pasar por la Tribune Tower para reunirme con el señor
Bernstein sobre ese artículo social que fui abordada a escribir.

¿Decidiste hacerlo entonces?

—Creo que sí. Quiero decir, será una gran exposición para las
organizaciones benéficas con las que trabajamos. Pensé que podríamos
aprovechar esta oportunidad para dar a conocer algunas de las
fundaciones más pequeñas con las que estamos afiliados le explico.
Sé que no soy escritor ni nada, pero puedo intentarlo, ¿verdad?

—Estoy orgulloso de ti, ¿sabes eso? Además, tendrás un editor, pero


no tengo dudas de que eres completamente capaz de escribir un gran
artículo.

—Bueno, lo menos que puede hacer es mantenerme ocupada


mientras te vas.

—Tres días. Son solo tres días —dice con una sonrisa.

—Sí. Tres días y luego te marchas unos días después de eso —le
digo con un suave empujón a sus costillas, lo que le hace reír y
acurrucar su cabeza en el hueco de mi cuello, dándome un par de
pinchazos.

Seguimos hablando y estando cerca hasta que Baldwin llama con el


auto, y Bennett y yo nos despedimos por los próximos días mientras
está en Miami por negocios. Una vez que se ha ido, voy y reviso mi
teléfono, preguntándome si Declan ha intentado ponerse en contacto
conmigo, pero no tengo mensajes nuevos. Han pasado varios días desde
el incidente en el cuarto de baño en la fiesta del Año Nuevo, y no he
tenido ningún contacto con él desde entonces. Pero ahora que Bennett
se ha ido, tomo la decisión de conducir hasta su ático.

Me distraigo cuando Clara viene, ayudándola en la cocina,


preparando las comidas de la semana. Compartimos un vaso de vino, y
la pongo al corriente sobre la fiesta y me habla de la boda de su hija que
viene en unos meses. Cuando todo está preparado, etiquetado y
colocado en el congelador, ella dice buenas noches y yo tomo una ducha
rápida para refrescarme.

Me visto casualmente, dejando mi cabello grueso y rojo en ondas


sueltas y me coloco un toque de maquillaje suave. Me preparo en el
viaje a River North con la forma en que planeo acercarme a Declan,
necesitando jugar fuertemente con sus emociones para tirar de él en lo
que asumirá es solo una aventura cotidiana. Así que escucho algunas
canciones que me ayudan con mi estado de ánimo lamentable, y
cuando llego al edificio de Declan poco después de las nueve, suelto un
suspiro de alivio cuando miro hacia arriba para ver las luces
encendidas en su lugar.

Dándome una última mirada en el espejo retrovisor, entro en el


edificio y llamo a Declan por el intercomunicador.

—¿Quién es? —pregunta su voz a través del altavoz.

—Soy yo digo suavemente.

Tengo que esperar unos cuantos momentos de silencio antes de que


su voz responda—: Estaré ahí enseguida.

Ya que necesito una tarjeta para llegar a su piso, lo espero en el


ascensor. Cuando finalmente se abre, y Declan sale hacia mí, hago lo
que planeé y simplemente me quedo allí, mirándolo fijamente,
disponiendo lágrimas para bañar mis ojos, hasta que finalmente habla.
—¿Qué estás haciendo aquí?

Con un sutil encogimiento de hombros, mi voz se estremece cuando


respondo—: No lo sé.

Cierra el espacio entre nosotros, acariciando mis mejillas en sus


manos, pero no le doy la oportunidad de decir nada cuando mi visión se
desdibuja con lágrimas no derramadas y yo digo débilmente—: Quiero
estar enojada contigo. Por lo que hiciste la otra noche. Pero… Por
alguna razón no puedo hacerme odiarte. —Mi cabeza cae a su pecho, y
me sostiene apretada en sus brazos cuando agrego: Yo solo… Tengo
miedo, pero quiero estar aquí contigo.

Presiona sus labios en la parte superior de mi cabeza, y conmigo


metida en sus brazos, nos mueve al elevador y me sostiene todo el
camino hasta su ático. Cuando las puertas se abren, me conduce a
través de la habitación y hasta el mismo sofá en el que nos sentamos la
otra semana, junto a la chimenea ya ardiente. Me acurruco junto a él,
apoyando mi cabeza en su hombro cuando finalmente rompe el silencio,
diciendo—: Lo último que quiero es que me odies, Nina.

—Entonces, ¿qué fue eso en el baño?

—Yo.

Levantando mi cabeza, veo los pliegues en su frente, pero su mirada


es sólida cuando dice—: No me disculparé.

Con un ligero asentimiento de mi cabeza, susurro—: Está bien.

––Como te dije, no tengo el tacto más suave. No quiero que


confundas eso con una falta de sentimiento, porque no negaré que ya
siento fuertemente por ti.

—Estoy asustada.

—Lo sé declara suavemente.

—¿Lo sabes?

Su pulgar corre a lo largo de mi pómulo cuando dice—: No haré


nunca nada para lastimarte.
—Pero… Bennett…

—No necesita saber nada hasta que estés lista para decir algo. Él no
existe aquí en mi casa. Somos solo tú y yo me dice antes de que sus
labios toquen los míos en un suave beso. Un beso muy poco Declan. Es
gentil, y cuando alcanzo a tocar su rostro, agarra mi muñeca en su
mano y me levanta sobre su regazo. Mis piernas cruzan sus caderas y
su erección es evidente cuando se presiona entre mis piernas.

Sus manos encuentran rápidamente mis pechos, y los aprieta


dolorosamente mientras hundo mis dedos en su cabello, y lo empuño
en mis manos. Cuando tiro de las raíces, gruñe en mi boca y levanta mi
parte superior. Levanto mis brazos en una invitación que acepta
mientras me quita el suéter. Y en un movimiento fluido, se levanta con
mi cuerpo aferrado al suyo, mis piernas envueltas alrededor de sus
caderas y nos encamina por el pasillo a su suite principal.

La habitación está oscura, iluminada solo por las luces de la ciudad


de abajo. Mi espalda cae contra las suaves sábanas de cama cuando
nos pone abajo. Su boca está sobre mí, arrastrándose por mi cuello,
sobre la hinchazón en mis pechos, sumergiéndose en mi ombligo. Me
desabrocha los pantalones y los desliza fuera de mis piernas, junto con
mis zapatos.

Levanto la mirada hacia él mientras se para sobre mí, mirando hacia


abajo mientras me acuesto aquí en mi sujetador y bragas. Lentamente,
comienza a trabajar los botones de su camisa antes de lanzarla a través
de la habitación. Sus hombros y brazos son nudos de músculo. Su
pecho liso no es nada más que placas endurecidas y acentuadas que
definen su estructura ancha y estrecha a una profunda V, hundiéndose
en sus pantalones.

Comienza a desabrocharse el cinturón de cuero, y cuando lo saca de


las perillas de sus pantalones, lo agarra firmemente en sus dos manos
como si estuviera a punto de hacer uso de él. De repente me pongo fría
y pregunto titubeante mientras me siento: ¿Qué vas a hacer?

—No me hagas preguntas, Nina.

Mis ojos se bloquean sobre el cinturón de cuero, y empiezo a sentir


náuseas por el pensamiento, por la idea de estar atada en un armario
durante días, ante la idea de ser golpeada y el chasquido de cuero que
corta en la piel de mi espalda, por la idea de ser ahogada con un
cinturón de cuero mientras soy obligada a chupar la polla de mi padre
adoptivo. No puedo arrancar mis ojos del apretado agarre que tiene en
su cinturón y las venas en espirales de sus brazos. Todo lo que puedo
oír es el golpeteo de mi corazón en mis oídos y trago fuerte.

—Mírame —dice, y no puedo esconder el temor que estoy segura se


ha extendido a través de mi rostro. Quise decir lo que dije, nunca te
haré daño, pero no soy como la mayoría de los chicos.

Asiento con la cabeza. No sé qué más hacer porque no puedo


perderlo cuando finalmente he llegado tan lejos.

—Me gusta el control. ¿Entiendes lo que significa? —pregunta en un


tono uniforme mientras cambio mi atención a sus ojos.

—No quiero que me hagas daño.

Se ubica entre mis piernas y toca mi rostro. —No se trata de dolor,


Nina. Se trata de confianza. ¿Confías en mí?

No confío en nadie, pero le doy la palabra de todos modos. —Sí.

—¿Lo haces?

—Sí.

—Buena chica.

Esas dos palabras, las he oído tantas veces de ese pedazo de mierda,
Carl. Siempre me las decía cuando yo lo hacía venirse. Nadie me ha
dicho esas palabras desde él, hasta ahora. Y sé que esto va a
destruirme, pero ¿qué otra opción tengo? Así que juego el papel y le doy
una sonrisa suave cuando todo lo que quiero hacer es vomitar.

—Dios, eres tan hermosa. —Respira y luego se inclina para besarme,


deslizando su lengua más allá de mis labios, saboreándome
profundamente. Se acerca y suelta mi sujetador con facilidad. Es
entonces que se arrodilla entre mis muslos, pasando sus manos sobre
mis rodillas y mis piernas mientras chupa mi respingón pezón en su
caliente boca. Su lengua gira alrededor antes de que desnude sus
dientes, tirando más de mi pecho en su boca y mordiendo, haciéndome
lloriquear mientras sus dientes se hunden en la carne flexible.
En un movimiento rápido, me abre las piernas ampliamente y deja
caer su cabeza hacia mi centro, tomando mi coño en su boca, lamiendo
a través de los cordones de mis bragas y luego pasando sus dientes a lo
largo de mi montículo mientras se retira para tomar una mirada
persistente antes de levantarse.

—¿Tienes idea de lo dulce que sabes o de lo que es para mí mirarte


así?

—Declan suspiro al mismo tiempo que me dice: Acuéstate.

Hago lo que ordena y toma mi cadera, volteándome sobre mi


estómago. En movimientos vigorosos, agarra mis brazos, trayéndolos
detrás de mi espalda, y siento el cuero fresco atascándose alrededor de
ellos, sobre mis codos, en una restricción dolorosa. Con una sacudida
aguda del cinturón, mis omóplatos se aprietan juntos, y toda la holgura
desaparece cuando el cuero me muerde la piel en un vicio implacable,
del cual no se puede salir mientras enrolla el cinturón y luego lo
aprieta. Mi corazón martillea en mi garganta, y mi respiración pesada es
frecuente. Pero es cuando empiezo a liberar ruidos de pánico en las
sábanas que una banda de aliento calienta mi oído mientras presiona
sus labios contra mi concha y me da un silencioso:

—Shhh, cariño. Confía en mí.

Cepilla mi cabello hacia atrás mientras me acuesto con el lado de mi


rostro descansando sobre la cama. Le doy una inclinación de cabeza,
pero todo en mí me está diciendo que esto va a ser demasiado. Y luego
está fuera de la cama, agarrando mis caderas y levantando mi culo en el
aire, apoyándome sobre mis rodillas con mi pecho todavía en el colchón.
Tira mis bragas hasta mis rodillas, y luego sus manos extienden mi culo
abierto antes de que su boca esté en mi coño desnudo. La humedad de
su lengua golpea suavemente mi clítoris mientras sus manos me
aprietan el trasero, y cuando envuelve sus labios alrededor de mi
protuberancia y chupa, trae una mano dura abajo, golpeando mi culo.
Grito de dolor, tumbada allí como un animal, indefensa a manos de otra
persona, y me lleva de vuelta al maldito sótano en el que nunca quise
pensar, pero estoy allí, en ese colchón sucio donde estoy siendo
humillada por mi padre adoptivo.

Mis ojos se cierran con fuerza, y voy a poner cada esfuerzo para
desprenderme, pensar en cualquier cosa que no sea lo que está
sucediendo, pero Declan lo hace imposible cuando mete la lengua
dentro de mi coño mientras arrastra sus dedos a lo largo del pliegue de
mi culo, obligándome a tensarme. Luego toma esa mano, la estira
debajo de mí, y agarra mi pecho, pellizcando mi pezón entre sus dedos
mientras continúa follándome con su boca. Trato de concentrarme en el
dolor en mis brazos, pero atrapa mi atención cuando saca su boca de
mi coño, agarra el cinturón y me jala, levantando mi pecho de la cama,
de modo que ahora estoy sentada sobre mis talones volviendo mi cabeza
hacia él, me ofrece su boca, diciendo—: Pruébate a ti misma. Y luego
me besa, acariciando mi lengua con la suya.

Quiero gritarle que se detenga porque no quiero estar haciendo esto


con él, pero no lo hago. Me obligo a pensar en por qué lo estoy usando,
lo que necesito que haga por mí. Las palabras puedes hacer esto,
puedes hacer esto se repiten una y otra vez en mi cabeza, pero hay una
intensidad con Declan que no he experimentado con un hombre antes.
Es fácil apagarse con Bennett, pero Declan tiene un poder que me
mantiene en el momento, haciendo la fuga casi imposible.

Alejándose de nuestro beso, dice—: Dime lo que quieres. Pídelo.

—Te quiero miento.

—¿Que quieres que haga?

—Fóllame.

—Pídemelo exige y la petición me molesta, pero me trago la


irritación.

—¿Puedes follarme por favor, Declan?

Redondeando su mano sobre mi trasero y entre mis piernas, hunde


su dedo dentro de mi coño, preguntando—: ¿Lo quieres aquí? —Con su
rostro presionado a mi lado, su pecho contra mi espalda.

—Sí.

—Quiero oírte decirlo pide, y solo deseo que jodidamente deje de


hablar para que al menos pueda intentar ir al entumecimiento.

—Por favor, Declan. Solo fóllame. Te quiero dentro de mí. Quiero


sentirte en mi coño. Quiero que todo de ti me llene le digo, dándole
todas las palabras que siento que quiere escuchar para que podamos
terminar con esto.

Y con eso, escucho sus pantalones golpear el piso de detrás de mí


mientras me siento sobre mis rodillas, esperando su siguiente
movimiento, y entonces viene.

Su mano agarra un puñado de mi cabello mientras mete mi rostro


en el colchón. Dejándolo ir, ensancha mis rodillas, el culo hacia arriba,
y luego le da a mi coño una última lamida antes de que se entierre
hasta las bolas profundamente en mi núcleo, obligándome a deslizarme
hacia adelante en la cama. Rápidamente agarra mis muñecas que están
colocadas en la parte baja de mi espalda y las sujeta con firmeza con
una mano mientras que con la otra empuña el cinturón.

Vuelvo mi cabeza hacia abajo en la cama, y hago lo que puedo para


desahogarme, pero su voz sigue penetrándome mientras habla,
obligándome a decirle que lo quiero, que quiero esto, que me gusta esto,
que se siente bien. No puedo escapar. Estoy en el momento. Nunca
estoy en el momento, pero ahora mismo, estoy en el maldito momento, y
la agitación de mi estómago comienza a despertar en un repugnante
rumor de bilis que ruego se quede abajo.

—Déjate ir, Nina. Deja de pelear conmigo —dice, como si supiera


que estoy intentando con todo lo que tengo no venirme. Mi cuerpo está
tan tenso; soy una idiota al pensar que no puede sentirlo. Sabrá si lo
finjo, pero sigo luchando de todos modos—. No pelees conmigo sisea,
su acento espesándose a medida que su deseo crece. Luego se acerca,
arrastrando la humedad hasta mi clítoris, y comienza a masajear en
círculos lentos y tortuosos.

No tiene ni idea de que está destruyendo todo dentro de mí.

Sostengo la respiración y muerdo con fuerza. No puedo negarle lo


que está exigiendo. Hará demasiadas preguntas, preguntas que no
puedo contestar jamás para él, así que me rindo y le permito darme el
placer repulsivo que odio sentir. Se construye junto con la bilis, y
cuando su pene se hincha dentro de mí con su próximo lanzamiento,
me rompo. Y de la nada, hace un gesto tierno cuando entrelaza sus
dedos con los míos y me sostiene la mano mientras me vengo. El
orgasmo toma control de mi cuerpo en ondas de explosiones ardientes
que se disparan a través de cada centímetro de mí. No puedo reprimir
los gemidos que salen de mí, humillándome, y luego se unen a los de
Declan mientras su orgasmo refleja el mío. La sensación de su polla
palpitante dentro de mí mientras mis paredes se contraen alrededor de
él prolonga la liberación que deseo se detenga, pero se sacude a través
de mí, manteniéndome como rehén al hombre detrás de mí. Nuestras
manos se unen fuertemente todo el tiempo, como si él supiera lo difícil
que es para mí y esta es su manera de ofrecer un apoyo suave.

Un segundo después, me suelta, y con manos rápidas, suelta el


cinturón de mis brazos, y caen sin vida a la cama mientras su cuerpo se
derrumba sobre el mío. No puedo mirarlo. Ni siquiera puedo abrir los
ojos. A medida que mi orgasmo se desvanece, el placer entre mis
piernas permanece como un recordatorio de lo que acaba de suceder.
Tengo que poner mi mierda junta, rápido, mientras Declan se desplaza
a mi lado y me lleva a sus brazos.

Doblo mis rodillas, y cuando lo hago, me acuna en su agarre,


tarareando en mi oído. Me concentro en sus sonidos para calmar mi
acelerado corazón y estómago revuelto. Tomando respiraciones lentas y
profundas, me pregunto cómo voy a tener sexo con él de nuevo. Estoy
demasiado expuesta, demasiado viva, demasiado caliente, demasiado
lista, demasiado presente. Quiero llorar, pero no lo hago, así que pongo
mi cabeza en el pecho de Declan y tomo egoístamente la comodidad que
ofrece porque no tengo otras opciones aquí. Me sostiene, calmándome
con el arrullo de sus tarareos mientras escucho el latido de su corazón.

—Háblame pide.

—No tengo ganas de hablar.

—Tienes que hablar conmigo. Dime por qué peleabas contra mí.

—No lo estaba trato de negar.

Volviéndose sobre su costado para mirarme, envuelve su mano


detrás de mi rodilla y coloca mi pierna por encima de su cadera,
acercándonos más, cuando dice—: Te sentí, Nina. Necesito que me
hables. ¿Te asusté?

Sí.

—No.
—¿Te lastimé?

Sí.

—No.

—¿Entonces qué? —pregunta suavemente con preocupación


grabada en las líneas de su rostro.

Tratando de aliviar todo lo que está pasando por su cabeza, le rodeo


el cuello con mis brazos, lo abrazo y le digo—: Simplemente eres
realmente intenso, y supongo que… sí… tal vez me asustaste un poco.

—Lo siento —dice, moviendo su frente para descansarla contra la


mía—. Mírame.

Cuando abro mis ojos, los suyos están mirando los míos, narices
juntas, tan cerca.

—Nunca quiero asustarte. Nunca quiero herirte. Solo quiero estar


cerca de ti, pero esta es la única forma que conozco de estarlo.

No tienes que disculparte por lo que eres respiro débilmente.


Esto. Estar aquí en tus brazos. Nunca me he sentido más segura. Así
que sostenme, ¿bien?

Y lo hace, durante mucho tiempo, mientras trato de aclarar mi


mente. Solo nos abrazamos el uno a otro, y después de un tiempo, toma
mi mano, y lame mi palma antes de besarla y luego la presiona contra
su pecho.

—Me consumes, ¿sabes eso?

Sacudo mi cabeza, diciendo—: Asumí que te molesto la mayor parte


del tiempo.

—Lo haces. Se ríe. Tu boca inteligente me irrita, pero también es


algo que me encanta de ti. No te aguantas mi mierda, y me gusta eso.
Pero al mismo tiempo, necesito que puedas aguantar mi mierda. Soy
exigente y obstinado; que no es algo que estoy dispuesto a cambiar
porque me nutro del control.

—¿Por qué?
Libera una respiración profunda, diciéndome—: No hablemos de por
qué. No esta noche.

—¿Algún día?

—Algún día, cariño —dice mientras me acerca a su cuerpo


desnudo. ¿Puedes quedarte conmigo esta noche?

—Mmm hmm. Bennett está en Miami por unos días. Soy tuya hasta
que regrese.

Inclinando su cabeza hacia atrás para mirarme directamente, su voz


es ácida cuando dice—: No.

—¿No?

––Eres mía independientemente de dónde esté él. Aquí o no. No


juego bien con otros.

Vacilo por un segundo y luego digo—: No es tan simple. Él no es


como parece, Declan.

—¿Qué significa eso?

—Es solo… simplemente no es fácil.

Cuando sacude su cabeza en confusión, repito en silencio—: No es


tan fácil.

Sus labios rozan ligeramente los míos en un beso arrebatador, y


puedo probar el hálito de su aliento cuando susurra—: No espero que
nada contigo sea fácil, pero eso no es suficiente para detenerme de
tenerte.

Y con esas palabras, lo beso, permitiéndole deleitarse con mi veneno


azucarado. Puede tener un poder sobre mí en la cama, uno que sin
duda me hará sufrir, pero al final, voy a tomar el dolor porque sé que
voy a ser capaz de destruirlo lo suficiente como para salvarme a mí
misma, para darme todo lo que me fue robado cuando tenía cinco años.
21
Presente
Despertar en la cama de Declan al día siguiente fue pacifico. Pacífico
en cada morbosa forma. Sus manos estaban encima de mí mientras su
rostro hacía su casa entre mis piernas antes de que me tirara encima
de su regazo. Tenía mis brazos cruzados a mis espaldas mientras
sostenía cada una de mis manos, bloqueando mis brazos de moverse
mientras me lo follaba. Y de nuevo, sostuvo mis manos mientras me
venía. Si estoy siendo sincera, siento que necesito ese respaldo de él,
porque lo que me hace sentir durante el sexo es puro tormento y
ansiedad. No quiero que el sexo se sienta bien. No debería sentirse bien.
Pero él no me da otra opción, así que le mentí diciéndole que Clara iba a
estar en mi casa y que necesitaba estar allí para que no se preocupara
ni cuestionara mi paradero. Simplemente necesitaba alejarme de él.

Tan pronto como llego a casa, tomo una ducha hirviendo, lavando
cada parte de mí, pero nada puede limpiarme de la forma en que Pike
puede. Me siento rompiéndome y detengo la pelea el tiempo suficiente
para dejarlo salir. Nunca en mi vida he querido sentir lo que Declan me
hace sentir. Cuando las imágenes de anoche y esta mañana corren por
mi cabeza, las lágrimas emergen mientras mi estómago convulsiona en
burbujas de asco putrefacto. Incapaz de mantenerlo abajo, salgo
rápidamente de la ducha, caigo de rodillas sobre el inodoro, y vomito
incontrolablemente. Es una mezcla dolorosa de saliva, vómito y
lágrimas. Visiones de Declan, Carl, cuero, carne, semen, ese asqueroso
colchón, el olor de ese sótano, el olor de Declan, mi odio vicioso por
Bennett, mi soledad por la falta de Pike, la lápida de mi padre. Todo me
consume. Lo oigo, lo huelo, lo veo, lo siento, y luego otra contundente
expulsión dispara su camino hacia arriba por mi garganta y dentro del
inodoro.

En este momento, odio mi vida. Odio todo sobre esta pocilga de vida
de la que tan desesperadamente quiero liberarme. Sollozos
dolorosamente rasgan fuera de mí, y mientras desciendo en el suelo de
pizarra fría, me acuesto allí, mojada y desnuda, el olor de mi vómito
llenando la habitación. Y cuando cierro mis ojos, veo a mi padre.
—Princesa, ¿qué estás haciendo? —murmura con una voz
somnolienta mientras me arrastro bajo las sábanas con él.

—Tengo miedo.

Me ayuda a tirar de la manta sobre mí y luego me acurruca en sus


brazos, diciendo—: Nada nunca te hará daño. Siempre te protegeré.
Ahora, dime lo que te asustó.

—No puedo recordar. Acabo de despertarme y tenía miedo.

—¿Mal sueño?

Asiento con mi cabeza contra su pecho y me acurruco debajo de las


cubiertas de su cama, preguntando—: ¿Puedo dormir contigo esta noche,
papi?

—¿No quieres volver a tu propia cama?

—No. Solo te quiero a ti.

Sus grandes brazos se unen a mi alrededor más apretado.

—¿Cómo puedo decir que no a eso? —dice y luego besa mi frente, el


rastrojo en su rostro pinchando mi piel, causando que me ría.

—¡Papi! Eso hace cosquillas —grito y tan pronto como las palabras
están fuera, se ríe y acaricia su rostro en mi cuello, fingiendo comerme.
Los dos nos reímos fuerte en el cuarto oscuro, rodando alrededor de su
cama grande.

Empiezo a pellizcar sus costados, y rueda sobre su espalda con una


enorme sonrisa y se ríe. —Tú ganas. Tú ganas. Me rindo.

—Nunca te rindes —le digo, y él responde: A veces un hombre


necesita saber cuándo dejar ganar a una dama. Ahora dame un beso
justo aquí.

Apunta a su mejilla mientras habla, y me inclino y beso su rostro sin


afeitar, sintiendo las punzadas en la suave piel de mis labios.

—Ven aquí —dice, y me acuesto en sus brazos mientras besa la parte


superior de mi cabeza—. Cierra tus ojos ahora. No hay nada que temer.
Nunca dejaré que nadie te lastime. Siempre vas a estar a salvo.
—Te amo, papi.

—Te amo mucho más, princesa. Ven a buscarme en tus sueños.

La visión se desvanece y ruedo hacia mi costado, acurrucada en una


bola, y lloro por todas las cosas que me prometió que nunca sucedieron.
Nunca estuve a salvo, y este mundo me hirió más allá de lo que alguna
vez pensé que un humano podría ser herido. Todo debido a Bennett. Y
ahora me acuesto aquí en su baño, nuestro baño. Es mi marido.
Compartimos un hogar, una cama, una vida. Yo sabía lo que estaba
haciendo cuando me inserté en su mundo, pero después de lo que
acaba de pasar con Declan, quiero correr. Correr tan lejos que nunca
tenga que mirar atrás y recordar nada de esto. Correr hacia atrás en el
tiempo. De vuelta a Northbrook, de vuelta a la casa en la que solía vivir,
a través de la puerta principal, dentro de mi habitación donde mi padre
todavía me espera en mi mesita, con margaritas rosas, para unirme a él
para nuestra fiesta de té de princesa. Tal vez si lloro lo suficiente, el
mundo se apiade de mí, se desplace de su eje y haga que todos mis
sueños se hagan realidad.

Quiero a mi papá.

Después de todos estos años, solo quiero a mi papá.

Un par de horas pasan, y ahora me siento en la sala de estar


mientras veo otro día lleno de nieve. Mi cuerpo duele, y estoy cansada
después de mi crisis. Lo sé mejor que dejar que esos sentimientos se
derramen. Ha pasado mucho tiempo desde que lloré así y me permití
sentir lástima por la vida con la que terminé. Así que ahora me siento
aquí y obtengo el control mientras el fuego se enciende dentro de mí. El
fuego que dejé apagarse antes.

Siento sus brasas en el calor fundido de mis venas. Un


resurgimiento de lo que estoy haciendo aquí. Esto se trata de recuperar
lo que me robaron. Retomar lo que era mío para que lo tuviera antes de
que mi padre fuera arrancado de mí y asesinado en la cárcel. Puedo
manejar a Declan; simplemente tuve un momento de debilidad anoche,
pero ahora, he rectificado esa pared de acero.

Al diablo con Declan.


A la mierda Bennett.

Esto se trata de corregir lo incorrecto.

Esto es venganza y estoy lista.

Sin desperdiciar más tiempo, agarro mi abrigo y llaves y me dirijo al


garaje para ir hacia Justice. Necesito ver a Pike.

Cuando me detengo en su remolque, veo el auto de Matt. Nunca


olvidaré esa noche cuando Pike se arrastró por la ventana de mi
habitación en medio de la noche. Matt también estuvo allí. Pike me
sostuvo mientras lloraba durante horas en el asiento trasero del auto de
Matt mientras nos conducía al norte de Illinois donde había alquilado
un apartamento en ruinas con Pike. Los tres vivimos juntos durante
unos años hasta que Pike y yo conseguimos un lugar de nuestra
propiedad.

Nunca volví a la escuela. Yo era una fugitiva, pero no dejé que eso
me definiera como un fracaso total. Pike me dio dinero para comprar
unos kits de educación en casa que me hicieron pasar la secundaria.
Hacerlo por mi cuenta no quita el hecho de que soy tan culta como
cualquier otro graduado, diploma o no. Siempre me ha encantado la
escuela y aprender cosas nuevas. Miraría a través de los catálogos de
cursos de la universidad local, compraría los libros de texto para las
clases que me interesaban y leería por mi cuenta. Pike siempre se ha
burlado de mí, pero no iba a dejar que la realidad de que era una
desertora de la escuela secundaria me atormentara.

Hasta que fuera mayor de edad, no podía arriesgarme a conseguir


un trabajo tampoco, así que ayudé a Pike, pesando y embolsando el
producto que Matt traería. Debido a la gente con la que trataban, yo
siempre estaba al lado de Pike. Era más seguro recorrer las calles con él
que ser dejada sola en el apartamento.

Pero nunca me ha gustado Matt a pesar de la amistad de Pike con


él. Tuve que luchar contra él unas cuantas veces cuando se
emborrachaba y trataba de entrar en mis pantalones. Pero fue el que
estuvo a mi lado en esa fatídica noche, la noche que él y Pike me dieron
uno de los mejores regalos que pude haber pedido. Matt y Pike me
dieron la revancha en forma de muerte. El primer golpe de venganza
cuando los dos estaban a mi lado mientras yo encendía el fósforo,
matando tanto a Carl como a Bobbi en la tinta de la noche. Solamente
tenía quince años cuando descubrí el dulce sabor de la venganza
mientras sus gritos suplicantes fueron sepultados en las llamas del
infierno.

Así que verlo aquí, ahora, me irrita porque no importa lo mucho que
me desagrade, siempre estaré endeudada con él por ese precioso regalo
que me permitió. Y cuando cierro el auto y entro, Matt se mofa,
sabiendo todo acerca de lo que estoy haciendo con Bennett.

—Bueno, bueno, bueno, ¿qué droga en la mancha de la alta


sociedad vive?

—Es una cosa asombrosa de ver.

—¿Qué cosa? —pregunta.

—La forma en que tu vocabulario ha madurado a través de los años


pronuncio mientras deslizo mi abrigo y luego miro a Pike, diciendo—:
Necesito hablar contigo.

—Amigo, piérdete —le dice a Matt.

—¿Qué coño?

—No empieces con esa mierda, sabes que a Elizabeth se le complica


bastante salir a verme —le dice a Matt mientras se pone de pie y se
acerca a mí.

Le doy un abrazo a Pike y observo como Matt agarra su abrigo y


comienza a dirigirse a la puerta.

—Llámame cuando se vaya.

—Sí, hombre. Te hablo más tarde.

Matt mira hacia atrás sobre su hombro hacia mí cuando llega a la


puerta y luego se va. Envuelvo mis brazos con más fuerza alrededor de
Pike y casi lo asfixio.

—Whoa. ¿Qué está pasando? —dice mientras me sostiene.

—Realmente te extrañé —le digo con la voz quebrada.


—¿Está todo bien? ¿Pasó algo? —pregunta y entonces caminamos
hacia el sofá y nos sentamos.

—Follé a Declan anoche.

La preocupación en el rostro de Pike no es sorprendente. Aparte de


Carl, Pike es el único tipo con el que he tenido sexo hasta Bennett. Pero
Bennett no es nada comparado con Declan.

—Mierda —suspira—. ¿Estás bien?

—Me ató con su cinturón —le revelo.

—¿Qué coño?

—Así es como es. Es poderoso. En realidad, me folló en la fiesta de


año nuevo. Esa fue la primera vez. Fue una sucia follada en un baño.

—Espera. Retrocede —dice, confundido.

—Estaba tratando de ponerlo celoso en la fiesta, al parecer funcionó.


Me siguió hasta el baño y tuvimos sexo. No lo vi ni hablé con él hasta
que fui a su casa ayer. Bennett está en Miami, así que acabé pasando la
noche con Declan. El sexo con él es horrible. Es imposible ahogar lo que
está sucediendo porque es tan exigente en todo. Lo dejé esta mañana
para ir a casa porque me sentía asqueada.

—Ven aquí —respira mientras me arrastra en sus brazos. Nos


sentamos por un momento y luego pregunta—: Entonces, ¿qué estás
pensando?

—No puedo alejarme. Es el tipo adecuado, lo sé.

—¿Cómo puedes estar segura?

Sacudiendo mi cabeza, digo—: No lo sé. Simplemente lo siento. No


puedo explicarlo; es simplemente como me siento.

—No lo sé —dice, dudando de mis palabras.

Sintiéndome un poco molesta, pregunto—: ¿Qué?

—¿Crees que es capaz?

—Esa no es una pregunta que alguien realmente puede responder,


pero sí, creo que podría serlo.
—¿Y qué si se entera?

—No lo hará.

Mirándome, presiona. —No estés tan segura de eso. La confianza es


una cosa peligrosa para tener.

Saliendo de sus brazos, me inclino hacia atrás agotada. —Bien. ¿Y si


se entera? No lo sé, Pike. ¿Qué importaría? Ningún crimen habría sido
cometido.

—¿Qué pasa con Bennett? Si Declan se entera o no es capaz, ¿vas a


ser capaz de hacerlo?

Me rio de frustración, me giro para enfrentar a Pike, y digo—: La


forma en que dudas de mí te hace parecer estúpido. Amo a mi padre, y
él pagó el precio final cuando fue asesinado. —Con una mirada severa,
hiervo—. Si no crees que soy capaz, no me conoces.

—Sí te conozco. Mejor que cualquier otro. Pero estamos hablando de


matar a alguien, Elizabeth.

—Sé de lo que estamos hablando, Pike. Llevo cuatro años viviendo


este juego. Comparto una cama con ese hijo de puta —chasqueo.

Pike rastrilla sus manos a través de su cabello, y dice con una


pesada respiración mientras se inclina hacia atrás—: Lo sé. Dios, lo sé.
Es solo que ha pasado mucho tiempo. Simplemente como que te
acostumbras a la vida que estás viviendo, ¿sabes?

—Sí —digo suavemente—, lo sé. Es lo mismo para mí, pero creo que
estoy un poco más distraída que tú, considerando mi papel. Pero siento
que finalmente está sucediendo. Esto es lo que todavía queremos,
¿verdad?

—Te prometí que haría lo que fuera para mejorar tu vida. No voy a
cambiar de idea sobre eso. Ese cabrón va a pagar por lo que le hizo a tu
vida.

Asintiendo con mi cabeza, mi sonrisa crece al pensar en pagarle a


Bennett por toda la mierda que me ha pasado. Por la muerte de mi
padre, por toda la destrucción que él y sus padres causaron. Me
deleitaré en lo único que quedará después que Bennett se haya ido…
dinero y poder. Arruinar la vida de Declan en el camino a mi salvación
es algo simplemente inevitable si Pike y yo queremos mantener nuestras
manos limpias en esto. Así que eso es todo; avanzamos con el plan.

Este es el momento que Pike y yo hemos estado esperando por años.


Nos tomamos la noche para discutir los planes y el tiempo, y estamos
de acuerdo en que volveré unos días después de que Bennett se vaya a
Dubái. Después de hablar, Pike me limpia y luego vuelvo a la carretera.
De vuelta a ganar mi merecido.
22
Presente
Después de encontrarme con el señor Bernstein en Chicago
Magazine esta tarde, he estado trabajando en el artículo social que
quieren publicar el mes que viene en la edición de febrero. La revista
cuenta con algunas parejas “Actuales” para su edición de San Valentín,
y nos querían destacar a Bennett y a mí al hacer que yo misma
escribiera el artículo. Me instruyeron que escribiera sobre cómo
mantenemos la chispa viva mientras estamos a cargo de tantos asuntos
como las obras de caridad y fundaciones en las que trabajamos y
apoyamos. Bennett parecía emocionado cuando le llamé hace un par de
horas para contarle los detalles del artículo y mi reunión con el sr.
Bernstein y el editor que me fue asignado.

Cuando termino mi trabajo, comienzo a prepararme. Declan


finalmente cedió y me envió un mensaje de texto después de solo
veinticuatro horas. No me sorprendió que no pudiera esperar más. El
mensaje era corto, directo al punto, y acepté detenerme por ahí. Aunque
estoy nerviosa acerca de tener sexo nuevamente con Declan, trato de
centrar mi atención en otras cosas, pero aún perdura en la parte
posterior de mi mente. Después de vestirme, me dirijo a la casa de
Declan. Cuando el ascensor se abre, él ya está usando una sonrisa
mientras sale, sosteniendo su tarjeta llave para mí.

—Aquí —dice.

—¿Para qué es esto?

—Para evitarme la molestia de tener que bajar aquí cada vez que
quieras venir. Tómala.

Con una sonrisa coqueta le digo—: ¿Entonces soy una molestia?

—¿Tú? Nunca.

Mientras subimos en el ascensor, se para delante de mí,


empujándome contra la pared de espejo, y me besa. Con sus manos
alrededor de mi nuca, controla cada movimiento del beso mientras su
lengua abre mis labios así puede tomar más. Nuestros cuerpos están
presionados, y el calor de él me supera, así que cuando finalmente se
retira, me siento un poco sonrojada.

—Te extrañé —declara mientras me mira.

—¿En serio?

—Siempre.

Toma mi mano cuando la puerta se abre, y puedo oler comida


cocinándose en la cocina. Lo sigo mientras me dirige hacia la barra y
saca un taburete para mí.

—¿Qué es todo esto? —pregunto mientras me siento.

—Cena.

—¿Cocinas? —pregunto con una sonrisa mientras agarra una


botella de vino y comienza a servirme una copa de Pinot Noir.

—¿Por qué te ves tan sorprendida?

Sacudiendo mi cabeza, doy un pequeño sorbo antes de decir—:


Supongo que realmente no sé mucho de ti, así que estoy segura que hay
mucho de ti que me sorprenderá.

Sonríe ante mis palabras mientras entra en la cocina y comienza a


cortar unos pocos vegetales.

—¿Qué nos estás preparando?

—Pollo almendrado a la champaña, verduras asadas y patatas.

—Suena increíble —le digo mientras continúo bebiendo mi vino y lo


veo moverse con facilidad alrededor de la cocina—. ¿Quién te enseñó a
cocinar?

—Mi mamá. Puedo recordar cuando era pequeño y solía arrastrar


una silla enfrente de la estufa para alcanzar a ver. Quería verla y
ayudarla cuando necesitaba levantar algo. Eventualmente, comenzó a
tenerme abriendo huevos y haciendo tareas sencillas —me dice
mientras recoge los vegetales y los pone en un tazón de acero—. Y
mientras crecí, ella y yo cocinamos estas comidas elaboradas.
—Ella suena como una maravillosa mamá.

—Lo era.

—¿Era? —pregunto, y cuando lo hago, levanta su mirada a mí, y


dice: Otro día. —Las mismas palabras que usó cuando le pregunté
por qué necesitaba controlar todo.

—¿Qué sobre ti? —me pregunta—. ¿Te gusta cocinar?

—Nunca aprendí.

—¿Tú mamá nunca te enseñó? —cuestiona.

Niego con mi cabeza, conociendo la verdad de no tener una mamá,


pero Declan solo sabe las mentiras que le he dicho sobre mi familia, así
que le digo—: No. Ella trabajaba mucho y no estaba mucho alrededor.
Me gusta ver a Clara cocinar cuando viene a preparar las comidas. De
vez en cuando me deja ayudarla, pero no seguido. Muy parecido a lo
que tu mamá te permitía hacer sobre la silla. Solo revolver algunas
cosas y husmear alrededor.

Observo las arrugas profundizarse en las equinas de los ojos de


Declan cuando me mira y se ríe.

—Le he pedido a Bennett que reduzca su horario, que me gustaría


hacer más por la casa, pero se niega. Clara ha trabajado para él
durante mucho tiempo y le gusta saber que está allí.

Declan me mira por unos instantes cuando dejo de hablar y


finalmente rompe el silencio cuando dice—: Ven aquí. —Y hace un
movimiento para que me una a él.

—¿Por qué? —pregunto con recelo.

—Porque te voy a enseñar a cocinar, querida.

Sonrío, salto del taburete y camino para unirme a él. Se acerca y


agarra una cabeza de ajo, poniéndola en la parte superior de la tabla
para picar y me entrega un cuchillo.

—Asé esto antes. El ajo siempre es mejor cuando lo asas de


antemano —explica mientras lo miro y asiento hacia él—. Pela dos
dientes y luego coloca el cuchillo plano en la parte superior.
Hago lo que me dice, sacando un par de dientes. Declan está detrás
de mí y sostiene sus manos sobre las mías, colocando el cuchillo plano
sobre uno de los dientes y luego agarrando la muñeca de mí otro brazo.

—Ahora, haz un puño y estréllalo contra la parte superior del


cuchillo para aplastar el ajo —instruye.

Con su mano en mi muñeca, hago un puño y lo golpeo contra el


cuchillo, aplastando el ajo debajo.

—Perfecto —murmura sobre mi oído—. Haz lo mismo con el otro


diente.

Mantiene sus manos en las mías mientras repito el proceso.


Entonces me ayuda a preparar la salsa para el pollo, tostando las
almendras y cortando los chalotes y champiñones. Una vez que he
vertido la champaña, me ayuda a acomodar el plato con el pollo y poner
la salsa encima.

—¿Podrías encender el horno? Está automáticamente puesto en


350º grados, así que solo ponlo a hornear.

—Está bien —digo mientras camino hacia el horno y lo enciendo.

Observo a Declan terminar y cuando el horno suena, coloca el plato


dentro y lo programa por treinta minutos.

—¿A que le sonríes? —pregunta mientras se para delante de mí.

—Tú.

—¿Por qué es eso?

Extendiendo mis brazos para abrazar su cintura, le digo—: Me


gustas así. —Mis palabras viniendo de algún lugar de honestidad.

—¿Así cómo? —cuestiona mientras se para incluso más cerca,


corriendo sus manos por mi cabello y levantando mi cabeza hacia él.

—Solo así. Tú, yaciendo con tus vaqueros y playera, enseñándome a


hacer algo nuevo. Me gusta el Declan dulce —digo suavemente mientras
escudriño sus ojos esmeraldas.

—¿Estás diciendo que no siempre soy dulce?


Comienzo a reír y luego respondo—: La mayoría del tiempo eres un
idiota.

Su cabeza cae hacia atrás y una risa estalla, y el sonido me hace reír
más fuerte. Su sonrisa es amplia cuando baja la mirada hacia mí,
regresándome mis palabras, admitiendo—: Me gustas tú así, también.

—Tengo miedo incluso de preguntar —bromeo.

—Nunca tengas miedo —dice antes de agregar—: Eres suave. No lo


muestras seguido, pero cuando lo haces, me gusta.

Sus palabras inmediatamente ponen serio mi rostro mientras corre


sus manos por mis mejillas, diciéndome—: Me gusta cuando eres suave
conmigo.

—No es fácil para mí.

—Lo sé, pero quiero eso de ti.

Es ajeno al hecho de que tengo la intención de usar sus palabras


para crear el veneno perfecto para morderlo. Así que con un gentil gesto
de comprensión, deslizo mis brazos alrededor de su cuello mientras
agacha su cabeza para besarme. Sus manos agarran mi culo y me
levanta del piso dentro de sus brazos. Colocando mis piernas alrededor
de él, me lleva hasta el sofá y nos sienta conmigo encima de él.
Seguimos besándonos, el sabor de la necesidad derramándose de su
boca. Duro, rápido, suave, lento, lamiendo, mordiendo, chupando, está
todo allí en el calor de él mientras que el tiempo vacila un momento.
Pero ambos levantamos la cabeza cuando la alarma contra incendios se
enciende y el olor a comida quemada toma protagonismo.

—Joder —dice Declan con una ligera sonrisa mientras mira por
encima de mi hombro y cuando me vuelvo para ver la cocina llena de
humo, salto de su regazo y me apresuro a encontrar las nubes de humo
que sobresalen del horno.

—¡Mierda! —grito e inmediatamente abro la puerta del horno, solo


para ser cegada por un montículo de humo.

Declan se mueve junto a mí y llega con guantes de cocina para sacar


el pollo negro y carbonizado. Mi mirada de mortificación por arruinar de
alguna manera la cena es contrarrestada por su risa, que me molesta.
Lanza el plato a la parte superior de la estufa y luego corre para abrir
algunas puertas corredizas de vidrio para airear el lugar y luego apaga
la alarma de humo.

—¿Qué hice mal? —pregunto cuando regresa a la cocina, y cuando


veo que sigue riéndose, chasqueo—: Corta la mierda y deja de reírte de
mí.

Se inclina sobre la estufa, mirando el horno. —Mierda, Nina. —Se ríe


entre dientes.

—¿Qué? —resoplo.

—Lo pusiste en asar en vez de hornear.

Vergüenza se construye dentro de mí, y no digo nada mientras


regreso a la encimera detrás de mí y miro fijamente a la comida
completamente incinerada.

—Bueno —dice cuando se voltea para enfrentarme—. Parece que no


estabas mintiendo cuando me dijiste que no podías cocinar.

—Lo siento, Declan.

—No lo sientas. Está bien —me asegura, corriendo sus manos por
mis brazos.

—Detente.

—¿Detener qué?

—Deja de sonreírme así. Es vergonzoso.

—¿Por qué? —pregunta—. ¿Debido a que no eres perfecta?

Entrecierro mis ojos hacia él, diciendo—: Hay cosas que puedo
cocinar perfectamente.

—Ah, ¿sí? Ahora picaste mi interés.

—¡Fuera! —ordeno mientras comienzo a empujarlo—. Arreglaré esto.


Solo dame unos minutos.
Se gira, diciendo dulcemente: No tienes que arreglar nada. Todos
los menús de comida con servicio a domicilio están en el cajón cerca de
la nevera.

—No. Me diste algo para probarte, así que ahora me voy a probar —
le digo—. Solo… deshazte del pollo carbonizado, por favor.

—Muy bien entonces. —Se ríe entre dientes, y cuando su cena es


eliminada, empiezo a buscar en la cocina para encontrar los pocos
artículos que necesito.

La verdad es que fui honesta con él. No tengo ni idea de cómo


cocinar. Una vez que Pike y yo estábamos solos, apenas teníamos
dinero suficiente para pagar el alquiler en los míseros apartamentos en
los que vivíamos. Demonios, la mitad del tiempo acabábamos siendo
desalojados. Rasguñamos por toda nuestra vida, encontrando que el
licor era una mejor inversión que afrontar un lugar seguro para vivir. Al
menos cuando estás borracho, puedes escapar de las realidades de la
vida.

Así que mientras estoy supervisando el sartén con una espátula en


mano, miro por encima de mi hombro para ver a Declan cerrando las
puertas corredizas. Me estaría mintiendo a mí misma si dijera que no
me sentía atraída por él, porque lo estoy. Es una pena que no pudimos
habernos encontrado en una vida diferente, pero obsesionarme en los
nunca y los hubiera no es nada más que un interminable camino de
decepción, porque esta es la única vida en que nos conoceremos.

Sirviendo nuestra cena, una de las pocas cosas que puedo cocinar,
camino hasta la mesa del comedor y coloco los platos en ella.

—¿Quieres tomar vino? —le grito a Declan, y cuando se acerca a la


mesa con la botella, le sonrío mientras mira su plato y ríe.

Sus ojos van a los míos, observando. —Te ves muy orgullosa de ti
misma y ni siquiera lo he probado todavía.

—Porque sé que no hay manera de que no te vaya a gustar —


remarco mientras toma su asiento y coloca la servilleta sobre su regazo.

—De la chica que se burló de mí por haberla llevado a Over Easy


Café —dice mientras levanta el queso asado y toma un bocado. Yo tomo
un sorbo de mi vino, y luego finalmente admite—: El mejor queso a la
parrilla de mi vida.

Ambos reímos mientras recojo mi sándwich y comienzo a comer con


él. Ha pasado mucho tiempo desde que me sentí así de cómoda. Es
diferente con Pike, probablemente porque conoce cada desagradable
parte de mí, pero Declan me ve como si soy algo limpio y bueno. Todo es
una mentira, pero por el momento, la mentira me hace feliz y tal vez un
poco completa. Así que nos sentamos aquí, en su ático de millones de
dólares y disfrutamos de nuestra cena de queso asado y Pinot Noir.

Después de la cena ayudo a Declan con los platos. Limpiamos la


cocina, y cuando todo está de vuelta en su lugar, me doy cuenta del olor
a quemado que sigue persistiendo. Tomando un mechón de mi cabello,
lo huelo mientras Declan observa.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta.

—Mi cabello, apesta a humo.

—¿Y el mío? —dice caminando hacia mí y agachando su cabeza.

Corriendo mis dedos a través de su espeso cabello, le digo—: Sí, el


tuyo también.

Entonces toma mi mano y me dirige por el pasillo hacia su


habitación. Encendiendo una de las lámparas, nos encamina hacia un
gran baño, el cual tiene, una enorme ducha con revestimiento de
mármol, sin puerta y con un gran panel lateral de cristal. Doble ovalen
alineado en dos de las paredes en oscuros gabinetes con lavabos hechos
a la medida, blancos. Y a lo largo de la pared de las ventanas hay una
extra grande y elegante tina de hidromasaje rectangular que está
hundida. La habitación es moderna y masculina, al igual que el resto
del ático.

Centrándome nuevamente en Declan, está entrando en el baño, y


cuando se vuelve hacia mí, se queda de pie en el centro de la
habitación.

—Quítate la ropa, Nina.

—¿Una ducha? —pregunto.


Estira la mano sobre su cabeza, se quita la camisa, y la tira a un
lado, diciendo—: Sí, una ducha. —Camina hacia mí y agarra el borde de
mi blusa—. Levanta tus brazos.

Quita mi blusa y desliza mis pantalones por mis piernas. Me aferro a


su hombro mientras salgo de ellos y con él arrodillado frente a mí, lo
miro mientras lentamente arrastra mis bragas hacia abajo. Cuando ya
me las ha quitado, corre sus manos encima de mis piernas al centro de
mi pequeña V. Con una mano se desliza dentro de mis piernas, la
extiende sobre mi coño y mi vientre inferior, sosteniéndola en el lugar
mientras me mira a los ojos. —Tan hermosa.

Su acento jode esas dos palabras. Nadie me ha mirado nunca como


él lo hace, e incita una torpeza dentro de mí porque si solo supiera lo
que este cuerpo ha pasado, estaría asqueado por la vista.

Después de quitarnos el resto de nuestra ropa, sostiene mi mano


mientras entro a la bañera llena de agua caliente. Cuando Declan entra,
me sitúo entre sus piernas, descansando mi espalda contra su pecho
mientras me recuesto contra él. Sus brazos se envuelven y se cruzan
alrededor de mis pechos mientras me sostiene cerca, y el calor tanto de
él como del agua toman el control de mí. Soltando un suspiro pesado,
cierro mis ojos y me hundo más en su agarre mientras mi cuerpo se
relaja.

—Dime lo que estás pensando —murmura detrás de mí.

—Mmm.

Su pecho vibra en una risa silenciosa antes de decir—: ¿Eso es todo


lo que obtengo? ¿Mmm?

—Estoy relajándome.

Quita mi cabello de uno de mis hombros y comienza a besar mi


cuello húmedo, presionando sus labios en mi piel sensible, causando
que me estremezca y se me ponga la piel de gallina, lo que sé que ve
cuando se ríe entre dientes.

Nos quedamos así por un tiempo, tomando el calor del baño, casi
derritiéndonos el uno con el otro.
—¿Debería estar preocupado? —pregunta Declan, rompiendo el
largo período de silencio.

—¿Sobre qué? —pregunto, mis ojos todavía cerrados mientras


descanso el lado de mi rostro contra su pecho.

—Acerca de que te he estado follando sin condón.

—Ya te dije, no puedo embarazarme —le recuerdo.

Permanece en silencio por un momento antes de responder—: Dime


por qué.

Tomando una respiración profunda, me levanto y me vuelvo


ligeramente hacia un lado para poder mirarlo cuando le digo—: Tengo la
tercera fase de endometriosis.

—Yo no… —Comienza con confusión escrita por todo su rostro, así
que le explico—: Es básicamente donde tienes un crecimiento anormal
de células fuera del útero. Así que las probabilidades de quedar
embarazada son casi inexistentes.

—Nena, yo… —comienza, sacudiendo su cabeza y está claramente


más incómodo que yo—. ¿Cuándo lo averiguaste?

—Al principio de mis veintes —le digo—. Comencé a tener períodos


dolorosos alrededor de esa época. Se volvieron peores hasta que el dolor
se volvió tan malo que fui llevada al hospital porque no sabía qué más
hacer. Ellos comenzaron a hacer un montón de exámenes y después de
unos pocos meses finalmente averiguaron qué estaba mal.

—¿No hay nada que puedan hacer?

—No. Cuando lo tienes, lo tienes. No hay cura o algo.

—¿Y el dolor? —pregunta con aparente preocupación.

—He experimentado con algunos pocos tratamientos con hormonas


para el dolor, pero los efectos secundarios son muy malos, así que los
he dejado. Solo tomo píldoras de prescripción para el dolor, pero no
ayudan mucho.

Acaricia sus dedos a través de mi cabello y luego con su otra mano


acuna mi rostro cuando dice—: Dios, nena, lo siento. No sé qué decir.
—Está bien —intento asegurarle—. No es nada nuevo para mí. He
sabido esto durante años. Así que está bien.

—¿Quieres hijos?

Encogiéndome de hombros, respondo—: ¿Incluso importa lo que


quiero? Quiero decir, no es como si la vida me diera una opción aquí.

—Por supuesto que importa.

—Nunca voy a ser mamá, así que no tiene sentido lanzar deseos
inalcanzables al viento. —Ya he hecho bastante de eso. Puedo recordar
a Pike sentado a mi lado cuando el doctor me dijo que no podría tener
hijos. Nunca había pensado en eso hasta que me dijo que no podía.
Lloré durante días mientras Pike me abrazaba. Como si estuviera
llorando la muerte de algo que nunca fue mío para perderlo. Pero eso
fue hace más de seis años, y he llegado a la conclusión de que
probablemente sería una madre de mierda de todos modos. ¿Qué sería
capaz de darle a un niño? Antes de casarme con Bennett, Pike y yo
sobrevivíamos traficando drogas y apenas lo lográbamos. No es la vida
que quiero, así que, ¿por qué demonios la querría para mi hijo?

—Todavía puedes ser una mamá, ¿sabes? —dice Declan, sus


palabras saliendo suavemente.

No queriendo ser grosera y excluirlo completamente, le doy una


sonrisa débil y suavemente le solicito: ¿Podemos hablar de otra cosa,
por favor?

—Lo siento.

—Está bien. No es algo de lo que hablo a menudo, así que…

—No tienes que decir nada más —asegura antes de darme un beso y
envolverme de nuevo en sus brazos.
23
Presente
Terminé dejando a Declan la otra noche después de nuestro baño.
Bennett iba a regresar de Miami al día siguiente y quería estar en casa
en caso de que llegara temprano. He sido cuidadosa con mi
comunicación con Declan mientras mi esposo está en casa. Hablamos
en su mayoría por email porque esos son fáciles de borrar a diferencia
de un registro telefónico que es almacenado y rastreado. Preferiría ni
siquiera enviar emails, pero Declan insiste en hablarme durante el día.

Mientras Bennett está en la ducha, me siento en el estudio para


encontrar que ya tengo un email esperándome.

DE: D. McKinnon

PARA: Nina Vanderwal

ENVIADO: Ene. 10, 1:23pm

ASUNTO: Te deseo

¿Cuándo se va? Quiero verte

-D

Rápidamente respondo mientras aún escucho el agua de la ducha


de Bennett corriendo.

DE: Nina Vanderwal

PARA: D. McKinnon

ENVIADO: Ene. 10, 1:58pm

ASUNTO: Re: Te deseo

Algunas personas encuentran educado comenzar con un


saludo, incluso si es tan pequeño como un simple “Hola”.
Pero para responder a tu pregunta, se va alrededor de las
3:30pm.

-Nina

Su respuesta es casi inmediata.

DE: D. McKinnon

PARA: Nina Vanderwal

ENVIADO: Ene. 10, 2:00pm

ASUNTO: Saludo sugerido - HOLA

¿Me encuentras en el hotel?

-D

DE: Nina Vanderwal

PARA: D. McKinnon

ENVIADO: Ene. 10, 2:01pm

ASUNTO: Re: Saludo sugerido - HOLA

Tenemos que trabajar en tu etiqueta social. Saludar en la línea


de asunto también es grosero. Puedo estar allí a las 4:00pm.

-Nina

DE: D. McKinnon

PARA: Nina Vanderwal

ENVIADO: Ene. 10, 2:04pm

ASUNTO: Rechazo de la etiqueta

4:00 entonces. Ven a mi habitación. Dejaré una llave para ti en


la recepción.

-D
DE: Nina Vanderwal

PARA: D. McKinnon

ENVIADO: Ene. 10, 2:05pm

ASUNTO: Barata

¿Por qué me siento como una prostituta o peor, una llamada


sexual?

-Nina

DE: D. McKinnon

PARA: Nina Vanderwal

ENVIADO: Ene. 10, 2:06pm

ASUNTO: ¿Barata?

¿Llamada sexual? ¿Qué demonios es eso? En cualquier caso,


sabes malditamente bien que eres mucho más que cualquiera de
esas. Pero no voy a endulzarlo para ti; te necesito, y me estoy
impacientando y poniéndome más duro a cada minuto que no
tengo tu cuerpo completamente sobre el mío. ¡¡4:00!!

-D

Me rio con la compresión de que él no entiende la jerga Americana


mientras borro los emails de la bandeja de entrada y luego los borro de
los elementos borrados. Cerrando la laptop, entro al dormitorio donde
Bennett está saliendo del baño, cubierto solamente con una toalla.
Sonrío mientras camino hacia su maleta.

—¿Por qué es esa sonrisa? —pregunta cuando se acerca.

—Por ti.

—¿Qué pasa conmigo?


—Caminando por allí mojado, llevando solo una toalla, es una cosa
mala para hacérsela a tu esposa —bromeo.

—¿Por qué es eso?

—Porque me dejarás por un par de semanas, y esta es la última


visión que me estás dando.

—¿Y qué hay con lo que te di hace un par de horas? —dice,


refiriéndose a la larga sesión de sexo que tuvimos temprano.

—Eso me dará algo en que pensar cuando esté acostada en la cama


en la noche… sola.

—Será mejor que me llames cuando te estés sintiendo sola —dice


sugestivamente, haciéndome reír.

—Basta ya. Tienes que alistarte antes de que te retrases —regaño—.


Terminaré de empacar por ti.

—Lo que usted diga, jefa —bromea él antes de besarme castamente


y luego caminar de vuelta al baño.

Reúno el resto de sus cosas de su armario y me aseguro que tenga


todo lo que necesita empacado.

Bennett y Baldwin estarán en Dubái por las próximas dos semanas,


junto con Richard. Estarán trabajando en la contratación de un equipo
mientras las renovaciones aún están en marcha. Cambié el horario de
Clara para permitirme más libertad de ir y venir sin sus ojos sobre mí.

Cuando Bennett finalmente sale del baño cerca de media hora


después, decido darle una apropiada despedida como una buena
esposa. Tal vez es la conciencia lo que pesa sobre mí, o quizás es el
conocimiento de que quiero evitar que sospeche de mí, pero sin
importar qué, tengo que hacer lo que sea que pueda para hacerlo
pensar que lo que tenemos juntos es sólido. Así que mientras camino
hacia él, alcanzo bajo mi brazo y comienzo a abrir la cremallera lateral
de mi vestido. Él se queda quieto, mirando mientras atravieso la
habitación.

Cuando estoy de pie frente a él, desliza sus manos bajo las tiras en
mis hombros y permite que el vestido caiga al suelo alrededor de mis
pies.
—Sólo te deseo —le digo—, una vez más antes de que te vayas.

—Cuantas sean las veces que necesites, te las daré.

Y lo hace. Tal vez estoy sobre-compensando, pero siento que es


necesario a medida que perdemos toda noción del tiempo. Una vez que
lo dejo creer que estoy completamente saciada, nos recomponemos y
arreglamos. Doy un vistazo al reloj para ver que ya son las cuatro y que
debería estar en el hotel de Declan. Cuando Baldwin entra para ayudar
a Bennet con su equipaje, agarro mi abrigo y me lo pongo.

—¿A dónde te diriges? —pregunta Bennett, y rápidamente miento—:


Le dije a Marcia que me encontraría con ella por un café cuando te
fueras. Pero ahora me hiciste retrasar —le coqueteo con un guiño.

—Creo que tú me has retrasado a mí, Señora Vanderwal.

—¿Te estás quejando?

—En absoluto, y por favor siéntete libre de hacerme llegar aún mas
tarde si eso te complace.

Atrapo la sonrisa de Baldwin mientras escucha nuestra


conversación y me giro hacia Bennett, acusando—: Eres un pervertido.

—Sólo para ti. —Él se ríe—. Voy a extrañarte.

Nos despedimos en el ascensor de camino al lobby. Bennett parece


genuinamente triste de dejarme mientras yo estoy ansiosa por llegar a
Declan, sabiendo que estoy llegando realmente tarde. Sin embargo, lo
mantengo oculto a medida que me tomo mi tiempo jugando a la esposa
amorosa que ya extraña a su esposo, quien ni siquiera se ha ido aún.
Pero cuando lo hace, e intercambiamos nuestros tiernos besos, Bennett
camina hacia su auto donde Baldwin está esperando y yo me dirijo al
estacionamiento.

Cuando llego al Lotus, dejo mi auto con el valet antes de entrar y


recoger la llave que Declan dejó para mí en la recepción. Cuando salgo
al piso superior, uso la llave para entrar a la suite de Declan.

—¿Dónde coño has estado? —grita inmediatamente cuando entro, y


la aspereza en su voz me sobresalta.

—Lo siento.
—¿Dónde has estado durante la última hora?

Se pone de pie al otro lado de la habitación mientras ladra sus


palabras hacia mí. Vistiendo un traje hecho a medida y corbata, luce
poderoso con su postura firme, sus ojos entrecerrados y mandíbula
apretada son evidencia de que está más que cabreado.

—Declan, lo siento —digo suavemente—. Bennett iba tarde y no


pude irme hasta ahora. Llegué tan pronto como pude.

Él comienza a caminar hacia mí, sus manos apretadas en puños a


sus costados, diciendo—: No me gusta no saber dónde estás. Si dices a
las cuatro en punto, es mejor que estés frente a mí a las cuatro en
punto.

Abro mi boca para hablar, pero nada sale. Si discuto, sólo voy a
cabrearlo incluso más. Su mano se extiende para sujetarme bajo la
barbilla. Con su rostro suspendido sobre el mío, admite—: Estaba
preocupado de que algo te hubiera pasado.

—Lo s-siento —digo suavemente.

Dejando caer su frente sobre la mía, cierra sus ojos por un momento
mientras toma una profunda inhalación de aire a través de su nariz. Mi
cuerpo salta cuando sus dedos repentinamente se clavan en mi
mandíbula, y puedo sentir cada trozo de tensión en su cuerpo mientras
abre sus ojos y da un pequeño paso atrás con mi rostro aún en su
agarre. Sus ojos son venenosos, causando que mi corazón retumbe
mientras un pequeño gemido suena en mi garganta.

—Su olor está todo sobre ti. —Parece asqueado.

—Yo-yo…

—¿Follaste con él antes de venir aquí? —Su voz sale de su


mandíbula apretada, pero no miento cuando susurro con una
respiración temblorosa—: Sí.

Su mano cae de mi barbilla mientras me mira con pura rabia.

—Sobre la cama —gruñe—. Y quítate ese jodido vestido, no quiero


olerlo cuando te esté follando.

—Declan, por favor.


—¡Súbete a la maldita cama! ¡AHORA!

La mordida de sus palabras me tiene en pánico, preocupándome por


lo que va a hacer, pero no dudo cuando empiezo a moverme a través del
cuarto y dentro del dormitorio. Removiendo rápidamente mi vestido, me
siento en el bode la cama y espero en la oscuridad por Declan. Le toma
un tiempo, pero eventualmente aparece en la puerta. Su camisa ahora
está fuera, y sus pantalones cuelgan en sus caderas con su cinturón
sujetado en una mano.

El sabor amargo de la bilis quema en la parte trasera de mi


garganta, y cierro mis ojos, suplicando—: Declan, por favor.

—No hables, Nina.

Mantengo mis ojos cerrados por el miedo y el impulso de


desconexión, deseando que el fuego de la venganza me consuma para
que Declan no tenga ese poder sobre mí. Sé que él está justo frente a
mí; puedo sentir su calor empapando mi piel.

—No soy tan estúpido como para pensar que no tendrías sexo con
ese hombre, pero espero que vengas a mí limpia, ¿entiendes?

Con un rápido asentimiento de mi cabeza, él espeta—: ¡Respóndeme!

—Sí.

—Abre tus ojos, y respóndeme.

Cuando abro mis ojos, noto lo tenso de sus brazos y hombros


mientras murmuro—: Sí.

—¿Estabas tratando de ponerme celoso?

—No —suelto rápidamente en defesa—. No… no lo pensé, Declan. Lo


siento.

Él se mueve para sentarse a mi lado, diciendo—: Voy a castigare


ahora. No porque quiera lastimarte, sino porque no quiero que lo
olvides.

—Por favor —digo mientras sacudo mi cabeza, y cuando él me mira,


es abatimiento lo que veo en sus ojos.

—No quiero volver a olerlo en ti jamás.


—Lo prometo.

—Pon tu pecho sobre mi regazo —instruye en una voz plana.

Extiendo mi mano, colocándola sobre su rodilla, dándole un suave


apretón, antes de obedecer su petición y acostarme sobre sus muslos,
cuando cierro mis ojos, escucho el tintineo de la hebilla metálica de su
cinturón mientras golpea el suelo, y en un par de movimientos, saca la
corbata del bolsillo de sus pantalones, y envuelve mis muñecas con la
fresca seda, atándola firmemente.

Su mano comienza a acariciar mi culo expuesto en nada más que


una tanga de encaje, y luego sus manos se han ido.

Tensándome, espero el inminente golpe, y cuando finalmente llega


en una despiadada nalgada contra mi carne, grito con un chillido
sangrante a medida que el dolor irradia a través de mi piel.

En el próximo segundo viene otro vicioso golpe mientras él gruñe


con fuerza.

Y otro.

Y otro.

Golpe.

Golpe.

Golpe.

—Aaagh —grito con intenso dolor. El aguijón de su firme mano me


golpea, ahogándome con cada nalgada castigadora. Mis brazos se
tensan contra su corbata de seda, sus manos agarran mis caderas,
tirándome con fuerza sobre mi espalda, aterrizando en el centro de la
cama. Sonriéndome cautelosamente, triunfante al degradarme.

Como un animal rabioso, arranca mis bragas por mis piernas,


forzando mis muslos a abrirse, y golpea mi coño con una feroz bofetada.

Grito de dolor mientras salen lagrimas de mis ojos. Su suave lengua


está de inmediato sobre mi carne ardiendo, lamiéndome con una lenta
pasada sobre mi hendidura. El contraste de su toque tiene un efecto
maníaco en mí, evocando gemidos vulnerables. Siento todo lo que está
haciendo, pero también estoy fuera de mi cuerpo, ya sin control de
ninguna parte de mí. Las emociones se hacen cargo; miedo, placer,
dolor, satisfacción, tristeza, comodidad. Ellas entran en conflicto y
colisionan en una volátil guerra en mi interior, apoderándose de mí
mientras caigo impotente hacia Declan, yaciendo aquí a medida que me
besa y lame a través de mis pliegues de la misma manera que lo hace
con mi boca. Luego desliza su mano bajo mi espalda, encontrando mi
mano y sosteniéndola firmemente cuando mi mente comienza a girar en
un caleidoscopio de colores y luces, y me entrego a la bondad de todo
ello, perdiéndome cuando envuelve su boca alrededor del sensible bulto
de nervios mientras bombea su dedo en mi interior.

Evitar el placer de su toque es una maldita proeza mientras me


acuesto aquí, restringida, débil por todo lo que está dándome hasta que
siento la cálida humedad entre mis piernas cuando estallo en pedazos
de puro calor de igual forma mientras vibra a través de mi núcleo y baja
por mis extremidades. Un brillante fuego chispeando en mis venas,
tomando mi cuerpo cautivo mientras me retuerzo bajo su toque,
nuestras manos unidas.

Todo en lo que puedo pensar en este momento es que este hombre


es obsceno.

No me da oportunidad de reunir todas las piezas en las que él me


acaba de romper, cuando me hala y empuja en posición sentada sobre
mis talones mientras se pone de rodillas frente a mí. Apretando mi
cabello en cada una de sus manos, tira mi cabeza hacia atrás,
mirándome, demandando—: Chupa mi polla con esa dulce boca tuya. —
Antes de forzar mi cabeza hacia abajo, pero lo tomo de buena gana en
mi boca. Él no me da ningún control mientras tira de mi cabello,
bombeándome arriba y abajo por su longitud. Comienzo a luchar contra
sus exigentes maneras, empujando mi cabeza hacia atrás contra sus
manos, queriendo moverme más lento, pero él es mucho más fuerte que
yo con mis manos atadas tras mi espalda.

—No luches contra mí, Nina —gruñe, pero quiero hacerlo. Quiero
luchar en su contra y él lo siente, gritando con gruñidos apretados—:
¡Ríndete ante mí!

Pero no lo hago y él tira con más fuerza de mi cabello, apretando su


sulfurosa voz. —Ríndete. Confía en mí, nena.
La suplica en sus demandas susurradas se filtra a través de las
grietas de sus palabras. Él no sabe que la escucho, pero lo hago, y algo
sobre ello me hace retroceder ante él, dándole el control que tan
desesperadamente necesita por alguna razón. Me mueve a lo largo del
calor de su larga polla mientas mi lengua se desliza por la sedosa y
sueva carne. Los sonidos que emanan de él son nada más que lujuria
pura, y cuando lo siento engrosarse en mi boca, me tira de espaldas
sobre la cama, posicionando sus rodillas a cada lado de mí,
bombeándose con fuerza un par de veces, justo antes de disparar su
semen sobre mi estómago y tetas.

Sus ojos están clavados en los míos cuando se extiende sobre mí


mientras continúa masturbándose. Lo observo, es brutalmente hermoso
con su toque despiadado.

Él mantiene mis brazos atados detrás de mí mientras se acuesta a


mi lado y me hala hacia él, abrazándome contra su fuerte cuerpo. Estoy
completamente vulnerable ante él, desnuda y restringida, pero no me
asusta. Él me castigó, sí, pero nunca me había lastimado realmente. Se
mantuvo diciéndome que confiara en él, y al menos puedo confiar en el
conocimiento de que estoy a salvo con él, así que con mis manos
atadas, mi cuerpo se vuelve flácido, moldeándome al suyo mientras me
sostiene.

Nos acostamos allí juntos, su semen secándose en mi piel, a medida


que él pasa los dedos por mi cabello, diciendo—: Solo quiero olerme en
ti. —Antes de estirarse hasta mi espalda y desatar los nudos.

Tan pronto mis manos son liberadas, deslizo mis brazos alrededor
de su cuello, necesitando la comodidad, y sin saber cómo reaccionar
después de lo que acaba de pasar entre nosotros. Él acuna mi nuca,
presionando sus labios en mi oreja, susurrando—: Te tengo, cariño. —Y
cuando asiento contra su cabeza mientras me aferro a él, aprieta su
agarre en mí cuando susurra en mi piel—: Te adoro.

Mis emociones están por todo el lugar, y no sé qué hacer con los
sentimientos que me abruman. Es un deleite enfermizo. Odio que él
disfrute esto conmigo, que me mire de la manera en que lo hace. Pero
realmente odio no poder escapar con él. No me permite esa libertad y
eso me asusta hasta la mierda. Mi corazón sigue corriendo mientras
yazco allí, y él lo siente, manteniéndome más cerca y dándome un
suave—: Shhh. —En mi oído. Me sostiene en sus brazos de una manera
delicada, pero Declan es mucho más primitivo que delicado, aunque de
alguna manera es capaz de difuminar esas líneas en momentos como
este.

—Te extrañé —me dice eventualmente.

—También te extrañé. —Suspiro—. Pero él se ha ido, así que soy


toda tuya.

—No quiero que seas sólo mía cuando él se va, Nina. Lo quiero todo
el tiempo.

—Es complicado, pero estoy aquí contigo, y solo te quiero a ti ahora.


No a Bennett, por favor —insto.

Declan se mueve para besarme, manteniendo sus toques suaves y


cariñosos, mientras lentamente nos movemos juntos.

Y con sus labios contra los míos, murmura—: ¿Cómo te sientes? ¿Te
lastimé?

—No.

—Necesito que sepas que siempre te protegeré —dice, sus palabras


me recuerdan a las de mi padre cuando yo era joven, y cuando me alejo
para mirar los ojos de Declan, puedo ver la verdad tras ellos.

—Lo sé —le digo—. Confiar es difícil para mí, pero lo estoy


intentando.

—Me encanta eso.

Sonrío por mis manipulaciones mientras vienen tan fácilmente con


él. Es como si ni siquiera tuviera que pensar o intentar; sólo hablo y él
se vuelve masilla en mis manos. Eventualmente nos dormimos antes de
despertar un par de horas después. Declan pide algo de comida, y le
miento, diciéndole que necesito estar en casa porque Bennett quiere
hacer una video llamada más tarde y sabría si no estuviera en nuestra
casa. Declan está frustrado pero estamos de acuerdo en vernos mañana
y pasar las próximas dos semanas juntos tanto como sea posible. La
verdad es que tengo que ir con Pike esta noche.
Antes de irme, Declan instala una aplicación en mi teléfono que nos
permitirá enviarnos mensajes sin que nada sea almacenado en los
registros telefónicos. Sus actitudes posesivas me hacen reír, pero estoy
curiosa de saber por qué es de la manera en que es.
24
Presente
Es cerca de la medianoche y mi estómago está en nudos cuando me
detengo en el remolque de Pike. Apago el auto y me siento por un
momento; los sonidos del viento agudo soplando sobre el suelo cubierto
de nieve llenan el silencio. Mis nervios siguen multiplicándose cuanto
más tiempo me siento aquí. He sabido que este día vendría
eventualmente, pero la realidad de que está finalmente aquí punza en
mi intestino.

Cuando salgo del auto y camino dentro del remolque, Pike no dice
una palabra cuando se acerca a mí. Mi rostro es de piedra mientras
estoy allí.

—Oye —dice con una voz suave.

—Oye.

—Así que…

—Así que… —comienzo y luego le digo con un movimiento de


cabeza—: Esto es todo.

—¿Estás segura?

—Sí.

Pike pone sus manos vacilantemente a lo largo de mi mandíbula,


preguntando—: ¿Entonces vamos a hacer esto?

—Sí. —Mi voz se estremece, pero reúno mi fuerza, resistiendo todas


las emociones que siento arremolinándose alrededor de nosotros dos.

—¿Tienes miedo?

Asiento con mi cabeza, dándole mi respuesta sincera a través de mi


fachada endurecida, y él asiente conmigo, haciéndome saber que no
estoy sola, pero ambos sabemos que depende de mí sacar esto adelante.
—No tengas miedo. Recuerda por qué estamos haciendo esto —me
dice, sus ojos ardiendo con intensidad—. Esto es por tu padre. Esto es
por ti y por todo de lo que fuiste despojada. Querías una nueva vida; ya
casi llegamos, Elizabeth. ¿Puedes probarlo? ¿El cuento de hadas?

—Sí —respiro.

—Entonces luchemos contra los monstruos primero —dice y luego


suavemente presiona sus labios contra los míos, y cuando se aleja, me
quito el abrigo y lo arrojo a un lado antes de mirar a Pike, tragando con
fuerza, diciéndole—: Estoy lista.

—Dilo otra vez.

—Estoy lista.

—Cierra los ojos —instruye, y yo lo hago.

Me quedo aquí y siento el calor de la mano de Pike cepillar el lado de


mi mejilla mientras me susurra—: Esto es por ti. —Antes de retirar su
reconfortante mano.

Mi corazón se estrella dentro de mi pecho mientras espero, y luego


viene, el duro puño de Pike golpeando el lado de mi rostro y sobre mi
ojo. Una ráfaga de dolor quema mi mejilla y baja por mi nariz mientras
mi cuerpo se derrumba en el suelo. Entonces Pike agarra mi muñeca,
moviendo mi mano que está cubriendo mi ojo lejos de mi rostro y golpea
otro poderoso puño a través de mi mejilla. Mis gritos se espesan
mientras los dejo salir, y Pike cubre instantáneamente mi cuerpo con el
suyo, sosteniéndome en sus brazos y acunando mi cabeza contra su
pecho mientras lloro en agonía. Mi rostro está caliente, cosquilleando
mientras siento la hinchazón inmediata.

Pike continúa sosteniéndome, balanceándome hacia adelante y


hacia atrás, recordándome una y otra vez por qué estamos haciendo
esto, pero no necesita convencerme; sé por qué estoy haciendo esto.
Mientras mis lágrimas se secan, el latir de un dolor de cabeza que se
aproxima apaga las penetrantes palpitaciones en mi rostro.

Ni siquiera necesito decir nada cuando Pike me recoge del suelo y


me lleva a su cama.
—Volveré enseguida —dice y luego sale de la habitación, sólo para
regresar unos momentos más tarde con un vaso de agua y dos
Tylenol—. Aquí. Toma estos.

Tragando las píldoras, bajo el vaso y apoyo mi cabeza en las


almohadas.

—¿Qué tanto duele? —pregunta Pike.

—Tengo un fuerte dolor de cabeza.

—¿Tu ojo?

—Todo duele, pero está bien. No quiero que te sientas mal o te


disculpes —le digo mientras se acuesta a mi lado—. ¿Cómo se ve? —
pregunto.

Extiende su mano para tocar la tierna piel, y me estremezco ante el


dolor.

—Lo siento —murmura—. Está muy hinchado y rosa ahora mismo.


Está empezando a ponerse morado. Seguro tendrás un desagradable ojo
negro cuando te levantes mañana.

Asiento con mi cabeza y no puedo evitar la sonrisa maligna que se


arrastra a lo largo de mis labios y luego se convierte en risa. Pike vacila
antes de permitir que su sonrisa aparezca, y cuando lo veo, ruedo sobre
mi espalda mientras mi risa se hace más fuerte. Agarrándome el
vientre, me siento desquiciada, como si de alguna manera estoy en la
cima del mundo, celebrando nuestro juego diabólico, y disfrutando de la
gloria de mi creciente ojo negro.

Los últimos años los he pasado vinculada a un matrimonio para que


parezca nada más que una pareja feliz que está completamente
dedicada y enamorada uno del otro. Parecía como si llegar a este punto
de destrucción nunca llegaría, pero aquí está, al alcance de nuestros
dedos. Y ahora las emociones de estrés, soledad, dudas, y
determinación llegan a buen término mientras que se derraman de mí
en esta demostración loca de risa mórbida.

Cuando empezamos a calmarnos y a recomponernos, giro hacia Pike


y le pregunto—: ¿Estoy loca?

—¿No estamos todos un poco locos?


Sonriendo, digo—: Un simple no bastaría.

—No.

Pongo una expresión seria, y cuando Pike gira su cabeza para


mirarme, le recuerdo—: Te amo.

—Sé que lo haces.

—No —digo—. Nunca has dudado de mí. Después de todos estos


años, siempre has sido mi constante, desde el momento en que nos
conocimos cuando tenía ocho años. Eres el mejor hermano que alguien
puede tener, y realmente te amo.

Volviéndose de lado, sus dedos se pliegan a lo largo de mi pómulo


hinchado mientras él se inclina y me besa, pasando su lengua por mi
labio inferior. Lo empujo más cerca, enredando mis piernas con las
suyas mientras él se mueve encima de mí. Comenzamos a desnudarnos
el uno al otro, y estoy lista para tomar lo que sólo Pike ha sido capaz de
darme. Moviendo mi cuerpo desnudo con el suyo, me estiro para
agarrar su polla endurecida y luego guiarlo dentro de mí. Y finalmente,
soy capaz de escapar de todo lo que me rodea.

Al despertar en mi cama a la mañana siguiente, el costado de mi


rostro palpita en ritmo caliente con los latidos de mi corazón. No he
puesto hielo para ayudar con la hinchazón porque necesito que se vea
tan mal como sea posible. Sé que Pike se sentía como una mierda
anoche después de haberme golpeado de la manera en que lo hizo, la
manera en que tenía que hacerlo, pero traté de asegurarle que estoy
bien.

Al cruzar la habitación y entrar al baño, miro mi reflejo en el espejo.


Pike tenía razón, hay un horrible moretón negro y azul alrededor de mi
ojo y a lo largo de la cresta de mi mejilla. Levanto mi mano para tocar la
carne hinchada y hago una mueca de dolor. El moretón está sensible y
el lado de mi rostro se ve horrible.

Es perfecto.

Sigo adelante y tomo una ducha rápida y me visto, poniéndome un


par de pantalones vaqueros y un suéter largo de cachemir suave, con
sólo un ligero toque de polvo y labial. El timbre de mi teléfono llega
como esperaba con el texto de Declan.

Te echo de menos.

Escribo mi respuesta.

Te extraño también.

Ven a mi casa. Necesito tocarte.

Mi retorcida sonrisa crece mientras escribo mi siguiente texto.

No puedo. No me siento bien.

¿Estás bien?

Solo enferma.

Iré a buscarte y te traeré aquí.

Él responde tal como predije, así que continúo instigándolo con mis
respuestas.

Gracias, pero me voy a quedar aquí hoy.

¿Me estás evitando?

No. Simplemente no me siento bien.

Entonces déjame cuidar de ti.

Mientras estoy escribiendo el siguiente texto, el teléfono comienza a


sonar en mi mano, mostrando el nombre de Declan en la pantalla.

—¿Por qué me llamas? —le pregunto, cuando respondo.

—¿Por qué me estás evitando?

—No lo hago. Te lo dije; no me siento bien.

—Entonces en lugar de estar acostada en tu cama, te acuestas en


mi cama. Voy a recogerte. Empaca una bolsa —insiste en un tono
tranquilo, pero me resisto al decirle—: Declan, no.

Deja salir un suspiro y luego pregunta—: ¿Qué está pasando?


Me detengo, y con una voz desigual, sin confianza, murmuro—:
Nada. Simplemente... nada.

—Me estás mintiendo.

—Declan, por favor.

—Estoy en camino —espeta, colgando antes que yo pueda


responder.

Estará aquí en breve, y no tengo tiempo que perder emocionándome.


Tengo que actuar el papel, así que centro mi atención en la única cosa
que siempre me destruye, mi papá. Me siento en uno de los sofás en la
sala de estar, miro el día gris y lleno de nieve, y dejo que mi mente se
desvíe hacia él, a mi infancia, a todo lo que me duele. Pienso en las
margaritas rosadas, y en la sensación de los bigotes de mi padre que me
pinchaban con sus besos. Y luego pienso en la primera vez que fui a su
tumba, viéndome cara a cara con la realidad de que estaba realmente
muerto.

Después de un tiempo, ni siquiera estoy pensando en Declan. Sólo


me consume el dolor y la tristeza mientras lloro en mis manos. Mi
garganta se anuda mientras la miseria se hace cargo, pero la tonta
realidad viene cuando el teléfono de la casa suena, y sé que Declan está
aquí.

—¿Hola? —digo cuando respondo la llamada.

—Señora Vanderwal, es Manuel. Tengo a un señor McKinnon aquí


para verla.

—Um, sí. Adelante, envíelo arriba, por favor.

—Lo haré. Buen día, señorita.

Cuelgo el teléfono mientras salen más lágrimas, y las dejo en mi piel


mientras espero el golpe, y cuando viene, miro mi rostro manchado,
ojos inyectados en sangre y magulladuras en el espejo del pasillo,
caminando, agacho mi cabeza, y lentamente avanzo a la puerta abierta,
diciendo—: Declan, no deberías estar aquí.

—Déjame entrar, Nina.


Alejando mi rostro de él, entro en la sala de estar mientras me sigue
por detrás.

—¿Qué está pasando? —pregunta, y cuando no respondo, agarra mi


brazo y me da la vuelta—. Jodido Cristo —dice con una mirada
horrorizada al ver mi ojo morado—. ¿Qué demonios pasó?

Cubriendo mi rostro con mis manos, empiezo a llorar de nuevo. Es


fácil de hacer con mi estado de ánimo actual. Él no pierde un latido
cuando me tira a sus brazos y me sostiene mientras yo silenciosamente
lloro, mojando su camisa con mis lágrimas.

—Querida, ¿qué pasó?

—Bennett estaba aquí cuando llegué a casa anoche —miento.

Agarrándome de los hombros, se aleja para mirarme, sus ojos llenos


de veneno cuando pregunta—: ¿Él hizo esto?

Las lágrimas gotean de mi barbilla, y lentamente asiento con mi


cabeza mientras veo su rostro cambiar a rabia pura, su agarre en mis
brazos apretándose.

—Voy a matar a ese bastardo —gruñe—. Ve a hacer tus maletas.


Vendrás conmigo.

—Declan…

—Ahora, Nina. Ni siquiera puedo pensar bien. Ve a empacar tu


mierda. No te quedarás aquí —espeta, y no digo nada más cuando me
giro para entrar a mi dormitorio y a mi armario. Empiezo a empacar
rápidamente mis maletas, y mientras camino de regreso, Declan se está
paseando por la habitación. Cuando me mira, se acerca, quita los
bolsos de mis manos y me sujeta bajo su brazo.

—¿Dónde está tu abrigo? —pregunta tranquilamente, y cuando


apunto al armario del vestíbulo, no pierde tiempo. Saca mi abrigo, lo
desliza sobre mis brazos y luego me entrega mi cartera. Me pongo
rápidamente mis gafas de sol antes de salir por la puerta.

No habla mientras bajamos el ascensor y nos dirigimos hacia su


auto. Él tira las bolsas en el maletero y luego estamos en nuestro
camino a su lugar. Su agarre en el volante es firme, nudillos blancos,
músculos flexionados. Con su atención en el camino, miro su
mandíbula apretada mientras aprieta sus dientes.

Cuando finalmente llegamos a su casa, su silencio permanece


mientras entramos en su ático. Con mi mano en la de él, me lleva de
regreso a su dormitorio. Dejando mis bolsas en el suelo, él me sienta en
su cama y suavemente quita mis gafas de sol. Sus ojos miran mi rostro,
examinando mi mejilla hinchada y mi ojo morado. Me estremezco
cuando lo toca, y él susurra una rápida disculpa antes de reafirmar—:
Estoy hablando en serio, Nina. Quiero matarlo por hacerte esto.

—No es tan malo —murmuro mientras dejo caer mi cabeza.

—¿Jodidamente has visto tu rostro? ¡Es muy malo! —Él toma un


momento y algunas respiraciones profundas antes de suavizar su voz—.
Lo siento. No quiero gritarte. Simplemente... ¿Por qué no te acuestas?
Ya regreso, ¿de acuerdo?

—Bueno.

Declan sale de la habitación, y cuando regresa con un paquete de


hielo, se sienta a mi lado en la cama donde estoy acostada y lo coloca
suavemente sobre el costado de mi rostro. Haciendo una mueca al
contacto, cierro mis ojos y coloco mi mano sobre la suya mientras la
sostiene en su lugar.

—Dime qué pasó —susurra mientras me mira.

—Cuando llegué a casa anoche, él estaba allí. Le había dicho que iba
a pasar la tarde con una amiga, pero se enteró de que estaba mintiendo
y retrasó su vuelo hasta temprano en la mañana —explico, y cuando
unas cuantas lágrimas salen y ruedan por mis sienes, continúo—:
Estaba molesto y simplemente...

—¿Te golpeó?

Asiento y él pregunta—: ¿Ha hecho esto antes?

Cuando asiento otra vez, veo los músculos de su cuello tensarse. Al


sentarme, me inclino contra la cabecera de la cama y empiezo a llorar,
diciéndole—: Tengo tanto miedo, Declan. Si alguna vez se entera de
nosotros, yo no...

—No lo descubrirá —interrumpe.


—El podría.

—No lo hará.

—Él no es lo que la gente piensa.

—¿Durante cuánto tiempo ha estado pasando esto? —pregunta.

—Poco después que nos casamos. No empezó tan mal, pero ahora...

—Ven aquí —dice mientras se desplaza a mi lado y me rodea con su


brazo, atrayéndome en su agarre. Besa la parte superior de mi cabeza
antes de decir—: No puedo dejar que vuelvas con él.

—Tengo que.

—No tienes que hacer nada, Nina.

—No es tan simple. Estoy aterrorizada de lo que hará porque es


capaz de cualquier cosa —le digo mientras las lágrimas restantes bajan
por mi rostro—. Este ojo negro es menor en comparación con…

—¿Con qué? Dios mío, Nina, parece que alguien te golpeó con un
bate. No tienes idea de lo que quiero hacer con ese hijo de puta ahora
mismo. Sólo pensar en que él tenga las manos en ti es paralizante.

La rabia en su voz es inflexible, y sus ojos se dilatan con furia.

—Lo siento. No quería que vieras...

—¿A ti? ¿La verdadera tú? —Cierra sus ojos por un segundo,
pellizcando el puente de su nariz, y luego me mira con sinceridad—. No
te escondas nunca de mí. Ni una sola maldita cosa.

No respondo, pero él no espera que lo haga cuando envuelve su


brazo alrededor de mi cintura y nos desplaza hacia abajo en las
sábanas. Mis ojos se cierran mientras deja caer delicados besos en mi
mejilla maltrecha y sobre mi ojo. Con sus labios contra mi piel, respira
sus palabras, diciendo—: Me mata saber esto sobre ti.

—No quiero que estés herido por mí.

—Siempre estaré herido por ti. Quiero herir por ti, quitarlo de ti para
poder soportarlo por los dos —susurra y luego sella sus labios con los
míos en un apasionado beso. Pero no puede quitar mi dolor. Nadie
puede. Pike lo intenta, pero nunca dura más de un breve momento. Mi
dolor está enredado dentro de las fibras de mi existencia. Aquí para
quedarse. Un recordatorio de que todos venimos en diferentes formas de
deterioro.

Declan arrastra sus labios lejos de los míos, diciendo—: Abre los
ojos.

Parpadeando, me quedo mirando a sus verdes esmeraldas cuando


me dice—: Déjalo.

—No es tan simple.

—Déjalo.

—No es así de fácil —digo, necesitando que entienda que no puedo


simplemente alejarme, pero él ignora mis palabras, diciéndome—: No lo
quiero fácil. Te quiero a ti.

—Yo…

—Dime lo que sientes por mí —dice mientras separa mis piernas y


se coloca entre mis muslos.

—No sé si hay una palabra para ello, porque es fuerte, pero no


puede ser amor.

—¿Por qué no? —dice, su polla cada vez más dura con cada palabra
pronunciada.

—Porque sólo te he conocido desde hace un par de meses. Es una


locura pensar en lo mucho que ya siento por ti. Me siento loca por tener
los sentimientos que tengo por ti.

—¿Por qué?

—Porque casi no te conozco.

—Me conoces —dice mientras balancea sus caderas, presionando su


erección contra mí.

—¿Lo hago?

—Te adoro. ¿Necesitas saber algo más?


Mi respiración se vuelve inestable mientras continúa moliéndose
contra mí.

—Ábrete a mí. Dime cómo te sientes. Dame las palabras —insiste.

—No lo sé —le suelto con una voz tambaleante.

—Lo sabes. Simplemente tienes miedo.

—Déjame tener miedo entonces —le pido, pero él lo rechaza,


diciendo—: Nunca te dejaré tener miedo, nena.

Se estira y se quita la camisa antes de sentarse sobre sus piernas y


decirme—: Deshazte de mis pantalones.

Me siento, deslizo la correa de cuero de la hebilla de su cinturón, y


desabrocho sus pantalones. Él me observa mientras meto mi mano
dentro de sus bóxers y tomo su polla rígida en mi mano, curvando mis
dedos alrededor del grueso eje. Sin quitar los ojos el uno del otro,
empiezo a acariciar a lo largo de la piel lisa de terciopelo que envuelve
su erección dura como roca. Cuando su respiración comienza a vacilar,
agarra el extremo de su cinturón y lo saca de sus pantalones.

—Quita tus manos de mí y ponlas por encima de tu cabeza.

Me acuesto sobre mi espalda y pongo mis manos donde me dijo. Me


saca la camisa y me desabrocha el sujetador, tirándolo al suelo antes de
atar su cinturón a través de los listones en la cabecera de la cama,
atando mis muñecas y asegurándolas en un implacable lazo.

—Dime cómo te sientes ahora.

Cuando nos miramos profundamente el uno al otro, revelo


suavemente—: Segura. —Y hay una parte de mí que no cree que esa
palabra sea una mentira.

—Dilo otra vez.

—Segura.

Inclinándose, roza sus suaves labios a lo largo de mis moretones. —


Siempre. —Entonces comienza a correr sus cálidos labios entre mis
pechos, tomándolos a ambos en sus manos cuando me mira—. Siempre
a salvo conmigo.
25
Presente
El choque de frío tocando mi piel me sacude despierta.

—Solo soy yo, cariño —tranquiliza Declan mientras presiona un


paquete de hielo en mi mejilla—. No quería despertarte, pero tus
moretones parecen estar hinchándose.

Lo miro fijamente mientras cuida de mí y simplemente observo


mientras me examina el rostro.

—¿Estás bien?

—Somnolienta —murmuro mientras me muevo para sentarme.

Declan suelta un suave gruñido cuando la sábana cae a mi cintura,


exponiendo mis pechos desnudos.

—Eres obsceno —bromeo con una sonrisa y luego empujo hacia


arriba la sábana para cubrirme, pero él la arranca.

—No te cubras, eres demasiado hermosa.

—¿Qué pasa contigo? ¿Esperas que yo esté desnuda mientras tú


estás completamente vestido? —argumento débilmente con una sonrisa.

Dejando caer la bolsa de hielo sobre la almohada, se levanta junto a


la cama y baja la mirada hacia mí, diciendo—: ¿Me quieres desnudo? —
Y cuando asiento, mordiendo mi labio, me dice—: Entonces desnúdame.

—Ahora, no solo eres obsceno, sino desagradable.

—Te encanta —declara con una sonrisa retorcida.

—Mmm… tal vez.

—Dilo. Dime que te encanta —insiste.

—No —grito riendo, y con tono severo, él responde—: Nunca me


digas que no.
—No —repito con un guiño coqueto.

Se arrastra de nuevo en la cama y sobre mí con un gruñido sexy. —


Niña mala.

—¿Creía que era una buena niña?

—Solo cuando escuchas bien —responde, mientras yace a mi lado—.


Acércate. Envuélvete en mí.

Y lo hago, rodando, acomodando mi brazo sobre su pecho y


envolviendo mi pierna a su alrededor mientras él me rodea con sus
brazos.

—Te sientes tan bien así —suelta con un fuerte suspiro.

—¿Cómo?

—Cubriéndome como si me desearas.

—¿Crees que te deseo?

—Parece que no puedo entender lo que quieres —exhala—. Odio que


no me permitas entrar en tu cabeza.

No respondo a su declaración mientras seguimos abrazándonos, y


después de un rato, él rompe el silencio, diciendo—: ¿Por qué te
escondes de mí?

—¿Parece que me estoy escondiendo de ti? —bromeo con una


sonrisa mientras estoy acostada aquí desnuda.

Con un rostro serio, coloca su mano sobre mi corazón y dice—:


Estás ocultando esto de mí.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque puedo ver destellos a veces. De cualquier dolor que hay


dentro. ¿Alguna vez te has permitido sentir eso? ¿El dolor?

—¿Por qué alguien querría sentir dolor? —susurro—. Mostrarlo


expone vulnerabilidad, y la vulnerabilidad es la debilidad de tu alma.

—Las personas son débiles, Nina. Es solo un hecho.

—No quiero ser débil.


—Eres humana —dice—. Sangras como todos los demás, pero lo
escondes.

—¿Y qué hay de ti? Te gusta controlar casi todas las facetas de tu
vida. No lo harías si no intentaras enterrar algo.

—Tienes razón —admite de buena gana—. Necesito el control para


lidiar con el dolor, pero confía en mí cuando te digo esto, siento ese
dolor. Puedo templarlo, pero siempre está allí. —Y entonces él golpea mi
único punto sensible cuando pregunta—: ¿Extrañas a tus padres? —Y
todo dentro de mí corre hacia mi padre.

—Sí —susurro en un suspiro de dolor mientras siento la presencia


de mi padre doliendo dentro de mi pecho. Y cuando las lágrimas
pinchan y mi nariz arde, cierro mis ojos.

Declan ve a través de mí. —Abre los ojos.

Pero no lo hago.

Los mantengo cerrados, diciendo con honestidad—: Quieres que te


muestre mi dolor, pero no sé cómo hacerlo. —Y cuando abro mis ojos,
las lágrimas se derraman.

—Lo estás haciendo ahora mismo.

Señalando mis humedecidas mejillas, declaro—: Esto es debilidad.

Con sus manos acunando mi cabeza, contradice mis palabras,


diciendo—: Esto… esto es fuerza. —Antes de lamer la sal de mi dolor.

Me aferro a sus muñecas mientras descansa su cabeza contra la mía


en este suave momento. Siento que uso a Declan tanto por esto, por
esta comodidad que nunca había tenido antes. Él me lo da de una
manera que es diferente de Pike, y se siente bien. Pacífico. Sé que mi
tiempo con Declan es limitado, así que bien podría tomar lo que pueda
mientras lo tenga.

Y en una inusual reacción para mí, me acerco hasta el dobladillo de


su camisa y la levanto, despegándola y dejándola caer al suelo. Él toma
mi rostro en sus grandes manos otra vez y me sostiene mientras me
mira, y juro que puede ver dentro de mí.
Empiezo a desabotonar sus pantalones, y cuando finalmente está
desnudo conmigo, baja su cabeza hacia mi pecho, rozando ligeramente
el rastrojo de su mandíbula sobre mi pezón. La fricción es reemplazada
con la suavidad de su lengua. Lo siento entre mis piernas cuando
chupa el brote respingón en su boca mientras sigue acariciándome con
su lengua.

Sus toques son suaves, no como su habitual exhibición de dominio


sobre mí, y en este momento, necesito la suavidad. Así que mientras
enlazo mis dedos en su grueso cabello, muevo su cabeza para que me
mire y exhalo—: No me amarres. No esta vez.

Nunca no me ha restringido o ha sido enérgico en su toque, así que


cuando me da un asentimiento, estoy un poco sorprendida. Esta es la
primera vez que me permite tocarlo durante el sexo, y en este momento
de inusual fragilidad, dejo mis manos vagar por las profundas líneas
talladas de su musculoso cuerpo mientras se cierne sobre el mío. Nos
movemos a un ritmo relajado, su mano deslizándose sobre cada curva
de mi cuerpo.

Cuando se coloca entre mis piernas, sostiene su polla en su mano y


corre la cabeza entre mis pliegues hasta mi clítoris y lentamente baja,
diciendo—: Voy a hacer que tu corazón palpite. —Mientras se empuja
dentro de mí, llenándome completamente mientras mis ojos se cierran.

Me folla con lentos y profundos golpes. No hay fricción, no hay


tensión. Somos solos nosotros moviéndonos en este tierno ritmo.

—Abre tus ojos. Conéctate conmigo.

Lo hago, y él nunca aparta su atención de mí. Él nunca se sintió tan


real como lo hace ahora, es este mismo momento. La complicidad de mi
parte prolifera culpa dentro de mí, pero no debería. No debería ser este
cable vivo que estoy siendo en este momento, agarrándome de los
anchos nudos de músculo que corren a lo largo de sus brazos. No
debería estar sintiendo el placer que él lentamente está construyendo
en mi interior. No debería permitirle hacerme esto, permitiéndome
hacerme esto a mí misma. Es demasiado fuerte, demasiado vivo.

Me estoy perdiendo entre la realidad y la fantasía, y necesito


retroceder. No creía que Declan pudiera conducirme tan alto como lo
está haciendo, moviéndose tan lentamente como lo hace, así que cierro
mis ojos en un débil intento de luchar contra ello. De luchar contra las
emociones extrañas que se están gestando dentro.

No sentirás.

No sentirás.

No sentirás.

—Oh, Dios —gimo sin ningún filtro de control.

—Déjate llevar conmigo —me anima cuando toma mi mano en la


suya, entrelazando sus dedos con los míos mientras empiezo a temblar
en una explosión de luz incolora.

Agarrando mi brazo libre a su alrededor, él nunca me suelta la


mano. Sosteniéndolo firmemente contra mí, mi cuerpo se retuerce y se
arquea contra el suyo mientras cabalgo la ola de éxtasis, corriéndome
fuerte alrededor de su polla.

Cuando lo miro, veo la mueca en su rostro mientras continúa


moviéndose dentro de mí y luego se retira.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, sabiendo que no se ha venido.

Se tumba encima de mí, apoyándose sobre sus codos con su rostro


sobre el mío.

—¿Por qué? —exhalo con un irregular susurro.

—Porque eso fue para ti.

No te permitas sentir.

No te permitas sentir.

Mi ciclo de palabras muere dentro de mi apretado pecho. El espesor


de mi garganta hace difícil y doloroso respirar, y sé que él lo ve cuando
suavemente me aprieta la mano que todavía está sosteniendo y dice—:
No te escondas. Si necesitas llorar, está bien.

Inmediatamente, con sus palabras, el líquido caliente llena mis ojos,


difuminando la visión de su rostro en un remolino prismático de
acuarelas antes de que finalmente se derrame y corra por los costados
de mi rostro. Él nos envuelve, nunca dejando ir mi mano, mientras
silenciosamente lloro en la calidez de su piel.

Nos quedamos en la cama durante la mayor parte de la mañana.


Declan nos prepara un desayuno tardío mientras tomo una ducha y me
preparo. El olor de huevos está en el aire cuando entro a la sala y hacia
Declan quien está de pie en la estufa.

—Hule bien —digo mientras me deslizo junto a él y miro mientras


dobla el huevo en un omelet sobre una mezcla de tomates y espinacas.

—¿Tienes hambre?

—Muero de hambre —respondo antes de que se incline para darme


un beso lleno de afán mientras su lengua me invade la boca. No deja de
follarme la boca con la suya hasta que el olor a huevo quemado flota en
el aire.

—Joder —dice, sacando el sartén de la estufa y sobre el quemador


apagado, haciéndome reír mientras me muevo y comienzo a abrir y
cerrar gabinetes—. ¿Qué estás buscando?

—Una taza.

Se acerca, abre la puerta de uno de los gabinetes y saca una taza


para mí diciendo—: Hay café en la cafetera francesa. —Mientras asiente
hacia la jarra de vidrio sobre el mostrador.

—Gracias, pero prefiero té por las mañanas.

Él sonríe, y luego enciende la tetera por mí. Mientras espero que


hierva, veo mi bolso puesto sobre la mesa del vestíbulo, y cuando saco
mi celular, tengo dos llamadas perdidas de Bennett. Cuando miro el
reloj, cuento las horas y me doy cuenta que son poco después de las
ocho de la noche para él. No es normal que me pierda sus llamadas,
pero con este nuevo giro de los acontecimientos, mi mente ha estado en
otra parte.

Sabiendo que tengo que llamarlo y reportarme, regreso a la cocina


con mi celular en mi mano.

—Necesito hacer una llamada. ¿Te importaría si saliera? —le


pregunto suavemente, con cuidado de no estropear las cosas.
Pero él no da un segundo pensamiento cuando responde—: Por
supuesto. Mi oficina está en ese pasillo que atraviesa la habitación. —
Mientras señala en la dirección opuesta de donde está su dormitorio.

—Gracias. No tardaré mucho.

Entro a su oficina, es casi tan grande como su masivo dormitorio,


con ricas estanterías de madera que bordean la pared posterior y hasta
el techo. Su escritorio está en medio de la habitación. Un majestuoso
pedazo de caoba acentuado con una gran silla de cuero con antiguos
arreglos de latón. No me siento en su escritorio, en su lugar me siento
en el sofá de cuero negro Chesterfield que está cerca de las estanterías.
Me deleito en el almizcle de rico cuero y miro alrededor. Todo en esta
habitación está cubierto por la masculinidad de Declan.

Rápidamente me deslizo por la pantalla de mi teléfono y llamo a


Bennett. Responde, inmediatamente diciendo—: Cariño he estado
preocupado.

—Lo siento. Mi teléfono estaba en silencio y en mi bolso.

—¿Qué has estado haciendo toda la mañana?

—Escribiendo. He estado trabajando en ese artículo —miento—.


Parece que no se me da natural. He estado encerrada en la oficina y
pedí la noción del tiempo. Siento haber perdido tu llamada y que te
preocuparas.

—No quiero que te disculpes. Está bien. Solo te echo de menos, eso
es todo —dice dulcemente, ni siquiera cuestionando mi engaño. Saber
cuán engañados tengo a estos dos hombres me hace sonreír, e
interpreto los buenos sentimientos, devolviendo la dulzura—: También
te extraño, cuéntame acerca de tu día.

—Tuve que despedir a una par de hombres en el proyecto. Ha sido


estresante.

—¿Qué paso?

—Los plazos no estaban siendo cumplidos por el contratista,


descuidos en las especificaciones de código u otras cuestiones que
preferiría no discutir en este momento —explica, la nota de frustración
y agotamiento son evidentes en su voz.
—Ojalá estuviera allí. Lamento que hayas tenido un día tan duro.
¿Hay algo que pueda hacer de mi parte para ayudarte en algo?

—Solo dime cuánto me amas.

—Bennett… —digo, dejando su nombre colgando entre nosotros.

—¿Qué, cariño? —murmura suavemente.

—Te echo de menos, y te amo tanto. Odio cuando no estás aquí,


cuando no te tengo a mi lado. Es… —Me apago cuando me doy cuenta
que Declan está de pie en la entrada de la puerta doble de la habitación.
Su ceño es asesino mientras me mira desde el otro lado de la
habitación, haciendo que mi columna se enderece mientras me siento.
Él está furioso, no hay duda, pero estoy jugando mi as en este punto.
Para un hombre, soy su amorosa y devota esposa. Y para el otro soy
una mujer abusada que está atrapada en un matrimonio con un
terrible, violento y poderoso hombre.

Bennett me trae de vuelta a él cuando recoge mis palabras perdidas


y pregunta—: ¿Es qué, cariño?

Con la mirada en Declan, le contesto a mí esposo—: Es solitario. —Y


mis palabras no son tomadas bien por Declan mientras veo su
mandíbula apretarse y luego endurecerse.

—También lo siento —responde él mientras dejo caer mi cabeza para


evitar el ceño fruncido de Declan.

Necesitando terminar la llamada antes que Declan pierda la calma


conmigo, digo—: ¿Cariño, podemos hablar más tarde?

—Sí, no hay problema. Estoy en el auto con Baldwin. Nos


reuniremos con el director del proyecto y con uno de sus arquitectos
para cenar.

—Está bien, bueno, espero que tengas una buena noche. Te llamaré
más tarde esta noche antes de irme a la cama.

—Te amo.

Con mi cabeza todavía abajo, le devuelvo sus palabras—: También te


amo, Bennett.
Cuando cuelgo, lentamente levanto la mirada para ver a Declan
caminando hacia mí. Se queda de pie frente a mi mientras lo miro, pero
no se sienta, solo exuda su autoridad mientras me mira fijamente, su
mandíbula todavía inmovilizada.

—Dec…

—No hables —dice, cortándome, pero no tomo su orden cuando


declaro suavemente—: Él sigue siendo mi marido.

—¿Y esas palabras que le dijiste?

—Son solo palabras —susurro en un tono cobarde y burlón.

—¿Lo extrañas? —pregunta, manteniendo las palabras


entrecortadas y apretadas.

—No.

—¿Lo amas?

—No.

—¿Estás sola?

—No —le digo con firmeza.

Su tensión se avecina mientras está de pie allí, inmóvil mientras el


tiempo pasa en silencio. Finalmente lo rompe cuando su áspera voz
admite—: Quiero castigarte por llamar a ese hijo de puta en mi casa,
pero…

Su voz se apaga mientras cierra sus ojos y deja salir un duro suspiro
por su nariz, sus labios apretados firmemente. Le doy un momento y
luego mueve lentamente su cabeza mientras cae de rodillas delante de
mí. Sus manos agarran mis caderas y su cabeza cae a mis rodillas
antes de levantar la mirada, pero no me mira a los ojos; está mirando
mis cardenales.

Abro mi boca para hablar al mismo tiempo que él, pero le dejo ir
primero.

—No tienes idea de lo difícil que es para mí mantener mi mierda bajo


control, sabiendo lo que está pasando. Y luego encontrarte aquí,
hablando con él… quiero lanzar mi puño a la puta pared. —Toma su
mano y acuna el costado de mi sensible rostro—. Pero luego miro esto
—dice, refiriéndose a los moretones—, y temo que te asustaré.

—No me asusto con tanta facilidad —exhalo.

—Creo que mientes sobre eso. Creo que quieres que lo crea. Tal vez
incluso tú quieras creerlo, pero es todo una mentira. Eres tú… tratando
de convencerte a ti misma.

Tomo un fuerte y nervioso trago de saliva, incluso a través de toda


mi mierda, él parece que me lee bastante bien. Por mucho que quiero
negar lo que está diciendo, si me cortas lo suficientemente profundo,
creo que hay verdad en como él me ve. Odio eso acerca de él.

—Te deseo —declara con naturalidad, y yo asiento—. No puedo


refutar mis sentimientos, a pesar que una gran parte de mi quiere
porque sé que no puedo tenerte, pero te deseo. Quiero tenerte, quiero
que seas mía, quiero poseerte.

Cerrando mis ojos, descanso mi frente contra la suya mientras mi


cuerpo se afloja hacia adelante. Declan me sostiene, añadiendo—:
Quiero todo de ti, y malditamente me duele saber que no puedo tener
eso. Pero tampoco quiero estar lejos de ti.

—No sé qué hacer porque…

—¿Qué, nena?

Arrastro ligeramente mi cabeza hacia atrás para mirarlo cuando


explico—: Hay una razón por la que nos casarnos tan rápido. No lo vi
en ese momento, pero… poco después de casarnos vi su obsesión
conmigo. —Insto la emoción cuando siento el estrechamiento de mi
garganta. Mis palabras forzadas mientras digo—: Nunca me dejará ir. Y
si supiera de ti, te arruinaría. Es lo suficientemente poderoso como para
hacerlo.

—Que me arruine.

—Pero eso soy yo —le digo con palabras temblorosas.

Mira detenidamente con ojos preocupados dentro de mí, y ahogo un


débil gemido, cuando pregunta—: ¿De qué tienes miedo?
Tomo una pausa antes de finalmente pronunciar las palabras que
traen una llamarada de protección a sus ojos.

—Me matará.
26
Presente
Declan estaba más que furioso que yo regresara a casa ayer. Pasé la
mayor parte de las últimas dos semanas alojada en su casa, solo
regresando a casa un par de veces cuando sabía que Clara estaría aquí.
Le di mis razones, sin embargo, dejando claro que tiene que ser de esta
manera y que Bennett nunca podría saber acerca de nosotros. Al pasar
tanto tiempo juntos como lo hemos pasado, veo a Declan enamorándose
fuerte de mí. Es honesto sobre lo que siente por mí y por nosotros y no
se disculpa por eso. Para un hombre que ejerce su poder y autoridad,
no solo conmigo, sino con casi todos con los que lo veo entrar en
contacto, enmascara una vulnerabilidad que puedo verlo tratando de
ocultar.

Los moretones en mi rostro eran prácticamente inexistentes cuando


Bennett llegó a casa esta mañana.

Pasamos horas en la cama, compensando las dos semanas que


estuvo ausente. No estuvo contento cuando tuve irme para dejar mi
artículo que fui capaz de terminar en los días en que Declan iba a
trabajar, dejándome con nada más que tiempo mientras me escondía en
su casa. No es como si realmente pudiera salir con mi rostro luciendo
como lo hacía. Pero Bennett entendió, e incluso sugirió que me tomara
un poco de tiempo para mí ya que estaba empezando a sentir el jet lag
de las nueve horas de diferencia con Dubái.

Mientras Bennett está en casa, Baldwin me lleva a la Avenida


Michigan donde paso la mayor parte del día paseando dentro y fuera de
varias tiendas, haciendo algunas muy necesarias compras. Me detengo
en Neiman’s para elegir algunas camisas para vestir para Bennett y un
par de corbatas. Antes de llamar a Baldwin para que vuelva con el auto,
decido hacer una última parada. Con las temperaturas heladas, enrollo
mi bufanda alrededor de mi cuello y me dirijo a La Perla.

Aprendí mientras estaba con Declan que tiene una afinidad por la
lencería. Ya que necesito seguir atrayéndolo más, haré todo lo que
pueda. Cuando entro, mi estómago retumba al instante. Estar en
tiendas como esta me hace sentir sucia y asquerosa. Siempre ha sido
así. Sé que tengo un jodido sentido de la sexualidad; no estoy ciega a
los efectos que mi niñez tiene sobre mí. Solo pensar en adornar un
cuerpo que me parece repulsivo, un cuerpo que no tiene valor para mí,
me disgusta. Pero esto no es para mí o para mi agrado, es para Declan.

Curioseando en la selección increíblemente costosa de sedas y


encajes, selecciono algunas bragas de seda adornadas con encajes
bordados a mano. Tan perverso como es Declan en el dormitorio,
prefiere que use cosas delicadas y femeninas, así que estoy segura que
le gustarán estas bragas francesas. Añado unos cuantos pares de
pantis y sostenes de encaje antes que una vendedora se acerque,
ofreciendo—: ¿Le gustaría que le encuentre un probador?

—No. Me gustaría comprar estas —digo, sintiendo que tengo que


salir de aquí antes de que mis crecientes náuseas me sofoquen.

Después de hacer mis compras y empujar la bolsa dentro de mi más


grande bolsa de Neiman’s, le envío un texto a Baldwin por el auto y le
digo que se reúna conmigo en el Starbucks que está al final de la calle.
Lo último que necesito es que sepa que estaba comprando lencería.

Baldwin está notablemente callado mientras conduce los pocos


minutos que toma volver a casa. Cuando me bajo del ascensor, me
sorprende ver a Jacqueline con su bebé en su cadera caminando por mi
sala de estar.

—Jacqueline, qué agradable sorpresa —saludo mientras se acerca a


mí con Bennett caminando por detrás de ella.

—Bueno, Richard preferiría dormir y dejarme cuidar de su negocio


que hacerlo él mismo —dice ella, y cuando Bennett besa mi mejilla y
toma las bolsas de compras de mis manos, él explica—: Necesitaba
firmar algunos archivos que Richard tenía que necesitaban ser enviados
por fax lo antes posible.

—Ya veo —murmuro, y luego me giro a Jacqueline y su hijo—. Crece


rápido.

—Lo sé. Es increíble, ¿no?

—Supongo —respondo, sin importarme discutir los encantos de la


maternidad.
—Bueno, será mejor que me vaya. Richard va a tener hambre
cuando despierte, así que...

Ese tipo es un bastardo perezoso. Siempre lo ha sido. Trata a


Jacqueline más como una sirvienta que una esposa. La lamentable
mujer lo acepta, pero esa es su elección.

—Es una pena que no te quedes más tiempo. He estado tan ocupada
últimamente, pero deberíamos organizar una cita para almorzar —digo,
fingiendo que realmente me preocupo por nuestra artificial amistad.

—Eso suena genial. Te llamaré —responde y luego mira a Bennett,


diciendo—: Lamento que Richard no pudiera venir él mismo.

—No te preocupes, Jacqueline. Nos vemos más tarde —dice él


mientras la conduce hacia la puerta para verla salir.

Ellos intercambian despedidas y Bennett regresa a mí, tomándome


en sus brazos. —¿Pasaste un buen rato comprando?

—Así es. ¿Has estado trabajando todo este tiempo?

—No. Ella se detuvo hace unos minutos —me dice—. Tomé una
pequeña siesta y desempaqué.

—¿Desempacaste? —me burlo—. Estoy impresionada.

—Tan poca fe en mí —responde con risa y luego baja su cabeza para


besarme—. Por cierto, Cal hizo una llamada a mi oficina mientras yo
estaba fuera. Parece que escuchó hablar de la renovación en Dubái y
tiene curiosidad acerca de las opciones de inversión.

—Oh —comento, preguntándome si Declan sabe que su padre está


interesado en invertir con la compañía de Bennett.

—Quiere una reunión, pero no es capaz de salir de Nueva York


debido a su apretada agenda, así que voy a volar hacia allá por unos
días. Quiero que vengas conmigo.

—Por supuesto. ¿Cuándo sería?

—En un par de semanas. Tengo que volver a Miami durante unos


días antes de eso.
—¿Miami? —pregunto, dejándole ver mi frustración—. No vi eso en
tu agenda.

—El agente inmobiliario llamó mientras estabas de compras.


Finalmente llegamos a negociaciones sobre la venta de la propiedad.

—Finalmente.

Bennett tiene una serie de propiedades, una locación en Miami


siendo una de ellas. La ha tenido durante años, pero desde que lo
conozco, nunca la ha utilizado. Aunque viaja allá por negocios, se queda
en hoteles ya que la casa está fuera del camino.

—Así que... ¿Nueva York?

Sonriendo, respondo: —Suena perfecto. Espero que no sea todo


negocios; me gustaría ser capaz de tener algún tiempo solamente
contigo.

—Me aseguraré de ello, pero por ahora, he hecho reservaciones para


la cena de esta noche.

—Será mejor que me refresque. Creo que tomaré un baño caliente


por un tiempo.

—¿Quieres compañía? —pregunta con un tono suave, y yo asiento


antes de besar su mandíbula.

Pasamos juntos el resto del día, y después de una extravagante


comida, nos dirigimos a casa y no toma mucho antes que Bennett se
desplome no solo por la rica comida, sino también por el cambio de
horario. Me acuesto junto a él y simplemente lo miro. Lo recuerdo
débilmente como un niño. Su rostro es claro para mí porque he visto
muchas de sus fotos de la infancia en casa de sus padres.

Duerme plácidamente mientras recuerdo jugar con él en mi patio


trasero. No recuerdo muy bien, pero él solía empujarme en el columpio.
Le diría que me empujara más alto, que me empujara hacia las nubes, y
él me daría un empujón gigante y luego correría bajo el columpio
mientras yo subía. Una vez no lo logró, y yo caí sobre él. Dijo que no le
dolió, pero podía decir que sí lo hizo.

Nunca fuimos buenos amigos, simplemente vecinos que a veces


jugaban si estaban fuera al mismo tiempo. Él era mayor y ya estaba en
la primaria. Poco después de que yo empezara el jardín de infantes, me
llevaron lejos y nunca lo volví a ver. Eso fue hasta que Pike lo encontró
hace varios años. Cuando lo volví a ver, él acababa de cumplir treinta.
Nada de él me parecía lo mismo, no hasta que su madre me enseñó
unos viejos álbumes de fotos. Fue entonces cuando comencé a recordar
más de nuestro tiempo juntos como niños.

Y ahora me acuesto aquí, pensando en el papel que él jugó en la


pesadilla que se convirtió mi vida, y el odio comienza a avivarse. Quiero
matarlo. Pero más que eso, quiero hacerlo sufrir. Quiero gritar y gritar,
decirle quién soy realmente. Decirle cómo arruinó mi vida, y cómo,
debido a él, mi padre ahora está muerto. Quiero que sepa la destrucción
que causó por abrir su tonta boca. Se necesita mucho esfuerzo para no
apretar mi puño ahora mismo y golpear la jodida vida fuera de su
rostro.

Repentinamente, un resplandor mudo se proyecta a lo largo del


techo y giro mi cabeza para ver que hay una notificación en mi teléfono.
Volteándome, busco para ver que Declan me ha enviado un mensaje.
Agarro el teléfono y silenciosamente me deslizo fuera de la cama para
hacer mi camino al otro lado del apartamento y dentro de la oficina
antes de leer su texto.

Te extraño.

Me siento en el escritorio y escribo en respuesta:

Yo también.

¿Estás bien? No puedo dejar de preocuparme por ti.


Jodidamente lo odio.

Estoy bien. No tienes que preocuparte por mí.

Nunca me digas que no me preocupe.

Cuando me doy cuenta que es después de las dos de la mañana,


respondo:

¿Por qué estás despierto tan tarde?

Te lo dije. No puedo dejar de pensar en ti y si estás bien. Me


acostumbré a tenerte en mi cama y ahora todo lo que puedo
imaginar es que estás acostada a su lado.
No sé qué decir. ¿Qué quieres que diga?

Que sientes lo que siento.

Lo hago.

Dímelo.

Te _____.

¿Qué significa eso?

No hay una sola palabra que se me ocurra que podría describir


correctamente lo que siento por ti, pero lo siento y es poderoso.

Así que tú me _____, ¿huh?

Sí.

Yo también te _____. Quiero verte. Mañana.

Bien. Puedo escaparme durante el día.

Ven al puerto de la calle 31. Embarcadero K. Rampa 47.

¿Tienes un barco?

Sí. ¿A qué hora puedes estar ahí?

10 am.

10 am. No llegues tarde.

Sacudo mi cabeza por su necesidad de control y sonrío mientras le


envío un mensaje en repuesta.

Confía en mí, no lo haré. Mi culo y mi coño siguen enojados contigo.

Culo, tal vez, pero no hay manera de que tu coño todavía


pueda estar molesto con el número de orgasmos que le he dado
desde entonces.

¿Eso crees?

Eso lo sé. Me estoy poniendo duro solo de pensar en tu divino


coño envuelto alrededor de mi polla.
Sus groseras palabras no me sorprenden. Declan tiene una boca
sucia que ha dejado mostrar unas cuantas veces. Es tan directo y
honesto en la cama, nunca sintiendo la necesidad de ser modesto con
sus palabras de ninguna manera.

Mmmm.

Hablo en serio. Tengo que controlar mis pensamientos porque


tan pronto como pienso en ti me pongo duro como roca.

Me aseguraré de tener un cuidado especial de ti mañana. No puedo


hacer que camines por ahí así. Las mujeres te miran, fantaseando con
montar esa polla.

Nadie va a montarla excepto tú.

Me río y le doy una probadita de sus palabras posesivas y escribo mi


respuesta.

¡MI polla!

Joder. Me estás matando. Voy a enterrarla tan profundo dentro


de ti mañana.

No voy a querer dejarte ir. Ya te extraño terriblemente.

Me encanta eso. Mi chica.

Tu chica.

Le toma un tiempo para responder mientras me siento aquí en la


habitación oscurecida hasta que finalmente envía su siguiente texto.

¿Te lo follaste hoy?

Declan, no puedes preguntarme eso.

Asegúrate de que estás limpia y no lo folles antes de que


vengas a verme mañana.

Su petición hace que sus celos sean claros. Le diré lo que sea que le
haga sentir mejor, pero no dejaré de follar a Bennett. Tengo que
mantener mi farsa con él también.

Por favor no me trates así.


Hablo en serio. Perderé mi mierda si lo huelo en ti.

No lo harás. Ahora deja de ser un idiota y se amable conmigo.

¿Estaba poniéndome enérgico?

Sacudo mi cabeza con una sonrisa.

Siempre eres enérgico.

Lo sé. Necesitamos trabajar en eso.

¡¡¡No soy sumisa!!!

Podrías serlo ;)

Ahora solo tratas de conseguir una reacción de mí. Consigues tu


jueguito, McKinnon. Presióname hasta que te desafíe para que puedas
conseguir placer al “enseñarme una lección”.

Me tienes todo descifrado, ¿no?

¿Eso te molesta? ¿El que pueda leerte?

No. Me encanta que me puedas leer. Ahora solo tengo que


averiguar cómo leerte.

Hmm... Tal vez me guste ser un misterio.

Creo que ambos sabemos que puedo ver más allá de tus
paredes bastante bien. Escóndete todo lo que quieras, cariño, pero
siempre te encontraré.

¿Eso crees?

Lo sé. Cuando quiero algo, hago lo que se necesite para


conseguirlo.

Así que, McKinnon, dime. ¿Qué es lo que quieres?

A ti. Ya lo sabes, pero me gusta que me lo preguntaras de todos


modos solo para que pudieras conseguir la afirmación que
aparentemente buscabas, lo que me dice todo lo que necesito
saber.

Y, ¿qué es eso?
Que tú también me quieres.

Posiblemente.

No seas tímida. No necesitas jugar ese juego conmigo porque ya


tienes todo mi interés. Entiendo que estés asustada, pero no
necesitas estarlo conmigo.

¿Seguro?

Sin duda. ¿Y tú?

Me tomo un momento y pienso en cómo quiero responder a su


pregunta. No quiero ser demasiado franca y simplemente decir sí.

Tengo miedo.

¿De qué?

De que me lastimes.

Nunca.

No digas nunca porque eres muy capaz.

Si tienes miedo, te abrazaré.

¿Y si enloquezco?

Te abrazaré más fuerte.

Es ahora que me doy cuenta que tengo una enorme sonrisa


extendida a través de mi rostro que ha estado allí durante la mayor
parte de la conversación. Independientemente de la verdad en cuanto a
lo que está pasando, es divertido hablar con Declan. Siempre lo ha sido.
A pesar del mal que estoy haciendo y las mentiras que le he dicho,
siento como si tuviera un amigo. Estoy jugando con él así como estoy
jugando con Bennett, pero desprecio a Bennett mientras que Declan
nunca fue una persona hacia la que tuviera cualquier sentimiento
despectivo. El único defecto es que es el bastardo desafortunado que se
enamoró de mí.

Mejor que tengas un buen agarre.

Nadie te sujetará más fuerte.


Podría quedarme despierta toda la noche hablando contigo, pero
tengo una cita mañana por la mañana a la que no puedo llegar tarde.

¿Por qué es eso?

Esta vez, opto por palabras dulces a las coquetas y ácidas que
típicamente uso con él.

Él tiende a preocuparse por mí cuando llego tarde. Se enoja. Pero me


gusta mucho este tipo, así que quiero estar segura de que estoy
descansada y a tiempo para que él sepa que me importa lo suficiente
como para no causarle preocupación.

Te adoro.

Te _____.

¿10 am?

10 am. Buenas noches.

Buenas noches, cariño.

Cuando vuelvo al dormitorio, Bennett sigue en la misma posición,


profundamente dormido. Toma solo un segundo para que mis malos
sentimientos vuelvan, así que cuando me deslizo dentro de la cama,
ruedo a un lado, así no tengo que mirarlo. Y con mis pensamientos
regresando a la conversación que acabo de tener con Declan,
rápidamente me calmo para dormir.
27
Presente
—¿Tuviste algún problema para encontrarlo? —pregunta Declan
mientras doy un paso a bordo de su yate de lujo.

—Embarcadero K. Rampa 47. Justo donde dijiste que estaría —digo


con un escalofrío mientras las ráfagas de viento chocan con el agua.

—Vamos a entrar.

Sigo a Declan al salón equipado con un sofá de lino blanco y sillas


que rodean una gran mesa de madera.

—¿Tour rápido? —sugiere mientras toma mi mano, y le doy una


sonrisa en acuerdo cuando me conduce a través de la cocina y bajando
las escaleras. Después de mostrarme la cabina de estribor y suite, junto
con la cabina de invitados y el baño, me lleva hasta el camarote del
propietario y la suite principal. La habitación es elegante con rica
madera de cerezo, una pequeña zona de estar a un lado, y una gran
cama en el centro.

Declan no pierde ni un segundo cuando me gira en sus brazos y me


besa. Relajándome en el beso, dejo que me mueva a su gusto, y cuando
finalmente saca su lengua de mi boca, sonrío.

—¿Qué es tan gracioso?

Con humor, digo—: ¿Sin conversación?

Corriendo sus posesivas manos por mi cuello y sobre mis tetas, las
aprieta antes de responder—: Hablaremos después de que haya tenido
mi polla dentro de ti.

Luego agarra mis caderas, me levanta y me tira sobre la cama. Sube


encima de mí y entre mis piernas con un entrecortado gemido mientras
agarro su rostro y lo beso de nuevo. Nuestros labios se estrellan, y
somos un borrón de manos rápidas, despojándonos de la ropa del otro.
Cuando saca mi vestido suelto sobre mi cabeza, tirándolo a un lado, sé
que mi viaje de compras valió la pena cuando sus ojos flamean
mientras ve mis bragas francesas y sujetador a juego.

Estando ambos de rodillas, él se detiene mientras sus ojos vagan


sobre mí, apreciándome. Es incómodo que un hombre me mire de la
manera que Declan lo hace, con intenso deseo y apetito.

—¿Tienes alguna idea de lo hermosa que eres? —dice en voz baja,


pasando sus manos lentamente por mis costillas, deteniéndose en mis
caderas, donde suavemente tira de la seda de mis bragas.

—Detente —susurro, queriendo negar sus palabras.

—¿Detener qué?

—Cuando dices cosas como esas... —empiezo, dejando caer mi


cabeza para romper el intenso contacto visual—. Me haces sentir
incómoda. —Miro de nuevo a sus ojos, añadiendo—: No sé cómo
responder.

—No necesito ninguna respuesta, cariño. Pero no deberías estar


incómoda, no conmigo. Me encanta mirarte. Me encanta la forma en
que te ves desnuda, tu impecable y lechosa piel —dice mientras
empieza a mover lentamente sus manos sobre mí—. Tus perfectas tetas
—continúa, desabrochando mi sostén y deslizándolo por mis brazos—.
Tus pezones rosados. Me pongo tan jodidamente duro cuando los veo
apretados sólo para mí. —Y entonces cubre uno con su boca, chupando
y girando su lengua alrededor de él antes de pasar a mi otro pecho para
hacer lo mismo.

Corro mis dedos por su sedoso cabello, y me recuesta de nuevo.


Comienza a arrastrar ligeramente las puntas de sus dedos hacia abajo,
sobre mis pechos, y a lo largo de la muy sensible piel de mi abdomen,
enviando un escalofrío por mi cuerpo.

—Y luego está esto —dice suave y en voz baja mientras engancha


sus dedos bajo la cinturilla de mis bragas y las desliza—. Abre tus
piernas para mí.

Lo hago, separándolas y exponiendo mi coño desnudo para él.


Cuando me mira, lanza un gemido gutural. Se sienta entre mis piernas,
y con sus manos sobre mis rodillas, tomando la vista de mí, dice—:
Tócate.
Mojando mi dedo en mi boca, mantengo mis ojos en él mientras me
estiro y lo deslizo entre mis labios, arrastrando mi excitación arriba
hasta mi clítoris y comienzo a frotar lentos círculos. Observo mientras
los ojos de Declan se dilatan en fundida lujuria. Él se mueve para
quitar su ropa interior y después se mueve de nuevo entre mis rodillas
dobladas antes de que su mano comience a bombear su gruesa polla
sobre mí. La simple vista me hace ponerme más húmeda, lo que me
sorprende. Siempre he luchado con eso en el pasado, pero con Declan
es diferente. Mi cuerpo siempre responde a él, incluso cuando trato de
luchar contra ello.

—Mete tu dedo dentro y dame una probada —exige, y lo hago,


hundiendo mi dedo dentro del calor de mi coño y luego estirándolo para
ofrecérselo a él. Agarra mi muñeca y baja su cabeza, chupando mi dedo
en su boca—. Joder, te necesito.

Se inclina y agarra su corbata descartada.

—¿Confías en mí? —pregunta mientras me mira y le doy un


asentimiento.

Estoy acostumbrada a la necesidad de Declan de restringir y


controlarme. Sólo hubo una vez que tuvimos sexo cuando le pedí que
no lo hiciera, pero esa fue la única vez.

—Dilo.

—Confío en ti, Declan —digo mientras envuelve la corbata alrededor


de mi cabeza, cubriendo mis ojos con una venda improvisada.

—Levanta tu cabeza —susurra y luego la fija en su lugar con un


nudo, dejándome en la oscuridad.

Es ahora que siento mi corazón comenzar a correr. Después de


pasar la mayor parte de mi niñez encerrada en un armario oscuro, he
sido claustrofóbica. Oigo movimiento, y siento que Declan sale de la
cama, sólo para regresar unos segundos más tarde.

—Te voy a atar, ¿de acuerdo? —dice y puedo sentir el calor de su


cuerpo sobre mí mientras estoy acostada aquí.

Él toma mis manos y las mantiene juntas cuando siento una cuerda
rústica y gruesa alrededor de mis muñecas. A medida que continúa
asegurándolas y atándome a la cabecera, me dice—: Esta es una cuerda
de fibra natural. Es todo lo que tengo, así que si luchas contra la
restricción te lastimarás. ¿Entiendes?

—Sí —respondo y cuando él ha terminado, trato de tirar de mis


muñecas, sólo para que las fibras gruesas raspen mi piel.

—Ya vuelvo —dice y luego la cama se mueve, seguido por el


chasquido de la puerta cerrándose.

Se ha ido, y la oscuridad empieza a consumirme. El único ruido que


puedo escuchar es el golpeteo del agua contra el barco. Mis muñecas
comienzan a frotarse contra la cuerda mientras me muevo. Mi
respiración se acelera, pero pronto se vuelve trabajosa con mis
crecientes latidos. De repente, siento que la habitación se derrumba
sobre mí, tragándome a medida que el aire se espesa. Planto mis pies
sobre la cama; parece que ya no puedo quedarme quieta. Y luego lo
huelo. Ese familiar olor de los cigarrillos de Carl.

—¿Declan? —murmuro, pero todo lo que oigo ahora es la TV


silenciosa al otro lado de la puerta del armario.

La confusión comienza a hormiguear, y la insoportable turbulencia


aumenta en mi cabeza con el creciente olor de los cigarrillos.

El miedo y la confusión toman el control cuando me doy cuenta de


que estoy desnuda. Carl nunca me encerró desnuda antes, y empiezo a
sacudir mis manos, tratando de liberarme. Todo mi cuerpo se adormece
y hormiguea cuando empiezo a revolverme, desesperada por encontrar
la luz y escapar. Nada se siente real mientras mi cabeza flota, y oigo los
ecos de gritos. La presión de las paredes derrumbándose sobre mí es
tan pesada, colapsando sobre mi pecho. Lucho por respirar, jalando y
sacudiéndome, haciendo todo lo que puedo en mi pánico absoluto para
soltarme.

Alguien toma mis manos, y la luz llega. Abro mis ojos y me doy
cuenta de que la presión en mi pecho es un hombre y los gritos están
saliendo de mí. Tirando de mis brazos violentamente para escapar,
grito—: ¡Déjame ir!

—Espera, Nina. Cálmate.


¿Quién coño es Nina y quién es este tipo? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está
Carl?

—¡Quítate de encima! —lloro a través mis ardientes gritos. Tan


pronto como mis brazos están libres, huyo, saltando rápidamente de la
cama sólo para ser derribada.

—¡Nina, respira! —grita el hombre mientras me sujeta en su agarre.


Lucho por librarme de él, pero mantiene su firme agarre en mí desde
atrás.

—¡Déjame a ir!

—Respira, nena. Por favor, sólo respira.

Me sostiene con firmeza mientras continúa hablando, lentamente


trayéndome de vuelta. La niebla en mi cabeza se disipa, y empiezo a
recordar dónde estoy. Saliendo del túnel en el que sentí que estaba, la
realidad aparece, y me doy cuenta de que debo haber estado
alucinando. El palpitar de mi corazón me sacude, y cuando bajo la
mirada, estoy cubierta de sangre, provocando otro aguijón de pánico.

—Oh, Dios mío. —Mi voz temblorosa es apenas audible.

—Está bien, cariño. Estás bien —dice suavemente Declan.

—Hay sangre.

—Shhh, nena. Está bien —susurra—. Sólo respira conmigo.

Me aquieto en sus brazos, mi espalda pegada a su pecho, y me


concentro en el ascenso y descenso de su pecho a medida que intento
igualar a mi respiración con la suya. Después de unos momentos, él me
acuesta mientras se sienta sobre mí.

Me quedo allí, avergonzada de lo que acaba de pasar y del hecho de


que Declan lo vio. Se estira para tirar de una manta, cubriendo mi
cuerpo expuesto. Sus ojos están pesados con preocupación mientras
mira por encima de mí. Toma mis muñecas en sus manos, y ahí es
cuando noto la fuente de toda la sangre.

—Debemos limpiarte. —Sus palabras son suaves—. Hay un botiquín


de primeros auxilios en el baño —dice, y cuando asiento, se levanta
para buscarlo.
Me siento, apoyando mi espalda contra la cabecera, preguntándome
qué diablos acaba de pasar. Solía tener ataques de pánico como ese
cuando era adolescente, después de haber huido. Pero eso fue hace
tanto tiempo.

Me siento entumecida, como si estuviera aturdida. Declan


seguramente me preguntará sobre esto, pero estoy demasiado
desorientada como para siquiera estresarme por eso.

Él regresa, sentándose delante de mí, y comienza a limpiar la sangre


de mis manos y brazos con una toalla tibia.

—¿Duele? —pregunta y mantengo mi atención en sus manos


mientras atienden mis abrasiones.

Sacudo mi cabeza, sin querer hablar en este momento, de modo que


él continúa limpiando y luego venda los cortes con una pequeña gasa.
Una vez termina, pone todo a un lado y se mueve para sentarse a mi
lado, acunándome contra su pecho.

Me sostiene unos minutos antes de preguntar—: ¿Qué pasó?

—Lo siento.

—Joder, yo soy el que necesita disculparse, no tú. Nunca debí


haberte dejado sola así.

—¿A dónde fuiste? —pregunto.

—A cerrar con llave la puerta de la cabina de mando —dice, y luego


se aleja para mirarme, pasando su mano por mi cabello, peinándolo
hacia atrás—. Dime por qué entraste en pánico.

Tomando una respiración profunda, decido simplemente ser sincera


con él a excepción de algunos detalles. —Soy claustrofóbica. Supongo
que con los ojos vendados y sin ser capaz de moverme, sólo... sentí
como si estuviera sofocándome.

—Me miraste como si no supieras quién era.

Cierro mis ojos y me vuelvo a hundir en su pecho. —No sé. Sentí


como si estuviera alucinando.
Besa la parte superior de mi cabeza, y cuando lo miro, planta otro
beso en mi frente.

El rastrojo en su rostro raspa mi piel, y por una fracción de


segundo, se siente como mi padre. Cierro mis ojos de nuevo, abrumada
por las emociones que siguen en mí, y revelo libremente—: Tu rastrojo
me recuerda a mi padre.

Él me abraza más fuerte a medida que las palabras empiezan a salir


de mis labios sin pensar demasiado mientras le digo—: Solía besar
siempre mi frente de la misma manera que tú. —Algunos momentos
pasan antes que añada—: Me gusta que hagas eso.

—¿Eran cercanos?

El endurecimiento de mi garganta hace que duela hablar cuando


simplemente exhalo un tembloroso—: Sí.

Contengo las lágrimas mientras él descansa su mejilla en la parte


superior de mi cabeza. El tiempo pasa, y cuando siento la ola de tristeza
alejarse, finalmente le pregunto a Declan—: ¿Por qué lo haces?

—¿Hacer qué?

—Atarme. ¿Siempre le has hecho eso a las mujeres?

Él mueve su cabeza de la mía cuando levanto la mirada para ver su


rostro. Da un asentimiento y luego vuelve sus ojos hacia mí.

—¿Por qué?

—Control.

—¿Quieres hablar conmigo al respecto? —pregunto en voz baja, y


sus palabras vulnerables me traen de vuelta cuando él admite—: Nunca
antes he hablado con nadie sobre eso.

—¿Por qué no?

—Porque es doloroso. —Y puedo verlo escrito en las líneas de su


rostro.

Paso mi mano por su mandíbula, pidiéndole que me mire cuando le


pregunto—: ¿Crees que podrías decírmelo? Ayúdame a entenderte
mejor.
El verde en sus ojos es brillante, más brillante que de costumbre,
una señal de las lágrimas que amenazan con derramarse de ellos.

—Acércate más —dice y lo hago, acurrucando mi cabeza en el centro


de su pecho. Escucho sus latidos durante unos segundos antes de que
empiece a hablar—. Mi padre solía viajar mucho cuando yo era más
joven. Siempre se aseguró de que supiera que yo era el hombre de la
casa y que era mi trabajo como un hombre cuidar de mi madre.
Siempre lo hice. Cuando tenía quince años, mi padre había ido a los
Estados Unidos por negocios. Mi madre estaba en el estudio, leyendo,
mientras yo veía una película en el cuarto de mis padres. La puerta
estaba abierta, así que podía verla acurrucada en la vieja silla de cuero
de mi padre que le gustaba tanto. Ella siempre se quejaba de lo horrible
que lucía, pero cuando él se iba, era allí donde siempre se sentaba y
leía. Le encantaba, pero por alguna razón regañaba a mi padre al
respecto.

Me río en voz baja, y murmuro—: Divertida.

—Lo era —responde—. Tenía tanta vida en ella y nunca dejaba que
el estrés la derrumbara. —Hace una pausa, y puedo sentir los músculos
en sus brazos flexionarse a mí alrededor antes de que continúe—. Esa
noche, me había quedado dormido en su cama cuando escuché una
ruidosa conmoción que me despertó. Los gritos de mi madre eran
aterradores, y cuando levanté la cabeza para mirar en el estudio, vi a
un hombre con un arma apuntando a su cabeza.

Esa fue la última cosa que esperaba que dijera, y cuando levanto la
mirada, su mandíbula está apretada. Declan baja su cabeza para
mirarme, y veo la vergüenza en sus ojos cuando dice—: Fui un cobarde.

Sacudiendo mi cabeza, pregunto—: ¿Por qué?

—Porque cuando vi el arma, me arrastré y me escondí bajo la cama.

—Declan...

—Sin embargo, todavía podía verlos. Mi madre estaba llorando y


suplicando por su vida mientras yo no hacía nada para protegerla. Ni
siquiera traté de ayudarla —revela mientras las lágrimas bordean sus
ojos—. Sólo me quedé acostado allí como un cobarde, demasiado
asustado para moverme, y observé mientras ese hombre apretaba el
gatillo y le disparaba a mi madre en la cabeza.

—Jesús.

El rostro de Declan está apretado mientras trata de mantener su


dolor bajo control, pero el destello de una lágrima encuentra su camino
por su rostro. Me estiro y corro mi pulgar a lo largo del sendero mojado
mientras me mira, y luego de la nada, siento el calor de mi propia
lágrima cuando cae. Me doy cuenta en ese momento que compartimos
un dolor similar.

Nuestros padres fueron asesinados, nos fueron arrebatados, y


nunca tuvimos elección en el asunto.

—Lo siento mucho —susurro desde mi corazón, porque realmente


siento su dolor.

—Era mi madre. —Su voz se rompe—. Y no hice nada.

—Eras sólo un niño.

Él sacude su cabeza, incapaz de aceptar eso como una excusa, y sé


lo suficiente como para notar que nadie sería capaz de convencerlo de lo
contrario, así que no lo intento.

—Mi padre me culpa de su muerte. Siempre lo ha hecho.

—Eso es ridículo.

—¿Lo es?

—Sí —declaro firmemente—. ¿Qué hubiera pasado si hubieras


corrido para protegerla y tú fueras el que recibiera el disparo? Tu madre
habría sufrido y llorando la pérdida de su único hijo. Es un
pensamiento morboso, lo sé, pero ¿cuál prefieres? ¿Una vida de luto o
una muerte rápida?

Él acuna mi rostro en sus manos, y veo su garganta flexionarse


cuando traga con fuerza antes de finalmente hablar, su voz conteniendo
solo notas de seriedad. —Necesito control. Necesito saber que tengo el
poder para que no pase nada sin mi opinión. Y contigo, nunca he
sentido como si necesitara más ese control.
Deslizo mis manos sobre las suyas mientras permanecen en mi
rostro. —Cosas van a suceder, Declan. Esa es la parte mierda de la
vida, no tenemos voz en nada. —La realidad de esas palabras me
pinchan el corazón, conociendo la fea verdad muy bien—. El mundo
nunca nos preguntará qué queremos. No importa. Cosas malas van a
suceder, pero nunca harán que este mundo deje de girar. Y lo que le
pasó a tu madre... eso no tuvo nada que ver contigo.

—Puedo racionalizar eso, pero se siente como una mentira —dice.

—¿Y qué hay de tu padre?

—Me recuerda a cada oportunidad que tiene que nunca seré


suficiente. Que fallé como hombre. Así que he pasado toda mi vida
rompiéndome el culo para probarle que está equivocado. Pero tenías
razón.

—¿Sobre qué?

—Lo que dijiste en el hotel esa noche. Que odio el nombre que me
pertenece. Tienes razón. El hecho de que caí directamente en el negocio
de mi padre y no creé mi propio éxito, es sólo otra pieza de incendio
provocado por él para provocarme.

—Pero Lotus es todo tuyo. Tu padre no tiene su mano allí —le


recuerdo.

—No necesita su mano en ello para tener derecho. Comparte el


nombre McKinnon.

—Necesito decirte algo —digo, queriendo que esté al tanto de la


información que acabo de encontrar sobre su padre—. Tu padre está
buscando posiblemente invertir con la compañía de mi esposo. Bennett
va a ir a Nueva York para reunirse con él y yo también voy.

—¿Cuándo?

—A finales de la próxima semana.

Puedo decir que está cabreado con la idea de mezclar negocios con
Bennett, y es comprensible. Él me tira en sus brazos, metiendo mi
cabeza bajo su barbilla mientras se sienta de nuevo, y deja salir un
pesado suspiro. —Te quiero muy lejos de ese hombre —gruñe.
—Lo sé, pero también lo conozco y sé de lo que es capaz.

Sus brazos están tensos a mí alrededor mientras acurruco mi


cabeza contra su duro pecho. —Me mata sentarme en casa y
preguntarme si te está poniendo una mano encima. ¿Tienes idea de lo
que eso me hace? Me siento como un bastardo inútil por enviarte de
vuelta con él.

—No. No lo eres.

Toma mi mano y la lleva a sus labios y besa la venda alrededor de


mi muñeca, antes de mirarme, diciendo—: Soy un bastardo por esto.

—Debería haberte dicho cuando me vendaste los ojos que estaba


entrando en pánico.

—Necesito que siempre seas sincera conmigo, especialmente


durante el sexo. Me preocupa que pueda estar haciéndote daño.

Cuando asiento, él se inclina y me da un tierno beso, chupando


suavemente mi labio inferior antes de alejarse. Mantiene su cabeza
cerca, su nariz contra la mía, y con los ojos aún cerrados, dice en un
rasposo tono bajo—: Te amo.

El estremecimiento de mi corazón me emociona, por saber que él se


siente de esta manera, pero también duele, porque se ha convertido en
alguien que me gusta. Odio estar a punto de destruir esta persona para
mi propio beneficio, pero tiene que hacerse. Casi me siento culpable
sabiendo que tiene esos sentimientos por mí que no comparto, pero eso
es parte del juego. Eso es parte de la venganza. Nunca me sentí mal por
Bennett, pero Declan es un buen tipo. Es una lástima que tenga que
hacerle esto, pero lo hago.

Abro mis ojos y lo miro, corriendo mis dedos por detrás de su cuello
y hasta su cabello, dando el sentimiento a cambio, solo que el mío está
atado con veneno cuando digo—: También te amo.
28
Presente
Las abrasiones en mis muñecas se curaron rápidamente.
Afortunadamente Bennett se fue a Miami la mañana después de mi
momento de locura, así que fui capaz de ocultar mis muñecas de él esa
única noche simplemente llevando una de sus camisas de manga larga,
y diciéndole que me sentía enferma. Siempre tenemos sexo antes de que
él salga de la ciudad, pero ya que pensó que no me sentía bien, fui
capaz de mantener las costras escondidas de él mientras sólo nos
acurrucamos juntos en la cama.

Pasé los pocos días que se fue con Declan. Él sigue acercándose a
mí, abriéndose más y contándome cómo fue para él crecer después de
que su madre había muerto. Su padre lo trataba como un pedazo de
mierda, siempre menospreciándolo, dándole una sensación de
inutilidad que ahora compensa con sus agresiones.

Me he encontrado con Cal en varias ocasiones y siempre lo he


considerado un bastardo. Pero con todo lo que Declan me ha dicho,
hace que mi estómago gire sabiendo que tengo que poner mi buena
gracia en acción mientras esté en su compañía esta noche. Llegamos a
Nueva York hace dos días, y aunque Bennett ha tenido un par de
reuniones con él, yo no he estado presente.

Esta noche, Cal nos ha invitado a su casa para la cena. Así que
mientras Bennett estaba en las reuniones de hoy, me pasé el tiempo
comprando un vestido nuevo para usar esta noche. Nada lujoso, sólo
un femenino vestido azul marino con una superposición de encaje que
he combinado con zapatos de plataforma color piel. Bennett luce como
siempre, vistiendo un traje y corbata a medida, y cuando se abre la
puerta, una mujer que no puede ser mucho mayor que yo, nos saluda.

—Bienvenidos —dice con gusto, viéndose impecable en sus


pantalones color marfil y blusa de seda purpura, el color haciéndome
temblar. Su cabello negro azabache puesto en un moño en su nuca—.
Ustedes deben ser Bennett y Nina. Gracias por acompañarnos a cenar.
Cal habla muy bien de los dos. Soy Camilla, por cierto.
Bennett sacude su mano y la saluda con un beso en la mejilla antes
de que ella extienda su mano hacia mí, la cual tomo en un educado
apretón mientras intercambiamos cortesías.

—Esta es una hermosa casa, Camilla —comento mientras entramos


en el vestíbulo.

—Gracias. Acabamos de terminar una remodelación. Durante los


últimos meses hemos estado viviendo en una obra en construcción —
dice con disgusto juguetón.

Me burlo de su burlona exasperación, y ella se vuelve hacia mí con


una sonrisa y añade—: No tienes idea de cuántas gritas de culos tuve
que ver durante el proceso.

Ambas nos reímos de sus palabras groseras mientras nos lleva a


través de la impresionante casa.

—Cal, los Vanderwal están aquí —anuncia cuando entramos a una


gran oficina de casa que parece ser también una biblioteca, pero
tropiezo inmediatamente cuando veo a Declan de pie junto a su padre
delante de la gran chimenea de leña.

—Bennett —dice Cal mientras camina hacia nosotros, pero mis ojos
se quedan fijos en Declan.

¿Qué coño hace él aquí?

Mi cuello se calienta con ansiedad, casi al instante, mientras estoy


de pie brazo con brazo con mi esposo. Los ojos de Declan son oscuros
mientras me mira con Bennett, y le doy mi mejor mirada de “¿qué
demonios estás haciendo aquí?” que puedo lograr sin llamar la atención.

—Nina —saluda Cal, sacándome de mi intercambio no verbal con su


hijo, y cuando cambio mi atención al hombre de cabello plateado,
sonrío.

—Señor McKinnon, es tan bueno verlo de nuevo. Ha pasado


demasiado tiempo.

—Suficiente de formalidades. Llámame Cal y hazle un favor a un


anciano —dice, abriendo sus brazos para un abrazo. Mientras le doy un
abrazo, miro por encima de su hombro a Declan, quien está tomando
un largo sorbo de su vaso de brandy. Cuando Cal se retira con una
sonrisa de satisfacción, mira a Bennett, diciendo—: Eres un hombre
afortunado.

—No podría estar más de acuerdo contigo —comenta Bennett—. Ella


es impresionante.

Mis ojos se mueven hacia Declan mientras mi esposo dice sus


palabras. Su rostro se endurece a medida que comienza a caminar, y en
un tono poderoso, habla con Bennett con sus ojos fijos en mí. —
Totalmente impresionante. Sin embargo, de alguna manera se casó
contigo.

Entrecierro mis ojos hacia él antes de mirar a Bennett. Sus celos, si


no consigue controlarlos, podrían volverse peligrosos en esta delicada
situación, pero Bennett lo toma como una broma varonil y responde—:
En efecto. Tal vez fue un momento de debilidad cuando ella dijo que sí a
mi propuesta, por lo que nos casamos en pocos meses. No podía
arriesgarme a perderla cuando finalmente recobrara la cordura.

Por muy incómodo que sea, tengo que mantener la faceta de su


esposa, así que me giro hacia él, riendo con falsa diversión, dándole una
muestra de la insolencia que disfruta tanto. —Por favor, ya te había
imaginado como otro hombre indefenso con la necesidad de la
influencia de una mujer antes de que siquiera dijéramos nuestros
“acepto”.

—Y sin embargo, aún te casaste conmigo. —Se ríe.

—Mujer inteligente —se jacta Cal.

—¿Y por qué es eso? —pregunto maliciosamente.

—Bueno —comienza mientras camina hacia Bennett, palmeando el


hombro de mi esposo—, la mayoría de los hombres sólo se esfuerzan
por ser la mitad de lo que él se ha convertido, y todavía fallan. Sólo
puedo admirar a un hombre que trabaja duro por todo lo que tiene. No
hay limosnas tomadas.

Noto la declaración pasiva agresiva subyacente. Está insinuando


que Declan es de los últimos. Su comentario me irrita, y la necesidad de
hablar y defender al hombre que siento, se está convirtiendo en un
amigo me punza, así que me apresuro a responder—: Si nadie tomara
esas limosnas, Cal, entonces todo sería simplemente abandonado para
morir. ¿Es eso lo que quieres ver? ¿La muerte de todo por lo que has
trabajado tan duro? O más bien, podrías enorgullecerte de la persona
que se preocupa lo suficiente como para intervenir y asegurarse que tu
sueño continúa prosperando. Parece que tienes prioridades un poco
malversadas y deberías comenzar a respetar a aquellos que no siguen
tu actitud machista de hazlo-por-ti-mismo.

La mirada en el rostro de Cal es de invaluable sorpresa por haberle


hablado tan bruscamente. Los dos nos miramos el uno al otro cuando
Bennett finalmente habla—: Cariño…

—No —espeto, interrumpiéndolo—, no defiendas su forma de


pensar. Es inmaduro.

—Tendrás que disculparla. Es una luchadora —responde él,


tratando de aligerar la tensión que yo acababa de crear.

Cuando miro a Declan, el aire de repente se siente un poco


demasiado espeso para respirar.

—Puedo apreciar el fuego —responde Cal, dándome un guiño, lo


cual me irrita.

—Camilla —digo, dirigiendo mi atención hacia ella, mientras se


encuentra estoica junto a Cal, manteniendo los labios apretados todo
este tiempo—. ¿Podrías mostrarme el tocador?

Después que me da instrucciones para llegar al baño, me disculpo


del grupo para un respiro muy necesario. Cerrando la puerta detrás de
mí, me inclino contra ella y dejo caer mi cabeza. No estoy segura de lo
que estaba pensando, haciendo de mí una tonta allá por un tipo que no
es más que una estafa para mí.

Él es más que una estafa, me dice la voz dentro de mi cabeza. Pero el


hecho es, que no importa cuánto me identifico con Declan, él es, al final
del día, una estafa en la que estoy trabajando. El hecho de que pueda
relacionarme con él en ciertos niveles no es ideal, pero tampoco cambia
la línea de fondo. Necesito arreglar mi mierda, ser la esposa amorosa
ahora mismo, y lidiar con Declan más tarde. Preferiblemente de vuelta
en Chicago.

El giro de la manija de la puerta contra mi espalda hace que me


asuste y salte lejos.
—¿Qué demonios estás haciendo? —estallo bajo mi aliento cuando
Declan entra, cerrando y bloqueando la puerta detrás de él—. ¿Por qué
estás aquí?

Él ignora completamente mis preguntas y comienza con las suyas,


preguntando—: ¿Por qué lo miras como lo haces?

—¿Qué?

Mantenemos nuestras voces en un susurro mínimo a pesar de que


ambos somos hostiles con inflexión.

—La forma en que lo miras, Nina. No jodas conmigo.

—Declan, déjame aclarar esto. Es. Mi. Esposo.

Él camina hacia adelante, atrapándome contra la pared con sus


manos, sus ojos amenazantes, mientras sisea través de su acento
escocés que se vuelve más pesado cuanto más furioso se pone—: No me
alimentes con mierda ahora. Dime, ¿cómo puedes mirarlo como lo
haces? Ese maldito cabrón te golpea.

—Porque si lo trato como a una mierda, ¿cuál diablos crees que va a


ser mi castigo? —Y en mi momento de rabia, suelto mis próximas
palabras—: Te daré una pista, lo mismo que haces cuando me castigas.

Y la espantosa mirada de remordimiento que se apodera de su rostro


hace que me arrepienta de decir eso al instante.

Por insinuar que Declan sería un hombre de naturaleza tan vil.

—Lo siento —me retracto rápidamente, suavizando mi tono—. No


quise decir e…

Él cubre mi boca con su mano, deteniendo mis palabras, y me siento


como mierda por lo que acabo de insinuar.

Nunca me ha tocado con odio. Sé que Declan se preocupa


sinceramente por mí, y yo me preocupo por él. Así que cuando la culpa
llena sus ojos, agarro su muñeca y alejo su mano, susurrando—: Eso
fue injusto. No eres nada parecido a él. Lo sé. Sólo estaba atrapada en
el momento y molesta.

—Tienes razón.
—No, Declan. Me equivoqué. Me castigas por amor. No es lo mismo.
Discúlpame por haber insinuado que lo era —le digo—. No me lastimas
como él. Con él, no es más que miedo, pero contigo... cuando estoy
contigo, es el único momento en que realmente me siento segura.

—Mi mente me está jodiendo aquí. Especialmente cuando veo la


forma en que lo miras. Cuando veo cómo él te toca. ¿Tienes alguna idea
de lo que esa mierda me hace cuando todo lo que quiero eres tú?

Tomando su rostro en mis manos, afirmo con fervor—: Te amo,


Declan. A ti. No a él. Él no es una opción para mí, tú lo eres.

—Dilo otra vez.

—Te amo —miento—. Solamente a ti.

—Esto no puede durar para siempre, ¿lo sabes? Yo a un lado


mientras me siento en casa sabiendo que estás follando a ese pedazo de
mierda.

—Lo sé. Pero ahora mismo... Declan, él está en la otra habitación.


Tenemos que volver. Podemos hablar de esto en Chicago. Él se va a
Dubái en un par de días.

Sus labios chocan con los míos, tomándome en un instante,


llenando mi boca con su lengua. Es urgente y necesitado, sus manos
sobre mis tetas, apretándolas firmemente. Agarro sus hombros cuando
presiona sus caderas en mí.

—¿Sientes eso? ¿Lo que me haces?

—Sí —digo entre respiros mientras frota su erección contra mí.

—Súbetelo —exige, y rápidamente agarro el dobladillo de mi vestido,


tirándolo hacia arriba mientras él rápidamente deshace sus pantalones.
Con sus manos firmemente en mi culo, me levanta contra la pared,
alcanzando entre nosotros, y tirando de mis bragas a un lado antes de
empujar su polla urgentemente en mi interior—. Tan mojada, nena.
Siempre lista para mí —gruñe, y la verdad de sus palabras duele
mientras me pregunto por qué mi cuerpo me traiciona como lo hace por
él.

Su abrumadora aura tiene mi mente perdiendo el foco a medida que


golpea en mí, una hermosamente brutal exhibición de su amor. Con
mis brazos apretadamente envueltos alrededor de sus hombros, me
cuelgo, enterrando mi cabeza en el hueco de su cuello mientras me folla
sin piedad contra la pared. La pequeña habitación es llenada con
nuestras trabajosas respiraciones y el olor familiar de nuestro sexo.

Esta es la exhibición de Declan, de su primitiva necesidad de


marcarme antes de enviarme de vuelta con mi esposo. Es posesivo y no
se disculpa por eso.

—Pon tus dedos en mi boca y luego tócate —me instruye y lo hago,


empujando dos de mis dedos más allá de sus labios para que pueda
mojarlos para mí antes deslizar mi mano entre nosotros y empezar a
frotar mi manojo de nervios ya resbaladizo.

—Oh, Dios —exhalo.

—Eso es. Vuélvete crema por toda mi polla.

—Declan...

—Hazlo —ordena mientras se estrella dentro de mí, golpeándome


justo cuando caigo en una realidad suspendida.

Mi coño pulsa en olas de placer alrededor de su polla mientras


pierdo mi aliento con la liberación.

—Joder, sí —gruñe cuando dispara su semen caliente dentro de mí,


reclamándome como suya. Deja caer su cabeza en mi pecho mientras
comienza a ralentizarse pero sigue bombeando pequeños empujes
dentro de mí.

Dejo que mi cabeza caiga contra la pared, y cuando me mira, su


petición es clara mientras dice—: Damelo. —Y vuelvo a meter mis dedos
en su boca para que pueda saborear mi excitación.

Cuando me baja de nuevo, aferrándose a mí mientras me estabilizo


sobre mis pies, su semen se filtra lentamente de mí, mojando mis
bragas cuando la deslizo de nuevo en su lugar. No hablamos mientras
nos apresuramos a recomponernos. Me reviso en el espejo, paso mis
dedos debajo de mis ojos, y luego los corro por mi cabello en un intento
de acomodarlo. Cuando Declan se pone sus pantalones de nuevo,
envuelve sus brazos a mi alrededor por detrás y me besa tiernamente
bajo mi oreja, moviendo sus labios a lo largo de la delicada piel,
diciéndome—: Te amo. Jodidamente mucho.

Mi corazón está corriendo, no sólo por el abrupto sexo, sino también


por el temor de saber que Bennett está en la otra habitación. Me vuelvo
en sus brazos, ligeramente sin aliento, y lo calmo lo mejor que puedo
antes de salir de aquí y volver con mi esposo.

—Yo también te amo. Si tuviera elección, me escondería contigo aquí


para siempre.

Él presiona sus labios en mi cuello, y luego abre la puerta. —


Adelántate. Dame unos minutos.

Corro mi mano por su mandíbula, tomando la sensación de su


barba y dándole una suave sonrisa antes de salir.

—Ahí estás. Estaba a punto de ir a buscarte —dice Bennett cuando


camino de regreso a donde lo había dejado.

Camino hacia donde está sentado en el sofá y tomo asiento junto a


él. —Lo siento. Sólo necesitaba un momento.

—¿Todo bien?

—Sí —digo, y luego me giro hacia Cal, que está sentado con Camilla
en el sofá adyacente—. Me disculpo por mi grosero arrebato. No sé lo
que me ocurrió.

—No hay necesidad de disculparse. Tienes una mordida picante, no


hay nada malo con eso —dice y luego asiente hacia Camilla,
añadiendo—: Deberías oír a ésta cuando consigue un fuego bajo su
culo.

—¡Calum! —grita ella, palmeando su rodilla mientras él empieza a


reír.

Bennett y yo nos unimos a la diversión de su intercambio cuando


Declan entra. Rápidamente mira en mi dirección, frunciendo el ceño
cuando ve el brazo de Bennett envuelto alrededor de mí mientras estoy
acurrucada junto a él.

—Ahí estás, hijo. ¿Dónde diablos has estado? —pregunta Cal con
molestia.
—Tuve que tomar una llamada —responde él—. Odio hacer esto,
pero voy a tener que dar por terminada la noche. Padre, fue bueno verte
—dice mientras camina para despedirse de Cal y Camilla antes de girar
en mi dirección. Bennett se pone de pie para sacudir la mano de
Declan, totalmente inconsciente de que él acaba de estar dentro de mí.
Me pongo de pie, nerviosamente, junto a Bennett, y cuando los dos
terminan de decir su rápido y formal adiós, Declan toma mi mano en la
suya, llevándola a sus labios para un casto beso.

—Nina, siempre es un placer.

—Igualmente —respondo tan casualmente como puedo, y cuando


deja caer mi mano, lo observo mientras da la vuelta para marchase.

El resto de la noche pasa fácilmente, pero no puedo evitar


preguntarme por Declan. No debería perder el tiempo preocupándome
por cómo se siente, pero no puedo evitarlo. Después de salir y volver al
hotel, saco mi teléfono y abro la aplicación de texto que él había
instalado en mi teléfono mientras Bennett se ducha.

¿Dónde estás?

Su respuesta es rápida.

Afuera.

Su mensaje me agita, pero al mismo tiempo me duele saber que lo


he molestado.

Siento mucho lo de esta noche.

Fue mi error por estar allí.

Miro fijamente la pantalla, sin estar segura de lo que debería escribir


a continuación, pero pronto vibra con otro mensaje de él.

¿Estás bien?

No. Te extraño.

También te extraño, cariño.

Cuando escucho el agua de la ducha apagarse, rápidamente tecleo


mi siguiente mensaje.
Tengo que irme. Sin embargo, te amo. Necesito que sepas eso.

Lo sé. También te amo.

Apago mi teléfono después de leer su último mensaje y lo meto de


nuevo dentro de mi bolso. Cuando Bennett viene a la cama, sus manos
están sobre mí. Y aunque acabo de estar con Declan, no se lo niego a
Bennett.

Así que mientras tenemos sexo, me adormezco para él. Actúo como
siempre, pero por dentro, cada parte de mí se apaga. El único
pensamiento que me permito flotar a través de mi cabeza es uno que me
da una oscura sensación de satisfacción, saber que este hombre que
odio tanto tiene su polla cubierta del semen de otro hombre mientras
me folla.
29
Presente
—No en mi rostro esta vez.

—¿Por qué?

—Porque Bennett volverá dentro de una semana. No puedo tener


ningún moretón sobrante que esté en mi rostro —le digo a Pike.

—De acuerdo, sí. ¿En tu espalda entonces?

Con un asentimiento, estoy nerviosamente de acuerdo.

—¿Tienes miedo? —pregunta.

—Un poco. Me dolió el rostro durante un par de días después de lo


que hicimos. Pero estoy bien —le digo—. Simplemente hazlo. —Me alejo
de Pike y me tenso, esperando el golpe, pero me saluda primero su tacto
cariñoso mientras corre sus manos tranquilamente arriba y abajo por
mis brazos. Pero la espera solamente está causando que mi ansiedad se
intensifique—. Por favor, Pike. Ahora.

Los nudillos de su puño me golpean a lo largo de mi omóplato en un


pinchazo de dolor violento que brota a lo largo de mi brazo. La fuerza
del golpe me golpea hacia adelante, y caigo de rodillas, sosteniéndome
sobre mis manos mientras me encojo contra el dolor.

Pike rápidamente instruye—: Sobre tu costado. —Me acuesto


inmediatamente cuando él golpea de nuevo.

—¡Ooow! —grito mientras golpea su pie con bota en el mismo


hombro, seguido de otro golpe insoportable, y luego otro—. ¡PIKE! —
grito en agonía total mientras arqueo mi espalda y ruedo en el piso,
jadeando a través de mis gritos sin aliento.

Pike cae a mi lado y me quita el cabello de la cara mientras me


retuerzo contra el dolor palpitante. Me recoge en su regazo y me
sostiene firmemente contra él mientras susurra en mi oído—: Sólo
respira. Cálmate y respira. —Una y otra vez, mientras me balancea en
un vaivén tranquilizante.

—Duele respirar —dejo salir. Duele hablar también, como si alguien


estuviera pisando mis pulmones.

—Háblame.

—Hay tanta presión en mi pecho y espalda.

Me recoge del suelo y me lleva en sus brazos a su cama donde me


pone sobre mi espalda.

—Toma respiraciones lentas y profundas, ¿de acuerdo? —dice, e


intento estabilizar mi respiración temblorosa con inhalaciones y
exhalaciones suaves—. Eso es. Sólo trata de relajarte.

Me acuesto aquí por un buen rato hasta que el dolor comienza a


apagarse en un dolor caliente continuo. Después de tomar unos
cuantos Tylenol, me muevo sobre mi costado, levantando mi hombro de
la cama para aliviar algo de la presión. Pike se acurruca detrás de mí y
levanta mi parte superior para desnudar mi hombro.

—Mierda —murmura.

—¿Qué?

—Esto se ve muy mal.

—Ese es el punto, ¿verdad? —gimo.

—Sí —dice—. Esto ya luce desagradable.

Suavemente planta unos cuantos besos alrededor de mi espalda


donde me duele, y luego arrastra su mano sobre mi costado y mi
estómago. Empujo su mano cuando la pasa sobre mi pecho.

—No esta noche —le digo.

—¿Qué está pasando? —pregunta. Nunca rechazo el sexo con Pike.


Siempre ha sido algo que he necesitado. Él es mi analgésico, quitando el
hielo en mí, pero por alguna razón, no siento que lo necesito esta vez.

—No lo sé —le digo honestamente—. Simplemente… estoy bien. No


sé por qué me siento así, pero lo hago.
—Ven aquí —dice mientras me ayuda gentilmente a rodar hacia él—.
¿Qué está pasando?

Veo la confusión en él, pero la siento también. Siempre he sido


transparente con Pike, así que me encojo de hombros y trato de
explicar—: No sé. Todo ha estado tan loco últimamente. Tal vez estoy
distraída, pero siento que estoy bien al no tener relaciones sexuales
contigo ahora mismo.

—¿Estás segura? Porque me preocupo por ti. Esto me preocupa.

—Estoy bien —trato de asegurarle.

—Siempre me has necesitado.

—Todavía te necesito, Pike. Siempre voy a necesitarte —le digo y


luego le doy un beso.

Ambos nos demoramos en ello por un momento antes de que él


retroceda y pregunte—: ¿Cuánto tiempo más crees?

—Él es muy firme en tenerme para sí mismo —le explico—.


Desprecia a Bennett, así que no creo que esto se extienda demasiado.
Es difícil decirlo, pero es muy intenso. Creo que si es provocado en el
momento adecuado, se rompería.

—¿Entonces crees que es capaz de matar a Bennett?

Tragando con fuerza, pienso sobre lo que sé acerca de Declan y


respondo honestamente—: Sí. —Pero el pensamiento hace que mi
estómago se retuerza, sabiendo que estoy a punto de arruinar la vida de
este hombre atrayéndolo a convertirse en un asesino. Pike y yo siempre
estuvimos de acuerdo desde el principio en que nos aseguraríamos de
que la culpa estuviera en otra parte. Es la única manera de asegurarnos
de que permanezcamos seguros y podamos pasar a nuestra nueva vida
de riqueza y satisfacción. Con Bennett solo, esto era tan fácil, pero
ahora tener a Declan involucrado ha hecho un poco difícil para mí
mantener mi enfoque.

Ha pasado media hora desde que Declan subió a la cubierta de la


azotea. Cuando llegué aquí y me estaba ayudando a quitarme el abrigo,
me encogí de dolor. Había exigido ver mi espalda y cuando le mostré los
moretones negros y púrpuras que cubren la mayor parte de mi espalda,
perdió su mierda. Nunca lo había visto tan furioso. Luego se disculpó y
dijo que necesitaba un poco de espacio para calmarse. Tomó su abrigo y
subió a su cubierta privada y ha estado allí desde entonces, dejándome
aquí en su sofá esperando por él. Pero las temperaturas están muy
bajas, y estoy preocupada.

Me adelanto y agarro mi abrigo antes de subir las escaleras hacia la


puerta que conduce al exterior. Lo veo por la ventana, sentado en una
de las sillas de mimbre. Tiene el rostro oculto en sus manos, apoyando
sus codos sobre las rodillas mientras la nieve cae sobre él.

Me siento como una mierda.

¿Qué demonios me pasa?

Pon tu mierda junta; tienes un trabajo que hacer.

Mi conciencia culpable no disminuye. Me importa Declan, y no


quiero hacerle daño, pero tengo que hacerlo.

Tengo que hacerle sentir esto para llevarlo a matar a Bennett.


Simplemente no estaba preparada para sentirme así. Cuando noto sus
manos temblorosas, abro la puerta y me acerco a él. No se mueve
cuando me arrodillo delante de él, apoyando mis manos sobre sus
rodillas.

—Declan. — Mi voz es suave mientras le hablo—. Está helando aquí


fuera. Vas a enfermarte.

Él levanta su cabeza y mueve sus manos a mi rostro. —Ya estoy


enfermo. Ver lo que te hizo fue todo lo que tomó.

—No dejes que arruine nuestro tiempo juntos —le digo y luego me
levanto, tomando sus manos en las mías—. Ven conmigo.

Volvemos y bajamos a su dormitorio. Declan no habla mientras


entra en su armario para despojarse de su ropa fría y húmeda y vuelve
a mí con nada más que pantalones largos de pijama. Se acuesta en la
cama, deslizándose bajo las sábanas.

—Quítate la ropa y ven a mí —dice.


Me paro delante de él mientras me observa desnudarme. La
expresión en su rostro es difícil de leer cuando dejo caer mi ropa al
suelo. Cuando saco mis bragas, tiro de las sábanas y me meto a su
lado.

Nos abrazamos estrechamente, su cuerpo helado contra mi piel


caliente.

—Te sientes tan bien —murmura en mi cabello mientras sus hábiles


manos vagan por mi cuerpo desnudo.

La necesidad de consolarlo es fuerte, así que me envuelvo a su


alrededor para calentarlo. Cuando me mueve encima de él, pongo mi
pecho contra el suyo, piel contra piel, y está inmediatamente duro. Sin
pensar, nuestros cuerpos empiezan a moverse lentamente juntos, y
levanto mi cabeza para besarlo. Quiero quitarle el dolor. El dolor que
infligí. Sus suaves labios se pliegan contra los míos en ligeros besos
rozando, besos sensuales, tomando nuestro tiempo para simplemente
sentirnos el uno al otro.

Levanta mi cabeza con sus manos y bajo la mirada hacia la


honestidad de sus ojos verdes. No dice nada, ni siquiera lo necesita,
puedo oírlo claramente en la soledad del silencio entre nosotros. Él
realmente me ama. Asiento con mi cabeza, diciéndole que sé sus
pensamientos, que estoy aquí con él.

La forma en que me está tocando ahora y con la quietud de la


habitación, sería tan fácil para mí escapar, pero no quiero. Quiero estar
aquí. Estar en el momento… con él. Me permito ir a la deriva a un lugar
en el que nunca he estado. Perdida en Declan mientras se sienta y
suavemente pellizca el capullo de mi pezón, endureciéndolo hasta un
pico antes de pasar al siguiente para mostrar la misma atención
amorosa. Me saborea y me gusta.

—Eres tan hermosa —susurra sobre mis pechos.

Apretando en puños su cabello en mis manos, lo sostengo cerca de


mí mientras levanta sus caderas y desplaza sus pantalones hacia abajo,
y yo ni siquiera quiero esperar. Me levanto de rodillas mientras él se
sostiene debajo de mí y desciendo sobre el calor de su polla dura como
roca. Nuestros gemidos se mezclan mientras me llena completamente,
sus brazos envueltos alrededor de mi cintura, abrazándome, su mejilla
en mi pecho.

Ninguno de los dos se mueve por un momento mientras nos


abrazamos, y cuando eventualmente afloja sus brazos, se reclina y me
mira. —Quiero ver mientras me tomas.

Declan, deja el control y me lo entrega. Así que con sus palabras, me


levanto lentamente a lo largo de su polla, y cuando siento la cresta de la
punta deslizándose, me tomo mi tiempo y caigo de nuevo sobre él,
succionándolo dentro de mi calor. Es como si mi cuerpo lo anhelara
naturalmente, necesitándolo. Pongo mis manos sobre su pecho y
continúo trabajando su longitud mientras él me observa. Pasa sus
manos por mis muslos y sobre mi estómago hasta mis tetas,
manejándome suavemente, acariciándome.

Muevo mis manos a sus muñecas y me aferro a ellas mientras mis


ojos se cierran. Nunca he sentido esto con ningún otro hombre. Pero no
es sólo ahora en este momento, es cada vez que estoy con él. Siempre
tiene una manera de mantenerme conectada a él, nunca permitiendo
que mi mente se mueva, nunca permitiendo que mi cuerpo se
entumezca. Solía luchar con él por eso. ¿Pero ahora? Ahora ni siquiera
lo intento.

Declan comienza a mover sus caderas debajo de mí, nuestros


cuerpos tan en sincronía. Hay una presión en mi pecho, un dolor
extraño dentro de mí, y comienza a hincharse. Mis emociones estallan
en confusión. Preguntas llenan mi cabeza; cada una de ellas golpeando
las partes más suaves de mí, las partes que sólo ahora me doy cuenta
que existen dentro de mí.

¿Por qué esto no se siente sucio?

¿Por qué no estoy tratando de escapar?

¿Por qué le dejo ver lo débil en mí?

¿Por qué me duele?

¿Por qué estoy repentinamente dudando de todo lo que pensaba que


sabía?

¿Por qué no puedo respirar?


Y cuando mis ojos se abren, siento todo lo que nunca pensé que
fuera digno de mí.

Lo amo.

Un duro golpe para mi corazón y siento que me estoy asfixiando.

Realmente lo amo.

Lo veo, una estrella fugaz arriba, explotando en un millón de trozos


de polvo de diamante.

Brillantes motas gotendo sobre mí, y cuando bajo la mira, las veo
aterrizar en el pecho de oro de Declan. Una salpicadura de cristales,
cada uno sosteniendo su propio prisma de chispas mientras
resplandecen contra su piel, y entonces él levanta su mano hasta mi
mejilla. Todavía sujetando sus muñecas, limpia mi mejilla húmeda.

—Bebé —susurra, pero no hablo. El dolor en mi pecho es demasiado


restrictivo. No paramos de movernos mientras mis lágrimas siguen
cayendo a su pecho. Y cuando llega a ser demasiado, la comprensión de
que me estoy enamorando de la única persona de la que debería haber
estado desconectada, ahogo un doloroso sollozo.

Declan rápidamente me tira hacia él y me rompo, llorando en su


cuello mientras me abraza contra él. Esto nunca se ha sentido bien,
exponer esta vulnerabilidad que siempre se ha escondido dentro de mí,
pero hasta Declan, nunca me sentí lo suficientemente segura como para
exponerlo. Siempre he estado a salvo con él. ¿Cómo pude haber sido tan
ciega para no ver lo que ha estado sucediendo entre nosotros?

Todavía está dentro de mí, pero ya no estamos moviéndonos


mientras él me acaricia. Sus manos se deslizan suavemente por mi
espalda, sus dedos me peinan a través de mi cabello, mientras me
encuentro completamente dominada por emociones que nunca había
sentido antes. Una conexión profunda con alguien que debería haber
mantenido a distancia, pero de alguna manera, encontró su camino
dentro de mí.

—Habla conmigo —dice, y levanto levemente mi cabeza para mirarlo


cuando digo las palabras que he dicho tantas veces, pero esta vez,
realmente las quiero decir.
—Te amo, Declan.

—Lo sé, querida.

Dejando caer mí frente contra la suya, paso mi mano a lo largo de su


rastrojo, necesitando los pinchazos calmantes contra mi mano. —
Quiero decir... realmente te amo.

Mi confesión hace que su corazón se acelere. Puedo sentirlo


golpeando contra mi pecho. Me besa lenta y profundamente,
saboreándome, antes de que se retire para hablar. —Esto es lo que he
estado esperando.

—¿Qué?

Deslizando su mano entre nuestros cuerpos, él la presiona contra mi


pecho, sobre mi corazón que late rápidamente.

—Esto.

—Lo tienes. Ha sido tuyo.

—Realmente no lo he sentido hasta ahora —dice, y luego muevo mi


mano entre nosotros y la descanso sobre su corazón también. Golpea
en mi palma mientras me dice—: Todo lo que quiero es a ti. Haré lo que
sea necesario, pero necesito que sepas que estás completamente a salvo
conmigo. Nunca te haré daño; solo quiero amarte.

Conociendo la red de mentiras que he creado, sé que esto nunca


saldrá a culminación con él de la manera que quiero. He creado una
situación sin esperanza en un lugar en el que nunca esperé encontrar
esperanza. Pero lo hice, y descansa dentro de este hombre, un hombre
por el que he dejado caer mi corazón. La realidad es demasiado,
sabiendo que todo con lo cual saldré de esto es todo lo que alguna vez
he tenido… el sufrimiento de la mano cruel de la vida.

Y sin embargo no quiero luchar más, porque siento lo mismo que él.

Me pone sobre mi espalda y se empuja profundamente dentro de mí,


siendo gentil para no lastimar mi espalda magullada.

—Dime que sientes eso —dice mientras me mira y yo asiento. Él tira


hacia atrás, deslizando su polla gruesa fuera de mí antes de empujar
dentro de mí aún más profundo—. Dime que sientes cuánto te amo.
—Lo siento.

Él continúa follándome con una poderosa y lenta fuerza, cada


penetración va más y más profunda. Me agarro a sus brazos por apoyo,
sus músculos se flexionan mientras su cuerpo se tensa con cada golpe
intenso de nuestra carne desnuda mientras mi cuerpo empieza a trepar
con el suyo.

Cuando el calor se agita a través de mí, empiezo a estremecerme


debajo de él. Deja caer su cabeza contra la mía, su polla crece aún más,
engrosándose dentro de mí, empujando contra mis paredes cuando
empiezan a contraerse alrededor de su eje, y me vengo duro.

—Oh, mierda —gruñe, perdiendo el control de sí mismo mientras


palpita dentro de mí.

Mis gemidos crecen más fuertes con cada pulso de pura euforia que
brota a través de mí. Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas,
sujetando mi coño a su alrededor, ordeñando su polla, ansiando cada
gota de su esperma que me llena. Nunca me he sentido tan amada, pero
me consumo en este momento mientras renuncio a todo lo que soy y se
lo entrego a Declan. Necesito que extienda su aroma salvaje sobre mi
mientras me toma como suya para hacer lo que quiera, porque quiero
ser una parte de él.

Fija sus ojos en mí, y sé que puede ver el hambre en mí cuando


comienza a follarme aún más fuerte, negándose a parar a pesar que
acaba de venirse. Sus pupilas están dilatadas en negro, ardiendo con
necesidad posesiva cuando sisea—: Tú eres mía.

—Sí.

Empuje. Empuje.

—Soy tu dueño.

Empuje.

—Completamente —exhalo con sumisión.

Empuje.

—Mi propiedad.
Empuje.

—Sí —gruño con éxtasis mientras me vengo de nuevo, subiendo en


espiral dentro de chillidos de placer sensual. Él es una bestia encima de
mí, y cuando abre mis piernas ampliamente, presionando mis rodillas
en el colchón, golpea sus caderas abajo, enterrando su polla dentro de
mí hasta la raíz. Con un gemido carnal, siento que una corriente
caliente de líquido fluye dentro de mí y se derrama entre nuestros
cuerpos conectados.

—Declan —suelto con una débil respiración, sorprendida mientras


me llena de su orina, reclamándome y marcándome como suya de la
manera más animal.

Él suelta mis rodillas y rápidamente desliza sus brazos por mi


espalda, sosteniéndome cerca antes de rodar a nuestros costados. Mi
respiración se tambalea mientras nos miramos el uno al otro. Tal vez
debería estar disgustada por lo que acaba de hacer, teniendo en cuenta
las cosas que Carl solía hacerme, pero no lo estoy. Estoy a salvo, lo
suficientemente segura como para entregarme completamente a él y
saber que se ocupará de mí, nunca me hará daño. Lo amo, y siento esta
intrínseca necesidad de estar tan íntimamente cerca de él como pueda.

—Me perteneces —dice eventualmente mientras nuestros cuerpos se


tranquilizan, todavía conectados, y se bañan en su olor.

—Sí.

Pasa sus dedos a través de mi cabello, preguntando—: ¿Tu espalda?


¿Te lastimé?

Sacudo mi cabeza ligeramente, respondiendo—: Me estabilizas. Todo


lo que quieres de mí es exactamente lo que quiero darte. Ni siquiera
tienes que tomarlo. Sólo tenlo porque es tuyo. —Le doy mis palabras
sinceras y miro mientras las digiere. Su rostro se suaviza pacíficamente,
y cuando lo hace, tomo sus labios en el beso más amoroso que he dado.

Sin egoísmo.

Sin expectativas.

Sin matices maliciosos.


Le doy la parte más pura de mi corazón que tengo y la ofrezco de la
manera más honesta que puedo a pesar de todo el mal que me rodea.
En este momento de tiempo que tengo con él, quiero amarlo y darle las
mejores partes de mí que pueda encontrar. Quiero sentir esto: la parte
de la vida que es buena, la parte de la vida que nunca pensé que
sentiría. Quiero darle todo lo que estoy sintiendo ahora mismo a Declan
porque de alguna manera, de alguna manera mágica, hace que la vida
se sienta como si valiera la pena vivirla.
30
Presente
Una rica e intoxicante fragancia llena mis sentidos cuando me
despierto. Rodando sobre la cama de Declan, estoy sola, al lado de
decenas de flores de loto blancas que se extienden sobre la cama y yo.

Contener mi risa sería una hazaña, así que ni siquiera me molesto.


La embriagadora mezcla de fruta, lluvia y tierra flota por la habitación
mientras admiro la belleza de las delicadas flores: la flor favorita de
Declan.

Girando mi cabeza, veo un pedazo de papel doblado colocado sobre


la mesita de noche. Me estiro y me siento, desdoblando el papel para
leer su nota manuscrita.

Nina,

Trate de bañarte en algo que fuera tan puro y hermoso como


tú, pero me quedé corto.

La flor de loto fue lo mejor que pude encontrar pero ni siquiera


se acerca a la perfección que veo cada vez que te miro. Sé que dije
que pasaríamos el día juntos, pero tengo que ir a la oficina por un
momento. Llámame cuando despiertes. Ya echo de menos tu dulce
voz.

Nadie posiblemente podría amarte más.

-D

El teléfono ya está sonando para el momento que termino de leer


mientras espero a que conteste.

—Buenos días —dice él.

—¿Cuándo hiciste esto?

—Secretos cariño —bromea, y ahora puedo imaginar su sonrisa,


líneas arrugando las esquinas de sus ojos.
—Guarda tus secretos entonces, siempre y cuando yo continúe
beneficiándome —bromeo en respuesta.

—Te adoro.

—¿Cuándo vuelves a casa? —pregunto y su gruñido respondiendo


me hace reír—. ¿Qué es todo eso?

—Jodidamente me hace endurecer que llames mi lugar casa.

—Eres malo —me rio.

—No tienes idea.

—Creo que la tengo.

—No —dice y luego hace una pausa antes de continuar—, no creo


que puedas saber cuán profundo corres a través de mí.

Han pasado casi dos semanas desde que finalmente me permití


reconocer que amo a Declan. He pasado cada momento que puedo con
él, e incluso con Bennett en la foto, hemos conectado de una manera
que no creo que dos personas podrían hacerlo.

—Termina tu trabajo y regresa a casa, quiero que me muestres lo


profundo que puedes correr a través de mí.

—Cristo. No estás ayudando a mi polla diciendo mierda como esa.


Voy a estar caminando con bolas semi azules por el resto del día.

Me rio, diciéndole—: Bien. Motivación para que te des prisa y


regreses aquí.

—Te llamaré cuando me marche. Te quiero esperándome desnuda y


sobre tus rodillas. Te dejaré escoger el cinturón porque voy a hacer lo
que quiera contigo —exige en voz baja, causando un delicioso dolor
entre mis piernas.

—Quiero el que estás usando así, cada vez que lo mires hoy,
pensarás en mi desnuda y de rodillas —le digo, coqueteando con una
leve risa.

—Niña mala.

—Te amo.
—Te amo —dice él antes de colgar.

Me recuesto en las sábanas, mirando las flores y temiendo el día de


mañana cuando Bennett regresa y yo tenga que ir a mi otro hogar. Me
encanta estar aquí con Declan. Por primera vez, me siento feliz.

Verdaderamente feliz.

La verdad, estoy confundida.

Realmente confundida.

Feliz y confundida.

Odio lo que he hecho aquí con Declan, mintiendo y manipulando.


Quiero ser honesta con él acerca de quién soy. Quiero que me conozca,
a Elizabeth, no a Nina. Pero no hay forma de hacerlo. He puesto el
balón en movimiento, y no estoy segura de cómo detenerlo. No creo que
pueda, pero quiero hacerlo. Solo quiero congelar el tiempo, lanzar un
hechizo y desaparecer el pasado así puedo empezar todo de nuevo con
Declan. Darle a la verdadera yo. Pero me jodí a mí misma. La vida me
ha jodido, siempre lo ha hecho. Y ahora debo abandonar la única cosa
con la que quiero ser codiciosa, porque lo que más quiero es
simplemente más tiempo con él.

Recojo una de las flores blancas conocidas por su nacimiento en


aguas fangosas solo para crecer y florecer en una propagación
impecable de belleza. Deseo por un momento que esta flor pueda
parecerse a mí. Que tal vez yo pudiera ser una de las afortunadas para
realmente tener un nuevo comienzo. Nunca me he sentido tan limpia
como lo hago con Declan. Ni siquiera Pike pude limpiarme como Declan
lo hace. Pero la realidad es que mi nuevo comienzo todavía estará lleno
de putrefacción. Destruyendo la vida de dos hombres, uno inocente y
otro que merece la destrucción, para vivir una vida de retribución. Solo
que esa retribución quedará para siempre contaminada por el recuerdo
de lo que sin duda esto hará a Declan.

Cepillo los suaves pétalos a lo largo de mis labios, cierro mis ojos, y
me imagino a mi papá. Mi pureza. Mi salvación. Mi príncipe. Me
pregunto si mi padre me envió a Declan. Si este es su regalo para mí. Lo
bueno después de todo lo malo.
Declan salía asustarme. Solía recordarme a Carl con su naturaleza
contundente, sus cinturones de cuero, y su afinidad por atarme. Pero
cuando empecé a ver más allá de eso al centro de quien es, me recuerda
a mi papá. Porque ahora puedo mirar a Declan y ver que él también es
mi pureza, mi salvación, mi príncipe. Incluso hasta los pliegues en las
esquinas de sus ojos cuando sonríe y el rastrojo a lo largo de su rostro.
Mi papá solía cantarme y ahora tengo a Declan que tararea suavemente
en mi oído cuando estoy asustada o triste. Las formas en que me calma
me recuerdan a las cosas que mi padre solía hacer.

Trato de no pensar en tener que volver a compartir una cama con


Bennett. Todo esto con Declan, y el saber que realmente nunca podré
tenerlo, es otra razón más para odiar a Bennett aún más.

Necesitando moverme y distraerme. Recojo todas las flores y las llevo


a la cocina.

Agarrando una pila de tazones blancos del gabinete, los llenos con
agua y coloco las flores en ellos para flotar sin rumbo y esparcir los
tazones por todo el ático.

Su esencia envuelve cada habitación para el momento en que he


tomado una ducha, me he arreglado y vestido para el día. Decido seguir
adelante y llamo a Bennett ya que son después de las cinco en punto
allá y él debería estar regresando a su hotel con Baldwin. Nuestra
llamada es lo típico, y después de hablar durante casi una hora,
colgamos.

Las cosas van a ser complicadas por un tiempo porque Bennett me


informa que su agenda está a punto de liberar sus viajes, lo que
significa que va a estar en casa de una manera más estable. La idea de
tener que dejar la cama de Declan para pasar las noches con Bennett es
deprimente. No sabía que necesitaba tanto el consuelo como lo hago, y
Declan me lo da perfectamente y de una manera que Pike nunca podría
llenar completamente para mí.

No queriendo pensar en tener que irme mañana, me ocupo y decido


sorprender a Declan intentando cocinar para él. Voy a la oficina y
comienzo a navegar por internet por una receta fácil. Su olor está
encerrado dentro de su silla de cuero, y no puedo luchar contra la
tristeza que encuentra mi corazón mientras me siento en su escritorio,
en su oficina, rodeada de todo Declan. Encuentro un platillo de pasta
que parece como algo que puedo manejar y rápidamente lo imprimo, así
puedo salir de aquí porque necesito desesperadamente un poco de aire
fresco.

Empaco y me dirijo al supermercado. Necesito la ayuda de uno de


los trabajadores para encontrar algunos de los ingredientes, compruebo
mi lista y cuando todo lo que necesito está en mi cesta, hago mis
compras y salgo.

—Sorprendido de verte en este lado de la cuidad. —Oigo una voz


familiar, y cuando cierro el maletero, soy recibida por la maliciosa
sonrisa de Richard. Mi corazón salta, y ser atrapada con la guardia baja
enciende fuego en mi cuello. Gracias a Dios por el invierno y las
bufandas que ocultan.

Rápidamente me repongo, entrando en mi bien diestro acto,


diciendo—: Richard. Podría decir lo mismo de ti. ¿Qué te trae a River
North, o mejor aún, una tienda de comestibles de todos los lugares? —
Volteándole la pregunta.

—La oficina de mi abogado está aquí. Tenía una reunión de la que


acabo de salir y necesitaba recoger una fórmula para el bebé.

—¿No se supone que deberías estar en Dubái con Bennett?

—Tuvimos que regresar antes —corta antes de volver a su pregunta


original—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—He estado encerrada durante varios días y necesitaba un paseo,


así que pensé en pasar unas horas vagando por algunas de las galerías
—le digo, calculado que era una mentira bastante buena teniendo en
cuenta que River North es conocido por su variada gama de galerías de
arte.

—Y sin embargo aquí estas, comprando comestibles —cuchichea—.


¿Finalmente averiguando lo que significa ser un ama de casa?

Dios, es un cretino mujeriego.

—Como si alguna de mis cosas fueran asunto tuyo, pero como


pareces tan preocupado por mis ingresos en deberes de esposa, sí,
pensé en probar cocinando, ya que estoy cansada de las comidas
congeladas de Clara.
—Hmmm —remarca, mirándome suspicazmente.

Su mirada dudosa me cabrea, y cuando me muevo para caminar a


su alrededor y abrir la puerta del auto, le pregunto—: ¿Hay algo más
acerca de lo que te gustaría cuestionarme?

—Jacqueline dijo que se detuvo en tu edificio un par de veces desde


que Bennett se fue. Dijo que no has estado mucho.

—Dile a Jacqueline que tengo una vida y cosas que hacer, y si ella
desea programar tiempo juntas, entonces mejor que me llame o me
envíe un mensaje en lugar de hacer visitas sorpresa solo para encontrar
que tengo otras obligaciones que me llaman fuera de casa —espeto,
tratando de cubrir mi falta de presencia en mi lado de la cuidad.

Él asiente con una mirada de rencor antes de comentar—: Me


aseguraré de transmitir tu amistoso mensaje.

—Hazlo, Richard.

Entrando al auto y cerrando la puerta, mi corazón palpita con


ansiedad, preguntándome qué coño está haciendo Richard en este lado
de la cuidad, porque ya sé que compartimos el mismo abogado, y él no
se ubica en River North.

Conduzco de regreso al ático de Declan, todo el tiempo mirando en el


espejo retrovisor para asegurarme que Richard no me ha seguido.
Cuando estoy segura que nadie está observando, giro en el
estacionamiento y estaciono en uno de los lugares asignados a Declan.
Apagando el auto, inclino mi cabeza hacia atrás, molesta conmigo
misma por ser tan descuidada. Pero eso rápidamente se transforma en
molestia debido a que tengo que estar muy a la defensiva. Que he
creado mentiras tan elaboradas que no pueden simplemente ser
desvanecidas. Estoy demasiado profundo para cualquier posibilidad de
eso.

Pienso en Pike y todo lo que sacrificó por mí. Todo a lo que ha


renunciado durante los últimos años mientras trabajo esta estafa. Y
mientras me siento aquí y empiezo a dudar de lo que estamos haciendo,
la culpa de lo que eso haría a Pike sale a la superficie. De todos modos,
no puedo salir de esto fácilmente. Estoy casada. Si me alejo,
desaparezco, Bennett vendría a buscarme. Me ama demasiado y lo
devastaría perderme. Pero no es Bennett lo que me importa, es Declan.
Y cómo puedo encontrar mi camino fuera de esto sin revelarle todo mi
perverso engaño. Nadie podría ignorar o perdonarme por lo que ya he
hecho. La única opción que veo ahora es seguir haciendo lo que estoy
haciendo y apreciar cada segundo que tengo con él antes que Pike y yo
huyamos.

Le doy a la salsa una rápida removida después que Declan llama


para decirme que está en camino. Hasta ahora, he conseguido no
encender la alarma de humo en mi búsqueda de cocinar la cena. Me
acerco a la cabina de vinos y selecciono uno blanco para acompañar la
cena y lo coloco en el enfriador.

Cuando Declan llega un rato más tarde, me rio por la expresión de


sorpresa en su rostro cuando entra en el ático y me ve en la cocina.

—¿Qué estás tramando? —pregunta inquisitivamente.

—¿Qué parece?

—Bueno, deberías estar desnuda y de rodillas, pero en su lugar,


estás cocinando. Espero que hayas alertado al departamento de
bomberos para que esté de guardia. —Se ríe entre dientes mientras
rodea la barra, acercándose para darme un abrazo.

Le golpeo el brazo, diciendo—: Te haré saber que todavía no he


quemado nada.

—¿Eso es cierto? —se burla mientras me agarra la muñeca y me jala


con fuerza contra su pecho, dándome una sexy sonrisa.

—Sí. Es cierto.

Su boca al instante encuentra mi cuello, lamiendo su camino hasta


mi oreja donde suavemente mordisquea el lóbulo, provocando una
oleada de piel de gallina a lo largo de mis brazos. Me estremezco en su
agarre, y él gruñe con orgullo por la respuesta de mi cuerpo hacia él.
Arrojo mis brazos alrededor de sus amplios hombros cuando alcanza
detrás de mis muslos y me levanta, poniéndome sobre el mostrador.
Con mis piernas envueltas a su alrededor, siento su polla endurecerse
contra mí mientras permanece de pie entre mis piernas.
—Solo sé que, la próxima vez que diga que te quiero de rodillas, es
mejor que te pongas de rodillas. No te voy a castigar por tu
desobediencia, porque me encanta que cocinaras para mí —dice
después de besarme profundamente.

—¿Si?

Comienza a reírse contra mis labios antes de decir—: Claramente mi


polla lo aprueba y está ansiosa por agradecerte. —Lo que me hace
estallar en risas junto a él.

—Eres un idiota.

—Un idiota, ¿eh?

—Sí.

—Nadie me ha llamado así desde que estaba en quinto grado —


bromea, y rio cuando le respondo—: Bueno, tal vez no en tu cara.

Entierra su cabeza en mi cuello, mordiéndome y gruñendo ante mi


comentario sarcástico, pero eso solo me enciende. Con mis tobillos
cruzados detrás de él, insto sus caderas hacia mí, necesitando la
fricción contra mi calor.

—Necesitada —comenta.

—No tienes idea.

Se inclina, apagando los interruptores de la estufa, y luego sube la


falda de mi vestido. Inclinándose entre mis piernas, lo escucho inhalar
profundamente por la nariz, oliéndome.

—Joder, me encanta la forma en que hueles cuando tu cuerpo se


prepara para mí —dice antes de arrancarme violentamente las bragas
de encima, la tela de encaje se desmenuza mientras cuelga de mi
muslo.

Mis manos toman puñados del cabello de Declan mientras se


arrodilla ante mí, extendiendo más mis piernas. Lo miro mientras él me
mira.
—Eres tan jodidamente hermosa —dice mientras sus ojos miran a
los míos. Luego toma sus dedos y los hunde entre los labios de mí ya
húmedo coño, añadiendo—: Esto…

—Mmmm.

—Esto es tan jodidamente hermoso —dice antes de meter un dedo


dentro de mí.

Mis manos se aprietan alrededor de los mechones de su cabello


mientras suelto un embriagador gemido. Mantiene su mirada en la mía
mientras lentamente me folla con su dedo, mirándome fijamente con
furioso calor.

—¿Te gusta tenerme dentro?

—Sí —respondo.

—Esto es mío.

Gimo en aprobación cuando toma su pulgar y comienza a presionar


suaves círculos sobre mi hinchado clítoris. Luego dobla su dedo para
alcanzar el punto más sensible dentro de mí, haciendo que mi cuerpo
pierda el control mientras enciende el cable vivo que está ardiendo
dentro de mí. Pero es cuando su cálida boca me cubre que me deshago,
permitiéndole poseerme de la forma que quiera.

Con la almohadilla plana de su lengua, masajea mi clítoris en


tiernas caricias antes de desnudar sus dientes y con su afilado borde,
me agarra y muerde.

—Joder —siseo mientras mi cuerpo se sacude de dolor, pero me


agarra las caderas y me mantiene en su boca con un fuerte agarre.
Rápidamente reemplaza sus dientes con su lengua otra vez, calmando
el castigo, borrando las líneas entre placer y dolor.

La dulzura que sigue a la tortura me hace anhelar más el amoroso


abuso, y él lo sabe cuándo se aleja, exhortando—: Dime lo que quieres.

—Dámelo.

—Dime qué quieres.

—Sabes lo que quiero.


—Dilo —ordena.

—Muérdeme.

—Pídemelo —dice—. Ruega por ello.

Empujando mis caderas hacia su rostro, casi lloriqueo por el deseo


que empuja a través de mis venas. —Por favor, Declan. Muérdeme, y
luego quita el dolor. Quiero sentirlo.

Con un bajo gemido, él está satisfecho con mi petición, aprobando—:


Buena chica. —Antes de desabrochar sus pantalones para liberar su
masiva, sólida y dura erección.

—Tu chica —exhalo mientras me toma de nuevo en su boca.

No puedo mantener mis ojos fuera de él, viéndolo masturbarse


mientras me folla felizmente con su lengua.
31
Presente
Bennett ha estado en casa por un par de semanas, haciendo que sea
difícil para mí ver a Declan. Tengo que encontrar excusas al azar para
escapar e ir con él. Así que miento, diciéndole que la revista Chicago
quiere otra pieza de mí y que me he estado reuniendo con mi editor en
un café y la oficina para discutir temas del artículo, o que estoy
pasando el día en el spa, o yendo de compras.

Lo que sea que pueda inventar, se lo digo. Declan y yo pasamos la


mayor parte del tiempo en su yate. Cuando estoy con él, nada más
existe, estoy feliz y contenta. Sé que he cometido un gran error y cuanto
más tiempo paso con él dejando mi corazón desprotegido, más profundo
me estoy enamorando. Pero no puedo evitarlo. Él es intenso,
abrumador, adictivo y completamente consumidor. Cuando no estoy
con él, quiero estarlo. Estos días, apenas puedo pasar una hora sin
querer hablar con él.

Así es lo mucho que lo anhelo.

He estado posponiendo ver a Pike por estas mismas razones. Tengo


miedo de decirle la verdad sobre lo que está pasando entre Declan y yo,
así que por primera vez, voy a tener que mentirle. Ha pasado casi un
mes desde la última vez que lo vi, así que mientras Bennett está en el
trabajo, y Declan está en reuniones todo el día para discutir la
adquisición de un pedazo de tierra en Londres para la nueva
construcción, me arriesgo y conduzco hasta Justice para tantear el
terreno con Pike. Normalmente espero hasta que Bennett esté fuera de
la ciudad, pero dadas las circunstancias, siento que necesito
reportarme.

El lugar huele a sus cigarrillos de clavo, un aroma tan familiar para


mí, uno en el que encuentro comodidad. Pero el olor que me trae la
mayor comodidad ahora es uno de dulce y terrosa lluvia, el olor de las
flores de loto.
—Cuatro semanas, Elizabeth —dice la voz monótona de Pike
mientras se sienta en el sofá. Su irritación no viene como una sorpresa
cuando camino y me siento junto a él.

—Lo siento. Bennett ha estado en casa. No está viajando tanto ahora


—intento explicar, pero no parece estar de humor para escuchar mis
excusas.

—Sólo dime lo que está pasando.

—Pike.

—Dime que estás progresando con ese tipo.

—Su nombre es Declan, y lo estoy intentando. Es sólo que está


tomando un poco más de tiempo de lo que esperaba —le digo,
mintiendo porque la única razón por la que se está retrasando más es
porque quiero más tiempo con él.

Él me mira, harto, preguntando—: ¿Qué diablos significa eso? La


última vez que te vi, dijiste que estaba metido profundo y no parecías
tener mucha duda sobre esto tomando un montón de tiempo.

—No lo sé —le digo—. Creo que sólo estaba invadida por la emoción,
pero no siento como si él estuviera listo todavía.

—¿Cómo reaccionó a los últimos moretones que te di?

—Estaba enojado. Acabé quedándome con él todo el tiempo que


Bennett estuvo ausente.

Él asiente, apagando su cigarrillo. —Entonces, ¿qué crees que va a


tomar?

—No estoy segura.

—¿Cuánto tiempo se ha ido Bennett esta vez? —pregunta.

—Él no se ha ido. Todavía está aquí en la ciudad. Es solo que ha


pasado un tiempo desde que te vi.

—Así que me necesitabas para cuidar de ti —dice, envolviendo su


brazo alrededor de mi hombro, asumiendo que vine por sexo. Pero ya no
necesito eso de él. Y tan mal como suena, considerando que estoy
casada, la idea de tener sexo con Pike me haría sentir como si estuviera
siéndole infiel a Declan. Es una idea jodida, pero la sensación está allí
de todos modos.

—No. Sólo quería reportarme. No quería que te preocuparas —le digo


y veo mientras entrecierra sus ojos.

—¿Qué coño está pasando? ¿Qué no me estás diciendo? —espeta.

—Nada.

—Por casi dieciséis años siempre me has necesitado para el sexo, y


ahora, de repente, ya no.

—Nadie dijo que ya no te necesito, Pike.

—No me necesitaste la última vez que estuviste aquí, y ahora hoy —


dice sospechosamente mientras aparta su brazo de mí. No hablo
cuando él se levanta y da unos pasos al otro lado de la habitación antes
de volver a enfrentarme—. Dices que crees que Declan necesita más
tiempo, que no está listo. Pero ahora me tienes preguntándome si eres
tú la que no está lista.

Me levanto, a la defensiva al instante. —¿No crees que estoy lista


para ver a Bennett muerto? ¿Para ver a ese cabrón enterrado a seis pies
bajo tierra en el lugar donde pertenece?

—No estoy hablando de Bennett. No dudo que quieras esas cosas.


Estoy hablando de Declan.

Intento cubrir mi nerviosismo con irritación cuando cruzo mis


brazos y gruño mis palabras—: Deja de provocarme y sólo di lo que
quieres decir.

Él toma un momento, mirándome fijamente como si estuviera


tratando de leerme, y luego pregunta en un tono condescendiente—: No
amas al tipo, ¿verdad?

—¿Qué? ¡No! —exclamo, pero sé que no lo compra cuando ladea su


cabeza.

—Entonces dime por qué no me necesitas.

—Pike. No.
—Sólo te estás engañando a ti misma, ¿lo sabes? —dice—. No
olvides que no eres más que una mentira para él.

Pero no necesito que Pike me diga lo que ya sé.

—Detente.

Pero no lo hace. Él sólo sigue hablando, diciendo—: Así que cuando


él dice que te ama, no lo dice en serio. Sólo está enamorado de este
personaje ficticio que has creado, Nina.

—Pike, hablo en serio —grito, perdiendo la paciencia—. ¡Corta la


mierda!

—Tú y yo sabemos que si realmente te conociera, no estaría


diciéndote esas palabras.

—¡Jódete!

—¡No! ¡Jódete tú! —grita con odio—. Teníamos un puto plan aquí. ¡Y
aquí estás, enamorándote del maldito engaño!

Sus palabras me apuñalan, lanzando la verdad que quiero negar en


mi cara. Deseando que sus palabras no fueran más que mentiras, pero
no lo son, y eso me cabrea, así que le grito en respuesta—: ¡Yo no soy
como tú! Tengo grietas, y no siempre puedo apagar mis sentimientos
como tú lo haces, establecido por la vida que te dieron. ¡No olvides que
me dieron esta vida también!

Se estremece cuando digo mis palabras, y estoy sorprendida por el


tono más suave de su voz cuando responde—: ¿Así que eso es lo que
realmente piensas? ¿Que no siento? ¿Que no lamento la pérdida de la
vida que debí haber tenido? ¿Que no me pregunto sobre ello o la
pérdida de los padres que nunca conocí? —Él da un lento paso hacia
mí, su mandíbula flexionándose, endureciendo su voz mientras
continúa—: Tú tenías un padre que conocías. Lo tenías todo. Yo nunca
tuve una maldita cosa. Pero es por eso que la gente como tú y yo
luchamos, porque nos da algo por lo que vivir cuando no nos queda
nada. Pensé que compartíamos eso.

La mirada en su rostro y el dolor en su voz me cortan


profundamente. Amo a Pike. Siempre lo he hecho, y verlo herido, por mi
culpa, no es algo fácil de atestiguar.
Me acerco a él, diciéndole—: Compartimos eso.

Él acuna mis mejillas en sus manos, asegurándome—: Podemos


hacer esto. Tú y yo podemos hacer esto juntos. No lo dejes ir porque un
tipo te hace sentir algo. La verdadera pregunta que necesitas hacer es:
¿qué le hace sentir Elizabeth?

Él tiene razón. Declan dice que me ama, pero lo que él ama no es


real. No completamente de todos modos. Le permito ver las verdaderas
emociones en mí, pero él cree que soy Nina, la chica de Kansas. Si
conociera a Elizabeth, no hay manera de que él pudiera sentir lo mismo
por mí. No puedo negar lo que siento por él, pero Pike tiene razón,
realmente no tengo la confirmación de lo que siente por mí, la verdadera
yo.

No puedo hablar mientras estoy de pie allí y empapada de sus


palabras, pero pronto rompe el silencio, suplicando suavemente—: No
me dejes solo en esto.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura, queriendo consolarlo.


Pike raramente se expone así para mí, así que cuando lo hace, es difícil
para mí lidiar con ello. Pike es mi roca. Mi espina dorsal cuando me
siento débil.

Nos quedamos de pie aquí y nos sostenemos el uno al otro cuando le


digo—: Nunca te dejaré, Pike.

—Cuando te digo que te amo, lo digo en serio. Te amo a ti, Elizabeth


—dice—. Eso es algo que nunca tendrás que cuestionar.

Y le creo, pero Pike siempre me ha amado de una manera que no


comparto. Su amor siempre ha bordeado un nivel íntimo, mientras que
yo lo amo como a un hermano. Pero cuando creces como nosotros, en
un mundo donde no hay blanco y negro, es difícil distinguir claramente
el gris, y el bien y el mal ya no existen. Nunca le he preguntado sobre
sus sentimientos hacia mí, él lo deja en claro, y nunca he corregido su
asunción de mis sentimientos. Pero los sentimientos que sé que él
quiere de mí no son para él; son para un hombre que cree que soy real,
pero no lo soy. No soy más que su paraíso venenoso.
En el momento en que veo a Declan, todas las palabras de Pike de
antes desaparecen. Miro a Declan mientras prepara mi taza de té en la
cocina de su barco, y después que agrega un pequeño chorro de leche,
se gira para darme la taza.

—He estado queriendo preguntarte algo —dice mientras me lleva a


su camarote. Me arrastro sobre su cama, doblando mis piernas delante
de mí y acunando la taza caliente, y cuando él se extiende, apoyando su
espalda contra la cabecera, se estira, diciendo—: Dame tu mano.

Le ofrezco una de mis manos y él la voltea, arrastrando un dedo


sobre mi muñeca. —Estas —susurra, refiriéndose a las tenues líneas
blancas que marcan el interior de mi muñeca. Apenas son visibles
ahora, así que estoy un poco sorprendida de que las haya notado. Ni
siquiera Bennett lo ha hecho.

Declan lleva mi muñeca a sus labios y los presiona contra los


pequeños recordatorios de estar atada y encerrada de niña. El toque es
suave, una dulzura que me derrite. —¿Cuéntame cómo conseguiste
estos? —pregunta, y quiero decirle. Por alguna razón, quiero que él
conozca la fealdad en mí. En cambio, lo evito porque no quiero mentirle
si no tengo que hacerlo.

Sacudo lentamente mi cabeza, haciéndole saber que no quiero


decírselo, así que en vez de eso pregunta—: ¿Te dolió conseguirlas?

No respondo de inmediato mientras miro sus ojos, ojos que


muestran su preocupación por mí, su amor y su naturaleza cariñosa
que me ha hecho conocer.

—Sí —respondo eventualmente, y besa las cicatrices de nuevo.

—¿Puedo hablarte de algo?

—¿Sobre qué? —pregunto antes de tomar un sorbo de mi té caliente.

—Quiero que dejes a Bennett —declara con naturalidad.

—Declan, te lo dije, no puedo.

—Tengo una finca en Escocia —revela—, en el campo de Edimburgo.


Ven conmigo. Podemos desaparecer.

—Él me encontrará.
—Voy a contratar seguridad para observar sus movimientos.
Sabremos si compra un boleto de avión. Sabremos todo lo que hace. No
dejaré que se acerque a ti.

Lo lejos que este hombre está dispuesto a ir por mí es tentador.


Bennett podría tratar de encontrarme, pero nunca me lastimaría como
le he dejado creer a Declan. Inmediatamente empiezo a pensar en cómo
sería huir con él. Dejar todo atrás y empezar una nueva vida con
Declan, lejos de mi pasado. Él nunca necesitaría conocerlo porque no
habría nada que amenazara la verdad de revelarse a sí misma. Pero
luego pienso en Pike. No puedo desaparecer de él. Es mi familia. Es una
bonita fantasía, pero no es realista.

—No puedo simplemente desaparecer —le digo.

Toma mi taza y la pone en la mesita de noche antes de tomar mis


dos manos en la suyas. —¿Por qué no?

—Porque... —Sacudo mi cabeza, fingiendo una reacción abrumada


ante su oferta—. Quiero decir, me estás pidiendo que deje atrás todo lo
que conozco. Para alejarme y nunca mirar atrás.

—¿Qué es por lo que quisieras mirar hacia atrás?

—No... no lo sé.

—Podríamos tener una vida —dice en voz baja.

—Pero... ¿qué hay de tu trabajo?

—Soy dueño del hotel; no lo dirijo. Esto era simplemente una base
para mí mientras estaba en construcción. Pronto, si el trato se
concluye, voy a estar trabajando en la propiedad de Londres.

Vacilo, dejando caer mi cabeza con un suspiro derrotado. —No lo sé.

—Me amas, ¿verdad?

Levantando mis ojos para encontrar los suyos, asiento,


respondiendo—: Completamente.

—Mira, sé lo que estoy pidiéndote. Y entiendo que tengas miedo,


pero sé lo que quiero, y eso es una vida contigo. Voy a hacer lo que sea
necesario para conseguir eso. —Mueve sus manos a mis caderas y me
tira sobre él, mis piernas montadas a cada uno de sus lados mientras
me mira—. Nunca pensé que podría amar a alguien como te amo a ti,
pero es doloroso, saber que no puedo mantenerte a salvo cuando no
estás conmigo. Me siento como un pedazo de mierda inútil cuando te
envío a casa con ese bastardo.

—No eres inútil —le digo mientras paso mis manos por su cabello—.
Pero lo que estás pidiendo es mucho para mí.

—Lo sé.

—Quiero lo que quieres, pero todo viene con un precio.

—Haré lo que sea para tenerte. Voy a arriesgarlo todo.

Sus palabras deberían hacerme feliz, pero en su lugar, duelen.


Podría mentirle ahora mismo, decirle que Bennett me violó o cualquier
otra mierda, y sé que Declan perdería su temperamento y mataría al
hijo de puta ahora mismo, pero no lo hago. No quiero perderlo aunque
sé que lo haré. Es inevitable, pero me siento como una niña pequeña,
aferrada a lo que me hace feliz, desesperada por no perderlo.

Mis pensamientos rastrillan mi corazón, pinchando lágrimas que


empiezan a acumularse en mis ojos.

—Nena, no llores.

La presión dentro de mi pecho causa un dolor en todo mi cuerpo.


Estoy sufriendo la pérdida de lo que está sentado delante de mí, y me
atraviesa, permitiendo que la miseria sangre. Las lágrimas caen
mientras Declan observa en silencio. Él me rodea con sus brazos
mientras mi cuerpo se acude con gritos sin aliento.

—Dime qué estás sintiendo —insta, y cuando abro mi boca para


hablar, las palabras caen sin esfuerzo de mis labios.

—Odio esto. Odio cada momento que no estoy contigo. Eres todo lo
que quiero, y odio la vida por no ser justa con nosotros. Y tengo miedo.
Tengo miedo de todo, pero en su mayoría tengo miedo de perderte. Eres
lo único bueno que alguna vez ha llegado a mí. De alguna manera, en
este mundo jodido, tienes una forma de hacer desaparecer todo lo feo.

—No me vas a perder —afirma con una voz firme.


—Entonces, ¿por qué se siente como si se estuviera deslizando lejos?
—Lloro.

—No es así. Te lo prometo, no es así. Solamente estás asustada, pero


ahora me tienes a mí. Me llevaré todo ese miedo, cada pedazo de él que
lleves alrededor. Me lo llevaré. Te daré todo lo que mereces de esta vida.
Haré lo que pueda para compensarte por todo tu sufrimiento.

Dejo que sus palabras empapen las partes más oscuras de mí, las
partes que ya no creen en la esperanza, pero de alguna manera, sus
palabras despiertan lo que alguna vez estuvo perdido. Si alejarse de
Bennett, dejar el plan atrás y perdonar su vida, significaría una vida
con Declan, lo haría. Pero estoy tan desgarrada sobre dónde dejaría eso
a Pike. Me siento como si estuviera en una situación sin ganancia. No
importa lo que haga, alguien saldrá lastimado.

Quiero ser egoísta. Quiero mantener a Declan como mío. Quiero el


cuento de hadas, pero una vez más, tengo que enfrentar el hecho de
que esos son reservados solamente para los libros. A veces, para
algunas personas, no hay tal cosa como un felices-para-siempre.

A través de las lágrimas, lo beso, necesitando la cercanía. Como una


herida, necesito que Declan la bese y seque mis lágrimas. No me
detengo mientras nuestros labios se enredan en un turbulento deseo de
curación, un deseo que ambos estamos buscando en este mismo
momento. Me voltea sobre mi espalda, sujetando mis muñecas sobre mi
cabeza con sus fuertes manos. Arrodillando mis piernas separadas, él
saca su lengua de mi boca el tiempo suficiente para que yo le dé mis
obedientes palabras de sumisión.

—Tómame, Declan. Como sea que desees, puedes tenerme. Sólo te


necesito dentro de mí ahora mismo.

Y con eso, me gira sobre mi estómago, ata mis brazos dolorosamente


tras mi espalda, y con mi culo en el aire, me folla en una rabia de fuego.
Es tosco y está en control, tirando de mi cabello, abofeteando mi trasero
y muslos, y entonces, como en todas las veces anteriores, sostiene mis
manos firmemente en las suyas mientras mi cuerpo llega al máximo y
estalla en un violento orgasmo que sólo él ha sido capaz de hacer por
mí. Pero no se detiene allí. Después que me desata, me rueda sobre mi
espalda, enchancha mis piernas sobre sus hombros, y se da un
banquete con mi coño con lenta y cariñosa facilidad, tomándose su
tiempo mientras trabaja mi cuerpo a la perfección hasta que me vengo
para él otra vez. Y cuando termino, él se sienta de rodillas y se
masturba, chorreando su semen por todo mi pecho, cubriéndome con
su aroma.

Cuando mi corazón se asienta, me canso mientras me acuesto con


seguridad en el fuerte abrazo de Declan. El calor de su pecho y sus
brazos alrededor de mi cuerpo me calman, y libero un soñoliento
tarareo mientras comienzo a ir a la deriva. Luego Declan se mueve
sobre su costado, ajustándonos para que estemos acostados frente a
frente.

—Estoy tan cansada —murmuro mientras Declan acaricia


perezosamente sus dedos de arriba abajo por mi columna, calmándome
y llevándome a un estado de tranquilidad.

—Dime lo que sueñas —pregunta, mirándome mientras nos


acostamos juntos.

—¿Por qué quieres saber lo que sueño?

—Porque eres hermosa cuando duermes. Es la única vez que te ves


verdaderamente tranquila.

Libero un suave tarareo cuando él insta—: Dime.

—Carnegie. —La verdad se me escapa antes de siquiera pensar en


ello.

—¿Qué?

Tomo un segundo, y luego decido darle este pedazo del mí yo real,


revelando—: Es una oruga que vive en un bosque mágico. Bueno, en
realidad, es un príncipe, pero su padre hizo que el hechicero del reino lo
convirtiera en una oruga.

—¿Y por qué? —pregunta, peinando un mechón de mi cabello detrás


de mi hombro.

—Porque el rey estaba molesto ya que su hijo se escapaba de la


cama por la noche para robar el jugo de la cocina.

—¿Ah sí? —pregunta con burla, pero cuando no le doy ningún


atisbo de sonrisa a cambio, la deja caer mientras escanea mi rostro.
—Yo también soy una oruga; Carnegie es mi amigo. —Duele sacar
las palabras cuando empiezo a luchar contra la cuchilla de dolor que
está atravesando mi corazón, exponiendo la sangre a través de mis ojos.

—¿Por qué estás llorando? —pregunta cuando observa las lágrimas


salir.

—Porque son una mentira.

—¿Qué cosa?

—Los sueños. No son más que mentiras tratando hacerme creer que
la vida podría ser realmente así.

—Suena más como un cuento de hadas que una mentira.

—Los cuentos de hadas no son más que palabras elaboradas para


una mentira utilizada para engañar a los niños pequeños —le digo—.
Una falsa percepción de la realidad utilizada para darles esperanza en
un mundo sin esperanza.

La mirada en sus ojos me hace cerrar los míos para no tener que ver
la tristeza que siente por mí. La realidad es un jodido viaje cuesta arriba
en el que me he adormecido, pero mi papá, nunca he sido capaz de
controlar la emoción cuando se trata de él. Siempre ha sido mi único
punto blando; hasta ahora, hasta Declan.

—¿Desearías ser una oruga? —pregunta mientras siento el calor de


su pulgar arrastrándose a través de mis pómulos, recogiendo mis
lágrimas.

—Sí.

Los brazos de Declan me envuelven, y me acurruco contra él cuando


susurra—: Entonces ve a dormir, cariño. —Antes de besar la parte
superior de mi cabeza y meterla bajo su barbilla—. Ve a ser una oruga.
32
Presente
Otras tres semanas han pasado desde que vi a Pike. Bennett ha
estado en casa casi la mayor parte del tiempo, y siempre que puedo
encontrar tiempo para escapar, estoy con Declan. He estado dando
vueltas a darle una respuesta definitiva sobre ir a Escocia con él, pero
está empezando a irritarse con mi evitación.

El frío amargo del nevado invierno finalmente ha dejado de subir,


aunque la ciudad nunca parece lograr estar sobre los diez grados
centígrados, incluso en un buen día. Una ráfaga de viento pasa, casi
soplando la puerta de mi mano mientras la abro y me dirijo hacia el
edificio donde está la oficina de la Dra. Leemont.

He sufrido de períodos terriblemente dolorosos por alrededor de diez


años; ellos son lo que me han llevado a buscar ayuda médica, lo que
resultó en mi diagnóstico de endometriosis. Hace unos seis meses,
decidí intentar terapia hormonal nuevamente para ayudar con el dolor,
pero tuve que dejarlo después de unos pocos meses por las
complicaciones con efectos secundarios. Desde diciembre, el dolor ha
sido mucho más tolerable, pero los últimos días no han sido más que
dolores como cortadas con navaja, haciéndome acurrucarme en cama,
prácticamente incapaz de moverme.

Bennett ha sido un desastre preocupado, saliendo del trabajo para


quedarse en casa, haciendo todo lo posible por consolarme. Lo más
pronto que pude ir a ver al médico fue esta mañana, lo que realmente le
molesto porque él tenía que ir a Miami por negocios. Se suponía que iba
a salir hace días, pero se negó a dejar mi lado y rechazó todas las
reuniones, pero no pudo retrasar más el viaje y terminó saliendo tarde
anoche.

Después de registrarme, dejando una muestra de orina con la


enfermera, y dando sangre para el laboratorio, me despojo de mi ropa,
cubriéndome con la bata proporcionada, y espero en la mesa de examen
del médico. Tan pronto como le conté a Bennett sobre mi diagnóstico,
encontró a la doctora Leemont, asegurándose de que era la mejor
ginecóloga del estado. Hace más de tres años que la veo, y cuando
finalmente entra y veo su familiar sonrisa, libero un suspiro pesado,
esperando que ella pueda hacer algo por este dolor.

—Nina, es bueno verte, aunque he oído que estás tratando con algo
de malestar —dice mientras camina por la sala de examen con su
libreta de notas electrónico y se sienta en un taburete junto a la mesa.

—Sí —respondo—. Durante los últimos días.

Mientras ve su libreta de notas, ella dice—: Bien, entonces veo que


han pasado unos cuatro meses desde que saliste de las hormonas,
¿verdad?

—Sí. Hacia finales de noviembre, si recuerdo bien.

—Eso es lo que estoy notando aquí en tu gráfico —señala y luego me


mira, preguntando—: ¿Has experimentado algún otro dolor o calambres
desde que dejaste las píldoras?

—Un poco, pero ha sido mínimo. Nada que unos analgésicos no


puedan solucionar.

—¿Y recuerdas tu último ciclo menstrual?

—Umm, bueno, habría sido justo antes de comenzar con las


hormonas. Así que… en agosto o septiembre —le digo.

—Lo que probablemente estás experimentando es la última de las


hormonas dejando tu sistema —comienza a decir cuando entra una
enfermera.

—Tengo los resultados de laboratorio de la señora Vanderwal.

Ambas salen de la habitación, cuando la doctora Leemont regresa,


sosteniendo los papeles, ella camina a su escritorio y se recarga contra
este. Desliza sus ojos de los papeles a mí, diciendo en voz baja—: Estás
embarazada.

El desinfle de mis pulmones me vuelve fría de incredulidad. —¿Qué


dijiste?

—Según las muestras de orina y sangre, estás embarazada.


Incredulidad, eso es todo lo que se me ocurre ahora ya que no puedo
generar ningún otro pensamiento o sentimiento. Me siento aquí y miro a
la doctora por un momento cuando el miedo y la confusión comienzan a
filtrarse.

—¿Cómo? —pregunto mientras cada golpe de mi corazón emite


ráfagas de ansiedad a través de mi sangre—. Quiero decir, tiene que
haber un error porque no puedo tener hijos. No puedo quedar
embarazada. —Mi voz es casi irreconocible mientras las palabras salen
de mí en un titubeo tembloroso.

La doctora Leemont me da un pañuelo de papel, y entonces me doy


cuenta que estoy llorando. Ella se sienta en el taburete y se acerca a mi
lado, colocando su mano en mi rodilla. —No puedo imaginar la sorpresa
que debes estar sintiendo en este momento —dice mientras la miro,
totalmente confundida, sacudiendo mi cabeza—. A veces estás cosas
tienen una manera de suceder. ¿Es raro y típicamente inaudito sin
tener que someterse a una cirugía para extirpar las lesiones? Sí.

—Pero ni siquiera he tenido mi período.

—Bueno, la primera ovulación que debiste haber tenido


probablemente terminó siendo en la que te embarazaste, lo que resultó
en el período perdido y la ausencia de uno desde entonces —explica ella
y luego la comprensión de que he estado teniendo relaciones sexuales
con tres hombres diferentes me envía a un pánico completo mientras
me entumezco completamente y me congelo por dentro.

¡Santa mierda! ¿En qué me he metido?

—Quiero ser sincera contigo, sin embargo —dice, su voz sigue


siendo tranquila y calmante, una contradicción perfecta del caos que
atraviesa todo mi ser en este momento—. Debido a las lesiones en tu
útero, la probabilidad de llevar a este bebé a término podría ser menor.
Este será un embarazo de alto riesgo por eso.

Otra oleada de confusión me golpea cuando sus palabras desatan


una oleada de tristeza en mí.

¿Qué demonios es lo que me pasa? Esto debería hacerme feliz,


¿verdad? No puedo tener un bebé, así que si mi cuerpo naturalmente lo
expulsa, entonces el problema está resuelto. Entonces, ¿por qué la idea
de que eso suceda me pone triste?

Cuando no respondo, ella me pregunta—: ¿Necesitas un momento?

—¿Un momento?

Ella me da un asentimiento, diciendo—: Sí. Me gustaría avanzar y


hacerte un ultrasonido para ver de cuánto tiempo estás y tomar
algunas medidas del bebé.

—Bebé —susurro, repitiendo la extraña palabra.

—Pero si necesitas un momento…

—No. Estoy bien —digo, interrumpiéndola.

—Está bien entonces. Le pediré a mi enfermera que llame al técnico


del ultrasonido. Ella tiene una estación móvil, así no tienes que cambiar
de habitación.

La doctora Leemont ajusta la mesa, permitiéndome recostarme


mientras esperamos. Mi corazón late fuerte contra mi pecho y el sonido
es todo lo que puedo escuchar mientras intento ordenar todo esto en mi
cabeza. No puedo agarrarme ni a un solo pensamiento coherente
mientras todos ellos caen uno contra el otro en una colisión maníaca,
aparte de la única pieza que permanece intacta y clara como el día:
estoy embarazada.

La puerta se abre y una joven técnica rueda la máquina grande. Se


presenta a sí misma, pero me quedo callada mientras la veo montar
todo mientras ella y la doctora Leemont repasan mis resultados de
laboratorios.

Una vez que está preparada y yo me acuesto, abre la parte delantera


de mi bata y echa una cálida gota de gel en mi estómago. Presionando
la varita hacia abajo, me dice—: Ya que no sabemos cuánto tiempo
tienes de embarazo, me gustaría ver si podemos tener una buena visión
del bebé externamente. Normalmente hacemos un examen interno, pero
me gustaría probar esto primero.

—Está bien. —Respiro mientras mantengo mis ojos pegados a la


pantalla del monitor.
Ella comienza a hacer clic en su teclado mientras presiona la varita
firmemente en mi parte inferior del abdomen, casi dolorosamente, pero
luego ella dice—: Allá vamos. —Y mi corazón se detiene—. ¿Ves eso? —
pregunta mientras señala el maní blanco en la pantalla, y tan pronto
como hace el menor ajuste a la varita, congela la pantalla.

—Oh Dios mío.

—Déjame tomarte un par de medidas para ver cuánto llevas —dice,


pero santa mierda, puedo ver claramente una cabeza y un vientre. No
un pequeño parpadeo que sueles escuchar que no se parece a nada.
Claramente veo a un bebé: la cabeza, barriga, y cuatro protuberancias
minúsculos para sus brazos y piernas. Ni siquiera necesita diseccionar
la imagen para mí porque es inconfundible. Nunca la realidad me ha
golpeado tanto con una verdad que es innegable.

—Nueve semanas, cinco días —dice ella, y luego me mira con una
sonrisa antes que se gire para mirar su calendario de concepción en el
monitor—. Bebé de Año Nuevo, parece.

No puedo hablar. Todo lo que puedo pensar ahora mismo es


Bennett, Declan y Pike. No he tenido relaciones sexuales con Pike en
más de un mes, pero hace nueve semanas, tuve relaciones sexuales con
los tres. Dios, soy un ser humano enfermo, llevando a un bebé que
podría pertenecer a cualquiera de ellos.

—Estoy anotando octubre diez como la fecha de parto —me dice, y


luego presiona un botón y un fuerte woosh woosh woosh viene a través
de los altavoces a un ritmo rápido.

—¿Qué es eso?

—Los latidos de tu bebé.

—Oh, Dios mío —susurro de nuevo. ¿Un latido? Es muy real. Tan
vivo. Escuchar el latido rápido dentro de mí es casi demasiado mientras
me acuesto aquí, tratando de no perderlo por completo.

—Bien y fuerte —dice antes de apagar el sonido y cuando


desaparece, cierro mis ojos y repito el sonido calmante en mi cabeza.
¿Cómo está sucediendo esto?
Cuando ella termina, me siento y me cubro con la bata mientras ella
me imprime algunas fotos y me las tiende, diciendo feliz—:
Felicitaciones.

Pero sabiendo mi situación, y sabiendo lo que la doctora Leemont


dijo acerca de ser de alto riesgo, no hay nada por lo que felicitarme. Me
da las fotos, y tanto ella como la doctora salen de la habitación para
poder vestirme, pero no lo hago. Simplemente me siento aquí y miro
una de las fotos, una foto que muestra una vista desde arriba: cabeza,
vientre y cuatro protuberancias. Una extraña risa se desliza a través de
mis lágrimas cuando comparo al bebé con un malvavisco.

Mi mano va a mi vientre. Ni siquiera lo creería si no lo hubiera visto


con mis propios ojos.

Un bebé. Mi bebé.

Nunca pensé que quería uno. Nunca pensé que era incluso una
posibilidad. Pero ahora que tengo uno, no sé cómo me siento porque
siento mucho. Estoy asustada y avergonzada, pero debajo de eso, siento
una abrumadora sensación de protección por él. Nunca he tenido algo
que fuera exclusivamente mío, y al saber cuán jodido es este mundo,
me consuela el hecho de que este bebé está a salvo dentro de mí.

Después de haberme vestido y programado mi próxima cita, salgo.


Tan pronto como el aire frío me golpea, tengo miedo de reanudar mi
vida, reanudar las mentiras.

Un bebé.

¿Qué significa esto para mí? ¿Incluso sobrevivirá para ver un


momento de este mundo? ¿Eso quiero?

Las preguntas se multiplican mientras estoy aquí en la acera, la


gente moviéndose, los taxis tocando sus bocinas, la vida. El viento
golpea y empiezo a llorar, exponiéndome a estos extraños a mi
alrededor, pero nadie se detiene para notarlo. La turbulencia es una
nube oscura que encuentra su hogar sobre mí en este momento.

Dejo mi auto y camino. No sé a dónde voy, pero tengo que moverme.


El tiempo pasa mientras recorro las calles, todo el tiempo, llorando. ¿Le
digo a Bennett? ¿Es esto algo que puedo esconder de él? Si lo supiera,
él asumiría que es suyo. ¿Y si lo es? Dios, no puedo tenerlo a él en mi
vida. ¿Pero podría matarlo? ¿El padre de nuestro bebé?

Sí. Podría. Tendría que, porque la idea de tener que compartir esto
con él me pone enferma de mi estómago. La idea de tener que mirar su
rostro, la idea de darle un bebé, darle felicidad y alegría, todo es
asqueroso.

Necesito desesperadamente a alguien que me ayude. Que venga y


me abrace, que me diga que todo va a estar bien. Alguien que cuide de
mí, me tome la mano y quite toda mi angustia. Estoy harta de sentirme
siempre tan sola.

Salgo de la acera y empiezo a cruzar la calle cuando oigo un claxon


tocando. Me asombro y sacudo mi cabeza para ver a través de mi visión
borrosa, un auto, dirigiéndose directamente hacia mí, y me congelo.

—¡NINA! —grita la voz de un hombre en pánico.

Cierro mis ojos, más lágrimas caen por mis mejillas cuando algo se
estrella contra mí. Ya no estoy de pie, estoy siendo llevada, y cuando
finalmente toco el suelo, sé que estoy a salvo por el olor.

Declan.

—¿Estás bien? —me pregunta mientras abro mis ojos para mirarlo y
luego a mi alrededor. Estoy en el vestíbulo de su hotel.

—¿Qué pasó? —susurro mientras miro por las puertas de cristal


para ver la calle, llena con autos.

—Estaba en mi oficina cuando te vi caminando. Salí a buscarte


cuando saliste en el tráfico. ¿Qué diablos estabas pensando?

—Yo no... —Mi voz tiembla y luego, como una muñeca de porcelana
que cae a su muerte, me deshago. Cayendo en sus brazos, los sollozos
comienzan a rasgarme.

Rápidamente me saca de mis pies, acunándome en sus brazos,


mientras él me apresura a salir del vestíbulo y entrar en el ascensor. No
dice nada mientras lloro contra él con mis brazos pegados a su cuello.
Me sostiene como una niña y me consuela de una manera que
solamente él puede hacer, susurrando—: Shhh, nena. Te tengo. —
Suavemente en mi oído.

El ascensor se abre y me lleva a la habitación de su suite y me


coloca en el sofá mientras se agacha frente a mí. Cuando dejo caer mi
cabeza en mis manos, él las retira, y no puedo evitar que las lágrimas
caigan mientras lo miro. Su rostro está cubierto de preocupación y sé
que no hay manera que pueda esconder esto de él porque lo necesito
tanto ahora mismo. Es el que quiero que me tranquilice. Es el único que
quiero… siempre. Así que cuando pregunta—: Nena, ¿qué pasa? Me
estás asustando. —No dudo un solo momento cuando le digo—: Estoy
embarazada.

Observo como su rostro cae en una expresión dolorosa que rompe


mi corazón. Sus ojos se cierran y su frente se arruga en agonía cuando
suplica—: Por favor, dime que no es de él. —La grieta en su voz coincide
con la de mi corazón, y le doy lo que sé que quiere, lo que quiero, lo que
deseo, el cuento de hadas que nunca será, diciendo—: No es suyo.

Sus ojos se abren y lágrimas caen. —¿Cómo lo sabes?

—Porque acababa de empezar a dormir contigo y me había alejado


de Bennett ese mes. Él estaba fuera de la ciudad seguido, así que no
cuestionó que lo evitara. —Mis palabras, mentiras completas.

—¿Pero pensé que no podías quedar embarazada?

—Lo sé —grito—. Esto nunca debió suceder. No debería haber


sucedido, pero lo hizo, y estoy tan asustada.

—No llores —dice él mientras se mueve para sentarse a mi lado en el


sofá y me jala en sus brazos—. ¿Cuándo lo descubriste?

—Justo ahora. Acabo de salir del consultorio del doctor. Por eso
estaba caminando. Solo necesitaba caminar.

—Me has asustado hasta la mierda. Ese auto casi te golpeó.

—Lo siento.

—Necesito que hables conmigo. Explícame cómo sucedió esto.


Me inclino hacia atrás, alejándome de su agarre y suelto un fuerte
suspiro antes de decirle—: He tenido un montón de dolor los últimos
días, así que fui a ver a mi doctora. Yo había estado probando una
terapia hormonal para ayudar con el dolor, pero tuve que parar. La
doctora me dijo que el dolor está apareciendo porque toma un tiempo
para que las hormonas abandonen el sistema.

—¿Por qué no me dijiste que tenías dolores? —pregunta.

—Porque te preocupas fácilmente, y sabía que probablemente no era


más que con lo que siempre he lidiado.

—Me preocupo porque te amo. Quiero saber qué está pasando


contigo. No quiero que me ocultes nada —dice, frente a mí y tomando
mis manos en las suyas, descansándolas en su regazo—. ¿Y qué dijo la
doctora?

—Nada. Ella echó un vistazo a los resultados de mis exámenes de


laboratorios y fue entonces cuando me dijo que estaba embarazada. —
Mi voz vacila en esa última palabra cuando empiezo a llorar de nuevo.

Declan toma mi rostro en sus manos y me asegura—: Va a estar


bien. Sé que tienes miedo ahora, pero no voy a ir a ninguna parte.

—Sin embargo, ella me dijo que el bebé probablemente no lo lograría


durante el embarazo.

—¿Por qué?

—Porque tengo demasiadas lesiones. Dijo que me vigilarían de cerca.


Tengo otra cita en dos semanas.

—Iré contigo.

—No puedes, Declan —le digo—. Bennett es quien me encontró a


esta doctora. Ella sabe que es mi marido.

Él rechina sus dientes, haciendo que su mandíbula se flexione antes


de sisear sus palabras—: Ese es mi jodido bebé, ¿verdad?

—Sí.

—¿Le has dicho que estás embarazada?


—No —respondo, y luego dejo caer mi cabeza, admitiendo—: Tengo
miedo, Declan. Tengo miedo de que él sepa. —Levanto la vista, tratando
de contener la nueva serie de lágrimas que amenazan cuando digo—:
No puedo decírselo. Él no puede saber.

—Va a averiguarlo, pero no le vas a decir sin mí a tu lado —dice, y la


realidad de esta situación está empezando a golpearme de verdad—. Sé
que tienes miedo, pero vas a tener que dejarlo.

—Declan...

—Lo vas a dejar —exige.

—Solo dame un poco de tiempo.

—Maldita sea, Nina. Todo lo que he estado haciendo es darte tiempo.

—Lo sé. Lo siento, pero no es tan fácil. Lo dejaré; lo haré —digo,


tratando de convencerlo, pero ya no puedo distinguir entre la verdad y
la mentira. No sé qué coño estoy haciendo. Solo estoy entrando en
pánico en este punto cuando todo lo que realmente quiero hacer es huir
con Declan. Ir a Escocia con él, tener un bebé, y dejar esta pesadilla de
vida atrás.

—No quiero que te toque más, ¿me entiendes? Tienes a mi bebé


dentro de ti ahora. Ese maldito no va a tocarte —espeta con gravedad
en su voz y ni siquiera me estremezco cuando estoy de acuerdo—.
¿Todavía no se ha marchado?

—A última hora de anoche —le digo—. Se ha ido por el resto de esta


semana.

Él asiente con su cabeza, y dejo mi cuerpo caer en el suyo, apoyando


la parte superior de mi cabeza en su pecho. Sus manos rodean la parte
posterior de mi cuello y mi cabello mientras murmuro—: Tengo miedo,
Declan.

—Lo sé, cariño. Sin embargo, voy a cuidar de ti —dice, y cuando me


retiro y levanto mi cabeza, él coloca su mano en mi estómago plano,
agregando—: Voy a cuidar de los dos.

Sus palabras me hacen sonreír. Corro mi mano sobre la suya, y


quiero creer con todo lo que tengo que este bebé es suyo.
—Escuché los latidos de su corazón —murmuro y su voz apenas es
un susurro audible cuando pregunta—: ¿Lo hiciste?

—Sí. Es rápido —le digo—. También me dieron una foto.

Me estiro por mi cartera y saco la foto del malvavisco y se la entrego


a Declan. Él mira fijamente hacia abajo, y veo sus ojos brillar con
lágrimas. No trata de ocultar sus emociones mientras se pierde en la
imagen.

—No pensé que se vería tan real, con brazos y piernas —se ahoga
alrededor de sus lágrimas.

—Estoy casi de diez semanas, así que nos perdimos la etapa del
bebé que parece una gota —digo mientras suelto una risa triste.

—¿Diez semanas?

—Tengo fecha para Octubre —le digo, y finalmente levanta la vista


de la foto. Sus mejillas están húmedas, y me muevo a mis rodillas,
acunando mis manos a lo largo de su mandíbula, y de la misma manera
amorosa que hace conmigo, suavemente lamo sus lágrimas.
33
Presente
Hoy es el último día que tengo con Declan antes de que tenga que
irme. Bennett regresa esta noche y he sido un desastre toda la mañana.
Estoy asustada y nerviosa que Bennett sepa que estoy embarazada, que
de alguna manera será capaz de saberlo. Pero también estoy triste,
porque durante estos últimos días desde que le dije a Declan, me he
permitido creer que este bebé es suyo y que vamos a hacer que esto
funcione. Pero es una mentira. No sé lo que voy a hacer, pero sea lo que
sea, quiero hacerlo con Declan. Ni siquiera quiero imaginarme volviendo
a una vida donde él no exista para mí.

Nunca he encontrado a nadie como él. Su intensidad es enteramente


consumidora, y cuando no estoy con él, todo lo que puedo pensar son
maneras en las que puedo escaparme para llegar a él. Es como si fuera
el oxígeno que necesito para sobrevivir, y cuando se ha ido me estoy
sofocando. No sé si el amor se supone que se sienta de esta manera,
pero es todo lo que sé y es todo con él.

—¿Cómo te sientes, cariño? —pregunta Declan cuando entra al


baño.

—Mejor. Solo que la almohadilla térmica no puede hacer lo que un


baño caliente puede.

—Has estado aquí mucho tiempo.

Hundiéndome en el agua caliente, miro a Declan mientras está


parado sobre mí y lo admiro. Su mandíbula cuadrada, cubierta de
rastrojo de un día, las duras líneas de su pecho que se notan a través
de su camisa, los músculos definidos de sus hombros y brazos. Es un
hombre hermoso, casual en sus vaqueros oscuros y pies descalzos, y de
repente, estoy de luto por la pérdida de él mientras se difumina en el
otro lado de las lágrimas que inundan mis ojos.
Acuclillándose sobre los talones de sus pies, cruza sus brazos sobre
sus rodillas, preguntando: ¿Qué pasa? —Suavemente, sus cejas
apretándose con preocupación.

—No quiero irme. —Mi voz es un simple susurro mientras cierro mis
ojos para proteger las lágrimas de la caída. Nunca he expuesto este lado
vulnerable a otra persona como me encuentro haciendo con Declan.

Siempre me he enorgullecido de lo bien que puedo fundir el hierro a


mi alrededor. Estoica y serena; la envidia de todos. ¿Pero con él? Tomó
algo que no creía que tuviera en mí.

Confianza.

De alguna manera... en algún lugar del camino, me hizo confiar en


él, y a raíz de eso, lo dejé entrar. Ahora ocupa una parte de mí que solo
había reservado para Pike, pero Pike solo llenó partes de eso para mí.
Es Declan quien me llena completamente, rompiendo la elasticidad,
llenándome completamente y corriendo para ocupar las otras piezas
vacías dentro de mí.

El agua chapotea a mi alrededor, y abro mis ojos para ver a Declan,


desnudo, entrando a la gran bañera. Me muevo hacia adelante mientras
se sitúa detrás de mí, envolviéndome en sus brazos mientras me hundo
en su abrazo. Lentamente peina sus dedos a través de mi cabello
mojado, y libero un leve tarareo de aprobación por el toque
tranquilizador. Corro mis manos por sus fuertes piernas entre las
cuales estoy metida y cierro mis ojos otra vez.

—Inclínate hacia adelante —dice, y cuando lo hago, comienza a


masajear suavemente mi espalda baja—. ¿Cómo se siente?

—Muy bien —le digo. He estado sufriendo de dolor de estómago y


calambres en la espalda, los mismos calambres que me llevaron al
médico a principios de esta semana. Declan se preocupó mucho la otra
noche cuando se despertó para encontrarme durmiendo en la bañera,
llena de agua caliente. Me hizo llamar a la doctora para ver si podía
prescribirme unos analgésicos, pero como estoy embarazada no hay
nada que no sea perjudicial para el bebé. Así que he estado pasando la
mayor parte de mi tiempo empapada en baños calientes ya que parece
ser la única cosa que me da cualquier alivio real. La doctora dijo que
este tipo de calambres es bastante común durante un embarazo con
endometriosis.

—Odio que te marches cuando estás sufriendo tanto —dice mientras


amasa sus dedos a lo largo de mi espalda.

—No quiero irme.

—No lo hagas. Quédate. No voy a ser capaz de funcionar sabiendo


que estás con él.

Llevando mis rodillas a mi pecho, envuelvo mis brazos alrededor de


mis piernas, haciendo mi petición. —Háblame. —Necesito que haga algo
para distraerme de mi tristeza.

—¿Qué quieres que te diga?

—Háblame de tu casa en Escocia. ¿Cómo es allá?

Me tira de nuevo contra su pecho, agarra una toallita, y comienza a


sumergirla en el agua retorciéndola sobre mis hombros y cuello.

—Llueve la mayor parte del tiempo —comienza, y cierro mis ojos,


descansando mi mejilla en su pectoral y escucho mientras habla—, pero
las colinas verdes y en expansión compensan la falta de sol. El campo
es increíble.

—¿Es ahí donde está tu casa? ¿En el campo?

Arrastra la toallita alrededor de mi cuello y hasta mis pechos,


respondiendo: Sí. Está al sur de Edimburgo en los Galashiels.

—¿Cómo se ve? —pregunto, mis ojos cerrados mientras continúa


calmándome con su voz y tacto.

—La propiedad es llamada Brunswickhill. Fue construida a


mediados del siglo diecinueve, una mansión victoriana neoclásica, pero
fue completamente renovada antes que yo tomara posesión hace unos
años.

—Estabas aquí, sin embargo.

—Lo sé.

—¿Alguna vez has estado allí una noche?


—No. Contraté a alguien para amueblar el lugar, pero en realidad
nunca me he alojado allí todavía —me dice.

—Entonces, ¿por qué la compraste? —pregunto.

—Porque después que mi padre vendió su casa para tomar


residencia permanente en Nueva York, sentí que no tenía más raíces
allá aparte de mi madre me dice.

Abro mis ojos y lo miro cuando le pregunto: ¿Es ahí donde está
enterrada?

—Sí, lo es —murmura.

—¿Compraste el lugar para mantenerte conectado con ella?

Asiente mientras me mira, y luego besa mi frente antes de


continuar. Te encantaría. Está en seis acres, así que es tranquilo y
silencioso con una gran vista del río Tweed.

—Cuéntame más.

—Hay un enorme jardín y una gruta victoriana construida


enteramente de ladrillo holandés bajo esta enorme cúpula acristalada.

—¿Hay un montón de flores?

Deja caer la toallita y une sus brazos alrededor de mí, metiendo mi


cabeza bajo su barbilla, suspirando. Sí, cariño. Toneladas de flores
rojas y púrpuras.

—¿Púrpuras? —pregunto, mi mente de repente viendo la pared


púrpura de mi niñez.

—Mmm hmm.

—No me gusta el púrpura —murmuro suavemente y no deja pasar


un segundo antes de decir: Entonces las vamos a arrancar.

Me rio bajo mi aliento y luego él pregunta: Nunca me has dicho


cuál es tu flor favorita.

Me tomo un momento a pesar de que ya sé la respuesta, pero el solo


pensamiento me aprieta la garganta, estrechándola mientras le revelo:
Margaritas. Me gustan las rosadas.
—¿Margaritas? —pregunta con sorpresa—. Una flor tan simple.
Habría pensado en algo lujoso.

—¿Por qué es eso?

—Simplemente pareces una chica a la que le gustan las cosas


bonitas, eso es todo —responde casualmente mientras se inclina hacia
atrás, tirándome contra él mientras nos reclinamos.

—Las margaritas son bonitas. Simples y bonitas, es la razón por la


que me gustan.

—Quiero saber todo lo que te gusta.

—¿Ah sí? —bromeo ligeramente, y cuando besa mi sien,


dice: Dime algunas cosas que te gusten.

—Mmmm —tarareo antes de revelar—: Me gusta el té, y me gustan


las magdalenas con chispas. Zumo de manzana, pero solo cuando está
en una pequeña caja de jugo. Y me gustan las margaritas.

—Margaritas rosadas —aclara, y yo asiento, repitiendo: Margaritas


rosadas.

—¿Qué más te gusta?

Inclino mi cabeza hacia un lado así puedo verlo cuando le digo: Me


gusta la forma como se siente tu mandíbula con rastrojo cuando me
besas.

—¿Por qué?

—Me hace pensar en cómo se sentiría un beso de príncipe.

Su sonrisa crece mientras pregunta: ¿Los príncipes no están


limpios y afeitados?

Estirándome, corro mi mano alrededor de su nuca, diciendo: No


en mis sueños. —Antes de tirar de él hacia abajo para besarme. Sus
labios se mueven suavemente con los míos, eventualmente tomando su
lengua para abrirme, saboreándome profundamente. Saboreo el aliento
de su boca, deslizando mi lengua a lo largo de la suya.

Toma mis caderas y me levanta alrededor para deslizarme sobre su


regazo, mis piernas alrededor de él. Su polla instantáneamente dura, y
la necesidad por cercanía toma el control, así que me levanto, y con mi
mano en su masiva erección, lo guío dentro de mí. Sus ojos se cierran
mientras lentamente desciendo a su alrededor y me mantengo quieta.
Ninguno de nosotros se mueve a medida que nos aferramos el uno al
otro, abrazándonos, carne contra carne.

—Dime lo que quieres —respira contra mis pechos mientras empieza


a sembrar suaves besos por la turgencia y sobre mi pezón, apretándolo
a un pico rígido.

—Esto.

—Dime —insta.

—Solo esto. Solo necesito sentirte dentro de mí ahora mismo —


respondo, dándole mis honestas palabras, porque necesito
desesperadamente estar lo más cerca posible de él en este momento.

—Estoy dentro de ti —dice, aflojando sus brazos y deslizando su


mano entre nuestros cuerpos, apoyándola en mi estómago—. Este
soy yo dentro de ti.

Mis ojos se abren mientras asiento, necesitando creer que es una


parte de él creciendo dentro de mí y no de Bennett o Pike. Quiero que
sea de él porque todo lo que quiero es simplemente a él. Mis lágrimas
caen mientras miro a sus hermosos ojos verdes. Ojos llenos de
adoración por mí y yo lo adoro tanto. Lo amo. Y ahora estoy dudando de
todo porque todo lo que puedo ver son las colinas ondulantes de
Escocia, una propiedad del siglo diecinueve y a Declan con nuestro
bebé en sus brazos.

El dolor de lo que significaría destruir todo lo bueno en este hombre


y convertirlo en un asesino por el bien de este juego enfermo que Pike y
yo tramamos destroza mi corazón. Traté de mantenerme enfocada, traté
de encerrarme de sentir algo hacia Declan, traté de ceñirme al plan.
Pero no puedo hacerlo. Esto no es un juego; es la vida de un hombre. La
vida de un buen hombre. Un hombre que amo profundamente.

No puedo arruinarlo y convertirlo en un monstruo. Si salvar la vida


de Bennett, aunque quiero que sufra por lo que le hizo a mi vida,
significa que la vida de Declan no será destruida, lo haré.

Matar a Bennett no vale la pena para sacrificar a Declan.


Mis lágrimas crecen, derramándose una y otra vez en mi rostro
mientras susurro: Te amo. Todo lo que quiero eres tú. Tú, yo y este
bebé.

Su pene crece dentro de mí con cada palabra que digo, pero no me


insta a moverme a medida que permanecemos conectados, encerrados
íntimamente. Sé lo que debo hacer, y no será fácil. Pike ha renunciado a
tanto en estos últimos años mientras estuve casada con Bennett. Pero
no puedo hacerlo. No le haré eso a Declan. La verdad es que no tengo
que matar a Bennett para conseguir mi cuento de hadas, mi segunda
oportunidad, porque ese cuento de hadas está aquí en mis brazos. Esta
es la felicidad que he estado perdiendo toda mi vida.

Así que iré con Pike y le diré que se acabó. Le diré que me saldré del
juego, me divorciaré de Bennett, y plegaré mis cartas. Viviré el resto de
mi vida como Nina, la chica de Kansas, si eso significa que no perderé a
Declan. Enterraré mi pasado.

—Quiero ser dueño de cada parte de ti —gime mientras sus ojos


queman con calor, sus dedos presionándose en mi piel mientras me
agarra el culo.

—Ya lo eres.

—Agarra mis hombros y muévete —ordena, y yo obedezco,


levantándome a lo largo del eje de su polla antes de deslizarme hacia
abajo.

Continúo trabajando su longitud, mi coño apretado a su alrededor,


agarrándolo en éxtasis necesitado mientras el agua salpica alrededor de
nuestros cuerpos. Toma uno de mis pechos en su mano, tirando de mi
pezón endurecido mientras arrastra su lengua sobre mí otro pecho
antes de chuparme ferozmente en su boca. Con sus dientes desnudos,
raspa a lo largo de la delicada piel y luego muerde con fuerza. Gritando
en un aura hirviente de placer y dolor, monto su polla, rodando mis
caderas sobre él. El agua caliente se arremolina sobre mi clítoris
hinchado con cada uno de mis empujes, conduciéndome hacia mi
cúspide.

Declan sigue trabajando en mis tetas, limpiándome con su lengua,


saboreándome como si fuera su última comida y me necesita para
sobrevivir. Luego agarra mis caderas, halándome para caer sobre él
mientras empuja su polla más profundamente dentro de mí, golpeando
ese manojo de nervios que solo él ha hecho, y no puedo aguantar.
Dejando caer mi cabeza hacia atrás, rápidamente encuentra mi mano,
entrelazando nuestros dedos y apretándolos con fuerza. Pulso y
espasmo alrededor de él mientras la luz incolora de mi orgasmo
estallando me ciega. Cuando me retuerzo contra él, envuelve su brazo
libre alrededor de mi cintura y clava ásperamente mi cuerpo abajo
sobre su polla. Palpita dentro de mí, creciendo y contrayéndose con
cada bomba de semen que dispara dentro de mí.

—Joder —gime con una sensualidad tosca mientras ambos nos


venimos.

Sosteniéndome cerca de él, mi cuerpo comienza a temblar en


réplicas ardientes. Estoy envuelta alrededor de Declan cuando
eventualmente tira de su cabeza hacia atrás. Nuestras respiraciones
son erráticas y trabajosas mientras tratamos de encontrar nuestro
camino de vuelta.

En una voz estupefacta, Declan jadea—: Quiero convertirte en todo


lo que alguna vez has soñado ser.

Y con esas palabras, no necesito ningún convencimiento.

A la mierda Bennett.

A la mierda la venganza.

A la mierda todo.

Tengo todo lo que alguna vez he querido justo aquí, dentro de este
hermoso hombre.
34
Presente
No he ido a ver a Pike todavía. Sé que tengo que hacerlo, pero he
tenido miedo de cómo va a reaccionar a las noticias de que quiero salir
de esto. Bennett ha estado de vuelta en la ciudad durante los últimos
días, y me encuentro preocupándome menos y menos de jugar a su
esposa. Para mí, se acabó, pero siento que no puedo retirarme hasta
que hable con Pike.

He visto a Declan todos los días desde que Bennett ha regresado, y


decir que está volviéndose impaciente conmigo es un severo eufemismo.
Mis excusas son delgadas, así que termino preparándome para salir y
decirle a Pike el nuevo plan, el plan que, por primera vez, lo dejará sin
mí a su lado.

La culpa es insuperable en este punto. ¿Cómo le dices al hombre,


que probablemente está enamorado de ti, y que ha sido tu protector
durante los últimos veinte años, que ya no son ustedes dos? ¿Decirle
que te has enamorado y quieres estar con esa otra persona? Pike y yo
siempre hemos estado juntos, siempre honestos el uno con el otro,
hasta ahora. Le dije que no amaba a Declan, pero sabía que podía ver a
través de mí. Ver más profundo de lo que yo podía en ese momento.
Sabía que me importaba Declan, que era un amigo al que me estaba
sintiendo atraída, pero aún no me había dado cuenta que ya me había
enamorado de él. Sin embargo, Pike ya lo sabía; así es cuán conectados
estamos.

El teléfono de la casa suena mientras me pongo mi suéter, y cuando


respondo, es Manuel de abajo.

—Señora Vanderwal, siento molestarle, pero hay un caballero aquí


diciendo que es un primo suyo.

—¿Qué? —cuestiono, preguntándome quién diablos está ahí abajo, y


luego escucho la inconfundible voz de Pike, argumentando—: Amigo,
solo déjame subir.
—Sí, por favor, Manuel —me apresuro a intervenir mientras un
desenfrenado miedo se dispara a través de mí—, que siga adelante y
envíelo.

Mis nervios colapsan, confundidos de por qué en el infierno Pike


vendría aquí. Nunca ha venido aquí.

Acordamos desde el principio que nuestros caminos nunca se


cruzarían fuera de Justice, así que mientras paso el vestíbulo,
esperando su golpe, trato de lidiar con mis pensamientos y
componerme, sabiendo lo que debo decirle.

Cuando el golpe llega, abro la puerta, agarro su brazo, y lo arrastro


dentro, chasqueando—: ¿Qué coño haces aquí?

Pero sus ojos no se encuentran con los míos, en cambio, escanean


alrededor de la habitación, absorbiendo mi casa de los últimos cuatro
años. —Santa mierda —murmura—. ¿Entonces aquí es donde has
estado mientras yo me estoy pudriendo en ese remolque de mierda?

—Pike, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Estás demente? ¿Y si Bennett


estuviera en casa?

—Relájate, Elizabeth. He estado sentado afuera toda la mañana


esperando que esa mancha de mierda se vaya —dice, caminando más
allá de mí y hacia el comedor—. Así que… —comienza, dejando que la
palabra persista mientras arrastra un dedo abajo de la longitud de la
mesa del comedor de madera de cerezo—, ¿dónde coño has estado el
último mes? —Sus palabras raspan con frustración.

—Lo siento. Yo so…

—Corta la mierda. Me dijiste que Bennett iba a estar fuera de la


ciudad la semana pasada, sin embargo nunca viniste a verme. ¿Por qué
es eso?

—Pike, por favor —digo con una voz temblorosa mientras escalofríos
corren por mis brazos temblorosos, cagada de miedo con lo que estoy a
punto de revelar.

—¿Por favor? ¿Qué coño está pasando contigo, Elizabeth? —grita, su


voz retumbando a través del espacio abierto mientras golpea su puño
contra la mesa—. Solías correr hacia mí al instante que Bennett se iba,
solías suplicar por mi pene, pero ahora, cuando finalmente decides
mostrar tu rostro, corres por la puerta.

—¿Por qué me estás gritando? —grito.

—¡Porque tienes un trabajo que hacer y no se está haciendo! —


Camina por el borde de la mesa y de regreso a mí, pero cuando se
acerca, doy un paso atrás—. ¿Por qué no se está haciendo?

Mis pulso corre mientras tartamudeo las palabras que he tenido


miedo de decirle. —P-porque...

—¿Por qué? —sisea mientras me mira fijamente.

Tragando duro, expulso las palabras. —Porque quiero salirme.

Su mandíbula se cierra y comienza un rítmico cerrar y abrir de sus


manos, empuñándolas a sus costados. Se toma un momento antes de
romper el silencio, hirviendo. —¿Qué quieres decir con que quieres
salirte?

—Pike, por favor, no pierdas el control conmigo —digo, tratando de


mantener mi voz tranquila.

—¿Qué quieres decir con que quieres salirte?

—No puedo... no puedo seguir haciendo esto. —Mi rostro se calienta


con las lágrimas que amenazan con salir.

—Es Declan, ¿no?

—Lo siento mucho, Pike. Nunca pensé…

—No eres nada para él, sino una ilusión, Elizabeth —dice,
interrumpiéndome.

—Lo amo.

Mi confesión desata una furia en sus ojos, y cuando da un paso más


hacia mí, yo tomo otro hacia atrás, cabreándolo.

—¿Y ahora qué? ¿Crees que te ama también?

—Sí —exhalo.
—Estás llena de mierda. No tienes idea de lo que estás diciendo.
Estás tan envuelta en esta mentira que estás comprando esta falsa
realidad. Pero es falsa, Elizabeth. No es real.

—Lo es.

—No lo es. Tú no eres Nina. ¿No puedes ver eso?

—¿Y qué es Elizabeth? ¿Huh? Quiero decir... ¿quién es ella


realmente? ¿Ella soy yo? —cuestiono mientras la carga se rompe y las
lágrimas caen por mis mejillas—. Porque ella no se siente como yo.
¡Porque ella nunca se suponía que fuera yo! —Mis palabras ahora son
llanto, llanto suplicante—. ¡Ella solo existía debido Bennett!

—¡Así es, Elizabeth! —ladra furiosamente—. ¡Bennett! ¡Siente ese


maldito odio! ¡Él es la razón de todo esto! ¡No pierdas de vista lo que le
hizo a tu vida! ¡A la vida de tu padre!

Y mi furia iguala la suya, excepto que esa furia está cubierta en una
masa de tristeza y desesperación cuando grito—: ¡Lo sé! Dios, lo sé,
pero no puedo hacerlo. No puedo destruir a Declan así.

—¡A la mierda Declan! Él es el peón. Él siempre ha sido el peón, y


tú, la reina.

—Pero a veces la reina cae.

—No tú —dice con severidad mientras sus manos agarran mis


hombros que tiemblan bajo mis emociones—. No voy a dejar que caigas.

—Ya caí, Pike. Quiero salir. Voy a terminar esto; me divorciaré de


Bennett, y nadie nunca tendrá que saber sobre esto.

Sus dedos se aprietan alrededor de mis hombros, dolorosamente. —


No lo amas —susurra, y escucho cada fragmento de dolor que está
tratando de ocultar, pero no puedo mentir.

—Lo amo —digo bajo mi aliento, y tan pronto como deja caer su
cabeza, la levanta de inmediato.

La mirada en sus ojos se convierte en piedra fría, y él toma un par


de pasos hacia atrás, liberando sus manos de mí.
Su repentino cambio de dirección me sacude mientras lo veo
empezar a sacudir sutilmente su cabeza antes de cuestionar—: ¿No me
estás diciendo algo?

—¿Qué quieres decir?

—Me refiero al hecho de que tu mano no ha dejado tu estómago


durante los últimos minutos —dice, y cuando bajo la mirada, veo que
tengo mi mano justo donde él dijo que estaba, un acto inconsciente de
proteger lo que está adentro, y de repente, toda la sangre se drena de
mí, dejándome aterrorizada mientras observo el venenoso odio surgir en
sus ojos.

Has oído hablar de la primera ley del movimiento de Newton, ¿cierto?


¿La que declara que un objeto en movimiento permanecerá en movimiento
a menos que sobre él actué una fuerza externa? Es una ciencia que no se
puede negar, y con el juego a toda velocidad, estoy a punto de aprender
las catastróficas consecuencias de esa ley.

—Pike —aplaco, necesitando que se tranquilice.

—Dime que estoy perdiendo la cabeza ahora mismo. Que no estoy


pensando con claridad. Que no estoy…

Sosteniendo mi mano delante de mí, intento endulzar mis palabras


mientras hablo despacio. —Por favor, Pike. Necesito que solo…

Y luego lo pierde, explotando como una granada, gritando


encolerizado—: ¡¡Dime que no estás jodidamente embarazada!!

—¡Pike! —chillo mientras agarra mis brazos violentamente.

Su rostro… tremendamente rojo, escupiendo sus palabras—: ¿Qué


coño has hecho?

—¡Nada! Déjame ir —grito, aterrorizada, sacudiéndome para


liberarme de su asimiento sobre mí.

—¡Dime!

—¡Sí! —grito inmediatamente en respuesta, y él suelta su agarre.

Se aparta de mí, barriendo sus manos furiosamente a través de su


cabello, mientras estoy aquí, esperando ansiosamente su próximo
movimiento. Mantiene su espalda hacia mí cuando sigue hablando. —
Estás jodidamente embarazada. Jesucristo. Y no puede ser mío porque
no me has estado follando.

No lo corrijo porque asume que no estoy tan avanzada como


realmente lo estoy. Este bebé podría muy bien ser suyo.

Se gira, y la mirada en sus ojos asusta la mierda viviente fuera de


mí. No veo a Pike detrás de ellos, solo una versión monstruosa de lo que
podría ser mi hermano. Y cuando él comienza a moverse hacia mí, su
cuerpo tenso, el agudo horror me apuñala.

—Esto se acaba ahora mismo. He desperdiciado muchos años para


que lo jodas.

—¿Qué quieres decir? —pregunto mientras empiezo a retroceder


lejos de él.

Y entonces mi mundo entra en una paradoja de rapidez atroz y


movimiento lento.

Su brazo se levanta con un puño apretado.

Mis brazos se envuelven alrededor de mi estómago.

Su puño sale disparado.

Mis ojos se aprietan cerrados y firmemente.

Una colisión de nudillos contra mandíbula.

Golpe tras golpe, es implacable mientras caigo sin vida al suelo. La


luz comienza a desvanecerse mientras mis gritos me arrullan en la
oscuridad. Mis pulmones se derrumban con cada mortal patada a mi
estómago, y no hay nada que pueda hacer mientras me acuesto aquí
indefensa ante este monstruo por encima de mí. Un palpitante fuego de
dolor se rompe dentro, paralizándome a un cadáver mientras siento
todo rompiéndose dentro de mí. Mis gritos se vuelven sin aliento y todo
desaparece mientras Pike gruñe como una bestia salvaje, golpeando su
bota una y otra y otra vez en el útero que lleva la parte más pura de mí.

Tinta negra sangra sobre mí mientras voy a la deriva dentro de la


nada. Soy una tumba hueca. Levantando la mirada, veo un cielo
oscuro, parpadeando con diamantes. Miles de ellos. No hay más dolor,
no hay nada en esta soledad de puro silencio mortal mientras me
acuesto aquí y miro fijamente el infinito agujero negro.

Deseos.

Podría hacer una cantidad infinita de ellos con todas las estrellas
que brillan sobre mí. Pero no estoy tendida en el suelo. No siento nada
mientras floto en el espacio negativo.

¿Dónde estoy?

¿Cómo llegué hasta aquí?

Y luego lo veo. Mi viejo amigo. Nunca cambia y esa constante nutre


la desesperación que siempre me ha seguido. Su cuerpo de acordeón
verde y amarillo se acerca a mí, y es entonces que me doy cuenta de lo
pequeña que soy porque él parece ser del mismo tamaño que yo.

—Te he echado de menos —dice en su elocuente acento inglés.

—Yo también te extrañé, Carnegie.

—¿Dónde has estado?

—En el infierno.

—¿Es por eso que regresaste? —pregunta.

—Ni siquiera sé cómo llegué aquí —le digo, y él sonríe, diciendo—:


Tal vez alguien sabía que necesitabas un pequeño descanso del infierno.
—Mientras da un asentimiento hacia los cielos.

—Tal vez —susurro y ruedo sobre mi vientre. Es entonces cuando


veo dónde estoy. Hojas grandes y verdes de hierba estando muy por
encima de la masa de tierra debajo. Gigantescos árboles que bordean
un mar de agua oscura.

Brillantes y masivas flores están iluminadas por la luna llena arriba,


lanzando su resplandor en el arsenal de coloridas flores exóticas;
rosadas, anaranjadas, amarillas, pero ninguna púrpura a la vista. Y
cuando mis ojos se desplazan hacia abajo, tomo un respiro de asombro
cuando me doy cuenta de por qué Carnegie no se ve tan diminuto. Mi
cuerpo, un tubo, cubierto de color rosa y negro, y cuando miro de
vuelta a Carnegie, se ríe. —Es espectacular, ¿no?
—¡Soy una oruga! —digo con asombro—. ¿Carnegie, ves esto?

—Lo veo.

Y luego todo se junta. Finalmente lo hice. Estoy aquí... en el bosque


mágico... y soy una oruga, flotando en un estanque que parece un
océano porque soy tan diminuta. Empiezo a reír mientras flotamos en
nuestra balsa de almohadillas del lirio.

—Es bueno verte sonreír —dice mientras me deslizo por la gran y


verde hoja, deleitándome con mi nueva forma.

Serpenteando alrededor, respondo—: Ha pasado un tiempo desde


que me he sentido así de libre.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Riéndome después de doblar mi cuerpo en una pelota, descubriendo


que puedo rodar, me tomo unos segundos para jugar alrededor antes de
reconocer su petición, respondiendo—: Por supuesto. —Mientras
enderezo mi cuerpo y me acerco más hacia él.

—¿Por qué sientes como si estuvieras en el infierno?

Su pregunta embota mi entusiasmo, y cuando aplasto mi cuerpo


contra la almohadilla del lirio, le digo—: Siempre ha sido el infierno,
Carnegie. Pero últimamente, se ha vuelto abrumador.

—¿Qué pasó?

—Es una larga historia.

—Mira alrededor —dice—. No tengo nada excepto tiempo.

—Estoy segura, pero revivir todo no es algo que quiero hacer.

—Entonces dime qué pasó de último.

Parpadeo y luego miro hacia el cielo negro, brillando con estrellas, y


le digo—: Me enamoré.

—Ahh, amor —dice como si fuera sabio en ese espectro, así que le
pregunto—: ¿Alguna vez has estado enamorado?
—¿Yo? —pregunta y mira hacia el agua—. No. Me convertí en una
oruga antes de tener la oportunidad de experimentar tal emoción. Pero
me pregunto por qué es el infierno lo que sientes.

—El amor es la única parte de esta historia que no es el infierno.

—Dime cómo se siente. El amor.

Unas cuantas luciérnagas por encima atrapan mi atención, y


mientras las observo haciendo deslizantes carreras de luz
arremolinándose, respondo—: Asombroso. Es como una urgencia que
nunca puede ser saciada porque no puedes conseguir suficiente. Un
día, estás caminando por la vida, pensando que estás satisfecho, bueno,
tan satisfecho como puedes estar, y luego, cuando finalmente sientes el
chasquido y obtienes tu primera probada del amor, te das cuenta que
has estado muriendo de hambre toda tu vida pero nunca lo supiste. Y
que esa persona es todo lo que necesitas para sentirte realmente vivo.

—¿Y encontraste eso?

Dándole a Carnegie mi atención de nuevo, respondo—: Sí. Nunca


supe lo que se sentía respirar hasta que lo conocí.

—Entonces, ¿cuál es el infierno? —pregunta.

—El hombre con el que estoy casada.

—¿El que te permite respirar?

—No, el que deslizó la soga alrededor de mi garganta y me causó


una vida de sufrimiento —le digo mientras sus pequeños y brillantes
ojos se amplían.

—Estoy confundido.

—Me casé con mi enemigo —empiezo a explicar—. Y el hombre del


que acabé enamorada era alguien a quien se suponía que engañaría
para que matara a mi esposo.

—¿Por qué quieres a tu esposo muerto?

—Porque cuando tenía cinco años, fui arrancada de mi padre. Él fue


arrestado y fue a la cárcel, donde eventualmente fue asesinado, y yo fui
a un hogar de acogida horrendo.
—¿Qué tiene que ver tu esposo con eso?

—Todo —digo mientras continuamos flotando alrededor del agua en


calma. Liberando una respiración profunda, empiezo a contarle la
historia del arresto de mi padre y cómo Pike estaba decidido a encontrar
respuestas para mí cuando fuimos mayores.

—Tomó un tiempo, pero después de pasar por los registros


policíacos de mi padre y Pike chantajeando a su antiguo trabajador
social por mi expediente, finalmente nos enteramos que todo comenzó
con una demanda de abuso infantil. Seguimos cavando porque mi
padre era el hombre más amable que conocía y nunca me había puesto
una mano encima. Y luego lo encontramos. Una llamada fue hecha al
Departamento de Servicios para Niños y Familias por la familia
Vanderwal.

—¿Quiénes son?

—Te daré una pista —digo—, cuando me casé con mi esposo,


Bennett, tomé su nombre.

—Vanderwal —concluye—. ¿Pero por qué ir tras él si fueron sus


padres los que hicieron la demanda?

—Porque en ese archivo había una entrevista. La entrevista fue con


Bennett.

—¿Fue su demanda?

—Sí —respondo mientras siento que el odio comienza a hervir dentro


de mí.

—¿Qué decía?

—Él había estado caminando a casa desde la casa de un amigo una


tarde, y cuando pasó por mi casa, escuchó peleas y gritos viniendo
desde el interior. Vio a mi padre por la ventana golpeando a alguien,
pero no pudo ver a la otra persona. Él asumió que era yo la que estaba
siendo golpeada, así que fue a su casa, le dijo a sus padres, y la
llamada al Departamento de Servicios para Niños y Familias fue hecha.

—¿Quién era al que tu padre estaba golpeando?


—Yo no podría haber estado en casa esa tarde porque lo habría
escuchado. Probablemente todavía estaba en el preescolar o algo así.
Pero mirando hacia atrás, con la información que tengo ahora, lo más
probable es que fuera alguien con quien estaba haciendo negocios. Tal
vez un trato salió mal; ¿quién sabe? —le digo—. La cosa es que el
estado hizo su investigación, pero no pudieron encontrar ningún signo
de abuso o negligencia. Sin embargo, se observó que el trabajador social
notó actividad sospechosa en la casa mientras realizaba un viaje al azar
por ahí, por lo que se entregó una solicitud de investigación adicional al
Departamento de policía que descubrió el tráfico de armas. Y eso fue
todo, fue arrestado, y nunca lo volví a ver.

Esas últimas palabras me ahogan, el dolor de la última imagen de


mi padre. Nunca se desvaneció para mí; mi padre, de rodillas, las
lágrimas corriendo por sus mejillas, sus palabras, tratando de
convencerme que todo estaría bien.

Cuando Carnegie empieza a acercarse más a mí, encontrando un


nuevo lugar en la almohadilla del lirio, soy sacada del triste recuerdo, y
él pregunta—: ¿Entonces por qué te casaste con él?

—Sentí este ardiente deseo de vengar el asesinato de mi padre, de


hacer que Bennett pagara por todo el abuso que sufrí en el régimen de
acogida, por todo lo que me fue robado.

Mi inocencia.

Mi fe.

Mi niñez.

Mi confianza.

Mi padre.

Mi futuro.

Todo.

—Bennett es la razón por la que hubo una lupa puesta sobre mi


padre. Fue Bennett quien abrió su boca, hizo una afirmación falsa, y
destruyó dos vidas, sin embargo continúa, feliz, saludable, haciendo de
su vida un éxito glorioso. Esa se suponía que fuera mi vida. Pero debido
a él, me lo quitó todo y yo terminé siendo violada, abusada, atada en un
armario, dejada por días para cagar y orinarme sobre mí misma. Esa es
la vida que Bennett me dio. Quería hacerle pagar por lo que hizo.
Quería venganza.

—Pero te enamoraste —declara, y yo susurro mi confirmación—: Me


enamoré.

—¿Y ahora?

—Y ahora todo lo que quiero es evitar destruir a Declan. Todavía


quiero matar a Bennett. Todavía quiero hacerle pagar, pero no si cuesta
el alma buena del hombre que amo.

—Déjame preguntarte algo. ¿Qué edad tenía Bennett cuando les dijo
a sus padres que pensaba que estabas siendo abusada?

—Once.

Carnegie toma un momento antes de decir—: Solo un niño. Un chico


joven e inocente que vio algo que probablemente lo asustó, pensando
que eras la que estaba siendo golpeada, y su primera reacción fue
ayudar.

—Pero no ayudó, y mi padre terminó muerto —defiendo.

—Él era sólo un niño tratando de hacer lo correcto —replica, pero en


lugar de sentirme frustrada, la tranquilidad de estar en este lugar con
Carnegie mantiene mis frustraciones en la bahía—. ¿Puedo preguntarte
algo más?

Asiento.

—¿Qué responsabilidad tiene tu padre en todo esto?

—Mi padre era un buen hombre —declaro.

—No voy a quitarle eso. Pero todo el mundo tiene dos lados, y tu
padre era un traficante de armas, ¿cierto?

Tomando un momento, estoy de acuerdo—: Sí. Lo era. Pero nunca


lastimó a nadie.

—Pero sabía que las armas ilegales lastimarían a alguien. Él pudo


no haber sido quien propiamente tiró del gatillo, pero de alguna
manera, él tiró de ese gatillo —dice antes de agregar—: y no habría
importado lo que Bennett alguna vez dijo, el hecho es que si tu papá no
hubiera estado comerciando con algo ilegal, la demanda de Bennett
habría sido retirada y nada hubiera pasado nunca.

—Sé lo que estás tratando de hacer. Estás tratando de ser la voz de


la razón, pero nunca he afirmado ser una persona racional o razonable.

—¿Alguna vez has tenido una voz de la razón? —pregunta.

—Solo he tenido a Pike, y él está tan jodido como yo, sino más.
Somos personas enfermas; lo sé. Pero cuando creces como nosotros, no
puedes esperar cordura —digo—. Mi padre era bueno. No merecía la
vida que le fue dada después de lo que Bennett hizo. Yo tampoco la
merecía. La cosa es que siempre habrá alguien en fila después de mi
padre. El tráfico de armas no se detiene, así que ¿cuál es el punto? El
mundo no es repentinamente bueno ahora que mi padre no está aquí.

—¿Así que hiciste un complot para matar?

—Solía fantasear acerca de cómo se sentiría matar cuando era niña


—admito—. El pensamiento me traía un sentimiento de satisfacción y
me regocijaba. Alivio. Libertad. Paz. De eliminar lo verdaderamente
malo, eliminarlo para que ya no tengas que existir en un mundo donde
lo haya.

—No puedes vivir así. Matando y aferrándote al pasado.

—No me estoy aferrando a él, estoy tratando de dejarlo ir.

—No lo has dejado ir. En cambio, te casaste con él, y ahora está
controlando cada aspecto de tu vida. Conociste a un hombre que amas,
pero Bennett tiene poder sobre eso porque es tu marido y fuiste
obligada a llenar a este otro hombre con mentiras... debido a Bennett,
debido al pasado te niegas a dejar ir.

Sus palabras me golpean fuerte. ¿Pero cómo se deja ir una herida


que está cortada tan profundo que no hay ninguna posibilidad de que
se cure, al menos no sin una fea cicatriz para recordarla? Así que
simplemente pregunto—: ¿Cómo lo dejo ir?

—Es fácil, en realidad. Encuentras lo que te hace feliz, y caminas


hacia ello, dejando atrás el pasado —me dice—. Así que lo que tienes
que preguntarte es, ¿qué te hace feliz?
—Declan. —Mi respuesta viene sin ningún segundo pensamiento o
vacilación.

—Entonces ve con él. Ve a buscarlo y no mires atrás. Pronto la


felicidad será suficiente para debilitar el control que el pasado tiene
sobre ti, y no dolerá tanto como lo hace ahora mismo.

—Pero estoy aquí. ¿Cómo puedo regresar? —pregunto y observo


mientras él hace su camino al borde de la hoja, y cuando pasamos un
tronco flotando en el agua, él se desliza sobre este cuando la corteza se
encuentra con la almohadilla del lirio.

—¡Carnegie, espera! ¿Cómo puedo regresar? —pregunto cuando


empiezo a alejarme del tronco.

—Hay señales por todas partes. Solo tienes que buscarlas —me
dice—. Vuelve a visitarme, ¿de acuerdo?

—Lo hago. Cada noche en mis sueños.

—Esos son sueños, sin embargo.

—¿No es esto un sueño? —pregunto, de repente muy confundida


acerca de lo que esto es, y su respuesta no ayuda cuando dice—: Este
es tu despertar. —Antes de correr su cuerpo en espiral por la longitud
del tronco y eventualmente desaparecer en el bosque.

Sigo flotando sin rumbo alrededor del estanque, mirando hacia el


cielo, pensando en todo lo que Carnegie me dijo. Tiene razón; necesito
alejarme de mi pasado si no quiero que me siga.

Las horas pasan mientras disfruto de la serena tranquilidad de mi


entorno, y cuando veo el resplandor del sol elevándose a través de los
árboles en la distancia, sus rayos chispeantes iluminando el agua
turbia. Es entonces cuando veo mi señal. Bulbos verdes que salen del
agua comienzan a abrirse, cientos de ellos. Una a una, las flores de loto
florecen, esparciendo sus pétalos blancos y puros sobre el agua poco
clara. Son hermosas, y cuando floto en las flores, tengo que entrecerrar
mis ojos contra la luz brillante que el resplandor del sol está creando en
este fragante y blanco paraíso.
35
Presente
Oscuridad.

Nada más que negro mientras me quedo despierta, aunque no estoy


despierta. Puedo sentir una mano caliente acariciando mi brazo
mientras inhalo un olor familiar.

Bennett.

Mi cuerpo duele, palpitando con un dolor sordo, pero cuando intento


moverme, no puedo. Cuando trato de abrir los ojos, no puedo. Pero
puedo sentir el toque de Bennett. Puedo olerlo. Puedo oír el pitido
constante de una máquina que me alerta del hecho de que estoy en un
hospital.

Lo último que recuerdo es que yacía desamparadamente en el suelo


de mi comedor mientras Pike lanzaba patada tras violenta patada en mi
estómago.

¡Mi estómago!

¡Mi bebé!

No puedo despertar. Pero, ¿siquiera quiero hacerlo? Ya extraño a


Carnegie. ¿Realmente quiero despertar para encontrar el horror que me
está esperando? ¿Qué pasó con Pike? ¿Por qué lo hizo?

—Señor Vanderwal —dice una voz suave y femenina, pero no puedo


ver nada mientras me acuesto aquí en mi estado comatoso.

—Finalmente —dice él con urgencia en su voz—. ¿Qué está


pasando? ¿Va a estar bien?

—Está estabilizada, pero tenía mucho sangrado interno.


Desafortunadamente, había una hemorragia feto-materna y cuando
llegó aquí en la ambulancia, ya había perdido al bebé.

¡No! ¡Dios, no!


Con toda la fuerza que tengo, trato de moverme, trato de hacer
cualquier cosa, pero no pasa nada. Estoy atascada, incapaz de dejar
salir un chillido, un grito, un movimiento, algo para liberar el tormento
que está empezando a inundar mi interior.

—¿Bebé? —cuestiona Bennett—. ¿Qué bebé?

Oh, Dios.

—Su esposa estaba embarazada.

—No. Debe haber un error. Mi esposa tiene endometriosis. No puede


quedar embarazada —refuta.

—Lo siento mucho. Sé que es un momento difícil, pero según su


archivo de obstetricia y ginecología que fue enviado por fax, parece que
el embarazo fue confirmado la semana pasada. He notado que una
ecografía fue realizada, indicando que en ese momento, estaba
embarazada de casi diez semanas.

No escucho una respuesta de Bennett, y solo puedo imaginar su


conmoción en este momento.

Bennett, habla. Di algo.

—Le daré algo de tiempo —dice ella—. Volveré para chequearla. Si


necesita algo, solo pulse el botón de llamada, ¿de acuerdo?

—Sí —responde él con un suspiro, y cuando oigo el chasquido de la


puerta, él quita su mano de mi brazo, y la habitación está silenciosa.

Ni siquiera puedo pensar en Bennett, en lo único que puedo pensar


es en mi bebé. El bebé que Pike me quitó. El bebé que Pike mató. Él
sabía exactamente lo que estaba haciendo, golpeando mi estómago tan
violentamente como lo hizo.

Lo odio.

Me revuelvo como una maníaca por dentro, tratando de liberarme,


pero mi cuerpo no responde. Estoy paralizada en esta cama.

—Ella está en el hospital —dice Bennett, pero no oigo a nadie más


en la habitación—. Necesito que vengas aquí ahora —exige—. Trae todo
lo que tienes sobre ella.
Tiene que estar al teléfono, pero ¿de qué diablos está hablando?
¿Con quién habla y qué tienen sobre mí? Joder. ¿Qué está pasando?
Necesito salir de aquí. Necesito encontrar a Declan. No puedo respirar.
Oh Dios mío, estoy aterrorizada y no puedo respirar. Las máquinas
empiezan a dispararse, llenando la habitación con fuertes pitidos.

—¡Enfermera! —grita Bennett, y momentos después, un fluido frío


nada a través de mis venas y me voy a la deriva pacíficamente.

—¿Qué diablos pasó? —Oigo la voz de un hombre decir. Me suena


familiar, pero mi cabeza está muy confusa mientras salgo de un sueño
profundo.

—Recibí una llamada de Clara. Ella había llegado al ático y encontró


a Nina golpeada e inconsciente. No sé qué pasó. He hablado con la
policía y están investigando —dice Bennett—. Dime lo que sabes.

—¿Quieres hacer esto aquí? —pregunta el hombre.

—Sí.

—Su nombre no es Nina.

Oh no. No, no, no, no.

—¿De qué estás hablando? —pregunta Bennett.

—Su nombre es Elizabeth Archer. Una niña de crianza fugitiva —


revela—. Todo está en el archivo.

—¿Archer? Suena familiar.

Debería, imbécil.

—Su padre fue arrestado por tráfico internacional de armas —dice el


hombre.

—La conozco.

—Parece que vino directamente por ti. Consejo... llama a tu abogado.


—Tan pronto como puedas, quiero vigilancia puesta en marcha —
exige Bennett, pero no hay necesidad. Terminé con él, y la única cosa
de la que soy culpable es de robo de identidad.

—La aventura que originalmente sospechabas, está teniendo una.


Su nombre es Declan McKinnon.

—Joder —sisea—. ¿Qué está haciendo ella?

—Aquí está el archivo. Todo está en él. —Hay una larga pausa antes
de que el tipo vuelva a hablar, diciendo—: Conseguiré la seguridad
puesta en marcha. Todo debería estar en su lugar mañana o pasado.

La puerta hace clic y sé que estoy sola con Bennett, y eso me asusta,
porque ya no tengo el control. No es un hombre estúpido. Si no lo ha
averiguado ya, no pasará mucho tiempo antes de que lo haga.

¡Joder! ¿Por qué no me puedo despertar?

—Elizabeth —susurra, y puedo decir que justo hizo clic por su tono
de reconocimiento—. Siempre me pregunté qué pasó contigo.

Pura mierda.

—Rick —dice, pronunciando el nombre de nuestro abogado—. Las


cosas podrían ser mejores. Mira, tengo algo que no puede esperar.
¿Cuándo puedes verme?

¿Qué va a hacer? Mierda. Por mucho que odie a Pike ahora mismo, lo
necesito.

—No, eso funciona. Me iré ahora mismo.

Escucho los movimientos alrededor de la habitación cuando una voz


femenina dice—: Necesito cambiar un par de sus vendajes.

—Eso está bien. Me estaba yendo —responde Bennett—. Aquí está


mi tarjeta. Quiero que me llames al instante en que despierte, y me
refiero al instante.

Se va, y sigo acostada aquí en mi estado comatoso, incapaz de


reaccionar ante cualquier cosa. No sé lo que estoy haciendo o lo que me
va a pasar. Necesito correr para ir a buscar a Pike. Odio que todavía lo
necesite, pero las cosas están dirigiéndose al sur y rápido.
Sé que él está aquí. Puedo oler las flores de loto, y con solo eso, la
angustia que ha estado corrompiéndome cede y me siento segura. Su
mano está sobre mi vientre, la otra peinando a través de mi cabello, y
me motivo a abrir mis ojos. A moverme, a hacer cualquier cosa para
hacerle saber que puedo sentirlo. Mi cuerpo duele tanto mientras mis
músculos empiezan a flexionarse y a moverse.

Eso es todo. Vamos; despierta. Despierta.

—Nina —dice, su voz es triste, pero necesito oírla. Necesito esa voz
para sacarme de esta oscuridad.

—¿Puedes escucharme? —pregunta, agarrando mi mano, y


finalmente, puedo sentir mis dedos moverse—. Cariño, por favor
despierta. Solo abre los ojos. Muéstrame que aún estás conmigo.

Me apego a sus palabras, y la luz finalmente se filtra. Mis ojos


parpadean, respondiendo a la petición de mi cuerpo.

—Gracias a Dios. —Suspira con alivio mientras mi visión borrosa


comienza a aclararse. Él se inclina sobre mí, besando mi frente, y yo
estiro mi mano, agarrando cualquier parte de él.

—Estoy aquí, cariño —asegura que cuando aprieto su camisa, y su


mano cubre la mía—. Estoy aquí —sigue tranquilizando, y cuando trato
de hablar, me atraganto—. Shh, relájate. Tienes un tubo de respiración
en tu garganta. Solo relájate, ¿de acuerdo?

Asiento, tomando unas respiraciones profundas, permitiendo que su


suave y susurrado acento me tranquilice y noto la única flor de loto
blanca que yace en la cama a mi lado.

—Siento no haber estado aquí antes. Cuando no supe de ti, llamé a


todas partes hasta que te encontré aquí.

Estiro mi mano y toco el tubo saliendo de mi boca y sacudo mi


cabeza, necesitando decirle que cuando me vaya de aquí, me voy a casa
con él. Necesito que sepa que se ha terminado con Bennett y que es a él
a quien quiero, pero él quita mi mano, leyéndome bien, diciendo—: Está
bien. No necesitas decir nada. —Sus ojos son duros y serios cuando
dice—: Nunca volverás con ese bastardo otra vez. Vas a venir a casa
conmigo. Nunca debí dejarte salir de mi casa la otra noche.

Asiento, de acuerdo con todo lo que dice.

—Nunca te volverá a tocar.

Pongo mi mano sobre la que todavía tiene en mi vientre y el vacío es


demasiado cuando empiezo a llorar. Mantiene sus ojos en mi estómago,
empuñando mi bata de hospital en su mano. Su rostro se arruga, como
si estuviera tratando de prepararse para lo peor cuando finalmente
pregunta, su voz saliendo ronca—: Por favor, dime que nuestro bebé
está bien.

Y cuando finalmente trae sus ojos a los míos, ya puedo sentir las
sales comiendo mi carne mientras se derraman. Deja caer su cabeza y
libera un sollozo horrible, y hago lo que puedo para darle consuelo
mientras corro mis dedos profundamente en su cabello, agarrándolo
con fuerza en mi mano mientras descansa su cabeza sobre mi
estómago. Verlo con tanto dolor, este fuerte hombre que siempre tiene
tanto control, es insoportable.

Sus hombros se encorvan y levantan mientras silenciosamente se


desmorona. Quiero ser tragada por cualquier cosa, solo para ser
tomada lejos de esta vida, pero quiero llevarme a Declan conmigo.
Siempre lo quiero conmigo, y cuando levanta su cabeza, me doy cuenta
de la oscuridad de sus ojos. Su mandíbula se aprieta y observo los
músculos a lo largo de sus brazos contraerse. Empiezo a sacudir mi
cabeza mientras presencio su transformación, la que le había estado
llevando a hacer. Mi corazón golpea contra mis costillas rotas, y cuando
agarro sus muñecas, él chasquea—: Voy a matar a ese hijo de puta.

¡No, no, no!

Sacudo mi cabeza, y él se mueve rápidamente para besar la


comisura de mi boca, mirándome a los ojos, forzando sus palabras
profundamente dentro de mí, diciendo—: Ese era nuestro bebé. Mi
bebé.

Frenéticamente, aferro mis brazos alrededor de él, necesitando que


se quede conmigo, pero él retrocede, diciéndome—: No te voy a perder.
Te amo mucho, pero ese cabrón va a pagar.
Empiezo a arrastrar el tubo en mi boca, arrancándolo de mi
garganta, pero empiezo a atragantarme y ahogarme mientras lo veo salir
de la habitación.

¡Declan, NO! No eres un monstruo; ¡no hagas esto! ¡Regresa!

Sacudo mi cuerpo, y grito a través de mis náuseas cuando el dolor


de mis costillas rotas se dispara a través de mí como un virulento fuego.
Las máquinas están enloqueciendo, emitiendo pitidos y parpadeando, y
dos enfermeras se apresuran a entrar en la habitación mientras trato de
arrancarme los tubos y los cables.

¡¡¡DECLAN!!!

—Quédate quieta. Tienes que calmarte —regaña la enfermera, pero


no puedo. Lo va a matar. No puede matarlo.

No puede.

Asfixiándome contra el tubo de respiración, soy sujetada mientras la


enfermera lo retira, y una vez que está fuera, lloro con total dolor,
dejando salir un espantoso grito. —¡Declan! ¡NO! ¡Deténganlo!

—¿A quién?

—¡Por favor! —digo a todo pulmón, pero aún estoy inmovilizada, y


cuando veo la jeringa, me vuelvo loca—. ¡No! ¡No! ¡Por favor!

Y en un instante, soy una roca, hundiéndome como mil libras,


profundamente en la cama. Lucho contra la deriva y lloro, mi cuerpo y
voz cada vez más débiles con cada segundo que pasa. Lloro, impotente
para detener lo que está destinado a suceder. No puedo perder al
Declan que conozco, el Declan que amo, porque si hace esto, nunca
será el mismo. Y al final, no tendré a nadie a quien culpar excepto a mí
misma.

¿Qué he hecho?

Cuando no puedo aguantar más tiempo, me deslizo en una sedación


desolada.

Sola.
36
Presente
Dos días después
Cuando me desperté de mi sedación, solamente habían pasado unas
pocas horas. Y cuando la policía vino para informarme que mi esposo
había sido asesinado en nuestra casa, disparado dos veces en la cabeza,
necesité estar sedada nuevamente. Sabiendo lo que Declan había
hecho, por mí, me había empujado hasta el borde.

Culpa…

No he escuchado de él o visto. Lo extraño. Me preocupo por él. Estoy


asustada por él. No lo he llamado porque tengo miedo de llamar la
atención hacia él, pero le he mandado mensajes de texto utilizando la
aplicación en mi teléfono que me dio. Sin embargo, no ha habido
respuesta. Pike también ha estado desaparecido. Así que, aquí estoy,
sin tener idea de qué hacer y estoy toda sola en una vida que ya no
quiero.

No podía ir a casa cuando me dejaron ir del hospital esta mañana;


estaba demasiado asustada de lo que podría ver. La policía me dijo que
uno de los residentes del edificio había hecho la llamada al 911 después
de escuchar los disparos del arma de fuego. Sin embargo, no había
signo de que hubieran forzado la entrada, y la policía confiscó la
computadora de Bennett y archivos, junto con otras cosas, mientras
avanzan en la investigación.

Así que ahora estoy aquí sentada en una habitación de hotel,


mirando fijamente a la ventana, mirando hacia abajo a la ciudad llena
de gente, pero nunca me sentí tan aislada.

¿Dónde está Declan? ¿Por qué no ha venido por mí?

No he estado haciendo otra cosa salvo llorar. Las personas asumen


que estoy de luto por la pérdida de Bennett, pero no lo estoy. La parte
enferma de mí está contenta con su muerte. Mis lágrimas son por mi
bebé y Declan. Nunca he estado tan cerca de mi final de cuento de
hadas, y ahora pendo de un hilo en espera de cualquier tipo de contacto
de Declan. He estado buscando señales, señales que Carnegie me dijo
estaban por todas partes, pero no puedo ver más allá del dolor de lo que
he perdido hasta ahora y el nacimiento del odio por mi hermano. Aquel
que me prometió que siempre me protegería y lucharía siempre por
darme felicidad. Y luego en el momento en que la alcanzo, él la arranca.
No sé si podré perdonarlo por lo que hizo, porque ahora, lo único que
puedo hacer es desear su muerte. Al mismo tiempo, una parte de mí lo
necesita.

Saber que todavía tengo a alguien en esta Tierra.

¿Qué pasa si lo pierdo todo? ¿Si nadie viene por mí?

La miseria que el pensamiento produce domina todas las molestias


que mi cuerpo siente por la paliza de Pike. No podía creer lo que me
hizo cuando finalmente vi mi reflejo en el espejo. Mi primer instinto fue
cubrir mi rostro, pero luego me di cuenta de que no tengo a nadie de
quien ocultarlo. Solamente soy yo.

Un golpeteo en la puerta me asusta, y cuando me apresuro a mirar a


través de la mirilla mi estómago se hunde y se enrosca de miedo, pero
también de alivio.

—Pike —respiro cuando abro la puerta y envuelvo mis brazos a su


alrededor, llorando tan fuerte por todas las emociones que siento por él.
Amor y odio, es una mezcla amarga.

Patea la puerta para cerrarla y me sostiene cerca antes de


retroceder. Su rostro está blanco con horror, sus manos temblorosas
mientras las recorre a través de su cabello.

—¿Qué sucede? ¿Cómo me encontraste?

—Fui a verte al hospital, pero no estabas ahí, y como no estabas en


casa, comencé a llamar a todos lados buscando a Nina Vanderwal. —Su
voz está en pánico mientras habla—. Tenemos un gran problema.

—¿Qué quieres decir?

Pike se pasea de un lado a otro como un maniático, diciéndome—:


Declan lo sabe.
—¿Sabe qué?

Se voltea para enfrentarme, a punto de perderlo completamente,


cuando dice—: Sobre ti. Sabe tu nombre. Sabe que eres Elizabeth.

—¡¿Qué?! ¿Cómo? —Me pongo rígida, y mi primer pensamiento es


que ya lo perdí. Sin embargo, Pike no me da mucho tiempo para pensar
mientras continúa.

—No lo sé, pero cuando estaba conduciendo a casa temprano hoy en


la mañana, ese imbécil estaba esperándome en el remolque.

—¡Mierda! ¿Qué dijo?

—Nada. Lo vi, supe exactamente quién era, y me fui, nunca


deteniéndome. Fui directamente al lugar de Matt, y dijo que un tipo con
acento lo había llamado el día anterior haciendo preguntas sobre ti y
sobre mí.

—Oh, mi Dios —dije, incapaz de respirar—. ¿Cómo lo sabe?

—No sé, pero debes deshacerte de él. Sabe demasiado. Podría estar
ya de camino a la policía.

—No —dejo salir, intentando encajar mis pensamientos juntos—. Él


no haría eso, ¿o sí? Quiero decir, es quien mató a Bennett.

—¿Estás esperando poner tu confianza en un hombre que solo has


conocido durante unos pocos meses, un hombre al que estafaste, un
hombre a quien orillaste para asesinar a alguien? Esto no es una
broma. Puedes ir a prisión si esto se descubre.

El progresivo miedo corriendo a través de mí causa que me maree y


tenga que sentarme. Ni siquiera puedo pensar correctamente mientras
miro fijamente al suelo, intentando pensar todas las formas en como se
pudo haber enterado. Pero el puñal aquí es cómo decidí engañarlo y qué
debe estar pensando, llegando a la conclusión de que probablemente
acababa de matar a un hombre por nada excepto por una mentira,
porque eso es exactamente lo que acababa de hacer.

—Elizabeth, no puedes solamente sentarte aquí y esperar. Tienes


que ir a buscarlo.

—¿Y hacer qué? —lo cuestiono mientras levanto la mirada hacia él.
Se queda de pie junto al sofá donde estoy sentada y con
determinación en sus ojos, dice—: Tienes que asesinarlo.

—No —espeto, saltando fuera del sofá y el dolor de mis costillas


punza y me hace tambalear.

Pike solo se queda de pie ahí, inamovible mientras me observa. Y


con mi mano apretada contra mi costado, digo—: No, no voy a hacer
eso.

—¡No tienes opción! ¿No me estás escuchando? Sabe sobre nosotros.

—No puedo asesinarlo, Pike. No lo haré.

—¡Corta la mierda y despierta! No estás entendiendo lo que esto


puede hacerte —grita.

—Lo amo.

—No lo haces. Y al final, vas a ver que solo estás atrapada en esta
fantasía. Una fantasía que tanto tú como yo creamos. Pero no es tu
vida.

—¡Era mi vida! ¡Y luego viniste tú y me la quitaste! —grito, perdiendo


mi frialdad y dejando que mis emociones se hagan cargo—. Yo lo amo y
él me ama. Finalmente iba a tener todo lo que siempre quise.
Estábamos haciendo planes para nosotros, para nuestro bebé, y
¡destruiste todo! ¡Jodidamente te odio, Pike!

No se inmuta ante mis palabras mientras se queda de pie aquí. —


Teníamos un plan y ese plan nos afectaba a ambos. Bennett necesitaba
morir, ¡por ti! Si yo no hubiera hecho lo que hice, empujar a Declan al
borde, Bennett todavía estaría vivo y nunca serías capaz de perdonarte
por dejarlo ir sin consecuencias por lo que te hizo. Da un paso hacia
mí, y su tono condescendiente en sus siguientes palabras no hace nada
salvo echarle combustible a mi odio, no solo por él, sino por todo lo que
mi vida es—. ¿Necesito recordarte cómo Carl te violaba, orinaba sobre
ese colchón y te forzaba a yacer en él mientras golpeaba su asqueroso
pene dentro de ti?

—¡Jódete! —grito mientras comienzo a lanzar puñetazos contra él,


frenéticamente golpeándolo en una nube de fuego puro e hirviente.
Rápidamente agarra mis muñecas, obligándome a bajarme al sofá, y
con su rostro en el mío, sisea: O lo matas tú o lo haré yo.

—¡Pike, no! Tal vez no hará nada en absoluto. Tal vez está asustado
y mantendrá su boca cerrada. —Mis palabras tambaleándose, dándole
una razón débil tras otra, pero estoy desesperada.

—Un hombre asustado no se habría aparecido en mi lugar solo —


dice antes de soltarme y caminar hacia la puerta.

Me sacudo fuera del sofá y lanzo mi cuerpo contra el de él,


intentando derribarlo, pero en un parpadeo, se gira y golpea su puño
contra mí ya dañado rostro. La fuerza de su puñetazo me envía
tambaleando hacia atrás y cayendo. Para el momento en que me puedo
levantar, ya se ha ido.

—¡Mierda!

Adrenalina bombea su furia en mi sistema, adormeciendo todos los


dolores de mi cuerpo mientras corro al dormitorio y tomo mis llaves.
Corriendo fuera de la habitación, no pierdo tiempo en el ascensor
mientras hago una loca carrera por las escaleras hacia abajo, piso, tras
piso, tras piso, hasta que finalmente llego al vestíbulo. Mi garganta
quema con cada respiración mientras corro a mi auto. Pike no está por
ningún lugar a la vista, y cuando salgo del garaje, tengo dos opciones:
Lotus o River North. Tomo rápidamente una decisión en intentar llegar
al ático de Declan primero, orando a quien me escuche para que él esté
ahí y Pike no. Vuelo a través de las concurridas calles, pasándome las
señales de alto e ignorando las luces rojas de los semáforos.

—¡Mierda! —dejo salir cuando paso el auto de Pike estacionado a


una cuadra del edificio de Declan.

Golpeando los frenos cuando llego a la puerta frontal del edificio,


dolor perfora a través de mi dañado cuerpo mientras corro como el
infierno, buscando a tientas la llave que Declan me dio, y cuando el
ascensor se abre, aplasto el botón de su piso una y otra vez mientras mi
cuerpo tiembla con terror y ansiedad.

—Vamos, vamos, vamos. ¡Vamos, jodidamente sube! —grito con


cada piso que pasamos, y tan pronto como llego al piso, dos rápidos
disparos hacen eco mientras las puertas se abren.
Hablar ni siquiera es una posibilidad mientras salgo corriendo hacia
el interior de la sala de estar de Declan donde veo a Pike atravesando el
ático y bajo la mirada hacia una inmensa piscina de sangre debajo del
cuerpo sin vida de mi príncipe.

Un grito desagradablemente vulgar sale desde el centro de mi


corazón mientras corro hacia Declan, cayendo de rodillas en su sangre.
Tocando su rostro, intento asimilar la belleza de este perfectamente
esculpido hombre mientras me lamento dolorosamente sobre él.

—Lo tengo. —Escucho a Pike decir mientras irrumpe nuevamente


dentro de la habitación, metiendo un archivo dentro de su chaqueta.

Las manos de Pike están rápidamente sobre mí, jalándome mientras


lucho contra él, gritando y llorando. —¡Tenemos que irnos! —insta con
pánico.

Pero no puedo hablar; la agonía está asfixiándome con gritos


afilados como grava.

—¡Vamos! Tenemos que irnos ¡AHORA!

Cubro el cuerpo de Declan con el mío, sellando mis labios con los
suyos en un beso sin aliento mientras la vida se drena de él.

Y luego…

El toque se pierde.

Pike tiene sus brazos alrededor de mi pecho mientras me levanta del


suelo y comienza a correr.

—¡Suéltame! —grito, estremeciéndome contra el dolor de mis


heridas, mientras manoteo, pateo, intentando en vano luchar contra su
agarre.

—Tenemos que irnos antes de que la policía llegue aquí.

Pike de un portazo cierra la puerta, y cuando entramos al área de


escaleras, me baja y me fija contra la pared, manteniéndome encerrada
con sus manos en mí.

—Escúchame —dice en un gruñido susurrado—. Tranquilízate antes


de que ambos vayamos a prisión.
—¡Lo mataste! —grito, mis palabras sangrando a través de las
fracturas irregulares de mi corazón.

—Para salvarnos. Lo maté para salvarnos —se defiende—. Necesitas


calmarte y enfocarte. Mira mis ojos y enfócate.

Lo hago.

—¿Estás conmigo? —pregunta.

No respondo cuando agrega—: Te necesito conmigo, ¿bien? Soy todo


lo que tienes. Escúchame. Necesito que hagas exactamente lo que te
digo. Sus palabras salen frenéticamente—. Entra en tu auto. Ve a
casa, empaca un par de maletas, y encuéntrate conmigo en el remolque.
No contestes el teléfono. No hables con nadie, ¿lo entiendes?

—¿Qué vamos a hacer?

—Vamos a huir. No lo arruines, Elizabeth. Ahora vamos, ¡tenemos


que irnos!

Y tiene razón, si no salimos de aquí ahora, nuestras vidas estarán


acabadas. Entonces en la precipitación sin sentido de pelear o correr,
sin pensarlo vuelo hacia abajo por las escaleras, cubierta por la sangre
de Declan mientras huyo hacia la libertad que ni siquiera estoy segura
de que exista.

Pero huyo de todas formas.

Mis manos aprietan el volante, cubiertas de la vida carmesí del


único hombre que pensé que podría salvarme de mí. Pero tal vez las
personas como yo no se supone que seamos salvadas. Tal vez solo estoy
destinada a soportar el peso de los demonios que se ocultan entre lo
bueno.

Cuando llego de vuelta al ático, caminando a través de la puerta


como solo una, sin tener ya mi faro de esperanza creciendo dentro de
mí, me comienzo a preguntar: ¿Cuál es el punto? Ni siquiera pude
proteger al bebé que se suponía debía estar a salvo de este mundo. La
cruel broma de la vida de finalmente darme algo puro y sagrado, solo
para ser arrancado de mí en un instante.

Sin embargo, no pierdo mi tiempo, corriendo directo a la habitación,


huelo a Bennett por todas partes. Me pregunto si me está viendo justo
ahora, riéndose ante la caída, disfrutando de mi sufrimiento. La bilis se
eleva, y comienzo a tirar ropa en una carrera loca dentro de mi maleta,
ni siquiera prestando atención a lo que estoy tirando dentro.
Simplemente moviéndome por moverme, pero las acciones son
totalmente inconscientes mientras la amargura de mis lágrimas cae a
través de mi piel, quemando su camino dentro de mí. Como una
metáfora, recordándome que no importa lo que haga, nunca escaparé
de este dolor porque en el momento en que mi cuerpo intenta soltarlo,
lo empapa nuevamente.

Jodida vida. Te odio.

El mundo no es nada salvo un torbellino de colores y destellos de


luces, girando alrededor de mí mientras vuelvo a bajar a mi auto, sin
saber cuál es el siguiente movimiento, a dónde voy a ir desde aquí, qué
depara la vida ahora para mí. Tirando mi maleta en la parte posterior de
mi auto, veo la Rover a un lado, el auto de Bennett. Y pienso, si Bennett
se está riendo de mí justo ahora, ¿merece hacerlo?

Probablemente.

No sé cómo alguien puede ser tan patético como yo lo soy justo


ahora.

Tal vez le enseñaré cuán patética puedo ser; darle otra razón para
reírse de mí.

Tecleo el código de seguridad del panel numérico de la puerta y


desbloqueo el auto. Abriendo la puerta del pasajero, abro la guantera y
saco la pistola que siempre se mantenía ahí. Cierro todo de nuevo y dejo
caer el arma en el asiento junto a mí mientras salgo y me dirijo hacia
Justice.

Mis pensamientos están solamente en Declan mientras conduzco,


mientras viro bruscamente a través de los autos para llegar a un futuro
que ya no estoy segura de que siga queriendo. Todo lo que puedo ver
son vibrantes ojos verdes, su hermosa sonrisa alcanzándolos, creando
un abanico de arrugas en las esquinas. El contorno de sus hombros y
sus brazos, los hombros en los que me aferraría y los brazos que me
tranquilizarían. Su toque era como ningún otro. Fuerte, reconfortante,
cálido, sanador. Su alma dándome una esperanza de que tal vez yo
podía encontrar la felicidad, y cuando finalmente me di cuenta que la
encontré, y que todo eso descansaba dentro de su corazón, aunque se
torturara a sí mismo, él fue capaz de darme algo que nadie más ha sido
capaz de darme, algo con lo que soñar.

Freno en el remolque de Pike, un lugar que solía encontrar


consolador porque sabía que él estaba al otro lado de la puerta. Ahora
temo lo que me esté esperando detrás de ella. Pero tal vez es el miedo lo
que necesito para encontrar mi libertad.

Deslizando el arma detrás del elástico de la cintura de mis


pantalones, me dirijo hacia adentro.

—Finalmente, estaba comenzando a preocuparme —dice mientras


camina hacia la ventana y se asoma—. ¿Alguien te vio o te siguió?

—Nadie me vio —murmuro mientras lucho contra la necesidad de


caer en el suelo y llorar como un bebé. En lugar de eso estoy de pie,
tristemente entumecida.

—¡¿Por qué demonios sigues cubierta con su sangre?! ¡Por la mierda


santa, Elizabeth! Ve y límpiate esa mierda.

Bajando la mirada hacia mis manos, ellas continúan temblando; la


vida de Declan, ahora endurecida en fragmentos de piezas carmesí
oscurecido. Camino, casi robóticamente hacia el baño y cierro la puerta.
Mi imagen, reflejada en el espejo, es espantosa. Moretones y labios
partidos quedan de la golpiza de Pike, pero la fealdad está adornada por
la sangre de Declan. Manchando a través de mis labios y barbilla, los
restos de nuestro beso. El beso de la muerte. Sacando mi lengua, lo
lamo, obteniendo una última probada de esa vida, de esa muerte. Mi
muerte.

Abro el grifo, pero no puedo obligarme a lavar la sangre. Tomar el


último de los elementos y verlos irse por el drenaje de este asqueroso
lavado. Tal vez soy retorcida, pero el pensamiento de lamer cada última
gota de su sangre seca fuera de mí, como un animal, me agrada más.
Tomándolo a él y haciéndole un hogar profundamente dentro de mí.

Así que salgo, de vuelta a la sala de estar donde Pike tiene sus
maletas tiradas en el suelo. Se voltea para mirarme, inclinando su
cabeza, y dándome una mirada de simpatía mientras camina hacia mí.
—Puedes hacerlo —dice suavemente, tomando sus manos y
pasándolas por la parte superior de mis brazos. No estoy segura de
cómo siquiera estoy respirando en este punto con el nudo que está
estrangulándome, avanzando lentamente hacia arriba, y en cualquier
momento, mi cuello se romperá con un sonido delicioso, llevándome al
País de las Maravillas.

—Te amo. Sabes eso, ¿cierto? —dice amablemente.

—Sí —suspiro. Sé que lo hace. Pero Pike es un hombre vil, justo


como yo, y el amor que tenemos el uno por el otro está infectado con la
enfermedad que solamente nosotros conocemos—. También te amo.

—Necesito que te limpies antes de irnos.

—No quiero —gimoteo como una niña.

—Lo sé. Pero se acabó. Y no tenemos tiempo para pensar en cómo te


sientes justo ahora. Más que nunca, necesito que te desconectes lo
suficiente como para lograr salir de aquí.

—¿A dónde vamos?

—Fuera del país. No lo sé. Pero tenemos que ir a un lugar por el


tiempo suficiente para lograr resolver esta mierda.

Sacudo mi cabeza, dejándola caer, sintiendo las lágrimas empapar


mis mejillas. Ellas caen en la sucia alfombra a mis pies y sé que no
puedo irme así.

—No puedo hacer esto, Pike. No puedo.

—Puedes. Solo estás asustada. Hemos pasado por mucho, y


lograremos pasar por esto. Solo confía en mí.

Un hormigueo recorre mis brazos y deriva lentamente hacia mi


pecho mientras despierto. —No sé si puedo seguir haciendo eso.

Pike da un paso hacia atrás, dejando caer sus manos, diciendo—:


¿Qué quieres decir?

—No quiero huir.

Se pasea a través de la habitación, y lo siento. El final. Y


jodidamente me mata porque amo a Pike. Siempre lo he hecho.
—Vendrán por ti, ¿lo sabes? —me amenaza.

—No, no lo harán. No hice nada —refuto—. Tú lo hiciste todo.

—¿Eso es lo que piensas? ¿Crees que tus manos están limpias en


esto? —dice, su irritación creciendo hacia mí mientras sus ojos se
convierten en dagas. Yo soy el eslabón invisible aquí. Eres tú detrás
de la que estarán. La esposa. La esposa infiel. Tenías un motivo
también.

—¿Y cuál es ese?

Hace una pausa, tomando un momento mientras una maliciosa


sonrisa se extiende a través de su rostro. —Tu bebé.

La mera mención causa una reacción física dentro de mí mientras


mi corazón se acelera, rápidamente latiendo dentro de mí.

—Eso es cierto. La policía tal vez ya lo sepa. Las mentiras que dijiste
se convertirán en verdades porque eso es lo que guiaste a todo el
mundo a creer.

¿Por qué me estás haciendo esto?

—Tú estás haciendo esto. Tú eres la egoísta que está esperando tirar
todo porque no puedes hacerlo más. ¿Qué hay de mí? ¿Quieres
dejarme?

—No sé qué es lo que quiero porque tú tomaste todas esas


decisiones por mí.

—No te voy a permitir que me dejes —ordena—. Te he dado tanto.

—Todo lo que has estado haciendo es tomar.

—¡Te di mi maldita vida! —grita, apretando sus puños y


golpeándolos justo contra la pared de paneles. Mi cuerpo tiembla con
miedo cuando me perfora con su mirada, bullendo—. Te di todo. Te
amo. Siempre lo he hecho.

Y esto es todo. Mi momento de claridad. Nunca tendré ese nuevo


comienzo porque no puedes comenzar una nueva vida, un nuevo
comienzo, cuando el pasado está justo a tu lado. ¿Y Pike? No va a ir a
ningún lado. Nunca me dejará, y nunca me permitirá irme. Pero no estoy
segura de que podré alguna vez realmente alejarme de él porque cuando
cortas a través de toda la mierda, lo amo. Amo tanto a mi hermano.

—Te amo, Elizabeth —dice bajando su voz, casi rogando.

—Sé que lo haces.

—No puedes dejarme. Sabes que sé demasiado sobre ti —me


amenaza.

—Lo sé. —Lloro, las lágrimas inundando mi rostro y bajo mi cabeza


mientras alcanzo detrás de mí y le doy la bienvenida a la sensación de
helado y frío metal en la palma de mi mano.

—Elizabeth, por favor. No te rindas conmigo, con nosotros.

—Lo siento, Pike. Nunca estaremos separados. Nuestros corazones


siempre estarán vinculados.

Y cuando la mirada de desesperación en sus ojos hace su


metamorfosis a horror, ampliándose mientras me ve sacar el arma,
entra en pánico. ¿Qué estás haciendo?

Dejo salir un llanto sin aliento.

—Te amo Pike.

(bang)

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