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IX Congreso Argentino de Antropología Social.

Facultad de Humanidades y Ciencias


Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008.

El trabajo político como


articulador del espacio y el
tiempo de la política:
etnografiando las relaciones
entre la política como militancia y
como profesión.

Julieta Gaztañaga.

Cita:
Julieta Gaztañaga (2008). El trabajo político como articulador del
espacio y el tiempo de la política: etnografiando las relaciones entre la
política como militancia y como profesión. IX Congreso Argentino de
Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales -
Universidad Nacional de Misiones, Posadas.

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Mesa de Trabajo: Política, Estado y gobierno. Etnografía de los procesos políticos
Coordinadoras: Beatriz Heredia, IFCS-UFRJy Ana Rosato, FcsSoc-UBA

El trabajo político como articulador del espacio y el tiempo de la política: etnografiando las
relaciones entre la política como militancia y como profesión.

Julieta Gaztañaga
(Mter. en Antropología Social IDES-IDAES/UNSAM, Doctoranda FFyL-UBA, Becaria
CONICET, docente UBA. E-mail: satarsa@gmail.com).

Introducción

Esta ponencia indaga etnográficamente la noción de trabajo politico concebida como


militancia y concebida como una profesión. Las relaciones entre ambas acepciones son
analizadas etnográficamente y tomando en cuenta las coordenadas temporales y espaciales del
trabajo político. Me interesa dar cuenta de la importancia de abordar analíticamente esta noción
de cara al estudio de procesos sociales, y considero que su discusion puede contribuir al debate en
favor de pensar la política como una construcción social y no como un campo (dominio, esfera)
autónomo y esencial.
El material etnográfico del cual se nutre la ponencia surge del trabajo de campo en la
provincia de Entre Ríos y particularmente en una ciudad entrerriana. Se trata de una serie de
investigaciones acerca de determinado procesos acontecidos –no exclusiva pero mayormente-
durante la década del 1990, donde ciertos actores sociales identificados como peronistas, y
ligados al Partido Justicialista (PJ) entrerriano, tuvieron papeles destacados como sus promotores.
Dichos procesos son la “integración entrerriano-riograndense”, la creación de consenso en torno a
la construcción del “puente Victoria- Rosario”, y la construcción de la “Región Centro de la
República Argentina”. El tipo de reflexiones teóricas vertidas implícita y explícitamente en esta
ponencia, forman parte de una investigación actualmente en curso que analiza y compara
etnográficamente los tres procesos mencionados atendiendo a la noción de trabajo político.

1. El trabajo politico y la militancia politica

La noción de “trabajo político” se asocia generalmente al trabajo militante. Es decir, el


conjunto de actividades llevadas a cabo durante una “campaña” de cara a un proceso electoral,
por parte de un conjunto de actores que se identifican con un partido, una lista (o una fracción
partidaria en el caso de una elección interna) quienes se movilizan y movilizan a otros en pos de

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la victoria. El trabajo político militante constituye una forma tradicional de la actividad político-
partidaria ligada a la política democrática de masas. En el caso de un país como la Argentina,
donde el voto es obligatorio y el sistema democrático de gobierno se basa en el sistema de
partidos, se trata de una actividad fundamental puesto que son las elecciones las que deciden
entre los actores e instituciones que se disputan el acceso al poder.
En el peronismo, la militancia es una actividad central del movimiento que es llevada a
cabo por todos los compañeros (como se denominan mutuamente los miembros del PJ). En este
sentido, tanto los líderes partidarios como los militantes de base, se jactan de conocer y saber
cómo se hace el trabajo político de militar. Desde su constitución histórica, el peronismo se
plantea como un movimiento de base militante al punto que peronismo y militancia son
sinónimos para quienes ensanchan sus filas. (cf.: Rosato 1999 y 2003; Rosato y Balbi 2003; Balbi
2007). En el PJ, sus militantes suelen estar afiliados al partido pero no todos los afiliados al PJ
son militantes ni llevan a cabo el trabajo político. Asimismo, entre los militantes no todos se
encargan de las mismas tareas ni lo hacen de la misma forma. Es más, dado que se trata de una
actividad colectiva y nunca individual, la militancia se desarrolla siempre de una forma
organizada. Por más que en la práctica la organización pueda ser desorganizada, el trabajo
politico militante siempre conlleva una división de roles y actividades, un conjunto de derechos y
obligaciones, y se apoya en valores, normas y creencias relativamente extendidas acerca de la
responsabilidad, el compromiso y la pasión en la actividad política (cf.: para un análisis
comparativo del trabajo militante en el PJ y otro partido político, ver: Rosato y Quirós, 2004).
El ethos de la militancia se reafirma permanentemente durante las campañas electorales,
cuando la base militante se aboca plenamente al trabajo político. Inclusive, en todas las campañas
se configuran momentos en que candidatos y líderes partidarios se reúnen y conversan con los
militantes acerca de qué es militar. Por ejemplo, en el contexto de una reunión partidaria de cara a
las elecciones generales de 1999, el líder local del PJ les recordaba a los militantes “de qué se
trata su trabajo”. Según él, comienza desde cada unidad básica (UB)1 y se apoya en la capacidad
de cada militante de conocer, recorrer, evaluar e interpretar. Asi, en principio, “se toma el barrio,
cada uno asume una parte, y la gente empieza a caminar y entra en la casa, y empiezan a
convencerlos, y empiezan a charlar con ellos, y si no pueden entrar buscan a otros que si puedan
entrar”. En segundo lugar, el caminar y visitar a la gente en el barrio es inseparable de la
instancia de evaluación: “evalúen cuando se reúnan a la tarde a la noche, después de trabajar,
evalúen realmente cómo les fue; por los nombres de la gente, de fulano, de mengano, de cada
uno, de la familia, de cómo los votan y por qué no los votan”. Finalmente, el material surgido de
las recorridas en el barrio y las evaluaciones se discute en reuniones de militancia en las
unidades básicas, en el local del partido, o en casas particulares, presididas por los candidatos y
autoridades del partido. De la continuidad y la conexión entre estas tareas van saliendo los
lineamientos de campaña.
Al entrar a un local del PJ con intenciones de hacer trabajo de campo etnográfico, una de
laspreguntas que es posible recibir es la de “¿alguna vez trabajaste en política?” –esto, por
supuesto, luego de evacuar dudas terminológicas, separarse de las asociaciones con el
periodismo, y seguido de otras preguntas relativas a cómo llegó uno allí, a quién conoce, desde
cuándo, que se dirigen a indagar en las redes personales e ideológicas del interpelado. Esa
pregunta es inevitable durante el período de elecciones, cuando el trabajo político está más
solicitado. En este contexto, en caso de respuesta afirmativa, uno es asignado a “alguien” (un

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El nombre con el cual designan las sedes del partido en los barrios. Las UB pueden tener otras funciones (como centros cívicos,
sociedades de fomento, clubes, y en muchos casos se trata de casas particulares.

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candidato o un viejo militante experiencia) para trabajar; caso contrario, la asignación va
acompañada de una pedagogía inicial mínima que se irá ampliando de manera práctica durante el
trabajo. Por ejemplo, a comienzos del año 2007 participé en la campaña política de una de las
listas del peronismo en la ciudad de Victoria. No era la primera vez que participaba de las
actividades del PJ en la ciudad (fui fiscal del partido en varias elecciones) pero dados los
realineamientos en el partido y la división del peronismo en dos listas (y una tercera alineada con
otros partidos) yo era “nueva” para muchos de los compañeros. Mi participación comenzó luego
de que el candidato a intendente me dio la “bienvenida”, me invitó a que me sume “a trabajar con
ellos” y me propuso integrarme al grupo de uno de los candidatos a concejal, junto con unas 25
personas más, mujeres en su mayoría.
¿Pero en qué consiste este trabajo político? Si bien las actividades vinculadas con el
trabajo político militante conforman una totalidad, éstas pueden dividirse en dos subconjuntos,
segun el espacio donde se llevan a cabo dentro del tiempo delimitado por las elecciones y la
campaña electoral. Así, encontramos ciertas actividades que se realizan desde “adentro”, desde
las UB y desde el local (partidario o de la línea, en el caso de una elección interna), y otras que se
realizan hacia “afuera”, hacia las calles, las casas de la gente, los barrios y la ciudad en general.
Entre las actividades que se llevan a cabo desde adentro, el “doblar votos” constituye un
elemento característico de la militancia. Todos quienes pasan por el local del partido participan
del sacar las boletas de votación de las cajas que llegan desde de la justicia electoral, doblarlas y
acomodarlas para su posterior distribución. No es una actividad necesaria para el día de la
votación en sí mismo, sino para repartir las boletas los días previos. De este modo, los “votos”
son doblados de una manera especial para que los candidatos y la lista sean leídos
adecuadamente. Por otra parte, esta actividad que llega a ser mecánica al cabo de un rato, también
funciona como una especie de pasatiempo, especialmente entre las mujeres y militantes jóvenes,
que junto con el mate acompaña las conversaciones en el local partidario. A veces, las mujeres se
llevan “votos” para doblarlos en sus casas, cuando no tienen tiempo para quedarse.
En el local partidario también se desarrollan otras tareas como la consulta de padrones de
votación. Los padrones se cuelgan en las paredes del local y se suelen enviar copias de los
mismos a las UB de los barrios. Cualquiera puede entrar al partido para preguntar dónde vota, y
los militantes colaboran en encontrar la persona, la institución y la “mesa” respectiva; luego
anotan esta información y se la entregan a la persona en papelitos que ellos mismos
confeccionan.. Para esta tarea también suele haber una computadora, que contiene la versión
informatizada de los padrones. De una u otra forma, la ayuda para con quienes se acercan a
preguntar “dónde votar” siempre se hace de manera personal. El ideal es que pase mucha gente y
que se sientan bien atendidos. En este sentido, también se va mantienendo un registro informal –
mental y verbal- de cuánta gente pasa a preguntar.
Otras actividades de suma importancia para el trabajo político, que se realizan desde
adentro, son las reuniones de militancia. En ellas se discute información sobre la campaña, se dan
a conocer nuevas estrategias y se “baja línea”. A medida que se acerca el dia de los comicios
tambien se realizan reuniones de fiscales del partido y reuniones donde se organiza la logística
del día de los comicios. En estas reuniones, los candidatos y las autoridades partidarias enseñan y
recuerdan cómo se pelean los votos antes y durante el recuento, cómo se fiscaliza el orden de los
comicios y cómo se controla el comportamiento incorrecto de los demas partidos. Durante la
camapaña también se realizan fiestas, choripaneadas y actividades recreativas en las UB, que
forman parte del trabajo de recibir, alentar y captar a la gente del barrio hacia la propuesta y la
gente del partido.

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En cuanto a las tareas realizadas hacia afuera, tal vez la mas importante sea la de
“caminar”. Sibien esta es una tarea central para los candidatos, los viejos militantes tambien salen
a caminar sus barrios, donde la gente losconoce y ellos conocen a la gente. Hay diferentes estilos
de caminar, que tienen que ver con las modalidades personale y estratégicas que organizan los
candidatos. A veces el candidato va solo adelante y detrás los militantes (mujeres en general).
Pero a veces el candidato camina con una “vieja militante”, una mujer con experiencia de
militancia política y que pertenece al barrio. Los candidatos tambien suelen ir de a dos o tres y se
detienen en conjunto a conversar con la gente. La modalidad, a rasgos generales, es poder llegar
a la gente de una forma personal, escucharla y ser escuchado; de aqui que los saludos, el apreton
de mano y el beso en la mejilla a las mujeres dicten el ritmo de las caminatas. El caminar implica
recorrer las calles pero también tocar timbre y en lo posible entrar a las casas, compartir un mate,
y conversar. La visita puede variar entre cinco minutos y media hora, así como los temas de
conversación, incluyendo la propuesta del partido y cómo va la campaña, temas personales (cómo
esta tal o cual persona), temas de interés general (el estado de las calles, los servicios públicos, un
incidente en la comunidad). En las caminatas también se habla de temas personales, se cuentan
“chismes” y hay un clima distendido y afable. Durante las caminatas también suelen darse
‘encuentros’ con militantes de otras listas y partidos; las reacciones varían desde saludos
amistosos si se conocen, a miradas furtivas o contactos mínimos. Un elemento típico de las
caminatas es el continuo flujo y registro de información: los celulares suenan, los mensajes de
texto se acumulan, se dicen cosas al oído, e incluso hay militantes que llevan cuadernos o
libretitas donde “se anota todo” (contar con un registro de lo que va sucediendo con la campaña,
apuntar nombres y teléfonos, y a transmitir información a los candidatos.
Repartir las propuestas y los votos también es un trabajo fundamental y se lleva a cabo en
cierto orden y forma. Por una parte, hay una división por barrios y sectores asignados a los
candidatos y su gente. Por la otra, la forma en que se reparteAsismimo, Por ejemplo cuando los
militantes salen a repartir “propuestas” y “votos” van casa por casa, tocan timbre, conversan con
los vecinos y entregan las propuestas “en mano”. Sólo en algunos casos, de acuerdo a cómo
apremia el tiempo para recorrer toda la ciudad, está permitido hacerlo de una manera impersonal
(por ejemplo, pasando los panfletos y los votos por debajo de la puerta).
Ambas actividades se suelen combinar. Por ejemplo, una tarde salimos “a caminar” con el
candidato a intendente, uno de los candidatos a concejal y el candidato a senador provincial. El
objetivo era repartir votos en mano en la zona céntrica de la ciudad, ya que las propuestas habían
sido repartidas con anterioridad; nosotras, las mujeres que los acompañábamos llevábamos las
“propuestas preparadas”, es decir, con el voto doblado adentro del panfleto. En las casi tres horas
de caminata, el ritmo estuvo dictado por la ecuación entre encuentros casuales en la calle con
“conocidos” y el tocar timbre casa por casa, comercio por comercio. La participación de las
militantes en las charlas fue mínimas; sólo tras la invitación al diálogo por parte de los
candidatos. No es el tema que aquí desarrollamos pero basta señalar que la respuesta que dara la
gente depende del barrio y de cada persona y de cómo el parttido haya organizado su trabajo
(caminar y evaluar básicamente)
Otro ingrediente fundamental del trabajo político militante es colaborar y participar en las
actividades que organiza el partido (caravanas, actos públicos, fiestas). Esto no siempre se
cumple pero hay presiones para tornarlo moralmente deseable. Llevar y traer gente, preparar
comida, inflar globos, armar escenarios, colgar y armar afiches, hacer el asado, forman parte de
este compromiso que a veces incluye movilizarse a otras ciudades en micros que contrata el
partido (por ejemplo, para asistir a actos de nivel provincial). También es trabajo militante todo lo
tiene que ver con las “pegatinas”, pintar leyendas políticas, hacer murales, pegar (y despegar)

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afiches, colgar carteles, poner pasacalles, etc. De esto se encargan mayormente los hombres y
sobre todo los más jóvenes dado que generalmente se hace de noche, requiere un ejercicio físico
considerable y muchas veces incluye enfrentamientos con otros partidos y listas.
Finalmente, el trabajo militante se pone en juego el día de la elección. La jornada electoral
plantea una serie de tareas específicas de suma importancia. Ese día hay que pelear el voto, esto
implica salir ir a buscar la gente, cuidar que “otros no empapelen a la gente que llevan”, facilitar
que los vecinos acudan a votar, y asegurarse que todo funcione en un clima organizado y lo
menos hostil posible. Aquí se despliega la división del trabajo planeada con anterioridad en las
reuniones, incluyendo el trabajo de fiscalización en los lugares destinados oficialmente al
comicio.
De acuerdo a lo señalado, si bien “el peronismo es siempre la suma del trabajo de los
compañeros”, tal como lo plantean los militantes; el trabajo político entraña una división de
tareas que a su vez está cruzada por categorías de personas que tienen que ver con las funciones
que cumple cada uno. Desde el “cuidar los votos” durante la jornada electoral hasta el asistir
cotidianamente a las personas que se acercan al partido porque necesitan “algo” (comida,
asistencia médica para niños, ancianos y madres embarazadas, materiales de construcción, ropa,
vales para nafta, contactar algún funcionario público, etc.), cada militante conoce los roles y las
acciones que esta autorizado y capacitado para llevara cabo. En primer lugar, no es lo mismo ser
un militante “nuevo” o un “viejo militante” (puntero o referente del partido en el barrio), ser
hombre o mujer, ser joven o adulto. En segundo lugar, las categorias mencionadas se vuelven a
entrecruzar de acuerdo al lugar que ocupe el militante en determinado momento en el balance de
fuerzas internas al partido o la facción (i.e. ser persona de confianza de algún candidato o líder).
Y finalmente, para el caso de los candidatos y a veces las autoriddaes del partido (que no siempre
coinciden), su trabajo militante se combina con las actividades específicas de su rol en la
campaña (actos proselitistas de nivel provincial y nacional, encuentros con representantes de
fuerzas vivas, apariciones mediáticas, reuniones con expertos técnicos, etc.).
Las relaciones interpersonales y las interacciones cara a cara constituyen elementos
fundametales del trabajo político militante. Para quienes lo realizan, está en las raíces de la
militancia peronista: “se trata de un cuerpo a cuerpo, porque esto es así, así hemos ganado las
elecciones nosotros, así, con trabajo”. En este sentido, el trabajo político militante es indisociable
de los valores en que se funda como untipo especial de trabajo que no entraña (al menos no
debería) ningún tipo de retribución monetaria Los viejos militantes que se jactan de “seguir
estando en las buenas y en las malas” y bromean con los candidatos acerca de lo que les van a dar
cuando ganen. Ese humor es aceptado sin problemas y una vez perdida la elección, los militantes
seguirá trabajando por más que muchos se prometieron a si mismos que “era la última vez si
perdíamos”. Incluso, durante la campaña son constantes las quejas acerca de la falta de tiempo y
el cansancio debido a que las tareas del trabajo político militante -que son permanentes y ocupan
casi todo el dia- se superponen con sus propias actividades más allá de la política (i.e. el empleo
remunerado, la vida familiar y social, las actividades de esparcimiento, compromisos, sucesos
imponderables de salud, etc.). El modo en que los militantes explican su cansancio y la ausencia
de expectativa de retribución económica (sí de alguna ayuda) está vinculado al sentido de
pertenencia al movimiento social, político e ideológico fundado por Juan Perón. Sin embargo, los
valores en que se funda el trabajo político, aún dentro del PJ, no se reducen a la identidad
peronista. Por el contrario, muchas personas trabajan políticamente por el partido sin poseer
trayectorias personales ni familiares de militancia en el mismo, y lo hacen porque están
comprometidos de manera personal. Por ejemplo, una militante muy activa en su grupo me
comentaba “ yo estoy recontra comprometida con esto y trabajando con todo, y si no me dan

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nada, bueno, no importa”. La mujer llegó a la lista el mismo año de la campaña y en calidad de
militante “de” (el candidato a diputado). En su caso, las expectativas de obtener algo luego de
ganar las elecciones estaban claramente diferenciadas de su participación en la lista. El móvil de
su participación radicaba en “la deuda que sentía con el candidato a diputado”, quien gestionó
personalmente la atención médica de su marido en la capital provincial dado que ella no tenia
recursos ni contactos. Luego de que su marido se repuso, ella decidió que “tenía devolver algo de
lo que le me habían dado, y me puse a trabajar”.

2. El trabajo político y la profesión política

Además del trabajo militante de cara a las elecciones, quienes ejercen profesionalmente la
política (Weber, 1980 y Skocpol 1989, Offerlé 1999) consideran trabajo político a su quehacer.
Sin ser acepciones extrañas entre sí -al contrario, están íntimamente conectadas y en el
peronsimo todo político profesional se considera a sí mismo un militante-, el trabajo político “del
político” implica una serie de elementos, disposiciones y condiciones que van más allá del
trabajo politico militante. En este caso las elecciones dejan de ser el escenario privilegiado para
observarlo, y por más que los profesionales de la política explican sus trayectorias y sus futuros
proyectos en base a su trabajo, éste se plantea mucho más escurridizo a los ojos del observador.
No obstante, el seguimiento de procesos considerados politicos ponen en evidencia -cada uno a
su modo y con sus especificidades- el tipo de trabajo político al que me refiero. Esto incluye
tomar en cuenta los parentescos espacio temporales y las conexiones politicas e interpersonales
establecidas por sus protagonistas, lo que permiten suponer una naturaleza procesual distintiva
de este tipo de trabajo político.
La producción social de consenso en torno a la construcción del puente Victoria-Rosario
es un ejemplo de la puesta en juego de este trabajo. El análisis etnográfico del proceso dejó al
descubierto el modo en que ciertos profesionales de la política y sus allegados “trabajaron para
convencer a las autoridades nacionales” de construir una megaobra de infraestructura vial sobre
el valle del río Paraná, cuya concreción era casi impensable (Gaztañaga 2001, 2001b, 2003, 2005,
2007). La construcción del viaducto comenzó hacia fines de 1998 y fue inaugurada en mayo del
2003 pese a que por años fue tildada de “obra impensable y faraónica”. Desde entonces, la ciudad
de Rosario, una gran urbe portuaria e industrial que supera el millón de habitantes, y la de
Victoria, un contexto económico social agrícola-ganadero y de servicios, con poco más de 30.000
habitantes, quedaron en conexión directa a través de casi 60 kilómetros de puentes y terraplenes.
En este caso, el trabajo politico permitió construir el viaducto, al posibilitar que sus
protagonistas tiendan personalmente otros puentes que eran necesarios para generar las
condiciones de posibilidad de nueva infraestructura pública. Es decir, dado que la ejecución de
este tipo de obra vial es de jurisdicción nacional, los politicos locales y los legisladores del
justicialismo entrerriano jugaron un rol central en crear -y luego mantener- el consenso nacional
en construir el Victoria-Rosario. Asimismo, también fueron los artífices de crear el interés en
torno a la obra dado que éste apuntaba directamente a la persona del presidente de la Nación. Los
justicialistas victorienses y sus pares provinciales realizaron por años un “trabajo permanente”
que incluyó “gestionar estudios” de factibilidad tecno-económica, “hacer lobby” con empresarios
y potenciales inversores y, sobre todo, “moverse hacia la Nación”, realizando viajes, reuniones y
encuentros (donde los lazos político-partidarios se transformaban en personales y luego en
palabra y compromiso). Asimismo, el trabajo de crear interés construyó la necesidad de la obra a
una escala mayor, es decir, transformaron la conexión vial entre las orillas del paraná en el eje de

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la integración biocenica central, que conecta la infraestructura vial desde el oceano Atlántico
hasta el Pacífico entre los paralelos 32 y 34 sur. Asi, gracias a su trabajo, no sólo se concretó el
viaducto sino también el “anhelo centenario de una población que se sentia aislada” y el
“corredor bioceánico”.
El proceso de la integración entrerriano-riograndense también constituye un ejemplo de
trabajo politico, en este caso llevado a cabo por ciertos políticos profesionales entrerrianos para
tejer y estrechar lazos de integración con sus pares brasileros del estado de Rio Grande do Sul.
Los orígenes de este proceso se remontan hacia fines de la década de 1980, cuando las
provincias que integran el CRECENEA (Comisión Regional de Comercio Exterior del Noreste
Argentino) y los estados que conforman el CODESUL (Comité de Desenvolvimiento del Sur)
propiciaron la firma del “Protocolo Nº 23 Regional Fronterizo”. El proceso de integración
fronteriza fue subsumido dentro del Programa de Integración y Cooperación Económica entre
Argentina y Brasil y estuvo comandado por las cancillerias nacionales, dada la imposibilidad,
para estados y provincias, de negociar este tipo de acuerdos de manera autónoma. Sin embargo,
ciertos políticos locales y provinciales del justicialismo entrerriano tomaron la iniciativa de
construir lazos políticos, económicos y socioculturales entre su provincia y Rio Grande do Sul
con el objetivo de tener cierta autonomia en la constucción del inminente Mercosur.
Pese a las diferencias de escala, los justicialistas enterrrianos (especialmente los
funcionarios políticos y administrativos del poderes ejecutivos provincial) se pusieron a trabajar
para fomentar el apoyo y el interés de los funcionarios riograndenses y crear la misma magnitud
de intereses entre los productores (y luego otros sectores) de la provincia. La colaboración entre
los poderes ejecutivos y legislativos de ambos estados, o en sus términos, “la complementación
entre los dos poderes” no hubiera sido posible sin la relación personal entre los involucrados que
cortaba, incluso, las afiliaciones partidarias. En definitiva, la creación de legislación e
instituciones; la realización de intercambios y viajes; la firma de acuerdos y proyectos; la
profundización del conocimiento mutuo; la “antesala del Mercosur” y el “Mercosur de la gente”,
todos estos hechos fueron producto del trabajo político (UBACyT 1998-2000, Boivin 2004,
Boivin y Rosato 1999; Rosato 2000; Rosato y Gaztañaga 2001). Y como tales, en el año 1999,
tras el cambio de autoridades, la nueva administración entrerriana decidió abandonarlo en pos de
emprender una estrategia diferente respecto de sus vinculaciones con Brasil.
En tercer lugar, el proceso de constitución de una “nueva región argentina” denominada
Región Centro e integrada por las provincias de Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe, también aparece
como un escenario propicio para ver el funcionamiento del trabajo político (Gaztañaga 2004,
2007 y 2008). En este caso, desde mediados de la decada de 1990, un grupo de funcionarios del
poderes ejecutivos de las tras provincias (quienes alternativamente tambien ocuparon cargos
legislativos) se pusieron a trabajar para construir un arreglo interprovincial. El objetivo era lograr
un tipo de “desarrollo económico y social, opuesto al del centralismo porteño y bonaerense”, a
través de una geopolítica regional basada en las sinergias y complementariedades de las tres
provicnias. Aqui tambiens como en el caso anterior, fue creado un corpus legislativo e
institucional, se realizaron viajes, intercambos y reuniones, se afianzaron vínculos personales y se
dejaronde lado rivalidades históricas, todo en pos de dar curso a una nueva integración
subnacional. En este proceso los funcionarios (políticos, administrativos y técnico) de los poderes
ejecutivos provinciales y especialmente los gobernadores tuvieron un papel hegemónico en
promover las condiciones para institucionalizar la Región (que ocurrió en el año 2004). Luego,
estas condiciones fuero materializadas gracias a la participación activa de otros actores e
insitituciones especializados y no especializados en política (i.e. legisladores, empresarios,
sindicatos, instituciones educativas, asociaciones de profesionales, etc.).

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Aqui también fue crucial el trabajo de creación de vínculos políticos, la negociación de la
participación de cada provincia y la creación de instituciones comunes. Y si bien la Región
Centro es producto de dispositivos jurídicos (la reforma constitucional de 1994) y de ajustes
políticos (la segunda presidencia de Carlos Menem y las discusiones en la Legislatura Nacional
en torno a los términos de la “coparticipación federal” de las provincias), lejos de un mero
emergente de causas exógenas, involucró cursos de acción ‘locales’ que decidieron la posibilidad
de formar la Región, determinaron el curso y la forma de su efectiva concreción.
Para dar cuenta de la creación y la puesta en marcha de la integración entrerriano-
riograndense, de la institucionalización de la Región Centro de la República Argentina, así como
de la creación de consenso/ interés en torno a la construcción del puente Victoria- Rosario, el
denominador común es el trabajo desplegado por ciertos actores en el ejercicio profesional de la
política. Si bien son procesos diferentes y la forma que asume el trabajo político depende de las
condiciones específicas a cada uno, en los tres casos sus protagonistas (o promotores)
desplegaron un tipo de trabajo forjado en base a relaciones interpersonales dentro de marcos
institucionales, y donde responsabilidades, compromisos, actividades y demandas de cursos de
accion no se reducen al escenario ni al momento electoral. Es más, en muchos casos, este trabajo
fue desplegado mas allá de perder o ganar la elección. Esto puede verse particularmente al
indagar las relaciones mutuas entre los procesos en base al trabajo político desplegado en ellos.
En primer lugar los tres procesos poseen el mismo contexto político-institucional: se
enmarcan en los procesos de reforma del estado y la economía que, por ejemplo, permitieron la
concesión de la obra publica y ciertos arreglos para abrir y desregular el comercio exterior. En
segundo lugar, los procesos están hegemonizados por actores políticos vinculados al PJ, y
además, en el caso de Entre Rios, cuentan con la participacion de casi todos los mismos actores.
En este sentido, si bien algunos de ellos “siempre” estuvieron en funciones mientras que otros
sólo lo hicieron durante el curso de uno o dos de los tres procesos; las razones que esgrimen para
explicar la continuidad de su trabajo apuntan, de una u otra forma, a una combinación entre las
relaciones interpersonales y los compromisos basados en valores. En tercer lugar, la continuidad
de cada uno de los procesos dependende del balance de fuerzas políticas para mantener su curso o
suspenderlo; de modo que el trabajo e ncada uno fue permanante, ya sea “desde el oficialismo”
como “desde la oposición”. Incluso las combinaciones entre los procesos creadas por sus
promotores también son ejemplos del carácter permanente del trabajo político. Esto ocurrió, por
ejemplo, con la “Casa de Entre Ríos en Porto Alegre”. La Casa fue creada a fines de 1994, a
partir de un Decreto del poder ejecutivo provincial (pero basado en una resolución de la
Honorable Cámara de Diputados, ya que la iniciativa provenía de un diputado victoriense del PJ
que luego fue promovida en bloque) y con el objetivo de concentar institucionalmente y agilizar
la integración. No obstante, cuando el proceso de integración fue interrumpido por el nuevo
gobierno dela UCR-Alianza en 1999, la Casa quedó oficialmente en desuso. Los contactos con
los funcionarios brasileños continuaron de manera privada (en agunos casos devenidos en lazos
de amistad). De modo que en el año 2004, con el lanzamiento institucional de la Región Centro y
el regreso del PJ (desde el 2003) al poder ejecutio provincial, ciertos actores que habían
participado del proceso de integración con el estado brasileño comenzaron a plantear su
reapertura como una “oficina de promoción económica” para la Región Centro. Algunos de estos
actores se habian retirado de la función publica pero continuaban participando del proceso
regional desde el sector privado.
El caso del proceso en torno al puente Victoria-Rosario es aun más elocuente. El trabajo
político de crear interés en la obra estuvo nutrido de una destreza especial para conectar diversos
procesos por parte de sus promotores. Esas conexiones no sólo se hacían a través de una retórica

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de “necesidades” históricas y futuras, sino a través de un trabajo volcado a negociar acuerdos,
compromisos y respaldos politicos a la obra con los actores vinculados a otros procesos. Por
ejemplo, además justificar la obra por el corredor bioceánico, los politicos locales sostenían que
el puente era necesario por su rol central para “dinamizar los intercambios con el sur de Brasil”,
y también para “consolidar físicamente la Región Centro”. En ambos casos contaban conel apoyo
de los gobernadores. El primero de los procesos estaba en marcha mientras que el segundo estaba
siendo trabajado politicamente para “sacarlo de conversaciones”. En el primer caso, dado que los
promotores del puente participaban de la organización de reuniones, encuentros y actividades del
proceso de integarción con Rio Grande do Sul; podian dar cuenta de cómo entrerrianos y
riograndenses se movilizaban de un lado hacia el otro a raíz de diversas invitaciones y
actividades. En este contexto, la fehaciente realidad de los intercambios y el tejido institucional
de la integración, reforzaban el argumento de la necesidad del puente comovía física para agilizar
el flujo mercantil en una zona prometedora y que políticamente ya no estaba más aislada. En el
caso de la Región Centro, los contactos con los funcionarios de los poderes ejecutivos fueron
variados (con Santa Fe estaban en el mismo proceso del viaducto, sin embargo en un principio
contaron con mayor apoyo por parte de los legisladores que del ejecutivo) e iban generando
lazos de compromiso y confianza que daban respaldos “regionales” a la obra. En el caso de la
relación con Córdoba, en los inicios del proceso del puente, por ejemplo, a raiz de la relación
personal de uno de estos politicos con gente de la Universidad de Cordoba, el primer estudio de
factibilidad fue hecho en colaboracion con ingenieros de esa casa de estudios. Más avanzado el
proceso, los funcionarios que venían planteando la necesidad de construir una autopista Córdoba-
Rosario vieron con buenos ojos la creación de infraestructura vial en la región, de modo que el
argumento de que las regiones se consolidan a partir de un “criterio plano” (es decir, contar con
infraestructura común), terminó siendo la tónica dominante, a fines de la década de 1990, para
promover la Región Centro.
Recapitulando, los tres procesos sin excepción presentan una combinación de actores e
instituciones especializados y no especializados en política. Es decir, cuentan con la activa
participación de actores que no son profesionales de la politica, tales como técnicos, consultores
y personal administrativo (sean gubernamentales o no), sectores productores y empresarios,
sindicatos y organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, etc.. Sin embargo, es
desde el trabajo político donde se promueven y concretan las “obras políticas”. ¿Por qué? Porque
sólo ciertos actores están socialmente posicionados para llevar a cabo el trabajo político y porque
para producir esas obras políticas -sean materiales como una obra de infraestructura pública, o
inmateriales como institucionalizar un proceso de integración o una Región interprovincial-, las
relaciones y los compromisos interpersonales producidos en el trabajo, deben estar basados en y
articulados con el tejido político-institucional desde el cual extraen su legalidad y derivan su
legitimidad. 2
Las relaciones a las que me refieron incluyen tanto los vínculos personales, los
interpartidarios y las relaciones politico-institucionales. Por ejemplo, en el caso de los procesos
de integración, los profesionales de la política que cargan personalmente con la responsabilidad

2
En el proceso de integración entrerriano riograndense y en el de la Región Centro, aún cuando los vínculos gubernamentales
producían el basamento central de las relaciones interestatales, sin las iniciativas de otros actores no hubiese sido posible el cauce
más o menos permanente en el tiempo de la integración. En el primero esto es así gracias a los funcionarios de nivel ‘medio’
(legisladores provinciales e intendentes), mientras que en el segundo, gracias a los técnicos y los sectores empresarios (éstos han
jugado un rol central en los tres procesos como promotores y como continuadores de relaciones institucionalizadas). En los tres
procesos, el trabajo político tiene que ver con crear y promover legislación, y con el institucionalizar políticas. A esto me refiero
con que los productos del trabajo pueden ser de tipo ‘inmaterial’, si bien es dicutible el uso de esta noción.

9
de promoverlos, consensuarlos y tornarlos permanentes en el tiempo; no cuentan con una fórmula
política pre-fijada, ni con recetas borocrático-adminstrativas, ni están bajo la dirección de un
superior que les indica cómo y cual será el paso siguiente. En consecuencia, el ir construyendo
esas relaciones con los representantes de los sectores, regiones, instituciones con los que se desea
integrar, negociarlas y –en la medidad de lo posible- institucionalizarlas, todo eso forma parte del
trabajo politico. La construcción de vínculos, lazos y relaciones tambien es crítica en su ausencia
o su ruptura. En los procesos que me refiero, esto puede verse cada vez que en cada uno de ellos
se puso freno o se relativizó su marcha, ante los cambios de gobiernos o las alteraciones en el
balance de fuerzas (i.e. en la construcción de cuorums en las cámaras legislativas).
El trabajo político tampoco no es independiente del apoyo ni de las “presiones lobbistas
del sector privado”. Este tema merecería un desarrollo en sí mismo, especialmente por las
conexiones personales y las superposiciones de funciones (empresarios-políticos) entre los
propios actores, que se suman a las que se producen en y a traves del trabajo político (un
empresario o productor designado como director de la secretaría ‘x’ o un político profesional se
asocia a un grupo empresario). En el caso del proceso de creación de consenso en torno a la
construcción del Victoria-Rosario, la necesidad de contar con la participación del capital de
inversión privado -en tanto obra a ser concesionada-, impuso una lógica específica al trabajo
político que requirió extenderlo, y llevarlo a cabo entre los “privados”, como ellos los llaman.
Pero ese trabajo no solamente significaba hacer lobby sino que también incluyó ponerse en
contacto con técnicos, ingenieros, consultoras y empresarios, entablando relaciones profesionales
donde el “conocimiento” funcionaba como moneda de cambio y estructurador del trabajo
político. La apertura a nuevas áreas de conocimiento -no necesariamente politicas- fue un eje
central para producir consenso sobre el puente.
Finalmente, el trabajo de los profesionales de la política también se lleva a cabo en la
confrontación, superposicion o acompasamiento entre niveles politico adminsitrativos de
decisión. En cada uno de los procesos mencionados, el cruce peso de cuyo es diferente para cada
proceso y, por lo tanto, el desarrollo del trabajo político se ve afectado de maneras particulares.
Esto es claro en el proceso del puente, donde los mecanismos, las formas y los procedimientos
jurídicos para las prácticas estatales relativas a la “obra publica” condicionan permanantemente al
trabajo político orientado a producir este tipo de obras (al ser una obra de jurisdicción nacional).
Pero también podemos verlo en el proceso de la Región Centro, donde el trabajo político se
ejerce de manera relativamente autónoma del gobierno nacional en tanto la decisión de crear la
Región parte de los poderes ejecutivos provinciales (y por otra parte se basa en un discurso que
discute directamente el tema de la autonomía, i.e., el centralismo vs el federalismo). Sin emargo,
este trabajo también encuentra sus límites, en tanto ninguna región subnacional puede
institucionalizarse si no tiene el reconocimiento del Congreso Nacional. Algo similar sucedió con
el proceso de integración entrerriano-riograndense, cuyo marco jurídico e institucional se
desprende del Protocolo 23, rubricado por las cancillerias de Brasil y Argentina. Respecto de este
tema, también podemos ver cómo se abren posibilidades creativas para el trabajo político. Por
ejemplo, mientras que en el proceso del Victoria Rosario, la relación con el estado nacional (con
sus funcionarios, con el presupuesto, con las leyes, etc) implicaba la subordinación total y directa
debido a temas de jurisdicción de la obra pública; en los procesos vinculados con la creación de
integración regional, sus actores trabajan políticamente para salirse del soguzgamiento del estado
nacional. Ahora bien, irónicamente el trabajo politico en el proceso del puente (trabajo politico
dirigido hacia y dependiente legal y economicamente del gobierno nacional) no tiene –
teóricamente- límites, siempre y cuando logre “interesar a la nación” y generar politicas locales a

10
través suyo. Mientras queel trabajo de crear regiones o integración regional está encorsetado en la
legalidad que impone, en ultima instancia, la normativa nacional

3. El trabajo politico: tiempo y espacio

En la literatura académica, las apelaciones a la noción de trabajo político suelen presentar


dos problemas. Por un lado, la noción se utiliza dentro de un vacío analítico, es decir, no ha sido
elaborada en sus implicancias analíticas, siquiera como herramienta para comprender procesos
políticos; de modo que suele ser utilizada como dato del ‘sentido común político’. Por el otro
lado, su uso plantea una asimetría respecto del modo y contexto de aplicación de sus diferentes
acepciones; me refiero a que cada vez que los estudiosos utilizan esta noción suelen referirse
únicamente al trabajo político militante. Ambas situaciones se presentan en la literatura
sociológica, historiográfica y de las ciencias políticas que atienden a la politica en el peronismo y
al peronsimo de base (e.g. Auyero 2001, Levitsky 2001, 2003; Palermo y Novaro 1996, entre
otros). En este mismo contexto de estudio, la noción tambien tiende a aparecer ensombrecida
como objeto de análisis antropológico, aún cuando las etnografías que atienden al detalle
cotidiano de la política partidaria han sabido reconstruir minuciosamente la trama de actores,
emociones y presiones a las cuales se haya sujeta la actividad política (Rosato 1999 y 2003;
Rosato y Quirós, 2004; Balbi 2007; Frederic 2004; Masson 2004; Soprano 2003).3
Pueden ser varios los motivos para que el trabajo político tienda a ser reducido o
subsumido en la primera de las acepciones, esto es, como trabajo proselitista. Un origen posible
para este descuido pueden ser ciertas lecturas de los trabajo de Weber (1996 y 1980) acerca de la
aparición de la política de masas y los políticos profesionales que buscan el voto, que en sus
versiones simplificadoraa tornan a la actividad política algo meramente instrumental al punto que
la “política como vocación” se vuelve parte de la retórica instrumental. Otro motivo puede ser el
peso que ha tenido la política partidaria como objeto de análisis, y el problema de separarla
arbitrariamente de otros procesos donde los actores políticos despliegan su actividad. En este
sentido, por ejemplo, Frederic y Masson (2007:129 y ss.) plantean que la preocupación política
por el éxito o el fracaso electoral suele opacar el análisis de los modos en que se constituyen
procesos políticos concretos (i.e. el clientelismo político no garantiza una elección sino que es
parte del sentido común político y en si mismo no permite apreciar el vínculo político). Otro
motivo, puede estar relacionado con los supuestos pre-analíticos respecto del patronazgo y el
clientelismo en el peronismo, donde los “intercambios” de apoyo (y trabajo) político por bienes
materiales y servicios parecerían definir el ethos de una actividad que se ‘disfraza’ como trabajo.
En este contexto, el lugar para otras nociones de trabajo politico solo pueden permancer en la
opacidad.
Dicho esto, analizaré las coordenadas temporales y espaciales del trabajo político, dado
que las considero cruciales para restituir valor analítico a esta noción y para especificar sus
contextos particulares de aplicación. Si bien estas coordenadas han sido expuestas de una manera

3
No puedo dejar de mencionar a Pierre Bourdieu como uno de los autores que ha trabajado la noción de trabajo político. Sin
embargo, su tratamiento se dirige a analizar el funcionamiento del “campo político” en general y las disposiciones que hacen a
este habitus en particular. Su planteo es que el habitus del político supone un entrenamiento especial que incluye el cuerpo de
saberes específicos producidos y acumulados por el trabajo político de los profesionales presentes o pasados o de las capacidades
más generales como la matriz de un cierto lenguaje y una cierta retórica politica para relacionarse con los profanos y entre
profesionales (2001:217).

11
etnográfica, aquí me centraré en los límites y posibilidades que crean, en tanto forma de dar
cuenta del trabajo político en cada una de las formas en que aparece y en las acepciones que
implica. Por lo tanto no haré referencia al espacio ni al tiempo del estado, o del poder del estado
en sí mismos, sino al tiempo y al espacio creados por y en el trabajo; un trabajo que, si en última
instancia busca la obtención o consagración del poder del estado, tiene caminos muchas veces
impredecibles y sorprendentes.

Tiempo y espacio del trabajo politico militante

El trabajo político militante es percibido como un continuo en cada momento electoral por
que atraviesa el partido o la facción partidaria, y en la sumatoria de esos momentos. Las
elecciones (internas y generales) ponen a prueba la continuidad y el rendimiento del trabajo
político, y condensan sus éxitos y fracasos, incluso en el modo en que los militantes refieren y
comparan esos momentos ( “la campaña del 99”, “las internas del 87”, “las legislativas del 2003”,
etc.). Tales momentos “políticos” hacen del trabajo militante algo fundamental, y es allí donde se
depositan las energías y las expectativas de todos quienes participan de ese trabajo politico.
Sin embargo, el trabajo político deja de ser un continuum en relación con los momentos
no electorales del partido. Cuando termina la elección, los militantes vuelven a las tareas que
suspendieron cuando se abocaron al trabajo político; sean sus rutinas privadas, sean las tareas de
militancia social en el barrio y la ciudad, sean las nuevas funciones en el caso de los candidatos
electos y de los militantes que obtuvieron un puesto público. En definitiva, para quienes llevan a
cabo el trabajo político proselitista, la naturaleza productiva del mismo siempre implica una
apertura, un término y un descenlace, que sigue y respeta el ritmo político electoral por más que
el día siguiente a la elección hayan comenzado a pensar estrategias para la próxima campaña.
¿Esto significa que los militantes dejan de trabajar cuando pasa la elección? ¿son
militantes solo durante la campaña? No, al contrario, la militancia es concebida como algo
permanente, y existe todo un conjunto de actividades que van más allá de perder o ganar una
eleccion. Por ejemplo, los militantes organizan y participan de actividades de asistencia social al
compañero y actividades culturales, sociales, deportivas, incluyendo festejos especiales como el
dia de la madre y el día del niño, actividades para jubilados, para jóvenes, para mujeres, etc..
También organizan y/o participan de “actividades peronistas” como misas por Evita, celebración
de fechas como el cumpleaños de Evita, el “día de la lealtad” (17 de octubre), el “día del
militante” (17 de noviembre), etc., y a veces vinculadas con enseñanza de la ‘doctrina’ Peronista.
También pueden llegar a administrar “programas sociales” del gobierno provincial o nacional, y
en algunos casos -dependiendo de los recursos movilizados- atender problemas de infraestructura
del barrio o la ciudad (cloacas, alumbrado, asfalto y arreglo de baches). Todas estas actividades
llevadas a cabo en los barrios, desde las UB, y en la localidad, configuran a la militancia como
algo permanente, que no se detiene si se perdió una elección, por más que los recursos sean
escasos y muchos colaboradores hayan desertado.
Pero en lo que hace al trabajo político proselitista (que es parte del militar) no posee este
carácter permanante e initerrumpido que define a la militancia. El trabajo político por conseguir,
pelear y cuidar el voto se reserva al tiempo y al espacio demarcado por la contienda electoral; se
reserva en cierto modo a lo que Beatriz Heredia y Moacir Palmeira (1995) denominan el “tiempo
de la política”. En este sentido, la limitación del trabajo político militante a un determinado
momento dentro del ciclo de la vida política democrática también se expresa espacialmente. Si es
una ‘limitación’, o no, es discutible, pero lo cierto es que este trabajo se lleva a cabo localmente.

12
Al plantear que el trabajo político militante es localizado no quiero decir simplemente que
su se deba a que los militantes trabajan por una lista o partido a nivel local. Eso ocurre, pero al
mismo tiempo, el trabajo y los resultados proselitistas locales (especialmente en el caso de un
partido como el PJ, ya que podría ser diferente en el caso de un partido vecinal) siempre están
cruzados por el trabajo y los resultados supra-locales. Incluyendo tanto las presiones como los
respaldos desde y en otros niveles de localidad, como el hecho de que un legislador provincial
siempre se elige localmente y que un legislador nacional se elige provincialmente. De la misma
manera, tampoco se trata de un trabajo local porque los militantes se quedan en la ciudad o en el
barrio. De hecho es común que la militancia se movilice a otras ciudades para colaborar con la
campaña.
En cambio, la militancia política es un trabajo de base que se despliega localmente en un
espacio social y simbólico local, el mismo espacio donde se construyen los líderes partidarios. El
arraigo local del trabajo político militante está basado -y en este sentido depende- del tipo trabajo,
y de la organización y división del mismo. Este trabajo es planificado y ejecutado localmente (ya
sea en el entorno más próximo como el barrio y la UB, ya sea la ciudad) porque caminar, visitar
a la gente, evaluar lo que les dicen, y llegar a retransmitir esta informacion para el partido o la
lista, suponen y se basan en un tipo de aproximación personal que incluye el conocimiento y el
trato cara a cara. Como hemos visto, es un trabajo colectivo e individual que se lleva a cabo
desde el “cuerpo a cuerpo” y desde el conocimiento mutuo.

Tiempo y espacio del trabajo politico profesional

Por más que la militancia representa un elemento insoslayable de la actividad política en


general, y del peronismo en particular, los militantes no se confunden con los políticos
profesionales. Es decir, por más que discursivamente se acercan y por más que la militancia sea
el corazón del peronismo, la existencia de una distinción entre políticos y militantes de base no
sólo tiene que ver con la diferencia entre el dar órdenes y bajar línea en una campaña frente al
acatar y seguir, o entre cumplir una función pública o no, sino que forma parte de la división del
trabajo político. El trabajo político que atañe directamente al ejercicio profesional de la política
conlleva la particularidad de producir obras políticas articulando el universo de las relaciones
interpersonales con el tejido institucional. Esta articulacion abren el tiempo y el espacio de una
manera especial a las capacidades, disposiciones y posicionamientos del trabajo político
profesional.
En cuanto a las coordenas temporales, dado que el trabajo político implica construir,
promover (y a veces detener) obras políticas, éste tiene la particularidad, la posibilidad y la
obligación de extenderse más allá del tiempo de la politica. Esto ocurre en dos sentidos, ya sea
porque un político ha sido electo y debe cumplir con sus funciones, ya sea por la “vocación
política” que lo impulsa a trabajar, y en este sentido, por más que no esté oficialmente en un
cargo puede seguir trabajando por un proyecto en el cual se haya comprometido de manera
personal. En cierto modo, los políticos pueden “hacerse” localmente, pero su trabajo debe ir más
allá de lo local para consagrarse.
En sus coordenadas espaciales, el trabajo político profesional no está limitado por un
anclaje local predeterminado sino que va desde, y vuelve hacia, niveles de localidad como parte
de su dinámica constitutiva. Las relaciones interpersonales y las obras que se construyen en el
trabajo político pueden estar localizadas pero no son locales en el sentido de una fijeza espacial
del trabajo puesto en juego. Incluso es dable plantear que necesariamente deben partir de un tipo
especial de dinámica multisituada, no sólo porque les otorga plasticidad para moverse en

13
diversos niveles de localidad a quienes llevan a cabo el trabajo politico, sino también porque la
creatividad para producir obras requiere de esta ‘libertad de movimiento’.
Hemos visto, por ejemplo, que la obra pública funciona como moneda de cambio en todo
tiempo y espacio dentro de los límites institucionales de las relaciones entre los niveles político-
adminsitrativos de decisión; lo mismo sucede respecto de un proceso de integración que discute,
negocia y buscan modificar, por ejemplo, la política fiscal (i.e. las retenciones a la exportaciones
en el caso de la Región Centro).
En cuanto a las coordenas temporales, tambien se plantea una diferencia entre el trabajo
político militante y el trabajo politico profesional. Si bien el primero se cristaliza a través de los
mecanismos institucionales de la construcción del dominio (ejemplarmente a través del voto) y el
trabajo politico profesional depende de este para la continuidad institucional del mismo, este
último no se reduce a “estar en campaña” y puede ir más allá de perder una elección. Asimismo,
el trabajo político está sujeto a la dinámica del reconocimiento en que éste se construye. Es es
decir, está sujeto al establecimiento, el mantenimiento y, a veces, la ruptura de vínculos entre
quienes con su trabajo construyen el dominio más allá de emplazamientos temporales y
espaciales particulares.
La relación entre representantes, representados y representaciones está cruzada por
vínculos específicos y diversos (personales como la amistad, el parentesco, la afinidad;
institucionales, economicos, politico-ideológicos y todas las combinatorias posibles entre ellos).
Todo esto hace al trabajo político tanto como al posicionamiento de los actores dentro del mundo
de la política profesional y partidaria, como lo demuestran los análisis etnográficos (cf.: Abélès,
1990 y 1992; Bourdieu, 1981; Palmeira y Heredia, 1995; Palmeira y Goldman 1996; Rosato,
1999; Rosato y Balbi, 2003; Frederic, 2004; Frederic y Soprano 2005).
Por lo tanto, mientras que el trabajo político militante depende del enmarque temporal y
espacial de los procesos electorales, y está dictado por una dinámica de ‘lucha electoral’ temporal
y espacialmente acotada; el trabajo político del político profesional es un trabajo que se lleva a
cabo de una manera permanente y en una multiplicidad de espacios. En otras palabras, el trabajo
político profesional no está delimitado por más que siempre pueda localizarse en tiempo y
espacio (i.e., una reunión en determinado momento y lugar, una obra emplazada allí y entonces,
un proceso de integración regional que comienza en determinado momento y cubre un terriorio
físico, etc.). Es más, al igual que otras relaciones sociales, está basado en vínculos interpersonales
y relaciones de intercambio (materiales, de servicio, afectivas) que crean obligaciones vinculantes
para quienes lo llevan a cabo y que, como tales, se extienden en tiempo y espacio. Al articular la
dinámica de las relaciones interpersonales con la permanencia que otorgan las instituciones, a
través de la gestión personal que suele pasar despercibida como un trabajo (cf.: Boivin y Rosato,
2003), esto tal vez podria abrir una dimensión política interna de la representación política en
tanto que trabajo.

4. Comentarios finales

Mientras que la referencia al “trabajo político” en el marco de una campaña electoral


constituye un dato del sentido comun político, la posibilidad de referirnos al trabajo político
asociado a la profesión politica genera una seria de reacciones que pueden ir desde la indiferencia
a la ironía (“porque están siempre en campaña”) pasando por el escepticismo absoluto (“no, los
políticos no trabajan”). Incluso entre los académicos, esta acepción del trabajo político también
termina quedando a la sombra analítica, pasada por alto, o utilizada desde el sentido común.

14
Sin llegar a ocuparme del sentido común como sistema cultural (Geertz, 1994), sí quiero
destacar que el trabajo de campo de donde surge este trabajo fue desarrollado en el marco de la
“crisis de representatividad” en la Argentina en la década de 1990 (cf.: Novaro, 2000 y 2001;
Cheresky 2001; Fazio 2002; Cheresky y Blanquer 2003; García Delgado, 2003). Es decir, en el
marco de consideraciones criticas para con quehacer político, sus intituciones y sus especialistas.
En este contexto, la política partidaria y la militancia es considerada una combinatoria entre
patronazgo y corrupción, entre cuadros dirigenciales que manipulan recursos y bases militantes
que desconocen el compromiso ideológico, y la actividad política profesional aparece como una
actividad basada en intereses egoístas escondidos bajo la apelación maniquea al bien común. La
frase que mejor sintetiza este descontento es que “los políticos no trabajan” y por lo tanto sus
cargos públicos (electos, políticos y administrativos) terminan siendo una carga para la
ciudadanía que “los mantiene” a cambio de nada.4
En este contexto de del descreimiento y la desconfianza como elementos centrales de la
representación social de la política (Durkheim, 1951 y 1992), mis interlocutores etnográficos no
hacían más que referir a su trabajo, y seguir trabajando por nuevos proyectos o los que tenían en
marcha. En este sentido, además de advertir una disputa de sentido en torno a la noción de trabajo
en la actividad política (cruzada por la especilización, o no, en la actividad) el examen
etnográfico fue planteando una trama compleja de situaciones, coyunturas, relaciones y puntos de
vista donde la noción de trabajo hacía su aparición como representación social de la política de
manera ideacional y práctica. En los procesos analizados, el trabajo politico estaba atravesado y
al mismo tiempo servía de contexto para las modificaciones de los mapas político partidarios, las
trayectorias personales, los proyectos a futuro y las coyunturas particulares (i.e. el tratamiento de
un proyecto de ley, el conflicto con las papeleras en el río Uruguay, una inundación, etc.). Es
decir, el trabajo político aparece permanentemente como un concepto clave de la construción
social del dominio (Weber, 1996).
Ahora bien, el trabajo político no se trata de la sumatoria simple entre dos términos
(trabajo y política) sino que posee la capacidad de lo político, esto es, de salirse de las seguras
fronteras institucionales en que se supone está contenido (cf.: Spencer, 2007). En este sentido,
los mecanismos institucionales que consagran los resultados de una elección no son suficientes
para explicar la permanencia del trabajo político. Aún cuando el voto y el ejercicio institucional
de la función política sean necesidades del poder político, es necesaria una visión procesual del
mismo para indagar los valores, creencias y normas que animan y justifican las acciones
políticas, por más que muchas veces sean vistas como aberraciones a la norma organizacional.5
De aqui que la cotidianeidad de la actividad política no se deja comprender desde un enfoque
reproductivo e instrumental de la (función) política. Justamente porque los puentes
personalmente tendidos (y cruzados) por los profesionales de la política están hechos para resistir
las tempestades de una elección por más que la otra orilla sea el desierto.
4
Las raíces contemporáneas de esta crisis se asocian al relativo retiro del Estado de sus funciones de bienestar y las políticas de
“transformación estructural” del estado y la economía en la década de 1990 durante el gobierno de Carlos Menem (PJ, 1989-
1999). Esta política fue continuada por la Alianza (UCR-Fepaso) hasta su trágico final institucional, donde la frase “que se vayan
todos” era la como expresión popular del descontento con la política “traidicional”. Afortunadamente, la desconfianza hacia la
“política inmoral y corrupta” no puso en jaque a la democracia, pero tampoco inauguró el “avance del poder popular” que
pronosticaban los nuevos movimientos sociales (territoriales, de desocupados, , fábricas recuperadas, ahorristas, asambleas
barriales). Incluso en las últimas elecciones presidenciales se registró una asistencia del 72,73 % (la relación más baja desde 1928)
y Cristina Fernández obtuvo el doble del porcentaje de votos que los que obtuvo su marido, el ex-presidente Néstor Kirchner, en
los comicios del 2003 (recordemos que había sido superado en votos por Menem quien empero desistió del ballotage).
5
Tal vez ambas nociones se confunden por la “informalidad”, tal como lo denominan algunos autores como Steven Levistky
(1998, 2000) de los vínculos institucionales y la organización burocrática en el PJ post 1987. Me pregunto si esta “informalidad”
no puede ser la contractara del trabajo político como algo permanante.

15
Propongo, entonces, distinguir y seguir especificando la noción de trabajo político, como
una forma de aproximarnos al fenómeno político que restituya su lugar de construcción social y
tenga en cuenta los múltiples modos en que se conforma lo específico de la política.

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