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NUDOS DEL AMOR / 1

Nudos del amor


Nieves Soria Dafunchio

Serie del Bucle


Inhibición, síntoma y angustia / 1

Inhibición, síntoma y angustia


Nieves Soria Dafunchio

Serie del Bucle


2 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Soria Dafunchio, Nieves


Inhibición, síntoma y angustia. – 1a. ed. – Buenos Aires: Del Bucle, 2009.
344 p.; 20 x 13 cm. – (Del Bucle)

ISBN 978-987-21011-3-8

1. Psicoanálisis. I. Título
CDD 150.195

© Nieves Soria Dafunchio, 2009

Edita:
Del Bucle, Buenos Aires

Diseño de colección
Wainhaus

Contacto
wainhaus@interlink.com.ar

Producción editorial
Factoría Sur

Impresión
Artes gráficas Delsur

Contacto
www.nievesoriadafunchio.com.ar
nievesoria@fibertel.com.ar

Prohibida la reproducción del material contenido en este libro, a través de cualquier medio
de impresión o digital en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier
otro idioma, salvo autorización por escrito del autor. Hecho el depósito de ley 11.723.
Inhibición, síntoma y angustia / 3

Presentación

Este volumen reúne el conjunto de las clases dictadas durante


el año 2008 en el espacio de seminario diurno que llevo adelante
desde 2005 en la Escuela de la Orientación Lacaniana.
Luego de una primera aproximación a la clínica nodal en el cam-
po de las psicosis, a la que dediqué el año 2007, y que dio lugar al
libro Confines de las psicosis, fui llevada a incursionar en la clínica
nodal de las neurosis, a partir del encuentro en mi práctica como
analizante, como analista y como supervisora, con lo real del anuda-
miento borromeo de los tres registros y sus variaciones posibles en
los distintos tipos y momentos de la estructura neurótica.
Neurosis que llegan al analista del lado de la inhibición, otras que
llegan del lado del síntoma, otras de la angustia; y dentro de cada
una de estas modalidades, pequeñas diferencias en el anudamiento
que conllevan a su vez diferentes posiciones por parte del analista,
distintas maniobras transferenciales, intervenciones que abordan la
relación entre los registros de manera distinta.
El trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia encontra-
rá en este recorrido su lugar en el nudo borromeo lacaniano, a través
de las nominaciones de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real,
que retomarán a su vez las tres identificaciones freudianas relevantes
de Psicología de las masas y análisis del yo.
Agradezco a Fabián Schejtman su aporte fundamental a la hora
de establecer precisiones y distinciones dentro de cada una de estas
formas de anudamiento, en esta oportunidad a través de su presen-
cia en una clase, que se convirtió una ocasión de testimoniar acerca
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del íntimo lazo entre el inconsciente, la transferencia de trabajo y


aquello que intento transmitir en mi enseñanza.
Agradezco también a quienes aceptaron mi invitación de expo-
ner su práctica a la hora de intentar llevar a la singularidad de cada
nudo subjetivo los hallazgos realizados en esta investigación. Uno
por uno fueron testimoniando de hasta qué punto el lugar del ana-
lista implica un vacío, que en estas clases finales del seminario operó
como causa de una elaboración in situ.
Agradezco también al auditorio, siempre tan interesado, incisi-
vo, activo en sus aportes, algunos de los cuales están reflejados en
esta publicación.
Finalmente, un agradecimiento especial para Bernardino Horne
por su prólogo, que es el reflejo de un interés que ha abierto una
vía de transferencia de trabajo novedosa para mí y especialmente
gratificante, en el encuentro con la investigación y la práctica de los
colegas de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis.
Esta publicación es para mí una posibilidad única: la de compar-
tir con el lector, a quien quizás no conozco, los ecos que deja en mí
una pasión, que es la del psicoanálisis.
Brindo porque haya encuentro.

Nieves Soria Dafunchio


Inhibición, síntoma y angustia / 5

Prólogo, Bernardino Horne

1. Inmediatamente después de la Introducción, Nieves aborda


la clínica de modo directo y claro, entendida y teorizada desde la
perspectiva de la topología del nudo borromeo. Fundamenta su
acto en una cita de Lacan que ubica en el capítulo III (El nudo
borromeo. Parte I). En dicha cita, Lacan nos recomienda empezar
por la práctica “a lo bruto”. En dos oportunidades usa ese término,
tan fuerte, para indicarnos que es necesario comenzar por la clínica
antes de saber de matemáticas y topología. Las dos razones que da
Lacan para esto son: una, para salir del cerco de la duda obsesiva y
otra, para saber que el nudo da cuenta de la experiencia analítica y
que ése es su valor. Y Nieves lo hace así, entra a los nudos desde la
clínica y la trabaja en la perspectiva de los nudos. Lo hace tanto en
los momentos iniciales, cuando comienza a exponer la importancia
de la perspectiva nodal, como después, cuando toma casos clínicos,
presentados en su seminario por colegas practicantes que participan
del mismo. La claridad y el sonido cristalino que produce su clínica
llevan al entusiasmo y al Wissentrieb.

2. El goce, en su satisfacción, mantiene una relación entre los


nudos, sea en las neurosis como síntoma, como angustia o como
inhibición o en las psicosis por la vía de las suplencias y la interpe-
netración de los anillos. Como en el Proyecto freudiano donde una
estructura, los neuronios, da sostén a la circulación de cantidades, la
estructura borromea da sostén a las diversas formas en que el goce se
satisface. La estructura puede, pues, tomar formas diversas.
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Este libro, dedicado a las neurosis en la perspectiva nodal, parte


de Inhibición, síntoma y angustia de Freud para adentrarse en la forma
en que Lacan relaciona estos tres conceptos centrales con los tres re-
gistros real, simbólico e imaginario en el nudo borromeo. Inhibición,
síntoma y angustia marca un momento de cambio en Freud. “Es un
texto de Freud que apunta a lo real de la experiencia”, dice Jacques-
Alain Miller en El partenaire-síntoma (Paidós, 2008, pág. 62).

3. Soy miembro de la Escola Brasileira de Psicanálise. De la sec-


ción Bahía de la EBP. Esto da a este prólogo una perspectiva brasi-
leña. Hace ya algunos años, el Núcleo de Investigação em Psicanálise
e Medicina del Instituto de Psicanálisis Bahía comenzó a trabajar con
pacientes afectados de anorexia, bulimia y obesidad, y decidió inves-
tigar esta problemática. Su coordinadora, Celia Salles, junto a Fa-
bián Schejtman, quien en ese momento trabajaba con un grupo de
colegas entre los cuales estaba Nieves Soria Dafunchio, inició en el
ICBA un programa de trabajo en Bahía sobre el tema a partir de los
nudos. Schejtman comenzó a viajar a Bahía y, luego, a todo Brasil
llevando adelante este trabajo de clínica de los nudos. Recientemen-
te, Nieves inauguró su participación en este programa produciendo,
con su manejo clínico de los nudos, un verdadero movimiento en
nuestra comunidad.

Todas estas cualidades que tengo el placer de resaltar, ustedes


podrán apreciarlas en la lectura de este texto que, por su sabor de
real, no es fácil dejar para seguir leyéndolo mañana.

Bernardino Horne
Salvador, Bahia Brasil
I. Inhibición, síntoma y angustia

I. Introducción al territorio de las neurosis

Propongo el trabajo de este año en continuidad con el del año


pasado, en el cual con algunos de ustedes nos dedicamos a trabajar
sobre los confines de las psicosis, tratando de abordar dentro del
campo clínico de las psicosis la variedad de la estructura, intentando
llevarla al nudo borromeo.
Este año nos dedicaremos al campo de las neurosis, centrándo-
nos en el trípode freudiano de inhibición, síntoma y angustia, que
es retomado por Lacan desde la perspectiva de los tres registros. Me
parece que puede ser muy enriquecedor a la hora de dar cuenta de la
variedad clínica dentro del campo de las neurosis, articular a la vez
los conceptos de inhibición, síntoma y angustia (que son centrales)
con los registros imaginario, simbólico y real, especificando tipos de
nudos muy distintos en las neurosis.
Para ello vamos a dedicar algunas de las primeras clases a abordar
los textos, fundamentalmente el texto freudiano “Inhibición, sínto-
ma y angustia”, y su lectura por parte de Lacan, fundamentalmente
en el Seminario X, el Seminario de La Angustia, y en el Seminario
XXII, R.S.I.
En estas primeras clases vamos a hacer un recorrido para arribar
a R.S.I., al nudo borromeo, tal como lo propone Lacan en el Semi-
nario XXII, retomando el trípode freudiano de inhibición, síntoma
y angustia.
La de hoy será una clase introductoria del recorrido que vamos a
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hacer en esta primera parte del seminario, y en la segunda parte, algu-


nos practicantes del psicoanálisis van a traer sus casos y vamos a tratar
de ir ubicando estas diferencias en el nudo en los distintos casos.
Para introducir este primer trayecto que vamos a hacer, voy a
empezar con la imagen, que ustedes habrán visto por mail o en el
afiche, que elegí para anunciar este seminario, que es este cuadro de
Dalí que se llama “Complejo de Edipo”. Esta pintura me ha resul-
tado muy inspiradora, ya que es una imagen en la cual, por un lado
encontramos una estructura que tiene una forma que es imprecisa,
una forma difícil de definir, un tanto amorfa, como suelen ser las for-
mas de Dalí, que además está agujereada, tiene algunas fisuras, hay
algunas manchas. Me parece que es una imagen que nos sumerge,
con toda la fuerza de la pintura de Dalí, en el campo de la estructura
neurótica tal como intentaremos abordarla aquí, en este espacio.
Por otro lado, en el cuadro está este objeto que está por delante,
que parece ser una suerte de cetro con plumas, al estilo de las plumas
del pavo real. Propongo imaginar ahí el emblema del padre caído,
del padre muerto, a Edipo habiendo matado a su padre y, dirigién-
dose a ese horizonte que se encuentra en el final de la pintura.
Y por otro lado, por debajo de esta forma, de esta estructura que
se encuentra en el centro del cuadro, encontramos un pequeño objeto
que está caído, que también es un objeto difícil de definir, un tanto
amorfo, que deja una sombra inquietante sobre la estructura; y por
otra parte, tenemos esta figura, que es una figura humana semi-esque-
lética, bastante indefinida también respecto del sexo, que me parece
que encarna por excelencia lo que sería el sujeto neurótico en su inde-
terminación, sin rostro, y por otra parte, en el lugar en el que debería
estar la cabeza, lo que hay es una suerte de signo de interrogación, hay
un vacío, en el que podemos ubicar la dimensión de la pregunta.
Quería transmitirles de alguna manera lo que me causó este cua-
dro de Dalí a la hora de pensar en abordar el campo de la neurosis,
que desde el psicoanálisis queda definido a partir del complejo de
Edipo freudiano; este campo que, por un lado, parece tan conocido,
y por otro lado, siempre vuelve a resultarnos tan ajeno.
Inhibición, síntoma y angustia / 9

Elegí este trípode de inhibición, síntoma y angustia, porque con-


sidero que nos será de utilidad para introducirnos al nudo, y en ese
sentido, me gustaría plantear una suerte de contrapunto entre lo
que sería una primera vertiente en la enseñanza de Lacan, un primer
tiempo en su enseñanza, que sería el período conocido como el Lacan
clásico, el Lacan de la lógica del significante, que también es el Lacan
que se apoya en aquellos textos freudianos en los que Freud trans-
mite la maravilla del descubrimiento del lenguaje y sus efectos en el
inconsciente: “La psicopatología de la vida cotidiana”, “El chiste y su
relación con lo inconsciente”, “La interpretación de los sueños”, que
son el eje de las referencias freudianas del primer Lacan.

II. La clínica de la pregunta

Este primer Lacan va a abordar la estructura, sea neurótica o psicó-


tica, bajo la modalidad de lo que se plasma a la altura del Seminario
III y hacia adelante como “la clínica de la pregunta”. Esta lógica
significante llevada a su máxima formalización en el primer Lacan
constituye una clínica, y podríamos decir que el aparato conceptual
que mejor despliega, que mejor explora el terreno, el territorio de
la clínica de la pregunta es el grafo de la subversión del sujeto –que
pueden encontrar en el Seminario V, y en el escrito “Subversión del
sujeto y dialéctica del deseo”. En este texto van a encontrar una pri-
mer versión del grafo en la cual Lacan justamente va a dar forma al
grafo a partir de esa interrogación, de esa pregunta por el deseo del
Otro, que es la pregunta que anima al sujeto neurótico.
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Esta primera versión del grafo está animada por esta pregunta:
Che vuoi?, ¿qué quieres?, es la pregunta que interroga el deseo del
Otro. Este grafo del deseo es el grafo que va a dar cuenta, y que va a
intentar desplegar la estructura de la pregunta por el deseo del Otro
que anima al sujeto neurótico.
Diana Rabinovich abordó en detalle las consecuencias clínicas del
grafo en un librito que se llama Una clínica de la pulsión. Las impulsio-
nes1, donde ella dividía el grafo por la mitad, situando el lado derecho
como el lado de las peguntas y el izquierdo como el de las respuestas.
El primer mojón en este camino que nos lleva al abordaje de la
estructura neurótica en el nudo, es el grafo del deseo que despliega
la estructura de pregunta en que consiste la neurosis. Quienes estu-
vieron en el seminario del año pasado recordarán que trabajamos la
cuestión de la pregunta en las psicosis también, tal como la plantea
Lacan en el Seminario III, donde ubica justamente en las psicosis
una pregunta, pero es una pregunta que se hace sin sujeto, o, la otra

1 Rabinovich, Diana. “Una clínica de la pulsión. Las impulsiones”. Ed. Ma-


nantial. Buenos Aires, 1989.
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posibilidad que plantea Lacan es que haya una respuesta antes de que
se pueda plantear la pregunta en la psicosis. Estas son las dos alterna-
tivas que da para distinguir el estatuto de la pregunta en la psicosis
del estatuto de la pregunta en la neurosis.
Podemos hacer un primer abordaje de la estructura desde el gra-
fo. En la psicosis esa estructura de la pregunta de algún modo se
aborta en el primer nivel, antes de que pueda llegar a ser planteada
por el sujeto –ya que la dimensión de la pregunta se abre recién en
el piso superior del grafo–, antes de que pueda plantearse se hace
presente la respuesta en el plano imaginario, en el eje especular.
Del lado de la neurosis, en cambio, la pregunta llega a plantearse,
pero no a desplegarse, ya que el sujeto recurre al cortocircuito del
fantasma como respuesta en lugar de continuar con el recorrido que
lo llevaría a la confrontación con ese agujero enigmático, del que la
pintura de Dalí nos da un reflejo.
Finalmente, hay un tercer trayecto posible, que es justamente el
que habilita la experiencia analítica, que lleva la pregunta a desplegar-
se, y a que el sujeto se confronte con este significante de la falta en el
Otro, es decir, con la castración, lo que implica un atravesamiento del
plano fantasmático como nivel de respuesta a la pregunta. Este tema se
podría desplegar mucho más, pero como no es el objetivo de este semi-
nario centrarnos en la clínica de la pregunta, lo planteo rápidamente.
Entonces, en el grafo podemos ubicar en el primer nivel la psico-
sis, en el segundo nivel la neurosis, y finalmente, en el circuito más
amplio, el análisis.
Se trata, entonces, de un aparato conceptual que está construido
a partir de la lógica simbólica, de la lógica del significante, ya que
la estructura mínima aquí es la estructura binaria propia del signifi-
cante, S1-S2, y es la complejización de esa estructura mínima la que
lleva a ese despliegue en el grafo.
Y desde la perspectiva del grafo podríamos decir que lo que va a
plantear Lacan es que esa pregunta por el deseo del Otro se va a mo-
dalizar en la histeria –la pregunta va a ser ¿qué quiere una mujer?– es
la pregunta por el ser femenino, por el ser de deseo femenino; y por
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otro lado, la modalidad obsesiva, que ya Freud sitúa como un dialecto


de la histeria, como una complejización superior de esa primera pre-
gunta sobre lo femenino, y entonces va a avanzar sobre la muerte.
Esas dos modalidades de la pregunta no se pueden distinguir en
tanto tales en el grafo, no podemos hacer una clínica diferencial de
la histeria y la obsesión con la estructura del grafo, como tampoco
podemos distinguirlas de la fobia, aunque podríamos preguntarnos
qué pasa con la pregunta en la fobia.
La fobia parece ser el impasse de la pregunta, el sujeto fóbico es
un sujeto a quien la angustia le impide plantear la pregunta, por
eso Lacan va a definir a la fobia como una placa giratoria, como
un cambiavía. Es más un momento lógico de la estructura que un
tipo de neurosis en sí misma. Se trata de un momento de impasse
de la estructura que además es constitutivo del sujeto. Esto es algo
que Freud señala, las fobias infantiles como constitutivas del sujeto.
Podríamos decir que el sujeto se constituye fóbicamente.
Pero hay cierto punto de falla de la estructura neurótica en la
fobia que también resulta un poco difícil abordar desde el grafo.
Podemos decir en principio que en la fobia el sujeto atraviesa el
primer nivel o piso del grafo, el sujeto sale del campo de la psicosis,
pero tiene dificultad para construir su fantasma. Por ejemplo, en el
caso de Juanito, su fobia y su análisis consisten en toda una serie de
operaciones de construcción del fantasma.
Entonces, podríamos decir que este aparato conceptual, que es
el grafo del deseo, que es tan interesante para dar cuenta de toda
una serie de cuestiones de la estructura subjetiva y de la estructura
de la experiencia analítica en tanto tal, nos deja interrogarnos acerca
de la diversidad clínica, es un aparato que nos permite ubicar en sí
mismo estas diferencias de los tipos clínicos dentro de las neurosis,
que es lo que vamos a tratar de abordar en este seminario.
Posteriormente, cuando Lacan abre su abordaje de la estruc-
tura a la concepción topológica de la misma, abre la estructura a
los otros dos registros. Este grafo, en cambio, es fundamentalmen-
te simbólico, es lógica del significante pura, es un intento de dar
Inhibición, síntoma y angustia / 13

cuenta de lo imaginario –que va a estar en este primer nivel–, y de


lo real –que va a estar en el último nivel–, desde lo simbólico. Es
desde la primacía que Lacan le adjudica a lo simbólico que en este
momento de su enseñanza él va a abordar simbólicamente tanto lo
imaginario como lo real.

III. El trípode freudiano.

Pero podemos, en la enseñanza de Lacan, seguir el hilo de la otra


vertiente, de la vertiente que intenta, desde el inicio, dar autonomía
propia a los otros registros. Recuerden que el primer Lacan escribe
el estadio del espejo, que es un intento de dar cuenta del registro
imaginario en tanto tal. Ese otro Lacan, que en realidad está desde el
principio pero que parece que recién logra desplegar toda su fuerza
conceptual en los últimos seminarios, se va a apoyar fundamental-
mente en el texto de Freud: “Inhibición, síntoma y angustia”.
Este otro Lacan, que no se interesa sólo por la lógica del signifi-
cante, sino que también es un Lacan matemático que se interesa por
el estatuto real del número, encuentra en este trípode freudiano, en
este tres de Freud, algo real de la estructura que verifica en su expe-
riencia como analista.
Ya tendremos más de una oportunidad de volver sobre el texto
de Freud, de momento me referiré a lo que considero central del
mismo para hacer una introducción al recorrido que haremos.
Si ustedes leen este texto freudiano, se van a dar cuenta inme-
diatamente de que en realidad más que nada es un tratado sobre la
angustia. Pero lo más interesante es que es un tratado de la angustia
que va a terminar siendo definida como angustia de castración, rec-
tificando la primer concepción freudiana de la castración. Lo que
está proponiendo Freud en este texto, y lo dice con todas las letras al
comienzo de uno de los capítulos, es que la neurosis gira alrededor
de la angustia de castración, de modo que la estructura neurótica es
una respuesta a la angustia de castración.
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Así, tanto la inhibición como el síntoma van a ser abordados desde


la perspectiva de la angustia, de ahí que Freud plantee que la inhibi-
ción es una detención de todo movimiento con la finalidad de evitar
el desarrollo de angustia, es una solución tajante y radical al problema
de la angustia. Se produce una detención en el movimiento, cuestión
que va a ser retomada por Lacan en el famoso cuadrito del Seminario
de La Angustia, que vamos a trabajar, cuyos dos ejes son justamen-
te la dificultad y el movimiento. La inhibición tiende a detener el
movimiento, el despliegue mismo de la estructura se detiene con la
inhibición y se logra expulsar la posibilidad de angustia.
El síntoma en ese texto va a ser abordado por Freud como un
resultado del desarrollo de la angustia, como señal de la castra-
ción. De modo que cuando la angustia funciona como señal de
la castración, cuando está acotada, cuando está localizada en este
funcionamiento de señal de la castración, entonces promueve la
formación de síntoma. En este plano del síntoma, a diferencia de
la inhibición, tenemos cierto desarrollo de angustia, pero que lleva
a la formación de síntoma, la cual podría llegar a desterrar total-
mente el desarrollo de angustia. El ejemplo que da Freud de logro
más radical del síntoma contra la angustia es el síntoma conversivo
como el síntoma que tiene más éxito en la evitación de la angustia,
pero su constitución no se consigue sin un desarrollo previo de
angustia. Lo que diferencia entonces al síntoma de la inhibición es
este primer tiempo de desarrollo de angustia, y luego un segundo
tiempo donde el síntoma viene a resolver, o intentar solucionar este
problema que le plantea la angustia.
Cuando nos detenemos en el concepto de la angustia, en este
texto la vemos bifurcarse. Por un lado está la angustia como señal
de la castración, que va a ser absolutamente evitada en la inhibi-
ción, y a la que se le va a dar un tratamiento en el síntoma, pero va
a haber otra vertiente de la angustia que va a atravesar todo el texto,
que es la angustia que deja de lado –dice Freud– los vasallajes del
yo y la castración. En esta vertiente la angustia no se limita a ser
una señal. Se trata de la angustia que se manifiesta en las neurosis
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traumáticas, que rompe la pantalla del yo y que deja de funcionar


en relación con la castración, deja de estar acotada como señal.
A esta vertiente de la angustia podríamos calificarla de angustia
pura. Angustia pura es un término que va a utilizar Lacan en el
Seminario de La Angustia para referirse justamente al primer tiem-
po de la angustia de Juanito, cuando todavía no logra armar un
síntoma con ella. Aquí el sujeto está totalmente tomado, arrasado
por la angustia. Ahí la angustia toma todo el ser del sujeto, no está
localizada ni funciona como una señal. En estos casos el modo de
ser del sujeto es la angustia.

Intervención: ¿Y en el ataque de pánico?

Nieves: Habría que definir cómo el ataque de pánico se articula con


la estructura, pero en principio, podríamos ubicarlo como una irrup-
ción de la angustia pura, donde dejan de funcionar los vasallajes del
yo y de la castración, y que por eso es vivida como angustia de muerte
–que es también la angustia que está en juego en las neurosis traumá-
ticas. Freud hace esta distinción entre angustia de castración y angustia
de muerte. Si bien luego intenta dar cuenta de la angustia de muerte
en términos de castración, a la vez ubica claramente un campo clínico
en el cual se manifiesta la angustia como pura angustia de muerte,
desbordando estos diques, y perdiendo la relación con la castración.
En estos casos hay algo del narcisismo que se desarma –como
ocurre efectivamente en el ataque de pánico– y tampoco está loca-
lizada la función de la falta. Entonces el sujeto siente que se muere
–ésa es la experiencia del ataque de pánico. También ésta puede
ser eventualmente la experiencia en la neurosis traumática, donde
justamente lo que se escucha es que el sujeto vuelve a vivir exacta-
mente igual el momento del trauma, donde se pierde la referencia a
la función retroactiva que posibilita la función de la falta.

Intervención: ¿Para vos la castración es un efecto de localización


de la angustia pura?
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Nieves: Si seguimos la lógica del texto de Freud, efectivamente la


castración funciona como la posibilidad de hacer entrar a la angustia
en el régimen del signo. Cuando la angustia funciona como señal,
acomoda al sujeto respecto de la castración, respecto de la falta, y
entonces el sujeto, o bien se inhibe, o bien hace un síntoma, o bien
hace un acto –que es la solución no neurótica a la angustia.
La relación entre angustia y acto también está desplegada por
Freud en este texto, y es retomada por Lacan. Existe una posibilidad
no neurótica de enfrentar la angustia, que es con algún acto que
nos ponga en relación con nuestro deseo. Eso es lo interesante de
la angustia cuando funciona como señal, que el sujeto en vez de
inhibirse cobardemente, o de armar un síntoma, puede actuar en
conformidad con su deseo.
Entonces, por un lado tenemos la angustia que funciona como
señal de la castración en el yo; y por el otro, esta otra angustia que
pierde los vasallajes del yo y de la castración, que incluso produce
cierto desarmado del narcisismo, que –dice Freud– es pura repro-
ducción del trauma, en la que falta esta vuelta segunda que localiza
–que sería justamente la función de la castración en el funciona-
miento propiamente neurótico de la estructura.

IV. La primera vuelta lacaniana

Lacan va a retomar este texto en varias oportunidades. La prime-


ra oportunidad es el Seminario de La Angustia. La primera clase está
dedicada a este texto de Freud –“Inhibición, Síntoma y Angustia”.
Lacan comienza la construcción de su esquema, el cual es triádico,
a diferencia del grafo, que consta más bien dos lados. Se trata de un
cuadro de doble entrada en el que Lacan distingue tres niveles, y en
cada uno de ellos va a ubicar estos términos.
Inhibición, síntoma y angustia / 17

Lo que él va a plantear es que la inhibición opera en el campo


del movimiento, es decir que la inhibición lo que hace es detener un
funcionamiento. Si ustedes van al texto de Freud, van a encontrar
ejemplos en los que el sujeto deja de poder realizar alguna función,
por ejemplo tocar el piano, cocinar. Finalmente, Freud plantea la
cuestión de la inhibición como pudiendo generalizarse a todas las
funciones y, va a decir –cuando termina el primer apartado, dedica-
do a la inhibición– que el estudio de la inhibición va a permitir a los
psicoanalistas explicar la depresión y la melancolía como inhibicio-
nes generalizadas. De modo que cuando esta función de la inhibi-
ción es llevada a su máxima potencia, se transforma en depresión, y
en el caso más extremo en melancolía. En esos casos se detiene todo
movimiento en la estructura.
En esta vía de la detención del movimiento, Lacan va a distinguir
dos escalones más, que son el impedimento y el embarazo. Después lo
vamos a ver más en detalle, pero lo que tiene de interesante este cuadro
es que, por ejemplo, el impedimento tiene en común con la inhibi-
ción que se trata de algo que se detiene, donde el sujeto está impedido
de realizar determinada acción, pero no es exactamente lo mismo que
la inhibición porque se juega en el plano del síntoma, de modo que ya
tenemos ahí cierto entrecruzamiento entre inhibición y síntoma.
Lo mismo ocurre con el término “embarazo” –que Lacan toma
explícitamente del término español, que le interesa especialmente
porque tiene esta significación de la mujer que lleva un niño en
su vientre, que no encuentra en la lengua francesa en el término
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embarras, que no se utiliza para el estado de embarazo de la mujer


en francés. Por eso usa el termino embarazo del español, porque da
cuenta de ese estado de cierta detención en el plano del movimien-
to, pero que va a quedar más ligado a la angustia. El sujeto que está
embarazado, podríamos decir que está un poquito angustiado, hay
algo con lo que no sabe muy bien qué hacer, está en una situación
embarazosa, y hay cierta angustia.
Luego tenemos el otro eje, que es el eje del movimiento. Lacan
va a ubicar en primer lugar la emoción, y en segundo lugar la turba-
ción. Tanto la flecha del movimiento como la de la dificultad parten
de la inhibición. Para Lacan tampoco es casual que la primera sea
la inhibición, por eso vamos a seguir el seminario en este orden:
inhibición, síntoma y angustia. Vamos a hacer unas clases de intro-
ducción general, pero cuando vayamos a los casos también vamos a
seguir este mismo orden.
Acá va a ubicar la emoción, que va a estar en sintonía con el
síntoma y la turbación –que es un fenómeno más angustioso. Y
posteriormente en la clase 6 va a agregar el acting-out, y el pasaje al
acto, que abordaremos más adelante.
Entonces aquí tenemos un esquema tríadico, es un 3 al cuadrado
que da 9, son 9 casilleros, y ya abren a un movimiento que no es
binario, que no se reduce a la lógica del significante. Lo que está en
juego ahí es el tres y no el dos. Vemos cómo del grafo del sujeto a
este esquema se opera un pasaje del dos al tres para dar cuenta de la
estructura y para empezar a definir ciertos fenómenos en el campo
de las neurosis, que en su diversidad y en su complejidad no son
abordables desde la estructuración dualista.

V. Del dos al tres

Es este tres el que de alguna manera va a ir llevando a Lacan


hasta el seminario en el que más nos vamos a centrar, que es el Se-
minario 22, R.S.I., que es un seminario en el cual Lacan aborda la
Inhibición, síntoma y angustia / 19

estructura como un nudo borromeo, tomando estos tres nombres


freudianos –inhibición, síntoma y angustia– como las tres nomina-
ciones constitutivas del nudo.
Allí Lacan va a proponer que el nudo borromeo se constitu-
ye por tres nominaciones: la nominación de lo imaginario –que va
a ser la inhibición–, la nominación de lo simbólico –que va a ser
el síntoma–, y la nominación de lo real –que va a ser la angustia.
Es decir, que Lacan va a proponer que el nudo del ser hablante se
constituye en estas tres operaciones, y cada una de ellas cumple una
función de anudamiento en la estructura y de constitución del nudo
borromeo en tanto tal.
Para trabajar la cuestión del nudo borromeo en tanto tal les voy
a volver a proponer el mismo texto que les propuse el año pasado
para empezar, que es el texto de Fabián Schejtman llamado “Acerca
de los nudos” que está publicado en un libro que se llama Las dos
clínicas de Lacan2, y que me parece que da de un modo muy claro
las bases mínimas para entender lo que vamos a abordar como nudo
borromeo. Lo que tiene de interesante este texto de Schejtman, es
que en su lectura del último Lacan, propone una distinción muy
clara entre el nudo borromeo como nudo neurótico, y el nudo no
borromeo como el nudo en la psicosis. Se trata de una distinción
que no es evidente leyendo a Lacan, pero que considero fundamen-
tal para poder avanzar en la clínica de los nudos.
En el Seminario R.S.I. Lacan va a abordar la estructura del nudo
como nudo borromeo, y lo que va a terminar planteando es que ese
nudo borromeo de tres en tanto tal no existe. Se trata de la estructura
del ser hablante como una relación borromea entre tres nominacio-
nes: una imaginaria, una simbólica y una real, que está siempre falla-
da, y es la particularidad que asume esa falla, así como la reparación
de esa falla, lo que va a dar cuenta de los distintos tipos clínicos.
Referirnos al anudamiento borromeo supone la función de media-

2 Scfhejtman, F. “Acerca de los nudos”, en Mazzuca, R., Schejtman, F., Zlot-


nik, M., Las dos clínicas de Lacan. Buenos Aires, 2001. Ed. Tres Haches.
20 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

ción, que es en lo que nos vamos a centrar este año. Así como el año
pasado nos centramos en la interpenetración entre los registros, este
año vamos a trabajar alrededor de la función de mediación. Lo propio
de la estructura neurótica es que cada uno de los tres registros está
relacionado con algún otro por la mediación de un tercero. Entonces,
por ejemplo, imaginario y simbólico en la neurosis se relacionan vía lo
real, real y simbólico se relacionan vía lo imaginario, y así los tres.
La función de nominación en Lacan es la función de anuda-
miento. Para Lacan, el nombre anuda, es una función que anuda los
registros, de allí la importancia que le da al principio de su enseñanza
al Nombre del Padre como función de nominación por excelencia.
El título de este seminario, R.S.I., es homofónico con hérésie, que
quiere decir herejía. Este seminario es entonces la herejía lacaniana al
dogma del padre en el psicoanálisis, al proponerse abordar la estruc-
tura por estas nominaciones intentando prescindir de la nominación
paterna, cosa que no va a conseguir. Pero finalmente lo que va a decir
es que inhibición, síntoma y angustia son nombres del padre. Les
propondré abordar desde allí las tres vertientes del padre: la vertiente
imaginaria, la vertiente simbólica, y la real, su particular anudamiento
o desanudamiento en cada tipo de neurosis, y finalmente sus efectos.

IV. La segunda vuelta lacaniana.

En este planteo que va a hacer Lacan del nudo en R.S.I., va a


tomar el texto de Freud nuevamente, y va a decir que la nominación
de lo imaginario es la inhibición, ya que la inhibición es lo que de-
tiene el funcionamiento simbólico de la estructura. Lo simbólico es
lo propio del ser hablante, ya que somos seres del lenguaje, venimos
al mundo inmersos en el lenguaje, inmersos en lo simbólico.
El lenguaje, lo simbólico, puede ser una recta infinita y ¿qué es lo
que detiene?, ¿qué es lo que le pone un límite?, ¿qué es lo que funciona
como punto? La nominación imaginaria, el sentido. En la cadena sig-
nificante el sentido es imaginario, es lo que detiene el desplazamiento
Inhibición, síntoma y angustia / 21

metonímico. De allí lo fundamental de la inhibición, es necesario que


en algún momento lo simbólico pare, se detenga, para constituir la
estructura neurótica. Lo imaginario entonces detiene el despliegue de
lo simbólico y permite cerrar el redondel de lo simbólico, en relación
con los otros dos, que no sea una recta abierta a lo infinito. Por eso
Lacan empieza por la inhibición, como Freud, porque dice que somos
seres del lenguaje, estamos inmersos en el lenguaje, y la primer nomi-
nación, el primer límite que encontramos es imaginario.
Es por esto que para Freud, la primera operación que se realiza
en la constitución del ser hablante es el narcisismo. Se llega en un
estado caótico, fragmentario, autoerótico, y la primera nominación,
la primera función de anudamiento, la primera función de consti-
tución, va a ser una función imaginaria: la constitución del yo, del
narcisismo, que va a inhibir ese caos originario del autoerotismo.
Segunda nominación: la nominación de lo simbólico. La nomi-
nación de lo simbólico no es lo mismo que lo simbólico, sino que
Lacan va a decir que es justamente el Nombre del Padre. Es esta
función que hace que algo se despegue en el campo del significante,
algo, un significante, la función del significante amo, del S1 que
ordena, el S1 que además media entre imaginario y real, que le pone
un nombre a las cosas –dice Lacan sobre el final del seminario.
En estos seminarios, en el XXII con su herejía, luego en el XXIII
cuando aborda la obra del escritor James Joyce, muy imbuido de
su propia formación jesuítica, e inspirado por él, Lacan va a tener
como referencia permanente la Biblia para hablar de los orígenes
y de la constitución de la estructura y del nudo del ser hablante.
Entonces la nominación de lo simbólico es referida al momento
en el cual Adán les pone nombres a las cosas. La nominación de
lo simbólico como mediación entre imaginario y real, abrochando
imaginario y real con un nombre. La cosa, esa cosa que a la vez es
una imagen, va a estar mediada por un nombre.
Pero Lacan va a distinguir ese momento en el cual Adán nombra
a los animales del momento de la creación, momento previo en el
que estará en juego una nominación de lo real. Va a decir que po-
22 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

nerles nombres a las cosas es una nominación simbólica, pero hay


otra nominación, que es cuando ese agujero que es ese Dios de la
Biblia que dice “Yo soy lo que soy”, que es puro sin sentido, que es
puro S1, porque “Yo soy lo que soy” es un S1 que no remite a un
S2, porque no dice “Yo soy tal cosa”, sino “Yo soy lo que soy”, es un
S1 que remite a sí mismo, o en todo caso remite a un objeto a: “Soy
lo que soy, esa cosa, eso”. Lacan plantea que esa función de nomina-
ción es un agujero que escupe un nombre.
La nominación de lo real queda ubicada entonces en ese mo-
mento angustioso en el cual algo surge de la nada, en el cual un agu-
jero escupe un nombre. ¿Cómo puede un nombre salir del agujero?
En otra vía, es la pregunta que se hacen los científicos: ¿qué había
antes del Big Bang?, ¿qué fue lo que explotó en el Big Bang?, ¿era
una nada que explotó?, pero ¿cómo puede explotar una nada?

Intervención: Freud dice que la represión primaria es una opera-


ción de contrainvestidura, y que la contrainvestidura es el modo de
operación de la fobia. Yo te quería preguntar si vos a eso lo considerás
como una nominación imaginaria, o como una nominación real.

Nieves: Lacan ubica a la represión primaria como nominación


de lo real, se trata de un punto que no es para nada imaginario,
que queda totalmente por fuera del sentido. Dios no dice nada, es
un nombre puro, y en ese sentido queda totalmente por fuera del
sentido. Es un agujero que escupe un nombre. Me parece impor-
tante establecer la diferencia entre represión primaria y secundaria,
y entre nominación real y simbólica.
En la nominación real estamos en el plano de la represión pri-
maria, y también de la identificación primaria, que es el momento
de incorporación del padre, que es un momento en el cual hay una
primera operación efectiva del sujeto que funciona según Freud por
introyección, y que va a dar lugar a una identificación que va a ser
primera; las otras identificaciones van a ser secundarias respecto de
ella. Esto está en el capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis
Inhibición, síntoma y angustia / 23

del yo”3, donde Freud va a dar cuenta de cómo las identificaciones


que dan lugar al síntoma son secundarias, son segundas respecto de
esta identificación primaria que es de otro orden, que es anterior a
toda relación de objeto, y donde se trata justamente de lo que con
Lacan podemos llamar la admisión en lo simbólico del Nombre del
Padre. De modo que hay un primer momento en el cual se produce
esa primera nominación que es la constitución del Nombre del Padre
como un significante real, que va a tener un valor real en lo simbóli-
co. Y luego hay un momento segundo en el cual esta función va ope-
rando distintas nominaciones, distintos síntomas. Esta nominación
real lo que produce es angustia, porque no liga nada.
En ese sentido Lacan va a seguir el texto freudiano y va a decir
que lo que liga el significante, lo que liga representaciones, es el sín-
toma, la nominación de lo simbólico, que ubicamos en la relación
S1-S2. Mientras que la angustia es la nominación de lo real, es un
S1 puro, ese Dios que dice “Yo soy lo que soy” y escupe un nombre,
fuera de sentido.
La nominación de lo real es una nominación difícil de aprehen-
der, justamente porque no podemos abordarla ni en términos imagi-
narios, ni en términos simbólicos, por eso estas metáforas de lo que
había antes del Big Bang interrogan algo surge de la nada, o como va
a decir Lacan, algo que pasa a ex-sistir algo que es arrojado fuera de
ese agujero. Ahí Lacan dice “Dios escupe el nombre”. Un nombre es
escupido por ese agujero que es Dios, es arrojado a la ex-sistencia, es
arrojado afuera, empieza a sostenerse afuera.
Lacan situará la ex-sistencia en el registro de lo real, y el agujero
en el registro de lo simbólico. Desde la perspectiva de “Inhibición,
síntoma y angustia”, les propongo situar la nominación de lo sim-
bólico en relación con la función de la castración, que localiza y
media entre imaginario y real; y lo imaginario como consistencia,
como lo que une, lo que mantiene junto –dice Lacan.

3 Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. En Obras Completas. cap. 7
Ed. Amorrortu. Tomo XVIII. Buenos Aires, 1986.
24 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Cada una de estas nominaciones –que son constitutivas del nudo– a


la vez participan de cada uno de los tres registros, de modo que cada
registro tiene su consistencia, su agujero y a su vez ex-siste a los otros dos.
Esto nos posibilita referencias tales como lo imaginario de lo real, lo
simbólico de lo imaginario, etc. Por eso vamos a trabajar no solamente
con el nudo, sino también con los tres registros, tal como los aborda-
mos en algunos lugares, como si fueran conjuntos o círculos de Euler,
y donde también va a ir haciendo diferentes localizaciones en distintos
espacios que van a permitirnos distinguir versiones de las neurosis en
función del registro que prevalece en la presentación de la estructura.

Intervención: Acerca de la distinción de las nominaciones entre


nombre propio –como nombre arrojado desde ese agujero– y los
nombres de las cosas.

Nieves: Ese nombre propio, que es el nombre arrojado por ese


agujero, a la vez es posibilitado por el Nombre del Padre, de allí las
dificultades en las que muchas veces se encuentra el psicótico cuando
tiene que asumir el propio nombre. Efectivamente, en esa operación
se trata de una nominación de lo real, por la cual se constituye el suje-
to como nombre propio, que hay que distinguir de los síntomas –que
serían esas nominaciones que pueden ir a la vez variando en la estruc-
tura. Y uno podría decir que lo real es lo que vuelve siempre al mismo
lugar, es lo que uno no puede cambiar aún cuando uno quiera.
Lacan dice en algún lugar que el neurótico quiere olvidarse de su
nombre propio, que quiere ser un “sin nombre”, pero siempre se va
a volver a encontrar con su nombre propio, que es lo que vuelve al
mismo lugar, lo más real de la estructura. Esas otras nominaciones
que son los síntomas pueden cambiar, pueden caer y pueden venir
otras nominaciones, pero lo que va a estar siempre en el mismo
lugar va a ser el nombre propio.
Finalmente Lacan se va a encontrar en RSI que no existe el nudo
borromeo de tres en el ser hablante. El ser hablante es una estructu-
ra fallida, fallada, como señaló Freud en varias oportunidades, par-
Inhibición, síntoma y angustia / 25

ticularmente en “El malestar en la cultura”, donde hace referencia a


un desarreglo fundamental en el ser hablante. Lacan lo traducirá en
estos términos: “La relación sexual no existe”. Hay algo que no anda
en el ser hablante, que hace que las cosas no se acomoden, que hace
que la relación sujeto-objeto, hombre-mujer, no se acomode, y eso
que no anda se va a manifestar como lapsus en el nudo.
El nudo borromeo de tres no existe y entonces, o vienen otro
tipo de anudamientos –que son lo que vimos el año pasado, no
borromeos, que van a dar lugar a la diversidad de las psicosis–, o
bien va a venir un cuarto a anudar a esos tres que están sueltos, a
anudarlos borromeanamente. Pero la cuestión interesante de RSI es
que ese cuarto puede ser en sí mismo imaginario, simbólico o real,
lo que va a dar lugar a los diferentes tipos de neurosis.
Les propongo en principio abordar la histeria como una estruc-
tura borromea anudada simbólicamente, la neurosis obsesiva como
una estructura borromea anudada imaginariamente, y la fobia como
una estructura borromea anudada por el registro de lo real, es decir
por la angustia, que no anuda mucho, de allí que en la fobia no se
termina de captar la estructura.
Y lo que va a plantear Lacan en RSI es que ese cuarto nudo pue-
de duplicar alguno de los tres registros. El cuarto que anuda puede
duplicar lo imaginario, duplicar lo real, o duplicar lo simbólico,
y esto va a dar distintos efectos en la estructura. No es lo mismo
una estructura –por más que sea neurótica y borromea– que esté
anudada por lo imaginario, inhibida, en la que el funcionamiento
de la estructura sea la inhibición, que sea el síntoma, o que sea la
angustia. Y entonces eso es lo que nos va a permitir también trabajar
después en los casos que veamos, y en la dirección de la cura saber
por dónde entrar. Porque no se va a entrar en la estructura desde la
intervención analítica de la misma manera, ya que los registros se
presentan de manera diferente cuando la estructura está nominada
por la inhibición, por el síntoma o por la angustia.

Clase del 3 de abril de 2008


II. Del texto freudiano al Seminario de la Angustia

I. Una defensa radical contra la angustia

Vamos a tomar algunos puntos de “Inhibición, síntoma y angus-


tia”, que serán retomados por Lacan, encontrando posteriormente
su lugar en el nudo.
Comencemos por el primer capítulo, que trata de la inhibición.
Freud la definirá como una renuncia a una función, ya que a raíz
de su ejercicio se desarrollaría angustia. Se trata aquí de la renuncia
a una función como manera muy radical de evitar el desarrollo de
angustia. También va a plantear –siempre en el mismo apartado–
que el yo renuncia a estas funciones que le competen, a fin de no
verse precisado a emprender una nueva represión, a fin de evitar un
conflicto con el ello.
El yo renuncia a estas funciones para evitar, ya sea un conflicto
con el ello, ya sea posteriormente un conflicto con el superyó. La
inhibición es asunto del yo, es una función que realiza el yo, y
como habíamos dejado indicado la vez pasada –con Freud– cuan-
do la inhibición toma toda la vida del sujeto, estamos frente a los
estados depresivos –señala–, y el más grave de ellos es la melancolía.
Freud define a la depresión y a la melancolía como inhibiciones
generalizadas. Freud terminará planteando –en este primer apar-
tado– que la distinción fundamental entre síntoma e inhibición es
que el síntoma no es un proceso que le suceda al yo, ni dentro del
yo, mientras que la inhibición es un suceso que sucede en el yo, y
le sucede al yo.
28 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Es importante entonces remarcar la relación íntima que hay en-


tre esa formación especial dentro de la estructura subjetiva que es
el yo, y la función de la inhibición. Retomaremos este punto en las
próximas clases para abordar la estructura obsesiva, ya que la misma
está sostenida fundamentalmente en la inhibición, ya que la instan-
cia que prevalece en la estructuración del nudo obsesivo es el yo.
Entonces, la inhibición es asunto del yo, y Freud la va a distinguir
en ese punto del síntoma.

II. Una respuesta a la señal de angustia

El segundo capítulo de “Inhibición, síntoma y angustia” está de-


dicado al síntoma, cuya formación será planteada como resultado de
una defensa frente al surgimiento de la angustia como señal. El yo
–dice– se revuelve contra un proceso pulsional del Ello, emite una
señal de displacer, y el resultado de esa operación es el síntoma.
En el capítulo siguiente Freud hace una observación al pasar, que
retomaremos luego con el nudo. Se trata de la distinción entre el yo
como una organización y el Ello, que no lo es. Señalo esto, ya que
cuando con Lacan abordemos las distintas nominaciones, nomina-
ción imaginaria, simbólica y real, vamos a distinguir, por ejemplo,
una nominación imaginaria como es la inhibición, que proviene
del yo, que es una organización, y que da lugar a un anudamiento
organizado, de lo que sería por ejemplo una nominación de lo real,
es decir, una estructura anudada por la angustia, anudamiento en el
que prevalece lo que Freud llama el Ello, y que tiene que ver con el
registro de lo real, que es un registro que no está organizado. En ese
caso vamos a encontrar en la clínica fenómenos que van a estar más
del lado de la dispersión en el campo del goce, y que van a llamar a
otro tipo de abordaje por parte del psicoanalista.
En ese mismo capítulo III, Freud también propondrá cierta ten-
sión entre el yo y el síntoma. Sobre el final del capítulo dirá: “El yo está
dispuesto a la paz, y querría incorporarse el síntoma”. Y agregará: “La per-
Inhibición, síntoma y angustia / 29

turbación parte del síntoma, que sigue escenificando su papel de correcto


sustituto y retoño de la moción reprimida”.1 A diferencia de la inhibición,
el síntoma va a consistir en una perturbación que hace que no pueda
quedar totalmente asimilado por el yo. Hay una tensión irreductible
proveniente del síntoma, a diferencia de la calma de la inhibición, de
allí que Freud defina al síntoma como cuerpo extraño. El yo está dis-
puesto a la paz, quiere incorporarlo y demás, pero hay una perturba-
ción que parte del síntoma, el síntoma es una resistencia al yo.
Lacan, por su parte, dirá que el síntoma es una resistencia del de-
seo. El deseo se resiste a la captación que propone el yo, de modo que
el síntoma vendría a ser la pequeña revolución del sujeto neurótico.
En el capítulo siguiente Freud entra en el detalle de la formación
del síntoma fóbico, deteniéndose en el caso Juanito, y es entonces que
va a caer sobre el asunto alrededor del cual va a girar después todo
el resto del texto, que es la angustia de castración. Freud comienza
planteando que el síntoma fóbico es un síntoma que se constituye
alrededor de la angustia de castración como motor de la represión,
para luego generalizar esta estructura, planteando finalmente que
toda formación de síntoma, en última instancia, está movida por la
angustia de castración –la cual se manifestará de diferente manera en
cada uno de los tipos de neurosis. Con la segunda vuelta lacaniana,
esto nos llevará a los diferentes nudos neuróticos.
Es entonces en este cuarto capítulo que Freud empieza a captar
esta estructura fundamental de la angustia de castración como mo-
tor de la represión y de la formación de síntoma.
El capítulo V estará dedicado fundamentalmente a la estructura
del síntoma obsesivo. Volveremos sobre este capítulo más adelante.
Ahora me gustaría retomar algo que ya comenté la vez pasada, que
considero importante, y es que Freud distingue síntomas que logran
evitar totalmente el desarrollo de angustia, de otros síntomas que
vehiculizan cierta dosis de angustia.

1 Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia” en Obras Completas. Ed. Amorro-


tu. Buenos Aires, 1986. Tomo XX. Pág. 96.
30 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Recordarán ustedes que en este texto Freud define a la fobia


como histeria de angustia, de modo que la diferencia que él estable-
ce entre lo que conocemos como histeria y lo que conocemos como
fobia, justamente, es que en la fobia el síntoma vehiculiza la angus-
tia, mientras que en la histeria no. Y da como ejemplo más acabado
de la defensa del síntoma contra la angustia al síntoma conversivo,
planteando que es el síntoma que más claramente logra desterrar el
afecto de angustia, proponiendo que la genuina histeria de conver-
sión es una histeria en la cual no se presenta nada de angustia.
Podemos hacer un contrapunto entre el síntoma conversivo his-
térico –como el síntoma que logra desterrar de plano el afecto de
angustia–, y el síntoma de la fobia –como histeria de angustia– don-
de justamente el síntoma vehiculiza la angustia.

III. Cuando la angustia no es señal de la castración.

En el capítulo VI hay un interesante señalamiento, que es reto-


mado por Freud sobre el final del texto. Se trata de una cuestión que
habitará ampliamente la enseñanza de Lacan, y que es la particula-
ridad de la angustia en las mujeres.
En este capítulo Freud propondrá que el punto de arranque de
las tres neurosis –histeria, fobia y neurosis obsesiva, a las que dedi-
caremos este seminario– es la destrucción del complejo de edipo,
ubicando el motor de la renuncia del yo en la angustia de castración.
Si bien las tres neurosis son respuestas a la angustia de castración,
hace una distinción, ya que sólo en la fobia sale a la luz esa angustia,
solo en ella es confesada. Este punto es desplegado en el capítulo
anterior alrededor de los casos de Juanito y el Hombre de los Lobos,
en los que queda en primer plano la angustia de castración.
Ahora bien, sobre el final del capítulo abrirá la cuestión del esta-
tuto de la angustia en las mujeres de la siguiente manera: “¿Es seguro
que la angustia de castración constituye el único motor de la represión o
de la defensa? Si se piensa en las neurosis de las mujeres no se puede menos
Inhibición, síntoma y angustia / 31

que dudar, pues si bien se comprueba en ellas la presencia del complejo


de castración, no puede hablarse en este caso, en que la castración ya está
consumada, de una angustia de castración en el sentido pleno”2. Se está
refiriendo aquí a la angustia que conlleva la amenaza de castración
en la fobia, como se verifica en las fobias de Juanito y de El hombre
de los Lobos, en quienes la posición pasiva o feminizada respecto del
padre despierta en estos varones fóbicos el temor a la amenaza de
castración, poniéndose en juego incluso algo de lo real del órgano.
Pues bien, Freud plantea ahora que nada de este orden podemos
encontrar en las neurosis de las mujeres, en las que no se corre el ries-
go de perder un órgano real, porque la castración ya está consumada
desde el vamos. Entonces deja planteada la pregunta de cómo pensar
la cuestión de la angustia en las mujeres.
El capítulo VII insiste en esta doble vía de la angustia –que ha-
bíamos señalado la clase pasada y que va a retomar Lacan a lo largo
de todo el Seminario de La Angustia– al introducir la cuestión de las
neurosis traumáticas. En la página 122 dice: “Si la angustia es la reac-
ción del yo frente al peligro parece evidente que la neurosis traumática,
tan a menudo secuela de un peligro mortal, ha de concebirse como una
consecuencia directa de la angustia de supervivencia o de muerte, dejando
de lado los vasallajes del yo y la castración”3, de modo que aquí planteará
una vertiente de la angustia diferente de su función de señal de la cas-
tración, que se manifestará en las neurosis traumáticas.
Alguien de ustedes en la clase pasada dio como ejemplo, con mu-
cha precisión, el ataque de pánico, en el que efectivamente la angus-
tia deja de funcionar como señal de la castración en el yo.
En la página 123 va a plantear entonces: “A raíz de las vivencias
que llevan a las neurosis traumáticas, es quebrada la protección contra
los estímulos exteriores”4. Es decir que hay una defensa, una protección

2 Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas. Ed. Amo-


rrortu. Buenos Aires, 1986. Tomo XX. Pág. 117.
3 Ibid. Pág. 122.
4 Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas. Ed. Amo-
32 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que está quebrada, por lo que en el aparato anímico ingresan volú-


menes hipertróficos de excitación; En términos lacanianos, podría-
mos decir que irrumpe un goce ilimitado.
Sabemos que la función de la castración consiste justamente en
limitar el goce, pero hay cierta versión de la angustia en la que esa
defensa se quiebra, de modo que hay una invasión de goce en el
cuerpo. En este punto Freud señala: “De suerte que aquí estamos ante
una segunda posibilidad, la de que la angustia no se limite a ser una
señal sino que sea también producida como algo nuevo”.5
Si bien Freud define a la angustia como angustia de castración, e
incluso sobre el final del texto propone resignificar todas las pérdidas
desde la pérdida que implica la castración, tanto el problema de la
angustia femenina como la angustia traumática abren una vertiente
de la angustia que impide esa lectura en términos de castración.
En la página 123, que estaba comentando recién, Freud plantea:
“Se trata tan a menudo del peligro de la castración, como de la reacción
frente a una pérdida o a una separación”6. En relación con este pun-
to, sobre el final del texto (más precisamente, en su apéndice) va a
quedar abierta, justamente cuando indaga el estatuto del dolor, la
posibilidad de una vivencia de la pérdida que no sea angustiosa, es
decir, que no ponga en juego la castración sino que simplemente se
manifieste como dolor –retomaremos este punto más adelante.
Es en el capítulo VIII que Freud considera la cuestión de la angus-
tia en las mujeres, extrayendo la siguiente conclusión: “Ahora vemos
que no corremos el peligro de declarar a la angustia de castración como el
único motor de los procesos defensivos que llevan a la neurosis”7.
Siguiendo este hilo de lo femenino, les propongo dirigirnos un
momento a otro texto, “Algunas consecuencias psíquicas de la di-
ferencia anatómica entre los sexos”, en el que Freud plantea lo si-

rrortu. Buenos Aires, 1986. Tomo XX. Pág. 123.


5 Ibid.
6 Ibid.
7 Ibid. 135.
Inhibición, síntoma y angustia / 33

guiente: “He puntualizado cómo el desarrollo de la niña pequeña es


guiado a través del complejo de castración hasta la investidura tierna de
objeto, y precisamente en el caso de las mujeres parece que la situación
de peligro de la pérdida de objeto siguiera siendo la más eficaz. Respecto
de la condición de angustia válida para ella, tenemos derecho a intro-
ducir esta pequeña modificación, más que de la ausencia o de la pérdida
real del objeto se trata de la pérdida de amor”8. Es una puntualización
clínica fundamental: la angustia frente a la posibilidad de la pérdida
de amor del objeto en las mujeres.
Volviendo a “Inhibición, síntoma y angustia, es alrededor de este
punto del estatuto de la angustia femenina, que Freud va a articular
los tipos clínicos neuróticos con la sexuación: “Puesto que sabemos con
certeza que la histeria tiene mayor afinidad con la femineidad, así como
la neurosis obsesiva con la masculinidad, ello nos sugiere la conjetura de
que la pérdida de amor, como condición de angustia, desempeña en la
histeria un papel semejante a la amenaza de castración en la fobia y a la
angustia frente al superyó en la neurosis obsesiva”9.
Este trípode que Freud deja planteado sobre el final del capítu-
lo VIII nos servirá de guía a lo largo del año a la hora de abordar
los distintos nudos en las neurosis. Pérdida de amor en la histeria,
amenaza de castración en la fobia, y angustia frente al superyó en la
neurosis obsesiva, tres modalidades de la angustia, que son la angus-
tia en relación con el amor, la angustia en relación con el superyó y
la angustia en relación directa con la castración.
En el apéndice hay varias cuestiones interesantes, una de ellas en el
punto B, en el complemento sobre la angustia, donde Freud retoma
las dos vertientes de la angustia –que también serán retomadas por
Lacan a lo largo de su seminario sobre la angustia–, planteando: “La
angustia es por una parte expectativa del trauma –ahí podemos ubicar

8 Freud, S. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los


sexos”, en Obras Completas. Ed. Amorrortu. Tomo XIX. Buenos Aires, 1986.
9 Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas. Ed. Amo-
rrortu. Tomo XX. Buenos Aires, 1986. Pág. 135.
34 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

la función de señal de la angustia–, y por otra parte es una repetición


amenguada del trauma”10. Distingue estas dos vertientes que pueden
estar más o menos marcadas en cada sujeto.
Y en la página 156 va a definir a la angustia como real –que es
también un señalamiento fundamental del Seminario de La Angustia
de Lacan.
Freud esta haciendo una distinción entre la angustia realista
–cuando se vive una situación de peligro exterior real– y la angustia
neurótica –donde el peligro es una pulsión, es un peligro interior. Y
en este párrafo él le da el mismo valor de real a este peligro interior
que a cualquier peligro exterior, planteando: “Hasta ahora no hemos
tenido ocasión ninguna de considerar a la angustia realista de otro modo
que a la neurótica. Conocemos la diferencia, el peligro realista amenaza
desde un objeto externo y el neurótico desde una exigencia pulsional. En
la medida en que esta exigencia pulsional es algo real puede reconocerse
también a la angustia neurótica un fundamento real”11. Entonces ubi-
ca al goce pulsional como lo que hace real a la angustia.
El último señalamiento que les propongo sobre el texto de Freud
es algo que ya dejé indicado, que es la distinción entre angustia y
dolor. Freud va a decir: “El dolor es la genuina reacción frente a la
pérdida del objeto –es decir que cuando perdemos un objeto lo que
sentimos es dolor– mientras que la angustia lo es frente al peligro de
la pérdida de objeto”12. Esto es interesante para pensar, por ejemplo,
en los estados melancólicos marcados por lo que Lacan llama “dolor
de existir”, estados en los cuales el sujeto más que angustiado está
dolido, en los que prevalece el dolor de existir, en los que la relación
del sujeto con la pérdida no está mediatizada por la función de la
castración, no está mediatizada por la angustia, entonces el sujeto
vive el dolor de la pérdida. Esto es algo que Freud va a desarrollar
bastante profundamente en su texto “Duelo y melancolía”, donde

10 Ibid. Pág. 155.


11 Ibid. Pag. 156.
12 Ibid. Pág. 159.
Inhibición, síntoma y angustia / 35

justamente va a proponer que tanto en el duelo como en la melan-


colía se trata de la pérdida del objeto, pero en la melancolía el sujeto
no puede salir de ese dolor de la pérdida.
Esta fue una puntuación del texto de Freud que nos va a llevar
al Seminario de La Angustia. La lectura que les propondré ahora del
Seminario X apunta a darnos los rudimentos, algunas herramientas
para abordar la neurosis en el nudo.

IV. De la inhibición a la angustia.

Vamos a retomar el esquema de doble entrada de la primera clase


del seminario.

Este esquema será retomado en diversas oportunidades a lo lar-


go del seminario, y en las últimas clases –la 23 y la 24– lo va a
retomar para la neurosis obsesiva, cosa que nosotros haremos en su
momento cuando abordemos los casos de inhibición. Lacan redo-
bla el tres de inhibición, síntoma y angustia con los tres registros:
imaginario, simbólico y real, lo que posibilita cierta dinámica en
relación con los conceptos freudianos. En este esquema parten de
la inhibición distintas declinaciones en dos ejes: el eje de la dificul-
tad y el eje del movimiento.
Lacan plantea que la inhibición es una cuestión de movimien-
to, ya que cuando Freud la estudia se refiere a funciones, y en una
función se trata de poner algo en movimiento. De modo que Lacan
36 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

propone que en la inhibición se trata de la detención del movimien-


to, por eso es el cero del movimiento en el eje vertical. Por otro
lado, en el eje horizontal encontramos la dificultad. Efectivamente,
la inhibición es la mejor manera de no tener problemas: no hacerlo,
no meterse con eso. Cero movimiento, cero dificultad: se trata de
una defensa absoluta, muy radical y efectiva.
Después vienen las modulaciones, y ahí empieza con el impedi-
mento. En el impedimento el sujeto no está exactamente inhibido,
ya que hay cierta confrontación con la dificultad. Lacan va a refe-
rirse a la raíz latina de impedimento, impedicare, que significa haber
caído en la trampa, y lo que plantea ahí es que lo que interfiere en el
impedimento es el sujeto mismo, de modo que en el impedimento
está puesto en primer plano el sujeto.
Como éste es un cuadro de doble entrada, imaginario, simbólico
y real están en los dos ejes, por lo que con él también se puede hacer
un nudo. Entonces, en la inhibición gana lo imaginario por parti-
da doble –en los dos ejes tenemos lo imaginario en la inhibición–;
mientras que en el impedimento, si bien hay cierta detención que
promueve el yo, está en primer plano el sujeto. El sujeto está impe-
dido y se encuentra con cierta dificultad, por eso Lacan lo pone en
la misma columna que el síntoma, definiendo la trampa de la que
se trata como la captura narcisista. Podemos hacer un contrapunto
entre la captura narcisista y la castración. Cuando el sujeto está co-
mandado por su yo, comandado por su narcisismo, comandado por
lo imaginario, puede eventualmente encontrarse con el síntoma del
impedimento, en el que se va a manifestar el sujeto, pero capturado
en la trampa del narcisismo.
En el impedimento –que es un síntoma muy común en la neu-
rosis obsesiva– se va a manifestar cierta ruptura de la imagen nar-
cisista, porque eso de lo que el sujeto se ve impedido manifiesta al
sujeto barrado, al sujeto del inconsciente, y pone un límite al yo, al
dominio yoico. El sujeto avanza hacia su goce y se encuentra con
esa ruptura de la propia imagen, y esa ruptura de la propia imagen
se manifiesta como impedimento.
Inhibición, síntoma y angustia / 37

El tercer término que propone es el embarazo. En el embarazo


es donde Lacan ubica la máxima barradura, casi como si el sujeto
fuera pura barra, y también toma la raíz latina imbaricare, que hace
alusión directa a la barra como tal. Y luego va a hacer referencia,
como ya comentamos, al campo semántico del término “embarazo”
en nuestra lengua, en español, refiriéndose a la mujer encinta como
otra forma bien significativa de la barra en su lugar. La mujer que
está barrada en su cuerpo, embarazada. El sujeto que está emba-
razado, está absolutamente barrado, y si bien hay predominio del
recurso a lo imaginario, hay cierto efecto angustioso, cierta mani-
festación de lo real de la angustia –vean que el embarazo está en la
misma columna que la angustia.
El obsesivo es ese sujeto que está impedido, que no puede hacer
ciertas cosas para sostener su imagen narcisista, y en esas cosas que
no puede hacer se manifiesta su división subjetiva. Pero el sujeto
que está embarazado es el sujeto que realmente no sabe qué hacer,
en ese sentido está angustiado, está más atravesado por la castración.
Pero de todos modos ese no saber qué hacer tiene que ver con el pre-
dominio de una defensa imaginaria: dentro del campo de la defensa
imaginaria es el fenómeno en el cual se verifica mayor dificultad.
Vayamos ahora al otro eje, que es el eje del movimiento, en el
que Lacan va a ubicar en primer lugar, después de la inhibición, a la
emoción, que refiere etimológicamente al movimiento. Se trata de
arrojar, ex, es el movimiento que desagrega, la reacción catastrófica.
De modo que partiendo de la defensa imaginaria –que luego llama-
remos con Lacan nominación imaginaria– la emoción ya implica
algún movimiento respecto de la inhibición.
En la inhibición está todo detenido, salvo en esos episodios,
como por ejemplo el de emoción violenta –que me parece que es
un término que se utiliza en psiquiatría– donde el sujeto que está
inhibido de repente va y mata a alguien, y nadie lo puede creer,
porque era tan tranquilo…. La emoción como un primer grado
de movimiento en la lógica misma de la inhibición. De pronto ese
narcisismo arroja algo fuera de sí.
38 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Sigue la turbación, cuya raíz latina lleva a las acepciones de per-


turbar, espantar, perturbarse, pero donde va a poner el acento Lacan
es en “perder la propia fuerza”, desalentarse, perder el poder, perder el
dominio, siempre en la línea yoica. Solamente para alguien que está
dominado por su yo, que quiere tener el poder, la falta se va a mani-
festar como falta de poder. Es por eso es que Lacan retomará luego
este cuadro con otros contenidos para la neurosis obsesiva, ya que
todos estos casilleros que están alineados con la inhibición parten de
este tipo de defensa que es imaginaria. La turbación como caída de la
potencia. Podemos ubicar allí la impotencia del obsesivo.
En la clase VI Lacan agrega al cuadro el pasaje al acto y el acting-
out. Los retomaremos más adelante.

V. La doble vertiente de la angustia.

Me interesa que vayamos ahora a la clase IV del Seminario de La


Angustia, ya que allí Lacan retomará el texto freudiano proponiendo
una lectura de lo que ubicamos anteriormente como la doble ver-
tiente de la angustia: por un lado la angustia señal de la castración,
que tiene como sede al yo, y por otro la angustia que pierde los
vasallajes del yo y de la castración, y que de alguna manera es una
reproducción del trauma.
Lacan comienza a introducir aquí que la angustia no es solamente
la señal de una falta, planteando que el texto freudiano podría llevar
a la confusión de creer que la angustia es pura y simplemente la señal
de que se va a perder algo, o de que falta algo, cuando en realidad se
trata de un nivel redoblado, donde la angustia es señal de la falta de
Inhibición, síntoma y angustia / 39

apoyo que da la falta, para terminar diciendo que en la angustia falta


la falta. Allí se referirá, por ejemplo, a que lo que verdaderamente an-
gustia no es la nostalgia del seno materno, sino su inminencia, cuan-
do al niño se le viene encima el seno materno, no cuando lo pierde.
El planteo es que cuando el sujeto está más perturbado es cuando no
hay posibilidad de falta. Esta es la lectura lacaniana de la castración,
que la considera un operador que alivia al sujeto del goce.

Intervención: ¿Podés repetir la idea?

Nieves: Sí. Hay una vertiente de la castración en Freud, en la que


la castración se lee como pura pérdida, entonces el sujeto se defiende
de la castración, que es considerado el peor peligro. Obviamente que
en la lectura neurótica de la castración hay algo de este orden, pero lo
que agrega Lacan, que también posibilita otra concepción de la cura,
es que la castración es un bien a conquistar en el análisis, y que final-
mente es la castración lo que cura en la neurosis. Es la castración lo
que alivia del exceso de goce. Es eso lo que no queda claro en el texto
freudiano, donde pareciera que la castración fuera verdaderamente
un peligro, dando lugar a algo insoportable, ya que siempre está la
versión imaginaria de la castración en juego. De allí el lío que Freud
se hace con la castración femenina, porque siempre está la cuestión
de la pérdida real del órgano en juego, y obviamente, si la castración
es la pérdida real del órgano, es terrible.
La conceptualización lacaniana de la articulación entre el complejo
de Edipo y el complejo de castración freudianos le va a dar a la castra-
ción un valor eminentemente simbólico, no imaginario, de modo que
la referencia al órgano real es sólo un primer momento lógico, que va
a dar lugar a la constitución de la estructura subjetiva, así como a una
nueva distribución del goce en el cuerpo. En el Seminario de La Angus-
tia la castración es un operador fundamental para limitar el goce.
Se da entonces una dimensión de la angustia que se hace presente
cuando no está funcionando la castración simbólica, cuando no está
localizada la función de la falta, de modo que el objeto a amenaza con
40 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

hacerse presente todo el tiempo. En esta vertiente, Lacan lee la angus-


tia como la amenaza de la presencia del objeto, es decir, de que falte la
falta, de que el objeto se haga presente en el lugar de la falta. Y es inte-
resante en ese sentido la referencia al seno materno, ya que podríamos
decir que lo angustiante es el goce materno, que es un goce que llena,
que no permite ese respiro que da la función de la falta, y por eso en la
clase VII va a ubicar a la angustia como un correlato del objeto a.
Lacan define a la angustia como el único afecto real, siguiendo el
planteo freudiano. Más adelante va a ubicar al objeto a en el calce del
nudo, es decir, en el punto en el cual se entrecruzan los tres registros.
La estructura neurótica se constituye alrededor de la angustia, en
función de lo que posteriormente Lacan llamará la nominación de lo
real. En ese punto la angustia es la traducción subjetiva del objeto a,
es el fenómeno fundamental de la neurosis, y también es lo más real
de la estructura.
Cuando en “Inhibición, síntoma y angustia” Freud distingue el
peligro realista del peligro neurótico, la angustia del miedo, los distin-
gue justamente en el plano del objeto. El miedo supone un objeto, lo-
calizable en el exterior, mientras que la angustia responde a un peligro
pulsional, que desde la perspectiva freudiana carece de objeto.
Lacan propondrá que en lo referente a la pulsión se trata de un
objeto de otra índole. El objeto a tiene una consistencia lógica que
parte de los objetos perdidos del cuerpo, de modo que, efectivamen-
te, el seno materno en el destete vendría a ser la primera presenti-
ficación del objeto a en la constitución del sujeto, y luego vendrán
los otros objetos que se van desprendiendo del cuerpo: el objeto
anal, el objeto escópico, el objeto invocante, que van a ser distintas
modalidades del objeto a.
Veremos cómo en la neurosis obsesiva lo que tiende a angustiar
al sujeto es la inminencia del objeto anal o el objeto escópico. ¿Por
qué se asusta tanto el Hombre de las Ratas cuando escucha el relato
del capitán cruel? Se trata allí de la inminencia del objeto anal como
un objeto de goce que lo angustia, o el objeto mirada, que está en
juego en esos quevedos que pierde.
Inhibición, síntoma y angustia / 41

En el caso de la histeria, se trata generalmente de la inminencia


del objeto oral o del objeto invocante.
Siguiendo con la referencia de Lacan al seno materno, esa inmi-
nencia angustiosa habitualmente remite al goce materno, a lo que
no fue tramitado por la función paterna en cada neurosis. Porque el
objeto a en la lógica de la constitución subjetiva es exactamente eso,
es ese resto que no puede ser tramitado por lo simbólico, de allí que
Lacan de cuenta del surgimiento del objeto a con la escritura del
discurso del amo, que indica justamente cómo esta operación sim-
bólica, que es una operación metafórica, que es la metáfora pater-
na, que permite la constitución de un sujeto dividido, de un sujeto
neurótico, de un sujeto del inconsciente, deja como resto un objeto,
que es el objeto a:

De allí la doble barra, que indica que este objeto a no va a poder


ser reabsorbido por la lógica simbólica, ya que es un objeto hetero-
géneo a lo simbólico, es un objeto real, resto de la división subjetiva.
Se trata aquí del resto en el sentido matemático del término. Cuan-
do ustedes hacen una división, el número ese que resta no entra
en ninguna cuenta posterior, queda por fuera de las operaciones
siguientes. El objeto a es lo que resta de la operación edípica, de la
función paterna, es lo que no puede tramitarse simbólicamente, y
lo que eventualmente retorna con su inminencia angustiosa, ame-
nazando al sujeto. Por eso es que en la parte inferior del discurso del
amo encontramos justamente la fórmula del fantasma.
El fantasma sería el aparato mediante el cual el sujeto, a través
de una serie de operaciones lógicas –que están matematizadas en el
rombo– logra mantener cierta distancia más o menos homeostática
para su goce con el objeto a. ¿Cuándo se hacen presentes los fenó-
menos de angustia? Cuando algo de esta operatoria romboidal se
suspende, lo que solemos llamar con Lacan vacilación del fantasma.
42 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Otra cuestión interesante del Seminario de La Angustia que va-


mos a retomar es la clase X, en la que Lacan va a abordar la estruc-
tura de la neurosis con el toro. Lacan señala allí que en el toro –que
ustedes saben que es como si fuera un neumático– hay distintos
tipos de agujero, y va a distinguir distintos fenómenos clínicos en
función del tipo de agujero que está en juego.
Por un lado están los dos agujeros estructurales del toro, a los
que Lacan llama “agujeros irreductibles”, que no se pueden reducir
porque deja de ser un toro:

Mientras que éste es un agujero al que llama “reductible”, ya que


se puede reducir:

Esta distinción entre diferentes tipos de agujero es fundamental,


ya que nos va a llevar a las distintas dimensiones de la falta o de la
castración, y por ende de la angustia en la estructura neurótica.
En esa misma clase, Lacan se detiene en los dos agujeros irreduc-
tibles, y los distingue retomando el texto de Freud de la siguiente
manera: “A propósito de la angustia, el discurso analítico se divide y
presenta dos caras. Por una parte, referimos la angustia a lo real, enton-
ces ahí la angustia es la defensa mayor, la más radical, es la respuesta al
peligro más original, al famoso Hilflosigkeit, el desamparo absoluto en
el momento de entrar al mundo”13.

13 Lacan, J. El Seminario. Libro X. La Angustia. Paidós. Buenos Aires, 2006.


Inhibición, síntoma y angustia / 43

Se trata de la referencia, que es abordada por Freud en “Inhibi-


ción, síntoma y angustia”, al texto de Otto Rank sobre la angustia
de nacimiento. Muchos psicoanalistas pusieron el acento en esa an-
gustia primordial, en ese desamparo radical. Se trata de un aspecto
más real de la angustia, de una angustia masiva y una defensa pri-
mera, anterior a la función de la castración.
Continúa Lacan: “Por otra parte, sostenemos que a continuación es
retomada por el yo como señal de peligros muchos más ligeros o leves”14.
Aquí ya se trata del yo defendiéndose del Ello o del Superyó. En
esta vertiente ya hay una organización que es el yo, que está uti-
lizando a la angustia como defensa, ya no se trata de esa angustia
masiva del desamparo primordial. Lo que va a plantear entonces es
que de lo que se trata es de distintas estructuras de la falta. Va a dis-
tinguir una dimensión de la falta que se manifiesta en el nivel de la
imagen narcisista, que es la que aparece como impedimento, como
embarazo, como emoción, etc., de otra dimensión más radical de
la falta, que tiene relación directa con el objeto a, y no ya con la
imagen narcisista.
Vayamos ahora a la clase XII. Allí Lacan definirá a la angustia
como una señal de lo real. Señala: “Únicamente la noción de real en
la función opaca, que es la que voy a oponer a la del significante, sólo la
noción de real nos permite orientarnos, y podemos ya decir que aquello
ante lo cual la angustia opera como señal es del orden de lo irreductible
de lo real. Es en ese sentido que formulo que la angustia no engaña”15.

VI. Ética y castración.

En este seminario encontramos otro esquema, que nos va a llevar a


la cuestión ética en el psicoanálisis. Podríamos afirmar que según qué

Pág. 152.
14 Ibid
15 Ibid. Pág. 174.
44 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

concepción se tenga de la castración es la concepción que se va a tener


del fin del análisis, el fin en el sentido de la finalidad de la cura analíti-
ca, de aquello a lo que apuntamos con nuestra operación. Aquí Lacan
pone en cuestión que la última palabra de la experiencia analítica sea
la angustia de castración en las dos versiones que da Freud del lími-
te del análisis en “Análisis terminable e interminable”: la modalidad
femenina de la envidia del pene, que radicaliza su demanda de falo
al analista, y la modalidad masculina que no acepta la curación del
analista, que lo dejaría pasivizado, feminizado. Estos dos fantasmas
fálicos de la angustia de castración en la mujer y el varón serían los
límites a la posibilidad del análisis según Freud. El verdadero límite es
la concepción freudiana de la castración, que no termina de dar el sal-
to del registro imaginario al simbólico. Freud plantea que el sujeto no
acepta la castración: la mujer no acepta estar castrada y quiere el falo
–envidia del pene–, y el varón no acepta ser curado por otro hombre.
Son versiones imaginarias de la castración.
Con su concepción de la castración Lacan va a proponer que la
experiencia analítica puede ir más allá de esos topes freudianos, por
lo que todo el tramo final del seminario va a apuntar a dar cuenta
de una concepción ética de la experiencia analítica, más allá de los
límites freudianos, y que concierne al objeto a como tal.
En este camino que se abre en la segunda parte del seminario, La-
can va a ubicar a la angustia entre goce y deseo, que es el mismo lugar
que le da al amor, a la transferencia. De modo que va a proponer a
la angustia como una dimensión fundamental de la transferencia,
y a la vez va a ubicar a la angustia como ese afecto que es necesario
atravesar para pasar del goce al deseo. El pasaje del goce al deseo, que
es de lo que se defiende el neurótico con la inhibición y el síntoma,
no es sin angustia.
De modo que la vertiente de la angustia como señal de la castra-
ción es la que posibilita pasar del goce al deseo, la que acomoda al
sujeto en el camino de su deseo, la angustia que alivia del exceso del
goce; a diferencia de la angustia masiva, que aplasta, que imposibi-
lita, que finalmente es una defensa contra la angustia de castración,
Inhibición, síntoma y angustia / 45

es una defensa contra el deseo. En este segundo caso, el sujeto está


absolutamente angustiado, es una angustia que es puro goce.
Entonces, en esta clase que se llama “Aforismos sobre el amor”,
capítulo XIII, justamente va a ubicar a la angustia en el mismo lugar
que al amor, entre goce y deseo. Y por eso también va a ubicar a la
angustia como una dimensión esencial de la experiencia analítica.

VII. Una erotología de la angustia.

Más adelante, clase XIX, siguiendo este recorrido Lacan va a


proponer que la angustia es la verdad de la sexualidad, porque la
castración es la verdad de la sexualidad. Dice que el falo, cuando se
lo espera como sexual, siempre aparece como falta16, y el hecho de
que siempre aparezca como falta es lo que hace a lo estructural de la
angustia en la sexualidad, ya que ahí donde se lo espera al falo como
sexual siempre hay angustia.
Incluso en la perversión, se trata de maniobras para que la espera
del falo no conlleve angustia. La angustia no deja de estar en la escena,
pero el perverso se dedica a angustiar al otro para no angustiarse él.
No vamos a dedicarnos en este seminario a la perversión, vamos a de-
dicarnos a la neurosis, simplemente señalo que la espera del falo en el
campo del goce sexual, en cualquiera de las estructuras clínicas pone
en juego la angustia. El asunto es que en la neurosis queda en primer
plano la dimensión de la falta, el falo se hace presente como falta,
barrando al sujeto. Por eso el Seminario de La Angustia es, como dice
Lacan, una erotología, es un seminario sobre erótica, de allí que Lacan
se detenga especialmente en esos fenómenos de angustia en la cama:
la eyaculación precoz, la impotencia, etc., es decir, todos aquellos fe-
nómenos en los que claramente se pone en juego esta dimensión an-
gustiosa de la falta ahí donde es esperado el falo como sexual.

16 Lacan, J. El seminario. Libro X. La Angustia. Paidós. Buenos Aires, 2006.


Cap. XIX.
46 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Su definición de la angustia como la verdad de la sexualidad en


este seminario, ya anticipa la formulación posterior de la inexistencia
de la relación sexual como estructural en el ser hablante, como estruc-
turante del nudo. Habíamos dicho que en el calce del nudo está el ob-
jeto a, cuya traducción subjetiva es la angustia. En el nudo la angustia
es el correlato de la inexistencia de la relación sexual, que implica que
los seres hablantes vivimos nuestra sexualidad vía la castración.
Hay varios lugares en los que Lacan retoma la cuestión del trau-
ma del nacimiento y toda esa vertiente más desregulada de la an-
gustia, de la angustia como masiva, de la angustia como cantidades
de goce que invaden –según Freud al aparato psíquico, con Lacan
podríamos decir que invaden el cuerpo. Lacan planteará que en el
trauma de nacimiento, en esa angustia primordial, no se trata tanto
de la separación de la madre, sino de ser aspirado por un medio que
es absolutamente Otro. De modo que en lugar de poner el acento en
el cuerpo materno que se pierde, pone el acento en el hecho de que el
sujeto sale a un medio que es Otro, que es una alteridad absoluta.
De este modo Lacan señala una relación entre la angustia y el
lugar del Otro en tanto tal, Otro que a lo largo de la enseñanza de
Lacan adquirirá distintas dimensiones. En los primeros seminarios
encontramos el Otro del significante, el Otro de la ley, que es un
Otro simbólico. En este momento del Seminario de La Angustia,
Lacan está abordando cierta vertiente real del Otro, que se plasmará
posteriormente como Otro cuerpo u Otro sexo. Lacan propone que
en esta angustia del trauma del nacimiento, en esta angustia masiva
del desamparo primordial, lo que está en juego es ese Otro real.
Cuando vayamos el seminario RSI, veremos justamente que La-
can va a plantear la constitución del nudo a través de identificacio-
nes, a lo imaginario del Otro real, a lo simbólico del Otro real, o a
lo real del Otro real. Y allí ubicará a la angustia en relación con esta
última identificación, a lo real del Otro real. De modo que, como
ya señalaba Freud, el fenómeno fundamental de la neurosis es la
angustia, porque justamente la angustia es la traducción subjetiva
del encuentro con la alteridad en su dimensión más real.
Inhibición, síntoma y angustia / 47

VIII. Angustia, función paterna y posición del analista.

Una última cuestión que me interesa dejar planteada, aunque no


podremos desplegarla hoy. Se trata de la última clase del seminario,
que es realmente hermosa. Se llama “Del a a los nombres del padre”.
Se trata del nudo entre angustia y función paterna, anudamiento
alrededor del cual girará posteriormente el seminario RSI.
En esta clase Lacan retoma la aproximación entre angustia y amor
con otra aproximación, entre la función paterna en la constitución
del sujeto y la posición del analista en la experiencia analítica. No
se trata aquí de la función del padre ideal, del padre simbólico, sino
del padre real. Hay cierta dimensión real del padre que encarna el
analista. ¿Cómo lo va a plantear aquí Lacan?
Su punto de partida es que la existencia del objeto a en el ser ha-
blante es un resultado del hecho de que nadie puede ser causa de sí
mismo, nadie es causa sui, de allí que el sujeto se constituya en el lugar
del Otro, que el deseo del hombre sea el deseo del Otro. De modo que
la causa, que se encarna en el objeto, está en el lugar del Otro. El pro-
blema es que toda la lógica significante lleva a Dios, lleva al Nombre
del Padre, lleva al punto de suponer Otro que sea causa de sí, para que
pueda dar lugar a esta cadena donde cada uno es causado por algún a,
de allí la vertiente religiosa como estructural en el ser hablante. Por eso,
inevitablemente, cierta vertiente del padre es religiosa, que es por otra
parte lqa que heredó el psicoanálisis de la tradición judeo-cristiana.
El Nombre del Padre es un significante tomado de la religión
judeo-cristiana, en cuyo origen encontramos ese Dios que dice: “Yo
soy lo que soy”. Lacan señala que en ese “lo” está el a, “soy el a”, punto
límite de la lógica significante, ya que se trata de un S1 que se signi-
fica a sí mismo, que no refiere a otro significante, que no tiene una
causa fuera de sí. Dios es causa de sí mismo, causa sui, es lo que es.
Lacan plantea entonces que la función paterna consiste en encarnar
algo de ese imposible, ya que nadie es causa de sí, el padre tampoco
lo es, pero es quien encarna esta función, así como el analista es quien
la encarna en el análisis.
48 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Así como no puede ser padre en el nivel radical del ser, ya que es
una función detentada por un sujeto que también es un hijo, lo mis-
mo ocurre con el analista, que además de cumplir esa función es un
hombre o una mujer. Pero al estar tomado por esa función, está en-
carnando la causa sui, está encarnando el a, está encarnando algo que
no remite a otro lugar, sino que se transforma en el polo de referencia
para el sujeto –ya sea para el hijo en el caso de la función paterna, ya
sea para el analizante en el caso de la experiencia analítica.
Así, llega a la siguiente formulación para la función paterna: “El
padre tiene que ser alguien que haya llegado lo suficientemente lejos en
la realización de su deseo como para reintegrarlo a su causa, cualquiera
que ésta sea, a lo que hay de irreductible a la función de a.”17
En el párrafo final del seminario va a plantear algo parecido para
el analista, al preguntarse: “¿Qué conviene que sea el deseo del analista
para que el trabajo sea posible más allá de los límites de la angustia de
castración freudiana?”18, es decir: ¿qué tiene que ser el deseo del ana-
lista para poder ir más lejos de esos topes freudianos de castración?
Su respuesta: “Conviene seguramente que el analista sea aquel que por
algún sesgo, por algún borde, haya hecho volver a entrar su deseo en ese
a irreductible, lo suficiente como para ofrecer a la cuestión del concepto
de la angustia una garantía real.”19

Intervención: Cuando Lacan habla del analista como semblante


del objeto a, ¿a qué se refiere?

Nieves: Se trata justamente de este planteo. El analista encarna


eso que es irreductible a lo simbólico, ese punto donde las palabras
no alcanzan, al que no llega la palabra. Encarna con su presencia eso
que el decir del analizante va bordeando, dándole vueltas, y en cada

17 Lacan, J. El Seminario. Libro X. La Angustia. Paidós. Buenos Aires, 1986.


Pág. 364.
18 Ibid. Pág. 365.
19 Ibid 18.
Inhibición, síntoma y angustia / 49

vuelta de lo que va diciendo el analizante va armando alguna nueva


versión del a. Hay allí algo irreductible que hace presente el analista
con su posición, que encarna de ese modo lo más singular de la es-
tructura de cada sujeto. De allí que Lacan proponga que el discurso
analítico es el reverso del discurso del amo:

El analista queda encarnando ese objeto que es el objeto del fan-


tasma de su analizante. Para un analizante será la voz, para otro la
mirada, para otro va a ser una mierda, para otro un objeto oral.
Se trata de sostener esa posición para que el analizante pueda ir
produciendo todos los significantes fundamentales a los que está
sujeto, producirlos como resto, hacerlos caer del lugar de agente del
discurso, lo que le permitirá abrir nuevos trayectos.
Para que esto sea posible tiene que haber algo que esté siempre en
el mismo lugar de la estructura. Para ello es necesario que el analista
soporte, por ejemplo, ser una mierda para determinado analizante,
encarnar ese lugar de objeto, que es tan difícil de soportar para el
neurótico. De allí que haya cierta tensión entre la posición del ana-
lista y la posición neurótica, ya que al neurótico no le resulta fácil
encarnar el lugar de objeto, y mucho menos, de objeto del fantasma
del otro, no del propio.
Es en esa vía que la posición del analista se acerca a la función
paterna, ya que en la función paterna justamente se trata también
de ser causa para el hijo, para que el hijo arme su propia vida, y no
que sea un objeto del padre. En ese sentido se trata de encarnar ese
lugar de la causa para que el sujeto pueda hacer su propio camino.

Intervención: No entendí muy bien eso de que la angustia masiva


es también una defensa contra la angustia de castración.
50 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Sí, me parece que es una vía que plantea Lacan en este
seminario para las neurosis. Otro asunto es la angustia masiva psicó-
tica, en cuyo caso no podemos decir que es defensa contra la angustia
de castración (porque no está el operador castración incorporado a
la estructura), sino más bien que es signo de una imposibilidad del
funcionamiento de la angustia como señal.
Propongo que hay casos de neurosis, que son los que abordaremos
sobre el final del seminario, casos en los que la nominación es real, que
están sostenidos en la angustia, en los que es posible verificar que la
angustia masiva le sirve al sujeto para defenderse de su deseo. Y es para-
dójico, porque justamente lo que dice el sujeto es que no puede hacer
nada, que vive angustiado, de modo que pareciera que está sin defensa,
cuando en realidad –si es una estructura neurótica– se trata de un uso
de la angustia masiva para eludir el propio deseo, hay una responsabili-
dad y una elección del sujeto ahí. En ese sentido es interesante que La-
can en varias oportunidades ubica esa angustia masiva como defensa.
Podríamos preguntarnos por qué el recurso defensivo es ése y no
otro, y seguramente no hay una respuesta. Freud se refería en ese
punto a unja elección de la neurosis. ¿Por qué hay estructuras que
son nominadas por lo imaginario, otras por lo simbólico y otras por
lo real? ¿Por qué hay sujetos que están inhibidos, otros que arman
rápidamente un síntoma y otros que están angustiados?
Seguramente hay una incidencia de la cara del Otro con la que el
sujeto se confrontó más radicalmente en su constitución. Entonces,
cuando el sujeto está más confrontado con esa cara real del Otro –ya
tendremos oportunidad de volver sobre el estatuto real del padre–,
esa presencia tan traumática de la alteridad encarnada en el padre,
en quien ejerce la función paterna, puede llevar al sujeto a vivir an-
gustiado, lo que no quiere decir que no sea una defensa frente a esta
alteridad radical, pero especialmente, frente al propio deseo.
Cuando abordemos RSI distinguiremos los diferentes tipos de
defensa en función de las distintas dimensiones de la función pa-
terna en la neurosis, y de la dimensión de la función paterna que
prevalece en el anudamiento de la estructura.
Inhibición, síntoma y angustia / 51

Intervención: Me preguntaba si el discurso de la perversión no es


similar al del analista en algún punto.

Nieves: El asunto es si se puede hablar de discurso de la per-


versión. Es muy interesante tu pregunta, ya que Lacan justamente
ubica al sujeto perverso en el lugar de objeto del fantasma:

El asunto es qué ocurre con los otros dos términos, el S1 y el


S2 en la perversión. Lacan demuestra en “Kant con Sade”20 que la
perversión sadiana da la verdad del imperativo categórico kantiano,
con lo cual podríamos plantear que se entronca con el discurso del
amo, ya que es una posición de objeto en el fantasma, pero que,
a diferencia de la posición del analista, apunta a hacer consistir el
significante amo, convirtiéndose el perverso por esa vía en instru-
mento de goce del Otro.
Es en ese punto de la posición del perverso que algunos autores,
como Deleuze, por ejemplo, señalan la operación de irrisión respec-
to de la función paterna que opera la perversión, al trasformar a la
figura de autoridad en un fetiche, en un fantoche grotesco. Paradó-
jicamente, esa posición de irrisión, de increencia, deja al perverso
absolutamente anclado a la figura del Otro sin barrar, a diferencia
de la posición del analista, que abre la vía del amor al padre, pero
para ir más allá de él.

Clase del 17 de abril de 2008

20 Lacan, J. “Kant con Sade”, en Escritos 2. Siglo veintiuno ed. Buenos Aires,
1985.
III. El nudo borromeo. Parte 1.

I. El lapsus del nudo

La clase de hoy y la próxima van a constituir una suerte de uni-


dad, ya que no me alcanzará el tiempo para exponer el tema en una
sola clase.
En el programa que les mandé figura un texto de Fabián Sche-
jtman que se llama “Acerca de los nudos”1, porque mi idea no es
entrar en todos los detalles del nudo, prefiero que ustedes lo lean.
Voy a darlo por leído. Mi interés es que ustedes a través de ese texto
puedan tener una idea más o menos sencilla de qué se trata el nudo,
para que entonces podamos manipularlo, como propone Lacan en
el Seminario RSI, en la clase del 17 de diciembre de 1974, donde
justamente propone a los psicoanalistas “usar el nudo a lo bruto”. Es
lo que voy a hacer aquí. No soy ninguna especialista en topología ni
me interesa serlo, así que voy a seguir esta propuesta de Lacan, quien
en esta clase plantea dos cuestiones al respecto. Por un lado dice:
“Para operar con este nudo de una manera que convenga es preciso que
ustedes usen de él a la bruto, sean incautos, no entren en su materia con
la duda obsesiva…”2. Sabrán ustedes que sigo a la letra esta indicación
de Lacan al igual que esta otra, que dice: “Yo los invito a repudiar las
hipótesis, y aquí a ser suficientemente brutos como para no plantearse

1 Schejtman, F. “Acerca de los nudos”, en Las dos clínicas de Lacan. Tres Ha-
ches. Buenos Aires, 2001.Págs. 25-60.
2 Lacan, J. Seminario XXII, RSI. Inédito. Clase del 17 de diciembre de 1974.
54 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

cuestiones concernientes al uso del nudo, él no nos servirá para ir más


lejos que allí de donde sale, a saber, la experiencia analítica, es de ésta
que da cuenta, ahí está su valor”3. Les propongo entonces que nos me-
tamos en el nudo a lo bruto, sin entrar en consideraciones eruditas,
topológicas, lógicas y matemáticas, y que aprendamos a servirnos de
él en la medida en que nos conecte con la clínica, en este caso, con la
clínica de las neurosis.
El texto de Fabián Schejtman me parece muy preciso, muy claro,
más que suficiente como para después poder manejarnos un poco
intuitivamente. Lo que más me interesa de este texto es, por un
lado, la distinción que establece Schejtman en la lectura que hace
de Lacan entre el anudamiento borromeo para la clínica de las neu-
rosis, y el anudamiento no borromeo para la clínica de las psicosis.
Son dos tipos de nudos distintos. Es la primera cuestión que me in-
teresa señalar, y como vamos a dedicar este seminario a las neurosis,
este año trabajaremos con el nudo borromeo.
Por otra parte, la concepción de la falla estructural en el nudo,
teniendo en cuenta que el nudo es para Lacan la estructura de ser
hablante, no la representa, no es una figuración, no es una metáfo-
ra, es efectivamente la estructura del ser hablante. Se trata de una
estructura que está fallada, que está agujereada. En la medida en que
es un ser viviente único, singular, por estar tomado por el lenguaje,
esa estructura va a contar con dimensiones o con registros distintos
que los de los demás animales. Y además, esos registros van a estar
anudados de un modo torcido, por lo que esta falla estructural del
nudo del ser hablante se va a manifestar siempre con algún lapsus
en el nudo. De modo que el nudo borromeo de tres, que anudaría
los tres registros: imaginario, simbólico y real perfectamente –como
está dibujado en el pizarrón– no existe.

3 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 55

¿En qué consiste el anudamiento borromeo? Consiste en el he-


cho de que cada uno de los tres registros se relaciona con los otros
dos en una relación de terceridad, es decir, que ninguno se relaciona
pura y exclusivamente con otro registro, siempre hay un tercero que
está mediando, entre imaginario y simbólico está mediando lo real,
entre real y simbólico está mediando lo imaginario, y así. Esto se
manifiesta en el anudamiento en el hecho de que si cortamos cual-
quiera de los tres redondeles se sueltan todos, es decir que ninguno
depende exclusivamente del otro, sino que cada uno depende del
anudamiento entre los tres.
Lo que introduce entonces la cuestión del anudamiento borro-
meo es la función de la mediación. La función de la mediación
es introducida tempranamente en la enseñanza de Lacan, y va a
tener múltiples manifestaciones, por ejemplo, plantea para uno de
sus primeros esquemas, el esquema Lambda, al eje simbólico como
mediación entre los dos polos del eje imaginario (a y a’). Es en esa
función de mediación que va a ubicar la función paterna.
Más adelante, cuando construye la fórmula del fantasma, el
rombo introduce la mediación entre sujeto y objeto. Y así sucesi-
vamente, encontraremos que todos los aparatos conceptuales que
va construyendo Lacan llevan esta función de mediación. Por ejem-
plo, en la fórmula de la metáfora encontramos la mediación en la
función de la barra, entre un significante y otro. Es impensable la
estructura neurótica sin la función de mediación.
56 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

La distinción entre neurosis y psicosis consiste en que el tipo de


lapsus del nudo que se produce lleva a un tipo de anudamiento di-
ferente. Por un lado están los casos en los cuales el lapsus se repara
borromeanamente. Se trata de aquellos casos en los que se producen
dos lapsus entre los mismos dos registros (por ejemplo, dos lapsus
entre simbólico y real). Es el tipo de lapsus que produce el soltamien-
to de los tres, y por ende, la posibilidad de una reparación borromea.
Es el tipo de anudamiento que encontramos en la clínica de las neu-
rosis. Mientras que en la clínica de la psicosis no encontramos esta
posibilidad. Lo que propone Schejtman en este texto es que la clínica
de las psicosis está caracterizada por la interpenetración.
Les propongo un dibujo que la vuelve evidente, el del lapsus de
la estructura psicótica de Joyce, lapsus por el que se suelta el registro
imaginario, mientras que simbólico y real quedan interpenetrados,
quedan anudados como si fueran dos eslabones de una cadena. Sa-
bemos que Joyce construyó tempranamente un broche que impidió
que el imaginario se fuera por su lado. Lo dibujo para que aprecien
el detalle del lapsus.

Entonces, en la clínica de las psicosis encontramos la interpene-


tración, y en la clínica de las neurosis la mediación, de modo que
nunca hay dos registros que estén enganchados uno con el otro, sino
que siempre hay un tercero mediando en la neurosis.
Inhibición, síntoma y angustia / 57

Tanto en la clínica de las neurosis como en la de las psicosis vamos


a encontrar lapsus del nudo, es decir, algún tipo de falla en lo que sería
el anudamiento borromeo perfecto entre los tres registros. La diferen-
cia entre neurosis y psicosis es que el lapsus o la falla del anudamiento
en el caso de la neurosis se va a solucionar de una manera tal que el
nudo sigue siendo un nudo borromeo, sigue siendo un nudo en el
cual si cortamos uno se sueltan todos, sigue siendo un nudo en el cual
entre dos registros siempre va a haber un tercero mediando. Mientras
que en la psicosis, por ejemplo en el caso de Joyce, él logra que el ima-
ginario no se suelte porque él construye un broche acá:

Pero ese broche –que agarra nuevamente lo imaginario, con lo


simbólico y lo real– no impide que siga habiendo interpenetración
entre simbólico y real –trabajamos bastante este punto en el semi-
nario del año pasado sobre los confines de las psicosis. La diferencia
estructural está en el anudamiento inicial, en el tipo de lapsus del
nudo que encontramos.

II. El trípode freudiano en el nudo

Quiero que nos dediquemos ahora a abordar la concepción la-


caniana del nudo borromeo en RSI, donde va a retomar el trípode
freudiano de inhibición, síntoma y angustia.
58 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Seguramente les llame un poco la atención que en primer lugar


nos vamos a manejar con el nudo borromeo de tres como si existie-
ra, cuando afirmé anteriormente que el nudo borromeo de tres no
existe, que siempre está fallido, que siempre es necesario un cuarto
término. Pero en verdad ése es un punto de llegada del Seminario
XXII, no es un planteo de inicio. Al comienzo del seminario Lacan
aborda el anudamiento entre los tres registros como un anudamien-
to de tres redondeles, y es a lo largo del seminario que va a llegar al
punto en el cual siempre hay lapsus del nudo, por lo que el cuarto
término se vuelve irreductible.
Los primeros desarrollos que hace Lacan en este seminario son
con un nudo de tres. Ese nudo así, tal cual, no existe, pero permite
entender cómo se anudan los registros estructuralmente en el ser
hablante. Ahí es donde Lacan va a retomar el trípode freudiano de
inhibición, síntoma y angustia, y lo va a articular con los tres regis-
tros: imaginario, simbólico y real.

III. La herejía lacaniana.

Vamos a retomar algunas de las cuestiones que quedaron plan-


teadas en la primera clase. Hicimos la referencia al título del semi-
nario, que a la vez que nombra a los tres registros en un orden que
parte de lo real (RSI), se pronuncia igual que “herejía”. De modo
que este seminario es la herejía de Lacan a la concepción reinante en
el psicoanálisis de la época respecto del complejo de Edipo, funda-
mentalmente a la concepción freudiana del complejo de Edipo.
Hay en Lacan un deseo de herejía, de desviación respecto del
dogma del padre en Freud. Pero como él va a plantear, tanto en
este seminario como en el Seminario XXIII, no se trata de ser hereje
de cualquier manera. Para Lacan ser hereje de la buena manera es
poder encontrar la estructura del nudo, es decir, es encontrar lo real.
Lacan concibe al nudo como lo real. No es una imaginación, no es
una figuración, sino que es lo real de la estructura del ser hablante.
Inhibición, síntoma y angustia / 59

Ser hereje de la buena manera es dejarse tomar por el nudo y poder


seguir su lógica.
La herejía de Lacan es RSI, es el nudo borromeo, es el anuda-
miento entre los tres registros. En la primera clase de este seminario
Lacan planteará que los nombres del padre son lo real, simbólico e
imaginario, ya que son los nombres que constituyen la estructura
del ser hablante.
El nudo se constituye entonces por estos tres nombres: real, sim-
bólico e imaginario. Y para que estos tres registros se anuden es ne-
cesario un acto, el acto de nominación. Lacan propone que la nomi-
nación es un acto cuya consecuencia es el anudamiento. Nombrar,
en el sentido fuerte de la nominación, es un acto de anudamiento.
Así, imaginario, simbólico y real son los tres nombres primeros, son
las tres nominaciones que constituyen el nudo borromeo –que va a
ser la estructura del ser hablante–, y que ya desde el inicio del semi-
nario Lacan va a articular con inhibición, síntoma y angustia.
En el trípode freudiano Lacan encuentra cierta vertiente hereje,
ya que con inhibición, síntoma y angustia Freud da cuenta de la
estructura neurótica a partir de esos tres nombres, no a partir del
mito del padre.

Intervención: ¿Vos decís como que Freud hace una propia herejía
a su dogma?

Nieves: No, ya que en toda herejía se trata fundamentalmente


de otra lectura del texto. La operación que realiza Lacan aquí es ir a
buscar los nombres del padre en el Freud de “Inhibición, síntoma y
angustia”, en lugar de centrarse en el mito de Edipo para construir el
nudo borromeo. Aunque Lacan tampoco logra dejar de lado el mito
de Edipo, ya que en la segunda mitad del Seminario XXII justamen-
te trata de cómo articular el mito de Edipo con estas nominaciones.
Entonces, la primera parte es la introducción de los tres registros, y
luego es la cuestión del padre nuevamente, que lo va a llevar en el
Seminario XXIII a la cuestión del sinthome.
60 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Seguiremos ahora el recorrido del seminario en función de los


tres registros. En la primera clase, del 10 de diciembre de 1964, La-
can propondrá a la inhibición como nominación de lo imaginario,
el síntoma como nominación de lo simbólico, y la angustia como
nominación de lo real.

La inhibición como nominación de lo imaginario quedará plan-


teada como un asunto de cuerpo, o sea, de función. En la medida
en que se trata de la detención de una función siempre va a poner
en juego la dimensión del cuerpo, que es para Lacan constitutiva
del registro imaginario, y que va a tener efectos en el campo de lo
simbólico:

Va a hacer un paralelo entre lo que es la inhibición de la función


en el ser hablante y el centro inhibidor en el sistema nervioso del ani-
mal, se va a preguntar si en el ser hablante no existe algo similar a ese
centro inhibidor del animal, aunque tiene un efecto en lo simbólico
en lugar de tener un efecto en lo real del organismo como pasa en el
animal. Deja planteada esa pregunta, de cómo la inhibición puede
tener que ver con este efecto de inhibición, que resulta de su intru-
sión en el campo de lo simbólico, de modo que cuando él habla de la
inhibición, habla de la intrusión de lo imaginario en lo simbólico.
Inhibición, síntoma y angustia / 61

En la clase siguiente, que es del 17 de diciembre, Lacan va a intro-


ducir la característica de lo imaginario que es la consistencia, va a decir
que lo imaginario funda la consistencia. Respecto de esa consistencia
imaginaria, el goce ex-siste, es decir, se sostiene afuera. Podríamos decir
que en el ser hablante el goce logra ex-sistir, sostenerse fuera del cuer-
po, en la medida que lo imaginario adquiere consistencia, es decir, en
la medida que el campo imaginario se unifica, armando un cuerpo.
Vamos a la clase del 11 de febrero de 1975, donde dice algo que
considero importante tener en cuenta –y que retomaremos cuando
vayamos a los casos– y me gustaría señalar: “Que los analistas sepan
que lo que trenzan de imaginario no existe menos, esta existencia es lo
que responde a lo real”4. Se trata de un señalamiento fundamental, ya
que a veces los analistas nos encontramos en una posición de cierta
depreciación de lo imaginario, donde pareciera que las intervenciones
que van por el lado del sentido, que van por el lado de lo imaginario,
no son analíticas. A veces los analistas nos dejamos tomar por la idea
de que la única intervención propiamente analítica es una interven-
ción que juegue en el plano simbólico del significante, del equívoco,
del sin sentido, y que las intervenciones imaginarias, que apuntan
al campo del sentido, o que directamente introducen el sentido no
son analíticas. Muchas veces tendemos a pensar así, y esa manera de
pensar tiene que ver con una depreciación de lo imaginario, que es
posible de leer especialmente en el inicio de la enseñanza de Lacan.
Aquí Lacan está rectificando esta falsa orientación al decir que lo que
se trenza de imaginario en el análisis tiene un valor real.
Su referencia en este punto es la raíz imaginaria en matemática,
que es real: “La raíz imaginaria muestra bien que el término imaginario
no es sinónimo de pura imaginación. Si podemos hacer que lo imaginario
exista, es que se trata de Otro real. Yo digo que el efecto de sentido ex-site y
que en esto es real”5. De modo que el efecto de sentido en psicoanálisis
es real, “ex-siste”, va más allá de la imaginación.

4 Lacan, J. El Seminario XXII. RSI. Inédito. Clase del 11 de febrero de 1975.


5 Ibid 4.
62 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Pasemos a la clase del 11 de marzo de 1975. Allí encontramos


una articulación de lo simbólico con lo imaginario que me interesa.
Lacan va a plantear que el falo es lo que le da cuerpo a lo imaginario.
Hay cierta dimensión del cuerpo, que no es la dimensión plana de la
imagen, que se puede apreciar en su volumen, eso que también es el
cuerpo pero que excede a la imagen visual. Es en ese punto preciso
que interviene el falo.
Lo planteo sencillamente de la siguiente manera: según qué re-
lación tenga el sujeto con el falo, va a tener o no cuerpo su imagen.
Incluso podríamos decir que la posibilidad de que la imagen de su
cuerpo tenga algún tipo de brillo para el sujeto, que sea agalmática,
que se constituya como yo ideal, va a ser el resultado de la interven-
ción del falo.
Muchos de los fenómenos de deformación de la imagen especu-
lar que encontramos en la clínica, por ejemplo los casos de defor-
mación de la imagen especular en las anorexias, responden a cierto
punto de impasse en el funcionamiento de la lógica falo-castración.
Cuando abordemos los casos tendremos oportunidad de ubicar esta
relación entre el falo y lo que le da cuerpo a lo imaginario.
Hay algunas cuestiones que plantea Lacan sobre lo imaginario y
la inhibición hacia el final del seminario, pero para poder abordarlas
tenemos que hacer otro recorrido previo, así que nos detenemos
aquí por ahora. Vamos a pasar al síntoma como nominación de lo
simbólico.

V. El síntoma como nominación de lo simbólico

En la clase del 10 de diciembre de 1974, la primera clase, Lacan


va a definir al síntoma como símbolo de lo que no anda en lo real,
de modo que es un efecto de lo simbólico en lo real:
Inhibición, síntoma y angustia / 63

En la clase siguiente, del 17 de diciembre de 1974, va a definir a lo


simbólico como agujero. Su referencia aquí es la operación cartesiana
que conduce al cogito, al pienso luego existo. Recuerdan ustedes que
justamente Descartes en el camino hacia el cogito se sirve de la duda
metódica, poniendo en cuestión todas las certezas. Lacan se pregunta:
“¿Hay que entender que el “yo pienso” basta para asegurar la existencia?”6–
en el cogito se trata de asegurar la existencia de algo que sea real. Lacan
plantea: “El “yo pienso”, ¿sirve para asegurar la existencia? Ciertamente
no, y Descartes tropieza, pero no es menos verdadero que hasta un cierto
punto la existencia no se define sino al borrar todo sentido”7. Allí inter-
viene el agujero: “Diré que para que algo exista es preciso que exista un
agujero. Este agujero, ¿no está simulado por el “yo pienso” puesto que Des-
cartes lo vacía?”8. ¿Qué quiere decir Lacan cuando dice que Descartes
lo vacía? Que no importa cuáles sean los pensamientos, se trata del yo
pienso, vaciado de cualquier pensamiento en sí mismo, es el acto mis-
mo de pensar, independientemente de cualquier contenido. Lacan
plantea que al vaciar el yo pienso, Descartes constituye un agujero y
que “Es alrededor de ese agujero que se sugiere la existencia”9.

6 Ibid. Clase del 17 de diciembre de 1974.


7 Ibid.
8 Ibid.
9 Ibid.
64 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan encuentra este agujero como constitutivo del nudo: “Te-


nemos un agujero en el corazón de cada uno de estos tres redondeles, sin
estos agujeros incluso no sería pensable que algo se anude”10. Entonces, la
cuestión del agujero como fundamental para el anudamiento.
En la clase del 21 de enero de 1975, va a definir al síntoma
como lo que ex-siste al inconsciente. Lacan habitualmente ubica al
inconsciente entre imaginario y simbólico. ¿Por qué digo habitual-
mente? porque en este seminario, como en otros también, va a hacer
referencia a un inconsciente real. Pero el inconsciente freudiano –el
inconsciente de las formaciones del inconsciente– está entre simbó-
lico e imaginario, es fundamentalmente simbólico, es decir, hecho
de significantes, por lo que tiene efectos de sentido, imaginarios.
Si al inconsciente lo ubicamos en lo simbólico, el síntoma es
lo que ex-siste, pasando de lo simbólico a lo real, que será definido
por Lacan como ex-sistencia. El síntoma es entonces lo que del in-
consciente pasa a lo real. Por eso el síntoma será definido como una
letra, como lo que del inconsciente puede traducirse por una letra.
Se trata aquí de la distinción entre el nivel más simbólico del signi-
ficante y el nivel más real sería de la letra, que es lo real de la lengua.
Entonces, el significante es lo simbólico de la lengua, el sentido es lo
imaginario de la lengua, y la letra es lo real de la lengua.
Lacan propone aquí que el síntoma es una letra, que la función
del síntoma es lo que del inconsciente puede traducirse por una
letra, de modo que es una encarnación de lo real de la lengua.

VI. Síntoma y función paterna

Es en este punto que Lacan comenzará a interrogar el estatuto del


padre. Veremos cómo este asunto se complejiza. Por ahora dejo sim-
plemente señalado este punto de confluencia entre síntoma y padre.
Otra cuestión fundamental que será planteada en esta misma

10 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 65

clase, es que el síntoma es constituido por una creencia. De allí que


tanto el sujeto escéptico como el sujeto cínico no hacen síntoma,
porque no creen en su inconsciente. Podrán tener inhibiciones o
sufrir de angustia, pero no van a hacer síntoma, que implica una
posición subjetiva de creencia.
En la clase del 18 de febrero de 1975 Lacan va a dar la siguiente
definición del síntoma: “Yo defino al síntoma por la manera en que cada
uno goza del inconsciente, en tanto que el inconsciente lo determina”11.
Se trata de una definición del síntoma como modo de goce, que im-
plica justamente esta dimensión real del síntoma que lo distingue de
las demás formaciones, puramente simbólicas, del inconsciente.
En la clase del 15 de abril de 1975 Lacan articula el agujero cons-
titutivo de lo simbólico con el Nombre del Padre de la siguiente ma-
nera: “Para nosotros la interdicción del incesto no es histórica sino estruc-
tural –¿por qué?– porque está lo simbólico. Esta interdicción consiste en el
agujero de lo simbólico, y para que aparezca individualizado en el nudo,
algo que yo no llamo el complejo de Edipo –no es tan complejo como eso–
sino el Nombre del Padre, lo que quiere decir el Padre como nombre, y no
solamente el padre como nombre sino el padre como nombrante”12.
Retomaremos esta distinción entre el padre como nombre y el
padre como nombrante. Lo que me interesa en este momento seña-
lar es, por un lado, que Lacan ubica lo estructural de la interdicción
del incesto, que hace a la función paterna, (es decir, el Nombre del
Padre) como un agujero en lo simbólico: la interdicción del incesto
misma como agujero de lo simbólico. Por otro lado, Lacan va a ar-
ticular la cuestión del agujero con el Dios de la biblia –alguna men-
ción a esto hice en la clase pasada–, ese Dios del antiguo testamento
que dice “Soy lo que soy”, ese Dios que habíamos definido con Lacan
como causa sui, que no remite a otro significante sino que es en sí
mismo. Lacan plantea que “Soy lo que soy” es un agujero, de modo
que el agujero en lo simbólico es la función paterna misma. ¿Por qué

11 Ibid. Clase del 18 de febrero de 1975.


12 Ibid. Clase del 15 de abril de 1975.
66 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

la función paterna es un agujero? Si lo simbólico está constituido


por significantes que remiten unos a otros –S1-S2, significante bi-
nario–, “Soy lo que soy” es un agujero en el orden simbólico, porque
es el único significante que no remite a ningún otro.
Sobre el final de esta misma clase Lacan esboza que, después de
todo, quizás no sea sólo lo simbólico lo que tiene el privilegio de los
Nombres del Padre: “No es obligado que la nominación esté conjunta
el agujero de lo simbólico”13. Aquí deja abierta la cuestión de si la fun-
ción paterna se reduce a lo simbólico, o si tiene también un estatuto
real. Volveremos sobre este punto.
Pasaremos ahora a un breve recorrido por la nominación de lo
real como angustia.

VII. La angustia como nominación de lo real.

En la primera clase Lacan plantea que la angustia parte de lo real, y


que va a dar un sentido a la naturaleza del goce que se produce ahí. Hay
una relación estrecha entre la angustia que da sentido y el goce fálico.
Retomaré este último punto más adelante. El punto de partida es lo
real, que tiene efectos sobre lo imaginario, sobre el campo del sentido.

13 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 67

Entonces, la inhibición va de lo imaginario a lo simbólico, el sínto-


ma de lo simbólico a lo real, y la angustia de lo real a lo imaginario.
Lacan le va a agregar al nudo borromeo en tanto tal el giro de los
redondeles de cuerda. En este caso se va a tratar de un giro centrípe-
to, de modo que todos los registros giran hacia el centro del nudo.

Empezamos por la inhibición. La inhibición proviene de lo ima-


ginario pero tiene efectos en lo simbólico. Ese giro de lo imaginario
al entrar en lo simbólico produce la inhibición, el detenimiento del
despliegue de lo simbólico.
Por otra parte, lo simbólico en su movimiento sobre lo real pro-
duce el síntoma –recuerden que Lacan lo define como ex-sistencia
del inconsciente.
Finalmente, el giro de lo real sobre lo imaginario va a producir
como resultado la angustia.
Por otro lado Lacan va a escribir entre lo imaginario y lo simbó-
lico el sentido, entre real y simbólico el goce fálico (Jϕ), y entre real
e imaginario va a escribir el goce del Otro (JA):
68 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Volviendo a la angustia, lo real al girar sobre lo imaginario pro-


duce la angustia, y la angustia le va a dar sentido a este goce que se
encuentra entre simbólico y real, que es el goce fálico. Aquí la refe-
rencia es el caso Juanito. Juanito está complicado con su goce fálico,
está complicado con el goce de su órgano, y el afecto concomitante
que le va a dar algún sentido a ese goce es la angustia.

VIII. El problema de la ex-sitencia.

Dijimos que Lacan define a lo real como ex-sistencia. Cuando


nos preguntamos si algo es real, nos preguntamos acerca de su exis-
tencia. ¿Existe o no existe más allá de mí? Existir quiere decir soste-
nerse solo, sostenerse por sí mismo, sostenerse afuera. En el nudo,
cada uno de los registros ex-siste a los otros dos.
Podemos tomar en este punto la referencia al juicio de existencia
freudiano. Freud distinguía el juicio de atribución del juicio de exis-
tencia. El juicio de atribución era el primer juicio promovido por el
yo del placer originario, al que no le importaba nada la existencia sino
que distinguía simplemente lo placentero como yo de lo displacentero
como no-yo. Es en una segunda operación que se constituye el yo de
Inhibición, síntoma y angustia / 69

realidad definitivo. Allí interviene el juicio de existencia, por el que el


sujeto va a tener que verificar si ese objeto que existe en su interior, en
su representación, en el plano de su fantasía, existe también afuera.

Intervención: ¿Esta relación la hace Lacan en algún texto?

Nieves: No sé si la hace explícitamente, pero cuando habla de la


ex-sistencia, la define como sostenerse afuera, que es exactamente lo
que plantea Freud para el juicio de existencia, donde se trata de que
ese objeto que está a nivel representación también exista afuera, se
sostenga afuera, no sólo que en la fantasía. Encuentro allí una raíz
freudiana.

Sobre el final de esta clase Lacan articula la angustia con la ex-


sistencia: “¿Qué es la angustia?, es lo que del interior del cuerpo ex-site
cuando algo lo despierta, lo atormenta”14. Hay algo que se siente, que
se experimenta en la experiencia de la angustia, que es el interior del
cuerpo. En la angustia algo despierta al cuerpo. A Juanito, por ejem-
plo, hay determinado momento en que las erecciones de su órgano
empiezan a angustiarlo y a atormentarlo, rompiendo el paraíso que
encontraba en la relación con la madre. Ese es el momento del surgi-
miento de la angustia. En la angustia eso que despierta o atormenta al
cuerpo se manifiesta como el interior del cuerpo ex-sistiendo, afuera.
En el Seminario de La Angustia la metáfora para referirse a esta
operación de la angustia sobre el cuerpo es la del guante dado vuelta, el
cuerpo como un guante que de pronto se da vuelta, de modo que el in-
terior queda afuera. De allí lo insoportable de la angustia, se dio vuelta
el guante, el interior ex-siste, y por eso es real, el único afecto real.
Una cuestión interesante que va a señalar Lacan en la clase del
14 de enero de 1975 es que hay una disyunción entre la ex-sistencia
y la universalidad. Se trata del abismo que hay entre el particular
(existe algún x) y el universal (para todo x) en la lógica proposicional.

14 Ibid. Clase del 17 de diciembre de 1974.


70 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lo que ex-siste no tiene nada que ver con lo universal, no tiene nada
que ver con el todo, no tiene que ver con el concepto, no tiene que
ver con el significante, por eso es real.
Esto punto es largamente desplegado como problemática lógica
por Lacan ya desde el seminario de La Identificación, volviéndose
una suerte de nudo de su enseñanza, particularmente en los años
que dedica a la construcción de las fórmulas de la sexuación.
Lacan propone aquí una distinción máxima: “No solamente la
universalidad no implica la existencia, –de modo que podemos te-
ner el concepto del unicornio, lo que no quiere decir que exista
alguno– sino que lo que es grave es creer que la existencia implica la
universalidad.”15 Se trata de un problema de consecuencias clíni-
cas fundamentales. En la dirección de la cura es necesario salir de
esa debilidad mental del pensamiento para abordaren cada caso en
su singularidad, uno por uno, prescindiendo de la referencia a un
universal. Digo en la dirección de la cura porque después, cuando
hacemos transmisión, tenemos que referirnos necesariamente a al-
gún universal. Es importante que la existencia no tenga nada que
ver con el universal. En este punto el psicoanálisis se acerca más a la
poesía que a la ciencia. Es fundamental, es necesario, preservar esta
dimensión poética de nuestra práctica.

Intervención: ¿Tendría que ver con la garantía que tiene que tener
la posición del analista?

Nieves: Sí absolutamente. ¿Estás haciendo referencia a la última


clase del Seminario de La Angustia?

Intervención: Sí, y me había quedado la pregunta acerca de la


garantía….

Nieves: Efectivamente, cuando Lacan se refiere a qué tiene que

15 Ibid. Clase del 14 de enero de 1975.


Inhibición, síntoma y angustia / 71

ser el analista para poder ofrecer una verdadera garantía al concepto


de la angustia, se trata de soportar una existencia que no hace nin-
gún universal, que soporta esa singularidad del objeto que lo causa.
Va a poder ofrecerle esa garantía al analizante en ese mismo punto,
que es el punto de la angustia del analizante.

En la clase del 11 de febrero de 1975, Lacan va a plantear que


el efecto de sentido exigible al discurso analítico tiene que ser real.
Esta afirmación se orienta en la misma vía que aquella de que lo que
trenza el analista de imaginario es real. No se trata entonces de dejar
de lado la dimensión de lo imaginario en nuestra práctica, sino de
lograr que se anude con lo que vuelve al mismo lugar, que es lo real.
No se trata de darle de comer sentido común al síntoma, que es lo
que hace la psicoterapia, sino de un abordaje serio del sentido, tan
serio que hace serie, y por esa vía se vuelve real, pasa a ex-sistir.
El analista tiene que apuntar con su intervención, a que eso que
produjo sentido ex-sista. Este movimiento no es posible sin la com-
plicidad del analizante, de allí la necesidad de la dimensión de la
creencia.

IX. Las identificaciones en el nudo

En estos últimos minutos quisiera avanzar un poco más, sobre la


manera en que Lacan lleva las tres identificaciones freudianas cen-
trales al nudo. Les propuse como bibliografía para la clase de hoy
el capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis del yo”, que es
un texto fundamental para entender el nudo borromeo. Aquí Lacan
hace una lectura muy singular de las identificaciones freudianas, que
lee de manera diferente cada vez que las aborda en su enseñanza.
Estamos en la clase del 18 de marzo del 1975. El punto de parti-
da de su planteo es el siguiente: “A nivel del nudo borromeo, decir que
72 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

no hay Otro del Otro, quiere decir que el Otro real es el nudo mismo”16.
Ese es el punto de partida, el nudo como Otro real. Lacan concibe
aquí a las identificaciones como nominaciones, de modo que las
identificaciones, que le posibilitan al sujeto nombrarse, cumplen
una función de anudamiento, de constitución del nudo.
Va a continuar planteando que según a qué punto del Otro real
nos identificamos, va a ser el tipo de identificación. Y aquí nue-
vamente va a comenzar por lo imaginario: “La identificación a lo
imaginario del Otro real es la identificación del histérico al deseo del
Otro.”17 Se trata aquí de la famosa identificación del pensionado de
señoritas. En ese ejemplo, una chica se desmaya y las otras también
se desmayan por eso que Freud llama una comunidad de deseo, se
identifican por el síntoma, ya que quisieran tener un amor secreto
como el que tiene esta otra chica. Se trata de una identificación al
deseo del Otro que es independiente de la persona en sí misma, se
trata de alguien que le es indiferente al sujeto. Lo importante es esa
comunidad de deseo.
Se trata del tipo de identificación que da cuenta de la constitución
de la masa, que funciona como un uno, como un solo cuerpo. Por
eso es una identificación a lo imaginario del Otro real, se trata de una
presencia imaginaria del deseo del Otro. Podría tratarse de la camiseta
de un equipo de futbol, del emblema de un conjunto musical, etc.
Luego va a tomar el segundo tipo de identificación de “Psicología
de las masa y análisis del yo”. Freud se refiere allí a la identificación
que lleva a la formación del síntoma neurótico. Se trata de la identi-
ficación propia del complejo de Edipo, que puede hacerse, ya sea con
la persona rival –y encontramos la referencia a la hija que se identifica
con la madre porque quisiera ocupar su lugar al lado del padre, y que
entonces va a tener un síntoma similar al de la madre, en el cual se va
a hacer presente el superyó diciéndole: “¿Querías ser como tu madre?
Pues lo serás en su sufrimiento”–; ya sea con el objeto amado –y ahí

16 Ibid. Clase del 18 de marzo de 1975.


17 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 73

el ejemplo que da es la identificación de Dora con el padre en el sín-


toma de la tos. En este caso hay una regresión, es una identificación
regresiva, porque se produce una regresión a la identificación desde la
elección de objeto. En este tipo de identificación lo que señala Freud
con mucha precisión es que siempre se toma un rasgo del Otro, por
ejemplo la tos, o el catarro, se trata de la identificación al rasgo.
Lacan desarrolla largamente este punto en su seminario sobre
la identificación, en el que se centra en la constitución del sujeto
de lo simbólico a través de la repetición de una marca, que es el
rasgo unario. Lo propio de lo simbólico es ese rasgo, esa marca, que
también es un agujero. De allí que Lacan sitúe la identificación a lo
simbólico del Otro real como identificación al rasgo.
En tercer lugar vendrá la identificación primaria, que es previa a
cualquier elección de objeto. Freud la define como identificación al
padre, de tipo canibalística, en la cual el sujeto incorpora al padre a
quien toma como su ideal. Se trata aquí de la behajung del padre, en
la que entra en juego cierta dimensión amorosa. Freud señala que
el caníbal no se come a cualquier enemigo, sólo se come a aquellos
que admira, cuyos atributos ama y quiere incorporar. Entonces, si
no lo admira, si no lo ama, no lo come, no se opera la identificación
primaria y hay forclusión del nombre del padre. Lacan señala en-
tonces que esta identificación tiene que ver con el amor. La define
como identificación a lo real del Otro real, y dice que es el Nombre
del Padre, que es la identificación primaria freudiana.
Una última cuestión que empiezo a plantear hoy y voy a retomar
la próxima clase –que como ya les dije va a ser una continuación de
ésta, no va a ser un nuevo tema– es lo que Lacan va a proponer sobre
el final del seminario, donde va a concluir fehacientemente que no
existe el nudo borromeo de tres, que el nudo borromeo de tres está
siempre fallado, y que hay un cuarto término que repara este anu-
damiento, que restablece el nudo borromeo, y que ese cuarto es irre-
ductible, de modo que no se puede prescindir del cuarto término.
Este cuarto encontrará en el seminario siguiente, el Seminario
XXIII, una dimensión simbólica ineliminable, ya que, como dijimos,
74 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

la identificación es una nominación, una operación en sí misma sim-


bólica, que sólo le es necesaria al ser hablante, el único viviente que
necesita efectivamente del registro de lo simbólico para ser. Pero no
es un simbólico puro, ya que cuenta siempre con alguna otra di-
mensión, en términos de Lacan agrega una dit-mensión, agrega una
mansión para el dicho o lo dicho, un lugar en el que esa dimensión
simbólica se va a alojar.
Si ese cuarto redobla el registro de lo imaginario, da lugar a la in-
hibición. Si redobla el registro de lo simbólico, se forma el síntoma.
Si redobla el registro de lo real, provoca la irrupción de angustia.
Intentaremos en la próxima clase interrogar la particularidad del
tipo de neurosis: histeria, obsesión y fobia, en su relación con el tipo
de identificación, teniendo en cuenta que cada identificación es una
nominación. Es interesante en el ejercicio clínico interrogar cuál de
estas identificaciones es la que prevalece, o falla, en cada caso. No
va a llevar al mismo abordaje por el analista un caso en el que está
dificultada (ya sea por exceso o por defecto) la identificación imagi-
naria al deseo del Otro, que si se trata de la identificación simbólica
o la identificación real.
De este modo nos abrimos a la diversidad de la clínica de la
neurosis.

Clase del 15 de mayo de 2008


IV. El nudo borromeo. Parte II.

I. Nominaciones e identificaciones

Quiero retomar lo que plantee un poco rápidamente al final de


la última clase. Hicimos un recorrido por R.S.I. situando los tres
grandes ejes de la neurosis; inhibición, síntoma y angustia en rela-
ción con los tres registros, lo que lleva a la constitución del nudo
borromeo a partir de tres nominaciones: la nominación de lo imagi-
nario que es la inhibición, la nominación de lo simbólico que es el
síntoma, y la nominación de lo real que es la angustia.
Seguimos la manera en que Lacan retoma las tres identificacio-
nes freudianas del capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis
del yo”. En realidad en ese capítulo no son tres sino cinco las identi-
ficaciones a las que Freud hace referencia, pero las tres primeras que
Freud plantea son las que son retomadas constantemente por Lacan
a lo largo de su enseñanza. En RSI Lacan define a la identificación al
deseo del Otro como la identificación a lo imaginario del Otro real,
es la identificación que Freud ejemplifica con el caso del pensionado
de señoritas, y que llama identificación por el síntoma.
Por otra parte, la identificación a lo simbólico del Otro real, que
es la identificación que Freud ubica como aquella que conduce a la
formación del síntoma neurótico, que es la propia del complejo de
Edipo, que ejemplifica con la tos de Dora que se identifica con su
padre. Allí Freud va a señalar que efectivamente este tipo de identi-
ficaciones no es con el objeto total sino con un rasgo del otro. Es el
tipo de identificación que va a dar lugar a la formación de síntoma,
76 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

y que será retomada aquí por Lacan como identificación al rasgo,


identificación a lo simbólico del Otro real.
Finalmente, la tercera identificación que va a proponer Lacan
como constitutiva del nudo es la identificación a lo real del Otro
real, es lo que en Freud es la identificación primaria. La identifi-
cación primaria como la incorporación del padre, en la que Lacan
señala que la identificación tiene cierta relación con el amor. Se
trata de la incorporación canibalística, que es de lo que intenta dar
cuenta el mito de Tótem y Tabú. En la comida totémica justamente
de lo que se trata es de la incorporación del padre muerto, y lo que
señalábamos junto con Lacan es que es una identificación que tiene
relación con el amor porque el caníbal solamente incorpora aquel
enemigo del cual gusta. No sé si llegue a señalar la clase pasada que
en francés gustar y amar se dicen con el mismo verbo aimer; por
ejemplo: “amo a Pedro” se dice j’aime Pierre, y “me gusta el cho-
colate” se dice j’aime le chocolat. El caníbal incorpora a aquel que
le gusta, aquel cuyos atributos ama, y no va a incorporar, no va a
comer, al enemigo que desprecia.
Justamente en el Seminario XXII, Lacan define al padre digno de
amor y respeto (que va a ser incorporado por el hijo) como aquel
que hace de una mujer la causa de su deseo. Y señalará que si el
padre no hace de una mujer la causa de su deseo, y no es digno
de amor y respeto, el resultado va a ser su verwerfung, es decir, su
forclusión. Si no es digno de amor no es admitido el Nombre del
Padre, de allí que se trate de una identificación en la que es funda-
mental la dimensión del amor. El sujeto solamente puede admitir el
Nombre del Padre si ama a quien encarna esa función.
Esa identificación a lo real del Otro real, que es la identificación
primaria freudiana, Lacan la va a definir como nominación de lo
real, y allí va a situar la angustia.
De modo que cada una de estas tres dimensiones, inhibición,
síntoma y angustia, que son constitutivas del nudo, cada una de
ellas introduce un registro en el nudo.
Inhibición, síntoma y angustia / 77

II. Nominación e identificación imaginaria

La inhibición introduce el registro imaginario. El registro imagi-


nario gira sobre el simbólico. Estas entradas de un registro en el otro
tienen que ver justamente con el efecto de giro de un registro sobre
el otro, giran en el sentido de las agujas del reloj, hacia el centro del
nudo. La inhibición es una nominación imaginaria que tiene efec-
tos sobre lo simbólico. Consiste en el detenimiento del despliegue
de lo simbólico. La inhibición lo que hace es detener, congelar en
una imagen el despliegue de lo simbólico, posibilitando entonces
introducir lo simbólico, articulándolo con lo imaginario. Se detiene
el despliegue infinito de la cadena significante y se produce el efecto
de sentido entre imaginario y simbólico, el punto de capitón, como
efecto de la operación de inhibición, la nominación imaginaria.
En esa operación de nominación imaginaria, de inhibición, tam-
bién podemos situar la identificación imaginaria al Otro real, que es
esta identificación al deseo del Otro –que en Freud es ubicada como
la identificación constitutiva de la masa.
La nominación de lo imaginario, que se va a producir como inhi-
bición de lo simbólico, opera el detenimiento en una imagen, en la
78 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que el sujeto queda capturado. En el caso del pensionado de señoritas,


sería esa imagen de la chica que recibe la carta del novio, y ahí donde
las otras se identifican con ella, se identifican incluso con el cuerpo,
con la imagen de esa chica, y se desmayan también todas las otras, pero
quedan identificadas con ese momento, con esa imagen en la cual ella
recibe la carta del novio. Entonces entra en juego el cuerpo, y lo que
constituye la masa es justamente esa multitud de cuerpos, que están
identificados imaginariamente, que lo único que tienen en común es
una imagen, y eso detiene el despliegue de lo simbólico. Cuando Freud
estudia la psicología de la masa, una de las cosas que le interesa es por
qué la masa es tan fácil de convencer y de hacerla hacer cualquier cosa.
Es, justamente, porque está suspendido el despliegue de lo simbólico,
los integrantes de la masa están fascinados por una imagen, por ejem-
plo, la camiseta, entonces son capaces de matar por la camiseta, queda
anulado el pensamiento. Esto es lo que más le interesa a Freud: cómo
puede ser que la masa sea tan manejable, tan influenciable, y tan tonta
que en ella nadie piensa por sí mismo, que nadie puede seguir su pro-
pia cadena significante, ya que están todos congelados en una imagen.
Entonces, este tipo de identificación tiene que ver con la inhibición.
De modo que los individuos de una masa están todos inhibidos en el
despliegue de lo simbólico, están todos fascinados, hipnotizados, por
el líder o por una idea directiva. Están congelados en una imagen.
La masa funciona como uno, como un solo cuerpo. Lo propio
de lo imaginario es justamente la consistencia. La consistencia es lo
que mantiene junto, lo que unifica. De hecho, la imagen especular
es la primera unificación que vivió el ser hablante en el estadio del
espejo. La primera unidad con la que tiene que vérselas el ser ha-
blante es imaginaria.

III. Nominación e identificación simbólica

Lo simbólico girando sobre lo real produce como resultado el


síntoma. Esta nominación de lo simbólico es la intrusión de lo que
Inhibición, síntoma y angustia / 79

no anda en lo real. El síntoma es lo que no anda, lo que no funcio-


na, lo que se pone en cruz; es la falla o la falta haciéndose presente
en lo real. En lo real no existen ni la falla ni la falta, porque lo real
no es un orden. La falla o la falta, es decir, la castración, es propia
del orden simbólico. El síntoma es una operación que introduce eso
que es propio de lo simbólico en lo real, lo hace existir en lo real,
de allí que Lacan defina al síntoma como lo que ex-siste del incon-
ciente. El inconsciente se encuentra entre imaginario y simbólico,
pero produce un resultado real que es el síntoma. Lacan dirá que el
síntoma es lo que del inconciente puede traducirse por una letra.
Es por la repetición de esa letra que el síntoma se escribe en lo real.
De modo que el síntoma es un producto extraño porque surge del
inconciente –que está entre imaginario y simbólico– pero tiene una
existencia real. Al no ser lo real es un lugar donde pudiera llegar a
faltar algo, el síntoma opera un forzamiento, introduce allí la castra-
ción, y hace intervenir de esta manera lo simbólico en lo real. Cada
una de estas nominaciones construye el anudamiento borromeo,
anuda un redondel con los otros dos.
Es en relación con esta nominación que interviene la segunda
identificación freudiana, que es la identificación que conduce a la
formación del síntoma, que es la identificación al rasgo. Se trata de
la identificación propia del complejo de Edipo, que extrae un rasgo,
o bien de la persona amada, o bien de la persona rival.
Si hay algo que define la juntura entre simbólico y real es el rasgo
o la marca, es el significante independientemente de todo sentido,
que es un uno que se repite, una marca que insiste. En el síntoma
encontramos esa insistencia repetitiva de la marca. Marca que tam-
bién es una hendidura, un agujero, que es lo propio de lo simbólico.
Es el agujero del significante abriendo la dimensión del agujero en
lo real del cuerpo.
80 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

IV. Nominación e identificación real

En la tercera nominación, que es la nominación de lo real, se


trata de la incidencia de lo real en lo imaginario, que se manifiesta
como angustia, que exterioriza el interior del cuerpo. Algo despierta
o atormenta al cuerpo, cuyo interior pasa a ex-sistir, arrasando con
la imagen narcisista, desarmándola.
Aquí interviene la identificación a lo real del Otro real, que es
la identificación primaria freudiana, que lacan denomina Nombre
del Padre. De modo que lo que funda el nudo neurótico es esta
nominación real que pone en juego la dimensión de la angustia en
la medida que se trata de una identificación que opera por incorpo-
ración, poniendo en juego el interior del cuerpo.
En esta operación interviene una dimensión real del padre, que
es aquella dimensión que Freud mitifica en “Tótem y tabú”. Es por
su intermedio que lo real se anuda a los otros dos registros en el ser
hablante como ex-sistencia.

V. Las neurosis en el nudo.

Les propongo intentar ahora una distinción de las neurosis en


el nudo borromeo. Habíamos dejado planteado que el nudo borro-
meo de tres no existe, de modo tal que siempre hay alguna falla en
el anudamiento borromeo de los tres registros, y que es en esa falla
estructural, en ese lapsus del nudo, que se traduce la inexistencia de
la relación sexual.
Distinguimos el campo de las neurosis del campo de las psicosis
en función del tipo de lapsus. Para las psicosis, se trata de un lapsus
tal que imposibilita el anudamiento borromeo, mientras que en las
neurosis el lapsus suelta los tres registros, lo que posibilita el estable-
cimiento de un nudo, más precisamente una cadena, borromea.
Dijimos que para que se suelten los tres registros deben producirse
dos lapsus entre los dos mismos registros. Esto da tres posibilidades:
Inhibición, síntoma y angustia / 81

que el lapsus se produzca entre imaginario y simbólico, entre simbó-


lico y real, o entre imaginario y real. Cada uno de esos lapsus tendrá a
su vez distintas posibilidades de reparación.

En la última clase de RSI Lacan propone abordar cada una de las


nominaciones como duplicación de cada uno de los registros en el
nudo, de modo que lo que definiría la distinción entre inhibición,
síntoma y angustia sería el registro al cual se recurre para anudar bo-
rromeanamente los tres sueltos. Sitúa entonces a la inhibición como
un nudo borromeo de cuatro en el cual el cuarto que anuda es una
duplicación del registro imaginario, en el caso del síntoma se trata
de una duplicación del registro simbólico, y en el caso de la angustia
de una duplicación del registro real.

Volviendo ahora a los tres tipos de lapsus, les propongo distinguir


en primer lugar los casos en los cuales la reparación es una duplica-
ción del registro imaginario, en los que el sujeto recurre a la inhibi-
ción, en segundo lugar los casos en los cuales la reparación es una
duplicación del registro simbólico, que llegan con una presentación
sintomática, y en tercer lugar los casos que llegan del lado de la an-
gustia, en los cuales el recurso es a la duplicación del registro real.
82 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Y les propongo entonces ubicar en el primer lugar (el de la no-


minación imaginaria) a la neurosis obsesiva, en el segundo lugar (el
de la nominación simbólica) a la histeria, y en el tercer lugar (el de
la nominación real) a la fobia.

VI. La neurosis obsesiva.

La neurosis obsesiva es una estructura nominada imaginariamen-


te, de modo que en el anudamiento prevalece el yo, el narcisismo.
El sujeto obsesivo se atrinchera, se escuda en su imagen narcisista, y
logra, en la medida en que se sostiene en esa imagen, estar a distan-
cia de todo lo que pudiera ocurrirle en el campo del deseo. Como
demuestra una película de los hermanos Cohen que les recomiendo,
El hombre que nunca estuvo. Es el retrato de una estructura obsesiva,
alguien que se las arregla para no estar nunca, que solamente pone en
juego su imagen, pero no pone en juego su ser, no pone en juego su
deseo. Nunca está ahí donde parece estar. El sujeto obsesivo sosteni-
do en su imagen, sostenido en su yo, padece los efectos de inhibición
que conlleva este tipo de nominación. Los síntomas obsesivos son
síntomas del lado de la inhibición, de modo más o menos marcado.
El obsesivo nos habla de lo que no puede hacer, de su impotencia, y
en esa impotencia podemos ubicar la lógica de la inhibición. Es esa
prevalencia de lo imaginario en la neurosis obsesiva la que hace tan
difícil su análisis, y esa impresión que tenemos muchas veces quienes
practicamos el psicoanálisis de que nada le llega, de que la interpre-
tación no lo toca, que toda palabra que le dirige el analista rebota
contra esa armadura yoica, contra esa muralla narcisista.
De allí que Lacan propusiera para el análisis de un obsesivo la
histerización, es decir, hacerlo entrar en la lógica del síntoma. En
esta vía les propongo que la intervención analítica por excelencia
en la neurosis obsesiva es perturbar la defensa, desarmar la arma-
dura, abrir un agujero en esa coraza imaginaria. La intervención
que conmueve al obsesivo siempre es del orden de un acto, de un
Inhibición, síntoma y angustia / 83

acto que desarma, que lo deja sin su armadura y que eventualmente


lo angustia, o lo enoja tanto que llega a angustiarse. Y esto puede
permitir entonces que se abra la dimensión de la falta, la dimensión
de la castración, y con ella la posibilidad de la sintomatización, de la
histerización del sujeto.
Pasemos ahora al nudo de “La Tercera”1, que es un nudo muy
parecido al de R.S.I., además la elaboración de ambos nudos es muy
cercana en el tiempo, pero en el que se agregan algunas cuestiones
interesantes.

Dijimos que la nominación de lo imaginario, que sería la propia


de la neurosis obsesiva, se produce de lo imaginario a lo simbólico,
de modo que encontramos la inhibición en el registro de lo sim-
bólico, es decir que el despliegue de lo simbólico está inhibido y el
sujeto está coagulado en esa imagen yoica que nos ofrece con férrea
resistencia. Es interesante que en este mismo lugar que se manifiesta
la inhibición encontramos la muerte.
¿Por qué Lacan ubica la muerte en el registro de lo simbólico?
Lacan sostiene con Hegel que el concepto mata la cosa, que el sig-
nificante mortifica al viviente, por eso los seres hablantes somos

1 Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2. Ed. Manantial. Buenos


Aires, 1988. Pág. 104.
84 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

los únicos animales que estamos un poco muertos en vida, ya que


estamos afectados por la existencia de la pulsión de muerte, que
es propia de lo simbólico, que mata algo de lo animal que hay en
nosotros, algo de lo viviente que hay en nosotros, y nos da una vida
significante que se separa de nuestro cuerpo. El ejemplo máximo de
esta separación, resaltado por Lacan en varias oportunidades es el
nombre en la sepultura, que verifica que para el ser hablante el cuer-
po puede no estar y sin embargo el nombre en lo simbólico sigue
existiendo. El obsesivo de algún modo es alguien que está muerto
en vida, vendría a ser el reverso del nombre en la lápida, él mismo
es un muerto en vida. Entonces, en la inhibición hay una lógica de
muerte, eso que detiene el movimiento vital de lo simbólico, que
hace a la metonimia del deseo, es justamente lo que pone en juego
la pulsión de muerte, y que eventualmente lleva a la neurosis obse-
siva a cierta gravedad clínica, allí donde prevalece la mortificación,
y la desvitalización de la que testimonia el sujeto obsesivo, que está
tomado por la muerte, propia de lo simbólico
Por otro lado, ¿con qué se enfrenta el sujeto obsesivo que está
instalado acá, en el lugar del muerto? Tiene que vérselas con el goce
del Otro. Con lo que se enfrenta el obsesivo es con el goce del Otro
sin barrar, que encontramos entre imaginario y real –ahí donde no
está interviniendo lo simbólico. ¿Por qué está el goce del Otro sin
barrar ahí? porque es el único lugar del nudo donde imaginario y real
confluyen sin la intervención de lo simbólico, fuera de lo simbólico.
Ahí ubicamos al goce del Otro sin barrar, porque no está operando la
lógica de la castración que es la lógica simbólica, que barra al Otro.
El obsesivo está enfrentado con su superyó, de allí que Freud defi-
na en “Inhibición, síntoma y angustia” a la neurosis obsesiva como la
angustia frente al superyó. El superyó es el goce del Otro sin barrar,
es un mandato a un goce sin límite, y el obsesivo es un esclavo que
está todo el tiempo haciendo esos trabajos forzados que lo mortifican
al servicio del superyó, al servicio de un mandato a gozar sin límites
–que puede tomar la forma de la voz, o la forma de la mirada, tenien-
do prevalencia en la neurosis obsesiva el superyó como mirada.
Inhibición, síntoma y angustia / 85

En el nudo de “La Tercera” Lacan agrega algo interesante, que es


el campo de la representación, del preconciente. Efectivamente, el
superyó se hace presente en el obsesivo, que va a tratar esa dimen-
sión del superyó a través del goce con el pensamiento, que Freud
llama erotización del pensamiento. Es ese pensamiento sin límite,
ese pensamiento sin fin, que está desvinculado de la lógica de la cas-
tración, que solamente sirve para gozar, que no lleva a ningún acto
de deseo. Se trata allí de la lógica de la pulsión de muerte que, según
el Freud de “Inhibición, síntoma y angustia”, prevalece en la neu-
rosis obsesiva como resultado de cierta desmezcla puslional, efecto
del mecanismo de la regresión, que retrocede desde la lógica fálica
hasta la lógica sádico-anal. Esta lógica desvincula el pensamiento del
acto, que es el umbral por el que lo simbólico se sumerge en el goce
de la vida como deseo. De allí la postergación del acto propia del
obsesivo, que sólo puede vivir la vida como compulsión, como ac-
ción compulsiva, evitándose de ese modo el encuentro con el riesgo
radical de lo desconocido que implica el acto, degradándolo desde
su estatuto radicalmente contingente a la lógica de lo necesario que
comanda la compulsión. Ese poco de goce de la vida que el obsesivo
atisba lo obtiene de allí, de la compulsión.
De modo que en cuanto al pensamiento obsesivo, se trata de
esa rumiación por la que gira en el vacío, como manifestación de
un goce de muerte que posterga indefinidamente el acto. Recuerdo
un paciente obsesivo que me decía: “Desde que me levanto hasta que
me acuesto tengo un bolero en la cabeza: Estás perdiendo el tiempo,
pensando, pensando. Por lo que tú más quieras, hasta cuándo, hasta
cuándo. Y así pasan los días, y yo desesperando, tú siempre contestando:
quizás, quizás, quizás”.

VII. La histeria.

Nos volveremos ahora hacia la histeria como nominación de lo


simbólico. Y allí el síntoma es, como define poéticamente Lacan, la
86 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

flor de lo simbólico; y agrego, la flor que viste a la histeria. No es


casual que cuando Freud se refiere a la formación del síntoma neu-
rótico en el capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis del
yo”, haga referencia al síntoma histérico, síntoma en el cual hay una
fuerte prevalencia del mecanismo de la represión El ejemplo que da
allí es el de la tos de Dora.
Recordemos “Inhibición, síntoma y angustia”, allí Freud plantea
que el síntoma histérico es el caso más logrado del mecanismo de
la represión, que es el mecanismo propio de lo simbólico, que La-
can define, desde la lógica del significante, como sustitución de un
significante por otro, en el que un significante queda “caído abajo”,
unterdrückt.
El síntoma obsesivo, en cambio, no es una operación simbólica
por excelencia, ya que la regresión opera en él una inhibición, una
detención del despliegue de lo simbólico en una imagen. El síntoma
fóbico, como veremos, es un resultado extremo, habitualmente no
logrado o mal logrado, ya que lo que prevalece en esa estructura (que
más que una estructura, es un momento lógico de la misma, en el
que un sujeto puede eventualmente quedar detenido) es la angustia.
La histérica, en cambio, está sostenida en su síntoma, enarbola
su síntoma, enarbola su división subjetiva, que es lo que el síntoma
pone de manifiesto. Así como la inhibición borra al máximo la di-
visión, y la angustia hace presente la división en una magnitud tal
que eventualmente anula la división (ya que en ella, el sujeto, al ser
pura barra, desaparece y cae como objeto), el síntoma hace presente
la división subjetiva en sí misma, dando lugar a la afirmación de
lo que estructuralmente son dos modos de goce diferentes (el goce
fálico y el Otro goce), pero que sufren aquí, particularmente el Otro
goce, del esfuerzo de su reducción a lo simbólico. Efectivamente,
como está prefigurado en Freud a la altura de “Fantasías histéricas y
su relación con la bisexualidad”2, en la histeria se trata de la afirma-

2 Freud, S. “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, en Obras


Completas. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1986. Tomo IX.
Inhibición, síntoma y angustia / 87

ción fantasmática de estas dos vertientes del goce sexual, lo que será
retomado por Lacan en “Intervención sobre la transferencia”3 como
rechazo de la histérica a su feminidad corporal.
Es en esta misma vía de la afinidad, ya señalada por Freud, entre
histeria y feminidad, que encontramos en el Seminario XXIII4 la in-
dicación de Lacan acerca del síntoma como el soporte del Otro goce.
¿Con qué se enfrenta el sujeto histérico, que está sosteniendo
su división subjetiva con su síntoma? Se enfrenta con el campo del
sentido –si volvemos al nudo de “La Tercera”–, con el inconsciente.
Dijimos que el síntoma ex-siste al inconsciente, es el partenaire del
inconsciente, es de lo que del inconciente se traduce en una letra y
se vuelve real. Por eso la posición histérica es la posición más pro-
picia a la posición analizante, porque justamente el sujeto histérico
está directamente confrontado con el inconsciente, presentando a
su vez un síntoma que está fuertemente afectado por el campo del
sentido, un síntoma a descifrar.
En este nudo de “La Tercera”, vemos que Lacan ubica el fenó-
meno de la vida, la dimensión viviente del cuerpo, en el registro
de lo real. Esa dimensión viviente del cuerpo que va a dar lugar al
síntoma histérico por excelencia, que es el síntoma conversivo, en
el que encontramos ese factor somático que hace al cuerpo viviente,
que se va a entramar con los significantes del inconsciente y va a
adquirir un sentido –como lee Freud en síntoma de Isabel de R.:
no puedo dar un paso más. Se trata del cuerpo viviente tomado en la
lógica del inconsciente, produciendo sentido, por lo que Lacan va a
proponer que el arma analítica contra el síntoma es el equívoco. Así
como dijimos que en la neurosis obsesiva se trata de que perturbe,
que desarme la defensa obsesiva, en la histeria se trata del equívoco,
se trata de intervenir desarmando el sentido del síntoma.

3 Lacan, J. “Intervención sobre la transferencia”, en Intervenciones y textos 2.


Ed. Manantial. Escritos I, Buenos Aires, 1985.
4 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII. El Sinthome. Ed. Paidós. Buenos Aires,
2006. Pág. 99.
88 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En “La Tercera” Lacan plantea que el síntoma es un pececito que


lo único que quiere es comer sentido. No se trata entonces de darle
de comer más sentido –en el caso del síntoma histérico– sino que se
trata de reventarlo con el equívoco, de desarmar esa lógica voraz de
sentido propia de la histeria.

VIII. La fobia

Vayamos ahora a la estructura nominada por lo real, por la angus-


tia, donde encontramos la fobia. Se trata aquí de la angustia como
una intromisión de lo real en lo imaginario. El sujeto angustiado es
un sujeto que ha perdido el dominio de su cuerpo, de su imagen,
de allí que a los casos que se presentan del lado de la angustia se los
defina habitualmente como patologías del narcisismo, ya que la an-
gustia desarma la imagen narcisista. Se trata de la prevalencia de lo
real por sobre el cuerpo imaginario, entonces, que pone de relieve el
interior del cuerpo; es el sujeto que suda, se descompone, que tiene
palpitaciones, que siente que se va a desmayar.
En la fobia no es común la constitución del síntoma, en el que
interviene el significante fóbico, que constituye, como señala Freud,
una ligazón de aquello que está suelto en la angustia. En los casos
en los que se consigue esa constitución de un síntoma fóbico, nos
encontramos en el campo de lo que Freud llama histeria de angus-
tia, de modo ya hay una nominación de lo simbólico, una vertiente
histérica, en ese síntoma.
Propongo la denominación de fobia para aquellos casos que per-
manecen en lo que Freud distingue como un primer tiempo en la
formación del síntoma de Juanito. Se trata allí de una angustia flo-
tante, dispersa, que no está ligada con nada. El sujeto está angustiado,
pero esa angustia no se transforma en un miedo concreto a algo, no
se sintomatiza, de modo que prevalece toda una serie de fenómenos
corporales que hacen presente el interior del cuerpo, lo real del cuer-
po, que desarma la imagen narcisista, y que plantean de entrada de
Inhibición, síntoma y angustia / 89

la pregunta por el diagnóstico diferencial. Efectivamente, se trata de


casos en los cuales no está funcionando la lógica del fantasma, con su
incidencia en la lógica del síntoma, si no que, por el contrario, en ellos
prevalece esa dimensión de lo real que desarma toda posible ligadura.
Recordemos que en RSI el partenaire de la angustia es el goce
fálico. En el goce fálico se trata de un goce que está por fuera del
cuerpo imaginario, fuera del cuerpo narcisista. La imagen del cuerpo
se unifica descontando el falo, como indica Lacan en “La dirección
de la cura y los principios de su poder”5en su referencia al mito del
falo perdido de Osiris embalsamado. Osiris es asesinado por su her-
mano, despedezado, y sus pedazos tirados al río. Isis logra reconstruir
su cuerpo, pero el único pedazo que le falta es justamente el órgano,
que se habían comido los peces. De modo que reconstruye la imagen
corporal, pero falta el falo. Lo interesante es que con esta momia de
Osiris que ella arma, concibe un hijo, punto del mito en el que se
verifica que el falo es un significante, que se pierde del cuerpo, se
descuenta de la imagen narcisista y pasa a operar en otro registro, en
el registro simbólico, como significante del goce de la vida.
Juanito se enfrenta con esta dimensión del goce, que es el goce
fálico, cuando su pequeño pene empieza a moverse. Su órgano está
por fuera de su imagen narcisista, de esa imagen que él domina; es
el órgano fuera del cuerpo, el único órgano que tiene vida propia,
que el sujeto no puede maniobrar como maniobra las demás partes
de su cuerpo. Es el fuera-de-cuerpo del goce fálico.
De allí la referencia de Lacan en “La Tercera” a la experiencia de
la masturbación en el varón como algo que rompe la pantalla, como
ese goce del órgano que rompe con la pantalla del narcisismo. Hay
una referencia ahí al libro de Mishima El pabellón de oro, donde jus-
tamente el relato de la primera masturbación habla de la experiencia
de una angustia brutal –se trata de esta relación entre la angustia y
el goce fálico.

5 Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2.


Siglo veintiuno ed. Buenos Aires, 1985.
90 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

El sujeto angustiado está tomado por la lógica de lo real, que es


la lógica de la dispersión, a diferencia de la lógica de lo simbólico,
que es la lógica de la ligazón, posibilitada por la capacidad de arti-
culación y encadenamiento del significante. Como señala Freud en
“Inhibición, síntoma y angustia”, el síntoma liga la energía que se
manifiesta libremente como angustia.
La lógica de lo imaginario es la de la unificación, la de la consis-
tencia, la de lo que mantiene unido.
La lógica de lo real es la de la ex-sistencia, que hace presente algo
que está afuera, fuera del yo, fuera del narcisismo. En ese sentido,
aún cuando hay formación de síntoma fóbico, éste mantiene una
vertiente real que lo distingue del síntoma histérico. Ex-siste, se sos-
tiene solo, ahí afuera, como el caballo de Juanito. La angustia hace
presente esa dimensión de lo Otro, de una alteridad radical e irre-
ductible. Entonces el sujeto angustiado es un sujeto que está toma-
do por esa dispersión, perdido. En el caso de la fobia la intervención
analítica no va a ser el equívoco, no va a ser perturbar la defensa, no
va a ser desarmar al sujeto, que ya está desarmado.
Es fundamental distinguir los distintos tipos de neurosis, ya que
serán muy diferentes la estrategia de la transferencia y la táctica de la
intervención analítica en cada una. En el caso del sujeto angustiado,
el analista como alguien que va a sostener un armado. Para sostener
ese armado se puede recurrir tanto al campo del sentido como al
campo del significante. Se trata de que el sujeto pueda adquirir cier-
ta consistencia, y que esa consistencia se le vuelva soportable gracias
a la dimensión del agujero. De modo que la intervención analítica
con la angustia va a operar entre imaginario y simbólico, apuntando
por un lado a la construcción en el campo de sentido, y por otro a
ligar el goce en juego en la angustia por la vía de la repetición signi-
ficante. El analista va a tomar esos significantes que insisten, que se
repiten, para que el sujeto pueda volver a encontrarse en ese lugar y
pueda construir su síntoma.
En la cura de Juanito, que llega con un síntoma fóbico ya cons-
tituido, hay sin embargo un trabajo de armado. Que Juanito pueda
Inhibición, síntoma y angustia / 91

prescindir del síntoma fóbico requiere de toda una construcción


del fantasma, que se produce fundamentalmente en el campo del
sentido, que le van ofreciendo Freud y el padre.

IX. Dimensiones de la función paterna en las neurosis.

Vamos a dejar abierta la puerta a la próxima clase, que va a ser


sobre la función paterna, ya que dedicaremos estos últimos minutos
a articular los tipos de neurosis con las tres dimensiones de la fun-
ción paterna.
Comenzaremos por lo que Lacan desarrolla en el Seminario V
como los tres tiempos del Edipo. Recuerden que su punto de partida
es la función paterna como metáfora, es decir, como la sustitución de
un significante por otro, la sustitución del Deseo de la Madre por el
Nombre del Padre, que da como resultado la posibilidad de la signi-
ficación fálica. Lacan va a plantear que esa operación se despliega en
una temporalidad lógica en la que se pueden distinguir tres tiempos.
Un primer tiempo en el que la metáfora paterna actúa en sí, está
en el orden simbólico, está en la cultura, está velada. En ese primer
tiempo el niño está ubicado en el lugar de falo de la madre, de modo
que la significación fálica opera en una dimensión puramente imagi-
naria, no atravesada por la castración, ya está operando. Por eso este
primer tiempo ya es edípico, ya nos encontramos en el campo de las
neurosis. En este primer tiempo el Nombre del Padre esta velado,
latente, pero ya está.
Les propongo situar en este primer tiempo del Edipo a la iden-
tificación primaria, es decir, la identificación a lo real del Otro real,
la nominación real. Todas las dificultades que tiene Juanito se plan-
tean justamente a partir de que él es desalojado de este lugar por la
presencia de su pene real, sin encontrar a su vez las condiciones para
transitar el segundo tiempo.
En este primer tiempo el estatuto del padre es real, es un signi-
ficante que tiene una existencia real, que posibilita la significación
92 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

fálica por la que el niño viene al lugar del falo de la madre, pero ese
padre todavía no cumple una función ni simbólica ni imaginaria. Es
real porque la metáfora paterna está en un estatuto potencial. Este
primer tiempo del Edipo indica que ya hubo identificación prima-
ria, que ya hubo inscripción del Nombre del Padre, que ya hubo
nominación de lo real en la estructura.
El segundo tiempo. Lacan dice que es el tiempo nodal y negativo
del Edipo, en el que el padre interviene, por un lado, privando a la
madre fálica, por otro lado, desalojando al niño del lugar de falo de
la madre. Se trata de esa doble prohibición, a la madre: “no reintegra-
rás tu producto”, y al niño: “no gozarás de tu madre”. Aquí interviene
el padre simbólico, el padre que prohíbe, el padre de la interdicción,
el padre que introduce la ley de la castración, que separa al niño de
la madre, permitiendo articular la ley al deseo, es la nominación
de lo simbólico. Aquí se trata de la palabra del padre, del lugar que
tiene el padre en la palabra de la madre.
En este segundo tiempo podemos ubicar la identificación al rasgo.
Y finalmente el tercer tiempo, en el que Lacan dice que se trata
del padre real o imaginario–yo voy a decir padre imaginario, ya que
se trata del padre del sujeto, de ese padre en particular, con su pre-
sencia, se trata ahí de que ese padre responda por lo que prometió,
que eso que prometió lo mantenga, que pueda responder por eso.
Entonces acá yo ubico al padre imaginario, al padre de la realidad,
en el ejercicio de la potencia, en el sentido genital del término, de
modo que realmente él se haga preferir por la madre y por el niño,
que se haga preferir por su potencia fálica.
Este padre imaginario es quien va a tener el falo ahora, posibili-
tando entonces la identificación al deseo del Otro que va a dar lugar
a la constitución del Ideal del Yo, especialmente en el varón, que va
a querer identificarse son su padre, va a querer ser como el padre, y
va a recibir el título de virilidad que va a guardar en el bolsillo para
cuando tenga que ejercer.
En el caso de la mujer hay dos posibilidades en este tercer tiem-
po: o que también haga una identificación al deseo del otro, una
Inhibición, síntoma y angustia / 93

identificación viril; o que busque el amor en la vía del padre, orien-


tada por su deseo de falo.
Entonces acá encontramos esta presencia imaginaria del padre
que va a dar la posibilidad de una nominación imaginaria.

Les propongo que cada una de las neurosis implica una dificul-
tad en alguno los tres tiempos del Edipo.
Comencemos por la fobia. Hay en ella, como señalamos respec-
to de Juanito, una dificultad para salir del primer tiempo del Edipo,
para transitar del primer al segundo tiempo. A la madre de Juanito
la palabra de su marido le entra por un oído y le sale por el otro,
de modo que el segundo tiempo no se realiza. Cuando el sujeto se
complica en el pasaje del primer tiempo al segundo del Edipo, la
manifestación clínica es la angustia, ya que está impedida la inter-
vención pacificadora de la función simbólica del padre.
Cuando se complica el pasaje del segundo al tercer tiempo del Edi-
po, cuando está operando el padre simbólico, pero es el padre imagi-
nario el que tambalea, o está alicaído en su función, nos encontramos
en el campo de la histeria. En este punto, en el Seminario V Lacan
pone el acento en la impotencia del padre de Dora. Toda la histeria de
Dora gira alrededor de la impotencia del padre, que puede estar ope-
rando en lo simbólico, pero en su dimensión imaginaria no sostiene la
potencia fálica, impidiéndole a Dora salir de la adoración histérica al
padre muerto, al padre ideal. Ella queda atrapada en este síntoma de
amor al padre, al padre muerto, al padre ideal, al padre impotente.
Finalmente, encontramos la neurosis obsesiva cuando se compli-
ca el tercer tiempo del Edipo, cuando la presencia del padre imagi-
nario no es una presencia transmisora, cuando la potencia del padre
imaginario no transmite el falo.
En este punto encontramos en la neurosis obsesiva el fantasma
del padre terrible, del padre gozador. El padre perturbador del goce
que en lugar de habilitar inhabilita al sujeto. El sujeto queda impac-
tado por un padre imaginario terrible, queda inhibido por esa figura
potente del padre que no transmite la ley de la castración.
94 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Intervención: ¿Qué tan viable es ubicar las patologías del acto,


las adicciones por ejemplo, en esta irrupción del goce del Otro, jus-
tamente en ese registro donde no hay un síntoma declarado?, ¿es
viable ubicarlo ahí?

Nieves: Efectivamente, en la mayoría de las patologías del acto lo


que está en juego es la angustia. Lacan plantea que la angustia es lo que
bordea el goce del Otro sin barrar, cuando la angustia no está operan-
do como señal de la castración, es una dispersión que no logra locali-
zar, y en ese sentido, muchas veces el recurso al tóxico es una manera
que tiene el sujeto de intentar rellenar el vacío de ese goce sin límite
que se le abre. Entonces, es el recurso a una sustancia que también es
real, al real de la química para tratar lo real de ese goce del interior del
cuerpo que angustia fuertemente al sujeto. Y siempre que escuchamos
al toxicómano, finalmente nos va a testimoniar de su intensa angustia,
y muchas veces es una de las cuestiones mas complejas cuando el toxi-
cómano quiere dejar el tóxico esa angustia masiva, la presencia de una
angustia sin límites. Es importante distinguir esta dimensión del goce
del Otro en juego en la angustia de la dimensión imaginaria, fantas-
mática, del goce del Otro en juego en la neurosis obsesiva.

En las llamadas patologías del acto, el sujeto no cuenta con la


operatoria fantasmática propia del funcionamiento neurótico en
tanto tal.
En el caso de la toxicomanía me parece muy evidente que ha-
bitualmente son patologías de la angustia, en las que hay algo de
lo real que se encuentra disperso, que no logra ligarse en la vía del
síntoma, y que abre la cuestión del diagnóstico diferencial, que no
es fácil, ya que no está la estructura neurótica en funcionamiento.
Se trata de verificar si el sujeto cuenta con el Nombre del Padre, aún
cuando no está sirviéndose de él, o si se trata de una psicosis. A veces
lleva mucho tiempo poder hacer esa distinción.
Hay otras patologías del acto. Se las suelen llamar así a causa de
la presencia de impulsiones, que no tienen un carácter sintomático.
Inhibición, síntoma y angustia / 95

Algunas quedan del lado de la angustia, otras del lado de la inhibi-


ción, como por ejemplo la anorexia, o ciertas bulimias, en las que el
sujeto recurre a una imagen rígida, se sostiene en una imagen fija,
con la que detiene todo movimiento, y de esa manera se mantiene a
distancia de ese goce que, en cierto modo, podría avasallar al sujeto.
Vimos desde la primera clase con Freud cómo la inhibición es
el remedio más radical contra la angustia, es la manera que tiene el
sujeto de defenderse más tajantemente de la presencia de angustia.
¿Por qué decimos inhibición y patología del acto? porque el su-
jeto inhibido en cualquier momento pasa al acto. La inhibición es
algo que en algún momento puede explotar, aunque hay sujetos que
logran estar inhibidos toda la vida. En el caso de la anorexia, por
ejemplo, encontramos a veces la impulsión bulímica, el “atracón”;
el sujeto esta ayunando, ayunando, y en un momento no aguanta
mas y se come cinco kilos de helado. Hay una relación muy estrecha
entre impulsión e inhibición.
Entonces, a las llamadas patologías del acto las ubicaría entre
angustia e inhibición. El síntoma es de otro orden, se contrapone
a todo lo que es acting-out y pasaje al acto, ya que le vuelve posible
al sujeto transcurrir en relación con la Otra escena, con el incons-
ciente. Un sujeto que está conectado con su inconsciente, que está
conectado con esa Otra escena, no necesita armar la Otra escena en
el acting, o caer de la escena como ocurre en el pasaje al acto.

Clase del 29 de mayo de 2008.


V. La función paterna en el nudo

I. Los tres tiempos del Edipo en las neurosis.

En la clase pasada distinguimos tres modalidades diferentes de


anudamiento borromeo: aquella en la cual el registro que se duplica
es el registro imaginario, la estructura nominada por la inhibición,
la neurosis obsesiva; la histeria, en la cual el registro que se duplica
es el simbólico, operándose la nominación por el síntoma; y final-
mente, cuando el registro que se duplica es el real, la angustia como
nominación va a dar lugar a la fobia.
Vamos a retomar estos tres tipos clínicos de las neurosis, estos tres
nudos, que se pueden deducir de R.S.I., a la luz de lo que son los tres
tiempos del Edipo. No sé si hoy lo voy a plantear exactamente igual
que la clase pasada, ya que le estuve dando alguna vueltita más.
En los tres tiempos del Edipo se trata del anudamiento o la arti-
culación entre la función del Nombre del Padre y la función fálica, lo
que en Freud son el complejo de Edipo y el complejo de castración.

II. El padre real en la fobia

Comenzamos por la nominación de lo real, la estructura angus-


tiada, del lado de la fobia, en la que lo que está en primer plano es la
dimensión real del padre. Habíamos dicho que ahí se pone en juego
–según el planteo de Lacan en R.S.I.– la identificación primaria, que
es la identificación por incorporación, de modo que la presencia que
98 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

está en primer plano, tanto en el nivel del Nombre del Padre como
del falo, va a ser la presencia real.
En el primer tiempo del Edipo el Nombre del Padre está en la
estructura, está velado, todavía no está actuando, eso recién va a
ocurrir en el segundo tiempo del Edipo. En este primer tiempo la
manera en que está presente el padre es como identificación prima-
ria. El sujeto se encuentra en el lugar de falo de la madre, que es el
lugar que se vuelve angustioso para Juanito a partir de que comienza
a tener sus primeras erecciones; ahí es donde podemos ubicar justa-
mente la presencia real del falo, como goce fálico.

Retomemos el nudo borromeo de R.S.I. para ubicar los entre-


cruzamientos entre los registros. El sentido entre imaginario y sim-
bólico, el goce fálico entre simbólico y real, el goce del Otro entre
imaginario y real. La angustia, que es un avance de lo real sobre lo
imaginario, de lo que ex-site del interior del cuerpo sobre la imagen
narcisista, es precipitada por la irrupción del goce fálico, ligado con
la dimensión real del falo.
Esta dimensión real del falo está ligada a la dimensión real del
padre. Por ejemplo, en el caso de Juanito, la mordedura, que remite a
esa enigmática mancha negra alrededor de la boca del caballo donde
se concentra la fobia, remite por un lado al deseo materno (vertiente
puesta de relieve por Melanie Klein, y retomada por Lacan, pero por
Inhibición, síntoma y angustia / 99

otro lado remite a la dimensión real del padre, como se puede deducir
de los desarrollos de Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” alre-
dedor del síntoma fóbico. La mordedura se revela como el reverso de
la incorporación canibalística propia de la identificación primaria; el
sujeto está en una instancia tal que queda totalmente tomado por la
identificación primaria, no ha podido realizar un trayecto segundo,
una identificación secundaria. Está tomado por la lógica de la identi-
ficación primaria, en la que se pone en juego una reversión –regresiva
diría Freud– entre comer y ser comido, entre morder y ser mordido,
ya que es recién en la otra vuelta de la identificación secundaria que se
termina de establecer un límite entre lo que se presenta como interior
y el exterior, límite que no es absoluto, ya que se pone en suspenso
sólo en los agujeros del cuerpo; es allí que encontrará su lugar la es-
tructura moebiana del ser hablante, que está en el origen de las otras
figuras topológicas, el cross-cap y la botella de Klein.
De modo que podemos encontrar en la mordedura del caballo
esta vía paterna que se presenta como reverso de la incorporación
canibalística del padre, donde entra en juego el padre real.
En el caso Juanito encontramos cierta vertiente de la mordedura
en relación con el padre real, y, por otro lado, las erecciones en rela-
ción con esta dimensión real del falo que se vuelve traumática para
el sujeto y lo desacomoda del lugar de falo materno, arrasando sobre
ese imaginario fálico en el que estaba instalado tan a gusto.
Hay fobias en las cuales no se constituye el síntoma fóbico, y en
las que el sujeto queda detenido en ese primer tiempo de la fobia, en
el que es pura angustia. Pero aún en el caso de Juanito, en el que se
constituye el síntoma fóbico, vamos a distinguirlo del síntoma histé-
rico como nominación de lo simbólico, ya que el significante fóbico
en juego en el síntoma fóbico viene a suplir al significante del Nom-
bre del Padre, como señala Lacan en el Seminario IV1, viene al lugar
de la función del Nombre del Padre que no está siendo vehiculizada

1 Lacan, J. El Seminario. Libro IV. La relación de objeto. Ed. Paidós. Buenos


Aires, 1994. Pág. 402
100 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

por la relación padre-madre, lo que se verifica en el caso Juanito en


el hecho de que la madre no preste la menor atención a la palabra
del padre. Que la palabra del padre no se constituya como ley para el
deseo materno hace que el Nombre del Padre no pase al acto, no jue-
gue en ese segundo tiempo de privación –tiempo nodal y negativo,
en el cual el padre priva a la madre de falo, desalojando al niño de su
lugar de falo. El significante fóbico viene de alguna manera a cumplir
bastante fallidamente esa función.
En el síntoma como nominación de lo simbólico, en cambio, va
a estar en juego la identificación al rasgo, y no la identificación pri-
maria en sí misma, por lo que el síntoma recorta un rasgo del Otro.
Son dos tipos de síntoma que cumplen una función diferente en la
estructura, de modo que la fobia, aún cuando llega a constituir un
síntoma, es una presentación de la estructura borromea del lado de
la nominación de lo real, del lado de la angustia, ya que se trata de
un síntoma que no consigue recortar un rasgo del Otro –que sería la
operación posibilitada por la identificación secundaria.
Este padre real que está en juego en la nominación de lo real,
en la angustia, es la dimensión del padre a la que se refiere Lacan
sobre el final del Seminario XXII, cuando distingue la función de la
nominación en su vertiente nominalista –que sería la operación de
ponerles nombres a las cosas, que es un tipo de nominación que se
realiza enteramente en el campo de lo simbólico, y que se corres-
pondería en el mito bíblico con ese momento en el cual Adán les
pone nombres a los animales, al estilo de lo que sería la función de
la etiqueta, por la que un nombre queda pegado a una cosa.
Se trata allí de una nominación de lo simbólico, limitada al
campo de lo simbólico, que Lacan distingue de otra dimensión de
la nominación que sería real, en la que se hace presente el Dios de
la Biblia que dice: “Yo soy lo que soy”, ese Dios que de alguna manera
se nombra a sí mismo, pero que en esa nominación está nombrando
algo real, se nombra por lo que es, se nombra por la cosa misma.
Entonces ahí, en esa función real de la nominación, Lacan ubica ese
agujero inicial que en Freud está hecho de incorporación y expul-
Inhibición, síntoma y angustia / 101

sión, behajung y austossung, ese agujero primordial con el cual Freud


formaliza lo que sería el primer tiempo de la constitución del sujeto
a través del yo de placer primitivo, que incorpora lo que es placen-
tero y expulsa o escupe lo displacentero. En ese primer movimiento
de diferenciación, de admisión y rechazo de significantes, Lacan en-
cuentra una operación real en relación a la nominación, por la que
el Dios de la Biblia que dice “Yo soy lo que soy” es un agujero que
traga y después escupe el nombre. Ahí seguimos en el plano de la
identificación primaria, del padre como nombrante, que Lacan va a
distinguir del padre como nombre.
Podríamos decir que Juanito cuenta con el padre como nom-
brante, pero no puede servirse del Nombre del Padre, por eso nece-
sita inventar un nombre de síntoma que es el caballo.
Para retomar lo planteado en la última clase, podemos ubicar
esta dimensión real del falo –que es la que está en juego en la an-
gustia –como una dimensión del goce, que es el goce fálico, que se
encuentra fuera de sentido, como pueden ver en el nudo. En Jua-
nito de golpe el órgano se hace presente en una nueva dimensión,
con movimiento propio, lo que lo desacomoda de la identificación
con el falo, perturbándolo fuertemente, angustiándolo, en una ex-
periencia que en principio está fuera de sentido. El sujeto que viene
del lado de la angustia viene padeciendo de la ausencia de sentido.

Intervención: ¿En este punto estás hablando de algo forcluído?

Nieves: No, estamos hablando de la angustia neurótica, estamos


hablando del nudo borromeo y de las tres posibilidades que se pueden
encontrar en R.S.I. para pensar el nudo borromeo, que también son
los tres fenómenos clínicos centrales para Freud a la hora de dar cuenta
de la neurosis: inhibición, síntoma y angustia. Estamos refiriéndonos
a cierto tipo clínico dentro de la neurosis, que es la fobia, estructura
nominada por la angustia, en la cruda vía de la dimensión más real del
padre, donde algo de la dimensión simbólica del padre está en impasse.
No se trata aquí de la forclusión del Nombre del Padre, pero sí de un
102 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

sujeto que no está pudiendo servirse de él. De modo que el padre se


hace presente en su dimensión más real, volviéndose devorador en esa
regresión oral que señala Freud en “Inhibición, síntoma y angustia”.
Esta dimensión devoradora del padre es el reverso del padre que
debe ser incorporado en la identificación primaria. En la fobia la
identificación primaria está conseguida, hay inscripción del Nombre
del Padre, lo que no hay es el movimiento siguiente de la identifi-
cación secundaria, que permite tomar distancia del padre real, que
permite velar esa dimensión real del padre. Por eso clínicamente no
es sencillo hacer el diagnóstico estructural entre estos casos y ciertos
casos de psicosis –tendremos oportunidad de volver sobre este punto
en la segunda parte del seminario con la prueba de la clínica.
En la medida que el sujeto angustiado viene padeciendo la ausen-
cia de sentido, la intervención analítica que conviene no es segura-
mente el equívoco, ni el enigma, que lo va a dejar aún más perplejo,
aún más afuera del sentido, de modo que la intervención analítica más
indicada se encuentra del lado de la construcción, del armado, de la
ligazón. Este movimiento se puede seguir en la manera en que Lacan
lee la cura de Juanito en el Seminario IV, cuando distingue las distintas
operaciones lógicas que van posibilitando de armado del fantasma.

III. El padre simbólico en la histeria

La segunda posibilidad dentro del nudo neurótico es la estructu-


ra nominada por el síntoma como nominación de lo simbólico. Así
como en relación con la angustia habíamos ubicado la identificación
primaria, en relación con el síntoma habíamos ubicado la identifica-
ción al rasgo –que es el segundo tipo de identificación que propone
Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo”, en el capítulo
VII, que justamente ubica como la identificación que lleva a la for-
mación de síntoma, y que toma un rasgo del objeto o el rival edípico.
Se trata de la identificación al rasgo, y el ejemplo que va a dar Freud
es la tos de Dora como identificación al rasgo de la persona amada,
Inhibición, síntoma y angustia / 103

el padre. En esta identificación al rasgo podemos ubicar justamente


el elemento propio de lo simbólico, que es el rasgo unario.
Si pensamos en otro síntoma de Dora, en la afonía, podemos
empezar a ubicar claramente la dimensión del padre que está en
juego en la histeria, tomando a Dora como ejemplo. Tanto Freud
como Lacan estudian este síntoma de la afonía en relación con un
fantasma, que en la lectura de Freud es el fantasma de fellatio, mien-
tras que en la lectura lacaniana se trata de un cunnilingus. En ambos
casos lo que organiza, lo que estructura ese fantasma es la impoten-
cia del padre. De modo que se trata de un fantasma estructurado
alrededor del impasse en el tercer tiempo del Edipo.
Recuerden que Lacan propone que en el tercer tiempo del Edi-
po el padre debe intervenir con su potencia, en el sentido genital
del término. En el Seminario V Lacan va a señalar que no es para
nada secundaria la impotencia del padre en la histeria de Dora. Más
adelante, a la altura del Seminario XVII, Lacan va a formalizar la
posición histérica como pareja de un amo castrado, apuntando al
punto de impotencia del Otro en el lugar de padre, en el lugar de
amo2. En ese síntoma de la afonía –que es un síntoma en el que se
ve claramente la incidencia del fantasma– se trata de una versión del
padre en la cual no entra en juego este tercer tiempo del Edipo en el
que el padre debe intervenir con su potencia genital, y donde el falo
debe quedar ubicado de su lado. En el caso de Dora no sólo el padre
se presenta como impotente, sino que, además, no parece haber en el
deseo materno ninguna orientación hacia el falo del padre. Es en ese
punto que la histérica queda detenida en el amor al padre muerto, en
el amor al padre ideal, al Nombre del Padre, al padre simbólico.
Propongo ubicar también la dimensión simbólica del falo como
determinante de la posición del sujeto histérico, en la medida que
la pregunta por lo femenino, que Lacan sitúa como central en la
estructura histérica, justamente está orientada por la prevalencia

2 Lacan, J. El Seminario. Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós.


Buenos Aires, 1992. Cap. VI.
104 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de la dimensión simbólica del falo, es decir, de la función de la


castración. Los dos sueños de Dora de alguna manera muestran el
despliegue de esa interrogación alrededor de lo que queda ubicado
en el campo de lo simbólico como una pura negatividad, que es el
órgano genital femenino leído como castración.
En el caso del síntoma, que habíamos ubicado como una inci-
dencia del registro de lo simbólico que avanza sobre el real, encon-
tramos por un lado al sujeto histérico, que cuenta con el campo del
sentido, que está conectado con el inconsciente –ya que el campo
del sentido es donde se van a desplegar las formaciones del incons-
ciente, entre imaginario y simbólico–, y lo que va a quedar por fuera
o en oposición a lo simbólico es el espacio del goce del Otro.
Podemos decir entonces que el sujeto que está nominado por lo
simbólico está totalmente habitado por el sentido, conectado con el
inconciente. Posteriormente, en el Seminario XXIV, Lacan va a ser
más radical todavía y va a decir que el sujeto histérico se sostiene en su
inconciente. Es en la medida que el sujeto está sostenido en el campo
del sentido –y Lacan va a decir justamente que el síntoma se dedica
a comer sentido– que la interpretación analítica va a ir a contrapelo
del sentido, de modo que la interpretación en la vía del equívoco es la
más conveniente para la intervención analítica en la histeria.
En el caso de la angustia el analista tiene que tratar la ausencia de
sentido, en cambio en la histeria es el sentido lo que tiene que tratar,
y para hacerlo debe equivocarlo, o como dice Lacan, hacer reventar
el síntoma con el equívoco.

IV. El padre imaginario en la neurosis obsesiva

Finalmente, la nominación de lo imaginario, donde vamos a


ubicar la inhibición. Les propongo abordar la neurosis obsesiva
como la estructura que está nominada a partir de la duplicación del
registro imaginario y a partir de la inhibición. El sujeto obsesivo es
un sujeto que se congela en su yo, y a través de ese congelamiento en
Inhibición, síntoma y angustia / 105

la imagen detiene el despliegue de lo simbólico. El sujeto obsesivo


que se atrinchera en el caparazón de su yo.
La dimensión del padre que prevalece en la neurosis obsesiva es
el padre imaginario, el padre de la realidad. En la neurosis obsesiva
esa presencia imaginaria del padre no está orientada hacia una mujer
como causa del deseo, que es lo que le permitiría al sujeto atravesar
los tres tiempos del Edipo, o como dice Lacan en el Seminario V,
salir del Edipo con el título en el bolsillo. El obsesivo queda deteni-
do en el trámite del título, en la medida en que el padre no encarna
para él un deseo orientado por una mujer como causa.
Esta referencia a la mujer como causa de deseo para el padre la
encontramos también en RSI, donde Lacan va a decir que un padre
sólo tiene derecho al respeto o al amor si está perversamente orien-
tado, es decir, si hace de una mujer la causa de su deseo3, planteando
que esa père-versión es la única garantía de su función de padre. Es
un aporte al planteo de los tres tiempos del Edipo, que está bastante
centrado alrededor del deseo materno y donde queda un poco en la
oscuridad, un poco tras las bambalinas, el deseo del padre en tanto
tal. De modo que en el Seminario XXII Lacan agrega la función que
tiene en el Edipo el deseo del padre, que se trata de que esté orien-
tado por una mujer como causa.
Lo que encontramos en el fantasma del obsesivo es que justamen-
te se hace presente el goce de un padre que no está pere-versamente
orientado –diría Lacan–, que no está orientado por una mujer como
causa del deseo. En el Hombre de las Ratas, por ejemplo, encontra-
mos justamente el fantasma del tormento de las ratas en la que hay
un otro –que está en posición de padre– que encarna la figura de
un Otro gozador, cuyo goce es un goce sádico-anal. En este punto
opera la regresión –como señala Freud en “Inhibición, síntoma y
angustia”– desde la etapa genital a la etapa sádico-anal.
También encontramos esta versión sádico-anal del padre en el
fantasma Pegan a un niño, que Freud encuentra en la mayoría de

3 Lacan, J. Seminario XXII. RSI. Clase del 2 de enero de 1975. Inédito.


106 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

casos en mujeres obsesivas. Este padre que goza pegando es, nueva-
mente, una versión regresiva, sádico-anal, del goce del padre, cuyo
goce estaría orientado por el hijo como objeto de goce y no por una
mujer como causa de su deseo. Hay una desviación en la neurosis
obsesiva, que hace presente el padre imaginario, pero desviado de la
función que garantizaría al sujeto la salida del Edipo.
En el caso del Hombre de las Ratas Lacan estudia dos vías, la vía
del fantasma y la vía del mito. La desviación en el padre imaginario
se hace presente en ambas. En la vía del mito va a ubicar esa doble
traición del padre, por un lado, el padre que traiciona al amigo que
le presta la plata para pagar la deuda del regimiento, y por otro lado,
que traiciona su amor y su deseo por una mujer, ya que en lugar de
casarse con la mujer amada y deseada se casa con la mujer rica, de
modo que en la pareja padre/madre el padre no está causado por
una mujer sino por su plata, que es un equivalente del objeto anal.
Nuevamente ahí tenemos la versión regresiva en el mito del goce
del padre, causado por el dinero –objeto anal– y no por una mujer
–que no es exactamente un objeto, sino en todo caso es un objeto
causa –diría Lacan.
Es también la dimensión imaginaria del falo la que se hace pre-
sente en la neurosis obsesiva, por un lado en el fantasma, que es-
cenifica una versión regresiva del goce. En el fantasma de Pegan a
un niño, el látigo–como señala Lacan en el Seminario V– vendría a
encarnar el falo, aunque la versión del goce en juego es sádico-anal;
y por otro lado, podemos ubicar también otra dimensión del falo
imaginario en la dimensión fálica de la imagen narcisista en la neu-
rosis obsesiva, donde toda la lógica de la hazaña, de la proeza, todo
aquello que forma parte de la pantomima obsesiva, justamente va
a tener que ver con la mostración imaginaria del poderío fálico. De
modo que encontramos al falo imaginario en la neurosis obsesiva
tanto en la vía del fantasma como en la vía de la imagen narcisista.
En el caso de la neurosis obsesiva, donde se trata de la inhibi-
ción, de la nominación de lo imaginario, justamente lo que está en
juego ahí es el goce del Otro. Este goce del Otro sin barrar es el que
Inhibición, síntoma y angustia / 107

se va a poner en juego en el fantasma obsesivo, esa figuración del


goce del Otro sin barrar, del Otro que no existe, que es ese padre
gozador imaginario del obsesivo. El sujeto obsesivo que está con su
armadura imaginaria sostenido en la lógica del fantasma, donde se
trata de hacer consistir ese goce del Otro que no existe. En estos ca-
sos les propongo la intervención analítica orientada hacia la pertur-
bación de la defensa, como conmoción de ese amurallamiento del
obsesivo, apuntando a agujerear el caparazón. Se trata de perturbar
el imaginario del obsesivo, detenido en alguna imagen del goce del
Otro sin barrar.

V. El sínthoma

Hasta aquí hicimos un recorrido por las tres nominaciones de


R.S.I. en la perspectiva de la función paterna y la función fálica en
el nudo. En el tiempo que queda voy a hacer un breve recorrido
por algunas cuestiones de los Seminarios XXIII y XXIV, que dejaré
abiertas. Algunas de ellas seguramente serán retomadas en la próxi-
ma clase por Fabián Schejtman, que justamente va a traer algunas
cuestiones que él está trabajando en relación con la diversificación
del campo de la neurosis en el nudo. Entonces, algunas cuestiones
seguramente van a quedar abiertas, pero las vamos a retomar la
próxima a partir del planteo de Fabián.
En el pasaje del Seminario XXII al XXIII, sobre el final del XXII,
encontramos el planteo de las nominaciones como duplicación de lo
imaginario, de lo simbólico, y de lo real, que lleva a Lacan a pasar del
tres al seis: 1,2,3,4,5,6. Los tres registros: 1, 2, 3, y las duplicaciones
posibles de cada uno, que lleva al 4,5,6. Incluso el título para el semi-
nario siguiente era “ 4, 5 y 6”, que apuntaría a esas tres nominaciones
distintas: real, simbólica e imaginaria. Pero cuando empieza el Semi-
nario XXIII Lacan dice: “me quedé en el cuatro”, y entonces introduce
lo que va a llamar el sínthoma con h como el cuarto, de modo que
hay algo del planteo de R.S.I. que de alguna manera él deja caer en
108 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

el Seminario XXIII. Este cuarto término que es el sínthoma podría


responder a la misma lógica que Lacan proponía para el nudo borro-
meo en R.S.I., ya que están los tres sueltos y es un cuarto que viene a
anudarlos borromeanamente. Ese cuarto podría estar, o bien dupli-
cando el imaginario, o bien duplicando el real, o bien, duplicando
el simbólico. Sin embargo, cuando a lo largo del Seminario XXIII
Lacan va definiendo el sínthoma, no parece tener la idea de que ese
cuarto pueda consistir en una duplicación de cualquiera de los tres
registros. Ahí es donde algo del planteo de R.S.I. cae.
Lacan define al sínthoma como un cuarto término que ex-siste a los
otros tres, de modo que le da un valor de real, lo que no quiere decir
que sea una duplicación del registro de lo real. Su planteo en el Semi-
nario XXIII es que están los tres registros: imaginario, simbólico y real,
y este cuarto que es el sínthoma ex-siste a los otros tres, es real respecto
de los otros tres, tiene un valor de real, pero, a diferencia del registro
de lo real, Lacan va a plantear que el sínthoma mantiene un sentido.
A lo largo del seminario XXIII Lacan va a definir al registro de lo
real como fuera de sentido, como un registro en el cual no existe nin-
guna especie de sentido, sin embargo, va a proponer el sínthoma como
lo que mantiene un sentido en lo real. Entonces, no es el registro de lo
real en tanto tal, no es una duplicación de lo real, sino que es un real
que tiene una singularidad, y es que mantiene un sentido. Y ese real, a
la vez está producido por el inconciente, ex-siste al inconsciente
Por eso a lo largo de todo el seminario Lacan va a insistir en el
hecho de que hay un lazo especial entre el sínthoma y lo simbólico, si
bien el sínthoma tiene un valor real, tiene un lazo especial con el sím-
bolo. Con estos términos de sínthoma y símbolo podemos retomar
las dos funciones que veníamos estudiando en el nudo, la función del
padre y la función del falo.
En el Seminario XXIII Lacan va a definir este cuarto término que
anuda, que es el sínthoma, como el complejo de Edipo freudiano,
planteando en la primera clase: “El complejo de Edipo es como tal
un sínthoma, es en tanto que el Nombre del Padre es también el Padre
del Nombre que todo se sostiene, lo que no vuelve menos necesario el
Inhibición, síntoma y angustia / 109

sínthoma”4 –y ahí anuda estas dos dimensiones: padre nombrante y


Nombre del Padre. Estas dos dimensiones que en R.S.I. habían que-
dado separadas, que es la dimensión real del padre como nombrante
y la dimensión simbólica del padre como nombre, las dos quedan
subsumidas en el Seminario XXIII por la noción de sínthoma.

El sínthoma, en la medida que hace confluir estas dos dimensio-


nes del padre, condensa a su vez los tres tiempos del Edipo, de modo
que este cuarto articula esas tres dimensiones que en R.S.I. podían
quedar separadas. De modo que este cuarto va a poner en juego estas
dos funciones: la función del padre y la función del síntoma.
Entonces podemos ubicar justamente al padre como sínthoma
y al falo como símbolo. Esas dos dimensiones, del símbolo y del
sínthoma, que insisten a lo largo del Seminario XXIII, retoman estas
dos vertientes de la función paterna en el nudo.
Lacan en algún lugar va a decir que el único símbolo que hay es
el falo, que el falo es el único significante que realmente es un sím-
bolo, en ese sentido no es un significante similar a los otros. Es el
único significante que a la vez es un símbolo, es el único significante
que tiene esa raíz imaginaria que le permite ser a la vez un símbolo.
El falo es el símbolo por excelencia.

4 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII– El sínthoma. Ed. Paidós. Buenos Aires,


2006. Pág. 23.
5 Ibid.Pág. 21.
110 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan despliega a lo largo del seminario esta duplicidad entre


símbolo y sínthoma, que va a formalizar alrededor del discurso del
amo –el discurso del amo es también una formalización del Edipo
freudiano.

Va a plantear que en el discurso del amo está el S1, que represen-


ta al sujeto, y por otro lado va a estar el S2, que produce el objeto.
En el S2 Lacan va a ubicar la función de producción del objeto, que
se produce entre los significantes. Dice: “El S2 es la conjunción entre
dos significantes que lo que produce es un objeto”, agregando: “El S2 es
la duplicidad del símbolo y del sínthoma”6
¿Cuál es entonces el estatuto del sínthoma en el Seminario XXIII?
Es el complejo de Edipo, es real en la medida en que ex-siste a los
tres registros, que no se confunde con ninguno de los tres registros,
no es ni lo imaginario, ni lo simbólico, ni lo real. Por otro lado, va a
estar siempre íntimamente enlazado al símbolo; ese cuarto –que es el
sínthoma– va a tener siempre una relación especial con lo simbólico,
y en ese sentido podría decirse que de alguna manera el sínthoma del
Seminario XXIII retoma especialmente lo que a la altura de R.S.I. era
la nominación de lo simbólico, la retoma especialmente aunque no
solamente. No se puede hacer equivalente el sínthoma del Seminario
XXIII a la nominación de lo simbólico, ya que el sínthoma tiene un
carácter de real que incluye la función del padre como nombrante,
pero va a tener un lazo especial con el inconsciente.
Sobre el final de la primera clase del Seminario XXIII Lacan
define al lazo que tienen el sínthoma y lo simbólico como un falso
agujero, dibujándolo del siguiente modo:

6 Ibid. Pág. 24.


Inhibición, síntoma y angustia / 111

Es un falso agujero porque son dos cuerdas que están engancha-


das pero no anudadas, entonces se pueden separar. Y plantea que
la única manera de que realmente haya un verdadero agujero entre
sínthoma y simbólico es que intervenga un tercer término, que pue-
de ser una recta infinita, que va a intervenir como consistencia, que
los va a mantener unidos, y ahí es donde él va a ubicar la dimensión
del cuerpo. El cuerpo le va a dar consistencia al anudamiento entre
sínthoma y simbólico.

Estamos distinguiendo el sínthoma de las tres nominaciones de


R.S.I. Por un lado tiene cierto carácter de real que no tiene la nomi-
nación de lo simbólico en R.S.I., pero a la vez tiene un lazo particular
con lo simbólico. Ese lazo particular lo tiene con lo simbólico, no lo
tiene ni con lo imaginario, ni con lo real. Incluso Lacan propone dis-
tintas versiones del nudo en las que quedan por un lado imaginario y

7 Ibid. Pág. 24.


8 Ibid. Pág. 25.
112 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

real en los extremos de la cadena borromea, y en el medio el sínthoma


y lo simbólico, planteando que se pueden hacer distintos movimien-
tos, pero que siempre lo que se puede intercambiar son imaginario
y real, ya que el sínthoma tiene un lazo particular con lo simbólico.
Habría un enlace particular entre imaginario y real por un lado, y
entre sínthoma y simbólico por otro.

Para que este lazo singular entre sínthoma y símbolo se sostenga,


tiene que estar el cuerpo comprometido ahí. Para obtener un verda-
dero agujero es necesario una consistencia que los mantenga unidos,
y ahí entra el cuerpo.

VI. El amor al padre en el seminario XXIII

Veíamos cómo en R.S.I. Lacan ubica en lo más real del nudo,


que es la nominación de lo real, donde se va a poner en juego la
angustia, a la identificación primaria. Allí situamos la admisión sim-
bólica del Nombre del Padre, que no es posible sin el amor, de allí
la referencia al carácter canibalístico de esta identificación; por otra
parte está la definición del padre digno de amor y respeto que La-
can propone en el mismo seminario. Cuando el padre no es digno
de amor y respeto el resultado es la verwerfung, es la forclusión, allí
encontramos nuevamente la cuestión del amor al padre.

9 Ibid. Pág. 22.


Inhibición, síntoma y angustia / 113

A veces digo, para enojo de algunas, que no existe el amor a la


madre, que el amor es el amor al padre, ya que la madre en tanto tal es
necesaria. La madre, que es lo necesario, que es la Cosa, lo que genera
justamente es una modalidad de lazo que solamente se va a poder
trasmutar en amor vía el padre. Lo materno en tanto tal no da lugar al
amor, lo que da lugar al amor es la función del padre, como función
de la castración. El ser hablante sólo tiene noticia de la dimensión del
amor en relación con la función paterna. Por eso Lacan va a señalar,
por ejemplo en el Seminario XXI,10que cuando no está operando la
función paterna el sujeto queda por fuera de la dimensión amor.
Sobre el final del Seminario XXIII, Lacan va a hacer un juego de
palabras, refiriéndose al nudo borromeo como nudo bo, en francés
noeud bo, logrando así una homofonía con Mont Neubo, el Monte
Neubo, en el que Dios le entregó las tablas de la ley a Moisés: “La
pere-versión es la sanción del hecho de que Freud hace que todo se sos-
tenga en la función del padre, y el nudo bo es esto”. Y más abajo dice:
“El nudo bo no es más que la traducción de esto, que el amor que se pue-
de calificar de eterno se dirige al padre, en tanto que éste es el portador
de la castración” Y un poco más abajo dice: “Evocar al Monte Neubo,
donde como se dice fue dada la ley, esta ley no tiene nada que ver con las
leyes del mundo real, la ley de la que se trata en este caso es simplemente
la ley del amor, es decir la père-versión” 11. La père-versión es la ley del
amor, que es el amor al padre.

VII. El amor al padre en el seminario XXIV.

Así como en el Seminario XXIII Lacan pasa de esas tres posibi-


lidades del nudo que son las nominaciones imaginaria, simbólica

10 Lacan, J. SeminarioXXI. “Les non-dupes errent”. Inédito. Clase del 19 de


marzo de 1974.
11 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII. El sínthoma. Ed. Paidós. Buenos Aires,
2006. Pág. 148.
114 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

y real, al nudo de cuatro, al sínthoma, el pasaje que se produce del


Seminario XXIII al XXIV es que Lacan deja un poco de lado la cues-
tión de la cantidad de redondeles, y se centra en que esos redondeles
en lugar de ser cuerdas van a ser toros anudados.
En este seminario Lacan va a dirigir una crítica hacia la concep-
ción esférica de mundo propuesta por Freud, que va a encontrar,
por ejemplo, en el esquema del“El yo y el ello”. Lacan califica de de-
bilidad mental a esa concepción esférica del mundo que encuentra
en Freud, mientras que su planteo es que el mundo es tórico, ya que
la estructura del cuerpo es tórica, y el menor abordaje anatómico del
cuerpo muestra que se trata del toro. Para ello va a hacer referencia a
un corte posible de situar en el desarrollo embrionario, que figura al
cuerpo como un toro con dos agujeros, que son la boca y el ano.

12

En sus incursiones con los toros va a proponer una manera de


pensar la histeria, que de alguna manera continúa el planteo del
Seminario XXIII, en la vía de darle una lugar más fundamental a la
dimensión de lo simbólico, dentro del campo de las neurosis. En
este seminario Lacan va a decir directamente que Freud se dio cuen-
ta que la estructura neurótica era fundamentalmente histérica.
A medida que avanzamos en la enseñanza de Lacan del Seminario
XXII en adelante, podemos ubicar lo más estructural de la neurosis
obsesiva en la estructura histérica, de modo que las intervenciones
analíticas sobre las otras modalidades de neurosis pueden finalmente
llevar a la presentación histérica, a la histerización, a poner en primer

12 Lacan, J. Seminario XXIV. “L'ínsu que sait de l’une bévue c’est l’amour”. Inédi-
to. Clase del 14 de diciembre de 1976.
Inhibición, síntoma y angustia / 115

plano la nominación de lo simbólico y el trabajo del inconciente,


que es justamente la tarea analítica fundamental.
En el Seminario XXIV va a decir: “La histérica está sostenida en su
forma de garrote por una armadura, distinta de su conciente, que es su
amor por su padre”13. Para dar cuenta de la manera en que funciona
en la histeria el amor al padre parte de dos toros entrelazados, en-
ganchados cada uno en el agujero del otro.

Se opera un corte en uno de los toros y se lo da vuelta, por lo que


queda envolviendo al otro toro, el otro toro queda adentro.

Esta es la presentación de lo que sería el garrote histérico soste-


nido en la armadura del amor al padre, que es una transformación
de la figura anterior. De modo que este toro que envuelve al otro es
el amor al padre. En otros planteos posteriores hace la misma ope-
ración con tres toros, y hasta se puede hacer con más de tres, lo que
posibilitaría abordar estas cuestiones en relación con el nudo borro-
meo de cuatro. Se pueden juntar cuatro toros, anudarlos borromea-
namente, cortar uno de ellos y con ese envolver a los otros tres. Pero
acá lo que le interesa a Lacan no es tanto ubicar la diferencia en los
registros y demás, sino cómo el amor al padre envuelve todo.

13 Ibid. Clase del 14 de diciembre de 1976.


116 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Otra cuestión interesante en este seminario es que Lacan se de-


fine como un histérico perfecto, es decir, sin síntomas. Y dice: “La
diferencia entre la histérica y yo es ésta, es que la histérica está sostenida
en su forma de garrote por una armadura, distinta de su conciente, y que
es su amor por su padre”14. En cambio, respecto de su propia posición,
señala: “Yo, en suma, a fuerza de tener un inconsciente, lo unifico con
mi consciente”15. Así, propone que en la histérica el inconsciente y la
conciencia están diferenciados, ya que ella está sostenida en el amor
inconsciente al padre, que ella desde su conciencia no tiene noticia
del amor por el padre como armadura, mientras que él, en cambio,
no está sostenido en el amor por el padre, ya que unifica o unificó
–no sé si es algo que ya está conseguido, me parece que es algo que
hace todo el tiempo– consciente con inconsciente.
Hay entonces una alternativa a la posición histérica sostenida
en la armadura del amor al padre, que sería la histeria sin síntomas,
la histeria no neurótica, no sostenida en el amor al padre, posición
en la que el sujeto estaría todo el tiempo unificando consciente con
inconsciente. De modo que no se sostendría en la represión, que
sería lo propio de la posición neurótica según Freud.
Otra cuestión interesante es que aquí Lacan plantea que la ope-
ración analítica, que es una operación que prioriza el registro de
lo simbólico y el trabajo sobre el inconsciente, también produce
un envolvimiento de los otros registros por el registro simbólico:
“Supongamos los tres toros, lo real, lo imaginario y lo simbólico, ¿qué
vamos a ver al volver sobre sí mismo lo simbólico procediendo por un
corte?, vamos a ver una disposición completamente diferente del nudo
borromeo. Al volverlo, el toro de lo simbólico envuelve totalmente lo
imaginario y lo real, es en eso que el uso del corte en relación a lo simbó-
lico corre riesgo de provocar, al final de un psicoanálisis, una preferencia
dada en todo al inconciente”16.

14 Ibid. Clase del 14 de diciembre de 1976.


15 Ibid.
16 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 117

Por eso dice un poco más adelante: “Experimentar un psicoaná-


lisis marca un pasaje… el hecho de haber hecho un psicoanálisis no
podría ser vuelto a llevar al estado anterior, salvo al practicar otro corte
que sería equivalente a un contra psicoanálisis. Es precisamente por eso
que Freud insistía para que los psicoanalistas vuelvan a hacer lo que co-
rrientemente se llama una tajada, es decir, que hagan una segunda vez
el corte restaurando así el nudo borromeo en su forma original.”17
En la perspectiva que les propongo aquí hay dos cuestiones para
señalar de este planteo. Por un lado, Lacan señala una estructura
bastante similar entre la histeria, fundamento de la neurosis, soste-
nida en el amor al padre, y la operación analítica.
El envolvimiento impide el funcionamiento borromeo de la es-
tructura, ya que impide el soltamiento de los toros que quedan den-
tro. Pero si se lo vuelve a cortar y se vuelve a dar vuelta al simbólico,
se restablece el anudamiento borromeo.

17 Ibid.
118 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Entonces, por un lado ubica la estructura fundamental de la neu-


rosis envuelta por lo simbólico, por el inconciente, por el amor al
padre, y por otro lado, una suerte de duplicación de esta operación
en el análisis, en la medida en que el análisis corre el riesgo de darle
una preferencia en todo al inconciente y de producir este envolvi-
miento. Ahí es donde propone el contrapsicoanálisis, cuya referencia
es el planteo freudiano de “Análisis terminable e interminable” en
cuanto al análisis del analista, quien cada tanto tendría que volver
a analizarse. Es una versión distinta de la temporalidad del análisis
de la que él mismo proponía anteriormente, cuando situaba el final
del análisis como el fin de un recorrido, mientras que acá mas bien
plantea que cada tanto hay que deshacer esta operación de envolvi-
miento por lo simbólico.
Aquí queda abierta la cuestión de que quizá la operación ana-
lítica, que de alguna manera redobla la estructura histérica –en el
sentido de que tiende a envolver con el registro de lo simbólico, al
orientarse por el trabajo con el inconsciente y con la función pater-
na–, de alguna manera devolvería la estructura neurótica a su estado
fundamental, tanto en su presentación por el lado de la fobia, como
en su presentación por el lado de la neurosis obsesiva, ya que el
movimiento de la cura analítica conduce hacia la nominación de lo
simbólico, hacia la histerización de la neurosis.

Intervención: ¿Lacan después dice algo diferente respecto a la po-


sición de él respecto de la histérica?

Nieves: Es algo que dice al pasar, marcando claramente una di-


ferencia. Insiste en la diferencia entre el sujeto histérico y él en la
medida que el sujeto histérico está sostenido en el amor al padre,
que es algo distinto de su consciente, de modo que consciente e in-
consciente están bien diferenciados. Ahí está operando la represión,
en ese sentido es la estructura fundamental de la neurosis. Cuando
él habla de su propia histeria dice que es un histérico perfecto, sin
síntomas, y allí se refiere a la unificación entre consciente e incons-
Inhibición, síntoma y angustia / 119

ciente en la que él se sostendría. En lugar de sostenerse en el amor


al padre, se sostendría en una especie de análisis permanente, en un
proceso permanente de hacer consciente lo inconsciente –me parece
que retoma el planteo freudiano desde ahí.

Clase del 19 de junio de 2008

Apéndice

A continuación sigue la presentación realizada por Marcela Mas,


psicoanalista y médica, del desarrollo embrionario al que se refiere
Lacan en su primera clase del Seminario XXIV, al hacer referencia a
la estructura tórica del cuerpo.

Desarrollo embrionario

Las células del embrión de 7 días–blastómeras– componen una


esfera hueca denominada blastocisto. En uno de sus polos se distingue
un cúmulo de células denominada macizo celular interno. El sector de
dicho macizo relacionado con la cavidad del blastocisto, se diferen-
ciará dando lugar a una capa unicelular– endodermo– constituyendo
la primera hoja germinativa del embrión propiamente dicho.
120 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Durante la segunda semana, el embrión ya es bilaminar. Su hoja


dorsal recibe el nombre de ectodermo. Junto al endodermo confor-
man un disco de 0.25 mm. Este disco presenta dos estructuras: la
línea primitiva y la placa procordal. El embrión bilaminar se encuen-
tra ubicado entre la cavidad amniótica y el saco vitelino.

Durante la tercera semana de gestación se conforma el sistema


cardiovascular primitivo y se genera una tercera capa, mesodermo,
mediante un proceso denominado gastrulación. Dicho proceso se
produce entre el ectodermo y el endodermo. El proceso de gastru-
lación consiste en la invaginación de células del ectodermo que se
intercalaran entre el ectodermo y el endodermo, hacia las zonas la-
terales del disco. Este alejamiento de la línea media se denomina
divergencia, y es seguido por la elongación de esta nueva capa, para
finalmente converger en el extremo opuesto.
Inhibición, síntoma y angustia / 121

Es a partir de la cuarta semana que la anatomía del embrión


cambia, puesto que ha dejado de ser una estructura plana y se ha
convertido en un cuerpo cilíndrico hueco, merced a los plegamien-
tos que acontecen a lo largo y a lo ancho del embrión.

Este cambio en la conformación del embrión se debe también a


la evolución seguida por la cavidad amniótica, el saco vitelino y el
pedículo de fijación.
Tanto el pedículo de fijación como el conducto vitelino generan
el cordón umbilical primitivo.
122 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
VI. De nudos neuróticos 1

Nieves: Tengo el gusto de presentarles a Fabián Schejtman, a


quien ustedes conocen. Es psicoanalista, miembro de la EOL y la
AMP, titular de la Cátedra de Psicopatología II de la Facultad de
Psicología y docente del ICBA.
Quiero presentarlo con un sueño que tuve justamente anoche, y
que no es casual, ya que, como verán, en él se trata de una transferencia
de trabajo, que es la que hace que hoy esté Fabián aquí, y que dio lugar
también a lo que será el tema de mi seminario del año próximo.
En mi sueño Fabián y yo intercambiábamos textos entre su com-
putadora y la mía. Los textos iban y venían, hasta que algo, un
nudo, caía. Se trataba de una figura extraña, su parte superior era
un torso de mujer con cabellos largos, al estilo de los mascarones
de proa de los barcos vikingos, sólo que hueco por dentro, y hecho
de cintas que iban y venían de un lado a otro. Se continuaba hacia
abajo a través de una serie de figuras que podrían conformar las
distintas partes de un tótem, siempre por medio de cintas que se
anudaban. Yo decía “es un nudo imposible”.
De modo que le agradezco a Fabián tanto su presencia hoy aquí
como anoche en mi sueño, que dio lugar a la caída de este nudo
imposible de lo femenino, que me ha causado a proponerles trabajar
el año próximo sobre Nudos del amor.
Escuchemos ahora a Fabián.

1 Versión no corregida por Fabián Schejtman.


124 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I. Realismo nodal

Fabián Schejtman: Hoy me ocuparé de lo que efectivamente en


matemáticas se llama teoría de nudos. Hay tipos de síntomas, es de-
cir que por un lado hay lo que no hay, no hay relación sexual, pero
por otro, hay lo que hay, y Lacan dice entonces Hay una clínica y hay
tipos de síntomas, es decir, de nudos2.
En efecto, en la perspectiva de lo que es la clínica psicoanalítica,
ésta se soporta de la tesis de Lacan de que …hay tipos de síntomas, es
decir, de nudos. Como ven hay una equivalencia en la frase de Lacan
entre síntomas y nudos, y Lacan agrega para avanzar sobre el asunto:
Y el tipo de síntoma histérico no es el tipo de síntoma obsesivo3. Si segui-
mos esta perspectiva, hay un nudo de la histeria que no es el nudo
de la obsesión, de modo tal que eso no es una cuestión que podría
eventualmente modificarse. La idea de Lacan –me parece que ésta es
la perspectiva– es que en lo real hay tipos de síntomas. Y si queremos
ser mas drásticos, retomando la primera enseñanza de Lacan, el tipo
de síntoma neurótico –el nudo neurótico– no es el tipo de síntoma
psicótico, es decir, el nudo psicótico.
Si uno va, en efecto, a la teoría de nudos, encuentra las llamadas
tablas de nudos. En las tablas de nudos tienen ustedes clasificados,
hasta donde ello es posible para nosotros en la actualidad, lo que se
llaman nudos. Un nudo es una cosa muy sencilla, es una cuerda que
está unida en sus extremos.
En la tabla de nudos, el nudo más sencillo se llama trivial, es el
primero de los nudos, porque la tabla de nudos clasifica a los nudos
en función de los puntos de cruce, sus puntos de cruzamiento, y en
el nudo trivial no hay ningún punto de cruce.

2 Lacan, J. “Autocomentario”. En Uno por uno Nº 43. Eolia. Buenos Aires,


1996.
3 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 125

Luego tienen ustedes un posible nudo de un punto de cruce,


que sería como una especie de ocho:

El nudo trivial se escribe 0/1, cero indica que no hay ningún


punto de cruce, ningún lado donde una hebra pase por debajo o
por encima de otra. Uno, es que existe sólo un nudo trivial en lo
real, quiero decir que ustedes no pueden hacer existir otro nudo con
cero puntos de cruce que no sea éste. Puede haber presentaciones
distintas de este nudo trivial, es decir que yo puedo hacer esto, por
ejemplo:

Pero evidentemente este nudo es equivalente a éste. Quiero que


vean que el que yo acabo de hacer aquí también es equivalente al
126 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

nudo trivial, porque éste es en verdad un pseudo punto de cruce, si


ustedes hacen un seguimiento, por una deformación continua llegan
al nudo llamado trivial.
No hay tampoco nudos con dos puntos de cruce, ven aquí que el
punto de cruce uno y el punto de cruce dos son pseudo puntos, porque
si ustedes lo sacuden un poco así, enseguida vuelven al nudo trivial:

El segundo nudo que existe en la tabla de nudos es el nudo de


trébol, que tiene tres puntos de cruces. El nudo de trébol, en efecto,
sí es distinto al nudo trivial, no es una presentación otra del nudo
de cero punto de cruce, sino que a éste lo escribimos 3/1. En lo real
no existe otro nudo de tres puntos de cruce que no sea éste, ya que,
por ejemplo, este otro nudo, que es el que usamos para atarnos los
zapatos, si ustedes unen los extremos, se ve que hay tres puntos de
entrecruzamiento, pero estos dos nudos son equivalentes, sacudan
ustedes el nudo de atar los zapatos y se van a encontrar con el nudo
de trébol, son dos presentaciones del mismo nudo:
Inhibición, síntoma y angustia / 127

Lo mismo ocurre con el de cuatro puntos de cruce –que no voy


a dibujar.
Existen en lo real solamente dos nudos de cinco puntos de cruce.
Es interesante porque en el Seminario XXIII Lacan a uno de estos
dos nudos de cinco puntos de cruce lo llama “Nudo de Lacan”.
En la página 21 propone darle a ese nudo, que escribimos 5/2, su
nombre.

Existen –como les dije– en lo real solamente dos nudos con cin-
co puntos de cruce, éste llamado Nudo de Lacan y este otro, que
he llamado hace un tiempo “Nudo del Che”, el nudo del Che Gue-
vara, además. Como estamos cerca del aniversario número ochenta
del nacimiento de Ernesto Che Guevara, podemos hacerle nuestro
sencillo homenaje.

El nudo del Che se escribe en la teoría de nudos 5/1. Estos su-


bíndices 1 y 2 quieren decir que en lo real existen dos ejemplares,
y sólo dos nudos de cinco puntos de cruce. No es que uno puede
128 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

deformar uno y llegar al otro, en ese caso son distintas presentaciones


del mismo nudo –como les decía recién del nudo de trébol– estos
nudos son realmente distintos, y lo vamos a probar tomando como
base un invariante.
En la teoría de nudos los invariantes nos sirven justamente para
diferenciar nudos, por ejemplo, el número de puntos de cruces es
un invariante, pero es evidente que en este caso el número de puntos
de cruce no nos sirve como invariante para distinguir los dos nudos,
porque los dos nudos tienen cinco puntos de cruce. Podemos usar
un segundo invariante que se llama número de desencadenamiento
o número de desanudamiento, y consiste en lo siguiente: tomando
los puntos de cruce de un nudo, ¿cuántos puntos de cruce tengo que
modificar –y modificar quiere decir lo que Lacan en el Seminario
XXIII llama lapsus del nudo– para que un nudo devenga trivial, es
decir, para que un nudo se desate, se desanude, se desarme?
Si ustedes toman el nudo que llamé “Nudo del Che”, es bien
evidente que para que este nudo se desate no alcanza con cometer
un lapsus del nudo, uno solo. ¿Un lapsus del nudo qué sería? Su-
pongamos en el punto de cruce número dos, que yo allí cambié la
hebra que pasa por encima por aquella que pasa por debajo.

Si yo cambio el punto de cruce y escribo esto, ahí cometí un


lapsus, en este punto. Si yo hago eso, no hago que el nudo del Che
devenga nudo trivial, en realidad lo convierto en un nudo de trébol.
Yo podría reducir esto y escribirlo así:
Inhibición, síntoma y angustia / 129

Se ve que se redujo a tres puntos de cruce nada más, y con un


solo lapsus yo lo que consigo es que el nudo de cinco puntos de
cruce se convierta en un nudo de tres puntos de cruce. Es preciso
entonces introducir un segundo lapsus del nudo en cualquiera de
los tres puntos que restan para que efectivamente el “Nudo del Che”
devenga un nudo trivial, es decir, que el simple anillo se desanude.
Conclusión, el número de desanudamiento de 5/1 es dos, para que
el 5/1 devenga trivial es preciso introducir dos lapsus.

¿Qué ocurre con el “Nudo de Lacan”? Van a ver que en esto se com-
porta distinto al “Nudo del Che”, demostramos invariantes distintos
que son dos nudos diferentes. Ocurre que en el “Nudo de Lacan” los
cruces no son simétricos, en el “Nudo del Che” sí. En él cualquier
punto de cruce se comporta igual respecto de los otros cuatro. Si yo
tomo el punto de cruce número dos, éste tiene la misma relación con
los otros cuatro, que cualquiera de los otros cuatro con el resto. En
cambio, en el nudo de Lacan los puntos de cruce son disimétricos.
130 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Intervención ¿Si tuvieran el mismo número de desanudamiento


serían iguales?

Fabián: No necesariamente serían iguales porque hay que ir pro-


bando los distintos invariantes hasta que los demuestre distintos.
Por ejemplo, el número de puntos de cruce nos da igual, y no nos
alcanza eso para saber que son desiguales, pero en el caso del núme-
ro de desanudamiento, si allí nos da que efectivamente el número es
otro, allí tenemos dos nudos distintos.
El “Nudo del Che” es un nudo revolucionario. La idea de Lacan
de lo que es una revolución es que una revolución puede comenzar,
girar a 360° y volver al mismo lugar, de modo que tiene una idea un
poco devaluada de los efectos de una revolución. El “Nudo del Che”
es como una especie de ruleta, ustedes lo toman desde acá, lo hacen
girar así, y no importa en qué número cae, siempre lo van a tener de
la misma manera, es simétrico.
En el “Nudo de Lacan” –y no por nada Lacan le pone a ese su
nombre– hay una disimetría evidente que está presente, adquieren
una relación de equivalencia los puntos de cruce uno, dos y tres,
pero no ocurre lo mismo con el cuatro y con el cinco. Si ustedes
producen un lapsus en el punto de cruce número cuatro, tenemos
un trivial, es decir, se desata:

Con una sola modificación en este punto de cruce, ustedes des-


atan el “Nudo de Lacan” y lo vuelven un nudo trivial. Lo mismo ocu-
rre –vuelvo a la perspectiva anterior– si ustedes introducen un lapsus
Inhibición, síntoma y angustia / 131

en el punto de cruce número cinco, con un solo lapsus, con una sola
modificación, el nudo de Lacan deviene nudo trivial. Pero, y acá está
toda la cuestión, si el lapsus lo producen en el punto uno, dos, o tres,
el “Nudo de Lacan” no se desata, y deviene nudo de trébol, es decir,
reducimos de cinco puntos de cruce a tres puntos de cruce.
En el “Nudo del Che” es indiferente dónde introduzcan ustedes
esos dos lapsus, son necesarios dos lapsus para desatarlo. Pero en el
“Nudo de Lacan” no es indiferente dónde introduzcan ustedes el
lapsus del nudo, puesto que en dos lugares se desata con un solo
lapsus, y en los otros tres lugares se desata con dos lapsus.
Consecuencia de esto: el número de desanudamiento del “Nudo
de Lacan” es uno, porque el número de desanudamiento en teoría
de nudos se define como la menor cantidad de lapsus que hay que
introducir en un nudo para que el nudo se desate. Ustedes no pue-
den desatar el “Nudo del Che” más que introduciendo dos lapsus;
en el “Nudo de Lacan” con un solo lapsus alcanza para desatarlo,
según dónde ustedes introduzcan ese lapsus.
Lo que quiero señalar es lo siguiente: en lo real existen solamente
dos nudos de cinco puntos de cruce. No sólo que esto se ha demos-
trado –por teoremas que yo no voy a repetir acá, por cierto– que
estos dos nudos son distintos, sino que no puede haber, que hay
una imposibilidad en juego allí –es muy interesante porque ahí nos
cruzamos con el sueño de Nieves–, hay una imposibilidad en juego:
es imposible que exista un tercer nudo de cinco puntos de cruce,
hay solo dos, y esos dos son los que acabo de indicar. Hay mil y una
presentaciones de nudos con cinco puntos de cruces, pero cualquie-
ra de esas presentaciones por una deformación continua se reduce a
estos dos ejemplares que existen en lo real.
Les diría entonces que en la perspectiva de Lacan hay un realismo
nodal, porque tengo la idea con Lacan de que hay tipos de síntomas,
así como hay tipos de nudos. Esto quiere decir que no por nada
Freud habló –y Lacan lo retoma– de las tres grandes estructuras
neuróticas, hablo solamente de las neurosis porque están trabajando
las neurosis en este seminario, pero lean el libro de Nieves sobre las
132 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

psicosis y van a ver que podemos decir algo análogo respecto de las
psicosis. Hay tres estructuras neuróticas y solo tres.
En lo real hay tres nudos de seis puntos de cruce, hay siete nudos
de siete puntos de cruce, veintiún nudos de ocho puntos de cruce, y
hay treinta y seis nudos de nueve puntos de cruce. Y creo que los ma-
temáticos han cargado las computadoras para saber cuántos nudos
de catorce y quince puntos de cruce hay, porque todavía no se sabe.
Estoy señalando, entonces, que hay desde la primera enseñanza
de Lacan hasta el final una consideración que llamaría la tesis de la
estructura real en Lacan, sólo que esta estructura en la última parte
de su enseñanza está abordada en términos nodales.
Lo que soporta la diferencia entre neurosis y psicosis es un anu-
damiento distinto, un encadenamiento distinto, que con algunos
amigos hace un tiempo propusimos de esta manera: la cadena bo-
rromea no es lo mismo que la cadena no borromea, y esa es la di-
ferencia básica que soporta la distancia que Lacan establece en la
última parte de su enseñanza entre la neurosis y la psicosis.

II. Cadenas borromeas

Hoy me voy a dedicar especialmente a las neurosis, vamos a ha-


blar de cadenas borromeas, pero en principio podríamos decir que
hay una diferencia, que no es cuantitativa sino cualitativa: que una
cadena borromea es algo distinto en lo real que una cadena no bo-
rromea, vamos entonces a eso. No sé si hasta acá hay preguntas.

Intervención: Se habla de estructura neurótica y psicótica, ¿qué


pasa con la perversión a esta altura?

Fabián: Esa es una pregunta que me hizo Nieves cuando le en-


tregué una primera versión del prólogo a su libro sobre psicosis, yo
había puesto allí: “No es azaroso, no es contingente, es real que exis-
ten tres estructuras: neurosis, psicosis y perversión”. Por los comen-
Inhibición, síntoma y angustia / 133

tarios que me hizo Nieves y por cuestiones que estuve pensando, ya


que un prólogo no da para desarrollos muy extensos, le dije: una
cosa es el nudo neurótico y otra el nudo psicótico, efectivamente, ése
es un problema. Hay que ver, porque es cierto que Lacan entre los
Seminarios X y XVI, por poner una fecha que se puede sostener, aísla
una tercera estructura subjetiva que se llama perversión, indicando
que avenirse a funcionar como objeto del goce del Otro es algo da
una estructura radicalmente distinta; pero es cierto que en adelante
Lacan no parece retomar esta perspectiva en sus últimos seminarios,
e, incluso, está el juego de palabras que hace con el término père-
versión –versión hacia el padre–, que no la explica a la perversión
como estructura subjetiva sino que la va a hacer un equivalente de lo
que él llama sinthome. Porque el sinthome no es otra cosa –lo defino
muy rápidamente– que una cuerda que en Lacan viene justamente
a reparar el lapsus del anudamiento.
Recuerdan ustedes que recién hablábamos de cómo un nudo se
desata. Bueno, pero luego lo que se desata suele ser reparado, y la
idea de Lacan en el Seminario XXIII no es otra que definir como
sinthome a las reparaciones que se producen en los puntos en donde
el nudo falla. Y define a la perversión en ese seminario, no de otra
manera que como lo que impide que los tres registros se vayan cada
uno por su lado, que es otro modo de abordar lo que vamos a traba-
jar hoy en relación con lo que Lacan llama Los Nombres del Padre
freudianos: inhibición, síntoma y angustia, como pasibles cada uno
de ellos de tener una función de sinthome, o si ustedes quieren, de
tener una función perversa en este sentido.
Está el asunto de considerar cómo se retoma en la última ense-
ñanza de Lacan la cuestión de la estructura perversa, a mí me parece
que lo que él llama perversión excede la propuesta que ya había hecho
entre los Seminarios X y XVI de aislar una tercera estructura subjetiva.
Creo que es un problema serio que habría que tomarse el tiempo para
desarrollarlo, quizás podemos retomarlo al final del trabajo de hoy.
En cualquier caso, si la clínica psicoanalítica no es la experiencia
del psicoanálisis –porque la clínica supone un redoblamiento concep-
134 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

tual de la experiencia–, puede ser abordada desde dos perspectivas: la


de las construcciones nosológicas, y la de las modificaciones que en el
ser hablante introduce la interpretación psicoanalítica –es decir, lo que
usualmente llamamos intervenciones en la dirección de la cura. Esas
dos perspectivas pueden formalizarse si y solo si partimos de la base de
que hay un real que es accesible a esa formalización –no totalmente, ya
que sabemos que hay algo justamente que nos permite definir a lo real
como lo que introduce un impasse respecto de la formalización, pero
que lo real se ponga en cruz e impida que nosotros matematicemos
todo no exime al analista de la invitación lacaniana a que dé razones de
lo que hace, esto es, a intentar formalizar, hasta donde ello sea posible,
lo real que se le presenta en la experiencia. Hay una relación que me
gusta establecer entre lo real que está en juego en los tipos clínicos –y
no solamente en los tipos clínicos, sino en las modificaciones que el
análisis produce– y cómo formalizamos ese real de la experiencia.
Es preciso a un caso volverlo caso clínico, ya que un caso no es
caso clínico de suyo. El caso se vuelve caso clínico cuando el psicoana-
lista se vuelve clínico él mismo, cuando eventualmente conceptualiza
el caso hasta donde ello es posible. Por eso les digo que a veces uno de-
searía poder llegar al rigor de las psicosis, sin el condimento de la can-
tidad de fenómenos elementales que generalmente la acompañan.
Quisiera trabajar con ustedes, en la perspectiva clínica que les
estoy proponiendo, la tríada freudiana de la inhibición, el síntoma
y la angustia, para plantear que el abordaje que hacemos de la expe-
riencia está sin duda condicionado por la formalización con que la
abordamos, ya que no podemos abordar la experiencia por ósmosis,
de modo que cuando abordamos la experiencia la estamos categori-
zando. El modo en que abordemos nuestra experiencia nos amplía o
reduce sus límites. No va de suyo que en la experiencia encontremos
lo que los anteojos formales que voy a propones ahora nos permiten
visualizar en nuestra experiencia.
Voy a tomar el inicio y el final del Seminario XXII de Lacan, y lo
que construyamos respecto de este final no puede ser pensado sin el
modo con el que Lacan inicialmente plantea lo que podríamos lla-
Inhibición, síntoma y angustia / 135

mar el nudo neurótico. Al comienzo del seminario Lacan comienza


a trabajar la posibilidad de que sus tres registros se anuden de modo
borromeo, de modo que lo real, lo simbólico y lo imaginario se
anudan sin pasar ninguno de ellos por el agujero del otro, es decir,
sin ningún orden de interpenetración.

Además escribe vida en relación con lo real, muerte en relación


con lo simbólico, y cuerpo en relación con lo imaginario, localizan-
do allí la tríada freudiana de la inhibición, del síntoma y la angus-
tia, como inyecciones, avances, de un registro sobre otro. Entonces
ubica allí al síntoma como un efecto de lo simbólico en lo real; a la
angustia como eso que eventualmente se siente en el cuerpo por la
intromisión de lo real allí; y a la inhibición como un efecto de de-
tención de lo simbólico por una inmiscución de lo imaginario.
No necesariamente se trata aquí de la apertura de los registros,
Lacan más bien trabaja con superficies que se responden, son su-
perficies que están anudadas de modo borromeo. Ya que la relación
borromea no se plantea únicamente en términos de cuerdas, por
ejemplo, el jueguito de “Piedra, papel o tijera” supone una relación
borromea. Acá por ejemplo tenemos lo real por encima de lo simbó-
lico, y lo simbólico por encima de lo imaginario, pero lo imaginario
está, a su vez, por encima de lo real. La piedra que le gana a la tijera,
la tijera que le gana al papel, pero el papel le gana a la piedra. Una
caja A, que contenga la caja B, que contenga a su vez a la caja C,
136 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

pero sucede que A está dentro de C. O, River le gana a Boca, Boca


a San Lorenzo, pero San Lorenzo le gana a River.
La relación borromea se puede establecer no sólo en el nivel de
las cuerdas, Lacan trabaja allí superficies que se responden, entonces
ubica el inconciente respondiendo a lo real del síntoma, al falo res-
pecto de la angustia, y no indica allí qué es lo que viene a responder
de la inhibición –no por lo menos en la primera clase del Seminario
XXII. Sí en el nudo que precede a esta clase, que es su antecedente
más próximo, el nudo que presenta en “La tercera”4, en donde ubica
lo que Freud llamó el preconciente y la representación.

III. El cuarto eslabón

Quiero ir al modo como Lacan retoma la localización de la tría-


da freudiana del síntoma, la inhibición y la angustia en la última
clase de su seminario, y luego hacer dos consideraciones. Ocurre
que entre esta presentación del nudo que está en la primera clase del
Seminario XXII y la última clase, Lacan ha puesto en cuestión que
podamos siquiera proponer la posibilidad de una cadena borromea
de tres eslabones. Lacan comienza por indicar que en Freud esos tres
registros, lo real, lo simbólico y lo imaginario, no se enlazan por sí
mismo sino que están sueltos, y que Freud necesitó –esto a la mitad
del seminario más o menos– de una cuarta cuerda, de un cuarto
eslabón, de una cuarta consistencia.
Si Lacan propuso –primera clase de R.S.I., Seminario XXII– que
los tres registros están enlazados de modo borromeo, él propone un
poco más adelante que a Freud no le alcanzó el lazo borromeo míni-
mo –es decir, el lazo borromeo de tres eslabones–, sino que precisó
de un cuarto eslabón que según Lacan lo llamó Nombre del Padre,
Complejo de Edipo, o realidad psíquica. El Nombre del Padre se

4 Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2. Ed. Manantial. Buenos


Aires, 1988. Pág. 104
Inhibición, síntoma y angustia / 137

lo atribuye a Freud, ustedes vayan a la obra de Freud y no lo van a


encontrar por ningún lado, pero sí ciertamente habló de realidad
psíquica, y sin duda, del Complejo de Edipo.
En Freud los tres registros estaban sueltos –después vamos a con-
siderar cómo tenemos que ubicar los cruces para que no se suelten–,
la idea de Lacan es que en Freud encuentran ustedes un cuarto esla-
bón –Complejo de Edipo, realidad psíquica, o Nombre del Padre–
que enlaza esos tres. Viene a proponer incluso que un psicoanálisis
llevaría a alguien a poder prescindir de este cuarto eslabón, de modo
tal que los tres registros podrían en esta perspectiva en el analizado,
enlazarse sin esa cuarta consistencia que es el Nombre del Padre.
En este punto critica fuertemente a Freud, refiriéndose a la boludez
religiosa de Freud, quien no pudo prescindir del padre, a diferencia
de algunos lacanianos como Platón y Tolstoi. Pero señala que Freud
no era lacaniano, ya que no pudo prescindir del padre.
Pero sí podemos acompañar a alguien, y ese alguien es un neu-
rótico, a despojarse de ese cuarto nudo en más, de volverlo prescin-
dible, para llegar a la propuesta de Lacan de que los tres registros
se aten sin el auxilio del Nombre del Padre, de modo tal que el fin
de análisis lacaniano, a cierta altura del Seminario XXII, lleva a un
analizante freudiano, cuaternario –no porque sea un hombre de las
cavernas–, a volverse un analizado que prescinde del padre, y al que
podemos llamar lacaniano en un sentido fuerte, en el sentido en el
que Lacan –y habría que ver por qué– indica que Tolstoi y Platón sí
eran lacanianos y Freud no.
Hacia la mitad del Seminario XXII Lacan critica a Freud por no
prescindir del padre, y sigue promoviendo la idea de un nudo borro-
meo de tres eslabones. Si ustedes siguen el desarrollo del seminario
se van a encontrar con que Lacan se vuelve cada vez más freudiano,
llegando a proponer que el cuarto –que Freud llamó, según Lacan,
Nombre del Padre, realidad psíquica, o Complejo de Edipo– es ne-
cesario, irreductible, básicamente porque si ustedes no introducen
un cuarto eslabón en una cadena, en una cadena triádica, los tres
son indistinguibles y homogéneos.
138 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Para decirlo rápidamente, la cadena –es una cadena porque con-


siste en tres nudos triviales– supone más de un eslabón, más de un
nudo, y la cadena borromea de tres eslabones es simétrica, es decir,
tiene la misma simetría que encontrábamos antes, por ejemplo, en
el “Nudo del Che”, o, si a R.S.I. no los pintamos de colores diferen-
tes, los tres registros son homogéneos o indistinguibles.

Si ustedes introducen un cuarto eslabón, como acabo de dibujar,


se produce una disimetría: este cuarto eslabón, que es el Complejo
de Edipo, o la realidad psíquica, o el Nombre del Padre, se cruza con
el registro de lo simbólico cuatro veces, y con los otros dos registros
sólo dos veces. De modo tal que ustedes, aún sin introducir ninguna
letra, pueden señalar que este registro viene a ser disimétrico respec-
to de estos otros dos. Señalo que la cadena de cuatro introduce una
disimetría respecto del borromeo de tres eslabones.
Lacan va a proponer en la última clase del Seminario XXII, que
esa función de anudamiento, que en última instancia ven ustedes no
es otra que la función del padre –según Lacan encuentra en Freud–,
y que no llama tanto a esta altura Nombre del Padre, sino Padre del
Nombre, no es tanto el significante del Nombre del Padre sino más
bien el padre como nombrante, es la función de la nominación.
Lacan propone entonces que esta función no necesariamente puede
cumplirse con elementos de lo simbólico, sino que puede cumplirse
esta función de anudamiento, de cuarto, con elementos de lo real, o
con elementos de lo imaginario.
Inhibición, síntoma y angustia / 139

Y el seminario va a concluir planteando que estos tres registros


pueden estar anudados, ya sea por una nominación simbólica a la
que llama síntoma, por una nominación imaginaria a la que llama
inhibición, o por una nominación real a la que llama angustia. Sin
entrar en las consideraciones de lo que sería una angustia que anu-
de, cosa que ya tiene que por lo menos plantearnos alguna inquie-
tud, lo que yo quiero proponerles aquí es que si nos atenemos a la
formalización que está presente en la cadena borromea de cuatro
eslabones, eso nos da entonces no tres, sino seis posibilidades, que
eventualmente podemos o no corroborar en la experiencia, posibili-
dades que existen en lo real.
Vamos a ir a esas seis posibilidades. Dos formas del síntoma, dos
formas de la inhibición, y dos formas de la angustia.

Si partimos de una cadena borromea de tres eslabones, ven que


lo real está pasando por encima de lo simbólico, que lo simbólico a
su vez pasa por encima de lo imaginario. Para que el nudo se vuelva
no borromeo, el que está debajo del otro tiene que pasar por arriba,
de modo que se sueltan los tres registros. Para volverlo borromeo
tenemos que introducir dos contralapsus. Podemos ver en qué pun-
tos se han producido los lapsus, ya que en esos puntos es donde
tenemos que introducir un contralapsus. Para volver borromea esta
cadena tenemos que hacer pasar el imaginario por encima de lo real.
140 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Con esto queda bastante claro que para que tres registros se suelten,
si es que están anudados de modo borromeo, no alcanza con intro-
ducir un solo lapsus.
Lo que tiene de interesante lo que les estoy tratando de proponer,
es que hay al menos dos formas para pensar el desencadenamiento.
Se puede pensar el desencadenamiento por corte de un registro, yo
corto lo simbólico y se sueltan lo real y lo imaginario. En el Seminario
XXI, que se llama Los no incautos yerran, o, Los Nombres del Padre,
Lacan propone que la locura es que, si ustedes cortan un registro, se
suelten todos los demás, y él está pensando el desencadenamiento de
la locura –todavía no vimos ni neurosis ni psicosis, digo locura, como
dice Lacan ahí– por corte de un registro.. Incluso, llega a proponer a
la neurosis, no a partir de la cadena borromea, ya que dice: “Los neu-
róticos son irreventables”5, entonces propone lo que se llama un nudo
olímpico –con el que no me voy a meter hoy pero ustedes lo cono-
cen, está en la bandera de las olimpíadas, en el cual los redondeles
están unidos por interpenetración, de modo tal que si ustedes cortan
uno, quizás dos siguen enganchados. Y dice que los neuróticos son
irreventables, son los que en la guerra han actuado mejor, les puede
explotar una dimensión, sin embargo, las otras dos siguen juntas. No
es el modo con el que va a volver a abordar la neurosis luego –en los
Seminarios XXII y XXIII. Pero a esta altura dice que no se ponen locos
porque están anudados de modo no borromeo, porque en el caso del
borromeo si ustedes cortan un registro se sueltan los otros dos.
Y Lacan termina por proponer otro orden de desencadenamien-
to que no se sigue de que un registro se corte. En el Seminario XXIII
propone lo que llama lapsus del nudo, y éste me valí antes para in-
troducir la noción de número de desanudamiento, que no es que un
registro se corte –ahí el desencadenamiento no pasa por si se corta
un registro– sino por modificar algún punto de cruce. Si ustedes en
la cadena borromea introducen una sola modificación, un solo lap-

5 Lacan, J. Seminario XXI. Los no-incautos yerran, o los nombres del padre. Inédi-
to. Clase del 11 de diciembre de 1973.
Inhibición, síntoma y angustia / 141

sus del nudo, lo que les da por resultado es que dos registros quedan
interpenetrados y un registro se suelta.
Si introducimos un solo lapsus, por ejemplo, entre real y simbó-
lico, el resultado es que lo real y lo simbólico quedaron interpene-
trados y lo imaginario se suelta.

En el Seminario XXIII Lacan utiliza esta cadena, fallada, para


explicar algunas cuestiones que pueden extraerse de algunas situa-
ciones que Joyce comenta sobre su vida en su juventud. Luego de
determinada paliza, entiende que su cuerpo se cae como la cáscara
de una fruta madura. Tenemos allí un imaginario que se suelta, y
lo real y lo simbólico quedan interpenetrados, por haber cometi-
do uno y un solo lapsus, entre simbólico e imaginario. En su libro
Nieves propone que las esquizofrenias habría que pensarlas en esta
perspectiva, un lapsus que deja a lo imaginario suelto, y a lo real y a
lo simbólico interpenetrados.
Pero el lapsus podría no haberse producido entre real y simbóli-
co, el lapsus podría haber dejado interpenetrados por ejemplo, ima-
ginario y simbólico.
142 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En el libro de Nieves encontrarán, apoyada en una perspectiva


que introduce Lacan en una presentación de enfermos, que la para-
frenia puede pensarse eventualmente como una suelta de lo real, y
lo simbólico y lo imaginario quedan interpenetrados.
Finalmente, para ser exhaustivo con todas las posibilidades que
en lo real entrega la estructura, hay una tercera posibilidad. Vaya-
mos nuevamente al borromeo inicial y lo que queda interpenetra-
do es real e imaginario, y el simbólico se suelta. Se ve que los dos
registros que quedan interpenetrados son aquellos en los que yo
introduzco el lapsus.
Inhibición, síntoma y angustia / 143

Nieves propone en su libro que podemos pensar la melancolía,


y eventualmente la manía, en relación con esta suelta del registro de
lo simbólico y la interpenetración de real e imaginario.
Prueben en sus casas, hagan un nudo borromeo e introduzcan
lapsus en los seis puntos que existen en ese nudo, van a ver que no
hay mas que esto, en todos los casos psicosis. Quiero decir, en todos
los casos, dos registros interpenetrados y uno que se suelta.
Para que se suelten los tres registros, es necesario producir dos
lapsus del nudo. Supongan ustedes que yo introduzco un lapsus
aquí, uno solo, eso me da Joyce desencadenado, pero si introduzco
dos lapsus, es decir, un segundo lapsus acá, esto me da los tres re-
gistros sueltos.

Si ustedes producen dos lapsus –y acá está la cuestión porque se


introduce una dificultad– hay dos posibilidades: si los introducen
en los mismos puntos de cruce, es decir, en los dos puntos donde se
cruzan los dos mismos registros –acá se cruza real y simbólico, y acá
también real y simbólico–, es solamente allí que los tres registros se
sueltan. Yo los llamo lapsus intermitentes, porque si ustedes vienen
de acá, por ejemplo, producen el lapsus aquí sí, aquí no, aquí sí, y
hacen lapsus intermitentes entre los dos mismos registros, tienen
ustedes allí la suelta de los tres. Tomen ustedes análogamente cual-
144 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

quiera de los otros tres registros, y van a ver suceder lo mismo.

La otra posibilidad es que introduzcamos lapsus que no sean in-


termitentes, lo que nos da como resultado es una cadena de tres en
línea –a veces se la llama así–, a mi gusto da cuenta de otras formas
de psicosis, sin que necesariamente un registro se suelte, pero tienen
ustedes allí la interpenetración por base, independientemente de
cuál sea el registro que vaya en el medio, eso puede ir modificándose
según donde ustedes introduzcan el lapsus.
Inhibición, síntoma y angustia / 145

Exahución de las posibilidades de la estructura, eso es lo que es-


tamos haciendo. Quizás la experiencia no da cuenta de todas las po-
sibilidades que estamos viendo aquí, en el nivel de lo que yo llamo
la estructura real, pero no vamos a encontrar más que esas. Estoy
diciendo por ejemplo que no hay sino tres posibilidades respecto
de la psicosis, con un solo lapsus, y es que un registro se suelte y los
otros dos queden anudados.
Con Lacan podemos pensar formalmente dos modos de abordar
lo que llamamos desencadenamiento: o cortando un registro, o por
lapsus del nudo. Si es por corte de un registro, se ve muy bien que
las posibilidades son mucho menores, porque o cortamos lo real, lo
simbólico, o lo imaginario, y además, los tres quedan sueltos. Si us-
tedes introducen la perspectiva del lapsus, que me parece más rica,
les da un abanico mayor de posibilidades que nos permite avanzar
mejor posicionados sobre cuestiones que están en la experiencia.

Estos tres están sueltos porque cometí dos lapsus del nudo. Lo
que hice fue que en lugar de que lo simbólico pase por debajo de
lo real, lo hice pasar en dos lugares por encima de lo real. Vamos a
colocar lo que Lacan llama sinthome, es decir, algo que viene a re-
mediar, a reparar, a compensar el hecho de que los tres registros aquí
van cada uno por su lado. Lo vamos a pasar por encima del que está
arriba, y por debajo del que está abajo.
146 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Siempre ustedes van tejiendo, porque lo que tenemos que lograr


es un anudamiento borromeo, y para ello el cuarto no puede pasar
por el agujero de los otros, tiene que ir por arriba, por abajo, por
arriba, por abajo. Ustedes pueden entender bien por qué Lacan in-
troduce estos sinthome-oreja (son sinthome-oreja porque con un solo
nudo ustedes pueden reparar dos lapsus). Podríamos haber hecho
una reparación aquí y otra aquí, pero si hacemos eso el nudo ya no
es borromeo, la cadena ya no es borromea, porque se suelta una de
esas reparaciones y la otra lo mantiene todavía encadenado.
Inhibición, síntoma y angustia / 147

IV. Inhibición, síntoma y angustia.

Para que la cadena se mantenga borromea tenemos que intro-


ducir aquí un eslabón que venga a reparar ambos lapsus del nudo.
Este eslabón que acabo de escribir aquí, Lacan lo llama síntoma, y lo
llama así porque está redoblando el registro de lo simbólico.
Y hay otra posibilidad para el síntoma, que redoble también lo
simbólico, y es que el lapsus se cometa no entre real y simbólico,
sino entre simbólico e imaginario. Recuerden ustedes que yo puedo,
para soltar los tres producir dos lapsus intermitentes, pero en diver-
sos lugares, si los ubico acá el posicionamiento del síntoma es éste,
redoblando el registro de lo simbólico. La otra posibilidad es que
los lapsus se cometan entre simbólico e imaginario, y entonces, el
cuarto nudo sintomático va a venir a estar posicionado aquí.

Estas son las dos posibilidades para el síntoma, para la nomina-


ción simbólica, que permite que los tres registros no se vayan cada
uno por su lado. En la primera tienen a lo simbólico, al síntoma, y
(como el lapsus se produjo entre simbólico y real) el síntoma media
entre simbólico y real.
En la otra versión, el síntoma media entre simbólico e imagi-
nario, entonces lo que tienen es simbólico, síntoma, imaginario,
real. Lo que cambia allí es con qué registro el síntoma enlaza a lo
148 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

simbólico. En el primer caso lo enlaza con lo real, el síntoma vino a


remediar el lapsus del nudo producido entre real y simbólico.
En el segundo caso, el síntoma está enlazando a lo simbólico con
lo imaginario, y lo que tenemos allí entonces es un síntoma que vie-
ne a reparar el punto de falla, de fracaso del nudo, producido entre
imaginario y simbólico.
Estoy diciendo que la nominación simbólica, que Lacan llama
síntoma, tiene estas dos posibilidades formales.
Ven ustedes que correlativamente podríamos hacer lo mismo
con la inhibición, y lo mismo con la angustia.
La inhibición para Lacan es algo que viene a posicionarse re-
doblando el registro de lo imaginario, pero puede ser que sea una
inhibición que ponga en relación a lo imaginario con lo simbólico,
o a lo imaginario con lo real.

Por último, tendríamos la nominación real que es la angustia. Hay


dos formas de la angustia, una que pone en relación lo real con lo
imaginario, y otra que pone en relación a lo real con lo simbólico.
Inhibición, síntoma y angustia / 149

Estoy tratando de demostrar que formalmente no hay más po-


sibilidades que éstas. Estamos haciendo una exhaución de las posi-
bilidades que nos da la cadena borromea de cuatro para situar fallas
en lapsus intermitentes, y modos de reencadenamiento, y no da más
que estas seis.
Les propongo entonces lo siguiente: lo que Lacan llama el sínto-
ma-metáfora, es decir, el síntoma como un mensaje dirigido al Otro
en su primera enseñanza corresponde a un síntoma, siempre y cuando
ese síntoma tenga el carácter de sinthome, es decir, cuando funcione
anudando los tres registros, y es posible que eso no ocurra. Estamos
hablando de inhibiciones, síntomas, y angustia en tanto que vengan
a funcionar como cuarto que anuda los tres registros, pero quizás po-
damos encontrar síntomas, inhibiciones y angustias que no tengan
esa función. Entonces, lo que les propongo es lo siguiente, que lo que
Lacan llamo síntoma-metáfora en su primer enseñanza, es cuando
este síntoma tiene función de sinthome, cuyo paradigma es el síntoma
fóbico de Juanito, que para Lacan es una metáfora, –si no lean el
Seminario IV, donde se refiere a la metáfora fóbica6. Tiene función
de sinthome, incluso de suplencia del padre, habría que ver cómo se
juega, y respecto de qué padre, pero no lo haremos hoy.

6 Lacan, J. El seminario. Libro IV. La Relación de objeto. Ed. Paidós. Buenos


Aires, 1994. Pág. 402.
150 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En principio propongo que este síntoma metafórico viene a poner


en relación lo simbólico con lo imaginario, es decir que consideramos
allí los efectos de sentido del síntoma. Y hay que distinguirlo de ese
síntoma que concibe Lacan más al final de su enseñanza, abordándo-
lo, ya no como una metáfora, sino como una letra de goce, que puede
eventualmente tener función de sinthome. Muchas veces se confunde
el sinthome con la vertiente real del síntoma de Lacan, ven ustedes
que en la perspectiva que les propongo no se confunden ambas co-
sas. Porque el sinthome puede ser un síntoma-metáfora, o puede ser
un síntoma letra de goce, un síntoma real. Y tanto un síntoma-letra
como un síntoma-metáfora pueden tener función de sinthome, es
decir, estar anudando, estabilizando la estructura. Me parece que el
síntoma-letra puede ubicarse entre real y simbólico, mientras que el
síntoma-metáfora se ubica entre simbólico e imaginario.
Con la angustia y la inhibición quizás nos encontramos más
complicados, pero me parece que pueden pensarse desde la perspec-
tiva siguiente: podría diferenciarse eventualmente una angustia-letra
de una angustia-cuerpo –la llamaría así. Porque vean ustedes que en
el nivel de la angustia, la angustia puede ubicarse entre imaginario
y real, o, entre simbólico y real. Del lado de la angustia-letra hay un
simbólico que se realiza, mientras que del lado de la angustia-cuerpo
hay un imaginario que se realiza.
En el sueño de la inyección de Irma, donde Freud se encuentra
con esa garganta –no sé si recuerdan ustedes la lectura que hizo Lacan
de ese sueño en el Seminario II7–, tengo la impresión que se ubica
más en relación con este imaginario realizado –imagen angustiante,
dice Lacan, y efectivamente, hay una figuración en juego. Quiero
decir que hay angustias que pueden ligarse quizás con algún orden
de figuración, y otras angustias que no tienen ese recurso imaginario,
que quedan más localizadas en relación con lo que estoy ubicando
acá como una angustia que se produce entre real y simbólico.

7 Lacan, J. El seminario. Libro II. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psi-


coanalítica. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1983. Caps. XIII y XIV.
Inhibición, síntoma y angustia / 151

Finalmente, del lado de la inhibición tendríamos también dos po-


sibilidades. Una inhibición ubicable entre simbólico e imaginario, y
otra entre real e imaginario. Un simbólico que se imaginariza o un
real que se imaginariza. Esta posibilidad que da el juego entre registros
está dada por Lacan desde muy temprano, vayan a la conferencia que
se llama “Lo simbólico, lo imaginario y lo real” del año ‘538 y van a
encontrar a Lacan planteando estas perspectivas: simbolizar lo real,
imaginarizar lo simbólico, realizar lo real, y demás. Está allí como un
tesoro todavía por ser descubierto, hay que ir y tomarlo, nada más.
Para terminar, me interesa señalar que sólo podemos hacer estas
disquisiciones a partir de la escritura del nudo, de la puesta en plano del
nudo, que implica poner el nudo, o la cadena, en el pizarrón. ¿Por qué?
Si tengo los tres registros sueltos, ustedes pueden decirme dónde se
produjeron los lapsus porque yo hice un aplanamiento de ellos y quedó
claro cuál estaba en el medio, cuál estaba arriba y cuál estaba debajo.

Hemos podido saber dónde se produjo el lapsus por un recurso


imaginario, que es detener –hasta cierto punto– el desatado de la
cadena borromea. Si la dejamos a sus anchas, más bien terminan
sueltos de esta manera:

8 Lacan, J. “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, conferencia inédita.


152 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lo que quiero decir es que sólo podemos situar dónde se pro-


dujo el lapsus, en verdad, por un movimiento retroactivo que va
del sinthome al lapsus. Podemos saber del lugar donde se produjo el
lapsus retroactivamente a partir de la reparación.
Cuando pongo un registro debajo del otro, ya estoy suponiendo
en realidad el sinthome, no lo escribí todavía, pero sé que el sinthome
va allí. Vamos siempre del sinthome a la reparación, del sinthome al
lapsus. Sólo por el lugar donde está situado el corcho podemos saber
dónde está el agujero de la botella, por decirlo así.

Intervención: Me gustaría algún ejemplo, de la inhibición, del


simbólico que se imaginariza, o del real que se imaginariza…

Fabián: Por un minuto hagamos el esfuerzo de plantear las cues-


tiones en principio formalmente. Porque el camino que conocemos
es el siguiente: tenemos el caso y lo pensamos. Les estoy proponiendo
que hagamos la exhaución de las posibilidades que nos da el nudo, y
después sí volver a la experiencia, a ver si eso permite o no hacer cosas
que, quizás, antes no podían aprehenderse.
Ustedes no van desnudos, inermes, a encontrarse con la experiencia,
van con determinadas categorías. Entonces, detengámonos, no vaya-
mos tan rápido a buscar ejemplos clínicos, tratemos de meternos en la
perspectiva formal, cosa que nos cuesta, por eso les decía antes que de
vez en cuando tengo ganas de ser psicótico, para meterme esa rigurosi-
Inhibición, síntoma y angustia / 153

da y llevarla al extremo. Va a ser muy difícil, enseguida queremos tocar


la cosa, ¿no?, pero démonos un tiempo, no vayamos tan rápidamente a
buscar el ejemplo clínico, tratemos de captar cuál es la perspectiva for-
mal que se introduce con el nudo, y después, eventualemente sí, quizás
podamos captar algunos fenómenos que no aparecían antes.
Lo que les estoy tratando de promover es más bien el camino que
usualmente no recorremos, que está en juego pero habitualmente
dejamos entre paréntesis. Abordamos la perspectiva de la experiencia
con determinado bagaje formal y conceptual, no con el olfato.
Respecto del síntoma, piensen ustedes que lo que anuda en de-
terminados casos no es necesariamente siempre un síntoma-metáfo-
ra como el de Juanito. La perspectiva con la que, por ejemplo, Lacan
piensa el síntoma en Joyce –sin entrar en la cuestión neurosis-psico-
sis, porque allí hay diferencias– me parece que es un síntoma-letra
que tiene función de sinthome, que por la vía del trabajo artístico
que toma Joyce, hace del síntoma-letra un sinthome.

Nieves: Y se podría hacer un contrapunto con lo que sería la


metáfora delirante en Schreber.

Fabián: Claro. Ahí hay una diferencia absoluta, la localización


sería distinta, y serían dos formas distintas de estabilización. Para
empezar, si uno lee a Lacan, la de Schreber aparentemente es una
metáfora –independientemente de que introduzcamos diferencias
con la metáfora paterna, que seguramente tiene–, pero no habría
allí el mismo trabajo con la letra que el que encontramos en Joyce, y
evidentemente, los resultados literarios de uno y de otro son bien dis-
tintos; en las neurosis también podemos plantear algo de ese orden.

V. Síntoma, sinthome y fin de análisis.

Para empezar, y para introducir la cuestión del fin del análisis,


me parece que la idea de Lacan de la identificación última, por decir
154 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

final, al síntoma, la que propone en el Seminario XXIV, cuando dice


que un análisis no terminaría en una identificación con el incons-
ciente sino con el síntoma, tengo la impresión de que el síntoma
que está en juego allí es un síntoma que está depurado de su vertien-
te metafórica (puesto que está terminado el trabajo interpretativo de
desciframiento), y tenemos allí la posibilidad de ubicar un síntoma-
letra, funcionando como sinthome, en la cadena del analizado que
llegó al fin del análisis.
No creo que en el analizado tengamos los tres registros sueltos,
hay un trabajo en el síntoma que le permite a alguien llegar a su
hueso, a la letra del goce del síntoma, respecto del cual el sujeto
logró algún anudamiento menos neurótico que aquel que lo llevó a
la consulta, y si quieren, menos neurótico que la neurosis de transfe-
rencia misma –que por otra parte también es un sinthome, cuestión
que habría que trabajar también.
Acá tenemos solamente la inhibición, el síntoma y la angustia
anudando o encadenando los tres registros, pero Lacan planteó que
el analista puede venir perfectamente a ese lugar, lo que Lacan llama
el analista-sinthome. En el Seminario XXIII le preguntan a Lacan si el
psicoanálisis es un sinthome, y él responde que de ningún modo, lo
que es un sinthome es un analista; allí donde una neurosis se desen-
cadenó y perdió ese cuarto redondel que lo mantenía estable, sea el
que fuere –cualquiera de las dos inhibiciones, cualquiera de los dos
síntomas, o cualquiera de las dos angustias–, eventualmente el analis-
ta puede venir a suplir esa función sinthomática alicaída y ocupar ese
lugar. Tanto es así, que la familia que está alrededor del paciente aho-
ra le dice al pobre tipo que depende de su analista, que su analista es
como una especie de muleta, y tienen alguna razón en esto, porque
el analista viene exactamente al lugar de esa función de anudamiento
que hemos llamado sinthome. Valdría la pena que acompañe al sujeto
a encontrarse, por último, con algún otro elemento que le permita
esa función que el analista cumple durante una temporada.

Nieves: Quería hacerte dos preguntas.


Inhibición, síntoma y angustia / 155

La primera: estuvimos trabajando este seminario cada una de es-


tas tres nominaciones, nominación de lo imaginario, de lo simbólico
y de lo real, en relación con alguno de los tres tipos de neurosis.
Propuse la nominación de lo imaginario como inhibición en relación
con la neurosis obsesiva, la nominación por el síntoma en relación
con la histeria, y la nominación por la angustia en relación con la
fobia. Desde la perspectiva que planteaste hoy, de dos posibilidades
distintas de redoblamiento de cada uno de los registros, ¿se podría
seguir manteniendo este trípode, o habría seis tipos de neurosis.
La otra pregunta es en relación con esto tan interesante que plan-
teaste del analista-sínthoma, o del síntoma-letra del analizado. En ese
punto el avance de Lacan en el seminario XXIV sobre el toro qui-
zás posibilita distinguir operaciones, por ejemplo el envolvimiento,
que permitirían quizás distinguir las nominaciones estructurales de
aquellas otras que serían producto de nuestra intervención.

Fabián: En cuanto a lo primero, soy freudiano, les diría que me


parece que el campo de las neurosis queda tripartito, de modo que
no veo inconveniente en ubicar eventualmente, formas de la histeria
–en relación con estas dos formaciones sintomáticas–, formas de la
obsesión –en relación con estas dos inhibiciones–, y formas de la
fobia –en relación con estas dos versiones de la angustia.
Con respecto a la segunda pregunta, Lacan era un tipo muy in-
quieto, vieron ustedes que de un seminario a otro parece dejar esto
y ya se mete efectivamente con las reversiones del toro. Porque luego
está que cada uno de estos redondeles puede ser considerado un toro,
ya no es una cuerda con espesor, sino un toro que puede revertir-
se, desenvolverse y envolver a los otros tres. Con estas reversiones
tendríamos multiplicadas las posibilidades, ya que eventualmente, en
cada una de ellas uno de los tres toros puede envolver a los otros tres

Intervención: ¿Hay alguna manera de dar cuenta, si es que hay al-


guna diferencia, entre un nudo de un analizante al inicio del análisis,
y otro al final?
156 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Fabián: Debiera haberlo. La propuesta que me parece que pode-


mos considerar a partir de lo que les propuse es lo siguiente.
Uno. Refutamos la idea de que el sinthome es algo que se alcanza
al final del análisis, para empezar Lacan lo propone para alguien que
nunca hizo un análisis, James Joyce. Si consideramos eso, hay neuro-
sis sinthomadas, es decir, neurosis que están encadenadas, en las que
los tres registros se soportan por un cuarto redondel antes de que
haya habido un análisis. Para que un análisis comience, y más aún,
antes que eso, para que alguien demande un análisis, tuvo que fraca-
sar esa reparación sinthomática que mantuvo a esa neurosis estable y
adormecida. De modo que uno tiene que pensar que para que haya
una demanda de análisis algo tiene que haberse desencadenado.
En principio, y como les dije, hay dos formas de pensar el desen-
cadenamiento y allí se nos abren al menos dos posibilidades: corte
de un registro o lapsus del nudo. Apostaría por el lapsus del nudo
solamente porque me da algunas posibilidades de pensar más am-
pliamente algunos casos clínicos. La cuestión del corte de un regis-
tro me parece limitada en términos de su constatación clínica.
Ahora bien, entonces tendríamos un sinthome de una neurosis
no desencadenada, el desencadenamiento, y luego, lo que Freud lla-
mó neurosis de transferencia –que es la puesta en forma del sínto-
ma. Allí ya tenemos lo que es la estructura de la entrada en análisis
pensada en términos de nudos.
La puesta en forma del síntoma consiste en darle al síntoma el
estatuto metafórico, que no es natural y que no trae, porque en rea-
lidad, el síntoma como metáfora es un artificio del análisis –esto no
era lo que decía Freud, pero Freud tenía que vender el psicoanálisis
a su época. Freud suponía el inconciente más allá del psicoanálisis,
pero no es la posición de Lacan. Lacan en Radiofonía & Televisión9,
se juega por la idea de que no hay inconsciente por fuera de la ex-
periencia analítica, de modo que no hay inconciente en un sentido
fuerte si no está la oreja del psicoanalista presta a escucharlo.

9 Lacan, J. Radiofonía y televisión. Ed. Anagrama. Buenos Aires, 1977.


Inhibición, síntoma y angustia / 157

De modo que lo que vuelve metafórico a un síntoma, en un


sentido fuerte, es el analista que lo completa. El analista comple-
tando el síntoma, poniéndolo en forma. Habría que ubicar si esa
identificación con el hueso del síntoma al final del análisis da una
diferencia con el síntoma a la entrada.
Tengo la impresión de que en el fin del análisis no solamente nos
quedamos con el síntoma-sinthome, que es el síntoma que anuda,
que estabiliza; si así fuera tendríamos lo que Lacan critica en Abra-
ham como “la novela rosa de la felicidad genital”, que acá sería “la
novela rosa de la felicidad sinthomática”, de un nudo estable, de un
hombre de hierro, por decirlo así. Me parece que hay esta vía de la
identificación al síntoma, que supone la identificación con lo duro,
con el hueso del síntoma, pero luego me parece que hay, además de
esa versión sinthome, algo que del síntoma no anda, y que no anda
todavía allí, en el final del análisis. Es decir, que hay algo que queda
encadenado, anudado, y hay algo que queda desencadenado. Hay
un saber hacer ahí con, y un no saber hacer radical –me parece que
el fin de análisis da cuenta de las dos perspectivas.
Y por más que ustedes se encuentren a veces con gente que
les cuenta no sé qué cosas del fin del análisis, siempre es posible
encontrar testimonios de que hay un núcleo real que se mantiene
allí inalterable, y es el hecho de que no hay relación sexual, y que el
psicoanálisis no nos cura del hecho de esa inexistencia, que es sín-
toma. Luego están los tratamientos de eso, que llamamos sinthome,
el modo de reparar, de vérselas con lo que no anda. Yo ubicaría esas
dos vertientes del síntoma al final, una vertiente sinthome, y una
vertiente propiamente síntoma.

VI. Real y formalización.

Intervención: ¿En la neurosis se sostiene presente el cuarto anu-


damiento?
158 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Fabián: Si está encadenada, estable, sí. En el Seminario XXIV,


por ejemplo, Lacan habla de la estabilidad que aporta a la histé-
rica la armadura del amor al padre10, por ahí podemos examinar
la perspectiva del sinthome histérico. Pero también hay una locura
histérica, y hay posiciones en la histeria en las que encontramos clí-
nicamente del lado de las histerias un no contar con la armadura del
amor al padre, y las tenemos más bien desencadenadas.
Allí se plantea una cuestión que habría que desplegar y desarrollar
bien: desencadenamiento en términos clínicos, ¿siempre es desencade-
namiento en términos nodales? Porque alguien que está clínicamente
para internar, no necesariamente es alguien que no cuenta con un
sinthome. Hay sinthomes, algunos modos de anudamiento, muy pro-
blemáticos, que dan una fenomenología clínica de alguien que está
para internar. No creamos que el sinthome es el mejor de los mundos,
puede dar anudamientos muy rígidos. Hemos trabajado durante mu-
chos años los anudamientos en la anorexia por ejemplo, en donde el
sujeto encontró una solución, pero es una solución que la lleva al ce-
menterio, porque se deja morir de inanición. Ella resolvió la pregunta
por lo femenino, tiene una solución, pero la solución es catastrófica.
Hay soluciones problemáticas, y problemas que son bien inte-
resantes plantearse. Un psicoanalista puede poner en cuestión un
encadenamiento rígido, y eso da un poco de aire, un poco de salu-
bridad. No siempre estar anudado es lo mejor que nos puede pasar.
Hay anudamientos muy complicados.
Habría que ver si siempre superponemos lo que llamamos des-
encadenamiento en términos de nudos con desencadenamientos
clínicos. A veces, alguien está desencadenado, y está tan desencade-
nado porque está demasiado rígidamente anudado.

Intervención: ¿Vos estás proponiendo para el final de análisis el


sínthoma en relación al síntoma letra?, ¿puede ser?

10 Lacan, J. Seminario XXIV. L’insu que sait de l’une bévue c’est l’amour. Inédito.
Clase del 14 de diciembre de 1976.
Inhibición, síntoma y angustia / 159

Fabián: Una de las vías que tomé es ésa, sí.

Intervención: En ese caso, supondría que está reparando el lapsus


la letra real y simbólico?

Fabián: Supondría.

Intervención: Sin embargo, estás ofreciendo seis opciones de lap-


sus iniciales. En ese caso, si el sínthoma de fin de análisis es entre
simbólico y real, ¿daría un anudamiento que no es borromeo?

Fabián: Es borromeo. Es entre simbólico y real, en los dos jun-


tos, e incluyo allí un sínthoma que viene como oreja a enlazar a esos
dos juntos.

Intervención: Sí, ése sería el sínthoma, sin embargo, el lapsus ini-


cial puede ser en cualquiera de las otras cinco opciones…

Fabián: El asunto es el siguiente: ¿existe ubicándolo realmente,


el lapsus en algún lugar? No, dije que más bien es una cuestión de
artificio de escritura. Claro, si yo pongo el imaginario en el medio
entre simbólico y real, eso me da pretendidamente un lapsus en
determinado lugar. En realidad desencadenados están así:
160 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Es un asunto de escritura dónde vamos a ubicar retroactivamen-


te el lapsus a partir del anudamiento. Lo que decía al final, no es que
necesariamente el lapsus está allí, está allí porque allí lo escribimos.
Hay una relación que hay que trabajar entre real y formalización,
porque en lo real lo que hay son letras. Es la posición que el análisis
le da a los registros lo que permite eventualmente situar un lapsus
y situar el sínthoma que lo viene a reparar. Pero no necesariamente
el lapsus que encontramos al final –reparado por un sínthoma entre
simbólico y real– es el mismo que está en juego antes, o en algún
momento de esa cura. Es decir que podemos ir situando lapsus dis-
tintos, y encadenamientos y desencadenamientos distintos a lo largo
de una cura, de acuerdo a cómo vayamos escribiendo formalmente
las relaciones entre los registros.

Nieves: Le agradezco mucho a Fabián su clase de hoy. Hasta la


próxima.

Clase del 3 de julio de 2008


VII. La inhibición. “Control de vuelo”.

Nieves: Buenas tardes. Les presento a Liliana Cantagalli, que es


coordinadora del Equipo de trastornos de la alimentación del Hos-
pital de San Isidro y docente de la cátedra de Clínica con púberes y
adolescentes de la Facultad de Psicología. En esta oportunidad nos
va a presentar un caso de su práctica a partir del cual vamos a inten-
tar trabajar en el nudo la inhibición.

I. El caso

Liliana: Patricia es una mujer de treinta años que consulta en el


Hospital de San Isidro a raíz de episodios de vómitos y atracones que
padece desde sus quince años, cuando llega a pesar 40 Kg., vómitos sólo
interrumpidos durante el embarazo de su hijo de dos años, reiniciados
tras el nacimiento del bebé.
Hizo tratamiento en Aluba durante un año y medio a los catorce
años, y en su juventud un tratamiento psicológico privado, siempre “tra-
tando de encontrar la causa de la bulimia y la anorexia”, y de una “base
de tristeza que siempre tengo: mi papá y esa competencia que nunca me
deja bien parada”.
De su padre dirá: “Fue muy duro toda la vida, se encargó de traernos
la parte económica. Me cuesta muchísimo la relación con él, yo soy la del
medio. He deseado más de una vez que se muriera, y después sentirme
culpable. Con mi hijo mi papá es una persona distinta. Es el padre que
nunca tuvimos. Dice mamá que sí fue así con nosotras, de chiquitas. No
162 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

tengo recuerdos de mi papá jugando conmigo. Despreciativo con la gente,


altanero, “yo lo sé todo”, era su posición.
“La inseguridad que tengo, todo era para demostrarle que yo podía.
Costaba mucho satisfacerlo. Tenía que ser un logro”.
Interrogada acerca de qué había que demostrarle, responde: “Que
yo era digna de su orgullo también, yo estaba desesperada por llamar la
atención de mi papá”. Atención que parecía centrarse, según la paciente,
en su hermana mayor, con quien sostiene una competencia permanente,
y afectos de amor y desprecio muy intensos. “Yo engordaba o adelgazaba
según lo que hacía ella”. Esta relación sólo se apacigua un tanto luego
de un accidente que esta hermana tiene en el extranjero y que casi le
cuesta la vida. “Tuvieron que reconstruirle la uretra entera y todavía no
se sabe su condición para ser madre, me hizo replantearme por qué la
juzgaba tanto, volver a ese sentimiento de hermana”.
Durante el inicio del tratamiento los vómitos se producían a diario,
por lo menos una vez, y por períodos varias veces al día, al punto de
“comer para vomitar, descargarme de algo, un descargo, me saco un peso
de encima”. Al interrogarla acerca de cuál es el cargo, cuál es la culpa,
responde: “por mentir, en todo lo que fuera la enfermedad mentí mu-
chísimo”. En una sesión comenta: “Trato de controlar todo, y se volvió a
repetir un sueño: Un accidente aéreo que veo desde la casa donde vivía
yo antes. Un avión despega, se da vuelta y cae boca abajo, y yo lo puedo
ver desde la casa donde vivía. Ahí no viví la mejor época de mi vida,
desde los once a los veintidós, y ahí me enteré que se había suicidado mi
tío” (hermano paterno).
Intenta controlar sus vómitos como conjurando algún mal: “no voy
a vomitar para asegurarme de que él vuelva”.
Sus preocupaciones constantes son, por un lado, volver a insertarse
laboralmente y por otro la seguridad de su hijo, expresada como “si a
Lucas le pasa algo…” Hijo buscado, pero a cuyo parto le sucede una
depresión puerperal que dura hasta el quinto mes del bebé aproximada-
mente, y de la cual dirá: “Había perdido la independencia”, y por otro
lado: “Me agarró que volviera a la panza”. “La mamá perfecta tiene
que tener leche. No entendía a mi bebé”.
Inhibición, síntoma y angustia / 163

Por razones laborales del padre, se trasladan a Uruguay en su pri-


mera infancia, regresando a Buenos Aires en quinto grado. Infancia
marcada por ser “gordita”, alcanzando un peso máximo de 70 Kg. hasta
la pubertad.
A la vez que despliega su historia, un nuevo sueño, esta vez una
pesadilla la interroga: “Cosas de tragedia. Ya me confirmaron que no en
un trabajo, otra vez eligieron a otra, hay otra mejor. Pesadilla del once
de septiembre, yo estaba adentro y veía como se iba cayendo el edificio.
Estaba tratando de ver cómo salía. Yo voy caminando por el techo o las
paredes. Se está cayendo. Ni rasguños, ni nada, me las podía arreglar”.
Intervengo para señalar un desmoronamiento. Transcribo el desa-
rrollo de la sesión siguiente, en la que dice haberse quedado pensando
en sus sueños de cosas que se desmoronan y piensa en su padre. “Papá
estaba muy bien en el trabajo, cuando volvimos a Argentina empezaron
los problemas, empecé con esos sueños, siempre en la misma casa. Para
mí, mi papá siempre fue el roble, el imbatible. Cuando empezó a tener
problemas de trabajo, cuando se suicidó su hermano, cuando tuvo un
problema con un familiar, lo vi por primera vez quebrarse, fue entre
mis doce y quince años. Lo fui a ver y estaba llorando, nunca en mi
vida lo había visto llorar, me conmovió completamente, lo abracé y él
me abrazaba. Ese edificio que se caía. Descubrí que tenía problemas
de comida, en mi cumpleaños de quince no quería comer la torta, me
sentía angustiada”.
Intervengo para preguntar sobre el desmoronamiento.
“Papá trabajaba en una importante empresa internacional, lo
trasladan a Uruguay, y después de siete años le habían propuesto ir a
EEUU, que era su sueño. Mi abuelo paterno estaba muy enfermo y le
pide si no puede venir a Buenos Aires. y papá pide la transferencia en
lugar de EEUU, a Buenos Aires. El abuelo nos da una casa en el gran
Buenos Aires, pagándole un alquiler; siempre el abuelo quería algo más.
Empezó a haber muchos problemas con su padre, nos mandaron carta
documento para salir de la casa. En Argentina se dedicaba a su trabajo,
no le gustaban nuestras amigas, de vuelta no se adaptó a la nueva geren-
cia. Lo dejó por un padre que tampoco nunca le enseñó a querer. Ahora
164 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

está muy volcado a la iglesia y ahora te habla de sentimientos. Más de


una vez desee la muerte de papá. Sigue teniendo pedantería, orgullo.
Hay mucho de mi papá en mi enfermedad”.
Durante el tratamiento el padre enferma de meningitis, y si bien ante
el dolor del padre la paciente se asusta, se hace presente la fantasía de su
muerte, tantas veces deseada, pero temida ahora, y otra fantasía, la de vi-
vir con su madre: “Me encargaría de mamá, las ventajas si él no estuvie-
ra”. De su madre, que como ella es la hija del medio, antecedida y sucedi-
da por hermanas, dice: “Si a mi mamá le pasa algo lo sufriría muchísimo,
no le deseo más que muchísima salud y felicidad, no mostró diferencias
con nosotras, con un corazón de oro, me llena de orgullo mamá. Pecó de
ingenuidad, confía mucho en lo que yo le digo”. Interrogada acerca de las
consecuencias de la ingenuidad de su madre responde: “En el tema de la
comida, un montón, cuando le dije que no iba a seguir el tratamiento
de Aluba se puso a llorar, me conmovió un montón, que ella nada más
era feliz con nosotros”. También su madre era la que “ponía paños fríos”
en la relación del padre con sus hijas, y hacía de cuenta que no pasaba
nada”. Más adelante en su tratamiento dirá: “Mamá toda su vida fue de
esquivar el problema, que esté cómodo él, nosotras tenemos como natural
que esté cómodo él”. La relación de la pareja parece haber sido mejor en
los años que vivieron en el extranjero, siendo que “papá por mamá se des-
vivía, pienso si él no nos tendría celos, que le quitábamos el tiempo”.
Los vómitos continúan y lo plantea como un “Voy a fallar en el intento
de no vomitar”, que recibe como intervención una pregunta: “¿Y por qué
no podrías fallar?” “No quiero fallar en esto, igual no me gusta fallar, si
vomito empiezo a sentirme mal con todos alrededor”, y continúa con “El
tema de mi padre nunca lo llego a arreglar, si va a cambiar alguna vez,
desear su muerte”, a lo que le sigue la larga lista de reproches desde que
empezó a tener problemas laborales en Argentina. Intervengo entonces pre-
guntando si no se habrá deprimido el padre con todos estos problemas.
“Se deprime cuando en una discusión le decimos que es altanero,
está deprimido cuando no tiene trabajo.” y continúa: “…sacar de aden-
tro todo lo malo, como cuando uno vomita. Me dieron ganas de llorar.
Creo que tiene depresión”.
Inhibición, síntoma y angustia / 165

Movimiento de la falla a la depresión, que marca la inminencia del


cese de los vómitos.
Retoma lo dicho en aquella sesión: “Hablamos del vómito y lo com-
paré con sacar toda la bronca de adentro, no sé si desde ese momento algo
cambió, o empecé a decir todo lo que me pasaba. Con la depresión de mi
papá siempre sentíamos culpa por no estar ayudándolo. Cada vez que sale
un aviso para papá se lo muestro”. Pregunto: “¿Vos lo querés más activo?”
“Más de una vez él nos reclamó que le debíamos el sostén económico,
la ayuda que él nos había dado. Me da bronca”.
En su infancia “…siempre era la gordita, me aislaba mucho. Ha-
cerme la payasa de chiquita, cayéndome al piso, y me lastimaba, pero
no importaba porque los demás se reían. ¿Habré tenido una infancia
tan feliz?”
Intervengo entonces, como en sucesivas ocasiones, interrogando esa
imaginaria felicidad infantil, o la perfección supuesta a su hermana, o
su madre, intervenciones que descompletan y alivian a la paciente.
“Estoy teniendo un poco más de paz adentro, lo asocio con mi niñez,
que haya descubierto que mi niñez no era tan feliz como creía”. Pre-
gunto: “¿Lo que pesaba era sostener esa ilusión?”A lo que responde: “Tal
vez ese ideal no era tan así…” Se pregunta sorprendida, dado que ya no
vomita, qué puede haber cambiado, dado que venía vomitando hace
quince años.Tras una discusión con su esposo, tiene ganas de llorar: “En
otro momento, era el punto para vomitar, como mi mamá, que hace de
cuenta que no pasa nada”.
Movimiento que hace lugar a la angustia, a la vez que interroga y
abre distancia de la posición materna a la que se encuentra identificada.
Teme heredar de su padre la depresión que también padeció y llevó
a la muerte a su tío.
La pregunta por el cese de los vómitos es cerrada ahora con una in-
terpretación que lo pone nuevamente a su hijo como causa: en el jardín
de infantes de su hijo cae un árbol, y en agradecimiento porque su hijo
está ileso, es que deja de vomitar.
Decido en este momento poner término al tratamiento hospitalario,
al año de haberse iniciado, y que continuará a su pedido en privado.
166 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En este tramo de tratamiento atraviesa momentos de angustia, y


reaparece la sorpresa por el cese de los vómitos, cese ubicado nuevamente
como más allá de su control. “La ira contenida estuvo conmigo muchos
años, la aplacaba vomitando”.
Sueña: “Me secuestraban y yo decía: “Pero yo no quiero que me violen
más. No quiero ver más””. Algunas de sus asociaciones fueron: “Como te-
nía tantas ganas de ser deseada, porque como era gordita y nunca causaba
ningún tipo de interés, en la adolescencia, quería que me secuestraran”. A
mi pregunta por el ser forzada a ver responde: “Era una violación que era
yo, pero yo me estaba viendo también, me fijo en la escena”.
Otro sueño: “Estoy comiendo un chicle, como que va creciendo. Me
lo voy sacando, sacando, pero van quedando restos, restos, hasta que al
final queda limpia la boca, después de eso empezaba a hablar, porque
eso me tapaba la boca. A raíz de haber dejado de vomitar estoy como
más angustiada”.Se pregunta “¿Podré hacer las dos cosas, convivir con
la maternidad y mi trabajo?”
Se inserta laboralmente en una empresa donde “….me buscaron por
ser mujer”, hecho que vive como una “…caída en mi autoestima, es in-
distinto ser mujer u hombre”, antecedido por un sueño que tiene mientras
está manteniendo entrevistas laborales en la empresa que finalmente la
toma: “Había un bombonazo atómico que me declaraba su amor y lo
rechazaba a él para seguir con vos –refiriéndose al marido– porque te
quería”. Se pregunta: ¿Me podría pasar alguna vez que me enamorase de
alguien, cambiaría mi vida por algo así?
Intervengo destacando el ser mirada con amor y su rechazo.
En el trabajo, su sensación de no estar a la altura “…es una constan-
te medición de mi parte, cuánto me falta, éste sabe más…” y la duda:
“Tal vez estoy en un puesto más alto del que debería estar, y esa duda
me mata”; no entiende, se siente tonta.
Varios sueños eróticos con jefes y compañeros de trabajo remiten a la
mirada de un hombre. “Hace rato que no me sentía mirada”. Interroga-
da responde: “Uno tiende a desmerecer lo que tiene al lado. Mi marido
como mi mamá, ¿me dicen cosas porque me quieren?” Intervengo para
señalar este analogía: “Mi marido como mi mamá…”
Inhibición, síntoma y angustia / 167

Dos ausencias consecutivas al tratamiento me alertan acerca de un


punto de angustia, frente al que intervengo con una frase que ella retoma:
“Me quedé con tres palabras que me dijiste: no te asustes, me lo repetía
cada vez que me frenaba”.
Un par de sueños con contenido erótico con compañeros y uno con su
padre son casi el cierre del tratamiento: “Papá abusaba de nosotras. Me
acariciaba. Estaba acostada en mi cuarto y papá venía y como que me
abrazaba de una manera rara, no de padre a hija, pero lo sentí como abu-
so. Yo estaba en una actitud muy pasiva, no por rechazo, sino porque, esto es
un divague, lo veo más cercano al abuso psicológico, abuso de autoridad”.
A los cuatro meses de estar trabajando, un embarazo le permite refu-
giarse en la maternidad, e ir dejando el trabajo y el tratamiento.

II. La lógica de la inhibición.

Nieves: Muchas gracias, Liliana. Mi comentario va a tener dos


partes. Una parte en la que voy a seguir un poco el relato que hizo
Liliana para ir ubicando distintas cuestiones, y un segundo momen-
to en el que intentaremos a llevar ese recorrido al nudo. Titulé mi
comentario “Control de vuelo”.
Antes de comenzar con él, les voy a leer una cita del Seminario
XXIII: “El cuerpo no se evapora, es consistente, y eso es lo que le es a la
mentalidad antipático, únicamente porque ella cree allí tener un cuerpo
para adorar. Esta es la raíz de lo imaginario. Yo lo pienso, es decir, lo
hago panza, es decir, lo sufro, es a eso que se resume, es lo sexual lo que
miente ahí dentro por contarse demasiado”1
Patricia llega a los treinta años al tratamiento con Liliana con esta
cuestión de los vómitos que viene provocándose desde hace quince
años, la mitad de su vida. Inmediatamente plantea que se siente mal
parada y en un estado de competencia, y por otro lado, una base de

1 Lacan, J. El Seminario. Libro XXIII. El sínthoma. Paidós. Buenos Aires, 2006.


Pág. 64.
168 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

tristeza que liga con su padre. Describe a este padre como duro, des-
preciativo, altanero, salvo con los niños, ya que con su hijo el padre es
una persona distinta; por otro lado tiene relatos por parte de la madre
que refieren que cuando ella era niña también el padre era así. Se trata
de un padre que sólo puede ser dulce, tierno o amoroso con los niños.
Desde el primer momento se enuncia un deseo de muerte hacia al
padre, que es totalmente consciente y que le provoca culpa.
Por otra parte refiere una inseguridad ligada a la obligación de de-
mostrarle al padre su valor. De modo que desde el inicio se pone de
relieve en Patricia una posición mostrativa, es decir, una disposición
al acting destinada a llamar la atención, a demostrarle al padre.
Por otra parte está la rivalidad con su hermana mayor, que pa-
rece haber sido la preferida del padre. Con esta hermana entra en
una relación especular, engordando y adelgazando en función de los
avatares de esta relación.
Al referirse a los vómitos que se provoca a diario, hay un mo-
mento en el cual ella dice: Comer para vomitar… descargarme de algo
…un descargo. La analista interviene preguntando cuál es el cargo,
y ahí surge la cuestión de la mentira. Esta mentira queda ligada a lo
que se oculta en el control: Trato de controlar todo. De modo que la
posición de Patricia es una posición de control, en la que los vómi-
tos cumplen una función de control, una función de mentir o de
ocultar, y también una función de conjura respecto de un mal.
En este momento Patricia trae un primer sueño, repetitivo, el
sueño del avión que cae. Ella liga directamente ese sueño con una
etapa de su vida, de los once a los veintidós años, que asocia con la
casa desde donde ella veía el accidente aéreo. La nombra como la
casa en donde se enteró del suicidio de su tío paterno, de modo que
ese avión que cae queda ligado a esa marca.
Por otro lado, podemos ubicar algunos significantes en este sue-
ño que son significativos: despegar, darse vuelta, caer, y, boca abajo
–ahí está la boca. Es en el marco de este sueño que ella va a significar
a los vómitos como conjura, al decir: No voy a vomitar para asegu-
rarme de que él vuelva.
Inhibición, síntoma y angustia / 169

Los vómitos están al servicio del control, y a la vez ella quisiera


poder controlar los vómitos. Si ella controlara los vómitos se ase-
guraría de que él vuelva. Ese “él” queda un poco indefinido pero
remite a la línea paterna, ya que surge en el marco de ese sueño en
el que la referencia es el suicidio del tío paterno.
Por otra parte ella trae las dos preocupaciones que podemos ubi-
car como las demandas que la llevan al análisis: la reinserción labo-
ral, y la angustia por la seguridad de su hijo; dos cuestiones que ella
no puede controlar.
Por otro lado, ella también testimonia de la dificultad en la que
se encontró a partir del nacimiento de su hijo para ubicarse en el
lugar de Otro: Había perdido la independencia… no entendía a mi
bebé. En este punto podemos definir ya un primer aspecto de la
posición de Patricia, que es una posición de niña. En la medida que
el padre sólo podía ser amoroso con los niños, ella eligió –median-
te la inhibición de su feminidad– quedar ubicada en una posición
infantil, respecto de la cual el deber ocuparse de su niñito se ve
perturbada, dando lugar a esa depresión puerperal que dura cinco
meses, a pesar de haber buscado ese hijo.
Su cuerpo parece haberle pesado ya desde la infancia, nombrán-
dose como “gordita”, y llegando a pesar setenta kilos.
A medida que Patricia habla de su historia trae un nuevo sueño,
en el que nuevamente está la cuestión de la caída en juego: El once
de septiembre yo estaba dentro y veía cómo se iba cayendo el edificio,
estaba tratando de ver cómo salía, ni rasguños ni nada, me las podía
arreglar. Trae este sueño a la vez que cuenta que eligieron a otra en
el trabajo, nuevamente ella queda mal parada, y es ese “mal parada”
que insiste el que la lleva a este sueño, en el que justamente se trata
de un edificio que cae. Es interesante cómo la posición en la que se
encuentra el sujeto en este sueño es la de tratar de ver cómo salir, de
poder arreglárselas. De modo que en esta demanda de análisis en el
nivel del inconsciente se trata de encontrar la salida, y el sentimien-
to que tiene el sujeto de que va a poder con eso.
La analista señala el desmoronamiento en ese sueño, lo que lleva
170 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

a que Patricia despliegue un momento fundamental de su historia,


que es el momento de desmoronamiento del padre, cuando el padre
se quiebra –entre sus doce y quince años–, renunciando a su deseo
para volver con su propio padre, abuelo paterno que toma la faz de
un superyó feroz que obliga a su hijo a quedarse en Buenos Aires, a
ocuparse de él, para terminar echándolo de la casa.
La respuesta de Patricia al desmoronamiento del padre es la posi-
ción anoréxica-bulímica, Descubrí que tenía problemas de comida. En
mi cumpleaños de quince no quería comer la torta. En ese momento
de la adolescencia podemos ubicar cierto vuelco en su posición, ya
que pasa de ser “la gordita” a rechazar la incorporación, a no querer
comer y provocarse los vómitos. Se trata de un movimiento de inhi-
bición como respuesta a una doble cuestión: por un lado el desmoro-
namiento del padre, por otro, la irrupción de la feminidad corporal.
En este tramo del tratamiento el padre enferma de meningitis, y
en ese momento se hace más presente la ambivalencia en juego en
relación con su deseo de muerte del padre. Por un lado es algo que
ella siempre desea, y por otro lado está el temor a que esto suceda,
ella queda dividida ahí.
En este punto hace una declaración que da cuenta de hasta qué
punto su posición se puede ubicar en términos de lo que Freud plan-
teaba como Edipo invertido, ya que dice que la fantasía de muerte del
padre la lleva a la fantasía de vivir con su madre, de encargarse de ella,
afirmando que la ventaja si el padre no estuviera sería que ella podría
estar con su madre, ahí se verifica el estrago materno en juego como
correlativo de la posición del sujeto en el Edipo invertido.
Es en este punto que Patricia abunda en una descripción de la
madre ideal: Si a mi mamá le pasara algo lo sufriría muchísimo, no le
deseo más que salud y felicidad…No mostró diferencias con nosotras…
con un corazón de oro… me llena de orgullo, etc. Y lo que termina
situando en esta especie de himno a la madre, es cómo en realidad
siempre se las arregló para hacer de cuenta que no pasaba nada y
para esquivar esta relación de cierta ferocidad entre el padre y sus
hijas, o al menos entre el padre y Patricia.
Inhibición, síntoma y angustia / 171

III. El cese de los vómitos.

A partir de este momento podemos situar el inicio de un movi-


miento en el análisis, que va a llevar al cese de la práctica del vómito.
Hay unos hitos en ese movimiento que va señalando la analista.
Al primer hito podríamos llamarlo “Encuentro con la castración”.
Patricia dice: Voy a fallar en el intento de no vomitar, a lo que la res-
puesta de la analista no se hace esperar: ¿Y por qué no podrías fallar?
Cuando ella vuelve una vez más sobre el asunto del deseo de muerte
y la lista de reproches al padre, la analista interviene preguntándole
si no se habrá deprimido el padre, y ese significante depresión loca-
liza el punto de castración en el padre, Patricia termina llorando y
diciendo que sí, que cree que el padre tenía o tiene depresión. Luego
hay una serie de intervenciones que barran a la madre y al ideal de
la infancia feliz en el que ella se sostenía.
Es a partir de este movimiento inicial de confrontación con
la castración que Patricia puede comparar los vómitos con sacar la
bronca de adentro y situar ahí un antes y un después. Ella dice: Des-
de ese momento algo cambió, desde el momento en el que comparó el
vómito con sacar toda la bronca de adentro. Se trata de un efecto de
interpretación, por el que va a traducir vómito por bronca, traduc-
ción que opera cierta simbolización del fenómeno corporal.
Esta simbolización del fenómeno de los vómitos va a contrapelo
de la operación misma de inhibición –que es justamente la imagi-
narización de lo simbólico. Allí podemos ubicar un acontecimiento
–en este antes y después que señala Patricia, por el que algo cambia,
y ese algo que cambia a partir de ese momento va a llevar al cese efec-
tivo de la práctica del vómito– en la medida que las intervenciones
de la analista empiezan por situar la castración en el sujeto mismo y
en el punto mismo del control. Ya que la primera intervención que
sitúa la castración opera sobre el sujeto que venía diciendo que iba a
fallar en el intento de controlar el vómito; esa intervención sitúa la
falla en el control, agujereando el mecanismo de la inhibición.
172 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

VI. La vía de la angustia.

Cuando Patricia deja de provocarse el vómito surge la angustia,


ahí verificamos la definición que da Freud en “Inhibición, síntoma
y angustia” de la inhibición como el mecanismo más eficaz para
evitar el desarrollo de angustia.
Por otro lado, a partir de que ella puede perder esa práctica pue-
de ligarla simbólicamente con el hacer de cuenta que no pasa nada
materno, de modo que los vómitos quedan justamente situados en
esta línea en la que opera la inhibición, que apunta justamente a
que todo quede igual, que nada cambie. Por eso es interesante que
cuando algo cambia, ella deja de vomitar. Cuando algo cambia en
el análisis, ella dice Desde ese momento algo cambió, algo dejó de ser
igual, ahí deja de vomitar, puede perder el vómito. Justamente, el
vómito estaba en el punto de hacer de cuenta que no pasa nada, de
anular todo acontecimiento, de ocultar, en todo caso, lo que pasa,
de allí que cuando lo pierde sobrevenga la angustia.
En este punto surge una nueva interpretación, acerca de por qué
dejó de vomitar, ella se interroga acerca de esto que le resulta enigmá-
tico, y entonces surge la cuestión de que se había caído un árbol en
el jardín de infantes del hijo, entonces ella cree que dejó de vomitar
por eso. Me parece interesante esta interpretación que hace Patricia,
ya que en ella una contingencia –que es esta caída del árbol– desarma
la lógica de la repetición en la cual ella se encontraba tomada, en ese
temor que tenía ella de padecer la depresión paterna y de llegar al
suicidio como su tío, de que esa desgracia de la familia paterna caiga
sobre ella. Es en el punto en el que la desgracia no cae sobre su hijo
donde la lógica de lo necesario se detiene, cesa de escribirse. A partir
de esta contingencia se vuelve posible otra cadena que no sea la repe-
tición incesante de lo mismo, y esto distinto queda encarnado en su
hijo como causa, entonces ella puede trasmitir también otra cosa a su
hijo, algo diferente de la desgracia de la familia paterna.
Junto con el cese de los vómitos llega el cierre del tratamiento
hospitalario, cuya demanda estaba justamente ligada a ellos, a la
Inhibición, síntoma y angustia / 173

bulimia. Pero la demanda de análisis continuaba presente más allá


de la remisión sintomática, y es la que lleva a Patricia al consultorio
de la analista.
Este tramo del tratamiento analítico transcurre en la vía de la an-
gustia, una vez que el sujeto ha perdido el control del vuelo, el control
de los vómitos. Es interesante que el dejar de vomitar no es conse-
cuencia del control, ni de una decisión, sino que es algo que la sor-
prende. No es por el lado del yo que ella deja de vomitar, al contrario,
está sorprendida y necesita interpretar el hecho de haber dejado de
vomitar. En ese momento que ella se sorprende por haber dejado de
vomitar, es el sujeto dividido el que viene al lugar donde antes estaba
el yo, controlando con los vómitos lo que entraba y lo que salía, lo que
se veía y lo que no se veía, lo que pasaba y lo que no pasaba; ahora se
hace presente el sujeto dividido, y ella necesita entender lo que pasó.

Hay una serie de sueños que muestra muy bien el movimiento


que va realizando el análisis, movimiento que la va a llevar a un
punto de angustia frente al cual va a retroceder –no hasta el punto
inicial, como veremos
Primer sueño de este nuevo tramo del análisis: Me secuestraban y
yo decía: “No quiero que me violen más, no quiero ver más”. Se recorta
el objeto mirada, que irá teniendo distintas elaboraciones a lo largo
de los siguientes sueños. Surgen también sus ganas de ser deseada,
en asociación con su adolescencia, cuando tenía ganas de ser desea-
da pero como era gordita fantaseaba con que la secuestraban. En ese
mismo punto, en este sueño, quedan asociadas la obesidad con un
fantasma de violación.

V. Vicisitudes del objeto.

El sueño siguiente, que es el sueño del chicle, es un sueño por


demás interesante. Estoy comiendo un chicle, como que va creciendo. Me
lo voy sacando, sacando, pero van quedando restos, restos, –repetición,
174 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

repetición, claramente en juego ahí– hasta que al final queda limpia la


boca. Después de eso empezaba a hablar porque eso me tapaba la boca, y
también dice que a raíz de haber dejado de vomitar está más angustia-
da. Forma parte también de este relato del sueño la asociación entre
el haber dejado de vomitar y la angustia. El chicle habla de una infla-
ción imaginaria del objeto oral, es el chicle que va creciendo. Podría-
mos también decir que es una versión fálica del objeto oral. Ese chicle
que va creciendo es el objeto oral que se va inflando imaginariamente
hasta explotar. Cuando un chicle crece mucho termina explotando,
porque finalmente es extraído como un objeto a, como un resto. Me
lo voy sacando, sacando, pero van quedando restos, restos, hasta que al
final queda limpia la boca, se ve ahí la extracción del objeto oral. Es un
sueño que habla de la transformación de ese objeto a imaginarizado
por la inflación yoica, en un objeto real, en un resto, en una nada que
deja la boca limpia y permite hablar, pasar a la palabra.
Este sueño muestra cómo a partir de que el sujeto puede perder
ese objeto imaginario, puede salir de la inhibición, puede hablar. La
inhibición es tener la boca tapada, y cuando ella pierde ese objeto
que le tapaba la boca, empieza a hablar, de modo que se relanza el
despliegue de lo simbólico, que era lo que la inhibición detenía, y
quedan en ese mismo sueño, con una lógica implacable, situados los
vómitos como tapón de la angustia.
Luego viene ese momento en el cual a ella la eligen en el trabajo
por ser mujer. Es interesante ya que habla de la caída de su autoes-
tima y de una indistinción entre los sexos, ella dice: Es indistinto ser
mujer u hombre, pero trae un sueño en el cual se trata de la distin-
ción entre los sexos, de un hombre que la mira con deseo.
En este punto se verifica también que en la demanda de análisis
inicial –referida a esas dos cuestiones que podían escapar al control,
que eran reinsertarse laboralmente y la seguridad por su hijo– estaba
en juego la cuestión de lo femenino para ella. De hecho, ya antes de
empezar a trabajar sueña con relaciones eróticas con compañeros de
trabajo: Había un bombonazo atómico que me declaraba su amor, y lo
rechazaba para seguir con vos –con el marido– porque te quería.
Inhibición, síntoma y angustia / 175

En esta serie de sueños, especialmente en este último, empieza


a producirse una primera reversión pulsional en relación con el ob-
jeto mirada. El primer sueño que ella había traído en esta serie del
análisis en el consultorio, era que ella era violada y era forzada a ver,
de modo que ella era quien miraba; mientras que aquí se trata de
hacerse ver, de un Otro que la mira, de un hombre que la mira. De
ese goce autoerótico, cuando ella tenía que mirarse siendo violada
–porque no había ningún hombre que la mirara–, a ese goce hétero,
en el que la mirada queda del lado del hombre, y ella como causa
del deseo y del amor de un hombre.
Se establece un claro contrapunto entre la corriente tierna en
relación con el marido y este “bombonazo atómico”, que encarna
también el objeto oral, pero ahora en una dimensión ligada al goce
heterosexual y al deseo, y no a la satisfacción autoerótica de comerse
sola el bombón y después soñar con que es violada. Ella rechaza al
“bombonazo atómico” para quedarse con el marido porque lo quiere,
para preguntarse luego: ¿Me podría pasar alguna vez que me enamorase
de alguien?, de modo que querer al marido queda en contrapunto con
enamorarse, con un amor articulado al deseo. El amor al marido es la
corriente tierna, como se va a verificar después, cuando Patricia diga:
Mi marido como mi madre…, cuestión que es escuchada y señalada
por la analista, y que va a ser determinante en la decisión del sujeto de
retroceder, al menos por un tiempo, al menos por nueve meses.
De mirarse a hacerse mirar se opera ese mismo movimiento que
antes situamos del chicle al resto, del yo al sujeto barrado. De mirar-
se yoicamente, fantaseando, a hacerse mirar y quedar dividida por la
mirada de un hombre, rechazándolo histéricamente.
Insisten los sueños eróticos con jefes y compañeros de traba-
jo que remiten directamente a la mirada de un hombre. Ella dice:
Hace rato que no me sentía mirada, y ahí también nuevamente está
la distinción entre la mirada de un hombre, el sentirse mirada, y el
marido y la mamá que le dicen cosas porque la quieren. Ahí se dice
Mi marido como mi mamá…, lo que es señalado por la analista; a
partir de esa intervención ella se ausenta dos sesiones consecutivas,
176 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

quiere decir que tocó el punto justo, que esa intervención tocó un
punto de goce que la frena –en términos de Patricia–, ya que ella
dice que cada vez que se frenaba repetía tres palabras que le había
dicho la analista, No te asustes. Recordemos que el freno es una de
las maneras en que Lacan define a la inhibición.

VI. El fantasma de seducción histérico.

Finalmente, el sueño de seducción, que habla de una erotización


del lazo con el padre: Papá abusaba de nosotras, me acariciaba…, en-
tonces el rechazo del yo a esta erotización del lazo, que dice: No, pero
en realidad era abuso psicológico, abuso de autoridad. El inconsciente
dice, o desea, otra cosa, haciendo presente el fantasma de seducción
histérico, que sería la punta para ir desde esa angustia que le provoca a
Patricia –como a todo sujeto– al síntoma histérico. La vía de la histe-
rización justamente se articula en el punto en que se puede erotizar el
lazo con el padre, en el que podría despuntar la vertiente amorosa.
Se trataría allí del mismo movimiento que realiza Freud como
construcción del segundo tiempo del fantasma “Pegan a un niño”,
tiempo imposible de recordar, que hace al fantasma fundamental:
mi padre me pega porque me ama, donde está en juego un goce eró-
tico con el padre, que lleva la marca de la regresión, como señala
Freud, al manifestarse como golpe, de allí que encuentre ese fantas-
ma en su mayoría en mujeres obsesivas, ya que en esa estructura, o
superestructura “de la histeria”, el goce genital regresiona hasta su
versión sádico-anal.
En este sueño de Patricia se realiza el movimiento inverso a la re-
gresión obsesiva, que es la histerización, por la que el sujeto encuentra
la vertiente erótica del lazo con el padre. En ese momento la decisión
del sujeto es volver a la inhibición, al freno, al tapón, pero esta vez se
trata del tapón de la maternidad. No vuelve a los vómitos sino que
recurre a la maternidad, por eso decía que al menos son nueve meses,
ya que después de ese plazo, por más que quiera, la panza no va a
Inhibición, síntoma y angustia / 177

volver, en ese punto se verá cómo vuelve el último tramo del análisis,
ya que su depresión puerperal muestra que el hijo nacido, separado
de ella, no llega a funcionarle como tapón. Sí está claro que le fun-
ciona como tapón el embarazo, ella había podido dejar de vomitar
justamente el tiempo del embarazo de su hijo anterior.
Si bien ella retrocede, no retrocede al punto de partida, no vuel-
ve a la práctica de los vómitos, ella misma dijo que hay un antes y
un después, de modo que algo cambió definitivamente. Cuando
hay un acontecimiento no se puede volver al punto anterior, queda
esa marca y después el sujeto verá que hace con ella.

VII. El nudo de Patricia.

Les propongo que ensayemos llevar estos movimientos al nudo.


El punto de partida es que Patricia no cuenta con el recurso his-
térico del amor al padre en primera instancia, con lo cual no puede
constituir un síntoma histérico, no consigue que lo simbólico medie
entre imaginario y real, por eso es que en el lapsus estructural, en
el que están los tres sueltos, arriba está el imaginario, en el medio
el simbólico y abajo el real. Sitúo el lapsus acá, en estos dos puntos,
entre imaginario y real.

Tiempo cero:
178 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

A partir de este lapsus inicial, les propongo situar la obesidad


como una primera forma de reparación, de re-anudamiento. En la
obesidad infantil de Patricia lo que está en juego es la angustia, es
la manifestación de una angustia oral, en la que hay una insistencia
de la incorporación, directamente ligada a la dificultad para tragar a
este padre, de modo que ella tiene que insistir en incorporarlo, pero
al precio de esta obesidad, que es una traducción de esa angustia que
le permite cierto recorte en el objeto oral que la estabiliza de alguna
manera. La obesidad es aquí una nominación de lo real, por la an-
gustia liga algo que está disperso en este exceso en el comer.

Tiempo uno:

La obesidad es aquí un redoblamiento del registro de lo real, se


recorta un objeto, que es el objeto oral, entonces Patricia, siendo “la
gordita” puede de algún modo (a pesar de que tiene que comer de
más, y en este comer de más se manifiesta su angustia) ser una paya-
sita, hacer reír a la gente, tener un lugar que le da cierta estabilidad.
Ubico el segundo momento entre los doce y quince años, cuan-
do confluyen el desmoronamiento del padre y la irrupción de la
feminidad. En ese momento, el cuarto que anudaba se suelta, en-
tonces irrumpe una angustia que no liga. Para rearmar el nudo, para
Inhibición, síntoma y angustia / 179

volver a juntar esos tres que están sueltos, Patricia va a producir el


movimiento contrario a la obesidad, que es el del rechazo de la in-
corporación; ahí es donde voy a ubicar la inhibición, de modo que
ahora va a recurrir a una duplicación del registro imaginario:

Tiempo dos:

Con esta solución, que empieza con no querer comer la torta, los
problemas de alimentación se manifiestan por el lado del rechazo
de la incorporación, y junto con éste (siguiendo con la lógica de la
identificación primaria), del odio al padre, el rechazo al padre junto
con el rechazo a la incorporación. Es una solución que dura quince
años, que le da una gran estabilidad.
En este nuevo anudamiento encontramos la inhibición redo-
blando el registro imaginario.
El vómito se hace presente en el punto de falla que tiene toda
inhibición. Generalmente las inhibiciones van acompañadas de im-
pulsiones, en las cuales se manifestaría una acción que no tendría
valor de acto; como la inhibición tiene que frenar todo, la acción
pasa a la impulsión en lugar de ser un acto. Los vómitos son un
punto de falla de la inhibición, pero a la vez están al servicio de la
misma, permiten hacer como si no pasara nada, están en juego el
ocultamiento y el sostenimiento de (y en) una imagen –que es lo
propio de la inhibición.
180 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Intervención: ¿La obesidad taparía la angustia?

Nieves: Me parece que la obesidad es una manifestación de la


angustia, pero que cumple una función de anudamiento. En ese
cuerpo inflado, en ese goce de no poder parar de comer, se está
manifestando la angustia; pero al estar recortada en la impulsión la
acción con un objeto, que es el objeto oral, cumple cierta función
de anudamiento. Ahí es donde podemos ubicar a la angustia como
nominación de lo real, anudando los tres registros.

Intervención: ¿La angustia en ese caso estaría relacionada con el


goce?

Nieves: Sí, con un goce que hace presente el interior del cuerpo,
a diferencia de la inhibición, que restablece el narcisismo, que cierra
el cuerpo por medio de la exterioridad de una imagen. En la angus-
tia irrumpe la ex-sistencia, la voracidad, el descontrol. El control, que
permite el sostenimiento de una imagen y que se haga como si nada
pasara, proviene del yo, de lo que se presenta como pura exterioridad;
mientras que la obesidad muestra que algo en el interior no anda. Ese
algo irrumpe en la imagen especular como un exceso, manifestación
de la angustia, pero al estar recortada en un objeto que da placer, un
placer autoerótico, cumple cierta función de anudamiento, no es la
angustia pura. La angustia pura se hace presente en el momento en
que confluyen la irrupción de la feminidad y el desmoronamiento del
padre, entonces ahí ella no puede continuar con el recurso a la comi-
da, es un punto de gran angustia que se resuelve con la inhibición,
que es una solución muy eficaz que dura quince años.
Pasamos ahora a un tercer tiempo, que es el momento de la de-
manda de análisis, a los treinta años. En esa demanda se pone en
juego por un lado lo que ella no puede controlar, por otro lado,
un deseo en relación con el trabajo que implica, no solamente la
actividad laboral en sí misma, sino también cierta circulación en
el plano del deseo en la que se va a poner en juego su feminidad.
Inhibición, síntoma y angustia / 181

Efectivamente, ya antes de empezar a trabajar Patricia sueña con el


“bombonazo atómico”, ahí se ve bien lo que es el trabajo para ella,
es empezar a circular en ese plano, salir del mundo maternal que
ella constituía con su marido. Ese mundo maternal es desbaratado,
tanto por la angustia respecto de la seguridad del hijo, como de su
deseo de reinserción laboral, que la empuja al acto, plantean un
límite a la función de la inhibición, van en contra de ese freno. Esta
solución se va a desarmar con el análisis.
En el desarmado de esta solución –como dijimos antes– hay hi-
tos. El primer hito es la demanda de análisis misma, por la que el
sujeto se dirige al Otro de lo simbólico para salir de esta solución
imaginaria. En ese primer tiempo se dan esos fenómenos de simbo-
lización de lo imaginario, de encuentro con la castración, cuando
ella puede interpretar el vómito, el encuentro con la contingencia,
que a partir de la caída del árbol abre la vía de lo posible y que hace
que algo cese de escribirse. Se sale de la lógica de lo necesario, según
la cual no cesaría de escribirse la desgracia de la familia paterna,
cuando la desgracia no cae sobre su hijo. Entonces, cesa de escribirse
la repetición gracias a la contingencia. Estos hitos operan un desar-
mado de esta solución, que es posible porque se está construyendo
otra en otro lugar, acá, entre simbólico e imaginario.

Tiempo tres:
182 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Entonces cae el control como defensa, ella deja de vomitar sin


saber por qué, no se trata de una decisión voluntaria, de modo que
en este momento prevalece la estructura del sujeto del inconsciente.
En este punto se abre la vía de lo que sería la línea del análisis puro.
En este caso se podría hacer un contrapunto entre el análisis aplica-
do en el hospital y el análisis puro que hace Patricia en el consulto-
rio, cuando avanza más allá de los vómitos, en el trabajo analítico y
en la construcción del fantasma.
Lo que el análisis va realizando en este tiempo, como anuda-
miento alternativo, es un redoblamiento del registro simbólico. En
el momento en que cae la inhibición se produce una irrupción de la
angustia, porque este nudo se está haciendo, todavía no está instala-
do. Lo que irrumpe es la angustia propia de lo femenino.
Acá, entre real e imaginario habíamos ubicado en su momento
el goce del Otro sin barrar, que Lacan va a ligar con lo femenino. La
irrupción de la angustia en relación con lo femenino va a ir siendo
tratada por lo simbólico, en el trabajo del inconsciente en los sueños
–todos los sueños que Patricia trae al análisis en el consultorio son
sueños en los cuales se trata de la feminidad.
El trabajo con el inconsciente va tratando la angustia, donde,
por un lado, se recorta el objeto en una doble vía, oral y escópica,
y por otro, se va a ir construyendo un fantasma fundamental, un
fantasma de seducción. La erotización del lazo con el padre, que
le posibilitaría la construcción de un síntoma analítico histérico.
No estamos hablando de la estructura histérica, sino que estamos
hablando de la histerización en el análisis.
La interrupción del tratamiento por parte de Patricia deja acá
este nudo que se está construyendo, allí la maternidad le funciona
como un freno, ya que deja el análisis y deja el trabajo, en algún
sentido vuelve al punto anterior, a la inhibición, pero se trata de una
solución transitoria, que es el embarazo.

Intervención: Esto último que se consigue con la paciente, ¿es


una salida del Edipo, al margen de los lapsus?
Inhibición, síntoma y angustia / 183

Nieves: No, se trata más bien de una entrada en el Edipo. Ha-


bíamos ubicado la posición del sujeto del lado del Edipo invertido,
y en este sueño de erotización del lazo con el padre se verifica el
pasaje al Edipo positivo. La salida es una entrada, una entrada en el
análisis, una entrada en el Edipo, es la histerización de la entrada en
análisis. Justamente, lo que no se produjo por estructura es lo que
se está operando en el análisis, que el sujeto logre querer al padre
en algún punto, aunque sea inconsciente, que pueda conectarse con
esa vía del amor al padre, y en algún punto, preferir al padre a la
madre –que es justamente la función del Edipo.

Clase del 17 de julio de 2008


184 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
VIII. De la angustia a la inhibición.
“Esperando con el mate”.

Nieves: Buenas tardes. Les presento a Gabriela Luna, que es psi-


coanalista, diplomada del ICBA, integrante del Centro Pequeño
Hans y del Hospital de Día del Hospital Alvarez. También forma
parte de las comisiones de hospitales de la Cátedra de Psicopatolo-
gía II de la Facultad de Psicología.

I. De la angustia a la inhibición

Un Paciente de cincuenta y seis años, al que llamaremos R. es de-


rivado de Clínica Médica al equipo de Trastornos de Ansiedad de un
Hospital Público. Con un aspecto desaliñado y una voz angustiosa,
cuenta que la doctora que lo atiende le sugirió que haga una consulta
en este equipo, a raíz de padecer una serie de lo que él llama “síntomas
físicos”. Refiere que sufre de mareos, le sube la presión, debe llamar a
emergencias y siente que se va morir. Dice haber sentido estos síntomas
por primera vez luego de una discusión con un compañero en la Feria
de Artesanos en la que trabaja.
Es un artesano que realiza productos en cuero, y por temor a que se
le repitan estos síntomas ha debido suspender los viajes que tenía progra-
mados a distintas exposiciones.
Lo interrogo acerca de si relaciona lo que le pasa con alguna otra
situación, y se pone a llorar diciendo: “No sé qué me pasa a partir de
que nació mi nieto que actualmente tiene un año, me emociono mucho
186 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

y además veo a mi señora más vital cuando estamos con él”. Se le pre-
gunta por esto y dice: “Ella es callada y cuando la veo disfrutar con el
nieto y la veo alegre, me emociono”.
Durante el primer tiempo de entrevistas, se lo escuchaba dando mu-
cha importancia a las manifestaciones relacionadas con los síntomas físi-
cos, alojando su preocupación, relataba sus consultas con los médicos, los
valores de los estudios, las llamadas a emergencias, las recetas, etc......
En relación a las exposiciones, comenta que por su trabajo viajaba
mucho, y que gracias a esos viajes pudo ir a España, y visitó la casa de
su abuela materna, sintiendo que había podido realizar un sueño que
tenía de chico que era cumplir con lo que él llama “la fantasía heroica”.
Le habían contado que a su abuela le habían sacado la casa y él siempre
pensó que iba a poder recuperarla; relata lo que significó ese viaje para él,
y aunque no la recuperó, poder estar ahí había sido muy importante.
Cuenta que vivió con sus padres, su abuela materna y una hermana
mayor, que en su casa se hablaba mucho y tiene buenos recuerdos de su
infancia, especialmente con su papá con quien siempre fue muy com-
pañero. Cuando mueren sus padres, su hermana se quedó en la casa, ya
que se había separado y él nunca le pidió la parte de la misma, hacién-
dose cargo de mantener los gastos.

II. Una pregunta que alivia....

Comienza a preguntarse si este nieto no lo hace pensar en la paterni-


dad, ya que no tuvo hijos biológicos. Su pareja ya tenía un hijo de ocho
años cuando él la conoce, lo nombra “hijo del corazón”. En relación a
este tema dice: “Siempre quise tener un hijo, pero no pude, estuve tres
veces en pareja, la primera se hizo un aborto y no me dijo nada, después
de esto me separé, la segunda tenía un hijo y no quería tener más, y con
mi pareja actual lo buscamos un tiempo, pero ella tuvo una menopausia
prematura a los treinta y ocho años y ya no pudo quedar embarazada.”
Refiere lo difícil que fue para él aceptar esta situación, frente a la im-
posibilidad de tener un hijo, y dice: “En el fondo, ella no quería otro hijo”.
Inhibición, síntoma y angustia / 187

Comenta que está decidiendo ir a una exposición, a la que va todos los


años desde hace mucho tiempo, y en la que se encuentra con su mujer para
pasar unos días de vacaciones, le preocupa perder la sesión, le ofrezco un
horario para el primer día que llega de viaje. Acepta, puede viajar, dice
que no tuvo síntomas y que la pasó bien, disfrutó de estar con su pareja.

III. Él y su mujer: dos tribus diferentes.

Hace veinte años que vive en pareja, y comienza a molestar lo que


él llama los “distintos tiempos” con su pareja. Habla de estas diferencias
refiriéndose a que son dos tribus, se queja de no entenderla en ciertas
actitudes, y siente que con él no habla. Esto lo enoja mucho, refiere que
ella habla mucho tiempo por teléfono, dice: “Yo la espero con el mate,
pero conmigo ni una palabra”.
Dice que esto le produce tanto malestar que no le permite concen-
trarse en su trabajo, ya que ella se duerme tarde y él no puede irse a
dormir hasta que ella no se acueste, y no se puede levantar a la mañana
porque ella se levanta tarde y no sabe por qué la tiene que esperar, no
puede hacer nada hasta que ella se va a trabajar y cada día se va más
tarde y él pierde su tiempo, pero no lo puede evitar; después tiene que
trabajar “en emergencia”, para cumplir con sus compromisos.
Se le pregunta por las “tribus” y dice: “Somos muy distintos, yo soy muy
racional y necesito un orden, ella es distinta, me enoja cuando me hace per-
der el tiempo”, y dice: “Cuando tenemos que ir a buscar a mi nieto, ella se
demora y después tenemos que salir apurados, siempre me hace lo mismo”.
Cuando se levantan a la mañana él le prepara el mate y la espera mien-
tras ella habla por teléfono. Se pone nervioso. Intervengo diciendo “¿Con
el mate y esperándola?”, se enoja y dice: “Y… si somos una pareja tenemos
que compartir cosas, sino cada uno estaría por su lado y yo la quiero.”
A partir de esta intervención hay un cambio, refiere que ha podido
empezar a levantarse más temprano y que ha empezado a caminar unas
veinte cuadras para llegar al hospital, y eso lo hace sentir bien, ya que
había dejado de hacer ejercicios por los problemas de salud.
188 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Relata un sueño que se repite: Está en su casa de la infancia y todo


está desordenado, pone un disco de los Beatles y no puede recordar el tí-
tulo de la canción porque es una canción que nunca existió. Se despierta
angustiado por no poder recordar el título de la canción.
Cuenta que es artesano por casualidad, su verdadera vocación es la
música, ya que durante mucho tiempo tocó con una banda; él tocaba la
guitarra. Me trae una copia del disco que grabó y me lo regala, se emo-
ciona al recordar esas épocas cuando tocaba música, decía que los ritmos
y los tiempos musicales le habían dado un orden a su vida.
Recuerda a su padre, y dice “Pobre mi viejo, se preocupaba porque
yo me dediqué a la música y no estudiaba una carrera universitaria”,
habla de la muerte de su padre, cuando R. tenía cuarenta años muere
de cáncer de colon. Piensa que lo pudo acompañar, llora cuando relata
los meses de internación y el sufrimiento que tuvo.
Comienza a hacer los trámites de sucesión de la casa de sus padres,
pensaba que nunca iba a poder vender esa casa. Empieza a ordenar los
papeles para poder venderla y repartir el dinero con su hermana, ya que
él se hacía cargo de todos los gastos de la casa, desde la muerte de la ma-
dre que muere de un ataque al corazón, un año después que el padre.
Retoma los viajes y se presenta en las exposiciones, ganando distintos
premios, y es llamado por un canal de televisión en el que tenía que
mostrar su taller y su trabajo de artesano en un programa.
Decide hacer kinesiología para tratar los problemas de mareos, los
atribuye a la postura por su trabajo, le han recetado una pastilla sublin-
gual, por si tenía algún síntoma, pero no necesitó tomarla.
Terminado el tiempo institucional refiere en el último encuentro “Mi
nieto me abrió un capítulo en la vida: el de ser abuelo y me cerró otro: el
de ser padre, lo que me emociona es ver que reconozco en él cosas mías.”
Nos despedimos con la posibilidad de que me llame si decidía en otro
momento continuar su tratamiento.
Inhibición, síntoma y angustia / 189

IV. La emoción de un nieto

Nieves: En primer lugar haremos un recorrido por el relato que


hace Gabriela. Se trata de un paciente que es derivado a un equipo
de trastornos de ansiedad. La analista lo define como alguien que
se presenta con una voz angustiosa, de modo que ya en su presenta-
ción están presentes, por un lado, la angustia, y por otro lado, la di-
mensión de la voz. La angustia se presenta como central en la lógica
del goce que padece R. Refiere una serie de síntomas físicos, mareos,
le sube la presión, se trata de síntomas que remiten a la muerte.
Por otra parte, ubica el inicio de estos síntomas a partir de una
discusión con un compañero en la feria de artesanos. De modo que
la angustia es despertada por la rivalidad con el semejante, que abre
también la dimensión del temor, ya que empieza a tener temor de que
se repitan los síntomas. Intentaré demostrar que la posición de R se
basa en una dificultad en la asunción de su virilidad, que vive como
insuficiente. En esta escena con su compañero artesano, R siente que
no está a la altura de la pelea viril, del enfrentamiento entre hombres.
Algo del narcisismo se le desarma e irrumpe el interior del cuer-
po. Habíamos dicho que en la angustia muestra su ex-sistencia el
interior del cuerpo, y en los síntomas físicos que trae R encontramos
justamente mareos, baja de presión, todo lo que hace presente la
dimensión del interior del cuerpo, atemorizándolo.
La respuesta de R a esta abertura de la dimensión de la angustia
es una operación de inhibición, de suspensión, de detenimiento, de
modo que R suspende los viajes que tenía programados por temor
a que se repita la angustia. Como habíamos dicho, la función que
cumple la inhibición es justamente –según Freud– la de evitar el de-
sarrollo de angustia. Para que no se repita suspende, detiene, inhibe
todo movimiento, se queda quieto y consulta.
La intervención de la analista, al interrogarlo acerca de si relacio-
na lo que le pasa con alguna otra situación, apunta a abrir la dimen-
sión de otra escena. Allí se hace presente, a través del llanto de R,
su emoción ante la revitalización de su mujer en el encuentro con el
190 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

nieto. Este lugar del nieto que emociona a una abuela se manifiesta
como la contratara de su angustia. Para decirlo más precisamente,
aquello que en la otra escena se correlaciona con la angustia, se ve-
rificará en el curso posterior del tratamiento como su propia posi-
ción de nieto que intenta emocionar a su abuela realizando la gran
hazaña, la fantasía heroica de recuperar la casa que la abuela había
perdido; de modo que ese nieto encarna algo de su propio narcisis-
mo infantil. Sigamos las vicisitudes de esta posición de R.

V. La insuficiencia en la virilidad

Esa angustia que se desencadena en esta escena de rivalidad con


el semejante, que lo angustia y lo atemoriza, se duplica en la otra es-
cena, en lo que podríamos llamar el “complejo de paternidad”. Una
primera manifestación discursiva de este complejo en el tratamiento
de R es este llanto acongojado, emocionado, en relación con el en-
cuentro entre el nieto y su esposa, pero que luego va a remitir a su
problemática con la paternidad. Nuevamente entonces la cuestión
de la virilidad va a despuntar alrededor de aquello que angustia a R.
Por otro lado, él se emociona porque ve a una abuela alegre y
vital con el nieto, lo cual también habla de que no es él quien alegra
y revitaliza a su mujer. Nuevamente encontramos aquí la figura de
un niño, de un nieto que le da alegría a su abuela, no de un hombre
que le da una alegría a una mujer. Nuevamente podemos ubicar ahí
un punto de insuficiencia en él, de insuficiencia como hombre, y
veremos que también como padre –que es la problemática que se va
a abrir a partir de la apertura de la otra escena.
El primer tiempo de entrevistas gira alrededor de la descripción de
los síntomas físicos, y la posición de la analista es alojar ese cuerpo an-
gustiado, alejar esa preocupación. Es en ese punto que R trae el relato
del viaje a España: él desde chico tenía la fantasía heroica de recuperar
la casa que había perdido su abuela, pero viaja y no puede recuperar-
la, nuevamente encontramos ahí la insuficiencia. No es el obsesivo
Inhibición, síntoma y angustia / 191

que se mata por conseguir la gran hazaña. Recién discutíamos con


Gabriela si es un obsesivo o no, y yo le decía que a mí me parece que
tiene defensas obsesivas pero que no es una estructura obsesiva; él no
puede recuperarla pero se consuela, y esa estructura de consuelo es
un poco como cierra el tratamiento. El se consuela con lo poco que
tiene, hay algo de ese tipo de solución en la posición de R.
Lo que dice de su infancia es llamativo, le decía a Gabriela que
abre un poco la pregunta diagnóstica; vamos a apostar a pensar el
caso desde la neurosis, pero hay ciertos indicadores de esa estructura
que faltan, por ejemplo, lo que él trae de su infancia no ubica nada
de la neurosis infantil: vivió con sus padres, su abuela materna, y
una hermana mayor, en su casa se hablaba mucho, tiene buenos
recuerdos de su infancia –especialmente con su papá, con quien
siempre fue muy compañero–.
Lo que se recorta aquí es que el padre está en un lugar de compa-
ñero, es lo único que podemos ubicar como cierta singularidad, que
podría hablar de cierto esbozo de novela familiar, en la que el padre
es un compañero, no está exactamente en ese lugar asimétrico del
gran Otro. En ese punto podemos ubicar cierta inconsistencia en
el lugar del Otro, ahí donde el padre se ubica como un compañero
cuando quizás él lo buscaba en otro lugar. Es en ese mismo punto
en que el padre se propone como un semejante que podemos situar
la irrupción de la angustia en R como insuficiencia en la virilidad,
allí donde se queda sin Otro.
Por otra parte, queda claramente situada la posición de R soste-
niendo a la hermana, como en su momento había querido sostener
a su abuela. Cuando murieron sus padres la hermana queda en la
casa. El no le pide la parte que le corresponde y además la mantiene,
a ella y al sobrino también El tiende a hacerse cargo de las mujeres
de la familia.
192 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

VI. El “complejo de paternidad”

A partir de la apertura de la dimensión de la otra escena comien-


za a desplegarse cierta pregunta en relación con la paternidad. Una
pregunta que alivia –dice Gabriela.
Es llamativa la serie que arma R en este punto de la paternidad
fallida, que se presenta bajo el signo de la repetición. “Siempre quise
tener un hijo pero no pude. Estuve tres veces en pareja, la primera se
hizo un aborto y no me dijo nada, después de eso me separé. La segunda
tenía un hijo y no quería tener más, y con mi pareja actual lo buscamos
un tiempo, pero ella tuvo una menopausia prematura y no pudo quedar
embarazada”. La casualidad que se repite, donde por hache o por be
la paternidad se le escapa a R. Podríamos decir que R vive su falta de
paternidad como una pérdida, la pérdida de un hijo biológico, ese
hijo biológico que no tuvo, que es fundamentalmente una pérdida
de sí mismo como padre –y nuevamente aquí encontramos un pun-
to de insuficiencia en relación con la función viril. En este punto de
insuficiencia, la transferencia le funciona a R como un reaseguro,
como un lugar que le devuelve la consistencia, y lo que se verifica en
esta preocupación que manifiesta por perder la sesión antes de via-
jar. Cuando se está animando a hacer un viaje, a moverse un poco,
surge esa preocupación por perder ese lugar donde él parece adquirir
cierta consistencia, y recién cuando la analista hace una maniobra
como para que recupere esa sesión, que no quede como perdida, él
puede viajar y pasarla bien con su mujer, sin síntomas. Pero necesita
esa maniobra de la analista que lo reasegura, que lo sostiene.

VII. La disparidad sexual

Con la cuestión de las dos tribus con tiempos diferentes se abre


todo un capítulo en R, que gira alrededor del goce con el tiempo,
que efectivamente es propio de la neurosis obsesiva. Aquí se pueden
ubicar con mucha claridad las defensas obsesivas de R. Pero vamos
Inhibición, síntoma y angustia / 193

a hacer algunas precisiones, ya que se trata de una temporalidad que


es estructuralmente dispar entre los sexos –porque no ocurre sola-
mente en la pareja de R con su mujer, ¿no? (risas). Los tiempos de él
y los tiempos de ella que no coinciden, es una de las manifestaciones
de la disparidad estructural de los goces de los sexos.

VIII. Las vueltas de la pérdida

Pero lo que a mí me llama la atención, y aquí quisiera volver


al punto inicial, al punto de desencadenamiento de la angustia de
R, es a la posición de él ante esto, ya que su posición frente a estos
tiempos largos de la mujer es que él queda en espera, en una posi-
ción de demanda al Otro –que no es la posición propiamente obse-
siva, que consiste más bien en la defensa respecto de la demanda del
Otro. El obsesivo es el tipo al que la mujer lo molesta, y que se enoja
eventualmente si ella tarda mucho. En este caso, en cambio, Freud
diría que se trata de una regresión a la dimensión oral de la deman-
da, no está en la dimensión sádico-anal de enojarse y agredirla a la
mujer por lo que tarda, o de cortarle el teléfono, sino que está ahí
esperando con el mate que ella tenga algo con él. Ya desplegaremos
este punto de quedarse esperando con el mate.
R ahí está en una posición de demanda oral a un Otro que queda
en un lugar materno –lo que hace justamente a su angustia. En esta
posición él pierde tiempo, nuevamente la pérdida. En el discurso de
R la pérdida vuelve siempre, en un nuevo bucle, de distintas mane-
ras. La pérdida de su seguridad en un primer momento de irrupción
de la angustia, luego la pérdida de la posibilidad de la paternidad, y
ahora se trata de la pérdida de tiempo. El discurso de R se empieza
a centrar alrededor de la pérdida de tiempo.
Él ubica las dos tribus. “Somos muy distintos. Yo soy muy racional
y necesito un orden, ella es distinta, me enoja cuando me hace perder el
tiempo”. Aquí podemos situar lo femenino desarmando el control
obsesivo de la racionalidad y el orden, y entonces él hace –como
194 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

diría Freud– una regresión oral, y queda esperando en una posición


de demanda angustiosa al Otro. Ahí es donde tiene efecto la inter-
vención de Gabriela que le dice: “¿Con el mate y esperándola?” en un
tonito medio así… es el tono de la intervención lo que produce el
enojo, ya que ese tono apunta a perturbar esa posición
Es interesante porque él con la mujer no se puede enojar, se
queda esperando, mientras que en la repetición en la transferencia,
la intervención de la analista logra despertar el enojo –que es justa-
mente lo que él no puede poner en juego –insisto– en esta dimen-
sión de lo que sería el semblante viril: no puede pelearse con el otro
artesano, no puede enojarse con la mujer que tarda, pero sí puede
enojarse con la analista; ahí hay algo de la repetición que incluye
una diferencia. Surge algo nuevo, y hay un efecto de separación, por
el que R puede salir de esta posición infantil, de demanda angustio-
sa al Otro, y empieza a levantarse temprano, sale a caminar en lugar
de quedarse esperando con el mate a la mujer. A su vez, el mate
abre una doble vía, por un lado está la cuestión de la demanda oral,
y por otro lado la cuestión del pensamiento, de “hacerse el mate”,
esperándola –y sólo piensa mientras la espera–, en lugar de actuar y
de hacer lo que tiene que hacer.

IX. La dimensión de la voz

Esta intervención perturba por la dimensión del tono, toca algo


del goce invocante –que está presente en todo el caso– por ese lado.
Hablamos de la voz angustiosa, de la mujer hablando por teléfono y
él esperando que ella le hable, del silencio de la mujer con él, y luego,
esa intervención que lo enoja y lo desacomoda de ese lugar en el que
estaba ubicado, produciendo un efecto de separación, de salida de la
demanda al Otro, y finalmente cierta salida de la inhibición. Porque
no solamente empieza a levantarse temprano, a caminar, sino que
también empieza a producirse un movimiento en el análisis, y tam-
bién en su vida, ya que puede retomar su actividad.
Inhibición, síntoma y angustia / 195

La otra escena se hace más presente en ese momento a través de


un sueño que se repite, nuevamente la dimensión de la repetición,
es un sueño que se repite pero que él trae por primera vez al trata-
miento. Está en su casa de la infancia y todo está desordenado, pone un
disco de los Beatles y no puede recordar el título de la canción, porque
es una canción que nunca existió. Se despierta angustiado por no poder
recordar el título de la canción. Este sueño tiene varias cuestiones
interesantes. Una cosa de ellas es el desorden, él contaba que su in-
fancia había sido perfecta, que estaba todo muy bien, mientras que
en el sueño aparece su casa de la infancia toda desordenada.
Podríamos decir que esa intervención de la analista, “¿Con el
mate y esperándola?”, que desacomoda o perturba su posición, tam-
bién perturba cierta versión que él traía de sí mismo y de su infan-
cia, la perturba por lo menos en el inconsciente, en el que se hace
presente el desorden. Al lado de ese relato todo ordenado de su
infancia surge ese sueño en el que todo está desordenado en la casa
infantil. Está la dimensión de la voz en el disco de los Beatles, y lue-
go está esa canción que nunca existió. Esa infancia idealizada que él
traía cae, es un punto de angustia que despunta en ese sueño, pero
que no llega a desplegarse en el análisis.
Él estaba en una posición de demanda al Otro, demandando or-
den. Algo se conmueve, deja de demandarle al Otro, y surge este des-
orden que lo remite a cierta versión de la infancia inexistente. Y está
la dimensión de la voz en este sueño, la dimensión de la voz y de la
vocación, ya que él lo que asocia ahí es que su verdadera vocación es
la música. Ahí tenemos nuevamente un punto de insuficiencia: no
pudo realizar su vocación y es artesano por casualidad. No pudo rea-
lizar, sostener su vocación, su voz. No pudo apropiarse de su voz. Me
refiero a la música como una modalidad de la voz.
En ese momento le hace entrega en la transferencia a la analista de
una copia del disco que había grabado en aquella época. La música, al
igual que la paternidad, queda del lado de lo que no pudo ser. ¿Qué
dice después de hablar de esto? Dice: “Pobre mi viejo”. Se despliega una
cadena significante: esa infancia desordenada, esa canción que nunca
196 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

existió, esa vocación que no pudo ser, ese pobre viejo. Hay una cues-
tión que él dice al pasar –veremos si podemos ubicarla en el nudo–,
que los ritmos y los tiempos musicales le habían dado un orden a su vida.
Es interesante, porque la cuestión del orden está presente todo el
tiempo, hace a su modalidad obsesiva, pero no es lo mismo buscar un
orden con el mate y esperando, con el pensamiento, que este orden de
los ritmos y los tiempos musicales que toca la dimensión del cuerpo,
que no es puro pensamiento ni pura espera, sino que tiene que ver con
un hacer que involucra al cuerpo. Digamos que como modalidad de
tratamiento del goce, es un orden de otro orden el que R conseguía
con la música. Pero insisto, hay un punto de insuficiencia ahí, queda
como un enigma el punto en el que él deja caer su vocación y se dedica
por casualidad a otra cosa. Cuando él está hablando de esto recuerda
al padre y dice “pobre mi viejo”. Queda en conexión con un punto de
insuficiencia del padre, que queda ubicado como un compañero, ese
pobre padre que queda en continuidad con su propia insuficiencia.
También en ese punto llora, y está la cuestión de la pérdida del
padre, de la muerte del padre, y ese sentimiento de compasión por
él. Así como en su momento había estado ese sentimiento de com-
pasión por su abuela que había perdido la casa, ahora se trata de la
compasión por el padre, que esperaba otra cosa de él. También ahí
está el padre que se preocupaba porque él se dedicara a la música y él
que termina alejándose de la música.

X. Una reapropiación

Este pasaje por la otra escena le posibilita a R reapropiarse de su he-


rencia, hacer los trámites de sucesión de la casa, ordenar los papeles para
poder venderla y repartir el dinero con su hermana. De modo que a par-
tir de este trabajo, propiamente analítico, puede realizar un movimiento
que va a contrapelo de la pérdida. Estaba el bucle de la repetición dando
sus vueltas hasta esa intervención por la que se produce algo nuevo, se
produce un movimiento contrario que empieza a girar hacia otro lado.
Inhibición, síntoma y angustia / 197

R retoma los viajes, se presenta en exposiciones, gana premios, va a la te-


levisión. Sale de la inhibición, vuelve a la acción, se reestablece de algún
modo el orden del tener –que había quedado seriamente conmovido a
partir de la situación inicial de la pelea con el otro artesano. Algo del
tener fálico se reacomoda, al menos imaginariamente.
Finalmente, el último encuentro, donde dice a la analista: “Mi
nieto me abrió un capítulo nuevo en mi vida, el de ser abuelo, y me
cerró otro, el de ser padre. Lo que me emociona es ver que reconoz-
co en él cosas mías.” Hay un efecto de cierre de la angustia en este
momento del tratamiento. Se cierra un capítulo, se abre otro, y él se
contenta con la paternidad del corazón. Este efecto de consuelo, que
yo situaba también como una posición de R, que le permite rearmarse
habiendo hecho cierto trayecto en relación con un punto crucial que
es su virilidad, fundamentalmente en relación con la paternidad.

XI. El nudo de R.

Les propongo ahora intentar ubicar algunos momentos de R en


el nudo.
Vamos a ubicar la relación entre angustia e inhibición, entonces
la propuesta es que el lapsus del nudo se produce entre real e ima-
ginario.
198 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lo que hace que los tres anillos estén superpuestos es que en


estos dos lugares lo imaginario pasa por encima de lo real, en lugar
de pasar por debajo. Esta es la propuesta de lo que sería el lapsus
estructural de R, ahora vamos a ver los distintos arreglos, algunas
hipótesis o maneras de pensarlo.
A diferencia del caso anterior, en el que había una historización tal
que era posible situar prácticamente todos los momentos de la historia
de la paciente, en este caso encontramos ese silencio sobre la infancia.
Sí podemos distinguir un primer movimiento, un primer recur-
so en R, que es la música. El dice que la música, particularmente los
ritmos y los tiempos, le dieron un orden. Además, él ubica la música
como su verdadera vocación. También se trata ahí de un hacer con
la voz, que constituye un reverso de la irrupción angustiosa. Pro-
pongo un contrapunto entre la voz angustiosa con la que llega y la
posibilidad de hacer música.
Vamos a ubicar esos ritmos y tiempos que le daban un orden
entre simbólico y real. Él toma lo simbólico de la música, que le
posibilita un orden. En ese sentido podríamos decir que la música
funcionó como síntoma –redoblamiento del registro simbólico en
conexión con lo real de la música. Ésta es la primera solución que
encuentra R:
Inhibición, síntoma y angustia / 199

Algo hace que él no pueda sostener este anudamiento. Ahí es-


taría la canción que nunca existió, y está también la cuestión del
pobre padre que se preocupaba por que él haga música. R se termina
identificado con su pobre padre, dejando caer su vocación.
Entonces tenemos un momento segundo, cuando por casualidad
empieza a ser artesano. En el artesanado vamos a ubicar otro tipo de
arreglo ya que no opera un tratamiento de la voz, como lo hacía la
música. En el Seminario XXIII Lacan habla del artesanado y se pre-
gunta sobre la función que cumple, planteando que el artesanado es
un saber hacer que prescinde de la relación con la verdad, del campo
del sentido1. Fundamentalmente podemos decir que prescinde del
recurso a lo simbólico. Les propongo entonces escribir el artesanado
como un saber hacer con la angustia, sin recurrir al campo del senti-
do, sino simplemente en una práctica con el cuero. Ahí hay algo del
cuerpo, ya que el cuero es lo que recubre el cuerpo, de modo que él
está trabajando todo el tiempo sobre el recubrimiento del cuerpo, en
ese sentido uno podría decir que está trabajando sobre su angustia.

Ubico al artesanado aquí, duplicando el registro real, re-anudan-


do –en el mismo punto del lapsus– real e imaginario, reparando la

1 Lacan, J. El seminario. Libro XXIII. El sinthome. Ed. Paidós. Buenos Aires,


2006. Pág. 23.
200 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

falla entre real e imaginario, y prescindiendo del recurso a lo simbó-


lico y al campo del sentido, que ven que queda totalmente por fuera
de esta práctica.
Cuando R consulta, este recurso está en crisis, ya que él se pelea
con el artesano y entra en esta sintomatología angustiosa. De modo
que hay un momento en el que este lazo se suelta, cuando no puede
sostener su lugar de artesano en esta plaza, en ocasión de esa pelea.

Hay un momento de soltamiento, en el que la angustia emerge


como angustia masiva, y luego cierta respuesta precaria a la emer-
gencia de esa angustia, que es la inhibición, el detenimiento, cuan-
do suspende los viajes, suspende toda su actividad. Entonces, la
respuesta a la angustia es la inhibición, por eso ubicamos en este
momento una duplicación del registro imaginario que le permite
sostenerse, pero a condición de no moverse. Y también ahí queda
a la espera de la mujer, esperando con el mate. Se deja de mover y se
queda esperando con el mate, no cumple con su trabajo, no va a las
exposiciones, queda detenido.
Inhibición, síntoma y angustia / 201

Allí la intervención crucial es “¿Esperando con el mate?”, cuya


eficacia propongo situar más del lado del tono que del sentido de
la frase, un tono un poco irónico que desacomoda a R, que lo saca
de ese lugar, que suelta este broche, este anudamiento, abriendo
la dimensión de la Otra escena. Si bien hubo otras intervenciones
anteriores en esa vía, ésta es la que perturba esta defensa, abriendo
un tiempo de trabajo acá, en esta zona:

Acá también podemos ubicar la transferencia, ese lugar del ana-


lista como lugar del gran Otro que lo reasegura, donde se trata de
ese lugar que el padre no terminó de ocupar. A la vez, todo este tra-
bajo que se va a producir acá, en el campo del sentido, lo va a llevar a
202 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

esta resolución temporaria que es el cierre de la angustia, la salida de


la inhibición y la posibilidad de retomar su condición de artesano.
Tenemos que volver ahora al segundo gráfico. Porque esto dura un
tiempo, el tiempo del trabajo analítico, y luego tenemos que desarmar
este nudo y volver a armar ese nudo –entre real e imaginario– que es
cuando él puede reestablecerse como artesano.

De todos modos, si bien las posibilidades que tengo en este mo-


mento de abordar el nudo de R me impiden establecer en él alguna
diferencia entre aquel tiempo primero y esta vuelta posterior al trayec-
to analítico que se cierra, y con la que se cierra la angustia también.
La vuelta a su lugar de artesano, con todo lo que implica de acción,
exposición, reconocimiento y demás, en principio no tendría la po-
sibilidad de dibujarlo de una manera distinta que al inicio. Quizás se
podría situar alguna diferencia, ya que ha habido un trabajo aquí, en
el campo del sentido, que de alguna manera lo restablece desde otro
lugar. De hecho, no se trata de una vuelta al estado anterior, porque
cuando R había consultado, estaba en la situación de mantener a la
hermana, y cuando sale del tratamiento está en una posición de divi-
dir los bienes, de apropiarse de lo suyo, de apropiarse del tener. Hay
algo nuevo, no es una vuelta al estado anterior, lo que no encuentro es
la manera de traducir eso al nudo, pero es una insuficiencia mía.
Inhibición, síntoma y angustia / 203

Hay algunas cuestiones que podemos discutir, la cuestión de la


estructura, del tipo clínico. Llama la atención la ausencia de neuro-
sis infantil, llama la atención la precariedad de la posición viril de R,
y cómo el recurso fundamental para él termina siendo este recurso
que encontró por casualidad, pero que no era su verdadera voca-
ción, que es el artesanado –que justamente se ubica en esta zona,
entre real e imaginario.
Gabriela me decía que ella lo pensaba como un caso de neuro-
sis obsesiva, me parece que efectivamente están muy presentes las
defensas obsesivas en R, creo que hay muchas cuestiones que se
pueden pensar por ese lado, las cuestiones que van por el lado de la
racionalidad y del orden, lo que tendría que ver con la vertiente que
va por el lado del goce con el pensamiento, y después está también
el goce con el tiempo –que es propio del obsesivo. Se podría ubicar
también cierta dimensión de deuda con el padre, en el punto del
pobre padre que estaba preocupado; de alguna manera él paga sacri-
ficando su vocación ahí. Todo eso podría configurar cierta estructu-
ra obsesiva un poco rudimentaria, que no tiene toda la complejidad
sintomática en la vía de la lógica del significante que encontramos
en casos tales como, por ejemplo, el del Hombre de las Ratas, con
toda la diversidad de síntomas, de rituales, de distintos tipos de
obsesiones, donde claramente se pueden articular en la lógica del
significante toda una serie de síntomas que remiten a las dimen-
siones del mito familiar y del fantasma. En este caso encontramos
un mito mínimo, en el que prevalece la dimensión de la pérdida: la
abuela que pierde la casa, el pobre padre que no lo pudo ver estudiar,
él que no puede ser padre. Lo que no se escucha en este caso es la
dimensión propia del fantasma. Está el objeto voz sobrevolando,
presente, pero no está suficientemente enmarcado, lo que hace a la
dimensión angustiosa del caso.
La irrupción de angustia es el punto de falla de la defensa obse-
siva, de una inhibición fuerte, consistente. Sabemos que la inhibi-
ción como armadura obsesiva puede ser a prueba de balas, es decir,
que nada logre angustiar al obsesivo cuando está bien sostenido en
204 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

esa armadura que es su narcisismo. No es el caso de R. De hecho,


Gabriela me contaba recién que justamente hoy volvió a consultar,
volvió a angustiarse.

Gabriela: Sí, llamó y dijo que le habían pasado otras cosas, pero
venía de la misma manera, con mucha angustia y síntomas corpora-
les, y lo que dijo es: “La piedra que tengo es no haber podido tener un
hijo”. Se trata de algo que no ha podido resolver.
Lo que puedo agregar con respecto a la música es que él formaba
parte de un grupo y deja de tocar en el grupo por las peleas que ha-
bía, por las diferencias entre ellos. Lo mismo que le pasó en la feria.

Nieves: Hay algo de la rivalidad que se le vuelve insoportable.

Gabriela: Claro, estas cuestiones de la rivalidad con los pares lo


sobrepasan. Ahora lo que le pasaba también es que un compañero
tuvo un infarto, entonces él estaba también muy angustiado por eso.

Nieves: En el punto del infarto más bien encuentra otro especular,


que le devuelve esa sensación de muerte que tuvo en algún momen-
to. Lo que de todos modos se puede verificar en esto que Gabriela
cuenta es que la solución del consuelo no es muy eficaz, mejor bus-
car. Porque ahí hay cierto efecto de cierre por el lado del sentido, de
lo imaginario, pero ahora dice que es una piedra, de modo que hay
un real ahí que va más allá de la solución que aparentemente había
encontrado. La piedra insiste, no se sacó la piedra del zapato.
Otra cuestión que también interroga el diagnóstico es esta re-
petición, esta puntería para encontrarse con mujeres que por una
razón u otra lo alejan de la paternidad. De algún modo se las arregló
para mantenerse alejado, pero es cierto que hay una interrogación,
hay una pregunta en ese punto, y hay que ver en este nuevo trayecto
adónde lo lleva esa interrogación. Quizá en este nuevo trayecto se
despeje un poco más la estructura. Porque en el sueño que él trae, un
sueño de angustia repetitivo, hay una cuestión que se abre ahí, donde
Inhibición, síntoma y angustia / 205

el punto de angustia es eso que nunca existió, esa canción que nunca
existió, ahí hay un punto de angustia enigmático, a interrogar.

Gabriela: Algo más en relación al tiempo, que empieza a desple-


gar en un segundo momento. El llegaba tarde a las sesiones, y para
no llegar tarde llegaba corriendo, entonces yo siempre sancionaba
esto, le preguntaba qué le había pasado; era un tema que en la sesión
se jugó mucho que él perdiera minutos de la sesión. Y el se quejaba
mucho de esto, de todo lo que perdía en relación al tiempo, sin em-
bargo llegaba tarde a las sesiones aunque hacía todo el esfuerzo. Me
parece que en transferencia se jugaba algo del tiempo con él.

Nieves: Esto de llegar tarde también está en el centro de la cues-


tión de la paternidad, él llega tarde a la vida de estas mujeres –por
lo menos a las dos últimas– que ya tienen hijos, y lo que finalmente
dice de estas dos últimas es que en realidad no querían tener más
hijos. Lo que dice de la segunda es que claramente no quería tener
más hijos, y de la otra termina diciendo: tuvo una menopausia pre-
matura, pero en verdad ella no quería tener hijos. Llega tarde a la
vida de estas mujeres, cuando ya fueron madres, cuando ya hicieron
padre a otro…. Y con la primera, también hay algo de este llegar
tarde, ya que él se entera después del aborto, cuando ya perdió la
posibilidad de ser padre.

Intervención: Estas mujeres, ¿no le sirven como garantes de su


inhibición para el desarrollo de su paternidad?

Nieves: Es lo que decíamos, ahí está el borde diagnóstico del


caso, donde se abre la pregunta. Seguro que no es casual esta serie.

Intervención: Hay que ver si el padre pudo funcionar como algo


que corte la serie con la madre, algo del padre como compañero me
resuena.
206 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Sí, de hecho también podríamos decir que él se ubica


como compañero de la mujer. Como señalamos anteriormente, lo
que le da alegría a ella es el nieto, no se trata del deseo entre un
hombre por una mujer, sino que es de otro orden. Tienen que tomar
mate juntos, ella le tiene que hablar, él que tiene que esperarla para
ir a dormir. Hay algo del orden del compañerismo en la relación con
su mujer.

Gabriela, ¿nos querés contar cómo se encontró con el artesanado?

Gabriela: Fue de casualidad. A través de un conocido que lo lle-


vó a trabajar a un taller.

Nieves: Alguien lo llevó.

Gabriela: Sí, alguien lo llevó, no fue una decisión de él, pero


fue aprendiendo el oficio y empezó a trabajar de eso. Porque con la
música, el había armado un conjunto, había grabado ese disco, pero
no tenía ningún rédito económico y dejó.

Nieves: Y evidentemente tiene un saber hacer con eso, porque


gana premios…

Gabriela: Sí, me trajo un muestrario en donde se veía su saber


hacer. Además, en esto de las exposiciones ha podido realizarlas,
pero ahora con esto que le pasa está un poco detenido, incluso tenía
que ir a España y no viajó.

Nieves: De modo que volvió a la inhibición. Por eso creo que es un


caso que está entre la angustia y la inhibición, me parece que si pensa-
mos el lapsus acá, justamente estamos entre real e imaginario, me da la
impresión que lo más fundamental de la estructura de R es la angustia.
En ese sentido, pienso el caso más del lado de la fobia que de la neuro-
sis obsesiva. Digamos que el recurso a la inhibición es un recurso bas-
Inhibición, síntoma y angustia / 207

tante endeble en él, y que lo que prevalece es la angustia. También me


parece que prevalece el objeto voz por sobre el objeto mirada –que es
el que encontramos en primer plano en la clínica de la obsesión. En la
clínica de la obsesión encontramos el objeto escópico y el objeto anal,
y en este caso encontramos el objeto invocante y el objeto oral.

Intervención: Y ¿por qué no podría ser una histeria?

Nieves: Bueno, podría ser pero no lo es, porque según lo que había-
mos trabajado en las primeras clases, habíamos ubicado justamente a la
histeria como nominación de lo simbólico, donde justamente se con-
sigue armar un síntoma enhebrado con el amor al padre. En este caso
parece que lo que prevalece es la nominación de lo real, es la angustia.
Y esta dimensión invocante tiene una fuerte presencia, que no es la
presencia del superyó obsesivo, acá no se trata de esa voz que manda,
que ordena, sinoque se trata más bien de un vacío angustioso.

Intervención: Está muy corrido lo simbólico. No es una voz que


diga, es una voz. Por eso me sonaba esto del fantasma…

Nieves: Exactamente. No está demasiado armado el fantasma,


que es lo que pasa en la fobia también.

Intervención: Por un lado está muy corrido de lo simbólico, y


esto que él sueña, esto de la canción que no tiene letra, que nunca
existió, parece ser puro ruido.

Nieves: Sí, es una pura voz, una canción que nunca existió es
eso, es una voz áfona, que nunca llegó a escucharse, a tener una
existencia.

Intervención: Yo creo que en ese sentido la música entra como su-


plencia de lo simbólico, en el sentido de que entra por ritmos, no entra
por tonadas ni por melodías, sino entra por un orden sobre el cuerpo.
208 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Exactamente. Por eso yo había escrito el recurso a la mú-


sica como el único, además del trayecto analítico, en el que es lo
simbólico lo que está operando, pero él no lo puede sostener, es lla-
mativo eso. Bueno, obviamente que las bandas musicales se pelean,
pero arman otras, o quedan como solistas, o se vuelven a juntar
tiempo después para hacer un poco de plata fácil…(risas)

Intervención: El contenido de la música, ¿tenía letra?

Gabriela: No, era música sin letra. El tocaba la guitarra, era mú-
sica del norte. Al menos en el disco que él me trajo no había letra.

Nieves: De todos modos, insisto con la cuestión del cuero. Es in-


teresante esto de que el cuero justamente es lo que recubre el cuerpo,
y si en la angustia de lo que se trata es de que algo del interior del
cuerpo ex-siste, es decir, se presenta afuera, o esto que dice Lacan en
el Seminario de La Angustia, que la angustia es como un guante dado
vuelta y entonces el sujeto vive su interior afuera, su interior arrojado
afuera2. En ese sentido se podría pensar el trabajo con el cuero como
una manera de volver a cerrar el guante, de volver a darlo vuelta, de
devolverle la piel al cuerpo, de devolverle ese límite y cerrarlo.

Clase del 21 de agosto de 2008

2 Lacan, J. El Seminario. Libro X. La Angustia. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2006.


Pág. 78.
IX. El amor al padre como síntoma. “La luz del padre”

Nieves: Les presento a Alejandra Lubel. Es egresada del ICBA,


integrante del Hospital de Día y del equipo de Trastornos de Ansie-
dad del Hospital Alvarez.

Alejandra: La paciente a la que llamaré L., de veinte años dice


consultar por “…cosas distintas que no tienen nada que ver entre sí”.
Primero, el “miedo a la noche”, que padece hace más de un año. Aclara:
“Miedo a que me pase algo aunque nunca me pasó nada”. Y una “crisis
por vocación”. Cuenta que dejó la carrera de medicina, aunque le iba
muy bien, porque lo quiere pensar mejor.
Se refiere a la separación de los padres, hace aproximadamente año
y dice: “No me lo esperaba. La decisión de mi papá sorprendió a todos.
Fue algo que sucedió por fuera de mi control, por lo cual no lo puedo
superar”. Dice que tenía al padre muy idealizado “…hasta que se man-
dó esta flor de cagada”. “El ya venía haciendo terapia hace dos años, lo
venía elaborando, no dio ninguna señal, lo ocultó, no nos preparó, no
nos dio la opción de participar en la decisión”. “Se me cayó un modelo
de pareja, un modelo de familia”. “No soporto ver mal a mi mamá.
Verla tan sola y sufrida”. “Quedé atrapada”.

I. La crisis por vocación.

Cuenta que su padre es ginecólogo y obstetra. “Para mi papá la pro-


fesión es todo. No sé para qué tuvo cuatro hijos. Siempre que uno le pre-
210 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

gunta qué está haciendo contesta: salvando vidas”. L. dice que siempre
quiso estudiar medicina porque lo veía tan fascinado al padre con su
carrera, pero que ahora tiene dudas.
Busca tests vocacionales por internet, habla con familiares y amigos
para que le sugieran alguna carrera y me pide un test de orientación vo-
cacional. Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros.
Dice: “Nunca quiero elegir nada por si acaso. Quiero estar segura de lo
que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro. Me gusta tener todo
bajo control”. Señalo la coincidencia en el tiempo entre su decisión de
dejar medicina y la decisión del padre de separarse.
A la sesión siguiente se muestra angustiada por su noviazgo con Her-
nán y se pregunta cómo sería estar con otra persona. Tiene dudas, sueños
en los que su novio está con otra mujer. De él dice: “Siempre depende de
otros que le digan qué hacer. Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir las
materias. Yo le cambié la vida. No estoy enamorada de Hernán pero él
me da seguridad. Es como tener el cariño asegurado”.
Comienza a estudiar psicología, ya que dice que ella suele escuchar
los problemas de los demás. Al poco tiempo deja porque no le va bien y
decide dedicarse al canto y al baile. Con respecto a esto, dice que encon-
tró su vocación, que cuando canta se olvida del mundo. Recuerda que
comenzó a cantar junto al padre mientras él tocaba la guitarra. Le pre-
ocupa lo económico, el futuro. Cree que su padre, aunque no se lo diga,
no está de acuerdo con su elección, ya que siempre le sugiere hacer una
carrera universitaria y seguir cantando como un hobby. L. dice que su
ideal es su profesora de canto, que es psicóloga (ejerce como tal) y canta.
Dice: “Ella hace todo y disfruta de todo”.

II. El miedo a la noche.

Dice que desde chica le tiene miedo a la oscuridad, aunque en el úl-


timo año le cuesta dormirse con más frecuencia. Se ríe y dice “Tal vez es
por mi nombre: Luz.” Recuerda que siempre le dejaban la luz prendida
para dormir. Con respecto al nombre, dice que lo eligió su padre. “No es
Inhibición, síntoma y angustia / 211

cualquier nombre. Siento que era importante para él”.


En relación a los miedos, dice que teme que entre alguien por el
patio, que se violente con ella o con sus hermanos, que les pegue un tiro.
“Nunca me pasó nada de eso. No sé de dónde saque estos miedos”.
Trae el siguiente recuerdo infantil: “Íbamos a tenis con mi mamá y
mis hermanos. El colectivo quedó detenido por el tráfico en las vías del
tren. Venía el tren. Mi mamá se puso a gritar como loca que bajemos. Ba-
jamos. Yo sentí tanto miedo y no podía parar de llorar. Nunca más quise
ir a tenis.”. Cree que se puso tan mal porque no podía controlar la situa-
ción y dependía de la decisión del chofer de esperar o avanzar. Pregunto
por los demás pasajeros. Se sorprende y dice: “Nada. Se quedaron arriba y
el colectivo avanzó antes de que llegue el tren. Mi mamá exageró?”
Habla de la madre. Dice que es temerosa, que siempre cuando sale le
dice “Cuidate”. “Es muy miedosa. Es una mujer totalmente dependien-
te de mi papá”. Luego de separarse, hablando con sus hijas les dijo que
no sabe mucho de sexo, que su primera vez fue a los veinticinco años con
el padre, que fue su único hombre, que no sabe cómo desenvolverse en el
amor, que tal vez se quede para siempre sola con sus hijos.
Un día se queda a dormir una amiga de la madre porque la madre se
va de viaje y L. no siente miedo por la noche. Dice “Emilia es una mujer
independiente, a diferencia de mi mamá. Mi mamá no me transmite
seguridad, es débil. Es muy madre”. “Es loco pero me siento descuidada
por mi mamá. Siempre está montando escenas de víctima de mi papá.
Siempre sentí de ella una sobreprotección rara, como un doble mensaje.
Lo hacía y después se quejaba de que había dejado todo por nosotros”.
Con respecto a los miedos, dice que está siempre en un estado de alerta,
que su profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar. “Es como
estar siempre a la espera de que entre alguien, de no relajarme nunca”.

III. En el análisis.

Comienza a tener una relación clandestina con un hombre casado


que tiene una hija. Lo conoce en el club en el que juega al hockey. Dice
212 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que él tiene problemas matrimoniales y por eso no se puede concentrar


en su carrera. Refiere: “Siempre busco chicos con problemas como para
solucionárselos”. Se pregunta por la esposa de este hombre. Cuenta que
ella no trabaja y que no le gusta el deporte. “No entiendo qué hace con
ella. Es re-vaga y depende de él para todo”.
Al poco tiempo, termina su relación con Hernán, su novio. Dice
que cuando hablaron no podía pronunciar la palabra “separación” y
que lo terminó definiendo él. La familia y los amigos se mostraron sor-
prendidos “…sin comprender”. Intervengo diciendo: “Otra separación
que sorprende a todos”. Habla de la posibilidad de que su padre esté con
otra mujer. Se la imagina profesional (no ama de casa), linda, elegante,
exitosa. “No soportaría ver a mi papá con otra mujer. ¿Qué tendrá ella
que ahora él se toma tantos francos?”
Pasado un tiempo su padre le comenta que está en pareja y se la
presenta. Refiere al respecto: “no es tan refinada como yo la imaginaba”.
Se entera por su madre que su padre le fue infiel con esta mujer. Dice:
“Yo no puedo ser feliz si mi mamá es infeliz”. Al poco tiempo decide
terminar su relación con el hombre casado y dirá: “No quiero estar en el
lugar de la que destruye un hogar”.
Sobreviene un período de varias peleas en su casa: reproches de la
madre hacia sus hijos porque ven al padre, mensajes que le envía el padre
a la madre, etc. L. se muestra angustiada. Dice: “Se tienen que poner de
acuerdo”, Se tienen que sentar a hablar de plata, definir el tema de la
casa”, etc. En más de una oportunidad, intercede entre ambos solucio-
nando situaciones en relación al dinero o a la organización de la casa.
Irónicamente se refiere a sí misma como la “solucionadora de proble-
mas”. Trae el siguiente sueño de angustia: “Estaba con Juan (el hermano
menor) por cruzar la calle. Yo lo agarraba y él se me iba. Nos pisa un
camión. Me desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me
sentí culpable. Fue la misma sensación de cuando falleció mi abuelo,
como de vacío, de descontrol, de no poder evitar que sufra. La situación
en mi casa se me vuelve inmanejable”. Señalo su posición. Llora dicien-
do: “Me quiero separar de todo esto. Siempre me metí en todo. De chica
me decían Mary Sánchez. Me ponía feminista porque siempre defendía
Inhibición, síntoma y angustia / 213

a mi mamá. Ella renunció a su cargo cuando nació mi hermanito Juan


porque mi papá no la quería ayudar con las cosas de la casa”.
Relata también una pelea que tiene con los hermanos. Al respecto,
dice: “no sólo tengo que separarme de mis padres sino también de mis
hermanos. Nos criaron en bloque”.
Con el tiempo, ceden las peleas en su casa. “Como yo no me metí
más, ahora lo manejan con abogados y todo está más tranquilo”. Para-
lelamente también van cediendo los miedos a la noche.
Tiene varias relaciones con hombres comprometidos. Cada vez que
termina una, “por casualidad” conoce a otro en las mismas condiciones.
Refiere: “No lo puedo manejar. Una amiga me dijo: ”Estás en el mis-
mo lugar que la mujer de tu viejo”. Yo sé que es así pero no me puedo
separar. Con los hombres me estoy metiendo en quilombo tras quilom-
bo. Tengo un imán para los pibes que tienen problemas. Siempre estoy
expuesta a situaciones de mierda”. Con ellos dice que “se siente menos”.
“No puedo creer que me den bola. Están acostumbrados a salir con otro
tipo de mujeres más lindas que yo, más sexys”.
Actualmente, se encuentra sin pareja. Dice que quiere estar con al-
guien, pero“bien”, ya no quiere estar con hombres comprometidos. “No
quiero estar con cualquiera con tal de no estar sola”. “Igual –aclara– , a
pesar de estar sola no soy una sufrida como mi mamá”.

IV. La caída del padre ideal.

Nieves: Luz, que tiene veinte años, consulta luego de un año de


la separación de sus padres, momento en el cual se inicia una crisis
en ella, que se manifiesta en dos puntos que trae a la consulta, que
son, por un lado, el miedo a la noche, y por otro lado, una crisis por
vocación. Ella se queja del efecto de sorpresa que produce en la vida
familiar la decisión del padre de separarse, efecto que ubica algo que
escapa a su control.
De modo que en esta presentación se escucha, por un lado, la im-
portancia del control, y por otro lado, una caída del padre ideal –en
214 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

el cual ella estaba sostenida. Esta caída del padre ideal va a tener efec-
tos tanto en el campo del amor como en el campo del estudio, de la
profesión, del trabajo. Ella dice que cayó su modelo de familia, que
su padre estaba muy idealizado hasta que se mandó esa flor de cagada,
etc. Es en ese punto que quedó atrapada en el sufrimiento materno,
no puede ver a la madre tan sola y tan sufrida, quedó atrapada.
En la vertiente de la crisis por vocación –que es el primer tema
que introduce Alejandra en su relato clínico– queda ubicada la po-
sición del padre ideal –este padre ginecólogo y obstetra– en una po-
sición en donde podemos claramente ubicar un goce con la muerte
en el campo sexual. Efectivamente, se trata de alguien que se dedica
a abordar el cuerpo femenino como médico, que está salvando vidas.
El salva a las mujeres de la muerte, no les hace el amor, de modo
que el goce con el cuerpo femenino en este hombre está puesto del
lado de la muerte. Ahí es donde se cristaliza la posición del padre
ideal. Hay una relación muy estrecha –que Lacan va a desplegar
en varias oportunidades– entre el padre ideal y el padre muerto. El
padre ideal es un padre muerto, es un padre que está muerto en su
deseo como hombre. Es una versión de un padre que en verdad no
desea como un hombre, y que en este caso se evidencia cuando se le
pregunta que está haciendo y él contesta que está salvando vidas.
Por otro lado para él la profesión era todo, no había un lugar ahí
para una mujer que no fuera una paciente a la que había que salvarle
la vida. Esta versión del padre ideal cae con la decisión del padre
de separarse. Parece que su vida no terminaba en la profesión, hay
otras cosas que lo llevan a separarse, y ahí es donde L., que estaba
identificada con el padre en ese punto, y que estaba estudiando para
ser médica como el padre, entra en la crisis de vocación.

V. Una demanda de control

Hay un primer momento transferencial en ese punto. L. le pide


a la analista que le haga un test vocacional. Aquí podemos ubicar
Inhibición, síntoma y angustia / 215

justamente lo que es la respuesta propiamente analítica frente a una


demanda de un sujeto, porque hubiese bastado con que Alejandra
se hubiese prestado a esta cuestión de la orientación vocacional,
para que no se abra la dimensión del análisis para L. Ella dice:
Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros, es decir
que interpreta. Ella responde, por un lado, con una negativa a
la demanda del test, y por otro lado, con una interpretación, al
señalarle su posición de demanda hacia los otros. Al pedir un test
vocacional, L. está pidiendo que el otro le diga cuál es su deseo en
lugar de averiguarlo ella.
Ella quiere evitarse la pregunta, y la respuesta de la analista le
devuelve la pregunta –que es lo que va a empezar a desplegar. En
ese sentido me parece que es muy interesante esta primera interven-
ción analítica que produce un efecto de análisis, y por otro lado,
desarmando la estrategia neurótica de control, que apunta a desligar
cualquier pregunta sobre el deseo de su cuestión vocacional. L.
dice: Nunca quiero decidir nada por si acaso, quiero estar segura de lo
que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro, me gusta tener todo
bajo control. De modo que el punto que es tocado con la interven-
ción analítica es el punto de la búsqueda de control, que vela la cas-
tración. Es la castración que se abrió con la caída del padre ideal.
En el punto en que cae el padre ideal, surge este padre como
castrado, mandándose una cagada, no siendo coherente con que lo
único que le interesa es la profesión y salvar vidas. En ese punto en
que surge la castración en el padre, también cae la castración sobre
ella, ya no puede controlar todo y entra en crisis con la vocación.
Allí se hace presente una demanda de control, que le hagan un test y
le digan lo que tiene que estudiar. Antes tenía el modelo del padre,
cuando pierde el modelo del padre, se demanda a la analista que
venga a ese lugar a decirle lo que tiene que hacer.
La segunda interpretación, que señala la coincidencia en el tiem-
po entre la decisión de L. de dejar medicina y la decisión del padre
de separarse, es importante porque anuda en la vía del sentido estos
dos sucesos, que en el decir de L. quedaban separados: la separación
216 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

del padre y su crisis vocacional. Hay una respuesta inmediata del


sujeto, que a la sesión siguiente trae su angustia por su noviazgo con
Hernán. En el punto en que la analista articula, con su interpreta-
ción, la decisión de L. de dejar medicina con la decisión del padre
de separarse, se anudan el deseo con la cuestión sexual –que era lo
que quedaba separado en la versión del padre ideal, que se dedicaba
enteramente a la profesión, y cuyo único interés en el cuerpo feme-
nino parecía ser salvarlo de la muerte.

VI. El surgimiento de un Otro deseante.

Al conmoverse esa versión del padre, y al quedar articulada en la


intervención de la analista esa perturbación con los efectos de ella
en la vocación, inmediatamente lo que surge es una angustia sexual,
una angustia en relación con su deseo respecto de la relación que
mantiene con el novio –que es una relación en la cual ella está en una
posición maternal. Ella dice que su novio siempre depende de otros
que le digan qué hacer. Dice: Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir
una materia, como una madre que está impulsando y alentando al
hijo a cumplir con sus deberes, a hacerlo hombrecito, agregando:
Yo le cambié la vida, para terminar confesando su posición subjetiva
al decir: No estoy enamorada de Hernán pero él me da seguridad, es
como tener el cariño asegurado. Hernán viene a ese mismo lugar en
que antes estaba la garantía, el control, la necesidad de una vida sin
sobresaltos, que quedó sobresaltada por el padre, justamente.
Ahora, el inconsciente ya está un paso adelante y entonces sueña
con que Hernán está con una mujer, volviéndolo deseante. En ese
punto lo ubica en el lugar del padre, que está con otra mujer que no
es la madre. Si ella está en ese lugar materno, de buscar garantía,
seguridad, para no tener miedo, para no estar sobresaltada, lo sueña
a Hernán como el padre, estando con otra. También podemos decir
allí que se está interrogando si ella puede ser otra también –esa sería
otra vía para interpretar ese sueño.
Inhibición, síntoma y angustia / 217

Pero, lo que claramente surge es su angustia por la modalidad de


lazo que ella ha establecido con este novio, que está en continuidad
con el deseo materno, y donde despunta la pregunta por el deseo
en relación con estas formaciones del inconsciente, con estos sueños
que muestran a su novio con otra mujer. En esos sueños se mani-
fiesta el deseo de un lugar para lo femenino.
Por otro lado está la vertiente propiamente vocacional, por la
que ella empieza a estudiar psicología, después deja, para decidir
finalmente dedicarse al canto y al baile. Es interesante cómo dice
que encuentra su vocación. Sin hacer ningún test vocacional, va
haciendo un recorrido que la lleva a elegir el canto, dice que cuando
canta se olvida del mundo. Lo interesante es cómo esta elección
nuevamente remite al padre, pero en otro registro, en otro nivel
–intentaremos luego ubicar esta distinción en el nudo. Así como la
medicina era un encuentro con el padre ideal, con el padre muerto,
el canto es un encuentro con el padre del deseo, con el padre real.
El padre tocaba la guitarra y ella cantaba. Había algo del deseo y
del goce en el cuerpo –que es todo lo contrario de esa versión del
padre ideal y muerto–, que ella podía compartir con su padre en
esos momentos. De modo que en este encuentro con su vocación,
L. se encuentra con otra versión del padre –o con el padre en otro
registro–, lo cual le va a permitir rearmarse en otro lado distinto
de aquel en el cual se encontraba antes de que se desencadenara el
episodio neurótico que la trajo a la consulta.
Por supuesto que en el horizonte sigue estando el padre ideal, el
padre quisiera que ella estudiara una carrera, está lo que el padre es-
peraría de ella; esa vertiente ideal está, pero no es con eso con lo que
ella se queda. Con lo que ella se queda es con el gusto por el canto,
que resuena con el gusto del padre por la música, que no va en la vía
del ideal sino justamente, de un goce pulsional anudado al deseo.
218 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

VII. La Luz del padre.

El miedo a la noche había surgido en la neurosis infantil, y se


actualiza con la separación de los padres. En ese momento surge un
contraste entre su miedo a la oscuridad y su nombre, Luz, nombre
que le dio el padre justamente, y donde ella ubica el ser importante
para el padre. De modo que su nombre propio también nombra el
amor al padre, o el amor del padre, la doble vertiente del amor que
la une con el padre –en el cual ella se sostiene y que aleja la oscuri-
dad, que aleja las tinieblas, que aleja lo siniestro del deseo materno.
Vamos a ir viendo, en lo que va desplegando a continuación L. en su
análisis, que la oscuridad remite a una opacidad del deseo materno
y a un miedo de la madre. El miedo a la oscuridad de ella está en
continuidad con el miedo materno.
En ese punto el nombre ya se hace presente como alguna media-
ción, como algún recurso al Nombre del Padre ante ese deseo mater-
no que la lleva a un miedo, que tendremos oportunidad de verificar
que finalmente es un miedo sexual. Primero está la cuestión de los
temores maternos, está ese recuerdo infantil de cuando van al tenis y
la madre se baja del colectivo, esa exageración en el temor materno,
esta madre que está todo el tiempo anticipando una catástrofe, que
quiere asegurarse, que quiere controlar la situación, y que en reali-
dad queda fuera de control, en un estado de pánico. Lo que además
termina con esa posibilidad de gozar del cuerpo que sería hacer un
deporte, porque no van más a tenis después de eso. Efectivamente,
es un miedo que coarta el deseo. Y lo que despunta en el horizonte
es que finalmente se trata de una versión donde podemos ubicar la
violencia y la muerte, los miedos de que entre alguien por el patio,
que se violente con ella y con sus hermanos, les pegue un tiro.
Aquí se trata de una fantasmática de muerte y violencia, que es
la fantasmática materna frente a la cuestión del sexo, recordemos
que la madre es temerosa, que siempre le dice Cuidate, que es total-
mente dependiente del padre. A continuación Refiere que cuando
la madre se separa del padre, les dice que no sabe mucho de sexo,
Inhibición, síntoma y angustia / 219

que su primera vez fue a los veinticinco años con este padre, que fue
su único hombre, que ella no sabe cómo desenvolverse en el amor y
que tampoco lo quiere saber, ya que es probable que se quede para
siempre sola con sus hijos.
Se trata de un temor al sexo, de un temor a la feminidad, y el
consecuente refugio en la maternidad: se va a quedar sola con los
hijos, lo cual implica que los hijos también se tienen que quedar
solos con ella, para acompañarla; y ahí está el punto del miedo en
su ligazón con una angustia sexual. Podemos decir que finalmente
el miedo es un miedo a la madre, un miedo a la madre y al descuido
materno, porque lo que va a surgir, cuando se queda a dormir Emi-
lia en la casa –que es una amiga de la madre, porque la madre se fue
de viaje– es que L. no tiene miedo, y ahí lo que surge es un contraste
entre Emilia, que es una mujer independiente, que se diferencia
de la madre que es insegura, que es débil y que la descuida. Ahí se
ubica ese punto paradojal del estrago materno, donde la sobrepro-
tección va de la mano del descuido; Siempre sentí de ella como una
sobreprotección rara, como un doble mensaje. Me siento descuidada
por mi mamá. Finalmente, el miedo de L. es un miedo a la madre, a
ese descuido materno, a esa imposibilidad de la madre de hacer de
Otro, y a esa victimización de la madre.
Frente a la caída del padre ideal surge un punto de identificación
con la madre, entonces ella está temerosa como la madre, está en un
estado de alerta, esperando lo peor, esperando la catástrofe –como
la madre en la escena del tren. Y es interesante cómo en el decir de
L. surge un contrapunto ahí entre esa identificación con la madre
–ese estado de alerta, de espera– en el momento mismo del canto,
cuando justamente habíamos ubicado el canto como el encuentro
con el padre en otro registro. Justamente, lo que dice L. es que la
profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar, es decir
que no se entrega a ese goce, que está alerta, como esperando algo.
Y ahí se ubica ese miedo a que entre alguien, es como estar siempre
a la espera de que entre alguien. Podemos poner en relación ese
miedo con un miedo sexual materno a ser penetrada.
220 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

VIII. La Otra mujer.

Entonces surge el último tramo del relato de Alejandra, donde


se producen movimientos muy claros de análisis. L. empieza a tener
una relación clandestina con un hombre casado, que queda ubicado
en una posición similar a la del padre, siéndole infiel a una mujer
vaga y dependiente, como podría ser muy bien la madre de L., y
que además tiene una hija. También está la identificación maternal,
porque ella dice que siempre se busca chicos a quienes tiene que
solucionarle los problemas. Pero hay un efecto de corte, al poco
tiempo termina su relación con el novio, Hernán; si bien no puede
pronunciar la palabra separación y lo termina definiendo él, el mo-
vimiento parte de ella.
Está la cuestión de la sorpresa, que también es interpretada por
la analista en la vía de la repetición, en línea con el deseo del padre:
Otra separación que sorprende a todos. Como su separación de Her-
nán sorprende a todos ella queda en identificación con el padre,
sorprendiendo como el padre. En este punto se hace presente nue-
vamente la versión del padre, que es lo que se va a empezar a tra-
bajar. Habla de la posibilidad de que su padre esté con otra mujer,
se la imagina profesional –no ama de casa como la madre– linda,
elegante y exitosa –todo lo contrario de la madre, dependiente, ama
de casa y temerosa. Y después dice: No soportaría ver a mi papá con
otra mujer. ¿Qué tendrá ella, que ahora mi papá se toma tantos francos?
Ahora queda claro que la profesión no lo es todo para él, que no está
salvando vidas, está haciendo otra cosa, en todo caso disfrutando un
poco. Se hace presente la pregunta por lo femenino encarnada en
esta otra mujer, en esta mujer del padre: ¿qué tendrá ella que ahora
él ya no es ese médico abnegado y sufriente…?
El padre le dice que está en pareja, le presenta a esta mujer, por
supuesto que L. ya la había idealizado, entonces ya no es tan refinada
como la había imaginado, y la cuestión que surge ahí es la infidelidad
del padre, la madre le cuenta cómo el padre le había sido infiel con
esa mujer. La infidelidad pasa a enmarcar el fantasma con el cual ella
Inhibición, síntoma y angustia / 221

empieza a desplegar su pregunta por lo femenino, en estas relaciones


con hombres comprometidos o casados. Y dice: Yo no puedo ser feliz
si mi mamá es infeliz, ahí está el punto de identificación con la madre.
Afectada por la infelicidad materna, le resulta perturbador ese lugar
de la otra en el que se ubica, dice: No quiero estar en el lugar de la que
destruye un hogar. Ella entonces queda ubicada ahí intercediendo en-
tre el padre y la madre, guiada por el deseo materno.

IX. La separación del Otro materno.

Ahí surge ese sueño de angustia en el que ella está con su her-
manito menor: Yo lo agarraba, él se me iba, nos pisa un camión, me
desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me sentí cul-
pable. El hermano encarna algo que se le sale del control –porque
ella lo agarra y él se le escapa–, encarna esa pérdida de control, que
es lo que define la desestabilización de su estructura, el desencade-
namiento de su neurosis, que la lleva a la consulta. Esa pérdida de
control que ella vive como ser pisada por un camión, ser aplastada
–podríamos decir así– por la angustia materna, ya que el camión, el
tren, están ahí. Se trata de ser arrasada por el Otro, lo que además
queda en relación con la muerte del abuelo, que supongo debe ser
el abuelo materno, ¿no?

Alejandra: Sí.

Nieves: Muerte que seguramente debe haber sido como un ca-


mión que le pasó por encima a la madre, y donde ella quedó tam-
bién ahí identificada con la madre, al no poder evitarle el sufri-
miento. Ahí se abre una serie entre no poder evitar que sufra el
abuelo cuando muere, no poder evitar que sufra la madre con la
separación, y este mote de Mary Sánchez, que es tan gracioso, que
aludía a que ella siempre se ponía feminista y defendía a la mamá.
Ella defendiendo el discurso materno, según el cual la madre tuvo
222 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que renunciar a su cargo cuando nació su hermanito porque el papá


no la quería ayudar con las cosas de la casa. Ahí está embanderada
en el discurso materno.
Si bien ella trae la cuestión de la crisis vocacional y de los miedos
nocturnos, la demanda inconsciente de análisis es separarse de la
madre. En el sueño ella está en el lugar de la madre que deja su de-
seo de lado y se queda ahí, ocupándose del hermanito menor –como
hizo la madre que dejó su cargo de lado–, y culpando al padre por
ello, victimizándose. Entonces, la verdadera demanda de análisis es
separarse de la madre y salir de ese lugar infantil, ya que finalmente
surge la cuestión de separarse del hermano, de salir del bloque. Di-
gamos que la posibilidad de articular esa demanda le permite hacer
un movimiento, ella sale de ese lugar de intercesora entre los padres,
y ponen un abogado. Ceden las peleas y se van retirando esos mie-
dos que ella tenía.
Por otro lado, comienza la repetición en la vía del fantasma.
Ella empieza a tener varias relaciones con hombres comprometidos.
Cada vez que termina una, conoce a otro que por casualidad está en
las mismas condiciones; ahí está operando la repetición de la lógica
del fantasma, donde se va eligiendo una versión del padre, pero ya
no de un padre muerto en su deseo, sino de un padre que desea,
donde ella está en el lugar de la Otra, de la que causa el deseo de ese
padre, y donde se despliega una interrogación de lo femenino, ya
que ella dice: No puedo creer que me den bola, están acostumbrados a
salir con otro tipo de mujeres, más lindas que yo, más sexys.
Así como al principio del análisis se preguntaba: ¿Qué tendrá esa
Otra?, ahora se pregunta: ¿Qué tendré yo que me dan bola? Si bien
ella todavía no puede enfrentar su propia feminidad, se está encon-
trando con que hay algo en ella que causa el deseo de estos hombres
que están en el lugar fantasmático equivalente al del padre, ya que
son hombres casados, tienen una mujer legal que es madre, y todo
lo demás… Esta vía parece encontrar cierto límite, ya que actual-
mente se encuentra sin pareja, pero lo interesante es lo siguiente:
A pesar de estar sola, no soy una sufrida como mi mamá. No está en
Inhibición, síntoma y angustia / 223

pareja pero no queda en ese lugar melancolizado de la madre, que


no iba a poder nunca más tener otro y se iba a quedar con los hijos
para toda la vida. Se abre la posibilidad de vivir la soledad de una
manera que no sea sufriente.

X. Los tiempos de la estructura.

Distinguiría tres tiempos en la estructura de L.


Un primer tiempo, que sería el tiempo previo al desencadena-
miento de su neurosis histérica, cuando ella está sostenida en el
amor al padre ideal, al padre muerto, con el consiguiente efecto de
mortificación de lo femenino, y donde ella en este punto del amor
al padre ideal está sosteniendo al padre entre simbólico e imagina-
rio. Está toda la cuestión imaginaria del control, de la garantía, de la
seguridad, del cariño asegurado –la relación con Hernán va en esta
misma vía. Y por otro lado, hay una identificación con el padre en
relación con el estudio de la carrera de medicina, en la misma vía de
mortificación del deseo.
Segundo tiempo. Se desencadena la neurosis con la separación
del padre, cae el padre ideal. Se hace presente el padre real, como
hombre, como deseante. En ese momento, en el cual ella ya no pue-
de seguir sosteniéndose en el padre ideal –como lo hacía antes–, cae
en una identificación con la madre, con el sufrimiento materno, con
el miedo y la angustia sexual materna. En esta caída de la identifica-
ción con el padre entra en una crisis de vocación. Pierde el control.
Tercer tiempo, inicio del análisis. Ahí yo ubico estas dos inter-
venciones que tiene Alejandra ante la demanda del test vocacional,
por un lado, la intervención analítica que saca a L. del recurso a
cierto ideal de control, y por otro lado, la interpretación que señala
la coincidencia entre la separación del padre y la crisis vocacional.
Estas dos vías de intervención hacen surgir la pregunta por el deseo,
con la consiguiente pregunta por lo femenino. Ella puede elegir su
vocación, y ahí se hace presente un goce anudado a un deseo en
224 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

relación con la voz. Ahí es donde ella reencuentra al padre en otro


registro, no ya imaginario-simbólico sino simbólico-real.
El recurso al padre ideal sigue, pero no es lo que la sostiene. El
padre esperaría otra cosa de ella, pero ella avanza con la cuestión del
canto. Y por otro lado, podemos ubicar ahí la construcción de un
fantasma, de una versión de este padre real (no del padre ideal), en
la que ella presta su cuerpo a ser la otra de un hombre comprometi-
do, donde ella se despega de la identificación con la madre, ya que
ahí ella no es la madre, no es la ama de casa, no es la mujer legal,
es la otra, es la que causa el deseo; ahí es donde ella sostiene su pre-
gunta por la feminidad. Podríamos decir que acá se constituye un
síntoma analítico –porque esto se produce en el análisis–, que con-
siste en ser la amante de un hombre infiel, que vendría al lugar de la
interrogación por el deseo del padre. Y con ese síntoma analítico, en
el que se despliega este fantasma, se está justamente desplegando su
pregunta histérica en el análisis.

XI. El nudo de L.

Vayamos ahora al nudo. Les propongo que en este caso el lapsus


estructural del nudo es entre simbólico y real. Aquí están los tres
sueltos, abajo el simbólico, en el medio el imaginario y arriba el
real. Ubico los lapsus entre simbólico y real, ya que si en estos dos
puntos lo real pasara por abajo y no por arriba de lo simbólico, el
nudo sería borromeo.
Inhibición, síntoma y angustia / 225

Ahora vamos a ubicar los tres tiempos que distinguí recién para
ustedes.
El primer tiempo, que es el tiempo del arreglo neurótico pre-
vio al desencadenamiento de la neurosis. Ese tiempo en el cual L.
estaba sostenida en el padre ideal, en el padre muerto, cuando ella
estudiaba medicina como el padre, donde se jugaba una identifica-
ción con el padre en esta vía, y donde había una ajenidad absoluta
respecto de lo femenino, que estaba en un estado de mortificación.
En este primer tiempo lo que yo ubicaría es un síntoma, entre sim-
bólico e imaginario.

Se trata de una histeria, que está sostenida en el padre ideal,


por medio de una identificación viril a ese padre ideal, estudiando
226 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

medicina como el padre –para matar el sexo, podríamos decir. Por


eso lo ubicamos acá, como una duplicación de lo simbólico. Es
un síntoma que modifica estos dos puntos de cruce, pero de todos
modos es un nudo borromeo. Es una duplicación de lo simbólico,
pero entre simbólico e imaginario, porque está en relación con el
padre ideal, con el padre imaginario, dejando por fuera al padre real
y con él lo real del sexo.
Esa identificación viril con el padre, cuando ella estudiaba medi-
cina como él, para poder matar el cuerpo femenino, es un síntoma
de los que Freud llamaba ego-sintónico, que está en sintonía con
el yo, justamente porque está entre simbólico e imaginario, lo que
le permitía un control, le permitía su garantía, su reaseguro. Este
síntoma cae cuando el padre se separa. Cae el padre ideal. Ya no se
puede sostener más esa versión del padre salvando vidas, para quien
lo único que existe es su profesión. Cae.
Y vamos a ubicar el segundo tiempo lógico. Lo que tenemos acá
es el surgimiento de la angustia, que se hace presente en el miedo a
la noche y en la crisis por vocación con que L. llega a Alejandra. Hay
una pérdida del arreglo anterior, ahora ella ya no puede más sostener-
se en la identificación con el padre ideal, quedando identificada con
la madre en el punto de angustia materna, en el punto del miedo de la
madre. En este segundo tiempo, en el cual ella consulta, identificada
con el deseo materno, vamos a ubicar la angustia como nominación
de lo real, que es lo que la trae. La angustia, que se presenta como
miedo a la noche, y por otro lado, como un no saber qué hacer, como
una pérdida del lugar que ella había conseguido en relación con lo
vocacional. Entonces acá ubicamos una duplicación del registro real,
en el que se mantiene el anudamiento borromeo, pero donde lo que
anuda es la angustia, que anuda de un modo muy paradójico.
Inhibición, síntoma y angustia / 227

Finalmente, un tercer tiempo a partir de las intervenciones de la


analista ante la demanda del test vocacional. Tercer tiempo en el cual
dijimos que se despega de la identificación con la madre, donde se
vuelve posible un nuevo recurso al padre, pero no ya al padre ideal
sino al padre real, al padre del deseo, donde surge otra versión del
padre, y donde se constituye como síntoma analítico el estar en el
lugar de la otra de un hombre infiel, desplegándose la interrogación
de lo femenino desde ese lugar. Entonces ahí cae el arreglo anterior,
cae la angustia, cae la identificación con la madre, se separa, de modo
que estar sola no va a ser el estar sola de la madre, ceden los miedos
nocturnos –que eran los miedos de la madre. Deja de estar en lugar
de Mary Sanchez, de la feminista que defiende a la madre, y deja
que los padres se arreglen con los abogados. Entonces ahí sale de esa
continuidad con el deseo materno, en la que se había sostenido en el
momento de la crisis y del desencadenamiento de su neurosis.
Y ahora vamos a dibujar el nudo en el que se encuentra L. tra-
bajando en su análisis, y sostenida en un síntoma analítico, síntoma
del cual forma parte su analista.
228 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Este síntoma lo vamos a ubicar como una duplicación del re-


gistro simbólico, pero ahora entre simbólico y real, no como era el
primer síntoma, previo al desencadenamiento, que estaba entre sim-
bólico e imaginario. Este síntoma analítico se sostiene en lo real del
padre, y en la pregunta por lo real del sexo. Opera desde lo simbó-
lico, desde el trabajo analítico, de las formaciones del inconsciente,
pero en su articulación con lo real. Podemos llamar a este síntoma
ser la amante de un hombre infiel.

Intervención: ¿L sigue en análisis?

Alejandra: Sí sigue, y yo me preguntaba qué hay del síntoma


analítico ahora, porque hace ya algún tiempo que está sola, algo, no
logro ubicar claramente qué, pero algo corta con esta repetición...

Nieves: Sí, éste más bien parece ser un momento de cierto impasse
en el despliegue de esa pregunta por lo femenino, hay que ver qué
nuevas vías toma esa pregunta. Esa repetición fue una primera vía de
interrogación de lo femenino. Yo creo que esta escritura va más allá
del síntoma de ser la amante de un hombre infiel, porque es la escri-
tura de la interrogación de lo femenino en tanto tal, del despliegue
de la pregunta histérica, que no es lo mismo que la pregunta histérica
Inhibición, síntoma y angustia / 229

en sí misma. Lacan, en algún lugar del seminario III1, plantea que


en realidad la histérica se la responde para no preguntarse, que ya
desplegar la pregunta en el análisis es de otro orden distinto de lo que
es el arreglo propiamente histérico. Creo que este dibujo del síntoma
analítico es el dibujo de una interrogación desde lo simbólico –por
eso está duplicando el registro simbólico– pero que toca lo real, toca
lo real de lo femenino, lo real del padre, y con eso ella se está inte-
rrogando sobre lo femenino. Entonces, un momento de ese síntoma,
un momento de esa pregunta, es ser la amante de un hombre infiel,
pero puede haber otros momentos...

Alejandra: Otras respuestas…

Nieves: Claro. Pero es difícil que una mujer se pregunte por lo fe-
menino cuando no le está pasando algo con un hombre, por eso digo
que éste debe ser un momento de impasse, necesario quizás, para poder
pasar a otra manera, o a otro orden del despliegue de esta pregunta.

Alejandra: Ahora la pregunta de ella se centra en qué del canto, si


ser una artista, si ser cantante estrella, si ser parte de una banda.

Nieves: O sea que la pregunta de ella está en relación a su deseo


como sujeto en este momento. Y eso es muy importante, porque como
decíamos antes, ahí también hay un lugar distinto en el nudo. Cuando
ella estudiaba medicina, la podemos ubicar entre simbólico e imagina-
rio, identificada con el padre ideal, con el padre muerto, y donde no se
tocaba lo real del sexo. Ahora, en la cuestión del canto, entra el cuerpo
de otro modo. Podríamos decir que el estudio de la medicina aborda al
cuerpo como muerto, la anatomía es eso, la disección de cadáveres, es
el cuerpo muerto, y también la operación del bisturí que lo corta, que
lo fragmenta simbólicamente en órganos que están muertos en tanto

1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. Barcelona, 1985.
Pág. 254.
230 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

están vaciados de goce. Pero lo que queda especialmente por fuera del
abordaje médico es el goce sexual, es lo que impacta en la profesión
del padre y en la respuesta de que está salvando vidas. El canto, por
el contrario, es un goce del cuerpo viviente, el goce con la voz, es el
cuerpo que respira, y además, lo interesante también es que es un goce
del cuerpo que no va por el lado de la enfermedad, no es el cuerpo fe-
menino enfermo que va al ginecólogo, sino que es otra dimensión, es
la dimensión de un goce que se articula con un deseo, y donde lo que
circula por el cuerpo en el canto es un deseo que no tiene nada que ver
con las vías anatómicas, con las vías que mortifican el cuerpo.
Y en ese sentido es interesante la referencia a su profesora de can-
to, que queda ubicada como alguien que la guía en el deseo, queda
en la misma vía que la analista diciéndole que no se entrega al goce
del canto, que no cierra los ojos, que está alerta ahí a ver qué pasa,
como la madre. Y también esta cuestión de que es psicóloga, también
podría ser una analista, hay algo de la transferencia ahí que es intere-
sante, y que toca una versión de lo femenino que no es la materna,
ya que se trata de alguien que le dice: ¡No tengas miedo!, Cerrá los ojos,
que no te va a pasar nada, entregate a ese goce, al goce del deseo... Se trata
de un reverso del ¡Cuidate! materno. Y Luz ubica ahí el disfrute en
relación a esta profesora de canto, que disfruta.

Intervención: Cuando decís síntoma analítico, ¿lo decís porque se


arma en el análisis?

Nieves: Porque se arma en la transferencia. Ella deja al novio estando


en análisis, y en relación con esa interrogación que promueve el trabajo
con su inconsciente, ya que hay un sueño, o varios, donde ella sueña
que el novio está con otra, donde se abre la cuestión de lo femenino.

Intervención: ¿Y por qué lo tomás como un síntoma?

Nieves: Porque es una posición sintomática para ella. Ella quiere


dejar de estar en el lugar de la que destruye un hogar, entonces corta,
Inhibición, síntoma y angustia / 231

y justo se encuentra con otro que estaba también comprometido, se


ve la repetición del síntoma ahí, ella quiere salir de y vuelve a caer,
y esto le pasa varias veces, que justo se engancha con otro casado, es
sistemático esto que le pasa con los tipos.

Alejandra: Claro, ella deja un trabajo porque estaba enganchada


con su jefe, y empieza en una nueva oficina y se mete con un com-
pañero casado.

Nieves: No es lo que ella quiere, pero le pasa, se lo encuentra repe-


titivamente. Quizá cuando se encuentra al tipo ni sabe que es casado
y después resulta que es casado, hay algo ahí del orden del síntoma.
Es el lugar de interrogación de lo femenino, el habitual síntoma
histérico de la mujer que dice: ¿Por qué será que justo me vengo a en-
contrar con tipos que son así? Y ahí está la repetición y alguna posibili-
dad en esa repetición y en ese encuentro repetitivo de desplegar una
pregunta. Y eso, como decía Alejandra, tiene un límite en el análisis,
hay un punto en que esto cae, ella queda sola y hay que ver cuál va a
ser el nuevo rumbo de la pregunta.

Intervención.; El canto parece que se lo toma muy profesional-


mente, ¿no?

Alejandra: Sí, sí, ella estudia cuatro veces por semana…

Nieves: Por eso digo que es interesante ese punto, porque ella ahí
realmente elige la vocación, si bien no sé si uno elige la vocación o
la vocación lo elige a uno, porque la vocación es un llamado, es una
voz. Digamos que L. se encuentra con esa vocación, y ahí es inte-
resante como, por más que ella supone que el padre esperaría otra
cosa, de modo que está la versión del padre ideal, ella igual quiere
dedicarse profesionalmente al canto, no se engancha con esto de
tomarlo como hobbie.
232 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Intervención: ¿Uno puede pensar que en esta dedicación al canto


ella está sublimando?

Alejandra: Yo lo que decía es que se le abren preguntas en re-


lación al canto, preguntas de qué del canto, si quiere ser artista, si
quiere ser parte de una banda, es esto lo que surge en este momento
de su análisis. Ella dice que sabe que a veces desafina y que no tiene
la mejor voz pero que canta con el alma, que canta con todo el cuer-
po, que siente una emoción cada vez que canta…

Nieves: Desde cierta perspectiva quizás se pueda decir que es su-


blimación, en el sentido de que es una satisfacción de la pulsión sin
represión, no es la vía del síntoma y demás. Pero a la vez, también
ahí ella se está preguntando algo que tiene conexión con lo femeni-
no, que es qué va a ser ella, si va a ser una estrella… Es una manera
de preguntarse. Porque en realidad el cantante también está en un
lugar de causar el deseo, es cierto que de un modo más sublimado,
más velado, pero está la cuestión de qué va a hacer ella con ese agal-
ma, con ese deseo que ella tiene y que la inunda cuando canta, qué
lugar le va a dar…

Intervención: Yo tengo una dificultad para pensar en esto de su


deseo por el canto, si sigue estando en relación al padre.

Nieves: Pero siempre el deseo tiene que ver con el deseo del Otro,
antes se enfatizaba su deseo respecto de lo que el padre quisiera para
ella –que no es el deseo del padre, sino el padre ideal–, que quisiera
que ella estudiara algo que le asegurara el futuro económico y que
tuviera el canto como hobbie. El canto está en relación, no con el
padre ideal, sino con el deseo del padre, porque surge en relación
con el gusto del padre por tocar la guitarra. Por eso ubicamos el
canto como un síntoma que anuda simbólico y real y no simbólico
e imaginario.
Inhibición, síntoma y angustia / 233

Intervención: El padre como un Otro barrado, porque al comien-


zo estaba el padre ideal, el padre como el gran Otro, y después,
cuando comienza canto está el padre barrado, el padre real, va por
ese lado, ¿no? Es el deseo de ella en tanto deseo del Otro barrado.

Nieves: Sí, también podemos ubicar al padre ahí dividido por


esta práctica de la música por un lado, y el ideal de que estudiara
una carrera universitaria y mantenerse con eso.

Clase del 4 de septiembre de 2008


234 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
X. El padre-síntoma. “Mirada de negro”.

Nieves: Buenas tardes, les presento a Alicia Prefumo, ella es psi-


coanalista, practica en el Hospital de Día del Hospital Alvarez, es di-
plomada del ICBA y también participa del Centro Pequeño Hans,
perteneciente al ICBA.

Alicia: Tomás tiene quince años, es el mayor de tres hermanos va-


rones. Va a la escuela y se está entrenando en el deporte de remo. Los
padres solicitan la consulta a pedido de él, ya que están preocupados
debido a que desde hace unos años ha dejado de comer frutas y verduras
crudas y piensan que esto va a incidir en su desempeño deportivo.
El padre dice que Tomas va tener falencias si no come lo que tiene
que comer. El pensó que era un capricho hasta que empezó a notar que
Tomás se ponía mal y se angustiaba, se dio cuenta que estaban presio-
nándolo mucho.
Seguidamente da cuenta pormenorizada, con visible admiración,
de los logros efectuados por sus cuñados, tíos maternos de Tomás, que
practican este deporte de alto rendimiento en forma profesional con im-
portantes éxitos. Y lo relevante que es para ellos la alimentación.
En la primera entrevista, Tomas manifiesta que le pidió a sus padres
para venir porque piensa que todo está en su cabeza, está angustiado
porque ama el remo pero no va a llegar… por la imposibilidad de co-
mer “esas” cosas.
Interrogo acerca de su amor por el remo. Refiere que de muy joven
su papá era amigo de sus tíos y que luego conoció a su mamá y se casó
con ella. Desde que él nació en la familia estaba “metido” el remo, todos
236 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

hablaban de sus tíos, de las regatas, de los premios y las medallas. Dice
que hasta su mamá veía las regatas, los videos, las fotos.
A los seis años comenzó con “fobia o pánico” a las verduras y frutas.
Esto es, que le producen una sensación de rechazo, ganas de vomitar y
arcadas.
Manifiesta con preocupación que sus tíos, los remeros exitosos, tienen
que comer bien, y él ha comenzado a entrenar y siente que su rendi-
miento está disminuyendo por esta causa.
Esta preocupación que trae en relación con la comida, en serie con
el discurso familiar, pronto se va a ir diluyendo, dando lugar a otras
cuestiones. Mi posición apuntaba a interrogar su propia subjetividad.
Para mi sorpresa comienza a hablar de que en su familia “le hin-
chan las pelotas”, que hay mucha presión, ya no es solamente prepararse
para competir sino que hay que dar más, hay que ganar, dar más de lo
que se puede. Y él siente que es diferente.
Se señala esto dicho por él, tratando de alojar este lugar de “dife-
rente”.
Cuenta que en una oportunidad en que habían viajado a Mendoza
con R, el mayor de sus tíos maternos, éste se enojó porque no comía ver-
duras, manifiesta que eso a él lo enojó mucho, ya que esperaba que su
tío lo quisiera por lo que es, y no por lo que él quiere que sea. Dice que
este episodio fue muy fuerte para él porque su tío era como un segundo
papá y a partir de esto todo comenzó a ser diferente.
Comenta que el entrenamiento lo hace en un club en el que se inscribió
para tal efecto, aquí se siente discriminado por sus compañeros, lo llaman
negro de m…. Cabe aclarar que Tomás tiene el cabello de color oscuro
como su padre, a diferencia de la mamá que es rubia y de tez blanca.
Comienza a traer sueños, en uno de ellos la casa se empieza a llenar
de agua y un hombre todo negro lo está mirando. Corre a agarrarlo pero
se le escapa. El está adelante y su familia atrás, y el negro todo el tiempo
lo está mirando, cada vez que lo ve le da miedo y bronca.
En otro sueño él veía dibujos en la pared, los veía y le dolía la cabeza.
El dibujo consistía en un solo ojo, como si estuviera tallado en la pared.
Interrogo acerca de este sueño y dice que a él lo observan cuando
Inhibición, síntoma y angustia / 237

entrena con el remo, y él observa a su familia y amigos. Que lo observan


y que él observa mucho, y relaciona este mirar-ser mirado con las exi-
gencias y con que siempre están esperando más de él. Agrega que por su
color oscuro le exigen más, y que a su padre también le pasó.
Le gustaría dedicarse al remo profesional, o profesor de educación
física o estudiar psicología., comenta que le gusta venir a las entrevistas
porque le hace bien hablar, al tiempo que comienza a llorar
En relación con el padre, dice que cuando está mal no les da bola
o pone cara de culo y no dice qué le pasa. Es muy calentón y se enoja
por cualquier cosa, aunque él mismo también es muy calentón entonces
ambos empiezan a chocar y discuten. El teme que les pase lo mismo que
a sus tíos maternos.
El abuelo materno a partir de una infidelidad se separó de la abuela,
los hijos se enojaron con él y dejaron de hablarse con el padre por mucho
tiempo. Dice: “mi abuelo le fue infiel a mi vieja… digo a mi abuela”.
Señalo el equívoco, dice que teme que su papá sea infiel a su mamá,
de pequeño recuerda que sus padres estaban peleados y él escuchaba al
padre hablar mucho con una mujer. Entre sus padres hay discusiones y
peleas y a él le dan mucha bronca. El nota que su padre está siempre a
la defensiva y su madre es “como media tonta, no habla”. En cambio,
él le dice todo lo que piensa al padre, siente que es parecido a él, en el
carácter y en la forma de decir las cosas. Y no quiere pelearse con él como
sus tíos con el abuelo materno.
Dice “Al crecer me hice diferente…soy parecido a mi papá y a mi
abuelo, me dicen el correntino igual que a él”.

I. El síntoma como límite al ideal

Nieves: Tomás tiene dieciséis años, está entrenando en el depor-


te de remo profesional. Es interesante que haya una demanda del
sujeto, ya que, si bien viene acompañado por su padre, es él quien
pide ese espacio. Inmediatamente trae un síntoma: hace años dejó
de comer frutas y verduras y esto lo preocupa.
238 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

El padre, por su parte, plantea que Tomás va a tener falencias por


la falta de estas frutas y verduras en su alimentación. Pensó que por un
lado era un capricho, pero por otro lado también se dio cuenta de que
lo estaba presionando, porque se ponía mal y se angustiaba, e inme-
diatamente el padre termina hablando de algo que va a atravesar toda
la lógica de la posición de Tomás, que es su admiración por la familia
materna, por los tíos maternos, los hermanos de la madre de Tomás.
Cuando Tomás queda a solas con la analista lo que plantea es
que a él lo angustia este rechazo que siente por las frutas y verduras,
lo angustia porque ama el remo, pero no va a llegar. También relata
que el mero hecho de ver a sus padres o hermanos comiendo frutas
y verduras le provoca arcadas, de modo que un rechazo se manifiesta
de modo inmediato; veremos que se va a develar como un rechazo a
ese lugar ideal que tiene la familia materna en el discurso del padre.
Entonces, cuando Tomás habla de la angustia ante este síntoma
(ya que él ama el remo), la analista interroga este amor por el remo,
y lo que queda entonces en evidencia, ya desde el inicio, es que el
amor del padre por el remo está en el origen de la pareja parental.
El padre empezó amando el remo, amando a los tíos de Tomás, eran
amigos pero además los admiraba, los adoraba en algún sentido, y
después se termina casando con la hermana de estos remeros, que es
la mamá de Tomás. De modo que ese amor por el remo está en el
origen de la pareja parental y casi, podríamos decir, que es la causa
de esta unión –por lo menos del lado del deseo del padre, que es lo
que evidentemente afecta a Tomás
Este síntoma se constituye tempranamente, a los seis años To-
más empieza a sentir rechazo, ganas de vomitar, y arcadas ante las
verduras o frutas. El nombra al síntoma como fobia o pánico.
¿Qué es lo que ocurre a los seis años? A los seis años Tomás em-
pieza a navegar con sus tíos, embarcándose en la vía del ideal paterno,
pero se embarca con un síntoma. Este síntoma es lo que le va a decir
que no a esta ruta que él toma en ese momento. Él se sube, pero dice
que no con su síntoma. Se embarca en el proyecto paterno, pero con
el síntoma como límite, con el síntoma encarnando el “no es eso”.
Inhibición, síntoma y angustia / 239

En el primer tiempo del tratamiento, en el discurso de Tomás pre-


valece la preocupación por los efectos de la falta de fruta y verdura en
su entrenamiento. Tomás está tomado por el discurso paterno, él ha-
bla –podríamos decir así– con las palabras del padre, habla con el ideal
del padre, de modo que habla de la preocupación por los efectos de
su síntoma en su desempeño en relación con el ideal del padre. Pero
la analista introduce un obstáculo en este decir, tratando de no darle
consistencia a esto, apuntando a interrogar su propia subjetividad.
De modo que este discurso de Tomás, que está identificado con
el discurso paterno y con el ideal del padre, no encuentra eco en la
analista, más bien encuentra un desinterés. Hay algo que resbala
ahí –del lado del analista– en este discurso, que lo llama a tomar la
palabra, a hablar por sí mismo, e inmediatamente hay un efecto de
esta posición de la analista en la transferencia, que es un efecto de
rectificación subjetiva.

II. El significante diferente

Ahora Tomás, lejos de preocuparse por su rendimiento depor-


tivo, va a empezar a quejarse de que le hinchan las pelotas, de que
siempre quieren más, de modo que se va a ubicar una dimensión
de superyó en esta expectativa paterna respecto de su desempeño
deportivo. En este punto en el que él puede tomar la palabra como
sujeto, en este punto en el que él puede encontrar un espacio en el
cual desplegar su propio decir, surge y se aísla un significante, que
es el significante diferente. De alguna manera, el nombre propio de
Tomás es el nombre diferente, es el significante que va a dar cuenta
de su posición subjetiva, y que va a dar cuenta de sus síntomas,
cuando él se embarca con los tíos, se embarca como diferente –en la
medida en que, a la vez, rechaza a las frutas y verduras.
En este primer tiempo del análisis –luego de esta rectificación
subjetiva, cuando Tomás puede tomar la palabra, al ubicar esa di-
mensión superyoica de la exigencia del padre–, el significante diferen-
240 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

te va a dar cuenta de su posición, y la analista va a alojar este lugar. El


movimiento transferencial va a ser justamente el de dirigirse a Tomás
en tanto él es diferente; su acto se afirma en este lugar de diferencia,
de alojarlo ahí donde él se presenta como sujeto, intentando diferen-
ciarse de estos tíos maternos que no hacen más que cumplir con las
expectativas depositadas en ellos.
A partir entonces, de que el sujeto esta alojado en esta posición
de diferente, se produce un nuevo movimiento en la transferencia,
que es el desplazamiento del rechazo en el discurso de Tomás. Va a
dejar de hablar de su rechazo por las frutas y verduras, y va a empe-
zar a desplegar la dimensión de un rechazo a la posición del padre.
El primer hito de este despliegue va a ser justamente cuando
Tomás hable de su enojo ante el enojo de este tío con quien viaja
a Mendoza porque no comía verduras. Ahí él traduce su síntoma:
quiere ser querido por lo que es, no por lo que el otro quiere que sea,
de modo que él no va a responder al ideal. Si bien con su yo quería
responder al ideal, como sujeto, en su síntoma el ideal hace agua. Y
entonces, siguiendo la vía rectora de este significante fundamental
que se aisló, que es el significante diferente, se produce una primera
polaridad significante, un primer par significante, que es: el negro
de mierda versus la rubia de tez blanca.

III. Mirada de negro

Queda él, como negro de mierda, en la vía del padre, enfrentado


a la familia materna de los rubios de tez blanca. Y es en la medida
que se va aislando esa polaridad significante, que se va decantando
un objeto a, que es el objeto mirada, que se va a hacer presente de
modo cada vez más inquietante en las formaciones del inconsciente,
en los sueños de Tomás.
Un primer sueño: La casa se empieza a llenar de agua, y un hom-
bre todo negro lo está mirando, corre a agarrarlo pero se escapa. Él está
adelante y su familia atrás, y el negro todo el tiempo lo está mirando.
Inhibición, síntoma y angustia / 241

Cada vez que lo ve se llena de miedo y bronca. La casa se empieza a


llenar de agua, la casa-barco se hunde, hace agua. El se había em-
barcado en el proyecto paterno, en el ideal paterno, y de pronto ese
barco, esa casa-barco empieza a hacer agua, y ¿qué es lo que emerge
en medio de ese mar de angustia? emerge una mirada, una mirada
de negro. Ahí encontramos el objeto mirada, que se articula con el
significante negro –que habla de la diferencia del padre respecto de
la madre, diferencia que inferioriza al padre respecto de la madre,
ya que queda admirado por esa familia de rubios de tez blanca, y
encima exitosos en el remo. La mirada de negro lo persigue a Tomás.
En ese punto surgen dos afectos, que de alguna manera atraviesan la
posición subjetiva de Tomas, que son el miedo y la bronca.
En el segundo sueño se trata de un recorte absoluto del objeto
mirada: veía dibujos en la pared, los veía y le dolía la cabeza. Era
un solo ojo como tallado en la pared. Se trata aquí de un doble mo-
vimiento, ya que él está viendo y está la mirada, y el dolor que le
produce. Asocia una especie de observación mutua: la familia lo
observa a él, y él observa a la familia, allí él se destaca por su color
oscuro, y la exigencia –esta exigencia superyoica– queda aquí ligada
al color oscuro, y viene del padre. Su padre le contó que a él también
le pasó, que por su color oscuro le exigieron más. Es decir que esta
mirada que emerge es la mirada del superyó.

IV. La voz del superyó y la ausencia de palabra

Esta mirada superyoica es correlativa de la ausencia de palabra en


la relación con el padre. Inmediatamente Tomás va a decir que le gus-
ta venir porque le hace bien hablar, y llora diciendo que en su casa no
puede hablar, no se siente escuchado, en particular por el padre. De
modo que ahí queda claramente ubicada la transferencia como un es-
pacio para el despliegue de la palabra. Ya el mero hecho de que Tomás
sea escuchado, de que pueda desplegar la palabra, es una manera de
quitarle consistencia a esa mirada superyoica. Y también queda situa-
242 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

da claramente esta emergencia de la mirada persecutoria, de la mirada


superyoica, en una correlación directa con las falencias de la función
paterna en los planos simbólico y real –luego lo veremos en el nudo,
pero ya podemos ir mirando el esquema cero que ubica el lapsus del
nudo, en este caso, entre simbólico y real, es decir, entre la función del
padre simbólico y el padre real, y que enseguida retomaremos.

Este padre, descripto como un padre que “no da bola”, que “pone
cara de culo”, que no dice lo que le pasa, que es muy calentón y con
el cual Tomás se identifica.

V. Hacia otra versión del padre

Por otra parte surge, despunta, una intuición de Tomás que va a ir


modificándose a lo largo del tratamiento, que es este temor que él tie-
ne a que se repita la historia de la familia materna. El abuelo materno
cometió una infidelidad y se separó de la abuela, y los hijos se enojaron
con él y dejaron de hablarle por mucho tiempo. Y entonces tiene ese
lapsus donde dice: Mi abuelo le fue infiel a mi vieja, digo, a mi abuela.
Encontramos aquí dos niveles del padre: simbólico y real. Por
un lado, ese padre que no da lugar a la palabra, que no escucha, que
Inhibición, síntoma y angustia / 243

no habla, que “pone cara de culo”, que no vehiculiza la función sim-


bólica del padre. Y por otro lado, este padre real, este padre como
hombre. ¿Qué hace este padre como hombre en la relación con esta
madre?, ahí despunta el temor a la infidelidad del padre hacia la
madre. De pequeño recuerda que los padres estaban peleados y él
escuchaba al padre hablar mucho con una mujer.
De modo que a la vez que se abre esta doble dimensión del pa-
dre, que se problematiza esta doble dimensión del padre, las dimen-
siones simbólica y real del padre, Tomás empieza a ubicarse cada vez
más en la serie de los hombres de la familia: Soy parecido a mi papá
y a mi abuelo, Me dicen el correntino igual que a él, de modo tal que
ahora el significante diferente toma esta significación: Al crecer me
hice diferente. Soy parecido a mi papá, a mi abuelo…. Ser diferente a
la familia materna, o por lo menos a los tíos maternos, ya que este
abuelo es materno. La serie es: el abuelo materno, el padre, y él. El
abuelo materno fue rechazado por estos tíos. Diferente, entonces, a
este ideal que encarnan los tíos maternos, y en serie con estos hom-
bres que son el padre y el abuelo.
En este momento del análisis, cuando el significante diferente
logra aislarse en relación con estos puntos fallidos de la función pa-
terna en los registros simbólico y real, y donde él puede correrse en
serie con su padre y abuelo, ocurre un acontecimiento en el cuerpo,
que es esa peritonitis que lo saca del análisis, y también lo saca del
remo. En ese momento se interrumpe el análisis, que va a ser reto-
mado más adelante.
En este último tramo del análisis Tomás vuelve a pedir este es-
pacio. Le pide a la madre de retomar el tratamiento, y viene con la
noticia de que dejó el remo. Él y sus compañeros estaban repodridos,
faltaron a los entrenamientos, se despierta un enojo, una desilusión
con el entrenador, en una escena bastante parecida a la que antes ha-
bía contado con el tío –el otro se enoja con el porque él no responde
según lo esperado, y él que termina enojado con este otro que lo úni-
co que espera de él es que responda según lo esperado. Es esa misma
lógica, la misma estructura que se repite, ahora con el entrenador.
244 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

VI. El acontecimiento de cuerpo

Ahí es cuando ocurre el acontecimiento de cuerpo. La peritonitis


viene de alguna manera a resolver esta tensión, que lo obliga a dejar
del remo, ya que al ausentarse tanto ya directamente ni lo saludan
en el club. La situación se vuelve insostenible, y él puede entonces
tomar la decisión de dejar el remo, empujado por su cuerpo.
Muchas veces encontramos esto, cierto tipo de enfermedades, o
de accidentes, o de lesiones. Y a veces, cuando escuchamos al sujeto
hablar, cuando los escuchamos dar cuenta de la situación en la cual se
produjo esa lesión o esa enfermedad, suele surgir esa encrucijada que
el sujeto no está pudiendo resolver por la vía de lo simbólico, y ahí
viene el cuerpo a ayudarlo, a darle su empujón. Se suelen escuchar
en deportistas esos momentos de encrucijada en los que el sujeto no
puede dejar ese desempeño tan ligado al ideal, en los que se cruza
algún deseo que va para otro lado, entonces resuelve el cuerpo.
Me parece que este es un caso así, ya que Tomás había podido
tomar distancia del ideal, pero dar ese paso de dejar le resultaba di-
fícil si no estaba ayudado por su cuerpo. Entonces deja el remo. La
serie es entonces: deja el remo, se pelea con el padre, se pelea con la
novia. Es una serie muy interesante.

VII. La intrusión de una mirada

En la pelea con el padre volvemos a encontrar la mirada, pero esta


vez es Tomás quien mira. Le pide el celular al papá para mirarlo, para
revisarlo. El dice que es para mandarle un mensaje a una chica, pero
en realidad ve unos mensajes raros de una chica, por lo que él es la
mirada que está ahí, escrutando, interrogando el deseo de este padre.
El ya había planteado una duda respecto del deseo del padre por su
madre. Aquí su mirada precipita, así como anteriormente la peri-
tonitis precipita la decisión de dejar el remo, en esta oportunidad,
al inmiscuirse como mirada en el celular del padre, precipita una
Inhibición, síntoma y angustia / 245

situación en la que se pone en evidencia el deseo del padre. Tomás


le cuenta a la madre de los mensajes que vio, entonces los padres se
pelean, la madre le pide la separación, y el padre le dice que si no los
ve más se va a matar. Una situación dramática cuyo agente es Tomás,
que viene a develar eso que está oculto –que el padre muestre de una
vez por todas sus cartas, que muestre de un vez por todas lo que es.
Ante esta propuesta de separación por parte de la madre, vemos
que este padre no está a la altura: por un lado, se pelea con el hijo, y
por otro amenaza con matarse ante la posibilidad de la separación. La
respuesta de Tomás no se hace esperar, le dice que no le cree, que para
él no es nadie, que le da lo mismo, que no estuvo cuando lo necesitó,
etc. De modo que mediante este acting logra finalmente decirle al
padre lo que nunca le dijo. Efectivamente, el nivel de la palabra esta-
ba acallado, solamente había caras de culo o el rechazo por la vía del
síntoma. En ocasión de este acting, de pronto, Tomas toma la palabra
y le canta las cuatro frescas al padre, reclamándole su desamor.
Ubica entonces a toda la familia paterna en esta vía del desamor,
en la medida en que están cuando él gana torneos para felicitarlo,
pero no cuando necesita algo. Nuevamente la misma lógica que
encontrábamos anteriormente. Ahora el significante diferente se
hace presente bajo la modalidad de sapo de otro pozo, tomando otro
valor, por el que él a su vez se distingue de la familia paterna. Así
como antes el significante diferente lo distinguía de sus tíos mater-
nos, ahora lo distingue de la familia paterna. ¿En qué lo distingue?
En que a Tomás le interesa el amor; él no está guiado por el ideal,
sino por una búsqueda de otro orden, en la cual tiene todo su lugar
la dimensión del amor.
E insiste esta serie identificatoria, quedando él identificado con
el padre y con el abuelo, ya que es en este mismo momento en el que
está peleado con el padre, interrogando la posición del padre, que
Tomás de alguna manera le hace a su novia lo mismo que el padre le
hizo a su madre: sale a bailar, “la caga”: “Me porté mal con ella, salí a
bailar. Me equivoqué”. En ese punto se recorta este otro significante,
le dice a la novia “pobrecita, dulce y tierna como mi madre”.
246 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En este último tramo del relato de Alicia (que no es el último


tramo del análisis de Tomás, porque seguramente va a continuar
un buen tiempo, ya que se trata de alguien que está interesado en
analizarse) verificamos en este movimiento final, cuando él queda
en serie con el padre y su novia con la madre, que se opera cierta
rectificación de la posición del sujeto en el Edipo. Ahora puede to-
mar a la madre como objeto de amor y no como emblema ideal, e
identificarse con el padre en el abordaje de ese objeto.

VIII. El nudo de Tomás

Propongo la hipótesis del lapsus estructural del nudo en los dos


puntos de cruce entre real y simbólico. Ahí donde lo real debiera
pasar por encima de lo simbólico, pasa por debajo.

Esto da cuenta –es una hipótesis– de una estructura neurótica


que cuenta con el Nombre del Padre, pero en la que el sujeto no
está pudiendo servirse de él, ya que justamente la función paterna
está en cuestión –entre los registros simbólico y real–. El sujeto sólo
cuenta con el padre imaginario. Ésta es la hipótesis del lapsus del
nudo de Tomás.
Inhibición, síntoma y angustia / 247

La primera solución que encuentra el sujeto a estos lapsus es


la inhibición, hasta los seis años, que es el momento en el que se
constituye el síntoma.

Tomás hasta los seis años nace y vive dentro de una familia en la
cual lo que se espera de él es que sea como los tíos maternos. El está
ahí como un proyecto en relación con un ideal, en una familia que
se vive como prolongación de la familia materna, y que se entronca
en el ideal del padre. No parece que hasta los seis años nada haga
síntoma respecto de este arreglo, que nada desequilibre ese lugar al
que él vino en el deseo del padre, en relación con un ideal –por eso
ubicamos ahí la duplicación del registro imaginario. El es un puro
proyecto, y está a la espera de ser como los tíos.
Y bien, ¿cuándo se produce el corte? Cuando Tomás puede em-
pezar a hacer algo en esa vía, cuando puede embarcarse. En el mo-
mento de embarcarse, de empezar a navegar con los tíos, a los seis
años, pasamos de la inhibición al síntoma.
248 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Se trata aquí de una duplicación del registro de lo simbólico. El


se embarca en el proyecto de padre, se embarca en el ideal, pero con
un síntoma –Lacan diría que se embarca no sin un síntoma, se trata
de una negativa que se constituye en el síntoma del rechazo a la
verdura y la fruta, que resultan ser alimentos de los más importantes
para poder cumplir justamente con ese ideal, para poder llegar a
buen puerto en esta travesía.
Entonces se embarca, sube, pero ya tenemos un pasaje de la in-
hibición al síntoma, ya que cuando tiene que dar ese paso de poner
el cuerpo, de embarcarse en el proyecto del padre, ya hay cierta di-
mensión de rechazo que se pone en juego –además, es el nombre que
él mismo emplea para referirse a este síntoma: rechazo o asco a las
verduras y a las frutas, dice. A este síntoma entonces lo vamos a llamar
síntoma 1, porque después vamos a tener otro síntoma. El síntoma
1 es un síntoma simbólico-real, y este síntoma 1 va a ser el asco a las
frutas y verduras. Este síntoma va a socavar lentamente la tarea de
cumplir con el ideal.
De modo que este síntoma funciona como límite al ideal paterno,
es un síntoma por el que Tomás se afirma como diferente de sus tíos,
ya que no come frutas y verduras. De modo que el nombre de este
Inhibición, síntoma y angustia / 249

síntoma es diferente. Ese que sube al barco es diferente de los otros. Si


decimos que el síntoma articula un simbólico con un real, del lado de
lo simbólico vamos a ubicar el significante diferente; y del lado de lo
real, vamos a encontrar un objeto a que es la mirada –ya que él es di-
ferente para la mirada del otro. La mirada está presente cuando él mira
las frutas y las verduras, lo que le provoca arcadas, pero está la cuestión
de la mirada con que los otros lo miran como un negro de mierda. El es
diferente porque se embarca, pero él es negro y sus tíos son rubios.
Podríamos decir que así es como Tomás transita los caminos de su
vida hasta los dieciséis años. De los seis a los dieciséis años podríamos
ubicar este segundo nudo. A los dieciséis años, que es el momento en
que Tomás pide análisis, ubicamos el pasaje del nudo 2 al nudo 3, ya
que hay una emergencia de la angustia.

En la misma zona en la que antes encontrábamos el síntoma,


ahora algo se abre, algo hace agua. Así como el tiempo dos era el
tiempo del embarque con el síntoma, este tiempo tres es el tiempo
en el cual algo hace agua, haciéndose presente la angustia.
Si ustedes se toman el trabajo de hacer estos nudos, van a ver que
si bien acá tenemos el síntoma entre simbólico y real, si ustedes hacen
este nudo, van a ver que quedan todos los redondeles anudados. Se
250 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

trata de una simple inversión, que también anuda simbólico y real,


pero ahora redoblando el real –que es la angustia–, por lo que se suelta
lo simbólico. De modo que éste es un anudamiento fallido, es una
angustia que no termina de anudar, y es lo que empuja a Tomás al
análisis. Hay algo que queda suelto, y lo que queda suelto es lo sim-
bólico, que es justamente lo que él dice que encuentra en el análisis,
la posibilidad de la palabra, de ser escuchado.
La angustia tiene una doble vertiente. Por un lado, el está an-
gustiado por estar embarcado en ese ideal que no le pertenece, que
no tiene que ver con un deseo de él; y por otro lado, es la angustia
ante el superyó familiar que ataca a su síntoma, ya que está toda la
familia pendiente de que coma frutas y verduras. Y seguramente lo
que los padres esperaban del tratamiento es que Tomás coma frutas
y verduras, que se cure del síntoma, no que deje el remo.
La posición del analista, que lejos de querer levantar el síntoma
más bien lo que hace es inconsistir ese superyó familiar, no se en-
gancha con la perocupación de Tomás por que va a rendir menos, y
demás. Se opera un efecto de rectificación subjetiva, de implicación
subjetiva, que le posibilita decir: "me hinchan las pelotas, siempre quie-
ren más". En ese punto en que Tomás puede decir lo que se decía si-
lenciosamente en el síntoma, surge el sujeto. Se apropia del síntoma,
él es su síntoma, él dice lo que dice su síntoma, de modo que reduce
la distancia inicial entre el yo y el síntoma –antes él decía: “Esto me va
a perjudicar”, y ahora dice: “En realidad, me hincha las pelotas”.
Inmediatamente, como efecto de esta rectificación subjetiva, lo
que se produce es una conexión con el inconsciente, y en esta co-
nexión lo que se produce son formaciones del inconsciente, estos
sueños en los cuales se recorta el objeto mirada –que habíamos di-
cho que ya estaba en juego en el síntoma. Este objeto mirada que es
correlativo de la ausencia de palabra paterna.
En la medida que la transferencia viene a suplir esa ausencia del
padre como un lugar para el despliegue de la palabra, tambalea el
ideal paterno según el cual, para Tomás, no había otro destino más
que ser un remero, y exitoso. Como efecto de este movimiento del
Inhibición, síntoma y angustia / 251

análisis, se produce esta conexión con el inconciente, y la operación


analítica hace inconsistir el superyó, hace tambalear el ideal, con
dos efectos: un primer efecto es que puede comenzar a ubicarse en
la serie de los hombres de la familia, diferentes de los tíos maternos,
hombres que están complicados con su deseo en tanto hombres, y
dedicados a remar para el ideal materno.
De modo que el abuelo, el padre y él mismo van a quedar en
serie por su posición como hombres con las mujeres, en contraste
con estos tíos que pareciera que lo único que hacen en la vida es
remar. Tomás pasa a quedar en la serie de los hombres que algún
deseo tienen por las mujeres, y no sólo por las aguas. Es en ese mo-
mento de máxima tensión entre el sujeto y el ideal que se produce
el acontecimiento del cuerpo, allí es donde encuentra su lugar la
peritonitis. Se trata del momento límite de este tercer nudo, ya que
la peritonitis misma da cuenta de que hay algo que no está locali-
zado en otro lugar y estalla en el cuerpo; todavía estamos del lado
de lo que hace agua, de la angustia. Pero justamente la peritonitis,
como es el momento de máxima tensión, provoca una resolución,
lo empuja al acto. De modo que en el momento en que deja el remo
podemos ubicar el pasaje del tercer al cuarto nudo, donde se trata ya
de dejar el barco, “sálvese quien pueda” (risas). Se estaba hundiendo
y él se tira, toma la decisión de dejar el remo.
252 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En este cuarto momento, que es el momento actual del análisis,


yo ubicaría una histerización en Tomás, histerización que se mani-
fiesta claramente en el acting de ir a chusmear el celular del padre,
en que él está interrogando el deseo del padre como hombre, es
decir, cuál es la relación que tiene el padre con lo femenino. Efecti-
vamente, se trata de la pregunta por lo femenino: ¿qué es una mujer
para el deseo del padre?, ¿qué le pasa al padre con las mujeres? His-
terización, interrogación del deseo del padre como hombre: ya no se
trata más del padre como papá y él como hijo no amado.
En este cuarto momento hay una identificación con el padre
en otro punto. En el tercer tiempo había una identificación con el
padre en relación con sus rasgos negativos: ser un negro de mierda,
un calentón, es decir, identificado con el padre en esos puntos que
él, a su vez, rechazaba de él.
En este cuarto momento, si bien hay cierto rechazo, el punto de
identificación con el padre surge de un modo bien inconsciente, por
la vía de la repetición, y es un punto de identificación con el padre
como hombre, siéndole infiel a una mujer, que queda en el lugar de
la madre: una rubiecita tierna y dulce.
Por un lado está la rubiecita tierna y dulce, pero puede estar la
otra que lo calienta, de modo que por ahí se puede abrir algo de la
dimensión de la más generalizada degradación de la vida amorosa
en el hombre. Para este padre que se casa con la madre casi porque
no se puede casar con los tíos, ella encarna ese ideal de los rubios de
tez blanca exitosos, pero habría que ver si como mujer le movía algún
pelo al padre. Lo que queda claro es que es una elección en la vía del
ideal, y que después aparecen otras mujeres en la vida de este padre.
Entonces, hay algo de la repetición en esta rubiecita tierna y dulce
que lo banca en todas, que es como una madre.
Entonces acá yo ubico un síntoma 2, que vamos a distinguir del
síntoma 1, ya que lo ubicamos entre simbólico e imaginario. ¿Por
qué entre simbólico e imaginario? Porque es un efecto del trabajo
analítico, que en este caso se produce en el campo del sentido y en
la relación con el inconsciente, de modo tal que van surgiendo todas
Inhibición, síntoma y angustia / 253

esas significaciones que van a dar cuenta de los impasses del edipo
de Tomás. Habíamos dicho que en el síntoma 1 se trataba del lugar
de él como hijo, si iba o no a responder al ideal del padre; en este
síntoma 2, en cambio, lo que se interroga es lo que es la mujer para
un hombre, entonces él ahí está como hombre, ya está en el tercer
tiempo del edipo, con la cuestión de obtener el título de virilidad de
este padre. Efectivamente, en este síntoma 2 de lo que se trata es de
interrogar a este padre como hombre, para plantear una pregunta
acerca de lo femenino. Tomás aquí pasa a otra cosa, ya no está más
en la cuestión de si lo quiere o no lo quiere el entrenador, el papá o
el tío, sino en esta problemática propiamente viril.

Alicia: Efectivamente, en este momento está totalmente volcado


a su posición como varón en su relación con las mujeres, hablando
todo el tiempo de las mujeres y de las novias que tuvo. Hubo un
cambio… y no pasó tanto tiempo.

Nieves: Sí, es muy interesante la eficacia del análisis en poco


tiempo; me parece que responde a dos cuestiones: la posición de la
analista, pero también la posición del analizante, ya que, efectiva-
mente, Tomás es un analizante, es alguien que pide ese espacio, caso
muy distinto del adolescente que es llevado –y que puede llegar a
estar años más o menos en la misma posición.

Alicia: Sí, hay una búsqueda de él, y eso se nota.

Clase del 18 de septiembre de 2008


254 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
XI. La acción sintomática. “La búsqueda de una mirada”.

Nieves: Buenas tardes. Les presento a Marcela Piaggi, ella es


psicoanalista, es docente en las cátedras de Psicopatología II y de
Clínica del Síntoma de la Facultad de Psicología de la U.B.A., y
además, trabaja en el Centro educativo para niños con trastornos
emocionales severos, CENTES Nº 2, del GCBA.

Marcela: El tratamiento consta de dos tiempos: el primero, que


dura un año y medio; con un año de interrupción retoma a comienzos
de 2006 hasta la actualidad.
Es interesante el modo de urgencia con que se inician ambos mo-
mentos de la consulta. Aparece en esos dos tiempos, aunque de modos
diferentes, la irrupción de un síntoma; llamémoslo goce homosexual. Lo
lleva a preguntarse compulsivamente por si es o no gay; llega a situacio-
nes donde la duda compulsiva lo lleva al acto y a un acrecentamiento de
angustia consecuente. Podríamos entenderlo como un modo de responder
sintomáticamente a la pregunta por el ser, con los signos característicos de
una neurosis obsesiva: duda, comportamiento compulsivo, sentimiento
de culpabilidad. O bien, tratarse de una interrogación por su identidad
sexual, más allá de la modalidad obsesiva con que se presenta.
Trataré de ubicar algunos datos sin ninguna elaboración teórica con
el fin de facilitar la discusión del caso.
256 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I. Primer período

a. La urgencia subjetiva

El paciente consulta, según su decir, “por ataques de pánico”. Está en


tratamiento psiquiátrico, medicado desde hace unos meses. Manifiesta
que el primer episodio se presenta en un asado con amigos, del que tuvo
que retirarse para estar solo: el baño se le presentaba un lugar seguro.
Siente un “descontrol” en el cuerpo, teme lo que digan de él. Dice que se
va a volver loco y que ese descontrol lo va a llevar a hacer algo malo, en
relación a la muerte, repite: “¿Y si pierdo el control?”. Se queja también
de síntomas corporales de opresión en el pecho, agitación y palpitaciones.
Al momento de consulta se estaba mudando de la casa paterna. Está
de novio hace unos años con una compañera de trabajo, dice: “doy gra-
cias por haberla encontrado, me salvó de no ser cien por ciento puto,
en ella encontré algo que no buscaba”. Quiere vivir solo para no dar
explicaciones, no rendirle cuentas a nadie de sus cosas.
Alejandro, de veintiséis, años es el menor de cuatro hermanos; las
otras tres son mujeres, la menor le lleva once años. Vivían en un barrio
muy humilde. Cuando él tiene dieciséis años la hermana menor, última
en casarse, abandona la casa paterna. El padre se jubila y él queda a
cargo de ambos progenitores.
Del padre comenta que “siempre estuvo distraído con el alcohol y
había que ir a buscarlo al bar. Me daba vergüenza en el barrio. No se
ocupaba de mí”.
A los dieciséis años deja la escuela secundaria y comienza a trabajar
pese al desacuerdo de su madre: “un laburo muy físico como ganado. Co-
mencé a ganar mucho dinero. De no tener nada pasé a ganar más que
papá”. Dice haber comprado todo nuevo para la casa, ya que se avergon-
zaba del descontrol, la pobreza y desprolijidad de su hogar; lo que le im-
pedía llevar amigos del barrio. Expresa: “el pibe de mendigo a millonario,
salí de la tumba en la que estaba, para mí es importante la limpieza.”
Inhibición, síntoma y angustia / 257

b. De marica a puto

De chico se nombra como un marica sobreprotegido por su madre, era


débil, se sentía encerrado en el barrio de monoblock. “Mi mamá me hacía
dormir la siesta con ella. Los chicos del barrio se reían de mí. Ellos afuera
divirtiéndose y yo sufriendo; todo vestidito de verde iba a los Boys Scout”.
De adolescente empezó a fumar marihuana, dice: “me descontrolé”.
Explica que le cuesta vivir solo, que tiene mucho tiempo para pen-
sar: “Necesito una especie de estructura que me sostenga”. Depende de lo
que digan de él, se siente influido por la palabra del otro, y afirma que
tiene que darles explicaciones por cada decisión que toma.
Intervengo preguntando por que tendría que estar dando explicaciones
todo el tiempo. Se ríe y dice en chiste: “Bueno, la doble vida del pibe”
Al pedirle que hable de la doble vida, se ríe nuevamente y explica que
no se siente a gusto con los valores que tiene, pero que el dinero es lo funda-
mental, que con eso pudo arreglar todo lo que lo avergonzó estos años.
Le subrayo, “avergonzado” y en la asociación habla de una oportuni-
dad en que engañó a su novia, aclarando que solo con ella tuvo relaciones
sexuales a los veintidós años. Siempre se sintió inseguro de encarar una
mujer; “no sabía cómo resolver la situación, qué hacer. Tenía miedo a
fallar. No sé cómo llegué a contarte todo esto, el show debe seguir” Al des-
tacar lo dicho, dice que el show es sostener una estructura que no existe, y
que si esto cae teme abrir una puerta y después muchas más.
Comienza a hablar de dudas sobre algo que lo cuestiona y mortifica
cada vez más, pero lo hace para sentirse más hombre. Se refiere a expe-
riencias sexuales con hombres. Recuerda una traumática de sus siete años.
Destaca:” fui visto por los chicos más grandes. Ahí se me vio de una mane-
ra, más adelante me quise mostrar de otra. Tenía los pantalones bajos, yo
estaba en posición de mujer, el que parecía una mujer era yo. Al otro no le
decían puto, a mí me decían: el puto no juega a la pelota”. Esta escena se
solidariza con una pregunta que le hace un chico del barrio: “a vos, ¿con
quién te gusta estar?, ¿con las mujeres o con los hombres?”Yo decía con los
hombres y me cargaban más, no entendía, creía que si decía con la mujer
era puto. Pensaba ¿qué les tengo que decir para jugar con ellos?”
258 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Descubre entonces que es esta pregunta que le hace el joven lo que lo


martiriza. Estos pensamientos se hacen constantes en su actividad men-
tal durante muchas horas al día, y reeditan la pregunta de la infancia.
Cuantifica permanentemente las relaciones que tuvo con hombres y con
mujeres. Va por la calle tratando de descubrir qué siente frente a un
hombre o mujer con los que se cruza. Los compara y entra en la duda:
¿soy o no soy gay?
Buscaba situaciones que lo enfrentaran a esa pregunta que lo llevaba
a mantener siempre la duda abierta. Cuenta sobre un encuentro casual
con un hombre a los dieciocho años, donde la persona se baja de un taxi,
lo mira, le pregunta la edad, y le deja la dirección de su local. Cuenta:
“sentía que tenía que ponerme a prueba, me quedó una duda, una
cierta excitación, dominar la situación, que el puto sea el otro. Después
me dio $10, me sentí un muñeco.” Pareciera ir más allá del síntoma
obsesivo clásico, ya que avanza sobre la duda y la lleva al acto.
Alejandro dice buscar a los hombres para ponerlos en la situación
en la que él estuvo en esa escena de la infancia, dominarlos, así prueba
ser el hombre. Pero paralelamente piensa que quizás éste sea un modo
de engañarse y que lo repite porque le gustan los hombres. Sin embargo,
dice que después del episodio sexual queda vacío, no se siente de carne y
hueso, sino una especie de muñeco con reacciones sexuales. Lo compara
con las relaciones sexuales con su novia, donde dice sentirse a gusto, y
emocionalmente bien. Pensamientos que se oponen y lo torturan cons-
tantemente. Piensa en términos cuantitativos: “tantos hombres, tantas
mujeres, entonces sos puto.” Le señalo la contradicción en su decir, en el
intento de dominar al otro, como consecuencia queda como un muñeco,
más bien reeditando lo padecido.
Comienza a asociar en relación a “ser el muñeco”, se pregunta por
sus relaciones familiares, particularmente con su madre. Queda proba-
do su lugar de “muñeco”, no solo en la relación con los hombres, sino
también para sus hermanas y su madre, por diversos recuerdos y en
particular por la escucha de una conversación mantenida entre una
hermana y la madre, donde se enteró que lo tuvieron “sin querer”, que
fue “una experiencia de padres ya mayores”.
Inhibición, síntoma y angustia / 259

Luego de un período de tratamiento, cede la pregunta por ser puto y


los síntomas corporales.
Al tiempo seguidamente de las vacaciones no retoma el tratamiento,
decide dejarlo, ya que decía sentirse bien. Había comenzado a estudiar
una carrera y planificaba ir a vivir con su novia. Consiento la decisión
alertándolo que aún había mucho por trabajar en su análisis.

II. Segundo período

El show que ya no se sostiene

Al año y medio aproximadamente llama con mucha urgencia para


retomar el tratamiento. Comenta que todo se “desbordó” a partir de un
almuerzo de trabajo donde se comentó que a un compañero lo dejó la
novia por ser gay. Explica que necesita seguir adelante el trabajo analíti-
co, ya que se dio cuenta que había cosas que él omitía en el tratamiento
anterior y que ahora va a tener que hablar a pesar de los temores. Estos
pasan por darse cuenta de que no quiere a la novia, o admitir algo que
no es. Dice:” me da miedo pensar que se me nota.”
Le digo: “¿Cuál es el problema?”
La sesión siguiente dice que se sintió muy angustiado, pero que pudo
parar de pensar y empezó a respirar, “me voy a poner de un lado que siento
que no estoy, esa identificación me viene de afuera”, ya que emocionalmente
señala estar bien con las mujeres y sexualmente mejor con los hombres; pero
en este último caso se siente vacío, sin consistencia luego del acto sexual. Lo
describe como una masturbación, no le interesa involucrarse afectivamen-
te. Explica: “Es como un juego fetiche. El muñequito que no quería mirar
fue mirando, pero no me termino de sentir bien. Lo que comenzó como un
juego, siendo niño, continuó, no lo pude parar, pero ya soy adulto y el juego
sigue. Nunca me conformo, siempre vuelvo a ponerme en la situación de
chico, siempre es ir a buscar la situación dolorosa, no la puedo controlar”.
Cuenta esta vez la manera compulsiva en que sale a buscar en-
cuentros con los hombres, empieza a inquietarse y va con la bicicleta a
260 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

parques o va a baños públicos donde sabe que puede hallar encuentros


sexuales, dice:” me excita que me miren al masturbarme”. Describe
y compara las relaciones con hombres. Ahora se centra en la mirada:
“no sé si es la mirada o lo que se me arma en la cabeza, lo que el otro
piensa de mí. Es la mirada del juez que me juzga. Me cuesta sentirme
hombre en la mirada de la mujer. Yo busco esa mirada en la mujer y
no la encuentro, pienso: no sirvo como hombre. En el hombre no es algo
que busco, lo encuentro.” Lo relaciona con una mirada que no tuvo: la
de su padre.
Pasa un largo periodo del análisis hablando todo el tiempo de su
duda por ser puto y su pensamiento compulsivo. Las intervenciones
apuntan a conmover esa fijeza, por ejemplo diciéndole: “De eso ya ha-
bló” o “Qué gusto tiene en volver a escenas del pasado”. Comienza a
hablar de la “Corte Suprema de Justicia”, esto es a su decir, quedar
expuesto a un juicio permanente por si sus pensamientos son malos o
buenos. Esto lo atormenta y lo deja en un callejón sin salida.
El significante “ser puto” va quedando asociado a otros significados y
se despega de homosexual: débil, sensible, frágil, sentirse expuesto frente
a la mirada del otro. Comienza a hablar de qué es un hombre para él,
lo nombra “macho”.
Tiene un sueño con la analista: “Soñaba que estaba acá y que en
el papel ponía: droga si-no, sexo si-no. Después me daba un librito, un
souvenir. Tenía nombres con los pacientes que tiene. Había la foto de
un hombre rasgada, una cara de mujer, y al final el nombre de todos y
el mío, Ale”.
Deja de buscar el encuentro real con hombres. Pero cuando su novia,
se rehúsa a tener relaciones sexuales, busca un encuentro virtual con
ellos. Sucede algunas veces hasta que uno le pregunta si él es realmente
gay, expresa: “Cuando me vio hombre cerré la página y no me masturbé,
me hizo bien. Luego volví a chatear como una charla entre amigos, no
en el sentido sexual”.
Se repite un pensamiento: la necesidad de ponerse a prueba ahora
con una mujer; esta ideación cae con el trabajo analítico. Toma en cam-
bio el camino de historizar la relación con mujeres en su adolescencia.
Inhibición, síntoma y angustia / 261

Al tiempo compra un departamento con su novia casi por decisión de


ella y paralelamente comienza a plantear dificultades sexuales con ella, ya
que le da indicaciones de cómo seducirla, lo que le impide sentirse hom-
bre. Se pregunta por su modo de abordar la mujer sexualmente. Aparece
la falta de palabras en los encuentros. A partir de un comentario de un
amigo sobre la infidelidad a su mujer dice: “Me hubiera gustado ser ami-
go de él antes de los veinte, él sabe de técnicas de estar con mujeres”.
Esta última parte del análisis está centrada en estas dificultades ya
no sobre su identidad sexual sino en relación a otro y la posibilidad de
construir diferentes modos de relación con las mujeres.
Retoma un trato diferente con su familia, considera conversaciones
que nunca había tenido con su hermana menor, aconsejándola por su
fracaso matrimonial. Descubre que la versión materna del padre no
coincide con la propia que está construyendo.
Cambió de trabajo, después de muchas quejas en donde se sentía some-
tido, en una posición infantil, sobre todo ante la mirada enjuiciante del
jefe. A la vez trabaja en forma independiente diseñando páginas web.

Nieves: Mi hipótesis es que se trata de un caso de neurosis ob-


sesiva. Habíamos trabajado en el primer tiempo del seminario a la
neurosis obsesiva en relación con la nominación de lo imaginario,
es decir, con la inhibición.

De modo que voy a comenzar dibujando lo que propongo como


el lapsus inicial del nudo de Alejandro, para pasar luego a los dis-
tintos arreglos que va produciendo en los distintos momentos de la
estructura que se pueden distinguir en este relato clínico.
262 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Mi hipótesis es que se trata de un caso de neurosis obsesiva, que


el lapsus del nudo se produjo entre imaginario y real, de modo que
en estos dos lugares, lo imaginario debiera haber pasado por debajo
de lo real, pero pasó por encima de lo real, por lo que quedaron los
tres registros sueltos.

III. El estrago materno

Voy a ubicar un primer momento del nudo, que llega hasta los
siete años. Según sus palabras, era un marica sobreprotegido por su
madre, débil, encerrado en el monoblock, durmiendo con su madre,
afuera los chicos, adentro él –encerrado con la madre. Afuera los chicos
divirtiéndose, él adentro, él como objeto de burla de los chicos “todo
vestidito de scout”. Es un efecto del estrago materno en un varón, que
queda arrasado por la presencia materna. Como correlato de esta
posición de entrega al deseo materno podemos ubicar la vergüenza
que le provocaba el padre.
De todos modos se mantiene cierta homeostasis hasta la escena
de los siete años, todavía no hay neurosis propiamente dicha, ni
siquiera neurosis infantil, ya que está funcionando una inhibición,
que es el recurso propio de la neurosis obsesiva, y esta inhibición
Inhibición, síntoma y angustia / 263

viene a cumplir una función de anudamiento en la que prevalece el


registro imaginario, se trata de una nominación de lo imaginario,
de allí la homeostasis.

Alejandro encuentra cierta seguridad, y también cierta satisfacción


en la relación con su madre, sobreprotegido por ella y demás, hasta lo
que desarma este arreglo, esta inhibición. ¿Por qué la llamo inhibición?
Porque él está encerrado, no sale, no despliega una actividad, queda
fuera del conjunto de los varones –los chicos afuera, él adentro con su
mamá– está encerrado, inhibido, limitado al espacio maternal.

IV. La herida

Cuando se rompe este arreglo, se desencadena la neurosis infantil,


a partir de la escena de los siete años. ¿Cómo voy a llamar a esa escena?
La voy a llamar “la herida”, ya que se trata de una herida narcisista. La
herida es un significante que va a retornar en el sueño de transferencia
–por eso lo tomo–, y esta escena es un ataque a su narcisismo, a ese
arreglo imaginario que él había conseguido. En esta escena él es visto
en posición de mujer, y está la presencia de la mirada que atraviesa
todo el caso: Fui visto por los chicos más grandes, tenía los pantalones
bajos y yo estaba en posición de mujer, el que parecía una mujer era yo, a
264 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

los otros no le decían puto, a mí me decían: el puto no juega a la pelota.


Esta escena queda abrochada a la pregunta que le hace un chico del
barrio: ¿A vos con quién te gusta estar, con las mujeres o con los hombres?,
Carlos respondía Con los hombres, entonces lo cargaban más, él no en-
tendía, creía que si decía Con las mujeres era puto. De modo que queda
en posición de mujer, nombrado como puto por el otro. Se opera un
pasaje de marica a puto, significante que va a insistir.
En este momento en que se desarma la homeostasis provocada
por la inhibición, cuando se produce una herida narcisista, un ata-
que a la nominación imaginaria, lo que se pone en juego en esa esce-
na de los siete años es que él queda humillado por el otro, quedando
en evidencia que no está en posición viril.
Habíamos trabajado los distintos tipos de neurosis en relación con
los distintos tiempos del edipo. Planteamos que en la neurosis obse-
siva no opera el padre real, el padre del tercer tiempo de edipo, que
es justamente aquel que –dice Lacan– le transmite al hijo el título de
varón, que lo va a llevar en el bolsillo para cuando tenga que usarlo.
Parece que en esta escena de los siete años, él queda convalidado
en posición femenina, en posición pasiva, sin el título de varón, veri-
ficándose su exclusión del conjunto de los varones. Esto es consecuen-
cia directa de lo que habíamos ubicado en el primer tiempo como ver-
güenza del padre, es en la medida que él sólo puede avergonzarse del
padre que no puede identificarse con él. Justamente lo que proponía
Lacan en su retorno a Freud con ese tercer tiempo del edipo, es que
en la salida del edipo en el varón se trata justamente de que él pueda
preferir al padre a la madre, que se identifique con él, que lo tome
como ideal, y que pueda entonces dejar ese objeto incestuoso que es la
madre. Pero si en ese padre no hay nada que llame a la identificación,
el sujeto ve dificultada su salida de esa posición de objeto de la madre,
y es en ese punto de impasse que opera esta herida narcisista.
Inhibición, síntoma y angustia / 265

En este momento se desarma la inhibición y surge la angustia como


duplicación del registro real. Alejandro será de ahora en más un niño
angustiado, que recién encontrará cierto remedio a su angustia a los
dieciséis años, momento en el que operará una reparación narcisista,
al dejar el secundario y ponerse a trabajar. En ese momento empieza
a ganar más que el padre, y ¿qué hace?, empieza a comprar cosas para
reparar esa casa que lo avergonzaba, de mendigo a millonario. Es este
significante, millonario, el que opera en esta reparación narcisista.

V. De mendigo a millonario.

Recapitulando: en el primer tiempo opera cierta homeostasis, y el


significante en juego es marica, allí está operando la inhibición. En
el tiempo siguiente, cuando se inicia la neurosis propiamente dicha,
con el primer hito de la neurosis infantil, surge la angustia. El signi-
ficante que da cuenta de este pasaje es puto, y opera en la duplicación
del registro de lo real, allí donde Alejandro no puede incluirse en el
conjunto de los varones. A los dieciséis años consigue una reparación
narcisista, que viene por el lado del dinero que consigue con su tra-
bajo, no por el lado del sexo (veremos cómo en el análisis también lo
que más fácilmente se conmueve y resuelve es la cuestión del trabajo,
más que la del sexo), y allí el significante eficaz es millonario.
266 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

De modo que en este momento Alejandro consigue cierta repa-


ración narcisista, pero fallida, ya que hay algo que queda suelto, sin
abrochar, en esa reparación, de modo que él dice: empezó el descon-
trol, y también para esa época (o un poco después) empieza la acción
sintomática, es decir, los encuentros sexuales con hombres, que le
hacen síntoma. Está claro que a Alejandro los encuentros homo-
sexuales le hacen síntoma, por eso la llamamos acción sintomática,
porque no es algo a lo que él se preste con su yo, sino que le hace
síntoma, es más bien algo a lo que él se ve empujado.

De modo que en este tiempo hay una reparación narcisista, pero


no se vuelve al momento inicial, ya que queda algo desanudado,
queda algo suelto. El dice: empezó el descontrol, empecé a fumar porro,
y luego empieza a tener encuentros homosexuales que le hacen sín-
toma. Verán que en este anudamiento queda suelto el registro simbó-
lico, de modo que no quedan los tres anudados borromeanamente.
Ese simbólico que queda suelto se va a re-anudar a través de la acción
sintomática, como una necesidad –que señalaba Marcela– de ir a
actuar la pregunta, ya que Alejandro tiene una pregunta acerca de su
posición sexuada, pero necesita actuarla una y otra vez, de modo que
esa pregunta toma la forma de una acción que le hace síntoma.
Inhibición, síntoma y angustia / 267

Entonces está la reparación narcisista, él pasó de mendigo a mi-


llonario, repara aquello que lo avergüenza, pero por otro lado eso
que queda suelto –que es el simbólico– se va a re-anudar junto con
el registro real por medio de una acción sintomática. Se trata aquí
de una duplicación de lo simbólico, ya que la acción sintomática
es un síntoma, es un síntoma actuado, por eso lo ubicamos entre
simbólico y real. En este momento de la estructura encontramos la
necesidad de dos anudamientos, por un lado la reparación narcisis-
ta, el millonario, y por otro lado la acción sintomática re-anudando
lo que queda suelto en esa reparación.
A su vez esta acción sintomática, que consiste en el encuentro
sexual con hombres, tiene lugar allí donde él no puede encarar a una
mujer, ése es el punto sintomático.

Marcela: El se excita con las mujeres.

Nieves: Pero con ellas no puede, de modo que lo que se sintoma-


tiza ahí es el encuentro con lo femenino. En ese punto se actualiza la
falta de título para abordar a una mujer. Ahí es donde se reactualiza
la falta de título, que ya se había puesto en juego en el primer tiem-
po de la neurosis –en la escena de los siete años.
268 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

VI. La acción sintomática: el muñeco

En la acción sintomática, Alejandro busca ponerse a prueba, ha-


cer activo lo pasivo, que el puto sea otro, dominar, estar en posición
de dominio y someter a otro hombre como él fue sometido en la
escena de los siete años, en una suerte de inversión de esa escena.

Marcela: El dice justamente: lo que parecía un juego ahora es algo


que no puedo parar.

Nieves: Ahí está la compulsión a la repetición que Freud descu-


bre en “Más allá del principio del placer”, cuando toma el ejemplo
del juego del niño, en el que opera esta necesidad fallida de hacer
activo lo pasivo. Podríamos decir que Alejandro cada vez busca ha-
cer activo lo pasivo, y cada vez termina quedando muñeco, termina
quedando pasivo –que es lo que le interpreta en algún momento
la analista. De modo que termina reafirmado en ese lugar pasivo,
él quiere reparar la herida y termina metiendo el dedo en la llaga,
reavivando la herida cada vez, sintiéndose más vacío, sintiéndose un
muñeco, sintiéndose pasivo.
Entonces en este punto, la acción sintomática retoma el primer
tiempo de la neurosis, llevándolo nuevamente a la herida.
De modo que en la acción sintomática quedan anudadas la esce-
na de él siendo visto en posición de mujer, y la pregunta ¿Con quién
te gusta estar más?, que sería ¿Qué te gusta más, los hombres o las mu-
jeres?, ya que en esta acción sintomática se trata de revertir la escena
(es decir, de ser él activo y que el otro sea pasivo) y de esa manera
poder responder a la pregunta correctamente, poder responder de
una manera tal que él termine siendo el hombre; es lo que falla todo
el tiempo. Por eso es un síntoma y lo ubicamos como duplicación
del registro de lo simbólico, porque todo el tiempo es un intento de
reparar la herida, lo que no hace más que reavivarla, volver a ponerlo
en el mismo lugar del inicio de su neurosis, es la repetición. El signi-
ficante que insiste en este doble movimiento es muñeco.
Inhibición, síntoma y angustia / 269

Hay otro aspecto de la acción sintomática, que retoma la mirada.


Allí se juega la excitación por ser mirado masturbándose, que aísla la
mirada; y podemos ubicar también aquí un reverso, las dos caras de la
mirada: en una cara está la excitación y esa satisfacción de ser mirado
masturbándose, y en la otra cara está la Corte Suprema de Justicia, la
mirada que lo juzga. Es eso mismo que lo hace gozar en la escena per-
versa lo que lo angustia como superyó, son las dos caras de la moneda,
las dos caras de la mirada.

VII. El encuentro con la-una mujer

A los veintidós años se produce el encuentro con la novia, con la


única mujer que hasta ahora hubo en su vida. Es la única vez en la que
consigue tener un encuentro sexual con una mujer, por eso Alejandro
dice graciosamente que ella lo salva de ser cien por ciento puto, porque ella
es el uno por ciento (risas), sino fuera por eso sería el cien por ciento, ahí
está el menos uno (risas). Ahí está la novia que lo salva de ser puto, pero
convengamos que lo salva más o menos, ya que está en el lugar de la
madre, es la única, por eso se queja de que no le cocine. Madre hay una
sola, y para él también hay una sola mujer, que en eso se acerca mucho a
la madre, de ahí que sea todo tan lindo en lo afectivo y en lo emocional
pero tan árido en lo sexual –ya que la barrera del incesto está justamente
jugándose en esa dificultad sexual que él encuentra con ella.
El encuentro con la novia no modifica demasiado el arreglo conse-
guido hasta el momento, en todo caso refuerza la inhibición, refuerza
la reparación narcisista que Alejandro había logrado a los dieciséis
años, ya que además de millonario ahora puede hacer de hombre, que
no es lo mismo que serlo, ya que él siente que es su yo, que es una
imagen que él arma, pero que no es real. Efectivamente, él siente que
es noventa y nueve por ciento puto, de modo que arma una imagen
viril, que no es lo mismo que una posición viril, puede hacer de hom-
bre porque tiene novia, ahí está el show, que consiste en sostener una
estructura que no existe.
270 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En este arreglo que Alejandro hace al conseguir esta novia, el su-


peryó se hace presente bajo la forma de su mirada, ella le dice lo que
tiene que hacer en la cama, y cuando ella quiere irse a vivir juntos,
compra el departamento y él se va con ella; digamos que ella es la
que manda. Ella como superyó encarna también la Corte Suprema
de Justicia, por eso a pesar de que se encontró con ella, su nudo no
se modificó, en todo caso se reforzó la inhibición, la duplicación de
lo imaginario, al lograr la imagen viril.

VIII. Reediciones de la escena traumática.

En el tiempo siguiente sobreviene el ataque de pánico. Ahí sí va-


mos a ubicar algo que se desbarata en eso que él había conseguido.
Estando en un asado con amigos, formando parte aparentemente del
conjunto de los varones, se siente excluido, siente que no forma parte
de eso, siente la necesidad de estar solo, de modo que claramente tie-
ne la experiencia de no formar parte de eso, y necesita refugiarse en
el baño –el baño como un lugar seguro, el baño que es justamente el
lugar donde se pone de relieve la intimidad, la sexualidad.
Por otra parte siente descontrol, incomprensión, teme lo que digan
de él. Se trata de una irrupción de la mirada que desbarata la imagen
conseguida. Es una mirada superyoica que más adelante será nombra-
da como el temor a que se le note que no es hombre, que no forma
parte, que está de pleno derecho en el conjunto de los varones.
En este punto de angustia surge el temor a la locura, relacio-
nado con la muerte, y toda una serie de síntomas corporales que
hablan del desarmado del narcisismo, de una caída de la imagen
viril que Alejandro había construido. En algún sentido se trata de
una reedición de la escena de los siete años, como si él volviera en
ese momento del asado con los amigos a aquella escena. Es la escena
número dos, que desencadena la neurosis adulta y que remite a la
escena número uno de la neurosis infantil. Aquí tenemos nueva-
mente la angustia como duplicación del registro real.
Inhibición, síntoma y angustia / 271

El movimiento que Alejandro realiza inmediatamente es mudar-


se de barrio, de modo de salir de ese lugar donde él seguía viéndose
como puto, a partir de la mirada de los muchachos del barrio, que
lo habían nominado así. La mudanza es un intento de salir de esa
nominación.
Allí comienza el primer período del tratamiento, en el que el
trabajo se centra fundamentalmente en las determinaciones de su
neurosis, de modo que se hace simbólicamente este recorrido. Hay
cierto trabajo sobre la neurosis en el campo del sentido, entre sim-
bólico e imaginario. Este trabajo con el sentido le permite retomar
por lo simbólico todos estos puntos, este primer tiempo lleva a cier-
ta cesión de los síntomas corporales y a cierta caída, transitoria, de la
pregunta por su posición sexuada. Este trabajo le permite un nuevo
anudamiento, un nuevo equilibrio que lo lleva a cierta homeostasis,
ya que hay una cierta caída de la pregunta y de los síntomas cor-
porales que desemboca en la interrupción del tratamiento con este
nuevo arreglo que consiguió al dirigirse al Otro de la palabra.
272 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Este arreglo conseguido en este primer tiempo del tratamiento se


desbarata con una nueva escena con el conjunto de los varones: es-
tán todos comiendo y uno comenta que a un compañero de trabajo
lo dejó la novia por ser gay. Alejandro se identifica con ese compa-
ñero que parecía pero no era, quedando nuevamente excluido del
conjunto de los varones. Hay una nueva irrupción de la mirada,
bajo la forma del temor a que se le note a él como se le notó a ese
compañero abandonado por su novia.
Es un momento de urgencia subjetiva que lleva al llamado a la
analista, momento en que cae ese equilibrio que había logrado en
ese primer tiempo del tratamiento ya que hay una nueva irrupción
de la angustia. Se reedita una vez más la escena de los siete años,
insiste la repetición. Le dice a la analista que había cosas que no le
dijo, planteando el temor a darse cuenta de que no quiere a la novia,
a que la relación con la novia sea un tapón.
Y es interesante esto que Alejandro plantea, porque es cierto que
la relación con la novia es un tapón, el problema es que lo que se le
plantea es que eso indica que en realidad él es gay; pero es interesan-
te que él pueda situar esto, porque seguramente en algún sentido es
cierto que él no quiere a su novia, que la quiere como a una madre.
Pero con esta consecuencia que él extrae de que entonces es gay, se
desarma esto que podría abrirse como una pregunta a desplegarse
un poco más, qué le pasa (o no) a él con la novia.
Lo que él desconoce es que ser gay también es un tapón, ya que
Inhibición, síntoma y angustia / 273

le impide abrir la pregunta respecto de su posición sexuada. El viene


pidiendo que se le confirme que es gay, como una identidad que él
debiera asumir.

IX. El análisis

En este segundo período del tratamiento se abre otra vía, más pro-
piamente analítica, ya que esta segunda urgencia abre a algo nuevo.
Alejandro comienza preguntándose por el tapón, y surge la referencia
a la mirada de una mujer, que antes no estaba en juego. Antes eran los
otros varones quienes le confirmaban su posición sexuada, mientras
que ahora surge la referencia a la mirada de una mujer, y en ese senti-
do no es casual que vaya a buscar a una analista que también es mujer.
Lo nuevo que surge es el recurso a una mirada femenina.

Marcela: Además empieza a enumerar todos los fracasos que


tuvo con las chicas de los catorce años hasta la actualidad.

Nieves: Ahí se abren la dimensión de la castración y de la pre-


gunta. Y está la cuestión de lo que él encuentra en la mirada de una
mujer –y no ya en la de un hombre– cuando él quiere abordarla. Ese
trabajo en relación con la mirada de una mujer lo lleva a la falta de
mirada del padre. En este segundo tiempo hay un trabajo lógico (a
distinguir del trabajo sobre el sentido del primer tiempo del trata-
miento) que está sostenido en eso nuevo que surge en la transferen-
cia, y que se verifica en el sueño de transferencia.
¿Adónde lo lleva este trabajo lógico? Lo lleva de la mirada feme-
nina a la mirada del padre, de modo que va directamente al punto
de la falta de título.
Y lo que me comentaba Marcela es que justamente en este tiem-
po del análisis Alejandro pudo construir una versión del padre dis-
tinta de la versión materna, llegando incluso a admirarlo en ciertos
puntos. Marcela, no sé si querés comentar un poco este punto…
274 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Marcela: Sí. Empieza a aparecer algo de la identificación con el


padre, de ser un trabajador. Porque en realidad esto del alcoholismo
consistía en que el padre después de una jornada larga de trabajo
se tomaba una copita y volvía a su casa, ese era el padre alcohólico
en la versión materna. Y él empieza a descubrir que en realidad su
padre volvía cansado de laburar todo el día como un negro, como él
dice, porque era un trabajo físico, y tomaba una copita. De modo
que se le cae la vergüenza por el padre, se le cae la versión materna
del alcoholismo y empieza a darse cuenta que en realidad era un
laburante y que después de todo mantenía a toda la familia con su
sueldo. Empieza a darle otro lugar al padre, y yo le contaba a Nieves
que cuando Alejandro lo invita a su casa nueva, hasta pueden ir a
comprar un vino juntos, y es más, él puede decirle: Mirá, este es un
buen vino, de modo que terminan compartiendo aquello que a Ale-
jandro antes lo avergonzaba.

Nieves: De modo que fue necesario llegar a ese punto de la fal-


ta de mirada del padre, correlativa de una posición estragante del
deseo materno, para armar otra versión del padre a partir de una
mirada, no ya materna sino femenina, encarnada en la analista en
la transferencia. Es un momento de histerización en el que se opera
una entrada en análisis, que se va a manifestar y verificar en el sueño
de transferencia. Por esta histerización sale de la duda obsesiva (¿soy
puto o no?) y pasa a la pregunta por lo femenino. Efectivamente, el
sueño de transferencia es una pregunta por lo femenino.

X. La pregunta por lo femenino.

Soñaba que estaba acá –o sea, estaba en el análisis– y que en el


papel ponía: droga: sí - no, sexo: sí - no, después me dabas un librito,
un souvenir, tenía flores en la tapa, tenía que ver con la sesión y había
nombres. ¿Serán los pacientes que tiene? Se pregunta si será un sueño
de despedida. Había en el librito que me habías regalado una foto de
Inhibición, síntoma y angustia / 275

un hombre o una mina, no sé bien, la foto estaba rasgada, una cara de


mujer y al final el nombre de todos y el mío, Ale.
Asociaciones del sueño: la primera parte la asocia con la pregun-
ta de ¿Con quién te gusta estar más, con los varones o con las mujeres?,
pregunta en ese momento qué tenía que responder; y el librito lo
asocia con un gesto de halago de la analista, porque sintió que ya
había cosas que lo identificaban, lo sintió, en su decir, como un acto
de amor. Dice que siente que fue una herida –significante que ya
señalamos–, una herida que se va suturando y que tiene que ver con
la comprensión, Vas al médico y te ayuda a sanarte –dice. De modo
que la analista lo está sanando de esa herida
Lo que me parece interesante es que este sueño no es el fin o la
despedida de la analista, es el fin o la despedida de la acción sinto-
mática, cae la acción sintomática, ya que a partir de ese momento
no necesita actuar los encuentros sexuales con hombres.
Por otra parte, la pregunta se modifica, ya no es la pregunta
obsesiva ¿soy gay o no?, sino que es la pregunta por lo femenino, la
pregunta histérica. Y además es una pregunta que en lugar de ac-
tuarse pasa al inconsciente, en transferencia con una analista mujer.
Se abre la dimensión del amor, y como ya vimos en una de las pri-
meras clases del seminario, siempre que está en juego la dimensión
del amor, está en juego la dimensión del nombre, entonces en este
sueño se trata del nombre.
Y está la cuestión de ser incluido en una lista. Se trata del pro-
blema de este nombre que siempre queda fuera del conjunto, que
queda fuera del para todos, y de si él puede ser incluido en la lista de
los pacientes de la analista, si puede ser tenido en cuenta, contado
como uno más en ese conjunto. Por eso lo ve como un acto de amor,
ya que gracias al análisis él está pudiendo entrar en el para todos, está
pudiendo entrar en el conjunto, se le está abriendo la posibilidad de
contarse como un hombre…

Marcela: Y me parece interesante porque él no se cuenta ni como


un hombre ni como una mujer, se cuenta.
276 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Se cuenta, y en ese Ale está en juego su síntoma, que es


la pregunta por su posición sexuada. Es muy interesante cómo el
sueño condensa, por un lado, la pregunta por lo femenino. Ale en-
carna eso y se articula con la mirada en la foto rasgada. Esa foto es la
irrupción de lo real de la mirada rasgando la imagen narcisista, que
es un efecto de castración. La foto rasgada es por fin poder soportar
la castración, poder salir de la nominación imaginaria y aceptar la
castración simbólica, es entrar en la lógica del inconsciente, en la
lógica de lo simbólico.
Allí es donde podemos ubicar este efecto sanador del análisis. La
analista como el médico que sutura la herida, por lo que puede salir
la acción sintomática, que decíamos que reavivaba la herida. Enton-
ces, junto con la caída de la acción sintomática cae la duda obsesiva
sobre si es o no puto, y ahora se trata de sus dificultades con la viri-
lidad. Alejandro empieza a hablar de eso: habla de sus dificultades
con las mujeres, de ese amigo que sabe cómo encarar a las mujeres,
del que dice que ojala él lo hubiera conocido antes –como un padre
que le hubiera transmitido algún saber hacer con lo femenino.
Este es un momento del análisis en el cual se despliega esta vertiente
hasta un punto en el cual se produce cierta estabilización de lo sexual,
y donde podríamos decir que la problemática de la virilidad continúa
en el campo laboral. Hay un impasse del despliegue de la pregunta en
el campo sexual, que se desplaza al campo laboral y encuentra cierta
resolución –hay que ver si después va a volver o no al campo sexual.
Alejandro se puede afirmar virilmente en el campo laboral, puede de-
jar de estar en posición de dependencia, puede dejar de someterse a un
jefe superyoico, puede empezar a ganar más y a ser independiente.
El trabajo actual del análisis es un trabajo lo saca de la angustia
sin devolverlo al arreglo anterior, ya que el trabajo que está haciendo
ahora no es exclusivamente en la vía del sentido, sino que está arti-
culando lo simbólico con lo real.
Inhibición, síntoma y angustia / 277

Se trata de una duplicación de lo simbólico entre simbólico y


real, y no entre simbólico e imaginario, como había ocurrido en el
primer tiempo del tratamiento.
La última cuestión que me interesa señalar es este desplazamien-
to del campo sexual al laboral, doble eje que Lacan pone de ma-
nifiesto tempranamente para la neurosis obsesiva en un texto que
recomiendo especialmente, “El mito individual del neurótico”, que
pueden encontrar en Intervenciones y texto 1, de Editorial Manan-
tial, que ubica de un modo muy interesante cómo se le juega al
obsesivo esta doble vía.
Marcela, ¿hay algo que quieras agregar?

Marcela: Algo en relación con su trabajo. Alejandro dice que


sentía que tenía una relación infantil en el trabajo, que no podía
con su jefe, y la verdad es que progresó muchísimo en el trabajo.
Es un tipo muy inteligente, muy capaz, pero todo lo que progresó
no puede ejercerlo –le vuelve a faltar el título– frente a la mirada
del jefe, que lo situaba en ese lugar del objeto, de no saber. Tuvo
que cambiar de trabajo, y efectivamente consiguió un trabajo mejor
donde de entrada ya lo pusieron en un lugar diferente, ya que él es
el que va a capacitar a otras personas.
278 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Intervención: ¿En algún momento del análisis llega a preguntarse


por la paternidad?

Marcela: Sí pero lo pone en ella, entonces se pregunta: ¿Qué voy


a hacer?, porque ella no sabe cocinar, no es capaz de aprender a hacer
algún purecito. No se anima porque ella no va a saber qué darle de
comer. Pone la dificultad en ella, no es de él.

Nieves: De todos modos, bien situado en la relación oral con la


madre. De hecho, los dos momentos de desestabilización se produ-
cen en comidas, en un asado y en una comida con compañeros de
trabajo. Hay algo de lo oral que está muy presente.

Intervención: ¿Por qué ubicás el lapsus entre imaginario y real?

Nieves: Porque la hipótesis es que se trata de una neurosis obse-


siva, cuya estructura fundamental propuse que es que algo se suelta
entre imaginario y real, porque no está operando el padre simbólico
–que sería el padre que transmitiría el titulo de virilidad–, de modo
que ya que el sujeto no puede recurrir al padre simbólico, recurre a
una imagen de padre, a una imagen de hombre, a la duplicación de
lo imaginario. En este caso ubiqué luego las fallas de ese funciona-
miento obsesivo de la estructura, ya que no es una obsesión lograda,
por lo que la falla surge como angustia.
Finalmente, en el último tiempo ubico la histerización. Ya
Freud decía que la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria,
de modo que lo más fundamental de la estructura sería finalmente
una histeria.

Clase del 2 de octubre de 2008.


XII. La inhibición en la degradación
de la vida amorosa en el hombre.“Freezado”.

Nieves: Buenas tardes, vamos a dar comienzo a la clase de hoy.


Les presento a Marcela Mas, ella es psicoanalista, es participante del
ICBA, es docente de la cátedra de psicopatología II de la Facultad
de Psicología de la UBA, y también forma parte de la Institución
“Uno Salud Mental”.

Marcela: Luciano consulta a los veintisiete años refiriendo como mo-


tivo de consulta: ¨ El desborde de horarios y por otro lado la frialdad. Mis
relaciones con la gente son frías y distantes.¨ Luciano es médico, al igual
que su padre y su tío. Al momento de la consulta se encontraba finali-
zando la residencia. Plantea dos niveles de frialdad, uno en el trabajo y
otro con las mujeres.
En lo laboral, entiende que es una pérdida de tiempo dar las explicacio-
nes a los familiares cuando fallece algún paciente. Respecto de las mujeres,
dice perder rápidamente el interés ¨…si pasa algo enseguida.¨ Se compara
con el personaje de “El lado oscuro del corazón” en el punto del descarte de
las mujeres luego de haberse acostado con ellas. Según dice, no puede evitar
sentir la molestia al día siguiente. Esto es, que hagan preguntas o planteos.
Luciano vive con un amigo desde que su padre lo echara de la casa
a causa de una fuerte discusión en la que el padre toma partido por su
actual esposa. Lleva dos años peleado con su padre.
Al preguntarle por su madre, dirá que ésta se suicidó cuando él tenía
cinco años, luego de una ingesta de psicotrópicos. El suicidio de la madre
acontece en el contexto de la separación del matrimonio.
280 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Se interesa en la muerte de su madre en la época en la que estaba estu-


diando psiquiatría y le pide al padre el certificado de defunción para saber
cuál había sido el diagnóstico de su madre. Esto generó una pelea con su
padre, quien le reprochó que no le creyera cómo había muerto. Comenta
que su padre le prohibió que la llamara mamá después de todo lo que ella
había hecho. También se prohibió todo contacto con la familia materna.
Menciona su interés en especializarse en medicina legal o en emer-
gentología. De la primera dice: ¨Sé que los muertos no me llenarían
como médico, además no quiero aparecer en una zanja. A veces no
conviene decir lo que viste.¨
Al preguntar respecto de la emergentología dice que quiere saber qué
hacer cuando alguien se descompone, y agrega: “Mi mamá se tomó tres-
cientas pastillas y nadie supo qué hacer”. Se sorprende al escucharse.

Respecto de su práctica como médico, se queja de no poder usar los con-


sejos del padre, indicando que éste siempre ha sido un ejemplo a seguir.
Comenta que si él discutía con su hermana, el padre le hacía leer libros
de historia para que comprendiera lo estéril de las peleas. Afirma no haber
dado nunca problemas de niño y recuerda una sola vez en la que llamó al
padre de noche. En esa ocasión se despertó llorando luego de un sueño y su
padre le recomendó que no viera películas de terror.
Al indagar sobre el sueño, dice que cree haberlo soñado varias veces
entre los seis y ocho años, sólo recuerda que aparecía una mujer con tú-
nica blanca sin rostro, como una muerta que se sentaba en su cama. Las
asociaciones lo conducen a hablar de un período de temores nocturnos,
que aparecen poco tiempo después de la muerte de su madre.
Al tiempo trae dos sueños que relata en la misma sesión:
Primer sueño: ¨ Me encargaban que investigue los restos de la bata-
lla entre Lavalle y Rosas. Yo me enojo porque después de pasado tanto
tiempo, ¿qué voy a encontrar allí?¨
Segundo sueño: ¨ Venía viajando en el colectivo y escuchaba a al-
guien amenazando al chofer. Era un gordo grandote que le empieza a
pegar. Yo veía todo y el policía que estaba en el colectivo lo agarra al
gordo y me mira a mí y me amenaza con cortarme el cuello. Me bajo
Inhibición, síntoma y angustia / 281

del colectivo en la segunda Rivadavia. No sabía dónde era. Aparece una


mujer con la cara cubierta que me dice que había estado conmigo antes.
Se saca la capucha y me lleva con gente y me acompaña para volver a
mi casa. Me despierto angustiado.¨
Asocia el primer sueño con investigar sobre su madre, puesto que
tiene muchas cosas borradas de su infancia. Comenta angustiado que su
hermana le ha mostrado fotos de su madre y que no puede reconocerla.
Respecto del segundo sueño, se detiene en señalar que la mujer que se
descubre la cara era blanquita de ojos claros, que se acercaba desintere-
sadamente para ayudarlo a volver a su casa.
En relación a la pelea que relata en el sueño, dice que siempre que
intercede entre la hermana y el padre, sale perjudicado. Afirma que
desde hace dos años evita tener contacto con el padre y que se siente
desilusionado porque su padre eligió a la esposa en lugar de elegir a sus
hijos. Agrega que su padre se amolda a la mujer con la que esté, y que
salvo la segunda esposa, las otras eran bastante locas.
Se enoja al recordar que su padre en la pelea le dijo que ojalá su
mujer fuese su madre: “¿Qué más quiere? ¿No le bastó con borrar todo
rastro de mi vieja, también quiere borrar la historia?”
En relación con la frialdad, dice notar un patrón selectivo, puesto que
ya no le ocurre en el trabajo. Dice quedar ¨ freezado ¨ ante el reclamo
de las mujeres. Aceptar el reclamo implicaría involucrarse en la relación.
Se sorprende de lo rápido que las mujeres enloquecen de amor sin que él
reconozca alguna participación en ello. Le resultan poco creíbles las re-
acciones de las mujeres, considerándolas reacciones químicas que luego se
agotan. Entiende la efusión como exageración, ya que no hay coherencia
entre lo que le dicen y lo que hacen.
Esta falta de coherencia lo lleva a hablar de la decepción que siente
en relación con los cambios en la imagen del padre, cambios que le di-
ficultan reconocer en él al que siempre admiró.
A raíz del aumento de consultas, Luciano manifiesta sus “ganas de
quemar la guardia”. Al interrogar esto dice que es una manera de anular
el conflicto: que se lo consuman las llamas, hacerlo desaparecer. Las llamas
conducen a un recuerdo infantil en el que jugaba con los amigos a prender
282 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

fuego en un terreno frente a su casa. Este recuerdo es posterior al suicidio


de la madre. Luego asocia con su deseo de hacer que las mujeres desapa-
rezcan, indicando que eso ha pasado repetidas veces en su vida: primero
con su madre, luego con la segunda esposa del padre. Se sorprende al decir
que ese mecanismo no es suyo.
Comenta otro sueño: ¨ Soñé que se moría mi viejo, en el velatorio es-
taba su mujer callada sin decir nada. Yo no quería entrar porque estaba
muy enojado con la mujer. Cuando entro, la mujer de él estaba delante
del cajón, blanca, pálida, callada, sin actitud de pelea. Yo por costumbre
no voy a ver el cadáver, pero igual voy y él no estaba. No era su cara, era
como las pajas de la escoba cubriendo una cara.¨
La primera asociación que hace con este sueño es que la muerte
de la que se trata es la del padre que ha admirado. En relación con la
palidez de la mujer del padre, asocia con el espectro que imaginaba de
su madre. Agrega: ¨ La frase que él siempre me decía, ¨ Ojalá fuese tu
madre ¨, estaba metida en el sueño, estaba la mujer de él con la imagen
fantaseada de mi mamá.¨
Se reprocha no haber ido al velatorio de su madre ni a su tumba.
Recuerda que en una ocasión acompañó a su hermana hasta el cemen-
terio pero no entró para evitar conflictos con su padre.
Posteriormente, a raíz de algunos fallidos, vuelve a hablar de su ma-
dre, esta vez diciendo que no tiene recuerdos interactuando con ella. Dice
que lo que sabe de ella es a través de su hermana mayor o de su padre.
Dando los detalles de lo que la hermana le contara de su madre, recuerda
una escena en la que él acompañó a la madre en una de sus actividades.
Al señalarle que está incluido en el recuerdo, me pregunta entre risas si le
estoy pasando el Norton (programa de recuperación de archivos).

I. Enfriar lo femenino

Nieves: Luciano llega a la consulta atravesado por un significante


que les propongo considerar en un primer tiempo como un nombre de
la inhibición, que es este significante frialdad, ya que el enfriamiento,
Inhibición, síntoma y angustia / 283

el congelamiento, el freezado, son operaciones de detención del mo-


vimiento; volveremos sobre este punto. Si bien en un primer tiempo
este significante remite a la inhibición, me parece que luego, a lo largo
de los encuentros con la analista, va a ir tomando la consistencia de un
síntoma analítico, de modo que hay una metamorfosis de la función
de este significante en la estructura, de la que intentaré dar cuenta.
Es posible aislar en el discurso de Luciano dos episodios que lo
llevan a consultar, ambos ligados a la muerte. Por un lado, muere
un paciente de su misma edad, y por otro lado, está la cuestión de
la diferencia que él tiene con el padre respecto de dar explicaciones
a los familiares cuando muere un paciente, lo que él considera una
pérdida de tiempo. Es decir, que ambas cuestiones que lo traen a
consulta tienen una relación directa con la muerte.
El primer episodio hace presente la muerte en el eje narcisista,
que es el nivel en el que él se ubica (en la medida en que estamos
hablando de una estructura sostenida en la inhibición –cuestión que
desarrollaré luego).
Por otro lado, en la cuestión con el padre, relativa a dar explica-
ciones a los familiares de los pacientes que fallecen, se pone en juego
un límite al que está llegando el sujeto en su posición de rechazo
del pasaje por la palabra. No dar explicaciones a los familiares de
un muerto resuena en la misma vía de no tener que escuchar los
planteos o las preguntas de las mujeres, se trata del rechazo de esa
dimensión del Otro de la palabra. En efecto, inmediatamente trae
esta cuestión de su rápida pérdida de interés en las mujeres si se
acuesta en el primer encuentro, pérdida de interés que se centra en
no soportar que le hagan preguntas o planteos.
Ahí podemos ubicar entonces un rechazo de la palabra, que en
este caso está situado estrictamente en el campo del amor. El rechaza
la palabra que hace a la dimensión del amor, que es la palabra que le
pide una mujer a un hombre en el encuentro amoroso, al estilo del
personaje de “El lado oscuro del corazón”, que apretaba un botón y
la mujer salía despedida de la cama, de modo que una vez termina-
do el acto sexual ella caía por un agujero.
284 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En otra vía, inmediatamente se hace presente una situación en


la que él se encuentra en una posición de rivalidad imaginaria con
la mujer del padre, él y la mujer del padre quedan enfrentados en el
eje a-a´, y el padre como un tercero, como un gran Otro que elije
a su mujer en lugar de a él. Lleva dos años distanciado con el padre
porque tuvo una pelea en la cual el padre tomó partido por su actual
esposa. De modo que es él o ella, o el hijo o la mujer. La escena se
juega en el nivel especular, pero esta vez es él quien queda excluido,
a diferencia de lo que hace con las mujeres –son ellas las que caen
por el agujero– , es él que es echado de la casa del padre.

II. La muerte como partenaire

A raíz de una pregunta de la analista, Luciano relata el suicidio


de su madre, por una ingesta de psicotrópicos, cuando él tenía cin-
co años. Es fundamental señalar que este suicidio se produce en el
contexto de la separación del matrimonio, de modo tal que la even-
tual locura femenina de amor, que va a atravesar de algún modo la
versión que tiene Luciano de lo femenino, parece hacerse presente
traumáticamente en el suicidio de la madre, tempranamente, en un
momento de constitución de la posición del sujeto, que es a los cin-
co años. Este suicidio de la madre es un trauma que marca a fuego
al sujeto, anudando de un modo muy profundo la pareja obsesiva
del sexo con la muerte.
Por otra parte, la respuesta del padre como hombre al acto de esta
mujer que se suicida enloquecida de amor es una respuesta de odio
hacia ella, prohibiéndole a sus hijos tanto llamarla mamá como todo
contacto con la familia materna. La diferencia entre la posición de Lu-
ciano respecto de su hermana es que él acata, se somete a este mandato
paterno, mientras que la hermana no. En esta respuesta al mandato
paterno también podemos ubicar una posición típicamente obsesiva:
el sometimiento al Otro, que encarna la ferocidad de un superyó que
pretende borrar las huellas del pasaje de esa mujer por la existencia.
Inhibición, síntoma y angustia / 285

Luciano elige la misma carrera que el padre, es médico como él, y


en el momento en el que está interrogándose acerca de su especiali-
zación surge una pregunta más fundamental, que es la pregunta por
excelencia de la neurosis obsesiva, esa pregunta que en el Seminario
III Lacan propone formular de la siguiente manera: ¿estoy vivo o estoy
muerto?1 Esta pregunta referida a la muerte toma la forma de la duda
entre la especialización en medicina legal y en emergentología. En
ese punto plantea que los muertos no lo llenarían como médico, que
no quiere aparecer en una zanja, que quiere saber qué hacer cuando
alguien se descompone. Se sorprende al encontrarse nuevamente ha-
blando del suicidio de la madre, de las trescientas pastillas que se ha-
bía tomado, y de la ausencia de respuesta por parte de los médicos.
Hay un efecto de sorpresa por esta emergencia, propia de la aso-
ciación libre, en el momento en que está preguntándose ¿voy a ser
médico para llenarme de muertos?, mi elección, ¿es para la vida o es para
la muerte? En este momento podemos ubicar claramente el inicio del
despliegue de su pregunta neurótica, y entonces se hace presente un
objeto que va a encabezar todo el relato de este caso, que es el objeto
mirada. En este momento se hace presente –presencia que se inten-
sificará cada vez más– la muerte como un partenaire que lo mira.
De modo que la muerte se hace presente como mirada: “No quiero
aparecer en una zanja, … a veces no conviene decir lo que viste”.
Al mejor estilo obsesivo, él estaba hablando de su carrera, que
no tenía nada que ver con la madre, y de pronto se hace presente la
madre. De modo que en esta pregunta, ¿estoy vivo o estoy muerto?,
también está la pregunta de qué hacer con el deseo de muerte, ya
que la madre se había tomado nada menos que trescientas pastillas
y su pregunta era ¿qué hacer en estos casos?, como si el superyó le
ordenara poder hacer con esa enormidad, con la contundencia de
ese deseo de muerte.

1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1984.
Pág. 257.
286 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

III. Historización, histerización.

En este punto hay una intervención que es fundamental, un lla-


mado a la historización, podríamos decir con Lacan un llamado a la
histerización. Lacan juega con el equívoco entre historia e histeria,
que me parece que en este caso es crucial, porque la historia es un
eje fuerte del análisis de Luciano, una suerte de columna de la es-
tructura de Luciano. Veremos también que así como el significante
frialdad muta a lo largo del análisis, el significante historia también
lo hace. Hay una historia a construir, un llamado a la historia, un
llamado a la histeria, un llamado al análisis.
La respuesta obsesiva no se hace esperar. Luciano viene a la sesión
siguiente diciendo que ha pensado que lo que le sucedió nada tiene
que ver con la muerte de su madre. Estamos frente al mecanismo
obsesivo de la anulación. La sesión pasada se sorprendió hablando
de la muerte de su madre, y ahora viene negando esa asociación,
anulando el acontecimiento de la sesión anterior.
Como respuesta a este llamado a la historización, Luciano afirma
no tener recuerdos infantiles: no voy a poder seguir por este camino, dice
su yo. Afirma no haber desarrollado una neurosis infantil, no haber
tenido problemas de niño, “…salvo una sola vez”. Ahí está la posición
obsesiva, el mecanismo de la inhibición: no hay ningún conflicto.
Freud plantea que la inhibición evita el desarrollo de angustia, y
eso evita la necesidad de operar alguna represión, evita todo conflicto;
es lo que él dice, que no vivió ningún conflicto, que estaba bien inhibi-
do, salvo una sola vez en la cual llamó al padre de noche. Hubo una única
vez en la que se dejó oír el llamado al padre, que también atraviesa
todo el caso. Llamó llorando al padre, luego de un sueño, y la respuesta
del padre fue dormirlo y recomendarle no ver más películas de terror,
de modo que lo manda nuevamente al sueño de la inhibición. No lo
interroga acerca de ese punto de angustia, sino que le hace una reco-
mendación, de cómo seguir durmiendo, que parece tener su eficacia.
De todos modos Luciano recuerda ese sueño, que cree haber so-
ñado varias veces entre los seis y los ocho años, es decir, poco tiem-
Inhibición, síntoma y angustia / 287

po después de la muerte de la madre: “Aparecía una mujer con túnica


blanca, sin rostro, como una muerta, que se sentaba en mi cama”. Asocia
entonces justamente con la muerte de la madre, de modo que aquello
que él buscaba anular insiste. Había comenzado la sesión diciendo que
esto que le pasa nada tiene que ver con la muerte de su madre, y al rato
ya está hablando nuevamente de la muerte de la madre. Esta mujer sin
rostro, que se hace presente en el sueño, es su madre, pero también es
la muerte, que situamos con Lacan como el partenaire del obsesivo2.

IV. La emergencia de la mirada

Con el mecanismo de condensación propio del sueño, esa ima-


gen hace presente en una conjunción única lo femenino, la muerte y
la mirada, ya que se trata de una mujer sin rostro.
Lacan plantea que la mirada se hace presente como negatividad en
el campo de la visión, por eso los ejemplos que da Lacan de emergen-
cia de la mirada son los ojos de un ciego, el ojo de una paloma muerta,
podríamos decir también una mujer sin rostro. Allí donde desfallece
la visión se hace presente ese punto siniestro, angustioso, de la mirada.
Ahí está el partenaire fantasmático de Luciano, que es la muerte, que
toma la forma de ese objeto pulsional que es la mirada; en lo que se
aproxima al sueño de transferencia del Hombre de las Ratas, en el cual
sueña que Freud quiere casarlo con su hija, y en el lugar de los ojos de
esta hija lo que se hace presente son dos excrementos. Se trata de esa
presencia de la mirada en el partenaire femenino, y que en “Función y
campo de la palabra…” justamente Lacan no duda en nombrar como
“…la muerte que lo mira –al Hombre de las Ratas en ese sueño– con
sus ojos de betún”.3 En este sueño de Luciano podríamos decir que la
muerte lo mira desde ese agujero, desde esa ausencia de rostro.

2 Lacan, J. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, en


Escritos 1. Ed. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 291.
3 Ibid.
288 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En medio de su inhibición, Luciano recurre al padre. Durante


ese período –entre los seis y los ocho años– para conciliar el sueño
necesitaba dejar las puertas del placard cerradas y la luz encendida,
en un recurso a la imagen, al campo de la visión (posibilitado por la
luz), como un recurso para ocultar la mirada; por otra parte, antes
de dormir, leía los libros que el padre le daba. Nuevamente el recur-
so al padre le posibilita dormir frente a lo que podría ser el horror
de la presencia de esa mirada mortífera que remite al trauma de la
muerte de la madre. Es interesante que se trataba en todos los casos
de libros de historia
La historia oficial se va entrelazando con la historia subjetiva, la
historia del padre con la historia del sujeto, al punto que la dimen-
sión histórica insiste en sus sueños: Lavalle, Rosas, Rivadavia. En
efecto, los libros de historia resultan ser un recurso para el padre
mismo, de modo que en este recurso al padre que opera Luciano
hay una respuesta del padre que lo orienta siempre en la vía de la
neurosis obsesiva, en la vía de la inhibición, en la vía del sueño, en la
vía de la racionalización. Para muestra basta un botón: cada vez que
se peleaba con su hermana, el padre le hacía leer un libro de historia
para que comprenda lo estéril de las discusiones. Se trata del recurso
a la razón –es el mismo tipo de intervención que la recomendación
de no ver más películas de terror ante el punto de angustia del niño
llorando a causa de una pesadilla. Podríamos decir que la voz del
padre es la voz de la razón, que le funciona como un recurso que va
a tomar la vía de la racionalización propia de la estructura obsesiva.
Es muy interesante cómo la historia, a través del objeto libro de
historia, que es el objeto que el padre le transfiere simbólicamente al
hijo para poder enfrentar los acontecimientos de su vida, es llevada a
la transferencia analítica, de modo que Luciano empieza a aparecer
en las sesiones con un libro de historia. Del padre a Luciano, de
Luciano a la analista, el significante historia comienza a mutar. Lu-
ciano siempre hace un breve comentario al finalizar la sesión acerca
del libro de historia que está leyendo, y es la oportunidad para una
intervención de la analista que le dice: ¿Cuál será la historia que estás
Inhibición, síntoma y angustia / 289

interesado en conocer?, abriendo la dimensión de otra historia, o en


todo caso, de la posibilidad de hacer su propia versión de su historia:
¿Vos decís que es la de mi mamá?

V. El camino de los sueños

Es un momento de entrada en análisis, ya que se verifica en el


siguiente movimiento que la asociación libre lo lleva a una pregunta
por la madre, luego viene el intento de anular eso, la insistencia, y
ahora este punto en el que él ya empieza a apropiarse de esta insis-
tencia, de este deseo de saber. Se trata de un giro en la posición del
sujeto, ya que a continuación no hay un nuevo intento de anula-
ción, sino que se producen formaciones del inconsciente.
En efecto, Luciano trae sueños, es decir que se pone en la vía de
trabajar eso que se abrió –por eso ubico ahí una rectificación subje-
tiva y una entrada en análisis. Ya no quiere volver a anular, sino que
se interna en el campo del análisis, se interna en el trabajo con el
inconsciente, especialmente con los sueños.
Primer sueño: “Me encargaban que investigue los restos de la batalla
entre Lavalle y Rosas, yo me enojo porque después de pasado tanto tiempo
qué voy a encontrar allí”. Está la cuestión del resto, él tiene que inves-
tigar los restos, en esos restos podemos ubicar la dimensión del obje-
to. Por otro lado está la batalla; él siempre está en batalla con alguien,
especialmente con la mujer del padre –que es su rival especular hasta
cierto momento del análisis, en el que deja de serlo. Y también está
el enojo, que marca bastante la posición subjetiva de Luciano, quien
parece vivir enojándose, lo que también es propio de la neurosis ob-
sesiva. El obsesivo es un enojón, un enojón más o menos consciente.
Hay algunos que se enteran que son enojones cuando ya tienen la
presión por los cielos, o cuando tienen el primer infarto; y hay otros
que ni se enteran, sino que se enteran los demás (risas).
Segundo sueño: “Venía viajando en el colectivo y escuchaba a al-
guien amenazando al chofer. Era un gordo grandote que le empiezan a
290 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

pegar, yo veía todo –aquí se hace presente nuevamente la mirada–, y


un policía que estaba en el colectivo lo agarra al gordo y me mira a mí, y
me amenaza con cortarme el cuello. Me bajo del colectivo en la segunda
Rivadavia, no sabía dónde era, y aparece una mujer con la cara cubier-
ta que me dice que había estado conmigo antes –nuevamente la mujer
sin rostro, es muy interesante–, se saca la capucha, me lleva con gente,
y me acompaña para volver a mi casa. Me despierto angustiado.”
Se trata de un sueño de angustia, y la diferencia entre el primer
sueño y el segundo es la presencia de la mirada. En ese punto de la
presencia angustiosa de la mirada se despierta; se trata de la mirada
de la muerte: obviamente esta mujer sin rostro que ya estuvo antes
con él es la madre. Por otro lado, en este sueño también está la
batalla, la rivalidad con el otro: el gordo que se pelea con el chofer,
el policía que le quiere cortar el cuello. Está la rivalidad en una re-
lación asimétrica, en la que hay alguien que es el que comanda: el
chofer es el que conduce, el policía es el que tiene la autoridad; se
trata allí de la rivalidad del obsesivo con el padre.
Hay una falta de orden, ya que el policía –que es quien tiene que
poner orden– le quiere cortar el cuello, por lo que el régimen de la
ley no está operando, no está regulando el goce. Es en este punto
de desregulación que surge la mirada de la muerte como punto de
angustia, que lo despierta. Podríamos decir que ahí donde la ley
paterna no está operando, es el punto en el que surge la mirada que
angustia y despierta. Habíamos dicho justamente que la operación
paterna lo mandaba a dormir, por el contrario, aquí está el punto de
despertar –ahí donde falla la autoridad, donde falla el orden.
Es muy interesante en este segundo sueño cómo el trabajo analíti-
co sobre el inconsciente lo hace dar un paso, ya que Luciano se baja de
esa pelea. Luciano efectivamente se baja de la pelea, lo que se verificará
en el sueño siguiente, en el que ya la mujer del padre no aparece más
como una rival. De modo que este sueño está hablando de un cambio
de posición subjetiva, de una salida de ese eje de rivalidad narcisista.
El se baja de ahí, va a buscar su destino, a buscar su deseo, ya que no
sabe dónde está. También está ese significante segunda Rivadavia.
Inhibición, síntoma y angustia / 291

Marcela: Es una referencia a mi consultorio.

Nieves: Ah, bueno. No sabía que la segunda Rivadavia tenía que


ver con tu consultorio, es más que interesante entonces, porque se
baja ahí. De modo que se baja de la pelea cuando empieza a ana-
lizarse, es eso lo que está diciendo. Y lo interesante es este no saber
dónde es, ya que empezar a analizarse es internarse en un camino
que no se sabe muy bien a dónde va, que no se sabe qué es, ya que
se trata de salir de los lugares conocidos (lo cual no es poco para un
obsesivo que está siempre necesitado de asegurarse de pisar sobre
tierra firme, de andar por terrenos conocidos, y si es posible, ya
tiene el plano de antemano, ya sabe cómo va a ir, cómo va a volver,
y que no le vaya a pasar nada en el camino…).
“No sabía dónde era” habla de poder animarse a bajar de la pelea
y entrar en esa zona incógnita del análisis, donde no se sabe bien
dónde se está parado, y entonces ahí aparece la mujer con la cara
cubierta, que recorta el punto de angustia. Pero lo interesante es que
la mujer se saca la capucha, entonces ahí podemos ubicar cierto de-
velamiento de lo femenino que empieza a operarse cuando él se va,
cuando se baja de la pelea. Cuando él deja de pelearse con la mujer,
encarnada en la mujer del padre, entonces se opera cierta aproxima-
ción a lo femenino, que es también un acercamiento a la analista
mujer –el bajarse en la segunda Rivadavia le abre cierta dimensión
de esclarecimiento de eso que aparece velado, oculto, y junto con
este rostro que se saca la capucha, adviene cierta claridad.
Una de las asociaciones con este primer sueño abre la vía de la
investigación sobre su madre. La entrada en el análisis se produce
en este camino de investigación que abre la pregunta obsesiva (¿estoy
vivo o estoy muerto?), que queda anudada con el deseo de muerte de
la madre y con la pregunta –en última instancia– por lo que quiere
una mujer.
En ese camino se encuentra la versión que da el padre de la
muerte de la madre, que le dice que se había muerto como quien
dice “pasame la sal”. El padre quiso borrar o anular las huellas de
292 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

la existencia de esta mujer, le prohíbe que la nombre como madre,


que tenga contacto con la familia materna, y también le quita toda
trascendencia al acto suicida de esta mujer.
En esta vía también insiste la dimensión de la mirada, ya que
él comenta angustiado que su hermano le ha mostrado fotos de su
madre y que no puede reconocerla. La imposibilidad de reconoci-
miento en el plano de la imagen, en el plano del espejo, hace surgir
el punto de angustia y allí se opera la emergencia de la mirada.

VI. La analista como partenaire

Respecto del segundo sueño, está la cuestión de que esa mujer que
se descubre la cara era blanquita de ojos claros y se acercaba desinte-
resadamente para volver a su casa. Teniendo en cuenta la blancura y
la claridad de la piel de Marcela, no podemos menos que ubicar en
esa figura a la analista. Y es interesante esto de volver a su casa, ya que
Luciano se va de su casa echado por el padre, pero en una posición
subjetiva de oposición a la mujer del padre, en ese enfrentamiento
con lo femenino en el que se encontraba. Ahora se trata de poder
volver, a través de la transferencia, de la dimensión del amor abierta
en la relación con una mujer. Así como salió de su casa por enfrentar-
se con una mujer, es también por una mujer que puede volver. Una
mujer le permite volver. Se trata de volver para poder salir sin ser
echado de ahí, para salir por sus propios medios. ¿Por qué digo esto?
Porque justamente en el sueño siguiente está la figura de la mujer del
padre, pero por fuera de la dimensión de la pelea.
Hay una doble vertiente del enojo de Luciano con el padre. Por
un lado, estaba ese enojo por la modalidad de exclusividad que ha-
bía tomado la relación del padre con esta mujer: “Eligió a su mujer
en lugar de a sus hijos”, “… se amolda a la mujer con la que esté”, y que
“salvo la segunda esposa las otras eran bastante locas” –nuevamente la
cuestión de la locura femenina como inquietante. Es ahí que se abre
la otra vertiente, en la que no se juega ya este punto infantil por el
Inhibición, síntoma y angustia / 293

que el padre elige a una mujer en lugar de a él, sino que se trata de
una falta del padre, que consiste en querer borrar todo rastro de la
madre, en querer borrar esa historia.
Ambas vertientes confluyen en esa frase del padre, que en una
pelea le dice: “Ojalá que mi mujer fuese tu madre”. Allí opera la in-
tervención de la analista, que le pregunta si es posible borrar toda la
historia –como pretende el padre–, y ahí surge este recuerdo de jugar
a las cosquillas con la madre. Se trata de un recuerdo que trae el
cuerpo y que trae la dimensión del goce corporal en la cosquilla. Si
recuerdan, Freud definía justamente a la cosquilla como un sustitu-
to, vía represión, del acto sexual, como un desplazamiento del goce
erótico. De modo que en este recuerdo podemos ubicar el núcleo
del edipo, de ese goce que puede obtener un niño con su madre,
un goce desplazado, ciertamente, a un lugar que no va a ser la zona
genital. Las cosquillas se revelan como un equivalente erótico del
encuentro sexual con la madre. Y la intervención de la analista es
“No todo se ha borrado”.
Un primer efecto de este trabajo analítico es que la cuestión de
la frialdad sale de la zona laboral –ya no le ocurre en el trabajo– y
queda centrada en el punto de que se trata, que es la relación con
las mujeres. De modo que el análisis opera un desplazamiento de la
frialdad. Luciano queda freezado ante el reclamo de las mujeres, es
la posición del obsesivo ante el deseo femenino: queda freezado, in-
hibido. En esa inhibición se opera la degradación del deseo a la de-
manda, de modo que las mujeres para el obsesivo son personas que
reclaman, y en la medida que son personas que reclaman para el ob-
sesivo, terminan siendo personas que reclaman obviamente (risas),
el asunto queda sin salida. Luciano se sorprende de lo rápido que las
mujeres enloquecen de amor –nuevamente la cuestión de la locura
de amor–, sin que él reconozca ninguna participación en ello.
Entonces, la frialdad como la respuesta a la locura amorosa fe-
menina. La inhibición, el enfriamiento como la detención de ese
movimiento del deseo femenino que aparece como un sin límite y
que además, en este caso singular, en relación con este trauma del
294 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

suicidio de la madre, este sin límite queda estrictamente ligado con la


muerte. ¿Cómo parar ese movimiento que puede llevar a la muerte?

VII. La degradación del deseo a la demanda

En ese punto se despliega la versión fantasmática que tiene Lu-


ciano de lo femenino: las reacciones de las mujeres son reacciones
químicas, que luego se agotan sin que él sea el catalizador, por lo
cual son poco creíbles; sus efusiones son exageraciones, no hay co-
herencia entre lo que dicen y lo que hacen. De modo que las muje-
res se empecinan en romper con el esquema obsesivo, ¿no? (risas).

Marcela: Además, cada vez que hablaba de eso me pedía discul-


pas… (risas)

Nieves: Claro. No lo digo por vos, pero… (risas) Por otro lado,
podemos decir claramente que es una versión médica de lo femeni-
no. Una versión médica, una versión del padre.
A continuación se despliega cierto aspecto de la posición obse-
siva desplegado por Lacan en distintas oportunidades, cuando re-
laciona la posición del obsesivo con el desarrollo hegeliano de la
dialéctica del amo y del esclavo. El obsesivo es el esclavo que está
esperando la muerte del amo, y Luciano está esperando la muerte:
las cosas tienen un final, no hace nada más que esperar a que culminen:
está esperando el final.
También se hace presente esa mujer que engaña, la única de la
que él se enamoró, que lo engañó. Encontramos allí una aproxima-
ción a la versión que da el padre de la madre, “con todo lo que hizo
esta mujer”, una versión maligna de lo femenino.
Entonces sobreviene el desdoblamiento de la mujer, propio de
la degradación de la vida amorosa en el hombre. Luciano empieza
a salir con dos mujeres, poniéndose de relieve el contrapunto entre
la mujer fría e independiente y su contrario, la mujer demandante y
Inhibición, síntoma y angustia / 295

sumisa. La mujer fría se hace presente como un partenaire, en espejo


con él, esta mujer fría e independiente que no hace reclamos, pero
que evidentemente tampoco despierta su deseo, ya que Luciano ne-
cesita estar también con la otra, la demandante, la fogosa –la que
no es fría y por eso mismo podría terminar enloquecida por amor, y
vaya a saber qué hace, ¿no?
En este tramo del análisis se anudan las figuras del padre y la
dama, estas dos figuras que Lacan ubica como indisociables una de
la otra en el fantasma obsesivo4. Finalmente la incoherencia de las
mujeres desemboca en la incoherencia del padre. Lo que a Luciano
se le presenta como el punto de incoherencia del padre es que haya
cambiado tanto por una mujer, de modo que ella hace manifies-
ta una incoherencia en esa posición racionalista del padre. En este
punto lo femenino se presenta como un agujero en el edificio edípi-
co paterno que Luciano tiene como referente.
En ese punto hay una intervención que apunta a la mirada del
padre como velo a su deseo: “Mientras se pregunte qué le vio a esta
mujer evita preguntarse sobre lo que a él le pasa con las mujeres”. Esta
interpretación apunta a un rasgo de identificación con el padre,
ya que si bien Luciano trata de hacer todo lo contrario al padre,
nota que busca, como él, mujeres en inferioridad de condiciones.
La identificación con el padre se juega exactamente en el punto de
degradación de lo femenino.
A continuación Luciano habla de quemar la guardia, de anular el
conflicto. Nuevamente el recurso de la anulación, que es uno de los
dos mecanismos de formación de síntomas que distingue Freud en la
obsesión, que en este momento del análisis se pondrá en relación con
la destrucción de lo femenino. En efecto, Luciano pasa de “quemar la
guardia”, “anular el conflicto”, “que se lo consuma las llamas”, “hacerlo
desaparecer” a un recuerdo infantil en el que prenden fuego un terreno

4 Lacan, J. “Función y campo de la palabra en psicoanálisis”, en Escritos 1, Ed.


Siglo Veintiuno. Pág. 290 y “Variantes de la cura tipo”, Ibid. Pág. 341. Buenos
Aires, 1985.
296 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

frente a su casa con los amigos, lo que asocia con el suicidio de la madre.
Así como el padre quería borrar la existencia de esa madre, él a su vez
quiere quemar, hacer desaparecer esa figura, obedeciendo al mandato
superyoico paterno. Destruir a la madre es destruir también lo feme-
nino. Si hay algo a lo que se dedica concienzudamente el obsesivo es a
destruir el deseo femenino, por eso quiere que la mujer sea una madre,
que se amolde a situarse respecto de él en el plano de la demanda.

VIII. La caída de una identificación

Es muy interesante cómo en ese punto, en un momento muy


importante del análisis, se produce la caída de esa identificación
con el padre. Asocia todo este tema con su deseo de hacer que las
mujeres desaparezcan, asocia con esto que había traído de la película
“El lado oscuro del corazón”, el hacer que las mujeres desaparezcan
luego del encuentro sexual, indicando que eso había pasado repe-
tidas veces en su vida, primero con su madre, luego con la segunda
esposa del padre. Es un momento de sorpresa, Luciano se sorprende
diciendo que ese mecanismo no es suyo sino del padre.
Se opera la caída de la identificación cuando el sujeto verifica
que estaba tomado por ese mecanismo de anulación del padre, que
se hacía oír en el mandato del padre de no nombrarla a la madre
como tal y demás. Y trae un sueño –que de alguna manera verifica
esta desidentificación y este cambio de posición del sujeto–: sueña
que se moría el padre. “En el velatorio estaba su mujer callada, sin decir
nada, yo no quería entrar porque estaba muy enojado con la mujer,
cuando entro la mujer de él estaba delante del cajón, blanca, pálida,
callada, sin actitud de pelea. Yo por costumbre no voy a ver al cadáver
–ahí está la mirada –, pero igual voy y él no estaba, no era su cara, era
como las pajas de la escoba cubriendo su cara.”
Hay muchas cuestiones interesantes en este sueño, la más intere-
sante de todas es que Luciano la primera asociación que hace es que
se trata de la muerte del padre que admiraba. Se trata de la muerte
Inhibición, síntoma y angustia / 297

del padre ideal, que verifica esta caída de esta identificación. Por
otro lado, como dije varias veces, en este sueño se verifica que la mu-
jer no está ya en el lugar del rival. Esta figura femenina condensa a la
madre, a la mujer del padre y a la analista –que es blanca y pálida.
También es interesante el desplazamiento de la mirada. Antes la
que aparecía sin rostro era la mujer y ahora es el padre el que aparece
sin rostro, en el lugar del rostro hay pajas de escoba. En el punto de
caída de la imagen del padre ideal se hace presente la mirada.
Ahora Luciano puede reprocharse el sometimiento al padre. Se
reprocha no haber ido al velatorio de la madre ni a su tumba, haber
acompañado a la hermana hasta el cementerio pero no haber entrado
para evitar conflictos con el padre. En este momento surge un inte-
rés por la madre, una recuperación de recuerdos con la madre. Este
interés por la madre lo lleva directamente a un interés nuevo por las
mujeres, que se pone en juego claramente en la transferencia, y la
posibilidad del encuentro con el padre desde otro lugar. Comienza
a frecuentar al padre, y eso de volver a casa –que estaba en el sueño–
empieza a pasar. No se hablaba con el padre desde hacía dos años,
ahora empieza a frecuentarlo, sin la sensación de incomodidad que
tenía antes, compartiendo con él comentarios que hacen a la profe-
sión, de modo que puede encontrarse con su padre desde otro lugar,
como par del padre, ya no desde la posición de hijo que reclama.
Esta nueva posición subjetiva abre a otro abordaje de lo femeni-
no. Luciano le dice a la analista: “Antes no me interesaba mucho por
nadie, estaba un rato y listo, ¿no me habrás descongelado mucho?”. De
modo que el interés por la madre lo lleva a un nuevo interés por las
mujeres. La operación del análisis es una operación de descongela-
miento, que perturba la defensa de la inhibición –habíamos definido
al congelamiento como inhibición–, y un efecto de historización
que se produce en el marco de la transferencia. Cuando Luciano
dice: “¿No me habrás descongelado mucho?”, ya podemos definir al
significante frialdad como un síntoma analítico.
298 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

IX. El nudo de Luciano

Les propongo que en este caso el lapsus estructural del nudo se


produce entre imaginario y real.

El momento del suicidio de la madre de Luciano, cuando él


tiene cinco años, que es el trauma infantil en torno al cual se arma
la estructura de Luciano, es un momento en el cual justamente
quedan los tres registros sueltos, en ese instante la angustia no está
operando como señal, no está anudando, sino que es un punto de
desanudamiento. La operación con la cual responde Luciano en este
momento como defensa es la inhibición.
Inhibición, síntoma y angustia / 299

El recurso al padre le ofrece una vía racional como para poder


entrar en el sueño, alejándolo de ese punto angustioso de despertar
de la angustia, que mediante el recurso de la anulación lo guía en la
vía de la inhibición.
Lo que se verifica entonces en este caso, si ustedes miran bien, es
que lo real queda suelto. La inhibición anuda, situamos aquí el en-
friamiento o la frialdad, entre imaginario y simbólico, que sería algo
así como hay que tener la cabeza fría, anular, pero es un mecanismo
que en este caso deja suelto a lo real.
En este real que queda suelto vamos a ubicar la emergencia de
la mirada, que va a surgir en ciertos momentos, por ejemplo en esos
sueños repetitivos –entre los seis y los ocho años–, y luego en el
momento previo a la consulta, con el episodio de la muerte de este
paciente de su misma edad, y también en relación con toda la pro-
blemática con la muerte y las explicaciones a los familiares y demás,
podemos ubicar un encuentro con esto que quedaba suelto con la
operación de inhibición, y que es lo que lleva a Luciano al análisis.
De modo que les propongo que se trata de una estructura ob-
sesiva que tiene ese punto de falla –que remite al trauma del suici-
dio materno. Ese punto de falla, ese punto de angustia, que deja la
oportunidad para un análisis en este sujeto.

Intervención: Pero entonces, ¿no están anudados borromeanamen-


te?
300 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Sí, el real está suelto, pero los otros dos sí están anudados
borromeanamente por la inhibición. No es una estructura obsesiva
en la que se logre el encierro completo en un caparazón, ya que está
la mirada ahí. El sujeto se mantiene a distancia, pero hay ciertos
momentos de emergencia de la mirada. Por eso, si bien en la mayo-
ría de los casos de neurosis obsesiva ubico el lapsus estructural entre
imaginario y simbólico, en este caso lo sitúo entre imaginario y real,
ya que el suicidio de la madre acontece en un momento de constitu-
ción del sujeto, de modo que tiene que vérselas con este real.
Hay algo de ese real que no queda tratado por la defensa de la
inhibición, y que tiene momentos de emergencia, momentos en los
que el sujeto se encuentra con eso. Pero no me parece que haya un
cambio –es mi hipótesis– en la defensa o en el anudamiento del
sujeto, sino que ya tempranamente él recurre a la inhibición –que
es el mismo mecanismo con el que llega al análisis–, y no ha habido
un cambio en eso.
No ha habido un pasaje –como ocurre en otros casos– de la
angustia a la inhibición, o de la inhibición al síntoma, sino que
siempre estuvo sostenido en el enfriamiento, en la anulación y de-
más. Pero a su vez esa defensa siempre fue fallida, de modo que
hay puntos de encuentro con esa angustia, por ejemplo, en esos
momentos de la infancia en los que necesitó recurrir al padre, y
también ahora, que en vez de recurrir al padre, recurre a la analista
–porque además está peleado con el padre. Pero no me parece que
haya un cambio en el anudamiento, sino que hay un encuentro con
esto que quedaba suelto, con esto que su defensa no lograba domes-
ticar, por decirlo de algún modo.
El cambio en el anudamiento lo ubicaría recién como efecto de
la entrada en análisis, con la histerización.
Inhibición, síntoma y angustia / 301

Aquí sí, en el análisis, ubico un anudamiento borromeo de los


tres registros, sin que ninguno quede suelto. Ahora la frialdad –en
vez de estar al servicio de la inhibición– va a ser un síntoma que va a
permitir desplegar una pregunta, hacer un trabajo analítico, y tratar
el goce en juego en la angustia en relación con la mirada. Por eso se
trata de una duplicación de lo simbólico operando entre simbólico y
real. Como esta operación sí anuda estos tres registros, hay una clara
mejoría, hay un efecto terapéutico bastante rápido; no sé cuanto
tiempo de análisis llevó todo esto, pero da la impresión de que no
haya llevado mucho tiempo…

Marcela: No, aproximadamente seis o siete meses.

Nieves: De modo que claramente se produce un re-anudamien-


to, un cambio en el anudamiento, que implica un desarmado de la
defensa obsesiva, de la inhibición, de la anulación, y de todo lo que
a él lo venía sostenido hasta ese momento. El síntoma de la frialdad
como una duplicación de lo simbólico, pero ¿por qué ubico al sín-
toma entre imaginario y real, y no entre simbólico e imaginario?,
porque este síntoma analítico está tratando ese goce en juego –que
quedaba suelto antes– que era el punto de angustia de la mirada.
302 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Por eso sin duda se verifica en este caso un apaciguamiento de la


mirada, por un lado, en la salida del sujeto de la posición de rivalidad
con el otro –y en especial con las mujeres–, y por otro lado, en la
caída del padre ideal, en la salida de la posición de sometimiento a la
mirada del padre, al mandato superyoico, que le permiten empezar a
mirarle el rostro a lo femenino, enfrentarse con esto que en el arreglo
o en el anudamiento anterior quedaba suelto.
Por eso hay un efecto terapéutico tan claro, tan notable, de
alivio, de apaciguamiento, que le permite empezar a interesarse por
las mujeres, rearmar desde otro lugar la relación con el padre, dejar
de pelearse con la mujer del padre, dejar de pelearse con el otro, y
entrar en una dimensión amorosa en la transferencia con la analista,
lo cual no es poco para un obsesivo.

Intervención: Tengo una pregunta que no es del caso, sino más


general. Pensando, como vimos en otros casos, cómo estabiliza un
síntoma analítico, o la relación con el analista, la transferencia, que
anuda y estabiliza la estructura, cuál sería la salida posible en el fin
del análisis. Recuerdo uno de los casos que trabajamos, en el que el
sujeto necesitaba interrumpir el tratamiento en determinado mo-
mento, cómo pensar esas salidas respecto del nudo…

Nieves: El trabajo que les propongo este año tiende a interrogar a


la estructura neurótica en sí misma, y no tanto a interrogar la expe-
riencia analítica. Este seminario es un poco modesto en ese sentido,
porque apunta a introducir algunos rudimentos respecto de cosas
que estoy pensando y que quiero compartir con ustedes.
No vamos a entrar en la cuestión del final de análisis, que es
un tema muy interesante, pero me parece que sería un desperdicio
querer contestarte esa pregunta en tan poco tiempo, es algo para
interrogar y desplegar. Hay sujetos que no están nunca realmente
alojados en la transferencia, se trata de casos en los cuales el sujeto
nunca termina de instalarse, donde falta, desaparece. En esos casos
no podemos ubicar esta dimensión de anudamiento fuerte que sí
Inhibición, síntoma y angustia / 303

podemos ubicar, por ejemplo, en el caso de hoy o en otros que


vimos.
En el caso al que vos te referías, el del adolescente que hacía
remo, él tenía una cuestión que resolver, estaba postergando resol-
ver un conflicto, y lo resuelve operándose –se trata de un aconte-
cimiento de cuerpo que lo saca del análisis, pero que también le
permite resolver algo que estaba sin resolver en otro lugar. De modo
que, por un lado, puede ocurrir que el sujeto no esté alojado, que
no esté en la transferencia, pero si está alojado, algún movimiento
puede llevarlo, por alguna razón, a separarse del analista. En esos
casos hay algo, o bien del lado de una contingencia de la vida del
sujeto, o bien de algún efecto del trabajo analítico que lleva al suje-
to a ese punto. Habitualmente llega un momento en que el anali-
zante ya no necesita sostenerse en el analista, que puede prescindir
de ese anudamiento.

Intervención: Pero previamente a la entrada en análisis, muchas


veces la angustia conlleva una urgencia que lleva al análisis, pero
una vez que se arma la neurosis de transferencia, se consigue cierta
estabilidad, más o menos garantizada, que permanece, y no me pa-
rece que sea algo tan abrupto como lo que pasa antes de la angustia
que lleva al análisis.

Nieves: Seguramente no se trata de algo tan abrupto, pero cuando


hay análisis, esa estabilidad tiene sus vaivenes, ya que el análisis va
provocando justamente todo el tiempo nuevos trayectos, obligando
a desprenderse de posiciones previas. De modo que eso que aparece
en el nudo así como tan anudado, en este caso –por ejemplo– sigue
los vaivenes de la relación entre simbólico y real, donde hay un en-
cuentro con algo que está suelto todo el tiempo, y ahí estamos en el
campo de la angustia propia de la experiencia del análisis.
Hay un momento en el que deja de ser necesario el analista,
lo que no quiere decir que pueda volver a serlo en un momento
posterior, por eso creo que habría que ver si se puede hablar de fin
304 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de análisis en el sentido de una terminación definitiva, pero sí de


momentos en los cuales se puede prescindir del analista, en los que
hay tramos que terminan.

Intervención: Otra pregunta que tengo, también general, es que


vamos viendo los pasajes de un anudamiento a otro, y en un análisis
muchas veces se pasa por el mismo lugar y es como que pareciera que se
retrocede, que no es lineal. ¿Se puede pensar en volver a un anudamien-
to? ¿O lo que quedo atrás quedó atrás, y se pasa a otra cosa nueva?

Nieves: Lo que pasa es que en las vueltas de la repetición nunca


se vuelve del todo al mismo lugar. Lacan plantea que la repetición
implica lo nuevo, cada vez es nueva, cada vez es diferente. En ese
punto tendríamos que decir que siempre es un nudo distinto. Qui-
zás el nudo borromeo tal como lo estamos utilizando, con cuerdas y
no con toros, no alcanza para dar cuenta de la riqueza de todos esos
movimientos que se producen.
Cuando hay acto analítico no hay posibilidad de volver a lo
anterior, cuando el sujeto consiente en realizar un análisis, no hay
retorno a lo anterior. Sí el sujeto podrá –en algún momento quizás–
rearmarse neuróticamente e interrumpir el análisis, pero no va a vol-
ver a un punto anterior. Por ejemplo, Luciano no va a poder volver
a borrar a su madre ni borrar su historia, aunque deje el análisis es
imposible que vuelva a ese punto.
Esa es la característica que tiene el acto, que produce un sujeto
nuevo. Este es un tema muy interesante, que seguramente voy a
trabajar más adelante, porque hay otras cosas que quiero trabajar
antes. El año próximo intentaré abordar justamente desde los nudos
las cuestiones que quedan por fuera de estos abordajes que estamos
haciendo, que son las cuestiones relativas al amor y a la diferencia
sexual, ya que el nudo en sí mismo es asexuado.
El seminario de referencia va a ser el XXI, y trabajaremos sobre
Nudos del amor. Les hablé de un sueño que tuve –me expuse a uste-
des como analizante, con todo lo que implica la división subjetiva–
Inhibición, síntoma y angustia / 305

y les conté ese sueño porque es mi inconsciente lo que me mueve en


este trabajo que hago con ustedes, así que el año que viene tampoco
me voy a meter con el final de análisis. Luego veré qué sueño para
el año siguiente… (risas)

Clase del 6 de noviembre de 2008.

Aporte de Ezequiel Weitzman al nudo de Luciano.

A continuación figura la propuesta de un participante del semi-


nario, Ezequiel Weitzman, para el nudo de Luciano, que presenta
una diferencia respecto del nudo propuesto por Nieves.
306 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
XIII. Angustia y oralidad. “Imagen descompuesta”.

Nieves: Buenas tardes, tengo el gusto de presentarles a Florencia


Surmani. Ella es psicoanalista, es docente en las cátedras de Psicopato-
logía II, Clínica del síntoma, y Escuela francesa de la Facultad de Psico-
logía de la UBA. También practica en el Centro comunitario Nº 15.

Florencia: Gonzalo consulta debido a una separación (él decidió


terminar por más que siente que estuvo enamorado y por “cierta” difi-
cultad para llevar a cabo su trabajo, en donde tiene un cargo jerárquico
(no se puede hacer respetar, dar órdenes, etc.). No encuentra solución a
esta dificultad excepto irse de viaje, a trabajar afuera. Pero no hace ni
una cosa ni la otra. Está “detenido”. Hay también en el horizonte una
inversión económica del padre para que él trabaje, cuestión que no le
interesa pero no puede rechazar.

I. La prehistoria

Previo a este momento en su vida, Gonzalo estuvo viviendo varios


años en el exterior, supuestamente desarrollando su profesión (en rela-
ción con lo alimentario), pero rápidamente revela el verdadero motivo:
poder separarse de su madre, mejor dicho, del cuerpo de su madre. Se
confiesa en continuidad con el cuerpo de su madre: suele tener los mis-
mos síntomas –gastrointestinales–, “descomposturas”.
Ese compromiso corporal, que le costó varios malestares, se atenuó
con la distancia. En el exterior aprendió a manejarse solo, a poder deci-
308 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

dir por sí mismo. Cuenta que en su niñez y adolescencia era el compañe-


ro de su madre, de la angustia de su madre, “el nene de mamá”. Incluso
cuando acompañaba al padre al trabajo –cuestión que lo orientó luego
en su profesión– era para calmar a la madre. Dice que le costó el tema
de salir con amigos, de invitar a salir a las chicas.
Estudiando lo que luego fue su profesión, conoció a R. (un gran
amor). Ella le abrió el camino al mundo, al trabajo, los contactos. Esto
inició una cierta separación de su madre, continuada luego por el via-
je al exterior. Algunos años después y habiéndose reencontrado con R,
decidió volver por ella (cabe aclarar que con ella también empezaron a
asociarse sus descomposturas).

II. El análisis

Como dije anteriormente, consulta por dicha separación y su difi-


cultad para ocupar su puesto de trabajo. Presenta dichas dificultades
a la manera de inhibiciones, que en su discurso y argumentos intenta
tratar de manera obsesiva: poniendo las cosas en la balanza, viendo qué
le conviene, etc. Pero lo que más me llamó la atención en su discurso
desde el comienzo fue la no creencia en sus propias palabras, vivencias,
etc. No era duda, era no creencia. Fue entonces por esa línea por la cual
me orienté.
En una de las primeras entrevistas, en medio de las idas y vueltas de
su discurso debido a su no creencia y a la dificultad de que algo se ama-
rre, al hablar de su familia, dice un “corte de esa generación”, cuando
quería decir “un corte de ese estilo”. Corto la sesión.
Es por ahí que empezaron a ordenarse los temas, incluso su historia:
–Su lugar de nacimiento, primer hijo varón, luego de una hermana
mayor y de la pérdida de un embarazo de la madre, tapando así su an-
gustia ante dicha pérdida, convirtiéndose él en objeto de la madre.
–Ser el “preferido de su padre” en palabras de su madre.
–Su orientación vocacional: si bien su profesión puede ser vista como
‘femenina’, el gusto por su profesión lo obtuvo de su abuelo materno y
Inhibición, síntoma y angustia / 309

de su padre (quien si bien tiene una profesión contable, trabajaba en


empresas relacionadas con el campo de lo alimentario).
También empieza a ubicar, tras esa separación y por una nueva rela-
ción, su lugar como hombre; en ese contexto, empieza a escucharse en su
enunciación la pregunta por si él es un hombre, es decir, sobre la virilidad.
Así fue surgiendo su posición sexuada en el inconsciente o su dificultad
para ubicarla. Y ésa fue la puerta de entrada para luego tocar lo que pre-
sentaba como problemático: aquel compromiso somático con su madre.
Dice no identificarse con los hombres al tratar a las mujeres. Se pre-
gunta cómo tratarlas, cómo entenderlas. Dice no poder cogerse a una
mujer y listo, él necesita del amor. “¡En eso parezco una mujer!”
Los síntomas corporales y su dificultad en el trabajo se agravan en
transferencia. Lo segundo a punto tal que no puede, no sólo continuar con
su trabajo, sino tampoco realizar otro. Sobre esto pesa la mirada de la ma-
dre y las palabras de la ex novia: ‘un perdedor’. Así va quedando cada vez
más paralizado ante la madre, su ex novia y su novia actual. Esto llevaba
a que considerara un viaje como única escapatoria.
Debido a su dificultad para que algo amarre y su pregunta por la ge-
neración, lo cual implicaba la virilidad, tras una supervisión me orien-
to por intervenciones que funcionen desde un semblante de padre.
En uno de sus relatos me cuenta cómo le había contado a su novia un
sueño y ella se lo había interpretado. Ese mismo día la madre le dice a
modo de sentencia qué es lo que le sucede, y su ex novia hace lo mismo. Le
digo con tono firme que cómo van a hacer eso, que él no puede dejar que
le digan lo que a él le pasa, y corto la sesión.
A la sesión siguiente trae un sueño: Él está sentado a la mesa con
varios hombres, a los que considera maestros en su profesión y en eso
aparece la madre con una bandeja trayendo la comida. A él le da mu-
cha vergüenza, lo hace quedar como un nene.
Le digo que la sesión siguiente pasa al diván.
310 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

III. La debilidad-dependencia

Débil, dependiente, así se ve él. Lo opuesto a lo que son su ex novia


y su padre (libre, independiente; de chico quería ser como él, pero con el
tiempo se dio cuenta de que es igual a su madre y no le gusta). Ellos que-
dan idealizados en esa libertad. Respecto de la idealización del padre
dice: “Sobre todo con la familia, súper responsable en el trabajo, siempre
mantuvo a todos; sí, lo de ideal es con la familia, otra cosa no tiene”.
Él queda entonces del lado de la dependencia y la debilidad (así
interpreta también sus descomposturas, “me revienta el estómago”). Esa
dependencia y debilidad hacen que él no sepa qué quiere. Quiere de-
finirse sin ‘modelos a seguir’ pero no puede. Igualmente siente que en
el tiempo del tratamiento fue desligándose un poco de la madre en lo
mental pero “quizás lo físico sea más complejo, ya está el cuerpo de por
medio” –otra vez su no creencia.
Por esta época el análisis se suspende, ya que por trabajo decide viajar
al exterior. A su vuelta, unos meses después, (cuando las sesiones vuelven
a ser cara a cara) Gonzalo comienza a preguntarse sobre qué dirección va
a darle a su profesión, se pregunta que quiere él y no tanto qué quieren los
demás: “Es un poco la historia de mi vida, satisfacer a los demás”.
Se pregunta cómo salir de eso, ya que satisfacer a los demás se le hizo
patente en una de sus últimas descomposturas. Descompostura que toma
lugar en una coyuntura familiar que pareciera mostrar la estructura de
su lugar en la familia. A saber, el padre tiene problemas económicos,
su madre no quiere resignar en nada su bienestar ni quiere enterarse
de dichos problemas. Ante esto Gonzalo es el posible “salvador”, ya sea
dando sus ahorros o trabajando en un negocio gastronómico puesto por
el padre pero que a él no le interesa. Él se niega a éstas dos cosas pero la
descompostura no se hace esperar.
Interrogado por esto dice que quisiera construir una pared como
hizo el hermano. Luego habla del cuerpo materno: una úlcera que casi
la mata cuando él era chico, quejas gastrointestinales constantes, y luego
aparece un recuerdo: escuchar una pelea entre los padres, a causa de celos
por parte de su madre, y la preocupación excesiva de Gonzalo frente a
Inhibición, síntoma y angustia / 311

esa situación. Agrega: “Me dieron todo y eso no ayuda, no quiero viajar
para separarme porque vuelvo y es lo mismo, o me llevo los problemas”.
Ante una supervisión tomo la vía de ir en contra de su inconsciente,
que toma la vertiente de “ser igual” a su madre, decirle que no a eso; y,
por otro lado, empezar a construir el tener del padre, que pueda servirse
del padre real.

IV. Los sueños

La sesión siguiente trae tres sueños:


Está en una mesa con su familia y su novia en otra mesa.
Va al lugar donde trabajó con su ex novia.
Ve al padre de su ex novia (en las asociaciones dice que es “un hom-
bre con mucha presencia, intimidante”).
Le marco dos cosas: su novia en otra mesa que la familiar, y algo de
la virilidad y paternidad en juego. Estuvo tranquilo en la semana, deci-
dió empezar homeopatía. Tuvo otros tres sueños. Dice: “te vas a reír”:
Estaba mirando fútbol, mi equipo, independiente.
Estaba en la cocina de mi novia con amigos jugando con un zapato
gigante, una pavada. De repente viene mi papá, no sé si era un reto pero
dice algo, como un basta y pasamos a hacer otra cosa.
Estaba en la calle y me alejaba de mi ex novia.
Lo que más le divierte es lo de “independiente” y le sorprende lo del
padre. “Veníamos hablando de la imagen del padre fuerte, que dice bas-
ta, algo de la autoridad”. Me dice que el padre es de Racing, pero de
Independiente era su abuelo paterno. Le marco que aparece lo viril nue-
vamente y que eso parece tener relación con independiente. A pesar del
sueño, G. intenta decir que él es como su mamá, dependiente. “Quedar-
me cómodo, recibir todo, ser un nene”. Le digo que de ninguna manera,
que él elegía eso en vez de lo que dice basta y abre a otra cosa. Que que-
darse en ese lugar le hacía pensar que era igual a su mamá pero que eso es
diferente de ser igual que su mamá. Dice: “Mi papá también hace todo
para que yo esté cómodo”. Está bien, pero en su sueño es un padre el que
312 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

dice basta y además es una cocina que no es la materna. Se muestra muy


contento… pero ¿cómo creer en eso? Le digo que hay que creer al sueño.
Comienza un curso de respiración y de filosofía oriental. Dice “co-
nectarme con el cuerpo”. Cuestión que le abre posibilidades laborales y
que lo aleja del “plan familiar” que incluye trabajar con el padre: “Si
trabajo es para devolverle el favor a mi papá, no sé cómo decirle que
no”. El padre se vuelve débil y hay que sostenerlo, ante lo cual la salida
nuevamente es viajar. Le digo que se trata de disponer del no, que el no
separa, y le marco cómo todo esto perjudica su profesión.
De la mano de la onda new age surge un personaje reconocido en su
profesión, C. Pudo trabajar bajo presión sin descomponerse y sostener a
su vez en esa coyuntura a su novia.
Tuvo tres sueños dentro de este contexto (seguidos):
1. Estaba cocinando con mi abuela materna en una cocina, ella
hace algo mal y yo la reto. Le digo que así, no.
2. Yo estaba corriendo en una pista de atletismo y me seguía una ser-
piente como de cascabel, un hombre le cortaba la cola. Se terminaba ahí.
3. Me da un poco de vergüenza. Me estaba bañando y veía que me
sangraba el cuerpo. Salía del baño y me dejaba de sangrar. En algún lado
aparecía C. Aparecía en una cocina, llegaban una comanda tras otra.
Le marco lo que se corta, decir que no y las comandas maternas, le
digo que desde la vez siguiente retoma el diván. Me dice que se pregun-
taba por qué no había vuelto al diván. Le digo que faltaban ubicarse
algunas cosas.
La sesión siguiente cuenta que su abuelo materno murió cuando él
era chico, pero que estaba separado de su abuela desde mucho antes, la
dejó por otra señora. Al relatar esto menciona la palabra corte. La repito.
Dice: “Mi papá nunca tira frases como mi mamá, es bastante neutro. Si
se lo pincha sale a favor de mi mamá”. Ubico eso en relación a sus trabas
laborales en las cuales siempre se trata de ‘peros’, ‘por las dudas’. Peros,
dudas, temores, no creencia y una limitación marcada en lo laboral que,
como se ve, no es sólo lo laboral, toca todos los hechos de su vida.
Dice ni siquiera poder empezar a hacer algo, trabajar, viajar, estar
con gente. Dice preferir estar con gente nueva porque todos sus amigos
Inhibición, síntoma y angustia / 313

ya lo tienen catalogado de dependiente. Y la solución vuelve a ser irse.


“No sé lo que quiero, siempre me costó todo lo que viene de adentro mío,
como la voz. Hay veces que no se entiende lo que hablo, como si hablara
en otro idioma, sólo se trata de elevar el volumen. Es algo físico quizás.
Cuando era chico era un trauma, elegía no hablar”. Le digo que hoy por
hoy lo del viaje es elegir no hablar.
Otros sueños:
1. Estaba en la casa de sus abuelos paternos, jugando en el patio con
una skate, se escucha un ruido de la calle, le habían roto el vidrio al
auto de mi papá, salíamos todos, nos quedábamos en la calle. Mi papá
iba a buscar a los tipos, yo me iba adentro a buscar la skate. Agrega que
de chico no salía a la calle, justamente porque era chico. (Dice que una
patineta fue lo que siempre quiso y nunca tuvo.)
2. Estaba en la casa de mis papás, estaban mi abuela materna y mi
hermana, no sé qué pito tocaban ahí. Yo estaba en el patio, veía otra
casa como abandonada. Era la casa de un colega, yo le pedía las llaves
para entrar.
Habla de los hombres de su familia: abuelo y tío paterno que ya fa-
llecieron. También su abuelo materno de quien tomó el gusto por su pro-
fesión. Pero estar relacionado con lo alimentario lo acerca nuevamente
a la madre: “Es lo único que siempre hizo”. Me opongo a eso y dice:
“Cuando mi papá iba a cocinar/trabajar, me llevaba”. Se da cuenta del
lapsus, “mi papá quería ser médico, no pudo, fue trabajando de lo que
pudo”. Señalo el carácter facilitador y a la vez inhibitorio del lapsus. Ya
que si está del lado del padre es más augurioso que del lado de la madre,
pero el padre suele estar tan idealizado a nivel laboral que lo inhibe.
Por esta época, su novia (también relacionada con su profesión) se
encuentra en un evento con quienes fueron los “maestros” de G. Ella se
presentó como su novia y por eso tuvo acceso a diferentes situaciones. Lo
elogiaron mucho, él se asombra. Le marco cómo para la novia él es una
buena carta de presentación y cómo ella se hace reconocer a través de él.
La vez siguiente trae sueños (sí, todos juntos):
1. Iba a la casa de C., no lo encuentro hasta que lo encuentro en
el baño con la mujer y el hijo como para bañarse. Me saludan como si
314 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

nada. Espero afuera, llegan mi mamá y mi papá. En el pasillo de afuera


hay un hombre grande con una bata rosa. Sale la mujer de C. medio
desnuda y estaba embarazada, ante esta situación mi mamá se horrori-
za y empieza a comentar lo del señor de bata rosa.
2. En casa de mis abuelos paternos. Estoy arreglando o un monopa-
tín o una silla para inválidos. Mi hermana llama para comer, me subo
a eso como si fuera un monopatín. Había pescado, no se podía comer
porque estaba lleno de espinas.
3. Estaba en una parrilla haciendo de parrillero.
4. Casa de mis padres. Yo estaba durmiendo y veía pasar fantasmas,
empiezo a perseguirlos. Veo a mi papá llorando mal, me abraza fuerte
y el sueño termina ahí.
5. Estábamos con mi familia comprando cosas. Yo veía un aparato
que quería comprar, una calculadora o balanza pero no me alcanzaba
la plata. Mi papá me ofrece comprar otras cosas, me muestra instrumen-
tos para mi trabajo, cuando voy a pagar tampoco me alcanza, pone la
plata mi hermana.
Asocia lo siguiente:
– El hombre de la bata rosa es gay, su madre se horroriza pero en la
realidad se muere por tener amigos gay. También está la sospecha (¿de-
seo?) de su madre de que G. sea gay.
– La silla podía ser de discapacitados pero él la usaba como mono-
patín.
– Lo que quería comprar, calculadora o balanza, era algo que el
padre ya tiene. “Siempre apunté a ser como mi papá, buen trabajo,
familia constituida, mantenerla. Hoy no sé si es lo que elijo para mí, él
lo tuvo que hacer porque mi mamá estaba embarazada”.
– Los fantasmas remiten a la familia del padre, “casi todos muertos”.
“Nunca lo vi llorar de esa forma. Cuando se murió mi abuelo no lo vi
mal, lo único que me acuerdo es que me pidió que vaya al velatorio”.
“Se ve que hay algo con mi papá, ¿no?” El sueño, si bien le impactó, le
gustó, le muestra una cara más humana del padre, nunca lo vio efusivo
como en ese abrazo. El padre y el abuelo eran fríos, a él le cuesta demos-
trar sus sentimientos pero es más sensible, pensaba que era por parecerse
Inhibición, síntoma y angustia / 315

a su madre, pero ahora se da cuenta de que su madre no es sensible, es


por frustrada que es así.
G. plantea también que hay algo de la sexuación en juego (él no
lo dice así, claro está). Habla de qué le corresponde a los hombres, qué
a las mujeres. “Siempre pensé que para una mujer es más fácil todo
(¿?!!!), la vida en general: mi mamá estuvo cuarenta años sin hacer nada
mientras mi papá se rompía trabajando. Por lo físico pueden conseguir
más cosas de los hombres... el hombre es el que da, para dar recibe algo
a cambio, por el lado sexual, una mujer que no es brillante pero está
buena puede conseguir cosas.
Empieza a reconectarse con gente colega, le llueven ofertas de tra-
bajo, gente que lo considera una voz autorizada, él no sabe bien qué
quiere, habla de “miedo escénico”. En este contexto aparece otra “des-
compostura”.
Relata un sueño: Había una reunión en la casa de C., había mucha
gente, entre ellos mi ex novia. Yo llegaba re pancho en bicicleta, entro
como si fuera mi casa, me sorprende verla ahí, no pertenece a ese grupo
de gente. C. me pide que haga un pan que vio en un libro –ese libro lo
tiene mi ex novia–. Ella dice: ‘G. no sabe hacerlo porque ese libro no lo
tiene’. Yo pienso: ‘no importa, es el único que no tengo, pero igual me las
voy a arreglar’. La miraba a ella, la veía ojerosa, rara. Me iba a hacer
el pan a mi casa. Le pregunto por este sueño. Dice: “lo que es conocido,
que no puedo, pero ahora me importa nada, puedo hacerlo aunque no
tenga el libro”. Corto sesión.
Vuelve con otro sueño: Yo estaba de compras con C. y su hermano
en un negocio de zapatos, ellos ya habían elegido los suyos, yo estaba
eligiendo los míos, alpargatas. De ahí me iba a mi casa. Dice: “Estuve
pensando que sueño siempre con casas, busco mi casa, parece. Lo de las
alpargatas tiene que ver con un estilo de vida, algo simple, como yo.
¡Zapatero a sus zapatos!” –se ríe. Corto sesión.
Viene diciendo “Tengo la convicción de que algo está por pasar”. Le
digo que eso es creer. Lo cito para la próxima.
Otro sueño: Yo estaba en un lugar, estaba un cantante X –un joven
ídolo muerto trágicamente–; yo lo ayudo para que los demás sepan que
316 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

no está muerto. No se le ocurre por qué el sueño. Le pregunto por el


cantante X. Se ríe. X es su segundo nombre. Le pregunto si sabe algo de
ese nombre, dice que no.
La siguiente sesión dice que Gonzalo es el nombre que eligió su
mamá. X, el nombre que eligió su papá. Le marco eso, y lo conecta con
el sueño: no estaba muerto. Esto tiene un efecto vivificador, se conecta
con su profesión y con su novia de otra manera. “No me pasó nada de lo
que me suele pasar en el cuerpo, quizás algo que me sale de adentro no
me hace nada físicamente”. Acepta un trabajo en el cual tiene que ocu-
par un cargo jerárquico. Hasta donde sé (este trabajo también es fuera
del país) está muy contento y se desempeña sin problemas.

V. Imagen descompuesta.

Nieves: Le puse este título a mi comentario, ya que quisiera cen-


trarme en la relación que tiene la angustia con la descomposición de la
imagen, y en ese sentido, proponer el síntoma fundamental de Gon-
zalo del lado de lo que en algún momento Freud llamó histeria de an-
gustia, que finalmente terminó llamándose fobia, pero me interesaba
este término de histeria de angustia porque me parece que da cuenta
no solamente de la angustia de Gonzalo que se manifiesta como des-
compostura, sino también de su pregunta acerca de lo femenino.
Les propongo situar el lapsus fundamental del nudo de Gonza-
lo entre imaginario y real, que es donde se va a poner en juego la
angustia.
Inhibición, síntoma y angustia / 317

Estos dos serían los dos lapsus del nudo, en ellos lo imaginario
pasa por encima de lo simbólico, y debería pasar por debajo para
que el nudo sea borromeo. Gonzalo consulta debido a una separa-
ción (ha cortado con su ex novia), y por otro lado trae su dificultad
para sostener un cargo jerárquico. De modo que ya en su demanda
inicial se conjugan dos cuestiones que hacen a su dificultad con la
virilidad, una no tan directamente –la del corte con la novia– pero
que pone en juego su posición sexuada. Y luego está esta dificultad
para hacerse cargo de un lugar de jefatura, de un lugar de superio-
ridad sobre otros. Está detenido, está inhibido. Y también está ya
planteada desde el inicio su dificultad para decir no, para el corte,
en relación por ejemplo, con este plan familiar de que él trabaje en
un lugar propuesto por el padre.
Es interesante que Gonzalo se dedica a lo alimentario, y tiene
síntomas gatrointestinales. En efecto, el cuerpo en su dimensión
oral tiene una presencia fundamental en la vida de Gonzalo. Se trata
de la dimensión tubular del cuerpo, en el cual está fundamental-
mente reforzado el agujero de la boca. Después vamos a ver que
también está, además del objeto oral en juego, el objeto voz –que
también está en relación con la boca. De modo que los objetos a
con los que tiene que vérselas Gonzalo justamente remiten a este
318 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

agujero de la boca, que a la vez es un poco el centro. Podríamos


decir que su cuerpo es una boca, y que hay cierto saber hacer con eso
que toma la forma de su profesión, saber hacer que sin embargo no
le impide tener descomposturas.
Las descomposturas, los síntomas gastrointestinales, le desar-
man el cuerpo, ya que son manifestaciones de la angustia. No me
parece que tengan el estatuto metafórico del síntoma conversivo,
sino que más bien ponen a Gonzalo en continuidad con el cuer-
po materno, especialmente con la angustia materna; en ese punto
son síntomas que descomponen, podríamos decir que al descom-
ponerlo físicamente también descomponen su imagen, su narci-
sismo –porque son síntomas que lo detienen en el despliegue, por
ejemplo, de su profesión, impidiéndole sostener la que logró con
su saber hacer.
Gonzalo vivió unos años en el exterior. La analista señala que
se trata allí de una separación inicial del cuerpo materno, ya que
empezó a manejarse solo, a decidir por sí mismo, pero su niñez y
adolescencia están marcadas por su posición de compañero de la
madre. En algún sentido podemos decir objeto de la madre, en otro
sentido podemos decir falo de la madre, Florencia dice: compañero
de la angustia materna –vamos a retomar este punto.
Gonzalo ubica claramente desde el inicio en su adolescencia las
dificultades con su virilidad. Le costó empezar a salir con amigos
e invitar a salir a chicas, es decir, salir de la madre y empezar a ser
un varón. Recién me comentaba Florencia que justamente ése es el
momento en el que se inicia la descompostura, los síntomas gastro-
intestinales surgen cuando él se ve obligado a salir de ese lugar de
objeto-falo de la madre, salir al mundo como varón. En esa primera
separación se produce cierto desgarro de la posición anterior, y sur-
gen estos síntomas que son síntomas en un sentido genérico, más
precisamente son manifestaciones de una angustia.
También está esta ex novia de la que estuvo enamorado, que le
abrió el camino al mundo, al trabajo, a los contactos. Con ella inició
cierta separación de la madre, pero también, en algún punto vino al
Inhibición, síntoma y angustia / 319

lugar de la madre. Ella terminó ubicándose en el lugar de dominio


materno, por eso con el tiempo empiezan a asociarse las descompos-
turas con la novia.
Florencia marca una cuestión que me parece fundamental desde
la perspectiva del deseo del analista, que es la increencia de Gonzalo
en su propia palabra. Lo más interesante es que cuando Gonzalo
justamente está rondando esta cuestión de la increencia en la pala-
bra tiene un lapsus, que no es cualquier lapsus, es el lapsus inicial
de este análisis, cuando quiere decir “corte de ese estilo” dice “corte de
generación”. En ese momento el significante generación es recortado,
ya que ahí Florencia corta la sesión, abriendo la dimensión de la
historización, que produce una apertura al inconciente. Tomaremos
ahora las marcas de esa historia.

V. El falo muerto

La coyuntura de su nacimiento. Primer hijo varón, luego de una


hermana mayor y de la pérdida del embarazo de la madre, tapando
así su angustia ante dicha pérdida, convirtiéndose él en objeto de la ma-
dre. Por un lado, objeto de la madre, un objeto que viene a taponar la
angustia de la madre, y por otro lado, también falo de la madre, en el
sentido de que la madre lo convoca; pero no es cualquier dimensión
del falo la que está en juego ahí, ya que Gonzalo parece estar en la
posición que Lacan definió para Gide como falo muerto1.
En esta posición se trata del falo como la pura negatividad del deseo,
despegada del goce de la vida, se trata allí de cierta presencia fuerte de la
pulsión de muerte. De modo que si ubicamos a Gonzalo en la perspec-
tiva fálica, en tanto tapón de la castración materna que la provee de un
falo, él viene al lugar de un muerto, y en ese sentido refleja la pulsión de
muerte. Por esta pendiente su posición se acerca al lugar de objeto.

1 Lacan, J. “Juventud de Gide o la letra y el deseo”, en Escritos 2. Ed. Siglo


Veintiuno. Buenos Aires, 1990. Pág. 63.
320 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Respecto de este lugar de falo muerto (pero falo al fin, diría yo),
me parece que podemos ubicar un primer tiempo, en el que todavía
no podemos hablar de neurosis en Gonzalo. Este primer tiempo va
desde su primera infancia hasta la adolescencia quizás, que es cuan-
do comienzan los síntomas gastrointestinales, cuando algo empieza
a fallar en el cuerpo.
En ese primer tiempo, al estar él allí como falo muerto de la ma-
dre, está de alguna manera completándola, en continuidad con ella.
De modo que la operación que está en juego allí es la inhibición, la
duplicación del registro imaginario, donde él opera una duplicación
del cuerpo materno (o el cuerpo materno opera una duplicación del
suyo). En esta duplicación de lo imaginario se trata de la continui-
dad entre su cuerpo y el cuerpo materno, que opera una inhibición
de su posición viril, ya que es en la medida que él está tomado por la
madre, que no puede salir con sus amigos ni invitar chicas.

Este sería un tiempo cero en la neurosis, mientras que el tiempo uno,


en el que se opera cierto orden de desencadenamiento, se inaugura en
la adolescencia. En ese momento Gonzalo ya quiere formar parte del
grupo de los varones, quiere invitar a salir a las chicas y se le complica.
En ese momento necesita efectivamente separarse del cuerpo materno,
de modo que este anudamiento inicial no puede seguir sosteniéndose.
Es entonces que irrumpe la angustia, bajo la forma de descompostu-
ras. En este tiempo uno se trata de la duplicación del registro real.
Inhibición, síntoma y angustia / 321

Esta duplicación del real repara estos dos puntos –entre imagi-
nario y real, que son los dos puntos de lapsus del nudo–, pasa por
arriba del imaginario –en lugar de pasar por debajo–, por abajo del
simbólico, y nuevamente por arriba del imaginario. Es una duplica-
ción del registro real que también está reparando la falla o el lapsus
inicial del nudo, pero ya del lado de la angustia y no de la inhibi-
ción. Acá ubicamos la descompostura, que hace presente el interior
del cuerpo, que ex-site, pasa a sostenerse afuera, irrumpe sobre lo
imaginario desarmándolo. En ese momento en el que ya no puede
quedar en una continuidad absoluta con la madre, perdiéndose la
dimensión de duplicación imaginaria, especular, con ella.
Luego viene el tiempo del análisis, en el que a partir del lapsus
comienza a abrirse una vertiente de historización, y también una
fuerte producción onírica.

VI. La posición sexuada

En este momento empieza a preguntarse por su lugar en una


nueva relación. Ahora tiene una novia que evidentemente le da otro
lugar, que no se presenta como una duplicación de la madre. Se
empieza a preguntar por su lugar como hombre, no se identifica con
los hombres al tratar con las mujeres, no puede cogerse a una mujer
y listo, necesita amor, y dice: “En eso parezco una mujer”. De modo
322 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que Gonzalo claramente en su goce no se ubica del lado macho, en-


contrando cierta afinidad con el goce femenino, que está entramado
con el amor; todo eso hace a su dificultad con la virilidad.
Es en este punto que me interesa retomar la nominación de his-
teria de angustia en lugar de la de fobia. Freud justamente distinguía
la histeria conversiva de la histeria de angustia, de modo que habría
sujetos histéricos que logran la solución del síntoma conversivo a
la pregunta por lo femenino, y por otra parte están los sujetos his-
téricos que se angustian, y vimos, por ejemplo con el caso Juanito,
cómo en la histeria de angustia en el varón se trata de la dificultad
con la virilidad.
Es interesante la diferencia entre la histeria femenina y la histeria
en los hombres, ya que en la mayoría de los casos de histeria en mu-
jeres el recurso es la identificación viril, de modo que se preguntan
qué es ser una mujer identificándose con un hombre, posición desde
la cual abordan a la Otra mujer como respuesta al misterio de lo
femenino. El histérico varón, en cambio, se pregunta qué es ser una
mujer en su propio cuerpo, es él quien encarna lo femenino. Desde
la lógica de la sexuación el histérico varón y la histérica mujer suelen
estar en dos lugares opuestos, si bien se trata de la misma estructura
psicopatológica. Seguramente desarrollaré estas cuestiones más en
detalle el año próximo, cuando trabajemos sobre los nudos del amor.
Por ahora lo dejo señalado.
Los síntomas gastrointestinales de Gonzalo no son síntomas con-
versivos, sino que son síntomas de angustia. Estos síntomas también
interrogan el cuerpo materno, y por esa vía interrogan el cuerpo fe-
menino, lo que se explicita en esa sesión en la que Gonzalo habla del
cuerpo materno, de esa úlcera que casi la lleva a la madre a la muerte.
Otra cuestión interesante es que hay un agravamiento, tanto de
las inhibiciones como de la angustia, en este tiempo. La inhibición
llega al extremo de impedirle la continuidad laboral, y queda parali-
zado, etc. Están el peso de la mirada y de la voz materna, encarnadas
tanto en su madre como en su ex novia, que no tenía mejor manera
de dirigirse a él que nombrándolo como “perdedor”.
Inhibición, síntoma y angustia / 323

VIII. La efectivización de la función paterna.

Florencia empieza a intervenir desde el semblante paterno, esto


me parece que es muy importante, ya que de ese modo efectiviza la
función paterna en el nudo de Gonzalo. De modo que en este tercer
tiempo justamente se trata de la introducción de la función simbóli-
ca del padre. E inmediatamente lo que ahí se produce es un primer
corte con la voz materna, que se verifica en esa sesión en la que él
cuenta cómo la madre, la novia y la ex novia lo interpretan y le dicen
lo que le pasa. La analista hace una intervención de corte ahí: “¡Cómo
van a hacer eso!, no puede ser que le digan lo que le pasa”, con firmeza.
La respuesta del sujeto no se hace esperar, trae un primer sueño.
De modo que esa intervención de corte con la voz materna abre a
otra voz, a la voz del inconsciente. Se trata del sueño en el que la
madre lo avergüenza ante la mirada de sus maestros. Se trata de la
mirada materna, de la presencia materna, del cuerpo materno, pero
aquí Gonzalo establece un corte en la complicidad, en la continuidad
con ella, ya que él está ahí, con estos maestros –que ponen en juego la
dimensión del padre–, avergonzado ante esa irrupción de su madre.
Se trata de un sueño inaugural de la relación del sujeto con el in-
consciente. Gonzalo comienza a desplegar que se siente débil y depen-
diente, lo que relaciona con la descompostura. También podemos ubi-
car esa debilidad y esa dependencia con el lugar de falo muerto, ya que
él es dependiente de la madre, un apéndice muerto, en oposición al
padre o la ex-novia, que quedan idealizados en su posición de libres.
Efectivamente, Gonzalo busca definirse sin modelos a seguir, pero
no puede. En ese punto rechaza una instancia que es fundamental
para la constitución de la virilidad –tal como la aborda Lacan, fun-
damentalmente en el Seminario V–, que es la instancia del ideal pa-
terno. Gonzalo insiste en la increencia, que da cuenta también de la
dificultad para desatar lo que lo anuda al cuerpo materno.
En ese momento se produce una interrupción del análisis a causa
de un viaje al exterior por trabajo. Como resultado de este viaje,
Gonzalo empieza a plantearse una salida a su sujeción a la demanda
324 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

del Otro, se pregunta qué es lo que quiere más allá de lo que los
otros quieren de él. Hay un momento ahí, en este intento de salir de
esa posición de responder a la demanda del Otro –que finalmente
es Otro materno–, que es la descompostura que él tiene cuando se
niega a ser el salvador de la madre, ya que si bien es el padre el que
está con problemas económicos y le propone hacerse cargo de un
negocio, es la madre quien no quiere resignar su bienestar. En ese
momento Gonzalo puede decir que no, pero se descompone.
Quiero que retengan –porque luego lo escribiremos en el nudo–
que en este momento se abre la dimensión del inconsciente, se pone
en juego la función paterna, de modo que hay un recurso al registro
de lo simbólico, y en ese punto se produce un agravamiento sinto-
mático, en el que también insisten las descomposturas. De modo
que en este primer tiempo algo queda desanudado.
La descompostura insiste en el punto en que el sujeto quiere salir
del lugar de falo de la madre, de salvarla a la madre, de tapar la an-
gustia materna. Antes era la angustia ante el hijo muerto, ahora es la
angustia ante los problemas económicos, y cuando él quiere correrse
de ese lugar se descompone, algo de esto sigue presente.
Es en este punto que Gonzalo señala la necesidad de construir
una pared como el hermano, podríamos decir una pared medianera,
alguna mediación entre él y el cuerpo materno. Insiste el recuerdo
del cuerpo materno, las quejas gastrointestinales, la úlcera de la ma-
dre y demás. Y también viene ese recuerdo de cómo lo afecta una
pelea entre los padres en la que él queda tomado, afectado, por lo
que está afectando a su madre, queda en continuidad con la madre.
Allí la analista toma la orientación de ir en contra de esa vertiente del
inconciente que quiere sujetarlo a la identificación con la madre.
La respuesta del inconsciente son tres sueños. El sueño en el
que está con su familia y la novia está en otro lugar. Otro sueño en
el que él va a un lugar donde trabajó con la ex novia, y finalmente
otro sueño en el que se hace presente el padre de la ex novia –que es
un padre de mucha presencia, intimidante. Ahí hay una interven-
ción de la analista que señala dos cuestiones: por un lado, su novia
Inhibición, síntoma y angustia / 325

en otra mesa que la familiar –es interesante porque esto no pasaba


con su ex novia, que quedaba en continuidad con la familia de él.
Aunque él está todavía con la familia, la novia está en otra mesa; hay
otro lugar posible para él esperándolo. Y, por otro lado que hay algo
de la paternidad y de la virilidad en juego en relación a este padre
que se impone por su presencia.
En este primer tiempo del análisis se abre la dimensión del in-
consciente a partir de la efectivización de la función paterna, de
modo que es el registro simbólico el que empieza a operar, pero hay
algo que queda desanudado, hay un agravamiento sintomático, y
continúan o se agudizan las descomposturas.

El simbólico pasa por debajo del real, pero también por debajo del
imaginario. ¿Por qué pasa por abajo del imaginario? Porque si bien
está operando lo simbólico, está operando la función paterna en la di-
rección de la cura –por eso situamos una duplicación de lo simbólico
en el nudo que tiene efectos sobre lo real–, falta la creencia. Hay un
punto de increencia del sujeto en todo eso que se está desplegando,
que se juega entre imaginario y simbólico, ya que el fenómeno de la
creencia consiste en un acto simbólico que habilita un imaginario.
Aquí el imaginario queda suelto, por eso hay un agravamiento sinto-
326 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

mático, y además, justamente en la medida que el imaginario se suelta,


el cuerpo sigue descompuesto. Éste es el primer tramo del análisis.
Al igual que en el caso que vimos la vez pasada, este soltamiento
de lo imaginario no coincide con el que eventualmente tiene lugar
en la esquizofrenia, ya que en este caso simbólico y real no están
interpenetrados acá, están mediados por la función paterna, lo que
deja abierta la posibilidad del re-anudamiento borromeano del ima-
ginario con los otros dos registros.

VIII. Un tratamiento del cuerpo

Gonzalo comienza un tratamiento de homeopatía, después vie-


nen la respiración y la filosofía oriental, y así llega C –que está en la
onda new age–, que se vuelve un referente paterno para él, lo que le
abre un nuevo lugar en su profesión. Esto ocurre en el marco de la
búsqueda de un tratamiento del cuerpo.
Tanto la homeopatía como la respiración y la filosofía oriental
son tratamientos no fálicos del cuerpo, que no van por la vía del
saber pasible de ser universalizado. Este camino va junto con la in-
creencia en lo que se está abriendo en la vía del inconsciente, con la
increencia en el padre. Se trata de un recurso a un orden que no es el
orden fálico, pero que a su vez es un tratamiento del cuerpo diferente
de la continuidad con la madre, que ya introduce cierta mediación
Entonces trae tres nuevos sueños: en el primero, está mirando a
Independiente; en el segundo, estaba en la cocina de la novia, con
un zapato, haciendo una pavada y el papá le dice: “basta”, y pasan
a hacer otra cosa; en el tercero se aleja de la ex novia. Son sueños
de separación. La intervención de la analista articula entonces la
independencia con la virilidad, se trata de salir de la madre para
poder ser varón. Él insiste en afirmarse como objeto materno, él es
dependiente como la mamá, es cómodo, es un nene; es la misma
vía en la que va a insistir después, cuando dice que es más fácil ser
mujer, porque con el cuerpo conseguís todo sin hacer nada. Ser un
Inhibición, síntoma y angustia / 327

nene o ser un gay, que es la otra vía que se abre con el sueño de la
bata rosa. En efecto, cualquier sujeto que queda en el lugar de falo
de la madre, necesariamente lo hace a costa de su virilidad, por eso
es el lugar privilegiado para el gay.
Se trata allí de un rechazo de la vía paterna, por eso el recurso a
la homeopatía y a la filosofía oriental, ya que, si bien en el incons-
ciente aparece el padre diciendo basta, él se reafirma en su igualdad
con su madre, en que el padre en realidad hace todo para que esté
cómodo, de modo que no le cree a lo que dice el inconsciente, a ese
inconsciente que ahora está tocado por la intervención analítica, y
que ya no dice lo mismo que antes. Hay un rechazo de esa vía, y la
analista le dice: “Bueno, está bien, pero en el sueño es un padre el que
dice basta, y además es una cocina que no es la materna”. Él se pone
contento, pero cómo creer en esto –dice–, ahí está el punto de in-
creencia que deja suelto el imaginario.
A través de la respiración y la filosofía oriental, Gonzalo intenta
conectarse con su cuerpo y no con el de la madre. En ese momento
entra en función un no separador, en la medida que él se puede se-
parar del plano familiar surge C, que va a estar en un lugar de padre
en el ámbito de su profesión, habilitándolo a sostener su posición
viril, en el trabajo y con la novia; incluso la novia se descompone y él
puede sostenerla ella, en lo que se verifica un cambio de posición.
En ese momento trae tres nuevos sueños: en el primero está co-
cinando con la abuela materna y le dice no, se trata allí de un no
a una figura materna; después está el sueño de la serpiente que lo
sigue y un hombre le corta la cola; y a continuación viene el sueño
–que lo avergüenza– del cuerpo sangrando, en el que cuando él sale
del baño cesa el sangrado, aparece C, y después están en la cocina y
llegan las comandas.
La analista señala este corte que hace un hombre. En efecto, po-
dríamos decir que la serpiente que lo persigue es el falo materno, es
ese lugar de falo muerto de la madre, y hay un hombre que opera allí
un corte. Cando le corta la cola le sangra el cuerpo, de modo que el
síntoma empieza a tomar cierto valor metafórico: le cortan la cola a
328 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

la madre y a él le sangra el cuerpo, en lo que se verifica que el lugar


de falo de la madre es a costa de la virilidad, de la posición llamada
por Freud pasiva en el hombre. Es en ese momento que la analista
indica el retorno al diván.
En ese momento surge la referencia al abuelo materno, que
pudo hacer un corte con su mujer, podríamos decir, a diferencia del
padre que no parece haber podido hacer un corte con esta madre
caprichosa.

IX. El surgimiento de la voz

A medida que la sintomatología oral-anal se va retirando, co-


mienza a surgir la dimensión de la voz, entonces dice: “Siempre me
costó todo lo que viene de adentro mío”. Una nueva versión de lo que
del interior del cuerpo ex-siste en la angustia, otra vuelta de la pul-
sión alrededor de la boca. Es muy interesante, porque hacia el final
del relato clínico, justamente Gonzalo dice que ahora lo que viene
de adentro de él ya no lo asusta, ya no lo descompone.
Dice: “Siempre me costó todo lo que viene de adentro mío, como la
voz”, de allí la elección de no hablar, o hablar otro idioma…. po-
dríamos decir que no escucha su propia voz, ni se hace escuchar.
En este momento Gonzalo trae toda una serie de sueños, en uno
de ellos está en la casa de los abuelos paternos. Se recorta la skate,
que es ese objeto que le faltó de niño, pero respecto del cual toma
una dirección distinta del padre en ese sueño: no lo acompaña, no
lo sostiene. Al padre le rompen el auto, sin embargo Gonzalo se va
para adentro con la skate, buscando su deseo.
En otro sueño está en la casa de los padres, hay una casa abando-
nada y un colega le pide las llaves para entrar. Este sueño muestra el
deseo de salir del espacio familiar, de habitar otro espacio, que está
abandonado, esperando que él vaya a habitarlo.
Sigue la puja centrada en la creencia o la increencia en el padre.
Está la serie de los hombres de la familia en relación a su profesión,
Inhibición, síntoma y angustia / 329

pero él insiste en que eso le viene por el lado de la madre. Cuando


la analista le dice que no a eso, trae el lapsus referido al padre entre
cocinar y trabajar, de modo que en medio de la increencia surge la
creencia desde el inconsciente. Pero el punto de increencia se ve en
el hecho de que él se sorprenda tanto de que sus maestros lo reco-
nozcan frente a su novia.
Viene una nueva serie, de cinco sueños. Es muy interesante el sue-
ño en el que está algo que puede ser un monopatín o una silla para
inválidos, él lo usa como monopatín, de modo que sale de ese lugar
de invalidación, en el que quedaba en continuidad con la madre. Ese
monopatín representa un objeto del deseo, un deseo de salida.
También está el sueño en que aparecen los fantasmas en la casa
de los padres, y ocurre ese llanto y ese abrazo con el padre, esa co-
nexión más amorosa con el padre.
Con esta elección del monopatín en lugar de la silla de discapa-
citados, Gonzalo parece estar comenzando a apropiarse de un saber
hacer, y esto se va a verificar en la nueva serie de sueños que traerá
al análisis. En ese abrazo con el padre se trata de un encuentro en la
sensibilidad, que le posibilita diferenciarse de la madre, a la que de-
fine como frustrada, no sensible; es muy importante ese momento
de abrazo con el padre.
Ahora puede hacerse escuchar tanto que empieza a reconectarse
con colegas, le llueven ofertas de trabajo, es considerado una voz
autorizada. En efecto, Gonzalo está adquiriendo también un saber
hacer con la voz, por el que puede hacerse escuchar, transformarse
en una voz autorizada; si bien están el miedo escénico y la descom-
postura, ya que cuando tiene que asumir esa voz todavía insiste eso
que queda suelto.
Es en ese tránsito que se produce ese sueño tan importante en el
que él va a la casa de C, la ex novia le señala que él no tiene el libro
que dice cómo hacer el pan, pero Gonzalo se las arregla igual y se va a
su casa. Es el primer sueño en el que se configura un lugar propio, ya
que siempre estaba en la casa de otro, aquí se va a su casa, a su lugar
a hacer el pan. En este sueño se verifica un cambio de posición del
330 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

sujeto, “Lo que es conocido que no puedo, pero ahora me importa nada,
puedo hacerlo aunque no tenga el libro”. Ahí hay un corte de sesión.

X. Zapatero a tus zapatos.

Y hay otro sueño que es fundamental. El está con C en un negocio


de zapatos y él elige alpargatas y se va a su casa. Nuevamente ahí insis-
te que él está encontrando sus zapatos, y que está yendo a su casa, que
está teniendo su lugar. El puede reconocerse en este estilo de vida sim-
ple, y surge la risa, una conexión con el placer que hasta el momento
no estaba, cuando él puede decir: “zapatero a sus zapatos”. Y dice algo
que también es sorprenderte: “Tengo la convicción de que algo está por
pasar”, y ahí es donde la analista le dice: “Eso es creer”.
En ese momento se opera un nuevo anudamiento, ya que se ins-
tala la dimensión de la creencia, que se verifica en el último sueño: “Yo
estaba en un lugar, estaba un cantante X, un joven ídolo muerto trágica-
mente, yo lo ayudo para que los demás sepan que no está muerto”. Gonza-
lo termina asociando X con su segundo nombre, y a la sesión siguiente
va a decir que ese nombre lo eligió su papá. La interpretación analítica
es “No estaba muerto”. Acá surge el punto de creencia, lo que indica un
cambio de posición subjetiva. Este sueño indica que no está muerto el
hijo del padre –ya que el segundo nombre se lo puso el padre– , que él
no es sólo hijo de la madre, como se había presentado anteriormente.
Finalmente la creencia se devela ser creencia en el padre. No está
muerto el hijo del padre. Hay una relación entre el renacimiento de
la creencia y esta verificación de la filiación paterna, este recurso a la
función de nominación paterna que tiene un efecto vivificador. Aho-
ra se conecta con su novia y con su profesión de otra manera, no tiene
más descomposturas, dice: “No me pasó nada de lo que me suele pasar
en el cuerpo, quizá algo que me sale de adentro no me hace nada física-
mente”, de modo que ahora lo que le sale de adentro no le desarma el
cuerpo. Ahora lo que ex-siste al cuerpo puede no descomponerlo, se
trata de una salida de la angustia.
Inhibición, síntoma y angustia / 331

Les propuse situar la creencia entre lo imaginario y lo simbóli-


co, de modo que dibujo una duplicación de lo simbólico sobre lo
imaginario. Éste es el segundo tramo del análisis, en el que opera la
creencia en el inconsciente, la creencia en el padre, que re-anuda el
imaginario que quedaba suelto, por eso es una salida de la angustia.

Intervención: Vos decías que la homeopatía y la filosofía oriental


son un modo no fálico de tratar el cuerpo, pero sin embargo ¿no
implican una creencia?

Nieves: Sí, implican una creencia en algo que no es del orden


fálico, ni sigue la lógica edípica. En efecto, hay una creencia en la
sabiduría oriental o en los tratamientos orientales del cuerpo, pero
es una creencia que tiene más que ver con la lógica femenina que
con la lógica fálica, es más del lado del uno por uno. El edipo es
occidental, es judeo-cristiano, no es universal, no existe en todos
los lugares del mundo. En las sabidurías orientales más bien se trata
de prescindir del goce fálico, no apuntan al deseo, no apuntan a
afirmar el goce de la vida por el lado del deseo –con todo lo que
de infierno éste tiene– sino más bien de alcanzar la paz que implica
desligarse completamente del deseo.

Clase del 20 de noviembre de 2008


Indice

PRESENTACIÓN

PRÓLOGO [Bernardino Horne]

I. INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA


I. Introducción al territorio de las neurosis. / II. La clínica de la pregunta.
/ III. El trípode freudiano. / IV. La primera vuelta lacaniana. / V. Del dos
al tres. / VI. La segunda vuelta lacaniana.

II. DEL TEXTO FREUDIANO AL SEMINARIO DE LA ANGUSTIA


I. Una defensa radical contra la angustia. / II. Una respuesta a la señal de
angustia. / III. Cuando la angustia no es señal de la castración. / IV. De la
inhibición a la angustia. / V. La doble vertiente de la angustia. / VI. Ética
y castración. / VII. Una erotología de la angustia. / VIII. Angustia, función
paterna y posición del analista.

III. EL NUDO BORROMEO


PARTE I
I. El lapsus del nudo. / II. El trípode freudiano en el nudo. / III. La herejía
lacaniana. / IV. La inhibición como nominación de lo imaginario. / V. El
síntoma como nominación de lo simbólico. / VI. Síntoma y función pater-
na. / VII. La angustia como nominación de lo real. / VIII. El problema de
la ex-sistencia. / IX. Las identificaciones en el nudo.

IV. EL NUDO BORROMEO


PARTE II
I. Nominaciones e identificaciones. / II. Nominación e identificación ima-
ginaria. / III. Nominación e identificación simbólica. / IV. Nominación e
identificación real. / V. Las neurosis en el nudo. / VI. La neurosis obsesiva. /
VII. La histeria. / VIII. La fobia. / IX. Dimensiones de la función paterna
en las neurosis.
V. LA FUNCIÓN PATERNA EN EL NUDO
I. Los tres tiempos del Edipo en las neurosis. / II. El padre real en la fobia.
/ III. El padre simbólico en la histeria. / IV. El padre imaginario en la
neurosis obsesiva. / V. El sínthoma. / VI. El amor al padre en el seminario
XXIII. / VII. El amor al padre en el seminario XXIV. / Apéndice. Toro y
desarrollo embrionario.

VI. DE NUDOS NEURÓTICOS


(Clase a cargo de Fabián Schejtman)
I. Realismo nodal. / II. Cadenas borromeas. / III. El cuarto eslabón. / IV.
Inhibición, síntoma y angustia. / V. Síntoma, sinthome y fin de análisis. /
VI. Real y formalización.

VII. LA INHIBICIÓN
CONTROL DE VUELO
I. El caso. / II. La lógica de la inhibición. / III. El cese de los vómitos. /
IV. La vía de la angustia. / V. Vicisitudes del objeto. / VI. El fantasma de
seducción histérico. / VII. El nudo de Patricia.

VIII. DE LA ANGUSTIA A LA INHIBICIÓN


ESPERANDO CON EL MATE
I. De la angustia a la inhibición. / II. Una pregunta que alivia… / III.
Él y su mujer: dos tribus diferentes. / IV. La emoción de un nieto. / V. La
insuficiencia en la virilidad. / VI. El “complejo de paternidad”. / VII. La
disparidad sexual./ VIII. Las vueltas de la pérdida. / IX. La dimensión de
la voz. / X. Una reapropiación. / XI. El nudo de R.

IX. EL AMOR AL PADRE COMO SÍNTOMA


LA LUZ DEL PADRE
I. La crisis por vocación. / II. El miedo a la noche. / III. En el análisis.
/ IV. La caída del padre ideal. / V. Una demanda de control. / VI. El
surgimiento de un Otro deseante. /VII. La luz del padre. / VIII. La Otra
mujer. / IX. La separación del Otro materno. / X. Los tiempos de la estruc-
tura. / XI. El nudo de L.
X. EL PADRE-SÍNTOMA
MIRADA DE NEGRO
I. El síntoma como límite al ideal. / II. El significante diferente. / III.
Mirada de negro. / IV. La voz del superyó y la ausencia de palabra. / V.
Hacia otra versión del padre. / VI. El acontecimiento de cuerpo. / VII. La
intrusión de una mirada. / VIII. El nudo de Tomás.

XI. LA ACCIÓN SINTOMÁTICA


LA BÚSQUEDA DE UNA MIRADA
I. Primer período: a) La urgencia subjetiva. b) De marica a puto. / II.
Segundo período. El show que ya no se sostiene. / III. El estrago materno. /
IV. La herida. / V. De mendigo a millonario. / VI. La acción sintomática:
el muñeco. / VII. El encuentro con la-una mujer. / VIII. Reediciones de la
escena traumática. / IX. El análisis. / X. La pregunta por lo femenino.

XII. LA INHIBICIÓN EN LA VIDA AMOROSA DEL HOMBRE


FREEZADO
I. Enfriar lo femenino. / II. La muerte como partenaire. / III. Historiza-
ción, histerización. / IV. La emergencia de la mirada. / V. El camino de los
sueños. / VI. La analista como partenaire. / VII. La degradación del deseo
a la demanda. / VIII. La caída de una identificación. / IX. El nudo de
Luciano. / X. Aporte al nudo de Luciano.

XIII. ANGUSTIA Y ORALIDAD


IMAGEN DESCOMPUESTA
I. La prehistoria. / II. El análisis. / III. La debilidad-dependencia. / IV. Los
sueños. / V. Imagen descompuesta. / VI. El falo muerto. / VII. La posición
sexuada. / VIII. La efectivización de la función paterna. / IX. Un tratamien-
to del cuerpo. / X. El surgimiento de la voz. / XI. Zapatero a tus zapatos.

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