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ISBN 978-987-21011-3-8
1. Psicoanálisis. I. Título
CDD 150.195
Edita:
Del Bucle, Buenos Aires
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Wainhaus
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wainhaus@interlink.com.ar
Producción editorial
Factoría Sur
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Artes gráficas Delsur
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otro idioma, salvo autorización por escrito del autor. Hecho el depósito de ley 11.723.
Inhibición, síntoma y angustia / 3
Presentación
Bernardino Horne
Salvador, Bahia Brasil
I. Inhibición, síntoma y angustia
Esta primera versión del grafo está animada por esta pregunta:
Che vuoi?, ¿qué quieres?, es la pregunta que interroga el deseo del
Otro. Este grafo del deseo es el grafo que va a dar cuenta, y que va a
intentar desplegar la estructura de la pregunta por el deseo del Otro
que anima al sujeto neurótico.
Diana Rabinovich abordó en detalle las consecuencias clínicas del
grafo en un librito que se llama Una clínica de la pulsión. Las impulsio-
nes1, donde ella dividía el grafo por la mitad, situando el lado derecho
como el lado de las peguntas y el izquierdo como el de las respuestas.
El primer mojón en este camino que nos lleva al abordaje de la
estructura neurótica en el nudo, es el grafo del deseo que despliega
la estructura de pregunta en que consiste la neurosis. Quienes estu-
vieron en el seminario del año pasado recordarán que trabajamos la
cuestión de la pregunta en las psicosis también, tal como la plantea
Lacan en el Seminario III, donde ubica justamente en las psicosis
una pregunta, pero es una pregunta que se hace sin sujeto, o, la otra
posibilidad que plantea Lacan es que haya una respuesta antes de que
se pueda plantear la pregunta en la psicosis. Estas son las dos alterna-
tivas que da para distinguir el estatuto de la pregunta en la psicosis
del estatuto de la pregunta en la neurosis.
Podemos hacer un primer abordaje de la estructura desde el gra-
fo. En la psicosis esa estructura de la pregunta de algún modo se
aborta en el primer nivel, antes de que pueda llegar a ser planteada
por el sujeto –ya que la dimensión de la pregunta se abre recién en
el piso superior del grafo–, antes de que pueda plantearse se hace
presente la respuesta en el plano imaginario, en el eje especular.
Del lado de la neurosis, en cambio, la pregunta llega a plantearse,
pero no a desplegarse, ya que el sujeto recurre al cortocircuito del
fantasma como respuesta en lugar de continuar con el recorrido que
lo llevaría a la confrontación con ese agujero enigmático, del que la
pintura de Dalí nos da un reflejo.
Finalmente, hay un tercer trayecto posible, que es justamente el
que habilita la experiencia analítica, que lleva la pregunta a desplegar-
se, y a que el sujeto se confronte con este significante de la falta en el
Otro, es decir, con la castración, lo que implica un atravesamiento del
plano fantasmático como nivel de respuesta a la pregunta. Este tema se
podría desplegar mucho más, pero como no es el objetivo de este semi-
nario centrarnos en la clínica de la pregunta, lo planteo rápidamente.
Entonces, en el grafo podemos ubicar en el primer nivel la psico-
sis, en el segundo nivel la neurosis, y finalmente, en el circuito más
amplio, el análisis.
Se trata, entonces, de un aparato conceptual que está construido
a partir de la lógica simbólica, de la lógica del significante, ya que
la estructura mínima aquí es la estructura binaria propia del signifi-
cante, S1-S2, y es la complejización de esa estructura mínima la que
lleva a ese despliegue en el grafo.
Y desde la perspectiva del grafo podríamos decir que lo que va a
plantear Lacan es que esa pregunta por el deseo del Otro se va a mo-
dalizar en la histeria –la pregunta va a ser ¿qué quiere una mujer?– es
la pregunta por el ser femenino, por el ser de deseo femenino; y por
12 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
ción, que es en lo que nos vamos a centrar este año. Así como el año
pasado nos centramos en la interpenetración entre los registros, este
año vamos a trabajar alrededor de la función de mediación. Lo propio
de la estructura neurótica es que cada uno de los tres registros está
relacionado con algún otro por la mediación de un tercero. Entonces,
por ejemplo, imaginario y simbólico en la neurosis se relacionan vía lo
real, real y simbólico se relacionan vía lo imaginario, y así los tres.
La función de nominación en Lacan es la función de anuda-
miento. Para Lacan, el nombre anuda, es una función que anuda los
registros, de allí la importancia que le da al principio de su enseñanza
al Nombre del Padre como función de nominación por excelencia.
El título de este seminario, R.S.I., es homofónico con hérésie, que
quiere decir herejía. Este seminario es entonces la herejía lacaniana al
dogma del padre en el psicoanálisis, al proponerse abordar la estruc-
tura por estas nominaciones intentando prescindir de la nominación
paterna, cosa que no va a conseguir. Pero finalmente lo que va a decir
es que inhibición, síntoma y angustia son nombres del padre. Les
propondré abordar desde allí las tres vertientes del padre: la vertiente
imaginaria, la vertiente simbólica, y la real, su particular anudamiento
o desanudamiento en cada tipo de neurosis, y finalmente sus efectos.
3 Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. En Obras Completas. cap. 7
Ed. Amorrortu. Tomo XVIII. Buenos Aires, 1986.
24 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Pág. 152.
14 Ibid
15 Ibid. Pág. 174.
44 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Así como no puede ser padre en el nivel radical del ser, ya que es
una función detentada por un sujeto que también es un hijo, lo mis-
mo ocurre con el analista, que además de cumplir esa función es un
hombre o una mujer. Pero al estar tomado por esa función, está en-
carnando la causa sui, está encarnando el a, está encarnando algo que
no remite a otro lugar, sino que se transforma en el polo de referencia
para el sujeto –ya sea para el hijo en el caso de la función paterna, ya
sea para el analizante en el caso de la experiencia analítica.
Así, llega a la siguiente formulación para la función paterna: “El
padre tiene que ser alguien que haya llegado lo suficientemente lejos en
la realización de su deseo como para reintegrarlo a su causa, cualquiera
que ésta sea, a lo que hay de irreductible a la función de a.”17
En el párrafo final del seminario va a plantear algo parecido para
el analista, al preguntarse: “¿Qué conviene que sea el deseo del analista
para que el trabajo sea posible más allá de los límites de la angustia de
castración freudiana?”18, es decir: ¿qué tiene que ser el deseo del ana-
lista para poder ir más lejos de esos topes freudianos de castración?
Su respuesta: “Conviene seguramente que el analista sea aquel que por
algún sesgo, por algún borde, haya hecho volver a entrar su deseo en ese
a irreductible, lo suficiente como para ofrecer a la cuestión del concepto
de la angustia una garantía real.”19
Nieves: Sí, me parece que es una vía que plantea Lacan en este
seminario para las neurosis. Otro asunto es la angustia masiva psicó-
tica, en cuyo caso no podemos decir que es defensa contra la angustia
de castración (porque no está el operador castración incorporado a
la estructura), sino más bien que es signo de una imposibilidad del
funcionamiento de la angustia como señal.
Propongo que hay casos de neurosis, que son los que abordaremos
sobre el final del seminario, casos en los que la nominación es real, que
están sostenidos en la angustia, en los que es posible verificar que la
angustia masiva le sirve al sujeto para defenderse de su deseo. Y es para-
dójico, porque justamente lo que dice el sujeto es que no puede hacer
nada, que vive angustiado, de modo que pareciera que está sin defensa,
cuando en realidad –si es una estructura neurótica– se trata de un uso
de la angustia masiva para eludir el propio deseo, hay una responsabili-
dad y una elección del sujeto ahí. En ese sentido es interesante que La-
can en varias oportunidades ubica esa angustia masiva como defensa.
Podríamos preguntarnos por qué el recurso defensivo es ése y no
otro, y seguramente no hay una respuesta. Freud se refería en ese
punto a unja elección de la neurosis. ¿Por qué hay estructuras que
son nominadas por lo imaginario, otras por lo simbólico y otras por
lo real? ¿Por qué hay sujetos que están inhibidos, otros que arman
rápidamente un síntoma y otros que están angustiados?
Seguramente hay una incidencia de la cara del Otro con la que el
sujeto se confrontó más radicalmente en su constitución. Entonces,
cuando el sujeto está más confrontado con esa cara real del Otro –ya
tendremos oportunidad de volver sobre el estatuto real del padre–,
esa presencia tan traumática de la alteridad encarnada en el padre,
en quien ejerce la función paterna, puede llevar al sujeto a vivir an-
gustiado, lo que no quiere decir que no sea una defensa frente a esta
alteridad radical, pero especialmente, frente al propio deseo.
Cuando abordemos RSI distinguiremos los diferentes tipos de
defensa en función de las distintas dimensiones de la función pa-
terna en la neurosis, y de la dimensión de la función paterna que
prevalece en el anudamiento de la estructura.
Inhibición, síntoma y angustia / 51
20 Lacan, J. “Kant con Sade”, en Escritos 2. Siglo veintiuno ed. Buenos Aires,
1985.
III. El nudo borromeo. Parte 1.
1 Schejtman, F. “Acerca de los nudos”, en Las dos clínicas de Lacan. Tres Ha-
ches. Buenos Aires, 2001.Págs. 25-60.
2 Lacan, J. Seminario XXII, RSI. Inédito. Clase del 17 de diciembre de 1974.
54 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
3 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 55
Intervención: ¿Vos decís como que Freud hace una propia herejía
a su dogma?
10 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 65
13 Ibid.
Inhibición, síntoma y angustia / 67
Lo que ex-siste no tiene nada que ver con lo universal, no tiene nada
que ver con el todo, no tiene que ver con el concepto, no tiene que
ver con el significante, por eso es real.
Esto punto es largamente desplegado como problemática lógica
por Lacan ya desde el seminario de La Identificación, volviéndose
una suerte de nudo de su enseñanza, particularmente en los años
que dedica a la construcción de las fórmulas de la sexuación.
Lacan propone aquí una distinción máxima: “No solamente la
universalidad no implica la existencia, –de modo que podemos te-
ner el concepto del unicornio, lo que no quiere decir que exista
alguno– sino que lo que es grave es creer que la existencia implica la
universalidad.”15 Se trata de un problema de consecuencias clíni-
cas fundamentales. En la dirección de la cura es necesario salir de
esa debilidad mental del pensamiento para abordaren cada caso en
su singularidad, uno por uno, prescindiendo de la referencia a un
universal. Digo en la dirección de la cura porque después, cuando
hacemos transmisión, tenemos que referirnos necesariamente a al-
gún universal. Es importante que la existencia no tenga nada que
ver con el universal. En este punto el psicoanálisis se acerca más a la
poesía que a la ciencia. Es fundamental, es necesario, preservar esta
dimensión poética de nuestra práctica.
Intervención: ¿Tendría que ver con la garantía que tiene que tener
la posición del analista?
no hay Otro del Otro, quiere decir que el Otro real es el nudo mismo”16.
Ese es el punto de partida, el nudo como Otro real. Lacan concibe
aquí a las identificaciones como nominaciones, de modo que las
identificaciones, que le posibilitan al sujeto nombrarse, cumplen
una función de anudamiento, de constitución del nudo.
Va a continuar planteando que según a qué punto del Otro real
nos identificamos, va a ser el tipo de identificación. Y aquí nue-
vamente va a comenzar por lo imaginario: “La identificación a lo
imaginario del Otro real es la identificación del histérico al deseo del
Otro.”17 Se trata aquí de la famosa identificación del pensionado de
señoritas. En ese ejemplo, una chica se desmaya y las otras también
se desmayan por eso que Freud llama una comunidad de deseo, se
identifican por el síntoma, ya que quisieran tener un amor secreto
como el que tiene esta otra chica. Se trata de una identificación al
deseo del Otro que es independiente de la persona en sí misma, se
trata de alguien que le es indiferente al sujeto. Lo importante es esa
comunidad de deseo.
Se trata del tipo de identificación que da cuenta de la constitución
de la masa, que funciona como un uno, como un solo cuerpo. Por
eso es una identificación a lo imaginario del Otro real, se trata de una
presencia imaginaria del deseo del Otro. Podría tratarse de la camiseta
de un equipo de futbol, del emblema de un conjunto musical, etc.
Luego va a tomar el segundo tipo de identificación de “Psicología
de las masa y análisis del yo”. Freud se refiere allí a la identificación
que lleva a la formación del síntoma neurótico. Se trata de la identi-
ficación propia del complejo de Edipo, que puede hacerse, ya sea con
la persona rival –y encontramos la referencia a la hija que se identifica
con la madre porque quisiera ocupar su lugar al lado del padre, y que
entonces va a tener un síntoma similar al de la madre, en el cual se va
a hacer presente el superyó diciéndole: “¿Querías ser como tu madre?
Pues lo serás en su sufrimiento”–; ya sea con el objeto amado –y ahí
I. Nominaciones e identificaciones
VII. La histeria.
ción fantasmática de estas dos vertientes del goce sexual, lo que será
retomado por Lacan en “Intervención sobre la transferencia”3 como
rechazo de la histérica a su feminidad corporal.
Es en esta misma vía de la afinidad, ya señalada por Freud, entre
histeria y feminidad, que encontramos en el Seminario XXIII4 la in-
dicación de Lacan acerca del síntoma como el soporte del Otro goce.
¿Con qué se enfrenta el sujeto histérico, que está sosteniendo
su división subjetiva con su síntoma? Se enfrenta con el campo del
sentido –si volvemos al nudo de “La Tercera”–, con el inconsciente.
Dijimos que el síntoma ex-siste al inconsciente, es el partenaire del
inconsciente, es de lo que del inconciente se traduce en una letra y
se vuelve real. Por eso la posición histérica es la posición más pro-
picia a la posición analizante, porque justamente el sujeto histérico
está directamente confrontado con el inconsciente, presentando a
su vez un síntoma que está fuertemente afectado por el campo del
sentido, un síntoma a descifrar.
En este nudo de “La Tercera”, vemos que Lacan ubica el fenó-
meno de la vida, la dimensión viviente del cuerpo, en el registro
de lo real. Esa dimensión viviente del cuerpo que va a dar lugar al
síntoma histérico por excelencia, que es el síntoma conversivo, en
el que encontramos ese factor somático que hace al cuerpo viviente,
que se va a entramar con los significantes del inconsciente y va a
adquirir un sentido –como lee Freud en síntoma de Isabel de R.:
no puedo dar un paso más. Se trata del cuerpo viviente tomado en la
lógica del inconsciente, produciendo sentido, por lo que Lacan va a
proponer que el arma analítica contra el síntoma es el equívoco. Así
como dijimos que en la neurosis obsesiva se trata de que perturbe,
que desarme la defensa obsesiva, en la histeria se trata del equívoco,
se trata de intervenir desarmando el sentido del síntoma.
VIII. La fobia
fálica por la que el niño viene al lugar del falo de la madre, pero ese
padre todavía no cumple una función ni simbólica ni imaginaria. Es
real porque la metáfora paterna está en un estatuto potencial. Este
primer tiempo del Edipo indica que ya hubo identificación prima-
ria, que ya hubo inscripción del Nombre del Padre, que ya hubo
nominación de lo real en la estructura.
El segundo tiempo. Lacan dice que es el tiempo nodal y negativo
del Edipo, en el que el padre interviene, por un lado, privando a la
madre fálica, por otro lado, desalojando al niño del lugar de falo de
la madre. Se trata de esa doble prohibición, a la madre: “no reintegra-
rás tu producto”, y al niño: “no gozarás de tu madre”. Aquí interviene
el padre simbólico, el padre que prohíbe, el padre de la interdicción,
el padre que introduce la ley de la castración, que separa al niño de
la madre, permitiendo articular la ley al deseo, es la nominación
de lo simbólico. Aquí se trata de la palabra del padre, del lugar que
tiene el padre en la palabra de la madre.
En este segundo tiempo podemos ubicar la identificación al rasgo.
Y finalmente el tercer tiempo, en el que Lacan dice que se trata
del padre real o imaginario–yo voy a decir padre imaginario, ya que
se trata del padre del sujeto, de ese padre en particular, con su pre-
sencia, se trata ahí de que ese padre responda por lo que prometió,
que eso que prometió lo mantenga, que pueda responder por eso.
Entonces acá yo ubico al padre imaginario, al padre de la realidad,
en el ejercicio de la potencia, en el sentido genital del término, de
modo que realmente él se haga preferir por la madre y por el niño,
que se haga preferir por su potencia fálica.
Este padre imaginario es quien va a tener el falo ahora, posibili-
tando entonces la identificación al deseo del Otro que va a dar lugar
a la constitución del Ideal del Yo, especialmente en el varón, que va
a querer identificarse son su padre, va a querer ser como el padre, y
va a recibir el título de virilidad que va a guardar en el bolsillo para
cuando tenga que ejercer.
En el caso de la mujer hay dos posibilidades en este tercer tiem-
po: o que también haga una identificación al deseo del otro, una
Inhibición, síntoma y angustia / 93
Les propongo que cada una de las neurosis implica una dificul-
tad en alguno los tres tiempos del Edipo.
Comencemos por la fobia. Hay en ella, como señalamos respec-
to de Juanito, una dificultad para salir del primer tiempo del Edipo,
para transitar del primer al segundo tiempo. A la madre de Juanito
la palabra de su marido le entra por un oído y le sale por el otro,
de modo que el segundo tiempo no se realiza. Cuando el sujeto se
complica en el pasaje del primer tiempo al segundo del Edipo, la
manifestación clínica es la angustia, ya que está impedida la inter-
vención pacificadora de la función simbólica del padre.
Cuando se complica el pasaje del segundo al tercer tiempo del Edi-
po, cuando está operando el padre simbólico, pero es el padre imagi-
nario el que tambalea, o está alicaído en su función, nos encontramos
en el campo de la histeria. En este punto, en el Seminario V Lacan
pone el acento en la impotencia del padre de Dora. Toda la histeria de
Dora gira alrededor de la impotencia del padre, que puede estar ope-
rando en lo simbólico, pero en su dimensión imaginaria no sostiene la
potencia fálica, impidiéndole a Dora salir de la adoración histérica al
padre muerto, al padre ideal. Ella queda atrapada en este síntoma de
amor al padre, al padre muerto, al padre ideal, al padre impotente.
Finalmente, encontramos la neurosis obsesiva cuando se compli-
ca el tercer tiempo del Edipo, cuando la presencia del padre imagi-
nario no es una presencia transmisora, cuando la potencia del padre
imaginario no transmite el falo.
En este punto encontramos en la neurosis obsesiva el fantasma
del padre terrible, del padre gozador. El padre perturbador del goce
que en lugar de habilitar inhabilita al sujeto. El sujeto queda impac-
tado por un padre imaginario terrible, queda inhibido por esa figura
potente del padre que no transmite la ley de la castración.
94 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
está en primer plano, tanto en el nivel del Nombre del Padre como
del falo, va a ser la presencia real.
En el primer tiempo del Edipo el Nombre del Padre está en la
estructura, está velado, todavía no está actuando, eso recién va a
ocurrir en el segundo tiempo del Edipo. En este primer tiempo la
manera en que está presente el padre es como identificación prima-
ria. El sujeto se encuentra en el lugar de falo de la madre, que es el
lugar que se vuelve angustioso para Juanito a partir de que comienza
a tener sus primeras erecciones; ahí es donde podemos ubicar justa-
mente la presencia real del falo, como goce fálico.
otro lado remite a la dimensión real del padre, como se puede deducir
de los desarrollos de Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” alre-
dedor del síntoma fóbico. La mordedura se revela como el reverso de
la incorporación canibalística propia de la identificación primaria; el
sujeto está en una instancia tal que queda totalmente tomado por la
identificación primaria, no ha podido realizar un trayecto segundo,
una identificación secundaria. Está tomado por la lógica de la identi-
ficación primaria, en la que se pone en juego una reversión –regresiva
diría Freud– entre comer y ser comido, entre morder y ser mordido,
ya que es recién en la otra vuelta de la identificación secundaria que se
termina de establecer un límite entre lo que se presenta como interior
y el exterior, límite que no es absoluto, ya que se pone en suspenso
sólo en los agujeros del cuerpo; es allí que encontrará su lugar la es-
tructura moebiana del ser hablante, que está en el origen de las otras
figuras topológicas, el cross-cap y la botella de Klein.
De modo que podemos encontrar en la mordedura del caballo
esta vía paterna que se presenta como reverso de la incorporación
canibalística del padre, donde entra en juego el padre real.
En el caso Juanito encontramos cierta vertiente de la mordedura
en relación con el padre real, y, por otro lado, las erecciones en rela-
ción con esta dimensión real del falo que se vuelve traumática para
el sujeto y lo desacomoda del lugar de falo materno, arrasando sobre
ese imaginario fálico en el que estaba instalado tan a gusto.
Hay fobias en las cuales no se constituye el síntoma fóbico, y en
las que el sujeto queda detenido en ese primer tiempo de la fobia, en
el que es pura angustia. Pero aún en el caso de Juanito, en el que se
constituye el síntoma fóbico, vamos a distinguirlo del síntoma histé-
rico como nominación de lo simbólico, ya que el significante fóbico
en juego en el síntoma fóbico viene a suplir al significante del Nom-
bre del Padre, como señala Lacan en el Seminario IV1, viene al lugar
de la función del Nombre del Padre que no está siendo vehiculizada
casos en mujeres obsesivas. Este padre que goza pegando es, nueva-
mente, una versión regresiva, sádico-anal, del goce del padre, cuyo
goce estaría orientado por el hijo como objeto de goce y no por una
mujer como causa de su deseo. Hay una desviación en la neurosis
obsesiva, que hace presente el padre imaginario, pero desviado de la
función que garantizaría al sujeto la salida del Edipo.
En el caso del Hombre de las Ratas Lacan estudia dos vías, la vía
del fantasma y la vía del mito. La desviación en el padre imaginario
se hace presente en ambas. En la vía del mito va a ubicar esa doble
traición del padre, por un lado, el padre que traiciona al amigo que
le presta la plata para pagar la deuda del regimiento, y por otro lado,
que traiciona su amor y su deseo por una mujer, ya que en lugar de
casarse con la mujer amada y deseada se casa con la mujer rica, de
modo que en la pareja padre/madre el padre no está causado por
una mujer sino por su plata, que es un equivalente del objeto anal.
Nuevamente ahí tenemos la versión regresiva en el mito del goce
del padre, causado por el dinero –objeto anal– y no por una mujer
–que no es exactamente un objeto, sino en todo caso es un objeto
causa –diría Lacan.
Es también la dimensión imaginaria del falo la que se hace pre-
sente en la neurosis obsesiva, por un lado en el fantasma, que es-
cenifica una versión regresiva del goce. En el fantasma de Pegan a
un niño, el látigo–como señala Lacan en el Seminario V– vendría a
encarnar el falo, aunque la versión del goce en juego es sádico-anal;
y por otro lado, podemos ubicar también otra dimensión del falo
imaginario en la dimensión fálica de la imagen narcisista en la neu-
rosis obsesiva, donde toda la lógica de la hazaña, de la proeza, todo
aquello que forma parte de la pantomima obsesiva, justamente va
a tener que ver con la mostración imaginaria del poderío fálico. De
modo que encontramos al falo imaginario en la neurosis obsesiva
tanto en la vía del fantasma como en la vía de la imagen narcisista.
En el caso de la neurosis obsesiva, donde se trata de la inhibi-
ción, de la nominación de lo imaginario, justamente lo que está en
juego ahí es el goce del Otro. Este goce del Otro sin barrar es el que
Inhibición, síntoma y angustia / 107
V. El sínthoma
12
12 Lacan, J. Seminario XXIV. “L'ínsu que sait de l’une bévue c’est l’amour”. Inédi-
to. Clase del 14 de diciembre de 1976.
Inhibición, síntoma y angustia / 115
17 Ibid.
118 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Apéndice
Desarrollo embrionario
I. Realismo nodal
Existen –como les dije– en lo real solamente dos nudos con cin-
co puntos de cruce, éste llamado Nudo de Lacan y este otro, que
he llamado hace un tiempo “Nudo del Che”, el nudo del Che Gue-
vara, además. Como estamos cerca del aniversario número ochenta
del nacimiento de Ernesto Che Guevara, podemos hacerle nuestro
sencillo homenaje.
¿Qué ocurre con el “Nudo de Lacan”? Van a ver que en esto se com-
porta distinto al “Nudo del Che”, demostramos invariantes distintos
que son dos nudos diferentes. Ocurre que en el “Nudo de Lacan” los
cruces no son simétricos, en el “Nudo del Che” sí. En él cualquier
punto de cruce se comporta igual respecto de los otros cuatro. Si yo
tomo el punto de cruce número dos, éste tiene la misma relación con
los otros cuatro, que cualquiera de los otros cuatro con el resto. En
cambio, en el nudo de Lacan los puntos de cruce son disimétricos.
130 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
en el punto de cruce número cinco, con un solo lapsus, con una sola
modificación, el nudo de Lacan deviene nudo trivial. Pero, y acá está
toda la cuestión, si el lapsus lo producen en el punto uno, dos, o tres,
el “Nudo de Lacan” no se desata, y deviene nudo de trébol, es decir,
reducimos de cinco puntos de cruce a tres puntos de cruce.
En el “Nudo del Che” es indiferente dónde introduzcan ustedes
esos dos lapsus, son necesarios dos lapsus para desatarlo. Pero en el
“Nudo de Lacan” no es indiferente dónde introduzcan ustedes el
lapsus del nudo, puesto que en dos lugares se desata con un solo
lapsus, y en los otros tres lugares se desata con dos lapsus.
Consecuencia de esto: el número de desanudamiento del “Nudo
de Lacan” es uno, porque el número de desanudamiento en teoría
de nudos se define como la menor cantidad de lapsus que hay que
introducir en un nudo para que el nudo se desate. Ustedes no pue-
den desatar el “Nudo del Che” más que introduciendo dos lapsus;
en el “Nudo de Lacan” con un solo lapsus alcanza para desatarlo,
según dónde ustedes introduzcan ese lapsus.
Lo que quiero señalar es lo siguiente: en lo real existen solamente
dos nudos de cinco puntos de cruce. No sólo que esto se ha demos-
trado –por teoremas que yo no voy a repetir acá, por cierto– que
estos dos nudos son distintos, sino que no puede haber, que hay
una imposibilidad en juego allí –es muy interesante porque ahí nos
cruzamos con el sueño de Nieves–, hay una imposibilidad en juego:
es imposible que exista un tercer nudo de cinco puntos de cruce,
hay solo dos, y esos dos son los que acabo de indicar. Hay mil y una
presentaciones de nudos con cinco puntos de cruces, pero cualquie-
ra de esas presentaciones por una deformación continua se reduce a
estos dos ejemplares que existen en lo real.
Les diría entonces que en la perspectiva de Lacan hay un realismo
nodal, porque tengo la idea con Lacan de que hay tipos de síntomas,
así como hay tipos de nudos. Esto quiere decir que no por nada
Freud habló –y Lacan lo retoma– de las tres grandes estructuras
neuróticas, hablo solamente de las neurosis porque están trabajando
las neurosis en este seminario, pero lean el libro de Nieves sobre las
132 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
psicosis y van a ver que podemos decir algo análogo respecto de las
psicosis. Hay tres estructuras neuróticas y solo tres.
En lo real hay tres nudos de seis puntos de cruce, hay siete nudos
de siete puntos de cruce, veintiún nudos de ocho puntos de cruce, y
hay treinta y seis nudos de nueve puntos de cruce. Y creo que los ma-
temáticos han cargado las computadoras para saber cuántos nudos
de catorce y quince puntos de cruce hay, porque todavía no se sabe.
Estoy señalando, entonces, que hay desde la primera enseñanza
de Lacan hasta el final una consideración que llamaría la tesis de la
estructura real en Lacan, sólo que esta estructura en la última parte
de su enseñanza está abordada en términos nodales.
Lo que soporta la diferencia entre neurosis y psicosis es un anu-
damiento distinto, un encadenamiento distinto, que con algunos
amigos hace un tiempo propusimos de esta manera: la cadena bo-
rromea no es lo mismo que la cadena no borromea, y esa es la di-
ferencia básica que soporta la distancia que Lacan establece en la
última parte de su enseñanza entre la neurosis y la psicosis.
Con esto queda bastante claro que para que tres registros se suelten,
si es que están anudados de modo borromeo, no alcanza con intro-
ducir un solo lapsus.
Lo que tiene de interesante lo que les estoy tratando de proponer,
es que hay al menos dos formas para pensar el desencadenamiento.
Se puede pensar el desencadenamiento por corte de un registro, yo
corto lo simbólico y se sueltan lo real y lo imaginario. En el Seminario
XXI, que se llama Los no incautos yerran, o, Los Nombres del Padre,
Lacan propone que la locura es que, si ustedes cortan un registro, se
suelten todos los demás, y él está pensando el desencadenamiento de
la locura –todavía no vimos ni neurosis ni psicosis, digo locura, como
dice Lacan ahí– por corte de un registro.. Incluso, llega a proponer a
la neurosis, no a partir de la cadena borromea, ya que dice: “Los neu-
róticos son irreventables”5, entonces propone lo que se llama un nudo
olímpico –con el que no me voy a meter hoy pero ustedes lo cono-
cen, está en la bandera de las olimpíadas, en el cual los redondeles
están unidos por interpenetración, de modo tal que si ustedes cortan
uno, quizás dos siguen enganchados. Y dice que los neuróticos son
irreventables, son los que en la guerra han actuado mejor, les puede
explotar una dimensión, sin embargo, las otras dos siguen juntas. No
es el modo con el que va a volver a abordar la neurosis luego –en los
Seminarios XXII y XXIII. Pero a esta altura dice que no se ponen locos
porque están anudados de modo no borromeo, porque en el caso del
borromeo si ustedes cortan un registro se sueltan los otros dos.
Y Lacan termina por proponer otro orden de desencadenamien-
to que no se sigue de que un registro se corte. En el Seminario XXIII
propone lo que llama lapsus del nudo, y éste me valí antes para in-
troducir la noción de número de desanudamiento, que no es que un
registro se corte –ahí el desencadenamiento no pasa por si se corta
un registro– sino por modificar algún punto de cruce. Si ustedes en
la cadena borromea introducen una sola modificación, un solo lap-
5 Lacan, J. Seminario XXI. Los no-incautos yerran, o los nombres del padre. Inédi-
to. Clase del 11 de diciembre de 1973.
Inhibición, síntoma y angustia / 141
sus del nudo, lo que les da por resultado es que dos registros quedan
interpenetrados y un registro se suelta.
Si introducimos un solo lapsus, por ejemplo, entre real y simbó-
lico, el resultado es que lo real y lo simbólico quedaron interpene-
trados y lo imaginario se suelta.
Estos tres están sueltos porque cometí dos lapsus del nudo. Lo
que hice fue que en lugar de que lo simbólico pase por debajo de
lo real, lo hice pasar en dos lugares por encima de lo real. Vamos a
colocar lo que Lacan llama sinthome, es decir, algo que viene a re-
mediar, a reparar, a compensar el hecho de que los tres registros aquí
van cada uno por su lado. Lo vamos a pasar por encima del que está
arriba, y por debajo del que está abajo.
146 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
10 Lacan, J. Seminario XXIV. L’insu que sait de l’une bévue c’est l’amour. Inédito.
Clase del 14 de diciembre de 1976.
Inhibición, síntoma y angustia / 159
Fabián: Supondría.
I. El caso
tristeza que liga con su padre. Describe a este padre como duro, des-
preciativo, altanero, salvo con los niños, ya que con su hijo el padre es
una persona distinta; por otro lado tiene relatos por parte de la madre
que refieren que cuando ella era niña también el padre era así. Se trata
de un padre que sólo puede ser dulce, tierno o amoroso con los niños.
Desde el primer momento se enuncia un deseo de muerte hacia al
padre, que es totalmente consciente y que le provoca culpa.
Por otra parte refiere una inseguridad ligada a la obligación de de-
mostrarle al padre su valor. De modo que desde el inicio se pone de
relieve en Patricia una posición mostrativa, es decir, una disposición
al acting destinada a llamar la atención, a demostrarle al padre.
Por otra parte está la rivalidad con su hermana mayor, que pa-
rece haber sido la preferida del padre. Con esta hermana entra en
una relación especular, engordando y adelgazando en función de los
avatares de esta relación.
Al referirse a los vómitos que se provoca a diario, hay un mo-
mento en el cual ella dice: Comer para vomitar… descargarme de algo
…un descargo. La analista interviene preguntando cuál es el cargo,
y ahí surge la cuestión de la mentira. Esta mentira queda ligada a lo
que se oculta en el control: Trato de controlar todo. De modo que la
posición de Patricia es una posición de control, en la que los vómi-
tos cumplen una función de control, una función de mentir o de
ocultar, y también una función de conjura respecto de un mal.
En este momento Patricia trae un primer sueño, repetitivo, el
sueño del avión que cae. Ella liga directamente ese sueño con una
etapa de su vida, de los once a los veintidós años, que asocia con la
casa desde donde ella veía el accidente aéreo. La nombra como la
casa en donde se enteró del suicidio de su tío paterno, de modo que
ese avión que cae queda ligado a esa marca.
Por otro lado, podemos ubicar algunos significantes en este sue-
ño que son significativos: despegar, darse vuelta, caer, y, boca abajo
–ahí está la boca. Es en el marco de este sueño que ella va a significar
a los vómitos como conjura, al decir: No voy a vomitar para asegu-
rarme de que él vuelva.
Inhibición, síntoma y angustia / 169
quiere decir que tocó el punto justo, que esa intervención tocó un
punto de goce que la frena –en términos de Patricia–, ya que ella
dice que cada vez que se frenaba repetía tres palabras que le había
dicho la analista, No te asustes. Recordemos que el freno es una de
las maneras en que Lacan define a la inhibición.
volver, en ese punto se verá cómo vuelve el último tramo del análisis,
ya que su depresión puerperal muestra que el hijo nacido, separado
de ella, no llega a funcionarle como tapón. Sí está claro que le fun-
ciona como tapón el embarazo, ella había podido dejar de vomitar
justamente el tiempo del embarazo de su hijo anterior.
Si bien ella retrocede, no retrocede al punto de partida, no vuel-
ve a la práctica de los vómitos, ella misma dijo que hay un antes y
un después, de modo que algo cambió definitivamente. Cuando
hay un acontecimiento no se puede volver al punto anterior, queda
esa marca y después el sujeto verá que hace con ella.
Tiempo cero:
178 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Tiempo uno:
Tiempo dos:
Con esta solución, que empieza con no querer comer la torta, los
problemas de alimentación se manifiestan por el lado del rechazo
de la incorporación, y junto con éste (siguiendo con la lógica de la
identificación primaria), del odio al padre, el rechazo al padre junto
con el rechazo a la incorporación. Es una solución que dura quince
años, que le da una gran estabilidad.
En este nuevo anudamiento encontramos la inhibición redo-
blando el registro imaginario.
El vómito se hace presente en el punto de falla que tiene toda
inhibición. Generalmente las inhibiciones van acompañadas de im-
pulsiones, en las cuales se manifestaría una acción que no tendría
valor de acto; como la inhibición tiene que frenar todo, la acción
pasa a la impulsión en lugar de ser un acto. Los vómitos son un
punto de falla de la inhibición, pero a la vez están al servicio de la
misma, permiten hacer como si no pasara nada, están en juego el
ocultamiento y el sostenimiento de (y en) una imagen –que es lo
propio de la inhibición.
180 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Nieves: Sí, con un goce que hace presente el interior del cuerpo,
a diferencia de la inhibición, que restablece el narcisismo, que cierra
el cuerpo por medio de la exterioridad de una imagen. En la angus-
tia irrumpe la ex-sistencia, la voracidad, el descontrol. El control, que
permite el sostenimiento de una imagen y que se haga como si nada
pasara, proviene del yo, de lo que se presenta como pura exterioridad;
mientras que la obesidad muestra que algo en el interior no anda. Ese
algo irrumpe en la imagen especular como un exceso, manifestación
de la angustia, pero al estar recortada en un objeto que da placer, un
placer autoerótico, cumple cierta función de anudamiento, no es la
angustia pura. La angustia pura se hace presente en el momento en
que confluyen la irrupción de la feminidad y el desmoronamiento del
padre, entonces ahí ella no puede continuar con el recurso a la comi-
da, es un punto de gran angustia que se resuelve con la inhibición,
que es una solución muy eficaz que dura quince años.
Pasamos ahora a un tercer tiempo, que es el momento de la de-
manda de análisis, a los treinta años. En esa demanda se pone en
juego por un lado lo que ella no puede controlar, por otro lado,
un deseo en relación con el trabajo que implica, no solamente la
actividad laboral en sí misma, sino también cierta circulación en
el plano del deseo en la que se va a poner en juego su feminidad.
Inhibición, síntoma y angustia / 181
Tiempo tres:
182 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
I. De la angustia a la inhibición
y además veo a mi señora más vital cuando estamos con él”. Se le pre-
gunta por esto y dice: “Ella es callada y cuando la veo disfrutar con el
nieto y la veo alegre, me emociono”.
Durante el primer tiempo de entrevistas, se lo escuchaba dando mu-
cha importancia a las manifestaciones relacionadas con los síntomas físi-
cos, alojando su preocupación, relataba sus consultas con los médicos, los
valores de los estudios, las llamadas a emergencias, las recetas, etc......
En relación a las exposiciones, comenta que por su trabajo viajaba
mucho, y que gracias a esos viajes pudo ir a España, y visitó la casa de
su abuela materna, sintiendo que había podido realizar un sueño que
tenía de chico que era cumplir con lo que él llama “la fantasía heroica”.
Le habían contado que a su abuela le habían sacado la casa y él siempre
pensó que iba a poder recuperarla; relata lo que significó ese viaje para él,
y aunque no la recuperó, poder estar ahí había sido muy importante.
Cuenta que vivió con sus padres, su abuela materna y una hermana
mayor, que en su casa se hablaba mucho y tiene buenos recuerdos de su
infancia, especialmente con su papá con quien siempre fue muy com-
pañero. Cuando mueren sus padres, su hermana se quedó en la casa, ya
que se había separado y él nunca le pidió la parte de la misma, hacién-
dose cargo de mantener los gastos.
nieto. Este lugar del nieto que emociona a una abuela se manifiesta
como la contratara de su angustia. Para decirlo más precisamente,
aquello que en la otra escena se correlaciona con la angustia, se ve-
rificará en el curso posterior del tratamiento como su propia posi-
ción de nieto que intenta emocionar a su abuela realizando la gran
hazaña, la fantasía heroica de recuperar la casa que la abuela había
perdido; de modo que ese nieto encarna algo de su propio narcisis-
mo infantil. Sigamos las vicisitudes de esta posición de R.
V. La insuficiencia en la virilidad
existió, esa vocación que no pudo ser, ese pobre viejo. Hay una cues-
tión que él dice al pasar –veremos si podemos ubicarla en el nudo–,
que los ritmos y los tiempos musicales le habían dado un orden a su vida.
Es interesante, porque la cuestión del orden está presente todo el
tiempo, hace a su modalidad obsesiva, pero no es lo mismo buscar un
orden con el mate y esperando, con el pensamiento, que este orden de
los ritmos y los tiempos musicales que toca la dimensión del cuerpo,
que no es puro pensamiento ni pura espera, sino que tiene que ver con
un hacer que involucra al cuerpo. Digamos que como modalidad de
tratamiento del goce, es un orden de otro orden el que R conseguía
con la música. Pero insisto, hay un punto de insuficiencia ahí, queda
como un enigma el punto en el que él deja caer su vocación y se dedica
por casualidad a otra cosa. Cuando él está hablando de esto recuerda
al padre y dice “pobre mi viejo”. Queda en conexión con un punto de
insuficiencia del padre, que queda ubicado como un compañero, ese
pobre padre que queda en continuidad con su propia insuficiencia.
También en ese punto llora, y está la cuestión de la pérdida del
padre, de la muerte del padre, y ese sentimiento de compasión por
él. Así como en su momento había estado ese sentimiento de com-
pasión por su abuela que había perdido la casa, ahora se trata de la
compasión por el padre, que esperaba otra cosa de él. También ahí
está el padre que se preocupaba porque él se dedicara a la música y él
que termina alejándose de la música.
X. Una reapropiación
XI. El nudo de R.
Gabriela: Sí, llamó y dijo que le habían pasado otras cosas, pero
venía de la misma manera, con mucha angustia y síntomas corpora-
les, y lo que dijo es: “La piedra que tengo es no haber podido tener un
hijo”. Se trata de algo que no ha podido resolver.
Lo que puedo agregar con respecto a la música es que él formaba
parte de un grupo y deja de tocar en el grupo por las peleas que ha-
bía, por las diferencias entre ellos. Lo mismo que le pasó en la feria.
el punto de angustia es eso que nunca existió, esa canción que nunca
existió, ahí hay un punto de angustia enigmático, a interrogar.
Nieves: Bueno, podría ser pero no lo es, porque según lo que había-
mos trabajado en las primeras clases, habíamos ubicado justamente a la
histeria como nominación de lo simbólico, donde justamente se con-
sigue armar un síntoma enhebrado con el amor al padre. En este caso
parece que lo que prevalece es la nominación de lo real, es la angustia.
Y esta dimensión invocante tiene una fuerte presencia, que no es la
presencia del superyó obsesivo, acá no se trata de esa voz que manda,
que ordena, sinoque se trata más bien de un vacío angustioso.
Nieves: Sí, es una pura voz, una canción que nunca existió es
eso, es una voz áfona, que nunca llegó a escucharse, a tener una
existencia.
Gabriela: No, era música sin letra. El tocaba la guitarra, era mú-
sica del norte. Al menos en el disco que él me trajo no había letra.
gunta qué está haciendo contesta: salvando vidas”. L. dice que siempre
quiso estudiar medicina porque lo veía tan fascinado al padre con su
carrera, pero que ahora tiene dudas.
Busca tests vocacionales por internet, habla con familiares y amigos
para que le sugieran alguna carrera y me pide un test de orientación vo-
cacional. Me abstengo y señalo su posición de demanda hacia los otros.
Dice: “Nunca quiero elegir nada por si acaso. Quiero estar segura de lo
que elijo, tener garantías, tener certezas del futuro. Me gusta tener todo
bajo control”. Señalo la coincidencia en el tiempo entre su decisión de
dejar medicina y la decisión del padre de separarse.
A la sesión siguiente se muestra angustiada por su noviazgo con Her-
nán y se pregunta cómo sería estar con otra persona. Tiene dudas, sueños
en los que su novio está con otra mujer. De él dice: “Siempre depende de
otros que le digan qué hacer. Yo lo ayudé a buscar trabajo, a rendir las
materias. Yo le cambié la vida. No estoy enamorada de Hernán pero él
me da seguridad. Es como tener el cariño asegurado”.
Comienza a estudiar psicología, ya que dice que ella suele escuchar
los problemas de los demás. Al poco tiempo deja porque no le va bien y
decide dedicarse al canto y al baile. Con respecto a esto, dice que encon-
tró su vocación, que cuando canta se olvida del mundo. Recuerda que
comenzó a cantar junto al padre mientras él tocaba la guitarra. Le pre-
ocupa lo económico, el futuro. Cree que su padre, aunque no se lo diga,
no está de acuerdo con su elección, ya que siempre le sugiere hacer una
carrera universitaria y seguir cantando como un hobby. L. dice que su
ideal es su profesora de canto, que es psicóloga (ejerce como tal) y canta.
Dice: “Ella hace todo y disfruta de todo”.
III. En el análisis.
el cual ella estaba sostenida. Esta caída del padre ideal va a tener efec-
tos tanto en el campo del amor como en el campo del estudio, de la
profesión, del trabajo. Ella dice que cayó su modelo de familia, que
su padre estaba muy idealizado hasta que se mandó esa flor de cagada,
etc. Es en ese punto que quedó atrapada en el sufrimiento materno,
no puede ver a la madre tan sola y tan sufrida, quedó atrapada.
En la vertiente de la crisis por vocación –que es el primer tema
que introduce Alejandra en su relato clínico– queda ubicada la po-
sición del padre ideal –este padre ginecólogo y obstetra– en una po-
sición en donde podemos claramente ubicar un goce con la muerte
en el campo sexual. Efectivamente, se trata de alguien que se dedica
a abordar el cuerpo femenino como médico, que está salvando vidas.
El salva a las mujeres de la muerte, no les hace el amor, de modo
que el goce con el cuerpo femenino en este hombre está puesto del
lado de la muerte. Ahí es donde se cristaliza la posición del padre
ideal. Hay una relación muy estrecha –que Lacan va a desplegar
en varias oportunidades– entre el padre ideal y el padre muerto. El
padre ideal es un padre muerto, es un padre que está muerto en su
deseo como hombre. Es una versión de un padre que en verdad no
desea como un hombre, y que en este caso se evidencia cuando se le
pregunta que está haciendo y él contesta que está salvando vidas.
Por otro lado para él la profesión era todo, no había un lugar ahí
para una mujer que no fuera una paciente a la que había que salvarle
la vida. Esta versión del padre ideal cae con la decisión del padre
de separarse. Parece que su vida no terminaba en la profesión, hay
otras cosas que lo llevan a separarse, y ahí es donde L., que estaba
identificada con el padre en ese punto, y que estaba estudiando para
ser médica como el padre, entra en la crisis de vocación.
que su primera vez fue a los veinticinco años con este padre, que fue
su único hombre, que ella no sabe cómo desenvolverse en el amor y
que tampoco lo quiere saber, ya que es probable que se quede para
siempre sola con sus hijos.
Se trata de un temor al sexo, de un temor a la feminidad, y el
consecuente refugio en la maternidad: se va a quedar sola con los
hijos, lo cual implica que los hijos también se tienen que quedar
solos con ella, para acompañarla; y ahí está el punto del miedo en
su ligazón con una angustia sexual. Podemos decir que finalmente
el miedo es un miedo a la madre, un miedo a la madre y al descuido
materno, porque lo que va a surgir, cuando se queda a dormir Emi-
lia en la casa –que es una amiga de la madre, porque la madre se fue
de viaje– es que L. no tiene miedo, y ahí lo que surge es un contraste
entre Emilia, que es una mujer independiente, que se diferencia
de la madre que es insegura, que es débil y que la descuida. Ahí se
ubica ese punto paradojal del estrago materno, donde la sobrepro-
tección va de la mano del descuido; Siempre sentí de ella como una
sobreprotección rara, como un doble mensaje. Me siento descuidada
por mi mamá. Finalmente, el miedo de L. es un miedo a la madre, a
ese descuido materno, a esa imposibilidad de la madre de hacer de
Otro, y a esa victimización de la madre.
Frente a la caída del padre ideal surge un punto de identificación
con la madre, entonces ella está temerosa como la madre, está en un
estado de alerta, esperando lo peor, esperando la catástrofe –como
la madre en la escena del tren. Y es interesante cómo en el decir de
L. surge un contrapunto ahí entre esa identificación con la madre
–ese estado de alerta, de espera– en el momento mismo del canto,
cuando justamente habíamos ubicado el canto como el encuentro
con el padre en otro registro. Justamente, lo que dice L. es que la
profesora de canto le dice que no cierra los ojos al cantar, es decir
que no se entrega a ese goce, que está alerta, como esperando algo.
Y ahí se ubica ese miedo a que entre alguien, es como estar siempre
a la espera de que entre alguien. Podemos poner en relación ese
miedo con un miedo sexual materno a ser penetrada.
220 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Ahí surge ese sueño de angustia en el que ella está con su her-
manito menor: Yo lo agarraba, él se me iba, nos pisa un camión, me
desperté cuando vi cómo se nos venía la rueda encima. Me sentí cul-
pable. El hermano encarna algo que se le sale del control –porque
ella lo agarra y él se le escapa–, encarna esa pérdida de control, que
es lo que define la desestabilización de su estructura, el desencade-
namiento de su neurosis, que la lleva a la consulta. Esa pérdida de
control que ella vive como ser pisada por un camión, ser aplastada
–podríamos decir así– por la angustia materna, ya que el camión, el
tren, están ahí. Se trata de ser arrasada por el Otro, lo que además
queda en relación con la muerte del abuelo, que supongo debe ser
el abuelo materno, ¿no?
Alejandra: Sí.
XI. El nudo de L.
Ahora vamos a ubicar los tres tiempos que distinguí recién para
ustedes.
El primer tiempo, que es el tiempo del arreglo neurótico pre-
vio al desencadenamiento de la neurosis. Ese tiempo en el cual L.
estaba sostenida en el padre ideal, en el padre muerto, cuando ella
estudiaba medicina como el padre, donde se jugaba una identifica-
ción con el padre en esta vía, y donde había una ajenidad absoluta
respecto de lo femenino, que estaba en un estado de mortificación.
En este primer tiempo lo que yo ubicaría es un síntoma, entre sim-
bólico e imaginario.
Nieves: Sí, éste más bien parece ser un momento de cierto impasse
en el despliegue de esa pregunta por lo femenino, hay que ver qué
nuevas vías toma esa pregunta. Esa repetición fue una primera vía de
interrogación de lo femenino. Yo creo que esta escritura va más allá
del síntoma de ser la amante de un hombre infiel, porque es la escri-
tura de la interrogación de lo femenino en tanto tal, del despliegue
de la pregunta histérica, que no es lo mismo que la pregunta histérica
Inhibición, síntoma y angustia / 229
Nieves: Claro. Pero es difícil que una mujer se pregunte por lo fe-
menino cuando no le está pasando algo con un hombre, por eso digo
que éste debe ser un momento de impasse, necesario quizás, para poder
pasar a otra manera, o a otro orden del despliegue de esta pregunta.
1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. Barcelona, 1985.
Pág. 254.
230 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
están vaciados de goce. Pero lo que queda especialmente por fuera del
abordaje médico es el goce sexual, es lo que impacta en la profesión
del padre y en la respuesta de que está salvando vidas. El canto, por
el contrario, es un goce del cuerpo viviente, el goce con la voz, es el
cuerpo que respira, y además, lo interesante también es que es un goce
del cuerpo que no va por el lado de la enfermedad, no es el cuerpo fe-
menino enfermo que va al ginecólogo, sino que es otra dimensión, es
la dimensión de un goce que se articula con un deseo, y donde lo que
circula por el cuerpo en el canto es un deseo que no tiene nada que ver
con las vías anatómicas, con las vías que mortifican el cuerpo.
Y en ese sentido es interesante la referencia a su profesora de can-
to, que queda ubicada como alguien que la guía en el deseo, queda
en la misma vía que la analista diciéndole que no se entrega al goce
del canto, que no cierra los ojos, que está alerta ahí a ver qué pasa,
como la madre. Y también esta cuestión de que es psicóloga, también
podría ser una analista, hay algo de la transferencia ahí que es intere-
sante, y que toca una versión de lo femenino que no es la materna,
ya que se trata de alguien que le dice: ¡No tengas miedo!, Cerrá los ojos,
que no te va a pasar nada, entregate a ese goce, al goce del deseo... Se trata
de un reverso del ¡Cuidate! materno. Y Luz ubica ahí el disfrute en
relación a esta profesora de canto, que disfruta.
Nieves: Por eso digo que es interesante ese punto, porque ella ahí
realmente elige la vocación, si bien no sé si uno elige la vocación o
la vocación lo elige a uno, porque la vocación es un llamado, es una
voz. Digamos que L. se encuentra con esa vocación, y ahí es inte-
resante como, por más que ella supone que el padre esperaría otra
cosa, de modo que está la versión del padre ideal, ella igual quiere
dedicarse profesionalmente al canto, no se engancha con esto de
tomarlo como hobbie.
232 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Nieves: Pero siempre el deseo tiene que ver con el deseo del Otro,
antes se enfatizaba su deseo respecto de lo que el padre quisiera para
ella –que no es el deseo del padre, sino el padre ideal–, que quisiera
que ella estudiara algo que le asegurara el futuro económico y que
tuviera el canto como hobbie. El canto está en relación, no con el
padre ideal, sino con el deseo del padre, porque surge en relación
con el gusto del padre por tocar la guitarra. Por eso ubicamos el
canto como un síntoma que anuda simbólico y real y no simbólico
e imaginario.
Inhibición, síntoma y angustia / 233
hablaban de sus tíos, de las regatas, de los premios y las medallas. Dice
que hasta su mamá veía las regatas, los videos, las fotos.
A los seis años comenzó con “fobia o pánico” a las verduras y frutas.
Esto es, que le producen una sensación de rechazo, ganas de vomitar y
arcadas.
Manifiesta con preocupación que sus tíos, los remeros exitosos, tienen
que comer bien, y él ha comenzado a entrenar y siente que su rendi-
miento está disminuyendo por esta causa.
Esta preocupación que trae en relación con la comida, en serie con
el discurso familiar, pronto se va a ir diluyendo, dando lugar a otras
cuestiones. Mi posición apuntaba a interrogar su propia subjetividad.
Para mi sorpresa comienza a hablar de que en su familia “le hin-
chan las pelotas”, que hay mucha presión, ya no es solamente prepararse
para competir sino que hay que dar más, hay que ganar, dar más de lo
que se puede. Y él siente que es diferente.
Se señala esto dicho por él, tratando de alojar este lugar de “dife-
rente”.
Cuenta que en una oportunidad en que habían viajado a Mendoza
con R, el mayor de sus tíos maternos, éste se enojó porque no comía ver-
duras, manifiesta que eso a él lo enojó mucho, ya que esperaba que su
tío lo quisiera por lo que es, y no por lo que él quiere que sea. Dice que
este episodio fue muy fuerte para él porque su tío era como un segundo
papá y a partir de esto todo comenzó a ser diferente.
Comenta que el entrenamiento lo hace en un club en el que se inscribió
para tal efecto, aquí se siente discriminado por sus compañeros, lo llaman
negro de m…. Cabe aclarar que Tomás tiene el cabello de color oscuro
como su padre, a diferencia de la mamá que es rubia y de tez blanca.
Comienza a traer sueños, en uno de ellos la casa se empieza a llenar
de agua y un hombre todo negro lo está mirando. Corre a agarrarlo pero
se le escapa. El está adelante y su familia atrás, y el negro todo el tiempo
lo está mirando, cada vez que lo ve le da miedo y bronca.
En otro sueño él veía dibujos en la pared, los veía y le dolía la cabeza.
El dibujo consistía en un solo ojo, como si estuviera tallado en la pared.
Interrogo acerca de este sueño y dice que a él lo observan cuando
Inhibición, síntoma y angustia / 237
Este padre, descripto como un padre que “no da bola”, que “pone
cara de culo”, que no dice lo que le pasa, que es muy calentón y con
el cual Tomás se identifica.
Tomás hasta los seis años nace y vive dentro de una familia en la
cual lo que se espera de él es que sea como los tíos maternos. El está
ahí como un proyecto en relación con un ideal, en una familia que
se vive como prolongación de la familia materna, y que se entronca
en el ideal del padre. No parece que hasta los seis años nada haga
síntoma respecto de este arreglo, que nada desequilibre ese lugar al
que él vino en el deseo del padre, en relación con un ideal –por eso
ubicamos ahí la duplicación del registro imaginario. El es un puro
proyecto, y está a la espera de ser como los tíos.
Y bien, ¿cuándo se produce el corte? Cuando Tomás puede em-
pezar a hacer algo en esa vía, cuando puede embarcarse. En el mo-
mento de embarcarse, de empezar a navegar con los tíos, a los seis
años, pasamos de la inhibición al síntoma.
248 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
esas significaciones que van a dar cuenta de los impasses del edipo
de Tomás. Habíamos dicho que en el síntoma 1 se trataba del lugar
de él como hijo, si iba o no a responder al ideal del padre; en este
síntoma 2, en cambio, lo que se interroga es lo que es la mujer para
un hombre, entonces él ahí está como hombre, ya está en el tercer
tiempo del edipo, con la cuestión de obtener el título de virilidad de
este padre. Efectivamente, en este síntoma 2 de lo que se trata es de
interrogar a este padre como hombre, para plantear una pregunta
acerca de lo femenino. Tomás aquí pasa a otra cosa, ya no está más
en la cuestión de si lo quiere o no lo quiere el entrenador, el papá o
el tío, sino en esta problemática propiamente viril.
I. Primer período
a. La urgencia subjetiva
b. De marica a puto
Voy a ubicar un primer momento del nudo, que llega hasta los
siete años. Según sus palabras, era un marica sobreprotegido por su
madre, débil, encerrado en el monoblock, durmiendo con su madre,
afuera los chicos, adentro él –encerrado con la madre. Afuera los chicos
divirtiéndose, él adentro, él como objeto de burla de los chicos “todo
vestidito de scout”. Es un efecto del estrago materno en un varón, que
queda arrasado por la presencia materna. Como correlato de esta
posición de entrega al deseo materno podemos ubicar la vergüenza
que le provocaba el padre.
De todos modos se mantiene cierta homeostasis hasta la escena
de los siete años, todavía no hay neurosis propiamente dicha, ni
siquiera neurosis infantil, ya que está funcionando una inhibición,
que es el recurso propio de la neurosis obsesiva, y esta inhibición
Inhibición, síntoma y angustia / 263
IV. La herida
V. De mendigo a millonario.
IX. El análisis
En este segundo período del tratamiento se abre otra vía, más pro-
piamente analítica, ya que esta segunda urgencia abre a algo nuevo.
Alejandro comienza preguntándose por el tapón, y surge la referencia
a la mirada de una mujer, que antes no estaba en juego. Antes eran los
otros varones quienes le confirmaban su posición sexuada, mientras
que ahora surge la referencia a la mirada de una mujer, y en ese senti-
do no es casual que vaya a buscar a una analista que también es mujer.
Lo nuevo que surge es el recurso a una mirada femenina.
I. Enfriar lo femenino
1 Lacan, J. El Seminario. Libro III. Las psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1984.
Pág. 257.
286 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Respecto del segundo sueño, está la cuestión de que esa mujer que
se descubre la cara era blanquita de ojos claros y se acercaba desinte-
resadamente para volver a su casa. Teniendo en cuenta la blancura y
la claridad de la piel de Marcela, no podemos menos que ubicar en
esa figura a la analista. Y es interesante esto de volver a su casa, ya que
Luciano se va de su casa echado por el padre, pero en una posición
subjetiva de oposición a la mujer del padre, en ese enfrentamiento
con lo femenino en el que se encontraba. Ahora se trata de poder
volver, a través de la transferencia, de la dimensión del amor abierta
en la relación con una mujer. Así como salió de su casa por enfrentar-
se con una mujer, es también por una mujer que puede volver. Una
mujer le permite volver. Se trata de volver para poder salir sin ser
echado de ahí, para salir por sus propios medios. ¿Por qué digo esto?
Porque justamente en el sueño siguiente está la figura de la mujer del
padre, pero por fuera de la dimensión de la pelea.
Hay una doble vertiente del enojo de Luciano con el padre. Por
un lado, estaba ese enojo por la modalidad de exclusividad que ha-
bía tomado la relación del padre con esta mujer: “Eligió a su mujer
en lugar de a sus hijos”, “… se amolda a la mujer con la que esté”, y que
“salvo la segunda esposa las otras eran bastante locas” –nuevamente la
cuestión de la locura femenina como inquietante. Es ahí que se abre
la otra vertiente, en la que no se juega ya este punto infantil por el
Inhibición, síntoma y angustia / 293
que el padre elige a una mujer en lugar de a él, sino que se trata de
una falta del padre, que consiste en querer borrar todo rastro de la
madre, en querer borrar esa historia.
Ambas vertientes confluyen en esa frase del padre, que en una
pelea le dice: “Ojalá que mi mujer fuese tu madre”. Allí opera la in-
tervención de la analista, que le pregunta si es posible borrar toda la
historia –como pretende el padre–, y ahí surge este recuerdo de jugar
a las cosquillas con la madre. Se trata de un recuerdo que trae el
cuerpo y que trae la dimensión del goce corporal en la cosquilla. Si
recuerdan, Freud definía justamente a la cosquilla como un sustitu-
to, vía represión, del acto sexual, como un desplazamiento del goce
erótico. De modo que en este recuerdo podemos ubicar el núcleo
del edipo, de ese goce que puede obtener un niño con su madre,
un goce desplazado, ciertamente, a un lugar que no va a ser la zona
genital. Las cosquillas se revelan como un equivalente erótico del
encuentro sexual con la madre. Y la intervención de la analista es
“No todo se ha borrado”.
Un primer efecto de este trabajo analítico es que la cuestión de
la frialdad sale de la zona laboral –ya no le ocurre en el trabajo– y
queda centrada en el punto de que se trata, que es la relación con
las mujeres. De modo que el análisis opera un desplazamiento de la
frialdad. Luciano queda freezado ante el reclamo de las mujeres, es
la posición del obsesivo ante el deseo femenino: queda freezado, in-
hibido. En esa inhibición se opera la degradación del deseo a la de-
manda, de modo que las mujeres para el obsesivo son personas que
reclaman, y en la medida que son personas que reclaman para el ob-
sesivo, terminan siendo personas que reclaman obviamente (risas),
el asunto queda sin salida. Luciano se sorprende de lo rápido que las
mujeres enloquecen de amor –nuevamente la cuestión de la locura
de amor–, sin que él reconozca ninguna participación en ello.
Entonces, la frialdad como la respuesta a la locura amorosa fe-
menina. La inhibición, el enfriamiento como la detención de ese
movimiento del deseo femenino que aparece como un sin límite y
que además, en este caso singular, en relación con este trauma del
294 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Nieves: Claro. No lo digo por vos, pero… (risas) Por otro lado,
podemos decir claramente que es una versión médica de lo femeni-
no. Una versión médica, una versión del padre.
A continuación se despliega cierto aspecto de la posición obse-
siva desplegado por Lacan en distintas oportunidades, cuando re-
laciona la posición del obsesivo con el desarrollo hegeliano de la
dialéctica del amo y del esclavo. El obsesivo es el esclavo que está
esperando la muerte del amo, y Luciano está esperando la muerte:
las cosas tienen un final, no hace nada más que esperar a que culminen:
está esperando el final.
También se hace presente esa mujer que engaña, la única de la
que él se enamoró, que lo engañó. Encontramos allí una aproxima-
ción a la versión que da el padre de la madre, “con todo lo que hizo
esta mujer”, una versión maligna de lo femenino.
Entonces sobreviene el desdoblamiento de la mujer, propio de
la degradación de la vida amorosa en el hombre. Luciano empieza
a salir con dos mujeres, poniéndose de relieve el contrapunto entre
la mujer fría e independiente y su contrario, la mujer demandante y
Inhibición, síntoma y angustia / 295
frente a su casa con los amigos, lo que asocia con el suicidio de la madre.
Así como el padre quería borrar la existencia de esa madre, él a su vez
quiere quemar, hacer desaparecer esa figura, obedeciendo al mandato
superyoico paterno. Destruir a la madre es destruir también lo feme-
nino. Si hay algo a lo que se dedica concienzudamente el obsesivo es a
destruir el deseo femenino, por eso quiere que la mujer sea una madre,
que se amolde a situarse respecto de él en el plano de la demanda.
del padre ideal, que verifica esta caída de esta identificación. Por
otro lado, como dije varias veces, en este sueño se verifica que la mu-
jer no está ya en el lugar del rival. Esta figura femenina condensa a la
madre, a la mujer del padre y a la analista –que es blanca y pálida.
También es interesante el desplazamiento de la mirada. Antes la
que aparecía sin rostro era la mujer y ahora es el padre el que aparece
sin rostro, en el lugar del rostro hay pajas de escoba. En el punto de
caída de la imagen del padre ideal se hace presente la mirada.
Ahora Luciano puede reprocharse el sometimiento al padre. Se
reprocha no haber ido al velatorio de la madre ni a su tumba, haber
acompañado a la hermana hasta el cementerio pero no haber entrado
para evitar conflictos con el padre. En este momento surge un inte-
rés por la madre, una recuperación de recuerdos con la madre. Este
interés por la madre lo lleva directamente a un interés nuevo por las
mujeres, que se pone en juego claramente en la transferencia, y la
posibilidad del encuentro con el padre desde otro lugar. Comienza
a frecuentar al padre, y eso de volver a casa –que estaba en el sueño–
empieza a pasar. No se hablaba con el padre desde hacía dos años,
ahora empieza a frecuentarlo, sin la sensación de incomodidad que
tenía antes, compartiendo con él comentarios que hacen a la profe-
sión, de modo que puede encontrarse con su padre desde otro lugar,
como par del padre, ya no desde la posición de hijo que reclama.
Esta nueva posición subjetiva abre a otro abordaje de lo femeni-
no. Luciano le dice a la analista: “Antes no me interesaba mucho por
nadie, estaba un rato y listo, ¿no me habrás descongelado mucho?”. De
modo que el interés por la madre lo lleva a un nuevo interés por las
mujeres. La operación del análisis es una operación de descongela-
miento, que perturba la defensa de la inhibición –habíamos definido
al congelamiento como inhibición–, y un efecto de historización
que se produce en el marco de la transferencia. Cuando Luciano
dice: “¿No me habrás descongelado mucho?”, ya podemos definir al
significante frialdad como un síntoma analítico.
298 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
Nieves: Sí, el real está suelto, pero los otros dos sí están anudados
borromeanamente por la inhibición. No es una estructura obsesiva
en la que se logre el encierro completo en un caparazón, ya que está
la mirada ahí. El sujeto se mantiene a distancia, pero hay ciertos
momentos de emergencia de la mirada. Por eso, si bien en la mayo-
ría de los casos de neurosis obsesiva ubico el lapsus estructural entre
imaginario y simbólico, en este caso lo sitúo entre imaginario y real,
ya que el suicidio de la madre acontece en un momento de constitu-
ción del sujeto, de modo que tiene que vérselas con este real.
Hay algo de ese real que no queda tratado por la defensa de la
inhibición, y que tiene momentos de emergencia, momentos en los
que el sujeto se encuentra con eso. Pero no me parece que haya un
cambio –es mi hipótesis– en la defensa o en el anudamiento del
sujeto, sino que ya tempranamente él recurre a la inhibición –que
es el mismo mecanismo con el que llega al análisis–, y no ha habido
un cambio en eso.
No ha habido un pasaje –como ocurre en otros casos– de la
angustia a la inhibición, o de la inhibición al síntoma, sino que
siempre estuvo sostenido en el enfriamiento, en la anulación y de-
más. Pero a su vez esa defensa siempre fue fallida, de modo que
hay puntos de encuentro con esa angustia, por ejemplo, en esos
momentos de la infancia en los que necesitó recurrir al padre, y
también ahora, que en vez de recurrir al padre, recurre a la analista
–porque además está peleado con el padre. Pero no me parece que
haya un cambio en el anudamiento, sino que hay un encuentro con
esto que quedaba suelto, con esto que su defensa no lograba domes-
ticar, por decirlo de algún modo.
El cambio en el anudamiento lo ubicaría recién como efecto de
la entrada en análisis, con la histerización.
Inhibición, síntoma y angustia / 301
I. La prehistoria
II. El análisis
III. La debilidad-dependencia
esa situación. Agrega: “Me dieron todo y eso no ayuda, no quiero viajar
para separarme porque vuelvo y es lo mismo, o me llevo los problemas”.
Ante una supervisión tomo la vía de ir en contra de su inconsciente,
que toma la vertiente de “ser igual” a su madre, decirle que no a eso; y,
por otro lado, empezar a construir el tener del padre, que pueda servirse
del padre real.
V. Imagen descompuesta.
Estos dos serían los dos lapsus del nudo, en ellos lo imaginario
pasa por encima de lo simbólico, y debería pasar por debajo para
que el nudo sea borromeo. Gonzalo consulta debido a una separa-
ción (ha cortado con su ex novia), y por otro lado trae su dificultad
para sostener un cargo jerárquico. De modo que ya en su demanda
inicial se conjugan dos cuestiones que hacen a su dificultad con la
virilidad, una no tan directamente –la del corte con la novia– pero
que pone en juego su posición sexuada. Y luego está esta dificultad
para hacerse cargo de un lugar de jefatura, de un lugar de superio-
ridad sobre otros. Está detenido, está inhibido. Y también está ya
planteada desde el inicio su dificultad para decir no, para el corte,
en relación por ejemplo, con este plan familiar de que él trabaje en
un lugar propuesto por el padre.
Es interesante que Gonzalo se dedica a lo alimentario, y tiene
síntomas gatrointestinales. En efecto, el cuerpo en su dimensión
oral tiene una presencia fundamental en la vida de Gonzalo. Se trata
de la dimensión tubular del cuerpo, en el cual está fundamental-
mente reforzado el agujero de la boca. Después vamos a ver que
también está, además del objeto oral en juego, el objeto voz –que
también está en relación con la boca. De modo que los objetos a
con los que tiene que vérselas Gonzalo justamente remiten a este
318 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
V. El falo muerto
Respecto de este lugar de falo muerto (pero falo al fin, diría yo),
me parece que podemos ubicar un primer tiempo, en el que todavía
no podemos hablar de neurosis en Gonzalo. Este primer tiempo va
desde su primera infancia hasta la adolescencia quizás, que es cuan-
do comienzan los síntomas gastrointestinales, cuando algo empieza
a fallar en el cuerpo.
En ese primer tiempo, al estar él allí como falo muerto de la ma-
dre, está de alguna manera completándola, en continuidad con ella.
De modo que la operación que está en juego allí es la inhibición, la
duplicación del registro imaginario, donde él opera una duplicación
del cuerpo materno (o el cuerpo materno opera una duplicación del
suyo). En esta duplicación de lo imaginario se trata de la continui-
dad entre su cuerpo y el cuerpo materno, que opera una inhibición
de su posición viril, ya que es en la medida que él está tomado por la
madre, que no puede salir con sus amigos ni invitar chicas.
Esta duplicación del real repara estos dos puntos –entre imagi-
nario y real, que son los dos puntos de lapsus del nudo–, pasa por
arriba del imaginario –en lugar de pasar por debajo–, por abajo del
simbólico, y nuevamente por arriba del imaginario. Es una duplica-
ción del registro real que también está reparando la falla o el lapsus
inicial del nudo, pero ya del lado de la angustia y no de la inhibi-
ción. Acá ubicamos la descompostura, que hace presente el interior
del cuerpo, que ex-site, pasa a sostenerse afuera, irrumpe sobre lo
imaginario desarmándolo. En ese momento en el que ya no puede
quedar en una continuidad absoluta con la madre, perdiéndose la
dimensión de duplicación imaginaria, especular, con ella.
Luego viene el tiempo del análisis, en el que a partir del lapsus
comienza a abrirse una vertiente de historización, y también una
fuerte producción onírica.
del Otro, se pregunta qué es lo que quiere más allá de lo que los
otros quieren de él. Hay un momento ahí, en este intento de salir de
esa posición de responder a la demanda del Otro –que finalmente
es Otro materno–, que es la descompostura que él tiene cuando se
niega a ser el salvador de la madre, ya que si bien es el padre el que
está con problemas económicos y le propone hacerse cargo de un
negocio, es la madre quien no quiere resignar su bienestar. En ese
momento Gonzalo puede decir que no, pero se descompone.
Quiero que retengan –porque luego lo escribiremos en el nudo–
que en este momento se abre la dimensión del inconsciente, se pone
en juego la función paterna, de modo que hay un recurso al registro
de lo simbólico, y en ese punto se produce un agravamiento sinto-
mático, en el que también insisten las descomposturas. De modo
que en este primer tiempo algo queda desanudado.
La descompostura insiste en el punto en que el sujeto quiere salir
del lugar de falo de la madre, de salvarla a la madre, de tapar la an-
gustia materna. Antes era la angustia ante el hijo muerto, ahora es la
angustia ante los problemas económicos, y cuando él quiere correrse
de ese lugar se descompone, algo de esto sigue presente.
Es en este punto que Gonzalo señala la necesidad de construir
una pared como el hermano, podríamos decir una pared medianera,
alguna mediación entre él y el cuerpo materno. Insiste el recuerdo
del cuerpo materno, las quejas gastrointestinales, la úlcera de la ma-
dre y demás. Y también viene ese recuerdo de cómo lo afecta una
pelea entre los padres en la que él queda tomado, afectado, por lo
que está afectando a su madre, queda en continuidad con la madre.
Allí la analista toma la orientación de ir en contra de esa vertiente del
inconciente que quiere sujetarlo a la identificación con la madre.
La respuesta del inconsciente son tres sueños. El sueño en el
que está con su familia y la novia está en otro lugar. Otro sueño en
el que él va a un lugar donde trabajó con la ex novia, y finalmente
otro sueño en el que se hace presente el padre de la ex novia –que es
un padre de mucha presencia, intimidante. Ahí hay una interven-
ción de la analista que señala dos cuestiones: por un lado, su novia
Inhibición, síntoma y angustia / 325
El simbólico pasa por debajo del real, pero también por debajo del
imaginario. ¿Por qué pasa por abajo del imaginario? Porque si bien
está operando lo simbólico, está operando la función paterna en la di-
rección de la cura –por eso situamos una duplicación de lo simbólico
en el nudo que tiene efectos sobre lo real–, falta la creencia. Hay un
punto de increencia del sujeto en todo eso que se está desplegando,
que se juega entre imaginario y simbólico, ya que el fenómeno de la
creencia consiste en un acto simbólico que habilita un imaginario.
Aquí el imaginario queda suelto, por eso hay un agravamiento sinto-
326 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
nene o ser un gay, que es la otra vía que se abre con el sueño de la
bata rosa. En efecto, cualquier sujeto que queda en el lugar de falo
de la madre, necesariamente lo hace a costa de su virilidad, por eso
es el lugar privilegiado para el gay.
Se trata allí de un rechazo de la vía paterna, por eso el recurso a
la homeopatía y a la filosofía oriental, ya que, si bien en el incons-
ciente aparece el padre diciendo basta, él se reafirma en su igualdad
con su madre, en que el padre en realidad hace todo para que esté
cómodo, de modo que no le cree a lo que dice el inconsciente, a ese
inconsciente que ahora está tocado por la intervención analítica, y
que ya no dice lo mismo que antes. Hay un rechazo de esa vía, y la
analista le dice: “Bueno, está bien, pero en el sueño es un padre el que
dice basta, y además es una cocina que no es la materna”. Él se pone
contento, pero cómo creer en esto –dice–, ahí está el punto de in-
creencia que deja suelto el imaginario.
A través de la respiración y la filosofía oriental, Gonzalo intenta
conectarse con su cuerpo y no con el de la madre. En ese momento
entra en función un no separador, en la medida que él se puede se-
parar del plano familiar surge C, que va a estar en un lugar de padre
en el ámbito de su profesión, habilitándolo a sostener su posición
viril, en el trabajo y con la novia; incluso la novia se descompone y él
puede sostenerla ella, en lo que se verifica un cambio de posición.
En ese momento trae tres nuevos sueños: en el primero está co-
cinando con la abuela materna y le dice no, se trata allí de un no
a una figura materna; después está el sueño de la serpiente que lo
sigue y un hombre le corta la cola; y a continuación viene el sueño
–que lo avergüenza– del cuerpo sangrando, en el que cuando él sale
del baño cesa el sangrado, aparece C, y después están en la cocina y
llegan las comandas.
La analista señala este corte que hace un hombre. En efecto, po-
dríamos decir que la serpiente que lo persigue es el falo materno, es
ese lugar de falo muerto de la madre, y hay un hombre que opera allí
un corte. Cando le corta la cola le sangra el cuerpo, de modo que el
síntoma empieza a tomar cierto valor metafórico: le cortan la cola a
328 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO
sujeto, “Lo que es conocido que no puedo, pero ahora me importa nada,
puedo hacerlo aunque no tenga el libro”. Ahí hay un corte de sesión.
PRESENTACIÓN
VII. LA INHIBICIÓN
CONTROL DE VUELO
I. El caso. / II. La lógica de la inhibición. / III. El cese de los vómitos. /
IV. La vía de la angustia. / V. Vicisitudes del objeto. / VI. El fantasma de
seducción histérico. / VII. El nudo de Patricia.