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Universidad del Istmo

Dispara yo ya estoy
muerto
Julia Navarro

Maria Gabriela Alvarez Zamora


10-9-2019
La novela “Dispara yo ya estoy muerto” describe por medio de una historia, como fueron las
relaciones de los judíos y árabes en el siglo XIX y XX. Me gustaría centrar mi análisis en los
judíos, ya que cuando se piensa en judíos, lo primera que llega a la mente es la Segunda Guerra
Mundial y el Holocausto, pero esta historia cuenta los diversos acontecimientos y lugares en los
que los judíos fueron despreciados.

La historia tiene como protagonista a Samuel, un niño judío que vivía en Rusia con su familia. Él
acompaña a su papá en un viaje a París a comprar telas, que era el negocio del papá. Al regresar
del viaje, se encuentran con que hubo una masacre contra la comunidad judía en la cual su familia
muere, por lo tanto quedan vivos sólo él y su papá. A raíz de esto deciden irse a vivir a San
Petersburgo, allí viven bien, Samuel crece y empieza a formarse rodeado de las primeras ideas de
la revolución. Un dato que yo no conocía era que durante este tiempo los judíos también fueron
perseguidos, ya que varios de ellos formaron parte de los primeros grupos clandestinos que
buscaban derrocar al Zar. Samuel fue parte de estos grupos y como consecuencia tomaron
prisionero a su papá y lo mataron por su culpa, a partir de esto Samuel tiene que huir para no ser
encarcelado. Dentro de los judíos siempre se decían “el próximo año a Jerusalén”, y su papá
siempre se lo decía, por lo que al verse en esa situación decide que quiere ir a Jerusalén en nombre
de su papá.

Al llegar a Jerusalén, Samuel decide comprar un pedazo de tierra para trabajarla y poder vivir en
ella. Desde el inicio empiezan los problemas ya que esa tierra era de un señor, pero en ella vivía
y trabajaba una familia de árabes que creyeron que Samuel los echaría del lugar. Esto es el conflicto
que tenían las mayoría de árabes con los judíos. Como los judíos estaban siendo discriminados en
varias partes del mundo, creían que lo mejor era regresar a la tierra que ellos decían ser suya “la
Tierra prometida”, pero que ahora estaba poblada por árabes. Los judíos no llegaban a quitar nada,
ellos legalmente compraban la tierra y la trabajaban como humildes agricultores, pero a los árabes
les parecía que todos los judíos estaban llegando a Jerusalén a querer invadirlo y a quitarles la
tierra que ahora ellos consideraban como su hogar. Por lo tanto, también aquí eran mal vistos.

La historia sigue narrando la vida de Samuel hasta llegar a su generación que vive en la actualidad,
pero yo quería quedarme aquí porque como mencionaba al principio, yo creía que los judíos habían
empezado a ser despreciados cuando Hitler decidió que la aria era la mejor, pero con este libro
pude conocer que realmente han sido perseguidos y tratados mal, por el simple hecho de ser judíos,
desde siempre. Por alguna razón el hombre tiende a hacer de menos a alguien cuando es diferente,
lo vemos en el maltrato a los judíos, en la esclavitud de los negros, en los grupos indígenas de
Guatemala, entre muchos otros más. Pero lo importante es considerar el porque de esta situación,
¿por qué tratamos mal a alguien por el simple hecho de que no es como yo?, ¿por qué tachamos
de raro a alguien que hace cosas, no malas, pero que simplemente no son las que “todos” hacemos?,
¿por qué si alguien se viste de manera diferente le hago cara de rara y comento con mi compañera
que qué onda con su outfit? A mi parecer, las personas hacemos de menos a los demás por el simple
hecho de que no reconocemos la dignidad que cada uno tiene, las personas no valemos por nuestro
color de piel, por la ropa que llevamos puesta, por el lugar donde vivimos, el idioma que hablamos
o por el modelo de smartphone que tengamos; no, valemos por el simple de hecho de ser personas
y como somos personas, tenemos dignidad. Existen dos tipos de dignidad, una que permanece,
siempre siempre siempre y que nadie nos puede quitar (la dignidad ontológica), y después está la
dignidad moral que es la que depende de nuestros actos. Lo importante a considerar es que la
dignidad ontológica es intrínseca del ser humano, no porque yo le caiga mal a alguien tengo menos
dignidad, o porque mi ropa la compre en la Megapaca, valgo menos, todos valemos por igual. Pero
para que todos pensamos así, tengo que empezar a hacerlo yo, a dejar de juzgar a la gente sin
conocerla a tacharla de rara solo porque es chava y tiene pelo de hombre o porque es evangélica o
porque dice que el aborto esta bien. Las personas tienen sus ideas y criterios, pero no por eso tengo
que pensar que como yo estoy bien tengo que hacerlas de menos en mi cabeza y pensar que yo soy
lo mejor. Aprender a distinguir el error de la persona y dejar de hacer de menos a los demás, por
temas como estos, porque si yo conozco la verdad no es motivo para sentirme mejor si no para
agradecer y para compartirlo.

La novela no se trata de esto, pero fue la enseñanza que a mi me dejo: nadie es mejor que nadie,
por lo tanto no tengo que hacer de menos en mi cabeza a los demás, ni creerme más que nadie
porque lo que ellos piensen este mal.

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