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ÔÇ HACIA UNA PSICOLOG+ìA DE LA SALUDÔÇ ÔÇØ
ÔÇ HACIA UNA PSICOLOG+ìA DE LA SALUDÔÇ ÔÇØ
Desde los orígenes de nuestra cultura, pasando por distintos momentos históricos, tanto
filósofos, teólogos y científicos han intentado comprender y abordar el enigma de la
constitución del ser humano.
Desde su surgimiento como disciplina científica en 1879 a raíz de la fundación del primer
laboratorio de Psicología Experimental en Alemania, de la mano de W. Wundt, se han
desarrollado múltiples enfoques teóricos, con sus metodologías para estudiar el “mundo
interno” del ser humano. Algunas de estas teorías resaltan más la dimensión racional y
cognitiva de la mente, otras la afectiva o emocional, y hay un tercer grupo de corrientes
psicológicas que integra a ambas.
El ser humano está integrado por tres dimensiones: biológica, psicológica y socio-cultural.
Actúan al unísono, pero a los fines de estudiarlas las separamos. Y cada una de estas
dimensiones se articula con las otras. Es por ello que pensamos al ser humano como una
“unidad bio-psico-social”.
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GRÁFICO
¿Cuáles son las actividades diarias de nuestra mente? Nuestra mente es la que elige día a
día, toma decisiones, piensa y razona, nos impulsa a actuar o nos paraliza, disfruta, sufre,
ríe, recuerda el pasado, vive el presente y se proyecta al futuro, imagina, fantasea, sueña,
siente, dialoga y se comunica con otros…
Y la sede de esta mente es un cuerpo físico. La frase latina “Mens sāna in corpore sānō”
que proviene de las Sátiras de Juvenal, invita a la reflexión. Nuestra salud mental necesita
de un cuerpo saludable. ¿De qué nos alimentamos (en calidad y cantidad)? ¿Cuánto
descansamos? ¿Nuestro sueño es reparador? ¿Realizamos actividad física?. Entre nuestra
mente y nuestro cuerpo hay un vínculo recíproco (que lo observamos en el gráfico como
una flecha bidireccional); por lo tanto, si realizamos actividad física, se liberan endorfinas, y
este hecho biológico repercute en lo psíquico: nos sentimos de buen ánimo, con
sensaciones ligadas al placer y al disfrute; y también nuestra mente puede dar órdenes a
nuestro cuerpo: establecer ritmos y horarios de sueño, momentos de ocio y descanso,
elección de alimentos…
Para que el psiquismo se construya y organice, se requiere satisfacer tanto las necesidades
biológicas de ese cachorro humano: alimento, abrigo, protección, descanso y reposo; como
sus necesidades psicológicas: contacto, mirada, amor, afectos, deseo, establecimiento de
límites; y sociales como pertenencia a un grupo que ofrece sostén y apoyo, así como
regulaciones prohibiciones a través de normas. El grupo lo acompaña a adaptarse al mundo
y sus reglas, y tiñe a ese psiquismo incipiente con los colores propios de una sociedad y una
época.
Cuando hay integración y salud, el pensar, el sentir y el actuar están como hilvanados, es
decir que actúan en la misma dirección. Es frecuente, atravesar momentos de disociación
entre estos tres aspectos; por ello, es importante estar atentos y observarlo, para crear una
vida enhebrada por la coherencia.
SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGIA
Desde su fundación como psicología científica (hace menos de dos siglos), han proliferado
múltiples corrientes psicológicas; cada una de ellas va a definir su objeto de estudio de un
modo particular, y proponer sus métodos para abordarlo y estudiarlo. La Psicología es una
ciencia social. En este texto revisaremos suscintamente cuatro corrientes psicológicas, y
sus aplicaciones al proceso salud-enfermedad.
A diferencia de los animales que cuentan con un conjunto de instintos que les permiten
sobrevivir, el ser humano para asegurarse su supervivencia necesita construir un aparato
psíquico.
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Los instintos animales son conductas heredadas compartidas por la especie, que guían sus
comportamientos cumpliendo dos grandes funciones: asegurar la auto-conservación y la
conservación de la especie. Estos comportamientos no se aprenden. Ejemplo: construcción
de nidos y panales, fórmulas de apareamiento, etc.
¿Qué es la conciencia?
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La conciencia es el conocimiento de que se tiene conocimiento (conciencia de sí mismo).
Los animales saben saltar, pero no tienen conciencia, conocimiento de que lo saben. El ser
humano cuando hace algo con conciencia, tiene pleno conocimiento de sus actos, y
eventualmente también de sus consecuencias.
Esta conciencia, decimos, que es reflexiva, pues implica darse cuenta de la propia
existencia, ser conscientes de nosotros mismos.
Desde el surgimiento de esta primer teoría psicológica, han proliferado muchas otras, pero
en tanto fundacional, recordemos esta primera y esencial cuestión: nuestra CONCIENCIA.
El darnos cuenta (como actividad propia de la conciencia) de lo que sentimos, de lo que
pensamos, de los prejuicios y expectativas que albergamos…ello nos vuelve más íntegros y
completos.
Y nos preguntamos: ¿Es posible una vida más lúcida, con mayor conocimiento y
conciencia?
PSICOLOGIA CONDUCTISTA
Entre los años 1920 y 1960 surge en Estados Unidos de la mano de Watson.
¿Cómo se adquieren las conductas? A través del aprendizaje (por medio de la repetición),
reforzando conductas positivas y desalentando conductas no deseadas. Esta teoría ha
tenido un gran impacto sobre la educación. Cuando repetimos “como loros” las tablas o un
poema, y se premia con una buena calificación la reproducción más fiel
(independientemente del sentido, es decir, que comprendamos lo que estamos repitiendo)
estamos aplicando la teoría conductista.
Esta teoría considera al ser humano como un organismo de reacción, como una máquina
que se puede programar, ofreciéndole determinados estímulos para provocar
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determinadas respuestas. El ser humano que responde a los estímulos ocupa un lugar
pasivo, en el sentido que no crea o inventa la respuesta sino que la reproduce.
Ivan Pavlov (fisiólogo ruso) estudió el reflejo condicionado: medía las glándulas salivales a
un perro, que respondía al estímulo de la comida segregando saliva al tiempo que se hacía
sonar una campanilla; luego sin que mediara comida, con sólo hacer sonar la campanilla
segregaba saliva (anticipa que va a venir la comida). El sólo estímulo auditivo dispara la
respuesta.
Condicionar es crear una unión entre un estímulo y una respuesta que en principio no
están asociados. El estímulo es el evento que activa la conducta. Ejemplo: no hay una
asociación entre sentarse a comer y lavarse las manos. Pero como nos han enseñado desde
pequeños que antes de comer hay que lavarse las manos, y esto ha obrado por repetición y
refuerzo positivo, en un momento dado es la hora de comer (estímulo) y me lavo las manos
(respuesta).
Sobre este punto hay que prestar particular atención porque muchas veces, un paciente va
a necesitar para su salud, modificar algunos hábitos (alimentarios, actividad física,
descanso…) o eliminar hábitos tóxicos (que obran por condicionamiento) y tenemos que
ser conscientes que no son tan fáciles de modificar pues están profundamente arraigados
en su personalidad por obra del tiempo y la repetición. ¿Y de qué van a requerir? Primero
de la firme decisión consciente de modificarlos en pos de la salud, y también de voluntad y
conciencia. ¿Qué quiere esto decir? De prestar atención a los automatismos de la
conducta, lo que nos surge sin pensar, “como máquinas” diría el conductismo, para que
haya un “maquinista consciente” en nuestra vida, y nuestra vida no sea digitada por el
afuera. Recordemos que los condicionamientos son aprendidos del mundo exterior.
Y nos preguntamos: ¿Somos más que una máquina que se puede condicionar?
PSICOANÁLISIS
A fines del siglo XIX, surge en Austria un nuevo modelo de la psique de la mano del médico
neurólogo y psiquiatra Sigmund Freud.
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Esta corriente tiene su origen en preocupaciones surgidas de la práctica clínica, su eje
fundamental es indagar acerca de las causas del padecimiento psíquico, y proponer un
tratamiento adecuado. El mismo es desarrollado a a través de un medio psicológico: la
palabra.
La psique deja de quedar igualada a la conciencia, pues nuestra vida psíquica incluye
mecanismos inconscientes, que influyen sobre nuestra vida, nuestras conductas y sobre
nuestra salud y enfermedad…
Freud nos dice que nuestro psiquismo está formado por tres capas: el inconsciente (todos
aquellos contenidos de la mente de los que no somos conscientes, pueden ser afectos o
ideas), una pre-consciente (que son afectos e ideas susceptibles de hacerse conscientes) y
una parte consciente (que es todo aquello que alberga nuestra mente en el aquí y ahora;
nuestra mente además de percibir nuestro mundo interno, es la encargada de estar en
contacto con el mundo exterior a través de los cinco sentidos, de recibir información de los
estímulos provenientes del exterior o del interior, procesarlos y responder a ellos).
Esta teoría dice que gran parte de nuestras conductas, así como de nuestros síntomas, de
nuestras aspiraciones y motivaciones tienen una raíz inconsciente que nos es desconocida.
Y aunque desconocida, produce efectos sobre nuestra conciencia.
Pero ocurre que estas conductas conscientes están sostenidas por toda una trama
inconsciente que el sujeto desconoce: necesidad de ser aceptado por los demás
brindándoles todo lo que le solicitan, búsqueda permanente de aprobación del entorno en
desmedro de sus necesidades propias, entre otras cuestiones, todo esto construido a partir
de sus vínculos primarios con su familia. De los primeros que necesitamos aprobación y
apoyo es de nuestros padres, y gran parte de nuestra historia infantil ha quedado
reprimida, es decir, inconsciente. Y sin embargo, aunque no nos sea consciente, puede
producir efectos devastadores sobre nuestra vida, que se traducen en síntomas y signos de
distintas enfermedades.
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Y nos preguntamos: ¿Todo lo inconsciente es necesariamente conflictivo y traumático?
PSICOLOGIA ANALITICA
De la mano de Carl Gustav Jung, surge a comienzos del siglo XX, la Psicología Analítica. Este
médico psiquiatra se formó en el psicoanálisis freudiano, pero se separa de este
movimiento y funda su propia teoría: la Psicología Analítica.
Esta psicología propone una mirada del ser humano, más amplia y abarcativa,
considerando no sólo sus aspectos sintomáticos y patológicos (profundamente estudiados
por el psicoanálisis), sino también sus partes sanas y valiosas, e invitando a potenciarlas.
El objeto de estudio de esta teoría es el ser humano, habitado por múltiples arquetipos
(más y menos desarrollados) y los métodos que utiliza son: la entrevista, la imaginación
activa, la comprensión y amplificación de sueños, el arteterapia.
Tomaremos dos arquetipos que influyen en nuestra vida cotidiana y los relacionaremos con
los procesos de salud y enfermedad: la personalidad y el “sí mismo”.
Para Jung el ser humano está formado por una esencia (o “sí mismo”) y por una
personalidad.
El “sí mismo” corresponde a nuestra verdadera identidad, es como el jugo último de lo que
somos. Es esa parte nuestra que nos hace sentir auténticos, con vitalidad, energía y deseo.
El “sí mismo” es aquello que está más allá de la personalidad, el verdadero núcleo de la
identidad. Imaginemos como un mandala: en el centro está el “sí mismo” y en la periferia
la personalidad (que sería la capa más externa).
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Personalidad
Para interactuar con el mundo, nuestro “si mismo”, necesita muñirse de una personalidad.
¿Cuál es su función? Nos permite adaptarnos al mundo y funcionar aceptablemente.
Personalidad viene del latín per sonare (que significa "sonar a través de"), y designa las
máscaras que se usaban para actuar en el teatro. Como arquetipo, señala a aquellas
características psicológicas que hemos armado para interactuar con el mundo, como un
dispositivo de adaptación que desarrollamos en relación a lo externo a lo largo de la vida:
nuestros modales, nuestros gestos, la imagen que tratamos de irradiar a partir de cómo
nos expresamos, nos vestimos, nos movemos...
La personalidad actúa como una especie de barrera de protección del mundo interno
frente al mundo externo, y a la vez permite una regulación entre ambos. Esto indica que la
personalidad es necesaria para que el individuo funcione saludablemente, siempre y
cuando esa barrera no sea demasiado rígida. Las consecuencias de esa falta de flexibilidad
serían la generación de una falsa autoimagen y una mala adaptación al entorno, dado que
el individuo tendería a actuar estereotipada y compulsivamente de la misma manera, sin
poder "surfear" las distintas situaciones de la vida. Y esto muchas veces genera crisis y
enfermedad.
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Una personalidad bien constituida será afín a nuestra naturaleza esencial, y, en lugar de ser
un impedimento para que ésta se exprese, viabilizará la canalización del “sí mismo”. Si la
personalidad se construye exclusivamente como un medio de adaptación al mundo
externo, pero en desmedro de reconocer las necesidades del mundo interno, se produce
un desbalanceo vital, una vida inauténtica. El individuo psíquicamente equilibrado ha
logrado no sólo la adaptación con lo externo, sino también con lo interno.
“Si mismo”
Es el centro ordenador de la psique. Conectar con esta parte interna nos vitaliza,
entusiasma, nos hace sentir auténticos, libres, en paz. Cumple la función de ordenar
nuestra psique y nuestra vida, eligiendo lo que nos hace bien, lo que nos permite crecer y
desplegar nuestros talentos y potencialidades.
¿Qué alimentos podemos ofrecer al “si mismo” para que se despliegue? Regalarle
momentos de quietud y silencio, de no hacer, de relajación consciente, meditar, animarnos
a hacer cosas nuevas y diferentes, reírse sin temor al ridículo, danzar, escribir, dibujar,
probar otros caminos, mantener una conversación significativa mirándonos a los ojos,
abrirnos y ser permeables a la vida…es decir, a cultivar la propia esencia siendo los
creadores de nuestra propia vida.
A veces, una crisis adviene cuando nuestra vida está organizada en base a nuestra
personalidad (a lo que los otros, padres, pareja, amigos… diagramaron para nosotros) pero
que no considera a nuestro “si mismo”). Y nos sentimos morir, porque nos damos cuenta
que nuestra personalidad es una máscara pero que no somos sólo eso.
Una crisis adviene cuando se produce un quiebre en nuestra homeostasis dando lugar a
una desorganización (o “caos” en nuestra vida), y donde se interrumpen nuestros hábitos
(aquello a lo que estamos acostumbrados). La crisis puede sobrevenir a partir de una
separación, la muerte de un ser querido, una mudanza, un cambio laboral, una enfermedad
inesperada…Es interesante destacar que muchas situaciones de cambio en nuestra vida
(incluso las consideradas “felices” como un casamiento o el nacimiento de un hijo) se
correlacionan con síntomas y enfermedades.
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Los hábitos que constituyen la materia prima de nuestra personalidad pueden ser
funcionales: son sanos, nos permiten desplegarnos, o disfuncionales (nos dañan y no nos
posibilitan crecer); estos últimos, por acumulación, generan problemas serios en nuestra
vida.
Por ejemplo: Alguien habituado a no poner límites, para no conflictuar, para no contrariar,
para no perder afectos (persona gentil, suave, que SIEMPRE dice que sí); y eso le va
trayendo problemas: agotamiento, renunciar a sus deseos, enojos o iras “inmotivadas”,
estrés, infecciones a repetición.
Para poder sobrevivir desde ese esquema, esta supuesta persona necesita negar
(mecanismo de defensa) un gran sector de la realidad: no ingresa lo perturbador para
conservar la homeostasis.
Y todo eso que niega es como un placard desordenado: uno abre la puerta y se le viene
todo encima. Imaginemos a la persona abriendo el placard interno y diciendo: “¡¡¡¡¡ ASI NO
PUEDO MÁS !!!!!” (con palabras o lo dice el cuerpo con un síntoma o enfermedad). Allí se
rompe el orden establecido, que vivimos como crisis.
Desde adentro, nuestro “si mismo” más profundo dice: “no quiero vivir así porque me
muero”.
Los seres humanos funcionamos como los perritos de Pavlov, respondiendo a los estímulos
que nos trae la vida; todo el tiempo estamos siendo programados por el entorno, y el único
capaz de desprogramarnos, ¿quién es?
Es uno mismo; nos puede ayudar un terapeuta, un amigo, un médico. Pero acá tenemos
que darnos cuenta que nosotros tenemos que observar cómo determinado estímulo nos
despierta una respuesta ya establecida.
Estos circuitos son algo en lo que estamos sumergidos todo el tiempo, a veces es bello: una
música nos transporta a otra época de alegría, encuentro. Pero, en otros casos no nos hace
bien: compramos compulsivamente, o vivimos una vida acelerada y vertiginosa para
responder las exigencias del afuera, o postergamos nuestras propias necesidades en pos de
cumplir expectativas de otros.
¿Cuál es la brújula? ¿Cómo nos damos cuenta? Observando nuestra vida, y considerando si
nos estamos conectando con lo que queremos, deseamos, amamos y le estamos
ofreciendo espacio para que se despliegue, y eso se traduce en sensaciones de bienestar,
vitalidad, disfrute, autenticidad, libertad…O por el contrario, hemos organizado nuestra
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vida o gran parte de ella, respondiendo a los estímulos de la vida en pos de satisfacer a
otros o reproduciendo patrones ajenos.
Puede ser un instante duro, y luminoso a la vez: descubrir que somos como máquinas que
funcionan en automático... y a la vez que en nosotros mismos está la posibilidad de
convertirnos en maquinistas conscientes.
Ejemplo: frente a una situación estresante hay quien habla, otro corre a ayudar, otro se
silencia y enferma, otro se encierra…Y estas son respuestas aprendidas, automáticas. En
realidad es un resorte mecánico que se activa, no es mi “sí mismo” quien responde sino un
automatismo (un condicionamiento).
Si no me observo, mis palabras y actos serán como un resorte mecánico, donde no hay un
sujeto sino un automatismo.
• Hábitos mentales: Modos de pensar que nos son más usuales (confiar en exceso,
criticar, rumiar, acumular información, pensamientos repetitivos…).
• Hábitos emocionales: ¡Esto sí que es complejo!: patrones del sentir que se repiten en un
circuito interno y conductual previsible, cuando nos enojamos, cuando nos enamoramos,
cuando tenemos miedo, cuando estamos contentos, cuando nos deprimimos...
- Lo valioso, lo que nos sirve, lo que realmente importa (que nutra nuestro “sí mismo”)
- De aquello que nos intoxica, nos daña, nos hace mal, nos comprime.
Y desde esta base decidir: ¿Qué hábitos mantenemos?, ¿cuáles descartamos? (se trata de
dejar de elegir lo que nos daña) ¿qué hábitos nuevos formamos?
Por ejemplo: este vínculo me hace mal (me lastima, asfixia, no me permite desplegarme),
éste en cambio es bueno; este trabajo no me permite crecer, buscaré otro acorde a mi
formación y expectativas; el vivir quejándome y mirando lo que falta me genera un patrón
emocional de sufrimiento; o el guardarme lo que siento me enoja mucho y después me
sube la presión…
Erich Fromm (psicólogo y filósofo humanista) dice “la enfermedad consiste en elegir lo que
no es bueno para uno”.
Esta frase nos invita a reflexionar sobre todas nuestras micro-decisiones diarias, qué
comemos, cuánto descansamos, con quiénes nos vinculamos, que sentimientos
albergamos… y nos devuelve el poder a nosotros: la mayoría de las enfermedades que
padecemos enraízan en nuestros hábitos y estilos de vida (sin desconocer que hay otras
que tienen que ver con otros factores como los hereditarios), y si deseamos vivir de
manera saludable, es momento de re-visarlos y decidir conscientemente cuáles
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mantenemos, cuáles modificamos, cuáles reemplazamos. Y el acompañamiento del médico
en la revisión de estos hábitos es crucial.
Es importante recordarnos (y recordar a nuestros pacientes) que: “Sobre mí, decido yo”.
La posibilidad de elegir y decidir son actividades propias de nuestra psique; si no las
ejercitamos diariamente, otros digitan nuestra vida (pueden ser los mensajes publicitarios
que nos incitan a consumir bebidas no muy sanas, cigarrillos, productos que no
necesitamos…). El médico orienta, acompaña, guía al paciente, le aporta valiosa
información, lo escucha y comprende, pero finalmente las decisiones están en manos del
paciente. Está ampliamente probado que cuando el paciente participa en la toma de
decisiones, hay mayor adherencia al tratamiento y efectividad. Y para que ello ocurra,
tenemos que estar dispuestos a sentarnos, escuchar, intercambiar y propiciar un mutuo
entendimiento.
El cultivo de una actitud requiere tiempo, paciencia, atención interna y una gran disciplina,
y también es necesario cobrar conciencia de los aspectos enfermizos o dañinos de nuestras
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actitudes presentes. Y la fortaleza y el acompañamiento de un grupo cataliza estos
procesos.
El poder de la experiencia
Una mujer tenía un hijo joven que se puso enfermo. El médico le dijo que su única cura
residía en tomarse una pócima a la vez que permanecía en ayuno una semana. Pero el
joven se encontraba en apariencia bien, y era incapaz de ayunar un solo día, a pesar de las
continuas advertencias de su madre y el médico. Un día, la mujer oyó hablar de un sabio
que vivía en un lugar lejano y que tal vez podría ayudarla. Fue a verlo y le contó su
situación.
El maestro dijo:
A la semana, la madre y el hijo hicieron el largo viaje para presentarse de nuevo ante el
sabio.
-Has de saber que si no ayunas una semana, será peligroso para ti. Podéis marcharos.
La mujer, oyendo aquellas simples palabras, quedó desconcertada. Había sospechado que
aquel hombre utilizaría algún poder extraño para convencer a su hijo, o tal vez realizase un
poderoso ritual de petición a alguna divinidad.
-Señor -dijo-, hemos recorrido un largo viaje para verte, y lo único que se te ocurre decirle
es algo que tanto su médico como yo le hemos repetido miles de veces.
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Cuando regresaron a su pueblo, el joven guardó por propia voluntad la semana de ayuno,
tomó la pócima y se curó.
Los invito a responder (ayudándose de los textos del módulo de “Comunicación”): ¿Por qué
las mismas palabras a veces nos llegan y otras no? ¿De qué depende la eficacia de las
palabras?
Los ejercicios de meditación y relajación profunda han sido objeto de estudio desde
hace largo tiempo. Estos ejercicios producen modificaciones fisiológicas.
La experiencia indica que auto-aquietarse diez minutos por día mejora las facultades
cognitivas (en cuanto a la atención, concentración, estudio y memoria), los vínculos, y la
regulación afectiva (disminuye el “dejarse arrastrar” por emociones como el enojo, la
angustia, el miedo, etc, promoviendo estados emparentados con la paz, la serenidad y la
calma).
La respiración es el único ritmo biológico que puede ser modificado por la intención.
Cuando regulamos voluntariamente la respiración, el ritmo cardíaco y cerebral también se
enlentecen.
No podemos por la sola fuerza de la voluntad volver más lento el funcionamiento del
cerebro y del corazón; pero en la medida que hacemos más lenta la respiración, respirando
gentilmente, el cerebro comienza a aquietarse y serenarse, disminuye la ansiedad.
La propuesta es volverlo un hábito cotidiano, los efectos psicológicos se van logrando con
las sucesivas repeticiones, un ratito todos los días. Disponerse a retirase de los estímulos
(vivimos sumergidos en una intoxicación y sobrecarga sensorial, y desde ese estado es
difícil estar en paz, a gusto consigo mismo, conectando con nuestro núcleo esencial).
Respirar conscientemente con la columna erguida, concentrarnos en la respiración
abodominal.
Y mientras realizo la práctica, desarrollar una actitud gentil para sí mismo, amorosa,
compasiva, tenerse paciencia, cuidado, cariño, y si me distraigo con un pensamiento, lo
observo y vuelvo gentilmente a la respiración.
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Antes de comenzar podemos movernos un poco, todos necesitamos DESCOMPRIMIRNOS
(por el ritmo de vida acelerado, comiendo rápido, corriendo detrás del reloj para cumplir
con citas y obligaciones…). La ansiedad tensa el cuerpo. Hay comprensión del sistema
sensorial. Es muy saludable:
A veces cuando uno llega del trabajo, excitado, sobre – estimulado, lo único que puede
ofrecer al otro (si vive en compañía) es todo el ruido de la calle, por ello, es sano tomarse
un momento y serenarse…respirar.
Vivimos en una vorágine, abrumados por sonidos fuertes (alarmas), mucho tránsito,
accidentes, malos tratos, y el más leve estímulo, enoja e irrita.
Para tener mejor regulación de las emociones, hay que subir el umbral de excitabilidad,
para que lo que sucede a nuestro alrededor no nos desborde tan rápidamente.
- ¿Gente con la mente saturada (por exceso de estímulos)? Esto facilita que nos vendan
más objetos, ideas, con nuestros sentidos colonizados, porque no logramos regular
nuestras emociones.
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La meditación y la relajación son prácticas; son como un antídoto para la malasangre:
cuando estamos saturados, se libera ácido láctico, nos tensamos, se endurece el cuello, se
detiene la digestión, nuestro cerebro comienza a funcionar velozmente.
Cuando una persona se acostumbra estar enojada, ansiosa, irritable, acelerada termina
creyendo que esa es su identidad, aunque en realidad, se trata de su alteración más
habitual.
La meditación es una herramienta de manejo del estrés. Como dice el Dr López Rosetti: “es
un excelente medicamento, no tiene efectos adversos y no se compra en farmacias, y sirve
para tratar el estrés”.
CONCLUYENDO
Considerar la problemática que nos traiga el paciente desde las dimensiones no sólo
biológica sino también psicológica y social-cultural, nos acercará al paciente, facilitará el
proceso de comunicación, pues no sólo se sentirá estudiado, sino también comprendido y
acompañado.
Diana Souilla
BIBILIOGRAFIA
- Kornblit, Ana Lía. “Psicología”. Cap. 1 “La Psicología como ciencia”. Ed. Mc Graw Hill.
2002.
- Klimovsky, Gregorio. “Las desventuras del conocimiento científico” A-Z Editora. 1994. Cap.
1.
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- Martín Alonso, Libertad, “APLICACIONES DE LA PSICOLOGÍA EN EL PROCESO SALUD
ENFERMEDAD”. En Revista Cubana Salud Pública 2003;29(3):275-81. Escuela Nacional de
Salud Pública.
VIDEOS SUGERIDOS
Link: https://www.youtube.com/watch?v=Vg5sfCX8B8I
Desde un punto de vista médico con ejemplos claros y concisos, el doctor López Rosetti
hará un dinámico despliegue de información útil sobre el estrés y todo lo que necesitamos
saber para prevenirlo y manejarlo, en una dinámica charla en la que explicará los beneficios
del Mindfullness como herramienta para mejorar nuestra calidad de vida.
Especialista en Clínica Médica y Cardiólogo Universitario, jefe del Servicio de Medicina del
Estrés del Hospital Central Municipal de San Isidro, Buenos Aires, profesor titular de
Psicofisiología de la Facultad de Psicología, Universidad Maimónides, director del Curso
Universitario de Medicina del Estrés y Psiconeuroinmunoendocrinología Clínica de la
Asociación Médica Argentina, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés,
miembro titular de la Asociación Médica Argentina y miembro de la Sociedad Argentina de
Cardiología, miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés
(SEAS), fellow del American Institute of Stress de Nueva York. Fue presidente del Congreso
Argentino de Medicina del Estrés en los años 2001 y 2005 en Buenos Aires y desarrolló una
metodología original para el diagnóstico de vulnerabilidad en el síndrome del estrés, el
perfil psicobiológico del estrés y el primer programa de manejo del estrés (PROMES).
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