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“HACIA UNA PSICOLOGÍA DE LA SALUD…”

BREVE HISTORIA DE LA PSICOLOGIA

Desde los orígenes de nuestra cultura, pasando por distintos momentos históricos, tanto
filósofos, teólogos y científicos han intentado comprender y abordar el enigma de la
constitución del ser humano.

La Psicología como ciencia se desprende de la Filosofía a fines del siglo XIX. En la


Antigüedad, fueron filósofos de la talla de Aristóteles que se ocuparon de interrogarse
sobre cuestiones concernientes al “alma” humana. Aristóteles distingue dos partes de la
psique: la superior corresponde a la razón y pensamiento, y la inferior se relaciona con lo
emocional y lo afectivo. Esta es la etapa conocida como “psicología pre-científica”, se
estudiaba a los contenidos de la “psique” desde la mirada filosófica.

La etimología de la palabra psicología significa “estudio o conocimiento de la psique”, que


se traduce como alma; pero en nuestro esfuerzo por quitarle cualquier connotación
religiosa, podríamos decir que es el estudio de la mente. Las dos principales actividades de
la mente (en cierto modo invisibles) son sentir y pensar, y ambas pueden luego reflejarse
en conductas visibles u observables.

Desde su surgimiento como disciplina científica en 1879 a raíz de la fundación del primer
laboratorio de Psicología Experimental en Alemania, de la mano de W. Wundt, se han
desarrollado múltiples enfoques teóricos, con sus metodologías para estudiar el “mundo
interno” del ser humano. Algunas de estas teorías resaltan más la dimensión racional y
cognitiva de la mente, otras la afectiva o emocional, y hay un tercer grupo de corrientes
psicológicas que integra a ambas.

El ser humano está integrado por tres dimensiones: biológica, psicológica y socio-cultural.
Actúan al unísono, pero a los fines de estudiarlas las separamos. Y cada una de estas
dimensiones se articula con las otras. Es por ello que pensamos al ser humano como una
“unidad bio-psico-social”.

Nuestra mente enraíza en un cuerpo biológico y se proyecta hacia el mundo externo a


través de la relación con la realidad y del vínculo con otros seres humanos (familiares,
laborales, de estudio y amistad, deportivos…).

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GRÁFICO

¿Cuáles son las actividades diarias de nuestra mente? Nuestra mente es la que elige día a
día, toma decisiones, piensa y razona, nos impulsa a actuar o nos paraliza, disfruta, sufre,
ríe, recuerda el pasado, vive el presente y se proyecta al futuro, imagina, fantasea, sueña,
siente, dialoga y se comunica con otros…

Y la sede de esta mente es un cuerpo físico. La frase latina “Mens sāna in corpore sānō”
que proviene de las Sátiras de Juvenal, invita a la reflexión. Nuestra salud mental necesita
de un cuerpo saludable. ¿De qué nos alimentamos (en calidad y cantidad)? ¿Cuánto
descansamos? ¿Nuestro sueño es reparador? ¿Realizamos actividad física?. Entre nuestra
mente y nuestro cuerpo hay un vínculo recíproco (que lo observamos en el gráfico como
una flecha bidireccional); por lo tanto, si realizamos actividad física, se liberan endorfinas, y
este hecho biológico repercute en lo psíquico: nos sentimos de buen ánimo, con
sensaciones ligadas al placer y al disfrute; y también nuestra mente puede dar órdenes a
nuestro cuerpo: establecer ritmos y horarios de sueño, momentos de ocio y descanso,
elección de alimentos…

Y a su vez, nuestra mente interactúa con el mundo exterior (y también el vínculo es


bidireccional). Ejemplo: podemos estar tristes porque un ser querido está enfermo, o
insatisfechos porque la situación socio-económica del país no es la que anhelamos, o
contentos porque gano nuestro equipo de football…Y también nuestra mente modifica el
mundo exterior, por ejemplo: decidimos conscientemente ayudar a un amigo que está
pasando un mal momento, o destinar nuestro sueldo a pagar un viaje que siempre
quisimos hacer.
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EL PSIQUISMO SE CONSTRUYE

Ninguna “psique” se desarrolla en forma independiente. El cachorro humano necesita del


cuidado, la asistencia, el abrigo y el calor del otro para crecer. En el proceso de
construcción psíquica participan los otros. Sin ellos no hay posibilidad de subsistencia. El
ser humano es un ser gregario, que vive en un medio cultural conformado por creencias
compartidas, costumbres, normas y valores. Sin la presencia de un adulto que le dé sostén
a su desarrollo y evolución, este nuevo ser moriría.

Para que el psiquismo se construya y organice, se requiere satisfacer tanto las necesidades
biológicas de ese cachorro humano: alimento, abrigo, protección, descanso y reposo; como
sus necesidades psicológicas: contacto, mirada, amor, afectos, deseo, establecimiento de
límites; y sociales como pertenencia a un grupo que ofrece sostén y apoyo, así como
regulaciones prohibiciones a través de normas. El grupo lo acompaña a adaptarse al mundo
y sus reglas, y tiñe a ese psiquismo incipiente con los colores propios de una sociedad y una
época.

Esta construcción psicológica conduce, cuando hay integración y salud, a conformar un


sujeto que toma sus propias decisiones, elige, sabe lo que quiere y lo que no (se conecta
con sus deseos), percibe sus necesidades y encuentra los medios de satisfacerlas, auto-
regula sus impulsos, vive en el presente y arma un proyecto a futuro, y toma el pasado
como un punto de referencia (¡no de residencia!), y se apoya y sostiene en distintos grupos
(familia, amigos, compañeros de trabajo…). Un sujeto creador y responsable de su vida.

Cuando hay integración y salud, el pensar, el sentir y el actuar están como hilvanados, es
decir que actúan en la misma dirección. Es frecuente, atravesar momentos de disociación
entre estos tres aspectos; por ello, es importante estar atentos y observarlo, para crear una
vida enhebrada por la coherencia.

SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGIA

Desde su fundación como psicología científica (hace menos de dos siglos), han proliferado
múltiples corrientes psicológicas; cada una de ellas va a definir su objeto de estudio de un
modo particular, y proponer sus métodos para abordarlo y estudiarlo. La Psicología es una
ciencia social. En este texto revisaremos suscintamente cuatro corrientes psicológicas, y
sus aplicaciones al proceso salud-enfermedad.

EL PSIQUISMO SE CONSTRUYE Y ATRAVIESA ETAPAS

A diferencia de los animales que cuentan con un conjunto de instintos que les permiten
sobrevivir, el ser humano para asegurarse su supervivencia necesita construir un aparato
psíquico.

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Los instintos animales son conductas heredadas compartidas por la especie, que guían sus
comportamientos cumpliendo dos grandes funciones: asegurar la auto-conservación y la
conservación de la especie. Estos comportamientos no se aprenden. Ejemplo: construcción
de nidos y panales, fórmulas de apareamiento, etc.

El ser humano, en cambio, al no estar dotado de un bagaje instintivo, necesita construir un


psiquismo. Ese psiquismo guía sus conductas, y se forja gracias a la interacción con otros.
Cada psiquismo es único e irrepetible.

El proceso de aprendizaje que organiza la construcción psíquica es un proceso dinámico,


que supone incorporar información nueva a nuestro psiquismo (afectiva, cognitiva, social…)
y requiere del permanente intercambio entre el mundo interno y el mundo externo. El
psiquismo es una organización abierta: hay intercambio entre estos “dos mundos”, y
compleja, pues continúa integrando nueva información, y re-estructurándose.

El psiquismo atraviesa etapas: infancia, adolescencia, adultez, vejez. Y a medida que se va


desarrollando, se va complejizando tanto en su dimensión afectiva (el bebé registra dos
afectos: placer y displacer, que se expresan como llanto o risa/sueño. A medida que vamos
creciendo, el abanico afectivo se amplía, si bien los dos polos psíquicos siguen funcionando,
hoy podemos sentirnos: tristes, enojados, iracundos, fastidiados, angustiados o alegres,
felices, contentos, plenos, satisfechos…) como en su dimensión cognitiva (la inteligencia
inicialmente es una inteligencia práctica apuntalada en el funcionamiento sensorio-motor,
luego es concreta y en la adolescencia se vuelve abstracta).

PRIMER CORRIENTE PSICOLOGICA: EXPERIMENTALISMO

Surge en 1879 de la mano de W. Wundt en Alemania. La psicología se vuelve una disciplina


autónoma e independiente. Su objeto de estudio es la conciencia.

Su método de estudio es la introspección u auto-observación controlada, que permite


aislar los elementos simples de la conciencia (sensaciones, imágenes y sentimientos) sobre
los que se apoyan los procesos complejos de la mente. Estudia la experiencia inmediata de
nuestro mundo interno. Se trata de percibir los contenidos de nuestra conciencia.

Esta primer teoría iguala “lo psíquico” con “la conciencia”.

¿Qué es la conciencia?

Conciencia significa “con-ciencia”, es decir con conocimiento. Es el conocimiento que un


ser tiene de sí mismo y su entorno. Y esta capacidad es propiamente humana, nos
distingue de los animales, ellos no obran “con conocimiento”, con conciencia, actúan por
instinto.

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La conciencia es el conocimiento de que se tiene conocimiento (conciencia de sí mismo).
Los animales saben saltar, pero no tienen conciencia, conocimiento de que lo saben. El ser
humano cuando hace algo con conciencia, tiene pleno conocimiento de sus actos, y
eventualmente también de sus consecuencias.

Esta conciencia, decimos, que es reflexiva, pues implica darse cuenta de la propia
existencia, ser conscientes de nosotros mismos.

El obrar con conciencia requiere de un trabajo y un método: el de auto-observarse. Gran


parte de nuestro tiempo, vivimos una vida automática, sin poner conciencia en lo que
estamos haciendo, o haciendo varias cosas a la vez, lo que atenúa nuestro nivel de
conciencia.

Desde el surgimiento de esta primer teoría psicológica, han proliferado muchas otras, pero
en tanto fundacional, recordemos esta primera y esencial cuestión: nuestra CONCIENCIA.
El darnos cuenta (como actividad propia de la conciencia) de lo que sentimos, de lo que
pensamos, de los prejuicios y expectativas que albergamos…ello nos vuelve más íntegros y
completos.

Y nos preguntamos: ¿Es posible una vida más lúcida, con mayor conocimiento y
conciencia?

PSICOLOGIA CONDUCTISTA

Entre los años 1920 y 1960 surge en Estados Unidos de la mano de Watson.

Este movimiento critica a la psicología wundtiana por su subjetivismo (estudiar el mundo


interno, la conciencia, no es pasible de ser observado directamente) y propone el estudio
de la conducta, en tanto fenómeno observable y objetivo. Sus métodos: la observación y la
experimentación.

La conducta es la asociación entre un estímulo y una respuesta; y esta última se expresa


como conducta, que es la manifestación externa y observable.

¿Cómo se adquieren las conductas? A través del aprendizaje (por medio de la repetición),
reforzando conductas positivas y desalentando conductas no deseadas. Esta teoría ha
tenido un gran impacto sobre la educación. Cuando repetimos “como loros” las tablas o un
poema, y se premia con una buena calificación la reproducción más fiel
(independientemente del sentido, es decir, que comprendamos lo que estamos repitiendo)
estamos aplicando la teoría conductista.

Esta teoría considera al ser humano como un organismo de reacción, como una máquina
que se puede programar, ofreciéndole determinados estímulos para provocar

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determinadas respuestas. El ser humano que responde a los estímulos ocupa un lugar
pasivo, en el sentido que no crea o inventa la respuesta sino que la reproduce.

Ivan Pavlov (fisiólogo ruso) estudió el reflejo condicionado: medía las glándulas salivales a
un perro, que respondía al estímulo de la comida segregando saliva al tiempo que se hacía
sonar una campanilla; luego sin que mediara comida, con sólo hacer sonar la campanilla
segregaba saliva (anticipa que va a venir la comida). El sólo estímulo auditivo dispara la
respuesta.

Los humanos también funcionamos de esa manera a través de reflejos condicionados, de


modo más sofisticado. En nuestra cultura, hay un fuerte condicionamiento hacia el
sufrimiento, el sacrificio, una tendencia a ver lo negativo o defectuoso de las
situaciones…Nuestra mente condicionada es selectiva, y va recortando estímulos, y
responde como siempre ha respondido.

Condicionar es crear una unión entre un estímulo y una respuesta que en principio no
están asociados. El estímulo es el evento que activa la conducta. Ejemplo: no hay una
asociación entre sentarse a comer y lavarse las manos. Pero como nos han enseñado desde
pequeños que antes de comer hay que lavarse las manos, y esto ha obrado por repetición y
refuerzo positivo, en un momento dado es la hora de comer (estímulo) y me lavo las manos
(respuesta).

Sobre este punto hay que prestar particular atención porque muchas veces, un paciente va
a necesitar para su salud, modificar algunos hábitos (alimentarios, actividad física,
descanso…) o eliminar hábitos tóxicos (que obran por condicionamiento) y tenemos que
ser conscientes que no son tan fáciles de modificar pues están profundamente arraigados
en su personalidad por obra del tiempo y la repetición. ¿Y de qué van a requerir? Primero
de la firme decisión consciente de modificarlos en pos de la salud, y también de voluntad y
conciencia. ¿Qué quiere esto decir? De prestar atención a los automatismos de la
conducta, lo que nos surge sin pensar, “como máquinas” diría el conductismo, para que
haya un “maquinista consciente” en nuestra vida, y nuestra vida no sea digitada por el
afuera. Recordemos que los condicionamientos son aprendidos del mundo exterior.

Los cambios en el comportamiento pueden desempeñar una función útil en el tratamiento


y la prevención de enfermedades.

Y nos preguntamos: ¿Somos más que una máquina que se puede condicionar?

PSICOANÁLISIS

A fines del siglo XIX, surge en Austria un nuevo modelo de la psique de la mano del médico
neurólogo y psiquiatra Sigmund Freud.

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Esta corriente tiene su origen en preocupaciones surgidas de la práctica clínica, su eje
fundamental es indagar acerca de las causas del padecimiento psíquico, y proponer un
tratamiento adecuado. El mismo es desarrollado a a través de un medio psicológico: la
palabra.

Es a partir del estudio de las afecciones psicológicas (algunas de ellas incluían un


componente somático) que Freud concibe un modelo de la psique que incluye una parte
consciente y una inconsciente. El descubrimiento del inconsciente es el punto novedoso y
revolucionario de esta teoría. Se amplía el objeto de estudio: consciente + inconsciente. Y
el método para acceder a la psique, particularmente a sus aspectos inconscientes, es lo que
Freud denominó “asociación libre”.

La psique deja de quedar igualada a la conciencia, pues nuestra vida psíquica incluye
mecanismos inconscientes, que influyen sobre nuestra vida, nuestras conductas y sobre
nuestra salud y enfermedad…

Freud nos dice que nuestro psiquismo está formado por tres capas: el inconsciente (todos
aquellos contenidos de la mente de los que no somos conscientes, pueden ser afectos o
ideas), una pre-consciente (que son afectos e ideas susceptibles de hacerse conscientes) y
una parte consciente (que es todo aquello que alberga nuestra mente en el aquí y ahora;
nuestra mente además de percibir nuestro mundo interno, es la encargada de estar en
contacto con el mundo exterior a través de los cinco sentidos, de recibir información de los
estímulos provenientes del exterior o del interior, procesarlos y responder a ellos).

Esta teoría dice que gran parte de nuestras conductas, así como de nuestros síntomas, de
nuestras aspiraciones y motivaciones tienen una raíz inconsciente que nos es desconocida.
Y aunque desconocida, produce efectos sobre nuestra conciencia.

Por ejemplo: Una persona “adicta” al trabajo, sobrepasada de compromisos y obligaciones,


siempre disponible, y que este nivel de auto-exigencia la está llevando a vivir con niveles
altos de estrés que se traducen en insomnio, dificultad para permitirse momentos de ocio y
relajación, repercutiendo negativamente sobre su salud (presentando crisis de pánico, o
problemas gastro-intestinales, o asma…).

Pero ocurre que estas conductas conscientes están sostenidas por toda una trama
inconsciente que el sujeto desconoce: necesidad de ser aceptado por los demás
brindándoles todo lo que le solicitan, búsqueda permanente de aprobación del entorno en
desmedro de sus necesidades propias, entre otras cuestiones, todo esto construido a partir
de sus vínculos primarios con su familia. De los primeros que necesitamos aprobación y
apoyo es de nuestros padres, y gran parte de nuestra historia infantil ha quedado
reprimida, es decir, inconsciente. Y sin embargo, aunque no nos sea consciente, puede
producir efectos devastadores sobre nuestra vida, que se traducen en síntomas y signos de
distintas enfermedades.
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Y nos preguntamos: ¿Todo lo inconsciente es necesariamente conflictivo y traumático?

PSICOLOGIA ANALITICA

De la mano de Carl Gustav Jung, surge a comienzos del siglo XX, la Psicología Analítica. Este
médico psiquiatra se formó en el psicoanálisis freudiano, pero se separa de este
movimiento y funda su propia teoría: la Psicología Analítica.

Esta psicología propone una mirada del ser humano, más amplia y abarcativa,
considerando no sólo sus aspectos sintomáticos y patológicos (profundamente estudiados
por el psicoanálisis), sino también sus partes sanas y valiosas, e invitando a potenciarlas.

Carl Gustav Jung es quien introduce el concepto de arquetipo (tomado de Platón) en el


campo de la psicología. En la comprensión de cualquier psicología individual, los distintos
arquetipos se complementan mutuamente.

El objeto de estudio de esta teoría es el ser humano, habitado por múltiples arquetipos
(más y menos desarrollados) y los métodos que utiliza son: la entrevista, la imaginación
activa, la comprensión y amplificación de sueños, el arteterapia.

El arquetipo es un modelo interior, que organiza parte de nuestra estructura psicológica. El


arquetipo es como una matriz organizadora de conducta, común a todos los seres
humanos. Puede estar más o menos desarrollado, y eso va a depender de las propias
experiencias, así como del estímulo que el entorno y uno mismo les haya prodigado.

Tomaremos dos arquetipos que influyen en nuestra vida cotidiana y los relacionaremos con
los procesos de salud y enfermedad: la personalidad y el “sí mismo”.

Ser humano = “Si mismo” + Personalidad

Para Jung el ser humano está formado por una esencia (o “sí mismo”) y por una
personalidad.

El “sí mismo” corresponde a nuestra verdadera identidad, es como el jugo último de lo que
somos. Es esa parte nuestra que nos hace sentir auténticos, con vitalidad, energía y deseo.

La personalidad está constituida fundamentalmente por los condicionamientos externos,


mandatos, hábitos asentados sobre nuestro temperamento de base. Es forjada por el
afuera, por nuestro entorno a partir de la crianza, y la educación.

El “sí mismo” es aquello que está más allá de la personalidad, el verdadero núcleo de la
identidad. Imaginemos como un mandala: en el centro está el “sí mismo” y en la periferia
la personalidad (que sería la capa más externa).

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Personalidad

Para interactuar con el mundo, nuestro “si mismo”, necesita muñirse de una personalidad.
¿Cuál es su función? Nos permite adaptarnos al mundo y funcionar aceptablemente.

Personalidad viene del latín per sonare (que significa "sonar a través de"), y designa las
máscaras que se usaban para actuar en el teatro. Como arquetipo, señala a aquellas
características psicológicas que hemos armado para interactuar con el mundo, como un
dispositivo de adaptación que desarrollamos en relación a lo externo a lo largo de la vida:
nuestros modales, nuestros gestos, la imagen que tratamos de irradiar a partir de cómo
nos expresamos, nos vestimos, nos movemos...

¿Cómo observamos esto en la vida de una persona?

Y el niño empieza a recibir el formato de la sociedad, va recibir una cantidad de


imperativos, de condicionamientos de cómo tiene que ser, una Souilla, un Hernández, una
mujer, un hombre, un platense… y sabemos que si somos algo distinto de eso que el
afuera nos manda, o lo opuesto (creyendo que somos libres, porque a lo mejor es de otra
manera), el ser humano sabe que si no sigue el paso que marca el tambor general, corre
riesgo de morir, porque va a ser segregado…Por ello, los mismos tienen el poder de
moldear la personalidad, la manera de percibirse a sí mismo y a la realidad, y llevando a
naturalizar cuestiones culturales.

Algunos condicionamientos relativos al género pueden ser: “Los hombres no se quejan, no


lloran, no se pueden mostrar vulnerables”; “las mujeres son inseguras, dependientes,
sumisas, no pueden valerse por sí mismas”; o “para realizarte como mujer tenés que ser
madre”, mandatos que nos impulsan a pensar y actuar conforme a ellos, pero sin que
medie una instancia de reflexión, discernimiento y elección. Por eso se dice, que obramos
como “esclavos” de esos mandatos y condicionamientos.

Los invitamos a anotar condicionamientos y mandatos que influyan sobre su vida, ya el


hecho de observarlos, nos vuelve conscientes y tenemos la capacidad de elegir sostenerlos
o cuestionarlos.

La personalidad actúa como una especie de barrera de protección del mundo interno
frente al mundo externo, y a la vez permite una regulación entre ambos. Esto indica que la
personalidad es necesaria para que el individuo funcione saludablemente, siempre y
cuando esa barrera no sea demasiado rígida. Las consecuencias de esa falta de flexibilidad
serían la generación de una falsa autoimagen y una mala adaptación al entorno, dado que
el individuo tendería a actuar estereotipada y compulsivamente de la misma manera, sin
poder "surfear" las distintas situaciones de la vida. Y esto muchas veces genera crisis y
enfermedad.

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Una personalidad bien constituida será afín a nuestra naturaleza esencial, y, en lugar de ser
un impedimento para que ésta se exprese, viabilizará la canalización del “sí mismo”. Si la
personalidad se construye exclusivamente como un medio de adaptación al mundo
externo, pero en desmedro de reconocer las necesidades del mundo interno, se produce
un desbalanceo vital, una vida inauténtica. El individuo psíquicamente equilibrado ha
logrado no sólo la adaptación con lo externo, sino también con lo interno.

“Si mismo”

Es el centro ordenador de la psique. Conectar con esta parte interna nos vitaliza,
entusiasma, nos hace sentir auténticos, libres, en paz. Cumple la función de ordenar
nuestra psique y nuestra vida, eligiendo lo que nos hace bien, lo que nos permite crecer y
desplegar nuestros talentos y potencialidades.

¿Qué alimentos podemos ofrecer al “si mismo” para que se despliegue? Regalarle
momentos de quietud y silencio, de no hacer, de relajación consciente, meditar, animarnos
a hacer cosas nuevas y diferentes, reírse sin temor al ridículo, danzar, escribir, dibujar,
probar otros caminos, mantener una conversación significativa mirándonos a los ojos,
abrirnos y ser permeables a la vida…es decir, a cultivar la propia esencia siendo los
creadores de nuestra propia vida.

Crisis y enfermedad = Desequilibrio entre el “si mismo” y la personalidad

Si nuestra personalidad no expresa nuestro “sí mismo”, transitamos la vida encorsetados


por condicionamientos. Pero el “sí mismo” es insistente, y se va a manifestar, con lo que
tenga a mano para llamarnos la atención: síntomas, enfermedades, ansiedad, “accidentes”,
angustias difusas, sentimiento de vacío y falta de sentido. Estos “llamados del cuerpo”, nos
recuerdan que no estamos siendo genuinos y auténticos, sino que estamos actuando como
un títere cuyos hilos son digitados por los mandatos implantados por otros.

A veces, una crisis adviene cuando nuestra vida está organizada en base a nuestra
personalidad (a lo que los otros, padres, pareja, amigos… diagramaron para nosotros) pero
que no considera a nuestro “si mismo”). Y nos sentimos morir, porque nos damos cuenta
que nuestra personalidad es una máscara pero que no somos sólo eso.

Una crisis adviene cuando se produce un quiebre en nuestra homeostasis dando lugar a
una desorganización (o “caos” en nuestra vida), y donde se interrumpen nuestros hábitos
(aquello a lo que estamos acostumbrados). La crisis puede sobrevenir a partir de una
separación, la muerte de un ser querido, una mudanza, un cambio laboral, una enfermedad
inesperada…Es interesante destacar que muchas situaciones de cambio en nuestra vida
(incluso las consideradas “felices” como un casamiento o el nacimiento de un hijo) se
correlacionan con síntomas y enfermedades.

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Los hábitos que constituyen la materia prima de nuestra personalidad pueden ser
funcionales: son sanos, nos permiten desplegarnos, o disfuncionales (nos dañan y no nos
posibilitan crecer); estos últimos, por acumulación, generan problemas serios en nuestra
vida.

Por ejemplo: Alguien habituado a no poner límites, para no conflictuar, para no contrariar,
para no perder afectos (persona gentil, suave, que SIEMPRE dice que sí); y eso le va
trayendo problemas: agotamiento, renunciar a sus deseos, enojos o iras “inmotivadas”,
estrés, infecciones a repetición.

Para poder sobrevivir desde ese esquema, esta supuesta persona necesita negar
(mecanismo de defensa) un gran sector de la realidad: no ingresa lo perturbador para
conservar la homeostasis.

Y todo eso que niega es como un placard desordenado: uno abre la puerta y se le viene
todo encima. Imaginemos a la persona abriendo el placard interno y diciendo: “¡¡¡¡¡ ASI NO
PUEDO MÁS !!!!!” (con palabras o lo dice el cuerpo con un síntoma o enfermedad). Allí se
rompe el orden establecido, que vivimos como crisis.

Desde adentro, nuestro “si mismo” más profundo dice: “no quiero vivir así porque me
muero”.

La conciencia de sí de la mano de la atención

Los seres humanos funcionamos como los perritos de Pavlov, respondiendo a los estímulos
que nos trae la vida; todo el tiempo estamos siendo programados por el entorno, y el único
capaz de desprogramarnos, ¿quién es?

Es uno mismo; nos puede ayudar un terapeuta, un amigo, un médico. Pero acá tenemos
que darnos cuenta que nosotros tenemos que observar cómo determinado estímulo nos
despierta una respuesta ya establecida.

Estos circuitos son algo en lo que estamos sumergidos todo el tiempo, a veces es bello: una
música nos transporta a otra época de alegría, encuentro. Pero, en otros casos no nos hace
bien: compramos compulsivamente, o vivimos una vida acelerada y vertiginosa para
responder las exigencias del afuera, o postergamos nuestras propias necesidades en pos de
cumplir expectativas de otros.

El tema es cuando esos condicionamientos no son sanos para nosotros.

¿Cuál es la brújula? ¿Cómo nos damos cuenta? Observando nuestra vida, y considerando si
nos estamos conectando con lo que queremos, deseamos, amamos y le estamos
ofreciendo espacio para que se despliegue, y eso se traduce en sensaciones de bienestar,
vitalidad, disfrute, autenticidad, libertad…O por el contrario, hemos organizado nuestra

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vida o gran parte de ella, respondiendo a los estímulos de la vida en pos de satisfacer a
otros o reproduciendo patrones ajenos.

Siempre estamos a tiempo, para liberarnos de condicionamientos dañinos. Lo primero es


darse cuenta de qué campanitas nos hacen sonar (siguiendo el ejemplo del reflejo
condicionado de Pavlov), aquellos impulsos que no deseamos que sean los que gobiernan
nuestra vida.

Puede ser un instante duro, y luminoso a la vez: descubrir que somos como máquinas que
funcionan en automático... y a la vez que en nosotros mismos está la posibilidad de
convertirnos en maquinistas conscientes.

Buena parte de nuestra mente es condicionamiento (mente condicionada), entonces la


vida cliquea los dedos y salen respuestas condicionadas desde lo físico, lo emocional,
mental y lo vincular.

Al ir practicando la atención, la conciencia de sí, empezamos un proceso de despertar y nos


damos cuenta de cuántas respuestas son un resorte condicionado: nos defendemos,
atacamos, comemos, nos enojamos o deprimimos…con pautas que nos son habituales (y
como estamos habituados no las observamos, otro nos las señalan con más facilidad).

Ejemplo: frente a una situación estresante hay quien habla, otro corre a ayudar, otro se
silencia y enferma, otro se encierra…Y estas son respuestas aprendidas, automáticas. En
realidad es un resorte mecánico que se activa, no es mi “sí mismo” quien responde sino un
automatismo (un condicionamiento).

La propuesta consiste en interponer entre el estímulo de la vida y la respuesta a la


conciencia, que haya la posibilidad de una respuesta diferida (no una respuesta
automática) o diferente. Si entre estímulo y respuesta hay una pausa, contamos con la
posibilidad de abrir un abanico más grande de recursos para responder (en vez de estar
fijados a una única respuesta automática).

Las respuestas reactivas provienen de nuestros condicionamientos, y reaccionamos como


hemos reaccionado siempre...hasta que empezamos a observarnos. De auto-
observarme…puedo en algún momento diferir la respuesta… o preguntarme ¿es necesario
correr a ayudar? ¿cuál es el beneficio de encerrarme ante aquello que me estresa? ¿…o?

Si no me observo, mis palabras y actos serán como un resorte mecánico, donde no hay un
sujeto sino un automatismo.

Un médico, un terapeuta puede ayudarnos a observar esos condicionamientos y construir


una estrategia de cambio hacia una vida más saludable, integrada de conductas tendientes
al auto-cuidado. Y esto se construye a través del diálogo, del intercambio, de construir
acuerdos. Y la eficacia de nuestra palabra se acrecienta, si los profesionales estamos
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comprometidos con nuestra salud, y nos responsabilizamos trabajamos día a día en
conservarla.

¿Qué necesitamos para atravesar una crisis?

En principio re-visar (que es volver a ver) hábitos y condicionamientos, porque muchos de


ellos los hemos tomado de nuestro entorno, pero no son sanos para nosotros.

• Hábitos corporales: Tanto vegetativos (de alimentación, sexuales, de sueño y descanso,


de actividad física, etc.) como motrices (posturas que nos son propias, gestos, contracturas
musculares, etc.).

• Hábitos mentales: Modos de pensar que nos son más usuales (confiar en exceso,
criticar, rumiar, acumular información, pensamientos repetitivos…).

• Hábitos emocionales: ¡Esto sí que es complejo!: patrones del sentir que se repiten en un
circuito interno y conductual previsible, cuando nos enojamos, cuando nos enamoramos,
cuando tenemos miedo, cuando estamos contentos, cuando nos deprimimos...

Y necesitamos utilizar nuestro DISCERNIMIENTO para separar:

- Lo valioso, lo que nos sirve, lo que realmente importa (que nutra nuestro “sí mismo”)

- De aquello que nos intoxica, nos daña, nos hace mal, nos comprime.

Y desde esta base decidir: ¿Qué hábitos mantenemos?, ¿cuáles descartamos? (se trata de
dejar de elegir lo que nos daña) ¿qué hábitos nuevos formamos?

Por ejemplo: este vínculo me hace mal (me lastima, asfixia, no me permite desplegarme),
éste en cambio es bueno; este trabajo no me permite crecer, buscaré otro acorde a mi
formación y expectativas; el vivir quejándome y mirando lo que falta me genera un patrón
emocional de sufrimiento; o el guardarme lo que siento me enoja mucho y después me
sube la presión…

Ir prestando atención a lo que realmente siento y me importa, y separándolo de lo que me


fue puesto desde afuera (que quizás fue útil y funcional en otra época, pero ya no lo es).

Erich Fromm (psicólogo y filósofo humanista) dice “la enfermedad consiste en elegir lo que
no es bueno para uno”.

Esta frase nos invita a reflexionar sobre todas nuestras micro-decisiones diarias, qué
comemos, cuánto descansamos, con quiénes nos vinculamos, que sentimientos
albergamos… y nos devuelve el poder a nosotros: la mayoría de las enfermedades que
padecemos enraízan en nuestros hábitos y estilos de vida (sin desconocer que hay otras
que tienen que ver con otros factores como los hereditarios), y si deseamos vivir de
manera saludable, es momento de re-visarlos y decidir conscientemente cuáles
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mantenemos, cuáles modificamos, cuáles reemplazamos. Y el acompañamiento del médico
en la revisión de estos hábitos es crucial.

Es fundamental lograr una alianza entre el médico y el paciente caracterizada por el


diálogo y la construcción de acuerdos acerca de hábitos y comportamientos sanos. Estamos
aún impregnados del modelo médico paternalista en que el profesional le da indicaciones
al paciente, “le dice lo que tiene que hacer”. El término adherencia terapéutica se
entiende como una implicación activa y colaboración voluntaria del paciente en un
desarrollo de comportamiento aceptado de mutuo acuerdo, con el fin de producir un
resultado terapéutico deseado.

Es importante recordarnos (y recordar a nuestros pacientes) que: “Sobre mí, decido yo”.
La posibilidad de elegir y decidir son actividades propias de nuestra psique; si no las
ejercitamos diariamente, otros digitan nuestra vida (pueden ser los mensajes publicitarios
que nos incitan a consumir bebidas no muy sanas, cigarrillos, productos que no
necesitamos…). El médico orienta, acompaña, guía al paciente, le aporta valiosa
información, lo escucha y comprende, pero finalmente las decisiones están en manos del
paciente. Está ampliamente probado que cuando el paciente participa en la toma de
decisiones, hay mayor adherencia al tratamiento y efectividad. Y para que ello ocurra,
tenemos que estar dispuestos a sentarnos, escuchar, intercambiar y propiciar un mutuo
entendimiento.

Según Elaine Murphy “las principales causas prevenibles de muerte y enfermedad se


encuentran en comportamientos como una dieta inadecuada o poco saludable; fumar,
consumir alcohol y utilizar drogas; llevar una vida sedentaria; así como tener relaciones
sexuales sin protección o en condiciones de riesgo” (en “La promoción de
comportamientos saludables”, texto del módulo de “Comunicación”).

Los problemas de salud constituyen un fenómeno complejo, multi-determinado y de


causas múltiples. Nuestra propuesta es apuntar a la mejoría y recuperación del paciente
usando sus recursos y los de su entorno. Necesitamos su participación activa en el
restablecimiento de la salud y en el mantenimiento de la misma. Y para ello, es
fundamental la toma de conciencia de la influencia de sus hábitos y estilo de vida sobre el
proceso de salud-enfermedad. Cada uno de nosotros es responsable por mantenerse sano
y saludable. Y en este sentido, como muchos de nosotros compartimos hábitos
disfuncionales, una vía para abordarlos y revisarlos sería la participación en talleres de
“Revisión de hábitos y condicionamientos”. Esta es una de las acciones propias de la
Psicología Comunitaria.

El cultivo de una actitud requiere tiempo, paciencia, atención interna y una gran disciplina,
y también es necesario cobrar conciencia de los aspectos enfermizos o dañinos de nuestras

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actitudes presentes. Y la fortaleza y el acompañamiento de un grupo cataliza estos
procesos.

Algunas preguntas para reflexionar: ¿Cómo te imaginas ejerciendo la profesión: en piloto


automático o con conciencia? Mirar a los ojos, tocar o abrazar a un paciente,
comprenderlo, acompañarlo, ponernos momentáneamente en sus zapatos (la famosa
empatía)… que sea un encuentro entre dos seres humanos. Los medicamentos curan, pero
también nuestra humanidad y nuestra presencia, estar presentes ahí.

Es oportuno lograr cambios en el comportamiento tendiente a la salud, empezando por


¡uno mismo! Eso vuelve a nuestra palabra más eficaz. Lo ilustramos con el siguiente
cuento:

El poder de la experiencia

Una mujer tenía un hijo joven que se puso enfermo. El médico le dijo que su única cura
residía en tomarse una pócima a la vez que permanecía en ayuno una semana. Pero el
joven se encontraba en apariencia bien, y era incapaz de ayunar un solo día, a pesar de las
continuas advertencias de su madre y el médico. Un día, la mujer oyó hablar de un sabio
que vivía en un lugar lejano y que tal vez podría ayudarla. Fue a verlo y le contó su
situación.

El maestro dijo:

-Mujer, vuelve dentro de una semana con tu hijo.

A la semana, la madre y el hijo hicieron el largo viaje para presentarse de nuevo ante el
sabio.

Cuando llegaron a su presencia, éste le dijo al joven:

-Has de saber que si no ayunas una semana, será peligroso para ti. Podéis marcharos.

La mujer, oyendo aquellas simples palabras, quedó desconcertada. Había sospechado que
aquel hombre utilizaría algún poder extraño para convencer a su hijo, o tal vez realizase un
poderoso ritual de petición a alguna divinidad.

-Señor -dijo-, hemos recorrido un largo viaje para verte, y lo único que se te ocurre decirle
es algo que tanto su médico como yo le hemos repetido miles de veces.

-No es lo mismo -respondió el sabio.

-¿Y cuál es la diferencia? -quiso saber la mujer.

-La diferencia es que yo he estado ayunando esta semana.

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Cuando regresaron a su pueblo, el joven guardó por propia voluntad la semana de ayuno,
tomó la pócima y se curó.

Los invito a responder (ayudándose de los textos del módulo de “Comunicación”): ¿Por qué
las mismas palabras a veces nos llegan y otras no? ¿De qué depende la eficacia de las
palabras?

LA RESPIRACIÓN: PUENTE HACIA NUESTRO “SI MISMO”

Los ejercicios de meditación y relajación profunda han sido objeto de estudio desde
hace largo tiempo. Estos ejercicios producen modificaciones fisiológicas.

Están ampliamente estudiados los fundamentos psicofisiológicos de las técnicas de


relajación psicofísica y meditación, como así también en los beneficios en el ámbito de la
salud en general.

La experiencia indica que auto-aquietarse diez minutos por día mejora las facultades
cognitivas (en cuanto a la atención, concentración, estudio y memoria), los vínculos, y la
regulación afectiva (disminuye el “dejarse arrastrar” por emociones como el enojo, la
angustia, el miedo, etc, promoviendo estados emparentados con la paz, la serenidad y la
calma).

La respiración es el único ritmo biológico que puede ser modificado por la intención.
Cuando regulamos voluntariamente la respiración, el ritmo cardíaco y cerebral también se
enlentecen.

No podemos por la sola fuerza de la voluntad volver más lento el funcionamiento del
cerebro y del corazón; pero en la medida que hacemos más lenta la respiración, respirando
gentilmente, el cerebro comienza a aquietarse y serenarse, disminuye la ansiedad.

La propuesta es volverlo un hábito cotidiano, los efectos psicológicos se van logrando con
las sucesivas repeticiones, un ratito todos los días. Disponerse a retirase de los estímulos
(vivimos sumergidos en una intoxicación y sobrecarga sensorial, y desde ese estado es
difícil estar en paz, a gusto consigo mismo, conectando con nuestro núcleo esencial).
Respirar conscientemente con la columna erguida, concentrarnos en la respiración
abodominal.

Y mientras realizo la práctica, desarrollar una actitud gentil para sí mismo, amorosa,
compasiva, tenerse paciencia, cuidado, cariño, y si me distraigo con un pensamiento, lo
observo y vuelvo gentilmente a la respiración.

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Antes de comenzar podemos movernos un poco, todos necesitamos DESCOMPRIMIRNOS
(por el ritmo de vida acelerado, comiendo rápido, corriendo detrás del reloj para cumplir
con citas y obligaciones…). La ansiedad tensa el cuerpo. Hay comprensión del sistema
sensorial. Es muy saludable:

- Desperezarnos por la mañana

- Mover el cuerpo en libertad en cualquier momento del día

Factores protectores de la salud

Es importante ampliar la mirada, pues estamos más acostumbrados a considerar los


factores de riesgo para la aparición de enfermedades; es momento de incluir aquellas
conductas relacionadas con los estilos de vida que constituyen factores protectores de la
salud, tales como la práctica regular de ejercicios físicos, las prácticas nutricionales
adecuadas, la reducción de consumo de sustancias tóxicas, las prácticas de seguridad y
protección, prácticas adecuadas de higiene, recursos para minimizar la acción del estrés.
Entre estos últimos, incluimos la meditación y la relajación consciente.

Meditación y relajación psico-física (factor protector de la salud)

Por higiene de la mente, necesitamos ratos de no estímulo, y aprender a estar en SILENCIO


Y QUIETUD, pero ¡sin estar durmiendo!!!!

A veces cuando uno llega del trabajo, excitado, sobre – estimulado, lo único que puede
ofrecer al otro (si vive en compañía) es todo el ruido de la calle, por ello, es sano tomarse
un momento y serenarse…respirar.

Vivimos en una vorágine, abrumados por sonidos fuertes (alarmas), mucho tránsito,
accidentes, malos tratos, y el más leve estímulo, enoja e irrita.

Para tener mejor regulación de las emociones, hay que subir el umbral de excitabilidad,
para que lo que sucede a nuestro alrededor no nos desborde tan rápidamente.

Cuando bajamos la aceleración y nos serenamos, nos movemos más ecuánimemente,


sentimos y actuamos desde nuestro eje, (y no como un resorte, respondiendo desde los
condicionamientos).

¿Qué le conviene al sistema?

- ¿Gente serena, en paz consigo mismo, actuando desde su eje esencial?

- ¿Gente con la mente saturada (por exceso de estímulos)? Esto facilita que nos vendan
más objetos, ideas, con nuestros sentidos colonizados, porque no logramos regular
nuestras emociones.

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La meditación y la relajación son prácticas; son como un antídoto para la malasangre:
cuando estamos saturados, se libera ácido láctico, nos tensamos, se endurece el cuello, se
detiene la digestión, nuestro cerebro comienza a funcionar velozmente.

Cuando una persona se acostumbra estar enojada, ansiosa, irritable, acelerada termina
creyendo que esa es su identidad, aunque en realidad, se trata de su alteración más
habitual.

La meditación es una herramienta de manejo del estrés. Como dice el Dr López Rosetti: “es
un excelente medicamento, no tiene efectos adversos y no se compra en farmacias, y sirve
para tratar el estrés”.

CONCLUYENDO

Los aspectos psicológicos intervienen en el proceso salud-enfermedad. Tenerlos en cuenta,


ser conscientes que nuestra mente es la que elige y decide cada día ir construyendo una
vida en dirección hacia la salud, la integración y el bienestar, o hacia la enfermedad, el
malestar.

Considerar la problemática que nos traiga el paciente desde las dimensiones no sólo
biológica sino también psicológica y social-cultural, nos acercará al paciente, facilitará el
proceso de comunicación, pues no sólo se sentirá estudiado, sino también comprendido y
acompañado.

Diana Souilla

Lic. y Prof. en Psicología

BIBILIOGRAFIA

- M. Carretero, Karina Solcoff Y Daniel Valdez. “Psicología”. Ed. AIQUE. Cap. 1.

- Kornblit, Ana Lía. “Psicología”. Cap. 1 “La Psicología como ciencia”. Ed. Mc Graw Hill.
2002.

- Klimovsky, Gregorio. “Las desventuras del conocimiento científico” A-Z Editora. 1994. Cap.
1.

- M. R. García- Trujillo y J. L. González de Rivera, “Cambios fisiológicos durante los


ejercicios de meditación y relajación profunda”.

- Elaine Murphy, “La promoción de comportamientos saludables”. POPULATION


REFERENCE BUREAU 1875 Connecticut Ave., NW, Suite 520, Washington, DC 20009 EE.UU.

18
- Martín Alonso, Libertad, “APLICACIONES DE LA PSICOLOGÍA EN EL PROCESO SALUD
ENFERMEDAD”. En Revista Cubana Salud Pública 2003;29(3):275-81. Escuela Nacional de
Salud Pública.

VIDEOS SUGERIDOS

Meditación y estrés | Daniel López Rosetti | TEDxSanIsidro.

Publicado el 28 jul. 2016

Link: https://www.youtube.com/watch?v=Vg5sfCX8B8I

Desde un punto de vista médico con ejemplos claros y concisos, el doctor López Rosetti
hará un dinámico despliegue de información útil sobre el estrés y todo lo que necesitamos
saber para prevenirlo y manejarlo, en una dinámica charla en la que explicará los beneficios
del Mindfullness como herramienta para mejorar nuestra calidad de vida.

Especialista en Clínica Médica y Cardiólogo Universitario, jefe del Servicio de Medicina del
Estrés del Hospital Central Municipal de San Isidro, Buenos Aires, profesor titular de
Psicofisiología de la Facultad de Psicología, Universidad Maimónides, director del Curso
Universitario de Medicina del Estrés y Psiconeuroinmunoendocrinología Clínica de la
Asociación Médica Argentina, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés,
miembro titular de la Asociación Médica Argentina y miembro de la Sociedad Argentina de
Cardiología, miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés
(SEAS), fellow del American Institute of Stress de Nueva York. Fue presidente del Congreso
Argentino de Medicina del Estrés en los años 2001 y 2005 en Buenos Aires y desarrolló una
metodología original para el diagnóstico de vulnerabilidad en el síndrome del estrés, el
perfil psicobiológico del estrés y el primer programa de manejo del estrés (PROMES).

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