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El apelativo ‘crítico’ que recibe dicha teoría remite al hecho de que aquello que
impulsa su reflexión es la noción de razón, pero tal como ella fue comprendida en la
Modernidad, máxime en la Ilustración, es decir, una razón absoluta, universal, solipsista
y monológica. En contraposición a esta razón, la Teoría Crítica postula la existencia de
modos de racionalidad. Por esta razón, Horkheimer distingue en la obra citada entre
razón subjetiva -la mentada razón instrumental- y razón objetiva (1969, p. 17).
Hecha esta distinción, la tesis fundamental del autor consiste en que, con el
advenimiento de la Ilustración, en la que triunfa la razón por sobre la religión, comienza
a imponerse paulatinamente, la razón subjetiva. Esto significa que, pese a que en un
principio el racionalismo ilustrado haya intentado dar cuenta de un sistema
omniabarcante en el que se hallaran contenidas determinaciones objetivas en relación
con el hombre (1969, p 25), poco a poco este planteo “objetivista” empieza a perder
peso y la razón se formaliza.
Con ello, dicha razón deviene vacía de contenido, por lo cual, pasa a convertirse en
un mero instrumento utilizado para calcular y adecuar los medios más idóneos en orden
a alcanzar ciertos fines. Además, estos fines no pueden ser más racionales que otros,
pues solamente sirven a un individuo en particular y ya no existe realidad objetiva con
la cual vincularlos. Este es el triunfo de la doctrina liberal en el sentido común, del
utilitarismo más burdo que suprime toda mediación y que lo cosifica todo. Todo ello,
revestido de una pretendida justificación filosófica que va a recibir el nombre de
pragmatismo.
Sin embargo,