Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Profilaxis antibiótica
Los antibióticos profilácticos
se utilizan sobre todo para
prevenir la ISO. La profilaxis
antibiótica preoperatoria
reduce el riesgo de ISQ
postoperatoria en numerosas
circunstancias.
La profilaxis antibiótica en
cirugía no previene las
infecciones nosocomiales
postoperatorias, que en
realidad se presentan con una
mayor incidencia cuando ha
habido profilaxis prolongada,
prosperando los patógenos
más resistentes cuando la
infección se desarrolla.
La profilaxis antibiótica está
indicada para la mayoría de
las operaciones limpias-
contaminadas y contaminadas
(o potencialmente
contaminadas).
Cuatro principios rigen la administración de un agente antimicrobiano para la profilaxis:
1. Seguridad.
2. Un adecuado espectro reducido de cobertura de patógenos importantes.
3. Poca o ninguna confianza en el agente para el tratamiento de la infección (por la posible inducción de resistencias con un uso intenso).
4. Administración durante la hora anterior a la cirugía y durante un breve período de tiempo después (no más de 24 h, 48 h para cirugía
cardíaca y, lo ideal, en una sola dosis).
Las mayor parte de las ISQ son producidas por cocos grampositivos, de modo que la profilaxis ha de ir dirigida contra estafilococos
en los casos limpios y en la cirugía de alto riesgo, limpia-contaminada y gástrica y biliar programada.
Si se necesita cobertura de gramnegativos o anaerobios, el esquema de primera elección de la mayoría de los expertos es una
cefalosporina de segunda generación, o la combinación de un agente de primera generación más metronidazol.
La profilaxis con vancomicina es, en general, apropiada solo en centros en los que la incidencia de infección por SARM sea elevada (>
20% de todas las ISQ causadas por SARM).
El momento óptimo para la administración en la profilaxis antibiótica parenteral es en la hora anterior a la incisión. Los antibióticos
administrados antes son ineficaces, del mismo modo que lo son los administrados después del cierre de la incisión.
Los antibióticos con semivida corta (t1/2 < 2 h; p. ej., cefazolina o cefoxitina) deben redosificarse cada 3-4 h durante la cirugía, si la
intervención se prolonga o existe hemorragia.
La profilaxis prolongada incrementa el riesgo de infecciones nosocomiales no relacionadas con el sitio quirúrgico y el riesgo de aparición
de patógenos MR. La neumonía y las infecciones relacionadas con catéteres se han asociado a profilaxis prolongada del mismo modo
que la aparición de ISQ
Como resultado de la isquemia causada por la hemostasia quirúrgica, la penetración antibiótica en la incisión inmediatamente después de
la cirugía es cuestionable hasta que se produce neovascularización (de 24 a 48 h).
2. Principios de antibioterapia
a) Evaluación de posible infección
En ausencia de fiebre, la presencia de hipotensión, taquicardia,
confusión, escalofríos, lesiones cutáneas, manifestaciones
respiratorias, oliguria, acidosis láctica, leucocitosis, leucopenia,
neutrófilos inmaduros o trombocitopenia puede indicar infección y
llevar al tratamiento provisional inmediato.
Los pacientes hipotérmicos o eutérmicos pueden presentar una
infección de potencial riesgo vital. Entre ellos se incluyen pacientes
mayores, con heridas abdominales abiertas, con hepatopatía en fase
terminal o con insuficiencia renal crónica, así como pacientes que
toman fármacos antiinflamatorios o antipiréticos.
La definición de fiebre es arbitraria y depende de cómo y cuándo se
mida la temperatura. Además de la biología del huésped, en una UCI
existen diversos elementos del entorno que pueden alterar la
temperatura corporal, como colchones especializados, iluminación,
calefacción o aire acondicionado, lavado peritoneal y tratamiento de
reposición renal.
Los mecanismos termorreguladores pueden resultar alterados por
fármacos o por una lesión del sistema nervioso central.
Muchas UCI consideran que cualquier paciente con una temperatura
central de 38,3 °C o superior se encuentra en estado febril, lo cual
justifica la evaluación de una posible infección. Sin embargo, en pacientes inmunodeprimidos puede considerarse un umbral más bajo.
Las pruebas de laboratorio y de imagen deben realizarse solo después de una valoración clínica (historia y exploración física) que indique
que existe infección.
La fiebre es frecuente en las primeras 72 h después de la cirugía y, en origen, no suele ser infecciosa.
Otras causas no infecciosas potencialmente graves de fiebre postoperatoria son trombosis venosa profunda, isquemia o necrosis tisular,
embolia pulmonar, insuficiencia suprarrenal, fiebre inducida por fármaco, hipertermia maligna inducida por anestesia y rechazo agudo de
aloinjerto. No obstante, una vez que un paciente ha superado las 96 h después de la operación, es más probable que la presencia de
fiebre se deba a infección.
El síndrome neuroléptico maligno es algo más frecuente que la hipertermia maligna y se identifica más a menudo en la UCI. Se ha
asociado a fenotiacinas, tioxantinas y butirofenonas. También se manifiesta como rigidez muscular, fiebre y concentración creciente de
creatinacinasa.
La fiebre también se relaciona con hematoma o ISQ. La ISQ es muy poco frecuente en los primeros días después de la intervención,
excepto en el caso de las infecciones estreptocócicas del grupo A y de las infecciones por clostridios, que pueden desarrollarse desde
unas horas hasta 1-3 días después de la cirugía. Estas causas deben sospecharse sobre la base de la inspección de la incisión. Así, es
obligado retirar los apósitos de cirugía para inspeccionar la incisión como parte de toda evaluación de un proceso febril.
Sin embargo, si una incisión está abierta, debe tomarse una muestra para un cultivo profundo; el frotis superficial de una herida abierta o
la recogida de líquido de un drenaje (si existe) para su cultivo no es de utilidad, debido a que la probabilidad de colonización es elevada.
La radiografía torácica es opcional para la evaluación de fiebre postoperatoria, salvo si la ventilación mecánica prolongada, la frecuencia
respiratoria, la auscultación, unos niveles de gases en sangre anómalos o secreciones pulmonares sugieren la posibilidad de que la
técnica dé buenos resultados.
Un cultivo o un análisis de orina no es obligatorio para evaluar fiebre durante los 3 días iniciales, salvo que existan razones para
sospechar de una IVU, por los antecedentes o por la exploración.
b) Hemocultivos
Las muestras de hemocultivos deben obtenerse de pacientes con fiebre de nueva aparición cuando la evaluación clínica no
permita suponer de forma clara una causa no infecciosa.
Un hemocultivo se define como una muestra de 20 a 30 ml de sangre tomada en el mismo momento y de un solo sitio,
independientemente del número de frascos o tubos que se llenen para su procesado; el inóculo mínimo para un
hemocultivo de adulto debe ser de 10 ml/tubo.
La obtención de dos o tres hemocultivos de volumen adecuado y de sitios de acceso separados al aparecer la fiebre es la
manera más eficaz de diferenciar si un organismo hallado en el hemocultivo representa un auténtico patógeno (múltiples
cultivos son a menudo positivos), un contaminante (solo uno de los múltiples cultivos es positivo para un organismo
habitualmente hallado en la piel y la correlación clínica no avala la infección) o bacteriemia o fungemia por un catéter
infectado (un cultivo del catéter es positivo, a menudo es positivo el cultivo de la punta del catéter, y otros cultivos no lo
son).
c) Antibioterapia empírica
La antibioterapia empírica ha de administrarse con criterio.
Dada la creciente prevalencia de patógenos MR, es crucial
para la antibioterapia provisional inicial que esta sea
debidamente orientada, se administre en dosis suficientes para
asegurar la muerte bacteriana, se reduzca en cuanto a espectro
(desescalada) tan pronto como sea posible sobre la base de
datos microbiológicos y de la respuesta clínica y se prolongue
solo el tiempo necesario.
3. Elección del antibiótico
La elección del antibiótico se basa en diversos factores
interrelacionados
Son importantes factores específicos del paciente la edad, la
debilidad, la inmunodepresión, la función intrínseca del órgano,
las alergias previas u otras reacciones adversas y una
antibioterapia reciente.
Los medicamentos pueden elegirse sobre la base del espectro,
ya sea amplio o dirigido (p. ej., antipseudomonas,
antianaerobios), además de en virtud de los factores
previamente apuntados.
Si se sospecha de un patógeno nosocomial gramnegativo (p. ej.,
infección de herida, ISQ, ITS/VC, NAV, NAH) o de SARM
endémico, la vancomicina (o linezolid) empírica es adecuada.