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Hys 12 06 Alzate Echeverri Adriana - Chicha Entre Balsamo Veneno PDF
Hys 12 06 Alzate Echeverri Adriana - Chicha Entre Balsamo Veneno PDF
Resumen
♣
Artículo recibido el 5 de junio de 2006 y aprobado el 20 de agosto de 2006.
* Profesora del Programa de Historia de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario.
Este artículo forma parte de un capítulo de la tesis de doctorado en historia titulada “Saleté et ordre.
Réformes sanitaires et société en Nouvelle-Grenade, 1760-1810” (Universidad de París 1), que será
publicada en español en el presente año.
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162 La chicha: entre bálsamo y veneno. Contribución al estudio ...
Abstract
This article is about the various problems that the chicha and the
establishments that distributed it caused to health, economy, moral and the
public tranquillity in the New Kingdom of Granade, at the end of the 18th and
the beginning of the 19th centuries. It describes the large series of efforts to
control the consumption of this drink and studies the arguments used by the
different New Granade social sections to condemn or defend it. It reveals the
process through which the chicha, after having played an important part of
the social universe of the natives, where it was used as a ritual, therapeutical
and festive beverage, spreads to other sectors of the society (black, mestizos,
Creole, Spaniards). Likewise, it pretends to show how, during this period,
this drink starts being increasingly perceived as a menace to the settling of
civilization in this territory. Simultaneously it gained terrain in the medical (or
“scientific”) reflection, instead of the religious concerns. In sum, this article
depicts the beginning of a transition, of a displacement, that goes from the
condemn of the consumption of chicha as a sign of barbarism to be seen as
a symptom of a deviation.
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1
Existe una amplia bibliografía sobre el consumo
de chicha entre los pueblos prehispánicos, ver
entre otros: Dwight B. Heath, “A critical review ideológicas frente al alcohol en la cultura andina,
of ethnographic studies of alcohol use”, en: R. poniendo en relación su visión de la circulación de
Gibbins, et al, Research advances in alcohol and los líquidos con la dimensión corporal y
drugs problems, Wiley, 1975; Eduardo Estrella, cosmológica en: Robert Randall, “Los dos vasos.
“La función social del beber en los pueblos andinos Cosmovisión y política de la embriaguez desde el
prehispánicos”, en: Anuario de Estudios inkanato hasta la colonia”, pp. 73-138; una visión
Americanos, Sevilla, vol. 50, No. 2, 1993, pp. reflexiva, de conjunto, sobre las borracheras
45-58. En este texto, Estrella refiere tres modelos indígenas en: Dwight B. Heath, “Borrachera
básicos del beber en esos pueblos: el ceremonial, indígena, cambio de concepciones”, pp. 171-186.
el transfigurante y el estimulante; también en Resulta también interesante, a pesar de cierto
relación con los diferentes usos de la chicha en las anacronismo en la utilización de varias categorías,
comunidades indígenas ver el interesante libro el estudio sobre el consumo de alcohol en los
editado por Thomas Saignes, Borrachera y indígenas de la región de Antioquia (Colombia):
memoria. La experiencia de lo sagrado en los Juan Bautista Montoya y Flórez, “El alcoholismo
Andes, IFEA-Hisbol, 1993; donde pueden entre los aborígenes de Antioquia”, en: Anales de
encontrarse textos que se ocupan del consumo de la Academia de Medicina, Medellín, vol. 12, No.
esta bebida durante la Conquista e inicios de la 132, 1903.
2
Colonia, ver: Thierry Saignes, “Borracheras Jorge Bejarano, La derrota de un vicio. Origen
andinas: ¿por qué los indios ebrios hablan e historia de la chicha, Bogotá, Iquema, 1950,
español?”, pp. 43-73; sobre las actitudes p. 22.
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Por otra parte, las chicherías se ex- polémicas instauradas alrededor de tal
pandieron por muchas ciudades bebida se nutrieron de algunas de las
neogranadinas, sobre todo en las zonas ideas del pensamiento ilustrado, espe-
de antiguos asentamientos Muiscas cialmente las relativas a la valoración
(Altiplano Cundiboyacense) y en el sur negativa del indígena y del pueblo.
12
(actual departamento de Nariño). En
Santafé se encontraban múltiples esta- Generalmente, las opiniones oficia-
blecimientos: en el marco de la plaza, les acerca de la chicha, la considera-
la zona central y los barrios periféricos. ban culpable de la alteración de la tran-
En una real cédula de 1675, las autori- quilidad pública, pues la embriaguez era
dades de Santafé ordenaban reducir su el estado habitual de quienes protago-
número a 120 en dicha ciudad. Se
13 nizaban riñas, peleas y delitos de toda
ubicaron de preferencia en lugares índole en las ciudades neogranadinas;
próximos a los mercados públicos, donde fue también objeto de condena desde
la población campesina se concentra- el punto de vista económico, pues en-
ba los viernes y sábados, días de mer- tregados a la bebida, los indios, labra-
cado.
14 dores y demás trabajadores abandona-
ban sus labores y contribuían a la ruina
1. Quejas y condenas contra la de las arcas del virreinato, ello hacía
chicha que algunos funcionarios tildaran las
chicherías de “receptáculos de vicio-
15
Las críticas a la chicha y las sos, mal entretenidos y vagos”. De
chicherías estaban relacionadas con igual forma, las autoridades censura-
diversos aspectos: el orden público, la ban asimismo los efectos nefastos de
moral y las buenas costumbres, la eco- las sustancias nocivas que a veces se
nomía, la higiene y la salud pública. Las añadían a la chicha para aumentar su
efecto embriagante.
12
Por otro lado, habida cuenta de que
La chicha, llamada también “vino amarillo”, el alcohol abre un espacio de discusión
fue la bebida preferida de los habitantes de zonas
altas de las cordilleras de la Nueva Granada; quienes
y de crítica a las formas de autoridad y
vivían en las regiones cálidas consumían más el de jerarquía establecidas y de que, en
guarapo, conocido también como aguadulce. una situación colonial, la embriaguez
13
Archivo General de la Nación -en adelante permite y sugiere una conducta de de-
AGN- Colonia, Policía, tomo 3, f. 3v. Ya a finales
safío al poder, la sospecha de sedición
del siglo XIX, según el censo de 1891 existían más
de 200 chicherías en Santafé. Aída Martínez en las chicherías estuvo siempre pre-
Carreño, “La vida familiar en los espacios sente. En el periodo pre-
domésticos”, en: Historia de la vida cotidiana en
Colombia, Bogotá, Editorial Norma, 1996, p.
356.
14
Julián Vargas Lesmes, “‘Zahúrdas de Plutón’. 15
Chicherías en Santafé”, en: La sociedad de Santafé Es la expresión del Alcalde ordinario de Pore
colonial, Bogotá, Cinep, 1990, p. 379. en 1796. AGN, Colonia, Policía, tomo 6, f. 156v.
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ban con los humanos. Además, los Es significativa la pintura que de
usuarios de las chicherías arrancaban estos establecimientos hizo el Virrey
a veces las piedras de las calles aleda- Mendinueta en 1798; a su juicio, las
ñas a dichos establecimientos, dañan- chicherías eran: “infectos e inadecua-
do así los empedrados. Otro de los pe- dos cuartos de habitación que por lo
ligros de las chicherías era que expo- general sólo reciben luz y aire por una
nían a incendios las casas vecinas, por estrecha puerta, que carecían de ser-
la presencia constante de los grandes vicio de agua y albañal, donde se agru-
calderos empleados en la elaboración paban numerosas familias, las cuales
19
de tal bebida. arrojaban al caño descubierto de la ca-
21
lle todos sus desperdicios”.
Este espacio era pues, a la vez, una
vivienda para personas que estaban casi Los argumentos de orden económi-
en situación de hacinamiento, un lugar co contra la chicha no escasearon, en
insalubre donde se encontraban dife- este mundo de intereses, donde se es-
rentes animales y sustancias en fer- condían, al final, las presiones fiscales
mentación y, en ocasiones, también un de la Monarquía. El consumo excesivo
sitio de venta de diversos productos de bebidas embriagantes en la Nueva
como manteca, longaniza o carbón. Granada no fue un fenómeno propio del
Toda esta mezcla daba como resulta- siglo XVIII; lo que singulariza esta épo-
do un olor característico; desde en- ca es, sin duda, la fuerte presión fiscal
22
tonces se hablaba en Santafé del he- que recayó sobre ella.
dor, de la fetidez singular producida por
20
tales sitios. Esta convivencia de per- En cuanto a los aspectos fiscales,
sonas, animales y fermentaciones crea- cabe considerar que en el siglo XVIII
ba, a juicio de las autoridades y de al- se estableció en la Nueva Granada el
gunos miembros de la élite, un ambien- estanco de un licor obtenido por desti-
te malsano, generador de enfermedad.
21
El tema de las chicherías era obligado en las
relaciones de mando de los virreyes de la Nueva
Granada de fines del siglo XVIII. Messía de la Cerda
18 (1761-1773), por ejemplo, lo menciona en
José María Ibáñez, Crónicas de Bogotá, Bogotá, términos invariables: “Los indios, poseídos de la
Biblioteca de Cultura Popular, 1951, tomo 1, p. embriaguez faltan a las obligaciones de cristianos,
182. al cuidado de sus familias y al cultivo de las tierras
19
Gilma Mora de Tovar, “Chicha, guarapo y fomentando discordias entre sí, y aún a veces
presión fiscal en la sociedad colonial del siglo sublevaciones que se meditan con el calor de la
XVIII”, en: Anuario Colombiano de Historia bebida”. “Relación de Mando de Messía de la Cerda,
Social y de la Cultura, Bogotá, Nos. 16-17, 1988- (1772)”, en: Germán Colmenares, Relaciones e
1989, p. 25. informes de los gobernantes de la Nueva Granada,
20
Julián Vargas, “Cuando mandaba la chicha”, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1989, tomo
en: Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 1, p. 229.
22
febrero 21, 1988, p. 7. Gilma Mora de Tovar, Op. cit., p. 17.
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orden público y por los perjuicios que periferia de la ciudad. En 1690 se im-
causaría a los intereses económicos de pusieron diversas penas a quienes la
algunos sectores de la población. consumieran, debido a las enfermeda-
des y “muertes repentinas” que ella
En relación con la salud, existen dos producía en los indios, lo que, a su vez,
aspectos que se presentan con mucha generaba la disminución de los tribu-
frecuencia en las disposiciones relati- tos. Tiempo después, un edicto del Ar-
vas a este consumo: la condena de su zobispo de Santafé, Ignacio de Urbina
abuso y la prohibición de añadirle sus- 30
(1693), excomulgaba a quienes com-
tancias dañinas. Durante el siglo XVII, praran, vendieran o fabricaran chicha
las medidas del Presidente de la Au- y aguardiente. Pero varias razones lo
diencia Pérez Manrique (1628) prohi- obligaron después a derogarlo: en pri-
bían a todos los habitantes de la ciu- mer lugar su inobservancia aún so pena
dad, hacer, vender y tomar chicha, bajo de excomunión, y en segundo lugar, el
pena de multa de 200 pesos, pagade- argumento del Cabildo de la ciudad,
ros en dinero o en azotes. Esta regla- según el cual la chicha era el “principal
mentación se fundaba en el hecho de alimento de las clases pobres”.
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aceptarlo, gravándolo de nuevo y re- esta disputa está asociada con diver-
glamentando el funcionamiento de los sas formas de protesta popular, pues
establecimientos que la expendían. Se esa misma zona fue protagonista de la
fijó un volumen de venta máximo de insurrección de los Comuneros (1781).
cuatro totumas de chicha por persona Entre las causas de esta revuelta se en-
al día; las ventas superiores eran con- cuentra, la protesta por el aumento en el
sideradas excesivas y hacían al vende- precio del aguardiente y el tabaco, y la
38
dor imputable de una sanción. Poste- creación de nuevos impuestos.
riormente, esta reglamentación se re-
veló difícil de vigilar y por ello en 1798, En 1796, Don José Clemente de los
se cambia el criterio de control, no se Reyes y Don Marcelino Borbes, Alcal-
vigilaría ya la cantidad de totumas ven- des Partidarios de la parroquia de
didas sino el dinero invertido por el con- Charalá, solicitan medidas que reme-
sumidor en esa compra. Así, se consi- diaran los “escándalos, desórdenes e
deró prudente multar a las chicherías
que vendieran a una sola persona tres
o cuatro reales de chicha, “mayormen- 38
El desarrollo general de la insurrección de los
te cuando ellos en la misma taberna la comuneros en su contexto más amplio tiene
37
beben y no la conducen a sus casas”. relación con los inclementes procedimientos
introducidos por el visitador Gutiérrez de Piñeres,
a quien la Corona había enviado a Santafé en 1779
A pesar de los criterios cambiantes a recaudar dinero para la guerra que recientemente
utilizados para regular este consumo, se había declarado contra la Gran Bretaña. En
las normas que tuvieron a la chicha por ausencia del virrey Flores, quien se había trasladado
objeto fueron siempre ineficaces, lo cual a Cartagena para supervisar la defensa de tan
importante ciudad, Gutiérrez de Piñeres
hizo que, en el siglo XIX, se dictaran incrementó la alcabala (impuesto a las ventas) del
de nuevo bajo penas más severas. 4 al 6% ; gravó con impuestos la sal, el tabaco y
los juegos de cartas -todos monopolios impopulares
3. Un caso en Charalá del gobierno-, e impuso nuevos gravámenes sobre
los textiles de algodón. Este severo programa que
amenazaba incrementar el precio de los productos
La visión de las autoridades civiles alimenticios, y de otros productos esenciales, se
y eclesiásticas del virreinato en rela- convirtió en una ofensiva doble, debido a los
ción con el consumo de chicha, su re- rigurosos métodos utilizados por los recaudadores
probación y el conflicto de intereses, de impuestos. La revuelta estalló en El Socorro,
donde, después de negarse a pagar los nuevos
aparecen claramente en un caso que impuestos, cerca de 6000 insurgentes atacaron las
enfrentó a los chicheros de Charalá bodegas del gobierno en el pueblo, expulsaron a
(perteneciente a la jurisdicción de la villa las autoridades españolas y eligieron sus propios
dirigentes. Jane M. Rausch, “Los comuneros
de El Socorro-hoy departamento de olvidados: la insurrección de 1781 en los llanos
Santander-), con diversas autoridades del Casanare”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico,
locales. La región donde se presentó Bogotá, Banco de la República, No. 41, vol. 33,
1996, p. 45. Para un análisis más profundo y
detallado de esta insurrección, remitirse al ya
37
clásico estudio: John Phelan, El Pueblo y el Rey,
Gilma Mora de Tovar, Op. cit., p. 29. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.
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AGN, Archivo Anexo, Fondo Historia, tomo
40
3, ff. 681-737. Ibíd., f. 684v.
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Vale la pena mencionar, en este sen- sas”, cuya cercanía levantaba sospe-
42
tido, que la condena de las autoridades chas. A tales bodegas concurrían
coloniales de las borracheras, es también niñas de corta edad, que eran
43
indisociable de la cuestión del ocio, y allí “estupradas por tanto vago hol-
de una actitud característica de las gazán que entre corrillos habitan en esas
44
sociedades “pre-estatales” frente al tra- casas y calles”.
bajo: en este tipo de sociedades se la-
bora lo mínimo para satisfacer las ne- En semejantes sitios -continuaba el
cesidades vitales básicas; el resto del testigo- pasaban los hombres semanas
tiempo, se dedica a actividades de enteras sin más oficio que tomar chi-
convivialidad como charlar, festejar, cha, “dejando sus mujeres en el campo
celebrar a los dioses o a los muertos, padeciendo mil necesidades”. Igualmen-
actos todos necesarios para la repro- te, indicaba que no había riña, muerte,
ducción y la pervivencia del grupo. Por robo, fornicación o adulterio donde esa
la tanto, era necesaria una gran fuerza bebida no estuviera presente.
del gobierno para obligar a los sujetos
a trabajar para producir más de lo que 42
Las mujeres no sólo se dedicaron a la
necesitaban y convertirlos así en “tri- preparación de chicha, sino que organizaron las
41
butarios”. chicherías y administraron su venta. Por esto las
autoridades las tildaron de ser las causantes de
Sobre los escándalos morales pro- frecuentes disturbios sociales. A veces las mujeres
chicheras, y otras vinculadas a oficios humildes,
vocados por las chicherías, el testigo estuvieron presentes en las protestas realizadas
Lucas de Uribe comentaba que en di- contra ciertas medidas fiscales relacionadas con la
chos locales se encontraban personas chicha, o contra los abusos cometidos por los
de todos los estados y edades, “con el funcionarios. Por otro lado, en múltiples ocasiones
se encuentra como argumento de ciertas autoridades
juicio perdido ejecutando insolencias”. para dejarlas continuar con la venta de chicha, el
Por las chicherías se perdía el respeto hecho de que reducir las chicherías implicaría “dejar
que los hijos debían a sus padres (pues sin subsistencia” a muchas familias, pues las
mujeres, que participaban, con lo devengado en
ahí se veían frecuentemente agresio- esta venta, del sustento de sus hogares, se verían
nes hacia los padres, las cuales en oca- así obligadas a dedicarse a la prostitución “causando
siones degeneraban en homicidios) eran con ello mayores daños”. Gilma Mora de Tovar,
“Chicha, guarapo y presión fiscal en la sociedad
evidentes, asimismo, las injurias (“que
colonial del siglo XVIII”, en: Anuario Colombiano
horroriza oírlas”). Además, en cada de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, Nos.
bodega de la chichería había tres o cua- 16-17, 1988-1989, pp. 26, 28.
43
tro mujeres dedicadas a la preparación La acepción de este término en el siglo XVIII
de la chicha “y otros tantos varones (1732) es la siguiente: “Concúbito y
ayuntamiento ilícito y forzado con virgen o
para la conducción de agua y otras co- doncella” […] Fray Luis de Granada, Mem. Part.
I, Trat. 2, Cap. I. “Pecar con doncella virgen es
estupro”. Diccionario de Autoridades, DRAE, 1732,
p. 660.
41 44
Th. Saignes, “Borracheras andinas”, Op. cit., AGN, Archivo Anexo, Fondo Historia, tomo
p. 54. 3, f. 690r.
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perimentará una general ruina del gre de mujeres paridas por estar creí-
Reino que será desolación irre- das las vendedoras que por este medio
50
mediable si en este oportuno consiguen su más pronta venta…”.
tiempo no se ponen detenciones En cierta forma, este testimonio revela
48
en la fabricación de este licor.
la creencia acerca del uso de la sangre
Como se puede apreciar, se pensa- con fines mágicos: la sangre de la mu-
ba que la chicha era también la culpa- jer es utilizada como un instrumento que
ble de varias de las enfermedades más le permite volver un objeto (o una bebi-
frecuentes en el virreinato. Esta cen- da) más deseable. No hay que olvidar
sura de la chicha como patógena, la que la sangre menstrual ha sido siem-
denuncia de las sustancias dañinas y pre considerada como un ingrediente
de los malos procederes que interve- fundamental de los filtros de amor.
nían en la elaboración se encuentra sin
Es interesante ver la manera como,
cesar en los documentos de la época.
durante la preparación de la chicha, los
Ello aparece de nuevo, por ejemplo, en
líquidos del cuerpo de la mujer apare-
el testimonio de un habitante de San
cen en primer plano. Por un lado, está
José de Pore (Provincia de Neiva), ci-
su saliva, ingrediente esencial para la
tado como testigo en una petición ele-
elaboración de la bebida, y, por otro, su
vada por el cura y los Alcaldes de esa
sangre. Fuera de la veracidad o no del
localidad para que se prohibiera allí el
empleo de la sangre menstrual como
consumo de chicha (1796). El pobla-
componente de la chicha, el hecho sig-
dor afirma que algunas personas en-
nificativo es que ello aparezca conti-
fermas eran las encargadas de masti-
nuamente en el discurso de diversos
car el maíz necesario para la fabrica-
personajes, testigos y funcionarios.
ción de la chicha: “por lo regular las
personas que destinan los dueños y La sangre está inmersa en un uni-
dueñas de las chicherías para mascar- verso simbólico rico y diverso. Ella pue-
lo [el maíz] son aquellas que de representar tanto la vida como la
están inhabilitadas por males contagio- muerte. Para el pensamiento religioso
49
sos como son bubas y gálico”. cristiano, por ejemplo, ella es pura y
sagrada: la sangre de Cristo se identifi-
Otro de los testigos anotaba, en el
ca con la vida; por el contrario, la san-
mismo sentido, que la chicha causaba
gre de las mujeres es impura y es obje-
muchas enfermedades porque “les
to de tabús sexuales y sociales. En la
echan mil porquerías y entre ellas pe-
Biblia, existe el tabú absoluto de rela-
dazos de enaguas blancas sucias y san-
ciones sexuales en el período de las
reglas; se acusa a la mujer que
48
AGN, Archivo Anexo, Fondo Historia, tomo
3, f. 691v.
49 50
Las itálicas son nuestras. AGN, Colonia, Policía, tomo 6, ff. 157v-160r.
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menstrua de ser impura, peligrosa, ma- y casi balsámica: la chicha era una be-
loliente, de dañar el agua, etc. Hay en- bida “de gran consuelo”, pues consti-
tonces una imagen de la sangre que la tuía el principal sustento de quienes no
representa como benéfica, fasta y sa- poseían el dinero para “comprar la car-
grada y otra que la muestra peligrosa, ne”, y asimismo, era un gran remedio
nefasta, impura y profana. En algunas económico para quienes la fabricaban,
culturas, se creía que el flujo de sangre pues con las “cortas ganancias” gene-
menstrual ponía en peligro la masculi- radas, podían satisfacer, en parte, sus
52
nidad del hombre y, en consecuencia, necesidades. Algunas personas pen-
la dominación masculina de la socie- saban que las restricciones pretendidas
51
dad. De la presencia de la sangre en sólo aumentarían las enfermedades, im-
el discurso de los testigos citados ante- pedirían el trabajo y, en suma, destrui-
riormente, se pueden derivar varias rían a “los pobres que se alimentan con
ideas, relacionadas con la imagen de la ella”.
chicha para la sociedad colonial, como
se verá posteriormente. Según varios testigos, esta bebida
era también una suerte de sangre
3.2. La bebida balsámica vivificante para el trabajador, pues pro-
curaba fortaleza y vigor a quienes la-
Volviendo al caso de Charalá, cabe boraban en un clima tórrido y “repara-
decir que el consumo de la chicha no ba las fuerzas, el desfallecimiento y la
sólo generaba sentimientos de indigna- debilidad” causadas por el continuo y
ción y censura, había varias personas copioso sudor. Tales propiedades no se
llamadas a testificar que actuaron como encontraban en el agua pura, pues
sus defensores. La juzgaban nutritiva esta, al contrario, les producía resfríos
53
y les “cortaba el esfuerzo”.
51
Maurice Godelier, La production de grands
hommes. Pouvoir et domination masculine chez
Esta consideración sobre el agua es
les Baruya de Nouvelle-Guinée, Paris, Fayard, significativa. El rechazo del agua pura
1982, p. 78. El simbolismo de la sangre menstrual cobra sentido en una metáfora usada
ha sido muy estudiado en antropología, ver entre por muchos pobladores de los Andes,
otros: Lucien Lévy-Bruhl, Le surnaturel et la
nature dans la mentalité primitive, Paris, PUF, según su concepción, el agua pura no
1963; Mircea Eliade, Mitos, sueños y misterios, sólo era “nociva para la salud”, sino
Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, también desagradable. Un líquido de-
1961; Mary Douglas, Purity and Danger: An
Analysis of the Concepts of Pollution and Taboo,
bía someterse a un tratamiento “técni-
London-New York, Routeledge & Keegan Paul, co” adecuado para poder ser consumi-
1966. do por los hombres, por ejemplo, dejar-
52
En algunas regiones de los Andes peruanos, la
chicha poco fermentada se empleaba como
medicamento contra la detención de orina y las
piedras en los riñones y vejiga. Carmen Salazar-
53
Soler, “Embriaguez y visiones en los Andes”, Op. AGN, Archivo Anexo, Fondo Historia, tomo
cit., p. 24. 3, ff. 725v, 726r, 737v.
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180 La chicha: entre bálsamo y veneno. Contribución al estudio ...
sición” (investigación) sobre los auto- re que se proceda con mucho tiento y
res de tales actos para proceder luego sin perjuicio de los pobres; a quienes,
en derecho contra ellos. por su naturaleza es benéfica la chi-
57
cha, y tal vez el único principio vital”.
En el curso de ese proceso, se men-
ciona que uno de los vecinos de Charalá, El Alcalde ordinario, después de oír
Juan Florencio Díaz, había enviado una a los partidarios, concluyó su visita
denuncia, con una lista de firmantes, a “requiriéndolos con toda urbanidad para
las autoridades de El Socorro, para el buen tratamiento de aquella gente
manifestar la injusticia de la decisión y infeliz, sin el estrépito que puede ofen-
los abusos cometidos por los Alcaldes der su quietud o al menos con mucha
Partidarios. Refiere que estos últimos circunspección en el castigo de sus
58
habían designado sólo seis personas con excesos”.
derecho a vender la chicha, quienes
eran vecinos “de conocida comodidad” Este hecho despertó una serie de
y que con “este pretexto estaban ultra- representaciones en igual sentido por
jando a los pobres”, estos últimos al no parte de las autoridades de las comuni-
poder abandonar su venta, eran pues- dades vecinas. Las mismas razones
tos en prisión, en los cepos.
56 aducían los Alcaldes Partidarios de la
Parroquia de Monguí (hoy departamen-
El Cabildo de El Socorro, informa- to de Boyacá), quienes pidieron al go-
do de tal situación, convocó a los Al- bierno medidas severas para los con-
caldes para que explicaran la situación; sumidores de esta bebida. Los testigos
sin embargo, éstos no sólo no respon- llamados en esta ocasión poseían las
dieron, sino que arremetieron contra los mismas herramientas argumentativas
59
firmantes de la petición redactada por que los anteriores.
Díaz, enviándolos a prisión. Ante tales
acontecimientos, Juan Florencio Díaz Los Alcaldes de la parroquia de
escribe de nuevo al Cabildo de El Soco- Chiquinquirá reaccionaron de manera
rro, para comunicar la terrible situación. semejante, solicitaron la intervención de
En esta ocasión el cabildo envió a las autoridades de El Socorro para que
Charalá un Alcalde ordinario para que frenaran “esta peste infernal de la chi-
estudiara los hechos, y para que, sobre cha”, ante los “desórdenes y escánda-
todo, recordara a los Alcaldes Partida- los” que producía el consumo de esta
60
rios la obediencia que debían al Cabildo, bebida.
además, de la necesidad de que obraran
con prudencia y sin atropellos, “en una
materia en que el ánimo superior quie- 57
Ibíd.
58
Ibíd.
59
Ibíd., f. 738v.
56 60
AGN, Archivo Anexo, Historia, tomo 3, f. 739r. Ibíd., f. 694v.
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182 La chicha: entre bálsamo y veneno. Contribución al estudio ...
tos reales antiguos, que serán reempla- política exigía la aceptación de que nin-
zados por las normas de los siglos XVI gún acto podía violar las obligaciones
y XVII, otorgan la responsabilidad del morales impuestas por un orden jerár-
escándalo a los “patricios” (hombres quico. Esta categoría ayudaría también
“principales” de la ciudad) y nunca al a comprender las consecuencias deri-
pueblo: es el pueblo el “escandalizado” vadas de las normas que pretenden re-
por la conducta de las gentes principa- gir una sociedad encerrada en sí mis-
les. Por el contrario, durante el último ma, en la cual el control de la conducta
tercio del siglo XVIII, se observa que individual se ejercía como una tarea
la responsabilidad del escándalo se des- colectiva y en la que el chisme y la co-
plaza, la apelación “escándalo” se ex- midilla aparecían, no sólo como
tiende a todas las conductas cuya visi- correctivos sociales, sino a veces, tam-
66
bilidad pasaba antes desapercibida o bién, como auxiliares de la justicia.
era tolerada o consentida, y comienza
a dirigirse hacia el pueblo, muestra una Las problemáticas que se
desconfianza por el pueblo. Así, se in- entrecruzan en el estudio de las
tensifica una sospecha permanente y chicherías y que aparecen, en ocasio-
una “inclemencia hacia el público” bajo nes, en los expedientes penales, refle-
una acepción de “lo popular”, nutrida jan una imagen de la sociedad colonial
de las ideas ilustradas.
64 de entonces que dista mucho de ser la
“procesión tranquila y ordenada de je-
En el siglo XVIII, con el escándalo rarquías y de oficios en los momentos
se convierten en hechos sociales las solemnes de fiestas religiosas o de con-
67
conductas privadas, aun las más ínti- memoraciones de la Monarquía”.
mas. En el escándalo confluyen tam-
bién las razones ideológicas de la Igle- B. Posiciones frente al
sia con aquellos valores sociales que consumo
las autoridades buscaban conservar y
65
promover. El escándalo obedecía a Como se pudo observar en el juicio
la noción de que la sociedad reposaba anterior, las pasiones producidas por el
en un frágil equilibrio donde dominaban consumo de chicha, no sólo en las lo-
las apariencias. La estabilidad social y calidades mencionadas, sino en todo el
virreinato, se encauzaban en dos direc-
ciones: por un lado, estaban sus detrac-
tores, quienes sólo veían los daños que
64
causaba; por otro lado, estaban sus
Ibíd, pp. 102-105. defensores, quienes reconocían su im-
65
Germán Colmenares, “La ley y el orden portancia y sus beneficios para los ha-
social: fundamento profano y fundamento
divino”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico, bitantes de esta colonia.
Bogotá, Banco de la República, Número 22,
Volumen XXVII, 1990.
66 67
Ibíd. Ibíd.
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radicado entre “la gente del común”, origen de las dolencias que padecían
en “el pueblo bajo”; las frecuentes fie- los habitantes de la ciudad había que
bres pútridas eran producidas por la buscarlo en su “modo de vida”; es de-
conjugación entre el uso de la chicha, cir, en el régimen. La noción de régi-
la falta de aseo, la inacción, la “indo- men desempeñó, en la medicina anti-
lencia de semejantes gentes, sus malos gua, un papel tanto preventivo como
alimentos, sus desarreglos”, el hecho curativo, el régimen comprende no so-
de dormir desabrigados, etc. lamente la mesura en los alimentos y
Como se ha observado, varios de los en las bebidas consumidas por los indi-
personajes tienden a señalar el uso de viduos, sino también en el sueño, el ejer-
la chicha como causa de las enferme- cicio, la vigilia y la actividad sexual.
dades, sobre lo cual disertan sin cesar,
2. Las virtudes del consumo
asociando frecuentemente la bebida
con otras condiciones de vida “popu- con moderación
lar”. Lo anterior se evidencia de nuevo Una posición más mesurada ante el
en otro de los artículos publicados en el consumo de chicha es la del médico
Papel Periódico, a lo cual se agrega gaditano José Celestino Mutis, quien en
una mención importante, la noción de su Dictamen sobre el aguardiente de
régimen: caña dedica algunos apartes a la bebi-
el abuso que hace la gente vulgar da en cuestión. En este informe se re-
de la chicha, y del tabaco de fleja el pensamiento de una parte de la
humo, debe contarse como causa “opinión ilustrada” de su tiempo sobre
72
principal de sus enfermedades y el problema del consumo de alcohol.
muerte prematura. Parece pues
que el temperamento debe resul- 70
Papel Periódico de Santa Fé de Bogotá,
tar inocente y no ser de su cuenta septiembre 2, 1796, tomo 6, No. 257, pp. 1555-
las enfermedades que se buscan 1557.
71
los habitantes por sí mismos y que Para la medicina hipocrática, los individuos
evitarían verosímilmente si guar- eran diferentes según la edad o el sexo, unos eran
daran un régimen conveniente en húmedos y fríos (temperamento flemático), como
las mujeres; y otros cálidos y secos (temperamento
alimento, vestido, habitación y bilioso), como los hombres. Jacques Jouanna y
particulamente en las pasiones de Caroline Magdelaine, “Présentation”, en :
ánimo, que son las verdaderas Hippocrate, L’art de la médecine, Paris, GF
70
Parcas del género humano. Flammarion, 1999, p. 27.
72
José Celestino Mutis, “Dictamen sobre el
Según este articulista, las enferme- aguardiente de caña. Estudio sobre las bebidas
dades observadas en Santafé, no eran fermentadas. Las cualidades terapéuticas del
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Al principio de este texto, Mutis realiza que fueran los desórdenes causados por
una breve explicación sobre las bebi- tal bebida, era siempre mayor el núme-
das fermentadas en general, subrayan- ro de quienes la consumían de manera
do su sempiterna utilización por parte moderada al de aquellos que abusaban,
de todos los pueblos de la tierra. y “por el vicio de los pocos, no se de-
ben ordenar leyes de extinción de lico-
Era muy antigua, decía, la opinión res contra la moderación de los mu-
de que los hombres no podían vivir sin chos”.
tales bebidas, lo que sería vano refutar,
pero “del uso se pasaba rápido al abu- En tanto médico, Mutis propone una
so”. Y es el abuso el centro de la re- visión crítica fundada en el concepto
flexión de Mutis, ya que tales bebidas hipocrático de higiene, que, a su vez,
sólo eran nocivas cuando se utilizaban se basa en la noción de régimen para
74
de manera inmoderada, pues así aten- la conservación de la salud. Esta
taban contra la salud pública. Tal con- mesura de Mutis respecto al consumo
sideración también era válida para la de alcohol, se inscribe en una larga tra-
chicha: dición médica que lo concibe como pro-
tector de la salud; no como una droga,
En ningún tiempo se ha reproba-
sino como alimento y remedio, siempre
do el uso de los guarapos y
chichas, bebidas vinosas inven-
y cuando no se abuse de él.
tadas por la gentilidad en todas La virtud protectora del alcohol fi-
las Indias Occidentales […] a se-
gura entre los dogmas de la medicina
mejanza de los vinos en los paí-
ses meridionales y de las cerve-
humoral, que asociaba los cuatro prin-
zas en las regiones septentriona- cipios fundadores (cálido y frío, seco y
les de la Europa. Tomadas en húmedo) a diversas configuraciones
cantidad embriagan por el espíri- ambientales y climáticas, con la edad,
tu ardiente que todas ellas con- el sexo y las costumbres, como se ha
tienen. Sólo se reprueba y aun se dicho. Tal medicina retoma los precep-
declama, aquí como en todo el tos de Hipócrates y los aforismos del
73
mundo, contra el abuso. Regimen Sanitatis (1320) de la Escue-
Mutis juzga que intentar realizar una
reforma en este tema sería “la nove-
dad más peligrosa”, pues por muchos 74
La “filiación hipocrática” de Mutis es innegable,
al respecto, ver: Adriana María Alzate, Los oficios
médicos del sabio. Contribución al estudio del
aguardiente y defensa del que se produce en el pensamiento higiénico de José Celestino Mutis,
Nuevo Reino”. Santafé, mayo 13, 1771, en: Medellín, Editorial Universidad de Antioquia,
Guillermo Hernández de Alba (editor), Escritos 1999, pp. 8-21; Emilio Quevedo y Amarillys
científicos de Don José Celestino Mutis, Bogotá, Zaldúa, “Institucionalización de la medicina en
tomo 1, Instituto Colombiano de Cultura Colombia”, en: Ciencia, Tecnología y Desarrollo,
Hispánica, 1983, pp. 278-279. 12 (pp. 1-314), 13 (pp. 1-312), Bogotá, enero-
73
Ibíd. diciembre, 1988.
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la de Salerno, cuyos principios eran dos, eran más sencillos, tanto, que no
enseñados en las facultades de medi- podía pensarse que verdaderamente
cina del Antiguo y del Nuevo Mundo, a perjudicaran la salud.
través de las Escuelas de Montpellier
75
y París. La teoría de los humores sir- Afirmaba con convicción que la chi-
vió de base durante largo tiempo a la cha, con el guarapo “únicas bebidas que
“medicina del vino” pues desempeña- pueden considerarse Patricias en todo
ba un papel importante en la cicatriza- el reino”, eran inocuas; los indios, los
ción de las heridas o de las llagas, fue negros, los mulatos, los mestizos y aún
un elemento clave en la farmacopea muchos españoles se hallaban “conna-
desde la Antigüedad hasta el siglo XIX, turalizados” con ella, y su abuso sólo
pues era prescrito con fines terapéuti- traía las mismas consecuencias obser-
cos o laxantes.
76 vadas en Europa por el exceso de vi-
77
nos y cervezas. De esta manera,
El médico Mutis hizo gala de gran Mutis adopta una actitud más sensata,
ecuanimidad en cuanto a los “agrega- muestra los beneficios que traía este
dos” que se incorporaban a tales bebi- consumo para el pueblo neogranadino
das en la Nueva Granada. Para expli- y cuestiona varias de las opiniones de
carlo hace de nuevo una comparación ciertos funcionarios y algunas gentes
con el antiguo continente, mencionan- de la Nueva Granada.
do que en esas tierras se utilizaban
“composiciones de plomo” para endul- En este mundo de valoraciones per-
zar los vinos ásperos, lo que era bas- maneció el consumo de chicha hasta
tante dañino. Sin embargo en América, mediados del siglo XX, cuando se re-
“la industria no llega a ser tan malicio- glamentó definitivamente su produc-
sa”, aquí, las gentes aceleraban y forti- ción, venta y consumo en Colombia. Las
ficaban la fermentación de la chicha actitudes que generó, las opiniones y
con medios que, aunque no muy asea- pasiones que desencadenó, así como las
devociones de las cuales fueron una
constante durante mucho tiempo.
75
Esta exploración muestra bien como
Cfr. Jean-Pierre Goubert, “A divina garrafa: la chicha después de haber sido utiliza-
viagens, alcoóis e remédios nos dois hemisférios
dos séculos XVI ao XX”, en: História, Ciências,
da durante largo tiempo como una be-
Saúde -Manguinhos-, vol. VIII (suplément), Río bida ritual, festiva, nutritiva y terapéu-
de Janeiro, 2001, p. 947. Haciendo particular tica por las comunidades indígenas,
hincapié en el temperamento de cada individuo,
Hipócrates trataba así sobre el vino: “El vino
conviene al hombre en una forma maravillosa,
con la condición de que sea consumido 76
Harry W. Paul, “Vin (Médecine du)”, en:
razonablemente por los enfermos y por los sanos
Dominique Lecourt, Dictionnaire de la pensée
de acuerdo con la situación de cada individuo”.
médicale, Paris, PUF, 2004, p. 1200.
Hippocrate, L’Art de la médecine, Paris, GF 77
Flammarion, 1999, p. 183. Escritos científicos, Op. cit., p. 280.
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