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Garces, Fernando - Escrituras Andinas Ayer y Hoy PDF
Garces, Fernando - Escrituras Andinas Ayer y Hoy PDF
DE AYER y DE HOY
Fernando Garcés V.
Escrituras andinas de ayer y de hoy
INIAM-UMSS
Jordán E-199, esq. Nataniel Aguirre
Telefax: (591-4) 4250010
Casilla: 992
Email: iniam@umss.edu.bo
Website: www.museo.umss.edu.bo
Cochabamba – Bolivia
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Presentación
“Escrituras andinas de ayer y de hoy” cierra un nuevo ciclo a una pregunta de investigación
que es parte de la historia académica del actual Instituto de Investigaciones Antropológicas y
Museo Arqueológico (INIAM): ¿existió un sistema escriturario en los Andes? Esta pregunta
se halla ya presente en los primeros textos del fundador de este instituto, Dick Edgar Ibarra
Grasso, en un texto titulado Una antigua escritura de la región andina (1942) el mismo que
será ampliado con una gran cantidad de información —con el hallazgos de materiales en
cuero, papel y barro—, en una obra monumental publicada en 1953: La escritura indígena
andina. En 1967, estos hallazgos (provenientes del siglo XIX y siglo XX) serán contrastados
con rastros prehispánicos en una publicación enciclopédica titulada Argentina indígena y
prehistoria americana donde dedica un acápite denominado Las formas de escribir de los
indígenas.
Habrían de pasar varios años (2000), cuando otros investigadores del INIAM, Ramón
Sanzetenea y Walter Sánchez volvieran a retomar la temática con la publicación de un
pequeño Boletín llamado Rogativas andinas en el que presentan 12 “rezos” colectados por
Osvaldo Sánchez Terrazas, de Rafael Esposo, un campesino de la comunidad de San Lucas-
Chuquisaca. El Boletín aparecía como acompañante de una exposición temporal realizada
en el INIAM en el que se exhiben los materiales recogidos por Dick Edgar Ibarra Grasso, la
colección Sánchez T. y un cuaderno de anotaciones etnográficas sobre el significado de las
ideografías y los momentos del calendario campesino en los que eran usados esos “rezos”.
La inicial pregunta de investigación volvió a aparecer en un nuevo proyecto de investigación
del INIAM el año 2013 coordinado por Fernando Garcés e integrado por Walter Sánchez
C., a la que muy pronto se integrarían dos jóvenes investigadoras: Daniela Castro y Angélica
García. Los resultados iniciales fueron la publicación (2014) de la totalidad de las colecciones
de “escrituras” del INIAM llamada: Escritura andina: pictografía e ideografía en cuero,
barro y papel (re-edición ampliada el año 2015) y, luego, de una importante cantidad de
artículos, conversatorios, simposios, exposiciones temporales y un video. Paralelo a todo este
avance investigativo, las labores de conservación-preservación de estos valiosos materiales
fueron una labor de Marco Bustamante R. (Puede señalarse, en esta línea, que el INIAM
posee la más importante colección sobre “escrituras ideográficas andinas”).
Si este último proyecto se asentó en todos estos materiales escriturarios, muy pronto comenzó
a notarse que se articulaban a otros sistemas culturales: el cantar, los rituales, los cajones
religiosos, los calendarios agrícolas-ganaderos, el “arte rupestre”, los textiles, las “mesas”,
los mast´akus, el paisaje. Las puertas fueron abiertas para que otros investigadores sigan
esos otros rumbos articulados.
Un problema no resuelto y que guarda fidelidad con las iniciales postulaciones de Ibarra
Grasso es: ¿tienen estas “escrituras” antecedentes prehispánicos? Una postura académica
actual es aquella que concibe a las sociedades indígenas coloniales, republicanas y actuales
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FERNANDO GARCÉS V.
dentro de una suerte de continuidad. No obstante, hay que reconocer que las sociedades
indígenas prehispánicas deben ser entendidas como otras sociedades producto de un
propio proceso de creación; por lo tanto inaprehensibles ya que no conocemos esas propias
constituciones. En tal línea, la sociedad colonial, la republicana y actual serían auto-
instituyentes e instituidoras de otras sociedades; en ellas no existirán más las sociedades
prehispánicas y la gente (indígena y no indígena) no podrá pensarse fuera de sus propios
encierros socio-históricos. Por lo tanto, la noción de escritura, tal como es concebida por
estas sociedades, instaurará nuevos preceptos que no será del orden imaginario de las
sociedades prehispánicas. Si esto es así, habrá que comenzar a comprender los sistemas de
significación imaginaria de las sociedades andinas antes de la llegada de los conquistadores
hispanos desde nuevas interrogantes. ¿Cuál fue el orden imaginal de estas sociedades y que se
materializó en instituciones (ritos, calendarios, jerarquías, bienes materiales, etc.)? ¿Cuáles
fueron las significaciones imaginarias que estas sociedades le dieron a sus inscripciones y
que les servían para ordenar y dar sentido a ese mundo propio? ¿Cómo eran esos mundos
propios y cómo establecían sus vínculos imaginales?
El presente libro de Fernando Garcés V. cierra también otros ciclos —dentro del INIAM: el de
los fecundos debates, reflexiones, provocaciones y acciones en torno a varias problemáticas
que toca a distintas disciplinas: la lingüística, la antropología, la educación, la visualidad,
la museología, la arqueología, y aquel que hace a ese dispositivo de lo inaprehensible: la
palabra (escrita, dibujada, cantada, imaginada, no dicha).
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Introducción
El primer empujón. El año 2011, durante una de nuestras conversaciones matutinas al iniciar
el trabajo diario, Walter Sánchez me mostró varios cueros con “dibujos” que Rafael Esposo
había pintado para su padre, Osvaldo Sánchez, en 1984. Había visto ya esos dibujos en una
de las vitrinas del INIAM.
Estaba terminando de editar los Elementos de Gramática Qheshua de José David Berríos y
años atrás había investigado el tema de la escritura (alfabética) del quechua boliviano en mis
tesis de maestría y doctorado. Esto era otra cosa y otra cosa de la que no sabía ni imaginaba
nada. En una de esas nuestras conversaciones Walter me dijo: “¿Y por qué no trabajas sobre
estas escrituras?”. Fotocopié el libro La escritura indígena andina de Dick Edgar Ibarra
Grasso y así, casi sin proponérmelo, empecé este viaje extraordinario. Yo, el más inútil de los
dibujantes; el más “letrado” de mi familia; el menos “visual” de mis colegas, me ví envuelto
en este camino fascinante de cueros, papeles y barros.
Hubo que ordenar las colecciones, catalogar las que don Osvaldo donó al Museo, comenzar
a escribir pequeños borradores que permitieran ir ordenando la información, etc. Los años
2012 y 2013 fueron de acercamiento al tema a partir de las colecciones del INIAM. Hasta
ahí, se trataba de un estudio prácticamente histórico.
El segundo. Durante una de las reuniones del Seminario Permanente que se realizaba en
el INIAM durante el 2012, se me invitó a presentar un resumen de mi tesis doctoral. Al
finalizar, Vincent Hirtzel hizo el comentario de lo interesante que resultaba ver la escritura
como inscripción del discurso oral pero que lo trabajado seguía siendo el reflejo de la noción
de escritura construida desde “occidente”. Y preguntó si yo me había acercado a una suerte
de “escritura andina propia”. Mi respuesta dio rodeos evasivos, por supuesto.
El tercero. Una conversación aparentemente intrascendente con doña Nelly Valverde me
hizo sospechar que había personas en San Lucas que probablemente recordaban algo de
las “tortas” y que la elaboración de las mismas tenía que ver con los actos religiosos de la
Semana Santa. En abril del 2014, Soledad Guzmán y yo viajamos a San Lucas para ver si
“había algo”. Era lunes y el conductor del viejo micro que nos había recogido de Tiraj Hoyo
era de agradable conversación. Estábamos pasando por una comunidad llamada Ocurí y
vimos una capilla con sus puertas abiertas. Le preguntamos al señor si creía que estuvieran
rezando. Detuvo el micro y nos dijo que podía esperar mientras íbamos a ver. Soledad corrió
a la capilla y yo me quedé junto al micro esperando que me hiciera señas para ver si nos
quedábamos y le pagaba al conductor. Sus manos desesperadas indicándome que vaya y que
me apurara ya decían que algo estaba ocurriendo. Cuando entré a la capilla, Don Santos y
Gabriel estaban haciendo una torta. ¡Entonces, no era una cosa del pasado! Pedimos permiso
para entrar, nos presentamos, pedimos permiso a las autoridades… y vino lo demás: un
camino de aprendizajes y enriquecimientos mutuos.
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FERNANDO GARCÉS V.
Lo que era solo una idea cuando trataba de entender la escritura del Periódico Conosur
Ñawpaqman de pronto se convirtió en un universo de formas, colores, siluetas, figuras.
La letra y la lingüística resultaron insuficientes, no prescindibles pero insuficientes. Me vi
proyectado a mirar y pensar desde la práctica de una semiosis histórica y social que construía
significaciones en el tiempo y en la interacción ritual y cotidiana. El centro de atención ya no
estaba en la macro política y en las sesudas reflexiones de los intelectuales críticos; estaba en
gente común y corriente que desde la cotidianidad elaboraba otros discursos y hacía presente
su propio accionar.
Así, el presente documento es un esfuerzo de sistematización de los principales hallazgos
realizados durante el proyecto de investigación Escrituras Andinas: ayer y hoy, desarrollado
en el Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo de la UMSS, entre los años 2012
y 2016. El proyecto tuvo como objetivo conocer los distintos tipos de escritura ideográfica
andina prehispánica y colonial, su refuncionalización y continuidades históricas hasta el
presente. De alguna manera es el resultado de la invitación que me hiciera Walter; es el
intento de respuesta a la pregunta que me hiciera Vincent; es fruto del aprendizaje de varias
horas conversando con don Isidoro y repitiendo los “rezos” que me enseñaba, “porque tienes
que aprender a rezar pues Don Fernando. No solo vas a mirar y a grabar”.
Fueron parte explícita del proyecto Walter Sánchez C., Daniela Castro, Angélica García y
Marco Bustamante; éste último como curador del INIAM y de las colecciones que reposan
en el mismo. Gracias a sus colaboraciones individuales y a los debates colectivos que hemos
tenido a lo largo de estos años el Proyecto se consolidó en el ámbito académico local y
externo.
Además, la investigación se nutrió de intercambios, comentarios, sugerencias, aportes y
apoyos de distinto tipo por parte de colegas y amigos. Entre ellos quisiera mencionar y
agradecer a Adelio López, Alan Durston, Alber Quispe, Alejandra Arévalo, Anna Meiser,
Antonio Vargas, Brigitte Willame, Bruce Mannheim, Carlos Noya, Claudia Rivera, Denise
Arnold, Edmundo Salinas, Edna Otondo, Eduardo Córdova, Efraín Gutiérrez, Elvira Espejo,
Emmanuel Germond, Fernando Galindo, Fernando Prada, Franco Godinez, Frank Salomon,
Gabriela Bernal, Genaro Huarita, Gerardo Fernández, Guenaelle de Meeûs, Henry Valdivia,
José Juncosa, Kurmi Soto, Lena Muders, Mario Soto, Mariusz Ziólkowski, Mauricio
Sánchez, Miguel Ángel Barrientos, Miguel Plaza, Nelly Valverde Vda. de Aillón, Patricia
Alandia, Paula Martínez, Paulina López, Pierre Déléage, Rafael Esposo, Ramón Sanzetenea,
René Machado, Silvia Muñoz, Soledad Guzmán, Sylvain Camilleri, Vera Chapiro, Vincent
Nicolas.
Un agradecimiento especial merecen las comunidades de Yapusiri, Kirpini, Ocurí, Ventilla,
Tiraj Hojo y Padcoyo en San Lucas. Especialmente a los maestros doctrineros Santos
Condori e Isidoro Flores; así mismo, debo mucho a la confianza y amistad de don Eugenio
Clemente, don Damián Moscoso y René Moscoso.
De igual forma quiero expresar mi agradecimiento a la Dirección de Investigación Científica
y Tecnológica de la UMSS, representada por el Ing. Julio Medina.
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Capítulo 1
Hacia una nueva concepción de escritura
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como se dice en el Concilio Niceno segundo, la pintura es libro para los idiotas que no
saben leer, o por cifras o caracteres como el guarismo (Acosta 1590: 378).
Desde la lingüística, Saussure eleva el rango de la lengua oral (objeto de estudio de la
lingüística) tomando distancia de la escritura pero lo hace en el contexto de una naciente
tendencia al academicismo letrado (Saussure 1916). De manera que el lingüista, aunque
estudia la lengua oral requiere de algún tipo de inscripción gráfica para su análisis (por
ejemplo, el Alfabeto Fonético Internacional), tal como los primeros lingüistas de inicios del
s. XIX analizaban los cambios fonéticos y fonológicos desde la lógica de los “cambios de
letras” (Cardona 1991: 20; Garcés 1997).
Esto está relacionado con la vinculación entre escritura alfabética y análisis científico, bajo
el supuesto de que la escritura (alfabética) contribuye a aumentar los niveles de cognición
y racionalidad (ver Zavala 2002; Cardona 1991; Garcés 2005; 2009). Los etnógrafos de la
escritura reportan casos a partir de los cuales se rompe la creencia de que el discurso oral está
asociado con la expresión personal, el sentimiento y la subjetividad, mientras la escritura
lo estaría al distanciamiento, la objetividad y el discurso científico (Street y Street 2004;
Besnier 1988). Las habilidades de abstracción, metacognición y conciencia metalingüística
no tendrían base en la escritura en sí mismo sino en el tipo de escritura que enseña la
institucionalidad escolar (Vich y Zavala 2004).
Al respecto, Denny dice que
Existe la creencia generalizada de que el pensamiento occidental, al que coadyuva
la cultura escrita, es más reflexivo, más abstracto, más complejo y más lógico que el
pensamiento predominante en las sociedades ágrafas de agricultores y de cazadores-
recolectores. Las investigaciones con que contamos, sin embargo, muestran que esa
creencia es falsa y que el pensamiento occidental tiene una sola propiedad distintiva
que lo separa del pensamiento existente tanto en las sociedades de agricultores como
en las de cazadores-recolectores: la descontextualización (1991: 95).
Pero además, para este autor, la cultura escrita no es la única causa de pensamiento
descontextualizado, ya que lo que ella hace es intensificarlo. La causa de la descontextualización
es el crecimiento de las sociedades; cuando éstas ya no comparten un fondo común de
información fruto de la principal interacción cara a cara. Cuando la interacción implica
relaciones con extraños que no comparten la misma información, el individuo debe incluir
en su mensaje toda la información pertinente que permita la comprensión del enunciado sin
estar presente. “Este es el impulso original que lleva al pensamiento descontextualizado:
el de suministrar información que es ajena a las personas que llevan vidas diferentes a
las de uno, dentro de sociedades más grandes que los grupos de cazadores y recolectores
aborígenes” (Denny 1991: 104).
De cualquier manera, lo que suele hacerse es especificar características esenciales a los
desempeños orales (Ong 1982: 38-80) y escritos (Street 1984: 19-65). Así, la antropología
y la lingüística han contribuido a clasificar las sociedades en alfabéticas y ágrafas como
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
entidades puras y separadas.1 Los antropólogos se han preocupado de las escrituras de los
“primitivos”, mientras los lingüistas se ocuparon de la escritura como tal (es decir, alfabética).
De manera que cuando se habla de pueblos o civilizaciones orales o sin escritura se tiene
como telón de fondo “una división etnocéntrica entre alfabetizados y no alfabetizados”
(Cardona 1991: 130).
Si nos atenemos al modelo ideológico planteado por Street (1984: 95-125),2 ponemos atención
a la escritura en el juego de interrelaciones sociales e institucionales de un determinada
sociocultura. En este sentido se concibe la escritura “como un sistema simbólico arraigado
en la práctica social y, por tanto, inevitablemente conectado con una diversidad de valores
sociales” (Zavala 2002: 33).
Desde esta perspectiva, las habilidades y conceptos que acompañan la adquisición de
escritura no se deben a las características intrínsecas de la misma sino que son parte de las
ideologías construidas socialmente y por tanto varían los modos distintos de significar y
vivenciar la experiencia de escritura, según los procesos de adquisición de la misma. Estos
procesos están relacionados con diferentes convenciones sociales, culturales e ideológicas
en contextos específicos (Street 1984: 1-3). Como señala el mismo autor,
Those who subscribe to this model concentrate on the specific social practices of
reading and writing. They recognise the ideological and therefore culturally embedded
nature of such practices. The model stresses the significance of the socialisation
process in the construction of the meaning of literacy for participants and is therefore
concerned with the general social institutions through wich this process takes place
and no just the explicit “educational” ones (Street 1984: 2-3).
El paradigma ideológico evita polarizar sociedades orales y letradas: la “gran división” a
la que se refiere Goody en uno de sus clásicos textos (Goody 1977). La mayoría de los
pueblos y culturas del mundo no se encuentra en uno de estos dos estados de manera pura;
las llamadas culturas orales se interrelacionan, desde hace un buen tiempo, con otras culturas
influenciadas por la escritura y reciben la influencia de la presencia de individuos letrados
(Lindenberg 1996).
El análisis de sentido de la escritura y de su proceso de adquisición dependerá del estudio de
los procesos sociales e institucionales en los que se basó la adquisición de la misma en una
determinada comunidad. Es el proceso de adquisición el que le confiere sentido a la escritura
y a la lectura tal como es percibida por los usuarios que las practican en forma particular
(Street 1984: 95-96).
1
Al respecto, puede ser interesante vincular estas nociones de pureza ontológica con la manera como se
construyó la imagen de mestizo, asociado a la impureza, el desorden y la transgresión del orden político
desde la Colonia hasta tiempos presentes (De la Cadena 2008).
2
Aunque Street hace sus planteamientos desde el horizonte de la escritura alfabética, nos parece útil su
propuesta de modelo ideológico.
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
escrita. Una teoría de tal naturaleza es la que permitiría establecer un criterio de definición.
¿Cuál es o puede ser el punto de partida de una elaboración teórica de la escritura en
cualquiera de sus “versiones”? El nivel más básico y a la vez fundamental es su categoría de
signo (Harris 1995). En este sentido, es la semiótica la que podría ayudarnos a establecer los
alcances y limitaciones de cualquier hecho y proceso escriturario. Y ello porque “no todos
los fenómenos co-/municativos pueden ser explicados por medio de categorías lingüísticas”
(Eco 1968: 217-218).
Desde una perspectiva semiótica (Harris 1995) y antropológica (Cardona 1991), entonces,
podemos pensar una teoría de la escritura tanto desde al ámbito receptivo como productivo;
tanto desde el punto de vista de la producción del sentido como desde la perspectiva de las
mediaciones que permiten la liberación de posibilidades de significación (Eco 1976); tanto
desde la perspectiva de una performance individual como desde la perspectiva de una suerte
de atmósfera social o “cultura alfabética” (Goody y Watt 1968); tanto desde sus implicaciones
biomecánicas como desde sus activaciones cognitivas (Harris 1995); tanto desde los ámbitos
de expresión como desde los soportes y medios de la materialidad que utiliza (Ong 1982);
tanto desde su especificidad como desde sus vínculos con otras actividades manuales (Ingold
2007).
Como se ve, son múltiples las posibles entradas para analizar el fenómeno escriturario. A
continuación quiero presentar algunos de los posicionamientos de lo escriturario a fin de
ubicar la contribución que pretende establecer el presente trabajo.
Calvet (1996) cuestiona la idea de que la escritura naciera del deseo de dotar de transcripción
a la lengua, de subordinar la escritura a la lengua. Su punto de vista parte de situar la escritura
en los dos grandes modelos de expresión que el ser humano ha usado desde sus orígenes: lo
pictórico y lo gestual.
Y es que el hombre ha utilizado y sigue sirviéndose todavía de múltiples medios de
expresión (por supuesto, de la palabra, pero también del gesto, la danza, las señales
de humo, el lenguaje de los tambores, los pictogramas, los tatuajes, las pintu-/ras
parietales prehistóricas, el maquillaje, las formas de vestir, etc.) que pueden englobarse
dentro de dos grandes grupos: el de la gestualidad, que comprende aquellos sistemas
por definición fugaces, y el de lo pictórico, compuesto por aquellos otros sistemas
con cierta capacidad de perduración, de resistencia al tiempo o capaces de salvar el
espacio. Es decir, que lo pictórico está vinculado a una función particular, incorporado
a la función de expresión o de comunicación (y pudiendo en ocasiones elevarse por
encima de ellas): asegurar la conservación o la perennidad del mensaje. Lo gestual
tiene sentido en el aquí y el ahora, en el instante, y lo pictórico encuentra su sentido en
lo relativo a la distancia o a la duración, puesto que deja alguna huella (Calvet 1996:
23-24).
Lo pictórico supone una forma que puede encarnarse en objetos semantizados, significados.
Tales signos pueden nombrarse mediante la lengua, pero sin importar qué lengua. No hay
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vínculo directo entre marca pictórica y lengua. Hay, sin embargo, una historia de vinculación,
de encuentro entre lo pictórico y lo gestual: esto se da justamente cuando lo pictórico expresa
mecanismos de reproducción gestual mediante la lengua.3 De esta manera, según Calvet,
habría surgido lo propiamente escriturario (Calvet 1996).
Otros autores plantean distinciones que se formulan bajo la idea de sistemas completos o
integrales vs. sistemas defectivos, parciales o restringidos.
Así, para DeFrancis (1989: 6) habría dos tipos de comunicación: una parcial y una total.
La comunicación parcial contempla los ámbitos de lo vocal (exclamaciones, gruñidos,
chillidos), lo táctil (caricias, golpes), lo gestual (señalamientos, mímica), lo material
(wampums, quipus) y lo gráfico (divorciado de lo escriturario, como las pinturas rupestres
y las pictografías amerindias; o vinculado a lo gráfico, como las notaciones científicas y
los códigos especiales). Lo gráfico puede ser compartido por la comunicación basada en
el habla, que él llama full language. La comunicación basada en el lenguaje hablado (que
es full language) tendría como componentes el lenguaje escrito, el lenguaje de signos y el
lenguaje táctil. Para este autor, la comunicación plena está basada en el lenguaje hablado:
“Full communication starts with spoken language” (DeFrancis 1989: 6).
Por el lado de la escritura, habría dos principales escuelas de pensamiento cuyos adherentes
podrían ser etiquetados como inclusivistas o exclusivistas. Para la primera, la escritura
incluye cualquier sistema de símbolos gráficos que sea usado para expresar algunas ideas;
para la segunda, la escritura incluye sólo aquellos sistemas de símbolos gráficos que pueden
ser usados para expresar cualquier y todo tipo de pensamiento o idea. De tal manera que
se podría distinguir entre un sistema parcial de escritura (partial writing system) y un
sistema pleno de escritura (full writing system). El primero se considera parte del segundo.
(DeFrancis 1989: 4-5).
The inclusivist definition of writing includes such limited systems as mathematical
notation and chemical formulas. It also includes petroglyphs, Amerindian pictographs,
and international symbols such as those for ‘No Parking’ and ‘No Smoking’. The
exclusivist definition of writing excludes these symbols on the grounds that while they
permit partial expression of thought, they are far too limited and cannot be expanded
into complete systems that would enable us to write a poem or a philosophical treatise
or a manual on how to operate a word processor. Exclusivist point out that not all the
sounds we produce are music, and not all the motions we make are dance. So why / the
must all the marks we make be considered writing? (DeFrancis 1989: 4-5).4
3
Este parece ser el sentido de la definición de escritura que proporcionan Arnold y Yapita (2000) cuando
definen la escritura como base de vocalización para producir sentido, es decir, en la interacción entre los
templetes diversos y la voz a fin de producir sentido (Arnold y Yapita 2000: 36).
4
Habría que preguntarle a DeFrancis si es posible describir, con una escritura plena como la alfabética,
una obra como la quinta sinfonía de Beethoven o si un pintor podría recrear el cuadro de Las meninas,
sin conocerlo, a partir de la descripción que Foucault (1968: 13-25) hace del mismo.
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
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tenemos varias posibilidades, con la voz como materia ([kane, dog, perro, alqu]) o con el
papel y la tinta como materia <perro, PERRO, perro>. Sin embargo, el problema se presenta
cuando una representación gráfica no se corresponde con una lengua particular:
En este caso, la representación gráfica puede corresponderse, en el plano
de la expresión, con las formas que vimos antes ([dog] <perro>]). Desde
la perspectiva semiótica, por contrapartida, “Un signo gráfico
estará, pues, dado por la relación entre contenido y expresión
en el plano gráfico” (Cardona 1991: 27); no obstante, es claro
que “un solo signo gráfico no es todavía escritura; para que lo
sea son necesarios más signos relacionados en un sistema de
oposiciones” (Cardona 1991: 27).
Así llegamos a la noción de escritura que propone Cardona:
Será pues un sistema gráfico todo conjunto (finito y enumerable) de signos en el
que a los elementos gráficos se asocian significados distintos y explicitables
lingüísticamente por la comunidad. El ele-/mento gráfico es naturalmente todavía
una unidad abstracta y se hará perceptible por obra de grafismos trazados de alguna
manera sobre un soporte, grafismos que deberán ser distintos y estar tipificados, es
decir, repetibles en formas cada vez reconocibles (Cardona 1991: 27-28).
Desde esta perspectiva, el número de signos y la gama de combinaciones posibles no son
elementos definitorios del sistema gráfico. Por ello,
El criterio que considera escritura aquello que está en correspondencia biunívoca con
la lengua es un despropósito en términos semiológicos: si la escritura y la lengua son
dos sistemas semióticos, siempre será posible codificar completamente el primero en
el segundo, porque la lengua es el más vigoroso de los sistemas semióticos, en tanto
que lo inverso no es posible: la lengua nunca puede ser completamente codificada en
otro sistema, y la escritura no es una excepción (Cardona 1991: 29).
A este punto conviene entonces introducir el debate de si debe considerarse escritura sólo
aquellas formas gráficas basadas en la lengua oral. Esto es lo que plantea la mayoría de los
autores (Goody 1968; Ong 1982; Gelb 1952; Sampson 1997), tal como hemos adelantado.
Sólo podría considerarse escritura aquello que es expresión del lenguaje oral. Los demás
serían pre, proto o lo que sea escritura pero no escritura en sentido verdadero o completo
(como hemos visto en el caso de DeFrancis y Sampson).
La distinción entre escritura sin base oral y escritura con base oral suele llamarse
semasiografía y fonografía. Así, Gelb (1952: 11) afirma que el estado semasiográfico de
la escritura es aquel que expresa “meanings and notions loosely connected with speech”;
similar a la concepción de Sampson para quien los sistemas semasiográficos “indican las
ideas directamente” (1997: 42).
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Frente a ello, el estado fonográfico de la escritura, por el contrario, sería aquel que expresa el
habla (Gelb 1952: 11). En sentido amplio, es lo que Sampson denomina sistema glotográfico,
es decir, aquel que proporciona “representaciones visibles de los enunciados de la lengua
oral” (Sampson 1997: 42).
Esta división, que cuestionaremos en su momento, no deja de tener una sutil carga etnocéntrica
y evolucionista; así, si bien es cierto que “writing in the widest sense cannot be in all stages
identified with speech” (Gelb 1952: 10), también se considera que el alfabeto es “the most
developed form of writing” (Gelb 1952: 15).
En este contexto puede ser interesante discutir el vínculo de la escritura, de cualquier tipo,
con el desempeño oral de los individuos y de los colectivos humanos. Este tipo de análisis
ha sido desarrollado desde la filosofía deconstruccionista de Derrida (1967a y 1967b). Este
autor postula la necesidad de pasar de un pensamiento logocéntrico a un pensamiento
gramatológico mediante la decentrición del sujeto, el cuestionamiento a los valores
considerados universales y a la unidimensionalidad de la racionalidad del hombre moderno
(Estermann 1988: 24). Derrida ubica como problema de fondo la relación entre signo y
sentido, entre las palabras y las ideas, entre el lenguaje y su fundamento. Frente a la clásica
valoración de un sentido-idea-fundamento verdadero y estático, el autor reivindica el valor
autónomo de los signos, dando primacía al fenómeno, a la manifestación. El modo ejemplar
de este fenómeno-manifestación es la palabra. En la tradición filosófica la palabra-signo ha
estado siempre vinculada a un sistema comunicativo que buscaba expresar o indicar algo,
por lo que el sentido (el algo) precedía como fundamento al signo. Este algo, en la historia
de la filosofía, ha asumido los nombres de logos, ser, idea, lo que ha constituido a la tradición
occidental como logocéntrica; en ella, el signo ha tenido siempre una función subsidiaria, es
decir, remitida siempre a un logos, a un significado que sitúa en el ser su fundamento último.
Es el ser, entonces, el que aparece como garantía de sentido.
En esta perspectiva, el signo será subsidiario y accesorio a la verdad, el lenguaje al ser, la
palabra al pensamiento y la escritura a la palabra. Este logocentrismo, además, va de la mano
con un fonocentrismo o reconocimiento de la palabra como signo por excelencia. Aquí, la
palabra no es casi signo, sino casi presencia; ella está cerca del logos en cuanto se desvanece
apenas pronunciada y, por tanto, resulta ser la menos oculta y menos alejada del ser como
presencia (Derrida 1967a: 11-35).
Pero de otro lado tenemos que la escritura es una operación originaria que disocia, objetiva,
distancia y aleja al signo de la presencia o atadura al ser. La escritura, entonces, adquiere
independencia, se autonomiza, es poder de olvido del ser, del logos, de la presencia (Maceiras
1994: 93). Así, en el programa de Derrida se trata de saber encontrar el valor del lenguaje,
no por su referencia por el algo que expresa, sino por las diferencias que constituyen la
entidad de cada signo y del sistema en su conjunto.
Al introducir este autor el término diferencia recurre frecuentemente a un juego lingüístico
en francés: différence es reinterpretado como différance, entendiendo por ello el efecto o
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resultado producido por el conjunto de las relaciones entre los signos (Maceiras 1994: 93).
Para Derrida los significados de un signo sólo se pueden obtener mediante la relación con
otros significantes. En tal sentido, no se puede hablar de un origen de la significación, de
una significación trascendental, ya que los signos son referenciales en la relación con otros
signos. Así, différance quiere decir simultáneamente ‘diferenciar’ y ‘diferir’. Todos los
signos llevan las huellas de otros signos y toda significación es una archiescritura ya que
oralidad y escritura dependen de la ausencia, no de la presencia.
En efecto, siendo la lengua un sistema en el que cada elemento se caracteriza negativamente,
en virtud de su relación con los demás –cada uno es lo que no es el otro– el resultado viene
a ser un campo dinámico de diferencias o inter-ferencias, en el que los signos no están
nunca dotados de un significado definitivo. Por ello, considera el signo como un núcleo con
significado no idéntico y de ahí que la variabilidad de significados provenga de los lectores.
El texto, en tal sentido, es para Derrida el ámbito donde el lector encuentra sólo el juego
de las diferencias que se le brindan como posibilidad de sentidos múltiples. A ello hay que
añadir que cada lector está vinculado a condiciones variables de lectura que hacen imposible
otorgar un significado único a cada signo. El signo es sólo ocasión para significados diversos
dependientes de la diversidad de lecturas. Por eso el significado será siempre provisional,
puesto que una nueva lectura hará brotar otro distinto (1967a: 65). Y desde aquí el lenguaje
será dicha différance o ámbito de interrelaciones de signos que se produce permanentemente
cuando alguien lee.
Los argumentos de Derrida pueden servirnos para poner sobre el tapete el tema de las
escrituras sin palabras (Hill y Mignolo 1994; Hill 1994) desarrollado por Salomon (2004).
Este autor analiza el lenguaje desplegado por las varas de Tupicocha. Se trata de una serie
de inscripciones realizadas en las varas de transmisión de mando que se realiza cada año
en esta y otras comunidades andinas. A través de rayas, aspas y peañas se da cuenta de la
organización de la vida política de la comunidad en sus tres órbitas o jurisdicciones: central,
periférica y nacional. Mediante las varas se articula un sistema de cargos difásico que se
mueve entre el orden jurisdiccional de la comunidad y del Estado. Al respecto dice Salomon:
It is not that staff signs record information which could be expressed in words but is
not. It is rather, that they encode information which Tupicochanos organize through
means other than speech. The graphic act involved is not a translation from spoken
language, but an act of wordless inscription (Salomon 2004: 87).
Se trata entonces, siguiendo Harris, a quien comentaremos en breve, de un tipo de código
integracional antes que telementacional, es decir, “it does not serve to make ideas explicit
and shareable, but to coordinate actions” (Salomon 2004: 103).
Desde esta perspectiva, “staffs are more radically distanced from speech than Old World
insignia” (Salomon 2004: 93). Con ello se refiere en específico a la heráldica, en la que un
código visual como un escudo de armas puede ser verbalizado por la blasonería.
22
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
23
FERNANDO GARCÉS V.
divining fortunes. In each case, the solution lay in pressing well-known and readily
identifiable icons into service for the new purpose of standing for speech sounds.
What modern historians rather grandly call ‘writing systems’ undoubtedly developed
as accumulations of expediencies of this kind (Ingold 2007: 142).
En cuanto a considerar la escritura como una tecnología, y como una tecnología que
reestructura el intelecto, tal como lo ha afirmado Ong (1982, 1986), dice este autor que la
escritura alfabética, en particular, “constituye una tecnología que necesita herramientas y
otro equipo: estilos, pinceles o plumas; superficies cuidadosamente preparadas, como el
papel, pieles de animales, tablas de madera; así como tintas o pinturas, y mucho más” (Ong
1982: 84). Al respecto dice Ingold: “Ong’s claim that writing is a technology because it
involves the use of tools appears even less credible when we take into account the possibility
that writing requires no instruments beyond what the body provides, nor even any artificial
materials” (Ingold 2007: 146). Afirmación que puede ser ratificada con los casos presentados
por Cardona a propósito de lo que él llama “escrituras efímeras” (Cardona 1991: 52-55).
Ingold concluye:
What then remains of our initial proposition, that writing is a technology? Very little.
Was writing invented? No. What was invented was the rebus, a device that has been
exploited in some but not all writing systems to facilitate the depiction of speech
sounds. Does writing use tools? Usually yes, but not / necessarily. And anyway, the
use of tools does not imply the operation of a technology. Is writing artificial? No. Nor
is it natural. It is a product of development. If there is one thing, however, of which we
can be reasonably sure, it is that line-making of one sort or another is as old as speech.
For as long as people have been talking to one another, they have surely also been
gesturing with their hands, and of these gesture a proportion will have left traces on
surfaces of various kinds. Probably the vast majority of these traces would have been
quickly erased, either to make way for new ones, or simply through normal processes
of erosion. Thus only a small sample actually survive for any length of time. But if
we are interested in the history of the line, these are the ones we have to work with
(Ingold 2007: 148-149).
Finalmente, es importante pasar revista a la propuesta de Harris (1995), quien pretende
ofrecer los elementos fundamentales de una teoría de la escritura.
Su punto de partida es una crítica a la concepción evolucionista de escritura proporcionada
por Ignace Gelb (1952). En efecto, con su trabajo, este autor decía que “The aim of this study
is to lay a foundation for a new science of writing which might be called grammatology”
(Gelb 1952: v). Y añadía que “the new science attempts to establish general principles
governing the use and evolution of writing on a comparative-typological basis (Gelb 1952:
v). En tal sentido, al inicio del capítulo dedicado a la evolución de la escritura este autor
afirmaba: “I shall try in the following to sketch the history of writing in its evolution from
the earliest stages of semasiography, in which pictures convey the desired meaning, to the
later stage of phonography, in which writing expresses language” (Gelb 1952: 190).
24
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Harris comenta los pasajes citados diciendo que Gelb dio por sentado que la escritura había
evolucionado a formas “mejores”.
No debe sorprender, pues, que su estudio de los sistemas de escritura presentara la
historia de las experiencias humanas en el campo de la comunicación escrita como
un lento progreso desde forma ‘primitivas’ hasta formas más avanzadas, comenzando
por la tosca pictografía y culminando finalmente en el tipo de escritura al que los
académico europeos están más habituados, es decir, la alfabética. Tampoco vaciló
en asociar las formas ‘primitivas’ de escritura con los pueblos ‘primitivos’, e incluso
insistió en este último término (Harris 1995: 12).
Concediendo el valor del trabajo de Gelb en el contexto de los años 50 del siglo pasado, en
el que varios factores limitaron su mirada, Harris considera que en la actualidad
ya no es posible tomar como punto de partida el ambicioso y pionero trabajo de Gelb.
Lo que una teoría general de la escritura requiere en la actualidad es un marco que,
ante todo, no prejuzgue las relaciones entre escritura y otras formas de comunicación;
debe ser un marco que abra estas relaciones a la investigación empírica, sin dejar de
ofrecer fundamentos coherentes, esenciales para tal indagación (Harris 1995: 14).
Así, la propuesta de construcción de una teoría de la escritura en Harris, se bosqueja en tres
ámbitos específicos: 1) explicitar el tipo de concepción de comunicación que se adopta y en
la cual se inserta la escritura; 2) hacer explícitas las restricciones de la comunicación humana
dentro de las cuales se puede identificar la escritura como una forma de comunicación; y, 3)
dar cuenta de las formas de escritura reales y posibles en el marco de la combinación de los
factores y restricciones expuestos (Harris 1995).
Para el primer ámbito, Harris asume una concepción integracional, no telemental, de la
comunicación humana. “Esto significa que la comunicación no es concebida como un
proceso de transferencia de pensamientos o mensajes de una mente individual a otra, sino
como la integración contextualizada de actividades humanas por medio de signos” (Harris
1995: 15). Añade que “Optar por el enfoque integracional abre las posibilidades de una
tipología de los sistemas de escritura que supera por completo la división tradicional entre
escritura glótica y no glótica, y se centra más bien en las similitudes y diferencias entre los
modos en que diversos tipos de escritura utilizan el espacio disponible” (Harris 1995: 91).
Con respecto a las restricciones pertinentes sobre la comunicación humana, identifica tres:
biomecánicas, macrosociales y circunstanciales. “Los factores biomecánicos se relacionan
con las capacidades fisiológicas y psicológicas del organismo humano. Los factores
macrosociales se relacionan con las prácticas culturales y las instituciones establecidas en
una comunidad determinada. Los factores circunstanciales se relacionan con el contexto de
comunicación y las actividades reales involucradas” (Harris 1995: 15).
Finalmente, la variación de estos factores o parámetros se corresponde con formas
características de escritura (glótica, matemática, musical, etc.) y con diferentes maneras de
25
FERNANDO GARCÉS V.
organización textual (Harris 1995: 15). Para Harris (1995: 25) la escritura glótica se refiere
a las “formas de escritura relacionadas específicamente con la lengua oral”.
Esta propuesta, como ya adelantamos, se enmarcaría en un tipo de estudio que se puede
llamar semiológico. Y es que no se trataría de ofrecer una definición específica del término
escritura porque ello no contribuye a la comprensión del tema sino a crear una laguna teórica
que, en realidad, la semiología estaría en condiciones de llenar debido a que
la escritura requiere la creación y el uso de ciertos tipo de signos. La diferencia es que
mientras que los científicos de otras disciplinas dan por sentada la existencia del signo
escrito y luego se centran en determinados aspectos o ejemplos según su conveniencia,
el semiólogo debe investigar las consecuencias teóricas de esa existencia y situarla en
relación con la existencia de otros tipos de signos (Harris 1995: 33).
En tal sentido,
lo que aquí se propone es tratar la escritura como una función de la versátil capacidad
humana para hacer signos. Este estudio apunta a analizar los principios básicos
que resultan operativos en esta singularmente compleja forma de comunicación sin
tener en cuenta si el texto producido es un soneto de Shakespeare, la partitura de la
Quinta Sinfonía de Beethoven, una firma en un cheque o la etiqueta de un artículo de
supermercado (Harris 1995: 15).
Esta perspectiva nos llevaría a hablar de una semiología de la escritura, la cual debería
distinguir entre una teoría de la comunicación escrita, una teoría del signo escrito y una teoría
de los sistemas de escritura; elementos que a su vez deberían considerarse componentes
nucleares de una teoría semiológica de la escritura (Harris 1995: 44).
Resumamos lo desarrollado hasta aquí:
En cuanto a los sistemas clasificatorios de culturas orales y culturas escritas hemos visto
cómo la escritura ha sido homologada con la escritura alfabética, además de ser valorada en
clave evolucionista, asociándola con la civilización. Primero se pintan los objetos, luego se
representan las ideas por medio de signos convencionales y luego se representan sonidos.
Cada forma de escritura se corresponde con los estadios de civilización. En esta perspectiva
la escritura ha servido para desplegar sistemas etnocéntricos de clasificación. Un asunto
interesante aquí es la idea expresada por Acosta según la cual la escritura “por pintura”
habría sido la más extendida en el conjunto de los grupos humanos.
Por el lado de las conceptualizaciones de escritura queda claro que éstas generalmente se
basan comparativamente en los desarrollos contemporáneos de la escritura alfabética. Para
ello, históricamente se ha echado mano de diversos criterios definitorios: la distinción entre
lo animal y lo humano; 2) la creencia de que la escritura facilita el desarrollo de determinadas
funciones intelectuales; los requerimientos comerciales, estatales y religiosos como factores
de desarrollo de la escritura; la necesidad de nexos comunicacionales más exactos.
26
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Entre las distintas formas de conceptualizar la escritura predomina aquella en la que para ser
tal ella debe tener una base lingüística. Sin embargo, ha quedado claro que no hay un vínculo
directo entre marca pictórica y lengua, aunque sí una relación histórica entre lo pictórico y
lo gestual. El caso de la escritura sin palabras de Tupicocha da cuenta de la manera en que
se organiza la vida política de una comunidad en un código no traducible verbalmente. Los
estudiosos del fenómeno escriturario persisten en establecer sistemas clasificatorios basados
en totalidad o integralidad vs. parcialidad, selectividad, restricción.
Desde la filosofía deconstructivista la escritura no está asociada al ser y al logos sino que
se constituye en la différance, en el juego de la interrelación sígnica y la imposibilidad de
otorgar un significado definitivo a sus expresiones.
Por otro lado, pensar la escritura desde la línea como unidad básica de elaboración nos
llevaría a la necesidad de reescribir su historia en clave de historia de la notación. Habrían
sido el grabado y la imprenta las que habrían roto el vínculo entre el gesto y el rastro y, por
tanto, las que que han cosificado la palabra. Esto descalifica a Ong y sus postulados en el
sentido de que la escritura consistiría en una invención especial y en una tecnología que
reestructura el intelecto gracias al uso de herramientas. Y ello porque la escritura es tan
antigua como el habla.
Desde la propuesta de Harris hemos desplegado la crítica a una concepción evolucionista
de escritura, tal como la propusiera Gelb. Hoy se requiere de un marco comprensivo que
no prejuzgue lo que se puede considerar escritura sino que ofrezca fundamentos coherentes
a partir de la investigación empírica. En tal sentido, ante la ausencia de una teoría de la
escritura y de la comunicación escrita se requiere volver al nivel más básico y fundamental
de su producción, es decir, trabajar desde su categoría de signo. Se propone, entonces, un
estudio semiótico de la escritura a partir de la noción de signo. Es la semiótica la que tendría
que ayudarnos a establecer los alcances y limitaciones de los hechos y procesos escriturarios.
Esto nos exigiría dejar de concebir la escritura de manera telemental para comprenderla en
términos integracionales.
Es en este conjunto de reflexiones que se puede comprender el trabajo que presentaremos
en los capítulos siguientes a propósito de lo que denominamos escritura andina. Se trata
de las múltiples formas, mecanismos y ámbitos que han encontrado y encuentran rutas de
expresión en las prácticas escriturarias contemporáneas.
27
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Capítulo 2
Las escrituras logográficas: algunos ejemplos
29
FERNANDO GARCÉS V.
La función mnemónica es propia de los sistemas escriturarios en los que el objetivo principal
es recordar fórmulas rituales, canciones, proverbios, etc. (Haarmann 1991; Mariño, 1988).
En cambio, mediante la función figurativa se ofrece información valiosa sobre hábitos de
vida, eventos, historia, mitos, etc. (Haarmann 1991); aquí, además, habría que incluir la
representación geométrica de la realidad ya que, por ejemplo, la representación de un triángulo
constituye por sí misma un triángulo. La función contable-estadística está ampliamente
atestiguada en la escritura egipcia y sumeria, además de ser la función principal de los khipus
andinos (Gelb 1952; Haarmann 1991; Mariño 1988, Salomon 2004). Por último, en varios
de los ejemplos presentados por Mariño (códices aztecas, pintura quiteña, cantos cuna, etc.)
la escritura logográfica está relacionada con aspectos religiosos o rituales (Mariño 1988;
Severi 2010; Garcés y Sánchez 2016).
2.2. Ejemplos de escrituras logográficas
2.2.1. La pintura rupestre
Mariño prefiere hablar de pintura rupestre antes que de arte rupestre debido a que ella expresa
finalidades mágicas o rituales antes que estéticas (Mariño 1988: 95). En términos históricos,
se trata de una tradición que empezó en el paleolítico, sea en cuevas o en rocas al aire libre.
Los ejemplos más conocidos son los de las cuevas de Altamira en España y las de Lascaux
en Francia.
Está fuera de duda que las pinturas de las cuevas no eran algo así como embellecimientos
decorativos de las viviendas, pues los hombres no vivían en las cámaras situadas en
la profundidad de las cuevas, sino en sus entradas. Hay numerosos indicios de que las
cuevas pintadas eran lugares de culto, que servían a diversos fines. En algunas cuevas
se celebraban ritos de iniciación, es decir, ritos cuyo motivo era la adopción de los
jóvenes en el mundo de los adultos. Otras cuevas eran lugares en los que se asistía a
rituales de caza (Haarmann 1991: 23).
Las recurrentes imágenes que se encuentran en la pintura rupestre están impregnadas de un
sentido animista en el que la imagen es equivalente a la cosa representada. Así, la imagen de
un animal pintado en la pared de una cueva “significaba que sometía al animal representado
a un conjuro, y de este modo el animal quedaba en poder del hombre” (Haarmann 1991: 23)
(Fig. 1). De manera que la cueva se convertía en una suerte de “cacería ritual”, es decir, una
manera de matar al animal mediante la imagen (Haarmann 1991: 23; Moorhouse 1953).
30
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Fig. 1. Pintura rupestre. Cueva de Lascaux. Detalle del techo pintado. Fuente: Vialou (2012: 23).
31
FERNANDO GARCÉS V.
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
33
FERNANDO GARCÉS V.
fórmulas– son transcritos mediante dibujos (de imágenes rea-/listas o símbolos). Los
cantos – fórmulas deben ser ‘dibujados’ pues son extensísimos y además, han de
repetirse en un orden determinado (Mariño 1988: 109-110).
Aunque los kunas, hasta el día de hoy, usan los pictogramas para transcribir los largos textos
de sanación no constituyen de ningún modo una representación de los sonidos del lenguaje.
Sin embargo, el uso de los pictogramas establece una fuerte vinculación entre oralidad,
escritura logográfica y memoria (Severi 1997). Con respecto a la extensión de los textos, hay
que anotar que un canto sencillo puede ser transcrito en 570 líneas.
En la escritura pictográfica kuna se encuentran relatos relacionados con el origen de ciertos
seres míticos asociados con el sol o la luna, invocaciones a los espíritus de las serpientes o
aves, cantos funerarios, chamanísticos o vinculados a la iniciación ritual que requieren horas
de recitación y que son recordados por la larga secuencia de signos pictográficos (Severi
1997) (Fig. 4).
Los pictogramas son usados, además, como herramienta didáctica. El discípulo del
chamán, del jefe o de otro especialista aprende, durante varios años, y en largas jornadas, la
performance oral y escrita de los cantos (Severi 1997).
Fig. 4. Pictografía kuna del Canto del Demonio. Fuente: Severi (2010: 190).
34
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
El mismo autor presenta el caso ocurrido entre 1872-1873 en una aldea de la región de las
Grandes Lagos: un jefe sioux elaboró una serie de 57 dibujos en la que aparece un lakota del
grupo teton-sioux a caballo, combinando otras imágenes en las que también aparece solo el
caballo o un alce, un antílope y un ciervo. Fueron recogidos por Walter James Hoffman y
enviados al embajador alemán en Washington para que los donara a los museos etnográficos
de Berlín (Severi 2010: 141-147) (Fig. 6).
35
FERNANDO GARCÉS V.
Dice Severi:
Apenas veinte años después de haber sido realizados, estos documentos del arte de
los indígenas de América ya entraban en un museo ilustre. El trabajo del anónimo
guerrero que los había dibujado recibía un reconocimiento digno de su valor. Sin
embargo, no era ni siquiera la belleza de los dibujos la que motivaba el envío. Se
trataba también de un fenómeno curioso y, como se dijo, de una importante reliquia;
tal vez, hasta de un caso único. De hecho, esos dibujos tan bellos no estaban trazados
sobre fondo blanco ni sobre el soporte neutro destinado habitualmente para el dibujo.
El autor, aunque muy cuidadoso y detallista, parecía haber ignorado completamente
la naturaleza del soporte sobre el cual trabajaba, y los había dibujado casi todos sobre
las páginas impresas de un pequeño libro. Se trata de una Biblia publicada en lengua
Dakota por la Biblical Society norteamericana en 1866 (Severi 2010: 146).
La Biblia Dakota, entonces, se trata de una serie de dibujos muy similares que muestran la
historia de vida de un guerrero a caballo. Los dibujos hablan de un ritual funerario. Contiene
el testamento espiritual de un jefe indio que se depositará en su tumba para protegerlo. Se
trata del testimonio de una historia pictórica con carácter ritual (Severi 2007).
Un caso similar al reportado por Severi, y más cercano a nuestro contexto, lo encontramos
en la llamada “Hoja de Oroncota” (Ibarra 1953: 257-262). En 1943 el investigador Dick
Ibarra estuvo en Orocota (Potosí). Ahí, una mujer escribió, a pedido de Ibarra, cinco rezos
(Inini, Apu Yaya, Bendito, Los Mandamientos de la Iglesia y Ñuqa Juchasapa) en una hoja
del Diario La Razón de La Paz (Fig. 7 y 8). Dice el investigador que
36
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
la autora escribió sus signos sobre las letras, sin hacer caso de las mismas. La hoja
fue doblada por su mitad, al largo, y sobre cada lado se escribieron cuatro líneas de
jeroglíficos; la escritura sigue un orden boustrophédico hacia arriba, comenzando por
abajo a la izquierda. Los signos tienen de 3 a 4 centímetros de tamaño, y han sido
hechos con anilina en los colores: verde, marrón, y ocre fuerte (Ibarra 1953: 257).
Por otro lado, entre los ejemplares recogidos por el mismo Ibarra en Sampaya (Lago Titicaca),
en 1954, que se encuentran en el Museo de la UMSS, tenemos un cuaderno rústico hecho
con hojas de papel de pólizas de aduana procedente de Puno y fechado en 1889, de 33 x 22
cm. y con escritura ideográfica de un solo lado. De las cinco hojas con escritura ideográfica
que componen este cuadernillo, tres están flanqueadas por rúbricas consignadas en el cuarto
superior izquierdo de la página (INIAM-UMSS 2015a: 52-53, Códigos 1354b, c y d). El
folio codificado como 1354e (INIAM-UMSS 2015a: 54), por el contrario, tiene 10 líneas
de escritura ideográfica inscrita sobre lo que parece ser una lista de productos o inventario
manuscrito y firmado por un tal Saavedra (Fig. 9).
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FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 9. Hoja de papel de póliza de aduana, procedente de Sampaya – Copacabana (La Paz, 1954).
Fuente: INIAM-UMSS 2015a: 54).
Como se ve, hay aquí un dato interesante de escritura ideográfica que funciona de manera
independiente frente a soportes con escritura alfabética inscrita.
2.2.5. La escritura Rapa Nui
Rapa Nui, nombre local de la denominada Isla de Pascua, es una isla polinésica ubicada a
3700 km de Chile. Es conocida por las enormes estatuas moái.
Según Faccetti, la escritura logográfica Rapa Nui es un caso ejemplar de una escritura no
conocida en una lengua conocida; es decir, que los habitantes actuales del lugar no la pueden
leer (descifrar) aunque esté escrita en su lengua. Se sabe, sin embargo, que se trata de una
escritura en boustrophedon y en la que hay que dar la vuelta a la madera (o tablilla) en la que
se encuentra el texto (Faccetti 2002: 199).5
Debido a su cercanía a los grupos polinésicos, históricamente se ha debatido sobre la
originalidad de la escritura Rapa Nui. Haarmann (1991: 203) afirma que se trata de una
“escritura original autóctona”. En ella se pueden distinguir tres clases de textos: los kohau
t’au («bastones del año»), los kohau mama («bastones del levantamiento del tabú») y los
5
En la colección de la escritura católica andina (ver infra) se cuenta con ejemplares en papel que son
leídos de la misma forma. Además, Ibarra (1953) reporta que a mediados del siglo pasado encontró un
caso similar en piedra.
38
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
6
Dice Haarmann que “La tablilla de mayor tamaño es la del Museo de Braine-le-Comte en Bélgica,
con una longitud de 90 centímetros y una anchura de 10. En ella hay un total de 1547 signos grabados,
alineados en ocho hileras en cada cara (Haarmann 1991: il. 98)”. Durante nuestra estancia en Bélgica
tratamos de encontrar el Museo y la tablilla respectiva. Gracias a las gestiones de Brigitte Willame, a
quien estamos agradecidos, pudimos saber que la tablilla ya no se encuentra en Braine-le-Comte sino en
el Musée de l’Homme en París.
39
FERNANDO GARCÉS V.
7
Luego, en la adaptación de la escritura náhuatl a la catequesis hispana, se incorporarán como soportes
los lienzos o telas (Mariño 1988: 41).
8
Véase el caso del Mapa de Otumba para los primeros momentos coloniales (Castañeda 2014).
40
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
9
Thouvenot afirma que “Actuellement sont conservés, dispersés dans un grand nombre de bibliothèques
du monde, environ trois cents documents pictographiques” (2012: 188).
41
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 11. Códice Borbónico, fol. 34. Fuente: Thouvenot (2012: 192).
Como decíamos, estos textos servían para referir tasación de tributos, registros genealógicos,
inventarios de bienes; otros, en cambio, tenían carácter ritual.
Luego de un primer momento en que los códices fueron vistos como elementos vinculados
a las idolatrías de los indios, y por tanto destruidos, los españoles se dieron cuentan que
las “pinturas” eran un recurso útil para su propio proyecto de conquista y evangelización
(Escalante 2010; Domínguez 2004).
En este contexto, los evangelizadores católicos echaron mano de las prácticas escriturarias
náhuatl para adoctrinar a los indios (Burkhart 2014; Franco 1984; Rodríguez 1999). Así, en
la Relación particular y descripción de toda la Provincia del Santo Evangelio … de 1569
se dice que
Algunos Religiosos han tenido la costumbre de enseñar la doctrina a los indios y
predicársela por pinturas, conforme al uso que ellos antiguamente tenían y tienen, que
por falta de las letras, de que carecían, comunicaban y trataban y daban a entender
todas las cosas que querían, por pinturas, las cuales les servían de libros, y lo mismo
hacen el día de hoy, aunque no con la curiosidad que solían (En Franco 1984: 119).
Así, tenemos noticia del uso de la imagen como recurso e instrumento de evangelización
desde, por lo menos, Pedro de Gante, quien, entre 1525 y 1528, elaboró un catecismo
pictográfico. Se trata de un pequeño libro de 83 páginas, de 5.5 x 7.7 cm, que contiene 1162
pictogramas y que toma como base la escritura ideográfica azteca para evangelizar a los
neófitos (Cárceles 1990; Cordiviola 2010).10 Contiene las oraciones Padre Nuestro y Ave
10
Véase http://www.mecd.gob.es/cultura-mecd/dms/mecd/cultura-mecd/areas-cultura/libro/mc/expo_
bei/portada/BEI_18.pdf, consulta del 15/12/16).
42
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
María, además del Credo, los Mandamientos, los Sacramentos y las Obras de Misericordia.
La base de elaboración de estos catecismos era la tradición de los Ars memorandi medievales.11
Del mismo tipo es bastante conocida, a este respecto, la escritura testeriana, atribuida a
fray Jacobo de Testera, franciscano que llegó a México en 1529 (Gaillemin 2013).12 Para
1535, este religioso ya usaba imágenes pintadas en pergaminos y lienzos para explicar a los
indígenas los misterios, entidades y ritos cristianos (Bonilla s.f.: 2) (Fig. 12).
La escritura testeriana es un sistema escritural ideográfico-pictórico, presentado en libros
pequeños de dibujos, que se usaba para enseñar la doctrina cristiana a los pueblos de México,
que no estaban familiarizados con la escritura alfabética. Se lee estos textos línea por línea, con
una palabra para cada imagen, y se usa un número limitado de símbolos (Arnold 2015a: 151).
11 Véase al respecto el Ars memorandi per figuras evangelistarum (ca. 1470) en https://bildsuche.digitale-
sammlungen.de/index.html?c=viewer&bandnummer=bsb00039965&pimage=7&v=100&nav=&l=en,
consulta del 15/12/16.
12
En realidad, todo estos textos de evangelización “pictográfica” se denominan “escritura testeriana”,
incluyendo el catecismo de Pedro de Gante (Cordiviola 2010; Bonilla s.f.; Domínguez 2004).
43
FERNANDO GARCÉS V.
Esta idea común sobre los códices testerianos es cuestionada por Gaillemin (2016). Esta
autora dice que “se debe cuestionar el contexto de creación y de uso efectivo de estos
documentos” (2016: 285). Durante mucho tiempo se pensó que estos textos se habían creado
durante los primeros años post-conquista; hoy se valoran como mucho más recientes debido
a que las referencias a este método son mencionadas a partir de las fuentes de fines del s.
XVI (por ejemplo, Acosta 1590). Así mismo, “las filigranas de la mayoría de los cuadernos
indican un periodo de creación ubicado durante los siglos XVII y XVIII” (Gaillemin 2016:
286).
Con respecto al uso y función de los cuadernos testerianos, el estudio de Gaillemin propone
que se trataría de documentos que irían más allá del de catequización. A partir del análisis
de un manuscrito conservado en la Bibliothèque nationale de Francia, la autora afirma que
Al principio pudo servir como un memorándum para los indígenas analfabetos. Pero
luego, propongo que cambió de función, de usuarios y de destinatarios. Supongo que
el manuscrito se convirtió en una prueba de apoyo en las reclamaciones de privilegios
que presentaba una persona educada y alfabetizada ante las instituciones jurídicas
españolas. La mayoría de los indicios que permiten formular esta hipótesis son ciertas
inscripciones agregadas sobre el catecismo inicial (Gaillemin 2016: 286).
El manuscrito analizado muestra cómo, a través de este texto, el poseedor habría reivindicado
su ascendencia indígena y su lealtad a la Corona, su participación en la guerra y su
contribución a la conversión de los indios. Estas acreditaciones le habrían proporcionado el
derecho a acceder a determinados privilegios.
***
En las páginas precedentes hemos establecido la distinción entre escritura logográfica y
fonográfica, intentando enfatizar la diferencia entre la representación de la realidad misma o
de las ideas, en el caso de la primera, y la reproducción de sonidos, en el caso de la segunda.
Destacan las funciones mnemónicas, figurativa, contable y ritual para el sistema logográfico.
En la pintura rupestre es posible ver la función ritual que se le atribuye a la escritura en
el contexto de la caza; así mismo, importa la comprensión de tratarse de una práctica que
pervive hasta la actualidad. Por otro lado, tanto la escritura kuna como las escrituras ojibwa
y dakota desplegaron una importante función mnemónica; en los tres casos se trata de
inscripciones con usos rituales. La escritura dakota merece destacarse, además, por el uso de
la escritura alfabética como parte del soporte sobre el que se asienta la escritura logográfica.
Al igual que en el caso de la escritura azteca, la de los objiwa cumple varias funciones.
Mención aparte merece la escritura rapa nui; nos encontramos aquí ante un caso ejemplar de
escritura desconocida en una lengua conocida. Finalmente, escritura china y escritura azteca
resultan relevantes debido a la articulación, tanto de signos logográficos como fonográficos.
En el caso del náhuatl, además, es importante la similitud con el uso andino en cuanto a su
utilización como medio de evangelización. Y no solo ello. También es sugerente la idea de
que los catecismos testerianos se habrían usado para reclamar privlegios ante la Corona.
44
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Capítulo 3
La escritura andina: una revisión histórica
El presente capítulo trata de mostrar una perspectiva histórica de la escritura andina. Para
ello, se contrasta el modelo de surgimiento de la escritura alfabética vinculada al nacimiento
de los llamados “Estados prístinos” frente a la variedad de subsistemas expresivos que
habrían existido en los Andes. A partir de los datos que podemos obtener de algunas crónicas,
sabemos que piedras, tablones, qirus, textiles, tablones, etc. funcionarían como mecanismos
de registros de distintos tipo. Destaca el ejercicio performativo de la escritura logográfica
desplegada por Guamán Poma de Ayala, sobre todo en su vinculación con la reproducción
de formas textiles y tocapus andinos.
3.1 ¿Hubo escritura?
Existe un amplio debate en el mundo académico sobre si hubo o no una escritura andina
(Szemiński 2010; Jaye y Michel 1999). El debate es importe debido a que se plantea que
en un espacio sociogeográfico que albergó grandes civilizaciones y Estados (Tiahuanacota
e Inca), debió existir mecanismos de registros contables, al menos, cuando no históricos o
normativos.
Como se sabe, el surgimiento de la escritura (alfabética) se suele asociar con el desarrollo
de los estados. Hace 5500 años, en las llanuras de los ríos Eufrates y Tigris (actual Irak)
nacieron las primeras ciudades y con ellas una nueva forma de organización política, ya
no estructurada según redes de parentesco sino bajo una nueva burocracia administrativa
permanente que exigía lealtades por encima del linaje o del clan. En este contexto, los jefes
locales cedieron gran parte de su autoridad en favor de una clase dirigente que tenía el poder
de acumular un excedente agrícola y movilizar mano de obra para llevar a cabo proyectos
de irrigación a gran escala y arquitectura monumental. En ciudades como Ur y Uruk, con
más de 40.000 personas, aparece una casta profesional de sacerdotes que se responsabiliza
de la compleja religión de santuarios, al tiempo que también surgen especialistas artesanos
que manufacturan cuchillos de obsidiana y estatuillas de oro y plata y se establecen redes
comerciales (Lewellen 2003).
De esta manera habría surgido el Estado. En su versión inicial, encontramos esta nueva
forma de organización política en Mesopotamia como fruto de un proceso de adaptaciones
a un hábitat particular y a un conjunto específico de problemas sociales. Este proceso
también se dio en otros lugares y tiempos, conformando los llamados Estados “prístinos”,
generalmente ubicados en valles o en zonas mesopotámicas (entre ríos): Sumeria (entre el
Tigris y el Eufrates), Egipto (Valle del Nilo), India (Valle del Indo), China (Valle del Río
Amarillo), Mesoamérica (Olmeca, Teotihuacán) y los Andes (Chavín, Tiahuanaco). Estos
estados prístinos surgieron de manera independiente a pesar de su distancia geográfica y
temporal (Lewellen 2003).
45
FERNANDO GARCÉS V.
Por otro lado, se considera que los desarrollos escriturarios más importantes se habrían
efectuado hacia el 3000 a.C., como hemos visto que postula DeFrancis (1989). Winand
(2013) vincula estos desarrollos con Mesopotamia, Egipto, China, Mesoamérica, India y la
Isla de Pascua:
Dans l’histoire mondiale, l’ecriture apparaît pour la pemière fois dans quatre foyers:
en Mésopotamie et en Égypte, aux environs de 3300, en Chine à la fin du IIe millénaire
et en Amérique centrale au milieu du Ier millénaire av. J.C. (Winand 2013: 4)
Á cela, il faut peut-être ajouter les écritures de l’Indus et de l’Île de Pâques (rongorongo)
(Winand 2013: 4).
Pareciera, entonces, que habría una vinculación casi directa entre surgimiento de estados y
desarrollo escriturario. Es decir, los procesos de urbanización que dieron lugar a aquellas
aproximadamente 13 ciudades-Estado de Sumeria (Lewellen 2003: 69) habrían creado la
necesidad de registro para el control estatal.
La distinción con los llamados grupos tribales es clara. Las sociedades llamadas tribales no
tienen sistema de escritura, no forman estados y no tienen una religión institucionalizada
universalista y proselitista basada en el libro. En cambio, las sociedades estatales tienen
un sistema de registro (escritura) que les permite controlar los recursos (administración),
los grupos de poder (política) y la ideología (religión). Por eso manejan una religión
institucionalizada basada en el dogma y en el libro. El esquema sería entonces que el Estado
necesita controlar: a) los recursos (por medio de la administración y la contabilidad); b) los
grupos de poder (por medio de las leyes); y, c) la ideología (por medio de la religión). Y
todos estos tres ámbitos se vehiculan por la escritura (Garcés 2005).13
El problema es que los Andes no calzan en este modelo.
3.2. Varios subsistemas expresivos
En el ámbito andino, los esfuerzos de encontrar una escritura de similitud con la alfabética
han sido desarrollados entre otros, por Jara (1975) y Burns (1981). Sus propuestas de
ver morfemas o grupos silábicos en los tocapus incaicos no han tenido acogida entre los
investigadores, recibiendo incluso críticas de parte de los lingüistas del área andina.
En las últimas décadas se ha desplegado un esfuerzo importante por investigar formas de
inscripción de información y de memoria en distintos soportes y mecanismos (Bouysse-
Cassagne 2000). Así, se cuenta con investigaciones sobre piedras y granos de maíz (Curatola
y Puente 2013), qirus (Martínez y otras 2014), textiles y talegas (Arnold 2012; Cereceda
2010), varas de mando (Salomon 2004), cerámica (Bray 2004), khipus (Urton 1998), tocapus
(De Rojas 2008), producciones visuales rupestres (Cruz 2016), etc. Por otro lado, se han
realizado análisis de las informaciones proporcionadas por las crónicas, especialmente las de
13
Sobre las vinculaciones de la escritura con los aparatos religiosos, políticos y administrativos de los
sistemas dominantes, véase Goody (1968: 11-16). También Landaburu (1998: 82).
46
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Sarmiento de Gamboa (1572), Acosta (1590), Molina (c. 1575), Murúa (c. 1615), Pachacuti
Yamqui (c. 1613), Guamán Poma (1615). En ellas se ha hurgado tanto en la forma en que se
consignaba la información (Acosta, Sarmiento de Gamboa y Molina) como en los propios
performances escriturarios (Guamán Poma, Murúa y Pachacuti).
Hoy en día estamos en condiciones de afirmar que en el ámbito andino se contaba con
distintas escrituras selectivas (Déléage 2013a) que funcionaban de manera discrecional,
sobre distintos templetes, y que servían para expresar distintos ámbitos de la realidad social
(Garcés y Sánchez 2016).
Así, Arnold (2012) afirma que los textiles podían ser leídos como repositorio documental
para el ámbito tributario; los qiru parecen narrar historias oficiales incaicas (Ziólkowski
et al. 2008); las varas de Tupicocha funcionan como escritura sin palabras para organizar
las relaciones sociales de la comunidad y el Estado (Salomon 2004); los khipu, cuando
menos, funcionan como recursos contables y mnemotécnicos (Chirinos 2010); y, los textos
logográficos habrían desarrollado temas explícitamente religiosos (Ibarra 1953).
Estaríamos, por lo menos a nivel de hipótesis, ante formas de inscripción diferenciada que,
entre otros aspectos, nos obligarían a repensar los vínculos entre desarrollo escriturario y
formaciones estatales.
Desde esta perspectiva, revisemos lo que encontramos en algunas de las crónicas del ámbito
andino.
El instrumento más conocido y estudiado como medio de comunicación no presencial es el
quipu (Urton 1998; Salomon 2004). Hoy en día se sabe que el quipu servía para registrar
datos cuantitativos estatales en relación a producción, población, tributos; pero también
como base material para la realización de ceremonias, la resolución de asuntos de paz y
de guerra, para la recitación de historias. Con el quipu podían escribirse leyes, cuentas de
negocios, de tierras, de ganado, etc. (Chirinos 2010; López 1998; Salomon 2004).
José de Acosta, en 1590 y en referencia a los quipus, dirá que “Los indios del Pirú, antes
de venir los españoles, ningún género de escritura tuvieron, ni por letras ni por caracteres,
o cifras o figurillas, como los de la China y los de México; más no por eso conservaron
menos la memoria de sus antiguallas, ni tuvieron menos su cuenta para los negocios de
paz, y guerra y gobierno” (Acosta 1590: 385). Como se ve, el quipu fue considerado por
Acosta un instrumento válido para recordar pero no equivalente a la escritura debido a que
no consideraba letras, caracteres o figuras. La definición de escritura de Acosta, entonces,
presuponía que un signo gráfico debe estar inscrito en una superficie sólida. Cuando Acosta
describe qué es el quipu y cómo se usa, hace una perfecta analogía entre escritura con letras y
escritura con cuerdas, colores y nudos. Dice Acosta: “Son quipos unos memoriales o registros
hechos de ramales, en que diversos ñudos y diversas [sic] colores, significan diversas cosas”
(Acosta 1590: 385). Dice también: “los libros pueden decir historias, y leyes y ceremonias,
y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan puntualmente que admira” (ibíd.). Es
47
FERNANDO GARCÉS V.
decir, para Acosta los khipus no son escritura ni libros pero funcionan como la escritura y los
libros. Así establece la analogía:
Y en cada manojo de éstos, tantos ñudos y ñudicos, y hilillos atados; unos colorados,
otros verdes, otros azules, otros blancos, finalmente tantas diferencias que así como
nosotros de veinte y cuatro letras guisándolas en diferentes maneras sacamos tantas
infinidad de vocablos, así estos de sus ñudos y colores, sacaban innumerables
significaciones de cosas (Acosta 1590: 386).
De esta manera, Acosta muestra la dificultad de los españoles de interpretar los quipus como
escritura debido a su asociación directa con el dibujo de signos gráficos sobre superficies
sólidas, es decir, con algún tipo de “rasguño” (Mignolo 1995: 120).
Acosta también hace referencia a la preservación de la memoria mediante los quipus y
mediante pinturas: “Fuera de esta diligencia, suplían la falta de escritura y letras, parte con
pinturas como los de México, aunque las del Pirú eran muy groseras y toscas, parte a lo más
con quipus” (Acosta 1590: 385).
Sin embargo, también sabemos de la existencia de otras formas de registro; así, en la Historia
de los Incas de Pedro Sarmiento de Gamboa (1572) se atribuye a Pachacuti Inga Yupanqui
el haber construido una suerte de historia oficial sobre tablones pintados:
Allegóse a esto la grandísima diligencia del Pachacuti Inga Yupangui, noveno inga, el
cual hizo llamamiento general de todos los viejos historiadores de todas las provincias
quél sujetó, y aun de otros muchos más de todos estos reinos, y túvolos en la ciudad
del Cuzco mucho tiempo examinándolos sobre las antigüedades de sus historias,
hízolo todo pintar por su orden en tablones grandes, y deputó en las Casas del Sol una
gran sala, adonde las tales / tablas, que guarnescidos de oro estaban, estuviesen como
nuestras librerías, y constituyó doctores que supiesen entenderlas y declararlas. Y no
podían entrar, donde estas tablas estaban, sino el inga o los historiadores, sin expresa
licencia del inga (Sarmiento de Gamboa [1572] 1942: 46-47).
Luego [Pachacuti Inga Yupangui] hizo ayuntamiento general en los más antiguos y
sabios del Cuzco y de otras partes, y con mucha diligencia escrudriñó y averiguó las
historias de las antigüedades desta tierra, principalmente de los ingas, sus mayores, y
mandólo pintar, y mandó que se conservasen por la orden que dije cuando hablé del
modo que hube en el examen desta historia (Sarmiento de Gamboa [1572] 1942: 94).
De la misma forma, en la Relación de las fabvlas i ritos de los Ingas de Cristóbal de Molina,
el Cuzqueño (c. 1575) se afirma que
para entender donde tuuieron origen sus ydolatrias porque es assi q[ue] estos no usaron
de escritura y tenian en vna casa de el Sol Llamada Poquen Cancha q[ue] es Junto
aL Cuzco la uida de cada vno de los yngas y de las tierras q[ue] conquisto pintado
por sus figuras en vnas tablas, y q[ue] origen tuuieron, y entre Las dichas pinturas
tenian asimismo pintada La fabula sig/[uiente] En La uida de mango capac que ffue El
48
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
primer ynca de donde enpeçaron A jatarse y llamarse Hijos del sol y a tener principio
La ydolatria y adoracion Del Sol (Molina c. 1575: ff. 1r.-1v.).
Estas formas de registro de la memoria serán pronto sancionadas y asignadas al rubro de
la “antigua idolatría” india, razón por la que el Virrey Toledo la penará “en sus personas y
bienes” o, caso contrario, promoverá su sustitución con simbología cristiana.
Item, porque de la costumbre envejecida que los indios tienen de pintar ídolos y figuras
de demonios y animales a quien solían mochar en sus duhos, tianas, vasos, báculos,
paredes y edificios, mantas, camisetas, lampas y casi en todas cuantas cosas les son
necesarias, parece que en alguna manera conservan su antigua idolatría, proveeréis,
en entrando en cada repartimiento, que ningún oficial de aquí adelante, labre ni pinte
las tales figuras, so graves penas, las cuales ejecutaréis en sus personas y bienes lo
contrario haciendo. Y las pinturas y figuras que tuvieren en sus casas y edificios, y
en los demás instrumentos que buenamente y sin mucho daño se pudieren quitar y
señalaréis que pongan cruces y otras insignias de cristianos en sus casas y edificios
(Toledo 1569-1570: 39).
De igual forma, el dominico Meléndez ratifica el mandato de erradicar las mencionadas
manifestaciones de la memoria:
y assi se tiene mandado, que no solo en las Yglesias, sino en ninguna parte, ni publica,
ni secreta de los pueblos de Yndios, se pinte el Sol, la Luna, ni las Estrellas; […] por
quitarles la ocasion de boluer (como esta dicho) à sus antiguos delirios, y disparates
(Meléndez 1681: 62)
En este contexto, bajo el despliegue de la Conquista y teniendo como base los recursos
de memoria citados, la población andina habría refuncionalizado su sistema religioso
y cosmológico a partir de las normas religiosas católicas, conservando las formas de
continuidad a través de un sistema escriturario tridimensional, tal como lo menciona Acosta:
Fuera de estos quipos de hilo, tienen otros de pedrezuelas, por donde puntualmente
aprenden las palabras que quieren tomar de memoria. Y es cosa de ver a viejos ya
caducos con una rueda hecha de pedrezuelas, aprender el Padre nuestro, y con otra el
Ave María, y con otra el Credo, y saber cuál piedra es que fue concebido de Espíritu
Santo, y cuál que padeció debajo del poder de Poncio Pilato, y no hay más que verlos
enmendar cuando yerran, y toda la enmienda consiste en mirar sus pedrezuelas
(Acosta 1590: 386).
No obstante, hay que añadir que la concepción reduccionista de escritura también ha
sido influenciada por la propia visión colonial, que a su vez tiene más largas tradiciones
históricas.14 El jesuita Acosta enfatiza que
14
Por ello, en los Andes, la enseñanza colonial de la escritura también pasaba por los libros de
oración; ella estaba destinada a los hijos de los caciques (Íñiguez y Guerrero 1993; Lienhard 1990;
Rodríguez 1999).
49
FERNANDO GARCÉS V.
Las letras se inventaron para referir y significar inmediatamente las palabras que
pronunciamos, así las mismas palabras y vocablos, según el filósofo, son señales
inmediatamente de los conceptos y pensamientos de los hombres. Y lo uno y lo otro
(digo las letras y las voces), se ordenaron para dar a entender las cosas: las voces a los
presentes; las letras a los ausentes y futuros (Acosta 1590: 378).
Por el contrario,
Las señales que no se ordenan de próximo a significar palabras sino cosas, no se
llaman ni son en realidad de verdad letras, aunque estén escritas, así como una imagen
del sol pintada no se puede decir que es escritura o letras del sol, sino pintura. Ni más
ni menos otras señales que no tienen semejanza con la cosa, sino solamente sirven
para memoria, porque el que las inventó no las ordenó para significar palabras, sino
para denotar aquella cosa, estas tales señales no se dicen ni son propriamente letras ni
escritura, sino cifras o memoriales.
[…]
De manera que escritura y letras solamente las usan los que con ellas significan
vocablos, y si inmediatamente significan las mismas cosas, no son ya letras ni escritura,
sino pintura y cifras. De aquí se
sacan dos cosas bien notables: la
una es que la memoria de historias y
antigüedad puede permanecer en los
hombres por una de tres maneras: o
por letras y escritura, como lo usan
los latinos, y griegos y hebreos, y
otras muchas naciones, por pintura,
como cuasi en todo el mundo se
ha usado, pues como se dice en el
Concilio Niceno segundo, la pintura
es libro para los idiotas que no saben
leer, o por cifras o caracteres como
el guarismo (Acosta 1590: 378).
En cuanto a la crónica de Guamán Poma
de Ayala, un dato interesante es que al
referirse el autor a los indios de entre 18
y 20 años que fungirían de mensajeros,
muestra la imagen de un joven que tiene en
su mano un khipu y un recuadro en la parte
superior que dice “carta” (Guamán Poma
1615: fol. 204), dando cuenta de la función
comunicacional que cumplía dicho objeto
(Fig. 13).
Fig 13. “Quinto calle Saiapaiac”
(Guamán Poma 1615, fol. 204).
50
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
15
Rolena Adorno (1986: 109-157) ha estudiado la manera en que Guamán Poma usa la pictografía como
forma de expresión del ordenamiento espacial andino. Véase, además, el trabajo de Quispe-Agnoli (2006).
51
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 17. Unku ajedrezado con tocapu. Museo de Fig. 18. Ch’uspa inca. Museo de Antropología,
Antropología, Arqueología e Historia del Perú. Arqueología e Historia del Perú. Tomado de De
Tomado de De Rojas (2008: 20). Rojas (2008: 47).
52
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Sin embargo, sospechamos que el uso picto e ideográfico de la escritura alfabética, en la obra
de Guamán Poma, va mucho más allá de los mostrado.16 En 443 páginas (37%) de las 1189
que componen la Nueva Coronica se puede encontrar un uso de la escritura alfabética que
rompe la normalidad formal de la misma. Más aún, si manipulamos los folios mencionados
y los mostramos en una dirección diferente a la que normalmente recurrimos para “leer”,
encontraremos similitudes sorprendentes en cuanto a la elaboración de listas y bandas
textiles (Fig. 19-22):17
"
Fig. 19 y 20: A la izquierda: fragmento de página “textil” de la Nueva Coronica de Guamán Poma
de Ayala (1615: fol. 935). A la derecha: ch’uspa. Estilo Yura. Horizonte Medio. Colección INIAM-
UMSS. Cod.: 330 – INIAM (Catálogo INIAM) / Yura 43.
16
La sección siguiente sobre la escritura “textil” de Guamán Poma ha sido elaborada de manera conjunta
con Elvira Espejo y es una pequeña muestra de lo que esperamos se convierta en un trabajo futuro más
sistemático.
17
Otros ejemplos de esta escritura textil de Guamán Poma pueden verse en Garcés (2014: 140-143).
53
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 21 y 22: A la izquierda: página “textil” de la Nueva Coronica de Guamán Poma de Ayala
(1615: fol. 603). A la derecha: Textil que reposa en The Metropolitan Museum of Art. Tomado de la
web, consulta del 03/02/14.18
18
Dirección electrónica: https://www.google.com.bo/search?q=Textiles&rlz=1C1GGGE_es-
BO444BO444&espv=210&es_sm=122&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ei=itfvUreYPI-
7okAf84YC4Bw&ved=0CAkQ_AUoAQ#q=Textiles+andinos&tbm=isch&facrc=_&img-
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bp.blogspot.com%252F-MTqAravFrSU%252FTkdXRDHZtOI%-
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spot.com%252F2011_08_01_archive.html%3B645%3B595.
54
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
55
FERNANDO GARCÉS V.
***
En las páginas precedentes hemos confrontado el surgimiento de la escritura con la formación
de Estados a fin de intentar comprender la particularidad que presenta el mundo andino.
Las grandes formaciones estatales andinas no habrían desarrollado un modelo único de
inscripción sino una variedad de subsistemas que permitían a distintos “géneros discursivos”
(Bajtín 2011) plasmarse en otros tantos formatos y soportes. No deja de ser importante notar
cómo dichos mecanismos de registro, al ser confrontados por los conquistadores con la
escritura alfabética, recibieron la sanción que los ubicaba como formas idolátricas a ser
penadas o reemplazadas por simbología cristiana.
El caso de Guamán Poma resulta particularmente interesante, no solo por la apropiación de
la escritura alfabética y por la articulación de ésta con expresiones logográficas sino por el
uso caligramático según el cual usaba la propia escritura alafabética para diseñar formas
textiles.
56
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Capítulo 4
La escritura católica andina
El presente capítulo da cuenta de los principales hallazgos fruto del trabajo de investigación
sobre la escritura católica andina. Para ello, se parte de la reflexión previa de la relación entre
oralidad y escritura; luego, se muestra el contexto escriturario del siglo XIX y las primeras
informaciones explícitas sobre esta escritura, junto a los materiales y colecciones de los que
disponemos hoy en día. Gracias al trabajo con las comunidades de San Lucas presentamos
los datos contemporáneos de las prácticas de elaboración, participación comunitaria y
aprendizaje de los “rezos” plasmados en discos de barro o llut’asqas.19
Mostramos también la manera en que se articulan las distintas escrituras, tanto alfabéticas
como logográficas. Después de ello, a manera de ejemplo, dos casos de trabajo comparativo
a partir de rezos bastante conocidos en San Lucas: el Inini y el Yayayku. El capítulo termina
con reflexiones que intentan responder a la pregunta de si se puede hablar de una escritura
andina a partir del caso estudiado.
4.1. Una reflexión previa: la relación oralidad y escritura
Los estudios contemporáneos sobre oralidad han quedado marcados, en buena medida, por
el trabajo de Walter Ong (1982). Este autor ha intentado caracterizar el discurso oral frente
a la escritura, en los términos de lo que él llama “psicodinámica de la oralidad” (Ong 1982:
38-80). Estas características se pueden resumir como sigue:
- En las culturas orales la palabra es un modo de acción antes que una expresión
propiamente dicha del pensamiento. Las palabras y el lenguaje están cargados de
poder.
- Las culturas orales desarrollan especiales recursos mnemotécnicos, entre los que se
puede considerar: el ritmo, las repeticiones, el uso de antítesis, calificativos, proverbios
y fórmulas.
- La lengua oral posee una gramática acumulativa y paratáctica antes que subordinada.
- En los discursos orales es frecuente el uso de fórmulas como mecanismo de práctica
de la memoria; es decir, se trabaja sobre todo con grupos de entidades (oraciones
paralelas o antitéticas, epítetos).
- Los narradores orales generalmente recurren a un estilo redundante o copioso.
- Las culturales orales son conservadoras con respecto al manejo del lenguaje. Con ello
se quiere decir que buscan cuidar los nuevos conocimientos ante la ausencia de un
recipiente que los guarde (i.e. la escritura).
19
Del quechua llut’ay, ‘revocar, cubrir una superficie con barro’.
57
FERNANDO GARCÉS V.
20
Esta mirada sobre la oralidad planteada por Ong ha sido refrendada por los trabajos de Goody (1977) y
Olson (1994).
21
La cita de Taylor evoca el carácter realizativo de, en este caso, el rito-mito. Parafraseando a Austin
podríamos decir que lo importante es lo que hace el rito-mito, su performance total (Austin, 1995).
58
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
22
Sobre el análisis sintáctico de la lengua oral, véase Domínguez (2003).
59
FERNANDO GARCÉS V.
- Se impone un ritmo en el habla que hace posible recordar las palabras y procedimientos
que debe seguir el ritual. “En el ritmo se conjunta el mensaje ritual global, y no frases
aisladas” (Franco 2004: 50). El ritmo implica una velocidad mayor que la de una
conversación. “El problema central para un pedidor es construir una secuencia sonora
rítmica con el efecto de continuidad y sobriedad estilísticas” (Franco 2004: 50).
- Hay frases de difícil traducción y pocas con contenido ornamental o metafórico.
Algunas de estas frases aluden a sentidos arcaicos a las que los mismos pedidores no
les atribuyen más significado que su propia función o uso.
- Las fórmulas se perciben rápidamente por sus repeticiones.
Como dice Saville (2005: 51) “Las rutinas lingüísticas son emisiones o secuencias de
emisiones fijas que deben considerarse unidades indivisibles porque no puede derivarse
significado de la consideración de ningún segmento aislado del todo. La rutina misma
satisface la función comunicativa, y en este respecto es realizativa por naturaleza”.
La escritura católica andina se encuentra estrechamente relacionada con desempeños orales
rituales y esta es la razón por la que nos ha interesado esta mirada previa sobre la relación
entre oralidad y escritura.
4.2. Antecedentes
El período de 1825 a 1880 es denominado caudillista por los historiadores. Aquí hubo un
momento importante de participación chola e india a propósito de su vinculación con el
gobierno populista de Belzu; y, luego, unos años más adelante, apoyando la revolución de
Agustín Morales que destituye a Melgarejo (Mendieta 2006).
Desde una perspectiva económica, resulta interesante notar que durante los primeros
cincuenta años de vida republicana varias comunidades altiplánicas se encontraban
plenamente articuladas a actividades de libre comercio. Langer arguye que esta situación
debe tomarse en cuenta al momento de comprender la dinámica de construcción nacional
para el caso andino (Langer 2009).
Las tensiones entre continuidad colonial y construcción republicana, según Larson (2002:
147), se basaron en el hecho que los incipientes valores burgueses no podían reemplazar los
hábitos coloniales. Apenas hacia 1860-1870 los criollos, acostumbrados a vivir del trabajo
indígena servil, se abrieron a una suerte de “proyecto moderno”. Es interesante notar que la
misma situación de continuidad colonial se puede observar tanto para el Ecuador como para
el Perú. Más allá de sus particularidades, las nacientes repúblicas andinas, supuestamente
forjadas bajo los principios de libertad, igualdad y fraternidad, reproducían el mecanismo
de jerarquización racial y clasista impuesto en la Colonia (Guerrero 2010; Thurner 1997).
Entre 1860 y 1870 se da un proceso de recuperación de la minería de la plata. Ello hizo que
un pequeño grupo de reformistas liberares ingresaran al escenario político y económico. Así,
se promovieron ideas librecambistas, de desregulación gubernamental de la minería y de
60
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
61
FERNANDO GARCÉS V.
Pese a ello Melgarejo logró salvar la vida huyendo en medio de turbas indígenas enfurecidas
a través del altiplano” (Mendieta 2006: 768).
En el período de Tomás Frías, y aunque no fue implementada hasta la década de 1880, la
Ley de Exvinculación de 1874 “sentó los términos fundamentales del derecho indígena a
la tenencia de la tierra desde ese momento y hasta mediados del siglo XX” (Larson 2002:
155). En lo fundamental, la ley concedía a los indígenas el derecho a la propiedad individual
de la tierra; sin embargo, lo que se encontraba como telón de fondo era la anulación de la
jurisdicción territorial que había logrado sobrevivir a los embates, no sólo coloniales, sino de
la temprana república tributaria. De igual forma, se eliminó el rol de intermediarios que las
autoridades tradicionales de las comunidades habían tenido hasta ese momento (Klein 2001).
A partir de ese momento, “los indios serían sujetos jurídicos bajo la ley civil, sometidos
directamente a la autoridad de los agentes blancos y mestizos, y al asedio de mercado de
tierras” (Larson 2002: 155; véase también Rivera 1984: 71).
De tal forma que Melgarejo “realizó un primer intento de destruir las fronteras defensivas
de comunidades y ayllus, poniendo sus tierras en subasta pública mediante un Decreto del
20 de marzo de 1866” (Rivera 1984: 70). En cambio, mediante la Ley de Exvinculación
“se declaraba jurídicamente extinguida la comunidad india y se prescribía la parcelación
individualizada de las tierras comunales y la reforma del sistema tributario con el objeto de
aplicar un impuesto universal a la propiedad en sustitución de la ‘contribución indigenal’”
(Rivera 1984: 71).
En el momento en que empieza la ofensiva de una ideología liberal (la ley de comunidades
de Melgarejo de 1866 y la ley de Exvinculación de Tomás Frías de 1874), las comunidades
indígenas también echan mano de la memoria colonial con el fin de recuperar los espacios
que les ofrecía el Pacto de Reciprocidad con el Estado (Platt 1982, 1987).
Para ello despliegan múltiples tácticas para restaurar las jurisdicciones territoriales y políticas
que habían adquirido en el sistema de castas colonial; una de ellas y de suma importancia
mediante la creación de los caciques-apoderados, una figura que recuperaba el espacio de
intermediación con el Estado desde el control comunal. Ellos fueron los encargados de
desempolvar (en unos casos) o de exhumar de los archivos coloniales de Sucre, Buenos Aires
y Lima los títulos comunitarios conseguidos en la época colonial; ello con el fin de defender
sus tierras comunitarias en proceso de desintegración a partir de las leyes mencionadas
(Larson 2002; Mendieta 2006; Rivera 1991): “Para defender sus tierras, los apoderados
sacaron a relucir sus títulos coloniales, resaltando la importancia de la prestación de sus
servicios al Estado y el pago del tributo al mismo” (Mendieta 2006: 765).
La lucha legal se desarrolló, por un lado, teniendo como base la memoria oral, la cual
funcionó como legitimadora de acciones al ser fuente consulta permanente al pasado; por
otro lado, el rescate de los títulos coloniales y republicanos “resaltaba el carácter legal de las
comunidades andinas, que habían cumplido con la contribución económica ante la Corona y
por tanto estaban exentos de cumplir cualquier otra carga fiscal” (Ticona 2003: 101).
62
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Desde otra perspectiva, hacia mediados del siglo XIX, Bolivia estaba constituida como
una sociedad eminentemente rural: el 89% de la población, iletrada y predominantemente
monolingüe en quechua y/o aimara, vivía fuera de las ciudades. Para 1900, contamos con
un 73% de población rural (Klein 2001). En este contexto, en la segunda mitad de siglo,
nos encontramos con nuevas formas de expresión religiosa popular e indígena. Durante la
primera mitad del XIX, según Klein, la iglesia se tornó “menos tolerante del catolicismo
popular, más tímida en cuanto a su aceptación de los estilos artísticos indígena y mestizo”
(Klein 2001: 199). Sin embargo unas décadas más tarde se habría dado un giro en la política
eclesial: las costumbres indígenas-campesinas que antes eran combatidas por su asociación
con la herejía o con expresiones diabólicas pasan a ser toleradas como supersticiones, lo
cual, a su vez, habría permitido el florecimiento de “sincretismos”.23 Así, cajones religiosos,
pinturas en planchas de metal y en piedra, de pequeño formato y de uso ritual familiar y
gremial, se extienden por todos los Andes (Sánchez 2015). De igual forma, en el mismo
siglo, en zonas predominantemente aimaras y quechuas, se usaban soportes en barro, cuero,
papel y piedra, para recordar distintas fórmulas de la doctrina católica (Hartmann 1989;
Ibarra 1953; Jaye y Mitchel 1999; Mitchel y Jaye 1996).
En el contexto previo de lucha por el territorio, es legítimo preguntarse si estos nuevos
mecanismos expresivos estaban vinculados exclusivamente a temas religiosos o abarcaban
otros géneros discursivos. Como ha quedado claro, las comunidades buscan responder a
la legalidad del Estado en su lenguaje, el de la ciudad letrada (Rama 1984), más allá de la
incomunicación de castas a la que alude Rivera (1991). Sin embargo, no sería raro que se
haya echado mano de distintos recursos tal como ha sido atestiguado para la Provincia de
Yauyos en el siglo XVI (cf. Taylor 2000: 89-104). De hecho, en un documento fechado en
1864 se puede ver, junto al trabajo técnico del agrimensor, un escudo en el que el apoderado
Francisco Apaza ocupa el lugar del timbre. En su mano derecha se encuentra un documento
que da cuenta de su vinculación con la lucha legal por el territorio del ayllu Kirkiawi y de las
formas de inscripción comunal de la memoria.24
Veamos ahora los antecedentes explícitos de la escritura logográfica en el área andina.
Tschudi vio en el museo de La Paz un cuero con pictogramas, antes de 1869, y otro similar
en Copacabana (un pequeño catecismo aimara). Se le informó que un viejo indio, analfabeto,
había inventado el método de escritura y se lo había enseñado a los niños para que puedan
leerlo. Cuando Tschudi llegó ahí sólo había un experto en la elaboración de estos catecismos;
se llamaba Juan de Dios Apasa (von Tschudi 1869). Luego, Wiener (1880), encontró varios
cueros y papeles escritos procedentes de Sicasica (Bolivia) y Paucartambo (Perú) los cuales,
sin embargo, no se molestó en descifrar por considerarlos de manufactura reciente (Ibarra
1953).
23
Vincent Nicolas, comunicación escrita, 31/01/17.
24
Documental Nuqayku Kayku, https://www.youtube.com/watch?v=t0dKsZUMfyQ, descarga del
01/02/17. Véase también el croquis o dibujo elaborado por Santacruz Rojas, en 1965, para dar cuenta de
las faenas realizadas para mejorar el canal en Tupicocha (Salomon 2011: 105).
63
FERNANDO GARCÉS V.
El salto cualitativo se dio a partir de 1911. Franz Tamayo decodificó un cuero encontrado
por Vicente Ballivián en 1910 y procedente del Lago Titicaca;25 lo hizo utilizando un manual
de escritura de traducción de textos aztecas post-conquista.26 Según Tamayo se trata de una
escritura aimara sobre piel de oveja posterior a 1730 y representa Los Mandamientos, Las
obras de misericordia y Los Sacramentos de la Iglesia Católica.
El sueco Erland Nordenskiöld reporta, con respecto a la “escritura-dibujada”, lo siguiente:
These Indians have also in post-Columbian times invented a picture script. It is said to
have been composed by an Indian of Sampaya, on Lake Titicaca. This picture writing
depicts the Commandments, the Sacraments, etc. This Indian was unable to read
or write ordinary script. He did not employ our letters or figures, but pure picture-
writing which he must entirely have composed himself. It cannot but be supposed
that he received the idea of the whole thing from seeing the white men’s script and its
use. This genial invention appears to have lived on in that locality for the space of a
generation or two and then forgotten (Nordenskiöld 1930: 107)
Posnansky (1945) le dedicó un capítulo a las “pictografías ideográficas”; sin embargo, su
trabajo no presenta nada nuevo ya que reproduce prácticamente la traducción de Franz
Tamayo.
A Dick Ibarra Grasso le debemos el estudio más extenso sobre lo que él denominó Escritura
Indígena Andina. En 1953 publicó el resultado de sus pesquisas sobre esta escritura, siendo
el motivo que lo trajo a Bolivia en la década del 40. Ibarra conocía la información previa de
Wiener y Nordenskiöld y recorrió diversos departamentos del país, encontrando quechuas27
y aimaras28, que leían y escribían rezos católicos en papel y cuero. Además encontró la
novedad de figuras modeladas como muñecos e insertadas en discos de barro (Ibarra 1953,
1967).
4.3. Las colecciones y materiales
En la segunda mitad del siglo pasado varios estudios contribuyeron al conocimiento de esta
escritura religiosa y de los “rezos” que transmitían.
La colección más importante de escritura andina logográfica y tridimensional se encuentra
en el INIAM-UMSS, tal como consta en el catálogo publicado por esta institución (INIAM-
UMSS 2015a). Ahí se da cuenta de tres subcolecciones: la de Ibarra Grasso (8 cueros y 22
folios de papel), la de Osvaldo Sánchez (63 piezas que corresponden a 12 series de rezos
en cuero y papel) y la de discos de barro (2 provenientes de Puqui, Oruro, de la década del
25
La traducción del cuero, realizada por Tamayo, se publicó en El Diario de La Paz, el 23 de junio, el 29
y 31 de agosto y el 1 y 3 de septiembre de 1911, bajo el título de “Un dermatograma aymara”.
26
Tamayo utilizó un tratado de Eduardo Seler de 1893 sobre pictografías mexicanas (cf. Seler 1904).
27
Específicamente en Chuquisaca (San Lucas, Ocurí) y Potosí (Vitichi, Vichacla, Carma, Oroncota).
28
En La Paz (Lago Titicaca) y Oruro (Puqui).
64
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
60 del siglo pasado, y 6 actuales de San Lucas). Adicionalmente, durante el año 2016, el
maestro Isidoro Flores donó al INIAM otros cinco discos de barro.29
En otros museos como el Antropológico de la Universidad San Francisco Xavier de
Chuquisaca, en Sucre, el Nacional “Eduardo López Rivas” de la ciudad de Oruro, el de
la Casa de la Moneda, el Franciscano de Tarija, se encuentran varios ejemplares en cuero
y barro. Así mismo, tenemos noticias de la existencia de ejemplares en cuero y barro en
museos de Alemania, específicamente en Bonn y Berlín.30 De otros ejemplares tenemos
información gracias a fotografías proporcionadas por distintos colegas.31
Aparte de estas colecciones, en diversos artículos se han publicado materiales y se han
adelantado análisis de los mismos. En ese sentido es importante consultar los trabajos de
Arnold (2007); Castro (2015a y 2015b); Garcés (2014, 2015) Garcés y Bustamante (2015);
Garcés y Sánchez (2014, 2016); García (2015); Hartmann (1989); Holmer, Miranda y
Rydén (1951); Ibarra (1942, 1953, 1967); INIAM-UMSS (2014, 2015a); Jaye y Mitchel,
eds. (1999); Jaye y Mitchel (1999); Miranda (1988); Miranda (1958); Mitchel y Jaye (1996);
Nordenskiöld (1930); Posnansky (1945); Sánchez y Sanzetenea (2000); Szemiński (2010);
Urteaga (1913); von Tschudi (1869); Wiener (1880). Así, mismo se cuenta con videos que
han registrado el performance de los rezos: ACLO (2010), Déléage (2013b, 2013c), INIAM-
UMSS (2015b).
4.4. Las prácticas actuales
San Lucas es la capital de la segunda sección municipal de la Provincia Nor Cinti de
Chuquisaca, a 3047 m de altitud promedio, denominada “capital del choclo y del durazno”
(Garcés y Bustamante 2015). Se ubica al Sudoeste de la capital, Sucre. Limita al Este con
la provincia Azurduy, al Oeste y al Norte con la provincia J. M. Linares (Potosí), al Sur con
Camargo e Inca Wasi (Otondo 2008: 98).
La zona corresponde a las cabeceras de los valles del Sur, y tiene una precipitacion de 500 mm
año, siendo su vegetación, en su mayoria, un monte espinoso seco semiárido. Las temperaturas
promedio se encuentran en 12°C en invierno y 23°C en verano, en las cabeceras de valle. Las
principales actividades desde tiempos precolombinos son la agricultura y la mineria, esto
debido a sus fértiles tierras y a las formaciones geológicas que rodean estos valles y que son
ricas en minerales como el cobre, el oro, la plata, el plomo, el zinc y el antimonio (Garcés
29
El incremento de la colección de discos de barro no hubiera sido posible sin la contribución generosa de
los Maestros Doctrineros Santos Condori de Ocurí e Isidoro Flores de Ventilla.
30
A fines del 2016 circuló la noticia de que una librería especializada de Bilbao ponía en venta materiales
logográficos en cuero provenientes del lago Titicaca, recogidos en la zona durante la segunda mitad
del s. XIX y que pertenecerían a la familia Novia de Salcedo. Véase https://www.iberlibro.com/
coleccionismo/catecismo-novia/index.shtml?cm_mmc=nl-_-nl-_-E161202-h00-cnoviaAG-341422xx-
_-01cta&abersp=1, consulta del 13/12/16; también: http://www.paginasiete.bo/cultura/2017/1/5/vende-
espana-serie-manuscritos-aymaras-siglo-122666.html, consulta del 05/05/17.
31
Agradecemos la información proporcionada por Angélica García, Edmundo Salinas, Lena Muders,
Mariusz Ziólkowski, Marco Bustamante, Victoria Rivera y Walter Sánchez. Ver cuadro en anexo.
65
FERNANDO GARCÉS V.
y Bustamante 2015; Rivera 2008, 2014). A partir del relieve topográfico, la geomorfología
y la vegetación, Rivera (2014: 72-74) ha establecido cinco microambientes para San Lucas
(base de valle; piedemonte y serranía este; piedemonte oeste; colinas y quebradas; serranía
alta oeste) y dos para Palacio Tambo (cuencas altas y serranías altas) (Fig. 25).
Fig. 25. Mapa de San Lucas y principales poblaciones aledañas. Elaboración: Marco Bustamante.
Según el Censo del 2001, para este año San Lucas contaba con una población de 32.109
habitantes. El 53% de la población es monolingüe quechua y el 37% bilingüe quechua-
castellano. El 95% de la población se autoidentifica como quechua (INE y PNUD 2005).
San Lucas es conocido por la histórica presencia de un tipo de elaboración escrituraria
logográfica y tridimensional reportada desde hace, por lo menos, siete décadas. En su obra
La escritura indígena andina (1953), Ibarra Grasso da cuenta de tal “hallazgo” en la década
del 40 del siglo pasado. En el plano ideográfico dice que “se pintan sobre papel común,
libretas y cuadernos comprados en el comercio, cuando no papeles de deshecho; en otros
lugares en donde hemos estado, o hemos tenido noticias, se utilizan todavía los cueros, sobre
cuyo lado interno se pintan los signos” (Ibarra 1953: 14); de este tipo de material presenta y
analiza un cuaderno perteneciente a Julián Herrera,32 un cuaderno procedente de Ocurí y un
cuero elaborado por Porfirio Miranda (Fig. 26).
32 En el libro de Ibarra se habla del cuaderno de Julián Guerrero. En realidad se trata de Julián Herrera,
comunario de Yapusiri, quien falleció el año 2000. De él se dice que no conocía la escritura de letra y
tomaba apuntes “con dibujos”.
66
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Fig. 26. Página del cuaderno de Ocurí. Fuente: Ibarra (1953: 200).
Fig. 27. Disco de barro actual elaborado por Isidoro Flores. Foto: Fernando Garcés, 2014.
Como hemos visto, las “tortas”, “discos” o “pizzas” de barro (llut’asqas en la denominación
local) tienen una larga historia y hasta el día de hoy se las elabora para plasmar en ellos
67
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 28. Don Santos, Maestro doctrinero de Ocurí – San Lucas, elaborando el rezo Mama Santa
Iglesia, con la ayuda de Gabriel (2014). Foto: Soledad Guzmán.
Luego, el Maestro elabora las figurillas que complementan el rezo, recolectando un tipo de
arcilla de consistencia más fina que se encuentra cerca de los charcos o cerca de los ríos,
donde es abundante. Con esta arcilla y con la humedad adecuada, el Maestro procede a
modelar las figurillas que formarán parte del rezo (Fig. 29).
68
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Fig. 29. Don Isidoro Flores moldeando las piezas de las llut’asqas. Ventilla, 2015.
Foto: Marco Bustamante.
El Maestro elabora las figuras humanas, de animales y cosas que formarán parte del rezo o
llut’asqa. Utilizará arcilla para modelarlas y las complementará con ramitas, plumas, lana
de colores, vidrios, semillas, huesos, flores, palos, papel, hierbas, telas, piedras, espinas de
plantas de la zona, etc.
69
FERNANDO GARCÉS V.
Mas tarde, recitando los rezos, colocara las figuras sobre la torta de barro en el orden que
corresponde. Las tortas actuales miden entre 20 y 40 cm (pero pueden llegar a ser mucho
mas grandes segun afirman los maestros).33
La direccionalidad de la escritura es múltiple; es decir, se podían leer los textos de manera
horizontal, vertical y circular (Ibarra 1953). Hasta mediados del siglo pasado la forma
privilegiada era la escritura en boustrophedon, es decir, mediante la redacción alternativa de
izquierda a derecha y de derecha a izquierda cada renglón (Ibarra 1953).34 Hoy, por lo menos
en el área quechua de San Lucas, se usa de manera exclusiva la forma circular.35
La secuencia del rezo se realiza con un palo tomado de la mano del maestro; ésta va
conectando las figuras de la “torta” con la vocalización o el canto del rezo,36 separando el
mismo en unidades segmentadas; por ejemplo, el Padre Nuestro se segmenta de la siguiente
manera:
Yayayku / Janajpachapi / Kaq, sutiyki / Much’asqa kachun / Qhapaqkayniyki
/ Ñuqaykuman / Jamuchun / Munayniyki / Ruwasqakachun / Imaynachus /
Janajpachapipis / Jinallatajmi / Kaypachapipis / Sapa p’unchay / T’antaykuta /
Kunan qupuwayku / Ama ñuqaykuman / Juchallikunata / Amataq / Kachariwaykuchu
/ Watiqkayman / Urmayta / Astawan llapantin / Mana allinmanta / Llallinraq /
Qhispichiwayku / Amen Jesus / Maria Jose (Observación de campo, 15/04/14).
Cada una de estas unidades se encuentra representada en el disco de arcilla. Se van señalando
las partes correspondientes con un “palito” que sirve de regulación rítmica para el maestro/a
haga repetir a los demás participantes. En otros casos, los “rezos” se cantan, separando sus
partes con una suerte de glissando37 entre cada unidad (Fig. 30).
33
Los maestros dicen que el rezo “Churuwillas” puede tener un metro de diámetro. No hemos tenido la
oportunidad de verlo en elaboración tridimensional pero se trata con seguridad del “Catecismo breve
para los rudos y occupados” que se encuentra en el Catecismo del Tercer Concilio Limense (1584: 13-
19), el cual empieza con la frase Churi villahuay… (Miranda 1958).
34
Esta escritura en boustrophedon, aunque también conocida en otras inscripciones arcaicas, especialmente
griegas, en el caso de los Andes reproducía la direccionalidad textil de la faz de urdimbre (Arnold y
Espejo 2013: 194).
35
La forma circular de elaboración de los rezos y de su lectura está relacionada con la forma circular en
que se elaboran las mesas rituales aimaras a fin de cerrar el convite para que ”ningún indeseable se
introduzca en el círculo de invitados; así mismo, “para garantizar su hermetismo y cierre respecto al
exterior” (Fernández 1995: 266)
36
En un documento de 1603 se dice que “Estan todo el dia aprendiendo, haziendo con unas piedresitas
memoria bocal de lo que se les dize y luego con unos punteros senalando las piedras y repitiendolo,
como si estuvieran leyendo en un libro (Carta Anua de Cabredo a Acquaviva, en Bouysse-Cassagne
2000: 81).
37
El glissando, en música, se entiende como un efecto sonoro que consiste en pasar de un sonido a otro
más agudo o más grave haciendo que se escuchen todos los intermedios posibles.
70
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Fig. 30. Niños y niñas de Ocurí cantando los rezos en el cerro. Jueves Santo (2014).
Foto: Soledad Guzmán
Además, la secuencia del rezo se hace desde fuera hacia dentro y contra las manecillas
del reloj, de la misma manera como se encuentran reportados por Ibarra Grasso (1953)
y plasmados en la Subcolección Sánchez del INIAM-UMSS (2015a). Ya no se reza,
actualmente, en cueros. Al parecer se trata de una costumbre antigua que el padre de Rafael
Esposo38 se la transmitió a él cuando era niño.
Los maestros doctrineros son nombrados por las comunidades, para este cargo, por el
período de un año, aunque las tortas se realizan durante el período que va del Domingo de
Tentación, es decir, el domingo siguiente a carnaval, al Jueves Santo. Una vez terminado el
ciclo de rezos, que puede durar toda la Cuaresma o la Semana Santa,39 se rompen o deshacen
las tortas.40
El/la maestro/a doctrinero/a convoca a la comunidad a rezar. Él/ella, junto al Fiscal,41 explica
la finalidad de la reunión: “cumplir” con la doctrina. El/la doctrinero/a invita a que las
personas participantes se ubiquen alrededor del disco de barro. Luego de escoger el “rezo”
que se realizará, el maestro/a guía la recitación respectiva tal como se mostró previamente.
38
Rafael Esposo es un comunario de Sarakaya, San Lucas. Él pintó en cuero y papel un conjunto de 12
rezos para Osvaldo Sánchez Terrazas en 1984. Éste donó su colección privada al INIAM-UMSS poco
antes de morir, el año 2012.
39
A todo el período de Cuaresma y Semana Santa, en San Lucas se lo denomina el tiempo de Doctrina.
40
En Vitichi se cantan los rezos desde el Lunes de Tentación, es decir, desde el lunes siguiente al miércoles
de ceniza, hasta el martes de semana santa (ACLO 2010).
41
El Fiscal es una persona de la comunidad nominada para mantener el orden durante los rezos; es el
encargado de que los niños no se distraigan mientras se reza y de que los convocados se reúnan para
rezar.
71
FERNANDO GARCÉS V.
Las comunidades pueden rezar entre 5 y 10 rezos durante cada jornada de la doctrina. Al
finalizar la jornada de rezos, el/la maestro/a y el fiscal agradecen la participación de los
miembros de la comunidad e invitan para la siguiente jornada.
Aunque la vinculación de los rezos a las tortas se da especialmente en Cuaresma o Semana Santa,
en las familias se practica los rezos en una suerte de calendarización relacionada con eventos
climáticos o con actividades socio-familiares, tal como se muestra en el siguiente cuadro:
Cuadro N° 1: Relación de los rezos de la Subcolección Sánchez (INIAM-UMSS) con
las actividades agrícolas y sociofamilares de San Lucas
Significación en
Actividad Temática Rezo en quechua
castellano
Agrícola Rezos para pedir Diosllawanña Dios Mío
lluvia Dios Apunchej Dios Nuestro
Jesús Lazariño Jesús Nazareno
Diosninchipa (se reza en romería) Diez Mandamientos
Rezo para alejar las Ñoqa Juchasapa Yo pecador
tormentas
Rezo para que no P’unchayninchej Nuestro día
existan heladas
Socio- Rezo para viaje Bendicionta Churarqamuy Dame tu bendición
familiar Rezo para curación o Iñini Credo
para alejar todo mal
Rezo para la casa Wasiykimanta (para que no se Desde tu casa
pierda nada en la casa)
Iñinanchej Creemos
Rezo ante la muerte Apuyaya Señor Jesucristo
Religiosa Padre Nuestro Yayayku Padre Nuestro
Fuente: Sánchez y Sanzetenea (2000: 3).
Como dice don Pedro de Radio PREC (Padcoyo), “loco para mana kananpaqchu, rezananchik
tiyan; loco para chakraman mana chayananpaqchu qhaparinanchik tiyan” [Para que no
haya lluvia torrencial hay que rezar; para que la lluvia torrencial no llegue a las chacras hay
que gritar].42
42
El Fiscal de Vitichi del año 2010, Tomás Cruz Gonzales, dice que si no llueve, o si hay granizada,
el fiscal y la maestra hacen rezar: “Mana paraqtin, ima sajra para kaqtin, chay fiscal maestrawan
rezachinku; chay pata puntapi, may calvario kan, chaypi” [Si no llueve, para que no haya
nada malo, el fiscal y la maestra hacen rezar; en la cumbre del cerro, donde está el calvario,
ahí]. Lo propio relata la maestra Beatriz Ocampo Puma: “Mana paramuqtin, papas t’ikarichkan,
chakras q’awiykuchkan; mana paramujtin, autoridades lomaman maestra lluqsinan tiyan,
72
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
lomapi rezachimunan tiyan” (ACLO 2010). [Si no llueve las papas florecen, las chacras se están
marchitando; si no llueve las autoridades hacen salir a la loma a la maestra y en la loma tiene que
hacer rezar]. Aparte de lo dicho, habría que pensar en la vinculación existente entre el calendario
de sonidos/instrumentos musicales, el calendario agrícola y el calendario climatológico por la
similitud que muestran. Para que llueva se usan pinqillus; para que deje de llover se usan tarqas
(Walter Sánchez, comunicación escrita, 09/06/14).
43
En realidad se trata de una marginalidad desde la Iglesia Católica; desde los propios comunarios
podríamos pensar en “otra centralidad” fuera de la oficialidad católica (Diálogo con Walter Sánchez,
09/06/14).
44
En el caso de Vitichi, la maestra y las “luterneras” (rezadoras), cantan los rezos fuera de la capilla, de
pie, apoyadas en el muro exterior de ella (ACLO 2010).
73
FERNANDO GARCÉS V.
En cuanto a la articulación entre esta práctica comunal y la Iglesia Católica local, algunos
maestros van a la parroquia a pedir al sacerdote un nombramiento que los oficialice. Sin
embargo, por lo que nos relataron varios, ésta sería una práctica no generalizada. En realidad
se trata de un mundo semi paralelo al de la Iglesia Católica. La iglesia oficial sabe de su
existencia y de alguna manera estas expresiones religiosas están vinculadas a ella pero no
gobernadas o controladas por ella.
En lo que toca a las tortas como canal expresivo y lingüístico hay mucho que decir; nos
limitamos a señalar, por ahora, que las tortas y los rezos forman parte de un sistema mayor
de articulación entre oralidad, visualidad, motricidad, sonoridad y memoria.45 Y como tal
está inscrito en los amplios debates de la antropología andina sobre formas escriturarias
no alfabéticas logográficas (Szeminski 2010) encontradas en tejidos (Arnold 2012), qirus
(Ziólkowski y otros 2008) y en los propios textos alfabéticos coloniales (Garcés y Sánchez
2014).
Por otra parte, a la par de tratarse de un mecanismo exitoso de preservación de la memoria,
que prácticamente reproduce lo consignado en la Doctrina del Tercer Concilio Limense
(1584), en otros casos encontramos una transformación lingüística profunda. Así, en el rezo
Mama Santa Iglesia, el recurso de memoria de lo que los especialistas llaman rebus (la
evocación de un concepto a través de un sonido similar), ha terminado fosilizándose en una
suerte de fórmula religiosa en la que ya no tiene importancia el significado específico de
cada palabra sino el contexto total del rezo (Fig. 32).
Fig. 32: Rezo Mama Santa Iglesia. Colección INIAM-UMSS. Foto: Marco Bustamante, 2014.
45
Un detalle importante es la vinculación entre la emisión verbal del “rezo” y una actividad motriz
específica; además de lo visto con el caso particular de las “tortas”, tenemos el testimonio de Carlos
Noya quien relata cómo, en 1963, entre los Chipayas se rezaba tocando un khipu a manera de rosario
(comunicación personal, 21/03/12; cf. Gisbert y otros 1988: 28, figs. 40 y 41). Lo propio puede decirse
de la manera como la maestra de Vitichi dirige los “rezos”: puskhando [hilando] (ACLO 2010).
74
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
46
Mayor detalle de lo referente a esta sección se puede encontrar en Garcés (2014).
75
FERNANDO GARCÉS V.
utilizarla como base interpretativa de la manera como se aprenden las escrituras logográficas
y tridimensionales en el contexto andino, según se verá más adelante.
En los procesos de socialización, tanto la familia como el medio social y comunitario juegan
un rol clave como educadores primarios. Es en estos contextos donde los niños aprenden a
organizar el tiempo, el espacio, el medio físico y social (Garcés y Guzmán 2003). Por otro
lado, el modelo de sociedad de cada pueblo o grupo cultural configura modelos específicos
de aprendizaje. En el caso de muchos pueblos indígenas se considera que los conocimientos
son de “propiedad” colectiva, es decir, que el grupo es el que posee los conocimientos
(Sánchez-Parga 1988). Así, en el ámbito andino, el concepto de inteligencia está asociado
a una dimensión integral de la persona que no se reduce a lo cognitivo; se trata de una
inteligencia estrechamente vinculada a las prácticas sociales y a las concepciones éticas
comunitarias: ser inteligente –ser ch’iki– es saber comportarse socialmente al interior del
grupo cultural. Por el contrario, ser saqra o wak’a significa poseer aptitudes cognitivas del
tipo “astuto”, e incluso “malvado”, pero nunca inteligente (Romero 1994).
Así mismo, el mundo individual y el mundo social son aspectos inseparables en los procesos
de aprendizaje (Rogoff 1993; Garcés y Guzmán 2003), de tal manera que no es posible
pensar en modelos que unilateralmente apuestan por una concepción individualista del
aprendizaje. El aprendizaje es una actividad humana y ésta está siempre enraizada en un
contexto específico. Simultáneamente hay que decir que el contexto es necesario entenderlo
no como una serie de estímulos externos sino como una red de relaciones que proporcionan
una estructura de significado (Rogoff 1993).
Las instancias educativas de cada sociedad dependen del modo en que se organizan los
conocimientos y la forma en que estructuran sus interacciones sociales entre agentes
socializadores y los que se socializan. La relación entre niños y adultos depende del concepto
específico que tenga la sociedad sobre la niñez. Así, las sociedades interesadas en anticipar
el desarrollo oral de sus niños dialogan permanentemente con ellos, los involucran en sus
conversaciones y enfocan la socialización en la formación de su identidad (Nanda 1994: 115-
130); estas sociedades se llaman egocéntricas. En cambio, en otras, el objetivo es que los
niños sean independientes y sepan cómo hablar en el contexto de la familia y la comunidad;
el habla no se centra en el niño sino en la familia o en la comunidad; aquí se trata de que
construyan sus conocimientos mediante la observación y la imitación; estas sociedades se
llaman sociocéntricas, pues no enfocan sus acciones formativas en los niños sino en todo
el grupo y socializan a los niños a partir de su incorporación en las actividades cotidianas
(Zambrana 2008).
En varios trabajos etnográficos queda claro que el aprendizaje en comunidades indígenas
se produce mediante la participación en eventos sociales propiciados por la familia y la
misma comunidad (Aikman 2003; Cartes 2001; Castillo 2005; García 2005; Taish 2001).
Los niños aprenden participando en las actividades cotidianas y productivas, en los eventos
sociales de los adultos (García 2005, Regalsky 1996); están presentes en las conversaciones
de los adultos y éstos conversan como si los pequeños no estuvieran presentes. Ellos –los
76
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
adultos– consideran natural que los niños escuchen todo; se espera que éstos estén presentes
sin hablar ni molestar la interacción de los adultos (García 2005: 89). En realidad, en
muchos contextos indígenas los niños aprenden como si fueran adultos incompletos, pero en
formación (Aikman 2003: 143).
Este contexto familiar y comunal es el que posibilita una de las características del aprendizaje
no escolarizado: la presencia de guías expertos. En efecto, el estudio de Rogoff (1993)
enfatiza que el aprendizaje tiene lugar a través de la participación guiada en la actividad
social del grupo cultural, con adultos o pares generacionales que apoyan y estimulan el
desarrollo de las destrezas. Lo propio se encuentra confirmado en las etnografías citadas
(Aikman 2003; Cartes 2001; Castillo 2005; García 2005; Taish 2001), en la cuales también
tienen cabida otros niños pero con mayor experticia que el aprendiz. Esta mediación de
aprendizaje, sin embargo, no se da de manera planificada (Garcés y Guzmán 2003). Es lo
que dice Aikman, en referencia a su contexto de estudio: “Es imposible encontrar dentro de
la sociedad arakmbut un solo caso en que una madre se ponga a enseñar deliberadamente a
su hija a tejer una estera” (Aikman 2003: 170).
Así, el aprendizaje familiar y comunal no supone una enseñanza intencionada o explícita
por parte de las personas más hábiles en el conocimiento; tampoco supone instituciones o
contextos específicos de enseñanza. Y es que el aprendizaje se produce, fundamentalmente,
a través de la participación y observación cotidianas al interior de una cultura o de un grupo
social (Rogoff 1993).
Con los elementos previos podemos, ahora, explicitar las características específicas de
este aprendizaje no escolarizado. En los contextos comunales y familiares se aprende
progresivamente, por fases o etapas mediante la observación, la imitación y el juego.
Detengámonos en estos elementos.
En Aucará, en la zona de Ayacucho (Perú), los pobladores hablan de aprender en el sentido
del proceso de socialización. Por ello, los mismos comuneros tienen conciencia que el hecho
de participar de las actividades de los adultos, hace que los niños tengan oportunidades de
observar, ayudar, escuchar, jugar e imitar. Así, en esta comunidad los niños imitan a otros
niños que ya son expertos en algo: lavado de ropa, baile, etc. (García 2005).
En el aprendizaje del arte cerámico mapuche, los niños/as observan a un maestro que les
demuestra cómo hacer las cosas; el aprendiz mira e imita, siguiendo el ejemplo o el modelo
realizado por el/la experto/a (Cartes 2001). De igual forma, Taish (2001), en referencia al
mundo awajún, afirma que “la única forma de aprender cualquier oficio es a través de las
observaciones” (Taish 2001: 82).
Un detalle importante de lo explicitado por los autores citados es que en todos los casos se
trata de una imitación de la técnica pero no de la forma o el estilo; es decir, el aprendiz pone
su propio sello en la actividad que realiza. Otro dato importante, mostrado sobre todo por
Cartes (2001), es que no hay propiamente correcciones frente a una actividad que pudiera
parecer “errada”. En el caso de Piusilla, reportado por Zambrana (2008), se puede encontrar
77
FERNANDO GARCÉS V.
alguna que otra “corrección” en las acciones y aprendizajes técnicos de los niños durante el
aprendizaje del ciclo productivo de la papa.
De manera colateral, encontramos también que el lenguaje verbal tiene poca centralidad
en el proceso de aprendizaje mencionado: los expertos muestran lo que hacen pero no
hablan o hablan poco, de manera que ambos (experto y aprendiz) trabajan en silencio
(Cartes 2001). Lo mismo ocurre tanto en contexto awajún, donde el silencio de maestro y
aprendiz es importante para que se concentren y logren obtener el resultado buscado (Taish
2001), como en el contexto arakmbut, donde la interacción de las niñas con sus “maestras”
de tejido es no verbal (Aikman 2003). Obviamente, la interacción verbal funciona como
fuente de aprendizaje de roles institucionales y de la pragmática social de uso del lenguaje
(modos de hablar) (Zambrana 2008). No obstante, García (2005) enfatiza que incluso en el
ámbito del aprendizaje de las normas lingüísticas definidas culturalmente se echa mano del
lenguaje no verbal: mediante una serie de gestos los adultos logran que los niños tengan un
comportamiento discreto durante las conversaciones de los adultos (García 2005).
Ello no quiere decir que un aprendizaje poco verbalizado y muy “práctico” impliquen
una negación de la expresión y del pensamiento abstractos. En el ámbito andino, las
adivinanzas y los relatos (Zavala 2002), el brindar y el ch’allar (Arnold y Yapita 2000) y
varios elementos del mismo léxico quechua (Garcés 1997, 2005, 2009) son evidencia de un
pensamiento abstracto, por un lado, y de una particular y profusa producción oral desplegada
en determinados contextos.
En la misma ruta, entre los awajún la palabra tiene el sentido de vinculación del arte del
tejido con el mito, no como indicación de la técnica (Taish 2001), mientras entre los quechua-
aimara de Piusilla, el lenguaje verbal puede activar discursos sobre sucesos comunitarios con
el fin de transmitir conocimientos referentes a la territorialidad y la historia o la enseñanza
de valores éticos (Zambrana 2008).
Por otra parte, como ya adelantamos, el aprendizaje familiar y comunal se da por etapas
o fases en tiempos relativamente largos (Cartes 2001). Como dice Aikman, en referencia
al aprendizaje del tejido arakmbut, “la técnica es dominada después de muchos años de
observación y de participación gradual en las diferentes etapas de la fabricación, y después
de conocer la ubicación (la orilla del río y el pueblo), los materiales (bambú o corteza) y la
secuencia de la actividades en sí” (Aikman 2003: 170). De igual forma, Zambrana afirma
que “el trabajo que los niños emprenden es metódico (con una duración / prolongada) y
equilibrado (con una distribución de las tareas según la capacidad y la fuerza de cada uno de
los componentes del grupo)” (Zambrana 2008: 120-121).
Uno de los espacios sociales privilegiados para imitar las actividades de los adultos
es el juego. Éste es parte del proceso de socialización. Mediante él los niños participan
activamente de rutinas comunitarias e interactúan con miembros experimentados (adultos,
jóvenes o niños de su misma edad) adoptando los roles preferidos (Zambrana 2008). Así,
Biondi y Zapata (2006: 392) afirman que en el mundo andino la lengua es permanentemente
78
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
79
FERNANDO GARCÉS V.
deliberado y responsable de hacer que otra persona logre el aprendizaje (García 2005). Las
habilidades sociales, en Aucará, se aprenden por la responsabilidad del aprendiz. Se aprenden
para satisfacer las necesidades personales y familiares (tejido) o se aprenden artes que son
valoradas socialmente (danzas); para esto, en algún momento debe “nacerle el arte” (García
2005). Similar a lo reportado por Castillo en cuanto al aprendizaje del tejido en Kharacha
y Aymaya (Norte de Potosí): los padres esperan el momento en que la iniciativa surja de la
wawa porque esta debe “aprender con el corazón” (Castillo 2005). El tejido, en este contexto
quechua-aimara, se logra en la interacción entre corazón, manos y ojos: “Según manifiestan
los tejedores de Kharacha y Aymaya, el tejido vive en el corazón de las personas. Cuando
uno quiere manifestarlo, no hace otra cosa que develarlo a través de la acción dialógica del
corazón, las manos y los ojos” (Castillo 2005: 75). De manera que hay una predisposición
en la acción de tejer, su aprendizaje y su conocimiento.
¿Cuál es el rol de los agentes socializadores, especialmente padres/madres, en el proceso de
aprendizaje no escolarizado? Podemos enumerar algunas funciones a partir del conjunto de
etnografías revisadas:
- Los niños tienen la opción de aprender de las actividades culturales organizadas y
dirigidas por los agentes socializadores; la responsabilidad de los padres estriba en
proporcionarles el tiempo y los recursos materiales (Zambrana 2008).
- En el aprendizaje no hay que esperar que otros exijan el aprender sino que los padres
motivan para que por propia iniciativa se aprenda (Taish 2001).
- No se necesita forzar a los niños para que participen en la vida económica y social de
la comunidad; la motivación es intrínseca; se recibe estímulo extrínseco secundario
por parte del grupo de compañeros (Aikman 2003).
- Los expertos revisan el trabajo de los niños/as pero no lo comentan o valoran. Por eso
los niños/as no hacen un esfuerzo por obtener aprobación (Aikman 2003).
- Los padres no imponen sus deseos sobre la actividad del niño; esperan el momento
en que la iniciativa surja del niño/a; tampoco delimitan qué debe o no debe aprender
(Castillo 2005).
- Los conocimientos que tienen que aprender los niños dependen en primer lugar de
la decisión de ellos mismos. Los padres no tienen influencia negativa. Los padres
esperan la oportunidad en que los niños se inicien en alguna actividad para apoyarlos
(Castillo 2005).
- El experto no dirige ni dice qué hacer; el experto demuestra cómo hacer (Cartes 2001).
Según lo señalado, entonces, el aprendizaje pertenece al ámbito familiar y comunitario
mientras la enseñanza corresponde a una tarea que debe desarrollar la escuela, la educación
formal. Ésta se convierte en un acuerdo planificado sobre lo que el otro/a debe saber,
convirtiendo la enseñanza en un recurso arbitrario, convencional (Regalsky 1996). En la
concepción comunitaria de los aprendizajes de conocimientos escolares se identifica al
80
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Fig. 33. Cuaderno de Don Santos, Maestro Doctrinero de Ocurí – San Lucas (2014). Foto: Soledad
Guzmán.
81
FERNANDO GARCÉS V.
Los niños/as aprenden participando de la doctrina. Acuden en las noches junto con los
adultos a rezar o, en el caso de Ocurí, los maestros de la unidad educativa los mandan en la
tarde para que recen con el maestro doctrinero.48
El maestro doctrinero es el que hace de guía experto. El contexto temporal tiene un momento
concentrado y otro difuso: el concentrado es el tiempo de la doctrina; el difuso durante
el año, según el calendario climatológico y sociofamiliar que hemos visto. En cuanto al
aprendizaje por fases, en Ocurí vimos que durante un día se dio el esfuerzo de aprender un
solo rezo: el Mama Santa Iglesia; de manera que no todo se aprende el mismo año sino en
una sucesión temporal (Fig. 34).
Fig. 34: Niñas de Ocurí aprendiendo uno de los rezos (2014). Fotos: Soledad Guzmán.
48
Véase Arnold y Yapita (2000: 318-328) donde se describe el aprendizaje en aimara de los rezos andinos
en Qaqachaka hacia la década del 80 del siglo pasado.
49
A diferencia del momento formal de ejecución del rezo con el resto de la comunidad, en el que, como
se vio, la segmentación en unidades permite que los rezadores vayan repitiendo según lo que va
proponiendo el maestro/a. Aquí, habría que tomar en cuenta una suerte de sistema andino propio de la
música y el canto. Así, la ejecución de instrumentos musicales se da bajo la fórmula de hoquetus: es
decir, uno que toca y el otro que le sigue. Este sistema también funciona con el arca/ira, el que “guía”
82
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
doctrinero pero sí consultas por parte de las/os aprendices. Las/os aprendices encontraban
dificultades en dos o tres lugares del rezo y le preguntaban a don Santos (¿imamí?). Este
respondía con paciencia cuantas veces le preguntaran; pero también se ayudaban entre ellas/
os, como pares expertos, a recordar.
Dado que se trata de un aprendizaje verbal pero formulaico, la vocalización es importante
pero no como explicitación de lo que se aprende sino como acción de aprendizaje. Los rezos
se pueden hacer “hablando” o “cantando” durante el momento de enseñanza a los niños/as;50
sin embargo, cuando se trata del momento “formal” de ejecución del rezo en colectivo, éstos
se hacen “gritando”. De hecho, la palabra que usan los maestros para animar a los niños no
es takiychik ‘canten’ o rezaychik ‘recen’, como se esperaría, sino qhaparichik ‘griten’.51 Hay,
además, una fuerte conexión entre verbalización y motricidad.
Al ser un aprendizaje colectivo, el juego es parte del contexto mayor de aprendizaje. Sin
embargo, a los/as aprendices, se les asigna y ellos mismos asumen responsabilidades de hacer
rezar en la procesión del Jueves Santo. De manera que, efectivamente, la responsabilidad del
aprendizaje está en los niños/as, no en el maestro.
4.6. Las posibles aplicaciones
Como hemos dicho, los rezos andinos se inscriben en lo que parece ser una distribución
especializada de mensajes plasmada en textiles, qiru y una variedad de soportes para la
expresión religiosa (piedra, madera, cuero, arcilla). Así, Arnold afirma que los textiles
podían ser leídos como repositorio documental sobre el ámbito tributario (2012); los qiru
parecen narrar historias oficiales incaicas; y, los rezos, como hemos visto, reproducen
y el que “sigue”. El formato, al parecer, servía también para aprender a contar historias. Donde hay
uno, el “guía”/arca, es el que “sabe” y los demás “aprenden” (Walter Sánchez, comunicación escrita,
09/06/14). Este sistema también funciona en cantos colectivos como el haylli: “Hayllita: Cantar cuando
aran o dançan, o lleuan muchos vna viga &c. diciendo uno, y respondiendo otros” (Bertonio 1612). Pero
además, como dicen Arnold y Yapita (2000: 42) la base del discurso andino “es un diálogo entre dos
personas, por lo menos”.
50
En el caso de Ocurí, el maestro doctrinero rezaba cantando, mientras en Tirahoyo, era una simple
vocalización. Al respecto, Acosta dice que “lo más ordi-/nario es en voz, cantar todos, yendo uno o dos
diciendo sus poesías y acudiendo los demás a responder con el pie de copla. Algunos de estos romances
eran muy artificiosos, y contenían historia; otros eran llenos de superstición; otros eran puros disparates.
Los nuestros, que andan entre ellos, han probado ponelles las cosas de nuestra santa fe en su modo de
canto, y es cosa grande el provecho que se halla, porque con el gusto del canto y tonada, están días
enteros oyendo y repitiendo sin cansarse” (Acosta 1590: 415-416].
51
Doña Beatriz Ocampo del Muncipio Vitichi (Potosí) dice que cuando era niña pasaban todo el viernes en
la noche rezando, sin dormir. Desde la puerta las autoridades miraban y decían: “rezaychik, rezakuychik,
Diosninchik unqusqa kachkan, Diosninchikta paqarichisunchik, yanapananchik tiyan” [Recen. Dios
está enfermo. Despertaremos a Dios; tenemos que ayudarlo]. Y aclara: “De wawa pensaba, ‘si Dios no
despierta, no va a amanecer. Por eso se reza gritando, para que despierte’” (ACLO 2010). En la zona de
Qaqachaka, las jóvenes también rezaban toda la noche del Viernes Santo; al amanecer se apuraba el rezo
y se rezaba fuerte, pues “quién rezaba en voz alta era bien alabada y deseada como esposa” (Arnold y
Yapita 2000: 321).
83
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 35. Himno Nacional Argentino. Fuente: Ibarra 1953: Lámina XX.
52
Porfirio Miranda fue párroco en San Lucas entre 1940 y 1942, según consta en los Libros de bautizos de
esa parroquia.
84
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Estos dos ejemplos muestran la innovación de escribir más allá de los rezos establecidos en
el área andina y han sido producidos en el plano bidimensional. En el plano tridimensional
tenemos el Himno a Chuquisaca que se encuentra en exposición en el Museo del Instituto
de Investigación Antropológica y Arqueológica de la Universidad San Francisco Xavier de
Chuquisaca (Fig. 37).
Por otro lado, conviene anotar la relación que existe entre esta escritura tridimensional y
los chiwchi recados; es decir, el conjunto de figuritas de plomo en miniaturas que usan los
kallawayas en sus rituales de curación. Las figuras evocan conjuros que permiten obtener
beneficios como viajes prósperos, atracción de dinero y clientela, seguridad familiar, cosechas
abundantes, etc. (Oblitas 1963). En el Cuzco, los chiwchi recados se añaden a las ofrendas a
la Pachamama o a los Apus que se venden en los mercados (Szemiński 2010) (Fig. 38).
85
FERNANDO GARCÉS V.
53
Como de hecho vimos en Palacios. Ahí, maestro y ayudante esperaban la llegada de las autoridades para
iniciar la elaboración de los discos. En varios lugares de la capilla se encontraban los rezos escritos en
papelógrafos. Una nota interesante es que estaban escritos de forma que guiones separaban las unidades
de vocalización.
54
Una descripción de los discos actuales de San Lucas y sus usos se puede encontrar en Garcés (2014). La
correspondencia de los rezos con los beneficios que se esperan se pueden ver en Sánchez y Sanzetenea (2000).
86
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
que hace muchos años estaba con su sobrino y no llovía. Le dijo “rezaremos para que llueva”
y su sobrino se había reído porque no le creía; entonces se han puesto a rezar el Padre Nuestro
y el Ave María mientras agarraban agua y la echaban a la tierra repetidas veces, y como que
burbujeaba el agua. Dice Don Eugenio: “al inicio parecía que no iba a llover y después hemos
venido a la casa y hemos llegado hechos sopa porque ese rato se ha echado a llover”.
Tenemos conocimiento de 19 “rezos” existentes en la zona. Los que hemos podido registrar
a partir de nuestra propia observación y en compulsa con diversas fuentes son:
Cuadro N° 3 Rezos quechua de la zona de San Lucas (Chuquisaca)55
88
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
el sentido de afirmar que no refleja la realidad de los rezos “tal cual son” y ser hasta cierto
punto incomprensible. Así, Don Santos nos dijo que los rezos que él tenía en su cuaderno son
antiguos y que son distintos de los rezos que el padre Juan había puesto en el catecismo. Que
él alguna vez había intentado rezar del libro del P. Juan Miranda pero que le había parecido
muy difícil y complicado; que no se entendía. Dijo que algunas partes coincidían pero otras no.
Por otro lado, la performance misma de los rezos
informa sobre la centralidad que adquiere el
contexto ritual en el cual se ponen en acto (cf.
Severi 2010; Garcés y Sánchez 2016), dando lugar
a fórmulas fosilizadas de oralidad quechua.56 En
ellas, como ya he dicho (Garcés 2014), se articulan
complejamente oralidad, musicalidad, kinestesia,
representación gráfica y maquetería. En esta
oralidad ritual fosilizada, los/as que ya se saben el
rezo lo repiten de forma rápida sin preocuparse del
contenido, casi se diría que priorizando el ritmo.57
Cuando se detienen, tienen que empezar de nuevo
porque no saben cómo seguir.
El ritmo es importante y para ello se echa mano de
recursos gráficos, visuales o auditivos: se marcan con Fig. 41. Rezo Jesús Lazariño con
puntos en los cueros58, con guiones en el papel o con puntos de separación. Fuente: Colección
glissandos en el canto, tal como ya vimos (Fig. 41). INIAM-UMSS. Foto: Archivo INIAM-
UMSS
Como se adelantó, en Palacios encontramos
varios rezos consignados en pliegos de
cartulina. Cada frase del rezo estaba
separada por un guión (-), marcando las
unidades frasales de los textos ideográficos
que en los cueros se señalan por puntos
(Fig. 42).
56
Como también ocurre con los rezos aimaras de Pascua en Qaqachaka (Arnold 2007).
57
Havelock (1991) enfatiza el carácter rítmico de la oralidad como vehículo de almacenamiento de la
información en confrontación con la escritura basada en la prosa.
58
Hoy en día, en San Lucas, ya no se elaboran los rezos en cuero; sin embargo, en el INIAM se cuenta con
la colección donada por Osvaldo Sánchez.
89
FERNANDO GARCÉS V.
Algunos rezos se conocen más que otros. El Padre Nuestro, el Ave María, el Inini y el
Diosninchikpa se reconocen al primer golpe de vista, tanto en versión logográfica como
tridimensional.59
Aparte de lo mencionado, los espacios escriturarios alfabéticos los marcan la escuela, la
iglesia, el Estado y el comercio de articulación nacional y global.
La Escuela es, al igual que otros lugares del territorio nacional, el lugar por excelencia de
aprendizaje alfabético (Arnold y Yapita 2000). En el caso de San Lucas, la escuela de Yapusiri,
a 4 km del centro poblado, cuenta con la tradición de ser la segunda escuela indigenal del
país, fundada en 1937. Como es de esperar, el paisaje escriturario en el territorio escolar está
impregnado de alfabeticidad, incluso en macro soportes como el cerro aledaño (Fig. 43 y 44).
Fig. 43. Frontis edificio de la escuela antigua de Yapusiri. Foto: Fernando Garcés, 2015
Fig. 44. Escritura alfabética en cerro. Foto: Fernando Garcés, Yapusiri, 2015.
59
Haciendo de códigos iconográficos, según la clasificación de Eco (1968: 269-272).
90
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Fig. 45. Letrero en la plaza principal de San Lucas. Foto: Fernando Garcés, 2014.
Fig. 46. Paisaje letrado en la plaza principal de San Lucas. Foto: Fernando Garcés, 2014.
91
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 47. Paisaje alfabético en el ámbito rural. Foto: Fernando Garcés, 2015.
En una oportunidad, la familia Moscoso me pidió que les cuente en qué otros lugares se
hacían las llut’asqas o los cueros y desde cuándo existía tal práctica. Cuando empecé a
darles información sobre la historia, los lugares, los soportes, las similitudes y diferencias
ésta fue anotada cuidadosamente por René en un cuaderno, en escritura alfabética, pero bajo
la supervisión de su padre, quien además lo instruía sobre qué debía anotar.
60
Otros ejemplos de estos “paisajes letrados” en el ámbito rural peruano pueden encontrarse en Salomon
(2011).
92
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Sin embargo, también hay que decir que la escritura alfabética está sujeta al escrutinio de los
comunarios bajo el valor tradicional del respeto. Así, don Eugenio de Kirpini afirma que los
jóvenes de hoy no tienen respeto y que “más aprenden a leer y se vuelven como animales”.
En algunas comunidades hay una fuerte tendencia a abandonar la escritura logográfica
y tridimensional como base de memoria. Se acude a la escritura alfabética para recordar
los rezos, sea mediante los catecismos que distribuye la Iglesia, sea mediante cuadernos
familiares. De igual forma, los niños más experimentados en el manejo de los rezos, si tienen
a posibilidad de confrontar las tortas con la versión alfabética lo hacen. En algún momento,
Lisbet y otra niña no podían recordar el rezo Apu Yaya mientras lo aprendían. Yo tenía los
rezos de Rafael Esposo a la mano61 y me puse a leerlos en voz alta. Uno de los señores
mayores presentes en la capilla de Padcoyo trataba de seguir lo que yo leía con el palito que se
usa para tal ocasión; las niñas se desesperaron solicitándome el rezo correspondiente. Luego,
otros niños me pidieron los demás rezos que se correspondían con los que se encontraban en
las tortas: José agarró el Diosninchikpa, Andrés me pidió el Yayayku y varios me pidieron
el Napaykuyki María y el Napaykuyki Sapa Qulla. Una vez que llegó don Isidoro, maestro
doctrinero de ese lugar y año, los niños me fueron devolviendo los rezos, ya que él funcionó
como “fuente de consulta” más autorizada que mis rezos en el papel.
De manera que es posible que estemos en una suerte de estadio intermedio similar a lo que
ya ha ocurrido en Vitichi, donde la gente reza-canta los rezos pero basados en la escritura
alfabética, mientras los cueros son reliquias del pasado (Angélica García, comunicación
personal, abril 2015).
Como hemos visto, en el caso del rezo Mamanchik Santa Iglesia, reproducido por don
Santos, maestro doctrinero de Ocurí el año 2014, los términos relacionados con sacramentos,
extremaunción, orden sacerdotal, matrimonio y comunión se realizan como saksakaran,
estermasyon, urtis sawsiritarun, waterminu y kuminus, respectivamente. Aquí no estamos
ante un simple caso de adaptación fonética sino de un cambio radical del léxico español
que requiere ser analizado a la luz del modelo de fórmulas religiosas, donde ya no tiene
importancia el significado específico de cada palabra sino el contexto total del rezo (Arnold
2007). El caso recuerda la manera como hasta hace pocas décadas muchos comunarios del
área rural solían “recitar” la misa en latín aunque sin manejar significados explícitos.
4.8. Escritura alfabética y escritura logográfica: las letrimágenes de la memoria
Las múltiples expresiones escriturarias (no alfabéticas y alfabéticas) no funcionan como
estancos separados sino, antes bien, en una compleja interacción en la que se articulan los
diversos tipos expresivos y donde, pese al primado de la escritura alfabética, la imagen tiene
profunda importancia.
En el contexto ya mencionado de minusvaloración de la imagen, en el cual ella sirve, en el
mejor de los casos, como adorno o complemento (Garcés 2014; Sánchez y Mamani 2015),
61
Publicados en INIAM-UMSS (2015a).
93
FERNANDO GARCÉS V.
un conjunto de instituciones con sede en San Lucas echan mano de la articulación entre lo
alfabético y lo no alfabético.
Así, la iglesia de San Lucas es un lugar de imágenes y de escritura. El púlpito, reliquia del
tiempo en que desde ahí catequizaban los sacerdotes, es una suerte de poliedro octogonal
que predica el valor de la palabra también en imágenes: uno de los lados está pegado a
la pared, por otro subía y entraba el sacerdote predicador; de los otros seis lados, en el
primero y en el sexto, se encuentra un Corazón de Jesús; en los otros cuatro se pueden ver
imágenes de santos, cada uno acompañado por una paloma, un toro, una oveja y un ángel,
respectivamente. Cada uno de los santos tiene en sus manos un libro o un cuaderno con
inscripciones alfabéticas (Fig. 48).
Fig. 48. Una de las caras del púlpito de la iglesia de San Lucas. Foto: Marco Bustamante, 2015.
94
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Fig. 49. Rezo Ñuqa juchasapa en escritura logográfica y alfabética. Foto: Soledad Guzmán, 2014.
Pero también ocurre lo contrario. Aunque Don Isidoro de Ventilla, al igual que don Santos de
Ocurí, tiene un cuaderno con ideografías que le sirve como base para la elaboración de las
llut’asqas, a diferencia del cuaderno de éste, él mismo ha hecho los dibujos y no contienen
ni una sola palabra. Don Isidoro no lo consulta para hacer las tortas porque dice que ya se
los sabe; sin embargo, para hacer el Apu Yaya lo tuvo siempre a la vista e hizo consultas
esporádicas para hacer más rápido la torta.
Los “rezos” pueden estar inscritos alfabéticamente en papelógrafos, cuadernos y documentos
oficiales de la iglesia; ideográficamente en cuadernos; y, tridimensionalmente en las
llut’asqas. Pero los soportes desbordan esta descripción inicial. La capilla de Padcoyo
es un lugar de interacción escrituraria donde se conjugan imágenes tridimensionales,
ideográficas y alfabéticas. Durante el “tiempo de doctrina” del 2015, se podían apreciar
tres planos escriturarios: el de la inscripción en los travesaños del techo, el de las paredes
y el de las llut’asqas en el piso. En las vigas de la parte superior de la capilla se inscribían
alfabéticamente los sectores de Padcoyo que habían contribuido en la renovación del techo
con la consignación del año (1983). En las paredes había muchas figuras, cartulinas, dibujos
religiosos, con imágenes de Cristo y otros de la simbología católica, pero era fácil notar que
tenían mucho tiempo ahí, en una suerte de presencia muda. En el piso, las llut’asqas de los
10 rezos elaborados para ese año (Fig. 50).
95
FERNANDO GARCÉS V.
Fig. 50. Paisaje escriturario en la capilla de Padcoyo. Foto: Fernando Garcés, 2015.
La Escuela juega también con el paisaje logográfico y alfabético, tanto en los espacios intra
como extra aula (Fig. 51).
Fig. 51. Pintura en una pared de la escuela de Yapusiri. Foto: Fernando Garcés, 2015.
96
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Lo que es claro es que en San Lucas las escrituras no funcionan como ámbitos claramente
diferenciados sino como una suerte de articulación enmarañada de artefactos de memoria.
4.9. La “marginalidad” agencial
La gama de artefactos de memoria que no se corresponden con la escritura alfabética pura
funcionan en San Lucas en medio del desinterés y la desidia del Estado, la Iglesia y la Escuela.
El hijo joven de un maestro doctrinero ha insistido recurrentemente en instancias del
Municipio para desplegar acciones que permitan fortalecer y difundir la práctica de la
elaboración y aprendizaje de los rezos tridimensionales. Al parecer se trata de un asunto
menor frente a urgencias más políticas.
El actual representante de la Iglesia tiene información vaga sobre la escritura tridimensional
y no pasa de ser, para él, una “interesante” práctica de religiosidad popular.62 Por otro lado,
es interesante notar que mientras se elaboran los rezos y al final de la jornada de los mismos,
los adultos toman alcohol (singani) y ch’allan. También pijchean a la manera del trabajo
agrícola: antes de empezar el trabajo de elaboración de las tortas o entre la manufactura de
una y otra. Y esto lo hacen al interior del espacio “oficial” religioso católico: la capilla o
iglesia.
En el caso de la Escuela, un profesor me dijo explícitamente que “Antes se hacían hartas tortas
porque los niños no sabían leer. Ahora como ya saben leer no se le da mucha importancia”.
El esquema evolucionista según el cual la escritura alfabética es superior o mejor que otras
formas escriturarias sigue funcionando desde la oficialidad del poder. Y no solo en tanto
“técnica” escrituraria sino también en cuanto a la marginalidad que hoy adquiere el tema
de la funcionalidad de la escritura logográfica o tridimensional; es decir, no solo se trata de
escritura no alfabética sino que además está vinculada a lo religioso. Y a lo religioso menos
atrayente: los rezos y la doctrina católica medieval y colonial.
El estudio de una memoria local confrontada con el poder y la historia oficial es atractivo,
novedoso e importante (Rappaport 2000). Mucho menos interesante y estético resulta
acercarse a la memoria de la reproducción colonial.
El debate sobre lo (de)colonial ha tomado fuerza en los últimos años a propósito de las
políticas gubernamentales del Proceso de Cambio. El discurso del campo semántico, en las
últimas décadas y en el escenario boliviano, tiene varios escenarios de producción.
Ya en el Manifiesto de Tiawanaku los pueblos indígenas decían: “Somos como extranjeros
en nuestro propio país”. Luego, al calor de la memoria de los 500 años y en el contexto de
la convocatoria a la Asamblea de Nacionalidades, el discurso de la colonización económica,
62
De una conversación realizada entre don Isidoro y don Leonardo quedó claro que en el caso de la Iglesia
Evangélica no sólo no le interesan las llut’asqas sino que las proscriben.
97
FERNANDO GARCÉS V.
religiosa y política en la que viven los pueblos indígenas se hace más explícito.63 Ello está
estrechamente articulado a la propuesta de autodeterminación que desde aquellos años
plantean las organizaciones campesinas originarias, principalmente la CSUTCB (1991).
Autodeterminación, lucha por la recuperación de la tierra y el territorio y mecanismos de
participación desde la construcción de una herramienta política propia es la trilogía de las
luchas del movimiento indígena de los últimos 20 ó 25 años.
Desde el lado de la intelectualidad y la academia, teniendo como base las propias propuestas
del movimiento campesino, indígena y originario y siguiendo o dialogando de cerca con los
debates sobre el colonialismo interno (González Casanova 1971; Rivera 2015), se planteó
el concepto de vivir en dos bolivias (Reinaga 1970), con la idea de una sociedad organizada
pigmentocráticamente bajo la modalidad política del liberalismo y bajo las formas modernas
de gestión de la exclusión (Rivera 2000).
En el ámbito andino y “latinoamericano” el discurso académico de los últimos años ha
recibido la fuerte influencia de la categoría colonialidad del poder elaborada por Quijano
desde la década de los 90 (Escobar 2003; Mignolo 2000; Walsh 2007). Ahí se comenzó a
difundir la idea de que nuestras sociedades han quedado estructuradas bajo mecanismos de
clasificación racial y de organización de la fuerza de trabajo, cruzando raza-clase-género
como forma de dominación “colonial” (Quijano 1999; 2000a; 2000b).
Finalmente el discurso sobre descolonización también ha estado vinculado a la posición
de la izquierda de matriz más urbana (aunque, en algunos casos, en estrecha articulación
con los espacios rurales), enfatizando los mecanismos de sujeción económica transnacional
bajo la idea de encontrarnos en países dependientes articulados a formas de recolonización
económica y política orquestados por los centros imperiales (EEUU, G8, etc.) (Welmovick
2001).
Es en este contexto de producción discursiva que el gobierno de Evo Morales inicia su
administración estatal bajo el lema de “descolonizar el Estado”. En el primer momento
encuentra fuerte asidero, sobre todo, pero no únicamente, en el entonces Ministro de
Educación, Félix Patzi, quien parte del principio de que efectivamente la sociedad boliviana
está organizada socioracialmente de manera que la jerarquización poblacional viene dada
por la ubicación como indígena o no en la pirámide social, lo que a su vez ubica su posición
de clase (Garcés 2008).
Uno de los legados coloniales más fuertes del área andina está relacionado con el ámbito
religioso. En efecto, el eje ideológico desde donde se articuló la conquista territorial,
económica, lingüística, cultural, etc. fue la religión. La Corona española fue tolerante en
muchos aspectos menos en el religioso. De ello da cuenta el proceso de extirpación de
idolatrías y los formatos de dominación que se movían entre la coerción y la seducción. Los
63
Véase los números 45 (1991) y 46 a 50 (1992) del Periódico bilingüe Conosur Ñawpaqman que el
Centro de Comunicación y Desarrollo Andino (CENDA) publica en el Departamento de Cochabamba
(Garcés 2005).
98
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
misioneros peninsulares, por ejemplo, aprendían y difundían las lenguas indígenas, pero
con el objetivo de evangelizar en ellas (Durston 2007). También ocurría lo propio desde el
otro lado: los llamados indios se apropiaban de los santos y sus fechas conmemorativas para
seguir invocando sus huacas (Garcés 2009).
Una de las ideas fundamentales de lo colonial es que se trata de un fenómeno histórico
concreto pero que perdura en la estructura social e interrelacional de las sociedades
latinoamericanas, especialmente andinas. Lo fundamental de la Colonia es que estableció un
tipo de jerarquización esencializada de los grupos humanos bajo la categoría de raza. Este
elemento, combinado a lo largo de la historia con otros como la clase y el género, moldearon
el espectro de relaciones y de instituciones tanto sociales como estatales.
Las marcas coloniales se han rearticulado con múltiples variables que complejizan la mirada
de lo que son elementos culturales autónomos, apropiados, enajenados o impuestos (Bonfil
1982; 1985). De manera que establecer políticas públicas descolonizadoras no está exento
del peligro de construcción de nuevas inquisiciones extirpadoras de idolatrías que, esta vez,
erradiquen lo foráneo, no autóctono o propio por tener origen colonial. Paradójicamente así
se construyen nuevos esencialismos coloniales.
Por otro lado, las ciencias sociales han desplegado un notable esfuerzo por desesencializar
categorías excluyentes o rígidas bajo las cuales se crearon marcos interpretativos en décadas
pasadas. Así, el concepto de subalternidad ha cobrado gran vigor y potencialidad en los
últimos años. Se usa mucho porque ayuda de mejor manera a dar cuenta de las dinámicas de
dominación, que funcionan a distintos niveles y en diferentes formas y agentes en estos tiempos
de globalización y exclusión diferenciada (Garcés 2006). El concepto de subalternidad es
mucho más rico que su reducida versión marxista de “proletariado”. Le debemos a Gramsci
(1929-1935) el término; sin embargo, en perspectiva de estudios poscoloniales, fue Guha
quien lo definió como “denominación del atributo general de subordinación [...] ya sea que
esté expresado en términos de clase, casta, edad, género, ocupación o en cualquier otra
forma” (Guha 1982a: 23).64 En este sentido la figura de la subalternidad se muestra como
dinámica, flexible y hasta ambigua, por un lado (Mallon 2001), y relacional y relativa, por
otro (Coronil 2000).
Sin embargo, el concepto de subalternidad da cuenta sólo de las condiciones de dominación
–bajo cualquiera de sus términos– dejando de lado la forma como esos grupos “sub-alternos”
despliegan sus propios diferenciales de poder (Elías 1982). Esto implicaría la posibilidad
de proponer una alteridad en relaciones de similitud diferenciada y de manejo de propios y
distintos diferenciales de poder.
De manera que proponemos un marco más complejo de análisis en el que pensemos estas
prácticas religiosas desde la articulación de distintos horizontes (lingüísticos, religiosos,
sociales, familiares, estatales, etc.) marcados por ejercicios de poder diferenciados y en
64
Véase también Guha (1982b: 31-32), donde establece las distinciones entre “élite”, “pueblo” y
“subalterno”.
99
FERNANDO GARCÉS V.
distintas escalas (Elías 1982). Los Maestros Doctrineros hacen mucho más que reproducir
pasiva y “colonialmente” la doctrina católica y despliegan estrategias de control de un
sistema religioso andino que articula enmarañadamente pasados y presentes, foraneidades
y propiedades, centralidades y marginalidades. Y en estos “lugares” dan cuenta de una
creatividad social y cultural poco fácilmente aprehensible.
4.10. El trabajo comparativo
Como ya adelantamos se han realizado diversos estudios sobre los “rezos”, principalmente
los provenientes de la zona de San Lucas. En términos metodológicos se han realizado
pocos trabajos comparativos que hoy, gracias al acceso a diversos materiales, se comienzan
a realizar.65 En esta perspectiva presentamos algunos avances realizados por el proyecto de
investigación “Escrituras Andinas: ayer y hoy”.
La tesis de Daniela Castro (2015a) examina con detenimiento la subcolección Osvaldo
Sánchez del INIAM-UMSS y la colección privada de Walter Sánchez. Clasifica los materiales
según el soporte (cuero y papel), la funcionalidad y el tipo de codificación realizada. Bajo
este último criterio analiza la variedad direccional de la escritura. Los 12 rezos analizados
los clasifica en aquellos que expresan principios y normas católicas y los que serían de
elaboración local. Sobre un corpus de 231 signogramas, en formato de iconogramas,
simbologramas y fonogramas, los agrupa en simples monosémicos y polisémicos, por un lado,
y compuestos monosémicos y polisémicos, por otro. Así mismo, estudia la morfología de los
diseños gráficos, encontrando figuras antropomorfas, zoomorfas, fitomorfas, fenoménicas
climáticas, cultural católica y andina. Su trabajo cierra con un glosario signográfico del
corpus estudiado, material insoslayable para el estudio de la escritura logográfica andina.
En otro trabajo la misma autora estudia la manera en que tres de los rezos que sirven para
pedir lluvia articulan elementos andinos y católicos. En su trabajo concluye que “los cultos
prehispánicos de petición de lluvia, a pesar del contacto o intromisión católica, son parte
de una prolongación que sobrevive los tiempos con modificaciones pero manteniendo
elementos que hacen la solicitud de lluvias a las deidades asociadas a los contextos locales
andinos” (Castro 2015b: 120).
Como se ve, nos encontramos aquí ante otro tipo de estudios de corte comparativo. En la
siguiente sección quisiera explorar distintas inscripciones del Inini (Credo) y del Yayayku
(Padre Nuestro), tanto en sus versiones orales/alfabéticas como logográficas.
4.10.1. El Inini
En la secuencia de elaboración de los discos y de aprendizaje el Inini es el tercero que sigue,
luego del Yayayku y del Napaykuyki María. La mayoría de los comunarios de San Lucas, al
ver el Credo en versión bi o tridimensional lo reconocen a primer golpe de vista. El disco
65
Desde esta perspectiva también resulta excepcional el trabajo realizado por Dick Ibarra (1953).
100
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
que se elabora a partir de este rezo es parte de los más grandes: puede medir entre 40 y 50
cm de diámetro.
Según Sánchez y Sanzetenea (2000: 3) el Inini se usa para curarse de enfermedades y para
alejar todo mal. En varios lugares de habla quechua el susto se cura con café pero en algunas
áreas rurales el café se prepara en agua de molle. El molle sirve además para curar diversas
enfermedades. Para liberarse de los males que otras personas le endilgan al individuo se usa
el terebinto, también llamado santo tormento. En cualquiera de estos casos, mientras se baña
a la persona afectada por una enfermedad, susto o mal, se reza el Credo. “Cuando te entra
supay o qhincha tienes que bañarte con santo tormento y siempre, siempre, se reza el credo”
(René Machado, comunicación personal, abril 2016).
A continuación presento diversas versiones del Credo. Inicialmente presento versiones
alfabéticas, de las cuales las tres primeras son versiones escritas y las tres últimas
transcripciones de performances orales. Las versiones escritas proceden: 1) del Catecismo
del Tercer Concilio Limense (1584), 2) del cuaderno de Julián Herrera (1942, en Ibarra
1953: 176-178), y 3) de los rezos de Rafael Esposo (1984). Las versiones “orales” han
sido tomadas de ACLO (2010) y del registro efectuado por Pierre Déléage66. Para estas
últimas hemos realizado una trascripción aproximadamente fonética para evitar tecnicismos
de inscripción gráfica.
66
La performance de María Moscoso se encuentra en https://pierredeleage.wordpress.com/2013/11/08/
padcoyo-12/, consulta de mayo 2015. La de Isidoro Flores en https://pierredeleage.wordpress.
com/2013/11/08/tira-hoyo-22/, consulta de mayo 2015.
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Como se puede observar en el cuadro, hay una cierta estructura común característica del
hecho de tratarse de un texto inicialmente normatizado hace más de cuatro siglos. Sin
embargo, el carácter de fórmula no ha impedido que se cree una nueva textualidad en la que
ya no importa el sentido exacto de las palabras sino el conjunto mismo textual. La mayor
variabilidad se encuentra en el inventario morfémico de las distintas versiones, sin dejar de
estar presente en las bases lexicales.
Sin pretensiones de exhaustividad, resaltamos algunos cambios importantes de la performance
alfabética/oral del Inini. En términos fonéticos destaca la realización del nombre propio Poncio:
Poncio > Konsyo ~ Konshu. A nivel morfo-lexical destacan dos procesos contraccionales: el
primero a nivel de construcción verbal (chakatasqa karqa > chakataskarqa) y el segundo
en la construcción frasal (llapa ati- > llapati-); en el nivel morfológico se siente la ausencia
del validador –m / –mi, mientras en el ámbito estrictamente lexical destaca la sustitución del
hispanismo Virgen por Qullana y, sobre todo, la sustitución de ukhupacha por llimphu (<
limbo). Estos ejemplos dan cuenta, por un lado, del carácter formulaico que han adquirido los
rezos y, por otro, la tarea acomodaticia realizada por los hablantes.
De otra parte, la escritura bi y tridimensional que se encuentra en San Lucas incorpora
mecanismos expresivos propios a través de la agencia de los materiales que se usan y a
través de los recursos signográficos que se incluyen.
Presento a continuación siete versiones visuales del Credo: las primeras tres se presentan en
plano bidimensional y proceden del cuaderno de Julián Herrera ya mencionado (Ibarra 1953:
190), de un cuaderno de Ocurí (Ibarra 1953: 201) y de la colección pintada por Rafael Esposo
(INIAM-UMSS 2015a: 98) (Fig. 52-54). Las versiones 4 y 6 (Fig. 55 y 57) pertenecen a los
cuadernos personales de Santos Condori e Isidoro Flores; cada uno de ellos va acompañado
de la versión tridimensional del mismo rezo elaborados durante la doctrina timpu de 2014 y
2015, respectivamente (Figs. 56 y 58).
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Dejando de lado, por ahora, los soportes tridimensionales, los ejemplares bidimensionales
muestran una serie de signogramas comunes tal como se muestra en la siguiente tabla:
Cuadro N° 5: Signogramas comunes en distintas versiones del Credo
Inini
Yaya
Llapa (<
Mühlenbergia
peruviana)
Janaq pacha
Kuna
Jucha
Punto final
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
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Yallinrac, mana Allinmanta jinari Llallinraj Lla- astawan sajra- astawan llapantin
allí manta mana allinmanta phantinpi Mana mantari qhes- mana allinmanta
quispichihuaycu. quespichihuaycu allinmanta pichiwaykutaj llallinraj qhis-
Qhespichiway- pichiwayku
ku
Amen Iesus. Amén. Amén Amen Jesus Ma-
ria y José
El texto se muestra mucho más coherente y estable que en el caso del Inini, donde las
mayores variantes se encuentran en las construcciones sintácticas. Resulta interesante la
sustitución de qhapaq kayniyki (‘tu reino’) por rurainiyki en la versión de Herrera. En la
realización logográfica encontramos datos mucho más interesantes. Presento las versiones
de Herrera, Esposo y Miranda, y dado que cada uno de ellos ha consignado el significado de
los logogramas los muestro así para luego realizar la comparación.
110
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
1 Yayaicu 13 -ascata
14 Cachun
2 Janajpacha
15 Cai pachapipis
3 Cunapi
16 Janajpachapipis
4 Kaj
17 Jinallatajman
5 Sutiyki
18 Sapa
6 Muchaska 19 Punchai
7 Cachun 20 Ttantaycuta
21 Cunan
8 Rurainiyki
22 Copuaycu
9 Ñokaicuman
23 Juchaycu-
10 Jamuchun
24 Tari
11 Munainy-
25 Pampachapuaicu
12 -qui ru-
111
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27 Ñocaycupis
37 Allin-
28 Imaina
38 -manta
29 Juchalli cunaman
39 Jinari
30 Jina
40 Mana
31 Pampachapuycu
41 Allin-
32 Amataj
42 -manta
33 Huatejcaimin 43 Quespichihuaycu
34 Urmajta
44 (Punto final)
35 Saquehuaycutajchu
112
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
16 T’antaykuta
2 Janajpachapi
17 Kunan
3 Kay pachapi
18 Qopuwayku
4 Kay sutiyki
19 Juchaykuta
5 Much’asqa kachun
20 Pampachayrayku
6 Qhapaq kayniypi
21 Amataj
7 Ñoqaykuman
22 Kachariwaykuchu
8 Jamuchun
23 Watenqaymin
9 Munayniyki
24 Urmayta
10 Ruasqa kachun
25 Llallinraj
11 Imaynachus
26 Llaphantinpi
12 Janajpachapipis
27 Mana allinmanta
14 Jinallatajnin 29 Amén
113
FERNANDO GARCÉS V.
1 Yayayku 13 kachun
2 janajpachakunapi 14 imayna
3 kaj
15 janaj
4 sutiyki
16 pachapi
5 Much’asqa
17 jinataj
6 kachun 18 kay
7 qhapaj 19 pachapipis
8 kayniyki 20 sapa
21 P’unchay
9 ñoqaykuman
22 T’antaykuta
10 jamuchun
23 kunan
11 munayniyki
24 qhopuwayku
12 ruwaska
25 juchaykutari
114
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
26 panpachapuwaykutaj 34 saqewaykuchu
27 imaynachus 35 watejqayman
28 ñoqaykupis 36 urmajta
37 astawan
29 ñoqaykuman
38 sajramantari
30 juchallikujkunata
39 qhespichiwaykutaj
31 panpachaykutaj
40 Amén
32 jina
33 amataj
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Janaq pacha
Kay / kaj
Manta
Much’a-
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ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
T’anta
Qupu-(wayku)
jucha
P’ampacha-
Ama
Urma-
Amen
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FERNANDO GARCÉS V.
Como se ve, en la asociación de rebus que se establece a través de los logogramas, los
escritores no tienen ningún problema en echar mano de términos provenientes del castellano,
tal como aparece en caja (> kaj, kay), gallina (> allí, llalli-), espiga (> qhespi-).
Por otro lado, al igual que en el caso del Inini nos encontramos ya aquí con una serie de
signos convencionales que nos permitiría hablar de, por lo menos, un incipiente sistema, tal
como nos sugería Cardona; ello sin dejar de lado la compleja relación entre cierto nivel de
normatización y la agencialidad/creatividad de los escritores.
4.11. ¿Podemos hablar de una escritura andina?
Lo presentado hasta aquí nos plantea dos tipos de problemas a enfrentar: en primer lugar,
dilucidar si es posible hablar de una auténtica escritura en referencia a la escritura logográfica
mostrada; en segundo, si estas logografías constituyen algún tipo de evidencia sobre una
posible tradición prehispánica.
Sobre el primer aspecto, los editores del Catecismo de Huntington (Mitchel y Jaye 1996;
Jaye y Mitchel 1999), insisten que este tipo de “rezos” con escritura ideográfica aluden a
mecanismos mnemónicos que no reproducen sonidos. Así, es “a mnemonic aid rather tan
phonetic writing” (Jaye y Mitchel 1999: 5); “Unfortunately, careful analysis reveals that
the pictographic catechisms are also mnemonic aids rather than phonetic writing” (Jaye y
Mitchel 1999: 9). El argumento fundamental se basa en que la escritura obedece a principios
decodificadores universales y no idiosincráticos:
In a writing system or ‘visible speech’ the written signs are universal; that is, they
can be read by anyone trained in the system. If you are literate in English, you can
read this text without any special preparation. The pictographic catechisms, however,
are idiosyncratic. Although they draw on common iconographical traditions, they
were developed by particular people to help themselves or the people they taught
to remember particular texts. That is why the signs vary considerably from place to
place and why it would be impossible to decipher the signs if they were not describing
well-known standard texts. The pictographs are mnemonic signs that help people
remember a text known through oral tradition (Jaye y Mitchel 1999: 9).
En la misma línea, Szemiński afirma:
El modo de usar la notación le otorga ciertos rasgos. En este caso particular la notación
no sirve para anotar y conservar informaciones nuevas, todavía fuera del conocimiento
general, sino para facilitar y ayudar a recordar textos aprendidos por todos, que todos
deben saber de memoria y usualmente los saben, ya que los aprendieron de niños,
durante la catequesis básica. Los que les enseñan o enseñaron los saben y sabían de
memoria, de otro modo no podrían cumplir con su deber de catequistas (Szeminski
2010: 142).
118
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
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FERNANDO GARCÉS V.
120
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Por los antecedentes prehispánicos ofrecidos y por la conexión con la vida agrícola y familiar,
es muy probable que la escritura ideográfica que aún hoy se usa en el altiplano y los valles
bolivianos tenga origen prehispánico y preincaico. Como ya decía Ibarra Grasso en 1953,
se habría tratado de un recurso no usado por las élites sino por indígenas del “común” (Cruz
2016). Se habría usado para temas religiosos y por esa razón se articuló fácilmente con el
sistema expresivo católico; curiosamente ésta sería también la razón por la que no se le ha
prestado la debida atención. Se trata, aún hoy, de una escritura vigente, aunque funciona de
manera semiclandestina, escondida de antropólogos y lingüistas.
***
En el presente capítulo hemos partido de una revisión del debate sobre oralidad y escritura
por su importancia para el caso de la escritura católica andina. Como se habrá visto, ésta va
estrechamente ligada a los desempeños orales del contexto ritual en el que se expresan los
“rezos”. Luego, se muestra el contexto social y político de las comunidades indígenas del
siglo XIX a fin de ubicar el espacio de producción escrituraria, tanto en el despliegue de las
luchas por el territorio como en el desarrollo de nuevas formas de expresión religiosa.
Se da cuenta de las primeras noticias sobre la escritura católica andina reportadas por viajeros
como von Tschudi, Wiener y Nordenskiöld y el trabajo pionero de Franz Tamayo. Sobre la
base de esta información Dick Ibarra Grasso elaboró el más importante estudio, tanto por la
amplitud como por la novedad de su enfoque, en la década del 50 del siglo pasado.
Hoy contamos con un significativo número de materiales y colecciones que permiten estudiar
estos mecanismos de inscripción de la memoria. Y no solo como materiales históricos sino a
partir de sus performances contemporáneos. Por ello hemos tratado de dar cuenta del proceso
de elaboración y la vinculación de los rezos con el ámbito comunal, junto a las formas
de aprendizaje comunitario que se practican en San Lucas y los ensayos de ampliación de
funciones de esta escritura.
A partir de la etnografía y del trabajo colaborativo en la zona se pueden visualizar las complejas
articulaciones de lo alfabético con lo logográfico, lo que nos ofrece otra mirada que supera
los clásicos binarismos esencialistas que construye ficticias comunidades puramente orales o
escritas. De igual manera, hemos tratado de avanzar en detectar la signografía convencional
a partir del trabajo comparativo de Yayayku y del Inini; gracias a ello podemos tomar nota
tanto del señalado carácter formulaico de los rezos como de la agencialidad/creatividad de
los maestros.
El capítulo finaliza con un par de reflexiones sobre la pertinencia de pensar y hablar de una
escritura andina, por un lado, y sobre las posibilidades de que la escritura católica andina
muestre relictos de una tradición prehispánica.
121
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Capítulo 5
Las escrituras andinas del presente y del futuro
123
FERNANDO GARCÉS V.
una separación entre los intereses antropológicos y lingüísticos; así, el antropólogo puede
darse el lujo de investigar ámbitos expresivos un tanto “exóticos” mientras el lingüista
centra sus esfuerzos en perfeccionar y desarrollar formas escriturarias alfabéticas que se
homologuen al imaginario de escritura de las lenguas dominantes y que cubran el mayor
número de ámbitos posibles (literario, científico, académico, etc.).
Por fuera de estos esfuerzos, las practicas de los hablantes y escritores de las comunidades
rurales funcionan de manera mucho más compleja, articulando lo alfabético con lo
logográfico, tal como hemos visto y como ocurre en el ámbito urbano, inmerso en el mundo
de los multimedia.67
5.2. Lo alfabético y no alfabético en el Facebook
Lo mencionado ocurre tanto en el ámbito rural como en el mundo urbano ampliamente
conectado hoy mediante la cyber tecnología.68 Queremos presentar ahora un estudio muy
preliminar realizado a partir de la etnografía de una red social muy conocida: el Facebook.
Hemos realizado un seguimiento de los mensajes en los muros de nuestros contactos,
tomando en cuenta sólo aquellos mensajes que articulan escritura alfabética con escrituras
no alfabéticas. Hemos bajado aleatoriamente los mensajes dos días a la semana durante tres
meses, reuniendo un total de 55 “textos”.
Presentamos a continuación los resultados del trabajo, organizándolos según las temáticas,
los tipos de mensajes y las formas de interacción escrituraria.
Las temáticas
Las temáticas de nuestro corpus son muy variadas. Tratando de ordenarlas según si se
relacionan con aspectos personales, sociales y religiosos, tenemos el siguiente cuadro.
67
Y no solo en el mundo urbano. Nuestras observaciones en San Lucas dan cuenta del uso del internet que
se hace en el pueblo, sobre todo por parte de los jóvenes. Grupos de adolescentes, varones y mujeres, se
sientan en la plaza, al atardecer, a chatear por Facebook o por WhatsApp.
68
Véase Biondi y Zapata (2006), donde se muestra las conexiones entre oralidad y lo que denominan
“electronalidad” como parte de lógicas diferentes a la “escribalidad”.
124
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Ámbitos
Personal Social Religioso Otros
Alcohol Ciclistas Dios Procreación
animal
Amor Democracia
Aprender a vivir Desarrollo
Cerebro Forma de vida
Desánimo, desarrollo Fútbol
personal
El silencio Género
El tiempo, solución de Internet
problemas
Fracaso Materia escolar
Temas
Solidaridad, ayuda
Tecnología
contemporánea y
configuración social
125
FERNANDO GARCÉS V.
126
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Tenemos también mensajes en los que texto e imagen son mutuamente complementarios o
se encuentran en igualdad de importancia (Fig. 62 y 63).
Finalmente, tenemos mensajes en los que hay una predominancia de la imagen sobre el
texto; e, incluso el caso en que el texto es la imagen (Fig. 64 y 65).
127
FERNANDO GARCÉS V.
en los que el texto alfabético es la imagen y apenas cinco en los que la imagen se encuentra en
igual jerarquía que el texto o en posición de mayor centralidad.
En cualquier caso, el avance de investigación mostrado, junto a los datos previos, nos pueden
ya plantear una fuerte problematización de nuestras nociones y prácticas escriturarias.
5.3. El uso de los recursos logográficos en las redes sociales69
Queremos ahora ofrecer una reflexión sobre las escrituras no alfabéticas de los rezos andinos de
cara a la manera en que nos pueden ayudar a pensar las nuevas escrituras digitales creadas por el
uso de TICs (tecnologías de la información y de la comunicación). En este sentido, ofrecemos
pistas de reflexión e hipótesis sobre el uso de estas escrituras digitales y los discursos sobre
éstas en el referéndum del 21 de Febrero de 2016.
Las secciones previas han tratado de mostrar que las escrituras logográficas no existen en
oposición a escrituras alfabéticas o fonográficas; no son dos ámbitos separados, sino que son
desarrolladas en compleja interacción entre sí y también con formas de oralidad, visualidad,
motricidad, sonoridad y memoria.70 En este sentido, hemos tratado de alentar el requerimiento
de adoptar un nuevo paradigma que nos permita expandir nuestra noción de escritura, y no
reducir nuestras concepciones de la misma solo a la alfabética.
Desde una perspectiva crítica a las visiones evolucionistas y esencialistas de la escritura
podemos indagar las formas y lógicas tanto culturales como semióticas que circulan en las
nuevas escrituras digitales. Así, a partir del rechazo a un esquema evolucionista en el cual la
escritura está estrictamente definida como alfabética y como la etapa final de una progresión
que va de la pictografía, a la ideografía y finalmente a la fonografía, proponemos ver la escritura
como variantes semióticas que coexisten y se complementan de diversas maneras. De manera
que parece urgente acercarnos a la escritura a través de una definición procesual, y ver, como
arguye Arnold (2015), lo que la escritura hace, en lugar de lo que la escritura es.
En el estudio básico y preliminar de la popular red social Facebook, intentamos mostrar
cómo los mensajes que dominan los ‘muros’/timeline de los usuarios están compuestos de
interacciones entre escrituras alfabéticas (textos) y escrituras no alfabéticas (fotos, dibujos,
pinturas, imágenes variadas). Las relaciones entre textos y otras escrituras son múltiples: el texto
puede ser subordinado, o estar en posición complementaria, o en posición de predominancia
sobre la imagen. Lo que intentamos es problematizar nuestras nociones y prácticas escriturarias;
demostrar que la escritura es una síntesis, una articulación creativa de lo alfabético (o lo
fonográfico) y lo no alfabético. Además, intentamos demostrar que la escritura alfabética en
la era de internet es solo una más entre muchas otras, y ello quiere decir que ha perdido el
monopolio de lo escriturario, o por lo menos su posición de predominancia.
69
Esta sección ha sido elaborada conjuntamente con Vera Chapiro, estudiante de Antropología de la
Universidad de Cambridge, durante su estancia de investigación en el INIAM en agosto del 2016.
70
Véase, al respecto, el video del INIAM-UMSS (2015b). Puede descargarse de https://www.youtube.
com/watch?v=UOsH0VbiNhg.
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El pasaje al hipertexto como arquitectura textual dominante es una transición de una lógica
letrada secuencial a una lógica visual simbólica. El siglo XXI, como lo predice Renobell
(2005), estará marcado por su hipervisualización; para Cuadra (2008) vivimos en una “sociedad
hipermediatizada”. Estos dos autores apuntan a que vivimos en flujos constantes de imágenes y
representaciones, y que se privilegia la imagen como medio de transmisión de información. En
el combate por saturar el espacio digital, lo visual es de primera importancia.
La mirada crítica ofrecida en este estudio sobre los esencialismos escriturarios se puede
extender a una crítica global del grafocentrismo en las ciencias sociales. Cambiar de paradigma
en nuestras nociones de escritura también implica un cambio epistemológico en la relación a la
imagen como fuente de información y como base crítica para la investigación social (Sánchez
2009; Rivera 2015). Ahora más que nunca, en la era de internet, hay que salvar la imagen y
su valor como fuente de conocimiento. Esto ha sido realizado por Sánchez y Mamani en su
análisis de la colección de tarjetas de visita del INIAM, en busca de “entretejer los entramados
relacionales entre civiles, militares, eclesiásticos, […] entender las redes decimonónicas o los
circuitos territoriales de articulación de personas y de objetos, […] [y] acercarse al ejercicio
del poder, las identidades individuales y sociales, los imaginarios de los retratados y de los
retratistas” (2015: 21). Al aceptar que la escritura alfabética es solo una entre muchas otras y
que estas se elaboran en interacción con escrituras iconográficas, se deja de limitar la imagen
a una sola función decorativa, y la aprecia como fuente de información valiosa y con mérito
propio.
***
En este capítulo de cierre hemos ofrecido elementos que nos permitan pensar el presente y el
futuro de la escritura andina. Marcada por la alfabeticidad desde los tempranos tiempos de la
colonia, los hablantes de lenguas andinas han desplegado un esfuerzo constante por apropiarse
de los mecanismos expresivos de las lenguas dominantes, especialmente en términos de
escritura alfabética.
El uso contemporáneo de medios comunicacionales y de redes electrónicas como el Facebook
está modificando las prácticas escriturarias a partir del amplio uso de la imagen en competencia
con lo letrado. En estos campos discursivos, la escritura alfabética comienza a funcionar
como una más entre muchas, lo que obliga reformular nuestra propia noción de escritura y,
proponemos, nos conduce a verla desde la perspectiva de variantes semióticas que coexisten
y se complementan. Así, la multimedialidad y la hipertextualidad, entendidas como formas
de articulación simultánea de diferentes medios, trastocan las nociones de centro, margen,
jerarquía y linealidad, al tiempo que enfatizan la importancia de establecer nodos, enlaces y
redes.
El internet, entonces, se constituye en un espacio de producción simbólica heterogénea;
en un espacio abierto de producción escrituraria en el que la información ya no circula
unidireccionalmente; en un espacio en el que, herramientas como el meme, luchan por ocupar
el espacio digital. Y ello tiene repercusiones también en la conformación de una nueva esfera
pública y política, tal como se vio en el referéndum del 21 de febrero de 2016.
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FERNANDO GARCÉS V.
Conclusiones
De manera sintética quisiera presentar algunas conclusiones a las que se puede llegar al final
de este estudio:
1) La necesidad de pasar de una concepción alfabética a una concepción semiótica de
escritura, tanto por el análisis teórico desarrollado en el primer capítulo como por la
evidencia empírica que hemos presentado y que es fruto del trabajo de investigación.
2) La escritura católica andina no es una excepción sino que forma parte de un espectro
más amplio de experiencias escriturarias en distintos tiempos y lugares, tales como
las pinturas rupestres del pasado y del presente, la escritura china, prevalecientemente
ideográfica, la escritura de los pueblos indios de Norteamérica, la escritura Rapa Nui
y la escritura náhuatl.
3) En términos históricos hemos mostrado los principales indicios que nos han dejado las
crónicas para, a partir de ahí, hipotetizar que en los Andes habría habido una serie de
subsistemas caracterizados por expresarse en distintos soportes y para la realización
de distintas funciones. Aquí ha sido importante no sólo ver lo que se dice sobre la
escritura sino lo que se hace con ella desde una perspectiva pragmática y performativa,
por ejemplo, en la crónica de Guamán Poma.
4) De la información tanto de las colecciones como del trabajo de campo realizado en
la zona de San Lucas se desprende la riqueza de materiales como de usos de las
escrituras católicas andinas en el presente. Prácticas que articulan oralidad, ritualidad,
memoria, estrategias educativas, etc. y que dan cuenta de la agencialidad que
despliegan los actores: maestros, niños, comunidad, etc. Se han mostrado algunos
ejercicios comparativos desplegados sólo como indicador de las perspectivas futuras
de investigación.
5) Así mismo, se muestra la articulación de lo alfabético y lo no alfabético, tanto
en las comunidades como en los usos contemporáneos en las redes sociales. El
nuevo contexto tecnológico resulta muy propicio para repensar nuestras nociones
escriturarias y los potenciales usos de una escritura variada en sus formas y compleja
en sus articulaciones.
Cuando estaba empezando a ordenar la colección del INIAM, en la Semana Santa de 2012,
un familiar le regaló al menor de mis hijos un “huevito de pascua”. Mi sobrina y mi hijo se
abalanzaron a ver el contenido: lo que había dentro eran las piezas para armar un pequeño
hipopótamo con su patineta. Mientras mi sobrina, de segundo año de primaria, ensayaba
la lectura alfabética en las instrucciones de armado, José Ignacio, que tenía 4 años y era
analfabeto, vió la secuencia de imágenes para el armado y antes que ella terminara de leer ya
estaba listo el pequeño juguete. Ese día supe que mi letra había sido destronada y que tenía
que convivir con otras escrituras.
Espero que estas páginas hayan dado cuenta de este proceso de entrescrituramiento.
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147
ANEXO
148
Colecciones accesibles de escritura católica andina
Data-
Soporte N° Tipo de texto Ubicación actual Procedencia Registro Observaciones
ción
Cuero 6 Rezos católicos INIAM-UMSS Sampaya – Fotográfico y Marzo Obtenidos por
andinos Copacabana bibliográfico (INIAM- 1956 D.E.Ibarra Grasso
FERNANDO GARCÉS V.
UMSS 2015)
1 Rezo católico INIAM-UMSS Sampaya – Fotográfico y Junio Obtenido por
andino Copacabana bibliográfico (INIAM- 1955 D.E.Ibarra Grasso
UMSS 2015)
1 Rezo católico INIAM-UMSS Titicachi - Fotográfico y Marzo Obtenido por
andino Copacabana bibliográfico (INIAM- 1956 D.E.Ibarra Grasso
UMSS 2015)
22 Rezos católicos INIAM-UMSS Sarakaya – Fotográfico y 1984 Elaborados por
andinos: Apuyaya, San Lucas bibliográfico (INIAM- Rafael Esposo para
Bendicionta UMSS 2015) Osvaldo Sánchez y
churaykuway, donados por éste al
Dios Apunchej, INIAM-UMSS.
Diosllawanña,
Diosninchijpa,
Ininanchej, Inini,
Jesús Lazariño,
Noqa juchasapa,
P’unchayninchej,
Wasiykimanta,
Yayayku
1 Rezo católico Comunidad Tulka- Tulkapi - Fotográfico Foto obtenida por
andino pi - Vitichi Vitichi Angélica García.
1 Rezo católico Comunidad Tulka- Tulkapi - Fotográfico Foto obtenida por
andino pi - Vitichi Vitichi Victoria Rivera
1 Rezos católicos Museo de Berlín Lago Fotográfico y 1869 Cuero de von Tschu-
andinos Titicaca bibliográfico (Tschudi di. Fotografía pro-
1869). porcionada por Mar-
iusz Ziólkowski
1 Rezos católicos Fotográfico 1954? Cuero de Disselhoff.
andinos Fotografía propor-
cionada por Marius
Ziólkowski
1 Rezo Ave María Museo San Lucas Fotográfico Se trata de una re-
Antropológico producción de la
e Instituto de lámina XXI del libro
Investigación de Ibarra (1953).
Antropológica y
Arqueológica.
Universidad Mayor
Real Pontificia San
Francisco Xavier
de Chuquisaca
1 Rezo católico Museo Fotográfico Fotografía propor-
andino Antropológico cionada por Edmun-
e Instituto de do Salinas
Investigación
Antropológica y
Arqueológica.
Universidad May-
or Real Pontificia
San Francisco Xa-
vier de Chuquisaca
1 Rezo católico Museo de Bonn Cumana – Fotográfico 1956 Adquirido por Ibarra
andino La Paz Grasso. Fotografía
proporcionada por
149
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
Lena Muders.
1 Rezo Padre Museo de Bonn Fotográfico 1980 Fotografía propor-
150
Nuestro cionada por Lena
Muders
44 Rezos Apuyaya, Archivo Walter San Lucas Fotográfico 1984 Inventariado por
Bendicionta Sánchez Daniela Castro
churaykuway, (Castro 2015).
Dios Apunchej,
FERNANDO GARCÉS V.
Diosllawanña,
Diosninchijpa,
Ininanchej, Inini,
Jesús Lazariño,
Noqa juchasapa,
P’unchayninchej,
, Wasiykimanta,
Yayayku
1 Rezos católicos Casa de La Mone- Isla del Fotográfico Fotografía propor-
andinos da - Potosí Sol – Lago cionada por Walter
Titicaca Sánchez
Papel 1 Rezos católicos INIAM-UMSS Sampaya - Fotográfico y bib- Junio Obtenido por
andinos Copacabana liográfico (IN- 1954 D.E.Ibarra Grasso.
IAM-UMSS 2015) Cuadernillo de 5
folios.
1 Rezos católicos INIAM-UMSS Titicachi - Fotográfico y bib- Junio Obtenido por
andinos Copacabana liográfico (IN- 1955 D.E.Ibarra Grasso.
IAM-UMSS 2015) Cuadernillo de 7
folios
3 Rezos católicos INIAM-UMSS Sampaya - Fotográfico y bib- Marzo Obtenidos por
andinos Copacabana liográfico (IN- 1956 D.E.Ibarra Grasso. 3
IAM-UMSS 2015) cuadernillos de 2, 3
y 4 folios.
34 Rezos católicos INIAM-UMSS Sarakaya – Fotográfico y 1984 Elaborados por
andinos: Apuy- San Lucas bibliográfico (INIAM- Rafael Esposo para
aya, Bendicionta UMSS 2015) Osvaldo Sánchez y
churaykuway, donados por éste al
Dios Apunchej, INIAM-UMSS.
Diosllawanña,
Diosninchijpa,
Ininanchej, Inini,
Jesús Lazariño,
Noqa juchasapa,
P’unchayninchej,
, Wasiykimanta,
Yayayku
1 Rezos Yayayku, Ocurí – San Lucas Ocurí – San Fotográfico 2014 Cuaderno
Dios Apitonchi, Lucas personal de Santos
Mama Santa Condori. 10 folios.
Iglesia, Fotografías de
Napaykuyki Fernando Garcés.
Maria, Noka
juchasapa, Enine,
Apuyaya, Dios
Suma Sachá,
Riyanpacha,
Llapajucha,
Diosninchipa,
1 Rezos católicos Ventilla – San Ventilla – Fotográfico 2015 Cuaderno personal
andinos Lucas San Lucas de Isidoro Flores. 12
folios. Fotografía de
Marco Bustamante.
151
ESCRITURAS ANDINAS DE AYER Y DE HOY
152
Barro 2 Rezos católicos INIAM-UMSS Puqui - Fotográfico y 1965 Obtenidos por D.E.
andinos Oruro bibliográfico (INIAM- Ibarra Grasso
UMSS 2015)
1 Rezo Mamanchik INIAM-UMSS Ocurí – San Fotográfico y 2014 Donado al INIAM
Santa Iglesia Lucas bibliográfico (INIAM- por el Maestro
UMSS 2015) Santos Condori
FERNANDO GARCÉS V.