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Transformación o trasformación
Pasas por una Piscina o una playa bella con agua fresca y arena blanca y sientes el
llamado a entrar al cuerpo de agua para refrescarte. Entras y mientras estas en el agua te
sientes vivo/a, limpio/a, fresco/a, y has superado el mal humor y no hay nada que en el
preciso momento pueda afectarte ni la misma humedad que existe en el ambiente te
puede afectar porque estas en el agua refrescante pero todo esto esto es temporal por la
simple razón que no has arrancado la raíz que te hizo reaccionar de mal manera a las
condiciones del mundo que no puedes evitar. Tienes primero que transformarte de una
manera donde los patrones que te cambian el humor , que te atrasan espiritualmente, que
te traen dolor del alma sean eliminados.
Los obstáculos en la vida están presente para que podamos superarlos de una manera
correcta. Es una oportunidad de reflexionar y estar agradecido que existen porque en
superarlos evolucionas tu espíritu, tu alma y te acercas mas a la luz de Dios. Al
principio
Caminando en el Espíritu
Los patrones negativos de la vida son difíciles de vencer pero cuando tratamos de
superarlos uno por uno podemos vencerlos todos y acercarnos más a Dios.
El Espíritu Santo fue enviado para ser nuestro guía constante e infalible, y habita en
todos los que confiesan a Cristo como Señor y Salvador. El Espíritu reclama nuestros
cuerpos como su lugar de domicilio, reinando en residencia en nuestros corazones.
La mayoría de los cristianos no tienen problema con aceptar que el Espíritu Santo los
guía hacia Jesús. Y no tenemos ningún problema creyendo que el Espíritu está
continuamente obrando dentro de nosotros, a cada momento. Casi todos nosotros le
hemos llamado un sinnúmero de veces para consuelo durante nuestros tiempos de crisis.
Le damos honor al Espíritu, predicamos sobre Él, enseñamos sobre sus dones y fruto.
Le oramos a Él, le buscamos, le pedimos que rasgue los cielos y reviva a su iglesia. Y
muchos cristianos han experimentado manifestaciones genuinas del Espíritu. Pero me
parece que sabemos muy poco sobre lo que significa caminar en el Espíritu.
La carne tiene su propia terca voluntad, y actúa como le place. Hace cualquier cosa que
decida, luego le pide a Dios que bendiga esas decisiones. Se levanta y declara: “El
Señor me dio una mente lucida y puedo hacer decisiones inteligentemente. No necesito
esperarlo para dirección. Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos.”
Jesús testificó: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al
Padre. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, (Juan 5:19). “No
puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque
no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.” (5:30). “He
descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió… yo
vivo por el Padre.” (6:38, 57).
¿Cómo podemos pensar que no tenemos que depender del Padre para todas las cosas,
cuando Cristo mismo dijo que lo hacía? Como amantes y seguidores de Jesús, ¿nos
atrevemos a pensar que podemos hacer lo que nuestro Salvador y Señor no pudo hacer?
Jesús esperó en el Padre, siempre buscando tener la mente de Dios.
Si somos honestos, admitiremos que el cielo es a menudo el último lugar que tornamos
cuando necesitamos dirección. Casi siempre, corremos hacia los consejeros, o pasamos
horas en el teléfono con nuestras amistades, buscando consejo: ¿Qué piensas? ¿Es una
buena idea que yo vaya en esa dirección? ¿Crees que lo deba hacer? Tristemente, vamos
al Espíritu Santo como ultima opción, si es que vamos a él alguna vez.
El pueblo de Israel siempre seguían a esta nube sobrenatural como quiera que los
dirigía. Cuando se elevaba sobre el tabernáculo, la gente sacaba las estacas de sus
tiendas y la seguían. Y dondequiera que la nube se detenía, la gente también se detenía y
levantaban sus tiendas. Se movían o permanecían de acuerdo a su clara dirección.
“Al mandato de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban;
todos los días que la nube estaba sobre el Tabernáculo permanecían acampados. Cuando
la nube se detenía sobre el Tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel
guardaban la ordenanza de Jehová y no partían.” (9:18-19).
Los israelitas eran cuidadosos de moverse solamente como la nube se movía, porque
sabían que era la guía provista por el Señor. Podía moverse todos los días, o todas las
semanas y entonces no otra vez por meses. Sin embargo, de día o de noche, la gente
siempre se movía según los dirigía.
“Si la nube se detenía sobre el Tabernáculo dos días, un mes o un año, mientras la nube
permanecía sobre él, los hijos de Israel seguían acampados y no se movían. Pero cuando
ella se alzaba, ellos partían. Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová
partían. Así guardaban la ordenanza de Jehová,…” (9:22-23)
Hasta este punto, los seguidores de Jesús estaban “en el Espíritu,” con el Espíritu Santo
viviendo dentro de ellos. Sin embargo una cosa es tener al Espíritu habitando dentro de
ti, y otra cosa enteramente distinta es vivir en total sumisión al Espíritu. Puedes estar
lleno del Espíritu Santo, pero eso no quiere decir que estas caminando en obediencia a
su guía y permitiendo que seas gobernado por él.
Todo regresa a un verso que Pablo escribió a los Gálatas. El apóstol audazmente
declaró, “porque todas las promesas de Dios son en él «sí», y en él «Amén», por medio
Considera la advertencia de Santiago: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el
que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una
parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor,”
(Santiago 1:6-7)
Ahora sabemos que es un “sí divino.” Así que, ¿qué quiere decir Pablo por el “Amén”
en el mismo verso? La palabra en si, significa literalmente, “Que así sea. Puedas confiar
en ella.” En el contexto del pasaje, “Amen” quiere decir, “Yo creo en tu palabra para
mi, Señor. Que así sea en mi vida.”
No puedes caminar en el Espíritu hasta que creas que estás lleno del Espíritu. Y la
verdad es, el Espíritu Santo está con nosotros en todo tiempo, aún cuando hemos caído
en el pecado. Es más, lo necesitamos tanto cuando hemos hecho el mal como cuando
hemos hecho el bien.
Te pregunto: ¿las promesas en este pasaje son un “sí y amén “asentadas para ti? ¿Hay
alguna posibilidad de un “quizás” en tu mente? Si todas las promesas del Señor son sí y
amén, entonces deben ser así en nuestras vidas. Tenemos que determinar, “Si el Espíritu
Santo vive en mí. Soy su templo santo. Por lo tanto, no importa como me sienta día a
día. El Espíritu Santo vino sobre mi, me llenó y me ungió.”
▶ 2. Jesús prometió que el Espíritu Santo “esté con vosotros para siempre: el Espíritu de
verdad… él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
(Juan 14:16-17, 26). En resumen, el Espíritu llena nuestras mentes con la verdad y nos
guía a través de esa verdad. Así que, ¿has comprometido un “sí” divino a esta promesa?
¿Puedes decir “Amén, Señor, que sea así en mi vida”
▶ 3. Jesús prometió que el Espíritu será nuestra voz interior para guiarnos, para
glorificar a Cristo dentro de nosotros, y enseñarnos las cosas por venir. “Pero cuando
venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad,… y os hará saber las cosas
que habrán de venir.” (16:13). ¿Estás todavía titubeando en cuanto si esta gran promesa
pudiese ser cierta? ¿Parece demasiado bueno que el Espíritu quiera dirigir cada paso de
tu vida? ¿O puedes decir, “Sí Señor, que así sea?”
▶ 4. Dios ha prometido proveerte con dirección para todos tus caminos. “Reconócelo en
todos tus caminos y él hará derechas tus veredas.” (Proverbios 3:6). ¿Has aceptado Su
dirección de tus idas y venidas—literalmente, cada paso de tu semana, tu día, este
momento? ¿Te has comprometido totalmente a este tipo de caminar? ¿Es un sí y un
amén para ti?
Respuesta: Hay dos errores primarios cuando se habla de guerra espiritual: sobre-
enfatizarla y subestimarla. Algunos culpan de cada pecado, cada conflicto y cada
problema a los demonios que necesitan ser expulsados. Otros ignoran completamente la
realidad espiritual, y el hecho de que la Biblia nos enseña que nuestras batallas son
contra poderes espirituales. La clave para el éxito en la guerra espiritual es encontrar el
balance bíblico. Algunas veces Jesús expulsó demonios de la gente, y algunas veces
sanó a la gente sin mencionar lo demoníaco. El apóstol Pablo enseñó a los cristianos a
librar batallas contra el pecado en ellos mismos (Romanos 6), y a librar batallas en
contra del maligno (Efesios 6:10-18).
(1) Un poderoso ejemplo de esto es el arcángel Miguel en Judas verso 9. Miguel, como
el más poderoso de todos los ángeles de Dios, no reprendió a Satanás en su propio
poder, sino que dijo “El Señor te reprenda.” Apocalipsis 12:7-8 dice que en el final de
los tiempos, Miguel derrotará a Satanás. Aún así, cuando se presentó su conflicto con
Satanás, Miguel reprendió a Satanás en el nombre y autoridad de Dios, no en la suya
propia. Es sólo a través de nuestra relación con Jesucristo que nosotros, como cristianos,
tenemos alguna autoridad sobre Satanás y sus demonios. Es sólo en Su nombre que
nuestra reprensión tiene algún poder.
(2) Efesios 6:13-18 nos da una descripción de la armadura espiritual que Dios nos da.
Debemos estar firmes con (a) el cinturón de la verdad, (b) la coraza de justicia (c) el
Evangelio de la paz, (d) el escudo de la fe, (e) el yelmo de la salvación, (f) la espada del
Espíritu, y (g) orando en el Espíritu. ¿Qué es lo que estas piezas de la armadura
espiritual representan para nosotros en la guerra espiritual? Debemos hablar la verdad
contra las mentiras de Satanás. Debemos descansar en el hecho de que somos
declarados justos por el sacrificio que Cristo hizo por nosotros. Debemos proclamar el
Evangelio, sin importar cuánta resistencia recibamos. No debemos vacilar en nuestra fe,
no importa cuán fuertemente seamos atacados. Nuestra defensa principal es la seguridad
de que tenemos nuestra salvación, y el hecho de que las fuerzas espirituales no pueden
quitárnosla. Nuestra arma ofensiva está en la Palabra de Dios, no en nuestras propias
opiniones y sentimientos. Debemos seguir el ejemplo de Jesús en reconocer que algunas
victorias espirituales sólo son posibles a través de la oración.
Jesús es nuestro mejor ejemplo para la guerra espiritual. Observa cómo Jesús manejó
los ataques directos de Satanás: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto,
para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta
noches, tuvo hambre. Y vino a Él el tentador, y le dijo; Si eres Hijo de Dios, di que estas
piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está; No solo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a
la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios,
échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te
sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está
también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y
le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si
postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí
vinieron ángeles y le servían.” (Mateo 4:1-11) La mejor manera de combatir a Satanás
es la manera que Jesús nos mostró y que fue citando la Escritura, porque el diablo no
puede manejar la espada del Espíritu, la Palabra del Dios Viviente.
El poder de la oración espiritual
La oración debe ser para vosotros algo más grande y poderoso que repetir las palabras
aprendidas de memoria con las que nada alcanzáis si no tenéis elevación espiritual. No
acostumbréis a orar únicamente con palabras, orad con el espíritu. También os digo:
Bendecid con la oración, enviad pensamientos de luz a vuestros hermanos, no pidáis
nada para vosotros, recordad que quien se ocupe de lo mio, siempre me tendrá velando
por él.
El que sabe orar de espíritu a Espíritu se siente acompañado en todas partes, no así el
que busca formas e imágenes porque necesita ir a donde están ellas para percibir su
presencia y sentirse seguro.
Todas las horas y todos los sitios pueden ser propicios para orar y meditar, nunca os dije
en mis enseñanzas que hubiesen lugares o momentos destinados a ello.¿Por qué buscar
en el mundo lugares determinados para orar siendo vuestro espíritu más grande que el
mundo que habitáis?
Es a través del éxtasis como el espíritu comprende su grandeza y percibe todo lo que
aun le falta por conocer. Es en ese instante en el que los dones se agigantan y surgen las
más grandes revelaciones, es cuando el espíritu regresa a su casa y está en los brazos de
su Padre, entonces la oración se convierte en una verdadera comunión en la que el
espíritu habla y escucha, pide y recibe. Es cuando el hombre en cumplimiento de las
profecías, ha alcanzado la comunicación de espíritu a Espíritu.