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LAS ESTELAS TARTÉSICAS: ¿LOSAS SEPULCRALES, MARCADORES


ÉTNICOS O REPRESENTACIÓN DE DIVINIDADES GUERRERAS?
ANTONIO TEJERA GASPAR / JESÚS FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ / MARCOS RODRÍGUEZ PESTANA

TARTESSIAN STELAE: FUNERARY SLABS, ETHNIC MARKERS


OR REPRESENTATIONS OF WARRIOR DEITIES?

ANTONIO TEJERA GASPAR*


JESÚS FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ*
MARCOS RODRÍGUEZ PESTANA*

Resumen: Este trabajo pretende revisar un aspecto arqueo- Abstract: This work claim to revise one archaeological and
lógico singular y controvertido del Bronce Final del SW pe- singular aspect of the Final Bronze in the South West of
ninsular: las estelas decoradas o estelas de guerreros. Se ana- the Iberian Peninsula: the decorated steles or steles of war-
lizan distintas hipótesis vertidas sobre estos monumentos, riors. We analyse different hypotheses about these monu-
ofreciendo nuevas interpretaciones sobre su contexto arqueo- ments, offering new interpretations about its archaeological
lógico e iconografía, proponiendo una lectura en clave mítica contexts and also about its iconography, making one lecture
y religiosa de las imágenes antropomorfas y los símbolos que in mythical and religious key about the human images and
las acompañan. its symbols.
Palabras claves: Bronce Final, estelas de guerreros, interpre- Key words: Final Bronze Age, steles of warriors, mythical
tación mítica y religiosa. and religious interpretation.

Con este trabajo no pretendemos dar respuesta a los problemas, el más importante es, sin duda, el relativo a
muchos problemas que aún siguen planteados sobre la su pensamiento mítico y religioso, cuestión de las peor
interpretación cultural y simbólica de las estelas tarté- conocidas de esta cultura, pero que resulta primordial,
sicas, del sur y oeste peninsular. Por ello, sólo nos limi- sin embargo, para realizar cualquier análisis de estas
taremos a hacer una serie de propuestas sobre aspecto características, como tendremos ocasión de ver.
arqueológico tan singular de la cultura tartésica, que ha Con relación a lo dicho, es necesario tener en cuenta
de ser explicado necesariamente en el marco de las ma- algunas cuestiones, de las que destacaremos, sobre
nifestaciones de esta civilización protohistórica. todo, la relativa a la escasez de fuentes escritas de la
Cualquier hipótesis que se plantee sobre estos mo- civilización tartesia, al menos si se compara con las de
numentos entraña una gran dificultad, debido a la falta otros ámbitos geoculturales, como el mundo griego o
de datos bien elaborados acerca del contexto econó- romano. El contraste de las fuentes escritas y los tes-
mico, social y político de los tartesios. Y de todos estos timonios arqueológicos, es un método ya suficiente-
mente ensayado en estas y otras culturas que ha re-
*  Universidad de La Laguna (Tenerife) sultado de gran ayuda para corroborar, en su caso, los

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datos de ambos repertorios, aunque para el tema que es- de los grabados añadidos a posteriori en algunas este-
tudiamos no es posible avanzar mucho en este sentido, las (bien analizados por Celestino, 20012), o a través de
por lo que hemos de conformarnos, por el momento, las distintas reutilizaciones a las que son sometidos es-
con las evidencias arqueológicas, de las que no siempre tos monumentos: desde el aprovechamiento de una es-
resulta fácil trascender en aspectos, ciertamente com- tatua-menhir en el caso de la estela de “Talavera de La
plejos, como el de su cosmogonía, cuya reconstrucción Reina”, pasando por el uso que se les otorga en el pe-
se hace difícil sin el concurso de los testimonios lite- ríodo orientalizante en algunos lugares de culto (“Can-
rarios con los que entender debidamente estos hechos. cho Roano”, “Montemolín”, etc.) y funerarios (“Toya”
Las reflexiones que aquí presentamos no van acom- y “Setefilla”), hasta su ulterior empleo en época romana
pañadas ciertamente de un gran cuerpo teórico (aunque (estelas de “Torrejón El Rubio IV”, “Iberhernando” o
nuestras propuestas están fundamentadas en los presu- “Chillón”). Y que no sabemos si responden a un fenó-
puestos de la arqueología antropológica y en las herra- meno de continuidad o a diversidad de funciones.
mientas que ofrece el método comparativo1), ni quieren
tampoco aportar soluciones mágicas para resolver los
problemas aludidos. Nuestra pretensión es mucho más 1. LAS ESTELAS COMO LOSAS FUNERARIAS
sencilla. Se trata de exponer una serie de ideas con la
intención única de profundizar en algunos de estos as- De todas las propuestas, seguramente la que más eco
pectos para tratar de saber un poco más de lo mucho ha alcanzado ha sido la de considerar a estos monumen-
que sobre este tema ya se ha hecho y se conoce, y asi- tos como losas funerarias o indicadores de enterramien-
mismo con el deseo exclusivo de contribuir a una dis- tos, por lo que a la figura humana se le ha relacionado,
cusión que complemente las diferentes hipótesis mane- de un modo u otro, con la representación de la muerte
jadas hasta el presente. La propuesta que haremos sobre de un guerrero al que le acompaña una rica panoplia
la interpretación de lo figurado en dichos monumen- de armas y otros objetos de prestigio. Y algunas, como
tos sólo se refiere a las conocidas “estelas decoradas”, las del tipo I, se definieron por M. Almagro (1966:199)
o “estelas de guerreros”, dejando fuera las denomina- como laudas sepulcrales o tapas horizontales de fosas
das “estelas diademadas” y las alentejanas, por consi- para inhumación, que organizadas con otras lajas pues-
derar que unas y otras se enmarcan en un ambiente cul- tas verticalmente, formaban las cajas o cistas donde se
tural que si no distinto, no nos parece –al menos por colocaba al muerto. Esta hipótesis ha sido, sin duda, la
ahora–, que respondan a un mismo contexto social y que más se ha divulgado y la que ha contado con más
religioso, e igual sucede con las estelas en las que figu- seguidores. Todo ello se debió a que el primer hallazgo
ran elementos propios de ambas iconografías que segu- de una de estas estelas, la de “Solana de Cabañas” (Lo-
ramente obligará a replantear algunas de las cuestiones grosán, Cáceres), se encontró –al parecer– asociada a
que aquí se expresan, pero que por el momento preferi- restos de cenizas, haciendo pensar que podría ser éste
mos no entrar en esa discusión. su destino, por ser la función que a dichos monumen-
Previo al planteamiento de nuestra hipótesis de tra- tos se les suele atribuir en otras culturas, en donde co-
bajo, nos ha parecido oportuno revisar algunas de las múnmente se hallan hincadas en el suelo en posición
propuestas más relevantes que hasta el momento se han vertical, o también para tenderlas sobre la sepultura de
hecho sobre las estelas. Con ello sólo pretendemos po- un cadáver inhumado (Almagro 1966:27). Esta estela,
ner de manifiesto la existencia en todas de un cierto hilo que fue dada a conocer al mundo científico por el na-
conductor, un patrón común, que las une. Con todo, pa- turalista y erudito Mario Roso de Luna, en 1898, junto
rece necesario advertir al lector que estamos ante un fe- a otra aparecida ese mismo año en el arroyo de Bona-
nómeno de cierta amplitud cronológica y espacial, con val, cerca de Almendralejo (Badajoz), contribuyó a que
lo que las estelas se nos presentan como elementos po- se relacionasen con losas funerarias, creyendo que con
lifuncionales, posiblemente imaginadas y utilizadas se- este hallazgo se confirmaba el destino que se le había
gún las diversas necesidades de cada grupo social y atribuido primeramente a la encontrada en Cáceres.
territorial, verosímil reflejo de la diversidad y comple- Los fundamentos de esta hipótesis, aunque débiles
jidad de los valores simbólicos que puede llegar a otor- como veremos, fueron defendidos por el prof. Almagro,
garse a lo natural y a lo sagrado en cada momento y so- cuando se refería a las circunstancias del hallazgo de
ciedad. Lo expuesto podría quedar constatado a partir “Solana de Cabañas”, diciendo que “se había conservado

1.  Puede verse una justificación científica del método compara- 2.  A título de ejemplo, véase el caso de la estela de Torrejón El
tivo en Diez de Velasco (1995: 31-32, con bibliografía). Rubio IV (Celestino 2001: 333).

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si no “in situ” exactamente sí cerca de la tumba para la La endeblez de los argumentos manejados sobre la
que fue labrada. La losa estaba sobre una sepultura, pero, supuesta asociación de las estelas como cubiertas de
a su vez, fue cubierta con piedras sueltas, amontonadas tumbas, se puede comprobar, además de en lo dicho, en
sobre ella, formando un majano”. Se habla de “ligeras la descripción que conocemos de lo publicado con oca-
cenizas como de esqueleto humano”, según la expresión sión del hallazgo de la estela de “Figueira”, procedente
usada por Roso de Luna, mientras que Almagro creía, sin de Lagos, en el Algarve portugués. Sus divulgadores la
embargo, que este autor debió escribir: “ligeros restos dieron a conocer como un monumento que cubría una
de esqueleto humano”. Estas circunstancias y las del ha- tumba, aunque en esta ocasión M. Almagro dice que
llazgo de la “Granja de Céspedes” (Badajoz), así como cerca “se hallaron unas lajas de piedras dispersas y no
otras de procedencia portuguesa, contribuyeron a que las es seguro que esta estela apareció cubriendo unos res-
estelas se asociasen con este carácter funerario, creyendo tos humanos hallados dentro de una cista que estaría se-
que “unas veces cubrían las sepulturas y en otras ocasio- ñalada por una estela” (Almagro 1966: 72).
nes se colocarían hincadas al lado de las tumbas de in- Los hallazgos posteriores en los que estos he-
humación de personajes de especial distinción social, a chos no pudieron ser contrastados con suficiente niti-
los que dedicaron estos curiosos monumentos arqueoló- dez, han contribuido a que esta primera hipótesis, si no
gicos” (Almagro 1966: 9). desechada del todo, al menos haya sido objeto de di-
A partir de estos pocos hallazgos relacionados con ferentes matizaciones, a pesar de que todavía –aunque
enterramientos, a los que a las estelas se les vinculó ciertamente sólo de forma esporádica– se les pretende
con lastras funerarias para cubrirlos, se hicieron, a asociar con esta función. Es cierto, sin embargo, que
nuestro juicio, excesivas generalizaciones sin que se existen algunos pocos casos aislados en los que se po-
contara aún con datos suficientes para sostener dicha drían relacionar con esta finalidad, aunque un análisis
hipótesis. Otro documento manejado por M. Almagro detallado y una lectura detenida del contexto en el que
para enriquecer su hipótesis, se relaciona con la de la aparecieron no permite verificarla de manera rigurosa.
“Granja de Céspedes” (Badajoz), que “fue hallada con En una futura revisión de estos monumentos, quizá
toda seguridad cubriendo una sepultura de inhuma- habría que reflexionar de nuevo sobre el hallazgo de ta-
ción. Pudo haber estado en pie y luego haber caído so- les cenizas y, en su caso, de restos óseos en el entorno
bre el cadáver, sepultado allí, aplastándolo a lo largo de estas estelas, con el fin de determinar si tales eviden-
del tiempo, pues en el momento de ser hallado y reco- cias pertenecieron realmente a huesos humanos, ya que
gido este monumento fueron encontrados debajo de él no cabría desdeñar que formaran parte de algún ritual,
los restos, ya muy descompuestos, de un cadáver” (Al- que es de suponer alguno se hiciera en el entorno de las
magro 1966:105), a los que consideró que “no tenían estelas del yacimiento de “Hernán Pérez” (Cáceres), en
valor alguno antropológico, pues eran escasos trozos, el caso de que el conjunto de las cuatro allí localizadas,
todos muy rotos y descompuestos, pero se veía perte- así como las lajas de los alrededores, seguramente aso-
necían a unos huesos largos y algunos trozos de crá- ciadas con ellas, hubieran cumplido alguna función en
neo, todo ello, como decimos, muy descompuesto y ese sentido.
machacado” (Almagro 1966:107). De lo anterior no es
fácil obtener una conclusión muy precisa sobre el va-
lor de estas evidencias de las que no queda claro, ni la 2. LAS ESTELAS COMO MARCADORES ÉTNICOS
forma en la que se encontraron, ni tan siquiera pode-
mos concluir que se tratara ciertamente de huesos hu- Otra de las hipótesis sobre la interpretación de las
manos. En todo caso, el citado investigador consideró estelas, ha sido la de considerarlas marcadores de terri-
de mucho interés esta información porque le permi- torios, que servirían como indicadores de rutas de ga-
tía vincular tales restos con una sepultura de inhuma- nado, o como hitos visuales de control y reclamación
ción, de manera que venía “a confirmar las confusas de recursos, especialmente ganaderos (Ruiz-Gálvez y
referencias sobre la losa grabada de Solana de Caba- Galán 1991; Galán 1993; Ruiz-Gálvez 1998: 265-269).
ñas, que también fue hallada sobre una sepultura en Para entender esta propuesta parece necesario hacer al-
la que se hallaron restos del cadáver inhumado” (Al- gunas reflexiones sobre los argumentos manejados. La
magro 1966: 107). Estas seguridades, sin embargo, se primera cuestión nos lleva a preguntarnos si las gentes
contradicen en parte con las aparentes confusiones con de la cuenca Media y Baja del Guadalquivir tendrían
las que él mismo presenta este descubrimiento en su necesidad de realizar grandes traslados con el ganado
importante catálogo sobre las estelas, al que nos veni- desde esos lugares, ya que para ello es necesario co-
mos refiriendo. nocer los recursos potenciales del territorio, de manera

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que en el supuesto de tratarse realmente de zonas con de quienes eran poseedores de las tierras en donde estos
escasas posibilidades para alimentar los animales, en- extraños se introducían con sus ganados.
tonces sí parece que se verían forzados a la búsqueda de En el Próximo Oriente existen ejemplos en los que
otras áreas de pasto situadas a tanta distancia, pero para las estelas marcan límites territoriales, por lo que sería
ello es imprescindible saber si los lugares adonde lle- interesante saber si las zonas fluviales y su entorno, o las
vaban estos animales eran mejores que los de su proce- áreas elevadas, sirvieron también aquí como marcado-
dencia, porque de lo contrario no resulta fácil entender res de esas supuestas fronteras. M. Liverani (1988:392)
la necesidad de hacer tamaños desplazamientos. Nos se ha referido a la existencia de las estelas entre los
parece importante tratar de conocer estos aspectos, por- asirios, quienes las consideraban como la “imagen de
que en caso contrario estaríamos trasladando situacio- la realeza”, mediante las que atestiguaban los límites
nes propias del presente hacia el pasado, a sabiendas de de su posesión, ya que se hallaban erigidas en los ma-
que en ningún caso los acontecimientos históricos fue- nantiales del Tigris y en montañas elevadas, cercanas
ron siempre los mismos, como tampoco en otras épo- a las orillas del Mediterráneo. De ser así, las estelas de
cas las condiciones del medio. Utilizar criterios del pre- los tartesios podrían explicarse también como hitos con
sente para explicar hechos del pasado siempre plantea una función parecida a aquéllas, o para conmemorar
problemas, porque no sólo eran distintas aquéllas, sino una batalla, o como indicadoras de un lugar de avance
también las bases de su economía, ya que los terrenos en la ocupación de nuevos territorios, entre otras mu-
ocupados hoy por explotaciones agrícolas no lo esta- chas posibilidades que aún es posible plantear.
rían necesariamente en otras épocas, de manera que el
espacio potencialmente utilizable para el pasto desti-
nado a grandes rebaños, sería de seguro distinto a este 3. ¿SON DIVINIDADES GUERRERAS
otro donde el sistema de propiedad de la tierra fue, sin LAS FIGURAS REPRESENTADAS
duda, bien diferente y, desde luego irreconocible hoy si EN LAS ESTELAS?
se observara desde el pasado.
Esta hipótesis, que sin duda resulta muy sugerente, La hipótesis que defenderemos tiene como base la
debe ser explicada, en todo caso, a partir del conoci- siguiente proposición. Creemos que las figuras de las
miento de la estructura sociopolítica de Tarteso sobre la estelas no representarían necesariamente a un guerrero,
que algunos investigadores, que han tratado estas cues- sino a una divinidad guerrera, o de otras muchas atri-
tiones, se han referido al alto nivel de centralización buciones. Y las armas, junto a los otros objetos que fre-
política que se debió de alcanzar –cuando menos en la cuentemente le acompañan, ya sean espejos, liras u
etapa del contacto con fenicios y griegos–, como asi- otros, se corresponderían con los símbolos que les son
mismo una estructura social muy jerarquizada, que se propios, de manera que cuando se trata de estelas ani-
fundamentaría en una economía compleja y productora cónicas, su representación tendría como finalidad la de
de excedentes, a la que se le asociaría una aristocracia sustituir su figuración, al tratarse de los atributos que
guerrera vinculada a unos personajes, que es de supo- las distinguían.
ner se hallaran pertrechados de un fuerte aparato mili- No resulta sencillo –y no lo ha sido tampoco en el
tar con el que ejercer el control y cohesión del territo- pasado, para quienes se han ocupado de estos temas–,
rio para sojuzgar y dominar grandes áreas geográficas, determinar su simbolismo, porque, como hemos dicho,
mediante la superioridad de sus armas, panoplia gue- es necesario contar con muchos datos sobre múltiples
rrera bien conocida por cierto, tanto por los materiales aspectos, sin duda relevantes, de los que carecemos por
arqueológicos, como por esos mismos objetos graba- el momento, y sin los cuales no resulta posible valo-
dos en las estelas decoradas, como las espadas, escu- rar debidamente su contenido, por lo cual advertimos al
dos, cascos, así como de carros tirados por cuadrúpedos lector que esta hipótesis debe ser tomada con la cautela
(ya se trate de asnos, mulos o caballos, aunque supone- necesaria hasta tanto no se avance algo más y pueda ser
mos que se tratara de estos últimos). Por esa razón se mejor contrastada con otros datos complementarios.
le ha atribuido a la ubicación y distribución de las es- Es bien sabido que cuando se hace alguna propuesta
telas un carácter defensivo asociado a las rutas de pas- distinta a las manejadas tradicionalmente, y sobre todo
toreo que marcarían los hitos del recorrido de las caña- cuando existen planteamientos de gran raigambre ya
das ganaderas. En tal supuesto quienes se trasladaban muy consolidados, resulta primordial hacer algunas
a otros territorios estaban ocupando unas zonas, que es consideraciones –todas bien conocidas en la metodo-
de prever no les pertenecían, y por tanto se hacía nece- logía arqueológica–, para buscar distintos argumen-
sario que los pastores fuesen defendidos de los ataques tos que ayuden a reforzar la hipótesis que se propone.

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Entre ellos, desde luego, resulta imprescindible un co- tampoco con posterioridad, seguramente por la concep-
nocimiento detallado de algunos aspectos, como el re- ción misma atribuida a estos monumentos.
lativo a las áreas geográficas y a los lugares exactos en La aparición en el entorno de las estelas de un buen
donde han sido halladas las estelas para valorar el con- número de piedras hincadas, algunas dispuestas en cír-
texto arqueológico y el entorno asociado a ellas, puesto culo, nos ha hecho pensar si en algún momento pudie-
que de la relectura de todos estos ítem –hechos con un ron haber formado parte de una estructura de la que por
planteamiento diferente a los comúnmente maneja- ahora se desconoce su finalidad, aunque bien pudieron
dos–, es posible avanzar algo más sobre lo ya conocido. configurar o estar integradas en lugares de culto. En al-
Una de las muchas cuestiones relativas al hallazgo gunos sitios, en donde ha aparecido más de una estela,
de las estelas decoradas –que ha terminado por conver- como “Solana de la Moranilla”, en Écija (Sevilla) (Ce-
tirse en un lugar común–, es que estos monumentos, en lestino 2001: 422-428; nombradas como Écija I y II)
la mayoría de las ocasiones, por no decir en todas, han uno de cuyos hallazgos –la estela IV– fue constatado
aparecido –se dice– sin contexto arqueológico bien de- por nosotros (Tejera, Jorge y Quintana 1995), pudimos
finido. Con relación a esta primera afirmación, creemos documentar que se hallaba junto a otros materiales ar-
necesario hacer algunas consideraciones. Es cierto que queológicos dentro de un amontonamiento informe de
en su entorno no se han encontrado los restos materiales piedras, que ahora no descartamos pudiera haber for-
característicos que suelen acompañar a otros hallazgos mado parte de alguna estructura que las labores agríco-
arqueológicos, como cerámicas, objetos líticos o metá- las y el aterrazamiento del terreno contribuirían a ha-
licos, frecuentes en cualquier otro ámbito de las culturas cer desaparecer. Otro ejemplo de estas características
del Bronce Final peninsular. Pero éste no siempre tiene está asociado al hallazgo de las estelas de “Valencia de
porqué asociarse necesariamente a materiales muebles, Alcántara” (Cáceres), en donde una de ellas, la nº 1, se
ya que en ocasiones el objeto de estudio puede ser el encontró en un entorno en el que había también mu-
propio contexto arqueológico, en este caso la misma es- chas piedras, lo que nos ha hecho suponer asimismo
tela, pero sobre todo el medio, y de modo singular las que pertenecieran a alguna estructura igualmente des-
características propias del sitio en donde se localizaron. aparecida, sobre todo porque las otras dos estelas, pro-
En este sentido conviene recordar que un buen número cedentes también de este yacimiento, se hallaron aisla-
de estelas han aparecido en las riberas de los ríos. No das y fuera de su emplazamiento primitivo, pero casi
precisamente en las grandes cuencas fluviales, cierta- en el mismo paraje que la anterior, como la tercera, lo-
mente, pero sí en las de los arroyos, o en sus cercanías calizada en una loma no lejos de las otras (Almagro
(Celestino 2001:76). Y en el supuesto de que las este- 1966: 112 y 114). Por otra parte, la estela de “Hernán
las hubieran tenido como finalidad la de sacralizar un Pérez”, encontrada en un entorno fluvial, en la que ha-
lugar, recordar la memoria de un muerto, o conmemo- bía otras cuatro (Almagro 1972: 86), se halló junto a un
rar un hecho determinado, seguramente el contexto ar- buen número de lajas de piedras de gran tamaño (Al-
queológico habría que buscarlo en los ítem señalados, magro 1974: 32), de las que en ningún caso sabemos
o en otros, como las estructuras de piedras con las que si formaron parte de una estructura con forma definida.
en muchas ocasiones se hallan asociadas, así como tam- Otro ejemplo significativo a tener en cuenta son las es-
bién en los imprecisos indicios arqueológicos que sugie- telas de “San Martinho” (Castelo Branco). En este ya-
ren la realización de ritos de combustión de ofrendas o cimiento se documentaron tres formando un conjunto,
libaciones, como veremos más adelante. situado en una zona elevada, en el sitio denominado la
Es bien cierto que la falta de control arqueológico loma de “San Martinho”, lugar que domina un impor-
en el momento del hallazgo de la mayoría de estos mo- tante eje de comunicaciones relacionado con la sierra
numentos no permite avanzar gran cosa, aunque sí sa- de la Estrella, al norte; la de Gata al noroeste; y el río
bemos que muchas estelas han aparecido en zonas en Tajo al este y sur. Otro hallazgo que entendemos muy
las que había grandes amontonamientos de piedras, y destacable asimismo es la estela de “Cabeza de Buey
en ocasiones también se han localizado lajas hinca- (II)”, sobre la que S. Celestino en el catálogo de su im-
das en sus cercanías que, según se desprende de algu- portante monografía de estos monumentos dice que “la
nos de los informes arqueológicos publicados, podrían piedra apareció hincada y totalmente cerrada. Al lado
haber estado dispuestas de una forma predeterminada. del lugar del hallazgo, a no más de 20 m encontró una
Por ello no conviene descartar una revisión detallada de acumulación de piedras que formaban círculos, tres o
muchos de estos aspectos, de los que es posible deducir cuatro, unidos entre sí. (...) [el lugar] se encuentra lleno
algunas cuestiones sobre su contexto arqueológico, que de piedras en forma de estelas pero sin decorar en un ra-
quizá no fue debidamente valorado en su momento, ni dio aproximado de 30 m cuadrados. El lugar está en una

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pequeña elevación que hoy se presume artificial” (Ce- ambos soportes procedieran del mismo lugar, proba-
lestino 2001:364-365). En una excavación de urgencia blemente muy cercano, a tenor de las dimensiones de
realizada en ese sitio, en 1992, los resultados fueron, las losas (Celestino 2001: 280). Llegados a este punto,
según sus excavadores, completamente estériles. A la conviene señalar la llamativa vinculación que parece
vista de lo anterior cabría pensar, sin embargo, que no existir entre algunas estelas y determinados lugares de
se trataría en realidad de un yacimiento al que se le de- culto que presentan registros arqueológicos del Bronce
bería definir de ese modo, si como pensamos la estela, Final o del período orientalizante. Al mencionado com-
las lajas y los amontonamientos de piedras, pudieron plejo religioso de Cancho Roano (en cuyo nivel más
formar parte en realidad del contexto arqueológico. antiguo se exhumó una cabaña de tendencia ovalada y
Con características similares cabe destacar, igual- parcialmente cortada por la cimentación de la construc-
mente, el hallazgo de las estelas “Torrejón El Rubio” I ción “C”, que se fecha en el Bronce Final), habría que
y II, que fueron localizadas juntas, al margen de otras añadir otros yacimientos en los que se pueden relacio-
dos recogidas en el mismo municipio que se hallaban nar estelas y construcciones de índole religiosa, tales
jalonando el río Tajo. Por su parte, la estela de “Las como Carmona, Montemolín, La Mata de Campanario
Herencias” (II) fue exhumada en la campaña de exca- (cerca de Magacela), o el singular edificio hipogeo de
vaciones del poblado protohistórico homónimo, junto Pocito Chico (Puerto de Santa María, Cádiz). ¿Forma-
al Arroyo Manzanas, concretamente en el sector exte- ron parte estos monumentos pétreos de los primitivos
rior IV. Según los informes arqueológicos, la estela ha- lugares de culto del Bronce Final?, ¿fueron el embrión
bía sido colocada en el interior de una construcción de a partir del cual adquirieron estos lugares su carácter
planta cuadrangular, hecha de tapial sobre un pequeño sacro en momentos posteriores?
zócalo de piedra. La cultura material del poblado in- Lo expuesto nos ha hecho suponer, aunque sólo
dica que su origen puede remontarse al Bronce Final sea una hipótesis a confirmar, que muchas de las este-
(en Celestino 2001: 424). Análogos conjuntos de lo- las –que como sabemos, en la mayoría de las ocasio-
sas y piedras han sido verificados junto a las estelas de nes iban hincadas en el suelo por la forma en la que es-
“San Martín de Trevejo”, “Navalvillar de Pela” (al lado taba preparada la base–, no se hallarían aisladas, sino
de seis lajas cortadas por uno de sus lados, ligeramente que podrían haber estado rodeadas de lajas de piedras
alisadas por una de las caras y estrechadas en la parte formando algún recinto que las circundaba –es posible
inferior para poder ser hincadas en la tierra), “Cabeza pensar incluso, como hemos visto, que algunos fueran
del Buey” II y en “Zarza Capilla” (ibídem, 279-280). de forma circular–. Y en otros casos también estarían
También en zonas periféricas al área nuclear de loca- rodeadas por amontonamientos de piedras, como maja-
lización de las estelas han podido documentarse agru- nos, o estructuras a manera de túmulos. Pero sobre todo
pamientos de tales monumentos. Nos referimos, por –y esto resulta especialmente relevante–, muchas este-
ejemplo, a la estela de “Figueira”, muy próxima al cabo las parecen conformar conjuntos, hasta ahora no cierta-
de San Vicente. Aunque los datos sobre su hallazgo son mente bien definidos. A partir pues de estos supuestos,
contradictorios, una de las versiones señala que apa- quizá no sería oportuno generalizar, como se ha hecho,
reció hincada en un lugar dominado por grandes lajas sobre la falta de contexto arqueológico en estos mo-
no vinculadas a un campo de cistas (ibídem, 443). Más numentos. Creemos necesario, por el contrario, revisar
segura es la información disponible sobre la estela de muchas de estas cuestiones, en la creencia de que aún
“Substantion” en Montpellier, recuperada junto al op- se pueda inferir otros datos de los sitios en los que se
pidum ibérico del mismo nombre. Fue descubierta en el han hallado, por si fuera posible recuperar alguna infor-
año 1916 sobre un amontonamiento de piedras y ceni- mación para avanzar nuevas hipótesis, o enriquecer las
zas (ibídem, 449). ya conocidas, a pesar de que, como es bien sabido, una
Nos ha parecido pertinente señalar estos hechos por parte importante ha desaparecido, pero contamos, sin
cuanto son muchos los sitios en los que se hallan gran- embargo, con un buen número de datos bien sistemati-
des conjuntos de losas, como sucede también en “Quin- zados en las obras de síntesis de M. Almagro (1966), E.
tana de la Serena”, muy próxima al santuario de “Can- Galán (1993) y S. Celestino (2001), lo que puede facili-
cho Roano”, edificio en el que, como es bien sabido, tar un replanteamiento de todos estos problemas con la
una estela decorada en forma de betilo (muy similar seguridad de enriquecer algo más lo ya conocido.
por cierto a la de “Magacela”) fue reaprovechada como Abundando en la idea de que los conjuntos de lo-
umbral en la entrada. Según su excavador, como pri- sas, decoradas o no, formaran parte de lugares de culto
mer escalón de este acceso fue empleada otra laja con al aire libre, creemos oportuno traer a colación nue-
clara forma de estela, planteando la posibilidad de que vamente la asociación de algunas estelas a restos de

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fuegos y cenizas, tal y como se sugirió ut supra. Puesta de una serie de pequeñas cúpulas o cazoletas, como las
en entredicho su pertenencia a restos óseos humanos, aparecidas en la de “Fuente de Cantos” y “Magacela”
cabría preguntarse sobre la posibilidad de estar ante ve- en Badajoz; o en la de “Pedro Abad”, y en la de “Cór-
rosímiles ofrendas u hogueras rituales, bien atestigua- doba” I (concebida para ser colocada en posición hori-
das en ambientes funerarios tartésicos (Torres 1999: zontal; ver Celestino 2001: 435) y en algunas otras, de
ver fundamentalmente 153-154). Tales restos de fuego las que desconocemos su función. Estas cúpulas o ca-
han podido documentarse en las estelas de “Solana de zoletas suelen ser comunes en estelas y paneles rupes-
Cabañas”, “Granja de Céspedes”, “Córdoba” II, “Bada- tres de otros contextos culturales (ver para otras socie-
joz” o “Substantion”, como ejemplos más conspicuos. dades europeas de la Edad del Bronce, Harding 2000:
Pero también es probable que se realizaran otros ritos 332 ss., con bibliografía), como también en las paredes
que pudieron no dejar rastro arqueológico, tales como grabadas en recintos cultuales. Pensamos si pudiera tra-
libaciones de agua, leche u otros productos. Un texto tarse de un fenómeno similar a las conocidas en otros
de Estrabón (III, 1, 4) en el que se describe el llamado lugares destinados al culto, generalmente asociadas a
Hieron Akroterion (Cabo de San Vicente) arroja luz so- sitios en donde se realizan rituales para derramar líqui-
bre este particular. El pasaje ha sido interpretado por dos, ya sea agua, sangre, leche u otros, destinados a ce-
los especialistas como un testimonio literario del culto lebraciones propiciatorias a las divinidades a quienes se
marino fenicio a dioses como Melqart, Baal Hamón o les solicita algún beneficio.
Baal Safón (Alvar 1999: 393, con bibliografía3). Sin En el supuesto de que estos monumentos desempe-
embargo, Estrabón es claro cuando afirma que la cos- ñaran cualquiera de las funciones referidas, nos parece
tumbre es indígena: “Pero en lo que se refiere al cabo que la estela habría de entenderse como parte impres-
mismo, que se adentra en el mar, Artemidoro (que vi- cindible del propio contexto. Y en el caso de que sirvie-
sitó el lugar, según dice él) lo compara con un barco ran como conmemoración funeraria de la persona ente-
(...) Pero en cuanto a Heracles, según dice, no se ve rrada –esta es una de las hipótesis más frecuentemente
un templo suyo en el cabo (como erróneamente afirma manejadas–, se podría suponer que este hito recordaría
Éforo) ni un altar dedicado a él, o cualquier otro dios, el lugar en donde se depositaron las cenizas del muerto
sino sólo piedras en muchos lugares, en grupos de o la ofrenda votiva que, como veremos más adelante, se
tres o cuatro, las cuales de acuerdo con una costum- ha defendido como una de las hipótesis –que comparti-
bre de los nativos, hacen girar las personas que visitan mos– por la que después del rito crematorio sus restos
el lugar, y luego, después de derramar una libación so- incinerados se echarían a las aguas. Y en ese caso, se-
bre ellas, vuelven a colocarse en su sitio. Y añade que ría la propia estela y, naturalmente el río o el lugar con
no es lícito ofrecer sacrificios allí, y tampoco, de no- agua que le sirvió de lecho funerario, los que formarían
che, poner los pies en el lugar, porque los dioses, se- parte del contexto arqueológico, ya que como muy bien
gún dice la gente, lo ocupan en aquel momento; más ha señalado S. Celestino en su monografía (2001), es-
los que vienen a ver el lugar pasan la noche en un pue- tos monumentos han aparecido prácticamente en su to-
blo vecino, y luego entran en el lugar de día, llevando talidad en zonas cercanas a áreas fluviales.
agua con ellos, porque allí no hay agua” (las cursivas y Uno de los muchos problemas relacionados con
negritas son nuestras; traducción en Fernández Castro la sociedad tartésica de época preorientalizante, es la
1997: 265). Como dato curioso, justo es recordar aquí falta de datos sobre sus enterramientos. La ausencia
que la estela más occidental de todo el conjunto fue ha- de restos funerarios de esta etapa, ha dado pie a la pro-
llada, posiblemente formando un conjunto con otras la- puesta de algunas hipótesis de verdadero interés, de
jas, en la aldea de Figueira, en el municipio de Budens, las que nos gustaría destacar la formulada por Mª Be-
a sólo 1 kilómetro de la playa de Salema, junto al cabo lén y J. L. Escacena (1995, con bibliografía), quienes
de San Vicente, el Promontorio Sagrado de las fuentes defienden que en esta etapa los tartesios incineraban a
escritas (Celestino 2001: 443). sus muertos, como así sucede en la fase orientalizante
En esta misma línea interpretativa, existen otros mu- posterior. Según estos autores, después de que los
chos aspectos asociados con las estelas que quizá con- muertos fueran incinerados, sus cenizas se esparcían
vendría revisar, como algunos grabados que aparecen en las aguas de los ríos, y con ellos los objetos que les
en las losas y que hasta ahora no han sido bien estudia- eran propios, por lo que los hallazgos de espadas, fí-
dos. Nos referimos a la presencia, en muchas de ellas, bulas, regatones de lanzas, que formaban parte del de-
pósito de la Ría de Huelva, pudieron formar parte de
3.  Una sugestiva interpretación del texto desde la óptica indoeu- la panoplia guerrera de los personajes allí enterrados.
ropea en García Quintela (2001: 40-44). Esta hipótesis encuentra argumentos para su contraste

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en el hallazgo de espadas y otras armas asociadas a las 4.  EL PROBLEMA DE LAS FUENTES
aguas, por lo que cabría pensar del mismo modo que LITERARIAS Y ARQUEOLÓGICAS
las estelas localizadas en el entorno de zonas fluviales
se relacionaría de igual modo con los sitios en los que A continuación haremos referencia a unos pocos
fueron vertidas sus cenizas, de modo que las estelas, datos existentes en las fuentes literarias y arqueológi-
como ya habíamos señalado, pudieron servir de hito cas para tratar de fundamentar nuestra hipótesis, a pe-
funerario con el que se señalaba el lugar en donde se sar de que, como hemos señalado, uno de los muchos
habían depositado los restos del muerto. Una cuestión problemas para el conocimiento del mundo tartésico es,
relevante para el mejor conocimiento de estas mani- sobre todo, la escasez de datos relativos a su cosmogo-
festaciones culturales es la de asociar los hallazgos de nía y su pensamiento religioso, sin el que, como hemos
las estelas con todos los yacimientos y los materia- señalado, no resulta fácil aventurar grandes cosas, ya
les arqueológicos del Bronce Final encontrados en el que la información es muy parca y poco explícita, y se
entorno más próximo de las estelas, y de los que ca- halla impregnada además por una fuerte carga de etno-
bría destacar, sobre todo las armas, por si estos datos centrismo, que ayuda poco a discernir lo propio de esta
sirvieran para enriquecer su contenido (Ruiz-Gálvez sociedad, de lo que puede ser sólo una traslación de ma-
1995 y 1998). Y aunque estos aspectos se han tenido nifestaciones religiosas de los griegos y, en su caso, de
en cuenta a la hora de plantear las distintas propues- los romanos, de quienes proceden, en su mayoría, las
tas, creemos que aún se pueden hacer algunas aporta- fuentes sobre esta cultura. Esta escasez plantea además
ciones, partiendo de otros supuestos, como el que aquí un doble problema. Por una parte, la poca relevancia de
proponemos. la información que no ayuda a obtener evidencias de
Otro aspecto que consideramos imprescindible ma- interés sobre este mundo, y asimismo la dificultad para
nejar para el estudio y análisis de las estelas –y en este contrastar lo poco que se ha conservado.
caso para la hipótesis que defendemos–, tiene que ver De esos datos conocemos en las fuentes literarias
con la comparación de fenómenos parecidos, tanto con una referencia contenida en la obra de Silio Itálico so-
relación a otros ambientes culturales próximos de la bre Argantonio, a quien este autor hacía vivir doscien-
protohistoria de la Península Ibérica, o en algunos lu- tos años y lo consideraba un rey guerrero, según J. Caro
gares del Mediterráneo, como las de Cerdeña; o con las (1986: 210), recogido en la nota 23 del cap. II dedicado
del Norte de África, en este caso las estelas líbico-beré- al estudio de la realeza tartésica. La información del
beres, pero también y sobre todo, las de las necrópolis poeta latino introduce una idea importante sobre esta fi-
y los santuarios púnicos magrebíes. gura al definirlo como un guerrero, dato que por cierto
Debemos también señalar el problema de que la no figura en otros autores.
mayor parte de las estelas se encuentran ubicadas no En casi todas las fuentes literarias se presenta a Ar-
en la zona nuclear tartésica –como parecería más ló- gantonio como un rey representativo de un poder cen-
gico– sino en su hinterland inmediato. A esto sería con- tralizado, como se desprende, entre otros documentos,
veniente añadir que en las estelas, hasta ahora consi- del texto de Herodoto sobre la alianza de amistad ce-
deradas más antiguas, la panoplia armamentística es lebrada con los griegos: “Los habitantes de Focea, por
bastante anterior a las fechas teóricas en que se las cierto, fueron los primeros griegos que realizaron lar-
quiere situar, lo que como mínimo merecería un intento gos viajes por mar y son ellos quienes descubrieron el
de explicación. Adriático, Tirrenía, Iberia y Tarteso. No navegaban en
Otros muchos hechos asociados con estos monu- naves mercantes, sino en pentencónteros. Y, al llegar a
mentos que son, sin duda de gran interés, pero que no Tarteso, se hicieron muy amigos del rey de los tartesios,
resulta fácil explicar, están relacionados con el pro- cuyo nombre era Argantonio, que gobernó Tarteso du-
blema de qué es primero si la presencia de la figura hu- rante ochenta años y vivió en total ciento veinte. Pues
mana, o el de su aniconismo. Similares problemas son bien, los foceos se hicieron tan grandes amigos de este
también los de saber cómo les afectaron los cambios, ya hombre que, primero, les animó a abandonar Jonia y a
fueran los propios de sus concepciones religiosas en su establecerse en la zona de sus dominios que prefirie-
desarrollo cultural, o los que tuvieron lugar como con- sen; y, posteriormente, al no lograr persuadir a los fo-
secuencia del contacto con los pueblos del Mediterrá- ceos sobre el particular, cuando se enteró por ellos de
neo. Son cuestiones todas del máximo interés, sin duda, cómo progresaba el medo, les dio dinero para circun-
pero que no resultan fáciles de entender, por lo que por dar su ciudad con un muro. Y se lo dio a discreción,
el momento sólo alcanzamos a plantearlas como inte- pues el perímetro de la muralla mide, efectivamente,
rrogantes y como futuras líneas de indagación. no pocos estadios y toda ella es de bloques de piedras

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grandes y bien ensamblados” (las cursivas son nues- 1983, adonde llegaría seguramente por las relaciones
tras; Herodoto, I, 163, [1984]: 223‑224). Las relaciones comerciales de los griegos con Tarteso. Está formado
de ambos, a juzgar por lo que dice el historiador griego, por ocho letras griegas arcaicas, que se fechan en la pri-
cuando alude a él como “rey de los tartesios”, es un mera mitad del siglo VI a.C. El nombre que figura en él
buen argumento que podría corroborar la hipótesis de es un teónimo, que no pertenece al panteón griego, por
una autoridad política centralizada en Tarteso en una lo que M. Almagro Gorbea lo ha relacionado con una
etapa previa al contacto con los pueblos mediterráneos. divinidad local, a la que considera el primer documento
Ello implicaría que podría tratarse ciertamente de un en el que se habla de un dios tartésico4.
rey, probablemente histórico en sus orígenes, pero que Este teónimo no aparece en la lengua de Tarteso,
por su carisma y valentía como guerrero, u otros atribu- por lo que el citado profesor lo relaciona con el de Ne-
tos, sería recordado en la memoria histórica de los tar- ton, documentado en Acci, ciudad prerromana del sur
tesios seguramente por haber sido heroizado, y subli- de la Península Ibérica, asociándolo con el teónimo
mada su figura; y al que además se le habría aureolado Néit, que podría traducirse por “el guerrero”, el “Hé-
con el atributo de la fecundidad, según se deduce de las roe”, “el guía”, “el radiante”, o como el dios de la ba-
alusiones a su próspero gobierno en el territorio del que talla. El citado investigador (2004: 204), cree que en
es Jefe Supremo. E. Benveniste (1983: 254) destaca la ese caso el Niethos podría significar, en el contexto tar-
importancia que en las sociedades indoeuropeas se le tésico, “el guerrero” o el “que brilla”. Para explicar en
concedía a la fecundidad y a la felicidad de los reyes. esta cultura la existencia de tal divinidad alude a las fi-
Y seguramente es en este mismo sentido en el que po- guritas de bronce conocidas como smiting gods, rela-
dría explicarse la alusión a la longevidad de Arganto- cionadas con el dios del sol y de la guerra, y en su ori-
nio, por lo que no descartamos que en el citado texto de gen fenicio con Reshef, Melkart o Baal. La presencia de
Herodoto, estos conceptos se traspolaran también con los smiting gods en el ámbito fenicio-tartésico parece
igual contenido al rey de los tartesios. Por otra parte, la un buen camino para tratar de buscar en ellos alguna
iconografía de época orientalizante reforzará en el ima- tradición autóctona relacionada con posibles represen-
ginario tartesio la asociación entre fecundidad, poder taciones de una divinidad guerrera con la de las citadas
real y aristocrático (Olmos 1996; Fernández Rodríguez figuras, encontradas en el entorno de los santuarios ga-
1996). Asimismo, no nos parece ocioso traer a colación ditanos, lo que podría hacer pensar en una posible asi-
aquí la forma fálica que se le otorgó a la estela de gra- milación o superposición de la tradición fenicia a la tar-
nito de “San Martinho II”, en la que fue representada tésica, como sucede también, entre otros, con algunos
una escena cinegética, en concreto una cacería de cier- exvotos ibéricos de bronce o la figura de un personaje
vos (Celestino 2001: 59). blandiendo una falcata que aparece en uno de los relie-
La referencia a la longevidad de Argantonio en el ves del monumento funerario de “Pozo Moro” (Chin-
texto sobrecitado, aparece reiterada de forma diversa y chilla, Albacete5), que fue considerada asimismo una
con explicaciones de distinto tipo, atribuyéndole un ca- divinidad, aunque otras lecturas lo identifican como
rácter histórico que no tiene fácil justificación. En todo un héroe mítico (Olmos, 1996; Fernández Rodríguez,
caso, parece probable que quienes recogieron la tradi- 1996). Otra cuestión de gran interés planteada por M.
ción de este personaje debieron superponer dos niveles Almagro Gorbea (2004: 201) con relación a esta divi-
de información, el de la leyenda y el de los hechos his- nidad, es si asociado con ella existió en el puerto de
tóricos, sin que descartemos tampoco, como probable, Huelva algún santuario fluvial. Sólo como interrogante
que lo transmitido en tales fuentes pudiera referirse en cabría preguntarse si en ese caso el depósito de armas
origen a un rey mítico –lo que parece desprenderse tam- y objetos encontrados en la ría del Odiel estuvo rela-
bién de las informaciones que sobre él conocemos en cionado de algún modo con ese supuesto santuario. A
otras fuentes–, aunque la tradición historiográfica haya
pretendido, sin embargo, presentarlo como un rey al que 4.  Hace algunos años que M. Ruiz-Gálvez planteó la posibilidad
se le ha querido encuadrar incluso en la secuencia cro- de que el rito de depositar armas en las aguas pudiera estar relacio-
nado con el dios céltico Bormánico, protector de las aguas, especial-
nológica del proceso histórico-cultural de Tarteso.
mente las termales, teónimo del que podría quedar huella en la locali-
Además de la citada referencia de Silio Itálico sobre dad y embalse de Bornos, en el curso medio del río Guadalete y, por
la consideración de Argantonio como un rey guerrero y consiguiente, cerca del Lago Ligustino (en Olmos 1987: 8-9). Para
su probable asociación también con uno de carácter mí- J.Mª Blázquez (2001: 159), Deva es el único teónimo indígena (de
tico, conviene traer a colación asimismo el hallazgo de procedencia céltica también), conocido en la Bética. Deriva de deiva,
la “divina”, diosa de carácter acuático.
un grafito en el que se halla grabado el nombre de una 5.  Ver el estudio detallado sobre la iconografía del monumento
divinidad, Niethos. Fue localizado en Huelva, en el año turriforme de Pozo Moro en F. López Pardo.

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este respecto, en los últimos años han sido exhumados y sin que en ningún momento se haya planteado con el
en el casco urbano onubense, particularmente en una rigor y la profundidad que el hecho merece, por lo que
pequeña área comprendida entre las calles del Puerto, no existe aún un estudio bien documentado y contras-
Plaza de Quintero Báez y Méndez Núñez, algunas es- tado, a pesar de tratarse, a nuestro juicio, de una cues-
tructuras arquitectónicas y materiales arqueológicos tión del máximo interés.
de notable interés religioso que han sido interpretados A este tema, ya se refirió M. Almagro Basch (1966)
como evidencias de lugares de culto indígenas, griegos con ocasión del hallazgo de la estela de Carmona, la
o empóricos (ver los trabajos, entre otros, de Garrido y primera de las encontradas en el ámbito del Guadal-
Orta 1994; Garrido 1998; Osuna, Bedia y Domínguez quivir, para quien esto significaba una prueba evidente
2001; Domínguez 2001). Estas y otras cuestiones tra- de la presencia en Andalucía de los “cempsos”, citados
tadas aquí son, sin duda, relevantes, pero como decía- en las fuentes, y que él relacionaba con gentes indo-
mos más arriba, han de ser aún debidamente contrasta- europeas presentes en la región tartésica-turdetana. En
das con otros muchos datos sobre los que ahora no nos esta misma línea interpretativa se pronunció casi veinte
podemos pronunciar. años después F. P. Curado, con motivo de la publica-
En la bibliografía arqueológica antigua sobre las es- ción de las losas de Baraçal y Foios (1984 y 1986), para
telas no son muchas las opiniones en las que se haya el que las gentes que erigieron las estelas fueron pobla-
expresado una propuesta similar a la que nosotros he- ciones indoeuropeas preceltas, desplazadas desde Eu-
mos expuesto aquí, aunque existen, sin embargo, al- ropa Central.
gunos datos relevantes sobre los que nos ha parecido Todo lo anterior sirve para llamar la atención una
oportuno referirnos, como lo sostenido por Tavares de vez más sobre este problema del que si contáramos con
Proença, cuando dio a conocer la estela de “San Mar- datos mejor elaborados, y desde luego con más infor-
tinho I” en Castelo Branco (Almagro 1966: 32), al decir mación, quizá podríamos vincular algunas manifesta-
que “su edad, su utilidad y la significación de los graba- ciones tartésicas con los mitos y la religión indoeuro-
dos son para mí un misterio. Yo creo, sin embargo, po- pea, en especial todo lo referido a los llamados dioses
der concluir que, en su aspecto, ellos han sido objeto de soberanos y guerreros de su cosmogonía, lo que de se-
un culto”. Resulta sugerente la proposición de este au- guro ayudaría a entender mejor algunas cuestiones de
tor, por su originalidad, ya que son muy poco frecuen- las que venimos hablando y sobre las que por el mo-
tes las sugerencias de estas características que se cono- mento no podemos manifestarnos con la seguridad que
cen sobre el simbolismo de estos monumentos. nos gustaría.
M. Almagro Basch, que en su momento llamó la Como hemos visto, y así se halla suficientemente ex-
atención sobre la propuesta de Tavares al referirse a la plicitado en toda la literatura arqueológica, a las estelas
estela de “San Martinho III”, encontrada en el lugar se les conoce, entre otras denominaciones, con la adjeti-
de Mercoles, también en Castelo Branco, que formaba vación de “guerreros” por la presencia de una figura hu-
parte de un conjunto, llega a decir que en el sitio en el mana, generalmente acompañada de su panoplia. Pero,
que apareció este grupo de estelas grabadas “debió de sin embargo, en un buen número de ellas no aparece una
existir no lejos una necrópolis o santuario donde debie- sola figura, sino varias, y en otras ocasiones, una pareja,
ron de depositarse estas estelas que, como veremos, se como en “San Martinho I”, “Zarza Capilla III”, “Val-
nos aparecen con frecuencia agrupadas en varios lu- detorres I”, “Alamillo” o “El Viso III, IV y VI”, entre
gares” (Almagro 1966: 39). La sugerente reflexión de otras. Cuestión que de nuevo plantea algunos proble-
este investigador posee para nosotros un gran valor, no mas del máximo interés por la falta de datos, como he-
sólo por coincidir en algunos aspectos con la propuesta mos dicho, para obtener una lectura e interpretación co-
que hacemos, sino por señalar que con suma frecuen- rrectas sobre la cosmogonía y la religión de los tartesios.
cia, como hemos indicado más arriba, las estelas apare- Por esa razón lo que planteamos a continuación lo hace-
cen en efecto formando grupos. mos sobre la comparación con hechos de las mitologías
Con relación al trabajo ya citado del prof. Alma- de las sociedades indoeuropeas, entre las que se conoce
gro Gorbea acerca de un teónimo céltico encontrado en un “mito de origen” basado en la existencia de los “ge-
Huelva, se vuelve de nuevo a poner de relieve una cues- melos”, del que se conocen dos variantes, aunque am-
tión sobre la que mucho se ha hablado, pero que está bas coinciden en que “el mundo comienza con una pa-
falta aún de una mejor definición. Se trata del posible reja de gemelos: *Manu, `hombre´ y *Yemo `gemelo´.
sustrato indoeuropeo de la cultura tartésica, ya que todo *Yemo es el primer rey mientras que *Manu es el pri-
lo relativo a este tema está rodeado de una fuerte polé- mer sacerdote, en el transcurso del mito *Manu mata a
mica, al que se acude a él sólo de manera esporádica, su hermano, de este modo, realiza el primer sacrificio.

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Como resultado de este hecho, se crea el mundo, *Manu la escena se halla una figura, interpretada como repre-
conforma la Tierra y el cielo así como las tres clases so- sentación del guerrero, que se destaca y singulariza en
ciales a partir del cuerpo de su hermano” (Lincoln 1991: la escena por ser una imagen de tamaño mayor que el
108)6. No pretendemos con este ejemplo establecer, en resto de lo figurado en ella. Según nuestra propuesta se
ningún caso, una comparación mecánica de estos he- podría pensar, en cambio, que en lugar de la representa-
chos con las parejas que también aparecen formando ción del guerrero pudiera tratarse de una divinidad pro-
parte de la iconografía en unas pocas estelas tartésicas. tectora que de manera destacada contempla y ampara lo
Sólo queremos llamar la atención sobre este aspecto que que en ella está teniendo lugar.
es uno más de los que plantean problemas para su inter- Uno de los aspectos que se desprende del estudio
pretación, pero que por ahora resulta muy difícil avan- de las estelas decoradas es, sin duda, su carácter polisé-
zar algo sobre ello, aunque nos ha parecido oportuno mico, lo que ha dado pie a las distintas hipótesis sobre
ponerlo de manifiesto para una futura y necesaria discu- su interpretación, por lo que caben aún otras muchas
sión sobre todos estos temas. explicaciones, a medida que se avance en el conoci-
miento de la sociedad tartésica. Así, la lectura más co-
mún sobre su iconografía es la de relacionar las armas
5. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO en ellas representadas, espadas, lanzas, escudos, cas-
cos, como instrumentos de combate, vinculadas a la lu-
Nuestra propuesta de que la figuración humana gra- cha, expresando una idea de protección y defensa, pero
bada en las estelas podría ser la representación de una también un símbolo de ataque. Toda esta panoplia gue-
o de unas divinidades guerreras, no descarta en ningún rrera se complementa, en muchas ocasiones, con la fi-
caso que pudiera tratarse también de la representación guración de un carro. La presencia de todos estos ele-
de héroes divinizados o antepasados heroizados (Ruiz- mentos asociados a una figura humana parece no dejar
Gálvez y Galán 1991), cuestión que asimismo conven- ninguna duda para interpretar esta iconografía como la
dría tener en cuenta, ya que una y otra no entran nece- propia de un guerrero.
sariamente en contradicción. Sin embargo, sabemos muy bien que en muchas
En párrafos anteriores ya nos hemos referido a una culturas las armas, como las representadas en las es-
de las hipótesis que en el pasado sirvió de explicación telas, poseen asimismo un carácter ritual cargado de
para las estelas, al considerarlas marcadores de tum- un fuerte simbolismo por lo que se utilizan en ceremo-
bas, hecho que no habría porqué desechar siempre, ya nias –muchas de ellas relacionadas con el mundo de
que en nuestro supuesto, si tal figuración representara la guerra–, como las empleadas para construir el tro-
una divinidad, su presencia en una estela reforzaría aún paion en el campo de batalla o las que se destinan a
más esa idea, ya que de ese modo la memoria de la per- los santuarios (Gabaldón 2004:126). El escudo es en
sona a la que se recordaba –es de pensar que se tra- este caso, y según los textos clásicos, la pieza de arma-
tase de un guerrero–, se hallaría preservada y protegida mento que más se dedicaba a los dioses, a quien Lo-
por la presencia cercana de una divinidad, al ser la fun- nis (1979: 158-160) le ha atribuido esta predilección
ción apotropaica de protección al muerto, una atribu- por su especial significado y un elevado valor simbó-
ción primordial de las divinidades, como se certifica de lico al decorarse con motivos emblemáticos y apotro-
un modo fehaciente en las necrópolis e iconografía ibé- paicos. Y no está de más recordar los paralelos me-
rica (Fernández Rodríguez 2005:219) . diterráneos de carácter votivo que se han esgrimido
Como ejemplo de lo dicho, cabría traer a colación para los escudos con escotadura en forma de V, gra-
una de las estelas más singulares de las conocidas hasta bados en las estelas del Suroeste, hallados en luga-
ahora. Se trata de la de Ategua (Córdoba), en donde res como Idalion y la necrópolis de Paleophapos (Chi-
está grabada una escena que describe la muerte de un pre), el Monte Idda (Creta) o los santuarios griegos de
guerrero, y para la que el prof. Bendala (1977) le en- Delfos o del Heraion de Samos (recogidos en Celes-
contró paralelismos, bien evidentes como ha sido su- tino 2001: 144 ss.). Como el escudo, el yelmo, ade-
ficientemente divulgado, en representaciones simila- más de ser un arma defensiva (pasiva, en este caso),
res de las cráteras del Dypylon de Atenas. Presidiendo fue dotado de connotaciones simbólicas (Olmos 1987
y 1988). El casco, por su parte, se decoraba siguiendo
una finalidad ornamental, pero también emblemática,
6.  Véase sobre estas cuestiones el reciente trabajo de Kristian- simbólica y táctica. Por lo que respecta a los cascos
sen y Larsson (2006:289 y ss.), en donde hacen un estudio detallado
de este problema, sobre el que asimismo nosotros tratamos de anali- con cuernos, es bien conocido que se asocian en algu-
zarlo en la cultura tartésica. nas culturas antiguas con dioses o con guerreros que

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participan en ceremonias rituales. Es el caso de las es- La iconografía de las estelas podría en efecto ser inter-
cenas recreadas en el arte rupestre protohistórico es- pretada como la representación de un guerrero, y las ar-
candinavo o de las figurillas de bronce documentadas mas como algo propio de su panoplia; y los objetos que lo
en estas regiones y en Cerdeña (Harding 2003: 286). acompañan como símbolos de prestigio; pero del mismo
El uso del casco con cuernos (de bóvidos, como sucede modo –y en función del carácter polisémico señalado y
con los grabados en las estelas hispanas) fue caracte- de lo expuesto en páginas anteriores–, se podría pensar
rístico también de las divinidades del mundo céltico, que esta iconografía perteneciese también a hechos sim-
en el que se simbolizaba la fertilidad, la virilidad y la bólicos propios de un lenguaje relacionado con la divi-
agresión, el poder en otras palabras (Marco 1994: 333, nidad, que por ahora no alcanzamos a conocer bien. No
nota 57 con numerosos ejemplos; para el mundo me- entendemos, pues, dichas iconografías como decorativas,
diterráneo y próximo-oriental véase Gracia 2003: 199- de un cierto significado religioso y funerario, sino que, en
200; Kristiansen y Larsson 2006: 366-370). El prof. muchas de las estelas, nos encontramos ante una icono-
Bendala (2000: 76-77) señala que los cascos con cuer- grafía netamente sagrada, que nos introduce de lleno en
nos de grandes dimensiones, como es el caso de la es- el ámbito de lo imaginario, en la que se representa a los
tela de “Fuente de Cantos” (Badajoz), son expresión dioses locales y narraciones míticas que justifican modé-
de sobrehumanidad, atributos de dioses y héroes7. El licamente ritos y acciones sociales (iniciaciones, muer-
escudo y el casco, tal y como lo testimonian las fuen- tes, cacerías, ceremonias religiosas, etc.). La presencia en
tes escritas y los datos arqueológicos, son las armas numerosos monumentos de figuras antropomorfas (que
que más se consagraban a las divinidades. Y por úl- presentan y repiten fórmulas de expresión idealizadoras y
timo, la espada que tenía un significado mítico impor- gestualidades concretas), no representan, a nuestro juicio,
tante, como sucedía, a título ilustrativo, en numerosas una mecánica proyección sustitutoria de la realidad social
sociedades europeas del Bronce Final y del Hierro, o (la de las élites del Bronce Final del Suroeste peninsular,
en el mundo micénico, en donde poseyó un valor sim- como en tantas ocasiones se ha planteado), sino que nos
bólico mucho más destacado que el de los periodos ar- ofrecen las imágenes autóctonas de los dioses, de los hé-
caico y clásico posteriores. roes o de los antepasados míticos8.
Además de las armas habría que señalar los otros Otro de los interrogantes a resolver, es si se trataría
objetos que también suelen figurar en las estelas, los de divinidades de cometido general, cumpliendo fun-
espejos (de posible simbología solar), instrumentos ciones diversas en la estructura del panteón, o si esta-
musicales, como la lira, entre otros, que, como es bien mos ante dioses tópicos, de funciones concretas, tales
sabido, en muchas culturas tienen un simbolismo aso- como presidir los puntos de agua (principalmente los
ciado con sus divinidades. Nos referimos al caso ejem- arroyos) a los que se asocian de forma mayoritaria las
plar del dios Apolo, al que se le vincula la lira, la cítara estelas. A tenor de los elementos ideográficos grabados
y el arco. Algunos autores han querido ver en estos sím- en ellas (cascos con cuernos, liras, espejos, carros, ar-
bolos dos de las tres funciones que organizan la ideo- cos y otras armas, etc.), de algunas escenas, y de la vin-
logía indoeuropea. La función sagrada de la comunica- culación al agua de una buena parte de estas losas, nos
ción entre los hombres y los dioses, expresada a través atreveríamos a establecer como hipótesis la posibilidad
de los instrumentos musicales, y la violencia guerrera de estar frente a dioses generales, señores en sentido
representada por el arco en tensión (que también hace amplio de la naturaleza fértil, protectores ancestrales
de él un dios protector). La lira y el arco simbolizan, del agua, relacionados con la salud (el ciclo de la vida
en síntesis, los dos modos de acción fundamentales del se resume y simboliza en el agua); pero también, bajo
dios griego. La lira, además, está vinculada a la función su aspecto temible, dioses de la guerra, de las iniciacio-
oracular. De esta manera el dios puede abarcar, den- nes guerreras y de otros ritos de paso como la muerte
tro del campo politeísta heleno, desde funciones temi- (como refleja quizás la estela de “Ategua”). Es posible
bles relacionadas con la muerte, el terror y el sacrificio, también que los conjuntos de estelas y losas descritos
hasta el papel de mediador, de comunicación armónica
entre los dioses y los hombres (Bruit y Scmitt 2002:
8.  Según algunos autores (Molinos et alii 1998: 328 ss), el gue-
165-169; sobre su carácter sacrificial es fundamental la rrero rodeado o flanqueado por un grifo y un león grabado sobre una
monografía de Detienne 2001). placa de marfil de Bencarrón, no sería un héroe, sino una divinidad.
Los animales en esta placa se someterían así al dios masculino. En otra
placa de idéntica procedencia, pudo plantearse la caza de cérvidos. Al
7.  Sobre el carácter del simbolismo divino de los cascos de cuer- decir de estos investigadores, se trataría, en suma, de las imágenes de
nos en las culturas del Próximo Oriente, ver Celestino y López (2004: auténticos dioses que se presentan como dominadores de la naturaleza
93-108 y 2006: 89-101). (al modo del Despotes Theron o también la Potnia Theron).

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Las estelas tartésicas: ¿losas sepulcrales, marcadores étnicos o representación de... 161

anteriormente, los ríos y otros cursos fluviales (como BIBLIOGRAFÍA


certifican asimismo los depósitos rituales acuáticos, así
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Sobre las interpretaciones de las estelas, y en el caso I: 5-39. Barcelona.
de que se afianzara en sucesivos trabajos la hipótesis de ALMAGRO GORBEA, M. (2004): “NIETHOS-Néit:
una supuesta divinidad relacionada con las aguas, con- The earliest documented Celtic God (c.575 BC) and
vendría tener en cuenta la relación del mito de Gerión the Atlantic relationships between Iberia and Ire-
con un río sagrado, el río Guadalquivir: dicen los tex- land”, en H. Roche, E. Grogan, J. Bardley, J. Coles
tos clásicos que nació este personaje “casi enfrente de la and B. Raftery (eds.), From Megaliths to Metal. Es-
ilustre Erytheia, junto a las fuentes inmensas de Tartesos, says in Honour of George Eogan: 200-208. Oxbow
de raíces argénteas, en un escondrijo de la peña” (Estra- Books.
bón, II,2,11). Del mismo modo, como ha sugerido algún ALVAR, J. (1999): “Manifestaciones religiosas”, en
especialista (Gracia 2003: 199), resulta tentador relacio- J.Mª. Blázquez, J. Alvar, C.G. Wagner, Fenicios
nar los apéndices de los cascos tartésicos con la leyenda y cartagineses en el Mediterráneo: cap. XXIX,
de los bueyes de aquel personaje mítico. La combinación 388-403. Cátedra, Madrid.
de estelas, agua y toros, ¿representa el modo indígena de BELÉN, Mª. y ESCACENA, J. L. (1995): “Acerca del
entender la sacralización del territorio (pastos, agua, tie- horizonte de la ría de Huelva. Consideraciones so-
rras, ... ), y del ganado vacuno, pilar básico de su econo- bre el final de la Edad de Bronce en el Suroeste Ibé-
mía y sociedad?; ¿esconden creencias religiosas autócto- rico”, en Ritos de paso y puntos de paso. La ría de
nas que pudieron quedar camufladas en el lenguaje del Huelva en el mundo del Bronce Final europeo. Ser-
mito griego de Heracles y Gerión? (la complejidad sim- vicio de publicaciones. Universidad complutense
bólica de estas asociaciones es enorme. La relación entre de Madrid.
el toro y las aguas en el mundo ibérico ya fue destacada BENDALA, M. (1977): “Notas sobre las estelas deco-
en el año 1981 por E. Llobregat; sobre los altares de ba- radas del suroeste y los orígenes de Tartessos”, Ha-
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ss.) y Maier (2003); para la sacralización de las aguas en Hoy, Madrid.
la protohistoria peninsular véase Blázquez y García Ge- BLÁZQUEZ, J. Mª. (2001): “Últimas aportaciones a
labert (1997); sobre el culto al toro es recomendable el las religiones prerromanas de España”, en Religio-
artículo de estos mismos autores, 1997 y, fundamental- nes, ritos y creencias funerarias de la Hispania Pre-
mente los de Maier (2004) y Chapa (2005); sobre la liga- rromana: 143-160. Biblioteca Nueva, Madrid.
zón entre las aguas y el ámbito telúrico en la cultura ibé- BLÁZQUEZ, J. Mª. y GARCÍA GELABERT, Mª.P.
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de las aguas en el mundo ibérico también ha sido estu- mundo ibérico”. Quaderns de Prehistoria i Arqueo-
diado por uno de nosotros, Fernández Rodríguez (1996: logía de Castelló 18. Espacios y lugares cultuales
310-311, con paralelos en otras culturas). en el mundo ibérico: 417-422.
Con este trabajo sólo hemos pretendido hacer unas —  (1997): “El culto a las aguas en la Hispania prerro-
pocas reflexiones sobre la posible simbología de las mana”, Termalismo Antiguo. I Congreso Peninsu-
estelas decoradas, a sabiendas de que sólo un conoci- lar: 105-115. Madrid.
miento holístico de la cultura tartésica, permitirá en el BRUIT, L. y SCMITT, P. (2002): La religión griega en
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Fig. 1. Marfil de Bencarrón (Carmona, Sevilla). Representación de la figura de un león, grifo y un guerrero.

Fig. 2. Estela “Los Palacios”. Procedente de Torres Alocaz (Sevilla). Representación de una pareja, que puede compararse a las
figuras de gemelos de la tradición mítica de los indoeuropeos.

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Fig. 3. Estela de “Zarza Capilla III”. Representación de una pareja de figuras.

Fig. 4. Mapa de distribución de hallazgos de estelas (según Celestino 2001).

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