En este capítulo estudiaremos la responsabilidad de
los distintos profesionales que intervienen en todo proceso constructivo de inmuebles especialmente los constructores, contratistas, arquitectos, calculistas, subcontratistas, revisores independientes, inspectores técnicos de obra, etc. Al igual que la responsabilidad que, conforme a nuestro ordenamiento jurídico chileno, asiste al propietario primer vendedor y, por último, al propietario del inmueble, si la construcción no es transferida. Mediante la responsabilidad civil se busca atribuir a una persona determinada la obligación de reparar el daño causado a otra; la reparación puede ser en especial (restableciendo la calidad originaria del elemento dañado) o en equivalencia (pagando una suma de dinero que persigue representar el valor del perjuicio sufrido). Existen dos formas básicas de responder civilmente que dependen de de la relación que exista previamente entre el autor del daño y la victima. Si el perjuicio deriva del incumplimiento de un contrato que existe entre ambos, hablamos de responsabilidad civil contractual. En cambio, si el perjuicio deriva simplemente de la transgresión de un deber general de no causar daño injusto a otros, estamos frente a la responsabilidad extracontractual o aquiliana. Antes de entrar al examen del tema que nos ocupa, es menester consignar las diferencias principales entre ambos tipos de responsabilidades, a saber:
a) En cuanto a la presunción de culpa.
Mientras en la responsabilidad contractual la culpa se
presume por el solo hecho del incumplimiento del contrato (artículo 1547 del Código Civil), en la responsabilidad extracontractual la culpa del demandado debe ser probada en el proceso por la víctima que demanda (artículos 2314 y siguientes del Código Civil), y
b) En cuanto al plazo prescripción
La acción contractual de daños prescribe
generalmente en 5 años desde que se hace exigible (artículo 2015 del Código Civil), en tanto que la acción para pedir indemnización de un daño extracontractual prescribe en 4 años, desde la perpetración del hecho dañoso (artículo 2332 del Código Civil).
En materia de responsabilidad civil de los
profesionales que intervienen en la construcción, existen dos regímenes de responsabilidad establecidos en estatutos legales distintos, esto es, las normas principales del Código Civil y las normas especiales establecidas en la Ley General de Urbanismo y Construcción; normativas que son coexistentes por lo que conviven paralelamente los dos regímenes en beneficio del perjudicado, el que podrá recurrir a uno u otro, de acuerdo con sus propias conveniencias. Al determinar el régimen de responsabilidad que se quiera hacer efectivo, habrá que considerar, entre otras cosas, no solo los plazos de prescripción, sino también si queremos hacer efectiva una responsabilidad objetiva, tal como frente al propietario primer vendedor o al constructor; o si, por el contrario, buscamos hacer efectiva una responsabilidad subjetiva, tal como frente al proyectista, revisor independiente, inspector técnico de obra, etc. La importancia de la distinción entre ambos tipos de responsabilidad radica en que, tratándose de la responsabilidad efectiva, basta con acreditar la existencia material del perjuicio y su relación de causalidad con una falla o defecto de construcción, sin que sea necesario identificar su origen especifico ni su autor material, a diferencia de la responsabilidad subjetiva, en que para que se configure es menester acreditar la existencia de culpa o dolo de la agente, ella además de los otros elementos que configuran la responsabilidad recién indicados. 2. EL CONTRATO DE CONSTRUCCION
El contrato de obra, cuando tiene por objeto realizar la
construcción de u inmueble, recibe el nombre de contrato de construcción, el que se encuentra regulado en los artículos 1996 y siguientes del Código Civil, como una clase de arrendamiento de servicios, siguiendo en ello la tradición romanista. Tratándose de la construcción de un edificio, sólo dos artículos del Código Civil se refieren a ello, esto es, las normativas establecidas en los artículos 2003 y 2004 que analizaremos posteriormente. Esta regulación resulta del todo insuficiente con lo que hoy en día es el contrato de construcción, como asimismo con las costumbres y prácticas modernas. El contrato de construcción ha sido definido como “aquel en que una de las partes, denominada comitente o dueño de la obra, encarga a otra, denominada contratista o constructor, la construcción de una obra determinada con relación a un plano o proyecto, obligándose a pagar por ello un precio cierto”. (284) En la actualidad, la tendencia moderna es emancipar el contrato de construcción del contrato de arrendamiento de obra, adoptándose la denominación de “contrato de empresas”, en el cual “una persona asume con organización de medios, capital, mano de obra e instalaciones necesarias y con gestión a su propio riesgo una posición contractual que lo obliga a producir algo no preexistente.” (285) En el ordenamiento jurídico chileno debemos distinguir el contrato privado de construcción, que se rige principalmente por las estipulaciones de las partes y en los preceptos que supletoriamente establece el Código Civil, del contrato de obra pública que se regula por las normas del Derecho Administrativo, entendiendo por este último a aquel “inmueble construido por el Estado, directamente o en virtud de un contrato cuya finalidad es propender al bien público”. En esta obra nos concentraremos en particular en el contrato privado de ejecución de obra, dejando para otra ocasión la regulación del contrato de obras públicas donde participa el Estado, que está sujeto a un estatuto especial. El contrato de construcción privado se caracteriza por ser bilateral, conmutativo y de tracto sucesivo, en el que una parte se obliga a ejecutar una obra, prestación de hacer o más concretamente de resultado, y entregársela a la otra, que deberá pagar a cambio un precio cierto. Con todo, habrá que estarse a los términos del contrato de construcción en particular para apreciar si lo configurado por la parte es una relación laboral, un arrendamiento de servicios o de obra, un mandato o quizás una figura mixta, pues la calificación de una obligación como de actividad (medio) o de resultados conlleva diferentes consecuencias jurídicas en materia de responsabilidad y riesgos, tal como analizaremos más adelante.
2.2. Tipos de Contrato de Construcción.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 1996 del
Código Civil, el contrato de construcción se califica atendiendo a quien suministra los materiales. Así, el contrato de confección de obra es venta cuando es el artífice o empresario el que suministra los materiales y su perfección solo se alcanza cuando se aprueba la obra por el que la ordena; mientras que el contrato será “arrendamiento de servicios” cuando los materiales son suministrados al artífice o empresario por el comitente que encargo la confección de la obra. Si el contrato de obra importa una venta, se tratará de una venta de cosa futura y, por ende queda sujeta a la condición de asistir al momento de perfeccionarse al contrato, esto es, se trata de una venta bajo condición suspensiva, que se rige por el artículo 1813 del Código Civil. La importancia de la distinción del contrato de construcción en “venta” o “arrendamiento de servicios” radica en la asunción de los riesgos de pérdida de los materiales que se desplazan y se transfieren al que ordena la obra con suministros de materiales o al artífice o constructor, dependiendo si ésta ha sido reconocida y aprobada (artículo 2000 del Código Civil) . De este modo, en el caso de un contrato de construcción que se asimile a una “venta”, si la cosa perece, el artífice no solamente pierde la materia, sino que también el precio de su trabajo, a diferencia de lo que ocurre si el contrato es calificado de arrendamiento, en la que la perdida de los materiales recaerá en la persona que encargo la obra, salvo que la cosa perezca por culpa del artífice o sus dependientes, según lo indica el inciso 2º del mismo artículo 2000 del Código Civil. Con todo, debemos tener presente que, en nuestro medio se ha discutido a cerca de que se entiende el término “materiales” y la calidad de principal que reviste a este respecto al suelo con relación al resto de los materiales de carácter mueble que se suministra. Conforme al inciso 4º del artículo 1996 del Código Civil, si se considera que lo principal es el suelo y es aportado por el que ordena la obra, el contrato será de arrendamiento de obra; en cambio, si el suelo en que se construye es de propiedad del constructor, el contrato será de venta. Con todo, coincidimos con lo expuesto por Osvaldo Contreras y Arturo Prado, en el sentido que el suelo es un elemento extraño al contrato de construcción o de modo que queda excluido del concepto mismo de “edificio” (como una obra materia), jugando entonces un papel de mero soporte. De este modo, en nuestra opinión, el terreno es un elemento ajeno, autónomo e independiente del contrato de construcción y que no tiene relevancia alguna para los efectos de su calificación jurídica. Ahora bien, atendido el sistema de fijación de pecios y los contratos de construcción, tanto en nuestro ordenamiento jurídico como en el Derecho comparado, se califican en contratos para la construcción de obra material, por suma alzada o precio fijo cerrado; por precios unitarios o de terminados por unidad, o contrato de arrendamiento de servicios o por administración delegada, que pasaremos analizar a continuación. El contrato de construcción a suma alzada ha sido definido como “aquel contrato en que una de las partes se obliga a realizar la totalidad de los trabajos según las especificaciones técnicas y planos, para entregarla concluida, por un precio único fijado al momento de pactar las obras”. De esta forma, en los contratos de construcción a suma alzada, el precio de la obra se mantendrá invariable e inamovible, salvo que se establezca una clausula de revisión de precio o que se introduzcan obras extraordinarias o modificaciones introducidas por el propietario en el proyecto y que impliquen un aumento o disminución de obra, en cuyo caso el precio será renegociable. El contratista o constructor deberá prever inicialmente y en forma realista sus precios en función del riesgo que acepta asumir y de la realidad mercado. Con todo, conforme a la teoría de la imprevisión o el riesgo imprevisto, consideramos que por la vía judicial se puede revisar un contrato de construcción a suma alzada, frente a hechos sobrevinientes durante la ejecución del contrato, cuando se ha perdido su carácter conmutativo fundado en la buena fe contractual, la teoría del enriquecimiento sin causa y la integración por equidad, lo cual no implica violentar el artículo 1545 del Código Civil, conforme al cual todo contrato legalmente celebrado es ley para las partes contratantes. En el Derecho español se ha admitido la revisión del contrato a suma alzada cuando el aumento de costos se deba a un error de medición que resulte directa o indirectamente de los planos y, en consecuencia salvo que concurra mal fe del contratista, el mandante deberá absorber dicho mayor valor, ello sin perjuicio de la acción que tenga respecto al responsable en la confección de dichos planos; por el contrario, el plano fuere correcto o la irregularidad fuera de aquellas a las que alcanza la lex artis del contratista, el error deberá sufrirlo este mismo. En seguida, tenemos el contrato de obra pactado a serie de precios unitarios o determinado por unidades, en el cual el precio se fija y satisface por cada unidad de medida o pieza ejecutada y entregada de la total obra inmobiliaria. Este contrato constituye modalidad del contrato de construcción a suma alzada, por lo que es conocido de (precio alzado relativo), en el cual el comitente o mandante conviene con el constructor precios unitarios por volúmenes de obra, cuando no se conoce con exactitud o no se puede calcular en forma anticipada la cantidad probable de todas ellas. Al respecto, la doctrina ha determinado que los términos pieza y unidad de media no son conceptos equivalentes, ya que la pieza constituye una parte separada y cualitativamente independiente del todo, mientras la unidad de medida representa una cifra o fracción de mesura de un todo idéntico o continuado por parte cuantitativa, pero no cualitativamente determinadas. Por último, tenemos el contrato de construcción conocido como “contrato de arrendamiento de ser vicios o por administración delegada”, en el cual el contratista asume la obligación de adquirir por encargo o delegación expresa del comitente los materiales precisos para realizar una obra que ejecutara a riesgo y ventura del propietario y no del suyo propio, lo que comportará una cierta alteración en la naturaleza de la obligación de resultados que consiste la presión del empresario, respecto de la propia del convenido con suma alzada o ajuste alzado. Bajo la modalidad de este último contrato, el propietario encarga a la empresa constructora, la que acepta la dirección, administración y efectivo de dicha construcción es de cargo exclusivo del propietario y la empresa constructora solo recibe un honorario por la dirección, administración y ejecución de la obra que normalmente se concreta en un porcentaje sobre el costo efectivo de la obra o en monto fijo determinado; la gestión del contratista se traduce en un arrendamiento –obligación de medio- y recae específicamente sobre su trabajo de dirección, coordinación y fiscalización de la construcción, actividad o servicio que aparece como medio de consecución de resultado útil final, es decir, la obra ejecutada y convenida. Si bien conforme al contrato de construcción por administración delegada, el contratista solo aparta su trabajo y no los materiales, ello no lo libera de la obligación de que la ejecución del contrato se haga y se lleve a termino siguiendo la lex artis. Así, por ejemplo, si los vicios – como cuando dejan que el cemento se descomponga o se haga una pared defectuosa- derivan de su incumplimiento, el contratista responderá y habrá de rectificar, debiendo costear estos daños, al igual que si durante la ejecución de la obra falta a sus obligaciones de consejo y vigilancia, como, por ejemplo, en la calidad de los materiales que se introducen en ella. Al respecto, de acuerdo a lo dispuesto en nuestro ordenamiento jurídico, si los materiales han sido proporcionados por el dueño de la obra, hay responsabilidad sólo si el constructor por su oficio debía conocer el vicio o si efectivamente lo conoció o no dio oportuno aviso, según resulta de lo dispuesto en el artículo 2003 regla 3º y el artículo 2000 inciso final del Código Civil. Entre los responsables están también los que se encargan de la construcción en calidad de arquitectos según lo dispone el artículo 2004 del mismo Código.
3. REGIMEN DE RESPONSABILIDAD EN EL CÓDIGO
CIVIL.
3.1. Ámbito de aplicación.
El régimen de responsabilidad civil establecido para
los profesionales que intervienen en la construcción de inmuebles tiene aplicación tanto tratándose de la responsabilidad contractual- en los casos en que las partes estén ligadas por un contrato- como en el caso de la responsabilidad extracontractual, esto es, respecto de la obligación de indemnizar en relación a personas que no están ligadas por contrato.
En efecto, el artículo 2003 regla 3º del Código Civil
establece lo siguiente:
“ Los contratos para la construcción de edificios,
celebrados con un empresario, que se encarga de la obra por un precio único prefijado, se sujetan además a las siguientes reglas: Nº 3, si el edificio perece o amenaza ruina, en todo o parte, en los cinco años subsiguientes a su empresa, por los vicios de la construcción, o por los defectos del suelo que el empresario o las personas empleadas por él hayan debido conocer en razón de su oficio, o por los vicios de los materiales, será responsable el empresario; si los materiales han sido suministrados por el dueño, no habrá lugar a la responsabilidad del empresario, sino en conformidad con el artículo 2000 inciso final”.
Conforme a esta última norma, si los materiales han
sido proporcionados por el dueño de la obra, hay responsabilidad sólo si el constructor por su oficio debía conocer el vicio si efectivamente lo conoció y no dio aviso oportuno. Entre los responsables están también los que se encargan de la construcción en calidad de arquitectos, según lo prescribe el artículo 2004 del Código Civil.
Esta normativa que aparece como un supuesto de
responsabilidad contractual entre el constructor o arquitecto y el mandante o dueño de la obra que contrató con ellos es, sin embargo, aplicable a cualquier víctima que sufre las consecuencias de la ruina total o parcial del edificio, según lo dispone el artículo 2324 del Código Civil, a su turno, prescribe: “Si el daño causado por la ruina de un edificio proviene de un vicio de construcción, tendrá lugar la responsabilidad prescrita en la regla 3º del artículo 2003”.
Por su parte, sólo si la ruina del edificio proviene, no
de un vicio constructivo, sino de la negligencia del propietario en su conservación y reparación, el perjudicado debe demandar al propietario, según resulta de lo dispuesto en el artículo 2003 del Código Civil.
De lo expuesto, queda claro que estamos frente a un
régimen unitario de responsabilidad, que se aplica cualquiera sea la víctima, tanto el contratante que encargó la construcción como el tercero transeúnte o el adquiriente posterior de la obra, lo que se aviene más con un sistema de responsabilidad extracontractual, en el cual de manera supletoria se le aplicaran las reglas propias de esa responsabilidad (artículo 2314 y siguientes de Código Civil).
De esta manera, si bien el artículo 2003 del Código
Civil se refiere explícitamente al contrato de construcción a suma alzada, se ha concluido que las reglas a todo contrato de construcción de edificios, ya que la verdadera finalidad de esta normativa, más que establecer un estatuto aplicable del contrato a suma alzada es hacer responsable de los agentes de la construcción por la falta de inteligencia en la aplicación de sus conocimientos, lo que se traduce en un vicio de construcción que perjudica la calidad del edificio construido por ellos.
3.2. Obras de Construcción que generan responsabilidad.
Como hemos podido ver, la responsabilidad por los
vicios de construcciones que establece el Código Civil está referida a los “edificios”, por lo que resulta de especial interés determinar que se entiende específicamente por dicha expresión. Al respecto, en nuestro medio ha predominado una interpretación amplia fundada en el artículo 568 del Código Civil, conforme al cual incluyen, en su concepto, no solo los edificio propiamente tales sino las obras de arte de toda especie, tales como puentes, alcantarillas, diques, malecones, túneles, acueductos, pozos, etc., con tal que estén incorporados o adhieran al suelo en forma permanente.
La responsabilidad civil referida no solo respecto a las
obras incluidas, sino también respecto aquellas que están en construcción, según lo ha reconocido nuestra Corte Suprema.
La responsabilidad de los profesionales que
intervienen en la construcción está estrechamente ligada al concepto de “ruina”. Es así como el artículo 2324 del Código Civil se refiere al daño causado por la ruina de un edificio, y la regla 3º del artículo 2003, su turno, alude al edificio que “perece o amenaza ruina”, por lo que resulta de especial interés, así mismo, se determina que alcance debe dársele a esta expresión. Al respecto, la mayoría de los autores consideran que el concepto “ruina” debe entenderse en su acepción amplia, esto es, ya sea total o parcial, en cuanto a su extensión la ruina o amenaza de ruina debe considerarse no sólo material o actual, sino también la ruina futura o la ruina funcional, esto es, aquella en la cual la construcción de la obra resulta inidónea para el destino o finalidad que se buscaba con ella.
De esta forma, existirá ruina frente a cualquier
deterioro que se manifiesta debido a la mala construcción de un edificio u obra que trae como consecuencia tanto el desprendimiento de algún objeto que forma parte de la estructura como cualquier vicio que atente contra la solidez y la buena calidad de ésta.
3.3. Vicios o defectos de construcción
Los vicios o defectos de construcción que pueden dar
lugar a la responsabilidad civil de los profesionales que intervinieren en la construcción de una obra son, conforme a lo dispuesto en el artículo 2003 regla 3º del Código Civil, los siguientes: los vicios de construcción, los vicios del suelo y los vicios de los materiales.
En cuanto a los vicios de construcción, estimamos
que la expresión debe tomarse en su sentido amplio, lo que significa que comprende todas las faltas cometidas en su sentido amplio, lo que significa que comprende todas las faltas cometidas en la ejecución material de la obra y que pueden ser de muy diversa naturaleza, al igual que los vicios de los materiales como los del suelo.
Por su parte, tratándose de los vicios del suelo, la ley
se refiere a la utilización inadecuada del terreno, puesto que éste, en estricto rigor, no puede ser considerado vicioso. El suelo puede no ser apropiado para emplazar la construcción que se levantó en él y el constructor o arquitecto podía preverlo y no lo hizo, lo que se traduce en una categoría de vicio del proyecto.
El vicio del suelo ha sido definido como “aquel vicio
constructivo localizado en una parte o elemento de la obra destinado a dar solidez y fijeza al edificio en el terreno sobre en el que se asienta, que tiene su causa en la deficiente actuación del arquitecto al proyectar la obra”.
Luego, conforme al artículo 2003 regla 3º del Código
Civil, así como el artículo 18 inciso 3º de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, que analizaremos posteriormente, se reconocen los vicios de los materiales que son imputables al empresario constructor, en la medida en que le es exigible emplear materiales que sean de una calidad y naturaleza adecuada para la construcción de la obra; incluso, subsistirá la responsabilidad del constructor si es el dueño el que suministra los materiales, si por su oficio debía conocer el vicio de la materia suministrada o si conociéndolo no previno al dueño de esa circunstancia, según resulta de lo dispuesto en el articulo recién precitado y en el artículo 2000 Nº 3 del Código Civil.
De esta forma, es el constructor quien debe
determinar, de acuerdo a sus conocimientos y a la lex artis, cuáles son los materiales prescritos y de buena calidad para llevar a buen término la obra, de modo que surgirá su responsabilidad en el uso de materiales que adolecen de un vicio intrínseco que los hace inservibles para el fin al que fueron destinados, lo que se traducirá en una obra defectuosa o en el uso de materiales de una calidad inferior a la requerida, ya sea que el constructor utilice materiales buenos en sí mismos, pero que son impropios para el tipo de obra o para el uso al que se le destina.
La doctrina y jurisprudencia extranjera reconoce tres
categorías específicas de vicios de construcción, según las distintas fases en que se puede separarse la actividad constructiva, distinguiendo entre vicios del proyecto, vicios de dirección técnica y vicios de ejecución material.
Los vicios del proyecto están referidos a los defectos
técnicos de concepción y disposición que violen las reglas de arte o afecten de cualquier manera la solidez, al destino o al uso normal del edificio, lo que puede ser consecuencia no sólo de deficiencias en los planos, sino también en cualquiera de los demás elementos que integran el proyecto, como por ejemplo, en las indicaciones contenidas en las memorias, especificaciones técnicas, cálculos, etc., dentro de los cuales se comprenden los vicios de diseño o de concepción, por ejemplo, si el proyecto es contrario al encargo profesional o al destino y naturaleza de las obras o las leyes o disposiciones generales o a las normas urbanísticas.
En cuanto a los vicios de dirección técnica , ellos se
presentan cuando el profesional que intervenga en la dirección técnica de la obra no haya desempeñado correctamente la función que le corresponde en esta fase del proceso edificatorio, lo que incluye la obligación de estudiar el proyecto; el deber de corregir y complementar el proyecto en aquellos puntos en que resulte incorrecto, inadecuado o insuficiente; o el deber de especificar técnicamente el proyecto impartiendo a los profesionales que integran en la ejecución de la obra las instrucciones, gráficos, planos y demás documentos necesarios, todo ello en el entendido de la imposibilidad de que un proyecto pueda abarcar todos los detalles de la obra proyectada como asimismo, incluye la obligación de vigilancia de la obra. Finalmente la doctrina reconoce en los vicios de ejecución material de la obra que están referidos, a vía ejemplar, a la falta de capacidad técnica del constructor por ocupar mano de obra no calificada para realizar la obra; la utilización de materiales de construcción defectuosos, de mala calidad o de una calidad distinta a los contemplados en el proyecto; la realización material de la obra apartándose del proyecto; la inobservancia de las instrucciones impartidas; dar inicio a la obra sin comunicar previamente su comienzo a los profesionales que deben dirigirla, etc.
3.4. Fundamento de la responsabilidad: negligencia
profesional.
La responsabilidad que la ley impone a los
constructores y profesionales de la construcción por la ruina de un edificio se fundamenta en la negligencia profesional o culpa subjetiva, por lo que, aplicando las normas generales de responsabilidad, si el demandante es el dueño de la obra o mandante, habiendo responsabilidad contractual, la culpa se presume y el demandado deberá probar que el incumplimiento no le es imputable; por el contrario, si quien demanda es un tercero que no contrató con el empresario o arquitecto, existiendo responsabilidad extracontractual, le será exigido acreditar la culpa o negligencia del demandado, lo que pasará por la identificación de vicio constructivo.
No obstante lo anterior, por aplicación de las normas
de los artículos 2003, 2004 y 2324 del Código Civil sobre responsabilidad por la ruina de un edificio, se ha alterado la carga de la prueba de la culpa de la negligencia específica en beneficio del perjudicado, lo que significa que a éste le bastará establecer la ruina del edificio y la existencia de un vicio de construcción para que se presuma la falta de diligencia de constructor, independientemente de que quien demande sea el propietario o un tercero afectado por la ruina del edificio.
En nuestra opinión, desde el momento que la
obligación que asume el profesional del construcción es una obligación de resultado, la edificación es por su propia naturaleza una obra destinada a perdurar en el tiempo, por lo que su perecimiento prematuro demuestra que fue construida apartándose de las reglas del arte de construir, es decir, con culpa profesional; la culpa inserta en el precepto del artículo 2002 del Código Civil se encuentra objetivada por el resultado. Sin embargo, admitimos que se trata de un asunto en que no existe unanimidad en la doctrina desde el momento que, según algunos, tratándose de los contratos de construcción por administración, en que el suministro de los materiales lo hace el mandante o propietario, la presunción de culpa no existiría. 3.5. Liberación de responsabilidad: causales de exoneración.
La presunción de culpa atribuida al constructor o
arquitecto, que hemos analizado anteriormente, es simplemente legal, por lo que bien puede acreditarse que la ruina no se ha debido a un vicio constructivo o que, existiendo ese vicio, éste no es imputable a su descuido o negligencia.
Si la ruina de la obra se produce por fuerza mayor o
caso fortuito, o por la acción de un tercero del cual no responde el constructor o arquitecto o de la propia víctima, no habrá lugar a responsabilidad.
Igualmente, los agentes de construcción podrán
exonerarse de responsabilidad probando que actuaron con debida diligencia y cuidado si se les imputa responsabilidad a causa de un vicio de suelo o de un vicio de material, si éstos fueron suministrados por el dueño de la obra y el agente de la construcción no debió saber en razón de su profesión u oficio de su mala calidad.
Con todo, en cuanto a los hechos del propietario de la
obra, tampoco servirá de excusa al constructor o arquitecto que se limitó a cumplir las instrucciones expresas que le dio el mandante, ya que de acuerdo al artículo 2003 regla Nº 3 y artículo 2000 inciso final del Código Civil, podemos concluir que sólo si el empresario o profesional representa oportunamente al propietario el error de sus órdenes o instrucciones, podría exonerarse de las consecuencias de ejecutar trabajos defectuosos.
3.9. Acciones que emanan del contrato de
compraventa.
Dentro de los mecanismos de protección establecidos
en nuestro Código Civil para que los afectados puedan reclamar la indemnización de los daños o perjuicios que sufran debido a la defectuosa construcción del inmueble que han adquirido debemos, igualmente, considerar las normas establecidas en nuestro Código con motivo de la regulación del contrato de compraventa, y específicamente aquellas de los artículos 1857 y siguientes, que regulan la institución de los vicios ocultos o redhibitorios.
Al efecto, siguiendo la definición de Arturo Alessandri,
debemos entender por vicios o defectos redhibitorios “los que hacen la cosa inadecuada para su uso o absolutamente inservible y son los que debe sanear el vendedor a fin de proporcionar al comprador la posesión útil de la misma “. (319)
Conforme a lo dispuesto en el artículo 1858 del
Código Civil, son vicios redhibitorios los que reúnen las calidades siguientes: haber existido al tiempo de la venta; ser tales que por ellos la cosa vendida no sirva para su uso natural o sólo sirva imperfectamente, de manera que se ha de presumir que, conociéndolos, el comprador no hubiera comprado la cosa o la hubiera comprado a mucho menor precio; y no haberlos manifestado al vendedor, y ser tales que el comprador haya podido ignorarlos sin negligencia grave de su parte, o tales que el comprador no haya podido fácilmente conocerlos en razón de su profesión u oficio.
De esta forma, conforme a dicha norma los vicios
redhibitorios reclamables son aquellos que existen al tiempo, deben encontrarse ocultos y tener el carácter de graves en los términos indicados.
El plazo para interponer la acción redhibitoria es de
un año desde la entrega real del inmueble, según lo estatuye el artículo 1866 del Código Civil; en el evento que los vicios ocultos no tengan el carácter de graves en los términos indicados, el comprador goza de la facultad de pedir la rebaja del precio por medio de la acción estimatoria o quanti minoris, dentro del plazo de 18 meses desde la entrega real del inmueble, según lo dispuesto en el artículo 1869 el Código Civil. 4. REGIMEN ESPECIAL DE RESPONSABILIDAD
DE LA LEY GENERAL DE URBANISMO Y
CONSTRUCCIONES.
4.1. Nuevo régimen de responsabilidad
La Ley Nº 19.472, conocida como Ley de “Calidad de
la Construcción”, fue publicada en el Diario Oficial de 16 de septiembre de 1996, comenzando a regir el día 17 de diciembre del mismo año. Esta Ley vino a modificar la Ley General de Urbanismo y Construcciones, especialmente sus artículos 18 y 19, mediante la creación de un nuevo régimen de responsabilidad civil en la construcción
Esta normativa tuvo su origen en una moción
parlamentaria presentada en la Cámara de Diputados, en la sesión de 7 de julio de 1992, por los Diputados señores Caraball, Yunge, Le Blanc, Elizabeth Fajardo, Hamuy, Dupré, Cardemil y Palma. De acuerdo con dicha moción, el objetivo central de la modificación propuesta fue el mejorar la calidad de las viviendas construidas en el país, de las cuales, según cifras recogidas por los señores Diputados, entre un 5 y un 8 por ciento adolecía en ese entonces de defectos de construcción. La moción proponía, entre otras cosas, hacer extensiva la responsabilidad civil establecida por el antiguo artículo 18 de la Ley General de Urbanismo y Construcciones a los profesionales intervinientes en la obra y a los proveedores de materiales empleados en ella; la prohibición para las empresas constructoras de constituirse bajo la forma de sociedades de responsabilidad limitada; un aumento en los plazos de prescripción de las acciones indemnizatorias de los perjuicios derivados de los vicios de construcción; una revisión de los mecanismos procesales para hacer efectivas tales responsabilidades e, incluso, el establecimiento de un nuevo tipo penal como cuasidelito, en que incurrirán los profesionales que cometieran errores injustificables en el diseño o en la ejecución de obra de construcción, con imprudencia temeraria.
En definitiva, de esta moción sólo prosperaron
algunos de las modificaciones originalmente propuestas, dándose origen al actual régimen de responsabilidad civil en la construcción, cuyas principales innovaciones analizaremos en seguida.
Mediante esta reforma legal se busca facilitar el
ejercicio de las acciones judiciales frente a la existencia de vicios o defectos de construcción por parte de los adquirientes de inmuebles nuevos, centralizándose la responsabilidad en el denominado “propietario primer vendedor de una construcción”, con lo cual se libera a los perjudicados de la labor de identificar cuál de todos los intervinientes en el proceso es el que con su actividad permitió el surgimiento del daño o, en su caso, de tener que demandarlos a todos, unos en subsidio de los otros.
En la legislación comparada se ha creado la figura
denominada “promotor inmobiliario”, que si bien presenta alguna similitudes con nuestra figura del “propietario primer vendedor”, no es exactamente lo mismo. Es así como, por ejemplo, en el Derecho español se ha definido al “promotor inmobiliario” en la Ley de Ordenación de la Edificación, en su artículo 9º de la siguiente forma:
“será considerado promotor cualquier persona, física
o jurídica, pública o privada, que individual o colectivamente, decide, impulsa, programa y financia, con recursos propios o ajenos, las obras de edificación para sí o para su posterior enajenación, entrega o cesión a terceros bajo cualquier título”.
Antes de entrar al análisis de la normativa relativa a
los sujetos responsables por los vicios o defectos de construcción, conforme a la Ley General de Urbanismo y Construcciones, resulta conveniente precisar que, tal como lo vimos en la normativa propia del Código Civil, la responsabilidad por el daño causado no se encuentra limitada y, por consiguiente, se comprenden tanto los daños materiales, estos es, daño emergente y lucro cesante, como el daño extrapatrimonial o moral, bastando que el daño se haya producido por falla o defectos en la construcción. De esta forma, corresponderá al actor no sólo probar el daño o perjuicio, sino también que existe una relación de causalidad entre el perjuicio sufrido y la falla o defecto de construcción, independientemente que dicha falla se manifieste durante la ejecución de la obra o posteriormente.
Tal como veremos a continuación, una de las
principales diferencias de este nuevo régimen de responsabilidad civil por la calidad de la construcción está referido al elemento de la responsabilidad conocido como “la imputación”, ya que la ley crea figuras de responsabilidad objetiva, tratándose del propietario primer vendedor y del empresario constructor.
4.2. Legislación pasiva.
Bajo este epígrafe analizamos especialmente la
responsabilidad del propietario primer vendedor y del propietario del inmueble que no es transferido, al igual que la responsabilidad de los agentes que participan en el proceso constructivo, especialmente del empresario constructor, del proyectista, de los revisores independientes e inspectoras técnicos de obra, como también la de otros responsables, tales como subcontratistas, fabricantes, proveedores, etc. 4.2.1. Responsabilidad del propietario primer vendedor.
El propietario primer vendedor de una construcción
será responsable por todos los daños y perjuicios que provengan de fallas o defectos en ella, sea durante su ejecución o después de terminada, según lo estatuye el artículo 18 inciso 1º de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, y el artículo 1.2.3 de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones define al “propietario primer vendedor” como al:
“…. titular del dominio del inmueble en que se ejecutó
una obra y que realiza, a cualquier titulo, después de su recepción definitiva, la primera enajenación de la totalidad o de cada una de las unidades vendibles”.
Esta responsabilidad es de objetivo, ya que se
extiende a los daños que provengan de cualquier falla, error o defecto en la construcción, sin importar que puedan ser atribuibles sólo a una determinada especialidad o agente que haya intervenido en la construcción. Así ha sido reconocido recientemente por nuestra Corte Suprema, dentro de la escasa jurisprudencia disponible.
Con todo, debemos tener presente que, conforme al
mismo artículo 18 inciso 1º de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, se establece que la mencionada responsabilidad es sin perjuicio del derecho a repetir en contra de quienes sean “responsables” de las fallas o defectos de construcción que hayan dado origen a los daños y perjuicios.
La finalidad del legislador de hacer al propietario
primer vendedor responsable bajo criterios objetivos es la de establecer un sujeto pasivo por excelencia, a quien el propietario del inmueble afectado por vicios de construcción pueda dirigir la acción de responsabilidad, sin importar si es o no el verdadero causante de dichos perjuicios.
En cuanto a la extensión de responsabilidad del
propietario primer vendedor, debemos tener presente que conforme a este nuevo régimen se establece adicionalmente que “las condiciones ofrecidas en la publicidad se entenderán incorporadas al contrato de compraventa” (artículo 18 inciso quinto de la Ley General de Urbanismo y Construcciones). Esta norma, si bien se aplica únicamente a la primera compraventa que se celebra, tiene vinculación con lo dispuesto en el artículo 1828 del Código Civil, que señala:
“ El vendedor es obligado a entregar lo que reza el
contrato”.
Tal como quedó consignado en la historia de la ley, se
pueden generar dificultades en las aplicación práctica de esta norma desde el momento que el contrato de compraventa de bienes raíces es solemne y debe hacerse por escritura pública, en el se entienden incorporadas las condiciones de publicidad; sin embargo, cabe preguntarse ¿Cuáles son ellas, donde constan y cómo se van a acreditar?. Lo anterior, teniendo especialmente en consideración que las clausulas del contrato de compraventa hacen plena prueba en los términos de los preceptos pertinentes del Código Civil. Es así como cabe preguntarse: ¿éstas condiciones también hacen plena prueba?
4.2.2. Responsabilidad del propietario del inmueble.
El régimen de responsabilidad creado por la Ley Nº
19.472 fue recientemente modificado, con el objeto de lograr su perfeccionamiento, mediante la Ley Nº 20.016, publicada en el Diario Oficial de 27 de mayo de 2005.
El mensaje con el cual se mandó el proyecto de la
Ley Nº20.016 al Congreso perseguía restringir la responsabilidad del propietario primer vendedor, al dispones que éste no responde o no es imputable por los defectos o fallas que se presenten con ocasión de trabajos de adecuación, ampliación o transformación efectuados en la propiedad con posterioridad a la fecha señalada en la escritura de compraventa del inmueble. Sin embargo, esta idea fue modificada durante la tramitación de la ley en el Congreso, subsistiendo la norma primitiva existente, en el sentido que el propietario primer vendedor de una construcción es responsable por todos los daños y perjuicios que provenga de fallas o defectos en ella, sea durante su ejecución o después de terminada (artículo 18, L.G.U.C), ocurre en el caso que la construcción no sea transferida.
A efecto, en la nueva Ley Nº 20.016 se establece que:
“En el caso que la construcción no sea transferida,
esta responsabilidad recaerá en el propietario del inmueble respecto de terceros que sufran daños o perjuicios como consecuencia de las fallas o defectos de aquellas”
De esta forma, queda en claro que existe
responsabilidad en las propiedades que se construyan no sólo del propietario primer vendedor, sino que, además, del propietario que no ha transferido el inmueble ello sin perjuicio de las responsabilidades que se pudieran hacer efectivas respecto a los profesionales que participaron en la ejecución de la obra, tales como constructores, arquitectos, calculistas, etc.
4.2.3. Responsabilidad del constructor.
Los constructores serán responsables por las fallas,
errores o defectos en la construcción. Incluyendo las obras ejecutadas por subcontratistas y el uso de materiales o insumos defectuosos, sin perjuicio de su facultad de repetir en contra de los proveedores, fabricantes y subcontratistas (artículo 18 inciso 3º Ley General de Urbanismo y Construcciones). Por su parte, la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, en su artículo 1.2.6. establece que los constructores serán responsables por sus acciones u omisiones cuando éstas hayan derivado en fallas, errores o defectos de las construcciones, incluyendo las obras ejecutadas por subcontratistas y por uso de materiales o insumos defectuosos.
En nuestra opinión, aquí también se aplica una norma
de responsabilidad objetiva, puesto que no sólo se responde de los errores cometidos por ellos mismos, sino que de cualquier falla o defecto, ya sea, por ejemplo, de obras ejecutadas por los subcontratistas o de fallas provenientes del uso de materiales o insumos defectuosos, aun cuando no se haya podido advertir su mala calidad.
Con todo, debemos entender que la responsabilidad
del constructor respecto a las obras ejecutadas por los subcontratistas está referida únicamente a aquellos que tiene el carácter de subcontratistas que el mismo constructor ha contratado, pero no se extiende en relación a los subcontratos contratados por el mandante o dueño de la obra.
4.2.4. Responsabilidad de los proyectistas.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 18 inciso 2º de
la Ley General de Urbanismo y Construcciones, los proyectistas son responsables por los errores en que se haya incurrido, si de ellos se ha derivado a daños o perjuicios. Esta norma se encuentra complementada con el artículo 1.2.4. de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, que establece la responsabilidad del proyectista respecto del cumplimiento de todas las normas contenidas en la Ley General de Urbanismo y Construcciones, de su Ordenanza General y en los instrumentos de planificación territorial aplicables al proyecto, especialmente de las que no se encuentran dentro de las normas urbanísticas que deben revisar el Director de Obras Municipales, y de los demás antecedentes declarados. Asimismo, el proyectista es responsable de velar por que el proyecto de arquitectura se materialice según los planos y especificaciones técnicas aprobados por el Director de Obras Municipales que al respecto correspondan al constructor, a los profesionales que informan las medidas de gestión de control de calidad y a los inspectores técnicos de obra.
En caso de los proyectistas, debe comprobarse una
negligencia profesional, ya que estamos en presencia de una norma de responsabilidad subjetiva, en que deberá acreditarse la culpa o dolo.
Los proyectistas incluyen no solo a los arquitectos,
sino también a los ingenieros; asumen una obligación de resultado, que consiste en efectuar su trabajo para que otros puedan confiar fielmente en su labor. Así, por ejemplo, deberán responder de los vicios de diseño o de concepción sin considerar las reglas del arte de la construcción o lex artis, quedando regidos por las reglas del mandato conforme a lo dispuesto en el artículo 2118 del Código Civil, normas que estatuye:
“ Los servicios de las profesiones y carreras que suponen
largos estudios, o a que está unida la facultad de representar y obligar a otra persona respecto de terceros, se sujetan a las reglas del mandato.”
4.2.5. Responsabilidad de los revisores
independientes.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 116 bis de la
Ley General de Urbanismo y Construcciones –tal como hemos visto anteriormente-, a los revisores independientes les corresponde verificar que los proyectos de edificación de obras cumplan con las disposiciones legales y reglamentarias, debiendo emitir los informes que se requieran para tal efecto. Contodo, los revisores independientes quedan liberados de verificar el cálculo de estructuras, que es de exclusiva responsabilidad de sus proyectistas.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 1.2.5. de la
Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, los revisores independientes son subsidiariamente responsables con los proyectistas, lo que. en nuestra opinión, significa que son responsables conjuntamente con los proyectistas, aunque subsidiariamente en relación con el propietario primer vendedor.
Igualmente, en nuestra opinión, consideramos que la
responsabilidad del revisor independiente es subjetiva, desde el momento que deberá acreditarse que procedió con negligencia profesional.
4.2.6. Responsabilidad del Inspector de obra.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 1.2.8. de la
Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, el inspector técnico de la obra (ITO) es responsable de fiscalizar que las obras de ejecuten conforme a las normas de construcción aplicables y al permiso de construcción aprobado.
Pueden ser inspectores técnicos de obras las
personas naturales o jurídicas, independientes del constructor, que presten el servicio de fiscalización.
Los inspectores técnicos serán responsables por sus
acciones u omisiones, cuando éstas hayan derivado en fallas, errores o defectos de la construcción.
Con todo, desde el momento que la responsabilidad
no está establecida en la ley sino en un reglamento –que es el carácter que tiene la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones-, es dudosa su legalidad, toda vez que la potestad reglamentaria del Presidente de la República no puede, según nuestro parecer, ser fuente de responsabilidad civil que determine la obligación de tener que indemnizar. Sin embargo, admitimos que se trata de un asunto discutible, desde el momento que podrá estimarse que la Ordenanza establece Códigos de Conductas que, de quebrantarse, podrían dar lugar a responsabilidades civiles.
4.2.7. Otros responsables.
Tal como hemos visto, conforme al artículo 18 inciso
1º de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, el propietario primer vendedor que debe responder por fallas o defectos de construcción tiene derecho de repetir lo pagado “en contra de quienes sean responsables de las fallas o defectos de construcción que hayan dado origen a los daños o perjuicios”, lo que se refiere no sólo al constructor, al proyectista y, en su caso, al revisor independiente y al inspector técnico de obra, sino que también respecto a las acciones legales que le correspondan en contra de los subcontratistas y de los proveedores o fabricantes de materiales o suministros empleados en la construcción.
En nuestra opinión, siguiendo a Hernán Corral,
estimamos que no haría obstáculo para que el propietario primer vendedor ejercite las acciones de reembolso directamente contra los subcontratistas, proveedores o fabricantes, sobre la base de la expresión general del inciso 2º del artículo 18 de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, pero en el entendido de que deberá probar la culpa o negligencia de alguno de estos participantes.
Por otro lado, debemos tener presente que si es el
adquiriente o tercero quien pretende dirigirse en contra de una persona diversa del propietario primer vendedor, proyectista, revisor independiente o constructor. Por ejemplo, si quiere hacer efectiva la responsabilidad de un subcontratista, de un proveedor o de un fabricante de materiales, no tendrá aplicación el régimen especial de los artículos 18 y siguientes de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, sino que la acción deber impetrarse conforme a las normas de responsabilidad contractual o extracontractual del Código Civil.
4.3. Responsabilidad de las personas jurídicas.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 18 inciso 4º de
la Ley General de Urbanismo y Construcciones, las personas jurídicas responden solidariamente con los profesionales que actúan por ellas como proyectistas o constructores respecto de los daños o perjuicios que con la obra se causen. Por su parte, el artículo 1.211. de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones establece que las personas jurídicas constituidas como empresas proyectistas o como empresas constructoras serán solidariamente responsables con el profesional que actúe por ellas como proyectistas o constructor, por sus acciones u omisiones en el ámbito de su competencias, como también respecto de los daños o perjuicios que ocasionen.
Si las personas jurídicas se disuelven, las acciones
por daños y perjuicios se entablarán en contra de quienes eran sus responsables o representantes legales a la fecha de celebración del contrato, lo cual se refiere a la primera venta.
Para facilitar el ejercicio de las acciones por parte del
comprador, se obliga al primer vendedor a identificar en las respectivas escrituras de compraventa a los proyectistas y constructores a los cuales pueda caber responsabilidad; en el mismo sentido ello debe consignarse en los planos, especificaciones técnicas, libros de obras, permisos de edificación, certificados de recepción final municipal, etc. (artículo 18 inciso 5º Ley General de Urbanismo y Construcciones).
Las normas recién comentadas surgió frente a la
necesidad de establecer una solución, atendido que solía ocurrir que s constituía una inmobiliaria para desarrollar un proyecto determinado, la cual se disolvía al terminarse de vender las unidades, con lo cual para los adquirientes resultaba muy difícil hacer efectiva cualquier responsabilidad por vicio o defecto en la construcción. 4.4.Prescripción.
En la normativa de la Ley Nº 19.472 se había
establecido que el plazo de prescripción único para ejercer la acción era de cinco años, contados desde la fecha de recepción definitiva de la obra por parte de la Dirección de Obras Municipales.
En la nueva Ley Nº 20.016 se establece un plazo
diferenciado para hacer efectivas las responsabilidades indicadas, en los siguientes términos:
a) Un plazo de 10 años, en caso de fallas o defectos que
afectan a la estructura soportante del inmueble; b) Un plazo de 5 años, cuando se trate de fallas o defectos de los elementos constructivos o de las instalaciones, y c) Un plazo de 3 años, si hubiera fallas o defectos que afecten a elementos de terminación o de acabado en las obras.
En los casos de fallas o defectos se contarán desde la
fecha de la recepción definitiva de la obra por parte de la Dirección de obras Municipales, a excepción de cuando se trate de falas en elementos de terminaciones o de acabado de la obra, como podrían ser, por ejemplo, la pintura o la instalación de alfombras, etc., en que el plazo se cuenta a partir de la fecha de inscripción del inmueble a nombre del comprador en el Conservador de Bienes Raíces respectivo.
El objetivo que tuvo esta norma fue tratar de
establecer plazos de responsabilidad diferenciados conforme a criterios objetivos derivados de la duración de los diversos elementos incorporados en la construcción.
La nueva Ley Nº 20.016 estableció que entrará en
vigencia 90 días después de su publicación en el Diario Oficial, lo cual ocurrió con fecha 2 de mayo de 2005, siendo aplicable sólo a los permisos y autorizaciones que se ingresen a tramitación con posterioridad a su entrada en vigencia.
Por otro lado, tratándose de las acciones del
propietario primer vendedor para repetir en contra de los proyectistas o constructores, debemos entender que el plazo de prescripción de la acción de repetición comenzará a corres desde que quede ejecutoriada la sentencia que obliga a responder al propietario primer vendedor, ya que ninguna prescripción puede comenzar a correr si no hay posibilidad de ejercer el derecho en cuestión.
Por su parte, tratándose de la acción por
responsabilidad contractual vinculada a las condiciones ofrecidas en la publicidad a que nos referimos anteriormente, conforme reglas generales, el plazo de 5 años a contar de la fecha desde que la obligación de entregar se haya hecho exigible (artículo 2515 del Código Civil)