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el Amor
◊ El amor “amor”
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El amor del amor
Para ello, hace coincidir dos perfecciones que son las dos líneas
ideológicas de sus afirmaciones inconexas. La primera línea es
que el amor es la realización de todos los deseos. La segunda es
que el amor es el bien. Como estas dos líneas son evidentemente
contradictorias y así se pone de manifiesto en cada contradicción
amorosa, la fricción genera una tercera línea, la de las afirmacio-
nes parche: adaptaciones a cada una de las heridas surgidas en
el enfrentamiento de estos dos presupuestos (ambos falsos, pero
no por ello bien avenidos). La realización de todos los deseos, es
decir, la apoteosis del narcisismo, no puede llegar muy lejos de la
mano del bien, que de modo automático incluye los deseos, no ya
del otro, sino de todos los otros.
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personales de concebir a dios; en la supuesta existencia de tantos
dioses como personas. Un curioso y contradictorio monoteísmo.
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tro sistema sociocultural, y su resurrección sin fin, producto del
simple deseo de afirmar la fe en él, se considerará tramposamente
prueba suficiente de que no existe contra él una crítica verdadera-
mente seria.
Volvamos a las defensas lógicas del dios inespecífico, creador, de
siempre.
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más fácil encontrar una relación de pareja que se ajuste en alguna
medida a lo que el amor enuncia de sí mismo que una prueba
de la existencia de dios. Pero, si somos rigurosos con el análisis
de dicho funcionamiento, si lo contextualizamos en el sistema de
clases y patriarcal en el que se despliega, la correspondencia entre
el discurso del amor y la gozosa realidad que debería seguirle se
vuelve casi inexistente. Sin embargo, ¡qué opulencia en la casuís-
tica contraria! ¡Qué generosidad en las averías! ¡Qué profusión de
ejemplos de todo tipo de fallos, en su gran mayoría tan lógicos, tan
previsibles, tan útiles para colegir las razones que los producen,
inherentes a la naturaleza del amor!
El amor es, por tanto, otro dios tan improbable que sólo debe
merecer nuestro desprecio.
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(si no se utiliza el término “creer” en el sentido, precisamente,
de “fe”, es decir, “creer lo increíble”) y porque actuar desde una
creencia equivocada, por amarga que ésta fuere, aporta un control
de la situación que la falsa creencia no permite. La falsa creencia es
dependencia del azar (y, en realidad, de quien genera la creencia),
y sólo reporta como ventaja el olvido del problema hasta que la
realidad decida irrumpir en nuestra provisional comodidad.
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na en una sola pieza mastodóntica un sinnúmero de aspectos de
la vida social, privada e íntima, que la agamia libera para su uso
consciente. Nada se pierde por el camino, salvo una determinada
configuración de esos elementos que ha demostrado sobradamen-
te ser perniciosa y generar subproductos altamente tóxicos. Lógi-
camente, los caminos de la agamia apenas están aún trazados. Pero
la imagen de punto muerto en el que nos encontramos al rechazar
al amor sólo es un fantasma con el que él se defiende. La agamia
no es un vacío afectivo, sexual o familiar, sino una organización
diferente, no amorosa, no preestablecida, de estos elementos.
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La experiencia del amor
Hay que decir, por lo tanto, que el amor es, al menos, un conjunto
de sentimientos. La cosa parece que se complica, pero en realidad
se ha simplificado: ahora ya sabemos que la definición del senti-
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miento único, la más frecuente, es incompleta. Una menos.
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ro, como es lógico, a que yo pueda elegir mi juicio. Si pienso que
un hecho merece ira, será éste mi juicio. Del mismo modo ocurrirá
a la inversa: Si siento ira debe ser porque he juzgado, sea conscien-
te o no, que un hecho la merece. La libertad del juicio consiste en
que se trata, precisamente, de un juicio. Es la parte del proceso en
que puede intervenir la razón consciente en busca de lo verdadero.
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tos van cambiando y formando una historia, una especie de reali-
zación aberrante, horrenda y, en su mayor parte, común a todos,
de la fantasía amorosa (conocemos gente, nos enamoramos, tene-
mos relaciones, se rompen, tenemos otras más profundas, forma-
mos parejas, también se rompen, tenemos hijos, etc, etc…).
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La agamia considera que el amor es una historia construida me-
diante el engaño, en la que el individuo se siente siempre incapaz
de tomar las riendas, o simplemente desconoce que dispone de
rienda alguna. Considera que es una sucesión de acontecimientos
condicionados por emociones que son sucesivamente inducidas
por la propaganda ideológica del sistema en la forma del sub-
sistema ideológico del amor. Por eso, la agamia llama al amor
“guión ciego”: Porque es una historia en la que la/el actriz/actor
no sabe cuál será la próxima escena y nada puede hacer por pre-
pararla. Su misma interpretación le viene dada. Es un/a actor/riz
que se ve actuar como si la película estuviera rodada desde el prin-
cipio. Y él/la no lo sabe. Él/la va cada día a trabajar pensando que
ya conoce el texto, que ha decidido que el texto le interesa, que lo
va a adaptar, a hacerlo suyo, a darle la forma que mejor sirve para
aprovechar sus condiciones, y que tiene una idea precisa de en qué
va a consistir su interpretación. Pero, a medida que actúa, el texto
es sustituido y se ve forzadx a interpretar uno distinto, con el que
no está de acuerdo y cuyo rodaje nunca habría firmado, pero que
no sabe ya cómo evitar.
Por eso la agamia, que pretende ser una buena manera de esta-
blecer relaciones entre las personas, rechaza al guión ciego, sin
libertad, del amor.
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El amor “amor”
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conservadoras, es que sin él no se formarían familias. Cuando la
formación de una familia es el sentido de la vida y un bien defini-
tivo en sí mismo, el amor adquiere su sentido último y verdadero.
En tanto que se rechace la necesidad de que el individuo sea en-
gañado para ser esclavizado mediante su subsunción a la unidad
familiar, el amor pierde su función y debe ser rechazado con ella.
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res. La mejor estrategia es no dividir al amor, de modo que sea
más sencillo eliminarlo por completo. Reformar al amor es, por
el contrario, una operación muy poco práctica, pues requiere de
una trabajosísima cirugía cuyo producto pierde claridad y queda
a expensas de reincidir en su contaminación. Además, ¿para qué?
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Si te interesa leer más sobre agamia te recomendamos hecharle un
vistazo a:
http://www.agamia.es
http://www.contraelamor.com
El rechazo al amor es un principio fundamental de la
agamia, y en este texto encontraras algunos acerca-
mientos teóricos de por que rechazar el amor.
- Ai Ferri Corti