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Paz Abel Durruti en La Revolucion Espanola PDF
Paz Abel Durruti en La Revolucion Espanola PDF
1. Durruti, Buenaventura-Biografías
2. Anarquismo I. Gutiérrez Molina, José Luis
(pr.) II. Tit. III. Serie
O
■ % Abel Paz
Durruti
en la Revolución española
Abel Paz
ADe ui M#
Dumiti
en la Revolución española
iDlniductiondf
José Luis Guüérrez Molina
NiMlIlft
2 “ edición en casteüano
© D e LA OBRA
© D t t PR Ó LO G O
© D e LAS FO TO G RA FÍA S IN T E R IO RE S
© D e LA ED IC IÓ N , C U BIERTA E IL U ST R A C IO N E S
ISBN
8 4 -8 6 8 6 4 -2 1 -6
D e p ó s it o l e g a l
S E -S 31-96
T r a t a m ie n t o b e t b c t o s y c o r r e c c io n e s
José L u is Gutiértez
Sergio López
Manuel Carlos García
A ntonia Ruiz
Femando Ventura
Marisol Caldito
Aurora C aldita
D is e ñ o y m a q u e t a q ó n
Enrique López Marín
F o t o m e c á n ic a , f il m a q ó n
CBS
Salvador Castro
A Je n n y ,
cuya constante y continuada
colaboración hicieron
posible este libro
Indice general
DEDICATORIA 7
ÍN D IC E GENERAL 9
PREFACIO A LA E D IC IÓ N ESPAÑOLA 13
IN T R O D U C C IÓ N ' 1/
P R I M E R A P A R T E
El rebelde (1896-1931) 45
I. ENTRE LA CR U Z Y EL MARTILLO 47
II. AGOSTO DE I 9 1 7 56
VI. ZARAGOZA, I 9 2 2 80
S E G U N D A P A R T E
X III. ESCISIÓN EN LA C N T 33 3
T E R C E R A P A R T E
I. BARCELONA EN LLAMAS 4 /1
C U A R T A P A R T I
V. CO N C L U SIÓ N 729
Bibliografía e índices
BIBLIOGRAFÍA 739
ÍN D IC E DE LUGARES 764
ÍN D IC E O RGANIZACIONES 769
ÍN D IC E DE GRÁFICOS 77I
Por muy diversos m otivos, la p rim era ed ición de esta o bra n o pudo aparecer e n la
lengua en que fue escrita y p ara el público a quien iba dirigida. D ebido a ello,
antes que en su idiom a original, la presente biografía fue conocida a través de sus
diferentes traducciones. Esta realidad, donde se ju n ta n íntim am ente n u estra p ro
pia vida co n el c o n te x to social y político de nuestro país, nos obliga a p re v e n ir al
lector que tenga la curiosidad de com parar la ed ició n española con la v ersió n
francesa, pues se en c o n tra rá c o n la sorpresa de h allarse an te dos libros c o n
muchas diferencias. Si bien esta edició n en castellan o n o significa u n a obra
nueva, adelantam os que c o n tie n e m uchos cam bios y novedades. Igualm ente, p re
venim os a los lectores e n general que desconocen la ed ició n francesa y las otras,
para que n o se so rp ren d an de e n c o n tra r en la presente obra hechos, circ u n sta n -
c las y relatos que, m uy e stre ch a m e n te relacionados c o n el biografiado, p ro b a b le
m ente ya h a b rá n visto transcritos e n libros de mayor o m e n o r difusión y e n rev is
tas especializadas e n tem as históricos. Sucede que, gracias a la escasa escrupulosi
dad de ciertos escritores — "historiadores” o “especialistas”— , los datos, referen-
i-ias y d o cu m en ta ció n sobre algunos hechos y circunstancias fiieron, e n g ran
parte, extraídos de la m e n cio n a d a prim era edición e n francés de esta obra, sin
lom arse — g en eralm en te— la m olestia de indicar la fu en te o, peor todavía, o cu l
tando deliberadam ente el origen. El lecto r inquieto p o d rá apreciar que casi siem
pre —y cuand o no, porque nos era im posible— nosotros recurrimos a m ateriales
de prim era m ano y n o a refritos... Por o tra parte, nos excusam os por la a b u n d a n
cia de notas y referencias bibliográficas, pero preferim os hacerlo así, p en san d o e n
l.i im portancia de señalar las fu en tes y las obras, particu larm en te por tratarse de
un tem a y de u n personaje sobre los cuales pesan m uchos silencios, som bras y ter-
>jiviTsaciones. P revenidos ya el le cto r y el estudioso, no s incum be ahora el d eb e r
lie explicar las causas y razones que concurrieron para realizar esta m odificación
cu tre la prim era ed ició n francesa y esta prim era en castellano.
Al com enzar h ac ia el añ o 1962 nuestras investigaciones en to m o a la v id a de
B uenaventura D urruti, p len a de in ten sa m ih tan c ia revolucionaria y p ro y ecció n
liisii'>riLa, fuimos advertidos sobre las dificultades que encontraríam os en n u e stro
tfíibajo. D e todos m odos, nos in teresaba ta n to su figura que arrostramos la tarea
IH'iiN.indo que si n o lográbam os cubrir todos los vacíos de su vida, tran scurrida en
MI mayor parte en la clan d estin id ad y en las cárceles, al m enos podríam os re u n ir
nuK hi)s i.le los diversos m ateriales dispersos y dar co n ellos una versión suficien-
Icincntc co h e ren te de la personalidad y la trayectoria del biografiado. Y fue co n
esa idea que iniciam os la labor. P acien tem en te, fuimos re u n ie n d o inform aciones
y datos sobre n uestro personaje. A n te este prim er agrupam iento de notas, discur
sos, cartas y com entarios tuvim os la sensación d e que nuestra búsqueda n o era
satisfactoria, ya que, por ejemplo, los mism os hecho s y actitudes eran siempre
contados co n m ayor o m enor pasión. Pero u n a vez pasados p o r el tam iz de la refle
xión, los granos era n escasos.
Cam biam os en to n ce s de táctica. Y d o n d e pensábam os e n c o n tra r u n m uro de
silencio, hallam os, e n cam bio, u n a am plia y cálida com prensión. Los primeros en
abrim os el archivo de sus recuerdos fueron A urelio Fernández y M iguel G arcía
Vivancos. U n escollo im p ortante estaba así orillado, com o era el período de 1920
a 1930, que c o n te n ía m uchas zonas oscuras. S in em bargo, quedaban todavía
m uchas lagunas, cu an d o la suerte nos hizo c o n ta r co n la colaboración de M anuel
Buenacasa, el cual nos puso e n relación c o n C lem e n te M angado, quien resultó un
testim onio de valor único porque nos revela el paso de D urruti por Zaragoza y el
en c u en tro co n Francisco Ascaso. Pero esto n o era todo...
¿Qué había h e c h o D urruti hasta 1921, es decir, d u ran te sus primeros años?
E ntonces aparecieron los testim onios de los hijos de T e je rin a y de otro amigo de
la infancia de B uenaventura: F lo ren tin o M onroi. Y aquí ya empezamos a pisar
terreno seguro. E m ilienne M orin, la com pañera de B uenaventura, nos facilitó la
dirección de R osa D urruti, quien nos correspondió p o n ien d o a nuestra disposi
ció n m ateriales im p ortantes perten ecien tes o relativos a su h erm ano. Esto, para
nosotros, era u n a verdadera m ina. Pero ¿cómo explotarla si e n nuestra calidad de
exiliado en F rancia estábam os im posibilitados de viajar a León? La m adre de
D urruti vivía, p ero sus n o v en ta años cum plidos am enazaban co n perderla.
A fortun adam ente, u n n ie to de la fam ilia nos ofreció la o p ortunidad de hacer per
sonalm ente lo que nosotros n o podíam os o b te n er an te testim onios fu nd am en ta
les de la prim era época de D urruti.
H ab ían transcurrido cinco años, pero ya en nuestra cosecha había m ucho y
bu en grano. Lo suficiente com o para p oder abordar la investigación de la llam a
da “excursión am erican a” de D urruti y sus com pañeros, en aquel itinerario por el
N uevo M undo; viaje e n el que nosotros em pleam os cerca de dos años antes de lle
gar a tierra firme. N os faltaba sólo co m p letar lo relativo a la C o lum na, d u ran te la
R evolución. Y aquí, u n a infinidad de hom bres que p erte n ec ie ro n a ella nos faci
litaron en gran m anera nuestra labor, p articularm ente Francisco Subirats,
A n to n io Roda, R icardo R ionda, José M ira, N icolás B em ard, L. R. y tantos otros.
T o do esto añad ido a las com unicaciones de L iberto C allejas, M arcos A lcón,
D iego A bad de S a n tillá n y m uchos más. A sim ism o, nuestras propias vivencias,
estim uladas por los recuerdos y com entarios hechos por personas íntim as o cerca
nas a D urruti, com o T eresa M argalef, Ju an M anuel M olina, Dolores Iturbe,
E m ilienne M orin, B erthe Favert, Felipe Alaiz, José Peirats, Federica M ontseny y
otros muchos.
Entonces, ya nos sentim os anim ados a pasar a la redacción de nuestra biogra
fía y su época, puesto nuestro pen sam ien to en España, su pueblo y su revolución.
C u an d o la obra estuvo term inada, su publicación en España era muy hip<ité'
tica. A n te estas circunstancias estábamos cuando se nos presentó la oportunidad
PREFACIO A LA E D IC IÓ N ESPAÑOLA D E I 9 7 8 15
y :i la vez es su prod ucto. D urruti, com o todo tipo h u m a n o cuya virtud esen cial es
lii de ser fiel a sí m ism o, n o puede, sin em bargo, escapar a esa regla general de los
hom bres que h a c e n historia, siendo, a la vez, hijos de ella.
En la reelaboración de esta obra, h o n d am en te dedicada al proletariado espa-
ftttl y m undial, m uchos son quienes h a n dado su colaboración. Por ejem plo, e n los
iiliimos tiem pos conseguim os nuevas cartas de D urru ti gracias a los ofrecim ientos
d r t'o lc ttc , su hija, y de José M ira. T am b ién co ntam os co n el grato tra to de
Onvalilo Rayer, que nos b rindó inform ación de lo que se refiere a la A rg e n tin a .
IV i|¿nal m(xlo, sobre los capítulos de A m érica y especialm ente del R ío de la
l’liita, a la par que en otros aspectos, tuvim os la ayuda de Estela y A lb erto B elloni.
I'.n m a n to a R udolf de Jt>ng y el co m p eten te equipo del Instituto de H isto ria
S<K i.il de A m stcrdam , siem pre pacientes y sim páticos, nos prestaron su a te n c ió n
«lunintc io.s días qu e perm anecim os co nsultando sus archivos. Igualm ente, el
t'.c n iro In tern acio n al de Investigaciones A narquistas, el C IR A , de G in eb ra , nos
PREFACIO A LA E D IC IÓ N ESPAÑOLA DE I 9 7 8
Q uiero agradecer a los com pañeros de la F u ndación A nselm o Lorenzo y del eq ui
po editorial la realización de esta n u e v a edición revisada y corregida del
«D urruti...», y e n especial a José Luis G utiérrez por su in tro d u c ció n y an o tac io
nes.
Iniroducdón
Pero además hay, al m enos, otras dos razones para esta nuev a edición. La p r i"
mera, recuperar u n a de las figuras más representativas del anarquism o español; la
segunda, la necesidad de rep lan tear la historiografía ex iste n te sobre los años
tre in ta del presente siglo en España.
E ntre los libertarios se rechaza n o sólo el culto al dirigente, al líder, sino tam -
bién a los sím bolos, a las representaciones de sus ideales. C o m o previene A g u stín
G arcía C alvo, el anarquista advierte los peligros de in c ita r la necesidad que las
gentes tie n e n de im ágenes e ídolos. C o n la p ublicación de esta biografía de
B uenaventura D urru ti n o se trata de m itificar al m ilita n te ácrata, n i elevarlo al
p a n te ó n de los hijos ilustres m uertos p or la -patria o la revolución. S in em bargo
tam poco hay que arrojar al olvido a personajes que, por sus cualidades personales
o por las circunstancias concretas que les tocó vivir, p u ed e n representar a otros
miles de hom bres y m ujeres anónim os y sintetizar acontecim ientos que sí d eb e n
ser recordados m ás allá de la histo ria oficial, de la elaborada por el poder. Y este
h echo , tien e u n valor añadido cu an d o se tien e en c u e n ta el co n tex to en el que
vivimos. C u a n d o es preciso resistir el acoso de unas estructuras de poder que se
sienten co m p letam en te seguras a pesar de sus p ie a d e barro. C o m o instrum ento
de lucha, com o elem e n to de resistencia a la desinform ación im perante aparece
esta edición d e D urruti en la Revolución española.
La biografía de B uenaventura D urru ti n o es la singular de u n rey o u n p o líti
co que deben sus puestos e n la m em oria de los pueblos a hech o s externos a ellos.
Por po n er u n ejem plo de los años tre in ta españoles, M anuel A zaña es hoy recor
dado más por sus im plicaciones en el asesinato de cam pesinos o por su labor c o n
trarrevolucionaria d u ran te la guerra d e 1936-1939 que p o r sus aportaciones para
cum plir las expectativas reform istas despertadas e n am plias capas de la p oblación
tras la proclam ación de la Segunda R epública española, o por su labor de im pu l
so de las transform aciones sociales experim entadas d u ran te el conflicto bélico.
C o nocida es la an écd o ta del desprecio m anifestado p o r el político m adrileño
hacia los integrantes del C onsejo de D efensa de A ragón, el órgano revolucio na
rio de la región, e n tre los que se en c o n tra b a u n antiguo chófer suyo 2 .
Más allá de su vida aventurera, de sus m últiples vicisitudes, la existencia de
D urruti n o es sino la de otros miles de revolucionarios españoles que em peñaron
sus vidas en la con quista de u n a sociedad más justa. R ecordando a D urruti, lo
hacem os ta m b ié n a los dem ás que n o por anónim os tie n e n m enos im portancia.
La trascendencia del anarquista leonés n o radica en su excepcionalidad, sino en
haber sido u n o más e n tre muchos. Si n o hu biera sido así ni el Estado h ubiera te n i
do interés en m anip ular su figura para traicio nar todo aquello que defendía, n i su
personalidad h u b iera salido de las páginas de sucesos periodísticos.
Las partes e n las que A b el Paz h a dividido su trabajo reproducen las etapas del
pueblo español e n su ía m in o por su em ancipación. P rim ero su rebeldía e n los
2. En M anuel Azaña, Obras Completas, México, Ed. Oasis, 1966-1968, 4 vols,, vol. 4,
pág. 614. Cifr. en G raham Kelsey, Anarcosindicalismo y Estada en Aragdn, 193 0 -1938.
¿Orden público o paz pública', Madrid, G obierno de Aratjón-lnstitutu'in í'ernandü el
I'uiiil.K 1011 ^.ilv,KÍi>r Setjiií, 1W5, IH2 nota 200.
IN T R O D U C C IO N 19
años posteriores a la P rim era G u e rra M undial. T ras la explosión econó m ica y su
enriquecim iento, las élites em presariales y financieras españolas vo lv iero n a
dem ostrar su egoísmo. N o sólo n o in v irtiero n sus grandes ganancias e n m ejorar el
tejido productivo n ac io n a l, y c o n ello desde u n a óp tica capitalista el n iv el adq u i
sitivo de los ciudadanos, sino que adem ás se opusieron a la actividad de unos sin
dicatos, que p re te n d ía n m a n te n e r las m ejoras conseguidas d urante los años a n te
riores, m ed ian te el te rro r de bandas de pistoleros organizadas por siniestros p er
sonajes com o A rlegui, M artínez A n id o , M anuel Bravo P ortillo o el b a ró n de
K oning.
La rebelió n de D u rru ti es la del pueblo español que n o acepta el papel de co m
parsa que se le adjudica. T ra ic io n ad o por políticos y socialistas en 1917, el golpe
de Prim o de R ivera e n sep tiem bre de 1923 puso u n paréntesis a la expresión m asi
va de los rebeldes. S ólo u n paréntesis, porque la rebelión contin u ó . S oterrada, en
el exilio, ab an d o n ad a po r com pañeros de clase com o los socialistas que n o d u ra
ro n en colaborar y p articip a r e n las instituciones y organism os de la D ictadura.
Pero a pesar de to d o c o n tin u ó . F ueron años de persecuciones policiales, in te n to
nas fracasadas, com o la de V era de Bidasoa, e incluso de la aparición de dudas en
antiguos m ilita n te s revolucionarios com o A ng el P estañ a o Juan Peiró.
S in em bargo, e n c o n tra de lo que se esperaba u n a vez restablecidas las liber
tades formales e n abril de 1931, el espíritu revolucionario del pueblo español
resurgió p o te n te. C o m o D urruti, el proletariado español se iba a transform ar en
m ilitante. C asi de la nada, c o n u n a vertiginosa rapidez las organizaciones rev o lu
c io n arias esp añ o la s re n a c ie ro n . P rin c ip a lm e n te la a n a rc o sin d ic a lista
C on fed eración N a c io n a l del T ra b ajo (C N T ). Su ren acer n o sólo trastocó los p la
nes de republicanos y socialistas de asentar u n régim en dem ocrático m e ra m e n te
formal, sino que adem ás puso las bases para que la respuesta popular a la reb e lió n
m ilitar del v eran o de 1936 acabara transform ándose e n el últim o in te n to d e cre
ación social desarrollado e n este m o rtecin o c o n tin e n te europeo.
La presencia de u n a m ilita n te C N T fue el dique que puso de m anifiesto el fra
caso del régim en republicano e n solucionar, o por lo m enos hacer frente, ta n to
los problem as sociales y econó m ico s del país com o la creación de u n a n u ev a
estructura po lítica y social. El sindicalism o cenetista avivó las contrad iccio nes de
unos gobernantes que aupados al p oder para realizar u n a profunda labor reform a
dora de estructuras com o las agrarias, las religiosas o m ilitares n o fueron capaces
de llevarlas a cabo. S in o que al contrario, e n poco tiem po, de form a p aralela a la
consolidación del anarcosindicalism o, volvió a recurrir a actitudes y m étodos tra
dicionales de las estructuras de p o d er españolas: la persecución, la represión y el
destierro.
Así, la conflictivid ad social n o dejó de ser considerada u n problem a de o rd en
público y las transform aciones culturales, religiosas y psicológicas se co n v irtiero n
en líneas subvertidoras del “o rd e n n atu ra l social”. D e tal form a que poco a poco
el régim en rep ublicano n o sólo p erd ió el apoyo de la m ayoría de la clase obrera,
incluida la socialista, sino que ta m b ié n se vio privado d el de la burguesía. Fue sig
nificativo que ya en las prim eras elecciones parlam entarias republicanas, las de
fines de ju n io de 1931 a C o rte s constituyentes, aparecieran candidaturas que
xo IN TRO D U CCIO N
I. I.os cuntro volúmenes son, por orden de publicación, Al pie del muro (1942-1954),
l'diloriiil ll.Kcr, Riircelona, 1991; Entre la niebla (1939-1942), Ediciones A utor,
IVinelona, IW l; C'humhenLi y aLicninc: (1921-1936), Ediciones Autor, Barcelona,
1W4 V Viaje al Pasado (1936-1939), Ediciones A utor, Barcelona, 1995.
la IN TR O D U C C IO N
ción de la que salió c o n b u en pie au n q u e n o eran tiem pos para que u n ce n etista
cayera en m anos de la policía.
E n octubre de 1937, invadidas ya las colectividades aragonesas p o r las tropas
del co m unista Líster, partió n u estro au tor hacia u n a colectividad agraria de
C erviá, e n Lérida. A llí co n o ció de prim era m ano cóm o se h ab ía efectuado la
colectivización; la desconfianza que despertaba la g en te de la ciudad e n los cam
pesinos y lo duro que es “garfiar” los olivos. T am b ién percibió los cam bios d e eos-
tum bres y m odificaciones que estaba introduciend o el régim en colectivo en la
m entalidad agraria; los esfuerzos de los jóvenes por elevar su niv el cu ltu ral y el
nuevo papel que em pezaba a ad o p tar la mujer. E n este m undo en el que el d in e
ro si apenas se utilizaba perm an eció D iego C am ach o hasta la prim avera de 1938
cuando regresó a B arcelona. E n c o n tró u n a ciudad desconocida y a u n m o v im ie n
to libertario que ca m in a b a por la senda del ejecutivism o: E ran tiem pos difíciles,
de “caída de ídolos”; de retrocesos revolucionarios; h am b re y avances de las tro
pas franquistas, P ero tam bién fueron meses de am ores y veladas cinem atográficas.
A principios de 1939 la d erro ta parecía inevitable. E n las primeras ho ras del
21 de enero D iego C a m a c h o se despertó co n la n o tic ia de la in m in en te e n tra d a
de los fascistas e n la ciudad. Le suced ieron horas de desconcierto, quem a de d o cu
m entos y organización de la evacuación. El día siguiente fue u n infierno. Los
bom bardeos de la av iació n fran quista se sucedieron. S e desató el p ánico y al a n o
checer del 25, ju n to c o n su com pañ era, su m adre y sus dos herm anos, n u estro
autor subía e n u n ca m ió n requisado a p u n ta de pistola h ac ia u n d estino d esco n o
cido.
La caravana que se dirigía h ac ia la frontera francesa era todo u n sím bolo. E n
ella se co n fu n d ía n m ilitares y civiles p on ien do de m anifiesto que el conflicto n o
había sido el de dos ejércitos en frentados, sino el de dos clases sociales. Q u e h ab ía
.sido u n a rev o lu ció n co n v e rtid a e n guerra. A fines de mes D iego C am acho, com o
Dtros m uchos m iles de personas, se arrem olinaba en La Junquera a n te el puesto
tronterizo francés esperando que se le perm itiera su entrada. C u a n d o lo hizo, a
primeros de febrero, u n a etapa de hum illaciones le aguardaba. A u n q u e se p en sa
ba que el gobierno del F rente P opular francés n o iba a recibir co n grandes m ues
tras de alegría la a v a la n ch a de refugiados españoles que se le v en ía encim a, pocos
pudieron im aginar el trato que las autoridades galas les iban a dispensar. A p en a s
cruzada la frontera, los gendarm es separaban a hom bres de mujeres y n iños. A los,
primeros les ro bab an las p erte n en c ia s de algún valor y después los internaban^ en
L'iirñpos de c o n c e n tra c ió n que se ib an levantando éfl las plavas re rra n a s .
"D iego y otros com pañeros ev a d ie ro n su in te m a m ie n to unos días h asta que fue
d etenid o y trasladado al cam po de S a in t C yprien. Llegó al caer la tarde. Su p ri
mera no ch e co n la aren a por cam a; el cielo por m a n ta y cientos de piojos com o
com pañeros. T a n to allí, com o después en A rgelés-sur-M er, la vida se m a n te n ía
gracias al sen tid o de la sociabilidad y del apoyo m utuo. M ucho se h a escrito sobre
los cam pos de co n c en tra ció n , sobre el sufrim iento al que se som etió a los refu-
Uiiidos. Pero poct) sobre su alto grado de sociabilidad. G racias a ella tu v iero n
vivienda y una organización que les perm itió estar inform ados de lo que pasaba
r n el exterior; que la guerra estaba a p u n to de acabar con la tom a de M adrid y
M IN TRO DU CCIO N
vivió la cada vez m ayor p resión alem ana sobre los refugiados españoles, sobre
todo a p artir del prim er a te n ta d o c o n tra las fuerzas de ocupación ocurrido a
com ienzos d e 1941.
E n marzo se trasladó a M arsella com o m iem bro de u n a com isión de la C N T
para c o n ta c ta r c o n los co m p añeros de la zona libre. E n el gran puerto m e d ite rrá
neo, la C N T , por m edio de la em bajada m exicana, le proporcionó d o c u m e n ta
ción y algún d inero. A los pocos días logró en trar en u n a casa, a las afueras de la
ciudad, d on de los m ejicanos acogían a los refugiados españoles antes de em b a r
carlos h ac ia A m érica. A com ienzos del verano de 1941 partió h ac ia G re n o b le
para trabajar de albañil. E ran los días que H itler te rm in ab a su relación co n S ta lin
invadiendo Rusia.
El trabajo consistía e n la co n stru c ció n de un a presa en Isére. A llí, en u n te le
férico, a p u n to de cu m plir los 20 años, experim entó p o r Vez prim era la sensación
de volar. U n o s m eses después recibió u n a carta de su am igo Raúl C arballeira.
Estaba en el cam po de A rgeles y te m ía que le trasladaran al desierto argelino, a la
co nstru cción del ferrocarril T ra n sa h arian o . Le pedía d in ero para escapar. L a res
puesta de D iego n o se hizo esperar. A vuelta de correo le giró dinero y u n a n o ta
en la que le decía que “estaría p rese n te en el casam ien to de su h erm a n a ”. A m bo s
te n ían en la cabeza cruzar la fro n te ra y en tra r clan d estin am en te en España.
Regresó a M arsella. P ero an tes de term inar los preparativos para v o lv er a
España, fue d eten id o . P risionero de la cárcel de C havez, en la ciudad del R ó d an o ,
com enzó a escribir u n a n o v ela autobiográfica en la que realidad y ficción se e n tre
mezclaba. Era u n a form a de ev adir la realidad; de vivir lo m enos posible, de ir
pasando los días. E n marzo de 1942 fue juzgado y co n d e n ad o a tres meses d e cár
cel por falsificación de do cu m en to s públicos. C um plidos, fue in tern ad o e n u n
C e n tro de E xtranjeros a la espera de su extradición a M éxico. S in em bargo, e n
abril fue trasladado a u n a co m p añ ía de trabajo en unas salinas de Istres. E n reali
dad era u n cam po de exterm in io . La m ism a n o c h e de su llegada se escapó.
Regresó a M arsella y después partió, ju n to a sus am igos Raúl y Javier P rado, a
Toulouse para te rm in a r de prep arar el regreso a España. A llí se e n tre v ista ro n co n
Francisco Ponzán, el encargado del paso de la frontera. Este les p ro porcionó dos
salvoconductos españoles e n b la n co y 25 pesetas. El 1 de ju nio de 1942 D iego y
1-iberto Serrau se en c a m in a ro n h ac ia la frontera y al día siguiente la cruzaban.
Q uienes lo h a c ía n n o eran D iego C am ach o y L iberto Serrau, sino R icardo
Siintany Escámez y V íc to r F u en te. El prim ero apenas te n ía 21 años y ya h ab ía
pasado más de tres e n el exilio.
Las prim eras sensaciones que tu v o de la España franquista fueron que se n e c e
sitaba pagar la “c h a p a ” del A u x ilio Social para consum ir en los bares y qu e nadie
p.iM-aba del brazo. Después, sus co n tac to s en B arcelona le puso de m anifiesto el
iik an ce de la represión y el terro r que invadía incluso a curtidos m ilitantes. D iego
V .su amigo percibieron que si lo que h ab ían vivido e n F rancia era de locos, la vida
en Hspaña era lo más parecido al Infierno de D ante. H asta la palabra h ab ía que-
iliidi) reducida a una m era articulación m ecánica y u n intenso olor a m iseria,
iiiiilcri.il y moral, invadía todt). C u a tro meses más tarde R icardo y V ictor se sepa-
rtiron. E ntonces S an ta n y e n c o n tró com pañera, com enzó a trabajar en una o b ra y
IN TRO D U CCIO N
4. Sobre esta cuestión h an aparecido algunos trabajos com o los de Gonzalo Pasam ar e
Ignacio Pairó, Historiografía y práctica social en España, Zaragoza, Secretariado de
Publicaciones de la U n iv ersidad de Zaragoza, 1987; Santos Juliá, Historia
social!Sociología histórica, Madrid, Siglo XXI, 1989 y Julián Casanova, La Historia.
Social y ¡os historicdores, Barcelona, Crítica, 1991.
5. La relación de trabajos sería interm inable. Baste con citar los nombres de M anuel
T uñó n de Lara, Josep Termes, A n to n i Jutglar, A lbert Balcells, A ntonio Elorza, Javier
Tiisi-ll o José Alvarez Junco entre los españoles y G abriel Jackson, Hugh Tbom as,
Piiul Prcston, Stanley Payne, V cm o n Richards, Raymond Carr, Ronald Fraser, Jo hn
Rr,nimias y (íeraid Rrcnan entre los anglosajones, N o se puede olvidar tam poco la
ii|-Hirtación de la historiografía francesa con los trabajos de Fierre Broué y Emile
Tém inc, Jaciiues M auncc, Max (íallo o CJerard Brey.
JO IN TRO DU CCIO N
6. Julián Casanova, La historia social y los historiadores, Barcelona, Crítica, 199 i , p. 159-
160.
IN TR O D U C C IO N JI
Adem ás, si las grandes líneas de los planteam ientos, la acción y el proyecto
social libertario h a n sufrido tales descalificaciones, tam poco debe extrañ ar que el
estudio porm enorizado de su existencia, de las causas locales que pueden ayudar
nos a en te n d e r sus actuaciones, h ay a n sufrido igual o p eor suerte. C o n cierta
am plitud me gustaría p o n er u n ejem plo reciente: el trabajo “M anuel T u ñ ó n de
'x s ra : Reform a A graria y A n d alu c ía” (páginas 273-288) que el catedrático sevi
llano A nto niO 'M iguel Bernal firm a e n el libro M anuel T u ñ ó n de Lara. El comprO'
miso con la historia, su vida y su obra editado por José Luis de la G ran ja y A lb erto
Reig T apia, co n prólogo de Pedro L aín Entralgo, publicado e n 1993 por el
Servicio E ditorial de la U niversidad del País Vasco,
Este volum en quiere ser u n h o m e n aje a quien, más allá de las diferencias que
se puedan te n e r co n su obra, se considera com o u no de los padres de la h isto rio
grafía social española. C o n su apo rtación, A n to n io -M ig u e l Bernal p retend e
“ap u n tar dos cuestiones” de la h istoria andaluza referentes a la cuestión agraria a
la que ta n ta a te n c ió n h a dedicado T u ñ ó n . U n a de ellas es la que se conoce com o
“el suceso de las bom bas” al que B ernal sitúa d en tro de “la relación de [los] a n a r
cosindicalistas sevillanos co n A zaña a raíz de la ley de reform a agraria”
A d ela n to que la obra investigadora del profesor B em al goza de todo mi reco
nocim iento; que su am enidad com o co n ferenciante siem pre m e h a deleitado en
las ocasiones e n las que le h e podido oír; que com parto m uchos de sus análisis y
que, com o para otros m uchos historiadores, sus trabajos sobre la propiedad de la
tierra y las luchas agrarias en A nd alu cía son libros de cabecera. S in embargo, en esta
ocasión, m i adm irado catedrático h a com etid o u n error, sin prem editación n i ale
vosía a buen seguro al contrario que otros autores, que u n a vez más atribuye a las
organizaciones anarcosindicalistas, e n este caso andaluzas, intenciones y hechos
de los que n o son responsables. Y creo que es necesario aclarar el yerro ten ien d o
en cuenta que A ntonio-M iguel B ernal avisa de la publicación de u n a investiga
ción sobre “las bom bas” En este caso, com o podem os suponer, un a vez más, q u e
daría fijada en la historiografía u n h e c h o del anarcosindicalism o que n o se corres
ponde con la realidad. A l m enos tal com o lo presenta el profesor sevillano.
La cuestión es que Bernal, inducido por dos testim onios en principio fiables y
quizá por cierta precipitación a la h o ra de redactar el te x to que le h a im pedido
asegurarse de las referencias bibliográficas y hem erográficas que cita, h a elabora
do toda una explicació n de los aco n tecim ien to s de “las bom bas” a partir de u n a
fecha equivocada: mayo de 1933 e n lugar de m ayo de 1932 que fue cuando en rea
lidad ocurrieron. A p artir de ahí, la cuidada hilazón de su argum entación podría
pasar com o u n perfecto ejem plo de espejismo. Porque in d ep en d ien tem en te de
que, tal com o le confió el cenetista sevillano José León, en los medios/afetas sevi-
referencia a “la traición... de falsos com pañeros” i3. S obre este tem a insiste en
julio de 1932 u n folleto ' “t que in te n ta b a arrojar luz sobre la polém ica desatada en
las filas cenetistas por la actitud de destacados m ilitantes sevillanos d u ran te las
explosiones de bom bas y huelga cam pesina de mayo de 1932.
Pero si cierta es la existencia de preparativos insurreccionales, en absoluto lo es
que fueran para asesinar a A zaña. Por los mismos días en los que se descubrían los
arsenales e n los pueblos sevillanos, la prensa m adrileña desvelaba noticias sobre
atentados c o n tra im portantes políticos >5. ¿Azaña en tre ellos? N o, las inform acio
nes se referían a quienes en esos m om entos los cenetistas consideraban los a u té n
ticos instigadores de su acoso: M iguel M aura y S antiago Casares Q uiroga, m inis
tros de G o b ern ac ió n de los prim eros gobiernos republicanos X’.
La relación en tre atentados y “bom bas sevillanas” radicaba en la d eten c ió n de
u n grupo de anarquistas en M adrid acusado n o sólo de preparar los atentados sino
tam bién de ser el autor del robo e n P uertollano de los explosivos em pleados para
la fabricación de los explosivos A sí pues, la policía h a b ía estado al ta n to de la
acum ulación de armas. Las autoridades reconocieron que te n ía n controlados a los
anarquistas m adrileños desde los prim eros días de-abril gracias a las inform aciones
que h ab ían recibido del gobernador civil sevillano. E n palabras del propio V ice n te
Sol “el servicio de la policía m adrileña n o es co n tin u ac ió n de los de Sevilla. S ino
el principio, aun que se h a realizado después porque así h a con venido” A copio
de explosivos que n o se había h e c h o de forma muy discreta. “A 36 pesetas la
docena de bom bas” escribió u n corresponsal en Sevilla del periódico m adrileño La
Tierra que se extrañ aba de que la policía hubiera te n id o que esperar a la explo
sión de M o n te lla n o para enterarse de algo que toda la ciudad conocía.
15. El Sol, Madrid, titulaba el 21 de mayo de 1932 “El m ovim iento anarcosindicalista iba
a iniciarse en Madrid con atentados contra altos políticos”.
10 VM(', Sevilla, 10 de jum o de 1932; El Sol, Madrid, 22 de junio de 1932 y José M anuel
’ 'i •>drro Vi-ra, Im iJtopía revolucionaria. Sevilla en la Segunda República Sevilla,
^ SvviIIm, M onte de Piedad y C aja de Ahorros, 1985, págs. 231-238.
23. Son muy interesantes los planteam ientos en este sentido que el investigador inglés
Graham Kelsey hace en su trabajo Anarccnmdicalismo y estado en Aragón, 11930-
I93H ¿Orden ¡níhUco o paz [nihlica.\ G obierno de Aragón-lnstitiicii'in Fem ando el
( ’.ilóhco-I und.K lón S.iiv.ulor Si-t;uí, Mtidrid, IW4
IN IH O lJU C C IO N J7
El resultado fiie u n reform ism o republicano que n o era capaz de dar solució n
II li>s problem as que se esperaba diera. C iertam en te los problem as a los que debí-
III \ i-iifrentarse los escasam ente articulados grupos políticos republicanos e ra n
Im p o rtan tes: galop ante crisis que afectaba a significativos sectores com o la in d u s
tria pesada y el com ercio exterior; crítica situación de la agricultura cuya reform a
lie la estructura de la propiedad era u n a de las banderas reform istas del n u ev o régi
m en y la declarada oposición de los sectores patronales. Pero, desde luego, n o
uyuili') a resolverlos la p o lític a de crim inalización y de “o rd en público” co n la que
• r trató al sindicato c e n etista y a los conflictos en los que estaba presente. A n te s
que satisfacer las exp ectativas transform adoras se vio que utilizaba los m ism os
m ecanism os represivos que la m onarquía, com o la dep o rtació n o el en c arc ela
m iento, a quienes se le o p on ían . A dem ás hay que te n e r e n cu e n ta la presencia de
•ct tores fu ertem en te radicalizados que n o dudaban en pone’r en duda el m o n o p o
lio de la vio lencia por p arte del Estado, y la utilizaban tam bién.
U n o de los elem en to s claves para en ten d e r las relaciones en tre cenetistas y
gdlHTnantes republicanos-socialistas fue la co n fro n tació n que se produjo e n tre los
méttKÍ()s sindicales de acció n direc ta de los cenetistas y la legislación laboral basa-
iU en la in term ed iació n de instancias adm inistrativas preconizada por los socia-
ll»tii.<i. Si para ev itar la ex p an sió n c e n etista se con virtió cualquier conflicto e n el
«|iie participaban los sindicatos confederales en u n prob lem a de o rden público,
iw riracabar de desarraigar las bases de su sindicalism o an tiestatal se quiso im p o
ner una legislación in terv en c io n ista . La acción directa significaba el rechazo a la
M'timción de los organism os estatales en las relaciones e n tre trabajadores y p atro -
m*». La obligatoriedad de los Jurados M ixtos, versión m odificada de los C om ités
h in u m o s prim orriveristas, era to d o u n ataque a la lín ea de flotación del sindica-
llaiiui l e n c n s ta .
U n o de estos h ec h o s violento s e n la co n fro n tació n R ep ública-C N T , C asas
Vlc)iw, supuso n o sólo la quiebra defin itiv a de cualquier esperanza en la capaci-
. U l reíorinista de los go bern an tes republicanos sino ta m b ié n el inicio de la ofen-
»(vrt lie i entro -d erech a. De esta form a la R epública com enzó-a perder el apoyo
o ln rro e inició el ca m in o h ac ia la m erm a de las escasas m ejoras económ icas y
Uhitnile.s conseguidas por los trabajadores durante le» m eses anteriores. A d em ás,
.lr«lr una perspectiva política, d io paso, tras las elecciones de n oviem bre, a
giit'iernoN ile te n d e n c ia cada vez más derechista.
I ra.s la salida de los socialistas del gobierno y la d erro ta de las insurrecciones
«iwliHta.s de 1933, las dos estrategias que hasta en to n ce s.h a b ía n caracterizado la
■ci'lón obrera se v ie ro n com prom etidas. El socialismo español se sintió traicio n a-
.1 ' 1 .1» MI expulsión del gobierno y ado ptó u n a postura más radical. T a n to p o r la
1 ii^n lie sus afiliados com o por pensar que su participación en el gobierno era
iiilio que podía garantizar el c o n te n id o reform ista de la R epública. El repre-
■•« tu n tc más co n o c id o de esta c o rrie n te fue Largo C aballero y su acció n más
'■»cniativa los sucesos insurreccionales de O ctu b re de 1934. De e tro lado, la
< I-. I »r en c o n tró en una difícil situ ació n organizativa y, además, en su seno h ab í-
«n rm|H':.iilo a surgir voces que p o n ía rre n duda la estrategia que se había llevado
Im»I« entonces.
3® INTRODUCCIC«4
t«iM fuerza y fuera capaz de articu lar u n a respuesta, pasados los prim eros m o m e n
tos ilf desconcierto, a la sublevación m ilitar basada en la experiencia acum ulada
iliir.iiiie los años anteriores. A sí pudo, e n distintas zonas del país, ta n to h a c e r fra-
ciwiir la rebelión co m o sobrepasar la “revolución” p o lític a republicana y se aden -
irorsc en la revo lución social. E n este sentido, la guerra española de 1936-1939
(Hits (jue una co n fro n ta c ió n civil fue u n a guerra social. El ú ltim o in te n to h a s t i e !
m om ento en el solar europeo p o r co nstru ir u n a sociedad más justa. O cu ltar este
h cc h o ha sido u n a c o n s ta n te de la historiografía de los últim os sesenta años.
Hl profesor Pelai Pagés h a señalado en u n balance p ara C ataluña, que se pued e
tonHiilcrar paradigm ático para el resto de la “zona repu blicana”, la d eb ilidad y
t « m u las de la historiografía sobre la guerra española E ntre ellas d estacan las
rKi»iiMUes sobre los cam bios en las relaciones políticas y de poder, así com o sobre
In» transform aciones sociales y económ icas en la sociedad. Es decir que la copio-
*N priKlucción bibliográfica, p rio ritariam en te cen trad a e n tem as p o lítico-m ilita-
ir», íipenas h a tratad o cierta pro b lem ática y aspectos de su realidad social. El des-
toiKK.iiniento de histo rias locales o com arcales, aún po r escribir en gran p arte, y
.ir (liras cuestiones más con cretas h a n m an ten id o diversos “desierto s” historio-
lirAtlcos. U n o de los más llam ativos es el existente sobre las transform aciones
irvdlucionarias económ icas y sociales ocurridas.
I'ji un “desierto” relativ o e interesado. Este año se cum p len do s décadas-desde
lii nuierie del v en c ed o r de la guerra española de 1936-1939. Las páginas de perió-
«llctMi y revistas españolas, y de algunos otros países, se h a n llenado de análisis y-
trllli'H.s .sobre lo que se con o ce com o la “transición” española. E n las librerías h a n
(ii ir iid o num erosos libros y los m edios audiovisuales, com o la-televisión, com -
|-i. i.m la p anoplia de in stru m en to s c o n los que se tra ta de fijar la “verdad histó-
tk « " de i.is últim as décadas de la vid a política, econó m ica y social d e España. La
mNVoríii de estos trabajos tie n e n co m o d enom inador co m ú n presentar a la España
m liiul com o el feliz resultado d e la superación del fracaso h istórico qae supuso la
lili "i ivil” de 1936-1939. A sí, la actual co n stitu ció n d e 19 7 9 iiab ría e c h ad o el
.1. iiiiiiivo cierre al en fre n ta m ie n to fratricida.
lyittis visiones, com o ya se h a visto, p arte n de la idea de que el d ram ático
m ltrn tiim ic n to español fue u n a lu c h a “en tre h erm anos” que h u n d e sus raíces e n
«lAvuofi to m p o rta m ie n to s, que h a c e n realidad el “E spaña es diferente”, exacer-
• . I.« |H>r un a coyuntura, la de la S egunda R epública y los años trein ta europeos,
I ■. m ím ente co n flictiv a y la presencia de elem entos “prim itivos”, com o la fuer-
'* prruoncia del anarquism o o el “retraso” en la m odernización de las estructuras
'iiMnicas y sociales del país. A dem ás, n o se puede olvidar que el conflicto espa-
f iiir reí ibulo por la o p in ió n pública in tern acio n al c o n gran em otividad p or
uIcTiirse el prim er acto del cada vez más seguro choq ue co n el fascismo em er-
f •-1 0 . S in em bargo h a n sido olvidados, cuando n o ocultados delib eradam ente,
26. Estudios sobre los procesos revolucionarios, y sobre todo colectivistas, en la España
de 1936 a 1939 se pueden citar, sin ánim o exhaustivo, Frank Mintz, La autogestión en
la España revolucionaria,-Madrid, La Piqueta, 1977; W alther Bemecker, Colectividades
y revolución social. El anarquismo en la guerra civil española, 1936-1939, Barcelona,
Crítica, 1982; Julián Casanova^ compilador. El sueño igualitario: Campesinado y colec-
■r -tivizaciones en la España republicana, Zaragoza, 1988. Además, para C ataluña Enric
Ucelay Da C al, La Catalunya populista. Imatge, cultura i política en l’etapa republicana
(1931-1939), Barcelona, Ediciones de la Magrama, 1982; Josep Termos, l)c la revolu-
ció de setembre a la fin de la Guerra Civil 1868-1939, Barcelona, Edicions62, 1987, vol.
VI de la Hhtoria de Catalunya, htijo la dirección de Picrrc Vilar; (¡iibrit-l lacksun,
('iiliiliinyíi rcpubluíijui I u ’Vdlucujnímíi, I9fl-I9<>), |f.iriclon:i, ( iri|.ilK>, IW2 l’.irj el
IN TRO D U C CIO N 4*
27 ' Entre ellos se pueden citar los de Franz Borkenau, El reñidero español, París, R uedo
ll'érico, 1971 [la primera edición en Londres en 1937]; José Gabriel, La vida y la muer
te de Aragón, Buenos Aires, 1938; Bonifacio Fernández A ldana, La Guerra en Aragón,
lámo fue, Barcelona, Ediciones C óm o fue, 1938; Juan M. Soler, La Guerra en el fren
te ilc Aragón, Barcelona, 1937 y A lardo Prats y Beltrán, Vanguardia y retaguardia de
Ar(ií;('m, Santiago de C hile, Ediciones Yunque, 1937.
Pero además, n o m uch o m ejor tra ta m ie n to h a n recibido los testim onios d e los
coetáneos. Frecuentes h a n sido calificativos com o “testigos extranjeros”, “aluci
nados” o poco críticos y superficiales. Incluso se h a hab lad o de la existencia de
u n a “historiografía anarquista” form ada por testim onios oculares sin categoría
historiográfica m ientras que se a c ep tan otros testim onios, com unistas por ejem
plo. Así, según A lejan d ro Diez T orre, el historiador “Ju lián C asano va prim a la del
m áxim o dirigente com unista regional del PCE José D uque C uadrado (...) que
escribió ya acabada la co n tien d a ( ..) u n testim onio muy personal y (.. ) autoen-
salzatorio”. Para Diez T orre la o p in ió n de C asanova de que este es “el único e x a
m en m inucioso — errores y acusaciones infundados a los libertarios aparte— que
existe sobre los hech o s ocurridos en A rag ó n desde la sublevación m ilitar hasta la
disolución del C o n sejo ” n o es “m ín im a m en te resistente a la prueba de otras fu en
tes prim arias” ^9.
El resultado es que la visión más co m ú n aceptada por la historiografía, y p or
ta n to que adquiere la cond ició n de “v erdad ”, es que la colectivización aragonesa,
y por extensión la de las dem ás zonas d ond e existió, n o fue ta n profunda n i afec
tó a ta n ta p ob lació n com o se h a pretendido. A dem ás de p la n tea r que se basó en
la presión de las milicias anarcosindicalistas y, en el m ejor de los casos, n o dis
frutó del tiem po de existencia necesario para poder evaluar sus resultados e c o n ó
micos.
Desde m i p u n to de vista la cuestió n a p la n tea r n o es, au nque tam bién, estric
tam en te la m era disección de los h ech o s de la España revolucionaria de aquellos
años. Lo que se tra ta es de desm ontar estas interpretacio nes que p rete n d en redu
cir la in terp retació n a determ inados análisis. Q u e bajo la m áscara del “rigor”, de
29 Es el tratam iento que h an recibido autores como Agustín Souchy, Entre bs campesi-
nos de Aragón el comunismo libertario en las comarcas liberadas, Barcelona, Ediciones
Tierra y Libertad, 1937 (Redición en Barcelona, Tusquets, 1977), G astón Leval, N é
Franco né Stalin La collettwitá anarchiche spagnole nella lotta contra Franco eMi reazione
stalmiana, Milano, 1952 y Colectividades libertarias en España, 2 v o ls , Buenos Aires,
Proyección, 1972 [en España, Madrid, Aguilera, 1977] El término “historiografía
anarquista” aparece reiteradamente en los trabajos del historiador aragonés Julián
Casanova caracterizada, en el mejor de los casos, como de “obras generales sobre ¡a
C N T , bien documentadas pero que no superan la historia institucional’’ Obras de
Casanova son Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, J936'J938,
Madrid, Siglo XXI, 1985, “Las colectividades campesinas turolenses un panorama bibliO'
gráfico demasiado restringido”. Actas del Encuentro sobre hstona contemporánea délas 06'
rras turolenses, Villarluengo, 8-JO de junio de J984, Teruel, Instituto de Estudios
Turolenses, 1986 o “La edad de oro del aruirquismo español”, Historia social, n J , pn-
mavera-verano 1988 Además de la tesis de Diez Torre, para una crítica d e esta posi
ción se puede consultar Ignacio Llorens, “De la historiografía anarquista y el rigor
mortis académico”, Anthropos, n 90, 1988 Para la crítica a Casanova Alejandro Diez
Torre, Crisis regional y regionalización. El Consejo de Aragón, Tesiv Doctoral,
Departam ento de Historia C ontem poránea de la UNED, Madrid, 1994, pag 19 y
notas 10 a 13 del capítulo introductorio La cita de Casanova cifr de Diez Torre de
Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, 1936-19ííi, M.idnd, Si)elt> XXI,
, 198S,p,',^; 142
IN IK O D U C C IO N 4J
El rebelde
(1896-1931)
47
( M I 1111.0 1
La agricultura, com o en toda C astilla la Vieja, era casi la ú nica fuente def
recursos; el leonés vivía clavado a la tierra, esperando del cielo la b endición de
los tiempos propicios. El pastoreo, com o en los tiem pos de la M esta, y una ru di
m entaria industria artesanal de curtido de pieles y tejido de lanas com pletaban el
cuadro que ayudaba a sobrevivir a los 10.000 h ab itan tes de la ciudad.
Genealogía de üumití
Lorenzo D urru ti - p Jpsefa M algor Pedro D um ange - p Rosa Soler
S antiago D urruti ----------------- 1----------------- A nastasia D um ange
José B uenaventura D urruti Domínguez *
E n este lugar austero nació B u enaven tura D urruti i, fru to del m atrim onio de
A nastasia D um ange y de S antiago D urruti. Segundo h ijo de este jo ven m atrim o
nio, vio la luz e n el núm ero 9 de la plaza de S an ta A n a, a las diez de la m añ an a
del día 14 de julio de 1896. R odeado de sus seis herm anos varones y de u n a h e r
m ana, José B uenaventu ra creció “com o u n n iñ o lleno de vida y robusto”
España atravesaba malos tiem pos. U n a grave crisis se h a b ía apoderado de ella,
crisis que afectaba n o sólo a la econom ía sino a todas las instituciones de la época.
Los restos del antiguo im perio colonial se h ab ían sublevado co n tra el despótico
poder de los m ilitares y co n tra el clero, fuerzas ambas que actuaban p rincipal
m en te en las colonias. Los cubanos, im pulsados por José M artí, se h ab ían suble
vado. Para aplastar tal insurrección, la regente M aría C ristin a ordenó a su m inis
tro C ánovas del C astillo que em pleara cu a n ta m ano dura fuera precisa. El en v ia
do de la corona fue el general W eyler; las concretas órdenes que llevaba eran las
2. Para los datos relativos a la familia Durruti, seguimos unas notas recordatorias dicta
das por A nastasia Dumange a un nieto, el cual ha tenido la amabilidad de confiár
noslas. En esas notas escribe que su suegro, Lorenzo, llegó a León hablando muy mal
el castellano. En cuanto a su padre, Pedro Dumange, desconoce las razones que le
motivaron para radicarse en León. Se casó con una catalana residente en León, lla
mada Rosa Soler, de cuyo m atrim onio nació ella en 1875 y se casó con Santiago
Durruti, a los 16 años. Lorenzo Durruti se casó en León con una joven asturiana lla
mada Josefa Malgor, que era bija de un empleado de la audiencia. El apellido
Dumange se castellanizó para convertirse en Domínguez, que es el segunilo apellido
de Durruti, si-gún consta en su partida de nacimiento. Los Dumange eran de origen
c.ilal.ín, de la provincia de Cierona.
KNTilB LA CRUZ Y EL MARTILLO 4 9
lie term inar ráp id am en te co n la revuelta. Este n o e n c o n tró otro cam in o p ara
(.iimphr las órdenes que el de c o n v e rtir la isla de C u b a e n u n inm enso cam po de
concentración .
A l mism o tiem po que en el C aribe, los filipinos se sublevaban c o n tra el d o m i
nio de la m etrópoli, p articu la rm en te c o n tra los frailes dom inicos, adm in istrado
res de la eco n o m ía de las islas. La represión fue ta m b ié n dura, llegando h a s ta el
tiisilam iento del p a trio ta y p o eta José Rizal 3.
La P enínsula n o se libraba de este m alestar general. El cam pesino andaluz,
extorsionado por los te rraten ie n te s, se lanzaba a periódicas revueltas que adquirí-
¡in ;ispectos de verdadera guerra social. Este mismo clim a de violencia aparecía en
liis cuencas m ineras andaluzas y asturianas. Las m anifestaciones y huelgas obreras
sucedían casi in in terru m p id am en te e n las zonas industriales del País V asco y de
t Cataluña; sobre estas zonas y estas acciones la represión gubernam ental caía sin
i Icmencia; las cárceles se llen ab a n de m ilitantes obreros y las ejecuciones eran
trccuentes.
El p u n to álgido de la situación tuvo lugar en 1898, añ o en que se p erdiero n las
últim as colonias (C u ba, Filipinas, P u erto R ico), lo que provocó co n sec u en te
m ente u n a crisis eco n ó m ica tras la desaparición de los beneficios que aquéllas
l'riKliicían por su ex p lo tac ió n y p o r el com ercio.
Dos años más tarde, cuan do la crisis alcanzó su apogeo, José B u en av en tu ra y
ni herm ano m ayor S antiago, com enzaron a asistir a la escuela de la calle de la
Mi.scricordia, reg en tad a por el m aestro M anuel Fernández. Este prim er perío do
citcolar se prolongó h a sta que José B uenaventu ra tuvo o ch o años. D e estos años
|H)scemos escasísimos datos. U n o de ellos lo constituye el juicio que em itió el
maestro sobre n uestro biografiado: “N iñ o travieso, pero noble de sen tim ien to s y
muy cariñoso”. P osteriorm ente, e n ca rta a su h erm a n a Rosa, D urruti mism o h a b la
lie su infancia, diciendo: “D esde m i más tiern a edad, lo prim ero que vi a m i alre-
iledi >r fue el sufrim iento, n o sólo de nu estra familia sino tam b ién de la de nues-
irus vecinos. Por in tu ició n , yo ya era u n rebelde. C reo que ento n ces se decidió m i
dcftiino” ^.
I’robahlem ente, e n esta confesión D urruti hacía referencia a u n h ec h o ocurri-
tl«) m a n d o él co n ta b a siete años de edad, cosa que debió im presionarle po derosa
m ente y que explica, com o él dice, su instintiva to m a de conciencia. P arece ser
i(t«- se trata de la d e te n c ió n de su padre, por su activ a participación en la huelga
i k tu rtido res que tu v o lugar e n L eó n el añ o 1903.
José Rizal, médico, escritor y poeta filipino nacido en Manila. Formó parte del movi-
luK-nto .uitonomista de la isla, y fue fusilado por los españoles el 30 de diciembre de
1H96, Dejó dos novelas docum entales denunciando el colonialismo español en
t-ihpma.s: Noli me tangere (1887) y Los Filibusteros (1891). Georges Fisher ha publica-
ili) en 1970, en las Ediciones Maspero, de París, un estudio muy docum entado sobre
Rizal.
< fin liivorsas cartas, Hurruti hace referencia a la misma cuestión, y en una de ellas par-
tluilarincntc, e.scnta desde la cárcel, en París, el 10 de marzo de 1927, se expresa en
ene wHlido.
JO EL REBELDE <l896-I9jl>
La referida huelga duró nueve meses. Fue el prim er conflicto social de im por
tan cia que se producía en León. La decidida actitud de los obreros curtidores trajo
com o consecuencia el ham bre del m ism o pueblo, así com o u n a fuerte represión-.
Significó, n o obstante, u n triunfo de la clase trabajadora, puesto que fue la p ri
m era piedra del edificio de la organización proletaria en la región.
El p u n to inicial del despertar obrero leonés se produjo cuatro años antes, e n
1899, cuando Ignacio D urruti, tío de B uenaventura, fundó la prim era asociación
obrera en la calle del Badillo. Pocos son los datos que poseem os de esta asocia
ción. T en ía u n a o rien tació n m utualista y solidaria en tre los obreros del ram o d e
curtidos, los cuales se reu nían u n a vez al mes para discutir sus problem as profe
sionales 5. H asta 1900, la capa más progresista de León la co n stitu ía u n p equeño
grupo de intelectuales republicanos, cuya ideología atem perada y acom odaticia
era incapaz de asustar a las autoridades locales y al clero. A p artir de principios de
siglo esta situación se modificó co n ocasión de los trabajos ferroviarios del ram al
V alladolid'L eón; las primeras publicaciones socialistas y anarquistas com enzaron
a llegar a la ciudad procedentes de este sector y del coto m in ero leonés-asturiano.
Estas lecturas d eb iero n estim ular al grupo de curtidores am igos de Ignacio; por
ellas debieron co n o cer la agitación social que alcanzaba a to d a España, p articu
larm ente a Bilbao y Barcelona. La jo rn ad a de ocho horas era, por entonces, la exi
gencia central, cosa que había sido ya conseguida por los obreros sastres de
M adrid. Parece norm al que todas estas circunstancias influyeran en los cu rtido
res, por lo que p ro n to presentaro n reivindicaciones salariales y de horario de tr a
bajo a los patronos, quienes ya h a b ía n avanzado en la ex plotación del curtido de
pieles y en la exp ansió n de sus negocios.
H asta en tonces, los salarios para las tres categorías profesionales iban desde
1,25 hasta 1,75 pesetas por jo m ad a com pleta, es decir, “de sol a sol”. Los obreros
p edían u n au m en to general de 50 céntim os y una jornada de diez horas. Se en car
gó a los m iem bros de la Ju n ta del C e n tro que dieran a co n o cer al patro n ato esas
reivindicaciones. Los m iem bros de esa d irectiva eran Ignacio D urruti, Santiago
D urruti (padre), A n to n io Q u in tín y M elcho r A n tó n . Los patronos juzgaron que
las pretensiones obreras eran desproporcionadas, y los obreros, a n te la n egativa
patronal, declararon la huelga, la cual tu vo gran im p ortancia puesto que el cu rti
do de pieles, casi la ú n ica industria local, u n a vez paralizado ocasionaba la parali
zación de la ciudad.
Las autoridades respondieron co n la represión, d eten ie n d o a quienes creyeron
responsables de la revuelta. El vecindario, n o acostum brado a ver detenidos a
honrados obreros sino a d elincuentes com unes, se declaró solidario d e los d e te n i
dos. La reacción popular hizo reflexionar a las autoridades, y parece ser que el
propio obispo — a qu ien el rum or público consideraba instigador de la m edida
represiva— in terv in o para que se pusiera e n libertad a los detenidos, lo que n o
im pidió que éstoB pasaran en la cárcel provincial quince días. La huelga co n tin u ó
hüsta alcanzar los n u e v e meses de duración. N i el crédito que los com erciantes
otorgaron a los huelguistas, n i las m uestras de solidaridad de Lorenzo D urruti
ilc.sile su ca n tin a , n i el d in ero aportad o del producto de la v en ta del ta lle r de
lljnacio D urruti, que fue puesto a disposición de los huelguistas, pudieron im pedir
que el ham bre com enzara a inv adir los hogares obreros y, con ello, a dom arse el
i-spíntu rebelde de los prim eros m om en tos. Poco a poco los obreros fueron clau-
ilicando y la huelga, c o n gran satisfacción de la burguesía, se dio por term inad a.
S in em bargo, h u b o obreros, co m o el padre de B uenaventura, que prefirieron c a m
biar de oficio antes que ceder
C'uando D urru ti recordó estos hech o s a su h erm a n a Rosa, debía te n er presen-
ti\s las consecuencias que el m en cio n ad o conflicto tuvo para su familia. H asta
entonces, y pese al exiguo salario de su padre, su nivel económ ico podía conside-
fiir.se elevado en relació n a su m edio, gracias a la ayuda que recibía del com ercio
lie Lorenzo, P edro e Ignacio. A p artir de entonces, la vida varió para todos ellos:
I iitcnzo h u b o de cerrar las puertas de su cantin a; Ignacio, sin dar explicaciones a
nadie, desapareció de León, suponiéndose que em igró a A m érica; en c u a n to a
l’cdro D um ange, padre de la m ujer de Santiago, vio cóm o sy negocio poco a poco
n- h undía por u n ex p lícito b o ic o t del caciquism o local.
A partir de en to n ces, los planes de la familia en to m o a la educación d e los
hijos fueron m odificados. E n u n principio, el abuelo P edro ten ía el proyecto de
que i^uenaventura estudiara para que pudiera seguir al frente del negocio de teji-
ilos. Mas tarde, si b ie n debió v ariar sus planes, siguió m a n ten ien d o el propósito de
»|iie el m u ch ach o c o n tin u a ra sus estudios, propósito que se frustró por los escasos
lucillos económ icos c o n que c o n ta b a la familia (el sim ple jornal que S an tiag o
K.iiiaba com o ca rp in te ro ). C o n sus dos pesetas diarias era imposible soñar co n
miiat adelan te a to d a la prole y costear u n a escuela de pago, por lo que el m a tri
m onio decidió en v iar a sus hijos a o tro colegio más acorde co n su nivel social. Se
iriiniha d e la escuela d e d o n R icard o Fanjul.
Kn este segundo período escolar B uenaventura n o destacó precisam ente p o r su
reiulm uento; más b ie n fue u n alu m n o mediocre. S in em bargo, el n iñ o n o p arecía
i iireccr de facultades. A l finalizar el curso, el m aestro F anjul añadió a las califica-
t'iones de su alu m n o u n a n o ta e n la que decía: “N iñ o de inteligencia despierta
pura las letras” l
l .'u.indo cum plió los cato rce años, la familia tuvo que plantearse el fu turo del
m ui hacho. El abuelo Pedro, que te n ía especial cariño por B uenaventura, insistía
mt enviarle a V alladolid para que estudiase, com prom etiéndose e n costearle los
iiiriHis. Pero fue el jo v e n quien ren u n c ió , desilusionando así al abuelo. Q u e ría ser
Ui) oiireri) com o su padre y ap re n d er m ecánica.
hn el añ o 1910 en tró de aprendiz de m ecánico e n el taller del m aestro
M elchor M artínez, q u ie n te n ía fam a de furibundo revolucionario porque leía pro-
4 Notnx de Anastasia.
7, lilem.
EL REBELDE <1896-1931»
9. Idem.
"10. D(Kumento qcre se-encuentra er^archivo privado, junto con liis ciirtiis de Durruti a su
(amiliii, rt.sí como luionr.itfas iTU‘nit;is i|uo iililiz.imos piini osto iriiKijo.
kN I m LA CRUZ Y EL MARTILLO 5J
11 Las publicaciones obreras que aparecían por aquellas fechas en la región m inera leo
nés-.isliiriana eran, además de la citada: Fraternidad y La Defensa del Obrero, ambas
iinarqiiiMa.'t y fundadas-en G ijón el año 1900, y El Cosmopolita, de Valladolid, tam
bién iinarquista. Las socialistas eran: El Bien del Obrero, que salía en El Ferrol, y
'síilularidad, en Vigo. Véase, para publicaciones, Renée Lamberet, Moui/ements ouv-
ruts c-t VHiolistes. Esfxjfine 0 7 5 1 -/9 3 6 ), Les editions Ouvriéres, Paris, 1953.
C a pit u l o II
Agosto de 1917
el año 1917. Este descenso de las ganancias anunciaba ya el com ienzo de la irre
m ediable situ ació n apurada e n la que España iba a e n tra r cuando la guerra m u n -
di.il term inara.
La burguesía se h a b ía m ostrado in ep ta para sacar todas las conclusiones p e rti
nentes que la co y u n tu ra del m o m en to requería. A dem ás, ideológicam ente, se
movía en el m ism o te rre n o que los conservadores. Su aparición en la política tuvo
el carácter de u n a p rác tic a velada de cam arilla, cosa trad icio n al en España. Ya en
1916, an te la carestía de la vida, la clase obrera organizó u n a p rotesta n ac io n a l
que co nm ovió al país e n te ro y — claro está— a las capas dirigentes. Por prim era
vez, ia C N T — C o n fed e rac ió n N ac io n al del T rabajo— y la U G T — U n ió n
(ie n e ra l de T rabajadores— llevaron a cabo u n p acto e n el que claram en te se
li.ililaba de revolu ció n social '5. A p artir de esta dem ostración, las paces fu ero n
hechas e n tre los bloques en discordia; y la burguesía, sobré todo la catalan a, v o l
vió a m ostrar su carácter reaccionario e intransigente frente a las reiv in d icacio-^^
nes obreras. D e a h í que la lucha to m ara u n volum en de verdadera guerra social.
A esta situación, ya de por sí com pleja, vinieron a agregarse dos a c o n te c i
m ientos que tra sto rn a ro n las bases e n las que se fun dam en tab a la tregua política.
U n o de estos a c o n te cim ien to s fue la revolución rusa, que aparecía com o u n
h echo trascen d en tal e n el que, por prim era vez, la clase obrera
y cam pesina lograba to m ar la d irec ció n de sus destinos. E n España esta n o tic ia
iictuó com o deto n ad o r, y el entusiasm o popular desbordó el m arco de la ciud ad
p a r a incrustarse e n las zonas rurales, desencadenándose esporádicos m o vim ientos
al grito de “V iv an los Soviets”.
Las cond icion es objetivas p ara que la revolución to m ara cuerpo se iban preci-
H.indo de ta l m an era que, e n m ayo de 1917, parecían reunirse las suficientes y
posiinlitarla. A e-Uo se añadió la insurrección de u n a p arte del Ejército: el A rm a
de Infantería. Los m otivos n o e ra n estrictam ente políticos. Se tratab a de una
m ic c ió n ex p lícitam en te provisional c o n tra el favoritism o que la m onarquía prac-
I li aba en favor de la cam arilla m ilita r africanista que deseaba co n tin u ar h a s ta el
lin la guerra de M arruecos
16, Los militares del A rm a de Infantería, creyéndose desfavorecidos por la política del
( iohic-rno, decidieron organizarse clandestinamente en Juntas Militares de Defensa,
i oordin.id.is nacionalm ente por una Junta C entral presidida por el coronel Márquez.
. Sii,i reivindicaciones eran salariales y sobre ascensos. A últimos de mayo de 1917, el
Ciobirrni) encarceló a los miembros de la Junta C'entral. El I de jumo, las Juntas
Mihl.tres publicaron un in.initirsto, que era un viTil.idero ultimátum en el que se exi-
58 el rebeld e <1896-1931)
17 . Miinuel Buenacasa, Historia del movimiento obrero español, París, Los Amigos de
Ikicnacii.sa, 1966.
18 Cirr.iKI Rrenan, fc'l laherinto español, Parts, Ediciones Ruedo Ibérico, 1962, pág. 52.
20. Vnlentín Rdi (Valeriano Orohón Fernández), Durruti. Ascoso, Inver, Buenos Aires,
[•Áliciiinos Aniorcli.i, 1927. Lo iiiihitiii, iorroK>r.uio por Fr.mcliHo Monroi
6i
('A P ÍT IJU ^ i l l
A primeros de septiem bre, B uen aventu ra, acom pañado de su am igo “el T o to ”, se
refugiaba e n G ijó n , lo que indica que tras los sucesos de M atallan a debieron a n u
darse relaciones e n tre él y los m ineros asturianos.
Su estancia en aquella ciudad fue breve. E n diciem bre su familia recibió u n a
tiirjcta postal franqueada desde V als-les-Bains (Les A rd ech es), en la que les tr a n
quilizaba, pues decía e n ella que “se en c o n trab a muy b ie n gracias a la ayuda que
liabía recibido de u n a fam ilia españo la llam ada M artínez”
En la breve e stan c ia e n G ijó n deb iero n ocurrir cosas que posiblem ente ex p li
quen las actividades de B uen av en tu ra e n Francia. La situ ació n de D urruti y de su
amigo era diferente. “El T o to ” era buscado por la policía por los sabotajes que
tuvieron lugar d u ran te la huelga; p ero B uenaventura te n ía o tra cu en ta p e n d ie n te
m;is: su co n d ició n de desertor del E jército.
U nos días antes de que ocurriera la huelga había en tra d o en caja en el segun
do reemplazo m ilitar de 1917; fue destin ado com o artillero segundo al R eg im ien to
lie A rtillería de S an S ebastián, e n el que debía incorporarse a finales de agosto,
lili una carta que más tarde escribió a su herm an a narra que “pocas eran las ganas
do scrDir a la Patria que yo tenía, p ero esas poquitas ganas m e las quitó u n sargen-
tn, quien m an daba a los del reem plazo com o si ya estuvieran en el cuartel. A l salir
de la oficina de alistam ien to me dije que A lfonso XIII podía co n tar co n u n sol-
d.iilo m enos y u n revo lucionario m ás” 22 . Seguram ente, cuan do los m ineros astu-
ri.inos co n o ciero n el h e c h o de su deserción decidieron esconderle y facilitarle e f
paso a Francia.
Biicnacasa, h u y e n d o a su vez de la represión, d ebió en c o n trarse c o n
U uen.iventura por estas fechas. Y según nos cuenta, “e n el prim er e n c u en tro que
tuvimos n o congeniam os. Yo era más estudioso. El más rebelde. N o me fue sim -
piíiico ento nces, n i yo tam poco a él” ^3. H asta la prim avera de 1920 B uenacasa n o
volvió a te n er noticias de él. P or ento n ces volvieron a encontrarse e n Sarv
S 'iiastián . Buenacasa quedó esta vez im presionado “p or los progresos realizados
cti el p la n o te ó ric o p or B u e n a v e n tu ra ”. A l v isita r los sin d icato s d e la
tJtínfcderación de esta ú ltim a ciudad, Buenacasa co m e n ta que D urruti p rese n tó
21 Archivo particular.
2i. ( iirta del 25 de marzo de 1927, escrita desde la cárcel en París. Archivo particular.
2 }. Miiniirl Biicnacasa, cuartillas inéditas enviada.s para esta biografía.
6a EL REBELDE <l896-I93I>
24. En las notas de A nastasia se lee: “Enviado por la C N T en 1919 a Asturias y León (La
Robla)”. La carta, enviada desde el Hospital M ilitar de Burgos, se encuentra en
A rchivo particular.
25. Según una correspondencia que se encuentra en los A rchivos Nacionales de Parts,
clasificada en F7 13.440, se habla de la existencia en Marsella de un grupo anarquis
ta francés llamado “N i Dieu ni M aítre”, del que formaban parte algunos catalanes,
que m antenía relaciones con Barcelona a veces por correo, pero generalmente por
intermedio de “marineros anarquistas”. Igualmente se encuentra el ejemplar num ero
8 de La Bandera Roja, de fecha 7 de diciembre de 1919, que contiene en su segunda ,
página una llamada de la sección española e n París de la Federación Com unista
Anarquista. Por fin, una carta fechada en Madrid el 24 de noviembre de 1919, que
trata sobre “organización de las fuerzas sindicalistas y bolcheviques en Barcelona" y
que dice que se envían pistolas desde Mieres a los sindicalistas barceloneses. N ada
nos permite asegurar si Durruti tuvo relación con esc movim iento anarquista exilia
do, pero i.iinpoco n.iihi nos permite negar c|iii- las tuviera.
Mftl KXII lO AL ANARQUISM O 6 )
¡6, Scfíi'in informes que nos h a sum inistrado el hijo de Laureano Tejerma, su padre, for-
in.milo parte del grupo anarquista de León en esa época, mantuvo correspondencia
i on Oiirruti durante el tiem po que éste se encontraba exiliado. Según el inform ante,
rra un paquete voluminoso. C uando en 1936, con ocasión de la guerra, L aureano
I ejenna hubo de ocultarse cerca de León, enterró junto con otros docum entos esa
m rrespondencia a que hacemos referencia. Laureano murió estando oculto en la casa
y Hu propio hijo hubo de enterrarlo en el jardín. Esa correspondencia, que hub iera
IkkIuIo servir para vislumbrar m ejor todas las actividades de ese período, puede ya
lonsulerarse com o perdida para la historia social.
n. H.E Kaminski, C eux de Barcelona, Edicions Denoel, Paris, 1938, pág. 58. [Existe tra-
iliK i n'in española co n prólogo de José Peirats, Los de Barcelona, Ediciones del C o tal,
Uarielona, 1977).
II Alejandro ( iilahcrt, Durruti, Eilíciimes Tierra y Libertad, Barcelona, 1957, pátj. 64.
6í EL REBELDE (i896-i93l>
H Esta cartii de Malatesta aparece cotrni prólogo al libro de Luigi Fabbri, Dictadura y
Hi'i'oluiii'ni, Kdnnmes I.ii Protcstii, Buenos Aires, 192S,
6g EL REBELDE <l89é-l93I>
C a p it u l o IV
“LosJustirieror
36. C lem ente Mangado, com ponente de este grupo, nos ha comunicado en una memo
ria inédita sus recuerdos personales. De ella nos hemos servido para la reconstrucción
de estos hechos. C^lemente Mangado murió tuberculoso en el exiho (Francia, 1968).
En lo sucesivo, cuando citemos su escrito inédito lo h a r e m o s por medio de las m i'
t i.iles T( M.
«LOS JUSTICIEROS» 6 9
fuerte, de ojos alegres, que nos saludó co n la sim patía del que saluda a q uien c o n o
ce de toda la vida. N os dijo, sin preám bulos y enseñándonos el carnet de la C N T ,
que acababa de llegar a la capital y que precisaba trabajar. C o m o en casos sim ila
res, nos ocupam os de él, en c o n trán d o le trabajo en u n taller de m ecánica e n
R entería. Desde entonces, y co n cierta regularidad, después del trabajo solía v en ir
al Sindicato. Se sentaba en u n rin có n , tom aba los periódicos que se am o n to n ab a n
en una m esa y leía. A penas in terv en ía e n las discusiones, y cuando ya era e n tra d a
la no ch e se retiraba a la posada e n la qu e le habíam os en co n trad o alojam iento”.
A quel rostro im presionó a Buenacasa. T ras algunas reflexiones, llegó a rec o r
dar el e n c u en tro an terio r que am bds h a b ía n tenido. Era aquel jo ven ta n a n tip á ti
co que h ab ía co n o c id o tres años antes en G ijó n . “E ntonces — c o n tin ú a
Buenacasa— tuve curiosidad por con ocerle íntim am ente y busqué su am istad. D e
las primeras conversaciones que tu v e co n él, lo único que pude sacar en claro fue
que había estado unos años e n Francia. Pero n o me dijo los m otivos de esa e s ta n
cia y tam poco hizo referencia a G ijó n . Yo te n ía la seguridad de que me hab ía rec o
nocido y m e intrigaba el porqué silen ciab a aquel episodio. ¿Sería — me decía a m í
mismo— porque am bos conservábam os u n mal gusto de entonces? Sea lo que
fuere, el caso fue que n i u n o n i o tro hicim os jamás referencias directas a G ijó n ”.
Buenacasa, que siem pre se h a te n id o , com o le gustaba decir, por “u n b uen c a ta
dor de hom bres”, prosigue: “G u sta b a conversar, pero n o disputar. En las co n v e r
saciones h u ía siem pre de las divagaciones y se concretab a e n los fines del asunto.
N o era n i terco n i fanático, sino abierto, adm itiendo siem pre la posibilidad de su
error. Y te n ía la rara virtud , poco co m ú n , de saber escuchar, tom an do siem pre e n
consideración el argu m ento del co ntrario, aceptándolo e n las partes que él creía
r.izonables. Su labor sindical era callada, pero interesante. Ju n to con el resto de
olireros m etalúrgicos que teníam os afiliados a nuestro S indicato de O ficios
Varios, inscritos a su vez e n la U n ió n M etalúrgica de la U G T , formó u n grupo de
oposición d e n tro de la U n ió n . E n las A sam bleas de la U n ió n M etalúrgica su voz
lom enzó a hacerse oír y más de u n a vez u n jefe socialista se sintió inquieto e n e f '
m om ento e n que D urruti pedía la palabra. Sus interv enciones — com o fueron des
p u é s en los m itines— era n cortas, p ero incisivas. Era m uy sencillo al expresar su
pensam iento, y cuando llam aba al p a n p a n lo hacía co n ta n ta fuerza-y co n v ic c ió n ,
que no h ab ía m an era de desm entirle.
“Se le nom b ró para ocupar cargos de responsabilidad e n la Ju n ta M etalúrgica,
p e r o jamás quiso aceptarlos, respon diendo a sus com pañeros que lo que m enos
im portaba era el cargo, sino que lo verdaderam ente im p o rta n te era la vigilancia
d e s d e la base para obligar a los de arriba a cum plir sus com prom isos, ev itando co n
e l l o que se burocratizasen.
“Pasaron los meses, nos fuimos ligando en am istad sincera y fue co n tán d o m e
« I \ ' i i i a . Yo, por m i parte, y h ac ie n d o las cosas de m an era que él n o pudiera sos-
| > c i b a r mi m ano e n ello, tra té de p o n e r e n su cam ino a los mejores m ilitantes co n
t | i i e contábam os en S an S ebastián, quienes p ro nto fu eran sim patizando co n aquel
oiIIikIo leonés”
38. “La detención gubernativa” consistía en el privilegio que tiene un gobernador civil
de enviar a la cárcel por espacio de tres meses a cualquier individuo del cual se sos
peche una actividad subversiva. En aquella época, m ediante este procedimiento, se
tuvo a m ilitantes obreros años y años en presidio, pues se les prorrogaba regularmen
te la detención. Más tarde, durante la represión franquista, esta medida ha sido igual
m ente aplicada. Véase como ejemplo el caso de A lejandro Zotter, cónsul austríaco
en Madrid en 1935, detenido en 1939 por las tropas franquistas y “preso gubernati
vo” basta 1950, año en el que fue puesto en libertad gracias a la intervención de la
Embajada de los EE. UU.
40 TCM.
42 t c :m .
4» Idem.
71 EL REBELDE <l896-l93I>
45. Idem.
46. Idem.
73
C a p ít u l o V
Anteelternimniogubeniainenlal
47 Eleuterio Q u in tan illa fue uno de los fundadores de la C N T . Era maestro de escuela,
fundador del C entro de Estudios Sociales de G i]ón y director del semanario Acción
Social. En el Congreso de la C N T de 1919 denunció ya el carácter autoritario de la
revolución rusa y formó parte de la tendencia que en el interior del Congreso se
opuso a la adhesión de la C N T a la 111 Internacional. M urió en Burdeos en 1965, a
los 80 años de edad.
49 . Este atentado lo había realizado Domingo Ascaso, pero su herm ano Francisco no
tenía nada que ver. Mangado afirma que “ese periodista, llamado Gutiérrez, m ante
nía en El Heraldo de Aragón una constante campaña de calumnias contra los anar
quistas, pero eso nada tuvo que ver con el atentado; éste sólo fue debido a que denun
ció a varios de los soldados que se sublevaron en el Cuartel del C arm en la noche del
8 al 9 de enero de 1920”.
50. Para los entrecomillados y, en general, para la entrevista, nos valemos del testimonio
de un viejo m ilitante aragonés (CB) que hasta 1967 residió en Barcelona. Felipe
Alaiz que durante la época del relato vivía en Zaragoza, y que junto con Zenón
Canudo fundó un periódico de vida efímera, Impulso — en el cual escribió por primera
vez Francisco Ascaso (1919)— , consultó el testim onio y nos certificó su exactitud.
Felipe Alaiz, célebre periodista, murió en el exilio en 1965.
51. N acido en H uesca en el seno de una familia acomodada. Siendo estudiante, fue ini
ciado en el anarquismo por el catedrático R am ón A cín (fusilado en 1936 por los fas
cistas). Escartín abandonó sus estudios y se hizo pastelero, militando en el Sindicato
de la A lim entación en 1919. Fue fusilado por los franquistas en 1939 en Barcelona.
52. Clem ente Mangado, uno de los inculpados en este proceso, escribe: “Cualquier obre
ro de Zaragoza hubiera podido atentar contra Bernal, ya que este personaje no sólo
practicaba el despotismo en la Q uímica, S. A ., sino que denunciaba a los obreros que
cotizaban a la C N T . Por lo que respecta a nosotros, ninguno de los tres teníamos
nada que ver con el atentado. Justam ente nos encontrábam os preparando uno con
tra el gobernador civil, el conde de Coello, quien, junto al cardenal Soldevila, era el
intnKliictor en Zaragoza del pistolerismo y de los métodos que Martínez Anulo había
inipl.inl.ulo i-ii lí.iri clDn-i".
ANTE EL TERRORISMO GUBERNAM ENTAL 75
5). TCM.
U. El Comunista aporta datos respecto a estas huelgas. El Sindicato del Alumbrado
impuso a la Compañía el reconocimiento de su organización sindical, un aumento del
60 |-H)f ciento en los jornales y la dotación de un capote para la lluvia a cada obrero.
Kn hl t^ompañí.i de Tranvías impuso también un aumento salarial para todas las cate
gorías y i'l reconocimiento de la organización sindical. Cfr. El Comunista, n. 14 hasta
el 2 1 inclusive.
j 6 EL REBELDE <1896-1931)
57. Este atentado fue llevado a cabo por el grupo anarquista “Metalúrgico” de Barcelona.
Para dicha misión se desplazaron a Madrid tres de sus miembros: Pedro Mateu, Luis
Nicolau y Ram ón Casanellas. Mateu fue detenido en Madrid y los otros dos lograron
escapar al extranjero, pero Nicolau fue entre|»ado a las autoridades españolas por los
a l e m a n e s y ( ^ i s a n e l l a s encontró refugio e n l a URSS, p a í s i l o i u i c ai.ibó amvirtién-
i l o s i ' .il iioltln v i s m o M.ili'ii V N k o I. i u f u e r o n m i n i e n , i d o s ,i iniiertc e i i u l u Í M i i o s m á s
ANTE EL TERRORISMO GUBERNAM ENTAL JJ
tarde, saliendo en libertad en 193L Por esa fecha, Casanellas, recién llegado de
Rusia, m oría en u n accidente de moto. D urante aquella estancia de D urruti en
Madrid, fue detenido por sospechoso; pero pudo convencer a las autoridades de que
era “hijo de buena familia y que se encontraba en Madrid en com pañía de una amiga,
y que si ese h echo se divulgaba podía traer consecuencias para su honorable fam ilia”.
A l comisario le convencieron sus modales, su porte elegante, su tipo de extranjero y
su natural simpatía, dejando al rico heredero y a su querida que se m archaran libre
m ente”. M anuel Buenacasa, cuartillas inéditas.
tica de M artínez A n id o ”. O tras acciones iban a seguir a ésta 5?. Ascaso señaló que
lo que D urruti les p rop onía era enton ces imposible, pues no podían apartarse del
objetivo que les absorbía. A ñadió: “T o d o esto puedes com unicarlo a los com pa-
ñeros de Zaragoza, así com o prevenirles de que algunos pistoleros dem asiado
conocidos en B arcelona tien d en a refugiarse en Zaragoza, seguram ente c o n la
in ten ció n de ex ten d e r sus actividades a aquella ciudad”
U n a vez en Zaragoza, B uenaventura hizo el balance de su viaje. En ciertos
lugares, el recelo ex isten te dificultaba las cosas. Pero, en general, un a m ayoría
estaba dispuesta a establecer pactos duraderos que constituirían el prim er paso
para la creación de u n a Federación anarquista peninsular. Inm ediatam ente, los
grupos de Zaragoza pusieron manos a la obra; el grupo “Vía Libre” fue encargado
para que convocara u n a C onferencia N acio nal, y, hasta que esto fuera posible, en
su publicación se abriría una tribuna de discusión en to m o al problem a de la orga
nización anarquista. “Los justicieros”, a los que B uenaventura expuso la necesi
dad de ob ten er pistolas, se encargaron del asunto. Varios de ellos salieron hacia
Bilbao para obtenerlas.
B uenaventura y G regorio, buenos conocedores de los militantes vascos, pidie
ro n ayuda — para llevar m ejor a cabo la delicada m isión— a Zabarain, que siem
pre se había dedicado a actividades de esta índole. Este se mostró pesimista en u n
principio, diciendo: “Desde la llegada de Regueral a Bilbao, puede decirse que la
C N T n o h a salido de la clandestinidad”. Y prosiguió: “Las cajas de los sindicatos
están m aterialm en te agotadas yéndose el d inero en asistencia a los familiares de
los detenidos o aten d ien d o los procesos. Imposible pensar en este m odo de
ayuda”^'. S in em bargo, hicieron algunas gestiones entre los com pañeros para
ob ten er algún d inero o algunas armas. Los resultados fueron casi nulos; ob tuv ie
ro n muy poco dm ero y algunas armas cortas, y esto gracias a la abnegación de cier
tos com pañeros de Bilbao, que entreg aro n su pistola e n “unos m om entos en que
u n arm a era el m ejor ca rn et de identidad”. G regorio, animado, y juzgando que “a
grandes males, grandes rem edios”, propuso llevar a cabo algunos golpes en d eter
m inados bancos, ya que el Estado saqueaba las cajas de las organizaciones obreras.
T orres E scartín y B uenaventura, siempre de acuerdo, manifestaron con inquietud
su inexperiencia. Si bien h ab ían tenido en cuentros armados cón la policía y los
pistoleros, y h a b ía n realizado atentados co n dinam ita, nunca se hab ían servido de
u n a pistola para asaltar u n banco. N o obstante, una vez aceptadas las responsabi
lidades, G regorio y B uenaventura p la n ea ro n u n robo en el Banco de Bilbao.
B uenaventura co n v en ció a su amigo de que el golpe era irrealizable, por la c a n ti
dad exigua de m edios co n que contaban. Zabarain los sacó del callejón sin salida
en que se en c o n trab a n , diciéndoles que n o era “u n robo cualquiera”, sino u n pro-
59. Domingo Ascaso se refiere a un in ten to de asalto al cuartel general de los pistoleros,
organizado por ocho grupos anarquistas en Barcelona.
til Idem.
8o e l r e b e l d e <i 8 9 6 - i 93I>
C a p it u l o VI
Zaragoza, 1922
63. Idem.
64. Sobre este asunto, Francisco Ascaso escribe: “U n o de los procesos más resonantes
seguidos a nuestra organización en aquella localidad (Zaragoza) fue el de las famosas
bombas del café Royalty, en el año 1920. V ictoriano Gracia, com plicado en el mismo
por el famoso don Pedro Aparicio, jefe de policía, supo desentrañar la maniobra y
destruirla. Su folleto, editado bajo el pseudónimo de “T entieso”, fue, junto con la
defensa magnífica de Francisco Layret, la base fundam ental de la liberación de los
presos y de la dimisión del citado jefe de policía”. Artículo publicado en Solidaridad
Obrera, bajo el título “Victoriano Gracia”, en febrero de 1935.
65. Liberto Callejas, en su comunicación con relación a este periodo, escribe “que fue de
gran provecho para niirruti, porque le permitió profundizar en las teorías anarquistas
con las muchas K-iltir.is cine tuvo”
ZARAGOZA, 1 9 2 2 81
67. Recuérdese que A n to n io Maura era Jefe de G obierno cuando “La Semana T rágica”
lio Barcelona en julio de 1909, y que fue uno de los principales responsables del fusi
lam iento de Francisco Ferrer y G uardia el 13 de octubre de 1909.
68. líiversos historiadores, entre ellos A lberto Balcells, recogen esta expresión.
69. En esta ép<Ka los presos iban do cárcel en cárcel, atados unos a otros, andando por
c.irrotora, y bajo la escolta do la ( ni.inlia ( 'ivil. IV .ilií ol iiDiiibro do “oiioril.i <lo provis”.
8l EL REBELDE <1896-1931'
nación . Pero las gestiones que se h ic iero n para atraer a la burguesía catalana fra
casaron com pletam ente; ésta pedía el M inisterio de H acienda, y al no ser atendi
da e n su dem anda, el G obiern o de M aura n o pudo ir más allá de marzo de 1922,
cuando un a nueva crisis lo suprimió.
A lfonso XIII pensó, siguiendo el ejem plo de M ussolini y V ícto r Manuel, que
su solución era u n general de estirpe fascista que controlara la nación y le permi
tiera “reinar” en paz. C u an d o Sánchez G uerra llegó a ser el nuevo Primer
M inistro, recibió instrucciones en tal sentido. Pero éste, en cambio, sabiéndose
transitorio, m ició u n gobierno de tregua social y restableció las garantías consti
tucionales el 22 de abril de 1922.
Para entonces, Zaragoza y la C N T aragonesa h ab ían com enzado a vivir la tra
gedia del pistolerism o im portado de B arcelona por el cond e d e Coello y el arzo
bispo Soldevila
C uan d o las autoridades locales de Zaragoza oyeron los rum ores de que, tras el
fracaso político de M aura, Sánchez G uerra podría ser su sustituto, pasaron a una
decidida ofensiva. C om enzó a ponerse e n m archa la m aquinaria de la justicia, a
fin de liquidar rápid am en te cuantos expedientes estaban estancados. Se anuncia
ron los juicios de los condenados (presuntos) por el a ten ta d o a Bemal y por el
affaire del periodista G utiérrez; los resultados de estos juicios — y de otros— pro
m etían ser graves e n sus consecuencias. R ápidam ente “Los Justicieros” se pusie
ron en pie de guerra, apoyados por los abogados de las causas obreras, venidos de
M adrid y Barcelona. Eduardo Barriobero, abogado defensor principal, expuso ante
el com ité Pro-presos sus puntos de vista: “C o n Sánchez G u erra e n el Gobierno la
política cam biará, y co n el restablecim iento de las garantías constitucionales
ta n to la C N T com o el resto de la oposición saldrá de la clandestinidad. Pero si el
presente proceso se liquida antes de que esto ocurra, y los enjuiciados son conde
nados, n o h ab rá revisión del mismo pese a la política de “tregua”, y los condena
dos estarán m uchos años en la cárcel. P ara que salgamos airosos de la situación —
y para que los presos salgan de la cárcel-, la m ejor defensa que puede hacerse es
que el pueblo de Zaragoza proclam e su inocen cia en la calle. Solam ente esta pre
sión popular puede hacer girar las cosas a nuestro favor” El delegado de los gru
pos anarquistas expuso an te el C om ité Pro-presos que las m ejores armas eran la
huelga general y las m anifestaciones violentas en la calle. El delegado de la C N T
alegó que “estando clausurados los sindicatos, u n a declaración de huelga general
n o va a ser seguida p or los trabajadores” Los grupos anarquistas acordaron que,
en caso de que la C N T n o aceptara la responsabilidad de la declaración de la
huelga, ellos mismos tom arían la iniciativa y afrontarían las consecuencias deri
vadas de este acto. U n a delegación fue nom brada para estos efectos, encontrán-
71. TCM .
72. Idem.
ZARAGOZA, 1 9 2 2 8 j
76. El acuerdo del Congreso de la C N T de 1919 no perm itía dudas. En el primer p unto,
se declaraba “firme defensora de los principios de la I Internacional, sostenidos por
Bakunin”. Y en el segundo, se exponía: “Que la C N T se adhiere provisionalmente a
la III Internacional, por el carácter revolucionario que la informa, mientras ta nto , la
C N T de España organiza y convoca el Congreso O brero U niversal que acuerde y
determ ine las bases por las cuales deberá regirse la verdadera Internacional de los
Trabajadores”. (En esta fecha aún no se había organizado la Internacional Sindical
Roja — ISR— ) M adrid 17 de diciem bre de 1919”. T ex to citado por José Peirats, La
C N T en la Revolución Española, Ruedo Ibérico, París, 1973 [Del libro de José Peirats
existe una nueva edición más asequible en Cali, A .A . La C uchilla, 1988].
77. En to m o a este Pleno hubo una larga polémica entre el grupo N in-M aurín y los m ili
tantes de la C N T . N o quedó nunca claro si se celebró en Lérida o en Barcelona e
incluso si se celebró en realidad. Fue convocado por N in para discutir si se atendía a
la invitación que M oscú hacía a la C N T para asistir al congreso constitutivo de la
ISR, que debía celebrarse en junio de 1921. Primero se convocó en Barcelona e n el
mes de abril, pero horas después se celebró en Lérida sin prevenir a las delegaciones,
dando com o resultado que de todos los asistentes (cinco en total), cuatro fueran filo-
bolcheviques y el otro, A rturo Parera, representante por A ragón, quedara en m in o
ría. A llí se nom bró a N in, M aurín y al representante de Levante, Hilario A rlandis,
como delegados a ese Congreso de Moscú. Y a esta delegación se añadió — esto ta m
poco está muy claro— una representación de los grupos anarquistas de Barcelona,
con G astón Leval.
7H El Informe de Pestaña fue editado por N ueva Senda, de M adrid, en marzo de 1922,
bajo el título de Informe de mi gestión en el II Congreso ^agosto 1920) de la IC, seguido
de otro texto: Juicios sobre la III Internacional. Estos dos docum entos, importantes para
com prender lo.s problemas de la época, fueron acertadam ente reimpresos por la
Editorial ZYX, de Madrid, en 1969. El Informe de G astón Leval en Daniel G uerin,
N i Dieu ni Maítre, Editorial Delphes, Paris, 1966 [Existe traducción en español. N i
ílio.s ni amo, Campt) A bierto, 1977, 2 vols.].
8Ü, Pueden consultarse las “21 condiciones” en el anexo a Histoire du mouvement ouvrier
frainais, vol. 11, Les éditions ouvrieres, Pnris, 1970 y en otra.s edicione.s en español
86 EL REBELDE <l896-I93l>
82. Evidentem ente, Pina no era un caso único. U n a cantidad relativam ente grande de
anarquistas se inclinaron a imitar ciertos procedimientos bolcheviques. Angel
Chueca fue otro de estos militantes fik)-hoIcheviques de Zaragoza; en uno de mis artí
culos, publicad.) antes de su muerte en Ei C-omunista, mucstrii su .idmiración por
Lcnin y Troiski y, por el conlrario, critica scviT.imentc .i S.ijviidor So»;uí.
/ A H M . O I A , 1922 87
85. El nuevo pistolerismo tom ó como base los llamados Sindicatos Cristianos, creados
por el católico R am ón Sales, los cuales se pusieron al servicio de la burguesía y de las
autoridades para continuar con las antiguas prácticas pistoleras del barón de Koening
y di‘ Bravo Portillo.
( ■M’l l l ’I O VII
"Los Solidarior
I')urruti y sus am igos llegaron a B arcelona unos días después del aten tad o c o n tra
f l i(¡nocido anarquista A n g el P estaña, llevado a térm in o por los pistoleros de la
iMirHuesía. El am b ien te e n B arcelona estaba enrarecido p or tal m otivo en aquellos
i'.iliirosos días de agosto de 1922 s?. Los trabajadores h a b ía n declarado la huelga
>!ciu-r,il en C a ta lu ñ a. U n grupo de in telectuales catalanes hizo piiblica u n a co n -
tli’ii.i formal a las autoridades p or estas intolerables agresiones de la burguesía. E n
lii.s ('o rte s, el d ipu tad o socialista Indalecio Prieto d en u n c ió los m en cionados
lu'i hos y exigió al G o b ie rn o que hiciera dim itir a M artínez A nido. S án ch ez
( iiicrra, presidente d el G o b iern o , presionado por las C o rtes y por la ola de indig-
n.ii i(')n popular, se vio obligado a in terv en ir. A partir de ento nces, “la estrella de
M.iriínez A n id o com enzó a palidecer”8 8 , aunque el pistolerism o contin u ara exis-
licniio y actu an d o a través de los llam ados Sindicatos Libres, organizaciones ere-
ikI.in y m anipuladas p or los patronos. La Iglesia protegía tales sindicatos co n el fin
tlf im plantar u n sindicalism o católico. R am ón Sales, encargado de fundar estas
niirvas organizaciones com o rivales de la C N T , era u n antiguo jefe de pistoleros.
( ’o n sftu c n te m e n te , im puso su peculiar proceder en estos sindicatos: los p atro n o s
t>hll^>llban forzosam ente a u n a nu ev a sindicalización y com enzaron a despedir a los
iriu 'tista s. Los pistoleros secu n d ab an estas medidas aplicando el terror e n las
( .illi's y en las puertas de las fábricas. La burguesía esperaba así aplastar el an arco-
*liulii..iliMTio. M artínez A n id o co n tin u a b a persiguiendo a los sindicatos d e la
( \>n(i\lcración, a pesar de la p o lític a de tregua seguida p o r el poder central. T o d o
rilo im plantaba o b v ia m en te u n régim en cotidiano de guerra sin cuartel. La in te -
loi iiialklad ca ta lan a — o u n a parte im p o rta n te de ella— , b ajo la égida de F rancesc
M ai íii, se o ponía a ta l estado de cosas y com enzaba n u ev a m e n te a p rop oner el
AN. )oté Peirats, Los anarqtástas en la crisis poUaca española, Alfa, Buenos Aires, 1964, pág.
iV
90 e l r e b e ld e <i896 - i 93 I>
89. Francesc M aciá nació e n Vilanova i la G eltrú en el año 1859. Rompió con el Ejército
siendo coronel, y desde 1905 comenzó su lucha en pro de la autonom ía catalana.
Encarnaba el espíritu teivindicativo del catalanismo. A los 67 años organizó una
expedición guerrillera en Prats de Molió con el fin de liberar C ataluña de la m onar
quía de Alfonso XIII (1926). Murió el día de Navidad de 1933, siendo Presidente de
la G eneralitat de Catalunya. Se le llamaba A vi (abuelo).
90. Testimonio de Aurelio Fernández. Los com ponentes de este grupo fueron Francisco
Ascaso (camarero). Buenaventura Durruti (mecánico), M anuel Torres Escartín (pas
telero), Juan G arcía Oliver (camarero), A urelio Fernández (m ecánico), Ricardo Sanz
(peón alhañil), Alfonso Miguel (ebanista), Gregorio Suberviela (capatnz de minas),
Eusebio Brau (fundidor), M arcelino del Campo, a) Tomás Arrarte (carpintero),
Miguel CJarcía Vivancos (mecánico de automóviles), Gregorio M artínc:, a) el T oto
(pi('in)
• lO R 10 LIDAR]OS» 9I
93. Idem.
• l o » «O llD A R IO S» 93
C a p it u l o V IH
96. Ricardo Sanz, El Sindualtsma y la /’o/ftica, Edicione.s del autor, Toulou»c, Fnincia, 1967.
RF.GUBRAL Y EL CARDENAL SOLDEVILA 95
Inm ediatam ente, D urruti salió p ara M adrid, lugar d o n d e debía asistir e n el
im-s de abril a la C o n fere n cia A n a rq u ista convocada p o r el grupo “V ía L ibre”
(1923). En la cap ital de España debía tam b ién entregar u n a cantidad de d in ero ,
p;ir;i aten der el proceso incoado c o n tra Pedro M ateu y Luis N icolau, am bos a c u '
>.¡idi)s de h ab e r llevado a cabo el a te n ta d o contra E duardo D ato, P residente d el
( Consejo de M inistros.
M ientras D u rruti viajaba, las cosas se precipitaron e n Barcelona. “Los
Solidarios” fueron inform ados de d ó n d e se escondía u n o de los más conocidos p is
toleros, llam ado Languía, y brazo d ere ch o de Sales, el jefe de los Sindicatos Libres.
Se suponía que L anguía h ab ía in te rv e n id o d irectam ente e n el atentado c o n tra
Siilv’.idor Seguí, y que h ab ía buscado refugio en M anresa. Ascaso, ju n to c o n
Ciiircía O liver, salieron para esa ciudad, y allí supieron que Languía iba siem pre
iicom pañado de tres pistoleros que le escoltaban. C om o n o h a b ía tiem po que p e r
der, decidieron actuar solos y ráp id am en te, sorprendiendo a los cuatro pistoleros
en él fondo del bar, d o n d e pasaban las horas jugando a las cartas. El tiroteo, ju n to
«.on la sorpresa, fue breve, lo que les p erm itió un a rápida retirada, saliendo in m e-
iliiitam ente de M anresa, vía B arcelona. A l llegar a la cap ital catalana ya la p ren -
111 no ctu rn a hablaba d el a ten ta d o e n el que había en c o n trad o la m uerte “el ciu-
choso que alguien desde la calle m irase a través de los visillos de la v entana, y
salló con la in te n c ió n de sorprenderle. C u a l sería su sorpresa cuando se en c o n tró
frente al m ism o general M artínez A n id o que, acom pañado de dos policías, h ab ía
echado u n a m irada al café.
Repuesto T orres E scartín de su sorpresa, disim uló lo m ejo r que pudo la em ba-
razosa situación y en tró de nuevo al bar, m ientras M artínez A n id o desaparecía por
la calle. C o m u n icó su descubrim iento a sus amigos, y los tres lam entaron el h ab e r
dejado las arm as e n el hotel.
Francisco A scaso, desconfiado por naturaleza, m anifestó extrañeza, y pensó
que M artínez A n id o debía estar en terad o de la presencia de los tres anarquistas
en la capital donostiarra, así com o del propósito que les anim aba. Por ello, pro-
puso que se to m aran las armas para abatirlo donde fuera.
V isitaron el C asino M ilitar, el G ra n C asin o y algún o tro local probablem en
te frecuentado p or A n id o . Pero todo resultó en vano. M artínez A n id o había desa
parecido de S an Sebastián, y lo ú nico que llegaron a saber fue que había salido
precipitadam ente h ac ia La C oruña.
S in pérdida de tiem po, los tres cam aradas “Solidarios”, esta vez por separado,
to m aron billetes para dirigirse a la capital gallega. A l llegar a la citada ciudad,
Ascaso, que te n ía que tom ar inform es de unos portuarios sobre u n envío de armas
que debía hacerse desde G alicia a Barcelona, se dirigió al p u erto acom pañado de
A urelio; m ientras Torres E scartín to m ab a otros contactos co n la C N T de La
C oruña, qued and o establecido en co n trarse alrededor del m ediodía en u n café
céntrico de dich a capital.
M ientras A scaso y su amigo paseaban p or el puerto, la policía les detuvo. U n a
vez conducidos a la C om isaría del Puerto, se les registró m inuciosam ente sospe
chando, según confidencias recibidas, que se trataba de dos m aleantes dedicados
al tráfico de drogas. Los detenidos lograron convencer al com isario que la razón
de su estancia e n aquel lugar obedecía a trám ites que estaban haciend o para em i
grar a A m érica y co n ello pud ieron salir en libertad, ocasión que aprovecharon
para alejarse de La C oruña, convencidos que por esa vez n o era A n id o el sor
prendido sino ellos.
La d en u n cia de traficantes de droga procedía ind irectam en te del m ism o
A nido; y cu ando él mism o se presentó en la com isaría para interrogar a los d e te
nidos, se en c o n tró c o n la sorpresa de que sus perseguidores h a b ía n sido puestos e n
libertad, después de la verificación de sus identidades. Este h ec h o le costó la
carrera al com isario de policía, pues A n id o , después de decirle que “se tratab a d e
dos peligrosos anarquistas que le seguían los pasos para m atarle”, le sentenció que
a causa de aquel fallo podía dar por liquidada su carrera.
La policía organizó batidas por los h oteles y detuvo a varios sospechosos. Pero
“Los Solidarios” h a b ía n tenido la b u en a idea de partir inm ed iatam en te de la capi
tal gallega, considerando fracasado su in te n to en aquella o p ortunidad *8.
D esalentados, volvieron a B arcelona, donde se en teraro n que D urruti había
sido d etenido e n M adrid.
99. ScRÚn cuenta Teresa Margalef, que durante un tiempo lo tuvo oculto en su casa el
,iñ(> 1933, “de noche, a fin de hacer ejercicios físicos, solía salir al jardín para cavar
la ticrr,! con un azadón o cortar m adera a golpe de hacha”.
101. M.uiro Rajatierra M orán nació en M adrid el 8 de julio de 1884. Panadero de oficio y
escritor :mt(Hlid,icta, llegó a ser un excelente periodista. Fue, además, autor de díver-
sii» uhr.is de teatro y novelas sociales. Colaboró en toda la prensa anarquista de su
época y se convirtió en cronista de guerra para SolidarícLd Obrera y C N T durante
linio el lo n fliito iivil. M urió ,i últim os de m ano de 19W, cuando la entrada de lo»
ii4ii lon.ili-s en M.idrid, di-(i-iuliéndosc ,i tiro limpio.
9» EL REBELDE <1896-1931^
102. El pm tor García Telia, exiliado en París, nos cuenta haber oído la siguiente anécdo
ta, que circuló por la capital de España en aquella época: “En las afueras de Madrid
se paseaba en coche un conde con su hija de unos cuatro años. El coche fue parado
por unos “bandidos” que, según se decía, uno de ellos era Durruti; y éste, al ver a la
chiquilla asustada y saltándosele las lágrimas, se entregó a consolarla, diciéndole: “N o
temas, niña que no te vamos a hacer ningún daño. Solamente que tu padre tiene
mucho dmero y vamos a repartirlo". Mientras, le socaba las lágrimas”.
10.3. Ric.irdo Siini, op. cit. Girrohorado también |Kir oí u-stimonio de Aurelio Fernández.
JOSÉ REGUERAL Y EL CARDENAL SOLDEVILA 99
doloroso te n er que v erla e n tre rejas. D ebió llegar muy cansada. Convéncela de
que estoy b ien y de que m i libertad ya es cuestión de días o quizá de horas”
M ientras D urru ti esperaba salir e n libertad, en su ciudad n atal era Fiesta
Mayor, ocasión e n que ricos y pobres festejaban al santo p atró n , cada clase social
a su m anera. Los prim eros o ste n ta b a n aú n más su poderío, y los segundos liquida
b an sus ahorros en mesas copiosas y e n prendas nueva, siendo u n a buena oportu
nidad para com er b ie n u n a vez al año.
En las barriadas obreras h ab ía fuegos de artificio, al tiem p o que en el centro
urbano se co n c e n tra b a n los más ricos de la ciudad en el baile anual del Casino o
para asistir al teatro , para cuyo efecto aquel año se h ab ía h ec h o venir de M adrid
un a com pañía que p o n ía e n cartel la obra El rey que rabió
La prim era rep resen tació n de d ic h a obra tuvo lugar el día 17 de mayo de 1923,
y acudió a ella lo más aristocrático, acom odado y jerárquico de la ciudad y, com o
era lógico, ta m b ié n asistió el ex gobernador José Regueral, acom pañado de su
escolta personal.
Jamás se sabrá p o r qué razón R egueral aquella n o ch e salió del teatro antes de
(.[ue la obra term inara, cosa que facilitó sobrem anera los planes de Gregorio y “el
Foto”, quienes, disim ulados e n tre la m uchedum bre, deam bulaban por la plaza.
A l aparecer R egueral, p erm aneció unos m om entos parado en lo alto de la
escalinata. D etrás de él estab an los dos policías que le escoltaban. E n la plaza era
verbena y nadie, salvo los dos “Solidarios”, fijaban su vista e n aquel bravucón.
C'om enzó a descender la escalinata y, cuando había bajado ya algunos peldaños,
sonaron varios disparos que se co n fu n d ie ro n co n las deton aciones de los fuegos
■irtificiales y los petardos. Regueral, p erd ien do el equilibrio, com enzó a rodar esca
leras abajo. M urió en el acto, sin que los policías encargados de su custodia fue-
I .in capaces de saber de d ó n d e h a b ía n salido las balas m ortíferas, sorprendidos y
p.iralizados a n te el cuerpo sin vida de q u ien se “distinguió” por su odio a la clase
(ibrera.
Protegidos p or la sorpresa y el griterío que se desató ta n p ro n to se supo lo del
.iti-ntado, G regorio y su am igo d esaparecieron en la n o c h e tibia y colm ada de
estrellas.
La prensa del día siguiente relató el h ec h o con la n a tu ra l fantasía sensaciona-
liM.i de quienes describen lo ocurrido sin co nocer los verdaderos detalles del suce-
MI. U nos afirm aban que el a ten ta d o h ab ía sido com etido por u n grupo anarquista
vil- León, cuyo jefe p rincipal. B uen av en tu ra D urruti, se e n c o n trab a preso en S a n
Sebastián. O tros, co n fu n d ie n d o personajes, aseguraban que u no de los autores
cst.iba ya e n m anos de la p olicía leonesa. La realidad de tod o ello es que la poli-
i í.i, incapaz de en c o n tra r el hilo del asunto, daba palos de ciego deteniendo a tro-
i h e y m oche a sospechosos. E n tre los detenidos se e n c o n trab a u n h erm ano d e
104. C arta do Durruti a su herm ana Rosa. N o tiene fecha, pero está encabezada con
“C.ircel de San Sebastián”, y su texto n o perm ite duda alguna para referirla a esta cir-
cun.stancia. A rchivo particular.
106. Relato facilitado para este trabajo por el hijo de T ejerina, quien manifestó haberlo
escuch.ido de su padre.
( loiw ersaban e n to m o a u n a persona que resu ltabaser la m adre del prim ero y h e r-
in.in.i del segundo, rica d am a que, según parece, m ostraba signos d e en a je n ac ió n
mi-nt.il. El co che, tras cruzar el c e n tro urbano, tom ó los suburbios de la b arriada
I .is I \*licias para dirigirse h ac ia u n lugar fuera ya de la ciudad, d enom inado “El
I criuinillo”, e n el que existía u n a herm o sa finca que se destacaba “blanca, alegre,
108. ScRiiimos el relato de Tiempos Nuevos (París, 2 de abril de 1925, núm. 10), en el que
si‘ d,i cuenta del proceso contra Julia López, Escartín y Salamero. Hay una biografía
ilcl cardenal Soldevila. En 1971, u n em pleado de la Biblioteca M unicipal de Zaragoza
i|iic en ia época del atentado ocupaba-funciones en el Registro de Propiedad, nos
reveló el siguiente hecho: “Tras la m uerte del cardenal, y en la lectura de su testa
mento, se descubrió que legaba una gran fortuna (en propiedades) a una religiosa que
ni.ís tarde abandonó los hábitos. Este hecho disgustó m u tho a los medios católicos de
/.ir.igoza". Siguiendo el deseo del ton u in ii.in te, silenii.iiiuw su nombre.
102 EL REBELDE ‘1896-1931'
109. Este colegio estaba a cargo de unas religiosas de la O rden de San Vicente de Paúl.
Encerraba jóvenes novicias de 16 a 18 años, y se encontraba bajo la protección direc
ta del cardenal Soldevila, quien lo distinguía, de entre los de su género, por sus visi
tas cotidianas.
Primera pl.ma del Heraldo de Aragón, perteneciente al martes 5 de junio de 1923, notifi-
c.iiulii 1,1 imicric Je! t.irJen.ii Suldevil.i
106 EL REBELDE Il896-I93l>
A scaso pudo dem ostrar que a la h ora del aten ta d o se encontraba en la cárcel de
Predicadores, visitando a los presos sociales. S in embargo, y a pesar de que la coar
tada fue justificada por diversos testigos, se le procesó como autor del delito,
publicando la prensa nacional, al día siguiente, la gran noticia de la deten ció n de
u no de los asesinos del cardenal, cuya ejecución había sido llevada a cabo por la
célebre b anda que dirigía el terrorista D u rruti "3.
A l lado de esta noticia, se podían leer las siguientes declaraciones del político
conservador señor D e la Cierva; “En B arcelona se com eten a diario atentados que
quedan im punes y atracos a cuyos autores n o se les encuentra, tal com o el caso
del robo a m ano arm ada a las O ficinas de la Recaudación de, las C ontribuciones
o el atentado perpetrado en Bilbao c o n tra el abogado de los A ltos H ornos. C om o
representantes del país, debemos p regu ntar al G obierno si tiene medios para aca
bar co n estos actos terroristas”
La presión de la Iglesia aum entó sobre el G obierno español y las autoridades
zaragozanas, para que se decidieran a com p letar el expediente co n la deten ció n de
los conocidos anarquistas E steban E uterio Salam ero Bernard y Juliana López
M aimar. Por en con trarse ausente el prim ero, se detuí^o en su lugar a su madre, una
an cian a de se ten ta años, publicándose la no ticia de que se la tenía com o rehén
hasta que se presen tara su hijo. Para ello, la misma fue sacada de la cam a, enfer
ma de tuberculosis.
D oce horas después de publicarse la n o ticia de estas escandalosas detenciones
se presentó en la com isaría de Zaragoza E steban Salamero, prom etiendo e n tre
garse a la justicia, “de la que nada tien e que tem er” "5, y exigiendo la libertad de
su madre.
D e todos modos, la policía, antes de p o n er en libertad a la anciana, coaccio
n ó a Salam ero para que éste se confesase cóm plice del atentado. El procedim ien
to elegido fue aporrear a la m adre de Salam ero en presencia de éste. Para
Salamero, aquel suplicio fue superior a su fortaleza moral y term inó por confesar
su com plicidad, declaración que n o im pidió que, en el día del proceso, revelara
públicam ente los m étodos seguidos p or la policía para arrancarle su confesión.
Pero m ientras se esperaba el proceso, la justicia pudo substanciar la causa por ase
sinato con tra Francisco Ascaso, Rafael T orres Escartín y dos de sus cómplices:
Salam ero y Juliana López
116. kii-m .
107
C'APITULO IX
Los deseos de G arcía Prieto coincid ían co n los propósitos de A lfonso XIII, en
cuya cabeza daba vueltas la idea de instalar, com o lo había hecho V íctor M anuel
en Italia, u n M ussolini en España. E n la m en te del rey surgían los nom bres de
varios generales que aparecían com o estrellas rutilantes. La de mayor resplandor
era la del general Prim o de Rivera, quizá por la razón de que ambos sen tían el
mismo desprecio por la canalla (léase pueblo). Para Alfonso XIII, uno de los m o ti
vos esenciales que le m ovían a facilitar ese goIpF m ilitar era, además del despre
cio que siempre tuvo a la C o n stitución , el term in ar de una vez con el sonsonete
“de las responsabilidades sobre la guerra de M arruecos y sus desastres m ilitares”.
Pero era preciso buscar u n p retexto y, e n ese sentido, ¿cuál mejor que el de aca
bar co n el “bandidism o” obrero, es decir, c o n el anarcosindicalismo? Su idea sería
aplaudida hasta por la burguesía catalana, a pesar de la avwsión que ésta sentía
por el poder ce n tral ejercido desde M adrid.
Los proyectos del rey fueron facilitados por las disensiones que existían e n el
seno del G obierno , donde se en fren tab an los “africanistas” y los partidarios de
abandonar la cam p aña de Marruecos. U n o de los partidarios de la retirada o liqui
dación del cáncer m arroquí era el m inistro de M ariaa, Silvela. Este había en co
m endado al general C astro G ero n a que negociara co n A bd el-Krim — por in ter
m edio de su delegado en M elilla, Dris B en Said— la m anera de poner fin al co n
flicto bélico. A lcalá Zamora, m inistro de la G uerra en aquel G abinete y portavoz
e n el mismo del conde de R om anones, principal interesado en el m anten im iento
de la guerra de A frica, presentó su v eto a los trabajos que estaba llevando a té r
m ino Silvela. El v eto de A lcalá Zam ora com portaba la exigencia de la dim isión
de Silvela. Y así fue. Su sustituto envió al general M artínez A nido como com an
dan te m ilitar de la plaza de Melilla, y a los pocos días de tom ar posesión del cargo
se enco n tró a Dris Ben Said cosido a balazos. A sí se dio fin a la idea de resolver
por la vía pacífica el problem a de M arruecos.
Del panoram a político nacional y d e la situación interna de la C N T fue de lo
que se habló en la reu n ió n de “Los Solidarios” que se celebró a la llegada de
D urruti a Barcelona. A esa reunión asistió el cap itán A lejandro Sancho, un cola
borador técnico del grupo. S ancho inform ó de la atm ósfera que se respiraba en los
cuartos de banderas, e n los que se h ab lab a abiertam ente del inm inente golpe m ili
tar, e incluso se avanzaba el nom bre del general Prim o de Rivera como el futuro
dictador. De los m ilitares — decía S an ch o— , cabe esperar muy poco com o oposi
ción al golpe m ilitar. E n cuanto a los soldados, su reacción era muy hipotética, ya
que eran los m andos los que, en ú ltim a instancia, decidían. Sobre los C om ités
A ntim ilitaristas — inform ó— su recien te im plantación no puede permitirles un
trabajo espectacular. M áxim e — señaló— , que a raíz de haber descubierto propa
ganda subversiva en los cuarteles, se h a extrem ado ta n to la vigilancia en ellos que
se h ace casi im posible el trabajo proselitista. Quizá — terminó el capitán
S an ch o— , si se produjera una fuerte presión obrera, y la tropa saliera a la calle,
pudiera suceder, com o en otras ocasiones, la confratem ización entre obreros y sol
dados...
A n te tan pésimas perspectivas, otros que no hubieran tenido el temple de los
hom bres que com pon ían el grupo de “Los Sohdarios" se ii.ibríiin desanimado; pero
HACIA LA D ICTADURA D E PRIM O D E RIVERA IO 9
brazo derecho del insp ector S antiag o M a rtí Baguenas, jefe de la Brigada Social "s.
A quel m ism o día, D urruti y T orres E scartín prosiguieron su ruta h acía B ilbao.
U n ingeniero que estaba e n relación c o n u n grupo anarquista de la capital de
Vizcaya, y que servía a éstos de in term ediario para la adquisición de armas, se
com prom etió c o n d in e ro c o n ta n te a adquirirles las armas que precisaban. E n este
i.i.so serían unos m il rifles... N o faltaba n ad a más que ese dichoso “din ero c o n -
i,m te”.
Llegados a G ijó n y b ie n despreocupados, puesto que la policía de la c ita d a
localidad n o les co nocía, nuestros “S olidarios” se e n tre g aro n p ac ie n tem en te a ela-
|ior,ir su p la n de ataque.
M ientras e n G ijó n “Los S olidarios” p la n ea b an su asalto bancario, el gen eral
Triino de R ivera, c o n su cóm plice real, precisaba día a d ía su asalto al poder, d es
preocupados am bos ta m b ié n , ya que las fuerzas políticas parecían n o inquietarse
|H)r <iquellas m aniobras prim orriveristas. La única fuerza que prestaba su m áxim o
mii'rés a los p lanes d ictatoriales, y c o n razón para ello, era la C N T y los an a r-
qnista-s, puesto que la u n a y los otros sabían que el m o tivo principal de ese golpe
m ilitar era acabar co n el anarquism o y el sindicalism o revolucionario. G a rc ía
(.)liver, com isionado por los grupos anarquistas de B arcelona, se entrevistó c o n el
C o m ité N acion al de la C N T , con el fin de coordinar las fuerzas para hacer efec
tiva u n a huelga general revolucionaria. Los resultados de la entrevista fueron
deprim entes: los cuadros de la C N T se e n c o n trab a n desangrados y algunos sindi
catos m an ten ían u n a existencia sim bólica. Las sucesivas olas represivas habían
term inado por desarticular la organización obrera. A ngel P estaña explicó a
G arcía O liver: “La revolución reclam a organización. Las energías que liberan son
las que obran el fen ó m en o de la espontan eidad creadora. Para que u n a revolución
triunfe es preciso u n m ínim o de u n n o v e n ta por cien to de organización, y noso"
tros nos encontram os por debajo de la cifra cincuenta. C ausas de nuestras defi
ciencias son el desgaste que el terrorism o patro n al nos ha im puesto, más también,
nuestras propias disensiones y el nefasto papel que h a jugado el bolchevism o en
nuestras filas, y que h a term inado, en algunos lugares com o e n Sabadell, por deso
rien tar a la clase obrera. H oy la ú n ica posibilidad de h a c e r frente al golpe de
Estado reside en la u n ió n de todas las fuerzas enem igas de la d ictadura — senten
ció Pestaña, y añadió— : Pero ¿dónde están esas fuerzas? La U G T n o m uestra n in
gún interés en h ac er frente al golpe m ilitar”. Y concluyó: “La C N T se encuentra
sola an te la dictadura que se avecina, pero com o esa d ic tad u ra va dirigida contra
las auténticas fuerzas del país, y éstas se cobijan bajo las siglas de la C N T , en esta
ocasión, com o siem pre lo h a h echo el anarcosindicalism o, ella hará ho n o r a su
tradición revolucionaria”
A ngel P estaña n o h abía dicho n ad a que n o supiera G arcía O liver, pero en el
encu en tro de la C N T co n el anarquism o m ilitan te en aquellos m om entos de gra
vedad era preciso que se manifestara, y p or ello los grupos anarquistas redoblaron
su actividad aquel mes de agosto de 1923.
De G ijón, “Los Solidarios” de B arcelona recibieron u n com unicado urgente
de D urruti y T orres Escartín: todo estaba previsto, y hab ía que acudir rápido a fin
de n o malograr el golpe, porque en Eibar aguardaban mil rifles que u n tal Zulueta
había encargado e n nom bre de ellos al fabricante G árate y A n itu a .
El relato del im p o rtan te atraco que se efectuó en G ijó n el 1 de septiem bre lo
vam os a dar co n plum a ajena, auxiliándonos de la n o ta que hace el periodista de
El Imparríal, bajo el títu lo a toda p la n a e n la prim era página: “Audaz asalto a la
sucursal del Banco de España en G ijón. Los ladrones, después de h erir gravemen
te al director del establecim iento, se llevaron más de m edio m illón de pesetas.”
“G ijón, 1 de septiem bre.— A las n u ev e de la m añana, cu an d o acababa de ser
abierta la sucursal del Banco de España, se h a com etido e n el prim er estableci
m ien to de crédito de esta población el robo más audaz e n tre todos los más auda
ces que se v ie n en realizando en España.
“El h echo h a ocurrido de la form a siguiente:
“Por la pu erta principal penetraron seis individuos jóvenes, co n trajes de obre
ros y cubiertos co n boinas y gorras, em p u ñ an d o pistolas.
“Su entrada e n el salón cen tral produjo el m ayor pánico a los em pleados y a
las personas que e n él se encontraban.
“U n o de los atracadores se situó en la puerta, de e.spaldas a la entrada, empu-
ftando u n a pistola c o n cada m ano. Los dem ás se dirigieron rápidam ente a la sec
ció n de caja. El de la p uerta, co n voz ro n c a e im periosa gritó:
“— ¡A rriba las m anos! y ¡quieto to d o el m undo! — Los ladrones, siem pre c o n
rapidez de película, p e n e tra ro n en la caja, donde h ic iero n dos o tres disparos m ás,
y se apoderaron de to d o c u a n to d in e ro h ab ía y de lo que los cobradores te n ía n e n
los cajones y sobre el m ostrador.
“A l oír los disparos, bajó de la d ep e n d en c ia del piso superior el d irector de la
sucursal, d o n Luis A zcárate A lvarez, d e cin cu e n ta y n u ev e años de edad, el cual,
desde lo alto de la escalera, gritó:
“— ¿Qué pasa?
“El pistolero que, al parecer, dirigía la banda, le contestó:
“— ¡N o av an ce usted, porque le m atam os!
“S in em bargo, el señor A zcárate siguió b ajan do y los ladrones h ic iero n sobre
él varios disparos. U n o d e ellos le h irió gravem ente e n el cuello.
“El señor A zcárate cayó de bruces sobre el p avim en to, derram ando a b u n d a n
tísim a sangre.
“Los bandoleros se guardaron e n los bolsillos todos los billetes y se dirigieron
hacia la puerta, sin dejar de a p u n tar c o n las pistolas a los em pleados y al pú blico.
“U n a vez en la calle, m o n ta ro n e n u n autom óvil que les esperaba con el m o to r
en m archa y se alejaron.
“A n tes h ic iero n varios disparos c o n tra u n guardia m u nicipal que in te n tó salir-
les al paso. El guardia quiso h acer uso de su revólver, pero el arm a le falló.
“Los bandidos ta m b ié n d ispararon c o n tra los tran seú n tes para abrirse paso, y
tam b ién c o n tra los balcones de las casas próximas, a los que se h ab ían asom ado
m uchas personas atraídas por los disparos y los gritos.
“El guardia m un icipal Félix A lon so, que in te n tó h a c e r frente a los bandidos,
pudo ver la m atrícu la del coche, en u n m o m ento que frenó la m archa por h ab é r-
Noio atravesado o tro vehículo. Estaba m atriculado e n O v ied o co n el núm ero 434.
“El que lo conducía, que era u n g ran chauffeur, salvó co n habilidad el obstá-
I iilo, y h ac ie n d o lim pios y seguros virajes salió por la calle de Begoña, atravesó la
lie C ovadong a y to m ó la carretera de O viedo.
“Por verdadera casualidad — agrega el cronista— n o se h a n llevado los b a n d i
dos vanos m illones de pesetas. M o m entos antes de en trar ellos estuvo ab ierta la
Kr.in caja de reservas, en la que había varios millones de pesetas en billetes de banco .
“Parece ser que el golpe se p rep aró co n objeto de rob ar el dinero destin ad o a
l( )s pagos de la S ociedad D uro-Felguera.
“Los atracadores se h a n llevado 573.00 0 pesetas, según fácil arqueo p ra c tic a
do inm ed iatam en te.
"La b en e m é rita salió p o r la carretera de O viedo en persecución de los b an d i-
ilos. U n a pareja, que iba aco m p añ ad a de u n agente de policía, en c o n tró a tres
kilt'imetros de G ijó n al chauffeur del coche. Se lo trajero n d eten ido a G ijó n y h a
pri'Mado la d eclaració n siguiente:
"El jueves se p rese n taro n e n O v ied o seis individuos y le co n tra ta ro n para efec
tuar el viernes una excursión a G ijó n ; pero ayer se p resentaro n a decirle que la
cx iu rsió n quedaba aplazada hasta hoy.
III EL REBELDE <1896-1931»
sin sentido a causa de u n terrible culatazo dado por la espalda por u no de los guar
dias civiles. El m uerto y el herido fueron trasladados al cu artel de la G uardia
C ivil, donde, tras unas horas de suplicio, T orres E scartín quedó virtualm ente des
h echo . En ese lam entable estado fue trasladado a la cárcel de O vied o *21 .
E n El Imparcial se da un relato im personal del suceso; p ero co n la detención
de Torres Escartín, la prensa cam bió de tono. E scartín estaba señalado com o uno
de los autores de la m uerte del cardenal Soldevila. La asociación de Escartín y
A scaso tenía que traer el nom bre de D urru ti a la palestra, au nque de m om ento lo
que más im portaba a los gacetilleros era T orres Escartín. Y p or ello continuaron
las peripecias. El juez que instruía la causa co n tra Ascaso se apresuró a pedir el
traslado de Torres E scartín para sustanciarla definitivam ente. C u a n d o llegó a la
prisión de O viedo la n o ticia del traslado, los com pañeros de cautiverio de Torres
E scartín le prepararon u n a evasión, prem atura, dado su precario estado físico. N o
obstante, él, an te las sombrías perspectivas planteadas, acep tó el proyecto.
D esgraciadam ente, al saltar a la calle desde el m uro de la cárcel se le torció un
tobillo, quedando inm ovilizado a causa de ello. Sus com pañeros in ten ta ro n lle
várselo a cuestas, pero T orres Escartín les conv en ció (¿e que n o era h o ra de senti
m entalism os, sino m o m en to de salvarse. C om o pudo, apoyándose en los muros,
logró escurrir la vigilancia; pero poco a poco las fuerzas le fueron fallando hasta
caer desvanecido an te la puerta de u n a iglesia. Poco después, u n párroco salió de
“la casa de Dios” y, juzgando al hom bre sospechoso, llam ó a la G uardia Civil, la
cual lo intern ó de n uevo en la cárcel.
En León, la prensa local se ocupó preferentem en te de D urruti. Publicó su foto
grafía y, al pie de la misma, enum eró “sus fechorías”. En c u a n to a la form a en que
B uenaventura pudo escapar de sus perseguidores, la im aginación recurrió a toda
clase de fantasías y refinam ientos. H ubo q u ié n escribió que D u rruti hab ía logrado
escapar gracias a u n disfraz de sacerdote cuyo h ab ito lo obtuvo, pistola en mano,
desnudando a u n cura en plena iglesia
En el barrio de S an ta A n a, A n astasia pasaba por ser la m ujer más famosa de
León; y a cuantos le h ablab an del “ladronzuelo” de su hijo, ella les replicaba: “Yo
n o sé si mi hijo m an eja millones, lo ú n ic o que sé es que cada vez que h a venido a
L eón h e tenido que vestirle de pies a cabeza y pagarle el viaje de regreso” '^3.
M ientras en todas las tertulias se discu tían estos golpes de m an o y los aten ta
dos, la gente apenas se preocupaba de lo que se estaba tram an d o en las alturas.
“Los Solidarios” se desesperaban, convencidos de que el tiem po trabajaba en con-
12L Idem.
122. También se dijo que había estado oculto en el domicilio del com andante de la
Guardia Civd, en el cual trabajaba una tía suya como cocmera. O tro rumor divulga
do en Burgos afirmaba que compró a un saltimbanqui sus ropas y su mono y que, dis
frazado así, pudo escurrirse de la vigilancia policiaca.
tra de ellos. Las arm as com pradas e n E ibar seguían aún allí, m ientras el c a le n d a
rio iba com iéndose los días de septiem bre. A lfonso XIII estab a ta n sorprendido de
l<i facilidad de su juego q u e llegó a pen sar en convertirse él mismo en M ussolini,
proyecto del cual le disuadió el viejo y perspicaz político A n to n io M aura.
El 7 de septiem bre P rim o de R ivera celebró un a en tre v ista co n A lfonso X III,
y am bos fijaron la fech a del 15 del citad o mes para el golpe m ilitar. Pero por div er-
•SOS m otivos h u b o que m odificarla y establecerla para el d ía 13. Ello se debía, p o r
un lado, a los aprem ios del general S anjurjo, y, por otro, a que se había decid ido ,
por parte del G o b iern o , p resen tar el d ía 19 a las C ortes las conclusiones del e x p e
dien te Picasso.
E n con secuen cia, el día 13, a las dos de la tarde, el general Prim o de R iv era
convocó a la p ren sa a su despacho p ara darles cu en ta de su “M anifiesto al país”:
“Este m o v im ie n to es de hom bres: el que n o sienta la m asculinidad c o m p le ta
m ente caracterizada, que espere e n u n rincón... En v irtud de la confianza y m a n
dato que e n m í h a n depositado, se co n stitu irá en M adrid u n D irectorio m ilita r
ct)n carácter provisional, encargado de m a n ten e r el ord en público. N o querem os
ser m inistros ni sentim os más am b ició n que la de servir a España. El país n o q u ie
ro hablar más d e responsabilidades, sino saberlas, exigirlas, p ro n ta y ju stam e n te .
La responsabilidad co lec tiv a de los partidos políticos la sancionam os c o n este
apartam ien to to ta l a que los co n d e n am o s”.
El m anifiesto red u n d a b a e n propósitos de acabar co n el terrorism o, la p ro p a
ganda com unista, la agitación separatista, la inflación, solucionar el p roblem a d e
M arruecos y p o n e r o rd en e n el caos financiero, etc.
U n periodista le p reg u n tó si su ac to se inspiraba e n “la m arch a sobre R o m a ”.
“N o h a sido n ecesario — co n testó — im itar a los fascistas o a la gran figura de
M ussolini, au nq ue sus actos h a n sido u n ú til ejem plo para todos. Pero e n E spaña
— señaló P rim o de R iv era— ten em os al S om atén y hem os ten id o a Prim , a d m i
rable m ilitar y g ran figura p o lític a”
A l conocerse d ic h o m anifiesto el d ía 13 de septiem bre, la clase obrera, d esar
ticulada y sin fuerzas p ara oponerse al E jército, asimiló su d errota co n m an ifesta
ciones sin vigor, esporádicas y sim bólicas. Los partidos políticos, por su p arte , n o
iu n e ro n n ad a, a pesar de que e n el m anifiesto se an u n c ia b a su liquidación. El
C;<ibierno se cruzó d e brazos e n espera de que llegara A lfonso XIII d e S a n
Si-bastián, ciudad d o n d e se h allab a veraneando. M ientras ta n to , la tro pa o c u p a
ba los edificios públicos, incluso el C ongreso de los D iputados, de donde se v ola-
iilizó el célebre e x p e d ie n te Picasso.
El día 1 4 de septiem bre, el C o m ité N acional de la C N T hizo la siguien te
publica declaración: “En esta h ora e n que la cobardía general es m anifiesta y el
ptnlcr civil a b a n d o n a sin lu c h a el p o d er a los m ilitares, es a la clase obrera a q u ie n
UK iimbe el h a c e r se n tir su presencia y n o dejarse patear po r hom bres que, tra n s
grediendo todas las form as del D erecho, q uieren reducir a cero todas las conquis-
124. Stanley G. Payne, Los militares y la política en la España contemporánea, Ruedo Ibérico,
París, 1968.
Il6 EL REBELDE <1896-1931’
125. Manuel Tuñón de Lara, La España del sigh XX, Ediciones Librería Española, París,
1966.
126. Flores Magón. Artículo titulado “El llesalismo”, aparecidti en Regmeracián, y recogi
do en su.s Obras Completas cilitadii.s cu Mr.xico.
HACIA LA DICTADURA D E PRIM O D E RIVERA II7
C a p ít u l o X
129. Hatos pnx:eclentes de una carta que se encuentra entre los papeles depositados por
Virgilio C j o z z o I i en el IIHS tic Anisrcrd.im.
la o EL REBELDE ^i896 -l 93 l>
1ÍO. Eiluanlo (^>mín ColomtT, Lihra de On» de la Folicía CiuhertvUiva, pAg. 111.
EL C EN TR O REVOLUCIONARIO D E PARÍS
les se hallaban parapetados en los portales de las casas vecinas. C ogido de frente
y de lado, le fue im posible huir. Escaparse e n aquellas condiciones hubiera sido u n
verdadero milagro. A sí, en medio de la calle, an te la vista de los vecmos, caía
an ó n im am en te u n o de los revolucionarios más enteros que h ab ía dado Pamplona.
La policía n o llegó n u n c a a saber que m ataba a G regorio Suberviela, uno de los
asaltantes del Banco de G ijó n y el ejecutor de José Regueral...
M arcelino del C am po, T om ás A rrate y otros m ilitantes más, cayeron tam bién,
aunque de m anera diferente. A l prim ero se le presentaron dos policías simulando
ser “com pañeros perseguidos”. M arcelino fingió creerles, y c o n el fin de estim u
larles en el “servicio” m ontó la estratagem a de conducirles a u n lugar seguro
donde en c o n traría n “buenos com pañeros”. Su in ten ció n era sacarlos fuera de
Barcelona y librarse de ellos a tiros, pero fallaron sus cálculos. A I salir a la calle,
varios policías cayeron sobre él co n la in te n c ió n de apresarle vivo. El fue más rápi
do. Sacó la pistola y com enzó u n tiroteo e n el que cayeron dos policías, siendo él
la tercera víctim a de aquel suceso.
La casa de A urelio Fernández, casi a la m ism a h o ra en que caían G regorio y
M arcelino, fue allanada por la policía. A llí, co n él, sé e n c o n trab a n su herm ano
C eferino y A dolfo Ballano. Los tres, esposados, bajaron la escalera, pero ya en la
calle, quizá confiada la policía por la facilidad de la d ete n c ió n e ignorando a la
vez que h ab ían d eten id o al “Jerez” (otro de los asaltantes al B anco de G ijón), se
descuidaron, y A urelio aprovechó para dar u n em pujón a su h erm a n o y, a la vez,
entorpecidos los m ovim ientos de la policía por C eferino y A dolfo, A urelio
Fernández pudo escapar por el vericueto de calles que form aban el llam ado en to n
ces “Barrio C h in o ” d e Barcelona.
D om ingo A scaso, h erm an o de Francisco, un verdadero ex p e rto en evasiones
y receloso por tem peram ento, alertado por su sexto sentido, percibió el acceso de
la policía por la escalera y se descolgó del cuarto piso en que h ab itab a con ayuda
de u n a cuerda que te n ía destinada para ta l eventualidad.
G regorio jover, recién ingresado e n el grupo, fue tom ado seguram ente por la
policía com o u n sim ple colaborador y n o extrem aron m u cho la vigilancia cu an
do lo detuvieron, circunstancia ésta que G regorio aprovechó para h u ir de la com i
saría tirándose desde u n a ventana.
Pero si M artínez A n id o creía que co n los resultados de esta redada había des
m antelado a “Los Solidarios”, se equivocaba de p u n ta a p u n ta . A ú n quedaban en
pie Ricardo Sanz, G arcía O liver, A u relio Fernández, D om ingo Ascaso, Alfonso
Miguel, G regorio Jover, etc. Las tareas de G regorio Suberviela y M arcelino del
C am po en el C o m ité R evolucionario fueron cubiertas por A lfonso Miguel, apo
yando a Ricardo Sanz.
Pero n o hab ía form a de enco ntrar a D om ingo Ascaso. G arcía O liver pasó
varios días buscándole sin resultado alguno, y fue D om ingo q u ien dio con él con
gran sorpresa de G arcía. Este le dijo que debía trasladarse a París, para que, ju nto
co n Francisco y D urruti, aceleraran los preparativos revolucionarios de cara a
España. C u an d o se despidieron, G arcía quiso saber dónde se había (Kultado, y
D om ingo le di)o que eii el cem enterio de Pueblo N uevo. En efecto, en ese ce in e n '
t íT i o Ir./hi/,ihi (l<‘ fíXerr.nlíir u n v i r i o ¡inif’i>iu"> <ji;e cr:i ,11111^0 í n t i m o d e
l-L CENTRO REVOLUCIONARIO D E PARÍS IX $
I H Idem.
iz 6 e l r e b e ld e >1896-1931’
C a p itu lo XI
Guerrilleros en Sudauiérica
138. J. A-, quien prefiere, en tanto resida en Siidamérica, guardar su anonimato; «51 nos ha
contado los di-i.ilics i|uc nos piTmilcn so^;uir los pasos lic Asia»> y l^irruti en t^uba.
GUERRILLEROS E N SU D A M É M CA IJI
hom bre; además, n o h ab ía que rebelarse individualm ente sin o colectivam ente. Si
el sindicato sois vosotros — ex ponían A scaso y D urruti— y vosotros todos vivís
en perpetua alerta, separando de vuestras filas a los que, despuntando, pretendan
co n ello im poneros su liderazgo, im pediréis de este m odo el cultivo del líder. Si os
m antenéis unidos, exigiendo vuestras reivindicaciones, el dictador M achado no
dispone de suficiente policía para apalearos a todos, n i de cárceles en que ence
rraros.
Poco a poco, co n lenguaje sim ple, co n actitudes claras y con ideas como
“vuestra libertad com enzará a ser efectiva en el m o m en to e n que comencéis a
mostraros capaces de conducir vuestras luchas sin jefes n i líderes, sino por voso
tros mismos”, la idea de organización fue calando en la m e n te de los obreros por
tuarios hasta concretizarse en una organización propia, la cual, para hacer más
efectiva su labor, se federó con otras organizaciones obreras d el mismo tipo y que
ya funcionaban e n tre los obreros tabaqueros y del ram o alim entario.
En las reuniones y asambleas portuarias, D urruti se reveló como un verdadero
agitador de masas. D e frase simple pero c o n tu n d e n te y dem oledora, con discursos
que más que piezas oratorias sem ejaban h ac h az o s,'te n ía el d o n de despertar el
interés de los oyentes desde el prim er m o m en to y m a n te n e r un vínculo íntimo
en tre él y el auditorio.
Su nom bre com enzó a hacerse popular; pero, desgraciadam ente, no sólo entre
los obreros, sino ta m b ié n en tre los m edios policíacos. El peligro de ser detenido
se hizo inm inente, y com o n o deseaban n i él n i A scaso ca er e n manos de la poli
cía, o ptaron por desaparecer de La H ab an a, e n com pañía d e u n joven cubano que
se les unió com o guía para internarlos e n la isla.
U n a vez fuera de La H abana, y h ab ien d o llegado al d istrito de S anta Clara, se
enrolaron com o cortadores de cañ a e n u n a h acien d a situada entre Cruce y
Palm ita. A los pocos días de enco ntrarse trabajando com o “m acheteros”, estalló
en la hacienda d on de estaban ocupados u n a huelga sobre e l tajo. El m otivo era
que, so p retexto de u n descenso del precio del azúcar, el h acen d ista reducía tam
bién el salario de los cortadores de caña. C om o protesta, los cortadores se decla
raron en huelga de brazos caídos. Se dio parte de ello al propietario, y éste orde
n ó que se reu n ie ra n todos en una explanada, an te la casa señorial. Los capataces,
a caballo, d iero n órdenes de reunión. A n te los huelguistas, el propietario les
reprochó dejarse llevar por ciertos individuos que él co n o c ía bien. Y nom bró a
tres de ellos que, según el hacendado, era n los prom otores y jefes de la revuelta.
Llevados por los capataces, los tres supuestos jefes fueron conducidos al puesto
próxim o de la guardia rural. U n a h o ra más tarde, apareciero n los guardias rurales
trayendo consigo a los tres cortadores de ca ñ a ta n apaleados que cayeron inermes
a los pies de sus com pañeros.
“— ¿Hay alguno más que proteste?” gritó el propietario. Y además — añadió—
, el tiem po que habéis perdido será desco ntado de vuestros salarios. ¡Rápido, a tra
bajar!
“Las órdenes sonaban com o latigazos. Cabizbaja, la peo nad a se reintegró al
cañaveral, seguida de cerca por la guardia rural.
“Durnifi V Asc.iso foriuahaii parte de la peonada cabizbaja. F.ntrc corte y corte
(.U ER R IU .ER O S EN SUDAM ÉRICA IJ )
i.le caña, cam biaron im presiones c o n su com pañero cubano, y los tres co in cid ie
ron en que era preciso dar u n escarm iento al propietario, que pudiera servir de lec-
i. lón a sus colegas.
“A la m añ an a siguiente se e n c o n tró al propietario apuñalado y con u n escri
to; “La justicia de “Los E rrantes”. P rev en id a la policía, ésta se lanzó e n p ersecu
ción de los “ajusticiadores”, pero m adrugadores que éstos h a b ía n sido, se e n c o n
traban ya e n la prov in cia de Cam agüey.
“La n o ticia de la ejecu ción sum aria corrió com o reguero de pólvora, y a la vez
i|ue corría se la abultaba, llegándose a afirm ar que “u n a b an d a de españoles lla
mados “Los E rrantes” h a b ía ejecu tado a m edia docena de propietarios porque m al-
Irataban a sus obreros”.
“Para los “rurales” era u n a cuestión de prestigio el d ar caza a los “asesinos”.
Ejecutados a la vista de todo el m un do, pensaban co n ello dar lección a los que
)iensaran en im itarlos. E n la búsqueda d aban palos de ciego. Y so p retex to de qtre
.ilgiinos cam pesinos h a b ía n dado refugio a “Los E rrantes”, se les apaleaba y se
prendía fuego a sus chozas.
“Los rurales se v o lv ían locos de ira al n o poder ech ar m ano a los culpables, y
esa ira vino a aum entarse cuando se supo que a u n capataz bravucón, en el d istri
to de jo lq u ín , se le h ab ía en c o n trad o m uerto co n u n escrito en el que se h a c ía n
responsables de esa ejecu ción a “Los E rrantes”. Este n u ev o aten ta d o term in ó p o r
desorientar la búsqueda de “los rurales” y llenar de m iedo a los propietarios que se
lortiticaron e n sus palacios antojándoseles “los dedos huéspedes” *39.
M ientras se buscaba a “Los E rrantes” p o r el interior de la isla, éstos h a b ía n
liigr.ido llegar a La H ab an a, co n el p ropósito de salir c u a n to antes de aquel cerco
|H-lt«roso. De qué m a n era dejaro n chasquead a a la policía de M achado, lo sabe
mos por la n arrac ió n de u n testim onio:
"V iendo q u e era im posible m an ten erse por más tiem po en C uba, d ecid ieron
*.ilii para M éxico. C o n el fin de lograr co n éxito su propósito, alquilaron u n a
(HM|iieña la n ch a para dar u n paseo fuera del puerto, pero ya surcando la bah ía exi-
Hieton de los lancheros que les llevaran a bordo de cualquiera de los barcos que
iip.iiej.iban para hacerse a la mar.
" Temerosos, los lancheros les llev aro n a un o de los barcos pesqueros, al q u e
iiK )fdaron, obligando al p a tró n del m ism o a levantar anclas, llevándose ta m b ié a
II los dos patronos de la lanch a.
"Y,i en alta mar, pistola en m ano , exigieron que el p a tró n del pesquero puaie-
fu proa hacia costa m exicana.
“Así navegaron h asta alcanzar la co sta de Y ucatán, e n la que desembcirearon
ilr>i|'iiés de gratificar esp lén d id am en te a los m arineros cubanos.
"La .icción de desem barque n o fue fácil. Dos o tres vigilantes del fisco m exi-
tu n o se dieron cu e n ta de su llegada. Estos supusieron que eran co ntrabandistas, y“
m in o tales decidieron conducirlos al p u erto de Progreso, para entregarlos a las
íiilnndades. C a m in o and an d o , D urruti ofreció determ in ada can tidad a cam bio d e
Irt lilxTtad (...). La suma ofrecida interesó más-a los agentes del fisco que la coitp
140. Estos detalles-se encuentran en un artículo dei periódico El Amigo del Pueblo, porta-
de la agrupación “Los A m igos de Durruti”, titulado “D urruti en tierras de
A mérica”, núm 11, 20 de noviembre de 1937.
141 . Testimonio de A tanasia Rojas, viuda del com pañero R om án Delgado. A tanasia vive
aún en México y cuenta ochenta años.
142 . Idem.
144- Hasta aquí seguimos el testim onio de A tanasia Rojas, pero a partir de este m om ento
las cosas se com plican a causa de los nombres falsos y las fechas. Durruti se hacía lla
mar “Carlos”, y a “el T o to ” se le denom ina con el apelativo de “el C hino” o con eL.
nombre de “A n to n io Rodríguez”. Por otra parte, aparece u n peruano llamado V íctor
Recoba, que llega circunstancialm ente a México, pero a quien se le pierde la pista
después. Este capítulo es de los más intrincados sobre las vidas de Durruti y de Ascaso.
Nuestras investigaciones h a n ido lo más lejos posible; pero, quizá, un día puedan acla
rarse todavía más si aparece un escrito de Gregorio Jover, en el que narra estas av en
turas a petición de Santillán, quien declara que ese testim onio de Gregorio Jover
quedó en Barcelona entre sus papeles cuando esta ciudad cayó en manos de “los
nacionales” el 26 de enero de 1939.
14 “) K¡ Amigo del Pueblo, núm ero citado, y en Ruta, de Caracas, Venezuela, núm. 38, artí-
Lulo de V íctor G arcía hablando sobre Durruti a su paso por MéxÍGo: O tro relato ilus-
irativo de esta perm anencia e n el país de Flores Magón, Emiliano Zapata y Francisco
Villa, nos la brinda José Peirats: “Yo pude conocer a Ascaso.más de cerca. De sus
l.ihios escuché u na anécdota sobre su aventura en América. O currió cuando co n los
pies en polvorosa abandonaron C uba por el Yucatán. Desembarcados en el país maya,
corrió pronto el viento de su fama. A lguien preparó un m itin en un rancKo-ante.,un
centenar de campesinos. Durruti se vio obligado a pronunciar un discurso incendia
rio con m ención constante a la revolución. Pero el público permanecía impasible.
Durruti hacía subir el tono obteniendo idéntico resultado. Ascaso le susurró:
'T erm ina ya, está visto que tienen sangre de horchata”. Durruti encontró por fin el
ilifícil final y naturalm ente, no hubo aplausos ni vivas. Pero uno de los oyentes salió-
Je su mutismo y, acercándobc aLorador, le dijo cadenciosamente: "Manito, vamos
.ihorita mismo a hacer la revolucioncrta. Toditos estamos prestos..." En Frente
I iK-rtario, de la C N T — en el exilio— , París, noviembre de 1922, artículo titulado;
"Mi|X'teca sohre el heroísmo".
136 E L R E B E L D E <l89é -I 93I>
traída. Esa era, sin u n ce n ta v o m enos, la suma que B uen av entura D urruti h a b ía
entregado el día a n te rio r a los am igos de la Escuela R acio nalista” i'*?.
N atu ralm en te, cu an d o se va a buscar dinero de la m an era en que iban “Los
Errantes”, n o siem pre era todo fácil. E n el asunto de “La C a ro lin a”, el cajero d es
colgó el teléfono p ara p rev en ir a la policía, h ubo u n forcejeo, se escapó u n tiro, y
éste term in ó co n la v id a del em pleado. El caso ap u n tab a feo, pues ya se h a b ía n
producido varios h ech o s de asalto — unos co n suerte y otros sin ella— , por lo q u e
se pensó que era m ejor salir de M éxico lo antes posible; y n o por tem or a las red a
das de la policía, ya que éstas se o rie n ta b a n hacía los barrios pobres, m ien tras
D urruti y A scaso h a b ita b a n u n lujoso h o tel, cubriéndose bajo el n o m bre de
“M endoza”, de profesión “propietario de m inas en Perú”, y su acom pañante. Y así,
“un día, ligeros de equipaje, co n pasaportes falsos y co n muy pocos pesos e n los
bolsillos, a b a n d o n aro n el hotel, dejan d o a “M endoza” la obligación de liquidar la
cuenta, alejándose de M éxico para re to m a r a C u b a” i'*®.
Era el mes de m ayo de 1925, y la situación de los cuatro españoles deb ía ser
desesperada, pues según c u e n ta A ta n a sia Rojas: “Se e n c o n tra ro n obligados a v e n
der varias cosas, e n tre ellas el coche, para poder costearse el viaje a C u b a”. C u b a
lu) ofrecía a D urruti y A scaso la más m ínim a seguridad, después de sus an terio res
iHtividades; p or lo ta n to , perm an eciero n en la isla el tiem po justo para dar u n
.is.ilto al B anco de C o m ercio de La H ab an a, y salir inm ed iatam en te co n pasaje e n
el vapor Oropesa u O riana co n destin o a Valparaíso, C h ile, d onde debían e n c o n
trarse co n V ícto r R ecoba y A n to n io Rodríguez. E n cuentro que n o pudo realizar-
Ho por la n o presencia de los m entad os en C hile. A q u í perdem os las huellas de los
líos personajes...
E n'el barco de La H a b a n a a V alparaíso viajaba ta m b ié n u n jockey de n ac io -
n.ihdad francesa que, al relacionarse c o n ellos, creyó q u e eran españoles q u e se
ir.isl.idaban a C h ile p ara negocios. S eñalam os esta presencia porque tal individuo
HT.i la prim era fu en te de inform ación de la policía chilena, después de los h e c h o s
<|iie vamos a relatar. El 9 de ju n io de 1925 llegó el Oriana a V alparaíso, y el 16 del
mes siguiente se produce el atraco al B anco de C h ile, sucursal de M ataderos.
Ve.unos los pasos de A scaso y D urruti, según inform e de la propia policía ch ile-
n.i “T rab ajaro n e n diversos oficios h a sta el día en que se produjo el asalto al
l'.iiico, y después, es decir, desde el 16 de julio h asta prim eros de agosto, c o n ti-
lui.iron trabajando. Es más, la d u e ñ a de la pensión en que se en c o n trab a n hospe-
il.ulo.s declaró después a la policía que eran cinco hom bres educados, c o n tin u a
m ente h ab lab a n de luchas sociales y se llam aban a sí mismos revolucionarios
rm '.iñoles y que rec o rría n los pueblos de A m érica e n busca de fondos destinados
rt (in.m ciar el d erro ca m ie n to de la m o n arq u ía española”
149 Osv:ilcli) Bayer, Los anarquistas expropiadores. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1 9 7 5 .
!•!» c s i v lihro se recogen lo s .irtículos que Bayer había publicado en la revista Todo es
/ e n t r e lo s a f i o s 1 9 6 7 l ‘^71
138 EL REBELDE <1896-1931)
I M 'lT lJ L O X lI
ro i’or esto, y p or la gran afluencia de anarquistas en tre los inm igrantes y los exi-
liaelos arribados a las tierras rioplatenses, en la A rg e n tin a y e n el Uruguay, el anar-
i|iiisino com bativo te n ía num erosos adeptos.
En agosto de 1905 se h ab ía c o n stitu id o la P O R A (Federación O b re ra
Rrj;ional A rg e n tin a ) e n el d en o m in ad o V Congreso, prosiguiendo la línea de los
iiiU’ntos de unificación del m o v im ie n to obrero, cuyo prim er an teced en te hay que
buscarlo en la creació n de la sección de la A sociación Intern acion al de los
Tr.ibajadores, o P rim era In tern ac io n a l, e n 1872. Este, y los esfuerzos unitarios
l’Hisieriores, se dilu yeron por culpa d e las interm inables discusiones, sem ejantes a
l.is de los europeos, m an ten id as e n tre los socialdem ócratas, los marxistas, “los sin-
iIk .ili.stas” y los anarquistas. El predo m inio, en aquella época, lo te n ía n estos ú lti
mos — sobre todo e n los gremios de com posición artesanal— y los anarcosindica-
liHl.i.s. Ello se h ac e ev id en te e n el m en cio n ad o V C ongreso, donde, por am plia
iii.iyorí.i, se resuelve la adh esión al ideario del “com unism o anarquista”, com o se
le 11,miaba enton ces, an tes de que los bolcheviques se apropiaran del té rm in o
coniiinista. Los socialdem ócratas, p o r su lado, ya te n ía n organizado desde 1896 su
l’.iriklo Siicialista, inscrito e n el cauce reform ista y p arlam en tario m arcado p o r la
StT'iiuia Internacio nal.
l Jii.i organización obrera n o n a c e si n o existe la razón obrera que le d a vida, y
Iti cxisicncia obrera surge por la p resencia de u n a burguesía, que es la que en gen -
ili.i el proletariado. Q u iere decir esto que, si en la A rg e n tin a aparecieron organi-
im iones obreras h ac ia la d écada d e 1880, era porque la evolución econó m ica
t ii|'ii.ilistii c industrial del país iba cre an d o las bases de la sociedad burguesa y, p o r
riu lc, l.i lucha de clases en m edio de u n a situación en que esa lucha iba a apare-
ic f en su estado más puro.
"I labia m iedo al pred om inio obrero, y se pusieron e n juego todos los recursos
f*nni d ebilitar al m o v im ie n to huelguístico desencadenado por los panaderos de
140 e l r e b e l d e <1896-1931*
Buenos A ires e n agosto de 1902. Fue e n ocasión de esta hu elga cuando el juez
N avarro allanó el local de la Federación O brera, sede de 18 gremios de la capital,
en cuya oportunidad las numerosas fuerzas policíacas que e n tra ro n en el local
h iciero n grandes destrozos en m uebles y en libros (...). El procedim iento del juez
N avarro produjo u n efecto contrario al esperado, pues todos los trabajadores se
indignaron y p rotestaron v alientem ente. E n esa em ergencia, los oradores socia
listas se un ieron a los anarquistas en la c o n d e n ac ió n de los atropellos cometidos,
habiéndose realizado en co nju n to el 17 de agosto u n gran m itin al que concu
rrieron 20.000 obreros” E n las etapas siguientes, la com batividad obrera irá en
aum ento, zanjándose todos los conflictos huelguísticos por m edio de la violencia:
in tervención brutal de la policía por u n lado, y sabotaje y b o ico t por parte de la
clase obrera.
Por principio de autoridad, el G o b iern o se hab ía propuesto que el Día de los
Trabajadores n o se celebrara en la A rg en tin a. Pero la Federación Obrera convo
có en Buenos A ires, para el 1 de mayo de 1904, u n a m anifestación que debía par
tir de la plaza Lorea o del Congreso para congregarse en to m o a la estatua de
Mazzini, en el paseo de Julio. A cudieron a dicha m anifestación más de cien mil
personas, según los cálculos de la m ism a prensa burguesa. Esa cifra era enorme,
ten ien d o en cu e n ta que la capital arg en tin a contaba por aquel entonces con un
m illón de habitantes. La policía, co n pretextos o sin pretextos, atacó a tiros de
revólver a los concurrentes. Los obreros que disponían de algún arm a replicaron
a la agresión. Se en tab ló u n intenso tiro te o y cayó la prim era víctim a obrera, el
m arinero Juan O cam po. U n grupo de unos trescientos m anifestantes, entre los
que había algunos armados de revólveres, rodearon el cadáver, lo tom aron a hom
bros y la caravana m archó resueltam ente por las calles de la ciudad hasta el local
de La Protesta, en la calle Córdoba. La policía in te n tó varias veces interrumpir la
m anifestación, pero com prendió que esta vez n o tropezaba c o n u n a muchedum
bre desarmada, sino co n u n grupo de hom bres decididos a enfrentarse a cualquier
situación, y se c o n te n tó con seguirla desde lejos. Desde el local del diario anar
quista el cadáver de O cam po fue trasladado a la Federación O brera, en la calle
C h ile, donde fue depositado para ser velado por el pueblo trabajador de Buenos
Aires. U n a vez los obreros d en tro del local, la policía co n c en tró grandes fuerzas a
su alrededor 6 n despliegue de batalla. Los obreros com prendieron que sería esté
ril una nu eva m asacre y aband onaron el edificio, lo que fue aprovechado por los
guardias del orden para llevarse el m uerto y enterrarlo clandestinam ente. Además
del m arinero m uerto, h ubo más de tre in ta obreros heridos de bala. Estos son los
sucesos conocidos com o la masacre de la plaza Mazzini.
Pero esta cru en ta represión n o podía d eten e r la m archa de la tla s e obrera; por
el contrario, el m ovim ien to obrero fue increm en tan do sus actividades en todo el
país. U n o de sus sindicatos, el de Estibadores u O breros del Puerto, tomó la ini-
150. Para la descripción de los acontecim ientos narrados en este capítulo seguimos a
Diego Abad de Santillán, La FORA, Editorial Proyección, Buenos Aires, W71. Se
trata de una revisión de la obra editada en 193L Los cncrecuinilladu» torrespi«iden
al lihri) citado.
DE SIM Ó N RADOW ITZKY A BORIS W IA D IM IR O V IC H T 41
e n los años 1919 y 1920: ocup ació n de fábricas en T u rín , consejos obreros e n
Raviera, revo lució n e n H u n g ría y la subversión social e n España. T odos estos
hechos rep ercu tiero n fu ertem en te e n la A rgentm a, y provocó en la ju v e n tu d d e
aquel país u n a clara politización que se canalizó a través de la F O R A y otros g ru
pos extrem istas.
De todos m odos, y p o r prim era vez, acon teció en la A rg e n tin a u n h ec h o sin
gular; la tom a esp o n tán e a de co n c ie n cia revolucionaria, que, por ser esp o n tán e a
e im prevista, n ecesitab a u n a m ín im a preparación que fuera capaz de sostener u n
proceso pre-revolucionario que co n d u jera a u n a a u té n tic a revolución. “La
S em ana T rág ica” d e e n e ro de 1919, fue el desenlace de todas aquellas pasiones.
Se creó u n a situ ación qu e ap a ren ta b a ser revolucionaria, pero que, en realidad,
precisaba para ello de bases más sólidas. El anarquism o n o podía h acer milagros,
y tam poco podía p re te n d e r asaltar el p o der al estilo bolchevique. El espontaneís-
ino revolucionario dio de sí to do lo que podía dar y en tró e n colapso después de
sus prim eras em bestidas. “La S em a n a T rágica” dejaba com o lección la necesidad
im periosa de organizar la revolución. El proletariado iba a pagar duram ente esa
ausencia de preparación; pero, igualm ente, sus impulsos h a b ía n llenado de te rro r
a las clases dirigentes. Ese fue el p re te x to principal para que la burguesía d esatara
la trem enda represión qu e siguió al feroz com bate de la huelga insurreccional de
enero de 1919 — d u ra n te los sucesos de la llam ada “S em a n a T rágica”-: 55.0 00
fueron los presos o los pasados por com isarías en todo el país. La isla de M a rtín
t jarcia se co n v irtió e n prisión. Pero d e n tro de tal represión, y eso es lo asom bro
so de aquel m o v im ien to , la F O R A y sus gremios, los grupos obreros y sus p erió d i
cos, aunque cland estino s, co n tin u a ro n existiendo y publicándose; incluso, p o co
iiem pó después, se v ie ro n enriquecidas las publicaciones co n u n co tidiano:
Trihuna Proletaria.
En este n u ev o renacer, que situam os e n 1920, al igual que en otros lugares d el
m undo, ta m b ié n e n la A rg e n tin a la cu estió n de la revolución rusa tuvo sus rep e r
cusiones, y la F O R A n p po d ía salvarse de ellas. En el interio r de la F O R A se p la n -
leo la cuestió n de adherirse o n o al proceso soviético. El m ism o entusiasm o q u e
rem ó en E spaña d u ra n te el congreso de la C N T en 1919, ganó a algunos m ili-
t.m tes de la F O R A arg e n tin a , los cuales se em pecin aro n en aceptar la teoría de
"1.1 dictadura del p ro letariad o ” a lo bolchevique. “Esa disidencia — escribe A b a d
iK- S an tillán — deb ilitó a la F O R A , ju stam e n te en el p eríodo en que estaba p o r
«lisorher en su seno a to d o el m o v im ie n to obrero del país”.
La corrien te “an a rco -b o lch e v iq u e” fue aprovechada, com o ancla de salvación,
por la FO R A del IX C ongreso, deriv an d o ya p len am en te e n el reform ismo social-
dciiKK'rata que fin an c ia ría incluso sus periódicos pro-bolcheviques para atac ar a
1,1 l't'íR A del V C ongreso. E n marzo de 1922, la corrien te pro-bolchevique y los
restos de la F O R A del IX C ongreso de fusionaron para form ar u n a nueva c e n tra l
obrera: la U n ió n S in d ical A rg en tin a.
Hntre los años 1920 y 1922, es decir, los años de p o lém ica y los años en q u e
Vil .(parecieron los agentes de M oscú en Buenos A ires, tratan d o de dividir el
n xiviiiuento obrero, y qu e en parte lo consiguieron — com o lo había in ten ta d o e n
Hnpafta el grupo M au rín -N ln , au n q u e sin éxito— ocurrieron en la A rg e n tin a
I4 < el r eb eld e <l89é-l9)I>
hechos lam entables de abandono proletario, cosa que an terio rm en te habría sido
inconcebible.
“Por esta época — reproducim os textos de Santillán (agosto de 1921)—
com ienza el m ov im iento de la P atagonia a preocupar a la a te n c ió n pública. Fue
al com ienzo u n sim ple m ovim iento de reivindicaciones modestas, pero la perse
cución policial y el odio de los hacendados hicieron de él u n aco n tecim ien to his
tórico. A barcó m illares de obreros de las estancias y se m antuvo casi u n año, hasta
que fue salvajem ente aniquilado por el Ejército Nacional. “Se calcula en millares
los obreros m uertos y heridos en el m ovim iento de la Patagonia. El héroe de aque
llas jom adas brillantes fue el te n ien te coronel Varela, el pacificador”...
La división obrera asumía su responsabilidad en este y otros hech o s acaecidos
d urante aquel periodo. Y no sin razón, los foristas del V C ongreso cortaro n la
polém ica para n o perder más energías y se entregaron a recon stituir el m ovi
m ien to obrero. Pero el m al ya estaba h ec h o , y era de esperar, tal y com o se pre
sen taban las cosas e n un a A rgentina en plena ebullición de pasiones, que se h icie
ra u n frente único, pero co n tra el anarquism o. Y contra ese fren te único, ¿cómo
iba a reaccionar el anarquism o m ilitante? La más inm ediata respuesta vm o de un
obrero alem án que m ilitaba e n los grupos anarquistas de Buenos Aires, K urt
W ilkens, quien, el 23 de enero de 1923, arrojó una bomba y disparó varios bala
zos al “héroe de la P atagonia”, dándole muerte.
A ctitudes com o la de S im ón Radowitzky y Kurt W ilkens repercu tían fuerte
m ente, era natural, e n u n a juventud qu e se estaba formando al calor de las d erro
tas, de las masacres y de ese frente único establecido contra el anarquism o. En la
A rgentina, com o u n a gota de agua se parece a otra gota de agua, iba a producirse
el mismo fenóm eno que se produjo e n España en los años de 1921 a 1923: la orga
nización de la defensa revolucionaria frente al terror gubernam ental. Y la expro
piación sería un o de esos rrtétodos, fatalm ente necesario, para u n m ovim iento que
la burguesía y los aparatos estatales arrinconaban para-aplastarlo mejor.
El prim er anarquista en em plear la expropiación com o m étod o de acción
revolucionario fue u n ruso: G erm án Boris W ladim irovich, de 43 años, médico,
biólogo, escritor y pin to r. A la edad de vein te años militó en el partido de Lenin,
pero se separó de los socialdem ócratas rusos — posteriorm ente bolcheviques y
com unistas— después del congreso de 1906. Desde entonces, Boris com enzó a
evolucionar h ac ia el anarquism o, h asta entrar plenam ente a m ilitar en la
Internacional A narquista. V iajó por A lem arria, Suiza y Francia. C o n trajo u n a
enferm edad pu lm o n ar y, por consejo de sus amigos, se instaló en la A rgen tina,
participando en la propaganda oral y escrita. Pero Boris, al igual que Bakunin, co n
todo y ser anarquista, n o dejó de ser m so y sentirse ruso. S u acción posterior a “La
S em ana T rágica” parte principalm ente de ese precedente ruso.
A n tes de “La S em an a Trágica” funcionaba una organización com puesta por
hijos de la burguesía argentina, d e corte netam ente fascista, d enom inada “La
G uardia C ívica”, la cual evolucionó p ro n to hacia 4a llam ada “Liga P atriótica”.
D icha organización co n tab a con un dirigente llamado M anuel Carlés, doctor en
m edicina. Era un tipo influyente en^os medios gubernamentales, y puso “La Liga”
ai servicio de la ptilicía- Los elem entos de esa “Li^a" se com prom etieron fuerte
DE SIM ÓN RAE>OWlTZKY A BORIS W LADIM IRO VICH 147
152. Osvaldo Rayer, Severino di Giovanni, Editorial Gulern», RucniM Airo», 1970,
149
i . ; A i 'm J L o X I U
(iiihornó en tre los años 1916 y 1922, y fue reelegido en 1928 para term inar derro-
I .lili) por u n golpe m ilita r en 1930. D u ra n te el prim er m a n d a to de Irigoyen, y a
de su d em ocratism o populista, se producen ck>s grandes represiones c o n tra
los trabajadores: la prim era, en en e ro de 1919, d u ran te la llam ada “S em a n a
Tra^;ica” de B uenos A ires; y la segunda, sobre los peones rurales de la P atagonia
( r n i'l sur arg e n tin o ), e n los años 1921 y 1922. E ntre los años 1922 y 1928, la pre-
*i»li-nci;i del país fue ocupada por o tro dirigente R adical, el doctor M arcelo
T finloro de A lvear, estre ch a m e n te ligado al viejo régim en; ex-em bajador e n
Pnr(s, y cuya esposa, R eg in a Pacini, italian a y de “la alta sociedad j ev idenciaba
«tmpatías por el auto ritarism o m ussoliniano. Ella, seguram ente, instigaba a su
ríjíoso para que co m b atiera el antifascism o de los italianos residentes y exiliados
en hl A rgentina.
Di Ciiovanni, com o italiano revolucionario, m ilitó de en tra d a en los o rg an is
mo» y com ités antifascistas creados en suelo argentino; y, com o escritor, fue
m rresponsal en B uenos A ires de L 'A dunata dei Rcfrattari, órgano del anarquism o
Ifo EL REBELDE <l896-l93I>
155. Osviildo Riiyer, L<» mum/uistas HditoriHl (iHlernii, RiirncM Aire», 1975,
"LOS ERRANTES» EN B U E N O S AIRES DUR A N TE EL AÑ O I 9 2 5 I5 3
E n poco tiem po, los escasos pesos que “Los E rrantes” tra ía n consigo se ag o ta
ron. Pero com o ellos h a b ía n resuelto siem pre sus problem as cotidianos sin llam ar
a las puertas de la solidaridad, utilizando las am istades, buscaron trabajo y se
em plearon: D urruti com o obrero portuario , Francisco com o cocinero, y jo v e r de
ebanista. A lejan d ro A scaso, por razones que ignoramos, desapareció de B uenos
A ires poco después de llegar a esta ciudad.
“Los E rrantes” trab a ja b an y llevaban u n a vida discreta cuando, de p ro nto , se
produjo u n robo a m an o arm ada el 18 de octubre de 1925. S egún el diario L a
Prensa, de Buenos A ires, el h e c h o ocurrió de la siguiente m anera: “T res in d iv i
duos, a la m anera del cinem atógrafo, se introducen en la estación de tranvías Las
1leras, del A nglo, e n p le n o barrio de P alerm o. U n o de ellos va enm ascarado. Los
ires sacan a relucir pistolas negras y am enazan a los recaudadores que en esa
m adrugada ac ab ab an de h a c e r el re c u e n to general de la v e n ta d e boletos. D ice n
“arriba las m anos” e n m arcado a c e n to español. Exigen el d inero. Los em pleados
lialbucean que ya está en la caja de hierro. Exigen las llaves. N o, las tien e el jefe,
que ya se retiró. Los asaltantes h a b la n en tre ellos. Se retiran. A l pasar se llev an
del m ostrador u n a bolsita que acaba de dejar u n guarda: c o n tie n e 38 pesos, e n
m onedas de diez cen tavos. Fuera h ay u n “cam pana” y más allá u n auto que los
espera. D esaparecen sin p od er ser perseguidos”
O svaldo Bayer, que es de quien tom am os la cita anterior, escribe: “La p olicía
portefta está desorientada. ¿Pistoleros c o n p ronunciación española? N o tie n e
registrado a n in g u n o de esas características. Interroga a elem en tos del h am pa, y
tam poco consigue nada. N ad ie los con o ce. C o m o el b o tín h a sido irrisorio, la
¡lolicía sabe que p ro n to d ará n o tro golpe”.
Y, én efecto, así fue: “El 17 de n oviem bre de 1925, apenas u n mes después del-
.isalto a la estació n Las H eras. M in u to s antes de la m ediano che, el b o letero
1>nrand, de la estac ió n del su bterráneo P rim era Junta, en C aballito, h a term ina-
lili de reco n tar el d in e ro de la recaudación del día. Falta el ú ltim o servicio del sub-
ii'ir.íneo que vien e desde el ce n tro para finalizar la tarea. S e acerca de p ro n to u n
di sLonocido que saca d espaciosam ente u n a pistola y le dice c o n acen to español:
"l( Mllese la b o ca !” M ientras, o tro irrum pe en la boletería y se apodera de u n a caja
ilf m adera d o n d e h a b itu a lm e n te se guarda la recaudación. T o d o apenas dura u n
instante. Los desconocidos se d an v u elta y van h ac ia la salida de la calle
(. i ntenera. P ero el bo letero D u ran d com ienza a gritar c o n todos sus pulm ones:
"lA uxilio!, ¡Ladrones!” Es en to n ce s cu a n d o u no de los asaltantes se da v u elta y
h.ii c un disparo al aire para am ed ren tarlo y que n o inicie la persecución. Esos gri-
i«w y ese disparo h a n sido oídos p or el ag ente que está de parad a e n R ivadavia y
i VnU'nera. Y ya corre p ara v er qué sucede, m ientras desenfund a el arma. Pero le
li.ii) de m ano. H ay otros dos desconocidos haciendo d e “cam panas” en las dos
entradas del subterráneo, y u n o de.ellos, cuand o ve que el agen te tien e el arm a e n
Im m ano y va al e n c u e n tro de los otros dos que h a n realizado el asalto y ya salen
1,1 c.scalera, le descerraja dos balazos que d an en el blanco.
"1:1 agente cae al suelo com o una plom ada. Los cuatro asaltantes corren h a c ia
uh laxi que los espera en Rosarui y C e n te n e ra . Pero el chófer n o lo puede p o n er
en ni.ircha y, después de valiosos m inutos de espera, ios desconocidos se bíijan del
154 e l r e b e l d e <1896-19311
157. Estos versos los escribió el citado poeta a raíz de la muerte de Durruti y recordando
su paso por Buenos Aires. Raúl üonziilez Turnan era uno de los literatois oficiales del
Partido ('m nuiiista argentino.
«LOS ERRANTES» EN B U EN O S AIRES D U RA N TE EL A Ñ O I 9 2 5 I5 5
C a p it u l o XIV
|W OiviiLlo Rayer, Los anarquistas extrro[>iadi)res, Editorial Giilerna, Buenos Aires, 1975.
l6 o EL REBELDE <l89é-I93I>
je, y afirmé que la m aleta era bueria, de excelente fibra vulcanizada. Parecía yo u n
com erciante ansioso de vender m i m ercancía. Pero todo fue en vano. Ascaso n o
la quería. A lgo más tarde supe por qué. N ecesitaban u n a m aleta para transportar
unos fusiles desm ontados y otras armas.
“En esos días (era el añ o 1926), París se aprestaba a recibir la visita del rey
A lfonso X lll de España (...). D urruti y A scaso se h ab ían propuesto acom pañar
con u n par de tiros los acordes de La Marsellesa, co n los cuales la III República
recibiría al asesino de Francisco Ferrer. H ac ían sus preparativos co n la serenidad
más absoluta.
“A sí es la idiosincrasia española: se co m p o rtan com o grandes señores, p or n o
decir com o u n grande español, incluso cuando son proletarios. T am b ién nuestros
dos com pañeros poseían ese ta len to e h ic iero n gran uso de él en los días previos
a la visita oficial. P ara eludir la red de agentes policiales, frecuentaron los mismos
sitios donde con cu rría la alta sociedad de la capital francesa. Jugaban al tenis en
un club, y h asta se h ab ían com prado adrede u n lujoso autom óvil, para n o desper
ta r sospechas al lado de las carrozas de los estadistas, co n m otivo de la cerem o
niosa recepción. T o d o había sido organizado m inuciosam ente.
“E n vísperas de la visita oficial cenam os e n casa de Berta. M e acuerdo que nos
sirvió una sopa de sagú que n o nos gustó n i a A scaso ni a mí. N os burlam os de su
arte culinario. A l irse D urruti y A scaso, ella se puso a llorar.
“D onde dos conspiran, mi h o m bre es el tercero”, dijo presuntuosam ente
M aniscalao, el conocido agente provocador de los Borbones. Esta vez el tercer
hom bre iba sen tad o al volante del coch e que conduciría a A scaso y D urruti al
lugar de la acción. Este tercero se ven dió a la policía francesa. Los dos conspira
dores fueron detenidos, y París pudo recibir a A lfonso XIII c o n los acordes de La
Marsellesa sin perder el com pás” i59.
El testim onio de N iñ o N ap o litan o es de prim era m ano, pero fue escrito en
1948. Desde 1926 le h ab ían o^,arrido dem asiadas cosas a-este m ilitan te anarquis
ta italiano para que pudiera coordinar b ien los hechos, y, e n rscón de ello, apare
cen contradicciones en sus Recuerdos del exilio.
Berta vivía en to n ces unida a Ferrandel, adm inistrador de Le Libertaire. Ellos
debían estar al co rrien te de los proyectos de A scaso y D urruti. Esa visita a la qu e
se hace referencia e n la cita debió ocurrir, accid en talm ente, d u ran te los m o m en
tos en que_preparaban el atentado y, com o las visitas n o eran muy frecuentes, de
a h í las lágrimas de Berta. Ascaso y D urruti fueron detenidos el día 25 de junio, y
la llegada de A lfonso XIII fue el 27 d e junio. Lo im p o rtan te del testim onio de
N iñ o es su referencia al provocador, a ese “chófer” reclutado-por “Los Errantes”
e n circunstancias que desconocem os.
Ya en otro lugar hem os señalado que D urruti había encargado a Boadas que
com unicara al com pañero chófer arg en tin o que acudiera p ro n to a París. El argen
tin o n o vino. D ebió fallarles ta m b ié n G arcía V ivancos, m iem bro de “Los
159 N iño N apolitano. Articulo titulado “Ascaso e Durruti, nei ricotdi d ’esilio”, y publica
do en hVa N w w a, Torm o año V. n. 1. 1, j¡fnnnio, 1948.
HACIA PARÍS: 1 9 1 6 161
C a pít u l o XV
Estaba visto que A lfonso XIII n o podía dar u n paso sin que algún español sintie-
ra el deseo de suprim irlo de la lista de los vivos. N o obstante, parecía ser un rey
afortunado. Ficticios o reales, el rey A lfonso XIII era la figura central de por lo
m enos u n a d ocen a de atentados, saliendo siempre ileso de los mismos: fracasó el
atentado del d ía de la coronación, el 17 de mayo de 1902; se descubrió a tiem po
el que se le preparaba en París, el 31 de mayo de 1905; M ateo Morral, aún m atan-
do a 26 personas y causando 107 heridos con su bom ba de la calle Mayor de
M adrid, el día de las bodas del rey, en 1906 y tam bién el 31 de mayo, n o pudo
tam poco alcanzar a su víctim a. T am b ién vieron malogrados sus propósitos otros
hom bres que in te n ta ro n suprimir a A lfonso XIII. En vista de los resultados, pare
cía estar escrito que este m onarca m oriría de viejo y en su cama.
C o n u n a relación de atentados verdaderos o inventados, era lógico que la
Em bajada española en París tom ara sus m edidas de vigilancia y rogara a la policía
francesa que pasara a la acción, encarcelando a los refugiados políticos españoles
residentes en F rancia que pudieran sentir la tentación de organizar un atentado
co n tra Alfonso XIII. La policía francesa accedió a la dem anda y, en la m añana del
día 25 de junio de 1926, organizó u n a razzia que alcanzó a unos doscientos espa
ñoles. E ntre esos españoles se en c o n trab a n Durruti, Ascaso y Jover, a los que se
les incautó u n a apreciable cantidad de armas.
El G ob ierno francés deseaba recibir a A lfonso XIII y a Primo de Rivera, su p ri
m er m inistro-dictador, de la m ejor m anera posible, es decir, sin hostilidad. Las
ranzones se e n r o n rra h an . probablem ente, en la solución que se buscaba a la cues
tión de los p ro tecto rados marroquíes.
La policía recibió la orden de velar por la seguridad del rey de España, y se d ic
ta ro n instrucciones a fin de que la p rensa se portara de manera decorosa con el
visitante. U n o de los periódicos que n o se ajustó a ello fue el órgano anarquista
Le Libertaire. V isto el editorial del mismo, y juzgado de insultante por el juez
V illette, se ordenó el secuestro del periódico y se acusó a su gerente, G iradin, de
“instigador al asesinato”.
De las m edidas policiacas, nada trascendió a la opinión pública hasta el día 2
de julio, fecha e n que A lfonso XIII se encontrab a ya en Londres. Ese día la p ren
sa publicó u n a corta n o ta facilitada por la policía, en la que se decía que había
sido descubierto u n com plot aten tato rio contra la vida del rey de España, y que
tres proscritos españoles fueron detenidos encontrándoseles armas automáticas y
pistolas.
A quel mism o día, 2 de julio. Le Libertaire reproducía en sastancia el artículo
p<ir ei cual fue co n den ado el periódico ei día 25 de junio.
EL COMPLOT CONTRA ALFONSO XIII l 6$
tfliz rem ate, sin que estos h ec h o s h ag a n perder la serenidad, pues tie n e n
, " • rtlontes en todos los tiem pos, co n la fo rtu n a para los actuales de que la b u en a
, HiiMción de los servicios ha p erm itid o descubrirlos y frustrarlos”.
t .'iiinulo la Em bajada española e n París hizo piiblico d ic h o com unicado, e s ta
1^4 EL REBELDE <1896-1931)
“La actitud de los procesados fue digna, serena y enérgica. D urruti, en nom bre
de sus com pañeros, debido a su b uen francés, declaró que, de n o h aber sido d e te
nidos en vísperas de la llegada de A lfonso X lll a París, te n ía n propuesto seguir al
rey en su viaje de regreso a España y raptarlo en la frontera, m a n ten ien d o el
secuestro d u ran te u n tiem po para h acer correr el rum or de su m u erte y provocar,
por ese acto, la revolución en España.
“Francam ente, los procesados h a n reconocido h aber com prado u n cierto
núm ero de armas (carabinas y pistolas autom áticas), y h ab e r utilizado pasaporte
falso.
“N osotros — h a n declarado— somos revolucionarios españoles. N os hem os
exiliado a causa del odioso régim en que A lfonso XIII y P rim o de R ivera h a n
impuesto a nuestro país; por ta n to somos unos proscritos, p ero n o hem os re n u n
ciado a volver a España.
“N uestros com pañeros de trabajo — co n tin ú a n diciendo— , nuestros h e rm a
nos de ideas, siguen allí soportando la persecución más dura y tenaz que régim en
alguno haya im puesto a la clase obrera. Su más ardien te deseo es liberarse de ese
régim en opresivo. T al afán coincide c o n el nuestit) y, por ello, declaram os, a
sabiendas de la responsabilidad en que incurrim os, que n o cesarem os en nuestra
acción hasta h ac er caer dicho régim en dictatorial. T am b ién estam os co n v e n c i
dos de que nos en con tram o s muy próxim os a alcanzar ese objetivo. Podem os ase
gurar que en España, en estos m om entos, salvo la cam arilla que apoya al
G obierno, la inm en sa m ayoría del país está co n tra la dictadu ra de Prim o de
Rivera. La irritación es profunda y la insurrección arm ada puede producirse de u n
m om ento a otro. Las armas que nosotros hem os com prado estab an destinadas a
sostener y defender h asta la m uerte al m ovim iento revolucionario de nuestro
país. En cuan to a los falsos pasaportes utilizados declararon: ¿Que cóm o pt)díamos
lograr nuestro fin, sin esquivar la tupida red de confidentes que m a n tie n e el
G obierno español en Francia? Era, pues, prudencia elem ental, utilizar n om bre
falso. Y no im portaba quién de nosotros recurriera a ese pro ced im ien to an te una
necesidad sim ilar”.
Y el cronista de Le Libertaire, S everin o Ferrandel, prosigue: “La policía fran
cesa que había procedido a la d eten c ió n de nuestros com pañeros com pareció ta m
bién para declarar e n el proceso. E n sus declaraciones h a in te n ta d o presentar a los
acusados com o elem entos muy peligrosos, pero n o co n v e n ciero n a nadie.
A prem iados por las preguntas de los abogados defensores, tu v iero n que reconocer
que el nom bre de los inculpados les h ab ía sido indicado por la Em bajada españo
la, señalándose que se tratab a de “anarquistas muy peligrosos y recalcitrantes b a n
didos”. A gregaron que todos los datos que poseían sobre los detenidos les h ab ían
sido facilitados por la misma fuente, es decir, la Em bajada española.
“La defensa de nuestros com pañeros estaba asegurada por los abogados H enry
Torres y B arthon, asistidos por sus secretarios, señores Joly y G a r fo n ”.
Sobria pero precisa y em otiva fue la in tervención de la defensa: “Señores del
Tribunal, tengo el h o n o r — declaró B a rth o n — , ju n to con mis com pañeros, de
asegurar la defensa de hom bres que representan el polo más avanzatio de la opo-
siuóii española...” Esta i-xposiclóii, an te un servicio de orilcn desplegado en la
FL COM líLOT CONTRA ALFONSO X III I6 7
acuerda de mí. Yo n o h ag o d istin ció n e n tre mis herm anos, ya que me acuerdo de
todos ellos, escriban o n o m e escriban.
“Perico m e dice que m e m a n d a cuatro líneas p ara consolar mis penas.
¡Gracias, Perico! T e agradezco tus consuelos. Pero a esto h e de decirte u n a cosa:
mis penas las soporto yo c o n mis ideales, que son más fuertes que todas estas b a je '
zas hum anas. '
“M is ideas so n profundas. Ellas h a n nacido en el seno de esta sociedad in ju s
ta. Ellas rep rese n ta n el am or y la libertad. Ellas son sólidas com o el acero. Y ellas
son las que m e co nsuelan , porque te n g o la convicción de que son buenas. A sí es,
querido Perico, que n o tengas p en a p o r mí, que n o soy n in g ú n desgraciado. E sta
cadena que m e im pide ser libre está podrida y n o podrá retenerm e por m u c h o
tiem po.
“Espero tu ca rta e n francés. D im e cóm o vas con tu m ecánica y te reco m ien do
te apliques e n su estudio, pues cu a n d o seas mayor te será de m ucha utilidad.
Calateo m e dice que la m en ta que n o pueda pasar las N avidades en vuestra c o m
pañía. Yo ta m b ié n lo siento , C lateo, pero n o por ello hay que apurarse. N o soy yo
sólo quien las pasará e n la prisión. H ay m uchos más. ¡Y cuántos pobres n o t e n
d rán ese d ía qué com er n i d ó n d e dorm ir! A sí está form ada esta sociedad: los u n o s
m ucho y los otros nada.
“Las N avidades son ta n sólo p ara los ricos, que la celeb ran co n el sudor del tra-
l’.ijador y h a c e n que ese día se co n v ie rta e n cham paña, y las risas de aquéllos e n
ll.mtos en el hog ar de los desheredados. Las juergas de los ricos son hijas de las
miserias de los pobres. Pero esto p ro n to term inará. La rev olu ción pondrá fin a este
di'sorden social...”
Iftl ('.irra de D urruti a su herm ana Rosa fechada en la Conciergerie, el 17 de diciem bre
lie 1926. A rchivo particular. Lo que Durruti ignoraba era que las presiones del
( loliierno español eran muy fuertes sobre el G obierno francés, y que para apoyarlas
li.ihí.i invent.ido “el descubrim iento en España de una organización anarquista de
tiiriícter internacional, la cual pensaba atentar contra Primo de Rivera, Poincaré y
Mussolini. P.ini Primo de Rivera se había fijado como fecha la del entierro del
l’ri-sidente del Tribunal Supremo de Justicia, señor T ornos”. (La Vanguardia,
iViaclona, 2 de diciembre de 1926.) E.ste complot tue el que se conoció como el de
"V.illecas”, y en el mismo fueron implic.ulos Aiireho Ferniiiulez y el propio O.ircía
(^liver, aumnie este ultim o se enioiiir.ir.i preso en el |h'H.iI de Muraos.
170 EL REBELDE <1896-1931)
C apitulo XVI
“ 1. De u n lado, acuerda su sim patía por los trabajadores que, reducidos al insu-
li( a nte salario que les es asignado, p ractican medios ilegales (inú til e n tra r e n
dcl.liles, puesto que esto es asu nto de cada uno: la posibilidad de vivir, de ali-
nu-nrar a su fam ilia y de secundar la propaganda anarquista si le es querida).
“2. De o tra parte, aprueba, más aún, él n o duda e n glorificar el “ilegalism o”
pr.K ricado p or ciertas personas que, de u n a m anera desinteresada y por los pro-
|«>Mtos de la propaganda (tales com o los Pini, los D uval, los R avachol y b u e n
nm iiero de nuestros cam aradas extranjero s, particu larm en te españoles, italianos,
tuwi.s, etc.) asaltan a las Bancas, a las com pañías de transportes, a las grandes fir-
m.is industriales y com erciales, a los riquísimos capitalistas, y, después de h a b e r
l'f.ii tu ,nlo c o n tra esos capitalistas lo que nosotros llam am os la expropiación indi-
vidii.il (preludio de la exp ro p iació n colectiva y, a la vez, la restitución parcial,
iniriKlucción a la restitu ció n to tal), e n lugar de guardárselo para ellos y transfor-
liitir’if así en parásitos, in m ed ia tam en te de consum adas las acciones, los beneficios
iir ni.s actos expropiadores son consagrados a la propaganda.
" l’.ira Loncliiir, lo.s cam aradas del C1 I. ampli.ido de la U A C , fieles a la ac titu d
Im itad . I siem pre por ios anteriores cam aradas, declaran que cu.indo Le Libertaire
Iw hln de “h o n e s t id a d ” y d e “tr a b a jo ”, ellos n o d a n a esas expresione.s el sifínifica-
1 71 EL REBELDE <l89é-I93I>
'• l.un Lccom, /-í amr^ d ’um' «w, Ful. Lik-rté, Piirís, 1966.
174 Re b e ld e ‘ iS s é - ijji»
C a p í t u l o XVI!
Lo que se encargaba a Luis Lecoin era nada m enos que d erro tar a Poincaré en su
política internacional. El ministro de Justicia de ese G o b iern o era B arthou, u n fiel
servidor de la burguesía. El de Relaciones Exteriores, el v eterano socialista
Aristides Briand. Ese G obierno se llamaba a sí mismo el “bloque de las izquier
das”, y bajo ese título había ganado las elecciones el 4 de m ayo de 1924, frente “al
bloque de derechas”. Los socialistas contaban en la A sam blea N acio n al con una
fuerte representación, siendo el presidente de la m ism a el radical-socialista
Eduardo H erriot. E n concreto, un Gobierno de izquierdas qu e seguía h aciendo la
política del bloque de las derechas, tanto en su aspecto in tern ac io n al com o en el
nacional. Para convencerse de ello, bastaba ver la co n d u c ta que seguía en
Marruecos, colaborando con Alfonso Xill para exterm inar a los guerrilleros de
Abd-el-Krim . La coronación de esa política de e n ten te co n España fue el recibi
m iento otorgado en junio a Alfonso Xlll y a su dictador M iguel Prim o de Rivera.
Y com o broche final, el acuerdo a la extradición de D urruti, A scaso y Jover, el día
26 de octubre de 1926. Muchas, muchísimas razones de E stado y muy poderosas
debían existir para que el Gobierno francés de izquierdas estuviera dispuesto a
afrontar la ira de su electorado, dando satisfacción a A lfonso X lll, vía Buenos
Aires.
¿Por dónde empezar a romper el fuego? Lecoin creyó que lo más im portante
para obtener buenos resultados era comprometer a la Liga de los D erechos del
H om bre y, a tal fin, se entrevistó con la anciana señora S everine, la que en diver
sas ocasiones hab ía salido en defensa de los españoles y d en u n ciad o el despotism o
de A lfonso XIII y su régimen. Como era de esperar, ta m b ié n en esta ocasión la
señora Severine m ostró una vez más su solidaridad con la clase obrera española,
y prom etió a L ecoin abrirle la puerta de la Liga de los D erechos del H om bre. Pero
m ientras llegaba ese m om ento, el Comité de Asilo inició su cam p añ a pro D urruti,
A scaso y Jover, co n un m itin que celebró el día 25 de octubre, a las 20 horas, en
“Les Societés S avantes de Paras”. Los oradores de dicho m itin fueron; G ané, por
el C om ité de D efensa Social; Huart, por la UFSA.; H enry B erthon, com o aboga
do defensor del trío español; Pioch, escritor; Sebastián Faure, por el C .I. de D.A.;
y u n delegado español de la Liga de los Derechos del H om bre.
El m itin fue u n éxito, y los diarios de París lo co m en taro n am pliam ente. La
cam paña prom etía ser movida, a la vista de los textos que publicaba la prensa
francesa, de la cual sobresalían Le Populare, L ’Oeuvre, Era Nouvelle, Le Quotidien,
e incluso L'H umanité.
E ntretanto, Lecoin, con una recomendación de la señora Severine, visitó a la
señora luirían Mesnard, quien a su vez debía presentarlo al presidente de la Liga,
lA U N IÓ N ANARQUISTA Y EL GOBIERNO FRANCÉS D E P O IN C A R Í 175
señor V ícto r Basch. La e n tre v ista e n tre Víctor Basch y Luis L ecoin fue u n desas
tre. El m inistro de ju sticia, B arthou, h a b ía prevenido ya al presidente de “La Liga”
sobre lo peligroso que era m ezclar a ésta en u n asunto de d elito com ún. P rev en id o
com o estaba, V icto r Basch le dijo a Lecoin, durante la conversación m a n te n id a
en tre ambos, que era in ú til su insistencia; que sus defendidos eran culpables y qu e
“La Liga” n o pod ía in te rv e n ir e n defensas de ese tipo. L ecoin, sin guardar n in g u
na clase de consideraciones de trato , se despachó a su gusto an te el P residente de
“La Liga” y a b a n d o n ó el local de m ala manera, considerándose fracasado e n su
gestión.
S in em bargo, e n la tard e de aquel mismo día, L ecoin tuv o u n a llam ada tele-
li'mica del secretario de “La Liga”, señor G uem ut, el cual le ped ía que le presen-
I ara u n “dossier” co m p leto sobre el caso de los españoles detenidos. ¿Qué h a b ía
pasado, e n tre ta n to , para que V ic to r Basch cam biara de parecer? N o cabe pensar
t-n otra cosa que e n la in te rv e n c ió n d e Severine o, más directam en te, de la se ñ o
ra D orian M esnard; pero, com o sea, el caso era que “La Liga” — se dijo L ecoin—
it-ia a movilizarse y se c o m p ro m ete ría e n el asunto. P uertas que h asta en to n c e s
i'ran difíciles de abrir, se ab riría n de p a r en par N o obstante, la capitu lació n
de P oincaré n o iba a ser cosa fácil.
El 5 de noviem bre de 1926, Le Liberume insiste sobre la actitu d del G o b iern o
francés en m a n te n e r su palab ra de entregar a D urruti y sus amigos a la policía
.irgcntina. E n u n o d e los c o m en ta rio s se preguntaba: “¿Será posible qu e ose
i-nviarlos a la m uerte?”. El día 12 de noviem bre, el m ism o periódico anuncia o tro
inirin de p ro testa en “Les S o cietés Savantes” para el día 15, en el cual h ab laría n
Sebastián Faure y el escritor H a n R yner; y se agrega: “Jover, A lam archa, D urru ti
\ Ascaso van a ser en tregados d e u n m om ento a otro al G o b iern o argentino.
Obreros de París, im pidam os esa extradición!”
En el citado n ú m e ro se pub lica u n com unicado de “La Liga” de los D erechos
d fl H om bre p ro testan d o c o n tra la extradición y, al m ism o tiem po, se añade u n a
>.irta enviada p or A scaso y D u rru ti a la U aió n A narquista, fechada en el D ép ó t
.K- la Prefectura de Policía el 7 de noviem bre de 1926. E n d ic h a carta, am bos d ec í
an:
“Q ueridos com pañeros: Incluso si estuviera probado que hem os aten tad o con-
ir.i la vida de A lfonso X III, c o n la esperania de que su desaparición conduciría a
lili cam bio político en E spaña, ¿sería ésa una razón suficiente para que la F rancia
n-piihlicana to m ara p artid o p or n u estro s enemigos, librándonos a su venganza de
>l.ise, ha]o odiosos p rete x to s y m en tiras?
"Y, por ta n to , es eso lo qu e o cu rre, puesto que hem os sido avisados oficial-
m rn ii' de que serem os en treg ad o s a la policía argentina.
"S i esta n o tic ia nos so rp ren d e, n o p o r ello decae n uestro ánim o, porque h ac e
vrt m ucho tiem po que h em o s o frecid o a nuestra herm osa y justa causa el sacrificio
lU-nuestras existencias.
"L am entam os el p roced er ca n allesco que se em plea para co n nosotros, acu-
sándonos de hech os de los cuales n o somos autores; sin embargo, estam os dis
puestos a sufrir la venganza de los gobiernos argentino y español.
“Pero nuestro com pañero Jover es padre de dos hijos: uno de tres años y otro
de dieciocho meses, a los que am a profundam ente. Y es importante que Jover n o
sea separado de sus hijos, a causa de su envío al garrote o a la cárcel en p erpetui
dad.
“Esperamos que el G obierno republicano francés, que ta n fácilm ente nos
sacrifica a la tira n ía española, reflexione bien antes de dejar huérfanos a los hijos
de Jover.
“Q ue se aplique la extradición a nosotros, ¡sea!, pero para Jover pedimos que
u n a investigación sea abierta y que la justicia se pronuncie fuera de todas las c o n
sideraciones de p olítica internacional.
“F raternalm ente vuestros: F. A scaso y B. Durruti”
Sobre el presente escrito. Le Libertaire comentaba:
“N o sabemos el efecto que esta carta pudo producir en los medios guberna
m entales. Seguram ente, ninguno favorable a ablandar “la razón de Estado”. S in
embargo, el secretario general de la C G T , Jouhaax, apremiado por una parte
im portante del proletariado francés enrolado en la citada organización sindical, se
vio obligado a in terv en ir directam ente sobre el Gobierno. Si las respuestas que los
m inistros Briand y B arthou dieron a Jouhaux fueron insatisfactorias, n o obstante
dejaron la puerta abierta a una revisión del proceso (...). Esto prueba que los
ministros en cuestión n o son insensibles a las protestas que de todos lados h a n lle
gado hasta ellos (...). Pero — añade Le Libertaire— las altas esferas de la policía
francesa pueden alterar la situación y, para contentar a sus colegas de A rgentina,
quizá entreguen a D urruti y sus amigos sin esperar la decisión del G obierno fran
cés. Precisam ente para evitar esto, el abogado Torres acaba de prevenirles que sus
clientes, hab ien d o h ec h o apelación, confiaban en que la justicia francesa siguie
ra su curso n o rm al”
En la m ism a fecha que se dirigía a las autoridades judiciales francesas. T orres
escribía al em bajador argentino en París solicitándole una entrevista a la que asis
tirían varios abogados y diputados franceses. Asimismo, estos últim os form aban
parte de la lista que estaba confeccionando Luis Lecoin, con el objetivo de reunir
la m itad más u n o de los representantes de la Asamblea Nacional y presentarla al
jefe del G obierno, co n una explicación relativa al caso Durruti, Ascaso y Jover.
Si L ecoin llegaba a reunir la cantidad propuesta de adhesiones, la consecuencia
n o podía ser o tra que, o bien Poincaré daba satisfacción a la interpelación, o, por
el contrario, ten d ría que dim itir. E n cualquiera de los dos casos, el antiparlam en-
tarista L ecoin derrotaba a Poincaré.
Para el G o b iern o francés, la situación era grave; y tanto más porque sufría p re
siones directas por vía diplom ática de España, cuyo G obierno deseaba, de u n a
168. Idem.
lA U N IÓ N A N A RQ U ISTA Y EL G O B IE R N O FRANCÉS D E P O IN C A R É VJJ
m anera o de otra, que D urru ti, A scaso y Jover sufrieran la extradición, sea vía
lispaña, o sea vía A rg e n tin a . Para el caso era lo mismo, puesto que los g o b e rn a n
tes españoles esperab an o b te n e r sus presas de la m ano de las autoridades a rg e n ti
nas. Pero si el G o b ie rn o francés accedía, h ac ía mofa de los D erechos del H o m b re,
sostén de la propia R epública francesa, enfrentándose, adem ás, a la im previsible
icacción del p ro letariad o francés, a la sazón b ien inform ado ya sobre el caso.
¿C'i'imo salir de ta l atolladero? La solu ción que se e n c o n tró fue entregar en secre
to al G o b iern o español a u n o de los cu a tro encartados: a José A lam archa. Y esta
i'iitrega, de n o h ab e r sido d e n u n c ia d a po r Le Lihertaire, posiblem ente hubiera q u e
ja d o en la oscuridad del silencio. El periódico, en tre otras cosas, decía:
“C u an d o nos enteram o s de que el G o b iern o francés se negaba a en tre g ar a
Ascaso, D urruti y Jover, dedujim os que José A lam archa, c o n tra el cual n in g ú n
cargo serio se m a n tu v o , y que adem ás era el m enos “culpab le” de los cuatro, e s ta
ba salvado y que, c o n tra él, a lo sum o, sólo se podía aplicar u n a medida de ex p u l
sión.
“Pero h e aq uí que, h ac e o ch o días, sus carceleros sacaro n a A lam archa d e su
icld a, so p rete x to de e n v iarlo a la fro n te ra belga. Y ah o ra acabam os de e n te ra r
nos de que A la m a rc h a h a sido en tre g ad o a la policía española.
“iV ergüenza para el G o b iern o francés, que se h a arrodillado ante el d ic tad o r
csp.iñol!
"¡V ergüenza para los falsos republicanos del M inisterio de Poincaré, que p a ra
com placer al sanguinario m acaco A lfo nso XIII en v ían u n in o c en te al garrote!
“A h o ra tem blam os p or A scaso, D urruti y Jover. Ya n o podem os fiarnos de las
l>n Huesas que se nos h a n h ech o ... ¡C om pañeros revolucionarios, salvad vosotros
mismos a los vuestros! ¡A cudid todos al m itin del 30 de noviem bre de 1926!” '«9.
Días más tarde, el 3 de diciem bre de 1926, se leía la siguiente n o ta e n Le
Lihertaire:
“El G o b iern o francés acaba de h a c e r saber al secretario general de “La L iga”
*lc los D erechos del H o m b re que, e n efecto, la justicia arg e n tin a no sostiene ya
mu- las huellas digitales que ella h a b ía com unicado a la justicia francesa corres-
|»t(iKÍan a huellas tom adas e n A rg e n tin a sobre los lugares de los atentados. La jus-
Uii.i argen tina recon oce que las m encionadas huellas dactilares le h ab ían sido
Miinnustradas p or u n G o b ie rn o extranjero.
"¿Qué espera el G o b ie rn o francés para p o ner en libertad a sus tres rehenes? ¿Es
que siga tergiversando y m a n te n ie n d o en prisión, sin razón alguna, sim -
pl«'iiK‘iue por razones de am o r propio, a hom bres que por su coraje y energía m o ral
»r rli-van por en c im a de n u estra pobre hum anidad?”
IVsc a todo, la m aq u in aria judicial seguía su curso. F ran cia m an ten ía válida su
iVAoliK. lón del 26 de octubre; pero d e h e c h o n o se atrevía a entregar a la p o licía
Mltriuina, que aguardaba e n París, a los tres detenidos que se consum ían e n el
de la C onciergerie.
bn la calle, la U n ió n A n arq u ista co n tin u a b a organizando asambleas obreras
V.iiizcrti, Radow itzky, los presos de V iedm a, atacaba a A lvear (a quien los ácra-
l . t s ll;iinaban “la b uscona” o “c ien kilos de m an teca”), a los policías (“burros coce-
Jflitm SE L'AN
le U h t r t s á
ORGAIE HOBMUMIE K LIMUH MUKWre.COIMnHBTE
r e
com tK n m uDéFEKeúUDuoiro'Aau
IIUMÍMIHffli ChAtnage e t S tab ilim tío n
Le complot ceatre troís ínKtits r t r 722S s
va-t-il a b o u tir? S-VT;í„sn.-J5J:S
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17 1 f)svaldo Bayer, Los anarquistas expropiadares, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1975.
C a p i t u l o X V IIl
“N uestra suerte, ¿es de tal m an era envidiable que debam os sentir m iedo a la
nnicrte? Firm ado: A scaso, D urruti, Jover”.
El resto de la prensa reprodujo esta carta, com entándo la, y el 13 de febrero de
l ‘>27 com enzó la huelga de ham bre.
H1 16 de febrero de 1927, com enzó a trascender a la o p in ió n pública francesa
•il^o de luz e n c u a n to a los m anejos diplom áticos. Ese día, el C onsejo de M inistros
lii:o pública u n a n o ta , e n la que declaraba que anulaba la d eterm inació n de la
«•xir.idición a los españoles e im partía instrucciones para que la ley sobre extrad i-
t I o n e s , aprobada por el S enado, fuera pasada a la C ám ara de D iputados lo an tes
l'osihle para su v o ta ció n . A dem ás, agregaba que la ley te n d ría efecto retroactivo.
Algo hab ía que n o m arch ab a b ie n en tre el G o b iem o argentino y el francés,
(í»K-s !:i prensa gala publicó u n com unicado diplom ático de fuente francesa e n el
i|iK' se decía que “el G o b ie rn o francés h abía dado instrucciones a su representan-
Ir r n Buenos A ires para que diera explicaciones a aquel G o b iem o sobre las razo
ne!» que ex istían en F rancia para dem orar la extradición de los anarquistas”. Y
175. Le Liheruure, lii- 25 de febrero de 1927, recoge y comenta los comunicados expuesto»,
I d i n . i d o s l i e 1.1 p r e i i s . i I r . u u e s t .
l8 6 e l r e b e l d e ‘i 896-I931>
179. Idem.
IJ O E L R E B E L D E <1896-1931'
Poincaré? Lo que él deseaba, y con m ucha fuerza —y así se lo com unicó al “térra-
n o v a” de P oincaré— , era la libertad de Ascaso, Durruti y Jover.
“'¡S ea! — le repuso— . Ascaso, D urruti y Jover serán puestos e n libertad el día
8 de julio de 1927” iso.
La forma quedaba salvada. A quella tarde no hubo interpelación y, al día
siguiente por la m añana, salían en libertad los tres españoles del Q uai des
Orfévres, siendo recibidos por u n b u en puñado de periodistas. La acción co n ju
gada de los trabajadores argentinos y franceses había hecho retroceder a dos
G obiernos y hab ía dado u n rotundo ¡no! a Alfonso XIII y a su m inistro dictador,
M iguel Prim o de Rivera.
C o n el títu lo de “El R escate”, La Antorcha festejaba la victoria co n estas p ala
bras: “Es la alegría del recobro, del rem tegro a la acción y la derrota reacciona
ria...”
A quella m ism a tarde del día 8 de julio, a las seis, Francisco A scaso iba a te n e r
la dicha de abrazar a su m adre y a su herm ana María, las cuales h a b ían cruzado la
frontera clandestinam ente. T am bién la compañera de Gregorio Jover se e n c o n
traba allí co n sus dos hijos. En la cena improvisada celebrada esa m ism a no ch e e n
u n m odesto tercer piso de la calle Du Repos, junto al cem enterio de Pére
Lachaise, n o faltaba nada más que Anastasia. Y quizá por su ausencia, cuando la
periodista d e Le Quotidien preguntó a Durruti: “¿Y ahora, qué?”, D urruti le repu
so: “¿Ahora? A h o ra hay que continuar la lucha con más fuerzas” '«i.
( "APITULO XIX
cinco m il hom bres, fue el único que luchó por la revolución rusa en U crania. A l
enviar los bolcheviques el Ejército R ojo a Ucrania, después de la derrota alem a
na, éste sim uló p actar con M akhno y respetar la forma de vida que se habían dado
los soviets en d ich a región. Pero, en realidad, ni Trotsky, com isario de G uerra, ni
L enin, jefe del n uevo Estado Soviético, estaban dispuestos a tolerar aquella expe
riencia anarquista, m áxim e cuando su carácter positivo acen tu ab a aún más el
carácter arbitrario y despótico que aplicaban los bolcheviques en la Rusia d o m i
nada por ellos.
U crania com o K ronstandt estaban condenadas a ser “el ca n to del cisne” de la
revolución rusa. El desenlace ucraniano comenzó a finales de 1920, cuando el
G ob iem o bolchevique de M oscú ten d ió una trampa a u n grupo de oficiales de “la
m akh n o v ich in a”. So pretexto de u n a invitación para que participaran en un
C onsejo M ilitar, se les citó a u n determ inado lugar, y, ta n p ro n to com o estuvie
ron reunidos, fueron detenidos por la “C heka” (policía secreta soviética) y fusila
dos. U n procedim iento parecido aplicaron a los destacamentos que luchaban c o n
tra los reaccionarios llamados “los blancos” en Crimea. S im ultáneam ente a estos
dos ataques a la “m akhnov ichina”, Trotsky envió-sobre U cran ia un ejército de
cien to cin cu en ta mil hom bres con el propósito de aplastar al ejército de M akhno.
La lucha de M ak h n o contra el Ejército Rojo y “los blancos” al mismo tiem po,
duró nueve meses. A l final, en agosto de 1921, Makhno, co n u n puñado de sus
com pañeros de armas, abandonaron la partida, buscando refugio en R um ania,
donde fueron encarcelados. H uyendo de Rumania, M akhno se refugió en Polonia,
donde fue procesado, pero al final, absuelto. En 1924, gracias a las gestiones de
R udolf Rocker, V oline y Emma G oldm an, se le pudo h acer en tra r en A lem ania,
hasta que por fin pudo enco ntrar refugio en París el año 1925.
Para M akhno, París era el exilio, y el exilio para u n h o m b re de acción com o
él era la m uerte. T e n ía apenas tre in ta y cinco años, pero era ya u n hom bre ago
tado por la guerra y las m últiples heridas que había recibido en su cuerpo. Pero,
sobre todo, la h erid a más im portante era la derrota y la ca n tid a d de m entiras que
el bolchevism o d om in an te lanzaba sobre Ucrania y sobre su persona. A esto se
unía su carácter.^ u tén tica T pprify^ia icn que le impedía adaptarse a Francia y sus
costumbres.
M ak hno hab ía oído hablar de D urruti y Ascaso y te n ía inform aciones sobre
sus peripecias, a la vez que, desde París mismo, siguió el proceso durante el año de
encierro de los dos españoles. A un que prácticamente se en contraba aislado,
cuando se le com unicó el deseo que ten ían Durruti y A scaso de conversar con él,
aceptó recibirles en la m odesta h abitación del hotel donde viv ía co n su hija y su
com pañera. A penas se en co ntraron los tres hombres fre n te a frente, D urruti le
dijo:
“V enim os a saludar en tu persona a todos los revolucionarios que h a n lu ch a
do en Rusia por la realización de nuestras ideas libertarias, pero quisiéramos ta m
bién rendir un hom enaje a la rica experiencia que ha significado para todos noso
tros vuestra lucha en U crania”.
“Estas palabras de Durruti — escribirá más tarde Ascaso— produjeron un pro
fundo efecto en el abatido guerrero. F.,se hombre de p i\|u eñ n talla — prosigue
EM ILIENNE, BER TH E Y N ÉSTO R M AK H NO I93
ses, escrutando el rostro de los españoles para m ejor co m p ren d er el efecto que sus
opiniones p o d ía n causar e n ellos.
D u ran te varias horas, M a k h n o rela tó a LXirruti y A scaso los porm enores de la
U iiha e n U c ra n ia , así co m o los detalles de las experiencias com unales y la m ar-
4 li.i de los soviets e n aquella región lib ertaria d u rante los años de su acción.
“N u estra co m u n a agraria e n W crania — les dijo— era u n a unidad activa, ta n to
r n el te rre n o ec o n ó m ic o com o político, d e n tro del sistem a federal y solidario que
li.ibíamos creado. A llí las com unidades n o estaban basadas e n el egoísmo perso-
n.d, sino q u e d escan sab an e n la solidaridad com unitaria, ya fuese a escala local o
irxional. N u e stra ex p e rien c ia d em ostró de m anera palpable que el problem a cam -
ITMiio te n ía soluciones d istin tas a las que estaban im po niendo los bolcheviques.
'•>1 Muestra p rác tic a se h u biese ex ten d id o al resto del país, n o hubiera aparecido la
n rfasi.i div isió n e n tre el cam po y la ciudad, y hubiéram os podido evitar al p ueblo
niMi ,\ños d e h a m b re y de luchas inútiles e n tre obreros y cam pesinos. Y lo que es
Mirti im portante, la rev o lu ció n se hubiese desarrollado de m anera muy diferente.
>«• h.i dich o , a ta c a n d o n u estro sistem a, que si éste pudo sostenerse y desarrollarse
«■fM porque se apoyaba e n u n a base cam pesina y artesanal. Y eso n o es cierto .
N u estras co m u n id ad es e ra n m ixtas: agrícolas-industriales; e, incluso, algunas de
• UtiK específicam ente industriales. Lo que daba fuerza a n uestro sistem a era o tra
. <i»4i el entu.síasrfüTT&v()lucu)nano que todt)s nosotros poníam os, apartándono s de
l-fátticas burocráticas. T odo s éram os co m batientes y obreros a la vez. En las
194 e l r e b e l d e <1896-1931)
com unidades, la asam blea era el organism o que resolvía todos los problemas; y en
la vida m ilitar, era el com ité de guerra, en el que tenían representación todas las
unidades. Para nosotros, lo que im portaba era que todo el mundo participara en
la obra colectiva, para im pedir de esa m anera que una casta dirigente m onopoli
zara el poder. P or ello habíam os logrado u nir la teoría con la práctica. Y porque
desm entíam os com o necesarias las prácticas bolcheviques, fue por lo que Trotsky
y L enin nos en v iaro n el Ejército R ojo para com batirnos. El bolchevismo triunfó
m ilitarm ente e n U cran ia y K ronstandt, pero la historia revolucionaria nos rei
vindicará u n d ía y condenará com o contrarrevolucionarios
«i*»»-— ► — . ..........
a los enterradores de
la revolución rusa”.
D urante la conversación, M akhno dio frecuentes signos de fatiga, sobre todo
en la evocación de pasajes que le e ra n dolorosos. En un momento determ inado,
suspiró, exclam ando: “Espero que, llegado el m om ento, vosotros lo hagáis m ejor
que nosotros”. Y despidiéndose de los dos españoles, les dijo: “M akhno no h a
rehusado n u n c a u n com bate; si c o n tin ú o viviendo cuando comience el vuestro,
yo seré entonces u n com batiente m ás”
A gotado el plazo dado por las autoridades frarvpesas, Durruti y Ascaso fueron
conducidos el día 23 de julio de 1927 a la frontera belga, donde se desarrolló una
com edia legalista que nuestros amigos vivieron en todo su fastidioso desarrollo.
C uando la policía francesa entregó a la policía belga los expulsados españoles,
los belgas n o ac eptaron la entrada de tales “anarquistas peligrosos” en su te rrito
rio. La policía francesa, ante la n egativa belga, condujo a Ascaso y D urruti al
puesto francés, esperando p acien tem en te la llegada de la noche. A provechando
la oscuridad, los franceses introdujeron clandestinam ente en Bélgica a los expul
sados. D e esta form a, ambos pudieron llegar a Bruselas, ciudad donde fueron aco
gidos por el anarquista belga H em Day, quien les dio albergue en un taller de p in
tura co n la esperanza de poder lograr que las autoridades belgas les dieran asilo
político.
Los días pasab an.fastidiosam ente e n u n a espera cuyo fin se anhelaba de m an e
ra desesperada. A sí transcurrieron las jom adas de julio y, muy entrados ya en el
mes de agosto, D u rm ti y Ascaso se en teraro n a través de la prensa del triste desen
lace del dram a de Sacco y V anzetti.
N ad a h ab ía h e c h o retroceder a las autoridades de los Estados Unidos. D urante
los tres días que precedieron a la ejecución de los dos anarquistas italianos, el p ro
letariado in te m a c io n a l se levantó e n actos solidarios por Sacco y Vanzetti. S in
182. Este relato procede de las siguientes fuentes informativas: artículo de Francisco
Ascaso en Solidaridad Obrera del 31 de julio de 1934, comentando la muerte de
N éstor M akhno, ocurrida el 27 de julio de 1934; Solidaridad Obrera de 22 de noviem
bre, hablando sobre la vida de Durruti; los comunicados que directamente nos h an
hecho A urelio Fernández y Liberto Callejas, las referencias que da Rudolf Rocker, en
Revolución y regresión, Editorial Americana, Buenos Aires, escribiendo “que los espa
ñoles habían concebido un m ovimiento revolucionaru), y qui- M.ikhno se había com
prometido a actuar con ellos”. Sobre M.ikhno y Ui r.mi.i, pucile consultarse Vsevolod
Volmc, 1m revolución desconocida, (^im |io Abierto Ediciones, Madrid, 1977, 2 vols, y
I m h iu o T u i dfl movimii’tuo rmi^/inovisiíi, de Pedro Arcliini)(
196 EL REBELDE <l89é-l9JI>
em bargo, todo fue inútil. E n los prim eros m inutos de la primera hora del día 23
de agosto de 1927, los ácratas italianos fueron ejecutados en la silla eléctrica. A
los 19 m inutos le tocó el tu m o a Sacco, y a los 26, a Bartolomé Vanzetti. De los
dos anarquistas italianos, que h ab ían acaparado la atención mundial durante seis
años, quedaba en la historia el ejem plo de ambos, transformándose en símbolos
de cond ucta y re c titu d revolucionarias.
Ascaso y D urruti n o pertenecían a esa clase de revolucionarios que, cuando
pierden, desean suavizar su acto p idiendo clem encia al vencedor. Ellos no hab ían
negado n u n ca su propósito de elim inar a A lfonso XIII, liberando así al pueblo
español de su opresor. N o h ab ían pedido clem encia al G obiem o francés, n i se
h ab ían arrepentido de su propósito. A lo sumo, habían exigido que las autorida
des aplicaran sus propias leyes. N ad a más. E n el caso de Sacco-Vanzetti, las cosas
estaban claras, sum am ente claras: la clase dom inante, llevando su acción hasta la
últim a consecuencia provocaba la guerra social. Y puesto que así era, la Ley del
T alió n se im ponía. D e esta m anera lo en ten d ía n Ascaso y Durruti, y también así
lo en ten d ió S everino di G io v an n i en A rg en tin a dañando con dinamita los in te
reses del capitalism o yanqui establecidos en la ciudad del Plata.
M ientras D u rm ti y Ascaso reflexionaban sobre el giro que darían a sus vidas,
co n el fin de sacar de sus acciones resultados positivos, un día, a finales de agos
to, fueron sorprendidos por los policías belgas, los cuales no se tom aron la moles
tia de m eterlos e n la cárcel por carecer de docum entación, sino que, im itando a
sus colegas franceses, los condujeron a la frontera más cercana y, una vez allí, les
obligaron a traspasarla para dejarlos de nuevo en Francia.
La policía francesa fue pronto alertada, seguram ente por la belga. A cto segui
do, se puso e n m ovim iento vigilando y registrando todos los domicilios de los
m ilitantes anarquistas españoles o franceses que pudieran darles albergue.
La vida en París, que era la ciudad que D urm ti y Ascaso habían elegido para
su residencia clandestina, resultaba u n a verdadera ratonera, pues se hallaban per
m an en tem en te expuestos a caer en m anos de la policía, que, si los detenía n u e
vam ente podía o ptar por evitarse com plicaciones y entregarlos directa y secreta
m ente a los gobernantes españoles. ¿Q ué hacer? La solución provisional vino de
alguien que se encargó de buscarles u n refugio fuera de la capital, en Joigny, u n
pueblecito del d epartam ento del Y onne, donde habitaba Emile Bouchet, m ilitan
te pacifista que n o puso in co n v en ien te alguno en darles cobijo. Bouchet escribi
ría mas tarde:
“A corralados estos dos m ilitantes españoles por la policía francesa, me im pu
se el deber de salvarles, ocultándolos en m i casa, lugar donde vivieron por espa
cio de dos meses mezclados en nuestros trabajos y en nuestras alegrías (...).
“Diversas veces fuimos advertidos. Los gendarmes investigaban. Tenían infor
m aciones de la presencia de los dos españoles en mi casa. Logré varias veces deso
rientarles, pero sin lograr convencerles. La situación se hacía peligrosa para todos
nosotros.
“U n día que les paseaba en coche, Ascaso y Durruti detrás y yo al volante,
tuve que d etenerm e para un asunto urgente en casa de mi notario y, al salir de su
ili's|i.Ktío, p.isé uii m.il m niiu'iiio 111 .nulo vi parado )unio ,il cm lie ,il lapitán ile
I M ILIENNE, BERTHE Y N ÉSTO R M AK H NO I9 7
inquirir el día an terio r. Le resp ondí que los m encionados personajes h a b ían vuel-
ti) a mi casa u n poco después de que él se hubiera ido, y que yo les aconsejé que
SI' presentaran a la G en d a rm ería para regularizar su perm iso de trabajo. A c o n ti
nuación p regunté al capitán :
“— ¿Se h a n presentado?
“— N o — m e respondió, m irándom e fijam ente— .
“— Es ex tra ñ o — le dije— . M e aseguraron que se presentarían, y después ya n o
he vuelto a verlos.
“— Sí, en efecto, es ex trañ o . V am os a investigar más d eten id a m e n te este asun
to — m e repuso, y, d án d o m e la m ano, se alejó pensativo.
“Yo salté al coche, tom é el v o la n te y arrancam os rápidam ente. D espués de
ii-iiasar al c a p itá n de gendarm es, q u ie n perplejo c o n tin u ab a su cam ino, v o lv í la
vista h a c ia atrás. M is dos am igos se so nreían. Ascaso, sacudiendo su m a n o d eie-
t li;i, me daba a e n te n d e r que h a b ía n escapado de un a buena...
“D urante la con v ersació n que se desarrolló a dos m etros de ellos, se esforzaron
i-n guardar calm a, pero prestos a in terv en ir para atacar al c a p itá n de gendarm es o
rsi apar en el caso de que al gendarm e se le ocurriera pensar que los dos indivi-
■ liios que buscaban eran los que estaban sentados en el coche.
“Este últim o in c id e n te les obligó a m archarse de casa. P or la n o ch e les co n -
<lu)c a u n lugar seguro desde d onde más tarde salieron para París”
París c o n tin u ab a siendo la m ism a ra to n e ra que h a b ían dejado y, por ta n to , la
villa allí les resultaba im posible. El C o m ité de A lianza R evolucionaria, reciente-
inciue co nstituido >84 — al que “Los Solidarios” h abían dado su adhesión de cara a
iii\ plan insurreccional que debía abarcar a España e Italia— , les aconsejó que se
ini.sladaran a Lyon, ciudad d ond e serían más útiles para la acción revolucionaria.
Este Com ité de Alianza Revolucionaria no era más que la continuación del C om ité
Revolucionario formado en 1924 y que había actuado en el asunto de V era de
Bidasoa. César M. Lorenzo, en su libro Los anarquistas españoles y el poder, Ed. R uedo
lliérico, París, pág. 58, hablando del citado Com ité de Alianza R evolucionaria escri
be que “los aliancistas fueron los primeros libertarios en desear la participación guber-
ri.imental”. De buena o mala fe, Lorenzo confunde este C om ité con la corriente revi^
su mista que se manifestaba ya en España bajo el nombre de “sindicalistas posibilis-
i.is" con los cuales “Los Solidarios” n o te n ían nada en com ún. Por otro lado, Lorenzo
li.ihl.i de una reunión secreta celebrada en París hacia finales de 1926, en la que hub o
, un solo orador, G arcía Oliver, quien desarrolló la teoría bolchevique de la tom a det
|x,HÍer. Lorenzo n o indica sus fuentes. Según nuestras informaciones. García O liver sé
«•inonrraba en aquella fecha preso en París. Durruti y Ascaso — como hemos visto—;
«r ciK ontraban tam bién presos. A urelio Fernández, complicado en el com plot de
V.illeias, estaba igualmente encarcelado. Sólo Vivancos, de “Los Solidarios”, se
niK intraha ento rnes en París.
198 EL REBELDE <1896-1931)
C a p it u l o XX
dichas fuerzas políticas ■— que eran burguesas o dem ocrático'burguesas y reform is
tas, puesto que el socialismo y la U G T se h a b ían adaptado oficialm ente a la legis
lación dictada por Primo de Rivera— , im plicaba u n a plataform a política. D icho
e n otros térm inos, un com prom iso p o lítico del cual la C N T pudiera sacar u n
beneficio práctico. Tras la caída de la D ictadura, cualquier com prom iso im plica
ba la integración del sindicalismo en las nuevas formas de G o b iern o y de Estado
que surgieran, o bien, la C N T actuaba generosam ente para abatir a la D ictadura
y situar a la burguesía y a los reform istas en el poder. Sea cual fuere la actuación
bajo esa óptica, la C N T quedaba desfigurada, y, por ese cam ino, se iba fatalm en
te a la integración en el Estado.
Lo que en realidad lim itaba el cam po de m aniobra de la C N T era su d ecla
ración finalista por el com unism o libertario, su p ráctica co tid ia n a de n o som eti
m iento a la legislación social y su repulsa declarada al Estado. V aciada del a n a r
quism o, la C N T quedaría entonces libre para p actar c o n los partidos políticos y
extraer de ese pacto (integrándose al Estado, n atu ra lm e n te ) beneficios sustan
ciales en la elaboración de leyes sociales orientadas al m ejo ram ien to de la c o n
dición obrera. T odo esto quedó claro. Y ta n claro, «n razón a los problem as que
dejamos apuntados, que después del golpe de Estado m ilitar aparecieron dos
inten tos diferentes de respuesta a las cuestiones que se le p rese n tab a n a la C N T
com o organización obrera. U no, al que podem os llam ar revisionista, inspirado
por Pestaña y más tarde por Peiró — y am bos desde dos p u n to s de vista diferen
tes, pero convergentes en los fines— , que sostenía que si lo que estorbaba a la
C N T era su carácter anarquista, hab ía que prescindir de él, y así, sin esa “carga”,
podría actuar más ligeramente. Esta posición tom ó el n o m b re de “profesionaliza-
ción de los sindicatos”, es decir, co n c reta m e n te, dejarlos neutros. P estaña p re
ten d ía resolver el problema político c o n las llam adas “u n io n es de m ilita n te s”,
em briones o células del Partido A narquista. De tal m odo, term in aría co n la dua
lidad anarquismo-sindicato.
La respuesta de Peiró era m enos clara, pero en el fondo buscaba el m ism o fin
que Pestaña. Peiró partía de un análisis de la lucha de clases e n el que tom aba
por base la evolución económ ica del capitalism o. El capitalism o por m edio de sus
“trusts” y “cárteles” monopolísticos se con cen trab a, estableciendo las bases de lo
que ahora denominamos el capitalism o m ultinacional. La C N T , para hacerse
eficaz en su lucha contra el capitalism o, debía ir to m ando ejem plo de tal pro ce
so y organizarse de la misma m anera, es decir, por F ederaciones de Industria a
nivel local, regional y nacional. A n iv e l n ac io n a l existirían dos organism os supe
riores: uno que sería el C om ité N a c io n al de los C om ités N acio n ales de indus
trias, y otro, u n Consejo N acional de E conom ía con sus respectivas secciones,
incluida la importante de Estadística. D e entrada, lo que ta l estructura im plica
ba, además del consabido burocratism o del aparato sindical, era la aceptación
por parte de la C N T de la legislación social y, por ende, su in teg ració n al Estado.
Además, Peiró no se planteaba la rep resen tació n política de la C N T , puesto que
confería a ésta una fuerza política derivada de las propias fuerzas que iría adqu i
riendo en el terreno de lo económ ico. D iscrepando, pues, Pestaña y Peiró, en
vanos aspectos, coincidían dirigiendo sus propósitos en tra ta r ile borrar el c o n
I YON, O DE N UEVO E N LA CÁRCEL XO l
nt) resolvía tam p o co el problem a del cam pesino. A causa de to d o esto, existía u n
iiim pesinado proletarizado — u n id o a la lucha social d el proletariado u rbano—
Hm>, a través de sus luchas, h ab ía h e c h o p resente su adhesión al com unism o liber-
ittrio o “socialism o in stin tiv o ”, com o lo calificara Díaz del M oral estudiando la
condición cam pesina, p a rticu la rm en te e n A ndalucía.
S i en el cam p o existía la citad a situ ac ió n social explosiva de lucha perm a-
nrnie entre el cam p esin o y la casta de aristócratas-terratenientes, en las zonas
(ndiisrriales y m ineras, el pro letariad o te n ía que luchar c o n tra u n a burguesía an a-
m iiiica, engarzada a la casta d o m in a n te m onárquica, o b ie n co n tra el capitalism o
niuiKÍial que se h a b ía afirm ado en industrias claves del país. D e cualquier m an e-
t», eii todas p arte s la lu c h a de clases ap arecía e n su form a m ás b m tal y revolucio-
■< it i.i La desesperación era co m p artid a p o r igual en tre el cam pesinado y el prole-
•r i.iilo, en u n país d o n d e los lím ites d e los respectivos m undos de pobres y ricos
I laros y precisos.
¿Y el Estado? ¿Q ué bases políticas ten ía? El Estado, e n verdad, por su form a-
t lAii hl^tórica resultab a u n a in stitu c ió n artificial que n o co n ta b a co n el consenso
' inn.i!; y ta m b ié n porque, p rác tic am e n te , n o había tal n ac ió n , sino una serie de
leiH ias descenrralizadoras que p o n ía n al rojo vivo el mal llamailo problem a
lO l EL REBELDE <1896-19}!)
185. Archivos Nacionales, París, F7 13 443. En este legajo se recogen notas enviadas a la
policía por “indicadores” de ésta, en las cuales se hace referem la a las citadas activi-
il.ules V, en un.i ilc ellas, se lee expres.inieiile el lexio ineni mn.ulo.
1YON, O DE NUEVO EN LA CÁRCEL 105
pre, es decir, expulsados y sin q u e P^ís alguno estuviera dispuesto a darles u n visa
do de en trad a
186 Según relato personal, Emilienne' M o n n nos aclaró lo siguiente- “Durante el tiem po
que estuvieron presos e n Lyon, n***' ir.isl.iddinos Berthc y yo a verles a la cárcel; era
la primera vez que veía unac.ircc'l P*”' dentro".
Z0 6 EL REBELDE <1896-193^
C a p it u l o XXI
187. Poseemos una carta de Durruti, sin fecha alguna, pero que, por los detalles de su
texto, se puede situar en el invierno de 1927-1928. En ella escribe lo siguiente: “Mi
compañera me h a dicho que os ha m andado nuestra fotografía, y yo, en esta carta, os
mando otra para Rosa”. La fotografía presenta un paisaje nevado, con Durruti y
Emilienne ataviados con gruesos abrigos. Seguramente, el viaje de Ascaso y Durruti
a París en enero de 1928 estaba relacionado con los trámites que se gestionaban en
la Embajada rusa, pues en dictia carta añade: “...Como la vida de cárcel no e.s nada
agnidable, he decidido solicitar del G obierno soviético que me dé entrada en
RuMa..."
CLANDESTINOS A TRAVÉS DE EUROPA UCiJ
ciones y las actividades que p en sab a n realizar en Rusia. D espués del in terro g ato
rio, les dieron unos im presos que d e b ían rellenar, y en los cuales se les pedía u n a
declaración de com prom iso a defen d er el Estado soviético, n o efectuar a c tiv id a
des que lo perjudicaran, y reco n o cer que d icho Estado era la expresión a u té n tic a
de la voluntad popular... A n te estas pretensiones, que juzgaron intolerables, se
esfumó en ellos la ú ltim a posibilidad de vivir legalm ente e n u n país 's*.
El único país de E uropa d ond e el m ovim iento anarquista poseía aun c ie rta
fuerza organizada en aquellos m o m en to s era A lem ania, y a A lem an ia se dirigie
ro n clan d estin am en te, llegando a B erlín los últim os días de octubre de 1928.
E n B erlín poseían las señas de A g u stín Soucby, que les había facilitado
O ro b ó n Fernández. P revenido S oucby, acogió a los dos clandestino s en su casa y
se puso e n m o v im ien to p ara regularizar la situación de los m ism os com o e x tra n
jeros en el territorio alem án. H abló c o n R udolf Rocker, figura destacada del a n a r
quism o alem án que, p or su posición e n el m ovim iento obrero y sus trabajos te ó
ricos, gozaba de gran prestigio e n d eterm inados medios políticos e intelectuales.
En prevención de que pudiera ocurrir cu alquier desgracia — ya que A lem an ia n o
era Francia— , se c o n v in o e n m a n te n e r secreta la existencia de los españoles, a lo
jándoles en casa de u n b u e n an arq u ista que habitaba e n los suburbios de B erlín.
R udolf R ocker tra tó la cu estió n de los dos españoles c o n el po eta lib ertario
Erich M usham , d ecid ien d o am bos recu rrir a u n viejo com p añ ero de luchas, el
cual, co n el tiem po, se h ab ía ap artad o del anarquism o e ingresado en el P artid o
Socialdem ócrata. Este viejo am igo se llam aba Kampfmeyer, y, a pesar de su a leja
m ien to de los m edios libertarios, h a b ía conservado u n a fiel am istad con algunos
de los m ilitantes más conocidos, v ín c u lo que éstos ap ro v ech ab an para resolver
situaciones difíciles desde el p u n to de vista burocrático d ado el cargo que aquél
tenía en funciones adm inistrativas. E n dos ocasiones, K am pfm eyer se había m os
trado eficaz, resolviendo los difíciles asuntos de N é sto r M akhno y E m m a
G old m an cuando salieron de Rusia.
Se le expuso ah o ra el caso de D u rru ti y Ascaso, co n la idea de o b tener el p e r
miso de residencia e n A lem an ia. “M e prom etió hacer lo que pudiera, pero m e
pidió que le dejase el tiem p o necesario para ello”, escribe R ocker. M ientras ta n to
y c o n el fin de n o h ac er angustiosa la espera a los dos clandestinos, se p lan ifica
ron algunas actividades. R ocker c o n tin ú a su relato sobre el particular:
“C u an d o oscurecía, llevábam os a m en u d o a la ciudad a los desterrados y pasá
bamos co n ellos el resto de la velada, b ie n en nuestra casa, e n la de A g u stín
Soucby o en la de E rich M usham . La p olicía n o se p reo cupaba entonces d e m a
siado de los extranjeros en Berlín, de m odo que se podía co rrer el riesgo de efec
tuar algunas actividades que h a b ría n sido imposibles bajo el Im perio. Si n o exis
tía una d en u n cia directa o presión de gobiernos foráneos se dejaba por lo general
en paz a los extranjeros. Esto h ab ría o currido quizá tam b ié n c o n D urruti y A scaso,
188. De los diversos intentos llevados a térm ino cerca de los amigos de Durruti para escla
recer este punto, t(xios se han referido vagamente a dicho .isunto resumiéndonos que,
efectivamente, solicitaron la entrada, “pero que las condiciones que les impusieron
rcMiliaron inacoptahles".
JX)8 EL REBELDE <I89«-I93I>
pero com o su situación era más peligrosa, consideram os aconsejable h acer el ensa
yo de o btener para am bos u n a autorización legal de residencia (...)• Pasados los
quince días, Paul K am pfm eyer m e co m unicó que en ese asu n to n o podía dar un
paso más. El G o b iern o prusiano estaba en to n ces e n m anos de u n a coalición de
socialdem ócratas, de dem ócratas y del p artid o católico C e n tro , y aunque la social-
dem ocracia, com o p artido más fuerte, ocupaba los puestos m inisteriales más
im portantes, te n ía que m ostrarse flexible a n te los otros dos partidos, para evitar
u n a crisis y n o p o n er en peligro su posición e n el Reich.
“En el caso de D urruti y Ascaso, la p rincip al dificultad consistía en que h ab í
a n dado m uerte e n Zaragoza al cardenal archi-reaccionario Soldevila, u no de los
enem igos más rabiosos del m ovim iento obrero español, q u ie n ayiMaba co n su
dinero a los pistoleros que causaron num erosas víctim as e n tre nuestros mejores
cam aradas.
“Si hubiesen m atad o al rey de España — m e dijo K am pfm eyer— , habría po d i
do h acer algo por ellos. Pero la m uerte de u n o de los más altos dignatarios de la
Iglesia C atólica n o la perd onará n u n c a el partido del C e n tro . Por lo tan to , está
to talm en te excluido que se les conceda el derecho de asilo e n A lem an ia”.
La situación era grave. Si A scaso y D urruti, por u n a im prudencia, caían en
m anos de la policía alem ana, su en treg a a la policía española sería inm ediata.
R udolf R ocker n o quiso crear e n ellos u n a ilusión que podría ser nefasta. En c o n
secuencia, decidió ponerles al corriente de la cuestión: “C u a n d o Souchy y yo les
explicam os cóm o estaba la situación y les preguntam os qué d eb ía hacerse, después
de u n a larga reflexión llegaron a la conclusión de que M éxico era quizá el único
país donde po drían en c o n trar refugio. C iertam en te , tam poco p o d rían residir allí
co n su nom bre, pero creían que en u n país d on de d om in ab an el idiom a ten d rían
m ejor oportunidad para pasar inadvertidos y en c o n trar trabajo. Llegamos, por lo
ta n to , a la co n v icció n de que ese p lan era el m ejor. Para lograr ta l objetivo, pri
m ero te n ía n que e n tra r clan d estin am en te e n Bélgica, d o nd e estaban seguros de
procurarse la d o cu m en tació n necesaria c o n ayuda de ciertos com pañeros de co n
fianza y, desde allí, poder em barcar en A m beres.
“Para nosotros existía entonces el problem a de reunir el d in ero para los gastos
de viaje, n o insignificantes. D e ello n o les dijim os nada, claro está, pues n o h u b ie
ra n aceptado ta l sacrificio. El m o v im ie n to (ESA -S indicatos A narquistas
A lem anes-) exigía ento n ces de cada u n o de nosotros ingentes desembolsos, pues
vivíam os en m edio de grandes luchas industriales constan tes y adem ás en u n a cri
sis económ ica laten te.
“El dinero te n ía que reunirse lo an tes posible. H ablé, p o r lo tan to , co n el
am igo M usham sobre el asunto, y éste hizo la proposición de visitar juntos al
conocido actor A lex a n d er G ra n ac h que, quizá, podría ayudam os algo.
“Le expliqué (a G ra n a c h ) el objeto de nuestra visita, sin darle mayores por
menores.
“Llegáis o p o rtu n am en te — dijo casi a gritos— . ¡A quí ten éis lo que he ganado
esta m añana! Y sacó del bolsillo tres o cuatnx:ientos m arcos y los arrojó encim a
de la mesa. R ealm en te n o habíam os calculado o btener tan to , por eso nos alegra
mos m ucho, pues era un com ienzo halagüeño. El buen (Jra n a c h m> supo nunca a
CLANDESTINOS A TRAVÉS DE EUROPA 009
189. Rudolf Rocker, Revolución y regresión, Editorial A mericana, Buenos Aires. Es bueno
recordar, máxime cuando se trata de un gesto totalm ente desmteresado, la oportuna
contribución del actor teatral y de cine A lexander G ranach, cuyo verdadero nom bre
er.i Jcssaja G ., nacido e n A lem ania en 1890, murió en N ueva York en 1949 durante
una intervención quirúrgica. En M aunce Bessy y Jean Louis Cherdans, Dicüonaire du
Cinema, vol. II. Ed. Pauvert, Paris, 1960.
190. A nécdota facilitada por Liberto Callejas, exiliado tam bién durante aquella época.
SOS de estar e n relación co n él, p rin cip alm en te de u n anarqu ista de Douai, cuyo
nom bre n o s e h a publicado todavía.
“C om o es lógico, se guardó la m ayor reserva sobre esto, pero se h a term inado
por saber, sin em bargo, que el prim er m inistro, señor Jaspar, el m inistro de
Justicia, señor Janson, y el m inistro de D efensa N acional, señor de Broqueville,
h ab ían recibido cartas am enazadoras para el caso que la fam ilia Real accediese a
dar su co n sen tim ie n to para el m atrim onio de la princesa M aría José con el p rín
cipe H um berto de P iam onte. Se asegura que estas cartas p ro cedían de B em eri. En
consecuencia, se d iero n instrucciones term in an tes para ^ e fuese d etenido a toda
costa el anarquista italiano.
“La actividad de la policía belga co incid ió c o n la italian a e n el descubrim ien
to del aten tad o que iba a realizarse co n tra la fam ilia R eal de Bélgica.
“Los regicidas — según afirma L ’lndépendance Belge— p ro p o n ían tom ar el tre n
que saldría in m ed iatam en te después d el tre n real italiano, que debe salir de
Bruselas el 3 de enero, a las 22.00 horas. Pero com o este tre n seguiría u n horario
especial, para n o llegar a R om a hasta la m a ñ an a del dom ingo 5 de enero, sería
alcanzado por el tre n en que se p ro p o n ían tom ar billetes los anarquistas, cuya
in ten ció n era arrojar varias bom bas e n el m o m en to en que se cruzasen en M ilán
c o n el tre n real.
“En el com plot están im plicados los anarquistas españoles A scaso y D urruti, a
quienes se supone autores del asesinato del arzobispo de Zaragoza”.
Y más adelante, bajo el títu lo de: “BER N ER l LLEVA BA EN EL BOLSILLO
C U A T R O R E T R A T O S EN EL M O M E N T O DE SU D E T E N C IO N ”, se dice:
“En el m o m en to de su d eten ción, B em eri llevaba en el bolsillo cuatro re tra
tos del m inistro italian o a quien in te n ta b a n asesinar, los cuales, sin duda, estaban
destinados a sus cóm plices, que se cree so n A scaso y D urruti y el anarquista h o la n
dés M aurice Stevens.
“La policía h a m anifestado que B em eri h ab ía com prado, e n casa de u n arm e
ro muy conocido e n Bruselas, u n a pistola d e gran calibre, p or la cual había paga
do 428 francos.
“La segunda d eten c ió n , acerca de la cual se guarda gran reserva, se llevó a cabo
al mismo tiem po que la de B em eri. Se tra ta de u n tal Pascuale R usconi, que vive
e n Lacken y es protegido de u n político socialista de Bruselas, m uy adicto a la te o
ría de la violencia, que ya en o tra ocasión intervin o en su favor e im pidió su
expulsión. En el dom icilio de R usconi se h a hallado u n a pistola.
“A ñ ad e L ’lndépendance Belge que el señor Rocco, m inistro de Justicia italiano,
a causa del descubrim iento de este com plot n o vendrá a Bruselas”.
En el mismo periódico se recogen otras noticias relativas al com plot:
“La A gencia belga dice que, según inform es de origen autorizado, no parece
que se trata de u n ate n ta d o co n tra las augustas personas. Los dos italianos son per
seguidos por llevar pasaportes falsos”.
Y otra:
“BERNERl EN L IB E R T A D ”. “O ficialm ente se desm iente que los dos italia
nos hayan participado en u n com plot co n tra la familia Real belga.
“Bemeri ha sido puesto en libertad. Declaró a la policía que un miembro de la
CLANDESTINOS A TRAVÉS D E EUROPA M J
C A P ln iio X X ll
ta inconcebible pensar que los grupos o los com pañeros de Bruselas n o fu eran
inform ados sobre esta cuestión, m áxim e si se tiene en c u e n ta que, en la re u n ió n
m entada, se trató sobre el órgano an arq u ista La V oz Libertaria, el cual, debido a
las dificultades de c o n tin u a r sacándolo e n F rancia a causa de la persecución p o li
ciaca, se acordó dejarlo e n m anos de los com pañeros de Bruselas. Y estos co m p a
ñeros — seguram ente L iberto C allejas, auxiliándose de A scaso, en tre otros—
sacaron u n núm ero único, asignándole el 3, el 30 de septiem bre de 1929. C u a n d o
Ida M eet escribía que co n su ltab a c o n D urruti para la selección de folletos a e d i
ta r en español parece indicar que de las ediciones españolas se ocupaba
D urruti y, p articip an d o éste, la p resencia de A scaso a su lado era segura.
La librería “M o n t des A rts”, que regentaba H em Day e n Bruselas, recibía to d a
la prensa anarquista y, p articu la rm en te , la española. A scaso y D urruti, según L eo
C am pion, fre cu e n tab a n asiduam ente la librería. ¿Cómo n o iban a interesarse e n
la lectura de las publicaciones que llegaban de España, p ara m ejor seguir los a c o n
tecim ientos? P or el criterio que sostuvieron A scaso y D u rruti e n Lyon y París,
puede deducirse el sobresalto que registraron cuando leyeron, e n Despertar, de
Vigo, el mes de diciem bre de 1929, lo siguiente: “EL A C T A DE D E F U N C IO N
DE L A C N T ”; que así se llam ó al inform e del C om ité N a c io n a l de la C N T , fir
m ado por A ngel P estaña y Ju an López. El m encionado inform e era u n tex to p esi
m ista donde se p la n tea b a el siguiente interrogante: ¿Para qué u n C o m ité
N acio n al si las regionales n o d a n fe alg una de vida? E n E spaña, la reacción m ili
ta n te fue inm ediata, y a la red acció n de Despertar llegaron cartas en las que se
censuraba al d irecto r d el periódico, V illaverde, por h ab e r dado espacio en sus
páginas a “aquel d o cu m en to vil”. El rechazo que provocó el d ocum ento en cues
tió n sirvió de reactivo e n los m ilitantes, los cuales in m ed iatam en te redoblaron sus
actividades. El relativo ab an d o n o e x iste n te n o te n ía o tra causa que el em p ec in a
m ien to de P estaña e n querer m a n te n e r u n a polém ica que, e n vez de vitalizar a la
C N T , lo que h a c ía era debilitarla. H ay que im aginarse que A scaso y D urruti escri
birían a R icardo Sanz, dom iciliado e n Barcelona, pidiéndole aclaraciones sobre el
asunto, e instándole a la vez a trabajar a fondo sobre los em igrantes de las zonas
andaluzas residentes e n B arcelona y ocupados la m ayoría de éstos en las obras d el
M etropolitano. Por la ac titu d que luego tom ó el sindicato de la C onstrucció n, e li
giendo com o p residente del m ism o a R icardo Sanz, puede com prenderse que “Los
Solidarios” seguían estan d o presentes e n el cam po obrero y m ilitan te de
t -ataluña, aunque m uchos de ellos estuvieran exiliados o encarcelados.
A l term inar el añ o 1929 podía v aticinarse que el fin del régim en d ictato rial
estaba ya muy próxim o, n o por la p resión popular, sino p or el desgaste propio y
porque la m ayoría de en tid ad es y personas que lo apoyaron com enzaron a darle la
espalda. La m onarquía e n tra b a en u n a crisis agónica que n i el más sabio de “los
doctores en p o lític a” era capaz de sum inistrarle u n m ed icam en to que reactiv ara
sus funciones. A n te ta n precaria situ ac ió n del poder real, cualquier trastorno sólo
serviría para acelerar la citad a agonía. Las actividades descabelladas de M iguel
195. Acción Scxial Obrera, S ant Foliú ele (^uíxois, núm. 91, del 5 de nhril de 1930. A rtículo
“Niii-sir.i posición en el nioiiu-nlo .uiii;!!".
llt EL REBELDE <l896-lSI3I>
Fue ése un m o m en to político v erdaderam ente dem encial. Los prohom bres
políticos hablaban y p ro m etían com o si rea lm e n te hubiera tras ellos u n a m ultitud
representada. A q uella locura política e ideológica contagió a alguno de los h o m
bres representativos de la C N T , com o Ju an Pairó y Pere Foix (D elaville), entre
otros. Estos, aun que a títu lo personal, d iero n su firm a al “M anifiesto de la
Inteligencia C a ta la n a ”, que se hizo público e n el mes de marzo. E ntre otras cosas,
los firm antes de casi todos los partidos políticos C atalanes se p ro n u n cia b an por
una R epública federal.
Tierra y Libertad, sem anario anarquista, que h ac ía su segunda aparición el 19
de abril, retrataba aquel m o m ento p o lítico co n u n a sátira p o lítica que titulaba:
“Hay en España 36 partidos”, y a c o n tin u ac ió n pasaba a su enum eración: “36 par
tidos y n i uno m enos. H em os h e c h o la estadística, y resulta que a estas horas co n
tam os con 36 program as, redactados por personajes de la izquierda, de la derecha
y del centro. Para leer los m anifiestos y notas oficiosas de las d istin tas agrupacio
nes políticas, se n ec esita n unas cuatro horas y m edia diarias, co n el agravante que
n o nos enteram os apenas de nada. T odas las apelaciones y todas las arengas callan
lo principal: que sus autores aspiran a gobernam os, es decir, a com érsenos por los
pies” '96.
U nos días más tarde, tras la publicación de este texto, co n c reta m e n te el 27 de
abril de 1930, la C N T con vocaba u n m itin e n el que dos de los oradores estaban
invalidados para h ab lar e n nom bre de la C N T . N os referim os a Juan Peiró y a
A ngel Pestaña. Peiró se recuperó a sí m ism o e n muy poco tiem po. Prim ero m andó
un a carta abierta, después de la firm a del m anifiesto, a Acción, e n la cual se daba
por dim itido de todos sus cargos en la C N T , y poco después retirab a la firm a del
m anifiesto. El problem a de P estaña era m ás com plejo, pues “pensaba u n a cosa y
luego n o la decía”, es decir, co n él siem pre se estaba sobre te rre n o resbaladizo. N o
obstante, se llegó al m itin, que se celebró en el T eatro N u ev o del Paralelo, en
Barcelona. Fue u n éx ito de público, capaz de llenar por dos veces el teatro. El
m itin era de afirm ación sindical, o rien tad o a im pulsar el proceso de reorganiza
ción de la C N T iniciado e n febrero. Los oradores eran, adem ás de los dos ya m en
cionados, Sebastián C iará y Pedro M assoni. El público escuchó co n entusiasm o a
Calará y a M assoni, c o n m enos entusiasm o a Pestaña, y co n rum ores de oposición
a que hablara Ju an Peiró. Este, desde la tribu na, hizo profesión de fe anarcosindi
calista, an u n cian d o que h ab ía retirado su firm a del m anifiesto. Los presentes,
dom inados por el optim ism o, recibieron c o n aplausos la d eterm in ació n de Peiró,
com o queriendo sentirse propensos a olvidar el traspié que se h ab ía dado en reizón
de la urgente recuperación de la C N T .
C apítulo X X III
197. Bemardo Pou y ]. R. Magriñá, Un año de conspiración, Barcelona, 1931. Seguimos este
texto para describir la reorganización de la CNT.
198. Idem.
EL ASESINATO D E FERM ÍN GALÁN X ÍI
200. Ulem.
EL ASESINATO DE FERMÍN GALÁN 2 .2>3
de rend ición para la m onarqu ía. C ie rto que aú n existía u n a fuerza política y o b re
ra co n la cual n o se h a b ía tratad o n i com prom etido e n nad a, es decir, la C N T y
la FAI. A dem ás, se e n c o n tra b a n los m ilitares afectos a tales organizaciones, com o
los capitanes A lejan d ro S a n c h o y F erm ín G alán, quienes, si b ie n n o p erte n e c ía n
a la FAI, estaban m uy ligados a esta organización, y que, p o r o tra parte, al igual
que otros oficiales jóvenes, p la n ea b an m ovim ientos subversivos, siendo algunos
de estos proyectos suficientem ente serios. ¿Cómo desm ontar todas las citadas o p e
raciones que tram ab a n los anarquistas, y cóm o im pedir que la C N T in terv in iera
directam ente e n el proceso de traspaso de poderes sin alterar las m aniobras de los
politiqueros? M iguel M aura n o te n ía rem edios para esos males. El truco de los
M misterios quizá h u b ie ra podido m arch ar do m inando a la C N T la fracción pes-
tañista; pero la influencia de la F A I e n la C N T h ac ia ilusoria cualquier p re te n
sión de ese tipo. E n tal situación, el m ejor rem edio era la estaca... Y la estaca la
te n ía en la m an o u n general m uy m o nárquico y amigo de M aura: Emilio M ola,
director general de Seguridad. C o n u n b u e n m anejo de la estaca por M ola, y c o n
u n a dosis de diplom acia del C o m ité Ejecutivo, se p od rían desbaratar los planes
subversivos de los capitan es anarquistas, y encarcelar a los más revoltosos de los
obreros, co n u n a clausura general de los sindicatos que desorganizara a la C N T .
N i más n i m enos, ése fue el p la n que se trazaron M aura y M ola. La prim era m e d i
da práctica del p la n fue la circular de M o la a todos los gobernadores para que el
11 de octubre se iniciara u n a redada e n los medios de la C N T y de la FAI.
El resultado de esa razzia fue la d e te n c ió n de A lejan d ro S an ch o, que m urió e n
prisiones m ilitares, R a m ó n F ranco, R icardo Escrig, A n g e l Pestaña, M an u el
S irvent, Pere Foix, S eb astián C iará y u n a cantidad de m ilitantes, com pon en tes de
com ités de sindicatos, p or los cuales éstos, som etidos a la clandestinidad, p erd ía n
la coherencia de su fijerza.
Esta redada de anarquistas y m ilitares insurrectos d eterm in ó la im portancia
(.le! general M ola, q u ie n c o n su acció n b rind aba beneficios a los conspiradores de
San Sebastián, pues p rác tic am e n te les h ab ía dejado el cam po libre para sus
m aniobras políticas. Q uizá, sin darse cu enta. M ola hab ía cam biado el curso de la
historia. De haberse pod ido desarrollar el com plot abortado — co n las d e te n c io
nes de B arcelona— , h u b ie ra te n id o com o consecuencia u n a revolución p o lític a y
social que hubiese asegurado el p o rv en ir de la R epública. Pero la suerte estaba ya
i'chada. Y la d e te n c ió n de los anarquistas obró en favor de los conspiradores, ya
tlue atrajo h acia su cam po la adhesión de m uchas de las tropas que se e n c o n tra
ban bajo las órdenes de M ola. D etrás d e estos m ovim ientos, urdiendo la tram a de
los acontecim ientos y p lanificando el futuro, se en c o n trab a M iguel M aura, q u ien
prácticam ente colocaba ta m b ié n a M o la e n tre sus piezas de ajedrez.
La historia se h ac e y se deshace m uchas veces gracias al azar, y el azar quiso
poner en las m anos de M ola, el 12 de noviem bre, u n a circun stan cia que d eterm i
naría la preponderancia de los conspiradores. Ese día 12 de noviem bre se p ro d u
jo vin terrible accid en te e n u n a casa m al construida d e la m adrileña calle d e
A lonso C'ano. C u a tro obreros que se e n c o n trab a n trabajando en ella m urieron e n
MI bu n d m u en to . E-spaña en tera se estrem eció, hiperscnsibilizada com o estaba p or
lii incstabilulaJ política que vivía. Los obreros de la con.strucción de M adrid .se
114 E*- r e b e l d e <iS96-I9JI>
A ngel G arcía H ernández; otros com pañeros se o p o nían a sus quijotadas, p ero al
m enos sesenta oficiales y suboficiales de Jaca estaban co n él”
C ierto que G a lá n h a b ía perdido el p u n to de apoyo más im p o rtan te después d e
la d eten c ió n de A lejan d ro S a n ch o y la caída de todo el C o m ité R evolucionario
de C ataluña. Pero, repetim os, a él le sobraba derecho de in te n ta r llevar a té rm i
n o u n a sublevación. Era ésa la m a n era más abierta y fran ca de p on er a prueba a
todos los conspiradores. Y si éstos le d ejab an en la estacada, la clase obrera te n ía
la obligación de extraer lecciones y to m ar sus m edidas para n o ser carne de c a ñ ó n
m anejada por los traidores del C o m ité E jecutivo de M adrid. Y G alá n sabía que la
vida le iba en ello. D ejem os aho ra de lado si buscaba la m u erte o no.
La huelga general que la C N T h ab ía declarado en B arcelona en noviem bre,
e n solidaridad c o n M adrid, se m a n tu v o desde el 16 h asta el 22. Después v in o la
represión. Y en p len a represión fiie cu a n d o el C o m ité E jecutivo de M adrid tu v o
el prim er c o n tac to c o n la C N T . M iguel M aura y A ng el G alarza se desplazaron a
Barcelona. E ntrevistaro n a Peiró, p resentánd ole la cuestión de “que en el caso de
que hubiese u n m o v im ien to revolucionario, ¿la C N T lo apoyaría declarando la
huelga general?” Peiró, q u e era directo r de Solidarid¿xd Obrera, contestó que lo
transm itiría al C o m ité N ac io n al. C o m o éste n o ten ía po testad para decidir, c o n
vocó u n P leno N ac io n al, el 15 de nov iem bre, y en éste se acordó, co n la opo si
ción de la regional de L evante, “que se estableciera una inteligencia con los e le
m entos políticos, al objeto de h ac er u n m ov im ien to revolucion ario” 204 . Esta reso
lución era u n franco paso atrás. H asta aquel m om ento, la posición de la C N T
había sido “conspirar, sin com prom isos n i pactos co n los elem entos políticos”.
¿Qué había pasado? El cam bio de tá c tic a puede explicarse p or diversas razones: e l
desgaste de fuerzas en conflictos huelguísticos en Barcelona, com o el sostenido
(.ontra la C o m p a ñ ía .d e T ranvías, provocado por el gobernador, que se neg ab a
rotundam ente a reconocer al S in d ic ato del T ransporte; la represión del 11 de
octubre, que privaba a la C N T de su aparato conspirativo m ilitar, y la represión
que siguió p o steriorm ente e n noviem bre. En con junto, pensam os que todo ello
debilitó la fuerza de la C N T y la influ encia de la FAl. E n el descenso del rad ic a
lismo revolucionario debió aflorar la po sición de “pausa” — preconizada por P eiró
y Pestaña, buscando u n a e n te n te co n los elem entos políticos— a fin de desviar la
represión d irecta c o n tra la C N T , aun que esto últim o estaba fuera del p en sam ien
to dcl general M ola, pues éste n o v eía a n te sí más enem igo que la C N T , sea orien -
t.uia por Pestaña, sea o rien tad a por A lfarache. Y de esa m ism a o p inió n era M iguel
M.iiira, quien n o se rec ata e n repetirlo y hacerlo público e n la obra que escribió
sobre dichos ac o n te cim ien to s años d e s p u é s m 5.
C o n la en trad a de diciem bre de 1930, se cam ina derecho al fin del prim er y
m;ís dram ático ac to de la revolución de 1931.
El C o m ité R evolucionario de M adrid fija u n a fecha hip o tética; “H acia m edia
dos” de diciem bre, pero antes hab ía fijado la del 12 de diciem bre. Diríase que
M adnd lo que desea es que n o se lance nad ie a la calle, pues c o n consignas de ese
tipo — n ada concretas-, cada conspirador puede elegir la fecha que m ejor le c o n
venga, o no elegir n in g u n a y quedar a la expectativ a para u n a vez pensado mejor,
n o moverse. E n resum en, fue eso últim o lo que ocurriría e n diciem bre.
Ferm ín G alá n se acogió a la prim era fecha, es decir, la del 12 de diciem bre, y
com enzó los preparativos del alzam iento m ilitar para la salida del alba de ese día.
La fecha se aproxim a y G alá n se in q u ieta porque n o vien e a Jaca su enlace
co n M adrid, el p eriodista G raco M arsá. E n las prim eras horas del día 11 de
diciem bre cursa u n telegram a cifrado a MadricL “V iernes, d ía 12, enviad libros”.
En la clave co n v e n id a eso significaba; “El d ía /l2 m e sublevo”. Este telegram a lo
recibió el C o m ité R evolucionario el m ism o día 11 por la m añana. M ientras
ta n to , el citado C o m ité h ab ía fijado ya la fech a del día 15 p ara el levan tam iento
general. ¿Qué h ac e el C o m ité R evolucionario de Macítid a n te el telegram a rec i
bido? Los “telefónicos” olvidan el telégrafo, y, en vez de en v iar u n telegram a a
G a lá n confirm ándole la fecha del 15 de diciem bre, recu rren a la conspiración
barata de utilizar al periodista G raco M arsá, acom pañado de Casares Q uiroga,
para que salga h ac ia Jaca co n el fin de disuadir “al loco de G a lá n que n o haga
locuras”. Los em isarios salen de M adrid a las o nce de la m a ñ a n a del día 11 de
diciem bre. T ard an siete horas en llegar a Zaragoza. ¿Qué h ic ie ro n en Zaragoza
esos delegados? ¡M isterio! Lo único qu e se sabe es que h ab ien d o llegado a
Zaragoza a las seis de la tarde del día 11, llegaron a ja c a a la u n a de la m adruga
da del día 12. U n a vez arribados a d ic h a población, lo prim ero que h icieron fue
buscar u n hotel. G a lá n se hospedaba e n el h o te l Mur. Los delegados de M adrid,
por su parte, to m aro n cam a en el h o te l La Palm a, en la calle M ayor, a dos pasos
de donde se hospedaba “el loco de Jaca”. “M arsá propone establecer co n tac to co n
(ja lá n , pero Casares Q uiroga le disuade diciénd ole que rendidos com o están, lo
m ejor es irse a d orm ir” ^06 .
A la m ism a h o ra e n que G raco M arsá y Casares Q uiroga deciden dorm ir a
pierna suelta, e n la h ab itac ió n que ocupa G a lá n en el h o te l M ur se hallan reuni
dos varios de los oficiales más com prom etidos en el alzam iento. Están dando los
últim os toques a su p la n de batalla, y te rm in a n h acia las cu atro de la madrugada.
A esa hora. G alá n se dirige al cuartel de la V ictoria y despierta a los soldados al
grito de: “V iva la R epública!”. Los soldados le aclam an. Y la sublevación com ien
za, “m ientras los em isarios de la R epública dorm irían aún, a p ie rn a suelta, d u ran
te unas horas, sin enterarse de n ad a”.
Los m ilitares com prom etidos en B arcelona fueron co ntactado s por el C o m ité
Regional de la C N T para recordarles que n o se podía dejar abandonados a los
sublevados de Jaca. Se encogieron de hom bros y no m ovieron un solo dedo para
210. Id«n.
FL ASESINATO DE FERMÍN GALÁN XX9
R epública”.
"M iré a Largo, y c o n asom bro vi que asentía a ese peregrino argum ento. Por
lo visto, ni el uno n i el o tro h ab ían m edido las consecuencias inevitables de lo
que había acon tecido e n la jornada”.
M iguel M aura, según él, les dijo que, “antes de cu a ren ta y o ch o horas estarí
an gobernando”.
“M e llam aron iluso, y nos despedimos, to m an d o cita para unas horas más tarde
en m i casa, que v en ía siendo, desde el prim er m om ento, el cuartel general del
C o m ité” 211 .
C a p i t u l o XXIV
«
¡Visca Macia!. ¡Morí Cambó!’*
CCapitanía G eneral, el A y untam iento , el P alacio de Justicia, y así todo, fue barri
do por ellos. En el G o b ie m o C ivil se h ab ía instalado cóm odam ente u n desapren
sivo de la baja política: “el segundo de a bordo” de A lejan dro Lerroux, llam ado
Emiiiiino Iglesias.
“La C N T le obligó a dejar el sitio y puso e n su lugar a Lluís Com panys. En la
alcaldía se colocó a Jaum e A iguader. E n la C a p ita n ía G eneral, al general López
O ch oa, y en todos los centros oficiales de im portancia. La C N T estaba en todas
partes. En todas partes desbrozando el cam in o de los que n o c o n ta b a n apenas en
n ingun a parte” ^'2 .
Eibar fue la prim era localidad española en proclam ar la R epública, h aciéndo
lo a las siete de la m a ñ an a del día 14 de abril. A Eibar fueron siguiendo otras pro
clam aciones: V alen cia, Sevilla, O viedo, G ijó n , Zaragoza y H uesca, luego
Barcelona.
En M adrid, ta m b ié n los obreros se m a n if e s t^ a n en la calle. H abía banderas
republicanas que o n d ea b an entre las m u h itu d e ^ Pero n o an u n c ia b a en nada la
puesta en m archa de la oficialización del acto. Los centros que polarizaban la polí
tica se en c o n trab a n a la expectativa de los acontecim ientos; es decir, la casa de
M iguel M aura y el Palacio de O riente. E n tre un o y otro ce n tro político hab ía
hilos que los un ía c o n sus descargas inform ativas, anunciando unas deserciones en
el segundo y adhesiones al prim ero. El prim ero en definirse fue el general
Sanjurjo, jefe de la G uardia C ivil, quien se puso a disposición del que, pocas horas
después, sería m inistro de G obernación, M iguel M aura. La adhesió n de Sanjurjo
despejaba todas las incógnitas; el rey preparaba sus maletas.
Desde las nueve de la m añana, el C o n d e de R om anones daba vueltas y más
vueltas pensando de qué form a podía realizarse el traspaso de poderes; y, puesto
de acuerdo con el rey, se dispuso que d ic h o traspaso sería e n casa del doctor
M arañón. A llí, en terren o neutral, el C o n d e d e R om anones h aría entrega a su
pasante, N iceto A lca lá Zamora, de la abd icació n de A lfonso X lll.
Después de la adhesión de la G uardia C iv il a la R epública, y por las inform a
ciones que se te n ían , e l tjo b i e m o Provisional tom ó la d eterm in ació n de reunirse
en com pleto. T odos los futuros g o b em an tes se en c o n trab a n en casa de M iguel
M aura, excepto el futuro m inistro de la G uerra, M anuel A zaña, el único que se
había salvado de i r a la cárcel M odelo, apareciendo en la causa vista el 24 de
marzo de 1931 com o e n rebeldía, sim bólicam ente hablando. Desde la razzia del
15 de diciem bre, en que A zaña se h ab ía ocultado en “u n lugar de M adrid”, n in
guno de sus colegas te n ía la más rem ota idea de dónde se h allab a el futuro m inis
tro de la G uerra. Pero ya en la tarde del 14 de abril aprem iaba en c o n trar al m inis
tro, para que el G o b ie m o pudiera presentarse sin ausentes. Se encom endó a
M iguel M aura la tarea de localizar a M an u el Azaña;
“N o fue fácil localizarle, porque el secreto que envolvía su paradero era celo
sam ente guardado p or sus íntim os. A l fin, me indicaron el dom icilio de su cu ñ a
do, C ipriano Rivas C herif. Fui en su busca. T ras n o pocas form alidades, y tenien-
lie ellos desde el 13 de diciem bre, es decir, desde hacía cu atro meses. N ad ie h ab ía
tenido co n él c o n tac to , n i sabido siquiera dónde se hallaba. V ino ello a c o n fir
mar lo que ya h ab ía te n id o ocasión de apreciar: A zaña, h o m bre de u n a in teli-
(^encia extrao rdin aria y de cualidades excelsas, estaba aquejado de u n m iedo físi-
insuperable (...). Era más fuerte que él, y él hacía lo inim aginable para d isi
m ularlo” 213. T a l era el h o m b re que d eb ía regentar el M inisterio de la G u erra d el
prim er G ob iern o de la S egu nda R epública.
A las 14 horas tuvo lugar la en tre v ista en casa del d o cto r M arañón e n tre el
( Áinde de R om anones y N ic e to A lc a lá Zamora:
“A lcalá Zamora: — N o queda o tro cam ino que la in m ediata salida del rey
renun cian do al tro n o (...). Es preciso que esta m ism a tard e, antes de ponerse el
sol, em prenda el viaje...”
“A lcalá Zam ora ech ó m an o de u n argum ento supremo: “Poco antes de acudir
a su llam am iento hem os recibido la adhesión del general Sanjurjo, jefe de la
( iii.irdia C iv il”. A l oírle m e dem udé. Ya n o hablé más. La batalla estaba p erdida
irrem isiblem ente”
lil (^onde de R o m anones pasó dos horas en consultas y a las cinco de la tard e
1 onierenció co n el rey, el cual firm ó u n a proclam a al país, redactada por el duque
.le Maura: “(...) N o ren u n c io a n in g u n o de mis derechos, porque más que m íos
min depósito acum ulado p o r la H istoria, de cuya custodia h a de pedirm e algtin d ía
m e n ta rigurosa.
“lí.spero conocer la a u té n tic a y adecuada expresión de la co nciencia co lectiva,
V m i e n t r a s habla la n ac ió n , suspendo deliberadam ente el ejercicio del Poder R eal
Idem.
..... ^ __ .¿ tJ .- . . .r.
XJ4 e l r e b e l d e <l89é -l93l>
y me aparto de España, reconociéndola así com o única S eñora de sus destinos” zis.
Desde las cinco de la tarde hasta las 20.30 horas, hubo u n a verdadera inexis
te n cia de Poder. M iguel M aura se im pacientaba por ese vacío, y convenció al
resto de sus colegas para que, con entrega o sin entrega del Poder, ellos debían
ocupar el M inisterio de G ob ern ación y poner en m archa la m aq uin aria del nuevo
G obierno R epublicano, G o b iem o que M iguel M aura lo co ncebía com o la “col
c h o n e ta ” nacida d el P acto de S an Sebastián, com o la pieza salvadora de muchas,
m uchísim as cosas, e n la jo m ad a del 14 de abril... 216 .
215. Idem.
216. Idem.
C apitulo X X V
217 Idem.
236 EL REBELDE >1896-1931)
218. Idem.
S e g u n d a P arte
El militante
(1931 1936)
X )9
C apitulo I
14 de abril de 1931
leer ni escribir, es decir, era to ta lm e n te analfabeto. El sexo fem enino era el más
perjudicado, com o lo revela, e n tre otros factores sociales condicionantes, el 32%
de analfabetism o e n tre las m ujeres, las cuales ap ortab an u n to tal de 1.109.800
productoras a la p o b la ció n activ a del país. Pero tam po co era muy estim ulante el
porcentaje de analfabetos e n tre los hom bres, pues el m ism o alcanzaba al 19,5%.
S m em bargo, la co n d ició n de la m u jer era, en todos los aspectos, m ucho peor que
la del hom bre. P or o tra parte, el m ayor porcentaje de analfabetos se registraba en
las zonas rurales, d o n d e llegaba a la cifra del 70% d e n tro de los seis m illones de
trabajadores agrícolas
Veamos aho ra cóm o se descom ponía el sector prim ario, cóm o vivía, cóm o es
taba repartida la tierra y quiénes era n sus propietarios. P ero antes declaram os que,
faltos de datos concretos, utilizam os la m edia del período 1930-1935 cosa que
pondrá más de relieve lo escasam ente realizado por la R epública para rem ediar la
situación dejada por la M onarquía. A q u í partim os de la base de 11 m illones de
población activa, de los 27 m illones de h ab itan tes existentes entonces. Esta p o
blación activa queda definida, por lo que respecta al sector agrícola, de la si
guiente forma; 2.300.000 obreros asalariados, es decir, sin u n palm o de tierra; 2
m illones de pequeños propietarios o medieros, y 1 m illón de propietarios aco m o
dados. De estas cifras resalta el p o rce n taje del proletariado cam pesino eq u iv alen te
en cifras al m ism o n ú m e ro que el proletariado industrial-m inero (2.300.000).
Prim era constatación; E spaña seguía siendo p rep o n d eran tem en te agrícola. Pero
esta constatación te n d ría poco valor si n o pusiéramos de relieve el reparto de las
tierras, cosa que nos aclara la in c ó g n ita de los pequeños propietarios, los m edie-
ros y “los acom odados”.
“A ctu a lm e n te la m itad del país está cubierto de estepas de escaso ren d im ien to
agrícola; el 10% de la superficie es estéril. Las lluvias son raras e n 32 de las 48 p ro
vincias; las tierras secas (desecadas) abarcan 17 m illones de hectáreas, y apenas si
producen 9,3 q uin tales de trigo ca n d ea l p or hectárea, lo que equivale a la m ita d
de los cam pos irrigados (regadío). H ay 7 m illones de hectáreas que n o rec ib en
i ultivo regular, y la falta de ganado im pide la renovación de la tierra laborable.
En algunas regiones el suelo es ta n pobre que los cam pesinos se ven obligados a
t raer el hum us desde lejos h asta las proxim idades del río. Se estim a que el 40% de
la superficie n o está su ficien tem en te cultivada. U n ic a m e n te las provincias que
lindan co n el A tlá n tic o y P ortugal tie n e n bastante riego com o para poder criar
ganado.
“C o m o se ve, el p roblem a más u rg en te es la irrigación. Los cuatro grandes sis-
remas fluviales del territo rio a p o rta n suficiente agua co m o para regar unos tres o
i. uatro m illones de hectáreas, pero aú n q uedan por hacer más de la m itad de las
1. Para los datos estadísticos nos servimos de Salustiano del Campo, La Población de
España (¡974). CIDRED, París, 1975.
2. Henri R.iliiissoire, fispafía, crisol político, Ed. Proyección, Buenos Aires, 1966. Esta
odición difiere de la francesa de 1938 en la aportación que hace el autor con un e n
sayo crfliio hihlionnífico.
x+ z e l m i l i t a n t e <I93 I - I 936 >
7 . Joaquín Costa, Colectivismo agrario en España, Ed. Americale, Buenos Aires, 1944.
V, AnKcl Marvaud, L'Espagne au X X Siecle, Ed. Armand Colín, París, 1 9 1 Es una obra
ilulisiM-nsabU- para i-l i-stiului dc la mcstu'm .itjraria c iiulustri.il ci» I>pat\a.
244 M ILITANTE <I931-I 936 >
fue rigurosam ente observada por los Borbones a excepción d el breve paso de
C arlos III.
Este trazado po lítico, sostenido desde el siglo XVI, n o podía dar otro resultado
que el apreciado en la estructura eco n ó m ico 'in d u strial de España: desarrollo in
dustrial desigual y caprichoso, según los intereses de reyes y favoritos, al otorgar a
capitalistas extranjeros “exclusivas”, de ex plotación m inera, industrial, eléctrica,
trazados de ferrocarriles o líneas telefónicas.
Lo que se otorgaba al capitalista extranjero se le negaba al español, cuya in i
ciativa industrial quedaba som etida al férreo corsé del m on opolio estatal.
“El Banco de E spaña está organizado de tal m anera que todas las ganancias del
país term in an en los bolsillos de los que d e te n ta n el poder central. Las grandes
empresas, bancos, transportes y gran industria se sirven del Estado com o instru
m e n to de sus expoliaciones. El^Estado es prisionero de las grandes empresas, y la
nación lo es del Estado. Econom ía atrofiada y Estado hipertrofiado, tales son los
factores que d eterm in a n la situación del país. El Estado absorbe la tercera parte
de la ren ta n acio n al para su presupuesto; el 60 % de este últim o, es decir, las dos
novenas partes de la re n ta nacional, se em plea para m a n te n e r el aparato estatal
represivo”
Som etida a los m onopolios y asfixiada la m ediana y p eq u eñ a industria por ex
cesivos impuestos aduaneros y elevadas tarifas de transporte (verdaderas trabas a
to do desarrollo), la eco nom ía española n o podía m ejorar el niv el de vida de la p o
blación, m áxim e cu an d o más de la m itad de ésta — su sector agrario o cam pe
sino— quedaba fuera del circuito del consum o. E n consecuencia, «España se e n
cu en tra en desastroso atraso co n respecto a otros países. D e 4-000 m inas de
plom o, se ex p lo tan ú n icam en te 300, sólo se aprovecha u n a cu a rta parte de la c a
pacidad virtual de las caídas de agua. E n España, 5.000 o 6.000 m illones de to n e
ladas de hu lla yacen escondidas bajo delgadas capas de aren a y, sin embargo, n o
se extraen más que de 6 a 9 m illones p or año. Pero las riquezas m inerales n o q u e
d a n d en tro del país. D e los 2.700.000 toneladas de m ineral de hierro extraídas,
Inglaterra com pra u n m illón y otros países extranjeros igual cantidad.
“En co njun to, la producción m inera alcanza cifras del o rden de los mil m illo
nes de pesetas oro; la producción industrial se acerca a los 7.000 m illones, de los
cuales 2.000 m illones corresponden a la industria textil; y la producción agraria
asciende a los 9.000 millones. Esto significa que más de la m itad de la producción
nacion al es agrícola. Esta proporción se observa tam bién e n el cam po laboral; de
4 a 5 m illones de personas trabajan en la industria y en las m inas; y de 5 a 6 m i
llones (3 de cam pesinos y 2 de asalariados) en la agricultura” n.
A h o ra cabe preguntarse: frente a esos 11 m illones de la población trabajadora
(período 1931-1936), que consum ían p oco y v ivían mal, ta n to en el cam po com o
10. Joaquín Maurín, Revolución y contrarrevolución en España, Ed. Ruedo Ibérico, París,
1966.
11. Henri Rabasseire, op. cit. Insistimos en que esas estadísticiu corresponden al período
>4 d e ABRIL D £ I 9 3 I 2 ,4 5
IJ, Véii.sc, stibre el oriKen del fascismo español, l;i obr.i de Herbert R. Southworth,
Ami/uiíinge, i-siu^iio c t íiic o , Rd, Riii-iln Ihériio, P;ir(s, 1967.
Z46 e l m il it a n t e (i j 3I-I93«>
C apitulo II
La prim era carta que D urruti en v ió a su fam ilia desde que llegó a España está fe
chada en B arcelona el día 6 de m ayo de 1931. E n esa carta dice lo siguiente:
“T enéis que dispensarm e p or n o h a b e r escrito antes, pero h e tenido m u cho tr a
bajo. Y para com pletar aú n más m i tiem po, h e tenido que aten der a dos co m p a
ñeros franceses que h a n v en id o a B arcelona para inform arse sobre nuestro m o v i
m iento. D oble obligación la mía: com o com pañero y com o am igo que soy de ellos
(se trata de Luis L ecoin y O d eó n , delegados ambos de la Federación A n arq u ista
Francesa).
“El día 1 de m ayo organizam os u n m itin, en el que yo h ice uso de la palabra.
A l bajar de la trib u n a m e saludó u n m u c h ac h o de L eó n que m e dijo que p ensab a
ir para allá. Yo aproveché la ocasión, confiándom e y rogándole que vaya a veros
y os pueda c o n tar de v iv a voz los porm en ores de m i vida e n Barcelona.
“C o n referencia a vu estra v en id a a Barcelona, tengo que preveniros de u n a
cosa; hago u n a v id a c o m p letam e n te anorm al, y eso será u n obstáculo para q u e os
pueda aten der com o os m erecéis. Es preferible que esperéis u n poco. El lunes lle-
nará M im i (E m ilienne) d e París, y u n a vez ella aquí y tengam os casa, ya os d ire
mos de venir a pasar unos días c o n no sotro s” i5.
C om o vam os a ver a co n tin u a c ió n , el cam bio político de régim en, aun que se
había operado ta n pacíficam ente, de inm ediato creó problem as que la C N T h u b o
dc afrontar ya desde el día 15 de abril. U n o de esos problem as era el de los presos.
En lugares com o en B arcelona se les puso rápidam ente e n libertad, pues fueron los
()hreros los que abrieron las puertas de las cárceles. S in em bargo, existían dificul-
t.ides para p o n er en libertad a los con d en ad o s en los presidios. El G o b iem o p ro
visional hab ía co ncedido u n a am nistía p ara los presos políticos y sociales, y se en -
ic-ndían com o tales a los m ilitan tes de los partidos políticos o a los m ilitan tes
()hreros presos por delitos derivados de sus actividades sociales. Para la C N T y la
l’A l la situación era distinta. M uchos de sus m ilitantes fueron condenados p o r la
discrim inatoria po lítica de la dictad u ra m ilitar, y sus actividades h ab ían sido cla-
sitic.idas com o delitos com unes: aten ta d o s a la autoridad, colocación de explosi-
vivs, tiroteos co n la fuerza pública, aten ta d o s a patronos, sabotajes, etc., etc. ¿Q ué
política adoptaría el n u e v o G o b ie m o c o n relació n a tales detenidos? ¿Les aplica-
15. Esta carta se ve que h a sido escrita a vuela pluma; el papel lleva membrete del “Bar-
Rchtaurant Las Deliciaí.” Paseo Nacional, 32 (Barceloneta). En este restaurante se
uirctían también pensiones completas a 8 pesetas. Se puede llegar a pensar que
Durruti débil') alberj¡arse ah í durante los primeros momentos, ya que en la carta de re-
f iT c iH ia indica a su familia que .se le continúe escribiendo a casa de Emilia A badía
(la m.iilrf ilc As<.a.so) (.alie Taulat, 117, l’ol’lc Nou.
248 EL M ILITA N TE I1931-1936)
ría la am nistía considerándolos presos sociales? Por las pruebas que com enzó a dar
el nuevo G obierno, deseando hacer revisión de cada proceso, era ta n to com o d e
jar en las cárceles a num erosos m ilitantes anarquistas. Solidaridad Obrera com enzó
ya a denun ciar los propósitos del n uevo G o b iern o co n relación a los presos, exi
giendo la in m ediata salida de todos los condenados. A dem ás, llam ó tam bién la
aten c ió n del G o b iern o sobre la cuestión cam pesina: “Ignoram os las intenciones
del G obiern o provisional con relación a este angustioso problem a, pero estam os
seguros de que si la R epública quiere c o n tin u a r em pleando los antiguos m étodos
de la M onarquía, el problem a quedará e n pie y eso n o será tolerado por nuestros
com pañeros cam pesinos”
La cuestión de los presos era u n a de las que más preocupaban a la C N T y a la
F A l y, particularm ente, a “Los Solidarios” e n libertad, pues e n tre aquéllos se e n
co n tra b an varios com pañeros condenados e n los penales: e n C artag en a (A urelio
Fernández), en Burgos (G arcía O liver), en el Dueso (Rafael Torres E scartín y
Salam ero; y Juliana López e n la prisión de m ujeres). Para gestionar la libertad in
m ediata de los nom brados y de m uchísim os otros más, se en tregaron ardorosa
m ente a dicha tarea D urruti y Ascaso. Pero n o era é sft el ú n ic o problem a que se
presentaba a la actividad m ilitante. Estaba, además, la reorganización com pleta
de la C N T en C a ta lu ñ a y en España entera. Los m ítines y conferencias públicas
se sucedían todos los días en los sindicatos o en locales alquilados para cubrir esas
necesidades. D urruti se reveló p ro n to com o orador popular y agitador excelente,
y ello fue m otivo p ara que fuera solicitado, de tal m anera, que h ab ía días en que
debía intervenir e n dos actos diferentes.
A su llegada a Barcelona, Luis Riera, que era el com pañ ero de M aría Ascaso,
albergó en su casa de Pasaje M ontal, 12, en la barriada de S a n t M artí de
Provengáis, a D urruti. Estuvo con R iera h a sta que los A scaso le en co n traro n alo
jam iento en Poblé N o u, calle T aulat, 117. La casa, a n o m bre de Emilia A badía
indica que la m adre de Ascaso ya se e n c o n trab a e n Barcelona.
Sin em bargo, la situación era m ala para todos. N i los A scaso n i D urruti h a
bían enco ntrado trabajo: “Por el m om ento, n o puedo ir a L eón. La situación eco
nóm ica n o es m uy brillante (...). A dem ás, tengo m ucho trabajo en Barcelona y,
com o la situación po lítica n o está muy clara, n o son m om ento s de derrochar el
tiem p o” 17.
Y el día 11 de m ayo fechó otra carta e n la cual decía que M im i acababa de lle
gar de París. A dem ás, les aconsejaba n o escribir, en espera de u n a nu ev a direc
ción, porque “pienso ir a vivir a otra casa”; y agregaba: “H e em pezado a trabajar
17. Esta carta sin fecha, pero que seguramente corresponde a la del 2 de mayo, puesto que
escribe: “Mimi hace dos semanas que se encuentra en Barcelona”, también lleva la
misma prisa que la anterior (nota 15). El papel, esta vez, lleva membrete del
“Sindicato de Industria de los obreros del A rte Fabril y T extil de Barcelona y su
Radio”, calle Municipio, 12 (Clot), teléfono S1826. Y en un Angulo: “C'NT”. Lo que
indicaba que dicho Sindicato estaba .ii'in en plena reorganización, puesto que no ha-
cí.i i onst.ir .1 i.i "A IT ” en sus esi ritos Ari liivo p.irlii ular
ANTE EL PRIMERO D E MAYO: LAS FUERZAS EN PRESENCL^ Í 49
hoy, y espero que pu ed a vivir b ie n e n B arcelona (...). La vid a política (aquí) está
algo com plicada. N o so tro s (la C N T ) trabajam os m u cho y esperamos que nu estro s
esfuerzos sean coronados por u n b u e n éx ito ” >8.
Las diversas alusiones que h a c e D u rruti a la situación política se explican e n
fu n ció n de las a c tiv id ad e s e m p re n d id a s por la E squerra R e p u b lic an a d e
C atalunya. Francesc M aciá, unas horas antes de proclam arse la R epública e n
España, considerando que la situación estaba m adura, proclam ó la R ep ú b lica
A utó n o m a C a ta lan a , sin esperar que el G o b iem o P rovisional convocara ele c c io
nes y votara u n a C o n stitu c ió n que otorgara a C a ta lu ñ a ese privilegio. La a c titu d
de los catalanes desagradó a los g o b em an te s de M adrid. A lcalá Zam ora se d es
plazó a B arcelona para c o n v e n ce r al “A v i” (abuelo) que era cosa de esperar y n o
precipitar los aco n tecim ien to s. P ero n o era de ah í de d o n d e le venía la co m p lic a
ción a la C N T , sino de la política in iciada por la Esquerra catalana que a to d o
trance tratab a de atraerse a los m ilita n te s de la C N T , c o n el objeto de que éstos
se incorporaran a la vida política c a ta la n a y ab an d o n aran sus posiciones a n a rc o
sindicalistas. Esa p o lític a de atra cc ió n ejerció u n cierto influjo en algunos a c ti
vistas de la C N T de origen catalán , los cuales, a su vez, la irradiaban al in te rio r
de la m encionada C N T .
A esta situación ven ía a agregarse la in ten cionada política d el m inistro socia
lista de T rabajo, Largo C aballero, de privilegiar a la U n ió n G e n e ra l de
Trabajadores (su organización) e n perjuicio de la C onfederación N ac io n al del
Trabajo, su rival. D ich a política v en ía calcada de la que seguía la socialdem ocra-
cia en los países en que sus m ilitantes en tra b an a form ar parte en los gobiem os: al
im -|oram iento de la co nd ició n obrera p or m edio de leyes sociales, lo cual c o n d u c ía
no ,1 la lucha de clases, sino a la colaboración de clases. E n España, esta p o lític a
SOI. lalreformista era inaplicable, porque n i existía una burguesía, políticam ente h a -
l'l.indo, n i la industria se en c o n trab a suficientem ente desarrollada, n i el Estado dis
ponía de u n engranaje m o dern o para su aplicación. La luch a de clases e n E spaña
so liaba en su más puro estado. N o obstante, Largo C aballero perseveraba e n su lí-
luM y con ello obligaba a la radicalización de la estrategia de la C N T . De todo esto
d.ircmos cu en ta más ad elante, aquí solam ente lo apuntam os para que sirva de an -
li'icden te. S in em bargo, debem os agregar que n o existía u n a hom ogeneidad e n el
l’.irtido Socialista O b rero Español, pues desde el “Pacto de S an S ebastián” se h a
bí,m ,icentuado en sus cuadros dirigentes las rivalidades em anadas de sus crónicas
ii-iKÍcncias. Julián Besteiro, T rifó n G óm ez y A ndrés S aborit, en tre otros, era n d e
lii opinión de que el P artido n o formase parte del G o b ie m o Provisional de la
St-Kimila R epública y esperase a las elecciones para m ejor valorar sus fuerzas. E n
oiiosición a aquéllos, prevaleció el o p o rtu n ism a de Largo C ab allero -lnd alecio
l'ru-io, quienes pensaron que era m ejor “pájaro en m an o que cien to v o la n d o ”,
¡•orinando parte del G o b iem o , se dijeron, era la m anera más segura de afianzar al
Tiirtido, puesto que es desde el poder desde donde se gan an las elecciones.
A ñadam os, com o referencia histórica, la existencia del P artido C o m u n ista, el
cu.il repercutía e n C a ta lu ñ a a través de su rival, el Bloc O b rer i C a m p e ro l
20. Idem.
21. Alejandro Gilabert, Durruti, Ed. Tierra y Libertad, Barcelona, 1937. Este mismo tema
lo rr.ita ( ninzillez Inestal en un artículo aparerulo en la revista I ^mhral, de 19 de n o
viembre lie 19Í8, e n el c)ue i in-n t,i ilivers.is aníc ilotas ile "I íiirnili, orailor".
ANTF EL PRIMERO D E MAYO: LAS FUERZAS EN PRESENCIA 2 .5 3
22. Véase nota 25 de la Primera Parte. En esa llamada se instaba a los anarquistas espa
ñoles a constituir una Federación Anarquista Ibérica.
23. Estos datos los hemos obtenido directam ente de García Oliver, en carta que escribió
en W75 como iom ent.irid .1 niiesiro lihru do la edición Irancosa.
ijy
I M 'lT U L O llI
Los mismos lemas que el PC propagó en Madrid, los divulgó en la manifestación que
líizo en B;ir<.clona. Y según José Robles, entonces militante del Bloc O brer i
(Jíiinpcrol (Bloque O brero y Campesino), uno de ellos expresaba un “¡Vivan los so
viets «.hinos!”. “('h in o s ” fue, pues, de.sde aquel momento, como se les calificó a los
.iillicrenles dcl P(
ij6 e l m il it a n t e <1931-1936)
27. Tierra y Libertad, núm. 12, del 8 de mayo de 1931, recoge los resúmenes que ofreció
hi |irens,i de Barcelona a sus lectores sobre las intervenciones habidas en el mitin.
28. L..S .in.irquistas españoles habían planteado ya, desde la revista Acción, que se publi
caba en París en 1925, la cuestión del abandono de Marruecos como primera medida
en el caso de la proclamación de la República. Los republicanos, conspiradores con
tra la Monarquía durante aquella época, también se manifestaron en este sentido;
pero una vez piocl.imada l.i República, los republicanos m antenían la misma posición
coloni.ilista que la Monarquía en relación a Marruecos. La C'NT, al incluir la cues
tión lie Marruecos como reivindicación, no hatíii otra cosa que seguir fiel a su posi
ción V récimlar a la vez los ri-publicaiins lo que li.ibí.in proim lido.
1J8 EL M ILITA N TE <1931-1930
29. IiU-in
f l PR IM E R O D E MAYO D E 193 I 2^9
“Pero vam os al caso. C asi sim u ltán eam en te a la agresión de los mozos de es
cuadra contra n uestra b andera, partió de la misma puerta de la Generalitat un dis
paro. Si lo h ic iero n los mozos de escuadra o alguien atrin ch erad o detrás de ellos,
lio podem os discernirlo. P ero sí aseguram os y repetim os que el disparo partió de la
misma puerta de la Generalitat.
“N uestro estupor fue m ayor que el tem o r de graves incidentes. Los mozos de
escuadra que atro p ellab an al abanderado, al oír el disparo, h u y ero n a refugiarse e n
hi G en eralitat, cuyas puertas cerraron tras ellos m ientras la bandera, triu n fan te ,
ondeaba al aire.
“En. resumen.-, si e l p rim er disparo n o lo h ic iero n los mozos d e escuadra, estos
pudieron tal vez saber q u ié n lo efectuó, porque aquél partió del grupo form ado e n
1-1 um bral de la puerta, h ac ia adentro.
W. U no de los testimonios presentes, Dolores Iturbe, nos dice que, en el instante del pá
nico, Durruti se subió a un farol; “En ese momento, su audacia nos impresionó a to
llos, (irande, despernado, desafiando a las balas, recomendaba con su potente voz
i.ilni.i .1 la multitud asustad,!...” Por otra parte, en la comunicación que nos hizo Ida
Mi'il, nos evoca el com portam iento de Ascaso: “Más de un tercio de siglo ha pasado,
pero yo lo tent>o aún .inte mis ojos..., presto a lanzarse a la batalla, porque su con-
ic p iló n dcl lo ra jr le itul.ib.i no ii-der.. ”
z6o EL M ILITANTE <1931-1936)
A yun tam ien to, se disponían a fusilar a la m ultitud m atán d o la a m ansalva, pero la
decisión y el arrojo de nuestros com pañeros impidió uria gran tragedia, porque d i
rigiéndose éstos h ac ia las bocacalles, d ond e los guardias am etrallaban a los m a n i
festantes inerm es, les hiciero n retroceder y, apostándose e n las esquinas, les c o n
tuviero n para que n o penetrasen en la plaza.
“Desde otras bocacalles p artían asim ism o disparos. A lguien, desde lo alto,
desde u n a casa de la plaza, disparaba c o n arijia larga co n tra los m anifestantes. Por
la calle S an Severo fueron vistos van os jóvenes eleg an tem en te vestidos, cargando
pistolas en los portales y huyendo más tarde por las callejuelas que rodean el p a
lacio de la G en e ra litat. O tro ta n to sucedió en la calle del O bispo.
“Si los agentes provocadores eran antiguos “libreftos”, es indudable que ta m
bién los había de otras organizaciones. A la autoridad in cum be averiguarlo y san
cionarlo.
"Continúa el tiroteo". G eneralizado el tiroteo, y tom adas las esquinas de la plaza
por los com pañeros, fueron cayendo algunos heridos. El p án ico en toda la barriada
era enorm e. T odas las puertas fueron cerradas y los gritos de angustia se u n ía n al
crepitar de los disparos. ■»
“C erca de tres cuartos de hora duró la batalla. C u a n d o ésta adquiría p ropor
ciones de m ayor gravedad, u n grupo de com pañeros, que se h ab ían refugiado en
las calles que desem bocan a la Plaza de la R epública, se dirigió al cuartel de
A rtillería de la calle del C om ercio, para pedir socorro y ev itar que los que qu ed a
b an en la plaza fueran asesinados al agotarse sus m uniciones.
“A qu í harem os otro apartado. La provocación, a pesar de todos las notas ofi
ciales y oficiosas, n o partió de los com unistas. T al vez se m ezclaron en ella algu
nos antiguos “libreños”, pero es indudable que si u n o de éstos fue el iniciador de
los hechos, se h allab a con segundad am parado por la G en e ra litat. A dem ás, la in
terv ención de los fatídicos fusileros del casco n o fue accidental. En prim er lugar,
n o salló del A y u n tam ien to , pues de haberse hallado allí h u b ie ra n am etrallado al
pueblo có m od am ente desde las v en tan as que d an a la Plaza de la República. Salió
de la D elegación de Regomir. Y debió salir co n órdenes concretas. Si las recibió
del gobernador C om panys o del te n ie n te Cabezas que dice h ab e r solicitado su au
xilio, n o es de n u estro interés el saberlo. El h ec h o es que la G uardia de S egundad
fue llam ada p ara am etrallar al pueblo, atacado cobardem ente, y cum plió las ó rde
nes que se le dieron, agrediendo sin ser agredida.
“Hermanos soldados. N o nos co n sta que el C a p itá n G e n e ra l diese orden a las
tropas para que acudieran a la Plaza de la R epública a p o n er fin la batalla. N o lo
dudamos. Pero lo que dudam os aún m enos es que los soldaditos, nuestros h e rm a
nos soldados, c o n sus oficiales al frente, n o vacilaron n i u n segundo en correr a
buscar sus arm as para defender a los atropellados de la Plaza de la República,
cuando nuestros com pañeros se p resentaron a pedir socorro.
“Los herm anos soldados, hijos del pueblo com o nosotros, generosos y v alien
tes com o héroes anónim os, acudieron cosechando a su paso im ponentes salvas de
apl.Hisos y vítores ensordecedores En sus rostros había un a sonrisa de fciicid.id.
Sonreían felices de ser útiles d sus herm anos, de volar en su ayuda para evitar que
tucr.in a.scsinados.
I'l PRIMERO DE MAYO D E I9 3 1 i6 l
escuadra y de los pistoleros de arm a co rta y de arm a larga fue in v e n tad a la versión
de que se in te n ta b a asaltar el Palacio de la G en eralitat. Sólo la vesanía de algu
nos fanáticos puede urdir tam aña m ajadería.
“Y para h ablar claro, direm os que esa estúpida fábula p artió de los jóvenes
“m acianistas” que, creyendo que por haberse producido los hec h o s narrados frente
a la G en eralitat, p odía ser perjudicial a las ansias catalanas de independencia. Se
curaron en salud in v e n tan d o la disculpa antes de que se hiciese la inculpación.
N osotros no acusamos de la agresión a la g en te de M aciá, n i hacem os a éste res
ponsable directo n i indirecto por ahora. Nos limitamos a afirmar que el primer dis'
paro salió de la Generalitat. Esclarezcan los interesados las cosas, pero n o urdan fá
bulas ridiculas.
“U n botón de muestra. Los hechos del viem es co n c ita ro n in m ediatam ente to
das las iras de los fanáticos co n tra nosotros, co n tra los anarquistas y los sindica
listas y, por ende, c o n tra todo lo que sea ten d en c ia social de extrem a avanzada.
A sí, al pasar por la Plaza de C a ta lu ñ a u n a reducida m anifestación com unista, la
G uardia C ivil le d io u n a carga, procurando dispersar a los m anifestantes. El p ú
blico — clase m edia catalanista— , creyendo que se tratab a d e m anifestantes pro
cedentes de la Plaza de la R epública, aplaudió a los guardias p or su actitud, car
gando contra el pueblo — tam b ién los com unistas son pueblo, aunqu e nosotros se
amos anticom unistas— y p retendió lin c h a r a dos detenidos.
"El hecho vergonzoso de aplaudir a los que atropellan al pueblo es ya de por sí
repugnante; el de in te n ta r el lin ch am ien to de hom bres indefensos es u n a cobar
día sólo concebible e n rufianes, asexuados o castrados.
“C o n tales actitudes, no lograrán n u estra sim patía los elem entos políticos que
d icen preocuparse del pueblo que trabaja y sufre. A ntes, por el contrario, provo
carán u n divorcio radical, cuyas consecuencias, aunque sean lam entables, n o h a
b rán sido deseadas p o r nosotros”
l 'M’lTULO IV
En la no ch e del día que tu v iero n lugar los dram áticos sucesos que hem os descrito,
1,1 C N T y la FA I co n v o c aro n sendas reuniones de sus m ilitantes co n el fin de de-
i idir las posiciones a to m ar an te la p o lític a restrictiva que seguram ente pensab an
establecer los nuevos g o b em an te s catalanistas co n tra la C N T y, en especial, co n -
I ra los anarquistas de la FAI.
En esas reuniones, p articu la rm en te e n la de la C N T , se calibraba el tem or de
M aciá — desbordado p or sus propias tropas— a enem istarse co n los obreros de la
( 'N T , ya que esperaba de éstos su colabo ració n para aprobar el E statuto C a ta lá n
e n el referéndum que iba a celebrarse próxim am ente. Su discurso y sus declara-
I iones después de los h ec h o s ocurridos d e n o tab a n dicha inquietud. A n te ello, h a-
In.i m ilitantes que, partidarios de u n a “pausa social”, considerab an que debía d á r
seles a los políticos catalanes su o p o rtu n id a d de gobiem o y n o crearles dificu lta
des en su flam ante ejercicio e n el poder. E n otros térm inos, preconizaban u n a e n
te n te entre la C N T y los políticos catalanes. C om o se com prenderá, esta posición
era sostenida por los “m oderados” d e la organización confederal. E n oposición a
<‘sto!,, se e n c o n trab a n aquellos que señ alab an — además del interés apuntado p o r
M,iciá— el m iedo que sin tiero n los políticos y el propio C a p itá n G eneral, López
l \ hoa, por la a c titu d ad o p tad a por la tropa, presta a enfrentarse con la G uard ia
( 'ivil y pasada sin cond icion es al lado del pueblo. E n tales condiciones — de-
I ían —, cualquier prueba de buenos propósitos que se diera sería in terpretada
I orno una señal de debilidad de la C N T y de rechazo por p arte de ésta de la a c ti
tud .idoptada p or los grupos anarquistas que se enfren taro n a la fuerza pública. Lo
i|u e en otros térm inos pod ía ser en te n d id o com o u n divorcio e n tre la C N T y la
l AI, liando “luz verde” a los políticos para ejercer la represión co n tra los anar-
< H i i s i , i s . A dem ás, existía u n p roblem a de fondo: la e n te n te im plicaba com prom i-
t*w, y el com prom iso pod ía llegar a h a c e r de la C N T e n C a ta lu ñ a u n apéndice del
tuturo Cjobiem o de la G e n e ra lita t, lo que en tal caso signifiearía vaciar a la C N T
lie su sustancia anarcosindicalista.
En aquella re u n ió n de la C N T se puso de relieve la existencia de-dos te n d en -
I las que veían el m o m en to político republicano-catalán de m anera diam etral-
iiirn te opuesta. Y, com o los problem as era n de fondo y n o de forma, todo el
liHindo presintió que el d eb ate in tern o e n la C N T sería duro, y que incluso podría
lirriv.ir b.ista la división de los m ilitantes. La escisión — si se producía en aque-
Il4« m om entos de rei)rganización— sería u n grave percance que pesaría desastro-
Mínente en la recuperación de la C N T e im pediría, a la vez, m arcar una línea pre-
( Uii ante los ya claros propósitos del n u ev o m inistro del T rabajo, Francisco Largo
( 'rthiillero. Este orien tab a sus (objetivos a ci^mbatir la ( 'N T desde el gobierno, c o n
204 el m i l i t a n t e <1931-1936)
32. R ic iir J i) Sanz, op. cit. sem la que en razón de esa sorpre.sa, el Ktupo se dio el nombre
dr “ N o s u i r o s " ,
M G R U PO «N O SO T RO S» A N T E LA C N T Y LA R EPÚ B LICA 2,6 $
social a “las calendas griegas”. Por m últiples razones, se alegaba en la reunión, des-
lacííndose la enérgica posición de los ex “Solidarios”, -—transform ados aho ra e n
i'l grupo “N osotros”— , Largo C ab allero n o podrá evitar la radicalización de la lu-
I lia de clases, porque las soluciones que él presenta n i la burguesía n i el E stado
son capaces de satisfacerlas, y ello o bedece al carácter an acrónico de la burguesía
Val atraso industrial de España. P ero si el reform ismo socialista n o tenía posibili
dades de éxito, sí podría afirm arse el p o der autoritario del Estado republicano, si
SI- le daba tiem po para ello. Y, an te esto, la experiencia del gobierno tiránico d e
l’ruTio de R ivera era aleccionadora; la revolución, desde el p u n to de vista o rg an i
z a tiv o , quedaría retrasada. E n tales condiciones — se decía— , lo im portante y d e
c is iv o es que el Estado rep ublicano n o se fortalezca y, para ello, es preciso m a n te
ner una situación p re-rev olu cionaria constante, que el grupo “N osotros” definía
con el característico n o m b re de “gim nasia revolucionaria”. La C N T — se sostenía
en la reunión— debe ser e n este proceso la vanguardia revolucionaria más ade-
l;intada en la lu ch a p o lític a y social. Los trabajadores y cam pesinos a través de la
incesante “gim nasia rev olu cio naria”, irán, gracias a la práctica, tom ando c o n ta c to
io n la teoría, proceso dialéctico que h ará pasar de la teoría a la práctica y vice-
vers,!. En u n a lucha de este tipo los im posibles desaparecen, los “sacros principios”
lio l.i ideología burguesa se h u n d e n e n el desprestigio, y los “tabúes” caen hech o s
|H\lazos, posibilitándose así en tre v er la sociedad futura que cada obrero va asimi-
l.iiulo com o u n a realidad tangible y asequible si m an tien e el dom inio de los a c o n
tecim ientos por u n a lu ch a cotid iana.
Tales conclusiones co n d u c ía n a los grupos anarquistas a n o descuidar el peli-
ur»> lie la escisión. S in em bargo, a n te d ic h a am enaza, la ac titu d de la FAI era di-
trrc iu e a la que ad o p tab an los m ilitan tes sindicalistas de la C N T . En la FAI se de-
I (.1; para que u n a organización pued a m a n te n e r u n a co n d u c ta coh erente, n ecesita
«|uc se establezcan prem isas co h eren tes co n la conducta. Si existen fuerzas in te
riores, y cada u n a de ellas tira para sí e n form a diam etralm ente opuesta, esas fuer-
sti» no sólo co n tra rre stan energías, sino que d etien en la m archa de la organiza-
I lón, haciendo de ésta u n cuerpo inerte. Si n o hay otro m edio, y en beneficio del
proieso revolucionario hay que ir a la escisión, ésta debe efectuarse de m an era
ijiif ocasione los m ínim os desajustes ^5.
Hl CJomité N acio n al, y p o r expreso deseo de la C N T , con v o có u n C ongreso
—mi III C ongreso— para el mes de ju n io de aquel año de 193L La FAI, p ara
I Miclla misma fecha, organizó u n a C o n fere n cia A narquista. U n o y otra se cele-
I 1 II i.in en M adrid. La v ida de los m ilita n te s de la C N T y de la FAI durante aque-
lliMi líos me.ses iba a ser de u n a activid ad ta n intensa, que prácticam en te no se sa
lín lio las reuniones de sindicato y de grupo. P articularm en te para D urruti,
liso, ( larcía O liv er y otros m ilitan tes, que a las funciones naturales de su ca-
II4 I411Í m ilitante se sum aban otras com o la de la propaganda en m ítines y confe-
rencias. La presencia de estos tres com pañeros en u n a trib u n a bastaba para ase
gurar el éxito del m itin . R econocido este hecho, de todos los lugares de España
eran solicitados, lo que les obligaba a co n stan tes desplazam ientos. Y si a todo esto
agregamos que cad a u n o de los m ilitan tes de la C N T , p o r m uy influyente que
fuera, te n ía que trabajar e n las fábricas para ganarse su p a n y el de los suyos, se
com prenderá qué clase de vida era la que se vivía... E m ilien n e M orin confiesa
que “d u ran te sem anas enteras n o veía a D urruti, el cual se iba de las reuniones
directam ente al trab ajo ” 34.
M ientras la C N T in ten ta b a resolver afanosam ente, y de la m ejor m anera p o
sible, sus disensiones internas y aten d ía a su organización preparando, en la fiebre
pasional de los debates de las asambleas, su III Congreso, el G o b ie m o provisional
velaba celosam ente por hacer adm itir su legitim idad. Prim ero h u b o qué resolver
la cuestión catalana, que M aciá, considerando que la m ejor tá ctica en política era
el ataque, había planteado . De buenas a primeras, M aciá declaró a C a ta lu ñ a au
tó nom a estableciendo el G o v e m de la G en eralitat. M adrid, y sobre todo M iguel
M aura, n o podía acep tar aquel a ten ta d o al centralism o político. Por u n a parte
aceptaban que era forzoso acordar el E statuto C atalán , pero p o r o tra deseaban dar
ese paso cubriendo todas las formas legales y constitucionales y n o adm itirlo bajo
la form a “guerrillera” que lo hab ía h e c h o Francesc M aciá. Fue preciso el despla
zam iento de m inistros a Barcelona, e incluso el viaje de A lca lá Zam ora a dicha
ciudad, para co n v en cer a M aciá de que se debían ajustar a procedim ientos lega
les. C om o M aciá n o se allanaba, se buscó u n modíis vivendi h asta que llegara la
sanción legal que sería el referéndum e n 1932.
A la actitu d de Francesc M aciá v in o a agregarse, aunq ue de signo muy dife
rente, la de otro “guerrillero de C risto Rey” (según calificación de M iguel M aura);
se trataba del cardenal Prim ado de España, d o n Pedro Segura ^5. El 1 de mayo el
cardenal Segura hizo pública u n a pastoral, dirigida al clero y fieles del arzobispado
de T oledo, en la que resaltaba, de m anera principal, “la grave situación por la que
atraviesa el país”. La pastoral era extensa, pero lo que nos interesa aquí es sólo su
parte política, al final de la misma, en la que recordaba a los fieles españoles sus
obligaciones a n te las próxim as elecciones a C ortes C o n stituyen tes (convocadas
por el G o b iem o provisional para el mes de junio ), las cuales h ab ría n de significar
u n paso decisivo e n la configuración de la n ac ie n te R epública. La pastoral se ex
presaba así: “Es u rg en te que en las actuales circunstancias los católicos, prescin
diendo de sus ten d en cias políticas, e n las cuales pueden p erm anecer librem ente,
se u n a n dé m an era seria y eficaz para conseguir que sean elegidos para las C ortes
C o nstituy entes candidatos que ofrezcan p le n a garantía de que defenderán los de-
J6. A rtícu lo d e j. M. G u tiérrez In c lá n , “El caso del c ard e n al S egura”, Historia y Vida,
luiiii. 69, d iciem b re d e 1973.
38. Según las O rden an zas del C uerpo de la G u a rd ia C ivil, ésta, a n te s de in terv en ir e n
u n a acción, deb e efectuar tres toques d e c o m e ta prev entivo , tras los cuales si el d e
sorden prosigue, su obligación es in te rv e n ir de m anera v io le n ta. G e n e ra lm e n te, la
G u ardia C ivil n o respetaba esa ordenanza, e in te rv e n ía de b u enas a primeras, e n su
secular trad ic ió n represiva.
39. Insistimos que seguimos e n este relato utilizando la obra c itada de M aura. N o tene
mos c o n o c im ie n to de que se efectuase pro testa alguna por parte de los socialistas so
bre las afirm aciones de Maura.
42. Idem.
EL GRUPO «NOSOTROS» ANTE LA C N T Y LA REPÚBLICA X fL
C a p ít u l o V
44. Idem.
LOS COM ICIOS D E LA FAI Y D E LA CN T
47. Miyiifl Maura, en t-i libro que venimos citando, afirma que “ni en el “Pacto de S an
S i - b . i s t n i di-spuós, hviK> tr;Ui>s con la ( 'N T , salvo cuando se la recabó para que
upi>y.ini la huel^>a del I 5 ilo ilu u-mbre tie
X7 6 e l m ilita n te > I9 3 I-I9 3 é >
tud, n o hub o com prom iso, sino negación explícita”. Varios delegados testim onia
ron al Congreso que los sindicatos que represen taban (catalanes) recurrieron a la
huelga reivindicar iva e n los primeros días de la nueva República, “sin que nin g ú n
com ité confederal n i los propios gobernantes de la situación rec ien te — entre ellos
C om panys— observaran que los huelguistas h ab ían roto u n p ac to anteriorm ente
establecido”. La im presión recibida por parte de los delegados después de las in
tervenciones de A rin , Peiró y P estaña fue que n o hub o extralim itación de funcio
nes por parte del C N . Más tarde se aprobó la gestión, pero se n o m b rará u n nuevo
C o m ité N acional, cosa que “Pestaña lo in terp re ta com o u n a san ció n ”.
En esta misma sesión, A ngel Pestaña, in oportunam ente, presentó u n a propo
sición im portante, pero debido al estado de ánim o que d om inaba, escapó al
C ongreso su trascendencia. La proposición era “recabar de la R epública (cuando
ésta se declare federal) que el M arruecos español sea declarado R egión co n los
mismos derechos que las regiones peninsulares”, lo que fue desestim ado por el
C ongreso sin mayores explicaciones. Esta cuestión resultaba confusa. La parte
más extrem ista del C ongreso (diríam os los anarquistas), v eían en Pestaña una
n e ta in ten ció n de negociar con el G o b ie m o republicaao u n a especie de tregua.
C ualquier tem a o problem a que se planteara, rozando co ntacto s co n el G o biem o,
era com o m en tar “la soga en casa del ahorcad o ” y, por ende, au m en tab an las sus
picacias en cu a n to a las posiciones colaboracionistas de Pestaña. Para los an ar
quistas, que se consideraban intem acionalistas, n o podía aceptarse la fórmula de
recabar del G o b iern o republicano federal (?) que el M arruecos español fuera c o n
siderado un a región más. Recabar era intervenir, y español era aceptar la política
colonialista del Estado español. Los anarquistas que replicaron a P estaña (entre
ellos G arcía O liver, representando a los sindicatos de Reus), n o aceptaban ni una
cosa n i otra. La opresión que sufrían nuestros herm anos rifeños era idéntica a la
de los demás pueblos som etidos al capitalism o y al colonialism o, y en este caso y
por las mismas causas, derivadas del Estado y del capitalism o, la clase obrera es
pañola resultaba colonizada y explotada po r las mismas fuerzas que dom inaban a
los rifeños. En consecuencia, lo que cabía h a c e r era enlazar en la m ism a actividad
co n tra el Estado y el capitalism o a todos los obreros del m undo. La C N T llevaría
su lucha hasta el R if co n la misma pasión que la sostenía en la Península, pero n o
para encuadrar a los rifeños en las estructuras españolas capitalistas estatales, sino
en las vías de la revolución social '*8,
pulsando al pueblo en sen tid o fra n ca m en te revolucionario h acia el com unism o li
bertario, para c o n v e rtir el h e c h o p o lítico producido en E spaña e n u n a revo lución
esencialm ente transform adora de todos los valores políticos y económ icos. (...)
Para ello la C N T debe darse, u rg en te e in m ed iatam ente, a la organización de sus
valores revolucionarios y a u n a acció n in m in en tem e n te an tielecto ral” ‘*9.
C a p it u l o V I
la in terv en ció n del propio p resid ente del C onsejo e n este extraño asunto 5o. La
C N T n o aceptó en este conflicto ta l arbitraje, ya que su tó n ica era de oposición
a “la ley del 8 de abril”; y, así, la huelga se m antuvo, siendo en la historia sin d i
cal la más n u trid a en sabotajes y atentado s.
El lector poco inform ado sobre los asuntos españoles, e n su historia rec ien te,
se preguntará el porqué y cóm o u n p residente d el C onsejo de M inistros in te rv e
n ía anulando lo h e c h o público por u n o de sus m inistros, n ad a m enos que en u n
conflicto laboral declarado e n tre españoles y extranjeros. La C o m pañ ía de
T eléfonos de E spaña n o te n ía de españ ola n ad a más que el nom bre, siendo e n r e
alidad una “sucursal” de la In te rn a tio n a l T elep h o n e a n d T elegraph n o rtea m e ri
cana. Los ingleses h a b ía n puesto su pie en G ibraltar y los yanquis h ab ían in sta
lado otro P eñ ó n de G ib ra lta r e n p le n o corazón de M adrid.
El co n tra to en tre la I.T .T . y el Estado español d atab a de los años de la
D ictadura (1924). In te rv in ie ro n e n él G um ersindo R ico, M elquíades A lvarez,
Prim o de R ivera y A lfon so XIII, y cada u no de ellos sacó su “astilla” 5i. Firm ado
dicho contrato, p or el cual se h ip o teca b a n ad a m enos que las com unicaciones t e
lefónicas a la I.T .T ., se pusieron e n circulación dos clases de acciones: “p referen
tes” unas, “ordinarias” las otras. Las prim eras serían de cap ital español, represen
tadas por la b an c a U rq u ijo , que e n verd ad n o te n d rían m ás fu n ció n que en c ajar
el ta n to por cie n to de los beneficios; las segundas q u edaron e n m anos de ac cio
nistas extranjeros, únicos “co n voz y v o to ” en las asambleas.
Entre los beneficios q u e otorgaba tal co n tra to a la I.T .T ., estaba “el que la
C om pañía T elefó n ica sería la ú n ic a e n España en gozar del absurdo privilegio de
estar ex en ta de to d a clase de im puestos y tributos del E stado”.
Este co n tra to fue d en u n c ia d o por el líder socialista Indalecio Prieto en u n a
conferencia que p ro n u n ció en el A te n e o de M adrid, diciendo, en tre otras cosas,
lo siguiente: “Si el Estado español quisiera rescatar, en esas m onstruosas c o n d i
ciones, los servicios telefónicos que ya estaban cifrados e n el año 1928 en ce rca
de 600.000.000 de pesetas, en tre g an d o a N o rteam érica po co m enos que u n a p ro
vincia española, aú n seguiría esclavo de este trust, porque la telefónica au to m á
tica se h a instalado e n E spaña a base de aparatos y de sistem as patentados por gru
pos pertenecientes a la I.T .T . De m a n era que seguiríamos siendo tributarios suyos
hasta que los derechos de p a te n te se extinguiesen (cin c u e n ta años). Es decir, q u e
lo más delicado del sistem a nervioso de u n Estado, lo más sensible, que son las c o
m unicaciones, de las cuales en u n m o m en to determ inad o puede depender co n su
seguridad la vida del Estado mismo^ se h a entregado a u n trust extranjero” 52.
51. Cánovas Cervantes, op. cit. Los entrecomillados que siguen, corresponden a esta
obra.
Este asunto — y otros m uchos del m ism o tipo— eran sabidos, co n más o m e
nos detalles, por todos los españoles, y los más afectados, es decir, los trabajado
res, esperaban que c o n el adv en im ien to de la R epública, y estando en su
G o bierno uno de los que más severam ente h ab ía criticado precisam ente el co n
trato co n la T elefónica, el m ism o sería d en u n ciad o y no, reconocido. N adie com
prendía entonces por qué razón la R epública procedía a la inversa; poniendo a fa
vor de la com pañía ex tran jera I.T .T . toda la fuerza represiva para aplastar las jus
tas dem andas de los obreros españoles. El secreto de la actitu d del G o bierno re
publicano, con fuerte representación socialista, estaba en que los hom bres del
nuevo régim en n o sólo apadrin aban el c o n tra to en cuestión, sino que, además, re
em plazando a los beneficiarios bajo la D ictadura y la M onarquía por agentes re
publicanos, la estafa y el latrocinio co n tin u a b a n igual, pero ah o ra co n otros h o m
bres. H asta tal p u n to ello era verdad, que fue p úblicam ente confesado por el re
p resen tan te más acred itado de la l.T .T . e n España, el cap itá n Roe: “A m i com
pañía le h a n ido m uch o m ejor los negocios que h a establecido en las Repúblicas,
que n o en las M onarquías. U n a R epública com o la de G uatem ala, por ejem plo —
que n o otra será la de España con Lerroux al frente— , ís u n régim en m anejable.
¡U sted n o sabe la fuerza que tien e u n ch eq u e en blanco, co n u n a firm a solvente
e n esta clase de R epúblicas...!” 53,
Los pescadores de P uerto Pasajes (en S a n S ebastián) se h a b ía n declarado en
huelga a fines de m ayo de 1931. La p atro n a l era intratable. Y los huelguistas, para
h acer presión sobre las autoridades republicanas de S an Sebastián, decidieron h a
cer u n a m anifestación llevando consigo a sus m ujeres e hijos. A n te tal noticia, el
gobernador de S an S ebastián pidió órdenes a M adrid y M aura determ inó parali
zar aquella m anifestación utilizando la G u ard ia C ivil. “Los 16 guardias civiles es
tarían emplazados e n el lugar de acceso a S an Sebastián, v in ien d o de Pasajes, co
nocido co n el n om bre de P uente de M ira Cruz, sum am ente angosto y paso obli
gado para cuantos, v in ien d o por esa carretera, quisieran e n tra r e n la ciudad. Era,
e n definitiva, u n lugar ideal para cerrar el paso a los m anifestantes”. A unque re
sulte extraño, esta c ita es de M iguel M aura, y el propio m inistro de G obernación
describe lo que ocurrió co n los huelguistas de Puerto Pasajes:
“...Llegaron las turbas frente al lugar e n que estaba em plazada la fuerza. Eran,
según m e afirm aban, más de mil, y e n tre ellos mujeres, arm ados de palos, escope
tas y otras clases de arm as improvisadas. La actitu d era airada, y los gritos y ade
m anes descom puestos probaban la ex citación que les h a b ían com unicado los re
voltosos extraños a la región, nu n ca propensa a la violencia.
“C erraban los guardias la carretera, colocados en dos filas a lo ancho de la
misma. A l aproxim arse las turbas, el c o rn e tín dio el prim er toqu e de atención.
S iguieron avanzando los asaltantes. S egundo toque, sin el m en o r efecto entre las
turbas. Y, al fin, el tercer toque, que provocó u n furioso asalto de los m anifestan
tes a los guardias, que, ya rodilla en tierra, se prepararon para disparar.
“H ubieron de hacerlo, en descarga cerrada, para co n te n e r el alud que sobre
Idem. .«Tí
LA POLÍTICA SOCLU- REPU BU C A N A Y LA C N T
56. Pedro V.tllina, M i.n Memorias, 2 vols. Ed. Ticrm y I.ihcrtiul, México, 1968. '
IJÍ POLÍTICA SOCIAL REPUBLICANA Y LA C N T i8 j
Veamos ah o ra qué escribe V allina: “Pocos días después llegó el nuevo gober
nador Bastos, quien fue visitado p or los elem entos más reaccionarios y peligrosos
tle la capital. C o m o los am igos de M adrid m e aconsejaron diera la voz de alarm a
a los obreros m ilitan tes de S evilla p ara que n o se dejaran sorprender por los agen
tes provocadores, m e dirigí a ellos y los puse al c o m e n te de lo que ocurría; pero de
la entrevista saqué ta n m ala im presión que m e m arché de la ciudad contrariado.
N o se trataba de n in g u n a com plicidad co n el enem igo, sino de u n estado de exci
tación grande m otivado por la co n d u c ta torpe de los gobernantes republicanos".
V allina se fue al pueblo d o n d e residía, A lcalá de G uadaira. Y al día siguiente,
recibió a u n m ilita n te de S evilla que, según él, “traía la co m unicación de d e c la
rar la huelga general rev o lu cio n aria”. V allin a se puso in m ed iatam en te e n co m u
nicación con los obreros de su localidad para prevenirles sobre la provocación de
Maura: “Después de escucharm e c o n la m ayor atenció n, m e d ijeron que ellos ta m
bién estaban preocupados por u n a cosa rara que les estaba ocurriendo, en relació n
a una huelga que te n ía n p la n tea d a y que el propio p a tró n les h ab ía dicho que por
él la huelga ya estaría solucionada, pero que se le presionaba desde las alturas para
co n tin u arla” 5s,
S in em bargo, el peso de la p ro v o cació n pudo más que las prevenciones, y la
huelga term inó por declararse: “C ie rta n o ch e que dorm ía tran q u ilo en m i dom i-
L'ilio, ignorando que aquel día se h a b ía declarado la huelga general revoluciona
ria, se presen taro n u n tro p el de guardias civiles, m andados p or u n oficial, to m a
ron mi casa por asalto y se efectuó m i d eten ció n , apresando después a cuatro o b re
ros de la m ism a población, que d ec ía n eran “m i estado m ayor” 5?.
En coche pasaron a Sevilla, y de allí a Cádiz, donde fueron internados e in c o
m unicados e n “el C astillo de S a n ta C a ta lin a ”. Días después, y h acien do valer su
cim dición de diputado, el rep ublican o R odrigo Soriano, am igo de V allina, pud o
dar co n éste y ponerle al co rrien te de lo acontecido:
“H abía estallado la huelga general, com o deseaba M aura, co n la colaboración
i-le elem entos irreflexivos y provocadores. La G uardia C iv il recibió la orden de dis
parar sin previo aviso, com o ocurrió en los pueblos de la p rov incia y en la capital.
El núm ero de m uertos fue crecido: 39 e n Sevilla y 100 en el resto de la provincia.
“Lo más repu g n an te de lo ocurrido fue el asesinato de cuatro obreros ind efen
sos en el Parque de M aría Luisa, al b orde del G uadalquivir, y lo más estúpido el
ca ñoneo de la “C asa C o rn e lio ”, en la M acarena, porque h ab ía sido u n p u n to de
reunión, com o café que era, de obreros revolucionarios”
59. Ulem.
60. Kk-m. . .V
z86 EL m il it a n t e <1931-1936)
(*) La última palabra de esta copla popular es “mierda”. Pero, por respeto a la Cámara, el
diputado Jaén utilizó el eufemismo “hierba”.
C a pitu lo V il
66. Recuérdese que si- ir.itii de l<w célebres rifles que se compr.iron en 1923, ilospués de
hi expropiiiiión liel dinero ilel lí.iiico de ( íi|i')n.
190 EL M ILITANTE <1931-1936)
“A scaso partió para M adrid y se en trev istó co n M aura, pidiéndole le firm ara
la autorización de la entrega de ese arm am en to para los sindicatos. M aura le res
pondió que él n o podía hacer eso, pero que, ta n pro n to com o se instituyera en
C a ta lu ñ a el poder de la G en eralitat, él autorizaría la en tre g a de los rifles al
G o b iem o ca ta lá n ”.
“El grupo “N o so tro s” se reunió al efecto, trató la cu e stió n y se con v in o que,
de m om ento, n o h a b ía o tra solución que la de ceder las arm as a la G en e ra litat.
D e esa m anera era m uy posible que los rifles fueran a m anos de los trabajadores
e n u n m om ento dado. La G e n e ra lita t de C a ta lu ñ a formó u n a m ilicia arm ada, sin
uniform e, llam ada los “Escam ots”. Fue la fuerza de ch o q u e que sustituyó al
S om atén. Los “E scam ots” fueron arm ados co n los rifles que el grupo “N osotros”
h ab ía com prado c o n la expropiación d el B anco de G ijón . Pero, por circ u n sta n
cias diversas, esos rifles fueron fin alm en te a m anos de los obreros, sus auténticos
propietarios”
“El grupo “N osotros” vivía absorbido por la lucha sindical. Sus com ponentes,
e n gran parte, e ra n solicitados por las diferentes regiones de España para in terv e
n ir en los actos de propaganda. La m ayoría de sus m iem bros boicoteados de los
trabajos del oficio, estuvieron obligados a concentrarse e n el S indicato Fabril y
T e x til de Barcelona, e n su sección llam ada “R am o del A gu a”, la cual te n ía esta
blecida y recono cid a por la p atro nal “la bolsa del trabajo”, es decir, que cuando
u n p atró n p e rte n ec ie n te a dicha sección te n ía necesidad de obreros, estaba obli
gado a pedirlos al sindicato por m ediación de los delegados de fábrica, porque en
n in g ú n caso eran adm itidos al trabajo obreros que n o estuviesen sindicados” ^8.
La larga c ita de R icardo Sanz nos ofrece suficientes datos para com prender
m ejor sobre qué estrategia actuaba el grupo “N osotros”. Los meses que h ab ían ido
transcurriendo desde la proclam ación de la R epública n o h a b ían sido otra cosa,
por la sucesión de sus acontecim ientos, que u n a confirm ación de la op inión que
“Los ex'S olidarios” se h ab ían form ado de lo que la R epública podía dar de sí.
La situación que nos describe M aura de los dieciocho pueblos cordobeses n o
era facultativa de esa provincia, sino que se ex ten d ía por toda A n d alu cía y g an ab a
las provincias lim ítrofes de C astilla la N u ev a, d onde el latifundism o im peraba de
la misma m anera. D om inados por el h am b re y llevados p or la desesperación, los
cam pesinos se lanzaban a esos asaltos que ta n bien nos describe el m inistro de
G obem ación. P ero la desesperación puede conducir a u n m o tín , n u n ca a una re
volución. Era preciso que los desesperados tropezaran co n u n ideal, poseyeran u n
program a y transform aran su in stin tiv a y lógica rebeldía en u n a fuerza consciente;
sólo así el m o tín po d ía transform arse e n revolución. Y a esa labor fue a la que se
entregaron p a c ie n tem en te los com ponentes del grupo “N osotros”. Se trataba de
fom entar la revuelta, pero al mismo tiem po pasar a la expropiación colectiva -y
67. Se trata, com o se verá mas adelante, cuando los “Escamots” tiraron dichas armas el 6
dc octuhrc de 1934 y fueron recogida.s por los obreros de la C N T .
68. P^tü larga, pero interesante cita, la tomamos Je Ricard<i Sum, op. cil.
ItN P 1ENA TORMENTA Y SIN BRÚJULA Í9 I
ensayar nuevas form as de co n v iv en c ia hum an a. Era preciso elaborar las líneas ge
nerales que p u d ieran servir de base y p u n to de partida p ara u n a sociedad com u-
lusta libertaria. Esta cuestión, p la n tea d a por el grupo “N osotros” d en tro de la F A l
V expo niéndola d ire c ta m en te e n las asam bleas obreras y e n los m ítines, fue to
m ando cuerpo h asta tal p u n to que el anarquista Isaac P u e n te se dio a la tarea de
trazar de m anera sim ple las líneas generales del C om unism o Libertario.
En Barcelona, desde que Josep O rio l A nguera de S ojo ocupó el cargo de go-
hernador, la situ ació n social fiie deteriorándose más y más. El nuevo gob ernador
i um plía fielm ente las órdenes de su jefe, M iguel M aura y éste, com o ya hem os e x
puesto, desde el 20 de julio se consideraba en lucha ab ierta c o n tra la C N T . S us
I onsignas eran term in an tes; se debía “m e ter en cin tu ra a la C N T ”. Y esto, M iguel
M aura lo hab ía ap rendido de la ex p erien cia política de su progenitor. A n guera de
Sojo se aplicó e n seguir el dictad o de M aura, de acuerdo co n el jefe S uperior d e
Policía de Barcelona, A rtu ro M enéndez. La cárcel M odelo com enzó a llenarse de
"presos gubernativos”. P or cualquier m o tivo se clausuraba u n sindicato-o se de-
I laraba “re u n ió n cla n d e stin a ” a u n a sim ple asam blea sindical. E n el m es de
.ijjosto, la situación e n B arcelona estaba ya ta n deteriorada que fiie necesario de-
i (arar la huelga general. P ero esta h u elg a general, que se declaró para exigir la li
bertad de los presos, n o fue su ficien tem en te apoyada por Solidaridad Obrera, cuyo
director era Ju an Peiró, e incluso fue d esatendida por el C o m ité N acio n al de la
l ;NT, que a la sazón estaba e n m anos de hom bres de la corriente m oderada,
l )i,sgustados por el resultado de la h uelg a general, los 20,000 obreros m etaliirgicos
J e Barcelona la c o n tin u a ro n por su cu e n ta , exigiendo la libertad de los presos.
S eguidam ente a los m etalúrgicos se u n ie ro n los 42.000 ad h eren tes que co n ta b a el
Sindicato de la C o n stru c ció n , d o n d e m ilitaba R icardo Sanz. Estos dos conflictos
no hacían o tra cosa que resaltar fu ertem en te la crisis in te rn a de la C N T e n u n a
»itiiación que cada-día en tu rb iab a m ás la política de la Esquerra R epublicana d e
CCatalunya y la burguesía c a ta la n a q ue cerrab a fábricas y redu cía el personal de sus
plantillas, sin m otivos justificados. El paro obrero se e x ten d ía y la situación e n la
I ludad am enazaba to m ar carácter desesperado com o an tes h ab ía ocurrido e n tre
l(i,s (. .impesinos. La F A l se reu n ió e n B arcelona para tra ta r de orientar, de m a n era
i otísecuente, el m o v im ie n to de d e sco n te n to , a fin de que éste se co nvirtiera e n
una fuerza colectiva y co nsciente. Se creó u n a C om isión de D efensa E conóm ica
para que organizara u n a h uelga general de alquileres y electricidad. Para la m ovi-
li:.K i(’>n general de la po b lació n se co n v o c aro n am plias asam bleas populares, ce-
lehr.indose u n a de ellas el 2 de agosto e n el S alón de Bellas A rtes de Barcelona, y
en la que hab laro n D urruti, G arcía O liver, T om ás C a n o Ruiz, V icen te C o rb i y
A rtu ro Patera, todos ellos m ilitan tes de la FAL
Por aquellas fechas D urruti escribía a su fam ilia lo siguiente: “C o n testo aprisa
viiestr.i ctirta recibida hoy. C o m p re n d o vuestra im paciencia por abrazarme, y yo
i.imhién participo profu n d am en te de ese deseo. Pero en estos m om entos m e es
imiHjsible salir de Barcelona. T en g o m uch o trabajo. T odos los días participo e n
mítines, reuniones y debo aten d e r mis responsabilidades sindicales. N o veo, po r
el m om ento, cuándo podré ir a León. N o obst.inte, ptKléis enviarm e los pases d e
(rrrociirril y, Itm éiu lo lo s en mi poder, ptKiré iilili:.irlos en l.i |nim era o portu n id ad
i 9X EL M ILITANTE <1931-1936»
que se m e presente” Por lo transcrito se puede apreciar cuál era la vida que
D urruti llevaba en Barcelona, puesto que, llegado del ex tran jero el día 15 de abril,
en agosto aún n o h ab ía podido abrazar a su madre.
Los obreros m etalúrgicos h ab ían vu elto al trabajo, pero los obreros de la cons
trucción seguían c o n su huelga, m ientras el estallido de las bom bas con tin u ab a
h aciendo saltar postes de teléfonos. El gobernador civil, A ng u era de Sojo, dio ó r
denes al jefe S uperior de Policía de que tom ara por asalto el S indicato de la
C onstrucción, sito en la calle M ercaders, núm ero 25, n o lejos de la Jefatura
Superior de Policía y orillando la barriada obrera de S an ta C a ta lin a . Era el día 4
de septiem bre de 1931. La flam ante G u ard ia de A salto acordon ó el local y, to
madas todas las precauciones necesarias, u n cap itán ord en ó a su tropa ocupar el
edificio por asalto. Pero “al dar el jefe de las fuerzas la voz de “a d e la n te”, sonó una
descarga h e c h a desde el interior del local sindical... al m ism o tiem po que se v e
ían caer, a la p u erta del m encionado edificio, m edia docen a de guardias de segu
ridad. E ntre los asaltantes y los asaltados se generalizó el tiro te o que duró varias
horas. Los adalides de la libertad escribieron u n a hero ica página que figurará en
los anales de la histo ria social revolucionaria de España com o gesta gloriosa. Pero
las escasas m uniciones de que disponían se term inaron, y ios intrépidos libertarios
tuvieron que rendirse. N o v e n ta y cuatro com pañeros fueron detenidos. M uchos
otros, arriesgando su vida, pudieron escapar a través del cerco que, co n toda clase
de armas, se hab ía puesto al dom icilio sindical (...)”. E ntre los detenidos se desta
caba un m u chach o altivo y arrogante co n vencido de h ab e r cum plido con su d e
ber, era M arianet ’i. “C o n bayoneta e n ristre y fusiles am etralladores se condujo
a nuestros com pañeros h asta las mismas bodegas del vapor Antonio López, las que
a n tañ o fueron testigos de innum erables crím enes com etidos co n los negros escla
vos trasladados de A frica al N uevo C o n tin e n te ” ’z.
E n realidad, e n esa “página hero ica” ocurrieron otros h ec h o s de suma grave
dad, los cuales tu v iero n com o p u n to de p artid a la arbitraria m edida g ubernam en
tal de poner cerco a u n sindicato que estaba celebrando en to n ce s u n a reu n ió n en
la que su tem a principal era estudiar las vicisitudes de la huelga de la co nstruc
ción. Los ánim os estaban exaltados. N o era el prim er sindicato que se tom aba p or
69. La carta tiene fecha del 1 de agosto, sábado, y lleva una postdata en la que dice:
“Tengo prisa. C om o veréis por el recorte de periodico, esta noche celebramos un
grandioso m itin”. A rchivo particular.
' 70. La Guardia de Asalto fue una creación de Maura, asistido por el director general de
Seguridad y del teniente coronel Muñoz Grandes. Requisitos exigidos; reglamento rí
gida. Estatura mínima, 1,80 metros. Corpulencia. Dotación: pistola y porra. Sueldo:
15 pesetas diarias. Primera promoción; 800 hombres; primera actuación; agosto de
1931.
71. Este “M arianet”, entonces a la edad de 21 años, recién llegado a las filas de la C N T ,
será el célebre M ariarurR. Vázquez, que fue secretario general de la C N T desde n o
viembre df 1936 hasta la termuiación de la guerra civil en abril de 1939.
72. Manuel Muftoz Dfet, Mfftotft. semblanza de un lurmhre, Ed. CNT, México, 1960.
► N IM PNA TORM ENTA Y SIN BRÚJULA 19J
usulto sin m otivos justificados. T a m b ié n los dom icilios de los m ilitan tes eran asal-
i .kIo.s a altas horas de la n o c h e y encarcelados sus m oradores. Los huelguistas d e
l.i construcción si se d efendiero n a tiros era porque n o deseaban ir a la cárcel por
fi capricho de M aura. N o o bstan te, para el cese de hostilidades se conv ino q u e
los atrm cherados se en tre g aría n so lam en te a soldados del E jército. La autoridacl
m ilitar accedió y en v ió u n piqu ete de tro p a al m ando del cap itá n M edrano. Los
ii.ibajadores, entonces, se en treg aro n . La G uardia de A salto, v iendo que se les es-
i.ipaba su presa, so p rete x to de que era preciso levantar u n acta de los sucesos erv
I.) Jefatura S uperior de P olicía, seleccionó a u n a docen a de los detenidos p ara
iran.sportarlos allí, p ero al llegar a la p u erta del edificio fu eron am etrallados p o r
los guardias.
En este clim a de c ru e n ta guerra social, u n día de los últim os de agosto apare
ció en la prensa burguesa u n m anifiesto firm ado por 30 destacados m ilitantes de-
lii C N T . Este escrito será siem pre co n o cid o co n el nom bre de “M anifiesto de los
T re in ta ”, y fue recibido e n el m o m en to de su publicación co n infinitas alabanzas
p< >r parte de toda la prensa burguesa, presen tándolo com o “la expresión sensata
lie la C N T ”. E n sí, el escrito iba m ás allá de la forma, porque, aunque reconocía
que la situación e n E spaña era fra n ca m en te revolucionaria, en razón de ello era
"preciso pensar esa rev o lu ció n c ien tífica m en te”; y para ello resultaba necesario
Kozar de un período de paz social e n el que la clase obrera atrajese h acia sí a té c
nicos e intelectuales, a fin de estructurar u n in stru m en to económ ico (las
hederaciones de Ind ustria) capaz de su p lan tar el orden capitalista. A la vez ques-
expresaban su m an era de en te n d e r la revolución, d en u n c ia b an — sin m encio-
n.irla— la catastrófica lín ea de acció n de la FAI que, según los firm antes, “se ins
piraba en la teo ría b lan q u ista de la m in o ría audaz”. Y acusaban a esa te n d en c ia de
Hiicrer “bolchevizar a la C N T ”, im po nién dole su dictadura. E ntre los tre in ta fir-
m.m tes se e n c o n trab a n Ju a n Peiró, que era el director de Solidaridúd Obrera, y
A ngel Pestaña, que era m iem bro del C o m ité N acional de la C N T 7^.
T o m an do este escrito com o argum ento, la prensa burguesa se entregó inm e-
ili.iiam ente a u n ataque e n regla co n tra la FA I, “esa terrorífica FAI, cuyos tres m á
ximos dirigentes son los bandidos A scaso, D urruti y G arcía O liv er”.
En plena to rm en ta, cu an d o toda la prensa burguesa hab lab a de D urruti em
pleando el m ism o lenguaje usado d u ra n te la D ictadura^R osa D urruti, instada por
III inatlre A nastasia, se decidió, visto que B uenaventura n o subía a León, a bajar
rila a Barcelona. La im presión personal que Rosa sacó d e d ic h a visita a su her-
iniino la confió a u n am igo p or carta, em pleando los siguientes térm inos: “Las
ctíiuliciones en las que v iv e n m i h e rm a n o y m i cuñada rae h a n llenado de angus-
llii. Desde su instalación en la casa que ocu pa en la calle Freser, h asta el presente,
•iKtic nin huérfana de m obiliario. C u e n ta apenas con lo indispensable: u n par de
Hillas, una mesa, y una cam a sin co lch ó n , sobre cuyo som ier se extiende u n a
inunta que sirve para dorm ir m i cu ñ a d a M im i, em barazada... Le h e gritado m i in-
7í El texto fntegri) de este manifiesto se encuentra en el vol. I de la obra citada ck' José
IVir.it».
X 94 e l m i l i t a n t e <1931-1936)
74. Confeiión hoi h.i por Rtwii IXirruti parii este trabajo.
f N P 1 ENA TORM ENTA Y SIN BRÚJULA
( AP lTULOVIlI
lie lo que p iensan las clases privilegiadas, y es u n serio peligro para el capital, e in-
I luso para los pseudodefensores del proletariado que o cu p an cargos elevadísim os.
N .iiuralm ente que el m anifiesto publicado ú ltim am ente p or Pestaña, Peiró, A rin ,
All.ir.iche, C iará y otros h a satisfecho m ucho a los g o b em an tes burgueses y a los
Miuin.,ihstas de C a ta lu ñ a , pero la F A I n o se h ace solidaria de n in g u n a m anera d el
ttuvi culpa de los citados señores y seguirá el cam ino em prendido, que cree que es
rl mejor.
“¿(y)tno quieren que estem os de acuerdo co n el G o b ie m o actual, que h a c e
I I I , u r o días ha perm itid o que fueran asesinados cu atro obreros en las calles de
S<-vill,i, que volvió al sistem a infam an te inv entado por M artínez A n id o y v u elto
u lii actualidad por el m inistro de la G ob ern ació n , señor M aura? ¿Cómo q u ie re n
que estem os de acuerdo con u n G o b iern o que huye de im pon er sanciones a los
partidarios de la pasada D ictadura, y les p erm ite que en L asarte co n tin ú en cons
pirando com pletam ente libres? ¿Cómo q uieren que estem os de acuerdo co n u n
G o bierno del que form an parte colaboradores de la D ictadura?
“N osotros somos absolutam ente apolíticos, porque estam os convencidos de
que Ja política es u n sistem a de gobierno artificioso y ab solutam ente co n tra n a
tura, en el que m uchos hom bres claudican para seguir ocup ando sus cargos, sacri
ficando lo que sea, particularm ente a las clases hum ildes. Lo que ocurre actual
m en te n o es nad a más que lo que debía suceder, a causa de que el 14 de abril n o
se llevó a cabo la revolución. Se te n ía que ir más adelante de lo que se fue, y ahora
los obreros pagam os las consecuencias. N osotros, los anarquistas, somos los ú n i
cos que defendem os los principios de la C onfederación, principios libertarios, que
parece h a n olvidado los otros. La prueba de esta afirm ación está e n que se aban
donó la lucha en el m om ento en que te n ía que com enzar más fuerte. Se ve clara
m en te que P estaña y Peiró h a n con traído com prom isos m orales que les dificultan
su actuación libertaria.
“La R epública española, tal com o está constituida, *s u n gran peligro para las
ideas libertarias y, necesariam ente, si los anarquistas n o ac tú a n enérgicam ente,
caerem os fatalm ente e n la socialdem ocracia. Se h a de h acer la revolución, se h a
de h acer cuanto antes m ejor, puesto que la R epública n o h a dado n in g u n a garan
tía al pueblo, ni económ ica ni política. N o podem os esperar de n in g u n a m anera
a que la R epública se acabe de consolidar tal y com o está constituida. A h o ra
mism o el general S anjurjo pide ocho m il guardias civiles más. N atu ralm en te que
los republicanos españoles h a n tenido p resente el caso de Rusia. H a n visto que fa
ta lm e n te te n ía que suceder lo mismo que d u ran te el G o b iern o de Kerensky, que
n o fue más que u n a etap a de preparación para hacer la verdadera revolución, y
esto es lo que quieren evitar.
“La cuestión religiosa, por ejem plo, la R epública n o la puede resolver. Los bur
gueses n o se h a n atrevido a dar la batalla a los obreros, pero h a n tom ado posicio
nes. Se en c o n trab a n an te u n dilema: o apoyar a la socialdem ocracia com o en
A lem an ia o Bélgica o ser expropiados p or las masas obreras organizadas. N o h a n
sido tontos y h a n elegido lo que más les conviene: la socialdem ocracia.
“M aciá u n h om b re de toda bondad, u n hom bre puro e íntegro, es uno de los
culpables de la situación angustiosa que atraviesan hoy los obreros (e n C ataluñ a).
Si e n lugar de situarse, com o h a hech o , en tre el capital y el trabajo, se hubiese in
clinado d efinitivam ente h acia el lado obrero, el m o v im ien to libertario de
C a ta lu ñ a se habría extendido por to d a E spaña y por toda Europa, e incluso hasta
e n A m érica L atin a h ubiera en co n trad o adeptos. M aciá h a querido hacer una
C a ta lu ñ a pequeña, y nosotros habríam os h e c h o de B arcelona la capital espiritual
del m undo...
“La industria española n o puede co m petir co n la ex tran jera y, en cam bio, el
obrero está m ucho más adelantado. T al y com o está constituid a la industria en
España, si se pusiera al corriente, si pudiera com petir con la de los otros países, los
obreros tendríam os que dar un paso atrás y n o estamos dispuestos a ello.
“Es necc.sario, es imprescindible, rest)lver el problem a de Um>obreros parados,
l> lIR R U n Y GARCÍA O U V E R RESPO N D EN A «LOS TREINTA» 299
77. La Tiara, 2 d e s e r i c m b r e d e 1 9 3 L
G arcía O liver:
“G arcía O liver d a u n a conferencia e n u n S ind icato de la barriada del C lo t,
a n te u n público exclusivam ente obrero, del paralelism o e n tre las vidas de
Sócrates y C risto. H ab la co n serena elocuencia, expone ideas originales, lleva a
los trabajadores al co n o cim ien to de la filosofía socrática. Y si es adm irable el ora
dor, este m uchach o que en horas robadas al sueño y en largos años pasados en pre
sidio h a sabido form arse una cultura excepcional, n o lo es m enos el auditorio.
Silenciosos, pensativos, los oyentes tra ta n de com prender, de cap tar toda la pro
fundidad que tras la aparente sencillez inform a las palabras d el orador.
“C u an d o term in a la conferencia, hablam os. G arcía O liver es u no de los hom-,
bres más destacados de la FAI y representa la m áxim a oposición — consciente, se
ren a y revolucionaria— a la posición adoptada por los firm antes del célebre m a
nifiesto de agosto. G arcía habla co n lógica, sin apasionam ientos, lanzando ideas
y palabras tras u n in sta n te de m editación ”.
Lms discrepancias entre los firmantes del manifiesto y la F A I
“La razón de los ataques a la FAI escapa a los que n o v iv en e n nuestros m e
dios. La causa de la indignación que co n tra nosotros sie aten los firm antes del m a
nifiesto es que los grupos anarquistas h a n sacudido la tu tela que en ciertas épocas
llegaron a conseguir sentar. La pugna, e n realidad, n o es de hoy. Se inició en
1923, cuando los anarquistas vieron que ta n to Pestaña com o Peiró y la mayor
parte de los firm antes del m anifiesto n o te n ía n la capacidad necesaria para afron
ta r los difíciles m om ento s que vivía España, e n cuyo am biente se respiraba la po
sibilidad de u n a dictad u ra m ilitar. En u n C ongreso llegamos a señalar que antes
de tres meses se daría el golpe de Estado c o n carácter absolutista, y en efecto, por
desgracia, se im plantó la dictadura, confirm ando nuestros tem ores.
“Esto, la m ala d irección de la huelga de transportes y la incapacidad m an i
fiesta para hallar solución al problem a del terrorism o, llevó a los anarquistas a in i
ciar u n m ovim iento que, si b ien n o te n d ía al desglose de la C N T , quería conse
guir de este organism o que diera u n a solución revolucionaria a los problem as que
España te n ía planteados.
“Los anarquistas se distanciaron enton ces, n o de la C onfederació n — por
c u a n to siempre h a n sido los elem entos m ás activos de la m ism a— , sino de los
hom bres que com o P estaña, Peiró, etc., influían en la O rganización en u n sentido
fuera de la realidad.
“H oy pasa igual que entonces. H ace unos meses P estaña y P eiró interp retaban
la realidad republicana de España en el sentido de creer eficaz el Parlam ento en
m ateria de legislación social; los anarquistas, en cam bio, conv encidos de que la
caída de la d ictadura se produjo, n o por presión de los partidos políticos, sino p or
que la econom ía españ ola había alcanzado su m áxim a elasticidad, discrepábamos
de ellos, afirm ando que los problem as sociales sólo podrían en c o n trar solución en
u n m ovim iento revolucionario que, a la p ar que destruía las instituciones burgue
sas, transform ara la econ om ía”.
El problema revolucionario no es cuestión de preparación, sino de voluntad
“Sin precisar fecha — prtiMgue O liver— , nosotros propugnam os el h ech o re
volucionario, dcspreocupándonos dc si estábam os o no preparados para hacer la
D lIR R U n Y GARCÍA OLIVER R E SPO N D EN A «LOS TREINTA» JO I
m ien to h a sido inútil. Y es preciso em pezar de nuevo. La d ictad u ra del pro leta
riado esteriliza la revolu ción y es u n a pérdida de tiem po y energías.
“La FAI, en sus aspiraciones revolucionarias, n o quiere te n e r e n cu e n ta la re
volución rusa. Q uerem os h ac er u n a rev o lu c ió n de verdad, y esto es el h e c h o v io
le n to que destroza la costra de los pueblos y p one a flote los valores auténticos
de u n a sociedad. P or eso n o prejuzgam os el futuro revolucio nario español. De
hacerlo, tend ríam os que afirm ar que el com unism o libertario es posible en
E spaña, ya que n u estro pueblo es, en p o te n cia , anarquista, a u n cu an d o carece de
ideología.
“N o hay que olvidar, además, que E spaña y Rusia están situadas en los dos ex
trem os de Europa. E n tre am bos países n o sólo debe haber diferencias geográficas,
sino tam bién psicológicas. Y esto querem os com probarlo nosotros h aciendo una
revolución que n o ten g a n in g ú n parecido co n la rusa”.
Los firmantes del manifiesto no creen en la revolución
V uelve a quedar p ensativo G arcía O liver, y a o tra p reg u n ta m ía replica, tras
corta m editación:
“Los firm antes d el m anifiesto n o h a n creído n u n ca ^ n la posibilidad de la re
volución española. H a n h ec h o propaganda revolucionaria e n épocas lejanas, pero
hoy, cuando h a llegado el m om ento, se h a quebrado e n ellos la ficción que m an
ten ían .
“N o obstante, los firm antes del m anifiesto, al percatarse de que h ab ían sido
arrollados por los acontecim ientos, h a c e n ah o ra afirm aciones revolucionarias, re
m itiend o la realización del h e c h o a fechas co m pletam ente absurdas de dos y más
años, com o si eso fuera posible an te la crisis general que la eco n o m ía burguesa está
atravesando. A dem ás, d en tro de dos años la revolución sería innecesaria para los
trabajadores, porque en tre M aura, G alarza y el ham bre n o d ejarán u n solo obrero
vivo, sin co n tar c o n que para aquella fecha, si algún trabajador quedara, estaría
oprim ido por una dictadura m ilitar, m on árquica o republicana, que fatalm ente se
producirá, visto el fracaso del P arlam en to español”.
La C N T no necesita perder tiempo para preparar nada
¿Cuál es e n to n c e s la o rie n ta c ió n que, según ustedes, debe seguir la
C onfederación?
“La C N T n o necesita perder tiem po y preparar el h ec h o revolucionario en sus
dos aspectos de organización destructiva prim ero y co n stru ctiv a después. En la
vida colectiva de España, la C N T es lo ú nico sólido existente, pues en u n país en
que todo está pulverizado, ella representa u n a realidad n acio n al que todos los ele
m entos políticos ju n to s n o podrían rebasar. E n el orden constructivo revolucio
nario, la C N T n o debe aplazar co n n in g ú n p retexto la revolución social, porque
todo lo que se puede preparar está ya h e c h o . N adie supondrá que después de la re
volución las fábricas te n g an que fu ncionar al revés, com o tam poco se pretenderá
que los cam pesinos labren cogiendo la esteva co n los pies.
“Después del h e c h o revolucionario, todos los trabajadores tie n e n que hacer lo
m ism o que el día an terio r al m ovim iento. U n a revolución v ien e a significar, en
el fondo, un n u evo co ncepto del d erecho o hacer eficaz el derecho mismo.
Después de la revolución, ios obreriJS d eb en ten er derecho a vivir .según sean sus
DURRUTI Y g a r c í a OLIVER R ESPO N D EN A «LOS TREINTA» 3O 3
C a p ít u l o IX
Por las declaraciones que hem os dejado expuestas en el ca pítulo anterior, form u
ladas por D urruti y G arcía O liver, y p or las contra-declaraciones de Juan Peiró, y
sus amigos, era inevitable que la cuestión del m anifiesto se p lan teara en los sin
dicatos de la C N T , e n C a ta lu ñ a sobre todo. U n a de las cosas que más desagradó
a los m ilitantes fue la form a utilizada por “Los T re in ta ” para expresar sus desa
cuerdos, y la elección del m om ento, poco oportuno, para distraer energías revo
lucionarias que la C N T y el anarquism o necesitab an para h ac er frente, n o sólo a
la represión gubernam ental, sino incluso a las críticas que se form ulaban co n tra
u n a y otro por socialistas y com unistas, Y a este te n o r vale la p en a citar u n a carta
escrita por D urruti a su h erm an o M anolín, que m ilitaba e n L eó n e n las filas so
cialistas:
“C uatro letras para decirte que los com pañeros de S evilla n o h a n h ec h o el
juego a nadie, n i a la burguesía ni a los com unistas. La C N T n o adm ite la tu tela
de nadie y, por ta n to , rechazamos in terv en ir en m ovim ientos que n o sean inspi
rados por los trabajadores y apadrinados p or sus sindicatos. Los m ovim ientos po
líticos, y sobre todo los com unistas, son dictados por los intereses del Partido, sin
te n er en cu en ta el interés general de los trabajadores. Pero los com unistas v an
más lejos: todos sus m ovim ientos están ligados a los intereses del Estado soviético.
M oscú m aneja los partidos com unistas com o peones que avanza o hace retro ce
der según su estrategia p olítica y fines internacionales, ligados siem pre a sus “ra
zones de Estado”.
“N o hagas caso, pues, de lo que los com unistas puedan decir en Frente Rojo
(...). La C N T responderá a su debido tiem po a todas las calum nias que se propa
gan co n tra ella. Pero hoy por hoy la C N T necesita de todas sus energías en clari
ficar sus propias posiciones y hacer fren te a la vez a la represión que co n stan te
m ente se cierne c o n tra sus m ilitantes” 8°.
Para clarificar la situación in tem a , el C o m ité R egional de C a ta lu ñ a de la
C N T convocó u n P leno Regional de S indicatos para el 11 de octubre de 193L
Desde la convocatoria hasta su celebración, las reuniones y asambleas sindicales
se sucedieron e n tre los conflictos huelguísticos llevados a té rm in o con la burgue
sía catalana, explosiones de petardos h ac ie n d o volar postes de telégrafos y teléfo
nos, y en frentam ientos, casi siempre sangrientos, co n la policía del Estado central
o la autónom a del n uev o poder catalanista.
El día 20 de septiem bre, la F ederación Local de B arcelona convocó u n pleno
80. C arta sin fecha. Pero la situamos en aquel mom ento histórico por lo que deja entre
ver su texto. A rih iv o p.irtícular.
DOS PROCESOS p a r a d ó j i c o s : ALFONSO XIII Y EL BANCO D E GIJÓN JOf
tie Sindicatos para estud iar el tem ario del p len o regional. El p u n to litigioso era la
.iplicación del acuerdo del C ongreso n acional relativo a las Federaciones de
Industria. En la discusión de este p u n to — que fue sum am ente acalorada— aflo '
raron todas las discrepancias y, n atu ra lm e n te , el antagonism o e n tre las dos te n -
dencias. Los m oderados acusaban a “los extrem istas” de querer im poner su dicta-
dura a la C N T (la célebre “d ictad u ra de la F A I”), y éstos o bjetaban a “los m oda-
r.idos” su p reten sió n de integrar el sindicalism o revolucionario al engranaje del
Estado por la vía de la burocratización “industrialista” de la C N T . U n a v o ta ció n
resolvió el a s u n to . D ieciséis sin d ic a to s se p ro n u n c ia ro n a fav or de las
Federaciones de Industria y tres e n c o n tra (M adera, C o n stru c ció n y Profesiones
Iliberales). S in em bargo — y co n ello se m ostraba la fragilidad del acuerdo— de
los tres delegados nom brados p ara representar e n el P leno R egional a los
Sindicatos de Barcelona, dos p erte n e c ía n a la FAI: Francisco A scaso y José
C anela. El prim er efecto de ese n o m b ram ien to se dem ostró al día siguiente,
cuando Juan Peiró, sin aguardar la celebración del P leno R egional, presentó su di-
m isión com o d irecto r de Solidaridad Obrera.
El 11 de octubre, la p la tea del T e a tro Proyecciones, e n la E xposición
(B arcelona), estaba rep leta de delegados. Los alrededores de la Exposición y la
Plaza de España se e n c o n tra b a n fu ertem en te vigilados p or la G uardia de A salto
que, com o si quisiera provocar a la gente, pedía c o n stan tem e n te la d ocum enta-
ción a cuantos se dirigían h ac ia el lugar del Pleno. Esta vigilancia policiaca; la im
portan cia de los asuntos a tra ta r y la ansiedad de los m ilitan tes que, p e n e tran d o
.imigos en el te atro te m ía n salir enem igos de él, crearon u n co n ju n to de factores
psicológicos que d iero n a la reu n ió n , desde sus com ienzos, u n to n o sum am ente
tenso.
El p u n to en litigio exigió u n d eb ate de cuatro sesiones que consum ieron d ie
ciséis horas de vivo apasionam iento . A l final de ellas, au n que el P leno se som etía
al acuerdo n ac io n a l sobre F ederaciones de Industria, recababa su libertad de apli
cación o n o del m en cio n ad o acuerdo, según la au to n o m ía de que gozaban las
C onfederaciones regionales y, en ellas, los propios sindicatos.
Si bien este acuerdo d e p or sí restaba fuerzas al sector m oderado, la resolución
del Pleno de n o confirm ar e n sus cargos al director de Solidaridad Obrera y sus re
dactores, Sebastián C lara, R icardo F om ells y A gustín G ib a n e l (todos firm antes
del m anifiesto), les arrancaba de sus m anos el poderoso in stru m en to inform ativo,
poniéndolo a disposición de Felipe A laiz, de archiconocida tendencia, com o él
decía; “De la ex trem a avanzada d el anarquism o”.
El mismo A laiz c u e n ta de qué m a n era “el hom bre de la prisa”, com o él lla
m aba a Francisco A scaso, le co m u n icó su nom bram iento;
“V ino una m a ñ an a a m i casa de Sants:
“-Tienes que ser el d irecto r de Soíi desde ahora m ism o, com o profesional y
com o com pañero.
“A m í me parecía A scaso u n m ilita n te de la prisa.
“-T e h a n eleg id o lo.s sin d ic a to s d e C a ta lu ñ a . T ie n e s m ás v o to s que M aciá.
“Llegó luego G a rc ía O liv e r a m i casa. Ya n o e stab a A scaso, y m e fui c o n
( ía rcía al P len o d e Proyeccione.s (es d e c ir, .se celeb rab a e n el T e a tr o P riiyecciones,
}06 EL M ILITANTE <I93I-I936>
82. Poseemos una carta de Durruti enviada a sus familiares (26-10-1931), en la cual hace
referencia a este asunto. Entre otras cosas, dice: “N o com prendo lo que me cjuieres
decir, porque eso de que me presente con “el T oto” en Cjijón no lo enncndi'. Lo que
debei hacer es enviarme el Boletín tXicial lo antes posible, o t)ue Monroi se entere
bien de ese asunto y que me lo explique”. A rchivo particular.
DOS PROCESOS PARADÓJICOS: ALFONSO XIII Y EL BANCO D E GIJÓN J0 7
83. Anécdota contada por Felipe Alaiz al autor, hablando de la vida de Durruti y Ascaso.
M arruecos, m ientras que los hijos de los ricos com praban al h ijo de u n trab ajad o r
para que ocupara su plaza e n A frica...
“...¿Os dais c u e n ta p o r qué yo seguiré luchando m ien tras existan esas injusti-
i. las sociales?”
D om inado com o se en c o n tra b a D u rru ti por la pasión revolucionaria, apenas
se daba cu e n ta de que E m ilienne se h allab a a dos pasos de ser madre. A prim eros
de diciem bre de 1931 h u b o de e n tra r en la M aternidad, d o nde el día 4 ven ía al
inundo una chiquilla que, co n el correr del tiem po, sus ojos recordarían siem pre
la m irada de D urruti. A esa n iñ a se la dio el nom bre de C o le tte , seguram ente p or
deseo expreso de M im i. D ich o n a c im ie n to im presionó in e rtem e n te a D urruti, que
lU) ocultó su satisfacción a su h e rm a n a Rosa:
“M im i está loca de c o n te n ta co n su n iñ a y se e n c u e n tra b astante bien... T e
m andam os u n poco de pelo de la n iñ a . Es m orena, com o tú. T odos los amigos d i
cen que es muy guapa... T e in v ito a v en ir a pasar unos días a Barcelona, que te
(,’ustará m ucho. A q u í ten g o m uchos am igos y algunos de ellos en la cárcel, p ero
saldrán en libertad u n día de éstos. Yo tengo m ucho trabajo, pues organizam os
urandes m ítin es e n pro de los presos”.
En esta carta hay u n párrafo e n el que D urruti escribe:
“Os com unico que ayer cobré 2.600 pesetas com o indem nización al despido
del que fui objeto por p arte de la D irecció n de la C o m p añ ía Ferroviaria, en oca-
su')n de la huelga general de agosto de 1917. Este dinero nos h a venido muy bien.
Ayer mismo salió M im i p or prim era vez (después del p arto ) y, en com pañía d e
unas amigas, com pró u n sinfín de cosas que h ac ía n falta y to d o lo necesario para
t lolctte.
“R eferente a las cie n pesetas que m e dices en tu ca rta que vas a enviar, si aú n
no lo has hech o , n o las envíes, pues ah o ra n o m e h a c e n falta...”
Esta carta que citam os lleva fecha del 8 de diciem bre de 1931. La R epública
se había proclam ado el 14 de abril, es decir, había sido necesario esperar o cho m e-
si's jiara que com enzaran a aplicarse las m edidas que form aban parte del decreto
di- .iinnistía... ¡A sí iban de lentas las cosas!
U nos días después de la ca rta que acabam os de transcribir, D urruti escribió d e
nuevo a su fam ilia, acusándole recibo de 100 pesetas. Y h a b la de C olette:
“Empieza a reírse. Es el en c a n to de todos los amigos. M im i está muy b ie n y
lu id a a C o lette com o a u n a princesa. T ie n e m ucha leche y b uen apetito (...).
I leinos com prado u n sinfín de cosas: arm ario, buffet, co lchón, m antas, sábanas,
I una, zapatos... Bueno, m uchas cosas (...). H oy n o he ido a trabajar porque h a n sa
lido de la cárcel todos los amigos, e n tre ellos Ascaso. Estos últim os días h e estad o
muy ocupado en conseguir la libertad de todos los presos. H e arm ado u n escándalo
terrible en toda B arcelona. M e parece que n o escaparé sin pasar por la cárcel.
"H1 asunto del B oletín de A sturias n o os debe de preocupar, pues h e te n id o
la rta de O viedo y m e d ic en que n o es n ad a (...). R osita, an im ate a v en ir a
Pero este viaje n o era para D urru ti u n viaje de placer, sino más bien de du ra
tristeza. Su h erm a n a le h ab ía com u n icad o “que su padre se en c o n trab a enferm o
tic gravedad, y que hiciera u n esfuerzo por acudir a su lado para darle la satisfac-
I um de verle antes de que fuera ta rd e”. Su h erm an a te n ía razón, pues el padre d e
Durruti m urió m ientras éste viajaba h ac ia León.
El entierro del viejo S antiago D u rru ti constituyó u n a im portante m anifesta-
i lón obrera. La U G T y la C N T quisieron h acer de este entierro no sólo u n a
prueba de reco n o cim ien to al viejo socialista, sino ta m b ié n u n a m anifestación d e
.idhcsión y solidaridad p ara co n su hijo , “m aldecido por la Iglesia y la burguesía
leonesa”.
T erm inado el en tierro, los sindicatos de la C N T propusieron a D urruti que
prolongara unos días su estan cia e n L eón, a fin de poder organizar u n m itin, que
se realizaría en la Plaza de T oros de d ic h a ciudad.
La foto que poseem os de este m itin nos presenta u n D urruti bien vestido, lo
cual fue obra de su fam ilia que, com o d irán siempre R osita y A nastasia: “M i h ijo
m aneja m illones, pero yo tengo que vestirle de pies a cabeza cuan do viene a L eón
V p.igarle el viaje de v u elta”.
La C N T de L eón quiso h ac er u n m itin a lo grande, p o r lo ta n to invitó a to d a
lii cuenca m inera de la provincia. El caciquism o local y los jerarcas de la Iglesia
prcM onaron al co m a n d a n te de la G u a rd ia C ivil, a fin d e que buscara cualquier
pretexto para im pedir aquella d em ostración obrera. El p rete x to que e n c o n tró el
lo iiu in d an te fue inculpar a D urruti p o r el atraco al B anco de G ijó n y bajo tal acu-
w itión se preparaba para en v iarle escoltado a O viedo.
1)urruti estaba ya acostum brado a que se le culpara de delitos, y después de lo
dc ( 'lerona ya n ad a le sorprend ía e n esa m ateria. A l oír al com andante, D urruti se
le quedó m irando m uy fijam ente y le dijo:
“¿Sabe usted e n qué se gastó ese dinero?: ¡En traerles la R epública a ustedes e n
Ivindeja! N o le parece a usted, co m an d a n te, que es m ejor que dejem os las cosas
lili to m o están y que yo h ab le m a ñ a n a en la Plaza de T oros... a m enos que usted
prefiera u n a b u en a asonad a e n L eó n ”
C^omo se prev eía, al d ía siguiente la Plaza de Toros de L eón estaba archiplena,
piifN no era solam ente de la p ro v in cia leonesa que había acudido la masa obrera,
*ino de los con to rn o s de G alicia, de G ijó n e incluso de V alladolid. El m itin fue
l'irsulido por el secretario local de la C N T , Laureano T ejerin a. D urruti era el
iiim o orador y hab lab a e n su León, a g en te que él conocía. A q u el m itin n o podía
v r un m itin cualquiera, sino era algo más, u n a am plia conversación en u n m edio
liiintltar. D urruti se esm eró para n o utilizar frases grandilocuentes, m antenierK lo
*|priiprc un to n o sereno y reflexivo. “E n térm inos sencillos, pero apoyando cada
iiii.i de sus .ifirm aciones c o n u n gesto enérgico, hizo el proceso de la incapacidad
d r In República, ex p o n ien d o las razones de esa incapacidad para resolver los pro-
l'ln n a s sociales y políticos del país. Después de su exposición razonada, señaló que
»c rsiab a viviendo en España un período pre-revolucionario, que la revolución se
l )n veciru) Je León que en 1969 vivía en MadriJ y que prefería K»arJar su anoni-
iiMti), nos m ulló l.i i it.iJa rtiu-i Jol.i.
3M EL M ILITANTE <1931-1936)
estaba gestando e n las entrañas del m u n d o del trabajo, y que el día que esa revo
lución estallara n o sería un m otín, u n a algarada, sino una a u té n tic a y profunda re
volución, bajo la que caería todo el o rd en burgués, religioso, estatal y capitalista,
y que de esa liquidación y destrucción to tal, la clase obrera y cam pesina haría b ro
tar u n m undo nuevo, sin privilegiados n i parásitos, que garantizaría el pan y la li
bertad para todos, porque el p an sin libertad era tiranía, y la libertad sin p an era
u n a falsedad. Pero, señaló, para que esta revolución sea u n a realidad, es necesario
que todos, absolutam ente todos los trabajadores, busquen por la unidad de acción
el verdadero sentido de clase, y que todas sus actividades las o rien ten a u n sólo
objetivo, el ú n ico que le es perm itido a la clase obrera explotada: rom per las c a
denas de su esclavitud para sentirse dignificados en la libertad. Y no olvidéis que
n in g u n a revolución puede hacerse en la esclavitud, sino e n la libertad y co n la li
bertad. ¡A delante, pues, por la revolución libertadora, siem pre adelante por la re
volución social, p erm an en te y n u n ca term in ad a!”
Este entusiasm o que desbordó a D urruti, y contagió al pueblo de León, n o era
u n a cosa nueva e n él. Desde siempre h ab ía sido u n optim ista. Su fe en la revolu
ción casi era religiosa. Para él la revolución era u n acto inevitable y al que se arri
baría ineludiblem ente; pero debía llegarse a ella preparándose a través de u n a lu
ch a cotidiana que fuera dando contornos al hom bre nuevo. U n testim onio sobre
el optim ism o revolucionario de D urruti nos lo refiere u n o de sus amigos, Pablo
Portas, recordando los m om entos críticos que la C N T vivía, después de la insu
rrección del 8 de diciem bre de 1933. E n aquellos difíciles días, en que las cárceles
estaban repletas de trabajadores, en que la C N T y el anarquism o se en co n trab an
duram ente perseguidos, D urruti ex po nía a Portas “que a la revolución había que
concebirla com o u n largo proceso ja lonado de avances y retrocesos, y que los m i
litantes n o d ebían dejarse abatir en situaciones de depresión general (...). E n esas
circunstancias era preciso tom ar fuerzas, extraer lecciones del pasado y prepararse
para atacar m ejor e n el m om ento oportu no. Porque -afirm aba D urruti- veréis
co m o , a m edida que las cosas vayan em peorando, la clase obrera term inará por sa
cudirse el m iedo y ocupará el lugar que le corresponde. Lo que es preciso es que,
m ientras tan to , sepamos m a n ten em o s en la brecha y n o ceder, por pesimismo, en
nuestra lucha... Ya sé, ya sé que, m ientras ta n to , van cayendo u n o a uno nuestros
mejores com pañeros y amigos, pero esas caídas son lógicas, necesarias, sin ellas n o
hay cosechas, son a la revolución com o el sol y el agua a las plantas...”.
“M uchos com pañeros pensábam os que D urruti era u n fanático de la revolu
ció n — term in a Portas— , y es que por d o n d e m irásemos n o veíam os otra cosa que
. com pañeros acorralados com o fieras salvajes por la represión, y, la mayoría de la
clase obrera, sin preocuparse lo más m ínim o por esa sangría anarquista, que lle
n ab a los cam pos de fútbol o las plazas de toros...” ^2 .
( 'A I'lT U L O X
“Parecía lógico que esos hom bres, e n el m om ento d e l triunfo, cuando creyc'
ro n d efinitivam ente derrocado el régim en burgués, vengaran sangrientam ente
lustros enteros de opresión; que im pulsados por el odio se larizaran sobre lo s_ ^
J presentantes d^el Estado — guardias, jueces, curas, etc.— y los despedazaran sin
'f*compasión.
“Pero aquellos hom bres — seres idealistas y generosos— , u n a vez triunfantes,
proclam ada la revolución social, no pensaron en lavar viejas afrentas: n o quisie
ro n derram ar sangre, n o se preocuparon siquiera de h um illar a quienes tan tas v e
ces les hum illaran. Se apoderaron de las armas, para im pedir el ataque del adver
sario; establecieron vigilantes para n o ser sorprendidos, y dejando a todo el
m undo en absoluta libertad, co n tin u a ro n trabajando lo m ism o que la víspera, sin
figurarse, u n solo instante, que el triunfo de la revolución h ab ría de liberarles de
la penosa tarea de arrancar carbón de las en trañ as de la tierra.
“Y esto lo h a c ía n los anarquistas, h om bres al m argen de todas las leyes, tra ta
dos c o n stan tem e n te de asesinos, ladrones y m alhechores profesionales. Y a su
frente, enseñándoles co n el ejem plo, estaban los jefes de la rebelión, los revolu
cionarios que — según los M uñoz Seca, de la Piesa, del P arlam ento y hasta del
G obierno— sólo se lanzan a los m ovim ientos, impulsados p or m otivos inconfesa
bles, para satisfacer los más turbios apetitos.
“En S allent, Súria, Berga, Fígols y C ard ona, los revolucionarios fueron dueños
de la situación d u ra n te unos días. Y en n in g ú n sitio hub o robos, asesinatos n i v io
laciones. N o hay u n solo m uerto que señale la crueldad e n los etern am en te p e r
seguidos; u n robo que dem uestre deseo de lucro; u n a v io lación que m arcara ansias
de satisfacer bajos apetitos.
“E n todos los pueblos se da el m ism o espectáculo. Los trabajadores saludan
co n alboroto el triunfo de la revolución social. Se in cau tan de los A yuntam ientos,
izan banderas negras o rojas, anulan el dinero, com pran p o r m edio de vales. Pero
e n nin g ú n sitio se com ete u n saqueo o desm án; n i en u n a sola aldea creen los tra
bajadores que el éx ito h a de liberarles de la dura faena cotidiana...
“A sí p en saron y actuaron los revolucionarios del C a rd o n e r y del Llobregat
(...).
“Y por eso el m ovim iento alcanza su p le n a significación. Por prim era vez el
C om unism o L ibertario h a sido realidad p le n a y viva. Y e n todos los sitios las ideas
generosas, nobles y cordiales del anarquism o utópico h a n brillado deslum brado
ram ente, por en cim a de odios, rencores y luchas.
“T ien e lo ocurrido en esos pueblos ta n capital im portancia, h a de influir ta n
’ decididam £nte en la m archa de la revolución española, que m erece ser estudiado
y reflexionado, com o fenóm eno sociológico, miiv.'dftfenid am en te ñor nuestros in
telectuales, gobernantes y políticos, porque para los obreros n o cabe n inguna
duda, sabrán ex traer positivas lecciones de sus herm anos los m ineros de S allent y
Fígols...” 55.
95. Tierra y Libertad, del 6 de febrero de IQ'íl. repriKÍuce este texto escrito por Eduardo
lie ( iuzm.in v piililn.uio en /ji Ticrru, de M.ulrni
LA INSURRECCIÓN DEL ALT LLOBREGAT J I7
96. Tomís ('ano Ruiz, uno do los fumladorcs tie la FAI en 1927. Comunicación hecha al
¡luKir, )unl(i io n i-i rrliitn dcl vi,i)f ,i l.i ( í u i i u m c s p . i r t o l . i
JI* EL M ILITANTE <1931-1936»
C a p i t u l o XI
Elíjpor^BiienosAirer
Pasados los prim eros efectos de la redada del día 20 de enero, los m ilitantes q u e
h abían logrado zafarse de ella, e n tre ellos Ortiz, Sanz y G arcía O liver, tuvieron u n
rápido cam bio de im presiones y co n v in iero n en presionar e n sus respectivos sin
dicatos, a fin de movilizar al C o m ité N a c io n al de la C N T para que declarase la
huelga general en toda España, ú n ica m edida co n la que se pensaba poder presio
n a r al G o bierno para que éste n o llevara adelante su propósito de deportación.
El S in d icato Fabril y T ex til ce le b ró ^ in a lfeu n ió n de urgencia y resolvió p ro
nunciarse por la huelga general, delegando a G arcía O liv er para que en aquella
situación crítica representara al S in d ic ato en la P lenaria d el C o m ité N acional, ra
dicado en B arcelona y a cuyo frente se en c o n trab a com o secretario general A ngel
Pestaña. Para detalles sobre este asunto, nos valem os de u n inform e de G arcía
O liver en el que él dice a su S indicato:
“Q ue el C o m ité N acio n al se reunió e n sesión el 9 de febrero por la noche, c o n
asistencia e n tre otros delegados de^G arcía O liver y del secretario.
“Q ue éste (P estaña) dio lectura a las notas enviadas p o r las distintas regiona
les, en co n testació n a la circular rem itida a las mismas, e n la que se preguntaba,
a requerim iento de la regional de A ragón, R ioja yJ'Javarra, si se creía co n v e
n ie n te ir a una huelga general en to d a E s p a ñ a a d o p t a r alguna actitud sem ejante
co n objeto de im pedir las deportaciones anunciadas por el G o biem o.
“L evante-contestaba afirm ativam ente, pronunciándose por i a huelga general;
G alicia, pese a que se consideraba m uy queb ran tad a por la represión, tam bién se
pronunciaba por la huelga, pro m etien d o h a c e r lo im posible para que fuese gene
ral en su región; A sturias tam bién la aceptaba, propo n ien d o empezar lo más
p ro n to posible u n a propaganda de agitación para que la huelga fuera lo más co m
p le ta posible; A ragón, R io ja y N av arra decía haberse reu n id o c o n las com arcas y
estar preparada para el m ovim iento general huelguístico; la regional C en tro, por
la escasa in flu en cia que tenía, arbitrab a una fórmula de agitació n obrera coinci-
d en te con u n a com isión del C o m ité N ac io n al que se en trev istara con el G obierno
para im pedir las deportaciones.
“A seguró P estaña, seguidam ente, que faltaban-las contestaciones de C atalu ñ a,
A ndalucía, Baleares y N orte, y añadió que “anteay_er, dom ingo, escribí a todas las
regionales d iciendo que, de la consulta h e c h a sobre si se iba o n o a una huelga ge
neral para im pedir las deportaciones, resulta que la m ayoría de las organizaciones
regionales co in cid e n en la necesidad de una gran cam p añ a de propaganda, sin
perjuicio de-que se haga después lo que se crea más co n v e n ie n te. Perm itidm e que
os diga — añadió P estaña— que yo envié la circular en cuestión, sin contar con
el C'omiré N acion al, porque n o se trata de una cosa de im portancia y usí se ade-
l.int.i tiem po”.
EL VAPOR «BUENO S AIRES» 319
98. Cürtii ik- Emilicnno Morm, reproducida en Le Liheruiire ilcl 14 de (obrero de 1937.
VAI*OR «BUENOS AIRES» JZ I
table y tenem os que aceptarla. Q u e su agonía sea breve. Las planchas de acero n o
l'.istan a co n te n e r n u estra alegría cu an d o pensam os en ello, porque sabemos que
nuestros sufrim ientos son el principio d el fin. A lgo se desm orona y m uere. S u
m uerte es nuestra vida, n u estra liberación. Sufrir así n o es sufrir; es vivir, por el
contrario, u n sueño acariciado d u ra n te m ucho tiem po; es asistir a la realización y
desarrollo de u n a idea que a lim e n ta n u estro pensam iento y llen a el vacío de n u e s
tras vidas.
“¡I^artir es, pues, vivir! ¡H e aq u í n uestro saludo cuando os decim os n o adiós,
sino hasta p ro n to !”
El m o vim iento revolu cion ario del A lto Llobregat del 18 de enero fue el d eto-
iiaiior que faltaba para p o n e r en m a rc h a u n proceso revolucionario que, desde
larni) tiem po, v en ía incubándose e n España. Los m ineros h ab ían tenido la auda-
I la de llevar a la p ráctica la teoría; y la teoría ya plasm ada e n la práctica iba a ser
lii tuerza m otriz que an im aría to d a la lu c h a social en el país. El Buenos Aires h a
bla c|uerido ser u n freno, y p o n ie n d o el G o b iem o en p rác tic a su propósito de de-
IMirt.ición, n o h a c ía o tra cosa que alim e n tar la caldera de la acción rev o lu cio n a
ria, Y la prueba está en que cuatro días después de zarpar el barco, por u n golpe d e
lUidacia, los grupos anarquistas de T arrasa o cupan el A y u n tam ien to , izan la b an -
ilcra rojinegra y p ro clam an el co m unism o libertario. Los dos in ten tos fu ero n
aplastados por la fuerza b ru tal del Estado, pero en la histo ria de la lucha p ro le ta
ria esas derrotas son victorias, porque ayudan a los obreros a liberarse del m iedo
V. aligerados de ese peso, la rev olución cobra alas y gana terreno. Este fen ó m en o
ilógico es el que g en eralm en te escapa a los historiadores m iopes y a los plu-
mltiTos a sueldo.
líiiiilienne M o rin estab a e n lo c ie rto cu an d o reiv in d ica b a la Ley del T a lió n ,
iipailan d o co n ello el rosario de las lam en tacio n es. F rancisco A scaso ab u n d a e n
ri iiusmo sen tid o cu a n d o ad m ite la d ep o rta c ió n com o u n a lógica defensa de la
l'tirKue.sía. Es la lógica clara del se n tid o de u n a lucha que se h ac e co n scie n te ,
( ia r iía C^liver, desde la cárcel, p ro te sta cuando en n o m b re de los presos se
iHiKTc justificar colab o racio n es po líticas que desnaturalizan el sen tid o m ism o d e
roa lucha:
"A nosotros, los que estam os e n prisión ocupando los sectores más avanzados
ilc la línea de fuego de esta gran lu ch a p or el triunfo de la revolución social, la que
*c csi.i librando a to d o lo largo del fre n te ibérico, nos choca, nos entristece y d e
primí- el i.|ue co n ta n ta frecuencia tengam o s que leer en los periódicos la c e le b ra -
»lón do m ítines de c o n ju n to en tre oradores anarquistas y políticos de la m in o ría
('(«rlamcntaria que se d en o m in a E xtrem a Izquierda R ev olucionaria y Federal.
"I^ien está que n o im porte que la m in o ría política procure m edrar bajo el dis-
ftti: de la revolución. Pero de aquí a que sean los mismos anarquistas quienes ava-
Irn m n su presencia y colab o ració n las engañosas prom esas de los políticos, hay,
• icriam cnte, un abism o. Los anarquistas n o solam ente d e b e n denegar toda cola-
Uifiitlón a los políticos, sino que, d e ser m ilitantes, tie n e n el deber de com batir-
los incansablem ente y de prevenir a las m ultitudes de los escondidos peligros que
para ellos encierra la política.
“A unq ue cuando esos actos se o rgan icen co n el p rete x to de los que estam os
presos y de los deportados, n o debem os aceptarlos. Porque para nuestra defensa,
nuestro deber de anarquistas debería b astam os a nosotros m ism os (...) Fuera de la
revolución proletaria, todos los cam inos están cerrados. La acción parlam entaria,
para nuestras generaciones de la post-guerra m undial, es u n a cosa ta n vieja e in ú
til com o fue el cristianism o para los descendientes de la R evolución francesa.
“Por n uestra parte, nunca, com o ahora, se puede íe n e r ta n ta fe en la posibili
dad de realización de nuestros ideales anárquicos. Después de la experim entación
com unista libertaria del A lto Llobregat, nuestros pechos deb en desbordar de e n
tusiasmo, porque estam os ya muy lejos de aquellos tiem pos en que ser anarquista
suponía el sacrificio de la libertad y de la vida en prO de u n a sociedad que sola
m ente conseguirían vivir las generaciones futuras.
“Hoy ya n o hay imposibles, hoy lucham os ya para nosotros mismos. Y com o
estam os en guerra, dispongám onos a defendem os, sin lam entarnos cuando el e n e
migo nos hiera, sino pensando en la m ejor m anera J e devolver el golpe para ab a
tirlo ” !(».
100. Tierra y Libertad, 8 do ,ibnl de 19Í2 A rtk u lo “Desde la línea de fiieRo” de García
C'íjiviT, Prisión ( Vliil.ir 27 di- m.irzo di- l ‘M2
J IJ
C apitulo X II
Guinea-Femando Poo-Canarias
101. Doctor G. Pittaluga, prólogo de Santiago Ramón y-Cajal, Las enfermedades del sueño
y las condiciones sanitarias en los territorios españoles de Guinea, Sección Colonial del
Ministerio de Estado Español, Archivos de l.i Biblioteca del Congreso, M.idrid, s.a.
102. Salvador de Madariaga, Es/xifla, Editorial Sudamericana, Bueniw Aires, 1974, pág.
412.
GUINEA - FERNANDO P O O ~ CANARIAS 325
.1 1.1 opinión pública española. Excusam os decir que sus artículos eran relatos p in
torescos de un a u té n tic o viaje de p lacer que, seguram ente, influyeron en T u ñ ó n
ili- L.ira para catalogar esa excursión d e “u n viaje de ida y v uelta, sin desem barco
fii Cíiiinea” P ero e n la m ovida E sp aña de aquellos días nad ie seguram ente se
en tretu v o en esas lecturas. H abía cosas de m ayor interés, com o la huelga general
ilf O rense, d onde los obreros, a últim os de marzo, se le v a n ta ro n en armas c o n tra
el gobernador y exigieron de su c o m p atrio ta Casares Q uiroga que se fuera al d ia
blo to n su G u ard ia C iv il, “porque si pisaba G alicia, le h a ría n trizas”
KM. I J c n .
3i 6 e l m ilita n te < I9 3 I-I9 3 « >
M ientras E spaña iba irrem isiblem ente al en fren ta m ie n to arm ado o guerra ci
vil, en Fuerteventura, D urruti y sus am igos iban co n tan d o los días, y en V illa
Cisneros, los deportados los co n tab a n c o n relojes de arena. R am ó n Franco, que
n o descansaba en sus propósitos conspirativos, se desplazó a V illa Cisneros para
visitarlos y les propuso la organización de u n a evasión en u n velero que había p re
parado al efecto. Francisco Ascaso le aconsejó que era m ejor que contrarrestara
las inform aciones d el “cronista del G o b ie m o ” c o n u n relato real de la vida que se
llevaba en V illa C isneros
Por su parte, D urruti h a dejado u n testim o n io vivo de ese viaje, en carta que
escribió a su fam ilia, u n a vez term in aro n las idas y venidas y pudo hacerlo:
“Puerto de C abras, 18 de abril de 1932.
“Por fin h a te rm in ad o mi p eregrinación p o r estos m ares y, c o n residencia en
esta isla perdida, puedo daros mis noticias.
“A yer recibí las prim eras noticias desde m i salida de Barcelona. S on cartas de
M im i, de Perico y de otros amigos. H asta ayer yo estaba cortado del m undo, ig
no rándolo todo de vosotros. El G o b iem o republicano, n o c o n te n to con depor
tarnos en las más crim inales condiciones, se ceba con'Siosotros som etiéndonos a
la más rigurosa incom unicación. Estos señores son ta n m ezquinos que creen que,
por el solo h ec h o d e que seamos revolucionarios, estam os faltos del sentim iento
de querer; y que los nuestros son seres insensibles que n o se in teresan por nuestra
existencia.
“Por la Prensa os habréis en terado de parte de nuestra odisea. Yo necesitaría
m ucho papel y m ayor calm a aún para p oder explicaros la gran tragedi?i de nues
tra deportación. H em os sufrido m ucho. H em os pasado m om entos sum am ente trá
gicos, en que h a faltado muy poco para que fuésemos fusilados por unos pobres
m arinos que, instigados por u n a oficialidad borracha, estuv ieron a p u n to de dar al
gatillo para cum plir su deber co n la Patria.
“H e tenido o casión de hab lar después co n un o de estos pobres m arinos, y el
m uchacho, sum am ente avergonzado por su co n d u cta en el Buenos Aires, me dijo
que “si nosotros apuntábam os co n los fusiles, era porque los oficiales nos decían
que ustedes nos q uerían m atar. Yo m e e n c o n trab a en el barco de guerra — c o n ti
n u ó el m uchacho— , y m e dijeron que los deportados q u erían m atar a mis com
pañeros, los m arineros; que sería u n a cobardía por n uestra p arte el dejar que se les
asesinara. Fue bajo esa borrachera de palabras y de alcohol que salimos del
Cánovas para subir al Buenos Aires... El resto, ya lo sabe usted”.
“Efectivam ente, de “ese resto” m e encargo yo de explicar a los obreros espa
ñoles cuando pise de n u evo la Península.
“M i estado de salud es bueno. El h e c h o de encontrarm e separado del resto de
los deportados h a sido cuestión del G o b iem o . Pues resulta que el gobernador m i
litar de Río de O ro es el hijo de Regueral, y éste, al enterarse de que yo iba a bordo
105. Testimonio de C ano Ruiz: “En esa época Ramón Franco militaba en la izquierda re
volucionaria, echando en la balanza su fama de aviador... Nos visitó para proponer
n o s iin.i (u(ja, proyecto i.|iK' nm(;uno acept.imos, pt-ro le aconsejamos explicara en la
P e n í n s i i L i niu-sir.t u l e . i, lo inii- nos rriulirí.i u n b u e n scrvuio.
«.UINEA - FERNANDO PO O - CANARIAS 3X 7
“El vecindario de la isla estaba asustado. Les h ab ían d ich o que nosotros no s
com íam os a los n iñ o s crudos. Pero e n c u a n to nos h a n visto, hablad o y tra ta d o se
h an tranquilizado y d e ja n a los n iñ o s jugar co n nosotros...
“A yer dom ingo se p resen tó u n señor, que antes estaba m uy serio co n nosotros,
acom pañado de su esposa. Esa señora quería conocerm e, porque tam bién es le o
nesa, pero n o de la cap ital sino de la provincia. Los dos son buenas personas. M e
trajeron libros y, au nque quizá por pura cortesía, m e h a n ofrecido su casa.
“N o sé el tiem po que durará este destierro. A m í n o m e h a n co m un icado su
razón. C u a n d o m e d e tu v iero n fue c o n el p retexto de que te n ía n que com unicarm e
una m ulta por unas palabras ofensivas que había p ro n u n ciad o en el M itin
Iniernacional. Llegado a Jefatura, m e m etieron en los calabozos, y de allí al
/íut’nos Aires. Espero que el m in istro de G o b ern ació n m e com unique ese asu n to
tic 1.1 m ulta y ta m b ié n el tiem po que piensa tenerm e e n esta isla.
“T a n p ro n to salga, pienso h ac er u n viaje a León para preguntarle al d ip u tad o
Nisial por qué razón h a v o tad o m i d ep ortación . A dem ás, pienso tam bién pregun-
larlc SI es que la R epública h ace la guerra a la geografía y h a quem ado todos los
mapas. R esulta que nos m a n d aro n a B ata, sin saber lo que era Bata. De B a ta a
l'ernando Poo, ignorando lo que era esa posición. D e F em an d o Poo a V illa
l j.sneros, para cargar carb ó n cu an d o allí n o hay n ad a m ás que arena...
“C uando vuelva a la P enínsula, los señores socialistas, que h a n olvidado lo
mu* es el socialism o, te n d rá n que explicar an te la clase o brera el por qué v o ta ro n
miesrra deportación. Y a m í que m e aclaren eso de la colaboració n co n los m o-
mUquicos, y d ó n d e está n esos m illones que, según ellos, h e recibido...
"Si es de esta m a n era que republicanos y socialistas piensan salvar la
Rcpiíblica, se equivocan, p orque u n día, nosotros, los perturbadores que nos le-
vaniam os todas las m añanas p ara ir al trabajo y entram os e n la fábrica com o es-
I la vos, entrarem os co n lo que rea lm e n te es la clase obrera: la ú n ica productora de
riqueza ,sociar>06.
iXí 1,1 estancia en F uertev en tu ra poseem os u n testim o n io que, n o siendo re a l
m ente el que D urruti indica e n su carta, n o obstante, confiesa h aber te n id o co n -
liitUM con él. Escribe el testigo en cuestión:
“El señor a que usted se refiere n o tie n e relación conm igo por tratarse, en el
caso que usted cita, de u n señor casado, y yo era entonces y co n tin ú o siendo sol-
tero. Es cierto que nos conocíam os y que le facilité libros, a los que era muy afi
cionado; pero cuand o se m archó ya n o volví a te n er noticias directas de D urruti.
T e n ía subidos ingredientes de anarquista, y yo era su antagonista e n todas las dis
cusiones que teníam os e n lo ate n e n te a la ideología de am bos. Pero cuando mi
herm ano llegó a B arcelona, en el V illa‘de M adrid el 20 de julio de 1936, y se vio
acusado de fascista p or u n o de los cam areros del buque, se acordó de que nos h a
bía visto conversar y se dirigió a él expresándole que era h e rm a n o mío. Fue sufi
cien te esta m anifestación para que D urruti le colocara e n u n a casa de confianza,
evitándole el paseo term in al (...).
“R ecuerdo que este anarquista de acció n y muy audaz era ta m b ié n muy se n ti
m ental, pues estando aquí m e leyó u n párrafo de una carta que recibió de su com
pañera, en la que le com unicaba que u n a h ijita de ambos estaba muy enferm a, y
co n dificultad pudo term in ar de leer porque la em oción que le em bargaba se lo
im pedía...”
Y del mismo testim onio: '
“D urruti, aquí, h ac ía u n a vida o rdenad a y contem plativa. M e pedía libros —
pues yo hice am istad c o n él— que yo le prestaba. Y se pasaba horas enteras en el
m alecón del m uelle. Le gustaban m ucho las m ujeres, con las que tuvo ciertos éxi
tos... C o n sus com pañeros de destierro siem pre andaba a la greña. Les decía que
eran unos burros, que n o com prendían las cosas, y se quejaba de que apenas sa
bían leer. “¿Cómo queréis triunfar en la vida?”, les decía siem pre...”
En la P enínsula la situación social seguía em peorando cada vez más. A l p rin
cipio de la R epública se podía acusar de “provocadores” — según o p inió n de los
políticos— a los anim adores de la FAI, A scaso, D urruti y G arcía O liver. Pero u n
año después, co n esos provocadores deportados unos y encarcelado el otro, ¿quié
nes eran los que provocaban los disturbios? Los disturbios, e n realidad los provo
caba el mismo G o b ie m o de la R epública, que seguía sin saber qué h acer en una
España en revuelta perpetua. C uan d o n o era en B arcelona d onde se agitaban los
obreros y se alzaban e n armas, era en A n d alu c ía donde los cam pesinos invadían
los cortijos y asaltaban los grandes alm acenes de com estibles, o en O rense,
Zaragoza o Logroño d onde las m ultitudes se rebelaban an te u n a situación insos-
tenible. Y siempre, el rem edio para esos males era la etern a G uardia Civil, am e
trallan do a ciegas y h acie n d o víctim as e n tre las mujeres y los niños. Y siempre,
tam bién, para los gobernantes, los terribles causantes de d icho m alestar eran “los
faístas”, porque se esperaba aún incorporar la C N T al Estado, puesto que seguían
República, pese a la lín ea que se hab ía trazado, por ser u n Estado débil era más fá
cil com batirlo y obligarle al fin a encararse c o n sus propias responsabilidades. Sea
lo que sea, el caso co n c reto es que en S evilla fue la C N T q uien salvó la República.
¿C om prenderían esto los g obem an tes republicanos-socialistas? Los hechos conse
cuentes dem uestran claram en te que no.
El día 24 de agosto se celebró u n C o nsejo sumarísimo c o n tra los sublevados.
A l cabecilla, general S anjurjo, se le co n d e n ó a m uerte por pu ra fórmula, puesto
que fue indultado in m ed iatam en te y pasó al P enal de Burgos, por escaso tiem po.
Los dem ás generales y jefes fueron condenados a penas leves, y u n cen ten ar de
ellos fueron enviados a V illa Cisneros, de d ond e se escaparon al poco de llegar; y
n o term inaría el añ o cuando todos los conspiradores de agosto v olvían a pasearse
librem ente por España.
C uan d o el G o b ie m o de la R epública d eterm in ó enviar a los conspiradores de
agosto a V illa C isneros, fue cosa de sacar antes a los anarquistas de allí, trasla
dándolos enton ces a la isla de Fuerteventura.
E n septiem bre, el G o b iem o decidió, al fin, poner en libertad a los deportados
anarquistas. Los prim eros e n salir fueron “los terribles” m ineros del Llobregat. De
Las Palmas hasta B arcelona, en todos los puertos que el vapor h acía escala, se o r
ganizaron grandes m anifestaciones obreras para saludar su liberación. Los últim os
en abandonar las islas C anarias fue el g m po com puesto por D urm ti, Ascaso, C a n o
Ruiz, Progreso Fem ández, C anela, etc. A leccionado el G o b iem o por las m anifes
taciones obreras organizadas en el litoral en favor de los deportados, quiso libe
rarse de esas m uestras proletarias y, por lo ta n to , el vapor que los tornó en Las
Palm as, el Villa de M adrid, llegó a B arcelona sin tocar n in g ú n p u erto anterior. Pero
si el G o biem o, co n esto, había im pedido las dem ostraciones de Cádiz y V alencia,
n o pudo anular la inm ensa m anifestación que se organizó en B arcelona para reci
birlos. Ascaso, en su escrito de despedida, decía que lo que se p reten d ía deportar
eran las ideas, pero que éstas quedaban allí. Efectivam ente, la C N T , en poco más
de u n año, de ochocientos m il adherentes pasó a u n m illón doscientos mil.
333
C apitulo X III
Escisión en la CNT
D uran te los siete meses que D u rru ti y sus com pañeros de d eportación pasaron ais
lados socialm ente, la situ ac ió n socio-política en España h ab ía ido evolucionando.
A prem iados p or las circunstancias del lev an tam ien to de S anju rjo y sus amigos, las
C ortes term in aro n p or v o ta r la Ley de Reform a A graria y la del E statuto C a ta lá n .
Por lo que respecta a este últim o, el m ism o en tró en vigor a m ediados de sep
tiem bre de 1932. C a ta lu ñ a , desde en to n ce s, ten d ría u n G o b ie m o A u tó n o m o q u e
se llam aría el G o v e m de la G e n e ra lita t de C atalunya. P odría votar leyes propias,
reformas sociales y m odificar el estatu to de la enseñanza. A dem ás de estas p rerro
gativas, ejercería ta m b ié n el co n tro l d el o rden público. El Estado central se reser
vaba el poder m ilitar, lo que n o im pedía que, para el n o m b ram ien to de los p rin
cipales jefes m ilitares, se estableciera u n a e n te n te e n tre el G o b iem o c a ta lán y el
de M adrid. A l conferirle el G o b ie m o de M adrid al de C a ta lu ñ a la responsabili
dad del o rden público, le hizo en treg a ta m b ié n de los célebres 1.000 rifles que, e n
1923, com praran “Los S olidarios” e n Eibar.
En el aspecto in te rn o d e la C N T , la situación seguía ta n confusa com o cu an d o
D urruti fue detenido. E n abril de aquel año, por la presión de algunos sindicatos y
por las exigencias de los presos, particu larm en te de los que se en c o n trab a n e n
Barcelona, se conv ocó u n P leno R egional de S indicatos que se celebró e n
Sabadell, asistiendo 188 sindicatos representando a 224.822 afiliados. Las dos te n
dencias ch o caro n c o n sum a violencia, criticándose al C o m ité R egional de
C a ta lu ñ a el h ab e r b o icoteado la huelga general de febrero, que hubiera podido im
pedir las deportaciones. T a m b ié n se d en u n c ió sus concom itancias con los sectores
políticos, particu larm en te co n la Esquerra C atalana; y adem ás, su in tervención en
m ítines al lado de elem entos parlam entarios. Esta crítica acerba que se hizo al
C'omité R egional se am plió alcanzando asimismo al C o m ité N acional, particular
m ente a P estaña y Francisco A rin , a los cuales se acusaba de abuso de funciones,
con deliberado propósito de n o enfren tarse co n el G o b iem o central. A n te u n a crí
tica ta n dura, E m iliano M ira, secretario del C om ité R egional, dim itió, y fue re-
t-mplazado p or A lejan d ro G ilabert, destacado m ilitante d e los grupos de la FA I. E n
s e ñ a l de protesta p or este n o m b ram ien to , los sindicatos de Sabadell se retira ro n
del Pleno, m arcándose c o n dicho ac to el claro propósito de escindir a la C N T .
En mayo se celebró u n P lenario N a c io n al que resolvió h ac er del 29 de aquel
mes un día de in ten sa agitación. A n te s se h ab ía sancionado ya a Pestaña por abuso
de confianza y, co n o c ie n d o éste perfectam ente lo que significaba una sanción de
CSC tipo d en tro de los m edios confederales, presentó la dim isión. Francisco A rin
se solidarizó con él y am bos salieron del C o m ité N acio nal. La Plenaria n o m b ró
p nw isio nalm en te a M anuel Rivas com o secretario general de la C N T , a títu lo de
dclcgndo que era de la re({u>nal andaluza, al G im ité N acional. Este no m b ram ien to
JJ4 E L M IL IT A N T E <I93I-1936>
y una ponencia sobre los cuadros confederales o grupos de acció n confederal, de-
bí;in pasar a los sindicatos para su aprobación, m odificación o rechazo.
Los acuerdos de esta P lenaria tu v iero n sobre la C N T efectos negativos y posi-
tivos. Veam os los últim os. C o n la dim isión de P estaña y A rin , el organism o n a
cional adquiere co h e ren c ia en su acción, y co n la p o n en cia sobre “los cuadros de
defensa confederal” se crea u n escudo defensivo a la C N T . La idea de los “grupos
confederales” n o era n ad a nuevo, porque más o m enos h ab ían existido siem pre en
la C N T , paralelam ente a los grupos anarquistas. E n los tristem e n te célebres años
del terrorism o, se les llam aba “grupos sindicalistas de acció n revolucionaria” y
cum plían la fu n ció n de coraza arm ada de la C N T . D espués de proclam arse la
R epública, en u n p len o n acio nal se h ab ía presentado tam b ién la sugerencia de ir
a la creación de los “cuadros de defensa co nfederal” en los sindicatos, pero debido
a la confusión que d o m inab a en el interio r de la C N T , por la lu ch a en tre “faístas”
y “m oderados”, la idea n o llegó a plasm arse e n realidad. En esta plenaria de mayo
se ascendía u n p eldaño en su creación, puesto que se hab lab a e n la p o nencia de
ir, n o solam ente a su form ación, sino a su federación nacion al, c o n miras a la ar
ticulación integral de la lucha revolucionaria. ■»
Lo negativo de la P len aria era que, quisiérase o n o reconocerse, la escisión era
ya u n hecho. Y la salida de Pestaña, quedando libre de responsabilidades en la
C N T , la iba a precipitar. Y fue así. Inm ed iatam en te, el periódico fundado por la
fracción m oderada, titu la d o Cultura Libertaria, ac entuó sus ataques co n tra los ele
m entos de la FA I que, según los m oderados, p rete n d ía n “im po ner su dictadura a
la C N T ”.
En septiem bre, cu an d o D urruti y A scaso llegaron a B arcelona, la polém ica es
crita com enzaba ya a pasar los lím ites del d ebate para convertirse e n propagación
de calum nias, co n lo que los “m oderados” n o h ac ía n o tra cosa que alim entar la
cam p aña que co n tra la FAI llevaba a fondo la prensa burguesa y, e n Barcelona so
bre todo, se destacaba e n ese sentido el periódico L ’Opinió.
Después de siete meses de alejam iento de la vida fam iliar y c o n u n a chiquilla
que D urruti apenas h ab ía visto nacer, to d o aconsejaba a éste tom arse u n reposo,
co n dedicación am plia a su m ujer y su h ija. Y más que consejo era u n a necesidad
para sí mismo y para M im i. C o n la d ep o rtació n de D urruti, su com pañera se e n
co n tró co n una n iñ a de dos meses en sus brazos y sin u n cén tim o . Las cajas de so
lidaridad de los sindicatos estaban vacías. Y q uien más q uien m enos si n o tenía
u n fam iliar preso, lo te n ía oculto o perseguido. La situación de m iseria era gene
ral, y n o h abía m a n era de que la C N T pudiera aten der a todos sus m ilitantes e n
carcelados o perseguidos. El S indicato de Espectáculos Públicos arbitró una solu
c ió n a diversas com pañeras, y en tre ellas a la de D urruti, que fue colocarlas com o
em pleadas taquilleras en los cines. Pero a M im i ese em pleo le creaba u n problem a
c o n su hija, puesto que vivía sola. ¿Q uién aten d ería a C o lette, desde las 14 horas
h asta las doce de la noche? T eresa M argalef, u n a m ilitante del S indicato Fabril y
T extil, se ofreció a ocuparse de la niña, pero dicha com pañera vivía en H orta, lo
que significaba que la chiquilla debería dorm ir allí. N o hubo más rem edio, y tuvo
que aceptarse esa .solución, lo que supuso para Mimi ver a su bija un día por se
m ana, sí'ilo el festivo en su trabajo. En to rn o a t»xla.s estas com plicaciones de la
ESCISIÓN EN LA CN T 335
cam aradas socialistas. U nos y otros p ueden juzgar que los anarquistas n o salen d o
mados de las cárceles n i de las deportaciones, sino más firmes en sus propósitos,
más seguros en sus objetivos.
“P ensaron los gobem antes republicanos y socialistas que los hom bres y muje-
res que m ilitan y ac tú a n en las filas de la C N T y de la FAI e ra n rebaño, parecido
al que ellos dirigen y g o b iem an en sus partidos. Y de esa conclusió n sacaron que
encarcelando a unos cuantos “jefes” y d ep o rtan d o a otros tantos, todo entraría en
el orden; la C N T dejaría de actuar y ellos p o d rían co n tin u ar com iendo tra n q u i'
lam ente la sopa boba e n el pesebre del Estado. Fallaron en sus cálculos, y co n ello
h a n dem ostrado u n a vez más su ignorancia de la realidad social y de la razón de
ser del anarquism o.
“Para desacreditam os, la burguesía, co n sus plum íferos, h a utilizado el p eor de
los argum entos, porque eran ta n enorm es las acusaciones, tales com o vendidos a
los m onárquicos, ladrones, bandoleros, que los trabajadores que nos conocen iban
a ser nuestros m ejores defensores. Los trabajadores saben perfectam ente que los
ladrones n o se le v a n ta n a las seis de la m a ñ an a para sudar su jo m a l en u n a fábrica.
La teoría de “los jefes de la FA I” y de “los ladrones anarquistas” la desvanece vues
tra presencia en este m itin . Los verdaderos ladrones n o se le v a n ta n a las seis de la
m añana, n i sus m ujeres tie n e n que arrastrarse por los suelos, sacando la m ierda de
los ricos para sacar ad elan te su casa, com o h a c e n nuestras com pañeras cuando la
burguesía nos deporta, nos encarcela o nos obliga a ocultam os...
“Los verdaderos ladrones son la burguesía, que se n u tre del robo de nuestro
trabajo; son los traficantes del com ercio, que especulan co n n u estra ham bre; son
los grandes financieros bancarios, que m a n eja n cifras salpicadas de sangre y sudor
proletario; son los políticos, que p ro m eten y cuando ascienden a los puestos de di
putados com en a dos carrillos, acum ulan sueldos y se olvidan e n la pesebrera del
Estado de todo lo prom etido; son...; pero vosotros, los trabajadores que m e escu
cháis, ya los conocéis de sobra, com o los conozco yo, ¿para qué insistir?
“C uan d o nuestros cam aradas, los señores diputados socialistas, unieron su
vo to en las C ortes aprobando nuestra d eportación, n o h ic iero n o tra cosa que co n
firm ar lo que nosotros venim os diciendo de ellos, es decir, endorm ecedores de la
clase obrera co n su cloroform o de socialism o parlam entario...
“D eportando, h a n facilitado nuestra tarea. Por u n a vez, el d in ero que el Estado
roba a los obreros h a valido de algo pagándonos el viaje a C anarias, porque h a n
posibilitado n uestra propaganda anarquista e n aquellas islas...
“Si cuando los socialistas y los gob em antes dijeron que nosotros estábam os
vendidos a los m onárquicos, y esto h u b o algún obrero que pudo creerlo, la res
puesta que nuestros com pañeros sevillanos h a n dado a Sanjurjo, lo habrá sacado
de dudas. Pero que los gobem antes republicanos y socialistas to m en buena lec
c ió n de lo acaecido e n Sevilla. S anjurjo h ab ía dicho: “los anarquistas no pasarán”,
y los anarquistas, h a c ie n d o m order el polvo a S anjurjo, h a n pasado. La C N T dijo
n o a Sanjurjo, pero tam b ién dice n o a u n a R epública com o la que nos gobierna.
“Q ue los republicanos-socialistas lo sepan, y por ello lo decim os claro: o bien
la República resuelve el problem a cam pesino y el del obrero industrial, o será el
pueblo obrero q uien lo resuelva. P ero ¿puede la República, ta l y com t) está cons
ESCISIÓN EN LA C N T 337
tituida, resolver esos y otros urgentes problem as? N o querem os engañar a n ad ie, y
lo decim os firm em en te para que to d a la clase obrera lo oiga: la República, o cu a l
quier régim en p olítico p or el estilo, c o n socialistas o sin ellos, n o resolverá jam ás
el problem a obrero. U n sistem a basado en la propiedad privada y en la autoridad
de m ando n o puede privarse de te n e r esclavos. Y si el trabajad or quiere ser digno,
vivir libre y d u eñ o de su propio destino, n o debe esperar a que se lo en treguen,
porque la libertad eco n ó m ica y p o lític a n o se da, sino que hay que conquistarla,
i De vosotros, pues, obreros que m e escucháis, depende el co n tin u ar siendo escla
vos m odernos u h om bres libres! ¡V osotros debéis, por ta n to , decidir!” m .
U nos días después de la in te rv e n c ió n en el m itin m encionad o, la prensa p u
blicaba la n o tic ia de la d e te n c ió n de D urruti:
“En la Jefatura de Policía de B arcelona se incuba el terror. D ieciocho co m p a
ñeros de T arrasa c o n tin ú a n en los calabozos policiacos. A scaso y D urruti in c o
m unicados e n las m azm orras de la Jefatura”.
T ales eran los títulos y subtítulos c o n que Tierra y Libertad, del día 23 de sep
tiem bre, inform aba del arresto. A co n tin u ac ió n , inform aba lo siguiente;
“El sábado, de m adrugada, la policía, co n varios guardias de asalto, irrum p ie
ron en nu estra redacción. B uscaban al cam arada Ascaso.
“Después, por los periódicos, nos enteram os que los com pañeros D om ingo
A scaso y D urruti h a n sido detenidos, y que están incom unicados e n las infectas y
húm edas m azm orras de la V ía L ayetana.
“R enace in ten sa m en te el terror. Se recrudece la ofensiva co n tra los anarquis
tas, y las m aquinaciones represivas está n al orden del día e n tre la gentuza “c h a
pada”. ¿Qué se p re te n d e h ac er c o n las deten cio nes de A scaso y D urruti? ¿Qué,
co n los detenidos de T arrasa, por supuesta reu n ió n clandestina?”
Esta n u ev a d e te n c ió n de D u n u ti, justificada sim plem ente por “m otivos de o r
d en gubernativos”, se prolon gará dos meses, pasados e n la cárcel M odelo de
Barcelona. Si M im i h a b ía pensado que, c o n la salida de D u rruti de la d eportación,
su vida iba a dulcificarse, se h ab ía equivocado, porque p o r el en carcelam ien to de
<iquél en la M odelo se agravaba aú n más la disponibilidad de su tiem po y su es
caso peculio fam iliar, h ab ie n d o de ate n d e r al detenido.
Paralela a la n u ev a o la de represión, sobrevino el m anifiesto de los S indicatos
de Sabadell, los cuales d eclaran rom per co n la C N T para constituirse en sin d icato
independiente. A u n q u e este m anifiesto creaba una grave situación a la C N T , so
bre todo por las co ndiciones represivas que se estaban viviendo, su aparición su
puso u n cierto alivio p ara el cuerpo enferm o: era m ejor saber ya a qué atenerse,
c]ue estar co n sta n te m e n te a la defensiva y ver transform arse todas las reuniones
en enconados debates que co n sum ían el tiem po útil y significaban, en la práctica,
un desgaste enorm e de energías.
De la publicación de ese m anifiesto. Tierra y Libertad extraía u n a enseñanza
que com unicaba a sus lectores:
111. Idem.
112. Idem.
) 5( EL M ILITA N TE <I93 I-I 93 «>
“El m anifiesto de los sindicalistas de Sabadell nos enseña que los anarquistas
no deben situarse al m argen del m o vim iento obrero, sino que, p or el contrario,
deb en estar en sus puestos de avanzada. U n ic a form a de que n o se apoderen de las
organizaciones obreras los servidores de la burguesía”.
Y el m ism o periódico en ten d ía dicho “sindicalism o” com o u n a creación b ur
guesa;
“A n te la b an carro ta del socialismo español, era necesario, p ara la clase capi
talista, u n nuevo en g endro sindical que n o fuera del corte de los S indicatos Libres
n i del de los S indicatos U nicos, pero que sirviera de dique a las ansias reivindica-
doras y revolucionarias del proletariado español. Y la idea de ese engendro igno
m inioso h a sido lanzada por los políticos que dirigían la organización de Sabadell.
S atisfecha puede estar la burguesía catalan a c o n sus nuevos defensores, satisfechas
pueden estar las izquierdas y derechas republicanas, y los periódicos republicanos
y policíacos al estilo de L ’Opinió, co n esa especie de sindicalism o que expulsa del
seno a los anarquistas y llam a, a los que n o se doblegan an te n in g u n a injusticia,
“extrem istas y perturbadores”
E n prevención a la ya inevitable escisión, la FAI lanzó u n m anifiesto de o rien
tació n a los anarquistas, firm ado por el C o m ité Peninsular, la C om isión de
R elaciones A narquistas de los G rupos de C a ta lu ñ a y la F ederación Local de
G rupos de Barcelona. E n este m anifiesto, en los párrafos relativos al estudio de la
situación creada por la R epública y la estan cia e n los cargos dirigentes de la C N T
de ciertos individuos, que h ab ían trabajado e n frenar el proceso revolucionario
iniciado el 14 de abril de 1931, se lee fácilm ente el p en sam ien to del grupo
“N osotros”. Y ello se explica en razón de encontrarse G arcía O liv er form ando
parte del C om ité P eninsular de la FAI. El m anifiesto encierra u n deseo de m ode
ración, co n el propósito de lim itar los desgastes de la escisión. Y en él se lee:
“La C N T , obra m agnífica del espíritu creador de los anarquistas españoles,
está abocada a u n tran c e de escisión por el que n u n ca h ab ía pasado. N uestra v a
lien te C on federación N ac io n al del T rabajo, m erced al noble y elevado espíritu de
sus m ilitantes, h a pasado p o r toda clase de situaciones dificilísimas, sin que su u n i
dad se viese n u n c a com prom etida.
“A hora, debido a la acción dem oledora de u n puñado, m uy pocos afortunada
m ente, de sus m ilitantes, es casi indudable que se va a escindir. Para cuando ese
m o m ento llegue (...) co n viene que todos, anarquistas, sindicalistas revoluciona
rios y simples obreros, sepan de las ocultas in ten cion es que a n im an a los que pre
te n d e n escindirla. D e esta m anera conseguirem os que, cuando la escisión llegue,
el tran ce sea lo m enos doloroso posible. P orque esperamos, y de ello estamos fir
m em ente convencidos, que m uchos de los que actualm ente todavía n o se h a n de
cidido en tre “extrem istas” y “m oderados”, seguirán fieles a los principios revolu
cionarios de la C N T ...”
La escisión ap u n tad a se consum ó oficialm ente en marzo de 1933 con una
113. Idem,
ya dije antes, probar que la FAI haya in te n ta d o n u n ca m arcar esas norm as y tra
yectorias. E n cam bio, nosotros podríam os probar el d año que se h ac e a nuestro or
ganism o confederal ad optando la actitu d que ad o p tan los “ind ependien tes”.
“N adie ignora que todos los organism os arrastran tras de sí u n a gran cantidad
de lastre inútil. La C N T n o puede sustraerse a ese fenóm eno. S i b ie n ese lastre,
por su natural co n dición, n o tiene capacidad necesaria para m anifestarse en forma
agresiva, acecha, espera que otro factor cualquiera la inicie p ara incorporarse al
m ism o com o tal.
“Es así com o se h a producido ese fenóm eno que nosotros hem os constatado, ese
deslizam iento de ciertos elem entos hacia los que levantan b and era de independen
cia. N o v en en ello, al m enos así lo in terp re tan más que u n ataque al anarquismo,
y, reformistas por tem peram ento, considerando que la influencia anárquica en los
Sindicatos representa la lucha franca co n tra el capital y el Estado, lucha que en
cierra en sí ciertos peligros — actitudes difíciles que ellos n o quieren adoptar por
conform ism o y pobreza espiritual— , obstaculizan y m ediatizan el aspecto revolu
cionario de la organización. C o n ellos, los que lev an tan bandera de independencia
sindical de la C N T , se v e n enrolados, n o ya e n la lucha por esa independencia que
se defiende con ardores dignos de m ejor causa, sino en la lucha co n tra el anar
quism o d entro y fuera de la C N T , y esto representa indiscutiblem ente u n ataque
directo a los principios de la organización, u n a negación del anarquism o que, a ve
ces, dicen ellos mismos profesar. ¿Independencia sindical? Sí, pero respetando to
dos estos principios, tácticas y finalidad de la organización confederal.
“La FAI tiene su cam po de acción y propaganda bien m arcado y delim itado en
aquellos problem as inherentes al anarquism o. N o serán n i los m ilitantes, n i la
C N T , quienes pongan trabas a los actos de afirm ación anarquista e n sus m ítines y
conferencias con carácter específico. La actuación de los anarquistas en los
Sindicatos está tam b ién definida, pero ¿cómo podrem os aceptar o conceptuar aque
llas organizaciones que, com o la Federación Sindicalista Libertaria, dicen n o tener
más finalidad y otros objetivos que los propios de la C N T , y se form an al m argen
de la organización, v iven aparte de ésta y tra ta n de influenciarla desde fuera?
“Yo acepto que todos aquellos que co in cid a n co n los principios tácticos y fi
nalidades de la C N T , pidan, exijan la indep en d en cia de la m ism a, pero desde
d en tro de la misma, e n los Sindicatos respectivos. E n n in g u n a form a es aceptable
que aquellos que clam an co n tra la p rete n d id a dictadura de la FA I, se erijan ellos
mismos en m entores de la C N T e in te n te n , co n la form ación de u n a organización
al m argen, im poner su dictadura. H ay que ser lógicos y consecuentes, camaradas;
e n caso contrario, nos será perm itido creer que la p reten d id a lu ch a por la inde
pen d en cia sindical n o encierra n i más n i m enos que u n ataque encubierto al anar
quism o y, co n ello, a la ideología de la C N T ; y esto, n i la organización ni sus m i
litantes están dispuestos a tolerarlo”
115. SoluLiridad Obrera, dcl 19 de mano de 19íV Artículo dc Francisco Ascaso titulado
“íliuk pcndcni. la Mndu.ii?"
J4I
C apitulo X IV
El ciclo insurreccional
A prim eros de diciem bre de 1932, después de cerca de tres meses de prisión gu
bernativa, sin que D u rru ti pudiera saber jam ás a qué se d ebía esa medida, salió e n
libertad. De n u ev o en la calle, y de n u ev o los problem as de siempre. N o tu v o d i
ficultad alguna e n hacerse ad m itir en su antiguo em pleo de m ecánico, e n la fá
brica textil donde trab a ja ra desde el 11 de mayo de 1931; o sea, su prim er em pleo
desde que llegó del exilio.
Lo prim ero que se p regu ntó M im i fiie h asta cuándo duraría la libertad, cu a n d o
D urruti le com unicó, tres días después de estar libre, que aquella n o ch e se reu n ía
todo el grupo para estudiar las actitudes a adoptar fren te a los nuevos problem as
que plan teab a a la C N T el re c ie n te poder autóno m o de la G en e ra lita t de
C atalunya.
La reu n ió n tu v o lugar en la casa que h ab itab a G arcía O liver, en la barriada de
Sants. A la h o ra co n v en id a, se e n c o n tra ro n allí A n to n io O rtíz y G regorio Jover,
Francisco A scaso y su h e rm a n o D om ingo — el cual, aunque n o p erten ecía al
grupo, gozaba de la confianza de todos sus m iem bros— , A urelio Fernández y
M aría Luisa T ejedor, su com pañera, m iem bro ta m b ié n del grupo; D urruti,
R icardo Sanz y G arcía V ivancos, que h a b ía n llegado en grupo, seguidos, poco des
pués, por P epita N o t y Julia López M aim ar.
¿O bjeto de la reunión? G arcía O liv e r había sido encargado por el C o m ité
Regional de la C N T — y esto por acuerdo de u n pleno regional— de la elab o ra
ció n de u n p la n m surreccional a p o n e r e n práctica e n e l m o m en to e n que se juz-
tííira oportuno.
Y el m o m en to parecía h ab e r llegado:
“Desde la in stau ració n del régim en autónom o e n C a ta lu ñ a (septiem bre,
1932), la situación social e n esta región se com plicó a ú n más de lo que ya estaba.
El G obierno c a ta lán se caracteriza desde los primeros m om entos por su n a c io n a
lismo desorbitado. Los antiguos cam aradas de Francesc L ayret y de S alvador
Seguí, los C om panys (ex-abogado de la C N T ), M artí B arrera (ex-adm inistrador
de Solidaridad Obrera) y Jaum e A iguader (ex-m édico de los trabajadores), d iri
gentes del joven p artido que o ste n ta la representación d e l G o bierno regional, n o
l^ieden tolerar la coexistencia de dos poderes en C atalu ñ a: el de la “E squerra
R epublicana" y el de la C N T . Josep D encás, M iguel B adia y josep O rio l A n g u era
de Sojo, instrum entos de la p o lítica catalan a y ejecutores de las consignas de
M.uira (el de lo.s “c ie n to o ch o m uertos”), tra ta n de aplastar a la C N T con la clau
sura sistem ática de sus S indicatos, c o n la supresión de su Prensa, co n el régim en
lio prisiones gubernativas y la p o lítica terrorista de policías y “escam ots”. Los
"Clisáis" de la Esquerra se co n v ie rte n e n mazmorras clandestin as, donde se se-
J4 » e l m il it a n t e <1931-1936»
d ie stra y apalea a los trabajadores confederales. H e aquí el origen del m ovim iento
revolucionario del 8 de enero de 1933”
C-uando G arcía O liv er defendió su proyecto revolucionario a n te el P leno re
gional de la C N T , se fu ndam entó en las bases globales de la situación que se h a
bía creado en España p or la política del G o b ie m o republicano:
“Desde el m o m en to que el Estado republicano español se p o n ía al servicio de
capitalistas n acionales y extranjeros, ya n o te n ía n razón de ser las huelgas parcia
les llevadas en u n p lan o de lucha económ ica d en tro de las fábricas, talleres y em
presas. El poder del Estado sólo se vence m ed ian te el poder de la revolución.
“Esto explica los m ovim ientos revolucionarios que acabam os de vivir. Y ex
plica tam bién los m ovim ientos revolucionarios que, sin du d a alguna, iremos
viendo en el porvenir, d u ran te el cual, según criterio de los periodistas burgueses,
el anarquism o español seguirá jugándose la últim a carta. C laro que los periodistas
burgueses se d eben referir a la últim a ca rta de u n juego de baraja sin fin” "7.
G arcía O liver n o estaba solo en este criterio y posición. T odos los integrantes
del grupo “N osotros” co incidían y co m p artían dichos juicios. P ero hab ía que la
m entar, com o expresó D urruti, el tiem po perdido e n los debates internos, tiem po
que había sido ganado por el poder repu blicano para fortalecerse, creando u n
cuerpo auxiliar de policía (la G uardia de A salto ) perfectam ente en tre n ad o y bien
arm ado con d o tació n m odern a de com bate. El d año principal que nos h a causado,
que h a causado al proletariado español, el “trein tism o ”, fue ju stam en te ése: “re
trasar el triunfo p ro letario ”. Se con venía que “d u ran te los prim eros nueve meses
de la R epública burguesa, hubiera sido sum am ente fácil desencadenar la revolu
ción social: la R epública n o con tab a co n los G uardias de A salto, el Ejército es
taba indisciplinado y m ás b ien se inclinaba al lado del pueblo, y la G uardia C ivil,
repudiada com o estaba, cruzaba una crisis de desaliento. T odo lo que eran fuerzas
coercitivas del Estado estaban anuladas, porque les faltaba el ligam en de la auto
ridad que les diera co h e ren c ia y u nidad”. R econocido esto, se “consideraba — no
o bstante— que sin te n e r el com unism o libertario el triunfo al alcance de la m ano,
era preciso im pedir a to d a costa que el G o b ie m o afirm ara su autoridad, y n o po
dría afirmarla si el anarquism o sabía m a n te n e r u n a situación p erm an en tem en te
pre-revolucionaria”. La acción de los m ineros de Fígols hab ía h e c h o avanzar la re
volución, com o proyecto de realización, e n la m en te de los trabajadores “más que
vanas toneladas de propaganda”. La acción psicológica de actos insurreccionales
del tipo de los de Fígols “poseen la virtud de acercar el im posible a lo posible”. Lo
que im portaba n o era el triunfo aparente, sino lo que se “ganaba en profundidad”.
C'ada golpe audaz de ese tipo “repercutía profundam ente en la clase obrera, y ésta
tom aba ánim os y fuerzas”. Y “un aum ento de fuerzas en la clase obrera significaba
118. Esta era la posición que el “Nosotros" sostuvo Jurante todo el citado período.
“El edificio de la Jefatura de Policía n o se vin o abajo, tal com o se esperaba, por
una causa natural. D icho edificio está retirado más de seis m etros de la línea recta
de los otros, por u n a acera muy espaciosa. Los hom bres que colo caro n el artefacto
tuvieron en cu en ta esa anom alía, y pro curaron h u n d ir el tubo to d o lo que pudie
ron en la derivación del desagüe. Pero la explosión n o alcanzó los cim ientos del
edificio, y con ello éste quedó en pie. N o obstante, para los que presenciaron la
explosión, de cerca o de lejos, todos c o n v in iero n en decir que h a b ía sido algo a te
rrador. Los que se e n c o n tra b a n detenidos sin tiero n los efectos de u n terrem oto.
Los guardias de vigilancia salieron a la calle e n pijam a o en calzoncillos, pensando
que se tratab a de u n asalto generalizado...” ' 22 .
C om o estaba conv enid o, después de esta explosión com enzó, c o n mayor o m e
n o r intensidad, la lucha en diversos sectores de Barcelona y su provincia. Los re-
vt)lucionarios, que c o n ta b a n con la sorpresa, h u b iero n p ro n to de convencerse de
que la policía h ab ía to m ad o medidas que im posibilitaban la realización del plan,
en sentido general, se en tien d e.
U n o de los p articipan tes ju n to a D urruti e n el in te n to de asalto al cuartel de
la G uardia C ivil de la T ravessera de G racia, explica la m ovilización de la policía,
n o por razones de que ésta estuviese sobre aviso, sino porque esa m ovilización era
casi perm anente e n B arcelona, y más aú n después del descubrim iento del alm a
cé n de explosivos de la barriada del C lot.
O tro de los testigos, el estudiante B enjam ín C a n o Ruiz, c u e n ta que acudió al
lugar en que se e n c o n trab a D urruti rep artien d o armas, y contag iado por el e n tu
siasmo solicitó u n a p ara “m orir por la g ran causa del p roletariado”; pero D urruti
n o quiso dársela, diciéndole, com o respuesta a sus palabras lo siguiente: “N o es
h ora de m orir sino de vivir. N uestra lucha es larga, y n o consiste sólo en pegar ti
ros. La retaguardia activa vale ta n to o más que la vanguardia com b atien te. T u lu
gar n o está aquí, sino e n la escuela” '^3,
La insurrección com enzada al anochecer, term inaba en la m adrugada del día 9.
“La detención, en los primeros m om entos, de los principales anim adores de la
lucha, redujo — en lo que a la C iudad C o n d al se refiere— las proporciones de este
m ovim iento a tiroteos aislados en las Ram blas (m uerte de Joaquín Blanco, en el
S indicato G astronóm ico), frente a algunos cuarteles y en la barriadas obreras. En
Lérida se produjo u n in ten to de asalto al cuartel de “La Panera”, en cuya acción
m urieron los confederales Burillo, G ou, O ncinas y Gesio. En T arrasa hubo tam bién
tiroteos. En C erdanyola y R ipollet fue proclam ado el com unism o libertario”
Fracasada la insurrección en la capital, n o quedaba a los com prom etidos más
que esquivar a la policía, salvando personas y arm am ento, es decir, las escasas pis
tolas y las rudim entarias bom bas de m an o que aún quedaban e n poder de algunos
de ellos.
123. Tierra y Libertad, noviembre de 1966, México. Artículo de Benjamín Cano Ruiz.
127. Eiluiirdo dc (uizmiin publicó en Tierra, enero dc 1933, un reportaje a lo vivo so
bre csiiis suicsos IViMis, op. iit., vol. I, rcpriKlucc (ntcK'nimcntc dicho d<Kumento.
34* e l m il it a n t e Ii 93i - i 936>
tod a la prensa libertaria, y er\ lib ertad n ad a más que los plum íferos de la burgue
sía y los corifeos socialistas, se tra tó de ech ar u n m a n to de olvido a lo ocurrido e n
esa aldea de anarquistas. P ero la c rítica arreció co n tra el putsch de la FA l. D urruti
replicó a esa crítica desde el periódico cland estino de la C N T , La V oz Confederal:
“N uestro in te n to rev olucionario era necesario, y ta n to era y es así que n o c e
jarem os en n uestra lín e a de acción. Es la única por la cual el G o b iem o n o pod rá
fortificarse, y la clase o brera p odrá ejercitarse en la lu ch a revolucionaria que debe
conducirla a su liberación.
“M ie n te n aquellos que d ic en que nosotros pensábam os co n u n golpe de au d a
cia apoderam os del p od er e im p o n er n u estra dictadura. N u estra co n cien cia rev o
lucionaria repudia ese fin. N osotros querem os u n a revolución para el pueblo y por
el pueblo, porque fuera de esa perspectiva n o hay liberación proletaria posible
(...). E n n uestra acció n n o hay blanquism o n i trotskism o, sino u n a clara idea de
que la m archa es larga y hay que h ac erla moviéndose, andando...”
En este artículo D u rm ti llam a la a te n c ió n de sus com pañeros sobre la situ a
ció n del cam pesinado:
“P referentem ente hem os de d ar u n a im portancia cap ital al cam po -escribe— ,
porque el cam pesinado está m aduro para la revolución: n o les faltaba n ad a más
que u n ideal que canalizara su desesperación. Y co n el com unism o libertario lo
h a n enco n trad o . N u estra revolución será u n a revolución p rofundam ente h u m a n a
y cam pesina”.
Por su parte, G arcía O liver, e n la cárcel M odelo de B arcelona, m a n te n ía las
mismas tesis. El 8 de en e ro n o era u n a gesta inútil. ¿Que hab ía causado víctim as?,
era claro; pero cuando u n G o b ie rn o socialista-republicano llega a com eter salva
jadas com o la de C asas V iejas, la dem ocracia social-burguesa fatalm ente m oría,
incluso en el alm a de sus m ás generosos defensores...
En la calle, los “trein tistas” arrecian e n sus críticas, to m an d o , com o arg um ento
suprem o para dem ostrar la d ictad u ra de la FA l en la C N T , el m ovim iento d el 8
de enero. El C o m ité R egional de la C N T tuvo que h ac er fren te a esa av a la n ch a
trin c a , y conv ocó u n a C o n fere n cia S indical regional para el 5 de marzo de 1933,
cii la cual se te rm in ó c o n el p leito, pues los “treintistas”, o fueron expulsados o se
retiraron v o lu n tariam en te de la C N T , constituy endo separadam ente unos llam a
dos “Sindicatos de O p o sició n ”.
Lo que quedaba e n C a ta lu ñ a d e la C N T eran 20 C om arcales y tres provincias
federadas en tre sí, c o n 278 sindicatos que agm paban a más de 300.000 afiliados.
Lo que se iba quedaba circunscrito a Sabadell y L evante, d ond e h ab ían h e c h o m e-
llii los “reform istas” e n los sindicatos de M etalurgia, M adera y T ransporte. E n
A ndalucía c o n ta b a n c o n u n en clave e n H uelva. Y eso era todo. T otal, unos se-
HMiia mil afiliados, co n los que A n g e l P estaña in te n tó form ar unos meses después
el llam ado Partido S indicalista.
T crm m ado el p leito “tre in tista ”, a principio de abril la Prensa dio la n o tic ia
d e que A scaso y D urruti h a b ían sido detenidos en Sevilla.
jjo e l m il it a n t e <1931-1936'
C a p it u l o X V
D urruti y Ascaso, com o otros m uchos que p articiparon e n los h echos del 8 de
enero, pudieron esquivar a la policía y eclipsarse por u n tiem po, e n espera de que
pasara la torm enta.
Por aquellas fechas era Jefe S uperior de Policía el ex-conspirador M iguel
Badía, quien, en 1925, colocara en las costas de G arraf u n a bom ba para hacer sal
ta r el tren que cond ucía a B arcelona a A lfonso X lll, y el m ism o tam bién que, para
efectuar dicho aten tad o , pidió colaboración al grupo “Los Solidarios”, quienes p u
sieron a su disposición la din am ita que le h ac ía falta para llevarlo a cabo. Por lo
ta n to , el con o cim ien to de M iguel Badía de los anarquistas era estrecho y ven ía de
lejos. S in em bargo, eso n o le im pidió que se com portara e n su ejercicio policiaco
m ucho peor que se p o rtó el coronel José A rlegui con g o s confederales. Llevado,
pues, de su odio al anarquism o, hab ía condu cido la represión, particularm ente
c o n tra G arcía O liver, hasta el lím ite, salvándose el preso de la m uerte por puro
“m ilagro”. C o n D u rru ti y Ascaso hab ía jurado hacerlos “p apilla” ta n p ro n to les
echara la m ano encim a...
Pero los dos condenados por Badía pasaban le n tam en te los días ocultos en una
casa situada en el C arm elo, casi lim itan d o c o n H orta. Q uizá para D urruti fueran
los dos meses que pasó allí oculto el tiem po que co n más frecuencia pudo ver a su
h ija y a su com pañera, puesto que la casa era de la m ism a persona que se había
ocupado de C o le tte cuando M im i com enzó a trabajar de taquillera en el cine.
E n el mes de marzo de 1933, y aunque los sindicatos y A ten e o s Libertarios se
guían algunos de ellos clausurados y la Soli suspendida, oficialm ente la C N T co n
tin u ab a su vida. El C o m ité R egional de la C N T convocó para esas fechas un
P leno regional de sindicatos, que liquidó el pleito “trein tista”, segregándose éstos
de la C N T para constituirse e n unos sindicatos llamados, com o ya hem os visto,
de “oposición”, que co n tin u ab a n calificándose a sí mismos de sindicalistas revo
lucionarios y anarcosindicalistas.
Por aquellos días en que se consum aba la escisión d e n tro de la C N T , en el
G o bierno tam bién se producía u n a h o n d a crisis, com o consecuencia de la política
represiva que A zañ a consum ó en enero, llegando en Casas V iejas al bárbaro cri
m en que A scaso d en u n c ió en el artículo que hem os citado. Pero, hasta febrero,
las C ortes n o se h a b ía n reunido. A l iniciar sus tareas, E duardo O rtega y Gasset,
p erten ecien te p or aquel entonces a la Izquierda Radical S ocialista, interpeló al
G o b iem o sobre lo ocurrido en Casas V iejas. Y A zaña, después de un breve cam
bio de im presiones co n el subsecretario de G o b em ació n , C arlos Esplá, dio una c í
n ic a respuesta; “E n C asas V iejas n o h a pasado más que lo que te n ía que pasar"
En general, todavía n o se conocía, en toda su dim ensión de barbarie, lo ocurrido
en ('asas Viejas. N i tam poco se .sabía que la tiu a rd ia C'ivil en tró en guerrilla y
tom ó las salida.s de! pueblo. l \ ‘spiiés, lleyó una .sección dc G uardias de A salto y
PRESIDIARIO EN EL PUERTO D E SANTA MARÍA
se registró casa por casa. Pero e n u n a de ellas, u n viejo cam pesino, apodado
“Seisdedos”, se atrin ch e ró c o n sus hijos, nietos y dos vecinos. N o se ren d ían .
Llegaron más G uardias de A salto, al m an d o del cap itá n Rojas, co n am etrallado
ras. El sitio co n tin u ó d u ra n te la n o ch e . A l am anecer, los sitiadores in c en d ia ro n
la casucha (más choza que casa), que se desplom ó e n tre las llamas y abrasó a
“Seisdedos”, m ientras que los que in te n ta b a n h u ir eran am etrallados a q u em a
rropa por la fuerza pública. Pero la cosa n o term inó ahí. H u b o algo más que ta rd ó
en saberse, pero que quedó com probado por el sum ario judicial y las investigacio
nes parlam entarias que siguieron a estos sucesos. Dos horas después de arder la
casa de “Seisdedos”, el c a p itá n R ojas orden ó h acer u n a razzia por el pueblo y fu
siló allí mismo, sin m ás n i más, a o n ce personas. ¿C onocía A zaña la m agnitud de
la barbarie? Si n o lo sabía, su obligación era averiguar y n o replicar, com o hizo,
pensando en los cam pesinos com o si fueran animales.
El crim en de Casas V iejas les v in o m uy b ien a las derechas para iniciar su gue
rra co n tra el G o b iern o republicano socialista; y este G o b iern o fue ta n torpe, que
perseveró en su c o n d u c ta represiva, exasperando a la C N T y sum inistrando más
armas todavía a sus enem igos políticos. T o d o el crédito — el poco crédito q ue le
quedaba— lo perdió A zaña y su G o b ie m o en aquel d eb ate parlam entario que se
extendió a lo largo de dos meses. D u ra n te sus sesiones salió a relucir, lo que agravó
aún más la situación del G o b iem o , que A zaña h ab ía en com endado a las fuerzas
represivas que “n o quería heridos n i prisioneros”.
C u an d o la agitación generada a p artir de la discusión p arlam en taria llegó a lo
más crudo, el C o m ité R egional de A n d alu cía y E xtrem adura convocó a u n
Congreso E xtraordinario de S indicato s para el 27 de marzo en Sevilla. El C o m ité
N acional de la C N T se hizo representar en el m ism o por A v elin o G onzález
M allada. R equerido ta m b ié n el C o m ité N acio n al para que en viara varios o rad o
res, co n el fin de que in te rv in ie ra n e n el m itin de clausura y en otros actos de p ro
paganda que se p en sab an organizar e n la región andaluza, éste confió d ich a m i-
Miín a D urruti, A scaso y V ic e n te Pérez C o m bina, los cuales salieron de B arcelona
.1 lines de marzo en d irecció n a Sevilla.
mos a la capital; pero n o pudieron to rce r la decisión tom ada. M allada alegaba sus
m últiples ocupaciones, que le requerían en M adrid. E nton ces se despidieron, sa
liendo a la m adrugada del día siguiente A v elin o para M adrid. Pocas horas después
de salir M allada de la fonda en que se hospedaba ju n to c o n D urruti y sus com pa
ñeros, se presentó la policía, in v itan d o a los tres catalanes y a M allada para que se
presentaran en la C om isaria de Policía, sin saber explicar p ara qué. C o n la c o n
vocatoria en el bolsdlo se p resentaron D urruti, A scaso y C o m b in a en la com isa
ría. El inspector que les atendió les dijo que quedaban a disposición del juzgado,
por u n d elito calificado de “ultrajes a la autoridad e in c ita ció n a la rebeldía”, c o
m etido en el m itin del día anterior. Bajo esta acusación pasaron a la cárcel de
Sevilla y, poco después, se les reunió P aulino Diez com o “preso gubernativo”.
La cárcel de Sevilla estaba atestada de presos que, por lo visto, habían sido de
tenidos aquella noche, sin com prender nin guno de ellos las razones de su detención.
V icen te Ballester, en su calidad de secretario del C o m ité R egional de la C N T
en A ndalucía y Extrem adura, se en trev istó co n el gobem ador, señor Labella, para
inquirir las razones que éste te n ía para d etener, en el caso concreto, a D urruti,
Ascaso y C o m bina. La respuesta que o b tu v o del gobernador fue “que los d eten ía
para expulsarlos (e n virtu d de la Ley de D efensa de la R epública) de la región a n
daluza, porque n o estaba dispuesto a tolerar que se hiciera propaganda anarquista
en esta región”. La actitu d del gobernador cerraba el cam in o a cualquier otra in i
ciativa te n d e n te a procurarles la libertad. N o quedaba o tra altern ativ a que la de
liquidar, c u a n to antes, la cuestión del proceso por “u ltraje”. C om o era de esperar,
el juez los visitó en la cárcel y les com unicó el proceso a D urruti y C om bina
(Ascaso no h ab ía intervenido en el m itin ). R econoció que el delito era m ínim o
y que, debido a que n o residían en Sevilla, co n u n a fianza de m il pesetas por cada
uno quedarían e n libertad. C u atro días después de d ich a visita, V icen te Ballester
depositó la fianza an te el juez, y éste firm ó la libertad de los detenidos. Pero a la
ho ra de salir e n libertad resultó que q ued aban a disposición del gobem ador en c a
lidad de presos gubem ativos.
La prensa de M adrid inform ó sobre la d eten c ió n de D u rm ti en Sevilla. El p e
riódico La V oz co m en tó el h echo, escribiendo “que ello se debía a m otivos rela
cionados co n la organización por D u rruti en A n dalucía de o tro golpe de m ano p a
recido al que tuvo lugar en B arcelona el 8 de enero”.
Pío Baroja, que se en co n trab a en aquellos m om entos e n M adrid, al enterarsi'
de la d eten c ió n de D urruti quiso entrevistarle y salió para Sevilla. Lo vio en l,i
cárcel, tras las rejas. D urm ti h a dejado unas palabras escritas e n to m o a esa visita:
“C u ando v in o a verm e Pío Baroja a la cárcel de Sevilla, m e decía: “¡Es terri
ble lo que h a c e n co n ustedes!” Y yo le pregunté: ¿Qué posición piensa usted, do n
Pío, que nosotros debem os adoptar fren te a esas arbitrariedades? N o supo qué ton»
testar. Luego leí u n artículo escrito p or él en Ahora, que es la contestación que nt>
se atrevió a darm e a través de las rejas”
cribir u n a vez p o r sem ana a los fam iliares, y la correspondencia, carta o tarjeta,
debe entregarse ab ierta para pasar por la censura. D urruti y sus com pañeros se n e
garon a ello, alegando “que n o estaban sujetos a n in g ú n proceso, e incluso igno
rantes a títu lo de qué se en c o n trab a n allí”. Ese estado de cosas fue denunciado por
D urruti e n cartas q ue pudo sacar clan d estin am en te, y que fueron publicadas e n el
periódico El Luchador y en C N T de M adrid. En otras cartas, sacadas tam bién por
el mismo procedim iento, era esta vez P au lino Diez q uien den u n ciab a el trato in
fame que se daba a los presos:
“El trato es repugnante y el ran c h o infam e. U n h om bre som etido a este régi
m en tien e que acabar loco. ¡Esto si que es u n a fábrica de h ac er locos, com o dijo
T orhyo del m anicom io! El régim en de “p a n y agua” es ta n frecuente, que es n or
mal. U n com pañero, Juan Sánchez Pineda, estuvo n o v e n ta y cuatro días (...).
H ace cuatro días que solicito ver al m édico, y aú n n o lo h e conseguido. Esta re
clam ación la hago todos los días al em pleado, sin resultado. La hiperclorhidria que
sufro va en aum en to , de tal form a que al hacer las deposiciones es sangre lo que
echo. N o puedes protestar porque el rigor se ceba en el p rotestatario, y la am enaza
del “p an y agua” te obliga a roer las en tra ñ as y co m e« e los puños de coraje”.
E n el mes de ju nio es D urruti q u ie n escribe u n a ca rta a su com pañera (siem
pre por la m ism a vía, es decir, “el subm arino”):
“El dom ingo h a n venido com pañeros de Sevilla a vem os, pero el director n o
les h a dejado h ab lar c o n nosotros. A scaso y yo, al en teram o s de eso, fuimos a h a
blar co n el director, para que nos dijera si es que estábam os incom unicados. N os
dijo que n o era culpa suya, sino de la policía, pues “resulta que los días de com u
nicación viene la policía de Cádiz, para v er q uién pide co m unicación co n no so
tros. Y a todos aquellos que la solicitan para Ascaso, C o m b in a y yo, les p iden la
d ocum entación”. Esta razón im pide a m uchos com pañeros v enir a vem os...
N osotros protestam os co n tra estas anorm alidades, -pero com o las protestas son
aquí dentro, eso n o sirve para nada. En consecuencia, son los com pañeros de la
calle los que d eben esclarecer esta situación...”
Los presos, privados ctyno estaban de la com unicación y de la lectura de los
periódicos, si se en te ra b a n de la m archa de los aco ntecim ientos era por el “correo
de la cárcel”, es decir, por lo que otros presos d ecían h ab e r oído a sus familiares o
amigos; pero tam poco esto era fácil para ellos, ya que estab a n incom unicados y
cada uno de ellos e n “asquerosas celdas”, según escribe D urruti.
Para la C N T la situación en la calle seguía siendo dificilísim a. Los sindicatos
eran asaltados y, bajo p retexto de celebrar “reuniones clandestinas”, se apresaba a
los que se en c o n tra b a n en ellos. A sí h a b ía n procedido a prim eros de junio en
M adrid y B arcelona. E n la prim era de estas ciudades se rodeó, por la G uardia de
A salto, el edificio de la federación local de Sindicatos, e n la calle de la Flor, a la
en tra d a de la n o ch e , m om ento-en que los delegados de trabajo acudían al centro
sindical para llevar las cotizaciones o despachar asuntos relacionados con los tra
bajos. E m barcaron a todos los que en c o n tra ro n allí, unos 250, siendo condiii uln»
en cuatro cam iones a la D irección G en e ra l de Seguridad. D icha caravana fue des
crita por la prensa local en los siguiente.s térm inos:
“Abría pasti u n cam ió n co n G uardias de Asalto. Les seguían otros dos llen<»
PRESIDIARIO EN EL PUERTO D E SANTA MARÍA
nistro le prom etió a Barriobero que, “bajo palabra de h o n o r”, en pocos días n o
(.jiiedaría en la cárcel n i u n preso gubernativo. Y cuando el abogado le apun tó el
caso de los cuatro detenidos de El P uerto de S an ta M aría, C asares Q uiroga le re
puso que ésos “serían los prim eros en salir e n libertad”. Fue ta n ta la seguridad que
dio el m inistro, que el C o m ité Pro-Presos envió u n telegram a a El Puerto a n u n
ciándoles a los d etenid os las buenas noticias. U nos días después, D urruti les re
m itía u n a carta explicándoles los efectos d el telegram a en cuestión:
“H em os recibido vuestro telegram a. Los com pañeros esperan, de u n m om ento
a otro, que el gobem ador de Cádiz les ponga e n libertad. O s digo que esperan, po r
que parece ser que C o m b in a y yo seguiremos en la cárcel, porque n o les da la gana
que salgamos”.
Y D urruti aduce las razones:
“M om entos antes de recibir vuestro telegram a, se personó e n el penal el juz
gado de este pueblo, para notificam os a C o m b in a y a m í que el Juzgado de Sevilla
h a dejado sin efecto la fianza y, en consecuencia, quedam os a su disposición para
responder de esos dichosos “ultrajes e in c ita ció n a la rebelión”.
La verdad fue que, a pesar del “h o n o r del m inistro”; n o h u b o libertades para
nadie. A l contrario, las cosas iban a com plicarse aún más. N os valem os de otra
carta de D urruti para describir la situación:
“C reo que estaréis enterados por la prensa (se dirige a sus familiares) de la des
gracia que parece rondar a esta m aldita prisión (...). Los soldados, estos hijos del
pueblo que, en el m om ento que visten el uniform e, olvidan a su propia madre, el
lunes por la m añ an a h a n asesinado a u n com pañero. Si leéis C N T veréis, por u n
artículo que h e m andado, de la form a ta n miserable que fue m uerto este campesino.
El hom bre no estaba arrim ado a la v e n ta n a com o se pretendió hacer creer: se le
cazó com o a un conejo. Yo m e pregunto sobre los móviles que indujeron a dicho
soldado para disparar co n tra ese hom bre (...). C uando sus com pañeros le vieron
caer asesinado se arm ó u n gran revuelo, pues n o es cierto que estuvieran en celdas,
sino en una aglom eración de 200 personas (...). Yo mismo, cuando escuchaba los
gritos de los com pañeros que pedían auxilio, n o m e daba cu e n ta de la monstruosi
dad que se había com etido. C o n los puños cerrados nos m iraban con ojos fijos,
com o queriéndonos decir: ¿qué hacem os? (...). Sabía que los de A sah o entrarían de
un m om ento a o tro en la prisión, y que, si se daba el más ligero pretexto, seríamos
todos barridos por la fusilería. Fue un terrible m om ento de angustia el que viví, pero
no había más rem edio que evitar lo que justam ente los guardias iban a provocar, es
decir, la masacre. M e decidí a bajar al patio, donde había unos 500 presos espe
rando que alguien tom ara la iniciativa de decir: ¡A delante! Lo prim ero que vi fue
las am etralladoras bien emplazadas. S ubí sobre u n banco y llam é a mis com pañe
ros. S entía una furia loca de decir justam ente eso: ¡adelante!, pero ello hubiera sido
una terrible equivocación por mi parte, de la que no me hubiese perdonado jainiís
de haber salido vivo, que lo dudo, y les dije todo lo contrario: que se calm aran, que
recobraran la serenidad, que aún n o había llegado la hora. Q uizá alguno me iniil-
deciría en su interior, pensando que me había “ablandado”, pero n o importa. TikIo
el m untio se retiró a sus aglomeraciones o ceKIas, R etiraron el m uerto. Y cayó siv
bre el penal un s i U m k ' I o pesailo, terriblem ente [ X ' s a d o , sin i|ue nin guno ile nosotnw
PRESIDIARIO EN EL PUERTO D E SANTA MARÍA JJ7
nos atreviéram os a m iram o s cara a cara. Fue la prim era vez que n o nos m iram os
cara a cara A scaso y yo (...). Los de A salto se pasean por la prisión, m ientras noso
tros, después de h ab er perdido u n com pañero, estamos incom unicados (...)”
Esta carta lleva fecha del 14 de julio de 1933.
El 1 de julio. Solidaridad Obrera publicaba una fotografía de cinco individuos
rras una reja: Diez, A scaso, D urruti, C o m b in a y Lorda. U n te x to la enm arcaba, di
rigido “al ciudadano S an tiago C asares Q uiroga, m inistro de G o b ern ació n ”, y lle
vaba la firm a de Francisco A scaso y P aulino Diez. E n ese te x to se le decía al m i
nistro que, “agotada la paciencia, se recurría a la triste arm a de la huelga del ham r
bre. V isto que su honor n o lograba abrir las puertas de las cárceles, ellos creían que
se abrirían por ese procedim iento . P risión de S an ta M aría, 28 de ju n io d e 1933”.
En el G ab in e te presidido por M an uel A zaña, las cosas and aban de m al e n peor.
Las derechas atacab an rabiosam ente. Lerroux avanzaba su candidatura com o pre
sidente de gobiem o, y el P artido Socialista en trab a e n u n a profunda crisis.
A raquistáin, sacando lecciones de la socialdem octacia alem ana, giraba h a c ia el
extrem ism o, reivindicando el m arxism o e, incluso, “la dictadura del p roletariad o”.
Francisco Largo C aballero, viendo cóm o se resquebrajaba la unidad en la U G T ,
(.iiyos trabajadores se resistían a aceptar la política socialista en el gobiem o, co
menzó a m irar co n sim patía las posiciones extremistas de A raquistáin. Los otros di
rigentes socialistas apreciaron los catastróficos efectos de la línea política seguida,
i om probando cóm o sus juventudes com enzaban a virar h acia el Partido C om unista,
i'l cual, siempre dirigido p o r Moscii, com enzaba a cosechar cierros triunfos, m o t
il lendo en el cuerpo del P artido Socialista. Todos estos fenóm enos debilitaron la po-
sicu'm de Indalecio Prieto, que seguía em pecinado errcolaborar con M anuel A zaña.
La resultante de esta com pleja coyuntura fiie resuelta por A lcalá Zamora, quien,
lom ando u n pretexto, disolvió el G ab in e te de A zaña y encargó a.Lerroux, el 12^de
septiembre, la form ación de u n G o b iem o . Pero antes de dim itir y retirarse del es-
I enario, el G ob iem o republicano-socialista le jugó la^ultima pasada a la C N T , apli-
I ,indi) la “Ley de Vagos” a los presos gubem ativos, entre ellos a Ascaso-y D urruti.
H1 día 25 de septiem bre. Solidaridad Obrera, bajo el títu lo “La digna ac titu d de
los anarquistas a n te la ley de V agos”, publicaba la n o ticia siguiente:
“El caso “especial” de D urruti, A scaso, C om bina, Joaq u ín V aliente, P aulino
Diez y T rabajano, presos e n el p en a l de El P uerto de S a n ta M aría, p reten d ien d o
envolverlos e n el b o ch o m o so calificativo de “vagos”, h a te n id o la naturaL y d ig n a
respuesta que se m erecía. Estos com pañeros se niegan a declarar en el ex pediente
lie procesam iento que se les h a in coado por “vagos”.
“C 'ontra esas m aqu inacio nes legalistas — obra de republicanos de_“izquierda”
V, sobre todo ¡de los socialistas!— los confederados hem os de defendernos así di-
t icndo: “¡no somos vagos, y com o trabajadores nos negam os a declarar en ta n ini-
ciu> e infam ante proceso!”.
"Uw cam aradas encarcelad os e n el M o n tju ich andaluz h a n dirigido dos cartas.
131. l Jliluamoíi para este episcxJio histórico las referencias que hacen sobre el mismo E l '
I mhíulor, SoluLirulaJ Obrera y diversas carta.s de Hurruti, y, también, las memorias
inrilil.is ili- l’.iuluid I'>íi':
35 * e l M ILITANTE (1931-1936)
132. L ’llustration, 3 de noviembre de 1-934- G astan Bemoville publica una crónica sobre
“La diplomatie frangaise et l’Espagne”, en la que hace referencia al viaje de Herriot
a España, a la situación de entonces en el Marruecos francési y escribe en los térmi-
mis (lue hemos entretoniill.ulo.
J59
( 'APfTULO XVI
l'lciii.is que creaba la vida co tid ia n a, sin olvidar la finalidad revolucionaria que,
r n .iquel m o m en to , se definía p o r la revolución social y en co n tra del fascism o as.-
4 endenté.
Los obreros parados n o recib ían subvención del E stado (tam poco se deseaba,^
iiut\que el Estado español h u b ie ra estado eri Gondiciones — que no lo estaba— que
M" instituyera, porque tal sub vención hubiera m erm ado la capacidad revoluciona-
riii y la st)lidaridad del proletariado); pero había que com er y hacer fren te a la
vula. Cas prim eras_m edidas que se tom aron, a m ediados del año 1933, fue la
liuol).!a de akiu’ileres, gas y electricidacf¡ preparada, desde 1931, por la ComTswín d e .
I V Iensa'E conóm ica de la C N T y de la FAI. Los com ités de casas, calles y barrios
jim e n z a ro n a fun cio n ar para h acer frente m asivam ente a los desahucios u otras
medulas ciKTCitivas de los propietarios, que se apoyaban en la fuerza públiciC-La
in .ivili.-.icióü^pattú,«W incnte de m ujeres y chiquillos era p erm anente y, dc ta[
j6 o e l m il it a n t e <1931-193^
i }). Umhral, noviembre de 1938, A rtírulo de González Inestal, que aporra datos biográfi
cos sobri- lliirnili
EL M ILITA N TE >I93I-I936>
m étodos que nosotros em pleam os para ello es la acción de masas, la huelga gene
ral revolucionaria. La FA I rechaza y n o p ractica cualquier o tro m étodo, com o el
robo individual, es decir, el “bandidism o”, porque eso está en franca oposición
con la práctica rev olucionaria del anarquism o, y, e n consecuencia, la FAI lo de
n u n cia com o ino perante, desde el p u n to de vista revolucionario. Esta es la decla
ración que h ace la FA I. Y ahora le pedim os a usted, com o d irecto r responsable
que es de la publicación, que, cuando en su crón ica de “sucesos” tenga que dar
c uen ta de algún robo, atraco o cosa que se le parezca, se lim ite a ren d ir n oticia al
público sin mezclar o m en cio n ar los nom bres de la C N T o de la FAI, puesto que
estas organizaciones n o tie n e n nada que ver co n h echos de ese género. Esperamos
de usted que tenga a b ien censurar los textos de sus frívolos reporteros, si es que
ellos introducen las letras en cuestión en “su n o tic ia ”. Le prevenim os que n o de
searíam os ten er que resucitar la práctica de la “censura roja” d el S indicato de
A rtes G ráficas”
El tex to de la F A I n o apareció en La Vanguardia, pero tam poco se vieron la
C N T y la FAI envueltas en com unicados de “h echos diversos”, com o antes apa-
r e d a n todos los días e n esa publicación. La “en tre v ista”, pues, h ab ía sido positiva.
En prevención a la cam paña electoral, y para fijar la posición de la C N T , el
C o m ité N acional de la organización llam ó a u n a Plenaria n acio n al de regionales,
am pliada a diversos m ilitan tes de M adrid, Sevilla, Zaragoza y otros lugares más. Se
co n v in o en que la situación política era grave. Las derechas, bajo la jefatura de
G il-R obles, se p resen tab an a las elecciones form ando u n grupo hom ogéneo y bajo
el distintivo de C o nfed eración Española de las D erechas A u tónom as (C E D A ).
D icho bloque reunía a toda la reacción en u n haz: aristócratas, m ilitares, terrate
nientes, b a n c a r io s ,\lta y baja burguesía, y la Iglesia, co n su partido de A cción
Popular. Los m onárquicos apoyaban ta m b ié n ese bloque, pero sin perder su fiso
nom ía, pues ya conspiraban con M ussolini co n miras a u n golpe m ilitar e n España.
Frente al citado bloque unido de las derechas, las izquierdas se en co n trab an
divididas, en razón a la crisis que vivía el P artido Socialista. El partido de A zaña
estaba co m pletam ente dislocado. Los radical-socialistas ta m b ié n se h ab ían divi
dido en dos fracciones. El ú nico partido que em ergía guardando u n a cierta unidad
in tern a era Esquerra R epublicana de C atalunya, que apoyaba la p equeña burgue
sía y la clase m edia liberal de la región, incluida la fracción cam pesina de peque
ños propietarios o m edieros.
Presentándose, pues, las izquierdas divididas a las elecciones, los resultados po
dían considerarse beneficiosos para la C E D A . Incluso, en el supuesto de que la
C N T adoptara la resolución de aconsejar v o ta r a sus afiliados, sus votos n o podían
ir nada más que para el P artido Socialista, y, au n así, éstos q uedarían en m inoría
frente al bloque de las derechas, debido a las diversas candidaturas de una iz
quierda fragm entada.
134. Dicho métixlo fue aplicado por los obreros tipógrafos en la huelga general de
Riircclona de dicicmbrc de 1919. Con.Mstía en ceasurar en los, pcriiVlicos tixias las no
tas gubernativas que pcrjutlicaban a los huelguistas y la huelga. La anécdota que con-
l.imos i>i)s (ui- iDinunii .id.i por I iK-rlu ( '.ille|,is.
DE LA HUELGA ELECTORAL A LA INSU RRECC IÓ N 363
136. Gil.ibcrt, en el (ollero citado, escribe: “Por primera vez, l-n su hirKH vida de amistad,
Hiirruti discrcp<> do Oarcía C^liver y mantuvo l.i tesis revoliu lon.iria".
D E l A HUELGA ELECTORAL A LA IN SU RRECC IÓ N 365
“El Único valor del m u n d o reco n o cid o es el trabajo, y los productores son los
verdaderos artífices y dioses de la vida.
“Todas las ideas h a n te n id o necesidad para su triunfo de ser grandes, y el a n a r
quism o es el ideal m ás perfecto que existe hoy.
“Sin derecho, n o puede h a b e r libertad; sin libertad, es el hom bre u n d esv en
turado. S in libertad, el p en sam ien to se anquilosa, se m uere. Por eso el eco de las
artes, el deseo de todas las m ultitudes, tien d e a rom per los eslabones de la ca d en a
de la esclavitud.
“El culto al Estado es m entiroso, falso y em bustero.
“Llegan estas épocas de elecciones, e n que os lo prometen todo, hasta la Luna.
(C o n gracia y gran riqueza de detalles refiere lo del diputado que ofreció u n
puente, y le dijero n que allí n o h a b ía río, y prom etió ta m b ié n el río. R ecuerda la
propaganda que hizo e n com p añ ía de A iguader, C om panys, cuando le dijo aquél
que lo te n ía to d o em p eñado, y a pesar de eso com enzó prom etiéndolo to d o a la
población de Reus. R ecuerda a Ibsen, que dijo que los políticos p rom eten al p u e
blo m uch a luz, pero com ienzan p id ién d o le aceite).
“E n política n o ca b en m ás que dos clases de personas: el idiota y el granuja.
“El hom bre, si h a de vivir e n esta sociedad, h a de ser para ser hom bre de u n a
pieza — dice, explicand o u n dram a del am igo G rove— . Si queréis ser hom bres,
habéis de hacer la revolución, a m enos de co n tin u ar e n la esclavitud.
(H ace u n c a n to p o lítico a las ideas anarquistas, que despiertan u n gran e n tu
siasmo y arran can vivas a la F A I).
“La FAI es la esperanza de todos los desheredados del m undo, y da siem pre la
cara e n todo; h a lim piado lacras, y h a higienizado el organism o confederal, que ya
lio flaquea an te las acom etidas del G o b ie m o ”.
(D ice que la F A I n o es rencorosa, y el día que triunfe la revolución llam ará a
1.1 fraternidad a todos los seres hum an os, porque una gota de sangre en las m ano s
"1 Icmos discutido dem asiado, es la ho ra de la acción. Lerroux dice que n o ser-
vimo.s nada más que para votar. Pero, nosotros, el |9 n o depositariiiios nm giin
J70 e l m il it a n t e (1931-1936)
t •) lü laberinto español, Gerald Brenan, Ed Ruedo Ibérico, París (Existen datos modificados)
C a p i t u l o X V II
fuerza pública. El G o b iem o , hab ien d o declarado el E stado de sitio, sacó a todas
sus “fuerzas públicas” a la calle y, en algunos lugares, a la tropa. Ese día, 8 de d i
ciem bre, estaba designado para que p resen tara A lejandro L erroux su gobiem o a
las C ortes. La C arrera de S an Jerónim o estaba protegida p o r la tropa, y la G uardia
C ivil m ontó sus am etralladoras en la Plaza de la C ibeles y otros lugares estratégi
cos de M adrid.
E n los sitios d on de los revolucionarios lograron d om inar la situación, se pasó
a p o n er en p ráctica las consignas del C .N .R . y aparecieron las patrullas arm adas
de milicianos. Pero el m ovim iento podía darse, a las 24 horas de su inicio; por fra
casado. N o h u b o contagio revolucionario. Las masas obreras socialistas siguieron
las consignas de sus jefes y se m an tu v iero n alejadas de la lucha. En las calles sólo
estaban la C N T y la FAI, frente a las fuerzas del orden y del Ejército.
A ragón cum plió su palabra, lanzándose a la calle v io len tam en te. Barbastro,
Zaragoza, H uesca, T eru el e innum erables pueblos del A lto y Bajo A ragón se ec h a
ro n a la calle. El contagio prendió p or la R ioja a Logroño, y llegó hasta diversos
pueblos de Burgos. E n Zaragoza capital, la lucha duró varios días, llegando incluso
a contro lar los revolucionarios las barriadas obreras. El com unism o libertario fue
proclam ado por to d a esta zona, en los pueblos de C enicero, Briones, Fuenm ayor,
C astellote, V alderrobres, A lcorisa, M as de las M atas, T orm os, A lcam pel, A lcalá
de G urrea, A lm udévar, C alahorra y e n barrios de Logroño.
E n V alencia tu v o repercusiones e n diversos sitios de la región. E n Alfafar, las
tropas del ejército tu v iero n que cañ o n ea r el S indicato, lugar donde se h ic iero n
fuertes los cam pesinos. A dem ás, se co rtó la vía férrea.
E n V illanu eva de la S erena (Badajoz), u n sargento y varios obreros se h ic ie
ron fuertes e n la C a ja de Reclutas, resistiendo d u ran te dos días a una colum na
m ixta de infantería, am etralladoras y m orteros. E n Fabero (L eón), los m ineros se
h iciero n dueños de la situación. El m ovim iento n o fue dom inad o por com pleto
h asta el día 15 de diciem bre. D u ran te siete días, en decenas de localidades, los
C o m ités R ev o lu cio n ario s se ap o d e raro n de los A y u n ta m ie n to s, Juzgados,
Telégrafos y dem ás centros vitales.
En Zaragoza se declaró el Estado de G uerra. En tales condiciones, era im pen
sable que el C .N .R . pudiera escapar, y sus m iem bros o p ta ro n por afrontar la res
ponsabilidad co m p leta del m ovim iento. El debate sería público, y ellos decidieron
aprovecharlo para declarar la guerra al sistem a capitalista y reivindicar para el
pueblo el derecho a la revolución.
La represión fue muy dura. Se d eclaró ilegal a la C N T y se clausuraron sus sin
dicatos y centros culturales, co n d estru cción de bibliotecas. Se suspendieron to
dos los periódicos anarquistas y cenetistas, así com o revistas técnicas y científicas
com o Tiempos N uevos y Estudios.
Se p racticaro n num erosas detenciones, a las que se aplicaron unos meses des
pués unas setecientas penas diversas. C o n el C .N .R . prim ero se quiso aplicar la ley
de fugas, pero, por in terv ención d irecta de algunas personalidades políticas, se
cortó la in te n c ió n del gobernador de Zaragoza, O rdiales. N o obstante, sus m iem
bros fueron bárbaram ente apaleados. Infm idad de deten idos pasaron igualm ente
por esa pniel'i.i, y b.i)o c! toi m entó (inii.iroii ilei larai ione.s comprometeJoriW .
EL SOC IAU SM O, AUSENTE EN DICIEM BRE DE 1933 375
bilidad de los h echos, p erm itie n d o a num erosos detenidos rectificarse y ser p u es
tos más tarde en libertad.
Los sindicatos de Zaragoza d eclararo n la huelga general, la cual se an u n c ió que
no cesaría m ientras n o salieran e n lib ertad los detenidos por los hechos de di-
I lembre. A n te esta situ ació n explosiva, y tem eroso el G o b ie m o de que se asaltara
la cárcel, o rd e n ó se tra sla d a ra a los m iem bros d el C o m ité N a c io n a l
Revolucionario, bajo u n a fuerte escolta, a la cárcel p rovincial de Burgos, a últi
mos de febrero de 1934.
L,i ciudad de Burgos era lo opuesto a la de Zaragoza. M ientras que en ésta exis
tía un fuerte m o v im ien to obrero, e n aquélla prevalecía la Iglesia, co n su co rte jo
lie conventos e iglesias, y, por su lado, los m ilitares, co n u n a cantidad con sid era
ble de tropa e n sus num erosos cuarteles. Era la clásica ciudad reaccionaria de
( liiMilla. Inútil, pues, decir el efecto que causó en la p o b lació n la n o ticia de q u e
M.' internaba allí a los terribles jefes de la FAI. Para los internados en Burgos,
.*quella prisión, com parada co n la de Zaragoza, era casi la in com unicación totaL
luMi únicos presos políticos eran ellos, y la relación co n los presos com unes resul-
142. Idem.
C apítulo X V III
n o se podía h acer p or ellos o tra cosa que atender a los m iles de niños que estaban
a p unto de traerles a Barcelona. La población barcelonesa h ab ía respondido ex
celen tem en te a la llam ada de la C N T , pues acudieron m ás de v einticin co m il fa
milias a la redacció n de Solidaridad Obrera, com prom etiéndose a albergar a l|ps h i
jos de los huelguistas. Era la segunda vez que se producía e n España u n a prueba
de solidaridad de este carácter. La prim era fue en 1917, cuando los m ineros de
R io tin to declararon u n a larga huelga, y tam b ién se recurrió a ese procedim iento.
Pero ahora la repercusión era m ayor que entonces, puesto que se tratab a de aco
ger a los hijos de los huelguistas de u n a gran ciudad, com o era Zaragoza.
Ascaso le com unicó a D urruti que seguram ente te n d rían dificultades co n las
autoridades catalanas a causa de los niñ os de Zaragoza. Para las autoridades de
Barcelona, que perseguían a la C N T y la te n ían som etida a la clandestinidad, era
una verdadera bofetada que desde la “caverna” pudiera aú n movilizar la C N T a la
p oblación barcelonesa com o lo estaba haciendo. C u a n d o el A y u n tam ien to de
Barcelona se en teró de que la C N T organizaba d ich a expedición, envió u n em i
sario al C e n tro A ragonés, para com u nicar a su directiva qu e la G en e ra litat estaba
dispuesta a hacerse cargo de todos los niños qué llegaran de Zaragoza. La com i
sión directiva del C e n tro A ragonés, com puesta en su m ayoría por m ilitantes o
sim patizantes de la C N T , y que h a b ía n acordado e n u n a asam blea general de so
cios secundar la iniciativa de la C onfederación, respondió al rep resen tante oficial
que “aquello era u n a cuestión de paisanaje, y que la colonia aragonesa en
B arcelona se h acía u n deber de solidaridad en ayudar a sus paisanos en h u elga”.
Era esa interferencia de la G en e ra lita t lo que h acía pen sar a Ascaso que las a u to
ridades pu d ieran m aquinar alguna m aniobra co n tal de evitar aquella prueba de
solidaridad obrera. D urruti le repro chó su natu ral desconfianza, diciéndole que
“aquello sería ya el colm o”.
Después de m anifestarle D urruti las dificultades que se le presentaban para e n
contrar trabajo, puesto que seguía e n pie el conflicto co n la burguesía te x til del
R am o del A gua, en el que estab an seleccionados los dos amigos, A scaso le indicó
que se pusiera en co n tac to con los com pañeros del S in d icato de la A lim en tació n ,
los cuales, aprovechando la llegada del verano, p o d ían hacerle entrar com o te m
porero en u n a de las dos fábricas de cerveza, “D am m ” o “M eritz”. Q u ed a ro n en
encontrarse al día siguiente e n la redacción de la Solí, que era el lugar e n que se
convocó, para el día 6 de mayo, a las familias que d eb ían hacerse cargo de los n i
ños de Zaragoza.
A quel día 6 de mayo era dom ingo. La h o ra que se indicó para la llegada de la
expedición era las seis de la tarde, pero, a p artir de las 16 horas, la calle C onsejo
de C ien to , y e n la m anzana que ocupaba la redacción del periódico confederal, no
se podía d ar u n paso. El tránsito quedó cortado por más de veinticinco m il perso
nas, que se presentaron a recibir a los niños. E ntre la m ultitud abundaban las m u
jeres y los chiquillos, ya que se h a b ía n desplazado las familias enteras para m arcar
m ejor el carácter fraternal y solidario de la jornada.
A las seis de la tarde se an u n c ió por altavoz que la expedición traía un buen
retraso, debido a que en varios pueblos los vecinos desearon saludar ,i los niños,
indicando io n elli) su solulandad con los hiielmiistas. La expedición licuaría h a
L* HUELGA GENERAL D E ZARAGOZA
cia las 21 horas. M uchos, por m iedo a perder la plaza que h a b ía n o btenido, p ró
xim a a la e n tra d a del local, n o quisieron ausentarse y se quedaron esperando. Más
o menos, la m u ltitu d siguió siendo ia misma.
Llegó las 21 horas sin que se an u n ciara la llegada de la expedición. A n te tal
retraso, ya sospechoso, varios trabajadores taxistas de la C N T salieron c o n sus co
ches a su en c u en tro . Pero, c o n todo, n o había noticias, y ya eran cerca de las diez
de la noche. La g en te com enzaba a preguntarse las razones de d icho retraso,
cuando, sin saber cóm o n i por d ó n d e, apareció u n escuadrón de caballería dé la
Cjuardia de Seguridad, que com enzó a cargar co n tra la m ultitud al grito de
"¡n esp eje n !”. A n te aquella avalan cha, la m u ltitu d se co n tra jo en sí m ism a; pero
no pudieron evitarse gritos de m ujeres y llan to de chiquillos, cuyos padres, te
m iendo lo peor, in te n ta b a n proteger co n sus espaldas a sus com pañeras e hijos.
Li>s caballos avanzaban atro p e lla n d o y pisoteando a la gente. El griterío aum entó.
U n m iem bro de la C om isión, p resin tien d o u n a m asacre, recom endó calm a a los
HM,Sientes. Y o tro de ellos avanzó com o pudo para parla m e n tar con los guardias;
pero n o h u b o m an era de lograrlo, pues, sin saber cóm o, se produjeron explosiones
lie petardos y, com o si eso fuese u n a consigna, la G u ard ia de Seguridad redobló
MIS acom etidas c o n tra la m u ltitu d , seguidos de b u en núm ero de G uardias de
A salto, surgidos e n aqu el m o m en to de varias cam ionetas, los cuales, p o rra e n
111.ino, com enzaron a castigar sin respetar a los num erosos chiquillos y m ujeres
14N Recuerdo directo del autor, que *e encontraba presente iluriinte lo» hechol.
386 EL M ILITANTE <1931-1936)
d er que recurría a aquellos bárbaros pro cedim ientos para m anifestar su odio a la
clase obrera.
Pero ¿y los n iñ o s de Zaragoza, d ó n d e estaban? En el fragor del tum ulto pudo
llegar a la redacción de la Soli u no de los taxistas para p rev en ir de lo que estaba
ocurriendo en M olins de Rei, n o lejos de B arcelona. La C om isaría d’O rdre Public,
dispuesta a que n o se efectuara com o estaba prevista aquella jom ada, movilizó a
varias com pañías de G uardias de A salto que, e n M olins de R ei, cerraron el paso
de la caravana de autobuses que traían a los chiquillos. H u b o u n duro en c o n tro
nazo co n los vecinos de la población, p ero los guardias lograron cum plir las órde
nes, que consistían en desviar la carav an a h ac ia T arrasa co n el fin de reten er a los
niños. Ascaso, D u rm ti y otros com pañeros que estaban c o n ellos, n o esperaron
más y salieron inm ed iatam en te para T arrasa, e n c o n tran d o a su llegada que los
grupos anarquistas de dicha localidad estaban ya movilizados. T odos juntos se d i
rigieron h acia la explanada donde estab an concentrados los autobuses, escoltados
por la G u ard ia de A salto bajo el m ando de u n capitán. D u rm ti y Ascaso avanza
ron resueltos, protegidos por los trabajadores que se h a b ía n movilizado, y, cuando
se en c o n traro n a n te el prim er autobús, gritaron al chófer;
“El fin de la etap a es la C N T . ¡Pronto, al C e n tro A ragonés!”
La gente de T arrasa fue tom ando asiento, ju n to co n los niños, en los au to b u
ses, y el taxi e n el que iban D u rm ti y A scaso se puso a la cabeza de la caravana.
A quella m ism a n o ch e , los hijos de los huelguistas de Zaragoza durm ieron en los
hogares proletarios adonde v en ían dirigidos.
J« 7
l Al’lTULOXlX
ya que ello co n stitu iría u n c o n tra sen tid o ev id en te”. Los com isionados respondie-
ion “que ellos estaban autorizados p or el C .R . solam ente para hablar e n su nom -
bre, y que puesto que n o e ra n aceptados com o tales, ento n ces d aban p or te rm i
nada la en tre v ista”. P arece ser que esa actitud “d eterm in ó e n C om panys u n a tr a n
sición brusca, apenas disim ulada”. Y, entonces, declaró: “V osotros estáis acos
tum brados a jugar co n las palabras y h acer co n ellas u n a cuestión de G a b in e te ”.
So le replicó que n o se tra ta b a de u n a cuestión de palabras, sino de algo sustan-
tivo, a lo que co n testó de este m odo: “Bien, puesto que interesa ta n to la palabra,
lio hablem os más del asunto: os recibo com o representantes de la organización
I onfederal”.
La en trev ista duró dos horas y, según el inform e que citam os, se le expuso a
( lompanys, “sin titubeos, u n a larga serie de verdades, que e n el fondo resu ltaba
una requisitoria despiadada c o n tra aquellos que, desde el poder, quieren rarificarle
1.1 atm ósfera (a la C N T ) y h acerle la vida im posible...”
I
d en tro de las pretensiones legales, todas las ideologías, sin distin ció n n i excep
ciones de nin g u n a clase. Pero n o puede adm itir tolerancias, pactos o facilidades
excepcionales que p o n d rían en litigio la autoridad y el prestigio del poder público,
derivados directam ente de la libre y expresa volu n tad del pueblo.
“E n consecuencia, el G o b iem o , que n o en c u en tra por qué haya de rectificarse
la actuación seguida hasta ahora, proseguirá e n estos propósitos, e n los que c o in
ciden, co n su deber, los intereses de la defensa m oral y efectiva de C a ta lu ñ a au
tónom a y de la R epública dem ocrática”
Si los com isionados se h ab ían h e c h o alguna ilusión e n h a c e r reflexionar al
President de la G en e ra lita t de C atalunya, la lectura de esa n o ta debió hacerles v a
riar com pletam ente su o pinión, pues e n ella se expresaba claram ente que la
G en e ra litat n o pensaba variar su posición porque “los intereses de la C a ta lu ñ a au
tónom a, así lo exigían”. ¿Exigían realm en te los intereses autónom os de C a ta lu ñ a
m a n ten e r la guerra que sostenían co n tra la C N T , y más e n los m om entos de gra
vedad que esa G en e ra lita t de C atalu n y a estaba viviendo? ¿O, e n verdad, lo exi
gían los inconfesables intereses de M iguel Badía y Josep D encás, de los que la
Esquerra y el propio Lluís Com panys e ra n prisioneros?
P rácticam ente, los h echo s dem ostraban que por el m om en to , quienes dom i
nab a n la política ca ta lan a eran Badía y D encás, fundadores de u n a ideología fas
cista que se alim en tab a de u n ultranacionalism o catalán. Y la am bición de estos
dos personajes n o era otra que la de instaurar u n régim en autoritario que m ilita
rizara la vida catalana. Por lo que después se supo de Josep D encás, n o es av e n tu
rado suponer que, dados los trabajos d e p en etració n que M ussolini estaba h a
ciendo en España a través de la isla de M allorca, lugar d o n d e sus agentes se h a
bían im plantado fuertem ente, D encás obraba en B arcelona bajo el dictado de los
agentes m ussolinianos, actuando en dos frentes: por un lado, destruyendo o in
te n ta n d o liquidar el m ovim iento obrero, y, p or el otro, em pujand o a C om panys a
situaciones suicidas, tales com o las tom as de posición dem agógicas, co n relación
a la vigencia de u n Estado ind ep en d ien te catalanista; u n a m anera, además, de dis
traer la aten ció n de los problem as fundam entales de C a ta lu ñ a e n los terrenos eco
nóm ico y social.
¿Tendría co n cien cia Com panys de que era prisionero del E stat C atalá?
Posiblem ente, y de a h í la m archa co n tra reloj que im prim ió a sus actos en esos
meses, buscando co n stitu ir sus propios “escam ots”, m isión que confió al diputado
catalanista G raus Jassaus, quien p ro n to sería víctim a del propio Badía, que com
prendió que C om panys deseaba liberarse de la h ip o teca que pesaba sobre él.
Estas luchas intestinas por el d om inio del poder en esa C a ta lu ñ a que describi
mos restaban al G o v e m todas las energías para acom eter em presas que resolvie
ran los agudos problem as que creaba la profunda crisis económ ica. La C N T , d e
n u n cian d o esa m ediocridad del politicism o catalán y el juego sucio a que estaban
entregados sus dirigentes, n o podía cosechar o tra cosa que zarpazos. La represión
perm anen te que se ejercía co n tra la C N T n o tenía secreto alguno, puesto que era
políticam ente p or u n u ltran acio n alism o dem agógico p or parte del partido que
está e n el G o b iern o y por u n e n fren ta m ie n to , tam b ién u n poco dem agógico, e n
tre el m o vim iento agrario “rabassaire” c o n tra los grandes te rraten ien tes catalanes,
li.stas dos corrientes de acción, opuestas desde antiguo d e n tro del m ism o p artid o
político gubernam ental, llegan a co in cid ir to talm en te e n el m om ento en que el
lo n flic to en fren ta al G o b iern o au tó n o m o co n el central, p or propias im pruden-
I las de am bos gobiernos” i50.
O u e lls nos in tro d u ce e n el corazón de las dificultades que en esos meses p e
saban sobre la G e n e ra lita t de C ata lu n y a, y que serían causa de los hechos d e l 6
lie octubre.
El 12 de abril de 1934, el G o v e m de la G en e ra lita t prom ulgó un a ley sobre
"los contratos de cu ltiv o ”, que fiie aprobada por el P arlam en t C atalá. En virtud de
esii ley se m odificaba el régim en de arriendos de las tierras, m ejorando la situ ació n
lie los llamados “rabassaires”, es decir, de los arrendadores, medieros, etc. Los
Kr.mdes propietarios, enrolados e n la en tid ad agraria In stitu t C atalá de S a n t
Isidre, fueron em pujados por la Lliga C a ta la n a — p artido de la gran burguesía ca-
I. llana dirigido por C am bó— para que presentaran recurso an te el T rib u n al d e
t i.irantías de la R epúb lica española, a fin de que éste juzgara si era co m p eten cia
ilfl ( iovern de la G e n e ra lita t prom ulgar leyes sobre d ich a m ateria. El T rib u n al de
( i.ir.iiitías C o n stitu cio n ales, p resionado p o r la oligarquía, que era el m undo polí-
iK o en el G o b iern o de M adrid, estuviera R icardo Sam per o A lejan dro Lerroux a
MI tabeza, dictó se n ten c ia el 8 de ju n io declarando n u la la ley votada p or el
r.irl.im ent C atalá.
I..I actitud del G o b ie rn o de M adrid fiie interpretada e n C a ta lu ñ a com o u n a
m.iiiera de an ular lo que ellos co nsideraban u n G o b iern o propio y con p le n a so-
IxTiinía, cuando en realidad la A u to n o m ía catalana consistía co n cretam en te e n
una delegación de poderes que le h ac ía el G o bierno cen tral. Ya hem os señalado
r l i .ir.ícter v eh e m e n te que tom a el nacionalism o en C a ta lu ñ a, y es esta observa-
» lón l.i que ayuda a co m p ren d er la reacció n de los catalanes. Lluís Com panys, pre-
»»on.ulo por los ultras, sustituyó al C o n seller de G o v em ació , Jo an Selvás, juzgado
ilcm.i.siado m oderado, y confió el citad o cargo a Josep D encás, el práctico del ul-
IV) Munuel Cruells, El 6 d’Occobrc a Catalunya, Ed. Portic, Barcelam . 1970, pág. 8.
394 e l m i l i t a n t e <i93i-i936>
tranacionalism o c a ta lán filofascista. Este cam bio sin to m álíco se produjo el día 10
de ju nio, dos días después de la reso lu ció n del T rib u n a l de G aran tías.
Precipitsm do los aco n tecim ien to s, el 12 de ju n io C om pany s p resentó al
P arlam en t C a ta lá u n a nuev a ley, que era u n a reproducción te x tu al de la ley im
pugnada por el G o b ie m o central, la cual fue aprobada. P ara rem arcar bien an te el
G o b iem o de M adrid de que se e n tra b a e n lucha, los diputados de la Esquerra
R epublicana de C a ta lu n y a en las C ortes se retiraro n de ellas. A sí, a partir de aquel
m om ento, la G en e ra lita t de C atalu nya se sintió en guerra co n tra el G o b iem o
central, desarrollando u n a actividad dem agógica p atrio tera c o n el p retexto de ga
n a r a las m ultitudes a su causa. Para ello era preciso desprestigiar a la C N T , co n
el fin de que los trabajadores perdieran su fe en esa organización. Este propósito
explica la p ersistente cam paña sobre el “atraquism o de la C N T ”; sobre la com po
sición “m u rciana” de la FAI; e infinidad de tópicos más de sentido calum nioso de
los que está llen a la prensa catalanista e n aquella época.
395
C apitulo XX
cim ientos teóricos m ás am plios para vivir mejoi^inform ados de los acontecim ien
tos. Por lo que respecta a él mismo, tra ta b a de leer la prensa de diversas te n d e n
cias políticas, ta n to de España com o de Francia. La correspondencia que m a n te
n ía co n su h erm a n o Pedro da una m uestra de sus lecturas, cu an d o tra ta de algu
nos problem as com o el de la guerra, que p or aquel entonces aparecía en el p an o
ram a m undial com o u n a am enaza inm ediata. Ese esfuerzo de superación que h a
bía en D urruti, u nido a u n a especie de in tuición, establecía en él u n equilibrio in
telectual que se h acía sen tir cuando se abordaban ciertos tem as, tales com o el ca
talanism o y el problem a de la A lianza O brera, propulsada e n aquellos m om entos
por los socialistas. E n sus posiciones n o h ab ía oportunism o. C a p ta b a u n a realidad
y trataba de im poner en ella el anarquism o, es decir, n o perdía n u n ca de vista la
idea de que era el anarquism o m ilitante a q uien le correspondía jugar en España
u n papel que las condiciones históricas le h a b ían reservado. El sindicalism o, para
él, n o era otra cosa que un instrum ento de lucha, al cual h ab ía que inyectarle una
fuerza política co n stan te para que n o se estancara en los lím ites de las reivindica
ciones salariales. Y esa función política, d en tro del sindicalism o, era la tarea es
pecífica que él e n te n d ía debía jugar el anarquism o. Por esa concepción, D urruti
quería hacer en tra r en el sindicalism o u n a práctica revolucionaria que lo hiciera
evolucionar en el sen tid o político h asta conducirlo a u n a fuerza consciente y re
volucionaria, capaz de destruir por sus luchas al sistem a capitalista para crear las
bases socialistas que h icieran posible la abolición del asalariado. C iertam en te que,
en teoría, era eso la C N T ; pero, en la práctica, a veces, se desm entía, com o era el
caso reciente de la desgraciada entrevista co n Com panys, paso in co herente que
n o correspondía e n n ad a a la práctica revolucionaria que d ecía te n er la C N T .
“¡¿Para qué — h ab ía dicho en u n a re u n ió n de m ilitantes— hem os com batido
al “treintism o”, si ta m b ié n nosotros hacem os “treintism o”?! ¿No es “treintism o” ir
a quejarse a C om panys de que somos perseguidos? ¿Qué diferencia hay entre
Com panys, Casares Q uiroga o M aura? ¿No son todos ellos declarados enemigos
de la clase trabajadora? ¿No son todos ellos unos burgueses? ¿Se nos persigue? Y
bien: es lógico que se nos persiga, porque nosotros somos u n a am enaza constante
co n tra el sistem a que ellos representan. P ara que n o se nos persiga debem os ajus
tam o s a sus leyes, am oldam os a ellas, integram os a su sistem a, burocratizam os
h asta los tuétan os de los huesos y ser unos perfectos traidores a la clase obrera,
com o son los socialistas y cuantos p re te n d en vivir a costa de esa clase. Si somos
así n o se nos perseguirá. Pero ¿es que querem os ser así? N o. E ntonces, nuestra
práctica cotidiana debe nutrirse de nuestra im aginación creadora. N uestra fuerza
reside en nuestra capacidad de resistencia. N os podrán quebrar, pero n o debemos
jam ás doblam os a n te nadie. D ando traspiés com o este que se h a dado, podem os
caer en oportunism os políticos que p u ed en h ac er de nosotros lo que n o queremos
ser...” '52.
D urruti presentía el advenim iento de circunstancias excepcionales, ante las
cuales se debía estar preparado; circunstancias generadas n o por la clase obrera.
C apítulo X X I
tos burocráticos del Estado, ¿Cómo puede definirse, pues, esta singular rebelión?
P ara M arcelino D om ingo; “La G en e ra lita t n o h ac ía u n a revolución, sino u n golpe
de Estado desde d e n tro del Estado” '54. Y el historiador C arlos R am a define tal re
v uelta com o “u n a especie de rebelión de u n órgano del E stado co n tra el Estado
m ism o”. Pero, añade el mismo historiador; “n o es u n m ov im iento separatista n i
regionalista, porque invoca identificarse c o n los acontecim ientos que en aquellos
m om entos se están desarrollando en E spaña” Esta revuelta se sitúa en la ó p
tica del m ovim iento desencadenado por los socialistas c o n tra la en trad a de la
C E D A en el G o b iem o , co n la diferencia de que los socialistas quieren ocupar el
poder, m ientras los catalanistas ya lo ocupan. A h o ra bien, si los socialistas ap u n
ta n la tom a del poder, según su program a establecido, para reform ar el co n tex to
político y social, ¿qué es, por su lado, lo que quieren cam biar los catalanistas? “Los
hom bres de la G en e ra lita t n o querían h a c e r u n a revolución de tip o social, sino li
m itarse a u n a revuelta republicano-liberal desde el Poder” '^6. Y, p or ello, e n tra
b an en co n trad icció n consigo mismos y co n los propios socialistas, cosa que hizo
de la revuelta c a ta lan a algo incom prensible e indefinible, desde el p u n to de vista
“revolucionario”. Pero dejem os todas estas contradicciones de lado, y vayamos al
fondo del sentido de la revuelta, según n uestro e n ten d e r y e n razón de la situa
ción política catalana.
El G o v em c a ta lán h a tom ado com o m o tivo de la rev uelta n o la cuestión de la
C E D A , n i los cam bios políticos que p u ed an operarse en la p o lítica española; lo
que para él cu en ta es el ataque del G o b ie m o cen tral a lo que los catalanistas p ie n
san que es su autonom ía, específicam ente c o n relación a la an u lac ió n de la Ley
de contratos y cultivos v otada por el P arlam en t C a ta lá en ju nio. El h ec h o de que
los acontecim ientos evolucionen después, y que engarcen su m ovim iento con los
socialistas, es u n h e c h o anecdótico. El fondo del problem a está e n que los catala
nistas piensan ver u n m edio de asegurar aú n más su autonom ía, o sea, u m manera
de afirmarse mejor en el poder. Y de aquí que, para lograr la adh esió n pública o la
am pliación de la m ism a, se desarrolle la cam paña u ltranacionalista de “nosaltres
sois". Las palabras de Lluís C om panys al d o cto r Soler i Pía, después de su proclam a
del 6 de octubre, son suficientem ente expresivas en este sentido; “Ya tenem os el
E stat C atalá proclam ado. A h o ra ya n o m e podréis acusar de poco catalanista. Y
verem os lo que pasa” >57.
El cinco de octubre de 1934, el G o v e m de la G en e ra litat se subleva co n tra el
G o bierno de M adrid y proclam a el Estat C atalá. Después de d ic h a sublevación, los
catalanistas debían pensar que el G o b iem o de M adrid y la C E D A podían aceptar
aquella revuelta sin responder con v iolencia a los rebeldes. N o pensar así hubiera
sido ser “to n to de cap iro te”. ¿Con qué fuerzas podía reprim ir el G o b iem o central
a los rebeldes catalanistas?; C o n fuerzas que les fueran fieles, y éstas estaban en el
155. Idem.
156. Idem.
157. Idem.
EL 6 D E OCTUBRE EN BARCELONA: ¿CONTRA QUIÉN> 4O 5
161. Idem. !
4 o8 e l m i l i t a n t e < i9 3 i- i9 3 ¿ )
zaron a distribuir sus grupos armados. Pero podía constatarse que las fuerzas h a
b ían dism inuido m ucho ya por aquellas horas. A las 21.30 horas la defección de
los elem entos de la G en e ra lita t hab ía au m entado considerablem ente”
E n el cuartel general de los “S o m atens”, en la R am bla S a n ta M ónica, había
u n ce n te n ar de personas, pero n o todas arm adas; y, sin em bargo, h ab ía armas en
abundancia en los “casals”. Y en el local del C A D C l se en c o n trab a Jaum e
C om pte, con unos tre in ta hom bres y diecisiete fusiles. La m ism a contradicción.
H e aquí u n a relación cronológica de los principales acontecim ientos:
22 horas. Por todo el largo trayecto de las Ram blas h asta la de C analetas, se
veían num erosos grupos armados, esperando m ilitarm ente órdenes. El núm ero
aproxim ado de los concentrados en las Ram blas podía calcularse en unos 1.500.
En el local de la A lianza O brera se en c o n tra b a n unos 400 hom bres. Parece ser
que sólo te n ía n armas los centinelas (e n el café “N o vedades”, e n la calle de
C aspe, había arm as en abundancia que nad ie iba a recoger, y los de la A lianza
O brera se e n c o n trab a n a 300 m etros de distancia). Los de la A lianza O brera di
jero n después de la d errota que D encás se las había negado. U n testim onio — el
que utilizamos— , escribe a ese efecto: “U n a fuerza revolucionaria, en principio,
n o h a de esperar que le d e n armas, sino que las h a de tom ar. Y aquella noch e no
h ac ía falta m ucha audacia para ello porque era facilísim o obtenerlas...”
22.15 horas. D el cuartel de la calle Buensuceso salió u n a com pañía de
Infantería que, por la calle H ospital, ganó las Ramblas, ascendiendo hasta la Plaza
de C ataluña, en d o n d e perm anecieron h asta las seis de la m a ñ an a , para volver a
e n tra r e n el cuartel, sin h ab er tenido en c u en tro alguno.
22.40 horas. E n las Ramblas, frente al C e n tro de D ependientes, donde se e n
co n traba C om pte c o n sus 30 hom bres, llegó u n a com pañía d el 34 de Infantería.
U n capitán com enzó a dar lectura al b an d o de Estado de G u erra cuando, desde
d en tro del C e n tro , se les hizo u n a descarga cerrada que m ató a u n sargento e h i
rió a u n te n ien te y cin co soldados más. E n respuesta, los soldados com enzaron a
cañ o n ear el edificio a las 23 horas.
0.30 horas. M uere Jaum e C om pte a consecuencia de la explosión de u n obús,
siguiéndole m inutos después, víctim a de lo mism o, M anuel G onzález A lba.
1.30 horas. Los defensores del C e n tro de D ependientes, abandonados a su
suerte, después de h ab e r solicitado refuerzos a D encás, d ejan el edificio en u n sál
vese el que pueda.
1.30 horas. Se rinde, sin disparar u n tiro, la C om isaría de Policía de S an ta
M ónica: sesenta guardias, más cien paisanos, co n ab u n d an te m aterial, sobre todo
bom bas de m ano.
6 horas. C onversación en tre C om panys y Dencás:
“Dencás: Yo h aré lo que usted m ande.
“C om panys: P onga bandera b lan ca”.
Poco después se puso u n a bandera b la n ca en G ov em ació , m ientras D encás
gritaba: “Visca C atalunya üiure”. A co n tin u ac ió n , se produjo u n a dispersión gene-
162. Esta cita y las que continúan en el texto corresponden a la op. cit. de Manuel CruelU.
EL 6 DE OCTUBRE EN BAKCELONA: ¡C ONTRA QU IÉN? 4O 9,
C a p itu lo XXII
La Comuna AsInriaM
brería. Los revolucionarios au tén tico s h ab ían sido situados por el p oder de la
G en e ra litat frente a tres cam inos: m antenerse separados de la revuelta (que era
eso lo que deseaba la G e n e ra lita t); e n tra r en ella, com o se aconsejaba en el m a
nifiesto del C o m ité R egional, pero ello im plicaba, después del choque en tre la p o
licía de D encás y los obreros del S in d ic ato de la M adera, abrir fuego co n tra los c a
talanistas para poder a tac ar después a las fuerzas del E jército acuarteladas; o, des
pués de la derrota, lanzarse a la a v e n tu ra co n tra u n ejército que do m in aba ya es
tratégicam en te la capital, reforzado por las unidades de “é lite”, traídas de A frica
y desem barcadas en B arcelona e n la tarde del 7 de octubre. La C N T optó, de h e
cho, por la prim era, y, después de la ren d ició n de los catalanistas, puso a salvo la
mayor can tid ad de arm as posible, tra ta n d o de evitar que se produjera u n a m asa
cre obrera, que era el propósito de G il-R obles en C a ta lu ñ a.
La profunda revolución que se desencadenó en A sturias el día 5 de o ctubre
hay que in terp re tarla com o el ensayo general de lo que podría ser la rev o lu ció n
en España bajo la alianza revolucionaria de las fuerzas obreras. Pese a la d erro ta
m ilitar de los trabajadores asturianos, su acción era u n a gran victoria p ro letaria de
enorm es repercusiones en el m o v im ien to obrero español.
Los efectos del m o v im ie n to socialista en España qued aro n p ro n to localizados
en focos y propósitos n o alcanzados en parte alguna. E n Bilbao, el P artido
N acionalista V asco (P N V ) p redicó la abstención. Su sindical obrera, la S T V
aconsejó a los obreros acudir al trabajo, pero si e n c o n tra b a n dificultad o peligro,
recom endó n o acercarse a los lugares de producción. Insistía en que nadie se e n
tregara a actividades n o ordenadas p or la STV . E n Bilbao fue im p lan tad a la
liuelga más o m enos general, pero pasiva. E n los pueblos cercanos — P ortugalete,
1le m an i, Eibar, etc.— , se co n stitu y e ro n com ités revolucionarios y se llegó a e n
frentam ientos arm ados.
En M adrid la huelga fue general: cerraron los com ercios, n o salieron los p e
riódicos y n o h u b o trán sito rodado. E n los días cinco y seis, la capital vivió m o
m entos de sobresalto. H u b o en c u en tro s armados e n tre grupos obreros y policías
c-n las barriadas proletarias de C u a tro C am inos, T e tu á n , A to ch a , Delicias, etc.
H ubo, además, in te n to s de asalto por p arte de grupos obreros a la ce n tral de
CCorreos y a la p rop ia D irección G e n e ra l de S egundad, lo que produjo tiroteos e n
la G ran V ía, calle de A lca lá y P uerta del Sol. Pero com o siem pre había ocurrido
.interiorm ente a los socialistas e n todos sus m ovim ientos, apenas com enzó la lu-
i ha cayeron detenidos sus dirigentes. El Estado M ayor socialista fue d eten id o e n
el estudio del p in to r socialista Luis Q u in ta n a , donde h a b ía n establecido su c u a r
tel general. C o n la d e te n c ió n de d ich o Estado M ayor de la insurrección, ésta
i|iiedó acéfala. El m o v im ie n to revolu cio nario podía darse, pues, ya por fracasado.
Sin em bargo, p or las n o ticias que llegaban de A sturias, allí se luchaba fu erte
m ente, y el G o b iern o em pezó a to m ar sus m edidas p ara neutralizar a los rev o lu
cionarios asturianos.
A las 21 horas, el m inistro de G o b ern ació n , Eloy V aquero, habló por radio
iiniinciando el co nsabido parte propio a todos los gobiem os en situaciones pare-
I kl.is: “L i tranquilklati rom a en España". Lo que no obstaba para cjiie el G o b iern o
se reuniera apresurailam cntc en pleno a las 2 í horas para esindiar la Miuacuni. U
411 EL M ILITANTE h9}l-l9)6>
prim era m edida fue instaurar la censura de Prensa, y el P residente del C onsejo de
M inistros declaró a los periodistas: “que se estaba en presencia de u n m ovim iento
revolucionario, qu e obligaba al G o b iern o a declarar en A sturias el Estado de
G uerra”.
El día 6, el G o b ie m o de Lerroux e x ten d ía el Estado de G u erra a toda España,
y daba órdenes al general B atet de reducir los desórdenes catalanistas en
Barcelona. Para causar más im presión, Lerroux habló por radio, anunciando que
sería im placable co n tra los anarquistas asturianos y los separatistas de C ataluña.
El m inistro de la G uerra del G o b iem o de Lerroux, D iego H idalgo, encom endó
al general Franco que preparase u n p lan de ataque a A sturias. Y a las dos de la m a
drugada del día 7 de octubre, después de conferenciar co n el general Batet, quien
le an u n ció que para las seis de la m añ an a la revuelta ca ta lan a habría quedado li
quidada, el m inistro de la G uerra se retiró a dorm ir, dejan do al general Franco y
al te n ie n te coronel Yagüe la tarea de estudiar la m anera más eficaz de liquidar el
foco asturiano.
D urante el día 7 de octubre, L erroux fue visitado por num erosas personas que
le ofrecieron su inco n d icio n al apoyo e n aquellos graves m om entos. E ntre los que
le b rindaron su colaboración al jefe de G o b iem o se en c o n tra b a José A n to n io
Prim o de Rivera, p or q uien Lerroux se n tía “u n a muy viva sim patía”. En la n o ch e
de aquel día, el G o b ie m o se reunió de n u ev o y el m inistro de la G uerra, al te r
m inar el C onsejo de M inistros, declaró que “en A sturias los esfuerzos conjugados
de los ejércitos de tierra y m ar estaban a p u n to de lograr sus objetivos”. Y el m i
nistro de G ob ern ació n , por su parte, afirm ó que “la sum isión to ta l de los rebeldes
asturianos era u n a cuestión de horas”.
El día 9 por la tarde se reunieron las C ortes, co n la ausencia de los diputados
de izquierda. El G o b iern o fue felicitado por su rápida actuación. Y allí se dijo, e n
tre bastidores, que ese m ism o día hab ía sido d eten ido M anuel A zaña en Barcelona
e internado en u n barco que estaba surto en el puerto de la capital catalana.
El m ovim iento revolucionario organizado por el P artido Socialista, sin cabeza
desde sus com ienzos, se podía dar por frustrado. Pero lo que h ab ía fracasado en el
resto de España, e n A sturias, desde sus inicios, tom ó las proporciones de una p ro
funda revolución proletaria.
El m o vim ien to com enzó en A sturias a las tres de la m a ñ a n a del día 5, a ta
cando los grupos obreros co n cartuchos de din am ita a todos los cuarteles de la
G uardia C ivil de la región m inera. A m itad de la jo m ad a de ese día h ab ían caído
e n m anos de los obreros 23 cuarteles de la G uardia C ivil c o n to d o su arm am ento.
El cuartel de M ieres se rindió con sus 45 guardias, y cap itu laro n el 6 de octubre
los cuarteles de la R ehollada, S an tu llan o y Sam a.
En O viedo los obreros n o hab ían podido dom inar la capital, pero se luchaba
co n tra la G uardia C iv il y el Ejército. El com arvdante m ilitar decretó el Estado de
G uerra, y com enzó a env iar tropas sobre la zona donde los revolucionarios se h a
cían fuertes o d o m in ab an co m pletam ente. A sí fueron enviados G uardias do
A salto sobre M anzaneda, ocupada por los revolucionarios, pero no pudieron al
canzar su propósito por impedírselo una colum na obrera que .se encontrab.i para-
pct.ula en A rm atilla, en P ito del C astillo y al otro lado del valle, on Santiancs.
LA COM UNA ASTURIANA 4 I)
las fuerzas m ineras que atacaban O viedo h ic iero n retroceder a sus defensores, los
cuales se refugiaron e n el cuartel de Pelayo y en la C atedral. E n m anos de los m i
neros la fábrica de arm am ento, les produjo u n im po rtante b o tín , v ein tiú n m il fu
siles, trescientos fusiles am etralladores y num erosas am etralladoras.
M ientras se luch ab a en A sturias, los revolucionarios com enzaron inm ediata
m en te a organizar la vida bajo formas diferentes, es decir, bajo u n socialismo q u e
rido por la población, el cual abolía la propiedad privada, declarándola colectiva.
Los centros m etalúrgicos en m anos de los trabajadores, tales com o la fábrica
de arm am ento en T rubia, las factorías de La Felguera y otras, com enzaron u n a in
tensa producción, particularm ente en m uniciones, llegándose a fabricar por día
tre in ta m il cartuchos e n La Felguera. S in em bargo, p ro n to iba a mostrarse la in
suficiencia de la p roducción para los m iles de com batientes que estaban dispues
tos a m orir por la C o m u n a A sturiana.
En O viedo se instaló el C o m ité P rovincial R evolucionario, que m a n ten ía
contactos co n los diversos com ités revolucionarios de los pueblos Pero en la
co nstitución de d ich o C o m ité Provincial surgió ya la prim era co ntradicció n e n
tre socialistas y anarquistas. La alianza firm ada en tre Is U G T y la C N T indicaba,
n aturalm en te, que era a ambas organizaciones a quienes incum b ía la dirección de
la lucha. La F ederación Socialista asturiana, abusando de la situación, constituyó
el C om ité P rovincial en base a su sola representación, ex ten d ié n d o la luego al
P artido C om unista, que n o era n i firm ante del pacto R evolucionario n i represen
ta tiv o en la región. La aprensión que los anarquistas de La Felguera te n ía n co n re
lación a la sinceridad revolucionaria, se confirm aba. En vísperas del m ovim iento,
se celebró u n P leno confederal en G ijó n . E n ese pleno ch o c aro n dos puntos de
vista: los de G ijó n y La Felguera. Los prim eros, fervientes partidarios de la
A lianza, creían firm em ente en la sinceridad revolucionaria d e los socialistas, los
segundos, dudaban de tal sinceridad; y se p ro n u n cia ro n c o n tra todo pacto o co m
prom iso previo. Su p u n to de vista era la u nidad sobre la base del h e c h o revolu
cionario consum ado.
C on stitu ido e n O viedo el C o m ité P rovincial, el com ité revolucionario de
G ijón, considerando que constituye el ta ló n de A quiles de la C o m u n a A sturiana,
envía representantes a O viedo u na y o tra vez, para establecer co n tac to con el
C o m ité P rovincial y recabar arm am ento y m uniciones, “c o n infructuosos resulta
dos”, según escribe Peirats 1^“*.
E n los pueblos, los com ités revolucionarios se constituyen de dos m aneras d i
ferentes: en los lugares de influencia libertaria se n o m b ran m ediante asamblea;
m ientras que en los de influencia socialista son los com ités d el Partido los que ac
tú a n com o ejecutivos. Los bandos y proclam as de los pueblos tam b ién tien en di
ferente sentido, los libertarios apelan a la población a la solidaridad y al buen
acuerdo para llevar la lucha adelante; los socialistas “o rd en a n y m an d an ”, an u n
ciando m edidas draconianas a los que n o se som etan a las consignas del com ité.
N o obstante estas contradicciones, la ola revolucionaria, em pujada por el e n
tusiasm o colectivo, avanza por toda la región, sm en trar en dem asiadas discusio-
164 Idem.
LA COM UNA ASTURIANA 41»
terrible carnicería. Los aviones arrojaron tam b ién octavillas instando a la ren d i
ción:
“¡Rebeldes de A sturias, rendios! Es la ú n ica m anera de salvar vuestras vidas.
La rendición sin condiciones y la en treg a de las armas an tes de v einticu atro h o
ras. España en tera, co n todas sus fuerzas, va co n tra vosotros, dispuesta a aplasta
ros sin piedad, com o justo castigo a vuestra crim inal locura (...). T odo el daño que
os h a n h ec h o los bom bardeos y las arm as de las tropas, son n ad a más que u n sim
ple aviso del que recibiréis, im placablem ente, si antes de ponerse el sol n o habéis
depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después, irem os c o n tra vosotros hasta
destruiros sin tregua n i perdón”
A pesar de estas amenazas, los revolucionarios asturianos persistieron co m ba
tiendo h asta el d ía 18, fecha en que el C o m ité Provincial R evolucionario puso fin
a la resistencia co n u n m anifiesto en el que dice que, “después de probada la c a
pacidad de las masas obreras”(...), se estim a necesario u n a pausa en la lu ch a”.
Pero, se declara: “esta retirada se considera honrosa, porque es u n alto en el ca
m in o ”, ya que “al proletariado se le puede derrotar, pero jam ás vencer”. El espí
ritu de este m anifiesto está im pregnado de lo que declaró K arl L iebknecht, en vís
peras de ser asesinado; “H ay derrotas que son victorias, y victorias que son m ás
vergonzosas que las derrotas”.
La victoria que el G o b iem o obtuvo sobre los revolucionarios asturianos fue la
más vergonzosa de las victorias, porque n i siquiera supo respetar la sola y única
co ndición que los m ineros pusieron antes de rendirse; que las tropas m ercenarias
n o ocuparan la región asturiana. Y el general A rande, después de haber dado su
“palabra de h o n o r”, ofreció A sturias com o b o tín de guerra c o n “carta blanca” a la
Legión E xtranjera y los Regulares...
165. Para la revolución en Asturias, pueden ser consultadas las obras siguientes: Manuel
Villar, El anarquismo en la revolución de Asturias, Ed. Solidaridad Obrera, Barcelona,
1935 [Reeditado por la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo,
Granada, 1994]; Salvador de Madariaga, Espafia, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 1974; A nto n io Ramos Oliveira (autor socialista). Historia de Espafia, siglos X/X
y XX, Barcelona, Grijalbo, 3 vols.; V íctor A lba (simpatizante del POU M ), La Alianza
Obrera. Historia y análisis de una táctica de unidad en España, Madrid, Júcar, 1978;
Femando Solano Palacio (anarquista), La revolución de Octubre. Quince días de co
munismo libertario, Editorial Tierra y Libertad, Barcelona, 1936 [Reeditado por la
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Granada, 19941 y R i k I o IÍ o
Llopis (socialista), Octuhrc 34. Esuimpas de la revolución española. Ediciones Tribuna,
México-París, s.a.
417
C apítulo X X IIl
la U G T daban una respuesta fácil, pues, antes del m ovim iento, h abían decidido
eiitrc ellos que ninguno, e n caso de caer presos, asum iera la responsabilidad del
m ovim iento y que declararían que el alzam iento surgió esp o ntán eam en te de la
4i8 e l m i l i t a n t e <193I - I 936 >
166. Francisco L;ir(>o C.ihalicro, Mis ri'CWfTíios, Editores Unido» S. A., México, 1954.
«EL OR DEN Y LA PAZ REINAN EN ASTURIAS» 419
rrafos a R a m ó n G onzález P eña, que él llam a “el héro e de A sturias”. E stán escritos
por el más destacado de los líderes del socialismo burocrático de aquellos m o
m entos, y nos parece ú til recogerlos com o d ocum ento histórico, o co m p lem en to
inform ativo de aquel im p o rta n te suceso. Escribe Largo C aballero:
“Esto, a pesar m ío, m e obliga a tratar aquí el caso de Peña, el h éro e de
A sturias.
“P eñ a n o se hizo responsable del m ovim iento revolucionario de A sturias; es
que n o pudo negar su particip ació n , porque le cogieron c o n las m anos en la masa.
Le h ab ían visto ir de u n lado p ara otro, y com probaron su presencia e n el m o n te
y otros sitios; que n o es lo m ism o. Si a m í m e h u b ie ra n cogido “in fraganti”, h u
biera ten id o que d eclarar m i p articipación, n o o b sta n te el acuerdo que teníam o s
tom ado; mas, n o por eso, sería u n héroe, sino u no de ta n to s que expusieron su li
bertad y su vida.
“A h o ra bien, léanse sus declaraciones an te la C om isión P arlam entaria y an te
el C onsejo de G uerra. C o m o n o podía negarlo, dijo que hab ía tom ado p arte e n el
m ovim iento por disciplina, para cum plir acuerdos de los C om ités de A lianza
O brera y de los organism os encargados de organizarlo, y que su acción se lim itó a
evitar desm anes y salvar la vida a m uchas personas, incluso guardias civiles, los
cuales estaban obligados a cum plir c o n su deber. D io nom bres de personas, con
las cuales h ab ló y actuó, señalando sitios donde estuvo durm iendo. A l final de sus
palabras e n el C onsejo de G u erra se entregó a la b en ev o len cia de los jueces. Estas
declaraciones co n stitu ía n d elaciones de personas y lugares que costaron la vida a
•ilgunos correligionarios. P resentab a a los revolucionarios com o sanguinarios, ha-
I lendo necesaria su m ed iación para ev itar desm anes. T ra tó de atenuar la im por
tancia de su in terv en c ió n , co n el fin de evitar u n a c o n d e n a grave. ¿Es ésta la c o n
ducta de u n héroe? ¿Era esto declararse responsable del m ovim iento rev o lu cio n a
rio de A sturias? N ad ie, después de leer las declaraciones dichas podría afirm arlo;
y si otro correligionario y asturiano, partícipe en la organización, tuviese la sin-
I cTidad de rep etir en público lo que tien e dicho en privado, respecto a la partici-
p.ición de G onzález P eña, veríam os e n qué quedaba el heroísm o.
“C onste, pues, que yo n o critico n i censuro lo h e c h o para atenuar la pena, pero
sí censuro y critico aquellas m anifestaciones delatoras de personas y h ec h o s”
Hay que co n v en ir, después de to d o lo transcrito, que, sin pretenderlo, Largo
( '.iballero hab ía d ic h o u n a gran verdad: N o hay organizadores. El pueblo obrero se
'.iibL’vó en Asturias porque estaba maduro para la revolución. Y no había más héroes
que la fuerza colectiva. Pero n o era ésa la lección que Largo C aballero iba a ex tra er
Jo su reflexión carcelaria, sino to d o lo contrario a esa verdad.
Sof’ún se cu en ta, Largo C ab allero aprovechó su estan cia en la cárcel para leer
los escritos del fundador del E stado soviético, y quedó im presionado de la teoría
Ic-ninlsta de “la d ictadu ra del pro letariad o ”, por lo que creyó descubrir el m ar
xism o-revolucionario.
A otros socialistas reform istas com o C aballero ta m b ié n les en tró el m ism o “sa»
167. Idem.
410 EL M ILITANTE <1931-1936)
ram plón ”. A raquistáin, el más avanzado de ese grupo, se señalará p or sus escritos
de “reto m o al m arxism o”, en la revista teórica del P artido S ocialista, Leviatán.
Era bueno estudiar el m arxismo. Pero puesto que se le quería vivo ¿para qué
valía ese “descubrim iento”, si n o se pasaba a su aplicación inm ediata? S in em
bargo, aplicación, adem ás, n o quiere decir im itación, sino creación. El m odelo
bolchevique n o valía para España. Y la revolución española te n ía que en co n trar
su fuerza y su senda e n sí misma. A sturias h ab ía dem ostrado el cam ino español de
la revolución que era indispensable realizar. Esa revolución n o podía quedar so
m etida al estrecho sectarism o de u n p artido porque las partes que actuaban en ella
eran diversas, y e n esa diversidad en trab a la co nfrontación de sistem as socialistas
o anarquistas. Ignorar esa realidad histórica era n o avanzar e n el proceso revolu
cionario que la clase trabajadora hab ía iniciado, sino darle la espalda. Y eso fue lo
que hizo Largo C aballero, n o com prendiendo que la revolución proletaria pasaba
por la alianza obrera revolucionaria de la C N T y de la U G T . E n la cárcel, Largo
C a b a lle ro “m a d u ró ”, p ara caer m ás fá c ilm e n te en la estra te g ia que la
Intern acio n al C o m u n ista estaba elaborando e n M oscú, para exp ortarla a los p aí
ses “dem ocrático-burgueses”, im p lan tan d o así “el com unism o soviético” a escala
m undial.
4 X1
('A P lT U L O XXIV
«
¡BandiÉmo, no; eipropiación colectiva, sí!^
I6V. Iilcm.
4XX EL M ILITANTE <1931-1936)
E n discusiones de este tipo, los meses iban pasando. Y nuevos huéspedes iban
ingresando en la M odelo de B arcelona. A lgunos de ellos v e n ía n acusados de robo
a m ano arm ada, y h ab ía varios, e n tre éstos, que se reclam aban de la C N T e in-
cluso de la FAI.
“El saram pión del atraco”, com o se com enzaba ya a llam ar a la proliferación
de tal delito, alarm ó al grupo de m ilitan tes anarquistas que se en c o n trab a n e n el
presidio. Y los alarm ó aún más, cu ando algunos de los d etenidos exigían que el
C o m ité PrO' Presos de la C N T les procurase abogados defensores.
E n la re u n ió n de presos que se co nvocó para analizar esa cuestión, D urruti
adoptó un a posición categórica: “La h o ra n o es para el ejercicio de las expropia
ciones in d iv id u ales”, sino para la p u esta en m a rc h a de las co lec tiv a s”.
N atu ralm en te, esa d eterm inación dejó descontentos a los im plicados en los d eli
tos de ese tipo, pero el problem a n o po d ía resolverse a m edias, y el C o m ité Pro-
Presos optó por la m edida radical.
E n tretan to , el periodo de “preso g u bernativo” de D urruti llegó a su térm ino en
la en trad a del mes de abril de 1935.
Seis meses de cárcel, sim plem ente p or el capricho de u n gobernador, es sufi
cien te tiem po para sacar de quicio al más tim orato, pero para D urruti lo arb itra
rio n o term in ab a e n eso. A penas fuera del presidio, leyó e n u n suelto del perió
dico La Publicidad, firm ado por su “especialista” en n oticias de robos a m ano ar
m ada, llam ado José M aría Planas, que se decía, co n to d a desenvoltura, que
“D urruti y su b an d a eran los autores de los últim os atracos com etidos en
B arcelona”. La lectu ra de esa n o ta puso colérico a D urruti, q uien salió h e c h o u n a
furia en busca del “desvergonzado plum ífero”, com o llam ó al periodista en cues
tión:
“Era dom ingo p or la m añana. P or la R onda de S an Pedro n o transitaba nadie.
D e p ronto, diviso u n a persona que v ien e e n dirección opuesta a la m ía y p or la
m ism a acera. Es D urruti. Pasa por m i lado y n o m e ve. L leva u n periódico e n la
m ano y tiene cara de pocos amigos. C u a n d o h a pasado sin m irarm e, m e detengo
y digo en voz alta, de m odo que m e oiga:
“-¡A los amigos, por lo m enos, se les saluda...!
“Se para e n seco, m e mira, y al reconocerm e viene h a c ia mí.
“¿Cómo n o te vi?
“¿Por qué vas ciego...? ¿Qué te pasa?
“T om a, lee — y m e da el periódico que lleva e n la m ano. Es La Publicidad.
M arcado c o n u n círculo rojo, hay u n artículo que firm a José M aría Planas. ¡Voy
a rom perle el alm a a este plum ífero calum niador! — dice D urruti, co n voz airada
y crispado sem blante.
“-Pero, ¿adónde vas?
“-¡A La Publicidad, a sacar de allí a patadas a este m entiroso!
“-En ese diario n o hay nadie ahora...
“-¡Vam os ah o ra mismo!
“Y fuim os. C o m o yo h a b ía d ic h o , la ú n ic a p e rso n a q u e e stab a era el seren o .
D u rru ti lo a p a rtó a u n lado y e n tra m o s . R e c o rrió la R e d a c c ió n vacía, se c o n v e n -
l i ó de la a u se n c ia del p ersonal y n o s retiram o s. Y.i e n la i.ille , D u rru ti m e dice:
«¡ BA NDIDISM O , N O ; EXPROPIACIÓN COLECTIVA, S Í !»
170 Fitii anécdota nos fue contada por Juan Manuel Molina, pero posteriormente la he
mos visto continnai.1.1 por J.ii m ío Toryho en su olira No Wn rmllos, E4I. G . üel
Foro Mailrid, Ai|u( loiii.mios el rel.ito de Torylio porijue es t n . í s expresivo.
414 EL m i l i t a n t e <i93i-i936>
171. C omo en el ca.so anterior, este hecho nos hahía sido narrado por Juan M anuel
Molina, perteneciente .il ^nipo an.irquista “(lerm en", y ahora lo vemo.s confirmado
l'iir el .uilor i il.uio en l.i not.i .inlennr
4 Z6 e l m ilita n te <I93 I - I 93 «>
ro n fusilados, al igual que otros m ilitantes, bajo la prim era tira n ía m ilitar de este
siglo en la A rg en tin a, el 1 de febrero de 1931. R etom ando el curso de nuestra na-
rración, digamos que sería ju stam ente R u an o quien “rep rochó a D urruti el h aber
practicado tam b ién él ese género de acciones que hoy co n d e n ab a”. D urruti, sin
perder su calm a, le contestó:
“'Es cierto, amigo. Yo y “N osotros” hem os practicado esa form a de lucha en
tiem pos pasados; pero hoy, aquellos tiem pos los consideram os superados, por la
m archa ascendente de la C N T y de la FA I. Más de u n m illó n de obreros sindica-
dos en la C N T , que esperan el m o m en to propicio para h a c e r “la gran expropia
ció n colectiva”, exige de nosotros, m ilitan tes de ese m ovim iento, com portam ien
tos adecuados a las necesidades de la lucha. H oy n o hay lugar para las acciones
individuales, porque las únicas que c u e n ta n son las colectivas, las acciones de
masa. Y es por esta razón que, lo que h a sido superado por la m archa de la h isto
ria, n o puede ser m a nten ido, porque es u n a form a de lucha contrap ro d u cen te y
caduca. A h o ra bien, q uien desee seguir fuera del tiem po tie n e tam b ién que si
tuarse fuera de nuestras filas, ren u n cian d o a su calidad de m ilita n te y aceptando
para sí la responsabilidad que se deriva de la form a d e'v id a que h a elegido”
“La actitu d ad o p tad a por D urruti e n esa asam blea, y la acció n desplegada des
pués por él m ism o cerca de num erosos m ilitantes de la C N T y de la FAI, surtie
ron efecto, y lo que am enazaba convertirse en u n a epidem ia, fue co n ten id o a
tiem po” >73.
Después de este tem a, se en tró a discutir el p u n to sobre la situación política,
y del debate que siguió entresacam os la in terv en c ió n de D urruti, som era exposi
ció n de lo que pensaba el grupo “N osotros” sobre el asunto:
“-N o sé si os dais cuenta, com pañeros — dijo— , de la gravedad del m om ento
que estamos viviendo. A mi juicio, esa gravedad es ta n grande, que en cualquier
instante puede h ac er estallar la revolución. Y n o porque la provoquem os noso
tros... Pero hem os de estar preparados y dispuestos a sacar provecho de las cir
cunstancias, poniéndon os al frente de la c o m e n te revolucionaria que otros v an a
desatar en un m o m ento dado. ¿Qué expresión puede to m ar esa lucha? T al y com o
yo veo las cosas, la de u n a guerra civil. U n a guerra civil devastadora y cruel para
la que hem os de estar prevenidos (...) T endrem os que organizar milicias obreras y
echam os al cam po y eso exigirá el m a n ten im ie n to de la disciplina tal y com o n o
sotros la entendem os, pero disciplina. M editad en lo que os digo, porque si hoy es
u n a hipótesis, tal y com o van las cosas, e n u n futuro próxim o será u n a realidad” '74.
Poco tiem po después de esta reunió n, en el mes de junio, D urruti volvía a ser
d etenido y encarcelado com o “preso g u bernativo”.
173. Idem.
174. Idem.
4 1 .7
C ap itu lo X XV
175, Josí; Díai, Tres años de liuha, Editonn! Ebri), Pnrís, 1970.
4 z8 e l m il it a n t e '1931-193Í)
extirparan del país germ ano al socialism o y al m ism o com unism o. H asta el 26 de
enero de 1934, S talin tu v o esa esperanza; pero en d ic h a fecha, cuando se firm ó u n
tratado en tre A le m a n ia y P o lo n ia — que los técnicos m ilitares de M oscú in te r
p retaro n com o u n ataq u e directo a Rusia— , cam bió su táctica, adaptán dola a las
inquietudes que ese m ism o acuerdo despertó en los m edios gubernam entales fra n
ceses, quienes v iero n e n él u n peligro, porque rom pía el equilibrio de alianzas es
tablecido en tre los Estados europeos después de la P rim era G uerra M u n d ial.
Quizás, sin desearlo, H itle r volvía a restablecer co n tra A lem an ia la situación d ad a
en Europa antes de 1914, es decir, las alianzas tripartitas y cruzadas e n tre R usia,
Francia e Inglaterra
A partir de en e ro de 1934 com enzaron los tan teo s diplom áticos e n tre la
U n ió n S oviética y F rancia. Los franceses apoyaron la candidatura de la U n ió n
S oviética en su solicitud de ingresar e n la Sociedad de N aciones; S talin, e n c o n
trapartida, o rd en ó al P artid o C o m u n ista francés que se am oldara a u n a alianza
con los socialistas y la burguesía francesa. El P acto del 14 de julio de 1934 B lum -
T horez-D aladier lo confirm aba. Estam os en el prim er acto de la com edia d el
Frente Popular. V ayam os ah o ra al segundo. Este se produjo el 2 de mayo de 1935,
día en que se firm ó el P acto de A yuda M u tu a en tre F rancia y la U n ió n S o viética,
es decir, en tre S ta lin y Laval. C o m o com unicado final del Pacto, S talin hizo u nas
declaraciones m anifestando que “com prendía y aprobaba p len am en te la p o lític a
de defensa n acio n al practicad a p or F rancia para m a n te n e r sus Fuerzas A rm adas al
nivel de su seguridad”. H asta el día 2 de m ayo de 1935, el P artido C om u n ista fra n
cés se había negado siem pre a v o ta r los créditos m ilitares. Incluso u n m es y m e
dio antes del citad o 2 de mayo, T horez, en la trib u n a de la A sam blea N ac io n a l,
había declarado: “N osotros n o perm itirem os n u n ca que se arrastre a la clase
obrera a u n a guerra llam ada de defensa de la dem ocracia co n tra el fascismo”. La
declaración de S talin d eterm in ó el cam bio brusco, porque aquel mismo d ía 2 de
mayo de 1935 todos los m uros y paredes de Francia se llen aro n con carteles e n los
que se inscribía esta frase: “S ta lin a raison” (“S talin tie n e razón”). Y el ó rg an o
central del P artido C o m u n ista francés se encargó de explicar a los com u nistas
franceses que “hay guerras y guerras”.
A taquem os ahora, pues, el te rc er acto:
Del 25 de julio al 17 de agosto de 1935, fecha de la celebración d el V II
C'(ingreso de la In te rn a c io n a l C o m u n ista. A ctores: D im itrov y T ogliatti, a n te el
público de la In te rn a c io n a l C o m u n ista. T ác tic a del F ren te Popular; se resum e e n
una alianza c o n las clases m edias y sus partidos, e n busca de la form ación d e u n
trente único co n la clase obrera “para cerrar el paso a la ofensiva fascista”. Esta
necesidad la explicó el teó rico de la táctica, D im itrov: “P orque hoy en día, e n u n a
serie de países capitalistas, las masas trabajadoras tie n e n que elegir c o n c re ta
m ente, n o e n tre d ictad u ra del proletariado y la dem ocracia burguesa, sino e n tre
178. Jiicques D u elo s , M e m o rias ( 1 9 3 5 - 1 9 3 9 ) , Ed. F ayard, P arís, 1969, págs. 107-110. E n
Min rtcut-rdos, l,art>i> C iiK ille ro n o h.icc' m e n c i ó n d e es ta e n tr e v i s t a c o n J a c q u e s
P u l I o s y, sin c n iK irn o , sí c i ta a u n tal “ M e d i n a ” ( v e r t e x t o ) , d clejia d o d e la l.C l e n
E spaña, i|u e le i n s tó a la tiisión ile ios ilos p a rik lo s (S<K ialisia y ( )oniunist.i).
4 J1 EL M ILITANTE Il93l-I936>
C a p í t u l o XXVI
laCNTjuzgaaDumiU
n an d o en España (ten ien d o com o o bjetivo las islas Baleares), propició u n pacto
ibérico en tre P ortugal y España, e n el que Londres se reservaba su orien tació n p o
lítica y económ ica.
H itler tam b ién se sentía atraído y c o n deseos de influencia sobre tierra espa
ñola, p articularm en te por el hierro de Bilbao y por la potasa del S ahara español.
A prov ech ando la oportunidad que le h ab ía b rindado el general Sanjurjo, p i
diendo la colaboración nazi para u n alzam iento fascista en España, com enzó a in
teresarse seriam ente por las riquezas de la P enínsula Ibérica, y a tal efecto hizo
proposiciones de ayuda técnica “desinteresada” al G o b iem o español, consistente
en el envío de instructores y especialistas de aviación.
La in terv en c ió n en los asuntos in tern o s de España por p arte de las potencias
extranjeras (Inglaterra, Italia y A lem ania) en aquellos últim os meses de 1935, era
ya u n hecho; y cada u n o de e^tos estados buscaba, de en tre los españoles, sus pro
pios aliados. Las p otencias fascistas los h a b ía n en co n trad o e n los que conspiraban
abiertam ente co n tra la República. Inglaterra los te n ía ta n to e n el lado de las iz
quierdas com o en el lado de las derechas, p o r lo que dem ostraba que el escrúpulo
m oral está fuera de toda lógica diplom ática y política..
M ientras el fre n te electoral buscaba u n program a p o lítico capaz de m ovilizar
a las masas obreras y la política in te rn a c io n a l avanzaba sus peones en España,
veam os cóm o se re h a c ía n las fuerzas anarcosindicalistas y las inquietudes de
D urruti en la cárcel de V alencia.
Si la C N T ganaba influencia y prestigio e n la clase obrera, su estructura de or
ganización sindical se resentía fuertem ente por el largo periodo de clandestinidad,
del que apenas se percibía u n resquicio de claridad para salir a la luz pública. A
esa fragilidad organizativa había que u n ir tam b ién opiniones divergentes sobre la
m anera de encauzar el futuro, en el cual el tem a de la p osición de la C N T frente
a las próxim as elecciones to m ab a convertirse en cen tro generador de disidencias.
U n periodo de legalidad, en el que se respetara el derecho de asociación, y un
Congreso N acional, le eran necesarios a la organización confederal para poder fi
jar sus posiciones tácticas con plenos acuerdos de sus adherentes. Pero, por el m o
m ento , n o había form a de pensar en ello, lo que era u n a m an era de dejar las im
p ortantes cuestiones en suspenso o abordarlas de m anera insegura.
Para la FAI, fijar su posición p olítica a n te los acon tecim ien to s era m ucho más
fácil que para la C N T . En la clandestinidad desde su form ación, y ligera de es
tructuras, sus grupos podían reunirse fácilm ente y discutir c o n am plitud sus p ro
blemas. Fue esa facilidad lo que m otivó que la organización anarquista pudiera fi
jar antes que la C N T su lugar an te el m o m en to político:
“La lucha co n tra el fascismo — se escribía e n Tierra y Libertad— no puede em
plazarse en este te rren o (el electoral), que es el terreno de la im potencia y del re
n u n ciam ien to an ticipado a toda otra acción de mayor trascendencia. N o se puede
halagar al proletariad o co n la prom esa de unas elecciones futuras, de frentes ú n i
cos políticos, de P arlam entos obreros que tom arán el poder, a cam bio de que los
trabajadores se pongan de acuerdo para que en un día determ in ad o voten una fór
mula social izquierdista. N o se le puede em pujar por el b lando y cóm odo cam ino
del m enor e.sfuerzo, que tiene por fin la decepción y el de.sastre. Hay que .sacudir
LA CNT JUZGA A D URR UTI 435
su fibra rebelde, h ay que decirle y m eterle en tre ceja y ceja la co nvicción de que
el fascismo sólo puede ser derro tad o revolucionariam ente...” '^9.
En las cárceles, los debates to m ab an tam b ién proporciones de discusión p o lí
tica electoralista, p or p arte de los m ilitantes socialistas y com unistas. A l fascismo,
se decía, hay que p ararle e n E spaña co n u n frente ú n ic o electoral que lleve a las
izquierdas al Poder. P ero h a b ía u n a gran m asa obrera que, escapando al c o n tro l
político de los aparatos burocráticos de los partidos, ex traía de la revolución de
octubre lecciones diferentes, e n su con cep ció n de la alianza obrera n o se la si
tuaba al nivel de las elecciones, sino e n el terren o revolucionario. En la m a n era
de discurrir de esa m asa obrera h ab ía u n detalle im portante, y era la identificación
que ella h acía del fascism o c o n la burguesía. D en tro de lo que esa masa obrera
consideraba fascismo, incluía al clero, al m ilitarism o, al gran com ercio y a la a lta
y baja finanzas, al aparato buro crático d el Estado, a la burguesía y a los p ro p ieta
rios rurales y te rraten ie n te s, sin o lvidar a la aristocracia española. Ese antifascism o
era lo más opuesto al “frentepopulism o” y a la coalición electoral republicana-so-
ciahsta. E n resum en, era u n a co n c ep c ió n proletaria clasista que n o variaba el
fondo práctico de lu ch a co n tra la burguesía. El p u n to débil del que adolecía d ic h a
posición estaba e n que, si b ie n era sentida, resultaba p oco expuesta y desarrollada
en los debates en los patios y e n las celdas. Ello se po día in tu ir claram en te en
aquellos que n o d a b a n ese sen tido clasista a la lucha antifascista y que la in te r
pretaban en el sentid o e n que se estaba o rien tan d o e n la calle: com o u n a acció n
de colaboración de clases, incluyendo e n tal frente antifascista todos cu a n to s se
sintieran liberales o “progresistas”. Ese equívoco era peligroso para el propio fu
turo de la revolución proletaria. La FA I, acentuando com o lo h acía en el escrito
que antes citam os, o rien tab a ju stam e n te to d a su acció n propagandística a escla
recer la confusa expresión antifascista.
En la cárcel M odelo de V alencia, d onde se h allab a D urruti desde el m es de
agosto, prevalecían los presos de la C N T y de la FA I, procedentes de C a ta lu ñ a,
de A ragón o del m ism o L evante. Esta hom ogeneidad de los presos h acía que los
debates fuesen más co n c re ta m e n te centrados en los problem as internos de la
C N T y de la FAI, y u n o de dichos problem as afectaba a la corriente “tre in tista ”,
fuertem ente im p lan tad a e n la reg ió n valen cian a y ta m b ié n e n algunos presos de
la cárcel. Los dos años que tran scu rriero n desde la separación de los llam ados
“treintistas” de la C N T , h ab ía sido u n tiem po de reflexión para algunos de ellos
y, para el c o n ju n to , de clarificación e n tre las diversas corrientes que en u n m o
m ento dado co nverg iero n alrededor de “los tre in ta ”. El grupo de S abadell se
orientó p ro n to en dos direcciones políticas: una, que los cond ucía h acia la U G T ;
y otra, que los llevaba h a c ia la Esquerra R epublicana de C atalunya. En cualq uier
caso, q uedaban separados de la C N T ya para siempre. Los adictos de P estañ a si
guieron a éste cuando, e n 1933, fundó el Partido S indicalista, con cuya p la ta
forma política in te n ta b a realizar, c o n relación a la C N T , la misma o peración de
co ntrol e influencia que la p racticada por el Partido Socialista con respecto a la
publicado? T o d o esto d en o ta que los de la calle tie n e n interés e n que tod o se eche
a perder. Y esto es algo significativo. N ad ie más que ellos, que tie n e n e n las m a
nos todos los m edios son los llam ados a aclarar este asunto. ¿Por qué n o lo hacen?
Esta posición de los C om ités resulta sospechosa. ¿Qué interés tie n e n en que este
asunto n o se aclare?
“T engo cartas de los com pañeros del P enal de Burgos, d o n d e se leyó el docu
m en to en u n a reu n ió n , y, según m e inform an, n o hubo n a d ie que protestara, lo
que n o quiere decir que todos estén de acuerdo; pero antes de conocerlo se decían
barbaridades y, ahora, al ser conocido, se reflexiona más sensatam ente.
“De los resultados de la táctica de B arcelona hay m ucho que hablar, pero por
carta hay que ser prudentes. Lo único que puedo decirte es que, después de tanto s
sabotajes, h a n te n id o que situarse — para ponerse al h ab la co n la p atronal del
R am o del A gua y de la C om pañía de T ransportes U rbanos— , u n poquito fuera de
los principios co n fed erao s. N o los critico, dadas las circunstancias excepcionales
por las que atravesam os. Pero sí pienso e n el gran perjuicio que nos h a ocasionado
y nos ocasiona el sistem ático sabotaje. C o m o sistem a es algo que la organización
n o puede tolerar. C o m o táctica es m uy discutible. E n el o rd en colectivo, pienso
que nos h a causado u n d año terrible h aciéndono s perder m u ch o más de lo que se
pueda ganar. S iem pre que vayamos a u n a lu ch a es preciso p en sar e n los beneficios
y los perjuicios. Jam ás h e sido partidario de que se ab an d o n en los conflictos h u el
guísticos, pero u n a cosa es n o abandonarlos y otra h ac er que todas nuestras a c ti
vidades giren e n to m o a u n conflicto. Eso es lim itar el área de acción de la C N T .
R educirla a u n a lu ch a salarial es lim itarle sus objetivos finalistas.
“La situación p o lític a com ienza a despejarse afortu nadam ente para nosotros, y
lo que los com pañeros deberían preguntarse es en qué condiciones vam os a e n
con tram os para e n tra r en ella co n to d o nuestro peso... E n los patios de los presi
dios y en las cárceles ya n o se habla de la C N T , y ahora to d o se espera de aque
llos que com batim os co n stan tem en te. La C N T , de m om ento , n o es n inguna ga
rantía. En el án im o de todos los presos n o h ay n ad a más que estas palabras: “que
abran el P arlam ento, que se levante el E stado de excepción, que se vaya a las elec
ciones. N i u n a palabra de la C N T . Esto es lo que se h a ganado co n la posición de
la organización: m a tar la confianza e n nuestras propias fuerzas.
“La C N T , que es la organización que más presos tiene, n o podrá jugar ningún
papel im portan te n i antes n i después de las elecciones. Los presos de la C N T te n
d rán que salir a la calle gracias a los políticos... Y esto, para mí, que soy anarquista,
tiene m ucho sentido. Yo quisiera salir e n libertad gracias al esfuerzo de mis com>
pañeros, y n o por la filantropía de alguien al que tengo que com batir a sangre y
fuego in m ed iatam en te después...”
N ingu no de los escritos de D urruti refleja m ejor que el presente su estado crí
tico y, a la vez, su afirm ación revolucionaria anarquista. Los extranjeros n o en-
cu e n tran o tra defin ició n del tip o español, cuando éste se h alla an te situaciones de
dism inución, que la referencia a su orgullo. E n toda la ca rta de D urruti trasciende
ese orgullo, que él quisiera retran sm itir a los otros para m a n ten e r co n v alor la
grandeza de la C N T p o r el papel revolucionario que d ic h a organización estaba lla
m ada a jugar e n España. En este escrito crítico son varias las cosas que p lan tea,
aunque todo sea alrededor de la m ism a cuestión; pero lo que sobresale e n la m e n
cionada carta com o idea m otriz es la finalidad de la C N T , com o fuerza obrera co
laboradora del anarquism o para la im p lantación del com unism o libertario. Q u e la
lucha obrera era necesaria sostenerla, de acuerdo, pero n o hasta el ex trem o de
perder de vista objetivos principales, para entregarse en cuerpo y alm a a los se
cundarios. C u a n d o el grupo “N o so tro s” atacó el problem a de “los expropiadores”,
fue por las mismas razones que ah o ra D urruti criticaba el desgaste de fuerzas e n los
sabotajes cotidianos, los cuales n o sólo resultaban ya inoperantes, sino que, ad e
más distraían la a te n c ió n de los problem as que creaba el cam bio político que se
te n ía e n puertas. Las ciicu n stan c ia s e ra n dem asiado grandes p ara los hom b res que
la clan destinidad h a b ía llevado a los C om ités, los cuales adm inistraban el coraje
de la acción falsam ente. U n a vez más, la clandestinidad m ostraba sus defectos, re
trayendo a la m asa obrera de la v id a sindical, de la cual, siem pre, venía el im pulso
y la creación.
E n noviem bre de 1935 salió D u rru ti de la cárcel de V alencia. Y com o él su
ponía, tuvo que h ac er frente, e n u n a reu n ió n de m ilitan tes, a la defensa de su p o
sición. Los que m ayorm en te atac ab a n a D urruti eran los m ilitantes del S in d ic ato
del T ransporte, que se se n tía n d irec ta m en te afectados por las observaciones de él.
E ntre los acusadores (los “cam orristas”, com o los llam aba D urruti), h ab ía quienes
parecían querer resaltar que la vida de presidiario que llevaba D urruti h a b ía te r
m inado co n el h o m b re de acción. Eso n o era dicho de u n a m anera directa, pero
se daba a en ten d e r. El sentido de esa reu n ió n lo d a José Peirats, asistente a la
misma, y q uien p or deseo de D urruti lev an tó el acta: “D urruti estaba cogido e n el
engranaje de la fam a de v a lien te y n o podía evadirse sino co n la m uerte. El p ú
blico tiene m uchas m aneras de exigir y de pagar sus exigencias. C ualquier desvia
ción de esta trágica trayectoria le h ubiera sido reprochada severam ente (com o
ocurrió) en el proceso que los transportistas barceloneses instruyeron c o n tra
D urruti al salir éste de la cárcel de V alencia. A cualquier o tro se le h u b ie ra p e r
donado u n a debilidad h u m a n a al n iv e l de cualquier m ilita n te medio. A D urruti,
no. Y para defenderse tu v o que revalidar su h ip o teca de hom bre v aliente golpe
ando la mesa co n el p uño, m ien tras hablaba. Esto co n v en ció más que sus argu
m entos. Y fue absuelto” isi.
U nos días después de esta reu n ió n , D urruti hubo d e to m ar la palabra ju n to co n
Ascaso, en u n m itin e n favor de Jerónim o Misa, u n jo v e n libertario co n d e n ad o a
m uerte en Sevilla, por h ab e r liberado, pistola en m ano, a u n grupo de presos que
se enviaban al P uerto de S a n ta M aría.
El prim ero en h a b lar fue A scaso, quien, antes de abordar el objeto del m itin ,
C a p ítu lo XXVII
El 16 de febrero de 1936
dim isión, cosa que h ic iero n M elquíades A lvarez y M artínez de Velasco. Esta sería
la últim a crisis de los gobiernos de derecha, pues A lcalá Zam ora la resolvió co n la
form ación de u n G o b iern o com puesto de personalidades políticas encargadas de
disolver las C ortes y convocar a elecciones para el 16 de febrero de 1936.
Para la C N T , que n o en tró en la com b in ació n p olítica del difuso y confuso
pacto de las izquierdas, se le presentaba u n duro problem a: ¿había que aconsejar
la abstención o, p o r lo contrario, v otar e n pro de la lista de izquierdas para libe
rar a los presos, de los que la m ayoría p e rte n ec ía n a la C N T ?
El día 9 de enero , el C om ité R egional de la C N T de C a ta lu ñ a cursó una cir-
cular a los S indicatos por la que se les convocaba el 25 d el m ism o mes a una
C onferencia R egional en el cine M eridiana de Barcelona. Los tem as a discutir en
d ich a C onferencia serían: “ 1.- ¿Cuál debe de ser la posición de la C N T en el as
pecto de la alianza co n instituciones que, sin sernos afines, te n g a n u n matiz obre
rista? y 2.- ¿Qué ac titu d co ncreta y d efinitiv a debe adoptar la C N T an te el m o
m e n to electoral?” >83.
La inclusión de estos dos p u ntos d e n o ta b a la confusión que existía e n aque
llos m om entos e n tre los hom bres que co n stitu ía n los C om ités, hom bres co n los
cuales D urruti se h a b ía enfrentado y juzgado de “sospechosos”; sospechosos e n el
sentido de n o saber rea lm e n te cuáles e ra n sus propósitos e n relació n a la direc
c ió n que im prim ían a la C N T . Se p ercibe claram ente u n a indecisión, cuando n o
u n a coacción al som eter u n orden del d ía que encajo n a u n a discusión o la h ace
nula. H ab ía h e c h o m ella en algunos m ilita n te s de la C N T el cam bio que p are
cía operarse e n Largo C aballero, q u ié n se atrevía en sus m ítines a llam ar a la
C N T para form ar c o n la U G T “u n a h erm a n d ad e n la rev o lu ció n proletaria”.
Posiblem ente... Y p rob ablem ente ta m b ié n era u n a m an era para ellos de n o in
te rv e n ir en u n a ca m p a ñ a abstencionista, y ento n ces la balanza electoral se in
clinaría a favor de la coalición republicana, de la que se esperaba que, al m enos,
cum pliría el p u n to relativo a la am nistía.
U n día después de cursarse la m en cio n ad a circular, salía D urruti en libertad.
E n los pocos días que h ab ía perm anecido esta vez encerrado, la atm ósfera de la ca
lle había cam biado. C om o por ensalm o, las explosiones de petardos de dinam ita
y bombas, así com o los atentados personales y los choques c o n la fuerza pública
h a b ían cesado, lo que podía hacer pensar que algunos que m uchos de tales hechos
eran perpretados por elem entos provocadores de la Falange. E n el am biente pare
cía flotar u n aire de tragedia que se apercibía en el m irar de las gentes. En las te r
tulias de café se d en o tab a u n a acusada indecisión, es decir, poca seguridad para
dar juicios sobre el m o m en to político y su desenlace. Esta m ism a indeterm inación
la pudo apreciar D urruti en las conversaciones con m ilitantes que realm ente du
d aban de si se debía o no repetir la o peración abstencionista del mes de n ov iem
bre de 1933. E n u n a de esas reuniones D urruti se expresó crudam ente:
“Los anarquistas — dijo— , somos realm en te muy pocos e n España. N uestras
ideas y propaganda influyen poderosam ente en los trabajadores, pero esto ocurre
184. C(>rminicacu')n f.icilit.icia pxir Pahlo Riiiz, uno de los orKaniz.idom en 1937 de !■
Aj;rii|'iu lón "1 os Aiiiiyos di- i^urrun"
444 EL m i l i t a n t e (i93I-I936>
186. Tierra y Liheruid, 10 Ji- julio ilc 1916. Artículo ile Fonraura, “A propósito dc la
Ali.inza l’l.incs «Kiiilist.is pnrii ol futuro"
446 EL M ILITANTE <I93I-I93«>
187. Manuel Tuftón de Lara en (>p. cit. da esta cita de Joaqiifn Arrará,s.
EL l 6 DE FEBRERO D E I 9 3 6 447
189. Burnet Bolloten, El Gran EngafU). Las izquierdas en la lucha por el poder, C:aralt,
IViui-lonii, 1977.
448 e l m i l i t a n t e <I9 3 I-I 9 3 é>
190. Idem.
C a p ítu lo X X V Ill
El IV Congreso de la CBT
Desde que se pro clam ó la R epública e n España, jam ás los com ponentes del grupo
“N osotros” pisaron el te rre n o c o n ta n ta firmeza com o lo estaban h acien d o desde
enero de 1936. Sus energías se h a b ía n ido gastando e n tre las constantes insurrec
ciones, y tres cuartas partes de su existencia h a b ían discurrido en las cárceles. Era
la prim era vez, desde enero, que v iv ían n o bajo la am enaza de la prisión, sino en
u n a ebullición perpetua, fortificando las estructuras sindicales de la C N T , reajus
tando los C o m ités de D efensa C N T -F A I, atando relaciones co n m ilitares para vi
vir de cerca la evo lu ció n que esta in stitu ció n seguía y acudiendo a las co n fe re n
cias, reuniones sindicales y m ítines que casi diariam en te se realizaban. Pero el
caso de los co m p o n en tes del grupo “N osotros” n o era único, sino que igualm ente
era la vida co tid ia n a de todos los m ilitan tes de la C N T y de la FAI.
R esulta increíble — y d e n o ta la fe y la v oluntad de esos m ilitantes— q ue u n a
organización com o la C N T , que n o disponía de “p erm an en tes”, ni de “fu n cio n a
rios” sindicales retribuidos o “liberados”, salvo su secretario general del C o m ité
N acio nal, que la cotización que pag aban sus afiliados iba destinada to ta lm e n te a
atender a los presos, a la p ropaganda y a los obreros parados -que en la crisis que
se atravesaba era u n peso im p o rta n te e n el m illón y m edio de afiliados— y som e
tida, además, por lo que refiere especialm ente a B arcelona, a la co n stan te ilegali
dad, pudiera, en m uy p oco tiem po, recuperarse to talm en te , p oner en m archa sus
sindicatos y preparar u n C ongreso N acio n al, cuyas asam bleas se celebraban bajo
la asistencia de m iles de obreros e n salas de cines y teatros. N o creemos que u n
m ovim iento co m o éste en c u e n tre p aran g ó n en el m undo.
Existía en la C N T u n cierto liderism o, pero u n liderism o muy “específico”. E n
u n a sindical d o n d e n o h ay u n aparato que m aneje el fu n cionam iento de la orga
nización, el liderism o tie n e otras raíces que provienen de la abnegación y el tesón
m ilitante, n o te n ie n d o o tra gratificación que el respeto que inspiran en tre los tra
bajadores el tip o de h o m b re co n estas virtudes. Esos líderes conseguían u n p resti
gio derivado de su propio co m p o rtam ien to y entrega e n la lucha. Form aban en la
fábrica en tre los trabajadores; ap a rec ían e n la lucha co tid ia n a e n prim era fila;
eran los prim eros e n ir a la cárcel, y e ra n los que, esclavos del respeto que inspi
raban, n o te n ía n d erech o a debilidades e n los m om entos graves y decisivos, pues
si caían en faltas o fallaban eran sancionados y juzgados de m anera inexorable por
el co n ju n to de la organización. E ran líderes cuya persona ob ten ía el respeto que
inspiraba su vida ejem plar.
En D urruti y Ascaso esa “fam a”, aprecio o “confianza” pesaba com o una losa.
T a n to uno com o otro eran conscientes de que aun no ejerciendo ningún p(KÍer que
se apoyara en resortes de m ando, la influencia ix'rsonai era perniciosa desde el
p un to de vista anarquista. Y en diversas (Kasiones lo habían h ech o sentir en su me
4 JO EL M ILITANTE <I93I-I936>
dio social; “El h om b re que se som ete al influjo de otro h om bre n o será jamás d ueño
de sí mismo”; y “n o siendo u no dueño de sí mismo, n o podrá h aber una com pleta
liberación de la persona h um ana”. A u n q u e parezca m entira, esa actitud, en vez de
m erm ar la confianza que la gente p o n ía en ellos, la aum entaba, creándose, com o
consecuencia, u n a especie de doble conciencia, que les exigía n o caer en vicios
que pudieran estim ular en ellos la p retensión de considerarse “superiores”.
Esa actitu d o esa conciencia del papel que jugaban a veces chocaba co n sus
com pañeros de grupo u otros m ilitantes. U n caso c o n c reto era el de G arcía
O liver, el cual se sen tía siempre seguro e n sus juicios, cosa que, unida a u n a b ru
tal sinceridad al expresar su pensam iento, le daba u n cierto aire de superioridad
del que parecía sentirse satisfecho. Ese sen tim ien to de superioridad podía ser el
principio del liderism o consciente, o encontrarse b ien e n el papel de “m ilita n te
influyente”.
E n pocos meses G arcía O liv er llegó a m adurar m uchos de sus análisis. El veía
venir co n precisión el golpe m ilitar y pensaba que la C N T debía aprovechar esa
circunstancia para realizar su revolución. A cordaba u n valor único a la C N T y a
la FAI en esa revolución. H abía algo de bolchevism o e n su co ncepción de la efi
cacia revolucionaria. A dem ás, era u n revolucionario osado.
D urruti ta m b ié n h ab ía plasm ado m ucho su pensam ien to, y en su horizonte
aparecía u n enfoque que discrepaba d el d e su com pañero de grupo, y era justa
m ente sobre la cuestión de la eficacia. El deseaba u n a revolución anarquista y n o
u n a revolución C N T -F A I. U n a revolución C N T -F A I era u n a revolución p rá c ti
cam ente bolchevique. U n a revolución anarquista era la c o n ju n ció n de todas las
fuerzas libertarias orientadas h ac ia el com unism o libertario, que abriría por sí
m ism o cauces de organización social y p olítica que im pidieran el sostenim iento;
sin embargo, él p artía de la realidad C N T -F A I com o únicas organizaciones revo
lucionarias, y de la necesidad que éstas te n ía n de concretizar su defensa fren te a
las fuerzas adversas. Desde este p u n to de vista. G arcía O liv e r era un-práctico de
la revolución; pero su sentido práctico podía conducirle a la dictadura C N T -F A I.
D urruti, aun reconociendo la realidad revolucionaria C N T -F A I, no quería u n a
dictadura C N T -F A I, porque consideraba que, aunque la dictadura fuera ejercida
por anarquistas, n o dejaría por ello de ser dictadura. Lo qu e existía en el fondo de
ambas teorías era la gran cuestión del poder revolucionario, tabú que, al n o a ta
cársele d irectam ente, contribuía a m a n te n e r equívocos, pues si n o eran perju di
ciales por el m om en to , lo serían ta n p ro n to com o los acontecim ientos situaran a
la C N T -F A I a n te la realidad revolucionaria.
El choque e n tre D urruti y G arcía O liver se produjo e n el S indicato donde
ellos m ilitaban. Fabril y T extil, cuando se trató el tem ario d el Congreso N acional,
co n cretam en te e n su p u n to relativo a la preparación y defensa de la revolución.
G arcía O h v er avanzó la idea de co n stitu ir u n a organización param ilitar com o m e
dio eficaz para oponerse al golpe de Estado que él sen tía venir. D urruti sostuvo
que ni ta n siquiera desde el p u n to de la eficacia podía sostenerse esa concepción:
“C ierto — decía— que la teoría de G arcía O liver es más eficaz, desde el p u n to de
vista de la organización m ilitar, que la guerrilla que yo defiendo. Pero estoy seguro
que esa organización param ilitar, ju stam en te y en nom bre de su eficacia, condu-
EL IV CONGRESO D E LA C K T 451
eirá a la derro ta revolucion aria, porque ese organism o com enzará por im ponerse
en nom bre de la eficacia, ejercerá u n a autoridad y term in ará por im poner su po
der sobre la revolución. E n n o m b re de la eficacia los bolcheviques asesinaron la
revolución rusa, lo que seguram ente n o deseaban, pero era fatal que así ocurriera.
D ejem os que n u estra rev o lu ció n se desarrolle por sus propias vías”
E n el S in d ic ato F abril y T e x til de Barcelona, sus ad herentes se p ro n u n cia ro n
m ayoritariam ente e n favor de la proposición de G arcía O liver, la cual consistía,
e n relación al p u n to que nos h em o s referido, e n lo siguiente: “Los grupos d e ac
ción de la C N T y los grupos anarquistas co n stitu irán u n a organización n ac io n a l
de defensa que, p artien d o del grupo, form ará la C e n tu ria, principal u n id ad del
Ejército P roletario”.
El tem ario de este im p o rta n te C ongreso de la C N T fue muy extenso. U n o de
sus puntos tratab a de definir lo que se en ten d ía p or C om unism o L ibertario. En
cualquier o tra circunstancia, u n a definición sobre esta m ateria h u b ie ra sido
ociosa, pero e n m ayo de 1936 resultaba indispensable, debido a la situ ació n pre-
revolucionaria que se vivía. Las discusiones fueron apasionadas, en razón de las
dos corrientes que circulaban in ten sa m en te en el interio r de la C N T . Para los sin
dicalistas la cosa era sim ple, puesto que se tratab a de h acer de las estructuras de
la C N T el organism o eco n ó m ico de la revolución; pero para los anarquistas, que
e n ten d ía n que todo program a era p o n er u n lím ite a la revolución, y adem ás n o
concebían la n u ev a estru ctu ra social tom ando com o m odelo a una organización
basada en la lu ch a de clases, esta discusión despertaba e n ellos todas las reservas
que o p o n ía n al sindicalism o. T o d o esto, m anifestándose en las asambleas obreras,
hacía de éstas u n cam po propicio de propaganda, que p o n ía en guardia a la clase
obrera sobre los peligros que p o d ía n acechar a la revolución. D urante los tres m e
ses que duró la prep aració n de este Congreso, los tem as del C o m u n ism o
Libertario y la defensa de la rev o lu ció n se en c o n tra ro n expuestos en asam bleas,
m ítines y prensa c o n controversias que ayudaban a clarificar los conceptos.
El 1 de m ayo de 1936 se inauguraron las sesiones del IV Congreso de la C N T
en Zaragoza, com enzando las m ism as co n la celebración de u n im p o rtan te m itin
en la plaza de T oros, la cual fue invadida n o sólo po r los trabajadores de la ca p i
tal aragonesa, sino ta m b ié n po r los miles de obreros que, en trenes especiales, se
habían desplazado a Zaragoza desde Barcelona, V alen cia y M adrid.
La prim era cuestión que el C ongreso tuvo que resolver fue la de los S indicatos
de O posición, es decir, aquellos que se h ab ían separado de la C N T e n marzo de
19 53, y que ahora solicitaban su reingreso en bloque. El problem a fue discutido in
tensa y am pliam ente e n las asam bleas sindicales, y, en general, se aceptaba el re
torno a la ce n tral confederal. El C ongreso te n ía que decidir ahora si e n tra b a n o
no en la C N T , y esto era muy urgente por cuanto los S indicatos de O posición, que
tenían estudiado el o rd en del día, traían acuerdos sobre los puntos del tem ario.
El argum ento que servía de base a los S indicatos de la O posición para p la n
tear su reingreso en la C N T era que “la unificación de la C N T está im puesta por
194. Idem.
EL IV CONGRESO DE LA C N T 453
10?, Idem.
C a p ítu lo XXIX
Desde el 10 de mayo, fecha e n que había sido nom b rado M anuel A zañ a
Presidente de la R epública, reem plazando a A lcalá Zam ora, Santiago C asares
Q uiroga ocupaba el cargo de P residente del C onsejo de M inistros y m inistro de la
G uerra a la vez. C o m o el an terio r o cu p an te de ese puesto. Casares Q uiroga siguió
idéntica política, que consistía e n n o darse por en terad o de la conspiración que se
estaba tram ando a ojos vistas. S egún el Jefe del G o b iem o , “n o había m otivos para
alarmarse, puesto que el G o b iern o co n tro la la situación”.
Pero el colm o de esta inexplicable actitud llegó a p artir del día 10 de julio,
cuando se m ostró a las claras que el G o b iem o n o co n tro lab a n ada de n ada. Los
m ilitares com prom etidos en el alzam iento no obedecían otras órdenes que las d el
general M ola, jefe de la sublevación, que hab ía establecido en P am p lo n a su
Estado M ayor. Los m ilitares fieles a la República, vista la ineficacia del M inisterio
de la G uerra, c o n ta c ta b a n co n las organizaciones obreras o partidos políticos de
svi preferencia, co n el propósito de ponerse a disposición de las izquierdas p ara m e
jor servir en la lu ch a que se consideraba inevitable.
Los grupos de Falange E spañola m ultiplicaban los actos terroristas, c o n el o b
jeto de crear, por d ic h o p ro ced im ien to , u n a psicosis d e pánico e n la gente. Los
.itentados personales a los m ilita n te s de izquierda se m ultiplicaban y, así, po r
i'jem plo, cayó gravem ente h erid o e n u no de ellos el jurisconsulto socialista.
V icepresidente de las C o rtes, Jim énez de Asúa.
Francisco Largo C aballero, según cu e n ta él mismo, antes de salir de M ad rid el
i.lía 8 de julio para dirigirse a Londres, donde debía asistir al C ongreso de la
l'cderación S ind ical In te m a c io n a l, tuvo una larga conversación co n C asares
Q uiroga en casa de A raq u istáin , y am bos socialistas p re v in iero n seriam ente al Jefe
lio G o b iem o de la in m in en c ia del golpe de Estado m ilitar. C om o respuesta,
( bisares Q uiroga los tra tó de “alarm istas” ’í” .
El 11 de julio, u n gm po falangista asaltó el local de R adio V alencia y d ifundió
que “en estos m om entos. Falange Española ocupa m ilitarm en te el estudio de
l Inión R adio”, y te rm in ó su n o tic ia co n u n “¡A rriba el corazón!” El 12 de julio,
el ii-nicnte de G u ard ia de A salto José C astillo, significado por sus o p iniones iz
quierdistas, era asesinado en M adrid por cuatro pistoleros; según unos, por o rd en
lie la U n ió n M ilitar E spañola (U M E ), y según otros, por falangistas A q u ella
nusm a noche, un co m an d o de G uardias de A salto sacaba a C alvo S otelo de su do-
199. Francisco Largo Caballero, Mis recuerdos, Editores Unidos, México, 1954.
m icilio para ser condu cido a la D irección G en eral de Seguridad, pero de m adru
gada se en c o n tró su cadáver en el cem en terio del Este, en M adrid.
El 14 de julio el general M ola convocó en su puesto de m an do a los jefes m i
litares de diversas poblaciones del n o rte de España, lugar d o n d e seguram ente se
co ncretarían los últim os detalles para la sublevación.
El día 15 se efectuaron en M adrid los entierros de C alv o S otelo y del te n ie n te
C astillo. Los m ilitares en uniform e, que acom pañaron al prim ero, gritaron cuanto
quisieron el “¡Te vengarem os!” Por su parte, los obreros que acom pañaban el fé
retro del segundo fueron asediados por escuadrones de la G u ard ia C ivil, produ
ciéndose con sus cargas violentas varios heridos.
En el día 16 m oría en u n accidente el general Balmes, jefe de la plaza m ilitar
de Las Palmas. El día 17, para rendir h o m en aje al com pañero de armas, el gene
ral Franco se desplazó pues a Las Palm as. A llí recibió los pasaportes falsos co n los
que habría de trasladarse al M arruecos español, vía C asablanca, a bordo de u n
avión inglés, el “D ragón R apide”. E n la tarde de aquel d ía se sublevó la guarni
ción de M elilla, y pocos m om entos después voló Franco p ara M arruecos. La gue
rra había com enzado, pero el G obierno de la R epública publicó u n parte en el que
aseguraba que “c o n tro lab a la situación”.
El 14 de julio, D urruti, que había sido operado unos días antes de u n a hern ia,
abandonó la clín ica sin encontrarse co m pletam ente restablecido. A quel mismo
día se reunió co n los com pañeros de su grupo, que a la vez co n stitu ían el C om ité
de Defensa de B arcelona. El plan, ta n m etódicam ente estudiado desde h acía ya
tiem po, com enzaba a dar sus frutos, se le dijo. El día an terior, los C om ités de
Defensa de Barriada com enzaron a actuar, y el co n tacto e n tre éstos y los grupos
de la C N T , de la FA I y de las Juventudes Libertarias fue perfecto, com o igual
m ente se m ostró eficaz el co n tacto e n tre los C om ités de Barriada y el C om ité de
D efensa local.
Los contactos co n el Parque de A rtille ría de A tarazanas e ra n continuos, a tra
vés de los sargentos M anzana y G ordo. Igual relación existía c o n varios oficiales
de la base aérea m ilitar del Prat. C o n estos oficiales se h ab ía conven ido que, ta n
p ro n to salieran las tropas a la calle, se procediera a u n bom bardeo del Parque
C e n tral de A rtille ría de S a n t A ndreu, operación que sería aprovechada por los
obreros de Poblé N ou, S an t A ndreu y S a n ta C olom a, p rev iam en te concentrados
e n to m o al cuartel para asaltarlo. Si d icho cuartel caía e n m anos de los obreros,
el arm am ento del pueblo estaba asegurado, porque estaban allí alm acenados cerca
de n o v en ta m il fusiles y decenas de am etralladoras sin c o n ta r los cañones
E n u n a am plia reu n ió n con los C o m ité s de D efensa de Barriadas, y sobre
plano, se había estudiado con ellos la situación táctica de la ciudad, ta n to para la
defensa com o p a r a ^ ataque. Se asignó a cada barriada el co n tro l de los centros
oficiales, com isarías y cuarteles de la G u ard ia C ivil y de A salto, de su zona. Los
n ía n que hacerse a la idea de que las arm as hab ría que conquistarlas, siguiendo el
p lan establecido, es decir, asaltando el cuartel de S a n t A n d reu .
El día 17, si seguimos la n arración que h ac e S an tillá n de estos hechos, u n a de
legación de la C N T se entrevistó c o n el C onseller de G o v em ació de la
G en eralitat, Josep M aría España, y le p la n te ó la necesidad de que se arm ara a m il
m ilitantes, con los cuales la C N T aseguraba la derrota de los m ilitares. España
aseguró que la G en e ra lita t n o disponía de armas, y que, quizá, en últim o instan te,
pudieran facilitarse algunas pistolas. S obre el particular, S a n tillá n com enta;
“Tuvim os la n e ta im presión de que si los políticos tem ían al fascismo, aún nos
tem ían más a nosotros (...). En vísperas del 19 de julio, hubim os de consagrar to
das nuestras energías para defender las pocas armas de que disponíam os, interce
diendo cerca de las comisarías de policía, de las que sus m iem bros habían desar
m ado a algunos de nuestros com pañeros que realizaban sus patm llas n o ctu m as” “ 3.
A quel día 17, la censura tach ó u n m anifiesto de la C N T y de la FAI que p u
blicaba Solidaridad Obrera dando instrucciones a la clase obrera. Pero com o el m a
nifiesto era urgente, se im prim ió clan d estin am en te y se distribuyó a m ano. E n la
no ch e de este d ía el m m or público aseguraba — y era verdad— que las tropas se
h ab ían sublevado e n M arruecos co n tra la República, pero los diarios vespertinos
n o daban la m enor no ticia sobre el hech o , pero sí p u b licaban u n a n o ta del
G o b iem o en la que éste aseguraba “co n tro lar la situación”.
A quella m ism a n o ch e del día 17 al 18, u n gm po de obreros del S indicato del
T ransporte M arítim o, orientados p or el m arino Juan Yagüe, to m aro n por asalto
varios barcos m ercantes, recuperando de sus dotaciones arm as consistentes en
unos doscientos fusiles, que se distribuyeíon in m ed iatam en te e n tre varios sindi
catos, entre ellos el M etalúrgico, sito e n la R am bla S an ta M ónica. La no ticia del
asalto a los barcos m ercantes llegó a la C onselleria de G o v em ació , y España o r
denó al C om isario G en e ra l de O rd e n Público, cap itán Federico Escofet, que re
cuperara in m ed iatam en te esos fusiles. Escofet encom endó d ic h a m isión a su Jefe
de Servicios, co m an d a n te V icen te G u am e r. G u am e r se p resentó en el S indicato
M etalúrgico, acom pañado por u n a C o m p añ ía de G uardias de A salto, dispuesto a
tom ar por la fuerza el S in dicato y desarm ar a los ocupantes. B enjam ín Sánchez,
que era el secretario de ese sindicato, salió al en c u en tro d e G u a m e r y, al conocer
el propósito que le anim aba, le dijo categóricam ente que n o siguiera adelante si
verdaderam ente deseaba que n o com enzara ya la lucha e n tre la C N T y la G uardia
de A salto. Su razonam iento era el siguiente:
“La G en e ra litat rechaza arm ar al pueblo p retex tan d o que n o dispone de ar
mas; y cuando los obreros dem uestran que sí existen arm as entonces recurre a la
policía para desarm arlos. E n estas ho ras trágicas que estam os viviendo, ¿no le p a
rece a usted, co m a n d a n te , que es in fan til el prurito d e m a n ten e r el p rin cip io de
autoridad?” 204 .
A B enjam ín S ánchez le sobraba la razón, y b ie n lo sabía el c o m an d a n te
G uam er, q u ien estaba p erfectam en te al corriente, por h ab e r sido ya d e te n id o el
capitán de G uardias de A salto V aldés, y habérsele ocupado las órdenes que te n ía n
las tropas para sublevarse. Y sabía aú n más, por ejem plo: que la guarnición m ili
tar de B arcelona estaba com puesta de unos seis m il hom bres, sin conocerse ex a c
tam en te el n ú m ero de falangistas o gen te de derecha que pudieran h acer causa co
m ún co n los m ilitares alzados. S ab ía que frente a esa fuerza la G en e ra lita t sólo p o
día oponer unos m il n o v ec ie n to s sesenta guardias de Seguridad y de A salto. Y,
además, sabía que los tres m il guardias civiles que estab an a las órdenes del g en e
ral A ran g u ren eran u n a fuerza dudosa que, en cualquier m om ento, podía volcarse
en favor de los sublevados. G u a m e r conocía todo eso y, sin em bargo, com o órd e
nes son órdenes, estaba dispuesto a em pezar ya la lucha en tre la policía y los ob re
ros... Fuese accid en ta lm e n te , fuese porque alguien les previniera, el caso es que
aparecieron e n escena G arcía O liv e r y D urruti. G u a m e r consideró que estos “je
fes” co m prend erían m ejor la d elicada situación, y explicó a G arcía O liver q u e n e
cesitaba efectuar u n registro y llevarse los fusiles. D u rm ti se exaltó y le dijo:
“H ay circunstancias en la vida e n las que es im posible ejecutar u n a o rden , por
muy alto que esté la persona que la haya dado. Es desobedeciendo que el h o m b re
■se civiliza. E n su caso, civilícese h ac ie n d o causa co m ún c o n el pueblo. A estas h o
ras el uniform e ya n o representa nada. Y n o hay más autoridad que el o rden revo
lucionario, y ese o rd en exige que los fusiles estén en m anos de los trabajadores” ^os.
Le co n v e n cieran o n o los argum entos que D u rm ti dio a G uam er, el caso fue
que se buscó “salvar e l prestigio d e la autoridad” en treg án d o le u n a d o cen a d e fu
siles inservibles.
V icen te G u a m e r y Federico Escofet, e n las dos obras que h a n escrito c o n re
lación a la guerra, m e n c io n a n m uy especialm ente esta cuestión de los fusiles. El
prim ero hab la de que se llevó 50 o 60 fusiles, el segundo escribe que recuperó su
totalidad, es decir, los 200 fusiles. La verdad, la escueta verdad, es que n o salieron
dcl S indicato de los M etalúrgicos n ad a más que esa d o ce n a de fusiles inservibles,
V tiue por m ucho que G u a m e r h u b ie ra registrado n o hubiese dado con ellos, por
204. C o m u n i c a d o al a u t o r p o r B e n ja m í n S á n c h e z , q u e e r a e n a q u e l m o m e n t o s e c r e ta r io
tlel S in d i c a to M e t a lú r g i c o d e B a r c e lo n a . S a n t i ll á n , e n l a o p . c it., d a ta m b i é n d e t a ll e s
sobre e s te a s u n to .
205 Idem.
206. N(),s consta, por haber sido testimonio, que en la misma noche se repartieron fusiles,
procedentes del puerto, en el C am p de l’Arpa (Ht)rta-Gum ardó) a los G G . de DD.
lie esta barriada.
46o EL M ILITANTE ‘1931-1936)
idea de controlar d irectam et\te a esas fuerzas, ordenó al general A ran guren que las
co ncen trara en la Plaza de Palacio a las 7 de la m añana.
Las fuerzas m d itares que había disem inadas p or la región c a ta lan a eran, en su
m ayoría, solidarias de los sublevados; el h e c h o de que n in g u n a de esas fuerzas pu
diera responder a la llam ada que les h ac ía el general G oded, a las 15 horas del 19
de julio, para m a rc h ar sobre Barcelona, obedecía, prim ero, al fuerte efecto psico
lógico que les produjo la vertiginosa d erro ta de los m ilitares e n Barcelona, y, se
gundo, a que los C o m ités Revolucionarios, formados m m ed iatam en te, cercaron
dichas tropas, im pidiéndoles todo m ovim iento.
¿Qué podía o p o n er la G en e ra litat a esas fuerzas? la respuesta nos la da V icente
G uarner, Jefe de S ervicios en la C om isaría G en eral d ’O rdre Public en aquellos
m om entos:
“En nuestra en o rm e inferioridad, el “h ierro de nuestros escuadrones arm ados”
n o era más que m odestas limaduras. N uestros cálculos h a c ía n suponer que te n
dríam os que en fren ta r fuerzas disciplinadas, aunque m al dirigidas, que podrían
consistir aproxim adam ente en unos 5.000 hom bres, con 24 piezas de artillería, 48
am etralladoras y 20 m orteros pesados, p o r fren te a nuestros 1.960 guardias de
Seguridad y de A salto , apoyados, en form a precaria para la lu ch a callejera, por 16
am etralladoras y 8 m orteros ligeros. Era in c ierta todavía la ac titu d de la G uardia
C ivil, y nuestros viejos guardias de las com pañías locales de S eguridad estaban de-
sentrenados m ilita rm en te (...). T am poco teníam os granadas de m ano, n i siquiera
bom bas lacrim ógenas (...). La perspectiva n o podía ser más desoladora”
El Estado M ayor de la G eneralitat, com puesto por Escofet, G u arn er y el co
m andante A rrando , trazó su defensa de la capital catalana por los supuestos que
ellos en ten d ían ap licarían los sublevados. T o m aro n puntos esenciales sobre los
cuales giraría su defensa: “El C in c d ’O rs” — ^por el que q u erían h acer co ncentrar
todas las fuerzas del enem igo— y la p ro tecció n de G ov em ació , h aciendo frente a
las tropas artilleras y de infantería del sector del Parque de la C iudadela. A quí y
acullá disem inaron com pañías de A salto; unas, en la Plaza de España; otras, en el
Puerto, protegiendo A duanas y en fren ta n d o A tarazanas; y, p or fin, los cuarteles
de S an t A ndreu. A lgunas tropas, protegiendo por U rq u in a o n a y Plaza de
C atalu ñ a la G e n e ra lita t y la C om isaría G en e ra l d ’O rdre Públic. C u an d o este plan
de defensa se le confió a Díaz Sandino, éste “sugirió, an te la m agnitud de las fuer
zas que se iban a sublevar y la debilidad de las nuestras, que el Presidente de la
G en eralitat y sus consejeros, así com o los altos funcionarios de C atalu ñ a, se tras
ladaran a la base aérea del Prat del Llobregat...” C o n u n a m oral de ese tipo, y
co n un reconocim iento claro de su inferioridad, si la clase obrera n o intervenía,
la repetición del 6 de octubre estaba más que clara. Y, sin em bargo, todo cuanto
h icieron las autoridades durante la sem ana que precedió al 19 de julio fue en c a
m inado a desm oralizar a los trabajadores cuando n o a afrontarlos co n las armas en
209. Vicente Guamer, Cataluña en la guerra de España, Ed. G. del Toro, Madrid, 1975.
salvo Ascaso, que bebía u n café y apuraba nerviosam ente u n cigarrillo. La única
n o ta de vida la d aba u n a m usiquilla lánguida que se dejaba oír por el viejo apa
rato de radio. D e p ro n to , la m usiquilla desapareció, y todos pusieron oído aten to
a lo que el locutor iba a decir. Se trataba de u n a angustiosa llam ada al pueblo fran
cés, al que se le p rev en ía de que los fascistas iban a lanzarse a la calle de u n m o
m e n to a otro. Eran cerca de las cuatro de la m añana. D urruti, de q uien pronto de
sapareció de su m irada su reflejo infantil, se ensom breció y paseó por unos m o
m entos sus ojos p or las personas que se en c o n tra b a n allí: A scaso, dando chupadas
nerviosas al cigarrillo, com o si tuviera prisa e n term inarlo para encend er otro;
G arcía O liver, que m iraba a A urelio Fem ández, com o ex tra ñ ad o de su h ab itu al
indum entaria de elegante traje, m ostrando del bolsillo superior de la am ericana el
pico de u n pañuelo blanco; R icardo Sanz, que devoraba co n verdadera ham bre su
bocadillo, m ientras sostenía en su m an o derech a u n m edio vaso de vino; G regorio
Jover, delgado, de cara b ien chupada, yendo y v iniendo de la co cin a al com edor;
A n to n io O rtiz, pasándose y repasándose la m ano por la cabeza, p o niendo orden a
los m echones rebeldes de su ensortijado cabello negro; y, por fin, “El V alencia”,
el mayor, recién ingresado en el grupo, de la estatu ra de A scaso y nervioso com o
él, fum aba cigarrillo tras cigarrillo. ¿Qué im presión podía sacar D urruti de la ex
cursión de su m irada? E n aquellos m om entos, sólo se podía pensar en u n a cosa:
¿quién de los presentes sobreviviría a la in cierta batalla que se iba a iniciar? La voz
de G arcía O liver rom pió el silencio:
“'¿Está m o n tad a la am etralladora?”
La am etralladora era u n a vieja “H otchk iss”, que hab ía sido extraída pieza a
pieza del cuartel de A tarazanas.
“Sí — respondió alguien— , y ya está instalada e n el cam ión. N o hay que b a
jar nada más que los cacharros que hay en el cu arto ”.
Los “cacharros” eran dos fusiles am etralladores y varios “W in ch e ste r” de repe
tición. V olvió de n u ev o a hacerse el silencio. U n silencio cargado de inquietudes
y de angustia... U n o s golpes discretos e n la puerta, y luego la noticia: “Las prim e
ras tropas com ienzan a salir del cuartel de Pedralbes”. T odos saltaron, com o m o
vidos por u n resorte, y cada un o em puñó u n arm a. E n la calle, m irando hacia Poblé
N ou, había dos cam iones y u n a docena de hom bres dándoles escolta. Los hom bres
del grupo “N osotros” se repartieron en tre los dos cam iones, y los que los escolta
b an tam bién. El que iba delante llevaba la am etralladora y u n ban d erín rojinegro
que empezó a trem olar co n el vien to a la m archa del vehículo. A m edida que los
cam iones avanzaban e n dirección al c e n tro de Barcelona, los grupos de obreros
que hab ían estado patrullando toda la n o ch e los saludaban co n el grito que, en po
cas horas, iba a ser la consigna única de tod a la ciudad: “¡C N T -F A I!”
E n la Plaza de Palacio, en la que m iles de obreros seguían inútilm ente p i
diendo armas, ta m b ié n se dio la n o tic ia de la salida de las tropas. Por u n mo-
m entó, cesaron los gritos, y todos los que estaban allí se m iraron cara a cara. La
m irada y el silencio fue profundo, verdaderam ente h o n d o , que no in terrum pió si
quiera la salida p recipitada de S a n tillá n , co n sus dos com pañeros cargados c o n las
célebres cien pistolas en c o n trad a s ta n o p o rtunam ente. U n o de los guardias de
A salto m iró a la m u ltitu d y se m iró a sí mismo; se vio co n u n fusil en la m a n o y
u n a pistola e n el cin to . U n a de las dos armas era inútil, y hab ía tanto s h om bres
desarmados... Ese guardia fue el prim ero e n rom per la disciplina, que p ro n to se
contagió al resto de sus com pañeros. E cha m ano al c in to , saca la pistola, y d á n
dosela al más próxim o, le dijo:
“-Tom a, com pañero, ¡vamos ju n to s a luchar!...”
En todos los relojes de B arcelona m arcaban sus m anecillas las 4,45 horas del
día que sería el más largo e n la vida de miles de hom bres. A esa m ism a hora, com o
había sido co n v e n id o p or la C N T y sus C om ités de D efensa de Barriada, las sire
nas de todas las fábricas com enzaron a sonar a u n m ism o tiem po: la h o ra de la lu
ch a sonaba...
2 12. Varios testimonios, entre ellos el viejo militante aragonés y portuario, Lecha, nos han
iiimumi.iiio i-stos hct hos.
T e r c e r a P a r t e
ElDelrevolucionario
19 de julio al 20 de novieinbre de 1936
471
C apitulo I
Barcelona en llamas
Para la redacción de este capítulo hemos utilizado; Tres días de julio, de Luis Romero;
Diego Abad de Santillán, Por qué perdimos la guerra, Editorial Imán, Buenos Aires,
1943; Francisco Lacruz, El alzamiento, ¡a revolución y el [error en Barcelona, y A bel Paz,
Paradigma de una revolución, ed. A IT, París, 167. Más testimonios directos.
A las 9.30 horas, las tropas d el regim iento de A rtille ría de M o n ta ñ a, q u e ac
tuaba en el sector de la Plaza de Palacio, co m prendiendo que era in ú til to d o
avance, y an tes de sentirse c o m p letam e n te diezm ado, su co m an d a n te o rd e n ó el
repliegue a sus tropas p ara g anar el cuartel de los D ocks; pero dicho repliegue no
fue cosa fácil, pues a m edid a que los soldados lo iniciaron , las balas de papel que
servían de barricadas avanzaban em pujadas por unos, a m edida que otros, res-
guardados tras ellas, disparaban. L a retirada en tales condiciones fue u n disloque
general. Y a pesar de que las am etralladoras em plazadas por los sublevados b arrían
la zona de lucha, obreros y guardias d iero n el asalto final, quedando presos varios
oficiales, e n tre ellos López V arela, y en m anos de los trabajadores varios caño nes.
Libres los soldados de la co acció n de los oficiales, confraternizaron c o n los o b re
ros uniéndose a ellos. Esto o curría h a c ia las diez de la m añ an a a la v ista de
D urruti, que acababa de llegar al citad o sector, para enterarse de la situ ac ió n por
inform aciones que le daba el c a p itá n de asalto que m an d ab a a los guardias que se
b atían, ju n to co n los trabajadores, e n aquella zona 5. Esta era la prim era b atalla
que ganaban los obreros esa m añ an a. Los cañones, en m anos de im provisados ar
tilleros, u no de ellos el po rtu ario L echa, iban a acelerar el triunfo de los tra b a ja
dores sobre los facciosos... Los que pudieron ganar el cuartel se encerraro n e n los
Docks, com enzando de esta form a u n asedio tenaz al cuartel de A rtille ría de
M o n ta ñ a núm ero 1. El pueblo, d u eñ o de la calle, lev an tab a barricadas a m enos
de cien m etros de la p u erta princip al. Esta situación de asedio se m a n ten d rá h a sta
el asalto final al cuartel... E n tre los facciosos el desconcierto era eno rm e d eb id o a
que n o existía e n tre ellos co m u n ica ció n alguna. A prim eras horas de la m a ñ a n a
habían iniciado las co m u nicaciones m utuas a través d e F rancia pero c u a n d o el:
C o m ité O brero, que h a b ía ocupado en la no ch e del sábado la C e n tral de C orreos,
se dio cu e n ta de lo que ocurría, las in terceptó, variándolas de tal m anera que h u n
dió aún más en la confusión a los com unicantes. L u ch ab an desconcertados, sin
conocer ex a ctam e n te la situ ación de unos y otros de los núcleos sublevados.
La co m pañía de In fa n tería que h ab ía salido del cuartel de A lc á n ta ra tropezó
ya, a la altura del A rc o del T riu n fo e n el Paseo de S an Juan, con grupos de o b re
ros que la fueron asediando, de tal m anera, que n o pudo cubrir su objetivo de o cu
p ar la em isora de R adio d e la calle C aspe. Su cap itán , M aeztu, perdiendo h o m
bres, porque o b ie n d esertab an o b ie n caían heridos, fue retrocediendo h a s ta la
Plaza de U rq u in ao n a , y p or la calle L autia logró refugiarse en el H o tel Ritz; pero
eso, que ocurría h ac ia las diez de la m añana, n o era m uy estim ulante para el c a
p itán M aeztu, que e n tra b a en p le n a zona de peligro, puesto que en el cruce C laris-
C ortés se decidía, p or p arte de los obreros, term inar co n la resistencia de las am e
tralladoras del S éptim o Ligero, p or el insólito p roced im ien to de lanzar c o n tra
ellas tres cam iones a 120 kilóm etros por hora que, e n su m archa, arrollaron am e
tralladoras y hom bres. R otas las líneas, los obreros que se en c o n trab a n próxim os
6. Comité Nacional de CNT, De julio a julio: wn año de lucha, Ed. Tierra y Libertad,
R irirlo n ,!,
4 7 6 EL REVOLUCIONARIO ‘d e l 19 D E JULIO AL 1 0 D E NOVIEM BRE DE 1936*
se lanzaron sobre las am etralladoras, que p ro n to com enzaron a abrir fuego co n tra
sus antiguos dom inadores.
A esa hora, B arcelona ardía por sus cu a tro costados. D esde los cam panarios de
las Iglesias, desde las casas burguesas, desde los centros de la d ere ch a se tiroteaba
a la gente que deam bulaba por las calles. E n dichas zonas, fuera de los centros ac
tivos de la lucha, ta m b ié n se h ab ían lev an tad o barricadas, y los obreros patrulla
b a n por la calle; así, cuando se localizaba u n a casa desde d o nde se tiroteaba, o uitá
iglesia, o u n c e n tro clerical, por propia in iciativ a de la gente lo asediaban term i
n an d o por tom arlo por asalto. Los prim eros incendios com enzaron ya a verse.
C u a n d o caía u n a iglesia en poder del pueblo, después de h a b e r silenciado al cura
o curas que disparaban, se p enetraba e n ella, rociándola de gasolina y p ren d ié n
dole fuego a co n tin u ació n .
A n te la resistencia que po n ía el R egim iento de S antiago e n el “ C in c d ’O rs”,
se cam bió de táctica, llevando la guerrilla h asta sus últim as consecuencias, y,
cuando el coronel Lacasa se dio cu e n ta de que sus tropas iban a encontrarse de u n
m om ento a otro acorraladas, ordenó u n a retirada escalonada para refugiarse en el
co n v e n to próxim o de los C arm elitas, lugar d onde sería encierro y m uerte de los
restos del R egim iento de S antiago y del escuadrón de la G u ard ia C iv il del co
m an d an te Recas, que en co n traría allí la m u erte en el asalto final.
En la Plaza de España, Plaza de la U niversidad y Plaza de C a ta lu ñ a —-posicio
nes en línea recta— , se m an ten ía el com bate sin avanzar n i retroceder; pero
donde la situación resultaba v erdaderam ente trágica era e n la B recha de S an
Pablo, porque, si b ie n n o avanzaba la tropa, por o tra p arte su resistencia perm itía
la com unicación co n la Plaza de E spaña y el Puerto, zona ésta últim a que era in
dispensable d om inar an te u n peligro de desem barco, en caso de que G oded, desde
M allorca, lo h ub iera previsto. E n to m o a esta im portante cu estió n giró el cam bio
de im presiones que sostuvieron G arcía O liver, A scaso y D urruti e n la Plaza A rco
del T eatro, h acia las 9 de la m añana.
A dem ás de los nom brados se e n c o n trab a B elm onte, u n m ilita n te del S indicato
de la M adera que les inform aba de la situación que se h ab ía creado en la Brecha
S an Pablo, donde los m ilitares, m andados por u n cap itán de la G uardia de A salto
que se había incorporado a los rebeldes, lograron em plazar sus am etralladoras y ex
pulsar a los obreros de la barricada que ocupaban e n el Paralelo. “S in em bargo —
afirmaba B elm onte— ,los com pañeros n o ab an d o n an la p artid a y h ac en frente dis
parando desde las azoteas de las casas, desde los portales, y desde donde puedan
frenar el avance del enem igo”. Pero — agregaba— “la situación es difícil y debe
ríam os libram os de esas am etralladoras que nos im piden to d o m ovim iento en di
ch o sector” T am b ién se en c o n trab a n los sargentos M anzana y G ordo, que h a
bían fracasado en su in te n to de apoderarse de A tarazanas, y, ten ien d o que h u ir por
la puerta que daba a la calle de M ontserrat, afortunadam ente salieron llevándose
unas cajas de m uniciones de fusil y cin tas para am etralladora. A los reunidos se
7. Información de Pablo Ruiz. (Pablo Ruiz será a partir de noviembre de 19'56, junto
con Jaime Balius, uno de los animadores principales de la Agrupación “Los Amigos
Jo lliirriiti” )
BARCELONA EN LLAMAS 477
C apitulo 11
Idem.
48 o EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE J U U O AL 2 0 D E NOVIEMBRE DE 1936»
del cuartel de Pedralbes, d isponiendo a p artir de ento n ces de buenos fusiles para
term inar p ro n to c o n los facciosos que aún resistían.
Esa n oticia, dad a al vuelo, era verdad. U n grupo anarquista de la Torrassa, en-
tre los que se en c o n tra b a José Peirats, ocupó, al com ienzo de la tarde, el cuartel
de Pedralbes, el cual p ro n to pasaba a hacerse fam oso bajo el nom bre de “C u artel
B akunin”. Y allí n ac ió el prim er C o m ité de G uerra, organizando m ilicias obreras,
idea que iba a extenderse m uy p ro n to a los otros cuarteles, a m edida que fueron
cayendo e n m anos de los trabajadores
En los cuerpos arm ados se h ab ía producido ta m b ié n el fenóm eno d el contagio
revolucionario. La disciplina h ab ía quedado co m p letam en te rota, y guardias y
obreros form ab an u n solo cu erp o que, colectiv am ente, gritaba: “¡V iva la C N T !”
“¡Viva la F A I!” Los nom bres de D urruti, Ascaso y G arcía O liver h a b ía n eclipsado
los de otros personajes. A ellos se les había visto, en todos los m om entos más d i
fíciles, p o n ie n d o el h o m b ro y an im an d o a los co m batientes e n los sectores más
com prom etidos. H ac ía escasam ente unas horas que casi h ab ían m endigado armas
para los co m b atientes, recib ien d o por respuesta la negativa. A h o ra la C N T no
sólo disponía de ce n ten ares de fusiles ganados e n la lucha, y de am etralladoras y
cañones arrancados de las m anos de los sublevados, sino que la o p in ió n popular
la recon ocía com o cabeza de la lu ch a y anim adora del com bate...
A las 2 de la tarde, todos los com batientes de prim era hora se p reg u n ta ro n qué
era lo que h ac ía la G u ard ia C iv il con cen trad a e n la Plaza de Palacio. ¿Estaba con
el pueblo o c o n tra el pueblo? La h o ra de la decisión h ab ía llegado, y se le presentó
a A ran g u ren categ ó ricam en te la cuestión: “La G u ard ia C ivil debía salir a pacifi
car la zona C a ta lu ñ a-U n iv ersid a d ” La tarea se le encom en dó al 19 T ercio del
citado cuerpo, cuyo jefe era el coronel Escobar. Y éste salió al frente d e su gente
para cum plir la m isión en c o m e n d ad a . A l ponerse en m archa la colum na, e n tre la
prim era co m an d a n cia y la segunda, para aislar am bos grupos se instalaron las tro
pas de In te n d e n c ia al m an d o del co m andan te N eira, que se h a b ían m a n ten id o
fieles a la R epú blica desde el prim er m om ento. E n colu m n a abierta y en doble fila,
.irnm ándose a los edificios, avanzó la G uardia C iv il por la V ía L ayetana hasta
U rquinaona, para ganar la Plaza de C a ta lu ñ a y la Plaza U niversidad. Las fuerzas
obreras flanqueaban d ich a colum na, observándola co n verdadera desconfianza.
!,a Plaza de C a ta lu ñ a horm igueaba de gente ac an to n ad a en las calles adyacentes
y en las bocas de los M etros. E ra el m om ento del asalto final. La G u ard ia C iv il
nució un recio tiro te o , y el c a ñ ó n del portuario L ech a com enzó tam bién a tronar.
Las am etralladoras situadas e n el H o tel C o ló n segaban la avalancha de gen te que
se lanzaba tras la G u ard ia C ivil, m ientras otros d a b a n el asalto d elante de ella. A l
frente de estos grupos se e n c o n tra b a lo más aguerrido y consciente de la militan-,
cía proletaria. A l cabo de m edia ho ra de lucha, en que se ganaba y perdía terren o
a c.ida in stan te, y en que la plaza se cubría de m uertos, se vieron aparecer bande*
rail blancas de ren d ició n en los edificios.
A l otro extrem o de la plaza, en tre F o n tan ella y P uerta del A ngel, los grupos
anarquistas, llevando a su frente a D urruti, se lanzaban e n tro m b a al asalto de la
central T elefónica, dejando tras sí ta m b ié n cadáveres, e n tre ellos el del anarquista
m exicano E nrique O bregón N o fue fácil alcanzar la puerta; pero u n a vez an te
ella, se p en etró e n trom ba. La lu cha e n el interior fue dura; n o obstante, la C N T
hab ía ganado la T elefónica y, desde aquel m om ento, q uedó e n m anos de u n
C om ité O brero
La ocupación del H o tel C o ló n y de la C e n tra l de T eléfonos se produjo casi pa-
ralelam ente, y e n unas circunstancias de verdadera confusión. La G uardia C ivil,
que probablem ente fue movilizada por G o b ern ació n co n el propósito de evitar,
con su interv en ció n , que el pueblo se tom ase la justicia por su m ano, quiso im pe
dir que entrasen los obreros en el H o te l C olón; pero ese propósito lo im pidió u n
grupo del P O U M , dirigido por José Rovira, que desde la m a ñ an a se en co n trab a
allí presente, y fueron ellos los que o cuparon realm ente el H o te l C o ló n >8.
T erm inados los focos de resistencia de la Plaza de C a ta lu ñ a, los m ilitares que
se h ab ían atrin ch e ra d o en el edificio de la U niversidad, com prendiendo que ya
era inútil toda resistencia, izaron b an d era b lanca y se en treg aro n a las fuerzas de
la G uardia C ivil. C u a n d o se ocupó la U niversidad, se liberaron a los apresados
que los m ilitares d etuvieron en la m añ an a, en tre quienes se en co n trab a A n gel
Pestaña, quien seguram ente salvó la vida debido a que n o fue identificado por sus
captores. A las 15 horas de aquel dom ingo, los pocos centros de resistencia que
quedaban estaban localizados e n el C o n v e n to de los C arm elitas, D ependencias
M ilitares y cu artel de A tarazanas. La ren d ic ió n de C a p ita n ía sería ya cuestión de
m inutos.
Desde C ap itan ía, el general G oded hizo u n últim o in te n to , llevado más por el
aspecto form al que por la esperanza que le anim ara en conseguir su éxito. H abló
co n el general A ra n g u re n por teléfono, recordándole el espíritu que tradicional-
m ente había anim ado a la G uardia C ivil. Pero aquella llam ada n o te n ía sentido,
au n en el caso de que al general A ran g u ren pudiera conm overle. Prim ero, porque
el general A ran g u ren n o era dueño de sus m ovim ientos, y segundo, porque en la
G uardia C ivil m uchos de sus hom bres, contagiados por el entusiasm opop ular, h a
bían roto la disciplina y aparecían envueltos en tre los trabajadores, liberados del
tricornio y de la chaqueta.
16. Enrique Obregón Blanco, nació en Veracruz, México, en el año 1900. Llegado a
España en 1931, militó en el gmpo anarquista “G erm en”. El 19 de julio era secreta
rio de la Federación Local de Grupos Anarquistas de Barcelona.
19. Francisco Lacruz, op. cit. y Diego A bad de Santillán, op. cU.
C a p ít u l o II I
Muerte de Ascaso
El prim er cuartel que estuvo en m anos de los obreros fue el de Pedralbes. A las
17,30 horas caía el cuartel de A lcán tara; a las 18 horas, el de Lepanto; a las 20
horas, el de M ontesa; a las 12 de la n o ch e , el Parque ce n tra l de A rtillería de S a n t
A ndreu; y poco antes, el de los Docks. Los auxiliares m ecánicos de la base N aval,
después de d ete n e r a los oficiales, se ad u eñ aro n de la A ero n áu tica. E n la fortaleza
de M ontjuich, los soldados sublevados h iciero n prisioneros a los oficiales, y libe-
raron a su co m an d an te G il C abrera,ique hab ía sido d eten id o por los oficiales fac
ciosos. En todos los cuarteles se co nstituyeron in m ed iatam en te C om ités de
O breros y Soldados. A sí lo que h ab ía com enzado com o u n m o v im ien to de defensa
de la República, e n pocas horas se transform ó en u n a verdad era revolución social,
h echo que ven ía a dar la razón a D urruti, cuando éste an u n c ió “que la revolución
esta vez vendría n o iniciada por el pueblo, sino com o réplica al golpe de estado
reaccionario”.
M ientras el proletariado de B arcelona aseguraba las posiciones conquistadas,
se ignoraba co m p letam e n te lo que ocurría en M adrid y e n el resto de España; pero
eso no podía ser óbice para que e n la capital catalan a y to d a C a ta lu ñ a se im p lan
tara sólidam ente el proletariado.
A rm a al ho m bro, los trabajadores patru llaro n aquella n o ch e por las calles de
Barcelona, h ac ie n d o frente a lo slirad o res em boscados en la oscuridad. Se conso
lidaron la ü ía rric a d a s y se estableció u n riguroso co n tro l para la entrada y salida
de la C iudad C ondal. Y la consignsrúnica era; “C N T , C N T , C N T ”.
El cerco en to m o a los núcleos que aú n se m a n te n ía n firm es co n tin u ó d u ran te
toda la noche, esperando la llegada del día para term inar c o n ellos-
Los C üm ités de D efensa de Barrio, convertidos en C om ités Revolucionarios,
se co n stitu y eran en lo que se llam ó la “Federación de Barricadas”, y asum ieron
aquella n o ch e el Poder en B arcelona. Estos com ités to m aro n a su cargo la res
ponsabilidad de la defensa de la región catalan a y e n v iaro n emisarios co n armas
a los pueblos, para fortificar los C o m ités R evolucionarios que se h abían creado en
ellos, y acabar, caso necesario, co n la resistencia arm ada facciosa que aún quedase
e n pie ^i.
D u ra n te aquella n och e, anticip o del día 20 de julio, las noticias que iban lle
gando del resto de C a ta lu ñ a eran anim adoras: en T arragona, el pueblo dom inaba
21. En la mañana del 20 de juH'o, fui testigo de la salida de numerosos camiones carga
dos de armas en dirección a los pueblos cercanos a Barcelona. Detalle curioso: la in
mensa mayoría de los fusiles no tenían cerrojos, y las piezas de éstos se encontraban
en cajones. Vanos soldados se dedicaron a montar los cerrojos, para ir distribuyendo
los fusiles a los obreros.
MUERTE D E ASCASO 4*7
22. Eduardo de Guzmán, Madrid rojo y negro, Ed. C N T , Madrid, 1937. Reeditada en
Caracas (Venezuela), Editorial Vértice, 1972.
2V Idem. Piintlas .sij^iicntes citas relativii,s n Madrid soKiiimos ¡ti mi.smo autor.
MUERTE DE ASCASO 489
25. “Juanel” (Juan Manuel Molina) nos aclara que ese camión había sido montado por el
grupo “Germen”, al que el comunicante pertenecía.
26. Detalles facilitados por José Mira, Pablo Ruiz y Liberto Ros, que se encontraban p r e
sentes I.ilxTto Ros fue uno ile los pre.sos liher.idos i-ii lii t.irde ilel tlí.i IV Je )ulio.
MUERTE D E ASCASO 49I
G arcía O liv e r m ira u n in sta n te a Pablo Ruiz y, sin reflexionar m ucho, le dice:
“-L lévalos al S in d ic ato del T ransporte, y que q ueden allí prisioneros”.
¿Q uién h a h ab lad o de esa m anera? N o es la voz de G arcía O liver, sino la voz
an ónim a de todo u n pueblo que, h asta 33 horas antes, fiiera perseguido, escarn e
cido y hoy es el d u eñ o de la B arcelona proletaria lev an tad a en armas.
D urruti h a escuchado la o rd e n de G arcía O liver y h a fruncido el ceñ o , c o n te
niendo las lágrim as que p u g n an por salir de sus ojos. P arecen haber quedado to
dos mudos. A scaso pesaba m u ch o en todos ellos, p articularm ente en D urruti...
G arcía O liver, c o n u n gesto cansado les dijo:
“-¡V ám onos! Esto ya h a term inad o. Somos los vencedores y hay que pen sar
e n el presente que h oy com ienza de u n m undo n u e v o ”
A scen d iero n R am blas arriba e n dirección al S in d icato del T ransporte. A l lle
gar a la barricada de la Plaza A rc o del T eatro, u n o de los que se e n c o n tra b a n allí
se p la n tó an te D urru ti y le dijo c o n resolución:
“- N o abandonarem os la b arricada”.
D u rru ti se quedó u n in stan te m irando aquel rostro conocido, aquella m irada
decidida y al fusil e n las m anos callosas del obrero;
“- N o es la barricada, es el fusil lo que n o tienes que abandonar. La g ara n tía de
nuestro triunfo está e n que sepam os conservar las arm as y podam os c o n ellas lle
var más lejos, más lejos, el triunfo de la revolución. La revolución n o está ganada,
sino e n m archa. M ientras ex ista u n foco faccioso e n pie, e n cualquier rin c ó n de
España, n u estra rev o lu ció n estará am enazada...”
C a p itu lo IV
El 20 de julio
El choque había sido ta n v iolento que to d o el m undo se vio en vu elto por la ola
revolucionaria, quedando de esta form a desorganizada to d a la vida ciudadana.
Incluso Solidaridad Obrera, el diario de la C N T en C a ta lu ñ a, h ab ía perdido a su
director y redactores. El núm ero correspondiente al 20 de julio, distribuido en las
barricadas, fue obra de u n grupo de m ilitantes obreros que, pasando al azar por la
redacción del periódico, se dieron cu e n ta de que allí n o h ab ía nadie; y ellos, por
propia iniciativa, se entregaron a la redacción, com posición y tÍTaje de aquel n ú
m ero histórico 25.
Este ejem plo de iniciativa, m ultiplicado por m il otros, fue la base de partida
de la nueva organización que bro taba de las ruinas del viejo régim en; y, co n ello,
se daba a la vida co tid ian a otra dim ensión, de la cual fluían las prim eras formas
de autogestión en los sectores industriales, en el de los transportes y en el de la
distribución de la alim entación.
En este 20 de julio, el Poder estaba en la calle, representado por el pueblo en
armas. El Ejército y la policía, en ta n to que instituciones, h a b ía n desaparecido:
soldados, policías y obreros form aban u n solo bloque. Por doquier, el espíritu so
lidario y fraternal bro tab a espontáneam ente: los hom bres y las mujeres, liberados
de los prejuicios que la ideología burguesa h abía ido depositando en ellos duran te
siglos, rom pieron co n el viejo m undo, m archando hacia u n futuro que cada uno
im aginaba com o la realización de sus m ás anhelados deseos.
“U n a nueva vida em pezaba sobre la rebelde y rica C a ta lu ñ a, de inm ensas zo
nas fabriles en m anos de los trabajadores, y de fecundos cam pos redim idos, por
siempre más, del feudal y del cura. P ronto, toda la ciudad de B arcelona fue teatro
de la revolución desencadenada. Las m ujeres y los hom bres, dedicados a los asal
tos de conventos, quem aban todo lo que d en tro de ellos hab ía, dinero inclusive.
Los viejos conceptos de am o y esclavo ardían, al m ism o tiem po que las imágenes
religiosas en las m il hogueras que el pueblo hab ía encendido aqu í y allá. El 20 de
julio term inaba com o u n a gran fiesta liberadora de energías y de pasiones...” 3o.
29. Detalles facilitados al autor por “Juanel”, que fue uno de los redactores improvisados.
30. Federica Montseny. Artículo publicado en La Revista Blanca, del 30 de julio de 1936.
La autora pudo presenciar diversos actos de esta naturaleza en la mañana del 20 de
julio. U no de los hechos que más le impresionaron fue el asalto a una sucursal han-
caria en la calle Mallorca. U n grupo de mujeres, después de abrir las puertas, sacaron
los enseres de la Banca y les prendieron fuego, echando en la hoguera los hilletes de
banco que encontraron. Las mujeres reían satisfechas al ver cómo se quemaba el di
nero, alegría con la que se daha a entender que el mundo dc l mercantilismu y la usura
institucionalizada era lo que .ilií ardía.
494 e l re v o lu c io n a rio < d e l 19 d e j u u o a l 2 0 d e n o v i e m b r e d e i9 3 6 >
La estam pa que dejam os descrita era, por extensión, la que prevalecía y la que,
siguiendo sus propios impulsos, destruía y creaba a la vez, resolviendo necesidades
nacidas de u n ritm o de vida colectiva que vive en la calle y quiere co n tin u ar vi-
viendo en la calle. D e cierta m anera, la calle se había co n v ertid o en la casa de
todo el m undo: u n m und o de barricadas, de patrullas obreras y de alerta perm a
n e n te frente a la am enaza que se guarece e n la oscuridad y dispara y m ata desde
balcones y tejados. La calle y el pueblo e n armas eran la fuerza viva de la revolu
ción; es decir, su vanguardia.
La línea in m ed iata trasera quedaba co nstituida por los C o m ités de Defensa,
transform ados ya e n C om ités R evolucionarios de Barrio, los cuales aten d ían lo
que podríam os llam ar la federación de barricadas, tras las que seguían m a n te
niéndose sus defensores. Los delegados de estas barricadas e ra n sus representantes
a n te los C om ités R evolucionarios. Y la ta re a inm ediata n o po d ía ir más allá que
la de asegurar el triunfo revolucionario, o b te n id o frente a cualquier ataque de la
reacción.
Pero eso n o era todo. E n B arcelona la revolución h a b ía triu n fad o por la fuerza
de las armas. D erro tado m ilitarm en te el enem igo, los victoriosos n o po dían co
m eter el error de desentenderse de la lu ch a fuera de B arcelona y del resto de
C atalu ñ a, sino ex ten d e rla por la fuerza de las armas h asta la to ta l derrota de los
sublevados.
Y todo n o term in ab a ahí. B arcelona pasaba de u n m illón de h abitantes. Su p o
blación te n ía que c o n tin u a r com iendo y aten d ien d o sus m últiples necesidades.
Los circuitos que h a sta h ac ía cu aren ta horas h ab ían resuelto esos problem as esta
b a n ahora destruidos y, por lo tan to , h ab ía que reemplazarlos p or otros que uniera
la ciudad con el cam po, m ientras que la ciudad producía lo necesario para m a n
te n e r la reciprocidad y alim en tar a la vez a las unidades obreras que, ausentes del
proceso de producción, iban a m a n ten e r la lucha arm ada. D e to d o esto se deri
vaba la necesidad de u n a puesta en m archa de otros circuitos de alim entación, de
otros m edios de relaciones sociales e n tre el proletariado y el cam pesinado, y de
otros modos de producción; en u n a palabra, de o tra organización que la revolu
ció n debía darse, para asegurar su propia victoria.
¿Qué form a de organización? El problem a del poder quedaba planteado. Y la
revolución te n ía que en c o n trar su propia respuesta a esa cuestión central.
H asta aquel m om en to, la revolución n o había llegado al palacio donde el
G o v e m de la G e n e ra lita t representaba el poder que la revolución, por su acción,
hab ía destruido m aterialm en te al privarle de sus fuerzas represivas. ¿Bastaba co n
eso para que el G o v e rn de la G en e ra litat dejara de existir com o símbolo? ¿Era re
alm ente u n sím bolo? Lluís C om panys así lo reconocía:
“El Estado n o es u n m ito, una m áquina que funcione al m argen de los hechos
hum anos. El Estado está integrado por seres vivientes que se m ueven en función
de u n sistem a de m an d o preestablecido, de u n a jerarquía autoritaria o liberal que
sirve de “cadena de transm isión”. El P residente da u n a orden y ésta es transm itida
au tom áticam ente al m inistro o consejero encargado de hacerla efectiva; el m inis
tro posee su propia “cadena de transm isión” que, a través de los secretarios y sub
secretarios llega a los escalones de la jerarquía que se da la m ano con el eluda-
EL 20 DE JULIO 495
31. Jaume Miravitilcs, Efnsodts de la guerra cwil «/«anyoia, Ed. Portic, Barcclo
496 EL REVOLUCIONARIO ^DEL 19 DE J U U O AL 20 DE NOVIEMBRE DE 1936^
32. C o m ité C e n tra l del PCE, Guerra y revolución en España, Ed. Progreso, M oscú, 3 vols,
1966, vol 1.
33. Vicente Giiarner, Cataluña en la guerra de E^/xitUí, Ed. G. dcl Toro, Miidrid, 1975.
EL ZO DE JULIO 497
34- U n o d e e s to s a c to s c o n s id e ra d o s “e x c e s o s ” fue a b r ir el M o n t e d e P ie d a d y d i s t r i b u i r
las p re n d a s , c o lc h o n e s , m á q u in a s de co ser, e tc ., q u e el h a m b r e h a b ía o b lig a d o a em«
p c ñ a r. La i n ic ia tiv a fue to m ad .) p o r el C o m i t é d e D e fe n sa d e la b a rria d a e n q u e e»-
ta b a s itu a d o e l c i t a d o M o n t e d e P ie d a d .
Todos los presentes sin tiero n que aquella llam ada era im portante, y p u d iero n
oír la respuesta que d ab a Vázquez e n to n o burlón:
“— C om prendo. Bueno, lo discutirem os ahora m ism o”.
C olgó el teléfono, dio m edia v u elta e inform ó a los demás:
“— El P residente C om panys ruega que el C o m ité R egional envíe u n a d elega
ción. Q uiere negociar” 3?.
H ubo u n breve cam bio de im presiones y se decidió que n o podía darse satis
facción a Lluís C om panys sin co n su ltar previam ente a la m ilitancia. E ntonces se
convino en convocar u n a re u n ió n para dos horas más tarde. Emisarios y avisos por
teléfono fueron com enzados a en v iar y a dar para prev en ir a los delegados de
Sm dicatos, C o m ités R evolu cio narios y C om ités C om arcales, de la reunión.
E n tretan to , puesto que la “C asa C am b ó ”, sede d el F om ento N a c io n al del
T rabajo, que se e n c o n tra b a a u n paso del S indicato de la C onstrucción, h a b ía sido
ocupada por jóvenes libertarios, se pensó en celebrar la reu n ió n en uno de los am
plios salones de d ic h o edificio. A c to seguido com enzó a dirigirse la gente h a c ia la
C'asa C am bó. Y, a co n tin u a c ió n , to d o cam bió en el local del F om ento N a c io n a l
ticl T rabajo, puesto que com enzaron a funcionar ya los com ités y los órganos
ciH>rdinadores de los S indicatos de B arcelona, en las oficinas y departam entos en
que h asta h acia tre in ta y seis horas o cupaban los grandes financieros e industria
les de Barcelona y resto de C atalu ñ a
El cam bio que se operó en la “C asa C a m b ó ” en pocos m inutos fue fácil reco
nocerlo en la p u erta de entrada: el sem icírculo que form aba el gran portal quedó
obstruido por u n a barricada de sacos terreros llenos de aren a y defendido por dos
am etralladoras, asistidas por u n a cu rtid a p atru lla obrera. Se im provisó p ro n to u n
gran cartelón: “C o m ité Regional de la C N T de C atalu ñ a. C N T -A IT ”. El nom bre
que recibió al in stan te fue el de la “C asa C N T -F A I”.
A la caída de la tarde, todos los que h a b ía n sido avisados para asistir a la asam
blea plenaria de la C N T y de la FAI se en c o n tra ro n instalados e n uno de los sa
lones de la nu ev a “C asa C N T -F A I”.
La reu nión com enzó ten ien d o a sus concurrentes divididos sobre la posición a
adoptar, no solam ente an te la in v itació n de Com panys, sino a n te la situación que
se había creado e n la calle. A u nque era cierto que n o podía valorarse aú n en p ro
fundidad en qué p o d ía desem bocar aquella acción de masas, tam poco era m enos
cierto que el papel de los anarquistas e n sem ejante coy untura n o podía ser otro
que el de im pulsar a esas masas lo más lejos posible, desde el p u n to de vista revo
lucionario. La cu estió n era im portante, y en la respuesta que se le diera iban m u
chas cosas im plicadas. El problem a presentado exigía u n estudio sereno, ded icán
dole el tiem po que requiriese, sin precipitaciones y tran q u ilam en te. S in embargo,
en aquellos m om entos, n o se abordaba la cuestión en d icho sentido, sino al c o n
trario, co n prisas, c o n m uch a fatiga física e intelectual, p roducto de las tre in ta y
seis horas de lu ch a cargadas de nerviosism o e incertidum bres. La voz de todos
ellos estaba enronquecida y la gente se m a n ten ía despierta a base de café y tabaco.
A l prim er ta n te o del problem a aparecieron claram ente las posiciones, aunque
u n p u n to im portante les unía a todos, y era el n o dejarse arrebatar la victoria. E n
to rn o a esto, se m atizaron los criterios, que iban desde el expuesto por G arcía
O liver, que era el de proclam ar el com unism o libertario, h a s ta el defendido por
Diego A bad de S an tillá n , consistente e n m a n ten e r la colab oración co n las dem ás
fuerzas políticas que h a b ían m terv en id o en la lucha. E n tre am bos se planteaba
un a tercera opin ió n , que G arcía O liv er consideró equívoca 39, la cual, sostenida
por su ex p o n e n te M anuel Escorza, consistía e n utilizar al G o v ern de la
G en e ra litat para colectivizar el cam po y socializar la industria, por lo que el sin
dicalism o se co n v ertiría en la fuerza d e term in a n te de la n u ev a sociedad. Logrado
eso, y vacío de poder el G o v e m de la G en e ra litat, éste caería p or su falta de efec
tividad. Esta p osición consideraba que n o debía pactarse co n el gobierno para
Itlem.
506 E L REVOLUCIONARIO <OEL 19 DE JÜLIO AL 20 D E NOVIEMBRE D E 1936^
C a p ít u l o V
La plenaria o asam blea de m ilitantes nom b ró a una com isión para entrevistarse
co n Lluís Com panys. E ntre los nom brados se en c o n trab a n G arcía O liver, D urruti
y A urelio Fernández. Esta com isión, n o sabemos por qué razones, dada la corta
distancia que había en tre la “C asa C N T -F A I” y el palacio de la G en eralitat, pre
firió hacer el trayecto e n autom óvil. Llegó el vehículo a la Plaza de Jaim e 1 y as
cendió por la calle del m ism o nom bre h asta la Plaza de la R epública. A n te la
pu erta del palacio estaba u n d estacam ento de Mossos d ’Esquadra. E n las calles
transversales se e n c o n trab a n apostados guardias de A salto y ta m b ié n se veían ci
viles con brazaletes catalanistas. Los representantes de la C N T y de la FAI, for
m idablem ente arm ados, descendieron del autom óvil.
“El jefe de los M ossos d ’Esquadra nos salió al en c u en tro e n la puerta principal
de la G en eralitat. íbam os arm ados h asta los dientes: fusiles, am etralladoras y pis
tolas. Descam isados y sucios de polvo y de hum o.
“-S o m o s los representantes de la C N T y de la FAI que C om panys h a llam ad a
— le dijimos al jefe— . Y estos que nos aco m p añ an son n u estra escolta”.
“N os saludó afectuosam ente el jefe de los Mossos d ’Esquadra, y nos sirvió de
guía hasta el P ati deis Tarongers, donde dejam os la escolta, convertido , u n a vez
más, en cam pam ento.
“C om panys nos recibió de pie, v isiblem ente em ocionado (...). La cerem onia
d ep r€ se n ta c ió n fue breve. N os sentam os cada uno de nosotros co n el fusil en tre
las piernas. En sustancia, lo que nos dijo C om panys fue lo siguiente:
“—A n te todo, h e de deciros que la C N T y la FAI n o h a n sido n u n ca tratadas
com o se m erecían por su verdadera im portarK ia. Siem pre habéis sido perseguidos
duram ente; y yo, c o n m ucho dolor, pero forzado por las realidades políticas, que
antes estuve c o n vosotros, después m e h e visto obligado a enfrentarm e y perse
guiros. H oy sois los dueños de la ciudad, y de C atalu ñ a, porque sólo vosotros h a
béis vencido a los m ilitares fascistas, y espero que n o os sabrá m al que en este m o
m e n to os recuerde que n o os h a faltado la ayuda de los pocos o m uchos hom bres
leales de mi p artid o y de los guardias y mossos...”
“M editó u n m o m en to C om panys y prosiguió len tam en te:
“-P e ro la verdad es que, perseguidos d u ram ente h asta anteayer, hoy habéis
vencido a los m ilitares fascistas. N o puedo, pues, sabiendo cóm o y quiénes sois,
em plear lenguaje que n o sea de gran sinceridad. H abéis v en cid o y todo está en
vuestro poder; si n o m e necesitáis, o n o m e queréis com o P resident de C atalunya,
decídm elo ahora, que yo pasaré a ser u n soldado más en la lucha contra el fas
cismo. Si, por el conrraru), creéis que en este puesto que sólo m uerto hubiese d e
jado an te el fa.scismo triunfante, puedo, con los hom bres de mi p;irrido, mi nom -
LLUÍS COMPANYS AN TE LA C N T , Y LA C N T A N TE SÍ M ISM A '
bre y m i prestigio, ser ú til en esta lucha, que si b ien term in a hoy en la ciudad, n o
sabemos cu án d o y cóm o te rm in ará e n el resto de E spaña, podéis co n tar co n m ig o
y co n mi lealtad de h o m b re y de p o lítico que está co nvencido que hoy m uere to d o
u n pasado de b o ch o rn o , y que desea sinceram ente que C a ta lu ñ a m arche a la ca
beza de los países m ás ad elantados en m ateria social”.
“N osotros — escribe G arcía O liv e r— habíam os sido llam ados para escuchar.
N o podíam os co m p ro m etem o s a nada. Eran nuestras O rganizaciones las que h a
b ían de decidir. Se lo dijim os a C om panys (...). C om panys nos dijo que, e n o tro
salón, estaban esperando los rep resen tan tes de todos los sectores antifascistas de
C atalu ñ a, y que si nosotros aceptábam os que él, siendo P resident de la
G en eralitat, nos reuniese a todos, nos h acía u n a proposición co n vistas a d arle a
C a ta lu ñ a u n órgano ap to para proseguir la lucha rev olucionaria hasta afianzar la
victo ria”.
Y G arcía O liv er prosigue:
“E n nu estro co m etido de agentes y de inform adores, aceptam os asistir a la reu
n ió n propuesta. Esta se celebró e n o tro salón, donde, com o ya nos h a b ía d ic h o
C om panys, ag u a rd ab a n algunos re p re se n ta n te s de E squerra R e p u b lic a n a ,
Rabassaires, U n ió R ep ublicana, P O U M y P artit Socialista Los nom bres los re
cuerdo muy m al, ya sea p o r la p recip ita ció n y el cansancio de aquellos m om en to s,
ya porque rea lm e n te n o los conociera. N in , C om orera, etc., etc. C om panys nos
expuso la co n v e n ie n cia de ir a la creació n de u n C om ité-de M ilicias, que tuviese
el com etido de encauzar la v id a de C atalu ñ a, p rofundam ente trasto m ad a p o r el
lev an tam ien to fascista, y procurase organizar fuerzas arm adas para salir a co m b a
tir a los rebeldes d o n d e se presen tasen, ya que, en aquellos m om entos de c o n fu
sión nacio n al, se ignoraba to d av ía la situación de las fuerzas com batientes” ‘*2.
La sinceridad co n que dice C om pan ys expresarse es el recon ocim iento de u n a -
situación sobre la cual n o posee m edio -de co ntro l alguno. Y su realism o p o lítico ,
adaptado a aquella circunstancia, fue el de ganar la confianza de los delegados de
la C N T , declarándose co n v e n cid o de que n o podía efectuarse m archa atrás. Los
hechos v an a dem ostrar que, e n to d a ia entrevista que sostuvo Com panys, n o h a
bía otro deseo que el de ganar tiempo, según se desprende de la conversación qu e
horas antes h ab ía sostenido co n Federico Escofet, e in m ediatam ente a la e n tre
vista que m an tu v o c o n C o m o re ra y las disposiciones oficiales de esa n o ch e , 20 de
julio, sin esperar las resoluciones que debía tom ar la C N T . D esm eiíucem os estos
aspectos, d ejando ya por d ic h o la referida conversación co n Escofet, verdadero
tratado de m aquiavelism o político.
Según M an uel Benavides, pró x im o al estalinism o catalán, Juan C o m o re ra in-
41. El P S U C a ú n n o e s ta b a c o n s t i t u i d o n i re p re s e n ta d o .
sistió a Com panys, en el sentido de llevar a térm ino u n trab ajo de zapa que des
b ancara a la C N T y la FAI de las posiciones que estas organizaciones h ab ían lo
grado. Este plan era coincid ente co n el interés político de Com panys:
“Debemos unificar nuestras fuerzas y organizar los sindicatos socialistas de
U G T para oponerlos a la C N T . U sted, señor Presidente, n o debería hacer uso de
la fuerza en n in g ú n caso en estos m om entos. D eben tratar de asegurar el o rden re
volucionario y apoyar la form ación de tropas que d ep e n d an de la G eneralitat.
T enem os que p o n em o s a la tarea de construir u n Ejército. Los anarquistas y los
trostsquistas ch illarán m ucho cuando se en teren . H agám onos los sordos. T a n
p ro n to com o dispongam os de u n a fuerza arm ada y recuperem os u n m ovim iento
obrero-cam pesino sólido, dirigirem os la guerra en el frente y defenderem os la eco
nom ía en la retaguardia, en lugar de h ac er la revolución, q ue por ahora n o es
nuestro objetivo ” 43.
E n la noche del 20 de julio, Lluís C om panys h acía u n b alan ce de su jornada;
y ta n positivo lo consideró, que reun ido co n sus consejeros dio por aceptada la
proposición que h ab ía h ec h o a la C N T de form ar “u n organism o apto para dirigir
la lucha”. Lluís C om panys concebía d icho organism o com o u n a especie de ju n ta
político-m ilitar-popular, d epend iente del dep artam en to o C onsellería de Defensa
de la G en eralitat. El decreto que elaboró esa no che, y que apareció en el Budletí
Oficial de la Generalitat de Catalunya el 21 de julio, n o dejaba lugar a dudas sobre
sus intenciones políticas. Se creaban unas M ilicias C iudadanas para la D efensa de
la República. El jefe de esas milicias sería el co m andante E nrique Pérez Farras, y
su consejero político Lluís Prunes i S ato, conseller de D efensa de la G en eralitat.
C om o decreto del G o v e rn de la G e n e ra lita t relativo a m ilicias, es éste el único
que existe, y n o hay nin g ú n otro — a n uestro co nocim iento— que instituya el
C o m ité C e n tral de M ilicias de C a ta lu ñ a y sus prerrogativas, cosa que indicaría
que legalm ente el C o m ité C e n tral de M ilicias n o recibió la sanción legal del
G o v ern de la G en e ra litat, y por ta n to n o fue otra cosa que u n organism o de im
posición revolucionaria. ]aum e M iravitlles, h ab la n d o del m encio nado C om ité
C e n tra l de M ilicias, escribe que supone que la iniciativa p ara la co nstitu ció n de
este consejo de soldados provin o de los anarquistas. Ellos n o q u erían participar en
el G o v em , porque ello n o concordaba c o n sus ideas. D ejaron, pues, que el G o v em
siguiera funcionando. Pero, de hech o , e n lo sucesivo, fueron las M ilicias y su
C o m ité los que tu v iero n en sus m anos el poder gubernam ental. El G o v em llevó
e n adelante u n a vida de apariencia 44. De to d o esto podem os sacar la conclusión
de que fueron las resoluciones del histó rico pleno regional de la C N T , del día 21
de julio, las que alteraro n las funciones del decreto de C om panys sobre milicias,
o, por m ejor decir, lo ignoraron co m pletam ente. Y esto nos lleva ah o ra a tratar de
ese P leno de la C N T donde la delegación que se h abía entrevistado con Lluís
49. Artículo incluido por Daniel G ucrin en N i Dieu ni Moftre, Ediciones Maspero, Partí,
I97V
y i2 EL REVOLUCIONARIO <DEL 1 9 D E J U U O A L 2 0 d e n o v i e m b r e d e 1 9 5 6 ^
C apítulo V I
50. T exto de Oiircía Oliver, citado en De julio <i juliti- un año de lucha.
514 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 D E JU L IO AL 2 0 D E N O V IEM BRE D E 19^ 6>
dem asiado b ien de ese artículo. S e acercó a mí, puso sus grandes m anos sobre mis
hom bros y m e dijo: “U sted es M iravitlles, ¿no? ¡T enga m ucho cuidado! ¡N o ju e
gue co n fuego! Le podría costar caro ”. A sí inició sus actividades el C o m ité C e n tra l
de las M ilicias A ntifascistas, e n u n am biente de ten sió n y de am enazas” 52.
H em os escrito an tes que to d o el m undo estaba a la expectativa, y era n atu ra l.
N adie, salvo la C N T , la FAI y el P O U M , te n ía interés alguno en que ese orga
nism o creciera y an u lara a la G en e ra litat, y com o n o h a b ía ese afán, M iravitlles,
tom ándolo com o u n a especie de tertulia, en la que se perdiera y se h ic iera perder
el tiem po, inició u n debate, preguntándose quién h ab ía h ec h o la revo lución, y,
e n razón de ello, cuál podía ser la m ejor m anera de servirla:
“En F rancia — se preg u n tab a M iravitlles— la revolución la h ab ían h e c h o los
“sans culo ttes”; en la A rg e n tin a de P erón, los “descam isados” 53. ¿Q uién la h ab ía
hecho, pues, e n Barcelona?
“Yo p lan teé esta cu estió n e n la prim era re u n ió n que celebró el C o m ité
C e n tral de M ilicias en la n o c h e d el 21 de julio e n la Escuela N áu tica del P uerto,
del que form aba p arte e n rep rese n ta ció n de la Esquerra R ep u b lic an a de
C atalunya, co n ju n ta m e n te c o n Josep T arradellas, A rtem i A iguader y Jo a n Pons.
“¿Q uién h ab ía h e c h o la revolución?, pregunté. La respuesta era im p o rta n te ,
puesto que de ella d ependía la estrategia p olítica y la tá ctica de acción. P ara los
hom bres de la Esquerra, era im p o rta n te reducir el p an oram a histórico al m arco de
la realidad de los hech o s. A pesar del nom bre del C o m ité del que form ábam os
parte, nosotros creíam os que n o se hab ía producido u n m ovim iento “fascista”, y
que, por ta n to , la represión n o pod ía extenderse a u n o s estam entos especiales que
n o h ab ían participado. P erten e ce r a la Lliga n o quería decir ser fascista, y a ú n m e
nos el ser m iem bro de la F ed eración de los Jóvenes C ristianos, conocidos p o r la
desgracia fo n ética de “fejocistas”.
“La pregunta fue recibida c o n u n encogim iento de espaldas, ta n to p o r los
hom bres de la FA I com o los d el P O U M y los com unistas. Para ellos era u n a o p o r
tunidad h istórica que se les ofrecía, y que no estaban dispuestos a dejarla pasar.
“A urelio Fernández, u n o de los dirigentes más im petuosos de la FA I, dio la
respuesta que reflejaba ex a c ta m e n te la situación de los dos o tres prim eros — pero
decisivos— días: “La rev o lu ció n la h a n h echo los de siempre: ¡los piojosos!” 54.
Esta respuesta de A u re lio Fernández la traduce M iravitlles por el térm in o “lu m
p enproletariado”. S in em bargo, lo que dijo A urelio Fernández, y así fue in terp re-
53. Señalamos al lector que Miravitlles redacta sus Memorias, o, al menos, las publica,
en 1972. Por lo tanto, la referencia al peronismo (que en la Argentina surge en tre el
44 y el 46) debe entenderse com o un recurso literario y retrospectivo, y no com o re
ferencia concreta al 21 de julio de 1936. Miravitlles podí.i haberse referido, además
de los “sans culottes” de la Revolución francesa, a las masas hambrientas del Octubre
Rojo de 1917 en la Ru.sia de los zares.
tado, puesto que “la estrategia política y la táctica de acción” que se fijó el C om ité
C e n tra l corresponde a eso, fue que “esos piojosos” n o eran otros que los deshere
dados, los expoliados de sus fuerzas por la burguesía y las clases d o m in an tes”.
M ientras te n ía lugar ese cruce de palabras, los otros delegados m editaban.
Ellos eran, por la C N T y la FAI, S an tillá n , D urruti, G arcía O liver, A urelio
Fernández, A ssens y R icardo Sanz; por la Esquerra, ya h a n quedado dichos; por la
U G T y los socialistas 55, Del Barrio, C om orera, V idiella, M iret, G arcía, D urán
Rosell; por U n ió de Rabassaires, T o rren ts; por A cció C a ta la n a R epublicana,
Fábregas; y por el P O U M , José Rovira.
Diego A bad de S antillán, que se h ab ía e n tre te n id o m ientras se discutía, en
trazar unos garabatos sobre u n papel, propuso que lo m ejor sería com enzar por u n
reparto de actividades, que darían estructura funcional al organism o. Y som etió
com o esquem a los garabatos que trazara e n su h o ja de papel. D el estudio de tal es
quem a y de la división de trabajo que se derivó, el C .C . de M .A . de C . quedó es
tructurado de la m an era que puede verse en el croquis 56 (pág. 519):
Secretaría general adm inistrativa: Jaum e M iravitlles; organización de milicias:
S an tillá n y R icardo Sanz; d ep artam en to de guerra: G arcía O liver, asistido de
D urruti y de técnicos m ilitares tales com o el coronel Jim énez de la Beraza y luego
los herm anos G u arner; d epartam ento de investigación y vigilancia: A urelio
Fernández, José Assens, Rafael V idiella y T om ás Fábregas; u n d epartam ento de
abastecim ientos a cargo de José T o rren ts y o tro de T ransporte.
D ependientes de cada d epartam ento se crearon secciones, por ejem plo u n a de
estadística, que d ependía de la secretaría general; acu artelam ien to y m u n icio n a
m iento, que d epend ía del D epartam ento de M ilicias; y otras tales com o cartogra
fía, escuela de guerra, de transm isiones, operaciones, etc., que d ependían del
D epartam ento de G uerra.
“La tarea p rin cipal — escribe S a n tillá n — y más abrum adora recayó, n a tu ra l
m ente, sobre nosotros, com o representantes de la parte más num erosa y activa del
proletariado d e C a ta lu ñ a. A sum im os los cargos de m ayor responsabilidad, pero
tam b ién aquellos en que el agotam iento físico por el esfuerzo enorm e te n ía que
am enazam os más pron to. Más de v ein te horas diarias de ten sió n nerviosa ince
sante, resolviendo m illares de problem as cada día, aten d ie n d o a m ultitudes que se
agolpaban, co n las exigencias más variadas, e n to m o a nuestras oficinas, eran am
b ien te poco propicio a una m editación serena” 57.
H e aquí, a co n tin u ació n , el prim er docum ento que firm ó dicho C o m ité
C e n tral de M ilicias“A ntifascistas de C atalu ñ a. Se trata, p o r consiguiente, de u n
“B ando”:
57. Diego Ahad de Santillán, Por qu¿ /x-rdimos la guerra. Editorial Imán, Buenos Aires,
l ‘M $.
EL C O M IT É CEN TRA L D E M ILICIA S A NTIFA SCISTAS D E CATALÜÑA
pero la verdad era que no se podía dar u n paso en ese sentido si no se contaba co n
los S indicatos y los C om ités R evolucionarios de Barrio. C u a n d o S antillán habla
de que la tarea princip al había recaído sobre ellos, era porque, efectivam ente,
ellos eran los únicos que podían tratar c o n los Sindicatos.
Se apuntó tam bién, en d icha reunió n, la necesidad de organizar fuerzas o bre
ras en milicias para salir en busca del enem igo. La prim era de esas colum nas sal
dría el 2 4 de julio, llevando com o delegado general a B uenaven tura D urruti El
paso de D urruti por el C om ité C e n tral de Milicias A ntifascistas fue más sim bó
lico que real. Pero es interesante recoger unas citas de M iravitlles, porque en ellas
se fijan ciertos rasgos de D urruti que la nu eva carnpaña m ilitar no logrará m o di
ficar:
“En el palacio gubernam ental seguía funcionando com o siempre el gabinete,
una especie de gobierno fantasm a que contem plaba im p o ten te la situación revo
lucionaria. C o n u n a excepción, sin em bargo El P resident de C ataluña, Lluís
C om panys, era un hom bre de gran valor personal. C om panys había sido antes el
abogado defensor de los anarquistas e n los procesos y te n ía amigos dentro de la
C N T . C uando vino por prim era vez a u n a sesión del C o m ité de Milicias, nos le
vantam os todos; pero los anarquistas perm anecieron sentados. C o n frecuencia se
producían veh em en tes disputas en tre la gente de la C N T -F A I y Com panys, quien
les reprochaba que con sus acciones violentas, ponían en peligro la victoria de la
revolución. H asta que un día D urruti se cansó y les dijo a los representantes del
G overn: “Saludos de mi parte al P resident, y m ejor que no vuelva a aparecer más
por aquí Podría pasarlo mal si insiste e n darnos lecciones”.
“D urruti se dio cu e n ta en seguida de que el C om ité C e n tra l era un órgano bu
rocrático. Se discutía, se negociaba, se decidía, se le v an ta b an actas, había trabajo
burocrático. Pero D urruti no era capaz de perm anecer m ucho tiem po sentado.
A fuera se com batía. N o lo soportó m ucho tiem po. O rganizó, pues, una división
propia, la C o lu m n a “D urruti”, y se m archó con ella al fre n te de A ragón” ^i.
H asta el 21 de julio, los cuarteles y las fortalezas m ilitares estaban en m anos
de los hom bres que las h abían asaltado y conquistado, es decir, en m anos de la
C N T y de la FAI. C uan do se aceptó el principio representativo del C o m ité
60. La primera C olum na en salir de Barcelona fue la “Durruti” el 24 de julio Casi si
multánea a ella partió la Colum na de A ntonio Ortiz Ramírez, que tomará el nombre
de C olum na “Sur-Ebro” (C N T), y con pocos días de intervalo, la C olumna “Ascaso”
(C N T ), con los delegados D om ingo Ascaso, G regorio Jover y C ristóbal
Aldabaldetrecu, la cual se situó en el frente de Huesca Siguieron a estas columnas la
llamada “Trueba-Del Barno” (PSU C), que se situó en T ardienta (1 500 hombres), y
la “Rovira-Arquer” (PO UM ), que se situó en dos fracciones, una en G rañen
(Alcubierre) y otra en Huesca El 20 de agosto salió “Los Aguiluchos”, teniendo
como delegado a Miguel García Vivancos (C N T), que se situó en Huesca En sep
tiembre partió ha “Roja y Negra”, con García Pradas como delegadt) (C N T), y, por
aquella misma fecha, la “Macia-Companys”, al mando del teniente coronel Jesús
Pérez Salas
61 J Mir.i\ iilli-s, op i it
J20 EL REVOLUCIONARIO ^DEL 19 D E JU L IO AL 2 0 D E N O V IEM BRE D E I9 } 6 ^
C e n tra l de M ilicias A ntifascistas se com etió u n error im portante, y era que cada
partido político organizara sus propias fuerzas, es decir, sus m ilicias con los d ele
gados propios de esos partidos. Eso significó que pasaban a disposición de los par
tidos políticos los cuarteles y las armas. La C N T com etió u n a equivocación acep
tan d o eso, ya que se hab ía creado la Jefatura de milicias, por lo tan to , la organi
zación de las m ilicias, de acuerdo co n los Sindicatos, debía depender de esa
Jefatura. En tales condiciones, las arm as conquistadas por los obreros hubieran
contin u ad o estando e n m anos de los obreros, o sea, de los revolucionarios. A l
aceptar el hech o de que los partidos políticos organizaran sus propias colum nas,
significaba el prim er desarm e de la clase obrera en favor de los que, en realidad,
n o h abían com batido, puesto que n o te n ía n armas o quienes poseían las guarda
b an, com o com enzaron h aciendo los estalinistas, para sacarlas a la calle cuando
consideraran llegado el m om ento de lanzarse a la contrarrevolución ^2 .
Ese reparto de cuarteles dio a la Esquerra R epublicana de C atalu n y a el dom i
n io de la fortaleza de M ontjuich; al P O U M , el C uartel de C aballería de la calle
Tarragona; y al que iba a ser el P S U C , el cuartel de In fan tería del Parque de la
C iudadela. A l P artido Federal Ibérico, u n antiguo con v en to . La C N T y la FAI se
reservaron el cuartel de Infantería de Pedralbes, el C u artel de A rtillería de S an t
A n d reu y el de los Docks, y el de C aballería de la calle de L epanto. El Parque de
A rtillería y la In te n d e n c ia serían com unes a todos. In m ed iatam en te a este re
parto, y al posesionarse de los cuarteles, los estalinistas bautizaron el suyo co n el
nom bre de “C arlos M arx”; los del P O U M le pusieron el n om bre de “L enin”; y los
anarquistas, por n o ser m enos, les p u siero n los n o m b res de “B a k u n in ”,
“S alvochea”, “S partacus” y otros.
A l reparto de cuarteles siguió el reparto de locales. El P O U M cedió a sus ri
vales del P S U C el H o te l C olón, que sus m ilitantes h ab ían tom ado co n las armas
en las manoSj y se reservó para su C o m ité C e n tra l u n h o te l en las Ram blas que
tam bién ocuparon d u ran te la lucha. La C N T co n tin u ó instalada en la C asa
C am bó. E n los barrios, los C om ités de D efensa o R evolucionarios se instalaron en
lugares adecuados para llevar a cabo sus tareas y los S indicatos tam bién ocuparon
vastos edificios.
Las cantinas qu e se crearon en el fragor de la lucha se transform aron en co
medores populares, instalándose en los hoteles. De este m odo fue com o el H o tel
Ritz se transform ó en un h o te l para los m ilicianos.
La huelga general con tin u ab a en vigor. Pero p ro n to los servicios más im por
tan tes h u b iero n de ponerse en m ovim iento, y co n ello el fenóm eno “que n o p er
m itía verse el día 20 de julio” se m anifestó claram ente: la autogestión obrera. Los
hospitales, los laboratorios y centros de productos farm acéuticos, que fueronjDCu-
pados en el prim er m om ento de los com bates, fu n cionaban bajo control obrero.
Igual form a de organización apareció ta n p ro n to com o com enzaron a funcionar
los tranvías, autobuses, m etros y los ferrocarriles. En la C e n tra l T elefónica -q u e
había quedado en m anos de un com ité obrero, entregado al trabajo de reparar los
cer su opin ión sobre la n u ev a organización que la rev olución iba estructurando.
Su respuesta fue categórica:
“M ilitarm ente, esto es u n caos, pero es u n caos que m archa. N o hagan nada
por entorpecer su desarrollo, déjenlo que se desenvuelva p or sí mismo, porque él
term inará por e n c o n tra r su equilibrio y su form a de organización”
Los C om ités de Barrio, bajo diversos nom bres, pero de o rien tac ió n libertaria
todos, se h ab ían federado creando u n C o m ité Local de C o o rd in a ció n revolucio
naria.
De hecho, el poder, propiam ente hablan d o , n o existía: la G en e ra litat era u n
puro simbolismo, el C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascistas n o podía dar u n
paso sin el apoyo de los Sindicatos, y las m ilicias n o p o dían organizarse sin la co
laboración de los C om ités de Defensa y de los Sindicatos que eran los que co n
trolaban a las bases obreras. El día 22 de julio, los C om ités de Barrio abrieron los
G randes A lm acenes, los em pleados com enzaron a trabajar e n régim en autoges-
tionario y distribuyeron ropa gratuita a la gente. El M on te de Piedad tam bién fue
abierto, devolviendo las prendas em peñadas a sus antiguos poseedores. Y así fue
com o se vieron circular m áquinas de coser, colchones, m an tas y ropas de abrigo
que se h ab ían em peñad o al term inar el invierno. Lluís C om panys llam aba a todo
esto “las violencias” de la C N T .
El día 23 de julio, la Federación Local de Sindicatos de la C N T de Barcelona
publicó una octavilla en la cual se leía:
“O brero, organízate en milicias. N o abandones el fusil n i la m unición. N o
pierdas el co n tac to co n tu S indicato. T u vida y tu libertad están en tus m anos”
Esta octavilla era u n a respuesta a u n a determ in ació n que el C om ité C e n tral
de M ilicias A ntifascistas había transm itido a los C om ités de D efensa de los
Barrios, en la cual se decía que se ex ten d ie ra u n a cartu lin a co n nom bre, arm a y
sindicato a cada u n o de los obreros arm ados de su sector; que los obreros que n o
quisieran co n tin u ar arm ados entregaran el arm a al C om ité, y q u e ese C om ité las
depositara en los cuarteles más próxim os a su sector. Los S indicatos in terpretaron
esa m edida com o u n in te n to de desarm ar al pueblo. Ju n to co n los S indicatos
reaccionaron ta m b ié n los C om ités de Barrio, los cuales q uerían ser ellos los que
ejercieran la vigilancia revolucionaria e n su zona, a través de sus grupos armados.
Estas actitudes co n testab a n al “b an d o ” que el C o m ité C e n tra l de M ilicias
A ntifascistas h ab ía h e c h o público. V eam os lo que sobre este asunto escribe
V icen te G u am er, que hab ía sustituido e n el cargo de C om isario G en eral al capi
tá n Federico Escofet:
“In te n té efectuar u n últim o in te n to de con v en io para restablecer en la m edida
de lo posible el orden, llam ando a m i despacho al C o m ité R egional de la C N T ,
que te n ía a su cargo to d a u n a organización constituida por los C om ités de D e fe ría
de las barriadas barcelonesas. C reo recordar que lo presidía A lcó n (M arcos) y
tado, pese a cu a n to hic iera n para salir ad elan te los revolucionarios españoles.
era el p u n to más trágico para el anarquism o español. En E spaña el anarquism o h a
bía ido ganando posiciones, hasta constituirse en u n a fuerza p o te n te y determ i
n a n te en el país. Pero en el resto del m undo, el anarquism o h ab ía ido perdiendo
terreno, hasta perder com pletam en te su influencia en la clase obrera, la cual h a
bía caído bajo el c o n tro l de los socialdem ócratas y de los estalinistas. A h o ra to d o
estaba en saber cóm o se podría h ac er to m ar concien cia al proletariado in te rn a
cional, en el sen tid o de que en España se estaba realizando la prim era y más p ro
funda de cuantas revoluciones hab ía sido protagonista la clase obrera. La tarea n o
era fácil: existía u n a U n ió n S oviética que basaba el triunfo de su política e x tra n
jera en la sum isión del proletariado a las dem ocracias burguesas, co n las cuales la
U R S S había establecido alianzas. N o era fácil tam poco firupte a u n Léon Blum,
que n o ocupaba el poder, sino que lo regentaba, respetuoso co n la regla de la d e
m ocracia burguesa. La revolución española, co n su carga de anarquism o, era algo
que m olestaba a to d o el m undo. De n ad ie cabía esperar nada. Los revolucionarios
españoles eran quienes debían crear situaciones que, desarreglando a todo el
m undo, internacionalizaran la revolución. Y de eso fue de lo que trataro n los
com ponentes del grupo “N osotros”. El explosivo co n el qu e c o n tab a para- ello era
M arruecos. E n esta región te n ía F ranco instalado su cuartel general y sus reservas.
Y en M arruecos, la Francia dem ocrática y frentepopulista sostenía un a guerra
co n tra los nacionalistas árabes. Si los revolucionarios españoles lograban sublevar
al llam ado “P ro tectorado español” e n A frica del N o rte, era ta n to com o llevar la
sublevación a to d a la zona colonizada francesa y obligar a F rancia a in terv en ir
com o fuerza colonialista, acción p or la cual podría despertarse el proletariado
francés adorm ecido por Blum y Thorez. A G arcía O liver se le confío la m isión de
sublevar M arruecos.
C apítulo V II
67. El autor fue te-sngo en el C om ité de Defensa del Poblet, Barcelona. Al igual que
Fuentes, uno de los que org.inizah.in l.is milicias en cs.i harn.Kla, rechazó a bastantes
nulitantc.s que se em peñaban en ir di frente. La razón que se les daba era; “Si no» va»
mo!i todos, ¿quién va a a.scKurar la revolución en la retaKuarJiaT
526 EL R E V O L U C IO N A R IO ^DEL 19 D E J U U O AL 2 0 D E N O V IE M BRE D E I 9 3 6 *
lidad individual que sabe acep tar la disciplina com o u n acto de autodisciplina.
“Se nos im pone la guerra, y la lu c h a que debe regirla difiere de la tá ctica con
que hem os co n ducid o la que acabam os de ganar, pero la finalidad de nu estro co m
b ate es el triunfo de la revolución. Esto significa n o solam ente la victoria sobre el
enem igo, sino que ella debe o bten erse por u n cam bio radical del hom bre. Para
que ese cam bio se opere es preciso que el hom bre aprenda a vivir y conducirse
com o u n hom bre libre, aprendizaje en el que se desarrollan sus facultades de res
ponsabilidad y de personalidad com o dueño de sus propios actos. El obrero e n el
trabajo n o solam ente cam bia las form as de la m ateria, sino que tam bién, a través
de esa tarea, se m odifica a sí m ism o. El com b atien te n o es o tra cosa que u n obrero
utilizando el fusil com o in stru m en to , y sus actos d eb e n te n d er al m ism o fin que el
obrero. E n la lucha n o se puede co m p o rtar com o u n soldado que le m an d an , sino
com o u n h o m b re co n scie n te que conoce la trascendencia de su acto. Ya sé que
o b ten er esto n o es fácil, pero ta m b ié n sé que lo que n o se ob tien e por el razona
m ien to n o se o b tien e tam poco por la fuerza. Si n u estro aparato m ilitar de la re
volución tie n e que sostenerse p o r el m iedo, ocurrirá que n o habrem os cam biado
nada, salvo el color del m iedo. Es so lam ente liberándose del m iedo que la socie
dad podrá edificarse e n la lib ertad ”
D urruti se hab ía expresado co n sum a claridad, y su propósito n o era o tro que
u nir la teoría co n la p rác tic a y viceversa. C om o an arquista él deseaba c o n tin u a r
siendo fiel a sus concepciones libertarias, a pesar de asum ir la responsabilidad de
dirigir u n a colu m n a obrera que p artía e n lucha h ac ia el frente de A ragón
M ientras ta n to , los preparativos de la expedición a Zaragoza proseguían a v a n
zando. Y pron to, e n tierras de A ragón , iban a librarse batallas im portantes, ta n to
en el frente de la guerra com o e n el frente de la revolución cam pesina. En
Zaragoza se en c o n tra b a el cu artel general de la V D ivisión M ilitar bajo el m ando
del general M iguel C abanellas. Las fuerzas que este general m andaba en Zaragoza
com prendían:
“Dos Brigadas de Infantería; la IX (cuartel general, Zaragoza) y la X (cu artel
general, H uesca), más u n a Brigada de A rtillería, la V (Zaragoza), co n cu atro
R egim ientos de Infan tería, dos de A rtillería, u n B atallón de Ingenieros y los
Servicios correspondientes.
“H abía, adem ás, com o unidades n o divisionarias, u n R egim iento de C arros,
o tro de C aballería, u n D estacam en to del D epósito de R em onta, u n grupo de
D efensa co n tra A ero naves, u n Parque de C uerpo de E jército, un B atallón de
P ontoneros y u n a C o m a n d a n c ia de S anidad. /
“C o m o m an dos p rin cip ale s se e n c o n tra b a n los generales d o n M iguel
C abanellas (V D ivisión), A lvarez A ren as (IX Brigada), De B enito (X Brigada) y
d on Eduardo M a rtín G onzález (V de A rtillería).
69. Idem. Aurelio Fernández, en su com unicación citada, abunda en el mismo asunto.
M.ís tarde, Emma G oldm ann, en una entrevista sostenida con Durruti, recoge la
musma expresión. Freedom, Londres, abril, 1937.
“-¿E spera usted alguna ayuda de F rancia o de Inglaterra, ahora que H itle r y
M ussolini h a n com enzado a ayudar a los m ilitares rebeldes? pregunté.
“-Y o n o espero n in g u n a ayuda para u n a revolución libertaria de ningún'gO'
bierno del m u n d o ” respondió D u rru ti secam ente. Y agregó: “-Puede ser que los in
tereses e n conflictos d e im perialism os diferentes te n g an alguna influencia en
nuestra lucha. Eso es posible. El general Franco está h acie n d o todo lo posible para
arrastrar a E uropa a u n a guerra, y n o dudará un in stan te e n lanzar a A lem an ia en
co n tra nuestra. Pero, a fin de cuentas, yo n o espero ayuda de nadie, n i siquiera,
en últim a instancia, de nu estro G o bierno.
“-¿P u ed e n ustedes ganar solos?, pregunté d irectam ente.
D urruti n o respondió. Se to c ó la barbilla, p ensativam ente. Sus ojos brillaban.
Y V an Passen insistió e n la pregunta:
“- A u n cuando ustedes g an aran , iban a h eredar m ontones de ru in a — m e
aventuré a in terru m p ir su silencio”.
D urruti pareció salir de u n a profunda reflexión, y m e con testó suavem ente,
pero con firmeza:
“-S ie m p re hem os vivido e n la m iseria, y nos acom odarem os a ella p or algún
tiem po. P ero n o olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza.
Somos nosotros, los obreros, los que hacem os m archar las m áquinas en las indus
trias, los que extraem os el ca rb ó n y los m inerales de las m inas, los que c o n stru i
mos ciudades... ¿Por qué n o vam os, pues, a construir y aú n en mejores co n d icio
nes para reem plazar lo destruido? Las ruinas no nos d a n m iedo. Sabem os que n o
vamos a h ered ar n a d a más que ruinas, porque la burguesía tratará de arru in ar el
m undo en la últim a fase de su historia. Pero — le repito— a nosotros n o nos d an
m iedo las ruinas^ p o iq u e llevam os u n m undo nuevo en nuestros corazones, dijo,
m urm urando ásperam ente. Y luego agregó: Ese m und o está creciendo e n este ins
ta n te ” 75.
H acia las diez de la m a ñ an a , los voluntarios que iban a integrar la C o lu m n a
“D urruti” com enzaron a afluir al Paseo de G racia, d o n d e u n num eroso público h a
bía acudido ta m b ié n a presenciar la m archa dé aquella ex trañ a caravana, co m
puesta de cam iones, autobuses, taxis y turismos. El entusiasm o era inm enso. El
triunfo rápido e n B arcelona autorizaba el optim ism o. Y esa expedición hacia
A ragón era co n ceb id a por m uchos com o u n rápido paseo.
H acia el m ediodía, la co lu m n a com puesta de unos dos m il hom bres se puso en
m archa en u n delirio de vivas, d e puños levantados y de estribillos de ca n to s re-
76. Durruti rememora la entrevista m antenida con Néstor M akhno en París el añO’1927,
V c|iie h e m o s ilej.ido reLitaciii e n l.i P r i m e r j P a rle d e e.sta ohr.i.
LA OFEN SIVA D U R R L IT I-G A R cfA O U V I » { ))
V icen te G u a m e r juzga a los dos hom bres que iban al frente de la C o lu m na:
“D urruti, el jefe, a q uien tra té personalm ente, era de u n a personalidad im pre
sionante. D e unos cu a re n ta años, decidido, de m irada p en e tra n te e infantil, de es
tatu ra más que m ediana, h ab ía sido obrero ferroviario. Pérez Farras, leridano, era
de u n valor im pulsivo, v e h e m e n te e n sus opiniones, alto de estatura, de frente
despejada y co n ta le n to n atu ral, oscurecido por m om entáneas obcecaciones...” n.
M ientras la C o lu m n a “D u rru ti” seguía vía L érida h ac ia Zaragoza, G a rcía
O liver n o perdía su tiem p o e n el D epartam ento de G uerra. El día 23 de julio re
cibió a Julio A lvarez del V ayo, que llegaba de F rancia y que se dirigía a M adrid.
H abló co n él y le insistió — dada su personalidad e influencia en los m edios so
cialistas, p articu la rm en te cerca de Largo C aballero, y el peso que ese p artid o te
nía sobre el G o b iern o G iral— para que se com prendiera b ien en M adrid que la
guerra había que ganarla e n M arruecos y n o en la P enínsula. Era preciso que el
G obiern o repub licano — le insistió G arcía O liver a A lvarez del Vayo— haga u n a
declaración pública, declaran d o la in d ependencia del protectorado español de
M arruecos. S i el G o b iern o español h ace eso, señaló G arcía O liver, el general
Franco está derro tad o e n su p ropia retaguardia, y el d o m in io de la P enínsu la por
nosotros es cu estió n de días. A lvarez del V ayo se com prom etió a exp o n er e n
M adrid sus pu n to s de vista, pero, “desgraciadam ente — según confesión de
Alvarez del V ayo— e n M adrid n o h u b o com prensión y n o se prestó a te n c ió n a lo
expuesto por G arcía O liv e r”
N o obstante, G a rcía O liv er confiaba poco en A lvarez del V ayo, y lo que p u
diera hacerse e n M adrid, y com enzó por sí mismo la tarea de sublevar M arruecos:
“Días antes de n u estra revolució n, el com pañero de A rtes G ráficas, José
M argeli, que estaba m uy ligado a m í y a nuestra obra, m e presentó a u n tal
Argila^^, egipcio y profesor de idiom as en la A cadem ia Berlitz. Según m e co n tó
M argeli después, Ar^gila, y an tes su padre, eran m iem bros prom inen tes d el m u n d o
78. De una entrevista inédita h ech a por el autor a Julio AlvarezjJel Vayo en 1972, reco
gida en cinta magnetofónica.
79. El Argila que nos encontram os aquí es el hijo de Argila que, en 1P30, bajo el impulso
del Emir C hekib A rslan (fundador de “La N ation A rabe”, x) el panarabismo e n opo
sición al panislamismo), interesó a algunos intelectuales españoles, entre ellos a
Fem ando de los Ríos y a Gonzalo de Reparaz, y crearon, e n la fecha citada, la
“Asociación hispano-islámica” en Madrid, la cual se relacionaba con los notables de
Tetuán. Argila padre ejercía la función de periodista, y fue colaborador de la revista
Magfireb, fundada en París por J. R. Conguez (un nieto de Carlos Marx). Desde aque
lla fecha, Argila fue el representante oficial del Emir C hekib Arslan en España.
Ignoramos si Argila padre murió, o bien, anciano, le sucedió suJiijo, profesor de idio
mas con el cual entró en relación G arcía Oliver por interm edio de Margeli, este úl
timo también de origen árabe. Para todo este asunto que se relaciona con Marruecos
y el C:;omité de A cción M am xíuí (el C A M ), señalamos al lector la existencia de Les
Paras Politufues Marrocatns, del profe.sor Robert Rezette, Edtcumes A rmand C olín,
r.iris, 1955
534 e l re v o lu c io n a rio <DEL 19 D E JU L IO AL 2 0 D E NO V IEM BRE D E I 9 3 6 >
80. El Emir Chekib A rslan situó en G inebra su residencia y la de “La N atio n Arabe”, que
servía de relación con los nacionalistas marroquíes de la zona española o francesa, es
decir, con T etu án y Fez.
82. Jaime Rosquillas Magriñá en carta al autor. Magriñá es, junto con Bernardo Pou, au
tor del libro Un año de conspiración, Barcelona, 1930, que hace referencia a ttxias las
activ u lailcs d e l.i ('N T -F A I e n ,u|ik-I ,iño.
w
C apitulo V III
la Columna «Durruti*
83. Los Paules eran dos hermanos. El mayor se llamaba Cosme, y el menor se popularizó
en la época por sus crónicas del frente firmadas con el pseudónimo “El Bandido”.
Ambos hermanos salieron con la C olum na “Durruti” de Barcelona. En vanos artícu
los publicados en noviembre de 1964 en Espoir (C N T ), de Toulouse (Francia), dan
información sobre la constitución de la C olum na y sus primeros pasos. Seguimos ta m
bién los testimonios do Francisco Subirats y Liberto Ros. Para “los intern.icionales”,
en la (Columna puede verse tam bién .i Simone Weil en Ecrn\ htsumques et f><>litiqt4es,
l.i lu.il fue voliinl.iri.i en la ( uluiiina "1 'urruli", rn el mes ilc aK<>s(ii ile I9 i6
536 EL R E V O L U C IO N A R IO 'D E L 19 D E J U LIO AL 2 0 D E N O VIEM BRE DE 1 9 3 6 '
C o m ité de G uerra
A l día siguiente, la C o lu m n a se puso e n m archa hacia el Ebro, con objetivos
en P ina y O sera para alcanzar Zaragoza A l poco de ponerse e n m archa, y a unos
kilóm etros de Bujaraloz, la C olu m na e n tró en co n ta c to co n la realidad de la gue
rra La aviación fascista salió a su e n c u e n tro bom bardeándola, acción que des
moralizó a n o pocos de los m ilicianos que, llenos de pánico, ec h aro n a correr. La
reacción era lógica El bom bardeo, por su sorpresa, h abía sido m ortífero, cau
sando una docena de m uertos y más de v e in te heridos, en tre ellos el com andan te
de A rtillería C lau d ín , que m andaba las tres baterías de la C o lu m n a
U n grupo de los que com ponían la C o lum na, obrando por instinto, se in ter
puso a los que corrían y co n su prestancia de ánim o im pidieron que se contagiara
el pánico y term inar aquella expedición e n u na lam entable retirada
A n te aquel choque, D urruti com prendió que era preferible h acer m archa atrás
e informarse m ejor sobre las posiciones del enem igo, evitando co n ello caer en una
em boscada En ese reto rn o hacia Bujaraloz, D urruti se en teró que en uno de los
cam iones se en c o n trab a Em ilienne, enrolada tam bién com o m iliciana. La m iró
sonriendo, sin h acer com entario alguno Sobre este encu entro, M im i escribe
“Fue en ese pueblo (Bujaraloz), hoy ya histórico, donde en c o n tré a mi com
pañero, después de dos semanas de separación Pasada la prim era em oción, orga
nizamos in m ediatam ente el C uartel G en e ra l de la C o lu m n a En u na h abitació n
som bría y húm eda, com enzam os las prim eras tareas y sin m aterial organizamos la
prim era adm inistración de esta C olum na de mil hom bres que iba rápidam ente a
crecer Fue de ese pequeño pueblo, triste y austero, de donde salió toda la form a
ción de nuestra C olum na, bien im perfecta al principio, pero que poco a poco es
tuvo en la m edida de dar satisfacción a las enorm es necesidades de vanos miles de
hom bres”
84 Martínez Bande, en su libro que citamos sobre la invasión de Aragón, escribe lo si
guiente “En las primeras horas del día 24 de julio las fuerzas de Durruti arrollan a los
defensores del puente, y en un avance decidido e incontenible penetran en el pue
blo, protegidos por el fuego de la aviación y vanos vehículos blindados La lucha en
las calles de Caspe es durísima, y en ella muere el capitán Negrete, así como su se
gundo, el teniente de la Guardia Civil don Francisco Castro ( )” Según el mismo
autor, las fuerzas nacionales allí concentradas se elevaban a 40 guardias civiles, auxi
liados por 200 paisanos con armamento que Negrete había traído de Zaragoza En el
relato de Martínez Bande hay error de fechas La C olum na “Durruti” salió de
Barcelona hacia el mediodía del 24 de julio, y marchando muy aprisa llegaría al ama
necer del 25 Los defensores de Caspe se rindieron, pues, a media mañana del 25 De
todo esto entresacamos que los que lucharon el 24 de julio fueron un pequeño grupo
de milicianos entre ellos Francisco Subirats, que fue el que afrontó el ataque a Caspe
Al enterarse de la llegada de la C olum na “Durruti”, la previnieron y actuó, liqui
dando Caspe en dos o tres horas, “a media m añana del 25” Sobre la presencia de los
aviones, ninguno de los que estuvo allí recuerda las avionetas republicanas Y con
respecto a los blindados, fueron los camiones con ligeras planchas que se fabnc.iron
entre el 22 de julio al 24 por la m añana El verdadero blindado — y llego mucho m.ís
tarde a la C olum na— fue el celebre “King Kong”, que conducirá A ntonio Bonill.i
87. C on la ayuda de dos testimonios presentes. Liberto Ros y Pablo Ruiz, hemos podido
reconstruir el discurso de Durruti. Ambos testimonios confiesan que “quedaron pro
fundamente im presionado'” por las palabras de Durruti: “Aquello no era un discurso
de propaganda, sino una lección de combate revolucionario”.
88 . Idem .
540 EL R E V O L U C IO N A R IO ^DEL 19 D E JULIO AL 20 DE NOVIEMBRE DE 1936^
89. Vicente G uam er, op. cit. Recordemos que G uam er era ya consejero técnico del
Comité C entral de Milicias Antifascistas de C ataluña en Barcelona.
90. José Mira, en op. cit., escribe que se dijo que “convenía, antes de proseguir más ade
lante, esperar que la C olum na “Sur-Ebro” conquistara Q uinto y Belchite, para si
tuarse al lado de la C olum na “Durruti” en la ribera del Ebro”. G u am er nos aclara que
la orden de no proseguir el avance provino del C om ité C entral de Milicias
Antifascistas. Según José Alberola, destacado militante de Aragón, que será conse
jero de cultura en el Consejo de Defensa de esa región, “fue u n grave error el esta
blecer el frente en plena planicie y fuera de los muros de Huesca”. Piensa que “h u
biera tenido que explotarse la victoria sobre Barcelona, y caer en torrente sobre
Zaragoza”. Y él cree que “Zaragoza no hubiera resistido a ese alud”. (C N T, 16 de ju
nio de 1961, Toulouse, Francia). Felipe Alaiz (artículo recogido en L ’Espagne in-
domptable, agosto de 1939, París) juzga como un éxito muy im portante de la Columna
“Durruti” el haberse situado de un solo golpe en Bujaraloz, porque del Segre al Ebro
se extiende la comarca de Los Monegros, siendo la mayor parte de sus tierras consa
gradas ai cultivo del trigo. Entre el Ebro y el Segre corre tam bién el Cinca, en cuyas
riberas se producen, además de trigo, otros productos de primera calidad.
Precisamente, el triunfo del colectivismo aragonés se basó en la riqueza de esas tie
rras y, en consecuencia, para Al.iiz fue la más importante de las batallas de la
(^)lumna “IXirruti”, o sea, el colectivismo agr.irio.
LA COLUMNA «DURR UTI» 54I
9L Se hace difícil precisar cuándo llegó la C olum na al frente. Martínez Bande escribes
“Había salido de Barcelona, m archando a Lérida, conforme sabemos, pero en esta úl
tima ciudad quedó vanos días, quizá merodeando por sus alrededores, consiguiendo
que se le unieran algunos restos de unidades regulares del Regimiento allí ubicado, y
tal o cual jefe profesional, más grupos de difícil clasificación y bastantes extranjeros”.
92. La C olum na “Ascaso”, lo mismo que había hecho'la “D urruti”, no se paró en Lérida
sino que siguió hasta Barbastro, donde se encontró con el coronel Villalba y el te
niente coronel González Morales, jefes de los restos del Regimiento de Barbastro que
se habían m antenido fieles a la República. Ni Villalba ni González Morales hicieron
gran cosa para establecer un frente, y sus fuerzas fueron absorbidas por la C'oluinna
"Ascaso”, q u id a n d o ambos m ilitares to m o asesores ríem eo s de la misma.
Inm ediatamente lomeiiz.iron las operacumes de certo .1 I luesi ,1, toiiiándosi- Siét.uuO
542. EL REVOLUCIONARIO ‘D EL 19 D E JU L IO AL 20 D E N O V IEM BR E D E 1936*
La C olum na “D u rru ti”, prácticam ente paralizada, había avanzado ligeram ente
sus líneas hasta P ina y O sera, situando su cuartel general e n u n a v en ta llam ada
S an ta Lucía, en la carretera general de Zaragoza, en p len o corazón de Los
M onegros, granero de A ragón. A prim eros de agosto, la C o lu m n a “D urruti” ofre
cía la siguiente organización:
Com ité de Guerra. D urruti, R icardo R ien da, M iguel Yoldi, A n to n io C arreño y
Luis Ruano. U n id ad mayor, la Agrupación, com puesta de 5 C en tu rias de a cien
hom bres, repartidos e n cuatro grupos de veinticinco . C ada u na de estas unidades
tenía a su frente u n delegado nom brado por la base, y revocable a cada m om ento.
La responsabilidad representativa no confería privilegio ni jerarquía de m ando.
Consejo Técnico'militar. Estaba con stitu ido por los m ilitares (oficiales) que h a
bía en la C olum na. Su representante era el com an dante Pérez Farras. Y la m isión
de este consejo era asesorar al C om ité de G uerra. N o disponía de privilegio al
guno ni jerarquía de m ando.
Grupos Autónom os. El G rupo In tern acio n al (franceses, alem anes, italianos,
m arroquíes, ingleses y am ericanos), que llegó a co n tar con unos 400 hom bres. Su
delegado general, enlazando con el C o m ité de G uerra, era el cap itán de artillería
francés llam ado B erthom ieu, que m orirá e n septiem bre en u na acción de guerra.
Grupos Guerrilleros. M isión línea enem iga. Los form aban: “Los Hijos de la
N o c h e ”, “La Banda N egra”, “Los D inam iteros”, “Los M etalúrgicos” y otros.
Estrategia. C o n d icio n a d a la acción de la C olum na por la carencia de arm a
m ento y m unición, estableció una línea defensiva frente a Zaragoza de unos 78 ki
lóm etros, que iba desde V elilla de Ebro h asta M on te O scuro (L eciñena). A ctú a
com o ofensiva, valiéndose de los grupos volantes guerrilleros que luchan por sor
presa y aseguran, co n las posiciones tom adas al enem igo, rectificar progresiva
m ente la línea defensiva de la C olum na. A m ediados de agosto co n taba con unos
seis mil hom bres.
Material bélico. 16 am etralladoras (la m ayoría de ellas tom adas al enem igo), 9
m orteros y 12 piezas de artillería. Fusiles co n tab a con tres mil, lo que significaba
que no podía po n er e n línea todos sus efectivos hum anos.
Modo de vida. La C olum na era la im agen de la sociedad sin clases por la cual
se luchaba. Y alrededor de ella fueron creándose C olectividades cam pesinas que
abolieron el dinero, el asalariado y la propiedad privada. Los miembros de la
C olum na, que por falta de armas no podían estar en el frente, m ientras esperaban
93. Para esta descripción de la C olum na nos hemos valido del libro citado de José Mira,
de un artículo histórico d e Ja C olum na, publicado en la revista Umbral, de noviem
bre de 1938, del libro citado de Ricardo Sanz, y de testimonios de José E.splugas, que
fue delegado de Centurias; de Ricardo Rionda, miembro del Com ité de Guerra, y de
un centenar de respuestas a una encuesta entre los antiguos componentes de la
C'oiumna.
l A COLUM NA « D U R R U n »
)4I
Resumen
D elegado general de C e n tu rias: José Esplugas
A grupaciones: M iguel Yoldi
S ectores: R ionda (R ico)
A rtillería: C a p itá n B otet
T an q u es (Blindados): B onilla
C onsejeros m ilitares: C o m a n d a n te Pérez Farras y S argento M anzana
D elegado G e n e ra l de la C o lum na: B uenaventura D urruti
C o m ité de G u e rra : M iguel Yoldi, José Esplugas, R ionda, R uano, M ora y D u rru ti
Responsable de In form ación C o m ité de G uerra: Francisco C arreño
A sesores M ilita re s: C o m a n d a n te Pérez Farras, S arg en to de A rtille ría
M anzana, C a p ita n es de A rtille ría B o tet y C arciller
96. George Orwell, Cataluña 1937 (Edición en castellano de Ed. Proyección, Buenos
A ire s, 1963J.
98. Cécile Pierrot, periodista francesa, escribe e n Plues Loin, de París, en septiembre de
1936, sobre el frente de Aragón, y especialmente de la zona e n que se encuentra la
Colum na “Durruti”, en donde se “ha socializado la tierra”: “Hay un Com ité de
Guerra que dirige la columna de milicianos. Hay Comités Populares elegidos en los
pueblos. N o me quedó el tiempo suficiente para verlos funcionar. Pero lo que vi es
que campesinos y milicianos se confunden (...). Todos están convencidos de que ellos
hacen en este m om ento la revolución más completa y más im portante de la histo
ria. ”
LA COLUM NA «D UR RUTI» 549
'^9. Estas anécdotas fueron com unicadas al autor por milicianas o milicianos de la
Colum na, tales como Teresa M argalef o Francisco Subirats.
00. Idem.
101. Testim onio de diversos miembros de la C^>lumna. Ilya Ehrcnhurg, en Im N uil Tnmba,
lúl C i.illiui.ird, P.tris l ‘) 6 8 , h . m ' tainl'iéii k i.i .i o v u - l \ r i h o .
550 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE j u l i o a l 2 0 D E n o v i e m b r e D E 1936^
C a p it u l o IX
«
La revolución clandeslina’
E n algo más de dos sem anas d e guerra, podían considerarse ya agotadas las reser
vas de m u n ició n de fusil en el fre n te de A ragón. Pero eso n o era todo: los fusiles
del viejo m odelo 94 d eb ían ser frecu en tem en te llevados a los arm eros para su re
paración, y e n m uchos casos p ara ser abandonados p or inservibles. La artillería,
que ta m b ié n co n o c ía la p en u ria de m u n ición te n ía que econom izar sus obuses, y
la aviación, muy reducida, h a c ía breves apariciones, obteniéndose com o ú n ic o re
sultado exasperar a los fascistas, los cuales ya disponían de aviones italianos y ale
manes.
La C o lu m n a que ac tu a b a e n el sur-Ebro, in te n to varias veces, sin suerte, asal
ta r la fortificada p o sición fascista de B elchite. Los fascistas en viaban c o n s ta n te
m en te refuerzos y m u n ic ió n desde Zaragoza y C alatayu d, co n el o b jeto d e fo rti
ficar aún más el sector clave qu e te n ía n en esa zona del sur-Ebro. Y eso d ism i
n u ía co n sid erab lem en te las posibilidades de v icto ria de la C o lu m n a “O rtiz”. E n
el sector de A lcu b ierre, las cosas n o iban m ejor para los m ilicianos, cuyos ataques
para cortar las co m u n icacio n es e n tre H uesca y Zaragoza tropezaban c o n u n a
fuerte resistencia por p arte de los rebeldes. El tesón que p o n ía n los insurteetos en
defender los sectores de A lcu b ierre y B elchite q u edaba su ficien tem ente e x p li
cado por el m o tiv o de que la p érd id a de cualquiera de estos dos sectores c o n lle
vaba la pérdida de Zaragoza, d e jan d o el cam ino ab ierto a las m ilicias rev o lu c io
narias.
Desplazada la actividad m ilita r a los extrem os, el frente frontal de Zaragoza,
que era el que ocupaba la C o lu m n a “D urru ti”, te n ía que quedar forzosam ente en
inactividad o reducido a sim ples escaramuzas provocadas por los grupos guerrille
ros de la C o lu m n a. S in em bargo, n o se podía pensar e n desguarnecer d ic h o frente,
porque cualquier em bestida de los rebeldes ponía en peligro la im portante zona de
Los M onegros y, lo que era peo r aún, podía provocar el corte en tre las m ilieias de
Huesca y las que ac tu a b an en la zona de Teruel, q u ed ando así libre a los faccio
sos el cam ino de Lérida. Pese a la inactividad, la C o lu m n a “D urruti- cum plía una
función v ital y, para h acerla a ú n más efectiva, se aprovechó aquella calm a para
reforzar co n sólidas fortificaciones los puntos estratégicos. C o n todo, aquella q u ie
tud era u n suplicio, ta n to para los com batientes com o para D urruti; y éste, para
no consum irse e n tal in actividad, decidió efectuar u n viaje a Barcelona para exa
m inar p ersonalm ente c o n el C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascista la m an era
más co n d u cen te para salir de aquel m m ovilism o, explicable en m ucho por la c a
rencia de arm a m e n to y m uniciones.
R ecorriendo la ruta de Bujaraloz a Barcelona pudo darse perfecta ciK?nta del
5y x EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE J U U O AL 2 0 D E NOVIEM BRE DE
cam bio que la revolución había operado e n los hom bres y e n las cosas. El to rb e
llino que en los prim eros días de lucha envolvió a las gentes prácticam ente h ab ía
desaparecido. C am pesinos y obreros canalizaban su entusiasm o cam biando su m a
nera de vivir, creando co n ello nuevas relaciones sociales. El pueblo, es decir,
obreros y cam pesinos, seguían arm ados, m o n tan d o guardia a la entrada y salida de
sus respectivos pueblos. En esos controles, n i u n a som bra de G uardias de A salto
o G uardias C iviles sino hom bres, proletarios, aseguraban el o rden revolucionario.
En uno de los pueblos de la prov incia de Lérida, D urruti d etuvo el coche an te
el control y se p resen tó com o u n m iliciano que baja del fren te a la retaguardia,
solicitando gasolina para su vehículo. P or dicho acto deseaba darse cu en ta de los
cam bios en el co m portam iento de los cam pesinos de ese pueblo de unos tres m il
habitantes. U n o de los m ilicianos de c o n tro l le indicó que se dirigiera al C o m ité
R evolucionario que se en c o n trab a en el local de la antigua alcaldía, y allí le d a
rían el “vale” necesario para aprovisionarse.
D urruti cruzó la plaza del pueblo. Era aproxim adam ente h acia el mediodía. La
plaza, salvo unas m ujeres que salían de la iglesia con u n canasto de provisiones,
estaba desierta. D urruti les preguntó p or el cam ino del C o m ité y, a la vez, si es que
se estaba oficiando m isa en la iglesia.
“— N o, n o — respondieron— . N o hay cura. El cura se e n c u en tra trabajando
e n el cam po co n los dem ás hom bres d el pueblo. ¿M atarle? ¿Para qué m atarle?
— le dijeron— . N o es peligroso; incluso h ab la de ponerse a vivir co n una m u ch a
ch a del pueblo... Y, adem ás — le aseguraron— , se siente m uy satisfecho co n to d o
lo que estáTDCurriendo.
“Pero — indica EHirruti— la iglesia está ahí.
“A h , sí, la iglesia. ¿Para qué quem ar o destruir ese edificio? Se sacaron las es
tatuas y se quem aro n en la plaza. A sí, Dios ya n o existe, está expulsado de este
pueblo; y puesto que ya n o existe Dios, la asam blea h a decidido reem plazar el
“adiós” por la palabra “S alud”. En k iglesia se ha instalado la C ooperativa, y com o
todo está colectivizado, el pueblo se sum inistra de la C o o p erativ a” 1°^.
C uando D urruti en tró en el C o m ité se en c o n tró co n u n anciano. Era el a n ti
guo m aestro del pueblo, que dos meses an tes de la revolución h abía sido reem -
105. C u alqu iera de los pueblos que cruzó D u rru ti por ese lado de L érida puede servir de
m odelo al p u eb lo descrito. Podem os testificar po r h a b er viv id o e n u n o de los 22 p u e
blos de la co m arca de Les G arrigues, C erv iá, y h a b e r visitado todos ellos, co n v iv ie n d o
e n las co lectivid ad es agrícolas po r espacio de seis meses que, e n general, ése era el
m odelo de vida que se estableció después del 19 de julio , y c o n tin u ó persistiendo
h a sta después de la retirada de A ra g ó n , al establecerse el fre n te en la p ro vincia de
Lérida.
106. R ich ard B loch, e n su libro Espagne! Espagne!, E diciones Sociales, Paris, 1937, con s
ta ta el h e c h o de q ue la vigilancia e n las carreteras a la e n tra d a y salida de los pueblos
estaba asegurada po r los m ilicianos y que n o había rastros de guardias civiles ni de
asalto. B loch se refiere al viaje que hizo e n tre el mes de agosto y septiem bre de 1936,
y su recorrido fue de Port-Btiu a B arcelona, de Barcelona a V alencia y de aquí a
M .idnd
«LA REVOLUCIÓN CLANDESTINA» 5 )5
107. T cstim on K ' dcl ¡lutor por hiibcr visto este cartel.
55 < e l r e v o l u c io n a r io >DEL 19 DE J U U O AL ZO D E NOVIEMBRE D E I936>
aguardaban e n el vestíbulo para subir a u n a de las m últiples oficinas en las que de
bía resolver su problem a. O tros, im pacientes, subían a grandes zancadas por las
am plias escaleras de m árm ol. D urruti se e n c u en tra allí com o u n extraño, aun sin-
tiénd ese en su casa. La C asa C N T -F A I causaba la sensación de ser el centro n e r
vioso de la vida barcelonesa y catalana. E ntre aquel tu m u lto de gente, D urruti se
alegró de pasar desapercibido, puesto que tuvo la suerte de n o tropezar co n n in
gún conocido. U n o s días antes, B arcelona en tera gritaba su n om bre com o si lo co
n o cieran de to d a la vida; unos días después, n o lo conocía nadie...
C uando se e n c o n tró an te M ariano R. Vázquez, le dijo:
“-¿ N o te da m iedo todo este engranaje? ¿Term inarem os sumergidos en la b u
rocracia?”
M arian et fue incapaz de dar u n a in m ed iata respuesta.
“- D e golpe y porrazo — declaró después— , la C N T se h a revelado indispen
sable para resolver todos los problem as de la vida local y regional. Los centros de
producción están todos controlados por los obreros y los sindicatos tien en que es
tudiar los problem as que presenta la gestión colectiva de la producción y, com o
consecuencia, h a sido necesario crear esta estructura que h a ido naciendo por sí
misma, im poniéndose en razón de las necesidades. E n realidad — reconoció
M arianet— , to d o este aparato que ves n o obedece a u n ce n tro . C ad a organism o
lo controla su propio S indicato. Los com pañeros que los a tie n d e n siguen siendo
obreros en sus respectivas fábricas, y sus asam bleas co n tro lan sus actividades. Por
el m om ento, el c o n tro l sobre el m ilita n te n o se h a perdido”.
De esta conversación que sostuvo co n M arianet, D u rru ti creyó com prender
que el Secretario de la C N T en C a ta lu ñ a te n ía con cien cia de los peligros que
acechaban a la revolución. Y esa co n v icció n se afirmó aú n m ás cuando M arianet,
a m odo de conclusión, le dijo:
“- L a revolución h a puesto al anarquism o a prueba. D u ra n te ^ ñ o s hem os p re
conizado la revolución, y ahora que llega la ho ra de la verdad n o podem os eludir
la responsabilidad de orientarla. Esperemos que n uestra calidad de anarquistas
sepa resistir a la degeneración personal. A h o ra, más que n u n ca , la situación exige
que la base ejerza u n co n tro l sobre los cuadros dirigentes que somos nosotros, aún
sin quererlo. El ú nico m odo de ev itar que los com ités sustituyan a las bases es que
éstas co n tro len activ am en te a los m ilitan tes que la revolución h a situado en los
puestos de dirección...” ios.
C uando D urruti abandonó a M arian et sacaba la co nvicción de que hasta aquel
m om ento la victoria n o h abía h ec h o perder la cabeza a los m ilitantes anarquistas
que, de golpe, se h ab ían convertido en el eje principal de la nueva situación. La
reflexión de M arian et era una prueba de ello. Pero ¿'tenía razón D urruti para ser
optimista? Los anarquistas que d e te n ta n el poder n o pueden estar nun ca al abrigo
de las tentacio nes que ofrece justam ente ese poder. S on hom bres-que, com o n o im-
108, Esa era la p osición sostenida en aquellos m om ento s po r tcxlos los m ilitantes d e I.
C N T y de la FA I, y se expresaba e n asam bleas de sin dicatos y de los grupíis anar-
i|u ista s .
«UV REVOLUCIÓN CLANDESTINA» 5J7
porta quién, ta m b ié n p ueden caer y enredarse en las tram pas que ese p o d er tiende
a quien lo ejerce. Sí, M a ria n et te n ía razón; en aquel m om ento, más que n u n c a , la
base te n ía que co n tro lar la altura, pero M arianet y el propio D urruti ignoraban o
n o h a b ían pensado que el prim er paso sobre la p e n d ien te se había dado e n tre el 19
y el 20 de julio, en que u n grupo de m ilitantes h ab ía sustituido a la base y h a b ía n
decidido por ella. Desde d ich o m om ento, por la inm ediata acción de la clase
obrera, en tre la base y la altu ra se hab ía establecido u n divorcio: la base quería am
pliar la revolución, pero la altura, deseándola controlar, la restringía. Esa lucha
apenas era perceptible, pero ya era m anifiesta. La diferencia que existía e n tre
D urruti y M a ria n et era que el prim ero estaba e n co n tac to directo c o n la base,
m ientras que el segundo estaba alejado de ella. U n m iliciano de la C o lu m n a,
cuando alguien que visitaba la citad a unidad quiso confundirle diciéndole que
D urruti era obedecido porque era el jefe, el interpelado le replicó que “n o se le o be
decía porque era jefe, sino porque te n ía la responsabilidad de la d irección de la
C olum na, pero que cu ando dejara de interpretar su voluntad, lo d estitu irían ” >0^.
Esa diversa situación seguram ente fue lo que D urruti n o pudo apreciar e n aquellos
m om entos, aunque n o tardaría m u ch o en darse cu e n ta de ello.
Saliendo D u rru ti de la “C a sa C N T -F A I” se en c am in ó h ac ia la Plaza P ala cio a
visitar a G arcía O liver, que ya sabem os estaba ap osentado en la Escuela N áu tica ,
residencia del C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascistas. La actividad que desple
gaba era enorm e, y apenas do rm ía unas horas e n tre reu n ió n y reunión. E l m ism o
S an tillá n recono ce su fortaleza física cuando escribe que e n las reuniones n o c tu r
nas del C o m ité C e n tra l de M ilicias todos los delegados de la C N T y de la F A I h a
bían co n v en id o e n dejar a G arcía O liver la responsabilidad de defender e n ese co
m ité las posiciones de las dos organizaciones, debido a que era el ú nico q u e pese
a la fatiga sabía m a n te n e r d espierta su inteligencia gozando de u n a agilidad m e n
tal inexplicable "o. A te n d ía G a rc ía O liv er a los delegados de la C N T y de la FAI
que acudían, por razones m ilitares, al C o m ité C e n tra l de M ilicias A n tifascistas,
porque n in g u n o de ellos deseaba confiarse a nadie que n o fuese él, p en san d o que
si les daba u n a palabra la cum pliría. Se entregó, pues, a la tarea de organizar una
Escuela de G uerra, rec lu ta n d o p ara ello a profesionales del Ejército, c o n el p ro
pósito de que e n breves cursillos se dieran a los delegados de C e n tu rias y de
A grupaciones nocio n es tácticas. D en tro de esa Escuela de G uerra situó u n a sec
ció n de lu c h a G u errillera e n la que él m ism o daba conferencias a los jóven es que
asistían a los cursos. C o n el auxilio de unos aviadores echó las bases de una
Escuela de A viones, ap ro v ech an d o para la instrucción de vuelo los destartalados
aviones de la base del P rat de Llobregat. D espachó em isarios a Francia, para que
en trasen e n relació n co n consorcios arm am entistas para la com pra de m aterial bé
lico y, e n ello, in te rv e n ía n los C o m ités de Defensa de las Barriadas y pueblos que
109. André Ulman, 20 de noviembre, folleto editado por la C N T en 1937. En ese folleto
se recogen te.stimonios sobre Durruti y su vida de militante.
el enem igo para reforzarse e n ese fren te, puesto que sabía la im portancia que te
n ía Zaragoza para el futuro de la guerra. Zaragoza h a b ía que conquistarla a tcxla
costa. Era el enlace co n el n o rte . R establecidas las relaciones con el n o rte, la gue
rra estaba ganada, pues todos los esfuerzos se o rie n tarían co n tra las tropas que
Franco desem barcaba e n A n d alu cía. D ueños de la P enínsula, aseguraba D urruti,
podem os resistir todos los bloqueos que el capitalism o in tern acio n al nos haga.
H ab ía dos tesis e n presencia. U n a correspondía a u n a estrategia estatal, que
jugaba co n la diplom acia, h a c ie n d o ch o car sus intereses im perialistas. N o era del
todo equivocada, desde el p u n to de vista estratégico-m ilitar, pero adolecía d el de-
fecto principal, que n o era el G o b ie rn o republicano q u ien controlaba esta estra
tegia, sino las fuerzas revolucionarias, y co n tra éstas estaban coaligados los inte-
reses ta n to ingleses y franceses com o italianos y alem anes. La o tra tesis, defendida
por D urruti, se ajustaba m ás al realism o revolucionario. A cep tab a el bloqueo y la
lucha co n tra el m u n d o capitalista, pero para resistir a todo esto, era preciso te r
m inar cu a n to an tes e n la P enínsula c o n los m ilitares rebeldes. T oda prolong ación
de la guerra era u n a te n ta d o d irec to a las conquistas revolucionarias, c o n el p eli
gro de transform ar la rev o lu ció n e n guerra, y para eso n o valía la p en a hacerse m a
tar. A lrededor de estas dos tesis iba a girar la tragedia de la revolución y del a n a r
quism o m ilitan te. A p artir de e n to n ce s la revolución iba a quedar subordinada a
la guerra.
G arcía O liv e r recordó a D u rru ti que la situación que se com enzaba a v ivir era
la co nsecuencia fatal de la d e term in a ció n que tom ó la C N T y la FAI el 20 de ju
lio, es decir, la colab o ració n dem ocrático-burguesa.
“- D e h e c h o — agregó— , n o suprim iendo el G o v e m de la G en e ra litat y acep
tando colaborar co n los partidos políticos, se ren u n ció a la revolución. ¿Q ué h u
biera salido si se hubiese adoptado la posición extrem ista? La situación h u b iera
quedado despejada. Y to m an d o to d a la responsabilidad sobre nosotros, todos los
problem as se h u b iesen o rien tad o d e m anera diferente. N o hubiéram os co m etido
el error de la C o m u n a de París de encerram os en Barcelona, porque ya estábam os
proyectados sobre dos regiones: A ra g ó n y L evante, c o n el cam ino abierto h acia
A ndalucía... Pero esa solución fue rechazada por el P leno. Y se adoptó la posiciíki
colaboracionista, que a la larga será la m uerte de la revolución”
Los dos revolucionarios se e n c o n tra b a n presos de u n a situación que n o h a b ían
querido, pero que h a b ía n acep tad o p or responsabilidad m ilitante. N in g u n o de los
dos ren u n ciab a a la revo lución, y cada uno, a su m anera, luchaba por extenderla,
y asegurarle su triunfo. Pero la realidad era que la revolución quedaba e n suspenso
en espera de la d erro ta fascista...
¿Cómo v en c er y d erro tar a u n enem igo dotado de u n excelente ap arato m ili
tar, fortalecido, adem ás, por Italia y A lem ania? C a ta lu ñ a estaba privada de m a te
rias prim as necesarias para h a c e r m archar una industria de guerra. C arecía, ad e
más, de divis.as^^ara adquirir ese m aterial de guerra que necesitaba. El oro, es d e
cir, el tesoro público, se en c o n tra b a en las arcas del B anco de España, en M adrid.
112. Véase más adelante el papel del embajador soviético Maree! Rosemberg con relación
a Largo Caballero.
«LA REVOLUCIÓN CLANDESTINA»
porque pesaba dem asiado sobre ellos la p ráctica organizativa que exigía el respeto
a los acuerdos m ayoritarios. Luego, se abría a n te los más audaces la incógnita del
resto de España. E n C a ta lu ñ a se está seguro del resultado de u n a acción revolu'
cionaria debido a la fuerza que tie n e n en esta región la C N T y la FAI. Pero ¿y en
el resto de España, M adrid sobre todo...? S in em bargo, ta n to para la fracción c o '
laboracionista com o para la fracción extrem ista, todos estaban convencidos de
que el en fren ta m ie n to arm ado en el cam po antifascista era inevitable; por ta n to ,
lo único que h a c ía n los prim eros era retardarlo.
D urruti fue llam ado co n urgencia desde Bujaraloz, y h u b o de salir precipita-
d am en te de Barcelona, pero ya se tenía trazada su línea de con ducta: m antener,
co n tra v ien to y m area, sus posiciones, dar co herencia a las m ilicias confederales
para constituir u n a fuerte agrupación arm ada y llevar la revolució n adelante.
»•»
C apitulo X
116. El co ro n el V illa lb a resultab a siem pre u n foco de disturbio s d e n tro del C o m ité de
G uerra. T e n ía la obsesió n de c rea r o tro C o m ité -que al fin lo h aría— e n H u e sc a po r
lo que A ra g ó n resu ltaría e n co n trarse divid ido e n dos sectores (n o rte y sur). D u rru ti
era enem igo de esa div isión , pues e n te n d ía que todas las co lum n as d eb ían ser so lid a
rias unas Lon otras. Adenv,1s, ni D u rruti ni O rtiz veían c o n bu eno s ojos la parálisis del
frente de I liie.sca, cuya m iiiiitiv a niih i.ir l.i llevaba Vill.ilha.
564 e l r e v o lu c io n a r io ^DEL 1 9 d e J U U O A L 2 0 D E N O V IE M B R E D E 1936^
117. Mijail Kultsov, Diario de la guerra de Eslxiña, Etiicioncs Ruedo Ibérico, Parfa. '
KO LTSOV VISITA LA C O L U M N A «D U R R U T I»
119. Koltsov, op. cit. Por lo que se refiere a ese dinero recaudado por losnbreros rusos que,
según Koltsov, fue enviado al G obiem o español (Cir.il), Dcjminique DeMinti, h a
blando de esa mi.sma suscripción, escribe: "El día 26 de juliii, nueva reunión del
Pm tm tcrn en l’r.ifja: I d s sindicatos rusos ofreLcn cerca de mil millones para ayud.ir a
España. Para justificar dicho donativo de los sindicatos se organizaron siisinp c iones
en l.is fiíbncas. Thorez y T(>t;liatti fueron nombrados para aiiniitustnrr ese dinero”.
l.'ln tfr íU il iD tu iU - ('ominuniste, t-dilori.il Payot, Taris, 1970.
,6 4 >I K l ' v o i I K K i N A K l o ' i i p i 14 iiK j i l u o Al > u I » N o v i r M n i u i D a i « ) 6 '
lo que dijo D u rru ti fue “que n o se disponía nada más que de fusiles viejos e insu
ficientes para arm ar a to d o el m undo, por lo que se habían establecido turn os al
te rn a n d o la fu n ció n guerrera c o n los trabajos agrícolas en los que estaban em ple
ados m il q u in ien to s, y que otros estaban entregados a trabajos en una pista en tre
los pueblos de G elsa y P in a”. D e la m unición D urruti dijo “que eso era u n a v er
dadera pesadilla, y que ta n to era Ssí, que los m ilicianos estaban obligados a guar
dar los cartu ch o s vacíos para enviarlos a B arcelona para ser recargados”.
“K oltsov p la n te ó el p roblem a de “la instrucción m ilitar”. E n este aspecto
D urruti ta m b ié n fue concreto: “A los co m batientes se les enseña el fu n cio n a
m ien to de las arm as, el ejercicio de tiro, la m a n era de fortificar u n a posición,
cóm o protegerse de los bom bardeos, cóm o atacar por sorpresa una posición e n e
m iga y, e n general, la m a n era de salir victorioso e n u n com bate cuerpo a cuerpo.
Pero aquí n o enseñam os a m arcar el paso ni a saludar, porque n o hay superiores
n i inferiores. Las relaciones e n tre delegados y m ilicianos son cordiales. D urru ti
cree, y los m ilicianos p ie n san com o él, que para h ac er la guerra n o era preciso el
talonazo a la prusiana”. Esta respuesta fue lo que le hizo escribir a K oltsov, que,
“m ilitarm ente, la C o lu m n a era u n desastre”.
La separación e n tre K oltsov y DKirruti, com o escribe el prim ero, fue cordial,'
term inándose co n u n a frase célebre:
“—H asta la vista, D urruti. Iré a verle a Zaragoza. Si n o le m a tan aquí si n o le
m a tan e n las calles de B arcelona peleando co n los com unistas, d e n tro de unos seis
años quizá se haga usted b o lch ev iq u e”.
“H a sonreído y e n seguida, v o lvien do sus an ch as espaldas, se h a p u esto a h a
blar co n alguien que casualm ente se en co n trab a allí”.
Ese “alguien que casualm ente se en c o n trab a allí”, n o eran otros que M ora, el
secretario del C o m ité de G u e rra que co n Francisco C a rre ñ o y Francisco S ubirats
asistían a la en tre v ista 120.
M ijail K oltsov n o era el ú n ic o periodista que visitaba el frente aragonés, y
com o cosa im prescindible e n esa excursión por los frentes, la visita a la C o lu m n a
“D urruti” y la e n tre v ista consabida-con su responsable era indispensable para que
el trabajo periodístico fuera com pleto. Lojoriginal e n la guerra o revolución espa
ñolas era la particip ació n , y co m o u n a fueiza necesaria, com o dice V a n Passen, de
los anarquistas e n d ich a c o n tien d a . Sobre el anarquism o, la gran m ayoría de los
periodistas que acudían a España-rO v en ían ya influidos por lo que C hom sky de
fine “com o cu ltu ra liberal”, o e ra n estalinistas o “com pañeros de viaje” 121 . N i de
unos n i de otros podía esperarse que co n tem p laran la realidad española sin los a n -
teojos m encionados, por la sencilla razón que, pagados para su trabajo, éste debía
agradar a su p atró n . Y añadam os a ello la propia ideología de esos periodistas, que
120, Hemos sometido el texto de Koltsov, relatando la entrevista con Durruti, a persona*
que estaban presentes en la conversación. U no de ellos, Francisco Subirats, ha sido
quien ha reconstruido las respuestas categóricas que dio Durruti y que Koltsov tergi
versa.
121. Noam Chomsky, L ’Amerique et jes nouveaux mandarins, Editorial Seuil, Paris, 1969.
568 M K i - V O l U ( l O N A R K ) <l)Fi 19 Dh ]Ut l o Al 2 u 1)1' N o v i ü m b k f i>u 19)6^
122. José Gabriel, periodista argentino. Ha dejado un libro sobre Aragón, titulado, La vida
y la muerte en Aragón, editado en Buenos Aires.
KOI l«K)V VIHMA tA ( OI UMNA «DUMMUTI- ^6 9
123, Albert Souillon, “Com bats sur l’Ebre. Soiivenirs sur Durruti” en La Montagne, agosto
de 1936. Este texto está rcprixlucido en el número 31 de L'Espagne Anufasciste.
KOI ISOV VIHIU lA<Oll'MNA «mmKUTta {71
cam biar la vida de los hom bres, por\iendo fin a sus m iserias morales y físicas".
“N in g u n a severidad m ilitar, n in g u n a im posición, nin g ú n castigo disciplinario
— escribe Em m a G o ld m a n n — existía para sostener la coherencia de la C o lu m n a.
N o hab ía o tra cosa que u n a gran energía en D urruti que, por su cond ucta, se tras
ladaba a los dem ás y h acía to d o u n co n ju n to que se n tía y actuaba al u n íso n o ” 'M.
A lgunos h a n visto e n D u rru ti u n educador de masas. Este térm ino nos parece
que n o expresa su ficien tem en te claro la in ten ció n que dom inaba los acto s de
D urruti. C reem os que es m ejor reco n o cer el h ec h o de que D urruti estaba persua
dido de que si la rev o lu ció n n o transform aba al hom bre, despertando e n él su se n
tido de responsabilidad, la rev o lu ció n caería en m anos de u n a casta que la d esn a
turalizaría, im p o n ien d o su d ictad u ra so p retexto de m ejor servir al pueblo. H ac er
com prender a todos que la revolución era u n asunto de todos, pensam os que era
co rrectam ente la in te n c ió n y el proyecto de D urruti, convertido en el eje del
A ragón libertario. Y e n este sentido, vale la p en a c ita r u n a anécdota que se rec o
gió en Guerre di Clase:
“U n día D urruti se enco n tra b a co m ien d o co n los m ilicianos qu e estaban a
cargo de u n a batería. U n o de ellos le pidió perm iso p ara ir a Barcelona. “Im posible
e n este m o m en to ”, le c o n testó . El m iliciano insistió. E ntonces, D urruti to m ó u n a
decisión: Se dirigió al resto de los m ilicianos, y les propuso que v o ta ra n a m an o
levantada a favor o e n c o n tra del perm iso. La m ayoría fue favorable. Y el m ili
ciano salió de perm iso para B arcelona '^5.
::ap Itv)|( i XI
El 4 de septiem bre Largo C aballero salió de su enigm ático silencio inform ando al
p;iís que asumía la jefatura del G o b iem o y la dirección de la guerra, asistido en su
Cjobierno con cinco m inisterios socialistas, e n tre ellos H aciend a, que lo ocupaba
Juan N egrín; A suntos Exteriores, Julio A lvarez del Vayo; y M arina, Indalecio
P rieto. A los com unistas les daba dos m inisterios; el de A gricu ltura, a V icen te
U ribe; y el de In stru cció n Pública, a Jesús H ernández. El resto de los m inisterios
los ocupaban políticos republicanos afectos al P residente de la República,
M anuel A zaña.
La tarea que to m ab a Largo C aballero era la de reconstruir el Estado que, e n
tre atacado por los m ilitares sublevados y defendido por el pueblo, se h ab ía h ec h o
pedazos. La m isión de revitalizar el Estado n o podía llevarla a cabo o tro político
más que Largo C aballero. P ara esa tarea n o solam ente era el h o m b re ideal, sino
que gozaba de u n cierto prestigio en tre las masas obreras. Los agentes de M oscú
e n España, dirigidos por el italiano T o g liatti, así lo h ab ían h e c h o sentir en el in
terior de los cuadros dirigentes del P artido C om unista; el eslogan “C aballero, el
L en in español”, h a b ía que ponerlo o tra vez e n circulación y h a c e r resaltar con
ello las rivalidades C aballero-Prieto. Y term inar, además, co n el coqueteo U G T -
C N T . Pues, e n efecto, h u b o u n m om ento, a m ediados de agosto de 1936, en que
Largo C aballero llegó a pensar que la m ejor m anera de deshacerse del G o b iem o
José G iral era u n a e n te n te co n la C N T , y form ar am bas organizaciones un
G o b iem o obrero. C u a n d o este propósito fue conocido por los agentes de Moscú,
pusieron todos sus recursos en m archa para_evitar que Largo C aballero diera ese
m al paso. La llegada prim ero de K oltsov y luego de M arcel Rosem berg, com o em
bajador de la U n ió n S oviética en España, a últim os de agosto, v in iero n com o llo
vidos del cielo m oscovita para evitar los traspiés del viejo líder de la U G T . Estos
dos personajes se las com pusieron de ta l m a n era que llevaron a im buir al secreta
rio de la U G T la creen cia de su papel histórico e n España, com o e n Rusia lo h a
bía sido Lenin. D espertado el apetito de grandezas, la jefatura del Estado, junto
co n la dirección suprem a de la guerra, era el c é n it de la gloria política p ara
C aballero. Largo C aballero se m eció e n el lecho que la In tern ac io n a l C om unista
hab ía pedido prestado a Procustes. El h e c h o de que, co n el tiem po, Largo
C aballero llegue a rebelarse co n tra esa dictad u ra es anecdótico; lo im portante es
que C aballero era e n setiem bre el N oske de la revolución española.
M arcel Rosem berg se constituyó en el consejero político d el jefe de Estado es
pañol;
U n jefe de Estado n o es jefe de Estado si n o dispone del co n tro l del aparato
estatal, y com o n o existía aparato estatal, era indispensable crearlo. U n Estado sin
E jército y sin policía no es un Estado. El Estado, para poder gobernar, necesita dis-
lAUUO<AñAlimo, KMONarRVi~IOHl>KI KtTAt><> RlnriJBlKw^NO 57|
127. El término de “tribus" fue como llamó Comorera a las milicias de Aragón cuando se
proclamó la militarización en ocriibre de 19^6. El c.ilific.invo era despectivo, equi
valente a “no es to n parei iil.is tribus que puede jj.in.irsc |.i (>uerni..."
LARGO CABALLERO, R E C O N ST R U C T O R D E L ESTA D O R E P U B U C A N O J7 5
granel (...)• D espués de tres días de titá n ic a lucha conseguim os ocupar las prim e
ras casas de S iétam o, d o n d e la p elea se h acía en extrem o durísima: cada casa se
había co nvertido e n u n fo rtín , y de todas ellas salían ráfagas de m ortífero fuego
c o n tra nuestros co m b atien te s”
Lo que escribe M ira qu ed a corroborado por el co m an d a n te V icen te G u arn er,
a quien el C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascistas en v ió com o observador e n esa
batalla:
“La resistencia fue encon ada, com o pude apreciar personalm ente, pues estuve
al lado del coro nel V illalba los días 4 y 5 de septiem bre, en que la aviación, pro
bablem ente alem ana, del cam po zaragozano de G arrapinillos, bom bardeó c o n bas
ta n te eficacia el puesto de m ando, causando en sus alrededores m uchos m uertos y
heridos (...). El fuego de S iétam o llegaba hasta la caseta, y se com enzó a lu c h ar d e
casa a casa, pues d e n tro de la p o b la ció n se h ab ían fortificado, com o ú ltim a línea
defer\siva, la iglesia y el castillo d el co n d e de A randa. La situación era insosteni
ble para los defensores, que el d ía 12 evacuaron el pueblo, retirándose a las forti
ficaciones de E strecho Q u in to , situadas en el kilóm etro 6 de la carretera d e
Barbastro, c o n el río E lum en com o foso (...). N uestras fotografías aéreas d e n o ta
b an que las trin ch eras adversarias se ex ten d ía n desde Loporzano y M o n te A rag ó n
hasta una co lin a llam ada P lan o Loporzano, an te el pueblo de Tierz, cubriendo este
lugar y Q u icena, al o tro lado de la carretera, con artillería, am etralladoras, piezas
antiaéreas, y ap rox im adam ente u n b atalló n b ien situado (...). Se trató de flan
quear por el n o rte y p or el sur estas líneas fortificadas de E strecho Q u in to , e n c o n
trándose b astan te resistencia e n tre los días 15 y 18 de septiem bre. El día 30 de sep
tiem bre fue ocupado L oporzano, m ed ian te u n ataque brillantísim o de la co lu m n a
de m ilicianos, al m ism o tiem po qu e caía Fom illos, m ás al no rte, y, por el sur, se
atacaba a Tierz, y de fren te se avanzaba a Estrecho Q u in to , que n o tuvo m ás re
m edio que ser evacuado co n todas las fortificaciones que cubrían H uesca p o r el
este, quedando en p o d er de las fuerzas de V illalba num erosos m uertos, heridos y
bastantes prisioneros; doce am etralladoras, dos piezas d el 75, u n a de 155 y dos an
tiaéreas, adem ás de varios cam iones. E l cam ino de H uesca quedaba libre...”
En ese relato G u a m e r m e n cio n a “la colum na d e m ilicianos” com o co m p leta
m e n te anónim os. S in em bargo, resalta la personalidad de V illalba '^9.
Prosigamos c o n el rela to de M ira, n o com o observador, sino com o p a rtic i
p an te e n esas operaciones:
“...Estim ulándose a l grito de “¡V iva la FA I!”, los anarquistas se lanzaron por
sus calles. El em pujón de los prim eros m om entos fue durísim o, y parte de nuestras
fuerzas llegaron cerca d e-la iglesia, d o n de estaba atrin ch e ra d o el grueso de los
com batientes enem igos sostenidos m oralm ente por el barranco de S iétam o. P ero
se tom ó la iglesia e n cuerpo a cuerpo y quedó liberado S iétam o (...). S in em bargo,
n o p aró aquí la ofensiva, sino que la intensificam os, ayudados eficazm ente p or
unas centurias de la co lu m n a del P O U M , m andada p or M anuel G rossi (...). Las
lom as de E strecho Q u in to fueron escaladas a pecho descubierto por nuestros ca-
de acuerdo sobre las formas y o rientacio nes económ ica y p o lítica de España”.
“N osotros, que nos encontram os e n el cam po de batalla, n o nos batim os para
o b ten er condecoraciones. N o lucham os para ser diputados n i m inistros. C u a n d o
la victoria sea lograda y volvam os de los frentes a las ciudades y pueblos, ocupa
remos los puestos e n las fábricas, talleres, cam pos y m inas de los cuales salimos.
N uestra gran v icto ria será la que ganem os en los puestos de producción...
“N osotros somos cam pesinos y sem bram os co n tra las tem pestades que p uedan
v en ir para p o n er e n peligro nuestra cosecha, estam os prevenidos y sabemos cóm o
com batirlas. La cosecha está m adura. ¡A lm acenem os el grano! Y será para todos,
y en el reparto n o h ab rá privilegios. A la h o ra de la distribución, n i A zaña n i
C aballero ni D urruti, te n d rá n d erech o a una parte mayor. La cosecha perten ece
a todos, a todos los que trabajan de u n a m anera co n stan te y sincera p o niendo toda
su inteligencia, v o lu n tad y fuerza p ara que la cosecha n o nos sea robada”.
“Trabajadores de C ataluña, h ace pocos días que desde S a riñ en a me dirigí a vo
sotros para haceros p a te n te el orgullo que sentía representándoos en el F rente de
A ragón; e ig ualm ente os decía que nosotros seríamos dignos de la confianza que
habíais depositado e n nuestros fusiles y e n nosotros. Pero p ara que esa confianza
y esta fraternidad persista es preciso que nos entreguem os ta n íntegram ente a la
lucha hasta el p u n to de dejar de pensar en nosotros mismos. Por encim a de todo,
vosotras, com pañeras, n o sigáis las llam adas de vuestro corazón, y dejad que sigan
luchando los que se en c u en tra n e n el F rente de A ragón. N o les escribáis a n u n
ciándoles m alas noticias, soportadlas vosotras mismas. D ejadnos com batir.
Pensad que es de todos nosotros que d epen de el futuro de E spaña y el porvenir de
nuestros hijos. ¡A yudadnos a ser fuertes e n esta guerra que exige de nosotros to d a
nuestra v o lu n tad si deseamos vencer!
“C om pañeros, las armas d eben estar e n el frente. N ecesitam os todas las armas
para levantar u n a barrera de hierro an te el enem igo. T e n e d confianza en n o so
tros. Las m ilicias n o defenderán jam ás los intereses de la burguesía. Ellas son y se
rán siempre la vanguardia proletaria en esta lu cha que tenem os em prendida c o n
tra el capitalism o. El fascismo in tern ac io n al está decidido a ganar la batalla, y n o
sotros debem os estar decididos a n o perderla. A vosotros, trabajadores que m e es
cucháis tras las líneas enem igas, os decim os que la h o ra de vuestra liberación está
próxim a. Las m ilicias libertarias avanzan, y n ad a ni nad ie podrá detenerlas p or
que las em pujan la voluntad de to d o u n pueblo. C olaborad vosotros tam bién en
nuestra obra saboteando la industria de guerra de los fascistas, creando centros de
resistencia y guerrillas, ta n to en la ciudad com o en la m o n tañ a. Luchad, todos los
que podáis, m ientras quede u n a gota de sangre en vuestras venas.
“¡Trabajadores de España, coraje! ¡Si está escrito que e n la vida de los h o m
bres hay u n m o m en to en que hay que exponerla, digám onos que ese m o m ento ya
h a llegado y que es hoy!
“C om pañeros, seamos optim istas. N o s acom paña n u estro ideal, que es n u estra
fuerza. ¡A nim o y adelante; al fascismo n o se le discute, sino que se le destruye,
porque fascismo y capitalism o son u n a m ism a cosa!” >3^.
C a p ítu lo XII
134. El autor fue testigo de este hecho. El Comité de Defensa de la Barriada de Gracia de
Barcelona se puso a la cabeza de esta posición.
1 ?5. Véase números de SoluüiruhJ ( )hrera del me» ile septiembre de 1936.
^8o EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 D E JU L IO a l 20 DE n o v ie m b r e DE 1936^
136. Diego Abad de Santillán, op. cit. Además, diversos testimonios de la Columna fací-,
litaron detalles al autor.
137. Patriota rifeño que declaró la guerra a España y Francia. Implantó en el Rif la
República rifeña. La confluencia de los dos ejércitos, masivamente concentrados
contra el Rif, asistiéndose de aviación y la Flota, denotaron al valiente guerrillero,
que cayó prisionero en manos de los franceses el 27 de mayo de 1926. Y el 21 de
agosto, Francia lo desterraba a la lejana isla de la Reunión. El exilio, que se le había
prometido sería de poca duración, se prolongó 20 años. La prolongación de su exilio,
y el trato recibido, le hizo exclamar que “de haber sabido la suerte que le esperaba,
hubiera preferido morir al frente de sus bravos guerreros”. Y añadió: “En el Islam se
está incubando una guerra que estalLirá como en el glorioso tiempo de los almorávi
des" í í ' l l istíim' , núm. í í , enero d e l % 4 , París.
GARCÍA O U V E IL, LARG O CA BALLERO Y E L PR O B L EM A D E M A SRU ECO S 5 tl
tencia aliada co n Franco. E n rela ció n a Portugal, les señaló que m an ten ía relacio
nes co n la oposición en ese país, y que ésta m ostraba intencio nes de lanzarse a la
calle. Q ue en la citad a conspiración h ab ía entrado tam b ién la C on fed eració n
G eneral del T rabajo, adherid a a la A IT , la cual se proponía, ju n to c o n la oposi
ción política, desencadenar u n a acció n co n tra la dictadura de Salazar. Fierre
Besnard daba a sus dos iniciativas u n a gran im portancia, y de efectos benéficos so
bre la revolución española. A m odo de conclusión, Besnard señaló que a n te s de
abandonar París se h a b ía entrev istado co n Léon Jouhaux y otros socialistas de la
oposición a la p o lític a de L éo n Blum , sobre “la n o -in te rv e n ció n ”, y que éstos le
autorizaron a hab lar e n nom bre de ellos a fin de co n v en cer a Largo C aballero para
que hiciera u n a d eclaración pública, por la cual el G o b iern o republicano español
acordaba la in d ep en d en cia del R if y de todo el P rotectorado español
G arcía O liv er dijo a Fierre B esnard que necesitaba reflexionar sobre esa in
form ación, y que era co n v e n ie n te p rev en ir a D urruti para que asistiera a ese ca m
bio de im presiones. P rev ino p or teléfono a D urruti y éste llegó aquel m ism o d ía a
Barcelona. En la re u n ió n celebrada. G arcía O liver inform ó de las gestiones que
venía realizando co n los elem entos m arroquíes desde julio y que las mismas se e n
con trab an en b u en a vía, y que el C o m ité de A cc ió n M arroquí (C A M ) iba a e n
viar una delegación a B arcelona para negociar la m an era en que dicho organism o
podría colaborar c o n el G o b iern o republicano en su lu c h a co n tra los m ilitares su
blevados.
E n el d o cu m en to que utilizam os de Pierre B esnard sobre el in trin cad o asu n to
en cuestión, éste po n e m u ch a insisten cia en resaltar la discrepancia que h u b o e n
tre D urruti y S an tillá n c o n G a rc ía O liv er en relación al problem a de M arruecos,
pero n o hab la para n ad a de las gestiones orientadas por G arcía O liver c o n el
C o m ité presidido p or El Fassi. D e acuerdo co n los docum entos que nosotros p o
seemos nos resulta difícil creer que n o se inform ó al S ecretario G eneral de la A IT
sobre esas diligencias, y por ello hem os h e c h o , párrafos arriba, la afirm ación de
que G arcía O liver n otificó sus pasos al respecto e n aquella reu n ió n . C om o el d o
cu m en to de Besnard puede prestarse a confusión, pensam os que cuando él afirma
que D urruti y S an tillá n se inclinaron por A bd- el-K rim , lo en ten d em o s en el sen
tido que se juzgaba la in terv en ció n del líder m arroquí exiliado más eficaz que la
de los notables de Fez, lo que n o quiere decir que se jugara la ca rta A bd-el-K rim
preferentem ente a la de El Fassi. Y la razón era obvia. Los n o tab les de Fez estaban
e n libertad y a u n a h o ra de vuelo de B arcelona, m ientras que A bd-el-K rim se e n
co n traba preso y a miles de kilóm etros del Rif. D ada la posició n de los franceses
co n relación a M arruecos, y más co n c reta m e n te co n A bd- el-K rim , el proyecto de
Fierre Besnard, pese a o b ten er sim patías en tre los socialistas de oposición a la p o
lítica de Léon Blum n o pasaba de u n quim érico deseo co n escasas posibilidades de
realización.
Lo im portante de la citad a reunió n, y es lo que interesa p ara nuestro caso, fue
que se retuvo u n a cuestión fundam ental, consistente en que, ta n to la in terv en
ció n de A b d -el'K rim com o la del C o m ité de A cc ió n M arroquí pasaba por u n a d e
claración del G o b iern o español de indep en d en cia de M arruecos. D ada la perso
nalidad de Fierre Besnard, y el apoyo que llevaba de los socialistas franceses y del
propio Secretasio G en e ra l de la C G T de Francia, si lograba de Largo C aballero
que se interesara p or el asunto de M arruecos, ello sería ca m in o avanzado en el
proyecto de insurrección de las tribus del Rif. Para que Besnard se en co n trara m e
jor apoyado e n su en trev ista co n Largo C aballero, G arcía O liv e r p revino de la e n
trevista y sus objetivos a Lluís C om panys, y éste inform ó a Largo C aballero sobre
lo que Besnard debía discutir co n él, señalándole a la vez qu e consideraba esos
asuntos muy im portantes para la causa republicana.
El 16 de septiem bre Fierre Besnard salió para M adrid e n avión; pero, a causa
del m al tiem po, el aparato tuvo que h ac er escala e n V alencia, y n o pudo reem
prender el vuelo h asta el día 17, llegando a la capital de E spaña hacía el m edio
día, cosa que significaba u n retraso considerable en relación a la h o ra señalada a
Largo C aballero com o posible llegada de Besnard. H abía, efectivam ente, u n re
traso, pero dadas las circunstancias, eso n o era m otivo para ten erlo en cu e n ta y
utilizarlo com o reproche, cosa que com o vam os a ver h a rá Largo C aballero a
Fierre Besnard co n el propósito de esquivar la entrevista.
T a n pro n to com o Fierre Besnard llegó a M adrid, se p resentó e n el M inisterio
de la G uerra, y se le an unció que el P residente del C o nsejo de M inistros n o p o
día recibirle porque se en c o n trab a ausente. E ntonces Besnard se dirigió al C o m ité
N acio n al de la C N T , cuyos m iembros, u n a vez inform ados, le delegaron com o
acom pañante a Federica M ontseny, que se en co n trab a accid en talm en te en
M adrid. A las 17 horas Largo C aballero recibió a Federica M ontseny y a Fierre
Besnard, pero de m uy m al hum or, basado “en u n vago in c id en te que acababa de
te n e r co n la C N T ”. La in ten ció n e n Largo C aballero era clara, pues co n el pre
te x to de que n o se en c o n trab a de b uen h um or, trataba de esquivar la discusión so
bre el proyecto de M arruecos. Federica M ontseny respondió tam bién de m anera
airada a Largo C aballero, diciéndole que n o se podían postergar asuntos vitales
bajt) la excusa de “vagos incuicntes”. La actitu d de Federica im presionó al líder
GARCÍA O LIV ER , LARGO CABALLERO Y EL PR O B L E M A D E M A R RU EC O S f tf
socialista y ap aren tó calm arse, pero n o accedió a la entrev ista, fijándola para el
día 18 de septiem bre a las 16 horas.
El día 18 a las 16 horas, Pierre Besnard, acom pañado esta vez del S ecretario
G en eral de la C N T , D avid A n to n a , aguardó en la antesala; am bos h u b ie ro n de
esperar para ser recibidos a las 17 horas >39. La recepción fue fría e incluso descor
tés. S in preám bulos, Largo C ab allero se negó a discutir c o n el S ecretario d e la
A IT , añadiend o que él sen tía h o rro r p or las com plicaciones. Besnard respondió
tam b ién u tdizando el m ism o to n o y le dijo que la C N T , organización obrera ta n to
o más im p o rta n te que la U G T , p erte n ec ía a la In tern ac io n a l de la que él era
Secretario. Q uizá porque Largo C ab allero n o esperaba esa puntualización, n i ta m
poco u n a ac titu d ta n arro gante com o la suya, fue el caso que se calm ó, y bajó el
to no, pero u n a con v ersació n de la im portancia que significaba la cuestión a dis
cutir, estaba claro que requería o tro clim a psicológico. ¿Fue casual y te m p era
m ental todo eso? H ay m otivos p ara pensar que por p arte de Largo C ab allero fue
to d o deliberado. Pues n o tratán d o se n i ta n siquiera el tem a, caso que algún colega
suyo francés rep ro ch ara su actitu d , él podía siem pre alegar u n a ignorancia c o m
p leta del asunto. “N o s separam os — escribe Besnard— después de u n agridulce
cam bio de palabras”. E stando p rese n te D avid A n to n a , éste inform ó al resto de los
m iem bros del C o m ité N a c io n a l sobre el incidente que, según Besnard, “to m a ro n
n o ta sin reaccionar”. V isto esto, Pierre Besnard o p tó p or redactar u n a ca rta
abierta a Largo C ab allero, que el C o m ité N acion al se com prom etió a publicar. El
te x to en cuestión n o rozaba p u n to s im portantes, sino sim plem ente po n ía los p u n
tos sobre las íes respecto a las relaciones que debían existir de m utuo respeto e n
tre la C N T y la U G T >‘K>.
De vuelta a B arcelona, B esnard inform ó a G arcía O liv e r del co m p o rtam ien to
de Largo C aballero. Esa inform ación dejó muy preocupado a G arcía O liver, pues
ju stam ente acababa de llegar a B arcelona la delegación del C o m ité de A c c ió n
M arroquí para tra ta r e n to m o a la cu estió n del P rotectorado español.
C uan d o B esnard to m ó plaza e n el avión que debía conducirle a París, c o n
signó en su Diario la im presión que se llevaba de España:
“La revolución va m arch a atrás, y n o es por defecto del pueblo, puesto que éste
se bate co n u n entusiasm o sin igual, sino de sus dirigentes, que v an a rem olque de
los acontecim ientos, d an d o pruebas c o n ello de haber perdido la iniciativa re v o
lucionaria y ac ep tan d o situaciones hu m illan tes com o la que yo h e vivido a n te
Largo C aballero. Si el anarquism o co m ete la estupidez de colaborar co n Largo
C aballero o sim plem ente apoyarlo, la R evolución estará irrem ediablem ente p e r
dida. El ú nico m edio que tie n e el anarquism o para salir de ese círculo in fernal e n
el que se h a m etido es la prueba de fuerza. Pero yo m e pregunto si los dirigentes
139. Esa espera quedó explicada por la visita que de improviso le hizo a Largo Caballero
el embajador soviético. Resulta curiosa dicha visita y también la coincidencia de que
Koltsov se ocupe en su Diario, en los días 18 y 20 de septiembre, de Marruecos y de
Abd-el-Krim.
d e la C N T hoy son los mismos hom bres del 19 de julio. El único que m e parece
escapar a esa regla es D urruti, tipo de revolucionario original, que en m uchos as
pectos recuerda al guerrillero N éstor M akhno. C om o éste, él actúa con el pueblo,
sin separarse del m ism o, y en eso se diferencia de los otros dirigentes anarquistas”.
Sobre m uchos puntos, Besnard considera a D urruti “com o superior al ucra
n ia n o ”, p articularm ente “en el dom inio que D urruti ejerce sobre sí m ism o”
Siguiendo el docu m en to de Besnard, se com prueba que éste pudo entrevis
tarse, aunque por muy escaso tiem po, co n D urruti en B arcelona, antes de volver
a Francia. Esa prem ura de tiem po era deb ida a que se h ab ía iniciado en el sector
que ocupaba la C o lu m n a, frente a Zaragoza, u n ataque del enem igo, y D urruti fiie
llam ado u rgentem ente del frente. S in em bargo, D urruti em pleó tiem po suficiente
para discutir co n Besnard la cuestión del arm am ento de la C o lum na, y encargó al
S ecretario de la A IT que co n tactara por todos los m edios posibles con algún c o n
sorcio arm am entista que estuviese e n co n d ició n de procurar arm am ento m oderno
y en abundancia.
M ientras D urruti salió para el fren te de A ragón, G arcía O liv er se entregó en
el frente diplom ático a las conversaciones co n los líderes nacionalistas árabes, re
presentantes del C o m ité de A cc ió n M arroquí, llegados a Barcelona.
El prim er c o n ta c to co n los nacionalistas árabes, com o ya hem os dicho, fue a
últim os de julio. El ce n tro n acion alista de G in eb ra se puso e n co n tac to con Fez
y T e tu á n (los dos centros del C A M ). M ientras los líderes nacionalistas árabes
discutían la proposición del C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascistas de
C atalu ñ a, co in cid iero n en Fez dos franceses: R obert L ouzon y D avid Rousset. El
prim ero iba delegado por la C N T -F A l para im pulsar los prim eros contactos, y el
segundo se en c o n tra b a en Fez com o delegado de la S ección francesa de la IV
In tern acio n al La in terv en ció n de estos dos m ilitantes ce rc a del C A M aceleró
141. Idem.
142. David Rousset ha tenido a bien damos amplias referencias sobre este asunto. En
agosto de 1936, miembro del Bureau Político del POI (Partido Obrero
Internacional), en la sección de asuntos coloniales, se encontraba en Fez en relación
con miembros del CAM (movimiento que llegó a concretizarse como embrión de
partido político marroquí en 1934), y pensó en lo importante que sería para la
República española que el CAM tomara posición en favor de ésta y contra Franco, y
entonces trabajó en ese sentido. Mientras tanto, Robert Louzon, que se encontró en
Barcelona con Simone Weil, tuvo conocimiento, por parte de ésta, de la agitación,
que se manifestaba en las cábilas, y de lo esencial que sería estimular dicho movi
miento, con el objetivo de crear dificultades a Franco en su retaguardia. Louzon se
entrevistó con elementos de la CNT y de la FAI, que le delegaron para ir a Fez. Por
lo que se desprende de lo que nos han comunicado David Rousset y el propio Robert
Louzon, ambos estaban en la ignorancia de los tratos que García Oliver tenía esta
blecidos desde julio, a través de Suiza, con el CAM. Y como de este asunto pensamos
que es la primera vez que se habla con amplitud, no es extraña la confusión que lí>
envuelve y las pocas referencias que de él se dan. Los mejor informados al respecto,
como son Pierre Broué y Emile Témime, en su historia de la revolución en España,
apenas tocan la cuestión, presentando a David Rousset y jean Rus como los instiga
dores de esa.s transacciones entre republicanos españoles y árabes, sin llegar más lej(M
en sus investi(.¡aciones.
GARCÍA OLIVER, LARGO CABALLERO Y EL PROBLEM A D E MARRUECOS
chazó todo acuerdo sobre ese grave proyecto. M onsieur H errio t am enazó co n las
peores represalias, caso que España diera su acuerdo sobre ta l cosa, que él consi
deraba u n a locura. El G o b iern o español — concluye A llal el Fassi— presentó v er
balm ente sus excusas a n uestra delegación, por n o poder proclam ar la indepen
d encia de M arruecos e n aquella coyuntura, y pedía a n u estra delegación del C A M
que aceptara la sum a d e 40 m illones de pesetas que servirían para realizar propa
ganda en favor de la dem ocracia española. Esto acom pañado de la prom esa que la
República, u n a vez victoriosa, obraría p or el b ien de M arruecos (...). N uestra d e
legación se sintió ofendida por esta vil proposición, y se retiró de la sala de c o n
ferencias en señal de pro testa” '“tó.
A p artir d e este m o m ento la R evolución española quedaba asediada.
146. Allal el'Fassi, Les momermnts nationalistes au Maghreh, Ed. Abde-saalam Guessom,
Tánfjcr, s. d., 1973, págs. 179-82. Tniducido directam ente del árabe para esta biogra
fía por lakima K.
5*9
C a p ítu lo XIII
Desde sus com ienzos, la guerra civil española transcend ió sus marcos territoriales
y se situó com o u n co n flicto in tern ac io n al. Las prim eras potencias e n in terv en ir
fueron Italia (M ussolini) y A le m a n ia (H itler). Luego siguió Francia (F rente
Popular), com o proveedora de arm am en to al G o b iern o republicano español. El
G obiern o francés se vio forzado a fijar su posición cuando el 19 de julio recibió
un telegram a del prim er m inistro de España, José G iral, quien, recordando los
com prom isos e n tre am bos Estados, solicitaba co n urg encia el en vío de u n a c a n ti
dad determ in ad a de aviones, cañ o n es y m u nición (existía u n acuerdo p revio en
cuanto a la v e n ta de armas, firm ado por A lcalá Zam ora, p or España, y E douard
H erriot, p or Francia, de 1932).
L éon Blum, que recibió aquel m ism o día 19 el cable de M adrid, co nsultó co n
los hom bres de su partido : unos n o pusieron en duda la necesidad de dar cu m p li
m ien to a los acuerdos co n la E spaña republicana; pero otros p lan tearo n que eso
significaría p o n er a F rancia a n te el grave riesgo de u n a guerra co n tra A lem an ia.
Esta ú ltim a o p in ió n era co m p artid a por el mismo prim er m inistro Blum. V in c e n t
A uriol, por el co n tra rio , pensaba que n o solam ente h ab ía que cum plir co n E spaña
en cu a n to a lo pro v isió n de arm as, sino tam bién in terv en ir e n M arruecos, puesto
que, en am bos casos, así lo exigían los contratos establecidos: “El general F ranco
n o es o tra cosa que u n rebelde que altera el orden de M arruecos” H7.
Indeciso, L éon Blum viajó a L ondres en busca de consejo. La respuesta qu e el
líder socialista recibió de In glaterra fue que se m a n tu v iera fuera de ese co nflicto
e n suelo ibérico, “d ejan d o que los españoles se degollaran en tre ellos”. L éon
Blum, para tranquilizar su “c o n c ie n cia socialista”, ideó “la política del ju sto ”: la
“N o -in terv en c ió n ” ''*8.
148. Term inada la guerra española y tam bién la Segunda Guerra Mundial, Francisco
Largo C aballero escribió su o pinió n sobre la N o Intervención: “¿Qué temía Blum?
¿Una conflagración europea? A León Blum le ocurrió lo que al ciego que huyendo del
abismo se precipitó en él. N o vio lo que cualquier cam pesino analfabeto veía (...).
Resultado positivo de la N o Intervención: restringir a la República las posibilidades
de armarse para su defensa, y ampliarlas a los traidores para que la vencieran (...). N o
sé SI será acariciar una ilusión el esperar que algún día los responsables de tal felonía
den cuenta de su conducta al priíletanado francés, a los socialistas y republicanos es
pañoles, y a la Internacional Socialista. Si esto no se hace, habrá que reconocer que
la solidand.id internacional entre los partid<>s síKialistas y los organismos obreros son
simples palabras para engañar a los trabajadores (...) 1lay em ires político» que, pt>r su
trasccniiencia, no puetien ser pcrdon.KÍos", En Francisco Lar)|o Caballero, Mis re
cuerdas, Hilitorcs Unidos, M éxico I9S4, pá|j 198.
590 e l re v o lu c io n a rio ÍD EL 19 D E J U U O AL 20 D E N O V IE M BR E D E 1936)
150. W . G. Krivitsky, La mano de Stalin sobre Espafía, Claridad, Toulouse, 1945; Jesús
Hernández, Yo fui ministro de Stalin, Editorial G. del Toro, Madrid, 1974; Dominique
Desanti. op. cit.; José Peirats. op. cit.; Indalecio Prieto, Cmi/ulsiones de España, Ed.
Oasis, México, 1968, vol. II.
AN TO N O V OVSSENKO Y GARCÍA O U V E R 59I
interm edio de Rosem berg, para que se m andara u n cónsul de “peso” a C ataluña,
que pudiera ir sobre los dirigentes anarquistas. M oscú en vió a A n to n o v
O vssenko. A principios de la segunda q u in c en a de septiem bre, E hrenburg se e n
co n tró con O vssenko e n París, que viajaba para B arcelona ya com o cónsul sovié
tico en la m en cio n ad a capital catalana. Sobre dicho en c u en tro , Ehrenburg es
cribe:
O vssenko a Ehrenburg:
“- M e h a n dado órdenes e n M oscú de que haga e n tra r e n razón a los anarquis
tas para que p articip e n en la defensa...”
C om en tario d e Ehrenburg:
“-¡Q u é suerte que sea O vssenko el que h a elegido M oscú com o cónsul para
Barcelona! El sabrá influir sobre D urruti, porque n o tien e n ad a de diplom ático n i
de alto funcionario: es m odesto, sim ple y respira aú n la atm ósfera de O ctubre
(1917), que to d av ía n o h a olvidado la clandestin idad de an tes de la revolución.
Yo te n ía razón: A n to n o v O vssenko aprendió rápidam ente a h ab lar el c a ta lán y
ligó am istad co n C om panys y D urruti”
N o tenem os n in g u n a referencia de que haya h ab id o entrevistas en tre
O vssenko y D urruti, pero n o es extraño. S in em bargo, Jaum e M iravitlles h a es
crito sobre las relaciones en tre O vssenko y G arcía O liver, algo que juzgamos de
interés reproducir:
“S talin enviaba u n alto funcionario a M adrid y u n revolucionario a B arcelona
¿Por qué esa diferencia? Las tareas de u n o y otro e ra n diferentes. A n to n o v
O vssenko ven ía a B arcelona, capital d el anarcosindicalism o español y cen tro eu
ropeo de u n a ideología revolucionaria hostil al m arxismo. N u n c a había h abido u n
m ovim iento socialista catalán de cierta envergadura. El P artid o Socialista O brero
Español había sido siem pre u n a organización m inúscula, sin n in g u n a fuerza. La >•*
U n ió Socialista d e C atalu n y a tenía, seguram ente, dirigentes de prestigio, pero Sin
su alianza electoral co n la Esquerra n o hub iera ten ido n u n c a u n diputado n i u n
consejero m unicipal. El Partido C o m u n ista pro M oscú, era, de hecho, inexis
te n te, y el Bloc O b re r i C am perol (B loque O brero y C am pesino) era u n a agrupa
ció n jo ven y dinám ica, pero sin n in g u n a influencia en las masas obreras del país.
“Las dos grandes fuerzas populares e ra n la C N T , de raíz anarcosindicalista, y
la Esquerra R epublicana, de raíz catalanista. La m isión d el cónsul general sovié
tico era ciertam en te difícil, más peligrosa aú n que el asalto al Palacio de Invierno:
te n ía que atraer, neutralizar o destruir aquellas dos fuenas.
“Pocos días después de su llegada a B arcelona, y o rien tad o probablem ente por
u n conocedor de la escena política catalan a, A n to n o v O vssenko en tró en rela
ciones personales conm igo, de la Esquerra, y co n G arcía O liver, u n o de los repre
sentantes mas au tén tico s del anarcosindicalism o catalán.
“E n principio, el cónsul soviético se hospedó en el h o te l M ajestic del Paseo de
G racia. Y en dos o tres ocasiones nos in v itó — a G arcía O liv e r y a m í— a com er
co n él a solas, sim plem ente para “h ab lar de la situación”. S u propósito era doble:
153. Idem.
59^ EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 D Í J U U O AL 20 D E NOVIEM BRE D E 1936^
C a p ítu lo XIV
EloioespahokaminodeBusia
157. El .nitor puede testificar sobre e.stc estado de ilnimo en la ba.w inilirnntc de la C N T y
do 1.1 HAl por h.il'cr miiu.ido en Un Coinilí-s de I Vtcns.i de .u|urll.i ('■|'<k í i .
^^8 EL REVOLUCIONARIO <del 19 DE j u u o al 20 d e noviembre de 1936^
158. Remitimos al lector a las declaraciones que hizo Durruti a Emma Goldman.
159. Diego Abad de Santillán, en op. cit. explica la disolución del Com ité C entral de
Milicias Antifascistas, por las razones siguientes: “Se nos decía constantem ente,
como respuesta a nuestras demandas de divisas, por parte del í jobierno central (Giral
o Larjio (^aballen)), que no se nos ayiuhiría mii-ntras i-l pinli-r liol ( 4)inité (x n tr.ii de
EL ORO ESPAÑOL CAM INO D E RUSIA fff
160. Idfin.
600 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE J U U O AL 20 D E NOVIEMBRE D E I9 j6 >
16L Idem.
162. Diversos milicianos que componían la C olum na “Tierra y Libertad” — cuyo delegado
general era G erm inal de Souza, miembro a la vez del Comité Peninsular de la FAI— ,
nos han declarado sobre los enormes cuidados que se pusieron en seleccionar a los
militantes que debían formar parte de ella, siendo todos, o en su mayoría, miembros
de la FAI (declaración de J. E.).
163. A ndré Malraux, e n carta que nos dirigió el 22 de octubre de 1970, nos decía, sobre
este asunto, lo siguiente: “Durruti se encontraba en el campo de aviación de Barcelona
deseando salir para Madrid, y nadie osaba tomarle a su cargo. Yo lo acogí y lo conduje
a Madrid. Desgraciadamente, esto es todo cuanto puedo decirle a excepción de la ad
miración que me inspiraba su carácter y su coraje. Ya no volví a verle jamás”.
EL ORO ESPAÑOL CAM INO D E RUSIA 60I
S a n tillá n ta m b ié n salió p ara M adrid; pero, provisto de sus docum entos oficia
les, n o tu v o dificultad alg una p ara e n c o n trar plaza e n u n o de los aviones que p ar
tían para la capital de España. G a rcía O liver, en Barcelona, debía aten d e r la lle
gada de Fierre B esnard para h a c e r las debidas presentaciones an te el C o n sell d e
la G en eralitat. ¿Estaba al co rrien te G arcía O liver del plan que h a b ían trazado
S antillán-D urruti? E n ca rta que nos h a dirigido p ersonalm ente G arcía O liv e r nos
indica que él n u n c a estuvo al c o rrien te de ese proyecto. N o tenem os p or qué d u
darlo, y co n esto, rectificam os la afirm ación que hicim os e n la edición francesa de
esta biografía.
“Llegué a B arcelona — escribe Besnard— , y G a rcía O liver m e p resen tó a los
consellers de la G en e ra litat; y a n te ellos expuse las posibilidades que se nos ofre
cían de com prar arm a m e n to p ara la R epública española (...). A l día siguiente lle
garon dos delegados del consorcio arm am entista a B arcelona y ellos corro boraro n
mis afirm aciones (...). Por te léfo no, Lluís C om panys puso al corriente d el asu n to
a Largo C aballero, y éste m ostró urgencia en recibirnos. S eñaló que los dos co
m isionados fueran acom pañados de consellers de la G en e ra litat y de Pierre
Besnard >64.
"... A l llegar al m o m e n to d e los h ec h o s — c o m en ta e n su obra S an tillá n — n o
se quiso cargar, por p arte de los prom otores del plan, c o n la responsabilidad del
gesto que h ab ría d e te n e r u n a gran responsabilidad histórica. Fueron c o m u n ica
dos los propósitos al C o m ité N a c io n a l de la C N T y a algunos de los com pañeros
más significativos. El p la n produjo escalofríos de esp an to e n tre los am igos; el ar
gum ento p rincip al que se opuso en la negativa a dejar h ac er lo proyectado, /o cual
se iba a llevar a cabo de u n momento a otro (la cursiva es nuestra), fue que c o n ello
sólo aum entaría la anim osidad que reinaba co n tra C a ta lu ñ a. ¿Qué se pod ía hacer?
Era im posible en frentarse ta m b ié n c o n las propias organizaciones y h u b o q u e d e
sistir. El oro, pocas semanas más tard e ><55 (la cursiva es nuestra) — cuya p artid a ha-
165. La intervención de Stalin en España la situó a tres niveles: militar, policíaco y fi
nanciero. El general Ivan Berzin tenía la misión de controlar y conducir la guerra en
España; A lexander Orlov, en extender la policía por todo el territorio republicano, y
A rtur Stashevsky, en apoderarse del oro español. Este ultim o se le agregó a O vssenko
como especialista comercial; “S talin le designó para el trabajo de llevar las riendas de
la política y econom ía de la España gubernam ental” (Stashevsky). “Descubrió en
Juan Negrín, m inistro de H acienda del Gobierno de Madrid (con Largo Caballero,
desde el 4 de septiembre y hasta mayo de 1937), un colaborador que se prestaba con
voluntad a sus planes financieros”. Stashevsky ofreció enviar el oro español a la Rusia
Soviética y a cam bio del mismo suministrar arm amento y municiones a Madrid (pero
ningún cargam ento de armas debía tocar el puerto de Barcelona). “Por mediación de
Negrín se hizo el convenio con el G obierno de Largo Caballero. Y así fue com o sa
lló, para Odesa, el oro español el 25 de octubre de 19Í6”. (Krivitsky, op cit.). Mucha»
cosas han quedado en el aire con la terminación de la guerra, y una do ellas es esta
cuestión del oro. TiKlavía hoy aquellos que estuvieron ilirectanientc iiiiplicudos en
este MK lo “negíK 'io", est.ín doiuin.idos por un loio .itiín de “Kirrón y cuenl.i nueva”,
* p r e t e n d i e t u i o t o m i i r p o r t o n t o .il o b r e r o r s p . i t V i l Q u e t e i i K a i n o s q u e m o n c i l t a m o a
^02 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE JUUO AL 20 DE NOVIEMBRE D E 1936^
ios españoles para no vivir en perpetua guerra civil es una cuestión lógica, pero que
con ello pretenda lavarse las manos el Partido Com unista, e incluso el Partido
Socialista, eludiendo con ello dar explicaciones a los trabajadores de sus respectivas
gestiones políticas contrarrevolucionarias en aquella época, eso ya es otra cosa Le
guste o no le guste a Santiago Carrillo, el Partido C om unista tiene que dar explica
ciones sobre el asunto, y no zafarse por el foro con el remedio buscado del “euroco-
munismo”, careta que sigue ocultando el estalinismo en acción ¿Quiénes intervinie
ron en el desfalco que se le hizo al proletariado español con el envío del oro a Moscú ^
Si leemos a Largo Caballero, éste se enteró a medias, si recurrimos a Indalecio Prieto,
— ministro de M arina y del Aire entonces— , tampoco supo nada El único que se
constituyó en el principal banquero del m undo fue, pues, ju a n Negrín, y éste era la
“trabazón” entre el Partido Com unista y el Socialista A unque ya h a sido aireado su
ficientemente el problema relacionado con el envío del oro a Moscú remisión, can
tidades, etc , sin embargo, hay otros aspectos relativos a esto oro que reclaman acla
raciones para conocim iento del pueblo español C ontribuyendo a ello pasamos a ci
tar, de un categórico escrito de Indalecio Prieto — que sabía bien lo que decía— , lo
siguiente “Los comunistas franceses, cajeros del Estado español Entre mis revelacio
nes de 1940, figuraron las siguientes Q ue el Partido C om unista francés administró
para compras de material de guerra dos mil quinientos millones de francos entrega
dos por N egrín sin que la adm inistración de tan enorme suma la hubiese controlado,
poco ni mucho, ningún funcionario del Estado español Q ue el Partido Comunista
francés había retirado para sí, quizá com o beneficio de intermediario, cantidades con
siderables del dinero proporcionado por N egrín Q ue la propaganda, pública primero
y clandestina después, del Partido C om unista francés, se costeaba con dinero así ex
traído del Estado, pues los auxilios de la T ercera Internacional eran nulos, y el pro
ducto de las cotizaciones distaba muchísimo del gasto enorm e de esa propaganda.
Que, ávido de dinero, el Partido C om unista francés, rectificando constantem ente sus
liquidaciones por nadie examinadas, reclamaba mayores sumas a los señores N egrín y
Méndez Aspe Q ue el espléndido diario comunistoide Ce Soir, remedo del triunfalista
Pans Soir, se sostenía con fondos suministrados por N egrín Y que la flota compuesta
por doce buques perteneciente a la France-Navigation, era propiedad de España, pues
con dinero español se compraron todos los barcos, no obstante lo cual, los comunis
tas franceses, administradores de esa com pañía, se negaron a devolverlos considerán
dolos suyos” En Indalecio Prieto, Convulsiones de España, Ed Oasis, México, 1966,
vol II, pág 147 Q uienes se aprovechaban ta n cínicam ente de la revolución española
eran a la vez sus enterradores, pues la propaganda que realizaban en nombre de la
República española era para denigrar a los trabajadores españoles que estaban empe
ñados en llevar su revolución adelante Sin embargo, estos “moralistas” encontrarán
ocasión como por ejemplo al tratar el tem a de la guerra de España, de apuntar el in
tento — fallido— de Santillán y Durruti de asaltar el Banco de España, a fin de se
ñalar, una vez más, el carácter negativo de la C N T y de la FA l en la guerra española
De esa triste aventura, el pueblo español salió más molido que D on Q uijote en su lu
cha contra los Molinos, más molido porque fue “cornudo y apaleado".
166 Diego Abad de Santillán, op cit Detalles ampliados por tart.i al autor.
EL ORO ESPAÑOL CAM INO D E R U S H 60}
ción, e n la que D u rru ti puso al p residente del C onsejo an te sus propias responsa
bilidades, éste aceptó p resen tar la cuestión en el C o n sejo de M inistros.
“La decisión que to m ó aquella m ism a tarde el C onsejo de M inistros fue la de
concluir u n a com pra de m aterial de guerra por valor de 800 m illones de pesetas;
peto que, al d ía siguiente, se dobló la cantidad, q u edan do e n 1.600 m illones los
que se invertirían. Q u ed ó e n te n d id o que u n tercio de la com pra q u edaría en
C a ta lu ñ a y A ragón.
“El jefe d el E stado M ayor de C ab allero dio las instrucciones necesarias a la
Em bajada de E spaña e n París p ara la rápida conclusión de la com pra. El d ía 3 de
octubre, e n el propio M inisterio de la M arina, se redactó la lista de los m ateriales
de la com pra, e n p resencia de D urruti, los vendedores y yo m ism o”.
“La firm a de este c o n tra to tu v o inm ediata repercusión, pues provocó la p ri
m era in terv en c ió n de los agentes rusos en los asuntos oficiales de la p o lític a es
pañola. En efecto: e n la n o ch e d el 3 al 4 de octubre, Rosem berg e n persona, el
em bajador ruso en M adrid, nos telefoneó a D urru ti y a mí, a las 3 de la m a d ru
gada, al h o te l de la G ra n V ía, expresándonos el deseo de vem os co n la m áxim a
urgencia posible. C o m o n o ten íam o s n ad a que h ab lar c o n el em bajador de la
U n ió n S oviética, alegam os que nuestros deseos n o co in cid ían con los suyos, y d e
clinam os la in v itac ió n a la entrevista. El día 4 de o ctubre p or la m añ an a salimos
de M adrid para B arcelona” i®’.
Dos días después, la p rensa local daba cu en ta de la visita que D urruti h a b ía h e
cho a M adrid; y C N T , el órgano de la C onfederación, publicó una in terv iú de
D urruti que, p or su im portancia, dam os in extenso:
“H A B L A EL C O M P A Ñ E R O D U R R U T I
“N osotros hacem os la guerra y la revolución al m ism o tiem po. El m ilician o
tiene que saber que lu c h a por la con q u ista de la tierra, de las fábricas, del p an , de
la cultura...; el p ico y la pala v a le n ta n to com o el fusil. ¡G anarem os la guerra,
com pañeros!”.
“Estampa de guerrillero
“D urruti h a estado en M adrid. H em os estrechado su m ano proletaria, an ch a,
m utilada y fuerte. H em os escuchado sus palabras sinceras, en las que hay bravura
de león, perspicacia de viejo m ilita n te de la lucha social y joviales chispas d e ju
ventud. Siem pre tu v o leyenda y actos de co m batiente, de luchador acerado; su
am biente es el de la p elea ruda y difícil; h a sonado su h o ra en España, y forzosa
m ente hab ía de destacarse, c o n c u a n to es y cu a n to vale, e n el panoram a trágico
de la guerra actual.
“Le hem os te n id o u n día e n tre nosotros. Fuerte, alto y m em brudo; cu rtid o por
el aire del fren te aragonés, en sus ojos, de m irada de acero, brilla ya la victoria.
H a venido esperanzado, y su visita nos h a traído m ucho optim ism o. C o n su c h a
q uetón de cuero y su gorra m o n tañ era , se h a preparado, sin darse cuenta, u n m ag
nífico tipo de guerrillero de la revolución.
“Deportado a yer...
“D urruti, en A ragón, está al frente de m uchos m illares de com pañeros, con los
cuales h a conseguido u n a larga sene de victorias antifascistas. Su C olum na es u n
ejem plo de organización, y en ella hem os puesto todos las m ayores esperanzas.
N uestro cam arada es hoy u n o de los prim eros valores de la guerra co n tra el fas-
cismo, y al advertir esto n o podem os olvidar que h ace cuatro años fue deportado
a V illa Cisneros por quienes se h a n declarado im potentes para defender la
R epública. Estamos e n u n a ho ra de rectificación de errores y desaparece de la cir
culación social la m oned a falsa de los hom bres vacíos. C u a n d o C asares Q uiroga
n o cu e n ta co n u n recuerdo em ocionado e n el alm a popular, el nom bre de
Francisco Ascaso está cubierto de heroísm o y el de D urruti en c ie n d e de esperanza
al proletariado español, especialm ente al zaragozano, que, bajo el h orror de los fu
silam ientos, aguarda la h o ra de la justicia popular.
“D urruti h a v en id o a M adrid co n el in te n to de resolver cuestiones de extraor
dinaria im portancia para el curso general de la guerra, y, en gran parte, h a conse
guido su propósito. C u a n d o podam os h ab lar sin n in g ú n reparo, después de la vic
toria segura sobre el fascismo, conocerá el pueblo el interés de esta visita rapidí
sim a y eficaz, gracias a la cual nuestras operaciones en diversos frentes m ejorarán
muy p ro n to en proporciones magníficas.
D entro de poco tiem po, de aq u í a unos días, A sturias estará lim pia de fascistas y
los com pañeros de allá, que ta n b rav a m en te lu ch aro n e n octubre del 34, saben lo
que tie n e n que h ac er respecto a G alicia y a C astilla. A d v ertid ahora la situación
de G ra n ad a y de C órdoba, a p u n to de ser tom adas por nuestra gente. A sí va la
cam paña, y, ¡claro!, e n estas condicio nes, el enem igo te n ía que ser to n to p ara n o
pensar en salvarse m e d ian te la con q u ista de M adrid. V e a la capital de España
com o u n estupefaciente; pero se estrellará en los frentes del C entro, y com o para
realizar este ataque desesperado se ve e n la necesidad d e desguarnecer otros fren-
tes, la resistencia de aquí, en co m b in ac ió n co n nuestros ataques en otros sitios,
d arán al traste co n él. Esto es to d o ”.
“Fortificaciones
“- A h o r a bien; la resistencia n o se consigue co n palabras, sino c o n fortifica
ciones. El pico y la pala v alen ta n to com o el fusil. N o os canséis de repetirlo. H ay
u n a infinidad de vagos de siem pre y de vividores de la retaguardia en M adrid. Es
necesario m ovilizarlos a todos, así com o tam bién es preciso que n o se consum a
in ú tilm en te n i u n a gota de gasolina. N u estra fuerza en el fren te de A ragón c o n
siste, p rincip alm en te, e n que todos nuestros avances, p or pequeños que sean, es
té n asegurados p or la in m ed ia ta con stru cció n de trin ch eras y parapetos. N uestros
m ilicianos, que c o n o c e n el aco n d ic io n am ien to de su cam po de batalla, h a n lle
gado a com prender que e n cualquier ataque su salvación está en n o retroceder. El
in stin to de co nservación es m uy poderoso; pero n o es cierto que por él se pierda
u n a guerra. N o , se co m b ate por la vida, y hay que aprov ech ar el in stin to de c o n
servación para ese m ism o com bate. Los cam aradas de m i C o lu m n a h asta p o r ins
tin to de conservación resisten, sin m overse, los ataques del enem igo. Eso, e n te n
dedlo bien, sólo se consigue m e d ian te las fortificaciones.
“Por lo ta n to , respecto a lo que m e preguntáis c o n referencia a estos frentes
del C en tro , insisto e n que es abso lu tam en te necesario que se abra u n a red de trin
cheras, parapetos y alam bradas, que se h agan fortificaciones, que todo M adrid
viva para la guerra y entreg ad o a su propia defensa, e n la seguridad de que, si eso
se hace, el in te n to de los fascistas que ahora os preocupa, casi será co n v e n ie n te
para la m arch a general de la ca m p a ñ a porque el enem igo invertirá aquí, in ú til
m ente, los esfuerzos que le son necesarios para resistir nuestro ataque e n o tro s
frentes”.
“Sobre la disciplina
“-Pasem os a la cuestión b atallo n a d e estos m om entos: la disciplina”.
“-¡H o m b re! M e alegro. Se está h ab lan d o m ucho acerca de eso, y, a mi e n te n
der, son muy pocos los que d an e n el clavo. Para mí, la disciplina n o es más que
respeto a la responsabilidad propia y ajena. Estoy en co n tra de la disciplina de
cuartel, que sólo co nduce al em b rutecim iento, al odio y al autom atism o; pero
tam poco puedo adm itir, porque las necesidades de la guerra la rechazan, esa li
bertad m al en te n d id a a que suelen recurrir los cobardes para escurrir el bulto. E n
nuestra organización, e n la C N T , está la m ejor disciplina: esa m ed ian te la cual los
confederados, que h a n dado su confianza a los com pañeros que ocupan los cargos
de los C om ités. A c a ta n y cum plen los acuerdos de éstos. E n guerra, los delegados
d eben ser obedecidos, de lo contrario n o es posible realizar n in g u n a operación. Si
la gente n o esta de acuerdo co n ellos, ya dispone de asam bleas e n las que puede
estudiar su sustitución.
“E n m i C o lu m n a h a n surgido todos los tm cos de la G ra n G uerra: la m adre m o
ribunda, la com pañera en parto, el h ijo enferm o, la cara h in c h a d a , los ojos m a
los... Dispongo de u n m agnífico equipo sanitario. Q u ien m iente..., ¡jom ada ex
traordinaria de pico y azadón! ¡Las cartas desalentadoras..., al cesto! Q u ien quiere
volver a casa, alegando que voluntario vin o y voluntario puede irse, tiene que es
cucharm e unas cuantas consideraciones acerca de la extorsión que nos h ace a to
dos, porque contábam os co n su esfuerzo, y luego, cuando ya se le h a dejado sin ar
mas, porque éstas son de la C olum na, se le perm ite m archarse, pero a pie, porque
tam b ién los coches están al servicio de la guerra. C asi n u n c a se llega a este ex
trem o. El am or propio del m iliciano se subleva pronto, y, por regla general, co n
u n “¡De m í n o se ríe nadie, aunque sea el jefe de la colum na”, se inicia la vuelta
a la línea de fuego, e n disposición de lu c h ar co n heroísm o”.
“F rancam ente: estoy satisfecho de los com pañeros que m e siguen. Supongo
que ellos tam bién están co n ten to s conm igo. A llí n o falta nada. Las com pañeras
pueden estar dos días en el frente; al cabo de ellos, se v an a retaguardia... La
Prensa llega todos los días,se com e estupen dam ente, hay libros en abundancia y,
en las horas de asueto, las conferencias despiertan y avivan el espíritu revolucio
nario de todos los cam aradas. El ocio n o es co nveniente. H ay que ocuparse e n
EL ORO ESPAÑOL CAM INO D E RUSIA 607
algo. P rin cip alm en te, estan d o e n guerra, e n h acer fortificaciones. ¿Qué h o r a es?
La u n a de la m añana, ¿no? Pues ahora, detrás de los sacos terreros, mis leones del
frente de A rag ó n estarán abriendo trinch eras co n el m ayor entusiasm o...”
“(Y D urruti sonríe, recordan do a sus com pañeros de pelea. S ien te e n M adrid
la em oción de su co lu m n a lejana.)
“- N o saben que estoy a q u f ’ dice, com o si hablase consigo mismo.
“H a lev an tad o la m irada, que se le pierde en la n o ch e oscura de M adrid.
R eacciona p ro n to . S e p o n e e n pie, firm e y sonriente; bajo la visera de su gorra de
cuero, brilla co n optim ism o su p e n e tra n te m irada de guerrillero de la revolución.
N os pone e n el h o m b ro su ruda m an o proletaria, y dice, u n a vez term in ad a la in
terviú:
“¡G anarem os la guerra, com pañeros!”
C a p it u l o X V
gando razones de guerra, se saq ueaban sus alm acenes o se les robaba los tracto res
que se les h ab ía procurado por las unidades confederales. D urruti insistía siem pre,
an te todas las com isiones cam pesinas que acudían a quejarse, que la fuerza la te-
n ía n que e n c o n tra r en ellos m ism os y n o en las C o lum nas libertarias, porq ue és-
tas, a m edida que se avanzara e n la guerra, irían ab an d o n an d o el territorio arago
nés. N ecesitab an coordinarse e n tre ellas; pero les p revenía sobre el frente p o lític o
antifascista que se h ab ía puesto de m oda e n España. N o h ab ía que incurrir e n ese
mismo defecto. E n A ra g ó n n o h a b ía partidos políticos, y n o era necesario cre ar
los para dar gusto al antifascism o. La asam blea popular debía ser el ú nico fre n te
activo T
C uan d o D urruti llegó de M adrid, el 5 de octubre de 1936, tuvo la satisfacción
de encontrarse a n te u n a co n v o c ato ria de A sam blea R egional que la C N T h a b ía
convocado e n Bujaraloz para el día 6 de octubre. Esa A sam blea iba a ser el a c ta
de n ac im ien to del C o n sejo de D efensa de A ragón y de la C onfederació n de
C om unidades Libertarias de esa región
A l día siguiente, cu an d o la A sam b lea Regional inauguró sus sesiones, e s tá n e n
ella representados p or 139 delegados todos los pueblos de A ragón. A dem ás, asis
tía n las C o lum nas confederales siguientes: “C u ltu ra y A c c ió n ”, “Roja y N e g ra ”,
“C u a rta A g ru p a ció n de G elsa”, “C e n tu ria M a latesta” (G rupo ita lia n o de
H uesca), C o lu m n a “S ur-E bro” (O rtiz), C olum nas C onfederales de H uesca,
A ldabaldetrecu y C o lu m n a “D u rru ti”.
La A sam blea com enzó c o n u n inform e oral del secretario del C om ité R eg ional
de la C N T de A rag ó n d an d o c u e n ta de los acuerdos que h a b ían sido tom ados e n
el P leno N a c io n al de R egionales, celebrado en M adrid el día 15 de septiem bre.
En ese p leno se propuso la form ación de u n C onsejo N ac io n al de Defensa, a base
de la U G T y la C N T , y e n el p u n to 2 se establece lo que sigue: “Federalism o lo
cal, provincial, regional y n acio n al, e n sus dos facetas de adm inistración p o lític a
y económ ica, e im p lan tació n de los C onsejos de Defensa, observando la m ism a
escala de supresión de los A y u n tam ien to s, D iputaciones y G obiernos civiles. Las
regiones quedarán facultadas para establecer la proporcionalidad de las fuerzas a n
tifascistas d en tro de los C onsejos R egionales de D efensa para introducir las m o
dificaciones locales que req uieran las circunstancias y las facilidades d el a m
b ie n te”.
“Esta proposición — dijo el C o m ité Regional— n o obtuvo la respuesta p o si
tiva de la U G T (...). A n te esto, el P leno (se refiere a o tro p leno nacional, c e le
brado el 30 de septiem bre) d eterm in ó m in ar la influencia del Poder c e n tral, y
para ello n ad a m ejor que ir a la co n stitu c ió n del C onsejo R egional de D efensa”.
T erm inado el Inform e, la A sam b lea en tró en d ebate c o n la delegación de
Barbastro:
170 . Jíisé Peirats. op. cit., vol. 1, capítulo sobre las Colectividades en Aragón. Véase ta m
bién op. cit. de Pierre Broué y Emile Tém m e, pág. 120.
171. Para detalles ¡.ubre ilicha A,s;imblcii puede fonsiiitarsc a Alardo Prat», Vanfptardia y
«'TI Arani'm, H i l . C N I , l ^ . i r i c l o n . i , 19 5 7 .
6 lO e l r e v o lu c io n a r io ‘d e l 19 D E J U U O AL 20 D E NOVIEM BRE D E
172. Habiendo logrado Villalba crear el C om ité de Guerra del N orte de Aragón, se co n
firmaba, una vez más, la actitud del PSU C (Del R am o), en relación a las colectivi-
il.idis, c)iic destMb.i disponer ilf un .isii-nto ofui.il p.ini i<>inb.irirl,i.s.
LA CONFEDERACIÓN UBERTARLA ARAGONESA < ||
173. Utilizamos las “A ctas del Pleno Extraordinario de Sindicatos de Aragón con repre
sentación de las ("oluinnas C-onfederales que operan en el frente, telebnido en
Bujaraloz el día 6 de (Ktuhre de 1936. Circular de la Q m federación Renuii\.il del
Trabajo de Aragón, Rioja y Navarra (('N T ) C om ité ReKional". A rchivo de
Salamanca, (nicrra Civil B-39/b 17H/l80/lXSn (S.il.is)
6 ll EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE JU U O AL 10 DE NOVIEMBRE DE
¿
algunos pueblos y disolver las colectividades. A sí estab an las cosas cu ando se efec
tuó la A sam blea de Bujaraloz. El acuerdo de la co n stitu ció n del C o n sejo de
Defensa de A rag ó n sonó com o u n disparo en Barbastro, cuyo eco pudo apreciarse
in m ediatam ente en B arcelona. La prensa del P S U C calificó el citado acto de
“can to n a lista y faccioso”. El G o v e m de la G e n e ra lita t tam poco lo vio c o n muy
buenos ojos porque consideraba a A rag ón com o u n a colonia >74. A estos en e m i
gos vino a unirse el propio C o m ité N acio n al de la C N T que, ante la neg ativ a de
Largo C ab allero de co n stitu ir el C onsejo N acional de D efensa, o rientó su política
a negociar la en tra d a de la C N T en el G obierno de M adrid. Del co n ju n to de to
dos estos factores resaltaba aú n la audacia revolucionaria del C onsejo de D efensa
de A ragón, que al dar cu e n ta de su co nstitución en la lista de hom bres que lo
com ponían, todos e ra n p erte n ec ie n tes a la C N T . P or prim era vez e n la h isto ria
social u n a región afrontaba la acció n revolucionaria al m argen de los partidos p o
líticos y to m an d o com o base la asam blea considerada: com o organism o soberano.
D e este h echo, el régim en que estaba n aciendo en A rag ó n era el más próxim o al
com unism o libertario. La audacia era grande: cuando la revolución se b a tía e n re
tirada en to d a E spaña, A rag ó n se reivindicaba com o el polo más avanzado de la
misma. ¿Se iba a rep e tir e n A ra g ó n el m ism o fen ó m en o que e n R usia co n
U crania? La p resencia de D u rm ti invocaba fatalm en te la personalidad de N ésto r
M akhno.
C o in cid e n te co n la celeb ración de la A sam blea de Bujaraloz, los facciosos de
sencadenaron u n ataqu e el día 4 de octubre, que am enazó todo el fre n te de
P erdiguera-L eciñena, cogiendo de p lano la avanzada de la C olum na “D u rru ti” en
ese sector, contiguo c o n las tropas del P O U M ; pero este ataque y la m a n era co n
que la C o lu m n a supo liberarse, lo abordarem os en el cap ítu lo siguiente, p ara tra
ta r ahora de los prim eros efectos que produjo en B arcelona la co n stitu c ió n del
C onsejo de D efensa de A ragó n.
Ya h a quedado d ic h o que e n el G o v e m de la G en e ra litat, que se co nstituy ó el
26 de setiem bre, el co ro n el Felipe Díaz S andino fue encargado de la C o n sellería
de D efensa, y que G arcía O liv e r desem peñaba el cargo de secretario de la misma.
A l ocupar Díaz S an d in o sus funciones, su m áxim a preocupación fue p o n e r en
práctica los decretos relativos a la m ilitarización de las m ilicias dictados por
M adrid. Pero él sabía que d ich a o peración n o podía llevarse a térm ino de golpe y
porrazo e n el fren te de A ragón , sino que debía proceder con m ucho ta c to para
evitar u n a reacción b m ta l por p arte de las C olum nas confederales. La ocasión
vino a brindársela la tirantez que se h ab ía creado en el frente de A ragón e n tre los
confederales y V illalba, bajo cuya som bra actuaba D el Barrio b oicoteando al m á
xim o las colectividades cam pesinas e n el sector de T a rd ie n ta y Barbastro. El p ro
blem a en A ragón n o era m ilitar, sino político. La C N T estaba dispuesta e n
A ragón a llevar a d e la n te su obra revolucionaria; pero el P SU C , por in term ed io
de SUS milicias, estaba tam b ién dispuesto a im pedirlo. El proceso de la co n tra rrc '
volución en A rag ó n estaba clarísim o, realidad que se disfrazaba bajo el ropaje de
la guerra y que se to cab a co n los dedos. El coronel V illalba, presentándose com o
u n m ilitar republicano “que n o h acía p o lític a”, e n los hech o s facilitaba la tarea al
P S U C , creando situaciones de tirantez e n el frente y llegando h asta el extrem o de
crear en el N o rte de A ragón u n C o m ité de G uerra autó n o m o del de Sariñena. El
objetivo H uesca quedaba así postergado a n te los objetivos de boicotear las co lec
tividades. El C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascistas h a b ía destinado a ese sec
to r u n m illón de cartuchos co n el fin de que se m oviera to d o el citado sector y se
term inara ya co n la conquista de H uesca. Pero H uesca n o se conquistó, y el m i
llón de cartuchos fue em pleado en operaciones de retaguardia o enviado a
Barcelona. A n te esa situación, Díaz S an d in o y G arcía O liv e r determ in aro n c o n
vocar u n a re u n ió n en S ariñ en a de los delegados de C o lu m n a, a fin de estudiar
co n ju n tam en te la puesta en m archa de u n Estado M ayor e n A ragón. Esta reu n ió n
se celebró el 8 de octubre, e n plena ofensiva de la U n id ad M óvil de A ragón, m a n
dada por el coronel G ustavo U rrutia, que lanzó co n tra la C o lu m n a “D urruti” sus
cuatro m il q u in ien to s hom bres, asistidos por la aviación y la artillería.
A esa reu n ió n asistieron por la C onselleria de D efensa: Díaz Sandino, Joan
M oles y G arcía O liver, y por las C olum nas de A ragón: coronel V illalba, D el
Barrio, A n to n io O rtiz, José Rovira, D urruti y Pérez Salas. Estos nom bres in d ican
que lo que se iba a dirim ir en dicha re u n ió n era el litigio V illalba-D el Barrio c o n
D urruti-O rtiz.
El coronel Díaz S an d in o com enzó p or exponer la trágica situación en que se
en co n trab a M adrid después de la pérdida de S an M a rtín de Valdeiglesias,
Sigüenza y N avas del Marqués. El avance faccioso sobre la capital española obligó
al G obiern o a m ovilizar las qum tas o clases de 1932 y 1933, y pasar a la m ilitari
zación de las m ilicias. Se im ponía, según criterio de S andino, reforzar la disciplina
e n el frente y unificar los m andos m ilitares, creándose u n Estado M ayor que sería
presidido por el co m an d an te de aviación Reyes, asistido por los capitanes
G u a m e r y B atet. A ese Estado M ayor se agregarían los jefes de C olum na. D el
Barrio fue el prim ero en objetar el m en cio nado plan, p resen tan d o la cuestión de
la “guerra que cierto sector de m ilicias h ab ía llevado al co ro n el V illalba”. Lo que
a él le interesaba n o era la creación del Estado M ayor, sino aclarar por qué se gue
rreaba co n tra V illalba. El coronel Díaz S an d in o indicó que n o se trataba en aque
llos m om entos de co n tin u ar sacando las cosas pasadas a relucir, sino de pasar a
u n a organización seria que pudiera colocar a las m ilicias e n situación de conquis
tar las posiciones que te n ía n antes. D el Barrio persistió e n m a n ten e r “que él n o
podía olvidar lo pasado”.
“Las diferencias políticas que tie n e n ustedes — señaló Díaz S andino— ya laá
resolverán cuando se haya ganado la guerra. A h o ra lo que im porta es que unifi"
quem os los m andos”.
Rovira, en n om bre de las fuerzas del P O U M , m anifestó “que puede haber va
rias m aneras de in terp re tar el m ando ú n ico ”, y, en consecuencia, “se reserva su
opinión sobre esa cuestión”.
D c l B a r r i o in.si.ste e n q u e l o q u e h a y q u e t r a t a r “ n o e s l a c u e s t i ó n d e l m a n d o
LA C O N FE D E R A C IÓ N U B E R T A R l* ARA GON ESA é if
Único, sino de otras cosas". A n te esas posiciones y los antagonism os que se pro
vocan, e n vez de u nificar esfuerzos, Díaz S andino dice:
“- E n esto, si n o vam os todos cogidos del brazo n o conseguirem os nada; desde
luego, así nos ganan. N o te n em o s m aterial n i tenem o s nada; lucham os c o n u n a
serie de dificultades. Ellos está n organizados y tie n e n m aterial. Si n o querem os
unificar nuestros esfuerzos, en to n c e s lo m ejor es m archarse cada u no a su casa y
que los fascistas se m e ta n e n B arcelona”.
Del Barrio, p or su parte, exclam ó:
“- N o discutam os más. Iniciarem os esto, pero opinarem os, porque som os de
h ec h o los que sufrimos las consecuencias directas. H a h abido siempre u n divorcio
entre el fren te y B arcelona”.
Y G arcía O liv er replicó:
“-H e m o s tratad o de ser lo m ás im parciales posibles e n la elección del hom bre.
Si hubiéram os designado a D urruti, hubierais dicho que se h acía u n a p o lítica par
tidista, Y si hubiéram os propu esto a O rtiz, hubierais d ic h o lo mismo. T e n ía que ser
un m ilitar de los que se h a n destacado en el frente, y V illalba podía h ab e r sido,
pero queda in c apacitado por las rencillas que existen e n tre vosotros. P or esa ra
zón hem os buscado a u n h o m b re que nos parece que reúne las condiciones m o ra
les y técnicas (...). P ero si tie n e que ser aceptado co n reservas, yo n o cargo co n
esa responsabilidad y d im ito ”.
A esto, respondió D el Barrio:
“- S e h a creado u n estado pasional... H ay una p arte del frente que lu c h a c o n
tra el coronel V illalba”.
Y Ortiz:
“-L o digo francam ente: yo voy a lo m ío. Yo soy anarquista, y creo que lu c h a
remos hasta allí d o n d e podam os llegar. Pero hasta ta n to n o discutam os, p roceda
mos h o n rad am en te, y todo lo que se m e m ande lo haré, lo hago y lo h e h e c h o ”.
E n c u a n to a D urruti, expuso lo que sigue:
“-Y o h ab ía llegado a u n a conclusión. Lo peor que tenem os en el fre n te de
A ragón, d o nd e más rencillas y más cosas hay, es en Barbastro. Barbastro es u n
nido de perturbaciones (...). H ay q ue darse cu e n ta de la situación. Ya nos h a n des
plazado fuerzas del n o rte, com o están desplazando fuerzas de otros sectores e n el
frente de A ragón. Yo los estoy v ie n d o apenas a cien m etros d elan te de nosotros.
Estamos v iendo allí u n a ca n tid a d enorm e de gente, y esperamos que nos d e n ei
achu chón. Si m e preguntarais có m o el otro día defendim os Farlete y M onegrdlo,
os respondería que n os defendim os com o pudim os, y estaba viendo el m o m en to
que salíamos corrien d o h ac ia Fraga y que perdíam os esas dos posiciones. Esto
tiene que term inar. H ay que acabar co n la cuestión de Barbastro para que renazca
la confianza en el fre n te ”.
A co n tin u ac ió n , D el Barrio com entó:
“- Y o , e l o t r o d ía , e n a u s e n c i a d e l c o r o n e l, m e t o m é la a tr ib u c ió n q u e p a r e c ía
m e c o rre sp o n d ía c o m o m ie m b ro d el C o m ité d e G u e rra , d e e n v ia r v e in tic in c o ca-
r a b m e r o s a G r a u s c o n o r d e n d e d e t e n e r a t o d o e l c o m i t é d e l p u e b l o . Y si n o m a n
d a m o s lo s v c i n t i c m c o c a r a b i n e r o s a C J ra u s Uw c o m p . i ñ e r o s d e la C ' N T n o s f u s i l a n
it d i e c i s i e t e h o m b r e .s q u e n o e r a n MK ialista.s t(xli>s, s i n o r e ( 'i ib l i i a n o s lo s m .ls , l . o t
6 l6 EL REVOLUCIONARIO ^DEL 19 D E JU L IO A L 20 D E N O V IEM BRE DE
carabineros n o lo cum plieron por desgracia, pero la o rden era ésta, firm ada por
mí. N o m andé la G uardia C ivil porque n o se hablara o tra vez de la lucha de la
G uardia C ivil c o n tra el pueblo
El coronel V illalba intervino:
“-Q u e d a u n a cosa e n el aire, u n a acusación
Y D urruti replica:
“-L o s m ilitares deberían ser los asesores, unos verdaderos asesores, y n o de-
bierais m eteros n i co n bandos ni co n nada. Q u e tuviesen esa responsabilidad las
representaciones políticas de las C olum nas (...)”.
Del Barrio:
“-E l pueblo quiere a los m ilitares que se h a n puesto a su lado y están co n n o
sotros. Y lo h a dem ostrado que cuando h e hablado del coronel V illalba en el m i
tin, el pueblo se le v an tó en masa y aclam ó al coronel”.
Durruti:
“- E n cuestión de decretos y de bandos, el pueblo n o traga n u n c a a los m ilita
res. C uando u n m ilitar pone su firm a e n u n decreto o bando, te n d rá eficacia, pero
en seguida despierta recelos. Se les quiere porque están lu chand o, pero nada m ás”.
Del Barrio:
“-Y o h e expuesto mis reservas co n relación al m ando único, y las expondré a
m i partido, y h aré lo que él m ande (...)!’.
Ortiz:
“- P o r m i parte, las reservas son siem pre falta de honradez”.
Durruti:
“- U n a cosa inadm isible ahora e n vosotros es la reserva. N osotros n o hem os
tenido nin g u n a reserva. En M adrid se h a form ado u n G o bierno, y sin que nos h a
yamos preocupado de si era socialista, nosotros a luchar. Y si vosotros venís ahora
-y nos decís, aquí hay u n a reserva, verem os que n o acertáis. E n estos m om entos
consideram os falsas las posiciones de reserva. Yo, por m i parte, n o h e pedido
n u n c a nad a a m i organización”.
G arcía O liver, dirigiéndose a D el Barrio:
“¿'Q ué idea tienes tú del m ando único?”
Del Barrio:
“-Y o h e sido siem pre partidario del m ando único, pero com o consecuencia de
u n a situación creada co n anterioridad, y, natu ralm en te, el m ando único que se
constituye n o es n o rm al”.
G arcía O liver:
“- E l que más se h a resistido a aceptar el m ando ú nico e n el frente h e sido yo,
y ya sabe S an d in o por qué m e resistía. El problem a del m ando único tiene una d i
ficultad: y es la de dar el m ando. E n esta guerra se está d an d o u n fenóm eno, y es
-que los fascistas, cuando les atacan en ciudades, ag uantan m ucho y los nuestros
n o aguantan nada; ellos cercan u n a ciudad y al cabo de dos días la tom an. La cer*
cam os nosotros y nos pasamos allí la vida. Se ha ab andonado ahora una posición,
Leciñena; pero eso n o puede ocurrir más. A sí com o así, nadie puede aband onar
u n puesto ocupado. Se explica que a n te un ataque se aban d o n e una trin ch era...”
Ilovira:
LA C O N FE D E R A C IÓ N U B E R T A R IA A RAGONESA ÍI7
C a p ít u l o X V I
178. M rtth ieu G o r m a n , ¡Salud, cam aradas!, Ed. T rih o r d , París, 29 d e j u m o d e 1937.
LA SOM BRA D E S T A U N SO B R E E S PA SA 6 U
h ab itan tes y, a m enudo, u n a m anera muy especial de ver la guerra. Eso n o podía
co ntinu ar. Se h a n aportado algunas correcciones y seguram ente hab rá que apor
tarse m ás”.
“-¿P ero los grados, los saludos m ilitares, los castigos, las recom pensas...?”
“-N o so tro s n o tenem os necesidad de n ad a de eso. A q u í somos anarquistas.”
“-E l antiguo C ódigo de Justicia M ilitar, ¿no h a sido puesto e n vigor por u n re
cien te decreto de M adrid?”
“- S í, y esta decisión del G o bierno h a producido u n efecto deplorable. A llí tie
n e n u n a falta absoluta del sentido de la realidad. Existe u n contraste total entre
aquel espíritu y este de los milicianos. Nosotros somos m uy conciliadores, pero sabemos
que una de estas mentalidades debe desaparecer delante de la otra”.
“~¿No piensas que si la guerra dura m u ch o tiem po el m ilitarism o se estabiliza
ría y pondría en peligro a la revolución?”
“-¡B ien ! ¡Es precisam ente por lo que h ac e falta ganar la guerra lo antes posi
ble!”
“C o n esta réplica, el cam arada O urruti nos sonríe y nos dam os u n apretón de
m anos”
Por su parte, la C N T y la FAI publicaron la siguiente nota:
“Sería infantil dejar las fuerzas proletarias bajo el co n tro l absoluto del
G obierno. U n obrero m ovilizado n o es u n soldado, sino u n trabajador que h a
cam biado su ú til p or u n fusil; entonces, el com bate es el m ism o en la fábrica que
en el frente. E n consecuencia, es ta m b ié n a las organizaciones a quienes les co n
viene controlar sus efectivos. La C N T , sin esperar órdenes de nadie, tom a sus res
ponsabilidades, d an d o las órdenes siguientes a los obreros ad h eren tes tocados por
la movilización: “P resentarse in m ed iatam en te en los cuarteles controlados por la
C N T , o en sus sindicatos y com ités de defensa, donde se les dará la tarjeta de m i
liciano para su incorp oración en las C olu m n as C onfederales”. T o m a n d o esta d e
cisión, la clase obrera afirma u n a vez más su fe en la revolución en m archa” >83.
C o n esta resolución la C N T tratab a de arm onizar la a c titu d de los m ilicianos
anarquistas y las decisiones del G obierno. Pero lo que la C N T ignoraba era que
la m aquinaria estatal en m anos de Largo C aballero era insaciable, y n o porque
C aballero lo quisiera, sino porque él m ism o era prisionero del aparato que estaba
reconstruyendo.
A l decreto de m ilitarización siguió el de nacionalización de la industria de
guerra, lo que significaba arrancar de las m anos de los obreros la adm inistración
y el co ntrol de esa industria para pon erla e n m anos de u n a b urocracia que n o bus
caba otro fin que el devolver a sus antiguos propietarios las em presas expropiadas
por la revolución.
C am ilo B em eri, desde su periódico, órgano de los exiliados italianos en
España, Guerre di clase, denunciaba los avances de la contrarrevolución; y llega
dos ya al m o m ento en que estam os escribía que “flotaba en el aire u n cierto per-
183. A . y D. P r u d h o m m e a u x , o p . cit.'.
LA SOM BRA D E S T A U N SO B R E ESPAÑ A (« 5 '
fume de N oske” D en u n c iar n o era suficiente, sino que h ab ía que co n tra rre s
tar; pero ¿cómo...?
Estaba claro que to d a la p o lític a de Largo C aballero iba dirigida c o n tra la clase
obrera, y p or ta n to c o n tra la C N T . Pero ¿es que Largo C aballero p o d ía realizar
otra política? ¿Su G o b iem o , acaso, n o fue form ado para reconstruir el an tig u o
aparato estatal rep u blicano burgués?
Y la C N T , ac ep tan d o la colabo ración dem ocrático-burguesa co n las otras
fuerzas antifascistas, ¿no h ab ía obrado tam bién en el m ism o sentido...? La rev o lu
ción estaba e n u n p u n to m uerto, y n o existía o tra m an era de salir de él que afron
tando la co n tra rre v o lu ció n co n las armas en las m anos, d en tro del propio cam po
antifascista y, a la par, batirse c o n tra las tropas de Franco; pero ¿era eso posible...?
U n p leno n a c io n a l de la C N T arbitró una fórm ula que habría podido ser fac
tible si la U n ió n S o v iética n o h ubiese entrado en E spaña y n o guardara ya e n su
país el tesoro español. C o n la p en e tra c ió n del poder soviético en España, y Largo
C aballero prisionero de esa influencia, el plan de la C N T estaba c o n d e n ad o al
fracaso. Ese p la n consistía e n la form ación de u n G o b ie m o obrero a base de la
C N T y de la U G T e n el que los partidos jugarían u n papel secundario. A ese
G o b iem o se le llam ó C o n sejo N a c io n a l de D efensa. Por u n m om ento, Largo
C aballero se sin tió atraíd o p or la propuesta; pero u n a ligera indicación del em b a
jador ruso M arcel R osem berg le devolvió el sentido del realism o p o lítico de su
co n dición de prisionero de la U R S S . Y el clavo fue rem achado por u n a ca m p a ñ a
que inició el PC E d e n u n c ia n d o la “conspiración C N T - U G T ”. T oda el ala pro-es-
talinista del P artido Socialista, c o n Indalecio P rieto e n cabeza, se le v an tó c o n tra
ese in te n to “de descartar a los partidos políticos de la dirección de la g uerra”.
A p artir de aquel m o m en to Largo C aballero sin tió cóm o la tierra com enzaba
a resquebrajarse bajo sus pies Y el PC , sin im portarle provocar la guerra civil
e n el cam po antifascista, se lanzó ya a sus ataques directos co n tra la clase obrera.
V icen te U ribe, m in istro de A g ricu ltu ra por el P artido C om unista, publicó u n de
creto sobre colectivizaciones agrícolas, en el cual se decía que n o po drían ex p ro
piarse tierras de las cuales n o se pudiera dem ostrar, co n pruebas en la m an o , que
los propietarios expropiados e ra n verdaderam ente fascistas. E n razón de este d e
creto, las m il q u in ien ta s colectividades cam pesinas organizadas por la C N T en
L evante, A ragón, A n d alu c ía y C a stilla quedaban am enazadas de m uerte. P ero la
co ntrarrevolución n o se d e te n ía e n eso, sino que atacó asimismo a los tra n sp o r
tes, m inas y otros cen tro s de pro d u cció n que los obreros h ab ían colectivizado o
socializado. E ran todas las conquistas obreras las que estaban en peligro. Era, por
187. R e m i ti m o s a l l e c t o r a las n o t a s q u e t r a t a n so b re e s te t e m a .
188. D e c la r a c io n e s d e F ra n c is c o C a r r e ñ o e n u n a c o n f e r e n c i a p r o n u n c i a d a e n el A t e n e o
Faros d e B a rc e lo n a , d e s p u é s d e los h e c h o s de m a y o d e 1 9 Í 7 , a la c u al a s istim o s, po
d i e n d o o ír el r e l a t o d e su v ia je a R usia.
6 i8 e l r e v o l u c io n a r io ^DEL 19 DE J U U O AL 2 0 D E NOVIEMBRE D E 1 93 ^
h ace veinte años por la em ancipación de u n a clase ofendida y hum illada du ran te
siglos y siglos. H ace v ein te años que los trabajadores rusos izaron en O rien te la
bandera roja, sím bolo de la fraternidad e n tre el proletariado in ternacional, en el
cual depositasteis to d a vuestra confianza para que se os ayudara e n la m agna obra
que habíais em prendido; depósito del que supimos todos los trabajadores del
m undo hacernos cargo respondiendo abnegadam ente co n las posibilidades que el
proletariado posee.
“H oy es en O cc id en te donde ren ace u n a revolución, y ond ea tam b ién u n a
bandera que representa u n ideal, el cual, triunfante, u n irá c o n lazos fraternales a
dos pueblos que fueron escarnecidos p or el zarismo por u n lado y la despótica m o
narquía por otro. H oy, trabajadores rusos, somos nosotros los que depositam os en
vuestras m anos la defensa de nuestra revolución; n o confiam os en nin g ú n político
sedicente dem ócrata o antifascista; nosotros confiam os en nuestros herm anos de
clase, en los trabajadores; ellos son los que tie n e n que defender la R evolución es
pañola, lo m ism o que hicim os nosotros h ac e v ein te años cu an d o defendim os la
R evolución rusa.
“C onfiad en nosotros; somos trabajadores auténticos, y p or n ad a del m undo
abandonarem os nuestros principios, y m enos hum illarem os la h erram ien ta sím
bolo de la clase trabajadora.
“U n saludo de todos los trabajadores que lu c h an co n tra el fascismo, co n las
armas en las m anos, e n el frente de A ragón.
“V uestro cam arada: B. D U R R U T I
“F rente de O sera, 23 de octubre de 1936” '89.
En el C en tro , la situación m ilitar era de d ía en día más angustiosa. Las tropas
facciosas por el Sur, to m an d o pueblos y ciudades, se aproxim aban peligrosam ente
a M adrid. El G o bierno, dando ya por seguro que M adrid caería en m anos de los
sublevados, pensó seriam ente en cam biar su residencia; pero llevándose co n él a
los organism os directivos de los partidos políticos y de las organizaciones sindica
les. El 18 de octubre, Largo C aballero convocó u n a reu n ió n de representantes d el
F rente Popular y, de h ec h o , tam bién a la C N T , aunque paradójicam ente se daba
el caso de que la C N T n o form aba parte de ese conglom erado político, aunque ac
tuaba unido a él.
En esa reu n ió n del 18 de octubre, la C N T estuvo representada por H oracio
M artínez Prieto, q u ie n recien tem en te h ab ía tom ado su S ecretaría G eneral, term i
nándose co n ello la interinidad asegurada por D avid A n to n a . Largo C aballero
pronunció u n discurso patético, con el cual buscaba co n v en cer a los presentes de
lo efectivo que sería para la guerra el cam bio de residencia del G obiem o . N inguno
de los representantes, n i ta n siquiera el delegado del P artido C om unista, encon-
tro desatinada la m edida propuesta y cuando parecía que todo el m undo estaba de
acuerdo el delegado de la C N T declaró que el pueblo interpretaría ese cam bio de
residencia del G o b iern o com o u n aban dono de M adrid, es decir, com o u n a ver
gonzosa huida; y q ue ello, dadas las continuas derrotas que se v enían sufriendo po
dría ser u n golpe m oral al espíritu com bativo de las milicias. La única respuesta
que dio C aballero a esas observaciones fue “que la C N T n o te n ía u n a visión rea
lista de la situ ación”. Pero H oracio M. Prieto sostuvo su tesis agregando que “en
el supuesto de que se efectuara ese traslado, la C N T se m a ntendría en M adrid, y
su C om ité N ac io n al n o seguiría al G o b ie m o ”. A n te esta actitud, el líder socialista
hubo de ren u n ciar a su proyectado traslado, con lo cual la C N T se ganó la an ti
patía de los representantes políticos que se veían ya “fuera de la línea de fuego”, y
que el “irrealism o de la C N T ” los sum ergía hasta el cuello e n la guerra
A n te Largo C aballero, H o ra cio M. P rieto ganaba en el prim er asalto; pero el
líder socialista, que n o veía co n buenos ojos la au to n o m ía de que gozaba la C N T
con relación al G o b iem o , intensificó su acción c o n m iras a obligar a ésta a co m
partir la responsabilidad g u b em am en tal. E ntre las m edidas de presión que u tili
zaba Largo C aballero p ueden ser interpretados los decretos de m ilitarización, n a
cionalización de industrias y los relativos a la agricultura. Largo C aballero sabía
que H oracio M. P rieto era p artid ario de la en trad a de la C N T en el G o b iem o , y
su actitud adoptada el 18 de o ctubre más le parecía u n a presión p o lítica que un
deseo de in terp re tar el sentir de las masas. Así, el Jefe de G o bierno in terp re tó que
era u n a cu estió n de fijación de m inisterios para que la C N T participara en el
G obiem o. E ntre Largo C ab allero y H oracio M. P rieto se entab laro n discretas
conversaciones, n egociando la en tra d a de la C N T e n el G abin ete. A l fin, se c o n
vino que ésta d ispondría de cu a tro m inisterios; pero la C N T elegiría sus m inistros,
aunque se co m prom etía a en v iar a D u rm ti a M adrid. A p artir de este m o m e n to la
operación fue rápida.
H oracio M. P rieto sabía qu e la m ejor m anera de h ac er aceptar a la base sindi
cal de la C N T la en tra d a de ésta e n el G o b iem o era eligiendo para los cargos m i
nisteriales a las figuras m ás representativas de su ala izquierda, es decir, la te n
dencia “faísta”. Y los m ás representativos de d ic h a ten d en cia eran Federica
M ontseny y Ju a n G arcía O liver. E n la elección de personas H oracio n o co nsultó
con nadie, n i siquiera co n sus com pañeros de C o m ité. O bró com o u n verdadero
jefe de partido. A los m oderados, Ju an López y Ju an Peiró, les p revino por te lé
fono que asegurarían u n o y otro, respectivam ente, los m inisterios de C o m ercio e
Industria. C o n la M o n tsen y y O liv e r las cosas v ariaban porque n o so lam ente d e
bían vencerse “escrúpulos anarqu istas”, sino ta m b ié n “razones tácticas”. E n tales
condiciones n o bastaba el teléfono y, por ello H oracio se desplazó a B arcelona
para resolver p erso n alm en te esta cuestión. C u an d o se le com unicó a Federica que
debía ser m inistro, según ésta, tuvo u n a verdadera crisis. P rim ero rechazó, ale
gando que h ab ía otros que cum pUrían m ejor esa función, luego consuh ó co n su
padre, el viejo anarquista Federico U rales, y pese a que éste le aconsejó que acep
ta ra — dadas las difíciles circunstancias que se vivían— se resistió y n o dio su co n
form idad h asta que H oracio, h aciendo uso de todas las prerrogativas de su cargo,
apeló a la “responsabilidad m ilita n te”. A n im a d o por este triunfo, H oracio e n to n
ces se entrevistó c o n G arcía O liver; pero aquí la situación era m ucho más difícil.
E n G arcía O liver la cuestión de en tra r o n o en tra r e n el G o b iern o n o era pro
blem a que le qu itara el sueño. E ran razones tácticas de más peso que las que ex
po n ía H oracio lo que obligaba a G arcía O liv er decir que no. G arcía O liver p e n
saba que el cen tro nervioso de la revolución y de la guerra se en co n trab a en
Barcelona, que si la C N T perdía su influencia y el control p o lítico de Barcelona,
lo perdía todo. Ya fue u n error, según él, la disolución del C o m ité C e n tral de
M ilicias A ntifascistas, pero ese error se h ab ía com pensado co n trolando la
C onsellería de Defensa, en la que él ocupaba el cargo p rincipal contro lan do d i
rectam en te las m ilicias de A ragón, la Escuela de G uerra y la Escuela de A viación,
recien tem en te form ada por él mismo. La policía aún se m a n te n ía bajo el co ntrol
de A urelio Fernández y de D ionisio Eróles, y las “Patrullas de C o n tro l” se e n c o n
trab a n bajo el c o n tro l de José Assens. D esde todos estos p u ntos se podía co n ten er
al P S U C , el cual ganaba posiciones gracias a las debilidades del C o m ité Regional
de la C N T . G arcía O liv er alegaba — y n o le faltaba razón— que él era u n a pieza
fundam ental para m a n te n e r ese equilibrio que ta n difícilm ente se sostenía. Si sa
lía él de la C onselleria de D efensa su reem plazante carecería de su influencia y,
poco a poco, Díaz S an d in o term inaría por im ponerse, y las posiciones que ta n frá
gilm ente se m a n te n ía n irían cayendo u n a a u n a en m anos o bajo la influencia del
P SU C . El análisis de G arcía O liver era co h e ren te , y n o c o n tin u a r afirm ándolo era
ta n to com o p oner e n peligro todas las conquistas revolucionarias. Pero H oracio,
que realm ente n o creía en la revolución y n o buscaba o tra cosa que transform ar
al anarquism o de la FA I en u n partido político, sirviéndose de la C N T com o
tram polín electoral, presionó fuertem ente sobre G arcía O liver, y éste term inó por
aceptar, n o sin señalar que h acía responsable al C om ité N a c io n al del m al paso
que se daba. A nu estro juicio aquí G arcía O liver com etió u n grave error, porque
aleccionado com o estaba por lo del C o m ité C e n tra l de M ilicias A ntifascistas d e
b ía haberse negado ro tu n d am en te a seguir a H oracio M. P rieto en su m aniobra
política. La acusación que pesaba sobre G arcía O liver de “anarco-bolchevique”
quedaba u n a vez más confirm ada, aunqu e ca ren te de base, porque u no de los más
graves defectos de este “anarco-bolchevique” fue siempre el de ser respetuoso con
los acuerdos de la C N T , som etiéndose a sus resoluciones.
Para que H oracio M. P rieto pudiera considerarse victorioso en toda su línea,
faltaba solam ente co n v en cer a D urruti; y co n ese propósito se desplazó a
Bujaraloz. Pero, para entonces, D urruti estaba ya prevenido p or G arcía O liver so
bre las intenciones de H oracio. In m ed iatam en te que afloró la cuestión, D urruti
cortó rápido al secretario general de la C N T : “N o, él n o ab andonaría A ragón, y
m enos cuando el C onsejo de D efensa de A ragón vivía una vida precaria, no re
conocido aún por la C N T , tratado de organism o “incontrolado" por los com unis
LA SOMBRA D E STALIN SOBRE ESPAÑA 6 )1
tas, e ignorado por el G o b ie rn o C e n tra l”. H oracio insistió, recordándole “la res
ponsabilidad m ilita n te ”. H ablarle a D urruti de responsabilidad, y m e n cio n a rle a
la “disciplina”, después de lo que ya estaba viviendo, fiie sacarlo de sus casillas:
“-Y o n o reconozco más disciplina que la que se d eriv a de la R e volució n”.
E n cu a n to a “la responsabilidad orgánica” fue aú n más duro diciéndole q u e en
la retaguardia h a b ía n sustituido la antig ua responsabilidad m ilitante p or u n a n e
fasta responsabilidad burocrática”
A H oracio n o le quedó o tro rem edio que salir de A ragón, m aldiciendo “la
irresponsabilidad de los co m b atien tes del fren te”.
¿Qué h ab ía pasado e n D u rru ti para que adoptara, fren te a la C N T , esa a c ti
tud? P en san d o en su revuelta, le v in o a la m em oria unas frases pron u n ciad as p or
Francisco A scaso a n te M an u el Buenacasa, cuando éste, en nom bre de la C N T , y
com o secretario que era de la m ism a, le dijo “que la O rganización te n ía siem pre
razón”, a lo que A scaso respondió: “N o siem pre; y e n esta ocasión, soy yo q u ie n
la teng o” w2 . £1 h e c h o de que a h o ra D urruti, que siem pre se h ab ía som etido a los
acuerdos de la O rganización, dijera n o a su secretario general, podía m terp retarse
com o u n “alzam iento ” c o n tra el burocratism o de los com ités, los cuales, a b u
sando de unas circunstancias especiales, obraban e n n om b re de la C N T su stitu
yendo a sus m ilitan tes. Su rev u e lta podía decirse que arran cab a ya del 19 d e ju
lio, y se fue afirm ando al co nvertirse “de biela de la C N T en eje de la rev o lu c ió n
en A ragón ” '93. Los tres meses de guerra h ic iero n co m prend er a D urruti in fin id ad
de cosas; pero la p rin cip al en señ anza que sacaba de este período era la p le n a c o n
firm ación de la capacidad p o lític a de la clase obrera para regirse a sí m ism a y el
m al que causaba a la rev o lu ció n el dirigism o burocrático de los com ités...
T a n p ro n to com o H oracio M. P rieto llegó a M adrid se apresuró a u ltim a r co n
Largo C aballero los trám ites de e n tra d a de la C N T en el G obiem o. La ac titu d
adoptada por D urruti podía ec h arlo todo a rodar, si G arcía O liver se desdecía y se
provocaba u n p le n o regional de la C N T en C atalu ñ a, donde se p la n tea ra y dis
cutiera la gravedad del paso que, e n tre bastidores, el C o m ité N acio n al de la C N T
estaba p resto a dar. A sí, el 4 de noviem bre, la inm ensa m ayoría de m ilitan tes de
la C N T y de la FA I q u ed aro n sorprendidos por la n o tic ia que daba la prensa d e la
en trad a de los nuevos cuatro m inistros en el G o b iern o de Largo C aballero. Pero
la sorpresa n o era sólo para los m ilitan tes de la C N T , sino tam b ién para to d o el
m undo “b ien p e n san te de la burguesía”, al ver que u n perseguido, u n “b an d id o de
vieja leyenda”, regentaba e n ese G o b iem o n ad a m enos que el M inisterio de
Justicia. N o s referim os a G arcía O liver.
191. C o m u n i c a d o al a u t o r p o r d iv e r s o s c o n d u c to s , y c o r r o b o r a d o p o r la a c t i t u d d e D u r r u t i
a n t e el b u r o c r a ti s m o n a c i e n t e y a n t e e l p r o p ó s ito d e e n v ia r le a M a d rid .
C a p ít u l o X V II
«
¡Viva Madrid sin Gobierno!»
194. Julián Zugazagoitia, Cluerra y vicisitudes de los es[xiñoles, Ed. Librería Española, París.
«j VIVA M ADRID S IN GO BIERNO I» 6 )J
de otros com pañeros de vieja am istad; es decir, de los tiem pos heroicos. ¿De qué
se podía h ab lar e n tre ese grupo de revolucionarios que n o h ab ían ren u n ciad o a la
revolución y que cada uno, a su m anera, luchaba c o n tra la ten d en cia b u rocrática
de los com ités? “D urruti declaró a sus amigos que estaba asustado por los rápidos
progresos que h ab ía h e c h o la contrarrev o lu ció n y los estragos que estaba h a c ie n d o
el burocratism o e n las filas de la C N T y de la FAI. Y nos dijo que él te n ía la in
te n c ió n de atacar ese te m a e n el discurso que le h a b ía n propuesto p ro n u n ciar; y
M arcos A lc ó n añade:
“R ecuerdo p erfec tam en te el efecto que hizo ese discurso en m uchos co m p a
ñeros “responsables” de la C N T y de la FA I, y co n m ás razón recuerdo ta m b ié n el
pánico que sin tiero n los m edios políticos catalanes. D urruti les hizo saltar de
m iedo cuando, e n lenguaje ex trem ad am en te duro, les anunció que h ic ie ra n lo
que h icieren n o lograrían estrangular la revolución so p retex to de u n antifascism o
incoloro. N o te exagero, y h ay a ú n testim onios que u n án im em en te e s tá n de
acuerdo al considerar que el te x to publicado por la prensa, incluso la confederal,
era u n te x to que, au n q u e v io len to , hab ía sido censurado. Puedo asegurarte que n i
de lejos el te x to p ublicado correspondía a las palabras pronunciadas p or D urruti,
cuyas frases so n aro n com o verdaderas bofetadas para los aprovechados de la
R evolución. Estos cortes y arreglos al discurso h a c e n a veces de él algo in c o h e
rente, pero queda que fue u n discurso violento, agresivo, pero razonado” '*5.
H e aquí el te x to d el citad o discurso:
“¡Trabajadores!: M e dirijo al p ueblo catalán, a ese pueblo generoso que h ace
cuatro meses supo d eshacer la barrera de los m ilitares que querían som eterle bajo
sus botas. O s traigo u n saludo de los herm anos y com pañeros de A ragón, a unos
kilóm etros de Zaragoza, y que están viendo las torres de la Pilarica.
“A pesar de la am enaza que se ciern e sobre M adrid, hay que te n er p resen te que
hay u n pueblo e n pie y por n a d a del m undo se le h a rá retroceder.
“R esistirem os en el fren te de A rag ó n an te las hordas fascistas aragonesas y nos
dirigimos a los h erm anos de M adrid para decirles que resistan, pues los m ilicianos
de C a ta lu ñ a sabrán cum plir c o n su deber, com o cu an d o se lanzaron a las calles de
B arcelona para aplastar al fascismo.
“N o h a n de olvidar las organizaciones obreras cual h a de ser el deber im pe
rioso en los m om entos presentes. E n el frente, com o e n las trincheras, h a y u n
pensam iento, sólo u n objetiv o. Se m ira fijo, se m ira ad elan te, co n el solo p ro p ó
sito de aplastar al fascismo.
“Pedim os al pueblo de C a ta lu ñ a que se term in en las intrigas, las luchas in tes
tinas; que os pongáis a la altu ra de las circunstancias; dejad las rencillas y la p o lí
tica y pensad e n la guerra. El p ueblo de C atalu ñ a tie n e el deber de corresponder
a los esfuerzos de los que lu c h an e n el frente. N o h ab rá o tro rem edio que m o v ili
zarse todo el m undo; y que n o cre an que h a n de movilizarse siem pre los mismos.
S i los trabajadores de C a ta lu ñ a h a n de asum ir la responsabilidad de estar e n el
frente, ha llegado el m o m en to de exigir del pueblo ca ta lá n el sacrificio ta m b ié n
co n tin u ar en M adrid y los m inistros, com o auténticos com isarios deben ser los
anim adores de la lucha e incluso batirse e n las barricadas”.
Todos los m inistros, com prendidos los com unistas, m iraron co n ojos de es
p an to a ese loco que les pedía acudir a las barricadas..., y fijaron después la m irada
e n el prim er m inistro, el cual, por su gesto, expresaba b ie n su irritación. Largo
C aballero volvió a h ac er uso de la palabra, instando a los m inistros de la C N T
para “que se com p o rtaran razonablem ente”, porque el tiem po aprem iaba, y la re
solución debía tom arse por unanim idad. G arcía O liver se ratificó e n lo dicho, ra
tificación que situaba al G o bierno e n u n p u n to m uerto. ¿Qué hacer? Largo
C aballero propuso que los m inistros de la C N T que se c o n c erta ra n en privado
porque la votación, repitió, había de ser u nánim e. Los cuatro m inistros de la C N T
ab andonaron el salón para reunirse aparte. E n privado no p o d ía n m odificar una
posición que era com partida por todos, pero com o había que salir de aquella si
tu ació n d eterm in aro n telefonear al C o m ité N acio n al de la C N T , y que ese orga
n ism o to m ara u n a resolución. La resp u esta de H o ra c io M . P rie to fue:
“M antenerse firm e, pero si se corre el riesgo de crisis, en to n ce s ceder...” N ueva
afirm ación de G arcía O liver; nueva respuesta de Largo C aballero; callejón sin sa
lida... La atm ósfera era irrespirable... ¿C óm o term inar co n esos locos de la C N T ?
Los m inistros p erdían su seriedad y, a viva voz, por ejem plo, los del Partido de
M anuel A zaña rep ro ch aro n a Largo C aballero su em p ecin am ien to en m eter en el
G o bierno a los anarquistas.
“- ¡V e a usted m ism o los locos que nos h a m etido en el G o b iern o !”
N u eva salida de los m inistros confederales para conferenciar en privado. Y
nu ev a llam ada telefónica a H oracio M. P rieto, q uien esta vez respondió:
“-V o ta d , y después volveréis in m ed iatam en te a M adrid”.
C uan d o G arcía O liv er se lev antó para com u nicar el resultado de la delibera
ció n se hizo u n silencio grave, pesado y e n m edio de ese silencio anunció “que la
C N T votaba por la salida del G o b iern o ”. La exhalación de alivio que se escapó
de todos los pechos se oyó perfectam ente en la sala A p artir de este m om ento
todo se desarrolló a u n ritm o loco. L a obsesión era: m archar, m archar y m archar
cu a n to antes.
La situación e n las calles contrastaba c o n -el am biente m ezquino del C onsejo
de M inistros. La C N T y la U G T h a b ían lanzado u n m anifiesto que se resum ía en
esto: “ ¡Libertad o m uerte!” Las emisoras retran sm itían im provisados discursos lla
m ando a la resistencia. E n las calles, im provisados oradores arengaban a los que
querían fusiles, y era n m uchos los que reclam aban armas. El entusiasm o era u n d e
lirio colectivo, y cu an d o se llega a ese grado, n o cu e n ta el individuo sino la m ul
titud. Se respiraba co lectivam ente porque se presentía u n a m u erte colectiva.
C o n las prim eras sombras de la noch e, el G o bierno organizó su escape siendo
aquello n o u n a salida correcta, sino u n a verdadera huida. Largó C aballero ordenó
al jefe de su Estado M ayor que retransm itiera las órdenes necesarias al general
M iaja, n o m b rándole responsable de la Plaza de M adrid; y al general Pozas, d irec
trices para el ejército del C e n tro . Esas órdenes iban e n sobres lacrados y separa
dos co n la reco m en d ació n de “N o abrirse antes de las 6 de la m añ an a del d ía 7 de
nov iem bre”. ' '
El G o b iern o em prendió la h u id a por la carretera que conduce a V ale n cia vía
T aran có n , p oblación situada a unos 40 kilóm etros de la capital. A llí se e n c o n tra
ban los restos de u n a u nidad que hab ía com batido e n Sigüenza. El delegado res
ponsable de esa u n id ad era el anarquista V illanueva. N i V illanueva n i sus h o m
bres estaban al co rrien te de lo que ocurría en M adrid, pero h ab ían recibido órd e
nes estrictas del C o m ité de defensa de la C N T del C e n tro de im pedir la salida de
la capital y desarm ar a todos cu an to s acudieran a ese control.
“D e M adrid sale u n a larga carav an a de coches. E n ellos v a n los cobardes que
huyen del peligro. E n T aran c ó n , los m ilicianos, fusil e n m ano, d etie n e n los a u to
móviles. Y se establece el diálogo:
“-¿A d ó n d e vais?”
“- A V alen cia”.
“-¿ A qué?”
“-¡M isió n especial!”
“Es la ho ra de las m isiones especiales. Todos los flojos de espíritu se h a n bus
cado u n a m isión especial. Los m ilicianos n o transigen:
“-¡S o is unos cobardes! ¡V olved a M adrid!”
“A lgunos, avergonzados, regresan. O tros insisten e n pasar.
“-B u e n o , dejad las armas. E n V alen cia n o las necesitáis para n ad a”.
199. E d u a rd o d e G u z m á n , o p . cit.
2 0 0 . El g e n e ra l José A s e n s i o e ra su b s e c re ta rio d e l M i n is te r io d e la G u e r r a . N o d e b e c o n
fu n d irs e a e s te g e n e r a l c o n e l g e n e r a l A s e n s i o q u e s itia b a a M a d r i d . T é n g a s e b i e n e n
c u e n t a e s to p a r a e v i t a r erro res d e i n t e r p r e t a c i ó n e n el r e l a t o s ig u ie n te .
202. C ipriano Mera, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, Ed. Ruedo Ibérico,
París, 1975. En la edición francesa utilizamos el texto inédito de C ipriano Mera.
A hora usamos sus Memorias, ya publicadas, lo que implica, a veces, otra redacción
de estilo, pero no cambios de fondo.
203. Vicente Rojo, A sí fue la Defensa de Madrid, Ed. Era, México, 196?. En esta obra te
il.in lift.illi's ilel .isunli) de los sobres.
640 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 D E J U U O A L l o d e n o v i e m b r e d e 1936^
C a p itu lo XVIII
ElpasodelManzaiares
207. Id e m .
209. Robert G. C olodny, El Asedio de Madrid, Ed. Ruedo Ibérico, París, 1970.
210. “Pedro”, llamado tam bién Emo G eroe, o Gero, era junto con Togliatti (Ercoli) y
Codovila (M edina), quienes formaban la “troika” que dirigía a las marionetas del
Buró Político del PC, especialmente la o tra “troika” Hemández-La Pasionaria-Uribe,
porque el secretario general José Díaz, ex anarquista, estaba condenado por su “pe
cado originario”. “Pedro” se encuentra en su país, Hungría, en 1956 cuando el alza
m iento popular. En España en aquella hora, era quien dirigía toda la política del
PSUC y quien preparó la provocación estalinista de los hechos de mayo de 1937.
Según R. C abrer Pallás, quien se presenta él mismo, desde 19 de julio de 1936 hasta
el 1937, miembro de la Comisión Político-M ilitar del PSUC, fue este “Pedro” el cau
sante de la elim inación física en la U RSS de A ntonov Ovssenko. Y las razones fue
ron que en aquel entonces — según C abrer— en Rusia había dos tendencias: los que
hacían coro a Stalin y los que sostenían el internacionalism o revolucionario. De
acuerdo con C abrer esta última tendencia quería que “saliera para España material
útil y necesario a los combatientes de la primera línea de la resistencia al nazismo
(...). Stalin y sus corifeos preferían que los barcos fueran hundidos para que así en
Barcelona, en V alencia o en Cartagena, no se enteraran de la chatarra que les en tre
gaba la gran propaganda soviética, siempre basada en el engaño”. De esta forma, pues,
Ovssenko, denunciado por “Pedro” por “haber visto claro el juego de Stalin en
España”, fue liquidado junto con otros muchos más en los grandes procesos de 1937.
Jaumc Miravitlles, op. cit.
EL PASO DEL MANZANARES 64» •
era el nuevo distin tiv o de m ando del E jército que se estaba form ando.
Después pasaron u n a serie de peripecias de A lbacete a M adrid, d uran te las
cuales parte de la C o lu m n a se perdió (...).
“T ras una c o n tin u a com unicación de López T ie n d a co n sus oficiales inm edia
tos, c o n M iaja y R ojo, al día siguiente, 13 por la m añana, desfiló la C olum na por
la G ra n V ía m adrileña, en tre los aplausos del público “a los catalanes que v enían
a defender M adrid! (...) A prim eras horas de la tarde, esta C o lu m n a tom ó posi
ciones por los altos de la M oncloa-Parque del O este, especialm ente en las trin
cheras, ya abiertas co n anterioridad, a lo largo del Paseo de M oret y Rosales.
“El día 14-.• fue de to tal inactividad para la C olum na. (Pero) fue de u n a in
tensa actividad para López T ie n d a y sus inm ediatos colaboradores. C om o muy
b ien dice el señor M artínez Bande 212 , recibió la orden de p o n er su C olum na bajo
el m ando de D urruti, que hab ía llegado co n el grueso de su C o lu m n a (ésta sí com
puesta de anarcosindicalistas) desde el fren te de A ragón, y, tam bién, debió reci
bir tal orden la C o lu m n a de Palacios. A h o ra bien, dicha o rd en n o tuvo efectivi
dad más que sobre el papel. La C o lu m n a “Libertad-López T ie n d a ” n o se incorporó
a las fuenas de D urruti (...). La oposición personal de López T ie n d a a ponerse a
las órdenes de D urruti, cediendo co n ello e n su m ando ú nico sobre “su C o lu m n a”;
el disgusto en tre sus m andos profesionales de pasar a dep en d er de u n jefe de m i
licias; y la neg ativ a ro tu n d a y declarada del com isariado y p arte de la C olum na
(m arxista) a estar bajo u n anarquista co m o era D urruti, m o tiv aro n que tal orden
no tuviera u n a efectividad real y que López T ie n d a siguiera recibiendo sus órd e
nes d irectam ente de la Ju n ta de Defensa, es decir de R ojo y M iaja”.
A bram os u n paréntesis:
D urruti h ab ía dejado a sus hom bres e n V alencia y co n el fin de ganar tiem po
se desplazó co n M anzana, Yoldi y, seguram ente, co n G a rcía O liver, a M adrid.
D ebió anunciar a R ojo y M iaja la llegada de su C o lu m n a y, com o Rojo te n ía p la
neado y organizaba u n a contraofensiva p ara el d ía 15, por la m adrugada, y com o
D urruti arribaba a M adrid com o delegado general de los catalanes, Rojo, en su o r
d en (dada el día 14, com o lo señala b ie n M artínez Bande, englobó a las órdenes
de D urruti a la C o lu m n a “Libertad-López T ie n d a”. Pero com o queda ya claro que
López T ien d a y los m arxistas de la C o lu m n a n o quisieron som eterse a las órdenes
de u n anarquista y, com o además, y ya lo verem os luego, la C o lu m n a “D urruti”
llegó a M adrid e n la m añana del día 15, y n o en tra rá en fuego hasta la m adrugada
del día 16, con to d o esto se concluye que n i D urruti n i su C o lu m n a tie n e n n ad a
que ver con cu a n to aconteció el día 15 de noviem bre; es decir, el día en que los
facciosos del general A sensio cruzaron el M anzanares. Y e n esto es term in an te lo
que a co n tin u ac ió n agrega:
“El día 15 los m andos de la C o lu m n a recibieron la o rd en de López T ie n d a de:
“A vanzar y to m ar posiciones a lo largo de la m argen del M anzanares, en especial^
d elante del P u en te de los Franceses”, d o n d e los nacionales estaban atacando fu"
riosam ente co n la idea de establecer u n a cabeza de p u en te que les perm itiera u n
212. Historia y Vida, N ú m . 31, de o ctubre de 1970, artículo de M artínez Bande, stibre
l^iirruM en l.i Jefens.i de M.idrid.
EL PASO DEL MANZANARES 6 47
213. Historia y Vida, N u m . 35. E n la sección C orreo del L ec to r u n oficial profesion.il que
form ó parte de la m isma y que fue a Madrid, Francisco H idalgo M adero, responde a
M artínez Bando, vib re su a rtíc u lo que hace referencia a la C^olumna "l.ibertad-L ópoi
Tn-lld.l"
648 EL REVOLUCIONARIO <del 19 d e JULIO AL 20 d e n o v ie m b r e d e 193^
A la vista de este testim onio ya es fácil leer y com prend er la explicación que
da V icen te R ojo sobre el paso del M anzanares:
“En buena lógica, aquel ataque debió ser detenido e n seco co n los medios qu e
allí teníam os reunidos, muy superiores a los de cualquier o tro lugar, d u rante los
días anteriores a la batalla. Pero en este caso, el atac an te había aplicado la m á
xim a p o ten cia e n u n frente muy estrecho y, además, tuvo la fortuna de provocar
el pánico en u n a de nuestras im provisadas unidades que, por h aber llegado desde
otros frentes y p or n o h aber vivido la crisis de reacción m oral del día 7 de n o
viem bre, aú n n o h ab ía captado el am b ien te de la lucha e n M adrid.
“Esa u nidad retroced ió en desorden, contagiando a otras fuerzas, y el enem igo
pudo arrollarlas, p en e trar en la C iu d ad U niversitaria y ocupar diversos edificios,
hasta llegar al H ospital C línico com o lugar más avanzado”
A todas luces es evid ente que la C o lu m n a “D urruti” n o era “u n a u nidad im
provisada”, puesto que llevaba co m batien do desde el 25 de julio e n A ragón y por
ta n to puede desprenderse del te x to de R ojo que n o se refiere a la C olum na
“D urruti”. S in em bargo, su texto es confuso, m áxim e cu an d o se m ezclan los “ca
talanes”. A h o ra, ese te x to aparece claro, debido a que el testim o nio de Francisco
H idalgo es preciso y term in an te, insistiendo varias veces e n la im provisación de
la C olum na “Libertad-López T ie n d a”.
A lcofar N assaes h a sido uno de los prim eros en ver claro e n este asunto y, a
tal efecto, escribe:
“H oy en día sabem os que el P u en te de los Franceses estaba defendido por la
C olu m na “R om ero”, que había englobado a los hom bres de la antigua C o lu m n a
“Francisco G a lá n ”, y que a su derecha te n ía a la IV Brigada M ixta de A rellano, el
cual m urió aquel día en la C iudad U niversitaria, to m an d o R om ero el m ando de
las unidades. T am b ién se e n c o n trab a allí la colum n a catalana del P S U C
“Libertad'López T ie n d a ”. C reem os sinceram ente que estas dos últim as unidades
fueron las verdaderas responsables del paso de las prim eras fuerzas nacionales al
otro lado del río. En este caso, ¿dónde estaba, pues, la C o lu m n a “D urruti”? M uy
posiblem ente e n reserva, en M adrid, y n o en tró en com bate hasta aquella m ism a
noche”
215. J. L. Alcofar Nasses, Spans/cy. Los Extranjeros que lucharon en la Guerra Civil Española,
Eli iXiposii, R.iriclon.i, 197Í.
64*
C a p itu lo X IX
Los prim eros e n solicitar la presencia de D urruti e n M adrid fueron los m ilitantes
de la C N T del C e n tro , que e n u n a reu n ió n celebrada el 9 de noviem bre, a la vista
del desam paro defensivo en que se en contraba la capital, y vista ta m b ié n que el
arm a psicológica po día ren d ir u n a gran co n trib u ció n a la resistencia, p en saro n en
lanzar el n o m bre de D urruti, el de la leyenda, en el cam po de la lu cha p ara reac
tivar el espíritu co m bativo de la p oblación y los defensores. D elegaron a D avid
A n to n a y a M iguel Inestal para que se trasladaran a Bujaraloz a co n v e n c e r a
D urruti p ara su v en id a a M adrid. Llegados los dos delegados a V alencia, allí se les
inform ó de que la m ism a idea te n ía el G obierno y que Federica M o n tsen y se h a
bía com prom etido a lograr el acuerdo co n D urruti
E n B arcelona se actu ab a ta m b ié n en el m ism o sentido que V alencia y M adrid
en relación co n D urruti. El cónsul soviético O vssenko había m an ifestado a la
C onselleria de D efensa del G o v e m de la G en e ra litat que si se enviaba u n rápido
refuerzo a M adrid, ellos, los rusos, estaban dispuestos a arm ar a los h o m b res que
salieran a d efen der la cap ital de España. Diego A b ad de S antillán, que h a b ía ocu
pado e n la C o n selleria de D efensa el cargo que an tes tuviera G arcía O liv er, c o n
vocó co n urgencia a todos los delegados de C o lu m n a de A ragón para celeb rar una
conferencia m ilitar e n B arcelona. Esa conferencia se efectuó en la n o c h e del 11
al 12 de nov iem bre. E n tre los jefes o delegados de colum na se p rese n tó el pro
blem a de q u ié n de ellos sería el m ás indicado para ponerse en M adrid a la cabeza
de las fuerzas catalan as que te n d ría n que colaborar en la defensa de la capital. Se
decidió el traslado de unos 12.000 hom bres, y todos coincidieron e n que debía ser
D urruti su delegado o jefe general:
“Pero el ú n ic o que p o n ía o b jeció n era D urruti, que n o quería m archar. Estaba
em ocionado, y no s pidió que lo dejáram os en el fren te de A ragón.
“- S i tú vieses — le dijo a S an tillá n — com o yo veo los tranvías d e Zaragoza, no
te irías a M adrid”.
“Le repliqué que dada la situación en que estábam os era inútil p en sar en un
ataque a Zaragoza. Y en to n ce s m e dijo que enviasen a otro; a M iguel Yoldi, que
era más capaz que él. Le respondió que, aunque eso fuese cierto, M iguel Yoldi no
se llam aba D urruti, y que lo que h ac ía falta en M adrid era D urruti, p ara levantar
la m oral de los co m batientes. F inalm ente cedió. A sí term inó aquella re u n ió n de
delegados de m ilicias, yéndose cada uno a su puesto para organizar a los hom bres
que h ab ían de ser enviados a M adrid”
216. Nosotros, Valencia, 20-X1-1937, artículo de David A ntona, sobre D um iti e n Madrid.
b ía n com prado, pagán dolo a peso de oro, pero que era pura chatarra. Los d e orí»
gen m exicano e ra n unos Winchester de peines a cin co balas com o los fusiles miiu-
ser, pero n o de calibre español, lo que im plicaba u n a enorm e dificultad para ob
te n er m u n ición, y a esto se u n ía la fragilidad de su culata, la cual se q u ebraba con
un sim ple golpe, to d o ello reducía el arm a a su m ín im a expresión. Los fusiles sui
zos eran todavía peores, ya q u e se tratab a de u n m odelo que correspondía al año
1886, c o n m u n ició n de época, que atascaba el c a ñ ó n a los pocos disparos. D urruti
no tuvo ocasión de co m prob ar ese m aterial en B arcelona; pero u n a vez e n M adrid,
y al darse c u e n ta de la calidad de esas armas, telefoneó a S an tillán d ic ién d o le “que
los fusiles que le h ab ía dado se los podía m eter e n los c..., y que le e n v iara urgen
te m en te tre in ta y cin co m il bom bas de m ano de las denom inadas “la F A I” 220 .
S in que podam os precisar la hora, sería muy en tra d a la noch e del d ía 13, salió
la expedición e n u n tre n de carga d irección a V alencia. M ientras el tre n seguía su
ruta, D urruti se trasladó ta m b ié n a V alencia v iajand o en avión aco m p añ ad o de
M anzana y Yoldi. C u a n d o la ex p edición llegó a la ciudad del Turia, h a c ia el m e
diodía del 1 4 de noviem bre, D urruti, acom pañado de G arcía O liver, se e n c o n
traba e n el a n d é n de la estac ió n 221 . C onversó c o n José M ira y L iberto Ros, que
eran los delegados de las agrupaciones, y les inform ó que el viaje a M adrid habría
de com pletarse e n autocares o cam iones, debido a que la vía ferroviaria h a b ía sido
volada en p arte p o r u n bom bardeo enem igo. Les dijo que a fin de p rep a ra r la lle
gada de la C o lu m n a él salía e n av ión con G arcía O liv er h acia M adrid.
D urruti, c o n G arcía O liver, llegaron, pues, a M adrid, en la tarde d el 14. Era
en ese día que R o jo y M iaja p ro yectaban su ataque para el día 15. La p resen cia de
D u rru ti hizo c re e r a m u c h a g e n te que h a b ía llegado co n su C o lu m n a .
P osiblem ente, D urru ti y R ojo deb iero n pensar que la C o lu m n a llegaría aquella
m ism a n o ch e , y de a h í la célebre orden de la cual ya hem os hablado, y e n la que
se indicaba que la C o lu m n a “Libertad-López T ie n d a ” debía ponerse b ajo las ó r
denes de D urruti.
A l salir D urruti y G arcía O liv e r del M inisterio de la G uerra, para trasladarse
al núm ero 111 de la calle S erran o, que era d onde estaba instalado el C o m ité de
D efensa de la C N T e n M adrid, se en c o n traro n c o n Koltsov, y éste registra en su
Diario u n a p in to resca conv ersació n que a títu lo de curiosidad transcribim os;
“H a llegado la C o lu m n a ca ta lan a co n D urruti (aquí am algam a K oltsov el
nom bre de D urruti co n la C o lu m n a catalana “Libertad-López T ie n d a”). S o n tres
m il hom bres m uy b ie n arm ados y equipados, ex terio rm en te en n ad a p arecidos a
los co m b atien tes anarquistas q ue rodeaban a D urruti e n Bujaraloz.
“D urru ti m e h a dado u n jubiloso abrazo, com o a u n viejo amigo. Y e n seguida
h a d icho e n son de brom a;
“-¿V es? N o h e to m ado Zaragoza, n o m e h a n m atado, y no me h e h ech o mar
xista. T odo qued a para m ás ad e la n te ”.
222. Santi, coronel del Ejército Rojo, de origen caucasiano. Su nom bre real era Mansurod
H adji'U m ar. Se le conoce por diversos apelativos; Santo, X anti, Had]i, Faber. Como
en vanos casos más, ésta fue otra de las bromas que gastó Koltsov a los historiadores
que lo copian al pie de la letra, Santi, o com o se llamara, n o actuó nunca como con
sejero militar de Durruti, ni le enseñó tampoco a manejar la ametralladora. Pero, e n
fin, como es un chiste más de Koltsov, nosotros lo vamos a seguir.
enem igo. Q u itarlo s de cualquier o tro sector es dejar éste al descubierto. Pero si no
se hace, acaso M adrid esté perdido m añ an a mismo...
“Por fortuna, esta m ism a tard e llegan a V allecas los hom bres de la C o lu m n a
“D urruti”. S o n cu a tro m il luchadores esforzados y decididos, son cuatro m il a n a r
quistas curtidos p o r cu atro m eses de pelea incesante. H a n venido de u n tiró n
desde el fren te de A ragón. V ie n e n rotos por el cansancio de u n viaje in te rm in a
ble. Pero D urruti dice a M iaja:
“A las dos de la m adrugada estarán mis hom bres e n el sitio que se les d e
signe...”
De G uzm án, e n el te x to que transcribim os, incurre tam b ién en el m ism o error
en cu a n to al n ú m ero de com batientes; sin em bargo, en cuan to a la in te rv en c ió n
de la C o lum na, fijándo la a las dos de la m adrugada del d ía 16, se ajusta p erfec ta
m ente a la verdad histórica.
V eam os ah o ra cuál era el estado de la C iudad U n iv ersitaria después de la rup
tura del fren te e n el atard ecer del día 15 de noviem bre:
“La conq uista de la C iu d ad U n iversitaria “n o se realizó en diez m in u to s”
(com o a p u n ta n algunos escritores extranjeros). Las tropas nacionales tu v iero n
que conquistar sus fuertes edificios u n o a uno, y estos edificios fueron ten azm en te
defendidos p or anarquistas, com unistas o internacionales, sufriendo am bos c o n
tendientes u n trem en d o desgaste. La reacción republicana, an te el paso del río por
sus enem igos, fue colocar en la C iudad U niversitaria todas las reservas c o n que
co n tab a n para in te n ta r u n c o n tra ataq u e que restableciera la situación. Fue segu
ram ente en este c o n tra ataq u e d o n d e en tró en fuego la C o lu m n a “D u rru ti” y, m al
conducida, fue esp an to sam en te diezmada.
“Para rodear p or todas partes a la nu ev a cuña nacio n al, los in ternacion ales de
la XI Brigada o cu p aro n el secto r n o rte de la C iudad U niversitaria — el llam ado
sector del P alacete— , d ejando su antigua zona h a s ta el P u ente de S an F em a n d o
a la V Brigada M ix ta de Sabio. C o m p letab an el fren te los restos de la “López
T ie n d a”, la C o lu m n a “D u rru ti” y la m altrecha IV Brigada, ya m and ad a por
Rom ero; p ro n to llegaron, com o refuerzos, las reservas del V R e gim iento —
C olum nas “H ered ia” y “O rte g a ”— . La defensa de to d a la C iudad U n iv ersitaria
quedó en co m en d ad a al co ro n el Alzugaray.
“K leber estableció su puesto de m an do en el C lu b de Puerta de H ierro m ien
tras sus b atallones se ad elan taro n , instalándose el “C om m un e de París” e n
Filosofía y Letras; el “D om brow ski” e n la Casa de Velázquez, co n el “T h a e lm a n n ”
a su izquierda, al o tro lado d el arroyo C antarranas, ju n to al V iaducto. La V
Brigada cubría la derech a h a sta el río, e n ta n to que D urruti se establecía en la
Facultad de C iencias, co n sus hom bres sobre la Escuela de O don tolo gía y las
Facultades de M ed icin a y F arm acia y en el A silo de S a n ta C ristina. M ás atrás, so
bre el C línico y hospitales cercanos, se colocaron las fuerzas del V R e gim iento” ^24.
El co n tra ataq u e fue o rd en ad o por V icen te R ojo y M iaja para el filo d el ama
necer del día 16. S eg uidam ente vam os a ver el co m p o rtam ien to y situación de la
225. No comprendemos esta alteración de efectivos hecha por Durruti, quizá Mera se
equivocó al dar la cifra.
226. Con esa respuesta de Durruti se aclara la confusión de Mera, pues si aquél hubiera
dispuesto de cuatro mil a cinco mil hombres, no se hubiera lamentado por la falta de
efectivos, salvo que Durruti incluyera a aquellos que la Conselleria de Defensa de la
C 5 r n t T . i l i t . i t h.ibí.i pronuTnlo enviar.
LA COLUM NA «D U R R U TI» E N M ADRID
230. Vicente Rojo, op. cit. Véase en el Apéndice de ese libro la carta de Rojo a Miaja, en
la cual pide se impongan sanciones al general Kebler, por haber perdido la Casa de
Velázquez, el Palacete de la Moncloa y haber desobedecido órdenes, sin declarar esas
pérdidas como propias.
dantes, la tapia que da al paseo y que sigue hasta el H ospital C lín ico (ocupado p or
el V R egim iento), C asa de Velázquez, y Filosofía y Letras, en donde debíam os es
tablecer co n ta c to co n L iberto, p o r el Palacete, y con u n grupo In tern ac io n a l (la
XI Brigada), por la p arte n o rte del m encio n ad o edificio.
“N uestro avan ce co incidió c o n el que el enem igo h a b ía iniciado, e n c o n trá n
donos am bos a cuerpo descubierto. La m atanza fue horrible, ta n to para ellos com o
para nosotros; tuvim os, e n diferentes ocasiones, que acep tar el ataque cuerpo a
cuerpo...”
M ira c o n tin ú a su rela to de luchas y asaltos sin dar precisiones de los lugares,
aunque se supone que o cu p aro n el A silo de S an ta C ristin a, com o verem os más
tarde.
“A las siete de la m a ñ a n a — sigue escribiendo M ira— , se ocupó el H ospital
C línico, y quedó a su custodia la C e n tu ria 44, que llevaba a M ayo F arrán com o
delegado”.
M ira señala que h a c ia las n u ev e de la m añana, “n o v e n ta baterías enem igas,
centenares de aviones y num erosos tanques coadyu4aban sin cesar a los av ances
de la infantería enem iga; la tierra h erv ía de m etralla”. Y a esto añade que “ap are
cieron en el espacio “aviones m icroscópicos”, conocidos más tarde co n el n o m b re
de “chatos”, los cuales, c o n u n heroísm o indescriptible, acom etieron c o n tra u n
cen ten ar de trim otores y cazas facciosos. A pesar de la inferioridad nu m érica,
nuestros tem erarios aviadores a b a tie ro n a diez aviones enem igos, que fu ero n a
caer en nuestras propias líneas...
“A las o n ce de la m añ an a, se p resen taro n por C u a tro C am inos unas fuerzas a
las órdenes de u n c o m a n d a n te llam ado “M inenza”. Estas fuerzas traían u n a o rd e n
por escrito del Estado M ayor, o rd en a n d o se quedasen de guarnición en el C lín ic o ,
apoyando el avance de nuestras fuerzas...”
Según los d o cum entos que estam os consultando, esas fuerzas del “c o m a n d a n te
M inenza” p erte n e c ía n al V R egim iento. Este h ec h o in d ica que, com o K leber, el
V R egim iento inició su in te rv e n c ió n co n bastante retraso.
“M ientras ta n to — prosigue M ira— , varios in ten to s de asalto a la C asa d e
Velázquez h a b ían fracasado por falta de personal, ya que la m ayoría de los refuer
zos nuestros h a b ía n sido diezm ados considerablem ente, y otros estaban o cu pando
posiciones (S a n ta C ristin a) de las rescatadas a prim eras horas de la m a ñ an a”.
José M ira escribe que aquella n o c h e del 16 al 17, estuvieron lu ch an d o por
ocupar la C asa de Velázquez y Filosofía y Letras. T a m b ié n dice que e n el sector
del H ospital C lín ic o d ic h a n o c h e apenas hubo lucha, e indica que “el c o m a n
d an te M inenza ab an d o n ó o evacuó, com o quiera llam ársele, el H ospital C lín ico ,
a las 23 horas”. Luego añad e que, “p or fin, tuvim os la satisfacción de abrazar a los
internacion ales que h a b ía n conseguido, a costa de m uchos esfuerzos, ro m p er el
cerco, y coadyuvar c o n nosotros al asalto definitivo de Filosofía y Letras”. Pero,
“duran te to d a la n o ch e , h u b ie ro n de estar defendiéndose de ataque tras ataque,
que los nacion ales lanzaban c o n tra la Facultad”.
Y prosigue:
“S in to m a r n in g u n a clase d e a lim e n to s desde q u e in ic ia m o s n u e s tro a v a n c e
p o r la ("lu d a d U n iv e rs ita ria y sin m itig a r el c a n sa n c io q u e , p o r m o m e n to s , se a p o
658 REVOLUCIONARIO ^DEL 19 D E JU L IO A L 20 D E N O V IE M B R E D E 1956^
deraba de nosotros, com enzó a clarear la m a ñ an a del día 17 de noviem bre, lu
ch a n d o co n la m ism a intensidad que al an o c h ec er del día transcurrid o” ^32.
El día 17 de noviem bre fue u n día aciago. Los bom bardeos sobre la capital fue
ro n terribles. El corresponsal en M adrid de Paris Soir, telegrafiaba su crónica co n
esta frase:
“¡O h, vieja Europa, siem pre ta n ocupada c o n tus pequeños juegos y tus graves
intrigas! ¡Dios quiera que toda esta sangre n o te ahogue!”
YC ésar Falcón, o tro periodista, red actab a la suya:
“M adrid es la prim era ciudad civilizada del m undo que está som etida al ataque
de la barbarie fascista. Londres, París y Bruselas d eb en ver, e n las casas destruidas
de M adrid, en sus m ujeres y niños que h a n sido destrozados, e n sus museos y li
brerías que h a n sido convertidos e n m o n to n es de ruinas, e n su vasta población
que h a sido ab and o n ad a sin protección... lo que será su propio destino cuando el
fascismo las ataq ue” 233.
Las tropas del general A sensio, ya b ie n reforzadas en ese día 17 de noviem bre,
fueron lanzadas al ataqu e en tres direcciones: las que co n d u cían Barrón, sobre la
R esidencia de E studiantes, co n la in te n c ió n de ganar los paseos de Rosales y
M oret por el Parque del O este; las de S errano, en dos colum nas, co n tra el A silo
de S an ta C ristin a y el H ospital C línico, para abrirse vía h a c ia C u a tro Cam inos.
La m archa de estas tropas iba acom pañada de los bom bardeos que sufría la ca
pital, y de las descargas de artillería sobre la ciudad U niversitaria, desde G arabitas
y C arabanchel A lto. Los Junkers dejaban caer tam bién sus m ortíferaáxargas. Para
definir esa situación, José M ira vuelve a utilizar u n a frase m uy expresiva: “la tie
rra herv ía de m etralla”.
Para alcanzar el H ospital C lín ico a las tropas de S errano les era preciso antes
atacar el A silo de S a n ta C ristina, donde estaban guarecidos p arte de los restos que
quedaban det la C o lu m n a “D urruti”. El ch oque fue violentísim o. Y la lucha cuerpo
a cuerpo se repitió incesantem ente.
E n el fragor de estos com bates, algunas tropas se desbandaron, sobre todo las
que quedaban en el H ospital C línico, que h ab ía dejado el co m an d a n te “M inenza”
antes de evacuarlo la n o ch e anterior. P arte de todos estos tránsfugas salieron co
rriendo hacia la Plaza de la M oncloa; pero allí fueron detenidos por u n grupo que
M iguel Yoldi pudo organizar, aunque la m ayoría de ellos n o p erten ecían a la
C olum na. Pistola e n m ano, se detuvo a los que corrían, cortándose co n ello la in
cipiente ola de p án ico 234.
A las 16 horas del d ía 17, C ipriano M era se entrevistó c o n José M anzana para
ayudarle a situar fuerzas fren te al H ospital C línico:
“N uestra gente ocupó rápidam ente el cem enterio que se e n c u en tra frente al
depósito de aguas d el ca n al de Isabel II, el co n v e n to de m onjas y el cuartel de la
235. Idem.
66o EL REVOLUCIONARIO ^DEL 19 D E JU L IO AL 20 d e n o v i e m b r e DE 1936^
236. Ariel envió este parte de guerra a Solidaridad O brera, que lo publicó el 19 de no
viembre. El primer comunicado de Ariel sobre la Columna fue del día 17, y apareció
en el periódico el día 18. Estos dos detalles, unido a todo el resto, fija bien la posi
ción de la entrada en fuego de la Columna en la madrugada del día 16 de noviembre.
237. Ariel, ¿Cóm o m u ñ ó Durruti, Ed. Comité de Relaciones de la Regional del Centro de
1.1 ( ' N T e n i'l i-xilii), T o i i l o i i s f , l ‘)45.
l A CO LU M N A «D U R R U T I» E N M A D R ID
239. Manuel Ruenacasa nos ha relatado la escena en la que Mimi se lam entó de la res
puesta de Durruti. Lucyo Rucnacasa le telefoneó, y Durruti se excusi'i diciéndole tam
bién “que 1.1 Kiicrra iran.sform.ihn al hombre en chaciil".
66t e l re v o lu c io n a rio <DEL 1 9 D E J U U O AL 2 0 D E N O V IEM BRE D E I9 3 6 )
C a p ít u l o X X
El 19 de noviembre de 1936
tares y se puso e n p rác tic a el v alor de la iniciativa individual, que llegó a trans
formarse en u n a fuerza co lectiv a que o p tó por v en c er o m orir. V icen te R ojo de
fine p erfectam ente aquella situación:
“T am poco faltó ese espécim en “agregado de em bajada” que, e n la confusión
de los prim eros días, se perm itió, co n actitu d u n ta n to insolente y o tro ta n to es
túpida, introducirse e n u n o de los despachos del co m an d o diciendo:
“-P e ro ¿por qué n o se rin d e n ya?”
“-¡P o rq u e n o nos da la g ana!”— fue la réplica” 240 .
M adrid se defendía e n razón de esa estrategia. Y de esa escuela b ro taro n tipos
com o A n to n io C oll, que m ostró a sus com pañeros que co n u n poco de serenidad
y un a bom ba se podía p o n er panza arriba a aquellas bestias m ecánicas que arrasa
ban C arab an ch el Bajo, U sera, el P u en te de Segovia y las barriadas extrem as. La
acción de C o ll hizo escuela. M uchos tanques saltaron de esa m anera, y m uchos va
lientes quedaron ta m b ié n triturados en tre sus ruedas, com o aquel delegado de la
C olum na “España L ibre”, que para estim ular a sus hom bres fue el prim ero e n lan
zarse co n tra u n tan q u e, que si b ie n lo hizo estallar, pagó co n su vida su hazaña...
D urruti llevaba su m e n te llena de ese alocado y co tid ia n o vivir m ientras des
cendía las escaleras del M in isterio de la G uerra. Y en el rellano topó co n K oltsov.
Se saludaron, y d eclin ó la in v ita c ió n que éste le hizo de ir a presenciar u n co m
bate en la C iudad U n iv ersitaria (la cosa resulta insólita).
“M eneó n eg a tiv a m e n te la cabeza, m e dijo que iba a preparar su propio sector
y, ante todo, a p o n er a cu bierto de la lluvia a parte de sus com batientes (...). H a n
sido éstas las últim as palabras que le h e oído. D urruti estaba de m al h u m o r” 241 .
Desde su salida del M inisterio de la G uerra, h asta las 20 horas de ese día 19 de
noviem bre, D urruti em pleó su tiem p o en visitar las nuevas posiciones que h ab ía
ocupado la C olum n a: “Después de la fábrica de P etróleo G al, atravesando el
C erro del P im ie n to y h a sta el cu a rtel de la G uardia C ivil, así com o todos los ho-
telitos que se e n c u e n tra n al este del H ospital C lín ico , h asta enlazar co n algunos
de los edificios de la C iu d ad U n iv ersitaria” ^42.
C u a n d o D urru ti llegó h ac ia las 20 horas a su cu artel general ya h ab ía pasado
por el C o m ité de G u erra para co n o c er las novedades para el día siguiente y ta m
bién h ab ía discutido co n E duardo V al sobre la cuestión de la m ilitarización de las
milicias. Las únicas m ilicias que se en c o n trab a n en el frente de M adrid, co n ser
vando aú n la an tig u a estructura, eran las confederales. T odas las dem ás fuerzas so
cialistas o com unistas ac ep taro n som eterse a la m ilitarización, y sus delegados to
m aban ya la graduación m ilitar correspondiente. Los más frenéticam e'nte m ilita
ristas eran, n atu ra lm e n te , los com unistas, cuya influencia com enzaba ya a hacerse
sentir seriam ente. La in te rv e n c ió n de las Brigadas In ternacionales era m uy exa
gerada y b ie n orquestada p o r la propaganda com unista, tratan d o de h ac er apare
cer a dicha fuerza com o el factor prin cip al de la resistencia. U n id a a tal propa-
24V Idem.
66é EL REVOLUCIONARIO ^DEL 19 DE J U U O AL l O D E NO V IEM B R E D E 1936^
244. Idem.
245. Idem.
EL 1 9 D E N O V IE M B R E D E I 9 3 6
247. Idem.
668 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE JULIO AL 2 0 D E NOVIEMBRE D E I 9 j 6 >
Ultimo documento firmado por Durruti y dirigido a José Mira, fechado en Madrid el fatí
dico 19 de noviembre de 1936
ñas batidas por el fuego, y así lo hizo M anzana, com o de costum bre, llevaba su
“n ara n jero ” colgado del hom bro, y pen d ía de su cuello u n p añuelo donde des
cansaba a veces la m a n o derecha, porque h acía unas sem anas qu e se había herido
en u n dedo D urruti iba ap aren tem en te desarm ado, pero bajo su chaqueta de
cuero llevaba, com o era habitual, u n “C o lt 4 5 ” El coche de ellos nos fue si
guiendo, hasta que llegam os cerca de los ch alets que o cupaban nuestras m engua
das fuerzas E ntonces el coche de ellos se paró, y nosotros lo hicim os unos v einte
m etros delante
“D urruti bajó para decirles algo a unos m ilicianos que estab an allí tom ando el
sol, trasuuna tap ia A q u ella zona n o estaba b atid a por el fuego E n aquel m ism o lu
gar, D urruti fue h erid o de m uerte y la revolución española sufrió el más duro e ini
m aginable revés
“N osotros estábam os e n el o tro coche, unos v ein te m etros d elante, y estu v i'
m os parados unos tres o cuatro m in utos C u a n d o D urruti estab a en tra n d o e n el
coche, iniciam os la m arch a y, al m irar atrás, para ver si nos seguían, vim os que
el “Packard” estaba d an d o la vuelta y se m arch ó a toda velocidad Bajé del coche
y les pregunté a los m uchachos qué h ab ía pasado M e dijero n que había un h e
rido Les pregunté si sabían quién era el h o m b re que les había hablado, y me d i
jeron que no Le dije a L orente que regresáram os in m ed iatam en te Eran las dos
EL 19 DE NOVIEM BRE D E 1 9 3 6
248. Revista Posible, Madrid, núm. 80, julio de 1976( artículo de Pedro Costa Mu.ste, re
cociendo dfi. l:iracionf(. de A n to n io ííonilla.
672 EL REVOLUCIONARIO <DEL 1 9 D E J U U O AL 2 0 D E NOVIEM BRE D E I936>
C a p ítu lo XXI
250. Joan Llarch, op. cit. Este detalle es im portante, pero al n o dar el autor referencia al*
K i i n a , no t i e n e n i n ^ i m valor.
674 REVOLUCIONARIO <DEL 1 9 DE JULIO AL 20 D E NOVIEMBRE DE I936>
251. Manuel Bastos Ansart, De las guerras coloniales a la guerra civd. Memorias de un dru-
¡anii, Fül Aru-1 IVircclim.i, 1%^)
D U R R im MATA A DURRUTI
254. Joan Llarch, op. cit. Este autor inserta la respuesta dada por el médico Santamaría a
un cuestionario suyo.
255. Idem.
M anzana falsear los hechos? La única personalidad verdaderam ente de peso que
se en c o n trab a e n aquellos m om entos e n M adrid n o era o tra que la de Eduardo V al
y, según M era, aquél se enteró, gracias a su insistencia, p o r M anzana. M ariano
Rodríguez Vázquez, G arcía O liver, Federica M ontseny, y dem ás m ilitantes de “so-*
lera”, estaban fuera de M adrid, y por ta n to n o p odían aconsejar u n a explicación
cualquiera, por lo que de h e c h o h u b iero n de asum ir y m a n te n e r la explicación
dada por M anzana, G raves y demás.
E n consecuencia, antes de dar sepultura al cadáver de D urruti, y aún m ori
bun do éste, ya se h ab ía transform ado e n u n gran problem a para aquellos que de
cerca o de lejos te n ía n sus vidas ligadas a la del revolucionario herido de m uerte.
Sus com pañeros, que bien sabían que D urruti fue siem pre u n revolucionario in
transigente, seguían firmes defendiendo M adrid guiados p or su lim pio y conse
cu ente ejemplo. A dem ás, esos hom bres — sus com pañeros de ta n ta s jom adas y lu
chas— reconocían que la revolución h ab ía en trado ya en u n a fase de retroceso, y
que con D urruti se perdía u n im portan te p u n to de apoyo para d ich a revolución.
U n a explicación cualquiera — y m enos u n accidente— sobre la m uerte de
D urruti, olía a aten tad o , y u n atentado n o podía venir nada m ás que de los estali-
nistas. Si m ezclam os todos estos elem entos tenem os com o resultado lo que llam a
remos “el com plot del m iedo”. M iedo sin tiero n M anzana y G raves (y los que con
ellos estuvieran), y m iedo sintieron los m édicos al en contrarse en sus m anos a
D urruti herido. T em blaban al pensar que si operaban y se m oría en el quirófano
los m ilicianos iban a creer que eran ellos los que le h ab ían asesinado. El diagnós
tico del doctor Bastos les sirvió a todos de tabla de salvación, y así dejaron que la
vida de D urruti se fuese perdiendo en las doce horas que duró su agonía. Ese m iedo
queda de m anifiesto en el párrafo que hem os transcrito de S antam aría, en el que
este m édico asegura que se equivocaron n o operando, pero que de todas m aneras
tam poco se hub iera salvado. ¿Qué quiere indicarse con ello? Si se podía operar era
porque existían posibilidades de vida. N o explotando esas m ínim as posibilidades
se le condenaba irrem isiblem ente a m uerte por u n a hem orragia interna.
C oncluyam os diciendo que el héro e que se había h e c h o de D urruti m ató al
hom bre D urruti. La colectividad h ab ía h e c h o de u n an ti-h éro e u n héroe, es d e
cir, la m ejor m an era de n o h ab e r com prendido n u n c a a D urruti.
67*
C apítulo X X II
El entierro de Durrüli
M ientras e n la h a b ita c ió n n ú m ero 15 del prim er piso del H o te l Ritz D u rru ti iba
perdiendo le n ta m e n te la vida, e n la calle de la Reform a A graria co n tin u ab a re u
n id a la m ilitan cia de la C N T de M adrid. A riel, el corresponsal de Sobthridad
Obrera, n o se atrev ía a telefon ear a B arcelona para co m u n icar a su periódico la
no ticia m ientras n o se dieran a co n o c er los acuerdos de la m encionada re u n ió n
de m ilitantes. “D ar a co n o c er la m u erte de D urruti sin estudiar las consecuencias
h ubiera sido u n a ligereza en aquellos m om entos”. P ara A riel, la o cu ltació n de la
no ticia te n ía com o razón la de n o restar fuerzas m orales a los com batientes. Las
tropas del general F ran co h a b ía n redoblado su p o ten cial ofensivo y en tales c o n
diciones cualquier altera ció n e n las líneas republicanas podía acarrear desastrosas
consecuencias en la defensa de M adrid 257.
C ip rian o M era llego a V alen cia h a c ia las 6 de la m añ an a, en co n tran d o , a esa
h o ra tem prana, que el local d o n d e se h allab a instalado el C o m ité N ac io n al de la
C N T estaba vacío. Pero, afo rtu n ad am en te, en c o n tró allí a u n m uchacho al que
M era se dio a conocer, d icién dole que le urgía ver a G a rcía O liver. C asi todos los
m inistros d el G o b ie rn o de L argo C ab allero se h o sp e d ab a n en el H o te l
M etropolitano, y fue allí d onde M era pudo localizar a G arcía O liver y a F ederica
M ontseny.
La reacción de G arcía O liv e r fue la de lam en tar lo que hubiera sido n a tu ra l
prever. C u a n d o la C N T d eterm in ó en v iar a D urruti a M adrid él se opuso p o r c o n
siderar que, desde todos los p u ntos de vista su perm anencia e n A ragón era m u c h o
más im portante que e n M adrid.
Federica M ontseny, com o sin tién d o se responsable de lo ocurrido, p or h a b e r
sido ella q uién más em p eñ o puso p ara que fuese a M adrid, tu v o u n a crisis de n e r
vios... E n aquel m o m en to sonó el teléfono an u n c ia n d o a G arcía O liv e r que
D urruti hab ía m uerto h a c ia las seis d e la m añana. Y, au n q u e era de esperar, la n o
ticia dejó a los tres co m o ato n tad o s, preguntándose cada u no qué era lo que iba
a ocurrir cuando el desgraciado suceso fuera conocido e n tre los co m b atien tes de
la C N T .
“Salim os los tres fin alm en te d el h o te l para dirigim os al C om ité N ac io n al.
R eunidos c o n M arian et, secretario general desde h a c ía sólo unos días, este nos
dijo que ya V al le h a b ía telefon eado desde M adrid, com un icándole la m u erte de
D urruti. N os m iró luego a todos, al tiem po que reflexionaba sobre el p ro b lem a
planteado, por el su stitu to de n u estro com pañero desaparecido (...). Se c ita ro n
vanos hom bres: O rtiz, Jover, R icardo Sanz. A l fin se c o n v in o que el últim o cita d o
reunía las m ejores condiciones para hacerse cargo de los restos de la C olu m na e n
M adrid, y co n tin u ar allí com batiendo. M anzana — se d eterm in ó — saldría p^ra
A ragón, para ponerse al frente de la que actuaba allí. P ersonalm ente — escribe
M era-, n o m e se n tí satisfecho por la solución dada, ya que o pinaba que el llam ado
a ocupar el puesto de D urruti era G arcía O liv er” 25s.
“La sala en que se instaló el cadáver de D urruti era b la n c a y cuadrada. Sobre
u n a pequeña cam a de hierro yacía el cuerpo de B uenaventura, envuelto en u n a
b lanca sábana. S u cabeza reposaba sobre u n alm ohadón. La luz del n uevo día iba
p enetran d o por las vidrieras del b alcó n que da frente a la glorieta, donde se le
van ta el obelisco de los héroes del 2 de Mayo... T odo aquello era com o un sím
bolo y u n recuerdo al nuevo héroe popular. U no s castaños de Indias dejaban caer
las postreras hojas del oro otoñal. i
“A las o ch o de la m añ an a llegó V ictorianckM acho, el gran escultor español,
para hacer la m ascarilla de D urruti. Le acom pañaban otros artistas de la A lianza
Intelectual (...). M ach o pidió que se liberara al cuerpo de la sábana que lo cubría
para poder trabajar mejor;
“- ¡ U n hércules, u n verdadero hércules!” exclam ó V icto rian o M acho, v ien do
el cuerpo desnudo de D urruti...” 25?.
“El día 20 de noviem bre, a las 12 del m ediodía, m e en c o n trab a en Figueras
acom pañado del co m an d an te Ram os de Iglesias (en m isión de inspección de la
defensa costera). La mesa estaba puesta. Ibam os a com er... U n a llam ada telefó
nica de G arcía O liv er m e dio la terrible noticia;
“- S in pérdida de tiem po, coge el coche y regresa in m ed iatam en te a Barcelona.
N os acaban de no tificar de M adrid que h a n m atado a D urruti en la C iudad
U niversitaria. R eunido el C onsejo de Defensa, hem os acordado que vayas tú a
ocupar su sitio. N o pierdas tiem po, v e n e n seguida”.
“E ntré descom puesto en el com edor — escribe R icardo Sana— . E staban todos
alrededor de la mesa, esperándom e para com er. Les com un iqué la terrible n o ticia
(...). M inutos después, a toda m archa, salíamos para Barcelona.
“En la C onselleria de D efensa n o h ab ía más detalles que los que yo conocía.
M e dieron el n o m b ram iento de jefe de las tropas catalanas en M adrid. Y de
G arcía O liver el encargo siguiente; “A verigua qué es lo que h a ocurrido, y ten m e
al corriente de to d o ”
“Por la n o ch e , el cadáver de D u rru ti fue trasladado al dom icilio del Sub-
C om ité N a c io n al y colocado d en tro de u n a caja de caoba.
“Se trajo la m aleta de D urruti, que era su único equipaje. ¿Qué era lo que c o n
te n ía aquella m aleta? U n a m aleta m ás vieja que nueva, y de pequeñas dim ensio
nes. Y, en aquellos m om entos en que todo abundaba, la m aleta de D urruti estaba
casi vacía. Y n o estaba vacía del todo, porque co n te n ía u n a m uda sucia. Y u n
Situación de los frentes españoles (zonas republicana y nacional) en los meses inmediatos
a la muerte de Durruti.
“Pero, por inad vertencia, se h a b ía n hech o v en ir dos orquestas; una tiicrt ba
jito, la otra muy fuerte y sin conseguir conservar la m ism a cadencia. Las m otos
h acían ruido, los autos to c a b a n la bocina, los jefes d e m ilicia h ac ía n señas, dvmdo
silbidos, y los portadores del féretro n o podían avanzar. Era imposible form ar el
entierro. Las orquestas to c aro n o tra vez, y otras veces más el mismo h im n o ; lo to
caron sin preocuparse la u n a de la otra, y los sonidos se mezclaban, en u n a m úsica
sin m elodía. Los p uños seguían e n alto. A l final cesaron la m úsica y los saludos.
Desde entonces, sólo se oía el ruido de la m ultitud , e n cuyo centro descansaba
D urruti e n hom bros de sus com pañeros.
“T ranscurrió al m enos m edia h o ra antes que la calle estuviera despejada y el
entierro pudiera ec h ar a andar. V arias horas transcurrieron antes que pudiera lle
gar a la Plaza d e C a ta lu ñ a , d ista n te apenas algunos cen ten ares de m etros. Los de
caballería buscaban su cam ino, cada u no por su cu en ta. Los músicos, que se h a
b ían más o m enos extraviado, tra ta b a n de reagruparse. Los coches, parados e n d i
rección opuesta, d ab a n m arch a atrás. Los autos que llevaban coronas p asaban por
calles desviadas para poderse colo car com o fuera e n la com itiva. Y todos g ritab an
y chillaban.
“N o, n o era u n funeral real, era u n funeral popular. N ad a estaba ordenado,
todo ocurría esp o n tán e am en te , de m anera im provisada. Era u n funeral a n a r
quista, ¡he aq uí su m ajestad! A veces extraño, pero sin dejar de ser grandioso, de
u n a grandeza rara y lúgubre”.
“A l pie de la co lu m n a de C ristó b al C olón, n o lejos del lugar donde, el 19 de
julio, Ascaso, el am igo del m uerto, h ab ía luchado y caído a su lado, fueron p ro
nunciadas las oraciones fúnebres.
“O liver, ú nico su p ervivien te de los tres com pañeros, habló e n calidad de
amigo, de com p añ ero y de m in istro de Justicia de la R epública española. “E n es
tas horas de angustia — dijo— , el G o b iern o de la R e v olución saluda con em o ció n
a D urruti y a todos los caídos e n la lucha co n tra el fascismo. En su com pañera, sa
luda a todas las m ujeres que llo ran la pérdida de u n ser querido. Saluda e n la h ija
de D urruti a todos los n iñ o s que h a n perdido a sus padres. Saludam os a todos los
que lu ch an e n el frente, y que seguirán luchand o h asta la victoria final.”
“Luego tom ó la palabra el cónsul ruso, term in an d o su discurso en catalán , co n
la exclam ación: “M o rt al feixism e”. El president de la G en e ra litat, C om panys, h a
bló el últim o: “C am arad as”, dijo, y concluyó exclam ando; “¡A delante, ad e la n te!”
“Se h ab ía previsto que la g en te se dispersaría después de los discursos, y que
sólo algunos am igos aco m p añ arían el féretro hasta el cem enterio. Pero fue im po
sible seguir el program a trazado de antem ano. El g en tío n o se dispersaba h ab ía
ocupado el cem en terio , cerraba el ca m in o que co nducía a la tum ba. Y aú n era m ás
difícil acercarse, porque todas las avenidas del cem en terio resultaban im p ractica
bles, a causa de los m illares de coronas.
“C aía la n oche. Empezaba a llover de nuevo. P ro n to cayó el agua a to rren tes,
y el cem en terio se transform ó e n u n cam po de barro, d o n d e se ahogaban las flo
res. Se decidió, e n el ú ltim o m o m en to , aplazar la in h u m ació n , y los portadores
del ataúd dieron m edia vu elta a n te la tum ba y llevaron su carga al dep<'isito m o r
tuorio.
684 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 D E J U U O JUL 2 0 D E N O V IEM BRE D E
I I C A M P O 11
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po ta la ftii^dioi la po 'd 'd a do D> "O l«mp/« ^W* conf>r,«ro /.^fcon C,jiriit gu« »>0<'0 »»e» do vna la
p o n Ao* u>vitaron p w o ^ f f w ir r v - o e * « ‘ 0 v O "d e pe» fode 14
rty/t» Lot < h ft^ * o t *ev.ét.<ot d » 90 íom o Hob O ^ k e 0 c Ovrr^*
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poi o'on ^Kfo aq^Mllo m ima no(f>o ^oO'e •.'■c d« e< mot co a r '^ a io» e^^o Con 1 fa fo j'a f e
r«, M W ifroi SMttffCO^Oi 'w n (x4 n
taiiotxmtat pota •Uto* c a n ta l do noc dea oK 'iforM d* (tt»en»e *» | ta-'O 'on-* on guafdode un peque,
UktoKia oiM«M o<9«i»oi do notauot
Mitorét M 4wt Aoto/ro* «ap/i tii»h«é»awoi pra fo fd e ro^rotot 'o po« 'o (/'!•/> Noi COnIÓ q>M Óv'on | ^o 'OpO' a,o ta tro ¡a n d e do Dw
** lo gvo*-o £•*•> o! to»io 19 oño* I ■ TgnlO 'MI .afrr^O »>«0 QV* H
cáramo* 9 lo t SfrttfKOToi y p«M «ó* fépidamonto poi<b'« 0 fip oño o> >or ot progunlei t a l » el
fc>o r«MO. tttmt/9 d>hcii ntuoe<ó^
Momonfot on»oi d* *al<r Abol'i>
r i« •nconf/obe »«icfio«*de co»*
tw*o''On#l *n S<bo»i9 Nol OMpl'CÓ PO" tu 1
cf*o d a p o i h 9»M*ro f • / lo K iiir> o tP o ' q</* ^joroo t o 0«r/rf»t’
focfotatio gonttai do <ot 5«*d»fo*w '01 p 0 ' p«c o* qvo >Kib <» pofode
4Htéfitoc>w*ol
do le U R i í noi comvfticd q>«o *Í hombro ol fr o f la faifa do "»v ^o^qu* »*»o *n »i porque
A i p n a tt fO fitvcto con ^ r ^ * on ta t»n*iai f ifd ta l habían fo t ano* Ai to tw dn eo no C'*0 q ^ » '0 » ■*.#»e l e fonfo como
Mnrv>#« tto «o V » S S pw^ffiw b^da un toloqiarta *n oi quo *0 do U fi n koiko pooie fiei f*t>»o »no ' «o dofra-jdo a 'o cío»* ebfOfo
o^r«(ror 9MW Dvffu*i no /«* *ro óo «tft pootfoi oi‘ la c'joi no% alón
conocido Kerioi *•<•« apor#e<*w» *> otdaf qvo fco6<o »do froniporfe H oioanao *• I bra ao Xaiaionkb
*at>o dfc'ondo qv« o potar do ia% O ncontit otro >0<0ft 0 dO U" P1 ^
«n /a ^r<MO ie«f«hco r>por*0| M lO d e el h o i^ ia l t i por^aditta qvo «o grgndet pord'dat %. o o*p>ritu i a d-ce •lOfO ruta £re voe '•p'O d«<.
«wMfre •! <uol /w tranun,t0 — d«C/0 —
• (onoc'do fiotI ir «» SM po/<
d*c/d«do < ^fK iom o». o o n do ono fe fe ^ a fa d« Mo,ne.
^i/d'*>oi flproc'or 9^0 fedoi fot Se »• qw« o%io *<efO a b tia apro
• o ta /o 9tf*rro c<v>/ t</to
fo>n»>ÍMmwcte at>tm^ ^ >9vW/o «e»>c<a (••wM mi poco ciobe e D<*rr^ti Iq m tma q jo o
• / éorme y efo^ró • / rosóte d» OQv* mvorto do t> irvh no pvot*a q<ro a /o* d e t 'm r«w«
/«o. iOí r u w 9W* ^ 00 ( tp o fo <foaciien lat a n tito ifi « v e/e ed et • ' e< «<t<ne f«b^
/tes «empoMrot ««• no podiOB eco'
« • cuando potaban por lá»rroí «I far ftt tr>tt*zo i ol tofitm ioñfo QWO to»
penóla» t« pfocvp oroA d* bwKOr N oi roíala e^pvnei ftoiunos e t
í«» hot>>a íouiodo le ne*K«o d e ta A l d a P-jij-onto *ode la pronto Motno dv^on** ie ttorotucón uto f
o 0 *érf^tt m io$ W * f» t t/0 9 o'C 0ío- m u f t , do Dutrufi
n y con<r0fí» con • / Uno porf« ^ fu io r >Afot»ofia (oni rmabo la lo v i tam bon nat ««p'^co iw ifb g x e i n
atla» la ffifO d iK on •» tv i t do nifoitro ioitiponoia f 'Opra f t 'o t >0' 9V.OI a»! ob > ie <iM»
pt*mO pera •nformor al pymb/o dvc>o le corte «w* Oi/rrvfi O K n b ^ ^ u ió a d o t O' 'o abra do* qran pon-
para ol pwo6#e rvior lo tuol loé Ho tedor qvo fV"fo to ^ tw puobfo *<
ti,to Sñ nofnbta d» I9 ••fd o d fc«
rada a Mo*cv po» »l Joéofodo do , o 'o • do d* ’oi poft«^«M^ot y ha
mo> d» d tc ii qu« Dw/rv^ f o cono
la Celvmno 0 >jrfut4 tom pe»oro C e ■>■ Hodox nvnco M b a t'io n dm m
c>do por • / p « ^ o rwM como o*wr A l d.a tsgutooto Hogamot 0 K>or /r«Áo. Torob>éo m fo proéaco ano w^morrq ét>r fM p a tta •n<uooho
COM) 9M «o t o WCO«írdb c«* t» *0 Mfoción r « <» tw 9# do *oóo fero9re<>o dol m/*n*o con 0> 'm o n o ' y lo ior'rottoí-on q<jO Mtfuounes
com^mwro n w o t^ r«*i<nO( 0-’ COTiMie ofo Im g tm ^ o to «Mmoa
«COMÓA do coMpro6or qva an Km do 9»ir.llarO . de«w *t'fe que «w r* oi alm o dol
c«e d a 9«M«o poro m lu 4m a lo da
Por lo nacho fed e te pronto re puobia fvto f ol o t p a ^ hof m
v a *tan mvjr pOpVÍOftl o^^wno* •• <o««c<aii ^ Aofon.orno* p#edwc»e on rop o rto it do franbvr^
pa ñalct—^á»d* Iv9 ga * 4i papvla pet/*t/Ktod «u p a re hob^or con I0
r«» wi X«»/o 9w« M fv e * e --c e m o 911o habie t ’do fronvniiida lologró- Mo no ^ O ,«AO d» «et haif^brot
fo n lo o •ñéormotñot ta tro fot u lh ‘
lo fo k anorta 0 <at y c**a» U om onto dotdo ifo lo n e ^ on ol cool mó* g'onaot or la Koiolvoan ,jte
mot t>atK’Ot
f o t una parí* «Wo M c o * p » w .b /« hablaba toóro o! $fon o M ir a quo —«01 0 ( 0 cen iM i^ta ab'ora-^
Pot le Mcfto ta i ew fw id e * ! • *0 hocto O nuosfro re^ipoRore y o* y a n c a o p r ti» -‘a^ «omo « y»
t orno *n ;o (/ X S S pratub> vr/oi |t «(/i>er*i /oi '«pratonfonftt
^ toda proMM ^ r» « w co«w p ic a b a algonat da lo t ito c é e fo t few tdde T o n ft e*it <^dar «v» na
do hn U m ron^dodot ítc ito la t y «6» •mportontot do t¥ »*4 f.
n/ifo tofo •ntofra o lot tv fo t p 9'o lycedo 'a m .tm j o< q^
o tfo i infhiut>anot otfaialo* no* d>e
la poputar^dad d» Dvrroh a p tta r roa wno rocopctón l e 9/an tola d e no prOfonof< to ‘f t f H O
ita ño t i iom ufutlo «'O ^ gran uno do lot mo/aroé katolot do lítov So te pro"^’moi
d» COMO ^ (te é tio t. C en DÚrrufi oífaóa topfota do «nvrfodo» Aff>
A<c;«fo,v uno Mc«pc>on Ü" d o /o jo M A 0 TIN ÓUOCU
ottobo foufi’dB la mofor do to Ukfo
^ d» ta C N r ^ fomhron ro n>a oficial t'u i. l a p onenot o # k ^ m I n le t
^ • iw if a to o ta <.ai¥trna 1
no fvvo Mocofdod d» •ipf'C or qvrér» H fofo do lo 9oariM>in de K*e» U • S i 0 - n ^ M tm
on rtoio b o /c A o v .^ cen o<fo gtQ- da « (»K*J por •/ pvobla irabaiodor ,
aio él laia da w co^vma*
dooc-to on ol o té tfio d o tp im do Cl« 9we 01 o i' e t con»e<Ker»ti po* |
^ mwcfcOi ^ '• conoc-oí»
H. H m htta 4a m
tolodar a /et v'* dotalio qvo fvvimet oca*<^ do I
cammnKó e <o» /*t*»«do» lo ifuor*o | Jt>t«fver 00 ío (/ t S S
do Durruh o tnvita O /odot toi pro úufonto fiuotito ottancio en M m |
tonfot a qvo to pvtfofon o» p ‘0 y tu lyvim ot la oparlunidod do v.ti I
*
F B IO
í a tto tK ^ d* <• m vof/a d o Ow goordori» ^ m m ila do «<<on<^ on ‘Oé a oeet ¡•mplot abrorat £ro «na | l« wn« oMifocién
«rv»< ff*9ó o M M fret cuondb no* honor at 'g ra n g o ifH o ra do fipo- coswcte en tei borr e t o6r*rot «e
n c B«*X »o.noi OH o tar *0 ir a tira b a a te locba o mi M ok« £l dooño de *e (0*0 n« tr* to 4 o« l e t lro b o ¡« ;
doc«r d» oqv*^ d/o d » l# g e c * i lot de r a ^ u o a n o fio t Lot /ofo t vn coMMier.e « v" dw'ogodo aot
m panola »ol>a dW *o«#/ dond* »• m ihferot tes o u li-d o d o t Kit>>o* y G a b iin a r V" cowd«/ e d* « t $•* d o r « i ^ ro c ttfo r qv«
>*eipodo6o poro «'t'^or una do lat on f.n toda lo tala to lorontoron d-cefOl i a ».n t">>p« -ntlolurgiCO.
awc*>m <n#>fuc«on«i 9mo ^<ta>*o0i oft como vn lote toMbfo y y o » d e re n ■f»ete f anot quo to mt^eoiobm*
Mñorno« fof 0fS0n>iad0f0i O* H v t •I > *nr.o pedida por te* etirnfei tOC<Otei lon>0 port*
tro M tn u o ñ a h U X S S cvon Mói rorde • ' tolo do le ftiarm on lot Íucte» d# 1914 f *on>o a «o irtfM iufr«n lo» «iweee
^ M prCMM^O <W •n/orm oder d* to C'On <kM O ^K Ó vor«o« o p tto d m d e h'fO ee $>b#r*e per m vn
<49«ttc>a ^i/o^rdAco r fot fuetes qvo é/ r mvcAot do lot fo t to o o fo t í>*o obrora qvo e*
vn ###09#eiie ^ cenfOM* ia m.sere*tewen#e p vot fo no qvo mon
cónicoi polabtai fr> «I fi» nlo do 9
te ve/re ^>nl N ot rotof^ onocdo «ene' g « vC tei p ite n e t to ntore Uno flioMro digno 4o
M od'fd * 0 muorfo íi» o •0% oabro te d i 'f t f f«vec<An en qwe M éo macho r •egvfO oon oferK>«e*
naiK ia Aoi Qv'fo o fodo* ol entino te «»conrro6Qn fot abrorot fu io t lo» luxhot quo tattonom at on f tp e , hoAoror lo m om orio
p o ro t»9u>r te r c o d o
'odM <mefi-ot te »*"»-omoi como »
k ^ b tia m a t p a td aa *e <*oi
M .90 .
I «n>f(pono fodoi 'at
hoHa 'OI
pUO>
>«^' «»
no con»
0 i i b i 'q y te
dufontq 'o t ote* I t t 9 f 20 0>/o te . Oaopvoi qvo hob>atnat sobre «•- •
q>/e e éi ¡o había focado 'v c te r on r>ot eipecfoi d« 'o u<ho en fipo-
per enfenco» • / no ^ y do e«p/.ferte to r d o d ia »• •
o fo ">éi quo un ampio toldada pora fwOC'On «A 4w« not #nC0A*'0'Tt0i nos I
v«p'>cd • / e e t b ^ v <ju* M««»ro a n ,
do Durrvh, o t mondor
wno prondo do obrtgo
qvO duronf» /e jw e^o »u»o qi-« o
part.oH to tdeofo9 o d# Div/wf. ' g i' 6o»o ene* onto'ot O ta fu o i l ot mo*e* ab’oros i> ro oc<on cun te |»oro le» d o i fron to .
6 -w 4ue io n ♦ ’ »e po 'd o o í tnoiOf M /o (/ « S S 'om b on 7verfo c vif etpeñofo
firoifM oro do ¿tpana y qvo »*o6 O te b e n myor'O te t MO/e/et nof^po j Sm dec<>«te* ur>e potbbrm. i » ‘ C elob orom oft to d o i
n>-JO'le ol mái oudOI ’OrOlvt 0 ’'0/«0 ñorot f te» r«»o'i/C'0 d r 9>« o w» nc&n <jf 'O te 6 foC'Ae
d e ntrotlro u i f o na”0 ' Y d»e d d ot poia quo o po do un poqjoño o n ^ l 'O quO ho poro ofonwor to» »o*
Aqirolio nod>o ya no Qu v m at •• tai do t i ‘o •vb an •nunloda N ot | a colgado on ¡a po»»d ' donde
o w \to ’ nodo Cedo tuc) to con on.mo6o d « ondo «u« e p e io ' do oofet <o» ry»0« lonan o »üi to»«ot-~ frtmionto» do4 frooto.
to n l.i «A t m.|i»«o y P0 nt0¿>0 Of> Ot ' quo D v'ru' f 'a v"o 9'on p é 'd 'd o o ro vn I bfo » '• o que '•>« >6 ser
ceV fCM V tes 9</e »'o* o p o o o quO oO' o^'o f»*i'»*e"*ot quo ol 'O on' Ove *d >'on do j" 0 do es llueSon por noio»ro»l
264. Martínez B.inde, Im marcha w lne Kladrul, Ed. San M artín, 1968.
686 EL REVOLUCIONARIO <DEL 19 DE JUUO a l 20 Í e N O V IEM B R E D E I 9 3 &
Introducción '
C apítulo Primero
U spriieras versiones
“M anzana m e in v itó a subir a u n a de las azoteas del llam ado C erro del P im iento,
donde com probam os que, e n efecto, el H ospital C lín ic o estaba ya e n m anos del
enem igo. P ara recuperarlo, vistas las posiciones, sería preciso ocupar casa p o r casa
to d a la m anzana que está en fren te de d icho hospital. N o s trasladam os, pues, desde
C erro del P im ien to h a sta C an alillo , a fin de que n u estra gente ocupase ráp id a
m ente el cem e n terio que se e n c u e n tra frente al depósito de aguas del C a n a l de
Isabel II, el c o n v e n to de m onjas y el cuartel de la G u ard ia C iv il de G uzm án el
Bueno, así com o el In stitu to G eográfico y C atastral, el H ospital de la C ruz R oja
y toda la co lo n ia de h o te lito s situados al n o rte del E stadio M etropo litano" i.
“E ran las 13 horas del día 19 de noviem bre cuando d ecid í ir a hab lar con
D urruti para explicarle lo que había pasado. L orente co ndujo el coche, y m e
acom pañó u n carp in tero catalán muy v alien te que se llam aba M iguel Doga. A l
llegar al cuartel vim os que el “Packard” de D urruti estaba e n m archa, y que éste
iba a salir co n M anzana 3. Le expliqué lo ocurrido, y decidió ir a verlo personal
m ente. Le dije a Julio G raves (el chófer) que siguiera nuestro coche, porque h a
bía que evitar pasar por las zonas batidas por el fuego, y así lo hizo. M anzana,
com o de costum bre, llevaba su “n ara n jero ” colgado del hom bro, y pend ía de su
cuello u n pañuelo, d on de descansaba a veces la m ano derecha, pues h acía unas
sem anas que se h ab ía h erido en u n dedo. D urruti iba ap aren te m e n te desarmado,
pero bajo su ch aq u eta de cuero llevaba, com o era habitual, u n “C o lt 45”. El co
ch e de ellos nos fue siguiendo h a sta que llegam os cerca de los chalets que ocupa
b a n nuestras m enguadas fuerzas. E ntonces el coche de ellos se paró, y nosotros lo
hicim os unos v ein te m etros delante.
“D urruti bajó para decirles algo a unos m ilicianos que estab an allí tom an do el
sol, tras u n a tapia. A q uella zona n o estaba b atid a por el fuego. E n aquel mismo lu
gar D urruti fue h erid o de m uerte y la revolución sufrió el más duro e im aginable
revés. ^
“N osotros estábam os en el otro coche, unos 20 m etros delan te, y estuvim os
parados unos tres o cu atro m inutos. C u a n d o D urruti estaba e n tra n d o en el coche
iniciam os la m archa, y al m irar atrás, para ver si nos seguía, vim os que el
“Packard” estaba d ando la v uelta y se m archó a toda velocidad. Bajé del coche y
les pregunté a los m uchachos qué h ab ía pasado. M e dijeron que h ab ía u n herido.
Les pregunté si sabían q uién era el h om b re que les había hablad o, y m e dijeron
que no. Le dije a L orente que regresáramos in m ediatam ente. E ran las dos y m e
día de ¡a tarde".
H asta aquí hem os copiado lo que B onilla h a declarado a Pedro C osta M uste 4,
pero interrogado aquél por nosotros, a la p regunta de “si oyó u n disparo”, nos h a
respondido que no, y a la de “cuántas personas iban en el coche que ocupaba
D urruti y quiénes e ra n sus escoltas” nos h a afirm ado que del cuartel con D urruti
n o salió nadie más que M anzana y el chófer, que los dos prim eros ocuparon el
asiento trasero del coche, y que D urruti n o te n ía nin g u n a “escolta oficial”, sino
que si alguien le acom pañaba “era el com pañero más próxim o que se encontraba
3. Hasta aquí, el relato de Bonilla es más coherente con la verdad que los otros. Durruti
tenía el propósito de acudir a la “reunión de m ilitantes de la C N T -FA I, que se había
convocado en M adrid”. Y el coche que Durruti utilizaba en sus desplazamientos era
un “Packard”.
4. Estas son las declaraciones hechas por A n to n io Bonilla a Pedro C osta Muste para
Posible, de fecha 22-28 de julio de 1976. Aprovechamos esta cita para señalar la fea
costumbre que están adquiriendo ciertos editores de revistas en España que para ilus
trar sus artículos “saquean” donde pueden sin tomarse la molestia de indicar las fuen
tes del “saqueo”. La foto que se da del m itin de Durruti en León, en ese reportaje, está
extraída de nuestro libro en su edición francesa. Fue en esa edición donde apareció
por primera vez dicho docum ento, ha.sta entonces inédito.
LAS PRIM ERAS V ER SIO N ES 69>
9. Idem.
10. El error de Joan Llarch consiste en que tom a su cita de Santiago C ánovas Cervantes,
Durruti y Ascaso, Toulouse, 1946. Cánovas Cervantes com ete un error de tiempo
cuando utiliza el verbo haber, al escribir “en dor\de habíamos estado hacía poco...”.
A riel pone en labios de Graves la frase: “en donde hemos estado hace poco”. De n in
guna manera se puede suponer lo que Llarch insinúa y es que “antes de salir para la
Ciudad U niversitaria, pasaron por el Hospital Ritz”. Llarch, suponiendo eso, comete
un doble error: deja una zona misteriosa e inventa un doble recorrido del coche de
Durruti en ese día.
LAS PRIM ERAS V E R SIO N ES 6 f f
Cipriano Mera
“Por la tard e del día 19 m e dirigí al C o m ité de D efensa... C o n tin u am o s n u e stra
charla (V al y M era), aguardando la llegada de D urruti. A u n q u e el reloj m a rc a b a
u n a h o ra m ás de la co n v e n id a , n o nos sorprendió el retraso de D urruti, pues sa-
bíamos el m uch o ajetre o que te n ía y la necesidad en que se veía de estar e n todas
partes. U n rato después llegó M anzana, el cual m e llam ó aparte, para h ab larm e a
solas. Le vi b astan te descom puesto, por lo que m e apresuré a preguntarle:
“— ¿Qué sucede. M anzana?”
“C asi co n las lágrim as en los ojos m e contestó:
“— A ca b an de pegarle u n tiro al com pañ ero D urruti, y parece que n o tie n e sal
vación.
“— ¿Qué diablos dices? ¡Pero si estuve co n él h ac e pocas horas, y m e d ijo que
se iba a su puesto de m an d o p or te n e r que o rdenar el trabajo!
“— Sí, así fue. P ero h a c ia las cu a tro de la tarde nos co m unicó un en la c e que
el cap itán que m a n d ab a las dos com pañías enviadas al H ospital C lín ic o h a b ía
dado la o rd en de que todas nu estras fuerzas se retira ra n del mismo. Ya sabes cóm o
es D urruti para estas cosas. M a n d ó trae r el co che y nos dirigim os rá p id a m e n te
h ac ia el C lín ico , p ara com probar si era cierta la inform ación. Le ad v e rtí e n to n -
ces que n o era e n realidad n ecesaria su presencia para com probar los h ec h o s. N o
es que yo creyese que p u d iera sucederle algo, pero mi criterio era co n trario , o sea,
que debía de p e rm a n ec er e n el p u esto de m ando, p ara po der dirigir así las fuer
zas co n m ayor tran q u ilid ad ...
“'B u eno, bueno; pero, ¿qué pasó?
“— Llegamos al fin al de la av e n id a y, sin d eten e m o s, nos adentram os p o r u n a
calle que da a la p arte este d el C lín ic o . E n esa calle D u rru ti hizo parar el a u to , al
ver que ven ía co rrien d o e n n u e stra d irecció n u n m iliciano. Se apeó y p re g u n tó
al m iliciano por qué corría. Este le respondió que se dirigía al puesto de S anidad»
para que enviasen in m e d ia ta m e n te unas cam illas, pues te n ía n varios heridos y a l
gún m uerto. D u rm ti le dejó que siguiera su cam ino, y en el m om ento de subir al
coche, cuya portezuela ab ierta d ab a precisam ente h a c ia el C línico, nos d ijo q u é
le h a b ían pegado u n tiro...
“— ¿Q uién iba c o n vosotros?
“— Ibam os D urruti, sus dos enlaces, Yoldi y yo. >■
“— ¿Crees que el disparo p artió d el C línico, y que nuestras fuerzas ya lo h a b ía n
abandonado?
“— Sí, n o cabe la m e n o r duda de que fue u n disparo del enem igo.
“El com pañero M anzana m e ad v irtió que era sum am ente necesario guardar si
lencio sobre lo ocurrido, pues sus fuerzas, después de tan to s sobresaltos, p o d ía n
llegar a creer que lo m a taro n a traició n . A sí lo convinim os, pero dije a M a n z a n a
que era necesario decírselo a E duardo V al. A cep tó y entram os en el despacho de
éste para com unicarle la terrible n o tic ia ”.
C ip rian o M era sigue describiendo el tra sla d o a l H o s p ita l p a ra cerciorarse d e l
estad o del herido. Y ya en el H ospital, M era con M a n z a n a y Yoldi vuelven a dis
c u tir la n e cesid a d d e m a n te n e r s e c re ta la n o tic ia para e v ita r u n a ruda re a c c ió n d e
6^6 las m u e r t e s d e d u r r u t i
R.DiI(iianieKannen
K arm en era u n cámara ruso que viajaba c o n Ilya Ehrenburg cu an d o éste actuaba
de corresponsal de h vestia e n la guerra de España. E n 1947 publicó su Bloc de
Notas sobre la guerra española en el N o vy M ir de Moscú. E n u n a de esas notas,
K arm en relata el ú ltim o en c u en tro que tuvo c o n D urruti, unas horas antes de m o
rir éste. Escribe que en c o n tró en el M inisterio de la G uerra a H adji (a) Kh. D.
M ansurov (H adji n o es o tro que el «Santi» que Koltsov describe com o “asesor
técn ico m ilitar” de D urruti, u n te n ie n te coronel del ejército ruso), cuando éste se
disponía a ir a ver a D urruti para con v en cerle de que n o retirara su C olum na del
fren te de M adrid. Y decidió acom pañarle, ya que te n ía deseos de hablar co n
D urruti, a quien n o veía desde agosto, cu an d o estuvo en Bujaraloz co n Ehrenburg.
Si este relato de K arm en puede tom arse e n serio, hay que preguntarse: ¿quién
había inform ado a H ad ji in m ed iatam en te después de disparar el tiro co n tra
D urruti?
13. M anuel Bastos A nsart, op. cit. El 21 de agosto de 1971 nos dirigimos al señor Bastos
rogándole nos hiciera algunas precisiones en relación a la herida de Durruti y nos ex
plicara lo que a nosotros se nos antoja una contradicción entre su descripción de la
herida con la de Santamaría. El tono de la respuesta fue agridulce; “Estoy decidido a’
no hacer m anifestación alguna relativa a m i actuación durante la guerra civil espa->
ñola”. Refiere que fue alguien a visitarle (se trata del sacerdote Jesús A rnal, del que
luego hablaremos), para obtener más datos que los que A nsart daba en su libro ci
tado. “Se los proporcioné, creyendo que se trataba de un asunto sentim ental de la fa-
miUa, y ahora veo en la suya, que lo que yo le dije, lo dio aquel señor a la publicidad,
ocasionándome con ello un grave disgusto”. C arta fechada en Barcelona el 30 de sep
tiembre de 1971.
LAS PRIM ERAS V ER SIO N ES
16. Idem.
17. Este preciso documento nos ha sido facilitado en original por José Mira. Con su co-
ncKimiento, se despeja t(KÍa la palabrería que numerosos historiadores han vertido en
t(iriii) .1 l.i ( Á i l u i n n . i “niirruli"
yol l a s m u e r t e s D E D URRUTI
19. Federico Bravo M orata, Historia de Madrid, Editorial Fenicia, Madrid, 1968, vol. III,
pág. 282.
lAS PRIMERAS VERSIONES JO f
D urruti h a sido asesinado alevosam ente en acto de traició n. C o n tra esta calum ^
n ia infam e ponem os e n guardia a todos los com pañeros. Se trata de u n procedí»
m ien to vil, destinado a q u eb ra n tar la form idable u n id ad de acción y de p en sa
m iento del pro letariado, que es la m ás eficaz arm a co n tra el fascismo. ¡Cam aradas!
D urruti n o h a sido víctim a de n in g u n a traición. H a caído en la pelea com o ta n
tos otros luchadores de la L ibertad. H a caído com o ca e n los héroes: en el cu m
plim ien to de su deber. R echazad todos la canallesca especie puesta en circulación
por los fascistas para rom per n u estro bloque indestructible. R echazadla sin em*
bargo y e n su totalidad. N o prestéis oído a los irresponsables que siem bran ru m o
res fratricidas. ¡Son los m ayores adversarios de la revolución!— El C o m ité
N acional de la C N T .— El C o m ité P eninsular de la F A I”
C om o d o cu m en to ac larato rio sobre las circunstancias e n que D urruti h a b ía
en co n trad o la m uerte es nulo, pero su valor fun d am en tal reside en el h e c h o p o
lítico de que fueran las que fuesen las circunstancias en que D urruti h a b ía
m uerto, n o restab a u n ápice a su grandeza, n i tam poco a l h e c h o de h aber m u e rto
frente al enem igo. Los C o m ités confederales y específicos sí realizaron u n a in
vestigación a fondo sobre la m a n era e n que D urruti h a b ía m uerto, aunque n o la
dieron a conocer n i la h a n d ado h a sta el presente. D e aquella y de esta a c titu d
puede entresacarse la co n c lu sió n de que la idea que prevalecía en aquellos m o
m entos era m a n te n e r el fren te antifascista a todo coste. S in em bargo, esa g e n e
rosidad de la C N T y d e la FA I n o era realm ente co m p artid a p or sus aliados c ir
cunstanciales, puesto que alguno de ellos, c o n c reta m e n te el PC, era n o sólo u n o
de los propagadores de infundios e n to m o a la m u erte de D urruti, sino que se
apresuró in m e d ia ta m e n te a llen ar el vacío que éste dejaba, operación d en u n c ia d a
por el general V ic e n te R ojo, c o n K leber, el 26 de noviem bre, en carta dirigida al
general M iaja:
“...La prensa está h a c ie n d o u n a labor de exaltación de este G eneral (K leber)
a todas luces exagerada y falsa (...). Y e n cu a n to a sus dotes de m ando, p or el solo
h ec h o de que q uieren apoyarse e n u n a popularidad artificiosa, son tam b ién falsas
(...). (Kleber) resulta, al parecer, el ídolo m ilitar de algunos de nuestros partidos
políticos (...), que le está n p rese n tan d o com o el caudillo capaz de dirigir a b u e n
puerto la revolución (...). Y esto, co m o lo anterior, si siem pre es ex trao rd in aria
m ente n ociv o porque Se fo m en ta el caudillism o que ta n to s daños h a h e c h o e n
nuestra patria, lo es más si e n la perso n a que trata de elevarse n o co n cu rren v er
daderas dotes de caudillo” 2'.
C a p ít u l o II
¿Leyenda o realidad?
J.M.
“...A l salir del C u a rtel G en eral de la calle M iguel A ngel, to m aro n asiento en el
co che B onilla — em isario enviado por L iberto Ros— , M anzana, y u n a tercera p e r
sona que n o recuerdo el nom bre.
“Llegando a la Plaza de la M oncloa, que era el lugar m ás próxim o al H ospital
C línico, D urruti indicó al chófer que parase ju n to a u no de los chalets que se e n
co n tra b an en la avenida. A penas paró el coche, de u n ch a le t situado a la izquierda
se hizo una descarga co n tra el vehículo. U n a bala cruzó el cristal de la v en tan illa
e hirió a D urruti en u n costado. Pasada la prim era sorpresa, los ocupantes del co
che se dirigieron al c h a le t desde d o nde se hab ía disparado y del cual salieron dos
o tres individuos corriendo. U n o de ellos fue alcanzado p or u n a ráfaga y m urió en
el acto. Los otros lograron huir. Sobre el m uerto se e n c o n tró u n carn et de la
C N T , extendido e n M adrid por el sindicato de Panaderos. Se hizo u n a investiga
ción y pudo com probarse que su propietario h ab ía m uerto unos días antes, y que
su familia echó a faltar, en tre los efectos personales que le entregaron, el carn et
de la C N T . D e eso se extrajo la conclusión de que en los hospitales debía haberse
infiltrado gente de la “q u in ta colum n a”, que h acía desaparecer docum entos de
identidad política para docum entar a los facciosos” 23.
Jaume Miravillles
E n sus m em orias dice que “u n añ o después de la m uerte de D urruti se organizó e n
Barcelona u n a exposición co n m em o ran d o la heroica resistencia de M adrid; allí
fue expuesta, e n tre otros objetos, la cam isa que llevaba el día de su m uerte. E staba
desdoblada e n u n a vitrin a , y alrededor de ella se agrupaba la gente para ver el o ri
ficio producido por la b ala y los bordes desgarrados”. M iravitlles añade que “él se
en co n trab a allí cu an d o oyó co m e n ta r que era im posible que fiiese producido p o r
un a bala disparada a u n a d istan cia de dos m il pies”.
“Esa m ism a n o c h e — c o n tin ú a d iciendo — hice v en ir a especialistas del la b o
ratorio m édico para que exam in asen la camisa. Todos o p in a ro n lo mismo: la b ala
hab ía sido disparada a p oca d istan c ia”.
Días después, “en u n b an q u ete d o n d e se en co n trab a la m ujer de D urruti” él la
interrogó: “U sted debe saber la verdad: ¿cómo m urió D urruti?” “Sí, yo lo sé”, m e
respondió. Yo insistí: “¿Q ué le pasó?” M e m iró fijam ente, y m e respondió: “P or m u
ch o tiem po que viva, aceptaré la versión oficial, que fue asesinado por u n guardia
civil desde lo alto de u n a v e n ta n a ”. Después añadió, e n voz baja: “A unqu e sé que
fue asesinado por u n o de los que estaban cerca de él. Fue u n acto de venganza”
PieireRosli
Fierre Rosli, m ilita n te del P artido C o m u n ista francés. Jefe de S ección e n la XI
Brigada In tern ac io n a l, declara; “E n el m ism o día de la m uerte de D urruti, e l 21
de noviem bre, su C o lu m n a atacó desde la m añan a el H ospital C línico y el A silo
de S an ta C ristin a. A l prin cip io d e la tarde, tras num erosos asaltos infructuosos,
los anarquistas estab an bajo los m uros del hospital. D urruti se h allab a en su p u esto
de m ando, d elan te de la C á rc el M odelo. A veces, los disparos parecían salir p or
detrás. D urruti cayó m uerto. ¿U na bala perdida? ¿Rebotada? Desde el m es de
agosto, el jefe an arq u ista te n ía m uchos enem igos e n tre los viejos m ilitan tes de la
C N T y la FAI. Le rep ro ch ab an su dureza en la disciplina, y algunos le acu saban
de am bición y co n v iv en c ia c o n com unistas”. M inutos m ás tarde, los anarqu istas
de su C o lu m n a d ec ía n al jefe de sección Pierre Rosli: “A D urruti lo h a n m a tad o
gente de los nuestros...” 25.
MijailKoltsov
“21 de noviem bre. U n a bala perdida, o tal vez traicio n eram en te dirigida, h a h e
rido de m uerte a D u rruti cu an d o salía del coche, d elan te del edificio de su pu esto
de m ando. ¡Q ué p ena, D urruti! A pesar de sus errores y sus procedim ientos an a r-
25. Jacques Depierre de Bayac, Les Brigades IntemaiKjmles, Ed. Fayard, París, 1972, pág.
I2i
7o 6 l a s m u e r t e s d e DURRU TI
quistas, h a sido, sin duda alguna, u no de los hom bres más brillantes de C atalu ñ a,
y de todo el m ovim iento obrero español” 26 .
DominiqueDesantí
“D elante de la C á rc el M odelo, orgullo de la R epública, m a taro n a D urruti. T o d o
h a sido dicho sobre su m uerte. Pero h a c e unos años en co n tram o s a u n antiguo
m ilita n te anarquista arrepehtido, que aseguraba, co n precisiones difíciles de in
ventar, que u n o de sus cam aradas se h ab ía encargado de la ejecución. “C o n su
d isc ip lin a e n la in d iscip lin a, D u rru ti n o s h a b ría h e c h o corderos.
Refunfuñábam os, al igual que los socialistas y los com unistas. Exigía que co m b a
tiéram os sin reb a tir sus órdenes. Pero cad a u n o de nosotros te n ía derecho a decir
si se debía o n o atacar. O rd en ab a com o u n general “soviético”. El anarquista arre
pen tid o añade: “Yo ignoraba en to n ces que si las ideologías son m últiples, la
form a de com batir es única, y que la regla es ven cer” 2?.
HughThomas
“El 21 de noviem bre, m ientras la b atalla estaba en su apogeo, D urruti en co n tró la
m uerte en el fren te, d elan te de la C árcel M odelo. Se decía que m urió por una bala
perdida disparada e n la C iudad U niversitaria. Pero lo más probable es que hubiese
sido abatido p or u n o de sus hom bres, u n “indom able”, refractario a la nueva a c ti
tud de los anarquistas — “la disciplina e n la indisciplina”— . Los funerales de
D urruti fueron celebrados en B arcelona. D u ran te todo el d ía el pueblo desfiló p or
la A venida de la D iagonal, sobre u n fren te de 80 a 100 personas. Por la tarde, dos
cientas m il personas juraron ser fieles a los principios de D urruti. Pero su m uerte
pone fin a u n o de los m ejores m om entos del anarquism o”.
Pieire Broué
“El 14 de n oviem bre llegan a M adrid, procedentes del fre n te de A ragón, tres m il
quinientos hom bres de la C o lu m n a D urruti. El pueblo m a drileño los recibe calu
rosam ente. D urruti exige la zona m ás peligrosa. Le co n fían la C asa de C am po,
frente a la C iu d ad U niversitaria.
27. D om inique D esan ti, op. cit., pág. 225. T ras la lectura de e sta versión n o s pusim os e n
c o n ta c to d ire c to c o n D om inique D e sa n ti y la única referencia que pudo d a m o s es
que “e n u n C on g reso de la Paz, c elebrado e n V arsovia, c o n o c ió a u n anarquista arre
p e n tid o que poco después de la m u erte de D urruti ingresó e n el P artido C o m u n ista
de España y éste fue quien le facilitó dicha versión”. Pero, “desgraciadam ente, n o se
•Konl.ib.i dcl niim bri' dcl m en c io n ad o .irrcpcntido”.
^LEYENDA O REA U D A D ?
“El Estado M ayor le asigna u n oficial com o cotiisejero, el ruso “S a n ti” (...). Et
15 de n oviem bre com ienza en su zona el gran ataque. A l atardecer, la colum n;i de
A sensio logra e n tra r e n la C iu d ad U niversitaria (...)• El 21 m atan a D urruti, al pa*
recer un o de sus propios hom bres, que le reprochaba los riesgos que acarreaba por
la disciplina que les im p o n ía b ajo ese fuego infernal”
28. H u g h T h o m a s, Histoire de la Guerre C ivik Espagnole, Ed. L afont, París, pág. 334.
Fierre B roué e t E m ile T ém im e , La Revolution et la Guerre Civile en Espagne, Ed.
M in u it, Paris, pág. 228. Estos dos autores n o h a c e n o tra cosa que seguir el re la to Je
K oltsov, Su inv estig a ció n p ro p ia es n ula. Incluso Broué d a co m o fecha de la m u e rte
la “del 21 de n o v ie m b re ”, para m o strar más el origen d e su referencia.
29. Times Litcrary ‘¡upplemenc, colaboracu'ín an ónim a, 24 d e diciem bre de 1964. Su afir
m ación sobre 1.1 ex iste n c ia d e “Los A m ibos de D u rm ti”, c o m o verem os luego, es un a
ficción de! cronista.
708 l a s m u e r t e s d e D URRUTI
tra las tendencias autoritarias del com unism o. Era, por lo ta n to , lógico que “Los
A m igos de D urruti” asesinaran a D urruti. Este fue el últim o acto e n la querella en-
tre B akunin y C arlos M arx”.
Las personas aludidas en el artículo transcrito, más otras interesadas en los te
mas relacionados c o n la historia de la guerra de España, rep licaro n en el núm ero
siguiente de The Tim es
“S eñor d irecto r — escribe H ugh T hom as— : vuestro crítico de The Anarchism,
d e Georges W oodkcock, escribe categóricam ente, com o u n h e c h o definitivo, casi
com o si él m ism o h u b iera estado allí, que el líder anarquista español D urruti fue
asesinado en las calles de M adrid en 1936 por la organización extrem ista co n o
cida, irónicam ente, com o “Los A m igos de D urru ti”. Y él agrega que: “m uchos o b
servadores” vieron al asesino, y que el G o b ie m o republicano español y el P artido
C om u n ista h ic iero n circular la teoría de que h ab ía sido m uerto en el frente, sea
por los nacionalistas, sea “por personas desconocidas”. A estas afirm aciones,
H ugh T hom as señala: “Sería muy in teresan te conocer ex a ctam e n te quiénes fue
ron esos “m uchos observadores”, y si alguno de ellos puede ser identificado ahora.
Es sorprendente — agrega T hom as— ta m b ié n el porqué vuestro crítico piensa que
el G o b iem o y los com unistas tu v iero n u n a b u en a razón para ocu ltar los hechos de
la m uerte de D urruti si ellos los conocían . A l contrario, nos parece que, dado que
las relaciones co n los anarquistas eran ya b astan te tensas e n noviem bre de 1936,
los com unistas h a b ría n aprovechado la ocasión del “asesinato” de D urruti para d e
sacreditar a sus cam aradas, p articu larm en te aquellos que rehusaban someterse a la
disciplina de guerra. A fin de cuentas — concluye el h isto riad o r inglés— , ¿qué
prueba hay de que “Los A m igos de D urruti” estuvieran organizados por aquellas
fechas?”
AlberíMellzer
E n el mismo núm ero, e inm ed iatam en te después de la ca rta de H u g h T hom as, se
reproduce la env iad a por A lb ert M eltzer:
“Su crítico sostiene que éí posee u n co n o cim ien to sobre la m uerte de D urruti
m ayor que el que parece presto a sostener co n fuentes sustanciales. C uando u n
hom bre es m uerto e n p len a calle, e n u n período de guerra, u n o puede atribuir su
m uerte a sus op o n en tes o a sus partidarios. E n el m om ento de su m uerte, D urruti
fue asesinado e n u n barrio del cual los fascistas estaban siendo desalojados. Es im
posible que el asesino haya podido reconocerlo y m atarlo sabiendo que m ataba a
D urruti. D urruti n o llevaba uniform e especial, y el asesino estaba disparando al
azar a m ilicianos que avanzaban, y pudo haber sido solam ente u n franquista
(cuando D urruti fue m uerto por la espalda, fue desde una altu ra de edificios aú n
ocupados por el enem igo). E n el m o m en to de la caída de la R epública hubo re
crim inaciones de los anarquistas te n d en te s a sugerir que D u rm ti había sido
James Joll y
E nvió ta m b ié n sus precisiones al crítico literario de T he Times: í
“Los estudiosos del anarquism o español y de la guerra civil española agradecen
rán a vuestro colaborador por su ap o rte a esclarecer la m uerte de D urrutb P ero es*
sin em bargo penoso qu e su insistencia sobre el an o n im ato de sus inform adores
haga im posible identificarles p ara poderle dar u n valor y poderse referir a ellos c o n
segundad e n futuras versiones de la h isto ria”. i
En esta segunda en tre g a del S u p lem en to L iterario de The Times que v en im o s
citando, el crítico incrim inado responde globalm ente a sus oponentes:
“Los corresponsales T h o m a s y M eltzer p la n te a n cuatro puntos esenciales:
a) ¿Dónde fue asesinado D urruti?; b) ¿Q uién o quiénes lo asesinaron?; c) ¿Por q u é
lo h ic ie ro n ' y d) ¿Por qué habría sido el relato deform ado oficialm ente?”
“El señor T hom as cree que fue asesinado en el Parque del O este, esto es, e n el
frente, en M adrid M ister M eltzer .iLcpta que h ic m uerto en la (.alie, pero n o q u e
fiiera a.si>sinado ptir “Los Amij¡iMi d e D u rru tr’. Yo e sta b a e n M adrid el día d e l e n -
7*0 LAS MUERTES D E DURRUTI
en general, y sobre to do, los hom bres del frente, supieran la verdad. Se tratabii d t
u n a elem ental respuesta a la provocación.
“Desde m i p u n to de vista, el señ o r M eltzer to c a lo vivo d el asunto co n su cita
de la in terv iú de D u rru ti c o n E m m a G oldm an; ella p reg u n ta si él n o era muy
confiado (too trusting). El lo negó. Pero h ab ía m uchos anarquistas que p en sab an
que él lo estaba. Y ellos ta m b ié n p ensaban, e n el breve intervalo e n tre la in te r
viú y el asesinato, él estaba ca m b ia n d o su posición e n la dirección de u n a n e c e
saria cooperació n c o n los com unistas, quienes, en m i o p in ió n personal, e ra n en
aquel m o m en to m u c h o m ás poderosos e n las fuerzas arm adas republicanas de lo
que sugiere el señ o r M eltzer”.
LavemóndeAntoineSteni
Esta versión difiere d e todas las m encionadas, y d a u n a n u ev a dim en sió n a la
m uerte de D urruti, asociándola c o n la del com unista alem án H ans Beimler, ase
sinado por u n tal R ichard, el agregado m ilitar que le im pusieron “los consejeros
rusos”. A n to n ia S te m era, o es, alem ana, si es que a ú n está c o n vida. La m u e rte
m isteriosa del ex -dipu tad o del P artid o C om u n ista alem án llenó de inquietud a suS
amigos y en tre sus m ás íntim os está A n to n ia S tem , qu e adem ás de am iga e ra su
colaboradora. S e te n ía co n o c im ie n to d e que H ans B eim ler se hab ía en fren tad o e n
B arcelona c o n la sección alem an a que funcionaba e n el H o tel C olón, local del
P SU C . El m otiv o de la qu erella consistía en que B eim ler les reprochaba el ca rác
te r burocrático de su fu n c io n a m ie n to y sus excesivas preocupaciones p or las cosas
que ocurrían e n la retaguardia catalan a, en vez de ocuparse más de lo que era su
función, es decir, la lu ch a c o n tra el fascismo. A n to n ia S te m hizo u n a investig a
ció n a fondo e n relació n a la m u e rte de Beimler, y de ella extraem os los párrafos
siguientes:
“La lápida de la sepultura de H an s Beim ler perm aneció u n añ o sin n o m b re n i
datos relativos a su m uerte, y cu a n d o fueron inscritos se h ic iero n falsam ente.
H ans Beim ler cayó m u erto e n la C iu d ad U niversitaria, y n o en la C asa de C am p o ,
la cual se en co n trab a, d el lugar de su m uerte, a unos 3 kilóm etros. ¿Se p re te n d ía
co n esos falsos datos desorientar a la o p in ió n caso de u n a posible investigación; o
se deseaba sim plem ente ev itar m e n cio n a r la C iudad U niversitaria? N o hay qu£ ol
vidar que fue también en ese lugar donde fue abatido cobardemente por la espalda
Durruti, diez días antes que Beimler. ¿O bedecía eso a im pedir la constatación de la
coincidencia? ¡Quizás, am bos m otivos se com plem entan...! (...) Pero aú n hay
más... Los verdaderos am igos de Beim ler, que hab lab an de él y que seguían p e n
sando en él, fueron in m ed ia tam en te m al vistos, q u edando som etidos a persecu
ciones...”
A n to n ia S te m confiesa que llegó a B arcelona creyendo firm em ente la versión
oficial que se h ab ía dado de la m u erte de H ans Beimler:
“Yo deseaba recoger testim onios e n tre los com pañeros m ilicianos de H an s
Beimler con el o bjeto de dedicar un iibn) a su m em oria. Desde mi llegada a
Barcelona fin puesta en cuiirenrenii y después perse(,Mjkin. A pesar lie las ini'iorr^
71» LAS MUERTES DE DURRUTI
R icardo R ionda C astro (Rico) n o iba en el coche, sino que iban B onilla y
M anzana. N o sé cóm o R ico h a podido llegar a conocer los hechos, pero lo cierto
es que n o estaba presente. E fectivam ente, el accidente ocurrió en la Plaza de la
M oncloa, esquina Paseo Rosales, a las cuatro de la tarde del d ía 19 de noviem bre
de 1936. In m ed iatam en te llevan al h erido al H o tel Ritz (...). El juram ento de
guardar secreto nos fue tom ado por Federica M ontseny y p o r M ariano R. Vázquez
(alias) M arianet, secretario del C o m ité de la C N T ”.
Las declaraciones hechas por este m isterioso personaje llam ado “Ragar” trarw-
form aron a M ossén jesús en detective, porque se en co n tró ya e n p len a confusión
en tre lo dicho p or R ionda y lo m anifestado p or “Ragar”.
“C o n estas dudas — escribe jesús A rn a l— , (...) co n el periodista A n gel
M o n to to iniciam os u n a serie de consultas a personas que nos parecía que te n ía n
que estar bien inform adas”.
Esta investigación se ex tendió a los m édicos M artínez Fraile, M anuel Bastos y
josé Santam aría. Y el resultado de ella fue la co n trad icció n en tre Bastos y
Santam aría, describiendo cada u n o u n a h erid a diferente; com o ya hem os tenid o
ocasión de explicar an teriorm ente. P ero ta n to jesús A m a l com o M o n to to re tu
vieron la versión de S antam aría porque era ésta la que c o n v e n ía a su teoría, lo que
significaba u n “fallo” com o detectives. Prosigamos.
Dispuestos a llevar adelante su investigación, el periodista M o n to to se tras
ladó a Toulouse para visitar a Federica M ontseny, y M ossén Jesús a Realville, para
visitar a Rionda.
“D on A ngel M o n to to visitó e n F rancia a Federica M ontseny, y a su regreso
m e dijo:
“— H a reconocido que nosotros estam os e n la verdad, al afirm ar que la m uerte
de D urruti fue u n a c cid en te”.
“N o satisfecho, todavía, m e trasladé yo a Francia, al pueblo de Realville, e n
terado de que allí residía Rico. El rec ibim iento fue el de u n padre para co n u n
hijo, y le digo:
“— Mira, R ico, vengo para abrazarte, a ti y a tu fam ilia, pero vengo tam b ién
para u n asunto que m e interesa m ucho esclarecer: la m u erte de D urruti”.
“— La verdad es la que te dije cu an d o pasamos la frontera, y n o hay otra.
A h o ra bien, puedes añ ad ir y aclarar que n o estaba presente cuando el accidente,
pero ya sabes que co n M anzana éram os más que herm anos, y a los diez m inutos
de sucedido ya m e hab ía enterado c o n to d o detalle. N o tengo n in g ú n reparo en
afirm ar que la m u erte de D urruti fue u n ac cidente (...).
“C reo, pues — concluye M ossén Jesús— , que en este asu n to se h a dicho la ú l
tim a palabra”. ¿La ú ltim a palabra?
32. Jesús A m a l, Por qué fui secretario de Durruti, Ed. M irador d e l Pirineo, Lérida, 1972.
U tilizam os ta m b ié n los reportajes del m en c io n ad o sacerdote publicados en La Prensa
de B arcelona el mes de julio de 1970, bajo el títu lo de “Mis a v en tu ras en la C o lu m n a
n iir n ili”, iiiiís líos ta rta s cruzadas c o n él e n ju m o de 1971.
71»
C apítulo III
que nos duela reconocer el térm ino, n o sólo te n ía n fe en D urruti, sino que lo se
guían hasta la m uerte sin discusión. C ualquiera de ellos estaba presto a hacerse
m atar ju n to a él. La influencia que D u rruti ejercía sobre ellos venía avalada por
su pasado de lucha que en aquel presente, ta n to en A ragón co m o en M adrid, no
quedaba desm erecido por su presencia p erm a n en te en su puesto de com bate. Si
existía con trad icció n e n tre D urruti delegado de C olum na y D u rru ti m ilitante, era
precisam ente que D urruti ejercía su delegación n o desde el n ú m e ro 27 de la calle
M iguel A ngel o de la V e n ta n a M onzona, sino e n prim era línea. S ólo por un de
sequilibrado, y a co n d ició n de que su ac to fuese aislado, puede adm itirse la idea
del disparo por u n h om bre de su C olum na.
Pero este p u n to hay que aclararlo más. Ya hem os visto cóm o e n M adrid el ge
neral V icente R ojo h ab ía h ec h o a D urruti responsable de u n sector en la C iudad
U niversitaria. Y tam b ié n que justam ente u n a C olum na p e rte n ec ie n te al Partido
C om u n ista (el p rom otor del “m ando ú n ic o ”) se negó a ponerse a las órdenes del
anarquista D urruti, c o n lo que el P C dem ostraba el carácter u n itario que daba a
su consigna de “m an do ú nico”. S in em bargo, com o la o rden oficial quedó en los
archivos, consta que la C olu m na “Libertad-López T ie n d a”, responsable del paso de
los nacionalistas por el Manzanares, estaba a las órdenes de D u rru ti y, por ende, se
denom inaba C o lu m n a “D urruti”.
A teniéndose a esa o rden oficial, M artínez Bande com etió el error de llam arla
anarcosindicalista, error que el propio histo riador de la guerra de España tuvo que
rectificar. Pero ese error n o lo h a n rectificado n i H ugh T hom as, n i Pierre Broué
n i otros que siguen m a n ten ien d o “el c h a q u eteo ” de la C o lu m n a “D urruti”
De la m isma m anera que V icen te R ojo puso a las órdenes de D urruti la
C o lu m n a “Libertad-López T ie n d a”, e n el transcurso de la lu cha en la C iudad
U niversitaria y en el H ospital C línico puso tam b ién a sus órdenes otras tropas de
M adrid, entre éstas unas com pañías de carabineros. E n el sector, pues, que ocu
pab an las fuerzas de D urruti se en c o n trab a n los supervivientes de la C olum na pri
m itiva llegada de A ragón, más otras fuerzas de difícil calificación política. Si hubo
u n asesino de D urruti hay que buscarlo e n tre esas tropas agregadas a la C olum na
en M adrid que n o co n o c ía n a D urruti n i lo querían n i eran quizás afines en ideo
logía. C uando los nuevos historiadores p re te n d a n m eter la m a n o en la historia de
la guerra de España, les es aconsejable prescindir de la biblia de K oltsov y retener
los elem entos que sum inistram os, acordes co n la verdad histó rica relativa a aque-
j^ lla s jom adas del m es de noviem bre de 1936.
siosa de K an n e n algo que deja a uno intrigado. ¿Qué necesidad tuvo K arm en de
escribir el párrafo relativ o a la m uerte de D urruti? La h o ra e n que el cam eram an
ruso sitúa la m uerte oscila en tre las 14,30 a las 15 horas. La respuesta que da H adji
es concreta: “lis ont tué Durruti, ils viennent de le tuer” ¿Q uiénes eran esos “ellos”?
El párrafo que sigue está dirigido co n tra los anarquistas: “El golpe traidor por la
espalda h a quebrado la vida de D urruti, e n el m om ento m ás crítico de la lucha
que sostenía co n tra sí m ism o y co n tra los anarquistas “clásicos”. D urruti se esfor
zaba en rom per c o n la cam arilla de aventureros que le rodeaban, y com enzaba la
verdadera lucha sin reserva por la libertad de España. Era u n hom bre h onesto, y
se en co n trab a m aduro para hacer deducciones justas de to d o lo que estaba p a
sando e n su patria, pero ellos lo h a n m atad o ”. Este “ellos” es am biguo, tan to , que
igual pueden ser los anarquistas “clásicos”, com o los fascistas, com o los hom bres
de O rlov, la G P U . Lo sospechoso de to d o esto es: ¿cómo pudo H ad ji saberlo en la
m ism a h o ra que D urruti fue herido, cu an d o M era, V al y el P len o de m ilitares n o
se en teraro n de ello h asta cerca de las 17 horas...?
ConoanflesÉioiiioanQninio
La teoría de G orm an, apoyada p o r el o tro testim onio an ó n im o de la G olum na, y
corroborada p or la prim era versión dada en Solidaridad Obrera (al descender del
coche sonó u n disparo, que se supone efectuado desde alguna v e n ta n a de algún
ho telito de la M o n clo a), abre n u ev o cauce a la investigación. Pero, desgraciada
m ente, n o hem os en c o n trad o a n ad ie que nos pueda certificar el hecho. Los m i
litares de la C N T , que desem p eñ ab an cargos e n el S in d icato de Panaderos, y que
hem os interrogado, h a n sido incapaces de recordar el h e c h o que nos m e n cio n a el
testim onio an ónim o. N o o b sta n te si el h e c h o fuera cierto, se dem ostraría c o n ello
de dos cosas una: que h a b ían sido elem entos de la “Q u in ta G olum na”, o “ele
m entos disfrazados de anarq uistas”, dirigidos por algún servicio secreto; y, por
aquel ento n ces, el que se llevaba la p alm a era el de la G P U ...
m atado su escolta. La C N T tu v o que m e ter m ano para aclarar las cosas (...).
“T e diré que a Jesús se lo h a n d ic h o (la cuestión d el ac cidente) el chófer y el
que iba de escolta. Jesús n o sabía si yo vivía, y u n d ía se presentó en m i casa u n
jov en de B arcelona y m e dijo qu e él estaba en terad o de la m anera que m u rió
D urruti (...). T o d o esto para m í es u n com prom iso, pues n u n c a se me pasó p o r la
m em oria decir n ad a de cóm o m urió D urruti. C reo que to d o esto es la p ropagand a
de u n d eterm in a d o p artid o C o m u n ista (...) Jesús, este que después pasó conm igo
de secretario, n u n c a m e p reg u n tó cóm o fue la m u erte de D urruti (...). (Jesús se
procuró mi d irec ció n ). Luego rec ib í cuatro letras de él; le contesté, y u n d ía se
me presenta en m i casa, e n R ealville, y después de los correspondientes saludos,
m e dice “que D u rru ti fue h erid o en la M oncloa”, y le digo que no, que e n la
M oncloa estaba yo, y fue allí que m e avisaron. Luego Jesús m e dice: “¿Sabes que
el chófer y el que llevab a el “n a ra n je ro ” dicen que se le disparó el “n a ra n je ro ” y
que m urió al poco tiem po? Yo le dije a Jesús que yo n o podía decir n ad a po rq u e
n o m e e n c o n tra b a allí n i en el co ch e, y que n o tengo m ás versión que la q u e m e
dio M anzana.
Y a títu lo de p u n to final a esta cuestión, R ionda no s escribe: “Puedes afirm ar,
sin tem or a ser desm entido, que tX irruti m urió e n M adrid defendiendo la re v o lu
ció n social”.
Federica M ontseny, p or su p arte, nos escribe:
“Sobre este asu n to de la m u erte de D urruti, puedo decirte que yo m a n tu v e,
an te los alem anes (H a n s M agnus Enzersberger) y a n te M o n to to la versió n que
siempre h a sido sostenida: esto es, que D urruti m urió de u n balazo recibido al b a
jar del coche. M o n to to fue el prim ero que sostuvo la tesis del accidente, según la
versión del fam oso cura. H an s h ab ló co n M o n to to y, al regresar de su v ia je a
Barcelona — el prim ero— , com enzó a flotar la idea d el accidente, h ac ié n d o m e in
cluso vacilar a m í, al citarm e el testim o n io de los m édicos (a Federica le d ie ro n
sólo la versión del tiro a quem arropa, pero no la versión de Bastos A n sart). P ero
lo peor es la afirm ación de R ionda, al que fueron a v er prim ero M o n to to y luego
los alem anes. R io n d a dice que él lo supo por M anzana, y que todo el m u n d o
guardó silencio porque ésa fue la in d icació n de M arianet, que consideraba ta n trá
gicam ente absurda sem ejante m u erte que a todo el m u n d o le parecería increíble.
Q ue todos se co m p ro m etiero n a guardar silencio, y q u e lo guardaron h a s ta hoy,
35 años después. .
“Yo n o sé si R io n d a estaba e n M adrid en el m o m en to de la m uerte de D u rru ti.
C reo que deberías escribirle... y preguntárselo, así com o que dé su versión de los
hechos.
“A n te el cura yo n o h e reco n o cid o nada, porque jam ás le h e visto. Yo h e m a n
ten id o la tesis de la b ala perdida; y si h e vacilado, expresando alguna duda, h a sido
después del testim o n io de R ionda. Lo que yo puedo afirm ar es que JA M Á S , n a
die, hasta ahora, m e dio o tra versión de la m uerte de D u rru ti que la g en e ralm en te
adm itida”.
“ ( ...) N o h a y t a l t e s t i m o n i o m í o a f a v o r d e la te s is d e l c u r a d e m a rra s , a l q u e
te r e p it o q u e n o h e v i s t o e n m i v i d a , s i e n d o p a r a m í la p r i m e r a n o t ic i a d e s u e x i s
t e n c i a la q u e m e d i o M o n t o t o . P e r o ta l y c o m o e s t á n la s c o sa s, m i tc .s tim o n io t a m
711 lA S M U E R T E S D E D U R R U T I
la consideram os lo suficientem ente in telig en te para saber p en sar y decir las cosas;
¿por qué, entonces, A rn al, sin más averiguaciones, confirm a lo dicho por
M o n to to com o u n a verdad absoluta? M u ch a ligereza es esa e n cuestiones de este
tipo. En esta versión, pues, del “cura de m arras”, vem os m ezclados a los periodis
tas de la A gencia EFE, al director falangista del diario La Prensa y, por si fiiera
poco, el enfado que h u b o después e n tre el cu ra y el periodista M o n to to , que da
m os com o epílogo de esa colaboración.
E n la carta del 13 de junio de 1971, Jesús A m a l nos escribe;
“E n cu anto a la dirección de M o n toto, n o se la quiero dar, para que n o le en
rede a usted com o m e h a enredado a mí; claro que el adquirirla le sería fácil por la
guía telefónica, pues ya n o pertenece al periódico La Prensa, y aú n quiero m ani
festarle que n o tien e c a m e t de periodista. M e arm ó u n tin glado con la T V ale
m ana, que parece estar interesada en este asunto de V entura; se te n ía que rodar
e n la V en ta y en la C asilla, donde te n ía n que llevarm e con u n coche, y m enos mal
que se enteró a tiem po la policía, resultando que n o te n ía n perm iso de ningun a
ciase, en cam bio, mis M em orias duerm en; él se com prom etió a retocar u n poco el
estilo, y lo que h a h e c h o es exprim ir el asun to para su interés. A h o ra m iraré de
arrancarle todo el m aterial que tien e m ío, y verem os si algún d ía se publica, cosa
n ad a fácil; pero piense que yo n o hago historia, sólo justifico m i estancia en la
C olum na y defender la m em oria de V e n tu ra”.
H asta aquí citam os a A m al. Y a guisa de conclusión nos preguntam os: ¿Cómo
podría titularse esta versión? La mercantilización de un secreto... si secreto h a h a
bido.
7^ f
C apitulo IV
Por m ucha perspicacia de que se quiera hacer prueba, n ad a autoriza a form ular
u n a hipótesis sobre la m uerte de D urruti que m enoscabe su persona o perjudiq u^
la organización a la que D urruti en treg ó los años vitales de su existencia.
Lo conflictivo, o el d ebate e n to m o a su m uerte, n o obedece a su m u e rte
misma, sino al carácter de la lu c h a en la cual el pueblo obrero español estaba e n
tregado en aquellos m o m en tos y a la posición revolucionaria que D urruti m a n te
nía. D icho en otros térm inos: al proceso revolución-con trarrevolución e n que,
desde últim os de setiem bre de 1936, h ab ía entrado la sociedad española.
D urruti, por su posición h u m a n a y por el carácter revolucionario in tra n si
gente que im prim ía a sus actos d e n tro del retroceso de la revolución, aparecía
com o u n a posibilidad de re to m a r los hechos, para reem prender el cam ino q u e la
clase obrera y cam pesina h ab ía in iciad o a p artir del 19 de julio de 1936. Su p e r
sonalidad se destacaba, pues, co m o u n faro indicador de que n o todo estab a p e r
dido, y que c o n tin u a n d o la lu c h a se reconquistaría de n u evo España p ara la r e
v olución p ro letaria y cam pesina. F atalm en te, su m uerte debía ser sentida co m o
u n terrible golpe asestado a la esperanza revolucionaria. Y los tiem pos, aquello?
tiem pos del o to ñ o de 1936, e ra n ya turbios, apuntándose en el horizonte indicios
d e m al presagio. E n o ctubre, c o n el d ecreto de la m ilitarización, se h ab ía c o m e n
zado ya al desarm e m o ral de las m ilicias revolucionarias, sobre todo en A ragón.
La guerra com enzaba ya a p erder su sentido revolucionario para co nvertirse e n
u n a guerra nacio n alista. La co n trarrevolución , cap itan ead a por el P artid o
C om unista, a p u n tab a ya claram en te e n el escenario de la lucha española. C a e r
m uerto D urruti e n esas circu nstancias — y n o en b atalla em peñada al fre n te de
sus hom bre— com o resultado de u n disparo perdido o de u n accidente estúpido,
era abrir la p u erta a todas las suposiciones: la personalidad de D urruti pedía, para
el sen tim ien to popular, u n escenario m ayor que el q u e le reservó el destino. Eso
es todo. Y, sin em bargo, n o es to do . *
Y n o es to d o porque in m ed ia tam en te después d e la m uerte de D urruti sí que
se com enzó co n su asesinato p o lítico y m oral. D urruti, líder a pesar suyo, hem os
dicho que represen tab a para el pueb lo la encarn ació n de sus anhelos revolucio
narios. La ofensiva que la co n tra rre v o lu ció n inició después de su m uerte daba la
sensación de que se h ab ía m atad o a D urruti porque él era u n obstáculo a los fines
contrarrevolucionarios. In stin tiv am en te , así se sentía e n el alma popular. Y d e h e
cho, de cualquier m an era que D u rru ti hubiera m uerto, co n su m uerte la c o n tra
rrevolución afirm aba su avance.
La p o lític a c o n tra rre v o lu c io n a ria , d e sa rro lla d a in m e d ia ta m e n te por el
P a r t id o C ^ o m u n ista d e E s p a ñ a y p o r e l P a r t i t S o c ia lis ta U n i f i c a r d e C a t a l u n y a , tío
■ju f, la s m u e r t e s d e D U R R U T I
dejaba lugar a dudas de que la m uerte de EXirruti les hab ía beneficiado. S iendo el
P artido C o m u n ista el ganador, o b jetiv am en te p o d ía considerársele com o su ase
sino moral. Pero el h om bre sencillo, el que desea term inar de u n a vez con todos
los sufrim ientos que le im pone el sistem a burgués, n o h ace distingos en tre lo mo
ral y lo físico. El sectarism o del P artido C om unista, m anipulado p or los estrategas
de M oscú, incurrió e n el grosero error de querer acaparar la personalidad de
EXirruti, despreciando a la vez sus ideas libertarias o, lo que es peor, insinuando
que a los asesinos de D urruti h ab ía que buscarlos en tre “los aven tureros que for
m aban la capa de los anarquistas clásicos”. S itu an d o así el debate, la m uerte de
D urruti n o podría esclarecerse jamás, pasando a ser u n enigm a h istórico para los
amigos del “dos y dos son cu atro ”. Pero para los que sabemos que, a veces, “dos y
dos p ueden ser cin co ”, la m uerte de D u rru ti n o constituye n in g ú n enigm a: m urió
e n anarquista, lu c h an d o p or la rev olución social y víctim a de la co n trarrev o lu
ción, com o N ésto r M a k h n o lo fue de los bolcheviques e n R usia o G ustavo
L andauer lo fue de N oske en A lem ania. '
El asesinato político de D urruti se consum ó el día 25 de abril de 1938, cuando
Ju a n N egrín, P residente del C onsejo de M inistros y M inistro de D efensa
N acional, otorgó a D urruti, a título póstum o, el grado de te n ie n te coronel del
E jército Popular R epublicano:
“De acuerdo co n el C onsejo de M inistros, y e n vista de los brillantes servicios
rendidos a la R epública, en el dom inio m ilitar, por el ciudadano B uenaventura
D urruti y D om ínguez, m uerto gloriosam ente el día 20 de noviem bre de 1936 en
el frente de M adrid, a la cabeza de su C o lu m n a, h e decidido nom brarle M ayor de
M ilicias, tom ando efecto el 19 de julio de 1936. Del m ism o m odo, te n ien do en
cu e n ta su señalado com p ortam iento e n las operaciones de guerra, tengo a b ien
concederle el grado de te n ie n te coronel, to m an d o efecto el d ía de su m uerte, es
decir, el 20 de noviem bre de 1936. Barcelona, 25 de abril de 1938. Firmado: Juan
N egrín, P residente d el C o nsejo de M inistros y M inistro de D efensa N acio n al”
A través de las páginas de este libro, el lector hab rá podido cap tar el com por
ta m ie n to de D urruti, resistiéndose a la m ilitarización. E n octu b re h ab ía ya re
nunciado al grado de M ayor de M ilicias que le había concedido Francisco Largo
C aballero. Y en el m o m en to de su m uerte n o era o tra cosa que “el delegado ge
neral de la C o lu m n a “D urru ti”. N om brarle te n ie n te coronel “por sus servicios
prestados a la R epública”, era el m ayor agravio que se podía h a c e r a su m em oria
de revolucionario y a las M ilicias O breras.
S u asesinato po lítico com enzó pues, com o hem os d ic h o , inm ed iatam en te
después de su m uerte. “D urruti, h éro e”; “D urruti, caudillo del p ueblo”... Era u n a
m anera de vaciar a D urruti de su sustancia libertaria y anarquista. La clara m iti-
ficación de su lu c h a y la m an ip u lació n p o lític a de su personalidad p ara cubrir co n
ello el avance contrarrevolucionario.
H asta abril de 1938, por las disposiciones dictadas en el o rd en m ilitar, los de
legados obreros de las C olum nas de M ilicias n o pod ían aspirar n ad a más que al
grado de M ayor de M ilicias, lo que n o im pedía que esos M ayores de Milicias miin-
daran D ivisiones e incluso C uerpos de Ejército. Pero el P artido C om unista, a me»
dida que por m otivos de la “N o -in te rv e n c ió n ” el Estado soviético hahía ido me»
tiéndose e n el co n flicto español, siendo a la vez su banquero , aspiraba al coi^trol
absoluto del E jército, im p lan tan d o e n él a sus m ilitan tes com o generales. Pero
¿cómo superar la dificultad de las disposiciones existentes, sin en tra r en guerra d e
clarada co n los dem ás sectores del “bloque antifascista”? D urruti había sido “el
caudillo ejem plar”, nad ie podía sentirse m olesto porque se otorgara u n p rem io a
su “ejem plaridad”. C o n c e d ién d o le el títu lo de te n ie n te coronel se ren d ía “ju sti
cia” a las m ilicias y, p aralelam en te, eso servía de cu b ierta a los n om bram ientos
masivos de los te n ie n te s coroneles que el P C te n ía e n lista. D e u n tiro se m a ta
ban dos pájaros: se asesinaba p o lític am e n te a D urruti y se consolidaba el p o d er del
P C en el E jército. La op eració n era de talla “m aquiavélica”. Y rindió sus frutos.
El n om b re de D u rru ti, p or la pro paganda interesada de todos los partidos, se
convirtió e n el dogm a de la guerra. P ara cualquier m edida co n trarrev o lu cio n aria
se citaba el n om bre de D urruti, apoyándolo con u n a frase que se le adjudicó;
“R enunciam os a todo, m enos a la v ic to ria”. Esta frase llegó a ser la consigna m á
xim a de la guerra. Y h a sta en el m ism o C onsejo de M inistros, cuando algún m i
nistro de la C N T se le v an ta b a c o n tra u n a m edida a te n ta to ria a los intereses del
proletariado, sus enem igos políticos le h acía callar record ándole la frase lapidaria
que se adjudicaba a D urruti, “el caudillo del pueblo”: “Lo que cu en ta es la v ic to
ria, la revolución se h a rá después. ¿No era ésa la v o lu n tad de nuestro gran
D urruti?”
La m an ip u lació n de la m em oria del “h éro e del p u eb lo ” era ta n m anifiesta que
E m ilienne M o rin se vio obligada a salir al paso, rehusando el “alto h o n o r q u e se
le h acía” al declararla “te n ie n te co ro n ela”:
“C reem os n o traicio n a r la m em oria de D urruti afirm ando que fue h asta el úl
tim o in stan te de su vid a el in tré p id o anarquista de sus prim eros años. Esta ev o c a
c ió n n o es superflua, pues n o es u n secreto para n ad ie saber que diversos sectores
políticos h a n in te n ta d o acaparar p ara su exclusivo uso el innegable prestigio del
héroe de A ragó n y de M adrid.
“Se h a in te n ta d o h a c e r de él u n gran militar co n v en cid o de la necesidad de
u n a disciplina de h ierro, acogiendo incluso co n satisfacción la m ilitarización de
la que ya se h ab lab a e n n o v iem b re de 1936. Sus últim as palabras; “ren u n ciam o s
a todo, m enos a la v ic to ria”, se h a n con v ertid o en la consigna de los c o m b a tie n
tes, pero cada cual las in terp re ta según la necesidad de la p olítica de su organiza
ción o partido.
“N o quiero e n tra r e n polém ica, porque la hora que vivim os n o es para p o le
mizar, pero e n este c o n ju n to de contradicciones y confusiones nacidas de la gue
rra misma, perm ítasem e decir, com o testim onio, lo que pienso. D urruti, cu a n d o
h ablaba de la victoria, pensaba, sin ninguna duda posible, en la victoria de las
Milicias populares, v en c ie n d o a las hordas fa.scistas, pues rechazaba la idea de la
victoria m ilitar de una R epública burguesa que no conduciría a ninguna transfor
m ación stKial.
“CAiiintiis v e c e s le h a b í a o í d o d e c ir :
728 LAS M UERTES DE DURRUTI
C a p ít u l o V
Conclusión
'I
LA G U E R R A H A T E R M IN A D O . |
Burgos, 1 de abril de 1939. A ñ o de la V ictoria.”
36. GeorKcs Bcmano!), I m s grarules cementerios h<ijii lt¡ luna. O bra en la que el autor de»«
cribe 1,1 vul.i en l¡i isl.i Je M.illorc ,i b.t|i) el ilummid lr.iM<|iiiM.i.
7 JO l a s m u e r t e s d e D URRUTI
de anatem as. Bajo ellas cayó A n d ré M arty, el inquisidor p rincipal de las Brigadas
Internacionales, y C harles T illo n, que “adm inistró u n a parte del oro español co n
fiado al Partido C o m u n ista francés. Ese d in ero fue em pleado e n subvenir y arm ar
a los guerrilleros franceses en su lucha c o n tra los alem anes” m ientras los guerri
lleros españoles m orían faltos de auxilios e n las m ontañas españolas.
¿Qué razón asistía a S talin para llevar la represión h asta sus últim as conse
cuencias sobre los asuntos españoles? ¿Era porque sus enviados, a la vista de lo que
ocurría en España, h a b ía n com prendido las verdaderas raíces del estalinism o?
¿Cuáles pueden ser las otras razones? U n a seria investigación sobre este asunto
puede ayudar fuertem ente a la com prensión de la actual crisis del com unism o in
ternacional. E n ese sentido, F em an d o C lau d ín h a lanzado al “rem anso” estali-
n ia n o la prim era piedra... ^7.
El P artido C o m u n ista de España n o se salvó tam poco de esa “caza de herejes”.
Los hom bres que m ejor sirvieron a S talin , para traicionar la revolución española
y llevar la R epública a perder la guerra, com o José Díaz y Jesús H em ández, caye
ro n tam bién víctim as de “lo arbitrario”, eufem ism o con el que designa Ilya
E hrenburg el despotism o estalinista. El prim ero fue defenestrado desde u n q u in to
piso en u n a ciudad de u n a región perdida de la G ra n Rusia; y el segundo pudo sal
var el pellejo huyen d o a M éxico.
El pleito en E spaña aún n o está zanjado. Los ataques de E nrique Líster al
“opo rtunista” S antiago C arrillo p o n en a ú n más de relieve la im portancia del ex
ped ien te com unista e n la guerra española que se encierra e n el Yo fui ministro de
Stalin 38. Es m ucho borrón, para u n “b o rró n y cu e n ta nuev a”...
El 26 de enero de 1939, el C u artel G en e ra l de Francisco F ranco dio u n a o r
d e n al general jefe de la ocupación de la cap ital catalana: “Bórrese todo signo que
perm ita la identificación de los dirigentes rojos enterrados e n el C e m e n terio de
M o n tju ich y evítese que esas tum bas se co n v ie rta n en lugares de reu n ió n de las
gentes”. Los jefes m ilitares co m unicaro n la o rd en del general F ranco a las a u to
ridades civiles. El G o b e m a d o r civil en vió a la adm inistración del m encionado
cem en terio la n o ta siguiente: “Es necesario borrar de las tum bas de los líderes
anarquistas y catalanistas, y especialm ente de la tum ba de B u en av en tu ra D urruti,
en terra d o en ese ce m en terio , todo carác ter que pueda llam ar la aten c ió n de la
gente.
“A gentes de vigilancia, nom brados a ese efecto, d eberán ev itar to d a visita a
esas tum bas, y d e te n e r com o sospechosos a quienes m ostraran deseo de visitarlas.
D el cum plim iento de esta o rd en le h ago a u sted p erso n alm en te responsable” 3’ .
A p é n d ic e
Borrar la historia
C om enzaré por situar m ejor las cosas preg u n tan d o a los regidores y en particular
al alcalde, Pascual M aragall, del A y u n tam ien to de Barcelona, qué hay que hacer
para saber dónde se e n c u en tra n los restos de B uenaventura D urruti y Francisco
A scaso, respectivam ente enterrados — c o n carácter provisional— el 22 de n o
viem bre de 1936 e n la T u m b a M enor n. 69 e n la V ía S an Juan Bautista, N o v en a
A grupación y el 21 de julio de 1936 e n el n ic h o de alquiler n ú m ero 3.344, 4 piso
en S in V ía. Igualm ente preguntam os p or qué faltan m il n ic h o s en V ía S an
O legario, 5 D ivisión. La num eración va del núm ero 1 al 4-999 y de aquí salta al
6.000. Da la co in cid en cia que D om ingo A scaso A badía, m u erto durante los he
chos de mayo de 1937, fue enterrado en el n ic h o 5.817, según reza y se da com o
inform ación en la A d m inistración del C em enterio .
¿Qué cabe pensar? ¿Se volatizaron esos nichos com o resultado de u n negocio?
o ¿su elim inación corresponde a la té cn ic a de la esponja para borrar la historia?
La historia vale para recuperar la historia: veam os los h ec h o s en los que se ba
san estas preguntas.
C uan d o el 22 de noviem bre de 1936 se dio sepultura a D urruti, se hizo e n la
T u m b a M enor n ú m e ro 69, que ya hem os m encionado. Esta tu m b a se en contraba
vacía desde 1905 y e n esa fecha fue retrocedida al A y u n tam ien to de Barcelona,
Lío de mausoleos
E n u n a de las fotos — com o se pued e apreciar por la reproducción del d o c u
m ento— aparece u n túm ulo de flores entretejidas co n la inscripción: “L a 26
D ivisión a D u rm ti, 20-11-1938” descansando sobre u n m uro e n form a de tr iá n
gulo, seguram ente d el m ism o m aterial co n que están constm idas las tum bas a c
tuales y en el que seguram ente h a b ía alguna inscripción grabada en recuerdo a los
tres hom enajeados. En la actualidad, com o cualquier visitan te puede apreciar, el
triángulo en cu estió n n o existe, y las tres tum bas lisas aparecen bien anónim as.
Está claro que ese triángulo fue derribado por órdenes superiores civiles o m ilita
res, recién fue ocupada la ciu dad de Barcelona, el 26 de enero de 1939, p o r las
fuerzas contrarias.
E n 1966 llegaba la n o tic ia de que después de investigaciones realizadas e n
to m o a la tum ba de D urruti se po d ía ver u n escrito e n la A d m in istració n del
C em enterio por el que se daba o rd e n de “h acer desaparecer de las tum bas d e p o
líticos significados o líderes obreros, particularm ente de la de D urm ti, to d o signo
que pudiera llam ar la aten c ió n de las gentes”. Y a la vez se recom endaba “situ ar
agentes de vigilancia para ev itar to d a visita a esas tum bas, e incluso d eten e r co m o
sospechosos a quienes solicitaran datos relativos al lugar de en terram ien to d e los
dirigentes m e ncionado s.” ¿Fue en to n c e s cuando se dem olió el muro?. T o d o a c o n
seja a creer que fue así. C o n la inform ación transcrita se concluía el últim o c a p í
tulo de la biografía que estábam os escribiendo sobre D urruti.
¿Se concluía? Q uizá sólo com enzaba una historia.
H a c e u n o s m e s e s , c u a n d o a ú n n o h a b ía m o s v i s i ta d o la t u m b a d e D u r r u t i , nos
e n c iu iiin a m o s a l C e m e n t e r i o S u d - E s t e y .so lic ita m o s de la A d m i n i s t r a c i ó n del
734 las m u e r t e s d e DURRUn
B ib l io g r a f ía
A m p l ia c ió n b ib l io g r A h c a
Ín d i c e o n o m á s t ic o
Ín d i c e de lu g a r es
ÍNDICE DE GRÁFICOS
O b r a s d e l m is m o a u t o r
739
BibliograSa
B Selección de textos
— Sobre la historia social
— Sobre la guerra revolucionaria española
b) Para A m érica (1 9 2 4 4 9 2 6 ):
L a A ntorch a (B uenos A ires)
E l h h e rta n o (B uenos A ires)
L a Protesta (B uenos A ires)
Cn'nca (B uenos A ires)
L a N ación (B uenos A ires)
Regeneración (M é x ic o )
R evista T od o es H istoria, núm s. 33 y 34, de en ero y febrero de 19 30 A rtículos de O svaldo Bayer,
sobre los anarquistas y sus actividades e n la A rgentina, de 1921 a 1928
II. P E R IO D O 1 9 3 1 4 9 3 6
C N T (M adrid)
E l Soaabsca (M adrid)
M und o O brero (M adrid)
L a C rónica (M adrid)
A h ora (Madrid)
Solidaridad O brera (B arcelona)
E l Luchador (B arcelon a)
Tiem pos N uevos (B arcelona)
L a Vanguardia (B arcelona)
L a Batalla (B arcelona)
L a H um anita t (B arcelona)
Tierra y Libertad (B arcelona)
a) Diarios:
Solidandad O brera (B arcelona)
C N T (Madrid)
La Batalla (M adrid)
M undo Obrero (M adrid)
Claridad (M adrid)
E l Socialista (M adrid)
La N o c fc (B arcelona)
R u ta (Barcelona)
E l A m igo del Pueblo (B arcelona)
Ideas (Barcelona)
Acracia (Lérida)
E sfuerzo (B arcelona)
Tierra y Libertad (B arcelona)
b) Revistas:
U m bral
Tiem pos N uevos (B arcelona)
Estudios (V alen cia)
T im ón
L ’Illustration (París)
e) Discursos y entrevistas:
La M ontagne (octubre de 19 36), entrevista del periodista A . Sou illo n , tom ado por la Espagne
A ntifasciste
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julio a diciem bre de 1936)
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g) Folletos:
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h ) Filmes:
D ocum ental sobre e l Entierro de Durruti, 1936, Sin dicato U n ic o de Espectáculos Públicos de la
C N T de B arcelona
D ocum ental sobre L a C o lu m n a de D urruti T e x to de Jacinto T orh yo y música de D otras y V ila,
1936, S in d icato U n ic o de E spectáculos Públicos de la C N T de Barcelona
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3. L a g u e r r a e s p a ñ o l a 1 9 3 6 -1 9 3 9
4. L a R e v o l u c i ó n s o c i a l e n l a g u e r r a e s p a ñ o l a d e 19 3 6 -1 9 3 9
Indices 'lA
De perso n a s y au to res*
AN A c c ió n N a c io n a l
AP A c c ió n P o p u lar
AR A c c ió n R e p u b lic a n a
BN Bloque N a c io n a l
BOC Bloque O b re ro y C am pesino
CAEXDI C e n tr o A u to n o m is ta de D e p e n d ie n tes d e C o m ercio
CEDA C o n fe d e ra c ió n E spañola de D erechas A u tó n o m as
CNT C o n fe d e ra c ió n N a c io n a l del T rab a jo
DLR D e re c h a L iberal R epublicana
EC E stat C a ta lá
ER E squerra R e p u b lic a n a de C a ta lu n y a
FA I F e d e rac ió n A n a rq u ista Ibérica
FA UD Freí A rb e ite r U n io n D e u tch la n d
FE Falange E spañola
IC Izquierda C o m u n is ta
IR Izquierda R e p u b lic an a
IR Y A Izquierda R e v o lu c io n aria y A n tiim p e ria lista
JJ.SS. Ju v e n tu d es Socialistas
JO N S Ju n ta s O fensivas N a c io n a l Sindicalistas
JS U Ju v e n tu d es Socialistas U nificadas
LR Lliga R eg io n alista
ORGA O rg a n iza ció n R e p u b lic an a G allega A u tó n o m a
PA P artid o A g rario
PCE P a rtid o C o m u n is ta de España
PCR P a rtit C a ta la n is ta R epública
PLD P artid o L iberal D em ócrata
POUM P a rtid o O b re ro d e U n ifica ció n M arxista
PRC P a rtid o R e p u b lic an o C onservador
PR F P artid o R e p u b lic a n o Federal
PRO ' P a rtid o R e p u b lic a n o G alleguista
PRP P artid o R e p u b lic an o Progresista
- PR R P a rtid o R e p u b lic an o R adical
PRRS P a rtid o R e p u b lic a n o R adical S ocialista
PS P artid o S in d ica lista
PSOE P artid o S o c ialista O b re ro Español
RE R e n o v a c ió n E spañola
SA C S v en g es A rb e tare s C e n tra lo rg an isa tio n
UGT U n ió n G e n e ra l de T rabajadores
UR U nieín R e p u b lic an a
U Rab U n ió de Rabasseires
u se U n ió Socialista d e Catalunya ' ¡
T ít u l o s p u b l ic a d o s
V íc to r G a rc ía Utopías y anarquismo
V íd e o Arte y anarquía
D e p r ó x im a a p a r i c i ó n
O b r a s d e l m is m o a u t o r
Durruti,
Ed E leftheros T ipos, A tenas, 1978
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E n PREPARACIÓN:
CNT.AIT