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Educación Femenina en Iquique Hacia Inicios Del Siglo XX
Educación Femenina en Iquique Hacia Inicios Del Siglo XX
1880-1913.
Ramo: Seminario “Instituciones y formas de control social: notas para el estudio del
sistema carcelario en el extremo norte de Chile (1884-1910)
La presente investigación constituye una aproximación a la historia de la educación
femenina en Chile a principios del siglo XX, específicamente en Iquique entre 1880 y 1912. El
objetivo central de este trabajo es analizar la función social de la escuela en el contexto aludido
en relación a la reproducción del género, es decir a identificar sus principales mecanismos,
prácticas y los discursos en que se sustentan, para indagar en su funcionamiento como
dispositivo de control social. En ese sentido, se pretende abordar el fenómeno de la educación en
una perspectiva crítica que permita visualizar las relaciones de poder que atraviesan su
trayectoria, especialmente en las escuelas femeninas como espacio de desenvolvimiento y
articulación de éstas. Si bien la educación femenina constituyó una preocupación para el Estado
y las élites gobernantes y se aplicaron políticas públicas tendientes a su expansión, las escuelas
de niñas tanto en Iquique como a nivel regional experimentaron constantes dificultades para su
funcionamiento, por tanto como hipótesis central sostenemos que este contraste entre los
discursos que se plantean desde el poder y las condiciones materiales a nivel local muestran un
grado de abandono por parte del Estado que incide en la efectividad y eficacia de las funciones
de la escuela como dispositivo de control y disciplinamiento.
***
La educación ocupó un lugar central en las discusiones de la sociedad chilena del siglo
XIX al calor del proceso de formación del Estado nacional y de la búsqueda de vías conducentes
al progreso. La educación fue concebida como un mecanismo para desarrollar el espíritu patrio y
legitimar el proyecto de sociedad emanado desde las élites gobernantes, lo cual requería de la
formación de ciudadanos capaces de dirigir los destinos de la nación, por una parte, y por otra
formar ciudadanos obedientes, sumisos y laboriosos (Orellana, 2009). A partir de 1830, en la
medida en que se afianzaba el sistema republicano, se comienzan a dictar leyes e implementar
políticas públicas orientadas a la estructuración de un sistema educativo eficaz, integrador y de
cobertura nacional, siendo una de las más importantes la Ley de Instrucción Primaria bajo el
gobierno de Manuel Montt en 1860, la cual establecía el acceso gratuito a la educación primaria
para niños y niñas y su control recaía en manos del Estado. Según señala María Loreto Egaña el
sistema educativo –puntualmente la enseñanza primaria- alcanzaría su consolidación hacia la
década de 1880 como una “práctica estatal” (Egaña, 2000) en un contexto de crecimiento
económico y de gobiernos dispuestos a fortalecer la institución de la escuela, por otra parte
nuevos sectores sociales emergentes presionan al Estado para ejercer su responsabilidad como
sostenedor y regulador en esta materia. Este último punto, el rol del Estado, será el hilo
conductor del debate político y del desarrollo de la educación chilena en el periodo estudiado.
La educación femenina aparece en los márgenes de los relatos oficiales, para este
contexto se suelen mencionar las primeras leyes que permitieron la extensión del sistema escolar
y universitario a la población femenina y las primeras mujeres en recibir títulos universitarios.
Existe por lo demás una tendencia a abordar la educación femenina en un sentido lineal, es decir
como un proceso de paulatina ampliación de derechos y concesiones provenientes del Estado y
otras instituciones, eclipsando las implicancias y alcances que aparejaban las reformas educativas
y la relevancia de las luchas y movilizaciones de las propias mujeres en pro de sus derechos. Este
recorrido ahistórico desde el poder hacia una colectividad pasivamente receptora desconoce la
constitución del sujeto mujer en actor histórico–actrices históricas- en el sentido que lo expresan
Gabriel Salazar y Julio Pinto "[...] individuos que tienen conciencia de sí mismos, una conciencia
que los lleva a tener la voluntad de influir sobre su 'yo y su circunstancia', asegurando por medio
de sus actos, la protección y extensión de su libertad” (Salazar & Pinto, 1999, pág. 93), por lo
tanto consideramos relevante desarrollar una visión crítica que problematice el contexto social en
que se desenvuelve la educación femenina, los discursos que se entretejen y los actores
involucrados en ella, además de analizar sus contenidos y el componente de género presente en
éstos. El género es una construcción social basada en las diferencias anátomo fisiológicas de los
cuerpos, asignando roles, funciones y atribuciones en virtud de la sexualidad, configurando así la
correlación de sujetos hombre/masculino y mujer/femenino; a su vez el género es una categoría
que contiene historicidad, es decir que varía a lo largo del tiempo y en distintos contextos
socioculturales, siendo un elemento fundamental en las relaciones de poder entre sujetos (Scott,
1990), relaciones que han determinado la subordinación de las mujeres respecto de los varones.
El género, al hacer referencia al tema del poder resulta ser un elemento de análisis necesario para
abordar la educación femenina.
Hasta 1891 la educación estatal femenina solamente cubría la enseñanza primaria, la cual
incluía nociones básicas de lectura, escritura, aritmética, geografía y gramática, aparte de ramos
como religión y catecismo, labores de mano e higiene dirigidos a la formación moral y los roles
tradicionales de las mujeres. En 1887 se dictó el Decreto Supremo n°547 de fecha 06 de enero,
conocido como Decreto Amunátegui dado que fue firmado por el ministro de Justicia, Culto e
Instrucción Pública Miguel Luis Amunátegui bajo el gobierno de Aníbal Pinto. Este decreto
estipulaba 3 elementos centrales: fomento a la formación seria y sólida de las mujeres, ello a raíz
de las profundas diferencias curriculares entre la educación para varones y mujeres;
reconocimiento a las capacidades de las mujeres para ejercer algunas profesiones; permitir y
preparar a las alumnas para la rendición de exámenes válidos para su acceso a la universidad y,
por ende, alcanzar títulos profesionales. Este decreto además estimuló la creación de liceos
fiscales a lo largo del país (Inzunza, 2009). Envuelta en una larga polémica, especialmente entre
liberales y conservadores, la educación secundaria femenina se impartía en instituciones
religiosas y privadas por tanto su acceso se restringía únicamente a muchachas de familias
acomodadas, además de ser una educación funcional a las labores consideradas propias de su
sexo, es por ello que la necesidad de ampliar la cobertura fiscal en esta materia resultaba
evidente, no obstante persistió el debate en torno a la pertinencia de la educación secundaria y
los contenidos que ésta debía incluir para armonizar el adelanto intelectual con la misión social
de las mujeres. Surgen a este respecto voces críticas provenientes tanto desde la esfera política
como también desde las aulas para presionar a los sucesivos gobiernos:
“Si estos conocimientos son el mínimun de los que deben entrar en la instrucción
primaria de una niña, ¿por qué no habían de procurar ir mas adelante aquellas que
recibieron del cielo el inestimable don de la intelijencia? - ¿por qué las que
pertenecen a la clase acomodada no gastarían en instruirse el tiempo i dinero que
dan a las mil bagatelas de que se compone la moda? - ¿Por qué no estudiarían
cosmografía y astronomía, historias, idiomas extranjeros, literatura, filosofía,
pintura, música, etc.? – En primer lugar, se dirá, porque no vemos la necesidad ni
utilidad de tales estudios; en segundo, porque comunmente se dice que las
mujeres instruidas llegan a hacerse fastidiosas; porque, envaneciéndose con su
saber, se convierten en fátuas i aspiran al título de literatas, filósofas o poetisas. –
Pero es preciso convencerse de que ámbos argumentos son falsos.” (Casanova,
1871).
Según Benjamín Silva, entre los años 1880 a 1883 las escuelas primarias de la provincia
funcionaron con poca regularidad precisamente por falta de locales o problemas
infraestructurales de éstos, siendo la Escuela Elemental de Niñas una de las que contó con mayor
regularidad (Silva, 2013). A nuestro parecer, estos problemas dicen relación con el hecho de que
la administración chilena en la provincia en sus primeros años se encontraba en proceso de
estructuración priorizando la estabilidad política y el desarrollo económico, sin embargo según
las fuentes consultadas las problemáticas por las que atravesaron los establecimientos fiscales, en
el caso puntual de esta investigación los de educación femenina, fueron una constante durante
todo el periodo analizado. Por ejemplo, tras la puesta en funcionamiento de la Escuela Elemental
de Niñas la directora se dirigió al Jefe Político para solicitar útiles de primera necesidad:
“Necesitando la escuela que regento de los útiles necesarios para funcionar con la
regularidad debida, i no habiéndolos obtenido hasta la fecha, acompaño a V.P. una
lista de ellos para que se digne ordenar se me entreguen por quien corresponda.
Una mesa. Un escritorio para la directora. Un reloj de campana. Mapas murales de
las cinco divisiones del mundo. Útiles de escritorio para la clase de caligrafía.
Libros de estudio elementales. Tiza. Un libro para la matrícula del
establecimiento. Un estante. Dios que a V.P. Mercedes Rosales.” (AHN-
Intendencia de Tarapacá 1880 Vol. I Instrucciones Primarias)
Este reclamo tuvo varias reiteraciones a lo largo de 1909, en una de ellas la preceptora
adquiere un tono determinante y dramático al señalar que además del riesgo que la situación
conlleva para la salud de las alumnas se atenta contra la labor educativa en general:
Es interesante en este documento la alusión que se hace a las madres de familia, en este
contexto la temática de la higiene constituía una preocupación central para las autoridades de
este puerto dado que las enfermedades infectocontagiosas estaban a la vuelta de la esquina,
produciéndose epidemias que causaron grandes mermas en la población local, especialmente
infantil por lo cual las responsabilidades en torno a la higiene recaían en las mujeres, como parte
de sus labores de cuidado y preocupación por el bienestar de la familia según las disposiciones
culturales de género. La situación de los desagües se repite también en otros establecimientos
ubicados en distintos puntos del departamento, como la Escuela n°12 de Mujeres que no contaba
con desagüe y la Escuela n°8 de Mujeres en calle Latorre #307 que sencillamente no contaba con
servicio de agua potable.
Estas situaciones cobran sentido al situarnos en las representaciones sociales de la época
en torno a la feminidad ligadas a la maternidad, las labores domésticas y la familia, a partir de lo
cual la educación femenina es puramente funcional a la formación de futuras madres y dueñas de
casa y por lo tanto ésta no fue foco de interés público salvo en materia de vigilancia moral, como
analizaremos más adelante. Según las fuentes consultadas, frente a estas problemáticas las
autoridades de la región tomaban pocas cartas en el asunto, demorando la tramitación de los
presupuestos para reparaciones con la Tesorería de la República y el Ministerio o contradiciendo
la urgencia de las reparaciones y la causa de los daños en los locales.
Podemos establecer de este modo que tanto la formación teórica como práctica se orienta
a reforzar los roles tradicionales asignados culturalmente a las mujeres como parte del proyecto
de sociedad de las clases dirigentes, en el caso de las escuelas profesionales se forma a las
mujeres en labores propias de su sexo como una estrategia de disciplina específica tanto para su
desenvolvimiento en el ámbito privado del hogar como en la vida pública en virtud de su
inserción laboral, por tanto a la subordinación de las mujeres respecto de la autoridad patriarcal
se le suma la subordinación en el espacio laboral en el cual se reproducirían las mismas
relaciones de poder.
Al igual que en el caso de las escuelas elementales, las alumnas de las escuelas
profesionales tuvieron que soportar malos olores e incomodidades causados por los desperfectos
de la infraestructura de los locales. A ello se suma en 1906 una petición de su directora al
visitador de escuelas para aumentar el personal por la alta cantidad de alumnas:
“No hay pues mas que desear para el Liceo, salvo que el Gobierno le quite el
carácter de forzoso á ese medio pupilaje que se exige como una condición para ser
alumna. Se dice que con esa medida se quiere primero: escojer lo mas distinguido
para el Liceo y segundo que las alumnas adquieran entre sí las indispensables
relaciones que deben reinar entre señoritas. A uno y á otro propósito vamos a
poner nuestras razones deseando probar que ninguno se obtendrá con la medida
adoptada, 1.° la selección no se conseguirá entre lo más distinguido por el solo
hecho de exigir los $20 por la media pensión, porque el que los pueda pagar no
quiere decir que sea distinguido: la distinción no se cotiza por la plata; más claro,
con tal medida se indica que al Liceo entrará quien tenga como pagar y nada más
[…] Tómese en cuenta que en Iquique, como en todas partes, hay muchas familias
distinguidas que apenas cuentan con los recursos indispensables para su
manutención y tómese también en cuenta el reverso de la medalla…” (Periodico
La Patria, 1900)
Esta dura crítica la veremos replicada la opinión de Amelia E. de Alvarez, una de las
mujeres que a principios del siglo XX aportó elementos vitales para reformar la educación
secundaria y equilibrar la educación femenina a la masculina logrando incidir en las decisiones y
acciones políticas de su época, en ese sentido muestra preocupación por el uso que se da al
financiamiento fiscal en los liceos femeninos en relación al acceso todavía en 1923, lo cual nos
da cuenta de que el acceso restringido a dichos establecimientos continuó siendo una constante
más allá de los límites temporales de esta investigación:
“No debe haber liceos aristocráticos. Por desgracia los hay en Santiago,
Valparaíso y otros pueblos, y costeados con dineros fiscales. Los padres de
familia que crean que sus hijas se rebajan sentándose en un mismo banco con
otras de linaje inferior deberían mandarlas a colegios particulares donde se paga la
vanidad. La admisión de las alumnas, como quiera que sea popular, ofrece algunas
circunstancias que es prudente contemplar y que se refieren a la moralidad del
medio familiar y a la legitimidad civil.” (E. de Alvarez, 1923, pág. 46)
El Liceo de Niñas de Iquique constituye una institución de categoría superior, tanto por
sus objetivos y planes de estudios de educación secundaria orientados a la rendición de
exámenes de ingreso a la universidad como por el componente social de las alumnas, es
depositario de una mayor preocupación por parte del Estado en relación a los establecimientos
primarios y profesionales pese a ser éstos la mayoría de la instituciones educativas femeninas en
la provincia. Este contraste se puede constatar en lo que respecta a la infraestructura, es
relevante destacar que en los archivos consultados nos encontramos con un problema en los
desagües hacia 1909 expuesto por el visitador de escuelas pero en un nivel de menor gravedad
que en otros establecimientos anteriormente expuestos:
Como vemos en este caso, el funcionario en cuestión obtuvo mandato de parte del
Intendente de hacerse presente en el establecimiento, en los casos anteriormente analizados los
visitadores de escuelas sirven como mediadores y transmisores de los problemas que aquejaban a
los inmuebles como parte de sus funciones normales, es decir sin previa indicación de la
autoridad provincial y a petición solamente de la directora; en la misma línea, el Liceo de Niñas
contó a partir de 1911 con luz eléctrica y otras mejoras –cuando para esa fecha había
establecimientos que no contaban siquiera con agua potable-, mostrando la estratificación social
de clase de la educación femenina en el contexto aludido:
“[…] no está en aptitud de ejercer de un modo eficaz sobre cada uno de ellos,
distribuidos como estan en todo el territorio de la República, la vijilancia i
fiscalizacion continua que todo establecimiento público requiere i que es mas
necesaria aun en éstos, por la delicadeza misma de la mision que desempeñan
como educadores del caracter, del corazón i de la intelijencia de la juventud
femenina. Requieren, pues, estos establecimientos, mas que cualesquiera otros, la
proteccion, la vijilancia, el interes i los cuidados solíticos de las autoridades
locales i de la sociedad en cuyo seno ejercen su accion. I estos cuidados no
pueden hacerse efectivos sino por medio de una delegacion de personas
responsables, que representen los intereses de esas sociedad, que sean el laso de
union entre el Liceo i las familias i que, sin entrabar la libertad de accion de la
Directora ni disminuir su responsabilidad ante el Gobierno, ejerciten las
importantísimas funciones de vijilancia i fiscalizacion indispensables para la
buena marcha del establecimiento i mantengan al Ministerio al corriente de la
manera como aquel cumple su mision educadora” (ITAR-637, fojas 118-119)
A partir de esta circular enviada por el Ministro se pueden establecer una serie de
elementos que nos hablan del rol de los liceos femeninos en el ordenamiento social:
“El sistema educativo, por tanto, inculca, transmite y conserva la cultura de las
clases dominantes, contribuyendo así a la reproducción de la estructura social y
sus relaciones de clase, y enmascara esta función social creando la imagen o
ilusión de autonomía o neutralidad, quedando así legitimado. La escuela sanciona
y legitima un sistema de hábitos y prácticas sociales impuesto por una
determinada clase, pues el sistema de enseñanza presenta dichos valores y normas
culturales de clase como si fueran universales” (Aviles, 2005).
***
Exámenes y premios: Tanto para los liceos de hombres como los establecimientos
femeninos existió en este contexto una constante exhibición de la calidad de la enseñanza
mediante la rendición de exámenes finales de los cursos. En el caso de las escuelas femeninas,
constituyen una puesta en escena de lo aprendido a lo largo del año en todas las materias, lo cual
incluye en la evaluación las labores de mano –cosa inexistente en las escuelas de hombres- tanto
en las primarias, profesionales y liceos; se invita a presenciar los exámenes a los apoderados y
autoridades políticas, los resultados son publicados en la prensa y son dados a conocer al
Intendente mediante providencia, es decir se pone a prueba públicamente las capacidades de las
alumnas, apelando a la legitimación tanto de la calidad del establecimiento como a la educación
femenina en sí misma. Por otra parte, a partir de Foucault podemos analizar el examen en un
sentido no literal, sino más bien referido al examen como vigilancia, para el autor el examen es
un instrumento de control orientado a la corrección de conductas, para ello requiere de la
observación constante sobre los individuos en proceso de disciplinamiento, este dispositivo se
ejerce desde una mirada jerárquica, entre los propios individuos y repercute en una vigilancia
constante que ejerce el individuo sobre sí mismo.
Si bien las escuelas femeninas tuvieron un marcado componente de clase según cada
nivel, existen múltiples semejanzas que se enmarcan en el proyecto de educación fiscal
femenina, siendo sin duda el que de mayor forma atraviesa los tres, el ordenamiento físico, moral
e intelectual basado en el género. A partir de lo expuesto, queremos proponer como inquietud
para futuras investigaciones –por escapar a los propósitos de este trabajo- la necesidad de
ahondar en la capacidad de respuesta o reacción de las propias mujeres frente al proceso de
disciplinamiento a través de la educación, o incluso a las posibles apariciones de proyectos
alternativos surgidos de las propias involucradas.
BIBLIOGRAFÍA
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