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Tejer y cuidar la vida a varias manos: El Costurero de la Memoria, una apuesta

estética y ética de acompañamiento psicosocial a familias víctimas de la violencia a


partir de las narrativas creativas

“Cada uno es un hilo en el costurero; cada hilo tiene su historia; cada uno es de un color;
cada uno viene con sus miedos; cada uno viene con sus sueños; cada uno es de un
material; cada uno aporta desde lo que la vida le ha dado, para finalmente retejerse con
los otros y las otras, y así formar un nuevo paisaje; un paisaje que le dé nuevos colores y
formas de tejer al mundo; un paisaje que amplíe el marco de sentidos colectivos; un
paisaje que motive a los demás hilos a seguir construyendo un ambiente de paz… A veces
los hilos se enredan y se les dificulta seguir tejiéndose, y es cuando los demás hilos les
ayudan a desenredarse. Al unirse estos hilos que han sido dañados por los nudos, se
fortalecen y construyen un hermoso tejido de nuevos afectos….” Elaboración de la practicante de

psicología, Camila Ruiz (Octubre de 2013)

INTRODUCCIÓN

Este texto es el producto de un proceso de trabajo que dio lugar a un hermoso proyecto
elaborado a varias manos y narrado a varias voces, como si se tratara de una colcha de
retazos multicolor. Es un proyecto basado en una práctica artístico-política de producción
de subjetividad (Guattari), porque ha configurado un escenario, un espacio vital que ha
permitido “reconfigurar la división de lo sensible (Ranciere); ha permitido introducir
sujetos y objetos nuevos; ha permitido hacer visible aquello que no lo era, en tanto ha
generado un nuevo territorio existencial de experimentación, subjetivación y cuidado de sí
en relación con los otros; un espacio en el cual las y los participantes se sienten "en casa".

En el proceso participamos el artista plástico Francisco Bustamante, que trabaja en la


Asociación Minga y es el Director del Proyecto, y un grupo heterogéneo de mujeres
docentes, egresadas y estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana:
la psicóloga Ana María Ramírez, la comunicadora social Adira Amaya, las jóvenes y
futuras psicólogas que están haciendo su práctica profesional en el Centro de Memoria, Paz
y Reconciliación Distrital -Laura García, Camila Ruiz e Irene Abondano- y, yo, Claudia
Girón, que soy la tutora del proyecto y la directora de la práctica.

Teniendo en cuenta la trayectoria de trabajo de reparación simbólica a través del arte y la


memoria que venimos desarrollando Francisco Bustamante y yo como parte de una
plataforma de trabajo interinstitucional con comunidades victimizadas en diversas regiones
del país, lo primero que pensamos para desarrollar el presente Proyecto es en cuál podría
ser la función del tejido, la costura y las narrativas en la elaboración colectiva de una
memoria plural que contribuyera de manera creativa y participativa a la construcción de
culturas de paz en una sociedad fragmentada por más de 60 años de violencia política y
social. De acuerdo a las investigaciones realizadas en el marco del trabajo de campo,
afirmamos lo siguiente: “Al abordar las implicaciones de la reparación simbólica en el
contexto colombiano, es importante comenzar por identificar la dimensión colectiva del
daño; establecer cuáles fueron los impactos ocasionados por la violencia sociopolítica y
cuáles son sus significados al interior del “cuerpo social victimizado” (Jiménez Caballero,
2010). Eso se logra no sólo a partir de esclarecer la naturaleza de los crímenes cometidos,
sino al comprender la magnitud de la destrucción de lo que fue excluido como posibilidad;
es decir, al valorar cuáles fueron los legados políticos, culturales y sociales de las
personas, comunidades, organizaciones y sectores sociales a quienes se intentó aniquilar
o exterminar física y simbólicamente. La reparación simbólica, se define en términos de
una serie de acciones orientadas a reconstruir la memoria colectiva, el patrimonio
histórico y cultural, a fin de restablecer la dignidad tanto de las personas y comunidades
afectada como de la sociedad en general, restableciendo los lazos de confianza y
solidaridad. Este tipo de acciones, que tienen un carácter político y ético, deben ir
acompañadas de medidas jurídicas, psicosociales y económicas, que, reunidas en un
programa de reparación integral, contribuyan, en primer lugar, a que las víctimas sean
reconocidas como tales en su dignidad y derechos, a través de una compensación de los
daños, sufrimientos y perjuicios causados a nivel moral, emocional, mental y espiritual,
que les permita resignificar el dolor y el miedo, restablecer su derecho al buen nombre y
fortalecer su identidad individual y colectiva. Y, en segundo lugar, contribuyan a que el
conjunto de los ciudadanos se reconozcan como parte de una “sociedad víctima” (Gómez
Müller, 2008), en tanto la vulneración masiva y sistemática de los Derechos Humanos y el
Derecho Internacional Humanitario en el marco del conflicto sociopolítico, ha sido
producida en un contexto histórico y cultural de deshumanización y degradación moral,
que implica asumir que los procesos de victimización dan cuenta de una grave fractura del
vínculo colectivo que afecta e implica a todos los colombianos”.1

El Proyecto pensado para tejer las memorias del dolor y la esperanza con el fin de
reconstruir el tejido social desgarrado por la violencia, se titula: “El Costurero de la
Memoria, Kilómetros de vida y de memoria”, y es parte de un diálogo reflexivo inspirado
en varias obras (textos literarios, poemas, puestas en escena de teatro y danza
contemporánea) generalmente creadas por mujeres como Rebeca Basia, Chantal Maillard,
Patricia Crespo y María Villalonga, entre otras, que hacen alusión a la metáfora textil que
opera como posibilidad de comunicar, conectar y transformar algo, en tanto consideran el
hilo como conductor y generador de nuevas formas. “Todas estas mujeres que inspiraron
nuestro trabajo están familiarizadas con los costureros porque desde niñas, al igual que
nosotros y nosotras, vieron a sus abuelas, sus madres y sus tías conversando, soñando,
conspirando, mientras bordaban, tejían o cosían, como parte del paisaje humano que
constituye la trama de la vida cotidiana. Recordando y haciendo memoria de su infancia
estas mujeres han plasmado sus saberes y experiencias utilizando diversas expresiones,
como “los hilos del destino”, “los telares, las urdimbres y los entramados virtuales”, “las
costuras narrativas”, “los husos y los hilos como portadores del alma; expresiones que
podrían resumirse en el Poema “Hilos” de la poetisa belga Chantal Maillard,2 que dice:
“Siempre están los hilos, la maraña de hilos que la memoria ensambla por analogía. De no
ser por esos hilos, la existencia -¿la existencia?- todo sería un cúmulo de fragmentos -
¿fragmentos?- bueno, destellos, si se quiere. Todo sería destellos, destellos
inconexos….”… Por su parte, la coreógrafa argentina María Villalonga, creadora de la
pieza de teatro y danza contemporánea, titulada “Puntos de costura básica”, que hace
parte de una trilogía integrada por una obra sobre el tejido, titulada Teje que me teje, que
les teje, que nos tejen (1999, plantea que el acto de coser guarda en su esencia la ilusión

1
Fragmento del artículo de Girón Ortiz, Claudia; Bustamante, Francisco, titulado: “La Galería de la Memoria “Somos Tierra”. En:
Revista Javeriana Julio de 2013. Memoria y Justicia Social. No. 796. Tomo 149. Año de publicación 80. Pp. 50- 56.

2
http://www.poemas-del-alma.com/blog/especiales/hilos-de-chantal-maillard
de una transformación, y es el desdoblamiento de una tarea íntima, doméstica, que deja
filtrar en la trama, con cada puntada, la prolongación del alma de quien cose.” Elaboración de
la comunicadora Adira Amaya.

En ese mismo sentido, nosotros decidimos rescatar la labor de la costura y el tejido como
método y metáfora para transformar la realidad y recomponer el mundo, y por ello,
pensando en reconstruir el tejido social desde las narrativas del dolor y la esperanza de las
víctimas, nos planteamos las siguientes preguntas:

¿Cuáles son las claves y aprendizajes en el trabajo de acompañamiento a mujeres víctimas


da la violencia para fortalecer su condición de sujetos de derecho y agentes de
transformación?

¿Cuáles son los retos y desafíos para generar espacios de empoderamiento y autogestión,
teniendo en cuenta que las víctimas quieren transformar su situación existencial?

¿Cómo contribuyen las prácticas estéticas a la construcción de la memoria colectiva y a la


elaboración de los duelos?

¿Cuál es el papel reparador de las prácticas estéticas y las narrativas creativas para las
víctimas de la violencia sociopolítica?

¿Cómo pueden contribuir las narrativas creativas a la resignificación de las memorias


asociadas con experiencias traumáticas y dolorosas?

¿Cómo, a partir de la resignificación de las memorias del dolor, es posible construir nuevas
subjetividades políticas que contribuyan a la democratización de la sociedad, la
reconciliación y la paz?

¿Cómo se articulan los procesos psicosociales a los procesos de construcción de nuevas


subjetividades políticas en el marco de acciones que contribuyan a resignificar las
memorias asociadas al trauma transgeneracional ocasionado por más de 5 décadas de
conflicto sociopolítico en Colombia?

¿Cuál es el papel reparador de las prácticas estéticas y las narrativas creativas para las
víctimas de la violencia sociopolítica?
¿Cómo se articulan los procesos psicosociales a los procesos de construcción de nuevas
subjetividades políticas en el marco de acciones que contribuyan a resignificar las
memorias asociadas al trauma l ocasionado por más de 5 décadas de conflicto sociopolítico
en Colombia?

ANTECEDENTES DEL PROYECTO

El proyecto surge al interior de una plataforma interinstitucional creada en el año 2011 a


parir de un convenio entre la Asociación Minga, la Fundación Manuel Cepeda Vargas, el
Centro de Atención Psicosocial (CAPS) y FEDES. Ese año iniciamos un proceso de
articulación denominado “Mesa de Chanchiros” para apoyar y acompañar el trabajo de
construcción de la memoria colectiva y de restitución de derechos de los familiares de las
víctimas de los casos relacionados con las ejecuciones extrajudiciales, conocidos como
“Falsos Positivos de Soacha”. La finalidad de esta articulación era potenciar el trabajo
realizado en forma separada por las diferentes organizaciones, a partir de reconocer las
ventajas de hacer una convocatoria coherente e integral para que las víctimas participaran
en una iniciativa conjunta, donde las actividades involucraran la experiencia de cada
organización. Por el hecho de ser el resultado de una suma de esfuerzos, relacionados con
el tema de la construcción de la memoria colectiva, a partir del acompañamiento jurídico, la
incidencia política y social y el apoyo psicosocial con el objetivo de constituir una unidad
de trabajo colectivo, a la manera en que se pegan los retazos de una colcha elaborada por
piezas, denominamos a este espacio “Mesa de Chanchiros”. Este proceso se fue ampliando
hasta convertirse en un espacio de acompañamiento a víctimas de desplazamiento forzado,
desaparición forzada, violencia sexual, ejecuciones extrajudiciales y otras vulneraciones a
la vida, la integridad, la dignidad, la libre expresión y la libre asociación, relacionadas con
la ausencia de garantías de los derechos a la verdad, la justicia, la reparación integral y la
no repetición de los hechos de victimización, que se traducen en amenazas, persecución,
intimidación y estigmatización de las víctimas y sus núcleos familiares.

En la última etapa del proyecto de la “Mesa de Chanchiros”, la Asociación Minga, la


Fundación Manuel Cepeda Vargas y algunos profesionales que habían sido parte de las
organizaciones e iniciativas que participaron en la primera etapa, como es el caso de
FEDES, logramos diseñar una propuesta encaminada a consolidar, a mediano o largo plazo,
un proceso de autogestión y generación de recursos, a partir de la creación de un proyecto
productivo o micro-empresarial, teniendo en cuenta que las dificultades económicas que
diariamente presentaban las víctimas afectaban notoriamente su participación en las
actividades encaminadas al fortalecimiento organizativo. La propuesta fue acogida por el
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito Capital; entidad con quien se
estableció un Convenio interinstitucional que empezó desde el mes de mayo del presente
año y se prolongará hasta el primer semestre del año 2014.

Con esta idea creamos “El Costurero de la Memoria”, al que denominamos "Kilómetros de
vida y de memoria", que se refiere, por una parte, al largo camino que han tenido que
recorrer las víctimas de la violencia sociopolítica a lo largo y ancho del territorio nacional
y del territorio existencial; un camino de recuerdos dolorosos y memorias perdidas en
medio de las dinámicas del desarraigo, el olvido y la impunidad. Y por otra parte, al
proceso de costura, asociado metafóricamente a la idea de reconstruir el tejido social, a
partir del restablecimiento de los lazos de confianza entre las personas, familias,
organizaciones y colectividades que participan del espacio, cuya finalidad es generar
inicialmente una serie de productos tejidos y cosidos, elaborados por los participantes del
costurero, que al ser colectivizados en un tejido común (a partir de la suma de varios
trabajos individuales) lleguen a tener "kilómetros" de largo, al punto de poder llegar a
envolver el Palacio de Justicia en una acción estética de intervención del espacio público.
Dicha acción, en tanto ejercicio simbólico de exigibilidad de los derechos, donde la
memoria envuelve a la justicia, tiene como finalidad generar incidencia política y
visibilidad social.

Los productos elaborados en tela por cada participante, están relacionados con las historias
de vida que quieren ser narradas y visibilizadas, con la idea estratégica de que lleguen a
diversos sectores de la institucionalidad nacional e internacional, bajo la perspectiva del
"regalo bumerang"3, que consiste en enviarles las producciones elaboradas y tejidas a varias
manos como "regalo" a las agencias de cooperación, la Oficina de la Alta Comisionada de
los Derechos Humanos de la ONU, el CICR, las Embajadas, las entidades multilaterales,
los entes territoriales o a algunas personalidades influyentes de la vida nacional o

3
Idea de la Asociación Minga y CAPS, puesta en ejecución hace unos años con niños desplazados y con excelentes resultados en cuanto
a la respuesta de las diversas instancias a las que se les enviaron los regalos.
internacional, quienes recibirán los productos con una carta explicativa donde se aclara que
el "regalo bumerang", como su nombre lo indica, busca regresar a quienes lo envían,
convertido en un aporte económico o material que ayude a fortalecer el emprendimiento de
el costurero de la memoria.

CRITERIOS EN QUE SE BASA LA APUESTA DEL COSTURERO “DE LA


MEMORIA”

“El Costurero de la Memoria” es un proceso participativo que incluye componentes de


pedagogía social, estética y cultural, y acciones de reparación simbólica a través del arte,
dirigido a la resignificación de las memorias de las víctimas de la violencia sociopolítica y
a su posicionamiento como vector transformador de la sociedad en su conjunto.

Hay cuatro criterios fundamentales que deben ser considerados para desarrollar la
propuesta de intervención y apoyo psicosocial, no sólo a través de las narrativas creativas,
sino a través del trabajo de cuerpo, orientado a promover el autocuidado y el
fortalecimiento de las relaciones interpersonales entre los participantes:

1-La experiencia vivida por las víctimas y sus núcleos familiares antes de los hechos que
comportan la victimización, a raíz de la victimización, y después de la victimización.

2-El lenguaje narrativo que se expresa en la producción estética, tanto individual como
colectiva, a partir de los ejercicios de diseño y costura que pueden involucrar al resto de
miembros del núcleo familiar o el entorno inmediato de las víctimas, que por los relatos
compartidos, también están profundamente afectados (problemas de depresión, salud,
alcoholismo).

3-El ámbito relacional que constituye la base para promover el fortalecimiento del proceso
organizativo y el trabajo en equipo, a partir de las dinámicas intersubjetivas que posibilitan
el autoreconocimiento, el reconocimiento mutuo, el respeto, la confianza y el manejo de
los conflictos internos, y los conflictos que se presentan a nivel familiar y comunitario.

4-La acción política que se desprende de los ejercicios pedagógicos, tanto a nivel interno,
como a nivel externo, de cara a la incidencia social y a la visibilización de los productos
que surgen a partir del proceso organizativo, implica desarrollar una estrategia de medios,
pensando en aspectos como los siguientes: ¿Cómo se va a movilizar la opinión pública en
torno al costurero?; ¿Cómo quieren ser visibilizadas las participantes en el proceso de “El
Costurero de la Memoria” en diferentes escenarios?

OBJETIVOS DEL PROYECTO

“El Costurero de la Memoria”, en sí mismo, como espacio de sanación y promoción de la


economía familiar de las víctimas, tiene varios objetivos:

1) Generar un lugar de encuentro entre diversos actores y sectores sociales para coser y
conversar de las diversas experiencias de la vida, marcadas por el dolor, la fortaleza y la
esperanza, con la idea de inspirar a personas que han sido víctimas de la violencia y el
conflicto armado, a pensar de manera más constructiva, resignificando sus memorias y
plasmando sus historias en la tela.

2) Consolidar un espacio de formación estética, orientado a alimentar la imaginación


narrativa y el universo simbólico de las víctimas y sus acompañantes, a partir del
intercambio con narradores de historias; es decir, con una serie de invitados a compartir su
obra y su experiencia, entre los que se cuentan artistas, poetas, escritores, literatos, actores,
historiadores, cuenteros, docentes universitarios, asesores creativos, etc.

Los invitados serán convocados para leer algunos textos, con el fin de inspirar a los
participantes del costurero para desarrollar nuevas maneras de narrar sus historias,
ampliando su repertorio de significados y recursos simbólicos, con el fin de plasmar sus
creaciones y trabajos realizados en las telas en las que se trabajará a partir de la técnica de
mola, entre otras técnicas, para elaborar los productos.

3) Promover un proceso de reparación y sanación, acompañado por diversas actividades


planteadas por un equipo de psicólogos que desarrollan la labor de acompañamiento
psicosocial y seguimiento al proceso creativo de cada uno de los participantes y al
fortalecimiento organizativo del grupo como colectivo de trabajo. 4) En el marco de un
proceso de posicionamiento público de las víctimas como actores sociales y sujetos de
derechos, intentamos desarrollar una estrategia de "economía política de la memoria
histórica", a partir de la idea de generar un proyecto productivo -cuyo objetivo es promover
un "mercado" propio y único: los objetos de la memoria, como objetos simbólicos de
posicionamiento, en tanto producto que se negocia en una transacción simbólica, afectiva
y comercial, entendida como algo valioso, que sin ser una obra de arte, tampoco es una
simple artesanía, y se ubica así en un lugar ético-político y estético del intercambio y el
encuentro generador de nuevas sensibilidades y nuevas ciudadanías.

PRESUPUESTOS BÁSICOS DE LA INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL:

-Generar una estructura clara de trabajo psicosocial a partir de una actividad introductoria
al principio y una actividad de cierre al final de cada sesión, que nos permita saber cuáles
son las expectativas y cómo se sienten al finalizar las jornadas.

-Resignificar el espacio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito, ubicado
en el Parque-Cementerio Central de Bogotá –un sitio relacionado con la muerte, el duelo,
los miedos, etc.- generando un proceso colectivo de construcción del sentido histórico-
político, simbólico y espiritual a partir de varias acciones: Limpieza espiritual del espacio,
recorridos por el lugar, etc.

-Promover la construcción de un escenario organizativo fundamentado en la autogestión y


la autonomía de las personas y organizaciones beneficiarias del proyecto con respecto a las
organizaciones e instituciones que impulsamos el proyecto de “El Costurero de la
Memoria”.

-Brindar elementos para la construcción de un sentido colectivo en el contexto de los


procesos de afrontamiento y empoderamiento que permiten transformar las condiciones de
injusticia e impunidad.

-Potenciar los diálogos inter generacionales, impulsando la participación de los jóvenes,


los niños y las niñas en el costurero.

-Fomentar la consolidación de nuevas masculinidades, fortaleciendo la presencia de


hombres en el costurero.
-Brindar atención a los núcleos familiares de los participantes, generando espacios de
participación de las familias en la elaboración de los diseños de los productos y en los
espacios de acompañamiento psicosocial.

-Generar espacios de encuentro con otros sectores de la sociedad en el marco de algunas de


las actividades planteadas con el fin de visibilizar el proyecto y promover la consolidación
de alianzas estratégicas.

NARRATIVAS TEJIDAS EN EL ESPACIO DE ENCUENTRO

“Contar las historias con las manos abiertas, las miradas despiertas, las sonrisas sinceras,
las lágrimas cargadas de rabia…. Hilos de colores y agujas fantasiosas, son las historias
que se narran al interior de una matriz llena de sabiduría, de experiencias y aprendizajes
vitales…. Hemos querido fundar un universo donde el cuidado y el respeto por la palabra,
se convierten en el reto de algunas mujeres afectadas por la violencia sociopolítica…
Mujeres que tienen de veinte a sesenta años; madres, amigas, esposas, hijas, hermanas;
mujeres trabajadoras, mujeres que siembran con semillas de esperanzas, que sueñan con
mundos posibles de telas y colores que llenen sus vidas de riquezas para volver a respirar
y sentir la vida… Tejer, hilar y crear ha permitido a estas mujeres encontrar un lenguaje
donde la narrativa se apropia del recuerdo de vivencias desgarradoras de muerte, despojo
y desplazamiento, recreando las emociones y las razones para resignificar el pasado y
reconstruir el presente con el fin de que lograr el bienestar para sí mismas y sus familias.
Dignificar sus vidas o sus cuerpos violados y rescatar los nombres y las historias de sus
familiares asesinados y desaparecidos se convirtió en el reto de muchas de las
participantes que han participado activamente en el proceso de reconocerse como sujetos
de derechos e identificar sus herramientas y recursos para potenciar sus acciones a través
de la construcción de redes de memoria…” Elaboración de la psicóloga Ana María Ramírez.

Como afirma Elinas Dabas (1993), el trabajo en redes genera la transformación de las
relaciones intersubjetivas –de personas-objetos a personas-sujetos- posibilitando la
valoración de los saberes propios, lo cual permite tomar conciencia de los logros colectivos
que se desprenden de la articulación de iniciativas, que, en el caso del costurero, son
iniciativas de memoria. Teniendo en cuenta algunos de los objetivos psicosociales
planteados durante el proyecto, es preciso rescatar algunos aspectos importantes expresados
por los y las participantes. Es preciso destacar que el componente participativo y de auto
agenciamiento a lo largo de proyecto de participación en “el costurero”, ha sido potenciado
permanentemente a partir de los diálogos generativos y reflexivos en torno al proceso de
intercambio de experiencias, abriendo espacios de discusión y conversación. En este
proceso de encuentro conversacional han participado artistas plásticos, psicólogos,
cuenteros, poetas, teatreros, músicos, sociólogos, literatos, historiadores, comunicadores
sociales, que han aportado sus conocimientos para comprender los efectos e impactos de la
violencia sociopolítica, brindando elementos que han contribuido a transformar los
lenguajes patologizantes que promueven la marginalidad y la privatización de las memorias
de las víctimas, con el fin de ampliar los escenarios colectivos de la memoria que Juan
Felipe García (2013) denomina en términos de “esferas colectivas del duelo”, buscando que
la sociedad en su conjunto se reconozca como parte de un territorio existencial que da
cuenta de cuerpo social victimizado, y asuma su parte de responsabilidad en la
transformación de las condiciones que generan la victimización y la revictimización.

En este sentido, el hecho de trabajar sobre el cuerpo de las víctimas en el ámbito de “el
costurero de la memoria” ha permitido que las y los participantes identifiquen de forma
progresiva cómo su territorio físico, psíquico, emocional y espiritual se ha visto
profundamente afectado por las diversas situaciones de victimización y, en muchos casos,
revictimización que han debido afrontar o continúan afrontando. Al respecto, una de las
participantes afirma: “(…)Digamos he aprendido poco a poco, a identificar cómo
reacciona mi cuerpo en los momentos de alto estrés emocional, por ejemplo ya sé que qué
parte de la cabeza me empieza a doler” o, cuando en una sesión semanas después, la
misma mujer, conversando con la tallerista invitada, reflexionó sobre el hecho de que sus
dificultades para experimentar su capacidad de goce puede estar relacionada con el dolor
agudo de cadera que identificó durante la sesión de danza primal: “la solución está en
sanarse y hacer equilibrio entre el cuerpo y el alma; mientras no haga eso, no hay nada
que hacer. Entonces todos estos problemas van generando en uno como un deterioro de la
salud, que uno no se da cuenta, hasta que a veces hay problemas que no son reversibles”.

Este comentario da cuenta de la importancia que tiene concebir el cuerpo y la mente como
una unidad, ya que muchas de las participantes manifiestan malestares físicos que pueden
estar muy relacionados con las dificultades que han tenido que afrontar, y en ese sentido,
realizar este tipo de actividades se convierte en una herramienta de gran ayuda, para
adquirir una visión más holística de su vida y de su ser.

Los y las participantes han podido expresar las emociones, los pensamientos y las
propuestas que tienen frente al proyecto, a fin de incorporarlos en la planeación y desarrollo
del mismo. De manera que el empoderamiento no se agota en la visibilización de las
experiencias relacionadas con el dolor, sino que se busca trascender para que las personas
puedan verse y narrarse a sí mismas, como lo propone Graciela Aldana, “desde una nueva
posición en la que se conciban a sí mismos, como los héroes y heroínas de su propia
historia”.

En los diversos talleres y momentos de costura se han generado ambientes que posibilitan
la puesta en común de las experiencias victimizantes y otros hechos significativos en
diferentes momentos de la vida, lo que ha permitido aprendizajes que se derivan de la
identificación con las historias y trayectorias vitales de otras personas. Muchos de los
participantes, hombres y mujeres de todas las edades, afirman que les gusta escuchar
historias debido a que “(…) con eso uno aprende y le deja, igual uno también saca mucho
de ahí, como…(…) ya uno al escuchar, al expandirse de que no es sólo uno el que ha
vivido eso… diferente, pero ha vivido una situación difícil (…)”

Las relaciones que se establecen sobre la base del apoyo y la escucha mutua se han visto
favorecidas por los lazos de confianza, solidaridad y cariño que se han ido tejiendo poco a
poco entre quienes conforman el costurero. Por eso las y los participantes dicen: “pues me
gusta esto porque aquí uno llegó a conocer a muchas personas que todavía ellas no han
salido de ese trauma en que uno vivió y ha compartido con ellas, les ha dado consejos”

“Llegar aquí es olvidarse de todo, es volver a sentir que uno está vivo, es llorar con el
corazón sin que la gente le diga a uno que está loca”.
Hilos que entretejen verdades del alma que quedan en el silencio, colores que se
entrecruzan para nombrar lo innombrable, costuras que alimentan corazones ausentes y
voces ocultas, son la herramienta de las mujeres que hoy reclaman justicia, verdad y no
repetición. “Distraer la mente y sentir que haces parte del mundo”, de mundos posibles
que solo buscan dignidad, respeto y reconocimiento, a través de las manos, de los vientres
que en este espacio trenzan en una sola dirección.

“Sólo una aguja que cose palabras. Alguien que escribe para fijar el momento”

Agujas, agudización de los sentidos para aprender el cuidado de sí y de los otros en un


espacio de convivencia, reconociéndonos desde la posibilidad de entretejer a varias manos
la trama de la vida que surge de este encuentro.

“Nosotras acá llorando y esos señores felices disfrutando de la vida, así no se puede,
tenemos que mostrarles que podemos salir adelante así tengamos vivo el dolor”

Tijeras que cortan los miedos y el dolor para transformarlo en figuras que vuelan, figuras
que representan la libertad de sus ideas, de su ser.

“Rodar de un lugar para otro con miedo, porque no se sabe que pueda pasar con la vida y
dejar las cositas tiradas”

“Desde que llegamos acá, me toco sola con mis chinitas salir adelante y enseñarles a
cuidarse”

Botones que ruedan para abrir caminos, donde las lágrimas son la fuerza del ser y
transforman sus roles en las grandes esferas de la ciudad, protegiendo sus familias y
alimentando su cotidianidad desde el instinto femenino

“(…) Porque este es un espacio donde recordar es vivir…. me he compenetrado mucho,


sobre todo, que he visto la sensibilidad de la gente, o sea que no discriminan a nadie, la
solidaridad que tienen entre todos, y entonces eso es una terapia porque uno viene con
problemas, pensando en una cosa y otra, y aquí a uno se le olvida todo, el amor que
ustedes le dan a uno, o sea ese amor, es interesante…. que unos con otros nos ayudamos,
así sea con una sonrisa, un abrazo que lo saluden, entonces eso es una terapia tremenda.
Inclusive me siento tan feliz que le sube el autoestima ¿no?”.
Remiendos que permiten restablecer las memorias y rescatar las historias que se recrean y
se fortalecen a partir de los procesos de afrontamiento sobre la realidad adversa de la
violencia.

El ambiente de reparación y sanación que hemos generado en el espacio de “el costurero de


la memoria” se refleja en los aprendizajes referidos por las participantes a lo largo de las
sesiones, como por ejemplo, cambios relacionados con la capacidad de comunicar la
experiencia en diversos espacios: “(…) ahora logro hablar y comunicarme con las
personas acá o en otros espacios, o por ejemplo en las entrevistas a los medios, que yo
antes no podía… Antes me decían: venga que los periodistas le van a preguntar algo, y yo
decía: no, no ahorita, ¡yo no era capaz! (…)”.

El espacio de “el costurero” ha favorecido la adquisición de herramientas comunicativas y


habilidades narrativas, contribuyendo a que las participantes puedan transitar de una
postura de dependencia hacia una postura autónoma, que da cuenta de su empoderamiento
como mujeres y como sujetos de derechos, permitiéndoles actuar con mayor fuerza a la
hora de expresarse y demandar lo que desean en relación a los casos de sus hijos y
familiares asesinados: “(…)¡Yo ahora logro abrirme más y decir lo que siento, pienso y lo
que quiero para el caso de mi hijo! O sea que se sepa bien todo y que pueda yo hacer lo
que quiero”.

A partir de las narraciones es claro que al ir ganando elementos de comprensión que les
permiten situar sus experiencias en un contexto histórico-político y jurídico, las
participantes asumen que la denuncia pública de los hechos victimizantes es una apuesta
que implica restablecer el tejido social y los vínculos colectivos para que las acciones
violentas que han vulnerado y continúan vulnerando los derechos, las vida y la dignidad
de los y las participantes de “el costurero”, no se repitan.

CRITERIOS METODOLÓGICOS Y FUNDAMENTOS ÉTICO-POLÍTICOS DE LA


PROPUESTA DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL EN EL CENTRO DE
MEMORIA, PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL DISTRITO CAPITAL
Entendiendo que el trabajo de reconstrucción de la memoria como acción colectiva4 puede
engendrar una potencia transformadora de las relaciones sociales, es necesario articular los
procesos de rememoración de los acontecimientos violentos a la generación de acciones
colectivas y políticas públicas, orientadas a la resignificación del pasado violento desde
una perspectiva ético-política, que involucra la democratización de la sociedad, la
reconciliación y la paz. La resignificación del pasado, en términos de Elizabeth Jelin
(2002)5, puede estar sujeta a reinterpretaciones ancladas en la intencionalidad y en las
expectativas hacia el futuro, y el papel de la memoria en ese proceso de reinterpretación es
fundamental, en tanto actúa como dinámica reflexiva, constructora de realidad social, y
constituyente de nuevos sentidos y subjetividades.

Desde la perspectiva de la justicia transicional, dichas acciones deben involucrar procesos


que contribuyan a transformar las situación de impunidad, a partir del esclarecimiento de la
verdad histórica y de la aplicación de mecanismos efectivos de justicia y reparación
integral, que implican garantías de no repetición, y apuntan a la reconstrucción del tejido
social. Desde la perspectiva psicosocial, dichas acciones deben propender a la dignificación
de las víctimas, que pasa por procesos de elaboración de los duelos, a través del
reconocimiento de la dimensión individual y colectiva de los múltiples daños ocasionados
por la violencia. 6

Teniendo en cuenta que la función del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del
Distrito Capital no está centrada exclusivamente en las víctimas directas de la violencia
sociopolítica, sino en generar espacios y acciones comunicativas y culturales, para que los
diferentes actores y sectores de la sociedad reconozcan cuál es su papel en tanto agentes
transformadores de las condiciones que generan la victimización y la re- victimización, a
través de varias propuestas y líneas de acción condensadas en la pedagogía social de la
memoria, que se desarrolla a través del observatorio de plástica social, la intervención del
espacio público y el trabajo comunitario para fortalecer el tejido social en las diferentes

4
Vázquez Sixto, Félix (2001) La Memoria como acción social. Relaciones, significados e imaginario.

5
Elizabeth Jelin (2002) Los trabajos de la memoria. Editorial Siglo XXI, España.
6
Grupo Pro-Reparación Integral, (2006). La Dimensión Simbólica y Cultural de la Reparación Integral.
localidades de Bogotá, la “Mesa de Chanchiros” ha planteado que el proyecto de el
costurero de la memoria incluya componentes de pedagogía social, estética y cultural, y
acciones de reparación simbólica a través del arte, dirigido a la resignificación de las
memorias de las víctimas de la violencia sociopolítica y a su posicionamiento como vector
transformador de la sociedad en su conjunto.

REFLEXIONES

Las reflexiones teóricas que hemos venido desarrollando en el marco de este procesos, nos
conducen a reafirmar que nuestra función como psicólogos debe estar encaminada a
visibilizar la dimensión colectiva de los daños ocasionados por la violencia sociopolítica en
nuestro país, a través de procesos que contribuyan a la reconstrucción de la memoria
colectiva, teniendo en cuenta no sólo las experiencias del dolor que dan cuenta del
padecimiento de las víctimas directas, sino de sus experiencias de afrontamiento,
resistencia civil y dignidad. En este sentido, consideramos que las narrativas del dolor, la
dignidad y la esperanza pueden contribuir a informar, contextualizar, sensibilizar y
motivar a los colombianos para que desde su ser y que hacer contribuyan activamente, por
una parte, a la transformación de la situación de deshumanización que legitima el olvido y
la impunidad, y, por otra parte, a la construcción de culturas de paz que involucran
acciones concretas, encaminadas a la paz positiva, como es el caso de la propuesta de la
acción performativa de rodear el Palacio de Justicia con la sumatoria de las telas que
cuentan las historias que quieren ser narradas a partir de “kilómetros de vida y de
memoria” en Colombia.

Desde esta perspectiva afirmamos que una de las funciones fundamentales de la psicología
social de la liberación es comprender cómo operan las dinámicas fundadas en las
hostilidades de la guerra y la polarización política y social, en las que se configuran las
subjetividades estructuradas en discursos y prácticas deshumanizantes, que se van
naturalizando al interior de nuestra sociedad, de manera que la “anormalidad normal”
afecta principalmente a las mujeres, rompiendo la confianza y los lazos de solidaridad, de
modo que el miedo prevalezca a partir del silencio, el olvido y la impunidad, que se
retroalimentan en las dinámicas de estigmatización y segregación de las víctimas,
privatizando su dolor, y por ende, descontextualizando la historia en la que ocurrieron y
continúan ocurriendo los acontecimientos victimizantes que promueven la cultura de la
violencia y la exclusión. En el caso de las mujeres, la cultura de la violencia reproduce las
relaciones de sumisión basadas en el género, que se reflejan en la instrumentalización y el
control del propio cuerpo, la sexualidad y las relaciones de pareja, permeando la vida
cotidiana a través de la naturalización del sometimiento y la vulneración de la intimidad y
el sentido de lo sagrado del mundo femenino.

Elizabeth Lira (1993) en su obra: “Vida cotidiana y violencia”, afirma que la violencia se
encuentra totalmente relacionada con situaciones que son producidas con la
intencionalidad de controlar “el orden social”, recalcando a su vez, que ésta es parte del
entramado de relaciones cotidianas que se desarrollan en determinados contextos, donde la
acción violenta tiene un significado que corresponde a las lógicas que configuran la
realidad histórica; realidad que nos muestra cómo se legitiman las múltiples violencias que
se convierten en huellas, generalmente invisibles, en tanto son negadas, reprimidas y
olvidadas. La impunidad y la omisión son mecanismos generadores de discursos que
invitan al “perdón y el olvido”, condenando a las víctimas a privatizar su dolor, en tanto
conducen a que las sociedades no reaccionen colectivamente frente a la barbarie y la
injusticia, cuando los perpetradores continúan impunes y, en muchos casos, ejerciendo
cargos de poder.

Enfocándonos en el contexto colombiano, cabe decir que en la vida cotidiana las violencias
generalmente se manifiestan a través de fenómenos asociados a la pobreza y la exclusión,
que a su vez promueven la intolerancia, la impotencia y el olvido, generando dinámicas
particulares que articulan la violencia política y la violencia social en una situación de
impunidad generalizada. En este contexto de impunidad generalizada se agudiza la
marginalidad de las víctimas y la revictimización de aquellas personas y comunidades que
pertenecen a sectores excluidos o estigmatizados política, social, económica, o
culturalmente.

Ante este complejo panorama, consideramos que el lenguaje simbólico y las diversas
prácticas comunicativas pueden incidir en la ampliación de los marcos narrativos,
constituyéndose en vasos comunicantes entre los diversos sectores de la sociedad, en tanto
los sistemas humanos generan significados y modos distintos de relación si logran articular
las emociones y las racionalidades. En la medida en que los fenómenos sociales son
cambiantes y dinámicos se crea la necesidad de construir lenguajes que describan la
realidad y la construyan a partir de las narrativas de sus protagonistas, para explicar los
acontecimientos y legitimar o deslegitimar las diferentes versiones de la realidad a partir de
la construcción de verdades socio-culturales. Como afirma Gergen (1996) los
intercambios históricos generan las distintas comprensiones del mundo y son los ecos de
la sociedad. En este sentido, podríamos decir que la sobrevivencia de la especie humana
depende del movimiento y funcionamiento del lenguaje, que está en constante dinamismo y
contribuye a transformación de los significados culturales y a la configuración y
reconfiguración las relaciones intersubjetivas.

CONCLUSIONES: APORTES DE LAS PRACTICANTES DE PSICOLOGÍA,


LAURA GARCÍA, CAMILA RUIZ E IRENE ABONDANO.

Recogiendo lo dicho, y a modo de conclusión final, entre los retos y desafíos del
acompañamiento psicosocial, está precisamente, favorecer la consolidación de espacios
estables que incluyan una verdadera participación de las víctimas como sujetos plenos de
derechos, a través de los cuales, tal como lo propone el enfoque de acción sin daño, se
fortalezcan sus capacidades para constituirse como agentes transformadores y actores
claves para la construcción de la paz. Los aprendizajes adquiridos a partir de la reflexión
sobre los aspectos negativos o positivos que puedan derivarse de proyectos como el
“costurero”, nos dan elementos para potenciar los escenarios futuros que pueden surgir de
procesos como éste, cuyo objetivo, en últimas, es contribuir a la reparación del tejido social
roto por la violencia sociopolítica y el conflicto armado, promoviendo el reconocimiento
social de la dignidad humana y el respeto por la diversidad, desde prácticas cotidianas de
encuentro y convivencia, que, a su vez sean escenarios alternativos para la construcción de
paz.

Es importante que el trabajo de acompañamiento psicosocial esté siempre encaminado a


ejecutar acciones que apunten a reparar el daño individual y colectivo, y a generar
transformaciones en torno a las situaciones que generan y reproducen la violencia. En ese
sentido, es importante partir de una perspectiva orientada al empoderamiento de los sujetos,
de tal forma, que se apropien de su condición de actores sociales y sujetos de derechos y se
posicionen como agentes activos dentro de una realidad que está en constante cambio. Ello
implica que las víctimas asuman su experiencia de dolor desde una postura activa y con
sentido transformador, de forma que articulen sus relatos a una memoria histórica colectiva;
esto es importante si se piensa que el pasado histórico es un elemento que dota de sentido a
la realidad social y participa de los modos en que los sujetos significan” (Bajín, como se
citó en Vidales, s.f,); razón por la cual, es importante que el ejercicio de construcción de la
memoria relacionada a situaciones de violencia sociopolítica, deba estar encaminado hacia
a resignificación, volviéndose un motor que busque la justicia social y no se agote en el
recuerdo doloroso, sino que trascienda a la reconstrucción de sueños, ideas y acciones
orientadas al cambio (Vidales, s.f.). Para lograrlo, una herramienta de trabajo de gran
utilidad son las narrativas, dado que, como lo sugiere Graciela Aldana (s.f.), son
elementos con gran valor simbólico y potencial para generar cambios sostenibles y
movilizar a las personas, apelando al uso de sus propios recursos y habilidades.

En esencia, un trabajo que haga uso de las narrativas, puede contribuir, no sólo a que los
individuos, sino también a que los grupos y comunidades afectadas puedan comprender y
sanar el pasado doloroso, a movilizarlo para aprender, descubrir y evolucionar las formas
de ser y estar en el mundo, con el objetivo de ver la propia historia con otros ojos, desde
otra perspectiva. En ese sentido, y con el firme propósito de re-escribir las historias propias,
es válido el uso de distintas herramientas que permitan explotar las capacidades propias,
desde lo estético, como los recursos literarios, musicales, gráficos o plásticos, a fin de
explorar otras formas de percibir las experiencias con mayor creatividad.

Ahora bien, tal como afirma Aldana (s.f.), lo anterior implica hacer un cambio profundo en
el psiquismo; es decir, en la forma en que se recuerda, se siente, se piensa o se actúa, para
lo cual es importante partir de una reflexión sobre la memoria, la imaginación, el deseo, la
identidad y la acción. Este trabajo de cambio debe ser abordado desde otras estratégicas
metodológicas más creativas, distintas a las empleadas hasta ahora, y no puede orientarse
sólo al trabajo individual, puesto que la violencia sociopolítica ha ocasionado durante
varias generaciones, daños en grupos y comunidades enteras, así como en la sociedad
colombiana en su conjunto. Para realizar lo anterior, cabe destacar las formas de
intervención sugeridas por Graciela Aldana, quien destaca el valor de trabajar mediante el
uso de los arquetipos, entendidos éstos como estructuras vitales, presentes en todos los
seres humanos y en todas las culturas en el mundo, asociadas a las formas de percibir la
realidad, de sentir y de actuar, ya que representan aspectos de la psique que explican la
singularidad de las personas y las sociedades, además de ser susceptibles a la
transformación.

La importancia de esta propuesta, basada en la perspectiva Jungiana, reside en el hecho de


que las imágenes arquetípicas tienen la facultad de proveer a la energía psíquica, los
medios a través de los cuales actuar, además de dotar la vida de sentido y dirección. Los
arquetipos pueden expresarse de distintas formas, ya sea de manera luminosa o sombría, lo
cual depende del grado de consciencia que se tenga sobre su presencia. Las sombras, tienen
que ver con aspectos propios de lo humano, como la agresividad, entre otras características
que usualmente se niegan o se proyectan hacia los otros. De igual forma, cuando hay
conciencia sobre la sombra, también hay luz, en la medida en que cuando se reflexiona
sobre esos aspectos “oscuros”, se generan más posibilidades de transformación y desarrollo
personal (Aldana, s.f.). Tal como se afirmó anteriormente, esos impulsos transformadores
de las narraciones sobre las experiencias de la historia personal, orientadas a la
construcción de una memoria anclada en la vida, en los sueños y las ideas, cobra potencia
cuando se realiza desde la creatividad y las habilidades personales, y constituye una
alternativa para re-escribir la vida desde una perspectiva ética y estética. En este sentido -
como lo sugieren Battiti y Rossi (p. 113, como se citó en Vidales, s.f)- “el arte, en las
antípodas del autoritarismo, genera libertad de pensamiento y promueve la reflexión (…)
asumiendo un compromiso ético a la hora de definir el tipo de sociedad que se quiere
construir”.

Desde esta óptica, resulta útil apelar al uso de historias, metáforas y símbolos, a fin de
enriquecer la propia vida con elementos narrativos, y por tanto, la identidad; de forma que
el trabajo que se emprenda desde esa nueva mirada sobre la realidad, derive en cambios
colectivos favorables para todo el conjunto social. Tal como sugiere Aldana (s.f.), el uso de
estos elementos literarios, permite incluir, destituir o aclamar y honrar a los sujetos, de
acuerdo a la importancia que tengan en la historia personal, al tiempo que favorecen nuevas
formas de enfrentar los conflictos y generan empoderamiento para el manejo de aquellas
experiencias que producen sufrimiento y dolor.

Todo lo anterior pone en evidencia la importancia de un proyecto como el “Costurero de la


Memoria”, ya que es un espacio en el cual, algunas víctimas –entre ellas, algunos de los
familiares de los mal llamados “falsos positivos”- que han tenido que padecer de manera
directa los impactos de la guerra- puedan empoderarse y volver a narrar sus historias
desde la dignidad y la resistencia, generando reflexiones en un marco colectivo, y haciendo
posible el proceso de construcción en la memoria colectiva, para que se den
transformaciones encaminadas hacia el reconocimiento de los otros. Por medio de las
narrativas es posible compartir y procesar el impacto de este tipo de situaciones violentas.
Actualmente las narrativas son una alternativa que la escuela, las organizaciones y las
comunidades podrían propiciar, involucrando a los distintos actores y sectores sociales, con
el fin de que las personas se sientan escuchadas, acogidas, y puedan buscar conjuntamente
cauces constructivos y participativos para su sentimiento de orfandad (Aldana,s.f.). Por
ello, un espacio como el “Costurero de la Memoria” puede resultar terapéutico, en la
medida en que permite compartir experiencias, y propicia espacios para opinar, reflexionar
y tomar decisiones. Además, permite que se reconstruyan los lazos de confianza dentro de
ese sistema de relaciones, mostrando alternativas para la transformación. Por otro lado,
este proyecto permite resarcir algunos de los efectos psicosociales de los daños
ocasionados por los hechos de violencia que han afectado a las víctimas, ya que posibilita
que se tejan nuevos sentidos sobre la historia, a nivel personal y colectivo. En este sentido,
puede decirse que por medio de los relatos se visibiliza la forma en que nos nombramos y
cómo somos reconocidos por los demás. Cuando somos conscientes de estos procesos que
nos constituyen, comprendemos que la identidad es algo cambiante, que nos permite hacer
transformaciones a nivel social y personal. (Aldana,s.f).
En las sesiones de los Talleres de el “Costurero de la Memoria” se han llevado a cabo
ejercicios reflexivos desde diferentes componentes artísticos, como son los medios gráficos
y la música, mencionada por Aldana (s.f) como uno de los lenguajes que más toca el
corazón de la gente, y también como un medio ideal para narrar historias. En el mismo
sentido, el “Costurero de la Memoria” es un proyecto que puede representar un aporte a la
construcción de una paz estable y duradera, debido a que posibilita la inclusión de
memorias colectivas que narran el padecimiento y las formas de resistencia de las víctimas
del conflicto armado, permitiendo que se generen reflexiones a partir del reconocimiento
del otro, para que desde el ser y el hacer de cada persona, se promuevan transformaciones
sociales.

REFERENCIAS

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vida. Recuperado de: http://www.crearmundos.net/reflexionados/graciela_llamada.pdf

Dabas, Elina (1993): Red de Redes. Las prácticas de intervención en redes sociales.
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García A., Juan Felipe (2013) El lugar de las víctimas en Colombia. Análisis sobre las
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Gergen, Kenneth J. (1996). La construcción social: emergencia y potencial. En M. Pakman


(Comp.) Construcciones de la experiencia humana Vol. 1 (pp. 139-182). Barcelona:
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Martín Baró, Ignacio S. J. (1987). Retos y Perspectivas de la Psicología en América Latina.


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Vázquez Sixto, Félix (2001) La Memoria como acción social. Relaciones, significados e
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Vidales, R.(s.f) Recordar es recuperar los sueños. Artículo Inédito. Bogotá

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