Está en la página 1de 11

Departamento de Lenguaje

Fila A
Prueba de Lenguaje Octavo Básico
Nombre:_______________________________________
Curso:_____________
Fecha:____________________________

Lee el siguiente texto y luego responda las preguntas 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y


10

Después de 20 años

El policía efectuaba su ronda por la avenida con un aspecto imponente.


Aunque apenas eran las 10 de la noche, las heladas ráfagas de viento, con
regusto a lluvia, habían despoblado las calles, o poco menos.
Hacia la mitad de cierta cuadra, el policía aminoró súbitamente el paso.
En el portal de una ferretería oscura había un hombre, apoyado contra la pared
y con un cigarro sin encender en la boca. Al acercarse él, el hombre se
apresuró a decirle, tranquilizador:
—No hay problema, agente. Estoy esperando a un amigo, nada más.
Se trata de una cita convenida hace 20 años. A usted le parecerá extraño, ¿no?
Bueno, se lo voy a explicar, para hacerle ver que no hay nada malo en esto.
Hace más o menos ese tiempo, en este lugar había un restaurante, el Big Joe
Brady.
—Sí, lo derribaron hace cinco años —dijo el policía.
El hombre del portal encendió un fósforo y lo acercó a su cigarro. La
llama reveló un rostro pálido, de mandíbula cuadrada y ojos perspicaces, con
una pequeña cicatriz blanca junto a la ceja derecha. El alfiler de corbata era un
gran diamante, engarzado de un modo extraño.
—Esta noche se cumplen 20 años del día en que cené aquí, en el Big
Joe Brady, con Jimmy Wells, mi mejor amigo, la persona más buena del
mundo. Él y yo nos criamos aquí, en Nueva York, como si fuéramos hermanos.
Él tenía 20 años y yo, 18. A la mañana siguiente me iba al Oeste para hacer
fortuna. A Jimmy no se le podía arrancar de Nueva York; para él no había otro
lugar en la tierra. Bueno, esa noche acordamos encontrarnos nuevamente
aquí, a 20 años exactos de esa fecha y esa hora, cualquiera fuese nuestra
condición y la distancia a recorrer para llegar. Suponíamos que, después de 20
años, cada uno tendría ya la vida hecha y la fortuna conseguida.
—Parece muy interesante —dijo el agente—. Pero se me ocurre que es
mucho tiempo entre una cita y otra. ¿No ha sabido nada de su amigo desde
que se fue?
—Bueno, sí. Nos escribimos por un tiempo —respondió el otro—. Pero
al cabo de un año o dos nos perdimos la pista. Usted sabe, el Oeste es muy
grande y yo vivía mudándome de un lado a otro. Pero estoy seguro de que
Jimmy, si está con vida, vendrá a la cita; siempre fue el tipo más recto y digno
de confianza del mundo, y no se va a olvidar. Ya viajé mil quinientos kilómetros
para venir a este sitio, pero habrá valido la pena si él aparece.
El hombre sacó un hermoso reloj, con pequeños diamantes incrustados
en las tapas.
—Faltan tres minutos —anunció—. Cuando nos separamos, a la puerta
del restaurante, eran las 10 en punto.
—A usted le fue bastante bien en el Oeste, ¿no? —preguntó el policía.
—¡A no dudarlo! Espero que Jimmy haya tenido la mitad de mi suerte.
Bueno, muy inteligente no era; trabajador sí, y muy buen tipo. Yo he tenido que
vérmelas con gente muy avispada para llenarme el bolsillo. Aquí, en Nueva
York, la gente se estanca. Hay que ir al Oeste para ponerse en forma.
El policía balanceó la porra y dio un paso o dos.
—Tengo que seguir la ronda —dijo—. Espero que su amigo no le falle.
¿No piensa darle unos minutos de tolerancia?
—¡Por supuesto! —afirmó el otro—. Le daré cuanto menos media hora.
Por entonces Jimmy tendrá que estar aquí, si está con vida. Hasta luego,
agente.
—Buenas noches, señor —saludó el policía.
Había empezado a caer una llovizna helada; las ráfagas inciertas se
transformaron en un viento constante. En la puerta de la ferretería, el hombre
que había viajado mil quinientos kilómetros para cumplir con una cita, insegura
hasta lo absurdo, con su amigo de la juventud, fumaba su cigarro y seguía
esperando.
Al cabo de 20 minutos, un hombre alto, de sobretodo largo y cuello
subido hasta las orejas, cruzó apresuradamente desde la vereda opuesta para
acercarse al hombre que esperaba.
—¿Eres tú, Bob? —preguntó, vacilando.
—¿Jimmy Wells? —gritó el hombre de la puerta.
—¡Bendito sea Dios! —exclamó el recién llegado, aferrando al otro por
los dos brazos—. ¡Claro que eres Bob, qué duda cabe! Estaba seguro de
encontrarte aquí, si vivías. Bueno, bueno, bueno... Veinte años es mucho
tiempo. El viejo restaurante ya no existe, Bob; ojalá no lo hubieran derribado,
así habríamos podido cenar otra vez aquí. Y dime, viejo, ¿cómo te ha tratado el
Oeste?
—Fantásticamente. Me dio todo lo que le pedí. Pero has cambiado
muchísimo, Jimmy. Te hacía cinco o seis centímetros más bajo.
—Bueno, crecí un poco después de los 20 años.
—¿Te va bien en Nueva York, Jimmy?
—Más o menos. Tengo un puesto en uno de los departamentos de la
Municipalidad. Vamos, Bob; iremos a un sitio que conozco para charlar largo y
tendido sobre los viejos tiempos.
Los dos echaron a andar por la calle, del brazo. El hombre del Oeste,
aumentado su egotismo por el éxito, empezó a esbozar un relato de su carrera.
El otro, inmerso en su sobretodo, escuchaba con interés.
Cuando llegaron a la esquina, donde las luces eléctricas de una
farmacia iluminaban la calle, cada uno de ellos se volvió para mirar la cara de
su compañero.
El hombre del Oeste se detuvo bruscamente, apartando el brazo.
—Usted no es Jimmy Wells —masculló—. Veinte años son mucho
tiempo, pero no tanto como para que a uno le cambie la nariz de recta a
respingada.
—A veces es bastante para transformar a un hombre bueno en malo —
dijo el desconocido—. Estás arrestado desde hace diez minutos, Bob, alias
“Sedoso”. A los de Chicago se les ocurrió que podías andar por aquí y enviaron
un cable diciendo que querían charlar contigo. No te vas a resistir, ¿verdad?
Así me gusta. Ahora bien, antes de llevarte a la comisaría te daré esta nota que
me entregaron para ti. La puedes leer aquí, en la vidriera. Es del agente Wells.
El hombre del Oeste desplegó el pedacito de papel que acababa de
recibir. Cuando empezó a leer su mano estaba serena, pero al terminar le
temblaba un poquito. La nota era bastante breve.
“Bob: Llegué a nuestra cita a la hora justa. Cuando encendiste el fósforo
te reconocí como el hombre que buscaban en Chicago. Como no pude hacerlo
personalmente, fui en busca de un agente de civil para que se hiciera cargo.
Jimmy.”

O. Henry. “Después de 20 años” (texto adaptado). Tomado de:


http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/henry/despues_de_20_anos.htm

Pregunta 1

¿Cuál es la relación entre el hombre del Oeste y el policía?

A.
Eran dos grandes amigos durante la juventud.
B.
El primero es un reo; y el segundo, su vigilante.
C.
Son dos desconocidos que conversan en la calle.
El hombre desea hacer un negocio con el policía.

D.

Pregunta 2

¿Cuál es el oficio de Jimmy Wells?

A.
Policía.
B.
Agente civil.
C.
Ferretero.
D.
Empresario.

Pregunta 3

¿Por qué Jimmy Wells ordena la captura de Bob? Porque:

A.
siente envidia de su éxito y planea arrebatarle su fortuna.
B.
Bob dejó de contactarse con él y busca vengarse por eso.
C.
desconfía de la legitimidad de los negocios de Bob en el Oeste.
D.
al ver su rostro descubre que es el hombre buscado por la policía.

Pregunta 4

¿Quién narra la historia?

A.
Un narrador testigo.
B.
Un narrador personaje.
C.
Un narrador omnisciente.
D.
Un narrador de conocimiento relativo.

Pregunta 5

¿A qué tipo de mundo narrativo corresponde el relato?


A.
Realista.
B.
Fantástico.
C.
Maravilloso.
D.
Ciencia ficción.

Pregunta 6

¿Qué estilo narrativo se utiliza en el siguiente fragmento: “—Más o menos.


Tengo un puesto en uno de los departamentos de la Municipalidad”?

A.
Libre.
B.
Directo.
C.
Indirecto.
D.
Indirecto libre.

Pregunta 7

Bob señala que Jimmy “siempre fue el tipo más recto y digno de confianza del
mundo”. ¿En qué acción del personaje se evidencia esto?

A.
Arresta al acusado a pesar de su antigua amistad.
B.
Se queda a vivir en Nueva York, tal como prometió.
C.
Le escribía cartas a su amigo cuando estaban distanciados.
D.
Opta por una profesión que permite ayudar a las personas.
Pregunta 8

El narrador se refiere a Bob como “el hombre del Oeste”. ¿Qué mecanismo de
correferencia utiliza?

A.
Elipsis.
B.
Nominalización.
C.
Sustitución léxica.
D.
Pronominalización.

Pregunta 9

¿Por qué el hombre utiliza un registro formal para dirigirse al policía? Porque:

A.
es un desconocido.
B.
es una antigua amistad.
C.
está frente a una autoridad.
D.
es una persona de mayor edad.

Pregunta 10

¿Cuál es el desenlace de la historia?

A.
Bob es arrestado por la policía.
B.
Bob es engañado por el agente.
C.
Jimmy no acude a la cita con su amigo.
D.
Los amigos se encuentran después veinte años.

Lee el siguiente texto y luego responda las preguntas 11, 12, 13, 14, 15 y 16

El demonio de la perversidad

“He hablado tanto que en cierta medida puedo responder a vuestra


pregunta, puedo explicaros por qué estoy aquí, puedo mostraros algo que
tendrá por lo menos una débil apariencia de justificación de estos grillos y esta
celda de condenado que ocupo. Si no hubiera sido tan prolijo, o no me
hubierais comprendido, o, como la chusma, me hubierais considerado loco.
Ahora advertiréis fácilmente que soy una de las innumerables víctimas del
demonio de la perversidad.
Es imposible que acción alguna haya sido preparada con más perfecta
deliberación. Semanas, meses enteros medité en los medios del asesinato.
Rechacé mil planes porque su realización implicaba una chance de ser
descubierto. Por fin, leyendo algunas memorias francesas, encontré el relato de
una enfermedad casi fatal sobrevenida a madame Pilau por obra de una vela
accidentalmente envenenada. La idea impresionó de inmediato mi imaginación.
Sabía que mi víctima tenía la costumbre de leer en la cama. Sabía también que
su habitación era pequeña y mal ventilada. Pero no necesito fatigaros con
detalles impertinentes. No necesito describir los fáciles artificios mediante los
cuales sustituí, en el candelero de su dormitorio, la vela que allí encontré por
otra de mi fabricación. A la mañana siguiente lo hallaron muerto en su lecho, y
el veredicto del coroner fue: «Muerto por la voluntad de Dios.»
Heredé su fortuna y todo anduvo bien durante varios años. Ni una sola
vez cruzó por mi cerebro la idea de ser descubierto. Yo mismo hice
desaparecer los restos de la bujía fatal. No dejé huella de una pista por la cual
fuera posible acusarme o siquiera hacerme sospechoso del crimen. Es
inconcebible el magnífico sentimiento de satisfacción que nacía en mi pecho
cuando reflexionaba en mi absoluta seguridad. Durante un período muy largo
me acostumbré a deleitarme en este sentimiento. Me proporcionaba un placer
más real que las ventajas simplemente materiales derivadas de mi crimen.
Pero le sucedió, por fin, una época en que el sentimiento agradable llegó, en
gradación casi imperceptible, a convertirse en una idea obsesiva, torturante.
Torturante por lo obsesiva. Apenas podía librarme de ella por momentos. Es
harto común que nos fastidie el oído, o más bien la memoria, el machacón
estribillo de una canción vulgar o algunos compases triviales de una ópera. El
martirio no sería menor si la canción en sí misma fuera buena o el aria de
ópera meritoria. Así es como, al fin, me descubría permanentemente pensando
en mi seguridad y repitiendo en voz baja la frase: «Estoy a salvo».
Un día, mientras vagabundeaba por las calles, me sorprendí en el
momento de murmurar, casi en voz alta, las palabras acostumbradas. En un
acceso de petulancia les di esta nueva forma: «Estoy a salvo, estoy a salvo si
no soy lo bastante tonto para confesar abiertamente.»
No bien pronuncié estas palabras, sentí que un frío de hielo penetraba
hasta mi corazón. Tenía ya alguna experiencia de estos accesos de
perversidad (cuya naturaleza he explicado no sin cierto esfuerzo) y recordaba
que en ningún caso había resistido con éxito sus embates. Y ahora, la casual
insinuación de que podía ser lo bastante tonto para confesar el asesinato del
cual era culpable se enfrentaba conmigo como la verdadera sombra de mi
asesinado y me llamaba a la muerte.
Al principio hice un esfuerzo para sacudir esta pesadilla de mi alma.
Caminé vigorosamente, más rápido, cada vez más rápido, para terminar
corriendo. Sentía un deseo enloquecedor de gritar con todas mis fuerzas. Cada
ola sucesiva de mi pensamiento me abrumaba de terror, pues, ay, yo sabía
bien, demasiado bien, que pensar, en mi situación, era estar perdido. Aceleré
aún más el paso. Salté como un loco por las calles atestadas. Al fin, el
populacho se alarmó y me persiguió. Sentí entonces la consumación de mi
destino. Si hubiera podido arrancarme la lengua, lo habría hecho, pero una voz
ruda resonó en mis oídos, una mano más ruda me aferró por el hombro. Me
volví, abrí la boca para respirar. Por un momento experimenté todas las
angustias del ahogo: estaba ciego, sordo, aturdido; y entonces algún demonio
invisible -pensé- me golpeó con su ancha palma en la espalda. El secreto, largo
tiempo prisionero, irrumpió de mi alma.
Dicen que hablé con una articulación clara, pero con marcado énfasis y
apasionada prisa, como si temiera una interrupción antes de concluir las breves
pero densas frases que me entregaban al verdugo y al infierno.
Después de relatar todo lo necesario para la plena acusación judicial,
caí por tierra desmayado.
Pero, ¿para qué diré más? ¡Hoy tengo estas cadenas y estoy aquí!
¡Mañana estaré libre! Pero, ¿dónde?”

Edgar Allan Poe. “El demonio de la perversidad” (fragmento). En Cuentos.


Madrid: Alianza, 1983.

Pregunta 11

¿De dónde extrae el protagonista la idea del asesinato?

A.
Leyó un libro de química.
B.
Vio una película de asesinos.
C.
Soñó con el asesinato perfecto.
D.
Leyó unas memorias francesas.
Pregunta 12

¿Por qué el protagonista termina preso? Porque:

A.
cometió un asesinato doble.
B.
planea apuñalar a una persona.
C.
confiesa su crimen a la justicia.
D.
es el sospechoso de un crimen.

Pregunta 13

¿Cuál es el conflicto del cuento?

A.
La huida.
B.
La prisión.
C.
El asesinato.
D.
El destino.

Pregunta 14

De la expresión “soy una de las innumerables víctimas del demonio de la


perversidad”, se infiere que, a lo largo del texto, el protagonista:

A.
confía en que fue poseído por el diablo.
B.
admite que la religión es fundamental.
C.
es una víctima de un asesinato premeditado.
D.
considera que actuó de forma incomprensible.

Pregunta 15

¿Qué tipo de narrador presenta el relato leído?

A.
Testigo.
B.
Protagonista.
C.
Omnisciente.
D.
De conocimiento relativo.

Pregunta 16

¿Qué tipo de anacronía presenta el cuento?

A.
Racconto.
B.
Flash back.
C.
Premonición.
D.
Flash forward.

Tabla de especificaciones

Contenidos Habilidades Preguntas y Claves


Eje Fila A Fila B
Temático

Texto Narrativo Interpretar y 1-A 8-A


literario relacionar

Interpretar y 2-A 4-C 6-B 7-A 10-A 4-A 1-C 10-B


Relacionar 12-C 13-C 14-D 12-C 15-C 16

Localizar 3-D 11-D 7-D 11-D

Reflexionar 5-A 8-C 9-C 16-A 9-A 2-C 5-C

Reflexionar 15-B 14-B

También podría gustarte