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Caponnetto Antonio. Sacheri 1 PDF
Caponnetto Antonio. Sacheri 1 PDF
R O C A VIVA
Buenos Aires
1998
Hecho el depòsito que ordena la ley.
Buenos Aires, agosto de 1998
(Impreso en la Argentina)
ISBN: 987-98426-0-1
© E d i t o r i a l ROCA VIVA
Abelardo Pithod
Las tinieblas se disipan
y se distinguen los bandos
Palabras pronunciadas en el peristilo de la Recoleta el 23
de diciembre de 1974 por Juan C. Goyeneche
Amigos:
Estamos reunidos aquí para despedir los restos de un hombre jo-
ven —41 años— que fuera ayer vilmente asesinado.
Esa juventud no le impidió ser un brillante intelectual y de gozar
de gran nombradla como profesor de filosofía tomista.
Desde sus comienzos como estudiante en la Universidad de Laval
—en Quebec—, donde de discípulo del eminente tomista Charles de
Konick pasó, al egresar, a ser colaborador en la cátedra hasta su ac-
tuación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Cató-
lica, Sacheri no fue un mero repetidor sino que estableció vínculos de
magisterio directo, personal y moral sobre gran número de discípu-
los que reconocen con orgullo que a él le deben su formación.
Yo, personalmente, cuando lo visité en Canadá donde tuve el ho-
nor de ser su huésped, pude comprobar la alta estima que gozaba en
la Universidad de Laval donde se le reconocía su versación en el to-
mismo y su aptitud para aplicarlo a la vida.
Éste espíritu de entrega se puso de manifiesto en su generosidad
para pronunciar conferencias y dictar cursillos a todos aquellos que
se lo pedían movidos por inquietudes religiosas o intelectuales.
Sus dos libros: La Iglesia Clandestina y La Iglesia y lo Social son
prueba de su apostolado efectivo para denunciar las adulteraciones
del pensamiento católico, las cuales no han producido sus catastrófi-
cas consecuencias en nuestro país, debido, sin duda alguna a aquellas
oportunas precisiones, repetidas con incansable tenacidad, en innume-
rables conferencias pronunciadas por toda la república.
Pero ello no le impidió a su pluma estar presente con brillantez en
una continua actividad periodística, donde a través de artículos de so-
lidez doctrinaria buscaba restablecer la Cristiandad en el orden social
y el primado de la inteligencia en el orden de las ideas.
24 JUAN CARLOS GOYENECHE
Francisco M. Bosch
Sacheri: el mandato
de una acción concertada
¡La muerte! Unos creerán que la necesitamos para estímu-
lo. Otros creerán que nos va a deprimir; ni lo uno, ni lo otro.
La muerte es un acto se servicio.
José Antonio
Para todos los que hemos tenido el privilegio de compartir la lucha con
Carlos Alberto Sacheri, su humildad constituía permanente ejemplo
de la acción. Humildad de entraña cristiana que surgía del convenci-
miento de sentirse instrumento, servidor, soldado de la causa total de
Cristo Rey. Sacheri no buscaba la gloria en el obrar, sino que su obrar
estaba orientado al servicio de la mayor gloria de Dios.
La suprema instancia de su muerte no debe cambiar por tanto la
actitud de sus amigos, camaradas y discípulos que más que detener-
• se a proclamar sus virtudes —de sobra elocuentes— importa que
asuman el mandato de su martirio. Carlos Alberto no hubiera desea-
do otra cosa.
Se podría pensar con fundamento que la personalidad esclareci-
da de Sacheri, capaz de alcanzar los más altos niveles especulativos
y al par, eficaz y precisa en el campo del conocimiento práctico, era
digna de tiempos mejores. Pero sin duda la Providencia ha querido
suscitar en un desolador panorama de anarquía social, intelectual y
religiosa, el ejemplo del varón cristiano resuelto a remontar la adver-
sidad para instaurar todo en Cristo. Esa fue su decisión, ése su ca-
mino de santidad, ése su deber, sin desalentarse por los resultados,
sin temer no alcanzar el éxito, porque de sobra sabía Carlos, que
unos y otros pertenecen a la voluntad de Dios. Aceptó su misión en
el sentido más pleno —religioso— de la palabra, y cada vez que la
desintegración pareció más próxima, Sacheri redobló sus esfuerzos
para hilvanar voluntades aisladas, coordinar acciones dispersas, con-
certar en suma, a todos aquellos que compartían el supremo objeti-
vo común.
A Carlos Alberto le dolía ver cuántas posibilidades, cuántas bue-
30 ADALBERTO ZELMAR BARBOSA
Recuerdo y símbolo
Fue en la que resultó ser su última disertación en Montevideo, que tu-
vo lugar en la noche del 26 de noviembre de 1974, veintiséis días an-
tes de su inicuo asesinato.
Luego de su conferencia de la tarde sobre "Esencia de la Civiliza-
ción Occidental" y en otra sala habló, ante una concurrencia reduci-
da, seleccionada en virtud de lo delicado del tema: "Situación políti-
ca argentina".
Su palabra, siempre cálida y humana, había ido separando con qui-
rúrgica precisión y dejando en descubierto, las diversas facetas de la
situación argentina que quedó, por decirlo así, iluminada por una po-
tente luz que destacaba, implacable, todos sus crudos pormenores.
Fue en esa disertación que, en cierto momento, aludió de paso a que
legisladores de los diversos sectores partidocráticos argentinos eleva-
ron su protesta porque cierta repartición pública había dado empleo
a muchos uruguayos; y protestaban por esa sola circunstancia, porque
eran uruguayos, sin que les importara ni mencionaran siquiera aque-
llo que era lo realmente grave del hecho, o sea que todos esos urugua-
yos eran elementos de ideología subversiva, militantes tupamaros hui-
dos del Uruguay.
Con tal motivo destacó la incomprensión y el desprecio suicidas que
la mentalidad liberal tiene por los factores ideológicos, mentalidad
que llevó a cierto presidente argentino a la absurda declaración inter-
nacional de proclamar la "abolición de las fronteras ideológicas".
Prosiguió diciendo Sacheri que quien tenga una posición sensata,
sin despreciar la realidad de las fronteras nacionales comprenderá que
mucho más decisivas y separadoras son las fronteras ideológicas, que
pueden abrir verdaderos abismos infranqueables, como los abren el
marxismo y el comunismo. Señaló que, personalmente, él se sentía per-
36 BUENAVENTURA CAVIGLIA CÁMPORA
Valores intelectuales
Luego de este recuerdo que destaca un aspecto interesante de la ac-
tuación de Sacheri en el Uruguay, el haber sido para nosotros no un
extranjero sino uno de los nuestros, debemos evocar su personalidad
excepcional cuya desaparición deja un vacío que sólo el tiempo po-
drá llenar con la maduración de los frutos de su siembra y de su mar-
tirio. Porque en Sacheri se dieron, en extraordinaria síntesis, valores
intelectuales, morales y humanos en niveles muy altos.
El conjunto de esos valores y su jerarquía fue lo que, pese a su re-
lativa juventud, lo habían constituido en un auténtico e influyente
maestro.
Aunó a una inteligencia lúcida, sólidos estudios sociales, políticos
y jurídicos, conocimientos que estuvieron valorizados por la circuns-
tancia de estar integrados en la visión superior que otorgan la Teolo-
gía y la Filosofía. Respecto a esta última, a lo largo de muchos años
recibió de sabios profesores una profunda formación en la filosofía pe-
renne, en la filosofía tomista, en la única filosofía que por estar basa-
da en el sano realismo significa una real ayuda para comprender los
problemas humanos, sociales y políticos y guiar en la búsqueda de las
soluciones acertadas.
La razón de su vida
Las circunstancias de la muerte de Sacheri revisten un simbolismo
especial, pues fue asesinado en ocasión del cumplimiento de sus de-
beres religiosos, del precepto dominical de la Misa.
Su muerte tuvo cierto aspecto de asesinato ritual, cometido, diría-
se, por sectas de inspiración satánica que quisieron firmar su crimen,
dejar su impronta de odio a Dios y a la Religión de Cristo.
Pero, a pesar de su perversidad, Satanás y sus secuaces, aunque no
quieran, sirven a los planes de Dios. La circunstancia de que se valie-
ron fue la mejor garantía de una muerte santa y de que ella está vin-
culada al testimonio cristiano de la Verdad total, a la que Sacheri es-
taba plenamente dedicado y que era la razón de su vida. Dar la vida
como testimonio de la Verdad, he ahí el martirio.
"...Quién perdiere su vida por amor a Mí, la hallará" (S. Mateo,
16, 25).
La razón de su muerte
De ese testimonio de la verdad que dio Sacheri, uno de los aspec-
tos más destacados fue el relativo a la auténtica reforma de fondo de
la sociedad. Y en realidad, fue por eso que murió, que el enemigo re-
solvió asesinarlo. Sacheri mostraba la única salida, el único escape pa-
ra zafar de la trampa histórica que convierte al mundo moderno en pre-
sa fácil del comunismo.
Este mundo moderno se debate en una situación de desconcierto
y convulsión totales que permite al marxi-comunismo seguir imponien-
do sus regímenes de esclavitud.
38 BUENAVENTURA CAVIGLIA CÁMPORA
sino para ser arrojada y pisada de los hombres" (S. Mateo, 5, 13).
Sacheri, sin arrogarse prerrogativas que no le correspondían, cum-
pliendo simplemente sus deberes de católico bautizado y confirma-
do, y basado en las enseñanzas y advertencias pontificias y en sü au-
toridad de filósofo cristiano, luchó como bueno contra el "conglome-
rado de todas las herejías" que es el neomodernismo-progresista.
¡Que aprendan de él y que se corrijan mientras estén a tiempo de
salvarse, aquellos a quien por boca de Isaías (56,10), Dios anatema-
tizó tratándolos de "perros mudos", que no ladran para alertar contra
el enemigo!.
lili
48 BUENAVENTURA CAVIGLIA CÁMPORA 49
CARLOS SACHERI EN LA REPÚBLICA ORIENTAL
no —su último artículo monográfico, publicado en Mikael N 6 5, fue: no espera participar en sí de la divina perfección de Dios. Precisa-
"Santo Tomás y el orden social"— se hallaba completamente al día mente. ¿Qué hallamos cuando examinamos con esa luz las corrientes
en el conocimiento y crítica de las nuevas tendencias filosóficas y so- modernas de la filosofía? Las más acabadas variantes de la presunción
ciales. y del orgullo. ¿Cómo si no calificar la tentativa cartesiana y positivis-
En estos momentos, en el recuerdo que guardamos de él predomi- ta de conocerlo todo por el nuevo método universal? ¿Y la erección
na la resonancia del contenido profundo de las palabras que en Lau- del «deber» kantiano en única norma moral? ¿Cómo designar el Es-
sanne, en la primavera de 1968, dedicó a la virtud teologal de la es- píritu Absoluto de Hegel, que hace real a toda cosa por el solo hecho
peranza, que inició formulando estas preguntas: "¿por qué se arreme- de pensarla? Feuerbach designa su propia doctrina como un «antro-
te con tal encarnizamiento a la «petite filie espérance», como le gus- poteísmo». Marx declara: «El hombre es el ser absoluto para el hom-
taba llamarla a Peguy? ¿Qué tiene esta virtud sobrenatural que tan vi- bre", mientras Nietzsche dice: «Si hubiera dioses, ¿cómo aceptaría yo
vamente choca con el espíritu de la Revolución Moderna?" no ser Dios? Por lo tanto, Dios no existe». ¿Y Teilhard, que nos ins-
En lugar de hablar de él, preferimos escucharle a él mismo. A di- tala gratuitamente en el confortable tranvía de la evolución pleromi-
ferencia de la caridad, recordaba Carlos Alberto, "la esperanza con- zante y nos conduce en línea recta al En-Adelante?... Con toda razón
templa al hombre en su propia condición, que es la de un ser inaca- el historiador Emest Cassirer ha dicho que, a partir del Renacimien-
bado —homo viator— itinerante, siempre en trance de esperar su to, la filosofía moderna no ha hecho sino atribuir al hombre todas las
fin, siempre preocupado por su fin". Su objeto propio "sobrepasa al perfecciones que la teología cristiana atribuía a Dios".
hombre y siempre lo sobrepasará", pues ese objeto es Dios mismo, cap- "Si por otra parte —añadía— volvemos la mirada hacia las for-
tado en el reflejo de nuestro acto de fe como soberano nuestro y nues- mas del pesimismo, ¿cómo calificar a los filósofos relativistas, histo-
tra eterna beatitud. San Pablo lo expresó: "Tenemos una esperanza ricistas, al psicoanálisis freudiano, a los filósofos del devenir y de los
que nos hace penetrar hasta el interior del velo. En la maravillosa ar- valores, la ética de la situación, que niegan al hombre toda posibili-
quitectura de la vida sobrenatural, las tres virtudes infusas se ordenan dad de acceso a las verdades «absolutas». ¿Y nuestro caro Jean-Paul
una a las otras, de tal modo que la fe está al principio de la esperan- Sartre, que define al hombre como una «pasión inútil»? (digamos de
za (ya que no es posible esperar poder contemplar un día a Dios, «tal
pasada que si es inútil, ¿porqué poner tanta pasión respecto a él?).
cual Es», si no creemos previamente en Él y en su palabra) e igual-
Éstas son las filosofías de la desesperación, del absurdo y, por consi-
mente la esperanza se halla en el principio de la caridad (pues, ¿có-
guiente, de la nada".
mo amar ese Dios infinito sin confiar en su socorro?: «Mi gracia te
Pero en estos pensadores, el orgullo o la desesperación no es sino
basta»)".
—y devuelvo hasta el final la palabra a Carlos Alberto Sacheri— "la
Sacheri ha alcanzado sin duda la meta de esta esperanza, pues es- negación de la esperanza cristiana", que es "tan vieja como el mismo
peró en ella y vivió conforme a ella. Adán". No significaba otra cosa Peguy cuando decía que "el más vie-
No le pasó lo que decía de los filósofos modernos, que "han caí- jo error de la humanidad" era la creencia de que nunca había habido
do, unos tras otros, en los pecados contra la esperanza que Santo To- nadá tan bueno, tan bello, como lo alcanzado en nuestros días. Su bo-
más describe en su Summa Teológica: el primero es la presunción, el bada —que lo es— consiste en no saber ver que todo esto, que bus-
segundo es la desesperación. La presunción, que es uno de los peca- can ciega y desesperadamente, nos lo había prometido Cristo ya ha-
dos contra el Espíritu Santo, consiste en que el hombre se apoya en ce mucho tiempo. Pues, ¿que "sobrepasar" es superior al logro de la
los poderes dimanantes de Dios para encontrar lo que el contradiga, visión de Dios cara a cara? ¿Qué "desarrollo" más elevado puede ha-
o simplemente en el hecho de exagerar nuestro propio valor personal. ber que el logro desde aquí de la participación en la vida divina por
Comporta, pues, la aversión al Bien inmutable y una conversión al bien la gracia? La ciencia del bien y del mal no es sino la sabiduría de
perecedero. En cambio, la desesperación proviene de que el hombre Cristo. ¿Qué dicha es superior a la vida virtuosa? ¿Qué orden social
50 JUAN VALLET DE GOYTISOLO
do de "el desarrollo de ciertas facultades del espíritu por medio de ejer- sus literaturas y sus artes. La única distinción fundamental que creo
cicios intelectuales apropiados" (Cf. Paul Robert, Dictionnaire alp- legítima entre estas dos palabras es la siguiente: la cultura se define
habétique et analogique de la langue fi-ancaise. P.U.F., París, 1953) sobre todo en la perspectiva de la inteligencia y de los hábitos que la
Esta última impostación expresa el contenido tradicional de la pa- rectifican (las ciencias y las artes); mientras que civilización se refie-
labra cultura (Cf. Mathew Arnold, Culture and anarchy, 1869), tal co- re particularmente a las cualidades humanas o hábitos que rectifican
mo se lo reencuentra en el lenguaje corriente contemporáneo. Como al civis, el ciudadano, por ejemplo: las virtudes morales y, entre és-
sinónimo de una cierta perfección intelectual —se habla, por ejem- tas, las que se refieren más directamente a la vida social y sirven de
plo, de un "hombre cultivado"— hunde sus raíces en la paideia grie- fundamento a la convivencia: la fortaleza, la justicia y la prudencia.
ga, en la humanitas ciceroniana y en las artes liberales. En el contexto de las reflexiones siguientes, y sin olvidar el matiz
En cambio, la palabra cultura, según se la usa en sociología y en que acabo de enunciar, he de reservar la palabra civilización para sig-
antropología, indica un sistema o un conjunto de tipos de comporta- nificar el reconocimiento colectivo de una jerarquía de valores socia-
miento que se expresan socialmente por medio de símbolos (Cf: Kroe- les fundamentales, mientras que cultura expresará el conjunto de ma-
ber and Kluckon, Culture, a critical review ofConcepts and Defini- nifestaciones o expresiones de la vida humana en un pueblo determi-
tions, Peabody Museum of Harvard University, Cambridge, Mass., nado. La primera revestirá, pues, cierta universalidad, en tanto que
1952). Esto se debe a la adopción del término alemán kultur, el cual cultura aludirá primordialmente a las manifestaciones diversas y muy
sin excluir en manera alguna la idea de perfección intelectual (mejor circunstanciadas de cada pueblo o nación, según las diferencias geo-
traducida por la palabra bildung), llega a incluir todas las manifesta- gráficas, lingüísticas, sus costumbres y tradiciones, sus inclinaciones
ciones o actividades humanas, tanto personales como sociales. Cier- particulares, etcétera.
tos historiadores alemanes han aumentado la confusión reinante, sea Habiendo ya precisado el sentido de las palabras, resta la delicada
concibiendo la civilización como el ocaso o la esclerosis de la cultu- tarea de intentar responder a la siguiente cuestión: ¿es o no posible for-
ra (Cf: O. Spengler, Der Untergang des Abendlandes, Beck, Munich, mular un juicio de valor sobre la perfección de una cultura particular
1920, Vol I, p. 154), sea, al contrario, ampliando el sentido de civili- o de un período cultural en relación a otros?
zación para designar el vértice o la más alta expresión de los valores
Diversidad cultural y relativismo cultural
espirituales, religiosos, artísticos, filosóficos, dejando a la palabra cul-
tura la función de aludir a las realizaciones menos perfectas de la La respuesta de los antropólogos y sociólogos contemporáneos es,
coeiades medias (Alfred Weber, Ideen zur Staats-und Kultursoziolo- la mayor parte de las veces, negativa. Herederos inconscientes de un
gie, Karlsruhe, 1927, ps. 5-6). nominalismo filosófico cuyo alcance ignora, esas disciplinas han de-
Estimo que la causa de tal multiplicación de acepciones diversas, sarrollado con frecuencia una actitud profundamente relativista, so
y aún opuestas, es, por una parte, la relativa novedad de los dos tér- pretexto de "rigor científico" y de "neutralidad valorativa". Dentro
minos y, por otra, el hecho de que uno y otro no designan realidades de ese contexto, cada cultura no es considerada más que como un sis-
estables y definitivas, sino realidades altamente dinámicas, movimien- tema social que ha determinado sus propios valores, sus propios ele-
tos o procesos en constante interacción, simple manifestación de su mentos constitutivos y sus propias instituciones y símbolos, de suer-
vitalidad (CF: Arnold Toynbee, A Study ofHistory, Oxford Univer- te que sería utópico y no científico pretender determinar, más allá de
sity Press, London, 1936, vol. n , p. 176 y vol. El, p. 383). la extrema diversidad de las manifestaciones culturales, una jerarquía
En resumen, y a pesar de la diversidad de sentidos que reciben, objetiva de valores. Un solo texto bastará para ejemplificar esta acti-
cultura y civilización aparecen como sinónimos que expresan un es- tud: Bronislaw Malinowski afirma, en su obra Freedom and Civiliza-
tilo de vida común a ciertos pueblos, fundado sobre los valores de tion, que la libertad no puede ser objeto de discusión fuera del mar-
una tradición social que se manifiesta y que vivifica sus instituciones, co preciso de una cultura dada: "El concepto de libertad no puede ser
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definido sino en referencia a seres humanos organizados y dotados de sofismas más profundamente enraizados en el hombre de nuestro
motivos culturales, de útiles y de valores, lo que implica ipso facto la tiempo. Me limitaré a enumerar las causas que me parecen principa-
existencia de la ley, de un sistema económico y de una organización les, para detenerme luego en la consideración de la última de ellas. En
política —en una palabra, de un sistema cultural (...). Descubrimos en primer lugar, tal relativismo se explica por la transformación excesi-
todo esto que la libertad no es sino un regalo de la cultura" (op. cit., vamente rápida de las condiciones actuales de vida; el progreso téc-
New York, 1944, ps. 25 y 29). Sin negar, evidentemente, que las mo- nico se desarrolla hoy a un ritmo tal y alcanza tales perfecciones que
dalidades de expresión de la libertad varían considerablemente y son uno se siente espontáneamente llevado a creer que todo en el pasado
condicionadas por el grupo social, ello no impide que la noción uni- ha sido inferior (confusión del progreso técnico y el progreso moral);
versal de un acto libre debe ser acentuada, no sólo por ella misma, si- ese progreso técnico nos ha impuesto lo que C. S. Lewis llama, en De
no también para rendir cuenta más apropiadamente de tal diversidad Descriptione Temporum, una nueva imagen arquetípica: la imagen de
y condicionamiento. Para un número considerable de autores, la cul- las viejas máquinas que van siendo desplazadas por nuevas y mejo-
tura reviste los caracteres de un todo superorgánico (Spencer), que res. Pues en el mundo de las máquinas lo que es nuevo es la mayor
determina la conducta individual sea por vía de la coacción (Durkheim) parte de las veces realmente mejor y lo que es primitivo es realmen-
o de inconsciente colectivo (Jung, Géza Roheim), o de relaciones de te inadecuado (Cf: They Askedfor a Paper, London, 1962, p. 21). En
producción (Marx), o de imitación (Tarde) o de herencia social (Boas, segundo lugar, el progreso de las ciencias históricas y sociales en el
Malinowski)... Clark Wissler lo ha expresado claramente: "El hom- conocimiento de las condiciones de vida de antiguas culturas ha pues-
bre elabora la cultura porque no puede actuar de otro modo; hay una to en relieve su gran diversidad, lo que tiende a debilitar la convicción
tendencia (drive) en su protoplasma que lo empuja adelante, aún con- de la existencia de normas morales universales, de una ley natural ,y
tra su voluntad... De allí que todo punto de vista que descuide la ba- el resto. Tenemos luego el hecho de que la evolución de la filosofía
se biológica de la cultura y, en particular, la respuesta refleja, se re- moderna ha engendrado, desde el fin de la aventura idealista, una cri-
velará inadecuado" {Man and his Culture, New York, 1923, ps. 265 y sis de irracionalismo que ha conmovido las certezas más fundamen-
278). tales y los valores más universales, sumergiendo a la humanidad en
Existen, sin embargo, algunas felices excepciones a estos enfoques un profundo desasosiego, fuente del relativismo teórico y de subjeti-
estrechamente positivistas del hombre y de la cultura. Así, por ejem- vismo moral. En cuarto lugar, se constata que, a pesar del desarrollo
plo, David Bidney afirma que: "El carácter cultural de la personali- alcanzado por las ciencias experimentales, con la sola excepción de
dad presupone la naturaleza humana como su necesaria condición. la fisicomatemática, los principios básicos del método científico no
Así, la naturaleza humana debe ser enfocada sub specie aeternitatis han sido aún definidos adecuadamente; sobre todo en las ciencias lla-
como integrando el orden natural, y sub specie temporis en tanto pro- madas "humanas". A tal punto que los prejuicios "antivalorativos"
ducto de la experiencia cultural. Los dos ángulos son complementa- condenan irremisiblemente toda referencia a una jerarquía objetiva
rios y ambos esenciales para una real comprensión del hombre en so- de valores, so pretexto de estar construida con enunciados no cientí-
ciedad" {Theorethical Anthropology, Columbia University Press, New ficos. En quinto lugar, se observa igualmente, que las corrientes ideo-
York, 1960, p. 9). Es precisamente a este doble punto de vista que se lógicas modernas, nos presentan una concepción del hombre tan par-
refiere la distinción que planteamos entre civilización y cultura. cial y mutilada ("El hombre es una pasión inútil", dice Sartre; "el
hombre es lo que come", dice Feuerbach) que no permite esclarecer
Relativismo moral y positivismo jurídico ningún problema social o político, y nos hunde más aún en la confu-
sión. Finalmente, el relativismo moderno se funda sobre una concep-
Importa examinar brevemente las causas de las actitudes positivis-
ción totalmente errónea de la ciencia moral de la ley natural.
tas y relativistas, tanto más cuanto que ellas se han difundido rápida-
mente fuera de los círculos eruditos, al punto de constituir uno de los La importancia de esta última causa es tal, que exige ciertas pre-
52 CARLOS ALBERTO SACHERI CIVILIZACIÓN Y CULTURAS
57
cisiones. Bajo la influencia del racionalismo, la ciencia moral ha su- cuales invadirán por su intermedio los ambientes occidentales, inclu-
frido la transformación más radical en cuanto a la naturaleza de sus sive los católicos. ¿Cómo sorprenderse entonces de ver que nuestra
concepción corriente de la moral sea la de una serie de limitaciones,
principios y a su método propio.
de "luces rojas", implicando cierto "empobrecimiento" de lo huma-
Concepción racionalista de la moral no, una moral del sexto y noveno mandamientos en la cual las mis-
En la filosofía griega y medieval, la moral era considerada como mas palabras prudencia y virtud se asocian no con la idea de perfec-
una disciplina práctica, cuyos propios principios se fundan en la ex- ción sino con la de pusilanimidad o de debilidad...? Ante semejante
periencia de las acciones humanas. Por otra parte, el obrar humano — "ideal", preconizado durante siglo y medio, ¿cómo asombrarse de que
objeto de la moral— comporta una contingencia y variabilidad tan un buen número de hombres se rebele y rechace visión tan insípida y
grandes, que fuera de algunos principios universales de la ley natu- desalentadora de la moralidad? Es cierto que este rechazo, por la ce-
ral, captados inmediatamente por la razón, los demás enunciados pier- guera que lo caracteriza, no constituye una solución, ni siquiera una
den su universalidad absoluta y sólo son aplicables en la mayoría de respuesta válida al problema. Pero debe reconocerse que no le faltan
los casos (ut in pluribus). Estas limitaciones propias de la ciencia mo- serias razones.
ral exigen como complemento el ejercicio del juicio prudencial, a fin La doctrina relativa a la ley natural ha sufrido una suerte análoga.
de descubrir en cada caso particular cuál es la mejor decisión a tomar. Desarrollada a lo largo de toda la filosofía griega, la noción de ley na-
Ahora bien, el racionalismo cartesiano completado por Spinoza tural convirtióse en el fundamento de las instituciones en el Imperio
concibe la moral como un saber puramente deductivo, en el cual la apli- Romano y constituyó luego el fundamento mismo de la civilización
cación de un método "geométrico" (Cf: Ethica more geométrico de- cristiana. La idea de un orden universal establecido por Dios, inscri-
mónstrate de Spinoza) permite concluir con certeza absoluta y por to en el corazón de los hombres y que debía servir de base y princi-
medio de una cadena de silogismos demostrativos, lo que debe hacer- pio para toda ley humana, estaba ya claramente expresada en la An-
se en cada circunstancia. Esta mentalidad, unida a la irrupción de la tígona de Sófocles. Desarrollada por Platón y Aristóteles, pasa a Ro-
teología moral protestante en una Cristiandad dividida, se difundió en ma bajo la influencia de Cicerón y los juristas romanos. En su De Le-
los medios católicos y tuvo por consecuencia la elaboración de una gibus, Cicerón la enuncia con mucha nitidez: "Pero para fundar el de-
nueva moral hecha de principios absolutamente universales y caren- recho, tomemos por origen esta Ley suprema que, común a todos los
tes de excepciones, altamente racionales y —dicho sea de paso— in- siglos, ha nacido antes que existiera ninguna ley escrita o que se hu-
capaces de despertar el atractivo que todo ideal moral verdadero pue- biese constituido Estado alguno" (I, VI, 19). "Había, pues, una razón
de engendrar en el espíritu del hombre. emanada de la naturaleza universal que empujaba a los hombres a
En realidad, una alteración tan profunda había tenido por origen la obrar según el deber y a apartarse de las acciones culpables; ha co-
filosofía nominalista de Duns Scot y de Ockham, desde comienzos del menzado a ser ley, no el día en que fue escrita, sino desde su origen,
siglo XIV. Desconociendo la doctrina tradicional del Bien, causa fi- y su origen coincide con la aparición de la inteligencia divina: resul-
nal del obrar, el nominalismo desarrolló una tendencia voluntarista que ta, pues, que la Ley verdadera y primera, referente tanto a los manda-
se prolonga a través del racionalismo y culmina con Kant en una éti- tos como a las prohibiciones, es la recta razón del Dios supremo" (II,
ca del deber por el deber mismo, un menosprecio de la afectividad y V, 11). Y el autor latino extraería de tales afirmaciones las lógicas
de lo sensible en general, la negación del bien y de la felicidad como consecuencias: "Si la naturaleza no viene a consolidar el derecho, de-
ideal moral, la concepción de la virtud como puro "esfuerzo" y no co- saparecerían entonces todas las virtudes: ¿dónde encontrarían su lu-
mo espontaneidad u perfección del obrar conforme a la razón, la re- gar la generosidad, el amor a la patria, el afecto, el deseo de servir a
ducción de la prudencia a una simple "astucia", etcétera. En Kant otro o de expresarle gratitud?... Si el derecho se fundara sobre la vo-
confluyen dos corrientes, el racionalismo y el pietismo protestante, los luntad de los pueblos, sobre los decretos de los jefes o la sentencia de
58 CARLOS ALBERTO SACHERI
ción política, del mismo modo que el bien particular está subordina-
do al bien común, que es el bien más perfecto en el orden temporal.
A su vez, la actividad política se ordena a la función religiosa, ya que
el bien común de la sociedad política no basta, por sí mismo, para
asegurar el fin último del hombre, el cual no es otro que Dios mismo,
principio y fin de todo el Universo creado.
Civilización Cristiana
Tal es, pues, la jerarquía que surge espontáneamente del análisis de
los valores humanos esenciales, según el orden expresado en la ley na-
tural, del común al propio, del menos perfecto al más perfecto, del ma-
terial al espiritual. Tal es, también, la estructura de toda civilización au-
téntica, la cual se manifestará a través de la extrema diversidad y com-
plejidad de modalidades propias a cada cultura particular.
Cuando se observan de cerca las diferentes culturas, se constata
que esas cuatro funciones están siempre presentes, pero no siempre
con la misma jerarquía interna. Ello no carece de consecuencias. Pa-
ra ilustrar este tema nos limitaremos a considerar muy rápidamente
la evolución del mundo occidental moderno desde la Edad Media has-
ta nuestros días. En la sociedad medieval —y en lo límites de toda rea-
lización humana— las funciones culturales se ordenaban según la je-
rarquía descrita. Las actividades manuales estaban subordinadas, en
el interior de los talleres y de las corporaciones artesanales, a la di-
rección de los maestros. Las corporaciones de oficios se organizaban
entre ellas para la defensa de sus intereses comunes pero dentro de un
espíritu de fidelidad al rey en cuanto jefe político y responsable del
bien común nacional. A su vez, el Príncipe reconocía que su tarea no
era algo absoluto, un fin en sí misma, sino que, por el contrario, su
ejercicio dependía de derechos superiores, sancionados por Dios y
expresados en la ley natural y en las leyes de la Iglesia, derechos que
él estaba obligado a respetar. El poder religioso cumplía así cierta
función moderadora sobre la acción de los reyes, según las exigencias
del Decálogo y los Evangelios. Esta primacía de lo espiritual se tra-
ducía en el unánime reconocimiento de los pontífices como árbitros
de las querellas entre reyes cristianos. Bernanos resume admirablemen-
te la irradiación de los valores religiosos en la cultura del Medioevo:
"El hombre de otras épocas encontraba a la Iglesia asociada a todas
las grandezas del mundo visible, junto al Príncipe que ella había un-
CIVILIZACIÓN Y CULTURAS 65
gido, al artista al que inspiraba, al juez investido por ella de una es-
pecie de delegación, al soldado cuyo juramento había recibido. Del
cargo más alto al último de los oficios honrado por el patrocinio de
los santos, no había derecho ni deber demasiado humilde para que
ella de antemano no lo hubiese bendecido" (La grande peur des bien-
pensants, Ed. Grasset, París, 1952, p. 449).
A la luz de este caso histórico particular, podemos percibir mejor
cuál es la esencia de esta civilización cristiana. No es otra cosa que la
plenitud armoniosa de los valores humanos y cristianos socialmente
aceptados, que informan todas las instituciones y todas las activida-
des, materiales y espirituales, morales e intelectuales, técnicas y ar-
tísticas. Ella se funda sobre el consenso que la comunidad humana pres-
ta a esos valores y traduce eficazmente en la vida cotidiana. Su fun-
damento no es otro que la ley natural y el Evangelio, de acuerdo al
principio "gratia non tollit naturam sed perficit eam". La plenitud de
lo humano es completada por la luz del orden sobrenatural, expresa-
da en las verdades de la Fe y en los sacramentos de la Salvación.
Si la Iglesia ha expresado siempre un juicio favorable de la Edad
Media, ello no ha sido por una suerte de inclinación romántica y con-
servadora. La Iglesia ha visto en este período histórico particular la
cristalización, imperfecta pero fiel en lo esencial, de un orden cristia-
no de vida. Consciente de tales imperfecciones, jamás ha alentado a
los laicos a regresar a la Edad Media como a una época ideal. Basta-
ría leer sobre ese punto el discurso de Pío XII del 16 de mayo de 1947,
en el cual este Papa admirable subraya la trascendencia de la civili-
zación cristiana con respecto a toda forma cultural contingente, por
perfecta que fuere. Lo esencial es instaurar incansablemente la unión
indisoluble de la religión y la vida, en una síntesis siempre renovada,
rehecha en cada generación, repensada a la luz de problemas siempre
nuevos. En esta perspectiva, San Pío X definió esencial de todo cris-
tiano, pero en particular de los laicos cristianos: "No se edificará la
ciudad sino como Dios la ha edificado... No, la civilización no está
por inventarse, ni la ciudad nueva por construirse en las nubes. Ella
ha sido, ella es; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No
se trata sino de instaurarla y de restaurarla sin cesar sobre sus funda-
mentos naturales y divinos, contra los ataques siempre renacientes de
la utopía malsana, de la revuelta y de la impiedad: omnia instaurare
in Christo (Notre Charge Apostolique, del 25 de agosto de 1910).
CARLOS ALBERTO SACHERI CIVILIZACIÓN Y CULTURAS
66 67
Esta restauración permanente de un orden cristiano de vida debe en un desconcierto tan profundo.
hacerse en el respeto de la Ley Natural, principio de todo orden so- La aplicación rigurosa de los mitos del liberalismo político y eco-
cial verdadero, en la subordinación a los valores y funciones socia- nómico dio nacimiento a un vasto movimiento de revuelta, no contra
les fundamentales a los que ya he hecho referencia. Subordinación las causas determinantes de la gran crisis social, sino contra los efec-
de la economía de ejecución a la economía de dirección; del orden tos devastadores del liberalismo. Ese movimiento halló su concreción
económico al orden político y de éste a los valores religiosos. Como histórica en la Revolución de octubre de 1917, la que instauró la úl-
lo ha dicho el historiador inglés Christopher Dawson, la religión es tima —y demasiado actual— etapa subversiva, la revuelta de la eco-
la gran fuerza creadora en una cultura, y toda realización cultural re- nomía de ejecución contra la economía de dirección. Ahora bien, si
levante ha sido inspirada por una gran religión. Toynbee, por su par- se recuerda que a cada una de esas funciones sociales corresponde un
te, recalca, en cuanto historiador de las culturas, que el apogeo de és- orden particular en la naturaleza humana (según la analogía formula-
tas siempre ha coincidido con la mayor irradiación de sus propios va- da), se ve que el Occidente ha sido conducido, en ese movimiento de
lores religiosos. rebeldía contra los valores superiores, a una decadencia progresiva
que alcanza su extremo inferior precisamente en nuestra época. La re-
La secularización de la Cultura Occidental vuelta sistemática contra todo el orden establecido por Dios ha hun-
Si consideramos ahora la evolución seguida por la cultura occi- dido a la humanidad en la bajeza, pues es muy difícil a los hombres
dental desde el renacimiento a nuestros días, constatamos que duran- permanecer íntegros en su naturaleza fuera de toda referencia a las rea-
te los últimos siglos se ha operado una total subversión en la jerarquía lidades trascendentes. "Quitad lo sobrenatural —decía Chesterton—
de las funciones culturales. En efecto, ya a comienzos del siglo XIV y no quedará sino lo que no es natural". Como lo recordaba Juan
la revuelta de Felipe el Hermoso contra el Papa Bonifacio VIH cons- X X m en Mater et Magistra: "El aspecto más siniestramente típico de
tituyó la primera manifestación de una nueva actitud. El poder reli- la época moderna se encuentra en la tentativa absurda de querer edi-
gioso fue desconocido en su papel de árbitro "internacional", so pre- ficar un orden temporal sólido y fecundo fuera de Dios, único funda-
texto de que el rey era dueño absoluto del orden temporal. Esta acti- mento sobre el cual podría existir, y de querer proclamar la grandeza
tud subversiva del poder político respecto del poder religioso se de- del hombre aislándolo de la fuente de la cual esta grandeza surge y
sarrolló a través del renacimiento y la reforma protestante, constitu- de donde ella se alimenta" (217).
yendo así la primera alteración en la jerarquía de los valores civiliza- Las consecuencias de tal negación están ante nuestros ojos. La ce-
dores. Las teorías políticas de Machiavelo y de Althusius, y la apari- guera deliberada de cierto número de hombres amenaza a ser reali-
ción de las monarquías absolutas —desconocidas en la Edad Media— dad sobre nuestra generación las palabras del profeta Isaías: "Sólo el
terror os dará el entendimiento" (XXVIII, 19).
, son otros tantos signos de tal subversión.
La Cristiandad dividida se debilita más y más bajo la influencia de Restaurar la Civilización
las doctrinas filosóficas citadas y de la creciente crisis moral. La po-
lítica, erigida en valor absoluto —tendencia propia de todo valor des- Habiendo alcanzado las profundidades del abismo de esta nueva for-
quiciado— cederá su lugar, a través del segundo gran giro de Occi- ma de barbarie constituida por el ateísmo materialista y tecnocrático,
dente, la Revolución Francesa, a la burguesía ascendente, representa- es necesario ahora definir las grandes líneas de la restauración de un
tiva de la economía de dirección ahora también emancipada. No hay orden nuevo, más humano y más cristiano, o más humano porque más
de que extrañarse entonces, si a partir de ese momento y hasta el pre- cristiano. La humanidad angustiada se vuelve hacia todas las formas
sente, el sector financiero se volvió dueño del poder político y lo so- del mito y de la seducción, pues nuestra civilización de las máquinas
metió a su control. No hay de que extrañarse, si las diversas fomias incluye según la frase de Malraux "Las máquinas de fabricar sueños".
de la democracia surgida de la Revolución se hunden en nuestros días Gran número de espíritus, incapaces de soportar la afirmación neta y
CIVILIZACIÓN Y CULTURAS
CARLOS ALBERTO SACHERI
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valiente de las verdades más esenciales, se desvían de los primeros prin- Este orden más humano será nuestra obra, como lo afirma la Epís-
cipios del orden natural, en busca de nuevas doctrinas más fáciles y tola a Diogneto: "Lo que el alma es al cuerpo, son los cristianos al
mundo... el alma está difundida a través de todos los miembros del cuer-
seductoras. Son los ciegos que se dejan guiar por otros ciegos... Es la
po y los cristianos a través de las ciudades del mundo... El alma está
herejía de la acción (Pío XII, 16/6/44). Sin embargo la verdad sigue confinada al cuerpo, pero ella sostiene al cuerpo; y los cristianos es-
siendo la misma: no habrá ni salvación ni paz social sin una conver- tán en el mundo como en una sala de hospital pero sostienen al mun-
sión total de la humanidad hacia Dios y su ley. do... Dios les ha acordado un puesto tan elevado, que no tienen el de-
Lo que hay que hacer es simple. Sin embargo la tarea es inmensa, recho de cederlo".
tan vasta y desproporcionada que tenemos tendencia a desalentarnos
Esta restauración debe poner en práctica, de manera ordenada pe-
fácilmente delante de ella. Es lo que no debe hacerse. Dos breves re- ro simultánea, todos los medios naturales y sobrenaturales. El hom-
flexiones podrán ayudarnos: l s ) Dios se complace en resolver las si- bre, como el pescado, se pudre por la cabeza, dice un proverbio no-
tuaciones más desesperadas, a través del esfuerzo de un pequeño re- ruego. Los errores teológicos y filosóficos, como lo hemos señalado,
baño; el caso de los apóstoles y de santa Juana de Arco es de un va- están en la raíz de los desastres políticos y económicos de esta cultu-
lor permanente; 22) una razón de orden natural: cuanto mayor es el des- ra moderna en estado de descomposición avanzada. Será menester,
concierto y la seducción de las ideas falsas, más oportunidades tene- pues, proceder a una renovación intelectual y moral, organizada a
mos de lograr mucho, no porque nos tomemos demasiado en serio, si- menudo al margen de las instituciones existentes sometida a las con-
no porque el menor esfuerzo a contra corriente puede detener gran- signas subversivas. Esta restauración tendrá por fin —según la bella
des desastres. fórmula de Gilsón— formar "una inteligencia al servicio de Cristo
Pío XU ha señalado en su Alocución por un Mundo Mejor (10/2/52) Rey", mediante el retorno a las fuentes permanentes de los filósofos
cual es el papel de los laicos en la hora presente: "¡Ya es tiempo, que- griegos y cristianos, en particular de Santo Tomás (como lo ha reco-
ridos hijos! Es tiempo de dar los pasos decisivos. Es tiempo de sacu- mendado formalmente en dos documentos distintos, por primera vez
dir el funesto letargo. Es tiempo de que todos los buenos, todos los en la Historia del Concilio mismo, Vaticano II) y a través de un estu-
hombres inquietos por el destino del mundo se reconozcan y aprieten dio y una acción realizadas a la luz de la doctrina social de la Iglesia,
fdas. Es tiempo de repetir con el Apóstol: «Hora est jam de somno sur- doctrina práctica, guía de la acción de los responsables sociales y po-
gere». Es la hora de despertarnos del sueño, pues se acerca nuestra sal- líticos en todos los niveles y en todas las actividades culturales.
vación. Es todo un mundo el que hay que rehacer desde sus cimien- Del mismo modo que nos hace falta más que nunca consolidar
tos: de salvaje hacerlo humano, de humano volverlo divino, es decir, nuestros conocimientos de fe a la luz del Evangelio, así debemos res-
según el corazón de Dios". taurar en la vida cívica los derechos de la persona y de la familia con
Esta consigna para la acción de los laicos en un mundo convulsio- miras a garantizar y reforzar las verdaderas libertades fundamentales
nado por toda clase de errores debe nutrirse con la meditación cons- que no son la de leer su diario o votar su diputado, sino aquéllas de
tante de la Doctrina Social de la Iglesia, pues es a nosotros cristianos las cuales dependen nuestras familias, nuestras profesiones, nuestras
y laicos que incumbe la tarea ardua al par que sublime, de reconstruir instituciones escolares y nuestras empresas comunes. El día en que es-
este orden nuevo de civilización. El Concilio Vaticano II ha expresa- temos ante realidades sociales humanas y cristianas, veremos operar-
do la voluntad de la Iglesia Universal de trabajar por este orden cris- se el "Gran retorno" de esos expertos del error que han abandonado
tiano de vida: "Los cristianos en marcha hacia la ciudad celeste, de- los principios tradicionales faltos de fe en su verdad.
ben buscar y gustar las cosas de arriba; pero ello, sin embargo, lejos En un espíritu de profunda humildad y pleno de ardor propongá-
de disminuirla, acrecienta en cambio la gravedad de su obligación de monos todos, aquí y ahora desde el fondo de nuestro corazón de lai-
trabajar con todos los hombres en la construcción de un mundo más cos cristianos, poner todo en práctica para que nuestros hijos vivan
humano" (Gaudiurn et spes, 57)
63 CARLOS ALBERTO SACHERI
70
La educación argentina
Frente a la Revolución moderna representada por la Europa pro-
testante, el esfuerzo de la Contrarreforma no fue lo bastante vigoro-
so como para impedir la ruptura con una tradición fecunda y multi-
secular, que religaba la Europa cristiana con sus fuentes griegas. Tal
circunstancia histórica influyó considerablemente en el destino espi-
ritual de las nuevas instituciones fundadas allende el Atlántico impi-
diendo que la más pura tradición cultural de Occidente irradiara su lum-
bre rectora en las nuevas colonias. Sin embargo, y pese a lo que aca-
bamos de señalar, cuando se compara el estado actual de las institu-
ciones educativas hispanoamericanas con la obra realizada en el pe-
ríodo colonial, no cabe la menor duda de que el proceso de la inde-
pendencia política no significó en lo que a la cultura se refiere nin-
gún progreso. Por el contrario, a la labor eclesiástica realizada con el
acuerdo de las familias, sucedió el monopolio estatal que vehiculó a
través de su mecanismo las ideologías iluministas y revolucionarias
que habían desquiciado las sociedades europeas. Fenómeno por de-
más curioso, que logró sintetizar el liberalismo económico más cru-
do y el monopolio socialista de la cultura. El laicismo, que aún im-
pera en grandes sectores de nuestra patria, no hubiera podido impo-
nerse jamás sin la ayuda del aparato centralizador.
Carlos Sacheri, Verbo N°- 82.
Pecado y libertad
La servidumbre del pecado no proporciona sino una libertad apa-
rente, pues, como ya dijimos el pecado es por esencia sometimien-
to. Importa la renuncia a la dignidad suprema del ser humano: su ser
personal. En la medida en que usa arbitrariamente de las creaturas
para sus fines egoístas y no las utiliza como medio para llegar a Dios,
el hombre se convierte en esclavo de las cosas que pretendiera domi-
UN PENSAMIENTO SIEMPRE VIGENTE 73
tria bien amada, desde una perspectiva aristotélica y tomista! de siempre. Conoció, definió y lo denunció —como nadie en la Ar-
Cabildo debe recoger, claro está, su pensamiento político que, gentina y como pocos fuera de ella— ese modo delirante del pro-
aunque no haya sido original, fue sólido, prudente y, sobre todo, rea- gresismo social que se llama Tercermundismo. Fiscal lleno de ener-
lizable. Su inteligencia no le permitía engañarse. Conocía muy bien gía y apóstol desbordante de caridad, en toda su acción pública y en
los límites de su Patria y, sobre todo, los límites de esta generación toda su vida privada se rigió por esa virtud tan suya y tan cristiana
que nos gobierna. No soñaba con una Argentina de fanfarrias, de im- del equilibrio, que es como una forma del amor y de la generosidad.
perios a construir, con una Argentina suficientemente lúcida como Fue intransigente, sin llegar a la dureza; fue audaz, sin faltar a la
para proponerse tareas universales, inalcanzables ahora. Pensaba, prudencia.
más sencillamente, como una Argentina que encarara una primera Fue maestro y apóstol, y murió mártir. Es difícil imaginar un des-
Cruzada, la de reconquistarse a sí misma para el orden natural de la tino más pleno —en una perspectiva cristiana— una vida más rica,
Gracia. una muerte, por así decirlo, más lograda. Porque en el caso de Sa-
Este fue, en realidad, un programa político, no expuesto tal vez cheri, la muerte —aún cuando haya destrozado tanto trabajo en agraz
en forma expresa, pero supuesto en la intención de toda su abundan- y aventado tantas esperanzas— es como la culminación de toda su
te y varia labor. En realidad, tal como Carlos lo propiciaba, era un vida, como su continuación y no su interrupción. Él, como quería el
verdadero programa de vida, que comprometía a todos los que lo poeta, tuvo su propia muerte.
aceptaban. Era un programa fuerte para católicos que amaran su re- Amó a Cristo y a la Patria en Cristo. No atinó nunca a desvincu-
ligión, un programa cotidiano y para la historia. Un plan de vida a lar a ésta de Aquél. Una Argentina descristianizada le era inimagi-
cuyo final no se prometía el triunfo en el sentido mundano. Todo en nable. Fue un solo amor: una Argentina para Cristo y Cristo volvien-
ese programa decía de tensión sobrenatural, de hambre de las cosas do la sombra de su Cruz sobre la Argentina.
celestes. Su partida nos duele y cómo. No se nos diga que es el dolor de
Sacheri fue un político argentino que propuso, a sus compatrio- la carne. La mística cristiana tiene numerosos textos para iluminar
tas el bien sobrenatural como meta a seguir, como basamento y fin un consuelo sobre este dolor. Elegimos, sencillo, sobrio y aún subli-
de un orden social justo. me, de Louis Vevillot, con quien Carlos Sacheri presenta varios pun-
Sacheri no fue, en modo alguno, un iluso ni, menos aún, un uto- tos en común: "Dios me envió una prueba terrible, más lo hizo mi-
pista. Perteneció a una raza hoy aparentemente desaparecida en el sericordiosamente... La fe me enseña que mis hijos viven y yo lo
país, la de los políticos, tomada esta expresión en su significado clá- creo. Hasta me atrevo a decir que yo lo sé..."
sico. Sabía articular los medios —los escasos medios de que pue- Carlos Alberto Sacheri vive en el reino de Dios, por quien tanto
de disponer un católico nacionalista argentino— apuntando hacia luchó en la tierra. Fue asesinado, por las manos bestiales de los hi-
su fin propio, el bien común y en un orden trascendente, el bien so- jos de las tinieblas, casi en vísperas de Navidad. El nacimiento de
brenatural. Nuestro Señor se encuentra colocado, escatológicamente en la mis-
Por el momento había comprendido con claridad su misión: for- ma línea que su Cruz. Esta situación es irreversible y resulta anti-
mar las inteligencias de los jóvenes. A esta labor didáctica se encon- cristiano intentar su alteración. La Cruz es la muerte pero también
traba dedicado; en cierto modo fue el continuador del magisterio del es la vida. Porque la culminación de esa línea que arranca en la Na-
Padre Meinvielle, rescatar a la generación que lo seguía a él. Resca- vidad es la Resurrección.
tarla del error, por supuesto, pero sobre todo de la confusión, que Carlos, cuando murió, venía de comulgar. Hasta esta enorme cir-
hoy es el nombre del error dentro de la Iglesia. cunstancia fue prevista por Dios en su misericordia; él, que había si-
Carlos Sacheri fue todo eso, profesor, filósofo, político, periodis- do soldado en vida, murió siendo su custodia.
ta, pero ante todo, fue un luchador por la restauración de la Iglesia Carlos simplemente se nos adelantó en el camino. Ese camino
82 VÍCTOR EDUARDO ORDÓÑEZ
en cuyo recodo final nos gusta imaginar esta escena casi infantil:
Jesús, con tanta suavidad, apenas mustiando. "No lloréis. Sólo
duerme".
ficativamente adaptadas a la época de confusión que vivimos. Efec- a menudo condenatoria, porque supone "valorar" la realidad histó-
tivamente, no fue un testimonio buscado, ni propalado ostensible- rica conforme a la regla del "apetito recto", y esta realidad históri-
mente; no fue —como estamos acostumbrados a representárnoslo— ca humana, por ser realidad moral, suele estar desviada de sus ver-
un martirio precedido por la pública manifestación de la fe. Fue un daderos fines. Así pues, hay que ser "oportuno", hay que estar in-
martirio "oculto", apto para servir de enseñanza , solamente, a quie- cluso, "comprometido", pero en un sentido que es, precisamente, el
nes quieren ver. Escribí en "Universitas", en oportunidad de su contrario de lo que es, precisamente, el contrario de lo que se suele
muerte, que "aún cuando su intención de martirio no hubiera sido entender bajo tales expresiones. La Verdad ha de estar presente, pe-
explícita, toda su vida hacía plausible el martirio como lógica con- ro sirviendo de testimonio que condene las desviaciones dominan-
secuencia... porque las ideas que sustentó, cuando a su justicia in- tes del Error.
manente se suma la eficacia de una acción propagadora son, para los De lo anterior fue modelo la muerte testimonial de Sacheri, de-
poderes del mundo, reas de muerte". Ahora podría añadir que la no- senlace natural de su vida práctica e intelectual. Quien expone del
table eficacia de la acción docente de Sacheri se debió a su pruden- modo dicho la Verdad, no tiene posibilidad, hoy, de una vida cómo-
cia, a su capacidad de encarnar rectamente la doctrina en los hechos. da. ELenemi-goJlhuele" la peculiar peligrosidad de una docencia
Eso fue lo que colocó a Sacheri en la "mira" de los poderes del mun- doctrinaria que "muerde" en la realidad y que amenaza su imperio
do moderno y lo que lo llevó a la muerte. Eso es, también, lo que sobre las almas y las mentes. Quien sabe encarnar rectamente los
nos exige una especial sutileza a fin de mantener vivo y fructífero principios "ha dado en el clavo" y se expone a la represalia. No se
su testimonio: porque si la eficacia de la Verdad pide una recta adap- equivocó, pues, el enemigo. En Sacheri no quiso "matar una idea"
tación a la circunstancia histórica, que es variable y contingente, es (que desde luego "no se matan") sino a alguien que podía hacer vi-
necesario que sepamos revivir la actitud de Sacheri en la situación vir las ideas, a alguien que amenazaba con realizar la Verdad por
actual, que no es la misma que hace cinco años. El "secreto" de Sa- su singular aptitud para adaptar las ideas a la realidad práctica con-
cheri, secreto de su eficacia y secreto de su inmolación consistió en tingente.
ese inefable acuerdo entre la lealtad ideológica y la perspicacia pa- Se correría el peligro de confundir el significado del testimonio
ra lo circunstancial que es el secreto del "hombre prudente", del "bo- de Sacheri, si se interpretara a su muerte como provocada por una
nus vir" que es norma, él mismo, de conducta para los demás. actitud combativa frente a aspectos accidentales de la subversión
Debemos, en efecto, hoy como entonces, ser capaces de adaptar moderna. Estos aspectos accidentales son los que han variado des-
los principios a lo circunstancial. Esta adaptación, la verdadera adap- de entonces, tanto en el marco de la política nacional e internacio-
tación, no tiene nada que ver con el acomodo oportunista, ya que se nal como en la situación de la Iglesia. Desde una óptica bastante su-
conjuga con una férrea e inalterable lealtad a los principios. La au- perficial, podría aún afirmarse que la situación ha "mejorado". En
téntica adaptación es, en suma, garantía de la vigencia histórica de vida de Sacheri la realidad política nacional era caótica y cruenta;
los principios permanentes, de su vida; el "acomodo" sólo es garan- la subversión armada capeaba todavía en el escenario político, en la
tía de la vida de quien lo adopta. Pero la lealtad verdadera no es, Iglesia el "tercermundismo" imponía su nota desaforada y escanda-
tampoco, el cómodo refugio del intelectual "ortodoxo" que se cui- losa. Hoy, ambas manifestaciones subversivas parecen acalladas, al
da de mantener las ideas en las nubes de la abstracción, evitando menos temporariamente. ¿Debemos pensar que el sacrificio de Sa-
contaminarlas en el compromiso histórico. No se es así leal a unas cheri ha rendido su fruto?, ¿debemos suponer que para esto murió
ideas que —a diferencia de las ideas matemáticas— exigen ser rea- Sacheri?
lizadas, y si realizadas, adaptadas a los diversos momentos del de- Tengamos presente que la Verdad por la que murió Sacheri testi-
venir histórico. Adaptar la doctrina a la realidad no significa acomo- monia contra la subversión bajo cualquiera de las dos versiones que
darla al viento dominante sino hacerla cumplir una función crítica, nos ofrece la historia contemporánea, la "marxista" y la "liberal",
86 FEDERICO MIHURA SEEBER
su nación líder. Esto es reconocido hoy, sin ambages, por los más
conspicuos representantes de la diplomacia americana. Pero a tal re-
conocimiento se añade la máxima siguiente: "hay que habituar a
EE.UU. a la derrota". ¿Qué significa esto? Convengamos, al menos,
que como política del liderazgo mundial, la mencionada consigna
resulta bastante original. Y, sin embargo, ciertamente es en tal carác-
ter que aparece propuesta. Quien la hace no se define como un "ais-
lacionista" sino que al contrario pretende que EE.UU. debe volver a
encontrar su papel directivo (Z. Brzezinsky. "Politicai Power"). La
fórmula mencionada es sin duda novedosa pero, en el fondo, no ha-
ce sino revelar cuál es la esencia del poder político liberal. Digá-
moslo de una vez: su esencia es la corrupción moral. "Habituar a
EE.UU. a la derrota" significa impedir que aflore toda reacción sa-
na y viril de defensa del cuerpo social norteamericano, y significa,
al mismo tiempo, disuadir a los factores agresivos de poder militar
en la Unión Soviética. En el fondo, la táctica expresada del desar-
me americano liberal se completa con otra que le es solidaria, y sin
la cual la primera sería el suicidio que parece ser: debe exportarse,
al mismo tiempo, el espíritu liberal "consumista" a los países del Es-
te. Esta es —no nos engañemos— el arma secreta de Occidente, y
no la bomba atómica ni las fuerzas de la NATO que, desde ya, se
encuentran en franca regresión. El equilibrio de fuerzas se lograría,
solamente, con la asimilación de los países comunistas al espíritu
consumista y enervante de Occidente. Mientras tanto eso no ocurra
se arriesga, efectivamente, que la fuerza militar rusa penetre en Oc-
cidente como el hierro en la manteca. Es un riesgo, sin duda, y no
seré yo quien afirme profèticamente que no haya de verificarse. Pe-
ro solamente quiero alertar sobre la posibilidad de otro desenlace de
la partida: del triunfo de las "democracias".
Temo que, por oposición a la perversidad manifiesta del sistema
comunista, y a su no menos manifiesto despotismo, vengamos a su-
marnos a la defensa de un sistema tan perverso como aquél y del
que no estamos seguros que no sea, en definitiva, el beneficiado por
"sentido de la historia" apóstata. ¿Qué forma revestirá la última
apostasia? ¿Será la tiranía estatal y policíaca del Gulag y de los hos-
pitales psiquiátricos, o la más sutil de la propaganda estupidizante
y del sillón del psicoanalista? Responder a la pregunta supone una
ciencia profetai que no poseo, pero los hechos presentes son sufi-
79 FEDERICO MIHURA SEEBER
acto primero y más propia del cristiano es dar, ante los hombres,
testimonio del Testigo. Como aconteció con los profetas en el An-
tiguo Testamento, es peligroso dar testimonio porque, siempre, el
misterio de iniquidad está amenazante, como enseña San Pedro. El
testigo de Cristo, el que, como Sacheri, lo confiesa y proclama en
cada página, en cada acto y en cada clase, atrae sobre sí el Perse-
guidor de quien los perseguidores son una suerte de tenebrosa par-
ticipación, acreedores del misterioso "salario de la iniquidad" (II
Pedr. 2, 13). El último profeta de la Antigua Alianza, San Juan Bau-
tista, fue martirizado por haber denunciado al malvado Herodes y
por haber señalado testimonialmente al Cordero.
Pero hay cosas de esa descripción del Filósofo que parece no en-
cajan. ¿Qué hay en el magnánimo de Aristóteles que no cuadra con
Carlos?
—Diríase que cuadra maravillosamente, salvo dos cosas: Carlos
vivía de la investigación o la docencia, no tenía el buen pasar del
prototipo del griego; y Carlos es cristiano. Todo aquello en que hay
que cristianizar la magnanimidad aristotélica (v. gr. lo que dice del
desprecio por los esclavos, el recordar los beneficios dados y no los
recibidos, cierta ironía) no estaba en Carlos. El magnánimo de Aris-
tóteles más —y menos— la pobreza, la humildad, la caridad-
Carlos no realizaba ese estereotipo del católico oficial y, en eso,
se acercaba al nacionalismo, aunque no cumplía tampoco el estereo-
tipo nacionalista anticlerical. No porque no tuviera, y agudo, el sen-
tido crítico. Pero su amor por la Iglesia le impedía detenerse en la
critica. Obras, y no lenguas, son amores.
Carlos veía; sufría; amaba la Iglesia. El primer obispo de mi pa-
go (Monseñor Silvino Martínez) decía que "el Obispo o es mártir o
se condena". Eso de algún modo rige para todos, aunque haya trin-
cheras especiales para el martirio. En rigor de verdad, cualquiera que
se preocupa seriamente de que Dios impregne toda su vida de gol-
pe se ve como instalado en "el frente del martirio". Tenemos la amar-
ga experiencia de la defección de muchas —la mayoría— de las per-
sonas que llegan a cargos de relativa importancia. ¿Porqué, si eran
gente recta y de buena doctrina? ¿Porqué aceptaron?
— No. Porque se ataron al cargo e, insensiblemente, fueron con-
virtiendo los medios en fines. Se convierte en objetivo estratégico
mantenerse en las ventajas, retrocediendo para luego poder avanzar-
Pero no se avanza nunca, y se retrocede siempre.
—Hay que estar dispuesto a irse; a perder; teniendo una exquisi-
ta bondad y flexibilidad y aparente laxitud para evitar los choques
vanos, pero dispuesto en definitiva al desprendimiento. A la cruz, en
fin. Al martirio de"hacer el loco"... porque la cruz —San Pablo lo
A 20 AÑOS DE SU MARTIRIO 105
Hemos podido publicar nuestra posición en la revista "La Ley", donde nos
hemos dado el gran gusto y hemos tenido el honor de citar en favor de nues-
tra tesis a ese gran argentino que fue Manfred Schonfeld, defensor —sí, han
oído bien, Sclionfeld, el judío, defensor, él sí, ¿cuántos dirigentes católicos
con él?— de la religión del Presidente, defensor de una piedra del edificio de
la Cristiandad...]
108 HÉCTOR H . HERNÁNDEZ
cesita que haya una encíclica actual sobre cada tema social para po-
der abordar cada punto. Tiene una mente "toda católica" y con na-
turalidad una pluma aristotélica y cristiana, que asume toda la tradi-
ción del "orden natural y cristiano" y populariza la fórmula: "el or-
den natural".
Con la misma simplicidad del pensador, que viaja periódicamen-
te a Canadá o a Europa a dar clases en altos centros universitarios
con las que alivia el presupuesto familiar anual, da permanentemen-
te y por todas partes charlas a jóvenes de distintas edades, a los que
congrega en su casa o en distintos lugares, y escribe "El orden na-
tural" . Era un maestro.
Sachen maestro. Sacheri profesor. El puesto al que se diría que
naturalmente estaba llamado. En el cual podía rendir inmejorables
frutos a la Argentina formando una escuela tomista de envergadu-
ra. Carlos estaba convencido de lo que enseñaba... sabía lo que en-
señaba. Dejo, en esa tarea, ecos que no podemos terminar de eva-
luar nunca, que nos suelen llegar de aquí y allá... de los más im-
pensados lugares.
Convencido de lo que enseñaba. Convencido que la Tradición
puede ser en serio y también temporalmente salvadora, el maestro
es apóstol; ser apóstol es trasmitir una contemplación que desbor-
da. Y el apóstol, nada maniqueo, en la búsqueda del bien y del bien
común político se convierte en político. ¿Sacheri político? Si. Por-
que se ocupaba de las cosas de la Patria; conducía, influía, era cau-
sa del movimiento de muchos; era referencia para muchos. Nos re-
conocíamos en él. Era como una prenda o garantía; un aval. Un mo-
tor. Sacheri político; político periodista fieramente opositor en "Pre-
misa"-, integrante del Movimiento Unificado Nacionalista Argenti-
no; integrando mil actividades y proyectos; dándose lugar para to-
do; promoviendo, incitando., dirigiendo, aceptando, coordinando,
animando. Sacheri el tejedor, reconstruyendo el tejido social de la
Argentina. Cuando Platón quiere hacernos entender lo que es el po-
lítico usa el ejemplo del tejedor:
comprendieron...
Pero él ya no está. ¿Qué hacer nosotros, entonces, ahora? ¿Cómo
no hacernos demasiado indignos de nuestro amigo y camarada? ¿Có-
mo tributar justicia a su memoria, y saldar nuestra deuda, y a la vez
continuar su obra?
—Estamos en deuda con su memoria. Si fuéramos auténticamen-
te agradecidos y celosos cumplidores de nuestra tarea utilizando su
ejemplo, nuestros institutos, centros, escuelas, instituciones de todo
tipo, congresos, debieran llevar su nombre. Y debiéramos trabajar
para que lo llevasen las calles, plazas, ciudades, lugares y aconteci-
mientos de la Patria. Otra propuesta se me ocurre y es, pensando en
su ejemplo, asumir una tarea que él en rigor no culminó. Aquélla a
la que nos convocaba Castellani: "la inteligencia argentina tiene el
deber sacro de pensar la Patria". Porque no se salva la Patria si no
hay, a la vez que un gran amor, un conocimiento visceral de ella. No
se hace reconstrucción social solamente con la universal Doctrina
Social de la Iglesia. Porque es ella una doctrina universal, no le qui-
temos nada de su universalidad. Pero la política concreta es pruden-
cia. Y la prudencia debe ser iluminada, no sólo por los principios y
la ciencia, sino también por la historia, la geografía y la economía,
que permiten formar una doctrina nacional adecuada a las circuns-
tancias de tiempo y lugar. La premisa mayor de la doctrina social de
la Iglesia; la premisa menor de la historia, la geografía y la econo-
mía patrias. La conclusión de una doctrina nacional. ¿Por qué, en-
tre otras cosas y para los que se creen llamados a la tarea política y
a la tarea del pensamiento, no organizar "congresos de la argentini-
dad", o congresos argentinos, donde trabajemos bajo el nombre, el
ejemplo y el patronazgo de Sacheril El primero dedicado a él. (En
rigor, el segundo, pues esta idea se copia del que se hizo destinado
al P. Castellani el año pasado). Todo esto para habituarnos a pensar
la Argentina, a iluminar un patriotismo no abstracto, universalista,
deductivista, mediatizado, como a veces ocurre entre nosotros, sino
bien concreto, visceral... argentino.
En este sentido, y distinguiendo los niveles y los matices, inter-
calemos otra enseñanza suya que debemos rescatar: cuando escri-
be "La Iglesia clandestina" trabaja como teólogo, (aparte la dimen-
sión denunciativa más concreta del libro), en un problema católico
" °e dirige al interior de la Iglesia; cuando escribe "El orden natu-
A 20 AÑOS DE SU MARTIRIO 111
Héctor H. Hernández
Tenemos que perdonar
Hacia la superación por el dolor.