Está en la página 1de 9

Filosofía Política II

Pablo A. Montero

Preguntas más comunes contestadas

UNED
FILOSOFÍA POLÍTICA II: PREGUNTAS MÁS COMUNES
Preguntas largas
MULTICULTURALIDAD, INMIGRACIÓN Y DEMOCRACIA
Hay dos posiciones teóricas sobre la inmigración: considerándola como parte de la normalidad histórica o se
consideran específicamente especiales en este tiempo histórico. Por ello, la llegada de inmigrantes produce
desafíos democráticos importantes. Toda sociedad se mueve a través de un sistema de categorías y cuando se
produce un proceso de cambio, estas categorías se convierten en categorías políticas.
El problema central para gestionar esta situación está en las diferentes concepciones sobre democracia:
¿quién es el demos? Una población independiente de la nacionalidad, o en su dimensión política como
ciudadanía nacional. El conflicto de intereses es evidente: en la primera concepción, los inmigrantes se
integran como uno más al demos político; en la segunda, sólo el demos político originario es objeto de la
atención política. Podríamos decir que a esta dicotomía se le suma un problema de asincronía. Esto quiere
decir que los sucesos avanzan mucho más rápido que nuestro poder de conceptualización. Por tanto
necesitamos innovación a este respecto.
Según R. Dahl, todo esto responde a un proceso de evolución de lo que consideramos como “territorio”. De
la polis griega, al Estado-nación y de ahí a la concepción de territorio como “mundo”. Así, señala que
estaríamos ante una etapa en la que surge un debate porque no puede haber una persona que obedezca leyes y
no forme parte del demos. Estamos, por tanto, ante una tercera transformación, hacia la democracia global.
Por tanto, existe actualmente un cisma entre demos político (ciudadanía) y la población (que incluiría tanto a
ciudadanos como a inmigrantes). Las teorías de la democracia han supuesto la pertenencia a una comunidad,
pero no han previsto la situación actual y por ello los Estados democráticos actuales se enfrentan al dilema
entre la obligación de admitir a los que desean entrar en su demos político o no hacerlo y definir los límites de
esa pertenencia. ¿Por qué este problema? Por la unión conceptual entre Estado, nación y ciudadanía.
Es necesario definir término por término esta “santísima trinidad”:
- El Estado es la entidad política que define quién es ciudadano y qué limita territorialmente su
actividad.
- Ciudadanía es el principal vehículo de la legitimación del Estado-nación, los conecta.
- La nación es la entidad simbólica que vincula culturalmente el territorio estatal con la ciudadanía.
Cada uno de estos tres elementos no se pueden concebir por separado, pudiendo analizarlos desde dos
lecturas: la institucional y la normativa:
- Según la institucional, el vehículo E-N-C establece la estructura básica de nuestras sociedades
liberales y democráticas europeas; el marco conceptual debe entenderse como el actual campo de la
legalidad. Fuera del triángulo E-N-C la legalidad es difícil de aplicar; la relación E-N-C es el marco
en el que se define quién está dentro y quién fuera del demos. El marco conceptual sirve como campo
de la legitimidad.
- Según la normativa, el vínculo E-N-C conforma nuestro marco de referencia dentro del cual
valoramos el campo de la política, valorando las acciones políticas en términos de positivo/negativo
respecto a la concepción E-N-C; este vínculo orienta nuestras concepciones del mundo, por lo que los
debates sobre la estructura tiene carácter revolucionario, precisamente porque no hay respuestas
concretas ya que el triángulo E-N-C es la base normativa sobre la que se apoyan los conceptos
políticos que habitualmente usamos.
El debate contemporáneo, ciudadanía y multiculturalismo parte de la premisa de que el demos es
culturalmente homogéneo, teniendo una connotación claramente excluyente (los no-pertenecientes al demos
eran llamados “bárbaros” antaño). Tenemos que pensar si es viable entender el demos en estos términos (bajo
el E-N-C) y si es posible una reconstrucción del “demos”.
En temas de inmigración y multiculturalidad los cambios tienen que ser estructurales. La situación actual
tiene que ver con lo que vivió Tocqueville durante la primera mitad del siglo XIX, que trajo ideas de su viaje a
América como por ejemplo que la forma democrática, más que una organización política, era una cultura y
una forma de comportamiento. Cuando una etapa histórica tiene como eje de debate reflexiones conceptuales,
estamos en un período de cambio. Ahora mismo, nos encontramos en un bloqueo conceptual para introducir el
multiculturalismo a la santísima trinidad (E-N-C). Por tanto, hay que reconocer la necesidad de definición ante
un fenómeno imparable. El autor de este tema, Zapata-Barrero comenta siete premisas para analizar la
situación:
- Premisa 1: estamos ante un proceso de multiculturalidad global, histórico e irreversible.
- P2: lo anterior nos obliga a redefinir quiénes somos, qué pensamos y qué queremos como proyecto de
futuro.
- P3: hemos pasado de tener que aceptar el pluralismo a secas a tener que tratar con el pluralismo
cultural. Es decir, que ya no son conflictos entre culturas desde la distancia, sino que son conflictos
intraculturales en el momento en el que distintas culturas conviven en el mismo lugar.
- P4: cultura/identidad = social/político. Con la llegada y permanencia de inmigrantes y el proceso de
multiculturalidad el vínculo entre desigualdad social y pertenencia cultural es cada vez más evidente.
Las instituciones no ofrecen las mismas oportunidades y las identidades culturales se valoran
públicamente en función del lugar que ocupan sus portadores dentro de la estructura del poder de la
sociedad.
- P5: hay que pensar en cómo redefinir las identidades para bordear el conflicto que une una identidad
social a una cultura. Por ello, la política debe hacer discurso sobre política social, que hoy en día sólo
puede significar diversidad cultural y una mente multicultural.
- P6: nos encontramos ante una excepción histórica: cada vez hay más sistemas democráticos, de
manera que el pluralismo cultural reclama respuestas democráticas. El gran reto de nuestros días es
gestionar con nuestros fundamentos democráticos la diversidad de culturas.
- P7: la realidad discursiva política es una generadora de interpretaciones, por ello, un cambio en el
discurso político es una apertura al cambio de mentalidad necesario para evitar el conflicto. Por ello
hay que repensar un nuevo sistema de categorías.
Tal sistema de categorías para re-construir el demos político se debe basar en los siguientes cinco
argumentos:
- Argumento 1: el debate ha de evolucionar del ya lastrado paradigma de conservadores vs. progresistas
para asumir que estamos ante el debate monoculturalidad vs. multiculturalidad.
- A2: el progreso en el pasado siglo se medía en términos sociales y económicos. En nuestra época, el
progreso se mide en la gestión de este proceso de multiculturalidad, pues el conservadurismo ve como
amenaza a la identidad cultural este proceso histórico.
- A3: tener como marco los Derechos Humanos es imprescindible desde el contexto de este
multiculturalismo, ya que en principio fueron concebidos para defender al individuo del Estado. Pero,
¿y los que no son ciudadanos? ¿a qué derechos pueden amarrarse? E aquí la cuestión de la necesidad
de re-enfocar este marco de acción para ir hacia un mundo sin fronteras.
- A4: repensar la clase social como grupo cultural. Ante iguales circunstancias de desigualdad
económica, en lugar de solidaridad hay racismo, puesto que la clase pobre y ciudadana percibe a la
nueva pobreza vinculada con la inmigración como competencia directa.
- A5: la categoría de la civilización tiene origen conservador. La actualidad abre la posibilidad a un
nuevo discurso conservador monocultural entorno a la religión, por ejemplo.
Nos debatimos por tanto ante la exclusión completa de los inmigrantes y el fenómeno, un cierre de fronteras
que se hace casi estulto ante la situación actual. Hay que ir introduciendo una sentencia: “la diversidad es
valor” y eliminar el concepto de inmigración como un “caballo de Troya”.

ACTUALIDAD DE LA CIUDADANÍA
La ciudadanía se ha inmerso en un debate sobre las exigencias de la justicia y los problemas de pertenencia
comunitaria polarizados por liberales y comunitaristas. El tema de la ciudadanía representa los dilemas
ideológicos de nuestro momento. Este tiempo es un tiempo cambiante, que tiene que atender las constantes
demandas que surgen: el feminismo, la distinción entre nación y Estado, los problemas de doble nacionalidad,
etc. Actualmente hay tres posturas críticas y analíticas de la categoría de ciudadanía: el neoconservadurismo,
el neoliberalismo y la interpretación liberal comunitarista.
Al neoconservadurismo se le deben constructos políticos como el supuesto final de las ideologías. Kristol
(neoconservador) dijo que el acontecimiento más importante del s. XX fue la muerte del socialismo. Para
estos, hay que introducir agentes intermedios entre el liberalismo y el socialismo, unas estructuras intermedias
que recompongan una sociedad que está desarticulada. Estas serían las iglesias, las asociaciones de barrio, los
grupos altruistas que generarían un nuevo sentido de la solidaridad y de la pertenencia. Según Novak, la
debilidad de nuestras sociedades radica en la pérdida de sus ideas y principios morales indispensables.
Digamos que el neoconservadurismo propone que las necesidades de participación y colaboración sean
desquitadas por los ciudadanos en estas estructuras económicas mientras la teoría de la sociedad industrial
sigue funcionando alrededor de la tecnología y de la economía. La ciudadanía queda absorbida por estas
estructuras y pierde su papel protagonista.
El neoliberalismo tiene por propósito la delegación de la economía a los mercados y el apoyo de las
jerarquías sociales. El Estado vendría a defender los derechos de propiedad y la libertad, pero no buscaría
ningún propósito de igualdad. Tienen la idea de una sociedad sin cultura política activada por la ley natural,
establecida por Dios, el argumento del rechazo hacia una ciudadanía de cultura política democrática y
participativa. Se defiende el statu quo a ultranza y se rechaza cualquier postura en base al interés general, de
ahí que la discriminación, la esclavitud y la explotación capitalista hayan sido algunas de sus sombras
abiertas. Teóricos como Ferrajoli han propuesto que la propiedad privada debe equipararse al grupo de
derechos de autonomía y libertad, pero no han reparado en que con la libertad no se puede comerciar. Esto
evidencia que estamos en un sistema ambivalente que tiende a considerar sus postulados con la necesidad de
universalidad. En definitiva, la reconstrucción de la sociedad civil por parte del neoliberalismo es entregar
todo ente público al mercado, a las manos privadas, y convertir al Estado en un defensor de los derechos más
básicos, incluyendo la propiedad.
Ante las cuatro ideas prevalentes de nuestro ámbito (democracia radical, marxismo, capitalismo y
nacionalismo), Walzer, cercano a posiciones neoconservadoras opina que el campo de la política no puede ser
asumida en y desde la figura del ciudadano, debido a la carga moral y la idealidad que suele atribuírsele.
Walzer intenta corregir las cuatro valoraciones con una nueva reconstrucción de la sociedad civil: la
dimensión no ideológica de la sociedad civil hacen de ella el ámbito más apropiado para llevar a cabo las
exigencias sociales. Llamará a su alternativa “asociacionismo crítico”. El carácter natural que adquieren las
formas sociales más primarias acaban imponiéndose en un amplio campo de relaciones. Esta naturalización
social es la que a Tocqueville le llevó a comprender la persistencia de la esclavitud, debido a que “todos los
que admitieron ese principio antiguamente, no son hoy libres para abandonarlo”. El orden social así
instaurado, que subyace al político, no encuentra su posible superación con la afirmación de Walzer de que
“sólo un Estado democrático puede crear una sociedad civil democrática”. El propio régimen liberal
democrático es el que ha consagrado las formas de exclusión. Tocqueville percibió claramente que cualquier
cambio en los órdenes sociales establecidos afecta no sólo al poder sino también a la redefinición de las
estructuras del poder de los agentes, la reelaboración del espacio público, etc. Pensó así que la anarquía
acabaría adueñándose y arruinaría a la sociedad empeñada en dicha transformación práctica.
Sin embargo, el modelo de Walzer no va a la raíz de los problemas, es decir, la solución no está en estas
asociaciones intermediarias (incluso funcionarían como legitimadoras del problema). La sociedad actual no
difiere de otras en las que se promete la posibilidad de vivir sin diferencias. Esto quiere decir que al no
cumplirse nunca, no estamos en un marco indicado que permita que esto ocurra mientras el agrupamiento del
sistema siga basándose en la similitud.
El cambio necesario, por tanto, es esencialmente estructural, centrándose en la comprensión categorial de la
realidad de lo humano y la situación y distribución del poder político. La paradoja de la sociedad civil exige
algún control o una determinada utilización del aparato del Estado. La ciudadanía es uno de los muchos
papeles que sus miembros representan, pero el propio Estado no se parece al resto de asociaciones. Enmarca a
la sociedad civil a la vez ocupa un espacio en su seno. Este es uno de los nudos del pensamiento liberal-
comunitarista y manifiesta los limites que tal corriente presenta en relación a la comprensión del núcleo
constitutivo de la política y la ciudadanía. Estos límites aparecen en la teorización de Walzer de dos formas
diferentes: somos seres sociales por naturaleza antes que políticos y económicos, por tanto, todas las formas
están incluidas y ninguna es preferible; y la reintroducción del Estado y sus actuaciones.
En relación a la tensión entre sociedad civil y Estado, Walzer zanja el tema considerando que sólo un Estado
democrático puede crear una sociedad civil democrática y sólo una sociedad tal puede mantener un Estado
democrático. La ciudadanía republicana es considerada por Walzer como el modelo tradicional más fuerte de
ciudadanía. Se caracteriza por la ardiente pasión de vivir la ciudadanía como identidad primera basada en: una
ciudadanía endogámica y ser principal principio identitario.
Este planteamiento es erróneo pues hay una necesidad de distinguir lo político y la política. Lo político ha
existido siempre, pero la política no. Se crea en el contexto de la cultura griega, en el paso del mito al logos.
La política fue el modo como los griegos resolvieron la cadena de revueltas y crisis sociales que acabó
haciendo necesario encontrar reflexivamente una nueva conformación del sistema. Dicho esto, es difícil de
asumir la simplicidad con que expone Walzer el concepto de ciudadanía, ya que esta es propiamente la forma
de expresión socio-política por parte de los individuos, de ese nuevo orden instituyente de sentido.
La afirmación bñasica de Walzer de que somos seres sociales antes que políticos no tiene ningún valor
analítico, ya que el prolema no se centra en eso, sino en el nivel de reflexión de sentido a nuestra política. La
política es algo más que las posibilidades naturales, dado que exige una actividad, un deseo y una elección que
se centran en la búsqueda del orden de lo justo. La ciudadanía está ligada a ese nuevo mundo de sentido y a la
configuración del saber laico en el orden de lo humano-social, frente al mundo del culto

ECOLOGÍA Y FILOSOFÍA POLÍTICA


Aparición de la cuestión ambiental
La cuestión ecológica comienza a hacerse notar pasados los años 60 y se refiere a la naturaleza externa y
la interacción que el hombre ejerce con ella. La primera llamada de alerta sobre la “crisis ecológica” se
produjo en 1972 con el famoso Informe Meadows que ponía en relieve los límites del crecimiento y el
paradero al que nos llevaría de seguir tomándolo como referencia de presente y futuro. Tanto es así que
sus conclusiones eran que la humanidad desembocaría en un colapso económico-ecológico sin igual si no
se ponía autocontrol al crecimiento de la población y a la expansión económica.
Se trataba de una nueva perspectiva que dañaba a los ideales de la modernidad que vinculaban el
progreso tecnológico-científico al moral, algo que no sucede como podemos ver en la actualidad. El
informe Meadows, de orientación contra-cultural y anti-capitalista se extendió especialmente en los
sectores desmercantilizados (entre los estudiantes y la clase trabajadora). Es decir, encajó con el
sentimiento de sectores movilizados contra la sociedad de consumo, proviniendo de sectores libertarios y
socialistas.
La ecología política adoptó el lenguaje ecológico-político, aunque carecía de un análisis social respecto
a las relaciones de poder. Digamos que se abstraía en la cuestión ambiental, cuando este problema es
estructural en la sociedad, es decir, debían ahondar en su reflexión para proponer un análisis que pudiera
ser práctico. Ayudaron al aumento de estas posiciones catástrofes como la de Chernobyl en los años 80,
produciéndose una presión ecologista de la mano del movimiento antinuclear, se convirtió en un factor
relevante en la agendas políticas. Esto provocó dos posturas al respecto: un nuevo conservadurismo
antiambientalista y una estrategia moderada de mano del desarrollo sostenible.

Ecología y ecología política


El éxito de la ecología está en su capacidad para llevar al terreno científico la experiencia diaria de
transformaciones irreversibles, de nuevos riesgos del desarrollo de la tardomodernidad. A menudo, sin
siquiera ser consciente de ello, la ecología ha sido teoría social, teoría de las civilizaciones y teoría
política.
Desde su popularización, la ecología ha ido señalando la desigualdad en el acceso a los recursos
naturales, el carácter asocial de las tecnologías y los estilos de vidas industriales y su papel en los
conflictos en las sociedades industriales modernas. Sólo a raíz del enfoque científico-natural, el término
ecología y su derivación, la ecología política, cobra señas de identidad.
No es fácil dar una definición de ecología política. Unas veces se refiere a la política institucional (los
partidos verdes), otra exactamente a lo contrario, a movimientos que renuncian a los canales formales de
representación. Lo evidente es que la ecología política trata expresamente de desmarcarse de la apolítica;
observa críticamente las relaciones de poder.
El ecocentrismo hoy en día es un movimiento filosófico que cree que la raíz de la crisis ecológico está
en el prejuicio antropocéntrico dominante en la sociedad industrial. Superar ese problema pasaría por
gestionar los recursos más racionalmente. Sugiere un cambio racional en el paradigma, una visión
antropocéntrica.
Por último, la ecosofía ha tenido mucha influencia en sectores new age. Insiste más en el cambio de
conciencia que en la acción política. Su práctica ha sido muy discutida en el seno del ecologismo, porque
su discurso ha ido en dirección opuesta a la propia historia social y al carácter político de la ecología.

Relaciones sociometabólicas
El ecologismo ha sido explicado en el marco de los movimientos sociales nuevos, junto a otros como el
antinuclear, el feminista o el pacifista. Presenta tres características específicas:
1. Su carácter global e intergeneracional
2. Su identificador ideológico. Haberse emancipado del oikos, de su condición humana.
3. Ha dado el salto a la política. Los partidos verdes han ido asumiendo las demandas del resto de
nuevos movimientos sociales, hasta convertirse en los defensores progresistas de la alter-
globalización. En el 99, partidos verdes empezaron a gobernar en coalición en Alemania, Francia,
Italia, Finlandia y Bélgica. Sin embargo, su imposibilidad para llevar a cabo políticas alternativas, ha
dejado un saldo más bien pobre en su gestión política.
El ecologismo es más bien un gran marco ideológico, valorativo, discursivo, que una suma de acciones
sociales concretas. Se ha globalizado, tanto en sus ideas como en su estructura. No hay motivos para sostener
que el ecologismo no es ni ideológico ni político. Durante la última década, el ecologismo ha adoptado el
lenguaje de la justicia ambiental, que abarca la distribución de bienes, males y riesgos ambientales en sus
distintas dimensiones espacio-temporales y una responsabilidad extendida sobre los efectos de las acciones,
propias y ajenas.

Retos teóricos
Los valores ecológicos y sus hechos han extendido una conciencia ineludible en el ámbito público. Abre,
además, una nueva posibilidad de reflexión desde la filosofía política desde la huida de la condición humana.
El ecologismo es ya un producto del mundo global, estando abierto y vivo a nuevos postulados.

LOS DERECHOS HUMANOS, UN LEGADO DE LA MODERNIDAD


Los DDHH son el “conjunto de facultades e instituciones que concretan las exigencias de la dignidad, la
libertad y la igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos
jurídicos”. La denominación “Derechos Humanos” es la más extendida, pero han sido llamados también
“Derechos Naturales”, “Derechos Morales” (Dworkin), “Derechos Fundamentales” (Peces-Barba), “Derechos
Humanos Potenciales” (Muguerza).
Son tres las generaciones de Derechos Humanos:
1. Derechos Civiles y Políticos formulados desde el derecho natural racionalista de los s. XVII y XIX.
2. Derechos Sociales y Económicos: a través de la crítica socialista imponen igualdad ante la ley y la
advertencia de la tremenda desigualdad económica.
3. Un popurrí. Respecto al medio ambiente sano, vivir en paz, minorías étnicas, pueblos al desarrollo.

1ª Generación de Derechos Humanos


Giran en torno al valor de la libertad individual y se plasman en las primeras revoluciones burguesas. Así, el
“Bill of Rights” de 1776 nos dice que los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y
tienen ciertos derechos innatos (goce de la vida y la libertad, adquirir propiedad, buscar y obtener la felicidad
y la seguridad”. En Francia será la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” la que nos dirá
que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. La libertad es definida como poder hacer
todo lo que no dañe a los demás.
Desde estas concreciones de la idea de Derechos Humanos Absolutos se ha avanzado hacia su
reconocimiento internacional como Derechos Positivos con la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 y otros tratados posteriores que reconocen los siguientes derechos:
- Libertad
- Igualdad
- Dignidad
- Derecho a la vida
- A la seguridad personal
- A no ser torturado
- A no ser esclavizado
- A la personalidad jurídica
- A la justicia
- A la presunción de inocencia
- Al derecho a la intimidad
(Entre otros). Son de obligado cumplimiento por todos los Estados que se hayan suscrito a los tratados. Aún
así, estamos lejos del derecho cosmopolita que nos llevara a la paz perpetua de la que hablaba Kant. Incluso
han surgido críticas a estos derechos, que provienen de estas tres corrientes:
- Utilitarismo de Bentham: los Derechos Naturales son ficciones y sacrifican los intereses individuales
por la mayor felicidad del mayor número.
- Tradicionalismos romántico-nacionalistas: promueven la destrucción de los valores morales y
religiosos de la comunidad
- Marxismo: son una ficción moral burguesa, que establecen una igualdad formal, no una igualdad real.
Las ideas morales tenían que estar totalmente subordinadas a los objetivos de la lucha de clases.
El feminismo suscita distintas formas de violencia (violencia de género) que son reconocidas como
violaciones de los Derechos Humanos de las mujeres.

2ªGeneración de los Derechos Humanos


Se centra en el valor de la igualdad ante la crítica de socialistas, sindicatos y pensadores como Keynes. Se
producen en el contexto del desarrollo del Estado del bienestar, que se realiza gracias a la redistribución de
recursos posibilitada por los impuestos, que reduce la injusticia y las tensiones sociales, permitiendo llegar al
consumo a la masa. Estos derechos no son considerados absolutos, están condicionados a las posibilidades
materiales del Estado, no pueden reclamarse judicialmente. Son libertades positivas, libertades para. Incluyen
derecho al trabajo, educación, vivienda, etc.
Lejos de universalizar estos derechos, el proceso de globalización neoliberal los ha debilitado. Los liberales
conservadores reducen los derechos a su primera generación ya que creen que esta segunda generación viola
la concepción de propiedad privada y proponen un Estado mínimo.

3ª Generación de los Derechos Humanos


Las dos primeras generaciones están recogidas en la Declaración de 1948 de la ONU. No así la tercera, que
incluye un popurrí de demandas ante el nuevo proceso de globalización, inspiradas en el valor de la
fraternidad. Derecho a la paz, a un medio ambiente sano, al reconocimiento de las minorías. Incluso se habla
de una cuarta generación que incluye los derechos genéticos y biológicos e incluso comienza a postular sobre
las tecnologías de la información y la comunicación.
El problema de la fundamentación de los Derechos Humanos
El grado de reconocimiento de los Derechos Humanos está lejos de ser uniforme en todo el mundo.
Algunos gobiernos del sudeste asiático se niegan a reconocerlos porque los consideran creencias
occidentales. Por tanto, surge el problema de cómo argumentar correctamente en su favor.
La tradición del derecho natural afirma la existencia de derechos anteriores al ordenamiento jurídico.
Los principales argumentos a favor han sido: una orden cósmico-racional, la ley divina y la racionalidad
humana. Normalmente, se dice que el iusnaturalismo es la base para su reconocimiento, aunque en la
actualidad se enfrenta a muchos obstáculos. Habría que definir la idea de “derecho natural” para aclarar el
tema:
Para ver la diferencia entre Ley Natural y Ley Positiva tenemos que fijarnos en la Grecia Clásica. Los
Diálogos de Platón son un antecedente del derecho natural al afirmar que existen normas morales
universales. Por su parte, Aristóteles también distinguió la justicia natural de la variedad de leyes de los
distintos pueblos. El estoicismo preparó el terreno para el desarrollo de la idea de Derechos Humanos al
afirmar la existencia de una Ley Natural de la Razón, idea que progresaría con Cicerón, el cristianismo y
el iusnaturalismo moderno.
En la Edad Media, con San Agustín y Santo Tomás consideran la ley natural un reflejo de la esencia
divina bajo una triple noción (ley divina, natural y humana). La noción de Ley Natural no exige una
creencia en un mundo de las ideas, sino la afirmación de una naturaleza humana racional que dicta normas
básicas de conducta correcta, remitiendo a la regla más universalizada de la ética: “no hagas a los demás
lo que no quieras que te hagan a ti”. Fuera de esta sentencia, tradicionalmente las normas morales estaban
ligadas a concepciones de la naturaleza como realidad teleológica inmutable.
En cambio, las ciencias naturales modernas reducen todo a relaciones causa-efecto. La idea moderna de
ser humano como proyecto que se elige a sí mismo no parece compatible con esta antigua comprensión
del mundo. Las guerras de religión del s. XVI favorecieron una crisis de fundamentación que abrió paso a
un pensamiento más laico de la mano del propio iusnaturalismo moderno. A partir de ahí, el derecho
natural pasa a fundarse en una construcción racional basada en la libertad y capacidad del ser humano de
darse su propia ley (de ser auto-nomo). La dignidad del ser humano reside así en las capacidades
racionales y en la posibilidad de regirse por normas morales.
Los primeros Derechos Humanos fueron tres: la libertad de conciencia, de pensamiento y las garantías
procesales. Los pensadores liberales de los s. XVII y XVIII afirmaron la libertad e igualdad de todos los
hombres. Así, las revoluciones de las que surgieron las democracias modernas fueron la consecuencia del
intento de la nobleza de mantener sus privilegios.
Para Locke, los derechos naturales (libertad y propiedad), son anteriores al contrato fundador del
Estado, cuya misión es protegerlos. Esta idea la comparten los ilustrados franceses La legitimidad del
Estado ya no reside en la voluntad divina, sino en la eficacia del poder para garantizar esos derechos
naturales. Por tanto, lo que sustenta a las sociedades democráticas plurales es la distinción entre la moral y
el derecho, por tanto es importante hacer balanza entre autonomía y el respeto de las normas jurídicas a
ésta.
Es preciso introducir que estamos en un momento escéptico respecto a los Derechos Humanos,
especialmente en cuanto a la fundamentación filosófica al sostener la universalidad, pues muchas posturas
hoy en día los catalogan de etnocentrismo o ingenuidad metafísica. En postura contraria a este
escepticismo estaría Richard Rorty, quien sostiene que la cultura de los Derechos humanos es un factum
que no precisa fundamentación provinente de una educación sentimental en sociedades con condiciones
de vida favorables educadas en la autoestima y la dignidad personal. Por tanto, para Rorty, los Derechos
Humanos no necesitarían una fundamentación. Bobbio y Ferrajoli estarían en esta línea y dirán que son
fundamentales porque son universales y son indisponibles (no se puede renunciar a ellos).
Por esta difícil relación entre normas jurídicas potencialmente injustas clama una necesidad de una ley
anterior, y de ahí la necesidad de los Derechos Humanos. Algunos han teorizado sobre el tema, como
Rawls o Dworkin, que han sido criticados por disolver lo jurídico en la ética, estigmatizados de neo-
iusnaturalismo. Así, se produce un nuevo binomio de fuerzas ya no entre pensadores ilustrados y anti-
ilustrados, sino entre procedimentalistas y sustancialistas.
Por un lado, las éticas sustancialistas sostienen que no se puede establecer la corrección de las normas si
no se apela a alguna concepción compartida de la vida buena. Por otra parte, los comunitaristas afirman
que el universalismo moral es abstracto y conduce al desarraigo y al malestar de las sociedades
occidentales actuales. En esta dicotomía el debate está abierto. Filósofos como Habermas han reformulado
a Kant para incluir a la alteridad en la reflexión por la universalidad de las normas morales. Muguerza
enfatiza el disenso ante el consenso habermasiano, señalando que los Derechos Humanos nacieron de la
protesta frente a consensos ratificadores del statu quo. Por su parte, Danilo Zolo ha criticado los
planteamientos de Habermas y otros en su posición catalogándolos de etnocentristas pues parten de
concepciones que en culturas como la islámica o la china (individualismo liberal) no existen. Mientras que
la hermenéutica señala una necesidad de un diálogo continuo con el otro, una puerta abierta a la reflexión
y a la reforma, sin perder de vista la necesidad de estos derechos.

Preguntas cortas
Tipología de movimientos sociales
Varios movimientos han surgido en los años 60 y 80. Movimientos que comentaremos a continuación:
- El movimiento feminista trata de conseguir el reconocimiento de las mujeres como sujetos humanos y
sujetos de derechos. Es decir, que luchan por la igualdad entre los sexos. Sus primeras oleadas fueron
durante la Revolución Francesa adoptando el discurso ilustrado de los derechos a la propia condición
de la mujer. En el siglo siguiente, el XIX, las reclamas fueron más en dirección del sufragismo que no
se conseguiría en los países occidentales hasta el siglo XX. En este último siglo, durante los años 60
fue famosa la consigna de “lo personal es político”, es decir, que el papel que ejerce la mujer en los
lugares cotidianos, como el hogar, es lo que condiciona su poca participación política, su
consideración como una ciudadanía de segunda clase. Por tanto, esta tercera oleada abogaría por un
cambio de costumbres y un nuevo contrato social consistente en una sociedad paritaria.
- El movimiento ecologista se consolida en los años 80, siendo uno de los más tardíos, centrándose en
la vulnerabilidad del planeta. Se ha cristalizado en el partido político de los verdes, consiguiendo
gobernar en algunas regiones de Francia o Alemania en coalición.
- El movimiento pacifista surgió en protesta contra la guerra de Vietnam durante los años 60. En
España, durante los 80 se inició un movimiento muy vinculado a una posición anti-OTAN,
fomentándose la objeción de conciencia. Incluso, más recientemente se produjo un movimiento
antibelicista en contra de la guerra de Irak en el que millones de personas se manifestaron en contra
del conflicto, y los gobiernos hicieron caso omiso. Esto mostró la gran distancia entre las élites
políticas y la población.
- El movimiento homosexual apareció en los años 60 en Nueva York. Al principio se centró en hacer
visible el colectivo y en el reconocimiento de una identidad deteriorada. La enfermedad del SIDA
introdujo en la opinión pública la discusión sobre el colectivo. En la actualidad se lucha por los
derechos civiles como el matrimonio, la herencia o la adopción.
- El movimiento antiglobalización se inició en los años 90 con dos importantes hitos: la revuelta
neozapatista en 1994 y la Batalla de Seattle
- Por último, el movimiento indigenista en América Latina a finales del s. XX evidencia que es
necesario incluir a estos pueblos en la política de estos países. Reclaman justicia distributiva,
reconocimiento, derecho a la autodeterminación y una redefinición de los Estados Nacionales como
estados multiétnicos y plurinaciones.

Del Estado liberal al Estado social


Para explicar esta evolución hay que tener en cuenta lo ocurrido en los años 20 y 30 del siglo pasado.
Ante la amenaza de la revolución comunista, las fuerzas conservadoras europeas optaron por permitir el
desmantelamiento de la democracia y la supresión de los partidos políticos. Así, se intentó acabar con el
derecho de reunión, la participación política y la libertad de conciencia y expresión. Se querían instalar
valores que estaban por encima de estos derechos, de la mano del fascismo.
En el caso de España, la derrota de la República consolidó la dictadura franquista desde 1939 hasta
1975, durante la cual no hubo un Estado de derecho. Por ello, España vivió durante casi cuarenta años
alejada del contexto del paso del Estado liberal al Estado del bienestar y de este al Estado social, pues en
la recuperación de las instituciones democráticas tras la Segunda Guerra Mundial, quedó fuera del
consenso que rechazaba al fascismo y pactaba por los derechos humanos de primera generación y el
Estado del bienestar.
En este modelo de Estado que se dio en Europa se aunaron fuerzas de todo tipo: social-cristiano,
socialismo democrático, liberalismo progresista y comunismo antifascista. De esta manera, se pretendía
no volver al viejo Estado liberal, es decir, el Estado tenía que intervenir en la economía.
Durante esta etapa se roza el pleno empleo, comienza el consumo de masas, se crean servicios públicos,
por lo que mejora el nivel de vida. En este contexto, se produce una desideologización del panorama
político e irrumpe con fuerza la tecnocracia ante el horror que producía el recuerdo de la guerra. Los
partidos políticos se convirtieron en máquinas electorales de recolectar votos. Este modelo duró hasta la
crisis económica de 1973, donde el neoliberalismo surgió para quedarse. Hasta entonces, se suele hablar
de “época dorada”.

También podría gustarte