Está en la página 1de 21

Historiografía del cine colombiano

La saga atrasada de un cine que camina lento


Oswaldo Osorio
Aunque la historia del cine colombiano siempre ha sido más fácil leerla que verla, lo
que se ha escrito sobre la cinematografía del país no corresponde siquiera, como sería
apenas lógico, a la dinámica lenta y episódica de la producción cinematográfica, sino
que su andar ha sido aún mucho más moroso. Por eso no se puede hablar de una
proporción entre lo filmado y lo escrito, pues si la historia del cine colombiano es
recesiva y llena de vacíos, su historiografía lo es todavía más. No obstante, eso ha
cambiado con el aumento de la producción a partir de la promulgación de la Ley de cine
en 2003.
El origen y materia prima de esta historiografía necesariamente está en la historia de la
crítica de cine, la cual sólo se puede rastrear muy tardíamente, poco más de medio siglo
después de la aparición del cinematógrafo. Es cierto que en las primeras décadas se
escribió de cine en el país, pero quienes lo hacían provenían de la literatura y usaban el
nuevo medio como excusa para escribir prosa poética, cuando no se trataba
simplemente de textos promocionales gestados por las mismas casas exhibidoras.
Entrada la década del cincuenta es cuando se pueden identificar algunos críticos que
hacen un ejercicio regular y ajustan el oficio al conocimiento del lenguaje del cine.
Gabriel García Márquez, Hernando Valencia Goelkel y Hernando Salcedo Silva son los
nombres claves en esta “nueva” forma de escribir sobre cine en Colombia, aunque no
necesariamente del cine colombiano, pues coincidieron con uno de esos periodos en que
la producción nacional era realmente escasa. Aun así, es uno de ellos, Salcedo Silva,
quien tiene el mérito de ser el primero en interesarse y hacer, posteriormente, un análisis
del periodo silente en el país.
Este mismo autor habla de varias generaciones de la crítica nacional, identificando
desde una primera que coincide con el cine mudo y que era puramente informativa,
pasando por aquella con tal carga literaria que de lo que menos hablaba era de cine,
luego por su generación, para terminar mencionando una cuarta surgida, durante la
década del sesenta, de las disciplinas universitarias, y la cual él mismo consideraba la
más profesional de todas.1
La línea evolutiva que para la crítica propone Salcedo Silva bien podría servir de
referente para la historiografía del cine nacional, pues su dinámica ha tenido unas
características similares. Porque se puede decir que ésta se inicia con las incipientes
incursiones de los críticos en la construcción de una historia de nuestro cine, aplicando
categorizaciones y conceptos más cercanos a las subjetivas valoraciones personales,
nutridas con datos e información; después es posible observar la paulatina aparición del
uso de herramientas teóricas y metodológicas, sobre todo cuando la academia se
empieza a interesar por el cine, primero en su historia y luego en su relación con otras
disciplinas; y finalmente, hay en los últimos años una real profesionalización del
ejercicio teórico e historiográfico con respecto al cine colombiano, aunque no todavía
en un volumen y un impacto significativos.

Y el origen fueron tres textos


La historiografía de nuestro cine tiene, sin duda alguna, su momento fundacional en la
Historia del cine colombiano, publicada por Hernando Martínez Pardo en 1978.2 Esta
fecha ya es bastante significativa, porque evidencia la demora en la aparición de una
primera obra de importancia a la hora de asumir el estudio del cine del país. Además, su
extensión (472 páginas) la hace la más exhaustiva historia que aún hasta hoy se ha
escrito en Colombia. Consecuentemente, se pone de manifiesto el atraso de tres décadas
al no existir aún una obra que se le parezca en extensión y cobertura.
Lo más cercano a este cubrimiento puede ser el catálogo de la exposición ¡Acción! Cine
en Colombia (2007) realizada con motivo de las celebraciones de los 110 años del cine
en el país. Con textos escritos por Pedro Adrián Zuluaga y la asesoría histórica de Jorge
Nieto y Rito Alberto Torres, este libro da una visión panorámica de la historia del cine
del país, planteada de forma descriptiva, reflexiva y crítica. Logra desmarcarse de la

1
Hernando Salcedo Silva, Crónicas del cine colombiano 1897-1950, Bogotá, Carlos Valencia Editores,
1981, p. 10.
2
Aunque previamente existió una entrada dedicada a Colombia en el libro de Georges Sadoul, Histoire
du Cinéma Mondial, des origines à nos jours, Paris, Flammarion, 1949, p. 434 (9a edición, 1973).
euforia conmemorativa y suple, en parte, el vacío de las tres últimas décadas que no
están registradas en el libro fundacional de Martínez Pardo. También habría que
mencionar el Diccionario de cine iberoamericano, España, Portugal y América,
presentado en 2008 por la Fundación Autor de la Sociedad General de Autores (SGAE),
compuesto por diez tomos, de los cuales le corresponden a Colombia aproximadamente
doscientas entradas, entre voces temáticas y biográficas, así como la reseña de veinte de
sus más importantes películas. Diego Rojas y Orlando Mora fueron los encargados por
Colombia de coordinar la escritura de los textos entre un considerable número de
especialistas del país. Ciertamente la particular articulación de los temas de un
diccionario no ofrece lo mismo que una mirada orgánica y transversal, pero el grueso de
información y conceptos reunidos aquí lo hace ya de por sí una pieza de gran relevancia.
Igual ocurre con Los cines de América latina y el Caribe, un valioso esfuerzo de la
Escuela Internacional de Cine y TV, editado por Edgar Soberón Torchia en 2012, que
recoge en dos tomos textos monográficos, biográficos y de películas, incluyendo una
decena dedicados a distintos tópicos del cine colombiano.
Volviendo al texto de Martínez Pardo, este autor comienza muy metódicamente su obra
dando cuenta de la llegada del cine al país con periodizaciones a manera de capítulos
que agrupan la historia del cine de Colombia en distintas etapas bien delimitadas. Así
mismo, en cada una de ellas tiene en cuenta las diversas actividades que hacen parte del
quehacer cinematográfico. Habla, entonces, de los procesos propios de la industria del
cine, como la producción, la distribución y la exhibición, pero también de otros aspectos
relacionados, como el público, las revistas, la crítica, la legislación y la censura.
A partir de esta estructura, el autor desarrolla una historia sistemática en su relación de
obras, autores y episodios que hacen parte de la historia del cine nacional. Su
aproximación es descriptiva, en un principio, y luego crítica. La inclusión de nombres,
obras o temas es asumida dentro del texto de una forma analítica y reflexiva, partiendo
del conocimiento que el autor tiene de la historia y el lenguaje del cine, así como de
otros autores que le sirven para sustentar, complementar o hasta contradecir sus
argumentos sobre las películas y el proceso del cine en el país.
Ese mismo año, 1978, vio la luz otro libro importante en esta historiografía: Reportaje
crítico al cine colombiano, de Umberto Valverde. Este texto ya no tiene las pretensiones
de sistematización y cobertura del anterior, pero se presenta como un material clave
para comprender buena parte de la historia y la dinámica del cine nacional, pues allí el
crítico caleño, después de una larga introducción en la que, con un énfasis también
crítico y reflexivo, habla sobre la situación del cine colombiano de las últimas dos
décadas, presenta doce entrevistas a diferentes cineastas y a algunos críticos en las que
ellos no sólo responden por su obra, sino también por la visión que tienen del cine del
país. Lisandro Duque, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Francisco Norden, Hernando
Salcedo Silva, Marta Rodríguez y Jorge Silva, son algunas de esas personalidades a las
que Valverde propone el ejercicio de reflexionar sobre sus películas y sobre el cine
nacional y latinoamericano. De hecho, la primera pregunta que les hace a todos ellos es
por la existencia o no de un cine nacional; incluso enfatiza en el concepto, que hizo
carrera en aquel entonces, de un “nuevo cine colombiano”.
El libro que completa esta triada fundante de la historiografía nacional es Crónicas del
cine colombiano 1897 - 1950, escrito por Hernando Salcedo Silva.3 Si bien fue
publicado en 1981, los textos y entrevistas que lo componen fueron escritos mucho
antes de que los dos libros mencionados, por lo que su autor puede ser considerado el
pionero de una mirada histórica a nuestro cine, además por su importante labor como
crítico, cine clubista y preservador del patrimonio cinematográfico del país. Dice el
autor en su prólogo: “Son crónicas en el sentido de que ofrecen cronológicamente sólo
los aspectos más generales del tema (…) [aspiro a] que el lector no adivine al crítico tras
el simple cronista-espectador que, sin conceptualizar demasiado, intenta ante todo
compartir con el lector su afecto por el cine colombiano…”.4
Y efectivamente, el texto hace un recorrido por el primer medio siglo del cine nacional
en un tono accesible y hasta muy personal, sin que por ello quede en entredicho el buen
juicio que siempre caracterizó a su autor en su tratamiento del cine. Además, el libro
tiene el enorme valor de contar con entrevistas realizadas a algunos de los pioneros del
cine en Colombia, como Máximo Calvo, Donato Di Doménico o Gonzalo Acevedo,
constituyéndose en el contacto más directo que existe con muchas de esas primeras
obras que ya se perdieron en el tiempo.

3
Salcedo Silva también es el responsable de la entrada sobre Colombia en Les Cinémas de l’Amerique
Latine, París, Pier L’Herminer, 1981.
4
Ibíd, p. 9.
Más de una década después, en 1994, se publicó el libro de John King –profesor de
historia cultural de América Latina en la Universidad de Warwick, Inglaterra–, El
carrete mágico: Una historia del cine latinoamericano, con más de diez páginas
dedicadas al cine colombiano (291-304),5 enfocadas en la producción a partir de los
años sesenta y hasta la aparición, en 1993, de La estrategia del caracol, de Sergio
Cabrera, privilegiando el contexto histórico-político en el que surge esta producción.

Continuar y complementar la historia


Algunos textos ya han empezado a continuar o complementar estas historias iniciales, lo
han hecho desde distintas perspectivas, acercamientos metodológicos y épocas, algunos
más ambiciosos que otros, pero que en su conjunto aportan la necesaria mirada histórica
y reflexiva que reclama el cine nacional.
Cinembargo Colombia: Ensayos críticos sobre cine y cultura (2009), de Juana Suárez,
es un generoso volumen constituido por varios capítulos en los que se abordan
diferentes temas, procesos o periodos. Se destaca en él su rigor para el análisis de
películas y contextos usando como principal recurso teórico los estudios culturales. De
otro lado, Realidad y cine colombiano 1990 – 2009 (2010), escrito por el autor de este
texto, es una mirada crítica y reflexiva a este momento histórico, definido en ese libro
como el inicio de una nueva era, con intenciones panorámicas y articulado a partir de la
premisa de la realidad como hilo conductor de buena parte de esta cinematografía.
Un texto esencial para entender la historia del cine nacional desde una perspectiva
inédita es Cine colombiano: Cánones y discursos dominantes (2013), de Pedro Adrián
Zuluaga, donde ya no son las películas ni las dinámicas de producción la materia prima
de un recorrido por el cine colombiano, sino lo que se ha dicho sobre él, y en esta
medida aporta un valioso y complementario conocimiento sobre esta historia.
Otros dos textos que amplían el panorama de su mirada a la historia del cine nacional
son Cine colombiano: Estética, modernidad y cultura (2013), de Guillermo Pérez La
Rotta, y Cine y nación: Negociación, construcción y representación identitaria en
Colombia (2015), de Simón Puerta Domínguez. El primero desarrolla un intensivo
análisis de periodos y películas articulado en temáticas como los imaginarios religiosos,

5
La versión es español la publicó en Bogotá Tercer Mundo Editores; en inglés se llamó Magical Reels,
London, Verso, 1990.
la cultura política, los mundos provincianos, el conflicto y la comedia; mientras el
segundo, sin que su objetivo central sea escribir una historia panorámica, en cierta
forma termina haciéndola a partir de una concienzuda reflexión sobre el contexto socio-
cultural y político del país, mirado desde los conceptos de identidad y representación.

De los trabajos de grado a las antologías y compilaciones


Otro tipo de textos que tienen como objeto de estudio el cine colombiano son
básicamente tesis y trabajos de grado realizados, principalmente, en las facultades de
comunicación social del país, y en general, en las facultades de ciencias humanas y
sociales, los cuales empezaron a abundar sobre todo a partir de los años ochenta. Son
trabajos que casi triplican en número la lista de libros sobre cine colombiano
publicados, pero su característica esencial es no haber visto la luz pública y reposar en
el estante de una biblioteca universitaria, sin que sea posible que tengan una inferencia
significativa en la historiografía nacional. Además, su carácter de trabajo universitario
los ubica en un nivel distinto del conocimiento, si se tiene en cuenta que la mayoría de
estos trabajos son aproximaciones descriptivas o exploratorias del estado del arte, casi
siempre sin la supuesta exigencia de rigor que tienen las obras que serán publicadas. Sin
embargo, en los últimos años, empezaron a hacer su aparición los trabajos de
investigación de maestría y tesis de doctorado que abordan la cinematografía nacional
como objeto de estudio, y estos son textos con una mayor exigencia académica y,
consecuentemente, unos resultados más significativos.
Mayor incidencia ha tenido una serie distinta de textos, las compilaciones, categoría en
la cual es posible encontrar títulos de autores no sólo importantes sino imprescindibles,
como es el caso de Luis Alberto Álvarez y sus Páginas de cine. Se trata de tres valiosos
tomos en los que se concentran los mejores textos de este crítico antioqueño; cada uno
contiene una larga sección compuesta por escritos dedicados al cine colombiano, los
cuales, juntos, harían un perfecto volumen que cubre buena parte de la historia del cine
nacional. Aunque justo por su carácter de compilación, hace falta un tratamiento general
y sistemático de los distintos temas y periodos, imponiéndose el enfoque propio de los
escritos hechos para publicaciones periódicas y que dan cuenta de títulos, autores y
coyunturas particulares.
Lo más cerca que estuvo este crítico esencial de hacer una contribución a la
historiografía nacional con una mirada de largo alcance, fue el capítulo que escribió por
encargo para Nueva Historia de Colombia, enciclopedia editada por Planeta en 1989.
En sus escasas treinta y cinco páginas, más bien se puede hablar de un resumen de la
historia del cine nacional, donde hay más datos que estructurados análisis. Aun así, y
teniendo en cuenta la lucidez y conocimiento que siempre distinguieron a Álvarez, su
sintética mirada tiene los énfasis suficientes en la construcción de esta historia como
para tener en cuenta dicho texto a la hora de hacer balances.6
Con ese mismo carácter antológico han sido publicados varios libros que, de alguna
forma, dan cuenta del cine colombiano, ya sea en una perspectiva temporal, por
temáticas o simplemente por obras y autores. Uno de ellos es Textos de cine 1977-1982,
de Alberto Ramos Garbiras, publicado en 1982 y que recopila los escritos sobre cine
colombiano que el autor elaboró para la prensa. Mauricio Laurens hace lo propio en
1988 con El vaivén de las películas colombianas (de 1977 a 1987), en el cual trata de
darle un mayor sentido al ordenar los textos a partir de temas en común. Y especial
mención merecen los libros que, con irregular periodicidad, editó Germán Ossa como
producto de los encuentros anuales de críticos de cine en Pereira que él mismo organiza.
Tres de esos textos, La gran ilusión (1996), Nido de cóndores (1999) y La crítica de
cine en Colombia (2004), están constituidos, en su mayoría, por artículos y ensayos
dedicados al cine colombiano, aunque no de forma monográfica, sino abordando los
temas más disímiles, desde su historia, pasando por críticas o reflexiones, hasta otras
temáticas más específicas. Por su parte Comunicación, cine colombiano y ciudad
(2005), del autor de este texto, si bien en su mayor parte también está conformado por
textos publicados previamente, hace un esfuerzo por articular la edición en torno a la
transición de lo rural a lo urbano en el cine colombiano, un proceso marcado por la
violencia.

6
Luis Alberto Álvarez hizo otros tres intentos de aproximación historiográfica: “Cine colombiano mudo
y parlante”, en La gran enciclopedia de Colombia. Vol. VI. Bogotá, Círculo de Lectores, 1993; “El cine
desde finales de los 50 hasta hoy”, en Historia de Antioquia, Medellín, Editorial Presencia, 1988, y “El
cine en la última década del siglo XX: Imágenes colombianas”, en Colombia hoy, Jorge Orlando Melo
(comp.), Bogotá, Tercer Mundo, 1995.
A propósito de este último tema, una compilación relevante es la que hizo María Isabel
Sánchez en El cine de la violencia (1987), aunque menos por la reflexión que anuncia el
título, pues se limita a una veintena de páginas introductorias, que por la importancia
del material que recopila: seis guiones que abordan el problema de la violencia en
Colombia, específicamente la que sobrevino luego del asesinato de Gaitán. Los guiones
de Canaguaro y Cóndores no entierran todos los días se encuentran aquí, lo cual ya da
una idea de la mirada que sobre el cine y el país se puede advertir en el material
reunido.
Luis Ospina y Sandro Romero Rey seleccionaron y anotaron una antología de textos
sobre cine del escritor caleño Andrés Caicedo, la cual lleva el mismo título de la
emblemática revista que produjo el Grupo de Cali en los años setenta, Ojo al cine
(1999). Aquí, además de abundante material sobre cine extranjero, se recopilan textos
escritos por Caicedo sobre algunas películas clave del cine colombiano en esos años y
entrevistas a varios realizadores.
En relación con el Grupo de Cali y el movimiento en torno al cine conocido como
Caliwood, se pueden reseñar varios textos más que revelan la importancia de esta
escena en el panorama nacional: Palabras al viento: Mis sobras completas (2007), en el
que Luis Ospina recoge una serie de textos suyos escritos en torno al cine y a su propia
obra; Oiga/Vea: Sonidos e imágenes (2011), donde están consignados alrededor de
medio centenar de textos de distintos autores a propósito de la obra y figura también de
Ospina; La vida de mi cine y mi televisión (2008), con textos de Carlos Mayolo sobre su
obra; Carlos Mayolo: Un intenso cine de autor (2015), igualmente compuesto por
diversidad de autores y miradas sobre el trabajo del director caleño. Y aunque no son
compilaciones, bien corresponde mencionar aquí otros tres libros relacionados: ¿Mamá
qué hago?, la autobiografía publicada por Mayolo en 2002, un texto esencial para
entender en qué consistía su genialidad y un testimonio de muchos episodios y procesos
del cine colombiano; Memorias de una cinefilia (2015), en el que Sandro Romero Rey
hace un recorrido por Caliwood y la obra de Ospina, Mayolo y Andrés Caicedo; y
finalmente, Cali, ciudad abierta: Arte y cinefilia en los años setenta (2013), un
completo y bellamente editado texto de Katya González Martínez que da cuenta de esos
primeros años de la movida cinematográfica caleña, relacionándola con otros
importantes referentes artísticos y culturales.
Guardadas las proporciones, a estos libros caleños se puede asociar el texto El cine de
Gustavo Nieto Roa. Una vida de película, escrito y editado por el mismo director en
1997. Aunque el “nietorroísmo” sea un adjetivo con el que la mayoría de directores del
país no quisieran estar asociados, el sólo hecho de que tal adjetivo exista da cuenta de la
relevancia que este director y su obra tienen en el cine colombiano. Y efectivamente, en
el minucioso recorrido que en este libro hace por su experiencia como productor y
cineasta, bien se pueden encontrar las claves para entender la industria y el público
nacionales durante una época de su historia.
Una compilación de significativa importancia por su contenido y los autores que reúne,
fue realizada en 2011 por Ramiro Arbeláez y Juan Gustavo Cobo Borda: La crítica de
cine: una historia en textos. Un libro voluminoso y editado sin carestías por
Proimágenes Colombia y la Universidad Nacional, en el que si bien no todo es sobre
cine colombiano, sí están consignadas allí las más trascendentes voces de la cultura y la
crítica de cine del país, desde Tomás Carrasquilla y Luis Tejada, pasando por Germán
Arciniegas y Marta Traba, hasta Hernando Martínez Pardo y Luis Alberto Álvarez. Solo
se lamenta de este gran esfuerzo que, como si hubiera nacido viejo, no hayan incluido ni
a un solo crítico surgido en las últimas tres décadas.

Historia en blanco y negro


El periodo que ha sido abordado de forma más completa por la historiografía del cine
nacional es el comprendido entre las primeras proyecciones y el inicio del sonoro, pero
con especial énfasis en la década del veinte, cuando se realizaron una docena de
largometrajes de ficción. Las razones de esto pueden ser varias, desde el limitado
número de obras que hace de este un periodo abarcable, pasando por la documentación
existente (si bien no sobreviven físicamente la mayoría de las películas), hasta la
perspectiva temporal y, por qué no, el aura mítica que se desprende de aquel periodo y
de las aventuras de los pioneros.
Hay varios libros sobre la producción de estos años, tres de ellos se refieren a esta época
contando su historia desde ciudades distintas, lo cual les da una mutua
complementariedad y define unas características generales similares. El primero es
Tiempos del Olympia (1992), escrito por Jorge Nieto7 y Diego Rojas, dos de las
personas que mejor conocen este periodo del cine nacional. El texto es una detallada y
amorosa crónica sobre la vida y aventuras de la familia Di Domenico, procedente de
Italia y pionera del cine en Colombia. Su cuidada edición está ilustrada con un rico
material visual y su tratamiento está planteado en un tono que lleva a Hugo Chaparro
Valderrama a referirse a él en estos términos: “Tiempos del Olympia no sólo es un libro
de cine: también es un fragmento de la historia que permite al espectador que no se
reconoce en la pantalla, reconocerse al menos en un volumen que, al abrirse, despide un
aroma a incienso, el aroma de una época que no cesa en la memoria; un misterio que se
devela en cada una de sus páginas”.8
El otro texto tiene mucha relación con el anterior, El gran Olympia: vida, pasión y
muerte (1999), de Álvaro Atehortúa Carreño. Su título mismo ya revela la relación que
hay con el libro bogotano, esto es, ese nombre común que sirvió no sólo para identificar
la experiencia de ir a cine sino también para dar cuenta de la dinámica social y cultural
de una ciudad, en este caso Manizales. Otro volumen esencial para referenciar este
periodo es La aventura del cine en Medellín (1992), de Edda Pilar Duque. Un texto que,
como los anteriores, también tiene una aproximación muy descriptiva; pero su mayor
valor se encuentra en la extensa y rigurosa documentación que presenta para sustentar
esta historia de la exhibición y producción de cine en la ciudad de Medellín. Aunque la
investigación sobrepasa el periodo silente y lleva su relato hasta finales de la década del
sesenta, haciendo especial énfasis en las experiencias de dos desventurados quijotes,
Camilo Correa y Enoc Roldán.
El más completo trabajo sobre este periodo es un volumen de más de quinientas páginas
titulado Historia social del cine en Colombia 1987 – 1929, de Álvaro Concha Henao,
publicado en 2014. Este historiador hace un pormenorizado recorrido por la historia de
la exhibición y la producción en el país, haciendo especial énfasis en el contexto

7
Nieto publicó, también en 1992, “Colombia: Cronología: 1987-1937”, un capítulo del libro Cine
latinoamericano 1896-1930, publicado en Caracas. El texto es una detallada selección de fechas e hitos
importantes de las tres primeras décadas de cine nacional.
8
Hugo Chaparro Valderrama, “Los fantasmas del Olympia”, Kinetoscopio No. 18, Medellín, marzo-abril
de 1993, p. 60.
socioeconómico que determinó estos procesos cinematográficos y en la presencia e
inferencia del cine extranjero en el escenario nacional.
Por último, más interesados por todo el tejido social y cultural que se urde en torno a las
películas, hay dos juiciosos y documentados textos sobre la exhibición y el público de
cine en dos ciudades de provincia: Bucaramanga en la penumbra, la exhibición
cinematográfica 1897 – 1950, de Angie Rico Agudelo; y Mirando solo a la tierra: Cine
y sociedad espectadora en Medellín (1900 – 1930), de Germán Franco. Ambos
coinciden en el 2013 como su año de publicación y están sustentados en las
metodologías propias de la historia para dar cuenta tanto de la sistemática exposición de
datos como de los procesos y reflexiones que se articulan en torno a ellos.
A diferencia de estos textos, hay uno que parte de esa información ya conocida sobre el
periodo, para llevar aún más allá la reflexión en torno al cine colombiano. Se trata de
Miradas esquivas a una nación fragmentada. Reflexiones en torno al cine silente y la
puesta en escena de la colombianidad (2006), de Nazly Maryith López Díaz. De hecho,
es un libro que no sólo habla de cine (el cine silente colombiano a partir de tres
películas), sino que cruza el tema con conceptos de las ciencias políticas, para así
obtener otra dimensión del cine como objeto de estudio. De forma similar, se puede
mencionar el texto Hechos colombianos para ojos y oídos de las Américas (2003), de
Cira Inés Mora y Adriana María Carrillo, sobre la vida y obra de la familia Acevedo y
su destacado papel en la cinematografía del país. Se trata de un concienzudo trabajo en
el que la formación de historiadoras les permite a las autoras plantear importantes
reflexiones que trascienden también lo cinematográfico; además, hacen un trabajo de
análisis documental del archivo de los Acevedo, ofreciendo una minuciosa descripción
de gran utilidad para futuras investigaciones.

Cine de las regiones


Uno de los conceptos que define las discusiones que se dan en torno al cine colombiano,
y que pone en suspenso la misma idea de un cine nacional entendido como un todo
unitario, es que se trata de un cine de regiones. Incontables artículos, ensayos y trabajos
de grado han explorado la relación de muchas regiones colombianas con el séptimo arte
y el audiovisual en general. La bibliografía publicada también comienza a ser extensa,
con libros y temas que, con mayor o menos grado de profundidad, dan cuenta de la
actividad en una región o ciudad. Ya se ha hecho un primer avance sobre estos textos
con el recuento sobre los temas y autores del cine caleño.
Adicionalmente, se pueden citar también Breve historia de los cineastas del Caribe
colombiano (2003), de Gonzalo Restrepo Sánchez, un minucioso y documentado
recorrido por la realización, exhibición y crítica de esta región, desde la llegada misma
del cine en 1897 hasta el inicio del siglo XXI. Sobre la misma parte del país está el libro
El audiovisual en el Caribe colombiano: Relato desde las organizaciones, los
realizadores y los colectivos (2011), de Patricia Iriarte y Waydi Miranda, un texto que
se desprende del oficialismo cinematográfico y se va la descripción y reflexión de los
márgenes en cuanto formatos, usos y creadores. Un texto similar a este en su intensión y
contenido, aunque en otro extremo del país, es Luchas de representación: Prácticas,
procesos y sentidos audiovisuales colectivos en el sur-occidente colombiano (2011), de
Gerylee Polanco Uribe y Camilo Aguilera Toro.
De otro lado, el libro Imágenes y cinemas del Quindío (2003), de Jorge Hernando
Delgado Cáceres, ante la ausencia de producción de largometrajes en dicho
departamento, está dedicado enteramente a la exhibición, con una exposición ricamente
apoyada en fotografías de películas, personajes, teatros y carteles.
Un caso contrario es el de La ciudad visible: una Bogotá imaginada (2003), de Diego
Mauricio Cortés Zabala, un texto que habla de la relación de esa ciudad con el cine y las
representaciones que éste ha hecho de aquélla. Aunque se basa sólo en seis películas y
tres autores pertenecientes a la década del noventa, sus planteamientos construyen un
cuerpo conceptual que propone un puntual conocimiento sobre el cine colombiano y
sobre esta ciudad, y lo hace trascendiendo la descripción y la crítica de cine focalizada
en una sola película.
También como un conocimiento parcial de una ciudad se podría ver el libro Víctor
Gaviria, los márgenes al centro (2004), de Jorge Ruffinelli. Y es que así como ocurre
con Luis Ospina y Carlos Mayolo, cuyas obras son claramente representativas del cine
caleño, de la misma forma el cine de Gaviria cubre y hasta define en buena medida el
audiovisual de Medellín. Este texto es el más completo tratado que se ha hecho sobre el
realizador antioqueño, abordando su universo visual, literario, temático y metodológico
desde varias perspectivas: la crítica, el análisis, la entrevista y el testimonio de sus
colaboradores.
Además de este libro capital, hay otros cuatro sobre este director y su obra, lo cual lo
convierte en el autor más tratado en esta historiografía. Tal cantidad de libros también
está correspondida por artículos en revistas académicas, tanto nacionales como
internacionales. En 2009, Augusto Bernal publicó Rodrigo D. No futuro: Historias
recobradas, con varios textos suyos analizando esta importante obra del cine nacional y
complementados por escritos del mismo cineasta, que incluyen poemas y ensayos sobre
su obra; en Sumas y restas: Así se hizo la película de Víctor Gaviria (2009), el escritor y
periodista Pedro Claver Téllez, luego de ser testigo durante tres años del proceso de
producción del tercer largometraje de Gaviria, condensa la visión de este autor y su
método en una extensa crónica rica en anécdotas, reflexiones y testimonios; Luis
Fernando Calderón, por su parte, compiló en 2009 también una rica y variada cantidad
de entrevistas y textos del cineasta (crónicas y poemas) bajo el título Víctor Gaviria en
palabras; y finalmente, en 2012 se publicó La vendedora de Rosas: Guion
cinematográfico, donde además del guion, hay una serie de documentos
complementarios sobre esta conocida película, sus protagonistas y el universo de su
autor.

Sobre la tradición literaria


Otro aspecto que ha tenido una constante presencia en la cinematografía nacional,
incluso con un peso pernicioso, es la literatura, ya como tradición narrativa o como
punto de partida para la creación por vía de la adaptación. En primer lugar, la obligada
aproximación a este tema tiene que ver con nuestro premio Nobel. Gonzalo Restrepo
Sánchez escribió, en el año 2002, Gabriel García Márquez y el cine. ¿Una buena
amistad?, un libro que busca identificar los elementos del neorrealismo y el realismo
mágico en los guiones del Nobel; para hacerlo se vale de entrevistas a los directores de
los correspondientes filmes. Hay otro texto dedicado por entero a Gabo y su relación
con el cine, escrito por el italiano Alessandro Rocco en 2009: Il cinema di Gabriel
García Márquez. Aún no está traducido al español.
De otra parte, como herramienta básica para la investigación en este tema, se puede
tomar el Diccionario de literatura colombiana en el cine (2003), de Jaime García
Saucedo. En él se encuentran consignadas películas que han partido de textos de
escritores colombianos, ya sean nacionales o extranjeras. Cada entrada está desarrollada
con diferente extensión y según su importancia, y de acuerdo al caso, cuentan con ficha
técnica, crítica, anécdotas y referencias bibliográficas. Una labor similar pero reducida a
un inventario de obras, autores y películas se puede apreciar en La memoria visual de la
narrativa colombiano en el cine (2006), de Álvaro Cadavid Marulanda, un texto que,
además, cuenta con algunos ensayos que sirven de introducción y reflexión a las
generalidades de la relación entre literatura y cine colombiano. Igualmente se debe
referenciar De la novela colombiana al cine (2013), de Alejandra Laverde, Martha Ligia
Parra, Yennifer Uribe Alzate, un libro que inicia abordando la relación del cine con la
literatura, la cual está en función de una segunda parte elaborada a partir del análisis de
once obras literarias y sus adaptaciones al cine.
Pero el texto hasta ahora definitivo en relación con este tema es Encuentros del cine y la
literatura en Colombia (2012), de César Alzate Vargas, en el que dedica los tres
primeros capítulos a una juiciosa reflexión sobre las implicaciones formales, expresivas
y de contexto que tiene el tránsito entre ambas artes; un cuarto capítulo es para García
Márquez y sus problemáticos amoríos con el sétimo arte; para finalmente entregar un
valioso y exhaustivo índice de adaptaciones organizado por escritores, directores, año y
títulos de las adaptaciones.

Visiones documentales
El documental tiene unos pocos pero significativos títulos que dan cuenta de manera
ambiciosa de su dinámica y producción. La investigación Documental colombiano:
temáticas y discursos (2002), de Andrés F. Gutiérrez Cortés y Camilo Aguilera Toro, no
podía salir de otra parte que de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad
del Valle, dada su tradición de calidad en el documental, no sólo es un exhaustivo
trabajo que estudia y aplica categorizaciones a casi un centenar de documentales
realizados durante la década del noventa, sino que los analiza separadamente y como
conjunto, complementando esa ardua labor con reflexiones teóricas sobre el tema a
partir del material trabajado. Asociado a este texto, y del mismo Aguilera Toro, pero
esta vez en compañía de Gerylee Polanco Uribe, está Rostros y rastros: Televisión,
memoria e identidad (2009), un índice y reflexión sobre la emblemática serie
documental de la Universidad del Valle emitida por Telepacífico.
También está el libro El documental en América Latina, publicado por Cátedra en 2003,
y coordinado por el brasileño Paulo Antonio Paranaguá, tiene sendos capítulos
dedicados a las obras de Luis Ospina y Marta Rodríguez-Jorge Silva, que sin embargo
no agotan las posibilidades de análisis y reflexión sobre estos clásicos del documental
colombiano.
Aunque todavía hay un título aún más intensivo que el de los caleños: Acercamiento al
documental en la historia del audiovisual colombiano (2009), de Sandra Carolina
Patiño Ospina, una suerte de biblia sobre el tema en la que en poco más de quinientas
páginas no sólo hace un riguroso recorrido histórico, sino que aborda el tema desde
múltiples perspectivas y autores. De otro lado, se podría asociar a este tema y a la
intención panorámica del anterior texto el libro Poéticas de la resistencia: el video
indígena en Colombia (2012), de Pablo Mora, en el que el autor analiza un corpus que
mayoritariamente es documental y desarrolla unas fundamentadas reflexiones sobre el
papel del audiovisual en el contexto cotidiano y político de estas comunidades. Así
mismo, se puede continuar con esta conexión citando el texto El indígena en el cine y el
audiovisual colombianos: imágenes y conflictos (2013), de Angélica Mateus Mora.
También desde la Universidad del Valle surge Documental (es): Voces. Ideas (2015), de
Manuel Silva Rodríguez, Diana Kuéllar, un interesante proyecto editorial y virtual que
buscaba una puesta al día acerca de los conceptos y reflexiones autorales sobre el
documental. El volumen está compuesto por un concienzudo ensayo sobre el tema y
veintiuna entrevistas a diferentes personajes, la mayoría de ellos realizadores. Por
último, hay que referenciar un catálogo editado por la Fundación Patrimonio Fílmico
Colombiano: Documentales colombianos 1915- 1950 (2007), que llega a completar esas
herramientas historiográficas que el público y sobre todo los investigadores tienen ahora
a su disposición para hacer de esa información la base de su trabajo.

Miscelánea de historia, análisis y crítica


Existe una serie de libros de épocas, metodologías, calidad y temáticas dispares que en
su variedad se pueden agrupar por su interés en dar una mirada, ya sea histórica o
crítica, a un periodo o proceso particular del cine colombiano. Es posible mencionar, en
primera instancia, Veintiún centavos de cine (1988), de Edda Pilar Duque, un texto en el
que la autora aplica las mismas herramientas de La aventura del cine en Medellín, pero
esta vez para dar a conocer al crítico y realizador antioqueño Camilo Correa y su poco
afortunada empresa Procinal.
Otro crítico y realizador, Carlos Álvarez,9 se debe mencionar aquí como autor de un par
de textos que dan importantes luces sobre diversos aspectos y momentos del cine
nacional. El primero, publicado en 1987 por la revista Arcadia y sus Borradores de
cine, es Una década del cortometraje colombiano 1970 - 1980, el prólogo
presuntamente censurado de la investigación El cortometraje de sobreprecio (1982),
que el autor realizó para la Cinemateca Distrital. El primer texto es un análisis crítico
clave para entender y conocer el llamado cine del sobreprecio, pues nos revela la
dinámica y perversiones de aquel sistema de financiación y producción durante los años
setenta; el segundo contiene detalladas cifras y datos sobre los cortometrajes en
cuestión. Otro texto de Álvarez, Sobre cine colombiano y latinoamericano (1989), es
una visión crítica de distintos temas, procesos y momentos del cine colombiano, desde
el cine político, pasando por autores como José María Arzuaga, hasta la censura, el
público y la industria cinematográfica nacional. Es un texto irregular en su unidad, pero
en el que se destaca una voz crítica y decidida que habla con pasión y firmeza de los
temas que aborda.
La también realizadora Patricia Restrepo hace su versión de uno de estos temas
cruciales abordados por Álvarez, pero esta vez cambiando de década, con Los
mediometrajes de Focine (1989), balance de un proceso que jugó un papel similar que
el sobreprecio pero en los años ochenta. Un texto igualmente crítico y descriptivo en el
que también intervienen otros críticos de cine.
Cine autopsia: una exploración al cine en Colombia (2002) es un libro de Carlos Calle
Archila en el que la diversidad de temas y periodos va dirigida a hacer un diagnóstico
del cine nacional en clave de reflexión crítica. Este mismo autor publica en 2006
Retratos de Colombia desde su cine: Miradas a la violencia, la herencia y el mito, con
el cual busca trazar una bitácora de la cultura colombiano desde su cine.
Una veta que poco se ha explotado en la historiografía del país es abordar un tema
específico a través de la historia del cine nacional. Esto lo hicieron Paola Arboleda Ríos
y Diana Osorio Gómez con La presencia de la mujer en el cine colombiano (2003), una

9
Una entrevista con Carlos Álvarez, realizada por el peruano Isaac León Frías, aparece en el libro Los
años de la conmoción, México, Unam, 1979.
mirada descriptiva y muy bien documentada del papel de la mujer a lo largo del siglo
XX cinematográfico en Colombia, deteniéndose sólo en obras y personajes que
estuvieran relacionados específicamente con el tema.
Un tema que ha sido una preocupación de los investigadores, sobre todo en la última
década, es el de la industria. De esta preocupación surge el libro Impacto del sector
cinematográfico sobre la economía colombiana: situación actual y perspectivas,
publicado por Proimágenes en Movimiento en el año 2003 y escrito por Alberto Zuleta,
Lino Jaramillo y Mauricio Reina. Se trata de un texto con los fines muy precisos de
estudiar el sector y proponer una serie de recomendaciones útiles para el bien de la
industria cinematográfica nacional; esta investigación fue clave para la formulación de
la Ley 814 o Ley de Cine en 2003. En esta misma línea está Cinematografía en
Colombia: Tras las huellas de una industria (2015), de Gonzalo Castellanos, un texto
que si bien tiene en cuenta el panorama socio cultural en el que se produce el cine
nacional, mira este desde las perspectivas de sus posibilidades como industria,
ofreciendo con esto una mirada complementaria a una historiografía casi siempre
preocupada por temas, contextos y autores. A este tema también se puede asociar el
libro El cine digital como caballo de Troya (2008), de Alejandro Jiménez Londoño, en
el que se abordan conceptos fundamentales sobre cine digital y su aplicación a la
producción cinematográfica colombiana.
Hay dos textos reflexionan sobre política e ideología en relación con el cine nacional:
Forma, estilo e ideología en diez películas colombianas (2007), de Carlos Ma. Ramírez
Aissa y Rubén Muñoz Fernández, un juicioso trabajo aplicado a filmes como Chircales,
Cóndores no entierran todos los días, Confesión a Laura y La estrategia de caracol; y
el otro es Cine político marginal colombiano: Las formas de representación de una
ideología de disidencia (1966 – 1976), publicado en 2015 por Gloria Pineda Moncada,
un conjunto de tres ensayos en los que desarrolla los conceptos enunciados en el título
apoyada en un análisis formal de algunas de las películas más representativas de este
tema y periodo.
Y para finalizar este apartado misceláneo, hay que referenciar cuatro textos que surgen
de la academia: Sobre el cine y sus hermanas (2009), de Juan Diego Caicedo, en el que
solo uno de los tres capítulos está dedicado a algunas obras y autores del cine nacional;
Encuadres: Siete miradas del cine colombiano (2011), de Lucía Victoria Torres y
Adriana Mora, que se ocupa del análisis de varias películas y consigna las entrevistas
realizadas a autores como Víctor Gaviria, Carlos Moreno, Felipe Aljure, Javier Mejía y
Andrés Baiz; Narrativas audiovisuales: Personajes, acciones y escenarios (2008), con
Ernesto Correa Herrera como editor académico, un texto que propone una metodología
como modelo de análisis; La historia de Colombia en el cine de ficción hecho en
Colombia: Aportes pedagógicos (2015), de Jorge Prudencio Lozano Botache, un libro
que fue producto de un diplomado sobre este tema y que desarrolla no solo diversas
reflexiones sobre el tema sino que da cuenta de la experiencia pedagógica llevada a
cabo.

La hemeroteca del cine colombiano


En los largos tiempos de sequía editorial, han sido las revistas de cine, a pesar también
de sus azarosas existencias, las que han encarado la memoria y reflexión del cine
nacional. A falta de una industria que constantemente esté generando títulos para el
buen oficio de quienes han escrito en estos medios, las revisiones históricas, ensayos de
largo alcance y ediciones monográficas han sido buenos sustitutos para producir
material.
Aunque importantes revistas desde los años sesenta como Cinemés, Guiones o Cuadro
se ocuparon de la cinematografía nacional, la tradición de rigor y compromiso para con
el estudio del cine colombiano la inicia Ojo al cine. A pesar de todo lo que amaba al
cine de Hollywood aquel Grupo de Cali que la creó, y Andrés Caicedo aún más que
todos, no encontró en ello impedimento para que buena parte de las páginas de sus
pocas ediciones fueran para mirar a los autores, películas y procesos del cine del país.
Con entrevistas, reseñas críticas y extensos artículos que debatían el cine del momento
(mediados de la década del setenta), esta revista se impone como un importante
documento, con un valor que se potencia aún más si se tiene en cuenta quiénes fueron
sus autores.
Los dossiers y números monográficos han sido la excusa perfecta para explayarse en
algún tema o autor del cine nacional. Por la época de Ojo al cine aparece Cinemateca,
cuyo primer número (1977) es un dossier sobre el mismo Andrés Caicedo. Desapareció
unos años después para volver esporádicamente con algunas ediciones a mediados de
los ochenta y principios del nuevo siglo, siempre interesándose en temas afines al cine
colombiano. También de la Cinemateca Distrital de Bogotá parte una iniciativa mucho
más importante aún para este inventario historiográfico: los Cuadernos de cine
colombiano. Desde 1981 y hasta 1988 se publicaron veinticinco ediciones, cada una de
ellas dedicadas a un personaje del cine nacional, entre ellos Marco Tulio Lizarazo, Julio
Luzardo, José María Arzuaga, Marta Rodríguez y Jorge Silva, Carlos Mayolo, Luis
Ospina, los grupos Cine Mujer y Cine Taller, etc. Una nueva etapa, iniciada en el año
2003, trajo consigo nuevos temas, reflexiones y documentos sobre tópicos como el
argumental, el documental, la serie Rostros y Rastros, Víctor Gaviria, la crítica de cine,
los extranjeros en el cine colombiano, la familia Acevedo, el cortometraje y Andrés
Caicedo. Además, con esta nueva era se empieza mirar hacia el futuro digital, pues se
editó también un CD-ROM que contiene ocho de las nuevas ediciones de los
Cuadernos, y todas se encuentra ya para su consulta en línea.
Focine también tuvo su publicación periódica. La revista Cine se empezó a editar en
1982 y tuvo como director nada menos que a Hernando Valencia Goelkel; en sus diez
números siempre se trataron temas afines al cine colombiano, destacándose una edición
especial (No 9, agosto de 1982) en la que Hernando Martínez Pardo hace un recorrido
por el periodo 1958- 1982, con las respectivas fichas de las películas y con versión en
inglés. Igualmente, es importante mencionar los números monográficos de la revista
Arcadia va al cine que concentran su mirada en el cine de las regiones: cine costeño,
cine antioqueño y el Grupo de Cali.
Por último, cuando se habla de revistas colombianas de cine no se puede dejar de
mencionar a Kinetoscopio, que en muchas de sus ediciones de los años noventa se
ocupado largamente, a manera de dossiers, de la obra de directores como Óscar Campo,
Víctor Gaviria, Luis Ospina, Marta Rodríguez y Jorge Silva, Gabriela y Mady Samper;
en ediciones más recientes se concentró en temas específicos como el guión, la
producción y la dirección de actores, siempre orientando la reflexión y discusiones al
cine nacional y a partir de sus protagonistas.
La revisión de esta hemeroteca,10 por fortuna, ya cuenta con su correspondiente
catálogo. La Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano editó en 2007 Publicaciones

10
Algunas revistas latinoamericanas también han hechos sus aportes a esta historiografía; vale la pena
mencionar en especial la “Introducción al cine colombiano” escrita por Augusto Martínez Torres y
Manuel Pérez Estremera en la revista Hablemos de cine No 59-60, Lima, mayo-junio-julio-agosto, 1971.
periódicas de cine y video en Colombia 1908-2007. Es un completo inventario de
revistas, publicaciones periódicas y folletos realizados en el país en el último siglo, con
pequeñas reseñas sobre su naturaleza, complementadas con fotografías y la lista de
personas que participaron en cada una de ellas.

Desde la institucionalidad y la web


Esta bibliografía en los últimos años se ha visto enriquecida por unos productos que no
son los tradicionales, que no representan sólo el esfuerzo aislado de distintos
investigadores para publicar sus libros o de grupos de críticos, cinéfilos o entidades para
editar una revista. El catálogo que se acaba de citar hace parte de una serie de
publicaciones promovidas o apoyadas por las distintas instituciones oficiales
relacionadas con el cine y la cultura. En especial la Fundación Patrimonio Fílmico
Colombiano, algunas veces en asocio o con el apoyo de estamentos como el Ministerio
de Cultura, el Museo Nacional de Colombia y Proimágenes en Movimiento, ha
conseguido entregarle al público unos títulos de gran interés y utilidad. El más relevante
de todos seguramente es el catálogo Largometrajes colombianos en cine y video 1915-
2004 (2004), una guía exacta de las películas realizadas en el país con fotografías,
completas fichas técnicas y en muchos casos referencias adicionales de prensa. Un
esfuerzo parecido ya se había hecho con Focine 10 años. Nuestra memoria visual
(1988), un catálogo que contiene buena parte de la producción de la época de Focine o
con Bajo el cielo colombiano, catálogo de una muestra de cine nacional organizada por
la Cinemateca Distrital en 1995.
En este apartado también se puede mencionar el texto son Memorias de la XII Cátedra
Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado: Versiones, subversiones y representaciones
del cine colombiano (2008), que reúne diversas ponencias que hablan del cine nacional,
desde enfoques historicistas hasta propuestas dirigidas a pensar y cuestionar temas
específicos y de mucha actualidad en el mundo académico como la identidad, el
nacionalismo y las perspectivas comparatistas. No se puede terminar este apartado sin
mencionar el esfuerzo hecho por el Ministerio de Cultura y la Asociación Nacional de
Guionistas al publicar casi una treintena de guiones de películas colombianas.
Finalmente, ya bien avanzada la era digital y de la virtualidad, no se pueden ignorar las
nuevas formas en que se está transmitiendo y recibiendo la información y el
conocimiento. Al citado CD-ROM con los Cuadernos de cine colombiano, viene a
sumársele otro más, también editado por la Cinemateca Distrital bajo el nombre de
Descubriendo miradas 1971-2003, un recorrido interactivo por la historia del cine
colombiano desde la historia de la institución que lo edita, las películas, los directores,
la legislación y la recopilación de algunos textos. Así mismo, la web es una plataforma
tecnológica que ya se está usando ampliamente en función de recuperar, almacenar y
crear saber sobre nuestro cine. La página de Proimágenes en Movimiento
(www.proimagenescolombia.com) es ahora el más completo centro de información del
cine colombiano; también la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano
(www.patrimoniofilmico.org.co) tiene en su página la versión en línea de algunos de los
mencionados catálogos; además existen otros sitios especialmente empeñados en tratar
la cinematografía nacional de forma sería y estructurada, como los sitio
www.cinefagos.net, dirigido por el autor de este texto, www.cinecolombiano.com,
impulsado por el maestro Julio Luzardo, y www.archivosaudiovisualescolombia.com,
de la historiadora y especialista en archivos audiovisuales Adriana González; Así
mismo, los blogs www.pajareradelmedio.blogspot.com, del crítico y polemista Pedro
Adrían Zuluaga, o www.geografiavirtual.com, de Julián David Correa. Si en Internet
está el futuro de la información y el conocimiento (la revista Kinetoscopio ya tienen
también ediciones virtuales: www.kinetoscopio.com), entonces estos últimos son los
pioneros de una nueva era de la historiografía del cine en Colombia.

Publicado en Cuadernos de Cine Colombiano de la Cinemateca Distrital No. 13, febrero


de 2009, Bogotá. Revisado y actualizado en marzo de 2016.

También podría gustarte