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A Golpe de Calcetin
A Golpe de Calcetin
A Golpe de Calcetin
A golpe de calcetín
Pues ya que usted insiste tanto, le voy a contar toda la verdad. Pero
prepárese, porque la historia es larga y tendrá que escucharla desde el
principio. Qué tal si compra dos paletas de limón y me lleva a
Chapultepec, porque allí no hay gente y nadie podrá molestarnos.
¿Qué le parece?
Según qué tal ande de suerte o qué tan buena sea la noticia, a veces
vendo los periódicos muy rápido, como la semana pasada, en que
asaltaron un banco, o como hace algunos meses, cuando le dieron un
balazo a don Pascual Ortiz Rubio justo el día en que empezaba a ser
presidente de México. La gente, en vez de ir a la Cruz Roja a esperar
noticias sobre su salud, compraba el periódico y así sabía todo lo que
pasaba.
-<<Te he dicho que los quiero todos, todos... con tal de que me hagas
un pequeño favor. Ven, sube>>.
-<<Los puedes dejar aquí. Te los voy a pagar ahorita mismo, y el otro
peso te lo daré cuando salgas del hospital y hayas hecho bien el
trabajo. ¿Trato hecho?>>
-<<Sale, pues>>, le dije, sabiendo que no tenía nada que perder y que
un peso de más podría ayudarnos a comer algunos días. <<Son
veintisiete periódicos, señor. Un peso con treinta y cinco centavos>>.
-<<Tienes que ir bien presentado para que crean que eres hijo de
Teófilo Garduño. No puedes ir en esas fachas>>.
¿Quién iba a pensarlo? Yo, Manuel Torres, vestido con una boina tan
bonita, esta que ahorita traigo puesta, unos pantalones bombachos
hasta la rodilla, unos tirantes rojos, una camisa y unas medias
blanquísimas, y unos zapatos mejor boleados que los del mismo don
Julián. ¿Cuándo me iba a imaginar que yo podía entrar en una tienda
como esas, llena de señoras con sombreros de flores, guantes y
zapatos puntiagudos y de señores con bastón, y que además alguien
me comprara allí ropa que costaba más de ocho pesos?
Tal como lo había pensado Aurelio, una enfermera que me vio medio
despistado me preguntó qué hacía yo ahí.
Toda esa noche estuve soñando en que iba al cine vestido con la
misma ropa que me había comprado Aurelio. Desperté cuando alquien
trataba de quitarme la boina de la cabeza... Era mi hermana que me
zangoloteaba y me decía que le corriera, porque si no se me iba a
hacer tarde y ya no iba a alcanzar periódicos. Apenas me dio tiempo
de tomarme un café negro, pues salí disparado como bala hacia la
bodega.
Tuve que esperar un rato y vender unos cinco periódicos hasta que, en
un descuido mío, Aurelio casi me atropella con su carro. Desde que
prohibieron hace unos años, que las carrozas con caballos anduvieran
por calles, es muy peligroso bajarse de la banqueta porque los carros
van muy rapido. Todas las mañanas leo en el periodico que
atropellaron a tres o cuatros personas en la ciudad de México ¡en solo
un día ! Y eso sin contar a todos los atropellados por las bicicletas.
Pobrecito Teófilo, estaba tan enfermo que yo creo que hasta tuvieron
que ponerle una inyección. Le entregué la carta que me habia dado
Aurelio. Al parecer él ya sabia que yo se la iba a dar. La leyó
rapidísimo y luego escribió del otro lado con lápiz que tenía escondido
debajo del colchón. Volvió a doblar la carta, la metió en el sobre y le
pasó la lengua por goma. Me dijo, con una voz tan quedita que apenas
si podía escucharla, que le entregara la carta a Aurelio lo más rápido
que pudiera.
Me dio tanto coraje que iba a volver con Teófilo Garduño a decirle
que su amigo me había dejado plantado, pero a lo mejor metía la pata,
y además ya era muy tarde y mis papás se preocuparían si no llegaba a
comer.
¿Qué les iba a decir a ellos ? ¿Se imagina usted el lío en el que estaba
metido? Sin el dinero de los periódicos y con ropa nueva, me iban a
preguntar qué era lo que había hecho, y si les contaba todo no me iban
a creer. Ademas, me llamarían mentiroso y me regañarían. ¿Cómo les
iba a explicar?
Como aún tenía el dinero de los cinco periódocos que habia vendido
en la mañana pude tomar el camión hasta la terminal del zocalo. En
camino, como tenía tanto coraje, abrí la carta y la leí. Decia lo
siguiente:
<<Teófilo :
Soy tu unica salvación. Si quieres salir de allí tienes que confiar en mí.
Dime cuál es el lugar.
Tu amigo Aurelio>>.
y al reverso decía:
<<Aurelio:
Teófilo>>.
¿Sabe lo que pensé? pues que Aurelio había huido con mi ropa y con
mi dinero porque estaba loco de remate. ¡Tanto misterio para dar una
dirección! ¡Y tanto dinero que habia gastado Aurelio en mi ropa nueva
por tan poco! Lo único que esos tipos querían era hacerle una broma a
alguien y a mí me habia tocado la mala suerte. Pero no, era una broma
muy tonta. Lo que si creía era que esos dos tipos estaban locos de
remate. Como para irme derechito hasta Mixcoac a acusarlos en la
Castañeda. Y ganas no me faltaron
En esas estaba, medio muerto de miedo por todo lo que me iba a pasar,
sentado junto a una de las fuentes del Zócalo, cuando se acercó mi
amigo Chucho. Tuvo que dejar de reirse de mi ropa sólo porque me
vio temblando y muy triste.
-<<¿ Qué te pasa, mano? ¿de dónde sacaste esa ropa de señorito?>>
El resto del día me pasé boleando más zapatos que todos los que había
visto en mi vida en el taller de don Julián. Volví a mi casa después de
que se encendieran los faroles de las calles.
A las seis de la mañana del dia siguiente ya estaba otra vez de pie y
con un sabrosísimo café negro en las manos. Tomé un buen montón de
periódicos en la bodega y en el camino vendí más de la mitad. La
noticia, al parecer, era muy interesante. Usted debe acordarse: decía
que a todos los trabajadores mexicanos que estaban en Estados Unidos
los habían mandado de regreso a nuestro país. Me puse a imaginar que
todos ellos llegaban a México con sus maletas y sin un lugar donde
pudieran ponerse a trabajar. Tendrían que dormir en el Zócalo o en la
Alameda o en el Parque Lira, porque ya hay muchísimos habitantes en
la ciudad. Dice mi papá que casi un millón.
Con cincuenta pesos podría ir varias veces al cine a ver un película del
Olimpia,<<Los cocos>>, donde me han dicho que saben que salen
unos payasos que se llaman los hermanos Marx. También podría
comprar comida para todo el mes, pedirle a mi papá que llevara al
partido de futbol entre el Necaxa y el Marte , invitar a mis hermanos a
tomar helados de todos los sabores a Chapultepec, a las canoas de
Xochimilco y al museo de Historia Natural de la calle chopo. Y podría
comprarle un rebozo a mi mamá, invitar a comer tacos a todos mis
amigos limosneros y comprar un cachito de loteria para sacarme mil
pesos.
La idea me dio muchas vueltas por la cabeza, pero decidí que lo mejor
era ir derechito con la policía, contarle todo lo que sabía, decirles
dónde estaba el dinero y pedirles como recompensa los cincuenta
pesos. Me dio tanto gusto tener esa idea que imaginé que ya tenía en
mi mano los billetes y que a mi lado estaba Laurita, una de mis
hermanas, a punto de darle una chupada a un helado de limón.
<< Dónde está mi ropa?>>, le contesté. <<¿Y dónde está dinero de los
periódicos, y el peso que me prometió?>>
Sin decir nada más arrancó el carro y nos fuimos a toda velocidad
hacia el Zócalo.Todo el camino me fui poniendo changuitos, pensando
que si Chucho no aparecía allí, Aurelio era capaz de matarme. Pero
seguro que él iba a estar presumiendo su ropa nueva a todos los cuates
de la Catedral.
Dimos como tres vueltas al Zócalo hasta que por fin apareció mi
amigo, elegantemente vestido y con mi boina en la cabeza.
Antes de irse me devolvió la ropa y me dio tres pesos.¡ Que tipo tan
codo !, ¿no cree?, me dio tres pesos a cambio de una carta que lo iban
a llevar al lugar donde estaban veintitres mil. Más ganas me dieron de
ir corriendo a la policia a contar todo lo que sabía. Me despedi de
Chucho y le dije que luego le contaría todo.
Y con las manos en alto, los pantalones hasta las rodillas y lleno de
lodo, Aurelio me miraba con su ojos de toro bravo y se echaba a llorar
de la rabia. Me dio mucha tristeza verlo así, indefenso y sin dinero con
había soñado toda su vida.
Y última sorpresa ha sido ésta: que usted me diga que quiere escribir
en el periódico la historia verdadera de cómo descubrí al ladrón. Pues
sí, le voy a decir la pura verdad: lo descubrí a golpe de calcetín.