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Tema 1: La Crisis del Antiguo Régimen.

Tema 1. La crisis del Antiguo Régimen. ......................................................................................... 2

1.1. La Guerra de Independencia. ............................................................................................. 2

1.1.1. Repercusiones de la Revolución Francesa y alianza con Napoleón ............................ 2

1.1.2. La Guerra de la Independencia. .................................................................................. 3

1.1.4. El desarrollo militar de la guerra ................................................................................. 4

1.1.5. Consecuencias ............................................................................................................. 6

1.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. .................................................................. 7

1.2.1. El Gobierno de José Bonaparte ................................................................................... 7

1.2.2. La nueva administración española .............................................................................. 8

1.2.3. Las Cortes de Cádiz ...................................................................................................... 9

1.2.4. La Constitución de 1812 .............................................................................................. 9

1.2.5. Obra legislativa .......................................................................................................... 11

1.3. Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. ........................................................................ 11

1.3.1. El Sexenio Absolutista (1814-1820)........................................................................... 11

1.3.2. El Trienio Liberal (1820-1823) ................................................................................... 14

1.3.4. La Década Ominosa (1823-1833) .............................................................................. 16

1.4. La emancipación de la América española ........................................................................ 18

Esquema-Resumen para estudiar: .............................................................................................. 21


Tema 1. La crisis del Antiguo Régimen.
1.1. La Guerra de Independencia.

1.1.1. Repercusiones de la Revolución Francesa y alianza con Napoleón


El recién ascendido al trono Carlos IV (1788-1808) intentó llevar a cabo en el plano nacional
una política reformadora como su padre Carlos III y en el ámbito internacional una reedición
de la neutralidad del reinado de su tío Fernando VI, sin embargo el inicio de la revolución
francesa en 1789 llevó a su ministro Floridablanca a intentar evitar cualquier “contagio”
revolucionario procedente de Francia (control en las aduanas y una estricta censura).

Tras un corto período de gobierno del conde de Aranda, Carlos IV nombró ministro a Manuel
Godoy en 1792 (figura clave durante el reinado de Carlos IV). Recién nombrado duque de
Alcudia debía su éxito a ser más que probablemente amante de la reina Maria Luisa de Parma.
Pese a ganarse la animadversión de amplios sectores de la corte demostró tener cierto talento
político y una capacidad de trabajo considerable.

La ejecución de Luis XVI en enero de 1793 provocó la ruptura de la tradicional alianza con
Francia. España se unió a la Primera coalición y participó en la denominada Guerra de los
Pirineos (1793-1795). Pese al buen comienzo el resultado fue desastroso y España tuvo que
firmar la Paz de Basilea (perdiendo Santo Domingo y una serie de acuerdos comerciales
favorables a Francia). Pese al desprestigio milita Godoy fue recompensado con el título de
Príncipe de la Paz.

En agosto de 1796 se selló el Primer Tratado de San Ildefonso renovándose así la vieja alianza
de los pactos de familia. La guerra contra Inglaterra estalla en octubre y España es derrotada
en la batalla naval de Cabo de San Vicente, se pierde la isla de Trinidad y fundamental fue el
colapso del comercio con América. Negociada la paz por separado Godoy es destituido en
marzo de 1798, pero tras el golpe de Estado de Napoleón – 18 de brumario de 1799), se firma
el Segundo tratado de San Ildefonso en 1800 y al año siguiente Godoy es llamado para dirigir el
ejército contra Portugal.

Se vence a Portugal, fiel aliada de Inglaterra, en 1801 en la “Guerra de las Naranjas" y se


firman las Paz de Olivenza, donde se obtiene la plaza de Olivenza. En 1802 se firmará la paz de
Amiens quedando toda Europa en paz.

En mayo de 1803 estalla una nueva guerra contra Inglaterra El intento de Napoleón de invadir
Inglaterra terminó en la catástrofe naval de la armada franco-española, comandada por
Villenueve, frente al almirante Nelson en Trafalgar en octubre de 1805. Napoleón tuvo que
establecer el Bloqueo Continental contra Inglaterra en 1806 al que se sumaría Rusia por el
acuerdo de Tilsit de 1807.

Godoy firmara con Napoleón el Tratado de Fontainebleau en octubre 1807. Por este acuerdo
se autorizaba la entrada de tropas francesas en España con el propósito de invadir Portugal.
Pocos días después el mariscal Junot entraba en Lisboa.
A esas alturas la figura de Godoy era crecientemente criticada en los medios influyentes del
país. La derrota naval de Trafalgar que había desbaratado el poder marítimo español y la crisis
económica concretada en el enorme déficit del Estado y en la drástica disminución del
comercio con América avivaron la oposición de la nobleza, y del clero, asustado ante la tímida
propuesta de desamortización de bienes eclesiásticos.

Este descontento cristalizó en la formación de un grupo de oposición en torno al Príncipe de


Asturias, el futuro Fernando VII, que rápidamente se puso a laborar para acabar con el
gobierno de Godoy y de Carlos IV.

1.1.2. La Guerra de la Independencia.


El Emperador tenía una opinión bastante negativa sobre la familia reinante. Tras el lamentable
espectáculo de la conjura del Escorial, donde Fernando VII y sus consejeros intentan eliminar a
Godoy Napoleón planea el cambio de dinastía.

Entre noviembre de 1807 y febrero de 1808 entraron en España otros cuatro cuerpos de
Ejército que desplazaron a las guarniciones españolas de Burgos, Salamanca, Pamplona, San
Sebastián y Barcelona. El 20 de febrero se puso al frente de las tropas francesas en España a
Murat, cuñado del Emperador y Gran Duque de Berg.

Godoy intentó convencer al rey para huir a Gibraltar e invertir las alianzas, pero en la noche
del 17 al 18 de marzo estalló un motín popular organizado por la facción de la Corte partidaria
del Fernando VII. El Motín de Aranjuez precipitó la caída de Godoy y Carlos IV abdica en su
hijo, Fernando VII.

Con las tropas francesas del general Murat en Madrid, Napoleón envió al general Savary para
convocar a su presencia a Carlos IV, Godoy y Fernando VII en Bayona. El rey Fernando dejó una
Junta de Gobierno con la orden expresa de contentar a Murat en todo. Su llegada a Bayona fue
el 20 de abril.

En Bayona tendrán lugar unas negociaciones vergonzosas, donde Napoleón pudo comprobar la
mediocridad de sus interlocutores que llegaron a insultarse entre sí. Los sucesos del 2 de mayo
en Madrid se tomaron como un motín popular contra el Antiguo Régimen y ante las presiones
del Emperador ambos reyes le entregaron la Corona el 7 de mayo. Tan sólo se incluían dos
condiciones: la unidad de los dominios y conservar la exclusividad de la religión católica. A
cambio Carlos recibía varios castillos en Francia y una pensión considerable, por su parte
Fernando quedaba como huésped de Tayllerand, ministro de Asuntos Exteriores francés, en el
castillo de Valençay. El Emperador tras no convencer a su hermano Luis, rey de Holanda
otorgaba la Corona española a José, su hermano mayor y entonces rey de Nápoles. Su
hermana pequeña Paulina y su esposo Murat eran nombrados reyes de Nápoles en su lugar.

El hermano de Napoleón, que venía de ser rey de Nápoles, ofreció a los españoles un
programa reformista, dotándola de una nueva ley fundamental: la Constitución de Bayona de
1808. Fue la primera constitución española (en realidad era una carta otorgada), aunque no
tuvo vigencia por la guerra. Era una constitución autoritaria, no era liberal, pero suponía un
gran avance sobre el Antiguo Régimen:
No establecía la separación de poderes.
El estado era confesional.
Establece unas Cortes con elección indirecta (se vota a los electores), carácter
estamental (se elegían representantes por estamentos, por lo tanto, votos por
estamentos).
Declaración de derechos.
Reformas liberales.

Frente a José I y la Constitución de Bayona, los españoles se dividen en dos bandos:


Afrancesados: apoyan a José I.
Patriotas: están en contra de José I.

El levantamiento del 2 de mayo se produce cuando las tropas francesas intentan sacar de
palacio a los últimos Borbones el Infante Francisco de Paula (hijo menor de Carlos IV) y a la
reina de Etruria (Mª Luisa de Borbón). La sublevación se extendió rápidamente por toda la
capital por parte de vecinos y las clases más populares. Destaca la actuación de los capitanes
Daoiz y Velarde y del teniente Ruiz en la defensa del Parque de artillería de Monteleón. Murat
tuvo que recurrir a 30.000 de sus tropas para dominar la situación. Una vez controlada la villa
las tropas francesas se dedicaron a una feroz represión, fusilamientos del Cuartel de la
Montaña de Príncipe Pío.

Las primeras autoridades en declarar la guerra al invasor fueron los alcaldes de Móstoles
Andrés Torrejón y Simón Hernández. Mientras la Junta presidida por el secretario de Guerra
O´Farril quedaba a merced de Murat. A finales del mes de mayo toda España se encuentra en
armas ante la invasión francesa.

Las abdicaciones de Bayona y la insurrección contra José I y su el Estatuto de Bayona


significaron una situación de "vacío de poder" que desencadenó la quiebra de la monarquía del
Antiguo Régimen en España. Para hacer frente al invasor, se constituyen Juntas Provinciales,
que asumen la soberanía en nombre del rey ausente. En septiembre 1808, las Juntas
Provinciales se coordinaron y se constituyó la Junta Central Suprema.

1.1.4. El desarrollo militar de la guerra


Al inicio la relación de fuerzas era dramática para los españoles. Frente a poco más de 100.000
soldados franceses España contaba con apenas unos 70.000, además parte de sus mejores
tropas estaban en Dinamarca al mando del marqués de La Romana. Los ejércitos del
Emperador llevaban años paseándose por Europa, sin embargo la guerra tuvo unas
características totalmente propias en España.

Por un lado el surgimiento de guerrillas, como las de El Empecinado, el cura Merino o Espoz y
Mina. Pequeñas partidas de unas pocas decenas de hombres que perturbaban las
comunicaciones, suministros y refuerzos franceses. Reglamentadas por las Cortes en 1810
llegaron a convertirse en auténticas divisiones regulares del Ejército español como el caso de la
División Navarra de Espoz y Mina que participo en 1814 en el asedio de Toulouse.
Por otro lado el fenómeno de los asedios, como las ciudades de Zaragoza o Gerona donde las
tropas imperiales malgastaron tiempo, hombre y recursos para el control de las mismas. En
ningún otro lugar de Europa se vieron ciudades rodeadas y dispuestas de defenderse del
invasor hasta sus últimas fuerzas.

Se pueden distinguir cuatro fases en la guerra:

Primera fase: (Mayo-Noviembre


1808)

En la Península hay cuatro cuerpos


de ejércitos franceses: en Lisboa
(Junot), en Madrid (Murat), otro
más dispuesto a ocupar Cataluña y
un cuarto en la zona de Burgos
con intención de conquistar
Zaragoza. Sin embargo tras
sofocar los levantamientos y
enviar a las tropas de Dupont a
saquear Andalucía comienzan los
reveses franceses. En primer lugar
en el Bruch, luego las tropas de
Verdier ante la Zaragoza
defendida por el general Palafox y finalmente la humillante derrota francesa en Bailén, donde
las tropas españolas del general Castaños consiguieron la rendición de las francesas de
Dupont, incluidas unidades de la mismísima Guardia Imperial francesa.

Como consecuencia de estas derrotas y la de Junot en Lisboa José I tenía que abandonar la
capital donde se establecía en el palacio de Aranjuez una Junta Suprema Central. Las tropas
francesas quedaban dominando una pequeña parte de la zona del País Vasco.

Segunda fase: (noviembre 1808-febrero 1809)

Napoleón en
persona al frente del
Grand Armee cruzó
la frontera el 4 de
noviembre de 1808.
El días 10 sus tropas
saqueaban Burgos y
casi a la par
derrotaba a Blake
en Espinosa de los
Monteros y a
Castaños en Tudela.
El 30 de noviembre
se producía el golpe
de mano de 150 lanceros polacos en el puerto de Somosierra y el 4 de diciembre tras su
rendición Napoleón dormía en Madrid.

En enero continuaba la campaña contra las tropas del británico Moore quien moría en la
batalla La Coruña donde las tropas inglesas reembarcaron con destino a Lisboa. El 21 de
febrero Zaragoza se rendía. Formada una nueva coalición antifrancesa en Europa el Emperador
abandonaba precipitadamente la Península confiando el fin de las operaciones a su hermano
José y sobre todo a sus mariscales, en especial Soult.

Tercera Fase: (febrero 1809-marzo 1811)

En 1809 dos intentos por reconquistar la capital fracasaron. En primer lugar en julio sir Arthur
Wellesley, futuro duque de Wellington, fue rechazado en Talavera. Posteriormente en
noviembre Soult derrotaba a Castaños en Ocaña. Tras estas dos victorias y con el refuerzo de
40.000 hombres Soult pasaba a la ofensiva quedando los británicos cercados en las
proximidades de Lisboa y los españoles en Cádiz. Prácticamente la Península estaba en manos
francesas.

Cuarta fase: (marzo 1811-abril 1814)

A partir de aquí comienza el declive francés. En marzo de 1811 tras la derrota ante la línea
Torres Vedras los franceses abandonan Portugal. Además hay que contar con el desgaste
sufrido ante Cádiz y sobre todo con la campaña de 1812 en Rusia, que había abandonado el
Bloqueo Continental. En marzo de 1812 Wellington ocupaba Badajoz, poco después Napoleón
retiraba a 50.000 hombres para enviarlos a Rusia. En junio los británicos ocupaban Salamanca,
un mes después tenía lugar la batalla de los Arapiles quedando abierto el camino de la capital.
Aún así José regresaba a la misma en noviembre.

Pero el desastre en Rusia obligo al Emperador a retirar otros 100.000 hombres, dejando el
mismo número de soldados franceses frente a casi 200.000 de las tropas españolas, británicas
y portuguesas. En mayo de 1813 comenzaba la ofensiva final. EL 21 de junio los franceses eran
derrotados en la batalla de Vitoria y tras las derrotas de San Sebastián y San Marcial las tropas
invasoras volvían a cruzar los Pirineos.

Al año siguiente eran los aliados los que asediaban la ciudad de Toulouse antes de firmar el
armisticio.

1.1.5. Consecuencias
El final de la guerra dejó un país arrasado. Se calcula que hubo cerca de medio millón de
muertos sobre una población de poca más de diez millones. Además habría que contabilizar
los muertos por epidemias, enfermedades y la gran hambruna que asoló el país en 1812. A
estos hay que sumar los mutilados y heridos de guerra. Debemos indicar que el exilio de cerca
de 15.000 afrancesados supuso la pérdida de una élite difícilmente sustituible.

Las pérdidas materiales también fueron cuantiosas, tras los asedios numerosas ciudades
estaban completamente arrasadas, como Zaragoza, Gerona o San Sebastián. En otras como
Salamanca o León la ocupación francesa había causado la destrucción de importantísimos
edificios y monumentos artísticos, además del expolio de numerosas obras de arte.
Las consecuencias económicas fueron notables. La incipiente industrialización de finales de
siglo en el textil catalán se perdió por el robo de maquinaria o destrucción de las fábricas. Las
comunicaciones con el mercado colonial habían desaparecido desde 1797. Sin embargo,
fueron los campesinos los que soportaron el peso principal de la guerra; alistamientos masivos,
requisas de alimentos y animales, destrucción de las cosechas y abandono de los campos
dejaron un país agotado.

La guerra además arruinó definitivamente a la Hacienda española, al tener que pagar a dos
administraciones distintas. Mientras los ingresos cayeron en picado los gastos aumentaron a
un ritmo asombroso.

A nivel internacional las principales consecuencias fueron para Francia. El desprestigio de la


derrota de Bailén llevó al Emperador a enfrentarse a una nueva Coalición. Siempre se tuvo que
disponer de un numeroso ejército para controlar la Península, donde además cada año de
guerra se perdían 30.000 hombres para el Ejército imperial. Sin embargo, la importancia de “la
úlcera española”, como el mismo Napoleón calificó a la guerra de Independencia, no se vio
reflejada en el Congreso de Viena de 1815. La vil actuación del nuevo rey Fernando durante
toda la guerra, capaz de celebrar las victorias francesas con fuegos artificiales en su residencia
de Valençay, lastaron las reclamaciones españolas. Lejos de obtener compensaciones
económicas o territoriales España tuvo que hacer frente a un levantamiento en sus colonias
americanas, falta de cualquier ayuda internacional y con el intervencionismo británico
terminarían con su emancipación en 1824.

1.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

1.2.1. El Gobierno de José Bonaparte


Tras las abdicaciones de Bayona, el 7 de mayo de 1808, el emperador ofreció la corona de
España a su hermano Luis, entonces rey de Holanda. Tras la renuncia de este finalmente en el
mes de junio Napoleón convenció a su hermano mayor José, que era el rey de Nápoles.
Legalmente el hermano del emperador se convertía en rey de España con el título de José I.

La administración francesa en España estuvo marcada por el vacío de poder tras los sucesos de
mayo de 1808. Su control de la península fue esporádico y cambiante, según los vaivenes de la
guerra, afectó principalmente a las dos Castillas, zonas de principal presencia francesa. En el
resto del territorio el poder de los generales franceses fue mayor que la del propio rey. A esta
dificultad se sumaron dos más, por un lado el rechazo de la población a su gobierno y la
continua sugerencia de Napoleón en las decisiones de su hermano.

Los principales objetivos fueron restablecer la administración y restablecer la situación


financiera. Con José colaboraron los llamados afrancesados, españoles que aceptaron las
abdicaciones de Bayona y consideraron que el mejor gobierno para España debería ser uno
similar al modelo imperial francés. Pensaban que José devolvería a España al nivel que le
correspondía, además de asegurar la integridad territorial y conseguir el necesario desarrollo
económico.

José I hizo meritorios intentos de ganarse a los españoles. En Bayona se convocó a un grupo de
próceres del Antiguo Régimen, nobles, eclesiásticos y funcionarios, para que debatiesen una
Carta Otorgada. De los 150 convocados asistieron 91, los cuales aprobaron la llamada
Constitución de Bayona. Se buscaba la reforma del sistema absolutista. Los Gobiernos de José I
estuvieron compuestos mayoritariamente por notables del Antiguo Régimen pero ni su poder
ni la aplicación del Estatuto de Bayona apenas pudo ponerse en práctica.

Sin embargo, Los primeros decretos dados en enero de 1809 llevaron la firma del mismo
Emperador. Fueron ocho decretos dictados desde Burgos sin consultar con su hermano. Entre
ellos destacan la disolución del Consejo de Castilla, la supresión del Tribunal de la Inquisición,
la reducción a un tercio de los conventos existentes, la abolición de la jurisdicción señorial y la
eliminación de las barreras de las aduanas interiores.

Posteriormente el rey José adoptó las siguientes medidas: la exclaustración total de los clérigos
regulares, la expropiación de sus bienes y de parte de los Grandes de España, la reorganización
de la administración (sustitución de las secretarías por Ministros) y la venta de las tierras
expropiadas para amortizar la deuda.

Las continuas injerencias de Napoleón llevaron a José a pensar en abdicar varias veces, por
ejemplo cuando se decidió que las provincial al Norte del Ebro se convirtiesen en Gobiernos
militares dependientes del emperador, además de la anexión de Cataluña en 1812. La huida a
Valencia con su Corte tras la derrota de los Arapiles acabó por hundir lo que quedaba de su
Gobierno. En noviembre de 1813 se firmaba el acuerdo de Valençay por el que se devolvía la
corona a Fernando VII.

1.2.2. La nueva administración española


Las abdicaciones de Bayona y el no reconocimiento del nuevo rey crearon un vacío de poder.
Aunque la cesión de la soberanía fue jurídicamente irreprochable los españoles la vieron como
una imposición, considerando a su soberano preso de los franceses. No fue posible recurrir a
las instituciones del Antiguo Régimen como el Consejo de Castilla o la Junta de Gobierno, pues
ambos organismos reconocieron a José como legítimo rey.

Durante el mes de mayo los españoles crearon sus propias instituciones de Gobierno,
asumiendo la soberanía nacional y rompiendo con el entramado administrativo del Antiguo
Régimen. En algunos casos fueron las propias autoridades locales las que se hicieron con el
poder, pero en algunos lugares fue la propia población la que nombró comités para resistir a
los franceses.

Surgieron así por toda España Juntas Locales que en pocas semanas creaban Juntas
Provinciales que decían gobernar en nombre de Fernando VII. La población eligió para
formarlas a personajes de prestigio, en muchos casos de las clases dirigentes del Antiguo
Régimen, aristócratas, clérigos, intendentes, regidores, generales, pero también, y esta era la
novedad, a burgueses e intelectuales. Destacan personajes como Floridablanca, Jovellanos,
Palafox o Blake. Tras la victoria en Bailén y la recuperación de la capital se decidió la creación
de una Junta Suprema Central.

Estaba compuesta por personajes que representaban todas las tendencias, ilustrados como el
conde de Floridablanca que fue elegido su presidente, moderados como Jovellanos o liberales
progresistas como Calvo de Rozas. Rápidamente tomaron una serie de medidas encaminadas a
organizar la resistencia armada y otras si cabe más importantes dirigidas a la reorganización
política. Todos los miembros de la Junta eran conscientes de la necesidad de reformar el
Antiguo Régimen y para ello tomaron el acuerdo de convocar Cortes.

Se formó una Comisión de Cortes que empezó a debatir el carácter de las elecciones y el
número de cámaras. Mientras tanto se realizaba una encuesta nacional para conocer la
opinión del país sobre qué cambios debían hacerse. Finalmente se decidió la convocatoria de
dos cámaras elegidas mediante sufragio universal de los varones mayores de 25 años. En
enero de 1810 se dictaron las instrucciones para proceder a la elección de la Cámara baja, y
pocos días después la Junta, dividida y aislada en Cádiz, decidió autodisolverse y entregó el
Gobierno a un Consejo de Regencia. Este continuó con la convocatoria, pero las dificultades de
la guerra hicieron que sólo se pudiese reunir una cámara. Los diputados que lograron llegar a
Cádiz asistieron a la solemne apertura de las Cortes el 24 de septiembre de 1810.

1.2.3. Las Cortes de Cádiz


La composición de las Cortes resulta difícil de precisar, porque no se han conservado listas
precisas de los diputados. En la primera sesión sólo había 104, en marzo de 1812 había 184 y
en septiembre de 1813 ya había 223. Muchos de ellos sufrieron mil penalidades para poder
llegar a Cádiz, y se adoptó la solución de que fueran sustituidos aquellos que no pudieron
atravesar las líneas francesas. En total hubo unos cincuenta suplentes, que fueron escogidos
entre los refugiados de las provincias de los diputados ausente.

La mayoría de los diputados procedían de las capas medias urbanas: funcionarios, abogados,
comerciantes y profesionales. También un centenar de eclesiásticos y unos cincuenta
miembros de la aristocracia. En general las opiniones liberales eran claramente mayoritarias.
En cada debate, en cada cuestión, los diputados se alineaban con una u otra postura, en
función de sus propios criterios y sin formar grupos o partidos definidos, pero las tendencias
reformistas fueron siempre mayoritarias, con mucho público aplaudiendo y abucheando a los
oradores presionaba siempre a favor de las reformas. Además casi todos los suplentes eran de
tendencia liberal.

El ambiente revolucionario y patriótico de Cádiz, la ciudad más cosmopolita del país y símbolo
de la resistencia, permitió que el ideario liberal pudiera concretarse en la Constitución de
1812. Los liberales creían en la felicidad, el progreso material y la libertad individual. Defendían
la aspiración a la riqueza y la propiedad privada, individual y libre. Consideraban necesario que
existiesen unas reglas que garantizasen dichas libertades, las leyes del mercado y la libre
concurrencia de la oferta y la demanda. Los liberales postulan un régimen político libre,
parlamentario, en oposición al absolutismo monárquico. Los liberales defendían el derecho de
los más ricos (capacidades) a intervenir en la vida política.

1.2.4. La Constitución de 1812


Ya en la sesión inaugural los diputados proclamaron que representaban la soberanía nacional,
afirmaron el carácter constituyente de las Cortes y emprendieron la elaboración de una Carta
Magna. La Constitución de 1812 afirma su base en la tradición española. Su rasgo más
característico es su larga extensión, un texto meticuloso que constaba de 10 títulos y 384
artículos. Aprobada el 19 de marzo de 1812 recibió el apelativo de “la Pepa”. Sus principales
aspectos son los siguientes.

1. La afirmación de que la soberanía “reside esencialmente en la Nación”

2. La división de poderes: se declara el Estado como una “monarquía moderna


hereditaria” y se separan los tres poderes.

3. El poder legislativo reside en “las Cortes con el Rey”. El Rey puede promulgar,
sancionar y vetar las leyes, esto último a través del veto suspensivo por dos veces
como máximo en un periodo de tres años.

4. El poder ejecutivo reside en el Rey que nombra libremente a sus Secretarios, quienes
responden en teoría ante las Cortes, pero no pueden ser cesados por estas. No hay
control parlamentario del gobierno. Los Secretarios deben ser españoles y no pueden
ser a la vez diputados. Sin embargo, la Constitución incluía un largo artículo, el 172, en
el que se recogían hasta doce limitaciones expresas (“No puede el Rey…”) a la
autoridad real. Entre ellas, la de no poder suspender o disolver las Cortes, abdicar o
abandonar el país sin permiso de ellas, llevar una política exterior no supervisada por
la Cámara, contraer matrimonio sin su permiso o imponer tributros.

5. El poder judicial reside en los tribunales. Se reconocen el fuero eclesiástico y el militar


como jurisdicciones especiales.

6. Respecto a la religión, se recoge explícitamente la confesionalidad y exclusividad de la


religión católica:”…es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana y única
verdadera”

7. La Constitución establece un Ejército permanente, cuyos efectivos, ordenanzas y


dotación serán regulados por las Cortes, en cuanto dependen del erario público. Y
junto a él se establece la Milicia Nacional, organizada en provincias, con un doble
objetivo: reforzar al Ejército en caso de guerra, y servir de cuerpo de defensa del
Estado liberal. Depende directamente del Rey y de las Cortes , no de la cadena de
mando militar.

8. La representación nacional reside en las Corte, que son unicamerales y elegidas por
sufragio universal indirecto de los varones mayores de 25 años. Los diputados deberán
ser españoles y serán elegibles quienes tributen a la Hacienda una determinada
cantidad (elegibilidad censitaria). Las Cortes se reunen automáticamente durante un
mínimo de tres meses al año, a partir del 1 de marzo, tienen un mandato de dos años y
los diputados gozan de inviolabilidad en el ejercicio de su cargo.

9. Los Regidores (alcaldes) serán elegidos por la población. Se establecen las


Diputaciones y los Jefes Políticos, antecedentes de los Gobernadores civiles, como
escalón provincial de la Administración del Estado.

La Constitución tuvo tres periodos de vigencia: marzo de 1812-marzo 1814, enero 1820-
noviembre 1823 y agosto 1836-junio 1837.
1.2.5. Obra legislativa
Además de la Constitución los diputados de Cádiz llevaron adelante una importante legislación
ordinaria:

1. La abolición del régimen jurisdiccional (agosto de 1811). Se eliminaron los derechos


jurisdiccionales, pero en la práctica las tierras a ellos sujetas se convertían en
propiedad privada de los señores, al no definirse con claridad que pagos quedan
abolidos y cuáles no. Los señores salieron ganando, pues no hubieran podido
demostrar su propiedad de la tierra, y sin embargo si sustituyeron los derechos
señoriales por rentas sobre la tierra. Esta abolición fue dejada en suspenso en 1814 y
1823, y finalmente restablecida en 1837.

2. La desamortización de bienes de propios y baldíos (enero de 1813). SU objetivo era


amortizar deuda y recompensar a los militares retirados. No llegó a ser aplicada.

3. La eliminación del mayorazgo, al declararse la propiedad libre y sólo atribuible a


particulares. En 1814 y 1823 fueron abolidas las medidas correspondientes, para ser
finalmente restablecidas en 1836.

4. La supresión de los gremios (junio de 1813). Se decretó el derecho a disponer del


propio trabajo. Se estableció la libertad de producción, de contratación y de comercio.

5. La libertad de imprenta, aprobada en noviembre de 1810, antes de ser recogida por la


Constitución. Se concebía como función al servicio de la opinión pública y se
exceptuaban las cuestiones religiosas, que serían supervisadas por Juntas provinciales
de censura.

6. La legislación religiosa fue abundante. Las Cortes establecieron el principio de


intervención del Estado. Entre las principales medidas adoptadas destacan: la
apropiación de bienes de obras pías y órdenes militares, las supresión de la Santa
Inquisición, la incautación de monasterios, la no provisión de vacantes y hasta la
expulsión del Nuncio de Su Santidad, por intentar convocar un sínodo de obispos.

1.3. Fernando VII: Absolutismo y liberalismo.


La crisis de Antiguo Régimen iniciada con las disputas en el reinado de Carlos IV, el motín de
Aranjuez y el levantamiento del 2 de mayo de 1808, conduce a un enfrentamiento entre
absolutismo y liberalismo, en el que las posturas políticas se radicalizan. El hecho de que la
pugna dure todo el reinado de Fernando VII da cuenta de la fuerza de los privilegiados del
Antiguo Régimen y la debilidad de las fuerzas liberales. Pero al final de esta etapa es evidente
que el AR está acabado y que las clases dominantes estructurarán de otra manera el Estado.

1.3.1. El Sexenio Absolutista (1814-1820)


Mediante el tratado de Valençay (diciembre de 1813) Napoleón devolvía la Corona de España
a Fernando VII, el cual regresaba al país en marzo de 1814. Las Cortes habían dictado órdenes
confidenciales con el fin de garantizar su viaje directo a Madrid para jurar la Constitución, ante
los indicios de que pudiera negarse. Pero las órdenes de las Cortes fueron desobedecidas.
Recibido con entusiasmo por dondequiera que pasaba el monarca decidió dirigirse a Valencia,
allí recibió el apoyo del general Elio y una parte del Ejército, además de nobleza, clero y del
pueblo llano al grito de “¡Viva el Rey! ¡Muera la Constitución!”.

El apoyo de la nobleza y el clero absolutista se expresó en el documento que en Valencia había


entregado al Rey un centenar de diputados, el Manifiesto de los Persas. En él se reclamaba la
vuelta al sistema del Antiguo Régimen y a la situación de mayo 1808. Se reivindicaba el
carácter ilimitado del poder del Rey y su origen divino, defendiendo la Alianza del altar con el
trono.

Fernando VII el 4 de mayo dictó en Valencia un Real Decreto por el que suprimía las Cortes,
declaraba nula toda su actuación y abolía la Constitución y toda la legislación realizada por la
Cámara. Paralelamente el general Eguía era enviado a Madrid con orden de tomar la sede de
las Cortes y proceder a detener a regentes, ministros y diputados. El 10 de mayo entraba el
Rey en Madrid entre el clamor popular. Se trató de un auténtico golpe de Estado.

Las primeras medidas del Rey se encaminaron a satisfacer las reclamaciones de quienes
apoyaron el golpe. El decreto del 4 de mayo eliminó la soberanía nacional. También quedaron
derogadas la Constitución de Cádiz y la legislación ordinaria “como si no hubiese pasado jamás
tales actos y se quitasen de en medio del tiempo”, así se anularon las medidas
desamortizadoras, los inicios de reforma fiscal o la libertad de imprenta. Se restituyeron los
privilegios de la nobleza y de la Iglesia. Se restablecía el Tribunal de la Inquisición y la Mesta, y
se permitía incluso el retorno de la Compañía de Jesús.

Se procedió a la detención y juicio tanto de los afrancesados como de los liberales, acusados
de traición y conspiración contra el Rey. Como los tribunales no pudieron concretar las
acusaciones, no establecidas como delito en la legislación del Antiguo Régimen, fue el propio
Monarca el que tuvo que dictar sentencia, normalmente de destierro y confiscación de
propiedades para los ministros, consejeros, militares y funcionarios que habían colaborado con
la administración de José I. Y prisión o destierro y confiscación de bienes, para 51 diputados,
ministros o regentes liberales encarcelados de los cerca de 100 que habían sido procesados.
Otros muchos habían conseguido huir. Mientras que en 1818 Fernando VII atenuó las medidas
contra los afrancesados y restituyó sus propiedades a los familiares, la persecución contra los
liberales se mantuvo hasta 1820. De todas formas el Rey tan solo excluyó de las medidas
represoras a aquellos funcionarios que habían jurado fidelidad al nuevo monarca para
mantener sus empleos, como fue el caso de Francisco de Goya.

Fernando VII gobernó mediante sucesivos ministerios, en permanente inestabilidad política


ante la falta de coherencia en la línea a seguir y la incapacidad de los consejeros del Rey para
gobernar. El auténtico gobierno en la sombra lo constituía la camarilla, formada por los
hombres de confianza del Rey que se repartían puestos, prebendas y privilegios, como por
ejemplo Antonio Ugarte. El resultado fueron seis años caóticos de Gobierno, crisis económica y
desastres coloniales.
Una serie de graves
problemas acabó por dar
al traste con el régimen
absolutista. En primer
lugar se produjo una caída
de los precios gracias a
una racha de buenas
cosechas. El país estaba
arruinado tras cinco años
de guerra, con un mercado
nacional que seguía siendo
inexistente y un comercio
colapsado por el hundimiento de la producción industrial y la pérdida del mercado colonial.
Esta situación coincidió con una serie de factores que agravaron la situación en el campo,
como la restitución de los bienes a la nobleza y a la Iglesia o la vuelta de la Mesta, además del
restablecimiento de los derechos jurisdiccionales. Todo esto explica por qué los campesinos
apoyaron el pronunciamiento de 1820.

El descontento no se limitó al campo y se extendió también entre los grupos sociales urbanos a
causa de la represión política, el hundimiento económico, la pérdida del comercio, pero sobre
todo debido al aumento del paro.

Pero el principal problema de los débiles Gobiernos fernandinos fue la quiebra financiera del
Estado. Los ingresos medios eran de 650 millones de reales anuales, mientras que los gastos
en el mismo periodo de tiempo eran de 850, más la amortización de una deuda que ascendía a
12.000 millones. Todos los ministros fracasaron en el intento de recuperar a la Hacienda de tal
situación.

Una institución especialmente sensible fue el Ejército, el retraso en el pago de las soldadas, las
malas condiciones de vida, en los cuarteles y sobre todo el envío de tropas a América.

Poco a poco se reorganizó el movimiento clandestino liberal. Surgieron círculos revolucionarios


y sociedades masónicas secretas en las principales ciudades y entre los oficiales. Se sucedieron
pronunciamientos y conspiraciones, el primero protagonizado por Espoz y Mina en 1814, el
general Porlier en 1815, la conspiración de Richard en Madrid para asesinar al Rey en 1816, la
de los generales Lacy y Milans del Bosch en Barcelona en 1817, la del general Vidal 1819 y la
conjura del Palmar en 1819.

Finalmente, el pronunciamiento del comandante Rafael de Riego, jefe de las tropas


expedicionarias acantonadas en Cabezas de San Juan para ser enviadas a América, el 1 de
enero de 1820 tiene éxito y recibe el apoyo popular necesario para triunfar, restaurándose la
Constitución de Cádiz.
1.3.2. El Trienio Liberal (1820-1823)

Pasaron dos meses entre el pronunciamiento y el triunfo del liberalismo. El movimiento triunfó
gracias al apoyo de otras guarniciones y sobre todo a la irritación campesina. Finalmente
Fernando VII tuvo que jurar la Constitución de Cádiz el 7 de marzo.

El periodo del Trienio se caracterizó por la inestabilidad gubernamental debida a la propia


división de los liberales, por un lado los doceañistas, partidarios de un Gobierno fuerte , un
sistema de doble cámara, una libertad de prensa limitada, sufragio censitario y la defensa de la
propiedad y el orden social. Representaban a la burguesía y a los diputados provenientes del
exilio, como Francisco Martínez de la Rosa. Por otro lado los exaltados, jóvenes, radicales y
partidarios de llevar al límite el desarrollo de la Constitución: Cámara única, sufragio universal,
completa libertad de opinión y marcadamente anticlericales. Actuaban en los clubes y
Sociedades Patrióticas. Eran abogados, intelectuales o jóvenes oficiales, como Rafael de Riego.
Estos se hicieron con el poder en 1822.

Una segunda fuente de inestabilidad la constituyó la actitud reaccionaria del Rey. Nombrando
ministros absolutistas, haciendo amplio uso del derecho de veto y sobre todo a la traición de
pedir secretamente una intervención extranjera a los miembros de la Santa Alianza.

A esta inestabilidad gubernamental se sumó la presión en la calle, se produjeron


levantamientos y focos guerrilleros en el Norte. Se sucedieron continuas manifestaciones,
algaradas en las calles y en locales públicos (cafés, teatros), con enfrentamientos entre
partidarios radicales y las fuerzas militares. La proliferación de prensa exaltada, las canciones
populares y la sátira florecieron en un clima de intolerancia hacia los llamados serviles.
A lo largo de estos tres años las Cortes aprobaron una legislación reformista que tenía la
intención de acabar con el Antiguo Régimen.

Supresión de la vinculación de la tierra en todas sus formas, mayorazgo, tierras


eclesiásticas y comunales.

Desamortización de bienes de propios y baldíos, para amortizar deuda y compensar a


los militares retirados. Fue un fracaso, ya que las tierras fueron a parar a manos de
grandes propietarios y se recaudó menos de lo esperado.

Desamortización eclesiástica: tierras de conventos, que casi no hubo tiempo de llevarla


a la práctica.

Reducción del diezmo a la mitad. Consiguiendo el rechazo de la Iglesia y el descontento


campesino.

Establecimiento de una contribución directa sobre la propiedad que debía aplicarse a


partir de 1822.

Restablecimiento del decreto de 1813 que declaraba la libertad de contratación,


explotación y comercialización de la producción agraria, que produjo un aumento de
los arrendamientos.

Las consecuencias de esta política fueron negativas, al no mejorar la situación campesina,


consolidar la gran propiedad y en definitiva consiguió el alineamiento del campesinado a favor
de la reacción absolutista.

La política religiosa estuvo marcada por el anticlericalismo y la defensa visceral del poder del
Estado. Se exigió a los clérigos el juramente de la Constitución y el estudio de la misma en las
escuelas, así como su explicación desde los púlpitos. Volvieron a suprimirse el Tribunal de la
Inquisición y la Compañía de Jesús. Pero la medida más importante fue la Ley de Supresión de
Monacales, que disolvía todos los conventos regulares, salvo los ocho de mayor valor histórico
y artístico, las órdenes pasaban a depender de los obispos, se prohibía aceptar nuevos novicios
y se desamortizaban sus bienes para amortizar la deuda. La consecuencia de toda esta
legislación fue el enfrentamiento con la Iglesia.

Otro aspecto de la legislación reformista fue la reorganización militar y policial. La Ley Orgánica
del Ejército establecía su subordinación al poder civil, una mejor instrucción, un sistema de
ascensos más ágil, una mejora en los sueldos y el principio de desobediencia a toda orden que
tendiera a atentar contra el orden constitucional. Se restablecía la Milicia Nacional. La Ley de
Orden Público establecía garantías para la defensa del nuevo orden Constitucional. La
consecuencia de todo ellos fue la legitimación de la participación del Ejército en la vida
política.

La reforma educativa se abordó a través del Reglamento General de Instrucción Pública, que
establecía la secularización de la enseñanza como principio, la centralización del sistema
educativo, su extensión gradual, su ordenación en tres niveles (primaria, secundaria y
primaria), y la regulación de la enseñanza privada. Prohibía los castigos corporales y la
educación mixta.

El problema de la Hacienda se afrontó asumiendo la deuda del Gobierno anterior. Se procedió


a una devaluación y a un recorte de los gastos y posteriormente se suscribieron créditos en el
extranjero para invertir en obras públicas. El sistema definitivo que debía entrar en vigor en
1823 se basaba en la Contribución Territorial única y Directa, un impuesto sobre la propiedad
de la tierra, y en los llamados consumos o impuestos indirectos.

El fracaso del Trienio se


precipitó en realidad por la
acción del movimiento
contrarrevolucionario que
actuó en torno a la figura del
Rey. En 1822 se produjo un
intento de golpe militar por
parte de la Guardia Real, que
fue sofocado por el Ejército y
la Milicia Nacional. Fue
entonces cuando los
exaltados se hicieron con el
Gobierno dirigidos por
Evaristo San Miguel. Otro
intento fueron las guerrillas que se formaron en el Norte desde 1821. Se formaron varias
regencias al otro lado de los Pirineos y en la primavera de 1822 las tropas realistas tomaron
Urgell. EL Ejército de Cataluña mandado por Espoz y Mina consiguió recuperar la localidad tras
seis meses de combates.

El golpe definitivo se produjo tras el Congreso de Verona de 1822, donde las potencias de la
Santa Alianza acordaron intervenir en la Península. Un ejército francés al mando del duque de
Angulema, los Cien Mil Hijos de San Luis, junto a 35.000 voluntarios realistas entraron en
España en abril de 1823, en octubre liberaban al Rey en Cádiz devolviéndole su poder
absoluto.

1.3.4. La Década Ominosa (1823-1833)


La llamada por los liberales década ominosa está presidida por la vuelta atrás, el retorno del
absolutismo, la represión y el terror frente a los liberales, la inoperancia económica y las
presiones de los ultrarreaccionarios.

Ya desde la entrada de los franceses se formaron primero una Junta Provisional y, semanas
después, una Regencia. Las medidas tomadas, que serán luego ratificadas por Fernando VII,
tuvieron como doble objetivo, la vuelta al Antiguo Régimen y la represión indiscriminada de los
liberales. Entre esas medidas destaca, la restitución de los ayuntamientos de 1820, la
revocación de todos los nombramientos y ascensos civiles y militares producidos durante el
Trienio, la restauración del sistema fiscal tradicional, el restablecimiento del diezmo y la
disminución del subsidio que la Iglesia pagaba al Estado, la anulación de las desamortizaciones
y de la supresión de las órdenes monásticas y la restauración del régimen jurisdiccional.
Fernando VII en su decreto de 1 de octubre, ratificó todas estas medidas y declaró nula toda la
legislación del Trienio.

En el Ejército se organizaron Comisiones Militares, que procesaron a todos los oficiales que
desempeñaron papeles importantes durante el Trienio, de 1.094 casos se ejecutó a 132 de
ellos, incluido Rafael de Riego, y se envió a 435 a prisión. Las Juntas de Purificación fueron las
encargadas de depurar a todos los funcionarios, empleados públicos y profesores de tendencia
liberal. Su acción fue rigurosa, suspendiendo de sueldo a los sospechosos y emprendiendo una
auténtica caza de brujas, que condenó a muerte, a la cárcel y a la expropiación a miles de
personas que habían colaborado con los Gobiernos del Trienio. Muchos optaron por el exilio.

En cuanto a la Inquisición, fue sustituida por Juntas de Fe, que se encargaron de vigilar todas
las publicaciones y opiniones para evitar cualquier propaganda liberal.

Además se creó el Voluntariado Realista, que integrado por absolutistas sustituyeron a la


Milicia Nacional y actuaron agudizando la represión por su cuenta. Por otro lado Fernando VII
pidió la permanencia de las tropas francesas.

Hasta 1825 la represión fue durísima. El ministro de Justicia desde 1824, Calomarde,
desempeñó un papel protagonista y la persecución política continuó hasta 1828 afectando a
cerca de 80.000 personas.

La vuelta al absolutismo no fue, sin embargo, idéntica a la de 1814. Se empezó por crear el
Consejo de Ministros en noviembre de 1823. Se emprendió una fuerte restricción de gastos y
se introdujo un presupuesto formal. Se mantuvo la definitiva abolición de la Inquisición, y en
conjunto, Fernando VII intentó mantenerse alejado de los absolutistas más radicales, contando
incluso con algunos ministros como Cea Bermúdez o López Ballesteros.

La crisis económica continuó agravándose. En la agricultura, por la persistente caída de los


precios, la vuelta de la Mesta, la presión fiscal y la falta de mercados. Se aprobó la Ley de
Minas, intentando impulsar la producción. Pero sólo la industria textil catalana apunta en estos
años un ligero crecimiento. En cuanto al comercio, el hundimiento del mercado colonial
supuso un auténtico mazazo. En 1829 se aprobó el Código el Comercio y en 1831 se creó la
Bolsa. Pero el Gobierno se mostró incapaz de abordar el problema de la Hacienda, aunque
López Bravo consiguió que se disminuyeran los gastos y que los ministerios se atuvieran a un
presupuesto durante esos años. El Tesoro se mantuvo durante esos años gracias a los
préstamos exteriores. En conjunto, en 1830 la deuda no había sido amortizada más que en un
7% mientras que se había multiplicado por siete la deuda exterior. La bancarrota era poco
menos que inevitable.

Todo ello, pese a no ser más que tibias reformas, provocó levantamientos realistas y generó la
reivindicación del trono para el hermano del Rey, el infante don Carlos. Los realistas
comenzaron a criticar la obra de gobierno del Rey. Poco a poco los realistas fueron
radicalizando sus posturas y comenzaron a apoyar a Carlos María Isidro que conspiraba
abiertamente por la Corona. Tras la aparición de un Manifiesto de los Realistas Puros en 1826
que apoyaba el relevo en el Trono en 1827 estalló una insurrección general en el Pirineo
catalán, la Guerra de los Agraviados. La gravedad de la situación hizo que el propio Rey a viajar
a Cataluña. Era el comienzo del carlismo.

Aún así continuaron produciéndose conspiraciones liberales, Espoz y Mina desde el Norte y la
del general Torrijos que será ejecutado en Málaga.

El final del reinado se vio marcado por la cuestión sucesoria. Fernando no tenía descendencia
pese a sus tres matrimonios previos, así que en 1829 se casó con su sobrina María Cristina de
Borbón, que a los pocos meses queda embarazada planteando el problema sucesorio. Los
absolutistas moderados aliados con los liberales y sectores de la aristocracia partidaria de las
reformas políticas y económicas apoyaron a la nueva reina, en quien veían la única posibilidad
de cambio. Por otro lado los absolutistas intransigentes se alineaban con don Carlos.

Fernando VII promulgaba el 29 de marzo de 1830 la Pragmática Sanción que eliminaba la Ley
Sálica y restablecía la línea sucesoria de las Partidas. Significaba poner en vigor una decisión
aprobada por las Cortes de 1789, lo que, si bien era legal desde el punto de vista jurídico, no
dejaba de ser una medida polémica. Protestada por los carlistas como un atentado contra los
derechos de infante don Carlos, se convirtió en un conflicto de primera magnitud cuando en
octubre nace la infanta Isabel, convertida en heredera.

En septiembre de 1832 se van a producir los sucesos de la Granja, cuando sucesivas intrigas
palaciegas, ante el lecho del Rey agonizante, consiguen que Fernando firme la supresión de la
Pragmática. Pero, sorprendentemente el Rey se restablece y vuelve a ponerla en vigor.
Inmediatamente destituye a los principales ministros carlistas, defenestrando a Calomarde y
sustituyéndole por Cea Bermúdez, al tiempo que la reina María Cristina es autorizada a presidir
el Consejo de Ministros. Rápidamente de decreta la reapertura de la Universidades, cerradas
desde 1830 por Calomarde, y se decreta una amnistía general, que libera a los presos políticos
y permite la vuelta de los exiliados. Los capitanes generales más intransigentes fueron
sustituidos por mandos fieles a Fernando VII y en abril Carlos abandona la Corte y se traslada a
Portugal.

Finalmente Fernando VII muere en septiembre de 1833, tras ella el Manifiesto de Abrantes
provocará una Guerra Civil que no terminará hasta 1840.

1.4. La emancipación de la América española


Los orígenes del independentismo americano se remontan al siglo XVII, por un lado la difusión
de las ideas de la Ilustración, por otro el ejemplo de la independencia de las 13 colonias y
sobre todo por la propia estructura social de las colonias americanas. Los criollos controlaban
las haciendas y las plantaciones, así como gran parte de la producción manufacturera y casi
todo el comercio, que si bien se había ampliado a todos los puertos españoles desde 1778 aún
excluía el comercio con otras naciones. Este grupo que representaba entre un 10 y un 15% del
total de la población controlaba la casi totalidad de la economía pero estaba excluida de los
grandes cargos de poder, ocupados por los españoles peninsulares. Los españoles que apenas
representaban el 1% de la población, sin embargo, controlaban la inmensa mayoría de los
cargos políticos y eclesiásticos de las colonias americanas. Por una parte eran envidiados por
los criollos, pero a su vez tolerados para que defendiesen su supremacía económica de la
inmensa mayoría de la población, indígenas, mulatos y esclavos. Sobre todo de los primeros
verdadera mano de obra campesina al servicio de los criollos y siempre dispuesta a librarse de
su dominio. La más importante fue la Tupac Amaru de 1780.

En los años previos a 1808 se fue difundiendo entre la élite criolla el ideal liberal, dándose los
primeros movimientos independentistas con Miranda “El precursor”, Mariano Moreno o
Simón Bolívar. Sin embargo, el cambio fundamental se produjo con la sublevación en España
en 1808 frente a la ocupación francesa, se puede afirmar categóricamente que sin este factor
la Independencia de las colonias españolas hubiese seguido un camino totalmente distinto. El
proceso puede resumirse en tres fases:

Primera fase: Al tenerse noticias de los sucesos de mayo en las principales ciudades
americanas se fueron creando Juntas similares a las españolas, en nombre de Fernando VII que
depusieron a las autoridades españolas que se mostraban afrancesadas. No hubo, pues,
inicialmente, un movimiento independentista. No será hasta 1809 cuando, a raíz de la
formación de la Junta Central, cuando determinadas juntas americanas comenzaron a no
reconocer dicho poder. En 1810 llegaron las noticias de la campaña de Andalucía y el asedio de
Cádiz, así como de la incapacidad de la Regencia. Entre marzo y septiembre de 1810 se fueron
formando juntas revolucionarias en Caracas, Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá y Santiago de
Chile.

En general fueron las propias divisiones internas de los líderes criollos los que en esta primera
fase dieron al traste con el proceso revolucionario. Las autoridades fueron recuperando el
control paulatinamente a partir de 1813, haciéndose con el control de Bogotá, Caracas y
Santiago, destacando la labor del virrey Abascal. Los líderes independentistas terminaron en
prisión (Miranda, Nariño) o en el exilio (O´Higgings o Bolívar) El envío de un ejército de 10.000
hombres, al mando de Morillo, en febrero de 1814, fue decisivo para el restablecimiento del
control peninsular en el Norte.

En Méjico Miguel Hidalgo, párroco de Dolores, fue quien en septiembre de 1810 dirigió la
sublevación contra el nuevo virrey enviado por la Regencia. Mediante el Grito de Dolores
solicitaba, el fin de la esclavitud, eliminación de tributos, abolición del régimen de castas,
reparto de tierras, y fin de los monopolios mineros. Tal programa hizo que los criollos
asustados recurriesen a los españoles para defender su posición de privilegio. Hidalgo fue
detenido y ejecutado, al igual que su sucesor, el cura Morelos en 1815. Sin embargo, antes de
ello convocó un congreso nacional en Anahuac que declaró la independencia.

Segunda fase: A partir de 1816 la restauración del absolutismo en España reavivó las ansias de
independencia. El Gobierno español se veía incapaz de enviar las fuerzas que se reclamaban
desde América, a causa de la quiebra financiera del Estado. En el Sur la escisión de la zona
oriental bajo el liderazgo de Artigas (futuro Uruguay) no impidió que en el Congreso de
Tucumán se proclamase la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, futura
Argentina, en 1816, bajo la figura de San Martín.

Por su parte Simón Bolívar reanudó las operaciones en Venezuela en 1816. La política
represiva del virrey Morillo hizo que se incorporaran al movimiento independentista los
indígenas. Tras la conquista de Angostura un congreso reunido allí proclamó la independencia
de la República de la Gran Colombia, en enero de 1819, proclamando a Bolívar “el libertador”
como presidente. En agosto derrotaría a los realistas en la batalla de Boyacá.

En 1814 un ejército al mando de Abascal recuperaba Chile. Sin embargo, en 1817 un ejército
de refuerzo argentino dirigido por San Martín, atravesó los Andes y empezó la reconquista. La
victoria en Carabobo permitió la toma de Santiago. En febrero de 1818 se aprobó el Acta de
Independencia de Chile y Bernardo O´Higgings se convirtió en su primer presidente.

Tercera fase: Se produce a partir de 1820. Los dos grandes líderes militares San Martín desde
el Sur y Bolívar desde el Norte
convergieron sobre el virreinato
del Perú, principal foco realista. Las
tropas del nuevo virrey La Serna se
encontraban divididas entre
liberales y absolutistas. En julio de
1821 las tropas independentistas
entraban en Lima y en abril de
1822 Bolívar entraba en Quito. En
agosto de 1824 Bolívar recuperaba
de nuevo Lima y se producía la
decisiva batalla de Ayacucho donde
el general Sucre derrotaba al virrey
La Serna.

En Méjico la proclamación de la
Constitución de Cádiz y las medidas
revolucionarias impuestas desde
España asustaron a los hacendados
y la Iglesia. Cuando el general
Agustín de Iturbide publicó el plan
de Iguala en marzo de 1821, en el
que garantizaba la independencia,
la preeminencia de la Iglesia y la
unión de todos los grupos sociales,
recibió un apoyo generalizado. En tan sólo seis meses consiguió imponerse a las fuerzas
realistas y en marzo de 1822 era proclamado emperador.

Como consecuencia de todo este proceso en 1825 tan sólo le restaban a España los diminutos
territorios de Cuba y Puerto Rico, de su antiguo gran Imperio colonial. España pasaba a ser una
potencia de segunda fila en el contexto europeo y los nuevos estados americanos se
desangraban durante varias décadas en guerras entre ellos por delimitaciones territoriales,
independencias y zonas de influencia económica.
Esquema-Resumen para estudiar:
I. CRISIS DE 1808 Y GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
-La crisis de 1808:
-Godoy venía manteniendo una política de alianza con Napoleón. Por el tratado de
Fontainebleau (octubre 1807) las tropas francesas penetran en nuestro país en
dirección a Portugal.
-La oposición a Godoy desemboca en el motín de Aranjuez (marzo 1808): caída de
Godoy, abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando.
-La crisis de la monarquía española favorece los planes de Napoleón, que decide reunir
a la familia real en Bayona. Carlos IV y Fernando VII renuncian a la corona española.
Napoleón la cede a su hermano José I.
-La respuesta del pueblo español: el levantamiento del pueblo de Madrid el 2 de mayo,
secundado por el resto del país. Se inicia la Guerra de la Independencia.
-José I cuenta con escasos apoyos (los “afrancesados”). Viene con el Estatuto de
Bayona, una carta otorgada, que no llegó a entrar en vigor.
-El resto del país, en contra de los franceses, asume la soberanía y se reorganiza en
Juntas: locales, provinciales y la Junta Suprema Central.
-La Guerra de la Independencia: Se desarrolla en tres fases:
1º Los éxitos iniciales (junio-noviembre 1808). La derrota francesa en Bailén (julio).
La entrada de Napoleón en España.
2º El apogeo francés (noviembre 1808–primavera 1812). La retirada de las tropas
inglesas. Los sitios (Zaragoza y Gerona). La batalla de Ocaña (noviembre 1809) y el
dominio de Andalucía. Los guerrilleros.
3º La ofensiva final anglo-española (primavera 1812-agosto 1813). La compaña de
Rusia. La ofensiva del duque de Wellington. Batallas de Los Arapiles, Vitoria y San
Marcial. El tratado de Valençay.
-Las consecuencias de la Guerra: pérdidas demográficas, económicas y artísticas.
II. LA REVOLUCIÓN LIBERAL, LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812.
-Desde la Junta Suprema Central al Consejo de Regencia: la convocatoria a Cortes de
Cádiz. De Cortes estamentales a Cámara única representativa de la nación (septiembre
1810).
-Su composición y la división de los diputados entre liberales y absolutistas (serviles).
-La Constitución (aprobada el 19 de marzo de 1812, “La Pepa”). Responde a la
ideología liberal. Consta de 384 artículos. Sus principios fundamentales: es confesional,
recoge el principio de la soberanía nacional, la separación de poderes y Cortes
unicamerales.
-La labor legislativa de las Cortes de Cádiz. Su objetivo: acabar con el Antiguo Régimen,
con la sociedad estamental, e implantar un nuevo régimen liberal-burgués.
III. EL REINADO DE FERNANDO VII.
Se divide en tres etapas:
1º El restablecimiento del absolutismo (1814-1820).
-Fernando VII decide abolir toda la obra de las Cortes de Cádiz: Manifiesto de los
Persas y general Elío. El decreto de 4 de mayo de 1814.
-Liberales y afrancesados son perseguidos. El primer exilio.
-La mediocridad de los gobiernos. Una Hacienda sin fondos. Las colonias americanas
hacia la independencia.
-Las conspiraciones liberales. Los pronunciamientos militares.
2º El Trienio Liberal (1820-1823).
-Triunfo del pronunciamiento de Riego. Fernando VII jura la Constitución de 1812.
-La labor de las nuevas Cortes: aprobar una legislación que ponga fin al Antiguo
Régimen.
-La división entre los liberales: moderados y exaltados o radicales.
-Las dificultades del nuevo régimen liberal: los países absolutistas de Europa, parte del
campesinado, una Hacienda sin recursos, la conspiración desde la misma corona: el
golpe contrarrevolucionario de julio de 1822. La caída del gobierno. De los moderados
a los radicales.
-La actuación de las guerrillas realistas (la Regencia de Urgel) y la intervención de la
Santa Alianza: los Cien Mil Hijos de San Luis.
3º La década absolutista (1823-1833) o “década ominosa”.
-Se deroga todo lo aprobado por las Cortes (decreto de 1 de octubre).
-Se persigue a los liberales (Comisiones Militares, Juntas de Purificación, Voluntarios
Realistas, Juntas de Fe).
-Una vía intermedia sin dejar el absolutismo. Los absolutistas reformistas (López
Ballesteros, ministro de Hacienda) entre los ultrarrealistas y los liberales.
-Los ultrarrealistas decepcionados por las “medidas blandas”. La “insurrección de los
agraviados”, 1827. A la espera de que fuera rey Carlos María Isidro.
-Las acciones liberales abocadas al fracaso: Mariana Pineda, 1830, y José María
Torrijos, 1831.
-La cuestión sucesoria. El cuarto matrimonio con María Cristina de Borbón. La
Pragmática Sanción y la Ley Sálica. El nacimiento de Isabel. Los “sucesos de La Granja”,
septiembre 1832. La caída de Calomarde.
-El fallecimiento del monarca (septiembre 1833). El inicio de la guerra civil entre
carlistas e isabelinos

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