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Georges Lefebvre

E L GRAN PANICO DE 1789


La Revolución Francesa y los campesinos

%
■ediciones
PATEOS
Buenos A»ri?s
M ¿x>co -
Titulo original: La grande peur de 1789

Publicado en francés por Centre de Documcntation Universitaire


Société d'Editíon d'Enseignement Supérieur Réunis, París

Traducción de María Hiena Vela R íos

Cubierta de Julio Vivas

i.* reimpresión en España, 1986

a de todas las ediciones en castellano,


Editorial Paidós, SAICF;
Defensa, 599; Buenos Aires.
© de esta edición,
. Ediciones Paidós Ibérica, S. A.;
Mariano Cubi, 92; 08021 Barcelona.

ISBN: 84-7509-376-0
Depósito legal: B-7.332/1986

Impreso en Romanyá/Valls;
Verdaguer, 1; CapeÚades (Barcelona)

Impreso en Espada - Printed in Spain


INDICE

Prefacio
1. E l campo en 1789

I. E l hambre 11
II. Los vagabundos 20
III. Los motines 34
IV. Los comienzos de la revolución y las primeras
sublevaciones campesinas 48
V. Los comienzos del armamento popular y los
primeros "pánicos” 66

2, E l “complot aristocrático"

VI. París y la idea de complot 81


VII. La propagación de las noticias 98
V III. La reacción de la provincia contra el “com­
plot”. Las ciudades 104
IX. La reacción de la provincia contra el “com­
plot”. Las campañas 127
X. Las sublevaciones campesinas 141
XI. El temor ante los saqueadores .174

3. E l gran pánico

XII. Los caracteres del gran pinico 191


XIII. Los pánicos primitivos 200
XIV. La propagación de los pánicos 207
XV. Los pánicos del anuncio
XV í. Los relevos
XViL Las corrientes del gran pánico
XVIII, Los pánicos ulLeríores
XÍX. Las consecuencias del gran pánico
Conclusión
Apéndice
Addendum
Bibliografía
PREFACIO
El gran pánico de 1789 es un acontecimiento
asombroso, cuyo aspecto exterior ha sido descripto
a menudo, pero sobre cuyas causas jamás se realizó
una investigación a fondo. Ante sus desconcertados
contemporáneos aparecía como un misterio. Quie­
nes querían improvisar a la fuerza una explicación,
lo atribuyeron a un complot que, según cuáles fue­
ran sus opiniones, tenía como inspiradores a la
aristocracia o a los revolucionarios. Como estos úl­
timos resultaron beneficiados, sólo la segunda hipóte­
sis tuvo —y tiene todavía - sus partidarios. Taine, que
tenía el sentido de la historia social, discernió al­
gunos de los hechos que provocaron el miedo, pero
los utilizó únicamente para explicar las revueltas
populares.
Historiadores de gran mérito se ocuparon del
gran pánico —Conard lo estudió en el Delfiuado,
Picktord en Turena y Pro venza, Chaudron en Cham­
paña meridional, Dubreuil en Evreux—, pero. se.
dedicaron a describir su marcha y..sus efectos más .
que a estudiar sus orígenes. Lo que se justifica,
porque en realidad en la mayoría de las regiones1
el miedo se introdujo desde afuera. Remontar "en
cambio la corriente hasta su fuente" sería otra tarea
y alejaría de su tema al autor de una monografía. -
Disponemos de pocos de esos trabajos parciales,
realizados metódicamente, y ccn cierta razón cabría
decir que todavía no ha llegado el momento de
efectuar un estudio de conjunto. Sin embargo-, po­
dernos objetar que no es inútil hacer un balance,
8 CEORGES U EFEBV RE

y que al señalar los problemas no resueltos y al su­


gerir soluciones podemos suscitar y orientar nuevas
investigaciones. Por lo menos, ésta es mi opinión.
No obstante, las lagunas eran demasiado grandes
como para que yo pudiera limitarme a utilizar los
trabajos y documentos dispersos ya publicados. Por
eso aparecerán aquí algunos hechos nuevos que han
surgido de las investigaciones que desde hace doce
años vengo realizando en numerosos archivos, na­
cionales, departamentales y comunales, en los de
los ministerios de Guerra y Relaciones Exteriores,
así como en la .Biblioteca Nacional y en algunas
bibliotecas provinciales; los fondos de archivo to­
davía no están clasificados, los documentas conti­
núan dispersos, la Biblioteca Nacional no posee —ni
mucho menos —todas las historias locales, y mis in­
vestigaciones han sido limitadas, como es fácil ima­
ginar. De modo que, con toda seguridad, quedan
muchos hechos por descubrir. Sin embargo, espero
que mi contribución no parezca desdeñable, y ten­
go el deber de manifestar mi agradecimiento a los
archiveros, bibliotecarios y demás colaboradores que
han puesto su mejor voluntad para facilitar mi tra­
bajo, así como a todos aquellos que me han facili­
tado los documentos que conocían. En especial, al
comandante Klippfel, de Metz; a los archiveros
Carón, de los archivos nacionales, Porée, del Yonne,
Duhem, del Aube, Morel, del Ain, Hubert, de Sei-
ne-et-Mame; al bibliotecario Evrard del Instituto
de Geografía de la Universidad de París, a Dubois,
profesor honorario en ConJErançon (Ain), a Jacob,
profesor del liceo Janson-de-Sailly, a Lesourd, pro­
fesor del liceo de Roanne, a Millot, profesor del
liceo de Sarreguemines, y a Mauve, profesor de la
Escuela Normal de Moulins. Por desgracia, las con­
diciones de esta edición no me han permitido dotar
a este libro de un aparato crítico y de una biblio­
grafía detallada, pero confío en publicar algún día
LA. «EVOLUCIÓN FRANCESA 9
los documentos que he recogido y las aclaraciones
indispensables.
Durante m i investigación, comencé por recons­
tituir las corrientes del pánico —destacando de paso
las causas secundarias— y terminé por alcanzar su
origen; más tarde procuré destacar las causas ge-,
nerales. Pero aquí quise ensayar una síntesis y no
escribir un libro técnico; por lo tanto, he seguido
el camino inverso. Para llegar hasta los orígenes
del gran pánico, tuve que retroceder hasta los co­
mienzos del año 1789, pero al examinar una vez más
los acontecimientos qne lo destacaron, me ubiqué
en el punto de vista popular y di por conocida tanto
la historia parlamentaria como los acontecimientos
parisienses. Quizá parezca legítimo que, al tratar
de explicar el gran pánico, haya procurado colo­
carme entre aquellos que lo han sufrido.
1. E l campo en 1789

C a p ít u l o I

E L HAMBRE

. "El pueblo” —escribe Taine en V A n den R égim e—


“ss parece a un hombre que camina en un estan­
que, coa el agua a! cuello; a la menor depresión
del suelo, a la menor oleada, pierde pie, se hunde
y se ahoga.” Aunque su descripción de las clases
populares se?, sumaria, su conclusión sigue siendo
válida. En vísperas de la Revolución, para la in­
mensa mayoría de los franceses el gran enemigo
era el hambre.
La condición miserable de les obreros de las
ciudades, la “chusma” urbana, no se discute. En
todas las ciudades, como en París, inquietaban a
ios administradores en cuanto ocurría el más mínimo
aumento en el precio del pan. Los menos desafor­
tunados ganaban entre 30 y 40 sueldos; cuando la
libra de pan costaba más de dos sueldos, la agita­
ción empezaba en los sombríos barrios en que vi­
vían y que todavía no han desaparecido. Además', al
lado de los oficiales agremiados (com pagnons) ,
había siempre una cantidad variable de peones y
de ganapanes, ejército de reserva destinado a la
desocupación, que ante la menor crisis iba a engro­
sar la masa de vagabundos y jornaleros agrícolas.
El juicio de Taine sobre el campo —donde nació
casi siempre el gran pánico— ha sido criticado por
los mismos que se decían sus discípulos. Se le ha
12 GEOBGES LEFEBVBE

objetado que en 1789 había ya muchos pequeños


propietarios; que los campesinos no eran tan pobres
como querían hacerlo creer, y que no son de confiar
los cuadernos de quejas, redactados para los Esta­
dos generales. Se ha dicho recientemente: “Una
gran simulación. de la miseria, y, detrás de esos
harapos, una vida apacible, cuando no acomodada
u holgada.” E n realidad, el estudio crítico de los
cuadernos —que se lleva a cabo desde hace unos
treinta años— ha probado su veracidad, y las serias
investigaciones sobre la situación de las clases ru­
rales testimonian que Taine tenía razón.
Por cierto, en 1789 los campesinos poseían una
parte importante de la tierra: quizás 1/3 del total.
Pero esta proporción varia mucho de una región a
otra y de una a otra parroquia. E n Lemosín, los
alrededores de Sens y el sur del Flandes marítimo,
poseían casi la mitad; en Cambrésis, sólo un poco
más de 1/4, y un poco menos en el Tolosano; alre­
dedor de las grandes ciudades —por ejemplo Ver-
salles— y en las regiones de bosques, eriales y pan­
tanos, a menudo es de 1/10 ó 1/20. •
Como el campo estaba entonces mucho más po­
blado que hoy, muchas familias no poseían nada,
ni siquiera una choza y su huerta: sólo una entre
cinco en Cambrésis y en los alrededores de Tulle;
una entre cuatro en el Orleanés; la proporción sube
a los 2/5 en el B ocage * normando y a los 3/4 en
algunas partes de Flandes y en las proximidades
de Versalles, donde pulula un verdadero proleta­
riado rural. En cuanto a lós campesinos propieta­
rios, en general sus campos son poco extensos: 58 %
en el Lemosín y 76 % en el Laonesadó no poseían
ni cinco arpentas —menos de dos hectáreas—; en el

* Paisaje rural caracterizado por numerosas parcelas, cer­


cadas por árboles y arbustos, de forma irregular; de dimen­
siones desiguales y de tierra no muy fértil. [T .]
LA. «EVOLUCIÓN FRANCESA 13
futuro departamento del Norte, 75 % no llegaba a
tener una hectárea, lo que no alcanzaba para ali­
mentar ,una familia.
La crisis agraria hubiera sido mucho más aguda
si no fuera porque el régimen de explotación era
más favorable para el campesino que en el resto de
Europa. Los sacerdotes, los nobles y los burgueses
que explotaban sus tierras por sí mismos eran poco
numerosos. Como no disponían a su grado de sier­
vos sometidos a prestaciones, como los señores de
Europa central y oriental, arrendaban sus tierras al
igual que los terratenientes ingleses. Pero mientras
en Inglaterra la tierra era cultivada por grandes
arrendatarios, en Francia existían explotaciones de
todos los tamaños, desde la propiedad de cientos
de hectáreas, hasta la pequeña alquería, caserío o
quinta de pocas áreas, confiadas en su mayor parte
a pobres aparceros. Muchas parcelas se arrendaban
por separado, de manera que hasta los jornaleros'
podían arrendar un pedazo de campo o de prado
y los pequeños propietarios podían redondear los
suyos. De este modo, disminuyó bastante la pro­
porción de los que no tenían nada por cultivar.
Pero si bien así el mal 'se atenuaba, no desapare­
cía por completo, pues la máyoría de las explota­
ciones no bastaban para una familia: en el N orte,'
entre el 60 y el 70 % no medían una hectárea y .en­
tre un 20 y un 25 %. tenían menos de 5.
Además, la situación se agravaba paulatinamente
porque la población crecía con regularidad —salvo
en algunas regiones, como la Bretaña interior, diez­
mada por las epidemias. Entre 1770 y 1790 se calcu­
la que Francia aumentó su población en dos millo­
nes. "El número de nuestros hijos nos desespera”
—escriben en su cuaderno de quejas los aldeanos
de La Caure en el bailiazgó de Chilons— “no te-,
nemos con q u é ‘alimentarlos y vestirlos; muchos de
entre nosotros .tienen ocho o nueve hijos.” Por lo
Í4 GEORGES LEFEBYHE

tanto, aumentaba el número de campesinos que rio


tenían tierras en propiedad o en arriendo, y corno
a partir de esta época era frecuente que la propie­
dad no noble se repartiera en las sucesiones, la de
los campesinos se desmenuzaba. En los cuadernos
de Lorena se señala reiteradamente que los “labra­
dores”, es decir, los que explotaban propiedades me­
dianas, son cada vez más escasos. A fines del anti­
guo régimen, en todas partes hay gente en busca
de tie r ra i. Los miserables invaden las tierras -co­
munales y deambulan por los bosques, los-eriales,
las márgenes de los pantanos. Recriminan a los pri­
vilegiados y burgueses que explotan sus campos por
medie de sus administradores o capataces, recla­
man la venta o distribución de los dominios del rey
y a veces hasta de los bienes del clero. Un movi­
miento violento se desata contra las grandes propie­
dades arrendadas que. de haberse dividido, hubie­
ran procurado empleo a muchas familias.
Todos los hombres que no tenían tierra necesi­
taban trabajo; los que no tenían lo suficiente como
para vivir con cierta independencia necesitaban un
salario complementario. ¿Dónde podían encontrar­
lo? Los más emprendedores o los más afortunados.
se convertían en comerciantes o artesanos. En a l­
gunas aldeas, y sobre todo en' los burgos, había mo­
lineros, mesoneros y taberneros, vendedores de hue­
vos y tratantes o comerciantes en granos; en el
centro y el Sur, vendedores de aguardiente; en el
Norte, cerveceros.' Menos comunes eran los curti­
dores y más abundantes los carreteros, talabarteros,
herreros y fabricantes de zuecos. Algunos se em­
pleaban en la construcción o en las canteras, en
las fábricas de ladrillos y de tejas. Pero la gran
mayoría tenía que avenirse a pedir trabajo a los
grandes cultivadores: los cuadernos dé siete parro­
quias del baüiazgo de Vic, en Lorena, indican que
los jornaleros constituyen e! 82 % de 1?. poblar
LA. REVOLUCIÓN FRANCESA 15
ción, los del bailiazgo de Troyes, el 6 4 % . Salvo
en la época de la cosecha y la vendimia, no había
trabajo permanente; en invierno se ocupaban úni­
camente algunos trilladores y casi todos les jorna­
leros quedaban desocupados. Los salarios eran muy
bajos y sin proporción con el.encarecimiento de los
productos, que fue continuo durante los años que
precedieron a la Revolución. Sólo en tiempo de
cosecha podía ejercerse alguna presión sobre los
amos, lo que originaba frecuentes conflictos —sobre
todo en los alrededores de París— que explican al­
gunos de los episodios del gran pánico. En el Nor­
te, los obreros agrícolas ganaban un máximo de
doce a quince sueldos y la comida, pero en general
no pasaban de diez, y en invierno de cinco o séis.
Quienes tenían un campíio, salían más o menos del
paso en los años buenos, sobre todo cuando logra­
ban colocar a sus hijos como aradores, pastores o
sirvientes en las fincas, pero los simples peones e.<ü
taban destinados a una miseria eterna, de la que da
testimonio más de uno de aquellos cuadernos. Los
campesinos de Champniers, en Angoumois, escri­
ben: “Sire, mi señor, jsi vos supiérais lo que pasa
en Francia; que vuestra plebe sufre la mayor mi­
seria y la más indigna pobreza!”
Por suerte, en algunas regiones la industria rural
ofrecía entradas suplementarias. Los negociantes
aprovechaban esta mano de obra abundante que
se ofrecía a precios ínfimos. Casi toda la hilande­
ría, parte de la tejeduría y de la calcetería se había
trasladado a las aldeas en Flandes, Picardía, Cham­
paña, Bretaña,. Maine, Normandía y Languedoc.
Se daba "al campesino la materia prima y a veces
las herramientas: tejía en su choza, mientras su
mujer y süs hijos hilaban sin'tregua; cuando llegaba
el momento de trabajar en el campo, dejaba el telar.
La industria metalúrgica y del vidrio también eran
campesinas, porque sólo prosperaban en la proid-
16 GEOHGES LEFEBVKE

midad de los bosques, que alimentaban los tom os


y eran explotados por una muchedumbre de leña­
dores y carboneros. Además, se empezaba a emi­
grar hacia la ciudad cuando la industria no podía
o no quería salir de ella: en Nantes se señala un
contingente de obreros temporarios que se iban en
la primavera; en octubre de 1788, hubiera tenido
que haber en Troyes más de diez mil desocupados,
pero seis mil eran extranjeros que partieron en
cuanto faltó trabajo. Naturalmente, los salarios in­
dustriales eran también malos. En la región del
Norte, los obreros calificados obtenían entre 23 y
40 sueldos sin comida; los ayudantes y peones de
15 a 20. El mulquinier que tejía la batista ganaba
a lo sumo 20 sueldos, la hilandera de S a 12. Pero,
como probaba una municipalidad flamenca en 1790,
“un hombre que no gana más que 20 sueldos por
día no. puede alimentar a una familia numerosa;
el que no gana 15 sueldos por día es pobre*
Hasta fines del antiguo régimen, los derechos
colectivos habían significado una gran ayuda para
los campesinos pobres: podían espigar y arrancar
los rastrojos que la hoz dejaba muy altos y que
servían para reparar el techo y llenar el establo;
la obligación de abrir los campos al pastoreo les
permitía enviar sus animales a los barbechos y
aun a los prados, después del segundo corte o re­
toño, y a veces, también después del primero; por
último, muchas aldeas tenían extensos campos co­
munales. Pero en la segunda mitad del siglo xvm,
los propietarios privilegiados y los grandes arren­
datarios, sostenidos por el gobierno, habían limitado
considerablemente esos “usos”, Los campesinos re­
sistieron como pudieron. En L es paysans, Balzac
describió la guerra solapada e incesante que reali­
zaron contra eí usurpador y sus guardias, sin que­
rer reconocer que los pobres no podían subsistir
después de expropiados.
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 17
Al fin de cuentas, sólo en las provincias fértiles
y activas y en épocas normales la mayoría de los
habitantes lograba comer —bien o mal—, |Gran pro­
greso, por cierto! Pero muchas otras no tenían esa
suerte, y aun las más dotadas estaban pendientes
de la menor sacudida, jy las crisis eran ¿recuentes!
En primer lugar, la suerte del pueblo dependía
de la cosecha. Aun en los años buenos no faltaban
dificultades. Como se trillaba con mayal, sólo se
podía disponer de los granos de poco en poco,
durante el invierno. Mientras tanto había que con­
servar las gavillas en almiares por falta de grane­
ros. ¡Cuántos peligros! Los meteoros, el fuego, las
musarañas. Hasta que se trillara había que vivir del
“trigo viejo”. Si la cosecha era mala, el porvenir
se ensombrecía durante mucho tiempo, pues al año
siguiente, como los graneros estaban vacíos, el pe­
ríodo de "soldadura” de las cosechas prolongaha-
la" éscas'ézrPór eso los “campesinos y los- habitantes
de las ciudades se irritaban tanto cuando veían que
los comerciantes vendían los cereales fuera de la
región: nunca había bastante trigo reservado. Por
eso también veían con malos ojos las innovaciones
agrícolas, la extensión de praderas y huertas, la
introducción de oleaginosos o granza. Con estos
procedimientos los grandes arrendatarios se enri­
quecían, pero parte de la tierra se sustraía así al
cultivo de los cereales.
, No sólo eran de temer los azares del cielo o de
la tierra. Había también guerras, que aumentaban
los impuestos, exponían las zonas fronterizas a
requisiciones, prestaciones para transporte y peo­
naje, sin contar los excesos de la soldadesca y las
devastaciones. Además, si bien los progresos de la
industria daban trabajo a muchos, también los ha­
cían depender de las fluctuaciones del mercado:
como Francia se había convertido en país exporta­
dor, una guerra o una hambruna en regiones ale­
18 GEOBGES LEFEBVBE

jadas, un aumento de aranceles aduaneros o una


prohibición condenaban al obrero francés a la des­
ocupación.
Y todos estos azotes s e . desataron juntos, preci­
samente en los años que precedieron a la Revolu­
ción. En 1788 la cosecha fue malísima. Turquía
acababa de iniciar una guerra contra la coalición
formada por Austria y Rusia; Suecia acudió en su
ayuda, Prusia manifestó su intención de imitarla,
apoyada por Inglaterra y Holanda. Por su insti­
gación, Polonia se disponía a sacudir el yugo de
Rusia. Por tod.o esto, el Báltico y los mares del L e­
vante se volvieron inseguros, y lo s . mercados de
Europa central y oriental se cerraron poco a poco.
Para colmo de males, España prohibió los tejidos
franceses y la moda añadió su grano de arena: fa­
voreció a los linones, despreció las sedas y com­
prometió..la ..prosperidad_de las , fábricas de Lyon.
Es un hecho patético y digno de compasión que
la política de la monarquía haya contribuido tamo
a agravar la crisis que desempeñó un papel tan
importante en la mina del antiguo régimen. El
edicto de 1787 liberó al comercio de granos de toda
reglamentación: los agricultores que hasta enton­
ces estaban obligados a llevarlos al mercado, ahora
estaban autorizados a venderlos directamente; la
circulación por tierra y mar era ahora completa­
mente libre y se permitía la exportación sin restric­
ciones de ninguna especie. Se había querido así
fomentar los cultivos asegurándoles precios remu-
neradores. Por eso, cuando fracasó la cosecha de
1788, los graneros estaban vacíos y se desencadenó
entonces un alza irresistible que en julio de 1789
llegó a su apogeo: en ese momento la libra de pan'
costaba en París cuatro sueldos y medio y era más
cara todavía en muchas regiones (en la región dé
Caux costaba seis sueldos).
Al mismo tiempo, la imprevisión del gobierno pro-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 19
vocó una crisis de desocupación. En 1786 firmó con
Inglaterra un tratado de comercio por el que se
disminuían considerablemente los derechos de adua­
na sobre los productos importados por Francia. En
sí misma, la idea era bastante buena: se sabía que
era necesario adoptar las “artes mecánicas” ingle­
sas, y el mejor medio para imponerlas a los indus­
triales franceses era hacerles sufrir la competencia.
Pero hubiera convenido dosificar los efectos y pre­
ver una adecuada protección para la producción
nacional durante el período de adaptación. Al abrir
de golpe las fronteras a la industria inglesa —cuya
superioridad era aplastante— se produjo ur.a brutal
perturbación, En Amiens y Abbeville, donde en 1785
habla 5.672 telares en producción, en 1739 había
3.658 inactivos, lo que permite calcular que 36.000
personas quedaron sin trabajo; de 8.000 telares
dedicados a_la calcetería,. 7,000. no funcionaron más.
Y lo mismo ocurría en todas partes, sin hablar de
las otras industrias.
En época normal, la crisis no hubiera sido de-:
mssiádo larga. Pero se complicaba con las restric­
ciones de las exportaciones y se combinaba con la
formidable alza de los productos de subsistencia.
Entonces se volvió intolerable.
C apítulo II

LOS VAGABUNDOS

El hambre, engendraba naturalmente la mendi­


cidad, plaga deí campo. ¿Qué otro recurso le que­
daba al inválido, al anciano, al huérfano y a la
viuda, sin hablar de los enfermos? Las instituciones
de beneficencia, insuficientes en las ciudades, fal­
taban casi por completo en las aldeas, Y aunque
las hubiera, el desocupado no recibía nunca la me­
nor ayuda: sólo podía dedicarse a la mendicidad.
Por lo menos 1/10 de la población rural mendigaba
todo el año, pidiendo de granja en granja un pe­
dazo de pan o un cobre. En 1790, en el Norte, la
proporción era de 1/5. En tiempos de carestía era
peor, porque el trabajador permanente, al no con­
seguir ningún aumento de salario, no podía alimen­
tar a su familia. Sin embargo, no había gran hosti­
lidad contra estos mendigos y hasta algunos cua­
dernos llegaron a protestar contra su internación
en casas de reclusión. En este caso, es probable
que estuvieran inspirados por pequeños agriculto­
res que en alguna circunstancia habían mendigado
y que se sentían expuestos a la miseria en cualquier
momento cuando hubieran consumido sus últimas
reservas de granos y vendido sus pobres harapos,
pues cuanto más miserable era la aldea, más fra­
ternal era la comunidad, A fines de noviembre de
1789 los habitantes de Nantiat, en Lemosín, decidie­
ron repartir los pobres más necesitados entre los
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 21
vecinos acomodados, quienes debian alimentarlos
“de manera que conservaran sus vidas hasta que se
resolviera una reglamentación”. Pero en general los
agricultores, los ricachones del pueblo, “gallos" o
“matadores”, como se los llamaba en el Norte, se
mostraban recalcitrantes y expresaban sus quejas
en los cuadernos. Esto explica en cierto modo su
cólera contra los diezmeros: una parte del diezmo
debía ser destinado para alimentar a los pobres, y
todavía, después de haberlo pagado, tenían que dar
limosna al primero que se presentara. |Vaya y pase
que se socorriera a los pobres de la parroquia, cu­
yas necesidades podían ser así controladas y a .los
que se vigilaba al distribuir la ayuda oficiaíl Pero
los miserables salían de sus aldeas y erraban mu­
chas leguas a la redonda. Ese vagabundeo los des­
moralizaba:, los que podían trabajar se convertían
en vagabundos; rostros extraños e inquietantes apa-,
recían en los umbrales. Entonces nacía el miedo.
A los mendigos de buena fe se agregaban los pro­
fesionales. Los agricultores exasperados acusaban
fácilmente a los mendigos de pereza y no siempre
se equivocaban. Mendigar no era vergonzoso: el
padre de familia cargado de hijos no enrojecia cuan­
do los mandaba "a buscar su pan”, pues era un
oficio como cualquier otro; si el pan que se conse­
guía era muy duro se usaba para alimentar al ga­
nado. En las listas de impuestos figuran "propieta­
rios”, al lado de cuyo nombre, en la columna de
profesión, se agrega “mendigo”. Por .tradición, las
abadías repartían limosnas en fechas fijas. E l cua­
derno de Homfleur dice: “El día de la distribución
es un día de fiesta; los hombres dejan su pala y su
hacha y se adormecen en brazos de la pereza.” Así
el clero perpetuaba la tradición cristiana que con­
sideraba la pobreza piadosamente mantenida como
un estado respetable y una presunción de santidad,
que los frailes mendicantes contribuían a confirmar.
22 GEOBGES LEF^BVBE

Durante el gran pánico, muchas alarmas provinie­


ron •de vagabundos disfrazados de frailes de la
Merced, que estaban autorizados a pedir limosna
para los cristianos esclavizados por los corsarios
bereberes.
Las migraciones obreras acrecían la inquietud que
creaban los mendigos. La población era más ines­
table de lo que se puede imaginar. “Todo les es
igual” —decía ya en 1754 la Cámara de Comercio
de Ruán— “siempre que consigan ganarse la vida.”
Además de los compañeros que migraban de una
a otra región de F í c e la , había siempre
rutas muchos hombres en búsqueda de trabajo. Co­
mo ya hemos indicado, dé los 10.200 desocupados
que se calculaban en Troyes en 1788, unos 6.000
ya se habían ido. Algunos habían podido volver a
sus aldeas, pero muchos erraban de ciudad en ciu­
dad hasta lograr ocupación. Los trabajos del canal
del Centro y del de Picardía, los del dique de
Cherburgo, atnúan naturalmente a los desocupados,
así 'como los talleres de caridad de Montmartre.
Corno no se podía aceptar a todos, 1los demás
mendigaban mientras esperaban. Así las grandes
ciudades —sobre todo París— aumentaron desme­
suradamente su población flotante. E l descontento'
y el espíritu' de aventura contribuían a acrecentar
k movilidad. Los: sirvientes de las fincas se iban
a menudo sin avisar previamente y los agricultores
se quejaban, sin confesar que los trataban duramen­
te y sin darse cuenta de que la desesperación o el
disgusto engendran naturalmente k inestabilidad.
Otros huían para no ser incorporados a las milicias.
En París, batallones de “lemosinos” componían el
ejército de obreros de la construcción: en cambio .
los auverñesés se dedicaban un poco a todo: algu­
nos se empleaban todos los años en las curtiembres
de Saintcnge, otros iban a España, donde se en­
contraban con los franceses de la zona pirenaica. Y
LA REVOLUCION FRANCESA 23
en sentido contrario, de Saboya venía a Francia
una oleada continua de inmigrantes; en Lorena se
quejaban de que estaban infectados de elfos. En
la época de la cosecha y la vendimia las migracio­
nes adquirían gran amplitud: entonces los monta­
ñeses bajaban a las llanuras; de la Baja Borgoña y
Lorena miles de hombres iban a Brie y Valois; Al-
sacia pedía refuerzos a Brisgau y a la Lorena alema­
na; en Caen la campiña menos parcelada recurría
a la zona arbolada de pequeña propiedad; la llanura
marítima de Flandes a Artois, el Bajo Languedoc
a los Causses y a la Montaña Negra. .
También circulaban por eí campo numerosos bu­
honeras. Entre ellos había honestos comerciantes
que prestaban grandes servicios por cuanto los ven­
dedores al por menor eran escasos en las aldeas. Tal
era el caso de aquel Girolamo Nozeda, que en la
época del gran pánico recorría Charlieu, donde era
conocido desde hacía veinte años como joyero am­
bulante. Pero la mayoría no inspiraban confianza.
Todos los años descendían desde el Bocage norman­
do hasta Picardía y aun hasta Holanda, pobres dia­
blos que llevaban en sus fardos los tamices de crin
que fabricaban sus mujeres o los objetos de calde­
rería realizados en Tinchebray y Villedieu. El cua­
derno de Argenteuil se queja de ios vendedores de
píeles de conejo y en Boulonnais se quieren librar
de los charlatanes y de los exhibidores de osos, sin
mencionar estañadores y caldereros ambulantes. El
cura prior de .Villemoyenne escribía el 28 de mayo
de 1788 a la Asamblea de elección de Bar-sur-Sei-
. ne, que se debía pensar "en librarnos de las incur-
-• sienes de un montón de gente que, usando como
pretexto un fardo que arrastran por todos lados, se
hacen escoltar por-un montón de niños que, lo mis­
mo que sus madres, están a cada ratc ante nuestras
puertas y penetran hasta dentro de nuestras casas.
■Nosotros, los curas, tenemos el dolor de ver muchas
24 GEORGES LEFEBVRE

bribonas seguidas por mocetones muy ágiles y aptos,


en la flor de la edad, provistos de un fardo, que se
entregan a francachelas en nuestras tabernas, así
como el saber que se acuestan todos juntos, aunque
nos consta que no están casados”.
Todos estos vagabundos, aun si no mendigaban
exactamente, por lo menos iban al campo, al caer
la tarde, a pedir comida y lugar para dormir. Y no
se los rechazaba, como tampoco a los mendigos
profesionales. No por caridad o bondad, puesto que
el arrendatario echaba pestes por lo bajo: “La men­
dicidad, como una lima sorda, nos mina poco a
poco y nos destruye totalmente", dice el cuaderno
de Villemblain, cerca de Patay. Pero se les tenía
miedo. Miedo de una mala jugada, por supuesto,
pero más todavía de las venganzas anónimas, de
que se destruyeran los árboles o las cercas, de que
se mutilara a los animales, y sobre todo, de los in­
cendios. Además, aun si el agricultor pagaba sin
chistar el diezmo del pobre, nunca quedaba en paz.
No siempre el errante era un mal hombre, pero con
frecuencia no sentía gran respeto por la propiedad
ajena. ¿Acaso el fruto que cuelga de los árboles
de los caminos no es de quien lo recoge? ¿Qué mal
hay en meter mano en las viñas cuando se tiene
sed? Los mismos carreteros no eran demasiado es­
crupulosos: los cuadernos de Brie muestran gran
agresividad contra los arrieros de Thiérache que
llevaban a París el carbón de leña; con sus carretas
atravesaban los campos labrantíos, forzaban las
cercas para cortar camino, hacían pacer sus caba­
llos en los prados. Con estos criterios, los vagabun­
dos podían llegar muy lejos, cuando seguían sus
instintos o el hambre los acosaba. Cuando eran ya
muy numerosos —como ocurrió en 1789— termina­
ban por reunirse en grupos y, enardecidos, se con­
vertían en bandoleros. El ama de casa los veía llegar
de repente cuando los hombres estaban en el cam­
LA REVOLUCION FRANCESA 25
po o en el mercado; la amenazaban si la limosna
les parecía pequeña; tomaban cuanto querían en
la hucha del pan, exigían dinero y se instalaban en
los graneros. Finalmente, llegaban a pedir limosna
de noche, despertando con gran sobresalto a toda
la granja aterrorizada. “Unos doce vinieron a mi
casa la noche del miércoles —escribía el 25 de marzo
un agricultor de los alrededores de Aumale—; desde
ahora hasta el mes de agosto tenemos mucho que
temer.” Y el 30 de julio decía: “No nos acostamos
sin temor; los pobres que andan de noche nos ator­
mentan, sin contar con los que mendigan de día,
que ya son numerosos.”
Reinaba el pánico cuando se aproximaba la co­
secha. Por la noche cortaban los granos apenas ma­
duros, y a pesar de los reglamentos, bandas de es­
pigadores que iban de una parroquia a otra inva­
dían los campos y se apoderaban del trigo cosechado.
antes que se agavillara. El 19 de junio, la Comisión
intermediaria de Soissons reclamaba al barón de
Besenval el envío de dragones “para asegurar que
se pudiera almacenar la cosecha”; el 11 de julio,
el conde de Sommyévre, comandante militar de
Artois, transmitía a París pedidos similares presen­
tados por la municipalidad de Calais, y el 16 agre­
gaba: “De todas partes de Picardía se me piden
destacamentos para conservar las cosechas.” El 24
escribían desde los alrededores de Chartres: "Está
tan caldeado el ánimo del populacho, que para sa­
tisfacer sus necesidades presentes e imperiosas, pue­
de creerse autorizado a aliviar su miseria cuando
empieza la cosecha. No sólo se precipitarán a es­
pigar su patrimonio habitual sino que, acorralados
por una carestía excesiva y larga, podrán decirse:
compensémonos por la miseria pasada; en la extre­
ma necesidad todo es común; comamos hasta sa­
ciamos , , , Esta expedición popular equivaldría al
azote del granizo. La necesidad no respeta ni la
26 GEOBGES LEÍTEBVRE

equidad ni la razón.” Los administradores no echa­


ban en saco roto esas quejas. “Es importante que
se tomen por adelantado algunas medidas para pre­
venir una desgracia tan horrible e inminente, cuyos
efectos causarán males incalculables”, observaba
el 18 de junio el intendente de Lila, Esmangart, al
ministro de Guerra: “Se trata de un temor muy com­
prensible ante el robo de las cosechas en los cam­
pos, antes de su maduración o en el momento de
cortarlas, , . E l proyecto de atentado del que habla
ya se ha concretado en varios cantones y los agri­
cultores, propietarios y arrendatarios están aterro­
rizados por un mal que se debe tratar de detener
aun si se aparenta que no se cree en él," Pero los
rumores llegaron hasta las ciudades, en especial a
París, y se los creyó: é n - julio se. hablaba todos los
días de los trigos “segados verdes” o de cosechas
arrasadas. Esta será la principal hazaña atribuida
a los bandidos del gran pánico.
El contrabando aumentaba la inseguridad en los
límites de las aduanas interiores, por ejemplo en la
zona entre Picardía y Artois; alrededor de las gran­
des ciudades con fielato ®, como París, y sobre todo
en las fronteras de las regiones de gabela de pri­
mara categoría. La media fanega de sal costaba
2 libras en Bretaña y 58 en Maine. Era una di­
ferencia demasiado grande como para que a los
pobres no les tentara convertirse en contrabandis­
tas. Un tejedor o un albañil de Maine, que ganaba
entre 10 y 12 sueldos por día, ganaba entre 20 y
30 libras por viaje si llevaba un fardo a sus espal­
das; y las mujeres no estaban menos predispuestas
ai fraude. En 1780 se arrestó a 3.670 que iban hacia
I aval. Lo mismo ocurría en Mauges, en la frontera
entre Anjou y Poitou. En 1728 este contrabando*

* Es decir, acuellas donde algunas mercadería? pagaban


derecho ds admisión. [T.]
LA REVOLUCION FRANCESA 27
de sal degenera en guerra civil, como en los tiem­
pos de Mandria. Un tal René Hamart, llamado Ça-
tinat, reunió diez hombres y formó partida —que
llegó a ten er. cincuenta y cuatro miembros— que
luchó contra los aduaneros. Si bien los campesinos
sentían gran indulgencia hacia el contrabandista
ocasional, desconfiaban mucho de los profesiona­
les. Dice un cuaderno: "Por la mañana sale del pa­
jar de algún granero donde se ha instalado casi se­
guramente a-escondidas del amo; paga su aloja­
miento .ofreciendo a bajo precio su tráfico; tienta
y amenaza; embravecido, roba sin piedad —sobre
todo si viene de una parroquia lejana— los víveres,
los muebles, el dinero, y muy a menudo, sin la me­
nor vergüenza, hasta la iglesia. También con fre­
cuencia se, enfurece y asesina.” P ara. contener el
mal, lo? arrendatarios generales del impuesto man­
tenían un verdadero ejército que era aun más de:
testado y temido que los contrabandistas. Los adua­
neros mal pagados, reclutados sin restricción, no
valían más que los peores contrabandistas, y, con­
tando con la impunidad, cometían aun más exce­
sos que ellos. “De noche o de día, en pareja o en
pequeños grupos, sin aventurarse nunca solo, se
echa sobre la granja, mata al perro si ladra, mete
su caballo en los establos, en los retoños, o entre
las espigas en pie. Todo tiembla ante su llegada:
amenaza a ios hombres, golpea a las mujeres, rompe
los muebles, abre y tira los cofres, revuelve los
armarios y se va, llevándose siempre el producto
de su rapiña, cuando no arrastra a algún desdichado
hacia el calabozo.”
¿Quién puede asombrarse que surgieran verda­
deros criminales de entro esta muchedumbre de
mendigos, vagabundos hambrientos y contraban­
distas? La misma autoridad judicial contribuía a
crearlos: los asilos de mendicidad, donde el pobre
cohabitaba con el malhechor, eran escuelas. de cri­
28 ceorges lefebvke

mínales; una de las penas que se imponía fácilmen­


te era la expulsión fuera de la zona de juris­
dicción de la corte: el que se veía exiliado se
agregaba naturalmente a la población errante. E l
robo de caballos, que durante la Edad Media ba­
hía desesperado a Normandía y Flandes, era toda­
vía cosa comente en el Maine. En Picardía y Cam-
brésís eran numerosos los "extorsionistas”: cualquier
mañana, el agricultor encontraba clavada en su
puerta, al lado de un paquete de cerillas sulfurosas,,
una intimación que, para evitar el incendio de su
casa, lo obligaba a depositar en cierto lugar un res­
cate que se le indicaba. Si se quejaba, acudía la
justicia, que nunca encontraba nada; pero, eso sí, la
granja era incendiada infaliblemente. Los malhecho­
res operaban generalmente en partidas. Fue muy
célebre la de Cartouche; en 1783 otra banda fue
destruida en Chrgére, en las fuentes del Loir, pero
se reconstituyó y bajo el Directorio se hablaba to­
davía de ella en toda Francia; ya en el antiguo
régimen esos bandidos “calentaban" los pies de sus
víctimas para obligarlas a revelar sus escondrijos.
En el Vivarais, después de la insurrección de los
“enmascarados” —que en 1783 estuvo dirigida con­
tra los letrados y fue reprimida con rapidez— pe­
queñas partidas reaparecieron cada tanto y sus
operaciones degeneraron en crímenes de derecho
común. En la Semana Santa de 1789, el notario
Barort, de Villefort, fue golpeado, su tasa invadi­
da, sus papeles quemados. Esta era la más pura
tradición de los “enmascarados”; pero también se les
fue la mano: el 27 de marzo despojaron y asesinaron
a los cónsules de una parroquia que iban a Vi-
lleneuve-de-Berg para participar en la elección
de diputados para los Estados Generales. Durante
esa misma primavera, surgieron en varios lugares
grupos de vagabundos y mendigos dedicados al
pillaje. En marzo, en Dampierre, cerca de París, se
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 29

vieron cuarenta hombres enmascarados; a fines de


abril, quince hombres armados se presentaron
de noche y exigieron rescate a los agricultores de
la región de Etampes, rompieron puertas y venta­
nas y amenazaron con incendiar todo. En las pro­
ximidades de Belléme, Mortagne y Nogent-le-Ro-
trou, hubo que enviar tropas contra una banda de
doce a quince hombres bien armados.
En épocas normales la represión era ya insufi­
ciente. La guardia pública con sus tres o cuatro mil
hombres de a caballo no daba abasto, y muchas
aldeas que no tenían guardas locales para no pa­
garlos, cuando se decidían a hacerlo no siempre
resultaba ser una idea acertada: el oficio tenía de­
masiados riesgos como para que se lo ejerciera con
celo. Los guardas señoriales eran más activos, aun­
que en general se concentraban en la represión de
los cazadores furtivos; como debían expulsar a los
campesinos de los bosques, se los miraba más bien
como enemigos que como protectores. Cada tanto
se hacía una redada; las ordenanzas de 1764 y 1766
condenaban a hierros y galeras al mendigo reinci-
dente y prescribían la cárcel para los demás. Había
también castigos ejemplares: el 15 de marzo de
1789 el Parlamento de París condenó a ser marcado
al hierro y a galeras a cuatro pícardos “por robo
de granos en los campos y durante la cosecha”. Pero
esta severidad intermitente no surtía casi ningún
efecto. Cuando los asilos de mendicidad estaban
llenos, se abrían las puertas y todo volvía a empe­
zar. El rey sólo había conseguido liberar al país
de salteadores de caminos —lo que ya era bastan­
te—. Sin embargo, en tiempos de crisis, la fuerza
pública resultaba insuficiente. E l cuaderno de Sain't-
Viatre en Sologne dice; .“De un tiempo a esta par­
te, no se respetan los reglamentos; la mendicidad
empieza a reproducirse.” E l 29 de abril de 1789 el
preboste general de la guardia de Sainte-Suzanne
30 CEORCES LEFEBVHE

en uñ informe sobre el bandolerismo en Etampes


dice de sus brigadas: "están en movimiento desde
el mes de.noviembre pasado; se duplican y triplican
para mantener el orden, la tranquilidad en los mer­
cados y asegurar la exportación de granos de los
campesinos”, pero “son insuficientes en número y
fuerza, sobre todo para, evitar que entren en la ca­
pital tantos mendigos”, y “no pueden estar en todas
partes”.
•ÍT1 campesino se hubiera defendido bastante cien
si se le hubiera dejado en libertad para hacerlo,
pues su inquietud no era cobardía. Tosco, inculto,
siempre dispuesto a usar el cuchillo, celoso de su
bienestar y poco' respetuoso de la vida ajena, con
gusto hubiera hecho fuego contra los que lo ame­
nazaban. El cuaderno de Mairé-Lévescault, del se­
nescalado de Civray, observa que si se hiciera un
patrullaje más severo “no estaríamos obligados a
pasar la noche con las armas en la ruano y a hacer­
nos justicia por nuestra mano”. Pero la autoridad
pública desconfiaba; las armas de fuego podían
usarse contra las gentes del rey o caer en manos de
los salteadores, y cuando el campesino poseía un
fusil, cazaba, menos por placer que para extermi­
nar el venado que devastaba sus tierras. Por esto
a fines del antiguo régimen los señores insistían en
que se les desarmara sistemáticamente: en Henao
y Cambrésis en 1762 y 1771, en Flandes y Artois
en 1777, en Normandía, por orden del duque de ‘
Harcourt; en Guyena, por incitación del conde
de Mouchy y del conde de Esparbés en 1785 y.
17S7; en la noche del 26 de enero de 1789, el ca­
ballero de Hangest hizo invadir la aldea de Rum'.g-
ny en Thiérache por la guardia pública para requisar
armas; e l . procurador general. del Parlamento" de¡
París obtuvo e-rpedicicnes semejantes en la zona
de Chartres j a noche del 22 de junio; al roisiiio tiem-'
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 31
po, las aldeas que rodeaban el bosque de Fontaine-
bleau fueron sometidas a idénticas requisas,
Aunque la inquietud era general, sería erróneo
imaginar que en todas partes adquiría la misma
intensidad. Había algunas zonas neurálgicas, como
por ejemplo las llanuras con bosques extensos, las
mesetas o las montañas: se decía en Auxois que de
Morvanno venía ni buen viento ni buena gente.
También lo eran las zonas de contrabando, así co­
mo los accesos de los bosques, donde pululaban
leñadores, carboneros, herreros y vidrieros, gente
casi salvaje y muy temida —sin hablar de los sos­
pechosos de todo tipo que se refugiaban en. ellos.
Esto pasaba en les bosques de Perche, cerca de
Laigíe y de Conches; en los de Monímirail, en el
Alto Maine, en Braconne, cerca de Angulema o en
el célebre bosque de Barade, al este de Perigueux.
En 1789 los bosques eran más numerosos, extensos
y poblados que en nuestros días; si ya no se en ­
contraba en ellos al diablo, a las hadas o al hechi­
cero Merlín, todavía había muchos lobos y con gran
frecuencia hombres de mala catadura. Muchas ve­
ces el pánico de 1789 llegó desde allí.
Si bien es cierto que en la primavera de 1789
ss cometieron muchos crímenes, no por eso hay
que imaginar a Francia pasada a sangre y fuego.
Después de todo, los crímenes que aparecen men­
cionados en los documentos de los archivos no sor:
muy numerosos y en general predominan las ame­
nazas, vejaciones y extorsiones. Taine ensombre­
ció deliberadamente el cuadro que nos dejó, /ar­
tista más que historiador, le gustaba cargar las
tintas y le complacía la oposición entre planos de
luz. y sombras, tal como ocurre con el grabado en
madera. Pero aunque su descripción no tiene el
valor objetivo que-busca el historiador, sigue sien­
do verdadera si cabe desde el punto de vista sub­
jetivo r los propios campesinos de 1789 veían b
32 CEORGES LEFEBVKE

situación tal como él la describe. Carecían de todo


medio de información, y, en caso de tenerlo, su
falta de instrucción y de cultura les hubiera impe­
dido utilizarlo para dar su verdadero valor a los
rumores que les llegaban, siempre amplificados y
deformados. Al contrario, las tradiciones populares
contribuían a confirmarlos. Los relatos del anoche­
cer las conservaban mucho mejor de lo que se pien­
sa, aunque en forma más o menos legendaria. Du­
rante siglos las campiñas habían sido saqueadas por
hombres de armas, semisoldados y semibandidos,
que venían de nó se sabe dónde y luchaban no se
sabe bien por qué. Se hablaba de aldeas incendia­
das, mujeres violadas, hombres torturados y muer­
tos; de todos los horrores de la guerra cuya imagen
conservó Jacques Gallot.
Lorena y Alsacia recordaban muy bien a los sue­
cos de la guerra de Treinta Años; en el Norte, todos
los que perturbaban la paz eran llamados mazarí-
nos, en memoria de las campañas de los ejércitos
franceses en vísperas del tratado de los Pirineos. En
Picardía y Normandía se temía a los carabots,* de
los que ya hay noticia en el siglo xv. Quizá en el
Centro y en el Mediodía, la tradición se remontaba
hasta la guerra de Cien Años: en el Vivarais, en
1783, los enmascarados habían extorsionado en nom­
bre de “la tropa inglesa". La gente de 1789 podía
citar como antecedente más próximo a Cartouche
y Mandrin: se decía los m andrinos para designar
a los contrabandistas. Hoy asombra que a fines de
julio de 1789 se creyera con tanta facilidad en la
llegada de los “bandidos”. L a palabra aparece co­
rrientemente en los documentos de la época; el
propio gobierno la aplicaba a todo recién venida,
a los mendigos reunidos en grupo tanto como a los

* Revolucionario normando, típico de las ciudades de


Ruán y Caen. [T.]
LA. REVOLUCIÓN FRANCESA 33
malhechores, a los que robaban granos como a los
que se rebelaban contra los señores, del mismo modo
que la Convención la endilgó a los vendeanos. Y
nada más natural que los contemporáneos conside­
raran a esos “bandidos” como un instrumento para
la guerra civil, empleado por los privilegiados para
aplastar al Tercer Estado. Durante demasiado tiem­
po casi no había existido diferencia entre soldados
y bandidos y el pueblo tampoco los distinguía con
claridad. jAcaso los soldados no se reclutaban en­
tre los vagabundos y los harapientos, lo mismo que
en la época de los “Desolladores” y de las Grandes
Compañías? * E l miedo, hijo del hambre, que la
tradición convertía en un fantasma insoportable, no
era la única causa del gran pánico, pero sí la prin­
cipal, y quizá la. más profunda.

•• Distintos tipos de bandas armadas que asolaron el


noroeste de Francia en los siglas xrv y xv. [T .j
36 CEORGES LEFEBVKE

salida de granos fuera de sus circunscripciones, la


mayoría de los administradores, ansiosos por favo­
recer los cultivos, no usaron todos los poderes que
se les habían conferido: preferían que las ciudades
comprasen granos para revenderlos a precios más
bajos que el corriente e, igual que Necker, procu­
raban ganar tiempo sin restringir demasiado la
libertad comercial. Por lo tanto, los disturbios fue­
ron inevitables.
Como es natural, la amenaza era más grave para
las ciudades y en todas ellas —de un extremo al
otro del reino— hubo continuos disturbios en marzo
y abril de 1789. No hay estadísticas de estas con­
mociones —que serían muy instructivas tanto desde
el punto de vista histórico como geográfico— pero
existen algunos datos referidos al futuro departamen­
to del Norte, que no fue sin embargo una de las
zonas más afectadas: sublevación en Cambrai el
13 de marzo, en Hondschoote el 22, en Hazebrouck
y Valenciennes el 30, en Bergues el 6 de abril, en
Dunquerque el 11, en Lila el 29, en Douai el 30,
en Cambrai el 6 y 7 de mayo, en Valenciennes, Ar-
mentiéres, Hazebrouck y Estaires en mayo, en Dun­
querque el 6 y el 20 de junio, en Armentiéres a me­
diados del mes, en Valenciennes el 30. Algunas de
estas revueltas tuvieron gran repercusión, como la
de Orleáns, el 24 y 25 de abril, y la del suburbio de
Saint-Antoine, el 27 y 28 del mismo mes. En estos
casos, para dar un ejemplo, se acostumbraba arres­
tar al azar a algunos de los sublevados y colgarlos
o enviarlos a galeras sin muchas formalidades. Esto
se hizo en París, Cette, Cambrai y Bagnols. E l 24
de mayo, el rey decidió encargar a la justicia pre-
bostal que reprimiera las sublevaciones. A fines de
mayo y en junio hubo un momento de calma por­
que se esperaba que los Estados generales solucio-'
naxan la situación, pero en julio todo recomenzó y
hubo disturbios en Ruán, el 12 y 13 de julio, en
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 37
Sens el 13, en A m ieas el 13, 14 y 15. Las tropas y
la guardia pública se dispersaban, corrían de un
mercado a otro, llegaban demasiado tarde o se
sentían impotentes. Se saqueaba el trigo en el mer­
cado y en los depósitos privados o públicos y se lo
repartía, pagándolo al precio que el mismo pueblo
fijaba. Más de una vez la fuerza pública pactó con
los revoltosos: los soldados compartían las preocu­
paciones de la muchedumbre y los abrumaba tener
que reprimirla. El 2 de abril, el intendente de Aleñ­
a n escribía a este respecto: “la guardia pública,
que no razona mejor, y que quisiera pagar más
barato el pan, quizá no hace todo lo que debiera
para prevenir las sediciones"; en Belléme, el sar­
gento de la guardia pública contribuía "con sus pa­
labras a soliviantar el ánimo del pueblo”. E l 16 de
julio, el señor de Sommyévre, comandante militar
de Picardía, decía: “no puedo ocultar que las tropas
han mostrado poca disposición y firmeza.”
Al contrario de lo que se cree, el campo estaba
tan inquieto como las ciudades. Por supuesto, los
grandes arrendatarios y los agricultores acomodados
querían libertad para vender caro, pero la inmensa
mayoría de los campesinos coincidía con la plebe
urbana. Las reservas de los labradores y aparceros
se terminaron muy pronto, y los jornaleros agrícolas
estaban en una situación peor aún que la del obre­
ro de la ciudad, pues las municipalidades de las
aldeas no podían o no querían hacer nada por ellos '
y mientras el arrendatario les rehusaba el grano
con el pretexto de que estaba obligado a llevarlo al
mercado de la ciudad más próxima, ésta, a su vez,
procuraba mantenerlos a distancia. No quedaba en­
tonces otro recurso que detener al paso los carros
de granos o de harina y apoderarse de los sacos,
pagando el precio que se quisiera o aun sin pagar.
En estos casos, la fuerza pública ni siquiera podía
intervenir: sólo los convoyes importantes tenían es-
C a p ít u l o III

LOS MOTINES

En tiempos de escasez, e! hambre provocaba


también motines que a su vez suscitaban o fortifi­
caban el pánico. El pueblo nunca admitió que la.
naturaleza fuera la única responsable de su miseria.
¿Por qué en los años buenos no se había hecho aco­
pio de trigo? Porque los ricos, propietarias y arren­
datarios, en connivencia con los comerciantes y en
complicidad con los ministros y demás funcionarios
del rey —siempre favorables a los poderosos— ha­
blan exportado los excedentes para venderlos en el
exterior a mejor precio. Cuando se Ies explicaba que
era necesario que el pan fuera caro para fomentar
el cultivo del trigo, y que de este modo él no ten­
dría que sufrir escasez y todo mejoraría para todos,
el pobre se encogía de hombros. Si el interés general
exigía un sacrificio, ¿por qué había de realizarlo él
sc’o? Por el contrario, esta política que agravaba su
miseria aumentaba la riqueza de los demás. ¿En­
tonces el progreso sólo se conseguía a expensas de
los miserables? En el siglo xvnx nadie se incomoda­
ba por decirlo, y todavía hoy muchos lo piensan
sin confesarlo, pero los pobres nunca querrán creer­
lo. En 1789 repetían que ni ellos ni sus’ hi;os debían
morir de hambre; si el gobierno consideraba ade­
cuado aumentar el precio del pan, también'debía
aumentar los salarios u obligar a les ricos a que
LA HEVOLUCIÓN FRANCESA 35
alimentaran a los pobres. Si así no fuera tomarían
justicia por su mano y se vengarían.
Necker, de nuevo en el poder a fines de agosto
de 1788, se apresuró a suspender la exportación, a
ordenar compras en el exterior y a otorgar primas
a la importación, aunque el mal ya estaba hecho:
no hubo hambre pero no se pudo detener el alza
y el pueblo seguía convencido de que se eludían
las prohibiciones y ,se continuaba exportando. Por
cierto, exageraba el mal, pero no se equivocaba del
todo, pues el comercio de granos, tal como se prac­
ticaba entonces, sólo podía alentar las sospechas
y desatar la ira. Todos los días, a lo largo de los
caminos, se veían avalizar lentamente las pesadas
carretas cargadas de granos y de harinas: pertene­
cían al agricultor que llevaba sus cereales al mer­
cado, al tratante que iba de un mercado a otro, al
molinero que iba en busca de granos o que llevaba
harina a sus clientes, al panadero que procuraba
abastecerse, o se trataba de las compras del rey, de
las provincias o de las ciudades, que en íargos con:
voyes atravesaban el país en todas direcciones. ¿Có­
mo era posible que se muriera de hambre cuando
circulaban tantos cereales? Porque se los escamo­
teaba al consumo y se los acaparaba para llenar los
almacenes o pará enviarlos al extranjero y volverlos
a importar cobrando la prima prometida por el go­
bierno. ¿Cómo resistir la tentación de apoderarse
de ellos, cuando se los paseaba sin cesar como un
desafío ante los ojos de los hambrientos? Sólo ha- .
bía un medio para calmar la desconfianza del pue­
blo: reglamentar minuciosamente la circulación. En
noviembre de 1788 Necker había restablecido la
obligación de venderlos exclusivamente en el mer­
cado, y en abril de 1789 autorizó finalmente el in­
ventarío de las existencias y la requisición. Si. bien
los Estados de Ártois y algunos intendentes —por
ejemplo los. de Soissons y Chálons— prohibieron la
38 GEORGES L E FE BV R E

colta y en general no bastaba para evitar el robo.


En septiembre de 1788 el síndico de Avoise, cerca
de la Fléche, escribía poco después de una revuelta:
“ni por cien luises se encontraría en media legua
a la redonda quien quisiera traer hasta aquí una
carreta de trigo. E l populacho ha llegado tan lejos
que mataría por una medida de trigo. La gente ho­
nesta no se atreve a salir de sus casas al caer la
noche."
Pero el mercado creaba, entre la ciudad y el cam­
po, un vínculo tan sólido que nada hubiera podido
destruirlo. A pesar de que en 1787 se había per­
mitido la venta a domicilio y aun antes de. qué
Necker revocara el edicto, e l arrendatario, aunque
vendía al comerciante que venía a su casa, ya fuera
por miedo o por costumbre, no había dejado, de
llevar sus granos al mercado con toda regularidad.
Si la ciudad se aferraba a su mercado porque la
alimentaba y quizá más todavía porque vivía de
las compras y el dinero de los parroquianos que lo
frecuentaban, el campesino tampoco lo desprecia­
ba, porque era su principal diversión, Young se
burlaba del rústico que recorría leguas- para ir a
vender un par de pollos y se indignaba .cuando. lo
veía derrochar su tiempo y el poco dinero que le
reportaban sus ventas porque no tenía, en .cuenta
el factor psicológico. El mercado era además la
gran ocupación de los consumidores: allí compra­
ban su provisión de granos para toda la semana o
el mes, lo hacían moler y lo cocían o daban la masa
a los panaderos para que la cocieran. En algunas
grandes ciudades, como París, existía ya la. cos­
tumbre de comprar el pan todos los días en las pa­
naderías, pero en el resto del país, sólo los pobres,
que carecían de toda reserva, compraban su pan
cada día. Por lo tanto, de todos lados acudían al
mercado los jornaleros del campo, y cuando esta­
llaban los disturbios eran los primeros en participar,
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 39
y si se intentaba alejarlos, los provocaban. Luego
volvían muy animados a sus aldeas, y al contar sus
hazañas, sembraban la rebelión entre sus camara­
das y el terror entre ios agricultores. “Seria muy
interesante”, recomendaban en su cuaderno los
arrendatarios de la Chapelle-Bénouville, en el bai-
liazgo de Arques, “impedir que los rumores, emo­
ciones y sediciones del populacho se difundan en
los abastos y mercados, donde los labradores se
encuentran expuestos a injurias y obligados a ven­
der su trigo al precio que los compradores quieren
pagar’; y agregan los de Croixdalle: “sin esto, nos
veremos obligados a abandonar la agricultura”.
Pero a pesar de esta solidaridad, también existía
oposición entre ciudad y aldea. Los burgueses te­
ñían miedo de los campesinos ávidos y hambrien­
tos, que venían a apoyar a la plebe urbana y temían
que después de haber saqueado el trigo atacaran
las casas de los ricos. El 22 de abril la municipalidad
de Bergerac anunció con urgencia a la de Peri-
gueux que los campesinos se preparaban para ir a
la ciudad y apoderarse de las mercancías; el 24 de
junio Bar-sur-Aube tomó medidas “de seguridad
para'los. almacenes de la ciudad y para evitar los
encendios con que el populacho de fuera ha ame­
nazado a los habitantes con pretexto de que no hay
bastante pan en los mercados”; el 13 de julio, en
Sens, “la-población del campo” tomó por asalto el
almacén de granos; en 18, en Amiens, los campe­
sinos acudieron en masa exigiendo que se los hi­
ciera participar de las Tebajas que el 14 se habían
acordado a los compradores de la ciudad; el 21, en
Lila, se desató la-revuelta ante la llegada de cam­
pesinos que querían obligar a los canónigos de Sainí-
Pierre a distribuir a los pobres el tercio de los diez­
mos; en Montdidier, el 25, la milicia desarmó a los
rurales que .acudían al mercado con garrotes. Por
todo esto, el campo aterrorizaba a la.'ciudad.- •
40 CEORGES LEFEBVRE

Pero lo contrarío era también verdadero. Los


agricultores temían a los habitantes de las ciuda­
des, que amenazaban con venir a quitarles su trigo
si no se lo llevaban. Sabían que las municipalidades
urbanas procuraban arrancar a los intendentes las
órdenes de inventario y requisición, Pero más temi­
bles aún eran las expediciones espontáneas organi­
zadas por la gente de las ciudades para ir de finca
en finca a comprar o más bien a exigir la entrega
de granos. En la Ferté-Bemard, durante los distur­
bios de los primeros días de abril, los sublevados
deambularon por toda la región; en Agde, el 17,
“se dividieron en pelotones y fueron a perturbar los
trabajos del campo”; el I o de marzo el intendente
de Alençon informaba que, habiendo los labrado­
res anunciado que dejarían de ir al mercado por­
que se había puesto tasa a los granos, "el pueblo
dijo que los conocía y que si no lo llevaban, irían a
buscarlo a sus casas”.
Por su parte los campesinos, siempre dispuestos
a robar a los arrendatarios, no querían, sin embargo,
que se vaciaran los graneros ya que pretendían re­
servárselos, y se aterrorizaban ante la llegada de
los perturbadores urbanos, pues hasta el último ha­
bitante de la aldea corría el riesgo de padecer sus
violencias. De esté modo, la ciudad atemorizaba al
campo.
...Pero además la gran ciudad provocaba la alarma
de la más pequeña, porque pretendía comprar en
su mercado y enviar a tal efecto a comisarios con
escolta. Después del 14 de julio París sembró la
alarma en Pontoise, Etampes y Provins con pro­
pósitos semejantes.
En tiempos normales, el arbitraje de! intendente
y la intervención de la fuerza pública suspendían
el efecto de las amenazas y arreglaban bien o mal
los conflictos, pero cuando se paralizó la autoridad
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 41

de la administración real, se desató el pánico ge­


neral.
L a revuelta engendrada por el hambre podía ad­
quirir fácilmente una forma política y social. Po­
lítica, porque se volvía contra la municipalidad, el
alcalde y su delegado o el gobierno. En primer
lugar, se sospechaba que el rey protegía a los aca­
paradores y que, para llenar sus arcas, participaba
secretamente de sus operaciones. Las operaciones
de la compañía Malisset, encargada por el gobierno
de Luis X V del aprovisionamiento de París, arrai­
garon profundamente la idea del "pacto del ham­
bre”. En realidad, es una mera leyenda que los
ministros hayan querido proveer a las necesidades
del Estado especulando con el trigo, pero es factible
que personajes encumbrados se hayan interesado
en la compañía Malisset con la esperanza del re­
parto de grandes dividendos, así como que intri­
garan para "montar en ancas” de un financista de
impuestos, o que los agentes de la compañía hayan
especulado por su propia cuenta escudándose en
sus privilegios. Hasta es posible que Luis XV hu­
biera invertido en esta empresa fondos de su caja
particular. En 1792 el intendente de la lista civil,
el señor de Septeuil, especulará por cuenta de
Luis XVI sobre la baja del cambio, comprando mer­
cancías en el extranjero. Cuando Necker introdujo
granos del exterior, se sospechó de todos los que se
encargaban de realizar sus órdenes o que aceptaron
convertirse en depositarios del Estado en las pro­
vincias. Ló mismo pasaba en los' municipios y con
los negociantes que actuaban como sus comisionis­
tas. No sólo el pueblo —cuya estupidez vituperó
Taine— tenía esta convicción; en diciembre de 1788,
el librero Hardy, de París, al observar que el Par­
lamento deliberaba sobre el acaparamiento sin de­
cidirse a tomar medidas, hacía esta reflexión: "Era
un plan elaborado en muy altas esferas como para
48 CEORGES LEFEBVRE

vieron el reparto de las tierras comunales y se que­


daron con la tercera parte; se esforzaron por su­
primir el derecho de uso de los bosques, que enton­
ces eran muy productivos pues el progreso de las
forjas y fábricas de vidrio habla hecho aumentar el
precio de la leña.
Los campesinos, exasperados por el hambre, no
tardaron en amenazar a la aristocracia con una te­
rrible explosión. Pero la burguesía no estaba exenta
de peligro: como les nobles, los burgueses tampoco
pagaban impuestos, poseían muchos señoríos,. des­
empeñaban ias funciones de jueces e intendentes; y
eran ellos quienes arrendaban la percepción de de­
rechos feudales. Tanto como los diezmeros y los
señores, los grandes arrendatarios, los agricultores
acomodados y los comerciantes de granos se. be­
neficiaban con la política agrícola del rey que res­
tringía los derechos colectivos ( que el campesino
quería conservar) y que, al liberar el comercio,
permitía aumentar el precio de los productos. El
pueblo no quería morir de hambre y consideraba
que no había razón para que el rico, sea quien fue­
ra, no contribuyera para evitarlo. Los letrados, ren­
tistas, negociantes, arrendatarios y propietarios agrí­
colas, los judíos en Alsacia, todos estaban tan ame­
nazados como el clérigo y el noble. Llegado el mo­
mento, ellos también sentirían pánico.
Del mismo modo que les disturbios de la ciudad
provocaban el páriico en el cámpo y viceversa, los
campesinos sublevados se convertían en objeto de
terror unos para los otros. Los que se rebelaban no
admitian fácilmente que no se los siguiera y rio
vacilaban en obligar a los demás: exigían la adhe­
sión de las aldeas vecinas amenazándolas con sa­
quearlas e incendiarlas si se negaban; cuando la.
banda se detenía en su camino para beber y co­
mer, ningún pobre podía dejar de compartir su
mendrugo con sus camaradas rebeldes. En Was-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 47
signy (Thiérache) en lo peor de las sublevaciones
de mayo, se anunció la llegada de bandas que re­
corrían la campaña. Entonces los campesinos, que
no estaban libres de culpa, tomaron las armas e
iniciaron la lucha para impedirles la entrada a la
aldea: hubo tiros de fusil, heridos y prisioneros. Así,
toda rebelión despertaba en el campesino el deseo
de imitarla, y al mismo tiempo lo asustaba. E l pue­
blo creaba el pánico en sí mismo.
Sin embargo el viejo edificio feudal y monárqui­
co había resistido muchas crisis de este tipo: du­
rante los más gloriosos reinados no habían faltado
las lacqueries. Pero el rey y los nobles habían con­
seguido siempre reimponer al humilde su servidum­
bre. En 1789, una novedad increíble había exaltado
al campesino más allá de todo lo imaginable: el
mismo Luis XVI, para sustraerlo por fin a su mile­
naria sujéción, había convocado les Estados ge­
nerales.
C a p ít u l o IV

LOS COMIENZOS DE LA
REVOLUCION Y LAS PRIM ERAS
SUBLEVACIONES CAMPESINAS

Desde tiempo atrás, los más sensatos aconsejaban


que se pusiera orden en las finanzas del reino. La
repartición de los impuestos era un atentado con­
tra la justicia y el sentido común: contra la justicia,
porque menos se pagaba cuanto más rico se era;
para el sentido común, porque el gobierno, para
favorecer la prosperidad de la agricultura, agobiaba
al campesino y le impedía ahorrar. Y sin ahorros
no podía haber capital para las explotaciones y por
supuesto, tampoco para mejorar los cultivos.
Aunque esos problemas no quitaban el sueño a
la mayoría de los inspectores generales, había otro
que a la fuerza debían tener en cuenta: encontrar
el dinero necesario para subvenir a los gastos pú­
blicos, que crecían sin cesar. A medida que el po­
der real extendía sus atribuciones, debía ampliar
su burocracia, su guardia pública y su policía; como
además había una constante alza de precios, era
inevitable que el presupuesto aumentara; y por úl­
timo, Luis XVI había intervenido en la guerra de
Norteamérica, que había costado mucho. Aun si to­
dos los ministros hubieran sido austeros, no hubieran
podido evitar que los gastos fueran cada vez ma­
yores. Por desgracia para el régimen, los contem-
la « evolución francesa 49

poráneos no querían creer nada de eso: criticaban


el derroche de la corte, la multiplicación de los
funcionarios y la avidez de la aristocracia. Por cier­
to, Luis XV I hubiera podido realizar economías: la
corte insumía cantidades increíbles de dinero, las
sinecuras eran incalculables y los oficíales del ejér­
cito costaban tanto como toda la tropa junta, pero
era imposible reducir seriamente los gastos sin rom­
per con la aristocracia, y en tal caso, la monarquía
hubiera realizado una revolución. Los ministros que
lo intentaron fracasaron y los otros se limitaron a
lanzar empréstitos o a inventar pequeñas exaccio­
nes fiscales. En 1787 el crédito se había agotado y
Calonne comprendió que no había otro medio para
salir adelante que crear un nuevo impuesto de gran
rendimiento. Hasta el más lelo se hubiera dado
cuenta de que el pueblo ya no podía dar más, y
puesto que Calonne no era un tonto ni mucho me-,
nos, propuso que los privilegiados también pagaran
el nuevo impuesto territorial. |Gran reformal Por
supuesto, los ricos pagarían más, pero también lo
harían los pobres, y como el monto total se repartía
en forma tan absurda como antes, sólo el tesoro se
beneficiaría. Cuando se consultó a los privilegia­
dos reunidos en una Asamblea de notables —cuyos
miembros fueron sin embargo elegidos por el rey—
les resultó muy fácil erigirse en defensores del "bien
público”, con lo que provocaron la caída de Calon­
ne. Cuando Brienne, sucesor de Calonne, retomó
el proyecto, los Parlamentos le opusieron una re­
sistencia invencible y reclamaron la reunión de los
Estados generales que, según decían, eran los úni­
cos autorizados para consentir el establecimiento de
un nuevo impuesto. El rey capituló y por primera
vez desde 1614 se convocó a los Estados generales.
Simultáneamente se desató otro conflicto, esta vez
con las Asambleas provinciales creadas por Bríen-
ne. En realidad, sólo eran provinciales de nombre,
50 GEOBGES LEFEBVBE

puesto que se habían instituido por gén eralité o de­


partamento de intendencia, y su principal defecto
consistía en que eran nombradas por el rey. Por lo
tanto, la aristocracia reclamó el restablecimiento de
los antiguos Estados provinciales, elegidos por los
tres órdenes como los Estados generales. En el Del-
fínado se reunieron espontáneamente en julio de
1788. y también en esta ocasión el rey capituló:
concedió los Estados al Delfinado, al Franco Con­
dado, a Piovenza y a otras provincias. Esto permitió
decir a Chateaubriand que 'los ataques más fuertes
contra la antigua constitución del Estado provinie­
ron de los gentileshombres. Los patricios comen­
zaron la Revolución y los plebeyos la terminaron.”
Este -primitivo impulso aristocrático de ¡a Revo­
lución, que tantos escritores han escamoteado, ex­
plica la violenta reacción del Tercer Estado, y dio
origen a la idea del complot de los privilegiados,
sin la cual no- se podría, entender el gran pánico.
¿Qué quería en realidad la aristocracia? Retomar
la dirección del Estado. Su conflicto con Luis XVI
era sólo el epílogo de las luchas que la nobleza, ha­
bía sostenido contra la realeza desde el advenimien­
to de los Capetas. Hay quien dice que criticaba
violentamente el despotismo y que quería obligar
al rey u promulgar una constitución que impidiera
que en lo sucesivo se votaran leyes o se crearan im­
puestos sin consentimiento de los Estados generales.
Eso es cierto, pero para la nobleza, los Estados
generales debían continuar divididos en tres ór­
denes, cada uno con un voto, de tal modo, que la
mayoría quedara asegurada para el clero y la no­
bleza. Algunos pretendían también que cana orden
tuviera derecho de veto, para impedir cualquier
intento de coalición entre el clero'y el Tercer Es­
tado contra la nobleza. Pero el Tercero, tal como lo
concebían, no hubiera podido utilizar ese veto; .se
pretendía que los diputados fueran elegidos por los
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 51
Estados provinciales, en los que el Tercero sólo
estaba representado por los comisarios de las mu­
nicipalidades privilegiadas, que habían comprado
sus cargos y que a menudo se habían ennoblecido
o aspiraban a ennoblecerse. Como el rey no cedió
ante esta exigencia, el alto clero y la nobleza de
Bretaña jamás fueron a Versalles, y por la misma
razón, la mayor parte de la nobleza provenzal no
participó en las elecciones. Si el rey los hubiera
escuchado, la aristocracia hubiera designado a la
gran mayoría de los diputados del Tercero, tai come
ocurría en la Cámara de los Comunes en Inglaterra.
También se ha hablado mucho del ofrecimiento
que clero y nobleza hicieron de contribuir a los
gastos públicos, No hay que'exagerar: una pequeña
parte estaba sinceramente dispuesta a hacerlo, pero
otra minoría se sentía ofendida ante la idea de pagar
como los no nobles: en Alençon, los privilegiados
se negaron a inscribir en sus cuadernos toda renun­
cia a exenciones pecuniarias y no es éste un ejemplo
aislado, Los otros se limitaron a ofrecer su coope­
ración para eliminar la deuda y suprimir el déficit,
o especificaron que se fijarían impuestos a sí mis­
mos y por separado. Los más generosos llegaron a
aceptar que pagarían el impuesto pura y simple­
mente como las otras clases. En general se escan­
dalizaban ante la idea de una nación donde todos
los ciudadanos tendrían los mismos derechos y pre­
tendían conservar sus prerrogativas honoríficas, re­
servarse los grados y —con mayor razón aún— per­
petuar las' servidumbres feudales. Si hubieran
dominado el Estado, habrían inaugurado una for­
midable reacción aristocrática. En las corresponden­
cias del último período del antiguo régimen pueden
rastrearse muchos testimonios de esta manera de
pensar. En 1767 ei señor de Rohan-Chabot escribía
a un habitante de su dominio de jamac, uno de cu­
yos abuelos —según se decía,- era responsable de
52 CEORCES LEFEBVRE

un movimiento dirigido contra el pago de la bana-


lité (monopolio) del horno: “Vuestro abuelo nació
vasallo de mis padres; ni siquiera vasallo, pues tal
título corresponde sólo a la nobleza, sino terraz-
quero y villano * •
* del dominio de Jarnac; sin auto­
rización del rey, nuestro señor común, no puede
sustraerse ni al más insignificante de los derechos
que hace siglos le impusieron los antiguos poseedo­
res de la tierra que sus padres roturaron. Debe sa­
ber que soy inflexible y que siendo tan fuerte como
soy, será castigado, él y todos los que se le unieron.”
En 1786 el jefe de la cancillería del duque de Deux-
Ponts en Ribauvillé decía: ‘X as comunidades son
enemigas natas de sus señores en Alsacia. , , Hay
que alimentarlas, pero es peligroso engordarlas”.
Los ennoblecidos eran igualmente obstinados: Ma-
dame Duperré de l’Isle, esposa del lugarteniente del
bailiazgo presidial0 * .de Caen, para recordar a
Camus cuál era su papel en los Estados generales,
le escribía el 9 de julio de 1789: "|Qué locura decir
que el Tercer Estado es todo, porque son veintitrés
millones contra uno! ¿Se cuenta acaso a todos los
asalariados, obreros, mendigos, criminales detenidos
en. prisiones o en casas de reclusión, a los jóvenes,
mujeres y niños? Si se los descuenta, se verá a cuán­
tos quedan reducidos esos veintitrés m illones...
Todo está en orden, cada cosa en su lugar, nada
ha sido exaltado ni tampoco envilecido: tres poten­
cias con los mismos derechos y la misma autoridad.
¿Qué francés honesto no .se enfurecerá al ver que
se quieren derogar leyes tan respetables?” Y agre­
gaba el 3 de agosto: "E l pueblo ignorante y some­
tido no es la nación; abulta pero no tiene peso ni
consistencia.”
• O sea, aquel que explotaba una parcela sometida a
prestaciones fijas en metálico o especies y que debía, ade­
más, servicios de trabajo. [T .]
•* Es decir, de primera instancia. [T .]
LA PEVOLUCIÓN FRANCESA 53
Sin embargo la alta burguesía —financistas, gran­
des negociantes, los que “vivían noblemente" de
sus rentas— no era hostil a la conciliación. E n el
Delfinado, donde la mayoría de la aristocracia pa­
recía dispuesta a aceptar el voto por cabeza y la
igualdad civil, burgueses y grandes señores hicieron
causa común y redactaron los cuadernos de la pro­
vincia sin consultar a las comunidades rurales. Si
este acuerdo se hubiera generalizado, la nobleza
hubiera conservado sus prerrogativas honoríficas,
sus bienes y hasta una posición preeminente en el
Estado. Pero fueron muy pocos los bailiazgos —ta­
les como Bourg y Longwy— donde aceptó redactar
un cuaderno común con los otros dos órdenes. En
Chateauroux se negó absolutamente a hacerlo.
L a burguesía —sobre todo los letrados, que arras­
traron a los comerciantes y artesanos— devolvió gol­
pe por golpe, y un conflicto de clases se desencadenó..
en todo el país. A fines de 1788 afluyeron innume­
rables peticiones solicitando al rey que se les otor­
gara tantos diputados como a los otros dos órdenes
(lo que se llamó duplicación) y el voto por cabeza.
Cuando el rey dispuso la duplicación, la lucha con­
tinuó en los Estados provinciales. E l 6 de enero de
1789 los nobles del Franco Condado se alzaron
contra la decisión de Luis XV I y se los llamó ■pro­
testantes. También se opusieron los gentileshombres
del Bajo Poitou, reunidos en Fontenay-le-Comte
el 17 de febrero, por iniciativa del señor de La Lé-
zardiére. El choque fue muy violento en Aix, donde
la potente voz de Mirabeau cubría de invectivas
a la aristocracia que lo había repudiado, y en Bre­
taña, donde el 8 de enero los nobles rechazaron toda
reforma de los Estados provinciales y se juramenta­
ron para "no entrar jamás en ninguna administra­
ción pública que no fuera la de los Estados, for­
mada y regida por la constitución actual”. El 27 de
enero estalló la guerra civil en las calles de Rennes:
54 CEOBCES LEFEBVRE

los jóvenes burgueses habían realizado un pacto


federativo y los de Nantes y Saint-Malo habían acu­
dido en su auxilio; el 17 de abril los gentileshombres
de Saint-Brienc se comprometieron por un nuevo
juramento a no comparecer ante los Estados ge­
nerales.
Hasta ese momento el pueblo —sobre todo el de
las campañas— no se había conmovido. Las dispu­
tas entre el rey, los privilegiados y los burgueses no
los afectaban; en muchos casos ni siquiera se ente­
raron de ellas. Pero todo cambió a partir del 29 de
enero de 1789, cuando el rey decidió que los dipu­
tados de! Tercer Estado serían elegidos én cada
bailiazgo por los delegados de las comunidades,
urbanas y rurales: entonces los habitantes de-las
aldeas fueron convocados para constituir las asam­
bleas electorales, El derecho de sufragio era muy
amplioy-pues votaban todos-ios-franceses _de _veintk
cinco años inscriptos en las listas de contribuciones.
No sólo se los pedía que eligieran sus representan­
tes, sino también que redactaran los cuadernos de
quejas: el rey quería oír la voz de su pueblo, cono­
cer sus sufrimientos, sus necesidades y sus deseos
para corregir los errores. [Qué novedad extraordi­
naria! La miseria desaparecería puesto que el rey,
ungido por la Iglesia y lugarteniente de Dios, era
todopoderoso. Pero al mismo tiempo que. renacía
la esperanza, se exacerbaba el odio contra' el noble:
convencidos de que contaban con el apoyo del prín­
cipe, e incitados s expresar su opinión, los campe­
sinos rezumaron con creciente amargura sus quejas
actuales y rescataron del fondo de sus memorias
el adormecido recuerdo de las injurias pasadas. - '
En los cuadernos se evidencia esta •confianza', en.
el rey y este odio hacia el señor: “Gracias, a Dios,
no hay nobles en esta parroquia”, decían en Villai-
ne la-juhe! (M aine). “Tienen cuatro señores ocu­
pados en chuparles la sangre”, declaraban los- cam­
l A REVOLUCIÓN FRANCESA 55
pesinos de Aillsvans en el Franco Condado. “Los
nobles y los señores del alto clero tratan a los bre­
tones como esclavos”, observaban los habitantes de
Pont-l’Abbé, en el bailiazgo de Quimper, Pero si
nos limitáramos a ios cuadernos, tendríamos una
idea incompleta de la agitación provocada por la
convocación de los Estados generales, pues los cam­
pesinos no siempre dijeron todo lo que pensaban.
¿Cómo no habrían de desconfiar si en general el
juez del señor presidía la asamblea? Muchos que
tenían derecho de participar no lo hicieron, y mu­
chos má s. estaban excluidos —sirvientes, hijos “a
cargo de sus padres”, jornaleros miserables. Otros
documentos reproducen con más exactitud las es­
peranzas del pueblo. El 12 de julio, cuando reco­
rría a pie las Islettes, Arthur Young encontró a una
pobre mujer que le habló de su miseria: “Se decía
que los grandes personajes harían algo para aliviar
ia situación de los pobres, pero ella no sabía quién
ni cómo. jCon tal que Dios nos envíe tiempos me­
jores, pues estamos abrumados por las tallas y los
derechos!” En los alrededores de París corrió la
voz de que el rey autorizaba a matar los animales
de caza; en Alsaciá, de que no se debía pagar im­
puestos hasta que volvieran los diputados; por eso
mismo, el 20 de mayo la comisión intermediaria
tuvo que desmentir ese rumor. El 7 de julio, Im-
bert Colomés,'alcalde de Lyon, explicó. las pertur­
baciones que agitaban a la ciudad debido a que
la gente se había persuadido de “que los Estados
generales abolirían. todos los derechos de entra­
da'". . . ; los taberneros .aprovecharon para insinuar
al pueblo que se suprimirían los fielatos, y como el
rey había conpedido tres días de franquicia de todos
. ios derechos •de entrada a París para celebrar la
reunión de los tres órdenes [el 27 de junio], Lyon
debía gozar de las mismas ventajas” “Lo más mo­
lesto” —escribía Desmé de Dubuisson, lugarteniente
56 GEORGES LEFEBVKE

general del bailiazgo de Saumur al celebrarse las


elecciones— “es que la gran mayoría de estas asam­
bleas electorales se creyeron investidas de autori­
dad soberana, y que los campesinos se retiraron
convencidos de que ya no estaban sujetos al diezmo,
a la prohibición de caza y al pago de derechos se­
ñoriales.” Idénticos comentarios se escucharon en
Provenza después de las revueltas de marzo: X a s
clases más bajas del pueblo —decía un miembro
del Parlamento de Aix— están persuadidas de que
la convocación de los Estados generales, cuyo fin
es la regeneración del reino, provocará un cambio
total no sólo de las formas actuales sino también
de las condiciones y las fortunas.” E l señor de Ca-
raman agregaba el 28 de marzo: “Se ha explicado
al pueblo que el rey quiere que todos sean iguales,
que no haya señores, ni obispos, ni rangos, ni diez­
mos-ni derechos señoriales., Esta es_la_fqnna en que
esa gente perturbada cree ejercer sus derechos" y"
respetar la voluntad del rey.” En el otro extremo
del país, el subdelegado de Ploermel daba la alarma
el 4 de julio de 1789: X o s ánimos se han exaltado
tanto, que las amenazas que he oído me hacen te­
mer —lo mismo que a toda la gente sensata— su­
blevaciones y terribles consecuencias para la per­
cepción de los diezmos. . . Todos los campesinos
de este departamento y sus alrededores están deci­
didos a negarse a entregar los granos al diezmero
y dicen a voz en cuello que todo intento de cobro
provocará una efusión de sangre. Esto ocurre por­
que, a pesar de lo que se Ies ha explicado, creen
que el haber incluido en el cuaderno de quejas de
este senescalato el pedido de abolición del diezmo,
dicha abolición ya ba ocurrido.” En síntesis, como
la convocatoria del rey los había convencido de
que desaparecerían todas las cargas opresivas, los
campesinos no veían ninguna razón para seguir
soportándolas. La solidaridad de clases frente a los
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 57
privilegios se afirmaba ya en ese momento con tan­
ta firmeza como lo haría después del 14 de julio.
En Chatou, durante la sublevación contra el señor,
se preguntó a un cerrajero "sí pertenecía al Tercer
Estado’’ y como respondiera que no, queriendo de­
cir sin duda que río participaría del movimiento, se
le respondió: "Dices que no eres del Tercer Esta­
do, ya verás.” Con la elección de los delegados de
las parroquias, surgieron los jefes del campesinado,
que al ir a las asambleas del bailiazgo tomaron
contacto con los burgueses revolucionarios y conti­
nuaron en relación con ellos. Orgullosos de su im­
portancia —sobre todo si eran jóvenes—, desempe­
ñaron gran papel en las sublevaciones agrarias. Más
aún, como había escasez, el solo hecho de reunir
a los campesinos en asambleas electorales creaba
centros de rebelión.
En la primavera de 1789 las sublevaciones pro­
vocadas por el hambre se combinaron con '.as re­
vueltas dirigidas contra la percepción de impuestos
y los privilegiados. En ese sentido son muy carac­
terísticos los levantamientos de Provenza. Se ini­
ciaron por la escasez: el 14 de marzo la población
de Manusque insultó y lapidó al obispo de Senez
acusado de haber favorecido a los acaparadores.
Pero la ocasión se presentó cuando se realizaron las
asambleas electorales y las ciudades de Marsella y
Tolón encabezaron el movimiento el 23 de marzo; en
Marsella, no tuvo mayor trascendencia, pero en
Tolón se desencadenó una verdadera insurrección,
¡o que no sorprendería a nadie pues hacía dos me­
ses que los obreros del arsenal no percibían sus sa­
larios. De Tolón se expandió hacia la zona circun­
dante: hubo levantamientos en Solliés el 24 y en
Hyéres el 26, mientras en La Seyne la Asamblea
electoral tuvo que disolverse. La imprudencia del
primer cónsul, que desafió a los habitantes reunidos
y se negó obstinadamente a abaratar el pan, pro-
42 CEOHGES LEFEBVKE

que los magistrados pudieran tocarlo”. Perrot, se­


cretario del duque de Beuvron, en Normandía,’ es­
cribía el 23 de junio: "Nadie me quitará de la ca­
beza que el intendente y los funcionarios munici­
pales (de Caen) son los primeros beneficiarios del
monopolio.” E l 26 de septiembre de 1788, el alcal­
de de Mans, Négrier de la Ferriére, acusaba a la
guardia pública de recibir prebendas de los aca­
paradores. Es posible que algunos comentarios irres­
ponsables de los cortesanos, escuchados al vuelo por
¡os sirvientes, difundidos y deformados al pasar de
boca en boca, hayan envenenado ■los ánimos. "Sí
no tienen pan, que coman tortas”: nada prueba que
la rema haya hablado así, pero no sería difícil que
un cortesano hubiera dicho la frase sin tomarla
en serio. Foulon no es el único al que se ha impu­
tado el dicho de que el pueblo no debía comer sino
pasto, En Lons-k-Saunier, dos miembros del Par­
lamento fueron acusados de haber querido "hacer
comer pasto al pueblo”; en Sainte-Maure (Turena)
Turquand, procurador del rey en el municipio,
y su hijo, fueron inculpados de propósitos insul-.
tantes: “que se obligue a esos mendigos campesi­
nos a comer paste y raíces para vivir, a hacer sopa
para sus hijos con la raspadura de piedra blanca
y que las mujeres no se sacien con su ración de pan
de cebada”, En el año n se arrestó en O.rleáns a un
regidor porque, según se decía, en 1789 había opi-.
nado que "si las niñas murieran habría bastante
pan”, comentario que otros reprodujeron así: “ha­
bría que tirar los niños al río, porque el pan es muy
caro”. Muchas personas que por su condición, sus.
funciones o sus palabras rnás o menos Jeformaocs
gozaban de la animadversión general, fueron víc­
timas de ios disturbios antes y después del l i da
julio: en Besançon, en marzo, se robó a varios con­
sejeros del Parlamento o tuvieron que huir; el . in­
tendente de París, Bertier, y su suegro Foulon fueren
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 43

masacrados en París el 22 de julio; lo mismo le


' pasó a los comerciantes Pellícier en Bar-le-Duc y
Girard en Tours; el alcalde de Cherburgo, que era
también subdelegado y lugarteniente del bailiazgo,
vio su casa devastada y conservó su vida sólo por­
que huyó precipitadamente. De este modo los dis­
turbios .provocados por el hambre dislocaron al
personal administrativo, judicial y de gobierno.
Además, había tanta miseria porque las cargas
del pueblo .eran excesivas. Todo el mundo se que­
jaba de los impuestos, como se ve en los cuadernos.
Los impuestos. directos —talla, capitación, vigési­
mo— aumentaban constantemente y en 1787 Biren-
ne había aprovechado la primera reunión de las
Asambleas provinciales recién organizadas para tra­
tar de conseguir un aumento de los vigésimos. Más
intolerable- aun parecían los impuestos indirectos
instituidos por el rey: en las regiones de gabela de
primera categoría ia sal obligatoria costaba 18 suet-
dos la libra; los subsidios gravaban muchos pro­
ductos y en especial las bebidas; los peajes y dere­
chos de mercado se cobraban hasta sobre los
granos, y a todos ellos había que sumar las cargas
locales. Sin embargo se han elogiado mucho las
ventajas que las franquicias provinciales y munici­
pales significaban para el pueblo. Es cierto que en
las regiones que conservaban sus Estados provin­
ciales el impuesto real era menor, puesto que la oli­
garquía provincial, sabedora de que todo aumento
de impuesto reducía los arriendos, resistía con todas
sus fuerzas las exigencias del poder central. Pero
al mismo; tiempo, manejaba el presupuesto local de
tal manera que todo el peso recaía sobre el pueb'o
a través de una serie de impuestos indirectos —que
el mismo Taine juzgaba indignantes— como el de­
recho de molienda, el piquet (requisa) provenzaJ,
o las tasas sobre el vino y la cerveza. Le mismo
hacían muchas municipalidades que extraían sus
44 GEORGES LEFEBVRE

recursos de los arbitrios y privilegios que aumenta­


ban a su vez el costo de la vida. Por lo tanto, las
rebeliones del hambre se volcaban contra los im­
puestos: se negaban a pagarlos, se exigía la supre­
sión de los fielatos, se proscribía sin piedad a los
agentes de los arrendatarios generales. Gomo en­
tonces las arcas públicas quedaban vacías, la con­
secuencia indirecta de los disturbios era que el rey
ya no podía gobernar y que la máquina administra­
tiva se volvía aun más pesada.
E l movimiento también hacía tambalear el edi­
ficio social._ E l impuesto real hubiera sido ménos
pesado si los privilegiados hubieran pagado la par­
te que les correspondía, y hubiera sido menor aún
si sus exigencias no hubieran obligado al rey a
aumentar sus gastos. Hubiera parecido menos into­
lerable, si esos mismos privilegiados, para colmo,
utilizando el diezmo y los derechos feudales, no
hubieran sustraído al campesino una parte de sus
ganancias: cuando se superponían el diezmo y el
cham part * —lo que no ocurría siempre— perdía una
sexta o una quinta parte de su cosecha. D e este
modo, los diezmeros y los señores se convertían en
acaparadores natos, y se los atacaba por los mismos
motivos que a los comerciantes. Se podría decir en
su favor que sus trojes eran graneros de abundan­
cia y constituían una preciosa reserva, pero nadie
ignoraba que muchos de ellos esperaban el alza
para vender. La misma administración lo reconocía,
y en tiempos de crisis intervenía para incitarlos dis­
cretamente a moderar sus pretensiones y a proveer
a los mercados. A todo esto se agregaba el hecho
de que el señor tenía el monopolio de la molienda
y la arrendaba, y que el molinero del molino del
derecho señorial también realizaba pequeñas exac­
ciones para aumentar su ganancia; engañaba en el

* Derecho sobre gavillas. [T.]


LA REVOLUCIÓN FRANCESA 45

peso, vendía el tumo de favor, y percibía el censo


en especie, así como su amo percibía el cham part y
los derechos de mercado. Por todo esto se originaba
una irritante paradoja: cuanto más caro era el gra­
no, más pesadas se volvían las cargas feudales. Y
para colmo, hasta las palomas y la caza del señor
vivían a expensas del campesino: en los alrededores
de París y de Versalles, las capitanías * del rey y
de los príncipes sembraban la desesperación. La
caza, privilegio exclusivo de los gentileshombres, les
permitía cometer mil abusos de los reglamentos,
mientras el campesino sólo obtenía compensación
luego de costosos e inciertos procesos.
Hasta ahora sólo hemos hecho referencia a los
derechos feudales que afectaban directamente a la
pobre pitanza del campesino, pero además de ellos
pagaba muchos otros que constituían una inextri­
cable maraña que sería absurde tratar de desentra­
ñar aquí, Basta con recordar que en tiempos de
crisis parecían mucho más insoportables, tanto más
por cuanto a fines del antiguo régimen, los señores,
también empobrecidos a consecuencia del alza de
las mercancías y los progresos del lujo, los cobraban
con más exactitud y rigor que antes. Como no en­
tendían mucho de eso, los arrendaban, y los dere-
chohabientes se mostraban aun más exigentes que
ellos. Se redactaban nuevos registros de derechos
señoriales; se actualizaban derechos caídos en de­
suso y reclamaban pagos atrasados que eran exor­
bitantes, puesto que las rentas señoriales sólo pres­
cribían a los treinta años. En muchas provincias los
grandes propietarios habían conseguido que se les
permitiera cercar, lo que impedía al campesino ha­
cer uso del derecho de pastos en común en esas
tierras, mientras los propietarios hadan valer el
suyo en las tierras de sus vasallos. También obtu-

Circunscripción de caza. [T.]


58 CEOHGES LEFEBVUE

vocó el 25 la revuelta de Aix, ante el local de la


Asamblea. A partir del 26 la onda expansiva pasó
por el sur y el oeste, llegó al centro de la provincia
(Peynier, Saint-Maximin, Brignoles), luego al nor­
te (Barjols, Salemes, Aups), donde, alcanzó a Per-
tuis, del otro lado del Durance. Siguió avanzando
hasta Riez —donde se saqueó el palacio del obispo—
y Soleilhas, al este de Castellane. L a tempestad fue
violenta pero corta; a comienzos de abril llegaron
las tropas y el pánico cambió de escenario.
Se buscaban los granos en todos lados y se sa­
queaban los. depósitos públicos, los almacenes de
los comerciantes, y los graneros de los conventos y
de' los particulares, Se. obligó a las municipalidades
a bajar el precio del pan y la carne, a abolir los
fielatos y el famoso piqu et sobre la molienda, En
algunos lugares el movimiento tomó un cariz po­
litice: en Marsella aparecieron el 21 de marzo car­
teles que convocaban a los obreros excluidos de las
asambleas electorales a protestar por ello: “es justo
qus opinemos; si tenéis coraje demostradlo”; cuan­
do se clausuró la asamblea electoral de Peynier se
exigió la reunión de otra donde pudieran votar los
amotinados “aunque en su mayoría fueran obreros
de las manufacturas de jabón, desprovistos de bie­
nes”. También se atacaba a la administración: en
Barjcls se obligó a los cónsules y jueces a convertir­
se en ordenanzas municipales, dade que el pueblo
es e l amo y se hará justicia por sí mismo; en Saint
Maximin se nombraron nuevos cónsules y oficiales
de justicia; en Aix se amenazó a los miembros del
Parlamento, Pero los sublevados atacaron sobre to­
do a los privilegiados. Salvo en Salemes, los curas
no fueron molestados, aunque no se escatimaron
agresiones contra los obispos, los conventos y los
señores. En Barjols se extorsionó. a las Ursulinas;
en Tolón se saqueó el palacio episcopal; se exigió
al obispo de Riez que entregara sus papeles; se
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 59
devastaron los castillos de Soliiés y de Besse, se
destruyeron los molinos del derecho señorial de
Pertnis. En todas partes los notarios y otros agentes
señoriales debieron entregar sus archivos, restituir
las multas cobradas, renunciar a todos' los derechos
de sus amos. Algunos nobles huyeron o fueran mal­
tratados: en Aups, el señor de Montferrat, que se­
gún se decía había tratado de resistir, fue masacra­
do el 26 de marzo. Cuando pasó la tormenta se
restablecieron los arbitrios y los derechos de re­
quisa —al menos en principio— pero no pudieron
reimplantarse los diezmos ni los derechos feudales.
“Se niegan a pagar los diezmos y los derechos se­
ñoriales”, decía Caraman. el 27 de marzo; el 16 de
agosto los canónigos de Saint-Victor en Marsella
aseveran que los campesinos no se echaron atrás:
"Después de la insurrección de fines de marzo, el
diezmo y los otros derechos feudales son considfir.
raoos como obligaciones voluntarías de las que es
posible liberarse. . . la mayoría de los pastores re­
húsa entregar el diezmo [de los corderos]; en cuan­
to a los derechos de homo, casi todos los habitan­
tes de las campañas se han liberado de él haciendo
cocer su pan en los hornos particulares.” Por últi­
mo, la insurrección también tuvo un aspecto pro­
piamente agrario: se volvió a poner en vigor el “uso”
de los pastos en común y el ganado invadió las
tierras de los señores e incluso de otros particula­
res, ya que ni la burguesía ni los campesinos acomo­
dados escaparon a las consecuencias del movimien­
to; lqs amotinados exigieron que se los alimentara
y a veces también que se les pagara —como ocurrió
en la Seyne el 27—, pues si habían abandonado sus
trabajos debían ganar algo en cambio.
Es imposible equivocarse al caracterizar estas
perturbaciones. Taíne llama bandidos a sus prota­
gonistas. Puede ser, pero no con el sentido que Taina
atribuye a esa palabra, sino con el que se le daba
60 CEOBCES I.EFEBVRE

en esa época: un grupo de gente que perturbaba


el orden. No eran ladrones de caminos o fugitivos
de galeras; eran gente humilde del campo y las
ciudades que, empujadas por el hambre y creyendo
que obraban de acuerdo con el rey, atacaban al
antiguo régimen.
Desde tiempo atrás la fermentación crecía en
el Delfin'ado: ya el 13 de febrero el presidente de
Vaulx había indicado a Necker que varios cantones
se habían negado a pagar las rentas feudales. Es
probable que la agitación producida en Provenza
se hubiera difundido en la zona y fuera en parte la
causa de la insurrección que estalló el 18 de abril
al este de Gap, en las tres aldeas del valle del Avan­
ce. Los habitantes de Avançon no habían ocultado
a su señor, el señor d’Espraux, consejero del Par­
lamento de Aix, que se consideraban liberados por
los Estados generales de todos los derechos que de­
bían pagar, y teniéndolo en cuenta, d’Espraux había
ofrecido el rescate de esos derechos. Pero no tuvo
éxito y por prudencia hizo transportar sus títulos
a Grenoble, Fue un acierto, pues sus vasallos, aco­
sados por la escasez, decidieron en abril apoderarse
de los granos entregados en pago en 1788, y el mo­
vimiento degeneró rápidamente en una revuelta
agraria que podríamos llamar clásica —hasta tal
punto todas fueron del mismo tipo hasta 1792. El
conflicto se preparó un domingo, día que durante
todo el período fue siempre critico —lo mismo que
las fiestas votivas o baladotres pues los campe­
sinos se reunían para oír misa y luego acudían a
las tabernas, lo que creaba condiciones ideales para
exaltar los ánimos. E l lunes 20 la gente de Avançon,
armada y formando grupos, descendieron a Saint-
Etienne y arrastraron a los habitantes hasta el cas­
tillo de Valserres, D’Espraux no estaba, pero su*

* Fiestas del 1® de enero y 1° de mayo. [T J


LA «EVOLUCIÓN FRANCESA 61

residencia fue invadida y recorrida de arriba a aba­


jo sin que se cometiera ningún destrozo ni robo,
según sus propias palabras. Los sirvientes atemo­
rizados ofrecieron bebidas a las amotinados, pero
tuvieron que prometer que el 26 llevarían la re­
nuncia de su amo a todos sus derechos, sin lo cual
ocurriría una nueva incursión. La guardia pública
acudió, aunque los habitantes no se intimidaron:
expulsaron a los aparceros del señor y amenazaron
con echar «1 ganado sobre el grano recién brotado.
Se envió la caballería y la gente se refugió en los
bosques. Cuando intervino la justicia prebostal, re­
conocieron sus culpas y ofrecieron reparaciones.
Pero d'Espraux confesó que no había logrado per­
cibir sus. rentas: ningún ujier hubiera llevado las
intimaciones sin escolta. Sin recurrir a la violencia,
la aldea de Passage, el 13 de abril, y la de Paladru
—mucho más al norte—, el 13 de mayo, acordaron
que no pagarían más a sus señores si no se les daba
el acta de concesión de las tierras gravadas con
rentas. Luego imprimieron y distribuyeron sus de­
cisiones y el 28 de junio los habitantes de la baronía
de Thodure sostuvieron pretensiones análogas. Se­
gún el presidente d’Óraacieux, se contagiaron unos
a otros: “Todos los días no se oye hablar más que
de proyectos destructores de la nobleza y de que
se llevarán antorchas a los castillos y se quemarán
todos los títulos . . . ; en los cantones en que la fer­
mentación es menor, las comunidades deliberan dia­
riamente para no pagar los censos ú otros derechos
señoriales, para establecer su rescate a precio mó­
dico y para disminuir el monto de los lo a s,0 y toda
idea igualmente hostil despierta el éspíritu de igual­
dad y de independencia que es la moral dominante
en estos momentos.” A comienzos de junio en, Çre-.

8 Censo percibido sobre el monto *de una herencia' ven­


dida en un señorío. [T .J
62 GEOHGES UEFEBVBE

mieu se rumoreaba “que se debían quemar y sáquear


los castillos”. •
: L a tercera hoguera no tardó en encenderse en
el otro confín del reino: en Henao, Cambrésis "y
Picardía. Las asambleas electorales de las aldeas
habían sido tumultuosas y el 30 de abril, día fijado
para la Asamblea general del prebostado, los cam­
pesinos de Saint-Amand acudieron de todas partes
para sitiar la abadía. Como en Cambrai la suble­
vación se había desatado el 6 y 7 de mayo a causa
del precio del pan, la llanura circundante se adhirió
al día siguiente, y, lo mismo que en Próvenza, se
buscaba trigo en las granjas o en las abadías de
Vaucelles, de Walincourt, de Honnecourt, de Mont-
Saint Martin y de Oisy-le-Verger. Hasta el señor
de Bécelaer, amo de Walincourt, tuvo- que contri­
buir. El movimiento avanzó en la región de Thié-
rache, pasando por Catelet, Bobain y Nouvion,
hasta llegar a Rozoy, para expandirse luego en el
Vemiandois, hasta los alrededores de Saint-Quen-
tin: bandas de doscientos a quinientos campesinos
obligaron a todos los que tenían trigo a entregárse­
lo al precio que ellos mismos fijaban. También hubo
exacciones similares en !a región de L a Fére, y en
junio se denunció un complot para invadir la cartu­
ja ce Novon. También en estos casos la burguesía
y los campesinos acomodados corrieron la misma
suerte que los privilegiados, y del mismo modo que
en las otras regiones, se discutieron los derechos
señoriales: en Oisy-le-Verger, una decena de aldeas
exterminaron los animales de caza y declararon que
no pagarían más nada. A comienzos de julio cuan­
do en Flandes, de acuerdo con la costumbre, se
comenzó a arrendar la percepción del diezmo, tam­
bién se agitó la campiña de Lila: se obligó a los
canónigos de Saint-Fierre a prometer que. entrega­
rían a ios pobres una parte de sus recaudaciones.
Desde temprano la región de Versalles y París
LA REVOLUCION FRANCESA 63

constituyó una cuarta zona de perturbaciones casi


permanentes, pues los reglamentos de las capita­
nías y la gran extensión de los bosques permitían
que los animales de caza provocaran tales estragos
que la situación era ya insoportable para los cam­
pesinos. El subdelegado de Enghien reconoció que
la escasez había provocado “una especie de deses­
peración en los campesinos" y que ésta era la causa
de la sublevación. En 1788 la rebelión había co­
menzado —desde Pontoise hasta llsle-Adam— en los
cotos de caza del príncipe de Conti, y en los pri­
meros, meses de 1789 las bandas iniciaron la caza.
En marzo, la gente de Pierrelaye, Herblay y Con­
fiaos se.lanzó sobre las tierras del conde de Mercy-
Argenteau, embajador de Austria; les de Genevi-
llier sobre las del duque de Orleáns; el 28 de marzo
dos guardias del príncipe de Condé fueron muertos
a tiros de fusil; en mayo ocurrió algo semejante
en Fontainehleau y en junio en los cotos de ca¿3~
de la reina en Saint-Cloud. Como en el resto del
país se devastaban los bosques, y el 11 de junio
Besenv&i testimonió los enormes daños causados a
Sa abadía de Saint Denis hacia Vaujours y Ville-
pinte: “muchos de los más ricos. arrendatarios de
los alrededores han adquirido coches de cuatro ca­
ballos comprándolos muy baratos a ¡os habitantes”.
En esta región hubo pocos atentados propiamente
dichos. El principal incidente ocurrió en Chatou:
el 11 de mayo los habitantes reabrieron por la fuer­
za un camino público que atravesaba el parque del
castillo y que el señor había clausurado.
En las otras provincias las revueltas del hambre
y el movimiento antiseñorial no tuvieron una rela­
ción tan clara, pero este último se manifestó casi
en todas partes. “La efervescencia de las ciudades
se .contagió al campo", decía la Hoja semanal del
Fránco Condado el 5 ds enero de 178S; “varios
cantones han decidido negarse a pagar subsidios y
64 CEORGES IJ2FEBVHE

rentas hasta que las cosas cambien por completo.


Estamos en vísperas de una insurrección general.”
“La animosidad de los campesinos contra sus se­
ñores es enorme en todas partes”, escribía el 7 de
junio el señor de Tahure en Champaña; “los cam­
pesinos se han amotinado para cazar y destruir los
animales de las tierras de caza que el duque de
Mailly tiene en esta provincia,” “En la zona cir­
cundante”, escribe desde Lyon Imbert-Colomés el
7 de julio, "varias aldeas se niegan a pagar el diez­
mo y el campo no está más tranquilo que la ciu­
dad.’’ A comienzos de junio el obispo de TJzés se
dirigió al rey rogándole que ordenara a los campe­
sinos que permitieran cobrar el diezmo como siem­
pre, En Languedoc, el marqués de Portalis se que­
jaba a fines de mayo de los grupos que se organi­
zaban en Cournon-Terral y. el señor de Bagnols
procuraba calmar a sus vasallos autorizándolos a
rescatar los derechos feudales. Ya se han indicado
las quejas del subdelegado de Ploérmel en Breta­
ña; en junio le tocaba alarmarse al intendente de
Rennes, pues el Parlamento ya había denunciado
que se multiplicaban los grupos, sobre todo en el
obispado de Nantes. En Maine, la parroquia de
Montfort anunciaba en mayo que ya no pagaría
más los censos: 'los pagan a ciegas desde hace de­
masiado tiempo y ya están cansados.” También
en mayo el marqués de Aguisy (Poitou) se quejaba
de numerosos delitos, A todo esto se agregaba que
el contrabando crecía, los impuestos directos se
cobraban con gran lentitud y que en muchos lugares
las revueltas frumentarias se combinaban con ata­
ques contra las oficinas de impuestos, y, por ejemplo,
en Limoux fueren devastadas durante las revueltas
del 3 y 4 de mayo. A comienzos de junio, la comu­
nidad de Biennet —en la circunscripción judicial
del senescalado de Riviére-Verdun— decidió no pa-
XA REVOLUCIÓN FRANCESA 65

gar más impuestos y lo notificó al recaudador ame­


nazándolo con matarlo si insistía.
Todo esto indica que las grandes revueltas del
mes de julio tuvieron prototipos desde comienzo
de la primavera y fueron preparadas por una larga
fermentación que sembró la inquietud en todas par­
tes. Esto fue un nuevo motivo de terror que venía
a agregarse a tantos otros, y sobre todo, una estu­
penda preparación para que germinara la idea de
ese “complot aristocrático” imaginado para some­
ter al yugo al campesino y que convirtió el gran
pánico en un fenómeno nacional.
C a IÍTUIO'V

LOS COMIENZOS D EL ARMAMENTO


PO PULAR Y LOS PRIMEROS
‘TANICOS”

Muy pronto las autoridades se sintieron desbor­


dadas por la creciente anarquía. Las innumerables
jurisdicciones, celosas unas de otras e inconscien­
tes del peligro, no supieron ponerse de acuerdo para
acelerar la represión, que sólo fue esporádica; el
ejército, fatigado y disperso, se sintió impotente
ante la proliferación de los disturbios. Los oficiales
subalternos y los dé carrera estaban mal predis­
puestos hacia los nobles, a quienes los edictos de
1731 y de 17S7 reservaban los grados, mientras los
soldados, salidos del pueblo, se adherían paulati­
namente a la causa de sus camaradas. El 19 de ju­
nio, Besen val daba la alarma: “La excelente medida
de someter muchos casos a la justicia prebostal ha
dado muy pocos resultados, pues el preboste sufre
la interferencia y las demoras provocadas por el
primer tribuna! que quiera ocuparse del delito. . .
No hay ejemplo posible; cada día aumenta la li­
cencia; hay muchos motivos para temer que si a
esto se agrega el hambre, las cosas lleguen a tal
punto que las tropas nada puedan hacer y tengan
que limitarse a defenderse." Hubiera podido aña-,
dir que muy pronto las tropas ya no' queman ha­
cerlo.
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 67
En tales circunstancias, las municipalidades ur­
banas, de acuerdo con la burguesía, procuraron
defenderse por sí mismas. Hay quien dice que se
difundió sistemáticamente el gran pánico para que
la gente de la provincia se viera obligada a armar­
se, pero ya veremos más adelante si esto es cierto.
Sin embargo, podemos observar desde ahora que
durante la primavera y los primeros días del vera­
no, la inquietud general (cuyas causas hemos enu­
merado) había empezado a difundirse. Muchas ciu­
dades que tenían milicias burguesas fueron eximi­
das de la talla * . con la condición de que cuidaran
de sí mismas. Si bien a fines del antiguo régimen
esas tropas sólo existían de nombre y se reunían
únicamente para las ceremonias oficiales, las su­
blevaciones o «1 temor que inspiraban los desocu­
pados y los hambrientos las pusieron de nuevo en
actividad, y donde no existían se procuró organi­
zarías. En abril d e 178€ la municipalidad de Troves
ordenó patrullas para intimidar a los obreros; en
Provenza, durante les disturbios de marzo, las ciu­
dades y los burgos tomaron las armas; enG aillac,
el 1° de febrero, se decidió crear una milicia contra
“el libertinaje de los malhechores”; Mortagne (Poi-
tou) formó una patrulla voluntaria para resguardar­
se de los contrabandistas; el 7 de abril, Etampes
restableció sus compañías burguesas, y lo mismo
ocurrió en Caen el 25 de abril; en Orieáns, el 27
—cuando sucedió'el saqueo.de los almacenes del
negociante Rime— y en Beaugéncy el 29. El 8 de
mayo, siguiendo el ejemplo de las ciudades, el bur­
go de Neuilly-Saint-Front resolvió organizarías tam-
- bien; el 24 de junio Bar-Sur-Aube cerró sus puertas
por .las noches y estableció guardia y patrulla; el
15.de julio, como consecuencia de una reciente
sublevación, Amiens resolvió am arse; y Sens, que

* Derecho real que gravaba ia condición de no noble. [T.J


68 GEORGES UEFEBVKE

había sufrido lo mismo, decretó el 13 el nombra­


miento de un “dictador militar”. Al aproximarse
la cosecha, las comunidades rurales - solicitaron con
más urgencia la restitución de sus armas, y en
Flandes se reactualizó en junio la obligación de
hacer guardia.
Las autoridades provinciales vacilaron: Sommyé-
vre, que mandaba en Artois y Picardía, temía entre­
gar las armas al pueblo. Las milicias de las ciudades
estaban formadas casi exclusivamente por burgue­
ses en los que se podía confiar -p o r lo menos mien­
tras el conflicto político no los inclinara hacia la
Asamblea Nacional contra el poder—, pero por ejem­
plo en Marsella, desde 1788, se habían formado
compañías ciudadanas en las que participaban los
jóvenes y la pequeña burguesía y cuya turbulencia
había provocado su disolución el 11 de mayo de
1789. Era mucho más peh'groso todavía armar a
los campesinos —y sin embargo hubo que afrontar-,
lo—. D ’Agay, intendente de. Picardía, aterrorizado
por los desórdenes que hemos mencionado, apeló
contra Sommyévre. Los bailiazgos de Douai (en
junio) y de Lila (el 3 de jubo) dictaron ordenan­
zas prescribiendo a las aldeas que pusieran guardias
y tocaran a rebato en caso de alerta. [Excelente
medio para amplificar e l pánico más insignifican­
te! Los comandante militares —d’Esparbós en
Gascuña, el conde de Perigord en Languedoc— con­
cedieron las autorizaciones pertinentes; en Henao,
como consecuencia de las revueltas de Cambrésis,
Esterhazy impuso guardia a todas las comunidades
(el 12 de mayo) y ante el gobierno asumió la de­
fensa del armamento general. Por lo tanto, no asom­
bra que el duque de Orleáns, señor de Mortagne,
aprobara las precauciones que allí se tomaron.
El resultado inmediato y más inesperado de las
revueltas fue que acercaron a nobles y burgueses
para realizar en común la defensa de sus propíeda-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 69

des contra el “cuarto estado”. E n Caen, se pusieron


de acuerdo para armarse en abril; en Etampes, los
nobles se incorporaron a la milicia a fin de mes.
La misma unión tuvo lugar en Provenza, y el 22
de abril, Caraman se alegraba de que así ocurriera:
"Puesto que el ataque de los campesinos se dirigió
contra todo lo que parecía dominar, el sector alto
del Tercero, más cercano a ellos, ha sido también
el más afectado. Por eso mismo esta clase, tan opues­
ta a la nobleza, se acercó a ella para luchar contra
el enemigo común, y este vínculo, que perdurará
a no ser que la nobleza lo rompa con inoportunas
altanerías, formará una masa de dos clases que
hasta ahora estaban alejadas. Esta masa será la de
los propietarios y las personas de talento, y se po­
dría asegurar que de esta unión surgirá la paz de
la campaña." Los acontecimientos de Versalles y
de París influyeron desfavorablemente sobre esta
unión, que sin embargo sobrevivió al 14 de julio:
durante los disturbios que ocurrieron posterior­
mente, todavía se manifestó en las provincias, con
más frecuencia de lo que se cree.
Ante los primeros soplos de tormenta, la magis­
tratura urbana sintió vacilar el poder que detenta­
ba por herencia, venalidad de los cargos, desig­
nación o aprobación del rey: era la revolución
municipal que se anunciaba. En cada disturbio, el
pueblo hablaba fácilmente de expulsarlos, y ya
hemos mostrado un ejemplo con lo ocurrido en
Provenza. Pero lo mismo pasaba en Agde en abril:
"la audacia de estos insurrectos llegaba hasta pre­
tender expulsamos de nuestros cargos y a creerse
con derecho de nombrar nuevos cónsules, algunos
de los cuales pertenecerían a su clase.” Sin embargo,
era más peligroso el descontento de la burguesía,
que exigía una reforma de la administración urbana
y quería regenerarla recurriendo a las elecciones
para apoderarse de ella. Al faltarle su apoyo, la
70 CEOHGES LEFEBVHE

municipalidad oligárquica, que tampoco podía con­


tar con la autoridad superior, se sentía en peligro.
Por ejemplo, en Cháteaubriant, llegó a ser destituida
por la Asamblea electoral. Por esto mismo comen­
zaron, a hacerse .algunas concesiones; el 13 de abril
se creó en Autun un comité de subsistencias que
colaboraría con la Municipalidad; en junio en la
Forté-Bernard apareció un comité permanente; en
Tonnerre, el rey autorizó la creación de un “Con­
sejo político” elegido; el gobierno se asombró ante
la petición elevada por Saint-André-deryalborgne
—pequeño burgo de. Cevennes— donde solicitaba la
creación, de “una asociación patriótica que enten­
dería en los procesos de los ciudadanos del lugar”.
Por supuesto, todas estas precauciones tomadas al
azar no tranquilizaron a nadie, Al contrario, es de
imaginar que aumentaron la ansiedad y dieron el
espaldarazo oficial a los peligros con los que todos
se sentían amenazados.
Pues cuando una asamblea, un eje: cito o pobla­
ciones íntegras esperan la aparición del enemigo,
es indudable que en algún momento'se. creerá que
ha llegado. Las personas más emotivas darán la
alarma, sobre todo si están aisladas o hacen ¿a cen­
tinela? y se sienten muy expuestas o flaquean bajo
el.peso de sus responsabilidade?. Basta con un in­
dividuo sospechoso o una nube de polvo, o con me­
nos todavía —un ruido, una luz, una sombra—, y.ya
están seguras de que. el peligro acecha. Más aún:
interviene la autosugestión y -creen ver y oír. Así
se desencadena'el pánico en los ejércitos, sobre.todo
de noche; así', se declararon las alarmas que .origina-.,
ron el gran pánico. Pero en estas condiciones, llama .
la. atención que se desencadenaran especialmente en
la segunda quincena de julio, puesto que la inquie­
tud general de la que proceden esos terrores indi­
viduales se había desarrollado ya progresivamente,
durante les meses anteriores.. En realidad, algunos
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 71
incidentes que no podemos describir ni explicar en
forma satisfactoria por falta de documentos deta­
llados, muestran que ya a partir de mayo hubo
“miedos” .locales o comienzos de pánico.
El 12 de mayo de 1789 el librero Hardy escribía
en su diario: “Cartas particulares de Montpellier
anuncian que el conde de Périgord, comandante de
esa ciudad por designación del rey, había ordenado
que todo el mundo, salvo sacerdotes y monjes, to­
mara las armas para la defensa común, puesto que
había llegado la desagradable noticia de que dos
barcos con bandidos se acercaban al puerto de
Cette y que sus propósitos eran incendiar dicho
puerto.” Esta alerta de la que no tenemos más que
esa mención, debe vincularse con los disturbios ocu­
rridos en Agde, y si pareció probable la llegada
de bandidos por mar, sin duda fue porque se re­
cordaba la piratería ,de los bereberes —que por_
cierto todavía seguían en esa actividad, aunque lejos
de allí, en el Mediterráneo—, A fines de mayo en
Beaucaire corrió el rumor de que los malhechores
que vagabundeaban por-la provincia irían a robar •
a los comerciantes en la feria: quizá so trataba del
epílogo de las revueltas de Provenza que repercu­
tían as* en. la orilla derecha del Bedano. Si debemos
prestar crédito ai historiador del burgo de Kibá-
mont, la anarquía piearda, que afectaba a toda la
gente acomodada de la zona, habría provocado uo
“terror” .muy característico a fines de junio, Al­
gunos soldados entraron en la abadía, de Saint-Ni-
colás, .obligaron a los monjes a darles de beber y
comenzaron a armar escándalo. Uno.de los religio­
sos escapó hacia ia ciudad gritando por las calles
“¡Han llegado, los bandidosi”-De inmediato los ha­
bitantes salieron en tropel, algunos ' armados con -
palos, ortos con horquillas o guadañas y se precipi­
taron hacia la abadía, donde arrancáronla los mon­
jes de manos de los soldados, También en Lyon,
72 CEORGES LEKEBVRE

durante las sublevaciones del 1° y 2 de julio, los


habitantes se creyeron amenazados por una incur­
sión de salteadores. Lo que se explica fácilmente,
.pues tal como surge de la correspondencia de Im-
bert-Colomés, los campesinos de los alrededores,
convencidos de que se suspendería el fielato, acu­
dieron en masa —unos para introducir sus vinos, los
otros para comprar lo que les faltaba— y participa­
ron en los ataques dirigidos contra las oficinas pú­
blicas, a las puertas de la ciudad. El 18 de julio,
el librero Hardy analiza una carta escrita a su mujer
por una lionesa, paríentá suya: “Todos los jóvenes
de la ciudad, que eran unos tres mil, se habían ar­
mado para impedir la entrada de los bandidos y .sal­
vaguardar la vida de los ciudadanos”; hubo tres­
cientos muertos y heridos, “muy pocos de la misma
Lyon, casi todos eran salteadores, a los que se re­
conocía porque habían sido azotados y marcados. . .
se aseguraba que unos cuatro o cinco mil de ellos
asolaban las ciudades vecinas”. Después de las in­
surrecciones posteriores al 14 de julio, encontrare­
mos muchos ejemplos de esta manera de ver las
cosas: las municipalidades procuraron preservar el
buen nombre de sus conciudadanos asegurando que
nada tenían que ver con los excesos que se come­
tían y que habían sido víctimas de malhechores
extraños, o adujeron que armarse estaba justificado
para precaverse de la amenaza que significaban nu­
merosos malintencionados que pululaban por los
alrededores. Lo hacían para ponerse a salvo en
caso de que las autoridades reales les pidieran cuen­
tas, pero no lograron convencer ni a medias a los
incrédulos de que los bandidos no eran un mito.
Poco después el terror se desató en Bourg; el 8
de julio el intendente y el primer síndico expusie­
ron ante el Consejo reunido en asamblea extraordi­
naria "que la alarma cunde en nuestra ciudad ante
la noticia difundida ayer de que un tropel de unas
•LA REVOLUCIÓN FRANCESA 73
seiscientas personas, todas ellas vagabundos salidos
del ducado de S aboya, realizan' una incursión en
Francia. Se sospecha que se han encaminado hacia
la ciudad de Lyoñ, y es muy peligroso verlos llegar,
a todos o parte de ellos, a nuestra ciudad; y come­
ter actos de violencia”. Probablemente las noticias
llegadas desde Lyon habían predispuesto el ánimo
de los habitantes de Bourg, pero el incidente inicial,
que no conocemos, debió producirse en la frontera
de Saboya, tal como ocurrirá algunas semanas más
tarde, pues Conard, en su . estudio sobre el pánico
en el Delfinado, observa que en el mes de julio se
temía en esa provincia una incursión de los saboya-
nos. Por lo tanto, aquí nos encontramos en presen­
cia de una neta manifestación del gran pánico: pro­
bablemente el terror vino de la región de Pont-de-
Beauvoisin y se propagó del Delfinado y Bugey
hasta Bourg, desde donde se dirigió a Trevoux, que.
en julio puso guardia ante las puertas y las ce­
rró. Es muy importante destacar que por primera
vez se teme a los extranjeros, a no ser que el rumor
que corría en Montpellier se refiriera a piratas ex­
tranjeros, lo que es muy posible. Pero pocas sema­
nas después se hablaba ya de tropas auxiliares traí­
das por los príncipes emigrados. El rumor de co­
mienzo de julio se explica fácilmente por la idea
que todos tenían sobre Saboya: un país de monta­
ñas abruptas dónde vivía una población miserable
e inculta que echaba sobre Franciá compactos en­
jambres de emigrantes hambrientos y sospechosos.
Quizá no era la primera vez que circulaba el rumor
de que llegarían en masa al Delfinado y Bugey:
Saboya también conocía la mendicidad y el vaga­
bundeo—como es de imaginar— y entre 1781 y 1784
se había organizado una caza sistemática de los va­
gabundos. Los aldeanos registraban los bosques y
los hospederos denunciaban a los desconocidos y a
74 CEORGES LEFEBVRZ

los que carecían de pasaporte. Es probable que ál


ser expulsados todos los que estaban en situación
irregular, por lo menos algunos grupos refluyeran
hacia Francia.
Al yuxtaponerse pánicos de este estilo provocados
por incidentes del mismo tipo o de distinto carác­
ter, constituyeron el gran pánico. Pero la originali­
dad de este último consiste en el número de sus
componentes y más todavía (pues después de todo
el número no era muy considerable, como veremos)
en su relativa simultaneidad y en su extraordinaria
facultad de propagación. Sin duda alguna después
del 14 de jubo —cuando se multiplicaron las rebe­
liones de todo tipo; cuando la carestía estaba en su
apogeo en vísperas de la cosecha— era natural que
se exasperara la ansiedad y en consecuencia los “te­
rrores” fueran más numerosos y se propagaran con
mayor facilidad que antes. Sin embargo la despro­
porción es tan grande, que a todos los elementes de
explicación que hemos enunciado habría que agre­
gar otro que se aplicara en particular a la segunda
quincena de julio. ¿Podríamos encontrarlo recurrien­
do al método comparativo? En efecto, en nuestra
historia hubo otros pánicos —antes y después de la
revolución— y ios hubo también fuera de Francia.
Quisa encontraríamos entre ellos algún rasgo co­
mún que aclarara ei pánico de 1789.
En septiembre de 1703, durante la rebelión de los
Cam isarch [protestantes de Cévennes], un grupo de
ellos, integrado por ciento cincuenta hombres, pe­
netró en la diócesis de Vabres y desde allí en la
de Castres, quemando varias iglesias y viviendo del
saqueo; avanzó , hasta los confines de la Montaña
Negra y luego enfiló hacia la diócesis de Saint-
Pons. Fue el comienzo de un pánico que atravesó
los centenales y progresivamente llegó hasta Tam
en el norte y Toulouse en el oeste, y quizá hasta
LA KEVOLÜCIÓN FRANCESA 75
mucho más lejos. Los relatos de la época muestran
que sus caracteres exteriores fueron idénticos a los
del gran pánico: se toca a rebato, cada aldea envía
emisarios a las aldeas vecinas para prevenirlas y
pedirles socorro; los destacamentos que acuden en
ayuda son tomados por los enemigos y sin esperar
más se corre a anunciar que el mal está hecho. El
22 de septiembre la milicia de Cor des marchaba
sobre Castres; “Al ver pasar tantos hombres en
desorden y armados, los habitantes de Saint-Genest
o La Poussié se asustaron y enviaron al hijo de
3atigne, de La Poussié, que trabajaba en los cam­
pos, para .que fuera lo más rápidamente posible a
Réalmont a decir que se había visto a los fanáticos
que quemaban la iglesia de Saint-Genest. Eran las
seis o siete de la tarde y el muchacho sembró tal
desorden en la ciudad que toda la población salió
armada con alabardas, picas, asadores, bastones, et­
cétera. En la plaza hubo una asamblea con la mi7
licia y los cónsules hicieron colocar maderos en las
puertas para impedir la entrada, pero nada ocu­
rrió.” E l obispo de Castres huyó, pero el subdelegado
conservó la serenidad y ordenó alistar las milicias,
mientras el obispo de Saínt-Pons prescribía a los
habitantes que hicieran guardia. El 29 de septiem­
bre, el mariscal de Montrevel escribía al ministro
de Guerra diciéndole que todo se había tranquili­
zado, pero agregaba: "todo esto le indicará con
cuánta facilidad se:conmueve esta provincia”. ¿Por
qué estaba tan sensibilizada? Porque estaba con­
vencida de que los protestantes se habían armado no
para defenderse sino para aplastar a los católicos
y que estaban de acuerdo con el extranjero, que el
ano anterior había iniciado la guerra de sucesión
de España contra Luis XIV.. Por esta razón los re­
latos de esa época vieron en este pánico el efecto
de un.complot y deformaren sus rasgos con ele­
76 GEOHGES LEFEBVHE

mentas legendarios. Según esta idea preconcebida,


hubo "alarma el mismo día”; “fue una falsa alarma,
pero se difundió al mismo tiempo hasta París. Todo
estaba en combustión”. Y así se conservó el recuer­
do de este ten or que se atribuyó a las maquinacio­
nes de Guillermo I II —que sin embargo había muer­
to en 1702—, -Y.no se lo había olvidado aún en
1789. El l 9 de agosto, al hablar del pánico que aca­
baba de sacudir a Lémosín, Girondex, juez del du­
cado de Ventadour, escribid desde Neuvic: “Me
encantaría saber que todo esto fue nada más que
un pánico semejante al que ocasionó el príncipe de
Orange”; lo que de paso haría pensar que la alarma
de 1703 había trascendido los límites de la Dor-
doña, Del mismo modo, en 1789 en Agen, Boudons1
de Saint-Amans decía que el gran pánico recordaba
“la pdou d es Higcru-rvwtcs —el terror de los hugono­
tes de 1690” ( sic ),
Saltemos un siglo y medio: estamos en 1848. Pa­
rís ha proclamado la república; se dice quedos obre-.
ros desatan tumulto tras .tumulto. Son los “parta-
geux” [comunitarios], que quisieran quitar al cam­
pesino su tierra y sus cosechas. En abril, el te­
rror estalló en Champaña, Luego ocurrieron las
jornadas de junio, que agudizaron al. máximo la
ansiedad. A comienzos de julio, el terror sacudió a
Calvados, la Mancha y el Ame hasta el Sena infe­
rior. El estudio de.Chiselle nos informa perfecta­
mente sobre lo acontecido en este último lugar. Una
vez más, parecería que se está en 1789.
E l 4 de julio, hacia las ocho de la mañana, entre
Burcy y Vire, una anciana que iba a su campo vio
al borde del camino dos hombres y se asustó: uno,
acostado boca abajo, tenía un aspecto fatigado e
inquieto; el otro, que cada tanto iba y venía con
paso lento, tenía el rostro desencajado. En eso pasó
a caballo un joven del lugar, hijo de un administra­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 77
dor, y la vieja le contó sus temores: le parecía que
eran bandidos. E l joven estuvo de acuerdo, y tam­
bién tuvo miedo. Espoleó el caballo y se precipitó
hacia Vire, anunciando de paso la próxima llegada
de los malhechores: todos los que vieron pasar a los
dos hombres no dudaron de que fueran peligrosos.
El rumor circuló y aumentó con extrema rapidez:
en Burcy se hablaba de dos bandidos; en Presles
de diez, en Vassy de trescientos, en Vire de seis­
cientos; en Saint-LÓ, Bayeux y Caen ya se decía que
tres mil partageux reunidos en los bosques de los
alrededores de Vire se dedicaban a saquear, incen­
diar y masacrar. Los alcaldes, al pedir socorro a
todos lados, lograron que la noticia tuviera visos
de verdad: "La guardia nacional de Tmchebray”
—escribía el alcalde de esta ciudad al de Domfront—
“tiene sólo ciento cincuenta fusiles y no puede resis­
tir a la fuerza imponente que se anuncia y que
engrasa a cada instante con todos los individuos de-
mala catadura del país. Es urgente que la guardia
nacional de Domfront venga aquí a marcha forzada,
y coü municiones de guerra.” En menos de siete
horas sonó la alarma en veinticinco leguas a la re-;
donda. E n Caen las autoridades no vacilaron ni un
segundo. E l general Ordener, al mando de la guar­
nición y de la guardia nacional, se puso en movi­
miento, mientras de todos lados acudían más de
treinta mil hombres.: Cuando se comprobó que h a -.
bía sido una falsa alarma, se tranquilizó rápidamente
al resto de Normandía que ya estaba dispuesta a
movilizar sus fuerzas. Como se hizo una investiga­
ción, conocemos el origen del pánico: los dos hom­
bres eran de la región; el'hombre del rostro desen-:
cajado estaba loco y el otro .era su padre que lo
vigilaba. La desproporción entre la causa y el efecto
era tal, que al comienzo se creyó en una maniobra
política, Con toda seguridad el partido del orden-
78 GEQRCES LEFEBVRE

hubiera estado encantado de tener ocasión de in­


criminar a los rojos, y esto explica el celo de los
investigadores. Sin embargo, como el pánico sólo
podía ser provechoso para la reacción, los demó­
cratas acusaron a sus adversarios. Y así en Cham­
paña, el .17 de septiembre, Napias Piquet, aludiendo
a la emoción de abril, decía de los campesinos: “Han
visto claramente que se les había engañado; en
ninguna parte han encontrado esos feroces obreros,
esos asaltantes que según se les decía estaban en
todas' partes. Los agentes provocadores, autores de
tantos rumores falsos. . . anhelan la guerra civil.”
Pero para nosotros no cabe la menor duda: en el
origen de esos terrores hay siempre el temor hada
un enemigo, el revolucionario de París, capaz de ir
“a las zonas ricas para reclamar la comunidad de
bienes", y si la “gente honesta” tiene cierta respon­
sabilidad en todo esto, es porque al temer el ad­
venimiento de un régimen democrático explotaron
los acontecimientos parisienses en su favor y trataron
de convencer a las provincias de que estaban amena­
zadas con el pillaje. Bastó entonces que una anciana
se inquietara para que todo el mundo creyera en
la llegada de los bandidos.
Por tanto, en 1848 como en 1708, además del sen­
timiento de inseguridad que lógicamente desperta­
ban la situación económica y las circunstancias po­
líticas, hay en el origen de los pánicos 3a idea de
que un partido o una clase social amenaza la vida
y los bienes de la mayoría de la nación, a veces con
ayuda del extranjero. Este temor universal y siempre
idéntico da a las alarmas locales, cuya ocasión e
importancia son variables, su valor emotivo y su
expansión. Lo mismo ocurrió er: Inglaterra a fines
de 1688, cuando después de la caída de Jacobo II
se pensó que los irlandeses, bárbaros y fanáticos, no
tardarían en acudir para restablecerlo: así-se deser
cadenó el pánico en iodo el país durante “la noche
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 79

irlandesa”, Lo mismo ocurría en 1789: creemos ha­


ber demostrado que las alarmas locales eran previ­
sibles. Pero hubo elementos “multiplicadores”: el
“complot aristocrático" —que amenazaba al Tercer
Estado según éste lo creía— y la inquietud que pro­
vocó en las provincias la insurrección del 14 de julio.
2. E l “complot aristocrático’'

C a pítu lo VI

PARIS Y LA IDEA DE COMPLOT

En cuanto los tres órdenes se reunieron en Ver-


salles, entraron en conflicto sobre el voto por ca­
beza, y durante un mes y medio se encontraron en
plena impotencia. Las sospechas nacieron de in­
mediato: si la nobleza y el alto clero rehusaban obs­
tinadamente votar por cabeza, era porque se sentían
incapaces de dominar los Estados y querían pro­
vocar s i disolución. La corte era su cómplice: la
reina y los príncipes cercaban al rey para conseguir
qüe expulsara a Necker y desde el 15 de mayo se
temía un golpe. Un observador, cuyos informes al
señor de Montmorin, ministro de Asuntos Extranje­
ros, han sido conservados, relata los rumores que
corrían: "Los resultados de la asamblea despiertan
la inquietud general”, escribía el 15 de mayo. “Se
observa con asombro que todos los días llegan nue­
vas tropas que se aproximan a París o a sus alrede­
dores, y también se hace notar con cierta maldad
que en su mayor parte son extranjeras”; "muchos
temen la disolución de los Estados generales” (21
de mayo); "la opinión pública dice hoy que los Es­
tados generales no se reunirán” (3 de junio); “el
clero, la nobleza y el Parlamento se han reunido para
lograr entre todos la pérdida de Necker” (1 3 de
junio).
Cuando el Tercero se proclamó Asamblea Nació-
82 CEOHCES LSFEBVHE

nal el 17 de junio, todo el mundo pensó que los


privilegiados no abandonarían la lucha: "Se espera
que los nobles desenvainen”. E l cierre momentáneo
de la sala de sesiones del Tercero, que provocó el
juramento del Juego de Pelota, y más tarde la sesión
del 23 de jumo, demostraron que el rey estaba de­
cidido a sostenerlos. E l desistimiento de Luis XV I
y la aparente fusión de los tres órdenes no lograron
calmar los ánimos; se sospechaba que los conjurados
querían ganar tiempo y la mayoría de la nobleza,
con su reserva y su actitud ante la Asamblea, conven­
ció a todo el mundo que su sumisión no era since­
ra. El 2 de julio en París “se hablaba de un golpe
de autoridad del que se supone que el gobierno se
ocupa desde hace días y del que se acusa al mariscal
de Broglre. . . ; se espera que se forme un campa­
mento en los alrededores de la ciudad. Se dice que
llegarán muchas tropas extranjeras, y que se ha
puesto guardia en. ios puentes de Sévres y Saint-
Cloud." También comenzaba a hablarse de emigra­
ción ■y se decía que el conde de Artois “quiere
refugiarse en España si no logra dominar los E s­
tados”. De esto a pensar que volvería con un ejército
extranjero no hay más que urt paso y no se tardaría
en darlo. Un diputado de la nobleza da Marsella es
aún más explícito, el 9 dé julio: 'los malintenciona­
das propalan que la llegada de tropas es una manio­
bra de ia aristocracia moribunda, de la nobleza . , . ;
que esta nobleza proyecta una. masacre de ple­
beyos,"
No cabe duda de que los gentiIeshombres.se ex-
presaban a veces en forma amenazadora. Moniiosíer
cuenta que un día en Versalles, en k terraza del
castillo, oyó al conde de Autiehamp y a varios otros
reunidos, alegrarse por adelantado del placer, que
les produciría tirar per la ventana a todos esos “pre­
suntuosos” ds los Estados generales: “han podido
más que nosotros, pero esta vez hemos afilado núes-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 83
tros cuchillos.” Otros, menos violentos, no ocultaban
sus esperanzas: "No seréis colgado", decía el señor
de La CMtre al padre de Thibaudeau, “saldréis del
paso como para retomar a Poítiers.” E n verdad, el
Tercer Estado atribuía a sus adversarios una habi­
lidad y una firmeza de propósitos de los que en
realidad carecían; cuando la corte cometió la tor­
peza de defenestrar a Necker el 11 de julio, carecía
de todo plan, y aun si lo hubiera tenido, no había
realizado }~^ preparativos necesarios. Pero estaba
resuelta a actuar, y sin la insurrección parisiense, la
Asamblea hubiera estado perdida. El pueblo no se
engañaba en esto, y en lo que respecta a la expli­
cación del gran pánico, lo que tiene importancia
no es la realidad sino la idea que ¿se tenía sobre
ios proyectos de la aristocracia y los medios de que
disponía. Después del 14 de julio se explicó con lujo
de detalles el plan que el mariscal de Broglie había
elaborado para "guadañar a París" —de acuerdo a
una expresión que se le atribuía— y los periódicos
—por ejemplo el C ourrier de Gorsas en sus números
del 13 y del 17 de agosto— nos permiten conocerlo:
la ciudad debía ser atacada en-, forma concéntrica,
bombardeada desde Montrnartre, ocupada y saquea­
da metódicamente mientras se reseñaba el Palais
Róyal para los húsares. Gomo según parece el 12
ds'julio a las once'de la mañana se había avisado
a los habitantes de Franconville y de Sammois que
“si llevaban víveres a París la noche del domingo
no podía ofrecérseles ninguna garantía", se llegó a
la conclusión de que “el plan para destruimos.está
a punto”. Estas no son meras invenciones de perio­
distas malintencionados, pues ellos se limitaban a
resumir los rumores que circulaban desde las jor­
nadas del 13 y 14 de julio,-y el 23 aparecen también
en la correspondencia secreta publicada por el se­
ñor de Lescure. De manera que; podemos-observar
que los primeros pánicos'surgidos del temor ante el
84 CEOBGES LEFEBVKE

complot aristocrático se declararon en el propio


París y varios de ellos quedaron registrados en las
actas de los electores. En la noche del 13, a las
dos de la mañana, se anunció que quince mil hom­
bres habían penetrado en el suburbio de Saint-An-
toine; el 14 por la mañana el terror fue permanente:
a las siete, el Royal Allemand estaba a la entrada
del trono; poco después, los regimientos del R oyal
A llem and y del R oyal C ravate ° masacraron a los
habitantes del barrio; luego el ejército de Saint-De-
nis avanzó hasta La Chapelle; a las ocho, a las diez,
"a las once, se repitió la alarma de que los húsares
pe de Condé entrará realmente en París esta noche
del 14 también fue muy agitada. L a Q iánzaine mé~
m ordble observaba que “se rumorea que el prínci­
pe de Condé entrará realmente a París esta noche
con cuarenta mil hombres para masacrar quizá cien
mil almas". Entre medianoche y la una de la ma­
ñana, según les A nuales parisiennes, “los húsares,
que sin duda eran sólo una patrulla de observación,
avanzaron hasta las barreras, con lo que aumenta­
ron el miedo del pueblo que, presa de pánico, fue
una decena de veces en tropel hasta la municipali­
dad, a dar aviso de un supuesto ataque". En la calle
Saint-Jacques, Hardy vio pasar entre quinientos y
seiscientos guardias franceses que avanzaban a toda
marcha para rechazarlo. El 15, a las once de k ma­
ñana, la asamblea de electores, una vez. más, cayó
en la consternación á causa de un postillón —en­
viado a investigar por su distrito— que a toda ve­
locidad fue a anunciar que había visto en Saint-
Denis los preparativos para un asalto.
La victoria popular no tranquilizó los ánimos'. El
15, después de media noche, varias personas fueren
a advertir a los electores “que la actitud del rey*

* Regimientos de caballería integrados por tropas ale­


manas y croatas, respectivamente. [T.]
LA REVOLUCION FRANCESA 85
no era sincera; que era una trampa de nuestros ene­
migos para hacernos deponer las armas y atacamos
con mayor facilidad”. De manera que los rumores
continuaron sin desmayo. Casi desde el comienzo
se había creído que la sala de los Estados generales
había sido minada, y cuándo se supo que había
ocurrido una explosión en el castillo de Quincey,
cerca de Vesoul (de lo que hablaremos más ade­
lante), ya no quedó la menor duda. De manera que
en la noche del Z de agosto se exigió que se revisa­
ran oficialmente los subterráneos de las caballeri­
zas del conde de Artois, pues se decía que de allí
provenían las excavaciones hechas para alcanzar la
sala. Como los guardias franceses se pasaron al pue­
blo se consideraron expuestos a la venganza de los
aristócratas, y el 18 y 19 de julio se decía que se
los había envenenado: uno de ellos, que sintió vio­
lentos dolores de estómago en plena calle, se creyó
perdido y amotinó a la gente. Así se explica la des­
confianza del pueblo, los arrestos de sospechosos,
el asesinato de Foulon y de Bertier y lo difícil que
resultó salvar a Besenval. Por todo esto, tanto la
Asamblea como el Comité de Electores consideraron
indispensable para calmar los ánimos, crear un co­
mité de investigaciones encargado de la policía po­
lítica. . . . .
L a emigración pareció una prueba evidente de
que el complot continuaba. El conde de Artois, el
príncipe de Condé y su familia, los Polignac, el con­
de de Vaudreuil, el príncipe de Lámbese y el
mariscal de Broglie habían huido, no se sabía adón-
de. Se decía que el conde de Artois estaba en Es­
paña o en Turín. De las provincias llegaban noticias
que aumentaban la importancia de la emigración;
en todas partes.se arrestaba a los miembros del alto
clero y de los parlamentos, a los nobles y a los dipu­
tados que alegaban que iban a pedir a sus electores
nuevos poderes, pero de quienes se sospechaba que
88 CEOKGES LEFEBVRE

y durante el mes de agosto, falsas nuevas anuncia­


ron que habían estallado movimientos en el ex­
tranjero. Por lo tanto, los reyes tendrían interés en
ayudar a los emigrados y en facilitarles los medios
adecuados para que de nuevo sometieran al yugo
a los franceses. Y además había que tener en cuen­
ta los lazos de familia: España y las Dos Sicilias
pertenecían a los Borbones; el rey de Cerdeña era
suegro de los dos hermanos de Luis XVI, el em­
perador y el elector de Colonia eran hermanos de
la reina de Francia. En una denuncia que un abo­
gado del- Parlamento —de Mailly, hijo del lugarte­
niente general del bailiazgo de Laon— dirigió. al
Comité de electores el 28 dé julio se encuentran ras­
tros de razonamientos de este tipo. Decía que sus
informaciones provenían de un diputado de su pro­
vincia, que a su vez las había recibido de gente
vinculada con personas de la corte, quienes le ha­
bían anticipado en el momento de la expulsión de
Necker que se preparaba un golpe y que él mismo
corría peligro. "Me ha asegurado. . . que el partido
aristocrático no creía de ningún modo haber perdido
la partida; que sordamente meditaba un segundo
complot tan odioso como el primero; que se propo­
nía reunir sus fuerzas para realizar una nueva ten­
tativa sobre París,. lograr con dinero el apoyo de
tropas extranjeras y traerlas de noche por rutas la­
terales, a través de los bosques, para aprovechar la
excesiva confianza de los habitantes de la capital
y ahogar en sangre, si es posible, la vergüenza de su
primera derrota; y que con este fin debían reunirse
el conde de Artois y el príncipe de Condé, el prín­
cipe de Lámbese y el mariscal de Breuil”. Así, desde
el mes de julio de 1789, se dio por segura la colu­
sión entre la aristocracia y el extranjero, que tanto
peso tuvo en la historia de la Revolución Francesa.
Pero en la segunda quincena de julio, se realizó
bruscamente una sintesis entre las innumerables
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 89
causas de inseguridad que alarmaban al reino y el
“complot aristocrático" y ésta fue la causa determi­
nante del gran pánico.
En cuarito a la escasez y la carestía, los prolegó­
menos eran muy anteriores. Como todos creían que
había acaparamiento y se imputaba tal crimen al
gobierno, a sus agentes, a los díezmeros y a los no-,
bles,' cuando se agravó el conflicto político y social
de inmediato se supuso que los conjurados procu­
raban someter al Tercer Estado por hambre. Des-,
de el 13 de febrero el librero Hardy escribía que
"se oía decir a algunas personas que los príncipes
habían acaparado los granos a propósito, para lograr
más fácilmente que se derribara a Necker. . . ; otros
suponían que el propio director general de Finan­
zas era el jefe y el principal acaparador, pues con­
taba con 'la aquiescencia del rey, y que favorecía
con todos sus esfuerzos tal empresa para dar dinero_
a su majestad más rápidamente y en mayor cantidad .
y asegurar de este modo el pago de las rentas de
la municipalidad de París.” E l 6 de julio Hardy
insistía: era "muy seguro” que el gobierno había
acaparado todos los granos y que volvería a hacerlo
durante la próxima cosecha, para procurarse el di­
nero que necesitaría “en caso de que las operaciones
de los Estados generales no continuaran.” Por el
contrario las V érités bonnes á d ire atribuyeron esta
maquinación a los enemigos “del restaurador de la
nación": en el caso de que lograran expulsarlo, “esta
conjura proyectaba insistir en un primer momento
sobre la enormidad y realidad de tal pérdida, abrir
los graneros que mantiene cerrados y vender el pan
a precio muy bajo. Los siglos no ofrecen otro ejem­
plo de conspiración tan sombría como la que de
este modo piensa realizar contra la humanidad esta
aristocracia moribunda." Pero el pueblo llegaba más
lejos todavía: acusaba a la aristocracia de preten­
der vengarse de 'él haciéndolo morir de hambre, y
86 ■ GEORGES LEFEBVRE

querían huir al extranjero. La imputación no siem­


pre era inexacta, pues varios de estos personajes
habían sido descubiertos en las cercanías de las
fronteras, por ejemplo en Pontarlier; el 31 de julio
se escribía desde Saint-Brieuc que gentileshombres
bretones habían abandonado el país y se habían re­
fugiado en las islas anglonormandas o en Inglate­
rra. ¿Era posible imaginar que los emigrados per­
manecían tranquilos? “Se piensa” .—explicaba. un
diputado de la nobleza a la marquesa de Créquy—
“que los príncipes no pueden emigrar de un reino
que es su patria y su patrimonio sin cavilar proyec­
tos de venganza, a los que están dispuestos a sa­
crificarlo todo. Se los cree también capaces de pro­
vocar el arribo de tropas extranjeras y de complo-
tar con la nobleza para exterminar París y todo lo
que se vincula con los Estados generales.” Si los
emigrados se llevaban el oro del reino era para
reclutar mercenarios. ¿Y cómo suponer que no lo
lograrían? ¿Acaso el rey no tenía a su servicio re­
gimientos extranjeros que eran precisamente los más
temidos y detestados? ¿Acaso la historia no conser­
vaba el recuerdo de los reitres, los lansquenetes y
otros veteranos que habían luchado en Francia al
servicio de la aristocracia? En todas partes se podían
conseguir (lo mismo que en Francia y todavía en
mayor cantidad) vagabundos dispuestos a todo.
Desde el 8 'de julio, si se da fe a la Quinzcine m é-
m orabhí, se hablaba “en todas partes •de unos se­
senta mil bandidos extranjeros que se cree que han
venido desde ■Italia, •Inglaterra y Alemania para
aumentar el desorden y perturbar la actuación de
los Estados generales”, Quizás éste era el eco de las
noticias llegadas desde Montpellier y Bourg, de las
que ya bemcs hablado.
Por otro lado, era cierto que los emigrados en­
contrarían en el - exterior quienes los escucharan.
Inglaterra tenía evidentemente un gran interés en
I A REVOLUCIÓN FRANCESA 87
intervenir en los asuntos franceses. Cada vez que
los excesos desprestigiaban la victoria de la nación,
se los cargaba con gusto en la cuenta de la caballe­
ría de San Jorge. E l 1^ de julio el agente de Mont-
morin decía que "públicamente se comenta que
Inglaterra bá dado mucho dinero y paga a un nú­
mero considerable de agentes para que exciten las
perturbaciones. También existía el convencimiento
de que los agentes de Pitt se habían puesto de acuer­
do ccn algunos aristócratas para arruinar la marina
y apoderarse de los puertos de guerra franceses. Se
rumoreaba que una escuadra británica avanzaba
por la Mancha y que se le entregaría Brest. Este
asunto tuvo enorme repercusión a fines de julio, _
porque el duque de Dorset, embajador de Inglate­
rra, creyó oportuno protestar ante Montmorm el 26 y
éste al día siguiente trasmitió su carta a la Asamblea
—pero es probable que el rumor fuera muy ante;,
rior—, Dorset recordaba que a comienzos ds mayo .
algunos conspiradores —que por desgracia no nom­
bra— habían tratado de ponerse en contacto con él
para realizar una tentativa contra Brest, y que in­
mediatamente él había puesto sobreaviso a la corte
de Versalles: quizá se habían producido algunas
indiscreciones. Es posible también que desde Brest
se hubiera anunciado el peligro pues allí ■existía
una enorme deconñanza respecto d ejas autoridades
marítimas. Sea corno- fuere, casi todo, el mundo ere-. .
yó en el rumor. Pues ,si el pueblo recordaba, la bur­
guesía también podía traer a colación casos simila­
res que había aprendido en el colegio: ¿acaso no
se había visto antes a los príncipes entregar.el Havre
a los inri eses y París a los españoles?
Por último, ¿cómo admitir q u eja aristocracia euro^
pea y las monarquías despóticas permaní cerían trau-:
quilas ante el triunfo de la Revolución? Casi desde
el comienzo, los mismos franceses estaban convenci­
dos de que les otros pueblos seguirían su ejemplo,
90 GEOBGES I.EFEBVBE

si bien la burguesía era más razonable, sospechaba


sin embargo que el acaparamiento podía servir para
provocar disturbios que alterarían al país y podían
comprometer el éxito de la revolución al genera­
lizar la anarquía.
Las mismas reflexiones surgían cuando se oía
decir que los malhechores cortaban los trigos verdes
y que se devastaría la cosecha. Las R évolutions d e
París se burlaban de la credulidad popular, pero
no convencieron a nadie, por cuanto el peligro no
era imaginario y hasta la administración creía en
él —como ya.hemos indicado—. Un diputado de la
nobleza de Provenza escribía el 28 de julio: “No
se sabe a quién atribuir esta infamia de cortar las
espigas de trigo, el pueblo ve sólo un proyecto de
la languideciente aristocracia, de los nebíes y del
clero que quieren vengarse de Ja capital y del gol­
pe que ésta les ha asestado con energía, reduciéndola
al hambre por la destrucción de las cosechas; otros
temen que los bandidos sean tropas disfrazadas que
procuran atraer a la milicia de París a una trampa
donde será aniquilada. Sea como fuere, esos desas­
tres se atribuyen a la conjura ministerial y aristo­
crática.’'
Estamos pues en los umbrales del gran pánico:
corre el rumor de que los tan temidos vagabundos
ss han enrolado al servicio de la aristocracia. Ss-
sabía que muchos ss habían refugiado en París:
trabajaban en los talleres de caridad, sobre tocio
en los de Montmartre, y deambulaban por las calles
y por el Palais Royal; el mismo gobierno había ase­
gurado públicamente que había muchos de ellos en
los alrededores y había utilizado este date como
pretexto para justificar la concentración del ejército
que amenazaba a la Asamblea, Sabemos que se
trataba de obreros sin trabajo y de campesinos exas­
perados por la miseria, pero el rey y la burguesía
—que no tenían para esa pobre gente más conside­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 91

ración que la demostrada por Taine— aplicaban a


todos el epíteto de bandidos, como si hubieran sido
malhechores profesionales. Es evidente que se los
pagaba para alimentar las revueltas, pero cada par­
tido, tanto los privilegiados como el Tercero, acu­
saba al adversario de no tener escrúpulos en hacer­
lo. Y durante los tumultos del barrio Saint-Antoine
se había buscado con mucha premura a los insti­
gadores: la burguesía acusaba a la corte; la corte,
al duque de ¡Orleáns. Desde, el. 12 de julio, cuando
comenzaron los disturbios, se adjudicó al “complot
aristocrático” todos los excesos y se acusó a los con­
jurados de haber querido asociar a los bandidos a
la operación que pensaban realizar, contra París.
El 17 de julio, una vez más Hardy da testimonio
del rumor: 'existía un infernal complot que consis­
tía en hacer entrar en la capital, el .14 por ía noche,
treinta mil hombres secundados por bandidos”. Los
que esperaban que en les días siguientes llegar?a
los principes con los bandidos extranjeros pensaban
naturalmente que también reclutarían a los malhe­
chores del reino. Guando Mailly anunciaba que
tropas extranjeras avanzarían en secreto "a través
de los bosques” no sólo preparaba al país para que
acogiera sin discusión la noticia de que el conde de
Arto.is arribaría a la cabeza da un gran ejército, tal
com o frecuentemente se había dicho durante el gran
pánico, sino también lograba que todos los que toma-,
ban sus acusaciones como moneda corriente, conside­
rarán sostenedor de la aristocracia a cuanto pobre
diablo erraba por los bosques. Y el propio presidente
de la Asamblea Nacional, cuando leía el 23 de julio
cartas recibidas “de diversas ciudades que piden
ayuda para alejar las bandas de malhechores que,
con pretexto de la escasez de granos infectan el país
y causan sublevación”, confirmaba coa toda su auto­
ridad los recelos populares.
De este modo nació en París y en v’ersalles la
92 GEOHGES LEFEBVHE

idea matriz que generalizó el pánico, aunque sería


un error suponer que la provincia fuera incapaz por
sí misma de llegar a conclusiones semejantes. Pero
todos los ojos estaban fijos en la Asamblea y en la
capital; todos los oídos recogían ávidamente los
anuncios que de ella provenían. De manera que los
rumores que se propalaban desde allí tenían una
enorme importancia. Con mayor o menor rapidez
todos se difundían a través del reino, ¿Por qué vías?
Es lo que interesa saber.
C a p ít u l o VII

LA PROPAGACION DE LAS
NOTICIAS

Las grandes ciudades por donde pasaban las rutas


de postas recibían noticias todos los días ~Lila,
Lyon, Marsella— o de unas tres a seis veces por se­
mana, pues desde París partían cada semana seis
postas hacia Estrasburgo, cinco hacia Nantes, cua­
tro hacia Burdeos y tres hacia Toulouse. A fines
del antiguo régimen, por las grandes rutas circula­
ban los envíos en sillas de manos o en coches de
postas. En las demás se continuaba cargándolas so­
bre un caballo, escoltado por un correo y un posti­
llón. La silla recorría un promedio de diez a doce
kilómetros por hora, por lo que desde París se tar­
daba unas diez horas para llegar a Orleáns, Sens,
Beauvais, Chartres y Evreux, unas catorce para
alcanzar Amiens, Ruán o Auxerre, quince para
Chálons, veinte para Tours y Caen y veintidós para
Nevers. Se necesitaban veintisiete horas para reali­
zar el recorrido hasta Moulins, Poitiers, Rennes,
Cherburgo y Nancy, veintinueve para Dijon, treinta
y dos para Calais y cuarenta y una para Macón.
Dos días íntegros insumía el trayecto hasta .Lyon
(49 horas), Burdeos (53 horas) y Brest (60 horas);
tres días el de Avíñón (77 horas), Marsella y Tóu-'
louse (9ü horas); cuatro días para Tolón y las ciuda­
des pirenaicas. En las grandes ciudades comerciales
94 CEORCES LEFEBVKE

los negociantes mantenían por su propia cuenta y


pagaban en común correos regulares que. probable­
mente eran más rápidos y frecuentes: el 17 de julio
a las tres de la mañana llegó a E l Havre con el co­
rreo comercial la noticia de los acontecimientos ocu­
rridos en París el 14..
Salvo estos casos, no se.podía estar informado
con rapidez sino pagando correos especiales o es­
tafetas a todo galope. De esta manera llegó a Lyon
en treinta y seis horas la noticia de la reunión de
los tres órdenes, pues se recorrieron unos trece ki­
lómetros y medio por hora incluyendo los relevos;
un mensajero de este tipo podía recorrer la distancia
hasta Brest en cincuenta y cuatro horas. Natural­
mente estos plazos eran muy variables ya que cíe
noche disminuía la .velocidad. Por ejemplo en 1791,
un correo .que desde Meaux llegó a Chálons para
anunciar la fuga del rey, partió de esta última ciu­
dad el 21 de junio a las diez de la noche y sólo llegó
a Bar-le-Duc el 22 a ias ocho de la mañana, reco­
rriendo nada más que ocho kilómetros por hora. Y
por el contrario, saliendo de Bar a las nueve y me­
dia, estaba en Toul a las dos de la tarde, lo que
significa que recorrió un, promedió de catorce ki­
lómetros por hora. Era un medio más costoso y sólo
se lo empleaba en circunstancias excepcionales. Los
comerciantes de Lyon efectuaron una colecta para
comunicar los acontecimientos del 14 y Í5 de julio
a sus colegas que estaban en la feria de Beaucaire
y les rogaron que a su vez hicieran lo mismo para
transmitirlos a Montpellier. Probablemente de este
modo el padre de Camben recibió la noticia el 21,
lo mismo que Beziers, paro Nímes la’ conoció ya el
20 a las ocho de la noche. También el gobierno
tenía sus propios correos oficíales, pero sólo una
vez —y esto ocurrió durante los primeros meses en
que actuaron los Estados generales— el público fué
informado por este medio el 15 de julio, cuando
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 95

Luis XVI se presentó ante la Asamblea. E l gobier­


no se apresuró a difundir la noticia, confiando en
que de. este modo evitaría, cualquier tumulto. Lan-
geron, comandante del Franco Condado, la recibió
en Besançon, el 17 a las seis de la tarde por un correo
oficial; Rennes la recibió el mismo día, a las once
de la mañana, y es probable que Dijon, Poitiers y
Limoges la conocieran por idéntica vía durante el
mismo diecisiete,
Pero las ciudades pequeñas recibían la informa­
ción con una lentitud aun mayor. El correo era
retransmitido hasta Bourg desde Mácon; el 20 de ju­
lio, por ejemplo, se observó que como de costumbre
el correo del sábado 1S había llegado sólo el lunes;
por lo tanto, el teniente de la guardia pública pro­
puso que a partir de entonces se enviara a buscar
las cartas el sábado. En Vibefranche-sur-Saóne, se
recibió la noticia de los acontecimientos ocurridos,
en París desde Lyon. Parece que en Puy normal­
mente transcurrían entre seis y siete días antes de
que se recibiera un mensaje desde la capital. La
carta en que el ministro Villedeuil relataba los acon­
tecimientos del 15 de julio llegó a Verdun y Saint-
Díé el 19; Louhans sólo estuvo informada a partir
del 21, mientras que Perpignan y Foix la conocieron
el 28. Cuando la ansiedad era muy grande, también
se recurría a algunos ciudadanos de buena volun­
tad; así fue como Macheeoul envió dos de sus
habitantes hasta Nañtes para que recogieran in­
formación; en nueve horas recorrieron cuarenta y
seis 'kilómetros y como permanecieron en Nantes
por lá menos una hora, resultó que habían viajado
tan rápido como las estafetas de la posta. Los parti­
culares utilizaban a sus sirvientes y éste fue el m e-.
dio más corriente por el que se difundió el gran
pánico. ■
En mayo y en junio ia curiosidad general no tenía
otro medio de información, que algunas cartas.'.lie-
98 GEORGES LEFEBVHE

dencia que eran al mismo tiempo comités de acción


encargados de informar a la opinión y de organizar
la resistencia, tal como lo demostró A. Cochin. Por
lo tanto, el Tercero se limitó a imitar este ejemplo,
aunque se debe reconocer que no siempre alcanzó
la perfección, lograda anteriormente y tampoco con­
siguió instituir comités en todas las circunscripcio­
nes. Sin embargo, en algunas ciudades demostra­
ron su actividad e iniciativa, pues vigilaron a la
municipalidad o intentaron reemplazarla. El Ter­
cer Estado de Treguier logró sus fines; el de Saint-
Brieuc tuvo menos éxito pero adquirió gran influen­
cia. En Provenza, donde la lucha con la nobleza
había sido muy violenta, el Tercero disponía de
un órgano central; los comisarios de las comunas,
que se reunían en Aix. Donde no había comité, los
diputados escribían a la municipalidad de la ca­
pital del bailiazgo, a los magistrados o a una persona
de confianza: en Bourg el lugarteniente del'bailiaz­
go, Du Plantier, ofreció sus buenos oficios, Pero a
veces el público desconfiaba de estos corresponsa­
les voluntarios. E n Toul, François de NeufcMteau
soliviantó a los electores, quienes reprocharon a
Mai’loc que no les informara directamente y que
dirigiera sus escritos de oficio a una municipalidad
cuya supresión habían pedido en el cuaderno. Pa­
recía más adecuado que los diputados escribieran
a la Cámara Literaria —como ocurría en Angers—,
o al club de los T errsaux * —como sucedió en Lyon—.
A estos informes casi oficíales se agregaban otros
que tenían un valor similar. Thibaudeau padre,
diputado de Poitou,' que se moría de miedo, casi
no escribía nunca; pero su hijo, el futuro conven­
cional,' no faltaba a ninguna sesión y lo decía: "Yo
tomaba notas y con ellas redactaba una correspon­
dencia que dirigía a uno de mis amigos en Poitiers

* Ciub político de teadeeda jacobina. [T.]


LA REVOLUCION FRANCESA 99

para que fuera leída en una reunión de jóvenes pa­


triotas.”
Generalmente la correspondencia de los diputa­
dos era, leí da a la población en la municipalidad o
en la plaza. Despertaba extraordinaria curiosidad y
se esperaba el correo con impaciencia. En Cler-
mont todos se reunían en la plaza de España para
verlo llegar y luego se precipitaban a la municipa­
lidad; en Besançon, cuando Langeron recibió el. 17
de julio el informe del gobierno, fue a la munici­
palidad y la encontró "repleta de gente”; también
en Dole, Mlle. de Mailly relataba que el domingo
19 “el correo llegó muy tarde; el pueblo —unos mil
cien hombres— estaba en la calle central, y todos
estaban muy agitados”. El 10 de julio, la municipa­
lidad de.Brest escribía a los diputados: “nos ator­
menta como condenados un público ávido de noti­
cias que sospecha, que le ocultamos las que podéis ,
enviarnos." En Reimos, el 13 de julio, el intendente
observaba que “es tan grande la afluencia de gente
cuando llegan los correos,' que si bien la sala puede
contener más de tres mil personas, no alcanza y hay
que desalojarla a la fuerza ante, el temor de que
no resista el peso y los movimientos de todos los que
acuden, entre los cuales se ve siempre a gran can­
tidad de soldados”. Cuando la .municipalidad no
se apresuraba a comunicar las noticias recibidas, se
las redamaban. En Laon, el 30 de junio, durante
una . asamblea de diputados de las corporaciones,
varios de ellos pidieron que se les informara los
acontecimientos de Versalles y se obligó al inten­
dente a leer las cartas que había recibido. A veces
se autorizaba a quienes descaran hacerlo a sacar
copia de ellas. Naturalmente,, era mejor imprimir­
las, y esto hicieron ios comités de Reúnes, Brest,
Nantes y Angers, cuyas colecciones son hoy tan va­
liosas aunque algo tardías, pues el primer número
de la C orresvondanea d e N antes es del 24 de ionio.
100 CEOBGES LEFEBYBE

Pero en julio finalmente los administradores se


alarmaron. E l intendente de Poitiers prohibió que
se leyeran en público en el parque de Blossac las
cartas que el constituyente Laurence envió a su
hermano. En Tartas, el 23 de julio, el lugarteniente
del senescal prohibió formalmente al abogado Chan-
ton que leyera en público las noticias del día pues
“teniendo en cuenta las desdichadas circunstancias
que vive el reino, esta lectura no es adecuada y su
único efecto será una exaltación de los ánimos que
los impulse a seguir los malos ejemplos de insurrec­
ción y que quizás hasta conduzca al pueblo a la re­
belión”; pero Chanton no tuvo en cuenta esta prohi­
bición. E l 9 de agosto, en Longwy, el procurador
del rey protestó también porque el 23 se habían
leído las cartas del diputado CÍaude: esa correspon­
dencia era “viciosa" porque estaba dirigida a elec­
tores que “no son nada” y no a él, procurador del
rey u otros magistrados. Pero en el momento en
que se iniciaba esta resistencia ya habían ocurrido
los acontecimientos decisivos.
Era mucho más difícil todavía informar al cam­
po. Maillot, diputado de Toul, decía: "No creo
posible que lleguen a conocer mis informes aunque,
bastaría que supieran que están en la municipali­
dad, donde podrían leerlos o copiarlos; varias comu­
nidades reunidas o un prebostado, pueden designar
al síndico de una de ellas para que vaya a Toul a
sacar copia o, lo que sería más expeditivo, a un
procurador u otra persona de confianza que viviera
en Toul para que enviara esta copia y la difundiera
en toda la circunscripción.” Pero es muy poco pro­
bable que los campesinos - se decidieran a realizar
un gasto semejante. A pesar de todo, a veces envia­
ban boletines manuscritos y uno de ellos circuló
en Bretaña. El 26 de octubre, el cura de Gagnac
(en Quercy) escribía: “Sólo vemos un miserable
boletín que nos envía uno de los diputados locales
LA DEVOLUCIÓN fbancesa 101
y no dice gran cosa." Sin embargo los campesinos
continuaron informándose a través de la tradición
oral, con todos los inconvenientes que esto impli­
caba: oían las noticias cuando iban al mercado, y
probablemente en estos casos desempeñaron un
papel muy importante aquellos diputados de las pa­
rroquias ante las asambleas de baiiiazgo que habían
conservado cierta vinculación con los de las ciuda­
des. Cuando se anunciaban grandes acontecimien­
tos, se podía pedir oficialmente que la ciudad pró­
xima enviara algunos detalles, y por ejemplo, el
26 de julio, varias aldeas enviaron comisarios a la
municipalidad de Brive para requerir mayores ex­
plicaciones.
Por lo tanto, si se exceptúa los debates de la
Asamblea —de los que se podía obtener informes
a través de la correspondencia de los diputados—,
hasta agosto las noticias sólo llegaban por cartas
privadas o vía oral. Más aún: hay que destacar que
no todos los bailiazgos eran informados por sus
mandatarios y que en los momentos más críticos
éstos no escribían o sus cartas eran interceptadas.
Por otra parte, con frecuencia el autor de una misiva
privada sólo contaba lo que había oído decir. El
marqués de Roux nos ha permitido conocer una car­
ta escrita desde Versalles el 13 de julio a un habi­
tante de Poitiers: según ella,. Mirabeau y Bailly se
han fugado, los parisienses sublevados "acudieron
en tropel al camino de Versalles, decididos a todo.
Han sido detenidos por un cordón de treinta y cin­
co mil hombres, al mando del mariscal de Broglie
y con apoyo de artillería. Se lucha desde la mañana.
Se oyen descargas y cañoneo. A una legua de París
hay matanza, sobre todo entre oficiales extranjeros
y soldados de las guardias, casi todos desertores. . . "
(El 13 de julio! ¿Y quién escribía así? Pues el abate
Guyot, secretario de Barentin. ¿Cómo asombrarse
que el pueblo exagerara la fuerza del ejército real
102 GEOKGES LEFEBVHE

e imaginara que París estuviera a sangre y fuego?


Además, sólo unas pocas personas leían las cartas.
E l acta de una asamblea de habitantes reunida en
Chailieu (Forez) el 28 de julio de 1789 nos muestra
claramente cómo circulaban las noticias. El posa­
dero RigoIIet anunció que había alojado a un co­
merciante que le había contado muchas fechorías
de los bandidos. Cuando se lo trajo, se supo que era
un vendedor de baratijas ambulante, que desde
hacía veinte años rondaba por Charlieu y se llama­
ba Girolamo Nozeda. Contó que venía desde Luzy,
y había .pasado por Toulon-sur-ArTOiur Charolles y
La Clayette y que allí la población "estaba en ar­
mas”; que en Charolles se había detenido a un
bandido que llevaba setecientos cuarenta luises —lo
que era cierto—; que había oído decir que. en Bcur-
bon-Lancy otros ochenta habían exigido contribu­
ción a la ciudad —lo que era falso—, y "que en todos
lados sólo se habla ce pillaje”. AI oírlo todas las
lenguas se desataron. 'Un comerciante de Charlieu
dijo "que hace ocho días, cuando estaba en Digcin,
vio que la burguesía hacía guardia en previsión de
un ataque; que un hombre de Charolles que acababa
de vender unos bueyes en Villefranche, fue atacado
en la ruta; que un tiro de pistola hecho por los ban­
didos había reto la pata de su. caballo y que le
habían robado cien luises”. Otro comerciante agre­
gó que “algunos extranjeros le habían contado el
mismo hecho”. Muchos otros asistentes comentaron
también "varios actos de bandolerismo” y sobre todo
que seiscientos hombres habían atacado a Saint-
Etienne pero que habían sido rechazados por la
guarnición y la milicia,
El despotismo nc era el único responsable de esta
situación —el estado material y moral del país tam­
bién lo era—. L a gran mayoría de los franceses sólo
tenían acceso a la tradición oral. ¿Para qué les hu­
bieran servido los periódicos? No sabían leer, y unos
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 10 3

cinco o seis millones ni siquiera conocían la lengua


nacional.
Pero para el gobierno y la aristocracia, esa forma
de transmisión era más peligrosa que la libertad
de prensa; no sólo favorecía la multiplicación de
noticias falsas, la deformación y el abultamiento de
los hechos y la germinación de leyendas, sino que
hasta impresionaba a la gente más ponderada pues­
to que se carecía de todo medio de control. En el
gran silencio que reinaba en las provincias, el menor
relato tenia una extraordinaria resonancia y se con­
vertía en el .Evangelio, finalm ente, el rumor llegaba
a oídos de un periodista que al imprimirlo Te "con­
fería nueva fuerza. La Qvinzaine m em orable anun­
ciaba que en Essommes se había dado muerte a
madame de Polignac; las Vérités botines á diré, que
el pueblo de Clermont-Ferrand había masacrado a
un regimiento; ¡a C o r r e d o r dance d e Nantes, que
el mariscal de MaiUy había sido decapitado en su
castillo:
Y en verdad ¿qué es el gran pánico sino una g: -
gantesca "noticia falsa”? EÍ objeto de este libro es
explicar por qué puiSC]ó digna de crédito,.
C a p ít u l o VIII

LA REACCION DE LA PROVINCIA
CONTRA E L “COMPLOT”

2. Las ciudades

Las noticias de Versátiles y París encontraron en


provincias oyentes complacientes y dispuestos a
creer en el "complot aristocrático”. Era natural que
la población de las grandes.ciudades razonara como
los parisienses y manifestara idéntica propensión a
la sospecha. Un "escrito” que el Chátelet de Orleáns
condenó el 20 de mayo, acusaba a ‘los príncipes,
vinculados por sus intereses con los de la nobleza,
el clero y todos los parlamentos” de haber “acapa­
rado todo el trigo del reino”; “sus abominables in­
tenciones consisten en impedir que se reúnan los
Estados generales y provocar hambrunas en Fran­
cia para que una parte del pueblo perezca de ham­
bre y la otra se levante contra su rey”. Quizás en
las pequeñas ciudades se sintiera con mayor fuerza
el poder de los nobles. Allí se los podía ver desde
más cerca y observar abiertamente su altivo sen­
timiento de superioridad y su obstinación en con­
servar las prerrogativas honoríficas que marcaban
las distancias y era difícil creer que se resignarían
sin resistencia a la pérdida de sus privilegios. Tal
como ocurría en Versalles, muchos comentarios de
los nobles despertaron la desconfianza de los bur-
LA DEVOLUCIÓN FRANCESA 105

gueses del mismo modo que los de éstos irritaron a


ios gentileshombres. Se comentaba en Lons-le-Sau-
nier que un consejerero del Parlamento había dicho:
“Si se colgara a la mitad de los habitantes se podría
perdonar al resto”; y el 3 de julio en Sarreguemines
un teniente de Cazadores de Flandes gritaba: “To­
dos los Tercer Estado son unos. . . ; yo mismo ma­
taría unos doce y colgaría a Necker”; el 9> en Chá-
lons, Young conversó con un oficial de un regimien­
to que marchaba sobre París y que sabía que iba
a poner en vereda a la Asamblea, por lo que estaba
muy contento: “Era necesario; el Tercer Estado
estaba adquiriendo demasiada fuerza -y merecía un
buen escarmiento”. La idea del complot estaba en
germen o ya había brotado cuando llegaron a Pa­
rís las noticias que la precisaron y fortificaron.
Sin embargo desde un comienzo se atribuyó su
paternidad a los diputados. El 15 de junio el in fo t..
mador de Montmorín echaba la culpa a la corres­
pondencia que enviaban a sus provincias: “Estoy
informado y sé de buena fuente que varios dipu­
tados de los Estados generales —en especial los
curas— rinden cuenta exacta de sus acciones, que
mantienen correspondencia peligrosa y que procu­
ran sublevar al pueblo contra la nobleza y el alto
clero; todavía sería posible impedir su- circulación
y creo que sería prudente ocuparse de ello. Es cier­
to que algunas'diputaciones han tomado la .precau­
ción de expedir correos, pero los particulares, para
evitar este gasto, se sirven simplemente de la posta
ordinaria." De hecho, cuando'la corte comenzó
a preparar el golpe de Estado, las cartas de los dipu­
tados fueron interceptadas, al menos en parte. En
las correspondencias que sé han conservado hay -
lagunas durante el mes- de julio; en Bourg no se.'
recibió ninguna carta entré el 28 de junio y el 26 •
de julio y él diputado Populús lo atribuía a la: cen--
sura postal. Pero, ya era tardej. j . el 13 de julio él
106 GEOBGES LEFEBVRE

intendente de Rennes se quejaba con discreción:


“Sería muy agradable que se enviaran a la provin­
cia sólo boletines mesurados y que contribuyan a
mantener la tranquilidad; por el contrario, hasta
ahora el espíritu de facción predominaba en todos
los que se enviaron desde Versalles y también ema­
naba de las cartas dictadas por la mayor impruden­
cia, cartas Uenas.de peligrosos errores que han sido
leídas en la municipalidad de Rennes en presencia
de la multitud.” ¿Qué errores? Después del 14 de
julio la aristocracia vencida pregonaba que los dipu­
ta dos se habían-puesto de acuerdo para incitar al
pueblo a que se sublevara y esta afirmación tuvo
bastante-eco. Así conlo en 1789 el Tercer Estado
estaba convencido de la existencia de un complot
urdido contra él, en el siglo xjx y aún en nuestros
días, hay toda una literatura que asegura la exis­
tencia del complot plebeyo. Esto tiene mucha im­
portancia, pues las revueltas urbanas desempeña­
ron un papel destacado en la preparación del gran
pánico, y para colmo, una vez lanzados por este
camino, no se vaciló én atribuir el propio pánico a
las maniobras de los conspiradores.
En realidad ninguna de las correspondencias que
se han conservado incita a la sublevación. Quizá se
pueda objetar que las cartas comprometedoras fue­
ron destruidas, pero sería extraño que alguna no se
hubiera salvado y que ni siquiera se la mencionara.
De todos modos, no se puede tener en cuenta una
hipótesis puramente gratuita que contradice el ca­
rácter, las ideas y la técnica política de los dipu­
tados del Tercero, que eran hombres de la bur­
guesía, a menudo maduros, que consideraban jas
revueltas callejeras peligrosas para su clase y para
su causa, que podía resultar comprometida por los
excesos populares. Esperaban triunfar por la vía
pacífica, explotando las dificultades financieras del
gobierno y gracias a la presión de la Opinión pú-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 107
bliea —del mismo modo que los parlamentos habían
triunfado el año anterior. Hasta el 14 de jubo, ni
siquiera preconizaban el armamento defensivo. Sus
cartas tenían un tono. moderado, aunque se eleva­
ba poco a poco a medida que la lucha se volvía más
ardiente. Por ejemplo Maupetit, diputado de Laval,
criticaba “las pretensiones ridiculas de la mayoría
de los cuadernos".y la intransigencia de los bretones:
“no se tiene la menor idea de la vehemencia y de
la pasión de los habitantes de esta provincia." In­
clusive hay veces en que los comitentes recomiendan
a los diputados firmeza y audacia. El 1° de julio, al
hablar , del voto por orden, la municipalidad de
Brest escribía: "Os daréis cuenta hasta qué punto
esta, forma de deliberación tiende a mantener a la
aristocracia, que desde hace mucho pesa sobre el
Tercer Estado, y sin duda os opondréis con toda
vuestra conocida energía a la propagación de la
aristocracia”; y agregaba el 34: “Todos maestros com­
patriotas desean que vuestra asamblea emita una
resolución por la cual se dé a publicidad el nombre
de los que .desertan .de la buena causa para hacer
la corte a los privilegiados”. Legendre, uno de los
diputados a quienes se exhortó de este modo, en­
contró muy mal que el comité de correspondencia
hubiera dado a conocer al público sus cartas in
extensa: “Los hechos son y continúan siendo exactos,
pero las. reflexiones —igualmente verdaderas— que
ios acompañan, a veces tienen una libertad que no
puede ser transmitida al público sino con circuns­
pección y después, de haberse realizado una selec­
ción de los materiales que yo os transmito en bruto,
pues no tengo tiempo de, pulirlos, reunirlos y ni
siquiera-;leer mis cartas" Legendre temblaba de
miedo'ante la idea de verse ,comprometido y una re­
comendación como la que hemos transcripto excluye
toda idea ele correspondencia secreta y sediciosa.
Tero por moderados que fueran los diputados del
108 CEORGES UGFEBVKE

Tercero, no estaban dispuestos a capitular respecto


del voto por cabeza, y precisamente porque pensa­
ban apoyarse en la fuerza de la opinión pública, de­
bían informar a sus electores sobre la importancia
del asunto, y así, por ejemplo Maillot, diputado de
Toul, escribía el 3 de junio: “Con la corresponden­
cia que se ha establecido en todas las provincias
entre •diputados y comitentes, se formará el es­
píritu público que se impondrá al gobierno". Por
lo tanto insistían en que el alto clero y la nobleza
se habían unido para mantener su dominio. Maillot
continuaba: “E n las actuales circunstancias, cuando
todas las grandezas del cielo y de la tierra —quiero
decir, los prelados y los nobles— se unen y conspi-.
ran para que la servidumbre y la opresión del pue­
blo sean eternas, tenemos necesidad de ese apoyo."
Y el 22 de mayo, el mismo Maupetit admitía que
“no se podría contar con nada estable si se sancio­
nara la división de los órdenes." Bazoche, diputado
de Barle-Duc, cuando el 3 de junio anunciaba que
muy pronto el Tercero se constituiría en Asamblea
nacional, agregaba: “Por cierto se trata de una cir­
cunstancia crítica, pero si admitiéramos que se opi­
ne por orden, estaríamos aceptando que se rema­
charan nuestras cadenas, nos someteríamos para
siempre a una aristocracia opresiva, nos expondría­
mos a sancionar nuestra antigua servidumbre”.
¿Errores funestos? Sí, por supuesto, para un inten­
dente y para todos los contrarrevolucionarios, pero
verdades evidentes para el Tercer Estado. ¿Juicios
y expresiones poco mesuradas? Es posible: son pa­
labras de lucha. De todos modos es seguro que con­
tribuyeron a hacer fructificar la idea del “complot
aristocrático”, y esto es lo que nos interesa en este
análisis. ¿Pero dónde está el maquiavelismo? Los
diputados escribían lo que pensaban —y en el fondo
tenían razón.
A partir del 20 de junio, ante la amenaza de di-
LA DEVOLUCIÓN FRANCESA 109

solución o de algo peor, pidieron a' sus comitentes


que les dieran apoyo en forma concreta. Pero tam­
poco en esta oportunidad se trata de recurrir a la
fuerza: sólo les pedían que enviaran peticiones a
la Asamblea, las que se harían públicas y serían
presentadas ante el rey. Y en efecto llegaron mu­
chas, de las que todavía no se ha hecho una esta­
dística. Hemos leído trescientas que podemos divi­
dir en cuatro series: la primera se refiere a la sesión
real del 23 de junio y manifiesta la adhesión del
pueblo a la resolución del 17 que constituía al
Tercero en Asamblea Nacional. Las peticiones están
fechadas entre el 25 de junio y el 7 de julio. La se­
gunda (del 29 de junio al 13 de julio) toma nota de
la reunión de los órdenes y se alegra de ello; la
tercera —del 15 al 20 de julio— expresa los apasio­
nados sentimientos que despertó la caída de Nec-
ker y la amenaza del golpe de Estado militar; la
cuarta, vinculada con la toma de la Bastilla y la
capitulación del rey, comienza el 18 de julio y se
prolonga hasta más allá del 10 de agosto: envía
a la Asamblea, al pueblo de París y a Luis XVI las
felicitaciones y agradecimientos de la provincia.
Esos documentos, que ¿manan principalmente de
las ciudades y los burgos, aunque no exclusiva­
mente, testimonian un movimiento más extenso que
las súplicas presentadas al rey a fines de 1788 para
pedirle la “duplicación” y el voto por cabeza, e
iniciadas por las municipalidades; si bien es cierto
que a veces éstas habían intentado monopolizar
las peticiones. Por ejemplo en Angers, la municipa­
lidad se negó a reunir a los habitantes —evidente­
mente porque temía que su autoridad fuera discu­
tida y resultara debilitada— y por lo tanto redactó
sola la petición del 8 de julio; lo que no impidió sin
embargo que la asamblea prohibida se reuniera el
7, y que el 16, en una nueva sesión, declarara que
la petición de los oficiales municipales carecía de
110 CJEORCES LEFEBVRE

valor y que la única legal era la suya. Casi siempre


la municipalidad, sintiéndose obligada a hacer un
sacrificio, incorporó a algunos notables que ella
misma había elegido, pero sólo hubo, unas treinta
y seis deliberaciones emanadas de cuerpos muni­
cipales reforzados de este modo. Catorce provienen
de electores de bailiazgo reunidos espontáneamen­
te, ciento cuarenta y cuatro de los “tres órdenes”
de la localidad, ciento seis de los “ciudadanos": en
total, unos 250 sobre 300 expresan la opinión de la
gran mayoría de los habitantes. En casi todas las
ciudades hubo enorme, afluencia. E l 19 de julio en
Lons-le-Saunier se reunieron 3.260 habitantes de
los cuales .firmaron 1.842. Y la comprobación ante­
rior no queda invalidada por el hecho de que las
pequeñas ciudades, burgos y aldeas a veces reto­
maran los términos de las solicitudes cuya copia
les habían enviado las grandes ciudades (por ejem­
plo Grc noble y Lyou).
Por otra parte, la profunda impresión que causó
el cierre de la sala del Tercero el 20 de junio y la
sesión reai del 23 refuerza lo que hemos dicho. Co­
mo el gobierno había enviado a los intendentes el
discurso del rey y las dos declaraciones que había
hecho leer para que fueran difundidas en el pulpito
y publicadas en las parroquias, las autoridades lo­
cales se alarmaron. El intendente de Moulíns dejó
pasar el tiempo; el procurador del rey en Meaban
protestó contra la distribución de ios impresos y
aconsejó que no se los utilizara para evitar así que
aumentara la exaltación de los ánimos; eú Gren-
ville, donde se fijaron los carteles, se arrancó uno
de silos, La reacción fue muy violenta en Eretaña,.
donde las peticiones recurrieron a un lenguaje aun .
más agresivo que el de la Asamblea.' Las comunas.
de Poimivy “han recibido con la mayor, consterna­
ción la noticia de que la autoridad reabhá'emplea-.
do la ,fuerza armada para dispersar a la Asamblea’
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 111
Nacional e impedirle la entrada al templo de la pa­
tria” (28 de junio); Dinan declaró que "esto pudo
ocurrir sólo por una criminal influencia y porque
se ha sorprendido a Su Majestad”. En Lannión se
llegó todavía más lejos: el 27 de junio, la munici­
palidad, los nobles, burgueses y habitantes, “des­
pués del silencio que expresó su dolor y su' cons­
ternación, declararon traidores a la patria a los
cobardes impostores que guiados por sus viles in­
tereses personales intentaron engañar a la religión
y la justicia de un rey bondadoso”.
La reunión do los órdenes fue acogida con ale­
gría y significó cierto alivio, pero la cólera se acentuó
cuando llegaron nuevas noticias. Desde el 7 de julio
en Thiaucourt (Lorena) se temía “que las tropas
que se reúnen entre París y Versalles puedan trabar
la libertad de la Asamblea". Todos los documentos
aseveran que bubo una “alarma y consternación!,
general cuando se supo que Neeker había caído. Lo
mismo qu e en París, se consideró que la fusión de
los órdenes había sido sólo una maniobra, y el 27
de julio se lo dice en Pont-á-Mousson: “una supues­
ta reunión de los aristócratas cort los patriotas ha
sido el vil medio” empleado para adormecer a la
nación,
•La reacción fue vigorosa e inmediata y esta vez
era imposible responsabilizar per ello a. los dipu-
. tados o a los periódicos parisienses. Por cierto, k
Asamblea sintió gran emoción y sorpresa. Malée,
diputado de Brive, decía: “El sábado pasado, 11
' de julio, cuando os escribía, estaba lejos de pensar
én todos les males que nos acechaban: los grandes
‘movimientos de la conjura, protectora de los abu­
sos, y las reuniones frecuentes de la fracción Polignac
que, hacían temer algunas novedades frustrantes;
pero nunca imaginé una tramoya tan fatídica como
la que se estaba gestando desde hace unas tres s e -.
manas y que de golpe surgió a plena luz. E l sábado
112 GEORGES LEFEBVHE

por la tarde, sin que nadie sospechara nada, Nec-


ker desapareció y sólo el domingo por la mañana
nos enteramos de que se había visto obligado a re­
fugiarse en el extranjero. E l mismo día circuló el
rumor de que corríamos peligro y el pueblo nos
miraba como víctimas predestinadas al calabozo o
a la muerte." Los diputados afrontaron con firmeza
el peligro, pero no había razón alguna para echarse
en la boca del lobo: si bien es posible que algunos
hubieran ido a París para ponerse de acuerdo con
los patriotas para preparar la resistencia armada,
de ningún modo se arriesgaron a confiar a la admi­
nistración de postas o a los correos privados una
incitación a armarse. Por otro lado, los acontecimien­
tos ocurrieron con tanta rapidez que ni siquiera ha­
bía tiempo para escribir (por ejemplo la carta de
Malés es del 18), y para colmo se suspendieron los
envíos de correspondencia. Populus, diputado de
Bourg, decía a este respecto: “Quizá sea mejor así,
las cartas hubieran sembrado el terror y la deses­
peración en las provincias” —lo que nos sirve al
menos para estar seguros de que no tuvo nada que
ver con la vigorosa acción de sus compatriotas—. Los
diputados pudieron enviar instrucciones a sus ami­
gos sólo el 15, después que el rey visitara a la Asam­
blea y cuando la crisis ya se había desatado. Du­
rante los tres o cuatro días que transcurrieron entre
el momento en que se conoció la caída de Necker
y la fecha en que llegaron las noticias de lo ocu­
rrido el 14, la provincia quedó completamente aban­
donada a sí misma. Sin embargo —y esto es un
hecho esencial que vale la pena destacar— muchas
ciudades adoptaron algunas medidas características
para resistir al golpe de Estado y acudir en apoyo
de la Asamblea. E n general se dice que la revolu­
ción “municipal” comenzó cuando las provincias co­
nocieron la noticia de la toma de la Bastilla. En
realidad, su acción, aunque por cierto menos eficaz
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 113

que la de los parisienses, comenzó simultáneamen­


te y sin que hubiera sido posible realizar ninguna
coordinación.
En primer lugar, se dirigió a Versalles una ter­
cera serie de peticiones que ya son netamente re­
volucionarias. En Lyon, la Asamblea de los tres
órdenes, convocada el 16, declaró el 17 que los mi­
nistros y consejeros del rey "de cualquier rango,
estado o función que fuera” eran personalmente
responsables de los males presentes y por venir y
que si los Estados eran disueltos cesaría la percep­
ción de impuestos. E l 20, en Nimes, los ciudadanos
reunidos en asamblea consideraron “infames y trai­
dores a la patria a todos los agentes del despotismo
y a los instigadores al servicio de la aristocracia,
a todos los generales, oficiales y soldados, extran­
jeros y nacionales, que se atrevan a utilizar contra
los franceses las armas que han recibido sólo para
defender al Estado”; y ordenaron a todos los jó­
venes de Nimes “que están en el ejército, que des­
obedezcan las atroces órdenes de verter la sangre
de sus conciudadanos, si acaso recibieran órdenes
semejantes”. Los pequeños burgos demostraban
idéntica violencia: el 19, los habitantes de Orgelet
(en el Jura) decían que estaban “listos para mar­
char ante la primera señal” en defensa de la Asam­
blea, para “sacrificar su descanso, su fortuna, todo,
hasta la última gota de su sangre” y someter a los
culpables a "una venganza aleccionadora. . . sobre
sus personas y sobre sus bienes”.
Pero no podemos guiarnos por lo que se escribía;
hay que juzgar por los actos, El primer movimien­
to consistió en despojar a las autoridades de todo
aquello que les permitiría ayudar al gobierno. Por
lo tanto en Nantes, Bourg y Cháteau-Gontier se
confiscaron las cajas públicas; sobre todo se abrie­
ron los polvorines y los arsenales, y en Lyon se
intentó expulsar a la guarnición, pero no se lo hizo
114 CEOBCES LEFEBVBE

porque ésta juró fidelidad a la nación. E l 16, el


pueblo del Havre se opuso absolutamente a que
se enviaran granos o harina a París “por temor de
que sirvieran para alimentar a las tropas, que, se­
gún creen, todavía están acampadas en los alrede­
dores de París”; y el 15, como se decía que los
húsares embarcarían en Honfleur e irían al Havre
para llevarse los granos, se expulsó del puerto a la
guarnición, y al presentarse un barco que según se
creía estaba cargado de soldados, se abrió fuego
contra ¿1 y se lo obligó a alejarse del puerto. Tam­
bién se crearon milicias y se adjuntaron a las mu­
nicipalidades poco seguras —cuando no sé las re­
emplazó por ellos— comités que desde entonces
ejercieron el poder: esto ocurrió en Mantauban,
Lyon, Bourg y Laval. E l 19, las columnas de las
parroquias de Machecoul eligieron un comité eje­
cutivo y decidieron organizar una milicia que estu­
viera lista “para tomar las armas ante la primera
circunstancia que así lo exigiera"; desde el 14 se
creó en Cháíeau-Gontier una milicia "para que acu­
diera rápidamente en auxilio de la nación oprimi­
da”. Simultáneamente comenzaban a esbozarse al­
gunos pactos federativos: desde Cháteau-Gontier
se escribió a los “ hermanos” de Angers,. Laval 'y
Craon para determinar “el instante ,en que los ha­
bitantes de Cnáteau-Gonüer se reunirían para ir
a socorrer a los diputados que están en Vérsallés
y para defender a la nación”; en Machecoul se de.-
signó inmediatamente algunos representantes para
que se pusieran de acuerdo con los "hermanos de
Nantes”; el comité de Eourg hizo imprimir un lla­
mado dirigido a las parroquias de la campaña, por
el que se les pedía que enviaran sus contingentes
en cuanto se los solicitaran.
Los incidentes más graves se produjeron én Ren-
nes y ‘Dijon. E l 15 de julio, cuando el comandante
militar de Reúnes, Langeron, se enteró de lá caída
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 115
de Necker, duplicó la guardia y pidió refuerzos a
Vitré y Fougares. E l 16 los habitantes se reunie­
ron, crearon una milicia, se apoderaron de las ca­
jas públicas y suspendieron el pago de impuestos.
Muchos, soldados se les unieron, saquearon entonces
el depósito de armas y se apoderaron de los caño­
nes. Cuando llegaron las noticias de París {el 17)
Langeron cedió y prometió no desplazar la guar­
nición, renunciar al pedido de refuerzos y perdo­
nar a los soldados. .E l .19, cuando se invadió el ar­
senal y la tropa hizo defección, Langeron abando­
nó la ciudad. En Dijon ocurrió algo peor; cuándo
el 15 llegó la noticia de la caída de Necker, el pue­
blo se apoderó del castillo y las municiones, esta­
bleció una milicia, puso prisionero al. comandante
militar, el señor de Gouvemet, y mantuvo vigilan­
cia ante la casa de los nobles y los sacerdotes. En
otros lugares, como en Besançon, los despachos del
15 dé julio llegaron justo a tiempo para impedir'
que se desataran las sublevaciones: los jóvenes
“anunciaban a toda voz que durante la noche ani­
quilarían a toaos los miembros del parlamento'’.
Por supuesto, lo más frecuente era que triunfara
la prudencia; y con el olvido iba debilitándose la
influencia “electrizante" de la toma de la Bastilla.
Cuando Young se enteró en Nancy (el 15 de julio)
de la caída de; ministro popular, pudo comprobar
que el efecto había sido “considerable”, pero cuan­
do preguntó qué se pensaba hacer se le contestó:
"Veremos lo que bace París.” Del mismo modo ios
ciudadanos de Ábbevilie esperaron hasta saber qué
pasaba, en París, para poder anunciar a los parisien­
ses que también ellos se habían sentido alarmados
y que “hubieran deseado compartir su audacia, pa­
triótica”. El procurador síndico de Chátillon-sur-
Seine reunió’ a los habitantes el 21 para informar­
los sobre los acontecimientos, y en esa oportunidad
dijo con toda ingenuidad: "Corno el.éxito de. los
116 GEOBGES LEFÉBVHE

Estados generales era dudoso. . . los señores ofi­


ciales municipales temían comunicaros las ansie­
dades que los desgarraban y que vosotros compar­
tiríais demasiado; por lo tanto se limitaban a ex­
presar los más ardientes votos en favor de la con­
servación de la patria”. Cuando se hubo superado
la exaltación de los primeros momentos, con cierta
frecuencia los comités responsables comenzaron a
esbozar un movimiento de retroceso. Al saberse en
Cháteau-Gontier que el rey se había reconciliado
con la Asamblea se desautorizó la requisa de las
cajas y los términos demasiado explícitos de las
deliberaciones; en Bourg, al ver que empezaban
las revueltas agrarias, se anunció con toda premura
a las comunidades rurales que su ayuda no era ne­
cesaria y que debían permanecer tranquilas. Pero
además, hubo también algunas resistencias, aun
después que se supo' que se había tomado la Bas­
tilla. Un ejemplo de todo esto es lo que ocurrió el
22 en Isle-Bouchard (Tuxena): Charles Prévost
de Saint-Cyr, capitán de caballería y alcalde de
Villaine, pidió a los diputados de las parroquias que
adoptaran dos proyectos de petición dirigidos al
rey y a la Asamblea que él había redactado, así
como que formaran una milicia asegurándoles —se­
gún parece— que había recibido “órdenes” de los
Estados generales. Los diputados de la parroquia
de Saint-Gilles se negaron a hacerlo y lo denuncia­
ron a Versalles. Sin embargo los ejemplos que he­
mos citado demuestran fehacientemente que se tra­
taba de un movimiento nacional.
Este movimiento se había anticipado a la toma
de la Bastilla, pero la acción parisiense aseguró
su éxito y su expansión. Puesto que el rey había
sancionado la victoria del Tercero, los enemigos del
pueblo lo eran también del rey y ahora se podía
legalmente perseguir a todos los partidarios de la
contrarrevolución. Tal como ocurría en París, se
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 117
continuaba creyendo que eran peligrosos y que es­
taban b'stos para intentar un regreso ofensivo. Si
conseguían dominar una provincia, podían conver­
tirla en base de operaciones para un ataque contra
la capital, siempre que lograran atraer al rey. En
ese caso se facilitarla enormemente la entrada de
los emigrados y las tropas extranjeras, por lo tanto
había que desconfiar. E l 22 de julio un miembro
del comité de Machecoul exhortaba a la asamblea
de habitantes: “No nos dejemos engañar por las
apariencias de paz y tranquilidad; que el momen­
táneo restablecimiento del orden no nos deslumbre.
Una conjura infernal ha jurado la pérdida de Fran­
cia y es tanto más peligrosa por cuanto rodea al
trono. Dejémonos llevar por la alegría, pero no ol­
videmos que si aunque sea un instante dejamos
triunfar a los enemigos del pueblo, jamás asistire­
mos a la regeneración de Francia; estemos siempre
en guardia frente a la triple autocracia de los mi­
nistros, la nobleza y el alto clero.”
Entonces se enardecieron los diputados, que ya
dominaban la situación. Algunos —como Populus
cuando escribía a la ciudad de Bourg— se limitaron
a aprobar las precauciones que se habían tomado;
pero otros, preocupados por completar la derrota
de la aristocracia y mantener el orden, dieron con­
sejos y recomendaron dos medios: enviar notas de
adhesión a la Asamblea y formar milicias. Por ejem­
plo Barneve, el 15 de julio decía a sus amigos de
Grenoble: “¿Qué hay que hacer? Dos cosas: enviar
múltiples peticiones a la Asamblea Nacional y crear
milicias burguesas listas para avanzar... Los ricos
son los que mayor interés tienen en el bienestar
general. La milicia de París está integrada en su
mayor parte por buenos burgueses y este hecho
la convierte en algo tan seguro para el orden pú­
blico como formidable para la tiranía, Hay que
apresurarse en hacer circular estas ideas en toda la
118 CEORGEí LEFEBVBE

provincia. . . Cuento totalmente con la energía de


vuestra ciudad, a quien corresponde iniciar el mo­
vimiento. Lo mismo ocurrirá en todas las provin­
cias, puesto que desde- aquí se ha organizado todo.”
Boullé, diputado de Pontivy, escribía algo seme­
jante al contestar una carta del 20: "Estoy orgulloso
de que mis queridos conciudadanos se muestren
tan dignos de la libertad y tan dispuestos a defen­
derla, sin olvidar ni un instante que la licencia es
el abuso más funesto de la libertad. Continuad pro­
hibiéndoos toda violencia, pero haced respetar
vuestros derechos. Y si lo consideráis necesario para
vuestra seguridad, perfeccionad el establecimiento
de una milicia burguesa. Ya todas las ciudades se
apresuran a constituir ecn sus propios hombres tro­
pas nacionales, ¿y quién podría no sentirse honrado
al convertirse en soldado de la p a t r ia ...? Si la
patria así lo exige, estaréis listos para acudir. To­
davía la amenazan peligros de todo tip o . . . Hay
traidores en nuestro s e n o ... Continuad en comu­
nicación con las otras'ciudades de ¡a provincia; so­
lo con vuestra unión y vuestro mutuo apoyo logra­
réis alejar todos esos males". Bastó con que no se
tuviera en cuenta la fecha en que fueron, escritas
estas cartas —en especial la de Bamave— para que
se llegara a la conclusión de que los diputados pa­
triotas eran los únicos responsables del movimien­
to de las provincias. Fero en verdad, en ese momen­
to se limitaban a fomentarlo —y no lo ocultaban—.
Por eso, el 18 de julio, Martineau propuso a la
Asamblea que se generalizara la institución de las
milicias, y pocos días después,. Mirabeau aconse­
jaba que se reorganizaran las municipalidades. La
Asamblea no adoptó tales iniciativas, pero Mor-
tier, diputado del Cambrésis, escribió a sus con­
ciudadanos de Gatean como si se lo hubiera hecho:
“Se ha decidido que tengamos en todo el reino una
milicia nacional compuesta por todos los dudada-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 119
nos honestos; por supuesto no se trata de desarmar
a los campesinos ni de molestarlos de cualquier
modo que fuera: se trata de una libertad de la que
deben gozar todos 'os ciudadanos... Que todas
las personas que se han armado contra la aristo­
cracia conserven sus armas y su valor para la na­
ción y para el rey,”
En Abacia, los diputados de la aristocracia, el
barón de Turckheim y el de Flaxlanden pretendie­
ron que algunos de sus colegas habían aconsejado
en términos’ muy claros que se tomara la ofensiva.
Turckheim aseguró que había leído cartas “por las
que se intimaba a los síndicos de nuestra provincia
a que combatieran con todas sus fuerzas a los se­
ñores y a los sacerdotes pues si así no fuera todo
se perdería”. Más tarde la propia Comisión in­
termediaria echó ia culpa a las cartas que habían
escrito Lavié y Guettard, diputados de Belfort. Pero_
sí se recuerdan las famosas palabras que Bamave
pronunció en plena Asamblea después del asesina­
to de Foulon y de Bertier —“¿Acaso esa sangre es
tan pura que haya que lamentarse tanto por ha­
berla derramado?”—; si se ha leído la carta que
madame Roland escribió a Bosc— “Si la Asamblea
nacional no procesa a las dos cabezas ilustres o los
generales Decius no las abate estaréis todos j . . ; •
entonces se podrá leer sin sorpresa en la corres­
pondencia de los diputados expresiones aún más
audaces que las que Turckheim reprodujo. Si cree­
mos a Young, él estaba presente en todas las cir­
cunstancias para reproducir los relates más imagi­
nativos que pudieron hacerse acerca de la conspi­
ración. Cuando comía en una hostería en Colmar,
si 24 de julio, oyó decir “que la reina había orga­
nizado un complot que estaba a punto de estallar,
y que consistía en hacer explotar una mina en la
Asamblea Nacional, y de inmediato enviar un ejér­
cito contra París para que masacrara a los habi-
120 GEORGES LEFEBVHE

tantes”. Y como un oficial demostrara su escepti­


cismo ante la noticia, “muchas voces” se elevaron
para decir "que lo había escrito un diputado; que
se había visto su carta y que por lo tanto no cabía
la menor duda.”
Muchos incidentes crearon desconfianza o la
acentuaron —lo mismo que en París. Todos obser­
vaban con gran inquietud los movimientos de las
tropas que refluían desde los alrededores de París
hacía sus guarniciones, y algunas ciudades les ce­
rraron las puertas en la narices, mientras otras se
negaban a darles víveres, los injuriaban o apedrea­
ban. Por esto mismo el R oyal A llem and fue mal
recibido en Chálons el 23, y el 26, en Dun, como
se creyó reconocer en su convoy, el equipaje de
Lámbese, se lo retuvo bajo secuestro hasta que la
Asamblea decidiera algo al respecto. Cuando el
mariscal de Broglie llegó a Sedan, el 17, estalló una
sublevación que lo obligó a abandonar la ciudad.
Las provincias vieron pasar a muchos nobles y
eclesiásticos que huían de París, cambiaban de do­
micilio o emigraban. Pero se sospechaba sobre to­
do de los diputados que abandonaban Versalles: se
creía que desertaban -de la Asamblea para eludir
las consecuencias de la fusión de los órdenes y
poder aducir posteriormente que los decretos esta­
ban viciados de nulidad. Por esto se detuvo en Po-
ronne al abad Maury el 26 de julio; al abad de
Calonne en Nogent-sur-Seine el 27; al obispo de
Noyon en Dole el 29; al duque de La Vauguyon
—uno de los ministros del 11 de julio— en El Havre,
el 30. Si París creó la gran inquietud que reinaba
en las provincias, éstas por su parte contribuyeron
bastante para confirmar los temores de la capital.
Y esta observación vale especialmente para todo
lo que se refiere a la connivencia entre la aristo­
cracia y el extranjero. El I a de agosto el Patrióte
français publicó una carta de Burdeos fechada el
LA REVOLUCIÓN FRANCESA . 121
23 de julio y que decía: '“Nos amenazan con la
llegada de treinta mil españoles, pero estamos dis­
puestos, a recibirlos”. También De Briançon, uno
de los comisarios de las comunas, escribía al pre­
sidente de la Asamblea nacional: "Conocemos todas
las desdichas y las revoluciones ocurridas en Ver-
salles y París, y el evidente peligro a que están ex­
puestas la Asamblea Nacional y la capital. Pero to­
davía no se han disipado nuestros temores y nuestra
alarma. Por lo tanto, he creído conveniente, Mon­
señor, realizar algunas investigaciones e informarme
la situación actual, y si lo que se me ha dicho es
cierto, creo que unos veinte mil piamonteses que
los ex ministros de Su Majestad solicitaron al rey
de Cerdeña les han sido concedidos por el consejo
reunido para considerar tal petición, aunque le haya
costado lágrimas, quizá de pena. Vivimos en una
permanente zozobra; hay un mayor que manda en
esta plaza y que según creemos ha participado en"
esta iniciativa, así como en las desgracias que nos
amenazan,” Como ya hemos dicho, es muy posible
que el rumor que hablaba de una conspiración que
entregaría Brest a los ingleses hubiera llegado des­
de Bretaña. E l 31 de julio, la Correspondance d e
Nantes anunció que un hombre llamado de Serrent
había sido arrestado en Vitré y que "tenía la inten­
ción de incendiar Saint-Malo; hemos interceptado la
correspondencia que mantiene el gobernador de
esta ciudad con nuestros'enemigos.”
Los nobles protestaron con gran indignación con­
tra estas acusaciones de traición, (sobre todo en
Bretaña) y con frecuencia —lo mismo que el clero -
desautorizaron ábiertamente los intentos realizados
por la corte contra la Asamblea,-.participaron en las
reuniones donde se redactaban las notas de adhesión
a los decretos y pusieran‘su firma'en (medió de las.
de los campesinos. Esto realizó .el señor -d’Elbée en
Beaupréau, Algunos se negaron a solidarizante con-.
122 CEOHGES LEFEBVKE

su clase: por ejemplo en Nantes, el mariscal de


campo, vizconde de L a Bourdonnaye-Boíshulin (que
por eso mismo fue elegido poco después coronel de
la milicia), y en Rennes, du Plessis de .Grénédan,
consejero del Parlamento, cuya carta fue publicada
por la C orrespondance d e N antes; "Jamás estuve
dé acuerdo con los principios que tan justamente se
reprocha a la nobleza, y al contrario, siempre los
he combatido con toda mi fuerza", por lo cual las
comunas lo recibieron aceptando su arrepentimien­
to y perdonando su falta; lo honraron “con una co­
rona cívica”. En casi todas las provincias las re­
vueltas urbanas y agrarias lograron que la alta bur­
guesía acogiera de buen grado a sus hijos pródigos
■ y los admitiera en los comités permanentes: muy a
menudo se les confiaba el mando de la milicia —tai
como ocurrió en Nantes—. Por esto mismo, el acer­
camiento —que con tanta satisfacción Caraman ha­
bía observado en Provenza en el mes de marzo— se
notó bastante a fines de julio y comienzos de agos­
to. Pero en Bretaña había menos espíritu de con­
ciliación: se exigió que los nobles se retractaran de
los juramentos que habían realizado en enero y en
abril, y mientras tanto, se los ponía bajo la protec­
ción de las autoridades pero "como extranjeros a la
nación'' y realizando “una absoluta escisión con
ellos”, como pasó en Josselin y en M.achecouL.Por
lo demás, la pequeña burguesía, el artesanado y el
pueblo no aprobaron en ninguna parte la condes­
cendencia de la burguesía acomodada. En Nantes,
después que se hubo admitido,a varios nobles en
el comité (el 18 de julio) las protestas de las co­
munas obligaron a que se los excluyera, y en Fouge-
res y en Bourg hubo que hacer lo mismo. Durante'
los meses siguientes, uno de los rasgos caracterís­
ticos de la vida municipal fue el esfuerzo realizado .
por la clase popular —con mayor o menor éxito Y
LA RESOLUCIÓN FRANCESA 123

con mayor o menor constancia— para que se elimi­


nara a los nobles de todas las funciones.
Por todas estas razones, después del 14 de julio
muchas ciudades imitaron a las que ya se habían
pronunciado en el momento más agudo de la crisis.
Así en Angers, el 20, se confiscaron las cajas públi­
cas y se ocupó, el castillo; en Saumur y en Caen se
tomó el castillo el 21; desde Lyon se envió una
guarnición hasta Pierre-Ehcize; en Brest y Lorient
se vigiló de cerca a las autoridades marítimas y se
puso guardia en el arsenal. .El 26, las comunas de
Foix rehusaron su obediencia a los Estados provin­
ciales y solo reconocieron "las leyes votadas por Ja
Asamblea nacional’, y en todos lados las milicias
visitaban y desarmaban los castillos —tal como ha­
cía la de París en los. alrededores de la ciudad—.
Los representantes de! rey no. opusieron, una resis­
tencia considerable, pero como todo ocurría en me­
dio de incidentes tumultuosos, muchos estuvieren
expuestos a gran peligro. El 19 en Mans, por muy
poco no se masacró al teniente de la guardia pú­
blica que había prohibido que se enarbolara la
escarapela; el 21 llegó a Áix una banda de marse-
Ueses conducida por el abad de Beausset, canónigo
de Saint-Victor, que liberó a los que hablan sido
puestos en prisión durante las revueltas de marzo.
Como consecuencia de ello, el intendente tuvo que
huir.
Puesta qüe se había suprimido o reducido a la
impotencia a la autoridad superior, las mismas mu­
nicipalidades del antiguo régimen se sintieron des­
bordadas. Hubieran querido conservar sus milicias
burguesas y dar armas sólo a los' individuos de po­
sición acomodada —tal como lo recomendara Bar-
nave— pero tuvieron que reclutar a. todo el mun­
do. Su poder de policía se volvió puramente nomi­
nal: 1?. milicia y la .muchedumbre se la atribuyeron
a sí mismas. Francia se cabrio de una red de prietas
124 CEOBCES LEFEBVBE

mallas de comités, milicias e investigadores sin man­


dato, que durante varias semanas dificultaron la
circulación del mismo modo que ocurrió en el
año I I bajo la mirada de los comités de vigilancia.
De todo esto surgieron los arrestos de los que se ha
hablado. E n Saint-Brieuc se allanaron las casas de
los sospechosos y se disolvió la Cámara literaria
porque se la consideró contrarrevolucionaria. Una
estrecha solidaridad de clase unió a los miembros
del Tercero. Se impuso como obligación llevar la
escarapela, pero se Ja prohibió en Nantes a los "no
nobles desertores de la causa del pueblo”. Con cier­
ta ingenuidad se preguntaba a todos los descono­
cidos: “¿Estáis con el Tercer Estado?” y faltó muy
poco para que la pregunta resultara fatal para una
familia noble cuando se la hicieron en S avigilé ( de
paso para Mans) el 19. Una mucama que se asomó
a la portezuela respondió aturdidamente que no;
por cierto, la pobre muchacha no estaba al corrien­
te de lo que pasaba y quizá ni siquiera sabia lo que
podía ser ese “tercero". Comparot de Longsols tuvo
mayor éxito en Nogent-sur-Seine, donde entró el
19 por la tarde. Al oír el tumúlto, preguntó al pos­
tillón qué pasaba y éste le explicó sin ambages: “La
milicia armada nos preguntará ‘¿Quién vive?’ Si no
respondéis ‘(Tercer Estado!' nos tirarán al rio.” Com­
parot, que era un hombre sensato, no desdeñó tan
amistosa información y al poco tiempo Young
hizo lo mismo. Ni uno ni otro tomaron a la tre­
menda ese disgusto, pues si bien el pueblo era muy
desconfiado en 1789, no se mostraba demasiado
exigente sobre las demostraciones de conformismo
que pedia, de manera que se podía pasar por “pa­
triota” sin excesiva dificultad.
Aunque las municipalidades aceptaran todo eso,
no se les perdonaba que no hubieran sido designa­
das por los habitantes; por lo tanto, se les exigía que
la dirección y la organización de las milicias se
LA HEVOLTJCIÓN FRANCESA 125

confiaran a comités elegidos. Hay muy pocos ejem­


plos similares de Béziérs, donde la municipalidad
pudo prescindir durante mucho tiempo de unas y
otros. Y al contrario, en muchas ciudades las rebe­
liones las destituyeron: esto pasó en Cherburgo, el
21 de julio; en Lila el 22 y en Maubeuge el 27. En
estos casos el comité “permanente" heredó todos
sus poderes —pero se trataba de casos extremos—.
Aunque todavía no podamos realizar una estadís­
tica, se puede asegurar que la gran mayoría de las
municipalidades siguieron actuando: algunas sobre­
vivieron a pesar de las rebeliones (como la de Va-
lenciennes y la de Valence); otras lograron impe­
dirlas, ya sea porque cedieran ante las manifesta­
ciones —Clermont, Burdeos—, ya sea porque las evi­
taron disminuyendo el precio del pan (como ocu­
rrió en Flandes marítimo). Pero tarde o temprano,
casi siempre tuvieron que compartir su autoridad
y ceder paulatinamente.
La gran mayoría de esas sublevaciones fueron pro­
vocadas por la carestía del pan, pues nunca fueron
tan numerosas las sublevaciones frumentarias como
en la segunda quincena de julio. Las hubo en casi
todas las ciudades de Flandes, Henao y Cambré-
sis; cerca de Amiens, la noche del 22, la escolta
de un convoy tuvo que librar una batalla campal.
El 18 hubo tumultos en Nogent y Troyes (Cham­
paña); el 19 en Orleáns y Beaugency (provincia de
Orleáns); el 17 en Auxerre y el 19 en Auxonne
(Borgoña); el 20 en Saint-Jean-de-Losne. En algu­
nas se cometieron homicidio: en Tours, el 21, se
mató al comerciante Girará; en Bar-le-Duc a otro
comerciante llamado Pellicier (el 27). Las zonas
próximas a París fueron las m ás agitadas: el 17, un
molinero' de Poissy fue llevado a Saint-Germain y
asesinado; el 18, una diputación de la Asamblea
tuvo grandes dificultades para salvar a un arren­
datario de Puiseaux (también en Saint Germain).
128 GEOBGES LEFEBVKE

más tarde se negó a jurar la Constitución civil del


clero) resumía el 2 de enero de 1790 los aconte­
cimientos del año precedente, señalando, a propó­
sito de la caída de Necker, “una conspiración in­
fernal destinada a masacrar a los diputados más
devotos de la nueva constitución y a encerrar a los
otros para contener a las provincias en caso de in­
surrección. La reina, el conde de Artoís y otros
príncipes, juntamente con la casa de Polignac y
otros grandes señores, que preveían los cambios
que tendrían lu gar. . . toda esa gente, digo yo, y
mil otros desean ,el fracaso de la Asamblea Nacio­
nal." Un habitante de Bugey, en un manuscrito que
se ha conservado en los archivos de Ain, señalaba
también que la reina, según se decía, deseaba la
muerte de todo el Tercer Estado: “ha escrito una
carta a su hermano el emperador, a Viena, en Aus­
tria, para conseguir cincuenta mil hombres y así
destruir al Tercer Estado que nos sostenía, y al pie
de la carta le pedía a su hermano que diera muerte
al c o rre o ... Por.suerte, el pobre correo fue de­
tenido en Grenoble por el Tercer Estado que le se­
cuestró la carta.” El mismo cronista reproduce una
carta cuyas copias circulaban en Valromey y que
se decía que había sido secuestrada “en el bolsillo
de un tal Fléchet, jefe del partido de la juventud
de París, y que le había sido dirigida por el conde
de Artois" el .14 de julio: "Cuento con vos para la
ejecución del proyecto que hemos convenido y que
esta noche, entre las once y las doce, debe llevarse
a cabo. Como jefe de la juventud, podréis conducir
su marcha sobre Versalles hasta la hora indicada,
en la cual podréis estar seguro de que llegaré con
treinta mil hombres absolutamente fieles a mi cau­
sa y que os librarán de los doscientos mil que sobran
en París. Y si, contra lo que espero, el resto no se
aviene a una obediencia ciega, los pasaré a cu­
chillo”. Esta fantasía no hace más que confirmar
L A REVOLUCIÓN FRANCESA 129

las versiones relativas al complot que publicaron


los diarios, y en ella se percibe un eco del mensaje
de Bésenval a de Launey, y de la muerte de Fles-
selles. No conocemos ningún otro ejemplo de algo
semejante, pero puede suponerse con bastante cer­
teza que muchos rumores del mismo tipo fueron
transmitidos oralmente.
Al tomar las armas, las ciudades y los burgos
confirmaron la existencia oficial de un complot ur­
dido contra el Tercer Estado. En Bourg, el 18 de
julio, se decidió pedir ayuda a las parroquias, y en
los días siguientes muchas acudieron para ofrecer
sus contingentes. En el bailiazgo de Bar-sur-Seine,
los electores se reunieron el 24 de julio, se consti­
tuyeron en comité y decidieron crear una milicia
en cada aldea, en lo que fueron inmediatamente
obedecidos. E l P de agosto los del bailiazgo de
Bayeux también intentaron formar un comité opues- —
to al que la municipalidad de la capital del lugar
había establecido el 25 de julio. En el Delfinado
la iniciativa provino de algunos amigos de Bamave
que pusieron en movimiento la comisión intermedia
de los Estados; el 8 de agosto, el procurador gene­
ral del parlamento escribía a propósito de la re­
vuelta agraria: "E l 19 del mes pasado, se ordenó
a las comunas de las ciudades, burgos y comunida­
des de la provincia que tomaran las armas . . . Este
es. el gentát de todas nuestras desgracias: en todos
lados la gente se ha armado y se ha establecido una
guardia burguesa en cada lugar.” En Aix, el 25 de
julio, los comisarios de las comunas, alegando la
confusión que reinaba en Provenza, incitaron tam­
bién a las veguerías * para que formaran milicias.
Pero diversos incidentes demuestran claramente
que los campesinos no tuvieron necesidad de ser
exhortados para cooperar con los burgueses de las

5 Jurisdicción del veguer, oficial señorial de justicia. [T.]


126 CEOBGES LEFEBVBE

E l 17 hubo levantamientos en Chevreuse; el 20 en


Dreux y Crécy-en-Brie; el 22 en Houdan; el 23
en Breteuil y Chartres; el 25 en Rambouillet, el 26 en
Meaux, y en Melun el 28 por la noche. Pero el me­
diodía no estaba más tranquilo: como consecuencia
de una sublevación de este-tipo, Toulouse organizó
su milicia el 27 dé julio. E l pueblo pedía que se
rebajara el precio del pan, pero también manifes­
taba otra pretensión que ya se había hecho sentir
en Provenza durante las sublevaciones de marzo:
la abolición de los fielatos y la no percepción de
gabelas, subsidios, impuestos de sellado y derechos
de tráfico. “Desde hace quince días estamos en
continua alarma. Se amenaza con incendiar las ofi­
cinas de correos y los perceptores que las habitan
han sacado de ellas su muebles para llevarlos a
lugar seguro y no se atreven a dormir en sus ca­
sas", escribía el M de julio el director de los Sub­
sidios de Reirás. • •
2sta “revolución municipal" tiene relaciones evi­
dentes —aunque no siempre directas— con el gran
pánico. Por un lado, la insurrección parisién y las
revueltas urbanas alarmaron a las campañas; por el
otro, incitaron a los campesinos a sublevarse, mien­
tras que, por su lado, las revueltas agrarias se con­
virtieron también en una causa de pánico.
C apítulo IX

LA REACCION DE LA PROVINCIA
CONTRA E L “COMPLOT”

2. Las campañas

Desde la ciudad ¡a noticia del “complot aristo­


crático” se difundió por la campaña a través de las
vías que ya conocemos, pero de lo que se decía y
pensaba en las aldeas, no sabemos mucho, ya que”
el campesinado casi no escribía. Las reflexiones
que algunos curas han consignado en sus registros
parroquiales .muestran que éstos compartían las
opiniones de ios habitantes de la ciudad y permiten
suponer que sus fieles pensaban del mismo modo.
En el Maine, los curas eran particularmente explí­
citos; "Los aristócratas, e! alto clero y la alta no­
bleza”, escnbía el cura de Áilliéres, “han empleado
todos los medios posibles, entre, los rnás indignos,
sin conseguir que fracasaran los proyectos de refor­
ma de una cantidad de abusos indignantes y opre­
sores”/y el.cura de Souíignésous Bailón arremetía
contra “muchos de los grandes señores y otros que
detentan altos. cargos del Estado, y que procuran
sacar secretamente todos los granos del reino para
llevarlos aí extranjero, para de este modo hacer pa-,
sar hambre al reino, indisponerlo contra la asam­
blea de los Estados generales, desunir a la asamblea
e . impedir su triunfo”. El cura de Brúlon ( quien
130 CEOKCES LEFED V IIE

ciudades: por su propia iniciativa detuvieron al


duque de Coigny en Ver-sur-Mer (Calvados) el
24 de julio, y a Besenval en Villenauxe el 26. Las
aldeas fronterizas también ejercían estrecha vigi­
lancia. Del mismo modo, los aldeanos de Savigné,
cerca de Mans, interrumpieron el 18 el viaje de los
señores de Montesson y de Vassé —diputados de la
nobleza— y arrojaron el coche al río. Numerosas
anécdotas muestran a los-campesinos alertas y al
acecho del paso de los sospechosos. Esta actitud
explica que Young fuera arrestado dos veces cerca
de IsIe-sur-Ie-Doubs, el 26 de julio; luego en Ro-
yat. el 13 de agosto, y en Thueys, el 19, Cerca de
Isle, se lo obligó a ponerse la escarapela. “Se me
dijo que era una orden del Tercer Estado y que si
yo no era un señor, tendría que obedecer. Pero,
supongamos que yo fuese un señor, ¿qué sucedería
entonces, amigos míos? ¿Qué sucedería?1•—repli­
caron con aire severo—; Seríais colgado, pues es
probable que lo merecierais’.” Pero esto no era más
que una balandronada, pues no colgaron a nadie.
Sería un error suponer que si en todas las cam­
pañas se creía en el complot aristocrático, esto se
debía a las noticias llegadas desde Vsrsalles v Pa­
rís. Instintivamente y desde el mismo momento en
que se habían convocado los Estados generales, los
campesinos estaban temiendo que el complot se
organizara, pues hablan interpretado el llamado del
rey como el preanuncio de la, liberación, y en nin­
gún instante supusieron que los señores se resig­
narían a ello: de haber sido así hubieran actuado
contra su propia naturaleza. Si el pueblo conocía
mal su historia, por lo menos tenía de ella una no­
ción legendaria; si había conservado el vago re­
cuerdo de los “bandoleros”, tampoco-había podido
olvidar que cada revuelta de ios jaeqü es, croquants,
L A ¡REVOLUCIÓN FRANCESA 131

va-nu-pieds ° y otros miserables contra los señores


siempre había terminado ahogada en sangre. Así
como la gente del arrabal de Saint-Antoine tembla­
ba de miedo y de rabia a la sombra de la Bastilla,
del mismo modo el campesino percibía en el horizon­
te el castillo que, desde siempre, había inspirado
a sus antepasados más temor que odio. Es cierto
que algunas veces su silueta parecía menos severa,
que sus cañones estaban mudos desde hacía mucho
tiempo, que las armas.se habían oxidado y ya no
se veían soldados sino lacayos. Sin embargo, el cas­
tillo continuaba existiendo y nada se podía saber
de lo que ocurría allí dentro. ¿Acaso el terror y la
muerte no podrían resurgir? Ante el menor indicio
se suponía que se estaban realizando preparativos
y reuniones para aplastar al Tercer Estado, y en el
Este estos temores se confirmaron. En Lorena, el
mariscal de Broglie ordenó el desarme de las co­
munidades; el intendente de Metz transmitió Iá
orden el 16 de julio, y cuando el mariscal fugitivo
llegó a Sedan {el 17), de inmediato la hizo ejecutar
en los alrededores. Es probable que dicha medida
hubiera sido concebida en la época de la caída de
Necker, y si bien no hay la menor seguridad de
que estuviera vinculada con el proyecto del golpe
de Estado, era difícil que no se la contemplara co­
mo tal. En el Franco-Condado fue todavía más
grave lo que ocurrió en el castillo de Quincey. El
domingo 19' de julio, luego de los festejos con les
que se había celebrado en Vesoul la noticia de la
toma de 3a Bastilla, algunos soldados de la guami-
. ción, mezclados con habitantes del lugar, se trasla-
: daron por la. ¡tarde hasta-.el castillo del señor de'
Mcsmay:' allí dijeron que'habían sido invitados. a\

? Eenomináclcnss referidas respectivamente a campesi­


nos que produjeron revueltas en lie de France (siglo xrv),
Leiaosin y Nohnandíá (siglo, jrvi), [T.]
132 CEOHGES LEFEBVRE

celebrar los recientes acontecimientos. Los domés­


ticos los recibieron bien y les dieron de beber. Ha­
cia la medianoche se retiraron. Cuando atravesa--
ban el jardín, explotó en un depósito un barril de
pólvora y el edificio estalló. Murieron cinco hom­
bres y muchos otros resultaron heridos. Sólo había
sido un accidente, pues es probable que los bebe­
dores, medio borrachos, al buscar vino o quizá di­
nero escondido, hubieran entrado en el recinto con
una antorcha. Pero todos dijeron lo mismo: que se
había preparado una emboscada para el Tercer
Estado. Y tanto, en París como en la misma Asam­
blea Nacional en cuanto se tuvo noticias de lo ocu­
rrido nadie dudó de que así fuera, por lo que el
asunto tuvo una repercusión extraordinaria en toda
Francia. Y en el mismo Franco-Condado fue la
chispa que encendió la hoguera de la revuelta agra­
ria que a su vez engendró el gran pánico del Este
y el Sudeste. Aunque en general los historiadores
casi no se ocuparon de este incidente, fue uno de los
acontecimientos importantes del mes de julio de
1789.
Persuadidos de que los aristócratas se habían
conjurado para liquidar al Tercer Estado, los cam­
pesinos no se limitaron a apoyar a los burgueses de
las ciudades sino que recurrieron a un medio segu­
ro para ejercer una venganza aleccionadora sobre
sus enemigos. Puesto que se quería mantener el ré­
gimen feudal, se negaron a pagar los censos y en
varias provincias se sublevaron y exigieron su su­
presión al mismo tiempo que quemaron los archivos
o los castillos. Al hacerlo creían proceder según los
deseos del rey y de la Asamblea. Como ya hemos
visto, de la misma convocación de los Estados ge­
nerales habían sacado la conclusión de que el rey
quería mejorar su situación y que sus pedidos es­
taban resueltos favorablemente por adelantado. Aun­
que la conspiración había evitado que las inten­
LA REVOLUCION FRANCESA 133

dones del soberano y de la Asamblea Nacional se


realizaran, las autoridades legales habían anunciado
que el 15 de julio Luis XV I se había recondliado
con los diputados y que el 17 había aprobado la
revolución parisiense, y que por consiguiente había
condenado a los conjurados. Por lo tanto, al liqui­
dar la autoridad de los conjurados, procedían de
acuerdo a los deseos del rey, quien había ordenado
que se hiciera justicia a su pueblo. Por cierto, estas
órdenes todavía no se habían cumplido porque no
se las había publicado y porque los curas se nega­
ban a leerlas en el púlpito, pero esto no era sino una
manifestación más del complot. Todos los campe­
sinos insurgentes expresaban convicciones semejan­
tes. En el Delfinado, a mediados de julio, se mur­
muraba contra las autoridades que “ocultaban las
órdenes del rey” y se decía que éste había dado
permiso para que se incendiaran los castillos, En
Alsacia corría el “sordo rumor” de que el soberano
había autorizado a los campesinos a perseguir a los
judíos y a recuperar los derechos de los que hablan
sido despojados por la aristocracia. En Laizé (Má-
connais), "la partida decía que avanzaba porque
había recibido tal orden y que sólo contaba con
ocho días para saquear todos los castillas, ya que
intempestivamente habían dejado pasar las dos pri­
meras semanas de las tres que se les habían otor­
gado para hacerlo.” A veces los campesinos se ex­
presaban con giros de una sabrosa ingenuidad: en
Saint-Oyen, se lamentaban ante un burgués “de
la. mucha tarea que falta por hacer” y en Saint -
Jean-le-Prinche un charlatán les demostró que no
deb'an demorarse "pues todavía les falta mucho
trabajo por hacer hasta saquear todos los castillos
hasta Lyon”. En el límite entre Lorena y el Franco-
Condado, el barón de Tricomot trató de sacar de su
error a un grupo que había encontrado: "Señor, me
dijeron esos exaltados, tenemos órdenes del rey;
134 CEORGES LEFEBVRE

están impresas. Pero nada tenéis que temer, no


estáis en nuestra lista y si necesitáis nuestra ayuda
estamos a vuestro servicie.” En el castillo de Ránes,
en el B ocage normando, pidieron disculpas por
verse obligados a violentar a su amo: “Se mostraban
muy acongojados ante un señor tan bueno de que
órdenes imperiosas los forzaran a hacerlo, pero te­
nían la seguridad de que. Su Majestad así lo quería.”
Es muy fácil comprender que los campesinos
hubieran sospechado que los aristócratas oculta­
ban las órdenes del rey que les eran desfavorables.
¿Pero cómo se pasó de la sospecha a la afirmación?
Algunos indicios nos llevan a pensar que se debió
a algunos individuos más audaces, que a veces po­
seían cierra autoridad oficial —síndicos, percepto­
res de impuestos y guardas de campo— o semiofi-
cial —tales como los diputados de la asamblea del
baíliazgo—, cuya ambición o cuyo temperamento
los convirtieron en líderes. Y así, por ejemplo, en
el Máconnais, varios inculpados declararon que ha­
bían obedecido a las indicaciones de los síndicos
y los perceptores; un viñatero de Lugny aseguró que
Dufour, de Peronne, le había ordenado que avan­
zara, dioiéndole que tenía órdenes en ese sentido
y exhibiendo un papel impreso. Al mismo tiempo lo
había amenazado con hacerlo arrestar si no obede­
cía. En Revigny (Barrois) los disturbios del 29 de
juiio fueron iniciados por dos sargentos de policía
que, según resultó del juicio de la corte prebostal,
habían “abusado de sus funciones” pregonando al
son de tambores que, por voluntad del rey y, de
acuerdo con las órdenes q u e . tenían, procederían
a vender al precio oficial el trigo perteneciente a
diversos propietarios, En Saint-Maurice, en ei valle
del Mosela, un condenado fue declarado convicto
de haber "anunciado al pueblo que en algunas car­
tas que él había recibido se lo había autorizado a
hacer lo que quisiera". En Abacia, una banda tenía
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 135

como jefe a ua obrero tejedor, al que se había con­


decorado con la cinta azul, para hacerlo pasar por
hermano del rey. Más aún, en Sarreguemines, un
soldado de k guardia pública de Sarrelouis fue
acusado por el intendente y por diversos testigos
de haber afirmado "que existía una disposición que
permitía que en el término de seis semanas cada
uno recuperara las propiedades que le habían sido
usurpadas”; que sólo la persona física del arren­
datario debía ser respetada, pero que sus bienes
“podían ser saqueados por completo”. ¿Estos lí­
deres se habían autosugestionado? ¿Interpretaron
equivocadamente una frase escuchada al azar? ¿Ac­
tuaban todos de mala fe? Es imposible determinar­
lo. Probablemente, una u otra de estas explicaciones
es válida según el caso, y con mayor probabilidad
aún, tocas son válidas simultáneamente para cada
uno de ellos.
Para apoyar sus afirmaciones, era irresistible la
tentación de mostrar a los campesinos que no sa­
bían leer algún cartel impreso o algún manuscrito,
y muchos cedieron a ella. En Máconnais, se en­
contraron en poder de un viñatero de Blany, que
fue colgado, las resoluciones del Consejo de 1718
y de 1719, Se creía que las había robado al realizar
un saqueo y que las bahía mostrado a la muche­
dumbre para convencerla. En Savigny-sur-Grosne,
un viñatero presentó a un arrendatario un libro ro­
bado en un castillo afirmando que “contenía órde­
nes del rey”. "El deponente tuvo la curiosidad de
abrirlo y vio que se trataba simplemente de un fo­
lleto relativo a un proceso de la casa de la Baume-
Montrevel, por lo que dijo al tal Soligny que, si
no tenía mejores órdenes que éstas, debía mantener­
se en regla”. Se aseguraba que en todas las regio­
nes convulsionadas circulaban falsos edictos atri­
buidos ai rey, y los ejemplos citados explican cómo
surgió un rumor semejante. Sin embargo, no cabe
136 GEOHCES LEFEBVKE

duda que ciertos líderes redactaron o hicieron re­


dactar carteles manuscritos. En Máconnais, el cura
de Perenne declaró que había leído “un papel es­
crito a mano con grandes caracteres. . . : Por orden
del rey, todos los campesinos pueden ir a los cas­
tillos de Máconnais a pedir los registros de derechos
señoriales y en caso de que se los negaran, están
autorizados a saquearlos, quemarlos y pillarlos;
ningún castigo les corresponderá por ello.” Según
el notario de Lugny, lo había llevado un tal Ma-
zillier, vendedor de sal y tabaco en Saint-Gengoux-
de-Scissé, que fue colgado en Cluny. Las autorida­
des de Cluny y las de Mácon se reclamaron mutua­
mente un ejemplar del cartel incriminado. E l señor
de Gouvemet, comandante militar de la Bourgog-
ne, oyó hablar del asunto y hasta el mismo gobierno
fue informado. Pero no se pudo encontrar el cartel.
Por azar encontramos otro similar, cuyo texto re­
producimos en el apéndice. En algún momento que
no podemos precisar —muy probablemente en el
transcurso de las revueltas agrarias de julio y agos­
to, o quizás antes, ya que está fechado el 28 de abril
de 1789—, se lo había pegado en la puerta de la
iglesia de Baurepaire y en las. parroquias vecinas,
en Bresse, en los alrededores de Louhans. El acu­
sado, un tal Gaillard, obrero en las salinas de Lons-
le- Saunier, que ya anteriormente había sido des­
pedido por robar sal, se negó a confesar el nombre
del que había escrito el cartel. Pero su ortografía
deficiente y el hecho de que está groseramente
realizado demuestran que fue la obra de un escri­
biente de aldea o del mismo Gaillard,
Los rumores relativos a los carteles progresaron
y sufrieron deformaciones al igual que todos los
otros. Éi notario de Lugny afirmaba que el cartel
que se había mostrado al cura de Peronne estaba
impreso; el señor de Gouvemet decía que había
sido traído por un notario. Probablemente se trata-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 137

ba de Giraud, notario de Glessé, que había tomado


el mando de los sublevados. Todo esto permitió al
partido aristocrático vincular las revueltas agra­
rias al complot que poco después adjudicó a sus
adversarios. Pero en verdad es insostenible que la
Asamblea Nacional y la burguesía de las ciudades
hubieran organizado jacqueries. Para ello basta con
recordar que la Asamblea se decidió sólo después
de muchas vacilaciones a asestar un golpe al régi­
men feudal, y que la burguesía, que a menudo de­
tentaba derechos señoriales, cooperó activamente
en la represión y muchas veces fue implacable. Pe­
ro no es imposible que algunos burgueses aislados
hubieran excitado a los campesinos. E l ataque reali­
zado contra la abadía de Cluny pudo haber sido
recomendado por algunos habitantes de Mácon, y
Chevrier, que estudió la historia de la revolución
en Ain, reproduce un libelo que había circulado
después del 14 de julio y que incitaba a los cam­
pesinos a rebelarse: “A los señores del Tercer Es­
tado. Seréis sorprendidos por la nobleza si no os
apuráis a devastar e incendiar sus castillos y a pasar
a cuchillo a esos traidores que nos asesinarán a to­
dos." En Montignac (Périgord) el señor de La
Bermóndie acusó al médico Lacoste, futuro con­
vencional, de que el 19 de julio había subido al
pulpito de la iglesia y vdesde allí se había expre­
sado en esta forma.: “Os leeré algunos papeles que •
han llegado de la capital y que nos anuncian qué
la mayoría de la nobleza planea una conspiración
que la deshonrará para siempre. Y ahora que todos
somos iguales, en hombre de-la nación os puedo
asegurar que das víctimas que el pueblo de París;
ha inmolado con t.anta justicia nos garantizan-que
con toda decisión, podemos imitar a eSos máestros
insignes que condenaron a muerte a los -aristócratas
Bertier, Foulon, de Launay, etcétera.” Otros habrían
leído al pueblo una carta falsa "en la' cual se ca-
138 GEORCES LEFEBVRE

lumnia al monarca diciendo que puso precio a la


cabeza de su augusta esposa en cien mil francos”,
Pero 3a acusación tenía ciertos visos de verdad
porque algunos burgueses campesinos se pusieron
al frente de los amotinados. Tal fue el caso de Jo-
hannot, director de la manufactura de Wesserling
en el valle de Saint-Amarin, que más tarde fue de­
signado presidente del directorio del Alto Rin; del
ex oficial de infantería La Rocbette en Nanteuil,
cerca de Ruffec; y de Gibault, s ie w de Champeaux,
en Mesnil, cerca de Briouze, en el B ocag e norman­
do, Hubo también algunos nobles, tales como
Desars-Dorimont, señor de Verchain-Maugré en Hai-
nauit, que condujo a sus campesinos hasta la aba­
día de Vicoígne. Todos estos personajes que se
habían comprometido con las sublevaciones alega­
ron que habían sido arrastrados por la fuerza, y
quizá fuera cierto en la mayoría de los casos. Sin
embargo, la actitud de algunos de ellos es dudosa,
sin que podamcs dilucidar hasta qué punto estaban
de acuerdo. En L a Sauvagére, en el B ocage nor­
mando, un maestro herrero, llamado L a Rigaudié-
re, miembro de la municipalidad, y su hijo, abogado
en L a Ferté-Macé, parecen haber desempeñado
con bastante ardor su papel de jefes improvisados.
E l cura acusó al padre de haber dicho “que se que­
maría ei archivo de La Coulonche y que si no se
lo encontraba, se quemaría el castillo, el de Vau-
geois y tal vez también los presbiterios”. Cuando se
arrestó a L a Rigaudiére, su mujer hizo tocar a re­
bato para, reunir a los campesinos y liberarlo. •
No sería extraño que este personaje hubiera sen­
tido cierta animosidad hacia su señor. Y no sería
el único, pues aunque no llegaron a encontrarse
en situación tan desfavorable, muchas personas fue-'
ron acusadas de haber echado leña al fuego para'
satisfacer sus enemistades personales. En la misma
región, en Saínt-Llilaire-le-Gérard, el intendente acu­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 139
só a los dos hermanos Davoust, uno de los cuales
era clérigo, de ser ios responsables de los desór­
denes: según él, estaban celosos de su prima ger­
mana, una señora del lugar, que a pesar de ser
menos rica que ellos, gozaba en la parroquia de
algunas prerrogativas honoríficas. En Lixheim (Lo-
rena alemana) un oficial municipal acusó al te­
niente general del bailiazgo de que después de haber
leído una carta que relataba las muertes cometidas
en París habría dicho “que si los burgueses de Lix­
heim hubieran tenido coraje, habrían hecho lo mis­
mo” con tres miembros de la municipalidad que de­
signó en ese momento. Y al contrario, en Aisacia, en
Guebwiller. el bailiazgo acusó al magistrado y al
capítulo con los cuales se. daban ciertos conflictos
de jurisdicción.. En el Franco-Condado los conce­
sionarios de la fundición de Bétaucourt dijeron que
la usina había sido destruida a causa de los celos
de varios burgueses de Jussey. El cura de Vonnas,"
en Brasse, fue acusado por el señor Béost de haber
incitado al saqueo del castillo. E n Chátülon-sur-
Loing, el señor denunció que un regidor “se había
vuelto múy popular entre el bajo pueblo” para per­
judicarlo. El director de los arriendos de Baignes,
en Samtonge, atribuyó Ja sublevación que lo había
afectado a los curtidores de la zona y al agente
que el duque de La Vaugyon había encargado de
explotar su bosque de Saint Mégrin; según él, ha­
brían querido vengarse de las acusaciones de dolo
que se les había hecho.
Pero nada de esto permite suponer que se ac­
tuara de común acuerdo. Por cierto, es fácil com­
prender qué después de la toma de la Bastilla se
hubieran pronunciado algunas palabras desconside­
radas. Y en todas las jacqu eries qué conocemos
—tanto las de 1358 en Francia como las de 1387
en Inglaterra y •las de 1525 en Alsacia, Suavía y
Francocia-r-, que. corresponden a distintas épocas,
140 GEORGES LEFEBVRE

hemos visto que los burgueses y hasta algunos no­


bles y muchos clérigos se pusieron de parte de los
campesinos por los más variados motivos, cuya mis­
ma diversidad excluye toda idea de acuerdo pre­
vio. En el caso de las revueltas agrarias de julio de
1789, estas adhesiones sólo pudieron tener una in­
fluencia episódica. En verdad, para intervenir en las
sublevaciones, los campesinos tenían sus propias
razones, que eran ampliamente suficientes.
C a p ít u l o X

LAS SUBLEVACIONES
CAMPESINAS

Estos levantamientos no fueron muy diferentes


de los ocurridos durante la primavera: si bien el
14 de julio alimentó y precipitó la avalancha, no le
dio el impulso inicial. E l origen de estas subleva­
ciones se encuentra —como en todos los demás casos
pero más todavía— en la miseria engendrada por
la escasez y la desocupación. Los movimientos más
violentos estallaron en las montañas de Macón, en
el B ocage normando, en las mesetas del Franco-
Condado, en la zona de pastos del Sambre —“mala
región” o al menos con poca abundancia de gra­
nos—. Del mismo modo que en las sublevaciones que
tuvieron lugar en la primavera, los insurrectos se
levantaron contra los impuestos y los agentes del
rey o contra los privilegiados, y más comúnmente,
contra unos y .otros. En la región del Eure se trata
de conseguir que el precio del pan sea de dos cen­
tavos o de dos centavos y medio la media libra y
de que se suspenda la recaudación de ayudas. En
las pendientes orientales de Perche, el movimiento
fue iniciado por la población de los bosques, leña­
dores y herreros, que estaban permanentemente
agitados desde el invierno. Por eso cundió la re­
belión en Laigle a partir del 15 de julio y desde
allí continuó hacia el este: el 19 fueron asaltadas
142 CEOHGES UEFEBVHE

las oficinas de recaudaciones de Vemeuil y el 20


hubo algunos disturbios en los mercados de la zona,
mientras que el 22 y el 23 ocurrió lo mismo en
Nonancourt, Algo semejante pasó en Picardía: des­
de los desórdenes de mayo no había cesado el
ataque a los convoyes y a los almacenes y a partir
de julio esta' actividad resurgió con mayor fuerza,
tanto, que. fueron asaltadas las oficinas de recau­
daciones y los depósitos de sal y de tabaco, mien­
tras se suspendía el pago de aranceles en toda la
frontera aduanera entre Ártois y Picardía. E lc a s o
de las Ardenas es muy similar, pues allí el ejemplo
partió de 'as pequeñas aldeas del vallé del Mosa.
P ero. en esas comarcas no se asaltan los castillos,
aunque tampoco se pagan puntualmente los diez­
mos ni los derechos feudales. Es bastante diferente
lo que ocurrió en Maine, donde los violentos mo­
vimientos contra la gabela y los subsidios se vol­
vieron también contra los señores; en Henao, donde
los campesinos, impulsados por ia escasez, se echan
contra las abadías, y en el Franco-Condado, Aba­
cia y el Máconnais, donde las sublevaciones son
esencialmente antiísúdales.'
Esta acentuación del carácter antiseñorial —pro­
vocada evidentemente por influencia del complot
aristocrático y ¿e la insurrección parisiense— distin­
gue al movimiento de julio de los disturbios de la
primavera. Si bien debe atribuirse el primer im­
pulso a las convulsiones que agitaban a las ciudades
—lo mismo que en los casos anteriores—, no cabe
duda de que en muchas aldeas surgieron hombres
bastante audaces como para predicar la rebelión
contra la aristocracia y pcnerse a la cabeza- del mo­
vimiento. Sin embargo, ia Asamblea no había de­
liberado aún sobre el diezmo y los derechos feu­
dales, y ia burguesía nunca había hablado de
suprimirlos por la fuerza, y mucho menos sirrin -
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 143

demnizaciones. En verdad, la población campesina


decidió por sí misma defender su propia causa.
Además conviene recordar que en este aspecto
no es posible trazar una línea demarcatoria dema­
siado neta entre las regiones de jacquerie y las otras;
la hostilidad contra los censos se manifestó en to­
dos lados, y donde los campesinos no se sublevaron
por lo menos practicaron la resistencia pasiva y
arruinaron al antiguo régimen al negarse a pagar­
los. El 29 de julio el obispo de Léon anunció que
sus parroquianos se habían puesto de acuerdo para
no pagar el diezmo, o por lo menos, para no pagar
la tasa habitual. El ministro le respondió: ‘'Des­
graciadamente, esta insurrección no está limitada
a vuestra diócesis, pues se ha manifestado también
en oíros lugares". Provenza, el Delfinado, Breta­
ña, Picardía, el Flandes valón y Cambrésis persis­
tieron en la actitud negativa que habían adoptado
ya mucho antes del 14 de julio. Los artesianos re­
chazaron diezmos y terrazgos —como consta en un
decreto del Consejo de Artois del i 9 de agosto—. Lo
mismo ocurrió en Champaña: "Ya se consideran
liberados’', escribía el comendador de Thuisy el
23 de julio, "y muchas parroquias planean acudir
todas juntas para asegurarse cor la fuerza de que
ya no pagarán nunca más." E l 21 y el 22, el mar­
qués ce Rennepont fue obligado por los señoríos
de Roches y Rstramcourt (ubicados cerca de Join-
ville) a firmar una renuncia a todos sus derechos;
la abadía de Saint-Urfcain-lez-Saint-Dizier fue in­
vadida hacia fines de julio, y en Hans, cerca de
Sainíe-Menehcuid, el conde de Dampierre —quien
más tarde, en los disturbios de Varennes, resultó
muerto.por ios campesinos— fue amenazado con el
incendio de su castillo. En la región parisiense los
señores y sus agentes tuvieron muchos motives de
queja. Desde el 19 e l bailío y el intendente de Brie-
Comte-Robért pidieron auxilio a . la Asamblea de
144 CEORGES LEFEBVBE

Electores y al día siguiente tuvo que huir el bailío


de Crécy-en-Brie. El 27 el señor de Juvisy protestó
contra las vejaciones que le habían sido infligidas
por instigación del procurador fiscal de Viry y de
Savigny-sur-Orge; el 17, el señor de Epinay-sur-
Orge ordenó que se mataran todas sus palomas
para tranquilizar los ánimos. En Beauce —según
decía el cura de Moreílle el 28 de j'ulio— “gracias
al rumor de que todo iba a cambiar" los habitantes
no quisieron pagar el diezmo ni el cham part, “pues
según dicen la nueva ley que se dictará los autori­
zará a no hacerlo”.
Pero para estudiar la historia del gran pánico in­
teresan especialmente las sublevaciones a mano ar­
mada que ocurrieron en el B o ca g e normando, en
el Franco-Condado, en Alsacia, en Henao y el Má-
connais, pues tanto por su amplitud como por su
violencia, esos movimientos tuvieron mayor impor­
tancia que las otras rebeliones. Como siempre, los
que intervinieron en ellas recibieron el epíteto de
“bandidos", lo que contribuyó en gran medida a
que la alarma tuviera mayor difusión. Pero tam­
bién es cierto que las revueltas del Franco-Condado
y de Máconnais fueron una de las causas directas
de los pánicos.
La insurrección del. B o ca g e tuvo como anteceden­
te los levantamientos de las ciudades que sé mul­
tiplicaron en Perche occidental y en la planicie nor­
manda a partir del momento en que se conoció la
noticia de la toma de la Bastilla. Así en Caen (el
20) se gravó el trigo que estaba en el mercado, y
el 21, al mismo tiempo que caía el castillo, se to­
maron las recaudaciones de la gabela y de los sub­
sidios. Revueltas parecidas se produjeron en Mor-
tagne, en Mammers (el 21 y el 22) y en Argentan.
Pero al parecer Falaise se había adelantado a las
otras ciudades y el 17 y el 18 impulsó al Bocage.
Cuando el 19 fue atacado el conde de Vassy, que
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 145

regresaba de Versalles por haberse enterado de que


sus propiedades corrían peligro, toda la región se
puso en movimiento. Sin embargo, ai este del Orne
no ocurrió ningún incidente grave; si bien hubo
una amenaza de que se saquearía la abadía de Vi*
llers-Canivet, la milicia de Falaise pudo salvarla;
en Romay, el 27 y el 28, los campesinos entraron al
castillo, quemaron algunos papeles y clausuraron el
palomar, pero no causaron mayores daños. Al oeste
del Orne los acontecimientos tomaron un carácter
más serio. E l marqués de Segrie fue obligado a
huir por sus vasallos y se refugió en Falaise, donde
el 22 de julio pudo salvar su castillo firmando una
renuncia a todos sus derechos; el conde de Vassy,
que se había instalado en Clécy, fue atacado el 22
y el 23; sus archivos fueron destruidos el 27 y tam­
bién tuvo que renunciar a sus derechos. En Thury,
el castillo del duque de Harcourt fue parcialmente,.

UMítLi-fouqijíLO u$43

Fie. 1: Sublevación del B ocage normando.


146 GEORCES LEFEBVRE

saqueado. E l ,24 y el 25 en el valle de Noireau (Ca-


ligny) el marqués de Oillamson vio cómo su castillo
era saqueado y quemados sus archivos. Si bien el
movimiento no llegó mucho más lejos hacia el oeste,
progresó bastante hacia el sur. Desde el 23 hasta
el 25 la mayoría de los castillos situados entre el
Orne, Flers y L a Ferté-Macé fueron asaltados: Dur-
cet, Saint-Denis, Briouze, Saires, Lignon, Ranes; por
lo general se pedía que se entregaran los archivos
sin cometer demasiados desmanes. Pero la revuelta
adquirió mayor violencia al oeste y al sur de L a
Ferté-Macé. E l .24 y 25, leñadores y herreros del
bosque de Andame fueron a La CóulóñcHe a re­
clamar los títulos [de los derechos señoriales] y
recorrieron el castillo sin ningún éxito. El domin­
go 26, el conde de Montreuii hizo que los curas de
La Coulonche y L a Sauvagére anunciaran desde el
pulpito que él renunciaba a todas sus prerrogativas,
pero'fue en vano. Tuvo que entregar el archivo de
La Coulonche y sólo pudo conseguir que no se lo
destruyera y se lo guardara bajo sello; el 27, se
saqueó el castillo de Vaugeois (en L a Sauvagére)-,
el conde tuvo que pagar rescate y los papeles fueron
quemados. E l mismo día los habitantes de las dos
aldeas bajaron hasta Couternes, donde se les reunió
el resto de la población. Como resultado de esto,
el marqués de Frotté tuvo que entregar sus títulos
y mmar una renuncia. Lo que ocurrió en La Motte-
Fouquet el 27 y el 28 fue todavía peor: el marqués
de Falconer, que había comprado esas tierras al­
gunos años antes, se había hecho odiar al apode­
rarse de tierras de uso en común y al prohibir la
entrada a los bosques. No contentos con incendiar
ios papeles y exigir la habitual renuncia, los cam­
pesinos mortificaron al viejo conde y a sus hués­
pedes y se lo acercó tanto al fuego que sufrió al­
guna? quemaduras. La revuelta llegó hasta Sées: en
Carrouges y en Sainte-Marie-la-Robert, Leveneur
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 147
salió del paso abandonando sus derechos; pero la
quema de títulos continuó el 29 en Saint-Christophe-
le-Jajolet y el 2 de agosto en Saint-Hilaire-la-Gé-
rard. El movimiento continuó, atravesó el Mayenne
y penetró en el B ocage de Mans basta llegar a Ccé-
vrons: el 28 la banda de Couterne renovó sus estra­
gos en Madré y en Saint-Julien-du-Terroux; el 30,
varias aldeas llegaron hasta el castillo de Hauteville
en Charchigné para que se les restituyeran las
multas y se les entregaran los archivos: más tarde
se dijo que ése era el noveno archivo destruido en
la región de Lassay —por lo que podemos deducir
que no conocemos todos los destrozos que causaron.
El último incidente parece datar del .3 de agosto:
ese día el preboste de Mayenne, La Raitrie, llegó
justo a tiempo 'para salvar al castillo de Bois-Thi-
bault, cerca de Lassay. Pero los depósitos de sal
continuaron muy amenazados: el 3 de agosto Ios-
leñadores de Fontaine-Daniel fueron a saquear el
de Mayenne y en la noche del 5 los campesinos de
los alrededores de Lassay penetraron en el burgo
e intentaron apoderarse de la sal. No cabe duda de
que fuera del centro mismo ele la jaequerie también
hubo muchos disturbios. Una carta enviada desde
Domfrcnt a un diario parisiense anunciaba que "to­
dos los campesinos de este lugar están armados”, y
observaba de paso que habían autorizado a Mor-
tain y a Tinchebray a percibir los derechos que de­
bían pagarse al duque de Orleáns. Hacia el este,
madam.e de Grieu d’Enneval tuvo que acceder a
pagar a la parroquia de Sap —ante una amenaza
de que su morada sería saqueada- tres mil libras
de gastos por un proceso que ella había ganado
a propósito del derecho de tener un banco en la
iglesia, y hasta en la campaña de Caen el sieur de
Ayenel, que se había hecho atribuir la propiedad
del pantano de Ranviüe, vio el 26 de julio cómo
su casa era parcialmente devastada y en los días
148 CEORGES LEFEBVRE

siguientes cómo se apropiaban de lo que hasta


entonces había sido tierra comunal. Fuera de esto,
aun las aldeas que no cometieron ninguna violen­
cia afirmaron su decisión de no pagar más los cen­
sos o de pagarlos según lo que ellas mismas deter­
minaran. El 27, el cura de Sainte-Marie-la-Robert,
que había ayudado a Leveneur a salvar su castillo,
decía: “Algunas parroquias han realizado asam­
bleas en las que han decidido pagaf por el diez­
mo una cifra arbitraria, y hasta han llegado a fir­
mar sus deliberaciones. Otras están. absolutamente
resueltas a no pagar ningún tipo de diezmo.” Y
lo mismo ocurría en el alto Mainel en los alre­
dedores de Mans los arrendatarios se pusieron de
acuerdo para sustraerse a los derechos señoriales;
el 22, en Téloché, ya antes de que el pánico se en­
señoreara al llegar la noche, una banda se presentó
ante el castillo con intenciones amenazadoras. Sin
embargo, a pesar de todo esto, la jaequerie del
Bocage fue menos grave que algunas desatadas en
el este, ya que al menos los castillos no fueron que­
mados.
Tal como dijimos antes, la agitación fue más vio­
lenta en el Franco-Condado a partir de 1788, por­
que la nobleza y los parlamentarios protestaron con
tanta obstinación como ostentación contra las pre­
tensiones del Tercero y contra la "duplicación” que
el rey les había concedido, y porque el régimen
feudal era allí demasiado pesado: existían más de
cien aldeas sometidas al derecho de mano muerta °
en el bailiazgo de Amont, que fue el centro de la
insurrección, y el Parlamento de Besançon había
puesto todo su empeño en favorecer las exigencias
de la aristocracia y su dominio sobre las tierras
comunales y los bosques. La aldea de Vóge, que
sufría una cruel hambruna, fue una de las primeras*

* O sea donde los bienes eran inalienables. [T-]


LA REVOLUCION FRANCESA 149

en rebelarse y quizá sus primeras incursiones hacia


el sur fueron muy anteriores al 14 de julio; sea co­
mo fuere, cuando los leñadores de Fougeroíles cono­
cieron la toma de la Bastilla (el 19), descendieron
a Luxeuil y saquearon las oficinas de impuestos; el
pueblo presionó al intendente para que expulsara
a los nobles que se hallaban en tratamiento de cura
en aguas termales y que les dijera que debían aban­
donar la ciudad dentro de las veinticuatro horas.
En Vesoul los ánimos estaban tan caldeados como
en Besançon: el 16, insultaron a los gentileshombres
que acudían para asistir a la asamblea convocada
para el día siguiente, y en la que debían otorgar
nuevos poderes a sus diputados; en las puertas mis­
mas de'-'la ciudad se molestó a de Mesmay, señor
de Quincey, consejero del Parlamento y "protes­
tante" notorio, y como se hablaba constantemente
de devastar su oastilllo, éste se consideró perdido^
y huyó la tarde del 17. Por cierto, la situación era
muy peligrosa, pero pasaron dos días sin que ocu­
rriera el menor incidente y quizás allí también el
régimen feudal hubiera desaparecido sin graves
sacudidas,-como había ocurrido en la mayor parte
de Francia. Pero el 19, hacia la medianoche, los
habitantes de Vesoul y de las aldeas vecinas fueron
despertados por la explosión del castillo de Quin­
cey de la que ya hablamos antes. Una hora más
tarde ardía el castillo, y durante todo el día 20, todo
el mundo se encarnizó con las propiedades del se­
ñor de Mesmay, que perdió doscientas mil libras.
El 21 toda la región estaba convulsionada.
No se ha efectuado ningún estudio metódico so­
bre ¡a sublevación del Franco-Condado y es posi­
ble que jamás, se pueda trazar un cuadro adecuado
de lo que allí pasó, pues nunca se realizó —al con­
trario de lo que ocurrió en Máconnais y el Delfina-
do— una investigación judicial o administrativa. Las
informaciones que hemos recogido son fragmenta­
150 GEORGES LEFEBVBE

rías y en general no están fechadas. Por lo tanto, no


podemos seguir paso a paso la propagación del mo­
vimiento. Pero no cabe duda que se expandió en
todas las direcciones alrededor de Vesoul. E l inci­
dente de mayor repercusión tuvo lugar al este: se­
gún parece, el 21 fue incendiado el castillo de Saui-
cy, que fue el único que corrió la misma suerte que
el de Quincey; el 21 y 22, fue devastada la abadía

de Lare, ante la mirada asombrada de ¡c.s habitantes


de la ciudad que sólo reaccionaron el 23, cuando
consideraron que dios mismos corrían peligro. Tam­
bién la abadía de Bithaine fue sometida a idéntica
LA REVOLUCION FRANCESA 151

acción, mientras que los castillos de Saulx, Montjus-


tin, Mollans, Genevreuille, Francheville y Cháte-
nois fueron testigos de escenas más o menos vio­
lentas el 3 de agosto. Hacia ese lado la expansión
no superó el Oignon: fue contenida por la guarnición
de Belfort, cuyo jefe, el conde de Lau, fue enviado
rápidamente por Rochambeau; llegó el 23, y su
destacamento de caballería se apresuró a detener
a las aldeas. Pero hacia el norte toda la región hasta
el Saona y el Coney resultó afectada. Fue arrasado
el castillo de Channoille y devastados los de Vau-
villiers (donde residía madame de Clermont-Ton-
nerre), Sainte-Marie y Mailleroncourt: la abadía de
Luxeuil fue saqueada el 21, y fueron dañadas y
obligadas a pagar rescate las abadías de Clairefon-
íaine y de Faveraey así como el priorato J e Fon-
tency-le-Chriteau. En Fontenoy-le-Cháteau saquea­
ron el archivo judicial. Desde Vógue la rebelión
amenazó la Lorena: en el Val d'Ajol, el 23 asal­
taron el archivo judicial y destruyeron el 'ase­
rradero del señor y el misino día invadieron el
priorato de Hárival. Los habitantes de las al­
deas decidieron exigir a las canor.esas de Rrmi-
rernont el abandono de todos sus derechos, pero la
ciudad decidió defenderse y pidió trepas a Epinal.
A pesar de esto los campesinos lograron penetrar
aunque no cometieron ningún atentado. Esto mar­
có el fin de las devastaciones en la zona. Más allá
de Coney, en las fuentes del Saona, el archivo ju­
dicial de Darney y las abadías de Fla’bécourt y de
Morizécourt escaparon al saqueo en parte gracias
a los burgueses de Lamarche, y las violencias no
siguieron avanzando. Pero hacia el oeste parece ser
que las conmociones tuvieron mayor alcance. Fue
devastado el castillo de Scey-sur Saóne, propiedad
de la princesa, ce Bauffremont; entre el Saona y el
Cignon, también fueron atacados la abadía de Cha­
nté y el castillo de Frasnes. Las revueltas avanzaron
152 GEORGES LEFEBVRE

hasta la abadía de Cherlieu y el valle del Amanee,


donde los Beaulieu, cerca de Fayl-Billot, tuvieron
que abandonar los procesos en curso y renunciar
al derecho de los pastos en común; esto ocurría ya
a las puertas de langres. .En dirección de Dijon,
nuestros informes, muy sucintos, no señalan nin­
guna devastación. Pero la milicia y la guarnición de
Gray ' debieron circular permanentemente por la
campaña para impedirlas: la abadía de Comeux
y la señora de Rigny les pidieron socorro. Young,
luego de cenar en Dijon con dos señores que ha­
bían huido de sus castillos, resume así la conver­
sación que mantuvieron; “La descripción que hicie­
ron sobre el estado de esa parte de la provincia de
la que ellos vienen, ubicada en la ruta de Langres
a Cray, es terrible; el número de castillos incen­
diados no es excesivo, pero en cambio tres de cada
cinco castillos fueron saqueados,’' Finalmente, en
el sur, en el valle del Oignon, el castillo de Aviiíey
fue devastado, y más allá, las aldeas que dependían
de la abadía de Trois-Rois {cerca de Isle-sur-le-
Doubs) la saquearon. Con todo esto se habían acer­
cado al Doubs y no tardaron en atravesarlo entre
Lisie y Baume-les-Dames. Desde el 26 hasta el 29,
las abadías de Lieu-Croissant y de Gráce-Dieu,
los prioratos de Chaux y de Lanthenans, vieron
desfilar a las parroquias que venían a reclamar sus
títulos, pero en todas partes pudieron salvarse sin
consecuencias demasiado graves. A través de la me­
seta de Ornans, la rebelión avanzó hacia el sudeste
para expirar en el alto valle del Doubs, donde Pon-
tarlier, que el 21 se había rebelado contra los ar­
bitrios y privilegios, se convirtió en un centro de
agitación. Desde el 23 hubo desórdenes en Vuilla-
fans; el 25 fueron robados y destruidos los papeles
del señorío de Valdahon, que se había intentado
salvar llevándolos a Besançon, y a renglón seguido
fue saqueado el castillo de Mamirolle. Estos dos
LA «EVOLUCIÓN FRANCESA 153

dominios pertenecían a madame de Valdahon, quien


había gozado de cierta celebridad gracias a sus
amores con un mosquetero que luego se convirtió
en su marido y a sus problemas con su padre, el
marqués de Monnier. E l 28 y el 29 le tocó el tumo
de ser asaltada a la abadía de Mouthier-Hautepie-
rre; finalmente, el 29, seis mil montañeses descen­
dieron sobre Viullafans y Chantrans donde fueron
sus víctimas los notarios encargados de custodiar
los archivos de diversos señoríos. Mientras tanto,
la noche del 27 fue invadido el priorato de Mouthe,
situado en las cercanías de las fuentes del Doubs
y se amenazó seriamente a la abadía de Sainte-
Marie, ubicada, en el norte; por fin el 31, los vasa­
llos de la abadía de Montbenoít llegaron a Fontar-
lier a reclamar los títulos que allí estaban deposi­
tados.
Las rebeliones del Franco-Condado fueron más
variadas que las del B ocgge: no sólo exigieron a
los señores y a sus notarios que entregaran sus re­
gistros, sino que también destruyeron los papeles
de los archivos, es decir, de las Justicias señoriales.
A menudo también atacaron los talleres, forjas y ase­
rraderos que los señores habían autorizado en gran
número y que devastaban los bosques perjudicando
los derechos tradicionales ;de uso; por eso fueron
aniquilados el aserradero de Val-d’Ajol, el homo
de Bétaucourt y la toma de-agua de la forja de
Conflandey. Péro sobre todo se caracterizan porque
las violencias fueron más graves y hubo ataques
más frecuentes contra las personas. Los nobles fu­
gitivos encontraron muchas dificultades para esca­
par a través, de una región que estaba integramente
levantada en muras. En las. cartas o en las memorias
del marqués de Cóurtivron, pariente de.Clermont-
Tonnerre; y en las de madame Gauthier así como
en una “carta a, -los- comitentes”, escrita por Lally-
Tolleñdal —quien había sido informado por sus pa-
134 GEOHGES LEFEBVRE

parientes y amigos—, se describe de manera conmo­


vedora y quizás exagerada las vejaciones que de­
bieron soportar los .fugitivos.
En especial la exposición de LalIy-ToJIendal
abunda en relates dramáticos: madame de Listenay
huyendo con sus hijas del castillo de Soulcy incen-
015357 el caballero de Ámbly arrastrado por 'un
estercolero con los cabellos y las cejas arrancadas;
el señor y lá señora de Montessu arrestados á la sa­
lida de Luxeuil y maltratados por la'muchedumbre
que intenta tirarlos a tín estanque; el señor de Mont-
justiri'suspendido sobre un pozo mientras se~ discute
si se lo deja caer o no. Salvo en el caso de la fuga
de'madame de Listenay, los documentos encontra­
dos no nos permiten controlar dichos relatos. No
se puede dudar ds la veracidad de Lally, pero no
fue testigo ocular y tampoco estamos seguros de que
lo fueran sus corresponsales. Menos trágica fue la
suerte de la duquesa de Clennont-Tonnerre, a quien
la reráélta sorprendió eri'Vauvilliers: sé escondió
eu un granero de heno y fue liberada por un desta­
camento de cazadóres'que'niató ¿h irió á unos vein­
te campesinos. Courtivron asegura que sé la esta­
ba buscando'para matarla pero no estamos muy
seguros de que así fuera pues en realidad si bien
hubo muchas vejaciones, no hubo en cambio ningún
asesinato. Somos bastante escépticos respecto de
mi incidente escandaloso que habría ocurrido en
Plombiéres y que apareció relatado en un folleto
de esa época y en un artículo del Journal d e la
V ille-.Jres .señoras de quienes se sabía que habían
celebrado ia caída de Necker habrían sido sorpren­
didos mientras se bañaban, por lo’ cual se las habría
llevado desnudas a la plaza donde se las habría,
obligado a bailar. • ..........
Como ya hemos dicho, la guarnición de Belícrt
que había logrado mantener el orden en ia ciudad
consiguió también dominar la campaña desde el
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 155
Doubs hasta los Vosgos y sus destacamentos estu­
vieron en Delle (al sur) y Giromagny (al norte).
Llegaron hasta el Doller y tranquilizaron Masse-
vaux, cuya abadesa había huido a Belfort; también
ocuparon el castillo de Schweighausen en Morsch-
miller, propiedad del señor de Waldner, padre de
la baronesa de Oberldrch. Pero quien más pudo
alegrarse por la actividad del conde de Lau fue
el príncipe Federico Eugenio, regente de Montbe-
liard en reemplazo del duque de Wurtemberg. Es­
taba muerto de miedo en su castillo de Etupes jun­
to con su mujer Dorotea de Prusiá; y tenía razón
para estarlo pues lo? aldeanos de sus dominios es­
taban dispuestos a imitar a los del Franco-Conda­
do. Por consiguier íe, el 23 devastaron la salina de
Saulnot. En Montbeiiard se vvria en. permanente
alarma, por lo que se instaló allí una guarnición
francesa. A pesar de esto la infiltración revolucio­
naria venció todos los obstáculos. Una vez saquea-"
do el castillo de Saint-Maurice (en Pont-de-Roide),
recorriendo la frontera de la región de Porrentruy
se llegó hasta el Ajoíe. Al norte, a través de la mon­
taña, se amenazó al valle del Thur. El 26 de julio
el director de recaudaciones de Thann estaba “des­
de hace tres días pasando por unos trances terri­
bles”: “bay una banda de salteadores de Vóge que
según se dice está compuesta por novecientos hom-
. bies dispuestos a saquear, violar, incendiar, y atacar,
todo lo que sea convento y agentes fiscales, los
asesinan, etcétera". De este modo .el ejemplo del
Franco Condado contribuyó a desencadenar las re­
beliones de alta Alsacia a pesar de la diferencia de
lenguas. De todos modos, también Alsacia estaba
madura para la insurrección, y como los-disturbios'
comenzaron en baja Alsacia y progresaron de norte
a sur se puede creer que las noticias provenientes
de la provincia vecina sólo actuaron como catali­
zador. \
156 GEOHCES LEFEBVRE

Después del edicto de 1787, que había creado


la Asamblea provincial y había concedido a las co­
munidades el derecho de elegir sus municipalidades
—que hasta entonces eran nombradas por los se­
ñores o las minorías privilegiadas—, las ciudades al-
sacianas estaban muy agitadas. L a nobleza y las
oligarquías municipales habían opuesto una pode­
rosa resistencia a la reforma, y el 3 de junio de
1789 el rey decidió conservar sin cambio alguno
la administración de las ciudades imperiales y de
todos los lugares donde la burocracia municipal sur­
gía de una elección, por nominal que fuera. Don­
dequiera que se instalara una nueva municipalidad
siempre hallaba la oposición del gerícht o magistral;
compuesta de funcionarios señoriales que pretendían
conservar juntamente con la administración de la
justicia, una serie de atribuciones administrativas
entre las cuales el antiguo régimen no había reali­
zado una clara distinción. Después del 14 de julio
la burguesía, apoyándose más o menos abiertamen­
te en el pueblo, resolvió el conflicto de acuerdo a
su conveniencia. Una terrible sublevación de E s­
trasburgo (ocurrida el 21 de julio) dio el impulso
y el 25 ya hubo manifestaciones en Colmar y luego
siguieron las pequeñas ciudades: Saverne y Hague-
nau, Bar y Obernai, Kaysersberg, Munster {cuyo
magistrado huyó el 25), Brisach y Huningue. Apa­
rentemente la escasez no fue muy cruel en la cam­
paña, pero eso no impidió que se elevaran quejas
contra la carestía y el impuesto real. Como el resto
del país, el campesino no quería seguir pagando el
diezmo y sentía gran animosidad contra el señor,
sus subalternos y sus guardas, especialmente en la
montaña, donde le discutían el uso de los bosques
y la situación era muy tensa. Como hemos indicado
anteriormente, ya en la primavera se había notado
una efervescencia creciente que inspiraba muchos
temores, tanto, que el mariscal de Stainville, coman­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 157
dante militar, había prohibido las asambleas y las
reuniones. Pero al morir, Rochambeau. llegó a reem­
plazarlo sólo en el mes de julio. Las sublevaciones
urbanas terminaron .de desorganizar la resistencia
y fueron como una señal del comienzo de la suble­
vación. . . .
. Ya el 25, Dietrich —que en Estrasburgo era jefe
de la burguesía revolucionaria, pero que en el valle
de Bruche poseía desde 1771 el señorío de Ban-de-
la-Roche, compuesto de ocho comunidades— había
sido informado de que su castillo de Rothau corría
serio peligro. E l mismo día los habitantes de los va­
lles de Sainte-Marie-aux-Mines y de Orbey des­
cendieron a Ribeauvillé, donde estaba la sede de
la cancillería del duque de Deux-Ponts, conde de
Ribeaupierre. También fueron asaltadas el 26 y el
28 las religiosas de Saint-Jean-des-Choux, ubicado
cerca de Saveme. Poco después hubo disturbios en_
Bauxwiller, en la Petite-Pierre y en los alrededores
de Haguenau, donde hubo que proteger a la abadía
de Neubourg. Más al sur también pidieron ayuda
las abadías de Andlau, Marbach y Marmoutiers,
En toda esa región no hubo devastaciones. E l 28
Dietrich cedió a las reclamaciones de sus vasallos.
La oficina intermediaria de Colmar intervino en
muchos lugares y tramitó algunas conciliaciones: el
duque de Deux-Ponts concedió todo lo que se le
pidió pero no ocurrió lo mismo en la alta Alsacia
meridional. Ya el valle de Fecht estaba mucho
más agitado, tanto, que desde el 25 hasta el 29 hubo
en Munster tumultuosas manifestaciones que re­
percutieron en el valle (por ejemplo en Wihr-au-
Val el 27 ). Una verdadera insurrección se produjo
en el valle de Saint-Amarin y en Sundgau. E l do­
mingo 26, en Malmerspach, un habitante explicó
en la iglesia, después de la misa, los acontecimien­
tos de París, y de inmediato la gente fue a atacar la
abadía de Murbaeh, las casas de los guardas y las
158 GEOKGES LEFEBVBE

oficinas de recaudaciones. E l 27, el alto valle del


Lauch atacó al capítulo de Lauterbach y estalló
uná rebelión en Thaun, donde la burguesía, en lu­
gar de sostener al magistrado, se puso en contra de
él. Entonces la gente de los valles descendió hacia
Guebwiller: el capítulo huyó y sus agentes fumaron
todas las convenciones que los campesinos les im­
pusieron. Luego le tocó el turno a Sundgau. Pare­
ciera que la iniciativa provino de las aldeas de los
alrededores de Huningue: el 27 y el 28, cuando se
llevaban a esta ciudad los archivos de diversos se­
ñores, Eesingen y Ranspach trataron de detenerlos,
y en la noche del 27, Blotzheim saqueó las casas de
los judíos. Los hechos más graves ocurrieron el 29
y el 30 en el valle del 111, al sur de Altkirch: fueron
completamente devastados los castillos de Hirsin-
gen {perteneciente al conde de Montjoie), de Cars-
pach y de Hirzbach ( este último, posesión del
barón de Reinach). El 29 por la tarde, en Ferrette,
incendiaron la casa del bailío Gérard; en el valle
de Saint-Amarin y en Sundgau los privilegiados no
fueron las únicas víctimas: a lo largo de todo el
caminG los insurrectos perjudicaron a los judíos,
destruyendo sus moradas y expulsándolos de sus
aldeas sin olvidar de exigirles la anulación de todo
io que les debían —y éste es el rasgo original de la
sublevación alsaciana—.•Con toda rapidez las tropas
de Roehambeau y la'justicia prebostal liquidaron
esta nueva "guerra de los campesinos”, pero ya no
se pudo restaurar el régimen feudal ni lograr que
se pagaran los censos, ni mucho menos proteger
los bosques.
Las revueltas de Henao son menos famosas pero
fueron igualmente graves. A las puertas mismas de
Mortagne, la abadía del castillo fue" asaltada desde
todos lados y tuvo que ceder a tedas las exigencias. ■
Lo mismo ocurrió en el valle de Scarpe con las
abadías de Marchiennes, Flines y Vicoigné: Ai sur
LA REVOLUCIÓN. FRANCESA 159

del Sambre (el 29) fue saqueada la abadía de Ma-


roilles y faltó muy poco para que las de Liessies y
Hautmont corrieran la misma suerte. Pero como el
Cambrésis estaba ocupado militarmente desde el
mes de mayo no pudo sublevarse y el área de la
insurrección quedó así delimitada. Sin embargo,
tampoco allí pudo exigirse el pago del diezmó y el
cham part.
En cuanto al Máconnais, superó todavía al Fran­
co-Condado en cuanto a excesos se refiere. Gracias
a algunos documentos judiciales conocemos muy
bien este caso, que es muy complejo. Aquí se nota
claramente la influencia que ejercieron tanto las
elecciones realizadas para enviar representantes an­
te los Estados generales como las artimañas de la
burguesía revolucionaria. La región había conser­
vado una especie de Estados provinciales presididos
por el obispo, donde el Tercero estaba representado
sólo por los diputados de Mácon, de Cluny y de
Saint-Geugoux-ie-Royal. Desde enero ce 17S9 la
burguesía pedía que se .lo renovara siguiendo el
modelo del Delfínado. Pero algunos de sus miem­
bros defendieron los intereses aristocráticos y pre­
tendieron postergar toda exigencia hasta que los
tres órdenes, convocados al modo tradicional, se
hubieran puesto de acuerdo. En esto la mayoría de
las regidores de Macón estuvieron de acuerdo con
Pollet, procurador del rey, quien disentía con Merle,
intendente recientemente nombrado y que aspiraba
a ser designado diputado. Las discusiones fueron
muy vivas, y cuando se realizaron las elecciones en
las parroquias, los dos partidos procuraron asegu­
rarse la mayoría. E l pueblo de Mácon se puso de
parte del alcalde, y el 18 de marzo, cuando se reali­
zó *k elección del báüiazgo, rodeó a la Asamblea,
'y quiso 'masacrar a" Pollet. Finalmente Merls fue
■elegido. No cabe duda de que de este modo nacie­
ron una serie .de vínculos bastante estrechos entre
160 CEORGES tEFEBV R E

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Fic. 3: Sublevación del Máconnaís.


LA REVOLUCIÓN FRANCESA 161
la burguesía revolucionaria de las ciudades y los
diputados de las parroquias. Pollet no fue para
los campesinos más que un chivo emisario y cuando
las revueltas se multiplicaron en las ciudades (des­
pués del 14 de julio) los campesinos ya estaban
muy bien preparados para reproducirlas. El 19 se
inauguró un comité en Mácon; el 20 el pueblo con­
fiscó el trigo que pasaba por el lugar; el 23 se reu­
nió de nuevo para ir hasta Flacé a devastar la casa
de Dangy, el ex intendente. Desde el 19 al 21 hubo
continuos tumultos en Pont-de-Vaux, cuando los
campesinos fueron a pedir que se suprimieran los
fielatos, y por la misma razón hubo rebeliones el
20 en Chalón.
Toda la región —la costa vitivinícola y los her­
bazales de la montaña— sufría escasez. El 26, De-
zoteaux, señor de Cormatin, reunió a los alcaldes
de las aldeas del dominio de Huxelles y junto con
ellos tomó disposiciones para reglamentar y limitar
la circulación de los granos y sobre todo su salida
de la región. E l 27, entre Mácon y Lyon, a la en­
trada de Villefranche, el castillo de Mongré fue
saqueado luego de una requisa durante la cual des­
cubrieron granos echados a perder. Desde muy
temprano la irritación también se volcó contra el
diezmo. Durante la instrucción judicial, el cura de
Clessé declaró que estaba “persuadido de que la
insurrección de todas las parroquias vecinas de la
suya tenía como causa principal el deseo de libe­
rarse de los diezmos"; unos días antes de la explo­
sión, uno de los fieles se había negado a entregár­
selos y había declarado ante testigos "que él tenía
entendido que no debía pagarlos más, pues había
una rebelión general contra el diezmo para librarse
de él y que si quería obligarlo a pagarlo, lo quema­
ría en su curato". El 21, el comité de Mácon re­
dactó una proclama en la que se recordaba a los
campesinos que hasta tanto la Asamblea adoptara
182 ■■ GEORGES LEFEBVRE

alguna decisión no debíau negarse a pagar el


diezmo y los derechos feudales, tal como lo esta­
ban haciendo. Algunos curas diezmeros eran muy
mal vistos, hasta el punto de que un tonelero, de Zuzó
se permitió repetir en varios lugares durante los tu­
multos "que no hadan falta curas”. Sin embargo
estas expresiones no fueron muy frecuentes y pare­
ce que “muchos de su partida se sintieron escanda­
lizados.” También eran atacados los derechos feu­
dales. El señor de Mcntrevel, diputado de la
nobleza, era odiado a causa de sus equipos de caza,
mientras que en varias parroquias una de las quejas
más importaniés era que los señores acaparaban
las tierras comunales. Inclusive fue un conflicto
de este tipo el que dio comienzo a la insurrección.
Por otro lado, es probable que los campesinos
de la zona de Mácon se decidieran a actuar siguien­
do el ejemplo eje sus vecinos, quizás el de ios habi­
tantes del Franco-Condado o quizá —con mayor
seguridad— el de los habitantes de Bresse. E l 18
los campesinos de Bourg y sus alrededores amena­
zaron el castillo de Challes, que tuvo que ser pro­
tegido por la milicia de Bourg; el 20 el obispo de
Mácon se vio obligado a conceder a los jornaleros
m is pobres ce la parroquia de Romenay (Bresse),
doüde tenía un castillo, la remisión de las presta­
ciones personales, re re esto no bastó para calmar
ia sgUadóa y si 23 tuvo que hacer nuevas conce­
siones.
Por último, el gran pánico se había apoderado ya
del sur del Franco-Condado y de Bresse: desde
Bourg llegó a Mácon (el 26) y franqueó el Saona;
e’1 27 por ía tarde se puso guardia en las parroquias
ubicadas a las orillas del río, para impedir que los
bandidos entraran en !a provincia; en Senozan, el
administrador de! señor de Talleyrand, hermano del
obispo oe Autun, reunió a los campesinos y los man­
tuvo allí toda la noche. A la mañana siguiente, cuan­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 163
do se supo que bajaban los montañeses, corrió a
Macón a pedir ayuda y los vasallos se dispersaron
puesto que se dieron cuenta que sólo serían ataca­
dos los castillos y no tardaron en hacer causa común
con los recién llegados. El 2S y el 29 corría la voz
de que había que bajar hasta el Saona con armas
para impedir que pasaran-los bandidos y para in­
vitar u obligar a los campesinos recalcitrantes a que
se unieran a los sublevados, Con todo esto la región
de Mácon preanuncia las revueltas agrarias que se­
rán una consecuencia del gran pánico y, sobre todo,
k s que ocurrirán en el Delfinado. Pero la suble­
vación es anterior al pánico y comenzó el domingo
23 antes que se hubiera oído hablar de él en Igé.
Desde el 21 los campesinos del lugar habían pe­
dido ai señor que’les devolviera una fuente que él
había hecho amurallar. Como se obstinara en ne­
garse, pasaron a ios hechos, y el 26, después de la
misa, demolieron los muros y un granero que lin­
daba con ellos. La gente de Verzé, a la que habían
ido a buscar muy temprano, fu aron a ayudarlos.
La encuesta reveló los nombres de varios de los
jefes: el vendedor de aguardiente Pain, el ex guar­
da Protat y en particular un tal Courtois y su yer­
no. Courtois era un ex picapedrero de Eerzé-le-
Chatel; muy poco instruido y cuya ortografía era
fonética, pero que tenía cierto dinero. Por algunas
alusiones sabemos que había estado en prisión co­
mo consecuencia de un altercado con un personaje
importante y sin duda esto lo había amargado. Por
la tarde el grupo llegó hasta el castillo para presen­
tar ai señor nuevas exigencias, pero como el señor
había huido, saquearon el castillo. El mismo día,
en Domange, el castillo de los monjes de Cluny co­
rrió la misma suerte.
Al día siguiente toda la montaña se puso en mo­
vimiento. Los habitantes de Verzé, Igé y Kzs, lue­
go de devastar los castillos del señor de La Fo-
164 CEORCES LEfEBVRE

restille en Vaux-sur-Verzé y en Vaux-sur-Aynes y


el del señor de Vallin en Saint-Maurice, avanzaron
hacia el norte. Un grupo descendió hacia Peronne,
que a su vez se convirtió en un centro de desór­
denes, mientras que el resto iba a devastar los
arriendos de los monjes de Bassy y entraba en Saint-
Gengoux de Scissé; por la tarde todos corrieron a
Lugny, donde incendiaron el castilla del. señor de
Montrevel. Después siguieron hasta Viré, donde
llegaron a las nueve de la noche b a jo . una lluvia
incesante: los registros de derechos depositados en
la notaría fueron quemados, se invadió el prebiste-
rio y se golpeó y robó al cura.
El 28 los montañeses descendieron hacia el viñedo
y las márgenes del Saona, mientras que el movi­
miento se extendía hacia el norte, Al sur, los habi­
tantes de Viré, después de haber causado grandes
daños en los castillos de su parroquia, avanzaron
sobre Fleurville y Saint-Albain donde continuaron
con sus excesos; antes que amaneciera, los de Cles-
sé se presentaron en L a Salle donde maltrataron
al cura y saquearon el presbiterio; los de Igé y sus
alrededores pasaron, por Laizé, donde devastaron
el castillo de Givry. Finalmente se reunieron en
Senozan: el magnífico castillo de los Talleyrand
se convirtió muy pronto en una hoguera gigantesca
que se podía ver desde Mácon. Al norte, las bandas
de Lugny llegaron a Montbellet, devastaron el cas­
tillo de Mercey y quemaron el de Malfontaine; al­
gunos siguieron su camino muy temprano y llegaron
hasta Uchizy donde también incendiaron el castillo
de los Ecuyers; después marcharon sobre Farges,
donde se prendió fuego a la torre del obispo, y so­
bre Villars, donde ocurrió lo mismo con la tierra
arrendada de Saint-Philibert-de-Tournus. La ciudad
de Tournus, que estaba aterrorizada, ya estaba so­
bre aviso, por lo tanto se torció el rumbo hacia el
oeste hasta llegar a- Ozenay, cuyo castillo fue sa­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 165
queado. Al caer la noche la banda se dispersó en la
montaña, por el norte, hacia el castillo de Balleure,
al sur, hasta el castillo de Cruzillé, al centro, hacia
Nobles, Frayes y Lys. Todos comían y bebían sin
causar grandes daños hasta que el 2e alcanzaron
Comartin.
Faltó poco para que ese día la insurrección al­
canzara una enorme amplitud, pues los que habían
quemado Senozan se pusieron en iruta hacia Cluny,
ya que la abadía era la mayor propietaria en toda
la región. Al parecer la idea nació entre la gente
de Viré y Saint-Albain. Durante la encuesta, las
dos aldeas se acusaron mutuamente y cada una pre­
tendía que la otra la había obligado a lanzarse al
campo. Corrieron los rumores más extraordinarios:
que la gente de Mácon avanzaba sobre Cluny para
defender al Tercer Estado contra tropas extranje­
ras; que se había presentado el preboste Cortam-
bert con un cañón y había ordenado a todas las
aldeas que acudieran. Como la gente de Viré adu­
cía que había recibido la orden de Boirot, jefe del
correo de Saint-Albain, no es imposible que algu­
nas sugerencias hubieran provenido de Macón. Por
supuesto, los campesinos pensaron de inmediato
en ‘ hacer su agosto” y en librarse de los monjes y
hasta los más moderados querían por lo menos
“comer una tortilla en el refectorio”. Por esto, varios
miles de hombres avanzaron en desorden a través
de los bosques hacia el valle del Grosne, pero des­
cubrieron que la resistencia ya se había organizado.
Por un lado, la milicia de Toumus avanzaba hasta
Ozenay; por el otro, en Cormatin, al caer la noche,
cuando ya había distribuido todo su vino y su di­
nero a las bandas que se sucedían desde la mañana,
Dezoteux,'que había^ Sido amenazado'con incendió,
recurrió a la fuerza’ (probablemente porqué tenía
el apoyo de los burgueses de Toumus) y ordenó
que se abriera fuego .contra los campesinos, que •
166 GEORCES LETEBVBE

huyeron derrotados. También en Cluny la munici­


palidad organizó una milicia que cortó el camino
a los revoltosos y abrió fuego contra ellos. El des­
bande fue terrible y se tomaron muchísimos prisio­
neros. A pesar de esto, todavía los más-obstinados
realizaron algunas incursiones durante la noche del
29: los de Cluny se dirigieron a los castillos de Va-
rrange y de Boute-á-Vent; los de Cormatin a Savig-
ny, donde atravesaron el Grosne, y a Sercy, donde
su presencia provocó gran alarma en Saint-Gengoux-
le-Royal a la una de la mañana. La milicia los acosó
y consiguió que se dispersaran, pero su intención
era avanzar hasta Sennecey y si lo hubieran logrado
no cabe dude de que tode. la región basta Chalón
se hubiera sublevado.
Durante ese período, el área de la revuelta se
extendió hacia el Máconnais meridional y el Beau-
jolais. El 25, cuando se celebraba la vogu e o fiesta
votiva de Créches, hubo conciliábulos inqn.1otan­
tes; el mismo día en Lcyncs se devastó un ex campo
comunal arrendado por Deaarnps, teniente genera]
del bailiazgo, ejemplo que fue imitado en Pieneclos ■
el 27; el 28 los insurrectos de Verzé dieron el impul­
so decisivo: a las once de la noche devastaron la
casa de Pollei en Collonges y el 29 avanzaron más
todavía arrastrando consigo a la gente de la región.
Saquearon el castillo de Essertaux y en Vergisson
el dominio del burgués Pieverchon, Pistos actos se­
ñalaron el comienzo; después de ellos, Solutré in­
cendié los edificios en que vivían' sus monjes. Ha­
cia el oeste el movimiento alcanzó Bérzé-le-Chátel
y Pierreclos, donde devastaron los dos. castillos del
señor de Pierreclos. El 30 Se avanzó en los dos senti­
dos: por un lado se dañaron los castillos de Saint
Pcnt, por el otro los de Pcully y Fuissé'. E l '31 con-'
tinuó: los castillos de Jullié y de Chassígnole fue-;
ron arruinados y quemado el de Thfl. En Mácon­
nais, cuando en Pierreclos ss difundió el rumor de
LA «EVOLUCIÓN FRANCESA 167
que los salteadores estaban en Tramayes todo el
mundo acudió allí, probablemente se trataba del
mero reflujo, de la noticia sobre los acontecimientos
ocurridos en Connatin y Cluny, pero es un ejemplo
de cómo los rebeldes despertaron el terror en otros
rebeldes. Sin embargo aprovecharon la ocasión pa­
ra poner todo patás para arriba en el burgo que
habían ido a socorrer: devastaron las oficinas vi­
nícolas de Máconnais, impusieron contribuciones
al cura y a los notables, y echaron abajo las veletas.
Fue.el último episodio, ya la milicia y la guardia
pública recorría la región en todas direcciones.
Ya fuera de inmediato o algunos meses después
muchos campesinos fueron arrestados en todas las
provincias, y en todos lados la alta burguesía, que
en los comités actuaba de común acuerdo con los
privilegiados, dirigió o cooperó con entusiasmo en
la represión. En Her.ao, Alsada y Franco-Condado
actuó sobre todo ei ejército; en el Bocagg normando
y el Máconnais intervinieron las milicias de las ciu­
dades. Pero la acción judicial fue desigual: en Heneó,
el Bocagg y el Franco-Condado parece que no hubo
demasiadas condenas. Los juicios se dilataron y la
Asamblea finalmente suspendió la actividad de la
justicia prebostai.. Pero en 'Alsada el preboste hizo
colgar inmediatamente o envió a galeras a muchí­
simos campesinos, y en él Máconnais la misma bur­
guesía se encargó de castigar al “cuarto estado"-, en
Mácon, Tournus y Cluny improvisó .tribunales, y
luego de un juicio sumarió hizo- colgar a veintiséis
campesinos. Los prebostes de Chalón y Mácon con­
denaron a muerte a otros siete. El pueblo de las
ciudades manifestó vivo resentimiento contra estas
medidas tan rigurosas: es muy sabido que a fines
'de.julio los guardias nacionales de Lyon que vol­
vían de su operativo contra los rebeldes del Deifi­
cado fueron recibidos con una. sublevación en La
■Guillotiére, mientras que los archivos de Mácon
168 GEORGES LE FE BV K E

han conservado también el recuerdo de protestas


populares que, sin llegar a la insurrección, fueron
sin embargo muy violentas. La pequeña burguesía,
el artesanado y los obreros urbanos no aceptaron
que la alta burguesía rompiera la unidad del Tercer
Estado ante la aristocracia, con el solo fin de con­
tinuar manteniendo sometidos a los campesinos, ya
que esto la beneficiaba. Y no tardarían en tomarse
la revancha.
. •Cada una de estas sublevaciones tiene rasgos ori­
ginales, pero entre todas ellas hay más caracteres
comunes que diferencias. Lo mismo que los rebel­
des de la primavera, los de julio son "bandidos”, se­
gún el vocabulario de la época. Pero si .bien entre
los vagabundos que se unieron naturalmente a ellos
hay individuos sopechosos, desterrados o marcados
al hierro, la gran mayoría no son malhechores. Co­
nocemos muy bien a los de Máeonnais, pues se
arrestó a muchos de ellos: son domésticos, peones
de viñedos o graneros, medieros, artesanos y pe­
queños comerciantes; tampoco faltan los labrado­
res, arrendatarios, molineros y vendedores de aguar­
diente y hasta algunos propietarios. Entre la gente
comprometida figura un maestro de escuela, ujie­
res, guardas señoriales, dos administradores de
castillos y el archivero de Lugny, hermano del no­
tario de Azé. Los síndicos, recaudadores y dipu-,
tados del bailiazgo a menudo figuran entre los pri­
meros en acudir y no siempre por temor, ni mucho
menos. Los actos de bandolerismo propiamente di­
cho no son frecuentes: en el Máeonnais sólo fueron
detenidos dos vehículos cuyos ocupantes debieron
pagar contribución. Por supuesto que en los casti­
llos que se saquean, no todos resisten a la tentación
de llevarse algún objeto, que no siempre tiene va­
lor. A menudo se exige dinero porque se trabaja
para el rey y no se puede perder el día y gastar los
zapatos sin obtener alguna compensación. Pero so-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 169
bre todo se come y se bebe, porque no se puede
vivir del aire. Sin embargo, los campesinos no se
han reunido para robar: han venido para destruir y
lo hacen a conciencia.
Aunque los campesinos estuvieron convencidos de
que existían órdenes —ya hemos explicado por qué—
no se puede hablar de complot. Las revueltas tienen
un carácter evidentemente anárquico; no hay plan
ni jefe. Por cierto existían algunos líderes locales,
sin los cuales no es posible concebir un movimiento
colectivo, pero su autoridad, que sólo dependía de
las circunstancias, era muy mediocre. Cuando se to­
ma como base los interrogatorios realizados en Má-
connais y se dibuja sobre el mapa el itinerario de los
acusados, se comprueba que se dispersan en todas
direcciones y que la región fue recorrida por una
multiplicidad de pequeñas partidas que erraban
al azar y sólo se reunían alrededor de algunos cas­
tillos cuya fama los atraía. La única excepción- '
la constituye la marcha sobre Cluny, pero ¿cómo
se hubiera podido pensar que la grán abadía es­
caparía al ataque? Algunos contemporáneos, que
conocieron muy pronto la leyenda de las "órde­
nes” y que procuraron descifrar el misterio no se
■ engañaron al respecto; "Por suerte entre esta mu­
chedumbre ño hay un solo hombre instruido ni bas­
tante inteligente como para dirigir la realización de
un proyecto nacido a las apuradas”, dice un relato
que sin duda alguna ha sido escrito por Dezoteux.
Y el teniente del crimen del bailiazgo de Chalón,
que tuvo que juzgar a veinticuatro prisioneras, dice:
“Ninguno tenia otro motivo que el saqueo y la li­
cencia, a los que parecían autorizados por la exal­
tación de sus pretendidos derechos. Todos se habían
■ reunidos como si fuera de común acuerdo con la
intención de devastar casas y castillos y de libe­
rarse de los impuestos quemando los registros de
derechos; además, se podría agregar que también
170 GEOHGES LEFEBVEE

los excitaba el odio que siempre sienten los po­


bres contra los ricos, exacerbados esta vez por la
general fermentación de los ánimos; pero ninguno
nos ha parecido, que estuviera guiado por ese im­
pulso secreto que en estos momentos la investiga­
ción de la respetable Asamblea trata de desentra­
ñar". Creemos que- ésta es una opinión llena de
sentido común.
Para los campesinos se trata de liberarse de car­
gas abrumadoras: el impuesto indirecto, el diezmo,
los derechos feudales. Como su importe no era el
mismo en todas las provincias o de una parroquia
a otra, como el régimen feudal implica infinitas
variantes, también las exigencias de los sublevados
son muy distintas. No las examinaremos en detalle,
pues en última instancia el fin es siempre el mismo.
Algunos considerarán quizá que era bastante inge­
nuo suponer que se suprimirían la gabela y los sub­
sidios porque sa hubieran quemado las oficinas de
recaudación y expulsado a Jo? archiveros y a los
recaudadores; y que se eliminaría el diezmo y los
derechos feudales porque se había arrancado por
la fuerza una renuncia a ellos o se habían quemado
los papeles. Pero los acontecimientos demostraron
que les campesinos no andaban demasiado desca­
minados en sus cálculos pues no es siempre fácil
restablecer lo destruido. Además, es evidente que
muy a menudo el deseo de vengar las injurias pa­
sadas los empujó tanto o más que aquellas refle­
xiones. Por eso exigían la restitución de las multas
y de las costas de los procesos, .destruían los archi­
vos de la justicia, perseguían y expulsaban a los.
guardas y oficiales señoriales. Y es .cierto también
que pretendieron castigar la resistencia qué los pri­
vilegiados habían opuesto al Tercer Estado, pues
atacaron exclusivamente las viviendas de aquéllos:
tiraban los muebles por las ventanas, luego de ha-
LA REVOLUCION FRANCESA 171

herios roto y quemado; rompieron puertas y venta­


nas y se dedicaron metódicamente a arrancar los
techos. •Sabían que el fuego destruye más rápido
y con menor esfuerzo, pero vacilaban en recurrir
a él. pues temían que el incendio llegara basta la
aldea. No se trata —como se cree’ tan a menudo-
de actos de locura colectiva: el pueblo hace justi­
cia a su manera. Todavía en 1792, como un guarda
señorial había matado a un minero de Littry, sus
camaradas fueron en orden hasta la casa y tierras
arrendadas del señor y las devastaron o incendiaron
sistemáticamente, una tras otra, pero cuidando siem­
pre de evacuar previamente todo lo que pertenecía
a los arrendatarios y domésticos para que los ino­
centes no resultaran perjudicados. Y lo mismo hi­
cieron todas las rebeliones campesinas. Más aún:
hasta fines de la Edad Media, los burgueses de
Flandes habían gozado del derecho de arsin, que
consistía en castigar incendiándole su casa a quien”
había ofendido a uno áe ellos y había atacado sus
privilegios.
Sin embargo, no sólo el odie animaba a los cam­
pesinos. Entre los testimonios conservados en Má-
. connais y que tienen un sabor muy popular, a veces
se observa entre los insurrectos la ingenua alegría
de gozar del buen tiempo y una irónica simplicidad
que se traduce en groseras bromas. Se nota que
* dejan con mucho gusto la pala o el martillo para
tomarse'un día feriado e irse en banda como si fue­
ran a! mercado o a la fiesta bcladeire. Era una dis­
tracción p oco común ir a ver qué pasaba. Toda la
aldea se conmovía, el síndico iba a la cabeza, con­
duciendo a los notables y a veces a tambor batien­
te; pocos fusiles, pero,' muchos ‘instrumentos agrí­
colas y bastones a guisa de armas; eran, muy nume­
rosos les jóvenes, que siempre desempeñaron un gran
papel en ios.movimientos revolucionarios. Gritaban
172 GEORCES LEFEBVHE

hasta desgañitarse ¡Viva el Tercer Estadol Al llegar


al curato o al castillo siempre comenzaban pidien­
do de comer y de beber; se sacaba un tonel del só-.
taño, se lo llevaba al patio y allí se le quitaba la tapa
para que todo el mundo pudiera servirse fácilmen­
te. A veces iban ai sótano a buscar los vinos finos,
pero en general no se mostraban muy refinados; les
testaba con pan y vino. Los más exigentes pedían
una tortilla o jamón, o asaban las palomas después de
haber hecho una hecatombe en el palomar. Cuando
el señor estaba presente y accedía a renunciar a
sus derechos, podía librarse sin demasiado daño.
Pero si estaba ausente las cosas se ponían más di­
fíciles, sobre todo cuando era ya un poco tarde y la
gente estaba algo bebida. Sin embargo, aun en ta­
les casos era posible ganar tiempo diciendo que se
iba a buscar la firma del amo. Las risas se mez­
claban con violencias. En Collonges la gente de
Máconnais que iba a la casa de campo de Pollet,
se estimulaban unos a otros diciéndose que iban
“a freír ese pollo”; también se disfrazaban como
niños: se fabricaban un cinturón con una sábana,
un cordón de cortina o de campanilla; se inventa­
ban una escarapela con un cartón de lotería. No hu­
bo la menor depravación: en ninguna parte se
denunció algún atentado contra las mujeres. Ni
tampoco se hizo correr sangre. E l mono sanguinario
y lúbrico del que habla Taine no aparece por nin­
gún lado.
Si bien esas revueltas agrarias tienen mayor in­
terés para la historia de la abolición de los derechos
feudales y del diezmo, que constituían las piezas
principales de la armadura del antiguo régimen, no
podemos evitar el describirlas, pues están en rela­
ción intima con el rumor del “complot aristocráti­
co” sin el cual el gran pánico no podría concebirse.
Por otro lado, en muchas regiones fueron la causa
inmediata de este pánico: en el Este y el Sudeste,
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 173

y en parte del Macizo central, el gran pánico pro­


vino del Franco-Condado y del Máconnais. Por
último, hay que fijar con toda seguridad las fechas
en que ocurrieron para que el pánico recupere su
fisonomía exacta: én verdad no hacía falta que se
desatara el terror para que el campesino se suble­
vara; cuando llegó ya éste estaba en marcha.
176 CEOBGES XJEFEBVHE

picas vienen a ayudamos." E l 26 se formó una mi­


licia en Montbard “contra los saqueadores que se
sienten autorizados por la marcha misma de los
asuntos del Estado y que se levantan con el pretexto
de sostener al Tercer Estado”. En el B ocage nor­
mando la insurrección campesina provocó gran in­
quietud; el temor que cundió en el Este y en el
Sudeste fue engendrado por las revueltas del Fran­
co-Condado y de Forez así como por los levanta­
mientos de Máconnais. Hay que repetirlo una vez
más; el pueblo se provocaba a sí mismo.
Las ciudades procuraban mantener o restablecer
el orden dentro de sus muros y en la campaña ve­
cina, pero como estaban libradas a sí mismas, se po­
nían de acuerdo entre ellas o con las aldeas que
pertenecían a su circunscripción. Pero había algo
sobre lo que no era muy fácil ponerse de acuerdo;
el problema de las subsistencias, que en esos mo­
mentos se volvía más imperioso que nunca. Como
la autoridad superior había desaparecido o se ha­
bía vuelto impotente y no podía ya imponer su
arbitraje, estallaron conflictos que a veces corrían
el riesgo de degenerar en guerra civil y que con­
tribuyeron a aumentar aun más el temor. Esto ocu­
rrió particularmente en los alrededores de París,
donde la penuria de productos alimentarios creó
grandes dificultades. Los electores enviaron comi­
sarios para que compraran en los mercados y ace­
leraran los envíos: Nicolás de Bonneville fue en­
viado a la ruta de Kuán el 16 de julio; el mismo día
otros dos acudieron a Senlis, Saint-Denis, Creil y
Pont-Sainte-Maxence; el 21, Santerre realizaba la
misma' gestión en Vexin, y otra misión acudió a
Brie-Comte-Robert el 25. Como se tenía la seguridad
de que las poblaciones manifestarían su hostili­
dad ante el paso de los convoyes, hubo que enviar
la milicia parisiense para escoltarlos. Otros destaca­
mentos fueron a los castillos donde se sabía que
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 177
existía trigo almacenado así como para proteger los
molinos y los almacenes: el 19 se presentaron en
Corbeil y en los castillos de Choisy-le-Roi y de Cha-
marande; el 27 acudieron a Limours, al dominio
de la condesa de Brienne, y a Arpajon, a lo de la
condesa de Briche. Como se había recibido una de­
nuncia de que en Pontoise se había escondido una
gran cantidad de granos, el 18 fueron allí algunos
comisarios con una escolta. Cuando los habitantes
conocieron la noticia, se conmovieron violentamen­
te y decidieron defenderse, por lo que hubo bas­
tante dificultad para conseguir que se permitiera
realizar las requisiciones. Y mucho peor fue lo que
ocurrió en Etampes el 21: tres días antes había
llegado un comisario parisién que quería intercam­
biar trigo contra harina, y al mismo tiempo unos
viajeros anunciaron que un destacamento engrosado
con una muchedumbre de campesinos avanzaba
hada la ciudad. Esto bastó para que se desencade­
nara un verdadero pánico: se tocó a rebato, los ha­
bitantes tomaron las armas, resueltos a "defender
valerosamente sus bogares” y sus granos, pero se
calmaron cuando se enteraron que la milicia parisién
sólo se proponía escoltar el convoy esperado. Pero
como en realidad no fue así, sino que se limitó a
exigir que se le entregaran pura y simplemente unas
doscientas bolsas, el tumulto recomenzó cuando
se anunció que el 27 llegaría un nuevo cuerpo de
tropas.
De manera semejante los asaltos realizados por
los habitantes de Saint-Germain provocaron el pri­
mer pánico en Pontoise. Como su propio mercado
estaba vacío, el 15 se apoderaron de algunos carros
con trigo que venían desde Poissy, y el 16 fueron
hasta la ciudad y confiscaron unas cuarenta carre­
tas. Simultáneamente se presentaron en los almace­
nes y depósitos de los comerciantes y molineros y
el 17 uno de éstos fue asesinado en Saint-Germain
C a pítu lo X I

E L TEMOR ANTE LOS


SAQUEADORES

El rumor de que existía un “complot aristocráti­


co” había creado una gran alarma que no se había
calmado con la victoria popular pues se seguía es­
perando una respuesta. La reacción del Tercer Es­
tado contra el complot había provocado grandes
perturbaciones tanto en las ciudades como en el
campo, y a sü vez estas . perturbaciones habían
aumentado la inseguridad genera!. Por un lado,
porque multiplicaron las posibilidades de que esta­
llaran pánicos locales en el momento mismo en que
se aproximaba la cosecha —época en que el temor
que inspiraban los vagabundos alcanzaba su paro­
xismo— y por otro lado, porque generalizaron y pre­
cisaron el temor a los saqueadores y la convicción
—habitual en París— de que actuaban'de común-
acuerdo con la aristocracia.
No cabe duda de que las trágicas escenas que ha- ,
bían tenido como escenario tanto a la capital como
a muchas ciudades y a varias grandes provincias
habían echado a volar la imaginación de todos y
predispuesto los ánimos para qué sintieran temor. '
Y a todo esto venían a agregarse las cartas privadas
—a veces reproducidas en los periódicos— qtie exa­
geraban el horror de estos hechos así como los re- •
latos ovales que causaban todavía un daño mayor.
“Es imposible describir el furor que'anida en los
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 17 5

corazones”, escribía el 15 de julio un negociante


de París en una carta que la Correspondance de
Nantes publicó el 18. "Necesitamos veinte cabezas
y las tendremos. Amigos nanteses, hemos jurado
vengamos, y, más afortunados que vosotros, lo lo­
graremos.” “Más de cien agentes de ese infame ga­
rito han sido sacrificados a la furia del pueblo; unos
fueron colgados de las cuerdas de los faroles, otros
han sido decapitados sobre los mojones o los esca­
lones de sus residencias y , sus cadáveres han sido
arrastrados por las calles, despedazados, y tirados
al río o a los basurales”, decía otra carta publicada
por el mismo periódico el 23. Y por fin en Valro-
mey, Bollad observaba que “el 14 de julio el Tercer
Estado mató muchos nobles en París y arrastró sus
cabezas por todas las calles y plazas de París y Ver-
salles”, A la matanza habría que agregar el saqueo
e incendio de los castillos. En las regiones que se
habían conservado relativamente en calma, aun la
gente más favorable a la Revolución temía que algún
día tuviera.que contemplar excesos semejantes. Du­
rante el período del gran pánico, muchas alarmas
locales no tuvieron otro origen que el temor de que
en cualquier momento llegaran los amotinados de
la región próxima y los campesinos sublevados de
los alrededores. En algunos lugares se murmuraba
que los patriotas de las provincias vecinas acudían
para colaborar en la persecución de los aristócratas,
tal como los bretones lo habían hecho en Rennes en’
1788 y los marselleses en Aix después del 14 de
julio. Esta noticia alegraba a algunos pero aterro­
rizaba a la gran mayoría, y por eso el 24 de julio
cundía el temor en Dotiaí pues se decía que Uega-
ban los bretones. E l 17 escribían al Courrisr de
Gorsas desde Ruán: “Se dice que unos cinco o seis
mil picardos armados con bastones de hierro • y
* Instrumente de defensa tradicionaimente usado por los
no nobles desde la Edad Media. [T.]
178 GEORGES LEFEBVRE

—el mismo día que se asaltaba a un agricultor de


Luiseaux—. Las bandas avanzaron en el sur del
Vexin hasta Meulan y Pontoise. E l 17 el pánico se
enseñoreó en esta última ciudad cuando se anunció
que venían unos quinientos o seiscientos hombres
y que “exigirían cabezas” en Fontoise. “Todos los
habitantes aterrorizados han pasado la noche en
vela en sus casas.” El 18 la llegada de los comisarios
parisienses aumentó aun más la alarma, aunque el
oportuno paso del regimiento de Salís bastó para
calmarla esta vez. Pero en casi todas las regiones
este tipo de expediciones —ya fueran en toda regla
o tumultuosas— provocaron intensa emoción en las
campañas. Los tumultos que estallaron hacia el 20
en los mercados de las aldeas situados al sur de
Nogent, de Pont y de Romílly parecen ser el origen
del gran pánico en Champaña. Y a la inversa, la
llegada de los campesinos al mercado ponía sobre
alerta a las ciudades. En Chaource, el 26, se adop­
taron las medidas de seguridad que anunciaban el
gran párico luego de las “amenazas que habían
proferido algunas aldeas vecinas a causa de la es­
casez de granos”.
Veamos ahcra la consecuencia más importante
de las sublevaciones urbanas: inmediatamente des­
pués del 14 de julio se decía que ante las medidas
de seguridad adoptadas per las municipalidades,
los saqueadores —a quienes se inmutaban todos los
excesos cometidos— huirían para escapar a la re­
presión y se diseminarían por las provincias. Aun­
que este rumor no se limitaba a considerar a París
como único centro de difusión sino que en el sud­
oeste se atribuía a Burdeos un papel semejante,
era natural que la capital gozara de mayor, fama
que las otras ciudades. Para la generación del gran
pánico este rumor tuvo enorme importancia, y por
lo tanto, los que lo atribuyeron a una maquinación,
aseguraron —aunque no ofrecieron ninguna prueba
LA DEVOLUCIÓN FRANCESA 179

para -apoyar lo que decían— que la salida de los


bandidos había sido anunciada a propósito.
Como ya lo hemos indicado, era Una idea muy
difundida afirmar que había “saqueadores" en Pa­
rís y en sus alrededores. E l mismo rey la había
acreditado para justificar la llegada de tropas, así
como la burguesía lo había hecho para legitimar la
formación de la milicia. Sabemos que esos bandidos
—cuya peligrosidad se invocaba por razones políti­
cas— eran la población flotante de París, integrada
fundamentalmente por obreros sin trabajo. También
se trataba de los obreros de los talleres de caridad
de Montmartre, del pueblo bajo de las parroquias
vecinas (que aprovechaban las circunstancias para
dedicarse al contrabando) y por fin, de los vaga­
bundos que recorrían aislados o en grupos los al­
rededores de la gran ciudad. El 24 de julio Ies
electores ordenaron una batida de las canteras don­
de se decía que se habían refugiado muchos de
ellos; el 30 se arrestó una banda en las canteras de
Ménilmontant; el 31 se persiguió a un grupo do
obreros de Montmartre en la llanura de Monceaux.
El 21, la Quinzaine m em orable observaba que “co­
rre el rumor de que en París hay mucha gente mal
intencionada y hasta bandidos, y que en el subur­
bio de Saint-Antoine se han tomado prisioneros a
muchos ladrones”. Y ios A m ales parisiennes del 27-
30 de julio decían que "una enorme cantidad de
vagabundos que se encontraban armados en el mo­
mento de la Revolución, por las noches organizaban
patrullas de- contrabandistas y bandidos que deam­
bulaban alrededor de los muros de la ciudad para
favorecer la entrada de productos prohibidos, y que
infestan los suburbios.” ¿Además’ del contrabando
cometieron algunos otros delitos de derecho co­
mún? Sí; los sumarios de la guardia pública indican
algunos. El 14 de iu'io, a las diez de la mañana, en
Basse Courtille, Dufresue, oficial de policía, fue
180 CEORGES LEFEBVHE

desvalijado por algunas personas que también exi­


gieron dinero a otras; el 16, un abogado de Melun
que iba a París en cabriolet, fue detenido y asal­
tado; la tarde del 21, un vicario de Saint-Denis fue
atacado y desvalijado por cuatro hombres que se
habían ocultado en un depósito de trigo; por otra
parte, en una carta dirigida a la municipalidad de
Evreux sobre la que volveremos más adelante, los
electores afirmaron que habían circulado falsas pa­
trullas cuyos designios no eran muy claros. Por lo
demás, estamos seguros de que se nos han escapado
muchos incidentes del mismo tipo. Si no hay ningún
motivo real para exagerar la inseguridad general,
no cabe duda de que los disturbios que ocurrían
en las calles de París contribuyeron a aumentarla,
y mucho más todavía los que tenían lugar en los
alrededores de la gran ciudad, donde estaban acan­
tonadas las tropas reales y había un número consi­
derable de desertores. Los agricultores estaban muy
alarmados por los tumultos que estallaban en los
mercados y por las incursiones del tipo de las de
los habitantes de Saint-Germain, de tal modo que
en la quincena posterior al 14 de julio se decía
que todas las parroquias de los alrededores estaban
infectadas de individuos sospechosos salidos de la
capital. Y éste es casi siempre el único motivo que
invocan para armarse; esto mismo dijeron la ciudad
de Sceaux, después del 14 de julio, Suresnes el 16,
Gonesse y Santeny-en-Brie el 19, Chevilly y Hay
el 21; Marcoussis la tarde del 22. La deliberación
de esta última aldea es muy interesante: “Se dice
que, desde el momento mismo en que la milicia
burguesa se estableció en la ciudad de París para
oponerse a las bandas organizadas en esa capital,
un número bastante considerable de sujetos sospe­
chosos de abrigar malas intenciones se alejaron de
la ciudad y se dispersaron por los campos circun­
dantes; con el fin de oponerse a sus incursiones y
LA REVOLUCION FRANCESA 181

de prevenir los desórdenes y el bandolerismo que


esos sujetos podrían permitirse, las parroquias —so­
bre todo las ubicadas sobre el camino principal que
va desde París hasta Montlhéry— acaban de esta­
blecer milicias burguesas para proteger a sus ha­
bitantes.” Aunque Marcoussis, situada a unos veinte
kilómetros de París no había sufrido los desmanes
de los bandidos que se decía que habían salido de
París, manifestaba, sin embargo, una alarma tre­
menda el 22 por la tarde. Esto se explica fácilmen­
te: las aldeas del valle del Orge estaban muy agi­
tadas y esa misma mañana' se había arrancado a
Foulon de su retiro de Viry para llevarlo a París
donde se lo había masacrado.
En algunas partes esos temores ya habían pro­
vocado verdaderas alarmas. En Bougival, la provo­
có el propio señor del lugar, el marqués de Mesmes.
El conserje de su castillo lo había puesto sobre avi­
so al recibir una amenaza de que sería asaltado y
que al mismo tiempo las parroquias vecinas temían
que fueran devastadas sus casas y sus cosechas "a
causa de los bandidos que según se dice vagan por
los campos". El 15 de julio volvió desde Versalles
y pidió al bedel que a las cinco de la tarde tocara
a rebato para reunir a los habitantes. E l cura del
lugar, que había tenido ciertas disidencias con la
justicia señorial, se opuSo abiertamente diciendo
que era "indigno de un teniente general de,los
ejércitos del rey venir a sublevar a los tranquilos
habitantes". De Mesmes se sintió intimidado y se
limitó a exponer a la población qué estaba ya con­
gregada que era “posible” que algunos malhechores
escapasen y se dispersaran por el campo, por lo .que
había que vigilar a los extraños. El mismo día se
arrestó en Sceaux a un hombre que había pedido
limosna “con diversos pretextos de que había pertur- •
bado y aterrorizado a l a , parroquia”..E n realidad',
se trataba de un. mercero dé 'Marvdle (L oren a),’
182 • CEORGES LE FEBV K E

ex desertor, que tenía un pasaporte del 28 de abril.


Llevaba “colgando sobre el estómago un pedazo de
sarga blanca sobre la cual había .una cruz seme­
jante a la que llevan los religiosos de la Merced"
y pedía limosna diciendo “que él y algunos otros
habían sido encargados de pedir limosna para que
pudieran sobrevivir unos setecientos u ochocientos,
bretones que andaban por los campos . . . ; que ve­
nían del parque de Saint-Cloud donde habían dete­
nido a la reina más o menos a las ocho de la ma­
ñana; que por su parte, él había ayudado bastante
y que la reina estaba segura; agregando que tenía
consigo unas pistolas; . . . y aseguraba que volvería
al día siguiente". Se disculpó diciendo que había
querido despertar compasión, pero de todos modos
ya había trastornado a toda la ciudad. El 25, en
Villers-le-Sec, al norte de París, en la región donde
dos días después se desencadenaría el gran pánico,
hubo un estallido de terror cuya causa inmediata
desconocemos:, un. ex despensero domiciliado en
París, en la calle de Cinq-Diamants, corrió a la
municipalidad para anunciar que esta parroquia:
estaba “amenazada por bandidos" y que le.habían
encargado que solicitara una guardia de veinte hom­
bres que los habitantes se comprometían a mante­
ner. Los electores, que veían llegar sucesivamente
las delegaciones que pedían ayuda o autorización
para armarse, trataron el 27 por la mañana de tran­
quilizar a' los suburbios “después de haberse re­
querido informes más positivos” —pero al mismo
tiempo se destacaba el gran pánico.
De aldea en aldea el. rumor llegó; rápidamente
a las provincias vecinas de ¡a Ile-de-France. El 17-
estaba ya en Bar-sur-Seine, el 20 en Font-sur-Seine;
el 21 en Bar-Sur-Aube; el 22 en Tonnerre; el 2 6 ;en
Pont-sur-Yonne, Ervy, Chaource y Saint-Fíorentvn.
Ya el 20 se lo conocía en Evreux. Y tal como había
ocurrido en les alrededores de París, fue reforzado
LA HEVOLUCIÓN FRANCESA 183
por los disturbios locales, porque las autoridades
estaban encantadas de poder disculpar a sus admi­
nistrados imputando todos los desmanes1 a gente
extraña. En síntesis, era lo mismo que ya se había
hecho en París, y de la misma manera, el 21 de
julio, una delegación de la municipalidad de Saint-
Germain exponía ante la Asamblea Nacional que el
asesinato de Sauvage se había debido a "extranje­
ros que habían acudido armados". También asi ex­
plicó Chartres la sublevación del 23. Y los intenden­
tes * aceptaron esas versiones sin pestañear y contri­
buyeron a difundirlas. E l 26, el intendente residente
en Orleáns escribía refiriéndose a Chartres: “Una
horda de bandidos expulsados de París ha suble­
vado al populacho" y agregaba que la elección de
Deurdan había sido “agitada, sublevada y trastor­
nada por hordas ce bandidos que se han alejado de
la capital por temer al castigo". El de Amiens ex­
plicaba el 24 que el pueblo de Picardía había sido
“convulsionado' por bandidos expulsados de París”
y el día anterior ei director de gabelas había ex­
presado su temor de que “los bandidos que expul­
sáis de París" provocaran nuevas perturbaciones. El
27, ei intendente y la oficina intermediaria de Tro­
ves denunciaron —sin plantearse la menor duda al
respecto— al intendente y la comisión intermedia­
ria de Cháior.s la existencia de bandidos. No se ha­
bían molestado en controlar en el mismo iv.gar les
rumores que circulaban y se habían limitado a pe­
dir explicaciones a los electores parisienses. Se les
contestó, pero Chandron, que -estudió el gran pá­
nico en Champaña, no encontró la respuesta, y su­
pone que esta nota sería una prueba de que existía
una maquinación: habría sido la propia municipa­
lidad de París ¡a aue,■>de
- acuerdo con los diputados
*■

:* Funcionario que presidía una généralité o De-artn-


¡iiento de Intendencia (división financiera). [T.]
184 GEORGES LEFEBVRE

patriotas, habría anunciado la partida de los ban­


didos para que los provincianos se decidieran a
armarse —tal como efectivamente hicieron en mu­
chos casos a medida que fueron conociendo tal
noticia—, Pero no sólo los habitantes de la Champa­
ña pidieron información, también lo hizo la muni­
cipalidad de Evreux, y Dubreuil ha publicado la
respuesta que recibió el 24 de julio. L a carta de los
electores resume simplemente los hechos que he­
mos expuesto y se limita a expresar los temores que
eran comunes en toda la región parisién: "Como
sabéis, esta capital está siempre llena de vagabun­
dos, ansiosos por ocultarse de sus vecinos de la
provincia. Son estos hombres los que ante el primer
temor han corrido a tomar las armas, se han apo­
derado de ellas por todos los medios y han logrado
que el pánico se vuelva aun más considerable. Du­
rante los primeros días, en todos los distritos, nues­
tras divisiones no pudieron evitar verse mezcladas
con aquellos que no tenían estado ni domicilio. Pero
pronto se sintió la necesidad de incluir en las listas
de los distritos sólo a los que estaban verdadera­
mente domiciliados en ellos y de retirar las armas,
aulatinamente y con ciertas precauciones, a aque-'
E as personas que las poseían para aprovecharse de
ellas. Hemos cumplido con este proyecto sólo en
la medida en que era posible hacerlo en una ciudad
tan grande y tan poblada, pero es necesario que
lo llevemos a cabo por completo. Todavía existen
falsas patrullas, y en cuanto ocurre el menor acon­
tecimiento nuestras plazas se llenan de grupos que
sin duda no están compuestos sólo por ciudadanos
registrados. La masa de vagabundos que pudo salir
de París no tardará en dividirse y esperamos que
por eso mismo sea menos temible para las provin­
cias.” La conclusión lógica era que las ciudades
harían bien en organizar ellas también una milicia
burguesa, pero además de que no hay la menor
LA REVOLUCIÓN F R A N C E S A 185
referencia a las aldeas, es evidente que si tales hom­
bres hubieran querido sembrar el pánico hubieran
hablado de otro modo.
Es probable que en las provincias más alejadas
de la Ile-de-France, la contaminación se produjera
por obra de los viajeros, las correspondencias pri­
vadas y oficiales y los periódicos. En la misma Cham­
paña, en ■Yilleneuve-sur-Yonne, el 18 de julio, el
procurador de la municipalidad, mientras describía
las sublevaciones de la capital —de las cuales había
sido testigo— se encargó de indicar que un gran pe­
ligro podía provenir de la mera existencia de esos
“vagabundos”, y ya hemos explicado cómo el miedo a
los salteadores fue difundido en Charlieu por al­
gunos viajeros. E l 25 la C orrespondance d e Nantes
publicó un extracto de una carta que atribuía los
desórdenes de París a los ingleses y a los que esta­
ban en connivencia con ellos para “incendiar los_ .
más hermosos monumentos... Esos ingleses y sus
innumerables cómplices han huido a la campaña
para realizar allí sus horribles devastaciones. En
Saint-Germain-en-Laye, en Poissy, han inmolado
a su furia a irreprochables ciudadanos, a los que
acusaron de haber acaparado granos”. También en
este caso las autoridades tuvieron cierta responsa­
bilidad. Según el comité de Cháteau-Gontier, el
pánico del Maine habría sido provocado por los
intendentes de Chartres y de Mans: el primero ha­
bría informado al segundo “que numerosos bandi­
dos habían abandonado París y se dirigían a las
provincias”; y el segundo se habría apresurado a
trasmitirlo a los curas de la zona. En algunas re­
giones el paso de ciertos individuos sospechosos ha­
bría contribuido a confirmar estas versiones. El 22
fueron arrestados cinco de ellos en Evreux, uno de
los cuales era un plomero de baja Normandía que
volvía de París. El 5 de agosto, una señora de los
alrededores de Gisors escribía: “Os creo libres de
186 CEOBGES L E FE BV BE

los bandidos de Montmartre; ya han pasado por


aguí pero algunos han sido arrestados y puestos en
prisión”. Uno de ellos había dicho a un caballero
de Saint-Louis "que eran unos quinientos, enviados
por el señor de Mirabeau a algunas provincias para
informarse de lo que pasaba”. En Charolles el inci­
dente fue más grave: el 26 fue arrestado un cochero
que el 13 había participado en. el saqueo de Saint-
Lazare, donde había robado unos setecientos luises
y de inmediato había huido.
Sin embargo, estamos seguros de que las suble­
vaciones que estallaban en todas partes hicieron
nacer espontáneamente en las provincias temores
análogos a los que reinaban en París y gradas a un
proceso semejante. Ya el 9 de julio los regidores
de Lyoa decían en una proclama: “fiemos visto
nuestra ciudad asaltada por bandidos que, habiendo
sido expulsados de diferentes partes del reino donde
trataren de iniciar las sediciones, llegaron a esta
ciudad pera ejecutar en ella sus criminales pro­
yectos.” ¡Suponemos que no se llegará hasta creer
que Imbert-Colonsés obedecía una orden revolucio­
naria! Si bien en Toul el 29 y en Forealquier el 30
se hablaba de bandidos salidos de París, a medida
que uno se aleja de la capital se observa que su
procedencia se indica cada vez con menor-frecuen­
cia. En Loas-le-Saunier el 19 se dice que han sido
"expulsados d e las c a p i t a l e s en Saint-Gennain-
Laval (Forez) el 20 se aclara que "se dispersaron
por las provincias”, mientras que el 30 én Nevers
se habla de que “vienen de todas partes” y en Toul
se especifica que llegan de París “y otros lugares”.
Pero todavía pedemos agregar otra -pruéba más:
el 22, los habitantes de Semur se "reunieron a causa
de "las noticias que se han difundido sobre: los
desórdenes cometidos en la provincia por bandidos
reunidos en grupo’" aquí no se habla/dé París, pues
las novedades provenían da Dijon.y dé Autun y
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 187

eran el resultarlo de los tumultos que habían tenido


lugar en Auxonne y Saint-Jean-de-Losne el 19 y
el 20 de julio. Se decía que a medida que avanza­
ban los bandidos eran reforzados por los presos
liberados. Y en realidad, era cierto que en algunos
lugares se habían abierto las prisiones: en Luxeuil,
en Pierre-Encize, en Aix —sin contar los calabozos
de la Bastilla—. E l 29 la municipalidad de Toul es­
cribía a la de Blénod: "Debéis saber que un gran
número de bandidos se ha evadido de las prisiones
de París y de otros lugares.” Esto explica que du­
rante el gran pánico se hablara de bandas de con­
denados a galeras que se habían escapado. Por úl­
timo, también ss hablaba de regimientos extranjeros
que atravesaban las provincias: eran los que el rey
había reunido en les alrededores de París y que
después habían sido enviados de vuelta a sus guar­
niciones. Pero e l pueblo los veía recorrer el mismo_
camino que los bandidos y entre ellos y las tropas
que los déspotas habrían cedido al conde de Axtois
no podían ver grandes diferencias.
Una vez que se anunciaba la llegada de los ban­
didos, de inmediato todo el mundo creía verlos apa­
recer en un lado y en otro (como ocurrió en los
alrededores de París) y se desataba un pánico local.
En Verneuil, el 20 —después de la sublevación ds
L aígle- se .decía que avanzaban unos seiscientos
amotinados armados y que estaban sólo a una legua
de distancia. En Gyé-sur-Seine (el 26) la presen­
cia de algunos extranjeros, bastó para “inspirar te­
rror”. En Glámecy, algunas horas ante de que 3a
oteada del gran pánico sumergiera a la región, ya
se hablaba de granjas quemadas por los bandidos
(era e l 29 por la mañana) en el valle de Aillant,
aunque probablemente se tratara de un incendio
accidental. El 28, el síndico de Cháteau-Chinon de­
cía "que una cantidad de bandidos y vagabundos
han escapado de las casas de, reclusión o de algunas
188 CEORGES L E FE B V R E

ciudades del reino; y que inclusive se han visto


tropas que escapaban de los bosques que rodean
a esta ciudad”. En Brive —el 22— al mismo tiempo
que se informaba a los habitantes sobre los aconte­
cimientos de París, la municipalidad decía que han
“aparecido bandidos del lado de Saint-Céré y Beau-
lieu", es decir, hacia el sur y no hacia el norte, como
habría ocurrido si París hubiera sido la fuente úni­
ca del rumor.
Puesto que el rumor se explica sin que haya ne­
cesidad de suponer que los revolucionarios se ha­
bían puesto de acuerdo para difundirlo, no se puede
afirmar que los oradores que preconizaban el ar-
’ mamento de las ciudades por razones políticas ha­
yan contribuido a propagarlo. En realidad creían de
buena fe en la existencia de los bandidos, pero ade­
más tal noticia favorecía sus fines y la utilizaron
más o menos conscientemente: ésta es toda la ver­
dad que se puede deducir de las acusaciones que
se Ies han dirigido. En primer lugar, algunos que
ignoraban el giro que finalmente tomarían los acon­
tecimientos, invocaron con toda habilidad ese peli­
gro para justificar la toma de armas. La municipa­
lidad de Bourg utilizó este argumento el 17 para
explicar al señor de Gouvemet, comandante de ¡a
provincia, las graves medidas que los habitantes le
habían impuesto el día anterior. De la misma ma­
nera el comité de Cháteau-Gontier aprovechará el
gran pánico para legitimar el 24 su radical resolu­
ción del 18, Por otro lado, al proponer la formación
de las milicias, no sólo se proyectaba resistir a la
aristocracia, sino también —como se pensaba en
París— imponer respeto al bajo pueblo. Era difícil
decirlo claramente porque la gente estaba presente
o podía informarse de tal resolución. Por lo tanto,
los “bandidos” aparecían muy oportunamente para
que se adoptaran medidas de seguridad que permi­
tirían mantener al pueblo en estricta obediencia. Y
LA REVOLUCION FRANCESA 189

por último, es muy posible que hayan servido como


un pretexto que se utilizarla ante las autoridades
superiores asi como ante aquellos indecisos que
hubieran vacilado en tomar las armas sin permiso
del rey. En las deliberaciones donde se discute la
creación de las milicias los dirigentes dosifican en
proporciones muy variables esas diversas conside­
raciones según sus temperamentos. El 19 en Lons-
le-Saunier, un miembro de la asamblea no hizo la
menor referencia a los bandidos: mucho más cul­
pables y peligrosos le parecían los nobles a los que
denunció con extrema virulencia. Y al contrario el
23, en Autun, se tenía miedo sobre todo de la sedi­
ción popular; por lo tanto se dijo que ‘la prudencia
exige que nos constituyamos en milicia de tal modo
que estemos listos para rechazar a los enemigos
comunes y más aún para aplastar los brotes de se­
dición si existieran, mostrando a los antipatriotas
y a los perturbadores del orden las armas que los
reducirán a silencio.” En Saint-Denis-de-l’Hótel, al­
dea del valle de Orleáns, el síndico puso en el mis­
mo nivel a todas las razones que existían para ar­
marse y su exposición expresa, según nos parece, la
opinión media de la alta y pequeña burguesía de
las ciudades y de las campañas. El 31 declaraba
que "después de la revolución de 13 de este mes
que tuvo lugar en la capital, los ciudadanos se
creían amenazados tanto en sus personas como en
sus bienes; que los motivos que alarman a los ciu­
dadanos son: l 9, los informes, verdaderos o falsos,
pero públicos, que circulan desde que se desató esa
furiosa tormenta que casi hubiera aplastado el mis­
mo día a la capital si no fuera porque el patriotismo
de los ciudadanos de esta gran ciudad hizo que
adoptaran severas medidas para disiparla —tormen­
ta cuyas violentas sacudidas se han sentido en toda
Francia—; 29, la evasión de la capital de una enorme
cantidad de. bandidos, lo que difundió la alarma en
192 GEORGES LKFEBVRE

miedo a los bandidos: era muy fácil creer que lle­


gaban porque se los estaba esperando, Aunque las
corrientes del pánico no fueron muy numerosas,
recubrieron la mayor parte del reino, de ahí que
causaran la impresión de que el gran pánico fue
universal. Además, como su marcha fue muy rápida
dieron la impresión de que el gran pánico estalló
simultáneamente en todos lados "casi a la misma
hora”. Estos son dos grandes errores en los que ca­
yeron los propias contemporáneos y que los demás
se limitaron a reproducir, Como se había admitido
que el pánico se había declarado en todas partes
al mismo tiempo, se dedujo naturalmente que había
sido provocado por algunos agentes y que era el
resultado de una conspiración.
Los revolucionarios vieron en él una nueva prue­
ba de la autenticidad del complot aristocrático: pen­
saban que se había aterrorizado a las poblaciones
para volverlas a someter al antiguo régimen o para
provocar el desorden. Y lo que Maupetit escribía
el 31 confirma lo que decimos: “Las alarmas que
se han difundido casi el mismo día en todo el reino
parecen ser la prolongación del complot organizado
y el complemento de los desastrosos proyectos des­
tinados a perturbar a toda Francia. Pues es impo­
sible comprender que el mismo día y en el mismo
momento casi en todos lados se haya tocado a re­
bato,, si no fuera porque algunas personas ,enviadas
a propósito no lo hubieran provocado.” Y el 8 de
agosto por la tarde cuando se informó a la Asam­
blea Nacional de que en Burdeos se había arrestado
a un correo que según se decía acababa de recorrer
Poitou, Angoumais y Guyena, anunciando la llegada
de los bandidos, un miembro de ese cuerpo dijo: "La
infernal confederación nc se ha extinguido por
completo; si bien los jefes están dispersos, todavía
puede renacer de sus cenizas. Sabemos que habían
intervenido en ella una cantidad de eclesiásticos
LA REVOLUCION FRANCESA 193

y de gentileshombres; por lo tanto, las comunas de


Francia no pueden bajar su guardia.” E l 28 de julio
la Asamblea instituyó un comité de investigaciones
que inició una encuesta, y que el 18 de septiembre,
refiriéndose al pánico de Massiac y las perturba­
ciones que habían derivado de él, escribía al bai-
liazgo de Saint-Flour: “Al parecer, casi al mismo
tiempo en todas las provincias se ha dado un im­
pulso semejante, lo que permite suponer que existe
un complot organizado cuyo centro ignoramos dón­
de está, pero que es imprescindible descubrir para
la salvación del Estado." L a proclama del 10 di­
fundió al respecto la siguiente versión oficial: “Pues­
to que los enemigos de la nación han perdido toda
esperanza de impedir por la violencia y el despo­
tismo la regeneración pública y el establecimiento
de la libertad, parecen haber concebido el criminal
proyecto de alcanzar el mismo fin a través del des­
orden y la anarquía; y además de recurrir a otrcü
métodos, han procedido a hacer difundir, en la
misma época y casi el mismo día, falsas alarmas
en las diferentes provincias del reino, y al anunciar
incursiones y asaltos que no existían han provocado
excesos y crímenes que afectaron por igual a los
• bienes y a las personas." Los revolucionarios no se
imaginaban que al denunciar el complot aristocrático
ellos mismos estaban preparando inconscientemen­
te el gran pánico.
' Pero en verdad, los hechos se volvieron contra
la aristocracia pues el gran pánico aceleró el arma­
mento del pueblo y provocó nuevas revueltas agra­
rias. la fecit ctei prodest. Por consiguiente, los con­
trarrevolucionarios echaron toda la responsabilidad
sobre sus adversarios. E l 25 de septiembre, mien­
tras comía en una posada en Turín, Arthur Young
oyó a unos emigrados que describían los tumultos y
cuando les preguntó “quién había cometido tales
atrocidades, si habían sido los campesinos o los
190- GEORGES LEFEBV H B

las' diferentes provincias, donde obligan a pagar


contribuciones a las poblaciones; 3Ç, la escasez de
granos que soportamos ya desde hace demasiado
tiempo y que origina rumores y emociones popu­
lares siempre peligrosas cuando no son ahogados
en su misma fuente”.
Sea como fuere, el miedo que despertaban los
aristócratas así como el que se sentía ante los ban­
didos, siempre aparecían asociados en el espíritu
del pueblo, por lo que a toda prisa se realizaba la
síntesis —ya efectuada en París— entre el complot
aristocrático y . el miedo a los bandidos. Es notable
la similitud que existe entre estos miedos y ios
pánicos de 18-18: puesto que en todo el país se te­
mía la llegada de amotinados que amenazaban la
vida y las propiedades de los provincianos, el me­
nor indicio logrará exacerbar los ánimos ya exal­
tados y la alarma se propogará sin obstáculos por­
que toco el mundo la espera', Sin embargo en '1789
la emoción es mucho más profunda y está mucho
más extendida. Todo el Tercer Estado se conside­
raba amenazado porque los ’ amotinados estaban-al
semejo de 1?. aristocracia conjurada y porque se le
agregaban los regimientos extranjeros al servicio del
rey y las tropas de los soberanos qúe sostenían a los
emigrados; y porque venían ño sólo de París sino
de tedas las grandes ciudades. Por acra parte, las
circunstancias económicas -y- sociales, la escasez y
el gran número de vagabundos favorecían mucho
más en 178S que en 1848 los pánicos locales cuya
propagación constituye el gran pánico.- De esta ma­
nera se explica que el fenómeno, al tomar una ex­
tensión extraordinaria, se convirtiera en un aconte­
cimiento nacional.
3. E l gran pánico

C a pítu lo X II

LOS CARACTERES DEL


GRAN PANICO

E l m ied o o los bandidos que comenzó a fines del


invierno alcanzó su paroxismo en la segunda quin­
cena de junio y se extendió a casi toda Francia. Si
bien engendró el gran pánico en realidad se distin­
gue muy bien de él, pues el gran pánico tiene al.-
gunos caracteres propios que enumeraremos a con­
tinuación. Hasta ese momento la llegada de los ban­
didos era posible y ,se la temía, pero ahora se había
convertido en una cerüdumbre: estaban presentes,
se los veía y se los oía. En general esta situación
podía engendrar un pánico, pero esto no siempre
ocurría y muchas veces las poblaciones se limitaban
a adoptar algunas medidas de defensa o a alistar
las milicias que se habían- organizado para realizar
esta defensa o para combatir a los aristócratas. Sin
embargo tales alarmas no constituían un hecho to­
talmente nuevo, pues ya hemos hecho referencia a
muchas de ellas. La característica propia del gran
pánico reside en que esas alarmas se propagaron
basta .muy lejos y con gran rapidez en lugar de
seguir siendo lóceles. Y a medida qyte avanzaban,
■engendraban nuevas pruebas de la existencia de
' bandidos y también- de tumultos que reforzaban la
corriente o la alimentaban y le servían de interme­
diario. Esta propagación se explica también por el
196 GEORGES LEFEBVRE

ron negativos. Por esto mismo estamos seguros que


la encuesta fue fragmentaria, y si bien es más di­
fícil realizarla en nuestros días podemos sin em­
bargo lograr nuestros fines, porque estamos en con­
diciones de reunir y comparar una .masa de docu­
mentos con los que las autoridades de la época
—abrumadas por los acontecimientos que se suce­
dían con tanta rapidez— no pudieron constituir un
expediente. Hoy podemos —por lo menos para al­
gunas regiones— remontarnos hasta el incidente que
dio origen al pánico, desentrañar cómo se propagó
y trazar su marcha.
Ya en 1789 se dijo —y se siguió repitiendo hasta
hoy— que el pánico fue universal, porque se lo con­
fundió con el temor a los bandidos. Pero una cosa
es admitir que los bandidos existían y podían apa­
recer y otra imaginarse que ya habían llegado. Por
cierto era muy fácil pasar del primer estadio al
segundo pues de otro modo no se explicaría el gran
pánico, pero no era obligatorio, y si bien toda
Francia creyó en los bandidos, el gran pánico no
se produjo en todo el reino. No existió ni en Flan-
des ni en Henao, ni en Cambrésis ni en ¡as Ardenas;
Lorena apenas fue contaminada; la mayor parte de
Norman día no lo experimentó y hay muy pocos
rastros de él en Bretaña; Medoc, las Landas y el
país vasco, así como el Bajo Languedoc y el Rose-
Ilón permanecieron indemnes; en las regiones donde
cundió la revuelta agraria -Franco-Condado y Al-
sacia, B ocage normando, Máconnais— no hubo gran
pánico, y a lo sumo se registraron algunas alarmas
locales. Sin embargo, esta confusión tradicional está
tan profundamente arraigada en los espíritus que
muchos buenos autores que se esforzaron por es­
tudiar objetivamente el fenómeno no pudieran evi­
tarla, de modo que sus investigaciones tomaron un
camino equivocado y sus tentativas de explicación
resultaron caducas. Como el temor de los bandidos
LA REVOLUCION FRANCESA 197

se originó en gran medida en la capital —aunque


no sólo allí, como ya hemos indicado— se llegó a la
conclusión de que el gran pánico provenía también
de allí y nadie se preocupó por buscar el incidente
local que lo había engendrado. Esto es lo que le pasó
a Chaudron al estudiar la Champaña meridional,
cuando la mera comparación de fechas obliga a pen­
sar que el centro de conmoción se encontraba en la
misma provincia. A esto se debe también que mu­
chos autores imaginen el gran pánico como una
onda que se expande concéntricamente a partir de
París, cuando en realidad tiene varios puntos de
origen, su marcha es a veces caprichosa y al­
gunos pánicos refluyeron hacia París, como ocu­
rrió con los de Clermontois y Soissonnais que vi­
nieron desde el norte, y con el del Gátinais, que
llegó desde el sur (y que a su vez fue una prolon­
gación del pánico de Champaña).
Por lo tanto, es muy difícil aceptar que hoy to­
davía se diga que el gran pánico estalló en todas
partes simultáneamente. Que lo hayan hecho los
propios contemporáneos es comprensible) pues es­
taban mal informados, pero nosotros poseemos ya
una documentación lo bastante numerosa y pre­
cisa como para que no quepa la menor duda. El
gran pánico de Mauges y^Poitou empezó en Nan-
tes el 20; el del M aineal este de 'esta provincia, el
20 o el 21; el del Franco-Condado,'que abarcó el
este y el sudeste él 22; en Champaña meridional
apareció el 24; en Clermontois y Soissonnais el 26;
en el sudoeste partió de íluffec el 28, llegó a Bar-
jols (en Provenza) el 4 de agosto y a Lourdes (al
pie de los Pirineos) el 6 de ese;mes.
Por otro lado, lá tesis del complot no resiste
un estudio atento del' origen’y -eí mecanismo"de
propagación del pánico. .Muchos documentos citan
los nombres de quienes lo llevaron: no tienen nada
de misterioso y no se puede dudar de su buena fe.
194 GEOHGES LEFEBVHE

bandidos, le contestaron que seguramente eran los


campesinos, pero que el origen de todas esas cala­
midades estaba en un plan que habían concebido
algunos dirigentes de la Asamblea Nacional que
contaban con el dinero de un gran personaje”, es
decir, del duque de Orleáns. "Cuando la Asamblea
Nacional rechazó la moción del conde de Mirabeau
de. que se hiciera una solicitud al rey pidiendo que
se formara una milicia burguesa, habían sido en­
viados a todos los rincones del reino algunos correos
encargados de provocar la alarma universal hablan­
do de grupos de bandidos que avanzaban saqueando
y robando todo por instigación de los aristócratas,
y aconsejando al pueblo que se armara de inmedia­
to para su propia defensa; las noticias llegadas des­
de diferentes partes del reino habían demostrado
que esos correos debían haber partido al mismo
tiempo de París (y A. Young agregaba que en Pa­
rís había obtenido la confirmación de ese hecho);
que también se habían enviado falsas órdenes del
rey y de su consejo que incitaban al pueblo a que­
mar los castillos del partido aristocrático, y así, por
una especie de magia, toda Francia se había armado
simultáneamente y los campesinos se habían puesto
en condiciones de cometer las atrocidades que ha­
bían deshonrado al reino.” Esta versión aparece in­
corporada casi de inmediato a los documentos de
la época. El 24 de enero de 1790 el cura de Tulet-
te (Dróme) escribía en su registro parroquial; "Las
alarmas generales que el 29 de julio se difundieron
el mismo día y a la misma hora en todo el reino,
fueron diseminadas por emisarios pagados por la
Asamblea que quería que el pueblo .se armara.” Y
Laliy-Tollendal la adoptó en su Segunda carta a
mis electores. De allí pasó a las historias .de la re­
volución escritas por les contrarrevolucionarios —co­
mo Bcaulieu y Ivíontgaíllard— y a algunas memo­
rias, de donde se la extraje y se la transmitió de
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 19 5

generación en generación sin tener ia menor prueba


que la confirmara. Beugnot cuenta en sus memorias
que él intentó "remontarse hasta la causa” pero que
al interrogar al campesino de Colombey que había
difundido el pánico en Choiseul comprobó que este
hombre había recibido la noticia de un habitante
de Montigny, y ' suponiendo que éste a su vez le
contestaría de igual forma, abandonó la partida para
limitarse al presunto complot. En efecto, hubiera
tenido que ir de ■aldea en ' aldea ' hasta llegar al
Franco-Condado. Y sólo el gobierno hubiera podido
aclarar, el asunto recurriendo a’ una encuesta me­
tódica, tal como se hizo en 1848. Pero no lo hizo,
no porque no hubiera estado alerta ante las posibles
artimañas de sus adversarios, pues ya en mayo y
.junio balda recibido algunas indicaciones sobre la
conspiración y cada vez se había esforzado por
aclarar el ■asunto. Tanto, que el 8 de mayo fue
arrestado en Meaux un individuo que había llegado
desde parís por considerárselo “muy sospechoso y
por haber expresado intenciones encandalosas y se­
diciosas”. Y el 21. el minstro de Puységur escribía
al respecto al teniente de policía: “Es posible que
este hombre no sea más que un vagabundo que no
merezca demasiada atención, pero es posible tam­
bién que haya sido enviado por algunos instigadores
que permanecen ocultos.” Por lo qué ordenó que
se enviara a Meaux un policía experimentado para
interrogarle. El prisionero fue transferido al Chá-
telet y el 10 de junio el ministro admitió "que de
lo expresado por este individuo no se pueden sacar
las consecuencias que se había previsto”. Por lo
tanto vemos que se ha exagerado la despreocupación
del gobierno.. También durante' las revueltas agra­
rias y el gran pánico se interrogó a los que propa­
laban noticias falsas y transmitían supuestas órde­
nes (como ya lo hemos indicado a propósito de los
disturbios de Máconnais) pero los resultados fue-
C a pít u l o X III

LOS PANICOS PRIMITIVOS

Hemos podido distinguir cinco corrientes de pá­


nico, una de las cuales (la de Clermontois) tendría
que ser subdividida. Conocemos bien el origen de
tres de ellas, pero para las otras dos carecemos de
documentos suficientemente explícitos, aunque es­
tamos en condiciones de' imaginar con bastante cer­
teza qué los ocasionó. E n cuanto al pánico del
Maine, el estado actual de la documentación sólo
nos permite localizar aproximadamente su punto
de partida.
Dos de los pánicos primitivos tienen una estre­
cha relación con las reacciones populares contra
el complot aristocrático y ;por eso mismo se vincu­
lan con la situación política de Francia. No cabe
la menor duda de que en el Este el pánico nació
de la revuelta de los campesinos del Franco-Con­
dado; por lo tanto a este respecto, todo el interés se
concentra en el mecanismo de su propagación. En
cambio, el caso es más complejo én Mauges y Poi-
tou. Como ya hemos visto, la ciudad de Nantes
se sublevó en cuanto recibió la noticia de la caída
. de Necker, y el 20 de junio, hacia el mediodía,
repentinamente cundió el rumor de que por la ruta
de Montaigu llegaban los dragones para hacer en­
trar en razones a los nanteses. No sabemos de dón­
de partió tal noticia, pero no podemos asombramos
de que esto ocurriera por cuanto conocemos las
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 201
alarmas del mismo tipo que se habían desatado en
París el 13 y el 14 de julio. De inmediato los ha­
bitantes tomaron las armas y obligaron a los arme­
ros a que les entregaran todas las que tuvieran en
sus negocios mientras se ponía guardia en el puen­
te de Pirmil y la caballería burguesa recorrió toda
la zona hasta el lago de Grandlieu. Tal como lo
atestigua la C orrespondance d e Nantes del 25 de
julio, esos movimientos engendraron el pánico: “Sa­
bemos que algunos malintencionados desnaturali­
zaron el objetivo .de los preparativos militares reali­
zados en Nantes y difundieron en las aldeas veci­
nas un enorme terror. Hay que sentir una cruel
complacencia frente a las desgracias de la patria
para concebir la idea de calumniar con tanta auda­
cia a los habitantes de una ciudad opulenta que
quedaría expuesta a las mayores desdichas si sus
campañas fueran devastadas.” Desgraciadamente,
como la C orrespondance imputaba a los aristócra­
tas el error en que habían caído los campesinos,
omitió decimos por qué se confundió a los nante-
ses con los bandidos. Es muy probable que se hu­
bieran alarmado simplemente al ver las tropas que
marchaban a lo lejos, ya que muchos pánicos lo­
cales nacieron de este modo (y más adelante da­
remos algunos ejemplos de ello), pero tampoco
es imposible que temieran que los nanteses llegaran
para apoderarse de los trigos todavía disponibles,
puesto que había antecedentes en tal sentido. En
efecto, el 19 un destacamento había ido a Paim-
boeuf para apoderarse de algunos lanchones car­
gados con grano así como de la pólvora que había
llevado el botín a Nantes el 20. De este modo la
escasez y la rivalidad entre ciudades y campaña
se habrían combinado con las crisis políticas para
engendrar el pánico en el Oeste.
En otras regiones el origen de los pánicos está
en la situación económica y en el temor a los va-
198 GÉOHGES LEFEBVKE

Puede alegarse —como lo hace Beugnot— •que no


fueron más que instrumentos y que las pruebas dé
la intriga :se •deben buscar en el mismo punto' de
partida —pero justamente, jamás se llega a esos
puntos de partida—. - Y al descubrirlos se ve que
no son más de diez y que están' diseminados arbi­
trariamente. Por lo tanto, ¿a qué queda reducida
la leyenda de los correos expedidos metódica­
mente?
Por último, el argumento básico que en el fon­
do inspiró la idea del complot es, para algunos, aue
el gran pánico, debía favorecer la contrarrevolu­
ción, mientras para otros debía provocar el arma­
mento y los disturbios agrarios. Es evidente que
no favoreció a la aristocracia, pero también es cier­
to que, si bien favoreció los progresos del arma­
mento y provocó nuevas revueltas agrarias, no fue
indispensable para que esto ocurriera. Creemos
haber probado que el armamento empezó desde
el momento mismo en que cundió el temor a los
vagabundos y se aceleró cuando se creyó en la
existencia del complot aristocrático —mucho antes
de que se desatara el gran pánico- y por cierto,
no entraba en los planes de la burguesía conce­
derlo a los campesinos. En cuanto a. las revueltas
agrarias, las del B ocage normando, Henao, F ra n -'
co Condado, Alsacia y aun la del . Mácónnais son
anteriores al gran pánico y la única que podemos
atribuirle es la del Delfinado. Hay tan poca vin­
culación entre la revuelta agraria y el gran pánico,
que éste no aparece en la misma área que la pri­
mera, salvo el Delfinado. Y al contrario, la revuelta
del Franco-Condado engendró el pánico en el Pis­
te, mientras que las sublevaciones del Bocage, He-
nao y Alsacia no provocaron ningún pánico. Y más,
todavía: habría que demostrar que la burguesía
revolucionaria deseaba una revuelta campesina,
cuando todo parece indicar lo contrario,
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 199

Por lo tanto, el temor ante los bandidos y los


aristócratas, la revuelta campesina, el armamento
y el gran pánico son cuatro hechos distintos, aun­
que haya entre ellos conexiones evidentes y para
estudiar el último esta noción fundamental debe
determinar el método que se seguirá.
202 GEOKCES L E FE B V R E

gabundos. E l de Ciennontois nació de la inquietud


que se sentía respecto de la cosecha y de un con­
flicto entre cazadores furtivos y guardas, cuyo tu­
multuoso enfrentamiento, al ser percibido desde
lejos, espantó a los habitantes de Estrées-Saint-De-
nis. El 26 de julio, el preboste de la guardia pública
escribía al intendente diciéndole: "El domingo por
la tarde algunos. cazadores furtivos tuvieron una
querella bastante viva con algunos guardas en el
dominio de Estrées-Saint-Denis, situado a cuatro
leguas de aquí, Los habitantes de esta parroquia
que, lo mismo que los de la campaña, tienen la idea
fija de que vendrán a segar sus trigos, al ver de
lejos el tumulto provocado por los cazadores y los
guardas, se imaginaron que se trataba de gente
malintencionada que venía a devastar sus tierras.
Tocaron la alarma y reunieron a todos los habi­
tantes, y lo mismo hicieron las parroquias vecinas."
Es posible que al descender el valle del Oise, la
corriente así creada fuera reforzada por otro in­
cidente pues e l 28.se informó a los electores parí-'
aenses que el saqueo de dos barcos cargados coa
granos había causad ;■una intensa emoción en Beau-
mcnt. En este caso reaparece la escasez. La alarma
llegó a Mor.tmorency, donde algunos hechos nuevos
la agravaron. Según el Journal d e la Viüe uno de
ellos fue ‘‘Ja agrimensura que precede a la cosecha.
Se plantan jalones para dividir las parcelas de. tie­
rra que se entregarán a los jornaleros para que las
sieguen”, pero al verlos de lejos, se habría tomado
a éstos per salteadores. Más digna de fe parece la
versión de la Feu ille politiqu e de Le Scéne-Des-
maísons: “Un grupo de jornaleros había ofrecido
sus servicios a un arrendatario cuyes granos esta--
ban listos para ser cosechados. Como éste se negó
a pagarles el precio que pedían, el espíritu de anar-
quía los llevó hasta ¡a amenaza. Dijeron que aunque ,
se opusiera cortarían el trigo y arruinarían su eo-
LA. BEVOLUClÓN FRANCESA 203

secha. El hombre, asustado, corrió a pedir ayuda.


La noticia se difundió muy aumentada. La alarma
sonó en todas las parroquias adyacentes,” Una ex­
plicación análoga nos llega del terror de Soissonnais,
que se originó en la llanura de Béthisy, entré
Verberie y Crépy-en-Valois. En verdad, es probable
que sólo fuera una rama de la corriente nacida en
Clermontois y que lo que ocurrió en Béthisy hiciera
de amplificador, pero el duque de Gesvres, cuando
escribió al duque de La Rochefoucauld-Liancourt,
presidente de la Asamblea Nacional, el 28 por la
tarde, la presentó como autónoma. Sea como fuere,
su causa es del mismo tipo: esos rumores tuvieron
como origen algunas palabras pronunciadas —se­
gún se afirma— por cinco o seis extranjeros algo
bebidos que. estaban echados cerca de los trigos,
y que decían que iban a cortarlos porque un arren­
datario les habla rehusado lo que ellos pedían...
También la municipalidad de Crépy-en-Valois ex­
plicó él pánico de ese lugar atribuyéndolo a la
disputa de doce campesinos que habían reñido en
medio de granos todavía no segados. La de Meaos
informó que' algunos segadores '"habían cortado
el centeno perteneciente a algunos arrendatarios
' contra la voluntad de éstos porque se habían negado
a darles alimento”. En Roye, el incidente de los
cazadores furtivos con los guardas de caza del rey
“en el bosque de Oompiégne” fue vinculado con el
de los segadores, pero este último fue atribuido a
. un arrendatario “expulsado”, es decir, cue había
sido rechazado en favor de un competidc-r que ha­
bía aceptado condiciones más onerosas y que se
había vengado de su sucesor haciendo que le cor-
••taran'dos jornadas ce trigo verde. Estas explicacio­
nes coacuerdan perfectamente con lo que sabemos
sobra los conflictos entre agricultores y segadores,
endémicos en toda esta región, así como del “de­
recho de mercado”, tan popular en Picardía, y que,
204 GEOBGES LEFEBVRE

a pesar de los edictos, impedía que se tomara en


arriendo un campo o "mercado” sin previo acuer­
do del arrendatario saliente.
Según el Journal d e Troyes del 28 —confirmado
por una carta del subdelegado—, el 24 de julio nació
el pánico de la Champaña meridional en Maiziéres-
la-Grande-Paroisse, Origny y “otras adyacencias”,
ubicadas al star de Romüly. Corrían rumores de que
los bandidos estaban en el cantón, pues se decía que
se los habla visto entrar en los bosques. "Se toca a re­
bato y tres mil hombres se reúnen para ir a la caza
de los presuntos bandidos. . . pero los tales bandi­
dos no eran más que un hato de vacas.” Quizá po­
dríamos aceptar esta explicación, pues hay muchos
ejemplos de casos semejantes, y algunas alarmas
nacieron porque a la vera de un bosque alguien oyó
el zumbido misterioso de anímales que pastaban,
o vio a lo lejos la polvareda levantada por el paso
de un rebaño. Pero si así fuera, el pánico de Cham­
paña hubiera tenido como origen la causa más in­
significante de todas. Sin embargo podemos suponer
que este caso era semejante al del pánico nantés, y
que en algo influyeron las expediciones de los ha­
bitantes de la ciudad en búsqueda de subsistencias,
pues el 18 hubo un tumulto en Nogent y el 20 en
Pont, mientras Romilly no debía estar mejor provista
que ellas.
El pánico de Rufíec que se difundió en Poitou,
la meseta central y toda Aquitania, se vincula con
el temor a los vagabundos y nos recuerda la conmo­
ción de Sceaux, de la que ya hemos hablado. Le-
febvre, secretario de la intendencia de Limoges, nos
relata la causa en una carta escrita por el subdele­
gado; según él, fue provocada por ‘la aparición de
cuatro o cinco hombres disfrazados de religiosos
de la Merced que pedían limosna para la redención
de los cautivos. Se presentaron en diferentes casas
donde no siempre fueron bien recibidos. Descon­
LA DEVOLUCIÓN FRANCESA 205

tentos con la suma recaudada, abandonaron la ciu­


dad amenzando con volver muy pronto y en mayor
número, pero no se los había vuelto a ver,- sólo se
habían retirado a un bosque próximo. Ese pequeño
hecho, que con gran exageración fue transmitido
hasta mucho más lejos, causó el terror.” Por otro
lado, sabemos que el 28 fue arrestado un hombre
que había anunciado “la existencia de bandidos y
húsares en el bosque vecino”. Alterado por todo lo
que había oído contar sobre los bandidos, había
creído verlos. Con su terror amplificó la noticia
que había originado la alarma, y su relato se pro­
pagó. Así por ejemplo, en Angulema, ya no se ha­
blaba de mendigos disfrazados sino de bandidos
reunidos en los bosques. Si creyéramos al cura de
Vançais, otra versión corría al oeste de Ruffec: "una
banda de contrabandistas y ladrones hambrientos,
escondidos en los bosques de Aulnay, de Chef-Bou-_
tonne y de Chizé, habían realizado incursiones sobre
las aldeas vecinas para buscar pan.” A través de
estos relatos vemos que junto con el miedo que se
sentía frente a los vagabundos aparece otro elemen­
to esencial: la aprensión que inspira el bosque. Pe­
ro un detalle —la mención de los húsares— permite
•descubrir que también se creía en el complot aris­
tocrático.
En cuanto al pánico del Maine, no podemos decir
qué incidente lo provocó, pero debió producirse
en los alrededores de La-Ferté-Bemard: muy cer­
ca de allí se encuentra Montmirall, cuyo bosque
alimentaba una fábrica de vidrio y que entre 1789
y 1792 fue un centro permanente de perturbaciones,
cada vez que encarecía el pan. Es muy probable
que el pánico naciera como consecuencia de una
incursión de los obreros, o de circunstancias seme­
jantes a las de Ruffec.
De este modo, los pánicos primitivos o que die­
ron origen al gran pánico, tuvieron la misma causa
206 GÉORGES iOEFEBYRE

que las alarmas anteriores y las más activas de estas


causas fueron de orden económicosocial. Las mis­
mas que siempre habían alarmado a las campañas
y que la crisis ds 1789 sólo había logrado exaspe­
rar, ¿Pero por qué esta vez el pánico en lugar de
localizarse se propagó? ¿Por qué la parroquia que
se alarmaba se apresuraba tanto a pedir socorro?
Porque a fines de julio la inseguridad parecía más
amenazadora que nunca y porque en vísperas de la
cosecha los ánimos estaban más inquietos que en
cualquier otra época. Y también porque el complot
aristocrático y la noticia de que los bandidos habían
salido de París y de las grandes ciudades adjudi­
caban una significación mucho más terrible a la
aparición del más inofensivo vagabundo. Por últi­
mo, poique los saqueadores se habían. convertido
en los instrumentos dé los enemigos del Tercer E s­
tado y pareció muy natural apelar a la solidaridad
nacional y a esa federación que ya se esbozaba entre
ciudades y burgos. Y por las mismas razone?, aqué­
llos cuyo auxilio se pedía no dudaron ni un instante
de que la noticia huera verdadera, de modo que a su
vez ellos mismos la propagaron.
C a p ít u l o XIV

LA PROPAGACION
DE LOS PANICOS

Es evidente que muy a menudo, ciertos individuos


que carecían de toda atribución de mando se encar­
garon de propalar el pánico. Algunos creían cumplir
con un deber cívico al solicitar el envío de soco­
rros; otros querían poner sobre aviso a parientes
o amigos;, los viajeros contaban lo que habían vistcr
u oído, y sobre todo, muchos fugitivos se dedicaron
a exagerar el peligro para no ser acusados de co­
bardía. Los relatos de la época reproducen nume­
rosos incidentes pintorescos. En Confalens, un mo­
linero que venía de Saint-Michel, al entrar al barrio
de Saint-Barthéiemy, se adelantó a un tal Sauvage,
aserrador. Este último iba corriendo hacia su casa
y pedía ayuda, pues se había enterado que la guar­
dia pública estaba en Saint-Georges, que distaba
sólo un kilómetro del lugar. Al ver al molinero, le
gritó que espoleara a sus caballos y diera la alerta
a la ciudad. El otro le respondió: “No os preocu­
péis, vendrán todos.” Sauvage llegó a su casa, temó
su fusil y corrió a enfrentar a los bandidos, mientras
el molinero recorría las calles a los gritos incitando
a k gente a armarse. Pero estos buenos patriotas
no fueron recompensados por su celo: cuando ei-
pánico se calmó, el comité los puso presos. E l 29
por ía mañana en Roch echouart, el señor Longeau'
208 CEOKGES LEFEBVEE

des Bruyéres, de Oradour-sur-Vayres, llegó a caba­


llo por la ruta de Chabanis. Gritaba que "él huía,
que él venía de Champagne-Mouton donde había
visto degollar a viejos, mujeres y niños; que es ho­
rrible, espantoso; que todo ha sido pasado a sangre
y fuego; que corre a su casa para poner en seguri­
dad a su gente. ¡Resistid! ¡Ayudadnos! ¡Adiós,
adiós! ¡Quizá sea la última vez!" Y desapareció al
galope. Quienes introdujeron el pánico en Limoges
fueron: primero, un canónigo de la orden de Santa
Genoveva (de la abadía de Lesterp, cerca de Con-
malens) que se había asustado mucho durante la
noche que había pasado en Rochechouart al oír,
hacia las dos de la mañana, algunos “gritos y la­
mentos”, por lo cual había montado inmediatamen­
te a caballo; después, un ex guardia de corps al
que se le había dicho que llegaban los bandidos
mientras estaba cazando, por lo cual había corrido
a prevenir al intendente, y, por último, un ar­
quitecto que volvía de viaje y que en el camino
había recogido la noticia la tarde del día anterior.
En Castenau-Montrátiér (Quercy) apareció de gol­
pe el director de las mensajerías de Cahors, mon­
tado en un mulo que le habían prestado los capu­
chinos, “excitado solamente por la alarma y los ho­
rribles tumultos de la ciudad’’. En Samer, en el
Boulonnais, el pánico fue provocado por “algunos
viajeros"; en Saulieu, en Auxois, por el médico d e l'
pueblo que volvía de Montsauche; a lo largo de
la orilla izquierda del Sena, desde Fontainebleau
hasta Villeneuve-le-Roi, el pánico fue difundido
por los hermanos Gaudon, comerciantes en vino de
Boignes (en Gátinais). Y “una persona que llegaba
en la posta y que fue testigo de los excesos que se
permite esta canalla” confirmó a un diputado de
la nobleza —cuyas cartas a la marquesa de Créquy
poseemos— el robo de las cosechas de Montmorency,
Pero también se encargaron de propagar el pá­
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 209

nico —quizá no deliberadamente pero sí con méto­


d o - algunas personas que gozaban de crédito y
hasta las mismas autoridades. En general los curas
consideraron que era su obligación prevenir a sus
colegas y a sus amigos nobles, tanto, que en el
Maine aquéllos figuran en primer plano por haber
sido prevenidos por una carta del intendente de
Mans. En Vendóme, el cura de Mazangé avisó a la
municipalidad; en Lubersac (Périgord) el vicario
de Saint-Cyr-les-Champagne se precipitó a anun­
ciar que su aldea era presa de los bandidos; y un
cura corrió a todo lo que daba a Sarlot para con­
tar que Limeuil había sido incendiada durante ía
noche. En el Bourbonnais, el cura de Culant es­
cribió al de Verdun, quien a su vez envió un men­
saje a su colega de Maillet. Los gentiLshombres y
sus administradores actuaron del mismo modo. En
el Delfinado, quienes primero hablaron de la alar­
ma que cundía en Aosta fueron el abad de Leyssens,
la dame de Aosta, el caballero de Murinais y el
agente de la condesa de Valin, que a su vez acudió
a La Tour-du-Pin. En el Poitou, el administrador
del castillo de Maulevrier envió mensajeros a todas
partes pidiendo a los curas que armaran a sus fieles
lo mejor posible y acudieran en auxilio de Cholet.
También cerca de Neuvic, en Périgord, curas y no­
bles transportaron la noticia; la señora de Plaigne
mandó un correo al barón de Bellinay para que a
su vez advirtiera al barón de Drohuet. Este había
recibido también otros avisos enviados por nobles y
eclesiásticos —entre otros el prior de Saint-Angel—
y se encargó de escribir al mismo barón de Bellinay
y al cura de Chillac. Son incontables los hechos del
mismo tipo que ocurrieron en todas partes. Los no­
bles enviaban a sus criados que, al atravesar a ca­
ballo las aldeas, difundían la alarma. Como los
campesinos muchas veces no los conocían, surgen
210 GECEGES LEFEBVEE

en los relatos muchos correos desconocidos o mis­


teriosos. -
Pero seguramente quienes desempeñaren el pa­
pel más curioso fueron las autoridades. Hoy en día,
primero procurarían informarse por teléfono antes
de prevenir a la población, y por cierto, también en­
tonces procuraron asegurarse enviando algunos.in­
formantes, o encargando a la caballería o a la guar­
dia pública que revisaran la campaña. Pero sabían
que pasaría muebo tiempo antes que se aclararan
las cosas; por lo tanto, consideraron prudente to­
mar de inmediato algunas precauciones, informar a
las parroquias y pedirles ayuda. Por lo tanto, las
municipalidades y los comités .expidieron correos y
hasta redactaron algunas circulares en este sentido.
Esto hicieron, por ejemplo, los comités de Confolens,
Uzerche y Loa-ie-Sauníer. E l da Evreux previno a
los burgos de los alrededores el 22 y 23 de julio y
el 24 envió una circular impresa a ciento diez pa­
rroquias del campo. Algunos jefes de milicia se arro­
garon el mismo derecho: el de Belléme dio la alerta
a Morcagne; el 28 de julio en Colmar, el coronel
de la milicia —que era uno de los presidentes del
Consejo soberano— incitó a las comunidades rurales
a armarse. Pero tampoco se quedaron atrás las
autoridades d -l antiguo régimen, sobre todo los
jueces reales y los subdelegados: una carta del juez
de Lubersac alarmó a Uzarche; y el procurador tío
justicia de Yiliefranche-de-Belvez contribuye mu­
chísimo con sus cartas a que el pánico llegara des­
de Férigord a Quercy. El subdelegado de la Chá-
taigneraíe lo difundió en toda su circunscripción y
en especia! en Secondigny. Algo mejor liizo el ce
Moissac: indicó a los curas que tocaran a rebato.
Las comisiones intermediarias de las Asambleas pro­
vinciales intervinieron con menos frecuencia, peí o
podemos citar a la de la généralité de Soissons —o
por lo menos a su procurador síndico—, cuyo aviso
LA REVOLUCION FRANCESA 211
alertó a la ciudad de Guisa, y a la del distrito de
Neufcháteau, que comprometió a las aldeas a to­
mar las armas y a estar listas “a la primera alarma".
El 31 de julio, los comisarios de las comunas de
Provenza reiteraron a las parroquias el consejo de
organizar milicias para rechazar a los bandidos que
habían sido anunciados. E l l 9 de agosto, cuando
ocurrió la primera alarma en Toulouse, el parlamen­
to dio una resolución autorizando a todas las co­
munidades a armarse y tocar a rebato.
Pero aun más característica, es la conducta de
algunas autoridades militares. La guardia pública
de Bar-sur-Seine llevó el pánico a Landreville y
la de Dun lo confirmó en Guéret; lo mismo hizo
en Boye el marqués de Bains, inspector de la guar­
dia. En cuanto llegó a Belfort el comandante del
jugar, coude de Lau, advirtió a las parroquias cir­
cundantes que llegarían los bandidos y que debían
estar prontas a defenderse. Por último, el marqués
de Lasgeron, que mandaba las tropas en el Franco-
Condado, contribuyó más que ningún otro a di­
fundir el terror en su zona. En una circular que el
16 de julio llegó a Morez y a Saint-Claude (y que
por lo tanto no podía ser posterior al 14) anunció
■ que en la provincia había entrado una banda de
doscientos habitantes del Vóge —como sobre este
hecho no existe ningún otro testimonio, probable­
mente su existencia habla sido aseverada sólo por
un pánico local—. En cuanto comenzó la devasta­
ción de los castillos, se apresuró a atribuirla a los
bandidos mediante una circular del 23; mientras
que el 24 una tercera circular indicaba que otro
grupo venía desde Borgcña y avanzaba a través
de la región. Por todo esto, Vernier de Bians, te­
niente de la guardia pública de Salios, quien re­
dactó un informe sobre las revueltas del Franco-
Condado, no vaciló en responsabilizar de ellas a
Langeron y en acusarlo de actuar así a propósito.
212 CEOBGES LEFEBVBE

Cronistas de Clamecy decían lo mismo de Dela-


rue, subdelegado, juez de la castellanía y más tar­
de presidente del departamento. Aunque en reali­
dad éste se había enterado de la llegada de los
bandidos por una carta que el bailío de Coulanges
había entregado a un maestro de danza de Cla­
mecy que iba a dar lecciones y luego volvía, había
leído la carta en pleno mercado y había hecho di­
fundir la noticia por un soldado de la guardia
pública.
También se ha sospechado con insistencia del.
papel que en todo esto desempeñaron los correos
y los postillones de la administración postal. Aun­
que se ha exagerado mucho sobre esto, los docu­
mentos dan fe de su intervención. Por ejemplo: un
correo de la posta de Conchy-Ies-Pots contribuyó
a difundir el pánico en Roye; un jefe de posta de
Saint-Jenien fue el primero que llevó noticias del
pánico a Limoges; el preboste de Soissonnais de­
tuvo en Clermont al correo que el jefe de posta de
Saint-Just había enviado para que anunciara que
el país estaba pasado a sangre y fuego; en Angu­
lema un postillón de Churet transmitió el pánico
de Ruffec: dos jueces de la elección contaron que
“un campesino” había dicho "que en el bosque
había una banda de bandidos y ladrones”. La pro­
pagación del pánico por obra de los correos se
nota en particular en la zona comprendida entre
Valence y Aviñón: pues allí se transmitió de posta
a posta y por consiguiente con gran rapidez. Pero
todo esto es muy lógico: si tantos viajeros hicieron
circular la noticia de que se aproximaban los ban­
didos, ¿por qué no habrían de hacer lo mismo los
que los conducían? Y si las mismas autoridades se
preocupaban por hacerla conocer oficialmente, ¿qué
otro medio existía sino el de confiarla al correo? El
29 a las cinco de la tarde, la municipalidad de
Angulema recibió un correo enviado por la de Bur-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 213

déos para requerir mayores precisiones sobre el


pánico de Ruffec, del que. ya se tenían noticias.
Dicho correo llevaba una carta sin sellar y se le
había recomendado que, si la alarma no era con­
firmada, lo dijera en todos los lugares por donde
pasara. Es probable que en el viaje de ida hubiera
mostrado y comentado la carta que se le había
confiado, y éste es el correo del que se ocupó la
Asamblea Nacional en su sesión del 8 de agosto.
Sin embargo, de todo esto no debemos concluir
que tantos personajes importantes carecieran de to­
do sentido crítico, pues en verdad hubo muchos
incrédulos. En Girnont (Lomagne) el barón de
Montesquieu se negó a creer en la existencia de
bandidos; el conde de Polastron prohibió que se
tocara la alama —aunque no obtuvo el menor éxi­
to—; un oficial que estaba de permiso en Saint-
Clair, cuando se le dijo que cuatro mil bandidos
acudían a Lauzerta, escribió irónicamente; "Estoy
seguro de que no los han contado.” A través de la
descripción del pánico de los alrededores de Saint-
Girons que hace el conde de Terssac en sus memo­
rias, él era igualmente escéptico. Algunos persona­
jes, de menor importancia se opusieron también con
gran audacia a la propagación del miedo: en Saint-
Privat-des-Prés, cerca de Ribérac, un administrador
llamado Gouand detuvo la alarma a pesar de la
oposición del comité y como se ío injurió.y amenazó,
hizo poner en prisión a tres habitantes." EL cura de
Cástelnau-Montratier preguntó a sus fieles si "los
enemigos habían llegado en globo” y detuvo la alar­
ma, mientras el cura de.Vers, en Ágenais, no permi­
tió que se la tpcara. En Frayssinet-Ie-Gélat, el'abogan­
do Delord, luego de haber revirado los periódicos Se­
gó a la, conclusión qüe el pánico-cárécía de todo
fundamento “porque si los ingleses o los españoles
hubieran penetrado en Francia ne hubieran podido'
•introducirse eb el corazón mismo, de la provincia '
214 CEORCES LEFEBVRE

de Guyena sin que lo hubiéramos sabido de inme­


diato y en cambió fueron los ejercicios de tiro de
algunas ciudades de estas provincias las qüe hicieron:
creer que habían entrado los enemigos”. El sub­
delegado de Moissac expresó la misma opinión- pero
eso no le impidió tomar todas las medidas destina­
das no sólo a rechazar a los bandidos sino también
a convencer a todo el mundo de que efectivamente
éstos existían.
Esto se debe en primer lugar al hecho de que el
temor estaba tan generalizado (el mismo Bonald,
futuro oráculo de la contrarrevolución y para ese
entonces intendente de Millau, no opuso la menor
objeción a la noticia de su llegada) que un admi­
nistrador consciente de sus responsabilidades y des­
provisto de todo medio rápido de información no
podía evitar que tal novedad lo impresionara a
pesar de las más sensatas reflexiones. Dom Mau-
duit, prior de Saint-Angel, expresó muy bien este
estado de ánimo en su carta al barón de Drouhet:-
“Scbre todo, no bay ninguna seguridad de que los
relatos sobre los bandidos sean veríd icos... Pero
como no hay fuego sin humo y como después de
todo lo que pasó en París es bastante probable que
se haya formado tal confederación, todo el mundo
se reúne para montar guardia de día y de noche. :
Por eso mismo convendría que vos nos imitarais.''
Por otro lado la incredulidad también era' peli­
grosa. ¿Acaso no se podía sospechar que los que
hacían gala de ella y se negaban a tomar medidas
de defensa no intentaban adormecer, al pueblo? Si
así fuera, eran cómplices de los bandidos y en con­
secuencia también de los aristócratas, y esto'podía
costarles bastante caro. E l prior d e . Nueil-sous-.
les-Aubiers (Foitou) tranquilizó a sus campesinos'
diciéndoles que era imposible que, tai como se
contaba, veinticinco mil bandidas hubieran caído
sorpresivamente sobre Nantes, y que aun si esto
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 215

hubiera ocurrido una ciudad de ochenta mil habi­


tantes se hubiera defendido adecuadamente. Pero
mientras tanto, como unos cuatro o cinco mil hom­
bres ya;.habían acudido a Aubiers y murmuraban
contra ál porque no había llevado a su parroquia,
tuvo que ir a dar explicaciones. E l peligro nacía
con mayor facilidad porque quienes habían llevado
la noticia se sentían heridos en su amor propio cuan­
do no se los tomaba en serio y no cesaban de hablar
mal de quien había tenido el desparpajo de actuar
de tal modo. Para corroborar lo que decimos hay
que leer el relato .del pánico de Limoges que realizó
el secretario de intendencia cuyo nombre ya he­
mos. citado. Ante la primera noticia, el intendente
d’Ablois envió la información y no pensó más en
ello. Un canónigo de la orden de Santa Genoveva
fue a Rochechouart y anunció que eran mil cien
hombres. “Señor prior”, respondió riendo d'Ablois,
"parece que los bandidos se reclutan muy rápido
pues esta mañana sólo se hablaba de unos quinien­
tos." “Señor", respondió el interlocutor algo picado,
"informo lo que he visto y oído; vos haréis lo que
os plazca; yo me retiro.” Pero todo fue muy distinto
al mediodía cuando llegó ai galope y fusil al hom­
bro el guardia de corps Malduit. D'Ablois estaba
almorzando. <-Yo no creía que un guardia se asusta­
rá con. tanta facilidad; creedme; tranquilizaos, sen­
taos a la mesa y comed una costilla; los bandidos os
darán tiempo.para ello.” El otro lp tomó a mal;
“Señor, yo no tengo miedo,-simplemente, cumplo
con una misión muy importante; si vos no me creéis
otros prestarán , mayor atención a la advertencia
que acabo de haceros.” Muy pronto circuló en toda
la'ciudad el rumor de que d’Ablois quería entregar
la ciudad a lo.s que trabajaban para la aristocracia
y sus mismos secretarios tuvieron que intervenir
para que se decidiera a ser más prudente y a actuar
de otra manera. Sin embargo, recibió del mismo
216 GEORCES LEFEBVHE

modo al día siguiente al arquicteto Jacquet, cuando


éste vino a anunciarle la llegada de cuarenta mil
españoles: "Hasta este momento, señor Jacquet,
os había creído un hombre razonable; ahora temo
que os hayáis vuelto loco. ¿Cómo habéis podido
creer una historia semejante? ¡Cuarenta mil es­
pañoles! ¡Id a descansar y no habléis con nadie de
esto, pues se burlarán de vos!" Pero al contrario,
Jacquet, muy ofendido, se lo contó a todo el mundo
y todo el mundo le creyó, Y el asunto hubiera ter­
minado muy mal si el pánico no se hubiera calmado
ai recibir informaciones más precisas.
Con todo hay un dato que permite suponer que
las autoridades constituidas, desafiando tales ries­
gos, se abstuvieron de propagar el pánico y hasta
lograron detener su marcha: es el hecho de que
algunas regiones no padecieron el gran pánico.
Por cierto, es posible que no llegaran a experimen­
tarlo porque el alejamiento, la dificultad de las
comunicaciones, la diferencia de idioma y su poca
población contribuyeron a preservarlas. Pero estos
factores también influían en ciertas zonas donde
hubo pánico y es más probable que algunas autori­
dades hayan logrado imponerse por su sangre fría
y por el ascendiente que ejercían sobre la población.
Este debió ser el caso de las municipalidades de Bre­
taña cuya conducta después de 1788 inspiró gran
confianza y que mucho antes que todas las otras,
supieron tomar las medidas adecuadas para contener
tanto a la aristocracia como al bajo pueblo. Al me­
nos ésta es la opinión del corresponsal de la Gu-
zette d e L ey d e que el 7 de agosto escribía: "Se
temía más por Bretaña y sin embargo es la provin­
cia más tranquila gracias a la buena política de los
burgueses que se armaron desde el primer momen­
to." Lejos de engendrar el desorden, medidas tales
como la revolución municipal y el armamento po­
pular tranquilizaban al Tercer Estado, e imponían
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 217

la calma —y esto ya lo decían los revolucionarios—.


Pero cuando se desató el pánico, ambas disposicio­
nes sólo comenzaban a aplicarse y en la mayoría de
los casos nadie osaba oponerse al torrente.
A pesar de todo el pánico no se propagó tan rá­
pido como se ha hecho creer. Desde Clermont en
Beauvaisis hasta el Sena, que sólo distan unos cin­
cuenta kilómetros, necesitó unas doce horas diur­
nas; desde Ruffec .hasta Lourdes recorrió unos qui­
nientos kilómetros en nueve días completos: la
velocidad que empleó en este caso fue sólo la mi­
tad de la que utilizó en el otro, pero hay que tener
en cuenta que de noche debió avanzar menos rá­
pidamente. Se puede admitir que durante el día
recorría unos cuatro kilómetros por hora. Desde
Livron llegó a Arles (ciento cincuenta kilómetros)
en cuarenta horas, lo que significa que en promedio
—tanto de día como de noche— hizo cuatro kilóme­
tros por hora; pero en esta oportunidad fue trans­
mitido por los correos de la posta cuya velocidad
era inferior a la de los correos extraordinarios de los
que ya hemos hablado. Si como nosotros pensamos
esta difusión fue espontánea, tal marcha parece
bastante rápida, pero aquellos que la atribuían a
correos enviados expresamente por los conspirado­
res debían considerarla muy lenta.
C a p ít u l o XV

LOS PANICOS D EL ANUNCIO

En general —aunque no siempre— ía mera noti­


cia de que los bandidos estaban a la vista origina­
ba un pánico. En estos casos parece que las circu­
lares de las autoridades tuvieron menos potencia
. emotiva que la propagación oral o las cartas par­
ticulares. Por ejemplo, la mayoría de las parroquias
a las que llegó la circular del comité de Evreux no
parecen haberse preocupado demasiado. Tampoco
las de Langeron provocaron movimientos convul­
sivos pues las aldeas se limitaron a ponerse a la de­
fensiva. En estos casos en especial es muy impor­
tante no confundir el temor a los bandidos con el
gran pánico. Sin embargo una tal sangre fría puede
considerarse verdaderamente excepcional: de cada
uno de los pánicos primitivos —que no fueron muy
numerosos— derivaron otros, en increíble cantidad,-
que podemos llamar los pánicos del anuncio.
Estos han sido descriptos muchas veces y el gran
pánico es su rasgo más conocido, o aun el único
que conocemos. Se empieza por tocar la alarma que
muy pronto resuena durante horas en cantones ín­
tegros. Las mujeres, que ya se ven violadas y ma­
sacradas con sus hijos en medio de las aldeas en
llamas, lloran y se lamentan, huyen hada los bos­
ques o por los caminos, llevando algunas provisio­
nes y ropas juntadas al azar. Muchas veces los hom-:
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 219

bres las siguen, después de enterrar lo que más


aprecian y de dejar a los animales sueltos por el
campo. Pero con mayor frecuencia todavía, ya sea
por respeto humano, coraje, o temor a la autoridad
tradicional, acuden al llamado del síndico, el cura
o el señor. Entonces comienzan los preparativos
para la defensa, bajo la dirección del señor mismo
o de un ex militar. Todos se arman como pueden;
se colocan centinelas y barricadas a la entrada de
la aldea o el puente y se envían algunos destacamen­
tos a los alrededores. Al caer la noche circulan al­
gunas patrullas y todo el mundo permanece alerta.
En las ciudades se realiza uña verdadera movili­
zación y podría creerse que se está en una plaza
sitiada; se requisan los víveres, se reúne la pólvora
y las municiones, se reparan las murallas y se pone
ia artillería en posición. En medio de esta terrible
confusión ocurren toda clase de incidentes conmo-_
vedores, cómicos o trágicos. En Yervins saltó un
barril de pólvora y hubo algunas víctimas. En Mag-
nác-Laval, se escaparon los alumnos del colegio y
el director desesperado interpeló a todas las auto­
ridades vecinas. Algunas veces los campesinos em­
piezan por poner en orden sus cuentas con Dios y
por ejemplo el prior de Nueil-sous-les-Aubiers (Poi-
tou) y los curas de Capinghem y de Ennetiéres (en
Flandes) les dieron la absolución general. En Ro­
chelean, en el Jura, el informe, probablemente re­
dactado por el cura, destaca tan buenas disposicio­
nes y dice que los habitantes, despertados en plena
noche, “comenzaron por implorar Ja misericordia di­
vina y la intercesión de la Santa :Virgen y de San
Bautista,'patrón de la parroquia.- Para ello, a las
cuatro de la mañana, se reunieron para asistir a una
misa solemne en la que hubo exposición y bendi­
ción del Santo Sacramento. También se hicieron
las oraciones públicas habituales en caso de cala-
lamídad. Luego prometieron a Dios enmendar su
220 • CEORCES lefebv h e

conducta, cesar toda división, reparar los daños si


los hubiera y una sincera renovación de su piedad.”
Pero debemos confesar que a menudo las escenas
son menos edificantes. Pocos relatos son tan pinto­
rescos como el de Jean-Louis Barge, secretario de
ia parroquia de Lavaila (ubicada cerca de Saint-
Etienne) y ex soldado. Desde el comienzo de la
alerta se apresuraron a atribuirle el mando de los
habitantes que irían a enfrentar a los enemigos.
“Los hombres que tenía bajo mis órdenes eran me­
nos que los que habían enloquecido y huido. . .
Champallier, uno de los que integraban la tropa,
se despidió de su mujer y de sus hijos diciéndoles:
‘¡No os volveré a ver!’ ” La noche trajo de vuelta
a los cobardes, pero al día siguiente, después que
el cura hubo absuelto al ejército aldeano, Barge
quiso prevenir un segundo desbande y dio la orden
de partida “so pena de ser fusilado de inmediato”.
Los adioses fueron patéticos. “Dije adiós a mi mujer
que tenía los ojos secos como yesca y a mi madre
que estaba como muerta y con los ojos llenos de
lágrimas; me dio un puñado de piezas de doce y
veinticuatro sueldos, me dijo un adiós eterno y de
inmediato se paso a orar.” Estaban por partir “bien
provistos de vino y guiso”, con un pífano y un tam­
bor a la cabeza de la columna, cuando llegó un
hombre de una aldea vecina gritando que el ene­
migo se acercaba. Todo recomenzó: "E l terror y la
desesperación se apoderaron de todo el mundo. Só­
lo se oían los gritos y los lamentos de las mujeres,
los niños y los viejos. Era el más triste espectáculo
que uno podía ver. Marie Pacher, la mujer de
Martin Matricou, temblaba tanto que tiró toda la
sopa de la escudilla que tenía en la mano mientras
gritaba a todo lo que daba: ‘Ay, pobres hijos míos,
que van a ser degollados', y cosas por el estilo. Su
marido, aunque fornido, era bastante miedoso y
quería tranquilizarla diciendo: ‘¡Te agarras a este
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 221

cagón de Fonterive; Manon, no tengas miedo!' Y


mientras le decía eso con tono inseguro, se lo veía
temblar. . . Nunca quiso ir con nosotros.” Desapa­
reció una parte del batallón y se inició la búsqueda
de los soldados que se habían ocultado mezclán­
dose con los otros fugitivos. "La Clémence, joven y
bonita sirvienta del cura, y la mujer de Tardy, lla­
mada Chorel, fuerón encontradas casi ahogadas,
con la cabeza metida en el heno y el resto al aire."
Cuando por fin Barge pudo conducir a su gente
hasta Saint-Chamond el pánico ya había termina­
do. Se los elogió, se los festejó y se los mandó de
vuelta: “al llegar a Lavalla ya no vi más tristeza; las
tabernas estaban llenas”.
Sí creemos en este relato, pleno de la maliciosa
simplicidad del campesino francés, los habitantes
de Lavalla tuvieron cierta dificultad para vencer
sus aprensiones, pero finalmente lo lograron y acu-_
dieron en auxilio de la ciudad vecina. En todas
partes encontramos la misma reacción contra el
pánico y con frecuencia fue más rápida. En el fondo
es muy inadecuado designar tales acontecimien­
tos con el nombre de gran pánico, porque no lo fue
el ardor guerrero que de inmediato despertó en los
•franceses el mismo peligro que los amenazaba, ni
tampoco lo fue el caluroso sentimiento que desde
el primer momento los hizo acudir en auxilio re­
cíproco. Complejo sentimiento en el que intervenía
en mayor grado la solidaridad de clase que enfren-'
taba al Tercer Estado con ia aristocracia, pero en
el que también se podía descubrir la prueba de que
la unidad nacional estaba ya muy avanzada por
cuanto los curas y los señores no vacilaron en mu­
chas oportunidades en ponerse a la vanguardia de
los grupos. Las ciudades fueron invadidas por enor­
mes bandas a las que no podían alimentar y por lo
tanto decidieron —aunque les costó hacerlo— man­
darlas de vuelta a sus hogares. En las orillas del
222 CEOHGES LEFEBVKE

Dordoña y del L o t los grupos reunidos parecían


ejércitos en campaña. Cuando el 30 los puertos de
Limeuil, Túnel y Linde pidieron ayuda a Mont-
pazier, la alarma sonó veinticuatro horas en toda
la región y se presentaron m ás de seis mil hombres.
Catorce curas condujeron ellos mismos a sus fie­
les. Al llegar en plena noche a la orilla del río ‘la
muchedumbre se asombró al ver que al otro lado
había más de mil fuegos encendidos”, cuenta el no­
tario de Montaigut. Eran los.campesinos de Péii-
gord, que también habían acudido y que habían
acampado al norte del Dordoña. Entonces se empezó
a retroceder para alcanzar a los refuerzos. Al día
siguiente, cuando pudieron entrar 'en contacto, ya
babla cuarenta mil hombres. Al mismo tiempo trein­
ta mi; hombres encabezados por los señores de la
región se habían reunido también a orillas del Lot.
en Libes y Fume!, Tales cifras despiertan nuestro
escepticismo y nos recuerdan las habituales exage­
raciones de ios cronistas de la Edad Media.
Sin embargo la imaginación popular quedó pro­
fundamente impresionada y el recuerdo del pánico
se conservó basta muy avanzado el siglo xix. Du­
rante mucho tiempo para los campesinos de Aqui-
Lania 1789 fue I’armo d e la .paou, pero fueron los
historiadores quienes generalizaron el nombre de
gran penioo. En muchas regiones, y en especial en
Champaña, se decía solamente el miedo, el terror
pánico, la alarma, el pavor.
-Mientras ocurrían -estos acontecimientos, circu­
laban muchos rumores que reproducían la opinión
popular sobre la fulminante propagación del temor,
Mientras los pánicos primitivos se vinculan princi­
palmente con las circunstancias económicas y socia­
les que habían generalizado la inseguridad, estes
rumores se refieren casi siempre a las circunstancias
políticas de la época, a la huida de los bandidos de
las ciudades sublevadas y a los manejos de los ans-
LA REVOLUCIÓN" FRANCESA 223
tócratas. En Vendóme, Mauges y Poitou se hablaba
de bandas de bretones —lo que se explica, sin duda
alguna, por la profunda impresión que habían pro­
vocada las revueltas de Bretaña y la actuación de
sus diputados en ios Estados generales—. En Baig-
nes, Saintonge y Dozulé (en el país de Auge) se
acusaba a los agentes fiscales, que habían quedado
sin trabajo. Pero én el resto del reino se aludía siem­
pre a los bandidos, ladrones y condenados a galera,
y a menudo se agregaba que venían de París o de
las otras grandes ciudades. Minuto a minuto aumen­
taba su número en cada lugar: en Champniers (Pé-
rigord) primero eran dos mil, después seis, catorce,
dieciocho y, de golpe, cien mil. Al norte de París
se decía que atacaban Jos sémbrados y cortaban los
granos verdes; lo mismo pensaban en algunos pun­
tos de ¿quitania meridional —Montastruc-la-Con-
seiliére y Saint-Giroos— aunque aüí agregaban que
además ¿avenenaban las fuentes y los pozos. Tam­
bién en Gramat (Quercy) se hablaba de un indi­
viduo que había sido detenido en Figsac con ocho
libras de veneno. Pero en general se les atribuye
simultáneamente saqueos, incendios y masacres y,
en los alrededores de Uzerche, se llega hasta hablar
de individuos que llevaban mechas de azufre.
A los bandidos se agregaban las tropas reales o
extranjeras. Al sur de París y en Picardía se indica­
ba . !a presencia de húsares. E l ejército alemán del
que se hablaba en Limagne seguramente se vincu­
laba con la reputación del Royal Ailemand, al man­
do del príncipe de Lámbese. El emperador aparecía
en Forges {en ei país de Caux), en Tulle, donde se
decía que estaba en Lyon y en Cayius ( en si Quer­
cy). Su intervención se explica per su parentesco
con la reina, pues en Forges se confundió a nada-
me de La Tour du Pin-Gouvemet con María Ántc-
níeta. En toda Aquitania, en el Poitou y hasta en
224 CEOBGES LEFEBVKE

Aquitania y Lemosín los españoles. En el Delfi*


nado se trata de piamonteses, y esta versión avanza
junto con el pánico hasta Figeac, Mende y Milllau; ’
en Malzieu (Lozére) se dice que han desembarca­
do en la costa del Languedoc, lo que quizá fuera
un eco de la alarma desencadenada en Montpellier
en el m es de mayo. En Mauges y el Poitou se teme
a los polacos, que llegarían por mar. Es evidente
que la situación geográfica orientó la imaginación
popular, pues al norte del Loira y en los alrededores
de París casi nunca se menciona a los extranjeros.
Pero también influyeron las lecturas, los recuerdos
de los ex soldados y la tradición oral. En Aquitania
todavía se hablaba a veces de húngaros y moros;
si los polacos entran en escena, esto se debe sin duda
a que Luis XV había sido suegro de Estanislao y
tampoco es difícil comprender por qué se descu­
bren bandidos genoveses al norte de Tolón. Pero
tales explicaciones sólo valen para las variaciones
locales; lo esencial, es decir, la llegada de extran­
jeros, se vincula con el complot aristocrático ,y las
supuestas maquinaciones de los emigrados. . ■
En efecto, a menudo se coloca a los príncipes
a la cabeza de tales bandidos e invasores. En Artois
se decía que llegaba el príncipe de Condé con cua­
renta mil hombres —pero con mayor frecuencia
todavía se aludía al conde de Artois—, En Uzerche,
venía de Burdeos con dieciséis mil hombres: “su in­
tención era disolver y dispersarla asamblea nacio­
nal, expulsar a todos sus miembros y restablecer a
su hermano con todos sus derechos y prerrogati­
vas". Célarié, agricultor de Bégoux (muy próximo
a Cahors), es más locuaz y mezcla sus recuerdos
clásicos con los relatos populares: “El conde de
Artois viene con cuarenta mil hombres; todos son
bandidos que trajo del reino de Suecia y otros par
ses del Norte. Han reclutado a todos los forzados
que han encontrado en las galeras del rey que están
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 225

en los puertos de Francia y a otros criminales que


estaban en las prisiones para formar y aumentar
la tropa; se dice que el tal conde, hermano del rey,
hace todo lo posible para reunir a todos los fugi­
tivos y vagabundos del reino de Francia, como hi­
cieron los vándalos en el año 406. Y que con este
temible ejército quería saquear a Francia y domar
al Tercer Estado, así como quiere que el clero y
los nobles contribuyan al pago de las recaudaciones
reales.” ¡
Con los príncipes aparecía asociada toda la aris­
tocracia. El comité de Mas-d’Azil escribía que se
había anunciado la llegada de "algunos miles de
bandidos, resto odioso de los asesinos de la capi­
tal, esos execrados instrumentos de la tiranía y de
la infernal conspiración”. En Fuisaye se decía que
varios malintencionados "han propalado que la no­
bleza y el clero enviaban esas huestes de bandidos.
para aplastar al Tercero". Y en Saint-Girons: "Esa
tropa está pagada por sacerdotes y nobles, que al
ver abortar sus proyectos en París y Versalles, re­
solvieron sembrar el hambre en las provincias.” “La
mera suposición de que el clero y la nobleza pro­
yectan aplastar a los habitantes de las aldeas, aun­
que esté totalmente desprovista de toda veracidad,
es muy peligrosa”, escribía el conde de Peységur al
comandante de Languedoc, quien le había comu­
nicado que tal convicción estaba muy difundida en
su distrito. E l cura de Touget, en Armagnac, tam­
bién creía en “esta empresa escandalosa” y con sólo
ver al prior del lugar que permanecía tranquilo en
medio del pánico llegó a la siguiente conclusión:
"O el tal monje no se desconcierta jamás, o forma '
parte del complot nobiUum" Tampoco el hecho de
que los señores participaran con gran celó en la"
defensa común contribuyó a modificar aquella ópi-
nión: se decía que.lo.hacían para disimular y sé
los consideraba cómo rehenes.. Los que permane-
226 GBORCES LEFEBVHE

cieron indiferentes fueron mal mirados y cuando se


descubrió que los bandidos no existían se pensó que
los nobles habían querido vengarse de los campesi­
nos jugándoles una mala pasada y haciéndoles per­
der su jomada. De aquí surgieron nuevas pertur­
baciones, a veces muy graves, de las que hablare­
mos más adelante. Por consiguiente el principal re­
sultado del gran pánico fue profundizar el odio que
ya se sentía contra la aristocracia y fortificar el
movimiento revolucionario.
C apítulo XVI

LOS RELEVOS

A pesar de que existieron circunstancias tan fa­


vorables para su difusión, el gran pánico no hu­
biera recorrido tantas distancias —desde Ruffec has­
ta los Pirineos, del Franco-Condado hasta el Me­
diterráneo— si los nuevos pinicos que se multipli
carón a lo largo del camino y le sirvieron de relevo
no hubieran renovado su poder expansivo. Para dis­
tinguirlos de los pánicos originales y de los pánicos
del anuncio, proponemos llamar a aquéllos pánicos
secundarios o pánicos de relevo.
Muchos de ellos fueron sólo una consecuencia
más o menos directa de los pánicos del anuncio. En
primer lugar, podía ocurrir que en cuanto llegara
un mensajero trayendo la noticia de que se apro­
ximaban los bandidos, otros aparecieran de inme­
diato, desde distintas direcciones. Por ejemplo en
La Chatre,' un notario de Aigurande —que a su vez
había sido avisado por el cura de Lourdoueix-Saint-
Michel— dio la primera alarma, pero al día siguien­
te (el 30) a las dos de la mañana, un correo de Chá-
teauroux, que ignoraba que. La Chatre ya estaba
sobre alerta, atravesó el barrio gritando que se ar­
maran -co n lo que provocó la segunda alarma—.
También podía ocurrir que las medidas que se adop­
taban para la defensa en lugar de tranquilizar a la
gente la asustaran más todavía. Muchas veces los
campesinos que avanzaban contra el enemigo fue-.
228 CEOHGES LEFEBVRE

ron confundidos con los bandidos. Esto produjo el


segundo pánico en Clermonte (en Beauvaisis), y
quizá también en Loriol, al sur de Valence. Al pa­
recer, el pánico de Tallard (al norte de Sisteron)
tuvo el mismo origen, Cuando los habitantes de Tau-
lignan y Valréas se dirigían a Dieu-le-Fit sembraron
el terror entre los aldeanos de Montjoyer y La Tou-
che que los vieron pasar a lo lejos. Por ejemplo, el
jardinero de la Trappe d’Aiguebelette corrió aterrori­
zado hasta Tulette; de allí la noticia se difundió
hasta Pierrelatte (sobre el Ródano), Bolléne y Saint-
Paul-Trois-Cháteux, donde engendró un terrible
tumulto el día 30 a las seis de la tarde. Lo mismo
pasó en Orange y este pánico avanzó hasta llegar
a Arles. Una vez allí, Tarascón se encargó de di­
fundir que Orange había sido incendiada. En la
madrugada del l 9 de agosto, fueron víctimas del
mismo error algunos destacamentos organizados en
los alrededores de Saint-Jean-de-Gardonnenque (Ce-
venes) que acudían a defender la ciudad. La tre­
menda alarma que se desató entonces recorrió toda
la montaña y de ella descendieron tres mil hombres
que así lograron que el pánico llegara hasta Mi-
llau. Como es natural, la oscuridad de la noche fa­
vorecía tales equivocaciones. En Clamecy, después
de la primera alarma llegada desde el norte el 29
a las dos de la tarde, y de la segunda —provocada
por la inexacta información de una patrulla que
anunció que Villiers, situada al sur de la ciudad, es­
taba envuelta en llamas—, hubo todavía una tercera
alarma a medianoche. Los centinelas se asustaron
y gritaron al ver a los obreros del canal de Niver-
nais que venían desde Tannay; pero al volver, los
mismos obreros infundieron miedo a Amazy, donde
se oyó en el silencio de la noche el ruido de una
muchedumbre que marchaba. Por lo tanto, los al­
deanos aterrorizados corrieron a Clamecy y desper­
taron a todos los habitantes, que así sufrieron un
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 229

nuevo sobresalto a las dos de la mañana. Muchas


veces las milicias urbanas —que tenían más fusiles
que los campesinos— desencadenaron también mu­
chas alertas al abrir fuego sin razón. Al amanecer
del día 23, la milicia de Lons-le-Saunier que regre­
saba del castillo de Visargent, creyó conveniente ti­
rar al blanco para descargar los fusiles antes de
entrar en la ciudad. "Al oír las detonaciones, inha­
bituales a tal hora, algunos segadores que estaban
cortando las mieses en las cercanías del bosque, le­
vantaron las cabezas y vieron uniformes rojos y
armas brillantes. El miedo se apoderó de ellos y se
dispersaron gritando: ‘¡Huyamos, los bandidos han
llegadol” ' Y esto bastó para que todo el Vignobíe
se alterara. Con mucha frecuencia, los mismos cen­
tinelas tiraban intempestivamente y en tal caso, las
alertas que desencadenaban eran muy similares a
los pánicos desatados por los ejércitos. Se decía que.
en Agenais y Quercy occidental la causa inmediata
del pánico había sido el tiroteo iniciado en el cas­
tillo de Fumel, donde el comandante de la Guyenne
había enviado cincuenta hombres para defender su
propiedad. En Viviers y en Maurs se debió a algu­
nas patrullas o guardias que tiraban sobre los me­
rodeadores. En Saint-Félix cerca de Saint-Afrique,
durante una boda, algunos jóvenes hicieron tiros
de fusil o de pistola en honor de los recién casados.
y provocaron la alarma en Vabrais.
Las sublevaciones que acompañaron al gran pá­
nico constituyeron naturalmente relevos mucho más
eficaces. Gracias a la rebelión del Máconnais la
comente nacida de 3a insurrección del Franco-Con­
dado llegó al valle del Loira. Al sublevar al Delfi-
nado la misma corriente ganó nuevas fuerzas para
trastornar a Forez y Vivarais y alcanzar Provenza
y la región de Nimes, En Saíntonge, la rebelión de
Baignes provocó la segunda alarma en Montendre
y la corriente originada en Ruffec parece haber re-
230 GEORGES LEFEBVRE

cíbido refuerzos en los alrededores del Dordoña


gracias a algunos incidentes que no conocemos muy
bien. El que ocurrió en el castillo de L a Roche-Cha'
lais (situado sobre el Dronne al norte de Coutras)
aparece mencionado en muchos lugares en la zona
comprendida entre el Dordoña y Toulouse como
unto de partida del pánico: se decía que allí se
E abian reunido seiscientos nobles para evitar que
se les obligara a ponerse la escarapela. E l Tercer
Esíadc había enviado una delegación y. ellos’habían
estrangulado a los emisarios, por lo tanto el pueblo
había incendiado el castillo y todos habían muerto
quemados. Esta historia hizo enorme impresión, pero
sobre su origen no tenemos más información que
ia que aparece, en dos cartas de aquella época: una,
ce la municipalidad de Sainte-Foy -la Grande en
la cual se dice que “no existe otra causa que algunas
disputas entre algunos miembros •de lá nobleza y
el Tercero"; y otra de la municipalidad de Cahu-
zac, donde se dice .que había sido informada de que
"en la víspera - (el 29). hubo una-revuelta en Sainíe-
Foy y en La Roche-Chalais, por problemas de. la
cosecha”. No cabe duda que si hubiera ocurrido
una sublevación en . Sainte-Foy, la municipalidad
no hubiera'.’dejado de mencionarla en su carta, pero
quizá sí la hubo en La Roche-Chalais. En Dorane
la causa del tumulto se atribuyó a la sublevación
de cuatro parroquias de los alrededores de Limeuil
“que arrasaron el castillo del señor de Vassal, si­
tuado entre Limeuil y Le- Bug”. Este rumor se di­
fundió hasta Cahors, pero no existe nada que lo
confirme e ignoramos su fuente. Tampoco sabemos
mucho sobre otros rumores no confirmados: el que
corrió en Lauzerte sobre la toma de Jos castillos de,
Biron y de Monségur en Agenais, y, el que nós. ha;
trasmitido Durand, secretario del senescal de Cas-
telmoron, en Gensac: “Acabamos de enterarnos que,
unos quinientos jóvenes de Angulema llegaron tran- ‘
1A REVOLUCIÓN FRANCESA. 231

quilamsnte hasta el castillo de Saint-Simon y lo


quemaron. Una vez terminado su cometido se reti­
raron también tranquilamente. Esta es la causa de
nuestra alarma.” También algunos actos de pillaje
originaron las alarmas locales. En Tannay, en Ni-
vernais, después de una segunda alerta cuya causa
desconocemos, el 30 a las nueve de la noche llegaron
los habitantes de Asnoix y provocaron la tercera:
S'más de novecientos hombres escapados de las obras
del canal, de Chátilion saquearon las casas para
comer, pues decían que tenían hambre”.
Otra categoría de hechos nos retrotrae a las cau­
sas que ya hemos atribuido a los pánicos originales.
En Loches, luego de que llegara la noticia transmi­
tida desde Tours de que se aproximaban los ban­
didos (el 27), y antes que llegara desde el sur la
corriente iniciada en Ruffec, el 29 se declaró un
pánico local: venía remontando e l Indre y al pa­
recer tenía su origen en los tumultos desencadena­
dos en Azay-Ie-Ridcau y Montbazon a causa cid
robo de granos, pero se había amplificado porque
simultáneamente la milicia de Isle-Bouchard sem­
braba la inquietud en los alrededores de ese burgo
al requisar los granos de los ladrones. Del mismo
modo en Clamecy una alarma tardía se desencade­
nó a comienzos de agosto. Lo mismo que en Sois-
sonnais y Montmorency, tuvo su origen en una que­
rella ocurrida entre, un arrendatario y. sus peones
por cuestiones de salarios. Varias aldeas se asus­
taron y tocaron la alarma. E n las proximidades de
los bosques era más frecuente el miedo a los va­
gabundos. Una . tercera alarma se desató en La
Gbáfre porque una patrulla había arrestado a un
sirviente sin trabajo que meródéaba por allí, sin
-dinero ni papéles y que —lo> que pareció mucho más
sospechoso- aún— llevaba' una larga barba. En Li-
moges una de las tantas alarmas que allí ocurrieron
sé debió a unos leñadores-del bosque de. Abre que
232 GEORGES LEFEBVRE

huyeron al ver algunos extranjeros que por la ma­


ñana temprano daban vueltas por allí y “observaban
los senderos”. Otro pánico en L a Queuille (a l pie.
de los Dómes) se produjo porque se encontró seis
mendigos escondidos en un bosque, y en Forcal-
quier, porque había tres familias en el bosque de
Volx. La tarde del seis de agosto los montañeses
avanzaban sobre Lourdes para socorrerla cuando
algunos pastores, que vieron a lo lejos unos contra­
bandistas, enviaron un emisario para avisarles que
los bandidos estaban en los vahes. £1 mensajero
seguía hasta Lourdes a terminar su tarea. Natural­
mente, desencádenó la cuarta alarma del 6 de agos­
to. La circular del comité de Uzerche, fechada el
16 de agosto, que informa a los campesinos sobre
los resultados de una investigación respecto de las
causas del pánico y los previene contra los temores
injustificados, cita algunos ejemplos interesantes.
En Chavagnac “al ver de lejos al guarda y al pes­
cador del conde de Saint-Marsault que tenían cada
uno su fusil” y que iban a comprar tabaco, un. mu­
chacho de dieciséis años que estaba trabajando en
el campo los tomó por bandidos. E l 12 de agosto,
cuando la comisión de encuesta estaba llegando a
la misma aldea, una mujer que la vio salió huyen­
do. Al alcanzarla, confesó que iba a dar la alarma.
El mismo día en Saignes algunos niños desataron
una alarma porque habían visto que la sirvienta y
el sobrino del cura de Cbamberet entraron en un
granero para descansar. E l 13, un habitante de
Saint-Ybard, sorprendido por la lluvia en la noche
cerrada, llamó a la puerta de un campesino de Sain-
te-Eulalie para pedir asilo: de inmediato comenza­
ron a pedir socorro.
Finalmente, podemos agrupar en una última serie
los hechos que derivan de la autosugestión. El ga­
nado suelto por los bosques o que levantaba una
polvareda en los caminos o barbechos provocó mu­
LA REVOLUCION FRANCESA 233

chos pánicos. En Chátillon-sur-Seine ocurrió así gra­


cias a un vicario de la parroquia de Saint-Jean; en
Rochechouart, por obra de un postillón; en Limo-
ges, por intermedio de un tesorero de Francia q u e ,
había partido hacia Aixe para descubrir a los ban­
didos. E l resplandor de los hornos de cal, el humo
de las hierbas que se quemaban en los campos, el
reflejo del sol poniente en los vidrios de un castillo
bastaban para que muchos se convencieran de que
los bandidos habían iniciado los incendios: esto
pasó en Saint-Omer, en Beaucaire —donde el 30
se vio el castillo del rey René en llamas, al otro lado
del Ródano— y en Saint-Félix (Vabrais). Poco a
poco se llega hasta los incidentes más insignifican­
tes. En Villefranche-de-Rouergue, un centinela se
asustó al paso de una carroza que avanzaba de no­
che; en Choiseul, Bognot vio llegar a un labrador
que creía haber visto a los bandidos en los bosques,
"a la incierta luz de la luna”. El 2 de agosto, cuan­
do entraba en la zona brumosa de los alrededores de
Saint-Girons, el señor de Terssac encontró a un mu­
letero que avanzaba a todo galope gritando: “¡Los
enemigos! [Los enemigos!” “El oía tambores y trom­
petas pero yo no oía nada.” Terssac bajó de su ca­
ballo y trató de averiguar qué le había causado tanto
miedo. “Eran algunos segadores que cantaban mien­
tras trabajaban al borde del camino. . . No vi ni
oí ninguna otra cosa. Sin embargo, la noche esta­
ba calma y el tiempo sereno.”
Agreguemos que el 27 de julio, un mozo de cor­
del declaró ante el comité de Besançon que el día
anterior al volver de Vesoul los bandidos lo habían
arrastrado hasta un bosque “donde habían matado
a un guarda, quemado leña y cocido dos tiras de
tocino”, mientras hablaban de las incursiones que
pensaban hacer contra una abadía y algunos cas­
tillos. El mismo se ofreció como guía para llevarlos
allí, pero todas las búsquedas fracasaron. Finalmen­
234 CEOHCES LEFEBVRE

te confesó que había inventado ese cuento y fue


condenado a ser engrillado. Aunque se ha hablado
tanto de ellos, éste es el único transmisor de falsas
alarmas —consciente por supuesto— que hemos en­
contrado.
C a p it u l o XVII

LAS CORRIENTES D E L .
GRAN PANICO

Si se imagina que el gran pánico se propagó


desde París hacia las provincias en ondas concén­
tricas, se supone támbién, como es lógico, que si­
guió las grandes rutas naturales que la configura­
ción del suelo trazó en Francia. Y por ejemplo, se
diría que desde París a Burdeos siguió el valle del
Loira, aprovechando la apertura del Pcitou, o que
desde Taris a Marsella siguió el cauce del Saona
y el Ródano,
Pero la realidad es muy distinta: sólo dos co­
rrientes afectaron a la capital y en lugar de salir
de ella se dirigieron hacía ella. Lo que ocurrió nor­
malmente fue que el valle del Loira, en lugar de
ofrecer.cauce para que corriera el pánico, fue abor­
dado por él, ya viniera de Gátinais (desde más arri­
ba de Orleáns) o del Maine (Bois o Tours). La
brecha del Poitou lo vio pasar, pero yendo del sud­
oeste al noreste,\de Ruffec hacia Turena. Y no
avanzó desde el Franco-Condado hacia e) sur por
el Saona, sino a lo .largo del Jura. Por su parte, el
Valle del .Carona no tuvo la menor intervención en
su p ro p a g a c ió n .. ‘
- Al contrario de lo que se podría suponer, las mon­
tañas no fueron- polos de repulsa. El pánico de Ruf­
fec atravesó el Macizo Central para llegar a Au- .
Fie. 4 : Las corrientes del gran pánico.
238 GEOKGES LEFESVHE

vemia; desde Maconnais y Lyonnais alcanzó di­


rectamente Limagne franqueando crestas y valles;
desde las orillas del Ródano penetró en Lozére y
Causses. Es cierto que para llegar desde el Delfina-
do hasta Provenza siguió el curso del río, pero tam­
bién llegó a esta provincia deslizándose a través
de los Alpes. También cabría esperar alguna dife­
rencia entre las regiones de habitat disperso y aque­
llas que tenían sus aldeas concentradas, pero no fue
así: el pánico se propagó en el bajo Maine y en
Mauge de la misma manera que en Picardía o en
la Champaña árida. •
Esas anomalías se explican por el origen de los
pánicos y la forma en que se propagaron. Como na­
cieron a causa de incidentes locales que se produ­
jeron al azar y de inmediato se propagaron en los
alrededores, en general nc encontraron a su dispo­
sición las ratas naturales que hubiéramos esperado
que tomaran. La población que se alarmaba pedía
ayuda a la ciudad más próxima o creía que su deber
consistía en advertir a la región limítrofe; por lo
tanto, los obstáculos no la detenían fácilmente y
era más factible que un río sin puente limitara su
impulso y no que lo hiciera la montaña. Además, su
propagación fue discontinua: se hizo de una mu­
nicipalidad a otra, de cura a cura, de señor a señor,
y no de manera continua, de casa en casa. Cuando
la autoridad tocaba a rebato los habitantes de una
parroquia de Mauges se reunían tan rápido como
los de una aldea picarda.
Sin embargo, no hay que exagerar esta indiferen­
cia geográfica. Cuando pudo hacerlo, el pánico to­
mó por los valles —por ejemplo el de Champaña
y ei del Ródano ce Valence a Arles— c las otras
rutas tradicionales, como por ejemplo la transver­
sa! que siempre unió Postea coa Berry a lo largo
del Macizo Central, la que une Limnges a Toulouse
a través cei Perigord y Quercy c la que va de Cou-
LA REVOLUCION FRANCESA 239

tras al Béam pasando por Agenais y Aimagnac. Por


otro lado, si bien la montaña no detuvo su propa­
gación, esto ocurrió sólo si no;.se trataba de uu
monte demasiado desolado o abnrto. Por ejemplo,
la meseta de Millevaches, los altos macizos alpestres
o los del Diois fueron simplemente contorneados,
del mismo modo que el alto Vivarais y los Cevennes
fueron abordados, no franqueados. En otras oca­
siones pareciera que el pánico se ahoga al subir
las pendientes; esto pasó en Champaña cuando su­
bió a la Cóte-d'Or, Por último, las regiones desier­
tas o muy poco habitadas permanecieron indemnes,
lo que parece bastante lógico, pues de ellas no se
podía recibir ayuda, y esto pasó con Salogne, Lan-
des y Dombes. La zona de Double parece haber
desempeñado un papel muy importante a este res­
pecto: desde Angulema el pánico se deslizó hacia,
Périgord y no hacia el país girondino, y sólo fran_-
queando el Dordoña más arriba de su confluencia
de Isle pudo alcanzar el Agenais.
Es imposible seguir aquí paso a paso las diferen­
tes corrientes del gran pánico sin cansar al lector
con enumeraciones fastidiosas, sin contar con que
su marcha —expresada en el mapa— tiene aun mu­
chas lagunas debido al estado actual de la docu­
mentación. Sin embargo es importante dar una idea
de su trayecto e indjcar algunos de les problemas
que se plantean para que los mediten e investiguen
los estudiosos locales.

ap ip
■El, pánico de Mauges y del Boca-ge potevino fue
el primero cronológicamente hablando, pero es aquel
del que menos conocemos, y como los archivos fue­
ron destruidos en gran parte durante la guerra de
la Vendée, es de suponer que nunca se pueda saber
mucho más de él. Fue el contragolpe dei pánico
240 GEORGES LEFEBVRE

de Nantes, que se desató el 20. Como al norte del


Loira no se habla de él, es probable que haya na­
cido al sur, en toda la zona comprendida entre el
Sévre y el lago de Grandlieu, el 20 a la tarde o en la
mañana del 21. La primera mención que encontra­
mos se refiere a su paso por Crisson. Desde allí
ascendió los valles de Sévre y Moine, llegó a Cholet
el 21 después del mediodía y un mensaje privado
enviado desde Baissay así como los mismos dipu­
tados de Cholet llevaron la noticia a Mortagne esa
misma tarde. Desde esta ciudad se irradió en toda
la región de Mauges: lo encontramos en Saint-Lam-
bert-de-Lattay e l ‘22 (venía de Cremillé); llegó a
Maulevrier el 21 por la tarde y al día siguiente todo
el país estaba en ascuas, hasta Thouars, Airvault,
Bressuire y Parthenay, También se expandió hasta
el sur del Sévre, donde Chátaigneraie lo recibió el
22. Ese día el pánico alcanzó el máximo y durante
mucho tiempo su recuerdo quedó asociado con la
fiesta de Santa Magdalena que se celebra el mismo
día. Pero el 23 siguió su camino hacia el sudeste.
A la madrugada tocó Secondigny y provocó los
tumultos a los que Taine dio tanto renombre. Según
parece, el mismo día llegó el eco de estos sucesos
desde Parthenay a Poitiers y a Saint-Maixent, Es
posible que también resultara afectado el centro
del B ocage pues en Herbiers se contaba que los
bandidos habían quemado Légé y Montaigu. La no­
ticia llegó también a Fontenay-le-Comte pero se­
gún parece en la región marítima de Bouigneuf aux
Sables y Fontenay sólo se temía a los bandidos y
no sufrieron el pánico. Hacia el este el área de pro­
pagación quedó limitada por el Layon y el Thouet:
gracias a la cual la llanura potevina permaneció
indemne. Lo mismo ocurrió hacia el sur: si la agi­
tación del B ocage hubiera aterrorizado a la llanura
se lo hubiera encontrado natural. En realidad, todo
sucedió como si la oposición existente entre las dos
LA REVOLUCIÓN' FRANCESA 241

regiones hubiera impedido la contaminación de la


“buena” región.
El pánico del Maine nació casi al mismo tiempo
—probablemente el 21 por la mañana— pues la pri­
mera mención que encontramos lo muestra entran­
do a Bonnétable ese mismo día a las tres de la
tarde. Venía desde La Ferté-Bemard y Nogent, qui­
zá de Nogent-le-Bernard, al noreste de Bonnétable.
No conocemos su punto de partida pero es casi
seguro que su antecedente inmediato fueron las
noticias que circulaban sóbre las continuas revueltas
que se desataban en los mercados del Eure y del
Avie, Chartres, Dreux, Nonancourt y Vemeuil y
también en Laigle. Ya hemos hablado de la carta
del intendente de Chartres; pues bien, en Mamers
llegó otra (el 24) en la que se anunciaba que en
Dreux y Vemeuil habían pasado más de dos mil
bandidos que Habían causado muchos daños y “que
se habían destruido más de cuatro mil”. Desde Bon­
nétable el pánico siguió hacia , el norte atravesando
el Perche por Belléme, Mortagne, Moulins-la-Marché
y Laigle y el 23 ya se lo conocía en Evreux, Pero
se propagó sobre todo hacia el oeste. E l 22 avanzó
hacia el Sarthe: apareció en Mamers y Bailón a las
nueve de la noche, en Mans a la tarde; un correo
lo llevó desde esta ciudad hasta La Fléche la noche
del 22. El jueves 23, “el jueves loco”,, toda la región
desde Alençon hasta Mans estaba agitada mientras
al mismo tiempo la corriente atravesaba el bajo
Maine desde el Sarthe a Mayenne, donde se difun­
dió en todas partes (Lassay, Mayenne, Laval y Chá-
teau-Gontier) al final de ese mismo;-el cura de Bril­
lan conservó muy bien el recuerdo de sü paso. Hasta
entonces el alto Maine 'habla permanecido indem­
ne. Pero el 23 ocurrió en Bailón, uñ •incidente”muy
grave: los campesinos masacraroft”á.-Curéau> lugar­
teniente del alcalde de Mans, y a . de Montessóü, su
yerno. Esos asesinatos parecen." fcáber engendrado'^
242 GEOHCES LEFEBVRE

una segunda ola de pánico, de tal modo que des­


pués del “jueves loco” hubo un "viernes loco”. En
Mortagne todas lar características del pánico apa­
recieron el 24, y esta vez. todo el Maine se sacudió
mientras el valle del Loir fue alcanzado desde Chá-
teau-du-Loir hasta Vendóme pasando por Saint-
Calaís, la noche del 23.
A través de Craon el pánico del Maine, salido de
Gháteau-Gontier, alcanzó el oeste del Mayenne; el
24, por caminos diversos, salió de Laval y Mayenne
hacia las forjas de Fort-Brillet y La Gravelle donde
los agentes fiscales alertaron al comité de Vitré.
También hacia el sur se expandió hasta más del
Loir. E l pánico alcanzó Tours el 24 atravesando
Neuvy-!e-Roy;. el 27 llegó de nuevo desde Vendó­
me por la ruta de Cháteaurenault; y desde Vendóme
también se dirigió a Bioís. Al parecer Tours fue el
punto de partida de una corriente secundaria que
remontó el valle del Loira por la margen izquierda:
pasó por Ambroise el 25 y el mismo día se difundió
en el Blésois meridional —sus efectos fueron des­
criólos por el señor de Chevemy en sus Memo­
rias— y ganó el valle del Cher a la altura de Saint- •
Aignan. Desde Tours hasta Angers es posible que
la noticia fuera llevada a los habitantes de Val por
intermedio de Sablé y de L a Fléche pero por el
momento carecemos de documentos que informan
su repercusión. Al contrario de lo que se podría
esperar, nada indica que una Corriente hubiera des­
cendido el Loira desde Tours pues el 25 Langeais
pidió informaciones sin mencionar el pánico. Pero
desde Tours el movimiento llegó hasta el valle del
Inore y culminó en Loches el 27. Hada el noreste, ,
luego de atravesar el Perche el pánico recibió nue­
vas fuerzas al descender el valle del Iíqn por Sre-
tev.il y Damviile. En la llanura de Saint-Andró y
en la región de Ouche sólo se oía hablar de tumul­
tos que ocurrían en las zonas circunvecinas. La in*
LA REVOLUCION FRANCESA 243

surrección de Ruán (del 12 al 14 de julio) fue atri­


buida por el comité de Evreux a los bandidos
llegados de París y despertó grandes temores. Lo
mismo pasó en Louviers, en donde el 22 se pidie­
ron cánones a Evreux para proteger las manufactu­
ras. A lo largo del Sena los convoyes con granos
estaban permanentemente amenazados y algunos
días después (entre el 26 y el 28) el saqueo de un
barco en el dique de Poses casi provocó la guerra
civil entre los habitantes de Louviers y los de El-
beuf que habían tratado dé impedirlo. Desde el 18
al 23 hubo tumultos casi constantes en Laigle, Ver-
neuil, Nonancourt y Dreux. También hubo sacudi­
das violentas el 24 en Evreux y sus alrededores.
Estas llegaron hasta Pont-Audemer pasando por
Le Neubourg y el comité de Evreux prolongó su
duración al enviar la circular que ya hemos citado,
Desde el nacimiento del Rille, la alarma se pro­
pagó también en el Lieuvin y por Orbec alcanzo
Lisieux el .24. y luego Pont-i'Evéque. También des­
cendió el valle del Avre: el 27, Nonancourt informó
que cundía el pánico en todos lados desde el 23;
corren rumores de que la ciudad iba a ser incendia­
da y que unos seiscientos o setecientos hombres ven­
drían a abrir, las prisiones y pasar todo a sangre
y fuego. Recorrió también el Thimerais y de Chá-
teauneuf llega a Dreux, el 24 al mediodía.
Sin embargo sabemos que no franqueó el Eure
y no penetró en Mantois. Es. difícil que no llegara
a Perche Gouét, pero se nos ha dicho que en ios
archivos de La Ferté-Bernard, N'ogent-le-Rótrou y
Chítñaud’in no hay datos para este período. Ni la
región., orleanesa ni Solcgne resultaron afectados,
y Loches es el límite extremo de su expansión hacia
el sur. Por el oeste no superó el valle del Auge y
ni el Sücage normando ni el bretón resultaron afec­
tados y se detuvo en Vííré; según parece en La Guer-
244 GEORCES LEFEBVRE

che y Cháteaubriaut oyeron hablar del pánico, pero


nada más.
. Por consiguiente el gran pánico, tal como lo he­
mos definido, no se produjo ni en Bretaña ni en
Baja Normandía, aunque, por supuesto, también allí
se tenía miedo a los bandidos. En Bretaña la alar­
ma de Vitré hizo mucho ruido, .tal como lo atesti­
gua el discurso que el lugarteniente del alcalde
pronunció ante la asamblea de habitantes de Les-
neven el 29 de julio: "Se urden tramas, se forman
complots, aprovechando los tumultos, bandas de
. malvados intentan saquear las pequeñas ciudades.
Hay algunas cartas privadas que indican que sobre
todo La Gravelle y Vitré han estado a punto de ser
saqueadas.” Es probable que provinieran de la mis­
ma fuente las observaciones que se hicieron el 3
de agosto en la asamblea de la parroquia de Baud
—situada entre Pontivy y Lorient— sobre “las alar­
mas que provocan en los alrededores las tropas de
bandidos, que son tan numerosas que más de dos­
cientos hombres tuvieron que reunirse estos últimos
días para darles caza. Pero al ser alejados de las ciu­
dades, es de temer que esos desdichados se echen
sobre las campañas”. También en la asamblea de
Paimpol (reunida el 6 de agosto) se contaba que
una tropa de malhechores salidos de París se ha­
bía diseminado por las provincias. Sin embargo,
es posible que en Baud se hubiera tenido noticia de
una alarma que al parecer se desató en la ciudad
de Vannes cuando sé supo que algunas tropas ha­
bían sido avisoradas en la región de Sarzeau y Theix,
por lo cual se habían pedido a Lorient dos mil fu­
siles y se los obtuvo. Pero se produjo a fines de
julio, no tiene relación directa con los pánicos del
oeste y probablemente se explique por los rumores
relativos ál complot de Brest.
En el B ocage sublevado, sólo hubo conmociones
locales en La-Ferté-Macé y Lassay. La revuelta
LA REVOLUCION FRANCESA 245

agraria produjo gran sensación en Baja-Noimandía.


En Cairon, cerca de Caen se organizaron patrullas
para el caso en que “los bandidos vinieran del Bo-
cage hacia la llanura”; en Sap se creó una milicia
el 22 de julio; el 24 los nobles de Vire invocaron
‘las alarmas” para no acudir a la asamblea de su
orden convocada en Caen; los habitantes de Littry,
dirigidos por el director de las minas de carbón,
vigilaron de cerca el bosque de Cérisy, donde se
decía que había bandidos. Los burgueses de Ba-
yeux esbozaron un movimiento de pánico al anun-
ciar a Caen (e l 24) y a Carentan (el 26} que los
bandidos rondaban las ciudades, y no se sabe si
lo hicieron porque los habían alarmado las noti­
cias llegadas de Littry, o porque todavía actuaban
bajo la impresión causada por la revuelta que en
su propia ciudad se había desatado como conse­
cuencia del arresto del duque de Coigny, a quien .
el teniente del bailiazgo había autorizado a embar­
carse; Pero no hubo pánico y tampoco se propagó.
Por fin el 27 hubo una alarma local en Cherburgo,
cuando se anunció que había bandidos en la ruta
de Valogne. Fue bastante aguda pero no tuvo ma­
yores consecuencias. Como ya hemos dicho, el he­
cho de que Bretaña resultara tan escasamente afec­
tada fue atribuido a la organización anterior, y por
lo tanto más sólida, de la burguesía a partir de las
sublevaciones de 1788, pero es más difícil de com­
prender que . la revuelta del B ocage no hubiera
originado una corriente de pánico a través de Ba­
ja Normandía..

1|Í ijj Tp

Los pánicos del este y . el sudeste se vinculan


siempre con la revuelta del Franco-Condado pero
la filiación, es más o menos sólida según los casos
246 GEOHGES USFEBVBE

y la propagación no tuvo el mismo éxito en tocas


las direcciones.
En el interior mismo de la zona insurrecta, al
norte del Doubs, no hubo pánico. Hacia el oeste,
más allá de la ruta de Gray a Langres, se mencio­
na un solo ejemplo, que tuvo lugar en Chazeuil
{al este de Is-sur-Tille), pero no hay detalles ni
fecha precisa y ni siquiera un indicio que nos d i ­
mitieran pensar que se hubiera propagado. Lo úni­
co que se dice es que existía el temor a los bandi­
dos. Probablemente este rumor se extendió hasta
Dijon y por eso el 26 de julio se hablaba allí de
masacrar a los privilegiados. La misma inquietud
aparece en las pendientes laderas de la Cóte-d'Or
y en la meseta de Langres: en Montbard el 25 de
julio se denunciaron los asaltos provocados “con
el pretexto de sostener al Tercer Estado”; más al
sur, en Arnay-le-Duc, las noticias del Franco-Con­
dado debieron combinarse con las del Máconnais
pues el .26 se organizaron micilias al correr el rumor
de que en diferentes provincias los bandidos “ata­
caban los castillos y los quemaban y obligaban, a
pagar contribuciones a las personas más acomoda­
das”. También la alarma que se declaró el 25 a las
tres de la tarde en Chátillon-sur-Seine puede reía -.
donarse con la del Franco-Condado, pero ésta tam­
poco se propagó. Por lo tanto hacia este lado no
hubo gran pánico propiamente dicho. Es probable
que ocurriera lo mismo en Bassigny, y también Lan­
gres debió haber sentido fuertes conmociones, pero
sus archivos han desaparecido y no sabemos nada
de lo que pasó entre esta ciudad y Chaumont. Sólo
hemos comprobado que esta última también oyó
hablar de los bandidos. * " . •. .
Hacia el norte Beugnot señaló una sola alarma
en Chciseul (alto valle del Mosa) y su autor fue
un habitante de Colombey que creyó ver los ban­
didos a la luz de la luna —como ya, lo hemos reía--'
LA REVOLUCION FRANCESA 247

tado— y acudió anunciando que se aproximaban.


Beugnot la ubica en los primeros días de agosto,
pero sabemos que el 2 se desató una alarma en
Sérécourt y Morizécourt, donde dos abadías ha­
bían sido amenazadas, y que la milicia de Lamar-
che había acudido a socorrerlas. Cabe suponer en­
tonces que de allí partió el rumor que se difundió
en Colombey. Es cierto que Beugnot indica que
el hombre había recibido la información de un
habitante de Montigny, pero quizá se trata de un
error o de un defecto de impresión, pues sería más
adecuado decir Martigny ya que esta aldea está
cerca de Lamarche. Si se trata realmente de Mon-
tigny-le-Roi, el rumor se vincularía con las suble­
vaciones del valle del Amanee. Sea como fuere,
Beugnot no hace la menor alusión a la propaga­
ción del pánico de Choiseul, ya fuera hacia Neuf-
cbáteau o hacia Chaumont, por lo cual podemos
. estar casi seguros de que el pánico se extinguió en
el lugar de origen. Gracias a la firmeza de la mu­
nicipalidad de Remiremont —o al menos asi pode­
mos suponerlo— la incursión que realizaron los ha­
bitantes de Váge no dio origen a una nueva co­
rrien te de pánico aunque Lorena estuvo muy in-
■ quieta: en algunos lugares estallaron revueltas agra­
rias y corrió el rumor de que Remiremont y Plom-
bieres habían sido saqueadas. La municipalidad
de Blénod-lés-Toul recibió una carta en que así
lo decía pero no conocemos su origen. De todos
modos alU tampoco hubo gran pánico en sentido
específico. . E l ' Barrois estuvo aun más convulsio-
. nado por las‘revueltas frumentarias de..Bar-le-Duc,
Revigny . y Ligny y por las sublevaciones agrarias
da W aly :* (al;norte de Triaucourt) y de Tréveray
. (sobre el alto' Ornain). Pero, lo mismo que en Lo-
■rena, todo parece haberse limitado al temor a los
bandidos.y á las medicas de seguridad adoptadas
. corrientemente,; Según las Memorias del lugarte-
248 CEORCES LEFEBVHE

niente del bailiazgo de Vareimes, Carré de Malberg,


a comienzos de agosto hubo gran inquietud en
Argonne y Verdunois pero no se vinculaba con la
del Franco-Condado pues se decía que “grupos de
bandidos que venían del extranjero se habían echa­
do sobre Francia hacia el Mosa inferior". En efec­
to, la municipalidad de Ivoy-Carignan informó algo
después que “algunas personas malintencionadas se
habían dedicado á difundir el rumor de que se ha­
bían reunido más de cuatrocientos bandidos que
amenazaban con infectar esta frontera y especial­
mente esta ciudad. . . de inmediato se dedujo que
los agentes fiscales que habían sido expulsados que­
marían las cosechas”. En este relato reaparece el
eco de las revueltas de la región de las Ardenas y
puesto que repercutió hasta Argonne, es posible
que hubiera existido el pánico, pero las menciones
que acabamos de citar no bastan para asegurarlo.
Por otro lado, sería bastante inverosímil que se hu­
biera producido sin que su contragolpe no se hu­
biera sentido en Vedun y en Metz, y da la casuali­
dad que estas dos ciudades no muestran el menor
rastro del pánico.
De esto se puede sacar la conclusión de que la
onda nacida en el Franco-Condado se rompió contra
el talud que Lorena y la cuenca parisiense dibujan
por encima de la llanura de Saona, mientras que en
cambio pudo expandirse con mayor libertad hacia
el sur y por la puerta de Borgoña. En efecto, al este,
el pánico se manifestó en Belfort, Montbéliard y el
Sundgau. E l 24 de julio sonó la alarma desde Bel­
fort hasta Altldrch y los campesinos corrieron a . so­
correr a Belfort, donde una nueva alarma se produjo
el 26 a la mañana. También hubo varias en Mont­
béliard, E l pánico de Sundgau preparó la rebelión
del 28, pero no se propagó en alta AIsacia. En esta
zona las revueltas agrarias sólo provocaron algunas
alertas locales como la que ocurrió en Colmar el 24
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 249

y en Mulhouse el 31. Tampoco aparecieron en baja


Alsacia, por lo que parece que el terror de Sundgau
se expandió de preferencia hacia el obispado de
Basilea. Por ejemplo, sabemos que en Porrentruy se
tomaron medidas de seguridad y se cerró la fron­
tera y que en Basilea se desencadenó la alarma ante
los pedidos de ayuda enviados por el príncipe re­
gente de Montbéliard, que venían a reforzar un ru­
mor desatado el l 9 de agosto gracias a una carta de
Pierre Ochs en la que se decía que los campesinos
de Brisgau habían adherido a la sublevación y de­
clarado que ya no pagarían impuestos ni aceptarían
el reclutamiento.
El gran poder de conmoción de la revuelta del
Franco-Condado se manifestó especialmente hacia
el sur, aunque no parece muy seguro que el gran
pánico haya nacido por su impulso directo. Es cier­
to que el 28 de julio se declaró un pánico en Mamay- -
sobre el Ognon y que el cronista Laviron relata
que también se desató en Besançon (aunque no
indica la fecha), pero las aldeas situadas al norte
de Marnay permanecieron bastante tranquilas. Pin
se limitó a enviar algunos emisarios para requerir
informaciones (el 26) y poseemos las respuestas
que recibieron: Gy y Frétigney habían tomado las
armas pero no mencionan ninguna alarma, y en
Oiselay reinaba la calma. Además en Gy y Frasnes
dijeron que los tan mentados bandidos no eran
más que campesinos de la zona que sólo atacaban
a los señores. Tampoco al sur del Marnay aparece
el menor rastro de pánico. Pero todo fue muy dis­
tinto al sudeste de Besançon, pues en la meseta de
Omans la revuelta agraria fue provocada por un
•pánico que obligó a los habitantes a descender de
la montaña.
El gran pánico se desató sobre todo a causa de
las advertencias enviadas por las autoridades y de
algunos incidentes lócales que parecieron justificar­
250 GEOnCES lefebv k e

las. La primera en adoptar esa actitud fue la muni­


cipalidad de Vesoul que, apenas ocurrido el inciden­
te de Quzncey, supuso que el señor de Mesmay se
había refugiado en casa de su suegra, en el castillo
de Vísargent, en Bresse, un poco al norte de Lou-
hans. Se apresuró a informarlo a la municipalidad
de Lons-le-Saunier, la cual a su vez expidió el 22 un
fuerte destacamento. La pesquisa no tuvo ningún
resultado y en la madrugada del 23 el grupo retornó
a su ciudad. Al aproximarse a Nance los soldados
improvisados sembraron el pánico al disparar al­
gunos tiros de. fusil a la entrada de un bosque. In­
mediatamente se desató un terrible pánico en todos
los alrededores: cinco mil hombres acudieron a
Bletterans y tres mil s. Cotnmenailles; ascendió por
el valle del Seille hasta llegar a Lons-le-Saunier, don­
de ie decía que diez mil hombres se habían reunido
al anochecer y desde allí se difundió por todo el
Vignoble. Podemos seguir muy bien su marcha ha­
cia el noreste, pues pasó por Mantry y Poligny y
llegó el 23 a la una cíe la tarde a Arbois y Salins,
También se dirigió hacia Dole, que había sido pues­
ta sobre acuso por el señor de Deschaux. Allí, como
la noticia venía de Bresse, se pensó que los ban­
didos debían haber salido de Borgoña y así lo con­
taron en Langerou. A su vez Besançon envió ciento
cincuenta hombres a Dole y es muy posible que el
pánico señalado por 'Laviron tuviera ese origen,
También es posible que el pánico de la meseta de
Ornans no haya sido otra cosa que la prolongación
del de Visargent, llegado desde Salins a la monta­
ña, lenta pero directamente, o utilizando a Besan-,
çon como intermediario.
Pero las circulares de Langeron de las que ya
hemos hablado, tuvieren efectos aun más notables.
Las sublevaciones agrarias del alto valle del Dcubs
les sirvieron de confirmación y a su vez explican
algunas alarmas locales, tales como las de Rochejean
LA REVOLUCIÓN. FRANCESA 251

y Morez, que son inseparables de ellas. También


los suizos sufrieron idénticas conmociones, tanto más
por cuanto Berna recibió un pedido de ayuda del
regente .de Montbéliard y Saint-Claude rogó a Gi­
nebra que le enviara armas. Por lo tanto hicieron zi­
ganas batidas en el bosque a todo lo largo de la
frontera.
También la municipalidad de Bourg explicó el
pánico que la afligió el 25 por la mañana por las
circulares de Langeron: “venía de la frontera de
Bresse, del lado del Levante”, más precisamente del
valle del Ain; “al recibir esta advertencia las pa­
rroquias hicieron sonar la alarma y el terror se di­
fundió de aldea en aldea". Los rumores que circu­
laron en Bresse. indicen que el centro de dispersión
fue la parroquia de Pont-d’Ain, punto neurálgico
donde desemboca la quebrada de Ambérieu por
donde pasa la nata de Saboya, a lo que se agregaba^
el hecho de que desde comienzos de mes se habla­
ba de una invasión de los raboyanos. Sin embargo
la contaminación señalada por la municipalidad de
2ourg también pudo venir del norte. En efecto,
parece difícil que el pánico del Vignoble no en­
contrara ningún eco hacia ei sur. Entre las comu-
■ñas saqueadas se cita a veces la de Toirette, ubicada
más. al norte, cerca de la confluencia con el Bíen-
ne. Por lo', tanto eí pánico debió avanzar desde
Lons-!e-Saunier a lo largo del Revermoni, pasando
por Orgelet y Arinthod, lo que no excluye la exis­
tencia de algún incidente local qué hubiera conver­
tido a Pont-d’Ain .o a d'Ambérisu en un centro de
vibración. . . . .
-Desde Pont-d’Áin el pánico se desplegó en aba­
nico hacia el-oeste: el 2 5 .a las tres de ,1a mañana
estuvo en Simandre (al noreste), desde allí siguió
hasta Trefort el 28 por la mañana y hasta Coligny
durante ese. día; el mismo 25 fue desde Bourg-a
Pont-.de-'Yaux y 'a Macón) , desde donde-penetró en
£52 ceokces lefebvbe

d Máconnais; por fin descendió el Ain y llegó a


Meximieux, Montluel y Miribel. Meximieux pidió
auxilio a Lyon, que le envió algunos dragones. Ha­
d a el este llegó hasta la parroquia de Saint-Rambert
y de ese modo entró en Bugey: Belley lo sintió el
28 de julio y desde allí la corriente remontó el
Ródano por Seyssel hasta el Michaille (en la desem­
bocadura del Valserine), luego tomó por Valromey,
desde donde el pánico llegó a Gex: a medida que
rehace el camino hacia el norte parece atenuarse
y convertirse en un simple temor a los bandidos.
Contornea las altas cadenas del Jura meridional
—allí Nantua no lo menciona— y sus movimientos
degenerarán en acciones antiseñoriales.
Desde Ambérieu y Saint-Rambert también se di­
fundió hasta Lagnieu (el 2 5 ), que queda hacia el
sur y sólo dista algunos kilómetros. Allí franqueó
el Ródano y en el Delfinado encontró un relevo de
gran importancia.
Al comienzo allí no se desató el pánico; simple­
mente, entre el Ródano y el Bourbre se difundió el
25 y 26 la noticia de la proximidad de los bandidos,
pero allí llegó hasta el valle del Guir, situado en la
frontera con Saboya, y que por lo tanto tenía una
sensibilidad especial para tales novedades. Hacia
ese lado se produjo (el 27 por la mañana) el inci­
dente que significó para el gran pánico la iniciación
de una nueva y exitosa carrera. Según el informe del
procurador general del Parlamento de Grenoble, “só­
lo existieron algunos tiros de fusil intercambiados
entre ocho o diez contrabandistas y algunos agentes
fiscales que los rechazaron”; y la misma versión
aparece en las cartas de la municipalidad de Lyon.
Sin. embargo no conocemos el lugar en que ocurrió
ese incidente. Algunos recaudadores de gabela fue­
ron hasta Morestel y anunciaron que Lagnieu había
sido saqueada. Desde allí el pánico se trasladó a
Aosta y Pont-de Beauvoisin, lo que nos inclinaría
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 253.

a opinar que su fuente estaba en el norte. Pero fue


desde Pont-de-Beauvoisin que se difundió hacia
el oeste y refluyó sobre Morestel bajo la forma en
que tuvo mayor éxito, es decir, como el rumor de
que los saboyanos —que pronto se transformaría
en ejército piamontés— acababan de penetrar en
Francia. El 27 a las tres se dio aviso a La Tour-du-
Pin, a las cinco a Bourgoin, Virieur, la llanura de
Biévre y la Cóte-Saint-André. Por todos los valles
del Bajo Delfinado el pánico descendió hacia el
valle del Ródano, desde Lyon hasta Saint-Vallier.
Hacia el sur por la ruta de Voiron, llegó al Isére
a la altura de Moirans, y mientras por un lado lle­
gaba hasta Grenoble a las once de la noche, por el
otro descendía por el valle hasta Saint-Marcellin
—adonde llegó a medianoche— y hasta Romans —a
las tres de la mañana del 28—. Desde allí llegó a
Tain y después a Valence: allí ya su fortuna esta-_
ba asegurada, pues el mismo día comenzaron a
arder los castillos del Bajo Delfinado.
Tanto la rebelión del Máconnais —que como ya
dijimos fue anterior al pánico pero lo favoreció-
corno la del Delfinado, que fue su consecuencia más
grave, constituyeron excelentes amplificadores. La
•primera contribuyó a difundir en Chalonnais, y por
consiguiente en el viñedo borgoñón, si no el gran
pánico al menos una gran inquietud ( aunque Nuits
habla del “terror”); por lo tanto, Dijon fue atacada
también desde el sur. Lo mismo pasó en Charoláis:
si bien no hay pánico en la llanura —Charolles, Pa-
ray y Digoin—, sí existió en el reborde montañoso
del yalle del Grosne, tal como lo atestiguan los in­
cidentes ocurridos en Saint-Point y Tramayes. Allí
se dijo el 31 que llegaban los bandidos, y el rumor
los ubicaba en Germagny, situado muy lejos hacia
el norte, o en Aigueperse, que está al sureste, a
mitad de camino de La Clayette, Más hacía el sur,
en la montaña de Beaujolais, el pánico llegó desde
254 GEORGES LEFEBVRE

el Máconnais meridional, pasando por Beauj'eu y


la garganta de Ecbarmaux, aunque es probable que
también llegara desde Yillefranche, dcnde el 27
había sido saqueado el castillo de Mongré. El 28 ya
se había expandido por-todas partes y alcanzó el
máximo, el 29 en Chauffailles, desde donde llegó a
las siete de la mañana a La Clayette y Charlieu. Allí
se contaba que se habían quemado las cosechas en
Thil y Cublize, que mil trescientos bandidos habían
acampado “en las alturas del Beaujolais” que Beau-
jeu y Villefranche se habían armado y que más de
cuarenta mil campesinos estaban listos para defen­
derse entre el Saona y el Loira. Por este lado pa­
reciera que el pánico no franqueó el Loira pues no
se lo sintió en Roanne. Pero no ocurrió ;lo mismo ■
en Forez. E l impulso que había partido del Del-
finado y pasado p orL yon y Givors llegó el 28 a
los montas col Lyonnais, y se manifestó en Tarare
y Saint-Symphcrien; el 29 conmovió a Feurs y a
toda la llanura de Boén, Saint-Gerrnain-Laval y
Montbrison. Desde Boén franqueó la montaña por
la garganta de Noirétable, luego descendió hasta
Limagne (el 30 y el 31) y alcanzó Thiers, Riom
y Clermont. Por otra parte, como el 28 había fran­
queado el .Ródano entre Tain y Tournon, llegó el
mismo día a Annonav, y a través de Filat y Bourg-
Argentat, pudo penetrar en Lavalla a las- cuatro y
media de la tarde. También ja depresión de Saint-
Etienne fue abordada por el norte y por el sur, mien­
tras que otra corriente que había partido de Vienne
y Condrieu la .remontaba el 28 al mediodía a través
de Fvive-de-G;er y Saínt-Chamond, El tumulto fue
muy violento en Saint-Etienne a partir de. las cinco
y medía. E l 29 a las diez de la mañana el pánico
estaba ya en Saint-Bonnet, áel otro lado del Loira;
también allí franqueó la montaña y alcanzó Arlanc
d 30. Desde.allí descendió hacia Amberr (al nor­
te) el 31 y el mismo día siguió subiendo hasta La
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 255
Chaise-Dieu, cuyo abad se apresuró a pedir ayuda
a drioude, que a pesar de ello no se conmovió.
Mientras tanto a partir de Valence, el gran pánico
corrió de aldea en aldea a lo largo de la orilla iz­
quierda del Ródano; ,el 28, entre las cuatro y las
cinco de la tarde ya estaba en Libron y Loriol y
hacia las seis en Montélimar; el 29 a la una de la
mañana despertó a Pierrelatte y a las cuatro a Saint-
Paul-Trois-Cháteaux; alcanzó Orange a las ocho y
media y poco después a Aviñón. El 30 muy tempra­
no estaba en Tarascón y Arles y por la tarde ya
había atravesado el Crau y reinaba en Saínt-Cha-
mas. De esta corriente principal derivaban una can­
tidad de corrientes secundarias que se expandieron
hacia el oeste y el este. En la región alpestre contor­
nearon los macizos. La más importante remontó el
Dróme el 28; una rama se abrió camino desde Crest
hada el sur por Dieu-le-Fit; el 29 a las cinco de la
mañana había llegado a Taulignan y ese mismo día
a V aireas y Nyons. Más arriba de Crest el camino
estaba trazado por Saillans, Die, CMtillon y Luc,
que ya se habían conmovido a causa de los rumores
infiltrados a través de Vercors: la garganta de Ca­
bré conducía hasta Veynes, que el 29 se convirtió
a su vez en un centro de disp.rsién. Hacia el este
el pánico estalló con gran violencia el 29 y el 30
en Gap. Gap es también un nudo de caminos: hacia
el norte, la garganta de Bayard conduce a Champ-
saus. Por lo tanto la alarma descendió el Drac por
Saint-Bonnet y Corps el 30, la Mure el 31 y volvió
a entrar en Grenoble dejando indemne a Oisans.
Hacia el este remontó el Durance (apareció el 30
en Embrun, y el 30 y el 31 en Briançon) y el Ubaye
por lo menos hasta Barcelonnetíe, aunque de acuer­
do a lo que sabemos, en todas esas ciudades no
estalló el pánico. Y al contrario, se prolongó hacia
el sur —desde Vevnes a través de Serre y desde
Gap por Tallara— hasta el Durance y más allá to­
256 CEORCES LEFEBVRE

davía, en dos comentes paralelas a la de Dieu-3e-


Fit y que fueron canalizadas por un lado por los
macizos de la Roche-Courbe, Chabre y Lure, y por
la otra por los del Cheval-Blanc. En el centro fueron
también canalizados por los macizos que separan el
Durance del Bléone. Por el Durance llegaron a
Sisteron el 30 por la tarde y a Forcalquier el 31;
por Turriers, el pánico de Tallard, que recibió nue­
vo impulso el 1*? de agosto, alcanzó Seynes el 31
a las cuatro de la mañana y desde allí se expandió
hasta Digne a través del cuello de Maure. E l 31
por la tarde ya tenían aviso del pánico Riez y Mous-
tiers al sudoeste y, a través de Barróme y Senez,
Castellane, situado sobre el Verdón. E l l 9 de agosto,
a través de la montaña, la infiltración siguió desde
Castellane hasta Roquesteron, Bouyon y Vence. Así
se alcanzó el valle del Var que servía de límite al
reino. Pero el de Verdón no parece haber desbor­
dado hacia el sur. E l rey de Cerdeña hizo custodiar
su frontera desde Saboya hasta el Var y el 31 envió
un desmentido oficial sobre las intenciones que le
atribuían los rumores que corrían en Pont-de-Beau-
voisin. Desde Montélimar se desgajó un ramal que
corrió hacia Grignan y Taulignan y desde Pierre-
latte otro más vigoroso que se dirigió hacia Saint-
Paul-Trois-Cháteaux y el valle del Aygues; allí se
unieron con el de Dieu-le-Fit y contornearon el
monte Venntoux, atravesando Vaison el 29 y Bédoin
y Sault el 30. Desde Orange, otra rama se dirigió
hacia Carpentras, Apt y Cadenet sobre el Durance,
que también fue remontado a partir de Aviñón.
Entre los montes de Lure y de Léberon, esas oleadas
chocaron con la que bajaba desde Forcalquier y
provocaron confusos tumultos entre Manosque y
Banon. El 30 a la tarde el Durance fue franqueado
a la altura de Cadenet y Pertuis, de modo que el
pánico avanzó sobre Aix antes de que llegara desde
Salón y Saint-Chamas. Durante los días siguientes se
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 257

propagó con gran lentitud hacia el este, a través


de las mesetas que separan el Durance de Brignoles
y Draguignan. Por lo tanto, estuvo en Saint-Maxi-
min el 2 de agosto y el 4 en Barjols y Salernes. No
hay el menor rastro de su paso al sur de Argens y
la costa provenzal así como tampoco aparece en el
Crau meridional y la Camargue.
Hacia el este los puntos de inserción de las co­
rrientes laterales de la orilla derecha son Pouzin,
Rechemaure y Teil, Bourg-Saint-Andéol y Beau-
coíre, donde Loriol, Montélimar, Pierrelatte y Taras­
cón trasmitieron el pánico en cuanto lo recibieron.
También cabe citar en este caso a Arles, Tanto en
Loriol como en Pouzin hubo dos alertas el 28 a
la tarde y el 29 a mediodía, que se comunicaron
a Privas, que acudió a auxiliarlas. Durante la tarde
del 29 hubo una tal aglomeración de gente en Pou­
zin que el señor de Arbalestrier fue masacrado. D e s-.
de Privas el pánico se difundió al noroeste hacia
el Alto Vivarais, llegando a Cheylard el 30 a las
cinco de la tarde y también a Saint-Agréve. Es pro­
bable que Yssengeaux y Le Puy recibieran un eco
de estos tumultos, pero en verdad el pánico nó fran­
queó las crestas. También desde Privas llegó ál sur,
en Coirons: E l 29 por la tarde recibió aviso Aube-
nas. E l macizo de Coirons también fue abordado
por el sur desdé Teil y Villentuve-de-Berg. E l 30
Antraigues y Vals -descendieron hasta Aúbenas. Ta-
nargue, situado al oeste del Archéche, fue arrastrado
por Aubenas, por Villeneuve-de-Beíg,-que previno
a Largentiére el 29 a la siesta, y por la corriente
nacida en Bourg-Saint-Andéol el 29 al alba, la qué
a su vez había ascendido pór Vallon. hasta Louyeuse
y Vans. Aquí ños ¿hcoñtraiños' eribl umbral de la
brecha de Villeford/por donde el pánico llegó hasta
Mende el 30. Ese mismo día’ corrió a. lo largo-del
Ródano hasta el sur d e , Bourg-Saint-Andéol, lle­
gando a Pont-Saint-Ésprit y Bangols. A partir'de
258 GEORGES I.EFEBVRE

allí perdemos el rastro. Marchó mucho más rápido


a lo largo de los Cévennes, donde la noche del 29
llegó desde Vans a Saint-Flarent y Alais y alcanzó
Saint-Jean-de-Gardonnenque. Allí una segunda alar­
ma le dio tal impulso que el 12 de agosto franqueó
la montaña y alcanzó Valleraugue y Saint-André-
de-Valborgne. Desde allí, y atravesando Meyrueis,
repercutió el mismo día hasta Mende y Millau. Men-
de, afectada por partida doble, la retransmitió hada
el norte. Así llegó a Malzieu el 1? de agosto y de
allí el rumor se expandió hasta Saint Flour y Lais-
sac a la entrada de Rourgue, donde llegó el 3 a la
tarde y desde donde refluyó hacia Millau. Millau,
Saint-Afírique y Vabre, que ya estaban en contacto
con el gran pánico del sudoeste, tuvieron que sopor­
tar violentas sacudidas debidas a las alarmas locales
hasta el 3 de agosto. La noticia fue enviada a Lo-
déve y de allí tomó la ruta de Montpellier el 2 de
agosto. El pánico'de Saint-Jean-de-Gardonnenque
también había alcanzado los eriales de Lédignan y
Sauve. mientras se advertía a Montpellier. Por úl­
timo, el 30 había progresado desde Arles hasta Saint-
Gilles y Vavuert y el 31 desde Beaueaire hacia Ni-
mes. También la capital del Bajo Languedoc había
recibido tales avisos, pero no perdió su sangre-fría
y ningún documento encontrado desde allí hasta'
los Pñineos orientales relata nada relacionado con
el gran pánico. Sin embargo el movimiento nacido
en el Franco-Condado, ayudado por numerosos re­
levos, había logrado alcanzar el Mediterráneo y
penetrar con bastante profundidad en el Macizo
Central.

ijj tj) \p

La historia del pánico de Clermontois es más


simple y su área de difusión menos amplia. Como
ya lo hemos dicho, comenzó el domingo 26 de julio
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 259

por la tarde en Estrées-Saint-Denis y durante la


noche progresó bastante, pues llegó a Clermont el
27 a las siete mientras ya se había instalado en
Sacy-le-Grand,. Nointél y Lieuvilliers, ubicádo en
la ruta de Saint-Just. Rápidamente, alcanzó gran
amplitud y se difundió en todas direcciones con e!
mismo ímpetu. Abordó de frente el valle del Oise
por debajo de Compiégne ■—en Verberie— por la
mañana muy temprano, y, luego de pasar por Pont-
Sainte-Maxence y Creil, llegó hasta Beaumont atra­
vesando Chamby, para dominar plenamente aquella
ciudad a las once. Desde Beaumont fue llevado a
Fontoiss a las doce y media de la mañana y desde
allí se difundió en el Vexin meridional alcanzando
Triol a las ocho de la noche y Meulan a las diez. El
28 los campesinos de los alrededores acudieron a
Melan, pero el movimiento no parece haberse pro­
longado hacia el valle, hacia Mantés y Vemon.
Tampoco franqueó el Sena, y, lo mismo que el pá-
nico del oeste, no se difundió en Mantois. Por el
contrario, sí fue atravesado el valle del Oise y ce
ese lado el pánico dio más que hablar porque avan­
zó hacia París y su eco llegó hasta la misma Asam­
blea Nacional. Nada sabemos sobre su marcha a
. pártir de Beaumont, Isle-Adam y Pontoise, pero sin
duda pasó lo mismo que en la región de Verberie:
siguió las ratas que confluían hacia Saint-Denis
hasta que, hacia la media tarde, encontró en Mont-
morency el relevo de que hemos hablado. A partir
de ese momento y durante toda la tarde agitó los
alrededor .s de Paris y' los electores enviaron un
pequeño ejército armado con artillería que avanzó
por lo menos hasta Ecouen. Mientras tanto, el pá­
nico había aprovechado para expandirse desde Ver­
berie, en la llanura de Béthisy, donde muy temprano
. encontró otro relevo que lo' llevó rápidamente a
■Valois. y Soissonnais. A las ocho y media de la ma­
ñana, ya estaba en Crépy; a la una y media en Sois-
260 GEORCES LEFE8VRE

sons, cuya municipalidad escribía la carta que el


28 fue leída en la Asamblea. Desde el Soissonnais
fue anunciado en Maon, pero ningún indicio nos'
permite decir que hubiera remontado el' Aisne o
atravesado la desolada región de Sissonne. Es po­
sible que se lo conociera en Reims, pero no sabemos
nada de los efectos que causó en esta ciudad. En
cambio tenemos datos sobre su marcha hácia el
sur. Desde Crépy y Villers-Cotterets ganó Dammar-
tin y Meaux el 27 y el 28. La Ferté-sous-Jouarre y
Chateau-Thierry. Ese mismo día remontó el Mame
por Epemay y Chálons, pero no sabemos nada más.
No es probable que se difundiera en Vitry pues no
se lo conoció en el Barrois. Inclusive hubo una alar­
ma en Saint-Dizier y Joinville, pero parece ser del
28 y de origen puramente local, pudiendo relacio­
nársela con los tumultos de esa región y del Barrois.
Es posible que hubiera franqueado el Mame para
llegar hasta los dos Morins, pero no hay rastros de
pánico ni en Coulommiers ni en La Ferté-Gaucher,
Pareciera que sus progresos fueron poco favorecidos
por la Champaña árida, pero tampoco la zona de
Brie le resultó acogedora y no hemos podido en­
contrar su rastro.
Al noroeste remontó el valle del Thérain, pues
Beauvais envió su milicia para socorrer a Cler-
mont. Desde Saint-Just también se dirigió a la región
de Gandvilliers y la trastornó. Atravesando Thé­
rain, llegó a Forges el 28, y desde allí a la región de
Bray, pero no sabemos si alcanzó a Dieppe; desde
Grandvilliers se encaminó hacia Aumale y descen­
dió el valle del Eresle pasando por Blangy y Eu. Al
parecer no resultaron afectados ni Ponthieu al norte
ni el Vexin normando, la región de Caux y el bajo
valle del Sena al oeste.
Hacia el norte el pánico desbordó en grandes
oleadas sobre la llanura picarda. El 27 a las nueve
de la mañana estaba ya en Montdidier, desde don­
JLA REVOLUCIÓN' FRANCESA 261
de tomó hacia Amiens por el valle del Avre; a las
diez entró en Roye creando perturbaciones en toda
la región; siguiendo con este impulsó .llegó el mismo
día hasta Corbie, Bray, Ham y Peronne. También
ascendió el valle del Oise por Ribécourt y Noyon
y en esta zona debió progresar con gran rapidez
pues una encuesta realizada a causa de la invasión
del castillo de Frétoy manifiesta su presencia en
Muirancourt, al norte de Noyon, el 27 a las seis
de la mañana. Siguió su camino por Chauny, La
Fére, Ribemont y Guisa e invadió Thiérache, donde
apareció en Alarle y Rozoy, situados en el valle del
Serre, y en Ycrvius. Los bosques de La Capelle y
del Nuuvoin y las primeras estribaciones del Arden-
ne detuvieron su expansión, pero el Somme no fue
una barrera y pudo atravesar Artois. Desde Peron­
ne el 27 llegó a Bapaume y esa misma noche a
Arras; es probable que aribara a Béthune el 28 por,
la mañana, pues ese mismo día apareció en Merville,
sobre el Lys, También cabe suponer que el 28 o
el 29 estuvo en Aire y Saint-Omer, ya que el 30 la
municipalidad de Watten alertó a las del Flandes
marítimo. Desde Arras también se propagó hada
el noroeste: apareció en Samer el 29 y en Boulogne
el 29 o el 30. Desde Saint-Omer se dirigió hacia
Calais; desde Béthune pasó al Flandes valón y
alarmó a las aldeas del oeste de Lila para llegar
finalmente a Frelínghien sobre el Lys, más a! norte
de Armentiéres, donde se difundió el 29. Sin embar­
go, no afectó ni al resto de Flandes ni al Cambrésis
o al Henao, que eran siempre tan propensos a las
sublevaciones. Quizás este hecho nos permite dedu­
cir que el pánico no fue muy violento en Artois o
que se difundió en toda la región con fuerza sufi­
ciente como para alcanzar el límite oriental de la
provincia.

V|I Ip TjJ
262 CEORCES LEFEBVRE.

Ya hemos dicho que en la Champaña meridional


el pánico apareció el 24 de julio al sur de Romilly
Fues bien, el 25 le bastó, para atravesar Sénonais
de. noroeste, a sudoeste, ya que a las seis de la tarde
estaba en Thorigny. y poco después en Sens y Vi-
lleneuve-l’Archevéque. Desde Romilly y Nogent se
expandió hacia el norte del Sena siguiendo la costa
de la Ile-de-France. El 26, alarmadas por el rumor
de que los bandidos andaban.por los alrededores,
Villegruis y Villenauxe tomaron las armas. Es pro­
bable que ese mismo día estallara el pánico en Pro-,
vins, pues se decía que los bandidos se habían es­
condido en los bosques vecinos, y sí el 26 Donne-
msrie constituyó una milicia con el pretexto, de que
los bandidos habían salido de París, podemos supo­
ner que el pánico de Romilly dio píe a tal actitud.
Ese mismo día se generalizó el terror en el bailiazgo
de Sézanne-y -se propagó siguiendo la-ruta que-lleva
a Chálons, según testimonia Barentin. El 28 apare­
ció en Vatry, situado a orillas del Soude y en Mairy
y Gogny, en la ribera del Mame, más arriba de
Chálons. Es posible que en estas aldeas se tratara
de-una repercusión del pánico de Soissonnais, pero
todv.s las fochas indican que en la región de Sézanne
la alarma previno de Romilly. Hacia el otro lado
ascendió por d valió del Aube, pero a! comienzo
lo hizo con cierta lentitud, ya que llegó a Arcis el
26 o el 27, pero a partir de esta aldea aumentó su
velocidad y el 27 estaba en Bar-sur-Aube. E l 25
Troyes tuvo noticias del pánico de Romilly pero la
población permaneció tranquila hasta el 28, cuan­
do estalló ei pánico que llegó desde el oeste, pues,
el. suburbio de. Sainie-Savine, situado a la orilla iz­
quierda del Sena, fue el primero que lo,sintió. En­
tonces sí remontó el valle del Sene y de los áfluen-’
tes de ía margen derecha y a las siete de ja tarde
estuvo, en Landxeville, .a la .entrada del valle del
Curco, a las nueve o diez de la noche en Mussy.
LA REVOLUCION FRANCESA 263
sobre el Sena, y desde allí, a las once, llegó a Chá-
tüíon. El 29 recorrió el valle del Barse y provocó
una segunda alarma en Bar-sur-Aube así como el
pánico del Ource. E l 28 en Bar-sur-Seine y Cbáti-
lion recibió el refuerzo de algunas comentes late­
rales que, como en Troyes, venían del valle del
Armançon, constituido en un nuevo centro de di­
fusión.
Nc conocemos con seguridad el origen de esta
corriente. El pánico del 25 no llegó por el Yonne
más allá de Sens y no podemos asegurar que hubie­
ra atravesado el bosque de Othe, aunque en su bor­
de meridional encontremos dos centros de pánico:
Saint Fiorentin (donde se lo sintió el 26) y Auxon
(el 27 ó 28). Sin embargo, tanto la ubicación de
estos lugares como la fecha en que estallaron los
pánicos permiten suponer que existió algún vínculo
de-dependencia entre la corriente d eSén unáis y lir
de Annançon aunque algunos incidentes locales de­
bieron servir como relevos; por ejemplo, hay un
cronista que menciona uno ocurrido en Auxon, del
que fue responsable un vicario que se asustó al
ver algunos animales que pastaban en el bosque.
El pánico no tardó en ser transmitido a las parro­
quias vecinas de Chamoy y Saint-Phal, a los bos­
ques de Aumont y de Chaource, y, poco después
del mediodía, a! valle del Annance, £ivy y Chaour­
ce. No cabe duda de que esta misma oleada de pá­
nico afectó ese día a diversos lugares ubicados en
el valle del Sena, pues siguió esta ruta a menudo
para avanzar desde Saint-Florentín y desde Brie-
non. De hecho liego hasta Brier.oa y algo más al
sur el, 28 por la tarde. Avanzó basta Tonnerre esa
misma -mañana, gracias a -algunos viajeros que, ai
aproximarse á Germigny, cerca de Saint-FIorén-
tin, se' asustaron al saber que había bandidos én la
zona y retrocedieron. For lo tanto, es posible que
el pánico de Auxon corriera por el bosque de Othe
264 CEORCES X.EKEBVRE

hasta Saint-Florentin o que algún incidente que


ignoramos lo reanimara ese día en esa ciudad o en
sus alrededores. Es probable que desde Tonnerre
el pánico ascendiera por el Armançon, pero no es
seguro, pues llegó a Saulieu desde Semur, no des­
de Morvan. Y por el contrario, sabemos que el 29
Chátíllon-sur-Seine pidió ayuda a Dijon, la que
envió un destacamento el 30, Pero al llegar éste
a Saint-Seine ya todo había pasado. De este modo
entraron en contacto en Dijon el pánico de Cham­
paña meridional y el del este, y en adelante ve­
remos que tales encuentros son frecuentes, aunque
ya hemos señalado uno que aconteció entre For-
calquier y Pertuis. En estos casos se producen alar­
mas sucesivas o tumultos muy complejos, pero tam-
. bién puede ocurrir que se cree una zona de
interferencia pues las corrientes tienen ya muy poca
fuerza -en-sus -puntos ^terminales.- Este-fue- e i caso
de Dijon, donde no estalló ningún pánico aunque
fueran a morir allí tanto la agitación proveniente
de la región de Cray como las que venían del Má-
connais y Champaña.
Las alarmas de Champaña no sólo perturbaron
el valle del Sena sino que encontraron un amplio
campo de expansión hacia el oeste y el sur. Aun­
que faltan algunos puntos de referencia, se puede
suponer que la alarma del 24 se propagó desde
Nogent y Provins a Montereau, Moret y Fontaíne-
bleau siguiendo la orilla izquierda del Sena y que
el pánico de Nemours y Cháteau-Landon se ori­
ginó en Sens. Luego habría seguido hacia el nor­
te, lo que explicaría su aparición en Corbeil el 28,
y el mismo día, a las seis o siete de la noche, en
Çhoisy y Villeneuve-le-Roi. Dos habitantes de Gá-
tinais que venían desde Athis-Mons y probablemen­
te bajaron por el rio llevaron el pánico a esas dos
aldeas. .Contaron que los húsares ya estaban en
Juvisy y que habían pasado toda la región a san-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 265
gre y fuego y saqueado a Montlhéry, Longjumeau
y Ris. Marmontel, que entonces residía en su casa
de campo de Grignon, situada entre Orly y Thiais,
cuenta en sus Memorias que hubo un desbande
general también y menciona el rumor relativo a los
húsares. De este modo la capital, que ya el día
anterior había sufrido el pánico proveniente del
norte, lo recibió de nuevo, esta vez viniendo del
sur, Hardy menciona este hecho en su diario; se
decía que Longjumeau había sido saqueada y todo
el mundo acudió en su auxilio. Así llegó el pánico
a Longjumeau, donde nada había ocurrido.
Desde el valle del Loing el pánico entró en
Beauce; el 29 por la mañana apareció en Boynes y
Boiscommun; más tarde, en Toury, situada mucho
más lejos; y hacia las tres de la tarde ya se ex­
pandía en Cháteauneuf-sur-Loire, Jargeau y Saint-
-Benis-de-FHótel;—E f rumor- llegó- hasta- Orleáns";:
donde se echó la responsabilidad a los bandidos
del bosque .de Orleáns. No obstante, cabe indicar
que probablemente hubo una alarma el 27 en Chi-
lleurs y Neuville-aux-2ois, por lo que no es impo­
sible que por ese lado existiera un centro indepen­
diente. E l resto de la región de Beauce y de Hu-
repoíx permanecieron indemnes, de manera que
entre esta área y la del pánico del oeste hubo una
amplia zona de tranquilidad que se extendía desde
el Loira, más abajo de Qrleáns, hasta el Sena, más
abajo de París.
El pánico del 28 se expandió esa misma tarde
sobre las dos márgenes del Yonne, alcanzando ha­
cia el este los alrededores de Seígnelay {poco des­
pués del mediodía) y hacía el oeste Champvallon
(al atardecer). Desde este último lugar entró el 29
en el Gátinais meridional, donde afectó a Cháteau-
renard y Chatillon-sur-Loing y se expandió en Saint-
Fargeau pasando por Aillant y Villiers-sous-Benoít.
También lo vemos tomar la dirección del Puisaye,
266 OEORCES LEFEBVRE

donde llegó a Thury y Entrains (el 29 ). Así des­


cendió de frente en el valle del Loira, por lo que
lo encontramos en Braire, y Sancerre el 29, desde
donde se expandió en el Saneerrois el 30, y en La
Charíté, a donde llegó el 29 a las cinco de la tarde.
Es probable que desde aquí se dirigiera al atarde­
cer hacia Nevers. Pero tanto en L a Charité como
en Nevers es posible que también llegara desde el
valle del Yonne.
Y en efecto, remontó este valle por Auxerre y
Champs. E l valle dél Cure captó una parte de esta
corriente y la encaminó por un lado hacia Avallon
y por el otro hacia Vézelay, pero mientras tanto,
la rama principal corría hacia Ciuiñcey, donde fue
muy tumultuosa y dio origen a muchos relatos de­
tallados. A través de Tannay alcanzó Lormes y
Corbigny, desde. donde se difundió hacía el oeste
hasta llegar a Montsauche y desde allí a Saulieu
(el 30). Siempre siguiendo el Yonne, el 30 a las
nueve de la mañana entró en Cháteau-Chinon, que
la trasmitió a Autun el misino día, así como a Mou-
lins-Engilbert y Decize, para expirar luego entre
el Loire y el Arroux. Pero Bourbon-Lancy y Digoin
resistieron y tanto el Charoláis como la región de
Creusot constituyeron una nueva. zona de interfe­
rencia entre este pánico y el del ,este.
Por último, desde Nevers la corriente ascendió
por el Allier y penetró en el Bourbonnais el 30 y
el 31. En esta zona no podemos delimitar exacta­
mente el área de su expansión pues se entremezcla
con la de la corriente del sudoeste, pero se íe pue­
den atribuir los sobresaltos que tuvieron lugar en
Sancoins y Bourbon-l’Archambault, Sainr-Pierre-le-
Mcutier, Moulíns y Varennes-sur-Allier. En Gannat
y Viehy sus efectos aparecieron mezclados ron los
de la corriente que a través del Berry meridional
llegaba desde el oeste:
'i' V 'i!
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 267

El más tardío de los pánicos, el del sudoeste, fue


el que se expandió más lejos, pero su propagación
no plantea problemas tan difíciles de resolver como
en ios demás casos, pues su poder explosivo fue
muy grande y permaneció intacto hasta el final. Par­
tió el 28 de Ruffec en las circunstancias que ya
hemos indicado. Hacia el oeste es probable que
alcanzara los bosques de Chizé y Aulnay {a no
ser que éstos hayan ¡sido un centro local de pertur­
baciones), aunque quizá no llegó más allá de Sur-
géres,. puesto que La Rochelle, Rochefort y Saint-
Jean-d'Angéiy sólo oyeron sus estruendos a lo
lejos. Hacia el norte apareció el 28 en Civray y
Vançay y el 29 en Lusignan y Vívonne; descendió
el Ciain pero expiró en Poitiers. El resto de la lia-
nura potevina no lo conoció y permaneció como
una zona interpuesta entre el dominio de este pá­
nico y el á él terror de la Vendée, que había ter­
minado unos cuatro o cinco oías antes.
Desde Ruffec y Civray se dirigió hacia Vienne,
donde estuvo en Chabanais y Confolens hacia las
diez ele la noche; desde allí remontó e! valle por
Saint-Junien y llegó esa misma noche a Koche-
chouart y el 29 a las cuatro de la mañana a Limo-
ges. Según dice Geoige Sand en Nancn, prosiguió
su ruta hasta Sairt-Léonará, pero es probable que '
los montes de Ámbazar y las mesetas del Gentioux
y Miilevaches circunscribieran su expansión. Des­
de el alto Vienne se propagó sólo hacia el sur, don­
de se reunió con las corrientes venidas de Mansle
y Angulema. Donde esta corriente tuvo mayor im­
portancia fue en su recorrido desde Confolens ai
Gartempe: descendió este río por Montmorillon y '
Saint-Savín y es probable que se expandiera hada
el valle del Vienne puesto que se lo mencionó en .
Chavigny y sin duda Chátellerault no pudo igno-'
rarla. Partiendo de Bellac el 29 a las seis de la
mañana, recorrió el Gartempe pasando por C h á -.
268 CEOHCES LEFEBVRE

teauponsac y Grand-Bourg, de manera que entró


en Guéret hacia la cinco de la tarde. Por último,
desde Dorat y Magnac-Laval se expondió como
un abanico sobre la Basse-Marche y-el-valle del
Creuse, al que llegó esa misma tarde. Allí afectó
a Blanc, Argenton, Dun-le-Palleteau y Celle-Du-
noise, pasando por La Souterraine, Desde allí se
lanzó hacia el Indre. Los más rápidos fueron los
habitantes de Argeston, quienes lograron prevenir
a Cháteauroux el 29 a las siete de la tarde; pero no
lo fueron menos los de Dun, que ya estaban en La
Chátre a las nueve y media. Por el contrarío, fue
bastante lenta la travesía del Brenne y de la me­
seta de Sainte-Maure: sólo el 30 llegó a Tours, Lo­
ches y CMtdlon la noticia enviada desde La Ha-
yes-Descartes, Preuilly y Blanc. Sin embargo, y gra­
cias a Cháteauroux, ya el 29 Chátillon y Loches
habían recibido una fuerte sacudida. También en
este caso hubo un punto de encuentro: fue Loches,
donde se reunieron el pánico del Maine y el de
Ruffec.
De Cháteauroux y La Chátre el pánico marchó
a la conquista del Berry oriental, y el 30 a la una
de la mañana estaba en Issoudun. Ese mismo día
franqueó el Cher en Cháteauneuf y alcanzó Bour-
ges. No sabemos si se dirigió hacia el norte, pues
no podemos afirmar que se realizara la unión
con Blésois y Sancerrois. Hacia el sur también al­
canzó al Cher en Saint-Amand-Montrond y en Va-
llon, pasando por Cháteaumeillant. El 30 invadió
el Bourbonnais y podemos seguir la corriente en
Saint-Bonnet-Tronçais y Cérilly, Maillet y Héris-
son, hasta llegar a Cosne y Bussiére. Con esto es­
taba a la puerta de Bourbon-l’Archambault donde
también estallaría el pánico de Champaña.
Para Guéret quedaban reservados Combrailles,
Auvemia y el Alto Lemosín. En efecto, la alarma
siguió el cauce del Creuse por Aubusson (el 29
LA REVOLUCION FRANCESA 269
a las once de la noche) y Felletin (el 30 a las tres
de la mañana) y desde allí, rodeando la meseta de
Gentioux, refluyó sobre Meymac. Sin embargo, te­
nia el campo más libre hacia el este, por lo que
desde. Guéret se dirigió hacia el valle superior del
Cher: por Boussac llegó a Montluçon y por Ghé-
nérailles hasta Evaux y Auzances. Demostró su
predilección por Monthiçon, a la que despertó la
noche del 29, y a las dos de la mañana estuvo ya
en Néris, pero sólo llegó a Auzances a las diez. Pa­
ra evitar la cadena de Puys, la corriente descendió
a Limagne por Montaigut, Pionsat y Saint-Gervais
y llegó a Riom y Clermont a las cinco de la tarde.
Durante el transcurso del día 31 se encargó de e n -.
cerrar entre su ramas al Mont Dore. Partiendo de
Clermont, una de ellas tomó la ruta de montaña .
que lleva a la Dordoña. Allí llegó a Bort, luego a
Ricm-és-Montagnes (a las once de la noche), Vic—
sur-Cére y por fin Mur-de-Barrez (el P de agos­
to). La otra remontó el Allier por Saint-Amand-
Tallende, Issoíre y Saint-Germain-Lembron, pun­
to al que arribó el 31 a las siete de la tarde. Entre
Issoíre y Brioude se abre el valle del Alagnon que
lleva a Cantal, por lo tanto, siguió esta ruta en
Blesle y Massiac y desde allí continuó esa misma
tarde hasta Saint-Flour. En Riom, Clermont, Briou­
de y Saint-Flour el pánico del oeste entró en con­
tacto directo con el que provenía del este. El 19
de agosto llegó a Murat y franqueó el Liaran; por
los montes de ;Luguet se infiltró hasta Condat y
Allanche, de tal modo que en Vic-sur-Cére volvió
a reunirse con el ramal del norte.
Sin embargo, el movimiento que tuvo su origen
en Ruffec alcanzó su mejor éxito en el" sur, donde
sumergió a casi toda Aquitania. Primero descendió
el Charente por Mansle y el 28 a las tres de la
tarde estuvo en Angulema, luego siguió el río por ’
Jarnac y Cognac hasta Sainte. Allí perdemos su
270 CEORCES LEFEBVRE

rastro y al parecer toda la región marítima y me­


ridional de Saintonge permaneció tranquila. Desde
Angulema contagió a Barbezieux, Gagnes y Mon-
tendre, pero el Double lo detuve en su camino
hacia Blaye. Su principal ruta se abrió hacia 'el
sudoeste. Desde Mansle alcanzó La Rochefoucald,
de manera que el 29 entre las seis y las siete; de
la mañana pudo aparecer en Champniers y poco
después de! mediodía en Nexon, punto de partida
hacia Saint-lrieix, pues allí encontró un refuerzo
en las noticias enviadas desde Rochechouart y Li-
moges. Los valles del Dronne' y el Isle se le ofre­
cieron y allí entró en contacto con el Bajo Lemo-
sín. Pero simultáneamente se había deslizado como
una napa subterránea desde Angulema hada e!
valle del Dronne, al que trastornó de pies a cabeza.
Es probable que en La Roche-Chalais encontrara
el relevo del que hemos hablado, pues llegó a Con­
tras a las cuatro de la tarde; durante la noche re­
corrió el Dordcña desde Fronsac, Libourne y Saint-
Emilion hasta Bergerac y a las cinco de la mañana
del 30 llegó a Sainte-Foy, situado sobre la margen
izquierda. Al mismo tiempo, el frente del Dronne
le sirvió para lanzarse desde todos lados hacia Isle.
Como es natural, Brsntóme, Bourdeilles y Ribérac
enviaron los primeros avisos a Périgueux, adonde
llegaron el £9 a la una de la tarde, y el 30 todo el
valle desde Thiviers hasta Mussidan estaba alerta.
Pero ya la ola avanzaba hacia el Vézére: el 30 a las
cuatro de la mañana estaba en BadefoI-d’Ans (pro­
bablemente había venido desde Ferigueux a través
dei bosque Barade); una hora después llegaba a
Lubersae desde Saint Irieix, Thiviers y Excideuil
y se lanzaba hacia Uzerche. El 30 por la mañana
se desparramó por todo el bajo Vézére, donde afec­
tó a Terrasson, Montignac •y Bug. Desde Vézére
enfiló hacia el Dordoña en dos corrientes divergen­
tes: una se dirigió desde Uzerche hacia el alto
I.A R E V O L U C IÓ N FRA N C ESA . 271

Dordoña y se hundió en el Macizo Central; la otra


avanzó hacia el curso medio de! río, y así logró
alarmar a La Linde, Limeuil (en la confluencia con
eLVézére) y Domme (que había recibido aviso de
Sarlat) el 30, entre las dos y las tres de la tarde.
Por lo tanto, durante el transcurso de ese mismo
día el Dordoña fue franqueado por todos lados,
por la mañana al oeste de Bergerac y a la tarde al
éste. Para aclarar más esta corriente podemos dis­
tinguir al sur del río tres ramales entre los cuales
se producen innumerables anastomosis: el de Sain-
te-Foy o d e: Agenais; el de Libos o del Agenais
oriental y Quercy; el del Domme o de Quercy orien­
tal, Este último torció hacia Figeac y el Macizo
Central, mientras que los otros dos corrieron di­
rectamente hacia el sur.
La corriente de! Agenais, que salió de Sainte-
Foy y Gensac el 30, afectó al valle del Drcpt desde
Eymet hasta Duras y Conségur, después, pisando
por Montflanquiti y Tombebeuf, llegó hasta el valle
deí Lot por la tarde, alcanzando a Viileneuve y
Casiehnoron y por fin, hacia la medianoche, se
presentó en Agen. También afectó a La Réole y por
consiguiente es problable que se presentara en
Monnande y Tcnriehis, pero no hay indicios de que
penetrara en el Entre-Deux-Mers o que hubiera
franqueado el Garona para invadir el Bazadais. En
Agen cruzó hacia la orilla izquierda y atravesando
Armagnac, siguió a lo largo del Gers y el Baise
—por io tanto, tuvo que pasar por Nérac y Con­
decí—. Aunque no penetró en las Landas se la en­
cuentra sobre el Adour, muy al sur de Aíre, así
como en Maubourguet y Vic-de-Bigcrre, a donde
llegó probablemente desde ívlirande. Sobre el Gers
apareció en Auxh el 3 de agosto, casi seguramente
transmitida por Lecteure. .
La corriente de Limeuil agitó la llanura de Bel-
vés, Mcnípazisr y Viileírancbe-de-Périgord, donr
272 GEOBCES LEFEBVBE

de nace el Dropt, y a partir de allí se desdobló: ún


ramal se dirigió "hacia Lot, Fumel y Libos; el otro
hacia Cahors. El primero, una vez que hubo atra­
vesado el valle, llegó el 30 a las ocho de la noche
a Tournon-d’Agenais y en seguida a Montaigu,
mientras que a la noche ya aparecía en Lauzerte.
El 31 por la mañana estaba en Lafrançaise (en la
confluencia del Tarn y el Aveyron) y en Moissac,
y en las márgenes del Garona se presentó, en Va-
lence, donde al parecer cruzó el río. Ese mismo día
partió de Lafrançaise y Moissac y llegó a Bontau-
ban y el 1° de agosto provocó la primera alarma en .
Toulouse. Desde Valence atravesó el Lómagne,
donde se hizo ver en Auvillars y Saint-Clair y de
allí siguió el 2 de agosto hasta Touget, Gimont,
Saint-André, Samatan y Lombez. Recorrió el Save
por Isle-en-Dodon y Blapan y el Gimone por Bou-
logne y en este trayecto probablemente se encon­
tró con la corriente de Sainte-Foy en las proximida­
des de Castelnau y fue a detenerse en las pendientes
de la meseta de Lannemezan,- pues el 5 de agosto
se habló de pánico en Tuzaguet, Pero ya antes de
eso se había desviado hacia el oeste y el 4 apareció
en Tarbes, siguió ascendiendo y el 5 estuvo en
Bagnéres-de-Bigorre. Desde Tarbes, Maubourguet
y Vic-de-Bigorre el pánico llegó hasta Ossun. y
Pontacq y luego siguió por el Gave afectando. a
Pau, Nay, Coarraze y Lourdes (el 6 de agosto). No
encontramos ningún rastro de su paso por el Adour,
más abajo de Maubourguet, ni en el Chalosse,
Béarn o el país vasco. Y fuera de los valles de los
alrededores de Lourdes y de Argeles tampoco hay
la menor huella de este pánico en los Pirineos oc­
cidentales.
El 31 a las cuatro de la mañana llegó a Cahors
y rápidamente se impuso en Castelnau-de-Montra-
tier, Montpezat, Caussáde (a las nueve) después
atacó al Avyeron en Saint-Antonin, Bruniquel, Mont-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 273

ricoux y Négrepelisse. También de esta corriente


se desprendieron ramales laterales que se interna­
ron en Causses. Desde el Aveyron torció hacia Gai-
llac el 1° de agosto y el 2 atravesó los campos
desde Graulhet hasta Castres. Es probable que en­
contrara relevos en Gaillac, Isle-d’Albi o Rabastens,
aunque de todos modos el 2 recorrió el codo del
Tarn y apareció en Buzet y desde allí, pasando por
Montastruc-la-Conseillére, fue a sembrar una nueva
•alarma en Toulouse el 3 de agosto. Pero el mismo
día a las seis de la mañana también llegó a Villemur
sobre el Tarn (más abajo de Buzet) y desde allí
parece haberse dirigido —por Frontón y Bouloc—
hacia Grenade y Verdun: de donde provendría la
- alarma que el día 3 se difundió én el bajo Save, al
norte de Isle-Jourdain. Es seguro que venía del
norte, aunque quizá fuera el contragolpe de la de
Lomagne. De todos modos es probable que el mis-
mo día llegara a Toulouse también desde el oesfe.
Este pánico del 3 partió de Toulouse el mismo
día,, subió por el Carona, pasó por Muret, al día
siguiente estuvo en Capens y Carbonne y avanzó
por lo menos hasta Martres. Pero ya lo había pre­
cedido el pánico del I o de agosto, y aunque no se
habla de él en estes lugares, es evidente que a tra­
vés de Montesquieu-Volvestre había llegado más al
sur, puesto que el 2 por la tarde o por la noche apa­
reció en Saint-Girons, Rimont y Castillon y el 3
estuvo en Mas-8’Azil, habiendo partido de Dáuma-
zan que está ubicado más hacia el norte. También
había .ascendido por el Ariége, puesto que la noche
- del 2 .apareció1en SaVerdun. Sny embargo, Pamiers
no se alarmó sino el 4 a las siete de la tarde, y es
probable que su pánico se vinculara'con la segunda
. ' ola tolosaná, E1-J5 y é l‘6 de agosto se lo vuelve a
encontrar éñ •Vicdessosl ’y-es casi seguro que pasó
• por,Fóix. Desde Tamier’s y Fóíx’torció hacia él esté
'porfMírepoíx y-Lá velan et; puesto que-aparéciá en
274 ceorc.es lekebvrv :

Chalabre, Ridel y Peyrat y el 5 y el 6 de agosto en


Bélesta, También se infiltró hasta Quillan (sobre
el Aude) y Bugarach ( en Corbiéres) y alcanzó Cau-
diés el 5 de agosto. Después se perdió en. las mon­
tañas pero todavía tuvo fuerzas para hacerse notar
en Saint-Paul-de-Fenouillet y en Mosset, .situado
un poco al norte de Prades.
Los remolinos laterales que penetraron en el Ma­
cizo Central fueron bastante numerosos. Los dos
primeros derivaron del pánico de Uzerche que tras­
tornó por completo al Macizo de Monédiére, entre
el Vézere y el Corréze. E l primero se encaminó hacia
Leymac y Ussél, Egletons, Neuvic y Bcrt, adonde
llegó el 30 bastante tarde; el 31 se lo anunció en
Felletíin y Clermont, desde donde llegaron simul­
táneamente las noticias que ya hemos mencionado.
Varios días se sucedieron las.alarmas que alteraron
a este perdido rincón y el 1° de agosto culminaron
en el incidente de Saint-Angel sobre el que volve­
remos más adelante. Desde Bort y Neuvic el pánico
se dirigió hacia Hiora-és-Montagnes y Mauriac, y
desde allí tomó el camino de Aurillac. La segunda
corriente alcanzó Tulle y Brive el 30 por la mañana;
a la tarde ya estaba en Argentat y Beauüer sobre el
Dordoña; el 31 recorrió río arriba el Cére por' La
Roquebrou y llegó hasta Aurillac.
Por otra parte, la corriente de Domme tomó su.
camino por la meseta calcárea de Gramat y se di­
rigió hacia Gramat y Saint-Céré con tal lentitud
que sólo las alcanzó el 31, pero en cambio fue más
rápido hacia Figeac que ya el ,30 conocía la noticia.
El 31 se la expidió a Maurs, de allí pasó una vez
más a Aurillac y a Mur-de-Barrez; se la comunicó',
también a Entraygues que la retransmitió a lo largó
del Truyére hasta Chaudesaigues para llegar a Saint-
Flcttr la noche del 31 de julio. De este modo sobre '
los flancos occidental y meridional del Cantal v
en el Planéze, las corrientes de Guyena chocaron
t.A REVOLUCION FRANCESA 275

en todas partes con las que venían de Auvemia.


Desde Entraygues el pánico también recorrió el
Lot basta Mende y allí se cruzó con la corriente
que venía del Vivarais y descendía hacia Rouergue,
que ya había sido puesto sobre aviso por Quercy
meridional. Desde Cahors, ya fuera porque subiera
por el Lot hasta Cajarc o directamente, el pánico
atravesó la meseta calcárea de Limogne y llegó a
Villefranche e í 31 a las diez de la noche. Esta ciu­
dad recibió también un correo de Caylus que a su
vez había sido alertada por Caussade. Después le
tocó el turno a Rodez, Laissac, Séverac y desde el
alto valle del Aveyron las noticias afluyeron a Mi-
llau el 2 y el 3 de agosto. Allí se encontraron con
las que venían de los Cevennes y también con
el rumor que desde Caillac había ascendido por el
Tara y que el 3 de agosto estaba en Ambíalet. De
este modo la línea de sutura entre el pánico del este
y el del sudoeste va desde Ciermont a Mi'lau pa­
sando por Aurillac, Saint-Flour y Mende; segura­
mente Millau fue la ciudad francesa donde se ere
contraroh el mayor número de corrientes.
'Esta es la descripción que hoy puede hacerse
de la marcha del gran pánico. Sin que haya necesi­
dad de insistir sobre ello, se ve con claridad que
es necesario llevar - a. cabo .nuevas investigaciones
que Permitan mejorarla.
C a pítu lo XV III

LOS PANICOS ULTERIORES

’ El temor a los bandidos, que babfa realizado la


síntesis de todas .las causas de inseguridad y provo­
cado el gran pánico, no desapareció cuando se com­
probó que los bandidos no llegaban, pues en reali­
dad subsistían los motivos que habían hecho creíble
su aparición: el período crítico de la cosecha se
prolongó por lo menos hasta fines de agosto y sus
consecuencias —la escasez, la desocupación, la mi­
seria y la mendicidad— continuaron con sus estra­
gos por un período más largo todavía, aunque la
primera empezó a ceder con la trilla del otoño. En
agosto de 1789 la municipalidad de París cerró los
talleres de caridad y trató de reexpedir a sus pro­
vincias a los obreros de Montmartre cuya reputación
era tan molesta. Y, sobre todo, el complot aristocrá­
tico siguió sobre el tapete: se lo negó y se recriminó
duramente a los revolucionarios por haber creído
en él. Sin embargo, hoy sabemos que tenían buenas
razones para temer: ya en julio de 1789 la corte
preparaba un golpe contra la Asamblea, a fines de
1789 se constituían secretamente algunas ligas con­
trarrevolucionarias en las provincias y simultánea­
mente los emigrados y el mismo Luis XVI procura­
ban conseguir en el extranjero el apoyo de los
ejércitos monárquicos. De modo que si se tiene en
cuenta el estado general de la opinión, no sorprende
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 277

que ocurrieran numerosas alarmas locales en las


semanas posteriores al gran pánico.
El 14 de agosto el Comité de Senlis desmintió el •
rumor parisiense de que dos mil bandidos se habían
reunido en los bosques. El 15 hubo un pánico en
Montdidier y el 22 en Rambouillet, donde se decía
que “los bandidos recorrían la campaña”. El 5 hubo
una alerta en Asnan, cerca de Clamecy; el 16 esta­
lló otra en Orleáns cuando algunos segadores de
Bacon, cerca de Coulmiers, exigieron rescate al hijo
de un negociante; el 7 Caen también soportó una
alarma que. poco después se difundió en el cantón
de Thorigny; a comienzos del mes hubo un violen­
to pánico al sur de Saint-Florentin, alrededor del
bosque de Pontigny, y varios en Issy-l'Evéque y
Toulon-sur-Arroux; la noche del 3 se esbozó una
corriente en Bresse —que quizá venía de Toumus—
y sólo se detuvo en Bletterans gracias a la sangre
fría de Lecourbe, que impidió que se tocara a reba­
to; lo mismo ocurrió el 7 en las proximidades de
Chátillon-de-Michaille, al este de Bugey. La noche
del 9 de' agosto hubo una gran alarma en Auver-
nia, por el lado de Champagnac; el 6 se desató otra
en La Queuilíe. E l 5, cuando algunos segadores de
Civray creyeron ver que la culata y el cañón de un
fusil sobresalían de una carreta, sembraron el te­
rror en la población. La noche del 10 volvió a sonar
la alarma en Beaulieu (Périgord) y durante el día
en Castenaul-de-Montmirail (al noroeste de Gai-
llac). E l 22 los obreros de las salinas de Pecquais
desataron el pánico en Vauvert y el 15 la munici­
palidad de Saínt-Girons decidió solicitar informa­
ciones puesto que “adquiere cierta consistencia el
rumor que anuncia el desembarco de diez mil hom­
bres de guerra en Barcelona y su avance hacia la
Cataluña española, limítrofe con la Cataluña fran­
cesa”. También hubo pánico en Aix cuando se ha­
bló de que una banda de asaltantes había salido de
278 CEOBGES LEFEBVRE

Marsella, Sin embargo, todas esas convulsiones fue­


ron sólo locales porque la experiencia de julio había
disminuido la credulidad popular y sobremodo por-'
que la recolección de cosecha había terminado.
La documentación que poseemos indica que las
alarmas cesaron poco después de estos incidentes
y reaparecieron cuando se preparaba la cosecha de
1790, lo que destaca la enorme importancia que
este factor tuvo en la preparación del gran pánico.
El 16 de julio un grupo de campesinos se dirigió
a una abadía próxima a Guisa donde se suponía que
se escondían armas y municiones. De inmediato se
dijo que los bandidos- devastaban los sembrados de
la región. El pánico se propagó hacia Ribemont
y llegó a Laon a las ocho de la noche; avanzó hacia
el noroeste a través de Thiérache y llegó a Rethel,
y desde allí se difundió por toda la región de Porcien
hasta alcanzar a Rimogne y Rocroy, cerca del Ar­
deme, El 12, un incidente que no conocemos sem­
bró la alarma en Vézelise y de este lugar se dirigió
hacia Nancy y Luné villa, El 17 el pánico apareció
en Aboncourt, en el bailiazgo de Amont. No tene­
mos datos suficientes para vincularlo con el de Vé­
zelise, pero es posible que existiera alguna relación,
entre ellos. Tres semanas después, un violento, pá­
nico puso en evidencía otro de los factores esen­
ciales de estas convulsiones: el temor que inspiraban
las maquinaciones de la aristocracia. A fines de julio
se supo que lás tropas austríacas. avanzaban para
sofocar una sublevación en los Países- Bajos y en
virtud de la convención de 1769, el gobierno de
Luis XVI las había autorizado a atravesar el. terri­
torio francés. Las poblaciones de éste creyeron que
!a revolución de ¡os Países Bajos era sólo un pretex­
to y que en realidad el ejército imperial tenía por
misión aplastar la Revolución Francesa, El 3 de
agosto en Cbeppy (cerca de Varennes) corrió la
voz de que uno de los destacamentos-imperiales
LA REVOLUCION' FRANCESA 279

estaba cerca; es probable que el rumor proviniera


de que se hubiera tomado por alemanes a una pa­
trulla de Bouillé. Sea como fuere, corrió como re­
guero de pólvora la noticia de que se quemaban o
saqueaban los sembrados, y mientras algunas veces
se atribuían tales desmanes a los austríacos en otras
ocasiones se hablaba de bandidos. La alarma cun­
dió en toda la región de Argonne, que pidió ayuda
a todas partes: el 4 se envió un correo a Bar-le-Duc,
que de inmediato puso en pie de guerra a todos los
habitantes y se encargo de comunicar la novedad
a Saint-Dídier (el 5 ). Hacia el este la alarma pasó
por Sainté-Menehould y llegó a Chálons y Reims;
hacia el oeste, el 4 estaba ya c;. Verdun y Saint-
Mihiel. Desde Verdur, avanzó el 5 hacia Metz y
Thiónville y desde Woévre hasta Longwy, todo el
mundo estaba sobre alerta. Descendió el Mosa (has­
ta Stenay) y el Aisne, de manera que desde Vou-_
ziers se difundió de nuevo en Porcien (Rimogne)
y Thiérache (Eozoy y Montcomet). Igual que en
1789, esas alarmas provocaron muchas perturba­
ciones: el comandante de Stenay, que parecía sos­
pechoso, fue amenazado; en Méligny-le-Grand for­
zaron la casa del señor del lugar para apoderarse
de las armas, y en A.boncourt saquearon el castillo..
En 1791 reapareció en. Varennes el temor de los
bandídos.y poco después de la fuga del rey, cundió
idéntico pánico, en Trappes y Séíne-et-Oise, el que
llegó a. Dreux el 2 é de junio. Al año siguiente reapa­
reció en GisorS, cuando se conocieron las noveda­
des ocurridas el 10 de agosto, y más tarde todavía,
el 20 dé abril de 1793, ;un violento pánico se desató
en la región-de’Caux hacia Yvetot, cuando cundió
el nimor de qué habían desembarcado los ingleses
y qué los bandidos pagados por los aristócratas se
dedicaban .a, devastar- el país para favorecer su
avánce. Finalmente, en septiembre de 1793. una
alarma agitó los 'alrededores de.Meaux: la 'conoce-
280 CEOHCES LEKEBVEÍE

mos por una carta que Vernon, ex vicario episcopal


de Seine-et-Marne dirigió a Chabot. Aunque la
mención no es demasiado explícita, vale la pena
reproducirla ya que es muy típica: “Hemos tenido
una falsa alarma el lunes pasado (23 de septiem­
bre). Cuarenta mil sans-culottes se reunieron con
toda rapidez y si los aristócratas quisieron diver­
tirse con esta maniobra es seguro que no lo repe­
tirán. Han visto los violines con los que se les dará
la alborada”. Estos ejemplos muestran que los. pá­
nicos continuaron mientras la Revolución estuvo
en peligro y es probable que nuevas investigaciones
descubran otros que se agregarán a los que aca­
bamos de citar! A nuestro parecer esto confirma
la explicación que enunciamos para el gran pánico
de 1789.
C a pítu lo XIX

LAS CONSECUENCIAS
D EL GRAN PANICO

Durante el período del gran pánico, tanto en lar


ciudades como en el campo se produjeron muchas
perturbaciones y movimientos políticos, a los que,
aquellos que adoptan la tesis del complot, acusan
de haberlo provocado. Y en realidad, no es fácil
descubrir cuál fue su influencia propia. En primer
lugar, no hay que unificar los días que separan al
20 de julio del 6 de agosto puesto que .el pánico
no estalló en todas partes al mismo tiempo; en se­
gundo lugar hay que recordar que el temor a los
bandidos y el gran pánico son distintos, y por úl­
timo, conviene tener presente que la coincidencia
no. implica una relación de causa efecto, tal como
se observa en las regiones que ya estaban pertur­
badas antes de que estallara el pánico. Esta obser­
vación vale también para las zonas próximas al
escenario mismo de las revueltas, tales como Bres-
se, que padeció intensa alarma durante las jorna­
das del pánico: en Vonnas, los campesinos saquea­
ron el castillo de Beost el día 26 y en Thoissey
destruyeron los registros de derechos señoriales y
c-1 27 lo hicieron en Pont-de-Veyle; el 28 los habí- •
tantes de Arlay reclamaron los títulos de propiedad'
a la duquesa de Brancas. Pero ya algunos días an­
tes la fermentación había engendrado incidentes
282 gkORoes x. e fe bv r e

análogos a la entrada de Bourg y Romenay, y cuati-


do muy cerca de allí Máconnais daba el ejemplo,
nada permite afirmar que no se lo hubiera imitado
sí el pánico no hubiera sobrevenido. Esta obser­
vación se confirma por el hecho de que las pertur­
baciones continuaron en las regiones que no sin­
tieron pánico lo mismo que en las que lo experi­
mentaron. Por lo tanto, no pueden atribuírsele las
revueltas del 3 y 4 de agosto en Ruán, ni las que
conmocionaron a las municipalidades de Fumay,
Marienbourg y ¡Givey a fines de julio o comienzos
de agosto, ni tampoco la creciente independencia
—a veces manifestada con violencia— de que da­
ban muestra los campesinos de Loreua, Henao y
Cambrésú ante los diezmeros y ios señores. Ade­
más, háy que agregar que en las ciudades el .pá­
nico contribuyó a limar asperezas con vistas a ía
defensa común y que casi siempre suspendió o
atenuó ios conflictos municipales en lugar de pro­
vocarlos. Por último debemos repetir una vez más
que la formación de comités y el armamento' po­
pular comenzaron mucho antes que el pánico y
es un error suponer que, después que ocurrió, todas
las aldeas tenían ya una milicia, pues muchas es­
peraron hasta la proclamación del 10 de agosto y
algunas sólo tuvieron guardia nacional en 1790.
Pero estas reservas no disminuyen la indudable
influencia del gran pánico. Como en la mayoría
de los casos los comités y las milicias de las ciuda­
des estaban en estado embrionario o sólo existían
en el papel, aceleró la organización de ios comités
y les dio oportunidad de actuar, as! como obligó
a las milicias a reunirse y procurarse armas y mu­
niciones. También gracias al pánico penetró en
ios pequeños burgos de campaña y en las aldeas
la idea del armamento. Además, creó lazos de soli­
daridad entre las ciudades y ¡as regiones circun­
dantes y entra las ciudades entre si, hasta el punto
1.A REVOLUCIÓN FRANCESA 283

de . que en varias provincias se podría hacer re­


montar a fines de julio de 1789 el origen de las
federaciones. Pero tampoco hay que exagerar: cuan­
do se anunciaba la llegada de los bandidos, muchos
pensabamsólo en huir, había pocas armas y la ma­
yoría de los milicianos carecían de fusiles; en sus
expediciones los campesinos estaban armados úni­
camente con palos o con sus instrumentos de labran­
za, el cansancio llegó muy rápido y se dejó de hacer
la guardia, y tampoco se pensó en instruir a los
soldados-ciudadanos. Sin embargo, es muy impor­
tante la reacción provocada por el pánico desde
el punto de vista nacional,, pues fue un esbozo de
reclutamiento en masa, y durante esta primera mo­
vilización general, hubo muchas ocasiones para que
se manifestara el espíritu, guerrero de la Revolu­
ción, especialmente a través de divisas que preanun-
cian 1792 y el año u. En Uzerche los milicianos se
pusieron una insignia que decía "Vencer o morir"
y en Besançon cincuenta jóvenes del célebre barrio
de Bactant formaron una compañía cuya bandera
tenía la siguiente inscripción: .

. Cuando los viejos abandonen


L o s jóvenes seguirán.

■•'Pero esos sentimientos de unidad y de orgullo


nacional son inseparables de la efervescencia revo­
lucionaria: si el pueblo.se levantó fue para desen­
mascarar el complot del. que los bandidos y las
tropas extranjeras no. eran más .que meros instru­
mentos, y-para denotar a..!»-aristocracia. Y las tu­
multuosas reacciones -que provocó el gran pánico
ejercieron ■también una profunda influencia sobre
el conflicto social:, el Tercer Estado manifestó con
gran energía la solidaridad de ciase entre sus miem­
bros y adquirió una conciencia más clara de su pro­
pia fuerza. La aristocracia no lo ignoró, y el 2S de
284 • CEORCES LEFEBVRE

julio, el administrador de la duquesa de Brancas es­


cribió desde Arlay a sil señora: “Madame, el pueblo
es el amo; es ya'demasiado consciente y sabe qué
es el más fuerte.”
Frecuentemente el gran pánico se'volvió contra
los nobles y el alto clero, a los que se acusaba de
instigarlo. Aunque a veces no se hacía más que
murmurar o amenazar —como ocurrió en Saint-Gi-
rons con el señor de Terssac, que continuó circulando
tranquilamente entre la muchedumbre, a la que se
impuso por su serenidad—, en otros casos ya se esta­
ba a punto de atacarlos. Por ejemplo, el señor de
Josses, presidente del Parlamento de Paul corrió pe­
ligro el 7 de agosto en Bagnéres-de-Bigorre, y el
2 fue atacada en Saint-Affrique la morada del señor
de Montcalm, diputado noble que había abandona­
do la Asamblea. Pero también ocurrieron muchas
vejaciones: los campesinos de Montdidier obligaron
a los nobles a ponerse la escarapela y a gritar “Viva •
el Tercer Estado”. Pero éste no fue el único caso:
sé multiplicaron las visitas á los castillos, que’ pa­
recían más sospechosos que nunca, y el 31 de ju­
lio se decía en Mauriac que el castillo del señor
de Epinchal escondía a varios personajes importan­
tes, y lo mismo se repetía en Nivernais, en Allemans
(Agenais) y en Asnan (Toulousain). Además, era
necesario alimentar, dar de beber y distribuir algo
de dinero a los soldados. Se amenazó con incendiar
algunos castillos —por ejemplo el de Chauffailles en
Forez— y otros fueron saqueados —el del obispo
de Cahors en Mercueis, y el 24, el del caballero dé
la Rouandiére en Saint-Denis-d’Anjou—. En Frétoy
(Picardía) los campesinos dirigidos por un ex sol­
dado nativo de la región y ex lacayo del señor que
había llegado el día antes de Berry —donde era
guarda de caza— de paso para la capital, revisaron
todo el castillo tratando de encontrar el trigo que
según se decía se había ocultado allí. En distintos
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 285

lugares los campesinos exigieron que Ies devolvie­


ran los fusiles que se les habían confiscado, o ma­
sacraron las palomas, o reclamaron el abandono de
los derechos señoriales, tal como pasó en La Cla-
yette —cerca de Forez— y en Baignes (Saintonge).
Pero si bien es evidente la vinculación entre estos
hechos y los que precedieron al pánico, muchas ve­
ces se los ha exagerado; por ejemplo Taine habla
de nueve castillos quemados, en Auvemia y en reali­
dad no se prendió fuego a ninguno. En la mayoría
de las ciudades los incidentes no parecen muy gra­
ves si se los compara con la potencia del movi­
miento, aunque es Verdad que, como se desataban
poco después de las grandes revueltas agrarias,
contribuyeron a aterrorizar definitivamente a la
aristocracia.
Taine dio gran notoriedad al incidente ocurrido
en Secondigny, burgo del Poitou situado al sur de
Parthenay, pero el sumario del proceso demuestra
con toda claridad que el querellante, Després-Mon
pezat, fue sólo víctima de su torpeza y de su im­
prudencia. El 23 de julio muy temprano, recibió
una carta del subdelegado de La Chátaigneraie don­
de se le anunciaba la llegada de los bandidos. Rá­
pidamente hizo sonar la alarma y autorizó a su
asistente para que fuera a reunir a los leñadores
del bosque vecino. Luego volvió a su casa y no se.
movió de ella. Los obreros acudieron con su capataz
y el guarda del conde de Artois para unirse a los
habitantes del lugar, pero pasó la mañana y nadie
les informó nada. Finalmente fueron a casa de Des-
prés, que estaba almorzando y les prometió ir en
seguida al burgo, pero como no.lo hizo, los ánimQs
se caldearon. Se. pensó en una traición;* pues se
sabía que cuando se habían elegido los diputados •
de la nobleza ante los Estados Generales, Després
- y algunos otros— habían sido designados para
mantener informados'a los nobles. Además, “corrió
286 GEOüCES LSFEBVJRE

el rumor de que se quería asesinar a un obrero”.


En síntesis, hacia las cuatro Després vio llegar a
la ■¡muchedumbre furiosa. “¡Ah!, señor síndico, se­
ñor corresponsal de la nobleza, os hemos pescado . . .
¿Sois del Tercer- Estado?. . , Nos habéis hecho es­
perar, pretendéis burlaos de nosotros y hacemos
perder nuestro tiempo. Pues bien, queremos que se
nos'pague.” Tuvo que ponerse la escarapela y se
lo arrastró hasta la casa del notario Escót, donde
tuvo que firmar una renuncia a Jos privilegios fis­
cales. Luego contó, no ¡sin retórica, que se lo había
vapuleado, y no es difícil creerlo. Dijo que los obre­
ros habían asegurado-que el guarda- Talbot poseía
"una carta” en la que.se incitaba a “perseguir a
►odos los gentileshombre.? de campaña y masacrar sin
lástima a todos los que se negaran a abdicar de sus
privilegios, así como a quemar y saquear sus cas­
tillos, -prometiéndoles no-sólo que no se jos casti­
garía por estos crímenes sino también que serían
recompensados por ellos”. Este detalle pone ■de
manifiesto el mismo estado de ánimo engendrado
por las jacqueries, y al que el gran pánico daba una
ocasión de expresarse Després siguió hablando del
complot y acusó a! notario Escot y a un sastre
llamado Oigaut. Estos fueron arrestados y .decla­
raron que Després estaba enojado con ellos,y que
los había calumniado para vengarse. Pero' todo lo
que consta en el informe es que habían dicho cosas
que contribuyeron a excitar a sus auditores, P o r,
ejemplo, Escot, que venía a Niort, había dicho que
allí se había masacrado a un gentilhombre que se
había negado a firmar una renuncia semejante, y
Gigaut, que volvía de Nantes, había agregado que
los castillos eran quemados y saqueados, con,permiso
del rey y que había que imitar ese ejenlplp.UGigítu?-'-.
dijo también que había ido a Nantes para, "ingresar.. 1
cc-mó francmasón” y Roux en su Histcire .d e la ' Ré-
noluHon dam la Vienne utilizó este dato-como, pru e-.’
LA REVOLUCIÓN’ FRANCESA 287
ba de que el sastre era un agente de los jefes
revolucionarios, Aunque no estaba.en la miseria,
Gigaut no era de los que habitualmente eran admi­
tidos en las logias y su afirmación' da que pensar.
Sin embargo, el preboste que lo interrogó, que no
era partidario de la Revolución, no lo tomó en cuen­
ta. En síntesis, Després quedó a mano con el pánico
y debió echarse la culpa a sí mismo, no a los otros.
El 2 de agosto, cuando los campesinos del do­
minio de la condesa de Broglie fueron a su castillo
¿e Ruffec no le causaron ningún daño y la molesta
aventura terminó cuando les restituyeron los fusiles
confiscados. Menos suerte tuvo Paulian, director de
recaudaciones en Baignes, Saintonge: el 30 de julio
la muchedumbre enardecida por el pánico saqueó
las oficinas y destruyó su mobiliario personal, y el
conde de Montausier, que procuró interponerse, fue
obligado a renunciar a sus derechas. Más lamenta­
ble "tocTavíá"’fñe lo'que^le ocurrió al barón de -Drou “
het, héroe de la tragicomedia de Saint-Angel en
Lemosin, conocida en muchas partes de Francia. El
19 de agosto ocurrió una alarma local y el noble
se puso a la cabeza de sus vasallos para acudir a
.ayudar a Saint-Angel, que temía la llegada de los
bandidos. Drouhei hizo un alto en el camino y es­
peró a las autoridades de la ciudad que fueron a
. investigar y cuándo, se hubieron explicado el noble
fue a almorzar con ellas mientras la tropa acarnpu-
"ba en el'lugar, Pero ¡os habitantes de Saint-Angel
■■siguieren, desconfiando de las intenciones de este
aristócrata- y no tardó en estallar un movimiento.
Los hombres de Drouhet huyeron, salvo algunos
.que fueron hechos prisioneros, y se quiso masacrar
a su jefo y al barón de Belinay, que había ido a su
‘encuénffo.. L a única forma de salvarlos fue enviar-
’ los atados a Meymac, donde se descubrió que había
idéntico peligro y hubo que trasladarles a Limo-
ges^El trayecto fue muy penoso, pues la gente es-
288 CEORCES LEFEBVRE

ba persuadida de que veían pasar a los jefes de los


bandidos. En Limoges se los puso en prisión y aun­
que el Comité reconoció inmediatamente su inocen­
cia, no se atrevió a liberarlos. El 12 de agosto apare­
ció un folleto en Aurillac donde se celebraba "la vic­
toria de los auvemeses sobre los aristócratas”. Drou-
het tuvo que publicar un manifiesto para disculparse
y sólo se lo dejó en libertad el 7 de septiembre por
orden de la propia Asamblea Nacional.
Aunque estas perturbaciones causaron daños, no
devastaron provincias íntegras como habían hecho
las jacqueries anteriores al gran pánico, ni tampoco
causaron muerte alguna. Pero desgraciadamente no
siempre fue así: el gran pánico provocó tres asesi­
natos y desencadenó la jacqu erie del Deificado.
Las muertes ocurrieron en Bailón (Maine) y en
Pouzin (Vivarais). E l 23 de julio el pueblo de Ba­
ilón masacró a Cureau y a de Montesson, a los que
había ído~a" buscar' ¿TNóüañsT Cuiéau7 lugartenien­
te del alcalde de Mans, tenía fama de acaparador,
y de Montesson, diputado de la nobleza, había
renunciado a la Asamblea y ya el 18 casi había
sido echado al agua en Savigné. En Pouzin mataron
a d'Arbalétrier, un oficial de marina que el 29 había
ido desde L otoíI para ver a un amigo y había dicho
que la alarma era falsa. Por desgracia se desató una
segunda alarma y la gente creyó que él había que­
rido engañarlos para favorecer a los bandidos. Ai
sentirse amenazado sacó su espada pero fue domi­
nado. Se lo arrestó para salvarlo, pero la muche­
dumbre lo sacó de la prisión y lo mataron. Estos
son los únicos homicidios ocurridos durante las
revueltas agrarias y el gran pánico dé los que han
quedado rastros. En las obras de Taine y en algunas
otras reaparece el nombre del señor de Barras, que
habría sido despedazado en Languedoc. Estos re­
latos se basan en la segunda carta de Lally a sus
electores pero en ella no aparece el nombre del
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 289

lugar en que habría ocurrido tal asesinato, y no he­


mos logrado saber quién era ese gentilhombre,
dónde vivía y si realmente había sido víctima de
un crimen. Llama la atención que en ios documentos
de aquella época no se haga ninguna mención del
hecho, y como se habló de tantos atentados que
nunca se realizaron podemos admitir qué el corres­
ponsal desconocido de Lally se equivocó y exageró.
En cuanto a la jacqu erie del Delfinado, puesto
que Conard la relata con todo detalle en su libro
sobre la Peur en D auphiné nos limitaremos a re­
sumirla. E l 27 de julio el pánico de Pont-de-Beau-
voisin provocó una reunión de campesinos en
Bourgoin. Pasaron toda la noche en la calle y no
tardaron en enfurecerse y acusar a los nobles de
haber difundido el pánico para vejarlos haciéndo­
les perder su jornada. Puesto que estaban reunidos,
había que aprovecharlo para vengarse de ellos, pues
jamás se presentaría otra ocasión semejante. E f 28
por la mañana marcharon hacia el oeste de la ciu­
dad y fueron a quemar el castillo del presidente de
Vaulx. Después se dividieron y sublevaron a su pa­
so a todas las aldeas. El 28 y el 29 todos los castillos
situados a lo largo del Bourbre y al oeste del río
estaban en llamas. Los lioneses intervinieron para
limitar los desmanes, pero los campesinos siguieron
hasta el Ródano y en su margen meridional incen­
diaron todos los castillos, entre los cuales el más
hermoso era el del barón de Anthon, El 30 pasaron
al este del Bourbre y siguieron hasta llegar frente
a Lagnieu. Allí los lioneses, que habían acudido por
segunda vez en auxilio de Crémieu, los derrotaron
y lograron salvar el monasterio de la Salette. Mien­
tras tanto las revueltas se multiplicaban desde Bour­
goin hasta el Ródano y el Guier, pero fueron menos
graves y no hubo ningún incendio. También allí
intervinieron los lioneses, que luego de algunas es­
caramuzas en Salignon y Saint-Chef (el 31 ), ale­
290 CEORCES LEFEBVRE

jaron a los campesinos. La rebelión se extendió


también hacia el sudoeste: el 31 le tocó el tumo
al castillo del presidente de Ornacieux; siguió avan­
zando hasta cerca de Péage-de-Roussillon y e 1 3 de
agosto allí mismo hubo que salvar al castillo de
Terre-Basse; también llegó a Lens-Lestang y la no­
che del 31 de julio' quemaron el castillo de Saóne.
Hacia el sureste los campesinos fueron contenidos
por la milicia de Grenoble que había avanzado
hasta Virieu, pero como el P de agosto se retira­
ron las tropas, la rebelión cundió por los alrede­
dores de la ciudad. Ya no se quemaron los castillos
pero Ies incidentes multiplicaron hasta el 9. La
jaequeríe del Deificado igualó o superó en grave­
dad a- la del Máconnais. E l procurador general
Reynaud declaró que habían sido atacados ochenta
castillos y nueve de ellos, quemados.
Federaos concluir entonces que el gran pánico
tuvo consecuencias más graves en el campo que
en las ciudades; precipitó !a ruina del régimen
señorial y agregó una nueva ja eq u erie a las que
lo hahían precedido, y sus rasgos más notables
pertenecen a la historia del campesinado.
CONCLUSION

El gran pánico nació del temor al “bandido”, aue


se explica por las circunstancias económicas, socia­
les y políticas en que se encontraba Francia en 1783.
En el antiguo régimen la mendicidad había sido
una plaga de la campaña, y a partir de 1788 lá
desocupación y la carestía de los alimentos la agra­
varon, pues las innumerables revueltas provocadas
por la escasez aumentaron el desorden ya existente-
También' contribuyó la crisis política, ya que so­
breexcitó los ánimos e hizo a los franceses más tur­
bulentos, Se veía un “bandido” en cada mendigo,
vagabundo o sublevado. Si en todas las épocas la
temporada de la cosecha había sido un periodo
de preocupaciones, en aquel momento se convirtió
en algo temible y las alarmas se multiplicaron en
su transcurso.
A l.comenzar la cosecha, e! conflicto que enfren­
taba a! Tercer Estado y a la aristocracia (sostenida
por el poder real) y que ya en varias provincias
había impreso un carácter social a las revueltas del
hambre se convirtió de golpe en guerra civil. La
■insurrección' parisién y las medidas de seguridad
destinadas a expulsar a la gente indeseable de la
capital'y ,de las grandes ciudades generalizaron el
temor a los bandidos en el: mismo momento en
que. se esperaba, ansiosamente el golpe que los aris­
tócratas vencidos, ayudados por los extranjeros, ases­
tarían al Tercer Estado para vengarse de él. No se
292 CEORCES LEFEBVRE

dudó ni un momento de que. habían pagado a los


bandidos y de este modo la crisis económica y la
crisis política y social multiplicaron sus efectos,
crearon el mismo terror en todos los ánimos y per­
mitieron que ciertas alarmas locales se propagaran
a través del reino. Pero si bien el temor a los ban­
didos fue un fenómeno universal, no pasó lo mismo
con el gran pánico y es un grave error confundirlos.
En la génesis del gran pánico no aparece ningún
indicio de complot. Si bien el miedo a los vaga­
bundos no carecía de fundamento, el bandido aris­
tócrata era un mero fantasma. Es cierto que los
revolucionarios contribuyeron a evocarlo, pero lo
hicieron de buena fe, y si difundieron el rumor
de un complot aristocrático fue porque creían en
él. Pero exageraban sus dimensiones, ya que sólo
la corte pensó efectuar un golpe contra el Tercer
Estado y al ejecutarlo demostró una penosa inca­
pacidad. Sin embargo no cometían el error de sub­
estimar a sus adversarios, ■y como les atribuían la
energía y la resolución que ellos mismos poseían,
tenían razón al temer , lo peor, Además, para con­
seguir el apoyo de las ciudades no tenían necesidad
de recurrir al gran pánico, puesto que la revolución
municipal y el armamento de las ciudades fueron
anteriores, y éste es un argumento irrefutable. En
cuanto al pueblo miserable que en las ciudades y
en la campaña se agitaba detrás de la burguesía,
hacía que ésta se sintiera muy inquieta. La bur­
guesía podía esperar cualquier cosa de sus accesos
de desesperación y la Revolución sufrió bastante
a causa de ellos. Si parece bastante natural que sus
enemigos la acusaran de haber empujado a los po­
bres a derrocar el antiguo régimen y sustituirlo por
otro nuevo donde ellos reinarían, también parece
natural que la burguesía sospechara que la aristo­
cracia fomentaba la anarquía para impedirle que se
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 293

instalara én él poder. Además es evidente que el


temor a los bandidos fue un éxcelente pretexto
para armarse contra la realeza sin confesarlo, pero
el mismo rey había recurrido a idéntico argumento
para enmascarar sus preparativos contra la Asam­
blea, En cuanto a los campesinos, la burguesía no
tema el menor interés en que desataran las jacque-
ries para echar por tierra el régimen señorial, y las
actuaciones de la Asamblea Constituyente no tarda­
rían en demostrarlo. Pero aun si hubiera pensado lo
contrario, debemos repetir una vez más que no ne­
cesitaba el gran pánico, pues las jacqueries comen­
zaron antes que éste.
Sin embargo, de ningún modo podemos llegar a
la conclusión de que e¡ gran pánico no ejerció la
menor influencia sobre los acontecimientos y que,
para hablar como los filósofos, sólo fue un epife­
nómeno. E l pánico provocó una vigorosa reacción,
donde por primera vez se manifestó el ardor gue­
rrero de la Revolución y permitió que la unidad
nacional se expresara y se fortificara. Después, y
sobre todo en la campaña, esta reacción se volvió
contra la aristocracia, pues al reunir a los campesi­
nos les dio conciencia de su fuerza y fortaleció el
ataque que arruinaría al régimen señorial. Por lo
tanto, no sólo el carácter particular y pintoresco del
gran pánico merece retener nuestra atención, sino
también el hecho de que contribuyó a preparar la
noche del 4 de agosto y por eso mismo constituye
uno de los episodios más importantes de la historia
francesa.
APENDICE

[Anuncio manuscrito qu e un tal Gaüiard publicó


en B eaurepaire en Bresse,]
[Archivos nacionales, D**'* 90, expediente. Oudin.]

Queja presentada ante Versalles por un descono­


cido' de Borgoña el 28 de abril de 1789 sobre las
injusticias que los señores de la justicia cometen
contra el pueblo humilde, que además es engañado
con actos, obligaciones, cédulas y otros medios con
errores y cohechos usurpadores.
1?) Que todos los señores que han exigido a sus
súbditos derechos indebidos sean obligados a de­
volverlos legítimamente así como los gastos oca­
sionados por esta causa. -
2?) Que todos los procedimientos iniciados se
arreglen amigablemente o por la intervención de
expertos de la región que tienen conocimientos más'
adecuados que los abogados de las ciudades.
3°) Que todos los usureros que han exigido su: •
mas que no se les debían además del interés de su
dinero sean obligados a devolverlas. ,
49) Que todas las tierras sin cultivar sean entre- •
gadas a los pobres que carecen de ellas y . que si ,
no se lo hiciera sus derechos sean transferidos al -
servicio de Su Majestad y de la comunidad:' :
59) Puesto que el rey no puede conocer todo lo
que ocurre, sólo puede ser informado por.nosotros:
sobre estos abusos para corregir sus defectos.^
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 295

6g) Ordenamos al alcalde del lugar, a los curas


y soldados de la guardia pública, de acuerdo con la
intención del rey, que se ocupen de resolver los
difereDdos de la manera más justa para liquidar
todas las dificultades.
7®) Este decreto no pudo ser impreso en Ver-
salles por falta de tiempo.
8°) Se podrá transcribirlo de inmediato en to­
dos los lugares que ha menester, tal es la orden
del ministro.
Aprobado por nos, abajo firmantes, según lo
ordenado por Su 'Majestad en Versailes el 28 de
abril de 1789.
[firmado]: Latouche
[El escrito lleva un recuadro de una linea y un filete.
Por debajo del recuadro, con otra letra se agrega la recomen­
dación siguiente:] ■ _

Los regidores procurarán que él tal Laret pase


a la parroquia vecina.
[A lu derecha, la autoridad judicial y el inculpado auten­
ticaron la pieza:]

Foliado y controlado ne carietur por nos, asesor


de la guardia pública de Chalón, firmado el día
de noy, seis dé setiembre de mil'setecientos ochen­
ta y nüéve habiendo firfnado también el tal Gai-
llard.
. [firmado): Charles Gaillard Beaumee
ADDENDUM

A propósito del temor que inspiraban los habi­


tantes de los bosques ( p á g . 31) así como de los
primeros pánicos (págs. 71-72) citemos la orde­
nanza del teniente civil y criminal del bailiazgo de
Bellesme1 de fecha 17 de junio de 1789 que está
incluida en las deliberaciones de la municipalidad:
“Puesto que hemos recibido un aviso y nosotros
mismos hemos visto a unos cuatrocientos individuos
del bosque de esta ciudad armados con hachas y
otros instrumentos solicitemos a la guardia pública
‘que avance a caballo de inmediato para mantener
el buen orden en la ciudad y dispersar a esa banda’.”
Pánica d e Nantes, d e Mauges y del B ocage de la
V endée { págs. 200-201 y 239-240). La fecha del 20
de julio de 1789 figura en el registro de las delibera­
ciones de la municipalidad de Nantes pero no se
hizo ningún proceso. H. Diñé (L a Grande Peur dans
la gen éralaé d e PaUiers, París, 1951) incluyó en
el apéndice de su obra varios documentos y dos
descripciones que completan la breve referencia
de Mellinet sobre el pánico de Nantes. Respecto de
este pánico y de su origen político, yo hubiera de­
bido agregar que la crisis bretona de 1788-1789 ex­
plica los temores de la población ante el supuesto
avance de los dragones encargados de imponer el
orden: el Tercer Estado de Nantes'había tomado
posición con gran energía contra la nobleza y la

1 Capital de cantón del departamento del Orne.


LA REVOLUCIÓN' FRANCESA 297

juventud envió un destacamento para sostener en


Rennes al partido patriota.
H. Diñé recuerda en la pág. 58 que Cháteau-
briant sufrió el pánico el 22 de julio cuando se dijo
que los bandidos estaban al sureste de la ciudad.
Esto implica que el pánico de Nantes pudo pro­
pagarse al norte del Loira, cosa que yo ignoraba.
Pero también podría ser que el incidente de Chá-
teaubriant fuera un eco del pánico del Maine, pero
en tal caso el 22 de julio parece una fecha muy pre­
matura.
Al sur de Nantes, Diñé tampoco encontró el me­
nor rastro de pánico antes de Clisson, lo que quizá
se deba a la destrucción de los archivos locales.
Para ilustrar el caso de Clisson reproduce una car­
ta de un habitante de Airvault - que atribuye el
tumulto a un combate entre contrabandistas y agen­
tes fiscales. Sin embargo, no se trata de un testigo
ocular. Pueden emitirse dos teorías: o que estas-
perturbaciones sirvieron de relevo al pánico que
provenía de Nantes, o que el pánico de Clisson die­
ra origen a los de Mauges y el Bocage.
Sobre la propagación de esta última corriente
Diñé ha descubierto en los archivos locales varias
indicaciones que concuerdan con las mías (véase
A.H.R.F 1952, pág. 423).
Tánico de] M aine ( págs. 205, 241-245). Sobre la
rebelión campesina del B ocage normando, Bouloi-
seau y A. de Lestapis han publicado dos cartas, una
que se refiere a Vidouville, •cerca de Saint-Ló, y la
otra a Thorigny (A.H .R.F., 1953, pág. 354, y 1955,
pág. 161).
Hasta ahora las últimas investigaciones sobre el
origen de esta corriente no han obtenido ningún

2 Capital del cantón de Deux-Sévres.


9 A.H .R.F.: abreviatura de Annales hiitortques d e la
Récolution franÇaUe.
298 OEOBCES LEEEHVF.E

resultado. He podido verificar que en L a Ferté-


Bernard y Nogent-le-Rotrou han desaparecido las
deliberaciones municipales de 1789. Puesto que
nada ha venido a confirmar el papel que se podría
asignar al bosque de Montmirai, el pánico del Maine
parecería ser el contragolpe de las. perturbaciones
provocadas por la escasez en los mercados del Eure
y del Avre.
Una carta del 23 de julio (A .H .R.F., 1935, pág.
256) parece confirmar qué pasó entre Nogent-Ie-
Rotrou y Biou, lugar situado al oeste de Cháteau-
dun y desde donde la noticia pudo propagarse hacia
;3’.ois y Orleáns.
El artículo de F, Domic (A.H.R.F., 1951, pág.
162) sobre L e massar.re d e MM. C u rea u et d e Mon-
tesson á Bailón, le 23 juillet 17S3, explica par qué
era detestado Cureau como manufacturero. En este
caso el pánica, al provocar la concentración de los
habitantes, no puso en evidencia tanto ia hostilidad
contra la nobleza como el conflicto de clases que
germinaba en el Tercer Estado.
Pánico d el E ste y d el Sudeste (págs. 121, 224,
245-258), Para Lorena cf. C. Constantin, L 'E céch é
du départem ent d e la M eurthe, t. I (1936),
Los artículos de J, Palou, L a G rande Peur dans
les lian tes A lpes y L-a G rande Peur dans TOisans
( A.H.R.F., 1952, pág. 502, y 1955, pág. 50) demues­
tran que en la región alpestre el origen del pánico
era doble: las corrientes que venían del valle del
Ródano se. unieron a las que-provenían de la fron­
tera, A partir del 24 de julio se anunció er. el Alto
Durance una inminente invasión de tropas sardas
que vendría por z\ mente Genévre y es pusibie que
a este temor ante el extranjero se agregara el que
provenía del recuerdo de los barbéis, Ies contraban­
distas rebeldes de la montaña. Desde Briançon ia
noticia llegó a Gap y se difundió en Ubaye. L& no-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 299

che de) 31 hubo una nueva alam a en Briançon que


desde Guillestre en el Queyras pasó-por la gargan­
ta de Izoard y llegó de nuevo al Ubaye. A través
de Gul5anne y Gap alcanzó Lautaret y penetro
en Oisans (L a Grave, 31 de:julio), y luego descen­
dió hacia el Maurienne. De manera que Gap so­
portó dos conmociones: el 29, por un rumor que
venía desde Dróme pasando por S en es, y el 30,
por el que provenía del.Alto Durance. También
esta ciudad fue un punto de convergencia y un cen­
tro de difusión: por el Drac, el terror de los Alpes
repercutió hasta Grenoble.
Se puede consultar también el artículo de J. Pa-
lou, L á Grande Peur á Seyssel (A.H.R.F., 1951,
pág. 190, basado en A. Dufournet, Seyssel sur le
RkSne et ses enuirens, 1937); E. Veliay, L a Grande
Peur á Saint-Rémy d e Provence (A.H.R.F., 1936,
pág, 357) y G. Lefebvre, L a Grande Peur dans
Var..(A.H.R.F., 1935, pág,.256, referido a L. Cap-
patti, L a R évolutionfrangaise et le cónsul d e France
á Hice, artículo publicado en el Eclaireur d e H ic e):
como el pánico afectó a Cannes y Antibes, los habi­
tantes se refugiaron en Niza el 3 de agosto.
Sobre la revuelta del Máconnais hay un impor­
tante estudio de F. Evrard, L es paysans du M ácán-
nais et les brigandages d e jutllet 1789, en Annal.es
d e Bourgogne, 1947.
Pánico d el Clermontois (págs. 202, 258-261). El
artículo de L. Jacob sobre La Grande Peur en Ar-
tois se publicó en A.H.R.F., 1936.
Esta corriente.entró en el valle del-Lys en Mer-
ville no sólo por Betrune sino también por Saint-
Pol y afectó al Flandes valen tanto a! norte como
al sur. La noche del 27 al 29 alarmó a Templeuve
(G. Lefebvre, L a Grande Peur dans la región.lilloi-
se. Revue du iWord, 1938).
Pánico d e Champaña meridional (pdgs. 204, 282-
.300 CEORC.ES LEFEBVRE

266). Entró en contacto con el pánico que prove­


nía de Ruffec por intermedio de Bourges, cuya mu­
nicipalidad, que ya, había sido avisada por la de La
Chatre, respondió que, puesto que ella misma es­
taba amenazada desde Sancerrois, no podía acudir
en Su auxilio. '
El pánico de Clamecy ha sido descrito —aunque
sin indicar fecha— por M. Duviquet en Souvenin
(1773-1814), publicados por F. Massou en 1905.
Pánico d el sudoeste ( págs, 204, 267.-275). Es casi
seguro que el pánico de Ruffec nació el 27 de julio,
pues por una parte el 28 se interrogó muy tempra­
no al hombre que había anunciado la presencia de
bandidos en el bosque vecino, y por otro lado, H.
Diñé, en la obra que citamos anteriormente, publicó
en la pág. 108 un documento que asevera que en
la noche del 27 ya había pánico en Saint-Germain
(sobre el Vienne, al norte de Confolens), pues su
síndico dio aviso a la municipalidad de Availles-
Limousine, situada más al norte.
A. Pickford en una reseña sobre mi libro publi­
cada en la English histórica1 R eview , 1933, pág. 482,
se preguntaba si la alarma de Ruffec no era un re­
levo de la corriente del B ocage de Vendée, que
había llegado hasta Saint-Maixent. Pero H. Diñé
no encontró el menor rastro de esta última corrien­
te al sur del jSévre en la región de Niort,
L. Peggaud, en. su obra D e Charlotte ¿EAlbret á
G eorges Sand (L a Chatre, 1948), relató el pánico
de La Chátre tomando como base las deliberacio­
nes municipales y algunos documentos inéditos. Por
su parte, R. Bauthier (L es D ébuts d e la Révolution
á Aubusson, en M ém oires d e la Société des Sciences
naturelles at archéologiqu es d e la C rease, t. 29,
(1946), reseña de A. Perrier, A.H.R.F.,' 1948, pág.
376) ha demostrado que también esta ciudad fue
un centro de difusión y que a través de su corres-
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 301

pendencia con Bourges entró en contacto con la


corriente de la Champaña meridional. La misma
obra contiene varias observaciones y sugerencias
sobre ios detalles de la propagación en Berry: de
La Souterraine a Guéret, a través de Dun-le-Palle-
teau (y no por Grand-Bourg como dije en la pág.
267); de Guéret a Evaux y Montluçon por Cham­
bón; de Meymac a Ussel y Egletons. Estas indica­
ciones obligan a reflexionar sobre el entrecruza­
miento de las corrientes locales que complica la
propagación y puede volver ininteligible el proceso
si no se lo estudia en conjunto. También Montluçon
recibió la noticia de L a Chátre por medio de Boussac
(entre estos últimos lugares se encuentra Sainte-
Sévére: J. Palou ha publicado el relato del cu ra .
Tolaire que se refiere a está aldea en A.H.R.F., n° 2
de 1956).
Para el Bourbonnais, se encontrará un comple^
mentó en la reseña de J. Viplé sobre mi libro ( Bul-
letin d e la S ociété baurboriaise d'études locales,
1935).
Sobre Villefranche-de-Rouergue ( pág. 275): A.
Coiffard, L a trie m unicipale á Viüefranche-de-
Rouergue pendant la Révolut.ion, 1789-1795 (Ville-
franche, 1932). Esta ciudad recibió avisos simultá­
neos el 29 de julio, desde Limogne'y Cahors. al nor­
oeste y de Caussade —a través de Caylus— desde
el sudeste. El pánico fue muy violento el 30 y se
prolongó hasta el 31.
F. Appolis, en una nota publicada en los {An-
nales historiques de la Révolution Française]
Á.H.R.F., 1949, pág. 166, indicó que el pánico que
se desató en Lodévs el 2’-de agosto' (pág. 25S,-in­
vadió el mismo día •Saint-Guilhem-le-Désert,
Saint-Jean-de-Fos-y Monpeyroux, en'su'avancé'ha­
cia Montpellier.
Pánicos ulteriores^ J.; palou; L a p e ü f á L a o n , 16
302 ceobc .es l e f e b v b e

oe julio de 1970, y L a peu r d e 1730 dans la M euse


(carta del alcalde de Etain del 6 de agosto de
1790), en A.H.R.F., 194S, pág. 35S, y 1951, pág. 191.
En los SouoentTs del conde de Neuilly (1865) se
habla de un pánico del 22 de julio de 1791 en el
castillo de Vrécourt, cerca de Neufcháteau.
G. Lefebvre, Une petir á Bellay en 1793 ( A.H.
R.F., 1935, pág. 171, con referencia & L. Debost,
L es priscns d e Bourg et d e Lyon pendant la Te-
rreur): se temía a ¡os rebeldes escapados de Lyon.
Se encontrarán referencias a diversas localidades
en A.H.R.F. (índice I, 1908-1918; índice II, 1919.-.
1940); interrumpida entre 1941 y 1945, la publi­
cación se reanudó en 1846 y desde entonces cada
año tiene su índice.
BIBLIOGRAFIA

i
1. L¡i mayoría de ics docum entos inéditos que hemos
utilizado provienen de los depósitos parisienses. En los Archi­
vos Nacionales cabe citar en primer lugar la subserie 1>XXÍX.
Allí las investigaciones son iáciles puesto que los expedien­
tes están clasificados por orden alfabético de localidades en
las cajas 16 a 84 y .por orden alfabético de apellidos en ¡a.-
cajas 86 y 91, y existe un inventario manuscrito que permite
una rápida ubicación. Desgraciadamente muchos legajes
están diseminados y no podemos dar aquí su numeración
detallada, Son los que figuran en 66 a 69, 78, til,
159; C 83, 86 a 91, 134; D**1'* (principalmente la prin-ri.-
caja); D*>> 2; F» 401, 404, 420. 440; F * 3647, 3648, 3ÓS4
3672, 3679, 3685, 3o3S, 3SS0; F u 210. 1173-4; H 1274,
1438, 1440-2, 1444, 1446-7, 1452 a 1454, 1456, 1483-4; 0 :
244-5, 354, 391, 434, 465-6, 500, 579; y 16735-6, 16727,
18791, 187S5-6. Además existe e! folleto numerad' .*\D'
62; B elaiion d'une partie d es trcúblss d e la Frunce tríe,;:
lea année* 1782 et 1790.
.También hemos encontrado algunos documentes cu los
Archivas de Guerra (tomo V del inventario: Fondos diver-
.sos B, cajas LIV, L V y LVT) y en los de Relaciones E xte­
riores (Memorias y documentos, Francia, 1405 y 1405; Zr,
la'Biblioteca Nacional consultamos el diario del librero Hsódj
( ’iíes loisirs, tomo V III; Manuscritos, Fondo francés 6637),
los periódicos, folletos y obras diversas que están enumerados
en el Catalogue d e l’kiítoire d e France Le-, L b39, Lu:i-, Lk\
(E n el caso de los folletos hemos utilizado la importante c o ­
lección encuadernada conservada en la Biblioteca Universi­
taria de Estrasburgo bajo k clasificación D 12051':),
También hemos encontrado numerosos légalos. do: m is ­
tos o indicaciones en; troces-an rbal d es séancet #s -jéiw é-
rútioas d e l A ssem blée genérale des Z lecieuts cu ta r is . $¿
de abril - 30 de ju-;o de 173S), redactado por Ç : ■ y 0
veyncr; Recueií d es pracés- cerkaxix d e VA ssem blée d es -s-
préser.tnnf.r d e ta contmune de parís du 2 5 iuíUet ay IS
304 CEORCES LEFEBVRE

iem bre 1789, tumo I; Actes d e la Commttne d e Parts pendant


la Réoolution, publicados por S. Lacroix, tomo I; Chnssin,
L es élections et les cabiers d e París en 1789, tomos 3 y 4;
Lally-Tolleñdal, Deuxiémc lettre á ses com m ettantés; A.
Young, Voijages en F ran ce (edición Sée, 1 9 3 1 ); Buchez et
Roux, H istoire parlem entaire d e la reo., t. 4, 166-170; la
reimpresión del Moníteur, t, 2, y los Archines parlem entaires,
t. 8; G. Bord, L a prtss d e la Bastille, 1882; Forestié, L a gran­
d e peur, 1911; Funck-Brentano, L e Roi, 1912; F. de Vaissie-
res, L ettres d'aristacrates, 1906; Vingtrinier, H istoire d e la
contre-réoolution, t. I ’ , 1924; Bamiul, L a contre-réoolution
en Prooencé et dans le com tat Venaissin, 1928; Santhonax,
L a g.p., en L a justice, número del 30 de octubre de 1887.
2. Para toda la prim era parte nos lim itarem os a citar las
siguientes obras don d e existen indicaciones bibliográficas:
H, Sée, L a France économ ique et sociale au XVIII' siécle,
192S (N11 64 de la Collection A. Colin); L a vie économ ique
et ¡es classes sociales en Fran ce au X V lll' siécle, 1924; El.
Lefebvre, L es recherches relan ces a ía répartition d e la pro-
priété et d e Vexploítation fon ciéres d la fin d e Panden régim e
(R eou e d ‘histoire m o d e m e , 1928); L a p la c e d e la R éo. dans
l'histoire agraire d e la Fran ce ( Annales d ’histoire économ ique
et sociale, t. 1?, 1929); L e s paysans du Fiord pendant ¡a
Réo. française, 1924; Scbmidt, L a crise industrielle d e
1788 en Fran ce (R eo u e historique, t. 97, 1908),
3. Para la p r o p a g a d la d e las noticias: J. Letaconnoux,
I, es transports en Frunce au X V III' siécle ( R eoue d ’histoire
m od em e, t. II, 1908-1909); Rothschild, H istoire d e la poste
aux lettres, 1873; Belloc, L e s postes franÇaises, 1886; Boyé,
L es postes, m essageries e t ooitures pu bliqu es en Larraine
au XVIII" siécie, 1904; Bernard, Essai historique sur la poste
aux lettres en Bretagne depu is le XV siécle ju sq u a la Réo.
(Mélanges Hayem, t 12 ,. 1929); Dutens, Itinéraire des
routes les plus fréq u en iées ou jbum ál d e plusieurs voyage
aux otiles principales d e i’Eu rope depu is 1768 ju sqven
1791 (1 7 9 1 ).
4. Principales correspondencias d e los diputados: Las
recopilaciones realizadas ya ep aquella época con el titulo
de Correspondance d'Anjou, d e Brest, d e Rennes, d e Nantes
(la última falta en la Biblioteca Nacional) son útiles espe­
cialmente porque conservan las noticias locales y algunas
cartas privadas, pues de las cartas de los diputados sólo
han reproducido lo que se refiere a las sesiones de la Asam­
blea Nacioral. Por lo tanto, es mejor remitirse a las publi­
caciones recientes; Bord, Correspondance inédite d e Pelle-
grin, d ép u té d e la sénéchaussé d e G uérande. 1883; Tem-
pier, L a correspondance d es D éputés des Cótes-du-Ncrd
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 305

(Bulletin eí m ém oires d e la Société d ’émulation d es Cótes-


du-N ord, t. 26-30, 1 8 8 8 -9 2 ); Corresp. d e Boullé, dép u té du
Tiers E tat d e P loéim el ( Reuue d e la Révolulion, t. 15,
1889); Corre y Delourmel, Corresp. d e L eg en d re, D éputé
d e la sén échau ssée d e Brest ( L a révolution française, t. 39,
1900); Esquieu et Delourmel, Brest pendant la Rév.; co-
rresp. d e la m unicipalité avec Ies députés d e la sénéchaussée
( Bull. Soc, académ iqu e d e Brest, 21 serie, t. 32-33, 1902-
1907); Quéruau-Lamerie, L ettres d e M aupetit (Bull. Comm .
hist. d e la M ayenne, t. 17-21, 1901-1905),• L ettres d e L o ffi-
cial (N ou celle r e m e retrospectiva, t. 7, 1897); Reuss, Co-
rresp. d es d épu tés d e Strasbourg, 1881-1895; Corresp. d'ttn
dépu té d e la n oblesse d e la sénéchaussée d e M arseille avec
la m arquisa d e C réqu y (R ev u e d e la réoolution, t. 2, 1883);
véase también G. Michon, Adrien Duport, pág. 57 (carta de
Bam ave), y las obras de Hoffmann sobre Aisacia, Denis
sobre Toul, Foulet sobre Thiaucourt, Forot sobre Tulle,
Jardín sobre Bresse, Sol sobre Quercy, Vidal sobre los P i­
rineos orientales, citados más adelante.

II

Breves indicaciones so b re las regiones.


. 5. A lrededores d e París: Marmontel, M ém oires, t. 3,
pág. 74 (1 8 9 1 ); de Rosiéres, L a fleo, dans une p etite pille,
Meulan, 1888; Le Faire, Histoire d e la pille d e C orbeil,
1902, y Annales du pays d e Lagny, 1880; Domet, Journal
d e Fontatneblecu, t. 2, 1890; Louís, Huit annés d e la vie
m unicipale d e R am bou illet (M ém oire Soc. archéologiqu e
d e Ram bouillet, t. 13, 1 8 9 8 ); George, L es débuts d e la rév.
it Meaux ( R evue Brío et Gátinais, 1909); Bourquelot, Hts-
taire d e Propias, t. 2, 1340; M. Lecomte, H istoire d e Melun,
1910. Biblioteca de Provins, Colección Michelin, t. I 9 (Don-
nemarie); Le Menestrel, Dreux pendant ¡a révolutian, 1929.
6. Picardía: D élibératians d e l'adm. munic. d'Amiens,
1910, t. 2 y 3; de Beauvillé, Histoire d e M ontdidier, 1857,
t. I 9; Gonnard, Essai historique sur lo Pille d e R ibem ont,
1869; Fleury, Fam ines, m is é r e e t séditions, 1849; E pisodes
d e L'histoire révolutionnaire á Saini-Çuentin, 1874; L a T h ié-
roche en 1789 ( R e m e L a T hisrache, t, 2, 1 8 7 4 ); abate
Pécheur, Histoire á e Guise, t. 2, 1851; C'oet y Lefévre,
H istoire d e la pille d e Marle, 1837.
7. Artois: Le bibliophile artésien, La Rév. d Saint-
Omer, 187.3, Jacob, profesor del liceo Janson-de-Soilly pre­
para un trabajo sobre el pánico en Artois.
.305 CEOaC.ES LEFEBVRE

8. Flandes, H enao y C am brésis: G. Lefebvre, L e s Paysans


du nord pendant tu R eo. française, 1924, págs. ¿359-361.
9. C ham pañ a: Chaudron, L a gran de paur en C ham pagne
rrjridsonale, 1923; de Bontin y Cornille, L es colantaires et
le recrutem ent d e Varm ée pendant la Reo. dans l'Yanae
[Bull. d e la Soc. d es Sciences historiques et natwrelles d e
l'Yonne, t. 66, 1912); Rouget, L e s origines d e la garde
natlonale d E p em ay ( Armales historiques d e la Réoolution,
t. 6, 1930); abate Poquet, H istoire d e C háteau-T hierry, t, 2,
1839; Gu¡!iemin, Saint-Vizier pendant la p é r io d e . réoolu-
tionnaire ( M ém olres d e la Soc. d e Saint-Dizler, t. 4, 1885-
1886); Bouffet, L a cíe m unicipale d Chdlor.s-sur-Marne
sous FA ssem blée Constituante, memoria manuscrita en 1922,
conservada en ia biblioteca de Cháions; Porée, archivista
de Vonne, Rapport. annvel, 1907 (Thorigny); '/ticenfcire d e
la áirie B, o9 901 (Cham pí).
10. Ardenos-. Picará, Souveni-s d ’vn oieux Sedaríais,
1875; Collinet, Lc( g. p. d Sedan ei ¡a créution .de ís garde
nationale (R eo u e d e VArderme et d e l'Argonne, t. 11, 1303-
1904); Vincenf, H istoire d é Vouziers, 1902.
11. Lorena-, Pnrisot, H istoire d e Lorraine, t. 3, 1924;
Métr.oirss d e C a ñ é d e M albarg [ L a Réoolution frartçaise,
t. 61, 1911); Poulet, Une patita trille d e Lorraine o la íiñ
du y.WW' siécle et pendant la Réo.-. Thutucourt, 1904;
Pisrrot, L'anondissem ent d e M ontm éáy sous la fléc. [M é-
m oires d s la Soc. d e Bar-ie-DtiC, t. 3 3 , 1 9 0 4 ) ; Pionnier,
Histoire d e la Réo. a Verdun, 1905; Braye, Bar-te-Duc a la
veill'.t du m enrtre d'A. Pellicier [B nll. d e la Soc. d e Bar-le
Duc, i. 42-43, 1922); Aimond, H istoire d e la oille d e Va-
rem es-en-A rgonr.é, 195-8; Denis, Toul pendant la Réo.,-. 1890;
Bouvier, L a Réo. dans les Vosges, 1885; Bergerot, Rem ire-
moni pendant la Réo. ( Anuales d e la Soc. d'ém vlation des
Vosges, t. 40, 1301); Beugnott, M ém oi'es, t. l w, p. IsC,
1866.
12. A leada: Hoffmann, V A lsace au XVUIt siécle, 1906;
Fues, L ie Pfarrgemeinder. des Cantons Hirsingen, 1879;
Ehret, Culturhistorische Skizze iib er d a s obere Sankt Ama-
rinthal, 1889; L ettre d e M. .4. Molí sur les événem ents qui
se sont passés á F errette, 1879; d’Ochsenfeld, Colm ar pen-
dani la Réo. [Reúne de la Réoolution, t, 3-y 4,. 1884); Reuss)
L e sac d e l'hfítel d e oille de Strasbourg, 1877; Schnerb,
L e s débuts d e la Réo. a S á cem e ( R eoue d'Alsácé, t. 73,
1926); Saehler, M ontbéliard, B elfort et la K aute-A lsáce au
d éb u t d e la Réo. ( M ém oúcs d e la Soc.' d'ém ulatlon d e
M ontbéliard, t. 40, 1911); Mme. Geuthier, Voy»ge d'unt!
Françiise er. Su Asa et en Frar.che-C om té clspuit la R éo.;
Londres, 1790, £ ve!. in-5°. ••
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 307

. 13. Región del Loira: Bouvier, J.-F . Hozier füs et ¡es


debuts d e la Rév. á O déans, 1930; Vendóm e pendant la Rév.
(anónimo), t. 1’ ,. 1892; Dufort de Chevemy, M émoires,
L 2, págs. 85 y.sigs., 1886; Miss Fickford, T h e panto of
1783 in Touraine ( English histarical R eview , t. 26, 1911);
Desmé de Chavigny, H istoire d e Saumur pendant la Rév.,
1892; Port, L a V en d ée angevine, t. l p, 1888; Bruneau, L es
d d b u ts.d e la Rév. dans les départem ents du C her e t de
Tlndre, 1902; .Fierre, T errear panique au Blanc (Bull. Soc.
A cadém ique du C entre, t. 2, 1896); Courot, Anuales de
Clam ecy, 19C1; Charrier, L a fleo, á Clam ecy et dans ses
environs, 1923; de Laguérenne, Pourquoi Montluçon n’est
pos chef-lieu d e départem ent, 1919; Perot, L'année d e la
g.p. [en Bourbonnais], 1906; Mallat, Histoire contem poraine
d e Vichy, 1921; obras de Denier; Grégoire et Viple sobre
diferentes contornos de! Ailier; extracto de las notas del
cora Héraalt, de Saiut-Bonnet-Tronçais. facilitado por el
señor Mauve, profesor de la Escuela Normal de Moulins;
Arch. de.Loiret, C 80 (Vendóme); L 767 ( Saínt-Denis-de-
j’Hótel); Biblioteca de Orléans, manuscritos Pataud, 565,
C> 33. .
14. Normandía: Borely, Histoire d e ¡a ville du H avre,
1880-1881; Semichon, Histoire d e la ville d’Aum ale, t. 2 ;'
1862; Marquisa, de la Tour-du-Fin, Journal d ’ur.e fem .m e de
cinquante ans, t. 1’ , 1391; Moynier de Villepoix, L a co­
rrespóndanse . d ’un laboureur. normana ( M ém . Acad.
Antena, l. 55, 1998); Saint-Denis, H istoire d'E lbeu f, 1894;
Dubreui!. L a g.p. á E vreax et dans l e : environs ( F.emte
normande, 1921); L e s debuts de la Rév. d Evreux ( L a R¿-
vohiiion française, t. 76, 1923); L e com ité pennanent
d ’Evreux [Anuales révolutíof.rtaires, t. 12, 192G); Monder,
Le m ovoem cnt m unicipal a Pont-Audomer (Bull. Com m .
d es Travoux hist., 1204); Du Sois, H istoire.. . d e Lisieux,
1845;' Mourlqt, L a fin d e Tanden régim c et les d eb u ts d e
d a Rév. dans la gén érclité d e Caen, 1913; Duval, E p h ém é-
rides d e la m oyenne N ormandíe et du Perche en 1789,
1890; Nicolle; H istoire d e Vire pendant la R év., 1923;
Jousset, L a Rév. au P erche, 3? parte, 1878.
15. Máine: Triget, L'année 1789 au Mans et dan s le
Háut-Matne, 1889; Duchemin et Triger, L e s prem iers trou-
bles d e la Rév, dans la M ayenne. ( Revtie hist. du M aine,
t; 22, l687);..Ganga¡nr Hist. d e, la Rév'. 'dans Iq M ayen ne,
t. ]4, 1921; Gáuehet, C kSieau-G o/itief d e janvier a juillet
. 1789 [Bull. C om m -, hist,.d é la M ayenne, 1. 4 3,1927); Fleury,
Le d i s t r i d d e M am en pendant ¡a R é v ., 'i. I’ , 1909; Joubert,
L e s trcuhles dt-, Craor. du 12 juillet cu lÓ .sep tém bre 1789
(Bull, Lom m . hist. d e lo ' M a y e n n e t t. I9, 1888-1889)..
308 o. e o b c e s LEFEBVRE

16. Bretaña: Levot, H istoire d e la oille e t du port d e


Brest, 1864; Bemard, L a m unicipalité d e Brest d e 1750 d
1790, 1915; Haize, H lstoire d e Saint-Seroan, 1907; Pom-
nieret, L'esprit p u blic dan s les Cdtes-du-N ord pendant h
Reo., 1921; Mellinet, L a com una et la mitice d e Nuntes, t. 6,
1841. -
17. Foitou: Manquis de Roux, L a Rév. á Poitiers et
dans la V ie n n e , 1912; Deniau, Hist. d e la V endée, t I 9,
1878; Chassin, L a préparation d e la guerre d e V endée, 1912;
Hérault, Hist. d e la oille d e Chdtetlerault, t. 4, 1927; Fa-
vraud. L a jau m ée d e la grande peu r [en Nnel-sous-ies-Au-
biers] { Bull. Soc. arch éolog iqv e d e la Chórente, 1915);
Filian, R ec h erch e s__ sur Fontenay-le-C om te, t. í 9, 1846..
18. Pays Charentais: George; N otes sur la jou m ée d e la
peu r A Angoiilém e ( Bull. Soc. arch. d e la C hórente, 7*, se­
rie, t. 6, 1905-1906); Jeandel, L a peu r dans les cantone d e
Montbron et d e L a o alette (ibidem ); Licrejnurnal d e F . et
F. ¡. G llbert, juges en lelec tio n d'Angouléme ( Mémoires
Soc. arch. d e la C hórente, 1900); B.C., L a grande peur
[en Ozillae] ( R ecae, d e Saintonge, t. 21, 1901); Saint-
Saud, L a g. p. [en Contras] (ib íd .); Audiat, L a jou m ée d e
la g. p. [en Montendre] (ibíd .)-. Virgen, L a g. p. [en Saín-
tes] (ib íd ,); Feüísson, M ouoem ent populaire ó Angeduc
(Bull. Soc. des archives hlst. d e la Saintonge et d e ¡'Atinis,
t. I 9, 1876-1879); Delamain, Jarn ac a traoers les Ages,
1925; Babaud-Lacroze, L a g. p. dans le Confolentais et
Lettre d e M me. d e L aperdou ssie (Bull. et m ém , d e la Soc.
d e la Chórente, 7* serie, t. 8, 1907-1908, y 8* serie, t. I 9,
1910).
19. Lemorin; Una gran parte de los textos están reu­
nidos en; Leclerc, L a g. p . en Lim ousln (B ull. Soc. arch.
et hist, d u Lim ousln, t. 51, 1 9 0 2 ); SagDac, L ettre circtdaire
du C om ité perm anent d e la oille d'U-zerche (R eou e d ’his-
toire mocieme, t. 2, 1900-1901); Forot, L'année 1789 au
Bas-Limousin, 1908.
20. Auoemta, Forez, G écau dan : Mége, L a g. p., 1909;
Boudet, Lo a. p . en H aute-Auvergne, 1909; Brossard, Hist.
du dép . d e la. L oire pendant la Rén. 1905; Galley, Saínf-
Etienne e t son district pendant la íleo., 1904; Gustave
Lefebvre, Note d e q u elqu es événem ents arrices dans la
commane d e Lavalla (L o ire) pendant la période récolu-
tlonnaire, 1890; Charléty, L a g. p, a Riue-de-Gier ( La
Récolution française, t. 42, 1902); Cohas, Saint- Germain-
L a ca l pendant la R., 1906; Deion, L a R . en Lozére, 1S22.
21. Périgord: Bussiére, E lu des histariques sur la R, en
P ; t. 3, 1903; Une p en iqu e o Brassac (anónimo) (Bull.
Soc. d u P-, t. 3, 1876); Hermann, L a g. p. á Reíllac (L a
LA REVOLUCION FRANCESA 309

Révalution franÇaise, t. 29, 18 9 5 ); Dubut, L a g. p. a


Saint-Privat-des-Prés (ib íd .. L 75, 1922, pág. 142),
22, Agenais, Q uercy, Rouergue,' Toulousain, Armagnoc:
Boudon de Saint-Amans, Hist. ancienne et m od em e du
départem ent d e Lot-et-G aronne, L 2, 1836; Proché, Arma­
les d e la otile d'Agen (R . d e l‘Agenais, t. 8, 1 8 8 1 ); Gra-
nat, L a Révalution m unicipale d A gen (ibtd ., t. 32, 1905);
de Mazety L a Rév. á V illeneuve-sur-Lot, 1895; Guilhamon,
'La g. p .-d a n s le Haut-Agenais (R . .d e i Agenais, t '38,
1911); Paumé, L a g. p. dans le Q uercy e t le R ouergue ( Bull.
Soc. d es E lu d es du L ot, t, 37, 1912), donde se han reunido
gran cantidad de textos; Latouche, Essai sur la g. p. en
1789 dans le Quercy (R e c a e d es Pyrénées, t. 26, 1914);
Comharíeu, L ’année d e la peu r á Castelnau (Bull. hist.
et philologiqu e du Com, d es Travaux hist., 1896, pág. 107);
Sol, L a Rév. dans le Quercy, s. á. (1 9 2 9 ); Combes, Hist.
d e la ville d e Castres, 1875; Rossignol, Hist. d e Varrond.
d e Gaillac pendant la Rév., 1902; Barón de Riviéres, Trou-
b le arrivé dans la ville d e Montmiral (B ull. Soc. arch. du
Midi d e la Franee, t. 13, 1893); Pasquier, N otes e t réfle-
xions d ‘un bourgeois d e T oulouse du d eb u t d e la Reo.,
1917; L a pen iqu e A Villemur (R eu ue d es Pyrénées, t 1 0 ,.
1898). L a pen iqu e á Seysses (ibtd., t. 26, 1914); Garrigues,
L a terrear p en iqu e á M ontastruc-la-Conseillére (R eo u e des
Pyrénées, t. 25, 1913); Décap, L a g. p. a M uret ( R ec a e
d e Comm inges, t. 21, 1906); Lamarque, L a Rév. d T ou gel
(Bull, Soc. arch. du C ers, t. 23, 1922).
23, Región pirenaica: Arnaud, Hist. d e la Rév. dans
le dép. d e l'Ariége, 1904; M ém oires du com te F ay d et de
Tersacc, publ. p. Pasquier y Durban (Bull. d e la Soc. arié-
geoise, t. 8, 1901); Baudens, Une petite ville pendant la
Rév. (Castelnau-M agnac) (R ecae d es Pyrénées, t. 3, 1891);
nota de Rosapelly según Sarreméjean, Répercussions d e la
Rév. française a Villelongue e t dáñe ¡a haute ca llee d"Ar-
gelés, 1914 (R év. des H autes-Pyrénées, 1929); Duvrau, L es
épisodes hist. d e la Rév. française a Lourdes, 1911.
24, Franco-condado: Estignard, L e Párlement d e F ran-
che-C om té, t, 2, 1892; Huot-Marchand, L e mouvem ent
populaire centre les cháteaux en F ranche-C om té (Annales
franc-com toíses, t, 19, 1904); Hyenne, D ocum ents littérai-
res relatifs au cháteau d e Quincey (R . littéraire d e Fran che-
Cté., 1864-1865);' Sommier, Hist, d e la Rév. dans le fura,
1846; Sauzay. Hist. d e la persécution réoolut. dans le dép.
du D oubs, t. 1’ , 1867; Cauthier. Besan pon, d e 1774 a 1791,
1891; Besançon de 1789 a 1815: Journal d e J. E. L a d ró n
(Recae rétrospectlve, t. 16. 1892); Girardot, L a ville d e
Lttre pendant la Rév., 1925; Duhem, L a g. p. á Morez

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