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Sistema inmunológico.

El sistema inmunológico, que se compone de órganos, tejidos,


proteínas y células especiales, a diario protege a las personas de los gérmenes y
microorganismos. En la mayoría de los casos, el sistema inmunológico se desempeña con
asombrosa eficacia para mantener saludables a las personas y prevenir infecciones. Sin
embargo, en algunas ocasiones, problemas con el sistema inmunológico pueden producir
enfermedades e infecciones.

Órganos involucrados en el sistema inmunológico. El sistema inmunológico mantiene los


microorganismos infecciosos, como las bacterias, los virus y los hongos, fuera del cuerpo.
También destruye todo microorganismo infeccioso que logra invadir el cuerpo. El sistema
inmunológico está formado por una red compleja y vital de células y órganos que protegen
el cuerpo de las infecciones.
Los órganos involucrados en el sistema inmunológico se denominan órganos linfoides.
Afectan el crecimiento, el desarrollo y la liberación de linfocitos (cierto tipo de glóbulo
blanco). Los vasos sanguíneos y los vasos linfáticos son partes importantes de los órganos
linfoides, debido a que transportan los linfocitos hacia y desde diferentes partes del
cuerpo. Cada órgano linfoide desempeña una función en la producción y la activación de
los linfocitos. Los órganos linfoides incluyen los siguientes:

 Adenoides. Dos glándulas ubicadas en la parte posterior del conducto nasal.

 Médula ósea. El tejido suave y esponjoso que se encuentra en las cavidades óseas.

 Ganglios linfáticos. Pequeños órganos con forma de frijol que se encuentran por todo
el cuerpo y se conectan a través de los vasos linfáticos.

 Vasos linfáticos. Red de canales por todo el cuerpo que transportan linfocitos hacia los
órganos linfoides y el torrente sanguíneo.

 Placas de Peyer. Tejido linfático en el intestino delgado.

 Bazo. Órgano del tamaño de un puño ubicado en la cavidad abdominal.

 Timo. Dos lóbulos que se unen por delante de la tráquea, detrás del esternón.

 Amígdalas. Dos masas ovaladas en la parte posterior de la garganta

Acerca del sistema inmunológico. El sistema inmunológico es la defensa del cuerpo ante
organismos infecciosos y otros invasores. Mediante una serie de pasos llamados
“respuesta inmune”, el sistema inmunológico ataca a los organismos y las sustancias que
invaden los sistemas del cuerpo y causan las enfermedades.
El sistema inmunológico se compone de una red de células, tejidos y órganos que trabajan
en conjunto para proteger al cuerpo. Las células mencionadas son glóbulos blancos
(leucocitos) de dos tipos básicos, que se combinan para encontrar y destruir las sustancias
u organismos que causan las enfermedades.
Los leucocitos se producen o almacenan en varios lugares del cuerpo, que incluyen el timo,
el bazo y la médula ósea. Por este motivo, estos órganos se denominan “órganos
linfáticos”. Los leucocitos también se almacenan en masas de tejido linfático,
principalmente en forma de ganglios linfáticos, que se encuentran en todo el cuerpo.
En el cuerpo, los leucocitos circulan desde y hacia los órganos y los ganglios por medio de
vasos linfáticos y vasos sanguíneos. De esta manera, el sistema inmunológico funciona de
forma coordinada para controlar el cuerpo en busca de gérmenes o sustancias que puedan
ocasionar problemas.

Los dos tipos básicos de leucocitos son:


1. los fagocitos, que son células que destruyen a los organismos invasores
2. los linfocitos, que son células que permiten al cuerpo recordar y reconocer a los
invasores anteriores y lo ayudan a destruirlos
Los fagocitos incluyen varias células diferentes. El tipo más común son los neutrófilos, que
principalmente atacan a las bacterias. Si los médicos sospechan una infección bacteriana,
pueden pedir un análisis de sangre para saber si el número de neutrófilos del paciente ha
aumentado debido a la infección. Los otros tipos de fagocitos tienen funciones específicas
para garantizar que el cuerpo reaccione adecuadamente a un determinado tipo de invasor.
Los dos tipos de linfocitos son los linfocitos B y los linfocitos T. Los linfocitos se originan en
la médula ósea y, o bien se quedan allí y se convierten en células B, o se dirigen a la
glándula del timo, donde se convierten en células T. Los linfocitos B y los linfocitos T tienen
funciones diferentes: Los linfocitos B funcionan como el sistema de inteligencia militar del
cuerpo, ya que localizan el objetivo y envían defensas para atraparlo. Las células T se
asemejan a los soldados: destruyen a los invasores que el sistema de inteligencia
identifica.

Cuáles son los cambios que el envejecimiento provoca en el sistema inmunológico


Como consecuencia del proceso de envejecimiento, se producen cambios en nuestro
organismo que se traducen en alteraciones en el sistema inmunitario. Nuestro sistema
inmunitario se deteriora disminuyendo de este modo su respuesta inmune. Esta
disminución de la respuesta inmunológica se llama inmunosenescencia.
Las consecuencias de este desgaste pueden traducirse en:
1. Disminución de la capacidad de combatir enfermedades.
La médula ósea y el timo, son los órganos que favorecen la producción y maduración de
los linfocitos. Con el paso del tiempo, el timo empieza a atrofiarse provocando una
disminución de la producción y calidad de linfocitos, debilitando parte del sistema
inmunológico y perdiendo efectividad en el combate de las infecciones, como las
respiratorias, gastrointestinales y urinarias.
2. Aparición de trastornos autoinmunitarios.
Con el paso del tiempo, el sistema inmunitario tiende a confundir tejidos propios con
tejidos extraños y las células inmunitarias atacan partes de nuestro organismo. Ésto es lo
que se llama Trastorno Autoinmunitario. La diabetes puede aparecer como consecuencia
de este trastorno y, a su vez, también puede provocar un descenso de la inmunidad.
3. El cuerpo cicatriza más lentamente.
El proceso de curación también se ve afectado por el envejecimiento. La cicatrización de
las heridas y la curación de las inflamaciones se ralentizan. Los linfocitos no actúan con la
misma celeridad y esto provoca que las heridas queden más tiempo expuestas a los
agentes externos, propiciando un aumento del riesgo de infección cutánea.
4. Disminuye la capacidad de detectar y corregir defectos celulares.
Es otra función importante de nuestro sistema inmune la de detectar y eliminar células
malignas. Con una inmunidad débil, algunas células tumorales pueden evadir la acción de
los linfocitos y propagar su reproducción. Este hecho puede provocar la aparición de
enfermedades asociadas al envejecimiento.
5. Anomalías en la marcha, el envejecimiento de la piel y la pérdida de sensibilidad.
Estas acciones pueden también aumentar el riesgo de padecer lesiones y, por
consiguiente, posibles infecciones. Cambios en la forma de andar producidos por lesiones
en las piernas, los pies, fruto del envejecimiento de nuestras extremidades, pueden ser
causas de debilitación.

Funciona de esta manera: Cuando se detectan antígenos (sustancias extrañas que invaden
el cuerpo), varios tipos de células trabajan de forma conjunta para reconocerlos y
responder a la amenaza. Estas células inducen a los linfocitos B a producir anticuerpos,
proteínas especializadas que atrapan antígenos determinados.
Una vez fabricados, estos anticuerpos permanecen en el cuerpo de la persona, de modo
que, si el mismo antígeno regresa, el sistema inmunológico ya cuenta con los anticuerpos
para atacarlo. Por lo tanto, si una persona se enferma, por ejemplo, de varicela,
generalmente no volverá a contraer la enfermedad.
Las inmunizaciones también previenen algunas enfermedades de esta forma. Las
inmunizaciones introducen un antígeno en el cuerpo de modo que no le produzca ninguna
enfermedad pero le permita fabricar anticuerpos para proteger a la persona de ataques
futuros del germen o sustancia responsable de esa enfermedad determinada.
A pesar de que los anticuerpos pueden reconocer un antígeno y atraparlo, necesitan ayuda
para destruirlo. Esa es la función de las células T, que forman parte del sistema que
destruye los antígenos que los anticuerpos han identificado o las células infectadas o
modificadas. (En efecto, algunas células T se denominan “células asesinas”.) Las células T
también ayudan a indicar a otras células (como los fagocitos) que cumplan con su función.
Los anticuerpos también pueden neutralizar las toxinas (sustancias tóxicas o perjudiciales)
producidas por distintos organismos. Por último, los anticuerpos pueden activar un
sistema de proteínas llamado complemento que también forma parte del sistema
inmunológico. El sistema de complemento ayuda a matar a las bacterias, los virus o las
células infectadas.
Todas estas células y componentes especializados del sistema inmunológico protegen al
cuerpo de las enfermedades. Esta protección se denomina inmunidad.

Inmunidad
Los seres humanos tienen tres tipos de inmunidad:
1. Inmunidad innata
2. Inmunidad adquirida
3. Inmunidad pasiva
Inmunidad innata: Todas las personas nacen con inmunidad innata (o natural), que es una
forma de protección general. Muchos de los gérmenes que afectan a otras especies no nos
hacen daño. Por ejemplo, los virus que producen leucemia en los gatos o moquillo en los
perros no afectan a los seres humanos. También se observa el caso contrario: algunos virus
que producen enfermedades en los seres humanos (como el virus del VIH/SIDA) no
afectan a los gatos o los perros.
La inmunidad innata también incluye las barreras externas del cuerpo, como la piel y las
membranas mucosas (por ejemplo, las que recubren la nariz, la garganta y el tracto
gastrointestinal), que constituyen la primera línea de defensa para evitar que las
enfermedades ingresen al cuerpo. Si esta barrera defensiva exterior se rompe (como por
un corte), la piel intenta sanar la ruptura rápidamente y las células inmunitarias especiales
de la piel atacan a los gérmenes invasores.
Inmunidad adquirida: El segundo tipo de protección es la inmunidad adquirida (o activa),
que se desarrolla durante el transcurso de nuestras vidas. La inmunidad adquirida
comprende la actividad de los linfocitos y se desarrolla a medida que las personas se
exponen a las enfermedades o se las inmuniza contra ellas mediante la vacunación.
Inmunidad pasiva: La inmunidad pasiva se “pide prestada” a otra fuente y dura poco
tiempo. Por ejemplo, los anticuerpos de la leche materna inmunizan temporalmente al
bebé contra las enfermedades a las que la madre estuvo expuesta. Esto puede ayudar a
proteger al bebé de las infecciones durante los primeros años de la infancia.
No existen dos sistemas inmunológicos idénticos. Algunas personas parecen exentas de
contraer infecciones, mientras que otras parecen enfermarse constantemente. Con el
transcurso de los años, el sistema inmunológico de las personas entra en contacto con
cada vez más gérmenes y adquiere inmunidad contra ellos. Por este motivo, los adultos y
los adolescentes tienden a resfriarse menos que los niños: sus cuerpos han aprendido a
reconocer y atacar inmediatamente a muchos de los virus que provocan los resfriados.

Barreras humorales y químicas


Son mecanismos de defensa contra los microorganismos extracelulares y sus toxinas. Estos
mecanismos de defensa son:
1. la fiebre
2. la inflamación
3. el sistema de completo
Fiebre: definida como una elevación de la temperatura corporal superior a los 37,7 °C, es,
en realidad, una respuesta de protección ante la infección y la lesión, considerada como
una estimulación del sistema inmunitario del organismo. La fiebre es provocada por un
tipo de monocitos conocidos como pirógenos —siendo sustancias naturales que producen
la fiebre—, obligando al cuerpo a que produzca los suyos propios como un modo de
defensa ante cualquier infección posible. Sin embargo, las infecciones no son la única
causa de la fiebre, a menudo, puede no ser una respuesta inmunológica.
Por lo general, la fiebre tiene una causa obvia como una infección provocada por algún
virus o bacteria, algún tipo de cáncer, una reacción alérgica, trastornos hormonales,
ejercicio excesivo, enfermedades autoinmunes, lesión del hipotálamo( glándula endocrina
encargada de regular la temperatura del cuerpo; es como un termostato) o por la excesiva
exposición al sol. La fiebre, debido a sus potenciales efectos beneficiosos, se discute si
debe ser tratado de forma rutinaria. La fiebre beneficia al sistema inmunológico para
combatir de forma más eficiente a los "invasores":aumentando y mejorando la movilidad y
la fagocitosis de los leucocitos, bajando los niveles de endotoxina, incrementando la
proliferación de las células T y mejorando la actividad del interferón. La fiebre puede
seguir un cuadro en el que alcanza una temperatura máxima diaria y luego regresa a su
nivel normal. De igual forma, la fiebre puede ser remitente, es decir, que la temperatura
varía pero no vuelve a la normalidad.
La inflamación: es una de las primeras respuestas del sistema inmunitario a una infección.
Los síntomas de la inflamación son el enrojecimiento y la hinchazón, que son causadas por
el incremento del flujo de sangre en un tejido. La inflamación es producida por
eicosanoides y citosinas, que son liberadas por células heridas o infectadas. Los
eicosanoides incluyen prostaglandinas que producen fiebre y dilatación de los vasos
sanguíneos asociados con la inflamación, y leucotrienos que atraen ciertos leucocitos. Las
citosinas incluyen interleucinas que son responsables de la comunicación entre los
leucocitos; quimiocinas que promueven la quimiotaxis; y los interferones que tienen
efectos anti-virales como la supresión de la síntesis de proteínas en la célula huésped.
También pueden liberarse factores de crecimiento y factores citotóxicos. Estas citosinas y
otros agentes químicos atraen células inmunitarias al lugar de la infección y promueven la
curación del tejido dañado mediante la remoción de los patógenos.
El sistema del complemento es una cascada bioquímica que ataca las superficies de las
células extrañas. Contiene más de 20 proteínas diferentes y recibe ese nombre por su
capacidad para complementar la destrucción de patógenos iniciada por los anticuerpos. El
sistema del complemento es la mayor componente humoral de la respuesta inmunitaria
innata. Muchas especies tienen sistemas de complemento, no solo se presenta en los
mamíferos, sino que las plantas, peces y algunos invertebrados también lo poseen.
En los seres humanos, esta respuesta es activada por la unión de proteínas del
complemento a carbohidratos de las superficies de los microorganismos o por la unión del
complemento a anticuerpos que a su vez se han unido a los microorganismos. Esta señal
de reconocimiento produce una rápida respuesta de destrucción. La velocidad de la
respuesta es el resultado de la amplificación de la señal que ocurre tras la activación
proteolítica secuencial de las moléculas del complemento, que también son proteasas.
Tras la unión inicial de proteínas del complemento al microbio, aquellas activan su
capacidad proteásica, que a su vez activa a otras proteasas del complemento y así
sucesivamente. Esto produce una cascada catalítica que amplifica la señal inicial por medio
de una retroalimentación positiva controlada. La cascada origina la producción de péptidos
que atraen células inmunitarias, aumentan la permeabilidad vascular y opsonizan
(recubren) la superficie del patógeno, marcándolo para su destrucción. Esta deposición del
complemento puede también matar células directamente al bloquear su membrana
plasmática
Problemas del sistema inmunológico
Los trastornos del sistema inmunológico se clasifican en cuatro categorías principales:
1. Trastornos de inmunodeficiencia (primarios o adquiridos)
2. Trastornos autoinmunitarios (el sistema inmunológico del cuerpo ataca su propio
tejido como si fuera una sustancia extraña)
3. Trastornos alérgicos (el sistema inmunológico reacciona exageradamente ante un
antígeno)
4. Cáncer del sistema inmunológico

Trastornos de inmunodeficiencia: Las inmunodeficiencias se producen cuando una parte


del sistema inmunológico no está presente o no funciona adecuadamente. A veces, una
persona nace con inmunodeficiencia (inmunodeficiencias primarias), aunque puede que
los síntomas del trastorno recién se manifiesten en etapas posteriores de la vida. Las
inmunodeficiencias también se pueden adquirir a través de una infección o pueden ser
producto de medicamentos (en algunos casos se denominan “inmunodeficiencias
secundarias”).
Las inmunodeficiencias pueden afectar a los linfocitos B, los linfocitos T o los fagocitos.
Algunos ejemplos de inmunodeficiencias primarias que pueden afectar a los niños y los
adolescentes son:

 Deficiencia de los anticuerpos IgA. Es el trastorno de inmunodeficiencia más común.


La IgA es un tipo de inmunoglobulina que se encuentra principalmente en la saliva y en
otros líquidos corporales y que ayuda a proteger las entradas al cuerpo. La deficiencia
de IgA es un trastorno en el que el cuerpo no produce suficientes anticuerpos IgA. Las
personas con deficiencia de IgA son más propensas a tener alergias o resfriados y otras
infecciones respiratorias, pero, en general, la enfermedad no es grave.

 Inmunodeficiencia combinada grave (IDCG), que también se conoce como la


“enfermedad del niño burbuja”, por un niño de Texas con IDCG que vivía en una
burbuja de plástico sin gérmenes. La IDCG es un trastorno del sistema inmunológico
que se produce por la ausencia de linfocitos B y T, lo cual casi imposibilita la lucha
contra las infecciones.

 Síndrome de DiGeorge (displasia tímica). Se trata de una anomalía congénita que se


caracteriza por la ausencia de la glándula del timo al nacer. Es un ejemplo de
enfermedad primaria de los linfocitos T. La glándula del timo es donde normalmente se
desarrollan los linfocitos T.
 Síndrome de Chediak-Higashi y enfermedad granulomatosa crónica. Ambos
trastornos implican la incapacidad de los neutrófilos de funcionar normalmente como
fagocitos.
Las inmunodeficiencias adquiridas (o secundarias) generalmente se producen después de
una enfermedad, aunque también pueden ser el resultado de la desnutrición, las
quemaduras u otros problemas médicos. Algunos medicamentos también pueden
ocasionar problemas en el funcionamiento del sistema inmunológico.
Las inmunodeficiencias adquiridas (secundarias) incluyen:

 Infección por VIH (virus de la inmunodeficiencia humana)/SIDA (síndrome de


inmunodeficiencia adquirida). Se trata de una enfermedad que destruye el sistema
inmunológico de forma lenta y constante. Se produce por el VIH, un virus que
extermina determinados tipos de linfocitos llamados células T cooperadoras. Sin las
células T cooperadoras, el sistema inmunológico no puede defender al cuerpo de
organismos que en circunstancias normales son inofensivos, lo cual puede producir
infecciones que representan una amenaza para la vida en personas con SIDA. Los
recién nacidos pueden adquirir la infección por VIH mientras se encuentran en el útero
de sus madres, durante el proceso de parto o durante el amamantamiento. Las
personas pueden contraer la infección por VIH al tener relaciones sexuales sin
protección con una persona infectada, compartir agujas contaminadas durante el
consumo de drogas o esteroides, o realizarse tatuajes.

 Inmunodeficiencias provocadas por medicamentos. Algunos medicamentos son


inmunodepresores. Una de las desventajas del tratamiento de quimioterapia contra el
cáncer, por ejemplo, es que no sólo ataca a las células cancerosas sino a otras células
saludables de crecimiento rápido, lo cual incluye las células de la médula ósea y otras
partes del sistema inmunológico. Además, es posible que las personas con trastornos
autoinmunitarios o que hayan recibido un trasplante de órganos necesiten tomar
medicamentos inmunodepresores, que también pueden reducir la capacidad del
sistema inmunológico de combatir las infecciones y pueden causar inmunodeficiencia
secundaria.

Trastornos autoinmunitarios: En los trastornos autoinmunitarios, el sistema inmunológico


ataca por error a los tejidos y órganos saludables del cuerpo como si fueran invasores
externos. Las enfermedades autoinmunitarias incluyen:

 Lupus. Se trata de una enfermedad crónica que se caracteriza por la inflamación y el


dolor de músculos y articulaciones (la respuesta inmune anormal también puede
incluir ataques a los riñones y otros órganos).
 Artritis reumatoidea juvenil. Es una enfermedad en la que el sistema inmunológico del
cuerpo ataca a determinadas partes del cuerpo (como las articulaciones de la rodilla,
las manos y los pies) porque las considera tejido extraño.

 Esclerodermia. Se trata de una enfermedad autoinmunitaria crónica que puede


producir la inflamación y el deterioro de la piel, las articulaciones y los órganos
internos.

 Espondilitis anquilosante. Es una enfermedad que produce la inflamación de la


columna vertebral y las articulaciones, lo cual provoca rigidez y dolor.

 Dermatomiositis juvenil. Es un trastorno que se caracteriza por la inflamación y el


deterioro de la piel y los músculos.

Trastornos alérgicos: Los trastornos alérgicos se producen cuando el sistema inmunológico


reacciona exageradamente ante la exposición a los antígenos del entorno. Las sustancias
que provocan dichos ataques se llaman alérgenos. La respuesta inmune puede producir
síntomas como hinchazón, ojos llorosos y estornudos, e incluso una reacción llamada
anafilaxia, que representa una amenaza de vida. Los medicamentos antihistamínicos
pueden aliviar la mayor parte de los síntomas.
Los trastornos alérgicos incluyen:

 Asma. Se trata de un trastorno respiratorio que puede producir problemas para


respirar. Frecuentemente, implica una reacción alérgica por parte de los pulmones. Si
los pulmones son extremadamente sensibles a determinados alérgenos (como el
polen, el moho, la caspa de los animales o los ácaros del polvo), se puede producir el
estrechamiento de las vías respiratorias de los pulmones, lo cual provoca una
reducción del flujo de aire y dificulta la respiración.

 Eczema. Es una erupción que provoca picazón, también conocida como dermatitis
atópica. A pesar de que la dermatitis atópica no necesariamente se produce por una
reacción alérgica, se observa más a menudo en niños y adolescentes que tienen
alergias, rinitis alérgica o asma, o que tienen antecedentes familiares de estas
enfermedades.

 Alergias de varios tipos que pueden afectar a niños y adolescentes. Las alergias
ambientales (por ejemplo, a los ácaros del polvo), las alergias estacionales (como la
rinitis alérgica), las alergias a medicamentos (reacciones a determinados
medicamentos o fármacos), las alergias a alimentos (como a los frutos secos) y las
alergias a toxinas (como a las picaduras de abeja) son las enfermedades que las
personas comúnmente llaman “alergias”.
Cáncer del sistema inmunológico: El cáncer se produce cuando hay un crecimiento
descontrolado de células. Esto también puede suceder con las células del sistema
inmunológico. El linfoma afecta a los tejidos linfáticos y es uno de los tipos de cáncer
infantil más frecuentes. La leucemia, que implica el crecimiento excesivo y anormal de
leucocitos, es el tipo de cáncer infantil más común. Con los medicamentos actuales, se
pueden curar la mayoría de los casos de ambos tipos de cáncer que se manifiestan en
niños y adolescentes.
Aunque los trastornos del sistema inmunológico en general no se pueden prevenir, al
mantenerse informado sobre la enfermedad de su hijo y trabajar en estrecha colaboración
con su médico, usted puede ayudar al sistema inmunológico de su hijo a mantenerse
fuerte y combatir las enfermedades.

Tratamiento de las Enfermedades Autoinmunes: Se han empleado muchos


procedimientos para el tratamiento de las enfermedades autoinmunes. Para condiciones
relacionadas con la artritis, la inflamación se trata con antiinflamatorios no
esteroides(AINE). Ejemplos de estos AINE incluyen a la aspirina, el ibuprofeno y el
naproxeno.
Para la inflamación también se utilizan glucocorticoides, tales como la cortisona y la
prednisona. Además, fármacos llamados antirreumáticos modificadores de la
enfermedad (FARMEs), como el metotrexato, que bloquea inespecíficamente al sistema
inmunológico, juegan un papel importante en muchas enfermedades autoinmunes.

Avances in la Biotecnología: Los investigadores han progresado mucho en los últimos años
al comprender la AR y cómo afecta el cuerpo de las personas. Este conocimiento ha
llevado al desarrollo de medicamentos llamados modificadores de la respuesta
biológica (MRB). Los MRB bloquean pasos específicos del proceso inmunológico.

 El etanercept (Enbrel) fue el primer MRB aprobado por la Administración de Fármacos


y Alimentos (FDA) para tratar la AR. El etanercept actúa interrumpiendo la actividad
del FNT, una de las citocinas más importantes involucradas en la AR.

 El infliximab (Remicade), el segundo MRB, fue aprobado por la FDA para el


tratamiento de la AR. El infliximab utiliza un anticuerpo monoclonal, o sea una versión
de los anticuerpos humanos específicamente diseñado para luchar contra el FNT.

 El anakinra (Kineret) fue el tercer MRB aprobado por la FDA para el tratamiento de la
AR. El anakinra interfiere en la interacción de la citocina IL-1 con otras células. La IL-1
es otra citocina importante durante la inflamación y daño articular que ocurre en la AR.
Es muy importante entender que el FNT y la IL-1 son citocinas primordiales para la
actividad normal del sistema inmunológico. Por lo tanto, cuando se les suprime, los
pacientes tienen que ser monitoreados cuidadosamente para asegurarse de que estas
sustancias no se hayan suprimido del todo.
Los modificadores de la respuesta biológica ofrecen una nueva propuesta hacia el
tratamiento de la AR. Como los científicos vayan conociendo más sobre el funcionamiento
del sistema inmunológico, desarrollarán agentes más poderosos y específicos para
combatir enfermedades como la AR.

¿Cómo afecta el VIH a nuestro sistema inmunológico? El Virus de Inmunodeficiencia


Humana (VIH) es un lentovirus (virus cuyo periodo de incubación es muy largo) que altera
las funciones del sistema inmunológico, provocando el Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida (SIDA). Cuando este virus reside en nuestro interior, el organismo pierde
gradualmente la capacidad de hacer frente a las infecciones a las que está expuesto. Hasta
el momento, no hay cura para este tipo de enfermedad, pero sí que hay tratamientos que
frenan su evolución.
Cualquier persona puede contraer el VIH y transmitirlo a otras personas a través de la
sangre, por vía sexual, así como de la madre al hijo durante el embarazo o a través de la
leche materna. Actualmente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) hay
aproximadamente 35 millones de personas afectadas por este virus.

VIH y sus efectos sobre el sistema inmunológico: El sistema inmunológico es el pilar


central para combatir cualquier tipo de infección o reproducción de células cancerosas.
Para llevar a cabo dicha función de defensa, el cuerpo cuenta con diferentes células. Entre
éstas se encuentran los linfocitos cooperadores T CD4+ que son los encargados de activar y
coordinar las otras células inmunitarias para atacar a cualquier patógeno que pueda
alterar el correcto funcionamiento del organismo.
El VIH se adueña poco a poco de nuestro organismo atacando y debilitando el sistema
inmunológico. No solo destruye y anula las funciones de las células CD4+ a las que infecta,
sino que también utiliza dichas células para reproducirse y expandirse. A medida que el
tiempo transcurre, el portador de este virus se vuelve gradualmente inmunodeficiente. En
las etapas más avanzadas de la infección se desarrolla el Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida (SIDA), un trastorno que puede dar lugar a ciertos tipos de cáncer y otras
infecciones clínicas graves que, en ocasiones, provocan la muerte. Una persona puede
tardar entre 5-10 años en desarrollar el SIDA o incluso que nunca lo llegue a padecer ya
que el VIH no evoluciona igual en todos los pacientes.
En muchas ocasiones, se puede controlar la progresión de la infección mediante
los antirretrovirales. La Micro-Inmunoterapia también puede ser integrada como apoyo al
sistema inmune en el tratamiento. Además, se recomienda seguir una dieta alimenticia
equilibrada evitando elementos nocivos para la salud como el tabaco y el alcohol. La
nutrición debe de ir acompañada de un ejercicio físico moderado y un descanso
prolongado con el objetivo de evitar males como el estrés y la fatiga.

Síntomas del VIH: Muchas personas con VIH desconocen que padecen la infección hasta
que se les realiza una prueba del VIH. Esto se debe a que los síntomas de la infección por
VIH pueden variar y pueden no manifestarse o ser leves al inicio, normalmente parecidos a
los de la gripe, a las 3-6 semanas de la infección. Algunos de estos síntomas son comunes a
otras infecciones.
Con el paso del tiempo, el VIH aumenta y debilita el sistema inmunitario, lo que puede dar
lugar a:

 infecciones leves o crónicas

 inflamación de los ganglios

 diarrea

 adelgazamiento

 fiebre

 tos

 dificultad para respirar

Sida: Cuando el sistema inmunitario se vuelve muy débil a causa de la infección por el VIH
se desarrolla el sida (también conocido como fase avanzada de la infección por el VIH). El
sida puede causar más complicaciones en el sistema inmunitario, dando lugar a que los
pacientes sean susceptibles de contraer determinadas enfermedades infecciosas y
cánceres.
Recuerda que los pacientes con VIH pueden vivir actualmente una vida larga y saludable
con un tratamiento y una atención médica adecuada. No dejes de ponerte en contacto con
tu médico, de manera que puedas recibir el tratamiento más adecuado en tu caso y vivir
una vida más saludable y duradera con el VIH.

Tratamiento: Ni la infección por el VIH es reversible ni la enfermedad del SIDA es curable,


pero se dispone de un grupo creciente de medicamentos para su control,
denominado Tratamiento Antirretrovirales (TAR), que alteran la reproducción del virus en
el organismo, disminuyen la carga vírica en el organismo y postergan a aparición de los
síntomas más severos de la enfermedad para aportarle calidad de vida al portador.

En cifras: Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud y ONUSIDA reconocen


que el VIH/SIDA es un problema de salud pública a nivel mundial. Las cifras dan cuenta
que para 2014 habían más de 36 millones de personas infectadas de VIH en el planeta.
Mientras que en ese mismo año 2 millones de personas se infectaron y 1,2 fallecieron por
causas relacionadas con el virus.

¿Cómo se contagia el VIH? El VIH es transportado en el semen, las secreciones vaginales,


la sangre y la leche materna. El virus ingresa en el cuerpo a través de cortes o heridas en la
piel y a través de las membranas mucosas (como el interior de la vagina, el recto y la
abertura del pene). Puedes contraer VIH por:

 Tener sexo vaginal o anal

 Compartir agujas o jeringas para drogarse, hacerse perforaciones en el cuerpo,


tatuajes, etc.

 Ser punzado con una aguja que tiene sangre infectada con el VIH

 Tener heridas o ampollas abiertas que entran en contacto con sangre, semen
(esperma) o secreciones vaginales infectadas con VIH
La forma más común de transmisión del VIH es el sexo sin protección. Puedes protegerte y
proteger a tu pareja usando condones y/o barreras de látex bucales cada vez que tienen
relaciones sexuales y evitando compartir agujas. Si tienes VIH, recibir tratamiento puede
disminuir e incluso detener las posibilidades de contagiar a otros con el virus. Si no tienes
VIH, también existe una medicina diaria, llamada PrEP que puede ayudar a protegerte del
VIH.
Este virus también se puede transmitir al bebé durante el embarazo, el parto o al
amamantar. Una embarazada con VIH puede tomar medicamentos que reducen
considerablemente las posibilidades de que su bebé se contagie.
El VIH no se transmite por la saliva, de modo NO PUEDES contagiarte por dar un beso,
compartir alimentos o bebidas, o usar el mismo tenedor o la misma cuchara. El VIH
tampoco se contagia por abrazarse, darse la mano, toser o estornudar. Tampoco puedes
infectarte por sentarte en el inodoro.
Hace muchos años, algunas personas se contagiaron de VIH al recibir transfusiones de
sangre infectada. En la actualidad, donar o recibir sangre en cualquier centro de salud es
totalmente seguro. Los médicos, hospitales y bancos de sangre no usan las agujas más de
una vez y la sangre que se dona se somete a análisis para verificar que no esté infectada
con el VIH u otras infecciones.

¿CÓMO PROTEGER TU SISTEMA INMUNOLÓGICO?


¿Has tenido dos o más gripes en un año, infecciones constantes de oído, reacciones
alérgicas repetidas, fatiga constante o cansancio?, si tus respuestas son positivas, es una
señal de que tu sistema inmunológico está debilitado y por ello, eres más propenso a
padecer ciertas enfermedades.
La misión del sistema inmunológico es mantener saludables a los seres humanos, y si está
fortalecido es posible contrarrestar, hasta reducir, las probabilidades de contraer
enfermedades infecciosas, ya que según la Organización Mundial de la Salud son
consideradas como una de las principales causas de mortalidad en el mundo.
La alteración del clima provoca que las personas diariamente se expongan a
virus, bacterias, hongos y parásitos, que pueden desencadenar en afecciones respiratorias
con graves complicaciones como la influenza de la AH1N1, la cual afecta de manera
progresiva al rendimiento y funcionamiento del organismo.
Ante esto, el cuerpo humano posee diferentes mecanismos de defensa, que lo protegen
frente a cualquier agresión externa. Según el Doctor Vizuete, deportólogo, “El sistema
inmunológico tiene tres capas. En primera instancia nos protegen las barreras naturales
como piel, pelo, uñas, barrera mucosa, boca, intestinos y pulmones; mecanismos de
defensa celular innata formada por diferentes tipos de glóbulos blancos que identifican y
neutralizan bacterias y virus. Pero, una vez que los agentes infecciosos sobrepasan, los
anticuerpos neutralizan lo que las dos primeras capas no pararon”.

Consejos para cuidar tu sistema inmunitario


El sistema inmunitario se encarga de proteger y defender nuestro cuerpo. Para que el
sistema inmunitario pueda cumplir con su cometido es importante cuidarlo
correctamente. ¿Cómo? Llevando a cabo ciertos hábitos que nos ayuden a cuidar de
nuestras defensas.

Consejos para mantener sano tu sistema inmunitario


1. Dormir como mínimo 8 horas al día
Además de un placer, dormir es una necesidad. La falta de descanso puede afectar a
nuestra salud de diversas maneras. Cuando no logramos conciliar el sueño o dormimos
menos de lo que necesitamos nos despertamos al día siguiente con menos reflejos, una
capacidad de concentración más baja y, por supuesto, mucho más cansados de lo normal.
Otra de las consecuencias de la falta de sueño es la pérdida de apetito, algo que nos
perjudica puesto que las principales vitaminas y nutrientes que nuestro sistema
inmunitario necesita se encuentran en los alimentos. Un buen descanso es la clave para
mantener el equilibrio tanto mental como físico.
2. Mantenerse alejado del estrés
Para el sistema inmunitario, tan importante es dormir como mantener un ritmo de vida
tranquilo. El estrés hace que nuestro cuerpo se ponga en situación de alarma y se dispare
el nerviosismo. Aunque no siempre sea fácil debemos intentar tomarnos las cosas con
calma y centrarnos en los aspectos positivos que nos rodean. De esta manera
conseguiremos otorgar a nuestro sistema inmunitario el descanso que necesita para llevar
a cabo su función.
3. Practicar deporte con regularidad
Realizar ejercicio de manera moderada puede ayudar a reforzar nuestro sistema
inmunitario. Gracias a la actividad física podemos fortalecer nuestros músculos, mantener
unos buenos niveles de colesterol y conciliar el sueño por la noche de manera más rápida.
Además, al practicar deporte nuestro cerebro segrega endorfinas, comúnmente conocidas
como las hormonas de la felicidad, las cuales nos transmiten una sensación de bienestar
única. Lo ideal es que el ejercicio que practiquemos sea moderado.
4. Una alimentación sana y equilibrada
¿Sabes que existen nutrientes y vitaminas para mantener el sistema inmunológico en buen
estado? Entre ellos se encuentra el cobre, el ácido fólico, el hierro, el zinc o las vitaminas
del grupo B, C y D. Por eso es importante incluir en nuestro menú diario alimentos ricos
en estos nutrientes: pescado azul, verduras de hojas verdes, como las espinacas o las
acelgas, legumbres, carnes rojas, marisco, frutos secos como las nueces o frutas como la
naranja, el kiwi, las fresas o el melón, que contienen gran cantidad de vitaminas.
5. Evitar los cambios bruscos de temperatura
Especialmente durante los meses de calor. El aire acondicionado de la oficina, los
restaurantes o el transporte público suele chocar bastante con el calor que existe en la
calle. Si pasamos de un extremo de temperatura a otro en un intervalo corto de tiempo
estamos obligando a nuestro sistema inmunitario a hacer una rápida adaptación para
poder estabilizar nuestro cuerpo. Estos cambios bruscos suelen ser los causantes de
algunos catarros que sufrimos durante la época estival, por eso es importante evitarlos.
6. No consumir alimentos en mal estado o que nos perjudiquen
Parece algo obvio pero, ¿cuántas veces hemos pensado que no pasaría nada por comer un
producto aunque se haya pasado unos días de fecha? Debemos respetar la caducidad de
los alimentos para evitar así contraer alguna intoxicación alimentaria, como la
salmonelosis o la listeria, producida por comer alimentos en mal estado. Así mismo, hay
que tener especial cuidado si padecemos alergias o intolerancias. ¡Cuánto más trabajo le
ahorremos a nuestro sistema inmunitario, mejor!
7. Mantener una buena higiene
Es algo esencial para mantener alejados a los microbios y a las baterías de nuestro cuerpo.
Gestos tan simples como lavarse las manos después de ir al lavabo pueden evitar que
agentes externos entren en contacto con nuestro organismo.
8. Evitar la polución
La contaminación atmosférica dificulta el trabajo del sistema inmunitario y puede
perjudicar nuestra salud causando ciertas patologías, como el asma o la alergia. Aunque es
difícil evitar la polución, especialmente si vivimos en una ciudad, es recomendable
mantenernos alejados de ella en la medida de lo posible.
9. Desprendernos de hábitos nocivos como el alcohol o el tabaco
Los dos afectan a nuestro sistema respiratorio, al digestivo y al respiratorio, causándoles
dificultades para realizar una función correcta. Son hábitos que crean una adicción dañina
y de los que es mejor mantenerse alejados.
Ahora que conoces todos estos consejos para cuidar de tu sistema inmunitario y llevar
una vida más saludable, ¿los tendrás en cuenta?
*Las vitaminas B6, B9 y B12 contribuyen al funcionamiento normal del sistema
inmunitario.

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