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En general se suele identificar y relacionar el afecto con la emoción, pero son fenómenos distintos,
aunque, sin duda, relacionados. Mientras la emoción es una respuesta individual interna que informa
de las probabilidades de supervivencia que ofrece una situación, el afecto es un proceso de interacción
social entre dos o más personas.
Dar afecto implica realizar un trabajo no remunerado en beneficio de los demás: hacer un regalo,
visitar a un enfermo, explicar un concepto o una idea a un compañero de curso, demandan un
esfuerzo: el afecto es algo que se transfiere. Por eso se dice que las personas dan afecto y reciben
afecto. Las emociones, en cambio, no se dan ni se quitan: se experimentan.
Hoy por hoy la psicología tiende a afirmar que el afecto es una necesidad básica, fundamental. De
hecho, no hay ninguna duda que el desarrollo personal es precario, incompleto, sin desarrollo
emocional, afectivo. Casi en forma intuitiva los padres conocen este hecho; estimulan a los bebés y a
los niños y están pendientes de su desarrollo físico, intelectual, y social afectivo.
Por otra parte, nuestra experiencia nos enseña que dar afecto es algo que requiere esfuerzo. Cuidar,
ayudar, comprender, etc.; a otra persona, no puede realizarse sin esfuerzo. A veces, no nos damos
cuenta de este esfuerzo. Por ejemplo, la ilusión de una nueva relación no nos deja ver el esfuerzo que
realizamos para agradar al otro y para proporcionarle bienestar. Pero, en la mayoría de los casos,
todos experimentamos el esfuerzo más o menos intenso que realizamos para proporcionar bienestar
al otro
Las emociones como el amor, son descritas como emociones cognoscitivas superiores, porque
implican un procesamiento cortical mucho más intenso que las emociones elementales. Mientras que
estas se procesan en buena medida en las estructuras subcorticales que yacen bajo la superficie
cerebral, las emociones como el amor aparecen más asociadas a áreas del neocórtex, que es la parte
del cerebro que más se ha expandido en los cinco últimos millones de años de la evolución humana.
La amistad es una relación afectiva que se puede establecer entre dos o más individuos, a la cual están
asociados valores como la lealtad, la solidaridad, la incondicionalidad, el amor, la sinceridad, el
compromiso, entre otros, y que se cultiva con el trato asiduo y el interés recíproco a lo largo del
tiempo.
La amistad no solamente surge con quienes tenemos más afinidades en cuanto a gustos e intereses, o
con quienes tenemos más parecido, sino que puede aparecer entre personas muy dispares. De hecho,
a veces ese es un factor que fortalece la amistad, pues una buena amistad complementa y enriquece a
la persona, no solo en el intercambio de ideas, información y sentimientos, sino también en el hecho
de compartir los buenos y malos momentos de la vida.
Es importante fomentar la solidaridad desde la infancia ya que puede ser vista como la base de otros
valores humanos que logra desarrollar valiosas relaciones de amistad, familiares y/o sociales basadas
en la ayuda, apoyo, respeto y tolerancia.