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LA IMAGEN MORAL DE LA MUJER

CARLOS RAMOS ALVAREZ

CURSO TEORÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS

MEDELLÍN

2018
LA IMAGEN MORAL DE LA MUJER

INTRODUCCIÓN

Al hablar de lo femenino, casi por obligación, se hace referencia a preceptos morales

adscritos por la imagen idealizada de la mujer como un ser casto, puro, fértil, hogareño y

virgen, que debe comportarse de una manera y no de aquella; que debe realizar esto y no esto

otro, ya que a estas se les impregna el ideal de tener una “buena imagen” o que el libre goce

de elementos tan cotidianos como lo es la sexualidad asume una personalidad no idónea,

incorrecta y, ocasionalmente, dañina. El que a las mujeres se les haya impuesto estos ideales

morales a través de distintos procesos culturales, resulta el principal fundamento de ideales

machistas –o al menos para nuestra cultura–, las cuales solo han cosificado y relegado a la

mujer a niveles inferiores en distintos aspectos de la vida social, tales como las relaciones de

pareja, funciones laborales y su respectiva remuneración, capacidad intelectual y demás.

Quizás resulte algo difícil de digerir la idea de que la moralización de lo femenino influye en

aspectos como estos, sin embargo, es oportuno pensar que ha influido en las esferas sociales

que el machismo moldea, siendo un factor que perjudica tanto a mujeres como a hombres.

Atribuirle leyes morales –entendiendo estas como las únicas maneras adecuadas de actuar,

pensar– a aspectos cotidianos de la vida como lo es el desarrollo de la sexualidad, hace que

las comunidades no acepten y tachen de “inmorales” ideas relacionadas al cambio, la

diversidad, distintas perspectivas de vista y demás, es decir, las torna intolerantes, sexistas y

hasta clasistas y racistas.


Sin embargo, el foco de este escrito radica en distintos factores en los cuales las mujeres –a

diferencia de los hombres– se han visto afectadas, minimizadas y cosificadas respecto a su

cuerpo y capacidades por esta ingenua moral. Por nombrar algunas generalidades –las cuales,

claro está, tienen excepciones– traigo a colación el hecho que una madre soltera y un padre

soltero no son visto bajo los mismos estándares; que la prostitución femenina y masculina se

presentan casi como fenómenos totalmente distintos, junto con la idea y la parcialidad que

existe en referencia al placer sexual de ambos grupos. Es común escuchar a la gente decir

que una mujer no puede mantener un hogar, o que las mujeres que venden su cuerpo son

pecaminosas, pero en el caso de los hombres es una práctica totalmente indiferente, dado

que, se le da más importancia al placer masculino que al femenino. Lo que se busca analizar

aquí es cómo la moralización de la imagen femenina respecto a su cuerpo y capacidad

ha afectado la dinámica de las mujeres en la vida social.

Teniendo en consideración mi experiencia: lo que he podido vivenciar, leer e investigar al

respecto, afirmo que este fenómeno ofrece bases sólidas para catalogarlo como un tópico de

suma relevancia. Solo basta con encender la televisión o leer las noticias para poder darse

cuenta de que las mujeres luchan en una guerra más ardua que los hombres.
ARGUMENTOS

A través de la historia se han instaurado como íconos femeninos aquellas mujeres que han

batallado contra su opresión desde x o y esfera social –entiendo esta como un conglomerado

de fenómenos en los cuales se efectúa el diario vivir– y es casi una obligación tenerlas como

un punto de referencia al hablar de la historia de logros femeninos, pues las razones por las

que han luchado lo ameritan. En el caso de los hombres se hace hincapié en temas científicos,

de progreso, instauración y desarrollo de naciones y de gobiernos, todo esto porque las

mujeres, más de una vez, se han categorizado como un nivel inferior, lo que se evidencia en

la no decisión sobre sus cuerpos y vidas, junto la subordinación sufrida por los hombres.

Incluso, se podría traer a colación los temas de conversación entre un grupo de mujeres y uno

de varones: este último podría iniciar una conversación sobre algo tan trivial como un partido

de fútbol o beisbol, pero en el caso de un grupo de mujeres del común, regularmente se habla

del trato que le dan sus parejas, sobre quehaceres de hogar, estos entre los temas más triviales,

porque entre ellas la conversación puede variar hasta llegar a interrogarse sobre qué harían

en caso de una violación, cosa que no –aunque luciendo como una generalidad no tan

apropiada– sucede entre los hombres. Se mencionan estos ejemplos con la intención de

referenciar la idea que hombres y mujeres al parecer no participan en la misma esfera social,

por lo tanto se les califica bajo distintos estándares. En pleno siglo XXI –en la cultura

occidental– aún se puede leer en los diarios matutinos que mujeres con el mismo puesto y

formación laboral no son remuneradas de la misma manera que son los hombres; en pleno

siglo XXI, una candidata a la presidencia de Rusia fue tildada de “payasa”, “puta”, “imbécil”,

“idiota” y demás calificativos peyorativos, sin embargo, la gente no hizo nada al respecto por
ser visto como algo normal –o irrelevante–; en pleno siglo XXI las mujeres aún se mantienen

calladas en situaciones de acoso, violación y abuso por temor a sufrir más maltrato o no ser

escuchadas; en pleno siglo XXI, pocas de ellas manejan cargos de alto rango, –lo que desde

mi punto de vista–, se da, principalmente, por la imagen “inferiorizada” de estas; en pleno

siglo XXI la mujer aún se califica por aspectos triviales como su forma de vestir y su peinado,

cuando debería ser según su desempeño y profesionalidad.

Estas modelaciones respecto a la imagen de la mujer han hecho que la mayoría –ya que sí

existen las mujeres empoderadas–, sigan al pie de la letra las leyes morales que aquí se

mencionan. Un ejemplo de esto es la investigación de la socióloga colombiana, Ana Rica de

Alonso, titulada Madre Solterismo en Adolescentes: Determinantes Socioculturales,

Contexto Ideológico y Recursos de Supervivencias. En esta investigación, la autora pudo

constatar que algunas niñas embarazadas preferirían dar a luz a una hembra porque “son más

fáciles de vestir”, “son más lindas para arreglar”, “son dóciles”. “La analogía de la mujer

maniquí y la asignación de rasgos innatos de docilidad y sumisión, reflejan el limitadísimo

marco de expectativas de desenvolvimiento [social] que puede tener una mujer”, afirma la

investigadora. Esto se traduce en que las mujeres difícilmente puedan –o quieran– trascender

fuera de esos ámbitos.

He podido evidenciar que las niñas de mi familia quieran ser y/o tienen como meta ser reinas

de belleza, ganadoras del Miss Universo y similares, lo que no es negativo, pero implica que

tilden a otras niñas de “raras” porque prefieren jugar deportes extremos o ser veterinarias –y

casi cualquier labor que no cumpla con esos estándares–, por tanto resulta muy difícil que

esa moral deje de ser adscrita a nuestra cultura. Bajo mi propia vivencia puedo decir que un

grupo de hermanos, hembra y varón, se crían bajo distintos estándares: el higiene, el orden y
las relaciones sociales pueden llegar a ser sutil y rigurosamente cuidados en las niñas, en

cambio con los niños, se hace hincapié en temas como la masculinidad, y aunque en niñas y

niños se infunda la feminidad y masculinidad, respectivamente, con las chicas, en la mayoría

de los casos, resulta de mayor atención. Es aquí, en parte, donde este fenómeno se convierte

en foco de problema para ambos sexos, donde juega el hecho de que ciertas prácticas

asumidas como femeninas repercutan en el hecho de tratar de moldear a los niños bajo una

“imagen no femenina”, y de esta manera, haciendo que se asocien con desorden, descontrol,

anti higiene, irrespeto y demás. Este ejemplo es uno de los más sencillos porque esa “imagen

no femenina” repercute sobre la seguridad, capacidad, desempeño y profesionalidad que

transmite el género masculino hacia los demás. Sin embargo, es más que un hecho que estas

instrucciones sobre cómo ser y actuar atañen más a las mujeres. Mi intención no es hacer que

se vea a las mujeres como seres marginados y de las que hay que sentir empatía porque esta

estandarización las ha limitado durante décadas –puesto que en esta época las mujeres son

más empoderadas que nunca–, sino hacer ver que el modo en que hoy día este fenómeno

afecta su dinámica social es más que inmoral y una clara evidencia de sexismo y

pensamientos atrasados para la época.


CONCLUSIONES

En consideración a lo expuesto, se hace evidente que la mujer se ha visto afectada por la

moralidad que gira alrededor de ella, y al parecer de una manera fuertemente negativa; se ha

visto parcial o totalmente excluida desde múltiples ámbitos, tales como el económico,

político, laboral e incluso intelectual. Todo el imaginario respecto a cómo debería ser ha

hecho que se vea obligada a luchar contra ello, porque es importante que se tenga claro que

no existe un manual para ser mujer –ni para ser hombre–, resulta relevante que se les dé

importancia prima a su inteligencia y no a la forma en que lleven el cabello o que vestido

vistan. Es tanta la repercusión de este fenómeno que difícilmente una niña pequeña se

visualiza a sí misma como una mujer de ciencia; que una madre cuide más la feminidad de

su hija que su formación escolar, y que se les viva recordando tener cuidado con los niños.

Tristemente pareciera que esta situación se mantiene estática desde hace mucho tiempo, sin

embargo, el movimiento feminista cada día adquiere más repercusión en los medios; este

grupo cree en el cambio y vive para realizarlo, por lo tanto, de la manera más esperanzadora

posible, se dice que esta situación mejorará.


REFERENCIAS

1. Congreso Argentino de Antropología Social. (1986) La Antropología Social y Los

Estudios de la Mujer. Buenos Aires: Editorial HVMANITAS

2. Rico Hernández, H.J. (2015) Perras Nos Llaman Y... ¿Le Importa a Alguien?:

Estado del Arte de la Investigación Sobre la Forma de Referirse a las Mujeres por

su Comportamiento Sexual (tesis de pregrado). Universidad de Antioquia, Medellín.

3. Ramírez Correa, L.D y Salazar Correa, A. (2005) Prostitución Femenina: Entre el

Consumo de los Sexos y la Subversión Erótica (tesis de pregrado). Universidad de

Antioquia, Medellín.

4. Jorquera, G (2017) ¿Por qué las mujeres ganan menos? (s.u) Entre Parentesis. Recuperado

de http://entreparentesis.org/las-mujeres-ganan-menos/

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