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PERTINENCIA Y ACTUALIDAD DE LA NOCION DE “CULTURA”

PARA LA PSICOLOGIA INSTITUCIONAL


Ricardo Malfé
Psicología Institucional:
La denominación misma de este campo de reflexión y de práctica para el
psicólogo nos remite a una perspectiva necesariamente histórica, en la que la
noción de “cultura” encuentra su contexto adecuado. El término procede de una
época, cincuenta años atrás (1), en que toda organización (2) aspiraba a
establecer su estatuto de institución.

Institución
Las instituciones (la palabra denota regularidad, norma o ente
legítimamente o por lo menos consensualmente, establecidos) han sido objeto
secular de interés para la “Filosofía Social”, así como para el Derecho y para
aquella vertiente de la tradición retórica (3) que dio origen a la Filosofía y, en
alguna medida, también a la Lingüística (4).
La Sociología, por otra parte, desde el siglo pasado, encontró allí uno de los
objetos que la constituyen como disciplina teórica, objeto caro en especial a
distintas orientaciones de la Sociología europea. En Francia, Marcel Mauss (4)
discípulo de Emile Durkheim, se acerca al tema desde una perspectiva que es
tanto sociológica como “etnológica” Etnología y Etnografía son los nombres que
designan en Europa continental un campo de indagación correspondiente a aquel
que en los países anglo-sajones se consolida en el curso de este siglo como
Antropología Social y Cultural.
En Francia, también, una corriente del pensamiento jurídico, filosófico y
sociológico católico de pre-guerra fue conocido como “escuela institucional”. Su
iniciador, Maurice Hauriou, “encontró el meollo de su teoría en el redescubrimiento
de unas palabras de San Agustín: “un pueblo es una reunión de seres racionales
unidos por un común acuerdo en cuanto al objeto de su amor” (5). Esta definición
representa una intuición asombrosa de lo que en nuestro siglo Freud designaría
en “Psicología de las masas y análisis del yo”, como “estructura libidinosa”, de la
que luego nos ocuparemos.
Ya en nuestros días, y con signo ideológico contrario, el auge estructuralista
desemboca en Francia en el minucioso análisis crítico de lo instituido (discursos,
prácticas u objetos) que llevan a cabo Michael Foucault (6), Roland Barthés (7) o
Pierre Legendre (8). En la misma línea hipercrítica de lo establecido, aunque con
distinto sesgo metodológico, hay que mencionar la escuela u orientación francesa
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del “análisis institucional” (9). Todos estos autores, ya, influidos por el
psicoanálisis.
Lo que constituye a cualquier disciplina, o sector de ella, en la realidad
histórica, es -en último término- un conjunto de exigencias prácticas. Desde este
punto de vista, ha de admitirse que la Psicología Institucional cristaliza alrededor
de un centro constituido por la posibilidad del psicólogo de intervenir con pericias
específicas en el ámbito de las organizaciones (10). Sin embargo, parece
conveniente intersectar esa dimensión práctico-técnica de la disciplina con otra,
correspondiente a una reflexión teórica sobre lo instituido y lo instituyente en
campos históricos de diferentes amplitud y complejidad. Algunas de las disciplinas
u orientaciones del pensar, antes mencionadas pueden ser guía de ese proceso
de reflexión.
Así acotado, de manera general, nuestro ámbito de discusión,
procederemos a cernir el valor heurístico que puede tener la noción de cultura en
dicho ámbito.
Cultura:
Como todo término, éste se sostiene en un sistema de oposición con otros.
La contraposición semántica fundamental que da valor a la palabra aquí es
Natura/cultura.
En sentido originario, se trata de oponer así los frutos de una actividad que
se mantiene dentro de los límites de lo meramente animal (natura, participio futuro
de nascere: lo que está por nacer) con los frutos de un trabajo que trasciende
dichos límites (cultura, por analogía, será lo que puede ser producido por un
trabajo -el cultivo- cuyo prototipo lo brindan las labores rurales).
Con el tiempo, ha quedado cifrado en el término “cultura” todo lo construido
por el hombre en la configuración de un “mundo” que reconocemos como
característicamente humano.
En nuestro siglo, la discusión de lo que atañe a aquella contraposición
básica ha sido incorporado al discurso de la Antropología Cultural (11) -así como
otra, anexa, es más propia de la Psicología: versa sobre la diferencia
natura/nurtura, vale decir entre lo innato y lo adquirido a través de una experiencia
que ya, a dos siglos de la Ilustración, se reconoce que es siempre social y cultural.
La finalidad de nuestro estudio nos exime de adentrarnos en esa discusión, que
llevaría a discernir “universales de la cultura” (12). Importa, en cambio, examinar
distintas definiciones de “cultura”. Vislumbraremos así, de paso, a cuáles de entre
los factores, rasgos, elementos o dimensiones que se discriminan dentro del
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campo o del sistema (más o menos heterogéneos) definidos como “culturales”, se


atribuye peso decisivo en cuanto a marcar un carácter o determinar
transformaciones, ya que del campo o del sistema mismos, ya de la configuración
histórica colectiva (social) en la que aquellos tienen vigencia.
Una definición clásica muy abarcativa de cultura es la que propuso Edward
B. Tylor, uno de los fundadores de la antropología actual, en 1871: “That complex
whole witch includes knowledge, belief, art, morals, law, custom and any other
capabilities and habitis acquired by man as a member of society” (“ese todo
complejo que incluye el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, la ley, las
costumbres y toda otra clase de disposiciones y hábitos adquiridos por el hombre
como miembro de una sociedad”). (13)
Para Ralph Linton, “el término se usa en un doble sentido. En su sentido
amplio, cultura significa la herencia social integra de la humanidad, en tanto que
en un sentido más restringido una cultura equivale a una modalidad particular de
la herencia social.” (14). Cada una de estas culturas específicas puede definirse
como “la configuración de conductas aprendidas y de resultados de conductas,
cuyos elementos componentes son compartidos y transmitidos por los miembros
de una sociedad particular”. (15)

Kreber y Kluckhohn (16) definen el concepto de cultura, a su vez, como “un


conjunto de atributos y productos de las sociedades humanas y, en consecuencia,
de la humanidad, que son extrasomáticos y transmisibles por mecanismos
distintos de la herencia biológica.”
Para Philip Bock: “`cultura´ incluye todas las expectativas, modos de ver,
creencias o acuerdos que influyen en el comportamiento de los miembros de un
grupo humano. No es necesario que estas ideas compartidas sean conscientes,
pero siempre se transmiten por medio del aprendizaje social y constituyen un
conjunto de soluciones para resolver los problemas de adaptación a que se
enfrenta toda sociedad humana”. (17)
Robert Redfield (18) asienta que la cultura puede definirse como “los
acuerdos convencionales, manifestados en los actos y artefactos, que caracterizan
a la sociedad”.
En esta última definición, como en alguna de las anteriores, se echa de
menos, junto a la dimensión práctica (actos) y la objetivizante (artefactos) de la
vida socio-cultural, la mención explícita de los despliegues discursivos (textos o
relatos de viva voz) que pueden registrarse en los ámbitos estudiados, dimensión
lingüístico-discursiva de la cultura en la que puede esperarse que ponga énfasis el
psicólogo. Sin embargo, esa dimensión no resulta en absoluto ajena a la
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metodología de trabajo del antropólogo social o cultural (19) ni tampoco en la


teoría general de la Antropología se desdeña el papel del lenguaje en el
surgimiento y transmisión de la cultura (20). Precisamente, Leslie White (21)
define a ésta como “conducta simbólica”.
Hasta aquí los acuerdos generales, con diferencias sólo de matices, entre
los científicos de los hechos y procesos culturales. Inclusive un teórico soviético
contemporáneo (22) define la cultura, en un coloquio oficial, como “el conjunto de
las informaciones no hereditarias, acumuladas, conservadas y transmitidas por las
diversas colectividades de la sociedad humana”. Pero uno de los autores recién
citados nos da la ocasión de verificar dónde comienzan los disensos. Leslie A.
White (op.cit), inspirándose en la tradición marxista, distingue tres (sub)sistemas
culturales: el técnico o tecnológico, el sociológico y el ideológico. El papel evolutivo
primario corresponde al sistema tecnológico. Como observa Nicolás Timascheff
(op.cit, pág. 362) “el neo-evolucionismo de White está teñido de determinismo
económico y tecnológico”.
Otros autores distinguen nítidamente para su análisis, dentro del conjunto
cultural, un (sub)sistema económico (23), englobando en él al tecnológico, o
estableciendo entre ambos relaciones de distinta índole. Otros, por fin, han
iniciado una Antropología fundada en un nuevo rasgo del “materialismo cultural”: la
“ecología cultural” (24), que pone el peso de la determinación en el (sub)sistema
ecológico (o ecológico --> tecnológico --> económico).
Todas estas orientaciones contrarían la vagarosa concepción funcionalista
(Malinovsky, Nadel) de las culturas como “todos orgánicos” en los que todos
aquellos elementos o sectores desplegados en la primitiva definición de Tylor se
conjugan de algún modo para servir las necesidades humanas. También
trascienden o se enfrentan con la concepción “particularista histórica” de Franz
Boas y sus discípulos (Alfred Kroeber, Robert Lowie, Edward Sapir, Melville
Herskovits, Paul Radin, Ruth Benedict, Margaret Mead, entre otros), caracterizada
por el eclecticismo o, en alguna de sus variantes – la de Robert Lowie, en
particular – , por la tendencia a subrayar la autonomía (y aún la eventual ausencia
de funcionalidad) de los (sub)sistemas de valores y creencias dentro del conjunto
de la cultura (25).
Probablemente, toda esta polémica cuestión quede mejor planteada si
admitimos, coincidiendo con la línea argumentativa que sostiene lúcidamente
Maurice Godelier (26) que la Antropología, o la Etnología, vale decir, aquellas
disciplinas que se proponen como objeto la(s) cultura (s) humana(s) (así como, por
otra parte apresuraremos a agregar, la Psicología), integra el continente teórico de
la Historia.(27).

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Si efectuáramos una labor de com-posición (que implique contraposición,


superposición y yuxtaposición) de las diversas conceptualizaciones sobre “cultura”
(algunas de las cuales han quedado sintetizadas más arriba), tendríamos los
elementos para construir un diagrama que permita abarcar la globalidad de un
campo histórico circunscripto para el análisis. Contando con él, podríamos
discernir con mayor claridad las diferencias distintas orientaciones y
probablemente distinguir entre sentidos amplios y restringidos en el uso de aquel
término. Si se tiene cuidado de no introducir en forma prematura la discusión de lo
que hace a precedencias o preponderancias en la determinación de los
fenómenos a estudiar, el esquema puede bosquejarse, en un primer momento
meramente descriptivo como sigue: (28):

Sub sistema
SEMIOSIS.
ideológico Sistema de
significación.

Sub Sistema
Sub sistema
epistémico
nómico
Control de los Procesos

Discursos, prácticas, intercambios que


Sistema Político siguen pautas instituidas más o
CRATESIS*

menos heterogéneas) sujetas a


transformaciones.
Sub Sistema
tecnológico
Sub sistema
económico

Sub Sistema
ecológico

Precondiciones y
límites para los
procesos

PHYSIS

Puede observarse que, a partir de una probable unanimidad en cuanto a


reconocer como incumbente el reino de la “cultura” lo que el esquema ubica en su
centro y en uno, por lo menos, de sus vértices (el de Semiosis y Sistemas de
Significados)i, habrá disenso, luego, en cuanto a la pertinencia o no de incluir en
dicho reino algunos de los vectores laterales, particularmente los de la mitad
inferior del diagrama.

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Mario Bunge ha propuesto –en un trabajo titulado “Culture as subsystem of


Society: Culture Change as anAspect of social change”, presentado en un
simposio de febrero de 1976- considerar que la cultura constituye un “subsistema”
de la sociedad, en la cual hay que tener en cuenta también los subsistemas de la
política y la economía. El subsistema llamado “cultura” no es autónomo, sino que
se halla integrado con los otros sistemas indicados, pero puede distinguirse de ello
y puede incluir a su vez otros subsistemas (como el arte, la ideología, la ciencia, la
matemática, -como la lógica, a mi juicio sistema (abstracto) de significación”- las
humanidades e, incluso, la tecnología. (30).
Esta propuesta coincide en un aspecto con la comentada en un trabajo del
que soy autor (“Tres proposiciones…” ya citado, véase nota 18), solo que en ella,
que representa una complejización del esquema recién diagramado, no incluiría
de lleno la tecnología (a la que resulta más plausible remitir a una Instancia
Económica) y desdoblaría el Subsistema –o instancia- cultural en “Instancia
ideológica” e “instancia … designando así al “lugar” (…) donde se establece la
relación fundante de los sujetos humanos con los sistemas de significación que
operan su incorporación a las demás instancias.
La “cultura” en un sentido restringido ya, se produce y mantiene como
efecto de la articulación de tales “dos instancias” en el ámbito histórico que se está
estudiando. Discursos, prácticas e intercambios siguen dicha articulación el trazo
de instituciones específicas: familia, educación. Desde la perspectiva del
psicólogo, por lo menos, resulta necesario mantener diferenciadas las dos
“instancias” porque eso nos permite acceder a los factores concretos que han
participado en la construcción de historias individuales (y aun de constructos tales
como “carácter” o “estructura de personalidad”), sin perder la posibilidad de
articular en nuestros datos esa perspectiva con la consideración de lo que ya-está-
ahí (co(i)nstituido) en la cultura como producto de un proceso histórico colectivo.
Michel Tort (31) sugiere, además, profundizar la teoría de dicha conexión, o
articulación, con la hipótesis, especialmente afín a la óptica del psicoanálisis, de
que las formaciones ideológicas (mitos, concepciones del mundo, etc.) se inserten
en un “zócalo” dispuesto por los productos de una actividad psíquica que es
básicamente inconsciente (32), a los que él llama, por influencia lacaniana
“formaciones del inconsciente”.
En otros trabajos (33), me he ocupado de precisar –dentro de esa misma
línea de argumentación- que el análisis de dicha articulación debería tomar en
cuenta especialmente el efecto de las constricciones (formales y de contenido)
que emanan de un producto psíquico particular, el que Freud llama

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Phantasiablidung (formación fantasmática), o simplemente Phantasia (fantasía o


fantasma). Se trata de conjuntos representacionales optativos cuya forma es
argumental (34). Por esta última característica, precisamente, sirven muy bien a
fines de re-presentar un mundo social. Es así que en la “instancia ideológica” y en
la “instancia ” ubicaríamos dos complementarios “lugares” de fantasmatización,
el uno histórico-colectivo y el otro histórico-individual.
Es significativo que una de las obras psicoanalíticas fundamentales sobre
psicología colectiva, Psicología de las masas y análisis del yo, tenga también
como objeto la profundización en el estudio de la estructura y génesis del yo. En
ella, Freud conecta la fantasía que él llama “estructura libidinosa” en las
formaciones colectivas (de las que nos ocuparemos más adelante) con la forma
misma de la subjetividad individual. En otras palabras, que –como allí se aclara- el
“lugar” de los ideales siendo público y privado al mismo tiempo, presenta más que
isomorfismo en ambos campos, coincidencia. Por este camino es necesario
proseguir, concibiendo con mayor precisión tipos y transformaciones de
“estructura libidinosa” (35), como sustrato de “culturas” específicas, así como las
variedades de despliegues, en secuencias argumentales concretas, a los que
pueden dar lugar. El modelo narrativo general de tales despliegues es el mito (36).
En los términos más generales posibles “Edipo”, argumento de argumentos (en los
que coinciden, a través de los siglos, Aristóteles y Freud), impone su forma,
transferida del “lugar” familiar, a los más diversos dramas colectivos (37).
Los psicólogos, sociales (institucionales) o clínicos nos vemos abocados de
modo continuo, en la práctica, a trabajar con esta zona ambigua donde los
raciocinantes portadores de ideología son también soñadores (y viceversa),
piensan-deseando o desean-pensando por intermedio de fantásmata quizá no
innumerables, sino típicos.
Desde la perspectiva recién bosquejada, una “cultura” específica, en
ámbitos de variable amplitud, a veces concéntricos, familiares, grupales, grupal,
institucional, etc. se nos presentaría, entonces, según una de sus dimensiones
esenciales, como urdimbre argumental, discursiva y práctica, de distribución de
lugares sociales, con un revés de trama donde fantásmata e ideologemas serían
vertientes hacia historias individuales y hacia historias colectivas respectivamente.

La “cultura” de las organizaciones


Las organizaciones constituyen uno de los ámbitos psicosociales acotados
por un interés práctico para rastrear en ellos la urdimbre cultural en la que se
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sustentan fenómenos de conducta, especialmente aquellos que reclaman atención


por su carácter conflictivo. Así ha surgido como quedó apuntado al principio, la
Psicología Institucional.
Entre las principales tradiciones teóricas, que también son, claro está, en
alguna medida tradiciones filosóficas o ideológicas confluyentes en este campo de
práctica –fundamentalmente, la de la psicología social norteamericana, tributaria
del empirismo anglosajón (38), la de la “dinámica de los grupos” lewiniana,
derivada de la fenomenología, (39), la psicoanalítica (40) y, desde hace poco, la
del “análisis institucional” francés (41) – le corresponde, a mi juicio, al psicoanálisis
cierta precedencia en cuanto a destacar la importancia de la “cultura”.
En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud caracteriza como
“ficción o ilusión primaria”, fundamental para la subsistencia de una “masa
organizada” lo que puede concebirse, precisamente, como nudo central de lo que
antes postulamos como urdimbres culturales míticas en los ámbitos colectivos,
productos –como dijimos- a la ideológicos y psíquicos (fantasmáticos).
El argumento cristalizado allí, en lo que Freud denomina estructura
libidinosa” es el siguiente: “Hay alguien de presencia visible o invisible (Cristo en la
Iglesia Católica y el general en jefe del ejercito), que ama con igual amor a todos
los miembros de la comunidad,” (42) Y agrega Freud: “De esta ilusión depende
todo, y su desvanecimiento traería consigo la disgregación de la Iglesia o el
Ejercito, en la medida en que la coerción exterior lo permitiese”. (Ibíd.) No caben
dudas de que aquí encontramos un fundamento cultural de la vida del grupo, en el
sentido restringido de la palabra que ya hemos acotado. (43) Queda planteado el
interesante problema teórico y práctico, de investigar si esta forma fantasma tica
central guarda relaciones significativas, y cuales, con otras formas
organizacionales, fuera de su evidente homología con la pirámide jerárquica.
En esa misma obra, Freud reconoce, sin embargo, su deuda con el
psicólogo Británico William Mc Dougall que en su obra Group Mind publicada en
1920, al describir los grupos organizados destaca entre otras condiciones
estructurales, dos aspectos que coincidirían, uno con una versión intelectualista de
la “estructura libidinosa”, y otro con uno de los sentidos restringidos del término
“cultura” que hemos relevado en nuestro breve examen de una literatura
antropológica. (44) El primero de estos aspectos es, según Mc Dougall, la
necesidad de nuestros miembros de una organización determinada compartan una
“idea” de los objetivos de la misma, de la que se derivan una actitud afectiva
común. El segundo aspecto consiste en que la colectividad posea “tradiciones,

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usos e instituciones propios, relativos sobre todo a las relaciones reciprocas de


sus miembros” (Freud, pág. 1128).
El sentido más amplio del término “cultura” es en cambio, el usado por un
psicoanalista Ingles Elliot Jaques, en su texto pionero sobre la intervención
psicoanalítica en un medio organizacional, que se denomina justamente “The
chapping culture of a factory”(“La cambiante cultura de una fabrica”) (45). La
siguiente es una definición que da Jaques allí de “cultura”:
“La cultura de la fabrica es su manera acostumbrada y tradicional de
pensar y de hacer las cosas, que esta compartida, en mayor o menor
medida, por todos sus miembros deben aprender y –por lo menos
parcialmente- aceptar, para ser aceptados cuando entran a prestar servicios
en la firma. La cultura, en este sentido, cubre un amplio rango de conductas:
los métodos de producción; pericias ligadas a tareas especificas y
conocimientos técnicos; actitudes en relación con la disciplina y el castigo;
las costumbres y hábitos de la conducta administrativa; los objetivos de la
empresa; su manera de hacer los negocios; los métodos de pago; los valores
asignados a diferentes tipos de trabajo: creencias en la vida democrática y
en la concertación; y las convenciones y tabúes menos conscientes. La
cultura es parte de la segunda naturaleza para aquellos que han estado en la
firma durante algún tiempo. La ignorancia de la cultura caracteriza a los
nuevos, mientras que los miembros inadaptados son reconocidos por ser
aquellos que rechazan la cultura de la firma o que, de una u de otra manera,
son incapaces de usarla. En síntesis, la posibilidad de relacionarse depende
de que se asuman roles dentro de una estructura social; la cualidad de estas
relaciones está gobernada por el grado en que los individuos en cuestión
hayan absorbido la cultura de la organización, de modo de poder operar
dentro del mismo código general. La cultura de la fabrica consiste en medios
o técnicas que están a disposición del individuo par manejar sus relaciones y
de los que él depende para abrirse camino entre y con los otros miembros y
grupos”. (Óp. Cit. Pág. 251).
Puede pensarse que esta definición demasiado amplia deje escapar, salvo en la
exigua referencia a los “tabúes y convenciones menos conscientes”, aquello que
parecía más interesante del inicial enfoque psicoanalítico (freudismo) de las
organizaciones, o sea, su cernidura de un sustrato fantasmático de la vida
colectiva. Hay en Jaques un retorno al “intelectualismo” que habías observado en
Mc Douglas.

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En la Argentina dos psicólogos sociales Carlos Aligchu y Eva G. de Muchinik,


(46) proponen un modelo interesante, que implica una concepción particular de la
“cultura” organizacional o institucional:
“Operar desde la psicología social en una organización exige investigar cómo
se expresa la relación entre tres componentes de lo institucional: gestión,
estructuración y socialización. Llamamos componentes de gestión a aquellos
que hacen a la concepción de la tarea; componentes de la estructuración a
aquellos que hacen a la organización de los recursos y componentes de
socialización a los que hacen a las formas en que diversos grupos
involucrados expresan su vinculación entre si y con la organización…
Interesa discriminar fenómenos y procesos que, más allá de su singularidad en
una organización, sean identificados como característicos de ciertas formas de
equilibrio entre componentes de gestión, estructuración y socialización definirían
culturas institucionales particulares. Estas culturas podrían ser expresadas a
través de operacionalizaciones mas concretas y si modelo de intervención podría
incorporar sugerencias diagnosticas, pronosticas y evaluativas más precisas (47).
En los años recientes se han comenzado a divulgar con notable impulso desde
EE.UU, las concepciones de una corriente de consultores organizacionales que
reivindican la importancia de lo noción de "cultura" en la empresa, aunque
dándole al termino un sentido especial. Los expositores más sistemáticos de este
enfoque, (que ha nacido, en parte Importante, como consecuencia de la crisis de
eficacia que las empresas norteamericanas han experimentado en los últimos
años con su competencia con las organizaciones similares del Japón) son, por un
lado, Thomas J, Peters y Robert H, Waterman, Jr ., en su libro In Search of
Excellence (En busca de la excelencia, Experiencias de las empresas mejor
gerenciadas de los Estados Unidos, Buenos Aires, Atlántida, s/d) y, por otro,
Terence E. Deal y Anan A. Kennedy, en: Las empresas como sistemas culturales,
Ritos y Rituales de la vida organizacional, de Buenos Aires, Sudamericana, 1985.
De este último libro, entresacamos estas caracterizaciones:
“Los valores son los cimientos de cualquier cultura corporativa. Como
esencia de la filosofía que la compañía tenga para alcanzar el éxito, los
valores proporcionan un sentido de dirección común para todos los
empleados y establecen directrices para su comportamiento diario. Estas
fórmulas para lograr el éxito determinan el tipo de héroes corporativos y
ocasionalmente surgen de ellos. Determinan también los mitos, rituales y
ceremonias de la cultura. De hecho, creemos que las compañías

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frecuentemente tienen éxito porque sus empleados pueden identificarse con


los valores de la organización y adoptarlos” (pág. 21).
“Cada negocio, de hecho cada organización, tiene una cultura. En ocasiones
se encuentra fragmentada y es difícil percibirla desde afuera…Por otro lado,
a veces la cultura de una organización es muy fuerte y cohesiva; todos saben
cuáles son las metas de la corporación y trabajan por lograrlas. Bien sea
vigorosa o débil, la cultura ejerce una poderosa influencia en toda la
organización; afecta prácticamente a todo, desde quien recibe un ascenso y
qué decisiones se toman, hasta la forma en se visten los empleados y que
deportes practican.” (pág. 4).
Estos autores revalorizan la importancia del articulador narrativo-discursivo en
el ámbito colectivo de las organizaciones, entre otras palabras, el valor de los
mitos (48). Dicen Peters y Waterman: “en un sentido organizacional… historias…
mitos y leyendas aparecen muy importantes porque son portadores de los valores
y de la cultura de la organización”. (Op.cit., pág.76-77). En lo que hace a una
dimensión práctico-técnica, vale la pena destacar que estos autores hablan de
“diagnostico cultural” (Deal y Kennedy, Op. cit. pág. 137 y sig.) y también, aunque
no en el contexto de la intervención, de una “interpretación de la cultura”.
Como vemos, parece tratarse aquí, en principio, de una nueva versión, intuitiva
y pragmática de lo que apuntaba en Mc Dougall como requerimiento de toda
organización de que sus miembros compartan intelectual y afectivamente sus
objetivos, Sin embargo, hay en esta corriente, que reconoce como principales
antecedentes en el campo de la teoría administrativa de la psicología social de las
organizaciones la obra de Chester Barnard, Philip Selznick y –ya en la actualidad-
la de Karl Weick (49). una mayor acentuación de los aspectos no conscientes de
la impregnación que ejerce la “cultura” en los sujetos.
La intención manipulativa es explicita. Así, Peters y Waterman recomiendan:
“Solamente si se hace actuar a las personas, aun en pequeñas escalas, en el
sentido que uno quiere, llegaran ellas a creer en lo que hacen. Además, el
proceso de obtener apoyo se mejora mediante el manejo explícito del proceso de
calificar después de la acción; en otros términos, alabar publica y constantemente
las pequeñas victorias”. (Op. cit. pág. 75) (50)
En definitiva, el enfoque, aunque quizás algo simplista, desemboca en una
certera justipreciación, no solo -aunque no se nombre al psicoanálisis- de la
eficacia de lo que Freud denomino “estructura libidinosa”, sino también, con la
intención manipulativa, del valor motivador de esa “urdimbre argumental,

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discursiva-y-práctica, de distribución de lugar sociales” (v. supra, pág. 15),


construcción en la que hemos propuesto hacer confluir, bajo el rubro de la “cultura”
de un ámbito histórico colectivo, ideología y fantasma.
En la práctica de la psicología institucional psicoanalítica que sigue, en la
Argentina, en sus lineamientos generales, las ideas y modelos de trabajo de E.
Pichón Riviére, J. Bleger y F. Ulloa, la intervención se guía por objetivos
opuestos a la que caracterizan a la corriente recién descripta. En lugar del
asesoramiento gerencial que permite perfeccionar los mitos sujetadores de una
“cultura” corporativa, practicamos aquí un modelo de intervención que privilegia el
esclarecimiento de los mecanismos que hacen eficaces a tales mitos, en el curos
de una reflexión crítica sostenida por los mismos interesados. Por eso mismo,
quizás, la práctica más frecuente no se lleva a cabo en organizaciones del ámbito
productivo (económico), donde es difícil que ese intento se vea favorecido o
tolerado, sino en aquellas de los órdenes institucionales correspondientes a la
educación, la asistencia, la cultura (en un sentido no técnico de la palabra), etc.
donde es más viable la tarea.
En el curso de la intervención, es típico que el psicólogo tenga que dilucidar el
fantasma que Freud calificó de “ficción o ilusión primaria” en la sustentación
psicosocial de las instituciones, vale decir la ya tan mentada “estructura libidinosa”.
Por ejemplo, en una intervención realizada en un servicio asistencial, y de la
que se publicó un relato pormenorizado (51) fue parte del proceso de desarrollo
del grupo de los profesionales la disolución de una “ilusión grupal”, sustentada en
este caso en el “mito” del prestigio de la institución y en ciertas características del
liderazgo que ejercía el jefe. Este era tan “absorbente” que los integrantes del
servicio estaban “paralizados, aletargados… (con la impresión de ser) inútiles e
incapaces (52). Fue necesario, por ello, ayudar de los miembros del grupo a
deshacer la estructura (libidinosa) que los mantenía sujetos, lo que equivalió a
romper la fascinación por la figura del jefe y “el prestigio” de la institución.
Conseguida esa transformación “cultural” este “proceso tendría consecuencias
inmediatas en el plano de la organización: los diferentes equipos profesionales se
abocaron a la tarea de elegir sus formas de organización interna…

Los coordinadores de los diferentes equipos profesionales constituyeron a su


vez un grupo que llegó a conocerse como “grupo staff”. Esta institución representó
la encarnación de los nuevos poderes legítimos conquistados por el grupo
después del “parricidio”. Se encargó de normalizar las actividades conjuntas, la
forma de ingreso de nuevos miembros, ciertos aspectos de la relación con el
exterior, etc.
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Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional

Esa nueva institución consagró en lo organizativo la modificación producida a


nivel de la estructura libidinal, traduciendo con notable claridad el momento de la
estructura libidinal del grupo que Freud, dentro de la secuencia mítica que diseña
en Tótem Y tabú denomina la alianza fraterna (53)

Queda abierta - hay que insistir en ello – la cuestión de vincular este nivel de
determinación operante en los campos históricos colectivos con los otros niveles
que es habitual reconocer: ¿Hasta dónde llega la autonomía relativa de los
procesos “culturales” así circunscriptos? ¿Qué sinergia establece este
(sub)sistema (que tiene sus propias reglas de transformación, como se desprende
del ejemplo transcripto) con los que figuran por ejemplo, en los bordes del
diagrama presentado en pág. anterior. También importa destacar la dependencia
de los campos circunscriptos en relación con aquellos más amplios que los
incluyen (54). En el caso de la organización dónde se llevó a cabo la intervención
reseñada, es evidente que los procesos de transformación en ella localizados sólo
adquieren inteligibilidad plena cuando los ubicamos en el contexto sociopolítico (y
también, en lo más específico, científico, profesional, gremial) de la Argentina de
hace 15 años. Y también, claro está, en ese contexto “cultural” más amplio.

Más allá de la organización: La necesidad de tomar en cuenta el contexto


cultural en el que la “cultura” de una organización se inserta significativamente se
le impone al psicólogo institucional en su práctica de modo continuo - esté o no
advertido de ello por una teoría que integre sistemáticamente el dato.

Dicho contexto está complejamente constituido por las pautas culturales (más
abarcativas) que tienen vigencia en los múltiples campos históricos colectivos en
los que el ámbito estudiado se inserta, en términos de pertenencia y referencia
para sus miembros.

Aquí “Cultural” vale en todos los sentidos del término reseñados, vale decir:

a) Avatares de la “Estructura Libidinosa” freudiana y urdimbre mítica


(ideológico-fantasmática) centrada en ella;
b) Sentidos restringidos
En el Discurso de las Ciencias del Hombre
c) Sentido Amplio

Tributarios de una civilización muy trabajada por la historia, heterogénea y


compleja nuestra sociedad, no es sorprendente que la consideración del contexto
cultural en el que se engarzan algunos conflictos de las organizaciones que llegan
a nuestra atención nos obligue a menudo a desplazamientos de gran latitud. Valga

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Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional

como ejemplo lo ocurrido en un trabajo de Psicología Institucional Psicoanalítica


que se lleva a cabo con el cuerpo directivo y docente de una institución católica de
enseñanza:

Entre otros conflictos había en esa institución una confusa implementación del
sistema de normas y sanciones. La implementación era en algunos aspectos muy
estrictas y en otras inexplicablemente laxa. En el curso de las reuniones, se fue
perfilando una figura mítica, la de la parábola del hijo pródigo, que arrojó
inesperada luz sobre el tema. El Director que manifestaba siempre su propósito de
aplicar en su vida y en su trabajo los principios éticos que entendía coherentes con
su fe religiosa, dijo en una reunión que, para él, esa parábola era - en efecto - guía
de conducta. Por esa razón era más benévolo con los infractores que sle
mostraban arrepentidos que con la gente acostumbrada a cumplir. Estas
manifestaciones provocaron en todos los que participaban en la reunión una
reacción entre indignada y risueña, pero - sin duda – les ayudaron a entender,
desde el nivel de la “cultura” implementada allí por la autoridad máxima, algunos
de los conflictos manifiestos. (Aquí “cultura” tiene reminiscencias de la aceptación
que intentan darle a los recientes teorizadores de la empresa del nuevo tipo). Pero
el tema dio para más. Porque obligó a todos a reflexionar sobre las relaciones del
Cristianismo con la Ley. Por un requerimiento argumental-fantasmático que Freud
interpretó hacia el final de su última obra, “Moisés y la religión monoteísta” (55) –
el Hijo ocupa el lugar del Padre- esas relaciones no pueden ser sino ambiguas.

“El Dios Cristiano, dijo por fin el Director, antepone al Amor a la Justicia”.
Algunos de los miembros del grupo, precisamente – como era de esperar- los más
“cumplidores”, replicaron (resentidos como los hermanos del hijo pródigo de la
parábola): “¿puede haber orden –el orden que, por otra parte, se nos exige- sin
justicia?”. (La interrogación sigue abierta). (56).
Sin otra intervención (en realidad, la situación es bastante frecuente), era
motivo de consulta, entre otros, por parte de una organización asistencial, la
acentuada rotación de un sector del personal profesional:
Al avanzar el trabajo, se hizo plausible la hipótesis de que los motivos que
podían generarse desde el interior de la organización para determinar ese
supuesto “síntoma” no tenían peso comparable al de un factor externo que sí
aparecía como fuertemente determinante. Ese factor extrínseco estaba alojado en
la (sub)cultura del grupo profesional en cuestión. (Aquí “cultural” tiene el sentido
restringido de conjunto de valores, creencias, etc.-“(sub)sistema ideológico” de los
bordes de nuestro diagrama). Entre los profesionales de ese ramo de actividad

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Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional

asistencial se valora especialmente al trabajo privado por contraposición al trabajo


en una institución: éste solo es considerado como etapa inicial de una práctica. El
arraigo que tenía esa concepción y esos valores difícilmente podía ser
contrarrestado por incentivos propuestos por la organización.
Estas observaciones nos dejan en las puertas de una modalidad de la práctica
de la psicología institucional que toma como objeto un ámbito (sub)cultural
específico. En un trabajo del que soy autor (57), propongo utilizar un término
forjado por Michel Foucault, “dispositivo”, para designar esos espacios de
entrecruzamiento de prácticas, discursos y modos de intercambio
institucionalizados, diversos, cuyo centro puede estar constituido por una
especialidad médica, determinado deporte, una profesión o disciplina artística, etc.
En dicho trabajo describo el tipo de movimiento de “deriva institucional”
(Lapassade) gracias al cual el psicólogo puede irse desplazando entre, y a través
de, las organizaciones de ese ámbito (el “dispositivo pediátrico” en el caso
relatado allí). La especificidad de la perspectiva del psicólogo (dentro de un
posible o deseable, equipo multidisciplinario) se hallará, a mi juicio, en el intento
sistemático de discernir allí constantes o regularidades ideológico- fantasmáticas
(vale decir, míticas) (58) aviado con cuya interpretación podrá operar, con
recursos técnicos adecuados a cada circunstancia de intervención y según los
principios generales (éticos e ideológicos, a su vez) que sirvan de guía en la
práctica.
Un recaudo epistémico debe advertirle, sin embargo, de no absolutizar las
conclusiones que extraiga de su perspectiva de análisis, que le hace descubrir una
dimensión de determinación efectivamente operante y hasta ahora descuidada por
las ciencias de la sociedad o de la historia (59). La determinación de los procesos
que tienen lugar en un campo histórico colectivo tiene, no obstante, múltiples
dimensiones. Se trata, siempre, por lo tanto, de una sobre-determinación, en la
producción del acontecimiento (que no sea, claro está, un acontecimiento
puramente natural, como un cataclismo) y en el mantenimiento o transformación
de la estructura o la institución.
Nada nos obliga, por otra parte, en estos ámbitos sociales y “culturales” de
mediana amplitud – tanto el de las organizaciones como el de los dispositivos – a
tener que optar de modo prematuro en relación con la grave cuestión de dónde
ubicar lo determinante “en última instancia”. Pueden constituir, por tanto, espacios
abiertos a la indagación, la reflexión y la acción prudente.

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Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional

NOTAS
*El subrayado es mío (R.M)
1) Cf. Por ejemplo, Floyd Allport Institucional Behavior, University of North Carolina Press, 1933.
2) La definición, admirablemente simple, que da Etzioni de “organización” es esta: “Las
organizaciones son unidades sociales (o agrupamientos humanos) deliberadamente construidos y
reconstruidos para procurar fines específicos”. (A. Etzioni, Modern Organizations, Englawood Cliff,
n. Jersey, Prentice Hall, 1964, pág.3) la expresión “psicología organizacional” es la habitual ahora
en los países de habla inglesa.
3) V. Quintiliano, Instituciones oratorias, Madrid, Hernando, 1942.
4) Emile Benveniste, Vocabulario de las Instituciones Indo-europeas, Madrid, Taurus, 1981.
4’) Cf. Marcel Mauss, Institución y culto. Representaciones colectivas y diversidad de civilizaciones.
Obras II, Barcelona, Barral, 1971.
5) Nicholas S. Timasheff, La teoría sociológica, México, F.C.E., 1961, pág. 325.
6) Cf. Entro otras de sus obras, El nacimiento de la clínica, México, Siglo XXI, 1986; Las palabras y
las cosas, México, Siglo XXI, 1968; Historia de la locura en la época clásica, México, F.C.E, 1976;
Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1976; Histoire de la sexualité, Paris, Gallimard, tres tomas
publicados, 1984.
7) Cf. Mythologias, Paris, Seull, 1957.
8) Cf. Jouir du pouvoir, Tratté de la bureacratics patriots, Paris, Minuit, 1976.
9) Cf. René Lourau, L’analyse institutionelie, Paris, Minuit, 1970; George Lapassade, Gruopes,
organisations, institutions, Paris, Gauthier-Villars, 1970; Félix Guattarí,, Psychanalyse et
transversalité, Paris, Mespera, 1972; F. Guattarí, G. Lapassade, et añ., La intervención
Institucional, Mexico, Follos, 1981; G. Baremblitt (coord.), El inconsciente institucional, México,
Nuevomar, 1983.
10) Cf. Amitai Etzioni, Modern organizations. Englewood Cliffs, N. Jersey, Prentico-Hall, 1964;
también: Claude Lévy-Laboyer, Psicología de las organizaciones, Barcelona, Planeta, 1976.
11) Cf. p. ej. Phillip K. Bock, Introducción a la moderna Antropología Cultural, México, F.C.E., 1977.
12) Cf. C. Wissler, Men and Culture, Nueva York. Crowell, 1923. Véase también: Phillip K. Bock,
Op. cit. págs. 535-540.
13) E.B. Taylor, The origins if culture, Nueva York, Harper Torch-books, 1958.
14) R. Linton, Estudio del hombre, México, F.C.E., 1942, pág. 90.
15) R. Linton, Cultura y personalidad, México, F.C.E, 1945.
16) Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, “Culture: a critical review of concepts and definitions”,
Universidad de Harvard, Papers of Peabody Museum of American Archeology and Ethnology, vol.
47, 1952, pág. 145.
17) Ph. Bock, Op. Cit. págs. 30-31.
18) R. Redfield. The Folk Culture of Yucatan, Chicago, Univ. Of Chicago, Press, 1941, pág. 132.
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Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional

19) Cf. por ejemplo, L. Langness, The Life History in Anthropological Science, Nueva York, Holt,
Rinthart &Winston,1965.
20) Véase, por ejemplo, Ralph Linton, Estudio del hombre, México, F.C.E., 1942, pág. 92-96.
21) L. A. White, The Science of Culture, Nueva York, Ferrer, Strauss y Young, 1949.
22) I. C. Raznikov, Semiótica e Marxismo, I probleml gnoseologici della semiótica, Milán, Bomplani,
1967, pág. 309.
23) Cf. por ejemplo, M. Nash, Primitive and Peasant Economic Systems, San Francisco, Chandler,
1966; también: M. Herskotivs, Antropología económica, México, F.C.E., 1954.
24) Cf. Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica, Ina de las teorías de la cultura,
Madrid, S. XXI, 1978.
25) Una orientación levemente psicoanalítica dentro del campo antropológico fue la de Abram
Kardiner (cf. por ejemplo, Fronteras psicológicas de la sociedad, México, F.C.E., 1955). Que
postulaba la existencia de una “estructura de la personalidad básica” característica de los
miembros de una sociedad dada, dividiendo los aspectos institucionales en dos categorías:
primaria y secundaria. Las instituciones primarias (entre ellas la organización de la familia, la
alimentación, el destete, la educación sexual y las pautas de subsistencia) eran las responsables
de la formación de la personalidad básica. Las instituciones secundarias (sistemas de tabú,
religión, rituales, cuentos populares, técnicas de pensamiento, etc.) “mitigan las tensiones creadas
por las instituciones primarias o fijas”.
26) M. Godeller, Horizons, trajete Marxista en Antropología, París, Maspro, 1973.
27) Con respecto a la relación Psicología/Historia, hay que decir que Freud efectúa una
transposición nada inocua cuando afirma (en SU Nueva Conferencia “Sobre una Waltanschauung”,
Obras completas, Vol. II, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, pág. 872): “En rigor, no hay más que dos
ciencias: la Psicología, pura y aplicada, y la Historia Natural”. Hubiera sido a todas luces más
correcto afirmar: “Historia Natural e Historia Humana”
28) Una versión previa de este esquema figura en: R. Malfé, “Consideraciones críticas sobre
aspectos ideológicos y técnicos de la práctica psicoanalítica habitual”, Revista Argentina de
Psicología, N° 4, A.P.B.A; Buenos Aires, 1970. Una transformación ulterior en: R. Malfé, “Tres
proposiciones para cernir el objeto de la psicología (psicoanalítica) en horizontes del psicoanálisis
aplicado”, Revista Argentina de Psicología, N°26, A.P.B.A; Buenos Aires, marzo de 1980.
29) Perspectiva dese la que abarca la “cultura” otro etnólogo francés que siguió desarrollando, en
la línea “estructuralista”, la tradición teórica de Durkheim y Mauss: Claude Lévi-Strauss.
30) José Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía, T. I, Madrid, Alianza, 1980, pág. 701.
31) M. Tort, El psicoanálisis en el materialismo histórico, Bs. As.: Noé, 1972
32) Recuérdese que este carácter, inconsciente, de las “ideas compartidas” por los participantes de
una misma cultura, estaba incorporado a la definición de “cultura” propuesta por el antropólogo PH.
Bock (véase más arriba, pág. 5) en lo que coincide con Lévi-Strauss.
33) R. Malfé, “Psicología Institucional Psicoanalítica”, Revista Argentina de Psicología, XII, 30. Lo
institucional, A.P.B.A., Buenos Aires, 199: ““Lugares” de la fantasmatización”, 2do Congreso

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Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional

Metropolitano de Psicología, De la Clínica psicoanalítica: aspectos y fundamentos, A.P.B.A.,


Buenos Aires, 1983.
34) Dentro de las multiplicidades de los textos de Freud que tratan el tema, cf. esp.”Lo
inconsciente”, “El creador literario y el fantaseo”, “Pegan a un niño”, Conferencia de Introducción al
Psicoanálisis 23: “Las vías de formación de síntomas”, “Las fantasías histéricas y su relación con la
bisexualidad”, Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”, y sobre todo, La
interpretación de los sueños, passim.
35) Para esto habría que hacer intersectar el modelo sincrónico que usa Freud para acercarse a la
psicología colectiva (Psicología de las masas) con el diacrónico Tótem y tabú y Moisés y la religión
monoteísta.
36) Cf., desde una perspectiva filosófica Ernst Cassirar, El mito del Estado, México, F.C.E., 1968:
también: Gilio Dorfies, Estética del mito, Caracas, Tiempo Nuevo, 1970.
37) Cf., R. Malfé, “Los suicidios de Jonestown”, Actualidad Psicológica abril de 1979.
38) Cf. D. Katz y R. L. Kahn, La psicología social de las organizaciones, Mpexico, Trillas, 1975.
39) Cf. Edgar H, Schein y Warren G. Bennis, Personal and organizational change through group
methods, The Laboratory Approach, N. York, John Villey, 1965. También: Ronald Lippitt, Jeanne
Watson y Bruce Ewstley, La dinámica del cambio planificado, Buenos Aires, Amorrortu, 1970.
40) Cf. Robert de Board, El psicoanálisis de las organizaciones, Buenos Aires, Paidós, 1980:
también José Bleger, Psicohigiene y psicología institucional, Buenos Aires, Paidós, 1966; y
Fernando Ulloa, “Psicología de las instituciones. Una aproximación psicoanalítica”, Revista
Argentina de Psicoanálisis, T. XXVI, 1969.
41) Cf., supra, nota (9).
42) S. Freud Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, pág. 1131
43) recuérdese el antecedente representado por la intuición agustiniana que inspiro la escuela
“institucionalista” francesa, V supra, pág. 3.
44) Algunos antropólogos como W. Caudill (The psychlatric hospital as a small society; trad. castell.
Bs. As. Ed. Escuela 1966 han trabajado sobre los campos organizacionales.
45) E. Jaques The chapping culture of a factory, Londres. Tavistock 1951
46) C. Aligchu y E. G. de Muchinik “Una institución para la enseñanza de idiomas, aplicación de un
modelo de análisis” en E. G. Muchinik (Comp.) Ensayos sobre Psicología Institucional, Bs As Ed.
de Belgrano 1982 (Actas de un simposio realizado en noviembre 1978).
47) Sobre este tema de las “culturas institucionales” también Andrew Pestigrew, “On Studying
Organizational Culturas” Adm St Quarterly diciembre 1978.
48) Cf. sobre este tema Gunner Westerland y Svan-Erick Sjostrand, Organizational Myths, Nueva
York, Harper and Row, 1978.
49) Karl E. Walck, The Social Psychology of Organizing, Reading, Mass., Addison-Wesley, 1979.
50) No deja de ser paradójico este retorno disfrazado de las ideologías corporativistas y
totalitaristas que el liberalismo contribuyó a derrotar en la segunda Guerra, y precisamente por la

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influencia demostrativa que ejerce el éxito industrial y comercial de uno de los países derrotados
entonces.
52) Op. Cit. Pág. 186.
53) Op. Cit. Pág. 204-6.
54) La necesidad de ocuparse sistemáticamente de la relación entre la organización y su entorno
ha sido subrayada por Katz y Kahn, op.cit. y se desprende también de la experiencia de A. K. Rice
an Ahmedabad (cf. Rice, A. K; The Enterprise and its Environment, Londres, Tavistock, 1963).
55) S. Freud, Obras Completas, Vol III, Madrid, Biblioteca Nueva, 1968, pág. 284, apudfinam.
56) Los ámbitos confesionales, como todos los pronunciamientos ideologizados (en el sentido no
técnico de la expresión) plantean problemas peculiares para el trabajo psicológico, CF; en relación
con las escuelas judías, Siegfried Bernfeld, El psicoanálisis y la educación antiautoritaria,
Barcelona, Barral, 1973, esp. Pág. 188-197.
57) R. Malfé, “Psicología Institucional Psicoanalítica”: Superación del obstáculo organizacional”
Revista Argentina de Psicología, XII, 32, julio de 1982.
58) Aquí también hallamos estímulo en algunas nociones acuñadas en el ámbito de la
Antropología, Bateson (Naven, Stanford, Stanford Univ. Press; 1958) propone el término EIDOS
para designar los principios generales que dan coherencia a un sistema de creencias, algo así
como sus premisas, extraídas de la frecuentación, recopilación, desmontaje y re-construcción de
discursos, prácticas y sistemas de objetos.
58) Aunque puede descubrirse en Giambattista Vico la intuición embrionaria.

CRATESIS o DOMINACIÓN: “capacidad actual y potencial, de imponer regularmente la voluntad


sobre otros, incluso (pero no necesariamente) contra su resistencia” (Guillermo O’Donell. “Apuntes
para una Teoría del Estado”, en Oscar Oszlak (comp.), Teoría de la Burocracia Estatal: Enfoques
Críticos, Buenos Aires, Paidós, 1984, pág. 200).

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