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Contextualización de las Intervenciones

Sociales con enfoque de Derechos y


Género.

Asignatura: TS19-1002 Nuevas Perspectivas en la Intervención en Trabajo Social

COMPENDIO DE TEXTOS, ELABORADO CON FINES EDUCATIVOS

Docente: Nancy Fuentes F.


.

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En esta unidad, abordamos la Intervención Social desde el Enfoque de Derechos y Genero,
lo cual nos lleva a las interrogantes ¿que es Trabajo Social?, ¿Qué implicancias a la base
existen para una intervención social desde Derechos y Género?

La Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social (AIETS) y Federación Internacional


de Trabajadores Sociales (FITS), 2001, dan cuenta de la siguiente concepción:

“La profesión del trabajo social promueve el cambio social, la resolución de problemas en
relaciones humanas y la habilitación y liberación de personas para aumentar el bienestar.
Utilizando teorías de comportamiento humano y sistemas sociales, el trabajo social
interviene en los puntos donde la gente interactúa con sus ambientes. Los principios de
derechos humanos y justicia social son fundamentales para el trabajo social”
(AIETS & FITS, 2004, pág. 3).

Ciertamente, la liberación de las personas es que estas desarrollen su capacidad de


autodeterminación de su propio desarrollo y bienestar.

Los objetivos del trabajo Social corresponderán a:

1. Contribuir a disminuir la desigualdad e injusticia social, facilitando la participación social


de las personas excluidas socialmente, económicamente desfavorecidas, en situación
de vulnerabilidad y/o de riesgo.

2. Contribuir a que las personas, los grupos, las organizaciones y las comunidades
desarrollen destrezas personales e interpersonales que aumenten su poder para
enfrentarse a las fuerzas sociales que inciden en su marginación.

3. Apoyar y movilizar a las personas, grupos y comunidades con el fin de mejorar su


bienestar y su capacidad para resolver sus problemas de carácter psicosocial.

4. Dar a conocer las oportunidades que los grupos sociales tienen a su disposición,
motivarles para tener acceso a esas oportunidades y ayudar a las personas, familias y
grupos sociales a desarrollar las respuestas emocionales, intelectuales y sociales
necesarias para permitirles aprovechar esas oportunidades sin que tengan que
renunciar a sus rasgos personales culturales y de origen.

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Desde la propia definicion de Trabajo Social, se reconoce la estrecha interrelación existente
entre derechos humanos y trabajo social, significando valorar el deseo de cambio de los
sujetos, sus potencialidades y capacidad para gestionar el necesario apoyo, en el marco de
vínculos profesionales facilitadores del proceso, siendo el sujeto protagonista de sus
procesos de superación de sus dificultades y de transformación social.

En la revista de Servicio Social N° 19 (Duarte, 2014) se señala que en el ámbito del Trabajo social,
la Federación Internacional de Trabajo Social (FITS) reconoce desde sus inicios la estrecha
interrelación existente entre derechos humanos y trabajo social, lo que se ha consolidado
al figurar como entidad consultiva en materias relacionados con derechos sociales, infancia,
salud ente otros (Naciones Unidas, 1995). En el año 1992, el Centre for Human Rights de las
Naciones Unidas, en conjunto con la International Federation of Social Workers (IFSW/FITS)
y la International Association of Schools of Social Work (IASSW), publican por primera vez
un manual dedicado a las Escuelas de “Servicio Social”, en el que se considera imperativo
“que las personas que participan en la enseñanza y la práctica del servicio social se
comprometan claramente y sin reservas en la promoción y la protección de los derechos
humanos y en la satisfacción de las aspiraciones sociales fundamentales” (pág. 11). En la
Declaración del 2000, la FITS reconoce a los derechos humanos y la justicia social como
principios de la profesión, relevando su importancia en el proyecto ético político del trabajo
social, lo que implica pensar los derechos consignados en la Declaración Universal como
mínimos éticos en el desarrollo de los pueblos, constituyéndose en tanto “condiciones de
posibilidad de realización y de transformación con vistas a conseguir una mayor justicia y
solidaridad” (Cordero, Palacios

y Fernández, 2006, p. 7). En el año 2004, la FITS señala siete instrumentos de derechos
humanos considerados de especial relevancia para la práctica y acción del Trabajo Social

(FITS / AIETS, 2004, p. 3), entre estos se encuentran la Declaración Universal, el Pacto de
Derechos civiles y políticos (PIDCP), el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(PIDESC), la Convención por la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la
Convención por la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer
(CEDAW), la convención de los Derechos del Niño (CDN), y la convención sobre pueblo
indígenas y tribales (convenio de la OIT, n. 169). En el mismo año la FITS compromete sus
esfuerzos para denunciar y contribuir en la eliminación de toda forma de vulneraciones a
los derechos humanos. La incorporación de los derechos humanos en trabajo social , son
causa y repuesta a una mirada ético política de la profesión y disciplina, siendo la perspectiva
ética la noción de derechos humanos en toda su complejidad, significando intervenciones
sociales respetuosas de la diversidad, democráticas, situadas y críticas.

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El Centro de Derechos Humanos con sede en Ginebra, (Naciones Unidas, 1995), plantea el
desarrollo evolutivo de los derechos humanos implicando también respuestas desde la
filantropía a respuestas más formales y/u oficiales: Inicialmente, la motivación surge desde
la preocupación por los derechos civiles y políticos, dando paso a la conceptualización de
los derechos humanos en el siglo XVIII y, paulatinamente, se suman exigencias por los
derechos económicos, sociales y culturales, para posteriormente, reconocerse una tercera
generación de derechos, como legítima aspiración universal de la humanidad: los derechos
a la paz, el desarrollo y un medio ambiente no contaminado, protegido contra la
destrucción.

La respuesta a los derechos económicos, sociales y culturales, inicialmente, estuvo influida


por la filantropía y la caridad individual. Posteriormente, surge la responsabilidad colectiva,
dando lugar a los sistemas de seguros sociales, que prontamente dio paso a un concepto
organizado de bienestar social, impactando en el rol del Trabajador Social.

Trabajo Social reconoce los derechos humanos como base de sus valores y, por tanto, de
sus códigos deontológicos. Con el desarrollo de la segunda guerra mundial, se reconoce la
necesidad que las normas de conducta internacional se expresasen como derechos,
repercutiendo en el crecimiento y solidaridad de las organizaciones de Trabajo Social.

Los derechos humanos son inseparables de la teoría, los valores, la ética y la práctica del
trabajo social, están en forma intrínseca en las necesidades humanas y deben estar también
en las respuestas y la practica desde el trabajo social. Los Valores filosóficos que están a la
base del Trabajo Social, serían (Naciones Unidas 1995, Pág. 18-20):

1. LA VIDA

El valor de la vida es un requisito sine qua non de todo el trabajo relacionado con los
derechos humanos. La valía de la vida, de la existencia humana y no humana, es la fuente
de todos los demás ideales y valores. Ello no implica sólo oponerse a la negación de la vida
sino también aspectos positivos y afirmativos. Siempre que sea posible, la profesión no sólo
tiene que oponerse a las violaciones de los derechos humanos sino apoyar activamente
todas las actividades que fomentan y sustentan la vida. Es la forma de que la existencia
humana alcance su plenitud. La vida está intrínsecamente intervinculada y es
interdependiente en todas sus partes y sus formas, humanas y no humanas. El trastorno de
cualquiera de sus aspectos afecta a la trama social o los vínculos de la vida, con lo cual
atenta contra la humanidad. El valor de la vida implica que el sufrimiento y la muerte no son

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sólo fenómenos individuales sino que afectan a los demás, lo mismo que la alegría, la
felicidad y la existencia misma.

La salud física es un aspecto importan del valor y la calidad de la vida. El deterioro del medio
ambiente, la crisis del agua, comprendida la contaminación, y la inexistencia o la reducción
de los programas de salud son algunos de los principales factores que atentan contra la vida.
En muchos países, los trabajadores sociales tienen que trabajar con clientes afectados por
esos factores. También se enfrentan con graves dilemas en relación con cuestiones como la
contra concepción, el aborto, o la forma en que sus clientes afrontan una enfermedad
mortal. El valor y la calidad de la vida estarán entre las consideraciones que pueden
ayudarlos en sus actividades de asesoramiento y ayuda.

2. LA LIBERTAD EN SUS DIVERSOS ASPECTOS

El principio de que “todos los seres humanos nacen libres”, el derecho a la libertad; a no
estar sometido a esclavitud ni a servidumbre; a no ser sometido a torturas ni a penas o tratos
crueles, inhumanos o degradantes; a no poder ser arbitrariamente detenido, preso ni
desterrado; a no ser objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, y el derecho a circular libremente y a elegir la residencia.

El haber nacido libre y tener derecho a la libertad presuponen que cada ser humano es libre
de elegir su forma de vida. No obstante, a menudo obstáculos materiales y de otra índole
limitan el disfrute de esa libertad. La libertad queda restringida asimismo por el principio de
que no se viole la libertad de los demás. Sin embargo, la libertad, después de la vida misma,
está considerada como el valor humano más preciado, estrechamente vinculado a la
dignidad humana y a la valía de la vida humana. La consecución de la libertad en sus diversos
aspectos ha inducido a muchos pueblos a tratar de liberarse de la dominación territorial o
geográfica. La búsqueda de la libertad espiritual e intelectual ha inducido a actos heroicos
de resistencia. En el plano personal, el liberarse de las emociones propias puede producir
paz y armonía. A menudo los trabajadores sociales están en la vanguardia de la lucha por
la libertad. En las partes del mundo en que la libertad no existe pagan un elevado precio de
represión en la lucha por sus ideales.

3. LA IGUALDAD Y LA NO DISCRIMINACIÓN

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La igualdad de todos los seres humanos, es un principio fundamental. Para los trabajadores
sociales es un concepto decisivo en sus actitudes personales y profesionales. Es también la
piedra angular del importantísimo principio de la justicia, que requiere una seria
consideración de la igualdad y la desigualdad justas e injustas, basadas en factores
biológicos, necesidades psíquicas, sociales, culturales y espirituales, y en las contribuciones
individuales al bienestar de los demás.

La no discriminación se basa en los principios gemelos de la igualdad y la dignidad. Supone


también la totalidad del ser humano, ya que la discriminación define a una persona por
aspectos concretos, sean de sexo, raza, color, religión o de otra índole. La discriminación es
la negación de los derechos fundamentales y universalmente aceptados de todos los seres
humanos a personas o grupos de personas a los que se excluye. La discriminación adopta
nuevas y diversas formas, al mismo tiempo que se reconocen nuevas formas de desarrollo
como las tecnologías de comunicación que implican nuevos estilos de vida y cambios en
las formas tradicionales de trabajo, que demanda a los trabajadores sociales actualizarse al
mismo tiempo que contactarse con sus propias creencias, actitudes y motivaciones.

4. LA JUSTICIA

La Justicia observa diversos aspectos, tales como jurídicos, judiciales, sociales, económicos
y otros que son el fundamento de una sociedad que defiende la dignidad de sus miembros y
garantiza la seguridad y la integridad de las personas.

Los trabajadores sociales promueven el principio de Justicia, que implica abogar por un
Estado respetuoso de las leyes, la imparcialidad en la administración de justicia así como
comprender que la justicia social significa la satisfacción de las necesidades humanas
básicas y la distribución equitativa de los recursos materiales, el acceso universal a la salud,
educación, la igualdad de oportunidades desde el principio, la protección de las personas o
los grupos desfavorecidos y una cierta moderación en las esferas de la retribución, el
consumo y los beneficios.

5. LA SOLIDARIDAD

La solidaridad es otro valor intrínseco fundamental que no sólo implica la comprensión del
dolor y los sufrimientos de la humanidad y la empatía por ellos, sino también la
identificación con quienes sufren y la defensa de su causa.

De los trabajadores sociales no se espera sólo que estén al lado de los que luchan sino que
expresen también su solidaridad con palabras y hechos frente a cualquier forma de negación

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de los derechos políticos, civiles, sociales, económicos, culturales o espirituales de las
personas. La solidaridad puede ir más allá de los individuos y extenderse a familias, grupos,
comunidades, poblaciones y grupos raciales o étnicos enteros. Los trabajadores sociales
profesionales deben solidarizarse con las víctimas de violencias, torturas, expulsiones o
recortes de libertades en todo el mundo.

De igual modo, la solidaridad puede manifestarse en los desastres naturales y es esencial en


muchas tragedias surgidas de la necesidad, la injusta distribución de los recursos, el
abandono social y la injusticia. La pobreza, el hambre, la falta de un hogar y la negación de
los medios de subsistencia son, algunas de las violaciones más graves de derechos humanos.
La solidaridad resulta tanto más necesaria en esas condiciones y en otras aparentemente
menos espectaculares, en las que los sufrimientos son iguales de intensos pero, pese a
afectar a muchos, están ocultos y pasan inadvertidos.

6. LA RESPONSABILIDAD SOCIAL

La responsabilidad social es el corolario práctico de la solidaridad. Casi todas las tradiciones


religiosas y filosóficas han sostenido que las buenas intenciones y las buenas
palabras tienen que ir acompañadas de buenas obras. Casi todas las religiones dicen a sus
fieles que los “privilegiados” tienen obligaciones para con los desfavorecidos. El término
“privilegio” no implica riqueza, sino que es relativo y puede entenderse que denota una
situación particular más afortunada que la de los desfavorecidos.

La expresión “responsabilidad social” encierra también el concepto de “ser depositarios”, en


el sentido de que todo lo que tenemos se nos ha confiado para que lo compartamos con
otros y lo utilicemos a su servicio. El concepto de “ser depositario” va más allá de la
distribución de la riqueza y significa utilizar y dedicar el talento intelectual y la capacidad
potencial de cada uno al logro del progreso de la humanidad.

7. EVOLUCIÓN, PAZ Y NO VIOLENCIA

La paz, como valor bien determinado y no simplemente como ausencia de conflicto


organizado, es un valor más. Debe ser buscada y alimentada con el objetivo final de lograr
la armonía consigo mismo, con los demás y con el medio ambiente.

Los conflictos en las relaciones humanas son inevitables pero las formas de resolverlos
pueden ser pacíficas o violentas, constructivas o destructivas. El revolucionario “destruirlo
todo para edificar de nuevo” ha fascinado a mucha gente desde hace siglos, invariablemente

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a costa de sufrimientos humanos impuestos e indecibles. El método evolutivo es más lento
y, a menudo, menos rentable inmediatamente, pero en definitiva

más duradero y, por consiguiente, más eficaz. Es un método que a menudo eligen los
trabajadores sociales para resolver conflictos interpersonales e intergrupales. No se evitan
los enfrentamientos ni la resistencia en la búsqueda de la libertad, la justicia y la justicia
social; lo que se evita es la violencia.

Al respecto, vale detenerse y reflexionar respecto de la necesidad de diferenciar conceptos


con los cuales el Trabajador Social o la Trabajadora Social, se encuentra en su praxis
cotidianamente: Agresividad, Agresión, Conflicto, Violencia.

La agresividad:

La agresividad, se considera constitutiva de la naturaleza humana, siendo, además, la


fuerza vital que nos hace interactuar y adaptarnos a nuestro entorno. Sin este impulso
agresivo no podríamos sobrevivir en un contexto social cada vez más cambiante.

• La agresividad se refiere a un comportamiento defensivo natural en los seres vivos


que aparece como una forma de enfrentar situaciones de riesgo que se presentan en
el entorno. De esta manera, la agresividad es esperable en toda persona que se ve
enfrentada a una amenaza que eventualmente podría afectar su integridad, por
lo que las manifestaciones de agresividad ante una amenaza que lo pone en riesgo,
es un mecanismo instintivo de defensa que acompaña al ser humano desde su
origen. (Yáñez P y Galaz J, 2011)

La agresividad es modificable, nacemos con la capacidad de ser agresivos y para amar,


dialogar, o respetar a los demás. Será fundamental nuestro sistema cultural y los modelos
socializadores, así como de factores individuales.

Factores culturales pueden convertirnos en personas violentas, como también la cultura nos
hace civilizados, nos enseña a convivir y a respetar unas normas.

El impulso agresivo siempre queda moldeado por el entorno cultural que es lo que define,
perfila y da, o no, opciones a la acción violenta.

La cultura puede inhibir nuestra agresividad pero también puede activarla, pasando de ser
un instinto al servicio de nuestra supervivencia a

La agresión

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La agresión, es una acción violenta e intencionada, que forma parte de los actos de violencia
(un golpe, un insulto). Además, es necesario tener en cuenta que si bien la agresividad es un
comportamiento natural o conducta defensiva natural, su manifestación desproporcionada
y sin control puede desencadenar episodios de violencia cuando no va dirigida a que el sujeto
se defienda de una amenaza real del entorno, en este caso se habla de un amenaza agresiva
inadecuada. Una respuesta agresiva no es necesariamente violenta. Sin embargo, si la
respuesta es desproporcionada o mal encauzada se puede transformar en un acto violento.

El conflicto

El conflicto, es una situación en que dos o más personas entran en oposición o desacuerdo
de intereses y/o posiciones incompatibles donde las emociones y sentimientos juegan un
rol importante y la relación entre las partes puede terminar robustecida o deteriorada,
según la oportunidad y procedimiento que se haya decidido para abordarlo.

Los conflictos son inevitables, a veces impredecibles, pero la gran mayoría de ellos se
pueden administrar y resolver.

La valoración del conflicto, radica en la forma de reconocerlo, enfrentarlo y resolverlo,


existiendo una tendencia generalizada es la de ver el conflicto con una connotación
negativa.

Se requiere comprender que, los conflictos bien abordados pueden constituir una
oportunidad de crecimiento para las personas y/o los grupos en que se presentan,
precisamente, es parte de la madurez y desarrollo el aprender a vivir con diferencias y
discrepancias.

Algunas precisiones:

- El conflicto es consustancial a las relaciones humanas.


- Las tensiones y conflictos esta en la peculiaridad de nuestro ser.
- El conflicto es una herramienta de educación y desarrollo humano.
- Cognitivamente se educa y forma desde el conflicto y para vivir en la conflictividad.

Se han establecido cinco grandes actitudes ante el conflicto que repercuten en la forma de
abordarlo, constituyéndose en un trabajo previo necesario para la resolución del mismo
(Soriano Díaz Andrés 2007).

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Competición (gano/pierdes):
Para la persona, conseguir lo que quiere, hacer valer sus objetivos, sus metas, es lo más
importante, no importa que para ello tenga que pasar por encima de quien sea. La relación
no importa. En el modelo de la competición llevada hasta las últimas consecuencias lo
importante es ganar y para ello lo más fácil es que los demás pierdan. Ese perder, en
ocasiones, se traduce no ya en que la otra persona no consiga sus objetivos sino en que sea
eliminada o destruida (la muerte, la anulación,...).

En el terreno pedagógico, se buscaría la eliminación de la otra parte no con la muerte, pero


sí con la exclusión, la discriminación, el menosprecio, la expulsión, etc.

 La acomodación (pierdo/ganas):
Para no confrontar a la otra parte, la persona no hace valer ni plantea sus objetivos. Es un
modelo tan extendido o más que la competición. A menudo, se confunde el respeto, la
buena educación, con no hacer valer los derechos porque eso pueda provocar tensión o
malestar. Se aguanta hasta que no pueda más y entonces, la persona se destruye a sí misma
o destruye a la otra parte.

 La evasión (pierdo/pierdes):
Ni los objetivos ni la relación resultan bien, no se consiguen ninguno de los dos. No se
enfrentan los conflictos, metafóricamente, la persona mete "la cabeza debajo del ala", por

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miedo o por pensar que se resolverán por sí solos. No obstante, los conflictos tienen su
propia dinámica y una vez iniciada no se para por sí sola.
En otras palabras, se refiere a no enfrentar el conflicto, sea minimizándolo, trivializándolo,
desconociéndolo, negándolo, entre otros.

 La cooperación (gano/ganas):
Conseguir los propios objetivos es muy importante, pero la relación también. El fin y los
medios para lograrlo, tienen que ser coherentes. Es el modelo que debería orientar el
proceso educativo. Es un modelo en el que sólo sirven soluciones gano-ganas, se trata de
que todos y todas ganen. Se trata de cooperar y negociar, sin ceder en lo fundamental. Otra
cosa diferente es que se puede ceder en lo que es menos importante.

 El compromiso - negociación:
Lograr la cooperación plena es muy difícil y, surge otro modelo en el que se trata de que
ambas partes ganen en lo fundamental. Ambas partes, deben lograr la sensación de que ha
ganado lo fundamental, lo contrario, correspondería a competición ó acomodación.

El conflicto como una situación de confrontación entre dos protagonistas, puede cursar con
agresividad, cuando fallan, en alguna medida, los instrumentos mediadores con los que hay
que enfrentarse al mismo.

Trabajo Social, por esencia, es mediador en los conflictos; su intervención ocurre en los
puntos de interacción humana, Esta interacción es subjetiva e intersubjetiva, por lo tanto,

es absolutamente necesario lograr la objetivación de la realidad o suceso, el conceso


respecto de lo que pasa u ocurre, de tal forma que permita evolucionar hacia una solución
compartida y lograda por los propios sujetos.

TRABAJO SOCIAL, DERECHOS HUMANOS Y GÉNERO:

El Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, señala: “Todos los seres


humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”, entre otros
articulados que han garantizado la igualdad de todos los seres humanos y prohibían la
discriminación por razones de sexo, sin embargo, no fue (e incluso, aun no lo es) suficiente
para garantizar a las mujeres la protección de sus derechos. La forma de establecer estos

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derechos humanos fue androcéntrica, significando que los derechos que se establecieron
fueron pensados desde las necesidades de los hombres.

La cultura patriarcal impone un orden socio moral y político que mantiene y perpetúa la
jerarquía masculina. En 1975, surge la “la Carta Internacional de los Derechos Humanos de
las Mujeres” (CEDAW), objeto y fin de la Convención es la eliminación de todas las formas
de discriminación contra la mujer, con miras a lograr la igualdad de jure y de facto entre el
hombre y la mujer en el goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales de
ambos.

El concepto de igualdad de género es un principio que estipula que todos los seres
humanos, tanto mujeres como hombres, tienen derecho a desarrollarse libremente y gozar
plenamente de derechos. Implica que mujeres y hombres gocen de las mismas
oportunidades para acceder a bienes, recursos y también la posibilidad de ejercer control
sobre ellos.

La igualdad de género define que las diferencias entre hombres y mujeres no tengan un
significado discriminatorio, por ende, para alcanzarla, se deben adaptar todas las medidas

apropiadas, incluso de carácter legislativo, para asegurar el pleno desarrollo y adelanto de


la mujer, con el objeto de garantizar el ejercicio y goce de los derechos humanos y las
libertades fundamentales en igualdad de condiciones con el hombre. (Artículo 3,
Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la Mujer, CEDAW)

La perspectiva de género en las intervenciones desde el Trabajo Social, es fundamental


tanto para el análisis como para el abordaje y el apoyo a procesos de cambio, tanto el
estudio de la realidad social como de la propia intervención. Si bien la perspectiva de
Género demanda considerar los géneros femeninos y masculinos, generalmente los
esfuerzos se han orientado hacia el género femenino, dada su condición de desvalorización
y desigualdad impuesta desde tiempos remotos por la cultura patriarcal

Considerando la perspectiva de género, es posible comprender su construcción, sus


impactos, la desigualdad, la exclusión así como factores que permitan articular
intervenciones sociales adecuadas frente a realidades de género que, entre otras, se han
referido y se refieren a procesos de feminización de la pobreza, la inequidad laboral, la
violencia, entre otras.

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Neus Albertos (en Casteiz Vitoria, 2004, pág. 58), se plantea ¿Por qué aplicar a la profesión
del trabajo social la perspectiva de género?: El análisis y la perspectiva de género, permiten
poner en evidencia, cuestionar y visualizar cómo se articulan y desarrollan las relaciones de
poder y la jerarquía basadas en la desigualdad y la inequidad. Todos estos elementos
permiten a la profesión y a sus profesionales mirar hacia donde están, que son en relación
con quienes trabajan, para quienes trabajan, desde donde. Es importante teneren cuenta
estos elementos para que se genere conocimiento y práctica, y analizar en que marco se
desarrollan... En el Trabajo Social, como en otras muchas profesiones, se dan las relaciones
de poder y de dominio de las cuales no siempre somos conscientes y que reproducimos de
forma automática y sin reparar en ellas”

En definitiva, Trabajo Social considera a los derechos humanos la justicia social, como
principios de organización de su práctica profesional y, reconocerlos como tal, implica pen-
sar los derechos consignados en la Declaración Universal como mínimos éticos y la

FITS , en el año 2004, señala siete instrumentos de derechos humanos considerados de


especial relevancia para la práctica y acción del trabajo social (FITS / AIETS, 2004, p. 3): La
Declaración Universal, el Pacto de Derechos civiles y políticos (PIDCP), el Pacto de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), la Convención por la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación Racial; la Convención por la Eliminación de todas las formas de
discriminación contra la Mujer (CEDAW), la convención de los Derechos del Niño (CDN), y
la convención sobre pueblo indígenas y tribales (convenio de la OIT, n. 169). (Duarte Hidalgo
Cory, 2014, pág. 488)

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REFERENCIAS:

AIETS & FITS, (2004). “Estándares globales para la educación y capacitación del Trabajo
Social”. Tomado de http://www.cpihts.com/PDF03/GlobalStandards%202.pdf

Casteiz Vitoria, (2004) “II Jornada de Trabajo Social: Hacia una Intervención con Perspectiva
de Género” Tomado de
http://www.ehu.eus/documents/1504704/1592383/II+Jornada+TS_Genero.pdf

Donoso María Aird (s/f), “Diplomado en gestión de conflictos en los centros educativos”,
Universidad de Barcelona, España.

Duarte Hidalgo Cory, (2014) “La formación en Derechos Humanos como parte del proyecto
ético político del Trabajo Social” Tomado de
http://www.scielo.br/pdf/sssoc/n119/a05n119.pdf)

Naciones Unidas (1995) “Serie de Capacitación Profesional N.° 1 Derechos humanos


y Trabajo Social. Manual para escuelas de servicio social y trabajadores sociales
profesionales”. Publicación de las Naciones Unidas. ISBN 92-1-354052-3
ISSN 1020-301X. Tomado de http://cdn.ifsw.org/assets/ifsw_104630-7.pdf

Soriano Díaz Andrés (2007) “Violencia y Conflicto. La Escuela como espacio de paz”. Revista
de Currículum y formación del profesorado. Vol. 13, N° 1 (2009) ISSN 1138-414X, tomado
de http://www.ugr.es/~recfpro/rev131COL3.pdf

Yánez, P. y Galaz, J. (2011). Conviviendo mejor en la escuela y en el liceo. Orientaciones para


abordar la convivencia escolar en las comunidades educativas. Santiago: Ministerio de
Educación.

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