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La presencia de Beatriz en el infierno.

Dante se encuentra en la senda oscura a punto de ser devorado por bestias


hambrientas más precisamente por un león, símbolo de violencia y por una loba
representante del mal. Es aquí, en este momento, cuando la razón y la fe parecen
perdidas, que aparece Virgilio enviado por Beatriz para ayudarlo y orientarlo por el
buen camino. Pero a pesar de su importante papel, la presencia del poeta romano no
será más que de instrumento de la protagonista. Los laureles se los lleva Beatriz,
aquella dama que Dante ya nos había presentado en la Vita Nuova. Ella ya sin vida
tiene su primera aparición a través de Virgilio quien, ante el temeroso Dante, le da
Ánimo y le cuenta: “Me hallaba entre las almas suspendidas y me llamó una dama
santa y bella, de forma que a sus órdenes me puse… brillaban sus pupilas más que
estrellas y a hablarme comenzó, clara y suave, angélica voz…” (Canto II verso 50-57)

He aquí sublime descripción de aquella mujer. Dante posiciona a Beatriz de una


manera angelical, en lo más alto, inigualable, a tal nivel que Virgilio no pudo más que
obedecer.

A Beatriz la mueve el amor por Dante; es una mujer presentada como virtuosa, bella,
divinizada, pero que gracias a su bondad es capaz de amar a un ser inferior, terrenal y
pecaminoso. Tan elevado es el lugar que se le concede a Beatriz que es advertida por
Santa Lucía a pedido de la Virgen María sobre el peligro que acecha a Dante. Beatriz es
aquí personificación de amor, virtud, belleza, es enaltecida y sin duda dueña del alma y
mente del poeta. Ella será a partir de aquí guía y salvadora de su amor. Ya no es un
amor terrenal el que une a estos seres, es un amor con diversas características.

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