Está en la página 1de 4

Al Jahiz (776-868)

Polígrafo y enciclopedista árabe nacido en Basora (Irak). De


extraordinaria sabiduría y prolijidad, produjo unas 200 obras,
de las que se conservan una treintena. De entre ellas destaca el
Libro de los Animales (Kitab al-Hayawán), compuesta por 7
volúmenes y 1089 páginas. Sorprende que esta magnífica obra
no se haya traducido completa a lengua alguna. Jahiz, en pleno
siglo IX, anticipó temas como el mimetismo, la comunicación
animal o el evolucionismo, recopilando datos de la antigüedad
(por ejemplo, de Aristóteles) pero aportando sus propias
observaciones. Por suerte y privilegio de esta Biblioteca
Histórica, el gran arabista español Asín Palacios se interesó por
el Libro de los Animales, dedicándole un trabajo introductorio
(1930). De los varios párrafos que tradujo a modo de muestra,
se encuentra uno dedicado a las hormigas, donde vemos a un observador avezado,
perfecto conocedor de lo que hablaba, describiendo, hace 1200 años, el reclutamiento
en las hormigas.

Libro de los animales

De las hormigas
“Comenzamos esta parte [cuarta], con la ayuda de Dios y con su auxilio,
hablando de las hormigas chicas y grandes, según prometimos al terminar el
tomo tercero...”

“Si queremos ponerte un ejemplo típico de maravilla y de admiración, que


sugiera cuán grande es la providencia, habremos de traer a colación al animal
más vil, pequeño, abyecto y despreciable, haciéndote ver la sutil sensibilidad
que posee, su admirable previsión y preocupación de las consecuencias, su
semejanza y parecido en esto con el hombre, siendo como es el hombre el rey
de la creación, a cuyo dominio está sujeto el orbe entero con todo cuanto
encierra. Sabemos, en efecto, que la hormiga almacena para el invierno
durante el estío, previniéndose así de antemano y sin desfallecer en su firme
propósito ni un solo momento, mientras le es posible almacenar. Después, su
experta sagacidad y previsión de las consecuencias llega hasta el extremo de
que, ante el temor de que las semillas, almacenadas durante el verano para el
invierno, se pudran y gusanen en el seno de la tierra, las saca a la superficie
para que se sequen y tornen a su estado normal dándoles el aire y evitando así
su corrupción y podredumbre. Después, como a menudo o, mejor, casi
siempre el lugar en que almacena las semillas es húmedo, teme la hormiga
que germinen por la parte central del grano cubierta de una fina película (pues
sabe muy bien que por ese punto es por donde la semilla comienza a germinar
y a transformarse en planta), y así la hormiga hiende el grano entero en dos
mitades, y si es de coriandro o cilantro, lo hiende en cuatro partes, porque la
semilla de esta planta es la única que tiene la propiedad de germinar en sus
dos mitades. Hasta tal extremo aventaja la hormiga, por este solo hecho, en
sagacidad a todos los animales, que quizá es más prudente que muchos
hombres.”

Dibujo del Libro de los Animales (edición siria del s. XIV)

“A pesar del exiguo tamaño de su cuerpo y de su poco peso, la hormiga posee


también un olfato como ningún otro animal, pues a veces ocurre estar un
hombre comiendo langostas o cosa semejante y caérsele de la mano una o un
trozo de ella y, aunque no haya visto por allí cerca ni una sola hormiga ni de
que existan en tal lugar haya la menor noticia, no pasa mucho rato sin que
aparezca una y, encaminándose derechamente a la langosta que cayó en
tierra, intenta con todo empeño darle una vuelta y llevársela a rastras, y si se
siente incapaz de lograrlo, tras inútiles tentativas, marcha de regreso a su
hormiguero, y no pasa mucho rato sin que aquel hombre la vea volver, seguida
de una fila negra y extensa de hormigas, para que la ayuden, y se llevan a
rastras la langosta. Lo primero, pues, que observamos aquí es la fiel veracidad
de su olfato, para barruntar lo que no advertiría ni el hombre hambriento.
Después, la audacia y tenacidad del empeño en transportar una carga que es
cien veces o más de cien veces mayor en peso que el suyo propio, pues no hay
animal alguno capaz de cargarse, como lo hace la hormiga, un peso que sea
superior en muchos múltiplos al de su cuerpo mismo, sin desistir jamás de la
empresa, si no es tras sentir agotado su aliento.”

“Pero quizás alguien diga: “Y ¿cómo sabe el hombre que la hormiga que quiso
llevarse la langosta sin conseguirlo, es precisamente la que trasmitió la noticia
a sus pequeñas compañeras y la misma que viene luego a la cabeza de ellas?”
A esto responderemos que por una larga experiencia, pues jamás hemos visto
que una hormiga intente arrastrar una langosta y no pueda conseguirlo, sin
que poco después, si es que vuelve, venga acompañada de otras hormigas. Y
si bien es verdad que no podemos a simple vista distinguir aquella hormiga de
sus compañeras, también es cierto que no cabe concebir otra hipótesis que la
que hemos dicho, pues además nunca hemos visto hormiga alguna que, si al
volverse al hormiguero, cargada con una presa o sin carga, se topa con otra
hormiga, deje de detenerse junto a ella y contarle alguna cosa, lo cual es
indicio de que al abandonar aquella hormiga a la langosta lo hizo para informar
a sus semejantes, como lo hace el explorador, que no engaña a sus
compañeros de caza...”

Dibujo del Libro de los Animales (edición siria del s. XIV)

“Las especies de animales que almacenan víveres y que en esto se parecen al


hombre, dotado de reflexión, prudencia y previsión del porvenir, son las
hormigas chicas y grandes, el ratón, el lagarto, la araña y la abeja, si bien la
abeja no almacena más que un solo género de alimentos, que es la miel.”

“Pretende El Yactorí [autor no identificado] que si introduces una hormiga


grande en un hormiguero de hormigas chicas, se las come todas sin dejar una,
y afirma además que esto lo ha experimentado él mismo. El autor de la lógica
[Aristóteles] dice que la hiena devora rápidamente las hormigas, pues se va al
hormiguero cuando están en él todas juntas y se las come lamiéndolas con la
lengua, con una avidez devoradora y un apetito intenso. Dicen también que a
menudo ocurre que el gusano teredo haga grandes estragos en las aldeas
devorando todo cuanto encuentra en las casas, y la plaga dura sin cesar hasta
tanto que en aquellas aldeas se instalan las hormigas, pues Dios otorga a éstas
tal dominio sobre aquellos gusanos, que no dejan uno vivo. Claro que a su vez
las hormigas, después de aniquilarlos, quedan allí también y son una plaga,
aunque menos dañina que los dichos gusanos. Eso aparte de que a menudo
sucede que también desaparecen luego las hormigas de aquellas aldeas, y así
quedan sus habitantes libres de ambas plagas juntamente. Hay quienes
pretenden que aquellos gusanos se transforman en hormigas, en lugar de
desaparecer devorados por éstas, y que a medida que se van transformando
en hormigas, va disminuyendo su número y menguando así por días su daño.”

“Las hormigas son proverbiales por su multitud, y así se dice: “Vinieron como
hormigas.” Los etíopes son de dos especies: unos, que se glorían por su
muchedumbre, se llaman “las hormigas”; otros, que se glorían por su paciencia
y corpulencia, se llaman “los perros”; los unos están siempre tumbados; los
otros siempre en movimiento: aquéllos son los perros; éstos las hormigas.”

“Una de las causas de la muerte de las hormigas es el salirles alas. Ya lo dijo el


poeta:

“Y cuando a la hormiga le nacen alas para volar, cercano está su fin.” “Y es


que una vez transformadas así las hormigas, los pájaros las cazan fácilmente
al volar. También se matan las hormigas derramando alquitrán y azufre en las
bocas de sus hormigueros, sembradas previamente de granos de cebada.
Nosotros hemos hecho la prueba, pero resulta inútil.”

http://www.mirmiberica.org/BHME/articulos/BHME_AlJahiz.htm (02-04-2013)

También podría gustarte