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siquiera pisado la costa peruana y Moro, cuando redacta su obra, no tiene como referencia una

sociedad existente, sino por el contrario a un lugar que no tiene emplazamiento alguno, ni en el
tiempo ni en el espacio. Su libro no : trata de una tierra feliz, sino de una ciudad que está fuera de
la historia y que resulta de una construcción intelectual; país de ninguna parte, que según algunos
era una suerte de modelo ideal útil para entender, por contraste, a su sociedad, y según otros
lectores, un instrumento de crítica social que permitiera señalar los errores y deficiencias de su
tiempo, r, Utopía inauguró un género literario. Tras Moro vendrían después Campanella, Bacon y
otros autores que tendrían en común escribir textos que combinaban tres rasgos fundamentales:
construcción imaginaria, siempre sin referencia a una situación concreta; representación global y
totalizante de la sociedad; y desarrollo de ideas o planteamientos a través de la vida cotidiana.
Una ciudad, una isla, un país en el que se presentaban sus costumbres, la forma de sus calles, los
horarios, la vida de todos los días y, a partir de esta descripción tan minuciosa como ficticia, se
mostraba su funcionamiento. Por eso, como indica Bronislaw Baczko, «la utopía quiere instalar la
razón en lo % imaginario».1.1 Con el tiempo derivó, con todas las evidencias del caso, en un
género contestatario. La inconformidad ante el presente llevaba a un intelectual a construir una
sociedad fuera de la historia. JfEu-topos: sin lugar. Algunos de los utopistas la definieron como
«una forma de soñar despierto».12 La imaginación, pero controlada y conducida por la crítica. « La
popularidad de la utopía no deriva directamente de Moro y sus seguidores. Antes que ellos, ese
estilo de

violencia como único lenguaje y ningún cambio, que no sea un verdadero cataclismo social, es
posible.7Se trata, en este último caso, de convertir el odio cotidiano e interno, la rabia, ep un
gigantesco incendio, en una fuerza transformadora^. Dos imágenes del Perú.'0 Esta ambivalencia
se manifestó incluso en las simpatías políticas de Arguedas, a veces por opciones reformistas y
otras por las tendencias más radicales de la nueva izquierda. La historia de la utopía andina es una
historia conflictiva, similar al alma de Arguedas. Tan enrevesada y múltiple como la sociedad que
la ha producido, resultado de, un contrapunto entre ja cultura popular y la cultura de las élites, la
escritura y los relatos orales, las esperanzas y los temores. Se trata de esbozár la biografía de una
idea, pero sobre todo de las pasiones y las prácticas que le han acompañado. La utopía en los
Andes alterna períodos álgidos, donde confluye con grandes movimientos de masas, seguidos por
otros de postergación y olvido. No es una historia lineal. Por el contrario, se trata de varias
historias: la imagen del inca y del TahuantinsuyoHependen de los grupos o clases que las elaboren.
Así, para un terrateniente como Lizares Quiñones, era una manera de encubrir bajo la propuesta
de un federalismo incaico a los poderes locales (1919), mientras que en Valcárcel tenía un
contenido favorable a los campesinos

colono de hacienda, humillado por un terrateniente, se imagina cubierto de excrementos; el


relato termina con el señor a sus pies lamiéndolo. El cambio como inversión de la realidad. Es el
viejo y universal sueño campesino en el que se espera que algún día la tortilla se vuelva, pero en
los Andes, donde ''los conflictos de clase se confunden con enfrentamientos étnicos y culturales,
todo esto parece contagiado por una intensa violencia.^ Inkarri pasa de la cultura popular a los
medios urbanos y académicos. Los antropólogos difunden el mito. Cuando a partir de 1968
irrumpe en la escena política peruana un gobierno militar nacionalista. Inkarri dará nombre a un
festival, será motivo para artesanías, tema obligado en afiches, hasta figurará en carátulas de
libros. Para un pintor contestatario, Armando Williams, Inkarri es un fardo funerario a punto de
desatarse: en la imaginación de otro plástico, Juan Javier Salazar, es el grabado de un microbús
(ese peculiar medio de transporte limeño) descendiendo desde los Andes bajo el marco
incendiario de una caja de fósforos.9 Los intelectuales leyeron en el mito el anuncio de una
revolución violenta. El sonido de ese río 8. Fani Muñoz. «Cultura popular andina: el Turupukllay:
corrida de toros con cóndor». Lima, Universidad Católica. 1984. memoria de Bachillerato en
Sociología. Informes proporcionados por el profesor Victor Domínguez Condeso, Universidad
Hermilio Valdizán, Huánuco. 9. Gustavo Buntinx. «Mirar desde el otro lado. El mito de Inkarri. de la
tradición

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