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LOS PROFESIONALES DE LA SALUD Y EL CONSUMO DE SUSTANCIAS

PSICOACTIVAS: UN DEBATE SILENCIOSO

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE ENFERMERÍA

MARIANGELA BADLISSI

JUAN GUILLERMO BAUTISTA

FELIPE FERNÁNDEZ

MARÍA JOSÉ ROBAYO

DIANA PAOLA SERNA

PROFESORA: DORA STELLA MELO

BOGOTÁ D.C., 2019


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LOS PROFESIONALES DE LA SALUD Y EL CONSUMO DE SUSTANCIAS

PSICOACTIVAS: UN DEBATE SILENCIOSO

Resumen

El consumo de sustancias psicoactivas por parte de los profesionales de la salud representa un

problema más que ocupacional, pues trasciende el ámbito personal y se convierte en un tema

ético- laboral. En esa medida, se convierte en un prerrogativa académica estudiar con mayor

detenimiento el consumo de estas sustancias en el ámbito de los profesionales sanitarios, pues se

ha convertido en una problemática cada vez más latente y silenciosa en este ámbito laboral

alrededor del mundo, derivada de los diferentes riesgos y situaciones que enfrentan diariamente

estas profesiones.

Palabras clave: Sustancias psicoactivas, consumo, profesionales de la salud

Abstract

The consumption of psychoactive substances by healthcare professionals represents a

problem more than occupational, as it transcends the personal sphere and becomes an ethical-

labor issue. To that extent, it becomes an academic prerogative to study more thoroughly the

consumption of these substances in the field of health professionals, as it has become an

increasingly latent and silent problem in this work environment around the world, derived from

the different risks and situations that these professions face on a daily basis.

Key words: Psychoactive substances, consumption, healthcare professionals


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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN 4

2. ANTECEDENTES 5

3. CONTEXTO 6

a. INTERNACIONAL 7

b. NACIONAL 10

c. LOCAL 13

4. DESCRIPCIÓN DE LA SITUACIÓN 15

5. INTERVENCIÓN EN LA PROBLEMÁTICA 18

6. CONCLUSIONES 20

7. BIBLIOGRAFÍA 23
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1. INTRODUCCIÓN

El uso de sustancias psicoactivas no siempre fue percibido como un problema social, pues

solo se le empieza a considerar como tal a fines del siglo XIX (Slapak, 2006). Los retos de la

modernidad han generado en las personas la necesidad de encontrar herramientas que les

permitan ser más eficientes y productivos. En esa medida, el consumo de estas sustancias ha

trascendido diferentes determinantes como la edad, el género, la ocupación, los ingresos, la

etnicidad, la posición social, entre otros factores, abriendo paso a una nueva perspectiva en el

consumo de sustancias psicoactivas.

No obstante, si bien el espectro de consumidores ha variado exponencialmente, existen casos

que han sido estudiados a mayor profundidad, pues generan cuestionamientos alrededor de la

concepción clásica de “drogas” y sus habituales consumidores. Bajo ese escenario, numerosas

investigaciones demuestran el alto grado de consumo de sustancias psicoactivas en los últimos

años, y se ha convertido en una problemática social que conviene estudiar más.

En el presente trabajo, se hablará específicamente sobre profesionales de salud, identificando

las características que rodean el consumo de sustancias psicoactivas en esta población tales como

el motivo y objetivo de consumo, los espacios y momentos donde frecuentan consumir tales

sustancias, los tipos de sustancias que frecuentan y posibles complicaciones, problemas o

beneficios que encuentran al consumir esta clase de sustancias.


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2. ANTECEDENTES

Si bien las problemáticas derivadas del consumo de sustancias psicoactivas son consideradas

como uno de los mayores flagelos de la sociedad, la evolución de ésta problemática en ámbitos

laborales específicos genera gran preocupación en la comunidad tanto nacional como

internacional.

Este es el caso de los profesionales de la salud quienes, por su constante exposición a

diferentes factores de riesgo, se ven enfrentados en el cotidiano desarrollo de sus actividades a

situaciones que incrementar la posibilidad de desarrollar este tipo de dependencias. A su vez, los

problemas de fármaco-dependencia "suponen un gran reto para la responsabilidad profesional del

médico, que tiene que abordar su rehabilitación laboral y personal, evitando que se ocasionen

daños a los pacientes en el ejercicio de su profesión" (Otero, Huerta & Duro, 2008)

En el campo laboral de los profesionales de la salud se han identificado numerosos factores

de riesgo que incrementan las posibilidades de estos profesionales de caer en una situación de

abuso de sustancias, como por ejemplo “la disponibilidad para acceder a psicofármacos, la

existencia de una relación complicada con el paciente que posee unas mayores expectativas y

exigencias, los pacientes agresivos, los enfermos difíciles que generan un fuerte desgaste

emocional y la sobrecarga laboral” (Torres, 2015).

Estos factores, aunados a las condiciones laborales que acarrea la profesión, así como a la

insatisfacción laboral y múltiples rasgos de personalidad como la dependencia, la pasividad y el

pesimismo, llevan a los profesionales sanitarios a consumir diferentes sustancias como


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“fentanilo” (Popular, 2016), “alcohol, hachís, marihuana, sedantes, antidepresivos, y el tabaco”

(Sanitaria, 2018).

De acuerdo a lo anterior, es claro el panorama tan preocupante que se vive en el mundo de los

profesionales médicos; un problema latente pero silencioso, pues por reputación, negación y

credibilidad, los médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud se rehúsan a hablar sobre

el tema, generando estadísticas inexactas frente a esta problemática.

En esa medida, consideramos pertinente abordar con mayor detenimiento este tema, pues

aunque el consumo de drogas como temática general genera una preocupación considerable, el

consumo de sustancias psicoactivas por parte de los profesionales de la salud involucra no

solamente su ámbito personal y familiar, sino que afecta directamente a la sociedad, al involucrar

sus profesiones una responsabilidad y ética profesionales tan fuertes que repercuten directamente

en el tratamiento e intervención en sus pacientes.

3. CONTEXTO

El consumo de drogas nunca ha sido una realidad ajena al desarrollo de las personas. No

obstante, es alarmante la evolución de esta situación, pues ha empezado a permear diferentes

ámbitos, como el laboral, que conllevan a generar diferentes reflexiones. En ese sentido, es

necesario examinar el contexto internacional, nacional y local respecto del consumo de drogas en

los profesionales de la salud, pues es un tema que “lleva tanto tiempo encendiendo los focos

rojos en la comunidad médica que ya pocos parecen considerarlo una emergencia” (Pijamasurf,

2014).
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A. Internacional

En países como Estados Unidos, Argentina y España, se han realizado diferentes

investigaciones que permiten determinar cifras, aunque no exactas por el tabú de la situación, si

muy cercanas a la realidad. Por ejemplo, se calcula que “el porcentaje de enfermeras y médicos

adictos al alcohol o a las drogas en Estados Unidos va de un 10 % a un 14%, un porcentaje

similar al de la población en general.” (Pijamasurf, 2014). Asimismo, un estudio reciente de

ECA (Epidemiological Catchment Area, por sus siglas en inglés), señaló que el promedio

aproximado desde los años “sesenta en Estados Unidos de consumo de sustancias como el

alcohol alcanza el 13.5%, así como el consumo de drogas llega al 6.2%” (Torres, 2015).

Estos datos generan una fuerte preocupación, pues si bien no se tiene claro el porcentaje de

profesionales adictos a medicamentos, es notoria la tendencia a adicción en 3 especialidades

médicas: anestesiólogos, médicos de urgencias y psiquiatras. Esto permite cuestionar no

solamente la carga y el ambiente laboral de estas especialidades, sino también las posibles causas

de estas tendencias, pues es un claro problema de salud pública que afecta no sólo a la

comunidad médica, sino también a sus usuarios. En esa medida, es clara la necesidad de generar

condiciones laborales y espacios de educación que le permitan al profesional de la salud, como a

cualquier otro ser humano que cae en la adicción a estas sustancias, optar por otras medidas para

cumplir con sus obligaciones y poder mantener un equilibrio entre la vida profesional y personal.

Por otro lado, en Argentina, la Asociación Antidrogas de la República Argentina realizó una

investigación del consumo de sustancias en los profesionales de la salud y llegó a la conclusión

de que “alrededor del 10% de los médicos y auxiliares en hospitales, sanatorios y clínicas
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presentan cuadros de adicción severa por consumo de fentanilo" (Popular, 2016), un narcótico

sintético de naturaleza opioide que se usa por su acción analgésica y anestésica, que se usa por

vía transdérmica, sublingual, intravenosa o epidural.

En ese país, se han llegado a conocer incluso casos en los cuales médicos y enfermeros han

suministrado sustancias diferentes a las proscritas, con el fin de consumir personalmente el

fentanilo que debía haber sido administrado al paciente. Este es el caso, por ejemplo, de una

paciente en el hospital del Conurbano, quien sufrió de cáncer en los huesos en 2010 y falleció

luego de 2 semanas de tratamiento paliativo con fentanilo. “En ese hospital, sus médicos

tratantes, le dieron lavandina en lugar de fentanilo, que era lo que le venían suministrando.”

(Popular, 2016).

Este caso permite observar un claro problema de salud pública que ha trascendido la esfera de

los profesionales de la salud, pues se han empezado a afectar los tratamientos y vidas de los

pacientes que acuden con diferentes padecimientos a los centros de atención, donde los

profesionales que los atienden, en muchas ocasiones, poseen adicción a alguna sustancia.

Finalmente, en España, el PAIME (Programa de Atención Integral al Médico Enfermo)

realizó un estudio en 2017, determinando que el "número de médicos con adicciones se ha

incrementado en un 8%, alcanzando el dato más alto desde 2011" (Sanitaria, 2018)

Asimismo, el mismo estudio ha determinado que el tipo de sustancia que se consume varía

dependiendo de la edad y el género del médico. Por ejemplo, los médicos jóvenes así como los
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estudiantes de las facultades de medicina, prefieren consumir hachís y marihuana, llegando a ser

alrededor del 40% de esta población.

No obstante, el estudio del PAIME determinó que en la etapa de las residencias los hábitos de

consumo varían y, las principales sustancia que se consumen son tabaco (discriminando entre

mujeres (7.3%) y hombres (10%) adictos), los sedantes (siendo consumido por el 6.3% de los

hombres y 6.6% de las mujeres) y los antidepresivos (usados por el 1.3% de los hombres y el

3.1% de las mujeres).

Estos resultados permiten determinar que los hábitos de consumo muestran gran variación en

función del género, pues las mujeres son más propensas a consumir sedantes y antidepresivos,

mientras que los hombres son más propensos a consumir alcohol y tabaco.

Como se pudo observar, es clara la tendencia en el panorama internacional de las profesiones

del área de la salud al incremento del consumo de diferentes sustancias, sean éstas relacionadas o

no con aquellas usadas en su profesión. Esto, a su vez, permite concluir que además de ser un

claro problema de salud pública es también una fuerte alarma educativa, laboral y humana, pues

los diferentes factores de riesgo a los que se enfrentan diariamente estas profesiones, así como el

estrés y la sobrecarga horaria que se labora, los casos y pacientes difíciles, la auto-exigencia del

profesional y las deficiencias presupuestales de hospitales y clínicas, permiten comprender con

menor prejuicio el problema que se enfrenta en esta comunidad y la apremiante necesidad de

intervenir, ya sea con políticas educativas, de salud pública o de estado, que permitan rehabilitar

al médico enfermo y prevenir el consumo en futuras generaciones de profesionales de la salud.


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B. Nacional

El consumo de drogas en los profesionales de la salud inicia a temprana edad, pues el

consumo de dichas sustancias inicia en la facultad. Así, el consumo por parte de los estudiantes

de medicina se ubica en el rango de edad entre la adolescencia y el principio de la vida adulta.

Según se encontró en la base de datos de LILACS, MEDLINE y en investigación realizada por

Carlos Roncero “Consumo de drogas entre los estudiantes de medicina” el consumo de drogas

tanto legales como ilegales entre los estudiantes de medicina es un fenómeno el cual se trata hace

aproximadamente 25 años.

Los médicos representan una pieza importante en el tratamiento de los problemas asociados a

la adicción, es por esto que durante sus carreras se forman para atender, prevenir el riesgo,

diagnosticar y tratar el uso y adicción a las drogas de sus pacientes. Por otro lado, el estudio del

consumo de drogas en estudiantes de medicina tiene gran importancia porque la percepción y

detección de los pacientes adictos puede verse influida por la propia experiencia de consumo, en

efecto, se debería conocer los consumos más prevalentes, los factores asociados al riesgo de uso

o dependencia de drogas en estudiantes de medicina y si existen diferencias geográficas o algún

tipo de consumo específico.

No obstante, a pesar de la relevancia de una adecuada formación en la universidad, es notorio

el aumento en el consumo de sustancias tanto lícitas como ilícitas por parte de los estudiantes de

medicina. Así, las sustancias que los estudiantes consumen principalmente son el alcohol (24%),

el tabaco (17,2%) y el cannabis (11,8%). Asimismo, se ha encontrado que el consumo de

fármacos hipno-sedantes es frecuente (9,9%), así como el uso de estimulantes (7,7%) y de


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cocaína (2,1%), siendo el consumo de opiáceos el más reducido (0,4%). En algunas zonas del

país hasta el 14,1% consumen inhalantes. Los estudiantes de los últimos años de carrera

consumen más. El consumo de drogas es superior en los hombres respecto a las mujeres tanto a

nivel nacional como internacional, exceptuando los hipno-sedantes.

Sin embargo, y a pesar de los elevados números que se presentan anteriormente, es

importante considerar los determinantes sociales en salud que se pueden evidenciar en los

estudiantes de medicina para obtener una mirada mucho más amplia sobre el porqué del

consumo de estas sustancias psicoactivas. En esa medida, se encuentra un contexto en el cual el

estudiante de medicina en muchas instituciones educativas, son los estudiantes que demandan

más tiempo de estudio, puesto que para solo el pregrado de médico general se requiere doce

semestres.

Adicionalmente, con la carga académica y laboral se puede observar que el desgaste es mayor

cuando en su plan académico se le solicita que cumpla con práctica clínica y rinda a nivel

académico prácticamente desde el inicio de carrera, como en muchas otras ramas de salud lo

exigen, contando también que este pregrado se encuentra entre los más costosos de la institución

educativa privada, y los más exigentes de permanencia en las instituciones educativas públicas,

generando de por sí una carga de presión psicológica y social que los estudiantes deben soportar,

con su correspondiente aumento, a lo largo de su carrera. Cabe destacar a los estudiantes que

vienen de otras ciudades para estudiar y convivir en la ciudad, pues muchas veces estos

pregrados solo los maneja cierto número limitado de universidades, y por lo tanto, el contexto
12

del estudiante de la salud se limita a responder laboralmente con los turnos asignados, así como

con los proyectos académicos.

Por otro lado, si su apoyo social no es muy bueno y/o su apoyo familiar es regular, el

estudiante de la salud influenciado por diferentes factores de riesgo aumentará

considerablemente la posibilidad de consumo de estas sustancias psicoactivas por diversos

significados muchas veces por cuestiones académicas, sociales y aún más teniendo conocimiento

de los fármacos o de las sustancias y su interacción con el organismo (farmacocinética y

farmacodinamia).

Desde otra perspectiva, el Ministerio de Protección Social, en compañía del Subcentro de

Seguridad Social y Riesgos Profesionales de la Pontificia Universidad Javeriana y la Comisión

Interamericana para el control del Abuso de Drogas, llevaron a cabo en el año 2007 un

diagnóstico situacional de sustancias psicoactivas en la población trabajadora, haciendo énfasis

en 4 sectores principalmente; transporte, construcción, financiero y salud.

Frente al sector de la salud, los trabajadores consultados manifestaron que "el 20% de la

población del sector consume de manera ocasional alcohol, siendo más característico en la

población joven durante las prácticas sociales y de trabajo universitario." De la misma manera,

comentan que se ha incrementado el consumo de tabaco (25% de los trabajadores) y otras

sustancias a su alcance, como lo son los analgésicos y los anti-inflamatorios, siendo los

anestesiólogos, los especialistas más propensos a consumir estas sustancias.


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Por otro lado, los profesionales de la salud en Colombia, manifestaron en el mismo estudio

diagnóstico que su trabajado es "fatigante, pues sus horarios son muy extendidos y de alta

presión". (Ministerio de Protección Social, 2007). No obstante, a pesar de ser conscientes de la

tendencia en aumento al consumo de sustancias psicoactivas, los participantes de este

diagnóstico situacional comentaron que no se ha identificado alguna respuesta específica a la

problemática y, “aunque son entidades de salud, la realidad es que no se están cuidando al

interior de sus organizaciones” (Ministerio de Protección Social, 2007)

C. Local

En el contexto local, es decir, referente específicamente a estudiantes de ciencias de la salud,

como medicina y enfermería, se han realizado diferentes estudios. Es importante aclarar que se

adapta como contexto local el medio universitario y no Bogotá como lugar específico de

consumo, pues los estudios realizados a esta población específica se encuentran distribuidos a lo

largo del territorio nacional y no únicamente en Bogotá.

Por un lado, un estudio realizado por la Revista de Investigación del Programa de Enfermería

de la Universidad de Santander, estableció que la prevalencia de las sustancias psicoactivas, sean

lícitas o ilícitas, en los estudiantes universitarios de las ciencias de la salud en Colombia es del

29.3%.

Así, a través de diferentes grupos focales, las investigadoras lograron determinar que las

sustancias psicoactivas de “mayor consumo dado la prevalencia de vida fueron en orden: el

alcohol 83.73%, tabaco 34.08%, marihuana 11.87%, alucinógenos 4.59% y cocaína 2.33%”
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(Páez, Solano, Durán, Mancilla, Suarez, Melgarejo, Flórez & Ortiz, 2012), lo que marca y

determina una tendencia a futuro de estos estudiantes, quienes toman el consumo de estas

sustancias como un hábito normal dentro del desarrollo cotidiano de sus labores.

Es por lo anterior que se considera necesario desarrollar e implementar “programas o

estrategias de promoción de la salud mental y prevención del consumo de sustancias psicoactivas

en los estudiantes universitarios, vinculando a bienestar universitario” (Páez, Solano, Durán,

Mancilla, Suarez, Melgarejo, Flórez & Ortiz, 2012), cuya finalidad consista en concientizar a los

estudiantes para evitar el consumo de sustancias psicoactivas y su aumento, y así impedir que se

afecte el proyecto de vida de los estudiantes.

Por otro lado, en un estudio realizado por la Facultad de Ciencia de la Salud de la Universidad

del Tolima, se determinó a partir de una muestra compuesta por 477 estudiantes de los

programas de medicina y enfermería durante el año 2016, que las sustancias de mayor consumo

por parte de los estudiantes de las ciencias de la salud son el alcohol, el tabaco, la coca y la

marihuana.

En esa medida, frente al alcohol se determinó que cerca del 53% de los estudiantes de

enfermería lo consumen habitualmente, así como el 46% de los estudiantes de medicina. En

segundo lugar, frente al tabaco se logró establecer que el 24.8% de los estudiantes de enfermería

y el 37% de los estudiantes de medicina lo consumen. En tercer lugar, frente al consumo de coca,

se estableció que los estudiantes de enfermería lo consumen en un 14.3%, así como lo hacen el

26.7% de los estudiantes de medicina. En cuarto y último lugar, se encuentra la marihuana,


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sustancia que es consumida por el 22.3% de los estudiantes de enfermería y el 18.7% de los

estudiantes de medicina (Soto, Bastidas y Quimbayo, 2017)

De acuerdo a lo anterior, es claro que tanto la Universidad como la facultad a la que

pertenecen los programas de éste estudio de investigación, deben orientar sus estrategias de

promoción de la salud mental hacia la prevención del consumo de sustancias psicoactivas, pues

el fortalecimiento de los factores protectores, en donde sean los mismos estudiantes quienes

favorezcan lazos de cooperación con sus compañeros, permiten el afianzamiento de sus

relaciones personales, lo que en un futuro permitirá la creación de una red sólida y consciente de

profesionales de la salud, conscientes de los riesgos de las sustancias psicoactivas y capaces de

optar voluntaria e informadamente sobre su consumo.

4. DESCRIPCIÓN DE LA SITUACIÓN

El concepto de “droga” posee diferentes acepciones dependiendo del contexto en el cual se le

examine. Según la Organización Mundial de la Salud, droga es “toda sustancia que introducida

en el organismo modifica alguna función de éste” (Slapak, 2006). Este primer acercamiento

permite comprender que, la terminología juega un papel relevante en el entendimiento global del

concepto de droga, pues existen diferentes denominaciones que, en el transcurso cotidiano de la

vida, se usan indistintamente sin tener en cuenta que cada una de ellas hace referencia a un grupo

diferente de sustancias.

Ahora bien, “el uso de sustancias con propiedades psicoactivas es una práctica que data desde

tiempos remotos de la humanidad” (Caravaca, 2016). No obstante, y con el paso de los años y la
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inminente globalización, “las novedades tecnológicas y de comunicación, el aumento de la

disponibilidad y la diversidad de compuestos sintéticos con propiedades psicoactivas y causantes

de dependencia” (OMS, 2016), lo que en principio parecía ser una práctica cultural y ritual, se ha

convertido en uno de los mayores problemas legales, de seguridad y de salud pública en la

actualidad.

Con las diferentes variaciones de los estereotipos de consumidores, resulta clarificador

estudiar el panorama de una línea de profesiones que, a pesar de desenvolverse en el mismo

contexto profesional, son completamente diferentes, pues manejan no solamente ámbitos

sociales, económicos y culturales diversos, sino que enfrentan cargas y ambientes laborales

disímiles, que los llevan a acudir a la misma vía de escape: las sustancias psicoactivas.

Por un lado, “los médicos y otros profesionales de la salud con acceso a los opiáceos y otras

drogas psicoactivas han tenido tasas relativamente altas de abuso de sustancias, así como el uso

recreativo de las drogas (...)” (Hidalgo & Vargas, 2010). Esto permite comprender, que diversas

profesiones relacionadas con el área de la salud, al realizar una labor que los hace enfrentarse a

un sinnúmero de complejidades y situaciones relacionadas con la exposición a diversos factores

de riesgo, son propensos al consumo de estas sustancias por el constante contacto con las

mismas.

En ese sentido, es claro que existen profesiones que presentan mayores riesgos que conlleva

al abuso de las sustancias psicoactivas, pues “se desarrollan en ambientes estresantes, con

trabajos nocturnos y requieren de una atención constante” (Díaz, Ulloa, Taubert, Amorim,
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Barcelos, Valenzuela, Do Carmo Cruz, 2011). Es así como los profesionales de la salud se ven

afectados en su productividad, lo que es expresado en “atrasos, ausentismos, aumento de la

ocurrencia de accidentes, acciones inadecuadas y conflictos personales”

Ahora bien, adicional al panorama expuesto anteriormente a nivel internacional, nacional y

local, los cuales explican la situación en gran medida, es necesario tener en cuenta las

consecuencias que el consumo de sustancias psicoactivas por parte de los profesionales de salud

puede traer no sólo a los médicos, enfermeros y demás auxiliares, sino también a los usuarios, al

sistema y a la sociedad en general.

La problemática radica en las consecuencias que el consumo de drogas está causando tanto en

los profesionales de la salud como en aquellos pacientes que son atendidos por este personal,

pues se han dado casos como la muerte de enfermeras por inyectarse algún tipo de fármaco

combinado, múltiples casos de paros cardíacos a doctores y estudiantes por sobredosis, el hurto

de dosis de los pacientes para consumo por parte de los doctores o enfermeras y muchas veces

hasta el contagio de diferentes enfermedades por compartir jeringas entre médicos y pacientes.

Un caso muy importante sobre el tema se dio en Colorado, Estados Unidos, donde una

ayudante de quirófano, que era adicta a los opiáceos, llegó a contagiar a más de 30 personas con

hepatitis C en varios hospitales del estado al intercambiar jeringas usadas por las jeringas nuevas

que contenían un poderoso analgésico (Daily News,2010).


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5. INTERVENCIÓN DE LA PROBLEMÁTICA

Las campañas preventivas pueden ser reunidas en una forma más integrativa, mostrando todo

tipo de drogas, sus formas de consumo y presentación, ya que muchas veces cada adicción tiene

una conducta y un tratamiento específico y muy diferenciado. Equipos y clínicas de salud, en

general, deberían facilitar a los usuarios de drogas la búsqueda de apoyo en los centros

especializados para el tratamiento y la rehabilitación psicosocial y los miembros de la familia

deben fomentar este proceso, que es a menudo el principal medio de apoyo emocional para un

progreso de retorno a la salud.

Por otro lado, las instituciones empleadoras deberán ofrecer condiciones adecuadas de trabajo

para el personal de salud para que éste desarrolle sus actividades con calidad y compromiso.

Deben saber también identificar cuando el problema del consumo de drogas se produce entre los

trabajadores y promover la orientación y la derivación a un tratamiento adecuado, así como

promover campañas de información para la prevención del uso indebido de drogas entre sus

trabajadores, tratando de involucrar a todos los sectores de la sociedad en la prevención.

De igual manera, debe fomentarse y realizarse un fuerte control diario dentro de las

instalaciones médicas, con el objetivo de tener un buen manejo del almacenamiento e inventario

médico que es surtido semanalmente a la institución. Esto debido a que el robo de fármacos

persistirá, sino se toman medidas drásticas que sancionen a todo miembro o profesional de la

salud, que promueva un consumo irresponsable y consciente. Una solución a esta problemática

del consumo, es optar por la mejora en los servicios de atención al consumidor, donde se

“establezca y desarrolle un sistema de atención primaria de la salud, en el cual se desempeñe un


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importante papel para la prevención de nuevos casos de adicción y de recaídas” (Naciones

Unidas, 2003). Se debe brindar atención primaria a aquellos grupos con mayor índice de

consumo, respaldado por estrategias de promocion y prevencion, cuyos objetivos permitan la

accesibilidad a una información y educación adecuada sobre la salud.

Actualmente existen requisitos jurídicos concretos que rigen los tratamientos médicos en que

se prescriben fármacos para tratar la drogodependencia. Un buen ejemplo de esto es la

medicación sustitutiva, en la cual la metadona es la más recetada, para el tratamiento de la

dependencia de opioides. “En los tratados de fiscalización internacional de drogas se exige que

las sustancias sometidas a fiscalización se suministren o despachen únicamente con receta

médica, que sólo puede extender un médico profesional autorizado (o con licencia) (Naciones

Unidas, 2003). Esta formulación médica debe ser regida bajo leyes que protejan y fomenten la

rehabilitación del paciente o del profesional de la salud, para así evitar tratamientos nocivos y

tóxicos, en los que pueda persistir el problema de drogadicción.

Teniendo en cuenta que gran parte de profesionales en el área de la salud, sufren o padecen de

situaciones, condiciones o enfermedades que conllevan a un consumo indiscriminado de

sustancias, se debe llevar a cabo un plan de control rutinario de fármacos, soportado por

estrategias de apoyo entre los trabajadores, para así tratar la drogodependencia, y brindar un

ambiente sano y próspero dentro del campo laboral. Esto junto con capacitaciones magistrales,

métodos de evaluación continua, y ayuda directa a los miembros de la salud, entre y durante sus

turnos de trabajo, para prevención de defunciones relacionadas con droga y evitar así futuras

recaídas.
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6. CONCLUSIONES

A partir de la información recolectada y analizada en el presente documento, es posible

realizar diferentes conclusiones.

En primer lugar, se evidencia un alto porcentaje de consumo de sustancias psicoactivas, tanto

a nivel nacional como internacional. A partir de ello, se observa que las principales sustancias

que se consumen son el alcohol, el tabaco, los opiáceos y las benzodiacepinas.

En segundo lugar, a partir de las estadísticas revisadas, es posible afirmar que el consumo más

alto de estas sustancias se encuentra en los adultos jóvenes, los cuales se concentran en este caso

particular en estudiantes de ciencias de la salud y profesionales de las mismas áreas.

En tercer lugar, también resulta claro que el estudio sobre esta problemática en Colombia es

muy limitado, pues existen pocos datos estadísticos sobre el consumo en el ámbito laboral por

parte de los profesionales de la salud, lo que genera incertidumbre frente al panorama real de esta

situación, lo que no permite tomar las medidas pertinentes para mitigar sus efectos nocivos tanto

para los profesionales de la salud como para sus pacientes. En esa medida, es necesario realizar

más estudios en Colombia para poder hacer un diagnóstico efectivo de la problemática

relacionada con el consumo de sustancias psicoactivas en profesionales del área de la salud.

En cuarto lugar, es posible concluir que el uso de sustancias psicoactivas por parte del

personal de salud es una realidad que se encuentra asociada, entre otras circunstancias, a la

necesidad de aliviar las tensiones que se producen en el trabajo diario, evitar o dejar de pensar en
21

los problemas, las exigencias laborales, la facilidad de acceso a estas sustancias, las condiciones

inadecuadas y dificultades familiares y sociales, los conflictos dentro y fuera del lugar de trabajo,

el conocimiento incipiente sobre el tema, la falta de madurez personal, la influencia de colegas y

amigos, la necesidad de reducir al mínimo los síntomas que se presentan en el Síndrome

Burnout, entre otras razones.

En quinto lugar, se encuentra que la facilidad de acceso a las sustancias por parte del personal

de salud, sobre todo las sustancias que son diseñadas para un fin terapéutico como opiáceos,

benzodiacepinas, entre otras, así como el contacto directo con las mismas, generan un factor de

riesgo muy difícil de superar, pues impone al profesional de la salud que tiene contacto con la

sustancia una carga tanto ética como profesional de comprender los efectos que posee el uso

indebido de las sustancias.

En sexto lugar, es posible concluir que la situación formativa y laboral de las profesiones

relacionadas con las ciencias de la salud se encuentran en un punto de quiebre actualmente,

llevando a sus profesionales a extremos tanto personales como laborales que no sólo impiden el

correcto desarrollo de sus funciones, sino que afectan en conjunto el proyecto de vida de los

mismos. En esa medida, se considera necesario replantear el esquema formativo y laboral de

estas profesiones, no buscando desmejorar la eficiencia y exigencia de los programas y la

atención a usuarios, sino precisamente, pensando en una mejor formación y atención, replantear

los esquemas , permitiendo a los profesionales y estudiantes encontrar un balance en el cual

puedan desempeñarse y evolucionar tanto como profesionales como personas, sin necesidad de

verse obligados a consumir sustancias psicoactivas para lograrlo.


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Finalmente, a partir de todo lo anterior, es claro que el tratamiento de un profesional de salud

que consume sustancias psicoactivas es un reto tanto de las políticas de estado, como de salud

pública, de los centros de atención a pacientes (hospitales, clínicas, etc.) y de las instituciones

educativas, pues si bien el consumo de estas sustancias debe ser tratado de manera educativa

desde la edad pertinente en los colegios y escuelas, se debe realizar un mayor énfasis en aquellas

profesiones y ámbitos laborales que representen en sí mismos un factor de riesgo, generando una

vulnerabilidad en sus profesionales que, por sus condiciones ambientales a nivel personal,

familiar, social y laboral, sean muy difíciles de superar.


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7. BIBLIOGRAFÍA

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