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Crisis de 1929 y sus secuelas en Chile

Origen de la crisis

Como estudiaste en 1º Medio, entre el 24 y el 29 de octubre de 1929 se inició la


Crisis de la Bolsa de Valores de Nueva York.
Esta crisis se originó porque la demanda de acciones (producto que se transa en una bolsa de
valores) se detuvo, lo que produjo una caída en el precio de las mismas. Este es un proceso normal
de la economía, ya que, según la ley de oferta y demanda, cuando la demanda se estanca o baja,
con una oferta que se mantiene o sube, los precios tienden a bajar. Sin embargo, esta vez la caída
de los precios se fue en picada: en tan solo tres semanas (hasta el 15 de noviembre de 1929), las
acciones bajaron su valor en 50 puntos del índice Dow Jones (índice de la Bolsa de
Nueva York para medir las variaciones de precio de las acciones) y desde entonces el precio de
ellas siguió su descenso hasta alcanzar su mínimo a mediados de 1932, cuando llegaron casi a un
25% del valor alcanzado de 1929.

¿Qué impacto inmediato tuvo este proceso? Cuando se transan acciones, lo que se compra y
vende son papeles que documentan la propiedad de una empresa o institución económica. Cada
acción equivale a un porcentaje de esa propiedad; y por ello, una entidad cuyas acciones se
transan en el mercado, es una empresa cuyos propietarios son aquellos que tienen acciones. Así,
la caída del precio de las acciones en tres cuartos de su valor, significa que una compañía se
desvaloriza en la misma proporción. En tal caso, el valor bursátil de la empresa puede llegar a ser
mucho menor que su valor real (la suma de los valores de sus instalaciones, máquinas, edificios,
etc.) y cuando ello ocurre, la empresa, como institución económica, pierde valor para sus dueños.

En este contexto, el conjunto de la economía norteamericana se vio afectada. Entre 1929 y 1932,
Estados Unidos tuvo pérdidas por unos 75 mil millones de dólares. Como los que perdieron este
dinero eran accionistas poderosos, es decir, inversores, bancos y otras instituciones financieras
que poseían intereses en distintas áreas de la economía, esta pérdida significó que muchas de
ellas quebraron, arrastrando consigo a los acreedores que esas instituciones tenían. De este modo,
la crisis bursátil pronto se transformó en crisis financiera (bancaria) y esta, a su vez, en crisis de
toda la economía. Las empresas productivas quebraron, dejando una secuela de cesantes, de
nuevos pobres, de personas que perdieron sus casas, etc., sin olvidar que se dejaron de producir
mercancías en distintas áreas de la economía.

Además, debes considerar que Estados Unidos ya era la primera potencia mundial, el principal
acreedor del mundo (prestaba dinero a otros países) y el principal consumidor de materias primas
que se producían en otras naciones. La crisis provocó que las instituciones bancarias del país del
norte reclamaran sus créditos, y que los importadores estadounidenses dejaran de comprar
mercancías de otras partes del mundo por falta de demanda interna. Fue así que la crisis se
internacionalizó rápidamente, ya que los países que producían especialmente para la demanda de
Estados Unidos no tenían forma de vender sus productos, con lo que sus propias empresas
comenzaron a quebrar.

Repercusiones en Chile

La crisis de 1929 significó para Chile la pérdida de los mercados internacionales para sus
productos de exportación, especialmente, la de la demanda estadounidense. Si consideras que el
85% de las exportaciones chilenas iba a Estados Unidos, y que las exportaciones representaban,
aproximadamente, el 50% del ingreso del Estado chileno, te podrás hacer una idea del impacto
que la crisis de 1929 generó en la economía chilena. Para ello, revisa las estadísticas que se
ofrecen en el lateral de esta página.
Como Estados Unidos ya no demandaba recursos naturales, en nuestro país los productos
comenzaron a acumularse en los puertos de embarque. Las empresas que los producían,
imposibilitadas de acceder a los ingresos que esas ventas les habrían significado, comenzaron a
verse presionadas por sus propios acreedores: otras empresas que les prestaban dinero, o bien,
les vendían insumos (herramientas, alimentos) para la producción y los trabajadores, que pasaban
meses sin recibir sus sueldos y salarios. Para resolver sus propias deudas, muchas empresas
comenzaron a vender secciones o sucursales con el fin de obtener dineros frescos; pero como la
situación se estaba generalizando, cada vez escaseaban más los compradores. En estas
circunstancias, muchas empresas quebraron.
El sector productivo de nuestra economía más afectado por esta situación fue la industria
salitrera, de la cual dependía el 70% de nuestra riqueza exportadora. Dado que de la industria
salitrera dependían numerosas empresas e industrias que vendían sus productos a las oficinas
salitreras, la quiebra de estas rebotó en la crisis de numerosas de esas empresas. De este modo, la
crisis se generalizó rápidamente en Chile durante el año 1930, a través de numerosas quiebras que
dejaron como secuela inmediata una marea de cesantes.
En la siguiente tabla se entregan los principales indicadores de la crisis en Chile, comparando los
datos para 1928 (un año antes de la crisis), y 1932 (el momento en que la economía chilena t ocó
fondo).

En la siguiente tabla se entregan los principales indicadores de la crisis en Chile, comparando los
datos para 1928 (un año antes de la crisis), y 1932 (el momento en que la economía chilena tocó
fondo).

De estos datos, destacaremos dos: el PIB y el salario real. El PIB indica todo lo que se produce en
Chile, ya sea por empresarios chilenos o extranjeros, y se calcula en moneda nacional. Entre 1929
y 1932 la cifra que indicaba todo lo que se producía en Chile descendió, aproximadamente, un
40% lo que en economía constituye un descenso extremo en un lapso tan pequeño. El salario real,
indica lo que gana la gente en promedio, y su poder adquisitivo. Entre 1928 y 1932, el salario real
descendió casi un 50%, y eso, considerando únicamente a los que estaban trabajando, ya que la
cesantía se empinaba fácilmente sobre el 20% de la fuerza de trabajo.

Crisis política y caída de Ibáñez

La crisis puso a prueba al Estado chileno, y este no respondió porque durante los años de bonanza
económica (1927- 1929), se invirtieron todos los recursos fiscales en las obras de mejoramiento
urbano que señalamos anteriormente. Además, el Estado poco pudo hacer frente a la crisis de
1929, debido, en gran medida, a que su gran iniciativa para paliar sus efectos fue la compra de
oficinas y el control de las deudas de los industriales salitreros por parte de la recientemente
creada
Compañía de Salitres de Chile (COSACH) a condición de que los dueños de las salitreras pagaran
las deudas con las utilidades de la venta internacional del salitre. Pero, como la crisis se ahondó,
las oficinas quebraron y el Estado no pudo recuperar sus recursos financieros.
El resultado de estas pérdidas de dinero público fue que el Estado quedó en muy mal pie para
resolver los problemas sociales que se produjeron desde mediados de 1930. En otras palabras, no
había dinero para financiar ninguna política que permitiera mejorar las condiciones de vida de la
población. Esto generó una inacción del Gobierno en materia de reformas sociales, lo que sumado
a la creciente movilización social , el aislamiento de los partidos políticos y la prohibición del
ejercicio de la política durante la dictadura del presidente Ibáñez, hizo que se fuera produciendo
un acumulativo rechazo al Gobierno.
El momento más álgido se vivió en junio de 1930, cuando los estudiantes de la Universidad
Católica colgaron en el frontis de su sede central un lienzo que tenía escrita la palabra “libertad”.
En medio de toda esta agitación, el 26 de julio de 1931 el Presidente renunció a su cargo, dejando
el poder en manos del Presidente de la Corte Suprema, quien rápidamente convocó a elecciones.
Se presentaron dos candidatos: Juan Esteban Montero, político radical, quien había formado
parte de un gabinete de crisis de Ibáñez a mediados de 1931, y era apoyado por la mayoría de los
partidos políticos; y el otro candidato era un viejo conocido, don Arturo Alessandri, al mando de
un grupo de organizaciones sociales de reciente creación, entre las que destacaba una Federación
de Izquierdas de Chile.
Las elecciones las ganó Montero por una abrumadora mayoría: 182.177 votos, lo cual significaba
casi el 63% de los sufragios, asumiendo la presidencia con una pesada carga de tareas a cuestas. La
crisis no hacía más que profundizarse y los movimientos sociales no daban respiro al Gobierno.
Como si fuera poco, en septiembre de 1931 se sublevó la oficialidad de la marinería, en la
escuadra naval que recalaba en Coquimbo, sublevación a la que adhirieron el Partido
Comunista y diversas organizaciones obreras. Los marinos exigían mejores remuneraciones, la
subdivisión de la tierra (algo similar a una reforma agraria) y “el cambio del régimen social”. La
pronta reacción del resto de la escuadra hizo fracasar al movimiento, pero esto no desalentó las
protestas sociales. El Gobierno fue ineficaz para resolver la crisis, la que se fue desbordando hasta
tocar fondo a mediados de 1932, cuando las protestas sociales, la creciente presencia de los
militares en la política y conspiraciones de partidarios de Carlos Ibáñez y Arturo Alessandri
provocaron su caída el 4 de junio de 1932.

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