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Laurence Devillairs

El cristianismo no es un puritanismo

A menudo se identifica el cristianismo con una ascesis culpabilizado-


ra y de aire grave. Pero no hay nada que apoye realmente la identifi-
cación entre la fe y el rechazo de cualquier forma de placer. El humor
en la espiritualidad sigue siendo la mejor protección contra cierto pu-
ritanismo.

Le christianisme n’est pas un puritanisme, Études 420 (2014) 53-62

Si existe el placer, este no es ha intentado prevenir de la amena-


cristiano; o, al menos, raramente za de la ascesis culpabilizante, me-
lo es. Predomina la opinión de que diante el concepto, en apariencia
la fe es ascesis y renuncia, de que secundario, de “eutrapelia”, que
la religión se asemeja a un proce- significa recrearse en el placer y
so de culpabilización del placer: que es concebido como una virtud.
“El cristianismo dio de beber ve- Es el exceso del placer el que con-
neno a Eros, pero éste no ha muer- duce a la adicción y, en consecuen-
to sino que ha degenerado en vi- cia, a su carácter insano, pero no
cio”, declara Nietzsche en Más allá el placer en sí mismo. Debemos a
del bien y del mal. Es el mismo ca- Tomás de Aquino el haber insisti-
so de la caridad, que se corrompe do en lo saludable del juego, del
en compasión: la pena que senti- placer gratuito como medio para
mos por las desgracias de los otros distraerse: “Hay un dicho de Agus-
es proporcional a nuestra lentitud tín: ‘Por último quiero que os cui-
por alegrarnos de su felicidad, co- déis: porque es bueno que la inte-
mo si “la otra cara de la compasión ligencia se relaje de vez en cuando
cristiana ante el sufrimiento del del vigor de su dedicación al de-
otro” fuese la de la “profunda sos- ber’. De ahí que una cierta relaja-
pecha ante las alegrías del otro”. ción de la mente en relación con el
¿Cómo distinguir entonces entre lo deber se obtenga a través de la con-
que es caridad y lo que es puro re- versación y el juego”.
sentimiento? Parece que es más fá-
No debe haber ni espiritualidad
cil ser cristiano en los problemas
ni oraciones sin una cierta levedad.
que en las alegrías.
Un cristiano que no sea capaz de
jugar, no de una manera superficial
o petulante sino con naturalidad y
Recrearse en el placer
con humor, será según Tomás de
Aquino un “vicioso”, es decir un
Tradicionalmente, la teología inútil: “Sin embargo, aquellos que
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rechazan el juego” y que no dicen yente. En cambio, puede admitirse
nunca bromas y además rechazan que esta vida brillante es también
a los que las dicen, porque no acep- la vida de la fe, que lleva consigo
tan los juegos moderados de los la audacia y la fuerza que da el Es-
otros, es porque ellos son viciosos, píritu: “El error esencial de Nietzs-
y se les llama, con Aristóteles, ‘pe- che”, dice Mauriac, “es no haber
nosos y malos alumnos’” (Summa visto que el amor supremo va
Teologica I-IIae, q.168, a. 4.). acompañado de la suprema auda-
El vicio no residiría tanto en el cia, y que aquel hombre que avan-
placer sino en el displacer mani- za con las manos entrelazadas ha-
fiesto ante los placeres de los otros. cia la pequeña hostia se entrega
Fue, pues, Tomás de Aquino, an- totalmente (…). Esta vida apasio-
tes que el mismo Nietzsche, quien nada que Nietzsche pone en el lu-
realizó una critica del resentimien- gar más elevado, esta ‘vida púrpu-
to religioso, esta incapacidad para ra’, el cristiano la saborea en ese
soportar la frivolidad y el humor. momento”
Así se podría decir que la invita- Hay que ser feliz para creer y
ción a amar a los enemigos contie- no solamente creer para encontrar
ne indirectamente la exhortación la felicidad. “Para encontrar a
a disfrutar del placer en general, y Dios, hay que ser feliz, porque
el de los otros en particular. aquellos que por su angustia lo in-
Esta alegría es fruto de un don. ventan van demasiado rápido y
¿No encontramos en la carta a los buscan demasiado poco la intimi-
Gálatas la alegría al lado de la be- dad de su ausencia ardiente” (Mau-
nevolencia (Ga 5, 22)? No hay ra- riac). Existe el riesgo de aceptar
zón para sospechar que esta alegría sin reservas el hecho de que la re-
no sea sincera, ni que le falte es- ligión es consuelo, pues su voca-
pontaneidad. Tampoco “gozar de ción primera no es la de consolar-
un alma fuerte, audaz, temeraria; se de la vida sino alimentarse de
caminar por la vida con los ojos en ella. En este sentido, no hay una
paz y el paso firme (…); escuchar “vida verdadera” que se oponga a
toda música llena de la alegría del una vida consagrada, ni tiene sen-
espíritu”, permitirse “una pequeña tido blandir los placeres de la exis-
parada y un placer”, dejarse “ven- tencia contra la frugalidad cotidia-
cer por las lágrimas y la melanco- na del creyente. No hay menos
lía púrpura del hombre feliz” pue- vida en la fe que en la simple vida.
de ser, como declara Nietzsche, La fe no es una especie de seguro
patrimonio de la felicidad de Ho- que me protege contra la infelici-
mero y de los sabios de la antigua dad y las mañanas grises. Proba-
Grecia, aquellos que lo han expe- blemente, no permite afrontar las
rimentado en la “vida real”, en tragedias con más tranquilidad de
oposición a la vida disminuida y espíritu, y aunque no consuela de
contenida de la ascética y del cre- las tragedias, sí que determina su
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sentido. No invita a la serenidad teligencia debiera callarse allá
(ciertas filosofías o psicologías lo donde empieza la piedad. Hay en
hacen con más éxito que ella), si- el puritanismo algo como de reli-
no al derroche: entregar la existen- gión de baratija, donde hay una
cia con la generosidad de aquellos atención extrema a aquello que de-
a los que se les dio mucho y de for- bería ser secundario y subordina-
ma gratuita y sin merecerlo. do a lo esencial. Es esto esencial
de lo que debemos rendir cuentas,
porque “hacer que nuestras obras
Humor y salvación sean las obras de Dios” es ante to-
do creer “en quien Él ha enviado”
(Jn 6,28-29).
Debería ser posible practicar
las cosas serias de la fe con la in- En la medida en que magnifica
teligencia del humor. En espiritua- las prescripciones sin referirlas a
lidad, el humor es una protección aquello que les da sentido, el puri-
contra el puritanismo, ese aire de tanismo se presenta como una se-
gravedad que se lo toma todo al pie rie de efectos sin causa, una mani-
de la letra en detrimento del espí- festación desvitalizada de lo
ritu. Hay que creer en la risa, no religioso ya desprovista de su ra-
por ligereza sino por la convicción zón de ser. Esta razón de ser no es
de que es imposible estar a la altu- una moral o un sistema de leyes,
ra de aquello que se cree. Es otra sino ante todo una fe. Priorizando
manera de designar la gracia, que los comportamientos en detrimen-
provoca en nosotros lo mejor, pe- to de los significados, el puritanis-
ro más allá de nuestras fuerzas y mo reduce la creencia a lo prohi-
solamente con la ayuda de Dios. bido. Invirtiendo las prioridades,
Es por esta razón por la que la gra- reduce lo teológico a lo moral. Pe-
cia nunca es recompensada: Dios ro lo cierto es que nosotros no so-
la da al que la pide. Lejos de abru- mos dueños del absoluto, ni del de-
marnos, esta verdad debería hacer- seo que tenemos de él, y es esta
nos sonreír. ausencia de dominio la que provo-
ca la alegría espiritual. “Vosotros
Por el contrario, el puritano po-
amáis a Jesucristo aunque no lo
see un espíritu de propietario que
habéis visto. Ahora, creyendo en
le lleva a convertir la gracia en una
él sin haberlo visto, os alegráis al
especie de fetiche, un refugio con-
haber alcanzado la salvación de
tra todo aquello que no domina.
vuestras almas, que es la meta de
Esta actitud se opone no tanto al
vuestra fe; y esa alegría vuestra es
laxismo moral como a la humil-
tan grande y gloriosa que no po-
dad, esta capacidad de tomar en
déis expresarla con palabras” (1Pe
serio todas las cosas a excepción
1,6-9).
de uno mismo. Lo que sorprende
igualmente en el discurso puritano Esta sabiduría, que se opone
es su carácter terco, como si la in- tanto al puritanismo como a la ti-
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bieza, tiene su fuente en la certeza mos la piedad en detrimento de la
de que uno no puede construir su alegría, el silencio en detrimento-
propia salvación. Y esta actitud no de las palabras y la emoción en de-
es en ningún caso dispensadora de trimento de la razón.
culpabilidad, la cual tiene sus raí-
ces en una forma de profesionali-
zación de lo religioso, como si las No hay “valores cristianos”
formas de salvación dependiesen
de nuestras competencias y de
Este imperativo de autenticidad
nuestro esfuerzo. El cristianismo,
se decanta por la tesis implícita se-
en cuanto religión de la gracia, ha-
gún la cual la fe descansará sobre
ce que nuestro grado de compro-
los valores y por tanto sobre la
miso no sea una condición nece-
puesta en práctica de estos valores.
saria ni suficiente para la salvación.
Esto no es así: no existen los “va-
lores cristianos”, ya que los conte-
nidos de la fe no me lo exigen ni
Levedad y gravedad de la fe
en primer ni en último lugar: todo
es asunto de Dios, mi conversión,
Son muchos los que en el pasa- los sacramentos y los dogmas. Del
do defendieron la famosa tesis de mismo modo que yo no soy un fun-
que Cristo no habría reído nunca. cionario de la salvación, un asala-
Si somos los herederos de esta in- riado de la gracia, tampoco soy el
dignación, es porque asociamos garante de los valores. Ser cons-
sin ninguna razón fe y autentici- ciente de que la salvación viene de
dad, y que la tristeza y el dolor nos arriba me previene no de la alegría
parecen más sinceros e incluso sino de la autosatisfacción. Es tam-
más verdaderos que la risa o el go- bién un freno al proceso de culpa-
zo. Esta reducción de las virtudes bilización: no tengo por qué culpa-
teologales de la fe, de la caridad y bilizarme por seguir o no estos
de la esperanza a la moral, a que pretendidos “valores cristianos”,
conduce la interpretación puritana pues no es mi consentimiento el
del cristianismo, acaba por equi- que los funda. Si se puede por re-
parar la fe con la gravedad con la sentimiento o rebelión derrocar es-
cual es practicada. De este modo tos valores, no se puede hacer lo
se establece la identidad entre in- mismo con los dogmas. Y ahí re-
autenticidad y levedad. Pero la au- side precisamente la imposibilidad
tenticidad no es teologal; no es ni para el cristiano de tomarse en se-
el signo ni el criterio de la fe o de rio. Si bien a menudo hacemos de
la caridad. No debería guiar nues- lo religioso el ámbito por antono-
tra relación con la verdad. Que vi- masia de la cosificación de los va-
vamos demasiado espontáneamen- lores y en consecuencia de la es-
te el cristianismo bajo el signo del clavitud del hombre a su realidad
pathos explicaría que promocione- estática, es preciso admitir, al con-
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trario, que en la fe no hay valores ¿Hay que constituir al cristia-
y, por tanto, ni el sujeto es su rehén nismo en religión de la felicidad?
ni, recíprocamente, el sujeto se ¿En un aliado natural de la psico-
apodera de la validez de la verdad. logía positiva? Esta escuela tera-
El único que tiene el derecho a to- péutica, que recoge en nuestros
marse en serio es de algún modo días todos los honores y homena-
Dios, ya que solamente él decide jes, pone por encima de todo la au-
los valores dados al creyente a tra- torrealización, que depende de vir-
vés de la Palabra, el magisterio y tudes o fuerzas de naturaleza
los sacramentos: “es la Iglesia, la consensual (hasta un número de
comunidad, la que sabe que Jesu- veinticuatro), ya sean individuales
cristo es nuestro Señor. Pero la ver- como sociales o culturales, como
dad contenida en estas dos pala- son el respeto del otro, la creativi-
bras: ‘nuestro Señor’ no depende dad, el coraje, la honestidad, la cu-
de nuestra conciencia o de nuestro riosidad, la gentileza, la apertura
conocimiento” (K. Barth). Esto es de espíritu y el deseo de aprender,
lo que confiere a la fe un carácter así como la búsqueda de un senti-
audaz y temerario; es lo que hace do a la existencia. La felicidad, en-
que la fe sea más una afirmación tonces, es un objeto real que es po-
que una contrición y que tenga un sible medir gracias al sentimiento
carácter de triunfo. Lo que Berg- de plenitud y alegría
son dice de la vida puede perfec- La maximización de la felici-
tamente aplicarse a la fe: “Los fi- dad y del bienestar es, desde esta
lósofos que han especulado sobre perspectiva, el único criterio a par-
el sentido de la vida y sobre el des- tir del cual evaluar nuestra elec-
tino del hombre no han subrayado ción. De modo general, ella se va-
suficientemente que la naturaleza nagloría de ser fiel a sí misma,
se ha tomado la molestia de infor- auténtica, de asumir sus actos y sus
marnos sobre ella misma. Ella nos emociones. La fe es precisamente
advierte por un signo preciso que lo contrario: descansa en la certe-
nuestro destino es alcanzado. Este za de que la propia felicidad no es-
signo es la alegría. Digo la alegría, tá en uno mismo, y de que el sen-
no el placer. El placer no es más tido de la vida no reside tampoco
que un artificio imaginado por la en el sentimiento de satisfacción.
naturaleza para obtener del ser vi- Es a la vez más exigente y menos
vo la conservación de la vida; el angustiante.
placer no indica pues la dirección
hacia donde la vida se dirige. Sin
embargo, el gozo anuncia siempre Eros y ágape
que la vida ha sido un éxito, que
ha ganado la partida, que se ha lle- Un último punto nos parece par-
vado la victoria: todo gran gozo ticipar del sentido de seriedad espi-
tiene un carácter triunfal”. ritual: se trata de la oposición nor-
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malmente admitida entre éros y abandonado por Dios. Incluso
ágape. El cristianismo habría sido nuestras oraciones, nuestras virtu-
el promotor de un eros desintere- des y nuestros méritos son “abo-
sado, desenervado y deserotizado, minables ante Dios” si no son re-
mientras que el mundo pagano feridos a Cristo.
identificaba el eros con la embria- Con esto, sin embargo, se pasa
guez, con la felicidad más elevada por alto un punto esencial de la
y respecto a la cual todas las otras doctrina de Port Royal que consis-
potencialidades parecían secunda- te en definir la gracia, ella misma,
rias. “Omnia vincit amor” (“el como un placer en el sentido no de
amor lo vence todo”), declara Vir- un contentamiento asegurado sino
gilio. El amor cristiano, en cambio, de una voluptuosidad irresistible.
estaría limpio de toda fiebre de los La relación con Dios y su justicia
sentidos, de toda sed de disfrute no suscita ni sentimiento de culpa-
posesivo. El problema es que pri- bilidad ni ese “pesimismo” que ha
vándolo de toda clase de placer pro- sido con frecuencia achacado al
pio del eros, existe el riesgo de jansenismo; ella pertenece, en
convertir la caridad o el ágape no cambio, al orden de la embriaguez;
en más virtuoso sino en más triste. vuelve “loco de felicidad”. Y por
La traducción griega del Antiguo ello “nadie es tan feliz como un
Testamento, sin embargo, usa dos verdadero cristiano, ni razonable,
palabas diferentes para hablar del ni virtuoso, ni amable”. Por esta
amor: el ágape, que lo distingue del razón, también, hay que convertir
eros, designa un amor que no se la religión cristiana no tanto en ve-
busca a sí mismo sino que se pre- nerable como en amable: “Los
ocupa por el bien del otro. hombres sienten menosprecio por
El cristianismo ha manifestado la religión, odian y temen su ver-
en multitud de ocasiones durante dad. Para curarla hay que empezar
su historia una inquietud gnóstica, por mostrar que la religión no es
es decir una forma de odium cor- contraria a la razón (…). Y hacer-
poris (odio al cuerpo), de identifi- la a continuación amable”. Creer
cación del mundo y del hecho de es ante todo experimentar el pla-
estar en el mundo con una maldi- cer de creer. Es verdaderamente
ción. Algunos fueron capaces de creyente el que es verdaderamente
ver en el jansenismo una forma de feliz: “[…] nadie abandonará los
resurgimiento gnóstico. ¿No afir- placeres del mundo para abrazar
ma Pascal que el cuerpo es un ex- la cruz de Jesucristo, si no encuen-
traño en el hombre? “Aquello que tra más dulzura en el menosprecio,
llamamos naturaleza en los anima- en la pobreza, en la indigencia y
les, lo llamamos miseria en el en el rechazo de los hombres, que
en las delicias del pecado”.
hombre”. Nuestra alma ha sido ex-
pulsada, exiliada en el cuerpo y el ¿Qué es un sacramento sino el
mundo parece absurdo, terrible y hecho de hacer visible lo invisible,
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de hacerlo manifiesto y delicioso, más uno saborea el placer en el
de que sea una fuente de placer? amor de Dios, el amor es más per-
Si el eros nos eleva hacia Dios con- fecto y ardiente. Esta delectación
duciéndonos más allá de nosotros es como un placer casto, que lejos
mismos, es porque es inseparable de corromper el alma no hace me-
de una forma de renuncia. Este nor su perfección que su felicidad”.
cambio no implica, sin embargo,
purificar el eros, con el riesgo de Así, siempre, según Fénelon,
vaciar el ágape de sustancia pri- una espiritualidad que exigiera la
vándolo de placer. Fénelon legiti- renuncia al placer, al eros, no sería
ma así la existencia de una delec- cristiana. Añadimos de nuestra
tación, de una “erótica” propia de parte que esta espiritualidad im-
la caridad, refiriéndose a San pulsaría una cierta tendencia a la
Agustín: “San Agustín dice cons- austeridad, cuyo efecto primero y
tantemente que la gracia medici- nada despreciable sería un empo-
nal de Jesucristo consiste en una brecimiento del arte sagrado y de
delectación interior, y que, cuando la liturgia.

Tradujo y condensó: SANTI TORRES, S.J.

(Viene de la página 2)
centrado en lo histórico y cultural. Entre sus últimas publicaciones: Religión y
Nuevo Pensamiento. Hacia una filosofía de la religión para nuestro tiempo desde Amé-
rica Latina (2005); Discernimiento filosófico de la acción y pasión históricas. Planteo
para el mundo global desde América Latina (2009).
Unversidad del Salvador, Campus Sede San Miguel; Mitre 3100 (San Miguel)
- San Miguel - Buenos Aires (Argentina)

Villagrán Medina , Gonzalo, s .j. Doctor en Teología y Licenciado en Dirección


y Administración de Empresas. Profesor del departamento de Praxis de la Fa-
cultad de Teología de Granada. Miembro de la Society of Christian Ethics y de la
European Society of Catholic Theology. Entre sus publicaciones: Public Theology in
a Foreign Land: A Proposal for Bringing Theology in Public into the Spanish Context
(2013).
Gran Vía de Colón, 30; 18010 Granada (España)

Wassilowsky, Günther. Doctor en Teología. Actualmente es profesor de Histo-


ria de la Iglesia en la Universidad de Innsbruck. Miembro de numerosas organi-
zaciones de estudios de historia eclesial. Entre sus publicaciones: Das II. Vatika-
nische Konzil und die Wissenschaft der Theologie (con Ansgar Kreutzer; 2014) y
Reformen in der Kirche. Historische Perspektiven (con Andreas Merkt; 2014).
Universität Innsbruck; Institut für Bibelwissenschaften und Historische
Theologie; Karl-Rahner-Platz 1; A - 6020 Innsbruck (Austria)

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