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Dios creó al hombre con un alma divina que le otorga impresionantes capacidades
intelectuales. Al utilizar estas facultades innatas, tales como la intuición y la
perspicacia racional, el hombre puede acceder y adquirir la sabiduría.
De hecho, el alma del hombre, operando por sí misma, puede adquirir significantes
cantidades de sabiduría. Un camino para lograrlo es a través de la contemplación
de la naturaleza. Un observador atento de la naturaleza obtendrá gran
entendimiento del mundo que lo rodea. El Talmud sugiere que incluso se puede
llegar a aprender cierta sabiduría moral y emocional al contemplar la naturaleza, tal
como aprender el recato de los gatos y la castidad de las palomas (Eruvín 100b).
La verdad de la Torá
Sin embargo, la máxima sabiduría es aquella acorde con la verdad absoluta y que
le enseña al hombre a entender lo que realmente es la realidad. El gran erudito
judío del siglo X, Rav Saadiá Gaón, escribió en la introducción a Emunot
VeDeot que vivir una vida basada en la verdad de la realidad es el sello distintivo de
una persona verdaderamente elevada.
Piensa en una persona que nunca estudió astronomía y erróneamente piensa que
la luna aparece y desaparece al azar a lo largo del año. Su percepción es
entendible, pero equivocada. Sólo alguien que estudió astronomía básica sabe que
sólo parece que la luna desaparece, y que el proceso de crecimiento y mengua
sigue un patrón que puede entenderse y calcularse. Asimismo, quien estudia
teología judía y llega a la verdad respecto a la muerte y la vida después de la
muerte, adquiere una percepción verdadera de la realidad metafísica y ve en la
muerte un evento ordenado por la divinidad que es un estado en un proceso más
largo. Esta es la verdad de la realidad, pero sólo puede saberlo quien ha estudiado
la verdadera sabiduría teológica.
Otra forma de sabiduría que enseña la Torá es el cuerpo de la ley divina. Cuando se
la estudia, ella instruye al hombre de la realidad e incluso puede ayudarlo a adquirir
percepciones que trascienden el intelecto humano natural. Tomemos por ejemplo,
las leyes de pureza ritual. El intrincado sistema de las leyes de pureza no es un
grupo de regulaciones artificiales desconectadas de la realidad. Por el contrario,
ellas reflejan una realidad no discernible a la cuál sólo se puede acceder a través
del estudio de la Torá. Cuando alguien estudia estas leyes intrincadas, gana acceso
a la sabiduría que opera nuestro mundo, pero que es imperceptible para el ser
humano promedio.
La perspectiva de Dios
Dios le dio al hombre la Torá para que pudiera adquirir, en cierto grado, una
percepción divina del mundo. Al estudiar Torá, el hombre comienza a ver el mundo
desde la perspectiva de Dios.