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El plano del universo es la clave para entender la realidad.

Dios creó al hombre con un alma divina que le otorga impresionantes capacidades
intelectuales. Al utilizar estas facultades innatas, tales como la intuición y la
perspicacia racional, el hombre puede acceder y adquirir la sabiduría.

De hecho, el alma del hombre, operando por sí misma, puede adquirir significantes
cantidades de sabiduría. Un camino para lograrlo es a través de la contemplación
de la naturaleza. Un observador atento de la naturaleza obtendrá gran
entendimiento del mundo que lo rodea. El Talmud sugiere que incluso se puede
llegar a aprender cierta sabiduría moral y emocional al contemplar la naturaleza, tal
como aprender el recato de los gatos y la castidad de las palomas (Eruvín 100b).

Además de observar la naturaleza, el hombre también puede adquirir


entendimiento al estudiar a sus semejantes y la historia de la humanidad. El análisis
de los seres humanos y sus culturas puede llevar a una persona a adquirir una
sabiduría emocional, moral y filosófica. No sorprende que en todas las culturas
puedan encontrarse personas éticas y morales, que poseen sensibilidad emocional
y adquirieron profundas perspectivas filosóficas de vida. Los productos del
intelecto humano en su búsqueda de sabiduría pueden encontrarse en las
innumerables obras de ciencia, psicología, filosofía y otros campos relacionados
que cubren las paredes de las bibliotecas. Desde el comienzo mismo del tiempo,
los seres humanos utilizaron su mente para buscar sabiduría y registraron sus
hallazgos para compartirlos con el resto de la humanidad. La humanidad tiene la
bendición de tener acceso a esas obras, y su estudio ilumina al hombre con
sabiduría.

La verdad de la Torá
Sin embargo, la máxima sabiduría es aquella acorde con la verdad absoluta y que
le enseña al hombre a entender lo que realmente es la realidad. El gran erudito
judío del siglo X, Rav Saadiá Gaón, escribió en la introducción a Emunot
VeDeot que vivir una vida basada en la verdad de la realidad es el sello distintivo de
una persona verdaderamente elevada.

Pero en nuestro mundo, la verdad es esquiva. Nuestros Sabios enseñan que la


palabra olam (mundo) viene de la misma raíz que la palabra neelam (oculto),
porque la verdad a menudo está oculta y no es perceptible de inmediato.
De hecho, quien busca la sabiduría sólo a través del estudio de la naturaleza o a
través del análisis de las personas y las culturas, a menudo llegará a conclusiones
erróneas. Lamentablemente, la historia está repleta de hombres brillantes que
causaron dolor y destrucción en el mundo debido a sus percepciones erróneas de
la realidad y su entendimiento equivocado de las verdades morales y éticas.

¿Qué campo de estudio le provee a la persona la verdad absoluta de la realidad?


¿Qué sabiduría debe buscar quien realmente desea vivir una vida elevada?

La tradición judía enseña que el estudio de la Torá es la búsqueda de sabiduría más


valiosa, porque sólo la Torá enseña la verdad absoluta y conduce a la persona hacia
las percepciones más correctas de la realidad. Esto es cierto, por ejemplo, en el
reino de la ética y la moralidad. Cuando la buscaron por sus propios medios, las
mentes humanas a lo largo de la historia llegaron a diferentes “verdades” morales,
con el relativismo cultural y otras influencias eternas dictaminando qué es justo y
qué no lo es. Sin embargo, las enseñanzas de la Torá definen la verdad objetiva de
la moralidad porque surgen de Dios, la fuente infinita de verdad y realidad.
Entender e internalizar la definición de la Torá de lo que es “justo” y lo que es
“correcto” agudiza nuestra percepción de la verdad y nos dirige hacia la verdadera
moralidad.

Además de la sabiduría moral, el estudio de la Torá también le enseña a la persona


sabiduría emocional, tal como por ejemplo cuándo el enojo es valioso y cuándo es
aborrecible, y sabiduría filosófica, tal como el sentido de la vida y cómo podemos
lograr sentir satisfacción y felicidad.

Piensa en una persona que nunca estudió astronomía y erróneamente piensa que
la luna aparece y desaparece al azar a lo largo del año. Su percepción es
entendible, pero equivocada. Sólo alguien que estudió astronomía básica sabe que
sólo parece que la luna desaparece, y que el proceso de crecimiento y mengua
sigue un patrón que puede entenderse y calcularse. Asimismo, quien estudia
teología judía y llega a la verdad respecto a la muerte y la vida después de la
muerte, adquiere una percepción verdadera de la realidad metafísica y ve en la
muerte un evento ordenado por la divinidad que es un estado en un proceso más
largo. Esta es la verdad de la realidad, pero sólo puede saberlo quien ha estudiado
la verdadera sabiduría teológica.

Otra forma de sabiduría que enseña la Torá es el cuerpo de la ley divina. Cuando se
la estudia, ella instruye al hombre de la realidad e incluso puede ayudarlo a adquirir
percepciones que trascienden el intelecto humano natural. Tomemos por ejemplo,
las leyes de pureza ritual. El intrincado sistema de las leyes de pureza no es un
grupo de regulaciones artificiales desconectadas de la realidad. Por el contrario,
ellas reflejan una realidad no discernible a la cuál sólo se puede acceder a través
del estudio de la Torá. Cuando alguien estudia estas leyes intrincadas, gana acceso
a la sabiduría que opera nuestro mundo, pero que es imperceptible para el ser
humano promedio.

Lo mismo es cierto respecto al estudio de temas halájicos más mundanos, tales


como las leyes de daños y perjuicios. Cuando se estudia la perspectiva de la Torá
sobre el pago de los daños, se toma consciencia del pago monetario correcto y
verdadero para determinado daño. Las leyes de la Torá sobre el pago de los daños
no son parte de un sistema aleatorio ni arbitrario, sino que reflejan la concepción
divina, la percepción más verdadera, de las leyes de perjuicios. La suma del pago y
el criterio respecto a lo que requiere pago, son detalles de esta verdad divina.

Mientras más se estudia la sabiduría moral, emocional y filosófica de la Torá, y se


estudian los mandamientos divinos de la Torá, más se entiende la verdad última
del mundo y se agudiza la percepción de la realidad.

Volvamos al astrónomo. Considera la diferencia entre un astrónomo que


metódicamente registra el movimiento de un planeta por el cielo en oposición a
una persona común y corriente que incidentalmente mira el cielo. Mientras que la
persona común sólo ve una pequeña luz que titila, el astrónomo ve patrones,
gases, y reacciones químicas. Ambos observan el mismo fenómeno, pero el
astrónomo con su percepción refinada tiene una visión más precisa de la verdadera
realidad.

La perspectiva de Dios
Dios le dio al hombre la Torá para que pudiera adquirir, en cierto grado, una
percepción divina del mundo. Al estudiar Torá, el hombre comienza a ver el mundo
desde la perspectiva de Dios.

La Torá registra la perspectiva de Dios sobre la realidad, lo cual es la realidad.


Cuando alguien estudia la Torá, alinea su pensamiento con el pensamiento de Dios
y su perspectiva con la perspectiva de Dios. Como ya vimos, esto incluso es cierto
al estudiar áreas más “mundanas” de la Torá. Incluso el estudio de las leyes de
perjuicios manifiestan la perspectiva de Dios respecto a los daños.

Siendo la palabra de Dios, la Torá provee una ventana a la “mente” de Dios. La


persona que desea entender mejor cómo piensa un autor, leerá todo lo que
escribió ese autor. Cada libro y artículo adicional provee más entendimiento sobre
la mente del escritor. Así también la familiaridad y el entendimiento profundo de la
“obra de Dios” provee una perspectiva de la “mente” de Dios.

El estudio de la Torá es el campo de estudio ideal, porque provee entendimiento


respecto a cómo opera el mundo, y revela un pantallazo de cómo Dios “ve” el
mundo. Esto agudiza las percepciones del hombre y alinea su
pensamiento susceptible con los pensamientos no susceptibles de Dios.

Mientras más usa la persona su mente en la búsqueda de la sabiduría,


especialmente la sabiduría de la Torá, más se convierte en un recipiente para
contener la luz divina de su alma. El primer, y más básico, requisito para la
espiritualidad, es el estudio de Torá.

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