Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hernando Cabarcas - Gramáticas Mestizas y Arquitectura Textual PDF
Hernando Cabarcas - Gramáticas Mestizas y Arquitectura Textual PDF
Congreso de Cartagena > Paneles y ponencias > Ciencia, técnica y diplomacia en español: Archivos hispanoamericanos y digitalización
Inauguración
Clausura
Ciencia, técnica y diplomacia en español
Sesiones plenarias
Paneles y ponencias Archivos hispanoamericanos y digitalización
Audio
Para mis amigas y amigos, bajo el signo de san Isidoro: amigo, custodio del alma
Los archivos documentales y textuales referidos a las gramáticas indígenas de América,1 que
representan una valiosa huella de la influencia de Nebrija en este lado del mundo, están rodeados
de profundos valores humanísticos y estéticos que hicieron posible el desarrollo de una tentativa
cultural, social y política, sostenida, por lo menos, durante 187 años. Porque es preciso considerar
que el proceso de estructuración del panorama de valoración de las lenguas indígenas, de
disposición de sus gramáticas y de aceptación y puesta en práctica de su uso en «los dominios
hispánicos de ultramar» abarca un periodo que va del Concilio de Lima (que en 1583 determinó la
necesidad y la importancia de catequizar en las lenguas de América) hasta la Real Cédula de
Carlos III de 1770, que ordena generalizar el uso del castellano y prohibir el empleo de las
lenguas indígenas. Las fronteras de esta trayectoria están relacionadas con el hecho de que las
lenguas indígenas se fijaron en medio de diversos ideales, en los que coexistieron propósitos de
catequización, aspiraciones poéticas y fantásticas y los intereses y mezquindades de quienes
buscaban prioritariamente riquezas materiales. Porque muchos hombres de la época, pensadores
y aventureros, inscritos en ideologías paradójicamente dogmáticas y humanísticas, autoritarias y
nobles al mismo tiempo, iniciaron la aventura de internarse en lo más profundo del mundo recién
inventado con expectativas de saber y de conocimiento. Es decir, van a encaminarse hacia lo
misterioso y lo incierto, a darse al aprendizaje de las palabras de los aborígenes, por comprender
que en ellas se cifraban sus imágenes del mundo, su memoria y sus afectos, así como sus
propósitos y sus expectativas de vida.
La aventura de las relaciones entre el español y las lenguas indígenas desembocó en el lenguaje,
es decir, en la vida de la cultura en el mundo, con la lengua española profundamente mestizada
como eje y en una permanente búsqueda de su unidad a través de su diversidad, porque se
vigorizó a partir de una América que completó (salvó o confirmó) la belleza, semejanza o
diversidad del universo, en el que la lengua son las lenguas y los lenguajes y «no hay un solo tipo
de hombre; el hombre es plural, el hombre es muchos hombres y cada hombre representa algo
precioso y único».2
A partir de aquí se originó un hecho de singular importancia para el desarrollo y el porvenir del
saber y de la cultura, producidos desde España e Hispanoamérica: mientras se iban haciendo las
artes de lenguas indígenas, paralelamente se situaba una lengua española íntimamente
relacionada con ellos y, por lo tanto, orientada hacia un desarrollo y una expansión continua, por
llevar el mestizaje en las entrañas de sus características. Las particularidades de la evolución de
esa lengua, que se van cifrando en este fascinante proceso, son, pues, el fundamento del fluir de
un conocimiento y un empleo más apropiado de los recursos de comunicación intelectual y social
que están en las entrañas de un idioma: el español en y de América, de España y del mundo de la
cultura.
Antonio de Nebrija había planteado en su inaugural Gramática que la literatura, que a partir de
Cervantes reconocemos como la literatura de ficción, es el ámbito por excelencia para estudiar y
aprender, conocer y vivir una lengua. Es así entonces como, en consonancia con los criterios de
Nebrija, prontamente se reconoce que donde mejor se despliegan las potencias de la lengua
española como camino intenso de acceso a los lenguajes es en las prácticas y las realizaciones de
su literatura. No en vano, un autor del XVII, Benito de San Pedro, en su Arte del Romance
castellano, escribió que las reglas de la gramática sin la continua lectura de los libros clásicos de la
lengua solo servirían de carga inútil a la memoria. Porque en ellas no está el lenguaje y, por esta
razón, para saber gramática y no ignorar la lengua, se han de leer noche y día el Mendoza, el
Garcilaso, el León, el Granada, el Quevedo.3
Así, pues, como se compone una página tipográfica se van armando los nuevos lenguajes. Página
a página y sílaba a sílaba, la lengua española va desplegando un inmenso texto, un
inconmensurable libro desde el cual echan a andar nuestras estéticas y poéticas, que, para la
expresión humana en general, revitalizan las perspectivas fantásticas, amplían los repertorios de
lo imaginario y fortalecen los recursos de las artes narrativas, que en lengua española se dilatan
grandemente, entre otros periodos marcados por hitos, en el Siglo de Oro, el movimiento poético
del 27 y la literatura hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX.
Estos recursos de expresión americanos se unirán entonces, en las gramáticas, con sus objetivos
de enseñanza, conservación y divulgación, a las artes de la memoria que tuvieron un desarrollo
especial en Europa, lo que ocasionará que también en América se plantee la asociación de las
palabras y de las imágenes en el espacio de lo impreso para componer «páginas en las que se
amplían las posibilidades de la expresión al vincular los rumbos del leer y del mirar» y «hacer así
que conmuevan más los ánimos de aquellos que escuchan o de quienes leen y miran».4 En el
complejo encuentro de las lenguas que se produjo en América, los lenguajes se enriquecerán
mutuamente en el propósito de trasladar a la artificialidad de la letra impresa las formas de
comunicación indígenas, orales y jeroglíficas; porque en medio de la convencionalidad propia del
alfabeto se mantendrán los ecos de unas imágenes que no solamente eran representaciones de las
cosas, sino que habían creado una relación de especial cercanía a las cosas mismas.
Las ediciones totales histórico-críticas necesitan para su realización las particularidades del
soporte digital para que se produzca el desplazamiento desde lo material del texto a lo visual del
texto. Sin embargo, esto se puede realizar de una forma mucho más plena a como se disponía, en
las páginas impresas de las gramáticas tempranas y de los libros de emblemas, el tránsito de la
palabra a la imagen y de la imagen a la palabra. Porque se trata ahora del probable
establecimiento de un vínculo íntimo entre las formas materiales y las prácticas de lectura. De
hecho, ya se avanzó grandemente, en el pasado reciente, en la valoración de la cultura gráfica
como una entidad de las escrituras, con sus respectivos tratamientos concretos de las formas. Y la
importancia de este paso radica en que la calidad de texto de «lo visual», más allá de lo libresco,
puede desembocar en la escritura asumida como un fluido visual a través de una lectura sensitiva,
en la cual el ver y el leer se identifican.7
En este panorama, los textos van surgiendo entonces de la lectura de archivos de diversos tipos y
que se efectúa en varios planos, para sondear y abrir innumerables pliegues de escrituras e
imágenes simbólicas. Y al igual que comenzaron a no ser suficientes ni las tradiciones de la cultura
oral ni las de la manuscrita, a partir de la invención y del afianzamiento de la imprenta, el
despliegue de los usos y las realizaciones creativas de la lengua española tiene actualmente un
mejor espacio de lectura y de escritura, de conformación de textos, en los soportes digitales,
empleados con los presupuestos de la crítica textual. Asumida esta disciplina, como ha planteado
Roger Chartier en un comentario a Donald F. McKenzie, no
(…) siguiendo el ejemplo de los filólogos clásicos, que atraviesan toda la tradición manuscrita de
una obra para establecer el texto más probable, confrontando los diferentes estados impresos
para recuperar lo que el autor escribió, o quiso escribir, y que, en ocasiones, resulta traicionado
por todas las otras ediciones (…)
sino desde la visión que concibe que «las formas incluso extrañas, en las cuales una obra fue
publicada deben ser consideradas como sus diferentes encarnaciones históricas». De tal forma que
(…) todos los estados del texto, hasta los más inconsistentes y raros, deben ser entendidos y,
eventualmente editados, porque, al ser el resultado tanto de los gestos de la escritura como de las
prácticas del taller [de impresión], constituyen la obra tal y como fue transmitida a los lectores.
Esta solo existe en las formas materiales, simultáneas o sucesivas que le dan existencia. Editar
una obra es hacer explícita la preferencia otorgada a uno u otro de tales estados, así como las
elecciones hechas en cuanto a su presentación: divisiones, puntuación, grafía, ortografía.8
Arquitectura textual
León de Greiff
Los criterios expuestos han orientado la edición crítica de cinco libros del poeta colombiano León
de Greiff. Extracto de ella ejemplos de historias textuales, relacionadas con libros del autor y con
su invención de heterónimos y registradas en archivos textuales electrónicos.
El primer libro de León de Greiff, Tergiversaciones de Leo Le Gris, Matías Aldecoa y Gaspar, se
publica a comienzos de enero de 1925 en la tipografía Augusta de Bogotá, editado por Jesús
Antonio Uribe en un tamaño de 15 x 21 centímetros y con 204 páginas. Está dedicado a los 13
Panidas9 y contiene algunas viñetas de Ricardo Rendón, uno de los 13 del grupo y de los más
cercanos al poeta, quien tuvo a su cargo el diseño gráfico del libro.
Resulta particularmente significativo el hecho de que se concentre en el título del libro el hondo
proceso de ficcionalización dispuesto por el poeta alrededor de la autoría de la obra, de una forma
tan ingeniosa que autor y personajes se vinculan a los ámbitos de la fábula y de la leyenda.
Los personajes de la obra de León de Greiff trascienden los límites de las páginas y pasan a
habitar ciertos planos de la existencia, a un punto tal que, como en este caso, Matías Aldecoa es
dueño de libros que identifica con su firma.
En varios momentos de la poesía de León de Greiff resulta dominante la voz de los personajes-
poetas que son narradores de sus vidas. En esas circunstancias, el autor ofrece su obra como un
material que no le pertenece enteramente y del cual no es responsable a cabalidad, logrando de
esta forma que la obra se convierta en «historia» o incluso en «crónica».
En la dedicatoria del Álbum para Matilde, que incluye muchos de los poemas publicados en
Tergiversaciones, el autor escribió: «en algunos de los versos que aquí copio hay poesía: no es
culpa del autor; el autor huye de la poesía escrita (…) Como se lee, unas veces habla el “autor” y
otras el “copista”… pero el “poeta” no habla… ¿Qué se fizo “el poeta”?».10
En esta nota manuscrita, en un ejemplar de su «segundo mamotreto», León de Greiff firma como
un transcriptor del libro; es un escribano-copista.
Es comprensible entonces que dentro de este panorama el autor venga a ser un copista. Y estos
elementos, esa entrega del autor a escribir sus textos una y otra vez, aproximan a un aspecto
muy propio de León de Greiff, que se extiende a sus lectores, que es el de la concepción de la
poesía como una experiencia material con la palabra y de la palabra, que permite superar los
límites de la realidad cotidiana.
(Imagen 9: Hoja de la papelería de Matías Aldecoa con carta de amor firmada por el poeta)
De igual manera, los procesos creativos de León de Greiff se expresan por medio de registros que
testimonian su gran sensibilidad por los objetos de las artes de escritura, que, para el caso de
Matías Aldecoa, está testimoniada en las esquelas de su correspondencia. En ellas aparece su
nombre, impreso sobre papel violeta hecho a mano en la Gran Bretaña, tal como se confirma por
la marca de agua de la hoja sobre la que el poeta escribió una carta de amor para «Xatlí» el lunes
28 de septiembre de 1931. El dueño de los libros, coautor del primer mamotreto y editor del
segundo, tiene también papeles personales que les presta a los otros poetas.
Asimismo es importante referirse a los cuadernos manuscritos del poeta, como el que contiene el
Libro de Signos completo, que es un tomo de 110 páginas de un tamaño de 18 x 23 centímetros,
fabricado especialmente por la firma H y C de París.
(Imagen 13: Tiro de la edición del Libro de Signos, numerada y firmada por León de Greiff)
En la explicación del tiro de la edición se advierte que el poeta extiende sus propósitos de
ficcionalización a las calidades materiales del libro, ya que alude a un número de ejemplares
impresos en papeles creados en las tipografías fundadas desde el lenguaje, para satisfacer tal vez
las exigencias del editor Matías Aldecoa. Es decir, son papeles inventados, resultantes del claro
propósito de León de Greiff de crear y forjar un mundo propio a través de la palabra poética,
desplegando una serie de registros, característicos de la cultura simbólica, en los que palabra e
imagen se mudan y sustituyen, tal como lo pueden espigar archivos textuales electrónicos, para
disfrute de los lectores.
Notas
7. En el siglo XVII, nuestro contemporáneo fray Fernando Rodríguez Tena, en una crónica aún inédita
del Nuevo Reino de Granada, escribió que los hombres de Lenguazaque eran unos adoradores de su
cabello, que el único libro en el que les gustaba leer era el firmamento.
8. Chartier, R. (2006): «Qué es un libro», en R. Chartier (ed.): ¿Qué es un texto?, Madrid: Círculo de
Bellas Artes, pp. 14-16.
9. Un grupo de jóvenes de la ciudad de Medellín que, hacia 1915, tuvo el propósito de inscribirse en
búsquedas de comprensión y recreación de formas artísticas diferentes a las de los modernistas, con
una concepción de la literatura bastante amplia.
10. Greiff, León de (1922): Álbum para Matilde, edición facsimilar, Bogotá: El Navegante, 1995.
Índice de imágenes
Imagen 4: Dedicatoria del Libro de Signos, Medellín: Papelería Nacional-Imprenta Editorial, 1930.
Imagen 5: Firma de León de Greiff autorizando publicación de sus poemas en la revista colombiana
PAN, Bogotá, n.º 19, febrero de 1938.
Imagen 9: Hoja de la papelería de Matías Aldecoa con carta de amor firmada por el poeta, 30 de
septiembre de 1931.
Imágenes 10 y 11: Cuaderno manuscrito de León de Greiff, s. f., pero contiene poemas fechados
entre 1926 y 1930 y contabilidad del puente de Bolombolo, en cuya construcción trabajó el poeta
como administrador en 1926 y 1927.
Imagen 12: Tiro de original manuscrito de la «Farsa de los Pingüinos Peripatéticos», Medellín,
1929.
Imagen 13: Tiro de la edición del Libro de Signos, numerada y firmada por León de Greiff,
Medellín, abril de 1930.
(El cuaderno de las imágenes 10 y 11 pertenece a L. Lloreda Parra. Los otros originales son del
Archivo de HCA.)
Congreso de Cartagena > Paneles y ponencias > Ciencia, técnica y diplomacia en español: Archivos hispanoamericanos y digitalización
Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes, 2007-2015. Reservados todos los derechos. Accesibilidad