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Coherencia y variabilidad de la conducta
2. ¿Es estable la personalidad?
→ Criterio 1: si cambian con la edad las diferencias individuales en personalidad. El procedimiento de análisis consiste
en calcular la correlación entre las mediciones de personalidad efectuadas sobre la misma población en distintos
momentos temporales.
→ Criterio 2: si se producen cambios en los niveles medios poblacionales en las variables de personalidad asociados a la
edad. Se han usado 2 estrategias de análisis:
Correlacionar las puntuaciones en las variables de personalidad con la edad de los sujetos. Cuanto más
pequeño sea el coeficiente de correlación personalidad-edad, mayor será la estabilidad de la personalidad.
Calcular si difieren significativamente las puntuaciones medias en las dimensiones de personalidad de grupos
de sujetos que se diferencian en edad (o de los mismos sujetos evaluados a distintas edades en el curso de su ciclo
vital). La personalidad se mantiene estable si no existen diferencias o éstas son insignificantes.
Estudios transversales: no permiten descartar que otros factores que también hayan podido cambiar con los
años, estén contaminando las diferencias observables en personalidad entre distintos grupos de edad. Pueden
confundir los efectos madurativos (debidos al avance de la edad) con los generacionales (distintos subgrupos
de edad pueden diferir en otros factores además de en edad).
Estudios longitudinales: no se da el efecto generacional puesto que todos los sujetos van avanzando en edad al
mismo tiempo y van atravesando similares circunstancias. La limitación es su extensión temporal. Requiere una
infraestructura económica y humana muy costosa. El control sobre la muestra es mucho menor.
La sensación de que nuestra personalidad cambia con el paso de los años, está en gran medida condicionada por el hecho
de que nos enfrentamos a situaciones y roles distintos. Hacemos un uso distinto de la personalidad más ajustado a la
realidad, de nuestros recursos y potencialidades adaptativas que constituye la parte sustancial de nuestra personalidad.
Sin embargo, distintos experimentos, entre ellos los de Costa y McRae, han demostrado que la personalidad cambia poco
o nada con el paso de los años en relación a la población.
Para estudiar la estabilidad o cambio en los niveles absolutos de las variables de personalidad con el paso de los años, se
usan 2 estrategias:
1. Asociada a los estudios transversales: calcular el coeficiente de correlación entre la edad de los sujetos y los valores
que obtienen en las variables de personalidad en estudio, o contrastar los niveles medios en las variables de
personalidad que presentaban sujetos de distintos rangos de edad.
2. Asociada a los estudios longitudinales: calcular la diferencia entre las puntuaciones en personalidad que obtienen
los sujetos en los distintos momentos de evaluación que se lleven a cabo.
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→ Costa y McRae: los pequeños cambios de personalidad se orientan en una disminución con la edad de los valores
medios en extraversión, neuroticismo y apertura mental y por el contrario, un cierto incremento en las
dimensiones de afabilidad y tesón.
Esta evolución parece lineal salvo en el caso del neuroticismo, donde los datos mostraban que descendía hasta aprox.
la edad de 75 años, para iniciar un ascenso a partir de esa edad.
→ Helson y Kwan: se producen cambios en las diversas facetas de personalidad, de forma que las personas mayores,
cuando se les contrasta con sus evaluaciones a edades más jóvenes, tienden a presentar mayores niveles de
autocontrol, responsabilidad y cooperación (aspectos asociados a la disminución en neuroticismo e incremento en
las dimensiones de tesón y afabilidad) mientras al mismo tiempo presentan una menor flexibilidad, habilidad e
interés para la interacción social (paralelo al descenso de apertura mental y extraversión).
Las primeras etapas de la edad adulta son el periodo en el que se producen mayores cambios en personalidad y de
signo positivo en la gran mayoría de las dimensiones, cuestionándose así la idea sostenida de que sería la adolescencia la
etapa vital en la que se concentrarían los mayores cambios.
1. Hipótesis psicoanalítica: la personalidad está estructurada en la infancia, en torno a los 5 años de edad. La evidencia
empírica la descarta ya que la adolescencia es un periodo vital caracterizado por intenso cambios y reajustes en el
modo en que el individuo se enfrenta a los nuevos retos y situaciones.
2. Hipótesis de Bloom: la personalidad está consolidada en la edad adulta y que ésta se alcanza en torno a los 20 años,
pero la propia investigación de Bloom tras revisar la evidencia aceptó que a los 20 años se seguían produciendo
cambios en la personalidad.
3. Posteriormente 2 hipótesis:
Costa y McCrae: propone que la máxima estabilidad se alcanza en torno a los 30 años, aunque pudiesen
presentarse cambios en edades posteriores, pero de escasa importancia.
Roberts y Del Vecchio: la personalidad se mantienen flexible y sigue evolucionando a lo largo de la edad adulta,
hasta edades bastante posteriores a los 30 años.
El efecto de los factores genéticos y del ambiente compartido tiende a disminuir con la edad y que los cambios que se
producen en la personalidad a lo largo del ciclo vital van teniendo que ver cada más con las circunstancias que configuran
el entorno psicosocial.
→ Ardelt: la evolución de la estabilidad relativa de las variables de personalidad sigue un perfil curvilíneo, de forma
que la estabilidad va creciendo hasta aprox. los 50 años para descender en edades más avanzadas.
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4. Cambio y periodos críticos
Si el índice de estabilidad no crece, indica que se ha entrado en una fase de cambios (lo que supone menor estabilidad).
La idea que identifica momentos críticos suele estar asociada al entendimiento de la evolución vital como una sucesión
de etapas cronológicamente pautadas, por las que se supone pasan todas las personas en ciclos de edad.
Autoconcepto: la evolución varía según la faceta concreta evaluada: social (relaciones interpersonales), académica o
deportes. Los patrones de cambio tienden a ser parecidos en chicos y chicas.
La estabilidad de los diversos criterios evaluados parece incrementarse incluso durante un periodo de transición.
Cuando la transición provoca un cambio significativo, ello suele ocurrir en aquellos ámbitos en los que la situación ha
cambiado más significativamente.
Por lo que respecta a las diferencias de sexo, los chicos en general parecen más estables que las chicas. En la faceta
académica y social las diferencias no son muy relevantes, en cambio, sí lo son en la faceta deportes.
1. La persistencia del balance que hacían de la experiencia de guerra: cuando 40 años después se pidió a aquellos
sujetos que sufrieron las severas condiciones de combate que recordaran la experiencia e hicieran un balance de la
misma, seguían manteniendo vivos algunos de los aspectos más negativos de aquella situación, pero también
reconocían que también habían sacado consecuencias positivas, que aún les eran de utilidad en sus vidas.
2. El impacto que tal experiencia crítica ha ejercido en sus vidas: si en el momento de licenciarse, presentaban
problemas emocionales y de conducta, en la siguiente evaluación aún seguían presentando síntomas de estrés. En
comparación con la personalidad adolescente, quienes habían sufrido la experiencia de combate habían
incrementado su nivel de asertividad, capacidad y flexibilidad adaptativas, capacidad de esfuerzo y autocontrol
y se mostraban significativamente más seguros de sí mismos.
5. Factores moderadores
FACTORES QUE MODERAN LA MAGNITUD DE LOS DATOS SOBRE ESTABILIDAD RELATIVA DE LA PERSONALIDAD
FACTOR MODERADOR EFECTOS
Intervalo entre evaluaciones Cuanto más corto es el intervalo, mayor tiende a ser el coeficiente de estabilidad.
Fuente de los datos El coeficiente de estabilidad tiende a ser mayor cuando se basa en datos de autoinforme.
Globalidad/Especificidad del Los datos tienden a mostrar mayor estabilidad cuando se evalúan dimensiones estructurales
indicador globales (5 dimensiones) que cuando se miden facetas más específicas (autoestima).
Edad en la 1ª evaluación El coeficiente de estabilidad tiende a ser menor cuanto más joven era el sujeto.
No existen diferencias en estabilidad entre hombres y mujeres (en conjunto de las 5
Género dimensiones). Las mujeres presentan mayor estabilidad en neuroticismo y extraversión y el
patrón opuesto en afabilidad y apertura mental. No hay diferencias en tesón.
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6. Interacción personalidad-ambiente
La personalidad evoluciona a lo largo de toda la vida. Esta evolución de la personalidad es producto y al mismo tiempo
agente activo de cambio.
La personalidad es potencial de acción y adaptación, por lo que actúa y se actualiza en interacción con el medio.
El proceso adaptativo de la personalidad es propio de cada individuo, en base a la dinámica interacción recíproca que
en cada momento se produce entre sus potencialidades y recursos, y las restricciones y demandas contextuales.
Los niveles poblacionales en las dimensiones básicas de personalidad también fluctúan con los cambios históricos.
→ Twenge: analiza los valores medios poblacionales en extraversión y neuroticismo/ansiedad a lo largo de los
últimos 30-40 años y cómo la evolución de las puntuaciones en estas dimensiones podría estar asociada a los cambios
producidos en la sociedad durante este mismo periodo de tiempo. Se observó un incremento significativo tanto de la
dimensión extraversión, como de la neuroticismo/ansiedad.
El estilo de vida dominante en la sociedad (años 60 y 70) produjo un incremento en individualismo en la muestra para
descender en los años 80.
La asimilación de la presión cultural corrió paralela a un descenso en aspectos como adherencia a las normas,
incremento en narcisismo (dimensión que engloba aspectos como impulsividad, asertividad, rebeldía o satisfacción e
indulgencia consigo mismo), individualismo (englobando originalidad, amplitud de intereses, espontaneidad e
imaginación) y energía (escala integrada por indicadores de agresividad, asertividad o dominancia).
Reloj social: conjunto de expectativas que la sociedad mantiene acerca de los roles, valores, actitudes y conductas que
cada uno debería desarrollar en las distintas etapas de su vida.
→ Caspi: la trayectoria vital se puede analizar como una secuencia de roles, definidos culturalmente para cada edad y
que vienen a constituir la realidad psicológica a la que cada uno se enfrenta con sus recursos personales y sociales.
La diferencia entre unas personas y otras no estaría en las unidades específicas sino en el patrón interactivo que
caracteriza el modo en que cada uno intenta adaptarse a los retos propios de cada edad.
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6.2.3. Diferencias individuales en estabilidad/cambio
Aquellos sujetos que presentaron un mayor ajuste psicosocial y fueron acompasando su evolución personal con la
evolución de las presiones culturales, a diferencia de quienes asumieron el cambio en un momento inadecuado de sus
vidas, mostraban un mayor grado de ajuste personal, reflejado en mejores indicadores de salud, un clima familiar
basado en la interacción igualitaria entre los miembros y bajo en jerarquización y una más sólida red de apoyo social.
→ Helson y Soto: analizaron los cambios en personalidad asociados a la evolución de los roles sociales (en el ámbito
familiar y laboral) y estatus profesional de las mujeres entre los 27 y los 61 años.
Se observó cómo en paralelo al mayor número de roles sociales e implicación en el trabajo, se produjo un incremento en
aspectos relacionados con las dimensiones de tesón y extraversión (esfuerzo, disciplina, responsabilidad, adherencia a
las normas sociales, confianza en sí mismo, asertividad y dominancia social) que iniciaban un descenso a partir de la
mitad de la década de los 50 a medida que iba disminuyendo la presión sociolaboral.