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TEA

El autor Simon Baron (2009) saca una teoría de empatía y sistematización donde nos trata

de explicar las dificultades que sufren las personas con TEA para establecer comunicación

y para formar relaciones sociales. Esta teoría nos dice que existe una progresión de empatía

y sistematización, lo que quiere decir el autor, es que este defiende que “existen cerebros

excesivamente empáticos (con altas capacidades para colocarse en el sitio del otro, pero

con pocas capacidades de sistematización) y cerebros excesivamente sistemáticos, es decir,

con pocas capacidades empáticas). Las personas con el trastorno espectro autista tienden

a estar más cercanas del extremo sistemático, mostrando una hipoactividad en casi todas

las áreas cerebrales del circuito de la empatía.”

Durante el aprendizaje, las personas con este trastorno pueden llegar a desarrollar “la

empatía cognitiva”, que es una empatía aprendida. Sin embargo, nunca será ni intuitiva ni

primitiva, como la de las personas neurotípicas. También existe la empatía afectiva, que es

el elemento reactivo de la empatía cognitiva, esto quiere decir, darse cuenta si una reacción

emocional se ajusta a los pensamientos y sentimientos de otra persona.

Las personas cuando sistematizan buscan reglas por las cuales este sistema se rige para

poder prever cómo evolucionará. En este sentido, “las personas con autismo se

acostumbran a presentar intereses relacionados con sistemas donde colecciones objetos,

etc (tipos de dinosaurios), sistemas mecánicos (funcionamiento radio), sistemas numéricos

(horario de trenes, calendarios), sistemas abstractos (música), sistemas naturales

(meteorología), sistemas sociales como rutina danzar con una pareja de baile, y sistemas

motores como saltar de un trampolín” (Simon Baron, 2009).


Es característico en las personas con este trastorno también, que busquen y creen patrones

en cosas “no sistemáticas” con el fin de localizar un espacio de seguridad, en un mundo

inseguro para ellos.

Uta Frith (1989), Joliffe y Baron Cohen (1999), formulan la Teoría de la coherencia central

débil donde trata de explicar la dificultad que presentan las personas con autismo para

integrar la información en un único “todo” y general; focalizando su atención en pequeños

detalles. Son dos las partes implicadas: la primera es perceptual que “implica la preferencia

que tienen las personas con TEA para procesar la información local antes que la global.

Como se observa en muchos casos, las personas con TEA se fijan antes en los detalles

concretos de imágenes u objetos que en su totalidad” (Uta Frith, 1989). La segunda es

conceptual donde “las personas con TEA suelen fracasar en el procesamiento del sentido

contextual y el conocimiento previo. En muchas ocasiones no entienden situaciones y

contextos ya vividos con anterioridad. Puede evaluarse mediante imágenes tipo efectos

ópticos” (Joliffe y Baron Cohen ,1999).

De esta forma, las personas con este trastorno “son procesadoras locales de información, y

las personas con un desarrollo normativo, procesadoras globales. Son menos susceptibles

a ilusiones ópticas, y gracias a este procesamiento local, son más rápidas en pruebas de

buscar detalles y presentan otras habilidades en las búsquedas visuales” (ambos de Shah y

Frith, 1993). Las personas con TEA suelen obtener a menudo puntuaciones muy elevadas

en pruebas de diseño de cubos y de figuras enmascaradas.


SEGUNDO EJE TEÓRICO
La Teoría de la Mente fue formulada por Simon Baron-Cohen, Alan Leslie y Uta Frith

(1985) esta es la teoría explicativa del primer criterio que intenta explicar las deficiencias

en la comunicación y la interacción social en diversos contextos de las personas con

Trastorno espectro autista.

“La teoría de la mente es la habilidad que tienen las personas neurotípicas (es decir, sin

aparentemente ningún trastorno mental), para representar los estados mentales de los

demás. Esta capacidad aparece de forma innata durante los primeros estadios del

desarrollo infantil y se instaura sobre los 4-5 años. Gracias a ella, atendemos las señales

sociales del entorno y nos desarrollamos socialmente. Las personas con TEA presentan

esta capacidad alterada (existen diferentes grados de afectación) por lo que es necesario

trabajarla para potenciarla” (Alan Leslie,1985)

“Esta capacidad mental no sólo se trata de prever la conducta en términos de intenciones

(entender qué piensa y/o quiere otra persona), sino que también incluye los estados

mentales más profundos: pensar, creer, conocer, soñar, engañar, etc. Con esta habilidad

podemos explicar y prever el comportamiento social de las personas que nos rodean” (Uta

Frith, ,1985)

La capacidad de atribuir estados mentales a los demás implica: Ser capaces de tener

creencias de los demás. Esto significa, leer la mente del otro, saber y anticipar qué piensa,

también ser capaz de hacer o prever alguna función de las creencias atribuidas. Esto se

refiere a reconocer “por qué” otra persona tiene un pensamiento determinado y por último

requiere de unas habilidades que suelen desarrollarse en los niños neurotípicos de manera

natural. Moverse en un terreno mentalista es muy difícil para las personas que tienen el
trastorno espectro autista, ya que las personas con un desarrollo normativo inferimos la

información que no es explícita, pero la persona con autismo tiene muchas dificultades para

llevarlo a cabo. Las personas con autismo necesitan romper en pequeños trocitos las

conductas sociales para poderlas comprender y aprender de manera gradual.

Los autores Pennington y Ozonoff, (1996) Russell (1997) plantean la Teoría de la

disfunción ejecutiva, esta es la teoría explicativa del segundo criterio que intenta explicar

los patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos y estereotipados de las

personas con Trastorno Espectro Autista.

“Las funciones ejecutivas (FFEE), son un conjunto de habilidades cognitivas que se

utilizan para llevar a cabo actividades de manera autónoma. Estas capacidades, también

innatas, nos permiten organizarnos, ser flexibles, anticipar, planificar, marcarnos

objetivos y metas, controlar los propios impulsos, etc. Son un conjunto de procesos

cognitivos que actúan en situaciones nuevas para las cuales no disponíamos de un plan

previo de actuación. Se localizan en el córtex prefrontal. Es la última parte del cerebro en

madurar, y lo hace a partir de los 12 meses y hasta los 18 años, con dos picos destacables

a los 4 y a los 18 años” (Pennington y Ozonoff, 1996).

Existen diversas funciones neuropsicológicas de las FFEE:

La inhibición de respuesta: “Es la capacidad para inhibir (no responder voluntariamente),

respuestas motrices y emocionales inmediatas a un estímulo, acontecimiento o suceso,

posponiendo la satisfacción inmediata para metas más importantes a largo plazo”

(Pennington y Ozonoff, 1996). Por ejemplo, evitar llorar en una entrevista de trabajo, o

gritar cuando estamos enfadados, ya que somos capaces de prever que no hacerlo, aunque
quisiéramos, será mejor. “También forma parte de la capacidad de inhibición de respuesta,

otra habilidad: la resistencia a la distracción, esto nos permite evitar estímulos que puedan

interferir en el seguimiento de un proceso” (Pennington y Ozonoff, 1996).

La memoria de trabajo: Esta la usamos para almacenar información como herramienta para

resolver situaciones futuras. Los autores la dividen en dos tipos: por un lado, “tenemos la

Memoria de Trabajo Verbal (MTV) que es el habla auto dirigida que permite regular el

comportamiento autónomamente, es decir, darnos auto instrucciones para seguir reglas y

dirigir el comportamiento hacia alguna meta. Por otro lado, tenemos la Memoria de

Trabajo No Verbal (MTNV) que consiste en pensar en imágenes visuales del pasado para

guiarnos en un presente. Para poder desarrollar la MTNV, necesitamos tener percepción

retrospectiva, capacidad de previsión, conciencia y dominio del tiempo y capacidad de

imitación de un comportamiento nuevo” (Pennington y Ozonoff, 1996 y Russell 1997).

La autorregulación del estado de alerta, emocional: “Es otra capacidad que tenemos las

personas de cambiar nuestro comportamiento (conducta) según el contexto. Las personas

no nos comportamos de la misma manera cuando estamos en familia que con los

compañeros de trabajo, a pesar que seguimos siendo la misma persona” (Russell 1997).

Las FFEE son necesarias para la resolución de problemas. “Es la capacidad de la persona

para anticipar y prever los resultados a una acción, actividad, etc. Implica: Fijar metas e

identificar objetivos, planificar acciones, secuenciar pasos en orden temporal y espacial,

priorizar necesidades y tareas, Iniciar una tarea, Flexibilidad para pasar de un foco de

atención a otro, tolerar cambios, etc” (Russell 1997).

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