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¿De qué y quién depende?

La nobleza de ser un hombre ético y/o un hombre moral son cualificaciones personales y
constructos sociales que ayudan a una sociedad a mantener un equilibrio equidistante entre
la libertad personal y la libertad ajena, mediado por mantenerlas hilvanadas como
pretensión de unirse sin causar “afectaciones nocivas o antiéticas” para el desarrollo normal
y digno de la otra persona y la sociedad, es decir, convivir de manera armónica.

La ética y la moral definen la grandeza de la convivencia humana, son terminologías que se


acuñan de manera personal y colectiva a fin de que un individuo pueda pertenecer a una
comunidad, aportándole y de igual manera recibiéndole. Por supuesto no significa que
quien solo le reciba no pertenezca, mas entra a desequilibrar el armónico social que se
desea y por lo desarrolla división.

Son las recreaciones de la tan prostituida crítica de la realidad humana dirigida al intento
indigno del farsante por puntualizar si en realidad lo que hace un tercero puede ser
calificado como algo bueno o malo, se constituye en giros de espadas de doble filo
dirigidos hacia alguien que se proyecta en él mismo, es la hipocresía de describir
situaciones de los demás a juicios personales con fundamento en simplezas que demuestran
la gran nada que existe en el inmenso mundo de razones que se ingenia en pro de pretender
ser aquel digno y dueño de todo, a esfuerzo de levantar el meñique. La superflua y cuasi
villana mente de determinar y juzgar sin mirar la verdad ante sus ojos.

Son desesperanzas que frustran a una comunidad y la convierten en un organismo


secesionado que funciona por dependencia o quizá por habito, mas sin embargo le obliga a
sus individuos a mirar a quien está al lado como aquel que quiere siempre o cada que puede
beneficiarse de la mejor manera, es el negocio parasitario neoliberal de enriquecerse de
algún u otro modo del otro. Son todas las esferas y corrientes que a lo largo de la historia se
han venido gestando. La mentalidad parásita no es cosa de hoy, se creó desde el inicio de
los tiempos, la gran diferencia es que ahora creen tener toda la libertad para hacerlo,
producto en parte de la promiscua reproducción religiosa y política en tantas sectas y las
corrupciones de las mismas, que ha generado pensar en una fe como algo retrógrado o
cavernario, es la saturación de un ideal que hostiga y cuyo producto para la juventud
presente es desligarse de la mismas.

Para entender un poco más este punto de ruptura dentro del marco de lo ético y lo moral,
enfrascando sus corrientes históricas que nacen de la concepción del beneficio confabulado
con lo propio y común, lastimosamente, dentro de las libertades que el hombre
contemporáneo quiere tener o se ha obligado a tener, se ha hecho un concepto más personal
que social y ha propiciado que sea ambiguo hablar de bien o mal en una sociedad moralista
que en parte olvida lo ético al concebirlo como el impedimento de su libertad.

En concordancia, es necesario concebir la idea de que todo inicio de un mal es el comienzo


de un desarrollo, mal que se plantea en el presente escrito como el desequilibrio armónico
que se gesta por múltiples razones que se desligan de lo ético y moral, son la esperanza de
un nuevo retorno hacia lograr el equilibrio que se desea en la sociedad y que recae en parte
en los ángeles del futuro llamados niños. Son ángeles en manos de docentes que deben ser
íntegros e idóneos para la sociedad armónica y que por ende saben y entienden la
responsabilidad que poseen de ser formadores de un mejor futuro.

La sociedad de hoy no necesita tanto cómo héroes solo personas que sean coherentes con
sus pensamientos, deseos y acciones tal como lo dijo Gandhi, es decir personas felices.

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