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Discurso completo de Bob Dylan agradeciendo el Nobel (en

español)

El discurso de Bob Dylan en los Nobel 2016 (en español)


«Buenas noches a todos. Extiendo mi más afectuoso saludo a los
miembros de la Academia de Suecia y a todos los invitados de
excepción presentes esta noche.

Siento no poder estar esta noche con ustedes en persona, pero, por
favor, sepan que estoy sin duda con ustedes en espíritu y me siento
honrado por haber recibido un premio tan prestigioso. Haber sido
galardonado con el Premio Nobel de Literatura es algo que nunca
podría haber imaginado o previsto. Desde edad temprana, me he
familiarizado y he leído y absorbido el trabajo de aquellos que
fueron señalados con tal distinción: Kipling, Shaw, Thomas Mann,
Pearl Buck, Albert Camus, Hemingway. Estos gigantes de la
literatura y sus trabajos que se enseñan en las aulas, que se
guardan en bibliotecas por todo el mundo y de los que se habla en
tono reverente me han causado siempre una gran impresión. Que
yo ahora me una a los nombres de una lista así supera, de verdad,
cualquier palabra.

No sé si estos hombres y mujeres pensaron alguna vez en el honor


de ganar un premio Nobel, pero supongo que cualquier persona del
mundo que escriba un libro, un poema, o una obra pueda albergar
ese sueño secreto muy adentro. Estaría probablemente enterrado
tan hondo que ni siquiera sabrían que está ahí.

Si alguien me hubiera dicho que tenía la más mínima posibilidad


de ganar el Premio Nobel, habría pensado que tendría las mismas
posibilidades de poner un pie en la Luna. De hecho, durante el año
en que nací y unos años después, no hubo nadie en el mundo que
fuera considerado lo suficientemente bueno como para ganar este
Premio Nobel. Así que reconozco que estoy, cuanto menos, en una
compañía muy rara.

Estaba fuera de gira cuando recibí esta sorprendente noticia, y me


llevó más de unos pocos minutos procesarla adecuadamente.
Empecé a pensar en William Shakespeare, la gran figura literaria.
Quiero pensar que él mismo se consideraba un dramaturgo. El
pensamiento de que estaba escribiendo literatura no podía haber
entrado en su cabeza. Sus palabras fueron escritas para un
escenario. Pensadas para ser habladas, no leídas. Cuando estaba
escribiendo Hamlet, estoy seguro de que estaba pensando en
muchas cosas: «¿Quiénes son los actores apropiados para estos
papeles?», «¿Cómo debe ser representado esto?», «¿Quiero que
esto se desarrolle en Dinamarca?». Su visión creativa y ambiciones
estaban por delante de cualquier cosa en su mente, pero también
había otras cosas más mundanas que había que considerar y de las
que hacerse cargo. «¿Hemos logrado la financiación suficiente?»,
«¿Hay suficientes asientos para mis patrocinadores?», «¿Dónde
puedo conseguir un cráneo humano?». Apostaría que lo más lejano
en la cabeza de Shakespeare era la pregunta «¿Es esto literatura?».

Cuando empecé a componer canciones de adolescente, e incluso


cuando empecé a conseguir algo de renombre por mis habilidades,
mis aspiraciones para aquellas canciones nunca fueron mucho más
lejos. Pensaba que podían ser escuchadas en coffee houses o bares,
quizá más adelante en lugares como el Carnegie Hall, o el
Palladium de Londres. Si estuviera pensando en grande, quizá
podía imaginarme grabando un disco y escuchar mis canciones en
la radio. Ése era el verdadero gran premio dentro de mi cabeza.
Grabar discos y escuchar mis canciones en la radio significaba que
estaba llegando a una gran audiencia y que quizá podría seguir
haciendo lo que me propuse hacer.

Bueno, llevo haciendo lo que me propuse hacer por mucho tiempo


ya. He grabado docenas de discos y he tocado miles de conciertos
por todo el mundo. Pero son mis canciones el centro vital de casi
todo lo que hago. Parece que encontraron un lugar en las vidas de
tantas personas y en tan diferentes culturas, y me siento muy
agradecido por eso.

Pero hay una cosa que debo decir. Como intérprete, he tocado para
50.000 personas y para 50 personas, y puedo asegurarles que es
más difícil tocar para 50 personas. 50.000 personas son como una
sola persona, y no es así cuando hay 50. Toda persona tiene una
identidad separada, individual, un mundo dentro de sí misma.
Pueden percibir las cosas de manera más clara. Tu honestidad y
cómo se relaciona con la profundidad de tu talento se pone a
prueba. El hecho de que el jurado del Nobel sea tan pequeño no es
cosa de poco para mí.

Pero, como Shakespeare, estoy a menudo ocupado con la búsqueda


de mis esfuerzos creativos y haciéndome cargo de todos los
aspectos mundanos de la vida. «¿Quiénes son los mejores músicos
para estas canciones?», ¿»Estoy grabando esto en el estudio
apropiado?», «¿Está esta canción en la nota adecuada?». Algunas
cosas nunca cambian, incluso en 400 años.

Ni una vez he tenido tiempo para preguntarme a mí mismo, «¿Son


estas canciones literatura?».

Así que agradezco a la Academia Sueca tanto por tomarse el tiempo


de considerar esa misma pregunta como para, finalmente, ofrecer
tal maravillosa respuesta.

Mis mejores deseos para todos,

Bob Dylan»

Discurso de aceptación del Premio Nobel

Cuando supe por primera vez que había sido merecedor de este Premio Nobel
de Literatura, llegué a preguntarme exactamente cómo mis canciones se
relacionaban con la literatura. Quería reflexionar sobre ello y ver dónde estaba
la conexión. Voy a tratar de articular eso para ustedes. Y lo más probable es que
lo presente de una manera indirecta, pero espero que aquello que digo valga la
pena y tenga un propósito.

Si tuviera que volver al comienzo de todo, creo que tendría que empezar con
Buddy Holly. Buddy murió cuando yo tenía alrededor de dieciocho años, él tenía
veintidós. Desde el momento en que lo escuché por primera vez, me sentí
emparentado. Me sentí vinculado, como si fuera un hermano mayor. Incluso
pensé que me parecía a él. Buddy tocaba la música que yo amaba: la música con
la que crecí: country western, rock’n’ roll y rythm and blues. Tres propuestas
separadas de la música que entrelazó y fundió en un solo género. Una marca. Y
Buddy escribía canciones –canciones que tenían bellas melodías y versos
imaginativos. Y cantaba muy bien –cantaba más allá de unas cuantas voces. Él
era el arquetipo. Todo lo que yo no era y que quería ser. Lo vi sólo una vez, y
eso fue unos días antes de que partiera. Tuve que viajar cien millas para verlo
tocar y no me decepcionó.
Era poderoso y electrizante y poseía una dominante presencia. Yo estaba a sólo
seis pies de distancia. Estaba hipnotizando. Miraba su cara, sus manos, la forma
en que marcaba el ritmo con el pie, sus grandes gafas negras, los ojos detrás de
las gafas, la forma en que sostenía su guitarra, la forma en que se paraba, su
traje elegante. Todo sobre él. Parecía mayor de veintidós años. Algo en él
parecía permanente, y él me saturaba de convicción. Entonces, de repente,
sucedió lo más extraño. Me miró directamente a los ojos y me transmitió algo.
Algo que no sabría definir. Y me dio escalofríos.

Creo que fue uno o dos días después de eso que su avión cayó. Y alguien –
alguien a quien nunca antes había visto– me dio un disco del sello Leadbelly con
la canción “Cottonfields” en él. Y ese disco cambió mi vida allí, en ese momento.
Me transportó a un mundo que nunca había conocido. Fue como si se desatara
una explosión. Como si hubiera estado caminando en la oscuridad y de repente
la oscuridad se iluminase. Era como si alguien me pusiera las manos encima.
Debo haber escuchado ese disco cien veces.

Era de un sello del cual nunca había oído hablar, con un folleto dentro con los
anuncios para otros artistas con los que también trabajaban: Sonny Terry y
Brownie McGhee, los New Lost City Ramblers, Jean Ritchie, bandas de cuerdas.
Nunca había oído hablar de ninguno de ellos. Pero consideré que si trabajaban
con el sello de Leadbelly, tenían que ser buenos, así que necesitaba escucharlos.
Quería saberlo todo y tocar ese tipo de música. Todavía tenía una aprehensión
por aquella música con la que había crecido, pero por ahora, intentaba
olvidarla. Ni siquiera lo pensé. Por el momento, ya se había ido.

Aún no había dejado mi casa, pero no podía esperar para hacerlo. Quería
aprender esta música y conocer a la gente que la tocaba. Eventualmente, me fui,
y aprendí a tocar esas canciones. Eran diferentes de las canciones de la radio
que escuchaba todo el tiempo. Eran más vibrantes y más parecidas a la vida.
Con las canciones de la radio, un intérprete podría obtener un éxito con un
golpe de dados o una buena mano de cartas, pero eso no importaba en el mundo
del folk. Todo era un éxito. Todo lo que tenías que hacer era estar bien versado
y ser capaz de tocar la melodía. Algunas de estas canciones eran fáciles, otras
no. Yo tenía una afinidad natural para las antiguas baladas y para el country
blues, pero todo lo demás lo tuve que aprender desde cero. Yo estaba tocando
para las pequeñas multitudes, a veces no más de cuatro o cinco personas en una
habitación o en una esquina de la calle. Había que tener un amplio repertorio, y
tenías que saber qué tocar y cuándo. Algunas canciones eran íntimas, en
algunas tenías que gritar para que te escucharan.

Al escuchar a todos los artistas folk en sus inicios y cantando las canciones tú
mismo, retomas lo vernáculo. Lo internalizas. Lo cantas en el blues del ragtime,
en las canciones de los trabajadores, en las chabolas marineras de Georgia, las
baladas de los Apalaches y las canciones de los vaqueros. Escuchas todos los
puntos más finos y aprendes los detalles.

Ya sabes de qué se trata. Sacando la pistola y poniéndola de vuelta en la guarda.


Abriéndote camino a través del tráfico, hablando en la oscuridad. Sabes que
Stagger Lee era un hombre malo y que Frankie era una buena chica. Sabes que
Washington es una ciudad burguesa y has oído la profunda voz de Juan el
Revelador y has visto el Titanic hundirse en un arroyo pantanoso. Y eres amigo
del salvaje vagabundo irlandés y el salvaje muchacho colonial. Escuchas los
amortiguados tambores y los pífanos que tocaban silenciosamente. Has visto al
lujurioso Lord Donald pegarle una cuchillada a su esposa, y muchos de tus
camaradas han sido envueltos en lino blanco.

Tenía todo lo vernáculo bien claro. Conocía la retórica. Nada de eso se me pasó
por alto –los artefactos, las técnicas, los secretos, los misterios– y también
conocía todos los caminos desiertos sobre los cuales se desplazaba. Podía
conectarlo todo y hacer que se moviera con la corriente del día. Cuando empecé
a escribir mis propias canciones, la jerga del folk era el único vocabulario que
conocía, y yo lo usaba.

Pero también tenía algo más. Tenía principios y sensibilidades y una visión
informada del mundo. Y los había tenido por un buen tiempo. Lo aprendí todo
en la escuela primaria. Don Quijote, Ivanhoe, Robinson Crusoe, Los Viajes de
Gulliver, Historia de Dos Ciudades, todo lo demás– lectura típica de la escuela
secundaria que te daba una manera de ver la vida, una comprensión de la
naturaleza humana y un estándar para medir las cosas. Me valí de todo ello
cuando empecé a componer letras. Y los temas de esos libros quedaron insertos
en muchas de mis canciones, ya sea de manera consciente o inconsciente.
Quería escribir canciones distintas a cualquier cosa que alguien hubiera
escuchado, y estos temas eran fundamentales.
Libros específicos que han permanecido conmigo desde que los leí hace años
en la escuela secundaria –quiero contarles sobre tres de ellos: Moby Dick, Sin
novedad en el frente y La Odisea.

***

Moby Dick es un libro fascinante, un libro que está lleno de escenas de alto
drama y diálogos dramáticos. El libro te exige. La trama es sencilla. El
misterioso Capitán Ahab –capitán de un barco llamado el Pequod– un
egomaníaco con una pierna de palo que persigue a su némesis, la gran ballena
blanca Moby Dick quien le arrebató su pierna. Y la persigue todo el camino
desde el Atlántico, pasando alrededor de la punta de África, hacia el Océano
Índico. Él persigue a la ballena por ambos lados de la tierra. Es un objetivo
abstracto, nada concreto o definitivo. Llama a Moby “el emperador”, ve a la
ballena como la encarnación del mal. Ahab tiene una esposa y un hijo en
Nantucket, a los que recuerda de vez en cuando. Ustedes pueden anticipar lo
que sucederá.
La tripulación del buque está conformada por hombres de diferentes
razas, cualquiera de ellos que aviste a la ballena recibirá la recompensa de una
moneda de oro. Una gran cantidad de símbolos del zodíaco, la alegoría religiosa,
los estereotipos. Ahab se encuentra con otros barcos balleneros, presiona a los
capitanes para obtener detalles sobre Moby. ¿Lo han visto? Hay un profeta loco,
Gabriel, en una de las embarcaciones, él predice el fracaso de Ahab. Dice que
Moby es la encarnación de un dios, Shaker, y que cualquier trato con él
conducirá al desastre. Dice esto al capitán Ahab. El capitán de otra embarcación,
el Capitán Boomer, perdió un brazo contra Moby. Pero él lo tolera y está
contento de haber sobrevivido. No puede comprender el deseo de venganza de
Ahab.

Este libro cuenta cómo hombres diferentes reaccionan de diferentes maneras a


la misma experiencia. Mucho del Antiguo Testamento, alegoría bíblica: Gabriel,
Raquel, Jeroboam, Bildah, Elijah. Nombres paganos también: Tashtego, Frasco,
Daggoo, Fleece, Starbuck, Stubb, Martha’s Vineyard. Los Paganos son
adoradores de ídolos. Algunos adoran pequeñas figuras de cera, algunos figuras
de madera. Algunos adoran el fuego. Pequod es el nombre de una tribu india.

Moby Dick es un cuento de mar. Uno de los hombres, el narrador, dice:


“Llámenme Ismael”. Alguien le pregunta de dónde viene, y él dice: “No está en
ningún mapa, los lugares verdaderos nunca lo están”. Stubb no da importancia
a nada, dice que todo está predestinado. Ismael ha estado en un velero toda su
vida. Llama a los veleros su Harvard y Yale. Mantiene su distancia con la gente.

Un tifón golpea al Pequod. El capitán Ahab piensa que es un buen presagio.


Starbuck piensa que es un mal presagio, considera matar a Ahab. Tan pronto
como la tormenta termina, un miembro de la tripulación cae del mástil del
barco y se ahoga, prefigurando lo que está por venir. Un sacerdote cuáquero y
pacifista, que en realidad es un despiadado hombre de negocios, le dice a Flask:
“Algunos hombres que reciben lesiones son llevados hacia Dios, otros son
llevados hacia la amargura.”

Todo está mezclado. Todos los mitos: la Biblia judeo-cristiana, los mitos
hindúes, las leyendas británicas, San Jorge, Perseo, Hércules –todos ellos son
balleneros. La mitología griega, el negocio sangriento de destazar una ballena.
Muchos hechos en este libro, conocimientos geográficos, aceite de ballena –
bueno para la coronación de la realeza– familias nobles en la industria
ballenera. El aceite de ballena se usa para ungir a los reyes. Historia de la
ballena, frenología, filosofía clásica, teorías pseudocientíficas, justificación de la
discriminación –todo precipitado y prácticamente nada de ello en forma
racional. Ilustres, corrientes, persiguiendo la ilusión, persiguiendo la muerte, la
gran ballena blanca, blanca como el oso polar, blanca como un hombre blanco,
el emperador, el némesis, la encarnación del mal. El capitán demente que en
realidad perdió su pierna hace años tratando de atacar a Moby con un cuchillo.

Sólo vemos la superficie de las cosas. Podemos interpretar lo que subyace en


cualquier forma que creamos conveniente. Los tripulantes caminan por la
cubierta atentos a las sirenas, y tiburones y buitres siguen la nave. Leyendo
cráneos y rostros como se lee un libro. Aquí hay una rostro. Lo pondré delante
de ustedes. Léanlo si pueden.

Tashtego dice que murió y renació. Sus días extra son un regalo. No fue salvado
por Cristo, sin embargo, dice que fue salvo por un compañero y un no cristiano,
por cierto. Parodia la resurrección.

Cuando Starbuck le dice a Ahab que debe dejar lo pasado en el pasado, el


capitán enojado le responde: “No me hables de blasfemia, hombre, golpearía el
sol si me insultara”. Ahab, también, es un poeta de la elocuencia. Él dice: “El
camino hacia mi fijo propósito está puesto con rieles de hierro sobre los cuales
mi alma se monta para correr”. O estas líneas, “Todos los objetos visibles no son
sino máscaras de cartón”. Frases poéticas que no pueden ser vencidas.

Finalmente, Ahab avista a Moby y los arpones se alistan. Los barcos se detienen.
El arpón de Ahab ha sido bautizado en sangre. Moby ataca el barco de Ahab y lo
destruye. Al día siguiente, vuelve a avistar a Moby. Los barcos se detienen de
nuevo. Moby ataca de nuevo el barco de Ahab. Al tercer día, otro barco entra.
Más alegoría religiosa. Se ha alzado. Moby ataca una vez más, golpeando al
Pequod y hundiéndolo. Ahab se enreda en las líneas del arpón y es lanzado de
su barco hacia una tumba marina.

Ismael sobrevive. Está en el mar flotando en un ataúd. Y eso es todo. Esa es toda
la historia. Ese tema y todo lo que implica encontraría su camino en más de una
de mis canciones.

***

Sin novedad en el frente fue otro libro que lo hizo. Sin novedad en el frente es una
historia de horror. Es un libro donde pierdes tu infancia, tu fe en un mundo
significativo y tu preocupación por los individuos. Estás atrapado en una
pesadilla. Sumergido en un misterioso remolino de muerte y dolor. Te estás
defendiendo de la eliminación. Estás siendo borrado de la faz del mapa. Había
una vez un joven inocente con grandes sueños de ser pianista de concierto. Una
vez amaste la vida y el mundo, ahora estás despedazándolo a disparos.
Día tras día, las avispas te muerden y los gusanos recorren tu sangre. Eres un
animal acorralado. No encajas en ninguna parte. La lluvia que cae es monótona.
Hay interminables asaltos, gas venenoso, gas nervioso, morfina, ríos ardientes
de gasolina, escasez y rapiña de alimentos, gripe, tifus, disentería. La vida se
está derrumbando a tu alrededor, y las balas pasan silbando. Esta es la región
más inferior del infierno. Barro, alambre de púas, trincheras llenas de ratas,
ratas comiendo intestinos de hombres muertos, trincheras llenas de suciedad y
excrementos. Alguien grita: “Oye, tú ahí. Ponte de pie y pelea”.

¿Quién sabe cuánto tiempo durará el desastre? La guerra no tiene límites. Estás
siendo aniquilado y esa pierna tuya sangra demasiado. Ayer mataste a un
hombre y hablaste con su cadáver. Le dijiste que después de que esto haya
terminado, pasarás el resto de tu vida cuidando a su familia. ¿Quién se beneficia
aquí? Los líderes y los generales ganan fama, muchos otros se benefician
financieramente. Pero tú haces el trabajo sucio. Uno de tus camaradas dice:
“Espera, ¿a dónde vas?” Y tú dices: “Déjame en paz, vuelvo en un minuto”.
Entonces sales a dar un recorrido por los bosques de la muerte, cazando un
trozo de salchicha. No puedes comprender el cómo nadie en la vida civil tiene
ningún tipo de propósito en absoluto. Todas sus preocupaciones, todos sus
deseos –no puedes comprenderlo.

Suenan más ametralladoras, más partes de cuerpos cuelgan de los alambres,


más piezas de brazos y piernas y cráneos donde en los dientes las mariposas se
posan, heridas más espantosas, pus saliendo de cada poro, heridas de pulmón,
heridas demasiado grandes para el cuerpo, cadáveres que revientan con el gas
y cuerpos muertos haciendo arcadas de vómito. La muerte está en todas partes.
Nada más es posible. Alguien te matará y usará tu cadáver para practicar su
puntería. Las botas, también. Son tu posesión más preciada. Pero pronto
estarán en los pies de otra persona.

Hay franceses que atraviesan los árboles. Bastardos despiadados. Se te están


acabando las balas. “No es justo que regresen tan pronto”, dices. Uno de tus
camaradas está tendido sobre la tierra, y quieres llevarlo al hospital de
campaña. Alguien más dice: “Podrías ahorrarte un viaje”. “¿Qué quieres decir?”
“Dale la vuelta, verás lo que quiero decir.”

Esperas para oír las noticias. No entiendes por qué la guerra no ha terminado.
El ejército depende tanto de las tropas de reemplazo que están reclutando a
muchachos que son de poco uso militar, pero los están reclutando de todos
modos porque se están quedando sin hombres. La enfermedad y la humillación
han roto tu corazón. Has sido traicionado por tus padres, tus maestros de
escuela, tus ministros, e incluso tu propio gobierno.

El general que fumaba lentamente su cigarro te traicionó también –te convirtió


en un ladrón y un asesino. Si pudieras, le pondrías una bala en la cara. El
comandante también. Fantaseas con que, si tuvieras el dinero, pondrías una
recompensa para cualquier hombre que tomara la vida del comandante por
cualquier medio necesario. Y si perdiera su vida haciéndolo, entonces darías el
dinero a sus herederos. El coronel también, con su caviar y su café –es otro. Pasa
todo su tiempo en el burdel de los oficiales. También te gustaría verlo muerto.
Más Tommies y Johnnies a mi cuenta, amigo, y un whisky en jarra. Matarás a
veinte de ellos y otros veinte saldrán en su lugar. Es una peste en las fosas
nasales.

Has llegado a despreciar a esa generación más vieja que te envió a esta locura,
a esta cámara de tortura. A tu alrededor, tus camaradas están muriendo.
Muriendo de heridas abdominales, amputaciones dobles, caderas destrozadas,
y piensas: “Tengo sólo veinte años, pero soy capaz de matar a cualquiera,
incluso a mi padre si se me acercase”.

Ayer, trataste de salvar a un perro mensajero herido, y alguien gritó: “No seas
tonto”. Un francés está atragantándose a tus pies. Le asestaste una daga en el
estómago, pero el hombre todavía vive. Sabes que deberías terminar el trabajo,
pero no puedes. Estás en la verdadera cruz de hierro, y un soldado romano
coloca una esponja de vinagre sobre tus labios.

Pasan los meses. Te vas a casa con licencia. No puedes comunicarte con tu
padre. Él dijo: “Eres un cobarde si no te enlistas”. Tu madre, también, en el
umbral de la puerta, dice: “Mucho cuidado con las chicas francesas”. Más locura.
Peleas por una semana o un mes, y ganas diez yardas. Y luego el próximo mes
te las arrebatan.

Toda esa cultura de miles de años, esa filosofía, esa sabiduría –Platón,
Aristóteles, Sócrates– ¿qué le sucedió? Debieron de haber previsto esto. Tus
pensamientos vuelven a casa. Y de nuevo eres un colegial que camina entre los
altos álamos. Es un recuerdo agradable. Más bombas cayendo sobre ti desde
dirigibles. Tienes que hacerlo ahora. Ni siquiera puedes mirar a nadie porque
temes que un error de cálculo pueda suceder. La tumba común. No hay otras
posibilidades.

Luego te percatas de las flores del cerezo, y ves que la naturaleza no es afectada
por todo esto. Los álamos, las mariposas rojas, la belleza frágil de las flores, el
sol –se nota cómo la naturaleza es indiferente a todo. Toda la violencia y el
sufrimiento de toda la humanidad. La naturaleza ni siquiera lo nota.

Estás tan solo. Entonces un pedazo de metralla golpea el costado de su cabeza


y estás muerto.

Has sido descartado, eliminado. Has sido exterminado. Dejé este libro y lo cerré.
Nunca quise volver a leer otra novela de guerra, y nunca lo hice.

Charlie Poole de Carolina del Norte tenía una canción vinculada con todo esto.
Se llama “You Ain´t Talkin’ to Me” (“Tú no hablas conmigo”), y la letra va así:

I saw a sign in a window walking up town one day.

Join the army, see the world is what it had to say.

You’ll see exciting places with a jolly crew,

You’ll meet interesting people, and learn to kill them too.

Oh you ain’t talkin’ to me, you ain’t talking to me.

I may be crazy and all that, but I got good sense you see.

You ain’t talkin’ to me, you ain’t talkin’ to me.

Killin’ with a gun don’t sound like fun.

You ain’t talkin’ to me.


(Vi un cartel en una ventana un día, caminando por la ciudad.

Únete al ejército, conoce el mundo es lo que tenía que decir.

Verás lugares emocionantes con una tripulación jovial,

Conocerás gente interesante y aprenderás a matarlos también.

Oh tú no hablas conmigo, tú no hablas conmigo.

Puedo estar loco y todo eso, pero tengo buen sentido, verás.

Tú no hablas conmigo, tú no hablas conmigo.

Matar con una pistola no suena divertido.

Tú no hablas conmigo.)

***

La Odisea es un gran libro cuyos temas han quedado insertos en las baladas de
muchos compositores: “Homeward Bound”, “Green, Green Grass of Home”,
“Home on the Range” y en mis canciones también.
La Odisea es una extraña historia de aventuras sobre un hombre adulto
tratando de llegar a casa después de luchar en una guerra. Está en ese largo
viaje a casa, lleno de trampas y engaños. Ha sido condenado a vagar. Siempre
es llevado hacia el mar, siempre viendo a la muerte de cerca. Grandes trozos de
rocas hacen oscilar su bote. Ha hecho enojar a la gente que no debería. Hay
gente conflictiva entre su tripulación. Traición. Sus hombres se convierten en
cerdos y luego se convierten en hombres más jóvenes y guapos. Siempre está
tratando de rescatar a alguien. Es un hombre viajero, pero está haciendo
muchas paradas.
Está varado en una isla desierta. Encuentra cuevas desiertas y se esconde en
ellas. Se encuentra con gigantes que dicen: “Te comeré al último “. Y se escapa
de los gigantes. Está tratando de regresar a casa, pero es lanzado y revolcado
por los vientos. Vientos intranquilos, vientos fríos, vientos hostiles. Viaja lejos,
sólo para ser devuelto por el viento.

Siempre está siendo advertido de las cosas por venir. Tocando aquello que se le
había dicho no tocase. Hay dos caminos por recorrer, y ambos son malos.
Ambos peligrosos. En uno el ahogamiento, en el otro la inanición. Entra en los
estrechos con espumosos remolinos que lo engullen. Se reúne con monstruos
de seis cabezas con colmillos afilados. Los rayos lo azotan. Se afianza de ramas
sobresalientes para salvarse de un río furioso. Diosas y dioses, unos lo protegen,
otros quieren matarlo. Cambia de identidad. Está agotado. Duerme y se
despierta con el sonido de la risa. Cuenta su historia a extraños. Han pasado
veinte años. Lo llevaron a algún lugar y se fue de allí. Han colocado drogas en su
vino. Ha sido un arduo camino a recorrer.

De muchas maneras, algunas de estas mismas cosas te han pasado. En tu vino


también han deslizado algunas drogas. Tú también has compartido una cama
con la mujer equivocada. También has sido hechizado por voces mágicas, voces
dulces con melodías extrañas. Tú también has llegado lejos y te ha devuelto
fuertemente el viento. Y también has mirado de cerca de la muerte. Te has
enojado con la gente que no deberías. Y has también vagado por todo este país.
Y también has sentido aquel viento enfermo, el que que trae ningún bien. Y esto
no es todo.

Cuando vuelve a casa, las cosas no son mejores. Los parias se han mudado a su
casa y se están aprovechando de la hospitalidad de su esposa. Y hay
demasiados. Y aunque es más grande que todos y el mejor en todo –mejor
carpintero, mejor cazador, mejor experto en animales, mejor marino– su coraje
no lo salvará, pero sí su astucia.

Todos estos rezagados tendrán que pagar por profanar su palacio. Se disfrazará
como un mendigo sucio, un criado lo patea con arrogancia y estupidez,
haciéndolo rodar por los escalones. La arrogancia del siervo le repugna, pero
controla su ira. Él es uno contra cien, pero todos caerán, incluso los más fuertes.
No era nadie. Y cuando todo está dicho y hecho, cuando finalmente está en casa,
se sienta con su esposa, y le cuenta las historias.

***

Entonces, ¿qué significa todo esto? Yo y muchos otros compositores hemos sido
influenciados por estos mismos temas. Y pueden significar muchas cosas
diferentes. Si una canción te mueve, eso es todo lo que importa. No tengo que
saber lo que significa una canción. He escrito todo tipo de cosas en mis
canciones. Y no voy a preocuparme por eso –por todo lo que significan. Cuando
Melville puso todo su antiguo testamento, referencias bíblicas, teorías
científicas, doctrinas protestantes y todo ese conocimiento del mar y de los
veleros y las ballenas en una sola historia, no creo que él tampoco se hubiera
preocupado –por todo lo que significa.

Así mismo, John Donne, el poeta y sacerdote que vivió en tiempos de


Shakespeare, escribió estas palabras: “El Sestos y Abydos de sus pechos. No de
dos amantes, sino de dos amores, los nidos”. Tampoco sé qué significa. Pero
suena bien. Y uno quiere que sus canciones suenen bien.

Cuando Odiseo en La Odisea visita al famoso guerrero Aquiles en el inframundo


–Aquiles, que intercambió una larga vida llena de paz y tranquilidad por una
breve llena de honor y gloria– le dice a Odiseo que todo fue un error. “Acabo de
morir, eso es todo.” No había honor. Ninguna inmortalidad. Y que si pudiera,
elegiría regresar y ser el humilde esclavo de un arrendatario en la Tierra, en
lugar de ser lo que es –un rey en la tierra de los muertos– que cualesquiera que
fueran sus luchas en la vida, eran preferibles a estar aquí en este lugar muerto.
Eso es lo que son las canciones también. Nuestras canciones están vivas en la
tierra de los vivos. Pero las canciones son diferentes a la literatura. Están
destinadas a ser cantadas, no leídas. Las palabras en las obras de Shakespeare
estaban destinadas a ser representadas en el escenario. Justo como las letras en
las canciones están destinadas a ser cantadas, no leídas sobre una página. Y
espero que algunos de ustedes tengan la oportunidad de escuchar estas letras
de la forma en que fueron pensadas para ser escuchadas: en concierto o en un
disco o como sea que la gente escucha las canciones hoy en día. Regreso otra
vez a Homero, quien dice: “Canta en mí, oh Musa, y a través de mí cuenta la
historia”.

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