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Desde antaño considerado, a causa del carácter oral de sus enseñanzas, como una
especie de continente sepultado y ya nunca accesible, a la manera de la Ciudad de Ys
durmiendo en el fondo de las aguas, el mundo religioso de los Celtas es todavía muy a
menudo el pasto de pseudo-especialistas que prefieren la recuperación ideológica a la
búsqueda erudita, incluso de charlatanes deseosos de atribuir a los antiguos Celtas
sus propias elucubraciones. Es por ello que cualquier estudio riguroso sobre el mundo
céltico debe hacer primero una selección eliminando las interpretaciones inadmisibles
y definir claramente su metodología. Desde este punto de vista, es preciso felicitarse
de la aparición en estos últimos años, de varias obras destacables de Françoise Le
Roux y Christian Guyornvac'h: La civilisation celtique, especie de manual introductorio
al tema; Les Druides, obra que es sin duda el resumen más completo sobre el
sacerdocio céltico actualmente disponible en Europa; y Textes mythologiques irlandais
(a partir de ahora designado por las iniciales TMI), que tiene como objetivo "presentar
al público de lengua francesa (los lectores de legua inglesa o alemana disponen ya de
un amplio surtido) un conjunto de textos medievales completos, traducidos y anotados
de tal manera que su lectura sea posible y, sobre todo, que su contenido sea
inteligible a los no especialistas"1. Para completar este balance, es necesario añadir
una última obra de los autores Morrigan- Bodb- Macha. La souveraineté guerrière de
l'Irlande (Rennes,1983).
EL CRISTIANISMO IRLANDÉS
3
La civilisation celtique, Ogam-Celticum, Rennes, 1979, p. 148 .
4
TMI, op. cit, p. 13.
5
Ibid., p. 54.
6
Les Druides, p. 33.
de historia, particularmente en lo referente a genealogías y cronologías, también a
menudo tergiversadas. C. J. Guyonrvarc'h es de los que piensan que ha habido una
transmisión deliberada, sin solución de continuidad, entre el antiguo sacerdocio céltico
y la élite intelectual de los monjes irlandeses, quienes pusieron por escrito las
leyendas y los mitos paganos. "Irlanda –afirma- es el único país occidental donde, al
finalizar la Antigüedad, subsistía una clase sacerdotal análoga a los brahmanes de la
India. La cristianización, no habiendo sido acompañada de una romanización
lingüística, política y administrativa, ha permitido que esta clase sacerdotal, de gran
nivel intelectual, reorganizada, en función de la nueva religión, haya proporcionado los
primeros cuadros del cristianismo irlandés, Es necesario recordar que los textos de los
que disponemos son, en su conjunto, obra suya, y que ellos previeron y realizaron la
transmisión escrita"7.
Desde la alta Edad Media, los irlandeses han "desvariado" en ocasiones, como dice el
autor, al pretender descender según sus textos mitológicos, de hebreos, griegos o
egipcios. Pero, al integrar su fondo mítico a la historia bíblica, ellos lo han protegido
contra una posible condena por herejía, porque "nunca nadie ha ido a la hoguera por
contar historias de Lug, Nuada o Cuchulainn"8. ¿Había un medio mejor de salvar la
herencia de los ancestros? No, y al final "los hebreos no han perdido nada y nosotros
hemos ganado al poder comprender a los celtas" 9 . Es precisamente lo que no han
comprendido, durante mucho tiempo, los investigadores de lo celta, comenzando por
D'Arbois de Jubainville, enredado en cuestiones de cronología, mientras que hubiese
sido necesario inclinarse sobre los esquemas originales discernibles bajo las
modificaciones y añadidos cristianos. D'Arbois comete por otra parte el error típico de
ver las cinco invasiones de Irlanda de los que hablan los textos de la historia mitificada
como invasiones verdaderas, en lugar de ver en ellas "la adaptación de un corpus
mitológico recreado en ‘historia’ en las cronologías bíblicas"10.
Es posible decir, para concluir sobre este punto que el cristianismo irlandés ha sido
sino el sucesor o heredero de la tradición céltica, sí al menos su depositario: algo que
les ha sido confiado y que se encarga de transmitir a las generaciones siguientes. En
resumen -y así resume C. J. Guyornvarc'h su tesis, que a algunos parecerá
demasiado aventurada-- el cristianismo irlandés "no ha acabado con la mitología
precristiana; no la ha alterado tampoco ni ha modificado su "evolución": estaba ya
muerta; la ha bautizado como ‘historia’ y haciendo esto la ha conservado como se
conservan las frutas en alcohol"11.
12
Les Druides, p. 37.
13
La civilisation celtique, p. 111.
14
Les Druides, p. 414.
con la tierra irlandesa"15. Es esta gran figura de la Soberanía, en el centro de "la
cortesía de Etian" quien cae a veces, bajo la pluma de exégetas prisioneros de la
psicología moderna, "al nivel de un banal asunto sentimental". Ahora bien, "Etain no es
vana, ni "enamoradiza" en el sentido humano del término, ella es la soberanía,
divinidad femenina única, esposa poliándrica de los dioses soberanos"16. .
El arcaísmo del universo céltico está también demostrado por el hecho de que los
celtas, rebeldes al trabajo de la piedra, no han conocido otro lugar sagrado que la
naturaleza, concebida por ellos como una teofanía perpetua. Bosque y templo son dos
nociones equivalentes y como en la India, el bosque es el lugar sacerdotal por
excelencia. También es necesario considerar la importancia de la medida del tiempo,
muy significativa por poco que nos fijemos en ella: "Irlanda se contaba a sí misma por
noches: aidche Samna "la noche de Samain", especificando a veces los textos;
wythnos "ocho noches", pymthegnos "quince noches", se dice en galés, para designar
la semana y la quincena, mientras que en bretón antronoz "día siguiente" es
literalmente "más allá de la noche" (...) Esta concepción explica por qué, en su
calendario, la estación sombría es el principio del año" 17. ¿Es necesario ver una
singular contradicción entre esta manera de medir el tiempo y las leyendas y mitos
célticos repletos de héroes solares? No, pues la explicación es de orden metafísico:
"Los celtas son los hijos del dios de la noche y es la noche la que da nacimiento al día
como el Ser es generado por el No-Ser"18.
El absoluto, masculino con relación a todo, hace que incluso la Soberanía sea
femenina con relación a él, aparentemente pasiva, aunque en realidad motor inmóvil
pero activo. Al mismo tiempo, el druida es masculino con respecto al rey, que a su vez
es también masculino con respecto a su reino, porque como ya se ha dicho a
propósito de un contexto diferente aunque análogo, "es el principio noético el que
sanciona o prescribe lo que la armonía cumple o evita"19 . En el mundo de los celtas, la
función guerrera está propiamente dividida en dos. Hay primero un rey, un reflejo del
prototipo divino Ogmios, dios de la guerra pero que él mismo no la hace: “Inactivo en
el sentido de no combatir en persona, pero "actuante" porque su presencia basta para
garantizar el éxito ("regulador" de la sociedad, en ella comprendida la "tercera
función", el rey es, al contrario del campeón, dispensador de energía)"20; y el campeón
es el gran consumidor de energía, activo pero no generador de la acción, cuyo
arquetipo céltico es el héroe solar no soberano Cuchulainn. El carácter inmóvil, la
"centralidad" del rey "actuante" es a veces tan destacada que el rey de Irlanda está
sometido a prohibiciones de desplazamiento.
Parece tener bastante importancia lo cuaternario en el mundo céltico. Son cuatro las
grandes fiestas que marcan el ritmo del año: Imbolc, la fiesta de la fecundidad al final
del invierno; Beltaine, fiesta sacerdotal por el inicio del Verano; Lugnasad, fiesta
política del buen gobierno, ligada a la clase real y a Lug Samildanach (Lug
"politécnico"); y Samain, período cerrado cuando el sid, lo sobrenatural, invade el
mundo de los hombres. En cuanto a los atributos simbolizando la soberanía y
evocando el hábitat primitivo de los dioses, también existen en número de cuatro: "Es
gracias a Farias que fue llevada la Piedra de Fal que estaba en Tara, y que gritaba
bajo cada rey que tomaba Irlanda. De Gorias vino la lanza que tenía Lug. Ninguna
batalla fue ganada contra ella o contra el que la llevaba en la mano. De Findias vino la
espada de Nuada. Nadie pudo escaparse a ella cuando salía de la vaina de la Bodb y
nadie pudo resistirla. De Murias vino el caldero del Dagda. A ninguna tropa dejaba
insatisfecha"23.
Todo lo precedente basta, nos parece, para dar una idea de la calidad y del interés
excepcional de las obras de Françoise Le Roux y Christian J. Guyornvarc'h,
concebidas también para ayudar al profano a orientarse en una materia tan compleja.
Es destacable que al final de La civilisation celtique, figura una serie de cuadros de
gran utilidad, mientras que en Les Druides encontramos un anexo de textos irlandeses
y galeses medievales y un glosario muy completo. En TMI cada texto es seguido de
abundantes notas explicativas, de las cuales hemos utilizado varias para esta
recensión. Esta obra será completada en poco tiempo con un volumen copioso de
comentarios religiosos, libro que esperamos con impaciencia, verdadero trabajo de
benedictino.
Al principio de su libro sobre el sacerdocio céltico, los autores, que tienen una idea
muy elevada de la tradición, afirman que "los druidas han sido los depositarios de la
única forma de tradición conocida en Occidente"24. No es fácil compartir un juicio tan
tajante: aunque sin embargo es forzoso reconocer la extrema singularidad, o mejor la
ejemplaridad de la tradición céltica en el seno del mundo occidental, ejemplaridad que
tiende a la omnipresencia de la clase sacerdotal, de la autoridad espiritual. La tradición
céltica pertenece hoy al pasado, pero "el mito, mientras sea transmitido y repetido
fielmente, estará siempre vivo y será perpetuamente eficaz"25. Le Roux y
Guyornvarc'h, lejanos sucesores de los "doctores" irlandeses, logran convencernos de
ello dando testimonio de la perennidad de la intelectualidad tradicional en Occidente.
21
Les Druides, p. 210.
22
Ver, TMI, p. 184.
23
Extracto de “La Batalla de Mag Tured”, citado en Les Druides, p. 304.
24
Les Druides, p. 11.
25
TMI, pp. 57-58.
Artículo publicado en la desaparecida Hespérides, nº 10, Galapagar, 1996.
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