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JUSTIFICACION

La conducta del hombre como todos sabemos, desde tiempos remotos siempre ha

preocupado a los estudiosos y siempre ha sido de estudio y críticas.


La Criminología surge a principios del siglo XIX como respuesta a la demanda social de

estudio de las fuentes del comportamiento antisocial siguiendo las bases del método

científico, con la finalidad de promover mecanismos para su prevención y tratamiento.


El interés de la sociedad por el estudio y control del delito y de las actitudes desviadas

es seguramente tan antiguo como la organización del ser humano en comunidades.


La Criminología cobro importancia como ci3ncia en Europa principalmente al ser

aplicada en cuerpos policiales de este continente; por ello resulta importante conocer

como llego a Latinoamérica y específicamente a nuestro país, y quienes fueron los

impulsores de su estudio y desarrollo.


En el presente trabajo vamos a conocer su evolución en nuestro continente y como llego

al Perú y se fortaleció como un apéndice de las ciencias criminales de mucha ayuda en

la investigación criminal.

CAPITULO I

HISTORIA DE LA CRIMINOLOGIA EN LATINOAMERICA

1.1. CONSIDERACIONES GENERALES

Una de las primeras funciones de la Criminología es el conocimiento científico

del hecho criminal. El objetivo es aportar conocimientos sobre el fenómeno


criminal, estos conocimientos deben de tener la etiqueta de conocimientos

científicos, será el equivalente a conocimiento certero y fiable. Es a través del

método de la Criminología - método interdisciplinario, técnicas empíricas" como

se puede reducir el subjetivismo en este caso.


La Criminología aportará un diagnóstico cualificado, fiable del hecho criminal.

No sólo debe ser una aportación de conocimientos, sino que ha de ser un

conjunto de saberes sistematizado no aislado. El conocimiento es mucho más

que una suma o acumulación de datos, la Criminología es el conjunto ordenado,

sistematizado de saberes sobre el delito, delincuente, víctima y control social.

Una de sus funciones es ser una central de informaciones, con la aportación de la

informática, nadie puede poner en duda de que la criminología puede convertirse

en una gran central de información. Así podrá aportar datos relevantes para el

legislador y ciencias penales.


Pero su objetivo no es la recogida de datos, su función será analizar e interpretar

esos datos con arreglo a una teoría. (Hay que procurar tener un cuerpo de

conocimientos que se sustente en una teoría. Aparece también como una ciencia

práctica, ha de aportar soluciones a problemas concretos, de ahí que se considere

una ciencia práctica que aporta soluciones útiles a los fines de la policía,

legislador, ciencia penal y ciencia penitenciaria.


Se ha mantenido que la Criminología debe centrarse en la lucha o control de la

criminalidad, no corresponde a esa lucha o control que corresponde a los poderes

públicos. Su función es el saber criminológico, aportando datos para combatir el

crimen.

1.2. HISTORIA DE LA CRIMINOLOGIA EN LATINOAMERICA

En América Latina, los debates legales, sociales y médicos acerca de la

criminalidad y los delincuentes también empezaron a incorporar desde fines de


la década de 1880 las premisas de la criminología positivista. Juristas y médicos

leyeron ávidamente los tratados de criminología que llegaban del extranjero,

difundieron sus contenidos en artículos publicados en revistas y periódicos,

escribieron tesis universitarias, y debatieron impetuosamente las ideas de

Lombroso y sus seguidores. Las reacciones a la criminología lombrosiana

fueron muy variadas, oscilando entre la aprobación acrítica y el rechazo

enérgico. Aunque la investigación criminológica tardó en llegar, algunos autores

(Carlos Roumagnac y Julio Guerrero en México, Nina Rodrigues en Brasil, José

Ingenieros en Argentina o Fernando Ortiz en Cuba) realizaron estudios cuyo

valor e interés fueron más allá del problema de la criminalidad o la conducta

delictiva y terminaron planteando respuestas a cuestiones relacionadas con las

formas de identidad nacional, políticas raciales, y políticas de gobierno, con

lo cual obtuvieron una influencia enorme en los debates políticos e intelectuales.

El impacto de la criminología positivista en la legislación penal y la reforma

carcelaria no pudo ser percibido hasta más tarde, especialmente en la década de

1920, pero los discursos públicos y oficiales sobre delito, raza, sexualidad y

problemas afines fueron influenciados en gran medida por las teorías

criminológicas desde 1890


En Hispanoamérica, menos influidos por la tradición, se ofrece una menor

resistencia a las innovaciones que vienen desde Europa y así, desembarcó con

fuerza el positivismo criminológico, hacia finales del s. XIX siendo

importantísima las figuras de Garófalo, Lombroso y, posteriormente, la de

Ferri, desde la gira que realizó por las capitales de la zona desde 1910.
En 1878, se publica en Argentina la obra de José María Ramos Mejía, "Las

neurosis de los hombres célebres en la historia argentina". En 1893 se publica la


obra de Martínez Baca y Vergara "Estudios de Antropología Criminal" (Puebla.

México).
En 1897, el mexicano Macedo publica "La Criminalidad en México"; en 1898

"Los Hombres de Presa", del argentino Luis María Drago, tal fue el éxito de la

misma que, apenas dos años después, aparecía en Italia con prólogo del propio

Lombroso y en 1921 volvía a ser editada, esta vez, bajo el título de

"Antropología Criminal".
En 1888 se funda la Sociedad de Antropología Criminal, en Buenos Aires,

gracias a la iniciativa de Drago, Pinero y Ramos Mejía, directores, además, de

un Boletín que publicó los primeros estudios de la misma. A dicho Boletín le

continuó la revista "Criminología Moderna", muy influida por elementos

anarquistas y socialistas y se comienza a enseñar Criminología en la Cátedra de

Derecho penal de la Universidad de esta ciudad.


Un año después, en 1889, se crea, en Río de Janeiro, la Asociación

Antropológica y de Asistencia Criminal. En 1889 se publica en Argentina la obra

"Ciencia Criminal y Derecho penal argentino" de Cornelio Moyano Garcitúa,

quien funda, en 1905, la Cátedra de Criminología en la Universidad Colonial de

Córdoba y publica "La Delincuencia Argentina ante Algunas Cifras y Teorías"

(Córdoba. Argentina, 1905). Este autor, junto con Pinero, Ramos Mejía y otros

forman la Comisión encargada de elaborar el Código Penal Argentino de 1906,

con acusadas influencias de las nuevas teorías sobre la criminalidad.


En Brasil se publican, en 1896, la obra "Criminología y Direito penal" de Clovis

Bevilacqua y, en 1897, la de Afranio Peixoto, "Epilepsia y delito". En 1898 se

funda, en Argentina, la primera revista de Criminología en América Latina:

"Criminología Moderna", por parte de Pietro Gori. Otros autores que publican

obras durante este período son Miguel Macedo (México, 1889); Octavio Beche

(Costa Rica, 1890) y Francisco Herboso (Chile, 1892).


Francisco Veyga funda en Buenos Aires, en 1898, el Curso de Antropología

Criminal y Luis Montané hace lo mismo en La Habana, en 1899. Mientras, en

ese mismo año en Venezuela, se publica la obra de F. Ochoa "Estudios sobre la

Escuela Penal Antropológica".


Otros países que no quedan al margen de este desarrollo son Bolivia, con la

publicación, en 1901, de la obra de Bautista Saavedra, "Compendio de

Criminología" y México, donde Julio Guerrero publica su obra "Génesis del

Crimen en México" (1901).


En 1902, José Ingenieros funda en Buenos Aires la revista "Archivos de

Psiquiatría y Criminología" y en 1913 publicará el primer tratado de

Criminología Clínica en el continente


En 1906 las publicaciones de Roumagnac "Los Criminales en México" (México.

1905) y "Crímenes Sexuales y Pasionales" (México. 1906). El cubano F. Ortiz

publica, en 1906, "La Criminalitá dei negri in Cuba", en la revista "Archivo di

Psichiatria" y "Los Negros Brujos", primer trabajo de una serie sobre el "Hampa

Afrocubana". En este mismo año, el costarricense A. Alfaro, publica

"Arqueología Criminal", revisión de antiguos causas criminales con alusión a las

nuevas orientaciones criminológicas. Un año después, en 1907, aparece en

Uruguay la importante obra de Miranda "El Clima y el Delito".


En 1907 Antonio Ballde, director de la Penitenciaría Nacional, propone la

creación de un gabinete de Psicología clínica y experimental destinado al estudio

de los delincuentes, así como con otras finalidades científicas de carácter

general, poco después, el 6 de junio, fue creado como Instituto de Criminología,

siendo nombrado Ingenieros como su primer director, cargo que ocupará hasta

1914 en que es sustituido por Oswaldo Loudet.


En 1912 se realiza la primera recopilación bibliográfica sobre Criminología, en

la obra del argentino Eusebio Gómez "Criminología Argentina" quien publicó,

en 1908, "Mala vida en Buenos Aires".


En México, en 1917, se crea la especialidad en Criminología en la Carrera de

Leyes. Al poco tiempo, José Almaraz crea la Escuela de Criminología.


En 1919, Oscar Miró Quesada funda la primera Cátedra de Criminología en la

Universidad de San Marcos (Perú). En Chile, Israel Drapkin funda el Instituto de

Criminología a semejanza del que José Ingenieros crea en la Penitenciaría de

Buenos Aires.

1.3. LA MODERNA CRIMINOLOGÍA LATINOAMERICANA

En 1933 se funda la Sociedad Argentina de Criminología. En 1934 se crea, en la

Universidad de México, la Carrera de Criminología para médicos y abogados,

siendo Quiroz Cuarón el primer licenciado y fundando poco después la Sociedad

Mexicana de Criminología. En la Universidad de Veracruz se forma la Maestría

en Ciencias Penales donde se enseña Criminología.


Desde finales de la II Guerra Mundial, se aliste a una gran expansión de los

postulados de la Criminología Crítica por Hispanoamérica (en paralelo la

teología de la liberación), como frente contra la injusticia social en la que vive el

continente.
Autores de este período se pueden citar al brasileño Roberto Lyra Filho

"Criminología" (1964); al venezolano Elio Gómez Grillo "Introducción a la

Criminología" (1966); al colombiano Alfonso Reyes Echandía "Criminología"

(1968) o al mexicano Luis Rodríguez Manzanera "Criminología" (1982). Pero

sin olvidar a los argentinos Osvaldo N. Tieghi, Roberto Victor Ferrari, impulsor

de la criminología social y a Eugenio Raúl Zaffaroni, uno de los autores más

críticos contra el sistema.


Por Resolución 106/1966, del Rector de la Universidad de Buenos Aires, se crea

en dicha Universidad la Licenciatura en Criminología.


En la actualidad, en México, existen varias maestrías y licenciaturas e incluso, a

partir de 1985, el doctorado, impartido por el Instituto Nacional de Ciencias

Penales, fundado en 1976, imparte la maestría en Criminología en cinco

semestres (uno de ellos propedéutico), con 23 asignaturas divididas en tres

vertientes: Biología, Psicología y Sociología.


En Venezuela, entre otros, existe el Instituto de Criminología de la Universidad

de Zulia, dirigido durante años por Lola Aniyar.


Además existen Cátedras de Criminología en las Universidades Central de

Venezuela, Caracas, Simón Bolívar (como Instituto), Carabobo (Instituto de

Estudios Penales y Criminológicos), Los Andes (Instituto de Ciencias Penales y

Criminológicas).
En Colombia, se enseña Criminología en la Universidad de Medellín y en la del

externado, entre otras muchas.


En Panamá, funciona un Instituto de Criminología y en Uruguay, el Centro de

Estudios Criminológicos.
En Argentina se crea el 1er centro de Investigación en Criminología Social

dirigido por el criminólogo Roberto Victor Ferrari

1.4. HISTORIA DE LA CRIMINOLOGIA EN EL PERU

En el Perú, el notable jurista, sociólogo y profesor universitario Javier Prado

fue el primero en comentar amplia y favorablemente las excelencias de la

criminología positivista. En una tesis redactada en 1890 Prado elogió el

“método positivo o experimental” como “la única dirección legítima aplicable a

todas las ciencias”, incluyendo las “Ciencias Penales” (Prado 1890: 31).

Emprendió un ataque frontal contra la escuela clásica penal representada por

Beccaria y, siguiendo los postulados del nuevo paradigma, exigió que el centro
de atención de la ciencia criminal debía desplazarse hacia el criminal, su

constitución física y moral, y la influencia del temperamento y entorno social

en el carácter de éste (Prado 1890: 54). Aunque Prado aceptó la idea de que la

constitución orgánica y biológica del sujeto influenciaba su condición espiritual

y moral, se distanció de los postulados biológicos extremos de la criminología

lombrosiana, y acogió las críticas de Gabriel Tarde en el sentido que los

criminólogos italianos, “alucinados” por el determinismo biológico, no prestaron

atención suficiente a los factores “sociales” del crimen (Prado 1890: 133). Sin

embargo, esto no impidió a Prado aceptar muchos de los postulados de la

criminología positivista: la importancia de los factores hereditarios y la

constitución biológica del sujeto, la necesidad del tratamiento individualizado

del criminal, la correlación entre las tendencias delictivas y ciertas enfermedades

como la epilepsia y lo que se llamaba entonces “locura moral”, y la necesidad de

concentrarse en el estudio del delincuente –y no en cierta noción abstracta de

“delito”– como la única manera de descifrar los misterios de la criminalidad. El

entusiasmo de Prado por la criminología positivista fue continuado en

numerosas tesis universitarias, folletos y artículos en periódicos y revistas

especializadas. Las reacciones variaban desde aprobaciones acríticas de la

criminología lombrosiana hasta rechazos hostiles a las “exageraciones” de la

escuela italiana. La mayoría de escritos, a favor y en contra, consistían en

disquisiciones teóricas o doctrinarias, la mayoría de ellas simplemente

resúmenes o recapitulaciones de los escritos de los discípulos de Lombroso o sus

detractores. Muy rara vez los primeros criminólogos peruanos se animaron a

llevar adelante investigaciones efectivas con el objeto de producir conocimientos

originales o, al menos, someter a prueba las afirmaciones de Lombroso, lo cual


revela el carácter más bien retórico de la apropiación de la criminología

positivista por parte de los intelectuales peruanos. Y aún en los casos en que se

propusieron hacer investigación, la naturaleza científica de ésta resultaba

bastante dudosa, incluso si la juzgamos de acuerdo a los patrones de la época, tal

como se evidencia en los trabajos de Paulino Fuentes Castro, abogado y director

del periódico jurídico El Diario Judicial, y Abraham Rodríguez, médico y

profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de San Marcos, quienes

intentaron aplicar las teorías de Lombroso al estudio de los criminales peruanos.

Fuentes Castro estuvo entre los primeros en asumir los dogmas y la retórica de la

criminología lombrosiana, y las páginas de El Diario Judicial constituyeron un

medio importante para la difusión de los postulados de la escuela italiana.

Estableció tajantemente que “el fenómeno de la criminalidad es un estado de

guerra de cierta clase de hombres, que han quedado rezagados en la evolución de

los sentimientos de humanidad y de probidad, contra el resto, que es la mayoría

social (...) El delito no es un acto humano aislado, sino la revelación de una

existencia inadaptable al medio social”. Fuentes Castro publicó entre 1892 y

1893 una serie de biografías de criminales famosos, concebida como una especie

de galería peruana de tipos “lombrosianos”. Aunque estas biografías fueron

presentadas como estudios criminológicos –es decir, científicos–, realmente

constituían poco más que semblanzas periodísticas mezcladas con ciertos

estereotipos comunes y una retórica tributaria de ciertas disciplinas aún en boga

como la fisionomía y la frenología. Muy poco, en realidad, encontramos allí de

“ciencia positiva”. El perfil que Fuentes Castro hiciera del famoso criminal

Chacaliaza nos permite ilustrar esta afirmación. Manuel Peña Chacaliaza fue un

indígena habitante del pequeño poblado de Guadalupe, en la provincia sureña de


Ica, quien después de asesinar a un familiar fue sentenciado a catorce años de

reclusión en la penitenciaría de Lima. El 20 de setiembre de 1876, después de

dos años de confinamiento, escapó de dicha prisión saltando por sus altos muros.

Durante casi un año circuló el rumor de que andaba asaltando por las haciendas

y caminos de los alrededores de Lima, hasta que fue recapturado después de un

incidente con la policía. En la reconstrucción de Fuentes Castro, Chacaliaza fue

presentado como “uno de los más perfectos tipos del delincuente nato”, “una

especie de ser mitológico terrible, cuyo solo recuerdo producía terror”, un

“verdadero fenómeno moral, contrario a las leyes de la especie”, cuyo instinto

“lo llevaba a matar por el gusto de matar”, y quien supuestamente disfrutaba

presenciando la agonía de sus víctimas. Chacaliaza, continúa Fuentes Castro,

ejemplificaba lo que Lombroso había dicho acerca del carácter del criminal nato:

“su instinto lo llevaba a matar por el gusto de matar”. Fuentes Castro, además,

sostuvo que la fisonomía de Chacaliaza mostraba, entre otras anomalías, “una

asimetría facial bien caracterizada, y una serie de anomalías visibles,

conservadas por la fotografía”. Si estuviese vivo, dijo, podría ser la mejor prueba

de que, en realidad, “el hombre no es perverso en muchos casos porque quiere,

sino en virtud de desequilibrios orgánicos, que lo arrastran al crimen, con la

misma fatalidad que los objetos se dirigen al centro de la tierra”. Lo que

conviene enfatizar es el hecho de que Fuentes Castro elaboró su perfil

“criminológico” de Chacaliaza en base a una serie de rumores y mitos que

circularon en Lima durante y después del período en el cual Chacaliaza anduvo

como fugitivo, a lo cual agregó los ya conocidos estereotipos, dominantes en la

época, sobre los indios y los delincuentes. Nuestro autor se limitó a repetir

algunos reportes periodísticos acerca de los numerosos (y en algunos casos


horrendos) crímenes atribuidos a Chacaliaza durante el año que anduvo fugitivo,

pero no se enteró (o prefirió no revelarlo) que durante el juicio que se le hizo a

Chacaliaza luego de su captura quedó demostrado que, en realidad, no cometió

ninguno de aquellos crímenes. Todos los testimonios confirmaron que había

estado trabajando tranquilamente como peón en haciendas y chacras de las

inmediaciones de Lima.
Por otro lado, el médico Abraham Rodríguez llevó adelante un proyecto de

investigación típicamente lombrosiano: ingresó a la penitenciaría de Lima para

registrar los rasgos físicos de los convictos con el objeto de identificar las

características de los criminales natos peruanos (Rodríguez 1899). Con sólo

observar la galería fotográfica de presos de la penitenciaría Rodríguez creyó

poder deducir que algunos de ellos tenían los signos del criminal nato, algo que

“confirmó” después de conducir exámenes individuales. Rodríguez comparó los

índices cefálicos de los 300 criminales del panóptico. La mayoría, sostuvo, eran

delincuentes de ocasión, pero también había algunos delincuentes natos, cuyos

caracteres físicos tuvo en cuenta para trazar su perfil del “criminal nato

peruano”. El reo 277, por ejemplo, reincidente, con muchos robos y homicidios

en su haber, presentaba un índice cefálico que llegaba a la "alta cifra de 91.56";

el reo 38, acusado de robo, tenía un índice de 88.88; el 70, preso por homicidio,

87.64, y así sucesivamente. Esta braquicefalia exagerada confirmaba, según

Rodríguez, las conclusiones de Lombroso sobre el índice cefálico del hombre

delincuente. La capacidad craneana es otro dato importante. En muchos

criminales había arrojado resultados inferiores a los normales, pero hay casos de

criminales cuya capacidad craneana es "considerable". En el caso de Lima,

dedujo la capacidad craneana "por la medida de las circunferencias y por la


inspección simplemente craneoscopia". Así se convenció de que "no existen

grandes cráneos entre nuestros criminales". Y además, creyó descubrir que

"parece haber alguna relación entre la especie del delito y la amplitud de la

cavidad craneana, que es mayor en los individuos homicidas que en los

condenados por robo o violación". El cráneo más voluminoso sería el de un

homicida y el más pequeño de uno acusado de estupro. En el panóptico,

concluyó, todos los delincuentes natos –que representaban un 10% del total de

presos- presentaban una “deformación plagiocefálica”, aunque en grados

diferentes. Este resultado (100% del total de delincuentes natos con dicha

deformación) era muy superior incluso al hallado por Lombroso (42%) lo cual,

dice, se explica por cuestiones raciales. Rodríguez había estudiado más de 300

cráneos de antiguos peruanos y había encontrado la misma tendencia. "El

delincuente nato –concluye- tiene los cabellos abundantes, la frente deprimida,

los senos frontales y los arcos superciliares muy desarrollados, la mirada fija y

dura, la nariz voluminosa y desviada en sentido lateral, los pómulos y maxilares

superiores salientes y asimétricos, las orejas en asa, los labios delgados, la barba

escasa y la mandíbula de magnitud exagerada" (Rodríguez 1899: 5-14). Si había

en el Perú algún criminal nato era sin duda, según Rodríguez, un miembro de la

raza indígena. En estos dos casos el propósito de la empresa criminológica no

era otro que confirmar la teoría lombrosiana del criminal nato. Los autores se

embarcaron en investigaciones dudosamente científicas, reproduciendo las

afirmaciones de Lombroso, y con frecuencia manipulando los datos con el

objeto de adecuarlos a la teoría. Las explicaciones científicas de la criminalidad

fueron admitidas y supuestamente confirmadas después de investigaciones de

primera mano. Ambos autores, como hemos visto, intentaron delinear la imagen
del “indio criminal” como un criminal nato y aún como un “tipo lombrosiano

perfecto”. El descubrimiento de la criminalidad indígena como un problema y el

“criminal indígena” como un tipo humano especial fue ciertamente resultado de

la difusión de la criminología y su búsqueda de “tipos” criminales, pero además

se nutrió de imágenes y estereotipos sobre los indios que habían sido

desarrollados por escritores racistas y que ahora –se pensaba- podían ser

“confirmados” por la investigación científica. En estas imágenes, los indígenas

eran mostrados alternativamente como seres pasivos, conformistas e inertes,

incapaces de cualquier iniciativa o voluntad (la imagen del “indio manso”) o, por

el contrario, como esencialmente violentos, inhumanos, crueles y peligrosos (la

imagen del “indio salvaje”). La preeminencia de alguna de estas imágenes sobre

la otra oscilaba de acuerdo al momento histórico concreto o la perspectiva

particular del analista, pero frecuentemente aparecen combinadas en

descripciones que presentan a los indígenas como aparentemente pasivos y

mansos pero que en esencia eran violentos y criminales: la conocida imagen del

indio hipócrita. Basándose en esta dualidad de imágenes – cuyos antecedentes se

remontan a tiempos coloniales– algunos criminólogos peruanos trataron de

construir, con ayuda de la ciencia, la noción de un indígena criminal atávico e

innato, capaz de ejecutar crímenes horrendos. Perfiles similares habían sido

difundidos en momentos de tensión social (por ejemplo, durante el período

posterior a la rebelión de Túpac Amaru), pero ahora este discurso estaba

sustentado por argumentos supuestamente científicos. La antropología criminal,

con su énfasis en las imperfecciones biológicas, los efectos del clima y del

medio ambiente, y su descripción de los grupos no-blancos como

irremediablemente propensos al crimen, parecían confirmar los supuestos de las


elites racistas del siglo XIX en el Perú: los indígenas eran, en esencia,

verdaderos criminales. Como veremos, sin embargo, por diversas razones las

explicaciones biológicas del delito y la descripción de los indígenas como

“criminales natos” no hallaron eco entre la mayoría de criminólogos peruanos.


Una de las innovaciones del código penal de 1924 fue el tratamiento concedido a

la población indígena. Permitió –en realidad demandó– a los tribunales tomar en

consideración toda circunstancia atenuante en la perpetración de crímenes que

podía venir del hecho que los perpetradores eran “salvajes” –las tribus nativas de

la región amazónica–, “semi-civilizados” o “indígenas alcoholizados” –los

habitantes de la región andina. Según el código penal, aquellos dos “grupos”

carecían de los conocimientos, sensibilidad y principios morales que la parte

“civilizada” de la población peruana –citadinos, educados y no-indígenas– sí

poseía, y por lo tanto, debían ser considerados relativamente inimputables21. El

propósito final de esta legislación era conseguir la readaptación del criminal

indígena, la cual se concretaría en las colonias penales agrícolas en las cuales los

indios crueles e incivilizados iban a recibir un tratamiento que podía

“readaptarlos” a la “estructura jurídica del país”. En palabras de Deborah Poole,

el objetivo era transformar al indígena en un “correcto sujeto jurídico” (Poole

1990: 354). Como Hurtado Pozo y Poole han señalado, el código penal optó por

una actitud asimilacionista /paternalista hacia esta población, coherente con el

paradigma dominante: el indígena debía ser incorporado a la comunidad

nacional a través de la educación obligatoria, la pena rehabilitadora, y el

refinamiento (compulsivo) de sus valores culturales. Detrás de la supuesta

“protección” que el Estado ofrecía a la población indígena por medio de la


legislación “tutelar”, subsistió una típica actitud neo-colonial respecto a la

cultura, la historia y los valores sociales de la población indígena.

1.5. ¿QUÉ TIPO DE CRIMINOLOGÍA PREDOMINÓ EN EL PERÚ?

En este sentido, los grandes lineamientos teóricos dados respecto de la

Criminología en América Latina y desde luego en el Perú, han transcurrido por

privilegiar los postulados duros de una criminología critica que ha pretendido

autoerigirse como la salvadora del Derecho penal nada menos que

destruyéndolo. Esto es, en un afán deslegitimador puro se ha pretendido que el

Derecho Penal es inútil y que su lógica es absolutamente clasista sirviendo en

todo caso al estatus quo de las clases dominantes y de las culturas dominantes,

olvidándose desde luego que el Derecho Penal no es sujeto de crítica sino más

bien objeto de crítica y que más bien al contrario de criticar al Derecho Penal, se

debe más bien criticar a los penalistas quienes han privilegiado formas de

análisis distintas a las que científicamente son más acorde con los avances de las

ciencias y su necesaria integración sistémica. Así, en este sentido se pueden

ubicar las famosas escuelas criminológicas críticas, de nueva izquierda, de la

reacción social y del labelling aproach.


CAPITULO II

UTILIDAD DE LA CRIMINOLOGIA EN LA FUNCION POLICIAL

2.1. EN LA PREVENCION

En este campo los avances actuales y las posibilidades futuras se hacen


más patentes y es donde los nuevos conocimientos elaborados por la

Criminología han influido en forma decisiva. Un ejemplo representativo es la

nueva percepción que la policía tiene de la delincuencia.


Ya no es una lucha personal o corporativa contra el infractor en la que se vence

cuando esta ha sido aislado, sino que tiene conciencia que se trata de un

fenómeno social, en cuya génesis y desarrollo inciden numerosas variables cuyo

control escapa a la propia competencia policial, de ahí la necesaria colaboración

tanto de las instituciones sociales como de los ciudadanos.


Aquella visión demasiado restringida ha quedado desfasada y hoy, en

concordancia con lo expuesto, se trabaja en nuevas líneas de actuación y se

emplean nuevos métodos que, incardinados en los programas implementados por

otras instituciones, reduzcan las tasas de delincuencia desde el punto de vista

preventivo.
Es un hecho que en la actualidad la policía participa tanto en reuniones

informativas que tienen por objeto la adopción de medidas de seguridad por

parte delos ciudadanos como medio de prevención del delito, como en

programas que orientan a personas (pongamos el caso que quieren abandonar la

droga), a través del personal adecuado, que encauza estos deseos hacia los

organismos sociales pertinentes.


Por su parte la sociedad colabora de diversas formas entre las que podemos citar

las Juntas vecinales.


Desde el plano de la práctica policial la Criminología actual nos recuerda que

ninguna de las fuerzas del sistema social puede permanecer al margen a la hora

de planificar medidas para erradicar el delito.


El delincuente ya no es considerado como el “enemigo natural” de la policía,

sino alguien que por diversas causas, ya sean naturales como situacionales han

infringido la ley y para el que el cuerpo social impone sanciones a través de

mecanismos judiciales y penales.


Cuando el investigador tiene adelante a una persona que presumiblemente ha

cometido un delito especialmente reprobado, no solo jurídicamente sino por la

conciencia social, como puede ser la violación de menores, asesinatos, puede

sentirse aliado de la víctima o un vengador social. Este impulso visceral es

contenido cuando su formación es la adecuada, y es consciente de donde

empieza y termina su tarea de defensor de la ley.

CAPITULO III
ANÁLISIS
El alarmante y peligroso problema del sensible incremento de la violencia y la

criminalidad, origina varias consecuencias negativas para la organización socio política

y jurídica.

En primer lugar, se evidencia un grave deterioro del Estado ante las legítimas

expectativas ciudadanas centradas fundamentalmente en la necesidad de bienestar y

seguridad, lo cual ocasiona inmediatamente un delicado descrédito del cumplimiento de

las funciones del Estado, los roles de la acción política y el principio de autoridad,

colocándonos en las puertas del desorden, el desgobierno y el caos.

En segundo término, la principal afectación la padecen los derechos humanos y con ello

la dignidad del hombre sufre una rebaja intolerable, tanto del extremo graficado por los

ribetes dantescos que describen las acciones criminales, cuanto por la respuesta violenta

de las agencias del sistema penal y el verticalizado control social que emerge de dicha

situación, que coexisten sin embargo con una cada vez mayor impunidad formal y

material y con barreras de acceso a la justicia por parte de las víctimas, lo cual no hace

sino agravar su situación de indefensión. En tercer orden, se produce la hipertrofia de lo

que podríamos llamar el imaginario social del delito, esto es, la conciencia colectiva

respecto de la criminalidad supera a la de por sí grave realidad, lo cual se constituye en

un factor de retroalimentación para el repertorio criminogénico que exhibe la sociedad y

el funcionamiento del círculo vicioso deviene incesante.

La criminología entendida como la ciencia que estudia el delito, partiendo del individuo

que lo comete y contextualizando el hecho en el espacio y en el tiempo, es, ha sido y

será un tema recurrente; tanto en los espacios académicos, como en los políticos, en los

espacios de análisis económicos y culturales, debido a que lo que se vislumbra en la

región y más concretamente , en nuestro país es que la dinámica socioeconómica ha

traído más criminalidad a nuestras sociedades, haciendo necesario que desde las
diferentes disciplinas académicas se aborde el tema para abrirle opciones a los estados

de desarrollar políticas de prevención que nos ayuden a combatir el aumento y la

diversificación del crimen, con el fin de mejorar la convivencia social y a mejorar el

ambiente de seguridad que se vería reflejado en mayor desarrollo económico y en mejor

calidad de vida para sus habitantes.

En Latinoamérica siendo menos influidos por la tradición criminológica, se ofrece una

menor resistencia a los descubrimientos que vienen desde Europa, y así llego con

mucha fuerza y aceptación el positivismo criminológico a finales del siglo XIX, siendo

importantes las figuras de Cesar Lombroso, Enrico Ferri y Rafael Garófalo, los tres

evangelistas, como los denomino Jiménez De Asúa por sus similitudes a las figuras

religiosas. Con la llegada de la criminología en Latinoamérica, comenzaron a surgir

estudiosos interesados que se encargaron de darle grandeza a la Ciencia de la

Criminología. En Venezuela los primeros estudios criminológicos fueron acerca de la

población penal en la parte médica en el año 1974, con el primer curso internacional de

criminología con enfoque en la violencia. Otros estudiosos surgen en el año 1981, con la

teoría crítica del control social en Latinoamérica, continuando dichos estudios en la

profundización de la materia en Latinoamérica.

Como característica distintiva de la criminología en América Latina podemos resaltar la

incomunicación, a excepción de algunos momentos históricos donde se realizan

congresos y ponencias al respecto, pero en conclusión la criminología está actualmente

sufriendo cambios respecto a esa falta de comunicación, tanto en el objeto de estudio y

las investigaciones.

Ya en 1922, el Dr. Oscar Miro-Quesada de la Guerra, de la Universidad Nacional Mayor

de San Marcos pública su obra "Antropología Criminal" que contiene una primera parte

titulada "Criminogenia" o sea el estudio de los factores que engendran el delito y, en la


segunda parte titulada "Crirninalística" estudia los medios para descubrir y prevenir el

delito. Como característica distintiva de la criminología en América Latina podemos

resaltar la incomunicación, a excepción de algunos momentos históricos donde se

realizan congresos y ponencias al respecto, pero en conclusión la criminología está

actualmente sufriendo cambios respecto a esa falta de comunicación, tanto en el objeto

de estudio y las investigaciones.

CONCLUSIONES
 El origen de la criminología positivista está asociado generalmente con
la publicación en 1876 de El Hombre Criminal, de Cesare Lombroso.
En su famoso tratado, Lombroso argumentó que había seres humanos
cuya inclinación al crimen era innata o heredada, es decir, se trataba de
“criminales natos”. También sostuvo que era posible identificar a los
criminales (incluyendo a aquellos criminales “potenciales”) observando
algunas de sus características físicas (lo que Lombroso llamó
“estigmas”).

 Pronto esta ciencia se disemino por Latinoamérica donde estudiosos y


autores esparcieron sus conocimientos aportando mayores
conocimientos, que enriquecieron su aplicación en el campo criminal.

 El Perú también acogió a esta ciencia dentro de los estudios del derecho
y su aplicación en el camp criminal, siendo el caso que las instituciones
policiales republicanas lo llevaron a sus claustros.

 La Criminología ha sido reconocida como un aporte necesario e


importante en la función policial, pues es crucial para ayudar al policía a
comprender la acción del delincuente desde un punto de vista
profesional y humano.

RECOMENDACIONES
 Es necesario desarrollar el nuevo modelo de policía basado en el
conocimiento criminológico moderno del delincuente.

 La Criminología debe ser aplicada tanto en el aspecto preventivo como


en la propia investigación policial.

 Debemos conocer la evolución y avance de la Criminología en


Latinoamérica y en nuestro país.

BIBLIOGRAFIA
 elvisoroz.wordpress.com/tag/criminologia-en-el-peru/

 www.ehu.eus/documents/1736829/2164896/31+-

+Aportaciones+de+la+criminologia.pdf

 criminologiasur.blogspot.com/2011/12/origenes-de-la-criminologia-en.html

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