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CASO 11

Juan está participando en un tratamiento debido a su consumo dependiente de cocaína. A los 3 meses de
tratamiento, asiste muy alarmado a una entrevista con su terapeuta responsable del caso, y reporta lo
siguiente:

Ayer, un amigo lo invitó a ver una película, y aunque Juan había escuchado en la televisión que la película se
trataba del narcotráfico, decidió ir, porque pensó que aunque le había sido difícil en las primeras semanas
de tratamiento, y estaba totalmente “limpio” y creía que no le ocurriría nada si veía la película.

Como le gusta comer cabritas en el cine, compró una paquete para compartir con su amigo. Comentó: “No
me di cuenta cuando me había comido casi todas las cabritas yo solo… secaba continuamente la
transpiración de mis manos en mis pantalones y sentía mi corazón acelerado. En la película había escenas
muy reales de personas consumiendo… y yo no podía evitar los recuerdos. Sentí pánico cuando una
sensación característica de la droga comenzó a invadir mi boca. Quise salir del cine, pero mi amigo estaba
tan entusiasmado viendo la película que no me atreví a pedirle que nos fuéramos. Traté de relajarme
cerrando los ojos, respirando rítmicamente… tenía que luchar para alejar de mí los recuerdos de consumo”.

Finalmente salieron del cine, él sintiéndose raro. “Le dije a mi amigo que pasáramos a comer un completo, le
dije que tenía hambre, pero en realidad yo quería sacarme de la mente el recuerdo del consumo.
Conversamos de la selección y los partidos que venían; sin embargo, el recuerdo me daba vueltas y vueltas”.

“Al regresar a la casa me encontré con unos amigos. Me invitaron a un asado para la noche. Se iban a juntar
donde un vecino con quien yo consumía, así es que les dije que no. Que tenía otros compromisos”.

“En mi casa, mi señora me preguntó cómo nos fue. Le dije que bien. No me animé a decirle que tuve deseos
de consumir para no preocuparla. Nuestra relación ha mejorado mucho desde que estoy en tratamiento, y
no quiero que empiece a dudar de mí nuevamente. Me tomé varios cafés para terminar de eliminar el
deseo. Ella insistió con la pregunta sobre cómo estoy. Me dijo que me notaba algo extraño. Reconozco que
me molestó su pregunta y le contesté medio enojado. ‘Voy a comprar cigarros’ – le dije. Y salí al negocio de
la esquina. Me sentía nervioso y quería fumarme un cigarro antes de tomarme las pastillas que me recetó el
médico e irme a dormir.”

1 Adaptado de Aguilar (2015).


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“Una vez en la calle me volví sentir intranquilo. Me llegaba el olor del asadito que tenía mi vecino de la
esquina, la música, las risas... Pensé en escaparme un ratito. No tiene porqué saberlo nadie – me decía.
Parado en medio de la calle miraba mi casa, pensaba en mi señora… la música del carrete zumbaba en mi
cabeza… y bueno, ya no puede resistir más y fui a la casa del vecino… y la embarré, lo eché a perder todo…
aunque consumí casa nada, no como antes. Llegué re tarde a la casa, mi señora enojada, imaginó que yo
estaba en el carrete, me dijo que no se podía confiar en mi… pensé en tirarlo todo por la borda… no sé,
quizá yo sea un caso perdido… no sé… Dígame, ¿qué puedo hacer?...”
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CASO 2

Pedro ya llevaba 6 meses en tratamiento debido al consumo dependiente de alcohol. A este usuario le costó
reconocer que tenía un problema con el uso de alcohol, sin embargo, la amenaza de su señora de separarse
de él si seguía bebiendo como lo hacía lo decidió a participar en un tratamiento; mal que mal su vida con su
señora no era ¡maravillosa!, pero ella es buena esposa y madre, y él no quería alejarse de sus hijos.

No le creyó mucho al médico cuando éste le dijo que debido a que su papá y otros familiares habían
presentado dependencia al alcohol, él se encontraba en una situación de riesgo, y que le iba a costar lograr
mantener la abstinencia de alcohol. Pedro decidió demostrarle al médico que estaba equivocado y se
esforzó por controlarse (con ayuda del Antabús), y mejorar la relación con su señora… y no le había
resultado tan difícil como había dicho el médico.

Un mes atrás, hacía como que se tomaba el Antabús, pero lo había dejado de usar… “Ya no lo necesito…
pero mi señora no va a creer… Si lo dejo de tomar y no le digo, la voy a sorprender cuando le muestre las
pastillas y esté sin tomar ni un trago”. Pedro también había comenzado a pensar que quizá el diagnóstico del
médico estaba equivocado, porque él ahora podía trabajar y hacer su vida sin echar de menos el trago, y
quizá no tenía la enfermedad que le arruinó la vida a su padre. Pensaba también que ya no era necesario ir 3
veces a la semana al tratamiento, porque él estaba 100% recuperado.

Decidió aceptar una invitación de unos amigos para asistir a un cumpleaños (sin señoras), porque como él
estaba recuperado, sabía que aunque sirvieran combinados o vino en esa reunión, él no bebería, ya que no
lo necesitaba; le había demostrado al médico que él podía salir adelante, no estaba enfermo como su
padre…

En la reunión, pudo participar sin problemas ni preocupaciones, sus amigos bebían delante de él, y él
tranquilo con su gaseosa. Sin embargo, unos amigos le dijeron que parecía un macabeo y un mal amigo, y lo
desafiaron a tomarse un trago con ellos. Pedro les dijo que no, pero ellos insistieron… Decidió demostrarles
a sus amigos y a si mismo, que él podía beberse un trago sin que le pasara nada… ¿qué podía hacerle un solo
trago?... ¡nada!, porque él sabía que podía controlarse.

Como resultado del desafío, los amigos tuvieron que ir a dejar a Pedro a su casa… se armó un tremendo lío
con la señora… al día siguiente ella lo acusó de mentiroso e irresponsable.
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Pedro, acompañado de su esposa, acudió 3 días después al programa de tratamiento, muy confundido y
aproblemado… No entendía qué le había ocurrido, solicitando ayuda para no repetir nuevamente esa
experiencia.

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