Tópicos de capacitación para la prueba “ ser bachiller” #3
Discutir de manera informada la implicación de los principios de
alternabilidad y de la despersonalización del poder como fundamentos de un sistema democrático pluralista. La alternabilidad es la posibilidad real de que los gobernantes cambien periódicamente mediante mecanismos legales, principalmente electorales, a fin de que determinados partidos o personas no se perpetúen en el poder, lo cual es por esencia antidemocrático. Este rasgo es expresión concreta de la llamada pluralidad, y supone la existencia de partidos políticos con diferentes doctrinas ideológicas que aspiran al poder, y que generalmente se alternan en su ejercicio según lo determine el pueblo mediante las elecciones periódicas. La alternabilidad no debe confundirse con el bipartidismo, que de hecho es una aberración del sistema democrático. Una democracia saludable da igualdad de oportunidades a diversas agrupaciones políticas, y no necesariamente solo a dos. Una democracia debe ser, entre otras cosas: pluralista en ideas, descentralizada en su gestión, con autonomía de poderes, que garantice la alternabilidad del poder y que actúe con moralidad. Resulta que estas reglas de juego son las que más molestan en la instauración de regímenes totalitarios. La alternabilidad permite el surgimiento de nuevas ideas e iniciativas, la creación de nuevos cuadros dirigentes en las instituciones y la superación de todos. Las instituciones que no tienen alternabilidad se quedan anquilosadas, no producen ideas nuevas ni cambios, por lo cual, es necesario construir una democracia basada en la alternabilidad. En el Ecuador es parte de nuestra cultura la alternabilidad democrática en las elecciones de todo tipo. Lo mejor para un país democrático como el nuestro es que no exista reelección. En las universidades y politécnicas ecuatorianas, igualmente, debe existir alternabilidad, en las organizaciones de gobierno, de docentes y estudiantes.
Determinar las contradicciones del significado de soberanía del
pueblo, considerando la evolución del concepto y sus cambios sustanciales. La soberanía popular se acuñó frente al de soberanía nacional, que se interpretaba de una forma restrictiva como la soberanía residente en la nación, difícil definición que puede identificarse con más dificultad y restringirse en su representación efectiva a las capas más elevadas de la sociedad (sufragio censitario); mientras que el principio de la soberanía popular nace con unos derechos y garantías constitucionales. El concepto de soberanía, es un concepto forjado históricamente en referencia a la independencia del poder del Estado. Es preciso poner de relieve que en el concepto de soberanía hay implícitas distintas ideas. Imprescindible es distinguir al menos tres, integradas en el concepto: la supremacía jurídica, la autonomía e independencia del poder, y la fuente originaria o titularidad primaria de ese poder. En primer lugar, la soberanía jurídica subraya la primacía del orden jurídico sobre todo orden de Derecho en él implicado. Con lo cual se afirma que todos los ordenamientos jurídicos integrados en un orden soberano están sometidos a un régimen jurídico fundamental. Si se afirma que los Estados no tienen la calidad de soberanos en un orden internacional, es porque se delega esa supremacía para luego corresponder a ese orden jurídico internacional y no al creado, mantenido y realizado por cada uno de los Estados; lo cual conllevaría a un desplazamiento de la idea de supremacía jurídica del Estado al orden internacional, más que una desaparición o destrucción del propio concepto de soberanía, se trataría de que los Estados dejasen de ser soberanos y la comunidad internacional adoptaría la calidad de supranacional. En segundo lugar, se entra en el ámbito de la soberanía política, cuando se afirma el monopolio por parte del Estado de todo poder y fuerza que engendra una coacción incondicional e irresistible, dentro de los límites de su propia competencia; con lo cual se comprueba la soberanía política del Estado como poder irrevocable; la autonomía del poder, el que el poder no sea delegado sino supremo en su propio orden. Es la afirmación de la independencia del Estado con respecto a otros órdenes ajenos a él. Pudiendo aceptarse la existencia o posibilidad de un orden jurídico de carácter internacional y afirmar, no obstante, la independencia y autonomía de la soberanía política del Estado. Por último, se concibe a la soberanía haciendo referencia al origen, fuente título primario del poder; con lo que existen dos vertientes, una en cuanto a si el poder emana de otro, y la otra, por el contrario, en donde el poder descansa en sí mismo. Oportuno es precisar que cuando la soberanía procede de la voluntad del pueblo, se constata la soberanía popular, que dentro de un determinado ordenamiento político, ningún órgano, función o instancia tiene legitimidad, si no es constituido o derivado por esa voluntad popular.
Analizar la definición de democracia representativa, identificando
sus límites y dificultades, considerando la distancia entre gobernantes y gobernados, electores y elegidos, los riesgos de tomar decisiones en nombre del electorado y la ausencia de rendición de cuentas. Existen distintos tipos de democracia. Cuando el pueblo ejerce el poder sin que intermedien representantes, se habla de democracia directa. En cambio, cuando el pueblo gobierna a través de representantes elegidos mediante votaciones periódicas y libres, se trata de una democracia representativa. En la actualidad, la mayoría de los países han adoptado la democracia representativa como forma de gobierno. Cada una cierta cantidad de tiempo, los habitantes participan de un proceso electoral para elegir a los funcionarios que se encargan de dirigir el gobierno. De las elecciones surgen los jefes de Estado, diputados, senadores, etc. Hay quienes defienden que la democracia representativa es la mejor opción, la más eficaz e incluso eficiente, a la hora de poder conseguir que la sociedad vaya por buen rumbo, teniendo como pilares los derechos y deberes de los ciudadanos. Para poder conseguir que el poder que tienen los representantes del pueblo sea ilimitado y no esté sujeto a los deseos del pueblo existen diversas medidas o recursos. Nos estamos refiriendo no solo a la constitución sino también a un poder judicial independiente y a las Cámaras. En una democracia directa, los propios ciudadanos toman decisiones vinculadas al Estado mediante herramientas como plebiscitos, asambleas y referéndum. En una democracia representativa, cada ciudadano elige entre los candidatos a aquel que considera que representará mejor sus intereses. Es habitual, de todos modos, que una democracia representativa habilite ciertas herramientas de la democracia directa. El presidente de una nación, en este marco, puede convocar a un plebiscito para consultar a la población sobre un asunto antes de tomar una decisión. Esto hizo el presidente colombiano Juan Manuel Santos en 2016 cuando impulsó un plebiscito vinculante para que la gente pudiera aprobar o rechazar la firma de acuerdos de paz con la guerrilla. Finalmente ganó el “No” a los acuerdos. Así, Santos –presidente de una democracia representativa– hizo uso de un mecanismo de la democracia directa.
Examinar la posible complementariedad de la democracia
representativa y la democracia deliberativa Democracia representativa: Es el tipo de democracia en el que el poder político procede del pueblo, pero no es ejercido por él sino por sus representantes elegidos por medio del voto. El académico italiano Norberto Bobbio señala que históricamente se fue consolidando el modelo a partir de los movimientos constitucionalistas de las primeras décadas del siglo XIX a través de dos vertientes: 1) la ampliación del derecho al voto hasta llegar al sufragio universal y, 2) el avance del asociacionismo político que formó a los partidos políticos modernos. El paso de los regímenes monárquicos a los republicanos representó el arribo de la Democracia Representativa a través del mayor cargo del Estado bajo la figura de la Presidencia. De esta forma, es común que en los regímenes democráticos actuales se consideren una forma para ejercer el poder político democrático en sociedades de masas, argumentando que permite una decisión eficaz por un número suficientemente pequeño de personas en nombre del mayor número. Democracia Deliberativa: La democracia deliberativa “designa un modelo normativo que busca complementar la noción de democracia representativa al uso mediante la adopción de un procedimiento colectivo de toma de decisiones políticas que incluya la participación activa de todos los potencialmente afectados por tales decisiones, y que estaría basado en el principio de la deliberación, que implica la argumentación y discusión pública de las diversas propuestas” El objetivo primordial de la democracia deliberativa es la mejora de la calidad democrática. Así pues, sus características se identifican con aquellas formas de participación que aumentan la inclusión del ciudadano en la toma de decisiones políticas, es decir, que contribuyen a su participación real y efectiva dentro del sistema democrático.
Identificar las limitaciones de la democracia, considerando la
persistencia de exclusiones sociales, la tendencia a la corrupción y al surgimiento de nuevas élites. La democracia tiene sus límites: Límites de la democracia son todas aquellas circunstancias que impiden que la voluntad mayoritaria prevalezca, a pesar de cumplir con el requisito esencial de la democracia, que es, precisamente, el ser mayoritaria. Así lo afirma un conciso trabajo publicado en Es justo y necesario: En esta línea, entonces, nos encontramos con el primer límite de la democracia: el respeto a las minorías y a los derechos del individuo. Cualquier decisión que pueda tomar una comunidad, ya sea directamente en una votación, o mediante sus representantes, afectará a la vida y derechos de las personas, y no es difícil imaginar casos en que dichas decisiones impongan cargas injustas o intolerables a una o más personas. Un segundo límite es que la democracia no garantiza el bien común. En teoría, que cada individuo persiga libremente su propio interés, basta para asegurar el bien común, pero la experiencia nos muestra que esto no siempre es así. Por ejemplo, una comunidad puede sufrir un grave problema de desempleo, y los economistas estar todos de acuerdo en que la mejor solución a largo plazo es bajar el sueldo mínimo, pero la mayoría de los afectados por la medida no estarán de acuerdo con que se aplique, y presionarán al gobierno para que no lo haga. Si el gobernante hace lo mejor, lo técnicamente necesario, el sistema democrático se asegurará de que otro sea elegido. Así es como surge el populismo. Un antídoto parcial contra el populismo es la educación del pueblo, es decir, que los votantes entiendan que las medidas necesarias para el lograr el bien común muchas veces pasan por renunciar a bienes individuales. Sin embargo, el populismo siempre será un peligro para las democracias, como lo hizo evidente el movimiento estudiantil francés, que no estuvo dispuesto a renunciar a sus beneficios en pro de las medidas que según criterios técnicos era necesarias para aumentar el empleo en Francia. (Ibidem) Otro contrapeso a este problema es sustraer del juego democrático a las autoridades llamadas a tomar decisiones impopulares El más grave límite a la democracia son los propios ciudadanos. La teoría democrática dice que cada individuo es soberano y libre en su decisión, pero la realidad nos muestra que los factores que determinan el voto muchas veces no son importantes. No siempre se vota con la cabeza, sino con los sentimientos, desde la ideología, y como se suele decir “con las tripas”. Teóricamente todos los votos tienen el mismo valor, pero solamente desde el punto de vista numérico. Desde el punto de vista cualitativo tiene más valor el que sale de la consciencia y formación del individuo, pero esto no lo tiene en cuenta el sistema. Los políticos tratan de ganarse el voto del pueblo, y para ello intentan darle al pueblo lo que pide, al menos en teoría. Por eso es fácil prometer interpretando los deseos de la gente, y alagando sus oídos. Es el camino que lleva al populismo, arrancando el aplauso de una masa ingenua que no sabe distinguir las palabras de los hechos, las ofertas de las posibilidades de cumplirlas. En definitiva, democracia sí, pero con sus límites. Y un límite muy importante es la justicia y la honradez de los que pretenden llevar las riendas de la cosa pública. El pueblo se merece un trato humano, legítimo, equitativo. La nación no es de los políticos, sino de todos. Los políticos son los llamados a defender el bien común desde la justicia y la honradez. Y no se puede tomar decisiones como si el “solar” fuera mío, saltándose todas las barreras porque así me lo “pide el cuerpo”.