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CENTRO EDUCATIVO FRANCISCANO

El otro yo

Antropología
Profesor Sevilla Matías

Ruiz Marcos Nahuel


5ºB
03/07/2019
“Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos
incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista.” Zygmunt
Bauman

Como dice el sociólogo de origen judío, Zygmunt Bauman, la sociedad de la


que formamos parte está inundada por la idea del individualismo y el egocentrismo.
Sentimos la necesidad constante de ser reconocidos y de lograr una identidad acorde
a un ideal de vida perfecta, una idealización que nos limita como sujetos mismos.

A pesar de las excelencias de las que presume la civilización tecnológica, a


pesar de los ideales de libertad y de verdad que constituyen nuestra identidad, nos
vemos obligados a convivir con un olvido. Es como si hubiésemos olvidado dar los
"buenos días", como si el amor a la verdad nos hubiese hecho olvidar el amor al
prójimo. Nos hemos zambullido tanto en la complejidad del cogito que hemos olvidado
la sencillez de los "buenos días". Hemos otorgado tanta importancia a la verdad que
hemos olvidado los verdaderos valores.

En este contexto, aparece la ética como la única vía para la salida del ser dice
Lévinas. Este considera que la ética es la filosofía primera ya que nos permite pensar
en el Otro, de esta manera logramos salir de nuestro ego cartesiano, del
individualismo que nos rodea. Así mismo logramos el planteamiento de la pregunta
sobre la otredad. ¿Qué es el otro o quien es el “Otro”?

Siendo prácticos, definimos al otro desde dos enfoques, desde el ser y el tener
(la posesión). Es decir desde el primer enfoque, el otro es todo aquello que no soy yo,
es lo que me rodea y me excede. Desde el segundo enfoque, lo otro es eso que no me
pertenece, lo que no es mío porque es de “otro”. Sin embargo, estas dos ideas no
logran salir todavía de la mismidad, proponen al otro desde nosotros mismos y no
como la esencia misma de la otredad.

Para evitar caer en esto, Lévinas afirma que el Otro representa la presencia de
un ser que no entra en la esfera del Mismo, presencia que lo desborda, fija su
"jerarquía" de infinito. El otro es aquel que permanece intacto en su alteridad, es
absoluto. Lo único que me queda es acogerlo como infinito y trascendente,
responsabilizarme de sus necesidades, porque la ética no está basada en el ser, sino
en las relaciones.
Las necesidades del Otro son prioritarias inclusive por sobre las nuestras, ante
el dilema ético de elegir entre el Otro o yo, lo correcto es que elijamos al Otro. Ante la
exigencia del Otro de que me encargue de él, yo no puedo escaparme. El sujeto está
llamado a responder del Otro, hasta de su propia responsabilidad. De este modo, mi
yo queda sustituido por el Otro, por lo que el Otro se impone como límite de mi propia
libertad. Tenemos que ser defensores de la otredad, la respetamos y valoramos, sin
importar a quien responda el neologismo de otredad.

Fue así como Lévinas decide abandonar el ser y adoptar la etica para pensar lo
humano. Propuso un humanismo del otro hombre, del hombre que se responsabiliza y
responde totalmente por el Otro: “Desde el momento en que el Otro me mira, yo soy
responsable de él sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él;
su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo
hago”

Pero el abandono de la interioridad y la inmanencia, el olvido del yo, ¿llevara a


una alteridad y a una transcendencia verdaderas? No hay exterioridad sin interioridad
y a la inversa, para encontrar al otro no tengo que perderme, porque si lo hago no
sabré lo que busco o lo que se halla ante a mí.

Entender al Otro desde una dimensión diferente a la idea del ser, nos permite a
nosotros poder salir del cogito infundido por Descartes. No obstante, es imposible
entender al otro sin objetivarlo debido a la finitud de nuestro lenguaje.

La relación que propone Levinas del Otro y el Yo, es utópica para la sociedad
en la que nos encontramos, porque plantea de que las personas tienen que priorizar
las necesidades del Otro por sobre las de ellas mismas, sin embargo para que esta
ética funcione es necesario que todas las personas cumplan con esta premisa. Es
decir, si yo priorizo las necesidades del Otro por sobre las mías, y el Otro no hace lo
mismo, estamos ante una falencia. Además, no responde al dilema ético planteado, el
Otro o Yo, ya que si los dos siguen este principio, yo priorizo al Otro y el Otro me
prioriza a mí, y ante la hora de responder por la priorización de una necesidad, se
convierte en una paradoja.

Surge además otro problema, el Otro muchas veces me resulta extraño, lo


desconozco. Lo desconocido genera confusión y desconfianza, por ende lo
rechazamos, entonces tendemos a desconfiar del Otro, siendo esta idea propia del
instinto humano.
Estas objeciones nos vuelven al individualismo de un principio, e inclusive lo
justifican. A pesar de ello, la idea de Lévinas sobre la concepción del Otro, nos invita a
reflexionar acerca de la mirada que tenemos sobre los demás, a no caer en el
individualismo absoluto, saber que a mí alrededor existen otros los cuales debemos
respetar. También al hecho de encontrar un equilibrio entre la relación Yo-Otro, en el
sentido de que ninguno debe sobreponerse por sobre el otro.

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